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  • Rafael Polo Bonilla

    La crtica y sus objetosHistoria intelectual de la crtica

    en Ecuador (l960-1990)

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    Polo Bonilla,Rafael

    La crticay susobjetos: historia intelectualde la crticaen Ecuador (19601990) I Rafael Polo Bonilla,Quito: FLACSO,SedeEcuador, 2012289 p.

    ISBN: 978997867372-0

    CULTURA: CRITICA: HISTORIA: INTELECTUALES: LITERATURA: CIENCIAS SOCIA-LES: ECUADOR.

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  • La produccin de una nocin de crtica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138La constitucin del objero desarrollo deL capitalismo. . . . . . . . . . . . . . . 155La crtica al 'desarrollo del capitalismo'. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169El rgimen de la hacienda y la cultura nacionalcomo componentes de la crtica al desarrollo del capitalismo. . . . . . . . 187

    Captulo IVDesplazamiento en los objetos de la crtica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199La crtica como crrica a las ideologas -narrativas-de la dominacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201Desplazamiento en el objero desarrollodel capitalismo en la problemtica agraria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219Interpelacin por la construccin deuna cultura nacional autntica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235El abandono del objeto desarrollo del capitalismo yla emergencia del culruralismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249

    A modo de conclusin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261

    Bibliografa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271

    Presentacin

    Este libro de Rafael Polo Bonilla, parte de su tesis doctoral en FLACSO,se interroga sobre la necesidad de re-imaginar el pensar-crtico desde laperspectiva de la Historia de! Pensamiento; esto es, hacer explcitas las pro-blemticas que hicieron posible la emergencia de determinados objetosde! saber, tales como el desarrollo del capitalismo, e! problema nacional yagrario, y a partir de las cuales se produce una especie de autoconcienciade! devenir histrico poltico de la modernidad capitalista perifrica enEcuador.

    En este trabajo, el autor analiza las problemticas crticas: en la dcadade! sesenta, la emergencia del movimiento tzntzico; el aparecimiento de lasociologa crtica, en la dcada de los ochenta y, finalmente, en los noventa,el desplazamiento hacia e! giro culturalista en las ciencias sociales. En estetrabajo se trata de rastrear la configuracin histrica de un campo de lopensable que hizo de la crtica a lo real, la posibilidad de mantener vigentela utopa moderna de la emancipacin radical.

    Juan PonceDirector FLACSO Ecuador

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  • "Todos los conceptos en que se condensa semiticamenteun proceso entero escapan a la definicin; slo es definible

    aquello que no tiene historia".Nietzsche, Genealoga de la moral

    "...ellenguaje es la conciencia prctica, la conciencia real".Marx, Engels, La ideologa alemana

    "Hay momentos en la vida en los que la cuestin de sabersi se puede pensar distinto de cmo se piensa y de percibir

    distinto de cmo se ve es indispensable para seguircontemplando o reflexionando".

    Michel Foucault, Historiade la sexualidad, el uso de los placeres

    "Pensar, al contrario, es pasar; es interrogar este orden,asombrarse de que est ah, preguntarse qu lo volvi posible,buscar, recorriendo sus paisajes, los trazos de los movimientos

    que lo han formado, y descubrir en estas historiassupuestamente yacientes 'cmo y hasta dnde

    sera posible pensar de otro modo'".Michel de Certeau, Historia y psicoanlisis

    "En estos momentos, conviene pensar sobre los modos cmoreflexionamos y sobre las herramientas y certezas a las que annos apegamos, para intentar penetrar en nuestras experiencias

    materiales desafortunadas y ah buscar una vez ms caminospara formularnos las preguntas que descubran las respuestas".

    Raquel Gutirrez Aguilar, A desordenar! Poruna historiaabiertade la luchasocial

  • PrlogoLa cultura de izquierda ecuatorianaElas J. Palti*

    Una genealoga de la subjetividad militante en Amrica Latina

    "No decimos que encima de estos restos-nos alzaremos nosotros. No. Sealzar por primera vez una conciencia de pueblo, una conciencia nacidadel vislumbre magnfico del arte. Ser el momento en que el obrero lleguea la Poesa, el instante en que todos sintamos una sangre roja y caliente ennuestras venas de indoamericanos con necesidad de soltar, de combatir yabrir una verdica brecha de esperanza" (Primer manifiesto tzdntzico, 27 deagosto de 1962). Al escuchar hoy estas palabras no podemos evitar unasensacin de extraeza e incredulidad. Que un puado de jvenes se reu-niera en una sala teatral, declarase obsoleto el pasado y se propusiera darinicio a una nueva poca que el pueblo y el arte, el obrero y la poesa sefundiran, nos hace surgir la pregunta respecto de qu tipo de configura-cin histrico-conceptual pudo infundir en los intelectuales ecuatorianos ylatinoamericanos tal vocacin redentora. Lo cierto es que en la ltima d-cada y media la cultura de izquierda en los aos sesenta en Amrica Latinase ha convertido en uno de los temas ms recurridos por los historiadores.A algunos de ellos los inspira la nostalgia, a otros la curiosidad que les des-pierta la retrica violenta de la poca, a otros, en fin, el deseo de conocercmo surgi un cierto modo de concebir el mundo y la historia que lessubyace. El libro de Rafael Polo Bonilla cabe inscribirlo dentro de esta

    UBN UNQ/CONICET.

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    tercera vertiente. Y acomete su objeto desde una perspectiva histrico-con-ceptual, lo que le permite articular una visin particularmente sugerente.Sus aportes exceden, de hecho, a su objeto particular. El mismo nos proveepautas para reconstruir una cierta experiencia histrica, que no fue exclusi-vamente ecuatoriana, y ni siquiera latinoamericana, sino reveladora de unadeterminada configuracin poltico-conceptual que model decisivamentenuestra vida colectiva a lo largo del siglo que acaba de concluir. Se trata, endefinitiva, de una aporte para una genealoga de la subjetividad militante.

    En efecto, la subjetividad militante es un fenmeno, en realidad, suma-mente reciente, cuyos orgenes no pueden rastrearse ms all de comien-zos del siglo XX, y resulta de una serie de condiciones particulares, stase sostiene en un conjunto de idealizaciones y supuestos histricamenteIocalizables. No se trata de que antes no hubieran existido militantes socia-les, sindicales, etc. Pero stos no tenan en su horizonte inmediato comoobjetivo la toma revolucionaria del poder, ni constitua ste el objeto enfuncin del cual se ordenaba concretamente su accionar prctico. Comomuestra Alain Badiou, el supuesto de la inminencia de una inflexin fun-damental, la certeza de encontrarse a las puertas del advenimiento de unacontecimiento decisivo que cambiara el curso de la historia, es el rasgoms caracterstico que define al siglo XX como periodo histrico. Badioulo llama el siglo de "la pasin por lo real".

    El siglo XIX, dice, haba sido un siglo de confianza en la marcha espon-tnea de la historia, en que ella misma, siguiendo sus propias tendencias in-herentes, conducira a la realizacin de los fines que le estaran adosados a supropio concepto. Pero ese horizonte de sentido se vera siempre proyectadohacia un futuro vago e indefinido. Con el siglo XX, la realizacin de ese idealse volvera, en cambio, al mismo tiempo ms inmediata y menos segura. Sullegada sealara el momento en que las proyecciones de sentido deberandar cuenta finalmente de su realidad. "Es el siglo del acto, de lo efectivo, delpresente absoluto, y no el siglo del anuncio y el provenir" (Badiou, 2005:83). Pero esto, sin embargo, ya no podra confiarse exclusivamente al propiodevenir histrico sino que requerira una intervencin subjetiva, que es laque se colocar ahora en el centro de la reflexin poltica.

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    Pr61ogo

    Entre 1850 Y 1920 se pasa del progresismo histrico al herosmo polticohistrico, porque se pasa, tratndose del movimiento histrico espontneo,de la confianza a la desconfianza. El proyecto del hombre nuevo imponela idea de que vamos a obligar a la historia, a forzarla. El siglo XX es unsiglo volunrarista, Digamos que es el siglo paradjico de un historicismovolunrarista (Badiou, 2005: 31).

    Esto explica el grado de violencia, hasta entonces inaudita y en aparienciairracional, que entonces se desata. "El proyecto es tan radical que en su rea-lizacin no importa la singularidad de las vidas humanas; ellas son un meromaterial" (Badiou, 2005: 20). Es, en fin, el siglo en que, como deca Mal-raux, la poltica se convirti en tragedia. Y slo en este contexto histricopudo emerger la subjetividad militante. Privada ya de garantas objetivas a suaccionar, rotas las certidumbres teleolgicas de las visiones evolucionistas dela historia propias del siglo XIX, la empresa revolucionaria se convertira enuna de autoafirmacin subjetiva: es el propio sujeto, se piensa ahora, el queconstruye la historia, le provee un sentido y la orienta hacia l.

    Cundo comienza el siglo XX en Amrica Latina? Fijar una fecha pre-cisa tiene siempre mucho de arbitrario. Sin embargo, est claro que, al me-nos desde la perspectiva que aqu nos ocupa, la Revolucin cubana marcaun punto sin retorno. sta instala la regin en el centro de la Guerra Fra.se es tambin el punto de partida del trabajo de Polo Bonilla. Ms preci-samente, el proceso que se inicia entonces de formacin de una cultura deizquierda en Ecuador.

    Lo que Polo Bonilla denomina "el momento tzntzico" es, precisamen-te, aquel en que se difunde en el movimiento estudiantil y en sectores inte-lectuales ecuatorianos ese sentido de urgencia que, para Badiou, es distinti-vo de la subjetividad militante. Al "intelectual comprometido" (un tpicoque recorre centralmente los debates de la izquierda durante la dcada delos aos sesenta) le cabra un papel fundamental en la tarea de redencinde las masas populares, sumergidas en una vida inautntica, alienada.Como muestra Polo Bonilla, esta visin redentora, combinada con unaperspectiva escptica respecto del estado de los sectores populares y su gra-do de conciencia poltica en su estado presente, teir todo su discurso deun tono fuertemente mesinico. En algunas franjas del pensamiento de

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  • La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    izquierda, esta situacin lamentable de las masas se asociara a una suertede promesa incumplida de la modernidad en Amrica Latina: la falta deuna autntica revolucin burguesa, de una incompleta formacin nacio-nal, que impidi que culminara en Ecuador el proceso de articulacin deuna sociedad mestiza.

    Polo Bonilla es preciso al sealar aquello que subyace por detrs de estavisin: esta crtica de la historiografa nacionalista de los aos treinta com-parte todava con ella, sin embargo, una misma filosofa de la historia, unaconcepcin teleolgica segn la cual el curso histrico sigue una secuenciay tiende hacia una meta, que es, en su caso, la salida de la prehistoria y laemancipacin plena del ser humano. Pero, como vimos, esa desconfianzaque ellos introducen en esta matriz teleolgica en cuanto al advenimiento es-pontneo de esa meta le da un sentido de urgencia a la prctica poltica total-mente nueva. Se establece as una dialctica entre alienacin y emancipacin,que abre, a su vez, el interrogante respecto del sujeto que actuar como tercertrmino que medie entre ambos, el agente de ese proyecto emancipatorio.

    Los intelectuales del periodo que se propusieron a s mismos comocandidatos a ocupar ese sitial, dando as origen al "momento tznrzico",pronto descubriran las contradicciones a que esa aspiracin los confronta-ra. En el ambiente radicalizado de los aos sesenta, los intelectuales sernvistos con desconfianza por su condicin y sus inclinaciones "pequeo-burguesas". Ms all de los prejuicios anti-intelectuales que trasuntan talesalegatos, es cierto que el tono mesinico que asume su prdica escondamal un punto ciego que pronto se hara manifiesto: qu los habilitaba aellos a autoexcluirse del estado de alienacin general en que se encontrabasumida la nacin ecuatoriana? Por el contrario, bien poda pensarse que suformacin cultural "importada", "europea", los colocara en una posicinan ms susceptible de verse afectada por esa misma condicin colonialque ellos denunciaban. Los alegatos anti-intelectuales enraizarn as pro-funda y ampliamente; no slo en los sectores ms ortodoxos de la izquierday las corrientes populistas, naturalmente inclinados a ellos, sino tambinen los propios intelectuales de izquierda. En Mds all de los dogmas, deFernando Tinajero, uno de los principales animadores de este movimiento,Polo Bonilla encuentra la ms clara expresin de este giro ms general queentonces se produce y que llevara a definir a los intelectuales como sujetos

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    Prlogo

    colonizados. Stos se vern as invadidos por una sensacin de culpabili-dad, que pronto llevar a algunos de ellos a renegar de su condicin comotales. "El momento rzntzico" llegaba con ello a su trmino.

    Para Polo Bonilla, Entre la iray la esperanza de Agustn Cueva, y Mdsall de los dogmas de Fernando Tinajero, ambos de 1967, sealan su puntoculminante y tambin el principio su disolucin. Al ao siguiente la AEAJEes clausurada y nace el Frente Cultural de Anistas e Intelectuales. La cuestindel sujeto entonces reemergera, y se volvera un problema que no pareceraencontrar solucin. Para entonces pareca claro que el nico candidato a ac-tuar como ese tercer trmino que abra el espacio a la dialctica de superacinde la antinomia entre alienacin y emancipacin era el Partido.

    En este contexto, la vanguardia artstica se fundir y subordinar a lavanguardia poltica, la cual buena parte de los anreriores animadores del"momento tzntzico" creern encontrarla en el PCMLE (Partido Comu-nista Marxista Leninista del Ecuador), de orientacin maosra. Otros, encambio, se repartirn en distintas vertientes trotskistas y guevaristas, Sinembargo, nunca encajaran dentro de ellas, y varios seran incluso expul-sados de sus filas.

    Paralelamente, varios de ellos, como Agustn Cueva o Alejandro Mo-reano, pasarn a ocupar ctedras en la Escuela de Sociologa y CienciasPolticas, desde las cuales elaborarn la que se conocera como Teora de laDependencia. Se da as el trnsito del "momento tznrzico" a la "sociologacrtica". Lo cierto es que la voluntad de subordinar la produccin artstica eintelectual a las demandas de la poltica militante no resolver el problemade fondo que llev al derrumbe al momento tzntzico, Por el contrario,la tensin entre saber y prctica poltica se agudizara. En ltima instan-cia, reas los conflictos entre intelectuales y las organizaciones polticas deizquierda con las que se alinearon se nos revela un problema inherente alpropio proyecto emancipatorio que stas afirmaban encarnar, la existenciade un conflicto en el seno marxismo resultante de su doble papel, en tantoque doctrina poltica y ciencia social a la vez. Por un lado, la doctrina mar-xista necesita apoyarse en esta ltima, ya que es de su supuesta base cien-tfica que aquella tomara su fundamento. Por otro lado, sin embargo, esaaspiracin a objetividad y cientfficidad tena implcita la revisin peridicade sus postulados fundamentales, la interrogacin y puesta entre parntesis

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  • La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    del supuesto de la validez de sus premisas. En efecto, la aspiracin a lacientificidad tiene en su punto de partida una duda radical: la investiga-cin cientfica no puede dar por sentado de antemano que el resultado dela misma no terminar contradiciendo las premisas en las que la doctrinapoltica se asienta. De lo contrario, sta se volvera una empresa tautolgi-ca, en la que las conclusiones no haran ms que replicar las premisas. Peroesto resultara inasimilable para la prctica poltica militante, puesto queentraba en conflicto con ese sentido de urgencia revolucionaria de la queesta nace; en definitiva, es incompatible con esa "pasin por lo real" que,como seala Badiou, constituye el rasgo determinante de la poca histricaen que la subjetividad militante pudo surgir y desplegarse.

    La "sociologa crtica" encuentra all su lmite ltimo: la simultnea ne-cesidad-imposibilidad de pensar sus propios supuestos, aquellas que cons-tituyen las premisas de su misma empresa. Lo cierto es que tampoco stapoda resolver el problema que entonces haba emergido como problema:cul era el sujeto social (la clase) al cual el sujeto poltico (el Partido) debadirigir su prdica. La clase obrera a la que se invocaba como principiopoltico no tendra nada en comn con su realidad emprica en Ecuador.y los sujetos alternativos a los que orientarn su mirada (los campesinos)no eran, en verdad, ms que un proyecto, el resultado de la accin revolu-cionaria (en este caso, la reforma agraria que los constituira como tales),no su premisa. La expresin de Agustn Cueva que cita Polo Bonilla eselocuente al respecto:

    El principal problema de la cultura ecuatoriana es el bajo nivel culturalde las masas, lo que tienen enormes repercusiones en todos los mbitos ylevanta una barrera entre los intelectuales y las grandes masas [a lo que hayque sumar] el poco desarrollo cientfico explica el bajo nivel de la reflexincrtica o filosfica ecuatoriana, su falta de rigor (Cueva, 1965: 8).

    Llegado a este punto, la dialctica entre alienacin y emancipacin se reve-la como un crculo en el que la izquierda ecuatoriana y latinoamericana sever atrapada: slo el supuesto de la radical alienacin de las masas justificael proyecto emancipatorio (de no ser as, no habra tampoco urgencia revo-lucionaria alguna), pero, al mismo tiempo, lo convierte en imposible, en la

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    Prlogo

    medida en que la priva de las bases materiales para su realizacin. Y cuantoms una cosa, tambin ms la otra; cuanto ms necesaria y apremiante apa-rece la revolucin, tanto ms inviable sta se revela. En definitiva, lo que sedescubre ya no es un problema de orden meramente emprico, atribuibleexclusivamente a las condiciones locales de aplicacin del proyecto ernan-cipatorio, sino un problema mucho ms profundo, de orden conceptual,una contradiccin inscripta en el mismo proyecto emancipatorio: que steencuentre su punto de partida justamente en aquello que lo hace, a la vez,insostenible, que la priva de sus condiciones materiales de posibilidad.

    El recorrido que traza Polo Bonilla nos revela as aquello que los pro-pios actores del periodo no podran nunca advertir, puesto que constituael punto ciego inherente a su misma empresa. Su manifestacin sintom-tica es el desplazamiento que se producir en el foco de la reflexin haciael papel de los medios masivos de comunicacin, la subliteratura, y otrosfenmenos culturales que introduciran una cua ideolgica insuperableentre la prdica revolucionaria y los sectores populares. El siglo XX de quehabla Badiou empezara as a entrar en su ocaso ltimo. La expectativade un quiebre radical en los destinos del mundo que le fue inherente, yque compartieron por igual tanto sus impulsores como sus antagonistas(como lo revela la serie de golpes militares que se sucedieron en AmricaLatina en los aos que aqu se estudian: su origen no era otro que el temorde los organismos de defensa ante lo que perciban como peligro ciertoe inminente, confirmando as, a contrario, las propios expectativas de laizquierda), dejara ya de funcionar como un eje articulador de horizontesde sentidos compartidos, ya no constituir el rasgo determinante de unapoca, el principio que guiar la conducta efectiva de los sujetos.

    En ese contexto se produce un nuevo giro en los lenguajes polticos,acompaando la mutacin ocurrida en el suelo de problemticas subya-cente. Los debates polticos se ordenarn ahora en funcin de coordenadasya extraas al tipo de discurso en el cual se sostena el proyecto emancipa-torio al que los intelectuales de izquierda ecuatorianos se haban consagra-do. Y este giro ser un hecho objetivo, que ocurrir con independencia dela voluntad de los agentes involucrados, que se les impondr a los mismosms all de su conciencia. En definitiva, como seala Polo Bonilla, no setrata de un cambio en las ideas de los sujetos sino en las condiciones de su

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  • La critica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    enunciacin pblica. Indica, en fin, la emergencia de un nuevo rgimen devisibilidad de los objetos, en el interior del cual los conceptos polticos severn profundamente resignificados.

    Segn vemos, la perspectiva histrico-conceptual que adopta Polo Bo-nilla en este libro logra romper el cepo en que la historia de ideas latinoa-mericana, tanto la nacionalista como la revisionista, se encuentra atrapada;le permite definir otros interrogantes y problemas. Ya no se trata aqu dever si el pensamiento latinoamericano permaneci fiel a los modelos eu-ropeos, o si logr interpretar y dar expresin a alguna supuesta esencianacional oprimida. No busca revelar una verdad sumergida. Polo Bonillamuta su foco y nos abre una ventana desde la cual observar cmo se expre-san en contextos histricos concretos problemticas que son inherentes alos procesos de modernizacin poltica. Su estudio contiene as claves paracomprender cuestiones cuya relevancia excede incluso el marco especficolocal o regional, nos ayuda a reconstruir una estructura dada de saber delo poltico, desmontar la serie de supuestos impensados en que se funda,hacer manifiestas las tensiones y aporas que lo recorren, que le son consti-tutivas suyas, determinan su dinmica, y subyacen y confieren un sentidosubstantivo a la serie de debates producidos en su interior.

    Bibliografa

    Badiou, Alain (2005). El siglo. Buenos Aires: Manantial.Cueva, Agustn (1965). "La encrucijada de la cultura ecuatoriana". Indo-

    amrica 1, enero-febrero.

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    Introduccin

    La situacin reflexiva actual, seala Bolvar Echeverra, est gobernada porel ethos realista, en el que predomina la afirmacin de la forma capitalistade reproduccin social y la ausencia, 'imposibilidad', de un mundo alter-nativo.

    Si lo que predomin en la percepcin de la realidad histrica durante todoelsiglo posterior a la redaccin de El Capital fue un ethos reflexivo moder-no de corte romntico, ethos que giraba en torno al mito y al concepto derevolucin, lo que predomina en este fin de siglo es algo por completo dife-rente: un ethos reflexivo de un realismo abiertamente cnico, contrarresta-do por un ethos barroco de alcances solo perifricos (Echeverra, 1998: 40).

    Este cambio en la situacin reflexivaes correlativo al agotamiento de las cate-goras polticas modernas (revolucin, nacin y democracia) como un modode expresin de la crisis del esquema civilzarorio de la modernidad capitalis-tal. Est problemtica, la crisis de la modernidad, fue interrogada a partir devarias perspectivas desde los primeros aos de la dcada de los aos ochentadel siglo pasado. El planteamiento que hace Echeverra de la posibilidad deuna modernidad no capitalista recoge, en el modo de una problematizacincrtica del programa de modernidad capitalista, los imaginarios polticos y

    "La crisis que afecta a! mundo occidental y. por extensin necesaria. a! conjunto del planera esuna crisis radical; no se trata nicamente de una crisis econmica, de una crisis social, poltica ocultural. Se trata de una crisisde civilizacin que combina y trasciende a todas ellas..." (Echeverra,1998: 46).

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    reflexivos de carcter revolucionario que brotaron en Amrica Latina, yen elEcuador, desde las dcadas de los aos sesenta y setenta. Sin embargo, estecambio en la situacin reflexiva signific el desplazamiento, y en muchossentidos el abandono del potencial crtico a la modernidad capitalista por lahegemona conquistada por el neoliberalisrno,

    Desde la perspectiva de una escritura de la historia del pensamiento enel Ecuador, de las dcadas que van del sesenta a la primera mitad de losaos ochenta, se inscriben en una situacin reflexiva romntica. sta atra-viesa la produccin ensaystica, articulada en torno a la nocin de crtica yal deseo de una transformacin radical de la sociedad ecuatoriana. En estesentido, la investigacin de la historia del pensamiento, que se presenta,busca reconstruir el trnsito por el que atraviesa la produccin intelec-tual identificada con la 'izquierda' desde su emergencia como voluntad decrtica y de transformacin, en el momento tzntzico, continuando conla constitucin de objetos de pensamiento -que le permite una crecientesistematicidad-, hasta su desplazamiento en el campo cultural e intelectualque se produce desde mediados de los aos ochenta del siglo pasado.

    Con anterioridad al cambio de la situacin reflexiva y de la circulacinde conceptos y categoras que hoy nos son familiares, hegemnicas en elcampo cultural (modernidad, posmodernidad, poscolonial, subalterno,hibridez, colonialidad del poder, prcticas de representacin, imaginarioshistricos sociales, alteridad, subjetividades, descentramiento del sujeto,etnicidad, diferencia, interdisciplinariedad, etc.) para dar cuenta de las for-mas culturales y polticas hubo un campo de visibilidad/inteligibilidad quefue desplazado. Cuyo vrtice no fue solamente una comprensin positiva,sino, ante todo, un esfuerzo por hacer del conocimiento un arma crticapara/de la emancipacin. Este desplazamiento signific una modificacinen las formas de cuestionar y de preguntar, como del tipo de objetos sobrelos que se interroga. De hecho, el lenguaje se ha modificado hacia unacomprensin que resalta el aspecto de construccin social, cultural e his-t~ica, de los enunciados, de los principios de inteligibilidad y de los hori-zontes de sentido. En la comprensin sobre los "sistemas de pensamiento"se ha elaborado una mutacin con el reconocimiento de que las represen-taciones, los discursos, los conceptos, emergen de una prctica discursivaespecfica que se sostiene en un conjunto de supuestos contingentes. El

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    Introduccin

    triunfo de una situacin reflexiva correlativa al ethos realista signific elagotamiento del impulso utpico del ethos romntico, sin embargo, estono puedo considerarse como el fin del pensamiento crtico sino la posibili-dad de una nueva configuracin crtico-terica y crtico-poltica.

    Partiendo de la afirmacin, reconocido por varios autores, que desde ladcada de los aos sesenta se han producido importantes transformacionesen la modernidad tarda, correlativo a los procesos de descolonzacirr' y alas luchas por la liberacin nacional, la investigacin que se presenta ha in-dagado acerca del aparecimiento de objetos de pensamiento, en el contextoespecfico ecuatoriano; cuyo eje, que nos permite realizar este recorrido,lo constituye la nocin de crtica, esto es la operacin crtica que emergeen la dcada de los aos sesenta hasta su desplazamiento en la segundamitad de la dcada de los aos ochenta. La importancia de reconstruir unaconfiguracin de la crtica moderna, y sus objetos, est ligado a la necesi-dad de la dilucidacin crtica de la forma del capitalismo contemporneo,enmarcado en la crisis civilizatoria del programa de modernidad. Tambinest ligado a reconocer una tradicin crtica y el tipo de la estructura narra-tiva que se ha producido de la historia poltica y cultural ecuatoriana. Sinembargo, su momento de despliegue, donde se producen las condicionesde posibilidad de la crtica, es lo que he denominado como momento tzdn-tzico. Nombre con el que registro la centralidad inicial del grupo tzntzicoen la bsqueda de un lenguaje de denuncia del capitalismo, y del sueode la 'revolucin posible', elaborado fundamentalmente en una produc-cin potica y artstica. A pesar de ello, su espritu iconoclasta no apareceslo como una expresin de rebelda y 'hartazgo', sino, ante todo, comouna respuesta 'inconforrne' a los cambios que se producen en la estructurasocial, especialmente agraria, el crecimiento de las ciudades y la consoli-dacin de una clase media que ha perdido sus impulsos revolucionarios

    2 Jameson sita el final de los "sesenta" entre 1972-1974. Sobre los sesenta manifiesta: "...poltica-mente, los sesenta del Primer Mundo le debieron mucho al tercerrnundismo tamo en trminos demodelos poltico-culturales, como en Un maosmo simblico, y, ms an, cimentaron su misinde resistencia a las guerras dirigidas a reprimir las nuevas fuerzas revolucionarias en el TercerMundo... las dos naciones del Primer Mundo en las cuales emergieron los movimientos estudian-tiles masivos ms poderosos -los Estados Unidos y Francia- Seconvinieron en espacios polticosprivilegiados precisarnenre porque estos dos pases estaban involucrados en guerras coloniales...[...J. Los sesenta fueron, entonces, el perodo en que todos estos 'nativos' se convinieron en sereshumanos, tamo interna como externamente..." (jarneson, 1997: 18-19).

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    (Cueva, 1986), desde una voluntad revolucionario, redentorista, y unasensibilidad nihilista ante los cambios que se producen. Pero, al mismotiempo, ponen en entredicho la narrativa de la nacin ecuatoriana hastaese momento hegemnica, no desde un "deconstruccin" de sus supuestos,sino desde una exigencia tica plasmada en la figura del "compromiso" delintelectual. Ser al final del momento tznrzico donde emergen un conjun-to de objetos posibles para la dilucidacin crtica: la nacin, el capitalismo,el colonialismo, la cultura nacional.

    Estos esfuerzos reflexivos van a tomar varias rutas. Una de ellas, es laconstitucin de un campo de sociologa crtica cuya tarea es la desmitifica-cin de la 'ciencia oficial' y la fundamentacin de la accin poltica de losobreros. La nocin de crtica, en este contexto, es correlativa con el apareci-miento del objeto desarrollo del capitalismo. La denuncia a la explotacin ydominacin de la continuidad colonial en la Repblica van a encontrar enel desarrollo del capitalismo su posibilidad de inteligibilidad y los mediosnecesarios para justificar la accin poltica de una izquierda pragmtica. Elotro, el intento de construir un frente cultural de la revolucin, en cuya re-vista -La Bufanda del Sol, segunda poca- se vehiculiza, construye e ideo-logiza la operacin crtica, pero al mismo tiempo se percibe un conjuntode ensayos donde se construye una narrativa de los distintos momentosdialcticos de la nacin ecuatoriana. Un supuesto subyace, la imposibili-dad de la nacin en las estructuras del subdesarrollo y de la enajenacincapitalista, que va a determinar el modo de cuestionar sobre este objeto,con la finalidad de construir una modernidad sin capitalismo; en esta na-rrativa, el ejercicio de la crtica ideolgica a la literatura, una sociologa dela literatura, es proporcional a la denuncia a la dominacin ideolgica y a latarea de rastrear los momentos de aparicin de una voluntad nacional-po-pular de construccin de la nacin. Sin embargo, en el problema agrario,que aparece como un componente del objeto desarrollo del capitalismo,investigado con mayor rigurosidad y con el uso ms copioso del archivo, esdonde se va perfilando una modificacin del objeto.

    En nuestro pas la historia del pensamiento se ha llevado a cabo endos perspectivas: la primera, ha planteado la comprensin de las 'ideas',las 'representaciones sociales', los 'textos' (literarios o sociolgicos), desdela perspectiva de la teora marxista de la ideologa, como falsa conciencia

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    y lugar de objetivacin de la conciencia social y de los intereses de clase,revisado extensamente a lo largo de este trabajo. La segunda, se ubica en elmarco tradicional de la historia-de-las-ideas, expresado de modo concisoen los planteos formulados por Arturo Andrs Rog.

    Nuestro trabajo se aparta de ambas perspectivas, pues la historia delpensamiento como produccin de narrativas, al enfatizar la dimensinprctica conceptual de la produccin de los objetos de pensamiento como uneje gravitacional de las narraciones, sostiene la importancia de hacer expl-citos los supuestos que hacen posible esos objetos. Esto significa apartarsetanto de la historia como un juego de oposiciones -ciencia/ideologa-, dela filosofa del progreso como filosofa de la historia, como de la perspectivadel sujeto soberano de la conciencia.

    En su libro Esquemas para una historia de la filosofa ecuatoriana, Roigsostiene la necesidad de encarar la historicidad de las ideas desde el enfoquede la historia-de-las-ideas, en las que se analiza las "formas del pensamien-to, en particular el filosfico, como [una] forma del pensamiento social"(1982: 23). Propuesta que se inscribe en la bsqueda de la originalidad, lapeculiaridad y el carcter del pensamiento latinoamericano en que se em-pe la 'filosofa de lo americano' (en autores como Leopoldo Zea, Augus-to Salazar Bondy, entre otros). Para Roig, el saber filosfico es una prcticaque surge de la insercin del sujeto emprico en el devenir histrico, dondeel sujeto se "pone a s mismo como valioso"; esto es, el sujeto se convierteen agente de su propia historia en la que busca hacerse cargo de s mismo, apartir de la normatividad de lo que Roig denomina el 'a priori antropolgi-co'. "El a priori antropolgico, en cuanto es fundamentalmente un 'poner-se', exige el rescate de la cotidianidad, dentro de los marcos de sta ltimayes funcin contingente y no necesaria" (Roig, 1981: 12). El sujeto parahacerse cargo de s lucha por su reconocimiento en el terreno de la praxissocial. Para autoconstituirse como sujeto debe arribar a una toma de con-ciencia de su "circunstancia" no como un individuo singular, sino comoparte de un 'nosotros". Es decir, con el a priori antropolgico se centra la

    3 "...Ia filosofa cuyo comienzo slo es posible desde un auroreconocimienro de un sujeto comovalioso para s mismo, necesita, como dice Hegel en una valiosa tesis que habr de ser rescatadaen su JUSto sentido, de un 'pueblo', por donde el sujeto no es ni puede ser nunca un ser singular,sino un plural, no un 'yo', sino un 'nosotros', que se juega por eso mismo dentro del marco de las

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    preocupacin sobre el sujeto en el proceso de su autoreconocimiento enel juego de las estructuras sociales, especialmente aquellas que impiden alhombre humanizarse. Autoconstituirse como sujeto implica, entonces, unproceso de desalienacin, es un acto poltico. Con estos supuestos, elaborauna historia de las ideas latinoamericanas en las que indica los distintosmomentos de autoconciencia del sujeto latinoamericano.

    Del mismo modo, en Esquemas para una historia de lafilosofa ecuato-riana propone rastrear los distintos perodos del pensamiento ecuatoria-no en relacin a los momentos de estructuracin de la totalidad social.Comprende la filosofa como un saber normativo, donde se formula unademanda social de un sujeto en su proceso de autoreconocimiento. Demodo que la naturaleza del discurso filosfico est dado por el "momentojustificatorio", esto es, el papel que las categoras y los conceptos operan enla justificacin de la accin de una clase social y le provee de los elementospara estructurar una visin del mundo. "El quehacer filosfico no es nipuede ser ajeno a las caractersticas apcales de los modos de produccin ya las relaciones humanas que imponen" (Roig, 1982: 30). La formulacinde la "demanda" se encuentra imbricada en el proceso de la sociedad comoun todo, es decir, Roig busca la determinacin material, la estructura delmodo de produccin, el lugar desde el cual las ideas son producidas, y portanto, pueden ser explicadas. Finalmente, la periodizacin de las ideas estsometida a la periodizacin de los modos de produccin social. El pensa-miento filosfico, y las formas del pensamiento social estn determinados,en 'ltima instancia', por las contradicciones en la estructura de la produc-cin. De manera que la filosofa, yel pensamiento social, no estn ajenosal conflicto ideolgico, pero tiene la capacidad (la filosofa) de reconocersus condicionamientos sociales desde donde elabora su discurso, esto es,"permite mostrar al pensamiento en su doble situacin de condicionado ycondicionante, como tambin su doble funcin de saber ideolgico y desaber crtico" (Roig, 1982: 41).

    Un ejemplo de la propuesta de Roig es "el paso del trabajo servil y es-clavista, al trabajo asalariado" que hace posible la produccin del discursoliberal. El liberalismo nace con el combate al trabajo servil, y justifica la

    contradicciones sociales. en relacin con las que se estructura el mundo de cdigos y subcdigos"(Roig. 1981: 15).

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    nueva estructura de dominacin que favorece a la burguesa emergente enel Ecuador y que va a tomar cuerpo en la 'obra' de Jos Peralta y de Belisa-rio Quevedo. La historia de las ideas, en esta perspectiva, enfatiza el proce-so de constitucin de un sujeto en la toma de conciencia de su sujetidad enla totalidad de la estructura social", La filosofa, de este modo, cumple unpapel de fundamentacin de una 'visin del mundo' no de problematiza-cin, La propuesta de llevar adelante investigaciones en la perspectiva de lahistoria-de-las-deas se la realiza en el Ecuador a finales de la dcada de losaos sesenta, insertado en el marco de la cuestin nacional, o de la culturanacional, y de la interpelacin por la constitucin de una autntica culturanacional", La emergencia de la historia-de-las-ideas no est separada deun impulso nacionalista al preguntarse sobre las posibilidades reales de laconstruccin de una cultura nacional las que deban ser rastreadas en elpasado con la recuperacin de las formas de pensamiento que contribuyana la creacin de una cultura autntica. Sin embargo, Roig no se ubica en latesitura crtica que construy la izquierda en el pas, pero converge con ellaen la preocupacin acerca de un 'sujeto latinoamericano' que slo alcanza-r plenamente su autoconciencia y reconocimiento con la des-enajenacinde la continuidad colonial en las estructuras del subdesarrollo.

    Uno de los lmites en la 'analtica' de la historia-de-las-ideas se encuen-tra justamente en uno de los supuestos de su operacin: la constitucin delsujeto a travs de una toma de conciencia de su circunstancia histrico so-cial, a partir del uso de un 'sistema de cdigos' que opera como mediacinentre la conciencia y las circunstancias. Al definir el lenguaje como media-cin se enfatiza en su carcter instrumental. "No hay hechos econmicos osociales en bruto, sin la mediacin de las formas lingsticas" (Roig, 1981:42), cuya ltima estructura se enunciara en forma de 'juicios de valor'. Sinduda, el sujeto es concebido como autoconciencia, como principio fun-dante del lenguaje y del sentido, en el que se reconoce intencionalidad en

    4 "As. pues. el 'ponernos a nosotros mismos como valiosos' se cumple desde un determinadohorizome de comprensin. condicionado por cierto social y epocalmeme. El 'nosotros tiene deeste modo su historia y su sentido. En cuanto signo lingstico de naturaleza dectica slo puedeser puesto de manifiesto a partir del sealamiemo del sujeto histrico que lo enuncia" (Roig,1891: 22).

    5 Estos planteamientos tornaron cuerpo con la publicacin de la Biblioteca Bsica del PensamientoEcuatoriano editado por el Banco Central del Ecuador.

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    el discurso y en la accin. La historia-de-las-ideas, en este marco, plantea ladescripcin de la intencionalidad de un sujeto en un contexto discursivo.A pesar de lo dicho, Roig reconoce la importancia de la dimensin simb-lica y discursiva de los procesos histricos; sin embargo, se queda a mediocamino de una ruptura con la filosofa ilustrada de la conciencia al afirmarel carcter normativo del a priori antropolgico.

    La crtica a la historia-de-las-ideas se ha elaborado desde distintos cam-pos y perspectivas. Con el planteamiento de la historia de los lenguajespolticos, elaborado por el historiador intelectual argentino Elas Palri, seproblematiza la historia-tradicional-de-las-ideas al cuestionar el esquemade 'modelos' y 'desviaciones' que form parte del universo conceptual dela filosofa de lo americano y que se empe en identificar la singularidaddel 'pensamiento latinoamericano' en el contexto de la cultura occidental;especficamente su crtica se concentra en Leopoldo Zea. En su trabajoacerca de la historia del positivismo en Mxico, Zea plantea las dificultadesde estudiar las 'corrientes universales' en los pases perifricos de occidente.Aunque esta corriente, el positivismo, es 'ajeno' a la circunstancia llamadaMxico, sirvi para imponer un nuevo orden, el correspondiente al ascensode la burguesa.

    Lo verdaderamente relevante -para este modelo- no son ya las posibles'aportaciones mexicanas' (y latinoamericanas) al pensamiento en general,sino, por el contrario, sus 'yerros'; en fin, el tipo de refracciones que su-frieron las ideas europeas cuando fueron trasplantadas a esta regin (Palri,2007: 24).

    De ah el nfasis puesto en dar cuenta de las "desviaciones", ya sea centradoen la estructura centro-periferia, ya en el culturalismo que identifica esen-cia -las 'idiosincrasias'-, o en las peculiaridades locales, nacionales, de lasideas, o de las culturas:

    Mientras que los 'modelos' de pensamiento (los 'tipos ideales'), considera-dos en SI mismos, aparecen como perfectamente consistentes, lgicamenteintegrados y, por tanto, definibles a priori [...] las culturas locales, en tantosustratos permanentes (el etbos hispnico), son, por definicin, esencias es-

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    Introduccin

    tticas. El resultado es una narrativa seudohistrica que conecta dos abs-tracciones (Palti, 2007: 38).

    Este esquema, modelos/desviacin, se sostiene en una comprensin euro-cntrica y teleolgica, pues 'europa' opera como un principio epistemol-gico implcito de la historia-de-las-ideas.

    En el inters por despojar a la 'historia poltico-intelectual' latinoa-mericana de los supuestos teleolgicos, Palti replantea la nocin de tex-to como factor de produccin de realidad. El predominio referencial almomento de analizar los textos es uno de los supuestos cuestionados a lahistoria-de-las-ideas. Pues, al reducir a las ideas a ser un epifenmeno delas estructuras sociales, lo que se pierde es la dimensin performativa -enla esfera pblica- de los discursos; particularmente, las 'marcas lingsti-cas' de la transformacin de los 'contextos de enunciacin' (Palti, 2007:43); reduccin a partir de la cual las ideas son explicadas desde 'fuera' (laeconoma, los cambios estructurales, la accin intencional de los sujetos)que lleva a considerar la temporalidad de las ideas como condicionadas alas mutaciones de las estructuras sociales; del mismo modo esta reduccinhace operar la analtica en una preocupacin exclusivamente situada enlos contenidos de los textos, descuidndose los modos de su articulacinpblica. La historia de los lenguajes polticos planteada por Palri al consi-derar el aspecto performativo de los discursos, los considera a estos comoun componente de la realidad. De manera que no se trata de decir culesson los 'contenidos' de un texto, sino de rastrear la dimensin pragmticapor los cuales esos textos fueron producidos, es decir, "la comprensin delos textos como acciones simblicas, actos de habla siempre incrustados encontextos pragmticos especficos de enunciacin" (Palti, 200sb: 36). Unode los aspectos en esta comprensin es el reconocimiento del carcter con-tingente de los supuestos de los lenguajes polticos, de su irreversibilidadtemporal e incompletud de los 'sistemas conceptuales', pero sin descuidarla lgica de su articulacin pblica. De este modo plantea que:

    lo que busca la historia intelectual no es determinar cmo cambiaronlas ideas de los sujetos, sino cmo se transformaron, objetivamente, lascondiciones de su enunciacin, cmo se desplazaron aquella coordenadas

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    en funcin de las cuales se desplegara el accionar poltico y social (Palti,2010: 123).

    A pesar de la crtica a los aspectos teleolgicos de la historia-de-las-ideas latinoamericanos, los umbrales de historicidad que determinan latemporalidad de los lenguajes polticos estn dados por la irrupcin de losacontecimientos polticos que modifican los contextos de enunciacin delos lenguajes polticos.

    La pesquisa de la historia del pensamiento no va en bsqueda de lascategoras universales abstractas del pensamiento o ejecuta una descripcinde uno de sus momentos particulares en una suerte de localizar el momen-to fenomnico de una sustancia. Por el contrario, se destaca la temporali-dad de los conceptos, de las categoras, de los enunciados y de los objetosde pensamiento; estas son construcciones histrico-sociales que emergenen el interior de los campos de poder especficos. Lo que exige estar enguardia con los supuestos teleolgicos de la filosofa de la historia que seimpuso en la modernidad capitalista, la del progreso y del sujeto sustancial.En guardia desde la radicalidad historicidad de las figuras y de los objetosdel pensamiento, ya que slo lo muerto puede alcanzar una definicin est-tica, o como dice Nietzsche, "slo lo que no tiene historia puede definirse".De manera que la labor que lleva a cabo la historia del pensamiento es laexplicitacin de un conjunto de prcticas discursivas que de modo regular,estructurado en un conjunto de reglas, supuestos, definen un campo deobjetos y el modo de su conocimiento; un orden en el campo del saber quedefine los principios de verdad de los enunciados, aquello que est o nolocalizado "en la verdad" (Foucault, 1999a).

    A diferencia de la historia de los lenguajes polticos, la historia del pen-samiento persigue la construccin de los objetos en las querellas en las quese encuentran sumergidos en la produccin de sus categoras estructura-doras de visibilidad/inteligibilidad y de las fronteras con las institucionespolticas; pues, los objetos de pensamiento no emergen del vaco o de lavoluntad de los sujetos conscientes, sino que surgen en un universo discur-sivo y en campos de poder especficos. Se trata de encontrar, y describir,el conjunto de supuestos desde los cuales se ha construido un problematerico o histrico, puesto que los campos de visibilidad/inteligibilidad

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    Introduccin

    son histricos. Se trata de advertir que detrs de la disputa por la definicinde un concepto, o de las maneras ms adecuadas de describir y explicar unobjeto, lo que est en disputa es el horizonte de sentido; en otros trminos,aquello que se va considerar como lo valioso, lo imprescindible, lo legtimode un momento histrico. "Esa querella de interpretaciones es tambinuna querella sobre la manera de determinar qu cosa del orden del mundopuede o no ser cambiada" (Ranciere, 2Ga). En este sentido, una

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    como 'el desarrollo del capitalismo' y articulado a ste, 'la cuestin agraria'y la 'cultura nacional', hacen posible la escritura de una narrativa histrica-poltica del Ecuador en esos aos.

    De ah que los interrogantes que efecta la historia del pensamientosean en un mismo acto epistemolgicos e histricos, puesto que la visibi-lidad es un acontecimiento histrico en s mismo; lo que permite sosteneruna mirada procesual de los procesos de conformacin de los objetos y delas narrativas, y afirmar el carcter contingente de la premisas en un cam-po de visibilidad/inteligibilidad. Las narrativas son un punto nodal en laconfiguracin de un orden de lo sensible, pues ste, segn Ranciere, con-tribuyen a producir modos especficos de identificacin de los procesos, delos 'sujetos' y del espacio de lo posible.

    Los enunciados polticos o literarios tienen efecto sobre lo real. Ellos defi-nen modelos de palabra o de accin, pero tambin regmenes de intensi-dad sensible. Construyen mapas de lo visible, trayectorias entre lo visibley lo decible, relaciones entre modos de ser, modos del hacer y modos deldecir. Definen variaciones de intensidades sensibles, percepciones y capa-cidades de los cuerpos (Ranciere, 2009: 49).

    Existe una estrecha vinculacin entre un orden de lo sensible con las narra-tivas, pues, stas ltimas le proporcionan espacios de visibilidad/inteligi-bilidad, lo imaginario y de lo imposible. Al cuestionar los supuesros de losobjetos se pone en cuestin las narrativas. Sin embargo, hay objetos quepueden ser abandonados por efectos en la modificacin de la hegemonapoltica, el predominio del neoliberalismo, y perder su centralidad a lamirada escrutadora, pues han surgido otros objetos de interrogacin. Nohay retorno a los 'objetos' abandonados, sino discontinuidad; 'retornar' noes un asunto de curiosidad 'arqueolgica",

    El material que se ha usado para llevar a cabo esta investigacin es,primordialmente, fuentes primarias. Libros, artculos, revistas que circula-

    6 En un trabajo en preparacin, que ser publicado ms adelante, se expondr con mayor amplitudlos problemas y las dificultades de hacer historia del pmsammto como el que se ha sealado rpi-damente en la introduccin a este trabajo y que form parte de la tesis doctoral. Al respecto, sinembargo, para un acercamiento sobre esta problemtica puede consultarse el ensayo "Campo devisibilidad y produccin de narrativas" de mi aurora.

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    Introduccin

    ron en el campo de la izquierda. Se hace uso de poco material secundariosobre el perodo, pues, por paradjico que parezca, los ensayos crticos quese han producido sobre ese periodo son escrituras de sus propios prota-gonistas, lo que nos ha servido inestimablernente para dar cuenta de unaconfiguracin de lo pensable.

    El presente libro tiene su origen en la tesis docroral. En la realizacin deeste trabajo he contado con el apoyo de distintas personas e instituciones.Eduardo Kingman Garcs, tutor de la tesis, quien con numerosas -y lar-gas- sesiones de trabajo, apoyo intelectual, hospitalidad crtica y generosaamistad contribuy para hacer posible la ejecucin de esta investigacin.Las conversaciones permanentes mantenidas con Ivn Carvajal quien, congenerosidad, a travs de narraciones y reflexiones crticas contribuyeron aimaginar la radicalidad utpica de los aos sesenta y setenta en el Ecuador,que me permitieron comprender aspectos de esos aos que no son fcilde encontrar en los documentos, ensayos y libros. Andrs Guerrero Barbapor sus sugerencias, comentarios y crticas al proyecto de investigacin.A Beatriz Miranda y Rafael Romero por sus crticas, sugerencias y largasconversaciones mantenidas en estos aos. Tambin cont con el apoyo ins-titucional de FLACSO con una beca de investigacin doctoral; al apoyorecibido en la Facultad de Comunicacin Social de la Universidad Centraldel Ecuador, y a su Decano Fernando Lpez, para hacer uso del ao sa-btico que facilit la investigacin en archivos. A Gabriela Sarzosa por lacuidadosa transcripcin de las grabaciones.

    Quiero agradecer a Elizabeth Arauz Ortega por su cario, su generosapaciencia y apoyo permanente en la realizacin de la investigacin y deltiempo dedicado a la escritura de este trabajo, como a sus hijos Paulo yMateo Len quienes me entregaron hospitalidad, cario y apoyo. Su pre-sencia y compaa en estos aos me han regalado mucha alegra.

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    Captulo 1El momento tzntzico

    "Toda circunstancia histrica presentada dialcticamente se polariza y setransforma en un campo de fuerza en el cual se representa el conflicto

    entre la prehistoria y la posthistoria".Walter Benjamn

    Si consideramos que una "poca se subjetiva en sus textos" (Badiou, 2009),esto es, los textos como lugar de objetivacin de categoras del pensamien-to y de la prctica, adems de ser testimonio del cmo pens sus ideas unmomento histrico concreto, -sin reducir los textos a un catlogo orga-nizado por temticas, sino a modos de problematizacin- la historia delpensamiento se enfrenta con un laberinto heterogneo de textos. Que unapoca se subjetiva en sus textos, no se refiere a una impresin mecnicade palabras-reflejos de la 'conciencia' en una escritura; el texto no es latranscripcin de una voz, de una conciencia, de una voluntad (Derrida,1994). Al afirmar que un texto es el efecto de una prctica de subjetivacinlo que se abre es la posibilidad de la interrogacin: qu se pens, cmofueron razonados esos pensamientos y si existe continuidad o ruptura conlas narraciones anteriores. Los textos, son artefactos culturales, diagramasde comprensin e interpretacin, de apropiacin y de definicin de losacontecimientos y hacen objetivables los horizontes conceptuales con losque se piensa. De este modo, la subjetivacin de un 'poca' no se localizasolamente en los textos escritos, sino en el conjunto de las prcticas hu-manas de objetivacin. Edwin Panofsky, en su libro sobre el pensamiento

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    escolstico y la arquitectura gtica, encontraba una relacin de continui-dad en formas de objetivacin diferenciadas de los principios escolsticosde comprensin del mundo.

    Enfrentar la tarea de realizar una reconstruccin de un momento delpensamiento crticonos exige preguntarnos, aunque sea de modo provisio-nal, acerca del lugar de la herencia, esto es, cmo asumimos las configura-ciones conceptuales, narrativas, acumuladas bajo la forma de una tradicinintelectual, cultural y poltica, y que opera como un saber acumulado ydisponible. No se piensa y se investiga por fuera de un horizonte discursi-vo, esto es sin una superficie marcada por las preocupaciones y lenguajesconceptuales que ha creado una tradicin. Cmo se constituye histrica-mente sta? Cules son las bases, legtimas y no legtimas, de su autoridad?

    El trabajo sobre la herencia del pensamiento, o los dispositivos con-ceptuales construidos en el pasado, pero redefinidos constantemente paraenfrentar un cierto tipo de problemas es un acto polmico. Toda herenciaintelectual no es un dato evidente y transparente en s misma, sino unlugar problemtico; esto es, un campo de conflicto, un campo de fuerzashistrico en que est en juego el fundamento de la verdad, que no se re-duce a una querella de las interpretaciones, sino que, adems, es un modode encarar el sentido sobre el orden de las cosas del mundo y sobre laposibilidad o no de cambiarlas. Por otra, al tratar de resolver los sentidosposibles de una herencia intelectual se produce efectos discursivos sobre lamanera de decir, pensar, sentir y actuar en el mundo de la vida cotidiana,ya travs de ella, en los dispositivos discursivos contemporneos con loscuales se significa los acontecimientos histricos y se visibilizan los proce-sos intelectuales, polticos y sociales. En este sentido, la nocin de herencianos plantea una doble exhortacin: saber reconocer lo que viene antes denosotros y que nos llega sin que hayamos intervenido en su seleccin; y,nos plantea la exigente responsabilidad de hacernos cargo del pasado desdelas problemticas con las cuales enfrentamos la inteligibilidad del presente.Por tanto, el recibir nos exige seleccionar; es, en este sentido, una demandacontradictoria, pero no puede ser de otra manera (Derrida, Roudinesco,2005: 12-13). Si se recibe sin tener la exigencia de seleccionar estamosfrente a una relacin religiosa, monumental, con esa herencia. Interrogaro dilucidar la herencia intelectual, que se nos presenta en forma de una

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    Captulo 1. El momento tznnico

    hacia el futuro. Re-escribir la historia pasa a significar la explicitacin cr-tica de la persistencia de los mecanismos de dominacin coloniales entre-mezclados con los de la dominacin capitalista.

    El colonialismo, como acontecimiento capital, ha hecho posible, sedijo, "la presencia continuada de dos culturas", hecho por el cual ni eldesarrollo del capitalismo, que subsume la divisin estamental y culturalde la colonia, ha logrado constituir una "totalidad en sentido pleno". Lasfronteras de estas culturas, estamentales, clasistas, tnicas y culturales, enun mismo acto, son poco permeables y favorables al intercambio. Estadeterminacin estructural se expresa, para Cueva, en las posibilidades ylos lmites de la novela indigenista, "en el que es notoria la dificultad delnovelista de penetrar en el para s ajeno" (Cueva, 1965c: 118; nfasis mo).La posibilidad de una 'novela indgena' es casi inexistente,

    Yo, por mi parte, me temo que nunca venga. Los indgenas estarn en lacapacidad de producir literatura cuando hayan alcanzado un cierto nivelcultural. Pero ese nivel que tienen que alcanzar no es precisamente indge-na: es mestizo (Cueva, 1965c: 119, nfasis de Cueva).

    Esta literatura describe desde el exterior a los indios, los retrata. El otro esinconmensurable. En este sentido, "El indigenismo no ha sido una literaturacomprensiva sino una literatura explicativa". La literatura, opera en Cuevacomo un pretexto para el ejercicio de la crtica. Aunque se juzgan los valo-res estilsticos y narrativos de las novelas, su mayor utilidad se encuentra enser el lugar de objetivacin de los antagonismos reales. Como se observa, elejercicio de la crtica va de la literatura a la cultura ecuatoriana, la 'uncinsocial de los intelectuales a dar cuenta de las determinaciones del pasado.La crtica tiene como tarea contribuir a la emancipacin de las mayoras. Ladiscusin sobre el indigenismo es, ante todo, un hecho poltico: se discute lanecesidad de la des-identificacin con el mundo de lahacienda, pero desde elarchivo literario. La des-identificacin es un acto de poner en duda un ordende lo visible/inteligible con la germinacin de posibilidades imposibles, porejemplo, una cultura plenamente mestiza. Al igual que la crtica, la polticaescomprendida como una preocupacin por los problemas colectivos, por elpueblo. La actividad poltica no se desconecta con el pasado.

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  • sistemtico, su exploracin fue, ms bien, fragmentada y dispersa. A pesarde reconocer la radical exigencia de revisar los fundamentos que hasta esemomento se han considerado como vlidos, de la exigencia de reemplazaruna cosmovisin por otra (Tinajero, 1965b), lo que se va a consolidar es unavisin de la temporalidad como progreso. Aunque se parta, como en e! casode Tinajero, de una concepcin antropolgica en la que se afirma el trabajocomo principio de la transformacin material; ya que esto define al 'hombre'en su 'quehacer' y lo sita en un mundo de relaciones de modelaciones socio-histricas, y, por tanto, le hace al hombre un ser que hereda.

    La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    Considerar la persistencia de las formas coloniales exige una nocinacerca de la temporalidad, la que estuvo inscrita en una comprensin releo-lgica, lineal, ascendente de la historia propia de la categora de progreso.Preguntarse sobre su significado no es una tarea que slo concierne a lahistoriografa, sino, ante todo, a la voluntad de proyectarse, de trascender.Si toda indagacin acerca de! pasado se realiza desde una perspectiva delpresente, se lo efecta con e! nico objetivo de proyectar un futuro22 Sinembargo, la historia es comprendida como un proyectarse de la naturalezahumana atravesada por la contingencia y regida por la "intencionalidad dela conciencia". La crtica de nuestra condicin exige la historicidad de lo quehan hecho de nosotros, esto es, hacer la historia de la 'cultura ecuatoriana'.

    Si queremos saber cul es nuestra condicin, no nos basta mirarla y anali-zarlaen lo que es, sino que debemos hurgar en sus entraas para descubrirculesfueron lasacciones que en elpasado posibilitaron lo que hoyes. Conello, evidentemente, no seremoscapaces de modificarel pasado, en tanto lya no es una genuina realidad,pero, en cierta medida, nos serdable alterarel sentido de las posibilidades de las cuales ha surgido nuestra condicin.As asumiremos una responsabilidad, no slo sobre nuestro presente, sinoan sobre nuestro pasado y, naturalmente, sobre nuestro futuro. Y aqunace la severa moral de la historia (Tinajero, 1965: 41).

    Lo que encontramos es una comprensin lineal, ascendente, de la tempo-ralidad histrica. A pesar de estas notas, la reflexin crtica sobre la historiaes casi desierta. De hecho, en esta dcada no existen materiales de unareflexin ya sea desde la filosofa de la historia, menos an desde una pers-pectiva que comprenda la historia como contingencia".

    El advenimiento de la modernidad capitalista hace de la historia un pro-blema, una necesidad reflexiva capaz de dar cuenta de las transformacionesen curso. Sin embargo, no se puede afirmar que fue objeto de un tratamiento22 "Filosofar sobre la historia es re-encontrar lo qu~ somos (el presente) y cmosomos (nuestra situa-

    cin). para decidir lo que seremos (el porvenir). Por eso, paradjicamente, ms que una ocupacindel pasado. la historia es ocupacin del preseme y del fututo" (Tinajero, 1965: 28. nfasis deTinajero).

    23 Los trabajos de reflexin acerca de la historia, de la conciencia histrica y del tiempo histrico des-de una perspectiva prxima al marxismo, as como de filosofa de la historia, emergern a finalesde la dcada de los aos serenra, Al respecto puede consultarse, Agoglia (1980}.

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    Captulo I. El momento nnnico

    Nuestros antepasados hicieron con su esfuerzo un mundo y nos lo legaron;pero nosotros, al recibirlo, lo hacemos con beneficio de inventario: des-echamos muchas de las cosas que nuestros antepasados nos dejaron y en sulugar hacemos otras nuevas. Por esa formidable y fundamental ingratitudhistrica el mundo progresa. ...Entre el antes y el despus se da un procesode cambio cuyo agente es el hombre, y a ese proceso, que representa elmundo propiamente humano, solemos llamar historia (Tinajero, 1965:277, nfasisde Tinajero).

    Pero fundamentalmente aquello que define al hombre es el cogito, esto en-tendido como la capacidad de adquirir conciencia de s mismo, de su mun-do y de los fines que cada 'poca' le impone. Inscrita en una clave ilustradaacerca del devenir histrico se reconoce la relevancia de la subjetividadindividual como componente necesario de este proceso. En un mundodonde se resquebraja el rgimen de la hacienda y con ello algunas de lascomprensiones teolgicas de la historia no es extrao que se destaque laindividualidad como fuerza creadora capaz de vincularnos con la totalidad.

    La historia, entonces, pasa a ser comprendida como un proceso cons-tante de liberacin en cuyo centro se encuentra e! problema de la libertad",

    24 "La libertad que hoy debemos concebir no es ningn ente absoluto ni abstracto, sino un continuoejercicio de la conciencia individual. El hombre es libre, se hace libre por su ptopia eleccin ... Loque s debemos agregar es que no se puede aceptar simultneamente que el hombre comience aser autnticamente tal en el cogito. por la toma de conciencia de s mismo, y que su vida sea unanfima fase del proceso universal de la realizacin de la libertad... [ms adelante]. Por 10que hemosdicho nos autoriza ya a afirmar que, si la libertad no es nada a priori sino una categora propia de laestructura del hombre individual, la historia es un proceso de liberacin por qu? Sencillamenteporque el hombre, cada hombre, hace su vida, su libertad. y al hacerla, hace la historia. Frente a

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  • La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    "El problema de la libertad ocupa el centro de la cuestin de la historia"(Tinajero, 1965b). El horizonte de la libertad va a tener como fundamentolas transformaciones que son posible por la tcnica, ya que sta, al des-naturalizar el mundo, "lo vuelve ms humano, histrico y cultural" (Ti-najero, 1965b). Sin embargo, la comprensin metafsica de la historia quepodemos percibir en este escrito no escapa de un suelo teolgico, pues lacomprensin de la historia como progreso, como juez futuro, como 'sujeto'se constituye en una figura extrema desde la cual se valorarn los compro-misos. Estar con la historia o dar la espalda se constituir en una matrizvalorativa. La historia como sujeto slo puede entenderse en el marco deuna comprensin teleolgica-progreso -ya sea lineal o dialctica. Parad-jicamente W. Benjamn, dos dcadas atrs, las haba puesto en duda, y los'jvenes intelectuales' al estar atentos a los acontecimientos revolucionariosa cules adherirse dejaron de reflexionar sobre esta categora moderna. Si,como dice Tinajero, es la categora que define nuestra poca, se la asumedesde una voluntad metafsica de despertar en el advenir del futuro, quearribara ya prefigurado.

    La necesidad de ir articulando una teora de la revolucin se percibe demodo ms intenso en los escritos, de estos aos, del 'joven' filsofo BolvarEcheverra. En la revista Pucuna 6 (Echeverra, 1965b), ste va a dilucidaracerca de la conciencia revolucionaria como factor de la transformacin re-volucionaria. La crtica a los valores del capitalismo tiene que ser un enjui-ciamiento radical cuya analtica es la economa poltica fundada por Marx.

    Laconciencia revolucionaria tiene necesariamenteque ser el enjuiciamien-to ms radicalde toda organizacin interna de dicho modo de produccin.Es por eso que slo el anlisis econmico poltico minucioso de un modode produccin determinado nos puede indicar que estructura puede tenerla conciencia revolucionaria en un momento y un sitios determinados ycules van a ser sus contenidos concretos (Echeverra, 1965b).

    Para este autor, la 'conciencia' ya no se comprende solamente como unefecto en la superestructura de los cambios en la infraestructura, se le reco-

    la tesis hegeliana que afirma un proceso creciente de una libertad csmica, afirmamos nosotros elproceso creciente de una libertad individual, singular" (Tinajero, 1965b: 282-283).

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    Capitulo 1. El momento ttntzico

    noce cierta 'injerencia' en los cambios sociales, de manera que desarrollar laconciencia de las masas, del pueblo, se va a convertir en un asunto poltico.El desarrollo de esta 'conciencia' no es un hecho que slo puede suceder aun nivel local, nacional, sino que forma parte del 'despertar' de AmricaLatina y de los pases del llamado Tercer Mundo. Posibilidad abierta, portanto, para salir de la pre-historia humana identificada, con Marx, con elmodo de produccin capitalista.

    AmricaLatina [...] tiene ante s el planteamiento y la solucin de la con-tradiccin culminante a que ha llegado la 'pre-historia' humana: la con-tradiccin inherente al modo de produccin capitalista....Ia concienciarevolucionaria latinoamericana, cuyo surgimiento coincide con el des-cubrimiento del sentido del modo de produccin imperialista, tiene, ne-cesariamente, que poner en cuestin la relacin ntima de apropiacin yla actitud interpretativa de invocacin religiosa. Este, precisamente, es elsentido universal que va presidiendo la constitucin de la conciencia revo-lucionaria en Amrica Latina (Echeverra, 1965a25) .

    La revolucin va a considerarse como la posibilidad de salir de la prehis-toria, de la premodernidad, para entrar al reino de la modernidad capazde superar la condicin del hombre premoderno, su condicin alienada,esto es, su persistencia en formas coloniales de vida. Se puede intuir que lasreflexiones de finales de los aos ochenta, que lleva adelante Echeverra, enla que se plantea la posibilidad de imaginar una modernidad no capitalistatiene como su punto de partida estas dcadas.

    Al ao siguiente, la revista Indoamrica da a conocer un fragmento de latesis de grado presentada por Echeverra en la Universidad Libre de Berlndonde busca fundamentar las caractersticas de los movimientos revolu-cionarios del Tercer Mundo (Echeverra, 1966). La revolucin, al decirde Echeverra, es actual; actualidad determinada por la presencia de losmovimientos revolucionarios como un componente importante de la es-tructura social de los pases del tercer mundo. Esta presencia se acenta

    25 Para una revisin de la trayecroria intelectual de Echeverra se puede ver (Gandler, 2007: 83- 38).Gandler sostiene la existencia de un "crculo de Quito" (89) en la que estaran Ulises Estrella, Fer-nando Tinajero, Ivn Carvajal, Luis Corral, con la colaboracin de Agustn Cueva. Planteamientocon el cual no nos encontramos de acuerdo.

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    por la defensa del imperialismo de sus intereses como en los casos de Cuba(1961) o Vietnam (1964-65). Estos movimientos ponen en evidencia lascontradicciones a nivel mundial en la fase imperialista que ha generadolas condiciones del "surgimiento de la conciencia revoluconaria'" en lospases del tercer mundo cuyo objetivo es la conquista de la "liberacin delpueblo, al triunfo de los objetivos de la revolucin". El anti-imperialisrnoconstituye una de las caractersticas esenciales de estos movimientos y elconocimiento de sus peculiaridades una demanda implcita,

    Cmo pueden, entonces, los movimientos revolucionarios del TercerMundo fundamentar una estrategia vlida para su accin sin el conoci-miento preciso de las peculiaridades econmicas y polticas de la pocaimperialista? (Echeverra, 1966: 47).

    El desciframiento de la estructura y funcionamiento del imperialismo esvital para conseguir las estrategias adecuadas en la transformacin revolu-cionaria, ms an, para ello es necesario continuar con la tradicin econ-mico-poltica desarrollada por Marx y Lenin, con la finalidad de arribara una comprensin del "imperialismo como modo total de produccin"(Echeverra, 1966: 48). La propuesta de comprensin del imperialismocomo modo de produccin mundial slo es comprensible si se recuerdauna de las exigencias de la analtica marxista: considerar las peculiaridadessingulares desde la totalidad histrica. De manera que las revoluciones na-cionales, por la construccin de la nacin en los pases del tercer mundo,y la lucha anti-irnperialista no entran en contradiccin, pues, son dos "ob-jetivos idnticos para los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo"por tanto, la revolucin comunista es "internacionalista y nacionalista si-multneamente" (Echeverra, 1966: 48).

    En Echeverra, la nacin -su posibilidad- es pensada desde el contextomundial imperialista, dentro de la cual las burguesas nacionales cumplenel papel de socios secundarios, 'intermedias', al encontrarse subsumidas -

    26 "El hecho de que la posibilidad para el surgimiento de la conciencia revolucionaria anticapitalistase de en 105 pases de desarrollo econmico estancado...indica tambin que, con la transformacindel capitalismo nacional en imperialismo, el proceso de acumulacin y concentracin del capital ...ha adquirido un modo nuevo y peculiar de funcionamiento" (Echeverra, 1966: 47).

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    Captulo l. El momento tzntzico

    real y formalmente- al capital internacional. De manera que conquistar el"poder real" significa desplazar a las burguesas neocoloniales de los aparatosdel Estado y de la economa.

    La conquista del poder real en una nacin del Tercer Mundo no consis-te, pues, en la era usurpacin del 'poder' de la burguesa neocolonial...los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo comprenden que, enla situacin que les impone el imperialismo, conquistar el poder significaconstruirlo firme y pacientemente, antes, durante y despus de la guerra deliberacirr" (Echeverra, 1966: 50, nfasis de Echeverra).

    Sealado el desafo de la construccin revolucionaria en el contexto de lascontradicciones imperialistas, es importante reconocer estas exigencias: laorganizacin de las fuerzas armadas de la liberacin nacional y la laborpedaggica que stas asumen en la guerra revolucionaria; una poltica dealianzas con la 'burguesa neocolonial' que asumen posturas antiimperia-listas 'oportunistas'; el desarrollo de una 'teora econmica' favorable alsocialismo, y, por ltimo, desarrollar el internacionalismo proletario, estoes alianzas y conexiones con los movimientos revolucionarios del TercerMundo (Echeverra, 1966: 50-51). De esta manera se sintetiza la exigenciaque aos anteriores estuvo 'sobreentendida': vincular la tareas crticas delintelectual comprometido a las ideologas de la dominacin con la posibi-lidad de la revolucin, para Echeverra, de carcter comunista.

    En este trnsito, sin embargo, emerge la pregunta por la nacin. Nacio-nalismo, nacin y revolucin van poco a poco tejiendo una comprensinsobre la historicidad. Se recalca permanentemente la importancia de 'salirdel subdesarrollo' -lo que tambin significa salir del colonialismo- como la

    27 El prrafo completo dice: "La conquista del poder real de una nacin del Tercer Mundo no con-siste, pues, en la mera usurpacin del 'poder' de la burguesa neocolonial. Es verdad que la victoriasobre el ejrcito regular de esta burguesa y de los interventores imperialistas significa un golpedecisivo en el camino a dicha conquista. Mas tal victoria es realmente efectiva slo como conse-cuencia de una victoria ms sutil y ms amplia en el seno de las masas proletarias y en el contextode las contradicciones internacionales imperialistas y slo como preliminar de una tarea efectivade desarrollo econmico, asegurada por una dictadura democrtica de la clase trabajadora y por elapoyo del socialista internacional. Los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo comprendeque, en la situacin que le impone el imperialismo, conquistarelpoder significaconstruirlofirme ypacientemente, ames, durante y despus de la guerra de liberacin" (Echeverra, 1966: 50, nfasisde Echeverra).

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  • Captulo I. El momento tzntzico

    un objeto va ms all de la coyuntura, a la que nos remite inexorablementelasecuencia cronolgica, y responde a procesos de temporalidades diferen-tes, a distintos estratos del tiempo (Koselleck, 2001). La emergencia de unobjeto del saber atraviesa por un proceso de fractura del orden visible an-terior que puede durar algunas dcadas, el cual consiste de una sistemticadestruccin del orden de los conceptos, de sus objetivaciones y de las teori-zaciones que lo acompaan. A este momento de ruptura lo hemos llamadoel momento tzdntzico donde se cuestiona un orden de lo visible y de lopensable que abri las condiciones de emergencia para el aparecimiento denuevos objetos del saber para la crtica. Esta es una de las caractersticas deeste momento, de ah que encontremos formulaciones cuya ambigedadparecen volverse inteligibles solamente en el momento previo.

    La pregunta sobre las tareas del intelectual comprometido va a conti-nuar a lo largo de esta dcada llegando en algunos casos a tener un mar-cado 'dogmatismo' y de un fuerte desconocimiento de los debates msamplios que se estaban desarrollando en ese momento en Europa y Am-rica Latina, por ejemplo, en el campo de las artes. Lo que se busc recal-car es el compromiso, muchas de las veces entendido de modo mecnicoy religioso, con la transformacin radical de la sociedad. Alejarse de las'masas', del 'hombre comn', fue considerado una suerte de 'traicin', de'aburguesamiento', de los artistas o intelectuales. La exigencia fue hablarel lenguaje del pueblo. Enunciado emprico, pues se supona que el puebloestaba claramente identificado con los obreros, los campesinos, los traba-jadores, olvidndose que esta categora poltica es una construccin y unobjeto de la lucha poltica. El arte decorativo de los ambientes de burguesesno contribua en nada al incremento y la toma de conciencia.

    y no es que quiera atacar las modalidades abstraccionistas, geomtricaso informalistas -dice Ulises Estrella al llamar la 'atencin' de los pintoresecuatorianos hacia el 'compromiso'< por el simple hecho de ser tales y re-presentar a un esquema occidentalizanre, no. [...j ...todo eso de nada sirveporque a nadie mueve, necesitamos un cambio urgente de concepto y deentendimiento del pintor acercade su funcin en la historia ascendente ala liberacin de este Ecuador neo-colonizado (Estrella, 1965: 133-134).

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    La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    nica posibilidad de advenir a la nacin. Salir del subdesarrollo va a signifi-car dejar de ser premodernos. El colonialismo como problema se dibuja conmayor claridad. La crtica al colonialismo est orientada por la bsqueda dela autntica cultura nacional. Se produce, sin embargo, un desplazamientode la 'nacin-pas' a la nacin latinoamericana y al contexto mundial. Esel momento que en Amrica Latina se dan las condiciones acerca de suhistoricidad en lo que se conoce con el nombre de filosofa latinoamerica-na y su bsqueda de lo propio, lo autntico, y la peculiaridad del pensarlatinoamericano. Ya, a esta altura, ha surgido el problema de la culturanacional. Se ha pasado de la denuncia iconoclasta a la problematizacin dela 'ausencia' de la cultura nacional, sin embargo, bajo el presupuesto de quees una cultura inautntica.

    La importancia del estudio de los textos responde a la exigencia demostrar los contextos en que emergen los enunciados que hacen posiblela aparicin de los objetos del saber. Estos no slo objetivan un campode visibilidad/inteligibilidad, sino que adems, por las exigencias polticas,descubren o hacen posible un campo de intervencin. En este sentido, lostextos estn permeados por las tensiones socio-polticas, lo que no signi-fica que sea a partir de estas tensiones que puedan ser descifrados. Ellosabren un espacio a la escritura objerual, es decir, en la configuracin desdelos conceptos de una comprensin analtica de una situacin histrica.El esfuerzo de conceptualizacin y comprensin que forma parte de lasprcticas discursivas no se reduce a ser ni un reflejo, ni una toma de con-ciencia, sino la labor de produccin de conceptos y de objetos de saber. Lastensiones sociales, como el devenir histrico, se condensan y sedimentanen determinadas problematizaciones yen determinados conceptos. De ah,que consideremos que los conceptos que van apareciendo en el decurso deun proceso social no son simples palabras, sino esfuerzos intelectuales dedeterminacin de la singularidad de un proceso.

    Nos encontramos en una direccin opuesta a la historia-de-las-ideasque organiza los textos a partir de temticas, agrupando textos que hansido producidos en contextos diferentes y en tiempos distintos. Damos im-portancia a la 'cronologa' en el aparecimiento de los textos (Palti, 2009),pero plantea una exigencia ms compleja de enfrentar la relacin del textocon el objeto del pensamiento. La relacin temporal de la emergencia de

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  • La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    Si se observa bien, el compromiso del intelectual, del poeta, del artista,signific su subordinacin a la poltica, a la exigencia de una relacin vivacon las masas. "No ser necesario ms bien que los pintores busquen nue-vas formas expresivas, medios ms eficaces de entrar en la sensibilidad delhombre comn, de representarlo y simbolizar su lucha?" (Estrella, 1965:134). No existe, se sostuvo, ningn arte descomprometido. Todo arte, oliteratura, al estar producido en sociedad est implicado socialmente; demodo que el arte est siempre comprometido. En una sociedad de clasesel arte es de clase, ya que el arte es vehculo de la ideologa de una clasedeterminada, y que oculta, a nombre del artepor el arte el inters polticode clase que subyace. La clase dominante alentar aquello que afirme yno cuestione su dominacin. "De tal suerte, sucede que las clases o de lascapas sociales dominantes tratarn de imponer su ideologa como la nicaverdadera y en arte propiciarn aquello que permita su dominacin y noatente contra 'el orden y la seguridad' de esa clase" (Ron, 1965: 161-168).Cuntos creadores, poetas, literatos, tericos, fueron sacrificados con estemodo de comprender el 'compromiso'? La exigencia de estar con el 'hom-bre comn', la comprensin teleolgica de la historia, la aceptacin del'mito de la revolucin' (Echeverra, 1995), las tensiones entre la creacinindividual y la exigencia social del compromiso van a convertirse en unasuerte de obstculo epistemolgico en la produccin intelectual.

    La nocin de arte o literatura comprometido fue la constante en elcuestionamiento a las ideologas del 'arte por el arte'. Estas tienen como suprincipal vehculo de circulacin a la revista gora, cuyo editorial, Autojus-tificacin expone su punto de vista,

    Misin fundamental de la revista es trabajar por la reivindicacin de lapalabra; trabajar porque e! escritor desempee y cumpla su pape! con hon-radez: la funcin primordial del escritor es dominar su instrumento (lodems vendr por aadidura) ... Los charlatanes, sabemos, se renen enla plaza publica y all e! pensamiento es ms catico que en ninguna orraparte (Editorial Revista gora, 1965, citado por Arcos, 2006: 153).

    Esta declaracin que constata un lnea de demarcacin con las revistasque hemos recorrido, marcadas por la urgencia poltica en las cuales, ya lo

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    Captulo 1.El momento tzntzlco

    hemos mostrado, la literatura como el arte deben contribuir al incrementode la toma de la conciencia del pueblo. En la revista gora, nmero 7.Diego Araujo Snchez realiza una toma de posicin en este debate con lapublicacin de su artculo "Arte puro y arte comprometido" (Araujo, s/a:20-26) donde efecta un cuestionamiento duro al realismo socialista y alarte sovitico, con la finalidad de afirmar la 'voluntad del arte' sin que seencuentre subordinado a las doctrinas polticas redentoras. El arte puro,dice Araujo, no es una posibilidad real, sera sacar a la obra del mundosociohistrico".

    El arte comprometido ha venido a menos por un ala de propagandistas deavanzada que rechazan toda norma para e! arte, excepto...la que ellos di-vulgan. Adems, enristran sus teoras contra los artepuristas que para ellos,son y todos los que no siguen las pautas del realismo socialista (Araujo,s/a: 22).

    El realismo socialista, para Araujo, no es otra cosa que una ideologa estti-ca, cuya justificacin no es esttica" ...sino didctica, utilitaria y poltica...".De manera que para Araujo los defensores del arte comprometido encu-bren la manipulacin poltica de los 'hombres de carne y hueso' al serviciode una doctrina poltica. No slo estaba en disputa una comprensin delarte y la literatura, sino la comprensin de la poltica como ncleo de losenfrentamientos en el campo del poder cultural.

    El compromiso ideolgico y poltico en ningn momento fue negadopor las revistas culturales de izquierda como Pucuna, Indoamrica o Bufan-da del Sol. Al contrario, permanentemente se recalc la bsqueda de unlenguaje capaz de conjugar la produccin intelectual con la militancia po-ltica por la transformacin. El artepurismo fue reducido a una aspiracinindividualista, subjetiva, es un absurdo que no debe "tomarse en cuenta"

    28 "Pero un arte puro en sentido riguroso resulta absurdo entre los seres humanos. Para ser tal, de-bera renunciar al menor contacto con la realidad. filtrar de l toda preocupacin por los destinoshumanos, buscar solamente slo sus propias reglas... El artista no es un espritu sino un hombre.Sus exigencias son tambin las exigencias de un cuerpo. Por ello. cualquier intento de encontrar enel arte por s mismo un valor absoluto. parece una ilusin descabellada [...] al aceptar que el arte essobre todo creacin ... crear es producir algo de la nada. La analoga permite. claro est. aplicar eltrmino al quehacer del artista. Este, por consiguiente. alcanza su apogeo cuando se libera de todaservidumbre" (Araujo, s/a: 22).

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  • La crtica y sus objetos. Historia intelectual de la crtica en Ecuador (1960-1990)

    en momentos en que la exigencia era, se dijo, la transformacin revolucio-naria. Esta exigencia tambin plante en la prctica un alejamiento de lareflexividad crtica y terica. La militancia oper como un factor de anti-inrelecrualsrno'" (Gilman, 2003: 165-167). Se dijo que los defensores delartepurismo eran estetas a los que solamente les interesaba la forma, no elcontenido", y la 'belleza' en abstracto. Al magnificar la dimensin formalde la obra de arte, el artepursrno no hace ms que expresar su no invo-lucrarniento con los sucesos en el mundo, "...en el fondo, el esfuerzo pordesvalorizar el contenido significativo del arte no se propone otra cosa queevitar la poltica en favor de la poltica" (Tinajero, 1965a: 234). El silenciosobre las contradicciones de la realidad, de los antagonismos sociales, nohacen ms que poner en evidencia que el artepurismo no es un "fenmenoesttico sino una actitud poltica". Como ya lo hemos mostrado la nocinde compromiso oper produciendo lneas de demarcacin en las actitudesrespecto al arte, la pintura, la literatura.

    Cul es entonces la misin del escritor latinoamericano? Nos estamos re-firiendo, claro est, a una toma de conciencia de su responsabilidad, de suproyeccin poltica, incluso lo que ha dado en llamarse arre puro, posicinservidora... de una doctrina poltica que finca sus posiciones en el indivi-dualismo total (Alejandro Moreano, 1965b, nfasis de Moreano).

    Arte comprometido, literatura comprometida. La literatura deba contribuira la 'movilizacin' de las masas por medio de incrementar su conciencia sobrela dominacin; de este modo, la literatura contribuye a la emancipacin.

    29 "En realidad. el anriintelecrualisrno oblig a todos los intelectuales progresistas al procedimientojurdico de invasin deprueba. Puesto que la historia demostraba que el riesgo de todo intelectualera devenir contrarrevolucionario, pata defenderse deba demostrar que no lo era, sino lo que noera, y estar eternamente disponible para dar fe de su fidelidad a las posiciones revolucionarias [...].El clima de anriinrelecrualisrno esrigmatiz como burgueses, contrarrevolucionarios o mercanrilis-tas a todos aquellos que postularon la especificidad de su tarea y reclamaron la libertad de creaciny crtica I... J. Para el antlinrelectualismo, la literatura era un lujo al que se deba renunciar, porque,al fin y al cabo, para hacer la revolucin slo se necesitaba de revolucionarios" (Gilman, 2003:180-181).

    30 "La frmula 'el arte por el arte' deja entender sin lugar a dudas que el principio fundamental delartepurismo consiste en negar que el arte tenga un fin extrao a s mismo ... es evidente, sin em-bargo, que la obra de arte est hecha de elementos de la realidad, y esta es la primera dificultad queel artepurisrno debe salvar. Para hacerlo, sus defensores escinden la obra de arte en dos momentos:arte y contenido..." Tinajero (l965a: 227).

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    Captulo I. El momento tzntzico

    El escritor latinoamericano debe dirigirse no slo a quienes pueden es-cucharlo, a quienes deben hablar; para crear, en lo posible, los condicio-namientos de la praxis, esto es, la conciencia de la opresin y, por ende,movilizar esas masas hacia s mismas y sus problemas y, sobre todo, a lassolucionesautnticas (Moreano, 1965a: 175).

    Desde esta perspectiva, sin duda, el artepurismo contribuye a la evasiny a la alienacin, carece de importancia colectiva y, por tanto, no tieneninguna proyeccin histrica. Drama y tensin desde elcompromiso pol-tico, o esttico, respecto a una individualidad que es negada en los mismosmomentos en que el programa de modernidad va copando los distintosmbitos s