POR CULPA DEL "LOCO" (Marcos J. Villalobo)

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16 Lunes 6 de abril de 2015 LA MAÑANA DE CORDOBA Un encuentro nocturno... un secreto añejo... un culpable reiterado. Entonces el gato se asomó so- bre el marco de la puerta. Se ob- servaron, se examinaron. El Rolo miraba al felino de pelaje gris os- curo. Y el gato, que jamás había sido bautizado con un nombre, miraba al Rolo. Los dos sorprendi- dos. Rolo había comenzado su pro- ceso de escritura de medianoche, con la página en blanco desde ha- cía varios minutos. Minutos que le parecían eternos. Se quedó segun- dos mirando al gato, fijo se mira- ban, se desafiaban con sus luceros, ambos en silencio; los dos, oculta- “Me gustaría que mi escritura fuera tan miste- riosa como un gato”. (Edgar Allan Poe) Por culpa del “Loco” Autor: Marcos J. Villalobo @MJVillalobo mente, asustados. Una brisa exte- rior movió la cortina grisácea. El Rolo recordó la anécdota de Osvaldo Soriano sobre el origen de la escritura de ‘Triste, solita- rio y final’, que tenía una escena similar. Y en su cabeza rememo- ró a Rodolfo Braceli, que explica- ba que antes de comenzar a es- cribir una historia, anotaba fra- ses y las guardaba en una caja hasta que “en un momento de- terminado la caja empieza a sal- tar, como si tuviera un gato en- cerrado”. Y pensó en Catarina, la gata de Edgar Allan Poe. También se le vino a la mente unas fotos de Cortázar jugando con gatitos... y la imagen de Hemingway ro- deado de gatos. Pero el Rolo no tenía gatos, renegaba de los ga- tos. Éste se había zampado des- de la calle. El Rolo se dio cuenta que no era del vecindario. ¿De dónde había salido? ¿Será una se- ñal para la inspiración? ¿Se ter- minará la página en blanco? ¿Será gato o gata? Miró mejor y se dio cuenta que era gato. “¿Qué hago?” El Rolo nunca lo había confesa- do: era hincha de Boca. Pero era hin- cha de Boca por culpa de Hugo Or- lado Gatti. Rolo siempre quiso ser arquero. No tuvo suerte y se hizo periodista. Pero él quería ser ar- quero, por culpa del “Loco”. Ata- jaba en los potreros de San Vicente, y una vez se lo quiso llevar River. Sí, se lo quisieron llevar para atajar en el arco de Ri- ver. A nadie se lo contó. Es otro de sus secretos. El Rolo es un poco mis- terioso, o al menos eso cree él. Se lo quiso llevar River, pero no fue, se negó... por culpa de Gatti. Era hin- cha de Boca, por Gatti. No podía. Incluso, antes de que- dar pelado como ahora, usaba el pelo largo, por culpa de Gatti. Lo imitaba en todo. En todo lo que podía... y más. Mientras miraba fijamen- te al gato gris, que hacía ‘juego’ con la cortina, y que estaba parado sobre el marco de la ventana del comedor, el Rolo pensaba en estas cosas. En escrito- res, gatos y en el “Loco”. Y sonrió. “Dale, pasá, Gatti, sos bienvenido”, le dijo al ga- tito gris que maulló tier- namente y pegó un salto hasta la mesa. Sí, por culpa de Gatti. Ma. Fernanda Torre “Si quieres escribir sobre seres huma- nos, lo mejor que puedes tener en casa es un gato”. (Aldous Huxley)

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PASE CORTO - Contratapa del suplemento PODIO de los días lunes. Número 4.

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16 Lunes 9 de marzo de 2015 LA MAÑANA DE CORDOBA

16Lunes 6 de abril de 2015 LA MAÑANA DE CORDOBA

Un encuentro nocturno...

un secreto añejo... un

culpable reiterado.

Entonces el gato se asomó so-

bre el marco de la puerta. Se ob-

servaron, se examinaron. El Rolo

miraba al felino de pelaje gris os-

curo. Y el gato, que jamás había

sido bautizado con un nombre,

miraba al Rolo. Los dos sorprendi-

dos. Rolo había comenzado su pro-

ceso de escritura de medianoche,

con la página en blanco desde ha-

cía varios minutos. Minutos que le

parecían eternos. Se quedó segun-

dos mirando al gato, fijo se mira-

ban, se desafiaban con sus luceros,

ambos en silencio; los dos, oculta-

“Me gustaría

que mi escritura

fuera tan miste-

riosa como un

gato”. (Edgar

Allan Poe)

Por culpa

del

“Loco”

Autor: Marcos J. Villalobo

@MJVillalobo

mente, asustados. Una brisa exte-

rior movió la cortina grisácea.

El Rolo recordó la anécdota de

Osvaldo Soriano sobre el origen

de la escritura de ‘Triste, solita-

rio y final’, que tenía una escena

similar. Y en su cabeza rememo-

ró a Rodolfo Braceli, que explica-

ba que antes de comenzar a es-

cribir una historia, anotaba fra-

ses y las guardaba en una caja

hasta que “en un momento de-

terminado la caja empieza a sal-

tar, como si tuviera un gato en-

cerrado”. Y pensó en Catarina, la

gata de Edgar Allan Poe. También

se le vino a la mente unas fotos

de Cortázar jugando con gatitos...

y la imagen de Hemingway ro-

deado de gatos. Pero el Rolo no

tenía gatos, renegaba de los ga-

tos. Éste se había zampado des-

de la calle. El Rolo se dio cuenta

que no era del vecindario. ¿De

dónde había salido? ¿Será una se-

ñal para la inspiración? ¿Se ter-

minará la página en blanco?

¿Será gato o gata? Miró mejor y

se dio cuenta que era gato. “¿Qué

hago?”

El Rolo nunca lo había confesa-

do: era hincha de Boca. Pero era hin-

cha de Boca por culpa de Hugo Or-

lado Gatti. Rolo siempre quiso ser

arquero. No tuvo suerte y se hizo

periodista. Pero él quería ser ar-

quero, por culpa del “Loco”. Ata-

jaba en los potreros de San

Vicente, y una vez se lo

quiso llevar River. Sí, se

lo quisieron llevar para

atajar en el arco de Ri-

ver. A nadie se lo contó. Es otro de

sus secretos. El Rolo es un poco mis-

terioso, o al menos eso cree él. Se

lo quiso llevar River, pero no fue, se

negó... por culpa de Gatti. Era hin-

cha de Boca, por Gatti. No podía.

Incluso, antes de que-

dar pelado como

ahora, usaba el pelo

largo, por culpa de

Gatti. Lo imitaba

en todo. En todo lo

que podía... y más.

Mientras miraba fijamen-

te al gato gris, que hacía

‘juego’ con la cortina, y que

estaba parado sobre el

marco de la ventana del

comedor, el Rolo pensaba

en estas cosas. En escrito-

res, gatos y en el “Loco”.

Y sonrió.

“Dale, pasá, Gatti, sos

bienvenido”, le dijo al ga-

tito gris que maulló tier-

namente y pegó un salto

hasta la mesa. Sí, por

culpa de Gatti.

Ma. Fernanda Torre

“Si quieres escribir

sobre seres huma-

nos, lo mejor que

puedes tener en casa

es un gato”. (Aldous

Huxley)