Politica de La Memoria y Estados Terroristas

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David Slater David Slater: profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Loughborough, Ingla- terra. Nota: Este artículo se publicará en Soundings en enero de 2002. Palabras clave: colonialismo, memoria, Estados Unidos, Gran Bretaña, Palestina. Estamos frente a una exacerbación de los efectos del poder y de las formas del terror. Esto merece una contextualización crítica, de manera de revelar otra lectura de la política global. En este artículo se consideran algunos efectos claves de la actuación de EEUU en el mundo, en el sentido de sus intervenciones geopolíticas, y también, se analizan una o dos dimensiones históricas de la cuestión palestino-israelí, relacionadas con el papel imperial desempeñado por Gran Bretaña, hoy el «socio menor» de la superpotencia solitaria. En ambos casos el objeto es problematizar asuntos del poder, el terrorismo y la memoria, y contribuir a localizar el antagonismo contra el dominio occidental que está tan justificadamente arraigado en las diversas regiones del Sur global. Política de la memoria y Estados terroristas A raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el futuro geopolítico del mundo ha sufrido una transformación. En ese cambio Estados Unidos tendrá un lugar cada vez más central, como también las rela- ciones entre Occidente y el resto del planeta. Al mismo tiempo, aquello que hoy se enfatiza como crucial, va a ser siempre un reflejo del complejo entrelazamiento de una política de la memoria con una política del olvido. En un debate recien- te en torno de la política exterior estadounidense, Carlos Fuentes comentaba que «Estados Unidos de Amnesia» podría ser un nombre más apropiado para EEUU. Sin embargo, ¿en qué medida es puntual esa descripción? Quizás sería

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Politica de La Memoria y Estados Terroristas. Terrorismo de Estado. Movimientos

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    David Slater

    David Slater: profesor del Departamento de Geografa de la Universidad de Loughborough, Ingla-terra.Nota: Este artculo se publicar en Soundings en enero de 2002.Palabras clave: colonialismo, memoria, Estados Unidos, Gran Bretaa, Palestina.

    Estamos frente a una exacerbacin delos efectos del poder y de las formasdel terror. Esto merece unacontextualizacin crtica, de manera derevelar otra lectura de la polticaglobal. En este artculo se consideranalgunos efectos claves de la actuacinde EEUU en el mundo, en el sentido desus intervenciones geopolticas, ytambin, se analizan una o dosdimensiones histricas de la cuestinpalestino-israel, relacionadas con elpapel imperial desempeado por GranBretaa, hoy el socio menor de lasuperpotencia solitaria. En amboscasos el objeto es problematizarasuntos del poder, el terrorismo y lamemoria, y contribuir a localizar elantagonismo contra el dominiooccidental que est tanjustificadamente arraigado en lasdiversas regiones del Sur global.

    Poltica dela memoriay Estadosterroristas

    A raz de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el futurogeopoltico del mundo ha sufrido una transformacin. En ese cambioEstados Unidos tendr un lugar cada vez ms central, como tambin las rela-ciones entre Occidente y el resto del planeta. Al mismo tiempo, aquello que hoyse enfatiza como crucial, va a ser siempre un reflejo del complejo entrelazamientode una poltica de la memoria con una poltica del olvido. En un debate recien-te en torno de la poltica exterior estadounidense, Carlos Fuentes comentabaque Estados Unidos de Amnesia podra ser un nombre ms apropiado paraEEUU. Sin embargo, en qu medida es puntual esa descripcin? Quizs sera

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    ms pertinente caracterizar una memoria oficial que diferencia entre sucesosque recuerda, tales como la Declaracin de la Independencia, Pearl Harbour yel fin de la guerra de Vietnam, y otros que habitualmente consigna al olvido.Est claro que lo vital aqu es la pugna en torno de lo que se recuerda y con qupropsito, y lo que se olvida y por qu. Por ejemplo, cuando Silvio Berlusconidestaca lo que para l es la superioridad de los valores occidentales, o cuandoFrancis Fukuyama declara que Occidente gan, en su fbula sobre el fin de lahistoria, se est reactivando y refortaleciendo una visin colonial ms antiguade la realidad mundial1.

    Lo que sigue siendo vital para desplegar cualquier poder geopoltico es la cons-truccin de un conjunto de significados, valores y aspiraciones para legitimartal despliegue. En este momento se est integrando nociones de civilizacin,democracia, libertad y justicia para justificar la guerra contra el terroris-mo. Ese terrorismo se atribuye de modo inmanente al otro, ya sea en forma deuna oscura red de fundamentalistas islmicos o de una lista made-in-USA deEstados villanos2. Terrorismo es lo que se comete contra nosotros en Occi-dente mientras perseveramos en nuestra misin benfica de transferir nues-tros valores y prcticas superiores al receptor no occidental. Declarar la guerraal otro que osa retaliar con terror es parte intrnseca de esa misin.

    El imperio y sus efectos invasores

    El imperio se volvi tan intrnsecamente nuestro estilo de vida americano que racionalizamos y suprimimosla naturaleza de nuestros medios en la euforia de nuestro gozo de los fines, W.A. Williams3

    No veo por qu tenemos que observar pasivamente cmo un pas se vuelve comunista por lairresponsabilidad de su propio pueblo, Henry Kissinger4

    Nunca es demasiado tarde para recordar y analizar la arrogancia del poder.Cuando al da siguiente del 11 de septiembre un neoyorquino exclamaba frentea las cmaras de TV, nosotros somos la superpotencia, cmo se atreven a ha-

    1. F. Fukuyama: We Remain at the End of History en The Independent, 11/10/01, p. 5. Para uncomentario sobre Berlusconi, v. The Guardian, 3/10/01, p. 18, y para algunos comentarios crticossobre la conexin colonial, v. Rana Kabbani, The Guardian, 9/10/01, p. 24.2. Para dos textos recientes sobre Estados villanos, v. William Blum: Rogue State - a Guide to theWorlds Only Superpower, Common Courage Press, Maine, 2000; y Noam Chomsky: Rogue States,Pluto Press, Londres, 2000.3. Empire as a Way of Life, Oxford University Press, Oxford-Nueva York, 1980, p. ix.4. New York Times, 11/9/74, p. 14, cit. en L. Schoultz: National Security and United States Policy towardLatin America, Princeton University Press, Nueva Jersey, 1987, p. 284.

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    cernos esto?, se nos estaba ofreciendo una muestra de respuesta cotidiana deorgullo lacerado ante la realidad. Pero las races del antagonismo hacia EEUUno se encuentran en la postulada envidia a su estilo de vida, sino en una oposi-cin a los efectos nocivos de su estrategia estatal global de intrusin permanen-te. Sin embargo, a diferencia de la Europa del imperio y el coloniaje, EEUU,desde su origen anticolonial, siempre ha respaldado oficialmente la autodeter-minacin de los pueblos y la lucha contra el colonialismo europeo. A excepcinde las Filipinas, la anexin colonial nunca ha sido la preferencia del imperiode la libertad, pero la creacin de protectorados, como en el caso de Cuba y

    Hait, y constantes intervenciones militares en Centro-amrica y el Caribe fueron rasgos caractersticos delpoder imperialista estadounidense en los inicios delsiglo XX, aunque modificados luego en los aos 30 bajola poltica del buen vecino de Franklin D. Roosevelt5.En lugar de la anexin territorial, el poder geopolticode EEUU ha afincado races en sus variadas capacida-des (militar, econmica, poltica), y siempre con la co-operacin de sectores dominantes de sociedades

    perifricas, para penetrar y reconfigurar las formas de gobierno dentro de ellas.Es necesario ilustrar esas diversas modalidades de intervencin, no solo paracontradecir los mitos de la narrativa gubernamental, sino tambin como partede nuestro intento de fomentar una poltica alternativa de la memoria, y otravisin del terrorismo: el terrorismo del poder certificado. Podemos identificarsiete tipos de acciones que en conjunto representan una extensa estrategia deintervencin geopoltica.

    1. En contraste con el muy recitado argumento de que Occidente, y en particu-lar EEUU, han difundido y continan difundiendo la democracia entre las so-ciedades del Tercer Mundo, es preciso recordar que EEUU ha intervenido paraterminar con gobiernos democrticos que buscaban desarrollar polticas inde-pendientes del poder estadounidense. En Irn, en 1953, el gobierno de Mossa-degh, un nacionalista conservador, defensor de la nacionalizacin de la petro-lera Anglo-Iranian Oil Company y electo democrticamente, fue derrocado conun golpe de Estado respaldado por la CIA. El golpe reinstal en el poder alShah, dando inicio a un periodo de 25 aos de severa represin, mientras laindustria petrolera volva a manos extranjeras (esencialmente anglo-estadouni-denses)6. En forma similar, en 1954, en Guatemala, un golpe de Estado respal-

    es precisorecordar

    que EEUUha intervenidopara terminarcon gobiernosdemocrticos

    5. Para un anlisis histrico reciente y cabal de la poltica exterior estadounidense en las Amricas, v.L. Schoultz: Beneath the United States, Harvard University Press, Cambridge, 1999.

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    dado por la CIA derroc el gobierno democrticamente electo de Jacobo Arbenz,quien haba iniciado un programa de reforma agraria vigorosamente adversadopor la United Fruit Company. Estados Unidos prefiri la instalacin de un rgi-men militar a la posibilidad de un gobierno reformista y redistribuidor, queposiblemente actuara como un ejemplo a seguir para otros pases latinoameri-canos. El golpe preludi un periodo de 40 aos de terrorismo estatal, escuadro-nes de la muerte, torturas, desapariciones y ejecuciones7. Otras intervencionesque derribaron gobiernos democrticamente electos ocurrieron en RepblicaDominicana en 1965, y Chile en 1973, a cuyo respecto laarrogancia del poder estadounidense seplasma en las palabras de Kissinger cita-das anteriormente. En el caso de la re-volucin nicaragense, el gobierno san-dinista que gan las elecciones de 1984,en comicios considerados limpios y legti-mos por observadores independientes, fuedesestabilizado por la administracin Reagany posteriormente perdi las elecciones en1990. En la cobertura meditica de las eleccio-nes de 2001 predomina el olvido de la victoriasandinista de 1984, borrada de los anales de lamemoria.

    2. Otras intervenciones que constituyen trans-gresiones de la soberana nacional, pero queno representan derrocamientos de gobiernoselectos democrticamente, tuvieron lugar enCuba en 1961 (un fracaso), Grenada en 1983 yPanam en 1989. En el caso panameo, la invasinestadounidense que incluy el desembarco de 13.000 soldados, recibi el nom-bre clave operacin causa justa y sus objetivos primordiales eran defenderla democracia en Panam y combatir el narcotrfico. En 13 horas, avionesde guerra estadounidenses arrojaron ms de 400 bombas, grandes reas de Ciu-dad de Panam fueron reducidas a cenizas y ms de 10.000 personas perdieronsus hogares. Al final, el general Manuel Noriega, un ex-agente de la CIA, fuearrestado y sentenciado por un tribunal de Miami a 40 aos de crcel por cons-piracin para contrabandear drogas a EEUU. En el caso de Grenada, conflictos

    6. V. Gabriel Kolko: Confronting the Third World, Pantheon Books, Nueva York, 1988, pp. 72-77.7. Para un recuento completo de las operaciones de la CIA en Guatemala, v. Nick Cullater: SecretHistory, Stanford University Press, Stanford, 1999.

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    dentro del rgimen radical del New Jewel Movement, culminando con la muertede Maurice Bishop, ms la presencia de una pequea cantidad de obreros cu-banos de la construccin, proporcionaron un pretexto para la intervencin es-tadounidense y el desembarco de 6.000 marines. La administracin Reagan jus-tific su invasin invocando el Artculo 6 del Pacto de Ro de 1947 que, segnafirm, legitima la intervencin cuando la seguridad regional est amenazadapor un conflicto extracontinental o por cualquier otra situacin que ponga enpeligro la paz de Amrica. Estados Unidos actu unilateralmente conforme asus imperativos estratgicos, y sin convocar previamente una reunin de laOrganizacin de Estados Americanos como lo requiere el mencionado Artculo6. Como lo expres un autor: la invasin ... estaba dirigida a sentar ejemplopara los que presuntamente amenazaban la seguridad nacional de EEUU8.

    3. La liquidacin de gobiernos democrticos independientes y la transgresinde soberanas nacionales tienen su reverso: un rcord histrico de respaldo adictaduras pro occidentales. En Amrica del Sur se brind apoyo a regmenesmilitares en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay en lugar de desestabilizarlos ysocavarlos9. En Africa, el orden social y poltico represivo que impuso Mobutuen Zaire sobrevivi solamente por el fiel respaldo estadounidense despus de1965. En Angola, EEUU, junto con Sudfrica, hizo todo lo posible para socavarel gobierno legtimo del MPLA a partir de 1975, y continu respaldando la gue-rra desestabilizadora de Unita, con resultados desoladores para el futuro de lapaz y la seguridad del pueblo angoleo10. En Indonesia no solo hay que recor-dar el papel que desempe Washington con su respaldo al rgimen militar deSuharto despus de 1965, sino tambin la nefasta parte que tuvo en la solu-cin final para el problema del comunismo en ese pas. Los clculos del nme-ro de masacrados varan segn algunas cifras de la CIA, 250.000 muertos enun partido comunista (el PKI) con 3 millones de miembros y la misma CIAclasific la matanza de comunistas en Indonesia como uno de los peores asesi-natos en masa del siglo XX11.

    Estos son ejemplos que resaltan como particularmente significativos en su im-pacto geopoltico de largo plazo, pero ha habido muchos ms, como lo atesti-gua la historia del Medio Oriente. El punto clave aqu es confirmar el expedien-te histrico y quizs traer a la memoria lo que escribiera Edward Said hace

    8. V. Frank Miess: A Hemisphere to Itself, Zed Books, Londres, 1990.9. P. ej., en el caso del golpe militar de 1964 en Brasil, EUUU lleg a suministrar 1.500 millones dedlares durante los primeros cuatro aos del rgimen; v. G. Kolko: ob. cit., p. 159.10. V. Victoria Brittain: Death of Dignity, Pluto Press, Londres, 1998.11. Cit. en N. Chomsky: Powers and Prospects, Pluto Press, Londres, 1996, p. 195.

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    algunos aos atrs: rara vez en la historia de la humanidad ha habido unaintervencin tan masiva de fuerza e ideas, de una cultura a otra, como es hoy lade Estados Unidos sobre el resto del mundo12.

    4. Una forma de intervencin ms focalizada, que muchas veces no se consig-na, concierne a la poltica de asesinatos de la CIA, declarada ilegal en 1976 paraser reactivada por el presidente Bush a raz del 11 de septiembre. En su informesobre presuntos asesinatos, una comisin del senado de EEUU escribi en 1975que no crea que los actos criminales que haba examinado representaran elverdadero carcter estadounidense, que ms bien eran aberraciones. Sinembargo, en su libro sobre EEUU como Estado villano, William Blum muestraque entre principios de la dcada de los 50 y mediados de los 70 hubo ms de40 incidentes registrados de conspiraciones criminales, dirigidas mayormentecontra lderes del Tercer Mundo13. Nada ms en el caso de Fidel Castro, losregistros oficiales estadounidenses, publicados en julio de 1997, mostraron quedurante los aos 60 la CIA plane cuando menos ocho atentados contra la vidadel lder cubano, incluyendo disparos, bombas, pldoras letales y en una oca-sin notoria, un tabaco explosivo14. Tampoco hay que pensar que los nicosblancos eran lderes polticos, as qued demostrado claramente a principiosde los aos 70 durante la guerra de Vietnam, cuando se lanz la operacinfnix para neutralizar arrestar o matar a presuntos partidarios del Vietcongen Vietnam del Sur. Aldeanos inocentes fueron sistemticamente arrestados,torturados o asesinados15.

    5. La poltica de asesinatos puede interpretarse dentro de un marco ms ampliode desacato del derecho pblico internacional. Ms de 40 aos de bloqueo aCuba son un ejemplo. Esta estrategia fue condenada por la ONU, la UninEuropea y el Comit Jurdico Interamericano, el cual determin que medidastales como el embargo comercial contra Cuba violan el derecho internacional16.Como un segundo ejemplo, en el caso del respaldo estadounidense a los con-tras en Nicaragua, durante la dcada de los 80, la Corte Internacional de LaHaya declar a EEUU culpable de violar el derecho internacional y sus obliga-

    12. Culture and Imperialism, Chatto & Windus, Londres, 1993, p. 387. Sobre el Medio Oriente, v. G.Kolko: ob. cit., pp. 69-91; y Joe Stork: Oil, Islam and Israel: US Policy and Democratic Change in theMiddle East en Jochen Hippler (ed.): The Democratisation of Disempowerment, Pluto Press, Londres,pp. 153-172.13. W. Blum: ob. cit., pp. 38-42.14. The Guardian, 1/11/97, p. 14.15. V. Robert Buzzanco: Vietnam and the Transformation of American Life, Blackwell, Oxford, 1999, p.103.16. N. Chomsky: ob. cit., p. 2.

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    17. V. Robert H. Holden y Eric Zolov (eds.): Latin America and the United States: a Documentary History,Oxford University Press, Nueva York-Oxford, 2000, pp. 300-301.18. Segn se sostiene en el American Journal of International Law N 92, 1998, y se cita en N. Chomsky:ob. cit., p. 216.19. Y hay una referencia a ese artculo en el Art. 5 del Tratado de la OTAN, el cual estipula que unataque armado contra una o ms de las partes de ese convenio ser considerado un ataque contratodas ellas, y que si tal situacin llegara a ocurrir, se pueden adoptar medidas, incluyendo el uso dela fuerza armada, para recuperar y mantener la seguridad del rea del Atlntico Norte; v..

    ciones de tratado con Nicaragua, y le orden a Washington cesar inmediata-mente su intervencin y negociar un acuerdo de compensacin con Managua.Despus de ganar las elecciones de 1990, el gobierno (respaldado por EEUU)de la presidenta Chamorro, presionado por Washington, retir la accin judi-cial, cuyos costos se elevaban a 17.000 millones de dlares, y posteriormenteEEUU condon a Nicaragua 260 millones de dlares en prstamos17. Otros ejem-plos de desacato del derecho internacional se reflejan en el uso de poderes de

    jurisdiccin extraterritorial, definidos por EEUU(como en el caso de Noriega), y en una renuenciaa acatar las obligaciones internacionales impues-tas por tratado18.

    6. El bombardeo de Libia en 1986, el derribamientode un avin de pasajeros iran en 1988, el bom-bardeo de Irak por EEUU y el Reino Unido des-pus de la guerra del Golfo, y el bombardeo deSudn y Afganistn en 1998 son ejemplos de ac-

    tos ilcitos del Estado villano ms poderoso del planeta. Sin embargo, oficial-mente se presentan como retaliacin por actos de terrorismo presuntamentecometidos por otros pases o redes, y muchas veces se interpreta creativamenteel Artculo 51 de la Carta de la ONU para redimir actos de violencia de Estadocomo medidas legtimas adoptadas en el ejercicio del derecho a la autodefensa19.

    7. Finalmente, dentro del propio EEUU es importante recordar las actividadesde la Escuela de las Amricas (SOA por sus siglas en ingls). En 1984 fue trasla-dada de Panam a Fort Benning (Georgia), y para 1996 haba entrenado aproxi-madamente a 60.000 militares y policas latinoamericanos. En 1996 se eliminel carcter confidencial de siete manuales del ejrcito estadounidense utiliza-dos por la SOA entre 1989 y 1991. En ellos se daban instrucciones para detectary suprimir actividades polticas y militares antigubernamentales, y tambinhaba informacin sobre cmo este ejrcito entrenaba a funcionarios militares ypoliciales latinoamericanos en una variedad de tcnicas de interrogatorio. Como

    No solo podemossealar un ciertoirrespeto de lajurisdiccininternacional, sino,ms seriamente,actos de terrorismointernacional

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    ha sido sealado, graduados de la SOA han encabe-zado una cantidad de golpes militares en Amrica Lati-na, y como lo sugiere Blum, es muy improbable que seconozca alguna vez toda la gama de atrocidades cometidaspor los graduados de la Escuela20. Lo que se ha documentado esevidencia de que se entren personal militar y policial latinoame-ricano en las tcnicas del terrorismo institucionalizado.

    Estas siete facetas de intervencin geopoltica no ofrecen una gua com-pleta, pero ciertamente sealan una realidad alternativa al discurso ofi-cial en torno del papel de EEUU en el mundo, pasado y presente. Igual-mente sugieren otro reservorio de memoria al que podemos recurrir para con-siderar cabalmente otros Estados terroristas, a menudo olvidados en unsilenciamiento del pasado. Las modalidades de intervencin esquematizadastambin nos acercan a los efectos invasores del poder imperial y a las races detanto odio y tanta injusticia.

    Abordemos ahora un asunto diferente y crucial para explicar las races del an-tagonismo hacia Occidente, especialmente en el mundo rabe: la cuestinpalestina. En este caso, quisiera dar una breve ojeada al papel histrico desem-peado por el socio menor de la superpotencia mundial, pero en la poca enque la propia Gran Bretaa era un actor imperial en el escenario mundial.

    Occidente y la cuestin palestina: orgenes geopolticos de una injusticia

    La tragedia en Palestina no es simplemente local; es una tragedia del mundo, porque es una

    injusticia que es una amenaza para la paz mundial, Arnold J. Toynbee21

    El 2 de noviembre de 1917, el secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido,Arthur James Balfour, escribi a lord Rothschild presentando una declaracinde simpata con las aspiraciones del sionismo judo. La Declaracin Balfour,que posteriormente se incluira en el mandato de la Sociedad de Naciones paraPalestina, era un planteamiento corto, de apenas 67 palabras, cuyo impacto sinembargo iba a ser profundo y duradero. Al reexaminar el texto vale la penarecordar lo siguiente: primero, que el gobierno britnico favoreca el estableci-miento de una patria nacional para el pueblo judo en Palestina, y segundo,que nada debe hacerse que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos

    20. Ver W. Blum: ob. cit., pp. 62-63; y Holden/Zolov: ob. cit., pp. 313-316.21. [1968], cit. en el informe de la ONU sobre Palestina 1990.

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    de las comunidades no judas existentes en Palestina, as como tampoco losderechos y estatus poltico que disfrutan los judos en cualquier otro pas22.

    Lo que me parece importante destacar es la referencia a los derechos civiles yreligiosos de las comunidades no judas antes que a sus derechos polticos, loque contrasta con los derechos y estatus poltico asociados con el pueblo ju-do. Ms an, en esta declaracin el pueblo palestino y el pueblo rabe no semencionan como tales, sino que se hace referencia a ellos como las comunida-des no judas en Palestina, en otras palabras, no se reconocen explcitamenteni su identidad ni sus derechos polticos a la autodeterminacin como pueblos.Por aadidura, en un memorndum revelador escrito dos aos despus a lordCurzon, Balfour aseveraba que los aliados no pretendan ni siquiera consultarlos deseos de los actuales habitantes de Palestina, contraviniendo as el Art-culo 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones. La explicacin se remita al hechode que los poderes de la poca estaban comprometidos con el sionismo seaste correcto o no, dado que est arraigado en tradiciones sempiternas yde significacin mucho ms profunda que los deseos y prejuicios de los 700.000rabes que ahora habitan esa tierra milenaria23. Tal vez el nico aspecto positi-vo de esta declaracin es que al menos inclua un reconocimiento de la existen-cia de 700.000 palestinos y rabes en el territorio palestino en esa poca. Encontraste, una de las consignas fundamentales de la organizacin sionista fueuna tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra, es decir, se borraba del mapade Palestina la existencia de los otros pueblos para ayudar a legitimar la crea-cin de una patria para el pueblo judo. Es evidente, sin embargo, que los crite-rios cndidamente expresados por Balfour sobre la postulada insignificanciade los deseos y prejuicios de 700.000 rabes plasmaban una forma de prejui-cio occidental que ha proyectado una sombra larga y persistente sobre la re-gin del Medio Oriente24.

    El mandato britnico sobre Palestina autorizado por la Sociedad de Nacionesentr en vigencia en 1923, y en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundialel territorio palestino fue testigo de una inmigracin continua y cuantiosa decolonos judos, provenientes sobre todo de Alemania durante el principio delterror nazi. Para 1939, la poblacin juda de Palestina alcanzaba 445.000 perso-nas sobre un total aproximado de 1.500.000 habitantes (casi 30%, en contraste

    22. V. ONU: The Origins and Evolution of the Palestine Problem 1917-1988, Nueva York, 1990, p. 8.23. ONU: ob. cit., pp. 25-26.24. Para un clsico de las visiones orientalistas del Medio Oriente, ver E. Said: Orientalism, PenguinBooks, Londres, 1978.

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    con menos de 10%, 20 aos antes). En forma similar, para finales de 1939 casi sehaba triplicado la tenencia de tierra de los judos en comparacin con el co-mienzo del mandato. Arnold Toynbee, el eminente historiador que se ocupdirectamente del mandato palestino en el Ministerio de Asuntos Exteriores bri-tnico, escribi en 1968 que si Palestina hubiera permanecido bajo el dominiootomano, o si se hubiera convertido en un Estado rabe independiente en 1918,no se habra permitido que entraran en esa tierra cantidades tan grandes deinmigrantes judos. El historiador contina comentando que la razn por lacual el Estado de Israel existe hoy en da y por la cual hoy hay 1.500.000 rabespalestinos refugiados, es que durante 30 aos el poder militar britnico impusoa los rabes palestinos la inmigracin juda, hasta que los inmigrantes fueron losuficientemente numerosos y estuvieron lo suficientemente bien armados comopara poder defenderse por s mismos con sus pro-pios tanques y aviones. Toynbee concluye con laobservacin presciente, citada anteriormente, al co-mienzo de la seccin25.

    Gran Bretaa termin su mandato en 1948, variosmeses antes de lo previsto en el plan de la ONU.Como es sabido, la creacin del Estado de Israel estuvo precedida por una olea-da de terror contra la poblacin rabe palestina. El informe de la ONU (1990)sobre Palestina concluye que el terror propagado entre la poblacin palestinafue un factor crucial para los futuros acontecimientos polticos, ya que condujoa un xodo masivo de refugiados hacia los pases vecinos. Se calcula que parafinales de 1949 el nmero de refugiados a causa de las hostilidades alcanzaba a726.000 personas: la mitad de la poblacin natural de Palestina26. La declara-cin que estableci el Estado de Israel haca referencia al derecho del pueblojudo a un renacimiento nacional en su propio pas, derecho que, como seseal, haba sido reconocido en la Declaracin de Balfour y confirmado en elmandato de la Sociedad de Naciones. Su ejercicio signific la expulsin de pa-lestinos de su tierra natal, y los comienzos de un proceso de expansionismoterritorial donde es preciso unir las races gemelas de la palabra territorio, esdecir, tierra y terrorismo. El expansionismo territorial del Estado israel se re-fleja en la guerra de 1967, en la invasin del sur del Lbano en 1982, que dej unsaldo estimado de 17.000 civiles muertos, y en el establecimiento continuo denuevos e ilegales asentamientos judos en territorio palestino ocupado. La re-solucin 242 de la ONU emitida en noviembre de 1967, y adoptada por el Con-

    El expansionismoterritorial delEstado israel

    se refleja enla guerra de 1967

    25. V. ONU: ob. cit., pp. 72 y 42 para cifras sobre poblacin y tierra.26. V. ONU: ob. cit., p. 135.

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    sejo de Seguridad, estipulaba que era inadmisible la obtencin de territoriomediante la guerra y solicitaba un justo arreglo del problema de los refugia-dos. Sin embargo, Israel ha desafiado esa y muchas otras resoluciones de laONU, con el firme apoyo de EEUU. Desde el fin de la Segunda Guerra Mun-dial, Israel ha sido y sigue siendo para Occidente, y especialmente para EEUU,un activo estratgico en el corazn geopoltico del Medio Oriente.

    La resistencia a la ocupacin israel en la primera y segunda intifadas ha enfren-tado la violencia del Estado. Entre 1988 y 1994 Israel someti a interrogatorio aun promedio de 5.000 palestinos por ao. Segn estadsticas oficiales, de los83.321 palestinos enjuiciados en tribunales militares de la Ribera Occidental yde la franja de Gaza entre 1988 y 1993, solo 3,2% fue absuelto. La mayora de losinterrogados recibi golpizas graves, muchas de las cuales entraaron huesosrotos y hospitalizaciones. Posteriormente esos mtodos fueron revisados y sus-tituidos por una serie de medidas entre las que se contaban palizas que nodejaban marcas corporales, posiciones dolorosas y desorientacin sensorial27.Por supuesto que tambin ha habido otros efectos. Por ejemplo, a un ao dehaber comenzado la segunda intifada (2000), hay un saldo de 706 palestinosmuertos (alrededor del cudruple de los muertos israeles), de ellos, 30% nios;16.204 heridos; 809 hogares palestinos demolidos por las autoridades israeles;112.900 olivos arrancados de la tierra palestina; y como resultado de clausurasisraeles se estima que entre septiembre de 2000 y marzo de 2001 el PIB dePalestina disminuy en 1.500 millones de dlares28.

    Finalmente, como escribe Said, equipado con lo ltimo en caza-bombarderos,helicpteros de guerra con artillera pesada, tanques y misiles donados porEEUU ... Israel ha venido aplastando un pueblo desposedo, sin ... ninguna delas instituciones protectoras de un Estado moderno. El cruel confinamientode 1,3 millones de personas en la franja de Gaza ... y de cerca de 2 millones en laRibera Occidental tiene pocos paralelos en los anales del colonialismo. Saidle recuerda al lector que ni siquiera bajo el apartheid se usaron jams F-16 parabombardear suelos patrios africanos, como se envan ahora contra pueblos yaldeas palestinos29. Mientras reflexionaba sobre los orgenes geopolticos de lainjusticia y en las conexiones entre la poltica de la memoria y los Estados terro-ristas, me encontr con la siguiente informacin que me pareci una coda id-

    27. Sobre estas estadsticas basadas en informacin de Human Rights Watch, v. James Ron: VaryingMethods of State Violence en International Organization 51/2, primavera de 1997, pp. 275-276.28. La informacin proviene de varias fuentes, incluyendo el Banco Mundial, la ONU y la PalestineRed Crescent Society; v. Palestine News, 10-12/2001, Londres, p. 4.29. A People in Need of Leadership en New Left Review N 11, 9-10/2001, pp. 27-28.

  • NUEVA SOCIEDAD Poltica de la memoria y Estados terroristas

    nea y pertinente para las observaciones que he esquematizado. Hace poco, enuna visita de Tony Blair a Gaza, un reportero de The Guardian encontr a unresidente de 65 aos de un campo de refugiados conocido como Beach Camppor su cercana al Mediterrneo. Qu ms quiere Blair de nosotros? le pre-gunt el sexagenario Ahmad, bajando su pipa como para enfatizar su desalien-to, es por culpa de su predecesor, Balfour, que hoy estamos viviendo as30.Sera difcil encontrar un ejemplo ms vivo de la significacin de una poltica dela memoria arraigada en un sentimiento de injusticia tan profundo y legtimo.

    El poder invasor y la creciente marea de furia

    En el Washington contemporneo, la beligerancia y la belicosidadson el orden del da. Los devastadores ataques a los smbolos delpoder financiero y militar de EEUU desencadenaron unanueva fuerza para la venganza y un deseo de una guerrasin fin al terrorismo. En un mundo donde hay un po-der globalmente preeminente, la nacin indis-pensable de Bill Clinton, nacin que desde el si-glo XIX cree en su destino manifiesto de llevar atodos los rincones del orbe su estilo de vida pre-suntamente superior, existen tambin otros mundos,los de los desposedos, de los irrespetados y de los coloniza-dos. Dentro de Amrica, como en todas partes, tambin es-tn presentes esos mundos habitados por ciudadanos que creenen la justicia global, en la igualdad y en el respeto a la diferencia,cultural y poltica. Pero los efectos de largo plazo del poder invasorde Occidente, y especialmente del coloso del Norte, han abierto unocano de antagonismo en el cual fluyen y refluyen numerosas corrientes.Es necesario tratar los actos de terrorismo como actos criminales que se res-ponden dentro de los parmetros del derecho y la justicia internacionales, an-tes que elevarlos a actos de guerra. El impacto geopoltico del 11 de septiembrede 2001 puede tomarse como una coyuntura para repensar una gama ms am-plia de intersecciones entre el poder, el terrorismo y la memoria. Si reexaminamosla ilegitimidad y la duplicidad histrica del poder invasor, y demandamosmedidas para remediar las injusticias pasadas y presentes de esa ndole invaso-ra, podemos mantener abiertas en forma ms eficaz las sendas cruciales para eldilogo intercultural y la comprensin crtica. En este mundo en que andamostodos, esas sendas se necesitan hoy con ms urgencia que nunca.

    30. The Guardian, 2/11/01, p. 3.