Políticas Públicas y Violencias Contra Las Mujeres en América Latina

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    EL PAPEL DE LOS SINDICATOS EN LA

    CONSTRUCCIÓN DE POLITICAS PÚBLICAS

    PARA LA SUPERACIÓN DE LAS

    VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES 

    Por Martha Lisbeth Alfonso Jurado Colombia

     

    Imagen de la portada: Guache Street Art (Mural en Bogotá)

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    Introducción

    El presente artículo se produce en el marco del ―Seminario Internacional sobre

    Seguridad en el ejercicio de la profesión periodística desde una perspectiva de

    género‖ que convoca a los diferentes sindicatos de periodistas de América Latina y

    el Caribe, con el objetivo de generar una reflexión sobre los riesgos y las violencias

    a que están sometidas las mujeres trabajadoras del periodismo en el ejercicio de su

    profesión y la necesidad de impulsar estrategias que permitan su protección y

    garantía de derechos desde un enfoque de género.

    En este sentido, mi reflexión gira en torno a esas estrategias posibles y de manera

    particular, a la construcción de políticas públicas como herramientas para la

    superación de las violencias de género y particularmente de las violencias contra

    las mujeres, señalando el papel y la importancia de las organizaciones sindicales enesa construcción.

    Inicialmente, planteo un rápido panorama sobre las violencias contra las mujeres

    en la región de América Latina y el Caribe, evidenciando su impacto y magnitud y

    la imperiosa necesidad de hacerles frente, toda vez que su ocurrencia son un

    impedimento para el ejercicio de la ciudadanía, la democracia y el desarrollo

    socioeconómico de los países.

    En segunda instancia, abordo el debate contemporáneo sobre las políticas

    públicas como una herramienta posible contra esas violencias, no solo desde la

    garantía de derechos y la protección hacia las mujeres, sino también desde su

    posibilidad en el ámbito cultural y político, en el ámbito de la legitimación de

    nuevas discursividades que contribuyan a la transformación de percepciones,

    prácticas y dispositivos culturales.

    Finalmente, cierro mi reflexión con un planteamiento sobre la participación e

    incidencia de actores sociales y políticos en la construcción de políticas públicas,

    con especial énfasis hacia las organizaciones sindicales como órganos de lasociedad civil que además de tener la responsabilidad política, tienen la legalidad y

    la legitimidad para exigir derechos y acciones de estado que más allá de las

    vindicaciones laborales, permitan también el ejercicio pleno de la ciudadanía y

    promuevan transformaciones sociales y políticas que rompan los paradigmas

    históricos de las inequidades.

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    1.

     

    Las violencias contra las mujeres en América Latina y el Caribe: triste

    panorama

    La violencia contra las mujeres ha logrado posicionarse como un grave problema

    en la agenda pública internacional, toda vez que los estados le han reconocido

    como un factor que impide la democracia y la equidad, y por tanto, que

    imposibilita el desarrollo social, cultural y económico de los países.

    La persistencia de estas violencias en las relaciones sociales, legitima dispositivos

    ideológicos que se expresan en prácticas de discriminación y sometimiento, es

    decir, en prácticas culturales que contribuyen a la consideración o percepción de

    que existen sujetos inferiores a otros. Cuando estas consideraciones están

    presentes en la cultura, en la ideología y en las relaciones sociales, el modelo

    civilizatorio sigue basándose en la dominación y por tanto, se naturaliza laexistencia de las inequidades: las de clase, las raciales, las de género, entre otras

    formas de subordinación que promueven las violencias y que por tanto, impiden la

    paz, el bienestar humano y la democracia.

    También ha sido sustentado en las cifras, que por su frecuencia, impactos y

    magnitud, las violencias contra las mujeres son un problema de salud pública. Un

    estudio de la Organización Panamericana de la Salud –  OPS, afirma que estas

    violencias son ― una causa principal de lesiones y discapacidad de mujeres de muchas

    partes del mundo, así como un factor de riesgo de otros problemas de salud física, mental,sexual y reproductiva; tiene consecuencias de largo plazo e intergeneracionales para la

    salud, el desarrollo y el bienestar de los hijos de las mujeres maltratadas; y tiene

    consecuencias sociales y eco nómicas negativas para toda la sociedad‖ 1  

    En este estudio la OPS comparó las encuestas de demografía y salud aplicadas en

    12 países de la región en el periodo 2003 – 20102, en las que se preguntó a las

    mujeres si habían vivido situaciones de violencia basadas en género. Este estudio

    revela que en promedio, el 25,7% de las mujeres encuestadas ha vivido situaciones

    1 Violencia contra la mujer en América y El Caribe. Análisis comparativo de datos poblacionales de 12 países.

    Organización Panamericana de la Salud  – Centers For Disease control and prevention. 2013. Capítulo 1 - Pág.

    33.2  El estudio se aplicó para Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador, Honduras, Nicaragua Guatemala El Salvador

    Paraguay, Jamaica, Haití y República Dominicana, con muestras de entre 6.000 y 40.000 mujeres según la

    encuesta y el país.

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    de agresión física, verbal y sexual por parte de sus compañeros íntimos, incluso

    después de haber terminado la relación sentimental.

    Para algunos países como Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador, los porcentajes de

    respuesta sobre violencia de pareja, que es la principal violencia que viven las

    mujeres latinoamericanas, fueron superiores a la media (25,7% de las mujeres han

    vivido violencia de pareja. Ver Gráfica No. 1). En cambio, los países de Centro

    América obtuvieron porcentajes por debajo del 20%, lo que es directamente

    proporcional al comportamiento de indicadores que midieron la confianza de las

    mujeres en las instituciones para el acceso a la justicia, pues precisamente en

    países como El Salvador, Nicaragua, y Guatemala, así como Jamaica para el Caribe,

    entre un 25% y un 36% de las mujeres que sufrieron algún tipo de violencia de

    pareja (física o sexual), solicitó ayuda institucional.

    Es evidente que el nivel de denuncia de las violencias contra las mujeres ante

    instituciones del Estado, y por tanto, la confianza de las mujeres en ellas, es muy

    bajo, pero de manera particular, cuando se trata de violencia de pareja, en algunos

    países centro americanos resulta un poco más alta la credibilidad que para el resto

    del continente latinoamericano.

    La segunda violencia de mayor frecuencia en América Latina y el Caribe, es la

    violencia sexual por parte de familiares, conocidos o de la misma pareja. Este

    mismo estudio identifica que en promedio, el 10,2% del total de mujeresencuestadas en los 12 países, manifestaron haber sufrido alguna vez una violencia

    sexual (ser forzadas a tener relaciones o actos sexuales o acceder a relaciones o

    actos sexuales por miedo). Nuevamente Bolivia repunta en las estadísticas para

    éste indicador, pero en segundo y tercer lugar se ubican países centroamericanos:

    Nicaragua y Guatemala respectivamente (Ver Gráfica No. 2).

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    Grafica No. 1 Porcentaje de violencia de pareja contra las mujeres en América

    Latina y el Caribe según encuestadas 2003 2010

    Fuente: Elaboración propia a partir de Estudio OPS – 2013

    *En Honduras solo se preguntó si había sufrido algún tipo de violencia en los últimos 12 meses

    Grafica No. 2 Porcentaje de violencia sexual contra las mujeres en América Latina y

    el Caribe según encuestadas 2003 2010

    Fuente: Elaboración propia a partir de Estudio OPS – 2013

    *En Honduras solo se preguntó si había sufrido algún tipo de violencia en los últimos 12 meses

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    Otro estudio del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los

    Derechos de las Mujeres – CLADEM, en el año 20143, señaló que es precisamente

    en estos países donde mayor prevalencia tiene el feminicidio, es decir, el homicidio

    de mujeres por el hecho de ser mujeres, por situaciones de violencia sistemática

    que conllevan a la muerte, o por asaltos sexuales o agresiones físicas tan cruelesque terminan con la vida de las mujeres por situaciones asociadas a las violencias

    de género (dominación y control, misoginia, discriminación, violencia sexual, entre

    otras aberrantes formas de violencia contra las mujeres).

    De esta manera, CLADEM señala que de cada 100.000 mujeres en América Latina,

    en promedio 7 fallecen por feminicidio. Algunos países tienen tasas muy por

    encima de esta media como por ejemplo El Salvador, Jamaica, Guatemala, Guyana

    y Honduras, con tasas de entre 7 y 12 feminicidios por cada 100.000 mujeres,

    seguidos por países como Colombia, Bolivia, Venezuela, Brasil, Ecuador y Republica

    Dominicana, con tasas de entre 3 y 7 feminicidios por cada 100.000 mujeres.

    Según éste informe, entre el año 2004 y el 2009, 66 mil mujeres latinoamericanas

    perdieron la vida por causas asociadas a las violencias de género, es decir, fueron

    feminicidios. (Ver Gráfico No. 3)

    Grafico No. 3 Tasa de feminicidio según país. América Latina y el Caribe 2004 - 2009

    Fuente: Elaboración propia a partir de Estudio CLADEM, 2014

    3 Patrones de violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe. Informe presentado a la Relatora de

    la ONU sobre Violencia contra la Mujer, sus Causas y Consecuencias, Rashida Manjoo. Comité de América

    Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres – CLADEM. 2014

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       0   0    h   o   m   i   c   i    d   i   o   s    d   e   m   u   j   e   r   e   s

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    Un elemento importante a resaltar de éste informe, es que señala que en el marco

    de las violencias contra las mujeres, existen algunos grupos poblacionales y

    políticos con mayor vulnerabilidad frente a las violencias, como por ejemplo, las

    mujeres indígenas y las lesbianas, quienes resultan victimas de múltiples procesos

    de discriminación. En el mismo sentido, mujeres defensoras de los derechoshumanos, activistas por los derechos sexuales y reproductivos, periodistas y

    defensoras del medio ambiente, resultan altamente vulnerables frente a las

    violencias en el marco de conflictos sociales, políticos y armados, pues la mayoría

    de casos de amenaza, coerción, intimidación, atentados e incluso asesinatos de

    mujeres activistas, tienen que ver con estos procesos de movilización y

    empoderamiento de las mujeres en el continente.

    Un estudio más de la CEPAL, señala también las violencias institucionales a que nos

    vemos enfrentadas las mujeres cotidianamente. Al interior de los Estadoslatinoamericanos se han generado múltiples barreras para el acceso a servicios de

     justicia, de salud, de educación, entre otros ámbitos de derecho que son

    responsabilidad del Estado, pero que siguen siendo escasos o de mala calidad para

    las mujeres: ―La profundización en el análisis de las causas y consecuencias de la violenciaestatal sea en contextos de conflicto armado — que en la década de 1990 eran en su

    mayoría de carácter interno —  o de violaciones masivas a los derechos humanos, desplazó

    el énfasis hacia la violencia público/estatal. Al visibilizar la violencia contra las mujeres en el

    espacio público a la par con la que se ejerce en el ámbito privado, se develó el carácter

    sistémico y estructural que ésta tiene. En efecto, la relación entre violencia

    doméstica/privada y violencia estatal sugiere un continuum en el uso de la violencia comomecanismo de c ontrol sobre las mujeres‖ 4  

    Dado este contexto, en los últimos años se han venido posicionando en las

    agendas de las mujeres y en las discusiones con los Estados, debates como el

    acceso a la justicia que en la mayoría de países, es absolutamente precario y

    caracterizado por barreras que dejan en la impunidad la mayoría de violencias que

    se ejercen contra las mujeres o peor aún, que terminan protegiendo más al

    victimario que a la víctima.

    Temas como la violencia ginecobstetrica, la permisividad frente a ciertas prácticas

    culturales violatorias de los derechos de las mujeres como la ablación, los

    casamientos forzados desde temprana edad, la aplicación sesgada del derecho con

    4  FRIES, Lorena y HURTADO, Victoria. Estudio de la información sobre la violencia contra la mujer en

    América Latina y el Caribe. Serie Mujer y Desarrollo No. 99. Comisión Económica para América Latina y el

    Caribe – División de Asuntos de Género. Chile, 2010. Pág. 15  – 16.

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    altas penas a mujeres que interrumpen sus embarazos en países donde no se ha

    despenalizado el aborto versus bajas penas a agresores sexuales o asesinos de

    mujeres; servicios de salud sexual y reproductiva que desconocen la autonomía de

    las mujeres, prácticas educativas que reproducen el machismo, publicidad sexista o

    violenta contra las mujeres promovida incluso desde las mismas instituciones, entremuchas otras formas de violencia simbólica e institucional que evidencian la

    debilidad del estado y de sus herramientas jurídicas y de política pública para la

    garantía y protección de los derechos de las mujeres en América Latina y para la

    transformación de dispositivos discriminatorios que legitiman o naturalizan las

    violencias en su contra, incluso, siendo aceptadas o reproducidas por las mismas

    mujeres.

    En términos generales, vale la pena destacar que en la mayoría de estudios sobre

    violencias contra las mujeres en América Latina, el hogar y la familia, es decir, los

    contextos privados, son los escenarios de mayor ocurrencia de estas violencias,

    pese a que deberían ser precisamente los contextos más protectores y respetuosos

    de su dignidad y sus derechos. También se identifica que la violencia de pareja

    afecta fundamentalmente a mujeres entre los 15 y los 45 años, es decir, mujeres en

    plena edad productiva y reproductiva que se ven afectadas y disminuidas por este

    continuum de violencias: depresiones, ideaciones o conductas suicidas,

    discapacidades, limitaciones para el acceso al trabajo o la educación por

    situaciones de control y dominación que impiden la cualificación y desarrollo de lasmujeres, entre muchos otros impactos de salud, sociales y económicos.

    En el mismo sentido, una tendencia similar en la mayoría de países tiene la

    violencia sexual que afecta principalmente a niñas y adolescentes entre los 10 y los

    17 años, así como mujeres jóvenes entre los 18 y 35 años que viven el resto de sus

    vidas con las marcas imborrables generadas por éste crimen en sus cuerpos y

    psiquis.

    Frente al feminicidio, las principales afectadas resultan siendo mujeres entre los 20y los 50 años principalmente, en plena edad productiva y por tanto, con ondas

    repercusiones para sus núcleos familiares, dada la alta prevalencia de hogares

    encabezados por mujeres en nuestros países y dado el importante rol articulador

    de tejidos sociales y afectivos que juegan las mujeres en cualquier sociedad.

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    Son muchas las violencias que persisten contra las mujeres en el ámbito público y

    privado. Esto nos conduce a pensar, si aceptamos que las violencias contra las

    mujeres son un factor de subdesarrollo cultural, social y económico, que los países

    latinoamericanos han tenido dificultades para la consolidación de sus democracias

    porque persisten esas violencias como elementos que ideológicamente no nospermiten aprestarnos para sociedades más equitativas e incluyentes.

    En tal sentido, resulta un imperativo ético y político que el Estado y la sociedad

    civil, que los y las latinoamericanas, constituyamos plataformas, agendas y

    estrategias de lucha para superar las violencias contra las mujeres como una

    condición para la transformación de relaciones sociales y culturales que configuren

    mayores posibilidades para el entendimiento pacifico, el diálogo y el respeto a la

    diversidad y la diferencia.

    2.

     

    Los debates conceptuales sobre las políticas públicas

    Una de las concepciones más aceptadas sobre las políticas públicas, es aquella que

    las define como herramientas jurídicas, administrativas y políticas que un gobierno

    asume para intervenir un problema que afecta a una comunidad o grupo social

    específico, o que representa un asunto público y/o un asunto de interés para el

    Estado y sus instituciones. Desde esta perspectiva, se acepta que las políticas

    públicas son instrumentos de planeación de la acción gubernamental y por tanto,

    de organización de la respuesta estatal, como en las primeras teorías lo planteó

    Harold Lasswell por ejemplo. Complementario a esto, autores como Pierre Müller

    afirman que las políticas públicas son instrumentos regulatorios de las relaciones

    sociales y políticas, por tanto, instrumentos que reducen la incertidumbre sobre el

    comportamiento humano y el devenir de los problemas públicos.

    No obstante, en los últimos años han crecido corrientes conceptuales muy diversas

    que cuestionan lo instrumental y corto de dicha definición, pues el desarrollo de laspolíticas públicas hoy en día, supera la dimensión institucional, administrativa y

    gubernamental, convirtiéndose en herramienta de gestión, exigibilidad o

    negociación para actores sociales, económicos y políticos que, aun sin ser

    gobierno, pueden incidir en ellas. Es decir, desde esta perspectiva, se comprende a

    las políticas públicas como instrumentos de diálogo entre la sociedad civil y el

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    Estado, para el desarrollo de acuerdos, acciones y estrategias en torno a intereses

    que logran constituirse como colectivos y por tanto, ordenar la acción conjunta en

    torno a problemas no deseados; así lo define André Noel Röth por ejemplo.

    Desde otra perspectiva más radical, algunos teóricos han venido definiendo las

    políticas públicas como instrumentos discursivos que aunque no resuelven

    problemas, legitiman temas y agendas públicas, contribuyen al aumento de la

    gobernabilidad de las instituciones y el Estado, promueven y respaldan

    subjetividades políticas, las posicionan y legitiman en escenarios colectivos. Como

    diría Giandomenico Majone, las políticas públicas son el arte de producir

    argumentos en favor de un enfoque para abordar un tema o problema e incluso,

    para posicionar un tema o problema que aunque está ausente de la agenda

    pública, requiere incluirse en ella o por intereses de actores, se presiona su

    inclusión; en esta concepción, las políticas más que instrumentos para intervenir o

    resolver problemas, son construcciones discursivas para posicionar y legitimar

    intereses, intenciones y plataformas sobre un asunto que es o que se convierte en

    público por efecto de corrientes políticas que así lo presionan (Ver Jhon Kindong).

    En América Latina y el Caribe, las políticas públicas incursionan más desde la

    primera perspectiva, entendiéndose como herramientas de estado para la

    intervención de problemas sociales y para la organización de respuestas

    institucionales en torno a ellos. Si bien las políticas públicas son mucho más

    amplias que las políticas sociales, son estas últimas las que adquieren mayor

    relevancia en la gestión pública, toda vez que se constituyen desde la década del

    90, como el método gubernamental de intervención de lo social por excelencia.

    Su desarrollo se impulsa desde organismos multilaterales que tras luchas históricas

    de los movimientos sociales, empiezan a aceptar e institucionalizar debates y

    agendas en torno a temas como los derechos de la infancia, los derechos de las

    mujeres, los derechos de los pueblos indígenas, entre otras reivindicaciones

    poblacionales que copan las agendas sociales de estos organismos y por tanto, delas agendas de los estados parte. Lo anterior ―compensa‖ por llamarlo de alguna

    manera, las políticas de ajuste estructural aplicadas en el ámbito de la economía y

    de la arquitectura institucional del Estado. Con las políticas públicas como

    instrumentos de intervención de lo social, se creía que existiría menos burocracia y

    más operatividad y focalización en el desarrollo de programas y estrategias para la

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    garantía de derechos y la distribución de la riqueza, así como eficiencia en el gasto

    público social.

    Pese a ello, las políticas públicas en América Latina no han tenido necesariamente

    ese desarrollo. En muchos países su formulación e implementación se hace

    desarticulada de las mismas dinámicas burocráticas del Estado, es decir, se

    considera la política como un apéndice de un programa de gobierno y no como la

    plataforma estratégica que orienta el programa de gobierno en sí mismo. Esto ha

    contribuido a que su impacto y su operatividad, sean muy inferiores a su capacidad

    y a que muchos actores sociales y políticos, pero especialmente, la ciudadanía en

    general, sientan como ajeno ese discurso de las políticas públicas.

    Pese a lo anterior y aludiendo a esa noción de la política pública como una

    artesanía de argumentos, en América Latina éstas han abierto un enorme espacio ala reivindicación, al reconocimiento y a la legitimación de nuevas subjetividades

    políticas. Es decir, parafraseando a Majone, no han servido para resolver

    problemas, pero si para legitimar discursos, si para implementar acciones

    afirmativas que han fortalecido la emergencia de subjetividades y nuevos

    movimientos sociales, tal y como ha sucedido con las políticas públicas de mujer y

    género en todo el continente y con el posicionamiento de los derechos de las

    mujeres en las agendas públicas que cada vez son más reconocidos, pese a que

    persista el fenómeno de las violencias.

    Lo anterior quiere decir que se ha avanzado en el reconocimiento de derechos a

    través de las políticas públicas para la equidad de género, pero no se han logrado

    superar las violencias porque dichas políticas no penetran la frontera de lo

    ideológico y por tanto, no transforman prácticas culturales y sociales en la

    ciudadanía: esto es, se han institucionalizado en los discursos y planes de gobierno,

    pero no han modificado causas estructurales de los problemas que pretenden

    resolver.

    3.

     

    Las políticas públicas como herramientas para la lucha contra las

    discriminaciones y violencias contra las mujeres

    En clave de género, el hecho de que se haya puesto en la agenda pública

    multilateral el tema de las violencias contra las mujeres y de que los estados

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    paulatinamente lo hayan incorporado a sus agendas de gobierno, ha abierto la

    enorme posibilidad de que debatamos y abordemos este problema desde

    múltiples escenarios. Pueden existir todavía muchas violencias institucionales,

    puede persistir la violencia contra las mujeres como problema en la sociedad e

    incluso, pueden existir muchas resistencias de las organizaciones políticas, de clase,de los líderes de organizaciones mixtas frente a este tema, pero aun así, hoy en día

    es innegable su importancia y la necesidad de enfrentarlo.

    Debe reconocerse que el continente ha avanzado de manera significativa en la

    construcción de políticas para la equidad de género y para la garantía de los

    derechos de las mujeres, no obstante, aquellas relacionadas con la superación de

    las violencias siguen siendo retoricas y poco operativas: se mantiene la misoginia

    en el derecho o la aplicación sesgada de la ley hacia las mujeres, son comunes las

    prácticas que disminuyen la magnitud de las agresiones y terminan favoreciendo a

    los agresores, las unidades de justicia que atienden las violencias contra las mujeres

    naturalizan a tal punto este fenómeno, que terminan revictimizando a quienes

    acuden a buscar ayuda institucional, la protección a las victimas casi nunca es

    oportuna, los sistemas de información están desarticulados y son precarios en la

    mayoría de los países y de manera particular, los procesos de justicia en el marco

    de los conflictos, no logran comprender los impactos diferenciales de los mismos

    en las mujeres, lo que conlleva a altos índices de impunidad en la materia.

    Estos y otros problemas evidencian la enorme tolerancia institucional a las

    violencias existente en el continente. Las leyes y las políticas públicas para la

    disminución de las violencias basadas en género no logran ser apropiadas

    institucionalmente y tampoco logran transformaciones culturales en la ciudadanía,

    en la cual persiste también una elevada tolerancia social a las violencias contra las

    mujeres. Esto exige un mayor esfuerzo en el diálogo ciudadano, un pacto por la

    transformación de la cultura y las relaciones sociales que involucre al Estado, a las

    mujeres, pero también a todos los hombres, a las organizaciones y movimientos

    sociales, en el entendido que si se superan las violencias contra las mujeres,

    pueden superarse todas las violencias en una sociedad.

    Los movimientos de mujeres en América Latina han logrado una admirable

    incidencia en las agendas públicas. La disciplina de su trabajo ha logrado visibilizar

    no solo las violencias, sino la baja operatividad de las políticas existentes para

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    prevenirlas, sancionarlas y erradicarlas. Sin embargo, ha sido una lucha muy

    sectorizada; mientras los movimientos de mujeres han acompañado la mayoría de

    luchas sociales de nuestros países e incluso, han sido decisivas en la consolidación

    de apuestas de gobierno alternativo en el sur del continente, la solidaridad de los

    demás gremios, organizaciones y movimientos e incluso el compromiso de esosgobiernos alternativos con sus derechos y con la eliminación de las violencias en su

    contra, no ha sido igual de decidido.

    Peor aún en los contextos de conflicto social y armado. Allí las mujeres por lo

    general, hemos sido gestoras de la paz y blanco fácil de la guerra, hemos sido

    reconstructoras de los tejidos y territorios deshechos por la violencia y botín de

    guerra para los guerreros. La violencia sexual se ha convertido en un arma

    sofisticada que tiene fines de sometimiento, de afrenta a los bandos enemigos y de

    sanción simbólica para las comunidades.

    Todo lo que he venido exponiendo páginas atrás, hace más vulnerables a las

    mujeres en contextos de guerra. Como ya había mencionado, las defensoras de los

    derechos humanos, las activistas políticas, las ambientalistas, las mujeres indígenas,

    las lesbianas y las periodistas resultan más frágiles ante el daño, situación que

    exige un esfuerzo mayor del Estado y la Sociedad en su protección y garantías de

    seguridad.

    4.

     

    Movimientos sociales y sindicales en la construcción de políticas públicas

    para la superación de las discriminaciones de género y las violencias contra

    las mujeres

    Como he sostenido a lo largo de esta ponencia, la búsqueda de la democracia

    implica y requiere un compromiso serio con la eliminación de las discriminaciones

    hacia las mujeres y especialmente de las violencias, en tanto factores ideológicos

    que legitiman la dominación y la verticalidad en las relaciones sociales y que portanto, impiden una apertura social e institucional hacia la democracia.

    Las luchas de los movimientos sociales y sindicales en América Latina y en el

    mundo, están atravesadas por la exigibilidad de derechos, de participación y de

    democracia, es decir, deberían ser per se, luchas por la equidad de género también.

    No obstante, como ya mencioné atrás, no todos los movimientos han sido lo

  • 8/16/2019 Políticas Públicas y Violencias Contra Las Mujeres en América Latina

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    suficientemente consientes ni lo suficientemente solidarios con esta apuesta. Más

    aun, han sido tímidos en su participación e incidencia para la construcción de

    políticas públicas en todos los ámbitos.

    Desde mi perspectiva, ese ha sido el principal vacío de las políticas públicas en

    América Latina: la baja participación de la sociedad civil en su construcción,

    implementación y veeduría; el bajo nivel de comprensión que tiene la ciudadanía

    de base sobre esos instrumentos para la exigibilidad de sus derechos y más

    preocupante aún, el poco interés de sus organizaciones más cualificadas y

    estructuradas en ejercicios sistemáticos de incidencia, gestión y definición de

    políticas públicas que garanticen mejores condiciones de vida y mayor equidad.

    Por supuesto, los movimientos sociales y los sindicatos de manera particular, han

    hecho un aporte profundamente valioso al reconocimiento de los derechoshumanos en el mundo y por supuesto, a la construcción de los gobiernos sociales,

    progresistas y de izquierda en América Latina, en cuyo desarrollo se ha visto un

    mayor impulso y respaldo a las políticas sociales. No obstante, el ámbito de las

    políticas públicas no ha sido precisamente un terreno importante de juego en su

    acción política, lo cual debilita las posibilidades de seguimiento, monitoreo,

    evaluación, veeduría y exigibilidad en el cumplimiento de esas políticas públicas.

    Dada la complejidad que hoy adquieren estos instrumentos de acción y de poder

    en la gobernabilidad de los países, no puede seguirse considerando que laspolíticas públicas son un tema técnico y meramente institucional, una

    responsabilidad exclusiva del Estado, sino que deben asumirse como herramientas

    de transformación social, cultural e institucional, como instrumentos para aumentar

    la capacidad de negociación e incidencia de las plataformas sociales y políticas de

    los movimientos y organizaciones, y por tanto, como elementos para la

    legitimación de las luchas con las que nos pensamos y podemos construir otro

    mundo posible donde hombres y mujeres volemos en igualdad de condiciones.