Por eso estamos como estamos - elsiglodetorreon.com.mx

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54 SIGLO NUEVO Fidencio Treviño / / / / Correo-e: [email protected] NUESTRO MUNDO Sobre los tres señalados para ocupar la Silla del Águila se duda que en su vida “haigan” leído más de dos libros. Esto se nota, se ve y se palpa en sus discursos. Por eso estamos como estamos, por eso nunca progresamos. Canción de Los Apson U n pueblo que no lee es un país fracasado. El nuestro, aunque les duela a millones de paisanos, camina ha- cia esos horizontes borrascosos, sin rumbo, es más, sin brújula y no se ve por dónde. Parece que heredamos un testamento lleno de do- lor, de pocas esperanzas. Parafraseando al más grande representante de nuestra cultura popular, José Alfredo Jimenez, caemos en los mismos errores. Don José Vas- concelos, con su “por mi raza hablará el espíritu”, ya no tiene razón de ser. Dentro del cuadro de las artes y lo que llaman cul- tura, esta la LITERATURA como un arma contra el oscurantismo. Nuestra clase política está a muchos años luz de ella. Aunque hay excepciones que son aves raras. Sobre los tres señalados para ocupar la Silla del Águila se duda que en su vida “haigan” leído más de dos libros. Esto se nota, se ve y se palpa en sus discursos. Sus palabras son una cacofonía llena de retórica lúdica y repleta de anáforas y su corta verborrea. López Obrador sigue con sus mafias de poder, su mensaje añejo es el mismo; José Meade, repite los malos o pésimos discursos de su jefe Peña Nieto, es un sim- ple muñeco de ventrílocuo; el Chicken Little (Pequeño Pollo), Ricardo Anaya, toca y baila la bamba y otras to- nadas dirigidas a personas como él, repite incansable su perorata de terminar con los corruptos. Los tres demuestran su obtuso pensamiento, no hay una pizca de comunicación en su lenguaje cotidiano. De ahí lo que decía Ricardo Garibay: “Tenemos un lenguaje de ocho, máximo 10 palabras”. Nuestros políticos en ge- neral, acaso en su vida de estudiantes y más por obliga- ción que por gusto, tuvieron que leer libros inherentes a su carrera, pero de ahí no pasaron. Dime qué lees y te diré quién eres. Esto no es nuevo. Plutarco Elías Calles, el que le dio forma al PRI, tenía, así lo decía, la obligación de leer al menos veinte páginas de un libro al día. Era adicto a los filósofos alemanes y a la literatura Rusa. A últimas fechas, entre los hijos de la Revolución, quizá Löpez Portillo se interesó por la lectura. De ahí en adelan- te, ni Miguel de la Madrid, ni Salinas, ni Zedillo y Fox me- nos. Felipe Calderón prefirió el coñac a los libros y el presi- dente actual Peña Nieto pareciera que le teme a las letras. Con cualquiera de los tres punteros de la contienda no hay esperanzas para que la lectura en México tome un buen camino. Por su muy corto lenguaje, se nota que no son adictos a leer. De las esposas de los tres candidatos, la única que ha leí- do es la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez, maes- tra en Literatura, periodista y autora de varios libros. Esa sería una leve ventaja en caso de que gane el Peje. Además, a su lado están intelectuales de la talla de Elenita Poniatows- ka. Eso podría, en un momento dado, contribuir a tomar la decisión de hacer ediciones de libros más baratas y crear el hábito, incluso la obligación, de la lectura en las escuelas. El fracaso literario se les nota a los tres suspirantes. ¿Nadie les recomendó leer a Paz, Neruda, Borges? ¿A Martín L. Guzmán y La sombra del caudillo? ¿Al maes- tro Agustín Yañez? ¿Conocerán la narrativa de Emilio Pacheco? ¿Y las letras de Sierra, Reyes, Azuela, Arreo- la? ¿Sabrán algo de la obra de Monsiváis? ¿Y de Rulfo? Podemos imaginar que nuestros grandes poetas, Diaz Mirón, Acuña, Nervo, López Velarde, tienen menos op- ciones de haber sido leídos por ellos. Pero lo mismo aplica con diputados y senadores, al- caldes y gobernadores. Poco o nada se puede esperar de ellos para hacer de la lectura el pasatiempo nacional. Ya lo dijo el filósofo de mi rancho, Luciano Valdés el Pichila- co: “Un nopal nomás da tunas y espinas, una higuera da higos, no esperes otra cosa”. Por eso estamos como estamos

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54 • S I G L O N U E V O

Fidencio Treviño ///// / / Correo-e: [email protected]

NUESTRO MUNDO

Sobre los tres señalados para ocupar la Silla del Águila se duda que en su vida “haigan” leído más de dos libros. Esto se nota, se ve y se palpa en sus discursos.

Por eso estamos como estamos,por eso nunca progresamos.

Canción de Los Apson

Un pueblo que no lee es un país fracasado. El nuestro, aunque les duela a millones de paisanos, camina ha-

cia esos horizontes borrascosos, sin rumbo, es más, sin brújula y no se ve por dónde.

Parece que heredamos un testamento lleno de do-lor, de pocas esperanzas. Parafraseando al más grande representante de nuestra cultura popular, José Alfredo Jimenez, caemos en los mismos errores. Don José Vas-concelos, con su “por mi raza hablará el espíritu”, ya no tiene razón de ser.

Dentro del cuadro de las artes y lo que llaman cul-tura, esta la LITERATURA como un arma contra el oscurantismo. Nuestra clase política está a muchos años luz de ella. Aunque hay excepciones que son aves raras.

Sobre los tres señalados para ocupar la Silla del Águila se duda que en su vida “haigan” leído más de dos libros. Esto se nota, se ve y se palpa en sus discursos. Sus palabras son una cacofonía llena de retórica lúdica y repleta de anáforas y su corta verborrea.

López Obrador sigue con sus mafi as de poder, su mensaje añejo es el mismo; José Meade, repite los malos o pésimos discursos de su jefe Peña Nieto, es un sim-ple muñeco de ventrílocuo; el Chicken Little (Pequeño Pollo), Ricardo Anaya, toca y baila la bamba y otras to-nadas dirigidas a personas como él, repite incansable su perorata de terminar con los corruptos.

Los tres demuestran su obtuso pensamiento, no hay una pizca de comunicación en su lenguaje cotidiano. De ahí lo que decía Ricardo Garibay: “Tenemos un lenguaje de ocho, máximo 10 palabras”. Nuestros políticos en ge-neral, acaso en su vida de estudiantes y más por obliga-ción que por gusto, tuvieron que leer libros inherentes a su carrera, pero de ahí no pasaron.

Dime qué lees y te diré quién eres. Esto no es nuevo. Plutarco Elías Calles, el que le dio forma al PRI, tenía, así lo decía, la obligación de leer al menos veinte páginas de un libro al día. Era adicto a los fi lósofos alemanes y a la literatura Rusa.

A últimas fechas, entre los hijos de la Revolución, quizá Löpez Portillo se interesó por la lectura. De ahí en adelan-te, ni Miguel de la Madrid, ni Salinas, ni Zedillo y Fox me-nos. Felipe Calderón prefi rió el coñac a los libros y el presi-dente actual Peña Nieto pareciera que le teme a las letras.

Con cualquiera de los tres punteros de la contienda no hay esperanzas para que la lectura en México tome un buen camino. Por su muy corto lenguaje, se nota que no son adictos a leer.

De las esposas de los tres candidatos, la única que ha leí-do es la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez, maes-tra en Literatura, periodista y autora de varios libros. Esa sería una leve ventaja en caso de que gane el Peje. Además, a su lado están intelectuales de la talla de Elenita Poniatows-ka. Eso podría, en un momento dado, contribuir a tomar la decisión de hacer ediciones de libros más baratas y crear el hábito, incluso la obligación, de la lectura en las escuelas.

El fracaso literario se les nota a los tres suspirantes. ¿Nadie les recomendó leer a Paz, Neruda, Borges? ¿A Martín L. Guzmán y La sombra del caudillo? ¿Al maes-tro Agustín Yañez? ¿Conocerán la narrativa de Emilio Pacheco? ¿Y las letras de Sierra, Reyes, Azuela, Arreo-la? ¿Sabrán algo de la obra de Monsiváis? ¿Y de Rulfo? Podemos imaginar que nuestros grandes poetas, Diaz Mirón, Acuña, Nervo, López Velarde, tienen menos op-ciones de haber sido leídos por ellos.

Pero lo mismo aplica con diputados y senadores, al-caldes y gobernadores. Poco o nada se puede esperar de ellos para hacer de la lectura el pasatiempo nacional. Ya lo dijo el fi lósofo de mi rancho, Luciano Valdés el Pichila-co: “Un nopal nomás da tunas y espinas, una higuera da higos, no esperes otra cosa”.

Por eso estamos comoestamos