Ponencia Camila Soto
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Hacia la construcción de un neurocurrículo crítico para primera infancia teniendo en
cuenta los aportes la práctica docente en el aula
Eje Temático: Educación
Mesa 52 - Educación y formación en primera infancia. Miradas desde América Latina.
Camila Andrea Soto Parra
TIM Kindergarden
Universidad Pedagógica Nacional
Mónica Elena Hurtado Rodríguez
TIM Kindergarden
Resumen
Abstrac
Introducción
Una de las características del siglo XXI son los avances en los estudios sobre el
cerebro humano. En los últimos 20 años se ha sabido más sobre su funcionamiento que
en toda la historia de la humanidad y podemos conocer el complejo proceso de
desarrollo y maduración del sistema nervioso central en conjunción con las influencias
del medio ambiente. Sin embargo, este alto nivel de avance en el conocimiento del
cerebro y sus funciones, ha estado disponible de manera limitada y no es puesto en
práctica en el campo educativo (Barrios y Marval, 2000). Siendo, que es en las aulas en
donde se estimula el aprendizaje, la memoria, las emociones y muchas otras funciones
cerebrales, en las cuales, las neurociencias tienen aportes importantes (Campos, 2010).
Por tal razón, investigadores neurocientíficos han demostrado interés por los
desafíos que tiene la educación, con el fin de encontrar estrategias que faciliten el
proceso de enseñanza aprendizaje, y de esta forma la escuela pueda asumir los nuevos
retos que le depara la globalización, el auge tecnológico y la especialización del
conocimiento. Para lograr esto, es necesario que la estructura del sistema educativo
cambie, debido a que sigue anquilosado a la propuesta de la cultura moderna y además
no tiene en cuenta al ser humano en todas sus dimensiones, más aun, cuando la escuela
ha sido diseñada para responder a la necesidades de una infancia que hacía parte de la
sociedad del siglo XVIII, determinada por el tecnicismo de la Revolución Industrial, y
que por tal motivo deja de lado muchas de nuestras propias necesidades e ignora todas o
algunas características de la infancia o las infancias del siglo XXI (CITA REVISTA 1
Ignacio López, (2005)).
En consecuencia, es preciso que la escuela sea flexible a los continuos cambios
sociales y además comprenda que el ser humano tiene habilidades cognitivas,
emocionales, sociales, morales, físicas y espirituales (Ortiz, 2009). Lo que conlleva a la
construcción de un sistema educativo transdisciplinar, de tal forma que se rompan las
clásicas fronteras entre las disciplinas, encontrando aquí la unión entre Educación y
Neurociencia (López, 2005). Dentro de este contexto, es necesario repensar la
educación y profundizar en investigaciones en donde neurocientificos y educadores,
comiencen a converger, buscando la manera en generar una enseñanza que este más
acorde con la forma en que aprende el cerebro, respetando las diferencias de los
estudiantes y que responda a las necesidades del entorno. Además, por medio de estos
avances científicos, podríamos crear el clima o atmósfera afectiva necesarios para
facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje y desarrollo de la creatividad, dejando de
lado la constante homogenización de los aprendizajes, los contenidos, currículos,
didácticas, aulas, edades, etc., característicos de la concepción Tayloriana y Fayolista,
enfocadas en la “administración científica del trabajo” y en los principios de planeación,
ejecución y evaluación de la industria, aplicados a la escuela (Barrios y Marval, 2000;
Niño, 1998).
En vista de esto, con el presente proyecto pretendo acercarme a la educación
desde las neurociencias y las neurociencias desde la educación, para así fortalecer las
prácticas pedagógicas de los docentes en el aula, específicamente de aquellos
responsables de la educación para primera infancia, pues es una etapa en la que se ha
demostrado que hay mayor conexión neuronal, y además tanto a nivel internacional
como nacional, se promueven políticas educativas, con el fin de favorecer el desarrollo
integral de nuestros niños y de nuestras niñas (Tedesco, 1995).
Ahora bien, profundizando en mi propuesta, considero que si bien las
neurociencias tienen mucho que aportar desde sus investigaciones a la educación, la
educación también puede empezar a aportar a la neurociencia, específicamente los
docentes, pues son ellos quienes están continuamente en el aula, conocen las
necesidades de sus estudiantes y los ritmos propios del aprendizaje. En este sentido,
Eric Jensen (2009), plantea que negar el funcionamiento cerebral en el aula es un acto
de irresponsabilidad, señalando que la escuela no se puede convertir en un laboratorio
neurocientifico, sino que la educación también tiene mucho que aportar a la
neurociencia, y las diferentes disciplinas deben pensar en sus investigaciones pensando
en el cerebro, en cómo potencializarlo y mejorar sus conexiones neuronales, y así
romper de alguna forma con el el mito, que la neurociencia es el salvavidas de la
educación.
Y es en respuesta a este planteamiento de Eric Jensen, es que pretendo acercarme a las
neurociencias desde la educación, analizando las prácticas docentes, para así poder
caracterizarlas, y además promover en los docentes el espíritu investigativo de su propio
que hacer, pues creo en las palabras de Paulo Freire Michel Apple, del docente como
investigador de sus propias prácticas, con el fin de validar la profesión docente, tan hoy
desconocida en nuestro país. CITA). Y, también pretendo acercarme a la educación
desde las neurociencias, y poder determinar aquello que nos plantea la neuroeducación,
para eliminar aquellas prácticas inadecuadas y fortalecer las adecuadas. De este modo,
mi propósito final, el enriquecer la práctica investigativa en neuroeducación, de tal
forma que, como lo he dicho anteriormente, no solo se resalten los aportes de la
neurociencia, sino que visibilicemos los aportes de la educación. Y, podamos generar
una educación responsable, pertinente a la cultura y a la individualidad de cada
estudiante, teniendo en cuenta la forma en que aprende el cerebro, las peculiaridades
sociales, culturales y educativas del entorno en el que se lleva a cabo el aprendizaje y
respete las diferencias en función del entorno concreto en el que se aplica, y de la forma
en que cada persona lo asimila y lo procesa (Crespo, 2008).
En consecuencia, la pregunta que guía esta investigación es ¿Cómo desarrollar
un curriculo crítico para nivel preescolar, articulando las prácticas pedagógicas con los
aportes que ofrecen las investigaciones en neuroeducación?, para responder a esta
pregunta se tendrán en cuenta las siguientes preguntas orientadoras: ¿Qué tipo de
prácticas pedagógicas implementan los docentes en nivel preescolar?, ¿Qué
conceptualización de currículo tienen los docentes y cómo se evidencia en sus prácticas
pedagógicas?, ¿Qué aportes de la Neuroeducación podrían fortalecer y dinamizar un
currículo critico en el nivel de educación preescolar?, ¿Qué implicaciones tienen las
investigaciones en neurociencia cognitiva en los procesos de enseñanza-aprendizaje? y
¿Cómo construir colectivamente unos lineamientos un currículo critico desde una
perspectiva de la Neuroeducación?
Respondiendo a esto, teniendo en cuenta las prácticas docentes en el aula y las
investigaciones en neurociencias, podremos enriquecer el currículo diseñado para la
educación inicial. También se puede generar un aporte a los estudios que se están
adelantando sobre una educación basada en el cerebro, que pretenden generar nuevos
parámetros curriculares a nivel de políticas públicas desde la OCDE y el Banco
Mundial, que vayan mucho más allá de la formación para el trabajo con el fin que
nuestros niños se conviertan en adultos competitivos económicamente, pues esto es solo
un área de la vida. En suma, podemos enmarcar estos parámetros dentro de las
pedagogías críticas, de tal modo que se tenga en cuenta no solo el estudiante, sino el
docente, pues es el quién puede movilizar sus prácticas como investigador. Para lograr
esto, los agentes educativos, deben concebirse como investigadores, y no solo como
ejecutores de políticas descritas en un currículo. También, los docentes deben conocer
su contexto y a sus estudiantes, para lograr que estos sean agentes del proceso en el
aula. Así mismo, Lawrence Stenhouse (1985) genera el concepto del docente
investigador, promulgando la investigación y desarrollo del currículo, en donde
defiende la necesidad que el docente asuma una actitud investigadora sobre su propia
práctica y define esta actitud como una disposición para examinar con sentido crítico y
sistemático la propia actividad práctica. Así, el docente investigador que relaciona la
teoría con la práctica deja de hacer un trabajo técnico, basado en el conocimiento de
otros, para hacer su propio discurso y adquirir una autonomía intelectual.
Al mismo tiempo, este ejercicio de reflexión crítica, sirve a las investigaciones
nuerocientificas. Debido a que pueden determinar desde las prácticas reales en el aula,
que van más allá del laboratorio, cuales son las mejores prácticas didácticas, que
favorecen el aprendizaje, pues son solo los docentes, quienes pueden conocer que es
mejor, y que realmente funciona. También es importante, que los profesores investiguen
desde sus disciplinas, basándose en el cerebro y de cómo cada día pueden estar a favor
de este. Con el fin de proponer nuevas formas de diseños currículos, en los cuales cada
profesor sea un sujeto activo y rompa con el paradigma del sin sentido de lo que se
enseña o se aprende (Campos, 2003).
Por último, a nivel institucional, el proyecto se enfoca en la revisión de la malla
curricular con el fin de profundizar en los aspectos de neurodesarrollo y recuperar el
modelo de cada una de las instituciones a realizar el proyecto, que aunque no se ha
perdido si ha disminuido su solidez. También se pueden generar programas de
capacitación internos, que preparen a los docentes para identificar su prácticas y así
mismo poder rastrear o determinar las diferencias de aprendizaje en el aula, para que
por si solos puedan desarrollar estrategias de cambios de planeación y de actitud, de tal
forma que integren a los estudiantes que tiene un ritmos más lento o más rápido en el
aprendizaje. De otra parte, los docentes al entender los procesos neurocognitivos
relacionados con un enfoque critico, podrán formas desde la escolaridad inicial sujetos
democráticos, conscientes de su contexto y de su papel en la sociedad.
También es importante resaltar que esta investigación aporta a la educación, a la
pedagogía, a la psicología y las neurociencias. En cuanto a la educación, se pueden
diseñar mejores políticas públicas, que estén acordes a la forma con que aprende el
cerebro, resaltando la labor docente en el aula y generando investigación en cómo cada
área se puede desarrollar basada en el cerebro. Respecto a la Pedagogía, se pueden
generar nuevas didácticas y nuevas formas de llevar a cabo una mejor educación, en
donde se tenga en cuenta el trabajo conjunto entre docentes, estudiantes y
neurocientíficos. En la psicología, se pueden entender mejores formas de prácticas
educativas y elaborar nuevos modelos de intervención escolar, de tal forma que
obedezcan al desarrollo completo del ser humano. Y, por supuesto a las neurociencias,
pues estas pueden entender de qué forma el cerebro enseña y aprende, desde las
interacciones naturales entre docentes y estudiantes, pues el aula es su contexto natural,
mientras que el laboratorio es artificial, así que es una forma de aproximarse al aspecto
social del aprendizaje.
En cuanto a la importancia social de esta investigación, se puede decir que la
relación entre neurociencias y educación, puede traer cambios importantes en las
instituciones, contribuyendo con la transformación de la educación y la promoción del
desarrollo humano, a través de una propuesta integral, que comprende la formación, la
capacitación y el desarrollo de contenidos fundamentados en los aportes de las
Neurociencias. Generando un pensamiento crítico, tanto en profesores como en
estudiantes, pues entendiendo como funciona su cerebro, pueden llegar a manejar mejor
sus emociones, negociar conflictos y generar estrategas de mejoramiento para su
comunidad o contexto. El generar esta conciencia, se logra una educación democrática y
participativa, con sujetos capaces de indagar sobre sus propias prácticas, y aportar así al
conocimiento científico.
Marco teórico
Para desarrollar esta investigación, he tomado como base tres categorías, la
primera de ellas hace referencia a las Politícas educativas para primera infancia, la
segunda es Prácticas pedagógicas en el aula y la última es Neuroeducación. En cuanto al
tema de Políticas Educativas asociadas a primera infancia encontramos que actualmente
se gestan políticas públicas entorno a la protección de la primera infancia, periodo que va
desde la gestación hasta los seis años, debido a que esta etapa es fundamental para el
desarrollo de las potencialidades y el bienestar de cada persona, y tienen un gran impacto en
los niveles de progreso que una sociedad puede alcanzar. Lo que hace que la primera infancia
se haya vuelto uno de los ejes fundamentales de cada gobierno, buscando crear oportunidades
para que todos los niños y niñas alcancen sus capacidades óptimas a lo largo de la niñez y
después de esta, siendo necesario invertir en el aprendizaje asegurando transiciones eficaces
en cada fase de la vida. En esta línea, la relevancia que se le ha dado a la educación inicial y
preescolar ha tenido preponderancia en el diseño de políticas públicas, en donde se han
establecido lineamientos curriculares, Así ,el diseño de políticas y programas de Educación en
la Primera Infancia –AEPI- es un tema de interés para muchos países y organismos
internacionales, y se caracterizan porque contemplan el desarrollo del niño en todas sus
dimensiones, fortaleciendo la estimulación sensorial pues está tiene un efecto directo sobre la
estructura y función del cerebro en la temprana infancia, período en el cual el cerebro se
desarrolla muy rápidamente. Ahora bien, como en el mundo actual la mayoría de los
progenitores están inmersos en el mundo laboral, se hace necesario contemplar la creación de
centros o jardines infantiles, que promuevan no solo la escolarización, sino el desarrollo
integral (Vegas, Cerdán-Infantes, Dunkelberg y Molina, 2006).
Dentro de esta corriente, Colombia también participa en el diseño de políticas
para primera infancia, las cuales las encontramos en el Plan Decenal de Educación y el
Programa de 0 a 5iempre. El Plan Decenal de Educación 2006-2016, entre sus objetivos,
busca consolidar la educación inicial como un propósito intersectorial e intercultural en
el que convergen los ministerios de Educación Nacional, Protección Social, Cultura y
Comunicaciones, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el sector
privado y el sector social (las ONG, entre otras organizaciones), con el fin de dar plena
garantía de derechos a los niños. (p. 20). Y el programa de O a 5iempre, es por medio
del cual nuestra Alcaldía Local pretende mostrar el compromiso que Bogotá asumió con
la infancia, y a partir de allí se construye el “Lineamiento Pedagógico para la Educación
Inicial en el Distrito. Proponiendo el juego, el arte, la literatura y la exploración del
medio como pilares de la educación para la primera infancia, convirtiéndose en una
herramienta para que los jardines infantiles y colegios que atienden niños y niñas en
primera infancia reflexionen y estructuren su práctica pedagógica.
De acuerdo con lo mencionado anteriormente, se hace evidente como AEPI,
está experimentando en los últimos años, importantes avances en términos de aumento de
cobertura, como respuesta a acuerdos impulsados por diferentes agencias internacionales y a
las propias políticas de cada país se ha planteado. Impulsando la educación integral,
preparándolos así para el futuro de tal forma que en su vida adulta tengan las herramientas o
mejor, competencias necesarias para mantener la sostenibilidad económica de un país. Sin
embargo, se comienza a percibir que lo que está primando en la educación inicial y preescolar
es la preparación para la Educación Primaria o Básica por sobre aquellas necesidades que
tienen que ver con el desarrollo propio de esta etapa. En este sentido, se encuentran estudios
que buscan una educación posmoderna para esta etapa, en donde no se considere a los niños
y niñas como una inversiones del futuro general para tener una adultez más productiva, sino
que se reflexione en su valor intrínseco humano. Debido a que muchos de estos programas y
estrategias pedagógicas privilegian una visión única y limitada del desarrollo infantil y
del aprendizaje, donde se invisibiliza la diversidad de contextos y sentidos del
aprendizaje. Lo que ha contribuido a que la educación infantil tenga un alcance limitado
en su propósito de lograr un desarrollo integral y pleno de los niños y niñas (Morrison,
2005), lo que podría explicar el porque mejoramos en cobertura pero no en la calidad.
Por tanto la escuela debe poner en contacto, desde los niveles iniciales de la educación
infantil, a los estudiantes con el conocimiento, desde una perspectiva histórica,
enfatizando que el conocimiento es un producto social que resulta de la representación
mental que un grupo social construye, a lo largo del tiempo. Como ejemplo de este
enfoque en algunos centros de educación preescolar se desarrollan actividades para
propiciar el conocimiento crítico del entorno infantil, como la casa, el barrio y los
distintos tipos de familia que hay en el grupo de clase. En respuesta a esto, encontramos
el estudio que realizó María del Rocio Costa (2006), en donde se plantea una
alfabetización critica, enseñando los procesos de lecto-escritura desde textos que
promueven el pensamiento crítico. Pues, aprender a leer y escribir es más que un
proceso psicológico y lingüístico, es también un proceso sociológico. Leer es más que
decodificar, emplear el conocimiento previo y aplicar estrategias de comprensión. Así,
desde la alfabetización crítica se entiende que ningún texto es inocente, que todo texto
está cargado de ideología. Así, parte de la tarea del lector es cuestionarse cómo lo
posiciona el texto; quiénes están ausentes, “transparentes” u olvidados en el texto y
quiénes están presentes. Se debe, cuestionar el discurso, el poder y la ideología en el
texto, así como el modo en que estos influyen en el lector.
Respecto a la segunda categoría, referente a Prácticas Pedagógicas en las aulas
de educación inicial y preescolar. Por ejemplo, Ivan Jensen (2009), plantea que no
deben ser los neurocientíficos, imponiendo o guiando nuevas formas didácticas o
nuevos currículos, sino que los docentes también deben hacer parte de estos cambios.
Razón, por la cual no se pueden alejar del proceso reflexivo, ya que este permite tomar
conciencia de la acción que se está realizando. Los maestros no reflexivos aceptan
automáticamente lo que se adopta por regla general en una situación dada. La acción
reflexiva, por el contrario, expresa una consideración activa, persistente y cuidadosa de
los fundamentos que la sostienen, la creencia acerca de una práctica y de las
consecuencias a las que conduce. El maestro no trata de preguntarse si está haciendo lo
que le han dicho que haga, o si está utilizando la técnica apropiada. Se trata de la
conciencia de lo que él está haciendo en relación al aprendizaje de sus estudiantes
(Bustos, 2010).
La última categoría, referente a la neuroeducación encontramos que, cuando
hablamos de educación y neurociencias, solo se puede hacer referencia a la apreciación
investigativa que existe sobre el aprendizaje humano y la enseñanza; y los diferentes
niveles de complejidad de los procesos que en estos ocurren, es decir que se destaca lo
que corresponde a la neurociencia cognitiva (Puebla y Talma, 2011). La cual, utiliza
datos y métodos neurocientíficos para afrontar cuestiones psicológicas, por lo que sus
hallazgos sirven para aclarar y razonar distinciones clave en psicología cognitiva. En
concreto, se examinan descubrimientos relativos a las bases neurales de la cognición
procedentes de estudios de neuroimagen, de pacientes con daño cerebral, de registros
unicelulares, de señales eléctricas y magnéticas y de efectos farmacológicos selectivos
en cognición. Estudios, que responden a cuestionamientos que se han planteado las
teorías de la cognición, que tanto han aportado al desarrollo de la educación (Smith y
Kosslyn, 2008).
En consecuencia, las investigaciones en este campo sugieren que la comprensión
del funcionamiento cerebral, necesariamente, debe ser incorporada, a los estudios sobre
el mejoramiento de la habilidad del docente para enseñar y la habilidad del estudiante
para aprender, y seguidamente sus resultados permitirán construir una nueva pedagogía,
pues el espacio de la pedagogía de hoy (Barrios y Marval, 2000). Asi que, la influencia
de la neurociencia cognitiva es igual, o más relevante que las teorías cognitivas, sobre
las ciencias de la educación. Razón por la cual, surge una nueva disciplina, conocida
como Neuroeduación, entendida como una interdisciplina y una transdisciplina que
busca mayor integración entre la educación y las ciencias que se ocupan del cerebro y
del desarrollo neurocognitivo (Battro, 2011). En palabras de Mogollón (2010) solo es
necesaria la búsqueda de un diálogo fluido y continuo para lograr esta fusión. De este
modo, conocer las bases y principios neurobiológicos que implican el funcionamiento
cerebral, su desarrollo cognitivo, ontogenético y afectivo, le permitirá a los docentes
tener en sus manos un gran recurso para diseñar su práctica, soportada sobre bases
científicas. Adicionalmente, los resultados de estas investigaciones pueden permitir
diseñar una nueva pedagogía, que solvente la problemática de la proliferación de
prácticas inadecuadas que caracterizan a la pedagogía actual. Así mismo, la
Neuroeducación cuestiona estas prácticas, sosteniendo que, por un lado, no tienen en
cuenta el pleno desarrollo humano, y por otro, no permiten que el cerebro aprenda de
forma natural. Adicionalmente, encontramos que los teóricos de esta naciente disciplina,
cuestionan los cambios educativos que se imparten internacionalmente, debido a que no
están teniendo en cuenta las necesidades de aprendizaje de los estudiantes y están fuera
de contexto (Battro, 2011; Campos, 2010; Ortiz, 2008 y Mora, 2013). En este punto, es
importante, profundizar en estas necesidades, debido a que, no son solo necesidades
neurológicas, sino también culturales.
Diseño metodológico
Conclusiones preliminares
Referencias