Por Qué Los Intelectuales Se Oponen Al Capitalismo

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7/21/2019 Por Qué Los Intelectuales Se Oponen Al Capitalismo http://slidepdf.com/reader/full/por-que-los-intelectuales-se-oponen-al-capitalismo 1/7 3/4/2014 PrintFriendly.com: Print web pages, create PDFs http://www.printfriendly.com/print?url=http://www.miseshispano.org/2014/03/%c2%bfpor-que-los-intelectuales-se-oponen-al-capitalismo/ ¿Por qué los intelectuales se oponen al capitalismo? miseshispano.org /2014/03/%C2%BFpor-que-los-intelectuales-se-oponen-al-capitalismo/ Es sorprendente el hecho de que los intelectuales se opongan al capitalismo como lo hacen. Otros grupos de estatus socio- económico parecido no muestran el mismo grado de oposición en las mismas proporciones. Estadísticamente, por ello, los intelectuales son una anomalía. No todos los intelectuales están en la “izquierda.” Como otros grupos, sus opiniones se esparcen a lo largo de un curva. Pero en su caso, la curva está inclinada y sesgada hacia la izquierda política. Por intelectuales, yo no quiero referirme a toda la gente inteligente o de cierto nivel educativo, sino a aquellos qu en su vocación, se dedican a tratar con ideas expresadas en palabras dando forma al flujo de palabras que reciben los demás. Estos forjadores de frases (wordsmiths) son poetas, novelistas, críticos literarios, periodistas en periódicos y revistas, y muchos profesores. Dentro de los intelectuales no incluyo a todos aquellos que se dedican primariamente a producir y transmitir información escrita cuantitativamente o matemáticamente (los forjadores de números, -numbersmiths) o aquellos que trabajan en medios visuales, pintores, escultores, camarógrafos. A diferencia de los forjadores de palabras la gente en esta clase de ocupaciones no está tan desproporcionadamente opuesta al capitalismo. Los forjadores de palabras se concentran en ciertas plazas laborales: la academia, los medios, la burocracia gubernamental.  A los intelectuales forjadores de palabras les va bien en la sociedad capitalista; tienen una gran libertad para formular, encontrar y propagar nuevas ideas, leer y discutir estas ideas. Sus habilidades ocupacionales son demandadas, su ingreso está mucho más arriba que el promedio. ¿Por qué entonces se oponen tan desproporcionadamente al capitalismo? De hecho, algunos datos sugieren que mientras mejor le vaya a un intelectual, es más probable que se oponga al capitalismo. Esta oposición al capitalismo viene principalmente “de la izquierda” pero no solamente de allí. Yeats, Eliot y Pound se opusieron a la sociedad de mercado desde la derecha. (Recuérdese al charro José Alfredo Jiménez) La oposición de los intelectuales forjadores de frases hacia el capitalismo es un hecho significativo a nivel social. Éstos dan forma a nuestras ideas e imágenes de la sociedad; ellos proponen las políticas alternativas que las burocracias toman en cuenta. De tratados a eslóganes ellos nos dan las oraciones con las cuales nos expresamos. Su oposición es especialmente importante en una sociedad que depende cada vez más sobre la formulación explícita y diseminación de la información. Podemos distinguir dos tipos de explicación para ésta relativamente alta proporción de intelectuales de oposición al capitalismo. Un primer tipo encuentra un factor único para dar cuenta de este anti-capitalismo. El segundo tipo de explicación identifica un factor que afecta a todos los intelectuales, la fuerza que los impulsa a ellos hacia posturas anti-capitalistas. El hecho de que– la fuerza de la que se habla—empuje a algún intelectual particular hasta el anti-capitalismo o no, dependerá de otras fuerzas que operen sobre él. De forma agregada, sin embargo debido a que incrementa la probabilidad del anti-capitalismo de cada intelectual, un factor como éste producirá una proporción más amplia de intelectuales anti-capitalistas. Nuestra explicación será de este tipo. Vamos a identificar el factor que inclina a los intelectuales a adoptar una actitud anti-capitalista sin garantizar esta actitud e ningún caso particular. El Valor de los Intelectuales

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¿Por qué los intelectuales se oponen al capitalismo?

miseshispano.org /2014/03/%C2%BFpor-que-los-intelectuales-se-oponen-al-capitalismo/

Es sorprendente el hecho de que losintelectuales se opongan al capitalismo como lohacen. Otros grupos de estatus socio-económico parecido no muestran el mismogrado de oposición en las mismasproporciones. Estadísticamente, por ello, losintelectuales son una anomalía.

No todos los intelectuales están en la “izquierda.” Como otros grupos, sus opiniones se esparcen a lo largo de uncurva. Pero en su caso, la curva está inclinada y sesgada hacia la izquierda política.

Por intelectuales, yo no quiero referirme a toda la gente inteligente o de cierto nivel educativo, sino a aquellos quen su vocación, se dedican a tratar con ideas expresadas en palabras dando forma al flujo de palabras quereciben los demás. Estos forjadores de frases (wordsmiths) son poetas, novelistas, críticos literarios, periodistasen periódicos y revistas, y muchos profesores. Dentro de los intelectuales no incluyo a todos aquellos que sededican primariamente a producir y transmitir información escrita cuantitativamente o matemáticamente (losforjadores de números, -numbersmiths) o aquellos que trabajan en medios visuales, pintores, escultores,camarógrafos. A diferencia de los forjadores de palabras la gente en esta clase de ocupaciones no está tandesproporcionadamente opuesta al capitalismo. Los forjadores de palabras se concentran en ciertas plazaslaborales: la academia, los medios, la burocracia gubernamental.

 A los intelectuales forjadores de palabras les va bien en la sociedad capitalista; tienen una gran libertad paraformular, encontrar y propagar nuevas ideas, leer y discutir estas ideas. Sus habilidades ocupacionales sondemandadas, su ingreso está mucho más arriba que el promedio. ¿Por qué entonces se oponen tandesproporcionadamente al capitalismo? De hecho, algunos datos sugieren que mientras mejor le vaya a un

intelectual, es más probable que se oponga al capitalismo. Esta oposición al capitalismo viene principalmente “dela izquierda” pero no solamente de allí. Yeats, Eliot y Pound se opusieron a la sociedad de mercado desde laderecha. (Recuérdese al charro José Alfredo Jiménez)

La oposición de los intelectuales forjadores de frases hacia el capitalismo es un hecho significativo a nivel social.Éstos dan forma a nuestras ideas e imágenes de la sociedad; ellos proponen las políticas alternativas que lasburocracias toman en cuenta. De tratados a eslóganes ellos nos dan las oraciones con las cuales nosexpresamos. Su oposición es especialmente importante en una sociedad que depende cada vez más sobre laformulación explícita y diseminación de la información.

Podemos distinguir dos tipos de explicación para ésta relativamente alta proporción de intelectuales de oposición

al capitalismo. Un primer tipo encuentra un factor único para dar cuenta de este anti-capitalismo. El segundo tipode explicación identifica un factor que afecta a todos los intelectuales, la fuerza que los impulsa a ellos hacia

posturas anti-capitalistas. El hecho de que– la fuerza de la que se habla—empuje a algún intelectual particular hasta el anti-capitalismo o no, dependerá de otras fuerzas que operen sobre él. De forma agregada, sin embargodebido a que incrementa la probabilidad del anti-capitalismo de cada intelectual, un factor como éste produciráuna proporción más amplia de intelectuales anti-capitalistas. Nuestra explicación será de este tipo. Vamos aidentificar el factor que inclina a los intelectuales a adoptar una actitud anti-capitalista sin garantizar esta actitud eningún caso particular.

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Los intelectuales hoy en día tienen la esperanza de convertirse en la gente más estimada de la sociedad, aquelloque acumulen el mayor prestigio y poder, aquellos que acumulen las más altas distinciones. Los intelectuales sesienten con derecho a recibir estos reconocimientos. Pero, a lo largo y ancho, una sociedad capitalista no honra sus intelectuales. Ludwig von Mises explica este especial resentimiento de parte de los intelectuales, en contrastecon los trabajadores, diciendo que al mezclarse socialmente con capitalistas exitosos los intelectuales secomparan a la baja con los capitalistas exitosos, y les humilla ese estatus inferior. No obstante, incluso aquellosintelectuales que no se mezclan socialmente con capitalistas exitosos tienen ese mismo resentimiento, de tal formque la mera mezcla social no es suficiente—los instructores de baile y de deportes que entrenan a los ricos y

tienen amoríos con ellos no son notoriamente anti-capitalistas.

¿Por qué los intelectuales de hoy en día se sienten con derecho a los más altos reconocimientos que ofrecen sussociedades y están además resentidos cuando no los reciben? Los intelectuales sienten que son las personasmás valiosas, aquellas con el mérito más grande, y la sociedad los debería recompensar de acuerdo a su valor ymérito. Pero una sociedad capitalista no satisface el principio de la distribución “a cada uno de acuerdo a sumérito o valor”. Más allá de los regalos, herencias y juegos de apuestas que ocurren en una sociedad libre, elmercado distribuye a aquellos que satisfacen las demandas del mercado percibidas en otros, y la cantidad de loque reciban dependerá de qué tanta demanda y oferta haya de esos servicios. Hombres de negocios ytrabajadores poco exitosos no tienen la misma antipatía en contra del sistema capitalista como lo tienen losintelectuales forjadores de frases. Solamente el sentido de una superioridad no reconocida, del derecho

traicionado, produce esta clase de hostilidad.

¿Por qué piensan los intelectuales forjadores de frases que son lo más valioso y que la distribución–de los bieneeconómicos— debe hacerse de acuerdo a ese valor? Nótese que este último principio no es necesario. Han sidopropuestos otros patrones distributivos como la distribución igualitaria, la distribución basada en el mérito moral ola distribución de acuerdo a las necesidades. De hecho, no debe haber ningún patrón de distribución al que unasociedad deba apuntar, incluso para una sociedad que se interese en vivir de forma justa. La justicia de unadistribución puede residir en ser el resultado de un proceso de intercambio voluntario de bienes y serviciosdebidamente ( justly ) adquiridos. Cualquiera que sea el resultado de una distribución como ésta será justo, peroese resultado no tiene por qué seguir algún patrón de distribución específica. ¿Por qué, entonces, los forjadores

de frases se ven a sí mismos como lo más valioso de la sociedad y aceptan el principio de que la distribución – debienes económicos— debe hacerse de acuerdo a ese valor?

Desde los comienzos de la historia del pensamiento, los intelectuales nos han dicho que su actividad es la másvaliosa. Platón valoró la facultad racional por encima de la valentía y de los apetitos, y consideró que los filósofosdebían ser la más alta autoridad; Aristóteles sostuvo que la contemplación intelectual era la actividad más elevadNo es sorprendente que los textos que han llegado a nosotros atestigüen esta evaluación tan elevada de laactividad intelectual. La gente que formuló evaluaciones, quienes las escribieron y dieron razones para apoyarlaseran, después de todo, intelectuales. Ellos se estaban alabando ( praising ) a sí mismos. Aquellos que estimabanactividades distintas a usar las palabras para analizar el mundo como actividades más importantes, fueran estas cacería, el ejercicio de poder o el continuo placer sensual, no se ocuparon de dejar registros escritos duraderos.

Sólo los intelectuales desarrollaron teorías acerca de quién era el mejor –de la sociedad.La Formación Escolar de los Intelectuales

¿Qué factor produjo los sentimientos de superioridad por parte de los intelectuales? Para contestar a estapregunta quiero enfocarme en una institución particular: las escuelas. Mientras el conocimiento de los libros crecen importancia, la formación escolar  –la educación de los jóvenes en grupos mediante lectura y conocimiento delibros— se extendió. Las escuelas se convirtieron en la institución más grande, fuera de la familia, para formar elcarácter de la gente joven, y casi todos aquellos que después se convertirían en intelectuales pasaron por escuelas. En las escuelas los intelectuales eran exitosos. Los intelectuales eran juzgados en comparación con losotros y los consideraban superiores. Recibían lisonjas y recompensas, los predilectos de los maestros. Así las

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cosas, ¿cómo pueden no verse a sí mismos como seres superiores? Si a diario ellos experimentaban lasdiferencias en la facilidad para trabajar con ideas y presto ingenio. Las escuelas les decían y les mostraban susuperioridad.

Las escuelas, también, lo exhibían – al intelectual en ciernes— y por eso mismo le enseñaron el principio de larecompensa condicionado a mérito (intelectual). A quien era intelectualmente meritorio le eran dadas alabanzas,sonrisas de sus maestros, y las más altas calificaciones. En la vida de las escuelas los más sagaces constituían lclase alta. Aunque no es parte de las curricula oficial en las escuelas, los intelectuales aprendieron la lección de

su gran valía comparándose con los otros, y también aprendieron que las cosas de gran valor merecenrecompensas mayores.

No obstante lo anterior, la sociedad en el mercado, que es más amplia que la de la escuela, enseña una leccióndistinta. Las recompensas no se dan al más brillante verbalmente. Pero ya adiestrados para creer que son los mvaliosos, los que más galardones merecen, los más dignos de recompensa, ¿cómo pueden los intelectuales, engeneral, no resentir a la sociedad capitalista que les priva de los justos postres [1] a los que su superioridad les d“el derecho”? A estos elementos ¿es realmente sorprendente que los intelectuales escolarizados sientan unprofundo y huraño ánimo hacia la sociedad capitalista y que, aunque disfracen ese descontento con razones políticamente correctas, continúe incluso en el caso en el que esas razones particulares se hayan mostrado malfundadas?

 Al decir que los intelectuales se sienten con derecho a las más altas recompensas que la sociedad puede ofrececomo lo son la riqueza económica, el estatus, etc., no estoy queriendo decir que los intelectuales las considereecomo los bienes más altos. Tal vez los intelectuales valoren más las recompensas intrínsecas que la actividadintelectual tiene que ofrecer o bien la estima que viene con el reconocimiento de las eras por venir. No obstante,éstos intelectuales también se sienten con el derecho a la más alta apreciación por parte de la sociedad engeneral, se sienten con derecho a lo más grande y lo mejor que la sociedad pueda ofrecer, por insignificante quesea. No quiero enfatizar aquí especialmente a las recompensas que llegan hasta los bolsillos de los intelectuales siquiera aquellas que los benefician personalmente. Al identificarse a sí mismos como intelectuales, ellos puedenestar resentidos con el mero hecho de que la actividad intelectual no se considere como la más valiosa y digna dtodas ellas.

El intelectual quiere que toda la sociedad sea más contundentemente una escuela, que sea como el ambiente enel que a él le fue tan bien y en el que fue tan apreciado. Al incorporar estándares de recompensa distintos a losque tiene la sociedad en general las escuelas garantizan que algunos de sus estudiantes vayan a sufrir undescenso social más tarde en la vida real. Aquellos que están en la clase más alta de su jerarquía escolar van asentirse con derecho a ocupar una posición elevada, no sólo en esa micro-sociedad sino en la sociedad generalcuyo sistema van a resentir cuando no los trate de acuerdo a esos deseos y derechos auto-asignados. El sistemescolar por ello mismo produce una sensación anti-capitalista entre los intelectuales. Más bien, ese sistemaproduce una sensación anti-capitalista entre los intelectuales de las palabras. ¿Por qué los forjadores de número

(numbersmiths) no desarrollan esas misas actitudes que sí desarrollan los forjadores de frases? Conjeturo que loniños que son brillantes con números, aunque tienen buenas notas en exámenes escolares relevantes, no recibela misma aprobación y atención cara-a-cara que le dan los maestros a los niños que son brillantes con laspalabras. Son las habilidades verbales las que traen aparejadas las lisonjas personales de los maestros, yaparentemente son estas deferencias las que forman especialmente ese sentido de merecimiento.

Planeación Centralizada en las Aulas

Hay un punto más que debe ser añadido. El intelectual forjador de frases (en ciernes) es exitoso dentro delsistema formal (y oficial) de escuelas, donde las recompensas relevantes se distribuyen por la autoridad centraldel maestro. Las escuelas contienen no obstante otro sistema social que es informal dentro de las aulas, lospasillos, los patios y canchas en donde se distribuyen asimismo recompensas por mecanismos distintos a los de dirección centralizada (del maestro), éstos mecanismos son espontáneos y a placer de los demás compañeros de

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la escuela. En éstos, los intelectuales no tienen tanto éxito.

No es sorprendente por tanto, que la distribución de bienes y recompensas a través de una vía centralizada leparezca a los intelectuales como una manera más apropiada que “la anarquía y el caos” de los mercados. A laforma de distribución central y planificada de una comunidad socialista, se opone una forma de distribucióncapitalista, tal como se opone a la forma de distribución centralizada de los maestros, la forma de distribución enpasillos y patios escolares.

Nuestra explicación no postula que los intelectuales (en ciernes) constituyan una mayoría incluso de la clase altaacadémica de las escuelas. Este grupo puede estar constituido predominantemente por aquellos con unassustanciales (pero no necesariamente prodigiosas) habilidades de ratón de biblioteca (bookish skills) junto congracia social, una gran motivación de complacer, amigabilidad, modos para conseguir triunfos, e incluso unahabilidad para jugar (y aparentar hacerlo) de acuerdo a las reglas. A esta clase de pupilos que van a ser altamente estimados y recompensados por los maestros también les irá extremadamente bien en la vida socialmás amplia. (Y les irá bien dentro de los confines de la sociedad informal de la escuela. Así éstos mismos no serátan proclives a aceptar las normas del sistema escolar formal). Nuestra explicación tiene como hipótesis que losintelectuales (en ciernes) están desproporcionadamente representados por esa porción de estudiantes de nivelalto (oficial) que va a sufrir alguna movilidad a la baja. O, más bien, en el grupo que predice para sí mismo unfuturo en declive. La hostilidad va a emerger antes de que salgan al mundo que es más amplio que la escuela y

antes de que experimenten ya, de hecho, una disminución en su estatus, en el punto en que el buen alumno se dcuenta de que (probablemente) le irá peor en ese mundo social más amplio de lo que le va dentro de la escuela.Esta consecuencia no deseada del sistema escolar, el ánimo anticapitalista de los intelectuales es, por supuesto,reforzado cuando los pupilos leen a intelectuales o reciben clases de intelectuales que presentan esas mismasactitudes tan anticapitalistas.

Sin duda, algunos forjadores de frases (wordsmiths) fueron pupilos gruñones y cuestionadores, y así recibierondesaprobación por parte de sus maestros. ¿Aprendieron éstos estudiantes la lección de que los mejores teníanque recibir las más altas recompensas y también, en contra de sus maestros, que ellos eran los mejores y en esamedida desarrollaron un resentimiento contra el sistema escolar de distribución de bienes? Claramente, en estaclase de asuntos que se discuten aquí y otros necesitamos datos de las experiencias escolares de parte de los

que serán intelectuales forjadores de palabras en el futuro para que nuestra hipótesis sea más refinada.

Puesto como un punto general, es difícil estar en contra de la idea de que las normas de las escuelas van aafectar las creencias normativas de la gente aún fuera de las escuelas. Las escuelas, después de todo, son lamás grande sociedad fuera de la familia en la que los niños aprenden a moverse, y es así que la escolarizaciónconstituye su preparación para moverse en sociedades extra-familiares. No es sorprendente que quienes resultabeneficiados por las normas del sistema escolar estén resentidos contra la sociedad que funciona con reglasdistintas, mismas que no les garantizan el mismo éxito. Tampoco es sorprendente que cuando son ellos mismoslos elegidos para formar la imagen que una sociedad tiene de sí misma, su autoevaluación, esa misma porciónreaccione verbalmente contra la misma sociedad. Si tú diseñaras un mundo, una sociedad, no buscarías diseñarde tal forma que los forjadores de frases, con toda la influencia que tienen, recibieran una escolarizaciónexacerbando su hostilidad contra a las normas de la sociedad.

Nuestra explicación del desproporcionado anticapitalismo de los intelectuales se basa en una muy plausiblegeneralización sociológica.

En una sociedad donde un sistema o institución extra-familiar, la primera a la que la gente joven llega, distribuyerecompensas, aquellos que se comportan muy bien allí van a tender a internalizar las normas de esta institución yesperar a que la sociedad más amplia opere de acuerdo a estas normas; éstos van a sentirse con el derecho aque se les distribuyan porciones – de bienes económicos— de acuerdo con tales normas (al menos) en unaposición relativa a aquella a la que tales normas habrían de llevarnos. Más aún, aquellos que están en la clasealta de la jerarquía de esta primera institución extra-familiar que experimentan (o prevén que experimentarán) un

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relativo descenso en la sociedad más amplia van a tender, producto de su sentimiento de frustración de underecho no respetado, a oponerse al sistema de la sociedad más amplia y a padecer de antipatía contra susreglas.

Nótese que ésta no es una ley determinista. No todos aquellos que experimentaron un descenso social se van avolcar contra el sistema. Tal movilidad descendente es un factor que tiende a producir efectos en esa dirección, yasí va a mostrarse en proporciones diferentes una vez que veamos todo de forma agregada. Podemos distinguir formas en las que la clase alta –escolar— se mueve hacia abajo: puede ser que gane menos que otro grupo o (s

que otro grupo se posicione arriba de ella) puede empatar, fallando en conseguir más que aquellos que eranconsiderados inferiores. Es la movilidad descendente del primer tipo la que los exaspera y subvierte; el segundotipo les es más tolerable. Muchos intelectuales (ellos lo dicen) están a favor de la igualdad, mientras que sólo unnúmero pequeño aboga por una aristocracia de intelectuales. Nuestra hipótesis habla del primer tipo de movilidaddescendente como un tipo especialmente fructífero para producir resentimiento y hostilidad.

El sistema escolar enseña y privilegia solamente algunas de las habilidades relevantes para el éxito posterior (esdespués de todo, una institución especializada) de tal forma que su sistema de recompensas diferirá de aquel qutiene la sociedad en general. Esto garantiza que algunos sufran, al pasar de la escuela a la vida real , un descenssocial y las consecuencias que ello tiene. Antes dije que los intelectuales quieren que la sociedad sea máscontundentemente una escuela. Ahora vemos que el resentimiento se debe a la frustración de su sentimiento de

merecimiento y que éste emerge del hecho de que las escuelas (como el primer sistema especializado y extra-familiar en el que se desempeñan) no agotan la exuberancia de la sociedad.

Nuestra explicación ahora parece predecir que el (desproporcionado) resentimiento de los intelectualesescolarizados contra su sociedad es irrelevante a la naturaleza que tenga ella, sea capitalista o comunista. (Losintelectuales se oponen desproporcionadamente al capitalismo comparado con otros grupos de estatussocioeconómico similar dentro de la sociedad capitalista. Es otro asunto el de si ellos también se oponendesproporcionadamente en sociedades no capitalistas). Claramente, por tanto, los datos acerca de las actitudesde los intelectuales de los países comunistas hacia los burócratas del partido comunista (apparatchiks) seríarelevante; ¿sucederá lo mismo entre los intelectuales de los países comunistas a lo que sucede con losintelectuales de los países capitalistas?

Nuestra hipótesis necesita ser refinada de tal forma que no aplique (o no aplique fuertemente) a toda sociedad.¿Es así que debe ser que los sistemas escolares en toda sociedad producen inevitablemente un ánimo dehostilidad contra sus sociedades por parte de los intelectuales – en ciernes— que no reciben en esas sociedadela más alta estima? Probablemente no. Una sociedad capitalista es peculiar por el asunto de que parece anunciaque está abierta y responde solamente al talento, la iniciativa individual, el mérito personal. Crecer en unasociedad de castas heredadas o una sociedad feudal destruye las expectativas de recompensa que uno puedeesperar de acuerdo al valor personal. A pesar de la expectación creada, una sociedad capitalista recompensa agente sólo en la medida en la que las personas satisfacen los deseos existentes en el mercado de otras personasesta sociedad recompensa solamente de acuerdo a la contribución económica, no de acuerdo al valor personal.Sin importar esto, la sociedad capitalista llega suficientemente cerca de recompensar de acuerdo al valor – valor contribución estarán muy frecuentemente entrelazados—de tal manera que se alimenta la expectativa producidapor las escuelas. El ethos de una sociedad más amplia está suficientemente cerca del ethos de las escuelas de tmanera que esa cercanía crea el resentimiento. Las sociedades capitalistas recompensan los logros individualesofrecen hacerlo así, y así éstas abandonan al intelectual que se considera el mejor con una sensaciónparticularmente difícil de tragar , amarga.

Otro factor, creo, juega un rol aquí. Las escuelas tenderán a producir estas actitudes anticapitalistas mientras mádiversa sea la población en sus aulas. Cuando casi todos aquellos que serán económicamente exitosos asisten aescuelas separadas, los intelectuales no tendrán la idea de que son superiores a los que serán económicamente

exitosos. Pero, incluso si muchos hijos de la clase alta van a escuelas distintas, una sociedad abierta contendrá

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escuelas que incluyan a muchos de los que van a conseguir éxito económico como empresarios, y los intelectualevan a recordar con resentimiento cómo solían ser superiores en comparación con esos compañeros queconsiguieron más frutos económicos y más influencia social. La apertura de una sociedad tiene otra consecuencitambién. Los pupilos, forjadores de frases en ciernes y otros, no sabrán cómo les va a ir en el futuro. Ellos puedeesperarse cualquier cosa. Una sociedad cerrada, de manera previa a todo esto, destruye estas esperanzas desdmuy temprano en la vida de las personas. En una sociedad abierta y capitalista, los pupilos no se resignan pronta los límites que puede tener su avance y movilidad social – tienen sueños y expectativas realizables—, y lasociedad parece anunciarles que los más capaces y valiosos llegarán muy arriba, sus escuelas van diciéndoles a

sus estudiantes más dotados que son los más valiosos y meritorios de grandes recompensas, y después estospupilos con la más alta motivación y sueños ven a otros de sus compañeros, a quienes sabían menos dignos deéxito, llegar más alto que ellos mismos, quitándoles incluso los mejores lugares que ellos creían que teníanderecho a conseguir. ¿Sigue sorprendiendo que tengan tal hostilidad contra la sociedad?

Algunas Hipótesis Posteriores

Hemos refinado nuestra hipótesis en cierta medida. No es simplemente que las escuelas formales sean la causa,sino que lo son las prácticas de la escolarización formal en un contexto social específico el que produce unahostilidad anti-capitalista entre los intelectuales forjadores de frases (wordsmiths). Sin duda, la hipótesis requiereuna refinación mayor. Pero es suficiente. Es tiempo de pasarla a los científicos sociales, desde este sillón de

estudio (armchair) donde se especuló y dársela a aquellos que se sumergirán en hechos particulares y datos.Podemos apuntar, no obstante, a algunas áreas donde nuestras hipótesis pueden tener consecuenciascorroborables y predecibles. Primero, uno puede predecir que mientras más meritocrático sea un sistema escolarnacional, más probable será que los intelectuales se inclinen a la izquierda. (Considérese el caso de Francia).Segundo, aquellos intelectuales que “florecieron tarde” en la escuela, no habrán desarrollado el mismo sentido dmerecimiento a las más altas distinciones; por tanto, un porcentaje más bajo de los intelectuales que florecierontarde serán anti-capitalistas, que aquellos que florecieron desde el principio (early-bloomers). Tercero, limitamosnuestra hipótesis a aquellas sociedades (no como el caso de la sociedad India de castas) donde los estudiantesexitosos plausiblemente pueden esperar un éxito posterior comparable en la sociedad en general. En la sociedadoccidental, las mujeres no han tenido hasta ahora expectativas de mejoría económica, de tal manera que nodeberíamos esperar que las estudiantes que forman parte de la clase alta escolar y que hayan tenido esedescenso social – al pasar de la escuela a la vida real—, exhiban la misma hostilidad contra el capitalismo queexhiben los hombres. Podemos predecir, entonces, que mientras más se mueva una sociedad hacia la igualdad doportunidades de empleo entre hombres y mujeres, más será que sus mujeres intelectuales exhiban la mismadesproporción de anti-capitalismo que exhiben los hombres.

 Algunos de mis lectores pueden dudar de esta explicación para el hecho de que los intelectuales seananticapitalistas. Sea que tengan razón – los críticos de mi explicación—creo que un fenómeno importante ha sidoidentificado. La generalización sociológica que se ha establecido es intuitivamente atractiva; algo semejante a elladebe ser verdad. Algún efecto importante por tanto debe ser producido en esa porción de la población escolar que es la clase alta académica que en la sociedad más grande sufre un descenso, algún antagonismo hacia la

sociedad más grande debe generarse. Y si ese efecto no es la desproporcionada oposición de los intelectuales ala sociedad ¿cuál es el efecto entonces? Empezamos con un fenómeno sorprendente que requería de unaexplicación. Encontramos, pienso, un factor (que una vez establecido) es tan obvio que seguro debe explicar algunos fenómenos reales.

[1] En el texto original que consulté la frase dice: “Schooled in the lesson that they were most valuable, the mostdeserving of reward, the most entitled to reward, how could the intellectuals, by and large, fail to resent thecapitalist society which deprived them of the just deserts to which their superiority “entitled” them?” (mis negritasEsta expresión no tiene sentido si se entiende, la palabra en negritas, como literalmente “desiertos”. En Inglés encambio el vocablo “dessert” denota la idea de algo dulce, disfrutable, postre, más acorde con el contexto de lo qu

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Nozick está hablando aquí: recompensas, halagos, lisonjas, adulaciones.

El artículo original se encuentra aquí. Traducido del inglés por Victor Peralta.

Este artículo es un estracto de su ensayo “Why Do Intellectuals Oppose Capitalism?” que apareció en The Futureof Private Enterprise, ed. Craig Aronoff et al. (Georgia State University Business Press, 1986) y que se reimprimióen el texto también de Robert Nozick, Socratic Puzzles (Harvard University Press, 1997).

“Los miles de jóvenes que hoy en día descubren por primera vez las ideas de la libertad deben permanecer fuerade la máquina del Estado y de todo su encanto y fascinación letal. En lugar de tratar de infiltrarse en el Estado,deben perseguir sus ideales a través del comercio, la educación, el espíritu empresarial, las artes, la difusión deideas, el debate, etc. Liderar y ejercer influencia a través del respeto alcanzado por sus logros. Estas son áreasque ofrecen promesas reales y altos rendimientos.” — Lew Rockwell.