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    Recibido: 11.06.2010. Aceptado: 13.10.2010

    POLTICAS CULTURALES Y DERECHOS: ENTRE LARETRICA Y LA REALIDAD

    Rubn Bayardo GarcaDepartamento de Ciencias Antropolgicas

    Universidad de Buenos Aires

    Resumen: El trabajo aborda la relacin entre polticas culturales y derechos culturalesrealizando un estado de la cuestin sobre los principales documentos internacionales

    en materia de cultura. Subraya la impronta culturalista de tales documentos y el modoen que realizan una puesta en valor de la diversidad cultural, sealando sus limita-ciones en cuanto a una revalorizacin coherente y legtima de las diversas expresionesde grupos y minoras sociales. Sostiene, nalmente, que tal incongruencia resulta del

    poder de los Estados para denir y contornear la participacin ciudadana, as como dela mercantilizacin y politizacin de la cultura y la diversidad cultural en la sociedadcontempornea.

    Palabras clave: Polticas culturales / derechos culturales / diversidad cultural

    Abstract: The work approaches the relation between cultural policies and culturalrights making a state of the question on some international documents of culture. Itemphasizes the culturalist bias of such documents and the way in which they put in valuethe cultural diversity indicating their limitations to achieve a coherent and legitimaterevaluation of the diverse expressions of groups and social minorities. It maintains, na-lly, that such incongruity turns out from the power of the States to dene and to skirt

    the citizen participation, as well as of the marketization of culture and cultural diversityin the contemporary society.

    Key Words: Cultural policies/ cultural rights / cultural diversity

    POLTICAS CULTURALESLas polticas culturales regionales

    constituyen un verdadero desafo para elconjunto de las polticas culturales, dadoque stas usualmente han estado centra-das en edicar la nacin, como sostieneel informe Nuestra Diversidad Creativa(UNESCO 1995). Ello plantea al menos

    dos problemas: el del reconocimiento y lapuesta en prctica de polticas culturalesatentas a la diversidad cultural dentro delos Estados nacionales, y el de la vigenciay efectivizacin de los derechos culturales

    de las personas como individuos y comoparte de comunidades, de colectivos y gru-pos sociales.

    Para abordar ambas cuestiones, con-viene subrayar que las polticas culturalesconstituyen, ante todo, una serie de cons-trucciones conceptuales y programticasinternacionales, es decir que reeren espe-

    cialmente a cuestiones debatidas y acorda-das entre los Estados nacionales, que a lolargo de los aos han adquirido matices le-gales y polticos distintivos. Conviene des-tacar que la predominancia de este marco

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    estatal nacional, ha llevado a dar por sen-tado que las regiones reeren a mbitossupranacionales como Europa, Asia, frica,Amrica Latina y el Caribe, desmereciendola importancia de los espacios sub-nacio-nales, como pueden ser el Pacco, los An-des o el Caribe colombianos.

    La impronta de los estados nacionales yde las relaciones inter-estatales para la cir-cunscripcin y programacin de las polti-cas culturales ha tenido su efecto ms con-tundente en la elaboracin de documentosinternacionales vinculados con polticasculturales destinadas a dar cabida a ladiversidad cultural. En el ao 2007, porejemplo, vieron la luz dos documentos queaportan a la comprensin de esta proble-mtica que nos ocupa. El 18 de marzo en-tr en vigencia la Convencin sobre la Pro-teccin y la Promocin de la Diversidad delas Expresiones Culturales, aprobada porlas Naciones Unidas en 2005. El 7 de mayo,la Universidad de Friburgo (Suiza) con des-tacados antecedentes de indagacin en latemtica, dio a conocer la Declaracin deFriburgo sobre Derechos Culturales. Porotra parte, en 2008 se cumplieron 60 aosde la Declaracin Americana de los Dere-chos y Deberes del Hombre (OEA 1948), yde la Declaracin Universal de los DerechosHumanos (ONU 1948). Todos estos docu-mentos hacen referencias fundamentalesen lo que hace a las polticas culturales y alos derechos culturales de cara a la creati-vidad y a la diversidad cultural, cuestionesque han sido ampliamente abordadas porla antropologa.

    En efecto, segn planteara temprana-mente el antroplogo Claude Levi Strauss(1983 [1952]) la diversidad cultural es undato de la naturaleza y de la cultura, a lavez que un valor a preservar y a desarro-llar. Esto se debe a que los distintos desem-peos y nociones de los grupos humanos

    conuyen en un ptimo de diversidad,que mejora las condiciones de reproduc-cin de la vida al ofrecer direcciones y op-ciones mltiples de desenvolvimiento. A suentender la diversidad cultural, producto

    de vnculos y relaciones entre diferentesgrupos y sectores sociales, ofrece alternati-vas que el aislamiento no consigue brindar.No hay duda que esta idea rectora ha sidorecepcionada con entusiasmo en buenaparte de los tratados, convenios, progra-mas de desarrollo, etc. en el orden inter-nacional y nacional. Ahora bien de qumodo es pensada e incorporada la diversi-dad cultural entre y dentro de los Estadosnacionales? Hasta qu punto las actualespolticas y prcticas son realmente inclusi-vas y efectivas de esa diversidad cultural,tal como la abordara la antropologa, o selimitan a ser frmulas polticamente co-

    rrectas de supuesta inclusin de la varia-bilidad y riqueza de creencias y prcticasde los diferentes pueblos?

    La diversidad cultural resulta actual-mente un tpico ineludible en las polti-cas de desarrollo, pero requiere mayoresprecisiones como lo muestra el tema delos bienes y los saberes tradicionales, que,al igual que sucede con los conocimientosmodernos e hipermodernos, son apropia-dos como recurso de la cultura (Yudice2002), en desmedro de nes y de valoresintrnsecos, y de derechos culturales depoblaciones y creadores (Bayardo y Spa-dafora 2001). De ah que, por ejemplo,buena parte de los programas de desa-rrollo implementados por agencias eu-ropeas para la revalorizacin de saberesetno-botnicos en comunidades indgenasamaznicas, terminen por empobrecer losconocimientos medioambientales, lejosde favorecer y promover su conservacin.Esto se debe, principalmente, al hecho deestar formulados, pensados y aplicadosdesde principios de accin distantes a losmodos de pensar y actuar de las poblacio-nes beneciarias.

    Lejos de la selva, el panorama tampocoes ms halageo. La fusin del horizonte

    de la cultura tradicional y la alta culturaen la cadena productiva de las industriasculturales, y su inclusin en un complejoaltamente concentrado y rentable de lasindustrias de la informacin, la comuni-

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    cacin y el entretenimiento, pone trabasa la diversidad de expresiones artsticas yculturales no domesticadas por los mer-cados. Ese proceso reconoce un hito en laconformacin en 1994 de la OrganizacinMundial del Comercio (OMC), y llev a laemergencia de un renovado debate so-bre las amenazas de las nuevas normati-vas promovidas por el libre comercio paralas polticas culturales de los Estados y losderechos culturales de los ciudadanos. De-bido a estos nuevos desafos y problemti-cas, el tpico de las polticas culturales sereinstal nuevamente en la regin latinoa-mericana, luego de su parcial abandono

    hacia nes de los aos ochenta.La Organizacin del las Naciones Uni-

    das para la Educacin, la Ciencia y la Cultu-ral (UNESCO) ha entendido a las polticasculturales como un conjunto de operacio-nes, principios, prcticas y procedimientosde gestin administrativa y presupuesta-ria, que sirven como base para la accincultural de un gobierno. Esto supone laexistencia de un espacio especializado deaccin cultural, la creacin de infraestruc-turas, el establecimiento de normativas ymedios de nanciamiento, y la planica-cin de programas y actividades. Es decirque no se trata de acciones aisladas ni acorto plazo, sino de intervenciones estra-tgicas sometidas a monitoreo, evaluaciny seguimiento, lo que permite redenir lasmetas y modicar los cursos de accin enel marco de polticas de Estado.

    Por su parte Garca Canclini (1987)concibe a las polticas culturales como elconjunto de intervenciones realizadaspor el Estado, las instituciones civiles y losgrupos comunitarios organizados a n deorientar el desarrollo simblico, satisfacerlas necesidades culturales de la poblaciny obtener consenso para un tipo de ordeno de transformacin social. Nos interesa

    destacar que las representaciones delmundo y de lo social que ofrecen las polti-cas culturales, sesgan las posibilidades y losmodos de verse a s mismos de los diversosgrupos humanos, as como las capacidades

    de tomar decisiones concientes e informa-das acerca de su presente y futuro comosociedades.

    Ha sido usual distinguir tres generacio-nes o momentos de las polticas culturales(Fabrizio 1981) la primera orientada al de-sarrollo de las artes, la conservacin delpatrimonio, y la ampliacin del acceso ala cultura legitimada; la segunda referidaal cuestionamiento de las concepciones ylos usos habituales de las instituciones cul-turales, la ampliacin de esta esfera a laeducacin formal y no formal, la comuni-cacin y las industrias culturales; la terceracon preocupaciones por las dimensionessimblicas y subjetivas que vinculan la cul-tura con polticas de desarrollo que tomana los hombres como medio y n de estosprocesos. Puede pensarse actualmente enla emergencia de una cuarta generacinde polticas culturales, centradas en la pro-mocin de la diversidad cultural y de la

    justicia social, lo que entraa el reconoci-miento de comunidades coincidentes o nocon las nacionales, y la puesta en ejerciciodel pluralismo. Nos referimos a grupos t-nicos y regionales, a colectivos de migran-tes y refugiados, a identidades raciales ylingsticas, a comunidades signadas por elgnero o la orientacin sexual.

    Los fundamentos de las polticas cultu-rales se asientan en el reconocimiento delos derechos culturales como parte de losderechos humanos, dado por la Organiza-cin de Estados Americanos (OEA) y porla Organizacin de las Naciones Unidas(ONU) en 1948, en la Declaracin Ameri-cana de los Derechos y Deberes del Hom-bre, y en la Declaracin Universal de losDerechos Humanos, respectivamente (Har-vey 1990). Lo mismo aparece rearmadoen el Pacto Internacional sobre DerechosCiviles y Polticos y en el Pacto Internacio-nal sobre Derechos Econmicos, Sociales y

    Culturales, ambos de 1996 e incorporadosen diversas constituciones nacionales. Ancuando ameritan mayores precisiones, di-cho en forma breve, el contenido principalde los derechos culturales reere al acceso

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    recientes su mayor concrecin resida en elonceavo borrador del Proyecto Relativo auna Declaracin sobre los Derechos Cultu-rales de la UNESCO, que el Grupo de Fri-burgo elabor en el ao 1996, hace msde una dcada (Meyer Bisch 1998), ac-tualmente reelaborado por la mencionadaDeclaracin de Friburgo (2007).

    Otra cuestin importante a destacarsobre los derechos culturales, es que lasperspectivas conceptuales y los mbitos deaplicacin desde donde se los concibe, sonmuy distintos, lo que complejiza su trata-miento. Puede identicrselos con el dere-cho a la cultura (derecho a la expresin, alacceso y al goce de tradiciones y de creacio-nes, tanto propias como ajenas), y tambinpuede entendrselos como derecho de lacultura (normativizacin de sectores espe-ccos como el patrimonio, el fomento delas artes, las industrias culturales, el espa-cio audiovisual). Algunas perspectivas losreducen a derechos de propiedad intelec-tual (que desde los viejos derechos de au-tor y conexos, actualmente han derivado areclamos indiscriminados de propiedad porparte de las mega-corporaciones transna-cionales), y otras los tematizan como de-rechos culturales relativos a la protecciny promocin de la diversidad cultural, enun sentido ms amplio y comprensivo talcomo los mencionamos aqu.

    Para complejizar las cosas no pudeobviarse que los derechos culturales sonobjeto de diferentes usos, que conllevandiversas metas y acentos conceptuales.No se registran los mismos sentidos en lasconversaciones de la Organizacin Mun-dial de la Propiedad Intelectual (OMPI), enlos acuerdos de la Organizacin Mundialdel Comercio (OMC), o en los desarrollosde la Organizacin de Naciones Unidaspara la Educacin, la Ciencia y la Cultura(UNESCO). Mientras que esta ltima se

    maneja con todas las acepciones expues-tas ms arriba, aunque particularmentecon el sentido ms amplio y con el referidoal derecho a la cultura, las otras dos or-ganizaciones reeren especialmente a los

    derechos de propiedad intelectual, involu-crando tambin el derecho de la cultura.De modo tal que aqu tenemos una polise-mia y una polivalencia que requieren unacuidadosa atencin, ya que los encuadresnormativos denen coordenadas centralesde la vida social.

    POLTICAS CULTURALES Y DERECHOS CUL-TURALES: ENTRE LA RETRICA Y LA REA-LIDAD

    El actual renacimiento de la problem-tica de las polticas culturales mencionadoms arriba, y su correlato en los derechosculturales, tiene ms que ver con las retri-cas que con las prcticas, con perspectivasparticulares ms que con un debate ge-neralizado en el sector cultural. Est pre-sente en Cumbres y Foros de Ministros deCultura o de dominios particulares -comola Reunin Especializada de AutoridadesCinematogrcas y Audiovisuales del Mer-cosur y Estados Asociados (RECAM)-, en re-des polticas y urbanas -como la Red Inter-nacional por las Polticas Culturales (RIPC),el Foro de Autoridades Locales (FAL), IN-TERLOCAL-, en agrupamientos lingsti-cos -como la francofona, la lusofona, laIberoamrica hispanoparlante-. Tambinen algunas redes de las industrias del libroy de la cinematografa como las Alianzasde las Industrias Culturales-, y de artistascomo la Red Internacional por la Diver-sidad Cultural (RIDC)-. Pero no se percibecomo discusin instalada con dinamismoentre productores y profesionales de lacultura, ni un anclaje pujante en las prcti-cas cotidianas del sector.

    En Amrica Latina en particular seafronta una situacin paradjica, que esla circunstancia de un enorme avance encuanto al constitucionalismo cultural, queno guarda relacin alguna con la vigencia

    y el ejercicio efectivo de los derechos cul-turales (Meja 2004). Es decir, se constataun fuerte deterioro de la institucionalidadque da pie a que ms all de las buenasintenciones establecidas en Constituciones

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    Nacionales, Provinciales o Estaduales, laefectivizacin de los derechos culturalesest muy lejos de ser un hecho. Inclusiveexiste legislacin especca relativa a losderechos culturales, en los que se enmarcala produccin cultural, que se ve opacadapor las dicultades de denir polticas na-cionales, regionales, o locales, a la sombrade crditos y deudas externas cargadosde condicionalidades. En su DeclaracinUniversal sobre la Diversidad Cultural,dada en Paris en 2001, la UNESCO plan-te una relacin muy estrecha y solidariaentre diversidad cultural, desarrollo, pol-ticas culturales y derechos culturales. All

    estableci la especicidad de los bienes yde los servicios culturales, destacando susignicacin como portadores de valorese identidades, y diferencindolos de lassimples mercancas, cuestion los desequi-librios existentes en los ujos comercialesinternacionales, expres la importanciade que los Estados tengan capacidades dejar polticas culturales de su inters, y laconveniencia de constituir un Instrumento

    jurdico de validez internacional sobre ladiversidad cultural.

    La citada Declaracin se entiende a laluz del avance de la OMC, con sus acuer-dos sobre los bienes, los servicios, y lapropiedad intelectual (Acuerdo Generalsobre Aranceles Aduaneros y Comercio -GATT, Acuerdo General sobre Comerciode Servicios - GATS, y Acuerdo sobre losaspectos de la Propiedad Intelectual rela-cionados con el Comercio - TRIPs) y con laprevista liberalizacin total del comercioen la Ronda de Doha de 2005, nalmenteestancada hasta la actualidad. Numerosasactividades con contenidos intangibles sonincluidas como cultura dentro del rubrode los servicios, y puestos bajo las sancio-nes econmicas que prev la OMC parael incumplimiento de sus acuerdos. Cabemencionar aqu las principales clusulasdel GATT, que, de avanzar la liberaliza-cin comercial, comprometen el estableci-miento de polticas culturales por parte delos Estados (Mattelart 2002), y el ejercicio

    de los derechos culturales por parte de losciudadanos.

    La clusula de Tratamiento Nacionalplantea que el benecio concedido a unproveedor nacional de una mercanca debeextenderse a todos, lo que implica que lasempresas extranjeras deben recibir igualesbenecios que las nacionales, por lo quepasan a carecer de sentido subsidios, apo-yos y regulaciones de fomento. como lasque se otorgan a artes, artesanas, cine,teatro, etc. La clusula de Nacin MasFavorecida sostiene que el benecio con-cedido por un pas a otro debe hacerse ex-tensivo a todos los dems, lo que conllevael n de los acuerdos de cooperacin bila-terales ms beneciosos, como pueden sercoproducciones editoriales o audiovisualesentre pases que hablan la misma lengua.La clusula de Acceso al Mercado esta-blece que un pas conceda los mismos be-necios a todos los proveedores para unamercanca especca, abriendo la puerta aldumping y a la deslealtad comercial.

    La 33 Conferencia General de UNESCO,de octubre de 2005, aprob la Convencinsobre la Proteccin y la Promocin de laDiversidad de las Expresiones Culturales,contra todos los pronsticos que anuncia-

    ban su naufragio. La misma fue aprobadacasi por unanimidad, con el voto en contrade los Estados Unidos e Israel, y era necesa-rio que treinta Estados la raticaran paraque pudiese entrar en vigencia tres mesesdespus. Los primeros pases en hacerlofueron Belarrs, Bolivia, Burkina Faso, Ca-nad, Croacia, Djibuti, Guatemala, Mada-gascar, Mauricio, Mxico, Mnaco, Per,Repblica de Moldova, Rumania, Senegaly Togo. Luego lo hicieron los pases de laUnin Europea, convirtiendo a esta Con-vencin en uno de los instrumentos quems aceleradamente consigui comenzara regir en el orden internacional.

    La Convencin rearma lo ya plan-teado en la Declaracin de la UNESCO so-bre la Diversidad Cultural, a partir sobretodo de documentos previos de la RIPC

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    anteriormente mencionada. La Conven-cin reconoce su basamento en el desa-rrollo sustentable, los derechos humanosy las libertades fundamentales, la plura-lidad cultural, la diversidad lingstica ylos derechos de propiedad intelectual. Lamisma sostiene que el mercado por si solono garantiza la preservacin y la promo-cin de la diversidad cultural, que es con-dicin para un desarrollo humano soste-nible. Esto ha quedado dramticamenteplasmado en la actual crisis nanciera yeconmica, con una recesin ya explcita-mente reconocida en los Estados Unidos,la Unin Europea, Japn y Asia, como con-

    secuencia de la ausencia de regulacionesestatales sobre los ujos y la especulacinnanciera. Consecuentemente, la Conven-cin sobre la Proteccin y la Promocin dela Diversidad de las Expresiones Culturalesarma la soberana de los Estados para de-nir sus polticas culturales, as como susregulaciones en industrias culturales y enmedios de comunicacin, y crea un FondoInternacional para la Diversidad Culturalpreferencial para los pases en desarrollo,estableciendo que este Instrumento ni sesubordina ni modica derechos y obliga-ciones de otros tratados.

    Cabe dar la bienvenida a la Conven-cin como instrumento a interponer en lasnegociaciones internacionales entre Esta-dos, y a la vez sealar algunos problemasque esta plantea. Qu ocurre con Estadosque no son democrticos y no respetanla diversidad cultural? Qu sucede si losEstados no estn interesados en priorizarlos desarrollos en cultura y en promoverla diversidad? O si estndolo no cuentancon medios y/o capacidades para hacerlo,o son susceptibles de presiones por otrospases? Qu ocurre si los Estados no res-petan su propia diversidad interna y/o sonreticentes con reivindicaciones tnicas,reclamos de minoras, etc.? A la vez, peseal contexto de descentralizacin de las ad-ministraciones pblicas, la Convencin noespecica una relacin vinculante con lospoderes locales o regionales, que es donde

    tiende a gestionarse buena parte de lavida cultural en la actualidad.

    La Convencin dene con precisin ladiversidad cultural, contra la propuesta dela RIDC de apertura a nuevas acepciones, ya la vez no es precisa en cuanto a las me-didas a tomar por los pases que establez-can polticas culturales en consonancia conella (Smiers 2004). Estas medidas podranincluir una variedad de institutos como lascuotas de pantalla, cuotas de importacin,precio nico del libro, fondos de apoyo,subsidios, polticas impositivas, polticasde reciprocidad, regulaciones de propie-dad, regulaciones de contenidos, etc. A lavez la Convencin tiene un lenguaje quedista del de los acuerdos comerciales, de-

    jando un anco para interpretaciones quemengen su efectividad a la hora de con-frontaciones y diferendos. Asimismo esteInstrumento no es vinculante en disputas,lo que contrasta con las capacidades desancin de la OMC, organismo frente alque resulta dbil. Aun con sus aquezas,la Convencin sobre la Proteccin y la Pro-mocin de la Diversidad de las ExpresionesCulturales, es hasta ahora la mejor herra-mienta existente para promover la diversi-dad cultural y los derechos culturales.

    La Declaracin de Friburgo sobre De-rechos Culturales dada en 2007 incorporanuevos aspectos a esta problemtica, sea-lando su condicin de derechos universa-les, indivisibles e interdependientes, queson expresin y exigencia de la dignidadhumana. A la vez los comprende comofactor determinante para la legitimidady la coherencia del desarrollo sostenible.Reriendo a un contexto de conictos yde violencia, de guerras y de terrorismo,y de un relativismo que legitima formasdiscriminatorias asimilables al apartheid,la Declaracin plantea la necesidad desuperar la dispersin de los distintos ins-

    trumentos sobre derechos humanos, re-unindolos para darles visibilidad, cohe-rencia y eciencia, vinculando lo pblico,lo civil y lo privado, en los niveles locales,nacionales, regionales y universales. All

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    se plantea que toda persona individual ocolectivamente tiene el derecho a elegir ya que se respete su identidad cultural (cfr.libertad de pensamiento, de conciencia,de religin, de opinin, de expresin); elderecho a conocer y a que se respete sucultura y las otras culturas; y el derecho aacceder a las prcticas culturales mediantela educacin y la informacin.

    Es de destacar que la Declaracin rei-vindica la libertad de identicarse o nocon una o varias comunidades, sin consi-deracin de fronteras, y de modicar esaeleccin, sosteniendo que nadie puede serobligado a identicarse o asimilarse a unacomunidad cultural contra su voluntad. Larelevancia de esto puede ponderarse alconsiderar que apenas en 2007 el Estadode Australia reconoci y pidi disculpas alos pueblos indgenas por haber robado desus familias entre un dcimo y un tercio delos nios nacidos desde 1910 hasta 1970,trasladndolos, prohibindoles el contactocon sus orgenes y el uso de su lengua ma-terna, con el n de criarlos en institucio-nes estatales o eclesisticas y convertirlosen verdaderos australianos. En Colombia,los Mayuu de La Guajira han accedido ma-sivamente a documentos que les permitenparticipar en las elecciones, pero en losque guran con nombres no indgenas,todos con un mismo da de nacimiento (31de diciembre), y con la misma inscripcinmuchas veces falsa: maniesta no saberrmar.

    La Declaracin de Friburgo tambinestablece entre los derechos culturales elacceder y el participar libremente, sin con-sideracin de fronteras, en la vida cultural,el expresarse en el propio idioma u otros,la valorizacin, utilizacin, produccin ydifusin de los propios recursos, bienesy servicios. Asimismo propende por unaeducacin y formacin que contribuyan al

    pleno desarrollo de la identidad culturalde las comunidades, por el dar y recibir en-seanza en su idioma u otros idiomas, porel obtener saber sobre su cultura u otras.Reriendo una vez mas a Colombia, resulta

    ilustrativo el caso de los palenqueros afro-descendientes, que privados de la mayorparte de su territorio ancestral, subsistenen San Basilio con una poblacin de 3.500habitantes practicando la agricultura y elpastoreo, mientras que otros 35.000 se venobligados a migrar y desarraigarse paratrabajar en ciudades como Barranquilla oCartagena. La Declaracin tambin plan-tea el derecho a producir y recibir infor-macin libre y pluralista que contribuyaal desarrollo de la propia identidad, enidiomas a su eleccin, y a travs de todaslas tecnologas, pudiendo responder y ob-tener recticacin de informaciones err-

    neas; y reclaman que los bienes y serviciosculturales, portadores de valores, identi-dad y sentido, as como todos los bienessignicativos, sean concebidos, producidosy utilizados de manera que no atente con-tra los derechos culturales de individuos ycolectivos.

    Los derechos culturales no son soloderechos de pueblos indgenas, afrodes-cendientes, minoras o migrantes. Sonderechos de todas las personas, individualo colectivamente, en tanto el mundo con-temporneo est compuesto por diversascomunidades y minoras de los que cadaquien es parte, por convicciones polticas,credos religiosos, pertenencias tnicas oraciales, desventajas sociales, orientacio-nes sexuales, etc. Con todo resulta com-plejo universalizar este tipo de derechosy diversas circunstancias inciden en ello,comenzando por las dicultades para de-nir cultura y necesidades culturales encontextos de diversidad cultural. Tambinincide la conictividad con otros derechos,especialmente de las mujeres y de los nios,con los que deben establecerse acuerdos.Pero quizs el problema mayor resida enel derecho positivo y en la prioridad conce-dida a los derechos civiles y polticos indivi-duales, que contrasta con la vaguedad dela participacin en la vida cultural de la co-munidad. Esta enfrenta con un temor aso-ciado a lo colectivo (totalitarismos basadosen grupos, fundamentalismos referidos a

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    sangre y herencias colectivas, limpiezas t-nicas) que debe analizarse con mayor cui-dado, atendiendo a sus aspectos positivoscomo la colaboracin, la cooperacin, lasolidaridad. Las corporaciones transnacio-nales que se benecian con el patrimonionatural y cultural al convertirlo en propie-dad privada, no contribuyen a formalizary hacer progresar los derechos culturales.Muchos gobiernos y poblaciones que venlos reclamos de autodeterminacin y deautonoma de diversas comunidades comouna amenaza a la soberana del Estadonacin, y que temen a la balcanizacin,tampoco ponen empeo en la efectiviza-

    cin de estos derechos, donde se imbricalo individual con lo colectivo. El problemaes que no basta con el reconocimiento delos derechos de los individuos, en tanto ladiversidad cultural los hace sujetos de dis-tintas necesidades y aspiraciones colectivasconformadas en la vida social. Es necesarioel reconocimiento de las particularidadeslocales y regionales, de la diversidad cultu-ral en sus distintos aspectos para garanti-zar la dignidad de las personas y para ellose requieren polticas culturales atentas alos derechos culturales.

    APOSTILLASA lo largo del trabajo realizamos una

    puesta a punto de los principales aborda- jes que los documentos, principalmenteinternacionales, realizan acerca de la cul-tura. Considerando esos documentos claveen cuanto a la circunscripcin de que sono deberan ser las polticas culturales ylos derechos culturales, subrayamos laslimitaciones en el modo de encarar la cues-tin de la convivencia intercultural, tanto anivel de los Estados como a nivel regional.Retomando algunas cuestiones emblem-ticas del modo en que organismos como laOrganizacin Mundial del Comercio inci-den en la puesta en prctica de la equidadde los pueblos, discutimos las principaleslimitaciones de la invocacin de la culturacomo principio de consagracin de los de-

    rechos ciudadanos de diversas expresionesculturales de minoras y grupos socialestan distintos como los pueblos indgenas,los afro-descendientes, los migrantes, etc.Estimamos que esta disyuncin entre unadiscursiva poltica cada vez ms aferrada ala cultura y la efectivizacin de derechosculturales que contemplen la diversidadde expresiones de los grupos humanos de-rivan, entre otros factores, de la crecientemercantilizacin y politizacin de la cul-tura concebida en trminos de valor decambio. Esta politizacin, sin embargo,ha permitido liberar un nuevo sentido yespacio social para los grupos y minoras,

    quienes a travs de sus diversos sentidosde pertenencia, utilizan emblemtica-mente la cultura para expresar y canali-zar sus demandas frente a los Estados, losorganismos internacionales o las agenciasde desarrollo. Esta ltima cuestin, por lotanto, marcara el revs de esa mercanti-lizacin, recordndonos de qu modo losdiversos grupos humanos hacen de las de-claraciones e instituciones, su propio juegopoltico. Un juego poltico que como en elcaso de los pueblos indgenas latinoameri-canos- ha permitido instalar la problem-tica del respeto a la diversidad cultural ydel derecho a la ciudadana cultural en el

    propio corazn de los Estados.

    BIBLIOGRAFIA

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