Poesía lírica

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POESÍA LÍRICA POESÍA YÁMBICA, BUCÓLICA Y ELEGÍA Nuria Del Castillo Lebourgeois

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POESÍA LÍRICAPOESÍA YÁMBICA, BUCÓLICA Y ELEGÍA

Nuria Del Castillo Lebourgeois

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CATULO

● Poemas de contenido erótico-amoroso

¡Llorad, oh Venus y Cupidos y cuanto hay de hombres refinados! El gorrión de mi niña ha muerto; el gorrión, capricho de mi niña, a quien ella más que a sus ojos quería; pues era dulce como la miel y la conocía tan bien como una niña a su madre, y no se movía de su regazo, sino que, saltando alrededor unas veces por aquí, otras por allá, piaba sin parar a sola su dueña; y que ahora va por un camino tenebroso hacia allí de donde dicen que no vuelve nadie. ¡Malhaya a vosotras, malvadas tinieblas del Orco, que devoráis todas las cosas bellas!: tan hermoso gorrión me habéis arrebatado. ¡Oh desgracia! ¡Pobrecillo gorrión! Ahora, por tu culpa, los ojitos de mi niña, hinchaditos, enrojecen de llanto. (III)

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Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y las habladurías de esos viejos tan rectos, todas, valorémoslas en un solo as. Los soles pueden morir y renacer: nosotros, en cuanto la efímera luz se apague, habremos de dormir una noche eterna. Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien una vez más, luego sin parar otros mil, luego cien, luego, cuando hayamos hecho muchos miles, los revolveremos para no saberlos o para que nadie con mala intención pueda mirarnos de través, cuando sepa que es tan grande el número de besos. (V)

Odio y amo. Por qué hago eso acaso preguntas. No sé, pero siento que ocurre y me atormento. (LXXXV)

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● Poemas de invectiva contra sus enemigos

Anales de Volusio, escritos de mierda, cumplid el voto por mi niña. Pues ha prometido solemnemente a la sagrada Venus y a Cupido que, si yo volvía a ella y dejaba de dispararle terribles yambos, daría al dios de paso tardo lo más escogido de los escritos del peor de los poetas para que se quemara sobre leña maldita: y la perversísima muchacha ve divertido y gracioso ofrecer eso a los dioses. Ahora, oh tú, nacida en el azulado ponto, que habitas la sagrada Idalio y la abierta llanura de Urio, y Ancona y Cnido rica en cañas, y Amatunte y Golgos, y Dirraquio, antesala del Adriático, acepta y recibe el voto, si no es una fea y desagradable ofrenda. Y vosotros, entretanto, ¡id al fuego, Anales de Volusio, llenos de garrulería y estupideces, escritos de mierda! (XXXVI)

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HORACIO

● Epodo II: Beatus ille

Feliz aquel que, ajeno a los negocios, como los primitivos,labra tierra paterna con sus bueyeslibre de toda usura; que no oye el agrio son de la corneta,ni teme el mar airado,y evita el Foro y las soberbias puertasde los más poderosos;y los largos sarmientos de las videsune a los altos álamos,

o contempla de lejos su vacada en un valle apartado;y, las ramas inútiles podando,injerta otras más fértiles,o guarda espesa miel en limpias ánforas,o esquila sus ovejas. [...]Esto enunciado, el usurero Alfio,campesino futuro,cobró en los Idus todo su dineroy lo presta en Calendas.

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● Oda I 11: tópicos del carpe diem y el tempus fugit

No preguntes (es sacrílego saberlo) qué fin a mí, cuál a ti, los dioses han dado, Leuconoe, ni sondees los babilónicos números. ¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser! Así Júpiter nos haya concedido muchos inviernos, así este sea el último que ahora desgasta contra los escollos sobresalientes las olas del Tirreno: sé sabia, filtra el vino y en un espacio breve recorta una esperanza larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad: aprovecha el día, confía lo menos posible en el mañana.

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OVIDIO

● Poemas eróticos: tópico de la militia amoris

Laureles del triunfo, venid a ornar mis sienes: vencimos; al fin reposa en mi seno esa Corina que el esposo, el guardián, la puerta y tantos enemigos impedían que fuese víctima de la astucia. Aquella victoria es digna de solemne triunfo, en que se conquista la presa sin derramar una gota de sangre. No escalé débiles muros, ni cualquier fortaleza con pequeños fosos, sino que una bella ha sido el premio de mi hábil estrategia. Cuando cayó Pérgamo vencida tras un asedio de diez años, ¿qué parte de alabanza cupo al hijo de Atreo, siendo tantos los héroes? Pero mi gloria me pertenece del todo; ningún soldado me ayudó a conquistarla, ningún otro puede ostentar los títulos de mi hazaña. El éxito coronó mis bríos como jefe y como soldado; yo mismo fui el caballero, el infante y el portabandera; el azar no intervino nada en mis buenos sucesos, y el triunfo ha sido el galardón de mi constancia [...] (Amores II 12)

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Tópico del paraclausithyron (lamento ante la puerta cerrada)

Portero amarrado, ¡oh indignidad!, a la dura cadena, haz girar sobre sus quicios esa puerta tan difícil de abrir. Te pido poca cosa, entreábrela solamente, y por su media abertura penetraré de lado. Un amor constante adelgazó mi cuerpo y redujo el peso de mis miembros de tal suerte, que les permite pasar cualquiera estrechez. [...] Portero inexorable, ¿no oyes mis súplicas? La puerta de duro roble permanece cerrada. La fortaleza de las puertas sirve de gran defensa en las ciudades sitiadas; mas en medio de la paz, ¿qué peligros recelas? ¿Qué harías con un enemigo cuando así rechazas a un amante? [...] Pásalo bien, portero; ojalá sientas la pena de tu pretensión rechazada; pásalo bien, holgazán, que no te avergüenzas de mortificar a un amante; y vosotras, puertas crueles, umbrales despiadados, compañeros en la dureza del siervo que os guarda, pasadlo bien. (Amores I 6)

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Tópico del servus amoris

Si alguno considera cosa torpe el servir a una bella, quedaré a su juicio convicto de esa vergüenza; mas no me importa el dictado de infame, siempre que me trate con menos crueldad la diosa que reverencian Pafos y Citera batida por las olas. Ojalá sea benigna la señora que me reduzca a la servidumbre, puesto que forzosamente he de perder la libertad por una hermosa. La belleza engendra el orgullo; Corina se enorgullece de su cara. ¡Desgraciado de mí!, ¿porqué se conoce ella tan bien? ¡Claro!, su arrogancia crece al contemplarse en el espejo, y nunca se mira en él hasta después de componerse a la perfección. Aunque la beldad te da sobre todos un absoluto señorío, y por ende ha conseguido fascinarme, no creas que te es lícito el desprecio comparándome contigo: lo inferior suele unirse a lo grande. [...] (Amores II 17)

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● Heroidas: de Penélope a Ulises (Heroida I)

Esta carta, Ulises, la envía Penélope a tu tardanza. No me contestes; sino mejor, ven en persona. Yace en ruinas Troya, aborrecida, con razón, de las mujeres dánaas; no mereció tanto Príamo ni Troya entera. ¡Ay! Ojalá entonces, cuando navegaba a Lacedemonia, se hubieran tragado las enfurecidas olas al adúltero. No hubiese dormido yo sin tu calor en un lecho vacío; no me quejaría, en mi soledad, de que los días pasen tan despacio, ni al intentar entretener las largas horas de la noche el interminable velo hubiera fatigado mis manos de viuda. [...]

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● Elegías del destierro: el error que cometió Ovidio

La Musa es mi bálsamo de consuelo en la comarca del Ponto, adonde fui relegado, y la única fiel compañera de mi destierro, la única que no teme las emboscadas de los hombres, la espada del guerrero, el mar, los vientos y la barbarie. Conoce bien el error que cometí, causante de mi perdición, y sabe que en mi conducta hubo una falta y no un crimen. (Tristes IV 1)