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Pokemoniar, simplemente una experiencia religiosa… Son jóvenes inquietos que fiestean entre las tres y las ocho de la noche. Carretean sin alcohol, poncean y son los reyes del reggetón. Este es un recorrido por un mundo que comienza cuando el perreo se acaba, cuando el maquillaje se corre y cuando las luces se apagan. He aquí el comienzo de una nueva era, la era pokemón Desde aquellos tiempos en los que quienes formaban parte mi generación realizaban movimientos pélvicos al ritmo del “onda, onda” o de “danza do manivela” ha habido grandes cambios. Hoy, esos pasos que requerían un expresivo y osado movimiento de caderas, unas rodillas flexibles para llegar hasta el suelo y un sensual “dediño en la boquiña” no son más que las características de un baile que, si bien antiguamente lograba acaparar miradas, no llegaba a lo que actualmente es fundamental a la hora de ir a bailar: el poncear. El “Rapa nui”, un pub discoteque matutino que se encuentra en Avenida España siempre fue un hervidero y hoy lo es más que nunca. Ese techo de vidrio tapado con un plástico negro grueso, el apiñamiento de mesas pegajosas, las papas fritas rancias, la chela y la bebida de litro a luca, han sido los elementos perfectos para crear un ambiente que durante varios años ha albergado a jóvenes, y que hoy ha sido hegemónicamente ocupado por una de las tribus urbanas más populares y masivas del momento: los pokemones.

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Pokemoniar, simplemente una experiencia religiosa…

Son jóvenes inquietos que fiestean entre las tres y las ocho de la noche.

Carretean sin alcohol, poncean y son los reyes del reggetón. Este es un recorrido por

un mundo que comienza cuando el perreo se acaba, cuando el maquillaje se corre y

cuando las luces se apagan. He aquí el comienzo de una nueva era, la era pokemón

Desde aquellos tiempos en los que quienes formaban parte mi generación

realizaban movimientos pélvicos al ritmo del “onda, onda” o de “danza do manivela” ha

habido grandes cambios. Hoy, esos pasos que requerían un expresivo y osado

movimiento de caderas, unas rodillas flexibles para llegar hasta el suelo y un sensual

“dediño en la boquiña” no son más que las características de un baile que, si bien

antiguamente lograba acaparar miradas, no llegaba a lo que actualmente es fundamental

a la hora de ir a bailar: el poncear.

El “Rapa nui”, un pub discoteque matutino que se encuentra en Avenida España

siempre fue un hervidero y hoy lo es más que nunca. Ese techo de vidrio tapado con un

plástico negro grueso, el apiñamiento de mesas pegajosas, las papas fritas rancias, la

chela y la bebida de litro a luca, han sido los elementos perfectos para crear un ambiente

que durante varios años ha albergado a jóvenes, y que hoy ha sido hegemónicamente

ocupado por una de las tribus urbanas más populares y masivas del momento: los

pokemones.

Dentro del “Rapa” el reggaton retumba y cientos de chicos bailan de un lado a

otro en grupos, con vasos de bebidas de fantasía en la mano como si fueran las 12 de la

noche pero ¡ojo!... que casi sin copete alguno.

– ¿Queri poncear? le pregunta un pokemón a la desconocida que tiene al frente. Y

antes de obtener una respuesta de la chica, ésta se lanza a sus brazos

comenzando un besuqueo que tras un rato acaba, ya que no es bien visto según

el protocolo pokemón estar con una sola persona “agarrando” en la noche.

Pero ¿Qué pasa cuando la fiesta acaba? ¿Qué ocurre cuando son las 8 de la

noche y tal como si fueran las 5 de la mañana empieza a sonar “puro Chile es tu cielo

azulado” para que todos se vayan para la casa?

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A la salida del carrete una aglomeración de padres sale al encuentro de sus hijos

sobrios pero pasados a cigarro tal cual como si fuera una fiesta de colegio. Es algo

extraño ver como esos hombres, con apariencia de monitos animados, son tomados por

su padres como cuando uno era niño y lo esperaban a la salida del jardín. No obstante,

no todos tienen la suerte de ser llevados así.

En la vereda del frente cuando creí que todos se habían ido, cuando ya lo único

que me hacía compañía era el inmenso frio, el olor a tabaco barato quemado y el pesar

que me causaba el que mi reportaje fuera a ser uno más de los típicos que cuentan que

los pokemones son promiscuos, que se visten raro etc., etc. Conocí a la “Betz” una

chiquilla de unos diecinueve años que por algún motivo extraño no dejaba de llorar.

Entre el morbo, los deseos de tener una buena historia y la práctica de la caridad

cristiana, que las monjas me inculcaron cuando iba al colegio, no me pude aguantar

preguntarle que era lo que pasaba. De esta forma obtuve la confesión de una pokemona

que tras una vida bastante tradicional, rodeada de su familia y amigos de la comunidad

evangélica, optó por un cambio que le trajo muchas alteraciones, pero una claridad de

vida que pocos a los diecinueve años tienen.

Cuando la vida es una moda

Betzabé Andrea Peña Trigo es una muchacha que hacía tan sólo unos meses

había adoptado la moda del pelo escalonado liso, el sobremaquillaje, las poleras de

estrellas, las carteritas de peluche y las infaltables zapatillas Converse de caña alta

forrada en géneros de distintos colores. Me cuenta que tiene diecinueve años recién

cumplidos, que vive en la Florida y que estudia diseño de vestuario en el Incacea.

Perteneciente a una familia tradicionalmente evangélica, tanto por el lado

materno como el paterno, dice que hoy ellos no hacen más que llamarla “la oveja

descarriada” y que le tienen prohibido el paso a Roberto, el pololo que según ellos la ha

llevado por los malos pasos y por el cual hoy mintió a sus padres para poder salir con él.

Pasado un rato y cuando ya se ha roto el hielo entre nosotras, Betzabé me ruega

que la entreviste, ya que sueña poder poner en su fotolog que, “Betz” su alter ego

pokemón, es famosa. Se seca las lágrimas provocadas por una pelea con su pololo a

causa de sus padres y me muñequea tal como una esposa lo haría con su marido al

decirme que sólo ser parte de la entrevista podría hoy hacerla feliz.

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Nos sentamos en un banco y como si hubiesen dicho “el show debe continuar”;

Betz puso su mejor cara para contestarme las preguntas sobre su nueva vida:

-Betz ¿Cuéntame como ha cambiado tu vida desde que eres una pokemona?

-Mira, la verdad es que creo que nunca hubiese hecho esto si no fuera porque

amo al Roby. Cuando lo conocí lo encontré encachado, entretenido y con un look bien

interesante pero no sé… si me preguntai, el cambio ha sido bien brígido. Desde que

empecé con esta cuestión mis viejos juran que ya no los quiero porque me visto así. Es

más, me tienen prohibido que los acompañe al templo porque para ellos el que me haya

cortado el pelo y me lo haya teñido negro es sólo una muestra de mi negación a la

creación de Yavé nuestro señor. Por otro lado mis antiguas amigas con las que me

juntaba en la iglesia también me hacen el quite y ya los únicos amigos que tengo son la

Panchi y la Mery que son del “Insti” pero que tampoco cachan mucho sobre mi nuevo

estilo, ¡Ahh! Bueno… y los cabros amigos del Roby pero esos si que son jotes y rancios

y no podría considerarlos mis amigos del todo.

- Dado que tu perteneces a una Iglesia ¿que opinión tienes de esto que

ustedes llaman el ponceo?

Obvio que el ponceo es incompatible con mis creencias. Acá los chiquillos se

cambian de pareja como yo me cambio los pinches del pelo. Pero igual siento que va en

cada uno. Ponte tu con el Roby hemos tenido pese a todas las complicaciones un

pololeo bien normal, porque yo sé que el me quiere ¿cachai? Pero el atao son sus

amigos que no entienden que él, no necesita a nadie más para ser feliz… además, por

otro lado a mi también me encanta ser su “pololi” y ciertamente tendría que dejar de

serlo si es que le hiciera caso a sus amigos y decidiera participar en los concursos

rancios de los cabros.

-¿Concursos?

Si po concursos, cacha que los cabros cuentan a cuantas minas se agarran en la

noche cuando salen a pokemoniar. De hecho, uno de los chiquillos una vez llego a

comerse a 30… igual es caleta po y na que ver que el Roby ande haciendo eso.

-Pero los amigos de tu pololo que hacen eso ¿están solteros? Porque de ser

así y dado el “protocolo pokemón” no deberían tener problemas

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Es que ese es problema mi wuacha, no todos los cabros que están en el grupo

están solteros.

- ¿Y las pololas que dicen?

- Nah po, si son unas chimbis (o fáciles), igual que sus respectivos.

- Betz y el que ustedes con Roby no participen de esto ¿no hace que se les

“fune” el carrete? ¿Sus amigos no los molestan?

- Cacha que entre los “Poketeams” (nombre del grupo de amigos del pololo) igual

es como raro, es decir, obvio que todos nos molestan por mamones y por no

seguir las reglas del pokemoneo, pero ¿sabí también qué pasa? Que eso de andar

ponceando está bien cuando eri más pendex pero no cuando ya “no te falta calle”

¿me explico?

- Porfavor…

- Cuando ya eri más grande esperai otras cosas po, no sé… estudiar, ser alguien

algún día. Igual rico también encontrar a alguien que te quiera y no se po… hay

caleta de cabros que quieren eso pero les da julepe dejar la vida social

pokemona; porque igual es entrete y más ahora que están “todas las luces sobre

nosotros”…Es más sino fuera así tu misma no estaríai aquí cagándote de frio

entrevistando a una pendeja con maquillaje corrido a las puertas del “Rapa nui”

- O sea que ¿muchos ocuparían esta moda para tener sólo una vida social

activa, pese a que en el fondo lo que buscan es un equilibrio?

- ¡Tal cual! si oye igual no hay que ser muy inteligente pa´cachar que esto es sólo

una moda, y que como todas las modas mi wuacha, se acaba. Probablemente

cuando tenga 60 no voy a andar con el pelo así ni con mi falda de tul, ni con mis

pinches hello kitty o sea ¿te imaginai planchándome el pelo tan vieja? Jajaja no

hay quien aguante po

De pronto un vibrar interrumpe nuestra conversación. Es el padre de Betzabe que la

llama para preguntarle el porqué no ha llegado a la casa a la hora de la cena. Betz corta

rápidamente asegurando que debe irse antes que algún castigo divino caiga sobre ella

por mentirosa.

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Tomamos el metro juntas hasta que el andén que a cada una nos llevaba a casa nos

separó. Después de todo debíamos volver a nuestra realidad y que mejor alegoría que la

oposición de nuestros caminos para hacerlo.

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Reportaje Nº 1

“Pokemoniar, una experiencia religiosa”

La historia de Betzabé

Alumna: Javiera Berti

Curso: Narración de no ficción

Profesor: Marcelo Simonetti

Fecha: 29 de mayo 2008

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