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Por: Carlos Aguirre, Susana Aldana, Cristóbal Aljovín de Losada, Betford Betalleluz Meneses, Carlos Contreras, Renzo Honores, Marta lrurozqui Victoriano, Patricia Mathews, Zoila Mendoza-Walker, Evelyne Mesclier, Víctor Peralta, Gabriela Ramos, Linda J. Seligmann AGUlRRE, Carlos. Agentes de su propia liber- tad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud. 1821-1854. Pontificia Un iversi- dad Católica del Pení, Lima, 1993 . 335 pp. La extinción de la esclavitud en Lima luego de la Independencia es el tema central del trabajo de Carlos Aguirre. La hipótesis básica es que la abo- lición no se produjo por la decisión generosa del caudillo Ramón Castilla, ni tampoco por una me- dida maquiavélicamente premeditada por el im- perialismo inglés, sino que fueron los propios es- clavos quienes lentamente socavaron el sistema desde el interior en conflicto constante con el na- ciente Estado peruano y con los propietarios ur- banos y rurales. En es te sentido, el trabajo del au- to r cuestiona aquellas explicaciones que hacen recaer todo el peso de la historia en las "obras" de determinados presidentes y aquéllas que expli- can todo el proceso histórico interno de un país haciendo uso de la tan manida teoría de la depen- dencia. El trabajo se divide en dos partes. En la pri- mera se estudian minuciosamente las característi- 2, diciembre 1993 cas centrales de la esclavitud limeña en el siglo XIX. En la segunda, las múltiples formas a través de las cuales los esclavos lograron alcanzar sus metas. Así, en los cuatro capítulos de la parte inicial, Aguirre nos muestra un amplio panorama de la esclavitud limeña basado en una extensísima re- visión y estudio de variadas fuentes. En el primer capítulo se describen las transformaciones de la agricultura limeña y se constata que el área rural no presenta enormes latifundios productores de caña de azúcar, sino que predominan las peque- ñas y medianas haciendas de panllevar, las cuales encontraron gran demanda en un mercado capita- lino en proceso de expansión. Al parecer, la crisis agraria la sufrían sólo aquellas haciendas dedica- das a la exportación de azúcar. En cuanto a lapo- blación esclava, ésta se concentraba en Lima (73%), la mayoría se ubicaba en la urbe (63%) y los propietarios abarcaban todos los estratos so- ciales y actividades. El capítulo segundo analiza la dinámica del mercado y la estructura de precios de los esclavos de Lima. La constatación muestra un mercado deficitario, en donde la demanda es largamente superior a la oferta. Esta situación fue 513

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Por:

Carlos Aguirre, Susana Aldana, Cristóbal Aljovín de Losada, Betford Betalleluz Meneses, Carlos Contreras, Renzo Honores,

Marta lrurozqui Victoriano, Patricia Mathews, Zoila Mendoza-Walker, Evelyne Mesclier, Víctor Peralta,

Gabriela Ramos, Linda J. Seligmann

AGUlRRE, Carlos. Agentes de su propia liber­tad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud. 1821-1854. Pontificia Universi­dad Católica del Pení, Lima, 1993. 335 pp.

La extinción de la esclavitud en Lima luego de la Independencia es el tema central del trabajo de Carlos Aguirre. La hipótesis básica es que la abo­lición no se produjo por la decisión generosa del caudillo Ramón Castilla, ni tampoco por una me­dida maquiavélicamente premeditada por el im­perialismo inglés, sino que fueron los propios es­clavos quienes lentamente socavaron el sistema desde el interior en conflicto constante con el na­ciente Estado peruano y con los propietarios ur­banos y rurales. En este sentido, el trabajo del au­tor cuestiona aquellas explicaciones que hacen recaer todo el peso de la historia en las "obras" de determinados presidentes y aquéllas que expli­can todo el proceso histórico interno de un país haciendo uso de la tan manida teoría de la depen­dencia.

El trabajo se divide en dos partes. En la pri­mera se estudian minuciosamente las característi-

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cas centrales de la esclavitud limeña en el siglo XIX. En la segunda, las múltiples formas a través de las cuales los esclavos lograron alcanzar sus metas.

Así, en los cuatro capítulos de la parte inicial, Aguirre nos muestra un amplio panorama de la esclavitud limeña basado en una extensísima re­visión y estudio de variadas fuentes. En el primer capítulo se describen las transformaciones de la agricultura limeña y se constata que el área rural no presenta enormes latifundios productores de caña de azúcar, sino que predominan las peque­ñas y medianas haciendas de panllevar, las cuales encontraron gran demanda en un mercado capita­lino en proceso de expansión. Al parecer, la crisis agraria la sufrían sólo aquellas haciendas dedica­das a la exportación de azúcar. En cuanto a lapo­blación esclava, ésta se concentraba en Lima (73%), la mayoría se ubicaba en la urbe (63%) y los propietarios abarcaban todos los estratos so­ciales y actividades. El capítulo segundo analiza la dinámica del mercado y la estructura de precios de los esclavos de Lima. La constatación muestra un mercado deficitario, en donde la demanda es largamente superior a la oferta. Esta situación fue

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Reseñas

aprovechada por los esclavos para entrar en con­flictos y obtener ventajas con los propietarios. Los capítulos tres y cuatro analizan los rasgos de la vida y trabajo de los esclavos agrícolas y urbanos respectivamente. Los hacendados, ante la crisis laboral, optan por adaptarse a las estrecheces del mercado y en algunos casos reemplazan el trabajo esclavo por una gran variedad de de formas labo­rales compulsivas que les pennite sostener la pro­ducción agrícola. Un aspecto interesante de este proceso es la presencia de un número significativo de esclavos jornaleros en la ciudad, los cuales de­bían entregar una determinada cantidad de dinero a sus propietarios todos los días. Esta modalidad, si bien es cierto benefició a los segundos, a la lar­ga se convirtió en una herramienta que permitió a los primeros gozar de una gran movilidad en la urbe (el trato cotidiano con la plebe fue importan­te para la adquisición de nuevos valores) y acu­mular lo suficiente para comprar en el futuro la libertad.

En la segunda parte (capítulos del quinto al noveno), Carlos Aguirre aplica al caso limeño las perspectivas teóricas de Edward P. Thompson y las de James Scott, que rescatan las formas coti­dianas de resistencia de aquellos sectores someti­dos en una sociedad. Las largas temporadas sin rebeliones no significan pasividad, sino al contra­rio, un toma y daca constante, en donde los secto­res involucrados están en permanente conflicto. Las rebeliones serían exacerbaciones de aquello.

En el quinto capítulo se reconstruye el marco jurídico de la esclavitud republicana y el conflic­to y las batallas legales que emprendieron los es­clavos para mejorar su situación. Aguirre destaca el papel jugado por el Defensor de Menores no sólo como abogado de las reclamaciones de sus defendidos, sino, por la transmisión de conoci­mientos y Lácticas de negociación a los esclavos. En este sentido, hubiéramos querido contar con un perfil social de estos defensores para poder expli­car sus motivaciones y actitudes.

En el sexto capítulo, Aguirre estudia en deta­lle las diferentes formas por las cuales se accedía a la libertad. Los casos de manumisión voluntaria representan sólo el 26.2%, mientras que los hechos por compra alcanzan el 73.9%. Cifras elocuentes que desmienten cualquier imagen palernalista y generosa de los propietarios, y que evidencian la notable actividad de los propios esclavos en su lucha. A continuación, se analizan el cimarronaje y el bandolerismo como opciones posibles para escapar de la dominación. El primero ejercía efectos negativos sobre la institución, pues la

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cuestionaba y erosionaba lentamente. El segundo -casi consecuencia del anterior- se incrementa gracias a las condiciones políticas inestables de inicios de la República. El bandolerismo, indica Aguirre, no representó una propuesta alternativa de organización social; un dato importante es que las víctimas de los atracos fueron personas de diversa condición social. En el octavo capítulo, se estudian las escasas rebeliones y motines, los cuales eran restringidos y en ningún caso se fijaron el objeti­vo de liquidar la esclavitud. Esto se explica por la existencia de múltiples vías para lograr la libertad y por estrategias existosas de resistencia. En el capítulo noveno y final se analizan las circunstan­cias que llevaron a la abolición definitiva de la es­clavitud en la década de 1850. Para esa fecha, la erosión del sistema era de tal magnitud que los propietarios buscaban forma~ alternativas de tra­bajo compulsivo (importación de chinos). Así,en el año de 1854, en plena lucha política entre Echenique y Castilla, el primero en su afán de conseguir apoyo, decreta la abolición para aque­llos que sirvieran en sus filas por dos años. El se­gundo, más oportunista, decreta la abolición en general pero menos para los que integraban el ejército enemigo. Posteriormente, Castilla indem­nizará generosamente sólo a los grandes propieta­rios, imitando la práctica de Echenique en el asunto de la consolidación de la deuda interna.

Luego de leer el sofisticado análisis de Carlos Aguirre, uno queda convencido de las bondades del trabajo disciplinado -la revisión de fuentes es enorme-, un buen marco teórico y el abandono de perspectivas provincianas gracias a la comparación con otros procesos similares en América. Sin em­bargo, hubiera sido deseable encontrar el estudio de otras formas de resistencia y adaptación como las culturales (La! vez más sutiles pero no por ello menos efectivas). Las fiestas y los desfiles conti­nuaron en la República y se sabe que eran aconte­cimientos propicios para demostrar la inconformidad con el sistema a través de la ironía y sátira de las figuras del Estado. La música en al­gunas circunstancias y ceremonias podía ser un vehículo de expresión de las inconformidades con el sistema. Por último, la visión de una plebe limeña fragmentada, casi atomizada que hubiera impedido o hecho difícil protestas organizadas y rebeliones me parece discutible. Creo que tenemos esa visión por defecto, es decir, por la carencia de análisis rigurosos de organizaciones religiosas, festivas o gremiales que definitivamente nos da­rían una perspectiva más completa de la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XIX.

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, Para terminar, quisiera recordar que en la decada de los años 70 había quienes comentaban que era imposible estudiar el siglo pasado, porque o no había fuentes internas o éstas se encontraban en manos ~vadas. Pensamos que la aparición del e~celente hbro de Carlos Aguirre se une a la cre­c1ent~ producción de una nueva generación de histonadores empeñados en descifrar las incógni­tas de la época decimonónica.

B.B.M.

ARNOLD, Denise; JIMENEZ, Domingo y Y APITA, Juan de Dios. Hacia un orden andino de las cosas. Hisbol/lLCA. La Paz,1992. 274 pp.

Hacia un Orden Andino de las Cosas reúne tres ensayos que constituyen un interesante con­junto de reflexiones y datos etnográficos sobre la cultura aymara en Bolivia. Como lo indica la coordu:iadora general y coautora del volumen, la antropologa y arquitecta Denise Amold, si bien los ensaros han sjdo rª d\scutidos y presentados ante antenores aud1enc1as (incluso, versiones anteriores han sido ya publicadas), los autores consideran sus tr_abajos co~o "una contribución preliminar, un v1s_tazo hacia una dirección posible" hacia la cual quieren lanzar sus futuros estudios (p.15). Como t~bién lo.indica Amold, con respecto al contexto mas amplio _del debate antropológico, el libro pu~e ser,u~1c.~do den~o ~e la llamada "antropo­logia d1alog1ca y cons1derarsele muy influenciado por la "antropología post-moderna" en el sentido esencial de que los textos intentan lograr un ver­dadero diálogo transcultural. Amold y el lingüista Juan de Dios Y apita han buscado dar en los textos una voz más activa a aquéllos que normalmente son "objeto" de esrudio, o "representados" a través d~ !os textos etnográficos de la antropología tra­d1c1onal. Esto está representado simbólicamente en el hech? de que Domingo Jiménez Aruquipa, uno de los informantes principales, es considerado co-autor de uno de los ensayos.

Gran parte del material presentado en el libro ha si?<> ~ecogido en el ayllu de Qaqachalca, en la provincia de Avaroa, en el altiplano de Oruro donde Yapita y Amold han trabajado desde 1985'. Estos datos son complementados con estudios comparativos con aymara-hablantes de los valles de Aymaya, en el norte de Potosí, y en las comu-

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nidades a orillas del lago Titicaca en el departa­mento de La Paz. Los autores tienen también como punto de referencia comparativo datos de la comunidad de origen de Yapita situada en la pro­vincia de Omasuyos. . En el primer capítulo del libro, parte de la te­

sis doctoral de Amold, la autora estudia detalla­damente un conjunto de aspectos sobre la cons­trucción y el simbolismo de las casas en Qaqachalca, yuxtaponiendo dos temas principales, "la casa como cosmos" y la construcción de la casa como un "arte de la memoria". Amold examina ~~o la tarea de ~nstruir la casa como el lengua­J~ ntual, ~as canciones, juegos y, sobre todo, la se­ne de ch alias que acompañan esta tarea. Gracias a su interés en los elementos de género presentes en la construcción de la casa, Amold descubre cómo la ideología matrilineal predomina en este con~xto_a pesar que en Qaqachalca la organización soc1~~ tiene formas tanto patrilineales como matnlineales de descendencia. . ~n el se~undo capítulo, Amold, Y apita y

JJffienez analizan una serie de canciones dedica­das a los _productos andinos en Aymaya intentando d_escu~nr las distinciones importantes en el Slffibohsmo reproductivo de los productos agríco­las. Descubren por ejemplo la diferencia que se ~ace entre los productos que surgen debajo de la uerra, en el frío, y bajo la influencia de la luna, con aquellos que crecen encima de la tierra y depen­~en más de la luz y calor solar. En el tercer y úl­umo ensayo, Amold y Y apita examinan el arte de narrar cuentos en Qaqachalca, en la provincia de Avaroa y en los valles de Aymaya, centrándose en aquellos cuentos que se refieren a las bestias sil­vestres. En su complejo y cuidadoso análisis los autor~s muestran cómo elementos del antiguo arte de teJer son parte esencial de la narrativa andina.

Los datos presentes en los mencionados ensa­yos, y en sus amplios apéndices, así como las im­portantes reflexiones que realizan los autores, son de mucho interés para tó'do estudioso de la cultu­~a andina. El libro constituye indudablemente un lffiportante aporte al estudio del simbolismo ritual y el lenguage oral en esta cultura.

Z.M-W.

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Reseñas

BURGA, Manuel. Para qué aprender historia en el Perú. Editora Magisterial, 1993. 106pp.

Este pequeño libro dirigido a los maestr~s de historia del Perú, conduce al autor a una sene de reflexiones acerca de la dirección y significado de la historia peruana y del rol del historiador en la formación de una conciencia nacional. Manuel Burga retoma así la línea del ensayo globalizador sobre la historia peruana, que antes desarrollaran distinguidos historiadores nacionales, como ~iva Agüero, Porras, Basadre y Macera. Demasiado acostumbrados a la elaboración de informes monográficos sobre aspectos circunscritos a la historia de nuestro país, resulta gratificante apre­ciar el esfuerzo de un historiador que ha contri­buido también con útiles estudios puntuales sobre la historia económica y cultural del Perú, por al­zar la cabeza de sus documentos y meditar acerca del conjunto, antes que sobre una porción aislada de nuestro pasado.

El resultado es la interpretación de la historia peruana desde el siglo XVI al XX como una su­cesión de modernizaciones frustradas. Cada uno de los impulsos que en Europa significaron el avance a la modernidad y el bienestar de la po­blación, en nuestro país habrían significado retro­cesos o "rearcaizaciones". Una "mala" relación con Europa y el mundo moderno (una relación de tipo colonial, y no de simetría) sería la respans_a­ble de ese mal resultado y de que nuestra histona, parafraseando a Alberto Flores Galindo, aparezca como la de un país en derrota. Con esta idea, Burga no hace otra cosa, sin embargo, que reite­rar el pensamiento de la escuela "dependentista". Como es bien sabido, ésta presentó la historia de América Latina como el "reverso" de la historia europea, de modo que el desarrollo en ésta se transformó en el subdesarrollo de aquélla.

Burga sostiene que la redención de la historia peruana consistiría en tratar de "ser lo que no so­mos"; dejar de imitar el proceso europeo y tratar en cambio de enrumbamos por una "modernidad andina", que rescate la herencia de la civilización prehispánica. Lo cuestionable en este plantea­miento es imaginar al Perú como algo opuesto a Occidente. La influencia occidental en el Perú ha sido tan decisiva que los casi cinco siglos transcu­rridos desde la Conquista no pueden ser evaluados, como lo hace Burga apoyándose en Macera, como "una suerte de pequeña península, apéndice, o barniz de un gran continente de historia andina

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(p.89). Basta apreciar nuestra lengua, nuestra reli­gión, nuestros referentes intelectuales, nues~as instituciones políticas y económicas, y tamb1en, claro, nuestras fiestas y tradiciones campesino in­dígenas, cuyo parentesco con las españolas es afirmada positivamente por el autor en el Prefa­cio. Nuestras tradiciones culturales más "propias" o consideradas más "auténticas" son en su gran mayoría de origen colonial, de modo que los tres siglos transcurridos entre 1532 y 1821 no pueden, de ninguna manera, ser considerados "como una suerte de interrupción de una brillante y exitosa historia autóctona. propia, original, no colonial, gestionada desde los Andes ... " (p.89), luego de la cual podamos volver a "ser nosotros mismos". Sobre esto hubiera sido bueno que además de su­mergirse en las obras de Isaiah Berlin, Raymond Aron, Benedetto Croce o Jacques Le Goff, Burga hubiera consultado las reflexiones desarrolladas sobre el mismo tema en México (una nación de historia bastante paralela al Perú hasta hace poco más de un siglo) por hombres como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Alfredo López Austin o Héctor Aguilar Camín.

En la parte final de su pequeño libro, Burga clasifica las distintas "versiones" de la historia peruana que se han desarrollado en nuestro país. Presenta estas cinco: la inca (Garcilaso), la hispa­na (Sarmiento de Gamboa), la criolla (Riva Agüero, Porras, Basadre), la indigenista (fello, V alcárcel) y la nacional crítica (Macera, Lumbre­ras Flores Galindo). Esta última no sólo sería la m~ reciente, sino también la más avanzada técni­ca y políticamente. Pero, en lo que me parece la parte más interesante de sus reflexiones, Burga intenta una crítica de este enfoque, que bien visto se trata de una autocrítica, en la medida que él queda incluido dentro del mismo. La versión "na­cional crítica" habría fallado en no ofrecer un planteamiento integrador de la nación peruana (si es que ésta debe considerarse una tarea del histo­riador). Se habría limitado a denunciar y derrum­bar los fundamentos y mitos integradores sobre los que los anteriores historiadores pretendieron legi­timar la nación peruana, sin construir otros alter­nativos "donde los otros [aparte de los indígenas] grupos étnico culturales como los criollos, mestizos y etnías menores, cumplan funciones específicas". (p.74). Esta autocrítica lleva al autor a rescatar a Basadre, el historiador que unas décadas at:ás propuso la República como la promesa de la vida peruana.

Manuel Burga no llega en este libro a bosque­jar ese modelo constructivo que debiera sustituir

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a los descartados. Sólo presenta la vía de esa aún no bien definida "modernidad popular andina". Pero la honestidad y la apertura de sus meditacio­nes son una excelente invitación a abrir un debate sobre el sentido de la historia peruana, tan nece­sario en el Perú de hoy.

e.e.

COMBES, Isabelle y SAIGNES, Tlúerry. Alter Ego. Naissance de l'identité chiriguano. Cahiers de L'Homme. Éditions de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales. París. 1991.

Hace dos años que la Escuela de Altos Estu­dios en Ciencias Sociales de París publicó este último trabajo de Saignes. Se trata de un exhaus­tivo estudio sobre el origen de la identidad étnica de los Chiriguano, localizados en el borde occi­dental del Gran Chaco, al pie de las sierras subandinas de Bolivia y de la provincia de Salta. Los chiriguano son un producto de la migración tupi-guaraní, que comenzó en el sector oriental del continente y concluyó en las serranías del oriente boliviano. Este trabajo parte de una perspectiva histórica y emológica, ya que el estudio se centra en un análisis del concepto de emía y que ha üti­lizado una definición más genética de la identidad, a diferencia de otras definiciones sustantivistas o relativistas.

Las fuentes emohistóricas provienen princi­palmente de los informes administrativos y mili­tares, cartas de misioneros a sus superiores y de­mandas de colonos fronterizos en proyectos de conquista. Este material proviene de informes desde la región peruana, paraguaya y del Chaco durante la época colonial.Las diversas fuentes permiten cotejar diversas visiones sobre la ruptu­ra entre los habitantes de las tierras bajas y los de la cordillera. Dado que la mayor parte de las fuentes coloniales han caracterizado a los Chiriguano como un grupo que vive en condicio­nes de "primitivismo y barbarie", los autores se han preocupado por cuestionar las versiones oficialistas y las razones por las que quienes re­portaron dichas versiones decidieron presentarlas de aquella manera. El trabajo está complementado por material emológico que proporciona informa­ción suplementaria, aunque adolece de otras defi­ciencias metodológicas, -tales como las que apa­recen en el trabajo de Métraux y Susnik- quienes han efectuado estudios aislados, que no buscaban

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una comprensión de las interacciones con los gru­pos vecinos ni con el sistema colonial o post colo­nial, con quienes los chiriguano mantuvieron abierto contacto al menos bélico. Saignes y Com­bes han intentado documentar diferentes tipos de relaciones entre estos migrantes guaraníes y sus vecinos.particularmente los Chane y los Mojo.A falta de estudios antropológicos y arqueológicos, los autores recurren a la lingüística basada en fuentes misioneras hispánicas y estudios de viaje­ros emógrafos europeos del siglo XIX, quienes proponían clasificar las poblaciones locales por lengua, con lo cual los chiriguano pertenecen a la familia Arawak.

La tarea de "privilegiar el punto de vista indí­gena" a partir de una documentación predominan­temente española se convierte en una meta ambi­ciosa -considerando las fuentes disponibles- pero sugerente. Saignes y Combes se han centrado en el tema de la génesis de la identidad chiriguana a partir de dos ejes: la migración y el mestizaje.A diferencia de otros grupos de la región, los chiriguano se caracterizan por su heterogeneidad; parecen haber tenido un sutil grado de estratificación con una autoridad centralizada. En lo que respecta a temas de matrimonio, canibalismo y guerra, los autores realizan un aná­lisis "a lo Lévi-Strauss" basado en la presentación de estructuras duales y asimétricas en donde la "realidad social constituye una totalidad confor -mada por dos mitades complementarias aunque desiguales", para referimos a la referencia a L. Dumont (p.118) que confirma el carácter predo­minantemente estructuralista de los temas men­cionados. La identidad chiriguana es estudiada como un producto de la consolidación de dos fuentes: la cultura tupi-guaraní, de donde provie­nen los migrantes chiriguano y aquella de los Chane, grupo de origen Arawak y portadores de una tradición diferente: "de una alteridad donde los guaraní van a constituirse en chiriguano". A tra­vés de un estudio de los informes guaraní/chane, se configura un análisis de la identidad del "otro",que complementa y opone al "ser" chiriguano. "Alter ego" indica ese duelo funda­mental entre dos identidades supuestamente con­trapuestas.

La critica a la historiografía tradicional que se ha preocupado por representar lo momentos más dramáticos del enfrentamiento de los chiriguano permite que los autores documenten la diversificación del poder opositor a los propios divididos chiriguano.De esta manera se intenta ir más allá de un estudio de estructuras duales para

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Reseñas

sugerir una realidad mucho más compleja y diná­mica y de un grupo que no responde a un ámbito fácilmente delimitable o autónomo.La guerra y las alianzas no constituyen tampoco elementos que unifican al mundo chiriguano, ya que se propor­ciona evidencia suficiente sobre guerras y alianzas acontecidas dentro de un mismo territorio.Del mismo modo.la crítica que se hace a los estudios que han sobreestimado la capacidad de resistencia indígena a la colonización europea son criticados por encubrir el origen profundamente heterogéneo que constituye la identidad chiriguana.

Más allá de la preocupación por superar visio­nes estereotipadas de los chiriguanos a partir de su origen en el siglo XVI, este trabajo constituye un aporte que enriquece las discusiones sobre for­mación de la identidad étnica y abre campo a fu­turas investigaciones que complementen y docu­menten el analisis etnohistórico y etnológico .

P.M.

DURAND FWREZ, Luis. El Proceso de Inde­pendencia en el Sur Andino. Cuzco y La Paz 1805. Universidad de Lima. Lima, 1993. 529 pp.

Este libro completa una trilogía iniciada por el autor con Integración e Independencia en el Plan Político de Tupac Amaru (Lima, 1973) y conti­nuada después con Criollos en Conflicto (Lima, 1985). El eje de reflexión principal de estos tres estudios ha consistido en perfilar la formación de la conciencia nacional criolla en el período de las reformas borbónicas. En esta oportunidad, el autor aborda las complejas circunstancias históricas que rodearon a la mal conocida conspiración de José Gabriel Aguilar y José Manuel Ubalde de 1805 en la capital cusqueña, así como sus prolongaciones y coincidencias con las asonadas de La Paz del mis­mo año y de 1809. Para dicho análisis Durand Florez utiliza los únicos dos documentos del pro­ceso que se conservan en los Archivos Históricos tanto de Madrid como de Buenos Aires, los cuales se completan con el importante con junto documental publicado por Carlos Ponce Sanjinez sobre el co­nato de La Paz de 1805 en el cual hay abundantes referencias a la conexión cusqueña. A pesar de ello, el autor reconoce, como anteriores estudiosos del tema, que las evidencias más importantes que que­dan para reconstruir el proceso son casi exclusiva­mente los sueños que Aguilar dejó escritos . Esa limitación se trata de compensar con una larga reflexión acerca del comportamiento crío llo que se hace remontar hasta fines del siglo XVII, lo cual explica la extensión de la obra.

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Son dos las preocupaciones centrales en las que Durand Florez se concentra a lo largo de El Proceso de Independencia en el Sur Andino. Primero, busca desmitificar la idea que la historiografía reciente ha dado de los criollos como sujetos políticamente pasivos, y que sólo se auparon al poder cuando la independencia les llegó afortunadamente concedi­da por las expediciones libertadoras. Segundo, in­tenta ampliar el concepto de sur andino, compren­diéndolo no sólo como una realidad económica sino como una forma de actitud política. Siguiendo esos dos ejes de reflexión, Durand Florez propone que si bien en Lima el comportamiento criollo de algún modo se acomodó al régimen hispano, por el contra­rio, en el sur andino las movilizaciones criollas fueron claramente anti-coloniales. En ese sentido, el Cuzco estuvo más cercano al tipo de actitud contestataria asumida por los criollos de La Paz que a los de Lima.

La conspiración política tramada tanto por Aguilar como por Ubalde para "restaurar al inca", de quien Aguilar decía descender a partir de unos sueños proféticos, sería un ejemplo paradigmático de la mala conciencia que siguen expresando los criollos como fruto de la estela lascasiana(ll. Durand Flores, aunque no lo dice claramente, reconoce la influencia de la tradición política española de Suárez, Vitoria y otros teóricos del tiranicidio en la ideolo­gía revolucionaria de los criollos. Tema este, por lo demás, ampliamente desarrollado años atrás por Tulio Halperin Donghi para el caso del ocaso del virreinato del Río de la Plata en una coyuntura similar2l. A diferencia de la reciente explicación de Flores Gal indo que señala que no hubo intenciones por parte de Aguilar y Ubalde de llevar a ejecución el proyecto, Durand Florez piensa que la conspira­ción estuvo en plena marcha cuando fue descubierta. Es Lo es importan le señalarlo porque, al margen de lo que realmente pudo haber ocurrido, se está ante la presencia de dos modos enfrentados de ver el pro­blema del criollismo a fines de la colonia. Flores Galindo piensa que algunos criollos como Aguilar y Ubalde, aunque inventaron una utopía carecieron de una identidad propia que les permitiera ejecutar­la caba!menteC3l. Para Durand Florez lo que el movimiento de Aguilar y Ubalde resume es el

(1) Lohmann Villena, Guillermo. "Notas sobre la este ­la de la influencia lascasiana en el Perú" en Anuario de Historia del Derecho Español. Madrid, 1971.

(2) Halperin Donghi, Tulio. Tradición Politica fal)a· ñola e ldeologia Revolucionaria de Mayo. Bue­nos Aires, 1985.

(3) Flores Galindo, Alberto. "Los Sueños de Gabriel Aguilar'' en: Buscando un Inca. Lima, 1987.

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despertar de una conciencia criolla antiespañola afincada sobre todo en los estratos medios del sur andino, el cual se prolongará por lo menos hasta 1814. Pero en el estado actual de los estudios sobre las dos primeras décadas del siglo XIX es todavía impensable asumir una u otra posición.

V.P.R.

FISHER, John; KUETHE, Allan; MCFARLANE, Anthony.Reforrn and Insurrection in Bourbon New Granada and Peru. Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1990, 356pp.

Esta compilación de diez textos de latinoamericanistas está dividida en tres partes. Los trabajos de Allan Kuethe, centrado en el impacto de las primeras reformas borbónicas en Nueva Granada; de Sandra Montgomery Keelan, que presenta un análisis de la tecnificación minera; de Juan Marchena Femández, quien plantea una comparación de las elites y la militarización en Nueva Granada y Perú; y de Jacques Barbier, quien estudia las reformas comerciales en Cartagena de Indias, forman parte del primer blo­que que gira en tomo a los esfuerzos de la Corona española por racionalizar el gobierno colonial, mejorar las fmanzas metropolitanas y reforzar las defensas. Esos intentos por fortificar las estructuras del imperio fueron causa de un número de políticas reformistas, ampliamente conocidas como Refor­mas Borbónicas, que son el objeto de análisis en la segunda parte. Los trabajos aquí agrupados buscan explorar la debilidad de los nexos econó­micos de la península con sus colonias, sobre todo a partir del comercio.

La información es particularmente rica en este bloque. John Fisher resalta la importancia mer­cantil de Lima en la época y rechaza la tradicional posición que afinna que el comercio se encontraba en declive. Fisher compara la situación comercial del virreinato del Perú con la de Nueva Granada. Por su parte, Lance Grahn demuestra que el con­trabando fue una constante en la realidad de este último virreinato y afirma que el comercio ilícito se enseñoreó del espacio económico neogranadino en el siglo XVIlI. El panorama de su desarrollo general es presentado por Maurice Brunghardt quien se centra en los diversos aspectos producti­vos de lo que sería posteriormente Colombia. Brunghardt resalta los cambios en el pase de la colonia a la república.

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Sociedades coloniales ya maduras, tanto el virreinato del Perú como el de Nueva Granada, se enfrentan a las innovaciones imperiales, inicial­mente a la búsqueda de reformas y luego de su autonomía en un proceso separatista que absorbe­ría, con mayor o menor violencia y radicalidad, a todos los grupos sociales y a todos los espacios económicos del subcontinente. En la tercera parte, los trabajos reunidos allí recogen la visión de los gobernados más que del gobierno. McFarlane y Cahill estudian dos movimientos rebeldes que son la respuesta al incremento de la presión con la re­organización fiscal. Mientras que el segundo, Cahill, se centra en los disturbios de Arequipa en el virreinato del Perú, analizándolo como la fase de apertura a la Gran Rebelión surandina (1780). McFarlane se ubica en la audiencia de Quito y examina la respuesta insurrecciona! de los "ba­rrios" de esa ciudad a los intentos de establecer el estanco de aguardiente y el aumento de la alcabala en 1765. El rol determinante de la insurgencia po­pular en el proceso separatista del virreinato neogranadino es estudiado por Harnnett para quien, a pesar de la amplia participación de los sectores populares, sin la presencia de una elite en abierta oposición a la administración real, no se hubiera llegado a la guerra civil y posterior independencia.

Este libro compensa el poco conocimiento que se tiene sobre el virreinato de Nueva Granada. Falta todavía saber las circunstancias políticas que culminaron con la creación de ese virreinato, que llevaron a decidir su suspensión y luego su esta­blecimiento definitivo, pero sin duda, este volumen echa luces sobre la etapa colonial tardía de Nueva Granada.

Tal vez existe una excesiva inclinación de la balanza en favor de uno de los territorios en estu­dio. En realidad, sólo dos trabajos enfrentan real­mente la comparación de ambas realidades virreinales -los de Fisher y Marchena-, mientras que tan sólo uno se centra específicamente en el Perú. Sin embargo, es necesario reconocer que el virreinato peruano ha sido objeto de numerosos trabajos sólidos sobre cada uno de los aspectos tratados.

Pero también por el desarrollo diferenciado de la historiografía sobre uno y otro virreinato, es probable que, tomando como base las investiga­ciones sobre el Perú, se haya optado por un enfo­que tradicional para la línea directriz del conjun­to. Es comprensible que para el caso del virreinato peruano -cuya estructura se levantó sobre la base de una economía minera- el análisis histórico pre­dominante sobre las Reformas Borbónicas gire en

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Reseñas

tomo a la recuperación minera y al impacto de estas reformas dirigidas a conseguir la mayor captación de retornos en metálico para la Corona. Tan sólo en segunda instancia o de manera aleatoria, se estudian las reformas fiscales como mecanismo de presión para la econo!TÚa no-mine­ra.

Sin embargo, esa visión aplicada para Nueva Granada supone dejar de lado en el análisis prin­cipal al sostén más importante de su economía: el co~ercio de productos agropecuarios. Se trata­ba de productos no convencionales cuya comercialización permitió el desarrollo de esta área periférica de la economía nuclear ~irreinal y su consolidación en el siglo XVIII. Hacia fines de la etapa colonial, el tráfico mercantil era la prin­cipal actividad económica en el norte del subcontinente. Esta actividad comercial estaba además totalmente imbricada con los circuitos del circum-Pacífico que fluía particularmente hacia l<?s países europeos (sin incluir a los_ ibérico~) y hacia Estados Unidos, el cual era considerado ilegal.

Por supuesto, esa posible "otra" percepción de la realidad del tardío período colonial neogranadino no invalida la riqueza de elementos que se presentan a lo largo de cada uno de }os es­tudios. El libro señala algo que no se hab1a afir­mado hasta ahora con la claridad necesaria: que el siglo XVIII no fue un período de retraso eco­nómico para las colonias hispanoamerican3'.'. Con razón pueden los editores afirmar qu_e q~1ebran uno de los grandes milos de nuestras histonas.

Sin embargo, Reform and Insurrection re­coge investigaciones de latinoamericanistas,pero desafortunadamente los investigadores latinome­ricanos están ausentes. Esto puede empobrecer el debate que se busca propiciar. L~ opinió':1 y el aporte de los locales hubiera perrru_t~do ampl~ar los posibles elementos de comparac1on, n? s?lo en cuanto a la realidad histórica de ambos vUTematos, sino de las perspectivas para su estudio.

A pesar de lo afUTnado, el objetivo de los edi­tores se cumple. Muchos son los nuevos elemen­tos que aporta el libro. Muchas so':1 tambi~_ las pautas susceptibles de ser aprehendidas y ullhza­das para la comparación y, finalmente, ri:iuch~ las inquietudes que surgen de su lectura. Discullr los numerosos aspectos que se_ trabajan en ~ste _libro debería ser un impulso mollvador para histonador interesado en la etapa colonial tardía y, para todos en general, es un libro de lectura obligada.

S.A.

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GUEVARA GIL, Jorge Armando. Propiedad agraria y Derecho colonial: los documentos de la hacienda Santotis, Cuzco (1543-1822). Fon­do Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima,1993 . 572 pp.

El trabajo de Armando Guevara es una valio­sa apuesta para estudiar el uso social del Defe:cho colonial. Concentrándose en los bemoles Jund1cos de una hacienda cuzqueña (Santotis), Guevara muestra la forma cómo los actores históricos uti­lizaron y recrearon el Derecho col<?nial para con­sagrar sus objetivos. El autor enfallza -dentro d_e la línea del derecho vivo- cómo las reglas e msll­tuciones legales adquieren corporeidad soci_al f través del uso creativo que hacen los agentes JUn­dicos (pp. xxv-xxvi, 255-256, 288).

Para emprender su investigación, Guevl':l"a retoma la perspectiva crítica ensayada para la his­toria del derecho pe ruano por Fernando de Trazegnies (1981 ). Para este úllimo autor, el De­recho, más que una maraña normativa es _un espa­cio de discusión, apropiación y expansión con­ceptual. En esos términos, el Derecho e~ carr_ibiante y dinámico y lo es tanto como las propias c_rrcuns­tancias vitales y sociales de los protagonistas lo exijan (Trazegnies 1981: 195-207). Esta forma renovadora de apreciar la historia legal en el Perú ha sido recogida, inclusive, en las recientes con­tribuciones a la historia social peruana (AguUTe 1993: 181-210).

Armando Guevara divide su trabajo en cinco capítulos y adjunta como anexo documental la transcripción completa de los útulos legales de la hacienda Santotis, los cuales se exllenden desde el siglo XVI hasta las primeras décadas del sig_lo pa­sado. En el primer capítulo, el autor focahza su atención en los Carrasco (padre e hijo), personajes forjadores de la hacienda durante el primer siglo de ocupación europea. En esta sección Guevara muestra la sapiencia jurídica de dichos persona1es, es decir el uso táctico y calculado del Derecho para potenciar y proteger sus cuotas de poder _emplean­do el discurso jurídico y su sustento coacllvo (pp.1-29). Más adelante, el autor hace una presentación general sobre la hacienda (denominación, casco, mano de obra) (pp. 29-43).

En los siguientes tres capí~?s, Guevara de_~la los mecanismos de concentrac1on, defensa 1und1ca y disfrute de la hacienda. En e\los muestra las es­trategias desplegadas por los d~v~s agen~es co­loniales (encomenderos, prop1etar10s de llerras,

Revista Andina, Año 11

órdenes religiosas, curacas, población andina) para concentrar el patrimonio rural (es decir, compras­ventas, donaciones y permutas), defenderlo en las cortes (Audiencias, corregimientos y juzgado de naturales del Cuzco) y disfrutarlo (censos y arren­damientos). En todos esos capítulos, Guevara enfatiza el uso dinámico y polivalente del Derecho. De esa forma, argumenta, en vez de describir fríamente las instituciones jurídico-coloniales, es necesario mostrar la "positividad de su operación efectiva" (p. 289; Cfr. Trazegnies 1981 : 200).

En estas secciones del trabajo hay originales y renovadores aportes para el análisis del pasado legal peruano. Así, por ejemplo, el autor estudia la compra-venta colonial rastreando sus elementos consuetudinarios. Los agentes jurídicos fijaban el precio en metálico (secularmente escaso) pero entregaban camélidos (llamas, alpacas) como parte de pago (1993: 135-158). En la misma línea argumentativa, Guevara cuestiona severamente el presunto "apego irracional" de los actores colo­niales por los documentos legales. El autor busca las explicaciones de este fenómeno en los reque­rimientos propios del sistema jurídico. En vista del alto formalismo del Derecho colonial, los negocios de intercambio debían ser faccionados en cartas. Además, y esta era la razón más poderosa, la te­nencia de documentos legales era el mecanismo idóneo para afirmar derechos patrimoniales y ex -cluir jurídicamente las pretensiones legales de terceros y el estado colonial (1993: 158-164). De esa manera, Guevara ilustra que si bien los acto­res coloniales utilizaban el Derecho en atención a sus propias expectativas, el sistema legal encua­draba las opciones de estos actores históricos.

La dinámica legal de la sociedad andina es igualmente auscultada. La capacidad jurídica de la población andina en el mundo colonial se con­vierte aquí en un punto central. En esta sección, Guevara critica la aproximación legalista de Karen Spalding según la cual el ordenamiento jurídico colonial (a través de la Recopilación de Leyes de Indias de 1680) reconocía como sujetos activos de derechos civiles a los señores étnicos (1993: 104-106). El autor propone, en cambio, al bautismo cristiano como el factor habilitante que permitió a algunos de ellos actuar válidamente en Derecho sin necesidad de recurrir a curadores legales (en vista de su estatuto de miserabllidad) (1993: 107-111). Esta perspectiva, bastante sugerente, mere­cerá mayores aproximaciones empíricas en el fu­turo. Por otro lado, Guevara estudia las batallas judiciales de la población andina y procura escu­driñar sus motivaciones. En un caso por 30 pozas

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de sal, el autor sugiere que razones cultistas (al lado de consideraciones patrimoniales) fueron decisivas en la tenaz lucha judicial emprendida por Inés Tocto y sus descendientes (1993: 218-236).

El último capítulo del libro es una reflexión sobre el rol cumplido por el Derecho colonial. El autor considera que éste fue un instrumento deci­sivo "para la recreación, apropiación y transfor­mación del paisaje andino en una realidad colo­nial" (1993: 289). Guevara ilustra visiblemente este punto, cuando afirma que en los Andes al lado de cruces (el signo evidente de la evangelización cristiana) aparecieron hitos demarcatorios en los dominios rurales (1993: 289-290). En diversas experiencias coloniales, el Derecho fue el medio que transformó el lenguaje, el régimen laboral, los hábitos cotidianos y los valores de colonizados y colonizadores (Merry 1991: 890-897). Las aproximaciones de Guevara deben apreciarse, además, tomando en cuenta diversos aconteci­mientos históricos. La sociedad española emer­gente de los tiempos modernos se caracterizó por un imponente proceso de juridización, una "revo­lución legal" (verificable en otras naciones euro­peas) que determinó la aparición de cortes judi­ciales, personal letrado y procedimientos jurídicos estándares (Kagan 1981: 21-78). Esta sociedad, celosa de los detalles legales, trasladó así sus ca­tegorías jurídicas (propiedad, posesión, procedi­mientos) a las Indias.

El autor, finalmente, añade la versión paleográfica de los títulos de la hacienda. Gracias a ello, los lectores del libro se benefician con la consulta directa del documento. Como Guevara subraya, sus potencialidades son enormes y su di­fusión favorecerá a historiadores del derecho y a investigadores sociales (p. xxix).

En suma, al lado de sus méritos innegables para la historia agraria, este prolijo y cuidadoso trabajo es una renovación importante en los estudios de historia del derecho. Supone además una apuesta para el estudio de la legalidad colonial y revalúa el papel del Derecho para el análisis social.

R.H.G.

REFERENCIAS

AGUIRRE RAMIREZ, Carlos. Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud 1821-1854. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Univer­sidad Católica del Perú 1993.

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Reseñas

KAGAN, Richard L. Lawsults and Lltlgants In Castlle, 1500-1700. Chapel Hill: University of North Carolina Press. 1981.

MERRY, Sally Engle. "Law and Colonialism", Law and Soclety, 25/4: 889-922. 1991.

TRAZEGNIES GRANDA, Femando de. Clriaco de Urtecho: litigante por amor. Reflexiones sobre la pollvalencla táctica del razona­miento jurídico. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú 1981.

JOHNSON, Lyman y T ANDETER, Enrique (compiladores) Economías Coloniales. Precios y salarlos en América Latina, siglo XVIII. Bue­nos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1992. 441 pp.

La lústoria económica colonial descuidó hasta hace poco tiempo el campo de la fluctuación de los precios y sus tendencias productivas y regio­nales. Fue en los años ochenta cuando esa ten­dencia comenzó a revertirse, ampliándose las lla­madas historias de precios en toda América Lati­na. Fue en ese contexto que Lyman Johnson y Enrique Tandeter, especializados respectivamente en la lústoria de los precios de Potosí y Buenos Aires, tomaron conciencia de que dicha tendencia de la investigación debía culminar en un análisis comparativo. El libro fruto de esa coordinación, que ahora se comenta, apareció originalmente en inglés el año 1990. Los trece estudios compilados aparecen nítidamente divididos en dos partes: la perspectiva metodológica que engloba tres artícu­los y los estudios de casos que lo forman los diez estudios restantes.

Los tres capítulos que forman la primera parte del libro sirven de marco de introducción para re­calcar las importantes implicaciones que para el estudio de las sociedades coloniales tiene el estu­dio de los precios. Herberl Klein y Stanley Engerman, comentando el contenido de los textos compilados, añaden que sería muy importante que los historiadores asumieran la importancia del ra­zonamiento estadístico para resolver ciertos pro­blemas históricos. Asumiendo un parecer similar, John Coatsworth reclama técnicas estandarizadas para el análisis de los precios que posibiliten la comparación. En seguida, Ruggiero Romano arriesga la realización de una geografía compara­tiva de los precios en el continente en base a los

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estudios existentes. Entre sus principales conclu­siones, Romano destaca las peculiaridades del movimiento de los precios de América con res­pecto a la secuencia determinada para Europa.

Los siguientes capítulos corresponden a estu­dios específicos y brindan una visión global del papel desempeñado por los precios en los merca­dos coloniales y en el comportamiento de los pro­ductores y consumidores. Uno aborda el caso novolúspano, mientras que los otros seis se ocupan de dar un amplio abanico de datos acerca de la productividad en distintos espacios sudamericanos. Richard Garner se ocupa del fenómeno de la in­flación, y de su efecto sobre el movimiento de los salarios y precios en México durante el siglo XVIII, siguiendo las series del maíz y otros pro­ductos agrícolas. De otro lado, José Larraín se ocupa de perfilar la dimensión del "producto na­cional" clúleno en los siglos XVII y XVIII a partir del análisis de una canasta de más de una veintena de productos agrícolas. Con su metodología, este autor llega a perfilar una significativa elevación de precios sólo a fines del siglo XVIII. Luego, Lyman Johnson realiza el perfil de la historia de los precios en Buenos Aires colonial, demostrando que las generalizaciones de Romano sobre precios y sala­rios para Hispanoamérica al menos en la capital rioplatense no se cumplen. El resumen de los pre­cios que Johnson reconstruye además indica una debilidad estructural del sector agrícola, en el que tuvo bastante incidencia los desastres naturales.

Tres de estos estudios de caso se ocupan específicamente del área andina. Kendall Brown se concentra en el movimiento de los precios de la ciudad de Arequipa durante el siglo XVIIl, en­contrando una estabilidad e inclusive un lento de­clive de los mismos antes de 1760. Otro descubri­miento importante realizado por Brown es que también el costo de vida en términos generales disminuyó en toda la circunscripción. Seguida­mente, en la compilación vuelven a publicarse tanto el conocido estudio de Tandeter y Wachtel sobre precios y producción agraria en Charcas y Potosí, como el de Brooke Larson sobre precios y conflictos sociales en Cochabamba colonial. Am­bos estudios pese al tiempo transcurrido continúan siendo pioneros en su metodología y proyección analítica no sólo económica sino social y política.

La compilación de estudios de caso culmina con dos estudios sobre problemáticas y realidades geográficas poco conocidas en nuestro medio, como los precios del cacao en Caracas colonial realizado por Robert Ferry y el precio del oro en el Brasil de fines del siglo XVII y mediados del

Revista Andina, Año 11

siglo XVIII. La incorporación final del estudio comparativo escrito por Javier Cuenca-Esteban sobre la incidencia de los precios en el mercado de exportación hispanoamericano de fines de la colonia, enriquece aún más el carácter comparati­vo de la obra. En general, puede decirse que esta compilación al reunir las aproximaciones más importantes al tema de los precios y salarios y perfilar una proyección comparativa, se ha consti­tuido en obra de indispensable consulta para los historiadores de la colonia .

V.P.R.

MENDEZ, Cecilia. Incas sí, Indios no. Apuntes para el estudio del nacionalismo criollo en el Perú. Documento de Trabajo No. 56, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1993.

Son varias las inquietudes que motiva este en­sayo de Cecilia Méndez sobre el nacionalismo criollo del siglo XIX. A pesar de su brevedad, el talento de la autora hace posible incorporar a la discusión una variedad de temáticas relevantes, tanto del pasado como del presente. Y quizás aquí radique lo más destacable del texto: el afán por trazar explícitamente los perfiles de esa vincula­ción entre pasado y presente que muchos procla­mamos pero que no siempre logramos concretar. Este comentario quiere ser, sobre todo, una invi­tación a la lectura de Incas sí, Indios no, por lo que, antes que resumir su contenido o plantear re­clamos excesivos, queremos simplemente alcan­zar unas rápidas reflexiones.

Los estudios sobre el nacionalismo han sido replanteados en los últimos años a partir de la pu­blicación de algunos textos notables -Imagined Communities de B. Anderson y Nations and Nationalism since 1780 de E. Hobsbawm, para mencionar dos de los más populares- pero, sobre todo, a partir de la crisis de los regímenes socia­listas, la desintegración de estados multinacionales aparentemente sólidos, y el renacer o profundización de conflictos nacionalistas en di­versas partes del mundo . Otra vertiente intelectual empuja en la misma dirección: la eclosión de es­tudios sobre grupos e identidades étnicos y sus relaciones con el estado y los procesos sociales y políticos. Los conceptos de etnicidad y nación aparecen hoy juntos en irtnumerables libros y ar­tículos a lo largo de todo el mundo. El ensayo que comentamos se sitúa de manera solvente en la perspectiva de estas preocupaciones.

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En nuestro país dos fenómenos recientes, uno político-militar (Sendero Luminoso y la guerra iniciada en 1980) y otro más masivo, social, y hu­mano (migración, informalidad, cultura chicha, y en general el proceso de "cholificación" del Perú de que hablara Quijano*), han servido de marco para el replanteamiento de estos debates. De allí surge el interés más reciente por "lo andino", pero mientras unos lo ven como un torrente de posibi­lidades nacidas de su tradición y su cultura, otros lo analizan en su vertiente más dinámica, adaptativa y, también, transformativa.

Estos temas de hoy se hallan en el trasfondo de las motivaciones de Cecilia Méndez para ana­lizar los orígenes del "nacionalismo criollo". Por­que, como ella enfatiza, es justamente este paradigma nacido a comienzos de la república el que se desmorona como producto de los cambios mencionados. Los indios, serranos -o como pre­fiera llamarse a los habitantes del Perú andino- se han "salido de su lugar", de manera similar al "in­dio" Santa Cruz, que quiso ser "conquistador" cuando su origen étnico lo condenaba a un destino más sumiso y resignado. El desprecio que todavía percibimos hacia los migrantes de hoy -mezclado con temores y frustraciones frente a la "invasión" desde los Andes-, aunque no se expresa abierta­mente como hace 160 años, constituye en realidad el resultado lógico de una manera de definir las cosas y de una forma de estructurar la sociedad que colocó a los indios en el lugar del cual, hoy, se es­tán saliendo. "No se desprecia a cualquier indio -nos dice la autora- sino, particularmente, al que se ha salido de 'su' lugar".

Los debates políticos e ideológicos de las pri­meras décadas republicanas, tantas veces oscure­cidos por una historiografía poco perspicaz, cobran nueva vida en ensayos como el que comentamos. Las diferencias -no siempre fáciles de precisar­entre liberales y conservadores, las actitudes ante los grupos populares, y de manera central las de­finiciones de qué debía ser lo "peruano" y cómo valorar el aporte del indio, fueron temas de aguda polémica. El perfil racista, excluyente y autorita­rio del conservadurismo criollo se expresó con ni­tidez ante la "invasión" que suponía la Confede­ración Perú-Boliviana con Santa Cruz a la cabe-

* Pero antes que él José Varallanos, en un libro olvidado que amerita una atenta revaloración, El cholo y el Perú. Perú mixto, escrito en 1947 pero publicado recién en Buenos Aires en 1962.

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Reseñas

za. Los rasgos mentales que nutrían esta perspec­tiva sin duda respondieron a una matriz colonial, pero fue al fragor de los escarceos en tomo a la defurición de la nueva república que se consolidó esta ideología que propugnaba una "república sin indios". La visión anti-india de las élites criollas, de acuerdo a la autora, no dudó en apropiarse de la retórica y el simbolismo Inca en sus afanes de legitimación. No creemos que los ejemplos y ci­tas ofrecidas muestren en efecto que este recurso ("Incas sí") haya sido tan extendido o haya ocu­pado un lugar prominente en la retórica criolla al lado del "Indios no". Pero al margen de ello, re­sulta claro que los indios contemporáneos eran vistos como un escollo a superar o como un lastre a ser eliminado, nunca como miembros de esa "comunidad imaginada" que debía ser el Pení.

Dentro de este proceso, Felipe Pardo y su creación literaria tuvieron un rol protagónico. Uno de los méritos del ensayo es poner de relieve la importancia de prestar atención a la creación lite­raria dentro del estudio de las ideologías. Pardo fue un literato pero también un ideólogo, y compartió con muchos coetáneos una visión del mundo y un proyecto político que la autora desnuda en su ver­tiente más extrovertida. El nacionalismo criollo tuvo en Felipe Pardo a su pluma más risueña y sarcástica, y quizás por ello mismo, más eficaz. La risa de Pardo, se nos dice, "refuerza el sentido de las jerarquías. Escarnece lo que considera inferior, lo que desprecia". Desde la literatura, Pardo con­tribuyó decisivamente a consolidar un discurso criollo sobre el indio que habría de perdurar hasta hoy, ayudando a definir una "sensibilidad" de re­chazo al indio como pre-requisito para delimitar los alcances de la "nación peruana".

Pero sin duda la parte más provocadora del texto no es la que se dedica a estudiar el pensa­miento de Pardo o el nacionalismo racista de los criollos del siglo XIX, sino aquella que precisa­mente nos remite a los debates en los que se desangra el Pení de hoy. Para la autora, de entre el caos y la muerte que nos rodea viene naciendo "algo nuevo y más bien positivo": "un incontenible proceso de fusión cultural e integración ( ... ) que parece estar marcando el nacimiento de una nue­va nación". Esta imagen se entiende mejor al re­cordar que, poco antes, la autora se ha colocado explícitamente al lado de los "optimistas", criti­cando -<:<>n Basadre- las actitudes pesimistas como "reaccionarias", pesimismo que estaría cargado, siempre, de un "rechazo y desprecio por lo pro­pio [y] la admiración de 'lo otro"'.

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Estos temas están abiertos a la discusión y nos motivan algunos breves comentarios. Un proceso de "fusión cultural e integración" no nos parece tan evidente o, al menos, tan extendido, en un país que soporta abismos culturales y de comunicación in­cluso al interior de espacios sociales aparentemente integrados. Tenemos nuestras dudas también res­pecto al eventual advenimiento de una nueva na­ción, pero este es un tema abierto por completo a la conjetura y no pretendemos reclamarle a la au­tora no haberse explayado sobre este asunto que, como ella misma afirma, requeriría un tratamien­to más detenido. Concordamos en que este proce­so de desmontaje de la vieja normatividad oligárquica es positivo, quizás incluso revolucio­nario, aun si, al mismo tiempo, una mirada menos romántica a la vida cotidiana y a los valores cultu­rales de las clases populares de hoy revela conte­nidos de signo contrario: agresividad, violencia, autoritarismo. Por otro lado, no veo porqué el pe­simismo tenga que ser reaccionario y extranjerizante. Puede ser, con frecuencia, una ac­titud de saludable realismo, preferible a veces a cienos optimismos sin mucho fundamento.

Incas sí, Indios no nos acerca a una compren­sión más afinada de los debates políticos e ideoló­gicos de las primeras décadas republicanas, pero también nos invita a miramos al e~-pejo y replantear nuestros mitos, obsesiones y convicciones. No siempre un texto de historia lo logra con tanta sol­vencia. Demás está decir, por tanto, que su lectura se hace imprescindible.

C.A.

PAGDEN, Anthony. Spanish Imperialism and the Political lmagination. Studies In European and Spanish-American Social and Political Theory, 1513-1830. Yale University Press, New Haven y Londres, 1990. 184 pp.

El libro de Pagden tiene una argumentación interesante porque trata de analizar varia dos dis­cursos políticos del Imperio español, los cuales tienen sus orígenes en la periferia del Imperio: el Nuevo Mundo e Italia, excepto en lo referente al capítulo primero dedicado a la escuela de Salamanca y su discusión sobre los Justos Títulos.En el plano temporal.el libro abarca los si­glos del Imperio Español,del XVI al XIX, termi­nando con el pensamiento de Simón Bolívar.

Esta serie de ensayos entrelazados entre sí y que.a lavez, constituyen capítulos que tienen su

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propia vida, empiezan con la discusió sobre el de­recho de la Corona de Castilla sobre el Nuevo Mundo. La discusión giraba sobre qué derechos la Corona podía ejercer en las "Indias" tales como la soberanía (imperium) y/o la propiedad (dominum).El primero era aceptado por la gran mayoría.incluyendo al dominico Bartolomé de Las Casas, pero el segundo era fuertemente debatido. La Corona estaba interesada en defender "sus de­rechos económicos" en América tales como el conrrol sobre el rrabajo (p.e. mita) y riquezas (tie­rras y minas). Estas discusiones rrajeron a colación debates sobre las sociedades nativas y sobre el hombre natural. Vitoria y orros intelectuales de la llamada escuela de Salamanca escapan de la dis­cusión planteada por Aristóteles sobre el hombre natural y, en cambio, dan una explicación etnológica sobre los diferentes estadios evolutivos del hombre, usando un tipo de etnología compa­rada e implicando un universalismo en las socie­dades humanas. Pagden muesrra no sólo las con­clusiones a las que los autores arriban, sino tam­bién su utillaje intelectual.

Los capítulos dos y rres del libro son de gran interés para los historiadores latinoamericanos porque parten del enfoque de rres pensadores ita­lianos de los siglos diecisiete y dieciocho sobre el Imperio Español al cual pertenecían:Tomás de Campanella, Paolo Doria y Antonio Genovesi. Anthony Pagden muesrra la rransición del pensa­miento español y europeo no sólo sobre lo que consideraban el buen gobierno.sino también sobre los juicios valorativos sobre el Imperio Español. Campanella postula la necesidad de un imperio universal que expanda la fe católica y sea admi­nistrado por "sabios", o, lo que llamamos en nuestros días tecnócratas. Estas loas al Estado es­tán ligadas a la ascensión de los postulados de "razón de estado", que el cardenal Richelieu y en menor medida el conde-duque de Olivares admi­raban. Campanella favorecía la universalización de una cultura, es decir en el caso del Imperio Espa­ñol, la hispanización del orbe.

En el siguiente capítulo, Pagden analizan el resquebrajamiento de las nociones de imperio, especialmente el español. En el caso de Doria, la hispanización sigificaba no sólo la pérdida de una identidad, sino el reemplazo de una categoría de pensamientos y hábitos por una inferior, que im­posibilitaban el desarrollo de la república. Estas ideas republicanas no implicaban un sistema pre­sidencial, sino podían darse en un sistema monárquico.De otro lado, estos autores como muchos de sus contemporáneos favorecían una

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sociedad comercial como base del desarrollo de la sociedad, pero donde al fin y al cabo los intereses privados estuvieran subordinados al interés común.

Los capítulos finales se concentran en Latinoamérica, en los problemas de la creación de la identidad nacional y su relación con el uso del pasado indígena, así como en la problemática del estado liberal.A diferencia de los intelectuales ita­lianos, los hispanoamericanos no tenían una cul­tura a la cual aferrarse en conrraposición a la cas­tellana. De ahí la relación tan especial que tuvie­ron con las culturas prehispánicas.Uno de los pri­meros en hacer esa relación fue Carlos de Sigilenza y Góngora (1645-1700), que glorifica el pasado prehispánico y lo enrrelaza con la historia de los criollos. Este creía que los criollos tenían en los aztecas su pasado clásico, que sin llegar a las al­turas de la civilización griega, tenía un gran es­plendor y ofrecía un ejemplo y una tradición a se­guir. Aún más, Carlos de Sigilenza y Góngora, usando una serie de artificios, llega a la conclusión de que los criollos son los señores naturales de los indios.El problema vino cuando los verdaderos indios decidieron participar violentamente en po­lítica, comofue la revuelta en ciudad de México en 1692.

Tomó varias décadas para que orro intelectual usara el pasado azteca:la posta la tomó, medio si­glo después, el jesuita Clavijero.El pertenecer a la orden jesuita, al igual que Vizcardo, marcó el peTL~amiento de Clavijero; ya que esta orden tenía dos propósitos: la misión (la universalización de la fe católica) y el respeto en lo posible de las so­ciedades existentes. Esto, combinado con el apo­yo de los jesuitas a los criollos, creó lazos enrre las civilizaciones prehispánicas y los criollos. Aunque Clavijero nunca favoreció una rebelión en pro de la independencia, en cambio, si dio a los criollos una historia ajena a la española:la historia mexicana.Esta historia estaba conectada no por raza, pero sí por lugar.Esto de algún modo resol­vió la relación criollo e indio, así como la existen­te enrre los criollos y un pasado previo a la llegada de los españoles a América, al crear un lazo geo­gráfico entre aquéllos y el pasado precolombino.Aquí, el análisis de Pagden es inte­resante, ya que los criollos crearon la diferencia enrre el concepto de patria mexicana o peruana y el de nación española. Así.cuando no hay una confrontación entre España y los criollos de México y Perú,lo español se vuelve extranjero.

En estos puntos,Pagden analiza el uso del pen­samiento europeo del dieciocho en la elaboración de una identidad americana y una crítica del im-

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Reseñas

perio, sin olvidar los problemas políticos que las reformas borbónicas crearon.Pero, considero que Pagden debió ser más cauto al referirse al legado del pensamiento español en aquél de los autores hispanoamericanos del dieciocho.Ello no supone que el pensamiento de la Ilustración niega en su totalidad la escolástica española; pero, más bien.que hay una serie de puntos en el pensamiento de Suárez y Vitoria que son compatibles con los de la Ilustración.

El lazo con una actitud pro independencia es­taba sumergido en el pensamiento de Clavijero, dando pie a que criollos buscaran una identidad fuera de España, tal como lo hiciera el jesuita pe­ruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. Vizcardo, como recalca Pagden, sí rescata un pasado prehispánico en el imaginario criollo para construir un discurso en pro de una identidad ajena a la es­pañola. La "Carta a los Españoles Americanos" es una muestra palpable del uso del pasado prehispánico para favorecer la independencia americana.Vizcardo explica que la Corona trai­cionó los altos ideales de los conquistadores al quitarle la participación política a los criollos.Esto demuestra cómo un discurso criollo que otorgaba una identidad dentro del Imperio podía también ayudar a la desintegración del imperio.

Pagden muestra el paralelismo de discursos europeos e hispanoamericanos, pero con una re­creación propia en cada espacio del imperio.De ahí que es interesante la comparación entre los dis­cursos del dieciocho italiano y los de los hispanoamericanos.ya que ambos recalcan tener una historia propia ajena a la española, que la Co­rona estaba destruyendo.De otro lado, estaba la noción de una constitución de imperio que la Co­rona no había respetado casi desde el inicio de la colonización.Vizcardo sostiene que la Corona rompe un contrato tácito entre ella y los criollos.Estos discursos contractuales sostenían que el gobierno se basaba en un arreglo por consenso; pero que, en el caso específico de España.se ha­bía tomado en un gobierno arbitrario. Aún más, estas reflexiones, siguiendo el pensamiento de la Ilustración, p.e. Montesquieu, sostenían que el Imperio Español era un obstáculo para el progre­so por detener el desarrollo de las sociedades comerciales.Bosquejando el cambio, el Imperio Español sufrió una transformación en el discurso europeo de ser un ente político benéfico como lo sugería Campanela, a uno negativo como sostu­vieron los autores del siglo de las luces, tales como Montesquieu en el Espíritu de las Leyes. Los ilustrados franceses compararon al Imperio Espa-

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ñol con los países orientales, ya que según ellos ambos obstruían el progreso y el desarrollo de verdaderos ciudadanos por tener regímenes carentes de libertad tanto económica como política.En el caso latinoamericano podemos tejer la trama entre historia de las ideas y política.ya que las reformas borbónicas implicaron un despojo material y político del sector criollo en las "colo­nias".

Pagden,con razón.sostiene que Simón Bolívar significó un rompimiento con el pensamiento del dieciocho.Autores como Vizcardo o Clavijero querían volver a la "antigua constitución", encon­trando razón en el pasado de sus regiones. Estos autores querían hacer una revolución a la manera de los revolucionarios ingleses, en la antigua acepción del término: el volver a un pasado legí­timo y justo. La revolución francesa, en cambio, recrea el término revolución como una creación que no se inspira en su pasado.De ahí viene gran parte del pensamiento de Bolívar, que pensaba en una tábula rasa a partir de la cual se tenía que construir un nuevo Estado Nación. Bolívar no buscaba en el pasado americano un sustento de la república, como sí lo hubieran hecho Sigüenza y Góngora y otros. Bolívar recurría a Europa en búsqueda de modelos al implementar la forma re­publicana, ya que no creía en la bondad de la mo­narquía, a diferencia de José de San Martín o Francisco Miranda. Esta actitud de Bolívar, que fue la que primó en la fundación de la república, rom­pió una larga tradición integracionista de un len­guaje político compartido por todos en la colonia. Esta creación en un vacío sembró en parte la anarquía y el problema al libertador de cómo crear una nueva praxis política en una sociedad con la­zos tan débiles. Al final, Bolívar tuvo que optar entre la disolución de la sociedad o el uso conti­nuo de la coerción.

Pagden considera que los mayores problemas del pensamiento de Bolívar fueron su menospre­cio por la historia y el no tener en cuenta favora­blemente a la población americana. Esto es claro en su relación con el pasado 'americano y con lo que pensaba sobre la mayoría de la población pe­ruana: los indios. Bolívar consideró a la población indígena en el papel de ciudadanos pasivos de las nuevas repúblicas, en las cuales los criollos iban a tener el rol protagónico de ocuparse de los asun­tos públicos.

Finalmente, la sociedad comercial es el otro gran debate de la Ilustración, en donde los intere­ses privados dirigen favorablemente a la sociedad hacia el progreso. Este punto no resulta del todo

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claro en Bolívar. Pagden sostiene que Bolívar es­tuvo fuertemente influenciado por Rousseau sobre el tipo de sociedad a formarse, allí donde lo pú­blico primara sobre lo privado. Creo que hubiera sido importante no sólo relacionar el pensamiento de Bolívar con sus dependencias intelectuales, sino también con su praxis política como libertador y general. Cuando se está en guerra es imposible sostener un pensamiento burgués de las libertades individuales para el desarrollo de la sociedad; másbien, las partes deben estar subordinadas to­talmente al Estado, pues de lo contrario la derrota y la muerte son sus consecuencias.

El carácter ambicioso del libro es su fuerza y su debilidad. De un lado, muestra una panorámi­ca de los diversos discursos en el Imperio Español; y, de otro lado, su ambición lo lleva a grandes ol­vidos y a debilidades de coherencia. Esta debili­dad siempre está presente en toda visión panorá­mica si ésta no es totalizadora No ob.tante, el libro sí nos da ciertas pautas para entender el pensa­miento político latinoamericano dentro del con­texto del Imperio español, las cuales estuvieron en diálogo con el pensamiento europeo.

El libro reseñado es una clara muestra de las grandes cualidades intelectuales del profesor Pagden, y es un buen ejemplo de cómo escribir una historia de las ideas sin caer en un marxismo que todo lo entiende, o un tradicionalismo de re­petición y resumen de las ideas y, a la vez, de ala­banza a "nuestros personajes históricos". Este tipo de investigación demanda una gran erudición y un gran uso de la imaginación para escribir un inte­resante e innovador libro como demuestra ser el de la presente reseña.

e.A.de L.

RESTREPO, Daniel. Sociedad y religión en Trujillo (Perú) 1780-1790. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno V asco. 2 vols. Colec­ción América y los Vascos, n°10. Bilbao, 1992.

La figura del obispo Baltasar Martínez Compañón nos hace evocar de inmediato el gran número de acuarelas de riqueza y capacidad de expresión singulares que se produjeron en su épo­ca. Estas representan los hechos cotidianos y ex­traordinarios de la vida en el antes extensísimo obispado de Trujillo, en el norte del Perú, hacia fines del siglo xvm. Existe un vasto y algo dis­perso número de obras referidas a la personalidad

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y obra de este obispo. Sin embargo, muchos as­pectos de la visita pastoral que emprendió en el territorio de su diócesis, y el estado de ésta en su época, son poco conocidos.

El historiador colombiano Daniel Restrepo entrega en esta obra el producto de un trabajo ad­mirable por la seriedad con que emprendió la in­vestigación documental que la respalda. Las fa­mosas acuarelas cobran así cuerpo, además de una base que las explica. Restrepo no escatimó esfuer­zos en su búsqueda en archivos y bibliotecas con el fin de recopilar un valioso material sumamen­te exhaustivo.

La obra se inicia con una detallada descripción geográfica y económica de la diócesis de Trujillo, seguida de un capítulo donde se indaga pormenorizadamente en el estudio demográfico de la región. El material que produjo la visita de Martínez Compañón, es un elemento de primera importancia para la reconstrucción de la vida ma­terial de la región. El autor ha consultado la bi­bliografía regional con detenimiento y ha proce­sado sus datos los cuales son mostrados en muchas ocasiones a lo largo del libro, a través de gráficos; aunque creernos que el uso de estos últimos resul­te por momentos excesivo.

Pero no sólo los materiales de la visita de Martínez Compañón forman el eje documental sobre el que se apoya el trabajo de Restrepo. La correspondencia, las cartas pastorales, los padro­nes de feligreses, entre otros muchos documentos alimentan el trabajo. Varios de estos documentos muestran con claridad la energía de pensamiento y de voluntad de este obispo de origen vasco. Sin ellos, sin ese convencimiento de la actitud ilustra­da de su época serían impensables los invalorables resultados gráficos de su obra; la prolijidad con que se registraron y recopilaron todos aquellos ele­mentos de interés, del pasado y del presente de la diócesis a su cargo que recorrió con diligencia y energías acaso sólo comparables a las de Toribio de Mogrovejo para el arzobispado de Lima en época muy anterior.

Baltasar Martínez de Compañón fue ejemplo del eclesiástico de alta jerarquía de la era de los Borbones. Como prueba de ello, trató de promo­ver la agricultura y Restrepo señala los esfuerzos que realizó para estimular el cultivo del algodón, del lino y del cacao en su diócesis. En lo que res­pecta a las minas de Hualgayoc, según el autor, el obispo tuvo una actuación relevante. Se preocupó porque se utilizaran métodos eficaces de produc­ción del mineral, y alentó la promoción de inven-

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Reseñas

tos que coadyuvaran al incremento de la produc­tividad en esas minas.

Martínez Compañón habló así en una carta pastoral dirigiéndose a los indígenas: " .. .la ocio­sidad la embriaguez la envidia la mentira y la adversión y horror que mostrais a los ejercicios que prescribe la honestidad y la virtud y no menor de esa suma pobreza y desdicha en que vivís y que puede decirse es el único patrimonio y herencia que transmitís en vuestros desgraciados hijos" (f. I, p.202). En otra carta pastoral, se expresó de este modo:"Huís del comercio ... y trato de las gentes que fácilmente y sin trabajo podría ilustraros y enseñaros, y así las ciudades más populosas se vienen a convertir en soledades y desiertos para vosotros ... ", y en carta a Carlos III escrita en 1786, dice lo siguiente:"ellos [los indios] en lo general son en mi concepto peores oy que en su gentilidad: porque han contraído unos vicios que antes no conocían, y se han arraigado más en los del tiempo de su idolatría apoyándolas y sosteniéndolos con nuestro mal exemplo: Y también creo que hoy es empresa incomparablemente más difícil reducir­los al camino de la razón que lo havría sido al tiempo de la conquista ... " (f. I, p.156). Martínez Compañón estaba especialmente convencido de la necesidad de llevar adelante proyectos educativos que desterraran aquéllo que estaba en la base de lo que, en su opinión, y como puede concluirse de las frases citadas arriba, era la condición misera­ble de la población indígena. Restrepo cita estos y otros ejemplos remarcables de la posición de Martínez Compañón frente a la situación de esta gran mayoría de la población. Sin embargo, hu­biera sido deseable que el autor tratase de integrar estos aspectos del pensamiento del prelado en donde, como hemos visto, se entremezclan ideas y sentimientos encontrados: la condena al indio, la crítica a esa especie de "voluntad de aislamien­to", en tanto se juzgan los resultados negativos de muchos años de presencia española en el Nuevo Mundo. Restrepo se refiere a que detrás de las críticas y en la base de los planes reformadores de Martínez Compañón se encontraba " .. .la concep­ción del indio como un ser humano asimilable ... a las pautas de comportamiento occidentales" (f.l, pp.156-157). Tal explicación nos parece insatis­factoria. Aunque no llegó a concretarse -debido a limitaciones de carácter económico, según lo in­dica el autor-, el plan educativo de Martínez Compañón refleja con claridad una discusión que seguramente el obispo debió haber llevado a cabo con distintos interlocutores además de los curas de doctrinas que le escribían y cuyas cartas son cita-

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das por Restrepo. Podemos pensar en algunas au­toridades civiles, y seguramente miembros de cír­culos intelectuales que pudieron estar cercanos al obispo. El carácter de esta discusión y la identi­dad de quienes participaron en ella quedan toda­vía por averiguar y analizar.

Los proyectos de reforma de Martínez Compañón se orientaron también hacia el clero, cuya conducta y formación no pasaron desaperci­bidos a su mirada crítica. Sus visitas y los infor­mes que pidió lo pusieron en estrecho contacto con una realidad firmemente asentada en prácticas in­formales, que debieron resultar chocantes para sus rígidos conceptos sobre la conducta que debían seguir los encargados de la formación cristiana y la administración de los sacramentos . El ausentismo de los doctrineros, la carencia de una formación adecuada, la falta de lecturas que ali­mentasen los intelectos, fueron, entre otros aspec­tos, materia de su preocupación y de las críticas que escribió al respecto e intentó corregir.Criticó con crudeza los estilos poco sobrios de predicación y de conducta del clero dentro del templo. Cita Restrepo unos autos de una visita practicada en que Martínez Compañón "pedía al clero de Saña deja­ran de fumar dentro de su sacristía "como si fuese una chichería o establo sin tener la menor consi­deración a la circunstancia del lugar y a la proxi­midad en que está el altar mayor"" (f.l, p . 309). Imágenes como la citada aparecen en distintas partes del libro, con la debida signatura del archivo de donde fueron tomadas, y antecedidas por des­cripciones muy pormenorizadas del clero de la diócesis de Trujillo en términos formales. Empero, el autor opta por no ofrecer un examen integral sobre lo que tales rasgos del comportamiento de este sector, en el caso que citamos, nos pueden decir sobre la idiosincracia y costumbres de un clero eminentemente "criollo" -en un sentido am­plio y actual del término- (esta es suposición mía) que estaban firmemente asentados en la época de Martínez Compañón.

Restrepo menciona los planes de Martínez Compañón para la formación de seminarios, don­de se contemplaba la participación de los indíge­nas para que, según las prescripciones del Tomo Regio, " ... esos naturales se arraiguen en el amor a la fe católica viendo a sus hijos y parientes incor­porados en el clero" (f.l, p.325). La reforma con­templaba también la restricción de las órdenes sacerdotales a quienes no cumplieran los requisi­tos de utilidad. Con esto, se hace clara referencia a la gran cantidad de clérigos que obtenían sus in­gresos de beneficios o capellanías (f.l, p.321), si-

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tuación que había sido reiteradamente denunciada como un grave problema durante el siglo XVIII en el virreinato peruano.

El problema de la administración de la diócesis trujillana era sumamente complejo, como se pue­de ver por los apuntes que hasta aquí hemos hecho. Martínez Compañón notó la necesidad de que se crearan nuevas doctrinas, y propuso la creación de más de cuarenta (f .l, p.279). Este proyecto tam­poco llegó a concretarse, por la fuerte oposición que tuvo desde distintos sectores. Restrepo indica que quienes encabezaron tal oposición fueron los mismos doctrineros.Los poderosos hacendados de Piura, alarmados frente a la posibilidad de que los cambios que se originarían con la creación de las nuevas doctrinas, impugnaron la reforma ante la Audiencia de Lima en 1789 (ibid.)

Como fue especialmente notable en el siglo XVUI, la vinculación entre Estado e Iglesia fue estimulada. En las cartas pastorales de Martínez Compañón se escucha, sin lugar a duda, la voz del Estado. Restrepo cita esclarecedoras cartas en las que el obispo explica a la población la necesidad del pago de los impuestos. Para llevar a cabo sus reformas, Martínez Compañón recurrió a la ayu­da del intendente. Sin embargo, los obstáculos que encontró en su camino y su traslado a la sede de Santa Fe de Rogotá, señala el autor, incidieron en el hecho de que sus proyectos se vieran truncados.

El asunto de la religiosidad es tratado en la úl­tima parte del estudio. Daniel Restrepo aporta aquí numerosos datos donde se enumeran las fiestas religiosas y las fechas en que se celebraban, la descripción de algunos bailes, y hace referencia al contenido de algunas canciones, material este úl­timo que ya ha sido objeto de algunas investiga­ciones. Incorpora el autor una valiosa lista de las cofradías, con sus respectivas advocaciones y bienes. Ante la profusión de estas asociaciones religiosas, Martínez Compañón pretendió refundar varias de ellas y reagrupar varias cofradías en una (f .I, p.514). Parece por el momento extremada­mente difícil saber lo que tal proyecto trajo consi­go, pero resulta difícil imaginar que haya sido realizado con el pleno consentimiento de los co­frades.

El segundo tomo de esta obra contiene una re­copilación de documentos de la visita pastoral. Son de especial interés los relativos a las peticiones planteadas por habitantes de algunos pueblos para que fueran trasladados a otros puntos. Algunos de estos asentamientos habían sido establecidos en fechas tan lejanas como durante la visita de Toribio de Mogrovejo. Otros expedientes tratan

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sobre la fundación de pueblos, especialmente en la circunscripción de Piura. Todos estos documentos forman, en su conjunto, un material de excepcio­nal calidad que, gracias a los esfuerzos del autor, servirán para que otros especialistas continúen haciendo investigación, desde distintos puntos de vista, sobre esa aún poco estudiada región.

G.R.

RIVIERE D'ARC. Hélene (compiladora). L'Amérique du Sud aux XIXe et XXe slecles. Hérltages et territolres. Autores : D. Delaunay y M.E. Cosio-Zavala, J.P. Lavaud, K. de Queiroz Mattoso, P. Usselman, F.M. Renard-Casevitz, C. Gros, J.P. Deler, M. Pouyllau, P. Menget, J. Chonchol y J. Vicente Tavares dos Santos, Graziella Schneier, J. Marques-Pereira. Armand Colin, Paris, 1993, 272 pp.

El libro L' Amérique du sud aux XIXe et XXe siecles. Héritages et terrltolres parte de una idea audaz, como lo subraya H. Riviere d' Are: reunir textos sobre temas diversos tratados en ámbitos diversos con múltiples enfoques, con un sólo punto común: que permitan percibir las rela­ciones entre "el tiempo" y "el espacio".

Cabe por lo tanto precisar desde el inicio que no se trata de un libro de vulgarización susceptible de ayudar a un lector curioso, pero sin conoci­miento específico, a descubrir a grandes rasgos toda América del sur, como tal vez lo podría su­gerir el tÍtulo, muy general. El subtítulo, "Heren­cias y territorios", da una idea mucho más exacta del contenido del libro, orientado a descubrir las huellas del pasado en el presente, y las similitudes y las diferencias en la utilización actual de los te­rritorios que pudieron generar.

Conviene saludar la tentativa, que requiere de parte de los autores no sólo muchos conocimien­tos, sino también la capacidad de producir una re­flexión amplia sobre los mecanismos, que se de­clinan en múltiples matices, de la formación de las sociedades y de sus espacios en un continente. Cierta sistematización de los conocimientos monográficos es de hecho indispensable para lo­grar avanzar más en la comprensión de los fenó­menos que se observan.

Sin embargo esa tentativa no tiene, a nuestro juicio, todo el éxito deseable, por dos razones: los temas cubren solamente algunas partes de la rea­lidad, sin lograr entrar a otros aspectos de bastante

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Reseñas

importancia, lo que induce a una percepción par­cial del mundo sudamericano; y muchos autores no logran manejar los cambios de escala que per­mitirían integrar los casos particulares a proble­mática~ que juegan a escala de un continente. Va­mos a desarrollar en primer lugar estos dos pun­tos, antes de retomar algunos aspectos particular­mente interesantes de los ensayos que componen el libro .

Tal vez la voluntad de descubrir las huellas del pasado en el presente haya motivado la selección de los temas por tratar, y en particular la insisten­cia sobre las minorías raciales, indígenas o de ori­gen africano, que aparecen como tema de 4 de los 11 capítulos. Estos capítulos son de gran interés, como se verá más adelante; sin embargo hacen falta capítulos que hablen también del resto de las poblaciones, "mestizos" raciales y culturales, campesinos que no se reconocen en ningún movi­miento indígena (como es el caso para la mayoría en el Perú), capas medias, élites. Estas poblacio­nes, con su evolución propia, también son parte de la herencia de los siglos pasados, y también participan en la organización actual de los espa­cios . Por cierto el primer capítulo, "Poblaciones y sociedades", insiste en la variedad de los aportes y mecanismos que llevaron a la composición ac­tual de las sociedades. A pesar de este capítulo, un lector desprevenido sobreestimará probable­mente el peso poblacional y político de las pobla­ciones selváticas, o serranas que se reivindican indígenas. La imagen de esta América del Sur se vende bien, pero no es completa. Es más, las suertes de las poblaciones "indígenas" y "no indí­genas" están íntimamente vinculadas: la intensificación de la colonización de la selva pe­ruana, para dar un ejemplo, está en gran parte li­gada a la pobreza y presión sobre la tierra en la sierra, de donde surgen conflictos entre los "nati­vos" y pobladores serranos.

Entre otros temas, se hubiese podido evocar también el tema de la violencia, presente en Lodo el continente con formas que le son particulares, y sin duda son en gran parte herencia de la histo­ria de la conformación del espacio suramericano. Inestabilidad de sociedades de colonos, en cons­tante desplazamiento, violencia de las relaciones entre individuos, entre capas de la sociedad, gue­rrillas; falta de control de los Estados sobre terri­torios inmensos y desarrollo de espacios contro­lados por el narcotráfico; son elementos económica y socialmente importantes en muchos países de América del Sur, que no merecieron más que al­gunos pocos comentarios. Las reflexiones inicia-

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das por D. Delaunay y Maria E Cosio-Zavala so­bre la violencia que nace del rechazo de la pobla­ción mestiza, o sobre la violencia entre los sexos heredada de la escasez de mujeres, y de las rela­ciones serviles, o las reflexiones de Katia de Queiroz Mattoso sobre las huellas que han dejado la esclavitud, hacen excepción.

Por otra parte, se percibe en el libro la oscila­ción entre la voluntad de lograr cierta cobertura espacial y el deseo de entrar más profundamente en detalles monográficos. El estudio de las heren­cias, en parte similares en Lodo el continente, pero con sus matices, y con la influencia de medios fí­sicos muy diversos, debería permitir comprender también las similitudes y diferencias de la organi­zación de los espacios, regicmales y nacionales. Los autores manifiestan por lo tanto la intención de determinar si existe un "conjunto sudamericano"(primera parte), o por lo menos si­militudes entre los países andinos (segunda parte), o entre los países de "tierras bajas" (tercera par­te). Sin embargo, mientras ciertos autores logran enriquecer su reílexión gracias a los cambios de escala, otros se limitan a un estudio de caso, sin tomar la distancia suficiente para indicar cuán generalizable son sus conclusiones a un territorio más amplio. Así, C. Gros, que brinda una reílexión interesante sobre Estado y movimientos indígenas en Colombia, no se presta a la experiencia de tra­tar de confrontar este caso con los casos de los países vecinos. M. Pouyllau, sobre las caracterís­ticas físicas de las "tierras bajas", J. Chonchol y JV Tav ares dos Santos sobre su ocupación agropecuaria, yuxtaponen ejemplos sin lograr proponer una síntesis. Para estas "tierras bajas" que parecen haber sido agrupadas más en oposición a los Andes que por su propia homogeneidad, el ejercicio era, es cierto, difícil.

El estilo poco acabado de la mayoría de los capítulos, la falta de ilustraciones, mapas en parti­cular, que permitirían seguir a los autores en sus peregrinaciones a lo largo de todo un continente, concurren en dificultar la comprensión del libro, y de la tentativa de los autores. Es por lo tanto probable que este libro termine siendo utilizado como una compilación de artículos, más que como el libro que pretende ser.

Sin embargo, si bien el libro, en esta medida, carece de homogeneidad, varios capítulos son muy buenos "estados de la cuestión", y otros presentan elementos poco conocidos de la realidad de Amé­rica del Sur. Resaltan como "estados de la cues­tión", los tres primeros capítulos ("Poblaciones y sociedades", "Populismos y democracia", "Las

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huellas de la esclavitud africana"), agrupados en una primera parte. Es apreciable de parte de los autores el esfuerw por describir lo que los fenó­menos y sus ritmos pudieron tener de similar en todo el continente, pero sin olvidarse de señalar los casos particulares, y el por qué de su particu­laridad. En la segunda parle los capítulos sobre "Los Andes: riesgos naturales y saber-hacer", en el cual se logra evitar todo determinismo, y sobre "La urbanización andina", también comparten es­tos rasgos de claridad pedagógica sin esquematismo exagerado. Esto no excluye por otra parte la utilización de los últimos aportes al tema, como en el caso de "Una urbanización andina", donde J.P. Deler presenta dos modelos, sopone y fruto de sus investigaciones sobre la organización espacial de las ciudades. En la tercera parte final­mente, en un capítulo se intenta poner en evidencia las características comunes a las poblaciones in­dígenas de las "tierras bajas", y en otro, a las ciu­dades de las "tierras bajas". Los autores elaboran su descripción en base a unos ejemplos, más que a partir de todo el espacio de las "tierras bajas". Sin embargo, las reflexiones propuestas aportan mucho a la comprensión de fenómenos que tienen lógicas a escala del continente, y dan pistas para los futuros estudios comparativos que podrían prolongarlas.

Particularmente interesantes, si bien parece un poco prematuro el intento de presentar ya todo un panorama, son las contribuciones sobre poblacio­nes amazónicas. La existencia en el pasado de circuitos comerciales de gran amplitud, y técnicas de drenaje que permitierón la intensificación de la agricultura, la posibilidad de que hayan existido centros poblados importantes, son aspectos poco conocidos que modifican las imágenes que se te­nían de las sociedades selváticas. Los autores, F.M. Renard-Casevitz sobre la vertiente selvática de los Andes, y P. Menget sobre los pobladores nativos de las "tierras bajas", demuestran además que se trata de sociedades organizadas, si bien no sobre el mismo modelo que las sociedades occi­dentales.

Cabe mencionar también, finalmente, el inte­rés del artículo propuesto por Jaime Marques­Pereira en la conclusión, con título"¿ Está el de­sarrollo en un callejón sin salida?". Se trata de un análisis bastante pertinente, en cuanto intenta par­ticipar en el debate actual sobre las funciones del Estado. El autor explica cómo el clientelismo tra­bó el funcionamiento del Estado, y a la vez impi­dió en América del Sur el desarrollo de las rela­ciones no personalizadas que acompañan en los

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países del none el desarrollo del capitalismo. El estancamiento de la "década perdida" de los '80 es la consecuencia, en parte, de la intervención de esa particularidad por medio del juego de las coacciones externas y de las políticas nacionales. Solucionar el estancamiento, según el autor, pasa en primer lugar por una reforma del Estado (y no por su arrinconamiento a unas pocas funciones) y por la democratización paralela de la sociedad, lo que tendría efectos no sólo políticos sino también económicos.

No sería posible en esta breve presentación in­sistir sobre las cualidades de cada una de las con­tribuciones de esta América del Sur, y sobre sus demás apones al conocimiento y a la reflexión. Se escogieron los dos ejemplos de las funciones del Estado y del futuro de la selva, porque coinciden con debates de mucha actualidad. En ambos casos, tiene mucho acierto la iniciativa de mirar hacia el pasado para comprender el presente. El presente de la sociedad y del Estado estaba en parte inscrito en las relaciones de servidumbre. El presente de la selva también fue escrito por las sociedades: existen las pruebas que miseria y desorganización no son los estados permanentes de la selva, sino más bien lo que se creó en el curso de los siglos a partir de la conquista Está por lo tanto comprobada la validez del método que se quiso seguir. Más que los intentos de síntesis a escala continental, no siempre muy logrados, y sin que se pueda preten­der haber cubierto todos los aspectos de la realidad suramericana de los siglos XIX y XX, estas re­flexiones sobre herencias "activas" del pasado en el presente dan originalidad y particular interés al libro presentado.

E.M.

URBAN, Greg y SHERZER, Joel, eds. Nation­States and lndians in Latín America. University of Texas Press, Austin 1991.

Los colaboradores de este volumen abordan problemas teóricos y metodológicos vinculados al uso de los términos "etnicidad" y "estado-na­ción", dos categorías conceptuales que han sido muy importantes para el discurso antropológico y las acciones políticas de los sujetos/objetos de ese discurso. Los diversos tópicos tratados por los autores incluyen la consonancia entre lengua y cultura como hacedores de identidad entre los grupos indígenas en Perú, Brasil y Paraguay (Urban); las teorías indígenas del conocimiento como sostenes del ideal de identidad étnica entre los Shuar del Ecuador amazónico (Hendricks); las

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Reseñas

maneras a través de las cuales la música "andina" ha sido utilizada para forjar tanto un tipo de na­cionalismo peruano como una identidad indígena quechua (furino); la retórica política y la acción entre los hablantes de tukanoa en Colombia (Jackson); las políticas nacionales hacia los "in­dios" en los estados-nación del cono sur (Maybury-Lewis); las relaciones entre el discurso antropológico y los "hechos" históricos, por un lado y el discurso étnico, por el otro, entre los ha­bitantes de la costa atlántica de Nicaragua (Diskin); y las formas en que los Kuna de San Bias en Panamá incorporaron estratégicamente a terce­ras partes (diferentes a las que asimiló el estado­nación panameño) en la construcción de sus rela­ciones interétnicas y sus luchas por la autonomía política (Howe).

Todos los autores buscan examinar cómo la etnicidad sirve como un mecanismo en la defini­ción de las relaciones entre los grupos indígenas y el estado-nación. Tal vez el aspecto más difícil de esta tarea y que ha sido abordado con menos destreza (aunque el problema se hace cada vez más claro a medida que se prosigue en la lectura) es cómo defmir y delinear unidades apropiadas de análisis y luego cómo describir y analizar los vín­culos entre las mismas. Finalmente, los editores sólo coinciden en que los términos "indios", "es­tados-nación" y "cultura" están "cambiando constantemente y en proceso de adaptación y, en este sentido, emergiendo" (p.12).

Abercrombie, en un notable artículo funda­mentado históricamente, plantea el problema como la necesidad de abandonar unidades totalizantes para, en su lugar, ver "una pluralidad de sistemas de significado que se interpenetran parcial y asimétricamente". Propone que "nos preguntemos por la formación e interacción de estos sistemas" (p.95). Muestra cómo, en el ayllu K'ulta, Bolivia, los aymaras utilizaban la religión solar cristiana, una vez que ésta se convirtió en predominante, para aprovechar los poderes clónicos indígenas. De esta manera, las cambiantes identidades de los pueblos indígenas sólo podían ser consideradas como dotadas de tma ambigüedad permanente. Sin embargo, desde el punto de vista mestizo o "do­minante", estas identidades eran también indoma­bles. Los mestizos no percibieron la real ambi­güedad de la identidad indígena sino, irónicamen­te, la parte de ésta que más temían, las poderes clónicos "dominados". Del mismo modo, Abercrombie muestra cómo los pueblos indígenas "confunden" las identidades de los mestizos. El análisis de Abercrombie se mueve fuera de las

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nociones -polarizadas y romantizadas- de hege­monía y resistencia y no materializa el concepto de estado-nación ni el de etnicidad.

Urban, al observar la relación entre el uso del lenguaje, la pertenencia de un grupo a una cultura y la identidad étnica, habla, como Abercrombie, de las "membranas semipermeables en situaciones de dominancia simbólica" (p.318). Concluye que los individuos abordan una ideologización dife­rencial bajo circunstancias particulares que resul­tan en la separación del lenguaje de otros elemen­tos de la identidad cultural. Lo más interesante de su análisis es la tensión dinámica entre las conse­cuencias de las alianzas y la dominación políticas.

El artículo de Adams es el único que intenta elaborar un modelo general de estrategias de sobrevivencia étnica. Su punto de partida es el conjunto de fuerzas que se oponen a la sobrevivencia étnica. Me parece aceptable el modo como trata el asunto del tamaño de la población. En tanto es verdad que las poblaciones densas lle­varán lógicamente a una reproducción creciente, (la llamada línea límite de los análisis darwi­nianos), en términos sociopolíticos, las poblacio­nes menos numerosas pueden ser menos intimidatorias, menos amenazantes, y por lo tan­to, ignoradas por las clases dominantes y/o el es­tado hasta que devienen demasiado grandes.

Es un mérito de los editores que los colabora­dores traten temas similares a lo largo del volumen. Sin embargo, los autores se mantienen demasiado cerca del nivel descriptivo y la falta de generali­zaciones y de teorización se convierte en algo frustrante. Al mismo tiempo, es admirable que la mayoría de los colaboradores, a través de su trabajo de campo y la investigación hlstórica realizada, haya elegido mantener las relaciones de diálogo y trabajo con otras personas, pese a lo imperfectas y riesgosas que sean, en vez de huir a la seguri­dad de la discusión teórica y abstracta sobre el lu­gar de la antropología y sus conceptos en la histo­ria del colonialismo y el imperialismo.

El libro se presta a la discusión en las aulas debido a su material, rico e interdisciplinario. Es muy insatisfactoria la falta de atención dedicada a una mitad del título, el "estado-nación". Final­mente, me pregunto por la utilidad de la palabra "etnicidad" como categoría. El término ha sido aplicado de manera tan general y en tal variedad de situaciones, que ya no queda claro el poder ex­plicativo que el término "etnicidad" tiene como categoría o proceso distintivo, sea de modo subje­tivo u objetivo.

L.J. s.

Revista Andina, Año 11

VEGA CENTENO, Imelda.PedroPascualFarfán de los Godos. Obispo de Indios (1870-1945). Cuzco, Instituto de Pastoral Andina, 1993. 258 pp.

La amplia influencia de la Iglesia en la esfera de la política peruana es un fenómeno que se viene trabajando de modo lento pero ambicioso. El terna de las relaciones entre la Iglesia y el Estado y su proyección en la política y la sociedad durante la república ha sido descuidado por los historiadores, a excepción de los estudios de carácter apologético de algunos religiosos y, recientemente, los del sacerdote Jeffrey Klaiber(Religión y Revolución en el Perú o La Iglesia en el Perú. Su historia social desde la independencia) y el de Pilar García Jordán (Iglesia y Poder en el Perú contemporáneo, 1821-/919) . Con estos últimos textos, por primera vez se trasciende la mera historia institucional, en la que fue muy mmuc1oso el sacerdote jesuita Rubén Vargas Ugarte, para abarcar las relaciones de ar­monía y conflicto de la Iglesia con el Estado repu­blicano. El trabajo de lmelda Vega-Centeno se incorpora a esta nueva historiografía tanto con una novedad temática, el uso de la biografía para tratar de comprender una época, como con el riesgo metodológicoeinlerpretativoqueconllevaelestudio y juicio de un antepasado suyo. La actividad reli­giosa del obispo cusqueño Pedro Pascual Farfán de los Godos se desenvuelve en contextos políticos tan distintos come, la "República Aristocrática", la "Patria Nueva" del leguiísmo y el inestable período comprendido entre los años treinta y cuarenta. Al mismoliempo,paracomprenderlambiénelenlomo político que rodea la obra de monseñor Farfán de los Godos, la autora presta una especial atención a los contextos regionales y sociales. En este sentido destacan el renacimiento cultural del Cusco de principios de siglo, la aparición de un indigenismo lanlo radical como regionalista y el surgimiento de la prédica del socialismo. La tesis central que nos presenta Vega-Centeno es que F arfán de los Godos no fue ajeno a estas tres secuencias históricas, siendo en sus pastorales, sermones y cartas muy claro acerca de que la Iglesia debía tomar una postura concreta respecto a estos fenómenos. Por ello, postuló por igual lanecesidadde un indigenismo católico (p.140) mediante un discurso de clara inclinación porprolegerpalernalrnenle al indígena, un regionalismo cristiano (p.144) para enfrentar la modernización laicizanle, y una acción católica de hermandades indígenas (p.148) para enfrentar el avance del comunismo y el protestantismo.

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Por otro lado, al abarcar un periodo temporal amplio, que se remonta hasta la rebelión de Lorenzo Farfán de los Godos en 1780, el necesario recurso a la bibliografía seclUldaria hace visibles muchos de los vacíos, dependencias intelectuales y falta de rigor de la historiografía peruana. Si bien son mu­chos los libros que han tratado estas épocas, en su mayoría están sometidos a excesos ideológicos y especulativos que manipulan el pasado para hacerlo coincidir con ambiciones y proyectos políticos del presente. Esta profusión de tópicos probablemente ocasiona que en el texto de lrnelda Vega-Centeno no quede tan clara la relación temporal que se pretende establecer entre el comportamiento pro­indígena de Pedro Farfán de los Godos, la acción rebelde de su antepasado Lorenzo Farfán y la tra­dición de Bartolomé de Las Casas. Señalo esto por tres motivos. Primero, la actitud del obispo cusqueño respecto a la población india parece más bien ser muy semejante a la postura asumida por los religiosos bolivianos en la misma época. Estos llevaron a cabo una tarea discursiva, denominada "La Redención del lndiq", que tenía fmalidades concretas que no necesariamente pasaban por un deseo sincero de transformare! enlomo indio. Ladefensadel indígena, entendida corno crítica a los abusos cometidos contra ellos por parte de comerciantes y gamonales y contra la consiguiente ignorancia y atraso cultural que esto provocaba en los indígenas, obedecía al hecho de que saber qué hacer con él, y sobre todo, saber cómo tomar su naturaleza provechosa para la mancomunidad criolla-mestiza, dotaría a la Iglesia de un instrumento de negociación con el Estado y otros grupos con presencia pública en el reparto de las parcelas de poder. En este sentido, cabría pre­guntar, ¿hasta qué pllllto la vocación salvadora del indio y la búsqueda de un "mlUldo más justo e integrado" (p. 197) manifestada por Farfán de los Godos, en vez de ser resultado de un cúmulo de herencias históricas idealizadas fue, más bien, la expresión de lUla corriente renovadora de la Iglesia que buscaba lUla ubicación más ventajosa en la sociedad dominante a través de la elaboración de un discurso de tolerancia hacia los sectores subordina­dos?, ¿la defensa del indio en lU1 periodo de rebelio­nes no fue también un modo de prevenir lU1

dislocamiento radical del orden social presente hasta entonces?. Es decir, ¿qué había detrás del indigenismo eclesiástico además de la práctica de la caridad?, ¡;y cuál fue su relación, diferencias y semejanzas con los otros indigenismos?.

En segundo lugar, cuando Pedro Farfán de los Godos interviene en el IV Sínodo Diocesano, reali­zado en el Cuzco en 1919, la autora nos recuerda que

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Reseñas

éste no dudó en decir a los hacendados que, si las circunstancias lo exijen, "restituyan cuanto antes (a los indios) lo usurpado como manda la justicia" (p.148). Esta exhortación podría también hacer pensar que más que la asunción del pensamiento de Las Casas predominaba en el obispo cusqueño otra herencia, la "estelalascasista" descrita por Lohmann Villena, que tanto remordimiento creó a lo largo de la colonia en ciertos encomenderos y luego en muchos criollos.

Por último, atendiendo al hecho de que muchas veces las posiciones progresistas responden a la búsqueda de legitimidad de los sectores "desclasados" (pág.196) de la elite o de las elites regionales, las interrogantes son ¿cómo influyó en la conformación de la identidad individual de F arf án de Los Godos el hecho de pertenecer a un sector social que se encontraba en decadencia pero aún conservaba muchos de sus privilegios y cómo ese entorno intervino en el modo en que monseñor buscó legitimarse en el espacio público, ¿en qué medida la labor reivindicativa de la figura de Túpac Amaru, desarrollada por monseñor Farfán de los Godos, no sólo obedecía al culto familiar de la

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memoria de la rebelión (pag.196). sino a la reivin­dicación de la posición social perdida y, por lo tanto, era una forma de "restituir" a su familia los antiguos privilegios?. Y unida a las preguntas anteriores, ¿qué relación existió entre la actitud de Farfán de los Godos y la política del presidente Leguía dentro de un contexto de restructuración de elites en el que el discurso de favorecer a los sectores populares forma parte integral y constitutiva del núsmo?.

Al margen del hecho de que la conducta de Pedro Farfán de los Godos se inscriba o no en una política de remodelación y de defüúción de espa­cios de poder en que la Iglesia se vio obligada a participar, lo cual queda como objetivo a seguir trabajando, el estudio de lrnelda Vega-Centeno proporciona un material informativo imprescindi­ble para comprender la dinámica Iglesia-sociedad civil en un período sobre el que se desconoce casi todo. A su vez, también es un ejemplo de cómo la interacción entre el pasado y el presente puede incidir en la formación de la memoria individual y colectiva; y de cómo el rastreo de las distintas memorias de una época pueden ayudarnos a recons­truir secuencias históricas de modo interdisciplinar.

M. l. V.

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