Ponencia Padre Leonidas

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X SEMANA SOCIAL NACIONAL Perú, Noviembre 11-14 de 2008. "DESAFÍOS PARA UNA RENOVADA PASTORAL SOCIAL EN LA PERSPECTIVA DE LA MISIÓN CONTINENTAL". Leonidas Ortiz Lozada, Pbro. Director del Observatorio Pastoral del CELAM Secretario Ejecutivo de la Comisión de la Misión Continental INTRODUCCIÓN La Conferencia Episcopal Peruana, a través de su Area de Pastoral Social, integrada por la Comisión Episcopal de Acción Social, Cáritas, Pastoral de Salud, Pastoral de la Movilidad Humana y la Campaña Compartir, han organizado este importante evento en un tiempo de esperanza para la Iglesia, ya que está disfrutando del nuevo aire de Aparecida. Se trata de la X Semana Social Nacional Peruana. Y se ha escogido un tema celebrativo: "De Medellín a Aparecida: 40 años al servicio de la Evangelización y la Promoción Humana en el Perú”. No hay duda que la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín, fue un acontecimiento fundamente para la vida de la Iglesia que peregrina en este Continente, porque dio la tónica, el estilo y el espíritu de la aplicación del Concilio Vaticano II. Más adelante, Puebla y Santo Domingo mantuvieron, en una u otra forma, la continuidad de este esfuerzo postconciliar. Y Aparecida ya se comienza a ver como una segunda recepción del Concilio. El propósito de esta intervención es presentar, a partir de Medellín, lo que han sido los desafíos en clave de misión, para la pastoral social latinoamericana. Corresponde ya a los discípulos misioneros de esta bella tierra identificar los desafíos y encontrar los caminos pastorales para la vivencia de la vida nueva en Jesucristo. 1. Río de Janeiro (1955): la misión social de la Iglesia entendida como “Acción Social y Asistencia a los pobres” 1.1. Los desafíos de la época En el campo socio-político Al concluir la segunda guerra mundial los problemas sociales y políticos se agudizan en el mundo entero; también ennuestra región. Aunque los únicos países latinoamericanos que participaron directamente en la guerra mundial, casi en forma simbólica, fueron México con el Escuadrón 201 en Filipinas y Brasil con la Fuerza Expedicionaria Brasileña en Italia, sin embargo, las consecuencias

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X SEMANA SOCIAL NACIONALPerú, Noviembre 11-14 de 2008.

"DESAFÍOS PARA UNA RENOVADA PASTORAL SOCIAL EN LA PERSPECTIVA DE LA MISIÓN

CONTINENTAL".

Leonidas Ortiz Lozada, Pbro.Director del Observatorio Pastoral del CELAM

Secretario Ejecutivo de la Comisión de la Misión Continental

INTRODUCCIÓN

La Conferencia Episcopal Peruana, a través de su Area de Pastoral Social, integrada por la Comisión Episcopal de Acción Social, Cáritas, Pastoral de Salud, Pastoral de la Movilidad Humana y la Campaña Compartir, han organizado este importante evento en un tiempo de esperanza para la Iglesia, ya que está disfrutando del nuevo aire de Aparecida. Se trata de la X Semana Social Nacional Peruana.

Y se ha escogido un tema celebrativo: "De Medellín a Aparecida: 40 años al servicio de la Evangelización y la Promoción Humana en el Perú”. No hay duda que la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín, fue un acontecimiento fundamente para la vida de la Iglesia que peregrina en este Continente, porque dio la tónica, el estilo y el espíritu de la aplicación del Concilio Vaticano II. Más adelante, Puebla y Santo Domingo mantuvieron, en una u otra forma, la continuidad de este esfuerzo postconciliar. Y Aparecida ya se comienza a ver como una segunda recepción del Concilio.

El propósito de esta intervención es presentar, a partir de Medellín, lo que han sido los desafíos en clave de misión, para la pastoral social latinoamericana. Corresponde ya a los discípulos misioneros de esta bella tierra identificar los desafíos y encontrar los caminos pastorales para la vivencia de la vida nueva en Jesucristo.

1. Río de Janeiro (1955): la misión social de la Iglesia entendida como “Acción Social y Asistencia a los pobres”

1.1. Los desafíos de la época

En el campo socio-político

Al concluir la segunda guerra mundial los problemas sociales y políticos se agudizan en el mundo entero; también en nuestra región.

Aunque los únicos países latinoamericanos que participaron directamente en la guerra mundial, casi en forma simbólica, fueron México con el Escuadrón 201 en Filipinas y Brasil con la Fuerza Expedicionaria Brasileña en Italia, sin embargo, las consecuencias

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del conflicto se sienten en todas partes: pobreza en la mayor parte de la población, migraciones, enfermedades, levantamientos sociales…

En Perú, fue una época de enfrentamientos políticos, de escasez de productos básicos, de una inflación galopante, de conflictos laborales permanentes, que trajo consigo un deterioro general de la economía. Había sido elegido, por mayoría abrumadora, el abogado Luis Bustamante y Rivero, un liberal y jurista internacional, que recibió el apoyo del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el cual tenía mayorías en el Congreso y por primera vez formaba parte del gobierno. En 1948, el general Manuel Arturo Odría, Ministro de Gobierno y de Policía, da un golpe de estado y asume el poder.

En los otros países de la región la situación era no menos conflictiva. En Ecuador, en 1944, después de un levantamiento armado y una huelga general, fue derrocado Carlos Alberto Arroyo del Río y llega al poder José María Velasco Alvarado con el apoyo del movimiento obrero. En Bolivia, en el mismo año, el dictador Gualberto Villarroel es derrocado por Víctor Paz Estensoro del Movimiento Nacionalista Revolucionario. En Brasil, en 1945, Getulio Vargas, para hacer frente a la presión popular, liberó presos políticos, comenzó a desmontar el aparato represivo del régimen y convocó a elecciones generales. En Venezuela, en 1948, Marcos Pérez Jiménez lidera el golpe de estado contra el presidente socialdemócrata Rómulo Gallegos y forma parte de una Junta Militar hasta 1952, cuando encabeza otro golpe y asume la presidencia hasta 1958.

En Colombia, en 1953, se da el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla. En Paraguay, en 1954, el de Alfredo Stroessner. En República Dominicana gobierna el dictador Rafael Trujillo; y en Nicaragua Antonio Somoza.

Los años de la posguerra fueron muy difíciles para todos nuestros pueblos. Millones de personas migraron o fueron desplazadas y desarraigadas de su propio territorio.

Un acontecimiento que contribuyó a la búsqueda de nuevos caminos de paz para el mundo fue la creación de la Organización de las Naciones Unidas-ONU en 1945, cuando en la Conferencia de San Francisco se adopta la Carta de las Naciones Unidas y el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. Luego, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos, que ya está para cumplir su sexagésimo aniversario.

En el campo eclesial

Las grandes preocupaciones de la Iglesia en aquella época eran especialmente tres. En primer lugar, los problemas sociales, especialmente la situación de los trabajadores urbanos y rurales, el abandono de los indígenas y de los afrodescendientes y la multitud de migrantes y desplazados como consecuencia de la guerra, de la violencia partidista y de la miseria en los campos. En segundo lugar, la falta de una adecuada preparación social y una profunda instrucción religiosa de los fieles laicos, para lo cual se estaban promoviendo espacios de formación como la Acción Católica. Y en tercer lugar, la escasez de vocaciones sacerdotales y religiosas, por lo cual no se podía atender debidamente las necesidades y urgencias mencionadas. A esto se unía el desafío que representaba para la Iglesia católica el avance del protestantismo, la práctica extendida del espiritismo y la superstición y la actitud beligerante de la masonería.

1.2. La misión social de la Iglesia entendida como Acción Social y Asistencia a los pobres

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Frente a esta situación, la misión social de la Iglesia se orienta a la Acción social y la Asistencia a los pobres. Pío XII plantea la urgencia de construir un mundo mejor y defiende el derecho de la migración, proponiendo 56 normas pastorales de asistencia a los migrantes.

En América Latina la Iglesia se promueve en 1945 la realización del Primer Congreso Interamericano de Educación Católica en Bogotá; en 1952 el Congreso Coordinador de Obras Católicas de Colombia, motivado por el Nuncio Apostólico Antonio Samoré y el auditor en la Nunciatura Monseñor Michel Buro, quienes estarían muy presentes en la creación y funcionamiento del CELAM; y en 1953, el Segundo Congreso Latinoamericano de Vida Rural, con la participación de delegados de 16 países, entre ellos 2 arzobispos y 20 obispos.

En Río de Janeiro (1955) encontramos una honda preocupación por los problemas sociales que se viven en América Latina, por la situación angustiosa de los trabajadores del campo y de la ciudad y por el abandono a que se tienen sometidos a los “indios y gente de color”.

En la Conferencia de Río se trataron diversos temas en el campo social. Monseñor José Medeiros Delgado, Arzobispo de San Luis de Maranhao, Brasil, hizo una presentación global de “Los problemas sociales de la América Latina”. Monseñor Miguel Darío Miranda, Obispo de Tulancingo, México, presentó una panorámica de las “Actividades sociales de la Iglesia”. Monseñor Manuel Larraín Errázuriz, Obispo de Talca, Chile, habló sobre “La colaboración en la Acción Católica y en la Acción Social”; y Monseñor Ramón Bogarín, Obispo Auxiliar de Asunción, presentó la íntima relación entre “La Acción Católica, el apostolado social y la responsabilidad del cristiano en la vida cívico-política”.

En el texto conclusivo de Río se tratan temas relacionados con los indígenas, los negros, los campesinos, los migrantes y la gente de mar. Se pide la fundación de escuelas normales rurales, de artes y oficios, agrícolas y de labores domésticas; la creación de obras de asistencia social (hospitales, asilos, sanatorios, dispensarios); y se pide la eliminación de todo uso o costumbre que pueda aparecer como discriminación racial.

De igual manera, se urge a los católicos para que colaboren con empeño para buscar, a la luz de la doctrina de la Iglesia, una justa solución, encauzando las iniciativas hacia la raíz misma de los males. Y en el perfil de los seglares católicos que trabajan en lo social se les pide, no solo seguridad de su doctrina, sino sobre todo, espíritu desinteresado de su acción y perfección de sus conocimientos y del trabajo que realizan. Sobre el problema específico de los migrantes y desplazados, los Obispos exhortan a abrir puertas a la inmigración, como un deber de caridad cristiana, de justicia social y de solidaridad humana.

Como resultado de esta preocupación social de la Iglesia latinoamericana, expresada en la Conferencia de Río, se crea en el CELAM el Subsecretariado de Acción Social (1956) con el propósito de difundir el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia y de responder con obras concretas a las múltiples necesidades sociales del continente. De igual forma se crea la Cáritas para América Latina (1958), que tan óptimos resultados ha dado en la región.

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2. Medellín: la misión social de la Iglesia como “Promoción Social y Liberación integral”.

Hace cuarenta años, se estaba celebrando la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín – Colombia. La Conferencia tuvo lugar en el Seminario Arquidiocesano los días 26 de agosto al 7 de septiembre de 1968.

Durante el desarrollo del Concilio Vaticano II, los Obispos latinoamericanos aprovecharon el encuentro episcopal para realizar la novena Asamblea Ordinaria del CELAM y allí surge la iniciativa de celebrar en 1968 la segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Monseñor Manuel Larraín, Presidente del CELAM, propuso al Papa Pablo VI la realización de esta II Conferencia con la finalidad de aplicar el espíritu y las orientaciones conciliares a la realidad del continente latinoamericano. El Papa vio con muy buenos ojos esta iniciativa y se comprometió a convocarla y participar en ella.

Por primera vez una Papa, Pablo VI, visitaba la conflictiva región de América Latina. Llegó a Bogotá el 22 de Agosto. Tenía la inauguración de dos eventos: el Congreso Eucarístico Internacional y la II Conferencia General del Episcopado.

2.1. Los desafíos de la época

En el contexto latinoamericano

1959 es el año del triunfo de de la revolución cubana que tanta influencia ejerció en el continente. En 1961 se declaró marxista-leninista y amenazaba con propagarse a los países de la región; su influencia era creciente en los sectores obreros, universitarios, intelectuales y en una porción nada despreciable del clero joven.

Los Estados Unidos, conscientes de que América Latina se transformaba en un polvorín, promovieron un vasto programa de ayuda denominado "Alianza para el Progreso", que exigía como condición la puesta en marcha de serias reformas estructurales y, en particular la Reforma Agraria para acabar con el latifundio improductivo y ofrecer a los campesinos la oportunidad de convertirse en propietarios. Su impulsor, el Presidente John Kennedy, fue asesinado en 1963.

En algunos países, como Chile y Venezuela, se fortalecieron los partidos políticos social-cristianos que impulsaron ambiciosos proyectos de transformación social, tales como la "revolución en libertad" de Eduardo Frei Montalva. En otros países, como el Perú, a partir de 1968 fueron los militares quienes intentaron liderar dichos procesos. En Brasil, en cambio, los militares que depusieron a Joao Goulart, detuvieron el proceso de cambio social. En Paraguay y en Nicaragua se mantenían firmes las antiguas dictaduras de Alfredo Strossner y de Anastasio Somoza. El panorama de la región en su conjunto sólo podía exhibir algunas de sus democracias relativamente estables, entre las que sobresalían Chile y Uruguay, que, años después, sufrieron el flagelo de las dictaduras.

Por eso, cuando llegó Pablo VI a Bogotá, un diario alemán tituló: “El Papa en el infierno”. Y no hay duda que era una época convulsionada. Hacía poco habían muerto el Padre Camilo Torres en la guerrilla colombiana (1966) y el Che Guevara en las montañas de Bolivia a manos de los militares (1967). Era una época agitada por las manifestaciones juveniles y por las presiones de grupos y movimientos sociales que pedían igualdad de oportunidades y un cambio radical en sus condiciones de vida. En México, el 2 de

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Octubre de 1968, sucede la llamada Masacre de Tlatelolco, que marcó la vida del pueblo mexicano y latinoamericano.

A este Continente llegó Pablo VI hace 40 años con su mensaje a favor de la vida y del desarrollo integral para todos nuestros pueblos. Y Medellín no fue inferior a su llamado.

En el contexto mundial

Estados Unidos se había enfrascado en una guerra contra el régimen comunista de Vietnam del Norte, la cual se prolongó y generó una gran oposición internacional, especialmente de obreros y estudiantes. El costo humano de esta guerra fue demasiado alto: Vietnam perdió 1.350.000 personas y Estados Unidos, 58.000.

También en Estados Unidos, se luchaba en pro de los derechos civiles desde hacía varios años. En una de esas grandes manifestaciones contra la discriminación racial, liderada por el pastor Martin Luther King, éste cae asesinado en abril de 1968.

En París, las protestas de mayo del 68, que duraron cinco semanas, terminaron convirtiéndose en el símbolo de toda una década de luchas. El enfrentamiento fue contra todo tipo de autoridad. Pero también se exigía más libertad sexual, más democracia y derechos civiles.

En Londres las revueltas se concentraron en Grosvenor Square, frente a la sede de la embajada de Estados Unidos. A lo largo de Europa Occidental, jóvenes universitarios ejercitaban sus derechos con nuevas exigencias frente a la sociedad tradicional.

Berlín fue otro de los focos de activismo estudiantil. Los grupos de izquierda se organizaron a través de toda Europa, apoyando al Vietnam, con la consigna: "El deber de todo revolucionario es hacer la revolución".

Tras la llamada Cortina de Hierro, también se vivían momentos de conflicto social y la naturaleza de estos difería de sus vecinos occidentales. En Polonia, estudiantes de la Universidad de Varsovia fueron duramente reprimidos por la policía tras una serie de protestas.

Uno de los reclamos de esos años es el que busca reivindicar el papel de las mujeres. Surge el movimiento feminista, exigiendo igualdad de condiciones en la casa y el trabajo. Si bien algunas de las causas ya tenían años de activismo, esa época les dio un renovado vigor y legitimidad.

En el contexto socio-eclesial latinoamericano

La discusión social a nivel intraeclesial se centra tanto en la urgencia de las reformas sociales y políticas. Muchos sacerdotes y laicos son perseguidos por las dictaduras y los regímenes de la época.

Muchos cristianos, laicos, religiosos-as y sacerdotes, desilusionados de las ideas desarrollistas de la CEPAL y de las reformistas de los social-cristianos, comienzan a propiciar procesos revolucionarios. Es la época en que muere combatiendo el padre Camilo Torres en la guerrilla colombiana. Surgen movimientos cristianos de orientación social, algunos de los cuales simpatizan con el socialismo marxista: “Cristianos por el

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Socialismo” en Chile; “Golconda” en Colombia; “Sacerdotes para el Tercer Mundo” en Argentina; Oficina Nacional de Información Social-ONIS en el Perú.

En esta época se cuestiona la legitimidad de la doctrina social de la Iglesia y su carácter de mediación entre el Evangelio y el compromiso social y político de los cristianos. En algunos sectores se la considera un poco abstracta, a-histórica y reformista. Las ideologías comienzan a ocupar en algunos ámbitos el lugar de la DSI.

El compromiso social es intenso. Se apoya por parte de la Iglesia la formación de los obreros y campesinos, la organización de sindicatos, cooperativas y centros de promoción humana e investigación social. Se destacan algunos pioneros como Manuel Larraín y Helder Camara. En 1962, Monseñor Larraín señala tres puntos capitales para un plan de emergencia: la evangelización, la formación de laicos y la acción social que comprende no solo la difusión de las enseñanzas sociales de la Iglesia sino también la realización de acciones concretas al interior de la Iglesia y en la sociedad.

En 1962 se inicia, de manera estructurada, las Campañas de Solidaridad. Brasil la llama “Campaña de Fraternidad”. En 1964 Argentina realiza la “Semana de Caridad”. De igual manera en 1965 nace la Semana de la Caridad en Paraguay, sustituida en 1983 por la Campaña de Cuaresma.

Los Congresos Latinoamericanos de Cáritas también surgen por esta época. El primero se realiza en 1964 en Santiago de Chile, con el tema de las Caritas latinoamericanas. En 1965 se realiza el segundo en Bogotá para examinar la posición de Caritas ante el Concilio y el mundo moderno. En 1966 el tema es la formación de conciencia social y evaluación de la realidad actual latinoamericana orientada a la acción y al testimonio de la caridad de la Iglesia. En 1967, en Caracas, se profundiza en la “Promoción Popular”. Y en 1968, en Antigua-Guatemala, se habla sobre “Caritas y el cooperativismo”.

2.2. La misión social de la Iglesia entendida como “Promoción social y Liberación integral”

Antes de la II Conferencia, hubo varios encuentros que fueron importantes para la definición del enfoque de Medellín. Un primer encuentro sobre educación, apostolado de los laicos y acción social se llevó a cabo en Baños (Ecuador), del 5 al 8 de junio de 1966. Un segundo encuentro con el carácter de Asamblea Ordinaria del Celam tuvo como tema central el desarrollo y la integración latinoamericana, en Mar de Plata (Argentina), del 11 al 16 de octubre de 1966.

Un tercer encuentro a nivel de Universidades Católicas se centró en la misión de la universidad católica en América Latina, evento que se realizó en Buga (Colombia), del 12 al 18 de febrero de 1967. Un cuarto encuentro realizado en Melgar (Colombia), del 20 al 27 de abril de 1968, tuvo como tema la pastoral misionera. Un quinto encuentro se celebró en Itapoan, Salvador (Brasil), del 12 al 19 de marzo de 1968, sobre la Pastoral Social de la Iglesia. Y un sexto encuentro sobre Catequesis en Medellín (Colombia), del 11 al 18 de agosto de 1968.

Todos estos encuentros, cada uno en su tema, suscitaron muchos debates y animaron la reflexión en este período preparatorio a la II Conferencia. Si tomamos como ejemplo el documento conclusivo de Mar del Plata (1966), se abrió el espacio para profundizar en temas como la teología del desarrollo, el desarrollo e integración, los aspectos prioritarios

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de la contribución de la Iglesia para el desarrollo e integración de América Latina y la revisión de la pastoral en función del desarrollo. Se habla abiertamente de la urgencia de liberar de la miseria y de la ignorancia a las masas marginadas dándoles la cultura básica y llevándoles juntamente los elementos esenciales de la enseñanza católica. Se exige una atención prioritaria a los que viven en condiciones indignas de seres humanos, usando con ellos nuevas técnicas de promoción humana y comunitaria. Esto tiene especial aplicación al campesinado y a los pobladores de los barrios suburbanos. Y finalmente se solicita la creación de organismos de pastoral universitaria para formar líderes nacionales.

Por eso, a este período lo llamamos de “promoción social y liberación integral”. En el documento conclusivo de Medellín se habla precisamente del “paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”, siguiendo la Populorum progressio (1967) de Pablo VI y de una liberación integral de toda forma de esclavitud.

En el campo de la Economía, el documento denuncia la distorsión creciente del comercio internacional, la fuga de capitales, la evasión de impuestos, el endeudamiento progresivo y el imperialismo internacional del dinero; y hace énfasis en la proyección social de la empresa; en la defensa de los derechos de los trabajadores; en la promoción de los campesinos; y en el rechazo a los sistemas capitalista y marxista.

En el campo de la Política, pide una reforma política; urge la integración latinoamericana; propende por una cultura de la paz; e impulsa la formación de la conciencia social de los creyentes y de los ciudadanos.Como fruto de Medellín se le da un enfoque marcadamente pastoral a la acción social, con un marco doctrinal propio y con el propósito de que la Iglesia se convierta en animadora del orden temporal, en una auténtica actitud de servicio. Así nace la Pastoral Social que es una elaboración netamente latinoamericana. La Cáritas sigue siendo un organismo de Iglesia integrado dentro de la Pastoral de conjunto. Medellín apunta que Cáritas no debe ser una obra de beneficencia, sino que debe insertarse de modo más operante en el proceso de desarrollo de América Latina, como una institución verdaderamente promotora1.

También, por esta época, se multiplican los esfuerzos educativos liberadores, las campañas de solidaridad y los congresos de formación de conciencia social y de promoción popular.

Las Conferencias Episcopales de todos los países de América Latina y el Caribe se pronuncian oficialmente, sobre diversos temas sociales como el Desarrollo y la integración, la Justicia y paz, los Golpes de Estado, el Compromiso político de los cristianos, el Terrorismo, los Derechos humanos, etc. Un número significativo de Iglesias locales apoyó la organización de sindicatos de inspiración cristiana, cooperativas y organismos dedicados a la investigación socio-económica y de promoción humana.

3. Puebla (1979): la misión social de la Iglesia como “Pastoral social evangelizada y evangelizadora”

La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se realizó en la ciudad de Puebla, México, del 27 de enero al 13 de febrero de 1979, a los once años de haberse celebrado la de Medellín, contando con la presencia del nuevo Pontífice Juan Pablo II. El

1 Medellín, Conclusiones 1,22.

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tema de la Conferencia fue: “La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”.

Ya desde 1976, el CELAM empieza a pensar en una tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, iniciativa que fue acogida por Pablo VI. En 1976 muere el Papa Pablo VI y muere también su sucesor Juan Pablo I, quienes habían prometido presidir esta tercera conferencia.

2.1. Los desafíos de la época

En el contexto socio-político

Los regímenes militares, inspirados en la doctrina de seguridad nacional, se extienden por casi todos los países de América Latina. Se presentan graves atropellos a los derechos humanos en los diversos países de la región. Los Sandinistas en Nicaragua asumen el poder después de una larga lucha con la dictadura de Somoza.

A nivel internacional, Michael Gorvachov, impulsa la Perestroika (re-estructuración) y la Glasnot (transparencia) en la Unión Soviética.

En el contexto eclesial

En Medellín surge una nueva forma de hacer teología, en forma inductiva, a partir de la realidad de los pobres, a la luz de la Sagrada Escritura, a fin de buscar caminos de promoción social y liberación integral. Aquí está el origen de la teología de la liberación.

La Iglesia denuncia la violación de los derechos humanos, pero rechaza tanto la violencia subversiva como la violencia represiva; promueve la reconciliación, tanto al interior de cada nación, como entre pueblos hermanos; y reafirma su opción preferencial por los pobres.

En este período se produce la desaparición física del Padre Héctor de Jesús Gallego, el 9 de junio de 1971, en el distrito de Santa Fé, Provincia de Veraguas, Panamá; su principal trabajo con los indígenas y campesinos era la organización de las comunidades y la formación cooperativa.

En 1972 mueren en distintos accidentes aéreos Monseñor Gerardo Valencia Cano, Obispo de Buenaventura en Colombia, uno de los fundadores del Grupo Golconda, quien se había puesto al servicio de los negros del Chocó; y Monseñor Raúl Zambrano Camader, muy comprometido con las causas sociales, especialmente con una reforma agraria integral. En 1975 son asesinados en Los Horcones, Diócesis de Olancho, Honduras, 2 sacerdotes y siete campesinos que defendían la causa de los sin tierra. En 1977, en El Salvador, el Padre Rutilio Grande García, sacerdote jesuita dedicado al trabajo pastoral con los campesinos, fue ametrallado, junto a dos salvadoreños, cerca de la población de El Paisnal, en la parroquia de Aguijares.

Después de Medellín, Pablo VI publica dos documentos que estimularon la reflexión de la Iglesia latinoamericana: la Octogesima adveniens (1971) y la Evangelii nuntiandi (1975). Y, luego, la primera encíclica de Juan Pablo II, la Redemptor Hominis (1979) coloca al ser humano como el camino primordial de la Iglesia.

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En la “Octogésima Adveniens”, Pablo VI proclama la libertad de la persona frente al Estado y a los partidos políticos; habla de la importancia del discernimiento de las ideologías y de los movimientos socio-políticos; estimula a las comunidades cristianas para que asuman la responsabilidad del futuro de nuestro mundo; destaca la importancia de la participación en la búsqueda de formas de convivencia democrática; y urge a los cristianos a un compromiso concreto en la organización y vida políticas.

En este mismo año, 1971, el Papa convoca el “Sínodo sobre la Justicia en el mundo” con el fin de estudiar el lugar del Pueblo de Dios en la promoción de la justicia en el mundo; y crea el Pontificio Consejo “Cor Unum” para la promoción humana y cristiana como un gesto de la caridad del Santo Padre.

En 1973 comienza la publicación de los Mensajes Pontificios para la Cuaresma. Los primeros cinco mensajes fueron: Cuaresma: tiempo de comunión y solidaridad; Cuaresma: tiempo de renovación y de reconciliación; Dar y compartir en el seno de la familia humana; Procurad compartir aquello que poseéis con los que os rodean: el verdadero pobre descubre siempre alguien más pobre que él.

Los Congresos latinoamericanos de Cáritas se centran en tema que hacen relación con los cambios sociales, la promoción social y la organización de las comunidades. Así, en 1970, en Río de Janeiro, se habla sobre “La Caritas en tiempo de cambio en América Latina”; en 1971, en San Salvador, sobre la “Función específica de Caritas en la Promoción Social de América Latina”; en 1974, en Lima-Perú, sobre el “Ser y quehacer de Caritas en América Latina”; y en 1978, en México, sobre la “Animación y organización de las bases: tarea esencial de Caritas diocesana”.

3.2. La misión social de la Iglesia como “Pastoral social liberadora, evangelizada y evangelizadora”

El documento pontificio que incide más significativamente en Puebla es la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi. Los textos más citados en la II Conferencia hacen relación con la finalidad de la evangelización, el cambio interior, es decir, la transformación de la conciencia personal y colectiva (EN 18). Para esto, es necesario “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad” (EN 19). Para evangelizar es fundamental tener en cuenta la cultura y las culturas, “tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre sí y con Dios” (EN 20).

Con relación a la liberación afirma: “La Iglesia, repiten los obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización”. (EN 30)

Puebla opta por una evangelización liberadora para una convivencia humana digna de hijos de Dios (DP 491). Se trata de una “liberación que sabe utilizar medios evangélicos, con su peculiar eficacia y que no acude a ninguna clase de violencia ni a la dialéctica de la lucha de clases, sino a la vigorosa energía y acción de los cristianos, que movidos por el Espíritu, acuden a responder al clamor de millones y millones de hermanos” (DP 486).

En Puebla los Obispos hacen la opción preferencial por los pobres, promueven el amor a los pueblos y el conocimiento de su cultura, denuncian la economía del libre mercado y

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las visiones inadecuadas de la persona humana y hacen un llamado a los constructores de la sociedad y a los jóvenes para darle un sentido cristiano a la política, rechazar toda forma de violencia política y evangelizar la cultura con miras a la construcción de una sociedad solidaria y fraterna.

Una pastoral social, desde esta perspectiva, lleva un mensaje particularmente vigoroso en nuestros días sobre la liberación (DP 479, EN 29), contribuyendo a despertar la conciencia social del ser humano en todas sus dimensiones, a impulsarlo para que sea protagonista de su propio desarrollo, a educar para la convivencia, a estimular la organización de las comunidades y a fomentar la comunicación cristiana de bienes.

Como fruto de Puebla se potencia el servicio operativo de los Derechos Humanos, se realizan programas de promoción de indígenas dentro del respeto a su propia cultura, se promueve la formación en Doctrina Social de la Iglesia a diversos niveles, se dan los primeros pasos en la organización de una pastoral con personas que viven con el VIH-SIDA, se organizan encuentros sobre la problemática de la deuda externa, se impulsa el trabajo con los niños y niñas en situaciones de riesgo y se fortalece la toma de conciencia sobre la lucha por la justicia a través de la “no violencia activa”.

4. Santo Domingo (1992): la misión social de la Iglesia como “Promoción humana integral”

4.1. Los desafíos de la época

En el contexto socio-económico

Entre Puebla y Santo Domingo se vivió en América Latina y El Caribe la famosa “década perdida”. La abundancia de petrodólares llevó a nuestros países a contratar crédito externo, inicialmente en condiciones favorables, pero luego, con la brusca e injusta alza en los intereses, y con los malos manejos por parte de gobernantes corruptos, la deuda externa se volvió insostenible, deteriorando cada vez más la situación social y económica de la región.

A los países latinoamericanos, guiados por el Fondo Monetario Internacional, les tocó modernizar sus economías, reducir los costos de funcionamiento del Estado, abrirse al comercio exterior e incrementar su competitividad internacional. Todo esto, hacia 1992, contribuyó a que el PIB de la región creciera en un 3% anual y a que las tasas de inflación tuvieran una importante reducción y se mostraran tendencias favorables para el futuro cercano. De estos ajustes estructurales en la economía quedaba una considerable deuda de justicia social con los pobres del continente, tema que se vuelve prioritario en los debates sociales.

En Perú, estos ajustes económicos estructurales, unidos a la instalación del terrorismo en Lima y en las grandes ciudades, agravaron la situación económica y social, aumentando la pobreza en los sectores más populares, tanto urbanos como rurales.

En general, en América Latina la situación de pobreza y abandono en los sectores urbano-marginales y entre los campesinos, indígenas y afro-descendientes, era tan grande que se hizo famosa de Juan Pablo II en Chile en 1987 de que “los pobres no pueden esperar más”.

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Se impone la economía de mercado, aunque continúa el debate entre quienes propenden por una economía de mercado sin limitaciones, lo que el mismo Juan Pablo II llamaría el “capitalismo salvaje”, y una economía de mercado con acento social. En este contexto, surgen nuevas formas de integración regional como el MERCOSUR.

En esta década se agudiza el fenómeno del narcotráfico con todo lo que ello implica: corrupción en los órganos del poder, creación de una cultura mafiosa en diversos sectores sociales y crecimiento de los asesinatos, de los secuestros y de los atentados terroristas.

En el contexto político

Sin duda alguna, el acontecimiento que más influyó en este período fue la crisis del “socialismo real” que culminó con la caída del Muro de Berlín (1989), cuyas consecuencias comenzaron a verse en la caída de las ideologías, en el agotamiento de la revolución cubana y de los movimientos revolucionarios, en la extinción de la guerrilla, con excepción de Colombia y Perú, en el aire triunfalista del sistema capitalista y en los anhelos de democracia en los países de la región.

En el Perú, en 1990, gana las elecciones Alberto Fujimori con su movimiento Cambio 90, pero no obtiene las mayorías en el Congreso de la República. En 1992, a pesar de haber recibido facultades legislativas para realizar las reformas económicas necesarias, Fujimori decide disolver el Congreso, dando un golpe de estado contra su propio gobierno, lo que se ha denominado “autogolpe”, e instaurando un gobierno que llamó de “Emergencia y Reconstrucción nacional”.

En el contexto eclesial

En el campo socio-político la Iglesia juega un importante papel en la búsqueda de soluciones a los conflictos internos de los países. En 1980 es asesinado Monseñor Oscar Romero en San Salvador, quien denunciaba las masacres y violaciones a los derechos humanos cometidas especialmente por el ejército en esa larga confrontación.

Después de Puebla, en 1983, el Papa comenzó a hablar en Haití de una “nueva evangelización” frente a la crisis que provocaba la cultura adveniente, caracterizada por el secularismo, el pragmatismo y la separación entre la fe y la razón. Esta nueva evangelización implicaba nuevos métodos, nuevo ardor, nuevas expresiones.

Hay nuevos desafíos para la misión de la Iglesia: la violación de los derechos humanos, el empobrecimiento de los sectores populares y de la clase media, los atropellos contra la vida humana, la desintegración de la familia, el abandono de los sectores indígenas y afro-descendientes, el avance de las sectas y de la llamada “Iglesia electrónica”.

En el campo del magisterio pontificio, se publican trascendentales documentos como la Encíclica Laborem Exercens (1981) sobre el trabajo, clave de la cuestión social; la Encíclica Sollicitudo rei socialis (1987), donde el Papa retoma el tema del desarrollo de la Populorum Progressio y dentro de la dinámica continuidad-renovación, reafirma la opción preferencial por los pobres, urge una serie de reformas y convoca a la solidaridad de todos; y la Encíclica Centesimus Annus (1991), con motivo del Centenario de la Rerum Novarum, sobre las “cosas nuevas de hoy” comenzando por la caída del Muro de Berlín.

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Por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se publican dos importantes documentos sobre el tema de la teología de la liberación: el primero, Libertatis nuntius (1984), una Instrucción sobre algunos aspectos de la "teología de la liberación; el segundo, Libertatis conscientia, una Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación (1986).

4.2. La misión social de la Iglesia como “Promoción humana integral” a partir de la opción por los pobres.

Los temas de Santo Domingo nos presentan el enfoque que va a tener la misión social de la Iglesia en esta época: nueva evangelización, promoción humana integral e inculturación.

Santo Domingo, en el campo social se propone impulsar en los diversos niveles y sectores de la Iglesia una pastoral social que parta de la opción evangélica preferencial por los pobres, actuando en los frentes del anuncio, la denuncia y el testimonio, promoviendo iniciativas de cooperación, en el contexto de una economía de mercado (SD 200).

Una de las partes mejor tratadas del Documento es la que hace relación con la promoción humana, donde destaca los nuevos signos de los tiempos, comenzando por los derechos humanos y siguiendo con la ecología, el acceso a la tierra, el empobrecimiento de nuestros pueblos, la realidad del trabajo, el fenómeno creciente de las migraciones, la situación de la democracia en la región, los nuevos ordenamientos económicos y la urgencia de una integración latinoamericana.

El tema de la globalización todavía no está muy presente en la conciencia de los latinoamericanos. Tan solo una vez en el documento se emplea la expresión cuando habla de la integración latinoamericana: “Se experimenta un aislamiento y fraccionamiento de nuestras naciones, al tiempo que se incrementa una globalización de la economía planetaria junto a la formación y/o reformulación de grandes bloques” (SD 207).

5. Aparecida: La misión social de la Iglesia como comunicación de una vida plena en Jesucristo

5.1. Los desafíos de la época

En el campo socio-económico y político

La década del 80, preparatoria a Santo Domingo, fue llamada la “década perdida”. Desde la década del 90 hasta nuestros días ha primado el fenómeno de la exclusión social.

La situación del empleo, la calidad de la educación y el acceso a la tierra, a la vivienda y a la salud son cada vez más dramáticos, debido al tipo de globalización que se ha venido promoviendo, inspirada en el neoliberalismo económico. La liberalización, la privatización y la desregulación económica, fruto del Consenso de Washington, han aumentado el número de pobres y excluidos en todos los sectores de la población.

A esto se sumó la realidad socio-política de nuestros países y la corrupción de nuestros gobernantes en diversos campos. Fernando Color de Melo en Brasil, Carlos Andrés Pérez en Venezuela y Jaime Abdalá Bucaram en Ecuador fueron acusados y juzgados por fraude y por enriquecimiento ilícito; otros como Carlos Salinas de Gortari y Jaime Paz Zamora fueron vinculados a tráfico de drogas, contrabando y asesinatos; y Alberto

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Fujimori es acusado y está siendo juzgado por múltiples violaciones a los derechos humanos.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 por parte de miembros de la red de Al-Qaeda afectó sensiblemente la vida, no solo de los norteamericanos, sino de todos los habitantes del mundo. La economía, que ya había dado muestras de agotamiento con la pérdida de más de un millón de empleos en el sector industrial de Estados Unidos, entró una fase de recesión: se redujo fuertemente el consumo, lo mismo que la demanda de vuelos internacionales y se aumentaron hasta el límite las medidas de seguridad.

En el contexto eclesial

A partir de Santo Domingo, y con el liderazgo de la Comisión de Acción Social-CEAS de Perú y el Departamento de Pastoral Social-DEPAS del CELAM, se inicia la “Pastoral de los Derechos Humanos”. Se realizaron varios Encuentros Latinoamericanos, lo cual fue inspirador para el Pontificio Consejo Justicia y Paz, que convocó a un Congreso Mundial sobre el tema. Los Derechos Humanos se convirtieron en el eje vertebrador de la Pastoral Social.

También surgió la Pastoral de la Ecología y del Medio Ambiente. Varias Conferencias Episcopales publican mensajes pastorales sobre este tema. Algunas áreas pastorales específicas reciben un nuevo impulso. La Pastoral de la Salud, la Pastoral Penitenciaria, la Pastoral de la Infancia y la Pastoral de la Tierra adquieren una nueva dinámica en el Continente. La Economía Solidaria se fortalece, en el contexto de la globalización de la solidaridad. Se realizan importantes encuentros sobre este tema. Se ayuda a la formación de agentes pastorales que trabajan con drogadictos, niños de la calle y enfermos de VIH/SIDA.

Se fortalece igualmente la formación en DSI y se da un nuevo impulso al trabajo que vienen realizando en este campo el ILADES en Chile, el IMDOSOC en México, el SPEC en Colombia, el CEAS en Perú y, en general, las Comisiones Episcopales de Pastoral Social.

El XIII Congreso Latinoamericano de Caritas se dedica a la Promoción Humana y la Evangelización; el DEPAS organiza un Seminario en Brasilia sobre Promoción Humana en las Megápolis.

Nace la Fundación Populorum Progressio (1992), al servicio de la promoción integral de los pueblos indígenas y campesinos de América Latina, erigida por el Papa Juan Pablo II.

El Santo Padre convoca la Asamblea Especial del Sínodo para América en 1997, en el contexto de la preparación para el nuevo milenio. La Exhortación postsinodal se publica en 1999. Se publica también la Encíclica Fides et Ratio, sobre las relaciones entre la fe y la razón, el 14 de septiembre de 1998.

5.2. La misión social de la Iglesia como comunicación de una vida plena en Jesucristo

Los rostros sufrientes que nos duelen hoy

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En las Conferencias anteriores, los Obispos buscan responder a los desafíos que le presenta la sociedad en los distintos campos de la actividad humana que tienen su repercusión en la vida de las comunidades y de los pueblos, y que afecta especialmente a los más pobres y abandonados.

En el documento conclusivo se hace una larga enumeración de la multitud de rostros cansados, agotados y llenos de dolor que apenas sobreviven en nuestros pueblos: las comunidades indígenas y afroamericanas; muchas mujeres excluidas; jóvenes sin oportunidades; desempleados, migrantes y desplazados; campesinos sin tierra; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil; niños víctimas del aborto; los adictos dependientes; las personas con capacidades diferentes; los portadores de VIH – SIDA; los secuestrados; las víctimas de la violencia; los ancianos solos y abandonados; los detenidos en las cárceles (Cf. DA 65).

Estos rostros de Aparecida están en continuidad con los rostros de los pobres que, en su momento, destacaban tanto Puebla como Santo Domingo. En Puebla se habla de rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer; rostros de jóvenes desorientados y frustrados por falta de oportunidades; rostros de indígenas y afroamericanos, marginados y en situaciones inhumanas; rostros de campesinos, privados de tierra y explotados; rostros de obreros mal retribuidos y con dificultades para organizarse y defender sus derechos; rostros de subempleados y desempleados; rostros de marginados y hacinados urbanos; rostros de ancianos abandonados2.

Santo Domingo alarga esta lista nombrando los rostros desfigurados por el hambre; los rostros desilusionados por los políticos; los rostros humillados a causa del desprecio de su cultura; los rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; los rostros angustiados de los menores abandonados; los rostros sufridos de las mujeres humilladas y postergadas; los rostros cansados de los migrantes; los rostros envejecidos por el tiempo y el trabajo de los que no tienen lo mínimo para sobrevivir dignamente3.

Descubrir en los rostros sufrientes de los pobres el rostro del Señor (Cf. Mt 25,31-46) es algo que desafía a todos los cristianos a una profunda conversión personal y eclesial.

La situación de los pobres y excluidos contradice el Reino de Vida

La situación de esta muchedumbre de pobres y excluidos es producto, hoy día, de una globalización que sobrepone y condiciona la vida de las personas a la dimensión económica, absolutizando la eficacia y la productividad de una economía de mercado centrada en el lucro (Cf DA 61). La consecuencia de todo esto es la concentración de las riquezas físicas, monetarias y de información en manos de pocos, lo cual lleva al aumento de la desigualdad y a la exclusión (Cf DA 62).

Aparecida habla de una nueva categoría, la exclusión social, que toca en su misma raíz “la pertenencia a la sociedad en la que se vive pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente ‘explotados’ sino ‘sobrantes’ y ‘desechables’” (DA 65).

El documento alerta contra el alarmante nivel de corrupción en los sectores públicos y privados, contra el flagelo del narcotráfico que viene destruyendo el tejido social y

2 Cf DP 31-39.3 Cf SD 178

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económico de los países, contra la explotación laboral que llega a convertirse en verdadera esclavitud y contra los males que pueden ocasionar los Tratados de Libre Comercio a los sectores más desprotegidos. A su vez, se solidariza con los campesinos sin tierra, demandando una Reforma Agraria, y con los migrantes, desplazados y refugiados, exhortando a la sociedad y a las iglesias a cualificar e intensificar su capacidad de acogida (Cf. DA 70-73).

A esto se suma la situación política que, a la par con un cierto progreso democrático, se van dando diversas formas de regresión autoritaria que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neo-populista; y el deterioro de la convivencia social, afectada por “el crecimiento de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo que es más grave, en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera” (DA 78; Cf. 74-82).

Las condiciones de vida de esta muchedumbre de abandonados, excluidos e ignorados, contradicen el proyecto del Padre. El Reino de vida que Jesús nos vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas y nos interpela a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida (Cf DA 358).

El Evangelio de la Vida y la dignidad humana

Aparecida utiliza la expresión “Reino de Vida”. En diversas ocasiones el documento nos habla del Reino de vida para decirnos, entre otras, cuatro grandes verdades. Ante todo, nos presenta a Jesucristo quien es la Vida e inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre. “Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras y acciones, con su muerte y resurrección, inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí donde no habrá más ‘muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido’” (Ap 21, 4) (DA 143).

Jesús es, Él mismo, la Palabra de vida (Jn 1, 1-4) y nos dice expresamente que Él es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6), es la resurrección y la vida (Jn 11, 25), y ha venido precisamente para que tengamos vida en abundancia (Jn 10, 10)4. Por eso, Pedro le dice: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68). (Cf DA 25, 33, 101, 112, 136).

Jesús es vida y nos da su vida en distintas formas: como Buen Pastor que entrega la vida por sus ovejas (Jn 10,14), como palabra de vida (Jn 1, 4), como pan de vida (Jn 6, 26-59)5, como agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4, 14). Por eso, la vida eterna consiste en “que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo tu enviado” (Jn 17, 3)6.

En segundo lugar, nos dice Aparecida que se trata de un Reino de vida inclusivo, donde todos tenemos cabida: “En su Reino de vida, Jesús incluye a todos: come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2, 16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11, 19); toca leprosos (cf. Lc 5, 13), deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7, 36-50) y, de noche, recibe a Nicodemo para invitarlo a nacer de nuevo (cf. Jn 3, 1-15). Igualmente, invita a sus discípulos a la reconciliación (cf. Mt 5, 24), al amor a los enemigos (cf. Mt 5, 44), a optar por los más pobres (cf. Lc 14, 15-24)” (DA 353).

En tercer lugar, afirma que el Reino de vida es incompatible con situaciones inhumanas: “Pero, las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e

4 Cf DA 33, 112, 132, 3555 Cf DA 106, 241, 354.6 Cf DA 101

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ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: ‘Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte (1Jn 3, 14)’” (DA 358).

Una de las grandes opciones de Aparecida es por la vida: por la vida del ser humano, cualquiera que sea, desde su concepción, en todas sus etapas, hasta la muerte natural, teniendo en cuenta que esa vida es un regalo de Dios, pero también una tarea misionera; por el cuidado del medio ambiente, protegiendo la casa de todos los seres vivos, a fin de que la vida se desarrolle en plenitud7.

La opción por los pobres en Aparecida se ubica precisamente en este contexto de la vida y de la dignidad humana, a través de un discipulado misionero comprometido y eficaz.

En Aparecida la opción por los pobres se plantea, como dijimos antes, desde la óptica de la VIDA a través de cuatro grandes acciones: a) vivir y comunicar la VIDA NUEVA de Jesucristo a todos, especialmente a los pobres (capítulo 7 de Aparecida); b) rescatar la dignidad humana de quienes han sido vulnerados en su ser como personas e hijos de Dios, privilegiando a quienes viven en la calle, a los enfermos, a los adictos dependientes, a los migrantes y desplazados y a los secuestrados y detenidos en cárceles (capítulo 8); c) proteger la vida de la familia, como santuario de la vida, haciendo énfasis en los niños y niñas, en los adolescentes y jóvenes y en los ancianos (capítulo 9); d) y procurar la liberación integral de nuestros pueblos, especialmente de las comunidades indígenas y afrodescendientes (capítulo 10).

Así pues, en la V Conferencia se reafirma con audacia la opción por los pobres y los Obispos asumen el compromiso de “trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio”8. En Aparecida se nos presenta a la Iglesia como una comunidad de discípulos misioneros que, en el seguimiento de Jesús, es compañera de camino y casa de acogida fraterna de los pobres y excluidos de la sociedad, con el fin de rescatar y fortalecer su dignidad como personas y como hijos e hijas de Dios.

El Evangelio de la Vida y la opción por los pobres en la línea de la dignidad humana

El documento de Aparecida, cuando se refiere a los aspectos positivos del cambio cultural que se vive en el mundo, destaca el valor fundamental de la persona y la búsqueda del sentido de la vida y la trascendencia. “Este énfasis en el aprecio de la persona abre nuevos horizontes, donde la tradición cristiana adquiere un renovado valor, sobre todo cuando se reconoce en el Verbo encarnado que nace en un pesebre y asume una condición humilde, de pobre” (DA 52).

Sin embargo, al describir los rasgos negativos de la sociedad actual en la dimensión socio-política, afirma que está creciendo progresivamente el desprecio por la vida humana, lo cual se ve reflejado en el aumento de los secuestros y especialmente de los

7 Cf DA 417, 472, 474.8 DA 396.

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asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera (Cf DA 78). A esto se agrega la aprobación de leyes injustas que estimulan la violación de los derechos humanos, especialmente, el derecho fundamental a la vida, el derecho a la libertad religiosa, la libertad de expresión y la libertad de enseñanza, así como el desprecio a la objeción de conciencia (Cf DA 80).

De otra parte, “la cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social” (DA 387).

Como respuesta a esta situación, Aparecida hace una proclama en defensa de la dignidad humana. En primer lugar, exalta el valor supremo de cada hombre y de cada mujer. “El Creador, en efecto, al poner todo lo creado al servicio del ser humano, manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla (cf. Gn 1, 26-30)” (DA 387). En segundo lugar, anuncia que todo ser humano es fruto del amor gratuito y misericordioso de Dios. “La creación del varón y la mujer, a su imagen y semejanza, es un acontecimiento divino de vida, y su fuente es el amor fiel del Señor” (DA 388).

En tercer lugar, proclama que sólo el Señor es el autor y el dueño de la vida; el hombre y la mujer son imágenes vivientes, siempre sagradas, desde su concepción, en todas las etapas de la existencia, hasta su muerte natural y después de la muerte. “La mirada cristiana sobre el ser humano permite percibir su valor que trasciende todo el universo: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad infinita”9.

En cuarto lugar, afirma que a los cristianos nos corresponde entregar a todas las personas y a las comunidades una vida plena y feliz, a fin de que cada ser humano viva de acuerdo con la dignidad de hijo de Dios. “Nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana”(DA 390)

La opción preferencial por los pobres y excluidos se ubica en este contexto fundamental de la preocupación por la dignidad humana; y, por tanto, la primera y esencial tarea del cristiano es trabajar para que tengan una vida plena en Jesucristo, rescatando su dignidad como personas (Cf DA 391).

La misión de la evangelización, la promoción humana y la liberación

Aparecida presenta estos tres elementos como parte constitutiva de la misión de la Iglesia: “Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25-37), recordando que “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”10.

No hay duda que la Evangelización, o mejor la “Nueva Evangelización”, la Promoción Humana y la Liberación, unido todo esto a la Inculturación del Evangelio, son los grandes desafíos que tiene la Iglesia en este nuevo milenio.

9 JUAN PABLO II, Mensaje a los discapacitados, Angelus, 16 de noviembre de1980; DA 388.10 DI 3; Cf DA 26

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La Nueva Evangelización nos convoca a todos los discípulos misioneros a la santidad, nos apremia a vivir en comunión en la diversidad de vocaciones y a formar comunidades eclesiales vivas y dinámicas, animados por el Espíritu, nos exhorta a asumir una opción por la formación permanente y nos impulsa a anunciar la Buena Noticia del Reinado de Vida a todos los pueblos.

Hay tres momentos en que Aparecida utiliza la expresión “Nueva Evangelización”. En el primero coloca el núcleo de la NE: el encuentro personal con Jesucristo y el discipulado misionero (Cf DA 287). En el segundo ubica la diversidad de métodos de la NE, a partir de la renovación pastoral de las parroquias que favorecen, desde sus diversas comunidades, el encuentro con Jesucristo vivo, transformándose en comunidad de comunidades evangelizadas y misioneras11. En el tercero explicita un medio privilegiado de la NE, las pequeñas comunidades: “Para la Nueva Evangelización y para llegar a que los bautizados vivan como auténticos discípulos y misioneros de Cristo, tenemos un medio privilegiado en las pequeñas comunidades eclesiales” (DA 99 e). Finalmente, Aparecida, en la tarea evangelizadora, incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción humana integral y la auténtica liberación cristiana12.

La Promoción Humana consiste en pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas13, haciendo a la persona sujeto de su propio desarrollo, desde la vida nueva en Jesucristo. La PH debe ser integral, es decir, propiciar el crecimiento de todo el ser humano en sus diversas dimensiones y de todos los seres humanos14. Esta doctrina de Gaudium et Spes y de Populorum Progressio es retomada en Aparecida desde la vida plena en Jesucristo, como parte de la misión, con un acento especial en la opción preferencial por los pobres y en la búsqueda de un modelo de desarrollo alternativo.

La “auténtica liberación cristiana integral”. Aparecida habla de “auténtica liberación cristiana” (Cf DA 26, 146), de “liberación integral” (Cf 359,385), de “auténtica liberación” (Cf DA 399) o simplemente de “liberación” (Cf DA 491).

La expresión “auténtica liberación” nos coloca en el proyecto original del Padre que nos creó libres, como personas y como pueblo; por eso, cuando Israel estaba sometido al yugo de la esclavitud, el Señor escuchó los gritos de su pueblo, lo impulsó en su búsqueda de libertad, dándole unidad de destino. “El episodio que originó el Éxodo jamás se borrará de la memoria de Israel. A él se hace referencia cuando, después de la ruina de Jerusalén y el Exilio a Babilonia, se vive en la esperanza de una nueva liberación y, más allá, en la espera de una liberación definitiva. En esta experiencia, Dios es reconocido como el Liberador. El sellará con su pueblo una Nueva Alianza, marcada con el don de su Espíritu y la conversión de los corazones”15. El sentido de unidad del pueblo es resaltado por Aparecida cuando afirma: “Reconocemos una profunda vocación a la unidad en el “corazón” de cada hombre, por tener todos el mismo origen y Padre, y por llevar en sí la imagen y semejanza del mismo Dios en su comunión trinitaria (cf. Gen 1, 26)” (DA 523).

Cuando el documento se refiere a la “liberación cristiana” nos ubica en el proyecto del Hijo, que es el Reino de Vida. “Cristo, nuestro Liberador, nos ha librado del pecado, y de la esclavitud de la ley y de la carne, que es la señal de la condición del hombre pecador.

11 Cf DA 99 e. 12Cf DA 14613 Cf PP 2014 Cf PP 15; GS 76; DA 399.15 Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción Libertatis Nuntius sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, IV, 4.

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Es pues la vida nueva de gracia, fruto de la justificación, la que nos hace libres. Esto significa que la esclavitud más radical es la esclavitud del pecado”16.

Finalmente, cuando Aparecida habla de “liberación integral”, tiene en cuenta la propuesta de una vida plena para cada persona en todas sus dimensiones y para todas las personas, de todos los tiempos y lugares, por la eficaz presencia del Espíritu, impulsando la transformación de su historia y sus dinamismos17. En el aspecto personal, implica dominio interior de sus propios actos, autodeterminación, capacidad de elección del bien moral, crecimiento en lo humano, comunitario, intelectual, espiritual y pastoral, que le permite a cada uno construir su personalidad y plasmar su identidad social18. En el aspecto comunitario, implica que los latinoamericanos y caribeños nos reconozcamos como una familia, una y plural, signada por la proximidad, la fraternidad, la solidaridad y la justicia19.

La tarea de la Inculturación del Evangelio nos impulsa a realizar el encuentro fecundo entre el Evangelio y las diversas culturas existentes en los pueblos de América Latina y El Caribe. “Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor el misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida y contribuyendo así a una catolicidad más plena, no solo geográfica, sino también cultural” (DA 479).

La Doctrina social de la Iglesia

Cuando el documento de Aparecida examina la situación de la Iglesia en esta hora histórica de desafíos, afirma que la Doctrina Social constituye una invaluable riqueza en la vida de las comunidades cristianas porque ha animado el testimonio y la acción solidaria de los laicos y laicas, quienes, por una parte, se interesan cada vez más en su formación teológica, como verdaderos misioneros de la caridad, y por otra, se esfuerzan por transformar de manera efectiva el mundo según Cristo. A esto se añade el alto número de iniciativas laicales en los ámbitos social, cultural, económico y político, que hoy se dejan inspirar en los principios permanentes, en los criterios de juicio y en las directrices de acción, provenientes de la Doctrina Social de la Iglesia20.

Pero también se constatan diversas deficiencias: el escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad, particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del orden temporal; una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones; una espiritualidad individualista; una mentalidad relativista en lo ético y religioso; una falta de aplicación creativa del rico patrimonio que contiene la Doctrina Social de la Iglesia; y una limitada comprensión del carácter secular que constituye la identidad propia y específica de los fieles laicos21.

La Iglesia tiene una palabra que decir sobre la vida de los hombres y mujeres en sociedad y, muy particularmente, sobre la naturaleza, condiciones, exigencias y finalidades de un

16 Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción Libertatis Nuntius sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, IV, 2.17 Cf DA 151.18 Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción Libertatis conscientia, 27; Cf. DA 280, 479.19 Cf DA 524-527.20 Cf DA 99 f.21 Cf DA 100 c.

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auténtico desarrollo que promueva, en forma integral, a las personas y a las comunidades22..

La doctrina social es un valioso instrumento de evangelización que tiene la Iglesia para anunciar “a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre” y, por la misma razón, para revelar el hombre a sí mismo23. Desde esa perspectiva, la Iglesia, en cumplimiento de su misión, defiende la vida, promueve los derechos humanos, vela por la familia y por la educación, se preocupa por la solidaridad y la equidad en la sociedad nacional e internacional, denuncia las injusticias, se opone a la guerra y busca caminos de solución pacífica a los conflictos.

La doctrina social es, por tanto, no solo una bella teoría sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción. “Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna”24. La fuerza del testimonio consiste, ante todo, en mostrar a Dios, más que demostrarlo: “mostrar a Dios a través de un modo de ser, de las conductas y de la acción propiamente dicha y no simplemente demostrarlo a través de una evangelización adoctrinadora”25.

Nos dice el Concilio Vaticano II que la misión propia de la Iglesia no es de orden político, económico o social, sino de orden religioso. “Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina”26. En esta forma, la fe y las obras van de la mano, “porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (St 2,26).

Una de las mayores preocupaciones de los obispos reunidos en Santo Domingo era “la falta de coherencia entre la fe que se profesa y la vida cotidiana”, lo cual es una de las causas que generan el empobrecimiento en nuestros países, ya que “los cristianos no han sabido encontrar en la fe la fuerza necesaria para penetrar los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo ideológico y de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros pueblos”27.

Una forma privilegiada de hacer vida la fe que profesamos es la acción pastoral, de honda raigambre bíblica, vinculada al mismo proceso de liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, cuando Dios escucha los gritos del pueblo, ve su situación, lo libera de la tierra donde estaba sometido y lo guía, a través de una experiencia comunitaria, hacia una nueva tierra28. Hoy también la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, por medio de la pastoral, cumple la misión que el Señor le encomendó de evangelizar a los hombres y mujeres de todos los confines de la tierra29.

22 Cfr. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, no. 41.23 Juan Pablo II, Centesimus annus, no. 54.24 Juan Pablo II, Op. Cit. no. 57.25 CELAM, Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe, no. 37126 Gaudium et Spes, no. 42.27 SD 161.28 Cfr. Ex 3,7.15; Dt 5,6.29 Cfr. Mt 28, 18-20.

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CONCLUSIÓN

Cuando Aparecida habla de la misión del cristiano en el mundo emplea dos verbos que son fundamentales para entender el espíritu de este evento eclesial: VIVIR y COMUNICAR la vida nueva de Jesucristo a nuestros pueblos.

Por tanto, la primera misión de una pastoral social renovada es VIVIR una vida nueva en Cristo, la cual “toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana ‘en su dimensión personal, familiar, social y cultural’30” (DA 356). Esto va a exigir en las personas una conversión, es decir, un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Es la primera condición para poder vivir a plenitud.

La vida nueva en Cristo incluye los aspectos más normales de nuestra existencia: es “la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia y, así, brota una gratitud sincera” (DA 356).

El COMUNICAR la vida nueva no es otra cosa que realizar el proyecto de Jesús: instaurar el Reino de su Padre. “Se trata del Reino de la vida. Porque la propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una vida plena para todos. Por eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de la Iglesia, debe dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre y para cada mujer de América Latina y de El Caribe”.

Ese es el reto para una renovada pastoral social en clave de misión.

Noviembre de 2008.

30 DI 4