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36 | tiempo argentino | policiales | año 1 | n· 133 | sábado 25 de septiembre de 2010 Cecilia Di Lodovico Para Tiempo Argentino Policiales Luego de meses de investigación, un grupo de agentes de la DDI Quilmes detuvo ayer a un matrimonio acusado de hacer delivery de cocaína en la zona sur del Conurbano. VENDÍAN DROGAS A DOMICILIO La Policía Bonaerense secuestró mil dosis de paco en un operativo realizado ayer en Lanús, Almirante Brown y Quilmes. Fueron detenidas 4 personas con pedido de captura. SECUESTRAN DOSIS DE PACO “Si a mí me juzga la Iglesia, me absuelven de acá al Vaticano” Dice que apoya al papa Benedicto XVI en las denuncias a los párrocos abusadores. “La pedofilia es un delito aberrante que no se le puede permitar a ningún sacerdote.” Asegura que da misa y confiesa. Pero no sale al barrio por temor a los asaltos. Entrevista exclusiva con el cura Julio César Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores Para comunicarse con esta sección: [email protected] FOTOS: DANIEL BACA Falsa serenidad - Muy molesto por las preguntas de Tiempo Argentino, Grassi comenzó a temblar, se puso rojo de ira y golpeó con el puño la mesa de su escritorio. T engo que anotar sus nombres y apellidos”, informó al pe- riodista, fotógrafo y chofer el hombre –algo mayor– que forma parte de la seguridad de La Blan- quita, una casaquinta de estilo co- lonial, ubicada en William Morris. El cura Julio César Grassi esperaba adentro de la finca, pese a haber sido condenado a 15 años de pri- sión por abuso sexual de menores agravado. Una pena que fue rati- ficada por la Cámara de Casación bonaerense. Inmutable respondió a cada una de las preguntas, excepto en algunos pasajes en que mostraba su lado más vehemente: gesticuló, se levantó de la silla y hasta golpeó la mesa. Se po- día vislumbrar cierto nerviosismo cuando sus manos revelaban un leve temblor, quebrando su usual serenidad. Un Grassi desconocido para las cámaras que sigue soste- niendo –irracionalmente– que existe un complot en su contra. Con cierta soberbia y aires de grandeza, parece no darse cuenta de la gravedad de la carátula que pesa sobre él: la de pedófilo, abusador de menores en su propia fundación. –¿Qué piensa de la actitud del Pa- pa de pedir perdón a las víctimas y condenar el abuso sexual per- petrado por hombres de la Iglesia católica? –En los casos verdaderos, está bien que el Papara condene a los curas pedófilos. Al Papa lo apoyo plena- mente. La pedofilia es un delito abe- rrante que no se le puede permitir a ningún sacerdote. Ahora, de ahí a que todos los casos que se denun- cian sean verdad, eso me parece osa- do. El Papa está pidiendo perdón por los casos comprobados, no por los denunciados. –¿Tendría que venir a la Argentina a pedirle perdón a Gabriel? –Yo no te voy a hablar de esa hipóte- sis. La Iglesia sabe de esta causa, me apoya y me acompaña. Yo noto que a nivel jerárquico, la Iglesia me está apoyando. No conozco obispo que tenga duda, sino lo enfrentaría. –¿Y los fieles? –Yo he ido a realizar una misa hace poco a la iglesia del Hospital Italiano de San Justo. Todos me recibieron con un cariño tremendo. Pero pre- fiero dar misa con bajo perfil y no meter en problemas a la gente. –¿Se sigue confesando? –Sigo confesándome y sigo confe- sando. –¿ConoceelcasodeCarlosÑáñez,sus- pendidoporlaIglesiaporrespaldarel matrimonio gay? Usted está conde- nado, pero sigue dando misa. ¿Qué opinión le merece esta situación? –Desconozco el caso en su profundi- dad, sé que fue porque desobedeció a su obispo. No voy a juzgar a ese sa- cerdote, si bien él públicamente lo hizo sin conocerme. ¿Ahora por qué él está suspendido y yo no? Una cosa es la justicia civil y otra la justicia de la Iglesia, que ya vendrá. Pero te ase- guro que si a mí la Iglesia me juzga, me absuelven de acá al Vaticano. –¿Usted es consciente de que es- tá condenado y que debería estar preso? –Mirá, primero soy consciente de que fui condenado pero, también, soy consciente que no debo estar La oficina del cura, una prolijidad marchita por la debacle Dos largas horas duró la entrevis- ta en aquel refugio del cura, cuyas paredes están completamente empapeladas con afiches, cartas, dibujos y cartulinas estampadas con pequeñas manitos. Todos ellos, obra de los niños de la Fundación Felices Los Niños. Un enorme ventanal poco podía hacer por menguar la oscuridad de la oficina montada en La Blanqui- ta. La tarde no había caído, pero allí adentro parecía de noche. En el ambiente flotaba un raro atisbo de película de terror, mezclada con el típico hedor de la humedad que colgaba de los techos. El sacerdote, luego, mostró dos habitaciones contiguas que con- tenían donaciones. Una de ellas juguetes, la otra, zapatos, estos últimos destinados a los hogares de Santa Cruz y Santiago del Estero. Dos puertas laterales permanecían cerradas. La cocina resultó ser una de las áreas más iluminadas, gracias a su prolongación: una pequeña capilla construida donde antes fue inverna- dero de paredes vidriadas y un color blanco intenso. Allí celebra misa to- dos los días solo o acompañado por fieles o algunas monjas de la orden. En el exterior, la primavera se abre paso. Las glicinas violeta se destacan por sobre todas las plantas que crecen de manera salvaje. El parque mantiene la misma lógica descuidada del in- terior. Una edificación abando- nada es utilizada como depósito frente a una pileta de agua po- drida. La debacle llegó también a La Blanquita.

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36 | tiempo argentino | policiales | año 1 | n·133 | sábado 25 de septiembre de 2010

Cecilia Di LodovicoPara Tiempo Argentino

Policiales Luego de meses de investigación, un grupo de agentes de la DDI Quilmes detuvo ayer a un matrimonio acusado de hacer delivery de cocaína en la zona sur del Conurbano.

Vendían drogas a domicilioLa Policía Bonaerense secuestró mil dosis de paco en un operativo realizado ayer en Lanús, Almirante Brown y Quilmes. Fueron detenidas 4 personas con pedido de captura.

secuestran dosis de paco

“Si a mí me juzga la Iglesia, me absuelven de acá al Vaticano”Dice que apoya al papa Benedicto XVI en las denuncias a los párrocos abusadores. “La pedofilia es un delito aberrante que no se le puede permitar a ningún sacerdote.” Asegura que da misa y confiesa. Pero no sale al barrio por temor a los asaltos.

Entrevista exclusiva con el cura Julio César Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores

Para comunicarse con esta sección:[email protected]

fotos: daniel baca

Falsa serenidad - Muy molesto por las preguntas de Tiempo Argentino, Grassi comenzó a temblar, se puso rojo de ira y golpeó con el puño la mesa de su escritorio.

Tengo que anotar sus nombres y apellidos”, informó al pe-riodista, fotógrafo y chofer el

hombre –algo mayor– que forma parte de la seguridad de La Blan-quita, una casaquinta de estilo co-lonial, ubicada en William Morris. El cura Julio César Grassi esperaba adentro de la finca, pese a haber sido condenado a 15 años de pri-sión por abuso sexual de menores agravado. Una pena que fue rati-ficada por la Cámara de Casación bonaerense.

Inmutable respondió a cada una de las preguntas, excepto en algunos pasajes en que mostraba su lado más vehemente: gesticuló, se levantó de la silla y hasta golpeó la mesa. Se po-día vislumbrar cierto nerviosismo cuando sus manos revelaban un leve temblor, quebrando su usual serenidad. Un Grassi desconocido para las cámaras que sigue soste-niendo –irracionalmente– que existe un complot en su contra. Con cierta soberbia y aires de grandeza, parece no darse cuenta de la gravedad de la carátula que pesa sobre él: la de pedófilo, abusador de menores en su propia fundación.

–¿Qué piensa de la actitud del Pa-pa de pedir perdón a las víctimas y condenar el abuso sexual per-petrado por hombres de la Iglesia católica?–En los casos verdaderos, está bien que el Papara condene a los curas pedófilos. Al Papa lo apoyo plena-mente. La pedofilia es un delito abe-rrante que no se le puede permitir a ningún sacerdote. Ahora, de ahí a que todos los casos que se denun-cian sean verdad, eso me parece osa-do. El Papa está pidiendo perdón por los casos comprobados, no por los denunciados. –¿Tendría que venir a la Argentina a pedirle perdón a Gabriel?–Yo no te voy a hablar de esa hipóte-sis. La Iglesia sabe de esta causa, me apoya y me acompaña. Yo noto que a nivel jerárquico, la Iglesia me está apoyando. No conozco obispo que tenga duda, sino lo enfrentaría.–¿Y los fieles?–Yo he ido a realizar una misa hace poco a la iglesia del Hospital Italiano

de San Justo. Todos me recibieron con un cariño tremendo. Pero pre-fiero dar misa con bajo perfil y no meter en problemas a la gente.–¿Se sigue confesando?–Sigo confesándome y sigo confe-sando.

–¿Conoce el caso de Carlos Ñáñez, sus-pendido por la Iglesia por respaldar el matrimonio gay? Usted está conde-nado, pero sigue dando misa. ¿Qué opinión le merece esta situación?–Desconozco el caso en su profundi-dad, sé que fue porque desobedeció

a su obispo. No voy a juzgar a ese sa-cerdote, si bien él públicamente lo hizo sin conocerme. ¿Ahora por qué él está suspendido y yo no? Una cosa es la justicia civil y otra la justicia de la Iglesia, que ya vendrá. Pero te ase-guro que si a mí la Iglesia me juzga,

me absuelven de acá al Vaticano.–¿Usted es consciente de que es-tá condenado y que debería estar preso?–Mirá, primero soy consciente de que fui condenado pero, también, soy consciente que no debo estar

La oficina del cura, una prolijidad marchita por la debacleDos largas horas duró la entrevis-ta en aquel refugio del cura, cuyas paredes están completamente empapeladas con afiches, cartas, dibujos y cartulinas estampadas con pequeñas manitos. Todos ellos, obra de los niños de la Fundación Felices Los Niños.

Un enorme ventanal poco podía hacer por menguar la oscuridad de la oficina montada en La Blanqui-

ta. La tarde no había caído, pero allí adentro parecía de noche. En el ambiente flotaba un raro atisbo de película de terror, mezclada con el típico hedor de la humedad que colgaba de los techos.

El sacerdote, luego, mostró dos habitaciones contiguas que con-tenían donaciones. Una de ellas juguetes, la otra, zapatos, estos últimos destinados a los hogares

de Santa Cruz y Santiago del Estero. Dos puertas laterales permanecían cerradas.

La cocina resultó ser una de las áreas más iluminadas, gracias a su prolongación: una pequeña capilla construida donde antes fue inverna-dero de paredes vidriadas y un color blanco intenso. Allí celebra misa to-dos los días solo o acompañado por fieles o algunas monjas de la orden.

En el exterior, la primavera se abre paso. Las glicinas violeta se destacan por sobre todas las plantas que crecen de manera salvaje. El parque mantiene la misma lógica descuidada del in-terior. Una edificación abando-nada es utilizada como depósito frente a una pileta de agua po-drida. La debacle llegó también a La Blanquita.