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Por Quién Doblan las Campanas Por Ernest Hemingway

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PorQuiénDoblanlasCampanas

Por

ErnestHemingway

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CAPÍTULOPRIMERO

Estaba tumbado boca abajo, sobre una capa de agujas de pino de colorcastaño,conlabarbillaapoyadaenlosbrazoscruzados,mientraselviento,enlo alto, zumbaba entre las copas. El flanco de la montaña hacía un suavedeclive por aquella parte; pero, más abajo, se convertía en una pendienteescarpada, demodo que desde donde se hallaba tumbado podía ver la cintaoscura,bienembreada,delacarretera,zigzagueandoentornoalpuerto.Habíauntorrentequecorríajuntoalacarreteray,másabajo,aorillasdeltorrente,seveíaunaserraderoylablancacabelleradelacascadaquesederramabadelarepresa,cabrilleandoalaluzdelsol.

—¿Eséseelaserradero?–preguntó.

—Esees.

—Nolorecuerdo.

—Se hizo después de marcharse usted. El aserradero viejo está abajo,muchomásabajodelpuerto.

Sobrelasagujasdepinodesplególacopiafotográficadeunmapamilitaryloestudiócuidadosamente.Elviejoobservabaporencimadesuhombro.Erauntipopequeñoyrecioquellevabaunablusanegraalestilodelosaldeanos,pantalones grises de pana y alpargatas con suela de cáñamo. Resollaba confuerzaacausadelaescaladayteníalamanoapoyadaenunodelospesadosbultosquehabíansubidohastaallí.

—Desdeaquínopuedeverseelpuente.

—No–dijoelviejo–,Estaeslapartemásabiertadelpuerto,dondeelríocorre más despacio. Más abajo, por donde la carretera se pierde entre losárboles,sehacemáspendienteyformaunaestrechagarganta...

—Yameacuerdo.

—Elpuenteatraviesaesagarganta.

—¿Ydóndeestánlospuestosdeguardia?

—Hayunpuestoenelaserraderoqueveustedahí.

Eljovensacóunosgemelosdelbolsillodesucamisa,unacamisadelanilladecolorindeciso,limpióloscristalesconelpañueloyajustólasroscashastaquelasparedesdelaserraderoaparecieronnetamentedibujadas,hastaelpuntoquepudodistinguirelbancodemaderaquehabíajuntoalapuerta,lapiladeserrínjuntoalcobertizo,endondeestabalasierracircular,ylapistapordonde

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lostroncosbajabandeslizándoseporlapendientedelamontaña,alotroladodelrío.Elríoaparecíaclaroylímpidoenlosgemelosy,bajolacabelleradeaguadelapresa,elvientohacíavolarlaespuma.

—Nohaycentinela.

—Sevehumoquesaledelaserradero–dijoelviejo–.Hayropatendidaenunacuerda.

—Loveo,peronoveoningúncentinela.

—Quizáquedeenlasombra–observóelviejo–.Hacecaloraestashoras.Debedeestaralasombra,alotrolado,dondenoalcanzamosaver.

—¿Dóndeestáelotropuesto?

—Más allá del puente. Está en la casilla del peón caminero, a cincokilómetrosdelacumbredelpuerto.

—¿Cuántos hombres habrá allí? –preguntó el joven, señalando hacia elaserradero.

—Quizáshayacuatroyuncabo.

—¿Ymásabajo?

—Más.Yameenteraré.

—¿Yenelpuente?

—Haysiempredos,unoacadaextremo.

—Necesitaremos cierto número de hombres –dijo el joven–. ¿Cuántospodríaconseguirme?

—Puedoproporcionarlelosquequiera–dijoelviejo–.Hayahoramuchosenestasmontañas.

—¿Cuántosexactamente?

—Más de un centenar, aunque están desperdigados en pequeñas bandas.¿Cuántoshombresnecesitará?

—Selodirécuandohayaestudiadoelpuente.

—¿Quiereustedestudiarloahora?

—No. Ahora quisiera ir a donde pudiéramos esconder estos explosivoshastaquellegueelmomento.Querríaesconderlosenunlugarmuyseguroyaunadistancianomayordeunamediahoradelpuente,sifueraposible.

—Esposible–contestó elviejo–.Desdeel sitiohaciadondevamos, serátodocaminollanohastaelpuente.Perotenemosquetreparunpocoparallegarallí.¿Tieneustedhambre?

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—Sí–dijoeljoven–;perocomeremosluego.¿Cómosellamausted?Loheolvidado.–Eraunamalaseñal,asujuicio,elhaberloolvidado.

—Anselmo–contestóelviejo–.MellamoAnselmoysoydeElBarcodeÁvila.Déjemequeleayudeallevaresebulto.

Eljoven,queeraaltoyesbelto,conmechonesdepelorubio,descoloridosporelsol,yunacaracurtidaporlaintemperie,llevaba,ademásdelacamisadelanadescolorida,pantalonesdepanayalpargatas.Seinclinóhaciaelsuelo,pasóelbrazobajounadelascorreasquesujetabanelfardoylolevantósobresuespalda.Pasóluegoelbrazobajolaotracorreaycolocóelfardoalaalturadesushombros.Llevabalacamisamojadapor lapartedondeelfardohabíaestadopocoantes.

—Yaestá–dijo–.¿Nosvamos?

—Tenemosquetrepar–dijoAnselmo.

Inclinadosbajoelpesodelosbultos,sudandoyresollando,treparonporelpinarquecubríaelflancodelamontaña.Nohabíaningúncaminoqueeljovenpudiera distinguir, pero se abrieron paso zigzagueando. Atravesaron unpequeñotorrenteyelviejosiguiómontañaarriba,bordeandoellechorocosodelarroyuelo.Elcaminoeracadavezmásescarpadoydificultoso,hastaquellegaronfinalmenteaunlugar,endondedeunaaristadegranitolimpiaseveíabrotar el torrente. El viejo se detuvo al pie de la arista, para dar tiempo aljovenaquellegasehastaallí.

—¿Quétalvalacosa?

—Muybien–contestóeljoven.Sudabaportodossusporosyledolíanlosmúsculosporloempinadodelasubida.

—Espereaquíunmomentohastaqueyovuelva.Voyaadelantarmeparaavisarles. No querrá usted que le peguen un tiro llevando encima esamercancía.

—Nienbroma–contestóeljoven–.¿Estámuylejos?

—Estámuycerca.Dígamecómosellama.

—Roberto–contestóeljoven.

Había dejado escurrir el bulto, depositándolo suavemente entre dosgrandesguijarros,juntoallechodelarroyuelo.

—Espereaquí,Roberto;enseguidavuelvoabuscarle.

—Estábien–dijoeljoven–.Pero¿tienelaintencióndebajaralpuenteporestecamino?

—No,cuandovayamosalpuenteseráporotrocamino.Muchomáscortoy

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másfácil.

—Noquisieraguardartodoestemateriallejosdelpuente.

—Nologuardará.Sinolegustaelsitioelegido,buscaremosotro.

—Yaveremos–respondióeljoven.

Sentósejuntoalosbultosymiróalviejotrepandoporlasrocas.Lohacíacon facilidad, y por la manera de encontrar los puntos de apoyo, sinvacilaciones, dedujo el joven que lo habría hecho otras muchas veces. Noobstante, cualquiera que fuese el que estuviera arriba, había tenido muchocuidadoparanodejarningunahuella.

El joven, cuyo nombre era Robert Jordan, se sentía extremadamentehambriento e inquieto. Tenía hambre con frecuencia, pero a menudo no senotabapreocupado,porquenoledabaimportanciaaloquepudieraocurrirleaél mismo y conocía por experiencia lo fácil que era moverse detrás de laslíneasdelenemigoentodaaquellaregión.Eratanfácilmoversedetrásdelaslíneasdelenemigocomocruzarlassisecontabaconunbuenguía.Sóloeldarimportanciaaloquepudierasucederleauno,sieraatrapado,eraloquehacíala cosa arriesgada; eso y el saber en quién confiar. Había que confiarenteramenteenlagenteconlacualsetrabajabaonoconfiarparanada,yeraprecisosaberporunomismoenquiénsepodíaconfiar.Nolepreocupabanadadeeso.Perohabíaotrascosasquesílepreocupaban.

AquelAnselmohabíasidounbuenguíayeraunmontañeroconsiderable.Robert Jordan era un buen andarín, pero se había dado cuenta desde quesalieronaquellamañana,antesdelalba,dequeelviejoleaventajaba.RobertJordanconfiabamuchoenelviejo,salvoensujuicio.Nohabíatenidoocasióndesaber loquepensaba,y,en todocaso,elaveriguarsi sepodíaono tenerconfianzaenéleraincumbenciasuya.No,nosesentíainquietoporAnselmo,yelasuntodelpuentenoeramásdifícilquecualquierotro.Sabíacómohacervolarcualquierclasedepuentequehubierasobre la fazde la tierra,yhabíavolado puentes de todos los tipos y de todos los tamaños. Tenía suficientesexplosivos y equipo repartidos entre las dos mochilas como para volar elpuentedemaneraapropiada,inclusoaunquefueradosvecesmayordeloqueAnselmo le había dicho; tan grande como él recordaba que era cuando locruzóyendoaLaGranjaenunaexcursiónapieel añode1933, tangrandecomoGolzselohabíadescritoaquellanoche,dosdíasantes,enelcuartodearribadelacasadelosalrededoresdeElEscorial.

—Volarelpuentenotieneimportancia–habíadichoGolz,señalandoconunlápizsobreelgranmapa,conlacabezainclinada;sucalvacabeza,señaladadecicatrices,brillandobajolalámpara–.¿Comprendeusted?

—Sí,locomprendo.

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—Absolutamenteninguna.Limitarseahacerlosaltarseríaunfracaso.

—Sí,camaradageneral.

—Lo que importa es volar el puente a una hora determinada, señalada,cuandosedesencadenelaofensiva.Esoesloimportante.Yesoesloquetieneusted que hacer con absoluta limpieza y en elmomento justo. ¿Se da ustedcuenta?

Golz contempló pensativo la punta del lápiz y luego se golpeó con él,suavemente,enlosdientes.

RobertJordannodijonada.

—Esustedelquetienequesabercuándohallegadoelmomentodehacerlo–insistióGolz,levantandolavistahaciaélyhaciéndoleunaindicaciónconlacabeza.Golpeóenelmapaconel lápiz–.Esustedquientienequedecidirlo.Nosotrosnopodemoshacerlo.

—¿Porqué,camaradageneral?

—¿Porqué?–preguntóGolziracundo–.¿Cuántosataqueshavistousted?¿Y todavíame pregunta por qué? ¿Quiénme garantiza quemis órdenes noserán trastocadas? ¿Quién me garantiza que no será anulada la ofensiva?¿Quién me garantiza que la ofensiva no va a ser retrasada? ¿Quién megarantizaquelaofensivanoempezaráseishorasdespuésdelmomentofijado?¿Sehahechoalgunavezalgunaofensivacomoestabaprevisto?

—Empezará en el momento previsto si la ofensiva es su ofensiva –dijoJordan.

—Nuncasonmis–ofensivas–dijoGolz–.Yolaspreparo.Peronuncasonmías. La artillería no es mía. Tengo que contentarme con lo que me dan.Nuncamedanloquepido,aunquepudierandármelo.Yesonoestodo.Hayotras cosas. Usted sabe cómo es esta gente. No hace falta que se lo diga.Siemprehayenredos.Siemprehayalguienquevieneaenredar.Trate,pues,decomprenderlo.

—¿Cuándoserámenesterquevueleelpuente?–preguntóJordan.

—En cuanto empiece la ofensiva. Tan pronto como la ofensiva hayacomenzado, pero no antes. Es preciso que no les lleguen refuerzos por lacarretera.–Señalóunpuntoconsulápiz–.Tengoqueestarsegurodequenopuedellegarnadaporestacarretera.

—¿Ycuándoeslaofensiva?

—Selodiré.Peroutiliceustedlafechaylahorasólocomounaindicacióndeprobabilidad.Tieneustedqueestarlistoparaesemomento.Volaráustedelpuente después que la ofensiva haya empezado. ¿Se da usted cuenta? –Y

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volvió a señalar con el lápiz–. Esta es la única carretera por la que puedenllegarles refuerzos. Esta es la única carretera por la que pueden llegarlestanquesoartillería,osencillamenteunsimplecamiónhastaelpuertoqueyoataco.Tengoquesaberqueelpuentehavolado.Peronoantes,porquepodríanrepararlosilaofensivaseretrasa.No.Tienequevolarcuandohayaempezadola ofensiva, y tengo que saber que ha volado. Hay sólo dos centinelas. Elhombrequevaaacompañarle,acabadellegardeallí.Eshombredeconfianza,segúndicenellos.Ustedverási loes.Tienengenteenlasmontañas.Hágasecon todos los hombres que necesite. Utilice los menos que pueda, peroutilícelos.Notengonecesidaddeexplicarleestascosas.

—¿Ycómopuedoyosabercuándohacomenzadolaofensiva?

—La ofensiva se hará con una división completa. Habrá un bombardeocomomedidadepreparación.Noesustedsordo,¿no?

—Entoncestendréquededucir,cuandolosavionescomiencenadescargarbombas,queelataquehacomenzado.

—Nopuededecirsesiempreeso–comentóGolz,negandoconlacabeza–;peroenestecasotendráquehacerlo.Esmiofensiva.

—Comprendo –dijo Jordan–; pero no puedo decir que la cosame gustedemasiado.

—Tampoco me gusta a mí. Si no quiere encargarse de este cometido,dígaloahora.Sicreequenopuedehacerlo,dígaloahoramismo.

—Loharé–contestóJordan–.Loharécomoesdebido.–Esoestodoloquequiero saber –concluyó Golz–. Quiero saber que nada puede pasar por esepuente.Absolutamentenada.–Entendido.

—No me gusta pedir a la gente que haga estas cosas en semejantescondiciones–prosiguióGolz–.Nopuedoordenárseloausted.Comprendoquepuede usted verse obligado a ciertas cosas dadas estas condiciones. Por esotengointerésenexplicárselotodoendetalle,paraquesehagacargodetodaslasdificultadesydelaimportanciadeltrabajo.

—¿YcómoavanzaráustedhaciaLaGranjacuandoelpuentehayavolado?

—Estamos preparados para repararlo en cuanto hayamos ocupado elpuerto.Es una operación complicada y bonita.Tan complicada y tan bonitacomosiempre.ElplanhasidopreparadoenMadrid.EsotrodelosplanesdeVicenteRojo,elprofesorbonitoqueno tienesuerteconsusobrasmaestras.Soyyoquientienequellevaracabolaofensivayquientienequellevarlaacabo, como siempre, con fuerzas insuficientes. A pesar de todo, es unaoperación con muchas probabilidades. Me siento más optimista de lo quesuelo sentirme. Puede tener éxito si se elimina el puente. Podemos ocupar

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Segovia.Mire, leexplicarécómosehanpreparado lascosas. ¿Veustedestepunto?Noespor lapartemásaltadelpuertopordondeatacaremos.Yaestádominado.Muchomásabajo.Mire.Poraquí...

—Prefieronosaberlo–repusoJordan.–Comoquiera–accedióGolz–.Asítieneustedmenosequipajequellevaralotrolado.

—Prefiero no enterarme. De ese modo, ocurra lo que ocurra, no fui yoquienhabló.

—Es mejor no saber nada –asintió Golz, acariciándose la frente con ellápiz–.Avecesquerríanosaberloyomismo.Pero¿sehaenteradousteddeloquetienequeenterarserespectoalpuente?–Sí,estoyenterado.

—Locreo–dijoGolz–.Ynoquiero soltarleundiscurso.Vamosa tomarunacopa.Elhablartantomedejalabocaseca,camaradaJordan.¿Sabequesunombreesmuycómicoenespañol,camaradaJordan?

—¿CómosediceGolzenespañol,camaradageneral?

—Hotze–dijoGolz,riendoypronunciandoelsonidoconunavozgutural,como si tuviese enfriamiento–. Hotze –aulló–, camarada general Hotze. Dehaber sabido cómopronunciabanGolz en español,me hubiera buscado otronombre antes de venir a hacer la guerra aquí. Cuando pienso que vine amandar una división y que pude haber elegido el nombre que me hubiesegustado y que elegíHotze...GeneralHotze.Ahora es demasiado tarde paracambiarlo.¿Legustaaustedlapalabrapartizan?

Eralapalabrarusaparadesignarlasguerrillasqueactuabanalotroladodelaslíneas.

—Megustamucho–dijoJordan.Yseechóareír–.Suenaagradablemente.Suenaaairelibre.

—A mí también me gustaba cuando tenía su edad –dijo Golz–. Meenseñaronavolarpuentesalaperfección.Deunamaneramuycientífica.Deoído.Peronunca lehevistohacerlo austed.Quizás, en el fondo,noocurranada. ¿Consigue volarlos realmente? –Se veía que bromeaba–. Beba esto –añadió, tendiéndole una copa de coñac–. ¿Consigue volarlos realmente? –Algunasveces.

—Esmejorquenomediga«algunasveces»ahora.Bueno,nohablemosmásdeesemalditopuente.Yasabeustedtodoloquetienequesaber.Nosotrossomos gente seria, y por eso tenemos ganas de bromear. ¿Qué, tiene ustedmuchaschicasalotroladodelaslíneas?

—No,notengotiempoparachicas.

—Nolocreo;cuantomásirregulareselservicio,másirregulareslavida.

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Tiene usted un servicio muy irregular. También necesita usted un corte depelo.

—Voy a la peluquería cuando me hace falta –contestó Jordan. «Estaríabonito que me dejase pelar como Golz», pensó–. No tengo tiempo paraocuparme de chicas –dijo con acento duro, como si quisiera cortar laconversación–.¿Quéclasedeuniformetengoquellevar?–preguntó.

—Ninguno–dijoGolz–.Sucortedepeloesperfecto.Sóloqueríagastarleunabroma.Esustedmuydiferentedenosotros–dijoGolz,yvolvióallenarlelacopa–.Ustednopiensaenlaschicas.Yotampoco.Nuncapiensoennadadenada. ¿Creeustedquepodría?Soyungeneral soviétique.Nuncapienso.Nointentehacermepensar.

Alguien de su equipo, que se encontraba sentado en una silla próxima,trabajando sobreunmapaenun tablero,murmuróalgoque Jordanno logróentender.

—Cierra el pico –dijoGolz en inglés–. Bromeo cuando quiero. Soy tanserio,quepuedobromear.Vamos,bébaseestoy lárguese.¿Hacomprendido,no? –Sí –dijo Jordan–; lo he comprendido. Se estrecharon las manos, sesaludaron y Jordan salió hacia el coche, en donde le aguardaba el viejodormido.EnaquelmismocochellegaronaGuadarrama,conelviejosiempredormido,ysubieronporlacarreteradeNavacerradahastaelClubAlpino,endondeJordandescansótreshorasantesdeproseguirlamarcha.

Esa era la última vez que había visto a Golz, con su extraña carablanquecina,quenuncasebronceaba,consusojosdelechuza,consuenormenarizysusfinoslabios,consucabezacalva,surcadadecicatricesyarrugas.Aldíasiguienteporlanoche,estaríantodospreparados,enlosalrededoresdeEl Escorial, a lo largo de la oscura carretera: las largas líneas de camionescargandoalossoldadosenlaoscuridad;loshombres,pesadamentecargados,subiendoaloscamiones;lasseccionesdeametralladorasizandosusmáquinashasta los camiones; los tanques remolcando por las rampas a los alargadoscamiones;todaunadivisiónselanzaríaaquellanochealfrenteparaatacarelpuerto. Pero no quería pensar en eso. No era asunto suyo. Era de laincumbencia deGolz. El sólo tenía una cosa que hacer, y en eso tenía quepensar.Yteníaquepensarenelloclaramente,aceptarlascosassegúnveníanyno inquietarse. Inquietarse era tanmalo como tenermiedo. Hacía las cosasmásdifíciles.

Sesentójuntoalarroyo,contemplandoelaguaclaraquesedeslizabaentrelas rocas, y descubrió al otro lado del riachuelo unamata espesa de berros.Saltósobreelagua,cogiótodoloquepodíacogerconlasmanos, lavóenlacorriente las enlodadas raíces y volvió a sentarse junto a su mochila, paradevorar las frescas y limpias hojas y los pequeños tallos enhiestos y

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ligeramente picantes. Luego se arrodilló junto al agua, y haciendo correr elcinturónalqueestabasujetalapistola,demodoquenosemojase,seinclinó,sujetándose con una y otra mano sobre los pedruscos del borde y bebió amorro.Elaguaestabatanfría,quehacíadaño.

Seirguió,volviólacabeza,aloírpasos,yvioalviejoquebajabaporlospeñascos. Con él iba otro hombre, vestido también con la blusa negra dealdeano, y con los pantalones grises de pana, que eran casi un uniforme enaquella provincia; iba calzado con alpargatas y con una carabina cargada alhombro.Enlacabezanollevabanada.Losdoshombresbajabansaltandoporlasrocascomocabras.

Cuandollegaronhastaél,RobertJordansepusodepie.

—¡Salud,camarada!–dijoalhombredelacarabina,sonriendo.

—¡Salud! –dijo el otro, de mala gana. Robert Jordan estudió el rostroburdo,cubiertoporunprincipiodebarba,delreciénllegado.Eraunafazcasiredonda; la cabeza era también redonda, y parecía salir directamente de loshombros. Tenía ojos pequeños y muy separados y las orejas eran tambiénpequeñas y muy pegadas a la cabeza. Era un hombre recio, de un metroochentadeestatura,aproximadamente,conlasmanosylospiesmuygrandes.Teníalanarizrotayloslabioshendidosenunadelascomisuras;unacicatrizlecruzabaellabiodearriba,abriéndosepasoentrelasbarbasmalrasuradas.

Elviejoseñalóconlacabezaasuacompañanteysonrió.

—Es el jefe aquí –dijo, satisfecho, y con un ademán imitó a un atleta,mientras miraba al hombre de la carabina con admiración un tantoirrespetuosa–.Esunhombremuyfuerte.

—Yaloveo–dijoRobertJordan,sonriendootravez.

No le gustó la manera que tenía el hombre de mirar, y por dentro nosonreía.

—¿Quétieneustedparajustificarsuidentidad?–preguntóelhombredelacarabina.

Robert Jordan abrió el imperdibleque cerraba el bolsillode su camisaysacóunpapeldobladoqueentregóalhombre;ésteloabrió,lomiróconairededudaylediovariasvueltasentrelasmanos.

«Demaneraquenosabeleer»,advirtióJordan.

—Mireelsello–dijoenvozalta.

Elviejoseñalóelselloyelhombredelacarabinaloestudió,dandovueltasdenuevoalpapelentresusmanos.

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—¿Quéselloeséste?

—¿Nolohavistoustednunca?

—No.

—Haydos sellos–dijoRobert Jordan–:UnoesdelS.I.M,elServiciodeInformaciónMilitar.ElotroesdelEstadoMayor.

—Hevistoesesellootrasveces.Peroaquínomandanadiemásqueyo–dijo el hombre de la carabina, muy hosco–. ¿Qué es lo que lleva en esosbultos?

—Dinamita–dijoelviejoorgullosamente–.Estanochehemoscruzadolaslíneasenmediodelaoscuridadyhemossubidoesosbultosmontañaarriba.

—Dinamita–dijoelhombredelacarabina–.Estábien.Mesirve.–TendióelpapelaRobertJordanylemiróalacara–.Mesirve;¿cuántamehatraído?

—Yo no le he traído a usted dinamita –dijo Robert Jordan, hablandotranquilamente–.Ladinamitaesparaotroobjetivo.¿Cómosellamausted?

—¿Yaustedquéleimporta?

—SellamaPablo–dijoelviejo.Elhombredelacarabinamiróa losdosceñudamente.

—Bueno,heoídohablarmuchodeusted–dijoRobertJordan.

—¿Quéesloquehaoídousteddemí?–preguntóPablo.

—Heoídodecirqueesustedunguerrilleroexcelente,queesustedlealalaRepúblicayquepruebasulealtadconsusactos.Heoídodecirqueesustedunhombreserioyvaliente.LetraigosaludosdelEstadoMayor.

—¿Dóndehaoídoustedtodoeso?–preguntóPablo.

Jordan se percató de que no se había tragado ni una sola palabra de suslisonjas.

—Lo he oído decir desde Buitrago hasta El Escorial –respondió,nombrandotodosloslugaresdeunaregiónalotroladodelaslíneas.

—NoconozcoanadieenBuitragonienElEscorial–dijoPablo.

—Haymuchasgentesalotroladodelosmontesquenoestabanantesallí.¿Dedóndeesusted?

—DeÁvila.¿Quéesloquevaahacerconladinamita?

—Volarunpuente.

—¿Quépuente?

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—Esoesasuntomío.

—Siesenestaregión,esasuntomío.Nosepermitevolarpuentescercadedondeunovive.Hayquevivirenunsitioyoperarenotro.Conozcoeltrabajo.Unoquesiguevivo,comoyo,despuésdeunañodetrabajo,esporqueconocesutrabajo.

—Esoesasuntomío–insistióJordan–.Peropodemosdiscutirlomástarde.¿Quiereayudarnosallevarlosbultos?

—No–dijoPablo,negandoconlacabeza.

El viejo se volvió hacia él, de repente, y empezó a hablarle con granrapidezyentonofurioso,demaneraqueJordanapenassipodíaseguirle.Leparecía que era como si leyese a Quevedo. Anselmo hablaba un castellanoviejo,yledecíaalgocomoesto:«Eresunbruto,¿no?Eresunabestia,¿no?Notienesseso.Nipizca.Venimosnosotrosparaunasuntodemuchaimportancia,ytú,conelcuentodequetedejentranquilo,ponestuzorreríaporencimadelosinteresesdelahumanidad.Porencimadelosinteresesdelpueblo.Mec...enestoyenlootroyentupadreyentodatufamilia.Cogeesebulto.»

Pablomirabaalsuelo.

—Cada cual tiene que hacer lo que puede –dijo–.Yo vivo aquí y operomásalládeSegovia.Sibuscaunojaleoaquí,nosecharándeestasmontañas.Sóloquedándonosaquíquietospodremosvivirenestasmontañas.Es loquehacenloszorros.

—Sí–dijoAnselmoconacritud–,esloquehacenloszorros;peronosotrosnecesitamoslobos.

—Tengomásdeloboquetú–dijoPablo.PeroJordansediocuentadequeacabaríaporcogerelbulto.

—¡Ja,ja!–dijoAnselmo,mirándole–;eresmásloboqueyo.Eresmásloboqueyo,peroyotengosesentayochoaños.

Escupióenelsuelo,moviendolacabeza.

—¿Tieneustedtantosaños?–preguntóJordan,dándosecuentadeque,porelmomento,lascosasvolveríanairbienytratandodefacilitarlas.

—Sesentayocho,enelmesdejulio.

—Sivemoselmesdejulio–dijoPablo–.Dejequeleayudeconelbulto–dijo, dirigiéndose a Jordan–. Deje el otro al viejo. –Hablaba sin hostilidad,perocontristeza.–Esunviejoconmuchafuerza.

—Yollevaréelbulto–dijoJordan.

—No–contestóelviejo–.Dejeesoalhombretón.

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—Yo lo llevaré –dijo Pablo, y su hostilidad se había convertido en unatristezaqueconturbóaJordan.Sabíaloqueeraesatristezayeldescubrirlalepreocupaba.

—Démeentonceslacarabina–dijo.

Y cuandoPablo se la alargó se la colgó del hombro y se unió a los doshombres que trepaban delante de él, y agarrándose y trepandodificultosamente por la pared de granito, llegaron hasta el borde superior,dondehabíaunclarodeyerbaenmediodelbosque.

Bordearon un pequeño prado y Jordan, que se movía con agilidad sinningún lastre, llevando con gusto la carabina enhiesta sobre su hombro,después del pesado fardo que le había hecho sudar, vio que la yerba estabasegadaenvarioslugaresyqueenotroshabíahuellasdequesehabíanclavadoestacasenelsuelo.Viounsenderoporelquesehabíallevadoaloscaballosabeberaltorrente,yaquehabíaexcrementosfrescos.Sindudalosllevabanallíde noche a que pastasen y durante el día los ocultaban entre los árboles.¿CuántoscaballostendríaPablo?

Seacordabadehabersefijado,sinrepararmucho,enquelospantalonesdePabloestabangastadosylustrososentrelasrodillasylosmuslos.Sepreguntósitendríabotasdemontaromontaríaconalpargatas.«Debedetenertodounequipo–sedijo–;peronomegustaesa resignación.Esunsentimientomaloqueseadueñadeloshombrescuandoestánapuntodealejarseodetraicionar;eselsentimientoqueprecedealaliquidación.»

Uncaballorelinchódetrásdelosárbolesyunpocodesolquesefiltrabapor entre las altas copas que casi se unían en la cima permitió a Jordandistinguirentrelososcurostroncosdelospinoselcercadohechoconcuerdasatadas a los árboles. Los caballos levantaron la cabeza al acercarse loshombres.Fueradelcercado,alpiedeunárbol,habíavariassillasdemontarapiladasbajounalonaencerada.

Los dos hombres que llevaban los fardos se detuvieron yRobert Jordancomprendióquelohabíanhechoapropósito,paraqueadmiraseloscaballos.

—Sí –dijo–, sonmuy hermosos. –Y se volvió hacia Pablo–.Tiene ustedhastacaballeríapropia.

Había cinco caballos en el cercado: tres bayos, una yegua alazana y uncaballo castaño.Después de haberlos observado en conjunto,Robert Jordanlosexaminóunoauno.PabloyAnselmoconocíansuscualidades,ymientrasPabloseerguía,satisfechoymenostriste,mirandoaloscaballosconamor,elviejosecomportabacomosisetrataradeunasorpresaqueacabaseélmismodeinventar.

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—¿Quéleparecen?–preguntóaJordan.

—Todosésosloshecogidoyo–dijoPablo,yRobertJordanexperimentóciertoplaceroyéndolehablardeesamanera.

—Ese–dijo Jordan, señalandoaunode losbayos,ungran semental conunamanchablancaenlafrenteyotraenunamano,esmuchocaballo.

Eraenefectouncaballomagnífico,queparecía surgidodeuncuadrodeVelázquez.

—Todossonbuenos–dijoPablo–.¿Entiendedecaballos?

—Entiendo.

—Tantomejor–dijoPablo–.¿Vealgúndefectoenalgunodeellos?

Robert Jordan comprendió que en aquellosmomentos el hombre que nosabíaleerestabaexaminandosuscredenciales.

Los caballos estaban tranquilos, y habían levantado la cabeza paramirarlos. Robert Jordan se deslizó entre las dobles cuerdas del cercado ygolpeóenelancaalcaballocastaño.Seapoyóluegoenlascuerdasyviodarvueltasaloscaballosenelcercado;siguióestudiándolosalquedarsequietosyluegoseagachó,volviendoasalirsedelcercado.

—Layeguaalazanacojeadelapatatrasera–dijoaPablo,sinmirarle–.Laherraduraestárota.Esonotieneimportancia,siselahierraconvenientemente;peropuedecaersesiselahaceandarmuchoporunsueloduro.

—La herradura estaba así cuando la cogimos –dijo Pablo—Elmejor deesoscaballos,elsementaldelamanchablanca,tieneenloaltodelgarrónunainflamaciónquenomegustanada.

—Noesnada–dijoPablo–;sedioungolpehacetresdías.Sifuesegrave,yasehabríavisto.

Tiródelalonayleenseñólassillasdemontar.Habíatressillasdeestilovaquero,dossencillasyunamuylujosa,decuerotrabajadoamano,yestribosgruesos;tambiénhabíadossillasmilitaresdecueronegro.

—Matamosunpardeguardiasciviles–dijoPablo,señalándolas.

—Vaya,esoescazamayor.

—Sehabíanbajadodeloscaballosenlacarretera,entreSegoviaySantaMaríadelReal.Habíandescendidodelascabalgadurasparapedirlospapelesauncarretero.Tuvimoslasuertedepodermatarlossinlastimaraloscaballos.

—¿Hamatadoustedamuchosguardiasciviles?–preguntóJordan.

—Avarios–contestóPablo–;perosóloaesosdossinheriraloscaballos.

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—FuePabloquienvolóeltrendeArévalo–explicóAnselmo–.FuePabloelquelohizo.

—Habíaun forastero connosotros,que fuequienpreparó la explosión–dijoPablo–.¿Leconoceusted?

—¿Cómosellamaba?

—Nomeacuerdo.Eraunnombremuyraro.

—¿Cómoera?

—Erarubio,comousted;peronotanalto,conlasmanosgrandesylanarizrota.

—Kashkin–dijoJordan–.DebíadeserKashkin.

—Sí–respondióPablo–;eraunnombremuyraro.Algoparecido.¿Quéfuedeél?

—Murióenabril.

—Eso es lo que le sucede a todo el mundo –sentenció Pablosombríamente–.Asíacabaremostodos.

—Así acaban todos los hombres –insistió Anselmo–. Así han acabadosiempre todos loshombresdeestemundo.¿Quées loque tepasa,hombre?¿Quélepasaatustripas?

—Sonmuy fuertes–dijoPablo.Hablaba como si sehablara a símismo.Miróa loscaballos tristemente–.Ustednosabelofuertesqueson.Soncadavez más fuertes, y están cada vez mejor armados. Tienen cada vez másmaterial.Yyo,aquí,concaballoscomoésos.¿Yquéesloquemeespera?Quemecacenymematen.Nadamás.

—Tútambiéncazas–ledijoAnselmo.

—No–contestó Pablo–.Ya no cazo.Y si nos vamos de estasmontañas,¿adóndepodemosir?Contéstame:¿adóndeiremos?

—EnEspañahaymuchasmontañas.EstálaSierradeGredos,si tenemosqueirnosdeaquí.

—Nosehahechoparamí–respondióPablo–.Estoyhartodequemedencaza.Aquíestamosbien.Perosiustedhacevolarelpuente,nosdaráncaza.Sisabenqueestamosaquí,nosdaráncazaconaviones,ynosencontrarán.Nosenviarán a losmoros para darnos caza, y nos encontrarán y tendremos queirnos.Estoycansadode todoeso, ¿mehasoído?–Ysevolvióhacia Jordan:¿Quéderechotieneusted,queesforastero,paraveniramíadecirmeloquetengoquehacer?

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—Yonolehedichoaustedloquetienequehacer–lerespondióJordan.

—Yamelodirá–concluyóPablo–.Eso,esoeslomalo.

Señalóhacialosdospesadosfardosquehabíandejadoenelsuelomientrasmirabanloscaballos.Lavistadeloscaballosparecíaquehubiesetraídotodoaquello a su imaginación, y al comprender que Robert Jordan entendía decaballosselehabíasoltadolalengua.Lostreshombressequedaronpegadosalascuerdasmirandocómoelresplandordelsolponíamanchasenlapieldelsementalbayo.PablomiróaJordan,y,golpeandoconelpiecontraelpesadobulto,insistió:

—Esoeslomalo.

—He venido solamente a cumplir con mi deber –insistió Jordan–. Hevenidoconórdenesdelosquedirigenestaguerra.Silepidoaustedquemeayude y usted se niega, puedo encontrar a otros que me ayudarán. Pero nisiquieralehepedidoayuda.Haréloquesemehamandadoypuedoasegurarleque es asunto de importancia. El que yo sea extranjero no es culpa mía.Hubierapreferidonaceraquí.

—Paramí, lomás importante es que no se nosmoleste –aclaró Pablo–.Paramí, laobligaciónconsisteenconservara losqueestánconmigoyamímismo.

—A ti mismo, sí –terció Anselmo–. Te preocupas mucho de ti mismodesdehacealgúntiempo.Detiydetuscaballos.Mientrasnotuvistecaballos,estabasconnosotros.Peroahoraeresuncapitalista,comolosdemás.

—Noesverdad–contestóPablo–.Meocupodeloscaballosporlacausa.

—Muypocasveces–respondióAnselmosecamente–.Muypocasveces,amijuicio.Robartegusta.Comerbientegusta.Asesinartegusta.Pelear,no.

—Eresunviejoquevasabuscarteundisgustoporhablardemasiado.

—Soy un viejo que no tienemiedo a nadie –replicó Anselmo–. Soy unviejoquenotienecaballos.

—Eresunviejoquenovaavivirmuchotiempo.

—Soyunviejoqueviviráhastaquesemuera–concluyóAnselmo–.Ynomedanmiedoloszorros.

Pablonoañadiónada,perocogióotravezelbulto.

—Nilos lobostampoco–siguióAnselmo,cogiendosufardo–,enelcasodequefuerasunlobo.

—Cierraelpico–ordenóPablo–.Eresunviejoquehablademasiado.

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—Yqueharáloquedicequevaahacer–repusoAnselmo,inclinadobajoelpeso–.Yqueestámuertodehambre.Ydesed.Vamos,jefedecaratriste,llévanosaalgúnsitioendondenosdendecomer.

«Lacosahaempezadobastantemal–pensóRobertJordan–.PeroAnselmoesunhombre.Estagenteesmaravillosacuandoesbuena.Nohaygentecomoésta cuando es buena, y cuando es mala no hay gente peor en el mundo.Anselmodebíadesaberloquehacíacuandoletrajoaquí.»Peronolegustabanadacómoseponíaelasunto.Nolegustabanada.Elúnicoaspectobuenodela cosa era que Pablo seguía llevando el bulto y que le había dado a él lacarabina.«Quizá se comporte siempreasí–siguiópensandoRobert Jordan–.Quizáseasimplementeunodeesostiposhoscoscomohaymuchos.»

«No,–sedijoenseguida–.Noteengañes.Nosabescómoesnicómoeraantes;perosabesqueestehombreestáechándoseaperderrápidamenteyquenosemolestaendisimularlo.Cuandoempieceadisimularloseráporquehayatomadounadecisión.Acuérdatedeesto.Elprimergestoamistosoque tengacontigo querrá decir que ya ha tomado una decisión. Los caballos sonestupendos; son caballos preciosos. Me pregunto si esos caballos podríanhacerme sentir a mí lo que hacen sentir a Pablo. El viejo tiene razón. Loscaballoslehacensentirserico,yencuantounosesientericoquieredisfrutardelavida.ProntosesentirádesgraciadopornopoderinscribirseenelJockeyClub.PauvrePablo.IIamanquésonJockey.

Estaidealehizosentirsemejor.Sonrióviendolasdosfigurasinclinadasylosgrandesbultosquesemovíandelantedeélentrelosárboles.Nosehabíagastadoa símismoningunabromaen todoeldía,yahoraquebromeabasesentía aliviado. «Estás empezando a ser como los demás –se dijo–. Estásempezando a ponerte sombrío, muchacho.» Se había mostrado sombrío yprotocolarioconGolz.Lamisiónlehabíaabrumadounpoco.Unpoco,pensó;lehabíaabrumadounpoco.O,másbien,lehabíaabrumadomucho.Golzsemostróalegreyquisoqueélsemostrasetambiénalegreantesdedespedirse,peronolohabíaconseguido.

Lagentebuena,sisepiensaunpocoenello,hasidosiempregentealegre.Eramejormostrarsealegre,yelloeraunabuenaseñal.Algoasícomohacerseinmortalmientrasunoestávivotodavía.Eraunaideaunpococomplicada.Lomalo era que ya no quedaban con vida muchos de buen humor. Quedabancondenadamente pocos. «Y si sigues pensando así,muchacho, acabarás porlargartetútambién.Cambiadedisco,muchacho;cambiadedisco,camarada.Ahora eres tú el que va a volar el puente. Un dinamitero, no un pensador.Muchacho,tengohambre.EsperoquePablonosdébiendecomer.»

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CAPÍTULOSEGUNDO

Habían llegado a través de la espesa arboleda hasta la parte alta en queacababa el valle, un valle en forma de cubeta, y Jordan sospechó que elcampamento teníaqueestaralotro ladode laparedrocosaquese levantabadetrásdelosárboles.

Allíestabaefectivamenteelcampamento,yeradeprimera.Noselepodíaverhastaquenoestabaunoencima,ydesdeelairenopodíaser localizado.Nada podía descubrirse desde arriba. Estaba tan bien escondido como unacueva de osos. Y, más o menos, tan mal guardado. Jordan lo observócuidadosamenteamedidaqueseibanacercando.

Habíaunagrancuevaenlaparedrocosayalpiedelaentradadelacuevavioaunhombresentadoconlaespaldaapoyadacontra larocay laspiernasextendidas en el suelo. El hombre había dejado la carabina apoyada en lapared y estaba tallando un palo con un cuchillo. Al verlos llegar se quedómirándolosunmomentoyluegoprosiguióconsutrabajo.

—¡Hola!–dijo–.¿Quiénviene?

—El viejo y un dinamitero –dijo Pablo, depositando su bulto junto a laentradadelacueva.

AnselmosequitóelpesodelasespaldasyJordansedescolgólacarabinayladejóapoyadacontralaroca.

—Nodejenesotancercadelacueva–dijoelhombrequeestabatallandoelpalo.Eraungitanodebuenapresencia,derostroaceitunadoyojosazulesqueformabanvivocontrasteenaquellacaraoscura–.Hayfuegodentro.

—Levántateycolócalostúmismo–dijoPablo–.Ponlosahí,alpiedeeseárbol.

Elgitanonosemovió;perodijoalgoquenopuedeescribirse,añadiendo:

—Déjalosdondeestán,yasírevientes;conesosecurarántodostusmales.

—¿Qué está usted haciendo? –preguntó Jordan, sentándose al lado delgitano, que se lo mostró. Era una trampa en forma de rectángulo y estabatallandoeltravesaño.

—Esparaloszorros–dijo–.Estepalolosmata.Lesrompeelespinazo.–Hizo un guiño a Jordan–. Mire usted; así. –Hizo funcionar la trampa demaneraqueelpalosehundiera;luegomoviólacabezayabriólosbrazosparaadvertircómoquedabaelzorroconelespinazoroto.Muypráctico–aseguró.

—Lo único que caza son conejos –dijo Anselmo–. Es gitano. Si cazaconejos,dicequesonzorros.Sicazaraunzorroporcasualidad,diríaqueera

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unelefante.

—¿Ysicazaraunelefante?–preguntóelgitanoy,enseñandootravezsublancadentadura,hizounguiñoaJordan.

—Diríasqueerauntanque–dijoAnselmo.

—Yameharéconeltanque–replicóelgitano–;meharéconeltanque,ypodráusteddarleelnombrequeleguste.

—Losgitanoshablanmuchoyhacenpoco–dijoAnselmo.ElgitanoguiñóaJordanysiguiótallandosupalo.

PablohabíadesaparecidodentrodelacuevayJordanconfióenquehabríaidoporcomida.Sentadoenel suelo, juntoalgitano,dejabaqueel solde latarde,colándoseatravésdelascopasdelosárboles, lecalentaralaspiernas,que tenía extendidas.De la cueva llegaba olor a comida, olor a cebolla y aaceiteyacarnefrita,ysuestómagoseestremecíadenecesidad.

—Podemosatraparuntanque–dijoJordanalgitano–.Noesmuydifícil.

—¿Coneso?–preguntóelgitano,señalandolosdosbultos.

—Sí–contestóJordan–.Yoseloenseñaré.Hayquehacerunatrampa,peronoesmuydifícil.

—¿Ustedyyo?

—Claro–dijoJordan–.¿Porquéno?

—¡Eh!–dijoelgitanoaAnselmo–.Ponesosdossacosdondeesténabuenrecaudo;hazelfavor.Tienenmuchovalor.

Anselmorezongó:

—Voyabuscarvino.

Jordanse levantó,apartó losbultosde laentradade lacueva,dejándolosuno a cada ladodel troncodeun árbol. Sabía lo quehabía en ellos y no legustabaqueestuvierandemasiadojuntos.

—Traeunjarroparamí–dijoelgitano.

—¿Hayvinoahí?–preguntóJordan,sentándoseotravezalladodelgitano.

—¿Vino?Quesihay.Unpellejolleno.Mediopellejoporlomenos.

—¿Yhayalgodecomer?

—Todo loquequieras,hombre–contestóelgitano–.Aquívivimoscomogenerales.

—¿Yquéhacenlosgitanosentiempodeguerra?–lepreguntóJordan.

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—Siguensiendogitanos.

—Noesmaltrabajo.

—Elmejordetodos–dijoelgitano–.¿Cómotellamas?

—Roberto.¿Ytú?

—Rafael.¿Esoquedicesdeltanque,esenserio?

—Naturalmentequeesenserio.¿Porquénoibaaserlo?

Anselmosaliódelacuevaconunrecipientedepiedrallenohastaarribadevinotinto,llevandoconunasolamanotrestazassujetasporlasasas.

—Aquíestá–dijo–;tienentazasytodo.

Pablosaliódetrásdeél.

—Enseguidavienelacomida–anunció–.¿Tieneustedtabaco?

Jordanselevantó,sefuehacialossacosy,abriendounodeellos,palpóconla mano hasta llegar a un bolsillo interior, de donde sacó una de las cajasmetálicasdecigarrillosquelosrusoslehabíanregaladoenelCuartelGeneraldeGolz.Hizocorrer lauñadelpulgarporelbordede la tapay,abriendo lacaja, le ofreció aPablo, que cogiómediadocenade cigarrillos.Sosteniendoloscigarrillosenlapalmadeunadesusenormesmanos,Pablolevantóunoalaireylomiróacontraluz.Erancigarrilloslargosydelgados,conboquilladecartón.

—Muchoaireypocotabaco–dijo–.Losconozco.Elotro,eldelnombreraro,tambiénlostenía.

—Kashkin–precisóJordanyofreciócigarrillosalgitanoyaAnselmo,quetomaronunocadauno.

—Cojanmás–lesdijo,ycogieronotro.Jordandiocuatromásacadaunoyentonces ellos, con los cigarrillos en lamano,hicieronun saludo,dando lasgraciascomosiesgrimieranunsable.

—Sí–dijoPablo–,eraunnombremuyraro.

—Aquíestáelvino–recordóAnselmo.

MetióunadelastazasenelrecipienteyselatendióaJordan.Luegollenóotraparaelgitanoyotramásparasí.

—¿Nohayvinoparamí?–preguntóPablo.Estabansentadosuno juntoaotro,alaentradadelacueva.

Anselmoleofreciósutazayfuealacuevaabuscarotraparaél.Alvolverse inclinó sobre el recipiente, llenó su taza y brindaron todos entonces

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entrechocandolosbordes.

Elvinoerabueno;sabíaligeramentearesina,acausadelapieldelodre,peroerafrescoyexcelentealpaladar.Jordanbebiódespacio,paladeándoloynotandocómocorríaportodosucuerpo,aligerandosucansancio.

—La comida viene en seguida –insistió Pablo–. Y aquel extranjero denombretanraro,¿cómomurió?

—Leatraparonysesuicidó.

—¿Cómoocurrióeso?

—Fueheridoynoquisoquelehicieranprisionero.

—Pero¿cómofueronlosdetalles?

—Nolosé–dijoJordan,mintiendo.Conocíamuybienlosdetalles,peronoqueríaalargarlacharlaentornoalasunto.

—Nos pidió que le prometiéramosmatarle en caso de que fuera herido,cuandolodeltren,ynopudieseescapar–dijoPablo–.Hablabadeunamaneramuyextraña.

«Debía de estar por entonces muy agitado –pensó Jordan–. ¡PobreKashkin!»

—Teníanoséquéescrúpulodesuicidarse–explicóPablo–.Melodijoasí.Teníatambiénmuchomiedodequeletorturasen.

—¿Ledijoaustedeso?–preguntóJordan.

—Sí–confirmóelgitano–.Hablabadeesocontodosnosotros.

—Estuvoustedtambiénenlodeltren,¿no?

—Sí,todosnosotrosestuvimosenlodeltren.

—Hablabadeunamaneramuyrara–insistióPablo–.Peroeramuyvaliente.

«¡PobreKashkin!–pensóJordan–.Debiódehacermásdañoqueotracosaporaquí.»Lehubieragustadosabersisehallabayaporentoncestaninquieto.«Debieronhaberlesacadodeaquí.Nosepuedeconsentiralagentequehaceesta clase de trabajos que hable así. No se debe hablar así. Aunque lleve acabosumisión,lagentedeestaclasehacemásdañoqueotracosahablandodeesemodo.»

—Eraunpocoextraño–confesóJordan–.Creoqueestabaalgochiflado.

—Pero era muy listo para armar explosiones –dijo el gitano–. Y muyvaliente.

—Peroalgochiflado–dijo Jordan–.Eneste asuntohayque tenermucha

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cabezaynerviosdeacero.Nosedebehablarasí,comolohacíaél.

—Yusted–dijoPablo–sicayeraustedheridoenlodelpuente,¿legustaríaqueledejásemosatrás?

—Oiga –dijo Jordan, inclinándose hacia él,mientrasmetía la taza en elrecipienteparaservirseotravezvino–.Oiga,sitengoquepediralgunavezunfavoraalguien,selopedirécuandollegueelmomento.

—¡Ole!–dijoelgitano–.Asíescomohablanlosbuenos.¡Ah!Aquíestálacomida.

—Túyahascomido–dijoPablo.

—Peropuedocomerotravez–dijoelgitano–.Miraquiénlatrae.

Lamuchacha se inclinó para salir de la cueva. Llevaba en lamano unacazuelaplanadehierrocondosasasyRobertJordanvioquevolvía lacara,comosiseavergonzasedealgo,yenseguidacomprendióloqueleocurría.Lachicasonrióydijo:«Hola,camarada»,yJordancontestó:«Salud»,yprocurónomirarlaconfijezanitampocoapartardeellasuvista.Lamuchachapusoenelsuelolapaelleradehierro,frenteaél,yJordanvioqueteníabonitasmanosdepielbronceada.Entoncesellalemiródescaradamenteysonrió.

Tenía losdientesblancos,quecontrastabanconsu tezoscura,y lapielylos ojos eran del mismo color castaño dorado. Tenía lindas mejillas, ojosalegres y una boca llena, nomuy dibujada. Su pelo era delmismo castañodoradoqueuncampodetrigoquemadoporelsoldelverano,perolollevabatan corto, que hacía pensar en el pelaje de un castor. La muchacha sonrió,mirando a Jordan, y levantó sumorenamano para pasársela por la cabeza,intentandoalisarloscabellos,quesevolvieronaerguirenseguida.«Tieneunacarabonita–pensóJordan–yseríamuyguapasinolahubieranrapado.»

—Asíescomomepeino–dijolachicaaJordan,yseechóareír–.Bueno,coman ustedes. No se queden mirando. Me cortaron el pelo en Valladolid.Ahorayamehacrecido.Sesentójuntoaélysequedómirándole.Éllamirótambién. Ella sonrió y cruzó sus manos sobre las rodillas. Sus piernasaparecíanlargasylimpias,sobresaliendodelpantalóndehombrequellevaba,y, mientras ella permanecía así, con las manos cruzadas sobre las rodillas,Jordan vio la forma de sus pequeños senos torneados, bajo su camisa gris.CadavezqueJordanlamirabasentíaqueunaespeciedebolaseleformabaenlagarganta.

—Notenemosplatos–dijoAnselmo–;empleeelcuchillo.–Lamuchachahabíadejado cuatro tenedores, con las púashacia abajo, en el rebordede lapaelleradehierro.

Comieron todos del mismo plato, sin hablar, según es costumbre en

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España. La comida consistía en conejo, aderezado con mucha cebolla ypimientosverdes,yhabíagarbanzosenlasalsa,oscura,hechaconvinotinto.Estabamuybienguisado;lacarnesedesprendíasoladeloshuesosylasalsaeradeliciosa.Jordansebebióotratazadevinoconlacomida.Lamuchachanolequitabalavistadeencima.Todoslosdemásestabanatentosasucomida.

Jordan rebañó con un trozo de pan la salsa restante, amontonócuidadosamente a un lado los huesos del conejo, aprovechó el jugo quequedaba en ese espacio, limpió el tenedor con otro pedazo de pan, limpiótambiénsucuchilloyloguardó,ysecomióluegoelpanquelehabíaservidoparalimpiarlotodo.Echándosehaciadelante,sellenóunanuevatazamientraslamuchachaseguíaobservándole.

Jordanseirguió,bebiólamitaddelatazayvioqueseguíateniendolabolaenlagargantacuandoqueríahablaralamuchacha.

—¿Cómotellamas?–preguntó.Pablovolvióinmediatamentelacarahaciaélaloíraqueltonodevoz.Enseguidaselevantóysefue.

—María,¿ytú?

—Roberto.¿Hacemuchotiempoqueestásporaquí?

—Tresmeses.

—¿Tresmeses?–preguntóJordan,mirandosucabeza,elcabelloespesoycorto que ella trataba de aplastar, pasando y repasando su mano, cosa quehacía ahora con cierta dificultad, sin conseguirlo, porque inmediatamentevolvíaaerguirseelcabellocomouncampodetrigoazotadoporelvientoenelflancodeunacolina.

—Meloafeitaron–explicó–;meafeitabanlacabezadecuandoencuandoen la cárcel deValladolid.Meha costado tresmeses queme creciera comoahora.Yoestabaeneltren.MellevabanparaelSur.Muchosdelosdetenidosqueíbamoseneltrenquevoló,fueronatrapadosdespuésdelaexplosión;peroyono.Yomevineconéstos.

—Melaencontréescondidaentrelasrocas–explicóelgitano–.Estabaallícuando íbamos a marcharnos. Chico, ¡qué fea era! Nos la trajimos connosotros,peroenelcaminopensévariasvecesqueíbamosaabandonarla.

—¿Y el otro que estuvo en lo del tren con ellos? –preguntóMaría–. Elotro,elrubio,elextranjero.¿Dóndeestá?

—Murió–dijoJordan–.Murióenabril.

—¿Enabril?Lodeltrenfueenabril.

—Sí–dijoJordan–;muriódiezdíasdespuésdelodeltren.

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—Pobre –dijo la muchacha–; era muy valiente. ¿Y tú haces el mismotrabajo?

—Sí.

—¿Hasvoladotrenestambién?

—Sí,trestrenes.

—¿Aquí?

—EnExtremadura–dijoJordan–.HeestadoenExtremaduraantesdeveniraquí.HemoshechomuchoenExtremadura.TenemosmuchagentetrabajandoenExtremadura.

—¿Yporquéhasvenidoahoraaestassierras?

—Vengoasustituiralotro,alrubio.Además,conozcoestaregióndeantesdelMovimiento.

—¿Laconocesbien?

—No,nomuybien.Peroaprendoenseguida.Tengounmapamuybuenoyunbuenguía.

—Ah,elviejo–aseveróella,conlacabeza–;elviejoesmuybueno.

—Gracias –dijo Anselmo, y Jordan se dio cuenta de repente de que lamuchachayélnoestabansolos,ysedio tambiéncuentadeque leresultabadifícilmirarla,porqueenseguidacambiabaeltonodesuvoz.Estabaviolandoelsegundomandamientodelosdosquerigencuandosetrataconespañoles:hayquedar tabaco a los hombres ydejar tranquilas a lasmujeres.Peroviotambién que no le importaba nada. Había muchas cosas que le tenían sincuidado;¿porquéibaapreocuparsedeaquélla?

—Eres muy bonita –dijo a María–. Me hubiera gustado ver cómo erasantesdequetecortasenelpelo.

—Elpelocrecerá–dijoella–.Dentrodeseismesesyalotendrélargo.

—Tenía usted que haberla visto cuando la trajimos. Era tan fea, querevolvíalastripas.

—¿Dequiéneresmujer?–preguntóJordan,queriendodarasuvozuntononormal–.¿DePablo?

Lamuchachalemiróalosojosyseechóareír.Luegoledioungolpeenlarodilla.

—¿DePablo?¿HasvistoaPablo?

—Bueno,entoncesquizáseasmujerdeRafael.HevistoaRafael.

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—NosoydeRafael.

—Noesdenadie–aclaróelgitano–.Esunamujermuyextraña.Noesdenadie.Peroguisabien.

—¿Denadie?–preguntóJordan.

—Denadie.Denadie.Nienbromanienserio.Nidetitampoco.

—¿No? –preguntó Jordan y vio que la bola se le hacía de nuevo en lagarganta–.Bueno,yonotengotiempoparamujeres.Esaeslaverdad.

—¿Nisiquieraquinceminutos?–lepreguntóelgitanoirónicamente–.¿Nisiquierauncuartodehora?

Jordan no contestó. Miró a la muchacha, a María, y notó que tenía lagargantademasiadooprimida,paratratardeaventurarseahablar.

María le miró y rompió a reír. Luego enrojeció de repente, pero siguiómirándole.

—Te has puesto colorada –dijo Jordan–. ¿Te pones colorada confrecuencia?

—Nunca.

—Tehasvueltoaponercoloradaahoramismo.

—Bueno,meiréalacueva.

—Quédateaquí,María.

—No–dijoella,ynovolvióasonreírle–.Mevoyahoramismoalacueva.

Cogiólapaelleradehierroenquehabíancomido,yloscuatrotenedores.Semovíacontorpeza,comounpotroreciénnacido,perocontodalagraciadeunanimaljoven.

—¿Os quedáis con las tazas? –preguntó. Jordan seguíamirándola y ellaenrojecióotravez.

—Nomemires–dijoella–;nomegustaquememiresasí.

—Dejalastazas–dijoelgitano–,Déjalasaquí.

Metió en el barreño una taza y se la ofreció a Jordan, que vio cómo lamuchachabajabalacabezaparaentrarenlacueva,llevandoenlasmanoslapaelleradehierro.

—Gracias–dijoJordan.Suvozhabíarecuperadoel tononormaldesdeelmomento en que ella había desaparecido–. Es el último. Ya hemos bebidobastante.

—Vamos a acabar con el barreño –dijo el gitano–; hay más de medio

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pellejo.Lotrajimosenunodeloscaballos.

—Fueelúltimo trabajodePablo–dijoAnselmo–.Desdeentoncesnohahechonada.

—¿Cuántossonustedes?–preguntóJordan.

—Somossieteydosmujeres.

—¿Dos?

—Sí,lamuchachaylamujerdePablo.

—¿DóndeestálamujerdePablo?

—En lacueva.Lamuchachasabeguisarunpoco.Dijequeguisababienparahalagarla.PeroloúnicoquehaceesayudaralamujerdePablo.

—¿Ycómoesesamujer,lamujerdePablo?

—Una bestia –dijo el gitano sonriendo–. Una verdadera bestia. Si creesquePabloesfeo,tendríasqueverasumujer.Peromuyvaliente.MuchomásvalientequePablo.Unabestia.

—Pablo era valiente al principio –dijo Anselmo–. Pablo antes era muyvaliente.

—Hamatadomás gente que el cólera –dijo el gitano–.Al principio delMovimiento,Pablomatómásgentequeeltifus.

—Perodesdehacetiempoestámuyflojo–explicóAnselmo–.Muyflojo.Tienemuchomiedoamorir.

—Será porque ha matado tanta gente al principio –dijo el gitanofilosóficamente–.Pablohamatadomásquelapeste.

—Poresoyporqueesrico–dijoAnselmo–.Además,bebemucho.Ahoraquerríaretirarsecomounmatadordetoros.Peronosepuederetirar.

—Si se va al otro lado de las líneas, le quitarán los caballos y le haránentrarenelejército–dijoelgitano–.Amínomegustaríaentrarenelejército.

—Aningúngitanolegusta–dijoAnselmo.

—¿Y para qué iba a gustarnos? –preguntó el gitano–. ¿Quién es el quequiere estar en el ejército? ¿Hacemos la revoluciónpara entrar en filas?Megustahacerlaguerra,peronoenelejército.

—¿Dónde están los demás? –preguntó Jordan. Se sentía a gusto y conganasdedormirgraciasalvino.Sehabíatumbadobocaarriba,enelsuelo,ycontemplaba a través de las copas de los árboles las nubes de la tardemoviéndoselentamenteenelaltocielodeEspaña.

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—Hay dos que están durmiendo en la cueva –dijo el gitano–.Otros dosestándeguardiaarriba,dondetenemoslamáquina.Unoestádeguardiaabajo;probablementeestántodosdormidos.

Jordansetumbódelado.

—¿Quéclasedemáquinaesésa?

—Tieneunnombremuyraro–dijoelgitano–;semehaidodelamemoriahaceunratito.Escomounaametralladora.

«Debedeserunfusilametrallador»,pensóJordan.

—¿Cuántopesa?–preguntó.

—Un hombre puede llevarla, pero es pesada. Tiene tres pies que sepliegan.Lacogimosen laúltimaexpedición seria; laúltima,antesde ladelvino.

—¿Cuántoscartuchostenéis?

—Unainfinidad–contestóelgitano–.Unacajaentera,quepesalosuyo.

«Debendeserunosquinientos»,pensóJordan.

—¿Cómolacargáis,concintaoconplatos?

—Con unos tachos redondos de hierro que se meten por la boca de lamáquina.

«Diablo,esunaLewis»,pensóJordan.

—¿Sabeustedmuchodeametralladoras?–preguntóalviejo.

—Nada–contestóAnselmo–.Nada.

—¿Ytú?–preguntóalgitano.

—Séquedisparanconmucharapidezyqueseponentancalientesqueelcañónquemalasmanossisetoca–respondióelgitanoorgullosamente.

—Esolosabetodoelmundo–dijoAnselmocondesprecio.

—Quizá lo sepa –dijo el gitano–. Pero me preguntó si sabía algo de lamáquinayselohedicho.–Luegoañadió–:Además,encontradeloquehacenlosfusilescorrientes,siguendisparandomientrasseaprietaelgatillo.

—Amenosqueseencasquillen,quelesfaltenmunicionesoquesepongantancalientesquesefundan–dijoJordan,eninglés.

—¿Quéesloquediceusted?–preguntóAnselmo.

—Nada–contestóJordan–.Estabamirandoalfuturoeninglés.

—Esosíqueesraro–dijoelgitano–.Mirandoel futuroen inglés.¿Sabe

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ustedleerenlapalmadelamano?

—No –dijo Robert, y se sirvió otra taza de vino–. Pero si tú sabes, megustaríaquemeleyeraslapalmademimanoymedijesesloquevaapasardentrodetresdías.

—LamujerdePablosabeleerlapalmadelamano–dijoelgitano–.Perotieneungeniotanmaloyestansalvaje,quenosésiquerráhacerlo.

RobertJordansesentóytomóunsorbodevino.

—Vamosaver cómoes esamujerdePablo–dijo–; si es tanmala comodices,valemásquelaconozcacuantoantes.

—Yonomeatrevoamolestarla–dijoRafael–;meodiaamuerte.

—¿Porqué?

—Dicequesoyunholgazán.

—¡Quéinjusticia!–comentóAnselmoirónicamente.

—Nolegustanlosgitanos.

—Esunerror–dijoAnselmo.

—Tiene sangre gitana –dijo Rafael–; sabe bien de lo que habla –añadiósonriendo–.Perotieneunalenguaqueescuececomounlátigo.Conlalenguaescapazdesacartelapielatiras.Esunasalvajeincreíble.

—¿Cómosellevaconlachica,conMaría?–preguntóJordan.

—Bien.Quierealachica.Peronodejaquenadieseleacerqueenserio.–Moviólacabezaysulenguachascó.

—Esmuybuenaconlamuchacha–medióAnselmo–.Secuidamuchodeella.

—Cuandocogimos a la chica, cuando lodel tren, eramuyextraña–dijoRafael–;noqueríahablar;estaballorandosiempre,ysiselatocaba,seponíaatemblarcomounperromojado.Solamentemástardeempezóamarcharmejor.Ahoramarchamuybien.Haceunrato,cuandohablabacontigo,sehaportadomuybien.Pornosotros,lahubiéramosdejadocuandolodeltren.Novalíalapenaperdertiempoporunacosatanfeaytantristequenovalíanada.Perolaviejaleatóunacuerdaalrededordelcuerpo,ycuandolachicadecíaqueno,que no podía andar, la vieja le golpeaba con un extremo de la cuerda paraobligarla a seguir adelante. Luego, cuando la muchacha no pudo de verasandar por su pie, la vieja se la cargó a la espalda.Cuando la vieja no pudoseguirllevándola,fuiyoquientuvoquecargarconella.Trepábamosporestamontañaentrezarzasymalezashastaelpecho.Ycuandoyonopudellevarlamás,Pablomereemplazó.¡Perolascosasquetuvoquellamarnoslaviejapara

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que hiciéramos eso! –movió la cabeza, acordándose–. Es verdad que lamuchachanopesa,no tienemásquepiernas.Esmuy ligeradehuesosynopesa gran cosa. Pero pesaba lo suyo cuando había que llevarla sobre lasespaldas, detenerse para disparar y volvérsela luego a cargar, y la vieja quegolpeabaaPabloconlacuerdaylellevabasufusil,yseloponíaenlamanocuandoqueríadejarcaeralamuchacha,yleobligabaacogerlaotravez,ylecargabaelfusilyledabaunasvocesquelevolvíanloco...Ellalesacabaloscartuchos de los bolsillos y cargaba el fusil y seguía gritándole. Se hizo denoche,yconlaoscuridadtodosearregló.Perofueunasuertequenotuvierancaballería.

—Debiódesermuydurolodeltren–dijoAnselmo–.Yonoestuveeneltren –explicó a Jordan–. Estaban la banda de Pablo, la del Sordo, al queveremosestanoche,ydosbandasmásdeestasmontañas.Yomeencontrabaalotroladodelaslíneas.

—Yademásestabaelrubiodelnombreraro–dijoelgitano.

—Kashkin.

—Sí, es unnombrequeno logro recordarnunca.Nosotros teníamosdosque llevaban ametralladora. Dos que nos había enviado el ejército. Nopudieron cargar con la ametralladora al final y se perdió. Seguramente nopesaba más que la muchacha, y si la vieja se hubiera ocupado de ellos,hubierantraídolaametralladora.–Moviólacabezaalrecordarlo,yprosiguió–:Enmividavisemejanteexplosión.Eltrenveníadespacio.Seleveíallegardelejos.Yoestabatanexaltado,quenopodríaexplicarlo.Seviolahumaredaydespuésseoyóelpitidodelsilbato.Luegoseacercóeltrenhaciendochu–chuchu–chu,cadavezmásfuerte,ydespués,enelmomentodelaexplosión,lasruedasdelanterasdelamáquinaselevantaronporlosairesylatierrarugió,ypareciócomosiselevantasetodoenunanubenegra,ylalocomotorasaltóalaireentrelanubenegra;lastraviesasdemaderasaltaronalosairescomoporencanto,yluegolamáquinaquedótumbadadecostado,comoungrananimalherido.Y luegounaexplosióndevaporblancoantesqueelbarrode laotraexplosiónhubieseacabadodecaer.Entonceslamáquinaempezóahacertatata ta –dijo exaltado, el gitano, agitando los puños cerrados, levantándolos ybajándolos,conlospulgaresapoyadosenunaimaginariaametralladora–.Tatata ta –gritó, entusiasmado–. Nunca había visto nada semejante, con lossoldadosquesaltabandel treny lamáquinaque lesdisparabaabocajarro,yloshombrescayendo;y fueentoncescuandopuse lamanoen lamáquina,yestabatanexcitado,quenomedicuentadequequemaba.Yentonceslaviejamediounbofetónymedijo:«Dispara,idiota;dispara,oteaplastolossesos.»Entonces yo empecé a disparar, pero me costaba trabajo tener la máquinaderecha, y los soldados huían a las montañas. Más tarde, cuando bajamoshastaeltrenaverloquepodíamoscoger,unoficial,conlapistolaenlamano,

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reunióalafuerzaasussoldadoscontranosotros.Eloficialagitabalapistolaylesgritabaquevinierantrasdenosotros,ynosotrosdisparamoscontraél,perono le alcanzamos. Entonces los soldados se echaron a tierra y empezaron adisparar,yeloficial ibadeacáparaallá,peronollegamosaalcanzarle,ylamáquinanopodíadispararleacausadelaposicióndeltren.Eseoficialmatóadosdesushombres,queestabantumbadosenelsuelo,y,apesardeello,losotros no querían levantarse, y él gritaba y acabó por hacerlos levantarse, yvinieroncorriendohacianosotrosyhaciaeltren.Luegovolvieronatumbarseydispararon.Despuésescapamosconlamáquina,quecontinuabadisparandoporencimadenuestrascabezas.Fueentoncescuandomeencontréalachica,quesehabíaescapadodeltrenysehabíaescondidoenlasrocas,ysevinoconnosotros. Y fueron esosmismos soldados quienes nos persiguieron hasta lanoche.

—Debió de ser un golpe muy duro –dijo Anselmo–. Pero de muchaemoción.

—Es la única cosa buena que se ha hecho hasta ahora –dijo una vozgrave–.¿Quéestáshaciendo,borrachorepugnante,hijodeputagitana?¿Quéestáshaciendo?

RobertJordanvioaunamujer,comodeunoscincuentaaños, tangrandecomoPablo,casitananchacomoalta;vestíaunafaldanegradecampesinayuna blusa del mismo color, con medias negras de lana sobre sus gruesaspiernas; llevaba alpargatas y tenía un rostro bronceado que podía servir demodeloparaunmonumentodegranito.Lamujerteníamanosgrandes,aunquebienformadas,yuncabellonegroyespeso,muyrizado,quesesujetabasobrelanucaconunmoño.

—Vamos,contesta–dijoalgitano,sindarseporenteradadelapresenciadelosdemás–.¿Quéestabashaciendo?

—Estaba hablando con estos camaradas. Este que ves aquí es undinamitero.

—Yalosé–repusolamujerdePablo–.LárgatedeaquíyveareemplazaraAndrés,queestádeguardiaarriba.

—Mevoy–dijoelgitano–.Mevoy.–SevolvióhaciaRobertJordan–.Teveréalahoradelacomida.

—Ni lopienses–dijo lamujer–.Hascomidoya tresveces,por lacuentaquellevo.VeteyenvíameaAndrésenseguida.

—¡Hola!–dijoaRobert Jordan,y le tendió lamano, sonriendo–.¿CómovanlascosasdelaRepública?

—Bien–contestóJordan,ydevolvióelestrechoapretón–.LaRepúblicay

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yovamosbien.

—Me alegro –dijo ella. Le miraba sin rebozo y Jordan observó que lamujerteníabonitosojosgrises–.¿Havenidoparahacervolarotrotren?

—No–contestóJordan,yalmomentovioquepodríaconfiarenella–.Hevenidoparavolarunpuente.

—Noesnada–dijoella–;unpuentenoesnada. ¿Cuándoharemosvolarotrotren,ahoraquetenemoscaballos?

—Mástarde.Elpuenteesdegranimportancia.

—Lachicamedijoquesuamigo,elqueestuvoeneltrenconnosotros,hamuerto.

—Asíes.

—¡Quépena!Nuncaviunaexplosiónsemejante.Eraunhombredemuchotalento.Megustabamucho.¿Noseríaposiblevolarahoraotrotren?Tenemosmuchos hombres en las montañas, demasiados. Ya resulta difícil encontrarcomidaparatodos.Seríamejorquenosfuéramos.Ademástenemoscaballos.

—Hayquevolarunpuente.

—¿Dóndeestáesepuente?

—Muycercadeaquí.

—Mejor que mejor –dijo la mujer de Pablo–. Vamos a volar todos lospuentesquehayaporaquíynoslargamos.Estoyhartadeestelugar.Hayaquídemasiadagente.Nopuedesalirdeaquínadabueno.Estamosaquíparados,sinhacernada,yesoesrepugnante.

ViopasaraPabloporentrelosárboles.

—Borracho –gritó–. Borracho, condenado borracho. –Se volvió haciaJordan jovialmente:– Se ha llevado una bota de vino para beber solo en elbosque –explicó–. Está todo el tiempo bebiendo. Esta vida acaba con él.Joven,me alegromucho que haya venido –le dio un golpe en el hombro–.Vamos–dijo–,esustedmásfuertedeloqueaparenta.–Ylepasólamanoporla espalda, palpándole los músculos bajo la camisa de franela.– Bien, mealegromuchodequehayavenido.

—Lomismoledigo.

—Vamosaentendernosbien–aseguróella–.Bebauntrago.

—Hemosbebidovarios–repusoJordan–.¿Quiereustedbeber?–preguntóJordan.

—No–contestóella–,hastalahoradelacena.Medaardordeestómago.–

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LuegovolviólacabezayviootravezaPablo.–Borracho–gritó–.Borracho.–Se volvió a Jordan ymovió la cabeza.– Era un hombremuy bueno –dijo–;peroahoraestáacabado.Yescuche,quierodecirleotracosa.Seaustedbuenoy muy cariñoso con la chica. Con la María. Ha pasado una mala racha.¿Comprendes?–dijotuteándolesúbitamente.

—Sí,¿porquémediceustedeso?

—Porque vi cómo estaba cuando entró en la cueva, después de habertevisto.Viqueteobservabaantesdesalir.

—Hemosbromeadounpoco.

—Lohapasadomuymal –dijo lamujer dePablo–.Ahora estámejor, yseríaconvenientellevárseladeaquí.

—Desdeluego;podemosenviarlaalotroladodelaslíneasconAnselmo.

—Anselmo y usted pueden llevársela cuando acabe esto –dijo dejandomomentáneamenteeltuteo.

Robert Jordan volvió a sentir la opresión en la garganta y su voz seenronqueció.

—Podríamoshacerlo–dijo.

LamujerdePablolemiróymoviólacabeza.

—¡Ay,ay!–dijo–.¿Sontodosloshombrescomousted?

—Nohedichonada–contestóél–;yesmuybonita,comoustedsabe.

—No,noesguapa.Peroempiezaaserlo;¿noesesoloquequieredecir?–preguntó lamujer de Pablo–.Hombres. Es una vergüenza que nosotras, lasmujeres,tengamosquehacerlos.No.Enserio.¿NohaycasassostenidasporlaRepúblicaparacuidardeestaschicas?

—Sí –contestó Jordan–. Hay casas muy buenas. En la costa, cerca deValencia.Yenotros lugares.Cuidarándeellay laenseñaránacuidardelosniños.Enesascasashayniñosdelospueblosevacuados.Yleenseñaránaellacómotienequecuidarlos.

—Esoes loquequieroparaella–dijo lamujerdePablo–.Pabloseponemalosólodeverla.Esotracosaqueestáacabandoconél.Seponemaloencuantolave.Lomejorseráquesevaya.

—Podemosocuparnosdeesocuandoacabemosconesto.

—¿Y tendrá usted cuidado de ella si yo se la confío a usted? Le hablocomosileconocierahacemuchotiempo.

—Yes como si fuera así –dijo Jordan–.Cuando la gente se entiende, es

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comosifueraasí.

—Siéntese –dijo la mujer de Pablo–. No le he pedido que me prometanada, porque lo que tenga que suceder, sucederá. Pero si usted no quiereocuparsedeella,entoncesvoyapedirlequemeprometaunacosa.

—¿Porquénovoyaocuparmedeella?

—Noquieroquesevuelvalocacuandoustedsemarche.Lahetenidolocaantesyyahepasadobastanteconella.

—Me la llevaré conmigo después de lo del puente –dijo Jordan–. Siestamosvivosdespuésdelodelpuente,melallevaréconmigo.

—Nomegustaoírlehablardeesamanera.Esamaneradehablarno traesuerte.

—Le he hablado así solamente para hacerle una promesa –dijo Jordan–.Nosoypesimista.

—Déjamevertumano–dijolamujer,volviendootravezaltuteo.

Jordanextendiósumanoylamujerselaabrió,laretuvo,lepasóelpulgarpor lapalmaconcuidadoyse lavolvióacerrar.Se levantó. Jordansepusotambiénenpieyvioqueellalemirabasinsonreír.

—¿Quéesloquehavisto?–preguntóJordan–.Nocreoenesascosas;novaustedaasustarme.

—Nada–dijoella–;nohevistonada.

—Sí,havistoustedalgo,ytengocuriosidadporsaberlo.Aunquenocreoenesascosas.

—¿Enquéesenloqueustedcree?

—Enmuchascosas,peronoeneso.

—¿Enqué?

—Enmitrabajo.

—Yalohevisto.

—Dígamequéesloquehavisto.

—Nohevistonada–dijoellaagriamente–.Elpuenteesmuydifícil,¿noesasí?

—No,yodijesolamentequeesmuyimportante.

—Peropuederesultardifícil.

—Sí. Y ahora voy a tener que ir abajo a estudiarlo. ¿Cuántos hombres

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tienenaquí?

—Haycincoquevalganlapena.Elgitanonovaleparanada,aunquesusintencionessonbuenas.Tienebuencorazón.EnPablonoconfío.

—¿CuántoshombrestieneelSordoquevalganlapena?

—Quizátengaocho.VeremosestanochealSordo.Vendráporaquí.Esunhombremuylisto.Tienetambiénalgodedinamita.Nomucha.Hablaráustedconél.

—¿Haenviadoabuscarle?

—Viene todas las noches. Es vecino nuestro. Es un buen amigo ycamarada.

—¿Quépiensausteddeél?

—Esunhombrebueno.Muylisto.Enelasuntodeltrenestuvoenorme.

—¿Ylosdelasotrasbandas?

—Avisándolos con tiempo, podríamos reunir cincuenta fusiles de ciertaconfianza.

—¿Dequéconfianza?

—Dependedelagravedaddelasituación.

—¿Cuántoscartuchosporcadafusil?

—Unosveinte.Dependedelosquequierantraerparaeltrabajo.Siesquequierenvenirparaesetrabajo.Acuérdesedequeenelpuentenohaydineronibotínyque,porlamaneracomohablausted,esunasuntopeligroso,ydequedespuéstendremosqueirnosdeestasmontañas.Muchosvanaoponersealodelpuente.

—Locreo.

—Asíesquelomejorseránohablardeesomásquecuandoseamenester.

—Estoyenteramentedeacuerdo.

—Cuando hayas estudiado lo del puente –dijo ella rozando de nuevo eltuteo–,hablaremosestanocheconelSordo.

—VoyaverelpuenteconAnselmo.

—Despiértele–dijo–.¿Quiereunacarabina?

—Gracias–contestóJordan–.Noesmalollevarla;pero,detodasmaneras,nolausaría.Voysolamenteaver;noaperturbar.Graciasporhabermedicholoquemehadicho.Megustamuchosumaneradehablar.

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—Hequeridohablarlefrancamente.

—Entoncesdígameloquevioenmimano.

—No –dijo ella, ymovió la cabeza–.No he visto nada.Vete ahora a tupuente.Yocuidarédetuequipo.

—Tápeloconalgoyprocurequenadielotoque.Estámejorahíquedentrodelacueva.

—Lotaparé,ynadieseatreveráa tocarlo–dijo lamujerdePablo–.Veteahoraatupuente.

—Anselmo–dijoJordan,apoyandounamanoenelhombrodelviejo,queestabatumbado,durmiendo,conlacabezaocultaentrelosbrazos.

Elviejoabriólosojos.

—Sí–dijo–;desdeluego.Vamos.

CAPÍTULOTERCERO

Bajaron los últimos doscientos metros moviéndose cuidadosamente deárbolenárbol,entrelassombras,paraencontrarseconlosúltimospinosdelapendiente, a una distancia muy corta del puente. El sol de la tarde, quealumbrabaaúnlaoscuramoledelamontaña,dibujabaelpuenteacontraluz,sombrío,contraelvacíoabruptodelagarganta.Eraunpuentedehierrodeunsolo arco y había una garita de centinela a cada extremo. El puente era losuficientementeampliocomoparaquepasarandoscochesalavez,ysuúnicoarcodemetalsaltabacongraciadeunladoaotrodelahondonada.Abajounarroyo, cuya agua blanquecina se escurría entre guijarros y rocas, corría aunirseconlacorrienteprincipalquebajabadelpuerto.

ElsolledabaenlosojosaRobertJordanynodistinguíaelpuentemásqueen silueta. Por fin, el astro palideció y desapareció, y, al mirar entre losárboles,hacialacimaoscurayredonda,traslaquesehabíaescondido,Jordanvioquenoteníayalosojosdeslumbrados,quelamontañacontiguaeradeunverdedelicadoynuevoyqueteníamanchasdenievesperpetuasenlacima.

En seguida se puso a estudiar el puente y a examinar su construcciónaprovechando la escasa luz que le quedaba a la tarde. La tarea de sudemoliciónnoeradifícil.Sindejardemirarlo,sacódesubolsillouncuadernoytomórápidamentealgunosapuntes.Dibujabasincalcularelpesodelacargade los explosivos. Lo haría más tarde. Por el momento, Jordan anotabasolamente los puntos en que las cargas tendrían que ser colocadas, a fin de

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cortarelsoportedelarcoyprecipitarunadesusseccionesenelvacío.Lacosapodía conseguirse tranquila, científicaycorrectamente conmediadocenadecargas situadas demanera que estallaran simultáneamente, o bien, de formamásbrutal, condosgrandes cargas tan sólo.Seríamenesterque esas cargasfueranmuy gruesas, colocadas en los dos extremos y puestas demodo queestallaran al mismo tiempo. Jordan dibujaba rápidamente y con gusto; sesentía satisfecho al tener por fin el problema al alcance de su mano ysatisfechodepoderentregarseaél.Luegocerrósucuaderno,metióellápizensuestuchedecueroalbordedelatapa,metióelcuadernoensubolsilloyseloabrochó.

Mientrasélestabadibujando,Anselmomirabalacarretera,elpuenteylasgaritasde loscentinelas.ElviejocreíaquesehabíanacercadodemasiadoalpuenteycuandovioqueJordanterminabaeldibujo,sesintióaliviado.

Cuando Jordan acabó de abrochar la cartera que cerraba el bolsillo depechosetumbóbocaabajo,alpiedeltroncodeunpino.Anselmo,queestabasituadodetrásdeél,ledioconlamanoenelcodoyseñalóconelíndicehaciaunpuntodeterminado.

Enlagaritaqueestabafrenteaellos,másarribadelacarretera,sehallabasentado el centinela, manteniendo el fusil con la bayoneta calada en lasrodillas.Estabafumandouncigarrillo;llevabaungorrodepuntoyuncapotehechosimplementedeunamanta.Acincuentametrosnosepodíandistinguirsusrasgos,peroRobertJordancogiólosgemelos,hizoviseraconlapalmadelamano,aunqueyanohabíasolquepudieraarrancarningúnreflejo,yheaquíque apareció el parapeto del puente, con tanta claridad que parecía que sepudiera tocar alargando el brazo. Y la cara del centinela, con sus mejillashundidas, la ceniza del cigarrillo y el brillo grasiento de la bayoneta. Elcentinela tenía cara de campesino,mejillas flacas bajo pómulos altos, barbamalafeitada,ojossombreadosporespesascejas,grandesmanosquesosteníanelfusilypesadasbotasqueasomabanpordebajodelosplieguesdelacapa.Unaviejabotadevino,decuerooscurecidoporeluso,pendíadelapareddela garita. Se distinguían algunos periódicos, pero no se veía teléfono. Podíaocurrir que el teléfono estuviese en el lado oculto, pero ningún hilo visiblesalía de la garita.Una línea telefónica corría a lo largode la carreteray loshilosatravesabanelpuente.Alaentradadelagaritahabíaunbrasero,hechodeunaviejalatadegasolinasintapaconalgunosagujeros;elbraseroestabaapoyadoendospiedras,peronoteníalumbre.

Había algunas viejas latas, ennegrecidas por el fuego, entre las cenizassembradasalrededor.

Jordan tendió los gemelos a Anselmo, que estaba tendido junto a él. Elviejosonrióymoviólacabeza.Luegoseseñalólosojosconeldedo.

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—Yaloveo–dijo,hablandoconmuchocuidado,sinmoverloslabios,demodo que, más que hablar, era tan sólo un murmullo. Miró al centinelamientrasJordanlesonreíay,señalandoconunamanohaciadelante,hizounademánconlaotracomosisecortaraelgaznate.RobertJordanasintió,perodejódesonreír.

Lagarita,situadaenelextremoopuestodelpuente,dabaalotrolado,hacialacarreteradebajada,ynopodíaverseel interior.Lacarretera,amplia,bienasfaltada, giraba bruscamente hacia la izquierda, al otro lado del puente, ydesaparecíaluegoenunacurvahacialaderecha.Enestepuntolacarreteraseensanchaba, añadiendo a sus dimensiones normales una banda abierta en elsólido paredón de roca del otro lado de la garganta; sumargen izquierda uoccidental,mirandohaciaabajodesdeelpuertoyelpuente,estabamarcadayprotegida por una serie de bloques de piedra que caían a pico sobre elprecipicio.Esta garganta era casi un cañón en el sitio en que el río cruzababajoelpuenteyselanzabasobreeltorrentequedescendíadelpuerto.

—¿Yelotropuesto?–preguntóJordanaAnselmo.

—Estáaquinientosmetrosmásabajodeesarevuelta.Enlacasilladepeóncamioneroquehayenelladodelaparedrocosa.

—¿Cuántoshombreshayenella?–preguntóJordan.

Observó de nuevo al centinela con sus gemelos. El centinela aplastó elcigarrillo contra los tablonesdemaderade lagarita, sacóde subolsillounatabaqueradecuero,rasgóelpapeldelacolillayvacióenlapetacaeltabacoque le quedaba, se levantó, apoyó el fusil contra la pared y se desperezó.Luegovolvióacogerelfusil,selopusoenbandolerayseencaminóhaciaelpuente.Anselmo se aplastó contra el suelo. Jordanmetió los gemelos en elbolsillodesucamisayescondiólacabezadetrásdeltroncodelpino.

—Sietehombresyuncabo–dijoAnselmo,hablándolealoído–.Melohadichoelgitano.

—Nos iremos en cuanto se detenga –dijo Jordan–. Estamos demasiadocerca.

—¿Havistoloquequería?

—Sí.Todoloquemehacíafalta.

Comenzabaahacerfrío,yaqueelsolsehabíapuestoylaluzseesfumabaal tiempoqueseextinguíael resplandordelúltimodestelloen lasmontañassituadasdetrásdeellos.

—¿Qué le parece? –preguntó en voz bajaAnselmo,mientrasmiraban alcentinela pasearse por el puente en dirección a la otra garita; la bayonetabrillaba con el último resplandor; su silueta aparecía informe debajo del

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capotón.

—Muybien–contestóJordan–.Muybien.

—Mealegro–dijoAnselmo–.¿Nosvamos?Ahoranoesfácilquenosvea.

Elcentinelaestabadepie,vueltodeespaldasaellosenelotroextremodelpuente.Delahondonadasubíaelruidodeltorrentegolpeandocontralasrocas.Depronto,porencimadeeseruido,seabriópasounatrepidaciónconsiderableyvieronqueel centinelamirabahaciaarriba, con sugorrodepuntoechadohaciaatrás.Volvieronlacabezay,levantándola,vieronenloaltodelcielodela tarde tresmonoplanosen formacióndeV; losaparatosparecíandelicadosobjetosdeplataenaquellasalturas,dondeaúnhabíaluzsolar,ypasabanaunavelocidad increíblemente rápida, acompañados del runrún regular de susmotores.

—¿Seránnuestros?–preguntóAnselmo.

—Parece que lo son –dijo Jordan, aunque sabía que a esa altura no esposibleasegurarlo.Podíaserunapatrulladetardedeunouotrobando.Peroera mejor decir que los cazas eran «nuestros», porque ello complacía a lagente.Sisetratabadebombarderos,yaeraotracosa.

Anselmo,evidentemente,eradelamismaopinión.

—Sonnuestros–afirmó–;losconozco.SonMoscas.

—Sí–contestóJordan–;tambiénamímeparecequesonMoscas.

—SonMoscas–insistióAnselmo.

Jordanpudohaberusadolosgemelosyhaberseaseguradoalpuntodequeloeran;peroprefiriónousarlos.Noteníaimportanciaelsaberaquellanochedequiéneseranlosaviones,ysialviejoleagradabapensarqueerandeellos,no quería quitarle la ilusión. Sin embargo, ahora que se alejaban caminodeSegovia, no le parecía que los aviones se asemejaran a los «Boeing P 32»verdes,dealasbajaspintadasderojo,queeranunaversiónrusadelosavionesamericanosquelosespañolesllamabanMoscas.Nopodíadistinguirbienloscolores,perolasiluetanoeraladelosMoscas.No;eraunapatrullafascistaquevolvíaasusbases.

Elcentinelaseguíadeespaldasalladodelagaritamásalejada.

—Vámonos–dijoJordan.

Y empezó a subir colina arriba, moviéndose con cuidado y procurandosiemprequedarcubiertopor laarboleda.Anselmoleseguíaa ladistanciadeunosmetros.Cuandoestuvieronfueradelavistadelpuente,Jordansedetuvoyelviejollegóhastaél,yempezaronatrepardespacio,montañaarriba,entrelaoscuridad.

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—Tenemosunaaviaciónformidable–dijoelviejo,feliz.

—Sí.

—Yvamosaganar.

—Tenemosqueganar.

—Sí,ycuandohayamosganado,tieneustedquevenirconmigodecaza.

—¿Quéclasedecaza?

—Osos,ciervos,lobos,jabalíes...

—¿Legustacazar?

—Sí,hombre,megustamásquenada.Todoscazamosenmipueblo.¿Nolegustaaustedlacaza?

—No–contestóJordan–.Nomegustamataranimales.

—Amímepasalocontrario–dijoelviejo–;nomegustamatarhombres.

—A nadie le gusta, salvo a los que están mal de la cabeza –comentóJordan–:peronotengonadaencontracuandoesnecesario.Cuandoesporlacausa.

—Eso es diferente –dijo Anselmo–. En mi casa, cuando yo tenía casa,porqueahoranotengocasa,habíacolmillosdejabalíesqueyohabíamatadoenelmonte.Habíapielesdeloboquehabíamatadoyo.Loshabíamatadoenelinvierno,dándolescazaentrelanieve.Unavezmatéunomuygrandeenlasafuerasdelpueblo,cuandovolvíaamicasa,unanochedelmesdenoviembre.Habíacuatropielesdeloboenelsuelodemicasa.Estabanmuygastadasdetantopisarlas,peroeranpielesdelobo.HabíacornamentasdeciervoquehabíacazadoyoenlosaltosdelasierrayhabíaunáguiladisecadaporundisecadordeÁvila,conlasalasextendidasylosojosamarillentos,tanverdaderoscomosifueranlosojosdeunáguilaviva.Eraunacosamuyhermosadever,ymegustabamuchomirarla.

—Locreo–dijoJordan.

—Enlapuertadelaiglesiademipueblohabíaunapatadeosoquematéyo en primavera –prosiguió Anselmo–. Le encontré en un monte, entre lanieve,dandovueltasaunleñoconesamismapata.

—¿Cuándofueeso?

—Haceseisaños.Ycadavezqueyoveíalapata,queeracomolamanodeunhombre,aunqueconaquellasuñaslargas,disecadayclavadaenlapuertadelaiglesia,megustabamuchoverla.

—Tesentíasorgulloso.

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—Me sentía orgulloso acordándome del encuentro con el oso en aquelmonteacomienzosdelaprimavera.Perocuandosemataaunhombre,aunhombrequeescomonosotros,noquedanadabueno.

—Nopuedesclavarsupataenlapuertadelaiglesia–dijoJordan.

—No,seríaunabarbaridad.Ysinembargo,lamanodeunhombreesmuyparecidaalapatadeunoso.

—Yeltóraxdeunhombreseparecemuchoaltóraxdeunoso–comentóJordan–.Debajodelapiel,elososeparecemuchoalhombre.

—Sí –agregó Anselmo–. Los gitanos creen que el oso es hermano delhombre.

—Los indiosdeAmérica también lo creen.Ycuandomatan aunoso leexplicanporquélohanhechoylepidenperdón.Luegoponensucabezaenunárbolylerueganquelosperdoneantesdemarcharse.

—Losgitanospiensanqueelosoeshermanodelhombreporque tieneelmismo cuerpo debajo de su piel, porque le gusta beber cerveza, porque legustalamúsicayporquelegustaelbaile.

—Losindiostambiénlocreen–dijoJordan.

—¿Songitanoslosindios?

—No,peropiensanlasmismascosassobrelososos.

—Ya.Losgitanoscreentambiénqueelosoeshermanodelhombreporquerobapordivertirse.

—¿Erestúgitano?

—No, pero conozco amuchos, y, desde elMovimiento, amuchosmás.Haymuchos en lasmontañas. Para ellos no es pecado elmatar fuera de latribu.Noloconfiesan,peroesasí.

—Igualquelosmoros.

—Sí.Perolosgitanostienenmuchasleyesquenodicenquelastienen.Enla guerra,muchos gitanos se han vueltomalos otra vez, como en los viejostiempos.

—Noentiendenporquéhacemoslaguerra;nosabenporquéluchamos.

—No –dijo Anselmo–; sólo saben que hay guerra y que la gente puedematarotravez,comoantes,sinqueselecastigue.

—¿Hasmatadoalgunavez?–preguntóJordan,llevadodelaintimidadquecreabanlassombrasdelanocheyeldíaquehabíanpasadojuntos.

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—Sí,muchasveces.Peronoporgusto.Paramí,mataraunhombreesunpecado.Aunqueseanfascistaslosquemate.Paramíhayunagrandiferenciaentre el oso y el hombre, y no creo en los hechizos de los gitanos sobre lafraternidadconlosanimales.No.Amínomegustamatarhombres.

—Peroloshasmatado.

—Sí,yloharíaotravez.Pero,sidespuésdeesosigoviviendo,tratarédevivirdetalmanera,sinhacermalanadie,quesemepuedaperdonar.

—¿Porquién?

—No lo sé. Desde que no tenemos Dios, ni su Hijo ni Espíritu Santo,¿quiéneselqueperdona?Nolosé.

—¿YanotenéisDios?

—No,hombre;claroqueno.SihubieseDios,nohubierapermitidoloqueyohevistoconmispropiosojos.DéjalesaellosquetenganDios.

—Ellosdicenqueessuyo.

—Bueno,yoleechodemenos,porquehesidoeducadoenlareligión.Peroahoraunhombretienequeserresponsableantesímismo.

—Entonceserestúmismoquientienesqueperdonarteporhabermatado.

—Creoqueesasí–asintióAnselmo–.Lohadichousteddeunaformatanclara,quecreoquetienequeserasí.Pero,conDiososinDios,creoquemataresunpecado.Quitarlavidaaalguienesunpecadomuygrave,amiparecer.Loharé,siesnecesario,peronosoydelaclasedePablo.

—Para ganar la guerra tenemosquematar a nuestros enemigos.Ha sidosiempreasí.

—Ya.Enlaguerratenemosquematar.Peroyotengoideasmuyraras–dijoAnselmo.

Ibanahoraelunojuntoalotro,entrelassombras,yelviejohablabaenvozbaja,volviendoalgunasveceslacabezahaciaJordan,segúntrepaba.

—Noquisieramatarniaunobispo.Noquisieramataraunpropietario,porgrandeque fuese.Megustaríaponerlos a trabajar, día trasdía, comohemostrabajado nosotros en el campo, como hemos trabajado nosotros en lasmontañas,haciendoleña,todoelrestodelavida.Asísabríanloqueesbueno.Lesharíaquedurmierandondehemosdormidonosotros,quecomieranloquehemos comido nosotros. Pero, sobre todo, haría que trabajasen. Asíaprenderían.

—Yviviríanparavolveraesclavizarte.

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—Matar no sirve para nada –insistió Anselmo–. No puedes acabar conellos,porquesusimientevuelveacrecerconmásvigor.Tampocosirveparanada meterlos en la cárcel. Sólo sirve para crear más odios. Es mejorenseñarlos.

—Perotúhasmatado.

—Sí–dijoAnselmo–;hematadovariasvecesyvolveréahacerlo.Peronoporgusto,ysiempremepareceráunpecado.

—¿Yelcentinela?Tesentíascontentoconlaideadematarle.

—Eraunabroma.Mataría al centinela, sí.Lomataría, con la concienciatranquilasieraésemideber.Peronoagusto.

—Dejaremosesoparaaquellosaquienes lesdivierta–concluyóJordan–.Hay ocho y cinco, que suman en total trece. Son bastantes para aquellos aquienesdivierte.

—Haymuchosaquienes lesgusta–dijoAnselmoen laoscuridad–.Haymuchosdeésos.Tenemosmásdeésosquedelosquesirvenparaunabatalla.

—¿Hasestadotúalgunavezenunabatalla?

—Bueno –contestó el viejo–, peleamos en Segovia, al principio delMovimiento;perofuimosvencidosynosescapamos.Yohuíconlosotros.Nosabíamosni loqueestábamoshaciendonicómo teníaquehacerse.Además,yo no tenía más que una pistola con perdigones, y la Guardia Civil teníamáuser.Nopodíadispararcontraellosacienmetrosconperdigones,yellosnosmatabancomosifuéramosconejos.Mataronatodoslosquequisieronytuvimos que huir como ovejas. –Se quedó en silencio y luego preguntó–:¿Creesquehabrápeleaenelpuente?–Desdehacíaunratosehabíapuestoatutearalextranjero.

—Esposiblequesí.

—Nuncaheestadoenunabatallasinhuir–dijoAnselmo–;nosécómomecomportaré.Soyviejoynopuedoresponderdemí.

—Yorespondodeti–dijoJordan.

—¿Hasestadoenmuchoscombates?

—Envarios.

—¿Yquépiensasdelodelpuente?

—Primeropiensoenvolarelpuente.Esmitrabajo.Noesdifícildestruirelpuente. Luego tomaremos las disposiciones para los demás. Haremos lospreparativos.Todosedaráporescrito.

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—Perohaymuypocosquesepanleer–dijoAnselmo.

—Lo escribiremos, para que todo el mundo pueda entenderlo; perotambiénloexplicaremosdepalabra.

—Haré loquememanden–dijoAnselmo–;perocuandomeacuerdodeltiroteodeSegovia,sihayunabatallaomuchotiroteo,megustaríasaberquéesloquetengoquehacerentodocasoparaevitarlahuida.MeacuerdodequeteníaunagraninclinaciónahuirenSegovia.

—Estaremos juntos –dijo Jordan–.Yo te diré lo que tienes que hacer encualquiermomento.

—Entoncesnohaycuestión–aseguróAnselmo–.Haréloquesea,contalquemelomanden.

—Adelanteconelpuentey labatalla,siesquehadehaberbatalla–dijoJordan, y al decir esto en la oscuridad se sintió un poco ridículo, aunque,despuésdetodo,sonababienenespañol.

—Será una cosa muy interesante –afirmó Anselmo, y oyendo hablar alviejo con tal honradez y franqueza, sin la menor afectación, sin la fingidaelegancia del anglosajón ni la bravuconería del mediterráneo, Jordan pensóquehabíatenidomuchasuerteporhaberdadoconelviejo,porhabervistoelpuente,porhaberpodidoestudiarysimplificarelproblema,queconsistíaensorprender a los centinelas y volar el puente de una forma normal, y sintióirritación por las órdenes de Golz y la necesidad de obedecerlas. Sintióirritaciónpor lasconsecuenciasque tendríanparaély lasconsecuenciasquetendríanparaelviejo.Eraunatareamuymalaparatodoslosquetuvieranqueparticiparenella.

«Estenoesunmododecentedepensar–sedijoasímismo–;pensarenloque puede sucederte a ti y a los otros. Ni tú ni el viejo sois nada. Soisinstrumentosdevuestrodeber.Lasórdenesnosoncosavuestra.Ahítieneselpuente,yelpuentepuedeserellugarendondeelporvenirdelahumanidaddéungiro.Cualquier cosa de las que sucedan en esta guerra puede cambiar elporvenirdelgénerohumano.Túsólotienesquepensarenunacosa,enloquetienes quehacer.Diablo, ¿enuna sola cosa?Si fuera enuna sola cosa seríafácil. Está bien, estúpido. Basta de pensar en ti mismo. Piensa en algodiferente.»

AsíesquesepusoapensarenMaría,enlamuchacha,ensupiel,supeloysusojos,tododelmismocolordorado;ensuscabellos,unpocomásoscurosquelodemás,aunquecadavezseríanmásrubios,amedidaquesupielfuerahaciéndose más oscura; en su suave epidermis, de un dorado pálido en lasuperficie, recubriendounardorprofundo.Supieldebíade ser suave, comotodo su cuerpo; semovía con torpeza, como si viese algo que le estorbase,

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algoquefueravisibleaunquenoloera,porqueestabasóloensumente.Yseruborizabacuandolamiraba,ylarecordabasentada,conlasmanossobrelasrodillasylacamisaabierta,dejandoverelcuello,yelbultodesuspequeñossenos torneados debajo de la camisa, y al pensar en ella se le resecaba lagarganta,y lecostabaesfuerzoseguirandando.YAnselmoyélnohablaronmáshastaqueelviejodijo:

—Ahora no tenemos más que bajar por estas rocas y estaremos en elcampamento.

Cuando se deslizaban por las rocas, en la oscuridad oyeron gritar a unhombre:«¡Alto!¿Quiénvive?»Oyeronelruidodelcerrojodeunfusilqueeraechadohaciaatrásy luegoelgolpeteocontra lamadera, al impulsarlohaciaadelante.

—Somoscamaradas–dijoAnselmo.

—¿Quécamaradas?

—CamaradasdePablo–contestóelviejo–.¿Nonosconoces?

—Sí–dijolavoz–.Peroesunaorden.¿Sabéiselsantoyseña?

—No,venimosdeabajo.

—Yalosé–dijoelhombredelaoscuridad–;venísdelpuente.Losé.Perolaordennoesmía.Tenéisqueconocerlasegundapartedelsantoyseña.

—¿Cuáleslaprimera?–preguntóJordan.

—Laheolvidado–dijoelhombreenlaoscuridad,yrompióareír–.Vetealapuñetacontumierdadedinamita.

—Esoesloquesellamadisciplinadeguerrilla–dijoAnselmo–.Quítaleelcerrojoatufusil.

—Yaestáquitado–contestóelhombredelaoscuridad–.Lodejécaerconelpulgaryelíndice.

—Comohicierasesoconunmáuser,setedispararía.

—Es unmáuser –explicó el hombre–; pero tengo un pulgar y un índicecomounelefante.Siemprelosujetoasí.

—¿Haciadóndeapuntaelfusil?–preguntóAnselmoenlaoscuridad.

—Hacia ti –respondió el hombre–. Lo tengo apuntado hacia ti todo eltiempo.Ycuandovayasalcampamentodiaalguienquevengaa relevarme,porquetengounhambrequemej...elestómagoyheolvidadoelsantoyseña.

—¿Cómotellamas?–preguntóJordan.

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—Agustín –dijo el hombre–. Me llamo Agustín y me muero deaburrimientoenestelugar.

—Daremos tu mensaje –dijo Jordan, y pensó que aburrimiento era unapalabraqueningúncampesinodelmundousaríaenningunaotralengua.Ysinembargo,eslapalabramáscorrienteenbocadeunespañoldecualquierclase.

—Escucha –dijoAgustín, y acercándose puso lamano en el hombro deRobert.Luegoencendióunyesqueroysoplandoenlamecha,paraalumbrarsemejor,miróalacaraalextranjero.

—Te pareces al otro –dijo–; pero un poco distinto. Escucha –agregóapagandoelyesqueroyvolviendoacogerel fusil–.Dime,¿esverdad lodelpuente?

—¿Elquédelpuente?

—Quevasavolaresamierdadepuenteyquevamosatenerqueirnosdeestaspuñeterasmontañas.

—Nolosé.

—Nolosabes–dijoAgustín–;¡québarbaridad!¿Paraquéesentoncesesadinamita?

—Esmía.

—¿Ynosabesparaquées?Nomecuentescuentos.

—Sé para qué es y lo sabrás tú cuando llegue el momento –prometióJordan–;peroahoravamosalcampamento.

—Vetealamierda–dijoAgustín–.J...coneltío.¿Quieresquetedigaalgoqueteinteresa?

—Sí, si no es unamierda –repuso Jordan, empleando la palabra groseraquehabíasalpicadolaconversación.

Aquelhombrehablabadeunmodotangrosero,añadiendounaindecenciaacadanombreyadjetivo,utilizandolamismaindecenciaenformadeverbo,que Jordan se preguntaba si podría decir una sola palabra sin adornarla.Agustínserioenlaoscuridadaloírledecirmierda.

—Esunamaneradehablarqueyotengo.Alomejoresfea.¿Quiénsabe?Cadacualhablaasuestilo.Escucha,nomeimportanadaelpuente.Semedatantodelpuentecomodecualquierotracosa.Además,meaburroamuerteenestasmontañas.Ojalátengamosquemarcharnos.Estasmontañasnomedicennada amí.Ojalá tengamos que abandonarlas. Pero quiero decirte una cosa.Guardabientusexplosivos.

—Gracias–dijoJordan–.Pero¿dequiéntengoqueguardarlos?¿Deti?

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—No–dijoAgustín–.Degentemenosj...queyo.

—¿Yporqué?–preguntóJordan.

—¿Tú comprendes el español? –preguntó Agustín, hablando menosseriamente–.Bueno,puestencuidadodeesamierdadeexplosivos.

—Gracias.

—No,nomedeslasgracias.Cuidabiendeellos.

—¿Hasucedidoalgo?

—No,onoperderíaeltiempohablándotedeestaforma.

—Graciasdetodasmaneras.Vamosalcampamento.

—Bueno –dijo Agustín–. Decidles que envíen aquí alguien que sepa elsantoyseña.

—¿Teveremosenelcampamento?

—Sí,hombre,enseguida.

—Vamos–dijoJordanaAnselmo.

Empezaronabordearlapradera,queestabaenvueltaenunanieblagris.Lahierbaformabaunaespesaalfombradebajodesuspies,conlasagujasdepino,yelrocíodelanochemojabalasueladesusalpargatas.Másallá,porentrelosárboles,Jordanviounaluzqueimaginóqueseñalabalabocadelacueva.

—Agustín es un hombremuy bueno –advirtió Anselmo–. Habla de unamaneramuycochinaysiempreestádebroma,peroesunhombredemuchaconfianza.

—¿Leconocesbien?

—Sí,desdehacetiempo.Yesunhombredemuchaconfianza.

—¿Yesciertoloquedice?

—Sí,esePabloescosamala;yaverás.

—¿Yquépodríamoshacer?

—Hayqueestarenguardiaconstantemente.

—¿Quién?

—Tú,yo,lamujer,Agustín.PorqueAgustínhavistoelpeligro.

—¿Pensabasquelascosasibanairtanmalcomovan?

—No–dijoAnselmo–.Sehanpuestomalde repente.Peroeranecesarioveniraquí.Estaes laregióndePabloydelSordo.Enestos lugares tenemos

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que entendérnoslas con ellos, a menos que se haga algo para lo que no senecesitelaayudadenadie.

—¿YelSordo?

—Bueno–dijoAnselmo–.Estanbuenocomomaloelotro.

—¿Creesqueesrealmentemalo?

—Heestadopensandoenellotodalatarde,ydespuésdeoírloquehemosoído,creoqueesasí.Esasí.

—¿Noseríamejorquenosfuéramos,diciendoquesetratadeotropuenteybuscáramosotrasbandas?

—No–dijoAnselmo–.Enestapartemandanellos.Nopuedesmovertesinquelosepan.Asíesquehayqueandarseconmuchasprecauciones.

CAPÍTULOCUARTO

Descendieronhastalaentradadelacuevaenlaqueseveíabrillarunaluzcolándoseporlasrendijasdelamantaquecubríalaabertura.LasdosmochilasestabanalpiedeunárbolyJordansearrodilló juntoaellasypalpó la lonahúmeda y tiesa que las cubría. En la oscuridad tanteó bajo la lona hastaencontrar el bolsillo exterior de uno de los fardos, de donde sacó unacantimplora que se guardó en el bolsillo. Abrió el candado que cerraba lascadenasquepasabanporlosagujerosdelabocadelamochilaydesatandolascuerdasdel forro interiorpalpóconsusmanosparacomprobarelcontenido.Dentrodeunadelasmochilasestabanlosbloquesenvueltosensustalegosylostalegosenvueltosasuvezenelsacodedormir.Volvióaatarlascuerdasypasólacadenaconsucandado;palpóelotrofardoytocóelcontornodurodela cajademaderadelviejodetonadory la cajadehabanosquecontenía lascargas. Cada uno de los pequeños cilindros había sido enrolladocuidadosamente con el mismo cuidado con que, de niño, empaquetaba sucolección de huevos de pájaros salvajes. Palpó el bulto de la ametralladora,separadadelcañónyenvueltaenunestuchedecuero,losdosdetonadoresyloscincocargadoresenunodelosbolsillosinterioresdelfardomásgrandeylaspequeñasbobinasdehilodecobreyelgran rollodecableaislanteenelotro.Enelbolsillo interiordondeestabaelcable,palpó laspinzasy losdospunzones demadera destinados a horadar los extremos de los bloques. Delúltimobolsillointeriorsacóunagrancajadecigarrillosrusos,unadelascajasprocedentesdelcuartelgeneraldeGolz,ycerrando labocadel fardoconelcandado,dejócaerlascarterasdelosbolsillosycubriólasdosmochilasconlalona.Anselmoentrabaenlacuevaenesosmomentos.

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Jordan se puso en pie para seguirle, pero luego lo pensó mejor y,levantandola telaquecubría lasmochilas, lascogióconlamanoylas llevóarrastrandohasta la entradade la cueva.Dejóunade ellas en el suelo, paralevantarlamanta,yluego,conlacabezainclinadayunfardoencadamano,entróenlacueva,tirandodelascorreas.

Dentrohacíacaloryelaireestabacargadodehumo.Habíaunamesaalolargodelmuroysobreellaunaveladeseboenunabotella.EnlamesaestabansentadosPablo, tres hombres que Jordan no conocía yRafael, el gitano.Lavela hacía sombras en la pareddetrás de ellos.Anselmopermanecía depie,según había llegado, a la derecha de la mesa. La mujer de Pablo estabainclinadasobreunfuegodecarbónquehabíaenelhogarabiertoenunrincóndelacueva.Lamuchacha,derodillasasulado,removíaalgoenunamarmitadehierro.Con la cucharademadera en el aire, se quedóparada,mirando aJordan, también de pie a la entrada. Al resplandor del fuego que la mujeratizabaconunsoplillo,Jordanvioelrostrodelamuchacha,subrazoinmóvilylasgotasqueseescurríandelacucharaycaíanenlatarteradehierro.

—¿Quéesesoquetraes?–preguntóPablo.

—Miscosas–dijoJordanydejólosdosfardosunpocoseparadosunodelotroalaentradadelacueva,enelladoopuestoaldelamesa,queeratambiénelmásamplio.

—¿Nopuedesdejarlofuera?–preguntóPablo.

—Alguien podría tropezar con ellos en la oscuridad –dijo Jordan, y,acercándosealamesadejósobreellalacajadecigarrillos.

—Nomegustatenerdinamitaenlacueva–dijoPablo.

—Está lejos del fuego –dijo Jordan–. Coged cigarrillos. –Pasó el dedopulgar por el borde de la caja de cartón, en la que había pintado un granacorazadoencolores,yofreciólacajaaPablo.

AnselmoacercóuntaburetedecuerosincurtiryJordansesentójuntoalamesa.Pablosequedómirándole,comosifueraahablardenuevo,peronodijonada,limitándoseacogeralgunoscigarrillos.

Jordan pasó la caja a los demás.No se atrevía aún amirarlos de frente,peroobservóqueunodeloshombrescogíacigarrillosylosotrosdosno.TodasuatenciónestabapuestaenPablo.

—¿Cómovaeso,gitano?–preguntóaRafael.

—Bien –contestó el interrogado. Jordan habría asegurado que estabanhablando de él cuando entró en la cueva. Hasta el gitano se encontrabamolesto.

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—¿Tedejaráquecomasotravez?–insistióJordanrefiriéndosealamujer.

—Sí, ¿por qué no? –dijo el gitano. El ambiente amistoso y jovial de latardesehabíadisipado.

LamujerdePablo,sindecirnada,seguíasoplandolasbrasasdelfogón.

—Uno que se llamaAgustín dice que se aburre por ahí arriba –explicóJordan.

—Elaburrimientonomata–dijoPablo–.Dejadle.

—¿Hay vino? –preguntó Jordan, sin dirigirse a ninguno en particular, einclinándoseapoyólasmanosenlamesa.

—Haquedadounpoco–dijoPablodemalagana.

Jordan decidió que sería conveniente observar a los otros y tratar deaveriguarcómoibanlascosas.

—Entoncesquerríaunjarrodeagua.Tú–dijo,llamandoalamuchachayacentuandoeltúcondesenvoltura–,tráemeunatazadeagua.

Lamuchachamiró a lamujer, que no dijo nada ni dio señales de haberoído.Luegofueaunbarreñoqueteníaaguayllenóunataza.Volvióalamesay la puso delante de Jordan, que le sonrió. Al mismo tiempo contrajo losmúsculosdelvientreyvolviéndoseunpocohacialaizquierda,ensutaburete,hizo que se deslizara la pistola a lo largo de su cintura hasta el lugar quedeseaba.Bajólamanohaciaelbolsillodelpantalón.Pablonolequitabaojodeencima. Jordan sabíaque todos lemiraban,peroélnomirabamásqueaPablo.Sumanosaliódelbolsilloconlacantimplora.Desenroscóyluegoalzóla tapa,bebió lamitadde sucontenidoydejócaer lentamenteenel interiorunasgotasdellíquidodelacantimplora.

—Esdemasiado fuerte para ti; si no, te daría para que lo probases –dijoJordanalamuchacha,volviendoasonreírle–.Quedapoco;sino,teofrecería–dijoaPablo.

—Nomegustaelanís–dijoPablo.

EloloracreprocedentedelatazahabíallegadoalotroextremodelamesayPablohabíareconocidoelúnicocomponentequeleerafamiliar.

—Mealegro–dijoJordan–,porquequedamuypoco.

—¿Québebidaesésa?–preguntóelgitano.

—Esunamedicina–dijoJordan–.¿Quieresprobarla?

—¿Paraquésirve?

—Para nada –contestó Jordan–, pero lo cura todo. Si tienes algo que te

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duela,estotelocurará.

—Déjameprobarlo–pidióelgitano.

Jordanempujólatazahaciaél.EraunlíquidoamarillentomezcladoconelaguayJordanconfióenqueelgitanonotomaríamásqueuntrago.Quedabarealmentemuypocoyuntragodeestabebidareemplazabaparaéltodoslosperiódicos de la tarde, todas las veladas pasadas en los cafés, todos loscastaños,quedebíandeestarenflorenaquellaépocadelaño; losgrandesylentos caballos de los bulevares, las librerías, los quioscos y las salas deexposiciones,elParqueMontsouris,alEstadioBuffalo,laButteChaumont,laGuarantyTrustCompany,laliedelaCité,elviejohotelFoyotyelplacerdeleerydescansarpor lanoche; todas las cosas, en fin, que él había amadoyolvidadoyqueretornabanconaquelbrebajeopaco,amargo,queentorpecíalalengua, que calentaba el cerebro, que acariciaba el estómago; con aquelbrebajeque,ensuma,hacíacambiarlasideas.

Elgitanohizounamuecayledevolviólataza.

—Hueleaanís,peroesmásamargoquelahiel–dijo–;esmejorestarmaloquetenerquetomaresamedicina.

—Esajenjo–explicóJordan–.Esunverdaderomatarratas.Sesuponequedestruyeelcerebro,peroyonolocreo.Solamentecambialasideas.Hayquemezclarelaguamuydespacio,gotaagota.Peroyolohehechoalrevés:loheechadoalagua.

—¿Qué es lo que está usted diciendo? –preguntó Pablo, malhumorado,dándosecuentadelaburla.

—Estaba explicándole cómo se hace esta medicina –repuso Jordan,sonriendo–.LacompréenMadrid.Era laúltimabotellaymehaduradotressemanas. –Tomó un buen sorbo y notó que por su lengua se extendía unasensacióndedelicadaanestesia.MiróaPabloyvolvióasonreír.

—¿Cómovanlascosas?–preguntó.

PablonocontestóyJordanobservódetenidamentealosotrostreshombressentadosalamesa.Unodeellosteníaunacaragrande,chataymorenacomoun jamónserrano,con lanarizaplastaday rota;el largoydelgadocigarrillorusoquesosteníaenlacomisuradeloslabioshacíaqueelrostroparecieseaúnmás aplastado. Tenía un pelo gris, como erizado, y un rastrojo de barbasigualmente gris, y llevaba la habitual blusa negra de los campesinos,abrochadahastaelcuello.BajólosojoshacialamesacuandoJordanlemiró,pero lo hizo de una forma tranquila; sin parpadear. Los otros dos eran,evidentemente, hermanos; se parecían mucho: los dos eran bajos,achaparrados, de pelo negro, que les crecía a dos dedos de la frente, ojos

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oscurosypielcetrina.Unodeellosteníaunacicatrizquelecruzabalafrentesobreelojoizquierdo.MientrasJordanlosobservaba,ellosledevolvieronlamirada con tranquilidad. Uno de ellos podría tener veintiséis o veintiochoaños;elotroeraposiblementealgomayor.

—¿Quéesloquemiras?–preguntóunodeloshermanos,eldelacicatriz.

—Teestoymirandoati–dijoJordan.

—¿Tengoalgoraroenlacara?

—No–dijoJordan–;¿quieresuncigarrillo?

—Venga–dijoelhermano.Nolohabíaqueridoantes–.Soncomolosquellevabaelotro,eldeltren.

—¿Estuvoustedeneltren?

—Estuvimostodoseneltren–contestóelhermanocalmosamente–.Todos,menoselviejo.

—Esoesloquedeberíamoshacerahora–dijoPablo–.Otrotren.

—Podemoshacerlo–dijoJordan–.Despuésdelpuente.

VioquelamujerdePablosehabíavueltodefrenteyestabaescuchando.Cuandopronunciólapalabrapuente,todosguardaronsilencio.

—Después del puente –volvió a decir Jordan con intención. Y tomó untragodeajenjo.«Serámejorponerlascartassobrelamesa–pensó–.Detodasformas,meveréobligadoahacerlo.»

—Noestoyporlodelpuente–dijoPablo,mirandohacialamesa–.Niyonimigente.

Jordannolediscutió.MiróaAnselmoylevantóeljarro.

—Entoncestendremosquehacerlosolos,viejo–ysonrió.

—Sinesecobarde–dijoAnselmo.

—¿Quéesloquehasdicho?–preguntóPabloalviejo.

—Nohedichonadaparati;nohablabaparati–contestóAnselmo.

RobertJordanmiróalotroladodelamesa,haciadondelamujerdePabloestaba de pie, junto al fuego. No había dicho nada ni había hecho ningúngesto.Peroentoncesempezóadeciralgoalamuchacha,algoqueélnopodíaoír,ylachicaselevantódelrincónqueocupabajuntoalfuego,sedeslizóalamparodelmuro,levantólamantaquetapabalaentradadelacuevaysalió.«Creoquelofeovaaplantearseahora–pensóRobertJordan–.Creoqueyasehaplanteado.Nohubieraqueridoquelascosasocurrierandeestemodo,pero

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parecequesucedenasí.»

—Bueno, haremos lo del puente sin tu ayuda –dijo Jordan a Pablotuteándolederepente.

—No –replicó Pablo, y Jordan vio que su rostro se había cubierto desudor–.Túnoharásvolaraquíningúnpuente.

—¿No?

—Túnoharásvolaraquíningúnpuente–insistióPablo.

—¿Ytú?–preguntóJordan,dirigiéndosealamujerdePablo,queestabadepie,tranquilayarrogantejuntoalfuego.Lamujersevolvióhaciaellosydijo:

—Yoestoyporlodelpuente.–Surostro,iluminadoporelresplandordelfogón,aparecíaoscuro,bronceadoyhermoso,comoeldeunaestatua

—¿Quédicestú?–preguntóPablo,yJordanvioquesesentíatraicionadoyqueelsudorlecaíadelafrentealvolverhaciaellalacabeza.

—Yoestoypor lodel puentey contra ti –dijo lamujerdePablo–.Nadamásqueeso.

—Yotambiénestoyporlodelpuente–dijoelhombredelacaraaplastadaylanarizrota,estrujandolacolilladelcigarrillosobrelamesa.

—Amí el puente nome dice nada –opinó uno de los hermanos–; peroestoyconlamujerdePablo.

—Lomismodigo–comentóelotrohermano.

—Yyo–dijoelgitano.

Jordan observaba a Pablo y, mientras le observaba, iba dejando caer sumanoderechacadavezmásabajo,dispuesta,sifueranecesario,yesperandocasi que lo fuera, sintiendo que acaso lo más sencillo y fácil fuera que seprodujesenlascosasasí,perosinquererestropear loquemarchabatanbien,sabiendoquetodaunafamilia,unabandaounclanpuederevolverseenunadisputa contra un extraño; pero pensando, sin embargo, que lo que podíahacerseconlamanoeralomássimpleylomejor,yquirúrgicamentelomássano, una vez que las cosas se habían planteado como se habían planteado;Jordan veía al mismo tiempo a la mujer de Pablo, parada allí, como unaestatua,sonrojarseorgullosamenteanteaquelloscumplidos.

—YoestoyconlaRepública–dijolamujerdePabloimpetuosamente–.YlaRepúblicaeselpuente.Despuéstendremostiempodehacerotrosplanes.

—¡Ytú!–dijoPabloamargamente–,contucabezadetoroytucorazóndeputa,¿creesquehabráundespués?¿Tieneslamásmínimaideadeloquevaapasar?

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—Pasaráloquetengaquepasar–repusolamujerdePablo–.Pasaráloquetengaquepasar.

—¿Y no quiere decir nada para ti el verte arrojada como una bestiadespués de ese asunto, del que no vamos a sacar ningún provecho? ¿No teimportamorir?

—No –contestó la mujer de Pablo–. Y no trates de meterme miedo,cobarde.

—Cobarde–repitióPabloamargamente–.Tratasaunhombredecobardeporque tiene sentido táctico. Porque es capaz de ver de antemano lasconsecuenciasdeunalocura.Noescobardíasaberloqueeslocura.

—Nieslocurasaberloqueescobardía–dijoAnselmo,incapazderesistirlatentacióndehacerunafrase.

—¿Tienesganasdemorirte?–preguntóPablo,yJordanvioquelapreguntaibaenserio.

—No.

—Entonces, cierra el pico; hablas demasiado de cosas que no entiendes.¿Notedascuentadequeestamosjugandoenserio?–dijodeunaformacasiafectuosa–.Yosoyelúnicoquevelogravedelasituación«Locreo–pensóJordan–. Lo creo, Pablito, amigo; yo también lo creo. Nadie se da cuenta.Exceptoyo.Túerescapazdedartecuentaydeverlo,ylamujerlohaleídoenmimano,peronohasidocapazdeverlotodavía.No,todavíanohasidocapazdecomprenderlo.»

—¿Esquenosoyel jefeaquí?–preguntóPablo–.Yoséde loquehablo.Vosotrosnolosabéis.Elviejonotienecabeza.Esunviejoquenosirvemásqueparadarrecadosyparahacerdeguíaenlasmontañas.Esteextranjerohavenidoaquíahacerunacosaqueesbuenaparalosextranjeros.Yporsuculpatenemos que ser sacrificados.Yo estoy aquí para defender la seguridad y elbienestardetodos.

—Seguridad –comentó la mujer de Pablo–. No hay nada que puedallamarse así. Hay ahora tanta gente aquí, buscando la seguridad, que todoscorremospeligro.Buscandolaseguridadtúnospierdesahoraatodos.

Estabajuntoalamesaconelgrancucharónenlamano.

—Podemossentirnosseguros–dijoPablo–;enmediodelpeligropodemossentirnossegurossisabemosdóndeestáelpeligro.Escomoeltoreroquesabeloquehace,quenosearriesgasinnecesidadysesienteseguro.

—Hastaqueescogido–dijolamujeragriamente–.¡Cuántasvecesheoídoyoalostorerosdeciresoantesquelesdieranunacornada!¡Cuántasveceshe

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oídoaFinitodecirque todoconsisteensaberonosabercómosehacen lascosasyqueeltoronoatrapanuncaalhombre,sinoqueeselhombrequiensedejaatraparentreloscuernosdeltoro!Siemprehablanasí,conmuchoorgullo,antesdesercogidos.Luego,cuandovamosaverlosalaclínica–ysepusoahacer gestos, como si estuviera junto al lecho del herido–: «¡Hola, cariño,hola!»–dijoconvozsonora.Yluego,imitandounavozcasiafeminada,ladeltorero herido–: «Buenas, compadre. ¿Cómo va eso, Pilar?» «¿Qué te hapasado,Finito,chico,cómotehaocurridoestecochinoaccidente?»–volvióadecir, con su poderosa voz. Luego, con voz débil, delgada–: «No es nada,Pilar;noesnada.Nodebierahabermeocurrido.Lematéestupendamente,yasabes. No hubiera podido matarle mejor. Luego, después de matarle comodebía y de dejarle enteramente muerto, cayéndose por su propio peso ytemblándole las patas, me aparté con cierto orgullo y mucho estilo, y pordetrás memetió el cuerno entre las nalgas y me lo sacó por el hígado.» –Rompió a reír, dejando de imitar el habla casi afeminada del torero yrecobrandosupropiotonodevoz.–Túytuseguridad.Ymelodicesamí,quehevividonueveañoscontresdelostorerospeorpagadosdelmundo.Ymelodicesamí,queséunratodeloqueeselmiedoydeloqueeslaseguridad.Háblameamídeseguridad.Ytú.¡Quéilusionespuseyoentiycómomehaschasqueado! En un año de guerra te has convertido en un holgazán, en unborrachoyenuncobarde.

—Notienesderechoahablarasí–dijoPablo–.Ymuchomenosdelantedegenteextrañaydeunextranjero.

—Hablo como me da la gana –dijo la mujer de Pablo–. ¿Habéis oído?¿Todavíacreesqueerestúquienmandaaquí?

—Sí–dijoPablo–.Soyyoquienmandaaquí.

—Nienbroma–dijolamujer–.Aquímandoyo.¿Lohabéisoídovosotrostambién?Aquínomandanadiemásqueyo.Túpuedesquedarte,siquieres,ycomerdeloqueyoguisoybeberelvinoqueguardo;perosinabusarmucho.Puedestrabajarconlosdemás,siquieres,perolaquemandaaquísoyyo.

—Debieramatarteatiyalextranjero–dijoPablo,sombrío.

—Inténtalo–dijolamujerdePablo–;yaveremosloquepasa.

—Unatazadeaguaparamí–dijoJordan,sindejardemiraralhombredela cabezota siniestra y a la mujer, que seguía de pie, llena de arrogancia ysosteniendoelcucharóncontantaautoridadcomosifueseuncetro.

—María–llamó lamujerdePablo,ycuando lamuchachaaparecióen lapuerta,dijo–:Aguaparaestecamarada.

Jordansacódelbolsillosucantimplorayalcogerlaaflojó ligeramente la

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pistola del estuche y la deslizó junto a su cadera.Echó por segunda vez unpocodeajenjoensutazadeagua,cogiólaquelamuchachaacababadetraerleyempezóaecharelaguaalajenjogotaagota.Lamuchachasequedóenpie,asulado,observándole.

—Vete fuera –dijo la mujer de Pablo, haciéndole un ademán con lacuchara.

—Afuera hace frío –contestó la chica, apoyando el codo en la mesa yacercandolamejillaaJordan,paraobservarmejor loquesucedíaenla taza,dondeellicorestabaempezandoaformarnubéculas.

—Puedequelohaga–dijolamujerdePablo–,peroaquíhacedemasiadocalor.–Yluegoañadióamablemente:–Enseguidatellamo.

Lamuchachamoviólacabezaysalió.

«Nocreoquevayaaaguantarmucho»,sedijoJordan.Levantólatazaconunamano y apoyó la otra demanera abierta en la pistola.Había corrido elseguro y sentía ahora el contacto tranquilizador y familiar de la culata, delabradogastado, casi lisopor el uso,y la fresca compañíadelgatillo.Pablohabíadejadodemirarleymirabaalamujer,queprosiguió:

—Escucha,borracho,¿sabesyaquiénmandaaquí?

—Mandoyo.

—No,oye.Abrebienlosoídosyquítatelaceradelasorejaspeludas.Laquemandasoyyo.

Pablolamiróyporlaexpresióndesurostronopodíaaveriguarseloquepensaba.Lamiróresueltamenteunossegundosyluegomiróalotroladodelamesa,adondeestabaJordan.Luegovolvióamiraralamujer.

—Estábien;túmandas–asintió–.Ysiasíloquieres,élmandatambién.Ypodéisiroslosdosaldiablo.–Mirabaahoracaraacaraalamujerynoparecíadejarse dominar por ella ni haberse turbado por lo que le había dicho.– Esposiblequeseaunholgazányquebebademasiado.Ypuedespensarquesoyuncobarde,aunqueteengañas.Pero,sobretodo,nosoyunestúpido–hizounapausa–. Puedesmandar si quieres, y que te aproveche.Y ahora, si eres unamujer,ademásdesercomandante,danosalgodecomer.

—María –gritó la mujer de Pablo. Lamuchachametió la cabeza por lamantaquetapabalaentradadelacueva–.Entraysirvelasopa.

Lachicaentró,comoseledecía,yacercándosealamesabajaquehabíajunto al fogón, cogió unas escudillas de hierro esmaltado y las acercó a lamesa.

—Hayvinoparatodos–dijolamujerdePabloaJordan–;ynohagascaso

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deloquediceeseborracho.Cuandoseacabe,conseguiremosmás.Acabaesacosatanraraqueestásbebiendoytomauntragodevino.

Jordan apuró de un trago el ajenjo que le quedaba y sintió que un calorsuave,agradable,vaporoso,húmedo,todaunaseriedereaccionesquímicas,seproducíanenél.Tendiósutazaparaquelesirvieranvino.Lachicaselallenóyseladevolviósonriendo.

—¿Hasvistoelpuente?–preguntóelgitano.

Losotros,quenohabíanabierto labocadespuésdelhomenajerendidoaPilar,mostrabanahoramuchointerésenescuchar.

—Sí–contestóJordan–;esfácildevolar.¿Queréisqueosloexplique?

—Sí,hombre,explícalo.

Jordansacódesubolsilloelcuadernodenotasylesenseñólosdibujos.

—Mira–dijoelhombredelacaraaplastada,alquellamabanPrimitivo–;¡siesmismamenteelpuente!

Jordan,ayudándoseconel lápiz,aguisadepuntero,explicócómoteníanquevolarelpuenteydóndeteníanquesercolocadaslascargas.

—¡Quécosamássencilla!–dijoelhermanodelacicatriz,alcualllamabanAndrés–.¿Ycómohacesqueexploten?

Jordan lo explicó también y mientras daba la explicación notó que lamuchachahabíaapoyadoelbrazoensuhombroparamirarmáscómodamente.Lamujer de Pablo estabamirando igualmente. Sólo Pablo parecía no tenerinterésy sehabía sentadoaparteconsu tazadevino,quedevezencuandovolvíaa llenarenelbarreñoquehabíacolmadoantesMaríaconelvinodelpellejocolgadoalaentradadelacueva.

—¿Hashechoyaotrasvecesestetrabajo?–preguntólachicaenvozbajaaJordan.

—Sí.

—¿Ypodremosvertecómolohaces?

—Sí,¿porquéno?

—Loverás–dijoPablodesdeelotroladodelamesa–.Estoysegurodequeloverás.

—Cállate–dijolamujerdePablo.Yderepente,acordándosedelaescenade aquella tarde, se puso furiosa–.Cállate, cobarde; cállate, asesino; cállate,mochuelo.

—Bueno–dijoPablo–,mecallaré.Erestúquienmandaahoraynoquiero

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impedirquemiresesosdibujostanbonitos.Peroacuérdatedequenosoyunidiota.

LamujerdePablosintióquesurabiaseibacambiandoentristezayenunsentimientoquehelaba todaesperanzay confianza.Conocía ese sentimientodesdequeeraniñay sabíaelmotivo,comoconocía lascosasque lohabíancreado durante toda su vida. Se había presentado de repente y trató deahuyentarlo. No quería dejarse tocar por él, no quería que tocara a laRepública.Asíesquedijo:

—Vamosacomer.María,llenalasescudillas.

CAPÍTULOQUINTO

RobertJordanlevantólamantaquetapabalaentradadelacuevayalsalirrespiró a fondo el fresco aire de la noche. La niebla se había disipado ybrillaban las estrellas.No hacía viento y, lejos del aire viciado de la cueva,cargadodelhumodeltabacoydelfogón;liberadodeloloraarroz,acarne,aazafrán,apimientosyaaceitefrito;deloloravinodelgranpellejocolgadodelcuello juntoa laentrada,con lascuatropatasextendidas,porunade lascuales se sacaba el líquido que quedaba goteando cada vez que se hacía ylevantabaelolorapolvodel suelo; liberadodelolorde lasdistintashierbascuyosnombresnisiquieraconocía,quecolgabanenmanojosdeltecho,alladode largas ristras de ajos; libre del olor a perra gorda, vino tinto y ajos,mezcladoconelsudorequinoyelsudordehombresecadobajolaropa(acreycansadoelolordelhombre,dulceyenfermizoelolordelcaballo,olordepielreciéncepillada);libredetodosesosolores,Jordanrespiróprofundamenteelairelimpiodelanoche,elairedelasmontañasqueolíaapinosyarocío,alrocíodepositadosobrelahierbadelapraderaalpiedelarroyo.Elrocíohabíaidocayendoconabundanciadesdequesehabíacalmadoelviento;peroaldíasiguiente,pensóJordan,respirandocondelicia,seríaescarcha.

Mientraspermanecíaallí,respirandoaplenopulmónyescuchandoelpulsodelanoche,oyóprimerodisparosenlalejaníayluegoelgritodeunalechuzaen el bosque, más abajo, hacia donde se había montado el corral de loscaballos.Despuésoyóenelinteriordelacuevaalgitanoquehabíaempezadoacantaryelrasgueosuavedeunaguitarra:

Medejarondeherenciamispadres...

Lavoz,artificialmentequebrada,seelevóbruscamenteyquedócolgadaenunanota.Luegoprosiguió:

Medejarondeherenciamispadres,ademásdelalunayelsol...

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Alsonidodelaguitarrahizoecounaplausocoreado.

—Bueno –oyó decir Jordan a alguien–. Cántanos ahora lo del catalán,gitano.

—No.

—Sí,hombre,sí;lodelcatalán.

—Bueno–dijoelgitano,yempezóacantarconvozlamentosa:

Tengo nariz aplasta, tengo cara charola, pero soy un hombre como losdemás.

—Ole–dijoalguien–.Adelante,gitano.Lavozdelgitanoseelevó,trágicayburlona:

GraciasaDiosquesoynegroyquenosoycatalán.

—Esoesmuchoruido–dijoPablo–.Cállate,gitano.

—Sí–seoyódeciraunavozdemujer–.Esonoesmásqueruido.Podríasdespertaralaguardiacivilconesevozarrón.Peronotienesclase.

—Cantaréotracosa–dijoelgitano,yempezóarasguearlaguitarra.

—Guárdatelaparaotraocasión–dijolamujer.

Laguitarracalló.

—Noestoyenvenaestanoche.Asíesquenosehaperdidonada–dijoelgitano,y,levantandolamanta,salió.

Jordanvioquesedirigíaaunárbol;luegoseacercóaél.

—Roberto–dijoelgitanoenvozbaja.

—¿Quéhay,Rafael?–preguntóJordan.Veíaporlavoz'quelehabíahechoefecto el vino.También él habíabebidodos ajenjosy algodevino, pero sucabezaestabaclaraydespejadaporelesfuerzodelapeleaconPablo.

—¿PorquénohasmatadoaPablo?–preguntóelgitano, siempreenvozbaja.

—¿Paraquéibaamatarle?

—Tendrásquematarlemásprontoomástarde.¿Porquénoaprovechastelaocasión?

—¿Estáshablandoenserio?

—Pero¿quétefigurasqueestábamosesperandotodos?¿Porquécrees,sino, que la mujer mandó a la chica fuera? ¿Crees que es posible continuar,despuésdeloquesehadicho?

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—Teníaisquematarlevosotros.

—¡Qué va! –dijo el gitano tranquilamente–. Eso es asunto tuyo. Hemosesperadotresocuatrovecesquelematases.Pablonotieneamigos.

—Semeocurriólaidea–dijoJordan–;peroladeseché.

—Todossehandadocuenta.Todoshanvistolospreparativosquehacías.¿Porquénolemataste?

—Penséquepodríamolestaralosotrosoalamujer.

—¡Quéva!Lamujerestabaesperandocomounaputaquecaigaunpájarodecuenta.Eresmásjovendeloqueaparentas.

—Esposible.

—Mátaleahora–acucióelgitano.–Esoseríaasesinar.

—Mejor que mejor –dijo el gitano, bajando la voz–. Correrías menospeligro.Vamos,mátaleahoramismo.

—No puedo hacerlo; sería repugnante y no es así como tenemos quetrabajarporlacausa.

—Provócale entonces –dijo el gitano–; pero tienes quematarle. No haymásremedio.

Mientrashablaban,unalechuzarevoloteóentrelosárboles,sinromperladulzuradelanoche,descendiómásallá,yseelevódenuevobatiendolasalasconrapidez,perosinhacerelruidodeplumasquehaceunpájarocuandocaza.

—Miraesebicho–dijoelgitanoen laoscuridad–.Asídebieranmoverseloshombres.

—Ydedíaestarciegaenunárbol,conloscuervosalrededor–dijoJordan.

—Esoocurreraravez–dijoelgitano–.Yporcasualidad.Mátale–insistió–.Noledejesqueacarreemásdificultades.

—Hapasadoelmomento.

—Provócale–insistióelgitano–.Oaprovéchatedelacalma.

Lamantaquetapabalapuertadelacuevaselevantóyunrayodeluzsaliódelinterior.Alguienseadelantabahaciaellosenlaoscuridad.

—Es una hermosa noche –dijo el hombre, con voz gruesa y tranquila–.Vamosatenerbuentiempo.

EraPablo.

Estabafumandounodeloscigarrillosrusos,yalresplandordelcigarrilloen losmomentos en que aspiraba, aparecía dibujada su cara redonda. Podía

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distinguirsealaluzdelasestrellassucuerpopesadodelargosbrazos.

—Nohagascasodelamujer–dijo,dirigiéndoseaJordan.Enlaoscuridad,el cigarrillo era un punto brillante que descendía según bajaba lamano–.Avecesnosdaquehacer.Peroesunabuenamujer;muylealalaRepública.–Lapuntadelcigarrillobrillabaconmásfuerzaalhablar.Debíadeestarhablandoahora con el cigarrillo en la comisura de los labios, pensó Jordan.– Nodebemos tenerdiferencias; tenemosque estar de acuerdo.Mealegrodequehayasvenido.–Elcigarrillovolvióabrillarconmásfuerza.–Nohagascasodelas disputas –dijo–; te doy la bienvenida. Perdóname ahora –añadió–; tengoqueiraversiestánatadosloscaballos.

Y cruzó entre los árboles, bordeando el prado. Oyeron a un caballorelincharmásabajo.

—¿Hasvisto?–preguntóelgitano–.¿Hasvisto?Haconseguidoescaparseotravez.

RobertJordannocontestó.

—Mevoyabajo–dijoelgitano,irritado.

—–¿Vasahaceralgo?

—¡Quéva!Peroalmenospuedoimpedirlequeseescape.

—¿Puedeescaparseconuncaballodesdeahíabajo?

—No.

—Entonces,veallugardesdedondepuedasimpedírselo.

—Agustínestáallí.

—Ve,entonces,yhablaconAgustín.Cuéntaleloquehasucedido.

—Agustínlemataríadebuenagana.

—Menosmal–dijoJordan–.Veydileloquehapasado.

—¿Ydespués?

—Yovoyahoramismoalprado.

—Bueno,hombre,bueno.–NopodíaverlacaradeRafaelenlaoscuridad,perosediocuentadequesonreía.–Ahoratehasajustadolosmachos–dijoelgitano,satisfecho.

—VeaveraAgustín–dijoJordan.

—Sí,hombre,sí–dijoelgitano.

Robert Jordancruzóa tientasentre lospinos,yendodeunárbolenotro,hastallegaralalindedelapradera,endondeelfulgordelasestrellashacíala

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sombramenosdensa.Recorriólapraderaconlamiradayvioentreeltorrentey él lamasa sombría de los caballos atados a las estacas. Los contó.Habíacinco.Jordansesentóalpiedeunpino,conlosojosfijosenlapradera.

«Estoy cansado –pensó–, y quizá no tenga la cabeza despejada; peromimisióneselpuente,ypara llevar a caboestamisiónnodebocorrer riesgosinútiles.Desde luego,aveces secorreungrave riesgopornoaprovecharelmomento.Hastaahorahe intentadodejarque lascosassigansucurso.Siesverdad, como dice el gitano, que esperaban que matase a Pablo, hubieradebidomatarle.Peronuncahecreídoquedebíahacerlo.Paraunextranjero,matarendondetienequeasegurarseluegolacolaboracióndelasgentesesmalasunto.

»Puede uno permitirse hacerlo en plena acción, cuando se apoya en unasólida disciplina. En este caso pienso que me hubiera equivocado. Sinembargo,lacosaeratentadorayparecíalomássencilloyrápido.Peronocreoquenadasearápidonisencilloenestepaís,y,pormuchaconfianzaquetengaenlamujer,nosepuedeaveriguarcómohubierareaccionadoellaanteunactotanbrutal.Vermoriraalguienenunlugarcomoéstepuedeseralgofeo,sucioyrepugnante.Esimposiblepreverlareaccióndeesamujer.Ysinellaaquí,nohayniorganizaciónnidisciplina;yconellatodopuedemarcharbien.Loidealseríaquelemataseella,oelgitanoperonoloharán,oelcentinela,Agustín.Anselmolematarásiselopido;perodicequenolegusta.AnselmodetestaaPablo,estoyconvencido,yconfíaenmí;creeenmícomorepresentantedelascosasenquecree.Sóloély lamujercreenverdaderamenteen laRepública,porloquesemealcanza;peroestodavíademasiadoprontoparaestarsegurodeello.»

Comosusojosempezabanaacostumbrarsealaluzdelasestrellas,vioaPablodepie,juntoaunodeloscaballos.Elcaballodejódepastar,levantólacabezaylabajóluego,iracundo.Pabloestabadepiejuntoalcaballo,apoyadocontraél,desplazándoseconél todo loque lacuerdapermitíadesplazarsealcaballo y acariciándole el cuello. Al caballo le molestaban sus cariciasmientrasestabapastando.JordannopodíaverloquehacíaPablonioírloquedecíaalcaballo;perosedabacuentadequenolehabíadesatadoniensillado.Asíesquepermanecióallíobservando,conlaintencióndeverclaramenteelasunto.

«Micaballobonito»,decíaPabloalanimalenlaoscuridad.Eraaungransementalalquehablaba.«Micaballobonito,micaballitoblanco,conelcuelloarqueado, como el viaducto de mi pueblo.» Hizo una pausa. «Pero másarqueadoymáshermoso.»Elcaballojuntabaelpastoinclinandolacabezadeun lado aotropara arrancar lasmatas, importunadopor el hombreypor sucharla.«Túnoeresunamujerniunloco»,decíaPabloalcaballobayo.

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«Micaballobonito,mi caballo, túno eresunamujer comounvolcánniuna potra de chiquilla con la cabeza rapada; una potranca mamona. Tú noinsultasnimientesniteniegasacomprender.Micaballo,micaballobonito.»

Hubiera sidomuy interesante paraRobert Jordan poder oír lo quePablohablabaalcaballobayo;peronoleoía,yconvencidodequePablonohacíamás que cuidar de sus caballos y habiendo decidido que no era oportunomatarle, se levantó y se fue a la cueva. Pablo estuvo mucho tiempo en lapradera hablando a su caballo.El caballo no comprendía nada de lo que suamoledecía.Poreltonodelavoz,barruntabaqueerancosascariñosas.Habíapasadotodoeldíaenelcercadoyteníahambre.Pastabaimpacientedentrodelos límites de la cuerda y el hombre le aburría. Pablo acabó por cambiar elpiquetede sitioy estarse cercadel caballo sinhablarmás.El caballo siguiópaciendo,satisfechodequeelhombrenolemolestaraya.

CAPÍTULOSEXTO

Una vez dentro de la cueva, Robert Jordan se acomodó en uno de losasientosdepielsincurtirquehabíaenunrincón,cercadelfuego,ysepusoaconversar con la mujer, que estaba fregando los platos, mientras María, lachica, los secaba y los iba colocando, arrodillándose para hacerlo ante unahendiduradelmuro,lacualseusabacomoalacena.

—Esextraño–dijolamujer–queelSordonohayavenido.Deberíahaberllegadohaceunahora.

—¿Leavisóustedparaqueviniese?

—No;vienetodaslasnoches.

—Quizásestéhaciendoalgo,algúntrabajo.

—Esposible –dijo lamujer–; pero si noviene, tendremosque ir a verlemañana.

—Ya.¿Estámuylejosdeaquí?

—No,peroseráunbuenpaseo.Mehacefaltaejercicio.

—¿Puedoiryo?–preguntóMaría–.¿Podríairyotambién,Pilar?

—Sí, hermosa –contestó lamujer, volviendo hacia ella su caramaciza–.¿Verdadqueesguapa?–preguntóaRobertJordan–.¿Quéteparece?¿Unpocodelgada?

—Amímeparecemuybien–contestóRobertJordan.

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Maríalesirvióunatazadevino.

—Beba esto –le dijo–; le hará vermemás guapa.Hay que bebermuchoparavermeguapa.

—Entoncesvalemásquenobeba–dijoJordan–.Meparecesyaguapa,ymásqueguapa–dijotuteándolaabiertamente.

—Así se habla –dijo la mujer–. Tú hablas como los buenos de verdad.¿Quémástienesquedecirdeella?

—Que es inteligente –respondió Jordan, de unamanera vacilante.Maríadejóescaparunarisitaylamujermoviólacabezalúgubremente.

—¡Québienhabíaustedempezadoyquémalacaba,donRoberto!

—NomellamesdonRoberto.

—Esunabroma.AquídecimosenbromadonPabloydecimosenbromaseñoritaMaría.

—Nomegustaesaclasedebromas–dijoJordan–.Camaradaeselmodocomodebiéramosllamarnostodosenestaguerra.Cuandosebromeatanto,lascosascomienzanaestropearse.

—Eresmuymístico tú con tu política –dijo lamujer, burlándose de él–.¿Notegustanlasbromas?

—Sí,megustanmucho,peronoconlosnombres.Elnombreescomounabandera.

—Amíme gusta reírme de las banderas. De cualquier bandera –dijo lamujer,echándoseareír–.Paramí,cualquierapuedebromearsobrecualquiercosa. A la vieja bandera roja y gualda la llamábamos pus y sangre. A labanderade laRepública,consu franjamorada, la llamábamossangre,pusypermanganato.Yeraunabroma.

—Élescomunista–aseguróMaría–,yloscomunistassongentemuyseria.

—¿Erescomunista?

—No.Yosoyantifascista.

—¿Desdehacemuchotiempo?

—Desdequecomprendíloqueeraserfascista.

—¿Cuántotiempohacedeeso?

—Cercadediezaños.

—Esonoesmuchotiempo–dijo lamujer–.Yohaceveinteañosquesoyrepublicana.

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—Mi padre fue republicano de toda la vida –dijo María–. Por eso lemataron.

—Mi padre fue republicano toda la vida también. Y también lo fue miabuelo–dijoRobertJordan.

—¿Endóndefueeso?

—EnlosEstadosUnidos.

—¿Mataronatupadre?–preguntólamujer.

—¡Quéva!–dijoMaría–.LosEstadosUnidosesunpaísderepublicanos.Allínomatananadieporserrepublicano.

—Detodosmodos,esunacosabuenatenerunabuelorepublicano–dijolamujer–.Esseñaldebuenacasta.

—MiabueloformópartedelComitéNacionalRepublicano–dijoJordan.SudeclaraciónimpresionóhastaaMaría.

—¿YtupadrehacetodavíaalgoporlaRepública?–preguntóPilar.

—No,mipadremurió.

—¿Puedepreguntarsecómomurió?

—Sepegóuntiro.

—¿Paraquenoletorturasen?–preguntólamujer.

—Sí–replicóJordan–;paraquenoletorturasen.

Maríalemiróconlágrimasenlosojos:

—Mi padre –dijo– no pudo conseguir ninguna arma. Pero me alegromuchodequesupadretuvieralasuertedeconseguirunarma.

—Sí, tuvomucha suerte –dijo Jordan–. ¿Podríamos ahora hablar de otracosa?

—Entonces,ustedyyosomos iguales–dijoMaría.Pusounamanoensubrazoylemiróalacara.Jordancontemplólamorenacaradelamuchachayvioquelosojosdeellaeranporprimeraveztanjóvenescomoelrestodesusfacciones, sóloque, además, sehabíanvueltode repente ávidos, juveniles yansiosos.

—Podríaisserhermanoyhermanaporlatraza–opinólamujer–.Perocreoqueesunasuertequenoloseáis.

—Ahorayaséporquéhesentidoloquehesentido–dijoMaría–.Ahoraloveotodomuyclaro.

—¡Quéva!–seopusoRobertJordane,inclinándose,lepasólamanoporla

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cabeza.Habíaestadodeseandohaceresotodoeldía,yhaciéndolo,notabaqueselevolvíaaformarunnudoensugarganta.Lachicamoviólacabezabajosumanoysonrió.Yélsintióelcabelloespeso,duroysedosodoblarsebajosusdedos.Luego,lamanosedeslizósolahastasugarganta,peroladejócaer.

—Hazlootravez–dijoella–.Quieroquelohagasmuchasveces.

—Luego–contestóJordan,convozahogada.

—Muybonito–saltólamujerdePablo,convozatronadora–,¿Ysoyyolaquetienequevertodoesto?¿Tengoyoquevertodoestosinquemeimporteun pimiento?No hay quien pueda soportarlo.A falta de alguna cosamejor,tendréqueagarrarmeaPablo.

Maríanolehizocaso,comonohabíahechocasodelosotrosquejugabanalascartasenlamesa,alaluzdeunavela.

—¿Quiereustedotratazadevino,Roberto?–preguntóMaría.

—Sí–dijoél–;venga.

—Vasatenerunborrachocomoyo–dijolamujerdePablo–.Conesacosararaquehabebidoytodolodemás.Escúchame,inglés.

—Nosoyinglés:soyamericano.

—Escucha,entonces,americano.¿Dóndepiensasdormir?

—Afuera;tengounsacodenoche.

—Estábien–aprobóella–.¿Estálanochedespejada?

—Sí,ymuyfría.

—Afuera,entonces–dijoella–;duermeafuera.Ytuscosaspuedendormirconmigo.

—Estábien–contestóJordan.

—Déjanosunmomento–dijoJordanalamuchacha.Ylepusounamanoenelhombro.

—¿Porqué?

—QuierohablarconPilar.

—–¿Tengoquemarcharme?

—Sí.

—¿Dequése trata?–preguntó lamujerdePablocuando lamuchachasehubo alejado hacia la entrada de la cueva donde se quedó de pie, junto alpellejodevino,mirandoaloshombresquejugabanalascartas.

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—Elgitanodijoqueyodebería...–empezóadecirJordan.

—No–ledijolamujer–;estáequivocado.

—Sifueranecesarioqueyo...–insinuóJordandemaneratranquila,aunquepremiosa.

—Eres muy capaz de hacerlo –dijo la mujer–. Lo creo. Pero no esnecesario.Heestadoobservándote.Tucomportamientohasidoacertado.

—Perosifuesenecesario...

—No–insistióella–.Yatelodirécuandoseanecesario.Elgitanotienelacabezaapájaros.

—Unhombrequesesientedébilpuedeserungranpeligro.

—No.Noentiendesnadadeesto.Eseestáyamásalládelpeligro.

—Noloentiendo.

—Eresmuyjoventodavía–afirmóella–.Yaloentenderás.–Luegollamóalamuchacha.–Ven,María.Yahemosacabadodehablar.

LachicaseacercóyJordanextendiólamanoyselapasóporlacabeza.Ella se restregóbajo sumano comoungatito.Hubounmomento enque élcreyóqueinclusoibaallorar.PeroloslabiosdeMaríavolvieronarecuperarsugestohabitual,lemiróalosojosysonrió.

—Harías bien yéndote a la cama –dijo la mujer a Robert Jordan–. Hastrabajadodemasiado.

—Bueno–dijoJordan–;voyabuscarmiscosas.

CAPÍTULOSÉPTIMO

Se quedó dormido en el saco de noche y al despertar creyó que habíadormidomuchotiempo.Elsacoestabaextendidoenelsuelo,alsocairedelosroquedales,másalládelaentradadelacueva.Durmiendo,sehabíavueltodeladoyhabíaidoarecostarsesobrelapistola,quetuvobuencuidadodesujetarcon una correa en torno a su muñeca y colocarla junto a él bajo el saco,cuando se puso a dormir; estaba tan cansado –le dolían los hombros y laespalda, le dolían las piernas, y los músculos se le habían quedado tanentumecidosqueel suelo se le antojóblando–,queelmeroestirarsebajoelsaco, y el roce con el forro de lanilla le había producido una especie devoluptuosidad,esavoluptuosidadquesóloproporcionalafatiga.Aldespertarsepreguntódóndeestaba;recordóybuscólapistolaquehabíaquedadodebajo

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de su cuerpo y se estiró placenteramente, dispuesto a dormir de nuevo, conunamanoapoyadaenellíoderopasenrolladasentornodesusalpargatasqueleservíadealmohada,yelotrorodeandolaimprovisadaalmohada.

Entonces sintió que algo se apoyaba en su hombro y se volviórápidamente,conlamanoderechacrispadasobrelapistoladentrodelsacodenoche.

—¡Ah!,¿erestú?–dijo,y,soltandoelarma,tendiólosbrazoshaciaellaylaatrajohaciasí.Alestrecharlaentresusbrazossintióquetemblaba–.Métetedentro–dijodulcemente–;fuerahacefrío.

—No,nodebo.

—Ven–dijoél–;luegolodiscutiremos.

La muchacha temblaba. Él la tenía sujeta por la muñeca, sosteniéndoladulcementeconelotrobrazo.Ellahabíavueltolacabezaparanoencontrarseconél.

—Vamos,conejito–dijoRobertJordan,ylabesóenlanuca.

—Tengomiedo..'

—Notengasmiedo.Métete.

—¿Cómo?

—Deslízateenelinterior.Haymuchositio;¿quieresqueteayude?

—No –dijo ella y se metió en el saco y un momento después, él,manteniéndolabiensujeta,tratabadebesarlaenloslabiosyellaleesquivabaapoyandolacaraenellíoderopasquehacíadealmohada;perohabíatendidounbrazoalrededordelcuellodeélylomanteníaenesapostura.Luegosintióquesusbrazosseaflojabanyaltratardeatraerlavioquevolvíaatemblar.

—No–dijo,echándoseareír–;noteasustes.Eslapistola.

Cogióelarmaylapusodetrásdeél.

—Medavergüenza–dijoella,conlacarasiemprealejadadelasuya.

—Notienesporqué.Vamos,vamos.

—No,nodebohacerlo.Medavergüenzayestoyasustada.

—No,conejito,porfavor.

—Nodeberíahacerlo;quizátúnomequieras.

—Tequiero.

—Yotequiero también.Sí, tequiero.Ponmelamanoen lacabeza–dijoella,conlacarasiemprehundidaenlaalmohada.Jordanlepusolamanoenla

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cabeza y la acarició, y de repente ella apartó el rostro de la almohada y seencontró en sus brazos, apretada estrechamente contra él, mejilla contramejilla,yrompióallorar.

Él lamantenía inmóvil contra sí, sintiendo toda la esbeltez de su cuerpojoven,leacariciabalacabezaybesabalasalhúmedadesusojos,ymientrasellalloraba,susredondossenosdereciosbotoncitoslerozabanatravésdelacamisaquellevabapuesta.

—Nosébesar–dijoella–;nosécómosehace.

—Nohaynecesidaddebesarse.

—Sí,tengoquebesarte.Tengoquehacerlotodo.

—No hay necesidad de hacer nada. Estamos muy bien así; pero llevasdemasiadaropa.

—¿Quétengoquehacer?

—Yoteayudaré.

—¿Estámejorahora?

—Sí,muchomejor.¿Noteencuentrasmejor?

—Sí,claroquesí.¿Ypodréirmecontigo,comohadichoPilar?

—Sí.

—Peronoaunasilo.Contigo.

—Conmigo;noaunasilo.

—Contigo,contigo,contigo.Contigo,yserétumujer.

Seguíanenlamismaposición,perotodoloqueantesestabacubiertohabíaquedadoahoradescubierto.Endondehabíaestadolarugosidaddelasbastastelaseraahoratodosuavidad,dulzura,suavepresióndeunbultosuave,firmeyredondo,sensacióncontinuadadedelicadafrescurayunmantenerseunidossinfinyunaespeciededolorenelpecho,yuna tristeza terribleyprofundaquequitabalarespiración.RobertJordannopudoaguantarmás,ypreguntó:

—¿Hasqueridoaotros?

—No,nunca.

Peroderepentequedócomodesmayadaentresusbrazos.

—Peromehanhechocosas.

—¿Quiénes?

—Varios.

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Sehabíaquedado inmóvil,comosisucuerpoestuvieramuerto;apartó lacabezadeél.

—Ahoranomequerrás.

—Tequiero–dijoJordan.

Peroalgohabíasucedidoyellasediocuenta.

—No–dijoella,ysuvozsalíacomoapagada;noteníacolor–.Nomevasaquereryquizámellevesalasilo.Yyoiréalasiloynoserélamujerdenadie.

—Tequiero,María.

—No,noesverdad–dijoella.Luego,comosipidieraperdón,conunpocodeesperanzaenlavoz–:Peronohebesadonuncaaningúnhombre.

—Entonces,bésameamí.

—Quisierabesarte–dijoella–;peronosécómo.Cuandomehicieroncosasluché hasta que me quedé sin ver. Luché hasta que uno se–sentó sobre micabezayyo lemordí,yentoncesmeamordazaronyme tuvieronsujetos losbrazosdetrásdelacabeza,yotrosmehicieroncosas.

—Te quiero, María –dijo él–; y nadie te ha hecho nada. Nadie puedetocarteati.Nadietehatocado,conejitomío.

—¿Creesloquetedigo?

—Locreo.

—¿Ypodríasquererme?–preguntó,apretándosecálidamentecontraél.

—Tequierotodavíamás.

—Procurarébesartecomopueda.

—Bésameahora.

—Nosécómobesarte.

—Bésame;nohacefaltamás.

Maríalebesóenlamejilla.

—No,así,no.

—¿Quésehaceconlanariz?Siempremehepreguntadoquésehacíaconlanariz.

—Muy fácil; vuelve la cabeza –dijo él, y sus bocas se unieron y ella semantuvoapretadacontra él,y suboca seabrióunpocoyél,manteniéndolaapretadacontrasísesintióderepentemásfelizquelohabíasidonunca,másligero, conuna felicidad exultante, íntima, impensable.Y sintióque todo su

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cansancioytodasupreocupaciónsedesvanecíanysólosintióungrandeleiteydijo–:Conejitomío, cariñomío, amormío;hacemucho tiempoqueyo tequiero.

—¿Quéesloquedices?–preguntóella,comosihablaradesdealgúnsitiomuylejano.

—Amormío–dijoél.

Estabanabrazadosyélsintióqueelcorazóndeellalatíacontraelsuyo,yconlapuntadelpie,acaricióligeramentesuspies.

—Hasvenidodescalza–dijo.

—Sí.

—Entonces,sabíasqueibasaacostarteconmigo.

—Sí.

—Ynohastenidomiedo.

—Sí,muchomiedo.Peromedabavergüenzano saber cómo tendríaquequitarmeloszapatos.

—¿Quéhoraesahora?¿Losabes?

—No,¿tienestureloj?

—Sí,perolotengodetrásdeti.

—Entonces,sácalodeahí.

—No.

—Puesmiraporencimademihombro.

Era la una de lamadrugada. La esfera del reloj brillaba en la oscuridadcreadaporlamanta.

—Mepinchascontubarbaenelhombro.

—Perdóname,notengonadaconqueafeitarme.

—Noimporta;megusta.¿Tieneslabarbarubia?

—Sí.

—¿Yvasadejártelacrecer?

—No crecerá mucho; antes tenemos que terminar el asunto del puente.María,escúchame:¿estásdispuesta?

—¿Dispuestaaqué?

—¿Quieresquelohagamos?

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—Sí, quiero. Quiero lo que tú quieras. Quiero hacerlo todo, y si lohacemostodo,quizáseacomosilootronohubieseocurrido.

—¿Cómosetehaocurridoeso?¿Lohaspensadosola?

—No.Lohabíapensadosola,perofuePilarlaquemelodijo.

—Esmuylistaesamujer.

—Yotracosa–dijoMaríasuavemente–;Pilarmehamandadoquetedigaquenoestoyenferma.Ellasabeestascosasymedijoquetelodijese.

—¿Tedijoellaquemelodijeras?

—Sí.Habléconellayledijequetequería.Tequiseencuantotevillegarytehabíaqueridosiempre,antesdeverte,yselodijeaPilar,yPilardijoquesialgunaveztecontabaloquemehabíapasado,quetedijeraquenoestabaenferma.Lootromelodijohacemuchotiempo;pocodespuésdelodeltren.

—¿Quéfueloquetedijo?

—Medijoqueaunanolehacennadasiunanoloconsienteyquesiyoqueríaaalguiendeveras,todoesodesaparecería.Queríamorirme,¿sabes?

—Pilartedijolaverdad.

—Yahorasoyfelizpornohabermemuerto.Mesientotandichosadenohabermuerto...¿Creesquepodrásquererme?

—Claro,yatequiero.

—¿Ypodríasertumujer?

—Nopuedotenermujermientrashagaestetrabajo.Perotúeresmimujerdesdeahora.

—Sialgúndíalosoy,loseréparasiempre.¿Soytumujerahora?

—Sí,María.Sí,conejitomío.

Ella se apretó más contra él y él buscó sus labios, los encontró y sebesaron, y él la sintió fresca, nueva, suave, joven y adorable, con aquellafrescuracálida,devoradoraeincreíble;porqueeraincreíbleencontrárselaallí,ensusacodenoche,queeratanfamiliarparaélcomosuspropiasropas,suszapatososutrabajo,y,porúltimo,elladijo,asustada:

—Yahorahagamosen seguida todo loque tenemosquehacer,paraquedesaparezcatodolodemás.

—¿Lodeseasdeverdad?

—Sí–dijoellacasiconfiereza–.Sí.Sí.Sí.

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CAPÍTULOOCTAVO

La noche estaba fría. Robert Jordan dormía profundamente. Se despertóunavezy, al estirarse,notó lapresenciade lamuchacha, acurrucada,dentrodelsaco,respirandoligerayregularmente.Elcieloestabaduro,esmaltadodeestrellas,elairefríoleempapabalasnarices;metiólacabezaenlatibiezadelsacoybesólasuaveespaldadelamuchacha.LachicanosedespertóyJordansevolviódelado,despegándosesuavementey,sacandootravezlacabezadelsaco, se quedó en vela un instante, paladeando la voluptuosidad que leoriginaba su fatiga; luego, el deleite suave, táctil, de los dos cuerposrozándose;porúltimo,estirólaspiernashastaelfondodelsacoysedejócaeraplomoenelmásprofundosueño.

Sedespertó al rayar el día.Lamuchacha sehabíamarchado.Lo supoaldespertarse,extenderelbrazoynotarelsacotodavía tibioenel lugardondeella había reposado.Miró hacia la entrada de la cueva, donde se hallaba lamanta,bordeadadeescarcha,yviounadébil columnagrisdehumo,que seescapabadeunahendiduraentrelasrocas,cosaquequeríadecirqueelfuegodelacocinahabíasidoencendido.

Unhombresaliódeentre losárbolesconunamantasobre lacabezaa lamaneradeponcho;eraPablo. Iba fumandouncigarrillo.«Hadebidode irallevarloscaballosalcercado»,pensó.

PablolevantólamantayentróenlacuevasinmirarhaciadondesehallabaJordan.

Robert Jordan palpó con la mano la ligera escarcha que se habíadepositadosobre laseda,delgada,ajadaymanchada,de lafundaque,desdehacía cinco años, le servía para guardar su saco de noche; luego volvió adeslizarse dentro. «Bueno –dijo, sintiendo la caricia familiar del forro defranelasobresuspiernasextendidas;lasencogióysevolviódelado,deformaque su cabeza no quedara en la dirección de donde ; él sabía que saldría elsol–.¿Quémásda?Puedodormirtodavíaunrato.»

Ydurmióhastaqueunruidodemotoresdeavionesledespertó.

Tumbadobocaarriba,vio losavionesquepasaban,unapatrullaenemigade tres«Fiat»,minúsculosybrillantes,moviéndose rápidamentea travésdelaltocielodelasierra,volandoenladirecciónpordondeAnselmoyélhabíanllegado lavíspera.Nohabíanhechomásquedesaparecercuando, tras ellos,pasaronnuevemásvolandoamásaltura,en formacionesprecisasde tresentres.

Pabloyelgitanoestabanparadosa la entradade la cuevaen la sombra,

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mirandoalcielo,mientrasRobertJordanseguíatumbadosinmoverse.Elcielose había llenado del mugido martilleante de los motores. Hubo un nuevozumbidoy tresnuevos aviones aparecieron, estavez amenosde trescientosmetros por encima de la pradera. Eran «Heinkel 111», bimotores debombardeo.

RobertJordan,conlacabezaalasombradelasrocas,sabíaquenoleveíany que, aunque le viesen, no tenía tampoco mucha importancia. Sabía quepodríanver los caballos en el cercado si iban a la buscade alguna señal enaquellasmontañas;pero,aunque losvieran,amenosdeestaradvertidos, lostomarían seguramente por caballería propia. Luego se oyó un zumbidomásfuerte. Tres «Heinkel 111» aparecieron, se acercaron rápidamente volandotodavíamás bajo, en formación rígida con el sonoro zumbido aumentando,hasta hacerse algo ensordecedor y luegodecreciendo, amedidaquedejabanatráslapradera.

RobertJordandeshizoellíoderopasqueleservíadealmohadaysacósucamisa;yestabapasándoselayapor lacabezacuandooyóllegar losavionessiguientes. Se puso el pantalón sin salir del saco y se tumbó, quedándoseinmóvil al tiempo que aparecían tres nuevos bombarderos bimotores«Heinkel». Antes de que hubieran podido desaparecer tras la cresta de lasmontañas, Jordan se había ajustado la pistola, había enrollado el saco,disponiéndolo al pie de unmuro, y estaba sentado en el suelo, atándose lasalpargatas,cuandoelzumbidodelosavionesseconvirtióenunestruendomásfuertequenunca,ynuevebombarderosligeros«Heinkel»llegaronenoleadasrasgandoelcieloconsuvibración.

Robert Jordan se deslizó a lo largo de las rocas hasta la entrada de lacueva, donde unode los hermanos, Pablo, el gitano,Anselmo,Agustín y lamujer,estabanparadosmirandoaloalto.

—¿Hanpasadootrasvecesavionescomoéstos?–preguntóJordan.

—Nunca–dijoPablo–;entra,vanaverte.

El sol no alumbraba aún la entrada de la cueva. Solamente iluminaba lapraderacercanaaltorrente.Jordansabíaquelosavionesnopodíanverleenlaoscuridad de la sombra matinal de la arboleda y que la sombra espesaproyectadaporlasrocasleocultabatambién.Sinembargo,entróenlacuevaparanoinquietarasuscompañeros.

—Sonmuchos–dijolamujer.

—Yseránmás–dijoJordan.

—¿Cómolosabes?–preguntóPablorecelosamente.

—Estosquehanpasadoahora,llevaráncazasdetrás.

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Justamente en aquel momento oyeron los cazas, con un zumbido másagudo,más alto, comoun lamento, y, segúnpasaban, aunosmil doscientosmetros de altura, Robert Jordan contó quince «Fiat», dispuestos como unabandadadeocassalvajes,engruposdetres,enformadeV.

Alaentradadelacueva,todosteníanlacaralarga,yJordanpreguntó:

—¿Nosehabíanvistonuncatantosaviones?

—Jamás–dijoPablo.

—¿NohaytantosenSegovia?

—Nuncahahabidotantos.Porlogeneral,seventres;algunasveces,seiscazas. A veces, tres «Junkers», de los grandes, de los de tres motores,acompañadosdeloscazas.Perojamáshabíamosvistotantoscomoahora.

«Malo–sedijoRobertJordan–.Malo,malo.Estaconcentracióndeavionesesdemalaugurio.Tengoquefijarmeendóndedescargan.Perono,todavíanohanllevadolastropasparaelataque.Seguramentenolasllevaránantesdeestanocheomañanapor la noche.No las llevarán antes.Ningunaunidadpuedeestarenmovimientoaestashoras.»

Podía oír todavía el zumbido de los aviones que se aminoraba.Miró sureloj.Debíandeestarenesosmomentosporencimade las líneas,almenos,losprimeros.Apretóelresortequeponíaensusitiolaagujadelminuteroylavio girar. No, todavía no. Ahora. Sí. Ya debían de haber cruzado.Cuatrocientos kilómetros por hora deben de hacer los «111» en todo caso.Harían falta cinco minutos para llegar hasta allí. En aquellos momentos sehallaríanalotroladodelpuerto,volandosobreCastilla,amarillayparda,bajoellos,alsolde lamañana;conelamarillosurcadode lasvetasblancasde lacarretera y sembrado de pequeñas aldeas, las sombras de los «Heinkel»deslizándose sobre el campo como las sombras de los tiburones sobre unbancodearenaenelfondodelocéano...

Noseoyóningúnbang,bang,bang,ningúnestallidodebombas.Surelojseguíahaciendotictac.

Debende ir aColmenar, aElEscorialo al aeródromodeManzanareselReal,pensó,conelviejocastillosobreellagoylospatos,quenadanentrelosjuncos, y el falso aeródromo, detrás del verdadero, con falsos avionescamufladosamediasylashélicesgirandoalviento.Tienequeserallíadondevan.Nopuedenestarprevenidosparaelataque,sedijo;peroalgorespondióenél:¿Porquéno?Hansidoadvertidosentodaslasocasiones.

—¿Creesquehabránvistoloscaballos?–preguntóPablo.

—Esosnovanenbuscadecaballos–dijoRobertJordan.

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—Pero¿creesqueloshabránvisto?

—No–contestó Jordan–,amenosqueel sol estuvieseporencimade losárboles.

—Esmuytemprano–dijoPabloapesadumbrado.

—Creoquellevanotraideaqueladebuscartuscaballos–dijoJordan.

Habíanpasadoochominutosdesdequepusoenmarchaelresortedelreloj.Noseoíaningúnruidodebombardeo.

—¿Quéesloquehacesconelreloj?–preguntólamujer.

—Escucho,paraaveriguaradondehanido.

—¡Oh!–dijoella.

Al cabo de diez minutos Jordan dejó de mirar el reloj, sabiendo queestaríandemasiadolejosparaoírlosdescargar,inclusodescontandounminutoparaelviajedelsonido,ydijoaAnselmo:

—Quisierahablarle.

Anselmo salió de la cueva. Los dos hombres dieron algunos pasos,alejándose,ysedetuvieronbajounpino.

—¿Quétal?–preguntóRobertJordan–.¿Cómovanlascosas?

—Muybien.

—¿Hacomidousted?

—No,nadiehacomidotodavía.

—Entonces, coma y llévese algo para el mediodía. Quiero que vaya avigilarlacarretera.Anotetodoloquepase,arribayabajo,enlosdossentidos.

—Noséescribir.

—Tampoco hace falta –dijo Jordan, y, arrancando dos páginas de sucuaderno,cortóunpedazodesupropiolápizconelcuchillo–.Tomeestoyporcada tanque que pase, haga una señal aquí –y dibujó el contorno de untanque–. Una raya para cada uno, y cuando tenga usted cuatro, al pasar elquinto,latachaconunarayaatravesada.

—Nosotrostambiéncontamosasí.

—Bien. Haremos otro dibujo. Así; una caja y cuatro ruedas, para loscamiones, quemarcará con un círculo si van vacíos y con una raya si vanllenosdetropas.Loscañonesgrandes,deestaforma;loschicos,deestaotra.Losautomóviles,deestamanera;lasambulancias,así,dosruedasconunacajaquellevaunacruz.Lastropasquepasenenformacióndecompañías,apie,las

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marcamos de estemodo: un cuadradito y una raya al lado. La caballería lamarcamosasí,¿veusted?,comosifuerauncaballo.Unacajaconcuatropatas.Esto es un escuadrón de veinte caballos, ¿comprende?Cada escuadrón, unaseñal.

—Sí,esmuysencillo.

—Ahora –y Robert Jordan dibujó dos grandes ruedas metidas en uncírculo, con una línea corta, indicando un cañón–, éstos son antitanques.Tienen neumáticos. Una señal también para ellos, ¿comprende? ¿Ha vistocañonescomoéstos?

—Sí–contestóAnselmo–;naturalmente.Estámuyclaro.

—Llévese al gitano con usted, para que sepa dónde está usted situado ypueda relevarle. Escoja un lugar seguro, no demasiado cerca, desde dondepuedaverbienycómodamente.Quédeseallíhastaquelereleven.

—Entendido.

—Bien,yquesepayo,cuandoustedvuelva,todoloquehapasadoporlacarretera.Hayunahojaparatodoloquevacarreteraarribayotraparaloquevayacarreteraabajo.

Volvieronalacueva.

—EnvíemeaRafael–dijoRobertJordan,yesperócercadeunárbol.VioaAnselmo entrar en la cueva y caer la manta tras de él. El gitano salióindolentemente,limpiándoselabocaconeldorsodelamano.

—¿Quétal?–preguntóelgitano–.¿Tehasdivertidoestanoche?

—Hedormido.

—Bueno –dijo el gitano, y sonrió haciendo un guiño–. ¿Tienes uncigarrillo?

—Escucha –dijo Robert Jordan, palpando su bolsillo en busca decigarrillos–, quisiera que fueses con Anselmo hasta el lugar desde dondevigilará la carretera. Le dejas allí, tomando nota del lugar, para que puedasguiarme a mí o al que le releve más tarde. Después irás a observar elaserraderoytefijarássihahabidocambiosenlaguardia.

—¿Quécambios?

—¿Cuántoshombreshayahoraporallí?

—Ocho,segúnlasúltimasnoticias.

—Fíjateencuántoshayahora.Miraaquéintervalossecambialaguardiadelpuente.

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—¿Intervalos?

—Cuántashorasestálaguardiayaquéhorasehaceelcambio.

—Notengoreloj.

—Tomaelmío–yselosoltódelamuñeca.

—¡Vayaunreloj!–dijoRafael,admirado–.Miraquécomplicacionestiene.Un reloj como éste debería saber leer y escribir solo. Mira qué enredo denúmeros.Esunrelojquedejatamañitosatodoslosdemás.

—Nojueguesconél–dijoRobertJordan–.¿Sabesleerlahora?

—¿Ycómono?Ahoraverás:alasdocedelmediodía:hambre.Alasdocede lanoche: sueño.A las seisde lamañana:hambre.A las seisde la tarde:borrachera.Conunpocodesuerte,almenos.Alasdiezdelanoche...

—Basta –dijo Jordan–. No tienes ninguna necesidad de hacer el indioahora. Quiero que vigiles la guardia del puente grande y el puesto de lacarretera, más abajo, de la misma manera que el puesto y la guardia delaserraderoydelpuentepequeño.

—Esoesmuchotrabajo–dijoelgitano,sonriendo–.¿Noseríamejorqueenviarasaotro?

—No,Rafael,esimportantequeesetrabajolohagastú.Tienesquehacerloconmuchocuidadoyandarlistoparaquenotedescubran.

—Deesoya tendrébuencuidado–dijoelgitano–.¿Creesquehace faltaadvertirmequemeescondabien?¿Creesquetengoganasdequemepeguenuntiro?

—Toma las cosasmás en serio –dijoRobert Jordan–.Este es un trabajoserio.

—¿Yerestúquienmedicequetomelascosasenseriodespuésdeloquehashechoestanoche?Teníasquehabermatadoaunhombrey, en lugardeeso,¿quéhashecho?Teníasquehabermatadoaunhombreynohaceruno.Cuandoestamosviendollegarporelairetantosavionescomoparamatarnosatodos juntos,contandoanuestrosabuelosporarribayanuestrosnietos,queno han nacido todavía, por abajo, e incluyendo gatos, cabras y chinches,aviones que hacen un ruido como para cuajar la leche en los pechos de tumadre,queoscurecenelcieloyquerugencomoleones,mepidesquetomelascosasenserio.Yalastomodemasiadoenserio.

—Como quieras –dijo Robert Jordan, y, riendo, apoyó una mano en elhombrodelgitano–.Nolas tomes,entonces,demasiadoenserio.Hazmeesefavor.Yahora,acabadecomerymárchate.

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—¿Ytú?–preguntóelgitano–.¿Quéesloquehacestú,atodoesto?

—VoyaveralSordo.

—Después de esos aviones, es fácil que no encuentres a nadie en todasestasmontañas–dijoelgitano–.Debedehabermuchagentequehasudadolagotagordaestamañanacuandopasaron.

—Esosavionesteníanotracosaquehacerquebuscarguerrilleros.

—Ya–contestóelgitano,ymoviólacabeza–;perocuandoselesmetaenlacabezahaceresetrabajo...

—¡Qué va! –dijoRobert Jordan–. Son bombarderos ligeros alemanes, lomejorquetienen.Noseenvíanesosaparatosabuscargitanos.

—¿Sabes loque tedigo?–preguntóRafael–.Quemeponen lospelosdepunta.Sí,esosbichosmeponenlospelosdepunta,comotelodigo.

—Van a bombardear un aeródromo –dijo Robert Jordan, entrando en lacueva–;estoysegurodequeibanconesamisión.

—¿Quées loquedices?–preguntó lamujerdePablo.Llenóuna tazadecaféyletendióunbotedelechecondensada.

—¿Tambiénhayleche?¡Quélujos!

—Tenemos de todo –dijo ella–, y desde que han pasado los aviones,tenemosmuchomiedo.¿Adóndedicesqueiban?

RobertJordanderramóunpocodeaquellalecheespesaensutaza,atravésdelahendiduradelbote;limpióelboteconelbordedelatazaydiovueltasallíquidohastaquesepusoclaro.

—Vanabombardearunaeródromo,esoesloqueyocreo.PeropuedenirtambiénaElEscorialoaColmenar.Quizávayanalostreslugares.

—Quesevayanmuylejosyquenovuelvanporaquí–dijoPablo.

—¿Yporqué aparecenahorapor aquí?–preguntó lamujer–. ¿Quées loquelostraeenestosmomentos?Nuncasehanvistotantosavionescomohoy.Nuncapasaronentalcantidad.¿Esquepreparanunataque?

—¿Quémovimientohahabidoestanocheenelcamino?–inquirióRobertJordan.Maríaestabaasulado,peroélnoleprestabaatención.

—Tú–dijolamujerdePablo–,Fernando,túhasestadoenLaGranjaestanoche.¿Quémovimientohabíaporallí?

—Ninguno–replicóunhombrebajodeestatura,derostroabierto,deunostreintaycincoaños,conunanubeenunojo,yalqueRobertJordannohabíavistoantes–.Algunoscamiones,comodecostumbre.Algunoscoches.Noha

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habidomovimientodetropasmientrasyoheestadoporallí.

—¿VaustedaLaGranjatodaslasnoches?–preguntóRobertJordan.

—Youotrocualquiera–dijoFernando–.Siemprehayalguienqueva.

—Vanpornoticias,portabacoyporcosaspequeñas–dijolamujer.

—¿Tenemosgentenuestraporallí?

—Sí,losquetrabajanenlacentraleléctrica.Yotros.

—¿Yquénoticiashahabido?

—Pues nada. No ha habido noticias. Las cosas siguen yendo mal en elNorte.Comodecostumbre.EnelNortevanmallascosasdesdeelcomienzo.

—¿NohaoídodecirnadadeSegovia?

—No,hombre;nohepreguntado.

—¿VaustedmuchoporSegovia?

—Algunasveces–contestóFernando–;peroespeligroso.Haycontrolesypidenlospapeles.

—¿Conoceustedelaeródromo?

—No, hombre. Sé dónde está, pero no lo he visto nunca. Pidenmuchospapelesporaquellaparte.

—¿Nolehablónadiedeesosavionesayerporlanoche?

—¿EnLaGranja?Nadie.Nadiehablaráseguramenteestanoche.AnochehablabandeldiscursodeQueipodeLlanoporlaradio.Ydenadamás.Bueno,sí...ParecequelaRepúblicapreparaunaofensiva.

—¿Unaqué?

—QuelaRepúblicapreparaunaofensiva.

—¿Dónde?

—Noesseguro.PuedeserporaquíoporotrapartedelaSierra.¿Haoídoustedalgodeeso?

—¿DicenesoenLaGranja?

—Sí,hombre, lohabíaolvidado.Perosiemprehaymuchaparlasobrelasofensivas.

—¿Dedóndeprovieneelrumor?

—¿De dónde? Lo dice mucha gente. Los oficiales hablan en los cafés,tanto enSegovia comoenÁvila, y los camareros escuchan.Los rumores se

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extienden.DesdehacealgúntiemposehabladeunaofensivadelaRepúblicaporaquí.

—¿DelaRepúblicaodelosfascistas?

—DelaRepública.Sifueradelosfascistaslosabríatodoelmundo.No,esunaofensivaimportante.Algunosdicenquesondos.Una,aquí,ylaotra,porelAltodelLeón,cercadeElEscorial.¿Haoídoustedhablardeeso?

—¿Quémáshaoídousteddecir?

—Nada, hombre. ¡Ah, sí!, se decía también que los republicanosintentaríanhacersaltarlospuentessihayunaofensiva.Perolospuentesestánbiencustodiados.

—¿Estáustedbromeando?–preguntóRobertJordan,bebiendolentamentesucafé.

—No,hombre–dijoFernando.

—Esenobromeapornadadelmundo–dijolamujer–;esunmalángel.

—Entonces–dijoRobertJordan–,graciasporsusnoticias.¿Nosabeustednadamás?

—No.Sehabla,comosiempre,detropasquemandaríanparalimpiarestasmontañas;sedicequeyaestánencaminoyquehansalidodeValladolid.Perosiempresediceeso.Nohayquehacercaso.

—Y tú–rezongó lamujer dePablo a éste, casi conmalignidad– con tuspalabrasdeseguridad.

Pablolamirómeditabundoyserascólabarba.

—Ytú–insistió–contuspuentes.

—¿Quépuentes?–preguntóFernando,sinsaberaquésereferían.

—Idiota–ledijolamujer–.Cabezadura.Tonto.Tomaunpocodecaféytrataderecordarotrasnoticias.

—No te enfades, Pilar –dijo Fernando, sin perder la calma y el buenhumor–;nohayqueinquietarseporesosrumores.Tehecontadoatiyaesecamaradatodoloquepuedorecordar.

—¿Norecuerdaustednadamás?–preguntóRobertJordan.

—No –contestó Fernando, con actitud de dignidad ofendida–. Y es unasuerte queme haya acordado de eso, porque, como se trata de rumores, nohagomuchocaso.

—Luegoesposiblequehayahabidoalgomás.

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—Sí,esposible;peroyonoheprestadoatención.Desdehaceunañonooigomásquerumores.

RobertJordanoyóunacarcajadacontenida.Era lamuchacha,María,queestabadepie,detrásdeél.

—Cuéntanosalgomás,Fernando–dijolamuchacha,yempezóotravezaestremecersederisa.

—Simeacordara,nolocontaría–dijoFernando–;noescosadehombresandarseconcuentosydarlesimportancia.

—¿YesasícomosalvaremoslaRepública?–dijolamujerdePablo.

—No,lasalvaréishaciendosaltarlospuentes–contestóPablo.

—Iros–dijoRobertJordanaAnselmoyaRafael–.Iros,sihabéisacabadodecomer.

—Vámonos –dijo el viejo, y se levantaron los dos. Robert Jordan sintióunamanosobresuhombro.EraMaría.

—Debierascomer–dijolamuchacha,manteniendolamanoapoyadasobresuhombro–;come,paraquetuestómagopuedasoportarotrosrumores.

—Losrumoresmehancortadoelapetito.

—No deben quitártelo. Come antes de que vengan otros –y puso unaescudillaanteél.

—Noteburlesdemí–ledijoFernando–;soyamigotuyo,María.

—Nomeburlodeti,Fernando.Meburlodeél.Sinocome,tendráhambre.

—Debiéramoscomertodos–dijoFernando–.Pilar,¿quépasahoy,quenosesirvenada?

—Nada,hombre–ledijolamujerdePablo,ylellenólaescudilladecaldodecocido–.Come,vamos,queesosíquepuedeshacerlo:come.

—Estámuybueno,Pilar–dijoFernando,consudignidadintacta.

—Gracias•–dijolamujer–.Gracias,muchísimasgracias.

—¿Estásenfadadaconmigo?–preguntóFernando.

—No,come.Vamos,come.

RobertJordanmiróaMaría.Lajovenempezóaestremecersedeganasdereíryapartódeélsusojos.Fernandocomíacalmosamente,llenodedignidad,dignidadquenopodíaalterarsiquieraelgrancucharóndequesevalíanilasescurridurasdelcaldoquebrotabandelascomisurasdesuslabios.

—¿Tegustalacomida?–lepreguntólamujerdePablo.

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—Sí,Pilar–dijo,conlabocallena–.Estácomosiempre.

RobertJordansintiólamanodeMaríaapoyarseensubrazoylosdedosdesumanoapretarleregocijada.

—¿Es por eso por lo que te gusta? –preguntó la mujer de Pablo aFernando–.Sí–añadiósinesperarcontestación–.Yaloveo.Elcocido,comode costumbre. Como siempre. Las cosas van mal en el Norte: como decostumbre.Unaofensivaporaquí:comodecostumbre.Envíantropasparaquenos echen: como de costumbre. Podrías servir de modelo para una estatuacomodecostumbre.

—Perosinosonmásquerumores,Pilar.

—¡Quépaís!–dijoamargamentelamujerdePablo,comohablandoparasímisma.LuegosevolvióhaciaRobertJordan–.¿Haygentecomoéstaenotroslugares?

—NohaynadacomoEspaña–respondiócortésmenteRobertJordan.

—Tienesrazón–dijoFernando–;nohaynadaenelmundoqueseparezcaaEspaña.

—¿Hasvistootrospaíses?

—No–contestóFernando–;peronotengoganas.

—¿Has visto? –preguntó la mujer de Pablo, dirigiéndose de nuevo aRobertJordan.

—Fernando –dijo María–, cuéntanos cómo lo pasaste cuando fuiste aValencia.

—NomegustóValencia.

—¿Porqué?–preguntóMaría,apretandodenuevoelbrazodeJordan.

—Lasgentesnotienenmodalesnicosaqueseleparezcayyonoentendíaloquehablaban.Todoloquehacíaneragritarsechelosunosalosotros.

—¿Yellostecomprendían?–preguntóMaría.

—Hacíancomosinomecomprendieran–dijoFernando.

—¿Yquéfueloquehicisteallí?

—Memarchésinversiquieraelmar–contestóFernando–;nomegustaesagente.

—¡Ah!, vete de aquí, simplón, cara demonja –dijo lamujer de Pablo–;lárgate,porquemeestásponiendomala.EnValenciahepasadolamejorépocademivida.Vamos.Valencia.NomehablesdeValencia.

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—¿Y qué es lo que hacías allí? –preguntóMaría. Lamujer de Pablo sesentóa lamesaconuna tazadecafé,unpedazodepanyunaescudillaconcaldodecocido.

—¿Quéhacíaallí?Estuveallíduranteel tiempoqueduróelcontratoqueFinito tenía para torear tres corridas en la feria.Nunca he visto tanta gente.Nunca he visto unos cafés tan llenos. Había que aguardar horas antes deencontrar asiento, y los tranvías iban atestados hasta los topes. EnValenciahabíaajetreotodoeldíaytodalanoche.

—Pero¿quéhacíastúallí?–insistióMaría.

—Todo–contestólamujerdePablo–;íbamosalaplayaynosbañábamos,yhabíabarcosdevelaquesesacabandelaguatiradosporbueyes.Metíanlosbueyes mar adentro, hasta que se veían obligados a nadar; entonces se lesuncía a los barcos, y cuando hacían pie de nuevo, los remolcaban hasta laarena.Diezparejasdebueyesarrastrandounbarcodevelafueradelmar,porlamañana, conunahileradeolitasque ibana romperseen laplaya.EsoesValencia.

—Pero¿quéhacías,ademásdemiraralosbueyes?

—Comíamosenlostenderetesdelaplaya.Pastelillosrellenosdepescado,pimientosmorronesyverdesynuececitascomogranosdearroz.Pastelillosdeunamasa ligeraysuave,ypescadoenunaabundancia increíble.Camaronesreciénsacadosdelmar,bañadosconjugodelimón.Eransonrosadosydulcesysecomíanencuatrobocados.Peroconsumíamosmontañasdeellos.Yluegopaella,contodaclasedepescado,almejas,langostinosypequeñasanguilas.Yluego, angulas, que son anguilas todavía más pequeñas, al pilpil, delgadascomo hilo de habas retorciéndose de mil maneras y tan tiernas, que sedeshacíanenlabocasinnecesidaddemasticarlas.Ytodoelloacompañadodeunvinoblanco frío, ligeroyexcelente, a treinta céntimos labotella.Y,paraacabar,melón.Valenciaeselpaísdelmelón.

—ElmelóndeCastillaesmejor–dijoFernando.

—¡Qué va! –dijo lamujer de Pablo–; elmelón de Castilla es para ir alretrete. El melón de Valencia es para comerlo. ¡Cuando pienso en esosmelones,grandescomomibrazo,verdescomoelmar,conlacortezaquecrujeal hundir! el cuchillo, jugosos y dulces como una madrugada de verano.Cuandopiensoentodasaquellasangulasminúsculas,delicadas,enmontonessobreelplato...Habíatambiéncervezaenjarrodurantetodalatarde.Cervezatanfríaquerezumabasufrescuraatravésdeljarroyjarrostangrandescomobarricas.

—¿Yquéhacíaiscuandonoestabaiscomiendoybebiendo?

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—Hacíamoselamoren lahabitación,conlaspersianasbajadas.Labrisase colaba por lo alto del balcón, que se podía dejar abierto gracias a unasbisagras.Hacíamos el amor allí, en la habitación en sombra, inclusodedía,detrásdelaspersianas,ydelacallellegabaelperfumedelmercado,defloresyelolordelapólvoraquemada,delospetardos,delastracas,querecorríanlas calles y explotaban diariamente, amediodía, durante la feria.Había unalíneaquedabalavueltaatodalaciudadylasexplosionescorríanportodoslospostesy loscablesde los tranvías restallandoconunestrépitoquenopuededescribirse. Hacíamos el amor y luego mandábamos a buscar otro jarro decerveza, cubierto de gotas por fuera, y cuando la camarera lo traía, yo lotomabaenmismanosyloponía,helado,sobrelaespaldadeFinito,quenosehabía despertado al entrar la camarera y que decía: «No, Pilar; no, mujer,déjame dormir.»Y yo le decía: «No, despiértate y bebe esto, para que veascómoestádefrío.»Yélbebíasinabrirlosojos,yvolvíaadormirse,yyometumbabaconunaalmohadaa lospiesde lacamay lecontemplabamientrasdormía,morenoy joven,conaquelpelonegro, tranquiloen su sueño.Ymebebía todoel jarroescuchando lamúsicadeunacharangaquepasaba.¿Quésabestúdeeso?–preguntó,derepente,aPablo.

—Hemoshechoalgunascosasjuntos.

—Sí –contestó lamujer–, y en tus tiempos erasmás hombre queFinito.PeronofuimosnuncaaValencia.Nuncaestuvimosacostados juntosoyendopasarunabandaenValencia.

—Eraimposible–dijoPablo–.NotuvimosnuncaocasióndeiraValencia.Sabes bien que es así, si lo piensas un poco. Pero con Finito tú no hicistenuncavolaruntren.

—No –contestó la mujer–. Y eso es todo lo que nos queda, el tren. Sí.Siempreeltren.Nadiepuededecirnadaencontradeltren.Esloúnicoquenosquedadetodalavagancia,elabandonoylosfracasosquehemossufrido.Esloúnicoquenosqueda, despuésde la cobardía que tenemos ahora.Hahabidootras cosas antes, es verdad. No quiero ser injusta. Pero no consentiré quenadiediganadacontraValencia.¿Mehasoído?

—Amínomegustó–dijoFernando tranquilamente–.AmínomegustóValencia.

—Yaúndicenquelasmulassontozudas–dijolamujerdePablo–.Recogetodo,María,paraquepodamosmarcharnos.

Mientras decía esto, oyeron los primeros zumbidos que anunciaban elretornodelosaviones.

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CAPÍTULONOVENO

Estabana lapuertade lacuevamirando losbombarderos,quevolabanagran altura, rasgando el cielo como puntas de lanza con el ruido delmotor.Tienenformadetiburones,sedijoRobertJordan;deesostiburonesdelGulfStream,deanchasaletasynarizpuntiaguda.Peroestosgrandestiburones,consusgrandesaletasdeplata,suronquidoylaligeraniebladesushélicesalsol,noseacercancomotiburones.Seprecipitancomolafatalidadmecanizada.

«Todoestodebieraescribirse–sedijo–.Quizáseescribaalgúndía.»

NotóqueMaríaseagarrabaasubrazo.Lamuchachamirabahaciaarriba,yéllepreguntó:

—¿Aquéseparecen,guapa?

—Nolosé–contestóella–;quizásalamuerte.

—Paramínosonmásqueaviones–dijolamujerdePablo–.¿Dóndeestánlosmáspequeños?

—Quizás estén cruzando los montes por el otro lado –contestó RobertJordan–;estosbombarderosvandemasiadodeprisa,paraesperaralosotros,ytienenquevolversolos.Nosotrosnolosperseguimosnuncaalotroladodelaslíneas.Notenemossuficientesaparatosparaarriesgarnosaperseguirlos.

En aquel momento, tres cazas «Heinkel», en formación de V, llegaronjustamente a donde estaban ellos volando muy bajo sobre la pradera, porencimadelascopasdelosárboles,parecidosafeosyestrepitososjuguetesdealasvibrantesyhocicopuntiagudo;degolpelosavionessehicieronenormes,ampliados a suverdadero tamañoypasaron sobre sus cabezas conun ruidoespantoso.Ibantanbajosque,desdelaentradadelacueva,todospudieronvera los pilotos, con su casco y sus gruesas anteojeras y hasta pudieron ver labufandaflotandoalvientodeljefedelaescuadrilla.

—Estossíquehanpodidoveraloscaballos–dijoPablo.

—Esos pueden ver hasta la colilla de tu cigarrillo –dijo lamujer–.Dejacaerlamanta.

No pasaron ya más aviones. Los otros debían de haber atravesado lacordillera por un lugar más alejado y más alto. Y cuando se extinguió elzumbido,salierontodosfueradelacueva.

Elcielosehabíaquedadovacío,alto,claroyazul.

—Parececomosihubiéramosdespertadodeunsueño–dijoMaríaaRobertJordan.Ni siquiera seoíaese imperceptiblezumbidodelaviónquesealeja,queescomoundedoqueos rozaapenas,desapareceyosvuelvea tocarde

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nuevocuandoelsonidosehaperdidoyaenrealidad.

—Noesningúnsueño,ytúveteparaadentroyarreglalascosas–ledijoPilar–. ¿Qué hacemos? –preguntó, volviéndose aRobert Jordan–. ¿Vamos acaballooapie?

Pablolamiróymurmuróalgo.

—Comoustedquiera–contestóRobertJordan.

—Entonces,iremosapie–dijoella–.Esbuenoparaelhígado.

—Elcaballoestambiénbuenoparaelhígado.

—Sí,peromalopara lasposaderas. Iremosapie. ¿Y tú...?–Lamujer sevolvióhaciaPablo.–Veahacerlacuentadetuscaballosymirasilosavionessehanllevadoalgunovolando.

—¿Quieresuncaballo?–preguntóPabloaRobertJordan.

—No,muchasgracias.¿Ylamuchacha?

—Es mejor que vaya a pie –dijo Pilar–. Si fuera a caballo, se leentumeceríanmuchoslugaresyluegonovaldríaparanada.

RobertJordansintióquesurostroseponíarojo.

—¿Hasdormidobien?–preguntóPilar.Luegodijo–:Laverdadesqueporaquínohaynadiemalo.Podríahaberlo.Pero,noséporqué,nolohahabido.Hay probablemente un Dios, después de todo, aunque nosotros le hayamossuprimido.Vete –dijo aPablo–; esto no tiene nada que ver contigo.Esto espara gentemás joven que tú y hecha de otra pasta.Vete. –Luego, aRobertJordan:–Agustínsecuidarádetuscosas.Nosiremosencuantollegue.

Eldíaeraclaro,brillanteyaparecíayatempladoporelsol.RobertJordansequedómirandoa lamujeronadecaraatezada,consusojosbondadososymuyseparados,consurostrocuadrado,pesado,surcadodearrugasydeunafealdad atractiva; los ojos eran alegres, aunque la cara permanecía triste,mientrasloslabiosnosemovían.Lamiróyluegovolviósuvistaalhombre,pesado y corpulento, que se alejaba entre los árboles, hacia el cercado. Lamujertambiénleseguíaconlosojos.

—¿Qué,habéishechoelamor?–preguntólamujer.

—¿Quéesloquelehadichoella?

—Nohaqueridodecirmenada.

—Entoncesyotampocoledirénada.

—Entoncesesquehabéishechoelamor–dijolamujerdePablo–.Tienesquesermuycariñosoconella.

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—¿Ysituvieraunniño?

—Noestaríamal–contestólamujer–;esonoeslopeorquepuedepasarle.

—Ellugarnoesmuyapropósitoparatenerlo.

—Noseguirámuchotiempoaquí;seirácontigo.

—¿Yadondeiréyo?Nopodréllevarmeningunamujeradondeyotengaqueir.

—¿Quiénsabe?Quizácuandotevayastellevesados.

—Esanoesmaneradehablar.

—Escucha –dijo la mujer de Pablo–; yo no soy cobarde, pero veo conclaridad las cosas por la mañana temprano, y creo que de todos los queestamosvivoshoyhaymuchosqueyanoveránelpróximodomingo.

—¿Quédíaeshoy?

—Domingo.

—¡Quéva!–dijoRobertJordan–;eldomingoestámuylejos.Sivemoselmiércoles,podremosdarnosporcontentos.Peronomegustaquehableasí.

—Todoelmundo–tienenecesidaddehablarconalguien–dijolamujerdePablo–; antes teníamos la religión y otras tonterías. Ahora debiéramosdisponer todos de alguien con quien poder hablar francamente; por muchovalor que se tenga, uno se siente cada vez más solo. . –No estamos solos;estamostodosjuntos.

—Lavistadeesoscacharrosproducecierta impresiónsentenció lamujerdePablo–.Unanoesnadacontraesasmáquinas.

—Sinembargo,selaspuedevencer.

—Oye–dijo lamujerdePablo–;si tedigo loquemepreocupa,nocreasquemefaltaresolución.Amíresoluciónnomefaltanunca.

—Latristezasedisiparáconelsol.Escomolaniebla.

—Bueno –contestó la mujer–; como quieras. Mira lo que es hablar deValencia y ese desastre de hombre que ha ido a ver a sus caballos... Le hehechomuchodañoconesahistoria.Matarle,sí.Insultarle,sí.Peroherirle,no;nomegusta.

—¿Cómohallegadoajuntarseconél?

—¿Cómose juntaunaconuno?En losprimerosdíasdelMovimiento,yantestambién,eraalgomuyserio.Peroahorasehaacabado.Quitaroneltapónyelvinosederramótododelpellejo.

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—Amínomegusta.

—Éltampocotequiere,ytienesusmotivos.Ayer,porlanoche,dormíconél. –Sonreía,moviendo la cabezadeuno a otro lado.–Vamos a ver, le dije,Pablo,¿porquénohasmatadoalextranjero?

»–Esunbuenmuchacho,Pilar;unbuenmuchacho.

»–¿Tedascuentadequesoyyolaquemando?

»–Sí, Pilar, sí –me respondió. Después, me di cuenta de que estabadespiertoyllorando.Llorabadeunamaneraentrecortada,fea,comohacenloshombres,comosituviesedentrounanimalqueleestuvierasacudiendo.

»–¿Quétepasa,Pablo?–lepregunté,sujetándole.

»–Nada,Pilar,nada.

»–Sí,algotepasa.

»–La gente –exclamó él–; el modo que han tenido de abandonarme. Lagente.

»–Sí–ledije–,peroestánconmigo,yyosoytumujer.

»–Pilar,acuérdatedelodeltren.–Ydespués,añadió:–QueDiosteayude,Pilar.

»–¿ParaquéhablasdeDios?–lepregunté–.¿Quémaneradehablaresésa?

»–Sí–dijoél–;DiosylaVirgen.

»–¡Quéva,DiosylaVirgen!¿Esésamaneradehablar?

»–Tengomiedodemorir,Pilar.Tengomiedodemorir,¿comprendes?

»–Entonces,saldeestacama–leordené–;nohaysitioparamí,para tiyparatumiedo.Somosdemasiados.

»Entoncesélseavergonzó,sequedóquietoyyomedormí.Peroelhombreestáhechounaruina.

RobertJordannodijonada.

—Toda mi vida he tenido esta tristeza en algunos momentos –dijo lamujer–;peronoescomo la tristezadePablo.No tienenadaqueverconmiresolución.

—Locreo.

—Quizáseacomolosperíodosdelamujer–dijoella–;quizánoseanada.–Se quedó en silencio y luego añadió:– He puesto muchas ilusiones en laRepública.CreomuchoenlaRepúblicaytengofeenella.Creoenellacomolosquetienenfeenlareligióncreenenlosmisterios.

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—Locreo.

—¿Ytú,tienesesafe?¡Si!

—¿EnlaRepública?

—Sí.

—Claro–contestóél,confiandoenquefueseverdad.

—Bueno–dijolamujer–;¿ynotienesmiedo?

—Miedodemorir,no–contestóélconenterasinceridad.

—Pero¿tienesmiedodeotrascosas?

—Solamentedenocumplircomodeboconmimisión.

—¿Notienesmiedoaquetecojan,comoelotro?

—No –contestó él con sinceridad–; si tuviera miedo de eso estaría tanpreocupadoquenoserviríaparanada.

—Eresmuyfrío.

—Nolocreo.

—Digoqueeresmuyfríodelacabeza.

—Esporqueestoymuypreocupadodemitrabajo.

—¿Notegustalavida?

—Sí,mucho;peronoquieroqueperjudiqueamitrabajo.

—Tegustabeber;losé;lohevisto.

—Sí,mucho;peronomegustaqueperjudiqueamitrabajo.

—¿Ylasmujeres?

—Megustanmucho,aunquenuncaleshedadogranimportancia.

—¿Noteinteresan?

—Sí,peronoheencontradoningunaquemehayaconmovidocomoellasdicenquedebenconmovernos.

—Creoqueestásmintiendo.

—Quizámientaunpoco.

—PeroquieresaMaría.

—Sí,mucho;noséporqué.

—Yotambiénlaquiero.Laquieromucho.Sí,mucho.

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—Yo también –dijoRobert Jordan, y sintió oprimírsele la garganta–.Yotambién.Sí.–Lecausabaplacerdecirloylodijosolemnementeenespañol:–Laquieromucho.

—OsdejarésoloscuandovolvamosdeveralSordo.

RobertJordannodijonadademomento.Peroluego:

—Noesnecesario.

—Sí,hombre.Esnecesario.Notendréismuchotiempo.

—¿Hasvistoesoenmimano?

—No,nodebescreerenesastonterías.

YasíalejabaellatodoloquepodíaperjudicaralaRepública.

Robert Jordan no agregó nada. Miró a María, que estaba arreglando lavajillaenlaalacena.Lamuchachasesecólasmanos,sevolvióysonrió.NohabíaoídolaspalabrasdePilar;peroalsonreíraRobertJordanenrojecióbajosupieltostadayluegovolvióasonreír.

—Está el día también –dijo la mujer de Pablo–. Tenéis la noche paravosotros, pero también podéis aprovechar el día. ¿Dónde están el lujo y laabundanciaquehabíaenValenciaenmitiempo?Peropodréiscogeralgunasfresasocualquiercosaporelestilo.–Yseechóareír.

RobertJordanpusolamanoenlosrecioshombrosdePilar.

—Laquieroausted–dijo–;laquieroaustedmucho.

—EresunDonJuanTenoriodemarcamayor–repusolamujerdePablo,turbada ligeramente–.Sientescariñopor todoelmundo,hombre.Aquí llegaAgustín.

RobertJordansemetióen lacuevayseacercóaMaría.Lamuchacha levio acercarse con los ojos brillantes y con el rubor cubriéndole todavíamejillasygarganta.

—¡Hola, conejito! –dijo, y la besó en la boca.Ella se apretó contra él yluegolemiróalacara.

—¡Hola,hola!–dijo.

Fernando, que estaba aún sentado a la mesa, fumando un cigarrillo, selevantó, movió la cabeza con expresión de disgusto y salió cogiendo lacarabina,quehabíadejadoapoyadacontraelmuro.

—Es una cosa indecente –le dijo a Pilar– y no me gusta eso. Debierascuidarmásdeesamuchacha.

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—Lacuido–contestóPilar–;esecamaradaessunovio.

—¡Ah! –exclamó Fernando–, en ese caso, puesto que están prometidos,todomeparecenormal.

—Mesientomuydichosadequepienseasí–dijolamujer.

—Lomismodigo–asintióFernandogravemente–.Salud,Pilar.

—¿Adóndevas?

—Alpuestodearriba,arelevaraPrimitivo.

—¿Adóndediablosvas?–preguntóAgustínalhombrecillograve,cuandoéstecomenzabaasubirporelsendero.

—Acumplirconmideber–contestóFernando,condignidad.

—¿Tudeber?–preguntóAgustín,burlón–.Mec...enlalechedetudeber.–Y luego,dirigiéndosea lamujerdePablo:–¿Dóndeestáesec...que tengoqueguardar?

—Enlacueva–contestóPilar–;dentrodelosdossacos.Yestoycansadadetusgroserías.

—Mec...enlalechedetucansancio–siguióAgustín.

—Entoncesveteye...entimismo–dijoPilar,sinirritarse.

—Yentumadre–replicóAgustín.

—Tú no has tenido nunca madre –le dijo Pilar; los insultos habíanalcanzado esa extremada solemnidad española, en que los actos ya no sonexpresados,sinosobrentendidos.

—¿Qué es lo que hacen ahí dentro? –preguntó Agustín a Pilarconfidencialmente.

—Nada –contestó Pilar–; nada.Después de todo, estamos en primavera,animal.

—¿Animal?–preguntóAgustínpaladeandoelpiropo–.Animal.Ytú,hijadelagranp...Mec...enlalechedelaprimavera.

—Loqueesa ti–dijoella, riendoconestrépito– te faltavariedaden tusinsultos.Perotienesfuerza.¿Hasvistolosaviones?

—Me c... en la leche de sus motores –contestó Agustín, levantando lacabezaymordiéndoseellabioinferior.

—Noestámal–dijoPilar–.Noestámal,aunqueesdifícildehacer.

—Aesaaltura,desdeluego–dijoAgustín,sonriendo–.Desdeluego.Perovalemásreírse.

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—Sí–dijo lamujer dePablo–; valemás reírse.Tú eres un tío que tieneredañosymegustantusbromas.

—Escucha,Pilar–dijoAgustín,yhablabaahoraseriamente–.Algoseestápreparando.¿Noescierto?

—¿Quéesloquepiensas?

—Que todo estomehuelemuymal.Esos aviones eranmuchos aviones,mujer;muchosaviones.

—Yesotehacecosquillas,comoaotros,¿no?

—¿Quécreestúqueesloquepreparan?

—Escucha–dijoPilar–,puestoqueenvíanaunmozoparalodelpuente,esque los republicanospreparanunaofensiva.Y los fascistas sepreparanpararecibirla,yaqueenvíanaviones.Pero¿porquéexponerasusavionesdeestamanera?

—Estaguerra–dijoAgustín–esunamierda.

—Síqueloes–dijoPilar–.Sinolofuera,noestaríamosaquí.

—Sí–dijoAgustín–,estamosnadandoenmierdadesdehaceunaño.PeroPabloesastuto.Pabloesmuyastuto.

—¿Porquédiceseso?

—Lodigoporquelosé.

—Perotienesquecomprender–explicóPilar–queesdemasiadotardeparasalvarnossóloconeso,yélhaperdidotodolodemás.

—Losé–dijoAgustín–,yséquetendremosqueirnos.Tenemosqueganarparasobreviviryesnecesariovolarelpuente.PeroPablo,paraserlocobardequesehavueltoahora,siguesiendomuylisto.

—Yotambiénlosoy.

—No,Pilar–dijoAgustín–; túnoeres lista; túeresvaliente, túeresmuyleal.Tú tienes resolución.Tú adivinas las cosas.Tienesmucha resoluciónymuchocoraje.Peronoereslista.

—¿Locreesasí?–preguntólamujer,pensativa.

—Sí,Pilar.

—Elmuchachoeslisto–dijolamujer–.Listoyfrío.Muyfríodelacabeza.

—Sí–dijoAgustín–;tienequeconocersutrabajo;sino,noselohubieranencargado.Peronosésieslisto.Pablosíqueséqueeslisto.

—Peronovaleparanadaporculpadesucobardíaydesufaltadevoluntad

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paralaacción.

—Sinembargo,apesardetodo,siguesiendolisto.

—¿Ytúquédicesdetodoesto?

—Nada. Trato de ver las cosas como puedo. En estemomento hay queobrarconmucha inteligencia.Despuésde lodelpuente tendremosque irnosde aquí en seguida. Todo tiene que estar preparado y tendremos que saberhaciadóndetenemosqueencaminarnosydequémanera.

—Naturalmente.

—ParaesonohaynadiecomoPablo.Hayquesermuylisto.

—NotengoconfianzaenPablo.

—Paraeso,sí.

—No.Túnosabeshastaquépuntoestáacabado.

—Pero esmuy vivo. Esmuy listo.Y si no somos listos en este asunto,estamosaviados.

—Tengoquepensarentodoeso–dijoPilar–;tengotodoeldíaparapensarentodoeso.

—Paralospuentes,elmozo–dijoAgustín–;tienequesabercómosehace.Fíjatelobienqueorganizóelotrolodeltren.

—Sí–dijoPilar–;fueélquienrealmentelodecidiótodo.

—Tú, para la energía y la resolución –dijoAgustín–; peroPablo para laretirada.Oblígaleaestudiareso.

—Eresmuylistotú.

—Sí–dijoAgustín–;perosinpicardía.Pabloesquienlatiene.

—Consumiedoytodo.

—¿Yquépiensasdeesodelospuentes?

—Esnecesario.Ya lo sé.Haydoscosasque tenemosquehacer: salirdeaquíyganarlaguerra.Lospuentessonnecesariossiqueremosganarla.

—SiPabloestanlisto,¿porquénovelascosasclaras?

—Porque quiere que las cosas sigan como están, por flojera. Le gustaquedarse en la m... de su flojera; pero el río viene crecido. Cuando se veaobligado,se lascompondráparasalirdelpaso.Porqueesmuylisto.Esmuyvivo.

—Hasidounasuertequeelmuchachonolematara.

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—¡Qué va! El gitano quería que yo le matara anoche. El gitano es unanimal.

—Túerestambiénunanimal–dijoella–;peromuylisto.

—Nosotros somosmuy listos los dos –dijoAgustín–; pero el verdaderotalentoesPablo.

—Peroesdifícildeaguantar.Nosabescómoestádeacabado.

—Sí,perotienetalento...Mira,Pilar,parahacerlaguerratodoloquehacefaltaesinteligencia;peroparaganarlahacefaltatalentoymaterial.

—Voyapensarenesocualquierrato–dijoella–;peroahoratenemosquemarcharnos. Es tarde. –Luego, elevando la voz:– Inglés –gritó–. Inglés.Vamos.Andando.

CAPÍTULODIEZ

—Descansemos–dijoPilaraRobertJordan–.Siéntate,María,quevamosadescansar.

—No,tenemosqueseguir–dijoJordan–;descansaremoscuandolleguemosarriba.Tengoqueveraesehombre.

—Yaleverás–dijolamujerdePablo–.Nohayprisa.Siéntate,María.

—Vamos–dijoJordan–.Arribadescansaremos.

—Yovoyadescansarahoramismo–replicólamujerdePablo.Ysesentóalbordedelarroyo.Lamuchachasesentóasulado,juntoaunasmatas;elsolhacíabrillarsuscabellos.SóloRobertJordansequedódepie,contemplandola alta pradera, atravesada por el torrente. Había abundancia de matas poraquella parte. Más abajo, inmensos peñascos surgían entre helechosamarillentos, y más abajo todavía, al borde de la pradera, había una líneaoscuradepinos.

—¿FaltamuchodesdeaquíhastadondeestáelSordo?–preguntóJordan.

—No faltamucho –contestó lamujer de Pablo–. Está a la otra parte deestastierras;hayqueatravesarelvalleysubirluegohastaelbosque,dedondesaleeltorrente.Siéntateyolvidatuspenas,hombre.

—QuieroveralSordoyacabarconesto.

—Yoquierodarmeunbañodepies–dijolamujerdePablo.Sedesatólasalpargatas,sequitólagruesamediadelanaquellevabaymetióunpiedentro

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delagua–.¡Dios,quéfríaestá!

—Debiéramoshabertraídoloscaballos–dijoRobertJordan.

—Peromehacebien–dijolamujer–;meestabahaciendofalta.¿Yatiquéesloquetepasa?

—Nada,sóloquetengopocotiempo.

—Cálmate,hombre;tenemostiempodesobra.Vayaundía;yquécontentamesientodenoestarentrepinos.Nopuedesfigurartecómosehartaunadelospinos.¿Túnoestáshartadelospinos,guapa?

—Amímegustanlospinos–dijolamuchacha.

—¿Quéesloquetegustadelospinos?

—Megusta el olor yme gusta sentir las agujas debajo demis pies.Megustaoírelvientoentrelascopasyelruidoquehacenlasramascuandosedanunascontraotras.

—Atitegustatodo–dijoPilar–;seríasunaalhajaparacualquierhombresifuesesmejor cocinera. Pues amí los pinos son algo queme harta. ¿Nohasvistonuncaunbosquedehayas,decastaños,denogales?Esossonbosques.En esos bosques todos los árboles son distintos, lo que les da fuerza yhermosura. Un bosque de pinos es un aburrimiento. ¿Qué dices tú a eso,inglés?

—Amítambiénmegustanlospinos.

—Pero venga –dijo Pilar–, los dos igual. A mí también me gustan lospinos,perohemosestadodemasiadotiempoentreellos.Yestoyhartadeestasmontañas. En lasmontañas no haymás que dos caminos: arriba y abajo, ycuandosevaparaabajosellegaalacarreterayalospueblosdelosfascistas.

—¿VaustedalgunasvecesaSegovia?

—¡Qué va! ¿Con mi cara? Esta cara es demasiado conocida. ¿Qué teparecería si fueras tan fea como yo, guapa? –preguntó lamujer de Pablo aMaría.

—Túnoeresfea.

—Vamos,queyonosoyfea.Soyfeadenacimiento.Hesidofeatodamivida.Tú,inglés,quenosabesnadademujeres,¿sabesloquesesientecuandoseesunamujerfea?¿Sabestúloqueesserfeatodalavidaysentirpordentroqueunaesguapa?Esalgomuyraro–dijo,metiendoelotropieenelaguayretirándolorápidamente–.¡Dios,quéfríaestá!Miralapajaritadelasnieves–dijo, señalandoconeldedounpájaro,parecidoaunapequeñabolagrisquerevoloteaba de piedra en piedra remontando el torrente–. No es buena para

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nada.Niparacantarniparacomer.Todoloquesabehaceresmoverlacola.Dameuncigarrillo,inglés–dijo,y,tomandoelqueleofrecía,loencendióconunyesqueroquesacódelbolsillodesucamisa.AspiróunabocanadaymiróaMaríayaJordan.

—Estavidaesunacosamuycómica–dijo,echandoelhumoporlanariz–•Yohubierahechounhombreestupendo;perosoymujerdelospiesalacabezay una mujer fea. Sin embargo, me han querido muchos hombres y yo hequerido también a muchos. Es cómico. Oye esto, inglés, es interesante.Mírame;miraquéfeasoy.Míramedecerca,inglés.

—Túnoeresfea–dijoRobertJordantuteándolasinsaberporqué.

—¿Queno?Noquieras engañarme.O será –y rio con su risa profunda–queempiezoahacerteimpresión.No,estoybromeando.Mirabienlofeaquesoy.Ysinembargo,unallevadentroalgoqueciegaaunhombremientraselhombrelaquiereauna.Conesesentimientoseciegaelhombreyseciegaunamisma. Y luego un día, sin saber por qué, el hombre te ve tan fea comorealmente eres y se le cae la venda de los ojos, y pierdes al hombre y elsentimiento. ¿Comprendes, guapa? –Y dio unos golpes en el hombro de lamuchacha.

—No–contestóMaría–;noloentiendo;porquetúnoeresfea.

—Tratadevalertede lacabezaynodelcorazón,yescucha–dijoPilar–.Os estoy diciendo cosas muy interesantes. ¿No te interesa lo que te digo,inglés?

—Sí,peroconvendríaquenosfuéramos.

—¿Irnos? Yo estoy muy bien aquí. Así, pues –continuó diciendo,dirigiéndoseahoraaRobertJordan,comosiestuviesehablandoaungrupodealumnos(sehubieradichocasiqueestabapronunciandounaconferencia)quealcabodeciertotiempo,cuandoseestanfeacomoyo,queestodolofeaqueunamujerpuedeser,alcabodeciertotiempo,comodigo,lasensaciónidiotadequeunaesguapa tevuelvesuavemente.Esalgoquecrecedentrodeunacomounacol.Yentonces,cuandohacrecidolosuficiente,otrohombreteve,teencuentraguapa,ytodovuelveacomenzar.Ahoracreoquehedejadoatráslaedaddeesascosas;peropodríavolver.Tienessuerte,guapa,pornoserfea.

—Perosisoyfea...–afirmóMaría.

—Pregúntaseloaél–dijoPilar–;ynometastantolospiesenelagua,quesetevanaquedarhelados.

—Roberto dice que deberíamos seguir, y yo creo que sería mejor –intervinoMaría.

—Escuchabien loque tedigo–dijoPilar–:esteasuntome interesa tanto

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comoatuRoberto,ytedigoqueseestáaquímuybien,descansandojuntoalagua,yque tenemos tiempodesobra.Además,megustahablar.Es laúnicacosacivilizadaquenosqueda.¿Quéotracosatenemosparapasarelrato?¿Noteinteresaloquetedigo,inglés?

—Hablaustedmuybien,perohayotrascosasquemeinteresanmásquelabellezaolafealdad.

—Entonces,hablemosdeloqueteinteresa.

—¿DóndeestabaustedacomienzosdelMovimiento?

—Enmipueblo.

—¿Ávila?

—¡Quéva,Ávila!

—PablomedijoqueeradeÁvila.

—Miente.Legustaríaserdeunaciudadgrande.Supuebloes...–ynombróunpueblomuypequeño.

—¿Yquéfueloquesucedió?

—Muchas cosas –contestó lamujer–.Muchas,muchas, y todas bellacas.Todas,inclusolasgloriosas.

—Cuente–dijoRobertJordan.

—Es algo brutal –dijo la mujer de Pablo–. No me gusta hablar de esodelantedelapequeña.

—Cuente, cuente –dijo Robert Jordan–. Y si no va con ella, que noescuche.

—Puedoescuchar–dijoMaría,ypusosumanoenladeJordan–.Nohaynadaqueyonopuedaescuchar.

—No se trata de saber si puedes escuchar –dijo Pilar–; sino de saber sidebocontarlodelantedetiydartepesadillas.

—Nohaynadaquepuedadarmepesadillas.¿Creesquedespuésdeloquemehapasadopodríatenerpesadillaspornadadeloquecuentes?

—Quizáselasdéalinglés.

—Cuéntemeusted,yveremos...

—No,inglés,noestoydebromas.¿HasvistoelcomienzodelMovimientoenlospueblos?

—No–contestóRobertJordan.

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—Entonces no has visto nada. Sólo has visto a Pablo ahora, desinflado.Peroeracosadehaberlevistoentonces.

—Cuente,cuenteusted.

—No,notengoganas.

—Cuente.

—Bueno, contaré la verdad, tal como pasó. Pero tú, guapa, si llega unmomentoenquetemolesta,dímelo.

—Sillegaunmomentoenquememoleste,tratarédenoescuchar–replicóMaría–;peronopuedeserpeorqueotrascosasquehevisto.

—Creo que sí que lo es –dijo lamujer de Pablo–.Dame otro cigarrillo,inglés,yvámonos.

LajovenserecostóenlasmatasquebordeabanlaorillaenpendientedelarroyoyRobertJordansetumbóenelsuelo,conlacabezaapoyadasobreunade lasmatas. Extendió el brazo buscando lamano deMaría; la encontró yfrotósuavementelamanodelamuchachajuntoconlasuyacontralamalezahastaqueellaabriólamano,y,mientrasescuchaba,ladejóquietasobreladeRobertJordan.

—Fueporlamañanatempranocuandoloscivilesdelcuartelserindieron–empezódiciendoPilar.

—¿Habíanatacadoustedeselcuartel?–preguntóRobertJordan.

—Pablolohabíacercadoporlanoche.Cortóloshilosdelteléfono,colocódinamita bajo una de las tapias y gritó a los guardias que se rindieran. Noquisieron.Entonces,aldespuntareldía,hizosaltarlatapia.Hubolucha.Dosguardias civiles quedaron muertos. Cuatro fueron heridos y cuatro serindieron.

»Estábamos todos repartidos por los tejados, por el suelo o al pie de losmurosalamedialuzdelamadrugadaylanubedepolvodelaexplosiónnohabíaacabadodeposarseporquehabíasubidomuyaltoporelaireynohabíaviento para disiparla; tirábamos todos por la brecha abierta en el muro;cargábamoslosfusilesydisparábamosentrelahumareda,y,desdeelinterior,salían todavía disparos, cuando alguien gritó entre la humareda que nodisparásemosmásycuatroguardiascivilessalieronconlasmanosenalto.Ungrantrozodeltechosehabíaderrumbadoyveníanarendirse.

»–¿Quedaalgunodentro?–gritóPablo.

»–Estánlosheridos.

»–Vigiladaésos–dijoPabloacuatrode losnuestros,quesalierondesde

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dondeestabanapostadosdisparando–.Quedaosahí,contralapared–dijoalosciviles. Los cuatro civiles se pusieron contra la pared, sucios, polvorientos,cubiertosdehumocon losotroscuatroque losguardaban,apuntándolesconlosfusiles,yPabloylosdemássefueronaacabarconlosheridos.

»Cuando hubieron acabado y ya no se oyeron más gritos, lamentos,quejidos,nidisparosdefusilenelcuartel,Pabloylosdemássalieron.YPablollevabasufusilalhombroyunapistolamáuserenunamano.

»–Mira,Pilar–dijo–.Estabaenlamanodeloficialquesesuicidó.Nohedisparadonunca con esto.Tú–dijo a unode los guardias–, enséñamecómofunciona.No,nomelodemuestres,explícamelo.

»Los cuatro civiles habían estado pegados a la tapia, sudando, sin decirnada mientras se oyeron los disparos en el interior del cuartel. Eran todosgrandes,concaradeguardiasciviles;elmismoestilodecaraquelamía,salvoqueladeellosestabacubiertadeunpocodebarbadelaúltimamañana,quenosehabíanafeitado,ypermanecíanpegadosalaparedynodecíannada.

»–Tú–dijoPabloalqueestabamáscercadeél–,dimecómofuncionaesto.

»–Baja lapalanca–ledijoelguardiaconvoz incolora–.Tira larecámarahaciaatrásydejaquevuelvasuavementehaciadelante.

»–¿Qué es la recámara? –preguntó Pablo,mirando a los cuatro civiles–.¿Quéeslarecámara?

»–Loqueestáencimadelgatillo.

»Pablotiróhaciaatrásdelarecámara,peroseatascó.

Sehaatascado.

»–Yahora¿qué?–dijo–.Sehaatascado.Mehasengañado.

»–Échalomáshaciaatrásydejaquevuelvasuavementehaciadelante–dijoelcivil,ynoheoídonuncauntonosemejantedevoz.Eramásgrisqueunamañanasinsol.

»Pablohizocomoelguardialedecíaylarecámarasecolocóensusitio,yconelloquedólapistolaarmadaconelgatillolevantado.Eraunapistolamuyfea,pequeñayredondadeempuñadura,conuncañónplano,nadamanejable.DurantetodoesetiempoloscivilesmirabanaPabloynohabíandichonada.

»–¿Quéesloquevaisahacerdenosotros?–preguntóunodeellos.

»–Mataros–respondióPablo.

»–¿Cuándo?–preguntóelhombre,conlamismavozgris.

»–Ahoramismo–contestóPablo.

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»–¿Dónde?–preguntóelguardia.

»–Aquí –contestó Pablo–. Aquí. Ahora mismo. Aquí y ahora mismo.¿Tienesalgoquedecir?

»–Nada–contestóelcivil–.Nada.Peronoescosabienhecha.

»–Tú eres el que no estás bien hecho –dijo Pablo–. Tú, asesino decampesinos.Tú,quemataríasatupropiamadre.

»–Yonohematadonuncaanadie–dijoelcivil–.Yteruegoquenohablesasídemimadre.

»–Vamosavercómomueres,tú,quenohashechomás|quematar.

»–Nohacefaltainsultarnos–dijootrodelosciviles–.Ynosotrossabemosmorir–dijootro.

»–Derodillascontralaparedyconlacabezaapoyadaenelmuro–ordenóPablo.Loscivilessemiraronentresí.

»–Derodillashedicho–insistióPablo–.Agachaoshastaelsueloyponeosderodillas.

»–¿Quéteparece,Paco?–preguntóunodeloscivilesalmásaltodetodos,el quehabía explicado lode lapistola aPablo.Teníagalonesde caboen labocamangaysudabaportodossusporos,apesardeque,porlotemprano,aúnhacíafrío.

»–Dalomismoarrodillarse–contestóéste–.Notieneimportancia.

»–Esmáscercadelatierra–dijoelprimeroquehabíahablado;intentababromear,peroestabantodosdemasiadogravesparagastarbromas,yningunosonrió.

»–Entonces,arrodillémonos–dijoelprimercivil,yloscuatrosepusieronderodillas,conunaspectomuycómico,lacabezacontraelmuroylasmanosenloscostados.YPablopasódetrásdeellosydisparó,yendodeunoaotro,acadaunoun tiroen lanucacon lapistola,apoyandobienelcañóncontra lanuca, y uno por uno iban cayendo a tierra en cuanto Pablo disparaba. Aúnpuedooírladetonación,estridenteyahogadaalmismotiempo,ypuedoverelcañóndelapistolalevantándoseacadasacudidaylacabezadelhombrecaerhaciadelante.Hubounoquemantuvoerguida lacabezacuando lapistola letocó.Otrolainclinóhastaapoyarlaenlapiedradelmuro.Aotroletemblabatodoelcuerpoylacabezaselebamboleaba.Unosolo,elúltimo,sepusolamanodelantedelosojos.YyaestabanloscuatrocuerposderrumbadosjuntoalatapiacuandoPablodiolavueltaysevinohacianosotrosconlapistolaenlamano.

»–Guárdame esto, Pilar –dijo–. No sé cómo bajar el disparador –y me

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tendiólapistola.Élsequedóallí,mirandoaloscuatroguardiasdesplomadoscontra la tapia del cuartel. Todos los que estaban con nosotros se habíanquedadomirándolostambién,ynadiedecíanada.

«Habíamos ocupado el pueblo, era todavíamuy temprano y nadie habíacomidonadanihabíatomadocafé;nosmirábamoslosunosalosotrosynosvimos todos cubiertos del polvo de la explosión del cuartel y polvorientos,comocuandosetrillaenlaseras;yomequedéallíparada,conlapistolaenlamano,quemepesabamucho,ymehacíaunaimpresiónraraenelestómagover a losguardiasmuertos contra la tapia.Estabancubiertosdepolvocomonosotros;peroahoramanchandocadaunoconsusangreelpolvodellugarenqueyacían.Ymientrasestábamosallí,elsolsalióporentreloscerroslejanosyempezóalucirporlacarretera,adondedabalatapiablancadelcuartel,yelpolvoenelairesehizodecolordorado;yelcampesinoqueestabajuntoamímiró a la tapia del cuartel,miró a los que estaban por el suelo, nosmiró anosotros,miróalsolydijo:"Vaya,otrodíaquecomienza."

»–Bueno,ahoravamosatomarelcafé–dijeyo.

»–Bien,Pilar,bien–dijoélysubimosalpueblo,hasta lamismaplaza,yésosfueronlosúltimosquematamosatirosenelpueblo.»

—¿Quépasócon losotros?–preguntóRobert Jordan–.¿Esquenohabíamásfascistasenelpueblo?

—¡Qué va! Claro que habíamás fascistas. Habíamás de veinte. Pero aésosnolosmatamosatiros.

—¿Quéfueloquesehizoconellos?

—Pablohizoquelosmatasenagolpesdebieldoyquelosarrojarandesdeloaltodeunpeñascoalrío.

—¿Alosveinte?

—Ya te contaré cómo. No es nada fácil. Y en todami vida querría verrepetidaunaescenasemejante,verapalearamuerteauno,hastamatarleenlaplaza,enloaltodeunpeñascoquedaalrío.

Elpueblodeque tehabloestá levantadoen lamargenmásaltadel ríoyhay allí una plaza con una gran fuente, con bancos y con árboles que dansombra a los bancos. Los balcones de las casas dan a la plaza. Seis callesdesembocanenestaplazayalrededor,exceptoporunasolaparte,haycasascon arcadas.Cuando el sol quema, uno puede refugiarse a la sombra de lasarcadas.Entrescarasdelaplazahayarcadascomotedigoyenlacuartacara,que es la que está al borde del peñasco, hay una hilera de árboles. Abajo,muchomásabajo,correelrío.Haycienmetrosapicodesdeallíhastaelrío.

»Pabloloorganizótodocomoparaelataquealcuartel.Primerohizocerrar

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lascallesconcarretas,comosipreparaselaplazaparaunacapea,queesunacorridade torosdeaficionados.Los fascistasestaban todosencerradosenelAyuntamiento,queeraeledificiomásgrandequedabaalaplaza.

En el edificio se encontraba un reloj empotrado en la pared, y, bajo lasarcadas,estabaelclubdelosfascistasyenlaaceraseponíanlasmesasylassillasdelclub,yeraallí,antesdelMovimiento,endondelosfascistasteníanlacostumbrede tomarelaperitivo.Lassillasy lasmesaserandemimbre.Eracomouncafé,peromáselegante.»

—Pero¿nohuboluchaparaapoderarsedeellos?

—Pablohabíahechoque losdetuvieranpor lanoche,antesdelataquealcuartel.Peroelcuartelestabayacercado.Fuerondetenidostodosensucasa,alahoraenqueelataquecomenzaba.Esoestuvomuybienpensado.Pabloesbuenorganizador.Deotramanerahubieratenidogentequelehubieseatacadoporlosflancosyporlaretaguardiamientrasasaltabaelcuarteldelaguardiacivil.

Pabloesmuy inteligente,peromuybruto.Preparóyordenómuybienelasuntodelpueblo.Mirad,despuésdeacabar conéxito el ataquedel cuartel,rendidosyfusiladoscontralaparedloscuatroúltimosguardias,despuésquetomamoseldesayunoenelcaféqueerasiempreelprimeroqueabría,porlamañana, y que es el que está en el rincón de donde sale el primer autobús,Pablo se puso a organizar lo de la plaza. Las carretas fueron colocadasexactamentecomosifueseparaunacapea,salvoqueporlapartequedabaalríonosepusoninguna.Eseladosedejóabierto.Pablodioentoncesordenalcuradequeconfesaraalosfascistasylesdieralossacramentos.»

—Y¿dóndesehizoeso?

—EnelAyuntamiento,comohedicho.Habíaunagranmultitudalrededor,y mientras el cura hacía su trabajo dentro, había un buen escándalo fuera;oíanse groserías, pero la mayor parte de la gente se mostraba seria yrespetuosa.Quienesbromeabaneran losqueestabanyaborrachosporhaberbebido para celebrar el éxito de lo del cuartel, y eran seres inútiles quehubieranestadoborrachosdecualquiermanera.

»Mientraselcuraseguíaconsutrabajo,Pablohizoquelosdelaplazasecolocaranendosfilas.

»Los distribuyó en dos filas como suelen colocarse para un concurso defuerzaenquehayquetirardeunacuerda,ocomoseagrupaunaciudadparaverelfinaldeunacarreradebicicletas,conelespaciojustoentreellosparaelpaso de los ciclistas, o como se colocan para ver el santo al pasar unaprocesión. Entre las filas había un espacio de dos metros y las filas seextendían desde el Ayuntamiento atravesando la plaza, hasta las rocas que

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daban sobre el río. Así, al salir por la puerta del Ayuntamiento, mirando atravésdelaplaza,seveíanlasdosfilasespesasdegenteesperando.

»Ibanarmadosconbieldos,comolosqueseusanparaaventarelgrano,yestaban separados entre sí por la distancia de un bieldo. No todos teníanbieldo,porquenosepudoconseguirnúmerosuficiente.PerolamayoríateníanbieldosquehabíansacadodelcomerciodedonGuillermoMartín,unfascistaque vendía toda clase de utensilios agrícolas. Y los que no tenían bieldollevaban gruesos cayados de pastor o aguijones de los que se usan parahostigaralosbueyes,uhorquillasdemaderadelasqueseutilizanparaecharalvientolapajadespuésdelatrilla.Tambiénloshabíaconguadañasyhoces;pero a éstos los colocó Pablo al final de la hilera que estaba junto a labarranca.

»Loshombresdelasfilasguardabansilencioyeldíaeraclaro,hermoso,tanclarocomohoy,connubesaltasenelcielocomolasdehoy,ylaplazanoestabatodavíapolvorienta,porquehabíacaídounrocíoespesoporlanocheylosárbolesdabansombraaloshombresqueestabanenlasfilasyseoíafluirelaguaquebrotabadeltubodecobrequesalíadelabocadeunleóneibaacaerenlafuentedondelasmujeresllenabansuscántaros.

»SolamentecercadelAyuntamiento,endondeestabaelcuracumpliendoconsudebercon los fascistas,habíaalgúnescándaloyproveníadeaquellossinvergüenzas, que, como he dicho, estaban ya borrachos y se apretujabancontra las ventanas, gritando groserías y bromas demal gusto por entre losbarrotesdehierrodelasventanas.Lamayoríadeloshombresqueestabanenlas filas aguardaban en silencio y oí que uno a otro preguntaba: "¿Habrámujeres?"Yelotrocontestó:"Esperoqueno,Cristo."

»Entonces, un tercero dijo: "Mira, ahí está la mujer de Pablo. Escucha,Pilar.¿Vaahabermujeres?"

»Lemiréyerauncampesinovestidodedomingoquesudabadelolindoyledije:"No,Joaquín;nohabrámujeres.Nosotrosnomatamosalasmujeres.¿Porquéhabíamosdemataralasmujeres?"

»Y él dijo: "Gracias a Dios que no habrá mujeres. ¿Y cuándo va aempezar?"

»–Encuantoacabeelcura–ledijeyo.

»–¿Yelcura?

»–No lo sé –le dije y vi que en su rostro se dibujaba el sufrimiento,mientrasselecubríalafrentedesudor.

»–Nuncahematadoaunhombre–dijo.

»–Entonces,ahoraaprenderás–lecontestóelqueestabaasu lado–.Pero

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nocreoqueungolpedeésosmateaunhombre–ymiróelbieldoquesosteníaconlasdosmanos.

»–Ahíestálobueno–dijoelotro–.Hayquedarmuchosgolpes.

»–Ellos han tomadoValladolid –dijo alguien–; han tomadoÁvila. Lo oícuandoveníamosalpueblo.

»–Pero nunca tomarán este pueblo. Este pueblo es nuestro. Les hemosganadoporlamano.Pablonoesdelosqueesperanaqueellosdenelprimergolpe–dijeyo.

»–Pabloesmuycapaz–dijootro–.Perocuandoacabóconloscivilesfueunpocoegoísta.¿Nolocreesasí,Pilar?

»–Sí–contestéyo–;peroahoravaisaparticiparvosotrosentodo.

»–Sí–dijoél–.Estoestábienorganizado.Pero¿porquénooímosnoticiasdelMovimiento?

»–Pablo ha cortado los hilos del teléfono antes del ataque al cuartel.Todavíanosehanreparado.

»–¡Ah!–dijoél–;esporesoporloquenosesabenada.Yoheoídoalgunasnoticiasenlaradiodelpeóncamineroestamañana,muytemprano.

»–¿Porquévamosahacerestoasí,Pilar?–mepreguntóotro.

»–Paraeconomizarbalas–contestéyo–yparaquecadahombre tengasupartederesponsabilidad.

»–Entonces, que comience. Que comience. Que comience –lemiré y viqueestaballorando.

»–¿Porquélloras,Joaquín?–lepregunté–.Nohayporquéllorar.

»–Nopuedoevitarlo,Pilar–dijoél–.Nohematadonuncaanadie.

Quien no haya visto el día de la revolución en un pueblo pequeño, endondetodoelmundoseconoceysehaconocidosiempre,nohavistonada.Yaqueldía,losmásdeloshombresqueestabanenlasdosfilasqueatravesabanla plaza, llevaban las ropas con las que iban a trabajar al campo, porquetuvieronqueapresurarseparallegaralpueblo;peroalgunosnosupieroncómoteníanquevestirseenelprimerdíadelMovimientoysehabíanpuestosutrajededomingoydelosdíasdefiesta,yésos,viendoquelosotros,incluidoslosque habían llevado a cabo el ataque al cuartel, llevaban su ropamás vieja,sentían vergüenza por no estar vestidos adecuadamente. Pero no queríanquitarse la chaqueta por miedo a perderla, o a que se la quitaran lossinvergüenzas, y estaban allí, sudando al sol, esperando que aquellocomenzara.

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»Fueentoncescuandoelvientoselevantóyelpolvo,quesehabíasecadoyasobrelaplaza,alandarypisotear loshombressecomenzóalevantar,asíque un hombre vestido con traje de domingo azul oscuro gritó: "¡Agua,agua!", y el barrenderode laplaza, que teníaque regarla todas lasmañanasconunamanguera,llegó,abrióelpasodelaguayempezóaasentarelpolvoen los bordes de la plaza y hacia el centro. Los hombres de las dos filasretrocedieronparapermitirleque regase lapartepolvorientadelcentrode laplaza; lamanguera hacía grandes arcos de agua, que brillaban al sol, y loshombres, apoyándose en los bieldos y en los cayados y en las horcas demadera blanca, miraban regar al barrendero. Y cuando la plaza quedó bienregada y el polvo bien asentado, las filas se volvieron a formar, y uncampesino gritó: "¿Cuándo nos van a dar al primer fascista? ¿Cuándo va asalirelprimerodelacaja?"

»–Enseguida–gritóPablodesdelapuertadelAyuntamiento–.Enseguidavaasalirelprimero.–Suvozestabaroncadetantogritarduranteelasaltoalcuartel.

»–¿Quélosestáretrasando?–gritóuno.

»–Aúnestánocupadosconsuspecados–contestóPablo.

»–Claro,comoquesonveinte–replicóotro.

»–Más–repusootro.

»–Yentreveintehaymuchospecadosqueconfesar.

»–Sí,peromeparecequeesunatretaparaganartiempo.Enuncasocomoéste,sólodeberíanrecordarlosmásgrandes.

»–Entonces,tenedpaciencia,porqueparaveintesenecesitaalgúntiempo,aunquenoseamásqueparalospecadosmásgordos.

»–Yalatengo–contestóotro–;peroseríamejoracabar.Enbiendeellosydenosotros.Estamos en julio y haymucho trabajo.Hemos segado, peronohemostrillado.Todavíanohallegadoeltiempodelasfiestasylasferias.

»–Peroestodehoyseráunafiestayunaferia–dijoalguien–.Serálaferiadelalibertad,ydesdehoy,cuandohayamosterminadoconéstos,elpuebloylastierrasseránnuestras.

»–Hoytrillamosfascistas–gritóotro–,ydelapajasaldrálalibertaddeestepueblo.

»–Tenemos que administrarla bien, para merecerla –añadió otro más–.Pilar,¿cuándonosreunimosparalareorganización?

»–Enseguidaqueacabemosconéstos–dijeyo–.EnelmismoedificiodelAyuntamiento.

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»Yo llevaba en son de chanza uno de esos tricornios charolados de laGuardiacivilyhabíabajadoeldisparadordelapistola,sosteniéndoloconelpulgarcomomeparecíaqueeraprecisohacerlo,ylapistolaestabacolgadadeunacuerdaquellevabaalrededordelacintura,conellargocañónmetidobajolacuerda.Cuandomelapusemeparecióqueeraunabuenabroma,peroluegolamenténohabercogidoelestuchedelapistola,enlugardelsombrero.Yunodeloshombresdelasfilasmedijo:"Pilar,hija,meparecedemalgustoquelleves ese sombrero, ahora que se ha acabado con cosas como la Guardiacivil..."

»–Entonces,meloquitaré–dijeyo,ymeloquité.

»–Dámelo–dijoél–;hayquedestruirlo.

»Ycomoestabaal finalde la fila,endondeelpaseocorrea lo largodelbordedelabarrancaquedaalrío,cogióelsombreroyloechóarodardesdeloalto de la barranca, de la mismamanera que los pastores cuando tiran unapiedraalasresesparaquesereúnan.Elsombrerosalióvolandoporelvacíoylovimoshacersecadavezmáspequeño,conelcharolbrillandoa la luzdelsol,endirecciónalrío.Volvíamiraralaplazayviqueentodaslasventanasyen todos los balcones se apretujaba la gente y la doble fila de hombresatravesaba la plaza hasta el porche del Ayuntamiento y la multitud estabaapelmazada debajo de las ventanas del edificio, y se oía el ruido demuchagentequehablabaalmismotiempo;yluegooíungritoyalguiendijo:"Aquívieneelprimero."YeradonBenitoGarcía,elalcalde,quesalíaconlacabezaal aire, bajando lentamente los escalones del porche. Y no pasó nada. DonBenito cruzó entre las dos filas de hombres que llevaban los bieldos en lamanoynopasónada.Yseadelantóentrelasfilasdehombres,conlacabezadescubierta, laanchacara redondadecolorceniciento, lamirada fijaanteélechandodevezenvezunaojeadaaderechaeizquierdayandandoconpasofirme.Ynopasabanada.

»Desde un balcón, alguien gritó: "¿Qué ocurre, cobardes?" Don Benitoseguíaavanzandoentrelasfilasdehombresynopasabanada.Entoncesvi,atres metros demí, a un hombre que hacía gestos raros con la cara, que semordíaloslabiosyteníablancaslasmanosquesujetabanelbieldo.Leviquemiraba a don Benito y que le veía acercarse. Y seguía sin pasar nada.Entonces, un poco antes de que don Benito pasara por su lado, el hombrelevantóelbieldocontantafuerza,quecasitiraalsueloalqueteníaasulado,y con el bieldo descargó un golpe que dio a donBenito en la cabeza.DonBenito miró al hombre, que volvió a golpearle, gritando: "Esto es para ti,cabrón." Y esta vez le dio en la cara. Don Benito levantó las manos paraprotegerse la cara y entonces los demás comenzaron a golpearle, hasta quecayóyelhombrequelehabíagolpeadoprimerollamóalosotrosparaqueleayudasenytiródedonBenitoporelcuellodelacamisaylosotroscogierona

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don Benito por los brazos y le arrastraron con la cara contra el polvo,llevándole hasta el borde del barranco, y desde allí le arrojaron al río.Y elhombreque lehabíagolpeadoprimero searrodilló juntoa las rocasygritó:"Cabrón. Cabrón. Cabrón." Era un arrendatario de don Benito y nunca sehabíanentendidobien.HabíantenidounadisputaapropósitodeunpedazodetierracercadelríoquedonBenitolehabíaquitadoyhabíaarrendadoaotro,yel rentero, desde entonces, le odiaba.Aquel hombreyanovolvió a las filasdespuésdeeso.SequedósentadoalbordedelabarranqueramirandoallugarpordondehabíacaídodonBenito.

»DespuésdedonBenitonosaliónadie.Nohabíaruidoenlaplaza,porquetodoelmundoestabaaguardandoaverquiénseríaelpróximo.Entonces,unborrachosepusoagritar:"Quesalgaeltoro.Quesalgaeltoro."

«Alguien, desde las ventanas del Ayuntamiento, replicó: "No quierenmoverse.Todosestánrezando."

»Otroborrachogritó:"Sacadlos;vamos,sacadlos.Seacabóelrezo."

»Peronadiesalía,hastaque,porfin,visaliraunhombreporlapuerta.

»Era donFedericoGonzález, el propietario delmolino y de la tienda deultramarinos,unfascistadeprimerorden.Erauntipograndeyflaco,peinadoconelpeloechadodeunladoaotrodelacabeza,parataparlacalva,yllevabauna chaqueta de pijama metida de cualquier manera por el pantalón. Ibadescalzo, como le sacaronde su casa, ymarchabadelantedePablo, con lasmanosenalto,yPabloibadetrásdeél,conelcañóndesuescopetaapoyadocontralaespaldadedonFedericoGonzález,hastaelmomentoenquedejóadonFedericoentre lasdos filasdehombres.PerocuandoPablo ledejóysevolvió a la puerta del Ayuntamiento, don Federico se quedó allí sin poderseguiradelante,conlosojoselevadoshaciaelcieloylasmanosenalto,comosiquisieraasirsedealgúnpuntoinvisible.

»–Notienepiernasparaandar–dijoalguien.

»–¿Qué te pasa, don Federico? ¿No puedes andar? –preguntó otro. Perodon Federico seguía allí, con las manos en alto, moviendo ligeramente loslabios.

»–Vamos–legritóPablodesdeloaltodelaescalera–.Camina.

»DonFedericoseguíaallísinpodermoverse.Unodelosborrachoslepegópor detrás con elmangodeunbieldoy donFedericodio un salto comouncaballoasustado;pero siguióenelmismositio, con lasmanosenaltoy losojospuestosenelcielo.

»Entonces, el campesinoqueestaba juntoamí,dijo: "Esunavergüenza.Notengonadacontraél,perohayqueacabar."Asíesquesesaliódelafila,se

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acercó a donde estaba don Federico y dijo: "Con su permiso", y le dio ungolpemuyfuerteenlacabezaconunbastón.

»Entonces, donFedericobajó lasmanosy laspuso sobre su cabeza, porencimadesucalva,yconlacabezabajaycubiertaporlasmanosysuslargoscabellosralosqueseescapabanporentresusdedos,corriómuydeprisaentrelasdosfilas,mientraslellovíanlosgolpessobrelasespaldasyloshombros,hastaquecayó.Y losqueestabanal finalde la fila le cogieronenaltoy learrojaronporencimadelabarranca.NohabíaabiertolabocadesdequesalióconelfusildePabloapoyadosobrelosriñones.Suúnicadificultadestabaenque no podía moverse. Parecía como si hubiera perdido el dominio de suspiernas.

DespuésdelodedonFedericoviqueloshombresmásfuertessehabíanjuntado al final de las hileras, al borde del barranco, y entoncesme fui delsitio,memetí por los porches delAyuntamiento,me abrí camino entre dosborrachosymepuseamirarporlaventana.EnelgransalóndelAyuntamientoestabantodosrezando,arrodilladosensemicírculoyelcuraestabaderodillasy rezaba con ellos. Pablo y un tal Cuatrodedos, un zapatero remendón, quesiempreestabaconélporaquelentonces,ydosmás,estabandepiecon losfusiles.

»YPabloledijoalcura:"¿Aquiénletocaahora?"Yelcurasiguiórezandoynolerespondió.

»–Escucha –dijoPablo al cura, con voz ronca–: ¿Aquién le toca ahora?¿Quiénestádispuesto?

ElcuranoqueríahablarconPabloyhacíacomosinolevierayyoveíaquePabloseestabaponiendoenfadado.

»–Vayamos todos juntos –dijo don Ricardo Montalvo, que era unpropietario,levantandolacabezaydejandoderezarparahablar.

»–¡Quéva!–dijoPablo–.Unoporunoycuandoestéisdispuestos.

»–Entonces,iréyo–dijodonRicardo–.Noestarénuncamásdispuestoqueahora.

El cura le bendijo mientras hablaba y le bendijo de nuevo cuando selevantó,sindejarderezar,y le tendióuncrucifijoparaque lobesara,ydonRicardo lobesóy luegosevolvióydijoaPablo:"Noestarénunca tanbiendispuestocomoahora.Tú,cabróndemalaleche,vamos."

»DonRicardoeraunhombrepequeño,decabellosgrisesydecuellorecio,y llevaba la camisa abierta. Tenía las piernas arqueadas de tanto montar acaballo."Adiós–dijoalosqueestabanderodillas–;noestéistristes.Morirnoesnada.Loúnicomaloesmorirentrelasmanosdeestacanalla.Nometoques

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–dijoaPablo–,nometoquescontufusil."

»Salió del Ayuntamiento con sus cabellos grises, sus ojillos grises, sucuello recio, achaparrado, pequeño y arrogante. Miró la doble fila de loscampesinosyescupióalsuelo.Podíaescupirverdaderasaliva,yenmomentossemejantes tienes que saber, inglés, que eso es una cosamuy rara.Y gritó:"¡Arriba España! ¡Abajo la República! y me c... en la leche de vuestrospadres."

»Lemataronapalos,rápidamente,acuciadosporlosinsultos,golpeándoletan pronto como llegó a la altura del primer hombre; golpeándolemientrasintentaba avanzar, con la cabeza alta, golpeándole hasta que cayó ydesgarrándoleconlosgarfiosylashocesunavezcaído,yvarioshombreslellevaron hasta el borde del barranco para arrojarle, y cuando lo hicieron lasmanos y las ropas de esos hombres estaban ensangrentadas; y empezaban atener la sensación de que los que iban saliendo del Ayuntamiento eranverdaderosenemigosyteníanquemorir.

»HastaquesaliódonRicardoconsubravurainsultándoles,habíamuchosen las filas, estoy segura, que hubieran dado cualquier cosa por no haberestado en ellas. Y si uno de entre las filas hubiera gritado: "Vámonos,perdonemosalosotros,yatienenunabuenalección",estoyseguradequelamayoríahabríaestadodeacuerdo.

»Pero don Ricardo, con toda su bravuconería, hizo a los otros un malservicio.Porqueexcitóaloshombresdelasfilasy,mientrasqueanteshabíanestadocumpliendoconsudebersinmuchasganas,luegoestabanfuriososyladiferenciaeravisible.

»–Hacedsaliralcura,ylascosasiránmásdeprisa–gritóalguien.

»–Hacedsaliralcura.

»–Yahemostenidotresladrones;ahoraqueremosalcura.

»–Dos ladrones –dijo un campesino muy pequeño al hombre que habíagritado–.FuerondosladroneslosquehabíaconNuestroSeñor.

»–¿Elseñordequién?–preguntóelotro,furioso,conlacaracolorada.

»–Esunamaneradehablar:sediceNuestroSeñor.

»–Esenoesmiseñor,nienbroma–dijoelotro–.Yharíasmejorentenerlabocacerrada,sinoquieresverteentrelasdosfilas.

»–Soy tan buen republicano libertario como tú –dijo el pequeño–.LehedadoadonRicardoen labocay lehepegadoen laespaldaadonFederico.Aunque hemarrado a donBenito, ésa es la verdad. Pero digo queNuestroSeñoresasícomosediceyqueteníaconsigoadosladrones.

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»–Mec...enturepublicanismo.Túhablasdedonporaquíyporallá.

»–Asíescomolosllamamosaquí.

»–Noseréyo.Paramí,soncabrones.Ytuseñor...Ah,mira,aquívieneunonuevo.

»Fueentoncescuandopresenciéunaescenalamentable,porqueelhombreque salía del Ayuntamiento era don Faustino Rivero, el hijo mayor de supadre, don Celestino Rivero, un rico propietario. Era un tipo grande, decabellos rubios, muy bien peinados hacia atrás, porque siempre llevaba unpeineenelbolsilloyacababade repeinarseantesde salir.EraunDonJuanprofesional,uncobardequehabíaqueridosertorero.Ibamuchocongitanosytorerosyganaderos,ylegustabavestireltrajeandaluz,peronoteníavaloryseleconsiderabacomounpayaso.UnavezanuncióqueibaapresentarseenunacorridadeBeneficenciaparaelasilodeancianosdeÁvilayquemataríauntoroacaballoalestiloandaluz,loquedurantemuchotiempohabíaestadopracticando; pero cuando vio el tamaño del toro que le habían destinado enlugardeltoropequeñodepatasflojasqueélhabíaapartadoparasí,dijoqueestaba enfermoy algunosdicenque semetió tresdedos en la gargantaparaobligarseavomitar.

»Cuandolevieronloshombresdelasfilasempezaronagritar:

»–Hola,donFaustino.Tencuidadodenovomitar.

»–Oye,donFaustino,haychicasguapasabajo,enelbarranco.

»–DonFaustino,esperaquetetraiganuntoromásgrandequeelotro.

»Yunolegritó:

»–Oye,donFaustino,¿nohasoídohablarnuncadelamuerte?

»DonFaustinopermanecíaallí,depie,haciéndoseelbravucón.Estabaaúnbajoelimpulsoquelehabíahechoanunciaralosotrosqueibaasalir.Eraelmismoimpulsoquelehizoofrecerseparalacorridadetoros.Eseimpulsofueelquelepermitiócreeryesperarquepodríaseruntoreroaficionado.Ahoraestaba inspirado por el ejemplo de don Ricardo y permanecía allí, parado,guapetón, haciéndose el valiente y poniendo cara desdeñosa. Pero no podíahablar.

»–Vamos,donFaustino–gritóunodelasfilas–.Vamos,donFaustino.Ahíestáeltoromásgrandedetodos.

»DonFaustinolosmiraba,ycreoquemientrasestabamirándolosnohabíacompasión por él en ninguna de las filas. Sin embargo, seguía allí con suhermosaestampa,guapetónybravo;peroeltiempopasabaynohabíamásqueuncamino.

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»–DonFaustino–gritóalguien–.¿Quéesloqueesperas,donFaustino?

»–Seestápreparandoparavomitar–dijootro,yloshombresseecharonareír.

»–DonFaustino–gritóuncampesino–,vomita,siesotegusta.Paramíesigual.

»Entonces,mientras nosotros lemirábamos, don Faustino acertó amirarpor entre las filas a través de la plaza hacia el barranco, y cuando vio elroquedal y el vacío detrás, se volvió de golpe y semetió por la puerta delAyuntamiento.

»Loshombresdelasfilassoltaronunrugidoyalguiengritóconvozaguda:"¿Adóndevas,donFaustino,adóndevas?"

»–Vaavomitar–contestóotro,ytodoelmundorompióareír.

»Entonces vimos a don Faustino, que salía de nuevo, con Pablo a susespaldas,apoyandoelfusilenél.Todosuestilohabíadesaparecido.Lavistade las filas de los hombres le había disipado el tipo y el estilo, y ahorareaparecíaconPablodetrásdeél,comosiPabloestuvierabarriendounacalley don Faustino fuese la basura que tuviera delante. Don Faustino saliópersignándosey rezando,ynadamássalir, sepuso lasmanosdelantede losojosysindejardemoverlaboca,seadelantóentrelasfilas.

»–Quenolotoquenadie.Dejadlesolo–gritóuno.

»Losdelasfilasloentendieronynadiehizounmovimientoparatocarle.DonFaustino,conlasmanosdelantedelosojossiguióandandoporentrelasdosfilas,sindejardemoverloslabios.

»Nadiedecíanadaynadie le tocaba,ycuandoestuvohacia lamitaddelcamino,nopudoseguirmásycayóderodillas.

»Nadielegolpeó.Yomeadelantépordetrásdeunadelasfilas,paraverloque pasaba, y vi que un campesino se había inclinado sobre él y le habíapuestodepie,yledecía:

"Levántate, don Faustino, y sigue andando, que el toro no ha salidotodavía."

»DonFaustinonopodíaandarsoloyelcampesinodeblusanegraleayudóporunladoyotrocampesino,conblusanegraybotasdepastor,leayudóporelotro, sosteniéndolepor lossobacos,ydonFaustino ibaandandoporentrelasfilasconlasmanosdelantedelosojos,sindejardemoverloslabios,suscabellos sudorososbrillandoal sol; y los campesinosdecían cuandopasaba:"Don Faustino, buen provecho." Y otros decían: "Don Faustino, a susórdenes", y uno que había fracasado también como matador de toros dijo:

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"DonFaustino,matador,asusórdenes";yotrodijo:"DonFaustino,haychicasguapasenelcielo,donFaustino."Ylehicieronmarcharatodololargodelasdos filas teniéndole en vilo de uno y otro lado y sosteniéndole para quepudiera andar, y él seguía con lasmanos delante de los ojos. Pero debía demirarporentrelosdedos,porquecuandollegaronalbordedelabarranquerasepusodenuevoderodillasysearrojóalsuelo;y,agarrándosealsuelotirabadelashierbas,diciendo:"No.No.No,porfavor.No,porfavor.No.No."

»Entonces, los campesinos que estaban con él y los otros hombres másfuertes del final de las filas se precipitaron rápidamente sobre él, mientrasseguíaderodillas,yledieronunempujónydonFaustinopasósobreelbordedelabarranquerasinquelehubiesenpuestosiquieralamanoencima,yseleoyógritarconfuerzayenvozmuyaltamientrascaía.

»Fue entonces cuando comprendí que los hombres de las filas se habíanvuelto crueles y que habían sido los insultos de donRicardo, primero, y lacobardíadedonFaustinoluegoloqueloshabíapuestoasí.

»–Queremosotro–gritóuncampesino,yotrocampesino,golpeándoleenlaespalda,ledijo:"DonFaustino,quécosamásgrande,donFaustino."

»–Ahorayahabrávistoeltoro–dijountercero–.Ahoranoleserviráyadenadavomitar.

»–Enmivida–dijootrocampesino–,enmividahevistonadaparecidoadonFaustino.

»–Hayotros–dijoelotrocampesino–, tenpaciencia.¿Quiénsabe loqueveremostodavía?

»–Ya puede haber gigantes y cabezudos –dijo el primer campesino quehabía hablado–. Ya puede haber negros y bestias raras del África. Paramí,nunca,nuncahabránadaparecidoadonFaustino.Peroquesalgaotro,vamos;queremosotro.

»Losborrachossepasabanbotellasdeanísydecoñacquehabíanrobadoenelbardelcentrodelosfascistas,lascualessemetíanentrepechoyespaldacomo si fueran de vino, y muchos hombres de entre las filas empezarontambién a sentirse un poco beodos de lo que habían bebido después de laemoción de don Benito, don Federico, don Ricardo y, sobre todo, donFaustino. Los que no bebían de las botellas de licor bebían de botas quecorrían de mano en mano. Me ofrecieron una bota y bebí un gran trago,dejandoqueelvinomerefrescasebienlagargantaalsalirdelabota,porqueyotambiénteníamuchased.

»–Matardamuchased–dijoelhombrequemehabíatendidolabota.

»–¡Quéva!–dijeyo–;¿hasmatadotú?

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»–Hemosmatadoacuatro–dijoorgullosamente–,sincontara losciviles.¿Esverdadquehasmatadotúaunodelosciviles,Pilar?

»–Ni a uno solo –contesté yo–; disparé en la humareda, como los otros,cuandocayóelmuro.Esoestodo.

»–¿Dedóndehassacadoesapistola,Pilar?

»–MeladioPablo;meladioPablodespuésdehabermatadoalosciviles.

»–¿Losmatóconesapistola?

»–Conéstamismamente,yluegomeladio.

»–¿Puedoverla,Pilar?¿Meladejas?

»–¿Cómono,hombre?–dijeyo,yledilapistola.Mepreguntabaporquéno salía nadie y en esemomento, ¿qué es lo que veo sino a donGuillermoMartín,eldueñodelatiendaendondehabíancogidolosbieldos,loscayadosy las horcas demadera?DonGuillermo era un fascista, pero aparte de eso,nadieteníanadacontraél.

»Es verdad que no pagabamucho a los que le hacían los bieldos; perotampocolosvendíacaros,ysinosequeríairacomprarlosbieldosencasadedonGuillermo,unomismopodíahacérselosporpocomásqueelcostedelamaderayelcuero.DonGuillermoteníaunamaneramuyrudadehablaryera,sindudaalguna,unfascista,miembrodelcentrodelosfascistas,endondesesentabaamediodíayporlatardeenunodelossillonescuadradosdemimbre,paraleerElDebate,parahacerquelelimpiaranlasbotasyparabebervermutconaguadeSeltzycomeralmendrastostadas,gambasalaplanchayanchoas.Peronosemataanadieporeso,yestoyseguradeque,denohabersidoporlos insultos de don Ricardo Montalvo y por la escena lamentable de donFaustinoyporlabebidaconsiguientealaemociónquehabíandespertadodonFaustino y los otros, alguien hubiera gritado: "Que se vaya en paz donGuillermo.Yatenemossusbieldos.Quesevaya."

»Porque las gentes de ese pueblo podían ser tan buenas como crueles yteníanunsentimientonaturaldelajusticiayundeseodehacerloqueesjusto.Pero la crueldad había penetrado en las filas de los hombres y también labebida o un comienzo de la borrachera, y las filas no eran ya lo que erancuando saliódonBenito.Yono séquépasaen losotrospaísesyanadie legusta la bebida más que a mí; pero en España, cuando la borrachera seproduceporotrasbebidasquenoseanelvino,esunacosamuyfeaylagentehacecosasquenohubierahechodeotromodo.¿Esasíentupaís,inglés?»

—Asíes–dijoRobertJordan–.Cuandoyoteníasieteaños,yendoconmimadre a una boda en el estado deOhio, en donde yo tenía que ser paje dehonoryllevarlasfloresconotraniña...

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—¿Hashechotúeso?–preguntóMaría–.¡Québonito!

—En aquella ciudad, un negro fue ahorcado de un farol y despuésquemado.Lalámparasepodíabajarconunmecanismohastaelpavimento.Seizóprimeroalnegroutilizandoelmecanismoqueservíaparaizarlalámpara;peroserompió...

—¿Unnegro?–preguntóMaría–.¡Québárbaros!

—¿Estaba borracha la gente? –preguntóMaría–. ¿Estaban tan borrachoscomoparaquemaraunnegro?

—No lo sé –contestó Robert Jordan–; la casa en donde yo me hallabaestaba situada justamente en una esquina de la calle, frente al farol, y yomirabaporentrelosvisillosdeunaventana.Lacalleestaballenadegente,ycuandofueronaizaralnegroporsegundavez...

—Si tú no tenías más que siete años y estabas dentro de una casa, nopodíassabersiestabanborrachosono–dijoPilar.

—Como decía, cuando izaron al negro por segunda vez, mi madre meapartódelaventanaynovimás–dijoJordan–;perodespuésmehanocurridoaventuras que pruebanque la borrachera es igual enmi país, igual de fea ybrutal.

—Eras demasiado pequeño a los siete años –comentó María–. Erasdemasiadopequeñoparaesascosas.Yonuncahevistounnegromásqueenloscircos.Amenosquelosmorosseannegros.

—Unoslosonyotrosnoloson–dijoPilar–;podríacontarteunmontóndecosassobrelosmoros.

—Notantascomoyo–dijoMaría–;No;notantascomoyo.

—Nohablemosdeeso–dijoPilar–;noesbueno.¿Dóndenosquedamos?

—Hablábamos de la borrachera entre las filas –dijo Robert Jordan–.Continúa.

—Noes justodecirborrachera–dijoPilar–.Porqueestaban todavíamuylejos de hallarse borrachos. Pero habían cambiado, y cuandodonGuillermosalióysequedóallí,derecho,miope,consuscabellosgrises, suestaturanomásquemediana,conunacamisaqueteníaunbotónenelcuello,aunquenotenía cuello y cuandomiró de frente, aunque no veía nada sin sus lentes, yempezóaandarconmuchacalma,eracomoparainspirarpiedad.Peroalguiengritóenlasfilas:"Poraquí,donGuillermo.Poraquí,donGuillermo.Enestadirección.Aquítenemostodossusproductos."

»SehabíandivertidotantocondonFaustinoquenosedabancuentadequedonGuillermoeraotra cosayque sihacía faltamatar adonGuillermo, era

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menestermatarleenseguidaycondignidad.

»–DonGuillermo–gritóotro–,¿quieresenviaraalguienatucasaabuscartuslentes?

»LacasadedonGuillermonoeraunacasa,porquenoteníamuchodinero;donGuillermoeraunfascistasóloporesnobismoyparaconsolarsedeverseobligadoatrabajarsinganargrancosaensualmacéndeutensiliosagrícolas.Eraunfascistatambiénporlareligiosidaddesumujer,quecompartía,comosifuerasuya,poramoraella.DonGuillermovivíaenunpisoapocadistanciade la plaza.Ymientras donGuillermo estaba allí parado,mirando, con susojosmiopes, las filas entre las cuales tenía que pasar, unamujer se puso agritar desde el balcón del piso en donde vivía don Guillermo. Podía verledesdeelbalcón.Erasumujer.

»–Guillermo–gritaba–.Guillermo,espérame,voycontigo.

»DonGuillermovolviólacabezadelladodedondellegabanlosgritos.Nopodíaverasumujer.Quisodeciralgo,peronopudo.Entonceshizounaseñacon lamano hacia donde sumujer le había llamado y se adelantó entre lasfilas.

»–Guillermo–gritabaella–.Guillermo.Guillermo.–Sehabíaagarradoconlas manos al barandal del balcón y se balanceaba de delante atrás–.¡Guillermo!

»Don Guillermo hizo otra señal con la mano en la dirección de dondellegaban lasvocesy seadelantóentre las filas con la cabezaerguida.Nosehubierapodidodecirloqueleestabapasandomásqueporelcolordesucara.

«Entonces,unborrachogritó:"Guillermo",imitandolavozagudayrotadelamujer.DonGuillermo se arrojó sobre aquel hombre, ciego, sin ver, y laslágrimaslecorríanporlasmejillas.Elhombreledioungolpeconelbieldoenelrostroy,bajoelgolpe,donGuillermocayóalsuelosentado,ysequedóallísentado,llorando,aunquenodemiedo,mientraslosborrachoslegolpeaban;yunborracho saltóa caballo sobre susespaldasy legolpeó,dándoleconunabotella.Despuésdeeso,muchosabandonaronlasfilasysulugarfueocupadopor losborrachos,queeran losquehabíanestadoescandalizandoydiciendocosasdemalgustodesdelasventanasdelAyuntamiento.

»Yo me había quedado muy impresionada al ver a Pablo matar a losguardiasciviles; fueunacosamuy fea,peroyomedecía: "Hayquehacerloasí.Asíescomohayquehacerlo."Y,almenos,enellonohubocrueldad;sólolesquitamoslavida,cosaque,comohemosaprendidoenestosúltimosaños,esfea,perotambiénnecesariasiqueremosganarysalvaralaRepública.

»Cuandosecerrólaplazayseformaronlasfilas,yoadmiréycomprendí

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lo hecho como una idea de Pablo, que me parecía, sin embargo, un pocofantásticaymedecíaquetodoaquelloteníaquehacerseconbuengustoparaque no fuese repugnante. Si los fascistas habían de ser ejecutados por elpueblo,eramejor,desdeluego,quetodoelpueblotomaseparte,yyoqueríatomar parte y ser culpable como cualquier otro, ya que también esperabaparticipar en los beneficios cuando el pueblo fuera nuestro del todo. PerodespuésdelodedonGuillermoexperimentéunsentimientodevergüenzaydedesagrado,ycuandolosborrachosentraronenlasfilasylosotrosempezaronamarcharsecomoprotesta,yohubieraqueridono tenernadaquevercon loqueestabaocurriendoentrelasfilasyoptéporalejarme.Crucélaplazaymesentéenunbanco,debajodelosgrandesárbolesquedabansombraalaplaza.

»Doscampesinosdeentrelasfilasveníanhablandoentresíyunodeellosmedijo:"¿Quéesloquetepasa,Pilar?"

»–Nada,hombre–lerespondí.

»–Sí–dijo–;habla,algotepasa.

»–Creoqueestoyhartadeesto–ledije.

»–Nosotrostambién–dijoél,ysesentaronenelbancojuntoamí.Habíaunoquellevabaunabotadevinoymelaofreció.

»–Mójatelaboca–medijo,yelotrosiguiendolaconversaciónquehabíancomenzado, agregó–:Lo peor es que esto acarrea desgracia.Nadieme harácreer que cosas como, matar a don Guillermo de esta manera no traigandesgracia.

Entonceselotrodijo:

»–Sihacefaltaverdaderamentematarlosatodos,ynoestoysegurodequeseanecesario,queselesmatealmenosdeunamaneradecenteysinburlarsedeellos.

»–La burla está justificada en el caso de don Faustino –dijo el otro–.Porquehasidosiempreunfantasmónyjamásunhombreserio.PeroburlarsedeunhombreseriocomodonGuillermonoesjusto.

»–Tengollenaslastripasdetodoesto–ledije,yeraabsolutamenteverdad,porquesentíaunverdaderomalestardentrodemíysudoresynáuseascomosihubiesecomidopescadopodrido.

»–Entonces,nada–dijoelprimero–.Novamosapringarnosmás.Peromepreguntoquéesloquepasaenlosotrospueblos.

»–Nohanreparadotodavíalaslíneastelefónicas–dijeyo–.Vaahaberqueocuparsedeello.

»–Claro –dijo el campesino–. ¿Quién sabe si no haríamos mejor

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ocupándonosde ladefensadelpuebloenvezdeasesinar a lagenteconesalentitudyestabrutalidad?

»–VoyahablardeesoconPablo–lesdije,ymelevantédelbancoparairalosporchesqueconducíana lapuertadelAyuntamiento,dedondesalían lasfilas. Estas no tenían orden ni concierto, y había mucha borrachera y muygrave. Dos hombres estaban tumbados en el suelo y permanecían tendidosbocaarriba,enmediodelaplaza,pasándoseunabotelladeunoaotro.Unodeellostomóuntragoygritódespués:"Vivalaanarquía",sinmoversedelsuelo,bocaarriba,gritandocomosifueraunloco.Llevabaunpañuelonegroyrojoentornoalcuello.Elotrogritó:"Vivalalibertad",yempezóadarpatadasenelaire,y luegogritódenuevo:"Viva la libertad."Tenía tambiénunpañuelorojoynegroyloagitabaconunamano,mientrasqueconlaotraagitabaunabotella.

»Un campesino que se había salido de las filas y se había puesto a lasombradelosporcheslosmirabadisgustado,ydijo:"Debierangritar:Vivalaborrachera.Nosoncapacesdecreerenotracosa."

»–Nocreensiquieraeneso–dijootrocampesino–.Esosnocreenennadanicomprendennada.

»Enaquelmomentounodelosborrachossepusodepie,levantóelbrazocerrando el puño por encima de su cabeza y gritó: "Viva la anarquía y lalibertadymec...enlalechedelaRepública."

Elotroborracho,queseguíaaúnenelsuelo,atrapóporlapantorrillaalquegritabaydiomediavuelta,demodoqueelborrachoquegritabacayósobreél.Luegosesentóyelquehabíahechocaerasuamigolepasóelbrazoporelhombro,letendiólabotella,besóelpañuelorojoynegroquellevabaylosdosbebieronjuntosamorro.

«Justamente entonces se oyó un alarido en las filas y mirando hacia elporchenopudeverquiénsalíaporquesucabezanosobrepasabalasdelosqueseapretujabandelantede lapuertadelAyuntamiento.Todo loquepodíavereraquePabloyCuatrodedosempujabanaalguienconsusescopetas,aunquenollegabaadescubrirquiénera;ymeacerquéalasfilasporlaparteendondeseapretujabancontralapuertaparatratardever.

»Todosempujaban.Lassillasylasmesasdelcafédelosfascistashabíansidoderribadas,salvounamesa,endondehabíaunborrachotumbadoconlacabeza colgando y la boca abierta. Cogí una silla, la apoyé en uno de lospilaresymesubíaloaltoparapoderverporencimadelascabezas.

ElhombrequePabloyCuatrodedosempujabaneradonAnastasioRivas,unfascistaindudableyelhombremásgordodelpueblo.EratratanteengranosyagentedevariasCompañíasdeSegurosyprestabaademásdineroainterés

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elevado.Yo,sobremisilla,leveíabajarlosescalonesyadelantarsehacialasfilasconsugruesocogote,quelerebosabaporencimadelcuellodelacamisa,ysucráneocalvoquebrillabaalsol;peronisiquieratuvotiempoparaentraren las filas, porqueestaveznohubogritos, sinounalaridogeneral.Fueunruido muy feo. Todos los borrachos gritaban a un tiempo. Las filas sedeshicieron y los hombres se precipitaron, y vi a don Anastasio tirarse alsuelo,conlasmanosenlacabeza;despuésdeestonopudeverle,porqueloshombresseapilaronsobreél.Ycuandoloshombresledejaron,donAnastasiohabía muerto; le habían golpeado la cabeza contra los adoquines delpavimentobajolosporches;yyanohabíafilas,nohabíamásquelamultitud.

»–Vamosaentrarporellos;vamosadentro.

»–Es demasiado pesado para cargar con él –dijo un hombre, dando unpuntapiéadonAnastasio,queestabatendidobocaabajo–.Dejémosleaquí.

»–¿Para qué vamos a cargar con ese tonel de tripas hasta el barranco?Dejémosleaquí.

»–Entremosparaacabarconlosdedentro–gritóunhombre–.Vamos.

»–No merece la pena esperar todo un día al sol –gritó otro–. Vamos.Vamos.

»La muchedumbre se apretujaba debajo de los porches. Había gritos yempujonesygritaban todoscomoanimales.Gritaban:"Abrid,abrid.Abrid."Porque losguardiashabían cerrado laspuertasdelAyuntamiento cuando lasfilassehabíanroto.

«Subidaenmisilla,podíaveratravésdelosbarrotesdelasventanasdelsalóndelAyuntamiento,yenelinteriortodoseguíacomoantes.Elcuraestabadepie;losquequedabanestabanderodillasensemicírculoalrededorytodosrezaban.Pablo estaba sentado sobre la granmesa, ante el sillóndel alcalde,conlaescopetacruzadaalaespalda.Estabasentadoconlaspiernascolgandoyfumabauncigarrillo.Todoslosguardiasestabansentadosenlossillonesdelos concejales, con sus fusiles. La llave de la puerta grande estaba sobre lamesa,alladodePablo.

»La muchedumbre gritaba: "A–brid. A–brid. A–brid...", como unacantinela, yPablopermanecía allí, sentado, como si no se enterasedenada.Dijo algo al cura, pero no lo pude oír por culpa del gran alboroto de lamuchedumbre.

El cura no le respondía y continuaba rezando. Acerqué más la silla almuro,porque lasgentesqueestabandetrásmeempujaban.Volví a subirme.Teníalacabezapegadaalaventanaymesosteníaconlasmanossujetasalosbarrotes.Unhombrequisosubir tambiénsobremisillaysubió,pasandosus

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brazosporencimadelosmíosysujetándosealosbarrotesmásalejados.

»–Lasillavaaromperse–ledije.

»–¿Quéimporta?–contestóél–.Míralos,míraloscomorezan.

»Sualiento sobremi cuellohedía comohiede lamultitud,unolor agrio,comoelvómitosobreelpavimento,yelolordelaborrachera,yfueentoncescuandometiólacabezaporentrelosbarrotes,porencimademiespalda,ysepuso a vociferar: "¡Abrid, abrid!" Y era como si tuviese a la mismísimamultitudamisespaldasenunaespeciedepesadilla.

»Lamultitud se apretaba contra la puerta y los que estaban delante eranaplastados por los otros, que empujaban desde atrás, y en la plaza, unborrachíndeblusanegra,conunpañuelorojoynegroentornoalcuello,llegócorriendo y se arrojó contra la muchedumbre y cayó de bruces al suelo;entoncesselevantó,seechóparaatrás,cogiócarrerillayvolvióalanzarsedenuevocontralasespaldasdeloshombresqueempujaban,gritando:"¡Vivayoyvivalaanarquía!"

»Mientrasyomiraba, el hombre se alejóde lamultitud,y fue a sentarseporsucuentaysepusoabeberdesubotella,ymientrasestabasentadovioadonAnastasio, tendido en el pavimento, peromuy pisoteado, y entonces elborrachoselevantóyseacercóadonAnastasioylearrojóelcontenidodelabotellaporlacabezayporlaropa.Luegosacóunacajadecerillasdelbolsilloy encendió varias, intentandoprender fuego a donAnastasio, pero el vientosoplabaconfuerzayapagabalascerillas.Alcabodeunmomento,elborrachosesentójuntoadonAnastasio,moviendolacabezacontristezaybebiendodela botella, y de cuando en cuando se inclinaba sobre el cadáver y le dabagolpecitosamistososenlaespalda.

»Entodoesetiempolamuchedumbrehabíaseguidogritandoqueabrieran,yelhombrequeestabasubidoenmisillaseagarrabacontodassusfuerzasalosbarrotesde laventana,gritando tambiénqueabrieran,hastaquemedejósordaconsus rugidosyconsualientomaloliente,quemeechabaencima,ydejé de mirar al borracho que intentaba prender fuego a don Anastasio yempecé a mirar al interior del salón del Ayuntamiento, y todo continuabacomo antes. Seguían rezando todos los hombres arrodillados, con la camisaabierta,unosconlacabezainclinada,otrosconlacabezaerguida,mirandoalsacerdote y al crucifijo que el sacerdote tenía en sus manos; el sacerdoterezabamuy de prisa,mirando hacia lo alto, y detrás de ellos Pablo, con uncigarrillo encendido, estaba sentado sobre lamesa, balanceando las piernas,conelfusilalaespaldayjugandoconlallave.

»ViaPablo inclinarsedenuevoparahablaralcura,peronopodíaoír loque hablaba por culpa de los gritos; pero el cura seguía sin responderle y

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seguía rezando.Unhombrese levantóenesosmomentosdel semicírculodelos que rezaban y vi que quería salir. Era don José Castro, a quien todosllamabandonPepe,un fascistade tomoy lomo, tratantedecaballos.Estabaallí, pequeño, con aire de enormepulcritud, aun sin afeitar como iba, y conunachaquetadepijamametidaenunpantalóngrisarayas.DonPepebesóelcrucifijo, el cura le bendijo, y entonces don Pepe levantó la cabeza,miró aPabloehizoungestoconlacabezahacialapuerta.

»Pablo le contestó con otro movimiento de cabeza, sin dejar de fumar.PodíaveryoquedonPepeledecíaalgoaPablo;peronopodíaoírloqueledecía. Pablo no respondió: movió simplemente la cabeza señalando a lapuerta.

»EntoncesviadonPepevolverseparamirartambiénalapuertaymedicuentadequenosabíaquelapuertaestabacerradaconllave.PabloleenseñólallaveydonPepesequedómirándolauninstante,yluegovolvióasusitioyse arrodilló. Vi al cura, que miraba a Pablo, y a Pablo, que, sonriendo, leenseñabalallaveyelcuraparecióentoncesdarsecuentaporvezprimeradequelapuertaestabacerradaconllave,yparecióqueibaadeciralgo,porquehizocomosifueraamoverlacabeza;peroladejócaeradelanteysepusoarezar.

»Nosécómose lashabíanarregladohastaentoncesparanocomprenderquelapuertaestabacerrada,amenosqueestuviesendemasiadoocupadosconsus rezos y con las cosas en que estaban pensando; pero al fin habíancomprendido todos;comprendían loquequeríandecir losgritosydebíandesaberquetodohabíacambiado.Perosiguieroncomportándosecomoantes.

»Losgritos sehabíanhecho tan fuertes,queno seoíanada.Elborrachoque estaba en la silla conmigo se puso a sacudir los barrotes y a vociferar:"¡Abrid!¡Abrid!",hastaquesequedóronco.

»MiréaPablo,queenesosmomentoshablabadenuevoalcurayviqueelcuranorespondía.EntoncesviaPablodescolgarse laescopetaydaralcuraconellaenelhombro.ElcuranolehizocasoyviaPablomoverlacabeza;luego,levihablarporencimadelhombroaCuatrodedosyaéstehablarconlosotrosguardias.Entonceslosguardiasselevantaron,sefueronalfondodelsalónysequedaronallídepie,consusfusiles.

»ViaPabloquedecíaalgoaCuatrodedosyCuatrodedosquehacíacorrerlas dosmesas, y los bancos, y a los guardias que se ponían detrás, con susfusiles. Eso formaba una barricada en un rincón del salón. Pablo avanzó yvolvió a dar al cura en el hombro con su escopeta, pero el cura no le hacíacaso; vi que don Pepe le miraba, aunque los otros no ponían atención yseguíanrezando.Pablomoviólacabeza,ycuandovioquedonPepelemirabahizounmovimientodecabeza,enseñándolelallavequeteníaenlamano.Don

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Pepeloentendió;inclinóelrostroysepusoarezarmuydeprisa.

»Pablo se bajó de la mesa y pasando por detrás de la larga mesa delConcejo,sesentóenelsillóndelalcaldeyliouncigarrillo,sinquitarojoalosfascistas,queseguíanrezandoconelcura.Sucaranoteníaningunaexpresión.La llaveestaba sobre lamesadelantedeél.Eraunagran llavedehierrodemásdeunacuartade larga.PorfinPablogritóa losguardias,aunqueyonopudesaberelquéyunguardiaseacercóa lapuerta.Viquelosqueestabanrezandolohacíanmásdeprisaqueantesymedicuentadequetodossabíanyaloquesucedía.

»Pablodijoalgoalcura,peroelcuranocontestó.EntoncesPabloseechóhaciadelante,cogiólallaveyselatiróporloaltoalguardiaqueestabacercade la puerta. El guardia la recogió y Pablo le hizo un guiño. Entonces elguardia puso la llave en la cerradura, dio media vuelta, tiró hacia sí de lapuerta, y se puso a cubierto rápidamente detrás de ella antes de que lamuchedumbresecolaradentro.

»Losvientrar,yjustamenteenaquelmomento,elborrachoqueestabaenla silla conmigo se puso a gritar: "¡Ahí! ¡Ahí!", y a estirar su cabeza haciadelante, de modo que yo no podía ver nada, mientras él vociferaba:"¡Matadlos!¡Matadlos!¡Matadlosapalos!¡Matadlos!",ymeapartabaconsusbrazos,sindejarmequeviesenada.

»Lehundíelcodoenlabarrigayledije:"Soborracho,¿dequiénesestasilla?Déjamemirar."Peroélseguíasacudiendolosbrazosatrásyadelante,ycon lasmanos sujetas a losbarrotesgritaba: "¡Matadlos! ¡Matadlos a palos!¡Matadlos a palos! ¡Eso es, a palos! ¡Matadlos! ¡Cabrones! ¡Cabrones!¡Cabrones!"

»Lediuncodazoyledije:"Elcabrónerestú.¡Borracho!Déjamemirar."

Élmepusolasmanosenlacabezaparaauparseyvermejor,y,apoyándosecon todo supeso sobremi cabeza, continuabagritando: "¡Matadlos a palos!¡Esoes!¡Apalos!"

»–A palos había que matarte –le dije, y le metí el codo con fuerza pordondepodíahacerlemásdaño;yselohice.Meapartólasmanosdelacabezayselaspusoendondeledolía,diciendo:"Nohayderecho,mujer.Notienesderechoahacereso,mujer."Y,mirandoporentrelosbarrotes,vielsalónllenodehombres,quegolpeabanconpalosyconbieldosyqueseguíangolpeandoygolpeando con las horcas de madera blanca que ya estaba roja y habíanperdido los dientes, y que siguieron golpeando por todo el salón, mientrasPablopermanecíasentadoenelgransillón,consuescopetasobrelasrodillas,mirando, y los gritos, y los golpes, y las heridas se iban sucediendo, y loshombresgritabancomo loscaballosgritanenun incendio.Vial curacon la

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sotanaremangadaquetrepabaporunbancoyvialosqueleperseguían,queledabanconhocesygarfios,yviaunoquelecogíaporlasotana,yseoyóunalarido, y otro alarido, y vi a dos hombres que le metían las hoces en laespaldayaunterceroquelesujetabadelasotanayalcuraque,levantandolosbrazos,tratabadeagarrarsealrespaldodeunasilla,yentonceslasillaenqueyoestabaserompióyelborrachoyyonosvimosenelsueloentreelhedoravino derramado y la vomitona; y el borracho me señalaba con el dedo,diciendo:"Nohayderecho,mujer;nohayderecho.Hubieraspodidodejarmeinútil."YlasgentesnospisoteabanparaentrarenelsalóndelAyuntamiento.Ytodoloqueentoncespodíavereranlaspiernasdelasgentesqueentrabanporlapuertayalborracho,sentadoenelsuelofrenteamí,quesellevabalasmanosadondeyolehabíametidoelcodo.

»Fue así como se acabó con los fascistas en nuestro pueblo y me sentícontentapornohabervistomás.Denoserporaquelborracho,lohubieravistotodo.Demaneraqueendefinitivasirvióparaalgobueno,yaqueloquepasóenelAyuntamientofuealgodeunestiloqueunahubieralamentadodespuéshabervisto.

»Peroelotroborracho,elqueestabaenlaplaza,eraalgotodavíamásraro.Cuando nos levantamos, después de haber roto la silla, mientras las gentesseguíanempujándoseparaentrarenelAyuntamiento,viaeseborracho,consupañuelorojoynegro,queechabaalgosobredonAnastasio.Movíalacabezaaunoyotroladoylecostabamuchotrabajopermanecersentado;peroechabaalgoyencendíacerillas,yvolvíaaecharloyvolvíaaencender,ymeacerquéaél y le dije: "¿Qué es lo que haces, sinvergüenza?" "Nada, mujer, nada –contestó–.Déjameenpaz."

»Entonces, quizá porqueyo estuviera allí de pie a su ladoymis piernashicieran de pantalla contra el viento, la cerilla prendió y una llama azulempezóacorrerporloshombrosdelachaquetadedonAnastasioypordebajode la nuca, y el borracho levantó la cabeza y se puso a gritar con una vozestentórea:"Estánquemandoalosmuertos."

—¿Quién?–preguntóalguien.

»–¿Dónde?–preguntóotro.

»–Aquí–vociferóelborracho–.Aquíprecisamente.

»Entoncesalguiendioalborrachoungolpeenlacabezaconunbieldo,yelborrachocayódeespaldas;sequedótendidoenelsueloymiróalhombrequelehabíagolpeado,yluegocerrólosojosycruzólasmanossobreelpecho;ysiguió tendido allí, junto a don Anastasio, como si se hubiese quedadodormido.Elhombrenovolvióagolpearleperoelborrachosiguióallí,yestabaallítodavíacuandoserecogióadonAnastasioyselepusoconlosotrosenla

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carreta que los llevó a todos hasta el borde del barranco, y aquella mismanoche se tiró a ellos con los otros en la limpieza que después se hizo en elAyuntamiento.Hubierasidomejorparaelpuebloquehubiesenarrojadoporlabarrancaaveinteo treintaborrachos, sobre todo losde lospañuelos rojosynegros, y si tenemosquehacer otra revolución creoquehabráque empezarpor arrojarlos a ellos. Pero eso no lo sabíamos todavía por entonces. Loaprendimosenlosdíassiguientes.

»Aquellanochenosesabíaloqueibaapasar.DespuésdelamatanzadelAyuntamiento no hubo más muertes; pero no pudimos celebrar la reunión,porque había demasiados borrachos. Era imposible conseguir el ordennecesario,demaneraquelareuniónseaplazóparaeldíasiguiente.

»Aquella noche dormí con Pablo. No debiera decir esto delante de ti,guapa,pero,porotraparte,esbuenoquelosepastodo,yporlomenos,loqueyotedigoeslaverdad.Oyeesto,inglés,queesmuycurioso.

»Comodigo,aquellanochecenamosyfuemuycurioso.Eracomodespuésdeunatormentaodeunainundaciónodeunabatalla,ytodoelmundoestabacansado y nadie hablaba mucho. Pero yo me sentía vacía y nada bien; mesentíallenadevergüenza,conlasensacióndehaberobradomal;teníaungranahogoyunpresentimientodequevendríancosasmalas,comoestamañana,después de los aviones.Y claro es que llegó lomalo.Llegó al cabo de tresdías.

»Pablo,mientrascomíamos,hablómuypoco.

»–¿Tehagustado,Pilar?–mepreguntó,alfin,conlabocallenadecabritoasado.Comíamosenlaposadadedondesalenlosautocares,ylasalaestaballena;lasgentescantabanyelservicioeraescaso.

»–No–dije–.SalvolodedonFaustino,nomegustónada.

»–Amímegustó–dijoPablo.

»–¿Todo?–preguntéyo.

»–Todo–dijo,ysecortóungranpedazodepanconsucuchilloysepusoamojarlasalsa–.Todo,menoslodelcura.

»–¿Notegustóelcura?–lepregunté,sabiendoqueodiabaaloscurasaúnmásquealosfascistas.

»–No,elcuramehadecepcionado–dijoPablotristemente.

»Habíatantagentequecantaba,queteníamosquegritarparaoírnoselunoalotro.

»–¿Porqué?

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»–Muriómuymal–contestóPablo–.Tuvomuypocadignidad.

»–¿Cómoqueríasquetuviesedignidadmientraslagenteledabacaza?–lepregunté–.Meparecequeestuvotodoeltiempoconmuchadignidad.Todaladignidadquesepuedetenerensemejantesmomentos.

»–Sí–dijoPablo–;peroenelúltimomomentotuvomiedo.

»–¿Yquiénnohubieratenidomiedo?–preguntéyo–.¿Novisteconquélegolpeaban?

»–¿Cómo no iba a verlo? –preguntó Pablo–. Pero encuentro que muriómuymal.

»–Ensemejantescondiciones,todoelmundohubiesemuertomuymal–ledije–.¿Quémásquieres?TodoloquepasóenelAyuntamientofueunacosamuyfea.

»–Sí–contestóPablo–;nohubomuchaorganización.Perouncuradeberíahaberdadoejemplo.

»–Creíqueodiabasaloscuras–ledije.

»–Sí–contestóPablo,ysecortómáspan–;perouncuraespañoldeberíahabermuertobien.

»–Piensoquehamuertobastantebien–dijeyo–,parahaberestadoprivadodetodaformalidad.

»–No –dijo Pablo–; yo me he llevado un chasco. Todo el día estuveesperando lamuertedelcura.Pensabaqueseríaelúltimoqueentraseen lasfilas. Lo esperaba con mucha impaciencia. Lo esperaba como unaculminación.Nohabíavistonuncamorirauncura.

»–Todavíatienestiempo–ledijeyo,irónicamente–:elMovimientoacabadeempezarhoy.

»–No–dijoél–;mesientochasqueado.

»–Ahora–dije–supongoquevasaperderlafe.

»–Nolocomprendes,Pilar–dijoél–.Erauncuraespañol.

»–¡Quépueblo,eh, losespañoles! ¡Ah,quépueblo tanorgulloso!¿Noesasí,inglés?¡Quépueblo!»

—Habráquemarcharse–dijoRobertJordan.Levantólosojosalsol–.Escasimediodía.

—Sí –contestó Pilar–. Vamos a marcharnos ahora mismo. Pero déjamecontarte lo que pasó con Pablo. Aquella misma nocheme dijo: "Pilar, estanochenovamosahacernada."

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»–Bueno–ledijeyo–;meparecemuybien.

»–Encuentro que sería de mal gusto, después de haber matado a tantagente.

»–¡Qué va! –dije yo–. ¡Qué santo estás hecho! ¿No sabes que he vividomuchosañoscontoreros,paraignorarcómosesientendespuésdelacorrida?

»–¿Esesocierto,Pilar?–mepreguntó.

»–¿Teheengañadoyoalgunavez?–lepregunté.

»–Es cierto, Pilar. Soy un hombre acabado esta noche. ¿No te enfadasconmigo?

»–No,hombre–ledije–;peronomateshombrestodoslosdías,Pablo.

»Ydurmió aquella noche comoun bendito y tuve que despertarle al díasiguientedemadrugada.Peroyonopudedormirdurante toda lanoche.Melevanté y estuve sentada en un sillón. Miré por la ventana y vi la plaza,iluminadaporlaluna,dondehabíanestadolasfilas;yalotroladodelaplazavi losárbolesbrillandoa la luzde la lunay laoscuridaddesusombra.Losbancos,iluminadostambiénporlaluna;loscascosdebotellasquebrillabanyel borde del barranco por donde los habían arrojado. No había ruido,solamenteseoíaelrumordelafuenteypermanecíallísentada,pensandoquehabíamosempezadomuymal.

»Laventanaestabaabiertayalotroladodelaplaza,frentealafonda,oíaunamujerquelloraba.Salíconlospiesdescalzosalbalcón.LalunailuminabatodaslasfachadasdelaplazayelllantoproveníadelbalcóndelacasadedonGuillermo.Erasumujer.Estabaenelbalcónarrodillada,ylloraba.

»Entonces volví ameterme en la habitación, volví a sentarme y no tuveganasdepensarsiquiera,porqueaquélfueeldíamásmalodemividahastaquevinootropeor.

—¿Ycuálfueelotro?–preguntóMaría.

—Tresdíasdespués,cuandolosfascistastomaronelpueblo.

—No me lo cuentes –dijo María–. No quiero oírlo. Ya tengo bastante.Hastademasiado.

—Ya te había advertido que no debías escuchar –dijo Pilar–. ¿No? Noqueríaqueescuchases.Ahoravasatenerpesadillas.

—No–dijoMaría–;peronoquierooírmás.

—Tendrásquecontarmeesoenotraocasión–dijoRobertJordan.

—Sí–contestóPilar–.PeronoesbuenoparaMaría.

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—No quiero oírlo –dijoMaría, quejumbrosa–; te lo ruego, Pilar. No locuentescuandoyoestédelante,porquepodríaoírloaunquenoquisiera.

Suslabiostemblabanyelingléscreyóqueibaallorar.

—Porfavor,Pilar,nocuentesmás.

—No tengas cuidado, rapadita –dijo Pilar–. No tengas cuidado. Se locontaréalinglésotrodía.

—Peroestaréyotambiéncuandoselocuentes.Nolocuentes,Pilar;nolocuentesnunca.

—Selocontarémientrastútrabajas.

—No,no;porfavor.Nohablemosmásdeeso–dijoMaría.

—Lo justo sería que yo contara eso también, ya que he contado lo quehicimosnosotros.Peronolooirás,teloprometo.

—¿Esquenohaynadaagradablequepuedacontarse?–preguntóMaría–.¿Esquetenemosquehablarsiempredehorrores?

—Esperaalatarde–dijoPilar–;elinglésytúpodréishablardeloqueosguste,losdossolitos.

—Entonces,quevengalatarde–dijoMaría–;quevengaenseguida.

—Yavendrá–contestóPilar–.Vendrámuydeprisayseiráenseguida,yllegarámañana,ymañanapasarámuydeprisatambién.

—Quelleguelatarde–dijoMaría–;latarde;quelleguelatardeenseguida.

CAPÍTULOONCE

Cuandoibansubiendo,alasombratodavíadelospinos,despuésdehaberdescendido de la alta pradera al valle y de haber vuelto a ascender por unasendaquecorríaparalelaalrío,paratrepardespuésporunaescarpadacuestahastalomásaltodeunaformaciónrocosa,lessalióalpasounhombreconunacarabina.

—¡¡Alto!–gritó.Yluego–:¡Hola,Pilar!¿Quiénvienecontigo?

—Uninglés–dijoPilar–.Perodenombrecristiano:Roberto. ¡Yquém...decuestahayquesubirparallegarhastaaquí!

—Salud, camarada –dijo el centinela a Robert Jordan, tendiéndole lamano–.¿Cómoteva?

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—Bien–contestóRobertJordan–.¿Yati?

—Amítambién–dijoelcentinela.

Eraunmuchachomuyjoven,derostrodelgado,huesudo,lanarizuntantoaguileña,pómulosaltosyojosgrises.Nollevabanadaenlacabezayteníaelcabellonegroyensortijado.Tendiólamanodemaneraamistosaycordial,conlamismachispadecordialidadenlosojos.

—Buenosdías,María–dijoalamuchacha–.¿Tehascansadomucho?

—¡Qué va, Joaquín! –contestó la muchacha–. Nos hemos parado parahablarmásdeloquehemosandado.

—¿Erestúeldinamitero?–preguntóJoaquín–.Noshandichoqueandabasporaquí.

—HepasadolanocheenelrefugiodePablo–dijoRobertJordan–.Sí,yosoyeldinamitero.

—Mealegrodeverte–dijoJoaquín–.¿Hasvenidoparaalgúntren?

—¿Estuviste en el último tren? –preguntó Robert Jordan sonriendo amaneraderespuesta.

—Quesiestuve–contestóJoaquín–;allífueendondeencontramosesto–ehizounguiñoaMaría–.Chica,estásmuyguapaahora.¿Tehandichologuapaqueestás?

—Cállate,Joaquín–dijoMaría–.Túsíqueestaríasguapositecortaraselpelo.

—Tellevéahombros.¿Noteacuerdas?Tellevéahombros.

—Comotantosotros–dijoPilar,consuvozarrón–.¿Quiénfueelquenolallevó?¿Dóndeestáelviejo?

—Enelcampamento.

—¿Endóndeestuvoayerporlanoche?

—EnSegovia.

—¿Hatraídonoticias?

—Sí–contestóJoaquín–.Haycosasnuevas.

—¿Buenasomalas?

—Meparecequemalas.

—¿Habéisvistolosaviones?

—¡Ay! –dijo Joaquín, moviendo la cabeza–. No me hables de eso.

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Camaradadinamitero,¿quéclasedeavioneseran?

—«Heinkel 111» los bombarderos; «Heinkel» y «Fiat» los cazas –respondióJordan.

—Ylosgrandes,conlasalasbajas,¿quéeran?

—Esoseranlos«Heinkel111».

—Que los llamen como quieran, son malos de todas maneras –dijoJoaquín–.Peroosestoyentreteniendo.Voyallevarosalcomandante.

—¿Elcomandante?–preguntóPilar,asombrada.

Joaquínasintióconlacabeza,seriamente.

—Megustamásquejefe–dijo–.Esmásmilitar.

—Temilitarizasmuchotú–dijoPilar,riendo.

—No –contestó Joaquín, riendo también–; pero me gustan las palabrasmilitares,porquelasórdenessonmásclarasyesmejorparaladisciplina.

—Aquí hay uno de tu estilo, inglés –dijo Pilar–. Este es un chico muyserio.

—¿Quieres que te lleve a brazos? –preguntó Joaquín a la muchachapasándoleunbrazoporelcuelloyacercándolelacara.

—Con una vez, tengo bastante –dijo María–. De todos modos, muchasgracias.

—¿Teacuerdastodavía?–lepreguntóJoaquín.

—Meacuerdodequemellevaban–contestóMaría–;peronomeacuerdode ti.Me acuerdo del gitano, porqueme dejó caermuchas veces.De todasformas,muchasgracias,Joaquín;unodeestosdíastellevaréyo.

—Pues yome acuerdomuy bien –dijo Joaquín–.Me acuerdo de que teteníasujetaporlaspiernasconlatripaapoyadaenelhombroylacabezaalaespaldaylosbrazoscolgando.

—Tienesmuchamemoria–dijoMaría,sonriendo–.Yonomeacuerdodenadadeeso.Nidetusbrazos,nidetushombros,nidetuespalda.

—¿Quieresquetedigaunacosa?–preguntóJoaquín.

—¿Quécosa?

—Megustabamuchollevartealaespalda,porquenostirabanpordetrás.'

—–¡Quécerdo!–dijoMaría–.¿Seríaporesoporloqueelgitanomellevótantorato?

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—Poresoyporsostenertedelaspiernas.

—¡Quéhéroes!–dijoMaría–.¡Quésalvadores!

—Escucha,guapa–dijoPilar–,estechicotellevómuchorato.Yenaquelmomentotuspiernasnodecíannadaanadie.Enaquelmomentoeranlasbalaslas que lo decían todo. Y si te hubiese dejado en el suelo, hubiera estadoprontolejosdelalcancedelasbalas.

—Yalehedadolasgracias–dijoMaría–.Yle llevaréahombrosunodeestosdías.Déjanosreírunpoco,Pilar;novoyallorarporquemehayallevado;¿no?

—No, si yo te hubiera dejado caer también –dijo Joaquín, siguiendo labroma–;peroteníamiedodequePilarmematase.

—Yonomatoanadie–dijoPilar.

—No hace falta –contestó Joaquín–; no hace falta. Lo matas de miedo,sóloconqueabraslaboca.

—Vayaunamaneradehablar–dijoPilar–;tú,queerasantesunmuchachotaneducado.¿QuéhacíastúantesdelMovimiento,chico?

—Pocacosa–dijoJoaquín–.Teníadieciséisaños.

—Pero¿quéhacías?

—Algunoszapatos,devezencuando.

—¿Losfabricabas?

—No,loslustraba.

—¡Qué va! –dijo Pilar–; eso no es todo –y se quedó mirando la caraatezada delmuchacho; su estampa garbosa, sumata de pelo y sumodo deandar–.¿Porquéfracasaste?

—¿Fracasarenqué?

—¿Enqué?Sabesbiendequéhablo.Teestásdejandocrecerlacoleta.

—Creoquefueelmiedo–dijoelmuchacho.

—Tienesbuenaestampa–dijoPilar–;pero laestampanovaleparanada.Entoncesfueelmiedo,¿no?Sinembargo,estuvistemuybienenlodeltren.

—Yanotengomiedoahoraalostoros–dijoelchico–;aninguno.Hevistotorospeoresymáspeligrosos.Seguroquenohaytorotanpeligrosocomounaametralladora.Perosiestuvieseahoraenlaplaza,nosésiseríadueñodemispiernas.

—Queríasertorero–explicóPilaraRobertJordan–;peroteníamiedo.

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—¿Te gustan a ti los toros, camarada dinamitero? –preguntó Joaquín,dejandoveralsonreírunadentadurablanquísima.

—Mucho–contestóRobertJordan–.Muchísimo.

—¿HasvistolostorosdeValladolid?–preguntóJoaquín.

—Sí,enseptiembre,enlaferia.

—Valladolidesmipueblo–dijoJoaquín–.¡Yquépueblotanbonito!Pero,¡cuántohasufridolabuenagentedeesepueblodurantelaguerra!–Luegosepuso serio.– Fusilaron a mi padre, a mi madre, a mi cuñada y, ahora, hanfusiladoamihermana.

—¡Qué bárbaros! –dijo Robert Jordan. ¡Cuántas veces había oído decireso!¡Cuántasveceshabíavistoalasgentespronunciaraquellaspalabrascondificultad! ¡Cuántas veces había visto llenárseles de lágrimas los ojos yoprimírseles lagargantaparadecirconesfuerzo:Mipadreomimadreomihermanoomihermana...!Nopodíaacordarsedecuántasvecesloshabíaoídomencionarasusmuertosdeesaforma.Casisiemprehablabanlasgentescomoelmuchacho,degolpeyapropósitodelnombredeunpueblo;ysiemprehabíaqueresponder:¡Québárbaros!

Hablaban solamente de las pérdidas; no contaban la forma cómo habíacaído el padre, como lo había hecho Pilar diciendo elmodo en que habíanmuertolosfascistasenlahistoriaquelecontóalpiedelarroyo.Sesabíatodolomásqueelpadrehabíamuertoenelpatioocontraalgunatapiaoenalgúncampooenunhuerto,oporlanoche,alaluzdelosfarosdeuncamiónyaunladodelcamino.Seveíanlaslucesdelcocheenlacarreteradesdeelmonteyseoíanlostiros,yluegosebajabaarecogerloscadáveres.Noseveíafusilaralamadrenialahermananialhermano;seoía.Seoíanlostirosydespuésseencontrabanloscadáveres.

PeroPilarselohabíahechoverenlasescenasocurridasenaquelpueblo.

Siaquellamujersupieraescribir...Trataríadeacordarsedesurelato,ysitenía lasuertederecordarlobien,podría transcribirlo talycomose lohabíareferido. ¡Dios, qué bien contaba las cosas aquella mujer! «Era mejor queQuevedo», pensó. Quevedo no ha descrito nunca la muerte de ningún donFaustino como ella la ha descrito. «Querría escribir lo suficientemente bienparareproduciresahistoria»,siguiópensando.«Loquenosotroshemoshecho.Noloquenoshanhecholosotros.»Deesoyasabíaélbastante.Sabíamuchode lo que pasaba detrás de las líneas. Pero había que conocer antes a lasgentes.Hacíafaltasaberloquehabíansidoantesensupueblo.

«A causa de nuestra movilidad y porque nunca hemos sido obligados apermanecer en el sitio en donde hacemos el trabajo para recibir el castigo,

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nunca sabemos cómo acaban las cosas en realidad –siguió pensando–. Estáunoencasadeuncampesinoconsufamilia.Llegaunopor lanocheycenaunoconellos.Dedíaseocultaunoyalanochesiguienteunosemarcha.Haceunosutrabajoyseva.Sisevuelveapasarporallí,unoseenteradequetodoshansidofusilados.Tansencillocomotodoeso.

Pero cuando sucedían esas cosas uno se había marchado. Los partizanshacían el daño y se esfumaban. Los campesinos se quedaban y recibían elcastigo.«Siemprehe sabido loque lespasóa losotros–pensó–.Loque leshicimosnosotrosalcomienzo.Siemprelohesabidoymehainspiradohorror.Heoídohablardeelloconvergüenzay sinvergüenza,enorgulleciéndosedeelloyhaciendo alarde, defendiéndolo, explicándoloyhastanegándolo.Peroesacondenadamujermelohahechovercomosiyohubieseestadoallí.»

«Bueno–pensó–, eso formapartede la educacióndeuno.Será todaunaeducacióncuandoestohayaconcluido.Seaprendemuchoenestaguerra,siseprestaatención.»Élhabíaaprendidomucho,desdeluego.Habíatenidosuertepasando parte de los diez últimos años en España antes de la guerra. Lasgentestienenconfianzaentisihablassulengua,sobretodo.Confíanentisihablas bien su lengua, la lengua de todos los días y si conoces las distintasregionesdelpaís.Elespañolnoesleal,enfindecuentas,másqueasupueblo.España entra evidentemente en primer lugar, luego su tribu, después suprovincia,más tardesupueblo, luegosufamiliay, finalmente,su trabajo.Sihablas español se muestran predispuestos a favor tuyo; si se conoce suprovinciaesmuchomejor;perosiconocessupuebloysutrabajohabrásidotodololejosqueunextranjeropuedeir.Jordannosesentíanuncaextranjeroen España y ellos no le trataban realmente como extranjero; sólo lo hacíancuandoserebelabancontraél.

Porsupuestoquesevolvíanavecescontraél.Inclusolohacíanamenudo,peroesoeracosacorriente;lohacíanentreellos.Nohabíasinojuntaratresydosseuníanenseguidacontraunoyluego,losdosquequedaban,empezabanen seguida a traicionarsemutuamente.No es que sucediera siempre, pero síconlasuficientefrecuenciacomoparatomarenconsideraciónungrannúmerodecasosysacarunaconsecuenciaapropiada.

Noestababienpensarasí;pero¿quiéncensurabasuspensamientos?Nadie,salvoélmismo.Nocreíaquepensarenellofuesederrotismo.Loprimeroeraganar la guerra. Si no ganaban aquella guerra, todo estaba perdido. Pero,entretanto, él observaba, escuchaba y quería acordarse de todo. Estaba.sirviendo en una guerra y ponía en su servicio una lealtad absoluta y unaactividadtodolocompletaqueleeraposiblemientrasestabasirviendo.Perosupensamientolepertenecíaaél,delamismamaneraquesucapacidaddeverydeoír, y si tenía luegoquehacer algún juicio, tendría que echarmanodetodo ello. Habría mucha materia luego para sacarle jugo. Ya había materia

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suficiente. A veces había hasta ' demasiada. ; «Mira a esamujer –se dijo–.Paseloquepase,si tengotiempo,hedehacerquemecuenteelrestodeesahistoria.Míralacaminandojuntoaesosdoschicos;noseríaposiblehallartresfigurasespañolasmástípicas.Ellaescomounamontañayelchicoylachicason como arbolitos jóvenes. Los árboles viejos son abatidos y los jóvenescrecen derechos y hermosos, como ésos. Y a pesar de todo lo que les hapasado, parecen tan frescos, tan limpios, tan sin mancha como si nuncahubiesenoídohablarsiquieradeningunadesventura.Pero,segúnPilar,Maríasolamente ahora está empezando a rehacerse. Ha debido de pasar pormomentosterribles.»

Seacordódelchicobelgadela11brigadaquesehabíaalistadoconotroscinco muchachos de su pueblo. Era de un pueblo de unos doscientoshabitantesyelmuchachonohabíasalidonuncadesupueblo.LaprimeravezqueJordanvioalchicofueenelEstadoMayorde laBrigadadeHansy losotroscincomuchachosdesupuebloyahabíanmuertoyelmuchachoestabaen tan malas condiciones que le empleaban como ordenanza para servir lamesa del Estado Mayor. Tenía una cara grande, redonda, de flamenco, ymanazas enormes y torpes de campesino; y llevaba los platos con lamismapesadez y torpeza que un caballo de tiro. Además, se pasaba el tiempollorando.Sepasabaeltiempollorandodurantelacomida.

Levantabaslacabezayleveíasapuntoderomperallorar,iLepedíasvinoylloraba;lepasabaselplatoparaquetesirvieraestofadoylloraba,volviendolacabeza.Luegosecallaba.Perosivolvíasamirarle, las lágrimasvolvíanacorrerle

164porlacara.Entreplatoyplato,llorabaenlacocina.Todoelmundoeramuy cariñoso con él, pero no servía de nada. Había que enterarse, pensóJordan,desielmuchachohabíamejoradoysieracapazdenuevodeempuñarlasarmas.

María,porelmomento,parecíaestarbastanterecobrada.Almenos,asíloparecía.Peroélnoerabuenpsiquiatra.LapsiquiatraeraPilar.Probablementefuebuenoparaelloselhaberpasadojuntoslanocheanterior.Sí,amenosqueno acabase todo de repente. Para él, por lomenos, fue bueno. Se sentía encondiciones inmejorables, sano, bueno, despreocupado y feliz. Las cosas sepresentaban bastantemal, pero había tenidomucha suerte. Había estado enotras que también se presentaban mal. Presentarse... Estaba pensando enespañol.Maríaerarealmenteencantadora.

«Mírala–sedijo–.Mírala.»

Laveíaandaralegrementealsol,consucamisacaquidesabrochada.«Semovíacomounpotrito,pensó.No tropiezasamenudoconcosascomoésta.Estascosasnosucedenenlavidareal.Quizánotehayansucedidotampoco.

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Quizásestéssoñandooinventándolasyenrealidadnohayansucedido.Quizáseancomoesossueñosquehastenidocuandohasidoalcineytevasluegoalacamaysueñasdeunamanera tanbonita.»Habíadormidocon todasellasasí,mientrassoñaba.Podíaacordarseaúnde laGarboyde laHarlow.Sí, laHarlowlevisitabamuchasveces.Quizátodoaquellofueracomoesossueños.

AúnseacordabadelanocheenquelaGarboseleaparecióenlacama,lavísperadelataqueaPozoblanco;Gretallevabaunjerseydelana,muysuaveal tacto, y cuando él la estrechó en sus brazos, ella se refugió en él y suscabelloslerozaronsuavementelacaraylepreguntóporquénolehabíadichoantesquelaquería,siendoasíqueellalequeríadesdemuchotiempoatrás.Nosemostrótímidanidistantenifría.Seofreciótanadorableyhermosacomoenlosviejosdías enque andaba con JohnGilbert, y todo fue tan real como sirealmentehubierasucedido;ylaamómuchomásquealaHarlow,aunquelaGarbo no se le presentómás que una vez, en tanto que laHarlow...Bueno,quizásestuvierasoñandotodavía.

«Pero quizá no lo estuviera», se dijo. Quizá pudiera alargar lamano enaquellosmomentos y tocar a aquellaMaría. «Puedeque lo que te ocurra esque tengas miedo de hacerlo, no vaya a ocurrir que descubras que no haocurrido nunca, que no es real, que todo es pura imaginación, como esossueñosdelasartistasdecineocomolaaparicióndetodaslasmuchachasdeantes,queveníanadormirenelsacoporlanochesobreelsantosuelo,sobrela paja de los graneros, en los establos, los corrales y los cortijos; en losbosques, los garajes y los camiones, así como en todas las montañas deEspaña.»Todasacudíanadormirbajoesamantacuandoélestabadurmiendoytodasparecíanmuchomásbonitasdeloqueeranenlavidareal.Eraposiblequeahoraleestuvieseocurriendolomismo.«Esposiblequetengasmiedodetocarlaparacomprobarsiesreal–sedijo–.Esposiblequesiintentarastocarladescubrierasquetodonoesmásqueunsueño.

Dio–un paso para cruzar al otro lado del sendero y puso sumano en elbrazodelamuchacha.Bajosusdedossintiólasuavidaddesupieldebajodelateladelaajadacamisa.Lachicalemiróysonrió.

—Hola,María–dijo.

—Hola, inglés –contestó ella, y pudo ver su cara morena y sus ojosverdegrísysuslabiosquelesonreían,yelcabellocortado,doradoporelsol.Levantólacaraylesonriómirándolealosojos.Sí,eraverdad.

EstabanyaalavistadelcampamentodelSordo,alfinaldelpinar,enunagargantaenformadepalanganavolcada.«Todasestascuencascalizastienenqueestarllenasdecuevas–pensó–.Allímismoveodos.Lospinosbajosquecrecenentrelasrocas,lasocultanbien.EsteesunlugartanbuenoomejorqueelescondrijodePablo.

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—¿Ycómofueelfusilamientodetufamilia?–preguntóPilaraJoaquín.

—Pues,nada,mujer–contestóJoaquín–;erandeizquierdas,comomuchosotros de Valladolid. Cuando los fascistas depuraron el pueblo, fusilaronprimeroamipadre.

Habíavotadoa lossocialistas.Luegofusilaronamimadre;habíavotadotambiéna lossocialistas.Era laprimeravezquevotabaensuvida.Despuésfusilaron almarido de una demis hermanas. Eramiembro del Sindicato deconductores de tranvías. No podía conducir un tranvía sin pertenecer alSindicato,naturalmente.Peronoleimportabalapolítica.Yoleconocíabien.Era, incluso, un poco sinvergüenza. No creo que hubiera sido un buencamarada. Luego, el marido de la otra chica, de mi otra hermana, que eratambiéntranviario,sefuealmontecomoyo.Ellossupusieronquemihermanasabíadóndeseescondía;peromihermananolosabía.Asíesquelamataronporquenoquisodecirnada.

—¡Québarbaridad!–dijoPilar–.Pero,¿dóndeestáelSordo?Noleveo.

—Está ahí. Debe de estar dentro –respondió Joaquín, y, deteniéndose yapoyando la culata del fusil en el suelo, dijo–: Pilar, óyeme, y tú, María;perdonadmesioshemolestadohablándoosdemifamilia.Yaséque todoelmundotienelasmismaspenasyquemásvalenohablardeello.

—Vale más hablar –dijo Pilar–. ¿Para qué se ha nacido, si no es paraayudarnoslosunosalosotros?Yescucharynodecirnadaesunaayudabienpobre.

—PerotodoesohapodidosermolestoparaMaría.Yatienebastanteconlosuyo.

—¡Quéva!–dijoMaría–.Tengouncántarotangrandequepuedesvaciardentrotuspenassinllenarlo.Peromedueleloquemedices,Joaquín,yesperoquetuotrahermanaestébien.

—Hastaahoraestábien–dijoJoaquín–.Lahanmetidoen lacárcel,peroparecequenolamaltratanmucho.

—¿Tienesotrosparientes?–preguntóRobertJordan.

—No–dijoelmuchacho–.Yonotengoanadiemás.Salvoelcuñadoquesefuealosmontesyquecreoquehamuerto.

—Puedequeestébien–dijoMaría–.Quizásestéconalgunabandaporlasmontañas.

—Paramí que estámuerto –dijo Joaquín–. Nunca fuemuy fuerte y eraconductor de tranvías; no es una preparaciónmuy buena para elmonte.Nocreoquehayapodidodurarmásdeunaño.Además,estabaunpocomalodel

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pecho.

—Puedeserque,apesarde todo,estémuybien–dijoMaría,pasandoelbrazoporlasespaldasdeJoaquín.

—Claro,chica;puedequetengasrazón–dijoél.

Comoelmuchachosehabíaquedadoallíparado,Maríaseempinó,lepasóel brazo alrededor del cuello y le abrazó. Joaquín apartó la cabeza, porqueestaballorando.

—Lohago como si fuerasmi hermano–dijoMaría–.Te abrazo como sifuerasmihermano.

Elmuchachoaseveróconlacabeza,llorando,sinhacerruido.

—Yosoycomosifueratuhermana–ledijoMaría–.Tequieromuchoyescomosifueradetufamilia.Todossomosunafamilia.

—Incluidoelinglés–dijoPilar,convozdetrueno–;¿noesasí,inglés?

—Sí –dijo Jordan, dirigiéndose almuchacho–; somos todos una familia,Joaquín.

—Esteestuhermano–dijoPilar–;¿noesverdad,inglés?

RobertJordanpasóelbrazoporloshombrosdelmuchacho.

—Somostodostushermanos–dijo.Joaquínaseveróconlacabeza.

—Medavergüenzahaberhablado–dijo–.Hablardesemejantesasuntosnohacemásquedificultarlascosasatodoelmundo.Medavergüenzahaberosmolestado.

—Vete a la m... con tu vergüenza –dijo Pilar, con su hermosa vozprofunda–.YsiMaríatebesaotravez,voyabesartetambiényo.Haceañosque no he besado a ningún torero, aunque sea un fracasado como tú. Megustaríabesarauntorerofracasadoquesehavueltocomunista.Sujétalebien,inglés,quevoyadarleunbesocomounacatedral.

—¡Deja! –dijo el chico, y volvió la cabeza bruscamente–. Dejadmetranquilo.Nomepasanadaysientohaberhablado.

Estaba allí parado, tratando de dominar la expresión de su rostro.MaríacogiódelamanoaRobertJordan.Pilar,paradaenmediodelcamino,puestaenjarras,mirabaalmuchachoconaireburlón.

—Cuando yo te bese no será como una hermana. Vaya un truco ése debesartecomounahermana.

—Nohayquedartantabroma–dijoelmuchacho–;yaoshedichoquenomepasanada.Sientohaberhablado.

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—Muybien,entonces,vamosaveralviejo–dijoPilar–.Tantasemocionesmefatigan.

Elchicolamiró.AtodasluceshabíasidoheridoporlaspalabrasdePilar.

—Nohablo de tus emociones –dijo Pilar–; hablo de lasmías. Eresmuytiernoparasertorero.

—Notuvesuerte–dijoJoaquín–;peronovalelapenainsistirenello.

—Entonces,¿porquétedejascrecerlacoleta?

—¿Porquéno?Lascorridassonmuyútileseconómicamente.DantrabajoamuchosyelEstadovaadirigirahora todoeso;yquizá lapróximaveznotengamiedo.

—Quizásí–dijoPilar–yquizáno.

—¿Por qué le hablas con tanta dureza? –preguntóMaría–. Yo te quieromucho,Pilar,peroteportascomounaverdaderabruta.

—Esposibleque seaunpocobruta–dijoPilar–.Escucha, inglés, ¿sabesbienloquevasadecirlealSordo?

—Sí.

—Porqueeshombrequehablapoco;noescomotúnicomoyonicomoestaparejitasentimental.

—¿Porquéhablasasí?–preguntódenuevoMaría,irritada.

—No lo sé –dijo Pilar, volviendo a caminar–. ¿Por qué piensas que lohago?

—Tampocolosé.

—Haycosasquemeaburren–dijoPilar,demalhumor–.¿Comprendes?Yuna de ellas es tener cuarenta y ocho años. ¿Lo has entendido? Cuarenta yochoañosyunacaratanfeacomolamía.Yotraesverelpánicoenlacaradeuntorerofracasado,detendenciascomunistas,cuandodigoensondebromaquevoyabesarle.

—Noesverdad,Pilar–dijoelmuchacho–.Nohasvistoeso.

—¿Quévaaserverdad?Claroqueno.Yalamierdatodos.¡Ah,aquíestá!Hola,Santiago.¿Quétal?

ElhombrealquehablabaPilarerauntipodebajaestatura,fuerte,decaratostada,pómulosanchos,cabellogris,ojosmuyseparadosydeuncolorpardoamarillento, nariz de puente, afilada como la de un indio, boca grande ydelgadaconunlabiosuperiormuylargo.Ibareciénafeitadoyseacercóaellosdesdelaentradadelacuevamoviéndoseágilmenteconsusarqueadaspiernas,

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quehacíanjuegoconsupantalón,suspolainasysusbotasdepastor.Eldíaeracaluroso, pero llevaba un chaquetón de cuero forrado de piel de cordero,abrochadohastaelcuello.TendióaPilarunamanogrande,morena:

—Hola, mujer –dijo–. Hola –dijo a Robert Jordan, le estrechó lamano,mirándoleatentamentea la cara.Robert Jordanvioque losojosdelhombreeranamarillos,comolosdelosgatos,yaplastadoscomolosdelosreptiles–.

—¡Guapa! –dijo aMaría, dándole un golpecito en el hombro–. ¿Habéiscomido?–preguntóaPilar.

Pilarnegóconlacabeza.

—¿Comer?–dijo,mirandoaRobertJordan–.¿Beber?–preguntó,haciendounademánconelpulgarhaciaabajo,comosiestuvieravertiendoalgodeunabotella.

—Sí,muchasgracias–contestóJordan.

—Bien–dijoelSordo–.¿Whisky?

—¿Tieneustedwhisky?

ElSordoafirmóconlacabeza.

—¿Inglés?–preguntó–.¿Noruso?

—Americano.

—Pocosamericanosaquí–dijo.

—Ahorahabrámás.

—Mejor.¿NorteoSur?

—Norte.

—Comoinglés.¿Cuándosaltarpuente?

—¿Estáustedenteradodelodelpuente?

ElSordodijoquesíconlacabeza.

—Pasadomañana,porlamañana.

—Bien–dijoelSordo.

—¿Pablo?–preguntóaPilar.

Ellamoviólacabeza.ElSordosonrió.

—Vete –dijo a María, y volvió a sonreír–. Vuelve luego. –Sacó de suchaquetaungranreloj,pendientedeunacorrea–.Dentrodeunamediahora.

Les hizo señas para que se sentaran en un tronco pulido, que servía de

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banco, y, mirando a Joaquín, extendió el índice hacia el sendero en ladirecciónenquehabíanvenido.

—BajaréconJoaquínyvolveréluego–dijoMaría.

ElSordoentróenlacuevaysalióconunfrascodewhiskyytresvasos;elfrasco,debajodelbrazo,losvasosenunamano,undedoencadavaso.Enlaotramano llevaba una cántara llena de agua, cogida por el cuello.Dejó losvasosyelfrascosobreeltroncodelárbolypusolacántaraenelsuelo.

—Nohielo–dijoaRobertJordan,ylepasóelfrasco.

—Yonoquierodeeso–dijoPilar,tapandosuvasoconlamano.

—Hielo,nocheúltima,porsuelo–dijoelviejo,ysonrió–.Tododerretido.Hielo,alláarriba–añadió,yseñalólanievequeseveíasobrelacimadesnudadelamontaña–.Muylejos.

Robert Jordanempezóa llenar elvasodelSordo;peroelviejomovió lacabezayleindicóporseñasqueteníaqueservirseélprimero.

RobertJordansesirvióunbuentragodewhisky;elSordolemiraba,muyatento,y, terminada laoperación, tendió lacántaradeaguaaRobert Jordan,quelainclinósuavemente,dejandoqueelaguafríasedeslizaraporelpicodebarrococidodelacántara.

ElSordosesirviómediovasoyacabódellenarloconagua.

—¿Vino?–preguntóaPilar.

—No;agua.

—Toma–dijo–.Nobueno–dijoaRobertJordan,ysonrió–.Yoconocidomuchosingleses.Siempremuchowhisky.

—¿Dónde?

—Finca–dijoelSordo–;amigosdueño.

—¿Dóndeconsiguióustedestewhisky?

—¿Qué?–Nooía.

—Tienesquegritarle–dijoPilar–.Porlaotraoreja.

ElSordoseñalósumejororeja,sonriendo.

—¿Dóndeencuentraustedestewhisky?–preguntóRobertJordan.

—Lohagoyo–dijoelSordo,yviocómosedeteníalamanoquellevabaelvasoqueRobertJordanencaminabaasuboca.

—No–dijoelSordo,dándolegolpecitoscariñososenlaespalda–.Broma.Viene Granja. Dicho ayer noche dinamitero inglés viene. Bueno. Muy

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contento.Buscarwhisky.Parati.¿Tegusta?

—Mucho–dijoRobertJordan–;esunwhiskymuybueno.

—¿Contento?–ElSordosonrió.–Trajeestanocheconinformaciones.

—¿Quéinformaciones?

—Movimientodetropas.Mucho.

—¿Dónde?

—Segovia.Aviones.¿Hasvisto?

—Sí.

—Malo,¿eh?

—Malo.

—Movimiento de tropas. Mucho. Entre Villacastín y Segovia. En lacarreteradeValladolid.MuchoentreVillacastínySanRafael.Mucho.Mucho.

—¿Quéesloqueustedpiensa?

—Preparamosalgunacosa.

—Esposible.

—Ellossaben.Ellostambiénpreparan.

—Esposible.

—¿Porquénosaltarpuenteestanoche?

—Ordenes.

—¿Dequién?

—CuartelGeneral.

—¡Ah!

—¿Esimportanteelmomentoenquehayquevolarelpuente?–preguntóPilar.

—Nohaynadatanimportante.

—Pero¿ysitraentropas?

—Enviaré a Anselmo con un informe de todos los movimientos yconcentraciones.Estávigilandolacarretera.

—¿Tienesalguienenlacarretera?–preguntóelSordo.

RobertJordannosabíaloqueelhombrehabíaoídoono.Nosesabejamásconunsordo.

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—Sí–dijo.

—Yotambién.¿Porquénovolarpuenteahora?

—Tengootrasórdenes.

—Nomegusta–dijoelSordo–.Nomegusta.

—Amítampoco–dijoRobertJordan.

ElSordomoviólacabezaysebebióuntragodewhisky.

—¿Quieresalgodemí?

—¿Cuántoshombrestieneusted?

—Ocho.

—Hay que cortar el teléfono, atacar el puesto de la casilla del peóncaminero,tomarleyreplegarsealpuente.

—Esfácil.

—Todosedaráporescrito.

—Novalelapena.¿YPablo?

—Cortará el teléfonoabajo; atacará elpuestodelmolino, lo tomaráy sereplegarásobreelpuente.

—¿Y después, para la retirada? –preguntó Pilar–. Somos siete hombres,dosmujeresycincocaballos.¿Tedascuenta?–gritóenlaorejadelSordo.

—Ochohombresycuatrocaballos.Faltancaballos–dijoelviejo–.Faltancaballos.

—Diecisietepersonasynuevecaballos–dijoPilar–.Sincontarlosbultos.

ElSordonodijonada.

—¿Nohaymaneradetenermáscaballos?–preguntóRobertJordan.

—Enguerra,unaño–dijoelSordo–,cuatrocaballos–yenseñóloscuatrodedosdelamano–.Túquieresochoparamañana.

—Asíes–dijoRobert–.Sabiendoquesevanustedesdeaquí,nonecesitansertancuidadososcomolohansidoporestosalrededores.Noesnecesarioporahorasertancuidadosos.¿Nopodríanhacerunasalidayrobarochocaballos?

—Talvez–dijoelSordo–.Quizásí.Talvezmás.

—¿Tienenustedesunfusilautomático?–preguntóRobertJordan.

ElSordoasintióconlacabeza.

—¿Dónde?

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—Arriba,enelmonte.

—¿Quéclase?

—Noséelnombre.Deplatos.

—¿Cuántosplatos?

—Cincoplatos.

—¿Sabealguienutilizarlo?

—Yo, un poco. No tiro demasiado. No quiero hacer ruido por aquí. Novalerlapenagastarcartuchos.

—Luego iré a verlo –dijo Robert Jordan–. ¿Tienen ustedes granadas demano?

—Muchas.

—¿Ycuántoscartuchosporfusil?

—Muchos.

—¿Cuántos?

—Cientocincuenta.Másquizá.

—¿Quéhaydeotrasgentes?

—¿Paraqué?

—Contarconfuerzassuficientesparatomarlospuestosycubrirelpuentemientraslovuelo.Necesitaríamoseldobledelosquetenemos.

—Tomaremospuestos;notepreocupes.¿Aquéhoradeldía?

—Conluzdeldía.

—Noimporta.

—Necesitaréporlomenosveintehombresmás–dijoRobertJordan.

Nohaybuenos.¿Quiereslosquenosondeconfianza?

—No.¿Cuántosbuenoshay?

—Quizácuatro.

—¿Porquétanpocos?

—Nohayconfianza.

—¿Serviríanparaguardarloscaballos?

—Muchaconfianzaparaguardarloscaballos.

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—Me harían falta diez hombres buenos, por lo menos, si pudieraencontrarlos.

—Cuatro.

—Anselmomehadichoquehabíamásdecientoporestasmontañas.

—Nobuenos.

—Usted ha dicho treinta –dijo Robert Jordan a Pilar–. Treinta seguroshastaciertogrado.

—¿YlasgentesdeElías?–gritóPilar.ElSordonegóconlacabeza.

—Nobuenos.

—¿Nopuedeustedencontrardiez?–preguntóJordan.ElSordolemiróconojosplanosyamarillentosynegóconlacabeza.

—Cuatro–dijo,yvolvióamostrarloscuatrodedosdelamano.

—¿Losdeustedsonbuenos?–preguntóJordan,lamentandoenseguidaelhaberdichoestaspalabras.

ElSordoafirmóconlacabeza.

—Dentrodelagravedad–dijo.Sonrió–.Seráduro,¿eh?

—Esposible.

—No importa –dijo el Sordo, sencillamente, sin alardear–. Valen máscuatro hombres buenos quemuchosmalos.En esta guerra, siempremuchosmalos;pocosbuenos.Cadadíamenosbuenos.¿YPablo?–YmiróaPilar.

—Yasabes–exclamóPilar–.Cadadíapeor.

ElSordoseencogiódehombros.

—Bebe–dijo aRobert Jordan–.Llevaré losmíosy cuatromás.Conesotienes doce. Esta noche, hablar todo esto. Tengo sesenta palos de dinamita.¿Losquieres?

—¿Dequéporcentajeson?

—Nolosé;dinamitaordinaria.Losllevaré.

—Haremossaltarelpuentecillodearribaconellos–dijoRobertJordan–;es una buena idea. ¿Vendrá usted esta noche? Tráigalos; ¿quiere?No tengoórdenessobreeso,perotienequeservolado.

—Iréestanoche.Luego,cazarcaballos.

—¿Hayalgunaprobabilidaddeencontrarlos?

—Quizás.Ahora,acomer.

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«Mepreguntosihablaasíatodoelmundo–pensóRobertJordan–.Obiencreequeesasícomohayquehacerseentenderdeunextranjero.»

—¿Yadonde iremoscuandoacabe todoesto?–vociferóPilar en laorejadelSordo.

ElSordoseencogiódehombros.

—Habráqueorganizartodoeso–dijolamujer.

—Claro–dijoelSordo–.¿Cómono?

—La cosa se presenta bastante mal –dijo Pilar–. Habrá que organizarlomuybien.

—Sí,mujer–dijoelSordo–.¿Quéesloquetepreocupa?

—Todo–gritóPilar.

ElSordosonrió.

—HasestadodemasiadotiempoconPablo–dijo.

«Demaneraquesólohablaeseespañolzarrapastrosoconlosextranjeros–sedijoJordan–.Bueno,megustaoírlehablarbien.»

—¿Adóndecreesquedeberíamosir?–preguntóPilar.

—¿Adonde?

—Sí.

—Haymuchossitios–dijoelSordo–.Muchossitios.¿ConocesGredos?

—Hay mucha gente por allí. Todos aquellos lugares serán barridos encuantoellostengantiempo.

—Sí.Peroesunaregióngrandeyagreste.

—Serádifícilllegarhastaallí–dijoPilar.

—Todoesdifícil–dijoelSordo–;sepuedeiraGredosoacualquierotrolugar.Viajandodenoche.Aquíestosehapuestomuypeligroso.Esunmilagroquehayamospodidoestartantotiempo.Gredosesmásseguroqueesto.

—¿Sabesadondequerríayoir?–preguntóPilar.

—¿Adonde?¿AlaParamera?Esonovalenada.

—No–dijoPilar–.Noquieroira laSierradelaParamera.Quieroira laRepública.

—Muybien.

—¿Vendríantusgentes?

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—Sí,silesdigoquevengan.

—Los míos no sé si vendrían –dijo Pilar–. Pablo no querrá venir; sinembargo,allíestaríamásseguro.Esdemasiadoviejoparaquelealistencomosoldado,amenosquellamenotrasquintas.Elgitanonoquerrávenir.Losotrosnolosé.

—Comonopasanadapor aquídesdehace tiempo,no sedancuentadelpeligro–dijoelSordo.

—Conlosavionesdehoyveránlascosasmásclaras–dijoRobertJordan–;perocreoquepodríanoperarustedesmuybienpartiendodeGredos.

—¿Qué? –preguntó el Sordo, y le miró con ojos planos. No habíacordialidadenlamaneradehacerlapregunta.

—Podríanhacerustedesincursionesconmáséxitodesdeallí–dijoRobertJordan.

—–¡Ah!–exclamóelSordo–.¿ConocesGredos?

—Sí.Sepuedeoperardesdeallícontralalíneaprincipaldelferrocarril.Sela puede cortar continuamente, como hacemos nosotros más al sur, enExtremadura.Operar desde allí seríamejor que volver a laRepública –dijoRobertJordan–.Seríanustedesmásútilesallí.

Losdos,mientrasleescuchaban,sehabíanvueltohoscos.ElSordomiróaPilaryPilarmiróalSordo.

—¿ConocesGredos?–preguntóelSordo–.¿Loconocesbien?

—Sí–dijoRobertJordan.–¿Adóndeiríastú?

—PorencimadeElBarcodeÁvila;aquelloesmejorqueesto.Sepuedenhacer incursiones contra la carretera principal y la vía férrea, entre Béjar yPlasencia.

—Muydifícil–dijoelSordo.

—Nosotros hemos trabajado cortando la línea del ferrocarril en regionesmuchomáspeligrosas,enExtremadura–dijoRobertJordan.

—¿Quiénessonnosotros?

—ElgrupodeguerrillerosdeExtremadura.,.

—¿Soismuchos?

—Comounoscuarenta..

—¿Yésedelosnerviosmalosyelnombreraro?¿Veníadeallí?–preguntóPilar.

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—Sí.

—¿Endóndeestáahora?

—Murió;yaselodije.

—¿Túvienestambiéndeallí?

—Sí.

—¿Tedascuentadeloquequierodecirte?–preguntóPilar.

«Vaya, he cometido un error –pensó Robert Jordan–. He dicho a estosespañolesquenosotrospodíamoshaceralgomejorqueellos,cuandolanormapide que no hables nunca de tus propias hazañas o habilidades. Cuandodebierahaberlosadulado, leshedicholoqueteníanquehacerellos,yahoraestánfuriosos.Bueno,yaselespasaráonoselespasará.Seríanciertamentemás útiles en Gredos que aquí. La prueba es que aquí no han hecho nadadespués de lo del tren, que organizó Kashkin. Y no fue tampoco nadaextraordinario.Les costó a los fascistas una locomotora y algunos hombres;perohablande ello como si fueraunhecho importantede laguerra.QuizásacabenporsentirvergüenzaymarcharseaGredos.Sí,peroquizátambiénmelarguen a mí de aquí. En cualquier caso, no es una perspectiva demasiadohalagüeñalaquetengoahoradelantedemí.»

—Oye,inglés–ledijoPilar–.¿Cómovantusnervios?

—–Muybien–contestóJordan–;perfectamente.

—Te lo pregunto porque el último dinamitero que nos enviaron paratrabajarconnosotros,aunqueerauntécnicoformidable,eramuynervioso.

—Hayalgunosquesonnerviosos–dijoRobertJordan.

—No digo que fuese un cobarde, porque se comportómuy bien –siguióPilar–;perohablabadeunamaneraextrañaypomposa–levantólavoz–.¿Noesverdad,Santiago,queelúltimodinamitero,eldeltren,eraunpocoraro?

—Algoraro–confirmóelSordo,ysusojossefijaronenelrostrodeJordandeunamaneraquelerecordaroneltubodeescapedeunaspiradordepolvo–.Sí,algoraro,perobueno.

—Murió–dijoRobertJordanalSordo–.Hamuerto.

—¿Cómofueeso?–preguntóelSordo,dirigiendosumiradadesdelosojosdeRobertJordanasuslabios.

—Lematéyo–dijoRobertJordan–.Estabaheridodemasiadogravementeparaviajar,ylematé.

—Hablabasiempredeverseenesecaso–dijoPilar–;erasuobsesión.

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—Sí–dijoRobertJordan–;hablabasiempredeesoyerasuobsesión.

—¿Cómofue?–preguntóelSordo–.¿Fueenuntren?

—Fue al volver de un tren –dijoRobert Jordan–.Lo del tren salió bien.Pero al volver, en la oscuridad, nos tropezamos con una patrulla fascista ycuandocorríamosfueheridoenloaltoporlaespalda,sinqueningunavértebrafuese dañada; solamente el omóplato. Anduvo algún tiempo, pero, por suherida,sevioforzadoadetenerse.Noqueríaquedarsedetrás,ylematé.

—Menosmal–dijoelSordo.

—¿Estás seguro de que tus nervios se encuentran en perfectascondiciones?–preguntóPilaraRobertJordan.

—Sí –contestó él–; estoy seguro de que mis nervios están en buenascondiciones y me parece que cuando terminemos con lo del puente haríanustedesbienyéndoseaGredos.

No había acabado de decir esto cuando la mujer comenzó a soltar untorrente de obscenidades, que le arrollaron, cayendo sobre él como el aguacalienteblancaypulverizadaquesaltaenlarepentinaerupcióndeungeiser.

ElSordomoviólacabezamirandoaJordanconunasonrisadefelicidad.Siguió moviendo la cabeza, lleno de satisfacción mientras Pilar continuabaarrojandopalabrotatraspalabrotayRobertJordancomprendióquetodoibadenuevomuybien.Por finPilar acabódemaldecir, cogió la cántaradel agua,bebióydijomáscalmada:

—Asíesquecállatelabocasobreloquetengamosquehacerdespués;¿tehas enterado, inglés? Tú vuélvete a la República, llévate a esa buena piezacontigoydéjanosanosotrosaquíparadecidirenquépartedeestasmontañasvamosamorir.

—Avivir–dijoelSordo–.Cálmate,Pilar.

—A vivir y a morir –dijo Pilar–. Ya puedo ver claramente cómo va aterminaresto.Mecaesbien,inglés;peroenloqueserefierealoquetenemosquehacercuandohayaconcluidotuasunto,cierraelpico,¿entiendes?

—Esoesasunto tuyo–dijoRobertJordan, tuteándoladerepente–.Yonotengoquemeterlamanoenello.

—Puessíquelametes–dijoPilar–.AsíesquellévateatuputillarapadayvetealaRepública;peronodesconlapuertaenlasnaricesalosquenosonextranjeros ni a los que trabajaban ya por la República cuando tú estabastodavíamamando.

María,queibasubiendoporelsenderomientrashablaban,oyólasúltimasfrasesquePilar,alzandodenuevolavoz,decíaagritosaRobertJordan.La

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muchachamovió lacabezamirandoasuamigoyagitóundedoenseñaldenegación.PilarvioaRobertJordanmiraralamuchachaysonreírle.Entoncessevolvióydijo:

—Sí,hedichoputa,ylomantengo,ysupongoquevosotrososiréisjuntosaValenciayquenosotrospodemosiraGredosacomercagarrutasdecabras.

—Soyunaputa,siestoteagrada–dijoMaría–;tienequeserasí,además,sitúlodices.Perocálmate.¿Quéesloquetepasa?

—Nada–contestóPilar,yvolvióa sentarseenelbanco; suvoz sehabíacalmado, perdiendo el acento metálico que le daba la rabia–. No es que tellameeso;perotengotantasganasdeiralaRepública...

—Podemosirtodos–dijoMaría.

—¿Por qué no? –preguntó Robert Jordan–. Puesto que no te gustaGredos...ElSordolehizounguiño.

—Yaveremos–dijoPilar,ysucólerasehabíadesvanecidoenteramente–.Dameunvasodeesaporquería.Mehequedadoroncaderabia.Yaveremos.Yaveremosquéesloquepasa.

—Yaves,camarada–explicóelSordo–;loquehacelascosasdifícileseslamañana. –Ya no hablaba en aquel español zarrapastroso ex profeso paraextranjeros y miraba a Robert Jordan a los ojos seria y calmosamente, sininquietudnidesconfianza,niconaquellaligerasuperioridaddeveteranoconquelehabíatratadoantes.–Comprendoloquenecesitas.Séqueloscentinelasdebenserexterminadosyelpuentecubiertomientrashaces tu trabajo.Todoeso lo comprendo perfectamente. Y es fácil de hacer antes del día o demadrugada.

—Sí–contestóRobertJordan–.Veteunmomento,¿quieres?–dijoaMaría,sinmirarla.

Lamuchachasealejóunospasos,lobastantecomoparanooír,ysesentóenelsueloconlaspiernascruzadas.

—Ya ves –dijo el Sordo–. La dificultad no está en eso. Pero largarsedespuésysalirdeestaregiónconluzdeldíaesunproblemagrave.

—Naturalmente–dijoRobertJordan–,yhepensadoenello.Perotambiénseráplenodíaparamí.

—Perotúestássolo–dijoelSordo–;nosotrossomosvarios.

—Habríalaposibilidaddevolveraloscampamentosysalirporlanoche–dijoPilar, llevándose el vaso a los labiosy apartándolodespués sin llegar abeber.

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—Eso es también muy peligroso –explicó el Sordo–. Eso es quizá máspeligrosotodavía.

—Creoqueloes,enefecto–dijoRobertJordan.

—Volarelpuenteporlanocheseríafácil–dijoelSordo–;perosiponeslacondicióndequeseaenplenodía,puedeacarrearnosgravesconsecuencias.

—Yalosé.

—¿Nopodríashacerloporlanoche?

—Sí,peromefusilarían.

—Esmuyposiblequenosfusilenatodossitúlohacesenplenodía.

—Amímedaría lomismo,en tantoencuantovolaseelpuente–explicóRobertJordan–;peromehagocargodesupuntodevista.¿Nopuedenllevarustedesacabounaretiradaenplenodía?

—Sí que podemos hacerlo –dijo el Sordo–. Podemos organizar esaretirada.Peroloqueestoyexplicándoteesporquéestamosinquietosyporquénos hemos enfadado.Tú hablas de ir aGredos como si fuera unamaniobramilitar.SillegáramosaGredos,seríaunmilagro.

RobertJordannodijonada.

—Oye–dijoelSordo–;estoyhablandomucho.Peroeselúnicomododeentenderse los unos a los otros. Nosotros estamos aquí de milagro. Por unmilagrodelaperezaydelaestupidezdelosfascistas,quetrataránderemediara sudebido tiempo.Desde luego, tenemosmuchocuidadoyprocuramosnohacerruidoporestosmontes.

—Yalosé.

—Pero ahora, una vez hecho eso, tendremos que irnos. Tenemos quepensarenlamanerademarcharnos.

—Naturalmente.

—Bueno–concluyóelSordo–,vamosacomer.Yahehabladobastante.

—Nuncateheoídohablartanto–dijoPilar–.¿Hasidoesto?–ylevantóelvaso.

—No–dijoelSordo,negandocon la cabeza–.Noha sidoelwhisky.Hasidoporquenuncatuvetantascosasdequehablarcomohoy.

—Leagradezcosuayudaysulealtad–dijoRobertJordan–;medoycuentade las dificultades que origino exigiendo que el puente sea volado en esemomento.

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—Nohablemosdeeso–dijoelSordo–.Estamosaquíparahacerloquesepueda.Perolacosaespeliaguda.

—Sobre el papel, sin embargo, es muy sencilla –dijo Robert Jordansonriendo–.Sobreelpapel,elpuente tienequesaltarenelmomentoenquecomience el ataque, demodo que no pueda llegar nada por la carretera. Esmuysencillo.

—Que nos hagan hacer alguna cosa sobre el papel –dijo el Sordo–, queinventenyrealicenalgosobreelpapel.

—Elpapelnosangra–dijoRobertJordan,citandoelproverbio.

—Pero es muy útil –dijo Pilar–; es muy útil. Lo que me gustaría a mívalermedetusórdenesparairalretrete.

—Amí, también–dijoRobert Jordan–;peronoesasícomoseganaunaguerra.

—No–dijolamujerona–;supongoqueno.Pero¿sabesloquemegustaría?

—IralaRepública–contestóelSordo.Habíaacercadosuorejasanaalamujermientrashablaba–.Ya irás,mujer.Dejaqueganemos laguerray todoserálaRepública.

—Muybien–contestóPilar–;yahora,porelamordeDios,comamos.

CAPÍTULODOCE

Despuésdehabercomidosalierondel refugiodelSordoycomenzaronadescenderporlasenda.ElSordolosacompañohastaelpuestodemásabajo.–Salud–dijo–.Hastalanoche.

—Salud,camarada–dijoRobertJordan,ylostressiguieronbajandoporelcaminomientraselviejo,parado,losseguíaconlamirada.Maríasevolvióyagitó la mano. El Sordo agitó la suya, haciendo con el brazo ese ademánrápidoquealestiloespañolquiereserunsaludo,aunquemásbienparece lamaneradearrojarunapiedraalolejos;algoasícomosienlugardesaludarsequisiera zanjar de golpe un asunto.Durante la comida el Sordo no se habíadesabrochadosuchaquetadepieldecorderoysehabíacomportadoconunacortesíaexquisita,teniendocuidadodevolverlacabezaparaescucharcuandoselehablaba,yvolviendoautilizaraquelespañolentrecortadoparapreguntaraRobert Jordan sobre la situaciónde laRepública cortésmente; pero estabaclaroquedeseabaverselibredeelloscuantoantes.

Almarcharse,Pilarlehabíadicho:

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—¿Quétepasa,Santiago?

—Nada, mujer –había respondido el Sordo–. Todo está muy bien; peroestoypensando.

—Yotambién–habíadichoPilar.

Yahoraqueseguíanbajandoporelsendero,bajadafácilyagradableporentrelospinos,porlamismapendientequehabíansubidocontantoesfuerzounas horas antes, Pilar mantenía la boca cerrada. Robert Jordan y Maríacallabantambién,demaneraqueanduvieronrápidamentehastaellugarenquelasendadescendíadegolpe,saliendodelvallearboladoparaadentrarseluegoenelmonteyalcanzarporfinelpradodelameseta.

Hacíacaloraquellatardedefindemayo,yamitaddecaminodelaúltimagradarocosa, lamujersedetuvo.RobertJordanla imitóyalvolversevioelsudor perlar la frente de Pilar. Sumoreno rostro se le antojó pálido, la pielfloja y vio que grandes ojeras negras se dibujaban bajo sus ojos. –Descansemosunrato–dijo–;vamosdemasiadodeprisa.

—No–dijoella–,continuemos.

—Descansa,Pilar–dijoMaría–;tienesmalacara.

—Cállate–dijolamujer–;nadietehapedidotuopinión.

Empezóasubirrápidamenteporelsendero,perollegóalfinalsinalientosynocabíayadudasobrelapalidezdesurostrosudoroso.

—Siéntate,Pilar–dijoMaría–;teloruego;siéntate,porfavor.

—Estábien–dijoPilar.

Sesentaronlostresdebajodeunpinoymiraronporencimadelapraderalascimasqueparecíansurgirdeentrelascurvasdelosvallescubiertosdeunanievequebrillabaalsolhermosamenteenaquelcomienzodelatarde.

—¡Qué condenada nieve y qué bonita es de mirar! –dijo Pilar–. Hacepensarennoséqué lanieve.–SevolvióhaciaMaríaydijo:–Sientomuchohabersidotanbruscacontigo,guapa.Noséquémepasahoy.Estoydemalas.

—Nohagocasodeloquedicescuandoestásenfadada–contestóMaría–,yestásenfadadaconmuchafrecuencia.

—No,estoespeorqueunenfado–dijoPilar,mirandohacialascumbres.

—Noteencuentrasbien–dijoMaría.

—Noes tampocoeso–dijo lamujer–.Venaquí,guapa,ponlacabezaenmiregazo.

María se acercó a ella, puso los brazos debajo como se hace cuando se

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duermesinalmohadayapoyólacabezaenelregazodePilar.Luegovolviólacarahaciaellaylesonrió,perolamujeronamirabaporencimadelaspraderashacialasmontañas.Sepusoaacariciarlacabezadelamuchachasinmirarla,siguiendocondedossuaveslafrente,luegoelcontornodelaorejayluegolalíneadeloscabellosquecrecíanbajolanuca.

—La tendrás dentrodeunmomento, inglés –dijo.Robert estaba sentadodetrásdeella.

—Nohablesasí–dijoMaría.~

—Sí,tetendrá–dijoPilar,sinmirarniaunoniaotro–.Notehedeseadonunca,peroestoycelosa.

—Pilar–dijoMaría–,nohablesdeesamanera.

—Tetendrá–dijoPilar,ypasósudedoalrededordellóbulodelaorejadelamuchacha–;peromesientomuycelosa.

—Pero,Pilar–dijoMaría–,sifuistetúquienmedijoquenohabríanadadeesoentrenosotras.

—Siemprehaycosasdeeseestilo–dijo lamujer–;siemprehayalgoquenoteníaquehaber.Peroconmigonohabránada.Yoquieroqueseasfeliz,ynadamás.

María no respondió y siguió tumbada, intentando hacer que su cabezafueselomásligeraposible.

—Escucha, guapa –dijo Pilar, pasando un dedo negligente, pero ceñido,por el contorno de lasmejillas–. Escucha, guapa, yo te quiero yme parecebienqueél te tenga;nosoyunaviciosa, soyunamujerdehombres.Asíes.Peroahoratengoganasdedecirteavozengritoquetequiero.

—Yyotambiéntequiero.

—¡Quéva!;nodigastonterías.Nosabessiquieradeloquehablo.

—Sí,síquelosé.

—¡Quéva!¡Quévasasaber!Túeresparael inglés.Esoestáclaroyasítienequeser.Yesloqueyoquiero.Nohubierapermitidootracosa.Nosoyunapervertida,perodigolascosascomoson.Nohaymuchagentequedigalaverdad;ningunamujerteladirá.Yosímesientocelosalodigobienclaro.

—Nolodigas–replicóMaría–;nolodigas,Pilar.

—¿Porquénolodigas?–preguntólamujer,sinmirarla–;lodiréhastaquesemevayanlasganasdedecirlo.Yenestemismomomento–dijo,sinmiraraningunodelosdos–semehanacabado.Novoyadecirlomás;¿entiendes?

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—Pilar–dijoMaría–,nohablesasí.

—Tú eres una gatita muy mona –dijo Pilar– y quítame esa cabeza delregazo.Sehapasadoelmomentodelastonterías.

—Noerantonterías–dijoMaría–,ymicabezaestábiendondeestá.

—No, quítamela –dijo Pilar. Pasó sus grandes manos por debajo de lacabezade la joveny la levantó–.Y tú, inglés–preguntó, sosteniendoaún lacabeza de la muchacha y mirando insistentemente a lo lejos, hacia lasmontañas,comohabíahecho todoel tiempo–,¿se tehacomido la lenguaelgato?

—Nofueelgato–contestóRobertJordan.

—¿Quéanimalfue?–preguntóPilardepositandolacabezadelamuchachaenelsuelo.

—Nofueunanimal–dijoRobertJordan.

—¿Telahastragadoentonces?

—Asíes–dijoRobertJordan.

—¿Yestababuena?–preguntóPilar,volviéndosehaciaélysonriéndole.

—Nomucho.

—Yame lo figuraba yo.Yame lo figuraba. Pero voy a devolverte a tuconejito. No he tratado nunca de quitártelo. Ese nombre le sienta bien,conejito.Teheoídollamarlaasíestamañana.

RobertJordansintióqueseruborizaba.

—Esustedmuyduraparasermujer–ledijo.

—No–dijoPilar–;soy tansencillaqueparezcomuycomplicada.¿Túnoerescomplicado,inglés?

—No,nitampocotansencillo.

—Megustas, inglés–dijoPilar.Luegosonrió, se inclinóhaciadelante,yvolvió a sonreír,moviendo la cabeza–. ¿Y si yo quisiera quitarte la gatita oquitarlealagatitasugatito?

—Nopodríashacerlo.

—Claro que no –dijo Pilar, sonriendo de nuevo–.Ni tampoco lo quiero.Aunquecuandoerajovenpodíahaberlohecho.

—Locreo.

—¿Locrees?

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—Sinningunaduda–dijoRobertJordan–;peroestaclasedeconversaciónesunatontería.

—Noespropiadeti–dijoMaría.

—Noespropiademí–dijoPilar–;peroesquehoynomeparezcomuchoamímisma.Me parezcomuy poco. Tu puenteme ha dado dolor de cabeza,inglés.

—Podemos llamarleelpuentedeldolordecabeza–dijoRobert Jordan–;peroyoleharécaerenesagargantacomosifueraunajauladegrillos.

—Bien–contestóPilar–.Siguehablandoasí.

—Melovoyamerendarcomosifueraunplátanosincáscara.

—Me gustaría comerme un plátano ahora –dijo Pilar–. Continúa, inglés.Anda,siguehablandoasí.

—Novalelapena–dijoRobertJordan–.Vámonosalcampamento.

—Tu deber –dijo Pilar–. Ya llegará, hombre. Pero antes voy a dejarossolos.

—No,tengomuchoquehacer.

—Esovalelapenatambiénynoserequieremuchotiempo.

—Cállate,Pilar–dijoMaría–.Eresmuygrosera.

—Soymuygrosera–dijoPilar–;perosoytambiénmuydelicada.Soymuydelicada.Ahoravoyadejarossolos.Ytodoesodeloscelosesunatontería.Estaba furiosa contra Joaquín porque vi en sus ojos lo fea que soy. Estoycelosa porque tienes diecinueve años; eso es todo. Pero no son celos queduran.Notendrássiemprediecinueveaños.Yahorameiré.

Se levantó y, apoyándose una mano en la cadera, se quedó mirando aRobertJordan,quesehabíapuestotambiéndepie.Maríacontinuabasentadaenelsuelo,debajodeunárbol,conlacabezabaja.

—Volvamos al campamento todos juntos –dijo Robert Jordan–. Serámejor;haymuchoquehacer.

PilarseñalóconlabarbillaaMaría,quecontinuabasentadaconlacabezabaja, sin decir nada. Luego sonrió, se encogió visiblemente de hombros ypreguntó:

—¿Sabéiselcamino?

—Sí–respondióMaría,sinlevantarlacabeza.

—Pues me voy –dijo Pilar–; me voy. Tendremos listo algún

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reconstituyenteparaagregarloalacena,inglés.

Comenzóaandarporlapraderahacialasmalezasquebordeabanelarroyoquecorríahastaelcampamento.

—Espera–legritóJordan–.Esmejorquevolvamostodosjuntos.

Maríacontinuabasentadasindecirpalabra.Pilarnosevolvió.

—¡Quéva!¡Volvertodosjuntos!–dijo–.Osveréluego.

RobertJordanpermanecíadepie,inmóvil.

—¿Creesqueseencuentrabien?–preguntóaMaría–.Teníamalacara.

—Déjala–dijoMaría,quecontinuabaconlacabezagacha.

—Creoquedeberíaacompañarla.

—Déjala–dijoMaría–.Déjala.

CAPÍTULOTRECE

Caminandopor la altapraderaRobert Jordan sentía el rocede lamalezacontra sus piernas; sentía el peso de la pistola sobre la cadera; sentía el solsobresucabeza;sentíaasuespaldalafrescuradelabrisaquesoplabadelascumbresnevadas;sentíaensumanolamanofirmeyfuertedelamuchachaysus dedos entrelazados. De aquella mano, de la palma de aquella manoapoyadacontralasuya,desusdedosentrelazadosydelamuñecaquerozabasumuñeca,deaquellamano,deaquellosdedosydeaquellamuñecaemanabaalgo tanfrescocomoelsoploqueos llegadelmarpor lamañana,esesoploqueapenasrizalasuperficiedeplata;yalgotanligerocomolaplumaqueosrozaloslabiosolahojaquecaealsueloenelaireinmóvil.Algotanligeroquesólopodíanotarseconelrocedelosdedos,perotanfortificante,tanintensoytanamorosoenlaformadeapretardelosdedosyenlaproximidadestrechadelapalmaydelamuñeca,comosiunacorrienteascendieraporsubrazoylellenase todo el cuerpo con el penoso vacío del deseo. El sol brillaba en loscabellosdelamuchacha,doradoscomoeltrigo,ensucarabruñidaymorenayen la suave curva de su cuello, y Jordan le echó la cabeza hacia atrás, laestrechóentresusbrazosy labesó.Albesarla lasintió temblar,yacercandotodosucuerpoaldeella,sintiócontrasupropiopecho,atravésdesucamisa,lapresióndesussenospequeñosyredondos;alargólamano,desabrochólosbotonesdesucamisa,se inclinósobre lamuchachay labesó.Ellasequedótemblando,conlacabezaechadahaciaatrás,sostenidaapenasporelbrazodeél. Luego bajó la barbilla y rozó con ella los cabellos de Robert Jordan, y

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cogió la cabeza de él entre sus manos como para acunarla. Entonces él seirguió y, rodeándola con ambos brazos, la abrazó con tanta fuerza, que lalevantódelsuelomientrassentíaeltemblorquelerecorríatodoelcuerpo.EllaapoyóloslabiosenelcuellodeélyJordanladejócaersuavementemientrasdecía:

—María.María.–Luegodijo:–¿Adóndepodríamosir?

Ellanorespondió.DeslizósumanoporentresucamisayJordanvioqueledesabrochabalosbotones.

—Yotambién.Quierobesarteyotambién–dijoella.

—No,conejitomío.

—Sí,quierohacerlotodocomotú.

—No;noesposible.

—Bueno,entonces,entonces...

Y hubo entonces el olor de la jara aplastada y la aspereza de los tallosquebrados debajo de la cabeza de María, y el sol brillando en sus ojosentornados. Toda su vida recordaría él la curva de su cuello, con la cabezahundidaentrelashierbas,ysuslabios,queapenassemovían,yeltemblordesuspestañas,conlosojoscerradosalsolyalmundo.Yparaellatodofuerojonaranja,rojodorado,conelsolqueledabaenlosojos;ytodo,laplenitud,laposesión,laentrega,setiñódeesecolorconunaintensidadcegadora.Paraélfueunsenderooscuroquenollevabaaningunaparte,yseguíaavanzandosinllevar a ninguna parte, y seguía avanzando más sin llevar a ninguna parte,haciaunsin fin,haciaunanadasin fin,con loscodoshundidosen la tierra,hacia la oscuridad sin fin, hacia la nada sin fin, suspendido en el tiempo,avanzandosinsaberhaciadónde,unayotravez,hacialanadasiempre,paravolverotravezanacer,hacialanada,hacialaoscuridad,avanzandosiemprehastamásalládelosoportableyascendiendohaciaarriba,hacialoalto,cadavezmás alto, hacia la nada.Hastaque, de repente, la nadadesaparecióy eltiempo se quedó inmóvil, se encontraron los dos allí, suspendidos en eltiempo,ysintióquelatierrasemovíaysealejababajoellos.

Unmomentodespuésseencontrótumbadodelado,conlacabezahundidaentrelashierbas.Respiróafondoelolordelasraíces,delatierraydelsolquele llegabaa travésdeellasy lequemaba laespaldadesnuday lascaderas,yvioalamuchachatendidafrenteaél,conlosojosaúncerrados,yalabrirlos,lesonrió;yél,comoenunsusurroycomosillegarademuylejos,aunquedeunalejaníaamistosa,ledijo:–Hola,conejito.

Ellasonrióydesdemuycercaledijo:

—Hola,inglés.

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—Nosoyinglés–dijoélperezosamente.

—Sí–dijoella–,loeres.Eresmiinglés.–Seinclinósobreél, lecogiódelasorejasylebesóenlafrente.–Ahítienes.¿Quétal?¿Besoahoramejor?

Luego,mientrascaminabanalbordedelarroyo,Jordanledijo:

—María,tequierotantoyerestanadorable,tanmaravillosaytanbuena,ymesientotandichosocuandoestoycontigo,quemeentranganasdemorirme.

—Sí–dijoella–;yomemuerocadavez...¿Tútemuerestambién?

—Casimemuero,aunquenodeltodo.¿Notastecómosemovíalatierra?

—Sí, en elmomento en quememoría. Pásame el brazo por el hombro,¿quieres?

—No,damelamano.Esobasta.

La contempló un rato y luegomiró al prado, en donde un halcón estabacazando,ymirólasenormesnubesdelatarde,queveníandelasmontañas.

—¿Ynosienteslomismoconlasotras?–lepreguntóMaría,mientrasibancaminandoconlasmanosenlazadas.

—No;deverasqueno.

—¿Hasqueridoamuchasmás?

—Hequeridoaalgunas.Peroaningunacomoati.

—¿Ynoeracomoesto?¿Deverasqueno?

—Eraunacosaagradable,perosincomparación.

—Semovíalatierra.¿Lohabíasnotadootrasveces?

—No;deverasqueno.«

—¡Ay!–exclamóella–.Ysólotenemosundía.

Jordannodijonada.

—Pero lo hemos tenido –insistióMaría–.Y ahora, dime ¿me quieres deverdad?¿Tegusto?Cuandopasealgúntiemposerémásbonita.

—Eresmuybonitaahora.

—No–dijoella–.Peroponmelamanosobrelacabeza.

Jordan lohizocomose lopedíaysintióque lacabelleracortasehundíabajo sus dedos con suavidad y volvía a levantarse en cuanto dejaba deacariciarla.Entonces lecogió lacabezacon lasdosmanos, lehizovolver lacarahaciaélylabesó.

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—Megustaquemebeses–dijoella–;peroyonosébesarte.

—Notienesquehacerlo.

—Sí, tengo que hacerlo. Si voy a ser tumujer, tengo que procurar dartegustoentodo.

—Medasyagustoentodo.Nadiepodríaprocurarmeunplacermayorynoséquétendríaquehaceryoparasermásfelizdeloquesoy.

—Puesyaverás–dijoella,rebosantedefelicidad–.Tegustaahoramipeloporquehaypoco;perocuandocrezcaysealargo,noseréfea,comoahora,ymequerrásmuchomás.

—Tienesuncuerpomuybonito–dijoél–;elcuerpomáslindodelmundo.

—No,loquepasaesquesoyjoven.

—No;enuncuerpohermosohayunamagiaespecial.Noséloquehaceladiferenciaentreunoyotrocuerpo,perotúlotienes.

—Lotengoparati–dijoella.

—No.

—Sí.Paratisiempre,ysóloparati.Peroesonoesnada;quisieraaprendera cuidarte bien.Dime laverdad; ¿nohabíasnotadoque la tierra semovieseantesdeahora?

—Nunca–dijoélconsinceridad.

—Bueno, entoncesme siento feliz –dijo ella–me sientomuy feliz. Pero¿estáspensandoenotracosa?–lepreguntóMaríaacontinuación.

—Sí,enmitrabajo.

—Megustaríaquetuviésemoscaballos–dijoMaría–;megustaríairenuncaballoygaloparcontigo,ygaloparcadavezmásdeprisa.Iríamoscadavezmásdeprisa,peronuncallegaríamosmásalládemifelicidad.

—Podríamos llevar tu felicidad en avión –dijo Jordan, sin saber lo quedecía.

—Ysubir,subirhacia loalto,comoesosavionespequeñitosdecazaquebrillan al sol –dijo ella–. Hacer una cabriola y luego caer. ¡Qué bueno! –exclamó,riendo–.Comoseríatandichosa,nolonotaría.

—Esosíqueesfelicidad–dijoél,oyendoamediasloquedecíaella.

Porqueenaquellosmomentosyanoestabaallí.Seguíacaminandoalladode lamuchacha, pero sumente estaba ocupada con el problema del puente,queahoraseleofrecíacontodaclaridad,nitidezyprecisión,comocuandola

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lentedeunacámaraestábienenfocada.Violosdospuestos,yaAnselmoyalgitanovigilándolos.Lacarreteravacía,ydespuésllenademovimiento.Vioendónde tenía que colocar los dos rifles automáticos para conseguir el mejorcampo de tiro y se preguntó quién habría de servirlos.Al final, lo haría él,desde luego; pero al principio ¿quién? Colocó las cargas agrupándolas ysujetándolas bien y hundió en ellas los cartuchos, conectando los alambres;volvió luego al lugar en que había dispuesto la vieja caja del fulminante.Después siguiópensandoen todas las cosasquepodíanocurriry en lasquepodíansalirmal.«Basta–sedijo–.Dejadepensarenesascosas.Hashechoelamor a esa muchacha, y ahora que tienes la mente despejada te pones abuscarte cavilaciones.Una cosa es pensar en lo que tienes que hacer y otrapreocuparte inútilmente. No te preocupes. No debes hacerlo. Sabesperfectamenteloquetendrásquehaceryloquepuedeocurrir.Porsupuesto,haycosasquepuedenocurrir.Cuando; temetisteenesteasunto, sabíascuálera el objeto de tu lucha.Luchabas precisamente contra lo que ahora te vesobligadoahacerparacontarconalgunaprobabilidaddetriunfo.

Tevesforzadoautilizarapersonasqueestimas,comosifuerantropasporlasquenosintierasningúnafecto,sies;quequieresteneréxito.Pablohasidoindudablemente el más listo. Vio en seguida el peligro. La mujer estabaenteramenteafavordelasuntoylosigueestando,peropocoapocosehaidodandocuentadeloqueimplicabarealmenteyesolahacambiadomucho.ElSordo vio el peligro inmediatamente, pero está resuelto a llevarlo a cabo,aunqueelasuntonolegustamásdeloquetegustaati.Demaneraquedicesquenoesloquepuedasucederteati,sinoloquepuedasucederlesalamujeryalamuchachayalosotrosloquetepreocupa.Estábien.¿Quéesloqueleshubierasucedidodenohaberaparecidotú?¿Quéesloquelessucedióantesdequetúvinieras?Esmejornopensarenello.Túnoeresresponsabledeellossalvoenlaacción.Lasórdenesnoemanandeti.EmanandeGolz.¿YquiénesGolz?Unbuengeneral.Elmejorde losgeneralesbajocuyasórdeneshayasservidonunca.Pero¿debeejecutarunhombreórdenesimposiblessabiendoaquéconducen?¿InclusoaunqueprovengandeGolz,querepresentaalpartidoalmismotiempoquealejército?»Sí,debíaejecutarlas,porqueerasolamenteejecutándolas comopodía probarse su imposibilidad. ¿Cómo saber que eranimposiblesmientrasnosehubiesenensayado?Sitodosseponíanadecirquelas órdenes eran imposibles de cumplir cuando se recibían, ¿adónde irían aparar?¿Adóndeiríamosaparartodos,sisecontentasencondecir«imposible»enelmomentoderecibirlasórdenes?

Ya conocía él jefes para quienes eran imposibles todas las órdenes. Porejemplo, aquel cerdo de Gómez, en Extremadura. Ya había visto bastantesataquesenquelosflancosnoavanzabanporqueavanzareraimposible.No,élejecutaría las órdenes, y si llegaba a tomar cariño a la gente con la quetrabajaba,malasuerte.

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Con su trabajo, ellos, los partizans, los guerrilleros, concitabanpeligroymalasuertealasgentesquelesprestabanabrigoyayuda.¿Paraqué?Paraquealgúndíanohubiesemáspeligrosyelpaíspudieraserunlugaragradableparavivir.Asíera,aunquelacosapudieseparecermuytrillada.

Si laRepública perdiese, resultaría imposible para los que creían en ellavivirenEspaña.¿Estabasegurodeello?Sí, losabíapor lascosasquehabíavistoquehabíansucedidoenloslugaresendondehabíanestadolosfascistas.

Pabloerauncerdo,pero losotroserangentesextraordinariasy¿noseríatraicionarlas el forzarlas a hacer ese trabajo? Quizá lo fuera. Pero si no lohacían, dos escuadrones de caballería los arrojarían de aquellasmontañas alcabodeunasemana.

No, no se ganaba nada dejándolos tranquilos. Salvo que se debía dejartranquiloa todoelmundoynomolestaranadie.Demanera, sedijo,queélcreíaqueeramenesterdejaratodoelmundotranquilo.Sí,lopensabaasí.Pero¿quéseríaentoncesdelasociedadorganizadaydetodolodemás?Bueno,esoeraun trabajoque teníanquehacer losotros.Él teníaquehacerotrascosas,por su cuenta, cuando acabase la guerra. Si luchaba en aquella guerra eraporque había comenzado en un país que él amaba y porque creía en laRepúblicayporquesilaRepúblicaeradestruida,lavidaseríaimposibleparatodoslosquecreíanenella.Sehabíapuestobajoelmandocomunistamientrasdurase la guerra. En España eran los comunistas quienes ofrecían la mejordisciplina,lamásrazonableylamássanaparalaprosecucióndelaguerra.Elaceptabasudisciplinamientrasdurase laguerraporqueen ladirecciónde laguerra los comunistas eran los únicos cuyo programa y cuya disciplina leinspirabanrespeto.

Pero ¿cuáles eran sus opiniones políticas? Por elmomento, no las tenía.«Noselodigasanadie–pensó–.Noloadmitassiquiera.¿Yquévasahacercuando se acabe esta guerra? Me volveré a casa para ganarme la vidaenseñando español, como lo hacía antes, y escribiré un libro absolutamenteverídico.Apuestoalgoaque loescribiré.Apuestoalgoaquenoserádifícilescribirlo.»

Convendríaquehablaradepolítica conPablo.Sería interesante sindudaconocer su evolución. El clásico movimiento de izquierda a derecha,probablemente; como el viejo Lerroux. Pablo se parecía mucho a Lerroux.Prieto erade lamismacalaña.PabloyPrieto teníanuna fe, semejantepocomásomenos,enlavictoriafinal.Losdosteníanunapolíticadecuatreros.ElcreíaenlaRepúblicacomounaformadeGobierno;perolaRepúblicatendríaquesacudirseaaquellabandadecuatrerosquelahabíanllevadoalcallejónsinsalidaenqueseencontrabacuandolarebeliónhabíacomenzado.¿Hubojamásun pueblo como éste, cuyos dirigentes hubieran sido hasta ese punto sus

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propiosenemigos?

Enemigosdelpueblo.Heahíunaexpresiónquepodíaélpasarmuybienporalto,unafrasetópicaqueconveníasacudirse.TodoelloeraelresultadodehaberdormidoconMaría.Susideaspolíticasseibanconvirtiendodesdehacíaalgúntiempoenalgotanestrechoeinconformistacomolasdeunbaptistadecaparazón duro, y expresiones como enemigos del pueblo le acudían a lamemoria sin que se tomase la pena de examinarlas. Toda clase de clisésrevolucionarios y patrióticos. Su mente los adoptaba sin criticarlos. Quizáfueranauténticos,perosehabituabademasiadofácilmenteatalesexpresiones.Sinembargo,despuésde laúltimanocheyde laconversaciónconelSordo,tenía el espíritu más claro y más dispuesto para examinar aquel asunto. Elfanatismoeraunacosaextraña.Paraserfanáticohayqueestarabsolutamentesegurodetenerlarazónynadainfundeesaseguridad,eseconvencimientodetenerlarazóncomolacontinencia.Lacontinenciaeselenemigodelaherejía.

¿Resistiría la premisa un examen? Esa era la razón por la que loscomunistas perseguían tanto a los bohemios. Cuando uno se emborracha ocomete pecado de fornicación o de adulterio, descubre uno su propiafalibilidad hasta en ese subtítulo tanmudable del credo de los apóstoles: lalíneadelpartido.Abajoconlabohemia,elpecadodeMayakovski.

PeroMayakovskierayaunsanto.Porquehabíamuertoyestabaenterradoconvenientemente.«Tútambiénvasaestarapañadounodeestosdías.Bueno,basta,bastadepensarenesto.PiensaenMaría.»

Maríahacíamuchodañoasufanatismo.Hastaahoranohabíaelladañadoa su capacidad de resolución, pero notaba que prefería por el momento nomorir.Renunciaríacongustoounfinaldehéroeodemártir.NoaspirabaalasTermópilas ni deseaba ser el Horacio de ningún puente ni el muchachitoholandés coneldedoen el agujerodeldique.No.Lehubieragustadopasaralgún tiempo conMaría. Y ésa era la expresión más sencilla de todos susdeseos.Lehubieragustadopasaralgúntiempo,muchotiempoconMaría.

No creía nunca que hubiera una cosa comomucho tiempo, pero, si porcasualidadlahabía,legustaríapasarloconella.

«Podríamos ir a unhotel y registrarnos comoel doctorLivingstoney sumujer.¿Porquéno?

Pero ¿por qué no casarse con ella? Naturalmente, se casaría. «Entoncesseríamos el señor y la señora Jordan de Sun Valley (Idaho). O de CorpusChristi(Texas),odeButte(Montana).

Las españolas son estupendas esposas.Lo sé porque no he tenido nuncaninguna.Ycuandovuelvaamipuestode laUniversidadharáunamujerdeprofesor excelente, y cuando los estudiantes de cuarto curso de castellano

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venganporlanocheafumarunapipayadiscutirdemaneralibreeinstructivasobre Quevedo, Lope de Vega, Galdós y otros muertos admirables, Maríapodrácontarlescómoalgunoscruzadosdelaverdaderafe,vestidosdecamisaazul,sesentaronsobresucabeza,mientrasotros leretorcíanlosbrazos,y lelevantabanlafaldaparaasíamordazarla.

MepreguntocómocaeráMaríaenMissoula (Montana).SuponiendoqueencuentrealgúntrabajoenMissoula.Calculoqueaestasalturasestoyfichadocomo rojo y que van a ponerme en la lista negra. Aunque, a decir verdad,tampocopuedoasegurarlo.Nopuedeasegurarsenada.Notienenpruebasdeloque he hecho aquí y, por lo demás, sí lo contase, no lo creerían nunca.Mipasaporte era válido para España antes de que entraran en vigor las nuevasrestricciones.Entodocaso,nopodríavolverantesdelotoñodel37.Salíenelveranodel 36y lospermisos, aunque sonoficialmentedeun año, nohacennecesaria lapresentaciónantesdel comienzodel curso siguiente.Quedaaúnmucho tiempo hasta el comienzo del curso de otoño.Queda todavíamuchotiempo de aquí a mañana, mirándolo bien. No. No creo que haya quepreocuparse por lo de la Universidad. Será bastante con que llegue para elotoño,ytodoirábien.Tratarésencillamentedepresentarmeenesemomento.»

Pero¡quévidatanraraeralaquellevabadesdehacíaalgúntiempo!Vayasi lo era. España había sido su diversión y su tema de trabajo desde hacíamucho. Luego era natural y lógico que se encontrara en España. «Hastrabajado varios veranos en el servicio forestal y haciendo carreteras. Allíaprendisteamanejarlapólvorademaneraquelasdemolicionessontambiénuntrabajonaturalylógicoparati.Aunquesiemprehayastenidoquellevarloacaboconunpocodeprecipitación.Perohasidounbuentrabajo.»Unavezquese ha aceptado la idea de la destrucción como un problema que hay queresolver,yanohaymásqueelproblema.Lasdestrucciones,esosí,aparecenacompañadasdedetallesquelashacenpocogratas,aunqueDiossabequesetoman estos detalles a la ligera. Siempre había un esfuerzo constante porprovocar las condiciones mejores con la mira en los asesinatos que debenacompañar a las destrucciones. Pero ¿acaso las palabras ampulosas hacíanposibleladefensadetalesasesinatos?¿Hacíanmásagradablelamatanza?«Tehasacostumbradoconfacilidadatodoello,siquieresquetedémiopinión–sedijo–.YparaloquevasaservircuandodejeselserviciodelaRepública,seme antoja extremadamente problemático. Pero me imagino que tedesembarazarásdetodosestosrecuerdos,poniéndolossobreelpapel.Puedesescribir un hermoso libro, si eres capaz de hacerlo. Mucho mejor que elanterior.Pero, entretanto, lavida se reduceahoy,estanoche,mañana,yasíindefinidamente. Esperémoslo. Harías mejor aceptando lo que el tiempo tedeparaydandolasgracias.¿Ysilodelpuentesalemal?Porahoranoparecemarchardemasiadobien.PeroMaría tehaconvenido.¿Noesasí?Oh,claroquesí.Quizáseaestotodoloquepuedapedirlealavida.Puedequeseaeso

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mivida,yqueenvezdedurarsetentaañosnoduremásquesetentahoras.Oquizásetentaydos,sicontamoslostresdías.Meparecequetienequehaberlaposibilidaddevivir todaunavida en setentahoras lomismoque en setentaaños, con la condición de que sea una vida plena hasta el instante en quecomiencenlassetentahorasyquesehayallegadoyaaciertaedad.

»¡Qué tontería! –se dijo–, ¡qué tonterías se te ocurren! Es realmenteestúpido. Aunque quizá no sea tan estúpido, después de todo. Bueno, yaveremos.La última vez que dormí con una chica fue enMadrid.No, enElEscorial.Medespertéamedianochecreyendoquelapersonaencuestióneraotra,ymesentílocodealegríahastaelmomentoenquereconocímierror.Ensuma,enaquellaocasiónnohicemásquereavivarlascenizas.Pero,apartedeeso, aquella noche no tuve nada de desagradable. La vez anterior fue enMadrid.Yaparteciertasmentirasypretensiones,mientras lacosaestuvoenmarcha, el asunto fue, más o menos, el mismo. Por lo tanto, no soy uncampeónrománticodelamujerespañolay,porlodemás,cualquieraqueseaelpaísenquemeencuentre,unaaventuraamorosa,laheconsideradosiemprecomounaaventura.Peroquierode tal formaaMaríaquecuandoestoyconellame siento literalmentemorir.Y no creí nunca queme pudiera pasar talcosa.Asíesquepuedescambiar tuvidadesetentaañosporsetentahoras,ymequedaalmenoselconsuelodesaberqueesasí.Sinohaynadapormuchotiemponiporel restodenuestravidanideahoraenadelante,sinoquesóloexisteelahora,entonces,bendigamoselmomentopresenteporquemesientomuyfelizenél.»

Ahora,maintenant,now,heute.Ahoraesunapalabracuriosaparaexpresartodounmundoytodaunavida.Estanoche,cesoir,to-night,heuteabend.Lijeywife,vieyMarie.No,esonorimaba.Habíatambiénnowyfrau,peroesotampocoprobabanada.Porejemplosepodíatomardead,mart,muerto,ytodt.Todtera,delascuatropalabras,laquemejorexpresabalaideadelamuerte.War,guerre,guerra,ykrieg.Kriegeralaquemásseparecíaaguerra.¿Noeraasí? ¿O era solamente que conocía peor el alemán que las otras lenguas?Chérie,sweet-heart,prendayschatz.TodasesaspalabraspodíacambiarlasporMaría.María,¡quéhermosonombre!

Bueno,prontoibanaversetodosmetidoshastaelcuelloynoibaapasarmucho tiempo.Lodel puente, en realidad, se presentaba cadavezpeor.Erauna operación que no podía salir inmune con luz del día. Las posicionespeligrosas tienen que ser abandonadas por la noche. Al menos se intentaaguantarhastalanoche.Todomarchabiensisepuedeaguardarhastalanocheparareplegarse.Perosilacosaempezabaaponersemalconluzdeldía...Seríaabsolutamenteimposibleresistir.

Y aquel condenado del Sordo, que había abandonado su españolzarrapastrosoparaexplicarleaquellocontodoslospormenores,comosiélno

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hubieseestadopensandoentodosincesardesdequeGolzlehablódelasunto.Comosinohubiesevividoconlasensacióndetenerunabolaamediodigerirenelestómagodesdelanocheanterioralaantevíspera.«Vayaunasunto.Estáuno toda su vida creyendo que semejantes aventuras significan algo y a lapostre resultaquenosignificannada.Nohabía tenidonuncanadade loqueteníaahora.Unocreequeesalgoquenovaacomenzarjamás.Yderepente,en medio de un asunto piojoso como esa coordinación de dos bandas deguerrillas demalamuerte, para volar un puente en condiciones imposibles,con objeto de hacer abortar una contraofensiva que probablemente habíaempezado ya, se encuentra uno con unamujer comoMaría. Claro, siempreocurreasí.Acabaspordarconellodemasiadotarde;esoestodo.Yluego,unamujer como aquella Pilar temete literalmente a lamuchacha en tu cama, y¿quéesloquepasa?Sí,¿quéesloquepasa?¿Quépasa?Dimequépasa,hazelfavor.Sí,dímelo.Puesesoesloquepasa.Esoesjustamenteloquepasa.NoteengañesatimismocuandopiensasquePilarhaempujadoaestamuchachaa tu saco de dormir, y trates de negarlo todo y de estropearlo todo.EstabasperdidodesdeelmomentoenquevisteaMaría,Encuantoellaabriólabocaytehabló,quedasteflechado,y losabes.Yyaque teha llegado loquenuncacreíste que te podría llegar, porque no creías que existiera, no haymotivosparaquetratesdenegarlo,yaquesabesqueesunacosarealyqueestácontigodesdeelinstanteenqueellasaliódelacueva,llevandolacaceroladehierro.Te flechó entonces, y lo sabes, demanera que ¿por quémentir?Te sentisteextrañointeriormentecadavezquelamirabasycadavezqueellatemirabaati. Entonces ¿por qué no reconocerlo? Bueno, está bien; lo reconozco. EncuantoaPilar,quetelahapuestoenlosbrazos,todoloquehahechohasidoconducirse como una mujer inteligente. Hasta entonces había cuidado muybien de lamuchacha, y por eso vio rápidamente, en elmomento en que lachicavolvióaentrarenlacuevaconlacomida,loquehabíasucedido.

»Loúnicoquehizoellafuefacilitar lascosas.Hizolascosasmásfácilesparaquesucedieraloquesucedióanocheyestatarde.Lacondenadaesmuchomás civilizada que tú, conoce el valor del tiempo. Sí –se dijo–, creo quedebimosadmitirquetieneunaideamuyclaradelvalordeltiempo.Aceptóladerrota porque no quería que otros perdiesen lo que ella tuvo que perder.Después de eso, la idea de reconocer que lo había perdido todo resultódemasiado dura de encajar. Y sabiendo todo eso, afrontó la situación alláarriba,enelmonte,ysospechoquenosotrosnohemoshechonadaporquelascosas fueranmás fáciles para ella.Bueno eso es lo que pasa y lo que te hapasado,yharíasmuybienenreconocerlo,yyanotendrásdosnochesenterasparapasarlasconella.Notendrásunavidapordelanteniunavidaencomúnni todo esoque la gente considera normal que se tenga; no tendrás nadadeeso.Unanoche,queyahapasadounmomento,esta tarde,yunanochequeestáporvenir;quequizállegue.Esoestodo,señor.

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»Notendrásnadadeeso,nifelicidad,niplacer,niniños,nicasa,nicuartodebaño,nipijamalimpio,niperiódicoporlamañana,nidespertarsejuntos,nidespertarysaberqueellaestáallíyqueunonoestásolo.No.Nadadeeso.Peroyaqueesesotodoloquelavidanosconcede,entretodaslascosasqueunohubiesequeridotener,¿porquénohabíadeserposiblepasarsiquieraunanocheenunabuenacama,consábanaslimpias?

»Pero pides lo imposible. Pides lamisma imposibilidad. Por lo tanto, siquieres a esamuchacha, comodices, lomejor que puedes hacer es quererlamuchoyganar en intensidad lo quepierdes enduracióny continuidad. ¿Locomprendes?Enotros tiempos, la gente consagraba a esto todaunavida.Yahora que tú lo has encontrado, si tienes dos noches para ello, te pones apreguntarte de dónde te viene tanta suerte. Dos noches. Dos noches paraquerer,honraryestimar.Paralomejoryparalopeor.Enlaenfermedadyenlamuerte.No,noesasí:enlaenfermedadyenlasalud.Hastaquelamuertenossepare.Dosnoches.Esmásde loquepodíaesperarse.Másde loquepodíaesperarse,ydejaahoradepensarenesascosas.Dejadepensarahoramismo.Noesbueno.

No hagas nada que no sea bueno para ti. Y esto no es bueno, conseguridad.»

Era de eso de lo que Golz hablaba. Cuanto más tiempo pasaba, másinteligenteleparecíaGolz.Demodoqueeraaesoaloquesereferíacuandohablabadelacompensacióndeunservicioirregular.Golzhabíaconocidotodoaquello. ¿Y era la precipitación, la falta de tiempo y las circunstanciasespecialísimasloqueprovocabatodoaquello?¿Eraalgoquelesucedíaatodoelmundoencircunstanciasparecidas?¿Ycreíaélqueeraalgoespecialporquele sucedía a él? Golz había dormido acá y allá, precipitadamente, cuandomandabalacaballeríairregulardelEjércitoRojo,ylacombinacióndeaquellascircunstanciasytodolodemás,¿lehizoencontrarenlasmujerestodoloqueencontrabaélenMaría?

ProbablementeGolzconocíatodoaquellotambiénydeseabahacerlenotarqueeraprecisovivirtodaunavidaenlasdosnochesqueaunoseledanparavivir;cuandosevivecomovivimosahorahayqueconcentrartodaslascosasque tenían que haber sido en el corto espacio de tiempo de que uno puededisponer.

Comoteoría,erabuena.PeronopensabaqueMaríahubierasidohechaporlas circunstancias. A menos, claro, que no fuera una reacción de lascondicionesdevidaenqueellatuvoquevivircomoleestabasucediendoaél.Y ciertamente, las circunstancias enque él había tenidoquevivir no fueronbuenas.No,nadabuenas.

Puesbien,silascosaseranasí,sencillamente,eranasícomoeran.Perono

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habíaleyqueleobligaseadecirquelegustabalacosa.

«Nuncahubieracreídoquepodíasentirloquehesentido–pensó–.Niquepudieraocurrirmeesto.Querríaquemedurasetodalavida.Yalotendrás,dijosu otro yo.Ya lo tendrás. Lo tienes ahora, y ese ahora es toda tu vida.Noexistenadamásqueelmomentopresente.Noexistennielayernielmañana.¿Aquéedadtienesquellegarparapodercomprenderlo?Nocuentasmásquecon dos días.Bueno, dos días es toda tu vida, y todo lo que pase estará enproporción.Esaeslamaneradevivirtodaunavidaendosdías.Ysidejasdelamentarteydepedirloimposible,seráunavidabuena.Unavidabuenanosemideconedadesbíblicas.Demaneraquenoteinquietes;aceptaloqueseteda, haz tu trabajo y tendrás una larga vidamuydichosa. ¿Acasono ha sidodichosatuvidaenestosúltimostiempos?Entonces,¿dequétequejas?Esoesloqueocurreenestaclasedetrabajos.»

Y la idea legustómucho.Noes tantopor loque se aprende sinopor lagentequeunoseencuentra.Yalllegaraestepuntosesintiócontentoporqueeraotravezcapazdebromear,yvolvióaacordarsedelamuchacha.

—Tequiero,conejito–dijoalachica–.¿Quéeraloquedecías?

—Decía –contestó ella– que no tienes que preocuparte de tu trabajo,porqueyonoquieromolestarteniestorbarte.Sipuedohaceralgo,melodices.

—Nohaynadaquehacer.Esunacosamuysencilla.

—Pilarmeenseñarátodoloquetengoquehacerparacuidaraunhombre,y eso será lo que yo haga –dijo María–; y mientras vaya aprendiendo,encontraréotrascosasyosolaquepuedahacerytúmediráslodemás.

—Nohaynadaquehacer.

—¡Sí, hombre! Claro que hay cosas que hacer. Tu saco de dormir porejemplohubieradebidosacudirloestamañanayairearlo,colgándoloalsolenalgunaparte,yluego,antesquecaigaelrocío,ponerloaresguardo.

—Sigue,conejito.

—Tus calcetines habría que lavarlos y tenderlos a secar.Me ocuparé dequetengassiempredospares.

—¿Quemas?

—Simeenseñascómotengoquehacerlo,limpiaréyengrasarétupistola.

—Dameunbeso–dijoRobertJordan.

—No, estoyhablandoen serio. ¿Meenseñarás a limpiar tupistola?Pilartienetraposyaceite.Yhayunabaquetaenlacuevaquecreoqueirábien.

—Desdeluegoqueteenseñaré.

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—Y además, puedes enseñarme a disparar, y así cualquiera de los dospuedematar al otroy suicidarsedespués, si unode los dos caeheridoynoqueremosquenoshaganprisioneros.

—Muy interesante –dijo Robert Jordan–; ¿tienes muchas ideas de eseestilo?

—Nomuchas–dijoMaría–,peroéstaesunabuenaidea.Pilarmehadadoestoymehadichocómoutilizarlo.–Abrióelbolsillodepechodelacamisaysacóunestuchedecuerocomolosdelospeinesdebolsillo;luegoquitóunagomaque locerrabaporambos ladosy sacóunacuchilladeafeitar–.Llevosiempre esto conmigo. Pilar dice que hay que cortar por aquí, debajo de laorejayseguirhastaaquí–dijo.Mostró la trayectoriaconeldedo–.Dicequeaquíhayunagranarteriayque,apoyandobienlahoja,nosepuedefallar.Dicetambiénquenohacedañoyquebastaconapretarfuertedetrásdelaorejaytirarparaabajo.Dicequenoesnada,peroquenohaynadaquehacerunavezquesecorta.

—Esverdad–dijoRobertJordan–.Esaeslacarótida.«Demanera–pensó–quellevaesosiempreencimacomounacontingenciaprevistayaceptada.»

—Amímegustaríamásquemematasestú–dijoMaría–.Prométemequesillegalaocasiónmematarás.

—Claroquesí–dijoRobertJordan–;teloprometo.

—Muchasgracias–dijoMaría–.Yaséquenoesfácil.

—Noimporta–dijoRobertJordan.

«Teolvidasdetodasesascosas;teolvidasdelasbellezasdelaguerracivilcuandoteponesapensardemasiadoentutrabajo.Tehabíasolvidadodeesto.Bueno,esnatural.Kashkinnopudoolvidarloyfueloqueestropeósutrabajo.¿O crees que el chico tuvo algún presentimiento? Es curioso, pero noexperimenté ninguna emoción al matar a Kashkin. Pensaba que algún díaacabaríasintiéndola.Perohastaahoranohabíasentidonada.»

—Hay otras cosas que puedo hacer por ti –dijoMaría, que andabamuycercadeél,hablandodeunamaneramuyseriayfemenina.

—¿Apartedematarme?

—Sí,podría liarte los cigarrillos cuandono tengaspaquetes.Pilarmehaenseñadoaliarlosmuybien,apretadosysindesperdiciartabaco.

—Estupendo–dijoRobertJordan–.¿Lespasas,además,lalengua?

—Sí–dijolamuchacha–,ycuandoestésheridopodrécuidarte,vendartuherida,lavarteydartedecomer.

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—Quizánollegueaestarherido–dijoRobertJordan.

—Entonces, cuando estés enfermopodré cuidar de ti y hacerte sopitas ylimpiarteyhacertodoloquetehagafalta.Ypuedoleertetambién.

—Quizánollegueaponermeenfermo.

—Entoncestellevaréelcaféporlamañana,cuandotedespiertes.

—Alomejornomegustaelcafé–dijoRobertJordan.

—Pues claroque tegusta–dijo lamuchachaalegremente–.Estamañanahastomadodostazas.

—Supontequemecansodelcafé,quenohaynecesidaddematarmenidevendarme,quenomepongoenfermo,quedejode fumar,que tengosólounpardecalcetinesyquecuelgoyomismomisacoparaqueseairee.¿Quéharásentonces, conejito? –preguntó dándole golpecitos cariñosos en la espalda–.¿Quéharás?

—EntoncespuedopedirlelastijerasaPilarycortarteelpelo.

—Nomegustaquemecortenelpelo.

—Tampocoamí–dijoMaría–.Ymegustaelpelocomolollevas.Bueno,puessinohaynadaquehacerporti,mesentaréatulado,temiraréyporlanocheharemoselamor.

—Bueno–dijoRobertJordan–;eseúltimoproyectoesmuysensato.

—Amítambiénmeloparece–dijoMaría,sonriendo–,inglés.

—Nomellamoinglés;minombreesRoberto.

—Bueno,peroyotellamoingléscomotellamaPilar.

—PeromellamoRoberto.

—No–insistiófirmementeella–.Tellamasinglés;hoy,tellamasinglés.Ydime,inglés,¿puedoayudarteentutrabajo?

—No, loque tengoquehacer tengoquehacerloyosoloycon lacabezamuydespejada.

—Bueno–preguntóella–.¿Ycuándoterminas?

—Estanoche,sitengosuerte.

—Bien.

Delantedeellos seextendía laenormeporciónboscosaque los separabadelcampamento.

—¿Quéeseso?–preguntóRobertJordan,señalandoconlamano.

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—Es Pilar –contestó la muchacha, mirando hacia donde él señalaba–.SeguroqueesPilar.

Enelextremoinferiordelprado,dondecomenzabanacrecerlosprimerosárboles,habíaunamujersentada,conlacabezaapoyadaenlosbrazos.Parecíaun bulto entre los árboles, un bulto negro entre los árboles de un gris másclaro.

—Vamos–dijoJordan;yempezóacorrerhaciaellaentrelamaleza,quelellegaba a la altura de la rodilla. Era difícil avanzar, y después de haberrecorridountrecho,retrasóelpasoysefueacercandomásdespacio.Vioquelamujerteníaapoyadalacabezaenlosbrazosylosbrazossobreelregazoyparecía un bulto inmenso y oscuro, apoyado junto al tronco del árbol. Seacercóaellaydijo:«Pilar»envozalta.

Lamujerlevantólacabezaysequedómirándole.

—¡Oh!–dijo–.¿Habéisterminado?

—¿Estás mala? –preguntó Jordan, tuteándola de repente e inclinándosehaciaella.

—¡Quéva!–contestó–.Mequedédormida.

—Pilar –dijoMaría, que llegaba corriendo, arrodillándose junto a ella–.¿Cómoestás?¿Teencuentrasbien?

—Me encuentro estupendamente –dijo Pilar, sinmoverse. Losmiró confijezaa losdos–.Bueno, inglés–añadió–,¿hashechocosasquemerezcanlapena?

—¿Seencuentraustedbien?–insistióRobertJordan,haciendocasoomisodesupregunta.

—¿Cómono?Mequedédormida.¿Habéisdormidovosotros?

—No.

—Bueno–dijoPilaralamuchacha–.Parecequelacosatesientabien.

Maríasesonrojóynodijonada.

—Déjalaenpaz–dijoRobertJordan.

—Nadie tehahabladoa ti –contestóPilar–.María–insistió, y suvoz sehabía hecho dura. Lamuchacha no se atrevió amirarla–.María –insistió lamujer–,parecequetesientabien.

—Déjelaenpaz–dijoJordan.

—Cállatetú–dijoPilar,sinmolestarseenmirarle–.Escucha,María,dimesolamenteunacosa.

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—No–dijoMaría,ynegóconlacabeza.

—María–dijoPilar,ysuvozsehabíahechotanduracomosurostroysurostro se había vuelto enormemente duro–. Dime una cosa por tu propiavoluntad.

Lamuchachavolvióanegarseconlacabeza.

«Sinotuviesequetrabajarconestamujer–pensóRobertJordan–yconelborrachodesumaridoysucondenadabanda,acabaríaconellaabofetadas.»

—Vamos,dímelo–rogóPilaralamuchacha.

—No–dijoMaría–.No.

—Déjela en paz –volvió a decir Robert, con una voz que no parecía lasuya.«Detodasmanerasvoyaabofetearla,yaldiablocontodo.»

Pilar no se molestó siquiera en contestarle. No era como la serpientehipnotizando al pajarillo o como el gato.No había nada en ella de afán derapiña.Nitampoconadadeperversión.Eracomoundesplegarsedealgoquehaestadoenroscadodemasiadotiempo,comocuandosedespliegaunacobra.RobertJordanpodíavercómoseproducía;podíasentir laamenazadeaqueldespliegue.Deundesplieguequenoera,sinembargo,undeseodedominio,que no era maldad; sino sencillamente curiosidad. «Preferiría no presenciaresto–pensóRobert Jordan–; pero, de todas formas, no es asunto comoparaacabarconélabofetadas.»

—María –dijo Pilar–, no voy a obligarte por la fuerza. Dímelo por tupropiavoluntad.

Lachicanegóconlacabeza.

.–María –insistió Pilar–, dímelo por tu propia voluntad. ¿Me has oído?Dimealgo,cualquiercosa.

—No–dijolachicaconvozahogada–.No,yno.

—Vamos,cuéntamelo.Cuéntamealgo,loquesea.Vamos,habla.Yaverás.Ahoravasacontármelo.

—Latierrasemovió–dijoMaría,sinmirarla–.Deverdad;esalgoquenotepuedoexplicar.

—¡Ah!–exclamóPilar,ysuvozeraahoracálidayafectuosa,ynohabíanadaforzadoenella.

Pero Robert Jordan vio que en la frente y en los labios había pequeñasgotasdesudor–.Demaneraquefueeso.Fueeso.

—Esverdad–dijoMaría,mordiéndoseloslabios.

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—Puesclaroqueesverdad–dijoPilarcariñosamente–.Peronoselodigasniatupropiafamilia;nuncatecreerán.¿Notienessangrecalé,inglés?

Sepusoenpie,ayudadaporRobertJordan.

—No–contestóJordan–;almenos,queyosepa.

—NiMaría tampoco, almenos que ella sepa –dijo Pilar–. Pues esmuyraro;muyraro.

—Perosucedió–dijoMaría.

—¿Cómoqueno,hija?–preguntóPilar–.Claroqueocurrió.Cuandoyoerajoven, la tierrasemovíatantoquepodíasentirhastacómoseescurríaporelespacioytemíaquesemeescaparadedebajo.Ocurríatodaslasnoches.

—Mientes–dijoMaría.

—Sí,miento–dijoPilar–; nunca semuevemásde tres veces en la vida.Pero¿deverassemovió?

—Sí–repusolamuchacha–;deveras.

—¿Yparati también, inglés?–preguntóPilar,mirandoaRobertJordan–.Nomientas.

—Sí–contestóél–.Deveras.

—Bueno–dijoPilar–.Bueno.Estoesalgo.

—¿Quéquieres decir con eso de las tres veces? –preguntóMaría–. ¿Porquéhasdichoeso?

—Tresveces–repitióPilar–;yahorayahastenidouna.

—¿Sólotresveces?

—Paralamayoríadelagente,niuna–dijoPilar–.¿Estásseguradequesemovió?

—Tanto,queunapodíahabersecaído–contestóMaría.

—Entoncesdebedehabersemovido–dijoPilar–.Vamosalcampamento.

—Pero¿quéesesatonteríadelastresveces?–preguntóRobertJordanalamujerona,mientrasibanandandojuntosporentrelospinos.

—¿Tonterías? –preguntó ella, mirándole de reojo–. No me hables detonterías,inglesito.

—¿Esunabrujeríacomolodelaspalmasdelasmanos?

—No,esalgomuyconocidoycomprobadoentrelosgitanos.

—Peronosotrosnosomosgitanos.

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—No, pero habéis tenido suerte. Los que no son gitanos a veces tienensuerte.

—¿Creesdeverasenesodelastresveces?

Ellalemiróconexpresiónrarayledijo:

—Déjame en paz, inglés.Nome des la lata. Eres demasiado joven paraqueyotehagacaso.

—Pero,Pilar...–dijoMaría.

—Cierra el pico –dijo ella–. Ya has disfrutado una vez y el mundo teguardadosvecesmás.

—¿Yusted?–preguntóRobertJordan.

—Dos–contestóPilar,yenseñódosdedosdelamano–.Dos.Ynotendrénuncalatercera.

—¿Porqué?–preguntóMaría.

—Callalaboca–dijoPilar–;cállate.Laschicasdetuedadmeaburren.

—¿Porquénounaterceravez?–insistióRobertJordan.

—Callalaboca,¿quieres?–replicóPilar–.Cállateya.

«Bueno–sedijoRobertJordan–,loúnicoqueséesqueyanovoyatenerninguna más. He conocido montones de gitanos y son todos la mar deextraños.Perotambiénnosotrossomosextraños.Ladiferenciaconsisteenquetenemos que ganarnos la vida honradamente. Nadie sabe de qué tribusdescendemos ni cuáles son nuestras herencias ni quémisterios poblaban losbosquesde lasgentesdequienesdescendemos.Todo loquesabemosesqueno sabemosnada.No sabemosnadade loquenos sucededurante lanoche,perocuandosucededuranteeldía,entoncesescomoparaasombrarse.Sealoque sea, el hecho es que ha ocurrido, y ahora, no solamente ha hecho estamujeralamuchachadecirleloquenoqueríadecirle,sinoque,además,sehaapoderadodeelloylohahechosuyo.Hahechodeelloasuntodegitanos.Creíque había recibido lo suyo cuando estábamos en el monte, pero ya está denuevohaciéndoseladueñadetodo.Sihubierasidopormaldad,eracomoparahaberlamatadoa tiros.Peronoesmaldad.Essóloundeseodemantenersudominiosobrelavida.YdemantenerloatravésdeMaría.Cuandosalgasdeestaguerrapuedesponerteaestudiaralasmujeres.PodríasempezarporPilar.Noshafabricadoundíabastantecomplicado,siquieresquetedémiopinión.Hastaahoranohabíatraídoacuentosushistoriasgitanas.Salvolodelamano,quizá.Sí,naturalmente,salvolodelamano.Ynocreoqueenloqueserefierealamano,estuvierafingiendo.Noquisodecirmeloquevioenmimano.Vieraloqueviese,creyóenello.Peroesonopruebanada.»

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—Oye,Pilar–dijoalamujerona.

Pilarlemiróysonrió.

—¿Quétepasa?–preguntó.

—Noseasmisteriosa.Losmisteriosmeaburrenmucho.

—¿Seguro?–preguntóPilar.

—No creo en ogros, en los que dicen la buenaventura ni en toda esabrujeríagitanadetresalcuarto.

—¡Vaya!–dijoPilar.

—Asíes,yhagaustedelfavordedejaralachicatranquila.

—Dejaréatuchicatranquila.

—Yhagael favordeacabarconesosmisterios–dijoRobert Jordan–;yatenemos bastantes complicaciones para estar hasta satisfechos, sincomplicarnosmáscontonterías.Menosmisteriosymásmanoalaobra.

—Deacuerdo–dijoPilar,asintiendoconlacabeza–.Peroescucha,inglés–prosiguió,sonriendo–.¿Semoviólatierra,síono?

—Semovió.Malditaseas.Semovió.

Pilarrompióareír;sedetuvo,sequedómirandoaRobertJordanyvolvióareírcontodassusganas.

—¡Ay, inglés, inglés! –dijo, riendo–. Eres muy cómico. Tendrás quetrabajarmuchoenadelantepararecuperartudignidad.

«Vete al diablo», pensó Robert Jordan. Pero no dijo nada. Mientrashablaban,elsolsehabíanubladoyalmiraratrás,hacialasmontañas,vioqueelcielosehabíapuestosucioygris.

—Sí–dijoPilar,mirandotambiénalcielo–.Vaanevar.

—¿Nevar?–preguntóél–.Siestamosenjunio.

—–¿Porquéno?Losmontesnosabenlosnombresdelosmeses.Estamosenlalunademayo.

—Nopuedenevar–dijoJordan–.Nopuedenevar.

—Pues,quierasonoquieras,inglés–dijoella–,nevará.

RobertJordanmiróalcieloplomizoyalsolquedesaparecía,deuncoloramarillo pálido. Según miraba, el sol se ocultó por completo y el cielo sevolvió de un gris uniforme, plomizo y dulce que perfilaba las cimas de lasmontañas.

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—Asíes–dijo–;creoquetieneustedrazón.

CAPÍTULOCATORCE

Al tiempo en que llegaban al campamento empezó a nevar, y los coposcaían diagonalmente entre los pinos.Descendían sesgados entre los árboles,escasosalprincipio,másabundantesluegoydescribiendocírculos,cuandoelviento fríoempezóasoplarde lasmontañas,a torbellinosyespesos.RobertJordan,furioso,sedetuvoantelabocadelacueva,paracontemplarlos.

—Vamosa tenermuchanieve–dijoPablo.Tenía lavoz roncay losojosencarnadosyturbios.

—¿Havueltoelgitano?–preguntóRobertJordan.

—No–contestóPablo–;nohanvueltoniélnielviejo.

—¿Quieresvenirconmigoalpuestodearriba,alqueestáenlacarretera?

—No–dijoPablo–;noquierotomarparteennadadeesto.

—Bueno,entoncesirésolo.

—Conesta tormentapuedequeno lo encuentres–dijoPablo–;yo, en tulugar,noiría.

—Nohaymásquebajarporlacarreterayluegoseguirlacuestaarriba.

—Puede que lo encuentres; pero tus dos centinelas van a subir con estanieveytecruzarásconellossinverlos.–Elviejomeaguardará.

—¡Qué va! Volverá a casa con esta nieve. –Pablo miró la que caíarápidamentefrentealaentradadelacueva,ydijo:–Notegustalanieve,¿eh,inglés?

RobertJordansoltóunjuramento;Pablolemiróconsusturbiosojosyseechóareír.

—Con esto, tu ofensiva se va a pique, inglés –dijo–.Vamos, entra en lacueva,quetugentevolveráenseguida.

En la cueva,María se ocupaba del fuego y Pilar de la cocina. El fuegohumeabay lamuchacha lo ibaatizandoconunpalo, soplando luegoconunpapeldoblado;huboderepenteunallamaradaintensaydespuéselvientotiródelhumohaciaarriba,porelagujerodeltecho.

—¡Quémaneradenevar!–exclamóRobertJordan–.¿Creesquevaacaermucha?

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—Mucha –dijo Pablo, con satisfacción. Luego se dirigió a Pilar–: Tú,mujer,¿notegustalanieve?Ahoraquemandastú,¿notegustaestanieve?

—¿Yamíqué?–dijoPilar,sinvolverse–.Sinieva,quenieve.

—Echaun trago, inglés–dijoPablo–.Yoheestadobebiendo todoeldíaesperandoquenevara.

—Dameunjarro–dijoRobertJordan.

—Porlanieve–dijoPablo,brindandoconél.

RobertJordanlemirófijamenteychocólosjarros.«Tú,asesinolegañoso–pensó–,quisieraromperteeljarroentrelosdientes.Vamos,cálmate,tómaloconcalma.»

—Esmuybonitalanieve–dijoPablo–;peronovasapoderdormirfueracontantacomocae.

«Ah,esoesloquepiensas–sedijoRobertJordan–.Esoesloquetetienepreocupado,¿no,Pablo?»

—¿No?–dijocortésmenteenvozalta.

—No;hacemuchofrío–dijoPablo–ymuchahumedad.

«Lo que tú no sabes –pensó Robert Jordan– es por qué esos viejosedredones,loquesellamaunsacodenoche,cuestansesentaycincodólares.Quisiera queme dieses un dólar por cada vez que he dormido en la nieve,guapo.»

—Entonces –volvió a preguntar en voz alta, cortésmente– ¿tendré quedormiraquí?

—Claro.

—Gracias–dijoRobertJordan–;peroprefierodormirfuera.

—¿Enlanieve?

—Claro.–«Aldiablotusojossanguinolentosdepuercoytucaradepuercoconpelosdepuerco»,pensóyluegodijoenvozalta:–Enlanieve.–«Enesacondenadadesastrosaydestructoranieve.»

SeacercóaMaríaqueacababadeecharalfuegootrabrazadadepino.

—Esmuybonitalanieve–dijoalamuchacha.

—Pero es mala para tu trabajo, ¿no es así? –preguntó ella–. ¿Estáspreocupado?

—¡Quéva!–dijoél–.Novaledenadaelpreocuparse.¿Cuándoestarálistalacena?

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—Supongo que tienes apetito –dijo Pilar–. ¿Quieres un trozo de queso,mientrasaguardas?

—Gracias–dijo Jordan.YPilar le cortóun trozodequesode la enormepiezaquecolgabadeuncordel,deltecho.Sequedóparadoallícomiéndoselo.Elquesosabíademasiadoacabra,parasugusto.

—María–dijoPablo,sinmoversedelamesa.

—¿Qué?–preguntólachica.

—Limpialamesa,María–dijoPablo,conunasonrisamaliciosa.

—Límpiate las babas antes –dijo Pilar–. Límpiate antes la barbilla y lacamisaydespuésselimpiarálamesa.

—María–llamóPablo.

—Nolehagascaso;estáborracho–dijoPilar.

—María–llamóPablo–,siguenevandoyesmuybonitalanieve.

«Nosabenloqueesesesacodedormir–pensóRobertJordan–.Esteojosde puerco no sabe que he pagado sesenta y cinco dólares por ese saco enWoods.Encuantovuelvaelgitanoiréabuscaralviejo.Deberíairahora,peroesposiblequemecruceconellos.Nosédóndeestádeguardiaelgitano.»

—¿Quieres que hagamos bolas de nieve? –dijo a Pablo–. ¿Quieres queorganicemosunabatallaconbolasdenieve?

—¿Quédices?–preguntóPablo–,¿quémepropones?

—Nada–contestóRobertJordan–.¿Estánloscaballosbienguarecidos?

—Sí.

—Entonces –preguntó en inglés–, ¿vas a dejar a los caballos que echenraíces? ¿O vas a soltarlos para que se busquen ellos mismos el alimento,escarbando?

—¿Quédices?–preguntóPablo.

—Nada. Es asunto tuyo, hombre. Yo voy a salir de aquí a pie de todasmaneras.

—¿Porquéhablaseninglés?–preguntóPablo.

—No lo sé –contestó Robert Jordan–; algunas veces, cuando estoycansado, hablo en inglés. O cuando estoy disgustado. O aburrido, digamos.Defraudado.Cuandomeencuentromuydefraudadohablo en inglésparaoírcómo suena. Es un sonido tranquilizador. Debieras intentarlo uno de estosdías.

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—¿Quées loquedices, inglés?–preguntóPilar–.Eso tieneque sermuyinteresante,peronoloentiendo.

—Nothing–dijoRobert–;hedichonadaeninglés.

—Bueno, pues ahora, habla en español –dijo Pilar–; esmás fácil ymásclaro.

—Por supuesto –dijo Robert Jordan. «Pero –pensó–: ¡Oh, Pablo! ¡Oh,Pilar! ¡Oh,María! ¡Oh,vosotros, losdoshermanosqueestáisenel rincónycuyonombre he olvidado; pero de cuyapresencia tengoque acordarme!Enalgunosmomentosmeencuentrorealmenteharto.De todoesto,devosotros,demí,delaguerra;y¿porqué,porsifuerapoco,teníaquenevarahora?Todoestoesdemasiadaporquería.Bueno,no;noloes.Nadaesdemasiado.Hayquetomar las cosas como son y salir como se pueda; y ahora deja de hacer laprimadonnayaceptaelhechodequeestánevando,comolohashechohaceunmomentoyveteasaberquépasaconelgitanoyvetearecogeratuviejo.¡Mira que nevar! En estemes.Bueno, basta; deja eso.Deja eso y toma lascosas como vienen. Lo de la copa. Eso de la copa. ¿Qué era aquello de lacopa?Haríamejorenejercitar lamemoriaono tratardecitarningunacosa,porquecuandohayalgoqueseescapaquedaenlamemoriacomouncolgajoynohaymaneradequitárselodeencima.¿Cómoeraaquellodelacopa?»

—Dameuntragodevino,porfavor–dijoenespañol.Yluego:Nodejadenevar,¿eh?–dirigiéndoseaPablo–.Muchanieve.

Elborracholevantólavistahaciaélysonrió.Moviólacabezaaunoyotroladoyvolvióasonreír.

—Niofensiva,niaviones,nipuente.Nadamásquenieve–dijo.

—¿Crees que durará mucho? –preguntó Robert Jordan, sentándose a sulado–.¿Creesquevaaestarnevandotodoelverano,Pablo?

—Todoelverano,no–dijoPablo–;estanocheymañana,sí.

—¿Porquélosuponesasí?

—Hay dos clases de tormentas –dijo Pablo, sentenciosamente–; unasvienen de los Pirineos. Esas traen mucho frío. Pero ahora la estación estádemasiadoadelantada.

—Bueno–dijoRobertJordan–;algoesalgo.

—EstatormentavienedelCantábrico–dijoPablo–;vienedelmar.Conelvientoenesadirección,seráunagrantormentaconmuchanieve.

—¿Endóndehasaprendidotodoeso,veterano?–preguntóRobertJordan.

Yaquesurabiasehabíadisipadoseencontrabaexcitadoplacenteramente

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conla tormenta,comolesucedíasiempreconlas tormentas.Enunanevada,un temporal, un aguacero tropical o una tormenta de verano con muchostruenos en lasmontañas hallaba siempre una excitación que no se parecía anada.Era como la excitación de la batalla, peromás limpia.En las batallassopla un viento que es un viento caliente que reseca la boca, un viento quesopla de manera angustiosa, un viento caliente y sucio, un viento que selevanta o amaina según la suerte del día. Conocía muy bien esa clase deviento.

Pero una tormenta de nieve era justamente todo lo contrario. En lastormentas de nieve es posible acercarse a los animales salvajes sin que osteman.Losanimalesvaganporel camposin saberdóndeestányaveces lehabíaocurridoencontrarseunciervoenelmismoumbraldesucasa.Enunatempestaddenievesepuedellegargalopandohastaungamo,yelgamotomaa vuestro caballo por otro gamo y se pone a trotar a su encuentro. En unatempestaddenievepuedeelvientosoplaren ráfagas,perosoplaunapurezablancayelaireestállenodecorrientesdeblancura,todoquedatransfigurado,ycuandoelvientocesa,entonceseslapaz.

Aquella tormenta era una gran tormenta y convenía gozar de ella. Latormentadeshacíatodossusplanes;pero,almenos,podíadisfrutarla.

—He sido arriero durante muchos años –dijo Pablo–• llevábamos lasmercancías a través de las montañas en grandes carros, antes que hubiesecamiones.Enesetrabajoseaprendeaconocereltiempo.

—¿YcómoentrasteenelMovimiento?

—Hesidosiempredeizquierdas–dijoPablo–;teníamosmuchasrelacionescon las gentes deAsturias, que sonmuy avanzadas en política. Yo he sidosiemprerepublicano.

—Pero¿quéhacíasantesdelMovimiento?

—Por entonces trabajaba con un tratante de caballos en Zaragoza. Esetratante proporcionaba los caballos para las corridas de toros y para lasremontas del ejército. Fue entonces cuando conocí a Pilar que, como te hedicho,estabaentoncesconeltoreroFinito,deValencia.

Estasúltimaspalabraslasdijoconevidentecomplacencia.

—Noeragrancosacomo torero–comentóunode losdoshermanosqueestabansentadosalamesa,mirandodereojoaPilar,queestabadeespaldasaellosdelantedelfogón.

—¿No? –dijo Pilar, volviéndose y mirándole retadoramente–. ¿No valíagrancosacomotorero?

Parada allí, en aquella cueva, junto al fogón, volvía a verlo moreno y

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chico, con el rostro bien dibujado, los ojos tristes, las mejillas flacas y loscabellosnegrosyrizadospegadosalafrenteporelsudor,enlaparteenquelaapretada montera le marcaba una raya roja, que nadie advertía. Le veíaenfrentándose con un toro de cinco años, encarándose con los cuernos quehabían lanzado al aire a los caballos –el poderoso cuello manteniendo alcaballo en vilo, mientras el picador hundía la pica en aquel cuello, quelevantabaenaltoalcaballo,cadavezmásalto,hastaqueelanimalcaíaparaatrásconestrépitoyel jinete ibaadarsecontra labarrera,yel toro,con laspatasdelanterashincadasenelsuelo,clavabacontodalafuerzadesucabezaloscuernosmásymásenlasentrañasdelcaballo,buscandoelúltimoalientodevidaquequedaseenél.VeíaaFinito,aqueltoreroquenovalíagrancosa,parado frente al toro o girando suavemente para acercársele de costado. Leveía nítidamente, mientras arrollaba el pesado paño de franela en torno alestoque.Yveíaelpaño,quecolgabapesadamente,porlasangrequelohabíaido empapando en los pases, cuando pasaba de la cabeza al rabo, y veía elbrillohúmedo, titilantede la cruzy el lomo,mientras el toro levantabaa loaltolacabeza,haciendoentrechocarlasbanderillas.VeíaaFinitocolocarsedeperfil, a cinco pasos de la cabeza del toro, inmóvil y macizo, levantarlentamente laespada,hastaque lapuntasehallabaalniveldesuhombro,yluegoinclinarlaespada,apuntandohaciaunlugarquenopodíaver,porquelacabezadeltoroquedabamásaltaquesumirada.Hacíabajarlacabezadeltoroconlas ligerassacudidasquesubrazoizquierdoimprimíaalpañohúmedoypesado,yretrocedíaligeramentesobrelostalonesymirabaalolargodelfilo,perfilándose delante de los quebrados cuernos; el pecho del toro se movíaagitadamenteysusojosestabanfijosenlamuleta.

Le veía claramente e incluso oía su voz clara y un poco infantil cuandoFinito volvía la cabeza, miraba hacia la gente colocada en la primera fila,encimadelabarrerapintadaderojoydecía:«Vamosaversipodemosmatarleasí.»

Oíasuvozyveíaaltoreroadelantarse,despuésdehaberhechounligeromovimiento con las rodillas, y le veía meterse entre los cuernos, que seagachaban ahora mágicamente al seguir el hocico del animal el paño quebarríaelsuelo,yveíalaflacamuñecamorena,queyendofirmementemásalládeloscuernos,enterrabalaespadaenlapolvorientacruz.

Veía ahora la hoja brillante penetrar lenta y regularmente como si elimpulso del bicho tuviera como fin el hundirse el arma más y más,arrancándoladelamanodelhombre,yveíaelacerodeslizarsehaciadelante,hastaquelosmorenosnudillosquedabansobreelcuerorelucienteyelhombrepequeño y atezado, cuyos ojos no se habían apartado nunca del lugar de laestocada,encogíaelvientreyseretirabadeloscuernosdeltoro,echándoseaun ladoycon lamuleta todavía tendidaen sumano izquierda levantando la

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otramanomientrasveíamoriralanimal.

Le veía parado, con los ojos fijos en el toro, que trataba de aferrarse alsuelo,contemplandocómoeltorosetambaleabacomounárbolantesdecaer,intentando aferrarse a la tierra con sus pezuñas; y veía la mano delhombrecillo alzándose en una expresión de triunfo. Le veía allí, de pie,sudoroso,profundamentealiviadodequelafaenahubieseconcluido,aliviadopor la muerte del animal y porque no hubiese habido golpe ni varetazo,aliviado de que el toro no le hubiese embestido en el momento en que seapartabadeél;ymientrasseguíaallíparado,inmóvil,eltoroperdíalasfuerzaspor completo y caía por tierra, muerto, con las cuatro patas al aire, y elhombrecillomorenoseencaminabahacialabarrera,tancansadoquenopodíasiquierasonreír.

SabíaellaperfectamentequeaFinitonolehubierasidoposibleatravesarla plaza corriendo, aunque su vida hubiese dependido de ello, y le veíaencaminarseahoralentamentehacialabarrera,secarselabocaconunatoalla,mirarla y sacudir la cabeza; luego, secarse el rostro y comenzar su paseotriunfalalrededordelruedo.

Le veía andando lentamente, con esfuerzo y paso cansino alrededor delanillo, sonriendo, saludando con una inclinación y volviendo a sonreír,seguidode su cuadrilla, bajándose, recogiendo los habanos, devolviendo lossombreros;dabavueltasalruedosonriendo,conlosojostristessiempre,paraacabarlavueltadelantedePilar.Ellalemirabaentoncesconmáscuidadoyleveíasentadoenelestribodemaderadelabarrera,conlabocaapoyadaenunatoalla.

YahoraPilarveíatodoesomientrasestabaallí,juntoalfuego:

—Asíesquenoeraungrantorero–dijo–.¡Conquéclasedegentetengoquepasarlavida!

—Erauntorerobueno–dijoPablo–;peroseveíadificultadoporsuescasaestatura.

—Y,desdeluego,estabatuberculoso–dijoPrimitivo.

—¿Tuberculoso?–preguntóPilar–. ¿Quiénnohubieraestado tuberculosodespuésde loquehabíapasadoél?Enestepaís, enqueunpobrenopuedeesperar ganar nunca dinero, a menos que sea un delincuente, como JuanMarch,untoreroountenordeópera.¿Cómonoibaaestartuberculoso?Enunpaísenque laburguesíacomehastaquesehacepolvoelestómagoynopuedevivirsinbicarbonatoylospobrestienenhambredesdequenacenhastaeldíadesumuerte,¿cómonoibaaestartuberculoso?Sihubierastenidoqueviajardeniñodebajodelosasientos,enloscochesdetercera,paranopagarbillete,yendodeunaferiaaotraparaaprenderatorearahíenelsuelo,entreel

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polvo y la suciedad, entre escupitajos frescos y escupitajos secos, ¿no tehabrías vuelto tuberculoso cuando las cornadas te hubieran deshojado elpecho?

—Claro –dijo Primitivo–; pero yo solamente he dicho que estabatuberculoso.

—Claro que estaba tuberculoso –dijo Pilar, irguiéndose con el grancucharóndemaderaen lamano–.Erapequeñito, teníavozdeniñoymuchomiedoalostoros.Nuncahevistounhombrequetuviesemásmiedoantesdelacorridanimenosmiedocuandoestabaenelruedo.Tú–dijoaPablo–tienesmiedo de morir ahora. Crees que eso tiene importancia. Pues Finito teníamiedosiempre,peroenelruedoeraunleón.

—Teníafamadesermuyvaliente–dijoelotrohermano.

—Nuncaheconocidounhombreque tuviera tantomiedo–siguióPilar–.No quería ver en su casa una cabeza de toro. Una vez, en la feria deValladolid,matómuybienuntorodePabloRomero.

—Me acuerdo –dijo el primer hermano–. Estaba yo allí. Era un torojabonero,conlafrenterizadayunoscuernosenormes.Erauntorodemásdetreintaarrobas.FueelúltimotoroquematóenValladolid.

—Justo–dijoPilar–.Ydespués,lapeñadeaficionadosquesereuníaenelcaféColónyquehabíadadosunombrealapeña,hizodisecarlacabezadeltoroyselaofrecióenunbanqueteíntimo,enelmismocaféColón.Durantelacomida, lacabezadel toroestuvocolgadaenlapared,cubiertaconunatela.Yoasistíalbanqueteytambiénalgunasmujeres;Pastora,queesmásfeaqueyo;laNiñadelosPeinesconotrasgitanas,yalgunasputasdepostín.Fueunbanquetedepocagente,peromuyanimado,ycasisearmóunagrescaregularaloriginarseunadisputaentrePastorayunadelasputasdemáscategoríaporuna cuestión de buenosmodales.Yo estabamuy satisfecha, sentada junto aFinito,peromedicuentadequeFinitonoqueríamirara lacabezadel toro,queestabaenvueltaenunpañovioleta,comolasimágenesdelossantosenlasiglesiasdurantelaSemanaSantadelquefueNuestroSeñor.

»Finitonocomíamucho,porque, enelmomentodeentrar amatar en laúltimacorridadelañoenZaragoza,habíarecibidounvaretazodecostadoquele tuvo sin conocimiento algún tiempo y desde entonces no podía soportarnadaenelestómago;ydecuandoencuandosellevabaelpañueloalaboca,paraescupirunpocodesangre.¿Quéesloqueestabadiciendo?

—La cabeza del toro –dijo Primitivo–; hablabas de la cabeza del torodisecada.

—Esoes–dijoPilar–;esoes.Perotengoquedarosalgunosdetalles,para

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queosdeiscuenta.Finitonoeramuyalegre,comosabéis.Eramásbientristey jamás levi reírdenadacuandoestábamossolos.Nisiquieradecosasqueeranmuydivertidas.Lo tomaba todomuyen serio.Era casi tan serio comoFernando.PeroaquelbanqueteseloofrecióungrupodeaficionadosquehabíafundadolaPeñaFinitoyeraprecisoquesemostraseamableycontento.Asíesquedurantetodalacomidaestuvosonriendoydiciendocosasamables,ysóloyoveíaloqueestabahaciendoconelpañuelo.Llevabatrespañuelosencimaylosllenólostresantesdedecirmeenvozbaja:

»–Pilar,nopuedoaguantarmás;creoquetendréquemarcharme.

—Como quieras, marchémonos –le dije; porqueme daba cuenta de queestabasufriendomucho.Enaquelmomentohabíamuchasrisasybullanga,yelruidoeraterrible.

»–No, no podemos irnos –dijo Finito–.Después de todo, es la peña quellevaminombreymesientoobligadoconella.

»–Siestásmalo,vámonos–dijeyo.

»–Déjalo.Mequedaré.Dameunpocodemanzanilla.»Nomepareciómuysensato que bebiese, ya que no había comido nada y sabía cómo andaba suestómago;pero,evidentemente,nopodíasoportarpormástiempoelbullicioylaalegría sin tomaralgo.Así esquevi cómobebía rápidamenteunabotellacasienterademanzanilla.Comohabíaempapadotodoslospañuelos,sevalíaahoradelaservilleta.

Elbanquetehabíallegadoaunasituacióndegranentusiasmo,yalgunasdelasputasquepesabanmenoseranllevadasenandasalrededordelamesaporvariosdelosmiembrosdelapeña.ConvencieronaPastoraparaquecantaseyEl Niño Ricardo tocó la guitarra. Era una cosa de mucha emoción y unaocasión de mucho regocijo para beber con los amigos en medio de granjolgorio.Nuncahevisto enunbanquete semejante entusiasmodeverdaderoflamenco,ysinembargonosehabíadescubiertoaúnlacabezadel toro,queera,alfinyalcabo,elmotivodelacelebracióndelbanquete.

»Me divertía de tal forma, estaba de tal modo ocupada tocando palmaspara acompañar a Ricardo y tratando de formar un grupo para que tocasepalmas acompañando aLaNiña de losPeines, que nome di cuenta de queFinito había empapado su servilleta y había cogido la mía. Continuababebiendomanzanilla, tenía losojosbrillantesymovía la cabeza con airedecontentomirandoa todos.Nopodíahablar,porquesihablaba temíael tenerque echarmano de la servilleta; pero tenía el aspecto de estar divirtiéndoseenormemente,cosaque,al finya lapostre,era loquedebíahacer.Paraesoestabaallí.

»Asíesqueelbanquetesiguióyelhombrequeestabajuntoamíquehabía

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sidoantiguoempresariodeRafaelelGallo,meestabacontandounahistoriaqueterminabaasí:"EntoncesRafaelvinoymedijo:Túereselmejoramigoquetengoenelmundoyelmásbuenodetodos.Tequierocomoaunhermanoyquierohacerteunregalo.Asíesquemediounhermosoalfilerdebrillantes,mebesóenlasdosmejillasynossentimoslosdosmuyconmovidos.Luego,Rafael elGallo, después de darme el hermoso alfiler de brillantes, salió delcaféyyoledijeaRetana,queestabasentadoamimesa:Esecochinogitanoacaba de firmar un contrato con otro empresario. Pero ¿qué dices?', mepreguntó Retana. Hace diez años que soy su empresario y nome ha hechonuncaningúnregalo–dijoelempresariodelGallo–.Estonopuedesignificarotracosa.'"Yeraabsolutamentecierto.YasífuecómoelGalloledejó.

»Pero entonces Pastora semetió en la conversación, no tanto acaso pordefenderelbuennombredeRafael,porqueanadieleheoídohablartanmalcomoa ella, sinoporque el empresariohabíahabladomalde losgitanos, aldecir "cochino gitano".Y semetió con tanta violencia y con tales palabras,queelempresariotuvoquecallarse.YomemetítambiénparacalmaraPastoray otra gitana semetió también para calmarme amí.Había tanto ruido, quenadiepodíaoírunapalabrade loque sehablaba, salvo lapalabraputa,querugíaporencimadetodaslasdemás,hastaqueserestableciólacalma.Ylastresmujeresquenoshabíamosmezcladonosquedamossentadas,mirandoelvaso.YentoncesmedicuentadequeFinitoestabamirandoa lacabezadeltoro,todavíaenvueltaenelpañovioleta,conelhorrorreflejadoensumirada.

»Entonceselpresidentedelapeñacomenzóapronunciareldiscursoquehabíaquepronunciarantesdedescubrirlacabeza,ydurantetodoeldiscurso,que iba acompañado de oles o golpes sobre la mesa, yo estuve mirando aFinito,quesevalía,nodesuservilleta,sinodelamíaysehundíamásymásenelasiento,mirandoconhorrorycomofascinadolacabezadeltoro,todavíaenvueltaensupañoyqueestabaenlaparedfronteraaél.

»Hacia el finaldel discurso,Finito sepusoamover la cabeza aunoy aotroladoyaecharsecadavezmásatrásensuasiento.

»–¿Cómo va eso, chico? –le pregunté; pero, al mirarme, vi que no mereconocía;movíalacabezaaunoyotrolado,diciendo:"No.No.No."

»Entonces el presidente de la peña concluyó sudiscursoy luego todo elmundo leaplaudió,mientrasél, subidoenuna silla, tirabade lacuerdaparaquitarelpañovioletaquetapabalacabeza.Y,lentamente,lacabezasalióalaluz,aunqueelpañoseenganchóenunodeloscuernosyelhombretuvoquetirar del trapo y los hermosos cuernos puntiagudos y bien pulimentadosaparecieron entonces. Y detrás, el testuz amarillo del toro, con los cuernosnegrosyafilados,queapuntabanhaciadelanteconsuspuntasblancascomolasdeunpuercoespínylacabezadeltoroeracomosiestuvieseviva.Teníala

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testa ensortijada, las ventanas de la nariz dilatadas y sus ojos brillantesmirabanfijamenteaFinito.

»Todosgritabanyaplaudían,yFinitoseechabamásymáshaciaatrásenelasiento,hastaque,aldarsecuentadeello,secallótodoelmundoysequedómirándole, mientras él seguía diciendo: "No. No", y mirando al toro yretrocediendo cada vez más, hasta que dijo un no muy fuerte y una granbocanadadesangrelesalióporlaboca.Ynisiquieraechóentoncesmanodela servilleta, demanera que la sangre le chorreaba por la barbilla; y Finitoseguíamirandoaltoro,ydiciendo:"Todalatemporada,sí;parahacerdinero,sí;para comer, sí; peronopuedocomer, ¿meentendéis?Tengoel estómagomalo.Yahoraquelatemporadahaterminado,no,no,no."Miróalrededordelamesa,miródenuevoa lacabezadel toroydijonounavezmás.Yluegodejócaer lacabezasobreelpechoy, llevándosea los labios la servilleta, sequedóquieto, inmóvil, sinañadirunapalabramás.Yelbanquete,quehabíacomenzadotanbienyqueprometíahacerépocaenlahistoriadelaalegría,fueunverdaderofracaso.

—¿Cuántotardóenmorirdespuésdeeso?–preguntóPrimitivo.

—Murióaquelinvierno–dijoPilar–.NuncaserecobródelúltimovaretazoquerecibióenZaragoza.Esosgolpessonpeoresqueunacornada,porque laherida es interna y no se cura. Recibía un golpe así siempre que entraba amatar, y por eso no logró tener nunca más éxito. Le resultaba muy difícilapartarsedeloscuernosporqueerabajo.Casisiemprelegolpeabaeltoroconelflancodelcuerno,aunquelamayoríadelasvecesnoeranmásquegolpesderefilón.

—Sieratanpequeño,nodeberíahabersehechotorero–dijoPrimitivo.

Pilarmiró aRobert Jordanymovió la cabeza.Luego se inclinó sobre lagranmarmitadehierroysiguiómoviendolacabeza.

«¡Quégente ésta! –pensó–. ¡Quégentes son los españoles! "Y si era tanbajo no debía haberse hecho torero." Yo oigo eso y no digo nada. No meenfurezco,ycuandoheacabadodeexplicarlo,mecallo.¡Quéfácileshablardeloquenoseentiende!¡Quésencillo!Cuandonosesabenada,sedice:"Novalía gran cosa como torero." Otro, que tampoco sabe nada, dice: "Era untuberculoso." Y un tercero, cuando alguien que sabe se lo ha explicado,comenta:"Sieratanpequeño,nodebíahabersidotorero."»

Inclinadasobreelfuego,veíaahoralacama,elcuerpomorenoydesnudocon las cicatrices inflamadas en las dos caderas, el rasgón profundo, y yacicatrizado, en el lado derecho del pecho y la larga línea blanca que leatravesaba todo el costado, hasta las axilas.Le veía con los ojos cerrados yaquella cara morena y solemne y los negros cabellos ensortijados, echados

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ahorahaciaatrás.Ellaestabasentadacercadelacama,frotándolelaspiernas,dándolemasajeenlaspantorrillas,amasando,hastaablandarlos,losmúsculosygolpeándolosluegoconelpuñocerrado,hastadejarlossueltosyflexibles.

«–¿Cómovaeso?–lepreguntaba–.¿Cómovantuspiernas,chico?

»–Muybien,Pilar–contestaba,sinabrirlosojos.

»–¿Quieresquetedémasajeenelpecho?

»–No,Pilar;nometoquesahí,porfavor.

»–¿Yenlosmuslos?

»–No,mehacenmuchodaño.

»–Perosilosfrotoconlinimentosecalentaránytedoleránmenos.

»–No,Pilar,gracias;prefieroquenometoquesahí.

»–Voyalavarteconalcohol.

»–Sí,esosí;peroconmuchocuidado..

—Hasestadoformidableenelúltimotoro–ledecía..

—Sí,lehematadomuybien.»

Luego,despuésdelavarleytaparleconunasábana,setumbabaellajuntoaélenlacamayélletendíaunamanomorena.Y,cogiéndolelamano,ledecía:«Eres mucha mujer, Pilar.» Era la única «broma» que se permitía y,generalmente,despuésdelacorrida,sedormíayellasequedabaallí,acostada,apretandolamanodeFinitoentrelassuyasyoyéndolerespirar.

Aveces,durmiendoteníamiedo;advertíaquesumanosecrispabayveíaqueelsudorperlabasufrente.Sisedespertaba,ellaledecía:«Noesnada.Noesnada.»Ysevolvíaadormir.Estuvoconélcincoaños,yjamásentodoesetiempo le engañó, o casi nunca.Y luego, después del entierro, se juntó conPablo,queeraelque llevabaal ruedo loscaballosde lospicadoresyqueseparecía a los toros que Finito se había pasado la vida matando. Pero nadaduraba; ni la fuerza del toro ni el valor del torero; lo veía en aquellosmomentos.¿Quéera loqueduraba?«Yoduro–pensó–.Sí,duro;pero¿paraqué?»

—María–dijo–, ten cuidado con loquehaces.Esun fuegode cocina loqueestáshaciendo.Noestásprendiendofuegoaunaciudad.

En aquel momento apareció el gitano en el umbral. Estaba cubierto denieve y se quedó allí con la carabina en lamano, pateando para quitarse lanievedelospies.

RobertJordanselevantóyseacercóaél.

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—¿Quéhay?–dijoalgitano.

—Guardiasdeseishoras,dedoshombresa lavezenelpuentegrande–dijoelgitano–.Hayochohombresyuncaboenlacasilladelpeóncaminero.Aquítienestucronómetro.

—¿Yelpuestodelaserradero?

—Allí está el viejo. Puede observar el puesto y la carretera al mismotiempo.

—¿Ylacarretera?–preguntóRobertJordan.

—El movimiento de siempre –contestó el gitano–. Nada extraordinario.Pasaronvarioscoches.

Elgitanoparecíahelado,ysuatezadacaraestabarígidaporelfríoyteníalas manos rojas. Sin entrar todavía en la cueva, se quitó su chaqueta y lasacudió.«

—Me quedé hasta que relevaron la guardia –dijo–. La relevaron amediodíayalasseis.Esunaguardiamuylarga.Mealegrodenoestarensuejército.

—Vamos ahora a buscar al viejo –dijo Robert Jordan, poniéndose suchaquetóndecuero.

—Noseréyo–contestóelgitano–.Ahorametocanamíelfuegoylasopacaliente.Leexplicaréaalgunodeéstosdóndeestáelviejo,paraquetelleveallí.¡Eh,holgazanes!–gritóaloshombressentadosjuntoalamesa–.¿Quiénquiereservirdeguíaalinglésparairhastadondeseencuentraelviejo?

—Yovoy–dijoFernando,levantándose–.Dimedóndeestá.

—Oye –dijo el gitano–. Está... –Y le explicó dónde estaba apostado elviejo.

CAPÍTULOQUINCE

Anselmo estaba acurrucado al arrimo de un árbol; la nieve le pasabasilbandoporlosoídos.Seapretabacontraeltronco,metiendolasmanosenlasmangasdesuchaquetayhundiendolacabezaentreloshombrostodoloquepodía. «Si me quedo aquí mucho tiempo, me helaré –pensaba–, y eso noservirádenada.El inglésmehadichoquemequedehastaqueme releven,perocuandomelodijonosabíaqueibaahaberestatormenta.Nohahabidomovimientoanormalenlacarreterayconozcoladisposiciónyelhorariodel

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puesto del aserradero. Debiera volverme ahora al campamento. Cualquierpersona con sentido comúnmediría quedebovolver ahora al campamento.Pero voy a esperar un poco, y luego volveré al campamento. Es elinconvenientedelasórdenesdemasiadorígidas.Noseprevénadaparaelcasoenquecambielasituación.»Sefrotólospies,unocontraotro.Luegosacólasmanosdelasmangasdelachaqueta,seechóhaciadelante,sefrotólaspiernasy se dio un pie contra otro para avivar la circulación. Hacíamenos frío enaquelsitioalabrigodelvientoyalamparodelárbol,perotendríaqueponerseprontoacaminar.

Estando allí acurrucado, frotándose los pies, oyó venir un coche por lacarretera.Erauncochequellevabacadenas,yunodelosanillosestabasueltoygolpeabacontraelsuelo.Subíaporlacarreteracubiertadenieve,pintadodeverdey castaño, amanchas irregulares, con lasventanillaspintarrajeadasdeazul para ocultar el interior, aunque con un semicírculo transparente quepermitíaa susocupantesverdesdedentro.EraunRollsRoyce,dedosañosatrás, un coche de ciudad camuflado para el uso del Estado Mayor. PeroAnselmonolosabía.Nopodíaverenelinteriorlostresoficialesenvueltosensus capotes. Dos en el asiento del fondo y uno sobre el asiento plegable.Cuando el coche pasó por donde estaba Anselmo, el oficial del asientoplegablemiróporelsemicírculoabiertoenelazuldelvidrio.PeroAnselmonosediocuenta.Ningunodelosdosvioalotro.

El coche pasó sobre la nieve por debajo del punto exacto en donde seencontrabaAnselmo. Anselmo vio al conductor con la cara enrojecida y elcascodeacero,queapenassalíadelgruesocapoteenqueibaenvuelto;vioelcañónde laametralladoraque llevabaelsoldadosentado juntoalconductor.Luego el coche desapareció y Anselmo, rebuscando en el interior de suchaqueta, sacódelbolsillode la camisadoshojitas arrancadasdel carnetdeRobertJordanehizounaseñalfrentealdibujoquerepresentabauncoche.Erael décimo coche que subía por la carretera aquel día. Seis habían vuelto abajar.Cuatroestabanarribatodavía.Todoellonoteníanadadeanormal,peroAnselmo no distinguía entre los Ford, los Fiat, los Opel, los Renault y losCitroendelEstadoMayordeladivisiónqueguarnecíalospuertosylalíneademontañas,ylosRollsRoyce,losLancia,losMercedesylosIsotta,delCuartelGeneral.EsadistinciónlahubierahechoRobertJordandehaberestadoenelpuesto del viejo, y habría comprendido la significación de los coches quesubían.PeroRobertJordannoestabaallí,yelviejonopodíahacermásqueseñalar sencillamente en aquella hoja de papel cada coche que subía por lacarretera.

Anselmo tenía tanto frío en aquellosmomentos, que resolvió regresar alcampamento antes que llegara la noche. No tenía miedo de perderse, peropensabaqueerainútilpermanecermástiempoallí.Elvientosoplabacadavez

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más frío y la nieve no menguaba. No obstante, cuando se puso en pie,pateandoymirandoalacarreteraaltravésdelacapaespesadecopos,nosedecidiótodavíaaponerseenmarcha,sinoquesequedóallíapoyadocontralapartemásresguardadadeltroncodelpino,esperando.

«Elinglésmehadichoquemequedeaquí–pensaba–.Quizásestéahoraencaminohaciaaquí.Simevoy,puedeperderseenlanievemientrasmebusca.En esta guerra hemos sufrido por falta de disciplina y desobediencia a lasórdenes.

Voyaaguardartodavíaunratoalinglés.Perosinollegaprontotendréqueirme, a pesar de todas las órdenes, porque tengo que dar un informeinmediatamente y tengo que hacer muchas cosas estos días; y el quedarmeaquíheladoseríaunaexageraciónsinningunautilidad.»

Del otro lado de la carretera, en el aserradero, brotaba el humo de lachimeneayAnselmopodíapercibirelolordelhumoporquese lo llevabaelvientoaltravésdelanieve.«Losfascistasestánabrigados–pensó–,ymuyagusto,ymañanaporlanochelosmataremos.Esunacosararaynomegustapensar en eso. Los he estado observando todo el día; son hombres comonosotros.Creoquepodríairalaserradero,llamaralapuertayqueseríabienrecibido; si no fueraporque tienen laordendepedir lospapeles a todos losviajeros.Peroentreellosyyonohaymásqueórdenes.Esoshombresnosonfascistas.Losllamoasí,peronoloson.Sonpobresgentescomonosotros.Nodebieranhabercombatidojamáscontranosotros,ynomegustanadala ideadematarlos.Losdeesepuestosongallegos.Losé,porquelosheoídohablarestatarde.Nopuedendesertarporque,entonces,fusilaríanasusfamilias.Losgallegossonmuyinteligentesomuytorpesybrutos.Heconocidodelasdosclases.ListeresdeGalicia,de lamismaciudadqueFranco.Mepregunto loquepiensandelanieveesasgentesdeGalicia,ahora,enestaépocadelaño.No tienen montañas tan altas como nosotros. En su tierra está siemprelloviendoytodoestásiempreverde.»

Una luz apareció en la ventana del aserradero. Anselmo se estremeció,pensando:«Aldiabloelinglés.Ahíestánlosgallegos,lamardeconfortables,en una casa, aquí, en nuestra Sierra y yome hielo detrás de un árbol; ellosvivenagustoynosotrosvivimosenunagujerode lamontañacomobestiasdelcampo.Peromañanalasbestiassaldrándesuagujeroylosqueestántanagusto en estos momentos morirán tan a gusto en su cama. Como los quemurieronlanocheenqueatacamosOtero.»NolegustabaacordarsedeOtero.

EnOterotuvoquemataraquellanocheporprimeravezyconfiabanotenerquematar en la operación que ahora planeaban. Fue enOtero donde Pabloapuñalóalcentinela,mientrasAnselmoleechabaunamantaporencimadelacabeza.ElcentinelaagarróaAnselmoporunpie,envueltoenlamantacomo

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estaba, y empezó a dar gritos espantosos. Anselmo tuvo que darle depuñaladasaltravésdelamanta,hastaqueelotrosoltóelpieysecayó.Conlarodillapuestasobre lagargantadelhombreparahacerlecallar,seguíadandopuñaladasalbulto,mientrasPabloarrojabalabombaporlaventanadentrodela habitación en donde dormían los hombres del puesto de guardia. En elmomentode laexplosiónsehubieradichoqueelmundoenteroestallabaenrojo y amarillo ante sus propios ojos; y otras dos bombas fueron lanzadas.Pablotiródelasespoletasylasarrojórápidamenteporlaventana.Losquenoquedaron muertos en su cama, perecieron al levantarse, por la segundaexplosióndelabomba.EralagranépocadePablo;laépocaenqueasolabalaregióncomountártaroyningúnpuestofascistaestabaseguroporlanoche.

«Y ahora está acabado y desinflado, como un verraco castrado –pensóAnselmo–.Cuandoseacaba lacastraciónycesan losalaridos,searrojan lasdosglándulasalsueloyelverraco,queyanoesunverraco,sevahaciaellashozandoyhocicandoyse lascome.No, todavíanohemosllegadoa tanto–pensóAnselmosonriendo–;quizásestemospensandodemasiadomal,inclusoaunque se trate de Pablo. Pero es un bellaco y ha cambiado mucho. Hacedemasiado frío. Si, almenos, viniera el inglés... Si almenos no tuviera quematarenesepuesto...Esoscuatrogallegosyelcabosonparaquienesgustendematar.Elingléslohadicho.Loharé,siesésemideber;peroelingléshadicho que me quedaría con él en el puente y que de eso serían los otrosquienes se encargaran. En el puente habrá una batalla, y si soy capaz deaguantar,habréhecho todo loquepuedehacerunviejoenestaguerra.Peroquevenga el inglés pronto, porque tengo frío y el ver la luzdel aserradero,dondeséquelosgallegosestánalcalor,medamásfrío.Querríaestarenmicasa y que esta guerra hubiera concluido. Pero ¡si no tengo casa! Hay queganarestaguerraantesquepuedavolveramicasa.

En el interior del aserradero, uno de los soldados estaba sentado en sucamadecampaña,limpiándoselasbotas.Elotroestabatumbadoydormía.Unterceroguisabayelcaboleíaelperiódico.Loscascosestabancolgadosdelaparedylosfusilesapoyadoscontraeltabiquedemadera.

—¿Quédiablodepaíseséste,quenievacuandoestamoscasienjunio?–preguntóelsoldadoqueestabasentadoenlacama.

—Esunfenómeno–dijoelcabo.

—Estamosen la lunademayo–dijoel soldadoquehacía lacocina–.Lalunademayonohaacabadotodavía.

—¿Quédiablosdepaíseséstedondenievaenmayo?–insistióelsoldadosentadoenlacama.

—Enmayonoesraralanieveporestasmontañas–insistióelcabo–.Aquí,

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enCastilla,mayoesunmesdemuchocalorquepuedesertambiéndemuchofrío.

—Odemuchalluvia–dijoelsoldadoqueestabaenlacama–.Estemesdemayohaestadolloviendocasitodoslosdías.

—Notanto–dijoelsoldadoquecocinaba–;ydetodasmaneras,mayoestáenlalunadeabril.

—Es como para volverse loco contigo y con tus lunas –dijo el cabo–.Déjanosenpazcontuslunas.

—Todoslosquevivencercadelmarodelcamposabenqueeslalunaynoelmesloqueimporta–dijoelsoldadococinero–.Ahora,porejemplo,acabadecomenzarlalunademayo.Sinembargo,prontoestaremosenjunio.

—¿Porquénoretrasamosdeunaveztodaslasestacionesdelaño?–dijoelcabo–.Todasesascomplicacionesmedandolordecabeza.

—Tú eres de la ciudad –dijo el soldado que guisaba–.Tú eres deLugo.¿Quésabestúdelmarodelcampo?

—Seaprendemásenunaciudad,quevosotros,analfabetos,enelmaroenelcampo.

—Conesta lunavienen losprimerosbancosde sardinas–dijoel soldadoqueguisaba–.EnestalunaseaparejanlosbousylosarenquessevanalNorte.

—¿PorquénoestástúenlaMarina,siendocomoeresdeNoya?–preguntóelcabo.

—PorquenoestoyempadronadoenNoya,sinoenNegreira,dondenací.YenNegreira,queestáaorillasdelríoTambre,tellevanalejército.

—Vayaunasuerte–dijoelcabo.

—NocreasquefaltanpeligrosenlaMarina–dijoelsoldadoqueestabaenlacama–.Aunquenohayacombates,lacosatieneeninviernosuspeligros.

—Nohaynadapeorqueelejército–dijoelsoldado.

—Y lo dices tú, que eres cabo –dijo el soldado que guisaba–.Vaya unamaneradehablar.

—No –dijo el cabo–. Hablo de los peligros. Me refiero a que hay queaguantarbombardeos,ataquesy,engeneral,alavidadelastrincheras.

—Aquí no tenemos que sufrir nada de eso –dijo el soldado que estabasentadoenlacama.

—Gracias a Dios –dijo el cabo–. Pero ¿quién sabe lo que va a caernosencima?Novamosaestarsiempretanagusto.

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—¿Cuántotiempotefigurastúquevamosaquedarnosenestechamizo?

—Nolosé–dijoelcabo–;peromegustaríaquedurasetodalaguerra.

—Seishorasdeguardiaesdemasiado–dijoelsoldadoqueguisaba.

—Seharánguardiasdetreshorasmientrasdurelatormenta–dijoelcabo–.Esloacostumbrado.

—¿Qué han venido a hacer todos esos coches del Estado Mayor? –preguntóel soldadoqueestabaen lacama–.Nomegustannada,peronada,todosesoscochesdelEstadoMayor.

—Amítampoco–dijoelcabo–;todasesascosassondemalagüero.

—¿Yquémedecísdelaaviación?–preguntóelsoldadoqueguisaba–.Laaviaciónescosamala.

—Peronosotrostenemosunaaviaciónformidable–dijoelcabo–.Losrojosno tienen una aviación como la nuestra. Esos aparatos de estamañana erancomoparaponeralegreacualquiera.

—Yo he visto los aviones de los rojos cuando eran algo serio –dijo elsoldadoqueestabasentadoenlacama–.Hevistosusbombarderosbimotoresyeraunhorrortenerquesoportarlos.

—Sí, pero no son tan buenos como nuestra aviación –dijo el cabo–.Nosotrostenemosunaaviacióninsuperable.

Asíeracomohablabanenelaserradero,mientrasAnselmoaguardababajolanievemirandolacarreteraylaluzquebrillabaenlaventana.

«Esperoquenotendréquetomarparteenlamatanza–pensabaAnselmo–.Cuandoseacabelaguerrahabráquehacerunagranpenitenciaportodaslasmatanzas. Si no tenemos ya religión después de la guerra, hará falta quehagamos una especie de penitencia cívica organizada para que todos sepurifiquen de la matanza, porque si no, jamás habrá verdadero fundamentohumanoparavivir.Esnecesariomatar,yalosé;pero,apesardetodo,escosamalaparaunhombre,ycreoquecuandotodoconcluyayhayamosganadolaguerra,serámenesterhacerunaespeciedepenitenciaparalapurificacióndetodos.»

Anselmoeraunhombremuybueno,ysiemprequeestabasolo,cosaquelesucedíaconmuchafrecuencia,esacuestióndelamatanzaleatormentaba.

«¿Qué pasará con el inglés? –se preguntaba–. Me dijo que a él no leimportaban esas cosas. Y sin embargo, tiene cara de persona buena y debuenossentimientos.Quizáseaqueparalosjóvenesesonotieneimportancia.Quizá sea que para los extranjeros o para los que no han tenido nuestrareligiónno tenga importancia.Perocreoque todos losquehayanmatadose

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haránmalosconeltiempo,y,pormuchoqueseanecesario,creoquemataresun gran pecado y que después de esto habrá que hacer algomuy duro paraexpiarlo.»

Sehabíahechodenochemientras tanto.Anselmomiraba la luzdel otroladodelacarreteraysegolpeabaelpechoconlosbrazosparaentrarencalor.«Ahora –pensaba– es tiempo de volver ya al campamento.» Pero algo lereteníajuntoalárbol,porencimadelacarretera.SeguíanevandoconfuerzayAnselmopensaba:«Sisepudieravolarelpuenteestanoche...Enunanochecomoéstaseríacosadenadatomarelpuesto,volarelpuenteyasíhabríamosacabado. En una noche como ésta podríamos hacer cualquier cosa que nospropusiéramos.»

Luego se quedó allí, de pie, arrimado al árbol, golpeando el suelosuavemente con los pies y ya no pensómás en el puente. La llegada de lanoche lehacíasentirsesiempremássolo,yaquellanochesesentía tansolo,quesehabíahechodentrodeélunvacíocomosifueradehambre.Enotrostiemposconseguíaaliviaresasensacióndesoledadrezandosusoraciones.Aveces, al volver de caza, rezaba la misma oración varias veces y se sentíamejor. Pero desde elMovimiento no había rezado una sola vez. Echaba demenoslaoración,aunqueseleantojabapocohonradoehipócritaelrezar.Noquería pedir ningún favor especial, ningún trato diferente del que estabanrecibiendotodosloshombres.

«No–pensaba–,yoestoysolo.Peroasíestántambiéntodoslossoldadosytodoslosquesehanquedadosinfamiliaosinsuspadres.Yonotengomujer,pero estoy satisfecho de que muriese antes delMovimiento. No lo hubieracomprendido.No tengo hijos ni los tendré jamás. Estoy solo de día cuandotrabajoy cuando llega la noche esuna soledadmuchomayor.PerohayunacosaquetengoyqueningúnhombreniningúnDiospodráquitarme,yesquehe trabajado bien por laRepública.He trabajadomucho por el bien de quedisfrutaremostodosyhehechotodoloquehepodidodesdequecomenzóelMovimiento,ynohehechonadaqueseavergonzoso.Loúnicoquelamentoesquehayaquematar.Peroseguramentehabráalgoquelocompense,porqueunpecado como ése, que han cometido tantos, requiere que encontremos unajustaremisión.Querríahablardeelloconelinglés;pero,comoestanjoven,quizánomecomprenda.Elhablódelasmatanzas.¿Obienfuiyoquienhablóprimero?Hadebidodemataramuchos;pero,sinembargo,no tienecaradeque le guste eso. En los que gustan de hacer eso hay siempre algo comocorrompido.Tienequeserungranpecado.Pormuynecesarioquesea,esunacosaalaquecreoquenosetienederecho.PeroenEspañasehaceesomuyamenudoy, aveces, sinverdaderanecesidad.Ysecometendegolpemuchasinjusticiasqueluegonopuedenserreparadas.Megustaríanocavilartantoenello.Megustaríaquehubieseunapenitenciaquepudiéramosempezarahacer

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ahoramismo,porqueeslaúnicacosaquehecometidoenmividaquemehacesentirmemal cuando estoy solo. Todo lo demás puede ser perdonado o hayuna posibilidad de que sea perdonado viviendo de una manera decente yhonrada.Perocreoqueesodemataresungranpecado,yquisieraestarenpazsobre este asunto.Más tarde podría haber ciertos días en que trabajásemospara el Estado o ciertas cosas que podríamos hacer para borrar todo eso.Oserátalvezalgoquecadaunotengaquepagar,comosehacíaentiemposenlaIglesia»,pensó,ysonrió.LaIglesiaestababienorganizadaparaelpecado.Laidea le gustó, y estaba aún sonriendo en la oscuridad cuando llegó RobertJordan.Llegósilenciosamenteyelviejono leviohastaqueno le tuvoa sulado.

—¡Hola,viejo!–lesusurróaloídoJordan,golpeándolecariñosamenteenlaespalda–.¿Cómovanlascosas,abuelo?

—Con mucho frío –dijo Anselmo. Fernando se había quedado un pocodistante,vueltodeespaldasalanieve,queseguíacayendo.

—Vamos –cuchicheó Jordan–; ven a calentarte al campamento. Es uncrimenhabertedejadoaquítantotiempo.

—Esaeslaluzdeellos–dijoAnselmo.

—¿Dóndeestáelcentinela?

—Noselevedesdeaquí.Estáalotroladodelrecodo.

—Quesevayanaldiablo–dijoRobertJordan–.Yamecontarás todoesoenelcampamento.Vamos.Vámonos.

—Déjemequeseloexplique.

—Yaloverémañanaporlamañana–dijoRobertJordan–;tomauntragodeesto.

Ymientrashablabaletendiólacantimploraalviejo.

Anselmodesenroscóeltapónybebióuntrago.

—¡Ay!–exclamó,restregándoselaboca–.Escomofuego.

—Vamos–dijoelinglésenlaoscuridad–.Vámonos.

Sehabíahechotanoscuro,quenosedistinguíamásqueloscoposdenieveempujadosporelvientoylalínearígidadelostroncosdelospinos.Fernandoseguíaunpocoapartado.

«Mira,pareceunodeesosindiosqueseparandelantedelascigarrerías–pensóRobertJordan–.Creoquedebieraofrecerletambiénaéluntrago.»

—¡Eh,Fernando!–dijoelinglés,acercándosele–.¿Untrago?

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—No–contestóFernando–;muchasgracias.

«Soy yo quien te da las gracias, hombre –pensó Robert Jordan–. Mecontenta que los indios de las cigarrerías no beban. No me queda mucho.Chico, me alegro de ver al viejo.» Miró a Anselmo y de nuevo le golpeócariñosamenteenlaespalda,mientrasempezabanasubirlacuesta.

—Mealegrodeverte, abuelo–ledijo aAnselmo–; cuandoestoydemalhumor,nadamásvertesemeva.Vamos,vamosparaallá.

Ascendíanporlaladeracubiertadenieve.

—DevueltaalpalaciodePablo–dijoRobertJordan.Enespañol,aquellosonababien.

—ElpalaciodelMiedo–dijoAnselmo.

—Lacuevadeloshuevosperdidos–replicóalegrementeRobertJordan.

—¿Quéhuevos?–preguntóFernando.

—Esunabroma–replicóRobert Jordan–.Solamenteunabroma.No sonhuevos,¿sabes?Sonlosotros.

—Pero¿porquéperdidos?–preguntóFernando.

—No lo sé –contestó Jordan–. Haría falta un libro para explicártelo.PregúntaseloaPilar.

Luego echó un brazo por encima de los hombros deAnselmo y fue asímientrasandaban,dándoledecuandoencuandoungolpecariñoso.

—Escucha–ledijo–;nosabescuántomealegrodeverte.¿Meoyes?Nosabesloquevaleenestepaíselencontrarseaalguienenellugarendondeselehadejado.

Tenía tanta confianza en él, que hasta podía permitirse el lujo de hablarmalcontraelpaís.

Mealegrodeverte–dijoAnselmotuteándoleporvezprimera–;peroyaibaamarcharme.

¿Quées esodeque ibas amarcharte, hombre?–dijo alegrementeRobertJordan–.Antestehubierashelado.

—¿Cómovanlascosasporarriba?–preguntóAnselmo.

—Muybien–contestóRobertJordan–.Todovamuybien.

Sesentíadichosoconesafelicidadsúbitayraraquepuedeadueñarsedeunhombrealfrentedeunejércitorevolucionario;laalegríadedescubrirqueunode los dos flancos es seguro, y pensó que si semantuvieran firmes los dos

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flancosseríademasiado;seríatanto,quecasinosepodríaresistir.Erabastanteconunflanco,yunflanco,silascosassemirabanafondo,eraunhombre.Sí,unhombresólo.Estonoeraelaxiomaquedeseaba,peroelhombreerabueno.Eraunhombrebueno.«Túseráselflancoizquierdoenlabatalla;másvalequenotelodigaahora.Seráunabatallapequeña,peromuybonita.Aunquevaaserunabatalladura.Bueno,yohedeseadosiemprecontarconunabatallaparamísolo.Siemprehetenidounaideaenmateriadebatallassobreloquehabíasidoerróneoentodaslasotrasbatallas,desdeladeAgincourt.Convienequeestabatalla salgabien.Seráunabatallapequeña,peromuybonita.Sipuedohacerloquehemaquinado,seráunabatallarealmentemuylinda.»

—Escucha–dijoaAnselmo–,mealegrohorroresdeverte.

—Yotambién–contestóelviejo.

Mientrassubíanporelmonteenlaoscuridad,conelvientoalasespaldasylatormentazumbandoentornoaellos,Anselmodejódesentirsesolo.Nosehabíasentidosolodesdeelmomentoenqueelingléslegolpeócariñosamenteenlasespaldas.Elinglésestabacontentoyhabíanbromeadojuntos.Elinglésdecíaquetodoibaamarcharbienyquenoestabapreocupado.Labebidalehabía calentado el estómago y sus pies se le iban calentando amedida quetrepaban.

—Nohahabidograncosaporlacarretera–dijoalinglés.

—Bien–contestóéste–;melocontarástodocuandolleguemos.

Anselmosesentíadichosoysealegrabadehabersequedadoensupuestodeobservación.

Sihubiesevueltoalcampamento,nohubierasidoincorrecto.Hubierasidounacosaatinadaycorrectaelhaberlohecho,dadaslascircunstancias,pensabaRobertJordan.Perosehabíaquedadoenellugarqueseledijo.Aquelloeralacosamás rara que podía verse enEspaña. Permanecer en su puesto duranteuna tormenta supone muchas cosas. No es ninguna tontería el que losalemanesempleenlapalabraSturm(tormenta),paradesignarunasalto.«Mevendríanbienunpardehombrescomoél,capacesdequedarseenellugarquese les ha designado. Me vendrían muy bien. Me pregunto si Fernando sehubiera quedado. Es posible. Después de todo fue él quien se ofreció aacompañarme, hace unmomento. ¿Crees que se hubiera quedado? La cosaestaríabien.Eslosuficientementetozudoparaello.Tengoquehacerlealgunaspreguntas. ¿Qué estará pensando este viejo indio de cigarrería en estosmomentos?»

—¿Enquépiensas,Fernando?–preguntóJordan.

—¿Porquémepreguntaseso?

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—Porcuriosidad–contestóJordan–.Soyunhombremuycurioso.

—Estabapensandoenlacena–dijoFernando.

—¿Tegustacomer?

—Sí.Mucho.

—¿QuétalguisaPilar?

—Locorriente–dijoFernando.

«Es un segundoCoolidge –pensó Jordan–. Pero, bueno, de todosmodostengolaimpresióndequeesunodelosquesequedarían.»

Ysiguierontrepando,colinaarriba,entrelanieve.

CAPÍTULODIECISÉIS

—ElSordohaestadoaquí–dijoPilaraRobertJordan.Acababandedejarlatormentaparaadentrarseenelcalorhumeantedelacuevaylamujerhabíahechoungestoalinglésparaqueseacercaseaella–.Haidoabuscarcaballos.

—Bien.¿Dejódichoalgoparamí?

—Sóloqueibaabuscarcaballos.

—¿Ynosotros?

—Nosé–dijoella–.Ahíletienes.

RobertJordanhabíavistoaPabloalentraryPablo lehabíasonreído.Lemiró de nuevo, desde su asiento junto a la mesa de tablones y le sonrió,agitandolamano.

—Inglés–dijoPablo–,siguecayendo,inglés.

RobertJordanasintióconlacabeza.

—Déjamequitarteloscalcetinesparaponértelosasecar–dijoMaría–.Voyacolgarlossobreelfuego.

—Cuidado con no quemarlos –dijoRobert Jordan–; no quiero andar porahí con los pies desnudos. ¿Qué es lo que pasa? –preguntó a Pilar–. ¿Hayreunión?¿Nohabéispuestocentinelasfuera?

—¿Conestatormenta?¡Quéva!

Había seis hombres sentados a lamesa, con la espalda pegada almuro.Anselmo y Fernando seguían sacudiéndose la nieve de sus chaquetones,

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golpeando los pantalones y frotando los zapatos contra elmuro cerca de laentrada.

—Dametuchaqueta–dijoMaría–;nodejesquelanievesederritaencima.

Robert Jordan sequitó la chaqueta, sacudió la nievede supantalóny sedescalzó.

—Vasamojarlotodo–dijoPilar.–Erestúlaquemehasllamado.

—Noesunarazónparanoirtealapuertaysacudirteallí.

—Perdona –dijo Robert Jordan, en pie, con los pies descalzos sobre elpolvodelsuelo–.Búscameunpardecalcetines,María.

—Eldueñoyseñor–comentóPilar,ysepusoaatizarelfuego.

—Hayqueaprovecharel tiempo–dijoRobertJordan–hayque tomar lascosascomovienen.

—Estácerrado–dijoMaría.

—Tomalallave–yselatiró.

—Noabreestamochila.

—Esladelaotra.Loscalcetinesestánenlapartedearriba,aunlado.

Lamuchacha encontró los calcetines y se los entregó juntamente con lallave,despuésdecerrarelsaco.

—Siéntateypónmelos,peroantessécate lospies–dijo.RobertJordan lesonrió.

—¿Nopodrías secármelos túcon tuscabellos?–preguntóenvozalta,demodoquePilarpudieseoírle.

—–¡Quécerdo!–exclamóPilar–.HaceunmomentoeraeldueñodeestacasayahoraquieresernadamenosquenuestroantiguoSeñorJesucristo.Daleunleñazo.

—No –dijo Robert Jordan–; es una broma, y bromeo porque estoycontento.

—¿Estáscontento?

—Sí–dijo–,estoycontentoporquetodovamuybien.

—Roberto–dijoMaría–,vea sentarte,y sécate lospies,quevoyadartealgodebeberparacalentarte.

—Sediríaqueeslaprimeravezensuvidaqueesehombrehatenidolospiesmojados–dijoPilar–yquejamáshavistouncopodenieve.

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Maríalellevóunapieldecordero,quedepositóenelsuelopolvorientodelacueva.

—Ahí–ledijo–;ponlospiesahíhastaqueesténsecosloscalcetines.

Lapieldecorderoeranuevaynoestabacurtida,yalponersuspiessobreellaRobertJordanlaoyócrujircomoelpergamino.

ElfogónhumeabayPilarllamóaMaría.–Soplaesefuego,holgazana.Esoes una humareda. –Sóplalo tú misma –replicó María–. Yo voy a buscar labotellaquetrajoelSordo.

—Estádetrásde losbultos–dijoPilar–;yoye, ¿hace faltaque lo cuidescomosifueraunniñodepecho?

—No–contestóMaría–; pero sí como a unhombreque tiene frío y estácalado.Unhombrequevuelveasucasa.Toma,aquíestá.–Entrególabotellaa Robert Jordan–. Es la botella delmediodía. Con ella se podría hacer unalámparapreciosa.Cuandotengamosotravezelectricidad,¡québonitalámparapodrá hacerse con esta botella! –Miró con deleite la vasija–, ¿Cómo tomasesto,Roberto?

—Creíqueeraelinglés–dijoRobertJordan.

—Te llamaré Roberto delante de los otros –dijo ella, en voz baja,sonrojándose–.¿Cómolotomas,Roberto?

—Roberto–dijoPablo,convozestropajosa,moviendoaunoyotroladolacabeza–.¿Cómolotomas,donRoberto?

—¿Quieresunpoco?–lepreguntóRobertJordan.

Pablorehusóconlacabeza.

—No,yomeemborrachoconvino–dijocondignidad.

—VeteapaseoconBaco–contestóRobertJordan.

—¿QuiénesBaco?–preguntóPablo.

—Uncamaradatuyo.

—Noheoídonuncahablar de él –dijoPablopesadamente–.Noheoídohablarnuncaenestasmontañas.

—DaleuntragoaAnselmo–dijoRobertJordanaMaría–.Elsíquedebedetenerfrío.–Sepusoloscalcetinessecos:elwhiskyconaguadeljarroolíabienylecalentósuavementeelcuerpo.«Peroestonoseenroscaadentrocomoelajenjo–pensó–.Nohaynadacomoelajenjo.»

«¿Quiénhubieraimaginadoqueteníanwhiskyporaquí?»,pensó.AunqueLa Granja era el lugar de España con más posibilidades de encontrarlo.

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ImaginaaeseSordoquevaacomprarunabotellaparaeldinamiteroquevienedevisita,quepiensaluegoentraérselayendejársela.Noerasólocortesíalodeaquellasgentes.Lacortesíahubieraconsistidoensacarceremoniosamentelabotellayofrecerleunvaso.Esoes loque los franceseshubieranhecho,yhubieran guardado el resto para otra ocasión.No, esa atención profunda, laidea de que al huésped le gustaría, la delicadeza de llevársela para causarleplacer, cuando estaba unometido hasta el cuello en una empresa en que seteníantodaslasrazonesparanopensarmásqueenunomismoyennadamás,eso era típicamente español. Era un rasgo muy español. Haber pensado enllevarle el whisky era una de las cosas que hacían que uno quisiera a talesgentes. «Vamos, no te pongas romántico –pensó–. Hay tantas clases deespañoles como de norteamericanos.» No obstante, era un rasgo el haberletraídoelwhisky.Unrasgomuyhermoso.

—¿Tegusta?–preguntóAnselmo.

El viejo estaba sentado cerca del fuego, con la sonrisa en los labios,sosteniendoconsusgrandesmanoslataza.Moviólacabeza.

—¿Notehagustado?–lepreguntóRobertJordan.

—Lapequeñahaechadoaguadentro–dijoAnselmo.

—AsíescomolotomaRoberto–dijoMaría–.¿Esqueerestúdistinto?

—–No–dijoAnselmo–.Nosoyespecial.Peromegustacuandoquemalagargantasegúnvabajando.

—Dameeso–dijoRobertJordanalachica–,yéchaledeloquequema.

Vació la tazadeAnselmoen lasuyayse ladioa lamuchacha,que,conmuchocuidado,echóellíquidodelabotella.

—¡Ah!–dijoAnselmo,cogiendo la taza,echando lacabezahaciaatrásydejando que el líquido le cayera por el gaznate. Luego miró a María, queestaba de pie, con la botella en la mano, parpadeó, haciéndole un guiñomientraslosojosseleestabanllenandodelágrimas–.Esoes–dijo–;esoes.–Serelamió–.Estomataráalgusano.

—Roberto–dijoMaría,yseacercóaél,teniendosiemprelabotellaenlamano–,¿quierescomerahora?.

—¿Estálistalacomida?

—Loestarácuandotúquieras.

—¿Hancomidolosdemás?

—Todos,menostú,AnselmoyFernando.

—Bueno,entonces,comamos–dijo–.¿Ytú?

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—Comeréluego,conPilar.

—Comeahoraconnosotros.

No,noestaríabien.

Vamos,comeconnosotros.Enmitierraningúnhombrecomeantesquesumujer.

Esoseráentutierra.Aquíseestilacomerdespués.

Comeconél–dijoPablo, levantando losojosde lamesa–;comeconél;bebeconél.Acuéstateconél.Muereconél.Hazlotodocomoensutierra.

¿Estásborracho?–preguntóRobertJordan,deteniéndosedelantedePablo.Elhombrederostrosucioehirsutolemiróalegremente.

Sí –contestó Pablo–. ¿Dónde está tu país, inglés? Ese país en que loshombrescomenconlasmujeres.

—EnlosEstadosUnidos,enelEstadodeMontana.

—¿Esallídondeloshombresllevanfaldascomolasmujeres?

—No,esoesenEscocia.

—Puesoye–dijoPablo–:cuandolleváisesasfaldas,inglés...

—Yonollevofaldas–dijoRobertJordan.

—Cuando lleváis esas faldas –prosiguió Pablo–, ¿qué es lo que lleváisdebajo?

—Nosé loque llevan losescoceses–dijoRobertJordan–.Muchasvecesmelohepreguntado.

—No, no digo los escoceses –dijo Pablo–; ¿quién ha hablado de losescoceses?¿Aquiénimportangentesconunnombrecomoése?Amí,no.Amínosemedaunrábano.Atitedigo,inglés.¿Quéesloquellevasdebajodelasfaldasentupaís?

—Ya te he dicho y te he repetido que no llevamos faldas –dijo RobertJordan–.Ynoteaguantoquelodigasnienbromaniborracho.

—Bueno,puesdebajodelasfaldas–insistióPablo–.Porqueesbiensabidoque lleváis faldas. Incluso los soldados.Loshevistoen fotografíasy loshevistoenelcircoPrice.¿Quéesloquelleváisdebajodelasfaldas,inglés?

—Losc...–dijoRobertJordan.

Anselmorompióa reír,asícomotodos losqueestabanallí.Todos,salvoFernando.Aquellapalabramalsonante,aquellapalabrotapronunciadadelantedelasmujeres,lepareciódemalgusto.

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—Bueno, eso es lo normal –dijo Pablo–. Perome parece que cuando setienenc...nosellevanfaldas.

—Nodejesquevuelvaacomenzar,inglés–rogóelhombredelacarachatay lanarizaplastada, llamadoPrimitivo–,Estáborracho.Dime:¿quéclasedeganadosecríaentupaís?

—Vacas y ovejas –contestó Robert Jordan–. Y en cuanto a la tierra, secultivamuchotrigoyjudías.Ytambiénremolachadeazúcar.

Los tres hombres se habían sentado alrededor de la mesa, cerca de losotros.SóloPablosemanteníaalejado,antesutazóndevino.

El cocido era elmismode la noche anterior yRobert Jordan comió conmuchoapetito.

—¿Haymontañas en tupaís?Con semejantenombredebedehaberlas –dijocortésmentePrimitivo,parasostenerlaconversación.EstabaavergonzadodelaborracheradePablo.

—Haymuchasmontañasymuyaltas.

—¿Haybuenospastos?

—Estupendos. En verano se utilizan los prados altos fiscalizados por elGobierno.Enelotoñosellevaalganadoalosranchosqueestánmásabajo.

—¿Eslatierrapropiedaddeloscampesinos?

—Las más de las tierras son propiedad de quienes las cultivan. Alprincipio, las tierras eran propiedad del Estado y no había más queestablecerseenellasdeclarandolaintencióndecultivarlasparaquecualquierhombrepudieseobtenereltítulodepropiedaddecientocincuentahectáreas.

—Dimecómosehaceeso–preguntóAgustín–.Esaesunareformaagrariaquesignificaalgo.

RobertJordanexplicóelsistema.Noselehabíaocurridonuncaquefueseunareformaagraria.

—Esoesmagnífico–dijoPrimitivo–.Entoncesesquetenéiselcomunismoentupaís.

—No,esolohacelaRepública.

—Para mí –dijo Agustín–, todo puede hacerlo la República. No veo lanecesidaddeotraformadegobierno.

—¿Notenéisgrandespropietarios?–preguntóAndrés.

—Muchos.

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—Entoncestienequehaberabusos.

—Desdeluegohayabusos.

—¿Pensáisensuprimirlos?

—Tratamosdehacerlocadavezmás;perohaytodavíamuchosabusos.

—Pero¿nohaylatifundiosqueconvendríaparcelar?–Sí,perohaymuchosquepiensanquelosimpuestoslosparcelarán.

—¿Cómoeseso?

RobertJordan, rebañando lasalsadesucuencodebarroconun trozodepan,explicócómofuncionabaelimpuestosobrelarentaysobrelaherencia.

—Pero las grandes propiedades siguen existiendo –dijo–, y hay tambiénimpuestossobreelsuelo.

—Pero, seguramente, los grandes propietarios y los ricos harán unarevolucióncontraesosimpuestos.Esosimpuestosmeparecenrevolucionarios.LosricosselevantaráncontraelGobiernocuandoseveanamenazados,igualquehanhechoaquílosfascistas–dijoPrimitivo.–Esposible.

—Entoncestendréisquepelearenvuestropaíscomoloestamoshaciendoaquí.

—Sí,tendríamosquehacerlo.

—¿Haymuchosfascistasenvuestropaís?

—Haymuchos que no saben que lo son, aunque lo descubrirán cuandollegueelmomento.

—¿Nopodríaisacabarconellosantesquesesubleven?

—No–dijoRobertJordan–;nopodemosacabarconellos.Peropodemoseducar al pueblo de forma que tema al fascismo y que lo reconozca y locombataencuantoaparezca.

—¿Sabesdóndenohayfascistas?–preguntóAndrés.

—¿Dónde?

—EnelpueblodePablo–contestóAndrés,ysonrió.

—¿Sabes lo que se hizo en ese pueblo? –preguntó Primitivo a RobertJordan.

—Sí,melohancontado.

—¿TelocontóPilar?

—Sí.

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—Ellanohapodidocontártelo todo–tercióPablo,convozestropajosa–;porque no vio el final. Se cayó de la silla cuando estaba mirando por laventana.

—Cuéntalotúahoramismo–dijoPilar–.Túconoceslahistoria;cuéntalo.

—No–dijoPablo–.Yonolohecontadojamás.

—No–dijoPilar–,ynolocontarásnunca.Yahoraquerríasademásquenohubieseocurrido.

—No –dijo Pablo–; eso no es verdad. Si todos hubiesen matado a losfascistascomoyo,nohubierahabidoestaguerra.Peroahoraquerríaque lascosasnohubiesensucedidocomosucedieron.

—¿Porquédiceseso?–lepreguntóPrimitivo–.¿Esquehascambiadodepolítica?

—No, pero fue algo brutal –dijo Pablo–. En aquella época yo era unbárbaro.

—Yahoraeresunborracho–dijoPilar.

—Sí–contestóPablo–;contupermiso.

—Me gustabasmás cuando eras un bruto –dijo la mujer–; de todos loshombres,elborrachoeselpeor.Elladrón,cuandonoroba,escomocualquierhombre. El estafador no estafa a los suyos. El asesino tiene en su casa lasmanoslimpias.Peroelborrachohiedeyvomitaensupropiacamaydisuelvesusórganosenelalcohol.

—Túeresmujerynopuedescomprenderlo–dijoPabloconresignación–.Yomeheemborrachadoconvinoyseríafelizsinofueraporesagentea laquematé.Esagentemellenadepesar.

Moviólacabezaconairelúgubre.

—DadleunpocodeesoquehatraídoelSordo–dijoPilar–.Dadlealgunacosaqueleanime.Seestáponiendotriste;seestáponiendoinsoportable.

—Sipudieradevolverleslavida,seladevolvería–dijoPablo.

—Vetealamierda–dijoAgustín–.¿Quéclasedelugareséste?

—Lesdevolveríalavida–dijotristementePablo–atodos.

—¡Tumadre! –le gritóAgustín–.Deja de hablar como hablas, o lárgateahoramismo.Losquematasteeranfascistas.

—Pues ya me habéis oído –dijo Pablo–; quisiera devolverles a todos lavida.

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—Ydespuéscaminaríasobrelasaguas–dijoPilar–.Enmividahevistounhombre semejante. Hasta ayer aún te quedaba algo de hombría. Pero hoytienes menos valor que una gata enferma. Ahora, eso sí, te sientes máscontentocuantomásmojadotesientes.

—Debiéramoshaberlosmatadoatodosoanadie–siguiódiciendoPablo,moviendolacabeza–.Atodosoanadie.

—Escucha,inglés–dijoAgustín–:¿cómoseteocurrióveniraEspaña?NohagascasoaPablo.Estáborracho.

—Vineporvezprimerahacedoceaños,paraconocerestepaísyaprenderelidioma–dijoRobertJordan–.EnseñoespañolenlaUniversidad.

—Notienescaradeprofesor–dijoPrimitivo.

—Notienebarba–dijoPablo–.Miradle,notienebarba.

—¿Eresdeverdadprofesor?

—Ayudante.

—Pero¿dasclase?

—Sí.

—¿Yporquéenseñasespañol?–preguntóAndrés–.¿Noteresultaríamásfácilenseñaringlés,yaqueeresinglés?

—Hablaelespañolcasitanbiencomonosotros–dijoAnselmo–.¿Porquénoibaapoderenseñarespañol?

—Sí, pero es un poco raro para un extranjero enseñar español –dijoFernando–.Ynoesquequieradecirnadacontrausted,donRoberto.

—Esunfalsoprofesor–dijoPablo,muycontentodesímismo–.Ynotienebarba.

—Seguramentehablarámejorelinglés–dijoFernando–.¿Noleseríamásfácilymásclaroenseñaringlés?

—Noenseñaespañolalosespañoles–empezóadecirPilar.

—Esperoqueno–dijoFernando.

—Déjame acabar, especie de mula –dijo Pilar–: enseña español a losamericanos,alosamericanosdelNorte.

—¿No saben español? –preguntó Fernando–. Los americanos del Sur lohablan.

—Pedazodemulo–dijoPilar–,enseñaespañolalosamericanosdelNorte,quehablaninglés.

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—Pero, a pesar de todo, sigo pensando que le sería más fácil enseñaringlés,queesloquehabla–insistióFernando.

—¿No estás oyendo decir que habla español? –dijo Pilar, haciendo aRobertJordanungestodedesconsuelo.

—Sí,perolohablaconacento.

—¿Dedónde?–preguntóRobertJordan.

—DeExtremadura–aseguróFernandosentenciosamente.

—¡Mimadre!–dijoPilar–.¡Quégente!

—Esposible–dijoRobertJordan–.Heestadoallíantesdeveniraquí.

—Perosiéllosabía.Escuchatú,especiedemonja–dijoPilar,dirigiéndoseaFernando–,¿hascomidobastante?

—Comeríamás si lo hubiera –contestó Fernando–; y no crea que tengonadaencontrasuya,donRoberto.

—Mierda–dijosencillamenteAgustín–.Yremierda.¿EsquehemoshecholarevoluciónparallamardonRobertoauncamarada?

—Paramí la revolución consiste en llamar don a todo elmundo –opinóFernando–.YasíescomodebierahacerseenlaRepública.

—Leche–dijoAgustín–;j...leche.

—YpiensoademásqueseríamásfácilymásclaroparadonRobertoqueenseñarainglés.

—DonRobertonotienebarba–dijoPablo–;esunfalsoprofesor.

—¿Qué quieres decir con eso de que no tengo barba? –preguntóRobertJordan.Sepasólamanoporlabarbaylasmejillas,pordondelabarbadetresdíasformabaunaaureolarubia.

—Eso no es una barba –dijo Pablo, moviendo la cabeza. Estaba casijovial–.Esunfalsoprofesor.

—Me c... en la leche de todo elmundo –dijoAgustín–. Esto parece unmanicomio.

—Deberíasbeber–leaconsejóPablo–;amí,todomeparececlaro,menoslabarbadedonRoberto.

MaríapasólamanoporlamejilladeJordan.

—Perositienebarba–dijo,dirigiéndoseaPablo.

—Túeresquientienequesaberlo–dijoPablo,yRobertJordanlemiró.

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«Nocreoqueestétanborracho–sedijo–.No,noestátanborracho,yharíabienenestaralerta.»

—Dime–preguntóaPablo–,¿creesqueestanievevaadurarmucho?

—¿Quéesloquecreestú?

—Esoesloqueyotepregunto.

—Pregúntaseloaotro–dijoPablo–.Yonosoytuserviciodeinformación.Tútienesunpapeldetuserviciodeinformación.Pregúntaseloalamujer.Ellaeslaquemanda.

—Esatiaquienlohepreguntado.

—Vetealamierda–ledijoPablo–.Tú,lamujerylachica.

—Estáborracho–dijoPrimitivo–.Nolehagascaso,inglés.

—Nocreoqueestétanborracho–dijoRobertJordan.

MaríaestabaenpiedetrásdeélyRobertJordanvioquePablolamirabapor encima de su hombro. Sus ojillos de verraco miraban fijamente,emergiendodeaquellacabezaredondaycubiertadepelosportodaspartes,yRobert Jordan pensaba: «He conocido enmi vidamuchos asesinos y todoserandistintos.Noteníanunsolorasgocomún,nitipocriminal.PeroPabloesunbellaco.»

—Nocreoqueseascapazdebeber–dijoaPablo–,niqueestésborracho.

—Estoy borracho –aseguró Pablo con dignidad–. Beber no es nada; loimportanteesestarborracho.Estoymuyborracho.

—Lodudo–dijoRobertJordan–;loquesícreoesqueeresuncobarde.

Sehizounsilenciosúbitoenlacueva,detalmodoquepodíaoírseelsiseode la leña quemándose en el fogón donde Pilar guisaba. Robert Jordan oyócrujirlapieldecorderoenqueapoyabasuspies.Creyóoírlanievequecaíafuera.Nolaoíaenrealidad,perooíacaerelsilencio.

«Quisiera matarle y acabar –pensó Robert Jordan–. No sé lo que va ahacer,peroseguramentenadabueno.Pasadomañanaserálodelpuenteyestehombre es malo y representa un peligro para toda la empresa. Vamos,acabemosconél.»

Pablo le sonrió, levantó un dedo y se lo pasó por la garganta.Movió lacabezadeunladoparaotro,contodalaholguraqueleconsentíasugruesoycortocuello.

—No,inglés–dijo–;nomeprovoques.–MiróaPilaryañadió–:Noesasícomoteveráslibredemí.

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—Sinvergüenza–ledijoRobertJordan,decididoaactuar–.¡Cobarde!

—Esposible –contestóPablo–; peronodejaré quemeprovoquen.Tomauntrago,inglés,yveadeciralamujerquehasfracasado.

—Cállatelaboca–dijoRobertJordan–;siteprovocoesporcuentamía.

—Pierdeseltiempo–lecontestóPablo–.Yonoprovocoanadie.

—Eresunbicho raro–advirtió Jordan,quenoqueríaperder lapartidanimarrar el golpe por segunda vez; sabía mientras hablaba que todo habíasucedidoantes;teníalaimpresióndequerepresentabaunpapelquesehabíaaprendidodememoria y que se tratabade algoquehabía leídoo soñado, ysentíagirartodaslascosasenuncírculoprestablecido.

—Muyraro,sí–dijoPablo–;muyraroymuyborracho.Atusalud,inglés.–Metióunatazaenelcuencodevinoylalevantóenalto.–Saludye...

Untiporaro,enverdad,yastutoymuycomplicado,pensóRobertJordan,queyanopodíaoírelsiseodelfuego:detalformalegolpeabaconfuerzaelcorazón.

—Atusalud–dijoRobertJordan,ymetiótambiénunatazaenelcuencodevino.

La tradición no significaría nada sin todas aquellas ceremonias, pensó.Adelante,pues,conelbrindis:

—Salud –dijo–. Salud y más salud. –«Y vete al diablo con la salud –pensó–,quetehagabuenprovecholasalud.»

—DonRoberto...–dijoPablo,convoztorpe.

—DonPablo...–replicóRobertJordan.

—Túnoeresprofesor,porquenotienesbarba–insistióPablo–.Yademás,paradeshacertedemíserámenesterquememates,yparaesonotienesc...

MirabaaRobertJordanconlabocacerrada,tanapretada,quesuslabiosnoeranmásqueunaestrechalínea;comolabocadeunpez,pensóRobertJordan.Conesacabeza,sediríaunodeesospecesque traganaireysehinchanunavezfueradelagua.

—Salud, Pablo –dijo Robert Jordan. Levantó la taza y bebió–. Estoyaprendiendomuchodeti.

—Enseño al profesor –dijo Pablo, moviendo la cabeza–. Vamos, donRoberto,seamosamigos.–Yasomosamigos.

—Peroahoravamosaserbuenosamigos.

—Yasomosbuenosamigos.'

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—Ahoramismomevoy–dijoAgustín–.Esverdadque sedicequehacefaltacomerunatoneladadeesoenlavida;peroenestosmomentoscreoquetengometidaunaarrobaencadaoreja.

—¿Quéesloquetepasa,negro?–lepreguntóPablo–.¿NoquieresverquedonRobertoyyosomosamigos?

—Cuidado con llamarme negro –dijo Agustín, acercándose a Pablo ydeteniéndosedelantedeél,conunademánamenazador.

—Asíescomotellamantodos–dijoPablo.

—Peronotú.

—Bueno,entoncestellamaréblanco.

—Tampocoeso.

—¿Entonces,quéesloqueerestú,rojo?

—Sí, rojo. Con la estrella roja del Ejército en el pecho y a favor de laRepública.YmellamoAgustín.

—¡Quépatriota!–dijoPablo–.Fíjatebien,inglés;esunpatriotamodelo.

Agustínlegolpeóduramenteenlabocaconeldorsodelamanoizquierda.Pablosiguiósentado.Lascomisurasdesuslabiosestabanmanchadasdevinoysuexpresiónnocambió;peroRobertJordanvioquesusojosseachicabancomolaspupilasdeungato,bajolosefectosdeunaintensaluz.

—Eso no cuenta –dijo Pablo–. No cuentes con eso, mujer. –Volvió lacabezamirandoaPilar–.Nomedejaréprovocar.

Agustínlegolpeódenuevo.Estavezledioconelpuñoenlaboca.RobertJordan sostenía la pistola por debajo de la mesa con el seguro levantado.EmpujóaMaríahaciaatrásconsumano izquierda.Lamuchacha retrocediócondesganayéllaempujóconfuerza,dándoleconlamanoungolpefuerteenlaespalda,paraqueseretiraseenteramente.LamuchachaobedecióporfinyJordanvioconelrabillodelojoquesedeslizabaalolargodelaparedhaciaelfogón.EntoncesRobertJordanvolviólavistahaciaPablo.

Estepermanecía sentado, con sucráneo redondo,mirandoaAgustínconsus pequeños ojos entornados. Las pupilas se habían hecho todavía máspequeñas.Sepasólalenguaporloslabios,levantóunbrazo,selimpiólabocacon el revés de lamano, y al bajar la vista, se la vio llena de sangre. Pasósuavementelalenguaporloslabiosyescupió.

—Estonocuenta–dijo–;nosoyunidiota.Yonoheprovocadoanadie.

—Cabrón–gritóAgustín.

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—Tútienesquesaberlo–dijoPablo–.Conocesalamujer.

Agustín legolpeódenuevoconfuerzaenlabocayPabloseechóareír,dejando al descubierto unos dientes amarillos, rotos, gastados, entre la líneaensangrentadadeloslabios.

—Acaba ya –dijo. Y cogió su taza para tomar nuevamente vino delcuenco–.Aquíno tienenadiec...paramatarme.Y todoesodepegaresunatontería.

—¡Cobarde!–gritóAgustín.

—Esonosonmásquepalabras–dijoPablo.Hizobuchesconelvinoparaenjuagarselabocayluegoescupióalsuelo–.Laspalabrasnomehacenmella.

Agustínpermanecióparado juntoaél, injuriándole;hablabacon lentitud,claridadydesdén,y le injuriabadeuna forma tan regular comosi estuvieraarrojandoestiércolenuncampo,descargándolodeuncarro.

—Tampoco eso vale. Tampoco eso vale. Acaba ya, Agustín, y no mepeguesmás.Vasahacertedañoenlasmanos.

Agustínseapartódeélysefuehacialapuerta.

—Nosalgas–dijoPablo–;estánevandoafuera.Quédateaquíalcalor.

—Tú,tú...–Agustínsevolvióparahablarle,poniendotodosudesprecioenelmonosílabo–.Tú,tú...

—Sí,yo,yestarétodavíavivocuandotúestésenterrado.

Llenódenuevolatazadevino,laelevóhaciaRobertJordanydijo:

—Por el profesor. –Luego, dirigiéndose a Pilar:– Por la señoracomandanta.–Ymirandoatodosalrededor:–Porlosilusos.

Agustínseleacercóy,conungolperudo,learrancólatazadelasmanos.

—Ganasdeperdereltiempo–dijoPablo–.Esunatontería.

Agustínleinsultódeunmodotodavíamásgrosero.

—No–replicóPablo,metiendootratazaenelbarreño–.Estoyborracho;yaloves.Cuandonoestoyborracho,nohablo.Túnomehasvistonuncahablartanto. Pero un hombre inteligente se ve obligado a emborracharse algunasvecesparapoderpasareltiempoconlosimbéciles.

—Mec...enlalechedetucobardía–dijoPilar–.Estoyhartadetiydetucobardía.

—¡Cómohablaestamujer!–dijoPablo–.Voyaveraloscaballos.

—Veaencularlos–dijoAgustín–.¿Noesesoloquehacesconellos?

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—No–dijoPablo,negandoconlacabeza.Sepusoadescolgarsuenormecapotedelapared,sinperderdevistaaAgustín–.Tú,túytumalalengua–dijo.

—¿Qué es lo que vas a hacer entonces con los caballos? –preguntóAgustín.

—Observarlos–contestóPablo.

—Encularlos–dijoAgustín–.Maricóndecaballos.

—Quieromuchoamiscaballos–dijoPablo–.Inclusopordetrássonmáshermososytienenmástalentoqueotraspersonas.Divertíos–dijo,sonriendo–.Háblalesdelpuente,inglés.Dilesloquetienequehacercadaunoenelataque.Dilescómotienenquehacerlaretirada.¿Adóndelesllevarás,inglés,despuésdelodelpuente?¿Adóndellevarásatuspatriotas?Mehepasadotodoeldíapensandoenellomientrasbebía.

—¿Yquéhaspensado?–preguntóAgustín.

—¿Quées loquehepensado?–preguntóPablo,pasándose la lenguaconcuidadoporelinteriordelaboca–.¿Quéteimportaatiloquehepensado?

—Dilo–insistióAgustín.

—Muchascosas–dijoPablo,metiendosuenormecabezaporelagujerodelamantasuciaquelehacíadecapote–.Hepensadomuchascosas.

—Dilo–contestóAgustín–;diloquehaspensado.

—He pensado que sois un grupo de ilusos –dijo Pablo–. Un grupo deilusos conducidos por una mujer que tiene los sesos entre las nalgas y unextranjeroquevieneaacabarcontodos.

—–Lárgate–dijoPilar–.Veteaevacuaralanieve.Veteaarrastrartumalalecheporotraparte,maricóndecaballos.

—Esoeshablar–dijoAgustínconadmiraciónydistraídamentealavez.Sehabíaquedadopreocupado.

—Yamevoy–dijoPablo–;perovolverépronto.–Levantólamantadelaentradadelacuevaysalió.Luego,desdelapuertagritó:–Aúnsiguenevando,inglés.

CAPÍTULODIECISIETE

No se oía en la cueva más ruido que el silbido que hacía la chimenea

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cuandocaíalanieveporelagujerodeltechosobreloscarbonesdelfogón.

—Pilar–preguntóFernando–,¿haquedadococido?

—Cállate –dijo la mujer. PeroMaría cogió la escudilla de Fernando, laacercó a lamarmita grande, que estaba apartada del fuego, y la llenó. PusootravezlaescudillasobrelamesaydioungolpecitosuaveenelhombrodeFernando, que se había echado hacia delante para comer. Estuvo unosmomentos junto a él; pero Fernando no levantó los ojos del plato. Estabaentregadoenteramenteasucocido.

Agustínseguíadepiejuntoalfuego.Losotrosestabansentados.Pilar,alamesa,juntoaRobertJordan.

—Ahora,inglés–dijo–,yasabescómoestánlascosas.

—¿Quéesloquecreestúquehará?–preguntóRobertJordan.

—Cualquier cosa –repuso la mujer, mirando fijamente a la mesa–.Cualquiercosa.Escapaz.Escapazdehacercualquiercosa.

—¿Dóndeestáelfusilautomático?–preguntóRobertJordan.

—Allí,enaquelrincón,envueltoenunamanta–contestóPrimitivo–.¿Loquieres?

—Luego–dijoRobertJordan–;queríasaberdóndeestaba.

—Está ahí –dijoPrimitivo–; lo hemetidodentro y lo he envuelto enmimanta,paraquesemantengaseco.Losplatosestánenesamochila.

—Noseatreveráaeso–dijoPilar–;noharánadaconlamáquina.

—–Decíasqueharíacualquiercosa.

—Sí –contestó ella–; pero no conoce lamáquina. Sería capaz de arrojarunabomba.Esoesmásdesuestilo.

—Esunaestupidezyunaflojeraelnohaberlematado–dijoelgitano,quenohabíaparticipadoenlaconversacióndelanochehastaentonces–.AnochedebiómatarleRoberto.

—Matadle –dijo Pilar. Su enorme rostro se había vuelto sombrío yrespirabaconfatiga–.Estoyresuelta.

—Yoestabacontraelloantes–dijoAgustín,paradodelantedelfuego,conlos brazos colgando sobre los costados; tenía lasmejillas cubiertas por unaespesa barba y los pómulos señalados por el resplandor del fuego–. Ahoraestoyafavor.Ahoraespeligrosoyquerríavernosmuertosatodos.

—Quehablentodos–dijoPilar,convozcansada–.¿Quéesloquedicestú,Andrés?

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—Matadlo –dijo el hermano del mechón oscuro y abundante sobre lafrente,altiempoqueasentíaconlacabeza.

—¿YEladio?

—Lomismo–repusoelotrohermano–.Paramíesungranpeligro.Ynosirveparanada.

—¿Primitivo?

—Lomismo.

—¿Fernando?

—¿Nopodríamosguardarlecomoprisionero?–preguntóFernando.

—¿Yquién leguardaría?–preguntóPrimitivo–.Hacenfaltadoshombresparaguardarunprisionero.¿Yquéharíamosconélalfinal?

—Podríamosvendérseloalosfascistas–contestóelgitano.

—Nadadeeso–dijoAgustín–.Nadadehacerporquerías.

—Era solamente una idea –alegó Rafael, el gitano–.Me parece que losfacciosossealegraríandetenerle.

—Basta–dijoAgustín–;esoesunacochinada.

—NomássuciaqueloquehacePablo–dijoelgitano,parajustificarse.

—Una porquería no justificaría otra –sentenció Agustín–. Bueno, yaestamostodos.Salvoelviejoyelinglés.

—Ellosnadatienenqueverenesto–dijoPilar–.Pablonohasidosujefe.

—Unmomento–dijoFernando–;yonoheacabadodehablar.

—Pues habla –dijo Pilar–. Habla hasta que vuelva él. Y sigue hablandohastaquenosarrojeunagranadademanoporencimadelamantaynoshagavolar,condinamitaytodo.–Meparecequeexageras,Pilar–dijoFernando–;nocreoquetengatalesintenciones.

—Yo no lo creo tampoco –dijo Agustín–. Porque con eso, acabaríatambiénconelvino,yvaavolverdentrodepocoparaseguirbebiendo.

—¿PorquénoentregárseloalSordoydejarqueelSordoselovendaalosfascistas? –propuso Rafael–. Podríamos arrancarle los ojos y sería fácilllevarle.

—Cállate –dijo Pilar–; cuando hablas así creo que debiéramos hacertambiénalgocontigo.

—Además, los fascistas no pagarían nada por él –dijo Primitivo–. Esascosas han sido ya ensayadas por otros; pero no pagan nada. Y encima son

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capacesdefusilarteati.

—Creo que si le arrancásemos los ojos podríamos venderle por algo –insistióRafael.

: –Cállate –dijo Pilar–. Habla de arrancarle los ojos y vas a seguir sumismocamino.

—Pero él, Pablo, arrancó los ojos al guardia civil herido –insistió elgitano–.¿Tehasolvidadodeeso?

—Cállate la boca –dijo Pilar. Le enfadaba el oír hablar así delante deRobertJordan.

—Nomehabéisdejadoacabar–interrumpióFernando.

—Acaba–ledijoPilar–;vamos,acaba.

—YaquenoseríaprácticoguardaraPablocomoprisionero–comenzóadecirFernando–ypuestoqueseríarepugnanteentregarle...

—Acaba–dijoPilar–.PorelamordeDios,acaba.

—...en cualquier clase de negociaciones... –prosiguió tranquilamenteFernando–,soydelaopiniónqueseríapreferibleeliminarle,afindequelasoperacionesproyectadascontasenconlasmayoresposibilidadesdeéxito.

Pilarmiróalhombrecillo,sacudiólacabeza,semordióloslabiosynodijonada.

—Esaesmiopinión–dijoFernando–.CreoquetenemosderechoapensarquePabloconstituyeunpeligroparalaRepública...

—¡Madre de Dios! –exclamó Pilar–. Hasta aquí mismo puede hacerburocraciaunhombresinmásquedespegarsuslabios.

—Tantoporsuspropiaspalabrascomoporsuconductareciente–continuóFernando–, y aunque es verdad quemerece nuestro reconocimiento por susactividadesenloscomienzosdelMovimientoyhastahacepocotiempo...

Pilar,quehabíavueltojuntoalfogón,seacercódenuevoalamesa.

—Fernando –dijo tranquilamente, ofreciéndole una escudilla–, cómeteesto, te lo ruego, con las debidas formalidades; llénate la boca y cállate.Hemostenidoconocimientodetuopinión.

—Pero entonces, ¿cómo? –preguntó Primitivo, dejando la frase sinterminar.

—Estoy listo–dijoRobert Jordan–;estoydispuesto.Yaque todoshabéisresueltoquedebehacerse,esunservicioqueestoydispuestoahacer.

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«¿Qué me pasa? –pensó–. A fuerza de oírle acabó por hablar comoFernando. Ese lenguaje debe ser contagioso. El francés es la lengua de ladiplomacia;elespañoleslalenguadelaburocracia.»

—No–dijoMaría–.No.

—Estonovacontigo–dijoPilaralamuchacha–.Tenlabocacerrada.

—Puedohacerloestanoche–dijoRobertJordan.VioquePilarlemiraba,poniéndose un dedo sobre los labios. Con un gesto señaló la entrada de lacueva.

Se levantó lamantaquecubría laentradayapareció lacabezadePablo.Sonrióatodos,entróysevolvióparadejarcaerlamantadetrásdeél.Luegose quedó allí parado, haciéndoles frente, se quitó lamanta que le cubría lacabezaysesacudiólanieve.

—¿Estabaishablandodemí?–Sedirigíaatodos–.¿Ojitoheinterrumpido?

Nadielerespondió.Colgósucapotedeunaestacaclavadaenelmuroyseacercóalamesa.

¿Qué tal? –preguntó.Cogió la taza que había dejado sobre lamesa y lametió en el barreño–. No queda vino dijo a María–. Anda, saca algo delpellejo.

María cogió el cuenco, se fue hasta el pellejo polvoriento, deforme yennegrecido,suspendidodelmuro,conelpescuezoparaabajo,ysoltóeltapóndeunadelaspatas.Pablolamirómientrassearrodillabalevantandoelcuencoy observó atentamente cómo el ligero vino rojo caía en el cuenco haciendoruido.

—Cuidado–dijo–;elvinoestáyamásabajodelaalturadelpecho.Nadiedijonada.

—Mehebebidodesdeelombligohastaelpecho–dijoPablo–.Eslaracióndeldía.Pero¿quéesloquepasa?¿Habéisperdidotodoslalengua?Nadiedijonada.

—Ciérralobien,María–ordenó–.Noledejesquesederrame.

—Haymuchovinotodavía–dijoAgustín–.Podrásemborracharte.

—Unoquehaencontradosulengua–dijoPablo,haciendoungestohaciaAgustín–.Enhorabuena.Creíquealgotehabíadejadomudo.

—¿Elqué?–preguntóAgustín.

—Mivuelta.

—¿Creesque tuvuelta tiene importancia?«Estáacasopreparándosepara

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ello–pensóRobertJordan–.QuizásAgustínvayaadarelgolpe.Desdeluego,leodiacomoparaeso.Yonoleodio.No,noleodio.Medesagrada,peronoleodio.Aunqueesahistoriadelosojosarrancadoslecolocaenunaclaseaparte.Pero,alfinyalcabo,essuguerra.Nopodemostenerleconnosotrosduranteestosdosdías.Voyaquedarmeaunladode todoesto.Hehechounavezelimbécilestanocheyestoyresueltoaliquidarle.Peronotengoganasdehacerotravezel imbécil.Ynoconvienemontarundueloapistolaniprovocarunescándalo con toda esa dinamita en la cueva. Pablo ha pensado en ello,naturalmente, y tú, ¿habías pensado en ello? Y Agustín, tampoco.Merecestodoloquepuedasucederte.»

—Agustín–llamó.

—¿Qué?–contestóAgustín,elevandounamiradahoscayapartándoladePablo.

—Tengoquehablarcontigo–dijoRobertJordan.

—Luego.

—No,ahora–dijoRobertJordan–.Porfavor.

RobertJordansehabíaacercadoalaentradadelacuevayPabloseguíasusmovimientosconlosojos.Agustín,alto,conlasmejillashundidas,sepusoenpieyseleacercó.Semovíaadisgustoydespectivamente.

—¿Hasolvidado loquehayen lossacos?–lepreguntóRobertJordanenvozbaja.

—Leche–dijoAgustín–.Unosehabitúaatodoyluegoseolvida.

—Yotambiénlohabíaolvidado.

—Leche –repitió Agustín–. ¡Leche! Somos unos imbéciles. –Se volviódespreocupadamente hacia la mesa y tomó asiento junto a ella–. Toma untrago,Pablo,hombre–dijo–.¿Quétalvanloscaballos?

—Muybien–contestóPablo–.Yahoranievamenos.

—¿Creesquevaadejardenevar?

—Sí –dijo Pablo–. Cae menos nieve y los copos son ahora pequeños yduros.Elvientovaacontinuar,perolanieveseva.Elvientohacambiado..

—¿Crees que estará claro mañana por la mañana? –le preguntó RobertJordan.

—Sí–contestóPablo–.Creoquemañanaharáfrío,peroestarádespejado.Seestálevantandoelviento.

«Mírale –se dijo Robert Jordan–. Ahora es un santurrón. Ha cambiado

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comoelviento.Tienelacarayelcuerpodeuncerdoyséqueesunasesinodecategoría; pero tiene la sensibilidad de un buen barómetro. Sí, también elcerdoesunanimalmuyinteligente.Pablonosodia;oquizánonosodieyodiesolamentenuestrosproyectos.Nosmeteenuncallejónsinsalidaconsuodioysus insultos,perocuandovequeestamosdispuestosaacabarconél,cambiadeactitudyvuelveaempezarcomosinohubierapasadonada.»

—Tendremosbuentiempoparalodelpuente,inglés–dijoPabloaRobertJordan.

—¿Lotendremos?–preguntóPilar–.¿Quiénes?

—Nosotros–contestóPablo,ybebióuntragodevino–.¿Porquéno?Lohe pensado bien mientras estaba afuera. ¿Por qué no ponernos todos deacuerdo?

—¿En qué? –preguntó la mujer–. ¿En qué tenemos que ponernos deacuerdo?

—Entodo–lecontestóPablo–;eneseasuntodelpuente.Yoestoyahoracontigo.

—¿Estásahoraconnosotros?–lepreguntóAgustín–.¿Despuésde loquehasdicho?

—Sí–dijoPablo–;conestecambiodeltiempohecambiadotambiényo.

Agustínmoviólacabeza.

—Eltiempo–dijo,yvolvióamoverlacabeza–.Despuésdelosbofetonesquetehedado.

—Asíes–dijoPablosonriendoypasándoselamanoporlaboca–.Despuésdeeso,también.

Robert Jordan observaba a Pilar, que, a su vez,miraba a Pablo como sifuera un animal extraño.Quedaba aún en el rostro de ella la sombra que laconversación de los ojos arrancados había extendido. Como queriendoalejarla,moviólacabeza;luegolaechóhaciaatrásydijo:

—Oye–dirigiéndoseaPablo.

—¿Quéquieres?

—¿Quéesloquetepasa?

—Nada–contestóPablo–.Hecambiadodeopinión,yesoestodo.

—Hasestadoescuchandoalapuerta–dijoella.

—–Sí–dijoél–;peronopudeoírnada.

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—Tienesmiedodequetematen.

—–No –dijo, mirando por encima de la taza–; no tengomiedo. Y tú losabes.

—Entonces, ¿qué te ha pasado? –preguntó Agustín–. Hace unmomentoestabasborracho,nosinsultabasatodos,noqueríastrabajarenelasuntoquellevamosentremanos,hablabasdequepodíamosmorirdeunamanerasucia,insultabasalasmujeresyteoponíasatodoloquehabíaquehacer.

—Estababorracho.

—¿Yahora?

—Ahorayanoestoyborracho–dijoPablo–,yhecambiadodeparecer.

—Quetecreaelquequiera–dijoAgustín–;yo,no.

—Me creas o no me creas –dijo Pablo–, no hay nadie como yo parallevarteaGredos.

—¿AGredos?

—Eselúnicositioadondepodremosirdespuésdevolarelpuente.

RobertJordanmiróaPilaryse llevólamanoa laoreja,del ladoquenoveíaPablo,golpeándolaligeramenteconungestointerrogativo.

Lamujeraseveróyvolvióaaseverar.DijoalgoaMaríaylamuchachaseacercóaJordan.

—Dicequeesseguroquelohaoídotodo–susurróMaríaaloídodeRobertJordan.

—Entonces, Pablo –dijoFernando, conmucha formalidad–, ¿estás ahoradeacuerdoconnosotrossobreelasuntodelpuente?

—Sí, hombre –contestó Pablo, y miró a Fernando a los ojos, mientrasasentíaconlacabeza.

—¿Deveras?–preguntóPrimitivo.

—Deveras–replicóPablo.

—¿Ycreesquepodemosteneréxito?–preguntóFernando–.¿Tienesahoraconfianzaenello?

—¿Cómono?¿Notienesconfianzatú?

—Sí;peroyohetenidosiempreconfianza.

—Tendréqueirmedeaquí–dijoAgustín.

—Hacefríofuera–replicóPabloentonoamistoso.

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—Quizá –dijo Agustín–; pero no puedo seguir más tiempo en estemanicomio.

—Nollamesaestacuevamanicomio–dijoFernando.

—Unmanicomiode locoscriminales–dijoAgustín–.Ymevoyantesdequeyotambiénmevuelvaloco.

CAPÍTULODIECIOCHO

«Estoescomountiovivo–pensóRobertJordan–.Noesuntiovivocomoesos que giran alegremente a los sones de un organillo, con los chicosmontadossobrevacasdecuernosdorados,dondehaysortijasqueseensartanconbastonesalpasar,alaluzvacilantedelgas,enlasprimerassombrasquecaen sobre la Avenida delMaine; uno de esos tiovivos instalados entre unpuestodepescadofritoyunabarracaen laquegira laRuedade laFortuna,con las tiras de cuero golpeando los compartimientos numerados y laspirámidesdeterronesdeazúcar,quesirvencomopremio.No,noesesaclasede tiovivo, aunque haya gente esperando aquí, igual que esperan allí loshombres con las gorras caladas y las mujeres con sus chaquetas de punto,descubierta la cabeza y brillando el cabello a la luz del gas, mientrascontemplan fascinadas la Rueda de la Fortuna que da vueltas. Esta es otraclasederuedaygiraensentidovertical.Estaruedahadadoyadosvueltas.Esuna ruedamuygrande, sujetaporuncompás,ycadavezquegiravuelvealpuntodepartida.Unodesusladosesmásaltoqueelotro,ycuandovuelveadescenderosencontráisenel lugardepartida.No tienepremiosdeningunaclase,ynadiemontaríaenellaporgusto.Seencuentraunoarribaytienequedarlavueltasinhaberabrigadolamenorintencióndesubirseaella.Nohaymás que una sola vuelta, grande, elíptica, que nos eleva y nos deja caerdespués,volviendoallugardedondepartimos.Henosaquídevueltaotravezsinquenadasehayasolucionado.»

Hacía calor en la cueva y fuera el viento había amainado. Jordan estabasentadoa lamesa,consucuadernoanteél,calculando laparte técnicade laexplosión del puente. Hizo tres dibujos, calculó las fórmulas y señaló elmétodo de explosión en dos dibujos tan sencillos como los dibujos de lasescuelasdepárvulos,paraqueAnselmopudieseterminareltrabajoenelcasoenqueaél leocurrieraalgúnaccidenteduranteelprocesodelademolición.Acabólosdibujosylosestudió.

María,sentadajuntoaél,lemirabaporencimadelhombro.JordansedabacuentadelapresenciadePabloalotroladodelamesaydelapresenciadelos

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otros,quecharlabanyjugabanalascartas.Vioasimismoquelosoloresdelacueva habían cambiado; ya no eran los de la comida y la cocina, sino queestabanhechosdehumo,tabaco,vinotintoyeloloragrioydescaradodeloscuerpos.CuandoMaría, que lemirabamientras concluía su dibujo, puso sumanosobrelamesa,Jordanlacogió,lalevantóhastalaalturadesurostroyrespiróelolordeaguayjabónbastoquehabíausadolamuchachaparafregarla vajilla. Volvió a dejar la mano en la mesa, sin mirarla, y como siguiótrabajando no vio que lamuchacha se sonrojaba.María dejó lamano en elmismositio,cercadeladeél,peroJordannovolvióacogerla.

Había terminado el plan de la demolición y pasó a otra página pararedactarlasinstrucciones.Pensabafácilmenteyconclaridad,yloqueestabaescribiendo le complacía. Llenó dos páginas del cuaderno y las releyóatentamente.

«Creoqueesoestodo–sedijo–.Estámuyclaroynocreoquehayadejadolagunas.Losdospuestos serándestruidosyelpuentevolará conformea lasinstrucciones de Golz; y hasta ahí llega mi responsabilidad. Nunca debierahabermeembarcadoenestahistoriadePablo.Esosearreglarádeunamaneraodeotra.TendremosaPablo,onotendremosaPablo.Entodocaso,nomeimporta nada. Pero lo que no haré será volver a subirme al tiovivo.Me hesubidodosvecesydosveces,despuésdedarlavuelta,meheencontradoenelpuntodepartida.Nomesubirémás.»

CerróelcuadernoymiróaMaría.

—Hola,guapa–ledijo–.¿Hascomprendidoalgodeesto?

—No,Roberto–dijolamuchacha,ypusosumanosobreladeél,queaúnteníaellápizentresusdedos–.¿Hasacabado?

—Sí,ahoratodoquedaexplicadoyorganizado.

—¿Quéesloquehaces,inglés?–preguntóPabloalotroladodelamesa.Susojosestabandenuevoturbios.

Jordan le miró atentamente. «No te subas a la rueda. No te subas a larueda,porquecreoquevaacomenzaradarlavuelta.».

—Estabaestudiandoelasuntodelpuente–respondióconamabilidad.

—¿Ycómovaeso?–preguntóPablo.

—Muybien–contestóJordan–.Todomarchamuybien.

—Yoheestadoestudiandolacuestióndelaretirada–dijoPablo,yRobertJordan escrutó sus ojos de cerdo borracho y luegomiró el cuenco de vino.Estabacasivacío.

«Mantente lejos de la rueda; está empezando a beber.Claro, pero yo no

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volveré a subirme a esa rueda. ¿No se dice que Grant estuvo borracho lamayor parte del tiempo que duró la guerra civil? Por supuesto, estababorracho.PeroGrant se sentiría furiosocon lacomparación sipudieraveraPablo. Además, Grant fumaba habanos. Sería conveniente encontrar unhabanoparaPablo.Eraloquehacíafaltaparacompletarsurostro:unhabanoamediomasticar.¿PodríaencontrarseunhabanoparaPablo?»

—¿Yquétalmarchaeso?–preguntócortésmenteRobert.

—Muy bien –contestó Pablo sesudamente, moviendo la cabeza condificultad–.Muybien.

—¿Has pensado algo? –preguntó Agustín, desde el rincón en que seencontrabajugandoalascartas.

—Sí–contestóPablo–.Hepensadoalgunascosas.

—¿Ydóndelashasencontrado?¿Enesavasija?–intervinoAgustín.

—Puedeser–repusoPablo–.¿Quiénsabe?María,llénameelcuenco;hazelfavor.

—Enel odre debedehaber buenas ideas –dijoAgustín, volviendo a suscartas–.¿Porquénotedejascaerdentroylasbuscas?

—No–dijoPablocalmosamente–.Lasbuscoenlavasija.

«Tampocoélsubealarueda–pensóJordan–.Laruedatienequegirarsolaen estos momentos. No creo que pueda cabalgarse en ella mucho tiemposeguido. Probablemente es la Rueda de la Muerte. Me alegro de que lahayamosabandonado.Mehesubidodosvecesyyameestabamareando.Perolos borrachos, los miserables y los realmente crueles siguen en ella hastamorir.Laruedecitasubeybajayelmovimientonoesnuncaigualalanterior.Déjalagirar.Loqueesamí,novolveránahacermesubir.No,migeneral;hedesechadoesarueda,generalGrant.»

Pilarestabasentadajuntoalfuego,conlasillavueltademaneraquepodíaver por encima del hombro a los dos jugadores, que le volvían la espalda.Estabaobservandoeljuego.

«Lo más raro de aquí es la transición de la muerte a la vida familiar.Cuando esa maldita rueda desciende es cuando te atrapa. Pero yo me heapartadodeella.Nadiepodráobligarmea subirdenuevo»,estabapensandoRobert.«HacedosdíasnisiquierasabíaquePilar,Pabloylosotrosexistieran.NohabíanadaparecidoaMaríaenestemundo.Eraseguramenteunmundomás sencillo. Yo había recibido de Golz instrucciones claras que parecíanperfectamentehacederas,aunquepresentabanciertasdificultadesyarrastrabanciertas consecuencias.Creíaque,unavezdemolidoelpuente,volvería a laslíneasonovolveríaaellas.Siteníaquevolver,llevabaintencióndepedirun

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permisoparapasarmeunosdíasenMadrid.Nosedanpermisosenestaguerra,perocreoquehubierapodidoconseguirdosotresdíasenMadrid.»

EnMadridseproponíacompraralgunoslibros, iralHotelFlorida, tomarunahabitaciónydarseunbañobiencaliente.EnviaríaaLuis, elportero, enbusca de una botella de ajenjo, si era posible encontrar alguna en lasMantequerías Leonesas o en cualquier otro sitio cerca de laGranVía, y sequedaríaacostado,leyendo,despuésdelbaño,ybebiendounpardecopasdeajenjo.DespuéstelefonearíaalGaylord,parapreguntarsipodíairacomerallí.

No legustabacomeren laGranVía,porque lacomidanoera realmentebuena,yademáshabíaque llegarprontosi sequeríacomeralgo.Y tambiénhabíaporallídemasiadosperiodistasqueélconocíaynolegustabaquedarsecon la boca cerrada. Tenía ganas de beber unos ajenjos y de charlar enconfianza. Iría, por tanto, al Gaylord, a cenar con Karkov, porque en elGaylord tenían cerveza auténtica y uno podía enterarse de los últimosacontecimientosdelaguerra.

La primera vez que llegó aMadrid no le gustó el Gaylord, el hotel deMadrid en que se habían instalado los rusos, porque el lugar le pareciódemasiado lujoso, la comida demasiado buena para una ciudad sitiada y lacharlademasiadocínicaparaunaguerra.«Peromedejécorromperfácilmente.¿Por qué no comer lomejor que se pueda cuando se vuelve de unamisióncomoésta?»Ylacharlaquehabíaencontradodemasiadocínicalaprimeravezquelahabíacompartido,resultódesgraciadamentedemasiadoveraz.«Cuandoacabe con esto, tendré muchas cosas que contar en el Gaylord. Sí, cuandoacabeconesto.»

¿PodíallevaraMaríaalGaylord?No,nopodía.Peroladejaríaenelhotel,donde ella tomaría un baño caliente y la encontraría lista al volver delGaylord.Sí,podríahacerloasí.Luego lehablaríadeella aKarkovypodríallevarla más tarde para que la conociesen, porque tendrían curiosidad yquerríanconoceralamuchacha.

QuizánofueranisiquieraalGaylord.PodríancomertempranoenlaGranVía y arreglárselas para volver pronto al Florida. «Pero tú sabes que irás alGaylord, porque tienes muchos deseos de volver a ver todo aquello; tienesganasdecomerdenuevoaquellosplatosyquieresverdenuevotodoeselujoy ese bienestar cuando acabes con tumisión.Después volverás al Florida yMaría estará allí. Pues te esperará. Te esperará, sí, cuando este asunto setermine. Si logro salir de este asunto me habré ganado el derecho a unacomidaenelGaylord.»

El Gaylord era el lugar en donde se encontraban los famosos generalescampesinosyobreros,que,sinningunapreparaciónmilitar,habíansurgidodelpueblo para tomar las armas a comienzos de la guerra, y muchos de ellos

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hablaban ruso. Esa fue su primera desilusión unos meses antes y se habíahechoasímismoalgunasobservacionesirónicasapropósitodeello.Peromástardesediocuentadecómohabíansucedidolascosas,yleparecióbien.Eran,enefecto,campesinosyobrerosquehabíantomadoparteenlarevoluciónde1934yquetuvieronquehuirdelpaíscuandofracasó;enRusialosenviaronalaescuelamilitaryalInstitutoLenin,dirigidoporelKomintern,conelfindeprepararlosparalospróximoscombatesydarleslainstrucciónnecesariaparaejercerunmando.

ElKominternsehabíapreocupadodesuinstrucción.Enunarevoluciónnosepuedereconocerdelantedegenteextrañaqueseharecibidoayudadeéstosodeaquéllos,niconvienesabermásdeloquecorresponde.Esoeraalgoqueélhabíaaprendido.Siunacosaesfundamentalmentejusta,importapocoquesemienta.Perosementíamucho.Alprincipionolehabíagustadolamentira.Odiabalamentira.Mástardeempezóagustarle.Eraunsignodequeyanoeraunextraño,perolamentiraacababasiempreporcorromper.

Era en elGaylord donde uno podía enterarse de queValentínGonzález,llamadoelCampesino,nofuenuncauncampesino,sinounantiguosargentodelaLegiónExtranjeraquedesertóyhabíacombatidojuntoaAbd-el-Krim.Bueno, nohabía nadamalo en ello; ¿por quéhabía de haberlo?Era precisocontar con jefes campesinos dispuestos en aquella clase de guerra, y unverdaderojefecampesinocorríaelpeligrodeparecersedemasiadoaPablo.Nose podía aguardar la llegada del verdadero jefe campesino, y, por lo demás,quizá tuviera demasiados rasgos campesinos cuando se le encontrara. Porconsiguiente,habíaquefabricarseuno.PorloquehabíavistodelCampesino,consubarbanegra,susgruesoslabiosdemulatoysusojosdemiradafijayfebril, Jordan se decía que debía de ser tan difícil de manejar como unverdaderojefecampesino.Laúltimavezquelevioparecíahabersetragadosupropiapropagandaycreersequeerarealmenteuncampesino.Eraunhombredecididoyvaliente;nohabíaotromásvalienteentodoelmundo.Pero,Dios,hablabademasiado.Ycuandoseacalorabadecíaloqueleveníaala lengua,sin preocuparse de las consecuencias de su indiscreción. Las consecuenciashabíansidoyaconsiderables.Era,noobstante,unmaravillosojefedebrigada,enlosmomentosenquetodoparecíaestarperdido.Porqueélnosabíanuncacuándoestabatodoperdidoyaunquetodohubieraestadoperdido,élhubierasabidocómosalirdelpaso.

EnelGaylordseencontrabaunotambiénconelalbañilEnriqueLister,deGalicia, quemandabaunadivisiónyquehablaba ruso.Y se encontraba allíuno también con el ebanista Juan Modesto, de Andalucía, a quien se leacababa de confiar un cuerpo de ejército.No había sido precisamente en elPuertodeSantaMaríadondeaprendióelruso,aunquehubierasidocapazdehaber habido allí una escuela Berlitz para uso de ebanistas. De todos los

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jóvenesmilitares,eraelhombreenquienmásconfiabanlosrusos,porqueeraunverdaderohombredepartidoalcientoporciento,comodecían los rusos,orgullosos de utilizar este término tan americano. Modesto era mucho másinteligentequeListeryelCampesino.

Sí, el Gaylord era el sitio adonde había que ir para completar uno sueducación.Unoseenterabaallídecómoibanlascosasynodecómosedecíaque iban. Y en cuanto a él, no había hecho más que comenzar su propiaeducación.Sepreguntabasi lequedaría tiempoparacompletarla.ElGaylorderaunabuenacosa.Era loquenecesitaba.Alprincipio,enel tiempoenqueaúncreíaentodasaquellas tonterías,elGaylordlehabíaimpresionado.Peroahorasabíalosuficientecómoaceptarlanecesidaddetodaslasmentiras,yloqueaprendíaenelGaylordnohacíamásquerobustecersufeenlaqueélteníacomolaverdad.Estabacontentosabiendocómopasabanrealmentelascosasynocómosesuponíaquetendríanquepasar.Semientesiempreenlasguerras,pero la verdad de Lister,Modesto y el Campesino valía más que todas lasmentirasytodaslasleyendas.Bueno,undíaselesdiríaatodoslaverdad.Ymientras tanto, estaba satisfecho de que hubiese un Gaylord en donde élpudieraaprenderporcuentapropia.

Sí, ése era el sitio adonde iría enMadrid, después de haberse compradounoslibros,habersedadounbañocaliente,habersebebidounpardetragosyhaberleídounpoco.PerotodoaquellolohabíaplaneadoantesdequeMaríaentraseeneljuego.Bueno,podríantenerdoshabitacionesyellapodríahacerloquequisieramientrasélibaalGaylordyvolvíaabuscarla.

Maríahabíaestadoesperandoen lasmontañas todoaquel tiempo.PodríaaguardarunpocomásenelHotelFlorida.

DispondríanparaellosdetresdíasenMadrid.Tresdíasesmuchotiempo.Podría llevarla a ver a los hermanos Marx, en «Una noche en la Opera».Aquella película la habían estado proyectando tres meses y seguramenteseguirían proyectándola tresmesesmás.AMaría le gustarían los hermanosMarxenlaOpera.Sí,seguroquelegustarían.

Había desde el Gaylord un buen trecho hasta aquella cueva. No, enrealidad no había tanta distancia. La distancia realmente grande era la delregresodeaquellacuevahastaelGaylord.HabíaestadoconKashkinporvezprimera en el hotel, y no le gustó. Kashkin le había llevado porque queríapresentarle aKarkov, y quería presentarle aKarkov porqueKarkov deseabaconocernorteamericanosyporqueeraungranadmiradordeLopedeVega,elmayoradmiradordeLopedeVegaenelmundoydecíaqueFuenteovejunaerael dramamás grande que se había escrito. Puede que fuera verdad, aunqueJordannopensabalomismo.

Le había gustado Karkov, pero no el lugar. Karkov era el hombre más

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inteligentequehabíaconocido.Calzababotasnegrasdemontar,pantalóngrisychaquetagristambién.Teníalasmanosylospiespequeñosyunrostroyuncuerpodelicados,yunamaneradehablarquerociabadesalivaauno,porqueteníalamitaddelosdientesestropeados.ARobertJordanseleantojóuntipocómico cuando le vio por vez primera. Pero descubrió en seguida que teníamás talento y más dignidad interior, más insolencia y más humor quecualquierotrohombrequehubieraconocido.

ElGaylordlehabíaparecidodeunlujoyunacorrupciónindecentes.Pero¿porquélosrepresentantesdeunapotenciaquegobernabalasextapartedelmundonopodíangozardealgunascosasagradables?Bueno,gozabandeellasyJordan,molestoalprincipio,habíaacabadoporaceptarloyhastaporverlocon agrado. Kashkin le había presentado a él como un tipo magnífico, yKarkov empezó desplegando con él una cortesía impertinente. Pero luego,comoJordannoselasdiodehéroe,sinoquesepusoacontarunahistoriamuydivertidayescabrosaenlaquenoquedabaenmuybuenlugar,Karkovpasódelacortesíaaunafranquezagroserayluegoaunainsolenciaabierta,hastaqueacabaronhaciéndosebuenosamigos.

Kashkin no era más que tolerado en aquel lugar. Había ciertamente unpunto oscuro en su pasado y vino a España a hacer méritos. No quisierondecirle en qué consistía, pero quizá se lo dijeran ahora, ahora que Kashkinhabíamuerto.Fueracomofuera,Karkovyélsehabíanhechograndesamigos,y él también había hecho amistad con aquella mujer asombrosa, aquellamujercita morena, flaca, siempre fatigada, amorosa, nerviosa, despojada detodaamargura,aquellamujerdecuerpoesbelto,pococuidadosadesímisma,aquella mujer de cabellos negros, cortos, entrecanos, que era la mujer deKarkov y que servía como intérprete en la unidad de tanques. También sehabíahechoamigodelaamantedeKarkov,queteníaojosdegato,cabellosdeororojizo,másrojosomásdorados,segúnelpeluquerodeturno,uncuerpoperezoso y sensual, hecho para amoldarse con otro cuerpo, una boca hechapara moldearse con otra boca y una cabeza estúpida, una mujerextremadamenteambiciosayextremadamenteleal.Aquellamujergustabadechismesyseentregabapasajeramenteaotrosamores,cosaqueparecíadivertiraKarkov.SecontabaqueKarkovteníaotramujermás,aparteladelaunidadde tanques,oquizádos,peronadie losabíaconcerteza.ARobert Jordan legustabanmuchotantolamujer,alaqueconocía,comolaamante.Pensabaqueprobablemente también legustaría laotra, de conocerla, concediendoque lahubiese.Karkovteníabuengustoenmateriademujeres.

Había centinelas con la bayoneta caladadelantede la puerta cocheradelGaylordyseríaaquellanocheellugarmásconfortabledelMadridsitiado.Legustaríaestarallí,envezdedondeseencontraba,aunque,despuésdetodo,seestababien,ahoraquelaruedasehabíaparado.Ylanieveseestabaparando

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también.

LegustaríapresentaraMaríaaKarkov;peronopodríallevarlaalGaylordsinpedirpermiso,yhabríaqueaveriguarantescómoibanarecibirledespuésdeaquellaexpedición.Golzestaríaallíencuantoelataquehubieseterminado,y si Jordanhabía trabajadobien, todoelmundo lo sabríaporGolz.Golz seburlaríadeélacausadeMaría.SobretododespuésdeloquehabíaoídodeciraJordanapropósitodesufaltadeinterésporlaschicas.

Se inclinó para llenar su taza de vino en la vasija que había delante dePablo,diciendo:«Contupermiso».

Pablo asintió con la cabeza. «Está metido en sus planes militares,supongo», pensó Robert Jordan. «No quiere buscar una efímera fama en labocadelcañón,sinolasolucióndealgúnproblemaenelfondodelabotella.Decualquiermanera,elmarrajohadebidodesersumamenteastutoparahaberconseguidollevaradelanteconéxitoestabandadurantetantotiempo.»MiróaPabloysepreguntóquéjefedeguerrillahabríasidoenlaguerracivildelosEstadosUnidos.«Hubomontañasenella»,pensó;«perosabemosmuypocascosas sobreellos».Nose tratabade losQuantrill,nide losMosby,nide supropioabuelo; sinode lospequeños,de losqueoperabanen losbosques.Yporloquesereferíaalabebida,¿fueGrantrealmenteunborracho?Suabuelodecíaquelofue.Grantestabasiempreunpocobebidohacialascuatrodelatarde,decía,yenVicksburg,cuandoelasedio,estuvocompletamenteborrachodurantedosdías.Peroelabuelodecíaquefuncionabadeunmodoenteramentenormal aunquehubiese bebido.Lodifícil era despertarle. Pero si se lograbadespertarle,entoncesseconducíaconenteranormalidad.

Hasta el momento no había habido ningún Grant ni ningún Sherman niningúnStonewallJacksonenningunodelosdosbandosdelaguerra.No,nisiquiera ningún Jeb Stuart. Ni siquiera un Sheridan. Pero había habidomontañasdeMacClellans.Losfascistasposeíanmuchosynosotrosteníamostresporlomenos.

Nohabíavistoningúngeniomilitarenaquellaguerra.Niuno.Nicosaqueseleparecieraniporelforro.

Kleber, Lucasz y Hans habían trabajado bien por su parte durante ladefensadeMadridconlasbrigadasinternacionalesyluegoestabaaquelviejocalvo,congafas,engreídoyestúpido,comounalechuza,incapazdemanteneruna conversación, valeroso y pesado como un toro, el viejoMiaja, con unareputaciónhechaagolpesdepropagandaytancelosodelapublicidadqueledebía a Kleber, que obligó a los rusos a relevarle del mando y enviarle aValencia.Klebereraunbuensoldado,aunquelimitado,yhablabamuchoparael puesto que ocupaba. Golz era un buen general, un buen soldado, perosiempreselemantuvoenunaposiciónsubalternaynuncaseledejólibertad

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deacción.Esteataqueeraelasuntomásimportantequehabíatenidoentresusmanoshastaelpresente.YRobertJordannoestabamuycontentoconloquehabía sabidodel ataque.DespuésestabaGall, elhúngaro,quedeberíahabersidofusiladodeserciertas lamitadde lascosasquesecontabandeélenelGay lord. Y aunque sólo fueran ciertas un diez por ciento, pensó RobertJordan.

HubieraqueridoverlabatallaenlamesetamásalládeGuadalajara,dondefueronderrotadoslositalianos.PeroentoncesestabaélenExtremadura.Hansse lo contó una noche en el Gaylord, haciéndoselo ver todo con la mayorclaridad,ydeesohacíadossemanas.Hubounmomentoenque todoestabaperdido, cuando los italianos rompieron las líneas cerca de Trijueque. Si lacarreteradeTorija–Brihuegahubiera sidocortada,habríaquedadocopada laBrigada12.Pero, sabiendoque teníamosque entendérnosla con italianos, lehabía dicho Hans, nos arriesgamos a una maniobra que hubiera sidoinjustificadaconcualquieraotraclasedetropas.Ytuvoéxito.

Hans se lo había explicado todo con sus mapas de batalla. Siempre losllevabaconsigo,yparecíaaúnmaravilladoyfelizdeaquelmilagro.Hanseraunbuensoldadoyunbuencompañero.LastropasdeLister,deModestoydelCampesino se comportaron bien en aquella batalla, le había dichoHans. Elméritocorrespondíaalosjefesyaladisciplinaquelosjefesimponían.PeroLister,elCampesinoyModestohabíanejecutadovariasdelasmaniobrasqueaconsejaron losmilitares rusos.Parecíanalumnospilotosquecondujesenunavión de doble mando, de manera que el profesor pudiera intervenir si elalumno cometía un error.En fin, aquel año se pondría en claro todo lo quehubiesenaprendido.Alcabodeciertotiemponohabríadoblemandoyselesveríamanejarentoncesdivisionesycuerposdeejércitoenteramentesolos.

Erancomunistasy teníansentidode ladisciplina.Ladisciplinaqueellosimplantabanharíabuenossoldados.Listereraferozeneso.Eraunverdaderofanático y tenía por la vida humana un desprecio español. En muy pocosejércitosdesde la invasióndelOccidentepor los tártaros, sehabíaejecutadosumariamente a los hombres por motivos tan insignificantes como bajo sumando.Perosabíacómohacerdeunadivisiónunaunidaddecombate.Porqueuna cosa era mantener una posición. Otra, atacarla y tomarla, y otra muydistinta hacer maniobrar a un ejército en campaña, se decía Robert Jordan,sentado junto a lamesa. «Por lo que he visto,me gustaría ver cómo se lasbandea Lister cuando se supriman los dobles mandos. Pero quizá no sesupriman–pensó–.Faltasabersisesuprimirán.Osiacasosonreforzados.Mepregunto cuál es la postura rusa en todo eso. Hay que ir al Gaylord parasaberlo.HaymontonesdecosasquequierosaberyquenosabrémásqueenelGaylord.»

DurantealgúntiempocreyóqueelGaylordlehacíadaño.Eralocontrario

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del comunismo puritano a estilo religioso de Velázquez 63, el palacetemadrileño transformado en cuartel general de la brigada internacional. EnVelázquez63unosesentíamiembrodeunaordenreligiosa.LaatmósferadelGaylordestabamuyalejadadelasensaciónqueseexperimentabaenelcuartelgeneraldelQuintoRegimiento antesque fueradisueltoy repartidoentre lasbrigadasdelnuevoejército.

Allíseteníalasensacióndeparticiparenunacruzada.Eralaúnicapalabraquepodíautilizarse,aunquesehubierautilizadoysehubieraabusadotantodeella,queestabaresobadayhabíaperdidoyasuverdaderosentido.Unoteníalaimpresiónallí,apesardetodalaburocracia,laincompetenciaylasbregasdelos partidos, como la que se espera tener y luego no se tiene el día de laprimeracomunión:elsentimientodelaconsagraciónaundeberendefensadetodoslosoprimidosdelmundo,unsentimientodelqueresultatanembarazosohablar como de la experiencia religiosa, un sentimiento tan auténtico, sinembargo,comoelqueseexperimentaalescucharaBachoalmirarlaluzquesecuelaatravésdelasvidrierasenlacatedraldeChartres,oenlacatedraldeLeón,omirandoaMantegna,ElGrecooBrueghelenelPrado.Eraesoloquepermitíaparticiparencosasquepodíaunocreerenteramenteyenlasquesesentía uno unido en entera hermandad con todos los que estabancomprometidosenellas.Eraalgoqueunonohabíaconocidoantesaunqueloexperimentaba y que concedía una importancia a aquellas cosas y a losmotivosquelasmovían,detalnaturalezaquelapropiamuertedeunoparecíaabsolutamente insignificante, algo que sólo había que evitar porque podíaperjudicarelcumplimientodeldeber.Perolomejordetodoeraqueunopodíahaceralgoporesesentimientoyafavordeél.Unopodíaluchar.

«Asíesquehasluchado»,sedijo.Yenlaluchaesesentimientodepurezase pierde entre los que sobreviven y se hacen buenos combatientes. Nuncaduramásdeseismeses.

La defensa de una ciudad es una forma de la guerra en la que se puedetenersemejantesensación.LabatalladelaSierrahabíasidoasí.Allílucharoncon laverdaderacamaraderíade la revolución.Allí arriba,cuandohuboquereforzarladisciplina,élhabíacomprendidoyaprobado.Bajolosbombardeosalgunoshombreshuyeronpormiedo.Elviocómolosfusilabanylosdejabanhincharse,muertos, al borde de la carretera, sin que nadie se preocupase deellossinoeraparaquitarles lasmunicionesy losobjetosdevalor.Quitarleslas municiones, las botas y los chaquetones de cuero era cosa ordinaria.Despojarlos de los objetos de valor era una cosa práctica. Así era el únicomediodeimpedirqueloscogieranlosanarquistas.

Parecía justo y necesario fusilar a los fugitivos. No había nadamalo enello. La fuga era egoísta. «Los fascistas habían atacado y nosotros loshabíamosdetenidoenaquellaladeradelasmontañasdelGuadarrama,consus

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rocasgrises,suspinosenanosysustojos.Resistimosenlacarreterabajolasbombasdelosavionesyluegobajolosobuses,cuandotrajeronlaartillería,ypor la noche, los supervivientes contraatacaron y los obligaron a retroceder.Más tarde, cuando los fascistas intentaron deslizarse por la izquierda,colándose entre las rocas y los árboles, nosotros aguantamos en el Clínico,disparandodesdelasventanasyeltejado,aunqueelloslograroninfiltrarseporlosdosladosysupimosentoncesloqueeraestarcercados,hastaelmomentoenqueelcontraataquelosrechazódenuevo,másalládelacarretera.

»En medio de todo aquello, entre el miedo que reseca la boca y lagarganta,entreelpolvolevantadopor losescombrosyelpánicodelaparedquesederrumba, tirándoseunoal sueloentreel fulgoryelestrépitodeunagranada, limpiando una ametralladora, apartando a los que la servían, queyacenconlacaracontraelsuelocubiertodecascotes,protegiendolacabezapara tratar de arreglar el cargador encasquillado, sacando el cargador roto,enderezandolascintas,pegándoseluegoalsuelodetrásdelrefugio,barriendodespués con la ametralladora la carretera, hiciste lo que tenías que hacer ysabíasqueestabasenlocierto.Entoncesconocisteeléxtasisdelabatalla,conlabocasecayconel terrorqueapunta,aunsin llegaradominar,y luchasteaquelveranoyaquelotoñopor todoslospobresdelmundo,contra todas lastiranías,por todaslascosasenlasquecreíasyporunmundonuevo,paraelque tu educación te había preparado.Aquel invierno aprendiste a sufrir y adespreciarelsufrimientoenloslargosperíodosdefrío,dehumedadybarro,de cavar y construir fortificaciones. Y la sensación del verano y del otoñodesaparecíabajoelcansancio,lafaltadesueño,lainquietudylaincomodidad.Peroaquelsentimientoestabaallíaúnytodoloquesesufríanohacíamásqueconfirmarlo.Fueenaquellosdíascuandosentisteaquelorgulloprofundo,sanoysinegoísmo...Todoaquelorgullo,enelGaylord,tehubierahechopasarporunpelmazoimponente.No,notehubierasencontradoagustoenelGaylordenaquellos tiempos.Erasdemasiado ingenuo.Tehallabasenunaespeciedeestado de gracia. Pero quizá no fuera el Gaylord así por entonces. No, enefecto,noeraasíporentonces.Noeraasíenabsoluto.Porque,sencillamente,elGaylordnoexistía.»

Karkovlehabíahabladodeaquellaépoca.Poraquellosdíaslosrusos,lospocos que había enMadrid, estaban en el Palace. Robert Jordan no llegó aconoceraningunodeellos.Esofueantesdequeseorganizaranlosprimerosgruposdeguerrilleros,antesdequeconocieraaKashkinyalosotros.

Kashkin había estado en el norte, en Irún y en San Sebastián y en elcombate frustrado hacia Vitoria. No llegó aMadrid hasta enero y mientrastanto Robert Jordan había combatido en Carabanchel y en Usera duranteaquellostresdíasenquecontuvieronelataquedelaladerechafascistasobreMadrid,haciendoretrocederalosmorosyalTercio,arrojándolosdecasaen

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casa, hasta limpiar aquel suburbio destrozado, al borde de la meseta grisquemadaporelsol,estableciendounalíneadedefensaalolargodelasalturasquepudieseprotegeraquellapartedelaciudad;yenaquellostresdíasKarkovhabíaestadoenMadrid.

Karkovnosemostrabacínicocuandohablabadeaquellosdías.Aquéllosfueron unos días en los que todo parecía perdido y de los que cada cualguardabaahora,mejorqueunadistinciónhonorífica,lacertidumbredehaberobradobiencuandotodoparecíaperdido.ElGobiernosehabíamarchadodelaciudad,llevándoseensuhuidatodosloscochesdelministeriodelaGuerra,yelviejoMiajatuvoqueirenbicicletaainspeccionarlasdefensas.Jordannopodíacreerenaquellahistoria.Nopodía imaginarseaMiajaenbicicleta,nisiquiera en un alarde de imaginación patriótica; pero Karkov decía que eraverdad.Claroesque, como lohabíaescritoasíparaque sepublicaraen losperiódicosrusos,probablementehabíadeseadocreerlodespuésdeescribirlo.

PerohabíaotrahistoriaqueKarkovnohabía escrito.Había en elPalacetres heridos rusos, de los cuales era él el responsable: dos conductores detanquesyunaviador,lostresheridosdemasiadogravesparaqueselespudieratrasladar, y como por entonces era de lamayor importancia que no hubierapruebasdelaayudarusa,quehubiesejustificadolaintervenciónabiertadelosfascistas,Karkovfueencargadodequeaquellosheridosnocayesenenmanosdelosfascistas,enelcasodequelaciudadfueraabandonada.

Si la ciudad iba a ser abandonada, Karkov tenía que envenenarlos, paradestruir todas las pruebas de su identidad, antes de salir del Palace. Nadiedebíahallarseencondicionesdeprobar,por loscuerposde los treshombresheridos, uno con tres heridas de bala en el abdomen, otro con lamandíbuladestrozadaylascuerdasvocalesaldesnudo,yeltercero,conelfémurhechoañicos por una bala y las manos y la cara tan quemadas que le habíandesaparecidolascejas,laspestañasyelcabello,queeranrusos.Nadiepodríadecir,porloscadáveresdeaquellostreshombresheridos,queéldejaríaensulechoenelPalace,queeranrusos.Porquenadapuedeprobarqueuncadáverdesnudo es un ruso. La nacionalidad y las ideas políticas no semanifiestancuandounohamuerto.

Robert Jordan había preguntado a Karkov cuáles habían sido sussentimientos cuando sevio ante la necesidaddehacer tal cosa, yKarkov lehabía respondido que la situación no había sido muy halagüeña. «¿Cómopensaba hacerlo usted?», le preguntó Robert Jordan, añadiendo: «No es tanfácil, comousted sabe, envenenar a la gente en unmomento.»YKarkov lehabíadicho:«¡Oh,sí!,cuandosetieneencimatodoloquehacefalta,paraelcasoenqueuno tenganecesidaddeello.»LuegohabíaabiertosupitillerayhabíaenseñadoaRobertJordan loque llevabaenunade las tapas.«Pero loprimero que harán, si cae usted prisionero, será quitarle la pitillera –había

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advertidoRobertJordan–.Leharánlevantarlasmanos.»

—Llevotambiénunpocoaquí–habíadichoKarkov,mostrandolasolapadesuchaqueta–.Bastaconponerlasolapaenlaboca,así,morderytragar.

—Eso está mucho mejor –había dicho Robert Jordan–. Pero dígame,¿hueleaalmendrasamargas,comosediceenlasnovelaspolicíacas?

—No lo sé –había respondido Karkov, muy divertido–. No lo he olidojamás.¿Quiereustedquerompamosunodeesostubitosparaolerlo?

—Serámejorqueloguarde.

—Sí –había dicho Karkov, volviendo a guardarse la pitillera en elbolsillo–.Nosoyunderrotista,ustedmeentiende;peroesposibleencualquiermomentoquepasemosporunpercancegrave,ynopuedeunoprocurarseestoencualquierparte.¿HaleídoustedelcomunicadodelfrentedeCórdoba?Esprecioso.Esmicomunicadopreferidoporelmomento.

—¿Qué dice? –preguntó Robert Jordan. Acababa de llegar del frente deCórdobaysentíaeseenfriamientosúbitoqueseexperimentacuandoalguienbromeasobreunasuntosobreelquesólounotienederechoabromear–.¿Quéesloquedice?

—Nuestra gloriosa tropa siga avanzando sin perder una sola palma deterreno–habíadichoKarkov,ensuespañolpintoresco.

—Noesposible–dijoRobertJordancontonoincrédulo.

—Nuestrasgloriosastropascontinúanavanzandosinperderunsolopalmode terreno –había repetido Karkov en inglés–. Está en el comunicado. Lobuscaré,paraquelovea.

UnopodíarecordaraloshombresquehabíanmuertoluchandoentornoaPozoblanco,unoporuno, con susnombresy apellidos.Pero enelGay lordtodoaquellonoeramásqueunmotivomásparabromear.

Así era, pues, el Gaylord en aquellos momentos, y sin embargo, nosiemprehabíahabidounGaylord,ysilasituaciónactualeradeesasquehacennacercosascomoelGaylord, tanlejosdelossupervivientesdelosprimerosdías, él se sentía contento por haber visto el Gaylord y haberlo conocido.«Estás ahoramuy lejos de lo que sentías en la Sierra, enCarabanchel y enUsera. Te dejas corromper fácilmente. Pero ¿es corrupción o sencillamentequehas perdido la ingenuidadde tus comienzos? ¿Noocurrirá lomismoentodoslosterrenos?¿Quiénconservaensustareasesavirginidadmentalconlaque los jóvenes médicos, los jóvenes sacerdotes y los jóvenes soldadoscomienzan por lo común a trabajar? Los sacerdotes la conservan, o bienrenuncian.Creoquelosnazislaconservan,pensó,yloscomunistas,sitienenuna disciplina interior lo suficientemente severa, también. Pero fíjate en

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Karkov.»

NosecansabanuncadeconsiderarelcasodeKarkov.LaúltimavezquehabíaestadoenelGaylord,KarkovhabíaestadodeslumbranteapropósitodeciertoeconomistabritánicoquehabíapasadomuchotiempoenEspaña.RobertJordan conocía los trabajos de ese hombre desde hacía años y le habíaestimado siempre sin conocerle.No le gustabamucho, sin embargo, lo quehabíaescritosobreEspaña.Erademasiadoclaroydemasiadosencillo.RobertJordansabíaquemuchasdelasestadísticasestabanfalseadasporunespejismooptimista.Perosedecíaqueesrarotambiénquegustenlasobrasconsagradasa un país que se conoce realmente bien y respetaba a aquel hombre por subuenaintención.

Porúltimo,habíaacabadoporencontrárselounatardedurantelaofensivadeCarabanchel.Jordanysuscompañerosestabansentadosalresguardodelasparedesdelaplazadetoros,habíatiroteoalolargodelasdoscalleslaterales,ytodosestabanmuynerviososaguardandoelataque.Lesprometieronenviarleuntanque,quenohabíallegado,yMontero,sentado,conlacabezaentrelasmanos, no cesaba de repetir: «No ha venido el tanque. No ha venido eltanque.»

Eraundíafrío.Yelpolvoamarillentovolabaporlascalles.Monterofueheridoenelbrazoizquierdoyelbrazoseleestabaentumeciendo.

—Noshacefaltauntanque–decía–.Tenemosqueesperaraltanque,peronopodemosaguardarmás.–Suheridalehabíahechoirascible.

RobertJordanhabíasalidoenbuscadeltanque.Monterodecíaquepodíasuceder que estuviese detenido detrás del gran edificio que formaba ánguloconlavíadeltranvía.Yallíestaba,enefecto.Sóloquenoerauntanque.Losespañoles,porentonces, llamabantanqueacualquiercosa.Eraunviejoautoblindado.Elconductornoqueríaabandonarelángulodeledificioparallegarhastalaplaza.Estabadepie,detrásdelcoche,conlosbrazosapoyadosenlacobertura metálica y la cabeza, que llevaba metida en un casco de cuero,apoyadasobrelosbrazos.CuandoJordansedirigióaél,elconductorselimitóamoverlacabeza.PorfinseirguiósinmiraraJordanalacara.

—Notengoórdenes–dijo,conairehosco.

Robert Jordan sacó la pistola de la funda y apoyó el cañón contra lachaquetadecuerodelconductor.

—Estassontusórdenes–ledijo.Elhombresacudiólacabeza,metidaenunpesadocascodecueroforrado,comoelqueusanlosjugadoresderugby,ydijo:

—Notengomunicionesparalaametralladora.

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—Hay municiones en la plaza –le dijo Robert Jordan–.Vamos, ven.Cargaremoslascintasallí.Vamos.

—Nohaynadieparadisparar–dijoelconductor.

—¿Dóndeestá?¿Dóndeestátucompañero?

—Muerto–respondióelconductor–;ahídentro.

—Sácale–dijoRobertJordan–.Sácaledeahí.

—Noquierotocarle–dijoelchófer–.Ademásestádobladoendos,entrelaametralladorayelvolante,ynopuedopasarsintocarle.

—Vamos–replicóJordan–.Vamosasacarleentrelosdos.

Se había golpeado la cabeza al saltar al coche blindado, haciéndose unapequeñaheridaenlaceja,quecomenzóasangrarcorriéndolelasangreporlacara. El muerto eramuy pesado y se había quedado tan tieso que no se lepodíamanejar.

Jordan tuvo que golpearle la cabeza para sacársela de donde se habíaquedadoembutida, con la carahacia abajo, entre el asientoy el volante.Loconsiguiófinalmente,pasandolarodillapordebajodelacabezadelcadáver,luegotirándoledelacintura,y,unavezsueltalacabeza,consiguiósacarloporlaportezuela.

—Échameunamano–habíadichoalconductor.

—Noquierotocarle–contestóelchófer.

YenesosmomentosRobertJordanvioquelloraba.Laslágrimaslecorríanpor lasmejillasaunoyotro ladode lanariz,surcandosurostrocubiertodepolvo.Lanariztambiénlegoteaba.

De pie, junto a la portezuela, tiró del cadáver, que cayó sobre la acera,juntoalosraílesdel tranvía,sinperderlaposiciónquetenía,dobladoporlamitad. Se quedó allí, el rostro de un color ceniciento sobre la acera decemento,lasmanosplegadasdebajodelcuerpo,comoestabaenelvehículo.

—Sube, condenado –dijo Robert Jordan, amenazando al chófer con lapistola–.Subeahoramismo,tedigo.

Justamenteentoncesvioalhombrequesalíadedetrásdeledificio.Llevabaun abrigo muy largo y la cabeza al aire; tenía cabellos grises, pómulossalientes y ojos hundidos ymuy cerca uno de otro. Llevaba en lamano unpaquetedeChesterfield,ysacandouncigarrilloseloofrecióaRobertJordanque, con el cañón de la pistola, empujaba al chófer obligándole a subir alcocheblindado.

—Un momento, camarada –dijo a Robert Jordan, en español–. ¿Puede

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ustedexplicarmealgosobrelabatalla?

RobertJordancogióelcigarroqueseletendíayseloguardóenelbolsillode su mono azul de mecánico. Había reconocido al camarada por lasfotografías.Eraeleconomistabritánico.

—Vetealamierda–ledijoeninglés.Luego,dirigiéndosealconductor,enespañol–:Tiraparaabajo,hacia laplaza.¿Comprendes?–Yhabíacerradolapesada portezuela con un fuerte golpe. Empezaron a descender por la largapendiente, mientras las balas repiqueteaban contra los costados del coche,haciendo un ruido como de cascotes arrojados contra una caldera de hierro.Luegolaametralladoraabriófuegoconunmartilleocontinuo.Sedetuvieronal llegar al arrimode laplaza, endonde los cartelesde laúltimacorridadeoctubreseexhibíanaúnjuntoalasventanillas,alladodellugardondeestabanlas cajas demuniciones apiladas y ya abiertas. Los camaradas, armados defusiles,conlasbombasenloscinturonesyenlosbolsillos,losaguardaban,yMonterohabíadicho:«Bueno,yatenemoseltanque.Ahorapodemosatacar.»

Después,aquellamismanoche,cuandosetomaronlasúltimascasasdelacolina, Jordan, tumbado cómodamente detrás de una cómoda pared deladrillos,enlaquehabíaunagujeroabierto,queservíaderefugioydetronera,contemplabaelhermosocampodetiroqueseextendíaentreellosyelrebordea donde los fascistas se habían retirado, y pensaba con una sensación decomodidadcasivoluptuosaenlacrestadelacolina,endondehabíaunhotelitodestrozado que protegía su flanco izquierdo. Se había acostado sobre unmontóndepaja,conlasropashúmedasdesudor,ysehabíaenvueltoenunamanta para secarse. Tumbado allí, pensó en el economista y se echó a reír.Luegosearrepintiódesudescortesía.Peroenelmomentoenqueelhombrelehabía tendidouncigarrilloenpagodesus informes,elodiodelcombatientehaciaelquenocombatesehabíaadueñadodeél.SeacordabadelGaylordydeKarkovhablandodeaquelhombre.

Demanera que se encontró usted con él –dijoKarkov–.Yo no pasé delPuente de Toledo aquel día. Él estuvo, por lo demás,muy cerca del frente.Creo que fue su último día de bravura. Se fue de Madrid a la mañanasiguiente.FueenToledodondesecomportóconmásbravura,porloquecreo.EnToledoestuvoformidable.FueunodelosartíficesdelatomadelAlcázar.TeníaustedquehaberlevistoenToledo.Creoquegranpartedenuestroéxitoenaquellugarselodebemosasusconsejosyasusesfuerzos.Fuelaporciónmásestúpidadelaguerra.Allísellegóallímitedelatontería.Pero,dígame,¿quésepiensadeélenAmérica?

—EnAmérica–habíadichoRobertJordan–secreequeestámuybienconMoscú.

—Noloestá–dijoKarkov–;perotieneunacaramagníficaysuaspectoy

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susmodalesconsiguengranéxito.Conunacaracomolamíanosepuede irmuy lejos. Lo poco que he logrado ha sido a despecho demi cara, ya quenadie me quiere ni tiene confianza en mí a causa de ella. Pero ese tipo,Mitchell,tieneunacaraqueesunafortuna.Esunacaradeconspirador.Todoslos que saben algo de conspiradores, por haberlo leído en los libros, tienenpronto confianza en él. Y además tiene modales de conspirador. No se lepuede ver entrar en una habitación sin creer inmediatamente que se está enpresenciadeunconspiradordeprimerorden.TodosesoscompatriotasricosdeustedquesentimentalmentequierenayudaralaUniónSoviética,segúncreen,oasegurarsecontraunéxitotriunfaldelpartido,venenseguidaenlacaradeesehombreyensusmodalesaalguienquenopuedemenosdeserunagentedetodaconfianzadelKomintern.

—¿YnotienerelacionesconMoscú?

—No. Oiga, camarada Jordan, ¿conoce usted la broma sobre las dosespeciesdeidiotas?

—¿Elidiotacorrienteyelfastidioso?

—No.LasdosclasesdeidiotasquetenemosnosotrosenRusia.–Karkovsonrió y prosiguió diciendo–: Primeramente, está el idiota de invierno. Elidiotadeinviernollegaalapuertadetucasaylagolpearuidosamente.Salesaabrirle y, al verle, te das cuenta de que no le conoces. Tiene un aspectoimpresionante.Esungrantipoconbotasaltas,abrigodepiel,gorrodepielyllega enteramente cubierto de nieve. Comienza sacudiéndose las botas yquitándose la nieve. Luego se quita su abrigo de piel, lo sacude y caemásnieve.Luegosequitasugorrodepiely losacudecontra lapuerta.Caemásnievedesusombrerodepiel.Luego,golpeaconsusbotasyentraenelsalón.Entonceslemirasyvesqueesunidiota.Eselidiotadeinvierno.Enveranovemos un idiota que va calle abajo sacudiendo los brazos y volviendo lacabeza a unoy otro lado, y cualquiera reconoce a doscientosmetros que esidiota. Es el idiota de verano. Pues bien, ese economista es un idiota deinvierno.

—Pero ¿por qué confían en él las gentes de por aquí? –preguntóRobertJordan.

—Porsucara–repusoKarkov–.Porsumagníficagueuledeconspirateur,por su jetade conspiradorypor su extraordinaria tretade llegar siempredeotra parte, en donde esmuy considerado ymuy importante. Desde luego –añadió, sonriendo– hay que viajar mucho para que esa treta tenga éxitocontinuo. Pero usted sabe lo extraños que son los españoles –prosiguióKarkov–.Estegobiernoesmuyrico.Tienemuchooro.Peronodanadaalosamigos.¿Ustedesamigo?Muybien,ustedharáloqueestáhaciendopornadaynodebeesperarningunarecompensa.Peroalasgentesquerepresentanuna

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firma importante o un país que no está bien dispuesto y que convienepropiciar,aesasgentes lesdan todo loquequieran.Resultamuy interesantecuandosepuedeseguirdecercaestefenómeno.

—Amí no me agrada. Además, ese dinero pertenece a los trabajadoresespañoles.

—Noescosadequelegusteonoleguste.Loúnicoqueseesperadeustedesqueloentienda–ledijoKarkov–Siemprequeleveoleenseñoalgonuevo,ypuedeocurrirque,coneltiempo,llegueatenerunabuenaeducación.Seríamuyinteresanteparausted,siendoprofesor,estarbieneducado.

—Nosésiseréprofesorcuandovuelvaacasa.Probablementemeecharánporrojo.

—Bueno, entonces podrá usted ir a la Unión Soviética a proseguir susestudios.Seráacasolamejorsoluciónparausted.

—¡Perosimiespecialidadeselespañol!

—Hay muchos países en donde se habla español –dijo Karkov–. Y nodeben de ser todos tan difíciles de entender como España. Tiene usted querecordar,además,quedesdehacenuevemesesnoesustedprofesor.Ennuevemeseshaaprendidoustedquizásunnuevooficio.¿Cuántoslibrosdedialécticahaleídousted?

—HeleídoelManualdelMarxismo,deEmilBurns.Nadamásqueeso.

—Si lo ha leído usted hasta el final, es un buen comienzo. Tiene milquinientaspáginasypuedeunoentretenerseencadaunadeellasunpocodetiempo.Perohayotrascosasquedebieraustedleer.

—Notengotiempodeleerahora.

—Ya lo sé –dijoKarkov–.Quiero decir después.Haymuchas cosas queconviene leer para comprender algo de lo que está pasando. De todo ellosaldráundíaunlibro,unlibroqueserámuyútilyqueexplicarámuchascosasquehayquesaber.Quizáloescribayo.Confíoenseryoquienloescriba.

—Noséquiénpodríahacerlomejor.

—Nomeaduleusted–dijoKarkov–.Yosoyperiodista;pero,comotodoslos periodistas, quisiera hacer literatura. En estos momentos estoy muyocupado en un trabajo sobre Calvo Sotelo. Era un verdadero fascista, unverdadero fascista español. Franco y todos los demás no lo son. He estadoestudiando todos los escritos y los discursos de Calvo Sotelo. Era muyinteligenteyfuemuyinteligenteelquelemataran.

—Yocreíaqueustednoerapartidariodelasesinatopolítico.

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—Sepracticamuyamenudo–explicóKarkov–.Muyamenudo.

—Pero...

—No creemos en los actos individuales de terrorismo –dijo Karkov,sonriendo–. Y todavía menos, desde luego, cuando son perpetrados porcriminalesopororganizacionescontrarrevolucionarias.Odiamos ladoblezylaperfidiadeesashienasasesinasdedestructoresbujarinistasyesosdesechoshumanos, como Zinoviev, Kamenev, Rikov y sus secuaces. Odiamos yaborrecemosaesosenemigosdelgénerohumano–dijo,volviendoasonreír–.Perocreo,sinembargo,quepuedodecirlequeelasesinatopolíticoseusamuyampliamente.

—¿Quiereusteddecir...?

—Noquierodecirnada.Pero,indudablemente,ejecutamosyaniquilamosaesosverdaderosdemonios,aesosdesechoshumanos,aesosperrostraidoresdegeneralesyaesosrepugnantesalmirantesindignosdelaconfianzaquesehapuestoenellos.

»Todosellossondestruidos;noasesinados.¿Veustedladiferencia?

—Laveo–dijoRobertJordan.

—Yporquegastebromasdevezencuando,yustedsabelopeligrosasquepuedenresultarlasbromas,nocreaquelosespañolesvanadejardelamentarel no haber fusilado a ciertos generales que ahora tienen mando de tropas.Aunquenomegustanlosfusilamientos;¿mehacomprendido?

—Amínomeimportan–contestóRobertJordan–;nomegustan,peronomeimportan.

—Yalosé–contestóKarkov–;yamelohabíandicho.

—¿Cree usted que tiene importancia? –preguntó Robert Jordan–. Yotratabasolamentedesersincero.

—Eslamentable–replicóKarkov–;peroesunadelascosasquehacenquese tengaporsegurasagentesque,deotromodo, tardaríanmuchotiempoenserclasificadasdentrodeesacategoría.

—¿Semeconsideraamídeconfianza?

—Ensutrabajo,estáustedconsideradocomodemuchaconfianza.Tendréque hablar con usted de vez en cuando para ver lo que lleva dentro de lacabeza.Eslamentablequenohablemosnuncaseriamente.

—MicabezaestáensuspensohastaqueganemoslaguerraafirmóRobertJordan.

—Entoncesesposiblequenonecesiteusted sumenteenmucho tiempo.

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Perodebierapreocuparsedeejercitarlaunpoco.

—LeoMundoObrero–dijoRobertJordan,yKarkovrespondió:

—Muybien, estámuybien.Yo también sé aceptar una broma.Además,hay cosasmuy inteligentes enMundoObrero. Las únicas cosas inteligentesquesehanescritoduranteestaguerra.

—Sí –afirmó Robert Jordan–; estoy de acuerdo con usted. Pero parahacerseunaideacompletadeloquesucedenobastaconleerelperiódicodelpartido.

—No–dijoKarkov–.Peronollegaráustedahacerseesaideaniaunqueleaveinte periódicos, y, por otra parte, aunque llegue a hacérsela, no sabrá quéhacerconella.Yotengoesaideasincesaryestoyintentandodeshacermedeella.

—¿Creeustedquevantanmallascosas?

—Vanmejordeloquehanido.Estamosdesembarazándonosdelospeores.Peroquedamuchapodredumbre.Estamosorganizandoahoraungranejército,yalgunosdeloselementos,comoModesto,elCampesino,ListeryDurán,sondeconfianza.Másquedeconfianza,sonmagníficos.Yaloveráusted.Yluegonos quedan todavía las brigadas, aunque su papel está variando. Pero unejército compuesto de elementos buenos y elementosmalos no puede ganarunaguerra.Esprecisoquetodoshayanllegadoaciertodesarrollopolítico.Esmenesterquesepantodosporquésebatenylaimportanciadeaquelloporloque se baten. Es preciso que todos crean en la lucha y que todos acaten ladisciplina. Hicimos un gran ejército de voluntarios sin haber tenido tiempopara implantar la disciplina que necesita un ejército de esta clase a fin deconducirsebienbajoel fuego.Llamamosaésteunejércitopopular;peronotendránuncalasbasesdeunejércitopopularniladisciplinadehierroquelehacefalta.Yaloveráusted;elmétodoesmuypeligroso.

—Noestáustedhoymuyoptimista.

—No –había dichoKarkov–; acabo de volver de Valencia, en donde hevistoamuchagente.NuncasevuelvedeValenciamuyoptimista.EnMadridseencuentraunobien,setienepordecenteynosepiensaquepuedaperderselaguerra.Valenciaesotracosa.LoscobardesquehanhuidodeMadridsiguengobernando allí. Se han instalado como el pez en el agua en la incuria y laburocracia. No sienten más que desprecio por los que se han quedado enMadrid.Suobsesiónahoraeseldebilitamientodelcomisariadodeguerra.YBarcelona.¡HayqueverloqueesBarcelona!

—¿Cómoes?

—Esunaopereta.Alprincipio,aquelloeraelparaísodeloschaladosyde

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losrevolucionariosrománticos.Ahoraeselparaísode lossoldaditos.Delossoldaditosquegustandepavonearsedeuniforme,quegustandefarolearydellevar pañuelos rojinegros. Que les gusta todo de la guerra menos batirse.Valenciaesparavomitar;Barcelona,paramorirsederisa.

—¿YlarevueltadelPOUM?

—ElPOUMnofuenuncaunacosaseria.Fueunaherejíadechaladosydesalvajes, y en el fondono fuemásqueun juegodeniños.Había allí gentesvalerosas,peromaldirigidas.Habíauncerebrodebuenacalidadyunpocodedinerofascista.Nomucho.¡PobrePOUM!Enconjunto,unosidiotas.

—Perohubomuchosmuertosenlarevuelta.

—Menosdelosquefueronfusiladosdespuésydelosqueseránfusiladostodavía. El POUM lleva bien su nombre. No es una cosa seria. HubierandebidollamarlelaR.O.Ñ.A.oelS.A.R.A.M.P.I.O.N.,aunquenoescierto;elsarampiónesmáspeligroso.Puedeafectaralavistayaloído.Pero¿sabíaustedquehabíanorganizadouncomplotparamatarmeamí,paramataraWalter,paramataraModestoyparamataraPrieto?Yaveustedcómo loconfundían todo.Nosomos todosdelmismopelaje. ¡PobrePOUM!Nohanmatado jamás a nadie; ni en el frente ni en ninguna parte. Bueno, enBarcelona,sí,aalgunos.

—¿Estuvoustedallíentonces?

—Sí. Envié un artículo por cable describiendo la corrupción de aquellainfame turba de asesinos trotskistas y sus abyectasmaquinaciones fascistas;peroentrenosotroslediréqueelPOUMnoesunacosaseria.Nineraelúnicoquevalíaalgo.Leatrapamos,perosenosescapódelasmanos.

—¿Dóndeestáahora?

—En París. Nosotros decimos que está en París. Era un tipo muysimpático,peroteníaaberracionesenmateriapolítica.

—Yteníancontactosconlosfascistas,¿noesasí?

—¿Yquiénnolostiene?

—Nosotros.

—¡Quiénsabe!Esperoqueno.Ustedpasaconfrecuenciaalotroladodesus líneas –dijo sonriendo–. La semana pasada, el hermano de uno de lossecretariosde la embajada republicana enParíshizounviaje aSan JuandeLuzparaencontrarsecongentesdeBurgos.

—Megustamáselfrente–habíadichoRobertJordan–.Cuantomáscercaseestádelfrente,mejoressonlaspersonas.

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—¿Legustaaustedmoversedetrásdelaslíneasfascistas?

—Mucho;tenemosgentesmuybuenasporallí.

—Bueno, como usted sabe, ellos deben de tener también gentes muybuenas detrás de nuestras líneas. Les echamos el guante y los fusilamos, yellosechanelguantea losnuestrosy losfusilan.Cuandoustedseencuentreconellos,piensesiempreenlacantidaddegentesquedebenenviarellosparaacá.

—Yahepensadoenello.

—Muybien–habíadichoKarkov–.Bueno,ustedyahapensadobastanteporhoy.Vamos,acabeconesejarrodecervezaylárguese,porquetengoqueiraveralagentedearriba.Losgrandespersonajes.Yvuelvaustedpronto.

«Sí–pensabaRobert Jordan–, seaprendemuchoenelGaylord.»Karkovhabíaleídoelúnicolibrosuyopublicadohastaentonces.Ellibronohabíasidounéxito.Noteníamásquedoscientaspáginasynolohabíanleídonidosmilpersonas.Jordanhabíapuestoenél todoloquehabíadescubiertoenEspañaendiezañosdeviajeapie,envagonesdeterceraclase,enautobús,acaballo,alomodemulayencamiones.ConocíabienelPaísVasco,Navarra,Galicia,Aragón, las dosCastillas yExtremadura.Había libros tanbuenos, como losescritosporBorrow,Fordyotros,queélnohabíasidocapazdeañadirgrancosa.PeroKarkovhabíadichoqueellibroerabueno.

—Es por eso por lo queme tomo la pena de interesarme por usted.Meparecequeescribeusteddeunamaneraabsolutamenteverídica.Yesoesunacosamuyrara.Porellomegustaríaquesupieseustedciertascosas.

Muybien,escribiríaunlibrocuandotodoconcluyese.Escribiríasólosobrelascosasqueconocíarealmenteyqueconocíabien.«Peroseríaconvenientequefueseunescritormejordeloquesoyahoraparaentendérmelascontodoello.»Lascosasquehabía llegadoa conocerdurante aquellaguerranoerannadasencillas.

CAPÍTULODIECINUEVE

—¿Quéhacesahísentado?–lepreguntóMaría.Estabadepie,juntoaél,yJordanvolviólacabezaylesonrió.

—Nada–dijo–;estabapensando.

—¿Enqué?¿Enelpuente?

—No.Lodelpuenteestáconcluido.Estabapensandoenti,enunhotelde

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Madriddondehay rusos, que son amigosmíos, y enun libroque algúndíaescribiré.

—¿HaymuchosrusosenMadrid?

—No,muypocos.

—Peroenlosperiódicosfascistassedicequehaycientosdemiles.

—Esmentira.Haymuypocos.

—¿Tegustanlosrusos?Elqueestuvoaquíeraunruso.

—¿Tegustóati?

—Sí. Estaba enferma aquel día; pero me pareció muy guapo y muyvaliente.

—Muyguapo.¡Quétontería!–dijoPilar–.Teníalanarizaplastadacomolapalmademimanoylacaracomoelculodeunaoveja.

—Eraunbuenamigomíoyuncamarada–dijoRobertJordanaMaría–.Yolequeríamucho.

—Claro–dijoPilar–;poresolemataste.

Al oír estas palabras, los que estaban jugando a las cartas levantaron lacabezayPablomiróaRobertJordanfijamente.Nadiedijonada,peroalcabodeunmomentoRafaelelgitano,preguntó:

—¿Esesoverdad,Roberto?

—Sí–dijoRobertJordan.LamentabaquePilarlohubiesedichoyhubieradeseadonohaberlocontadoenelcampamentodelSordo–.Lohiceapeticiónsuya:estabagravementeherido.

—¡Qué cosamás rara! –dijo el gitano–. Todo el tiempo que estuvo connosotros se lo pasó hablando de esa posibilidad. No sé cuántas veces leprometíquelemataríayo.¡Quécosamásrara!–insistió,moviendolacabeza.

—Eraunhombremuyraro–dijoPrimitivo–.Muyparticular.

—Escucha–dijoAndrés,unodelosdoshermanos–,túqueeresprofesorytodoeso,¿creesqueunhombrepuedesaberloquevaaocurrirle?

—Estoy seguro de que no puede saberlo –dijo Robert Jordan. Pablo lecontemplabaconcuriosidadyPilarlemirabasinqueensurostrosereflejaseningunaexpresión–.Enelcasodeesecamaradarusoloquesucediófuequesehabíapuestomuynerviosoafuerzadeestardemasiadotiempoenelfrente.SehabíabatidoenIrún,donde,comosabéis,lacosaestuvomuyfea.Muyfea.SebatióluegoenelNorte.Ycuandolosprimerosgruposquetrabajandetrásdelaslíneasseformaron,trabajóaquí,enExtremadurayenAndalucía.Creoque

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estabamuycansadoynerviosoyseimaginabacosasraras.

—Debiódeverseguramentecosasmuyfeas–dijoFernando.

—Como todo el mundo –dijo Andrés–. Pero óyeme, inglés: ¿crees quepuede haber algo como eso, un hombre que sabe de antemano lo que va asucederle?

—Puesclaroqueno–fue la respuestadeRobert Jordan–; esonoesmásqueignoranciaysuperstición.

—Continúa–dijoPilar–.Escuchemosloquevaadecirnoselprofesor.–Lehablabacomosehablaaunniñolisto.

—Creo que el miedo produce visiones de horror –dijo Robert Jordan–.Viendoseñalesdemalagüero...

—Comolosavionesdeestamañana–dijoPrimitivo.

—Como tu llegada –añadió suavemente Pablo desde el otro lado de lamesa.

RobertJordanlemiróyvioquenoeraunaprovocación,sinoalgopensadosencillamenteenaltavoz.Entoncesprosiguió:

—Cuandoelquetienemiedoveunaseñaldemalagüero,serepresentasupropiofinyleparecequeloestáadivinando,cuandoenrealidadnohacemásqueimaginárselo.Creoquenoesmásqueeso–concluyó–.Nocreoenogros,adivinosniencosassobrenaturales.

—Pero aquel tipo de nombre raro vio claramente su destino –dijo elgitano–.Yasífuecomoocurrió.

—No lo vio –dijoRobert Jordan–.Teníamiedo de que pudiera ocurrirlesemejante percance y el temor se convirtió en obsesión. Nadie podráconvencermedequellegóavernada.

—¿Niyo?–preguntóPilar.Recogiendounpuñadodepolvodealladodelfuego,losoplódespuésenlapalmadelamano–.¿Niyotampoco?

—No.Contodastusbrujerías,tusangregitanaytodolodemás,nopodrásconvencerme.

—Porque eres un milagro de sordera –dijo Pilar, cuyo enorme rostroparecíamásgrandeymásrudoalaluzdelavela–.Noesqueseasunidiota.Eres simplemente sordo.Un sordo no puede oír lamúsica.No puede oír laradio.Entonces,comonolasoye,comonolashaoídonunca,dicequeesascosasnoexisten.¡Quéva,inglés!Yohevistolamuertedeaquelmuchachodenombre tan raro en su cara, como si hubiera estadomarcada con un hierrocandente.

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—Tú no has visto nada de nada –afirmó Robert Jordan–. Tú has vistosencillamenteelmiedoy laaprensión.Elmiedooriginadopor lascosasquetuvoquepasar.Laaprensión,por laposibilidaddequeocurrieseelmalqueimaginaba.

—–¡Quéva!–repusoPilar–.Vilamuertetanclaramentecomosiestuvierasentadasobresushombros.Yaúnmás:sentíelolordelamuerte.

—Elolordelamuerte–seburlóRobertJordan–.Seríaelmiedo.Hayunoloramiedo.

—Delamuerte–insistióPilar–.Oye,cuandoBlanquet,elmásgrandedelos peones de brega que ha habido, trabajaba a las órdenes deGranero,mecontóqueeldíadelamuertedeManolo,aliraentrarenlacapilla,caminodela plaza, el olor amuerte quedespedía era tan fuerte, que casi pusomalo aBlanquet.YélhabíaestadoconManoloenelhotel,mientrassebañabaysevestía,antesdesalircaminodelaplaza.Elolornosesentíaenelautomóvil,mientrasestuvieronsentadosjuntosyapretadostodoslosqueibanalacorrida.Ni lopercibiónadieen lacapilla,salvoJuanLuisde laRosa.NiMarcialniChicuelo sintieronnada,ni entoncesni cuando se alinearonpara el paseíllo.PeroJuanLuisestabablancocomouncadáver, segúnmecontóBlanquet,yéstelepreguntó:

»–¿Qué,tútambién?

»–Tanto,quenopuedonirespirar–lecontestóJuanLuis–.Yvienedetupatrono.

»–Puesnada–dijoBlanquet–;nohaynadaquepodamoshacer.Esperemosquenoshayamosequivocado.

»–¿Ylosotros?–preguntóJuanLuisaBlanquet.

»–Nada–dijoBlanquet–;nada.PeroésehuelepeorqueJoséenTalavera.

»Yporlatarde,eltorollamadoPocapena,deVeragua,deshizoaManolocontra los tablonesde la barrera, frente al tendidonúmero2, en la plazadetoros deMadrid.Yo estaba allí, con Finito, y lo vi, y el cuerno le destrozóenteramenteelcráneo,cuandoteníalacabezaencajadaenelestribo,alpiedelabarrera,adondelehabíaarrojadoeltoro.

—Pero¿túolistealgo?–preguntóFernando.

—No–repusoPilar–.Estabademasiadolejos.Estábamosenlafilaséptimadeltendido3.Porestarallí,enaquellugar,pudeverlotodo.Peroesamismanoche,Blanquet,quetambiéntrabajabaconJoselitocuandolemataron,selocontótodoaFinitoenFornos,yFinitolepreguntóaJuanLuisdelaRosasieracierto.PeroJuanLuisnoquisodecirnada.Sóloasintióconlacabeza.Yoestabadelantecuandoocurrió,asíque, inglés,puedeserqueseassordopara

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algunascosas,comoChicueloyMarcialLalanday todos losbanderillerosypicadoresyelrestodelagentedeJuanLuisyManuelGranerolofueronenesaocasión.PeroniJuanLuisniBlanqueteransordos.Yyotampocolosoy;nosoysordaparaesascosas.

—¿Porquédicessordacuandosetratadelanariz?–preguntóFernando.

—Leche –exclamóPilar–; eres tú quien debiera ser el profesor, en lugardel inglés. Pero aún podría contarte cosas, inglés, y no debes dudar de unacosaporquenopuedasverlanioírla.Túnopuedesoírloqueoyeunperroniolerloqueélhuele.Peroyahastenidodetodasmanerasunaexperienciadeloquepuedeocurrirleaunhombre.

María apoyó lamano en el hombro deRobert Jordan y lamantuvo allí.RobertJordanpensóderepente:«Dejémonosdetonteríasyaprovechemoseltiempodisponible.»Perodespuésrecapacitó:erademasiadopronto.Habíaqueapurar loqueaúnquedabade lavelada.Asíesquepreguntó,dirigiéndoseaPablo:

—¡Eh,tú!,¿creesenestasbrujerías?

—Nolosé–respondióPablo–.Soymásbiendetuopinión.Nuncamehaocurridonadasobrenatural.Miedosíquehepasadoalgunasveces,ymucho.PerocreoquePilarpuedeadivinar lascosaspor lapalmade lamano.Sinoestámintiendo,esposiblequehayaolidoesoquedice.

—¡Quéva!–contestóPilar–. ¡Quévoyamentir!Nosoyyo laque lohainventado.EseBlanqueteraunhombremuyserioy,además,muydevoto.Noeragitano,sinounburguésdeValencia.¿Lehasvistoalgunavez?

—Sí–replicóRobertJordan–; lehevistomuchasveces.Erapequeño,decara grisácea, pero nohabía nadie quemanejase la capa como él. Semovíacomoungamo.

—Justo–dijoPilar–.Teníalacaragrisporunaenfermedaddelcorazónylos gitanos decían que llevaba la muerte consigo, aunque era capaz deapartarladeuncapotazo,conlamismafacilidadconquetúlimpiaríaselpolvodeestamesa.Yél,aunquenoeragitano,sintióelolordemuertequedespedíaJoséenTalavera.Nosécómopudonotarloporencimadeloloramanzanilla.PeroBlanquethablabadeaquelloconmuchasvacilacionesylosqueentoncesleescuchabandijeronquetodoesoeranfantasías,yqueloquehabíaolidoeraelolorqueexhalabaJoselitodelossobacos,porlamalavidaquellevaba.PeromástardevinoesodeManoloGranero,enloqueparticipótambiénJuanLuisde la Rosa. Desde luego, Juan Luis no eramuy decente, pero teníamuchahabilidadensutrabajoytumbabaalasmujeresmejorquenadie.Blanqueteraserioymuytranquiloycompletamenteincapazdecontarunamentira.Yyotedigoquesentíelolordelamuertecuandotucompañeroestuvoaquí.

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—Nolocreo–insistióRobertJordan–.Además,hasdichoqueBlanquetlohabía olido antes del paseíllo. Unos momentos antes de que la corridacomenzase.PeroaquíKashkinyvosotrossalisteisbiendelodeltren.Kashkinnomurióentonces.¿Cómopudisteolerlo?

—Esonotienenadaquever–exclamóPilar–.EnlaúltimatemporadadeIgnacioSánchezMejíasolíatanfuertementeamuerte,quemuchossenegabanasentarsejuntoaélenelcafé.Todoslosgitanoslosabían.

—Seinventanesascosasdespués–arguyóRobertJordan–;despuésqueeltiposehamuerto.TodoelmundosabíaqueIgnacioSánchezMejíasestabaapique de recibir una cornada, porque había pasado mucho tiempo sinentrenarse, porque su estilo era pesado y peligroso, y porque la fuerza y laagilidad le habían desaparecido de las piernas y sus reflejos no eran lo quehabíansidoantes.

—Desde luego –reconoció Pilar–. Todo eso es verdad. Pero todos losgitanosestabanenteradosdequeolíaamuerte,ycuandoentrabaenVillaRosahabíaqueverapersonascomoRicardoyFelipeGonzález,queseescabullíanporlapuertadeatrás.

—Quizáledebierandinero–comentóRobertJordan.

—Esposible–aseveróPilar–.Esmuyposible.Perotambiénloolían.Ylosabíantodos.

—Loquediceellaesverdad,inglés–dijoRafael,elgitano–.Escosamuysabidaentrenosotros.

—Nocreounasolapalabra–dijoRobertJordan.

—Oye, inglés –comenzó a decirAnselmo–, yo estoy en contra de todasesasbrujerías.PeroestaPilartienefamadesabermuchodeesascosas.

—Pero¿aquéhuele?–inquirióFernando–.¿Quéolortieneeso?Sihayunoloramuerte,tienequeoleraalgodeterminado.

—¿Quieres saberlo, Fernandito? –preguntóPilar, sonriendo–. ¿Crees quepodríasolerlotú?

—Si esa cosa existe realmente, ¿por qué no habría de olerla yo tambiéncomootrocualquiera?

—¿Por qué no? –se burló Pilar, cruzando sus anchas manos sobre lasrodillas–.¿Hasestadoalgunavezenalgúnbarco?

—No.Niganas.

Entonces podría suceder que no lo reconocieras. Porque, en parte, es elolordeunbarcocuandohay tormentaysecierran lasescotillas.Sipones la

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narizcontralaabrazaderadecobredeunaescotillabiencerrada,enunbarcoquevadandobandazos,cuandoteempiezasaencontrarmalysientesunvacíoenelestómago,sabrásloqueeseseolor.

—No podría reconocerlo, porque nunca he estado en un barco –dijoFernando.

—Yoheestadoenunbarcomuchasveces–dijoPilar–.ParairaMéxicoyaVenezuela.

—Bueno, y aparte de eso, ¿cómo es el olor? –preguntó Robert Jordan.Pilar, que estaba dispuesta a rememorar orgullosamente sus viajes, le miróburlonamente.

—Estábien,inglés.Aprende.Esoes,aprende.Buenafaltatehace.Voyaenseñarteyo.Bueno,despuésdelodelbarco,tienesquebajarmuytempranoalMataderodelPuentedeToledo,enMadrid,yquedarteallí, sobreelsuelomojado por la niebla que sube delManzanares, esperando a las viejas queacuden antes del amanecer a beber la sangre de las bestias sacrificadas.CuandounadeesasviejassalgadelMatadero,envueltaensumantón,consucaragrisylosojoshundidosylospelosesosdelavejezenlasmejillasyenelmentón,esospelosquesalendesucaradeceracomolosbrotesdeunapatatapodridayquenosonpelos,sinobrotespálidosenlacarasinvida,bien,inglés,acércate,abrázalafuertementeybésalaenlaboca.Yconoceráslaotrapartedelaqueestáhechoeseolor.

—Esomeha cortadoel apetito–protestó elgitano–.Lode losbroteshasidodemasiado.

—¿Quieresseguiroyendo?–preguntóPilaraRobertJordan.

—Claro que sí –contestó él–. Si es necesario que uno aprenda,aprendamos.

—Esodelosbrotesenlacaradelaviejameponemalo–repitióelgitano–.¿Porquétienequeocurriresoconlasviejas,Pilar?Anosotrosnonospasalomismo.

—No–seburlóPilar–.Entrenosotros,lasviejas,quehubieransidobuenasmozasensujuventud,anoserporqueibansiempretocandoeltamborgraciasalosfavoresdesumarido,esetamborquetodaslasgitanasllevanconsigo...

—Nohablesasí–dijoRafael–;noestábien.

—Vaya, te sientes ofendido–comentóPilar–.Pero ¿has visto algunavezuna gitana que no estuviera a punto de tener una criatura o que acabase detenerla?

—Tú.

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—Basta–dijoPilar–.Aquínohaynadieaquiennosepuedaofender.Loqueyoestabadiciendoesquelaedadtraelafealdad.Noesnecesarioentrarendetalles. Pero si el inglés quiere aprender a distinguir el olor de la muerte,tienequeirsealmataderoporlamañanatemprano.

—Iré•–dijoRobertJordan–;perotratarédehacermeconeseolormientraspasan, sin necesidad de besarlas. Amí tambiénme danmiedo esos brotes,comoaRafael.

—Besa a una de esas viejas –insistió Pilar–; bésalas, inglés, para queaprendas, y cuando tengas las narices bien impregnadas vete a la ciudad, ycuandoveasuncajóndebasurallenodefloresmuertas,hundelanarizenélyrespiraconfuerza,paraqueeseolorsemezcleconelquetienesyadentro.

—Yaestáhecho–aseguróRobertJordan–.¿Quéflorestienenqueser?

—Crisantemos.

—Sigue–dijoRobertJordan–.Yaloshuelo.

—Luego –prosiguió Pilar–, es importante que sea un día de otoño conlluviao,porlomenos,conalgodeneblina,ysino,aprincipiosdeinvierno.YahoraconvienequesigascruzandolaciudadybajesporlacalledelaSalud,oliendoloqueoleráscuandoesténbarriendolascasasdeputasyvaciandolasbacinillasenlasalcantarillas,yconesteolora los trabajosdeamorperdido,mezclado con el olor dulzón del agua jabonosa y el de las colillas, en tusnarices, vete al Jardín Botánico, en donde, por la noche, las chicas que nopuedentrabajarensucasa,hacensuoficiocontralasrejasdelparqueysobrelas aceras. Allí, a la sombra de los árboles, contra las rejas del parque, esdonde ellas satisfacen todos los deseos de los hombres, desde losrequerimientosmássencillos,alpreciodediezcéntimos,hastaunapeseta,poresegrandiosoactograciasalcualnacemos.Yallí,sobrealgúnlechodefloresque aún no hayan sido arrancadas para el trasplante, y que hacen la tierramuchomás blanda que el pavimento de las aceras, encontrarás abandonadoalgúnsacodearpillera,enelquesemezclanlosoloresdelatierrahúmeda,delasfloresmustiasydelascosasquesehicieronaquellanocheallí.Enesesacoestarálaesenciadetodo,delatierramuerta,delostallosdelasfloresmuertasydesuspétalospodridosydelolorqueesauntiempoeldelamuerteyeldelnacimientodel hombre.Meterás la cabeza en ese sacoy tratarás de respirardentrodeél.

—No.

—Sí –dijo Pilar–. Meterás la cabeza en ese saco y procurarás respirardentro de él, y entonces, si no has perdido el recuerdo de los otros olores,cuandoaspiresprofundamenteconoceráselolordelamuertequehadevenirtalycomonosotroslareconocemos.

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—Muybien–dijoRobert Jordan–.¿YdicesqueKashkinolíaa todoesocuandoestuvoaquí?

—Sí.

—Bueno –exclamó Robert Jordan, gravemente–; si todo eso es verdad,hicebienenpegarleuntiro.

—¡Ole!–exclamóelgitano.Losotrossoltaronlacarcajada.

—Muybien–aprobóPrimitivo–.Esolamantendrácalladaunbuenrato.

—Pero, Pilar –observó Fernando–, no esperarás que nadie con laeducacióndedonRobertovayaahacerunascosastanfeas.

—No–reconocióPilar.

—Todoesoesabsolutamenterepugnante.

—Sí–asintióella.

—Noesperarásquerealiceesosactosdegradantes,¿verdad?

—No–contestóPilar–.Anda,vetealacama,¿quieres?

—Pero,Pilar...–siguióFernando.

—Callalaboca.¿Quieres?–exclamóPilar,agriamente.Deprontosehabíaenfadado–.No hagas el idiota y yo aprenderé a no hacer el idiota otra vez,poniéndomeahablarcongentequenoescapazdeentender loqueunaestádiciendo—Confiesoquenoloentiendo–reconocióFernando.

—No confieses nada y no trates de comprender –dijo Pilar–. ¿Estánevandotodavía?

RobertJordanseacercóalabocadelacuevay,levantandolamanta,echóunaojeadaalexterior.Lanocheestabaclarayfríaylanievehabíadejadodecaer.Miróatravésdelostroncosdelosárboles,violanievecaídaentreellos,formando unmanto blanco, y, elevando los ojos, vio por entre las ramas elcieloclaroylímpido.Elaireásperoyfríollenabasuspulmonesalrespirar.

«ElSordovaadejarmuchashuellassiharobadoloscaballosestanoche»,pensó.Ydejandocaerlamanta,volvióaentrarenlacuevallenadehumo.

—Haaclarado–dijo–.Latormentahaterminado.

CAPÍTULOVEINTE

Estaba tumbado en la oscuridad esperando que llegase lamuchacha.No

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soplaba el viento y los pinos estaban inmóviles en la noche. Los troncososcurossurgíandelanievequecubríaelsueloyélestabaallí, tendidoenelsacodedormir,sintiendobajosucuerpolaelasticidaddellechoquesehabíafabricado,conlaspiernasestiradasparagozardetodoelcalordelsaco,elairevivo y frío acariciándole la cabeza y penetrando por las narices. Bajo lacabeza, tumbado como estaba de costado, tenía el envoltorio hecho con supantalón y su chaqueta enrollados alrededor de sus zapatos, a guisa dealmohada,y, juntoa la cadera, el contacto fríoymetálicode lapistola,quehabía sacado de su funda al desnudarse y había atado con una correa a sumuñecaderecha.Apartólapistolaysedejócaermásadentroenelsaco,conlos ojos fijos más allá de la nieve en la hendidura negra que marcaba laentradadelacueva.Elcieloestabaclaroylanievereflejabalasuficienteluzcomoparapoderdistinguirlostroncosdelosárbolesylasmasasdelasrocasenellugardondeseabríalacueva.

Pocoantesdeacostarsehabíacogidounhacha,habíasalidodelacuevay,pisandolanievereciéncaída,habíaidohastalalindedelclaroyderribadounpequeño abeto.Había arrastrado el abeto en la oscuridad hasta la pared delmuro rocoso. Allí lo había puesto de pie, y, sosteniendo con una mano eltronco, le había ido despojando de todas las ramas. Luego, dejando éstasamontonadas, depositó el troncodesnudo sobre lanieveyvolvió a la cuevapara cogeruna tablaquehabíavisto apoyadacontra lapared.Conesa tablahabíaescarbadoenlanievealpiedelamurallarocosay,sacudiendolasramasparadespojarlasde lanieve, lashabíadispuestoen filas, comosi fueran lasplumasdeuncolchón,unasencimadeotras,hasta formarun lecho.Colocóluegoeltroncoalospiesdeeselechoderamas,paramantenerlasensusitio,ylosujetócondoscuñaspuntiagudas,cortadasdelamismatabla.

Luegovolvióa lacueva, inclinándosebajo lamantaparapasarydejóelhachaylatablacontralapared.

—¿Quéestabashaciendoafuera?–preguntóPilar.

—Estabahaciéndomeunacama.

—Nocortespedazosdemialacenaparahacerteunacama.

—Sientohaberlohecho.

—Notieneimportancia;haymástablonesenelaserradero.¿Quéclasedecamatehashecho?

—Alestilodemipaís.

—Entonces,queduermasbien–dijoella.

RobertJordanhabíaabiertounade lasmochilas,habíasacadoelsacodedormir,habíapuestoensusitiolosobjetosqueestabanenvueltosenelsacoy

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saliódelacuevaconelenvoltorioenlamano,agachándoseluegoparapasarpordebajode lamanta.Extendióel sacosobre las ramasdemaneraque lospies estuviesen contra el tronco y la cabeza descansara sobre la murallarocosa.Luegovolvióaentrarenlacuevapararecogersusmochilas;peroPilarledijo:

—Esaspuedendormirconmigocomoanoche.

—¿Nosevanaponercentinelas?–preguntóJordan–.Lanocheestáclaraylatormentahapasado.

—IráFernando–habíadichoPilar.

MaríaestabaenelfondodelacuevayRobertJordannopodíaverla.

—Buenasnochesatodoelmundo–habíadicho–.Voyadormir.

De los que estaban ocupados extendiendo las mantas y los bultos en elsuelo, frente al hogar, echando atrás mesas y asientos de cuero, para dejarespacio y acomodarse, sólo Primitivo y Andrés levantaron la cabeza paradecir:

—Buenasnoches.

Anselmoestabayadormidoenunrincón,tanbienenvueltoensucapayensumanta,quenisiquierase leveía lapuntade lanariz.Pablodormíaensusitio.

—¿Quieresunapieldecorderoparatucama?–preguntóPilarenvozbajaaRobertJordan.

—No.Muchasgracias.Nomehacefalta.

—Queduermasagusto–dijoella–.Yorespondodetumaterial.

Fernando había salido con él. Se había detenido un instante en el lugardondeJordanhabíaextendidoelsacodedormir.

—¡Quéideamásraraladedormiralsereno,donRoberto!

Habíadicho,depie,enlaoscuridad,envueltoensucapotehastalascejasyconlacarabinasobresaliendopordetrásdelaespalda.

—Tengocostumbredehacerloasí.Buenasnoches.

—Desdeelmomentoenquetieneustedlacostumbre...

—¿Cuándoeselrelevo?

—Alascuatro.

—Vaapasarustedmuchofríodeaquíaentonces.

—Tengocostumbre–dijoFernando.

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—Desde elmomento en que tiene usted costumbre... –había respondidocortésmenteRobertJordan.

—Sí–habíadichoFernando–,yahoratengoqueirmealláarriba.Buenasnoches,donRoberto.

—Buenasnoches,Fernando.

Luego Robert Jordan se hizo una almohada con la ropa que se habíaquitado, se metió en el saco y, allí tumbado, se puso a esperar. Sentía laelasticidadde lasramasbajo lacálidasuavidaddelsacoacolchado,yconelcorazónpalpitándoleylosojosfijosenlaentradadelacueva,másalládelanieve,esperaba.

La noche era clara y su cabeza estaba tan fría y tan clara como el aire.Respirabaelolorde lasramasdepinobajosucuerpo,de lasagujasdepinoaplastadasyelolormásvivodelaresinaquerezumabadelasramascortadas.Ypensó:«Pilaryelolorde lamuerte.Amí,elolorquemeagradaeséste.Esteyeldeltrébolreciéncortadoyeldelasalviaconlashojasaplastadaspormicaballocuandocabalgadetrásdelganado,yelolordelhumodelaleñaydelashojasquesequemanenelotoño.Eseolor,eldelashumaredasqueselevantan de los montones de hojas alineados a lo largo de las calles deMissoula, en el otoño, debe ser el olor de la nostalgia. ¿Cuál es el que túprefieres?¿Eldelashierbastiernasconquelosindiostejensuscestos?¿Eldelcueroahumado?¿Elolordelatierraenprimavera,despuésdeunchubasco?EldelmarquesepercibecuandocaminasentrelostojosenGalicia?¿OeldelvientoquesopladetierraalacercarseaCubaenmediodelanoche?Eseoloreseldeloscactusenflor,eldelasmimosasyeldelasalgas.¿Opreferiríaseldel tocino, friéndose para el desayuno, por las mañanas, cuando estáshambriento?¿Oeldelcafé?¿OeldeunamanzanaJonathan,cuandohincaslosdientesenella?¿Oeldelasidraeneltrapiche?¿Oeldelpansacadodelhorno?Debesdetenerhambre.»Asípensóysetumbódecostadoyobservólaentradadelacuevaalaluzdelasestrellas,quesereflejabanenlanieve.

Alguien salió por debajo de lamanta y Jordan pudo ver una silueta quepermanecía de pie junto a la entrada de la cueva. Oyó deslizarse a alguiensobre la nieve y pudo ver que la silueta volvía a agacharse y entraba en lacueva.

«Supongoquenovendráantesqueesténtodosdormidos.Esunapérdidadetiempo.Lamitaddelanochehapasadoya.¡Oh,María!Venpronto,María;nosquedapocotiempo.»Oyóelruidosordodelanievequecaíadeunarama.Soplaba un viento ligero. Lo sentía sobre su rostro. Una angustia súbita leacometióantelaideadequepudieranollegar.Elvientoqueseibalevantando,lerecordabaqueprontollegaría lamadrugada.Continuabacayendonievedelasramasalmoverelvientolascopasdelosárboles.

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«Ven ahora, María. Ven, te lo ruego; ven en seguida. Ven ahora. Noesperes.Yanovalelapenaqueesperesaqueseduermanlosdemás.»

Entonceslaviollegar,saliendodedebajodelamantaquecubríalaentradadelacueva.Sequedóparadauninstante,yaunqueestabasegurodequeeralamuchacha,nopodíaverloqueestabahaciendo.Silbósuavemente.Seguíacasiescondidajuntoalaentradadelacueva,entrelassombrasqueproyectabalaroca.Porfinseacercócorriendo,consuslargaspiernassobrelanieve.Yuninstantedespuésestabaallí,derodillas,juntoalsaco,conlacabezaapretadacontralasuyaquitándoselanievedelospies.Lebesóyletendióunpaquete.

—Ponlo con tu almohada –le dijo–; me he quitado la ropa para ganartiempo.

—¿Hasvenidodescalzaporlanieve?

—Sí–dijoella–;sóloconmicamisóndeboda.

Laapretóentresusbrazosyellarestregósucabezacontrasubarbilla.

—Apartalospies;losmíosestánmuyfríos,Roberto.

—Ponlosaquíysetecalentarán.

—No,no–dijoella–.Yasecalentaránsolos.Peroahoradimeenseguidaquemequieres.

—Tequiero.

—¡Québonito!Dímelootravez.

—Tequiero,conejito.

—¿Tegustamicamisóndeboda?

—Eselmismodesiempre.

—Sí.Eldeanoche.Esmicamisóndeboda.

—Pontuspiesaquí.

—No.Esoseríaabusar.Yasecalentaránsolos.Notengofrío.Lanieveloshaenfriadoytúlossentirásfríos.Dímelootravez.

—Tequiero,conejito.

—Yotambiéntequieroysoytumujer.

—¿Estándormidos?

—No –respondió ella–; pero no pude aguantar más. Y además, ¿quéimporta?

—Nada–dijoél.Ysintiendolaproximidaddesucuerpo,esbelto,cálidoy

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largo,añadió–:Nadatieneimportancia.

—Ponmelasmanossobrelacabeza–dijoella–ydéjameversisébesarte.

Preguntóluego:

—¿Lohehechobien?

—Sí–dijoél–;quítateelcamisón.

—¿Creesquetengoquehacerlo?

—Sí,sinovasasentirfrío.

—¡Quéva!Estoyardiendo.

—Yotambién;perodespuéspuedessentirfrío.

—No.Despuésseremoscomounanimalitoenelbosque,ytancercaelunodelotro,queningunopodrádecirquiénesquién.¿Sientesmicorazónlatiendocontraeltuyo?

—Sí.Esunosólo.

—Ahora,siente.Yosoytúytúeresyo,ytodolodelunoesdelotro.Yyotequiero;sí,tequieromucho.¿Noesverdadquenosomosmásqueuno?¿Tedascuenta?

—Sí–dijoél–.Asíes.

—Yahora,siente.Notienesmáscorazónqueelmío.

—Nipiernasnipiesnicuerpoquenoseanlostuyos.

—Pero somos diferentes –dijo ella–.Quisiera que fuésemos enteramenteiguales.

—Nodigaseso.

—Sí.Lodigo.Eraunacosaquequeríadecirte.

—Nohasqueridodecirlo.

—Quizá no –dijo ella, hablando quedamente, con la boca pegada a suhombro–. Pero quizá sí.Ya que somos diferentes,me alegro de que tú seasRobertoyyoMaría.Perosituvieraquecambiaralgunavez,amímegustaríacambiarmeporti.Quisierasertú;porquetequieromucho.

—Peroyonoquierocambiar.Esmejorquecadaunoseaquienes.

—Peroahorano seremosmásqueuno,ynunca existirá el uno separadodel otro. –Luego añadió–: Yo seré tú cuando no estés aquí. ¡Ay, cuánto tequiero...ytengoquecuidardeti!

—María...

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—Sí.

—María...

—Sí.

—María...

—Sí,porfavor.

—¿Notienesfrío?

—No.Tápateloshombrosconlamanta.

—María...

—Nopuedohablar.

—Oh,María,María,María.

Volvieronaencontrarsemástarde,unojuntoalotro,conlanochefríaasualrededor, sumergidos en el calor del saco y la cabeza deMaría rozando lamejilla de Robert Jordan. La muchacha yacía tranquila, dichosa, apretadacontraél.Entoncesellaledijosuavemente:

—¿Ytú?

—Comotú–dijoél.

—Sí–convinoella–;peronohasidocomoestatarde.

—No.

—Peromegustómás.Nohacefaltamorir.

—Ojalá–dijoél–.Confíoenqueno.

—Noquisedecireso.

—Losé.Séloquequisistedecir.Losdosqueremosdecirlomismo.

—Entonces,¿porquéhasdichoesoenvezdeloqueyodecía?

—Porqueparaunhombreesdistinto.

—Entoncesmealegromuchodequeseamosdiferentes.

—Yyotambién–dijoél–;peroheentendidoloquequeríasdecirconesodemorirse.Hablécomohombrepor lacostumbre.Hesentido lomismoquetú.

—Hablescomohablesyseascomoseas,esasícomotequiero.

—Yyotequieroatiyadorotunombre,María.

—Esunnombrevulgar.

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—No–dijoél–.Noesvulgar.

—¿Dormimosahora?–preguntóella–.Yomedormiríaenseguida.

—Durmamos –dijo él sintiendo la cercanía del cuerpo esbelto y cálidojunto a sí, reconfortante, sintiendo que desaparecía la soledadmágicamente,porelsimplecontactodecostados,espaldasypies,comositodoaquellofueseunaalianzacontralamuerte.Ysusurró–:Duermeagusto,conejito.

Yella:

—Yaestoydormida.

—Yotambiénvoyadormirme–dijoél–.Duermeagusto,cariño.

Luegosequedódormido,felizensusueño.

Perosedespertódurantelanocheylaapretócontrasícomosiellafueratodalavidayselaestuviesenarrebatando.Laabrazabaysentíaqueellaeratodalavidayqueeraverdad.Peroelladormíatanplácidayprofundamente,quenosedespertó.

Así es que él se volvió de costado y le cubrió la cabeza con la manta,besándolaenelcuello.Tiródelacorreaquesujetabalapistolaenlamuñeca,demodo que pudiera alcanzarla fácilmente, y se quedó allí pensando en laquietuddelanoche.

CAPÍTULOVEINTIUNO

Conla luzdeldíase levantóunvientocálido;podíaoírseel rumorde lanievederritiéndoseenlasramasdelosárbolesyelpesadogolpedesucaída.Eraunamañanadefinalesdeprimavera.Conlaprimerabocanadadeairequerespiró Jordan se dio cuenta de que había sido una tormenta pasajera de lamontaña de la que no quedaría ni el recuerdo para el mediodía. En esemomentooyóel trotedeuncaballoqueseacercabayelruidodeloscascosamortiguado por la nieve. Oyó el golpeteo de la funda de la carabina y elcrujidodelcuerodelasilla.

—María–dijoenvozbaja,sacudiendoalamuchachaporloshombrosparadespertarla–,métetedebajodelamanta.

Se abrochó la camisa con una mano, mientras empuñaba con la otra lapistolaautomática,alaquehabíadescorridoelseguroconelpulgar.Vioquela rapada cabeza de la muchacha desaparecía debajo de la manta con unaligera sacudida. En ese momento apareció el jinete por entre los árboles.Robert Jordan se acurrucó debajo de la manta y con la pistola sujeta con

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ambasmanosapuntóalhombrequeseacercaba.Nolehabíavistonunca.

El jineteestabacasi frenteaél.Montabaungrancaballo tordoy llevabauna gorra de color caqui, un capote parecido a un poncho y pesadas botasnegras.Aladerechadelamontura,saliendodelafunda,seveíanlaculatayellargocerrojodeunpequeñofusilautomático.Teníaunrostrojuvenilderasgosduros,yeneseinstantevioaRobertJordan.

El jinete echó mano a la carabina, y al inclinarse hacia un costado,mientrastirabadelaculata,Jordanviolamanchaescarlatadelainsigniaquellevabaenel lado izquierdodelpecho,sobreelcapote.Apuntandoalcentrodelpecho,unpocomásabajodelainsignia,disparó.

Elpistoletazoretumbóentrelosárbolesnevados.

El caballo dio un salto, como si le hubieran clavado las espuelas, y eljinete,asidotodavíaalacarabina,sedeslizóhaciaelsuelo,conelpiederechoenganchadoenelestribo.

El caballo tordo comenzó a galopar por entre los árboles, arrastrando aljinete boca abajo, dando tumbos.Robert Jordan se incorporó empuñando lapistolaconunasolamano.

Elgrancaballogrisgalopabaentrelospinos.Habíaunaanchahuellaenlanieve,pordondeel cuerpodel jinetehabía sidoarrastrado, conunhilo rojocorriendo paralelo a uno de los lados.La gente empezó a salir de la cueva.Robert Jordan se inclinó, desenrolló el pantalón, que le había servido dealmohada,ycomenzóaponérselo.

—Vístete–ledijoaMaría.

Sobresucabezaoyóelruidodeunaviónquevolabamuyalto.Entrelosárboles distinguió el caballo gris, parado, y el jinete, pendiente siempre delestribo,colgandobocaabajo.

—Ve y atrapa a ese caballo –gritó a Primitivo, que se dirigía hacia él.Luegopreguntó–:¿Quiénestabadeguardiaarriba?

—Rafael–dijoPilardesdelaentradadelacueva.Sehabíaquedadoparadaallí,conelcabellopeinadoentrenzasquelecolgabaporlaespalda.

—Ha salido la caballería –dijo Robert Jordan–. Sacad esa malditaametralladora,enseguida.

OyóaPilarquedentrodelacuevagritabaaAgustín.Luegolaviometersedentroyquedoshombres salíancorriendo,unoconel fusil automáticoyeltrípodecolgandosobresuhombro;elotroconunsacollenodemuniciones.

—Suba con ellos –dijo Jordan a Anselmo–. Échese al lado del fusil ysujetelaspatas.

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Lostreshombressubieronporelsenderocorriendoporentrelosárboles.

Elsolnohabíaalcanzadolacimadelasmontañas.RobertJordan,depie,seabrochóelpantalónyseajustóelcinturón.Aúnteníalapistolacolgandodelacorreadelamuñeca.Lametióenlafunda,unavezaseguradoelcinturón,y,corriendoelnudodelacorrea,lapasóporencimadesucabeza.

«Alguien te estrangulará un día con esa correa –se dijo–.Bueno,menosmalquelateníasamano.»Sacólapistola,quitóelcargador,metióunanuevabalayvolvióacolocarloensusitio.

MiróentrelosárboleshaciadondeestabaPrimitivo,quesosteníaelcaballode lasbridasyestaba tratandodedesprender el jinetedel estribo.El cuerpocayódebrucesyPrimitivoempezóaregistrarlelosbolsillos.

—Vamos–gritóJordan–.Traeesecaballo.

Alarrodillarseparaatarselasalpargatas,JordansintiócontrasusrodillaselcuerpodeMaría,vistiéndosedebajodelamanta.Enesosmomentosnohabíalugarparaellaensuvida.

«Ese jinetenoesperabanadamalo–pensó–.Noibasiguiendolashuellasdeningúncaballo,niestabaalerta,nisiquieraarmado.Noseguíalasendaqueconduce al puesto. Debía de ser de alguna patrulla desparramada por estosmontes.Perocuandosuscompañerosnotensuausencia,seguiránsushuellashastaaquí.Amenosqueantessederritalanieve.Oamenosqueleocurraalgoalapatrulla.»

—Seríamejorquefuesesabajo–ledijoaPablo.

Todos habían salido ya de la cueva y estaban parados, empuñando lascarabinasyllevandogranadassujetasaloscinturones.PilartendióaJordanunsaco de cuero lleno de granadas; Jordan tomó tres, y se las metió en losbolsillos.Agachándoseentróenlacueva.Sefuehaciasusmochilas,abrióunade ellas, la que guardaba el fusil automático, sacó el cañón y la culata, loarmó,lemetióunacintayseguardóotrastresenelbolsillo.Volvióacerrarlamochila y se fue hacia la puerta. «Tengo los bolsillos llenos de chatarra.Esperoqueaguantenlascosturas.»AlsalirdelacuevaledijoaPablo:

—Mevoyparaarriba.¿SabemanejarAgustínesefusil?

—Sí –respondió Pablo. Estaba observando a Primitivo, que se acercaba,llevandoelcaballodelasriendas–:Miraquécaballo.

ElgrantordillotranspirabaytemblabaunpocoyRobertJordanlopalmeóenlasancas.

—Lellevaréconlosotros–dijoPablo.

—No–replicóJordan–.Hadejadohuellasalvenir.Tienequehacerlasde

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regreso.

—Esverdad–asintióPablo–.Voyamontarenél.Leesconderéyletraerécuandosehayaderretidolanieve.Tienesmuchacabezahoy,inglés.

—Manda a alguno que vigile abajo –dijo Robert Jordan–. Nosotrostenemosqueiralláarriba.

—Nohace falta–dijoPablo–.Los jinetesnopueden llegarpor ese lado.Serámejornodejarhuellas,porsivienenlosaviones.Damelabotadevino,Pilar.

—Para largarte y emborracharte –repuso Pilar –. Toma, coge esto encambio –y le tendió las granadas. Pablometió lamano, cogió dos y se lasguardóenlosbolsillos.

—¡Quéva,emborracharme!–exclamóPablo–;lasituaciónesgrave.Perodamelabota;nomegustahacerestoconaguasola.Levantólosbrazos,tomólasriendasysaltóalasilla.Sonrióacariciandoalnerviosocaballo.Jordanviocómofrotabalaspiernascontralosflancosdelcaballo.

—¡Qué caballomás bonito! –dijo, y volvió a acariciar al gran tordillo–.¡Quécaballomáshermoso!Vamos;cuantoantessalgamosdeaquí,serámejor.

Seinclinó,sacódesufundaelpequeñofusilautomático,queerarealmenteunaametralladoraquepodíacargarseconmunicióndenuevemilímetros,ylaexaminó:

—Miracómovanarmados–dijo–.Fíjateloqueeslacaballeríamoderna.

—Ahíestálacaballeríamoderna,debrucescontraelsuelo–replicóRobertJordan–. Vámonos. Tú, Andrés, ensilla los caballos y tenlos dispuestos. Sioyes disparos, llévalos al bosque, detrás del claro, y ve a buscarnos con lasarmas,mientras lasmujeres guardan los caballos. Fernando, cuídese de quemesubantambiénlossacos;sobretodo,dequelosllevenconprecaución.Ytú, cuida de mis mochilas –le dijo a Pilar, tuteándola–. Asegúrate de quevienentambiénconloscaballos.Vámonos–dijo–.Vamos.

—María y yo vamos a preparar la marcha –dijo Pilar. Luego susurró aRobert Jordan–: Mírale –señalando a Pablo, que montaba el caballo a lamanera de los vaqueros; las narices del caballo se dilataron cuando Pabloreemplazóelcargadordelaametralladora–.Miraelefectoquehaproducidoenélesecaballo.

.Siyopudieratenerdoscaballos–dijoJordanconvehemencia.

Yatienesbastantecaballoconloquetegustaelpeligro.

Entonces, me conformo con un mulo –dijo Robert Jordan sonriendo–.Desnúdemeaése–ledijoaPilar,señalandoconunmovimientodecabezaal

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hombretendidodebruces,sobrelanieve–ycojatodoloqueencuentre,cartas,papeles, todo. Métalos en el bolsillo exterior de mi mochila. ¿Me haentendido?

—Sí.

—Vámonos.

Pabloibadelanteylosdoshombresleseguían,unodetrásdeotro,atentosa no dejar huellas en la nieve. Jordan llevaba su ametralladora en laempuñadura,conelcañónhaciaabajo.«Megustaríaqueselapudieracargarcon lasmismasmuniciones que esa arma de caballería. Pero no hay ni quepensarlo.Estaesunarmaalemana.EraelarmadelbuenodeKashkin.»

Elsolbrillabayasobrelospicosdelasmontañas.Soplabaunvientotibioylanieveseibaderritiendo.Eraunahermosamañanadefinalesdeprimavera.

Jordan volvió la vista atrás y vio a María parada junto a Pilar. Luegoempezó a correr hacia él por el sendero. Jordan se inclinó por detrás dePrimitivo,parahablarle.

—Tú–gritóMaría–,¿puedoircontigo?

—No,ayudaaPilar.

Corría detrás de él, y cuando llegó a su alcance le puso la mano en elbrazo.

—Voycontigo.

—No.Deningunamanera.

Ellasiguiócaminandoasulado.

—Podría sujetar las patas de la ametralladora, como le has dicho tú aAnselmoquehiciese.

—Novasasujetarnada,nilaametralladoraniningunaotracosa.

Insistió en seguir andando a su lado, se adelantó ligeramente ymetió sumanoenelbolsillodeRobertJordan.

—No–dijoél–;perocuidabiendetucamisóndeboda.

—Bésame–dijoella–,sitevas.

—Eresunadesvergonzada–dijoél.

—Sí;porcompleto.

—Vuelve ahoramismo.Haymuchas cosas que hacer. Podríamos vernosforzadosacombatiraquímismosisiguenlashuellasdeestecaballo.

—Tú–dijoella–,¿novisteloquellevabaenelpecho?

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—Sí,¿cómono?EraelSagradoCorazón.

—Sí,todoslosnavarroslollevan.¿Ylehasmatadoporeso?

—No,disparémásabajo.Vuélveteahoramismo.

—Tú–insistióella–,lohevistotodo.

—Nohasvistonada.Nohasvistomásqueaunhombre.Aunhombreacaballo.Vete.Vuélveteahoramismo.

—Dimequemequieres.

—No.Ahorano.

—¿Yanomequieres?

—Déjame.Vuélvete.Estenoeselmomento.

—Quiero sujetar las patas de la ametralladora, y mientras disparas,quererte.

—Estásloca.Vete.

—Noestoyloca–dijoella–;tequiero.

—Entonces,vuélvete.

—Bueno,mevoy.Ysitúnomequieres,yotequieroatilosuficienteparalosdos.

Éllamiróylesonrió,sindejardepensarenloquelepreocupaba.

—Cuando oigas tiros, ven con los caballos, y ayuda a Pilar con mismochilas.Puedequenosucedanada.Asíloespero.

—Mevoy–dijoella–.MiraquécaballollevaPablo.

Eltordilloavanzabaporelsendero.

—Sí,yaloveo.Perovete.

—Mevoy.

Elpuñodelamuchacha,aferradofuertementedentrodelbolsillodeRobertJordan, legolpeóen la cadera.Él lamiróyvioque tenía losojos llenosdelágrimas.Sacóellalamanodelbolsillo,lerodeóelcuelloconsusbrazosylebesó.

—Mevoy–dijo–;mevoy,mevoy.

El volvió la cabeza y la vio parada allí, con el primer sol ¿e lamañanabrillándoleenlacaramorenayenlacabellera,cortaydorada.Ellalevantóelpuño,enseñaldedespedida,ydandomediavueltadescendióporelsenderoconlacabezabaja.

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Primitivovolviólacaraparamirarla.

Sinotuviesecortadoelpelodeesemodo,seríamuybonita.

—Sí–contestóRobertJordan–.Estabapensandoenotracosa.

—¿Cómoesenlacama?–preguntóPrimitivo.

—¿Qué?

—Enlacama.

—Cállatelaboca.

—Unonotieneporquéenfadarsesi...

—Calla–dijoRobertJordan.Estabaestudiandolasposiciones.

CAPÍTULOVEINTIDÓS

—Córtameunascuantasramasdepino–dijoRobertJordanaPrimitivo–ytráemelas en seguida.Nome gusta la ametralladora en esa posición –dijo aAgustín.

—¿Porqué?

—Colócala ahí ymás tarde te lo explicaré–precisó Jordan–.Aquí, así –añadió–.Dejaqueteayude.Aquí.–Yseagazapójuntoalarma.

Miróatravésdelestrechosendero,fijándoseespecialmenteenlaalturadelasrocasaunoyotrolado.

—Hayqueponerlaunpocomásallá–dijo–.Bien,aquí.Aquíestarábienhastaquepodamoscolocarladebidamente.Aquí.Ponpiedrasalrededor.Aquíhayuna.Ponestaotradelotrolado.Dejaalcañónholguraparagirarcontodalibertad.Hayqueponerunapiedraunpocomásallá,porestelado.Anselmo,bajeustedalacuevaytráigameelhacha.Pronto.¿Nohabéistenidonuncaunemplazamientoadecuadoparalaametralladora?–preguntóaAgustín.

—Siemprelahemospuestoahí.

—¿OsdijoKashkinquelapusieraisahí?

—Cuandotrajeronlaametralladora,élyasehabíamarchado.

—¿Nosabíanutilizarlalosqueoslatrajeron?

—No,eransólocargadores.

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—¡Quémanerade trabajar! –exclamóRobert Jordan–. ¿Os ladieron así,sininstrucciones?

—Sí,comosifueraunregalo.UnaparanosotrosyotraparaelSordo.Latrajeroncuatrohombres.Anselmolosguió.

—Esunmilagroquenolaperdieran.Cuatrohombresatravésdelaslíneas.

—Lo mismo pensé yo –dijo Agustín–. Pensé que los que la enviabanteníanganasdequeseperdiera.PeroAnselmolosguiomuybien.

—¿Sabesmanejarla?

—Sí. He probado a hacerlo. Yo sé. Pablo también sabe. Primitivo sabe.Fernandotambién.Probamosamontarlayadesmontarlasobrelamesa,enlacueva.Unavezladesmontamosyestuvimosdosdíassinsabercómomontarladenuevo.Desdeentoncesnohemosvueltoamontarlamás.

—¿Disparabienporlomenos?

—Sí,peronose ladejamosalgitanonia losotros,paraqueno jueguenconella.

—¿Ves ahora? Desde donde estaba no servía para nada –dijo Jordan–.Mira, esas rocas que tenían que proteger vuestro flanco, cubrían a losasaltantes.Conunaarmacomoéstahayquetenerunespaciodescubiertopordelante, para que sirva de campo de tiro.Y además, es preciso atacarlos delado.¿Tedascuenta?Fíjateahora;todoquedadominado.

—Ya lo veo –dijo Agustín–; pero no nos hemos peleado nunca a ladefensiva, salvo en nuestro pueblo. En el asunto del tren, los que tenían lamáquinaeranlossoldados.

—Entoncesaprenderemos todos juntos–repusoRobert Jordan–.Hayquefijarseenalgunascosas.¿Dóndeestáelgitano?Yadeberíaestaraquí.

—Nolosé.

—¿Adóndepuedehaberseido?

—Nolosé.

Pablofuecabalgandoporelsenderoydiounavueltaporelespaciollanoqueformabaelcampodetirodelfusilautomático.RobertJordanleviobajarlacuestaenaquellosmomentosalolargodelashuellasqueelcaballohabíatrazado al subir. Luego desapareció entre los árboles, doblando hacia laizquierda.

—«Esperoquenotropiececonlacaballería–pensóRobertJordan–.Temoquenoslodevuelvancomounregalo.»

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PrimitivotrajoramasdepinoyRobertJordanlasplantóenlanieve,hastallegaralatierrablanda,arqueándolaalrededordelfusil.

—Traemás –dijo–; hay que hacer un refugio para los dos hombres quesirvenlapieza.Estonosirvedemucho,perotendremosquevalernosdeellohastaquenostraiganelhacha,yescucha–añadió–:Sioyesunavión,échatealsuelo,dondequieraqueestés,pontealcobijodelasrocas.Yomequedoaquíconlaametralladora.

El sol estaba alto y soplaba un viento tibio que hacía agradable elencontrarsejuntoalasrocasiluminadas,brillandoasuresplandor.

«Cuatrocaballos–pensóRobertJordan–.Lasdosmujeresyyo.Anselmo,Primitivo,Fernando,Agustín...¿Cómodiablossellamaelotrohermano?Estohacenocho.Sincontaralgitano,queharíanueve.Yademás,hayquecontarconPablo,queahorasehaidoconelcaballo,queharíadiez.¡Ah,sí,elotrohermano se llama Andrés! Y el otro también, Eladio. Así suman once. Nisiquieralamitaddeuncaballoparacadauno.Treshombrespuedenaguantaraquíycuatromarcharse.Cinco,conPablo.Peroquedandos.TresconEladio.¿Dóndediablosestará?DiossabeloqueleesperaalSordohoy,siencuentranlahuelladeloscaballosenlanieve.Hasidomalasuertequedejasedenevarderepente.Aunque,sisederrite,lascosassenivelarán.PeronoparaelSordo.MetemoqueseademasiadotardeparaquelascosaspuedanarreglarseparaelSordo. Si logramos pasar el día sin tener que combatir, podremos lanzarnosmañanaalasuntocontodoslosmediosdequedisponemos.Séquepodemos.No muy bien, pero podemos. No como hubiéramos querido hacerlo; pero,utilizando a todo el mundo, podemos intentar el golpe si no tenemos quelucharhoy.Sitenemoshoyquepelear,Diosnosproteja.

»Entretanto,nocreoquehayaunlugarmejorqueésteparainstalarnos.Sinosmovemosahora, loúnicoqueharemosesdejarhuellas.Este lugarnoespeorqueotro,ysilascosasvanmal,haytresescapatorias.Despuésvendrálanoche y desde cualquier punto donde estemos en estas montañas, podréacercarme al puente y volarlo con luz de día. No sé por qué tengo quepreocuparme. Todo esto parece ahora bastante fácil. Espero que la aviaciónsaldráa tiemposiquieraseaunavez.Sí,esperoqueseaasí.Mañanaseráundíademuchopolvoenlacarretera.

»Bueno, el día de hoy tiene que ser muy interesante o muy aburrido.Gracias aDios que hemos apartado de aquí a ese caballo.Aunque vinieranderechos hacia acá no creo que pudieran seguir las huellas en la forma queestánahora.Creeránqueseparóeneselugarydiomediavuelta,yseguiránlas huellas de Pablo.Me gustaría saber adonde ha ido ese cochino.A buenseguro que estará dejando huellas como un viejo búfalo que anda dandovueltasymetiéndoseportodaspartes,alejándoseparavolvercuandolanieve

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se haya derretido. Ese caballo realmente le ha cambiado. Quizá lo hayaaprovechadopara largarse.Bueno,yasabecuidarsedesímismo.Hapasadomucho tiempo manejándose solo. Pero, con todo eso, me inspira menosconfianzaquesituvieraquehabérmelasconelEverest.

»Creoqueserámáshábilusardeestasrocascomorefugioycubrirbienlaametralladora,envezdeponernosaconstruirunemplazamientoenladebidaforma. Si llegaran ellos con los aviones, nos sorprenderían cuandoestuviéramoshaciendo las trincheras.Talycomoestácolocada, serviráparadefenderestaposicióntodoeltiempoquevalgalapenadefenderla.Ydetodasmaneras,yonopodréquedarmeaquíparapelear.Tengoqueirmecontodomimaterial y tengo que llevarme a Anselmo. ¿Quién se quedará para cubrirnuestraretirada,sitenemosquepelearenestesitio?»

Enesemomento,mientras escrutabaatentamente todoel espaciovisible,vio acercarse al gitano por entre las rocas de la izquierda. Venía con pasotranquilo, cadencioso, con la carabina terciada sobre la espalda, la caramorena,sonrienteyllevandoencadamanounagranliebre,sujetadelaspatastraserasyconlacabezabalanceándoseaunladoyaotro.

—Hola,Roberto–gritóalegremente.

RobertJordansellevóundedoaloslabios,yelgitanoparecióasustarse.SedeslizópordetrásdelasrocashastadondeestabaJordanagazapadojuntoalaametralladora,escondidaentrelasramas.Seacurrucóasuladoydepositólasliebressobrelanieve.

RobertJordanlemirófríamente.

—Tú,hijodelagranputa–susurró–.¿Dóndec...hasestado?

—Heseguidosushuellas–contestóelgitano–.Lascacéalasdos.Estabanhaciéndoseelamorsobrelanieve.

—¿Ytupuesto?

—Nofaltémuchotiempo–susurróelgitano–.¿Quépasa?¿Hayalarma?

—Lacaballeríaandaporaquí.

—¡Rediós!–exclamóelgitano–.¿Loshasvisto?

—Ahora hay uno en el campamento –contestó Robert Jordan–. Vino abuscareldesayuno.

—Meparecióoírun tirooalgosemejante–dijoelgitano–.Mec...en laleche.¿Vinoporaquí?

—Poraquí,pasandoportupuesto.

—¡Ay,mimadre!–exclamóelgitano–.¡Quémalasuertetengo!

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—Sinofuerasgitano,tehabríapegadountiro.

—No,Roberto;nodigaseso.Losientomucho.Fueporlasliebres.Antesdelamaneceroíalmachocorreteandopor lanieve.Nopuedes imaginarte lajuergaquesetraían.Fuihaciaellugardedondesalíaelruido;perosehabíanido.Seguílashuellasporlanieve,ymásarribalasencontréjuntasylasmatéalasdos.Tócalas,fíjatequégordasestánparaestaépocadelaño.PiensaenloquePilarharáconellas.Losientomucho,Roberto.Losientotantocomotú.¿Matasteisaldelacaballería?

—Sí.

—¿Lematastetú?

—Sí.

—¡Quétío!–exclamóelgitano, tratandodeadularle–.Eresunverdaderofenómeno.

—Tumadre–replicóJordan.Nopudoevitarelsonreírle–.Cogetusliebresyllévatelasalcampamento,ytráenosalgoparaeldesayuno.

Extendióunamanoypalpóalasliebres,queestabanenlanieve,grandes,pesadas,cubiertasdeunapielespesa,consuspatas largas,sus largasorejas,susojos,oscurosyredondosenteramenteabiertos.

—Songordasdeveras–dijo.

—Gordas –exclamó el gitano–. Cada una tiene un tonel de grasa en loscostillares.Enmividahevistosemejantesliebres;niensueños.

—Vamos,vete–dijoRobertJordan–,yvuelveenseguidaconeldesayuno.Ytráemeladocumentacióndeeserequeté.PídeselaaPilar.

—¿Noestásenfadadoconmigo,Roberto?

—Noestoyenfadado.Estoydisgustadoporquehasabandonadotupuesto.Imagínatequehubierasidotodaunatropadecaballería.

—¡Rediós!–exclamóelgitano–.¡Cuántarazóntienes!

—Oye,nopuedesdejarelpuestodeningunamanera.Nunca.Ynohabloenbromacuandodigoquetepegaríauntiro.

—Claroqueno.Perotediréunacosa.Nuncavolveráapresentarseenmividaunaoportunidadcomoladeestasdosliebres.Haycosasquenoocurrendosvecesenlavida.

—Anda–dijoRobertJordan–,yvuelveenseguida.

Elgitano recogió sus liebresy se alejó,deslizándosepor entre las rocas.Robert Jordan se puso a estudiar el campo de tiro y las pendientes de las

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colinas.Doscuervosvolaronencírculoporencimade sucabezay fueronaposarse en una rama de un pino, más abajo. Otro cuervo se unió a ellos yRobert Jordan, viéndolos, pensó: «Ahí están mis centinelas. Mientras esténquietos,nadieseacercaráporentrelosárboles.

¡Quégitano!Novaleparanada.Notienesentidopolíticonidisciplina,nisepuedecontarconélparanada.Perotendrénecesidaddeélmañana.Mañanatengountrabajoparaél.Esraroverungitanoenestaguerra.Debieranestarexentos,comolosobjetoresdeconciencia.Ocomolosquenosonaptosparael servicio, física omoralmente. No valen para nada. Pero los objetores deconciencia no están exentos en esta guerra.Nadie está exento.Laguerra hallegadoysehallevadoatodoelmundopordelante.Sí,laguerrahallegadoahora hasta aquí, hasta este grupo de holgazanes disparatados. Ya tienen losuyo,porelmomento.»

AgustínyPrimitivo llegaroncon las ramas,yRobertJordanconfeccionóunbuenrefugioparalaametralladora;unrefugioquelaharíainvisibledesdeel aire y parecería natural visto desde el bosque.Les indicó dónde deberíancolocaraunhombre,en loaltode lamuralla rocosa,a laderecha,paraquepudiesevigilartodalaregióndesdeeselado,yunsegundohombredesdeunsegundolugar,paravigilarelúnicoaccesoqueteníalamontañarocosaporlaizquierda.

—No disparéis desde arriba si aparece alguien –ordenó Robert Jordan–.Dejadcaerunapiedra,enseñaldealarma,yhacedunaseñalconel fusildeesta forma –y levantó el rifle, sosteniéndolo sobre su cabeza, como pararesguardarla–. Para señalar el número de hombres, así –ymovió el rifle dearribaabajovariasveces–.Sivienenapiehayqueapuntarconelcañóndelfusilhaciaelsuelo.Asínohayquedispararunsolotirohastaqueempieceahablarlamáquina.Aldisparardesdeesaalturahayqueapuntaralasrodillas.Si me oís silbar dos veces, venid para acá, cuidando de manteneros bienocultos.Venidaestasrocas,endondeestálamáquina.

Primitivolevantóelrifle.

—Loheentendido–dijo–.Esmuysencillo.

—Arrojaprimerounapiedra,paraprevenirnos,e indica ladirecciónyelnúmerodelosqueseacerquen.Cuidadenoservisto.

—Sí–contestóPrimitivo–.¿Puedoarrojarunagranada?

—No,hastaquenohayaempezadoahablarlamáquina.Esposiblequelosde la caballería vengan buscando a su camarada sin atreverse a acercarse.Puede también que vayan siguiendo las huellas de Pablo. No queremoscombatir si es posible evitarlo.Y tenemos que evitarlo por encima de todo.Ahora,vetealláarriba.

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—Mevoy–dijoPrimitivo.Ycomenzóa ascenderpor lamuralla rocosa,consucarabinaalhombro.

—Tú, Agustín –exclamó Robert Jordan–, ¿qué sabes acerca de lamáquina?

Agustín, agazapado junto a él, alto,moreno, con sumandíbula enérgica,sus ojos hundidos, su boca delgada y sus grandes manos señaladas por eltrabajo,respondió:

—Puescargarla.Apuntarla.Dispararla.Nadamás.

—Nodebesdispararhastaqueesténacincuentametros,ycuandotengaslaseguridaddequesedisponenasubirelsenderoqueconducealacueva–dijoRobertJordan.

—Deacuerdo.¿Quédistanciaesésa?

Comodeaquíaesa roca.Sihayunoficialentreellosdispáraleprimero.Después,mueve lamáquinaparaapuntara losdemás.Muévelasuavemente.No hace falta mucho movimiento. Le enseñaré a Fernando a mantenerlaquieta. Tienes que sujetar bien el cañón, demodo que no rebote, y apuntarcuidadosamente.Nodisparesmásdeseistirosdeunavez,sipuedesevitarlo.Porquealdisparar,elcañónsaltahaciaarriba.Apuntacadavezaunhombreyenseguidaapuntaaotro.Paraunhombreacaballo,apuntaalvientre.

—Sí.

—Alguiendebierasostenereltrípode,paraquelamáquinanosalte.Así.Ydebieracargarla.

—¿Ytúdóndeestarás?

—Aquíalaizquierda,unpocomásarriba,desdedondepuedaverloquepasaycubrirtuizquierdaconestapequeñamáquina.Sivienen,esposiblequetengamosunamatanza. Pero no tienes que disparar hasta que no esténmuycerca.

—Creoquepodríamosdarlesparaelpelo.¡Menudamatanza!

—Aunqueesperoquenovengan.

—Si no fuera por tu puente, podríamos hacer aquí una buena y despuéshuir.

—Nonosvaldríadenada.Elpuenteformapartedeunplanparaganarlaguerra.Lootronoseríamásqueunsencilloincidente.Nada.

—¡Qué va a ser un incidente! Cada fascista que muere es un fascistamenos.

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—Sí,peroconestodelpuente,puedequetomemosSegovia,lacapitaldelaprovincia.Piensaenello.Seríalaprimeravezquetomásemosunaciudad.

—¿Locreesenserio?¿CreesquepodríamostomarSegovia?

—Sí;haciendovolarelpuentecomoesdebido,esposible.

—Megustaríaquehiciéramoslamatanzaaquíytambiénlodelpuente.

—Tienestúmuchoapetito–dijoRobertJordan.

Durantetodoesetiempoestuvoobservandoaloscuervos.Sediocuentadequeunodeellosestabavigilandoalgo.

Elpajarracograznóysefuevolando.

Peroelotropermaneciótranquilamenteenelárbol.

RobertJordanmiróhaciaarriba,haciaelpuestodePrimitivo,enloaltodelasrocas.Leviovigilandotodoelterrenoalrededor,aunquesinhacerningunaseñal.Jordanseechóhaciadelanteycorrióelcerrojodelfusilautomático,seaseguró de que el cargador estaba bien en su sitio y volvió a cerrarlo. Elcuervo seguíaenel árbol.Sucompañerodescribióunvastocírculo sobre lanieveyvinoaposarseenelmismoárbol.Alcalordelsol,yconelvientotibioque soplaba, la nieve depositada en las ramas de los pinos iba cayendosuavementealsuelo.

—Te tengo reservadaunamatanzaparamañanapor lamañana–anuncióRobertJordan–.Seránecesarioexterminarelpuestodelaserradero.

—Estoydispuesto–dijoAgustín–;estoylisto.

—Ytambiénlacasilladelpeóncaminero,másabajodelpuente.

—Estoydispuesto–repitióAgustín–paraunacosaopara laotra.Oparalasdos.

—Paralasdos,no;tendránquehacersealmismotiempo–replicóJordan.

—Entoncesparaunaopara laotra–dijoAgustín–.Llevomucho tiempodeseandoquetengamosocasióndeentrarenestaguerra.Pablonoshaestadopudriendoaquísinhacernada.

Anselmollegóconelhacha.

—¿Quiere ustedmás ramas? –preguntó–.Amíme parece que está bienoculto.

—No quiero ramas –replicó Jordan–; quiero dos arbolitos pequeños quepodamos poner aquí y hacer que parezcan naturales. No hay aquí árbolesbastantescomoparaqueestopaseinadvertido.

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—Lostraeréentonces.

—Córtalosbienhastaabajo,paraquenoseveanlostacones.

RobertJordanoyóelruidodehachazosenelmonte,asusespaldas.Miróhacia arriba y vio a Primitivo entre las rocas, y luego volvió amirar haciaabajo,entrelospinos,másalládelclaro.Unodeloscuervosseguíaensusitio.Luegooyóelzumbidosordodeunaviónagranaltura.Miróaloaltoylovio,pequeñoyplateado,alaluzdelsol.Apenasparecíamoverseenelcielo.

No nos pueden ver desde allí –dijo a Agustín–; pero es mejor estarescondidos.Yaeselsegundoavióndeobservaciónquepasahoy.

¿Ylosdeayer?–preguntóAgustín.

Ahorameparecenunapesadilla–dijoRobertJordan.

Deben de estar en Segovia. Las pesadillas aguardan allí para hacerserealidad.

El avión se había perdido de vista por encima de lasmontañas, pero elzumbidodesusmotoresaúnpersistía.

Mientras Robert Jordan miraba a lo alto, vio al cuervo volar. Volabaderecho,hastaqueseperdióentrelosárboles,sinsoltarungraznido.

CAPÍTULOVEINTITRÉS

—Agáchate–susurróRobertJordanaAgustín.

Yvolviéndose, lehizoseñascon lamanopara indicarle«abajo,abajo»aAnselmo, que se acercaba por el claro con un pino sobre sus espaldas queparecíaunárboldeNavidad.Viocómoelviejodejabaelárboltrasunarocaydesaparecía.Luego sepusoaobservar el espacioabierto en ladireccióndelbosque.Noveíanada;nooíanada,perosentíalatirsucorazón.Luegooyóelchoquedeunapiedraquecaíarodandoygolpeabaenotraspiedras,haciendosaltarligerospedazosderoca.Volviólacabezahacialaderechay,levantandolosojos,vioelfusildePrimitivoelevarseydescenderhorizontalmentecuatroveces. Después no viomás que el blanco espacio frente a él, con la huellacirculardejadaporelcaballogrisy,másabajo,lalíneadelbosque.

—Caballería –susurró Agustín, que le miró. Y sus mejillas, oscuras ysombrías,sedistendieronenunasonrisa.

RobertJordanadvirtióqueestabasudando.Alargólamanoyselapusoenelhombro.EnaquelmomentovieronacuatrojinetessalirdelbosqueyRobert

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JordansintiólosmúsculosdelaespaldadeAgustín,quesecrispabanbajosumano.

Unjineteibadelanteytrescabalgabandetrás.Elquelosguiabaseguíalashuellas del caballo gris. Cabalgaba con los ojos fijos en el suelo. Los otrostres, dispuestos en abanico, iban escudriñándolo todo cuidadosamente en elbosque.Todos estaban alerta.Robert Jordan sintió latir su corazón contra elsuelocubiertodenieve,enelqueestabaextendido,conloscodosseparados,observandoporlamiradelfusilautomático.

Elhombrequemarchabadelante siguió lashuellashasta el lugar enquePablohabíagiradoencírculoyluegosedetuvo.Losotrostreslealcanzaronyalllegarasualturasedetuvierontambién.

RobertJordanlosveíaclaramenteporencimadelcañóndeazuladoacerode la ametralladora. Distinguía los rostros de los hombres, los sablescolgantes,losijaresdeloscaballosbrillantesdesudor,elconodesuscapotesy las boinas navarras echadas a un lado. El jefe dirigió su caballo hacia labrechaentrelasrocas,endondeestabacolocadaelarmaautomática,yRobertJordanviosurostrojuvenil,curtidoporelvientoyelsol,susojosmuyjuntos,sunarizaquilina,yelmentónsalienteenformadecuña.

Desde su silla, por encima de la cabeza del caballo, levantada en alto,frente por frente a Robert Jordan, con la culata del ligero fusil automáticoasomando fuerade la funda,quecolgabaa laderechade lamontura,el jefeseñaló hacia la abertura en la que estaba colocado el fusil. Robert Jordanhundió sus codos en la tierra y observó, a lo largo del cañón, a los cuatrojinetes detenidos frente a él sobre la nieve. Tres de ellos habían sacado susarmas.Doslasllevabanterciadassobrelamontura.Elotrolallevabacolgandoasuderecha,conlaculatarozándolelacadera.

«Esraroverlos tandecerca–pensó–.Muchomásraroesaúnverlosa lolargodel cañóndeun fusil comoéste.Generalmente losvemoscon lamiralevantada y nos parecen hombres enminiatura, y es condenadamente difícildisparar sobre ellos. O bien se acercan corriendo, echándose a tierra, sevuelven a levantar y hay que barrer una ladera con las balas u obstruir unacalleocastigarconstantementelasventanasdeunedificio.Avecesselosvede lejos, marchando por una carretera. Únicamente asaltando un tren haspodido verlos así, como están ahora. A esta distancia, a través de la mira,parece que tienen dos veces su estatura. Tú, –pensó,mirando por lamira ysiguiendounalíneaquellegabahastaelpechodeljefedelapartida,unpocoaladerechade laenseña rojaque relucíaal solde lamañanacontrael fondooscuro del capote–. Tú –siguió pensando en español, en tanto extendía losdedos, apoyándolos sobre las patas de la ametralladora, para evitar que unapresión a destiempo sobre el gatillo pusiera en movimiento con una corta

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sacudidalacintadelosproyectiles–.Tú,túestásmuertoenplenajuventud.Ytú,ytú,ytú.Peroquenosuceda.Quenosuceda.»

SintiócómoAgustín,asulado,comenzabaa toser,seconteníay tragabacondificultad.Volviólamiradahaciaelcañónengrasadodelfusilyporentrelasramas,conlosdedosaúnsobrelaspatasdeltrípode,vioqueeljefedelapartida,haciendogirarasucaballo,señalabalashuellasproducidasporPablo.Loscuatrocaballospartieronaltroteyseinternaronenelbosque,yAgustínexclamó:«¡Cabrones!»

Robert Jordanmiró alrededor, hacia las rocas, en donde Anselmo habíadepositadoelárbol.

Elgitanoseadelantabahaciaellosllevandounpardealforjas,conelfusilterciadosobrelaespalda.RobertJordanlehizoseñasparaqueseagacharayelgitanodesapareció.

—Hubiéramos podido matar a los cuatro –dijo Agustín, en voz baja.Estabasudandotodavía.

—Sí–susurróRobert Jordan–; pero ¿quién sabe lo quehubiera sucedidodespués?

Entonces oyó el ruido de otra piedra rodando y miró atentamentealrededor.ElgitanoyAnselmoestabanbienescondidos.Bajó losojos,echóunamiradaalreloj,levantólacabezayvioaPrimitivoelevarybajarelfusilvariasvecesenunaseriedepequeñassacudidas.«Pablocuentaconcuarentaycinco minutos de ventaja», pensó Jordan. Luego oyó el ruido de undestacamentodecaballeríaqueseacercaba.

—Noteapures–susurróaAgustín–;pasarán,comolosotros,delargo.

Aparecieron en la linde del bosque, de dos en fondo, veinte jinetesuniformados y armados como los que los habían precedido, con los sablescolgandode lasmonturasy lascarabinasensufundaypenetraronporentrelosárbolesenlamismaformaquelohabíanhecholosotros.

—¿Túves?–preguntóRobertJordanaAgustín.

—Eranmuchos–dijoAgustín.

—Hubiéramos tenido que habérnoslas con ellos de haber matado a losotros –dijo Robert Jordan. Su corazón había recuperado un ritmo tranquilo;tenía la camisamojada de la nieve que se derretía. Tenía una sensación devacíoenelpecho.

El sol brillaba sobre la nieve, que se derretía rápidamente. La veíadeshacerse alrededor del tronco de los árboles y delante del cañón de laametralladora;aojosvistas,lasuperficienevadasedesleíacomounencajeal

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calordel sol, la tierra aparecíahúmedaydespedíauna tibieza suavebajo lanievequelacubría.

RobertJordanlevantólosojoshaciaelpuestodePrimitivoyvioqueésteleindicaba:«Nada»,cruzandolasmanosconlaspalmashaciaabajo.

LacabezadeAnselmoaparecióporencimadeunpeñascoyRobertJordanle hizo señas para que se acercase. El viejo se deslizó de roca en roca,arrastrándose,hastallegarjuntoalfusil,acuyoladosetendiódebruces.

—Muchos–dijo–.Muchos.

—Nome hacen falta los árboles –dijo Robert Jordan–. No vale la penahacermejorasforestales.

AnselmoyAgustínsonrieron.

—Todo esto ha soportadomuy bien la prueba, y sería peligroso plantarárbolesahora,porqueesasgentesvanavolveryacasonoseanestúpidasdeltodo.

Sentíanecesidaddehablar,señalenéldequeacababadepasarporungranpeligro. Podíamedir siempre la gravedad de un asunto por la necesidad dehablarquesentíaluego.

—Esunbuenescondrijo,¿eh?

—Sí–dijoAgustín–;muybueno.Yque todos los fascistas sevayana lamierda.Hubiéramospodidomataracuatro.¿Hasvisto?–preguntóaAnselmo.

—Lohevisto.

—Tú –dijo Robert Jordan, dirigiéndose a Anselmo, y tuteándole derepente–.Tienesqueiralpuestodeayeroaotrolugarqueelijas,paravigilarel camino como ayer y el movimiento de tropas. Nos hemos retrasado.Quédateallíhastaqueoscurezca.Luegovuelveyenviaremosaotro.

—Pero¿ylashuellasquevoyadejar?

—Toma el camino de abajo en cuanto haya desaparecido la nieve. Elcaminoestaráembarradopor lanieve.Fíjatesinohaymuchacirculacióndecamionesosihayhuellasdetanquesenelbarrodelacarretera.Esoestodoloquepodremosaveriguarhastaqueteinstalesparavigilar.

—Siustedmelopermite...–insinuóelviejo.

—Puesclaro.

—Si ustedme lo permite, ¿no sería mejor que fuera a La Granja y meinformasedeloquepasólaúltimanocheyenviaraalguienparaquevigilasehoy como usted me ha enseñado? Ese alguien podría acudir a entregar su

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informeestanoche,opodríayovolveraLaGranjapararecogersuinforme.

—¿No tiene usted miedo de encontrarse con la caballería? –preguntóJordan.

—No,cuandolanievesehayaderretido.

—¿HayalguienenLaGranjacapazdehaceresetrabajo?

—Sí.Paraeso,sí.Podríaserunamujer.HayvariasmujeresdeconfianzaenLaGranja.

—Yalocreo–tercióAgustín–.Hayvariasparaesoyotrasquesirvenparaotrascosas.¿Noquieresquevayayo?

—Dejairalviejo.Túsabesmanejarestaametralladoraylajornadanohaconcluidotodavía.

—Irécuandosederritalanieve–dijoAnselmo–;yseestáderritiendomuydeprisa.

—¿CreesquepuedencapturaraPablo?–preguntóJordanaAgustín.

—Pablo es muy listo –dijo Agustín–. ¿Crees que se puede cazar a unciervosinperros?

—Aveces,sí.

—PuesaPablo,no–dijoAgustín–.Claroquenoesmásqueunaruinadeloquefueentiempos.Peronopornadaestáviviendocómodamenteenestasmontañas y puede emborracharse hasta reventar,mientras otrosmuchos hanmuertocontraelparedón.

—¿Yestanlistocomodicen?

—Muchomás.

—Aquínohamostradomuchahabilidad.

—¿Cómoqueno?Sinofueratanhábilcomoes,hubieramuertoanoche.Me parece, inglés, que no entiendes nada de la política ni de la vida delguerrillero. En política, como en esto, lo primero es seguir viviendo. Miracómohaseguidoviviendo.Ylacantidaddemierdaquetuvoquetragarsedetiydemí.

PuestoquePablovolvíaaformarpartedelgrupo,RobertJordannoqueríahablarmaldeélyapenashabíahechoestoscomentariossobrelahabilidaddePablo, lamentó haberlos expresado. Sabía perfectamente lo astuto que eraPablo.Fueelprimeroenverlosfallosenlasinstruccionessobrelavoladuradel puente. Había hecho aquella referencia despectiva por lomucho que ledesagradabaPablo,yalinstantedehacerlasediocuentadeloequivocadoque

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estaba. Pero era en parte una porción de la charla excesiva que sigue a unagran tensión nerviosa. Cambió de conversación y dijo, volviéndose aAnselmo:

—¿EsposibleiraLaGranjaenplenodía?

—Noestandifícil–contestóelviejo–;noiréconunabandamilitar.

—Niconuncascabelalcuello–dijoAgustín–.Nillevandounestandarte.

—¿Cómoirás,pues?

—Porloaltodelasmontañasprimero,yluegodescenderéporelbosque.

—Pero¿ysitedetienen?

—Tengodocumentos.

—Todoslostenemos,perohabrásdearreglártelasparatragartelosmalos.

Anselmomoviólacabezaygolpeóelbolsillodesublusa.

—¡Cuántasveceshepensadoeneso!–dijo–.Ynomegustanadacomerpapel.

—Creoquedebieraañadirseunpocodemostaza–dijoRobertJordan–.Enmi bolsillo izquierdo tengo los papeles nuestros. En el derecho, los papelesfascistas.Así,encasodepeligronohayconfusión.

El peligro debió de haber sido muy serio cuando el jefe de la primerapatrullahizoungestohaciaellos;porquehablabantodosmucho.

Demasiado,pensóRobertJordan.

—Perooye,Roberto–dijoAgustín–,sedicequeelGobiernoestágirandocadadíamáshacia laderecha;queen laRepúblicayanosedicecamarada,sinoseñoryseñora.¿Nopuedeshacerquegirentusbolsillos?

—Cuandolascosassevuelvantanhacialaderecha,meterémispapelesenelbolsillodelpantalónycoserélacosturadelcentro.

—Entonces vale más que estén en tu camisa –dijo Agustín–. ¿Es quevamosaganarestaguerrayaperderlarevolución?

—No –replicóRobert Jordan–; pero si no se gana esta guerra, no habrárevoluciónniRepública,nitúniyoninadamásqueunenormecarajo.

—Esloqueyodigo–intervinoAnselmo–:hayqueganarestaguerra.

—Y en seguida fusilar a los anarquistas, a los comunistas y a toda esacanalla,salvoalosbuenosrepublicanos–dijoAgustín.

—Queseganeestaguerrayquenosefusileanadie–dijoAnselmo–.Quesegobierneconjusticiayquetodosdisfrutendelasventajasenlamedidaque

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hayan luchado por ellas. Y que se eduque a los que se han batido contranosotrosparaquesalgandesuerror.

—Habrá que fusilar amuchos –dijoAgustín–. Amuchos. Amuchos. Amuchos.

Golpeóconelpuñoderechocerradocontralapalmadesumanoizquierda.

—Espero que no se fusile a nadie. Ni siquiera a los jefes. Que se lespermitareformarseporeltrabajo.

—Yaséyoquétrabajolesdaría–intervinoAgustín.Ycogióunpuñadodenieveyselometióenlaboca.

—¿Quéclasedetrabajo,malapieza?–preguntóRobertJordan.

—Dostrabajosmuybrillantes.

—¿Dequésetrata?

Agustínchupeteóunpocodenieveymiróhaciaelclaropordondehabíanpasadolosjinetes.Luegoescupiólanievederretida.

—¡Vaya,quédesayuno!¿Dóndeestáelcochinogitano?

—¿Quétrabajos?–insistióRobertJordan–.Habla,malalengua.

—Saltardeunaviónsinparacaídas–dijoAgustínconlosojosbrillantes–.Esopara losquequeremosmás.Alosotros losclavaríaenlospostesde lasalambradasyloshincaríamosbiensobrelaspúas.

—Esa manera de hablar es innoble –dijo Anselmo–. Así no tendremosnuncaRepública.

—Loqueesyo,querríanadardiez leguasenunasopaespesahechaconsuscojones–dijoAgustín–;ycuandoviaesoscuatroypenséquepodíamosmatarlos,mesentícomounayeguaesperandoalmachoenelcorral.

—Pero tú sabes por qué no los hemos matado –dijo Robert Jordan sinperderlacalma.

—Sí–dijoAgustín–;sí,pero tenía tantasganascomounayeguaencelo.Túnopuedescomprenderesosinolohasexperimentado.

—Sudabasmucho–dijoRobertJordan–;peroyocreíaqueerademiedo.

—Demiedo,sí;demiedoydeotracosa.Yenestavidanohaynadamásfuertequeesaotracosa.

«Sí –pensóRobert Jordan–.Nosotros hacemos esto fríamente, pero ellosno, jamás. Es un sacramento extra. Es el antiguo sacramento, el que ellostenían antes de que la nueva religión les llegara del otro extremo del

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Mediterráneo; el sacramento que no han abandonado jamás. Sino solamentedisimuladoyescondido,para sacarlodurante lasguerrasy las inquisiciones.Este es el pueblo de los autos de fe. Matar es cosa necesaria, pero paranosotros es diferente. ¿Y tú?, ¿no has experimentado nunca eso? ¿No losentiste en la Sierra? ¿Ni enUsera? ¿Ni en todo el tiempo que estuviste enExtremadura?¿Enningúnmomento?¡Quéva!–sedijo–.Acadatren.

»Dejadehacerliteraturadudosasobrelosbereberesylosantiguosiberosyreconoce que has sentido placer enmatar, como todos los que son soldadospor gusto sienten a veces placer lo confiesen o no.AAnselmo no le gustaporque es un cazador y no un soldado. Pero no le idealices tampoco. Loscazadoresmatan a los animales y los soldadosmatan a los hombres.No teengañes a ti mismo. Y no hagas literatura. Mira, hace tiempo que estásmanchado.YnopiensesmaldeAnselmotampoco.Esuncristiano;algomuyraroenlospaísescatólicos.

»Pero,porloqueserefiereaAgustín,creoquefuemiedo,elmiedonaturalque acomete antes de la acción. Y también algo más. Quizás estéfanfarroneando ahora.Habíamuchomiedo en su caso.He sentido elmiedobajomimano.Enfin,eshoradeacabarconlacháchara.»

—Mirasielgitanohatraídocomida–dijoaAnselmo–.Noledejessubirhasta aquí. Es un tonto. Tráela tú mismo. Y, por mucha que haya traído,mándaledenuevopormás.Tengomuchísimahambre.

CAPÍTULOVEINTICUATRO

Era una mañana de fines de mayo, de cielo alto y claro. El vientoacariciaba tibiamente. La nieve se fundía con rapidez mientras tomaban unrefrigerio. Había dos grandes emparedados de carne y queso de cabra paracadauno,yRobertJordancortóconsunavajadosgruesasrodajasdecebolla,ylaspusoaunoyotroladodelacarneydelqueso,entrelostrozosdepan.

—Vasaolerdetalmanera,quellegaráhastalosfascistasqueestánalotroladodelbosque–dijoAgustín,conlabocallena.

—Damelabotaparaenjuagarmelaboca–dijoRobertJordan,conlabocallenatambiéndecarne,queso,cebollaypanamediomasticar.

Nohabía tenidonunca tantahambre.Se llenó labocadevino,quesabíaligeramente a cuero, por el pellejo en que había estado guardado, y luegovolvióabeber,empinandolabota,demaneraqueelchorrolecorrieseporlagarganta.Labota rozó las agujasdepinoque cubrían el fusil automático allevantarlamano,echandolacabezahaciaatrás,paradejarqueelvinocorriese

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mejor.

—¿Quieres este emparedado? –le preguntó Agustín, ofreciéndoselo porencimadelaametralladora.

—No,muchasgracias.Esparati.

—Yonotengoganas.Noacostumbroacomertantoporlamañana.

—¿Deverdadnoloquieres?

—No.Tómalo.

RobertJordancogióelemparedadoylodejósobresusrodillasparasacardel bolsillo de su chaqueta, en donde guardaba las granadas, una cebolla;luego abrió su navaja y empezó a cortar. Quitó primero cuidadosamente laligerapelícula,quesehabíaensuciadoenelbolsillo,yluegocortóunagruesarodaja.Unsegmentoexteriorcayóalsuelo;RobertJordanlorecogió,lopusoconlarodajaylometiótodoenelemparedado.

—¿Siemprecomescebollatantemprano?–preguntóAgustín.

—Cuandolahay.

—¿Todoelmundolohaceentupaís?

—No–contestóRobertJordan–;allíestámalvisto.

—Eso me gusta –dijo Agustín–; siempre tuve a América por paíscivilizado.

—¿Quétienescontralascebollas?

—Elolor.Nadamás.Apartedeeso,escomounarosa.

RobertJordanlesonrióconlabocallena.

—Unarosa–dijo–;esunaverdadcomountemplo.Unacebollaesunarosayunarosaesunacebolla.

—Se te están subiendo las cebollas a la cabeza –dijo Agustín–. Tencuidado.

—Unacebollaesunacebollayunarosaesunarosa–insistióalegrementeRobertJordan,ypensóqueunapiedraesunaroca,esunpeñasco,uncascote,unguijarro.

—Enjuágate la boca con el vino –le aconsejó Agustín–. Eres muy raro,inglés.Haymuchadiferenciaentretúyelúltimodinamiteroquetrabajóconnosotros.

—Hay,efectivamente,unagrandiferencia.

—¿Cuál?

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—Que yo estoy vivo y él muerto –dijo Robert Jordan. Pero en seguidapensó:«¿Quéesloquetepasa?¡Vayaunamaneradehablar!¿Eslacomidaloque teponeeneseestadode loca felicidad?¿Quées loque tepasa?¿Estásborracho de cebolla? ¿Es eso lo que te pasa? Nunca me importó mucho.Quisistequefuesealgo importantepara ti,perono loconseguiste.Nodebesengañarte por el poco tiempo que te queda»–. No –añadió hablandoseriamente–.Aquéleraunhombrequehabíasufridomucho.

—¿Ytúnohassufrido?

—No–contestóRobertJordan–;yosoydelosquesufrenpoco.

—Yotambién–dijoAgustín–.Hayquienessufrenyquienesnosufren.Yosufromuypoco.

—Tantomejor–dijoRobertJordanybebióunnuevotragodelabota–.Yconesto,todavíamenos.

—Yosufroporlosotros.

—Comotodosloshombresbuenosdeberíanhacer.

—Peropormímismosufromuypoco.

—¿Tienesmujer?

—No.

—Yotampoco.

—PeroahoratienesalaMaría.

—Sí.

—Mira qué cosa tan rara –dijo Agustín–. Desde que ella se juntó connosotros, cuando lodel tren, laPilar lahamantenidoapartadade todos, tancelosamente como si hubiera estado en un convento de carmelitas. No tepuedes imaginar con qué ferocidad la guardaba. Vienes tú y te la da comoregalo.¿Quéteparece?

—Nohasidocomotúlocuentas.

—¿Cómofueentonces?

—Melaconfióparaquecuidasedeella.

—Yporesolacuidasyj...conellatodalanoche.

—Suertequetieneuno.

—Vayaunamaneradecuidardeella.

—¿Túnoentiendesquesepuedacuidardealguiendeesemodo?

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—Sí.Pero,porloqueserefiereaesemododecuidarla,podíamoshaberlohechocualquieradenosotros.

—Nohablemosmásdeeso–dijoRobertJordan–.Laquierodeverdad.

—¿Lodicesenserio?

—Nohaynadamásserioenestemundo.

—¿Ydespuésquéharás,despuésdelodelpuente?

—Ellasevendráconmigo.

—Entonces–dijoAgustín–,nohablemosmásningunode losdos.Yquelosdostengáismuchasuerte.

Levantó la bota de vino, bebió un trago y se la tendió luego a RobertJordan.

—Unacosamás,inglés...

—Todaslasquequieras.

—Yolahequeridomuchotambién.

RobertJordanlepusolamanoenelhombro.

—Mucho –insistió Agustín–. Mucho. Más de lo que uno es capaz deimaginar.

—Meloimagino.

—Mehizounaimpresiónquetodavíanosehaborrado.

—Meloimagino.

—Mira,voyadecirteunacosamuyenserio.

—Dila.

—Nunca lahe tocado,nihe tenidonadaqueverconella;pero laquieromuchísimo.Inglés,nolatratesalaligera.Porqueaunqueduermacontigonoesunaputa.

—Tendrécuidadodeella.

—Tecreo.Perohaymás.Túnopuedesfigurartecómoseríaunamuchachacomoellasinohubiesehabidounarevolución.Tienesmucharesponsabilidad.Esamuchachahasufridomucho,deverdad.Ellanoescomonosotros.

—Mecasaréconella.

—Bueno.Nodigotanto.Esonoesnecesarioconlarevolución.Aunque–ymoviólacabeza–seríamejor.

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—Mecasaréconella–repitióRobertJordan,yaldecirlosintióquese lehacíaunnudoensugarganta–.Laquieromuchísimo.

—Másadelante–dijoAgustín–.Cuandoconvenga.Loimportanteestenerlaintención.

—Latengo.

—Oye –dijo Agustín–. Hablo demasiado y de una cosa que no meconcierne.Pero¿hasconocidoamuchaschicasentupaís?

—Aalgunas.

—¿Putas?

—Algunasnoloeran.

—¿Cuántas?

—Varias.

—¿Ydormisteconellas?

—No.

—¿Noves?

—Sí.

—LoquedigoesqueMaríanohaceestoalaligera.–Niyotampoco.

Si yo creyese que lo hacías, te hubiera pegado un tiro anoche, cuandodormíasconella.Poresascosasmatamosmuchoaquí.

Oye, amigo. Ha tenido la culpa la falta de tiempo de que no hubieseceremonia.Loquenosfaltaestiempo.Mañanahabráqueluchar.Paramínotieneimportancia.PeroparaMaríayparamíesoquieredecirquetendremosquevivirtodanuestravidadeaquíaentonces.

—Yundíayunanochenoesmucho–dijoAgustín.

—No,perohemostenidoeldíadeayerylanocheanterioryanoche.

—Oye,sipuedohaceralgoporti...

—No.Todovamuybien.

—Sipuedohaceralgoportioporlarapadita...

—No.

—Verdadqueesmuypocoloqueunhombrepuedehacerporotro.

—No.Esmucho.

—¿Qué?

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—Ocurraloqueocurrahoyymañana,enloquehacealabatalla,confíaenmíyobedéceme...Aunquelasórdenesteparezcanequivocadas.

—Confío en ti.Después de eso de la caballería y de la idea que tuvistealejandoelcaballo,tengoconfianzaenti.

—Eso no fue nada. Ya ves que trabajamos por un fin preciso: ganar laguerra.Mientrasnolaganemos,todolodemáscarecedeimportancia.Mañanatenemosuntrabajodegranalcance.Deverdaderoalcance.Yluegohabráunabatalla.Labatallarequieremuchadisciplina.Porquemuchascosasnosonloqueparecen.Ladisciplinatienequevenirdelaconfianza.

Agustínescupióalsuelo.

—LaMaríay lodemás soncosas aparte–dijo–.Túy laMaría convieneque aprovechéis el tiempo que os queda como seres humanos. Si puedoayudarte en algo, estoy a tus órdenes. Y por lo que hace a mañana, teobedeceréciegamente.Sihayquemorirenelasuntodemañana,unomorirácontentoyconelcorazónligero.

—Así pienso yo –dijo Robert Jordan–. Pero el oírtelo decir me dacontento.

—Tedirémás–siguióAgustín–;ésedeahíarriba–yseñalóaPrimitivo–esde mucha confianza. La Pilar lo es mucho, mucho más de lo que tú teimaginas.Elviejo,Anselmo,estambiéndemuchaconfianza.Andréstambién.Eladio también.Muy callado, pero demucha confianza.YFernando.No séquéesloquetúpiensasdeél.Esverdadqueesmáspesadoqueelplomo.Yestámásllenodeaburrimientoqueunbueyuncidoasucarretaenuncamino.Peroparapelearyparahacerloqueselehadichoesmuyhombre.Yaverás.

—Tenemossuerte.

—No, tenemosdos elementos flojos: el gitanoyPablo.Pero la cuadrilladelSordoesmejorquenosotrostantocomonosotrospodemossermejoresquelacagarrutadeunacabra.

—Entonces,todovabien.

—Sí–concluyóAgustín–.Peromegustaríaquefueseparahoy.

—Amítambién.Paraacabarconeso.Peronoserá.

—¿Creesquevaaserlacosadura?

—Puedequesí.

—Peroestásahoramuycontento,inglés.

—Sí.

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—Yotambién.PeseatodolodeMaríayatodolodemás.

—¿Sabesporqué?

—No.

—Yotampoco.Quizáseaeldía.Eldíaeshermoso.

—¡Quiénsabe!Quizáseaquevamosatenerjarana.

—Yocreoqueeseso.Peronoseráhoy.Hoytenemosqueevitarcualquierincidente.Esmuyimportante.

Segúnhablaban,oyóalgo.Eraunruido lejanoquedominabaelsoplodebrisaentrelosárboles.Noestabasegurodehaberoídobienysequedóconlaboca abierta, escuchando, sin quitarle ojo a Primitivo.Apenas creía haberlooídocuandosedisipaba.ElvientosoplabaentrelospinosyRobertJordansemantuvoatentoescuchando.Oyóalfinunruidotenuellevadoporelviento.

—Paramí,estonotienenadadetrágico–estabadiciendoAgustín–.ElquenopuedateneralaMaríanoimporta.Irédeputas,comohehechosiempre.

—Cállate–dijoJordansinescucharle.Ysetumbójuntoaélconlacabezavueltadelotrolado.Agustínlemiró.

—¿Quépasa?–preguntó.

RobertJordansepusolamanoenlabocaysiguióescuchando.Looyódenuevo.Eraunruidodébil,sordo,secoylejano;peronocabíalamenorduda:era el ruidocrepitantey sordode ráfagasde ametralladora.Hubiérasedichoquepequeñísimosfuegosartificialesestallabanenloslinderosdeloaudible.

Robert Jordan levantó losojoshaciaPrimitivo,queestabacon la cabezaerguida, mirando hacia donde ellos se encontraban con una mano sobre laoreja.Almirarle,Primitivo,señalólasmontañasmásaltas.

—EstánpeleandoenelcampamentodelSordo–dijoRobertJordan.

—Vamosaayudarlos–dijoAgustín–.Reúnealagente...Vámonos.

—No–dijoRobertJordan–.Hayquequedarseaquí.

CAPÍTULOVEINTICINCO

RobertJordanlevantósusojoshaciadondePrimitivosehabíaparadoensupuestodeobservaciónempuñandoel fusilyseñalando.Jordanasintiócon lacabeza para indicarle que había comprendido; pero el hombre siguióseñalando, llevándose la mano a la oreja y volviendo a señalar

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insistentemente,comosifueraposiblequenolehubiesenentendido.

—Quédate tú ahí, con la ametralladora, ynodispareshastaqueno estésseguro, seguro, pero seguro que vienen hacia acá, y eso únicamente cuandohayanllegadoaesasmatas–leindicóRobertJordan–.¿Entiendes?

—Sí,pero...

—Nadadeperos;despuésteloexplicaré.VoyaveraPrimitivo.

AAnselmo,queestabajuntoaél,ledijo:

—Viejo, quédate aquí con Agustín y la ametralladora. –Hablabatranquilamente, sin prisa.– No debe disparar, a menos que la caballería sedirija realmente hacia acá. Si aparecen, tiene que dejarlos tranquilos, comohemoshechounratoantes.Sitienequedisparar,sostenlelaspatasdeltrípodeypásalelasmuniciones.

—Bueno–contestóelviejo–.¿YLaGranja?

—Luego.

Robert Jordan trepó, dando la vuelta por los peñascos grises, que sentíahúmedos ahora, cuando apoyaba las manos para subir. El sol hacía que lanievesefundierarápidamente.Enloalto,lasrocasestabansecasy,amedidaque ascendía, pudo ver, más allá del campo abierto, los pinos y la largahondonada que llegaba hasta donde empezaban otra vez las montañas másaltas.AlllegarjuntoaPrimitivosedejócaerenunhuecoentredosrocas,yelhombrecillodecaraatezadaledijo:

—EstánatacandoalSordo.¿Quéhacemos?

—Nada–contestóRobertJordan.

Oíaclaramenteeltiroteoenaquellosmomentos,ymirandohaciadelante,alotroladodelmonte,vio,cruzandoelvalleenellugarenquelamontañasehacía más escarpada, una tropa de caballería, que, saliendo de entre losárboles, se encaminaba al lugar del tiroteo. Vio la doble hilera de jinetes ycaballosdestacándose contra lablancurade lanieve, en elmomento enqueescalabanlaladeraporlapartemásempinada.Alllegaraloaltodelrebordeseinternaronenelmonte.

—Tenemosqueayudarlos–dijoPrimitivo.Suvozeraroncayseca.

—Esimposible–ledijoRobertJordan–.Meloestabatemiendodesdeestamañana.

—¿Quédices?

—Fueronarobarcaballosanoche.Lanievedejódecaeryleshanseguidolashuellas.

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—Perohayqueiraayudarlos–insistióPrimitivo–.Noselespuededejarsolosdeestamanera.Sonnuestroscamaradas.

RobertJordanlepusolamanoenelhombro.

—Nosepuedehacernada.Sipudiéramoshaceralgo,loharíamos.

—Hay una manera de llegar hasta allí por arriba. Se puede tomar esecaminoconlosdoscaballosylasdosmáquinas.Laqueestáahíylatuya.Asípodríanserayudados.

—Escucha–dijoRobertJordan.

—Esoesloqueescucho–dijoPrimitivo.

Les llegaba el tiroteo en oleadas, una sobre otra. Luego oyeron elestampidodelasgranadasdemano,pesadoysordo,entreelsecocrepitardeametralladora.

—Están perdidos –dijo Robert Jordan–. Estuvieron perdidos desde elmomento en que la nieve cesó. Si vamos nosotros, nos veremos perdidostambién.Nopodemosdividirlaspocasfuerzasquetenemos.

Una pelambre gris cubría la mandíbula, el labio superior y el cuello dePrimitivo.El restodesucaraeradeunmorenoapagado,con lanarizrotayaplastadaylosojosgrises,muyhundidos;mientraslemiraba,RobertJordanvioquele temblabanlospelosgrisesenlascomisurasde los labiosyenlosmúsculosdelcuello.

—Oye–dijo–,esoesunamatanza.

—Sí, están cercados en la hondonada –dijoRobert Jordan–; pero quizáshayanpodidoescaparalgunos.

—Sifuéramosahorapodríamosatacarlosporlaespalda–dijoPrimitivo–.Vamosloscuatroconloscaballos.

—¿Yluego?¿Quépasarácuandoloshayasatacadopordetrás?

—NosuniremosalSordo.

—Paramorirallí.Miraalsol.Eldíaeslargo.

Elcieloaparecíalímpido,sinunanube,yelsollescalentabayalaespalda.Habíagrandesmasasnítidasdenievesobrelaladerasur,porencimadeellos,ytodalanievedelospinoshabíacaído.Másabajo,unligerovaporseelevabaalosrayostibiosdelsoldelasrocas,húmedasdenievederretida.

—Hayqueaguantarse–resolvióRobertJordan–.Soncosasquesucedenenlaguerra.

—Pero ¿no se puede hacer nada? ¿De veras? –Primitivo le miraba

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fijamente y Robert Jordan vio que tenía confianza en él–. ¿No podríasenviarmeconotroyconlaametralladorapequeña?

—Noserviríadenada–contestóRobertJordan.

Enesemomentoleparecióveralgoquehabíaestadoaguardando,peronoeramásqueunhalcón,quesedejabamecerenelvientoyqueremontóluegoelvueloporencimadelalíneamásalejadadelbosquedepinos.

—Noserviríadenadaaunquefuéramostodos.

Eltiroteoredoblóenintensidad,puntuadoporelestallidoplúmbeodelasbombas.

—Mec...enellos–dijoPrimitivoconunaespeciedefervordentrodesugrosería,conlosojosllenosdelágrimasylasmejillastemblorosas–.PorDiosyporlaVirgen,mec...enesoscobardes,yenlalechedesumadre.

—Cálmate–dijoRobertJordan–.Vasapelearteconellosantesdeloquetefiguras.Mira,aquíestáPilar.

Pilarsubíahaciaellosapoyándoseenlasrocascondificultad.

Agustíncontinuóblasfemando:

—Puercos. Dios y la Virgen, me c... en ellos –cada vez que el vientollevabaunaandanadadetiros.

RobertJordanseescurriódelarocaendondeestabaparaayudaraPilar.

—¿Quétal,mujer?–preguntósujetándolaporlasmuñecas,paraayudarlaatrasponerelúltimopeñasco.

—Tus prismáticos –dijo ella, quitándose la correa de encima de loshombros–.AsíquelehatocadoalSordo.

—Asíes.

—¡Pobre!–dijoellacompasivamente–.¡PobreSordo!

Respiraba entrecortadamente a causa de la ascensión; cogió la mano deRobert Jordany laapretócon fuerzaentre las suyas, sindejardemirar a lolejos.

—¿Cómovalacosa?¿Quécrees?

—Mal,muymal.

—Estáj...

—Creoquesí.

—¡Pobre!–dijoella–.Porculpadeloscaballos,¿no?

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—Probablemente.

—¡Pobre!–exclamóPilar.Luegoañadió–:Rafaelmehacontadomontonesdepuñeteríassobrelosmovimientosdelacaballería.¿Quéfueloquepasó?

—Unapatrullayundestacamento.

—¿Hastadóndellegaron?

Robert Jordanseñalóel lugarendondesehabíadetenido lapatrullayelrefugiodelaametralladora.DesdeellugarenqueestabanpodíanverunabotadeAgustínqueasomabapordebajodelrefugioderamas.

—Elgitanomehacontadoquellegarontancercadevosotros,queelcañónde la ametralladora tocaba el pecho del caballo del jefe –cortó Pilar–. ¡Quégitanos!Tusprismáticosestabanenlacueva.

—¿Hasrecogidotodaslascosas?

—Todoloquesepuedellevar.¿HaynoticiasdePablo?

—Lesllevabacuarentaminutosdeventaja.Leibansiguiendolashuellas.

Pilarsonrióylesoltólamano.

—No le encontrarán nunca. Lo malo es el Sordo. ¿No se puede hacernada?

—Nada.

—¡Pobre!–exclamóella–.QueríamuchoalSordo.¿Estásseguro,segurodequeestáj...?

—Sí,hevistomuchacaballería.

—¿Másdelaquevinoporaquí?

—Undestacamentomásquesubíaalláarriba.

—Escucha–dijoPilar–.¡Pobre,pobreSordo!

Escucharoneltiroteo.

—Primitivoqueríair–dijoRobertJordan.

—¿Estásloco?–preguntóPilaralhombredelacaraaplastada–.¿Quéclasedelocosestamoscriandoporaquí?

—Querríairaayudarles.

—¡Qué va! Otro romántico. ¿No te parece que vas a morir lo bastanteaprisasinnecesidaddehacerviajesinútiles?

RobertJordanlamiró,observósucara,anchaymorena,conlospómulosaltos, como los de los indios, los ojos oscuros, muy separados, y la boca

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burlona,conellabioinferiorgruesoyamargo.

—Pórtate como un hombre –le dijo a Primitivo–. Como una personamayor.Piensaentuscabellosgrises.

—No te burles demí –dijo Primitivo hoscamente–. Por poco corazón ypocaimaginaciónqueunotenga...

—Hayqueaprenderahacerloscallar–dijoPilar–.Yamorirásprontoconnosotros, hombre; no hay necesidad de ir a buscar complicaciones con losforasteros.Encuantoalaimaginación,elgitanolatieneparatodos.Vayaunpuñeteroromancequemehacontado.

—Sihubierasvistoloquepasónohablaríasderomance–dijoPrimitivo–.Noshemosescapadoporunpelo.

—¡Quéva!–siguióPilar–.Algunosjinetesllegaronhastaaquíyluegosefueronyvosotrososhabéiscreídounoshéroes.Aesohemosllegado,afuerzadenohacernada.

—¿YesodelSordonoesgrave?–preguntóPrimitivocondesprecio.

Sufríavisiblementecadavezqueelvientolellevabaelruidodeltiroteo,yhubieraqueridoirallíoalmenosquePilarsecallarayledejaseenpaz.

—¿Total,qué?–dijoPilar–.Lehallegado,asíesquenopierdastusc...porladesdichadelosotros.

—Vetea lamierda–dijoPrimitivo–;haymujeresdeunaestupidezyunabrutalidadinsoportables.

—Esparahacerjuegoconloshombresdepocosc...–replicóPilar–.Sinohaynadaquever,meiré.

Enaquellosmomentos,RobertJordanoyóelrumordeunaviónquevolabaagranaltura.Levantólacabeza.Parecíaelmismoaparatodeobservaciónquehabíavistoaprimerahoradelamañana.VolvíadelaslíneasyseibahacialaaltiplanicieenqueelSordoestabasiendoatacado.

—Ahíestáelpájarodemalagüero–dijoPilar–.¿Podráver loquepasaaquíabajo?

—Seguramente–dijoRobertJordan–.Sinoestánciegos.

Vieronalavióndeslizarseagranaltura,plateadoy tranquilo,a la luzdelsol.Veníade la izquierdaypodíanverse losdiscosde luzquedibujaban lashélices.

—Agachaos–ordenóRobertJordan.

Elaviónestabayaporencimadesuscabezasysusombracubríaelespacio

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abierto, mientras que la trepidación de su motor llegaba al máximo deintensidad.Luegosealejóhacialacimadelvalleylevieronperdersepocoapocohastadesaparecerparasurgirdenuevo,describiendounampliocírculo;descendióydiodosvueltasporencimade laplanicie,antesdeencaminarsehaciaSegovia.

Robert Jordan miró a Pilar, que tenía la frente cubierta de sudor. Ellamoviólacabezamientrassemordíaellabioinferior.

—Cadacualtienesupuntoflaco–dijo–.Amí,sonésoslosquemeatacanlosnervios.

—¿Nosetehabrápegadomimiedo?–preguntóirónicamentePrimitivo.

—No –contestó ella, poniéndole la mano en el hombro–. Tú no tienesmiedo,yalosé.Tepidoperdónporhabertetratadocondemasiadaconfianza.Estamostodosenelmismocaldero.–Yluego,dirigiéndoseaRobertJordan:–Osmandarécomidayvino.¿Quieresalgomás?

—Porelmomento,nadamás.¿Dóndeestánlosotros?

—Tureservaestáintacta,ahíabajo,conloscaballos–dijoella,sonriendo–.Todoestábienguardado.TodoestálistoMaríaestácontumaterial.

—Siporcasualidadsepresentaranaviones,mételoenlacueva.

—Sí,señoringlés–repusoPilar–.Atugitano,teloregalo,lehemandadoacoger setas para guisar las liebres. Hay muchas setas en este tiempo y hepensadoqueserámejorquenoscomamoslasliebreshoy,aunqueestaríanmástiernasmañanaopasadomañana.

—Creo que será mejor comérnoslas hoy, en efecto –respondió RobertJordan.

Pilarpusosumanazasobreelhombrodelmuchachoenelsitiopordondepasabalacorreadelametralleta,ylevantandolamanoleacaricióloscabellosluego.

—¡Qué inglés! –exclamó–. Mandaré a María con los pucheros, cuandoesténguisadas.

Eltiroteolejanohabíaconcluidocasiporcompleto.Sóloseoíadevezencuandoalgúndisparoaislado.

—¿Creesquehaacabadotodo?–preguntóPilar.

—No–contestóJordan–;porelruido,parecequehahabidounataqueyhasidorechazado.Ahora,yodiríaquelosatacantesloshanrodeado.ElSordosehaguarecidoesperandolosaviones.

PilarsedirigióaPrimitivo.

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—Tú,yasabesquenohequeridoinsultarte.

—Ya lo sé –respondió Primitivo–; estoy acostumbrado a cosas peores.Tienesuna lengua asquerosa.Ponatención en loquedices,mujer.ElSordoeraunbuencamaradamío.

—¿Y no lo era mío? –preguntó Pilar–. Escucha, cara aplastada. En laguerranosepuededecirloquesesiente.Tenemosbastanteconlonuestro,sinpreocuparnos de lo del Sordo–. Primitivo siguió mostrándose hosco. –Debierasiralmédico–ledijoPilar–.Yyomevoyahacereldesayuno.

—¿Me has traído los documentos de ese requeté? –le preguntó RobertJordan.

—¡Quéestúpidasoy!–dijoella–;losheolvidado.MandaréaMaríaconlospapeles.

CAPÍTULOVEINTISÉIS

Los aviones no volvieron hasta las tres de la tarde. La nieve se habíaderretidoenteramentedesdeelmediodíaylasrocasestabanrecalentadasporelsol.Nohabíanubesenelcielo,yRobertJordan,queestabasentadosobreunpeñasco,sequitólacamisaysepusoatostarselasespaldasalsolmientrasleíalascartasquehabíanencontradoenlosbolsillosdelsoldadodecaballeríamuerto.Devezencuandodejabadeleerparamiraratravésdelvallehacialalíneadepinos;luegovolvíaalascartas.Novolvióaaparecermáscaballería.Devez en cuando seoía algún tirohacia el campamentodelSordo.Pero eltiroteoeraesporádico.

PorlalecturadelospapelesmilitaressupoqueelmuchachoeradeTafalla(Navarra),queteníaveintiúnaños,quenoestabacasadoyqueerahijodeunherrero. El número de su regimiento sorprendió a Robert Jordan, porquesuponía que ese regimiento estaba en elNorte. Elmuchacho era un carlistaquehabíasidoheridoenlabatalladeIrúnacomienzosdelaguerra.

«Probablementelehevistocorrerdelantedelostorosporlascallesenlaferia de Pamplona –pensó Robert Jordan–. Uno no mata nunca a quien sequisieramatarenlaguerra.Bueno,casinunca»,secorrigió.Ysiguióleyendolascartas.

Las primeras que leyó eran cartas amaneradas, escritas con caligrafíacuidadosa, y se referían casi exclusivamente a sucesos locales. Eran de lahermana,yRobertJordanseenteróporellasdequetodoibabienenTafalla,de que el padre seguía bien, de que lamadre estaba como siempre, aunque

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teníadoloresenlaespalda;confiabaenqueelmuchachoestuvierabienynocorriesemuchospeligrosysesentíadichosaporsaberqueestuvieraacabandoconlosrojosparaliberaraEspañadelashordasmarxistas.Luegohabíaunalista de los muchachos de Tafalla muertos o gravemente heridos desde suúltima carta. Mencionaba diez muertos. Era mucho para un pueblo de laimportanciadeTafalla,pensóRobertJordan.

Enlacarta tambiénsehablabaextensamentedelareligión,y lahermanarogabaaSanAntonio, a laSantísimaVirgendelPilarya lasotrasvírgenesque le protegieran. Y asimismo le pedía al muchacho que no olvidara queestaba igualmente protegido por el Sagrado Corazón de Jesús, que siempredebía llevar sobresucorazón,comoestabaella seguradeque lo llevaba,yaqueinnumerablescasoshabíanprobado–yestoestabasubrayado–quegozabadelpoderdedetenerlasbalas.Sedespedíaconun«Tuhermanaquetequiere,comosiempre,Concha».

Esacarta estabaunpoco suciapor losbordesyRobert Jordan laguardócuidadosamente con el resto de los papeles militares y abrió otra, cuyacaligrafía era menos primorosa. Era de la novia que, bajo fórmulasconvencionales, parecía loca de histeria por los peligros que corría elmuchacho.Robert Jordan la leyó, luegometió las cartasy lospapeles en elbolsillodesupantalón.Nolequedaronganasdeleerlasotrascartas.

«Creoqueyahehechomibuenaaccióndehoy–sedijo–.Vayaquesí.»

—¿Quéestabasleyendo?–lepreguntóPrimitivo.

—Lospapelesylascartasdeeserequetéquehemosmatadoestamañana.¿Quieresverlos?

—Noséleer–contestóPrimitivo–.¿Hayalgointeresante?

—No–repusoRobertJordan–;soncartasdefamilia.

—¿Cómoestánlascosasenelpueblodelmuchacho?¿Sepuedeaveriguarporlascartas?

—Parecequelascosasvanbien–dijoRobertJordan–;hahabidomuchasbajasensupueblo.–Examinóel refugio,quehabíanmodificadoymejoradoun poco, después de derretirse la nieve, y que tenía un aspecto muyconvincente.Luegomiróhacialalejanía.

—¿Dequépuebloes?–preguntóPrimitivo.

—DeTafalla–respondióRobertJordan.

«Puesbien,sí,lolamento.Lolamentosiellopuedeservirdealgo.»

«Nosirvedenada–secontestóasímismo–.Bueno,entonces,olvídalo.»

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«Deacuerdo,loolvidoahoramismo.»

Pero no podía olvidarlo. «¿A cuántos has matado? –se preguntó a símismo–.Nolosé.¿Creesquetienesderechoamatar?¿Nitansiquieraauno?No, pero tengoquematar. ¿Cuántos de los que hasmatado eran verdaderosfascistas?Muy pocos. Pero todos son enemigos, cuya fuerza se opone a lanuestra.¿TúprefiereslosnavarrosalosdecualquierotrapartedeEspaña?

—Sí.

—¿Ylosmatas?

—Sí.Sinolocrees,bajaalcampamento.

—¿Nosabesqueesmalomataranadie?

—Sí.

—Perolohaces.

—Sí.

—¿Ysiguescreyendoquetucausaesjusta?

—Sí.

«Esjusta–sedijo,noparatranquilizarse,sinoconorgullo–.Tengofeenelpuebloy creoque le asiste el derechodegobernarse a sugusto.Perono sedebecreerenelderechodematar.Esprecisomatarporqueesnecesario,peronohayquecreerqueseaunderecho.Sisecreeenello,todovamal.»

«–¿Acuántoscreesquehabrásmatado?

—Notengointerésenllevarlacuenta.

—Pero¿losabes?

—Sí.

—¿Acuántos?

—Nopuedeunoestarsegurodelnúmero.

—¿Ydelosqueestásseguro?

—Másdeveinte.

—¿Ycuántosverdaderosfascistashabíaentreellos?

—Solamente dos que fueran seguros. Porqueme vi obligado amatarloscuandoloshicimosprisionerosenUsera.

—¿Ynotecausóimpresión?

—No.

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—¿Tampocoplacer?

—No.Resolvínovolverloahacernunca.Loheevitado.Heprocuradonomataralosqueestabandesarmados.»

«Oye–sedijoasímismo–,harásmejorsinopiensasenello.Esmaloparatiyparatutrabajo.»Luegosecontestó:

«Escúchame, tú, estás preparando algo muy serio y es menester que locomprendas.Esnecesarioqueyotehagacomprenderestoclaramente.Porquesinoestáclaroen tucabeza,no tienesderechoahacer lascosasquehaces.Porquetodasesascosassoncriminalesyningúnhombretienederechoaquitarlavidaaotro, amenosque seapara impedirque les sucedaalgopeora losdemás.Asíesquetratadeentenderlobienynoteengañesatimismo.

»Peroyonopuedollevarlacuentadelosquehematado,comosehaceconunacoleccióndetrofeosocomoenunadeesascosasrepugnantes,haciendomuescas en la culata del fusil. Tengo derecho a no llevar la cuenta y tengoderechoaolvidarlos.»

«No–secontestóasímismo–;notienesderechoaolvidarnada.Notienesderechoacerrar losojosantenadani aolvidarnadani aatenuarnada,ni acambiarlo.»

«Cállate–sedijo–.Teponeshorriblementepomposo.»

«Nitampocoaengañarteatimismoacercadeello»,prosiguiódiciéndose.

«De acuerdo. Gracias por tus buenos consejos. Y querer aMaría, ¿estábien?–Sí»,respondiósuotroyo.

«¿Inclusoaunquenohayasitioparaelamorenunaconcepciónpuramentematerialistadelasociedad?»

«¿Desde cuándo tienes tú semejante concepción? –preguntó su otro yo–.Nolahastenidonunca.Nohaspodidotenerlanunca.Túnoeresunverdaderomarxista,ylosabes.Túcreesenlalibertad,enlaigualdadyenlafraternidad.Túcreesenlavida,enlalibertadyenlabúsquedadeladicha.Noteatiborreslacabezaconunexcesodedialéctica.Esoesbuenoparalosdemás;noparati.Convienequeconozcasestascosasparanotenerelairedeunestúpido.Hayqueaceptarmuchascosasparaganarunaguerra.Siperdemosestaguerra,todoestaráperdido.

»Pero después podrás rechazar todo aquello en lo que no crees. Haymuchascosasenlasquenocreesymuchascosasenlasquecrees.Yotracosa.Noteengañesacercadelamorquesientasporalguien.Loqueocurreesquelas más de las gentes no tienen la suerte de encontrarlo. Tú no lo habíassentidoantesnuncayahoralosientes.LoquetesucedeconMaría,aunquenoduremásquehoyyunapartedemañana,o aunquedure toda lavida, es la

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cosamás importante que puede sucederle a un ser humano. Habrá siempregentesquediganqueesonoexiste,porquenohanpodidoconseguirlo.Peroyotedigoqueexisteyquehastenidosuerte,aunquemuerasmañana.»

«Basta ya de hablar de estas cosas –se dijo– y de lamuerte. Esa no esmanera de hablar. Ese es el lenguaje de nuestros amigos los anarquistas.Siemprequelascosasvanmal,tienenganasdeprenderfuegoaalgoymorirdespués, tienen una cabeza muy particular. Muy particular. En fin, hoy sepasaráenseguida,amiguito.Soncasi las tresyvaahaberzafarrancho,másprontoomástarde.SesiguedisparandoenelcampamentodelSordo;loquemuestraquehansidocercadosyqueesperantalvezmásgente.Perotendránqueacabarconellosantesdelanochecer.

»Mepreguntocómoiránlascosasalláarriba,enelcampamentodelSordo.Es lo que nos aguarda a todos a su debido tiempo. No debe de ser muydivertidoporalláarriba.Porciertoque lehemosmetidoenunbuen líoconesode loscaballos. ¿Cómosediceenespañol?Uncallejón sin salida.Creoque en un caso así yo sabría comportarme decentemente. Son cosas que nosucedenmásqueunavezyacabanenseguida.¡Quélujoseríaelquetomaseuno parte en una guerra en que pudiera rendirse cuando le han cercado!Estamoscopados.Esehasidoelgrangritodepánicodeestaguerra.Despuésunoerafusiladoysiantesnolehabíasucedidoaunonada,unohabíatenidosuerte.ElSordono tendráesasuerte.Nivaa tenerlanadiecuando llegueelmomento.»

Eran las tresde la tarde.Oyóunzumbido lejano,y, levantando losojos,violosaviones.

CAPÍTULOVEINTISIETE

El Sordo estaba combatiendo en la cresta de una colina. No le gustabaaquellacolina,ycuandolaviosedijoqueteníalaformadeunabsceso.Perono podía elegir; la había visto de lejos y galopó hacia ella espoleando alcaballo,jadeanteentresuspiernas,conelfusilautomáticoterciadosobresusespaldas, el saco de granadas balanceándose a un lado y el saco con loscargadoresalotro,mientrasJoaquíne Ignaciosedeteníanydisparabanparadejarletiempodecolocarlaametralladoraenposición.

Quedabatodavíanieve,lanievequeloshabíaperdidoycuandosucaballoherido empezó a subir a paso lento la última parte del camino, jadeando,vacilando y tropezando, regando la nieve con una chorrada roja de vez encuando,elSordoechópiea tierray lo llevóde lasriendas, trepandoconlas

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riendassobresushombros.Habíasubidomuydeprisa,todoloquepodía,conlosdossacos,quelepesabansobrelaespalda,mientraslasbalasseestrellabanen las rocas alrededor de él, y al llegar arriba, cogiendo al caballo por lascrines,le„pegóuntirorápida,hábilytiernamente,enelsitioendondehabíaque pegárselo, de tal manera que el caballo se desplomó de golpe, con lacabeza por delante, quedando encajonado en una brecha entre dos rocas. ElSordocolocó laametralladorademodoquepudieradispararporencimadelespinazodelcaballoyvaciódoscargadoresenráfagasprecipitadasymientraslos casquillos vacíos se incrustaban en la nievey alrededorunolor a crinesquemadas se desprendía del cuerpo del caballo en que apoyaba la bocacaliente del cañón, disparaba sobre todos los que subían por la cuesta,obligándoles a ponerse a cubierto. En todo ese tiempo había idoexperimentandounasensaciónde fríoen laespaldaporquenosabía losqueestaban detrás de él. Pero cuando el último de los cinco hombres huboalcanzadolacima,esasensacióndefríodesaparecióydecidióconservarsusmunicionesparaelmomentoenquetuvieranecesidaddeellas.

Había otros dos caballosmuertos en la pendiente y tres en la cima. Nohabíapodidorobarmásquetrescaballoslanocheanterior,yunodeellosseescapó al intentar montarlo a pelo dentro del corral, cuando los primerosdisparoscomenzaronaoírse.

Deloscincohombresquellegaronalacima, tressehallabanheridos.ElSordo estaba herido en la pantorrilla y en dos lugares distintos del brazoizquierdo.Teníamuchased.Susheridasleendurecíanlosmúsculosyunadelasheridasdelbrazoeramuydolorosa.Ledolíalacabezay,mientrasestabatendidoallí, aguardandoque llegasen los aviones, se leocurrióuna frasedehumor español, que decía así: «Hayque tomar lamuerte como si fuera unaaspirina».Noladijoenvozalta;perosonrióparasusadentros,enmediodeldolorydelasnáuseasqueleacometíancadavezquemovíaelbrazoymirabaentornosuyoparaverloquehabíaquedadodesucuadrilla.

Loscincohombresestabandispuestoscomolos radiosdeunaestrelladecincopuntas.Cavandoconlasmanosylospies,habíanhechomontículosdebarroydepiedrasparaprotegerselacabezayloshombros.Puestosacubiertodeestasuerte,tratabandeunirlosmontículosindividualesconunparapetodepiedraylodo.Joaquín,elmásjoven,quesóloteníadieciochoaños, teníauncascodeaceroqueutilizabaparacavarytransportarlatierra.

Habíaencontradoaquelcascoenelasaltoaltren.Elcascoteníaunagujerode bala y todo el mundo se burlaba de él. Pero Joaquín había alisado amartillazoslosbordesdesigualesdelagujeroylohabíatapadoconuntarugodemadera,quecortóylimóhastadejarloalniveldelmetal.

Cuandocomenzólabatallasemetióelcascoenlacabeza,contantafuerza,

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queleresonóenelcráneodegolpecomosisehubierametidounacacerola,yen la carrera final, después de que hubomuerto su caballo, y con el pechodolorido, las piernas inertes, la boca seca,mientras las balas se estrellaban,martillaban y cantaban alrededor, en la carrera que dio para llegar hasta lacima,elcascoselehabíaantojadopesadísimo,ciñendosuhinchadafrenteconuna banda de hierro. Pero lo había conservado puesto y ahora cavabaaprovechándosedeélconunaregularidaddesesperanteycasimaquinal.Hastaentoncesnohabíasidoherido.

—Por fin sirve para algo –le había dicho el Sordo, con su voz honda ygrave.

—Resistiryfortificaresvencer–contestóJoaquín,conlabocaseca;secade un miedo que sobrepasaba la sed normal de la batalla. Era uno de losslogansdelpartidocomunista.

El Sordo miró hacia la base de la colina, donde uno de los soldadosdisparabaprotegidopor la roca.Queríamuchoa Joaquín, perono estaba enaquellosmomentosdehumorparaaguantarslogans.

—¿Quéesloquedices?

Unodeloshombreslevantólosojosdeloqueestabahaciendo.Tendidodebrucesyconlasdosmanos,colocabacuidadosamenteunapiedra,procurandonolevantarlabarbilla.

Joaquínrepitiólafrase,consuvozjuvenilyseca,sindejarunsegundodecavar.

—¿Cuáleslaúltimapalabra?

—Vencer–dijoelmuchacho.

—¡Mierda!–exclamóelhombredelabarbillapegadaalsuelo.

—–Hayotrafrasequeseaplicaaquí–dijoJoaquín,ysehubieradichoquesesacabalosslogansdelbolsillo,comotalismanes–.LaPasionariadicequeesmejormorirdepiequevivirderodillas.

—¡Mierda!–repitióelhombre,yuncompañerosuyosoltóporencimadelhombro:

—Noestamosderodillas.Estamosdebarriga.

—Tú,comunista,¿sabesquelaPasionariatieneunhijodetuedadqueestáenRusiadesdeelcomienzodelMovimiento?

—Esoesmentira–saltóJoaquín.

—¡Quévaasermentira!–dijoelotro–.Fueeldinamiterodelnombreraroelquemelodijo.Éleratambiéndetupartido.¿Paraquéibaamentir?

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—Esunamentira–dijo Joaquín–.LaPasionarianoharíauna cosa comoocultarasuhijoenRusia,escondido,lejosdelaguerra.

—YaquisierayoestarenRusia–dijootrodeloshombresdelSordo–.TuPasionarianomandaráabuscarmeparaenviarmeaRusia,¿eh,comunista?

—SitienestantaconfianzaentuPasionaria,veapedirlequenossaquedeaquí–dijounhombrequellevabaunmuslovendado.

—Yaseencargarándeello losfascistas–replicóelhombrede labarbillapegadaalsuelo.

—Nohabléisasí–dijoJoaquín.

—Pásate un trapo por los labios y límpiate la leche de la nodriza yalárgamedepasoesebarroentucasco–dijoelhombredelabarbillapegadaalsuelo–.Ningunodenosotrosveráponerseelsolestatarde.

ElSordopensaba:«Tienelaformadeungolondrino.Odelpechodeunajovencita,sinelpezón.Odelcráterdeunvolcán.Perotúnohasvistonuncaunvolcán,ynoloverásnunca.Además,estacolinaescomoungolondrino.Déjatedevolcanes.Esdemasiadotardeparavolcanes.»

Miró con precaución por encima del espinazo del caballo muerto y enseguidabrotóunmartilleorápidodedisparosprovenientesdeunaroca,muchomás abajo, en la base de la colina.Oyó las balas hundirse en el cuerpo delcaballo.Arrastrándosedetrásdelanimal,seatrevióaecharunaojeadaporlabrechaquequedabaentrelagrupadelcaballoylaroca.Habíatrescadáveresenelflancodelacolina,unpocomásabajodedondeestabaél.Treshombresquehabíanmuertocuandolosfascistasintentaronelasaltodelacolinabajolaproteccióndeunfuegodeametralladorasyfusilesautomáticos.ElSordoysuscompañeros frustraron el ataque con bombas de mano, que hacían rodarpendienteabajo.Habíaotroscadáveresquenopodíaveralosotrosladosdelacolina.Estanoteníaunaccesofácil,porelquelosasaltantespudieranllegarhasta la cima, y el Sordo sabía que, mientras contase con municiones ygranadasylequedasencuatrohombres,nolosharíansalirdeallíamenosquetrajesenunmorterodetrinchera.NosabíasihabríanidoabuscarelmorteroaLaGranja.Quizáno,porquelosavionesnotardaríanenllegar.Habíanpasadocuatrohorasdesdequeelavióndereconocimientovolósobresuscabezas.

«Lacolinaesrealmentecomoungolondrino–pensóelSordo–ynosotrossomoselpus.Perohemosmatadoamuchoscuandocometieronesaestupidez.¿Cómopodíanimaginarsequenosibanaatrapardeesemodo?Disponendeunarmamentotanmoderno,quelaconfianzalosvuelvelocos.»Habíamatadoconunabombaaljovenoficialquemandabaelasalto.Lagranadafuerodandoderocaenrocamientraselenemigotrepabainclinadoyapasodecarga.Enelfogonazo amarillento y entre el humo gris que se produjo, el Sordo vio

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desplomarsealoficial.Yacíaallí,comounmontónderopavieja,marcandoelextremo límite alcanzado por los asaltantes. El Sordo miró el cadáver deloficialylosdelosotrosquehabíancaídoalolargodelaladera.

«Sonvalientes,peromuyestúpidos.Peroahoralohanentendidoynonosatacaránhastaquelleguenlosaviones.Amenos,porsupuesto,quetenganunmortero.Conunmortero,lacosaseríafácil.»Elmorteroeraelprocedimientonormal,yelSordosabíaquelallegadadeunmorterosignificaríalamuertedelos cinco. Pero al pensar en la llegada de los aviones se sentía tan desnudosobreaquellacolinacomosilehubiesenquitadotodoslosvestidosyhastalapiel. «No puede uno sentirse más desnudo. En comparación, un conejodesollado está tan cubierto como un oso. Pero ¿por qué habrían de traeraviones? Podrían desalojarnos fácilmente con un mortero de trinchera. Sinembargo, están muy orgullosos de su aviación y probablemente traerán losaviones. De la misma manera que se sentían orgullosos de sus armasautomáticas ypor eso cometieron la estupidezde antes. Indudablemente, yahabránenviadoporelmortero.»

Unodeloshombresdisparó.Luegocorriórápidamenteelcerrojoyvolvióadisparar.

—Ahorratuscartuchos–ledijoelSordo.

—Unodeesoshijosdemalamadreacabadeintentarsubirseaesaroca–respondióelhombre,señalandoconeldedo.

—¿Lehasacertado?–preguntóelSordo,volviendolacabeza.

—No–dijoelhombre–.Elmuycochinosehaescondido.

—LaqueesunahijademalamadreesPilar–dijoelhombredelabarbillapegadaalsuelo–.Esaputasabequeestamosapuntodemoriraquí.

Nopuedehacernada–dijoelSordo.Elhombrehabíahabladoporlapartedesuorejasanayleoyósinvolverlacabeza–.¿Quépodríahacer?

—Atacaraesospuercosporlaespalda.

—¡Quéva!–dijoelSordo–.Estándiseminadosalrededorde lamontaña.¿Cómopodríaellaatacarlosporlaespaldadesdeabajo?Soncientocincuenta.Oquizámásahora.

—Perosiaguantamosaquíhastalanoche...–dijoJoaquín.

—Y si Navidad fuera Pascua –dijo el hombre de la barbilla pegada alsuelo.

—Y si tu tía tuviese c... que entonces sería tu tío –añadió un tercero–.MandaabuscaratuPasionaria.Paraayudarnos,ellaeslaúnica.

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—Yonocreo en esahistoriade suhijo–contestó Joaquín–.Y si está enRusia,estaráaprendiendoaviaciónoalgoasí.

—Estáescondidoallí,paraestarseguro–repusoelotro.

—Estaráestudiandodialéctica.LaPasionaria tambiénestuvo.YLister,yModesto y otros. Fue aquel tipo de nombre raro el que me lo dijo. Van aestudiarallíparavolverypoderayudarnos.

—Que nos ayuden en seguida –dijo el otro–; que todos esos puercosmariconesconnombrerusovenganaayudarnosahora.–Disparóydijo:–Mecagoental;lohefallado.

—Ahorraloscartuchosynohablestanto–dijoelSordo–;quevasatenersedynohayaguaenestacolina.

—Tomaesto–repusoelhombre,tumbándosedeladoyhaciendopasarporencima del hombro una bota que llevaba en bandolera–. Enjuágate la boca,viejo.Debesdetenermuchasedcontusheridas.

—Quebebantodos–dijoelSordo.

—Entonces,beberéyoelprimero–dijoelpropietariodelabota,yechóunlargotrago,pasándolaluegodemanoenmano.

—Sordo,¿cuándocreesquevanavenirlosaviones?–preguntóelhombredelabarbillapegadaalsuelo.

—Deunmomentoaotro–contestóelSordo–;yadeberíanestaraquí.

—¿Creesqueesoshijosdeputavanaatacarnosdenuevo?

—Solamentesinolleganlosaviones.

No creyó útil decir nada delmortero. Cuando éste llegase, ya se daríancuenta,ysiempreseríademasiadopronto.

—SabeDioscuántosavionestendrán,porloquevimosayer.

—Demasiados–dijoelSordo.

Le seguía doliendo la cabeza y el brazo lo tenía tan tieso que cualquiermovimiento lehacíasufrirdemanera intolerable.Levantando labotaconsubrazobuenomiróalcielo,alto,claroyazul,uncielodecomienzosdeverano.Tenía cincuenta y dos años y estaba segurode que era la últimavez que loveía.

Nosentíamiedodemorir,pero le irritabaelversecogidoenuna trampasobreaquella colinadondenohabíaotra cosaquehacermásquemorir.«Sihubiésemos podido escapar... –pensó–. Si hubiésemos podido obligarlos asubiralolargodelvalleysihubiésemospodidodesparramarnosalotrolado

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delacarretera,todohubieraidomuybien.Peroesteabscesodecolina»...Loúnicoquepodíahacerseerautilizarlolomejorquesepudiera.Yesoeraloqueestabanhaciendoentonces.

Dehabersabidocuántoshombresenlahistoriatuvieronquemorirenunacolina, la idea no le hubiera consolado en absoluto, porque en los trancesporqueélpasaba,loshombresnosedejanimpresionarporloquelessucedeaotros en análogas circunstancias,más de lo que una viuda de un día puedeconsolarseconlaideadequeotrosespososamantísimoshanmuertotambién.Se tenga miedo o no, es difícil aceptar el propio fin. El Sordo lo habíaaceptado; pero no encontraba alivio en esa aceptación, pese a que teníacincuentaydosaños,tresheridasyestabasitiadoenlacimadeunacolina.

Bromeóconsigomismosobreelasunto,pero,contemplandoelcieloylascimas lejanas, tomó un trago de la bota y comprobó que no sentía ningúndeseodemorir.«Siesprecisomorir,yclaroquevaaserpreciso,puedomorir.Peronomegustanada.»

Morir no tenía importancia ni se hacía de la muerte ninguna ideaaterradora. Pero vivir era un campo de trigo balanceándose a impulsos delvientoenelflancodeunacolina.Vivireraunhalcónenelcielo.Vivireraunbotijoentreelpolvodelgranosegadoylapajaquevuela.Vivirerauncaballoentre las piernas y una carabina al hombro, y una colina, y un valle, y unarroyobordeadodeárboles,yelotroladodelvalleconotrascolinasalolejos.

ElSordodevolviólabotaasudueñoconunmovimientodecabezaqueerasigno de agradecimiento. Se inclinó hacia delante y acarició el espinazo delcaballomuertoenellugarenqueelcañóndelfusilautomáticohabíaquemadoel cuero.Le llegaba aún el olor de la crin quemada.Recordaba cómohabíatenido allí al caballo tembloroso, mientras las balas silbaban crepitandoalrededorcomounacortina,ycómohabíadisparadocontientojustamenteenla intersecciónde las líneasqueunen laorejaconelojode lacaraopuesta.Luego,cuandoelcaballosedesplomó,se tumbó trassuespinazo,calienteyhúmedo,paradispararsobrelosasaltantes,quesubíanporlacolina.

«Erasmuchocaballo»,dijo.

ElSordo,tumbadoenesemomentosobresucostadosano,mirabaalcielo.Estaba tumbado sobre un montículo de cartuchos vacíos, con la cabezaprotegidapor las rocas,yelcuerpopegadocontrael flancodelcaballo.Susheridas le endurecían dolorosamente susmúsculos, padecíamucho y estabademasiadofatigadoparamoverse.

—¿Quéesloquetepasa,hombre?–lepreguntóelqueestabajuntoaél.

—Nada.Estoydescansandounpoco.

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—Duérmete–replicóelotro–;yanosdespertaráncuandolleguen.

Enaquelmomentoalguiengritódesdeelcomienzodelacuesta:

—Escuchad,bandidos–lavozproveníadedetrásdelpeñascoqueabrigabalaametralladoramáspróximaaellos–.Rendíosahora,antesquelosavionesoshagantrizas.

—¿Quéhadicho?–preguntóelSordo.

Joaquín se lo repitió.ElSordodiomediavueltay se irguió lo suficientecomoparaponersedenuevoalaalturadesuarma.

—Quizá no tengan aviones –dijo–. No le respondáis ni disparéis. Quizápodamoshacerqueataquendenuevo.

—¿Ysilosinsultáramosunpoco?–preguntóelhombrequehabíacontadoaJoaquínqueelhijodelaPasionariaestabaenRusia.

—No –dijo el Sordo–; dame tu pistola grande. ¿Quién tiene una pistolagrande?

—Yo.

—Dámela.

Se puso de rodillas, cogió la gran «Star» de nuevemilímetros y disparóunabalaal suelo, juntoal caballomuerto.Esperóun ratoydisparódespuéscuatrobalasaintervalosregulares.Luegoaguardó,contandohastasesenta,ydisparó una última bala en el cuerpo del caballo muerto. Luego sonrió ydevolviólapistola.

—Vuelveacargarla–susurró–,yquenadieabralabocanidispare.

—Bandidos–gritólamismavozdesdedetrásdelospeñascos.

Enlacolinanolerespondiónadie.

—Bandidos,rendíosahora,antesqueoshagamossaltarenmilpedazos.

—Yapican–murmuróelSordo,muycontento.

Mientrasélvigilaba lacuesta,unhombre sedejóverporencimadeunaroca. Ningún disparo salió de la colina, y la cabeza desapareció. El Sordoesperó,sindejardeobservar,peronopasónada.Volviólacabezaparamiraralosotros,quevigilabancadaunosucorrespondientesector.Comorespuestaasumirada,losotrosmovieronnegativamentelacabeza.

—Quenadiesemueva–susurró.

—Hijosdeputa–gritódenuevolavozdedetrásdelospeñascos.

—Cochinos rojos,violadoresdevuestramadre,bebedoresde la lechede

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vuestropadre...

ElSordosonrió.Conseguíaoírlosinsultosvolviendohacialavozsuorejabuena. «Esto es mejor que la aspirina. ¿A cuántos vamos a atrapar? ¿Esposiblequeseantancretinos?»

La voz había callado de nuevo, y durante tres minutos no se oyó nipercibióningúnmovimiento.Después,elsoldadoqueestabaauncentenardemetrospordebajodeellossepusoaldescubiertoydisparó.Labalafueadarcontralarocayrebotóconunsilbidoagudo.ElSordovioaunhombreque,agazapado, corríadesde lospeñascos endondeestabael armaautomática, atravésdelespaciodescubierto,hastaelgranpeñasco,detrásdelquesehabíaescondidoelhombrequegritaba,zambulléndosematerialmentedetrásdeél.

ElSordoechóunamiradaalrededor.Lehicierongestosindicándolequenohabía novedad en las otras pendientes. El Sordo sonrió dichoso ymovió lacabeza.«Diezvecesmejorquelaaspirina»,pensó,yaguardódichoso,comosólopuedeserlouncazador.

Abajo,elhombrequehabíasalidocorriendo,fueradelmontóndepiedras,haciaelrefugioqueofrecíaelgranpeñasco,hablabayledecíaaltirador:

—¿Quépiensasdeesto?

—Nosé–respondióeltirador.

—Sería lógico –dijo el hombre que era el oficial que mandaba eldestacamento–.Estáncercados.Nopuedenesperarmásquelamuerte.

Elsoldadonoreplicó.

—¿Túquécrees?–inquirióeloficial.

—Nada.

—¿Hasvistoalgúnmovimientodesdequedispararonlosúltimostiros?

—Ninguno.

Eloficialconsultósurelojdepulsera.Eranlastresmenosdiez.

—Losavionesdeberíanhaberllegadohaceunahora–comentó.

Entonces llegó al refugio otro oficial y el soldado se puso aparte paradejarlesitio.

—¿Quéteparece,Paco?–preguntóelprimeroficial.

Elotro,quetodavíajadeabaporlacarreraquesehabíapegadoparasubirla cuesta atravesándola de uno a otro lado, desde el refugio de laametralladora,respondió:

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—Paramí,esunatrampa.

—¿Y si no lo fuera? Sería ridículo que estuviéramos aguardando aquísitiandoahombresqueyaestánmuertos.

—Yahemoshechoalgopeorqueelridículo–contestóelsegundooficial–.Mirahacialaladera.

Miróhaciaarriba,haciadondeestabandesparramadosloscadáveresdelasvíctimasdel primer ataque.Desde el lugar enque se encontraban seveía lalíneaderocasesparcidas,elvientre,laspatasenescorzoylasherradurasdelcaballodelSordo,ylatierrareciénremovidaporlosquehabíanconstruidoelparapeto.

—¿Quéhaydelosmorteros?–preguntóelotrooficial.

—Deberánestaraquídentrodeunahoraoantes.

—Entonces,esperémoslos.Yahemoshechobastantestonterías.

—Bandidos –gritó repentinamente el primer oficial, irguiéndose yasomandolacabezaporencimadelaroca;lacrestadelacolinaleparecióasímuchomáscercana–.¡Cochinosrojos!¡Cobardes!

Elsegundooficialmiróalsoldadomoviendolacabeza.Elsoldadoapartólamirada,apretandoloslabios.

El primer oficial permaneció allí parado, con la cabeza bien visible porencimadelarocayconlamanoenlaculatadelrevólver.Insultóymaldijoaloshombresque estaban en la cima.Peronoocurriónada.Entoncesdiounpaso, apartándose resueltamente del refugio, y se quedó allí parado,contemplandolacima.

—Disparad, cobardes, si aún estáis vivos –gritó–. Disparad sobre unhombrequenoletemeaningúnrojonacidodemalamadre.

Eraunafrasemuylargaparadecirlaagritos,yelrostrodeloficialsepusorojoycongestionado.

El segundo oficial, un hombre flaco, quemado por el sol, con ojostranquilos y boca delgada, con el labio superior un poco largo, mejillashundidasymalrasuradas,volvióamoverlacabeza.Eloficialquegritabaenaquellos momentos era el que había mandado el primer ataque. El joventenientequeyacíamuertoenlaladerahabíasidoelmejoramigodeesteotroteniente,llamadoPacoBerrendo,queahoraescuchabalosgritosdesucapitán,elcualseencontrabaenunestadovisibledeexcitación.

—Esos son los cerdosquemataronamihermanay amimadre–dijo elcapitán.Teníalatezroja,unbigoterubio,deaspectobritánico,yalgoraroenla mirada. Los ojos eran de un azul pálido, con pestañas rubias también.

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Cuando se les miraba se tenía la impresión de que se fijaban lentamente–.¡Rojos!–gritó–.¡Cobardes!–Yempezóotravezainsultarlos.

Se había quedado enteramente al descubierto y, apuntando con cuidado,disparó sobre el único blanco que ofrecía la cima de la colina: el caballomuertoquehabíapertenecidoalSordo.Labalalevantóunapolvaredaaunosquincemetrospordebajodelcaballo.Elcapitándisparódenuevo.Labalafueadarcontraunarocayrebotósilbando.

El capitán, de pie, siguió contemplando la cimade la colina.El tenienteBerrendomirabaelcuerpodelotroteniente,queyacíajustamentepordebajodelacima.Elsoldadomirabaalsueloqueteníaasuspies.Luegolevantósusojoshaciaelcapitán.

—Ahí arriba no queda nadie vivo –dijo el capitán–. Tú –añadió,dirigiéndosealsoldado–,veteaverlo.

Elsoldadomiróalsueloynocontestó.

—¿Nomehasoído?–legritóelcapitán.

—Sí,micapitán–contestóelsoldado,sinmirarle.

—Entonces,vete.–Elcapitánteníaenlamanolapistola.–¿Mehasoído?

—Sí,micapitán.

—Entonces,¿porquénovas?

—Notengoganas,micapitán.

—¿No tienes ganas? –El capitán apoyó la pistola contra los riñones delsoldado.–¿Notienesganas?

—Tengomiedo,micapitán–respondiócondignidadelsoldado.

EltenienteBerrendo,queobservabalacaradelcapitánysusojosextraños,creyóqueibaamataralsoldado.

—CapitánMora...–dijo.

—TenienteBerrendo...

—Esposiblequeelsoldadotengarazón.

—¿Que tenga razón cuando dice que tiene miedo? ¿Que tenga razóncuandomedicequenoquiereobedecerunaorden?

—No.Quetengarazóncuandodicequeesunatrampaquesenostiende.

—Estántodosmuertos–replicóelcapitán–.¿Nomeoyescuandodigoqueestántodosmuertos?

—¿Hablas de nuestros camaradas desparramados por esa ladera? –

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preguntóBerrendo–.Entoncesestoydeacuerdocontigo.

—Paco –dijo el capitán–, no seas tonto. ¿Crees que eres el único queapreciabaaJulián?Tedigoquelosrojosestánmuertos.Mira.

Seirguió,pusolasdosmanosenlapartesuperiordelarocay,ayudándosetorpementeconlasrodillas,seencaramóysepusodepie.

—Disparad –gritó, de pie sobre el peñasco de granito gris, agitando losbrazos–.Disparad.Disparad.Matadme.

En la cima de la colina el Sordo seguía acurrucado detrás del caballomuertoysonreía.

«¡Quégente!»,pensó.Rióintentandocontenerse,porquelarisalesacudíaelbrazoylehacíadaño.

—¡Rojos!–gritabaeldeabajo–.Canallaroja,disparad.Matadme.

El Sordo, con el pecho sacudido por la risa, echó una rápida ojeada porencimade lagrupadelcaballoyvioalcapitán,queagitaba losbrazosen loalto de supeñasco.Otrooficial estaba junto a él.Un soldado estaba al otrolado.ElSordocontinuómirandoenaquelladirecciónymoviendo lacabezamuycontento.

«Disparad sobre mí –repetía en voz baja–. Matadme.» Y volvieron asacudirsesushombrosporlarisa.Todoellolehacíadañoenelbrazoycadavezquereía,sacabalaimpresióndequesucabezaibaaestallar.Perolarisaleacometíadenuevocomounespasmo.

ElcapitánMoradescendiódelpeñasco.

—¿Mecreesahora,Paco?–lepreguntóaltenienteBerrendo.

—No–dijoeltenienteBerrendo.

—¡C...!–exclamóelcapitán–.Aquínohaymásqueidiotasycobardes.

ElsoldadofuearefugiarseprudentementedetrásdelpeñascoyeltenienteBerrendoseagazapójuntoaél.

El capitán, al descubierto, a un lado del peñasco, se puso a gritaratrocidades hacia la cima de la colina. No hay lenguaje más atroz que elespañol.Seencuentraenesteidiomalatraduccióndetodaslasgroseríasdelasotraslenguasy,además,expresionesquenoseusanmásqueenlospaísesenquelablasfemiavaparejaconlaausteridadreligiosa.EltenienteBerrendoeraun católico muy devoto. El soldado, también. Eran carlistas de Navarra yjuraban y blasfemaban cuando estaban encolerizados; pero no dejaban demirarlocomounpecado,queseconfesabanregularmente.

Agazapados detrás de la roca, escuchando las blasfemias del capitán,

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tratarondedesentendersedeélyde suspalabras.Noquerían tener sobre suconcienciaeselinajedepecadosenundíaenquepodíanmorir.

«Hablarasínonosvaatraersuerte–pensóelsoldado–.Esehablapeorquelosrojos.»

«Julián hamuerto –pensaba el teniente Berrendo–.Muerto ahí, sobre lacuesta,enundíacomoéste.Yesemalhabladovaatraernospeorsuerteaúnconsusblasfemias.»

PorfinelcapitándejódegritarysevolvióhaciaeltenienteBerrendo.Susojosparecíanmásrarosquenunca.

—Paco–dijoalegremente–,subiremostúyyo.

—Yono.

—¿Quédices?–exclamóelcapitán,volviendoasacarlapistola.

«Odio a los que siempre están sacando a relucir la pistola –pensóBerrendo–.Nosabendarunaordensinsacarelarma.Probablementeharánlomismocuandovayanalretreteparaordenarquesalgaloquetienequesalir.»

—Iré si me lo ordenas; pero bajo protesta –dijo el teniente Berrendo alcapitán.

—Está bien. Iré yo solo –dijo el capitán–. No puedo aguantar tantacobardía.

Empuñandolapistolaconlamanoderecha,comenzófirmementelasubidade la ladera.Berrendo y el soldado lemiraban desde su refugio. El capitánpretendía escondersey llevaba lavista al frente, fija en las rocas, el caballomuertoylatierrareciénremovidadelacima.

ElSordoestabatumbadodetrásdesucaballo,pegadoasuroca,mirandoalcapitán,quesubíaporlacolina.

«Unosolo.Pero,porsumaneradehablar,sevequeescazamayor.Miraqué animal.Mírale cómo avanza.Ese es paramí.A éseme lo llevo yo pordelante. Ese que se acerca va a hacer el mismo viaje que yo. Vamos, ven,camarada viajero. Sube. Ven a mi encuentro. Vamos. Adelante. No tedetengas.Venhaciamí.Siguecomoahora.Notedetengasparamirarlos.Muybien.Nomireshaciaabajo.Continúaavanzando,conlamiradahaciadelante.Mira, lleva bigote. ¿Qué te parece eso? Le gusta llevar bigote al camaradaviajero. Es capitán.Mírale las bocamangas.Ya dije yo que era cazamayor.Tienecaradeinglés.Mira.Tienelacararoja,elpelorubioylosojosazules.Vasingorraytienebigoterubio.Tienelosojosazules.Susojossondecolorazulpálidoyhayalgoextrañoenellos.Sonojosquenomiranbien.Yaestábastantecerca.Demasiadocerca.Bien, camaradaviajero, ahívaeso.Esoes

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parati,camaradaviajero.»

Apretósuavementeeldisparadordelrifleautomáticoylaculatalegolpeótres veces en el hombro con el retroceso resbaladizo y espasmódico de lasarmasautomáticas.

Elcapitánsequedódebrucesenlaladeraconsubrazoizquierdorecogidobajoelcuerpoyelderechoempuñandoaún lapistola, tendidohaciadelantepor encima de su cabeza. Desde la base de la colina empezaron a dispararcontralacima.

Acurrucadodetrásdelpeñasco,pensandoqueahoraleibaasernecesariocruzar el espaciodescubiertobajo el fuego, el tenienteBerrendooyó la vozgraveyroncadelSordoenloaltodelacolina.

—Bandidos–gritabalavoz–.Bandidos.Disparad.Matadme.

EnloaltodelacolinaelSordoestabatumbadodetrásdesuametralladora,riendocontantafuerzaqueelpecholedolíaypensabaqueibaaestallarlelacabeza.

—Bandidos–gritabaalegrementedenuevo–,matadme,bandidos.

Luegomoviólacabezaconsatisfacción.«Vamosatenermuchacompañíaenesteviaje»,pensó.

Intentaba hacerse con el otro oficial cuando éste saliera del cobijo de laroca. Antes o después, se vería obligado a abandonarlo. El Sordo estabasegurodequenopodíadirigirelataquedesdeallíypensabaqueteníamuchasprobabilidadesdealcanzarle.

Enaquelmomentolosotrosoyeronelprimerzumbidodelosavionesqueseacercaban.

El Sordo no los oyó. Vigilaba atentamente la ladera, cubriéndola con elfusil ametrallador y pensando: «Para cuando yo le vea, habrá empezado acorrer y esposibleque lemarre si nopongomucha atención.Tendréque ircorriendoelfusilamedidaqueélvayaatravesandoelespaciodescubierto;sino,comenzaréadispararalsitioadondesedirija,yluegovolveréhaciaatráspara encontrarle.» En ese momento sintió que le tocaban en la espalda, sevolvióyvioelrostrodeJoaquíncolordecenizaporelmiedo.Ymirandoenladirecciónenqueelmuchachoseñalaba,violosdosavionesqueseacercaban.

Berrendosaliócorriendodelpeñascoyselanzóconlacabezagachahaciaelabrigoderocasdondeestabalaametralladoradeellos.

ElSordo,queestabamirandolosaviones,noleviopasar.

—Ayúdamea sacar estodeaquí–dijoa Joaquín.Yelmuchacho sacó laametralladoradelhuecoentreelcaballoyelpeñasco.

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Los aviones se acercaban rápidamente. Llegaban en oleadas y a cadasegundoelestruendoseibahaciendomásfuerte.

—Tumbaos boca arriba, para disparar contra ellos –dijo el Sordo–. Iddisparandoamedidaqueseacerquen.

Losseguíafijamenteconlosojos.

—Cabrones,hijosdeputa–dijoapresuradamente–.Ignacio,colocaelfusilsobreelhombrodelmuchacho.Tú–añadió,dirigiéndoseaJoaquín–,siéntateaquíynotemuevas.Agáchate.Más.No.Más.

Se echó de espaldas y apuntó con la ametralladora a medida que losavionesseacercaban.

—Tú,Ignacio,sostenmelaspatasdeltrípode.–Lostrespiescolgabandelaespalda del muchacho y el cañón de la ametralladora temblaba porestremecimientos que Joaquín no podía dominarmientras estaba allí con lacabezagacha,escuchandoelzumbidocreciente.

Bocaarriba,conlacabezalevantadaparaverlosllegar,Ignacioreuniólaspatasdeltrípodeensusmanosyenderezóelarma.

—Manténahoralacabezagacha–ledijoaJoaquín–.Másbaja.

«La Pasionaria dice: "Es mejor morir de pie que vivir de rodillas...".»Joaquínselorepetíaasímismo,entantoqueelzumbidoseacercabamásymás. Luego, repentinamente, pasó a «Dios te salve, María..., el Señor escontigo.Bendita tú eres entre todas lasmujeres, y bendito es el fruto de tuvientre, Jesús.»«SantaMaría,MadredeDios, ruegapornosotrospecadoresahorayenlahoradenuestramuerte.Amén.SantaMaría,madredeDios...»,comenzódenuevo.Luego,muydeprisa,amedidaquelosavioneshicieronsuzumbido insoportable, comenzó a recitar el acto de contrición: «Señor míoJesucristo...»

Sintióentonceselmartilleodelasexplosionesjuntoasusoídosyelcalordel cañón de la ametralladora sobre sus hombros. Elmartilleo recomenzó ysus oídos se ensordecieron con el crepitar de la ametralladora. Ignaciodisparabatratandodeimpedircontodassusfuerzasquesemovieranlaspatasdeltrípode,yelcañónlequemabalaespalda.Conelruidodelasexplosionesnoconseguíaacordarsedelaspalabrasdelactodecontrición.

Todoloquepodíarecordarera:«Yenlahoradenuestramuerte,Amén.Enlahoradenuestramuerte,Amén.En lahora.En lahora.Amén.»Losotrosseguíandisparando.«Ahorayenlahoradenuestramuerte.Amén.»

Luego,porencimadeltableteodelaametralladora,huboelestampidodelairequesedesgarra;yluego,untruenorojoynegro,yelsuelorodóbajosusrodillas, y se levantó para golpearle en la cara.Y luego comenzaron a caer

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sobre él los terrones y las piedras. E Ignacio estaba encima de él y laametralladora estaba encima de él. Pero no habíamuerto, porque el silbidovolvió a comenzar y la tierra volvió a rodar debajo de él con un rugidoespantoso.Yvolvióporterceravezaempezartodoylatierraseescapóbajosu vientre y uno de los flancos de la colina se elevó por los aires paradesplomarsesuaveylentamentesobreél.

Losavionesvolvieronybombardearontresvecesmás;peroningunodelosqueestabanallísepercatódeello.

Por último, los aviones ametrallaron la colina y se fueron.Al pasar porúltima vez en picado por encima de la colina martillaron todavía lasametralladoras.Luego,elprimeraviónse inclinó sobreunalay losotros leimitaron pasando de la formación escalonada a la formación en uve. Y sealejaronporloaltodelcieloendirecciónaSegovia.

Manteniendo intenso tiroteo hacia la cima, el teniente Berrendo hizoavanzarunapatrullahastaunodeloscráteresabiertosporlasbombas,desdeelque se podían arrojar granadas a la cima.Noquería correr el riesgo de queestuviesevivo alguienque los estuviese aguardando en la altura, escondido,entre la confusión y desorden originados por el bombardeo, y arrojó cuatrogranadas sobre la masa informe de caballos muertos, rocas descuajadas ymontículosdetierraamarillaqueolíandesagradablementeaexplosivos,antesdesalirdelcráterabiertoporlabombaparairaecharunvistazo.

No quedaba nadie vivo en la cima, salvo el muchacho, Joaquín,desvanecidodebajodelcadáverdeIgnacio.Sangrabaporlanarizylosoídos.Nohabíaentendidonada.Nosintiónadadesdeelmomentoenquederepentese encontró en el corazónmismo del trueno, y la bomba que cayó le habíaquitadohastaelaliento.EltenienteBerrendohizolaseñaldelacruzylepegóun tiro en la nuca, tan rápida y delicadamente, si se puededecir de un actosemejantequeseadelicado,comoelSordohabíamatadoalcaballoherido.

Paradoen lomásaltode lacolina,el tenienteBerrendoechóunaojeadahacialaladera,endondeestabansusamigosmuertos,yluego,alolejos,haciael campo, al lugar desde donde ellos habían llegado galopando paraenfrentarse con el Sordo, antes de acorralarle en la cima. Observó ladisposicióndelastropasyordenóquesesubieranhastaallíloscaballosdelosmuertosyquesecolocaran loscadáveresde travéssobre lasmonturas,parallevarlosaLaGranja.

—Llevad a ése también –dijo–. Ese que tiene las manos sobre laametralladora.DebedeserelSordo.Eselmásviejoyelque teníaelarma.No.Cortadle lacabezayenvolvedlaenuncapote.–Luego lopensómejor.–Podríaistambiéncortarlacabezaatodoslosdemás.Ytambiénalosqueestánahíabajo,alosquecayeronenlaladeracuandolosatacamosporprimeravez.

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Recogedlaspistolasylosfusilesycargadesaametralladorasobreuncaballo.

Descendióunospasospor la laderahastaelsitioenqueseencontrabaeltenientecaídoenelprimerasalto.Lemiróunosinstantes,peronoletocó.

«Quécosamásmalaeslaguerra»,sedijo.

Luego volvió a santiguarse y mientras bajaba la cuesta rezó cincopadrenuestros y cinco avemarías por el descanso del alma de su camaradamuerto.Peronoquisoquedarseparavercómocumplíansusórdenes.

CAPÍTULOVEINTIOCHO

Despuésdelpasodelosaviones,JordanyPrimitivooyeroneltiroteoquevolvíaareanudarseyJordansintióquesucorazóncomenzabadenuevoalatir.Unanubedehumoseestabaformandoporencimadelaúltimalíneavisibledela altiplanicie, y los aviones no eran ya más que tres puntitos que se ibanhaciendocadavezmáspequeñosenelcielo.

«Probablemente habrán hechomigas a su propia caballería, sin atacar alSordonialossuyos»,sedijoRobertJordan.«Estoscondenadosavionesdanmuchomiedo,peronomatan.»

—La lucha continúa –dijo Primitivo, que había estado escuchando conmucha atención el intenso tiroteo. Hacía una mueca a cada explosión,pasándoselalenguaporlosresecoslabios.

—¿Porquéno?–preguntóRobertJordan–.Estosaparatosnuncamatananadie.

Luego cesó por completo el tiroteo y no se oyó un solo disparo. LadetonacióndelapistoladeltenienteBerrendonollegóhastaallí.

Cuandoseacabóeltiroteo,Jordannosesintiódemomentomuyafectado;pero al prolongarse el silencio sintió como una sensación de vacío en elestómago. Luego oyó el estallido de las granadas y su corazón se alivió depesadumbres unos instantes. Después volvió a quedarse todo en silencio, ycomoelsilencioduraba,sediocuentadequetodohabíaacabado.

Maríasubióenesosmomentosdelcampamentollevandounamarmitadehierro que contenía un guisado de liebre con setas, envuelto en una salsaespesa,unsacodepan,unabotadevino,cuatroplatosdeestaño,dostazasycuatrocucharas.SedetuvocercadelaametralladoraydejólosdosplatosparaAgustínyEladio,quehabíareemplazadoaAnselmo.Lesdiopan,desenroscóeltapóndelabotayllenódostazasdevino.

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RobertJordanlahabíavistotrepar,ligera,hastasupuestodeobservacióncon el saco a la espalda, lamarmita en lamano y su cabeza rubia, rapada,brillandoalsol.Saltóasuencuentro,cogiólamarmitayleayudóaescalarelúltimopeñasco.

—¿Quéhanhecholosaviones?–preguntóella,conmiradaasustada.

—HanbombardeadoalSordo.

Jordanhabíadestapadoyalamarmitayseestabasirviendodelguisadoenunplato.

—¿Estánpeleandotodavía?

—No.Seacabó.

—¡Oh!–exclamóella,mordiéndoseloslabios,ymiróalolejos.

—Notengoapetito–dijoPrimitivo.

—Come,detodasmaneras–leinstóRobertJordan.

—Nopodríatragarnada.

—Bebe un trago de esto, hombre –dijo Robert Jordan, tendiéndole labota–.Ycomedespués.

—TodoesodelSordomehacortadoelapetito–dijoPrimitivo–.Cometú.Yonotengohambre.

Maríaseacercóaél,lepasóelbrazoporelcuelloyleabrazó.

—Come,hombre–dijo–;cadacualtienequeguardarsuspropiasfuerzas.

Primitivoseapartó.Cogiólabota,y,echandolacabezahaciaatrás,bebiólentamente, dejando caer el chorro hasta el fondo de su garganta. Luego sellenóunplatodeguisadoycomenzóacomer.

RobertJordanmiróaMaríamoviendolacabeza.Lamuchachasesentóasu ladoy le pasó el brazopor los hombros.Cadaunode ellos sabía lo quesentía el otro, y se quedaron así, uno al lado del otro. Jordan comíadespaciosamentesu ración,saboreando lassetas,bebiendodevezencuandountragodevinoysinhablar.

—Puedesquedarteaquísiquieres,guapa–dijoalcabodeunrato,cuandolamarmitasehabíaquedadovacía.

—No–dijoella–;tengoquevolverconPilar.

—Puedesquedarteunratoaquí.Creoqueahoranopasaránada.

—No,tengoqueirconPilar.Estádándomelecciones.

—¿Quéteestádando?

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—Elcatecismo–sonrióyluegolaabrazó–.¿Nohasoídohablarnuncadelcatecismo?–Volvióa sonrojarse.–Esalgoparecido.–Se sonrojódenuevo.–Perodistinto.

—Veatucatecismo–dijoél,yleacariciólacabeza.EllalesonrióydijoluegoaPrimitivo–:¿Quieresalgodeabajo?

—No,hijamía–dijoél.Seveíaquenohabíalogradorecobrarse.

—Salud,hombre–replicóella.

—Escucha –dijo Primitivo–, no tengo miedo de morir; pero haberlosdejadosolosasí...–Selequebrólavoz.

—Noteníamosotraopción–dijoRobertJordan.

—Yalosé;pero,apesardetodo.

—Noteníamosotraalternativa–dijoRobertJordan–.Yahoravalemásnohablardeello.

—Sí,perosolos,sinquelosayudasenadie...

—Esmejornohablarmásdeeso–contestóRobertJordan–.Ytú,guapa,veteatucatecismo.

La vio deslizarse de roca en roca. Luego se estuvo sentado un ratomeditandomientrasmirabalaaltiplanicie.

Primitivo le habló; pero él no dijo nada. Hacía calor al sol, pero no losentía.Mirabalasladerasdelacolinaylasextensasmanchasdepinaresquecubríanhasta las cimasmáselevadas.Pasóunahorayel sol estabayaa suizquierdacuandolosvioporlacuestadelacolina,einmediatamentecogiólosgemelos.

Los caballos aparecían pequeños, diminutos; los dos primeros jinetes sehicieronvisiblessobrelaextensaladeraverdedelaaltamontaña.Seguíanloscuatrojinetesmás,quedescendíanesparcidosportodoloanchodelaladera.Vio después con los gemelos la doble columna de hombres y caballosrecortándoseenlaagudaclaridaddesucampodevisión.Mientraslosmirabasintióel sudorque legoteabade las axilas, corriéndolepor los costados.Alfrente de la columna iba un hombre. Luego seguían otros jinetes. Luego,varioscaballossinjinete,conlacargasujetaalamontura.Luego,dosjinetesmás.Después,losheridos,montados,llevandoaunhombreapieasulado,y,cerrandolacolumna,otrogrupodejinetes.

Losviobajarporlaladeraydesaparecerentrelosárbolesdelbosque.Aladistancia en que se encontraba no podía distinguir la carga de una de lasmonturas,formadaporunamanta,atadaalosextremos,ydetrechoentrecho,demodoqueformabaprotuberanciascomolasqueformanlosguisantesenla

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vaina. Estaba atravesada sobre la montura y cada uno de los extremos ibaatado a los estribos. A su lado, encima de la montura, se destacaba conarroganciaelfusilautomáticoquehabíausadoelSordo.

El teniente Berrendo, que cabalgaba a la cabeza de la columna, a pocadistancia de los gastadores, no semostraba arrogante.Tenía la sensacióndevacíoquesiguea laacción.Pensaba:«Cortar lascabezasesunabarbaridad.Peroesunapruebayunaidentificación.Tendrébastantesdisgustos,apesardetodo,conesteasunto.¡Quiénsabe!Esodelascabezasquizálesguste.Quizálas envíen todas a Burgos. Es una cosa bárbara. Los aviones eran muchos,muchos,muchos.Perohubiéramospodidohacerlotodoycasisinpérdidasconunmortero«Stokes».Dosmulosparallevarlasmunicionesyunmuloconunmorteroacadaladodelasilla.¡Quéejércitohubiéramostenidoentonces!Conlapotenciadefuegodetodaslasarmasautomáticas.Yotromulomás.No,dosmulos para llevar las municiones. Bueno, deja eso ya. Entonces no seríacaballería.Déjalo.Teestásfabricandounejército.Dentrodeunratoacabaráspidiendouncañóndemontaña.»

LuegopensóenJulián,caídoenlacolina,muertoyatadosobreuncaballo,allí, a la cabeza de la columna. Y en tanto que bajaban hacia los pinos,adentrándoseenlasombríaquietuddelbosque,empezóarezarparasímismo.

«Dios te salve, reina ymadre demisericordia, vida y dulzura, esperanzanuestra:a ti llamamos,a ti suspiramos,gimiendoy llorandoenestevalledelágrimas...»

Continuó rezando mientras los cascos de los caballos se apoyabansuavementesobrelasagujasdelospinosquealfombrabanelsueloylaluzsefiltrabaporentrelosárbolescomosifueranlascolumnasdeunacatedral.Y,sindejarderezar,sedetuvouninstanteparaveralosgastadores,queibanencabezaycabalgabanentrelosárboles.

Salieron del bosque para meterse por una carretera amarillenta queconducía aLaGranja y los cascos de los caballos levantaronunapolvaredaquelosenvolvióatodos.Elpolvocayósobrelosmuertosatadosbocaabajosobrelamontura,sobrelosheridosysobrelosquemarchabanapie,alladodeellos,envueltostodosenunaespesanube.

FueentoncescuandoAnselmolosviopasarenvueltosenlapolvareda.

ContólosmuertosylosheridosyreconocióelarmaautomáticadelSordo.Nosabíaloqueguardabaelbultoenvueltoenlamanta,quegolpeabacontralosflancosdelcaballo,siguiendoelmovimientodelosestribos;perocuandoasuregresoatravesóaoscuraslacolinadondeelSordosehabíabatido,supoenseguidaloquellevabaaquelenormebulto.Nopodíareconocerenlaoscuridada los que estaban en la colina, pero contó los cuerpos y atravesó luego los

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montesparadirigirsealcampamentodePablo.

Caminandoasolasen laoscuridad,conunmiedoquehelabaelcorazón,causadoporlavistadeloscráteresabiertosporlasbombas,yportodoloquehabíaencontradoenlacolina,apartódesumentetodaideaqueserelacionaseconlaaventuradeldíasiguiente.Comenzó,pues,acaminartodolodeprisaquepodía,parallevarlanoticia.Y,caminando,rogóporelalmadelSordoyportodoslosdesucuadrilla.EralaprimeravezquerezabadesdeelcomienzodelMovimiento.

«Dulce,piadosa,clementeVirgenMaría...»

Peroal fin tuvoquepensareneldíasiguiente,yentoncessedijo:«Haréexactamenteloqueelinglésmedigaquehagaycomoélmedigaquelohaga.Peroqueestéjuntoaél,Diosmío,yquesusórdenesseanclaras;porquenosési lograrédominarmeconelbombardeodelosaviones.Ayúdame,Diosmío,ayúdamemañanaaconducirmecomounhombre tienequeconducirseensuúltimahora.Ayúdame,Diosmío,acomprenderclaramenteloquehabráquehacer.Ayúdame,Diosmío, a dominarmispiernas, paraquenomeponga acorrer cuando llegue el mal momento. Ayúdame, Dios mío, a conducirmecomounhombremañanaenelcombate.

Puestoquetepidoquemeayudes,ayúdame,teloruegoporquesabesquenotelopediríasinofueraunasuntograveyquenuncamásvolveréapedirtenada.»

Andandoasolasenlaoscuridad,sesintiómuchomejordespuésdehaberrezadoyestuvosegurodequeibaacomportarsedignamente.

Mientras descendía de las tierras altas volvió a rogar por las gentes delSordoyenseguidallegóalpuestosuperiordondeFernandoledetuvo.

—Soyyo,Anselmo–ledijo.

—¡Hola!–dijoFernando.

—¿SabeslodelSordo?–preguntóAnselmo,paradosambosalaentradadelasrocas,enmediodelaoscuridad.

—¿Cómono?–dijoFernando–.Pablonoslohacontadotodo.

—¿Estuvoallí?

—¿Cómono?–volvió adecirFernando–.Estuvo en la colina tanprontocomolacaballeríasealejó.

—¿Yoshacontado...?

—Nos lo ha contado todo –contestó Fernando–. ¡Qué bárbaros! ¡Esosfascistas!HayquelimpiaraEspañadeesosbárbaros.–Sedetuvoyañadiócon

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amargura:–Lesfaltatodosentidodeladignidad.

Anselmosonrióen laoscuridad.Nohabía imaginadounahoraantesquevolvieranuncaasonreír.«EsteFernandoesunamaravilla»,pensó.

—Sí –dijo a Fernando–; habrá que enseñarlos. Habrá que quitarles susaviones,susarmasautomáticas,sustanques,suartilleríayenseñarlesloqueesladignidad.

—Justamente–dijoFernando–.Mealegrodequeseasdelmismoparecer.

YAnselmoledejóallí,asolasconsudignidad,ysiguióbajandohacialacueva.

CAPÍTULOVEINTINUEVE

AnselmoencontróaRobertJordanenlacueva,sentadoalamesafrentedePablo.Habíauncuencodevinoentrelosdosyunatazallenadelantedecadauno.RobertJordanhabíasacadosucuadernodenotasy teníaun lápizen lamano.PilaryMaríaestabanalfondo,lejosdelalcancedelavista.Anselmonopodía saber que tenían a la muchacha apartada para que no oyese laconversaciónyleparecióextrañoquePilarnoestuvierasentadaalamesa.

RobertJordanlevantólosojoscuandoAnselmoentró,echandoaunladolamanta suspendidaante laentrada.Pabloclavó lamiradaen lamesa;parecíaabsortomirandoelcuencodelvino,peronoloveía.

—Vengodealláarriba–dijoAnselmoaRobertJordan.

—Pablonoslohacontadotodo–dijoRobert.

—Había seis muertos en la colina y les han cortado la cabeza –dijoAnselmo–.Cuandopaséporallíeranocheoscura.

Jordan asintió. Pablo seguía sentado, con lamirada fija en el cuenco devino,ynodecíanada.Nohabíaningunaexpresiónensurostroysusojillosdecerdomirabanlavasijacomosinohubiesenvistoensuvidanadasemejante.

—Siéntate–dijoRobertJordanaAnselmo.

El viejo se sentó en uno de los taburetes de cuero y Robert Jordan seinclinó para alcanzar de debajo de la mesa el frasco de whisky regalo delSordo.Estabatodavíamediolleno.RobertJordancogióunatazadeencimadelamesaylallenódewhisky,empujándoselaluegoaAnselmo.

—Bébeteeso,hombre–dijo.

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Pablo apartó sus ojos de la vasija para mirar a Anselmo mientras éstebebía.Luegosepusootravezacontemplaralcuenco.

Altragarelwhisky,Anselmosintióunaquemazónenlanariz,enlosojosyenlaboca,yluegouncalorcilloagradableyreconfortanteenelestómago.Sesecólabocaconeldorsodelamano.DespuésmiróaRobertJordanydijo:

—¿Podríatomarotra?

—¿Cómono?–dijoJordan, llenandodenuevola tazaytendiéndoselaenvezdeempujarla.

Estavezlabebidanolequemó,ylaimpresióndecaloragradablefuemásintensa.Eratanbuenocomounainyecciónsalinaparaunhombrequeacabadetenerunagranhemorragia.

Elviejomiródenuevolabotella.

—Loquequeda,paramañana–dijoRobertJordan–.¿Quéhapasadoenlacarretera,viejo?

—Muchomovimiento–contestóAnselmo–.Loheapuntadotodocomotúmeenseñaste.Hedejadoenmipuestoaunoqueestávigilandoyqueapuntatodaslascosasahora.Dentrodepocoiréarecogersuinforme.

—¿Hasvistocañonesantitanques?Sonesosquetienenruedasdegomayuncañónmuylargo.

—Sí–dijoAnselmo–;hanpasadocuatro.Encadacamiónhabíauncañónde los que tú dices, cubierto por ramasdepino.En los camioneshabía seishombresalcuidadodecadacañón.

—¿Cuatrocañoneshasdicho?–lepreguntóRobertJordan.

—Cuatro–contestóAnselmo.Noteníanecesidaddeconsultarsusnotas.

—Dimequéotrascosashahabidoenlacarretera.

MientrasRobertJordanloapuntaba,Anselmoleibacontandotodoloquehabía pasado ante él por la carretera. Se lo refirió desde el principio, enperfectoorden,conlaasombrosamemoriadelaspersonasquenosabenleerniescribir.Endosocasiones,mientrasélhablaba,Pablotendiólamanohacialavasijaysesirvióvino.

—PasótambiénlacaballeríaqueibaaLaGranjadevueltadelacolinaendondesebatióelSordo–siguiódiciendoAnselmo.

Luegodioelnúmerodeheridosquehabíavistoyelnúmerodelosmuertosqueibansujetosdetravéssobrelasmonturas.

—Habíaunbultosujetoenunamonturaqueyonosabíaloqueera–dijo–.

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Pero ahora sé que eran las cabezas. –Y prosiguió en seguida:– Era unescuadróndecaballería.Nolesquedabamásqueunoficial.Peronoeraelquepasóporaquíestamañana,cuandotúestabasconlaametralladora.Esedebíade ser uno de losmuertos. Dos de losmuertos eran oficiales; lo vi por lasbocamangas. Iban atados cabeza abajo en las monturas, con los brazoscolgando. Iba también lamáquina del Sordo, sujeta a lamontura en dondehabíanpuestolascabezas.Elcañónestabatorcido.Ynadamás–concluyó.

—Essuficiente–dijoRobertJordan,yhundiósutazaenlavasijadevino.

—¿Quién, además de ti, ha estado ya más allá de las líneas, en laRepública?–preguntóJordan.

—AndrésyEladio.

—¿Quiéneselmejordelosdos?

—Andrés.

—¿CuántotiempotardaríaenllegaraNavacerrada?

—No llevando carga, y con muchas precauciones, tres horas, si tienesuerte. Nosotros vinimos por un camino más largo y mejor, a causa delmaterial.

—¿Esseguroquepodríallegar?

—Nolosé,nohaynadaseguro.

—¿Niparatitampoco?

—No.

«Eso resuelve la cuestión –pensó Robert Jordan–. Si hubiese dicho quepodía hacerlo con seguridad, hubiera sido a él seguramente a quien habríaenviado.»

—¿PuedellegarAndréstanbiencomotú?

—Tanbien,omejor;esmásjoven.

—Peroesabsolutamenteindispensablequellegue.

—Sinopasanada, llegará.Y si le pasa algo, esporquepodríapasarle acualquierotro.

—Voyaescribirunmensajeparaenviarloconél–dijoRobertJordan–.Leexplicarédóndepodráencontraralgeneral.DebedeencontrarseenelEstadoMayordelaDivisión.

—Novaaentenderesodelasdivisiones–dijoAnselmo–.Amítodoesome embrolla. Tendrá que saber el nombre del general y dónde podrá

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encontrarle.

—Leencontrará,justamente,enelEstadoMayordelaDivisión.

—Pero¿esoesunsitio?

—Claroquesí,hombre–explicópacientementeRobertJordan–.Eselsitioque el general habrá elegido.Es allí donde tendrá su cuartel general para labatalla.

—Entonces,¿dóndeestáesesitio?–Anselmoestabafatigadoylafatigaleentontecía. Además, las palabras brigada, división, cuerpo de ejército leturbaban siempre. Primero se hablaba de columnas; luego de regimientos yluegodebrigadas.Ahorasehablabadebrigadasytambiéndedivisiones.Noentendíanada.Unsitioesunsitio.

—Escúchamebien,hombre–ledijoRobertJordan.SabíaquesinolograbaqueleentendieraAnselmo,nolograríatampocoexplicarelasuntoaAndrés–.El Estado Mayor de la División es un sitio que el general escoge paraestablecer su organización demando. El generalmanda una división, y unadivisiónsondosbrigadas.Yonosédóndeestaráenestosmomentos,porqueyonoestabaallícuandoloescogió.Probablementeestaráenunacueva,oenun refugio, con hilos telegráficos que lleguen hasta allí. Andrés tendrá quepreguntar por el general y por el EstadoMayor de laDivisión. Tendrá queentregarestoalgeneral,oal jefedesuEstadoMayor,oaotrogeneralcuyonombre yo escribiré.Uno de ellos estará allí, aunque los otros hayan salidoparainspeccionarlospreparativosdelataque.¿Loentiendesahora?

—Sí.

—Entonces,veteabuscarmeaAndrés.Yo,entretanto,escriboelmensajey loselloconesto.–Leenseñóelpequeñosellodecaucho,conunpuñodemadera,marcadoS.I.M.yelpequeñotampóndetintaensucajadehierro,nomásgrandequeunamonedadecincuentacéntimos,quesacódesubolsillo.–Tedejaránpasaralverestesello.Ahora,veteabuscaraAndrés,paraqueyose lo explique.Conviene que se dé prisa; pero, sobre todo, conviene que loentiendabien.

—Lo entenderá, porque yo lo entiendo; pero conviene que tú se loexpliques muy bien. Todo eso del Estado Mayor y de la División es unmisterioparamí.Yoheestadosiempreensitiosmuyprecisos,comounacasa.En Navacerrada era un viejo hotel donde estaba el puesto de mando. EnGuadarramaeraunacasaconunjardín.

—Con este general –dijoRobert Jordan– estarámuy cerca de las líneas.Seráunsubterráneo,porcausadelosaviones.Andrésleencontraráfácilmentesi sabe lo que tiene que preguntar.No tendrámás que enseñar lo que yo le

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entregaré escrito. Pero ve a buscarle porque conviene que llegue allí enseguida.

Anselmosalióagachándose,parapasarpordebajode lamanta,yRobertJordanempezóaescribirensucuaderno.

—Oye,inglés–dijoPablo,conlamiradasiemprefijaeneltazóndelvino.

—Estoyescribiendo–dijoRobertJordansinlevantarlosojos.

—Oye,inglés–Pabloparecíahablaralavasijadelvino–.Nohayporquédesanimarse.Aun sin el Sordo, disponemos demucha gente para tomar lospuestosyvolarelpuente.

—Bueno–contestóRobertJordan,sindejardeescribir.

—Mucha–dijoPablo–.Hoyheadmiradomucho tu juicio, inglés.Piensoquetienesmuchapicardía.Eresmáslistoqueyo.Tengoconfianzaenti.

AtentoasuinformedestinadoaGolz,tratandodeescribirloconelmenornúmero de palabras posible, haciéndolo al propio tiempo absolutamenteconvincente,esforzándoseporpresentarlascosasdemodoqueleconminasearenunciaralataque,dándoleaentenderqueellonosedebíaaquetemieseelpeligroenque lecolocabasupropiamisiónyquenoeraporesopor loqueescribía así, sino solamente para poner a Golz al corriente de los hechos,RobertJordannoescuchabamásqueamedias.

—Inglés–dijoPablo.

—Estoyescribiendo–repitióRobertJordan,sinlevantarlosojos.

«Debiera enviar dos copias –pensó–; pero entonces no tendríamosbastantespersonasparavolarelpuente,si,detodasformas,hayquevolarlo.¿Quéesloqueséyodeesteataque?Quizáseaúnicamenteunamaniobradediversión.

Quizá quieran atraer algunas tropas, para sacarlas de otro punto. QuizáquieranatraeralosavionesqueestánenelNorte.Quizásíyquizáno.¿Quéséyo? Este esmi informe paraGolz. En todo caso, yo no tengo que volar elpuentehastaquecomienceelataque.Misórdenessonclaras,ysielataqueseanula,no tendréquevolarnada.Pero tengoquereservaraquíunmínimodegenteindispensableparacumplirlasórdenes.»

—¿Quéestabasdiciendo?–preguntóaPablo.

—Quetengoconfianza,inglés.–Pabloseguíahablandoalavasijadelvino.

«Hombre, ya quisiera yo tener esa confianza», pensó Robert Jordan, ysiguióescribiendo.

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CAPÍTULOTREINTA

Demaneraquesehabíahechotodoloquehabíaquehacer,almenosporelmomento.Todaslasórdenesestabandadas.Cadacualsabíaconcertidumbresu misión a la mañana siguiente. Andrés había salido tres horas antes. Demaneraqueaquellosucederíaalrayarelalba,onosucedería.

«Creoquesucederá–sedijoRobertJordanmientrasdescendíadelpuestomás elevado, adonde había ido a hablar con Primitivo–. Golz organiza elataque,peronotienepoderparacontenerlo.ElpermisoparacontenerlotienequellegardeMadrid.Lomásseguroesquenologrendespertaranadieallíyque, si se despierta alguien, tendrá demasiado sueño para ponerse a pensar.Hubiera debido avisar a Golz antes de que todos los preparativos hubiesensidohechosparaelataque;pero¿cómoponerenguardiaanadiecontraunacosa que no ha ocurrido? No han comenzado a mover el material hasta elanochecer.Noqueríanquesusmaniobras fuesenvistasen lacarreteradesdelos aviones. Pero ¿y en lo tocante a sus aviones? ¿Por qué tantos avionesfascistas?

»Seguramente nuestra gente se ha puesto en guardia viendo los aviones.Pero quizá los fascistas traten de ocultar con esto otra ofensivamás allá deGuadalajara.SedicequehabíaconcentracionesdetropasitalianasenSoriaySigüenza,apartedelasqueestabanoperandoenelNorte.Notienenbastanteshombres ni material para desencadenar dos grandes ofensivas al mismotiempo. Eso es imposible; por tanto, tiene que ser una baladronada. Perosabemostambiénlasmuchastropasquehandesembarcadolositalianosestosúltimos meses en Cádiz. Es posible que intenten de nuevo el ataque aGuadalajara,aunqueno tanestúpidamentecomolaprimeravez;sinoen trescolumnas, que se irían ensanchando y avanzando a lo largo de la vía delferrocarrilhacialaparteoccidentaldelameseta.»

Había unmodo de lograrlo a la perfección.Hans se lo había explicado.Cometieronmuchoserroreslaprimeravez.Todoelplaneamientoeraabsurdo.NohabíanempleadoenlaofensivadeArgandacontralacarreteradeMadridaValencia las tropas de que se habían servido en la ofensiva deGuadalajara.¿Porquénohabíandesencadenadosimultáneamenteesasdosofensivas?¿Porqué?¿Porqué?¿Sesabráalgúndíaporqué?

«Sinembargo,nosotroslosdetuvimoslasdosvecesconlasmismastropas.Nohubiéramospodidodetenerlossihubiesendesencadenadoalmismotiempolosdosataques.Nohayquepreocuparse,hahabidootrosmilagros.Otendrásquevolarmañanaelpuenteonotendrásquehacerlovolar.Peronotratesdepersuadirtedequenoseránecesario.Lovolaránundíauotro.Ysinoeseste

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puente, será otro puente. No eres tú quien decide. Tú cumples órdenes.Obedécelasynopiensesdemasiadoenloquehaydetrásdeellas.Lasórdenessobreestosonmuyclaras.Demasiadoclaras.Peronohayquepreocuparsenitenermiedo;porquesitepermitesellujodetenermiedo,aunqueseaunmiedonormal,puedescontagiárseloalosquetienenquetrabajarcontigo.Eseasuntodelascabezashasidoalgo,detodasmaneras.Yelviejotuvoquetropezarconelloenlacolina,cuandoandabaasolas...¿Tehubieragustadoatitropezarconeso?Tehaimpresionado,¿no?Sí,tehaimpresionado,Jordan.Másdeunaveztehasimpresionadoeneldíadehoy.Perotehasportadobien.Hastaahora,tehasportadomuybien.

»Te has portado muy bien, para ser sólo un profesor de español en laUniversidad de Montana –pensó, tomándose el pelo a sí mismo–. Te hasportado bien para ser un profesor. Pero no vayas a figurarte que eres unpersonaje extraordinario.No has llegadomuy lejos por este camino. Piensasimplemente enDurán, quenohabía recibidonunca instrucciónmilitar, queerauncompositor,unniñobonitoantesdelMovimientoyahoraesungeneraldebrigadarematadamentebueno.ParaDuránhasidotodotansencilloy tanfácildeaprendercomoelajedrezparaunniñoprodigio.Túestásestudiandoelartedelaguerradesdetuinfancia,desdequetuabueloempezóacontartelaguerracivilnorteamericana.Salvoquetuabuelolallamabasiempre"laguerraderebelión".PeroalladodeDuránerescomounbuenjugadordeajedrez,unjugadormuysensatoydebuenaescuelafrenteaunniñoprodigio.ElamigoDurán.Seríabuenovolverleaver.LeveríaenelGaylord,cuandoestaguerratermine. Sí, cuando termine esta guerra.» ¿No era verdad que se estabaportandobien?

«Le veré en el Gaylord –se dijo de nuevo– cuando todo esto hayaterminado. No te engañes. Te portas perfectamente. En frío. No trates deengañarte.NovolverásavernuncaaDurán,y lacosano tiene importancia.No lo tomes tampoco así. No te permitas tampoco esos lujos. Nada deresignaciónheroica.Nohacenfaltaenestasmontañasciudadanosprovistosderesignaciónheroica.Tuabuelosebatiódurantecuatroaños,ennuestraguerracivil, y tú apenas si estás ahora al fin del primer año. Tienes aún muchocamino que andar y estás dotado para hacer este trabajo. Y ahora tienestambién a María. En fin, lo tienes todo. No debieras preocuparte. ¿Quéimportancia tieneunapequeñaescaramuzaentreunabandadeguerrillerosyun escuadrón de caballería? Ninguna. Aunque corten cabezas. ¿Es que esocambiadealgúnmodolascosas?Nadaenabsoluto.LosindiosarrancabanelcuerocabelludotodavíacuandotuabueloestabaenFortKearny,despuésdelaguerra.¿Teacuerdasdelarmario,eneldespachodetupadre,conlaspuntasdeflechasenunodelosestantesylostocadosdeguerrapendientesdelmuro,conlas plumas de águila y el olor a cuero ahumado de las polainas y loschaquetones de piel de ante y el tacto de los mocasines bordados? ¿Te

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acuerdas del gran arco en un rincón del armario y de los dos carcajes deflechas de caza y guerra y de la impresión que te producía el paquete deflechascuandopasabaslamanosobreél?

»Acuérdate de cosas de ese estilo.Acuérdate de algo concreto, práctico;acuérdate del sable de tu abuelo, brillante y bien engrasado en su estucheabollado,ydelabuelo,enseñándotecómolahojasehabíaadelgazadoafuerzadehabersidoafiladamuchasveces.Acuérdatedela«SmithandWesson»delabuelo.Eraunapistoladeordenanza,deunsolodisparo,delcalibre7'65ynoteníaguardadelgatillo.Eljuegodelgatilloeralomássuaveyfácilquehasprobadonuncaylapistolaestabasiemprebienengrasadaylimpia,aunqueelrepujadosehabíaidoborrandoporeluso,yelmetaloscurodelaculataydelcañónestabansuavizadosporelrocedecuerodelestuche.Lapistolaestabaenun estucheque tenía las inicialesU.S. sobre la solapay seguardaba enuncajón con los utensilios de limpieza y doscientos cartuchos. Las cajas decartón de los cartuchos estaban envueltas cuidadosamente y atadas con hiloencerado.Podíassacar lapistoladelcajóny tenerlaen lasmanos."Tenlaenlasmanos todo loquequieras", solíadecir el abuelo. "Peronopuedes jugarconellaporqueesunaarmaseria."

»Un día preguntaste al abuelo si había matado a alguien con ella, y elabuelorespondió:"Sí."Entonces,túdijiste:"¿Cuándofueeso,abuelo?"Yéldijo: "Durante la guerra de rebelión", y después tu dijiste: "Cuéntamelo,abuelo".Y él dijo: "No tengo ganas de hablar de eso, Robert."Y luego, tupadre se mató con esa pistola, y te sacaron del colegio para asistir a susfunerales. Y el forense te dio la pistola después de las investigacionesjudiciales, diciendo: "Bob, supongo que acaso quieras conservar esta arma.Deberíaguardarla,peroséquetupapálateníaengranestima,porquesupapálahabíallevadodurantetodalaguerraylatrajoporaquícuandovinoconlacaballería,y sigue siendounarmamuybuena.Laheprobadoesta tarde.Labalanohaceyamuchodaño,peroaúnsepuededarenelblancoconella".»

Habíavueltoaponerlapistolaensusitio,enelcajón,peroaldíasiguientelasacóysefueacaballoconChubhastaloaltodelamontaña,porencimadeRedLodge;allí,endondedespuéssehaconstruidounacarreteraatravésdelpuertoydelallanuradelDientedelOso.Elvientoesallídelgadoycortanteyhaynieveen lascumbresdurante todoelverano...Sehabíandetenidocercadel lagoquedicenque tienedoscientoscincuentametrosdeprofundidad,unlagoverdeoscuro,yChubhabíacuidadodeloscaballosmientrasRoberthabíasubidoaunpeñascoysehabíainclinado,paracontemplarsurostroenelaguainmóvil.Sehabíavistoconlapistolaenlamanoyluegolahabíasostenidounrato,manteniéndolasujetadelcañón,yporfinlahabíasoltadoylahabíavistohundirseenelagua,levantandoburbujasenlaclarasuperficie,hastaquesólofuecomoundijederelojyhastaquedesapareciódespués.Enseguidasebajó

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delpeñascoysaltandosobre lasilla,dio talespolazoa laviejaBess,que layeguaseencabritódegolpecomouncaballitodecartón.Laobligóairporelborde del lago y cuando la yegua se puso otra vez razonable, volvieron atomarelsendero.«Yoséporquéhashechoesoconlaviejapistola,Bob»,dijoChub. «Bueno, entonces no tendremos que volver a hablar de ello», lecontestóél.

Novolvieronahablarjamás,yésefueelfinaldelasarmasdelabuelo,aexcepcióndelsable...Teníaaúnelsableenunbaúl,enMissoula,conelrestodesuscosas.

«Mepreguntoquéhubierapensadoelabuelodeestasituación–sedijo–.Elabuelo era un soldado condenadamente bueno. Todo elmundo lo decía. Seasegurabaque,dehaberestadoconCuster,no lehubieraconsentidodejarseatrapar.¿CómonoviolahumaredanielpolvodetodasaquellascabañasalolargodeLittleBigHorn,anoserquehubieraunaespesanieblamatinal?Perono hubo niebla alguna aquellamañana.Me gustaría que el abuelo estuvieseaquí,enmilugar.Enfin,quizásestemosjuntosmañanaporlanoche.Siexisterealmenteunacondenadatonteríacomoelmásallá,queestoysegurodequenoexiste,mecausaríaverdaderoplacerhablarconél.Porquetengounmontóndecosasquequisierapreguntarle.Tengoderechoahacerlepreguntas, ahoraqueyohehechotambiénesascosas.Nocreoqueledesagradasequelehicieraesaspreguntas.Antesnoteníaderechoapreguntarle.Comprendoquenomecontasenadaporquenomeconocía.Peroahoracreoquenosentenderíamosmuybien.Megustaríapoderlehablarahoraypedirleconsejo.Diablo,aunquenome aconsejara,me gustaría hablar con él. Sencillamente. Es una lástimaquehayaunlapsodetiempotangrandeentredostiposcomoélyyo.»

Luegosiguiómeditandoysediocuentadequesihubieraencuentrosenelmásallá,suabueloyélseveríanmuyconfusosporlapresenciadesupadre.

«Todoelmundotienederechoahacerloquehace–pensó–,peroaquellonoestuvobien.Locomprendo,peronoloapruebo.Lache,ésaeslapalabra.Pero¿locomprendesrealmente?Porsupuesto,locomprendo,pero...Sí,pero...Hay que hallarse terriblemente replegado sobre uno mismo para hacer unacosa como ésa.Diablo, quisiera quemi abuelo estuviese aquí.Aunque sólofuese por una hora. Quizá me haya transmitido lo poco que yo he logradoaveriguarpormediodeeseotroquehizotanmalusodelapistola.Quizáfueralaúnicacomunicaciónquehayamostenido.Pero,diablo,sí,diablo,sientoquenosseparentantosaños;porquemehubieragustadoquemeenseñaraloqueelotronomeenseñójamás.Pero¿ysielmiedoqueelabuelodebiódesentirydetratardedominar,elmiedodelquenopudodeshacersemásquealcabodecuatro años o más de combates contra los indios, aunque, en el fondo, nodebiódesentirrealmentemuchomiedo,siesemiedohubierahechodelotroun cobarde, como sucede casi siempre con la segunda generación de los

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toreros?¿Ysihubierasidoeso?¿Ysilabuenasavianohubieserebrotadoconfuerza más que pasando por aquel otro? No olvidaré lo mal que me sentícuando supe por primera vez quemi padre era un cobarde.Vamos, dilo eninglés.Coward.Esmásfácilcuandosehadicho,ynosirvedenadahablardeun hijo de mala madre en lengua extranjera. Pero no era un hijo de malamadre; era un cobarde, simplemente, y eso es la peor desgracia que puedesucederle a un hombre. Porque, de no haber sido cobarde, se hubieraenfrentado con aquellamujer y no se hubiera dejado dominar por ella.Mepreguntocómohubierasidodecasarseconotramujer.Bueno,esonolosabrásnunca–sedijo,sonriendo–;quizáselespírituautoritariodeellaaportóloqueaéllehacíafalta.Yporloqueatiserefiere,tómaloconcalma.Notepongasahablardelabuenasavianidetodolodemásantesdequepasemañana.Notefelicites demasiado pronto.Y no te felicites de ningunamanera.Ya se verámañanaquéclasedesaviatienestú.»

Despuéssepusoapensarotravezensuabuelo.«GeorgeCusternoerauncomandantedecaballeríainteligente,Robert–habíadichosuabuelo–.Noerasiquieraunhombreinteligente.»

Recordabaquecuandosuabuelodijoaquelloseasombródequepudieracriticarseaaquelpersonajedechaquetadepieldeante,queaparecíadepie,sobre un fondo de montaña, con los rubios rizos al viento, el revólver deservicio en la mano, rodeado de sioux, tal y como le representaba la viejalitografíadeAnheuser–Busch,colgadadelmurodelapiscinadeRedLodge.

«Sólo teníaunagranhabilidadparameterseenembrollosypara salirdeellos–habíaproseguidosuabuelo–.PeroenLittleBigHornnopudosalir.»

«Phil Sheridan era hombre inteligente y Jeb Stuart también. Pero JohnMosbyfueelmejorjefedecaballeríaquehayaexistidonunca.»

RobertJordanguardabaentresuscosas,enelbaúldeMissoula,unacartadel general Phil Sheridan al viejoKilpatrick,Killy el Caballo, en la que sedecíaquesuabueloeramejorjefedecaballeríairregularqueJohnMosby.

«Debí contárselo a Golz –pensó–. Pero seguramente no ha oído hablarnuncademiabuelo.QuizánohayaoídohablartampocodeJohnMosby.Losingleses los conocen a todos ellos porque han tenido que estudiar nuestraguerra civil más a fondo que las gentes del continente. Karkov decía quedespuésdelaguerrayopodríairalInstitutoLenin,deMoscú,siquería.DecíaquepodríairalaEscuelaMilitardelEjércitoRojo,siquería.Mepreguntoquéhubierapensadodeesomiabuelo.Miabuelo,quenisiquieraquisoensuvidasentarsealamismamesaqueundemócrata.No,yonoquierosersoldado.Deelloestoyseguro.Solamentequieroqueseganeestaguerra.Mefiguroquelosbuenos soldados no sirven para ninguna otra cosa. Pero eso no es cierto.PiensaenNapoleónyenWellington.Estásunpocoestúpidoestanoche.»

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Porlogeneral,sumenteeraunabuenacompañíayhabíasidoasíaquellanoche,mientrasestuvopensandoenelabuelo.Peroelpensarensupadre lehabíahechodesvariar.Comprendíaasupadre,leperdonabaylecompadecía;perosentíavergüenzadeél.

«Harías mejor en no pensar nada. Pronto estarás con María. Eso es lomejor que puedes hacer, ya que todo está dispuesto. Cuando se ha pensadomuchoenalgono sepuededejardepensary el pensamiento siguevolandocomo un pájaro loco. Harías mejor si no pensaras. Pero suponte, supontesolamente que los aviones llegan y aplastan esos cañones antitanques, quehacenvolarlasposicionesyquelosviejostanquessoncapacesdetrepar,porlomenosunavez,colinaarriba,yqueesebuenodeGolzlanzaaesabandadadeborrachos,clochardsvagabundos,fanáticosyhéroesquecomponenlaXIVbrigada,yyosé lobuenasqueson lasgentesdeDurán,queestánen laotrabrigadadeGolz;ysupontequeestamosenSegoviamañanaporlanoche.Sí,sencillamente,imaginaeso.YoelijoLaGranja.Perotienesquevolarantesesepuente.»

De pronto se sintió seguro en absoluto de que no habría contraorden.Porque lo que estaba imaginándose hacía unmomento era justamente comoteníaqueparecerelataquealosquelohabíanordenado.Sí,habíaquevolarelpuente; tenía la certidumbredeello.Y loquepudieraocurrirle aAndrésnocambiabalascosas.

Mientrasdescendíaporelsendero,enlaoscuridad,solo,conlaagradablesensacióndequetodoloquehabíaquehacerhabíasidohechoydequeteníacuatrohoraspordelantepara símismo, la confianzaquehabía recobradoalpensar en cosas concretas, la seguridad de que tenía que volar el puente,volvióaacometerledeunamaneracasireconfortante.

La incertidumbre, la aprensión, como cuando, a consecuencia de undesbarajusteenlasfechas,sepreguntaunosilosinvitadosvanallegaronoalavelada,esasensaciónquelehabíaacuciadodesdelamarchadeAndrés,leabandonó súbitamente. Estaba seguro de que el festival no sería cancelado.«Esmejorestarseguro–pensó–.Esmuchomejorestarseguro.

CAPÍTULOTREINTAYUNO

Así,pues,seencontrarondenuevo,aunahoraavanzadadelanoche,delaúltima noche, dentro del saco de dormir. María estaba muy unida a él yRobertopodíasentirlasuavidaddesuslargosmuslosrozandolossuyosydelos senos,queemergían comodosmontículos sobreuna llanura alargadaen

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tornoaunpozo,másalládelacualestabaelvalledesugarganta,sobrelaqueahora se encontrabanposados sus labios.Yacía inmóvil, sinpensar ennada,mientrasellaleacariciabalacabeza.

—Roberto –dijo María en un susurro–, estoy avergonzada. No quisieradesilusionarte,perotengoungrandolorycreoquenovoyaservirtedenada.

—Siempre hay algún dolor, alguna pena –replicó él–. No te preocupes,conejito.Esonoesnada.Noharemosnadaquetecausedolor.

—Noeseso;esquenoestoyencondicionesderecibirtecomoquisiera.

—Esono tiene importancia;escosapasajera.Estamos juntos,aunquenoestemosmásqueacostadoselunoalladodelotro.

—Sí,peroestoyavergonzada.Creoqueestomepasaporlascosasquemehicieron.Noporloquehayamoshechotúyyo.

—Nohablemosdeello.

—Yo tampoco quisiera hablar de eso. Pero es que no puedo soportar laideadefallarteestanoche,yhabíapensadopedirteperdón.

—Escucha, conejito –dijo él–, todas esas cosas sonpasajeras y luegonohayningúnproblema.–Peroparasípensóquenoeralabuenasuertequehabíaesperadoparalaúltimanoche.

Luegosintióvergüenza,ydijo:

—Apriétatecontramí,conejito;tequierotantosintiéndoteamilado,así,enlaoscuridad,comocuandotehagoelamor.

—Estoymuyavergonzada,porquepenséqueestanochepodríasercomolodealláarriba,cuandovolvíamosdelcampamentodelSordo.

—¡Quéva!–contestóél–;esonoesparatodoslosdías.Peromegustaestotanto como lo otro. –Mentía para ahuyentar el desencanto.– Estaremos aquíjuntosydormiremos.Hablemosunrato.Sémuypocascosasdeti.

—¿Quieresquehablemosdemañanaydetutrabajo?–preguntóella–.Megustaríaentenderbienloquetienesquehacer.

—No–dijoél,yarrellanándoseentodalaextensióndelamantaseestuvoquieto,apoyandosumejillaenelhombrodeella,yelbrazoizquierdobajolacabezadelamuchacha–.Lomejorseránohablardelodemañananideloquehapasadohoy.Asínonosacordaremosdenuestrosreveses,yloquetengamosquehacermañanasehará.Noestarásasustada...

—¡Qué va! –exclamó ella–; siempre estoy asustada. Pero ahora sientotantomiedoporti,quenomequedatiempoparaacordarmedemí.

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—Nodebesestarlo,conejito.Yoheestadometidoenpeoresandanzasqueésta –mintió él.Y entregándose repentinamente al lujo de las cosas irreales,agregó–:HablemosdeMadridydeloqueharemoscuandoestemosallí.

—Bueno–dijoella,yagregó–:Pero,Roberto,estoyapenadaporhabertefallado.¿Nohayotracosaquepuedahacerporti?

Él le acarició la cabeza y la besó, y luego se quedó quieto a su lado,escuchandolaquietuddelanoche.

—PuedeshablardeMadrid–ledijo,ypensó:«guardaréunareservaparamañana.Mañanavoyanecesitardetodoesto.Nohayramadepinoentodoelbosquequeestétannecesitadadesaviacomoloestaréyomañana.¿Quiénfueelquearrojólasimienteenelsuelo,segúnlaBiblia?Onán.Peronoséloquepasódespués.NomeacuerdodehaberoídohablarmásdeOnán.»Ysonrióenla oscuridad. Luego volvió a rendirse y se dejó llevar de sus ensueños,sintiendo toda la voluptuosidad de la entrega a las cosas irreales. Unavoluptuosidad que era comouna aceptación sexual de algo que puede venirsolamente por la noche, cuando no entra en juego la razón y queda sólo ladeliciadelaentrega.

—Amormío–susurró,besándola–.Oye,laotranocheestabapensandoenMadridymedijequeencuantollegaseallítedejaríaenelhotelmientrasibaaveraalgunosamigosenelhoteldelosrusos.Peronoesverdad:notedejarésolaenningúnhotel.

—¿Porquéno?

—Porquetengoquecuidarte.Notedejaréjamás.IremosalaDireccióndeSeguridadpara conseguirte papeles.Después te acompañaré a comprarte losvestidosquetehaganfalta.–Nonecesitonadaypuedocomprármelosyosola.–No, necesitasmuchas cosas e iremos juntos.Compraremos cosas buenas yveráslobonitaqueestás.

—Yopreferiríaquenosquedásemosenelhotelymandásemosacomprarlaropa.¿Dóndeestáelhotel?

—En la Plaza delCallao. Estaremosmucho en nuestro cuarto del hotel.Hayunacamagrandeconsábanaslimpiasyenelbañoaguacaliente.Yhaydos roperos empotrados en la pared.Y yo pondrémis cosas en uno y tú tequedarásconelotro.Yhayventanasaltasyanchas,quedanalacalle,yfuera,enlacalle,estálaprimavera.Tambiénconozcositiosenlosquesecomebien,quesonilegales,perobuenos,ysédealgunastiendasenlasqueaúnsepuedeencontrarvinoywhisky.Yenelcuartoguardaremosprovisionesparacuandotengamoshambre;tendremosunabotelladewhiskyparamíyatitecompraréunabotellademanzanilla.–Megustaríaprobarelwhisky.

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—Perocomoesmuydifícildeconseguiryatitegustalamanzanilla...

—Guárdatetuwhisky,Roberto–dijoella–.Deveras,tequieromucho.Atiyatuwhisky,quenotengoderechoaprobar.¡Vayacochinoqueestáshecho!

—Bueno,loprobarás.Peronoesbuenoparalasmujeres.–Ycomoyohetenido solamente cosas que eran buenas para mujeres... –replicó María–.Bueno,yenesacama,¿llevarésiempremicamisóndeboda?

—No. Te compraré camisones nuevos y también pijamas, si tú losprefieres.

—Me compraré siete camisones –dijo ella–; uno para cada día de lasemana,yatitecompraréunacamisadeboda,unacamisalimpia.¿Nollevasnuncalatuya?

—Algunasveces.

—Yo lo tendré todomuy limpio y te serviréwhisky con agua, como lotomabasenelcampamentodelSordo.Tendréguardadasaceitunasybacalaoyavellanas,paraquecomasmientrasbebes;yestaremosunmesenesecuartosin salir de él. Si es que puedo recibirte –dijo, sintiéndose repentinamentedesgraciada.

—Eso no es nada –insistió Robert Jordan–; de verdad, no es nada. Esposible que te quedaras lastimada y ahora tengas una cicatriz que te siguedoliendo.Lomásseguroesqueseaeso.Peroesascosassepasan.Yademás,sifueraalgoimportante,haymédicosmuybuenosenMadrid.

—Peroibatodotanbien...–dijoella,ensondeexcusa.

—Esoeslapruebadequetodoirábiendenuevo.

—Entonces, hablemos de Madrid. –Se acurrucó metiendo sus piernasdebajodelasdeRobertJordanyrestrególacabezacontrasuespalda.–Pero¿no crees que voy a resultarmuy fea con esta cabeza rapada y vas a tenervergüenzademí?

—No. Eres muy bonita. Tienes una cara muy bonita y un cuerpo muyhermoso, esbelto y ligero, y tu piel es suave, y del color del oro bruñido, ymuchosvanaintentarseparartedemí.

—¡Quéva, separarmede ti! –dijo ella–.Ningúnhombreme tocaráhastamimuerte.Separarmedeti,¡quéva!

—Pueshabrámuchosquelointentarán;yaloverás.

—Entonces ya verán ellos que te quiero tanto que sería tan peligrosotocarme comometer lasmanos en un cubo de plomo derretido. Pero, y tú,cuando veasmujeres bonitas que tengan tanta cultura como tú, ¿no sentirás

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vergüenzademí?

—Nunca.Ymecasarécontigo:

—Sitúlo–quieres–dijoella–;pero,puestoquenohayyaiglesia,creoqueesonotieneimportancia.

—Megustaríaquenoscasáramos.

—Sitúloquieresasí...Pero,oye,sivamosalgunavezaotropaísendondehayaiglesia,quizápodamoscasarnosallí.

—Enmipaíshaytodavíaiglesia–dijoél–.Podríamoscasarnosallí,siesosignificaalgoparati.Yonomehecasadonunca.Asíesquenohayproblema.

—Mealegrodequenotehayascasado–dijoella–;perotambiénmealegrodequeconozcasesascosasdequemehashablado,porqueesopruebaquehasestadoconmuchasmujeres,yPilardiceque loshombresasí son losúnicosquesirvencomomaridos.Pero¿noirásluegoconotrasmujeres?Porqueesomemataría.

—Nuncaheandadoconmuchasmujeres–dijoél,sinceramente–.Antesdeconocerteatinocreíaquefuesecapazdequerertantoaninguna.

Ellaleacariciólasmejillasyluegocruzólasmanosdetrásdesunuca.

—Hasdebidodeconoceramuchas.

—Peronohequeridoaninguna.

—Oye,mehadichoPilarque...

—Dime.

—No.Valemásquenotelodiga.HablemosdeMadrid.

—¿Quéesloqueibasadecir?

—Notengoganasdedecirlo.

—Esmejorquelodigassiesalgoimportante.

—¿Creesqueesimportante?

—Sí.

—Pero¿cómosabesqueesimportante,sinosabesdequésetrata?

—Porlamaneracomolohasdicho.

—Bueno, entonces, te lo diré. Me ha dicho Pilar que mañana vamos amorirtodos,yquetúlosabestanbiencomoella;peroquenoledasningunaimportancia. No es por criticarte por lo que me ha dicho eso, sino comoadmirándote.

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—¿Hadichoeso?–preguntóél.«¡Quéviejaloca!»,pensó,yluegosiguióhablandoenvozalta–:Esosonestupidecesgitanas.Buenasparalasviejasdelmercado y los cobardes de café. Son tonterías –sentía cómo el sudor le ibacayendopordebajodelasaxilascorriéndoleporlosbrazosyloscostadosysedijo: «Tienes miedo, ¿eh?» Y añadió en voz alta–: Es una vieja locasupersticiosa.SigamoshablandodeMadrid.

—Entonces,¿noesciertoquetúlosepas?

—Claro que no. No digas semejantes tonterías –replicó, usando de unapalabramuchomásgordaparaexpresarse.

Pero,pormuchoque intentasehablardeMadridnoconseguíaengañarsedenuevo.Mentíaabiertamentealamuchachaysementíaasímismoconelúnico propósito de pasar la noche de antes de la batalla lo menosdesagradablemente posible, y lo sabía. Le gustaba hacerlo; pero lavoluptuosidad de la aceptación se había esfumado. Sin embargo, volvió aempezar.

—Heestadopensandoentuscabellos–dijo–.Yenloquepodríahacerseconellos.Comoves,ahoracreceniguales,comolapieldeunanimal;esmuyagradable tocarlos y me gustan mucho. Son muy bonitos tus cabellos, seaplastanbajolamanoyvuelvenaerguirsecomolostrigalesalviento.

—Pásamelamanoporencima.

Elhizoloquelepedía;luegodejólamanoapoyadaensucabezaysiguióhablandoconlabocapegadaalagargantadelamuchacha;sentíaqueseleibahaciendounnudoenlasuya.

—PeroenMadridpodríamosirjuntosalpeluquero,ytelocortaríadeunamanera hábil, sobre las orejas y la nuca, como losmíos, y quedaríanmejorparalaciudad,hastaquevolvieranacrecer.

—Quisieraparecermeati–dijoella,apretándosecontraél–.Ynoquisieracambiarjamás.

—No. Seguirán creciendo y eso sólo serviría para darles mejor aspectomientrascrecen.¿Cuántotiempotardaránencrecer?

—–¿Hastaqueseanrealmentelargos?

—No.Hastaquetelleguenaloshombros.Asíescomomegustaríaquelosllevaras.

—¿ComolaGarboenelcine?

—Sí–dijoélconvozronca.'•

Levolvíaimpetuosamenteeldeseodeengañarseasímismoyseentregaba

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porenteroaeseplacer.

—Creceránasí,caeránsobretushombros,rizadosenlaspuntas,comolasolasdelmar,yserándelcolordeltrigomaduro,yturostrodelcolordelorobruñido,ytusojosdelúnicocolorquepuedehacerjuegoconesoscabellosyesapiel:dorados,conmanchasoscuras;yyoteecharélacabezahaciaatrásytemiraréalosojos,teniéndotemuyapretadacontramí.

—¿Dónde?

—En cualquier parte. En cualquier parte en donde estemos. ¿Cuántotiempoharáfaltaparaquevuelvaacrecerteelpelo?

—No lo sé,porquenome lohabíacortadonunca.Perocreoqueen seismesesestarálosuficientementelargocomoparacubrirmelasorejas,yenunaño,todololargoquetúquieras.Pero¿sabesloqueharemosantes?

—Dímelo.

—Estaremosenesacamagrandeylimpia,enesefamosocuartodenuestrofamosohotel,estaremossentadosenesacamaynosmiraremosenelespejodelarmario,yprimeromemiraréyoy luegomevolveréasíy te echaré losbrazosalcuello,así,yluegotebesaréasí.

Se quedaron callados, muy apretados el uno contra el otro, perdidos enmedio de la noche, yRobert Jordan, sintiéndose penetrado de un calor casidoloroso, la sostuvo con fuerza entre sus brazos. Abrazándola, sabía queabrazabatodaslascosasquenuncasucederíanyprosiguiódiciendo:

—Conejito,noestaremossiempreenesehotel.

—¿Porqué?

—PodríamostomarunpisoenMadrid,enlacallequecorrealolargodelRetiro.ConozcoaunanorteamericanaquealquilabapisosamuebladosantesdelMovimiento,ysécómoencontrarunpisocomoése,almismoprecioqueantesdelMovimiento.HaypisosfrentealRetiro,yseveelparquedesdelasventanas: laverjadehierro, los jardines, lossenderosdegrava,elcéspeddelos recuadros a lo largo del sendero y los árboles de sombra espesa, y lasfuentes.Yahoraloscastañosestaránenflor.EnMadridpodemospasearporelRetiroypodemosirenbarcaporelestanque,sihaydenuevoaguaenél.

—¿Yporquénohabíadehaberagua?

—Lo vaciaron en noviembre porque era un buen blanco para losbombarderos;perocreoquelohanvueltoallenardenuevo.Noestoyseguro.Peroaunquenohayaagua,podremospasearnosporelparquedetrásdellago.Hayunapartesemejantealaselva,conárbolesdetodoslospaísesdelmundo,que tienen su nombre escrito en carteles, y allí pone qué árboles son y de

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dóndeproceden.

—Megustaríamuchoiralcine–dijoMaría–;peroesosárbolestienenqueser muy interesantes y me aprenderé contigo todos sus nombres, si puedoacordarmedeellos.

—No es como unmuseo –dijoRobert Jordan–; crecen libremente y haycolinasenelparque,enunapartequeescomounaselvavirgen.Ymásabajoestálaferiadeloslibros,concentenaresdebarracasdelibrosviejos,alolargode lasacerasyahora,desdequeempezóelMovimiento,puedenencontrarsemuchos libros que provienen del saqueo de las casas demolidas por losbombardeos y de las casas de los fascistas. Esos libros los han llevado a laferialosqueloshanrobado.SituvieratiempoenMadrid,podríapasarmetodoeldíaotodoslosdíasentrelibrosviejos,comohacíaantesdelMovimiento.

—Mientrastúestésenlaferiadeloslibros,yomeocuparédelpiso–dijoMaría–.¿Habrámediodehacerseconunacriada?

—Seguramentequesí.YopodríahablarconPetra,queestáenelhotel,sitegusta.Guisamuybienyesmuylimpia.Hecomidoallíconperiodistasparaquienesellaguisaba.Tienencocinaseléctricasenlashabitaciones.

—Como tú quieras –dijo María–. O bien podría yo buscar otra. Pero¿estarás fuera a menudo por culpa de tu trabajo? ¿No querrán que vayacontigoparauntrabajocomoéste?

—QuizápudieraencontraralgunacosaquehacerenMadrid.Hacetiempoque estoymetido en este trabajo y estoy luchando desde los comienzos delMovimiento.EsposiblequemedenahoraalgunacosaquehacerenMadrid.Nolohepedidonunca.Siempreheestadoenelfrenteoentrabajoscomoéste.¿Sabes que hasta que te encontré no he pedido nunca nada? ¿Ni deseadoningunacosa,nipensadoennadaquenofueseelMovimientoyenganarestaguerra? Es verdad que he sido muy puro en mis ambiciones. He trabajadomucho y ahora te quiero –dijo abandonándose por entero a lo que no seríanunca–, te quiero tanto como a todo aquello por lo que hemos peleado. Tequiero tanto como a la libertad, a la dignidad y al derecho de todos loshombresatrabajaryanotenerhambre.TequierocomoquieroaMadrid,quehemosdefendido, y comoquiero a todosmis camaradas quehanmuerto.Yhanmuertomuchos.Muchos.Muchos.Nopuedesimaginartecuántos.Perotequierocomoquieroaloquemásquieroenelmundo.Ytequierotodavíamás.Tequieromucho,conejito.Másdeloquepuedadecirte.Perotedigoestoparaintentarquetengasunaidea.Nohetenidonuncamujer,yahoratetengoatiysoyfeliz.

—Seréparatiunamujertodolobuenaquepueda–dijoMaría–.Nomehanenseñadomuchascosas,esverdad;pero intentaréaprenderlas.Sivivimosen

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Madrid,meparecerámuybien.Sitenemosqueirnosaotraparte,meparecerámuy bien. Si no vivimos en ninguna parte y yo puedo ir contigo, todavíamejor.Sivamosa tupaís, intentaréhablarel ingléscomoelmás inglésquehayaenelmundo.Me fijaréen loquehacen losdemásyprocuraréhacerlocomoellos.

—Resultarásmuycómica.

—Seguramente.Cometeré faltas, pero túme las dirás y no las cometerédosveces,oquizálascometadosveces,peronadamás.Luego,entupaís,siechasdemenosnuestracocina,yoguisaréparati.Yademásiréaunabuenaescuelaparaaprenderaserunabuenaamadecasa,sihayescuelasparaeso,ytrabajarémucho.

—Hayescuelasparaeso,perotúnotienesnecesidaddeir.

—Pilarmehadichoquecreíaquehayescuelasasíentupaís.Lohaleídoenunartículodeunarevista.Tambiénmehadichoquetendríaqueaprenderahablaringlésyahablarlobien,paraquetúnosientasnuncavergüenzademí.

—¿Cuándotehadichoeso?

—Hoy,mientrashacíamoselequipaje.Mehahabladotodoeltiempodeloquetendríaquehacerparasertumujer.

«CreoquePilarsueñatambiénconMadrid»,pensóRobertJordan,ydijo:

—¿Quétehadichoademásdeeso?

—Quetengoquecuidardemicuerpoycuidardemilíneacomosifuerauntorero.Mehadichoqueesoeramuyimportante.

—Esverdad–dijoRobertJordan–;peronotienesquepreocupartedeesoenmuchosaños.

—Sí.Pilardicequeentrelasmujeresdenuestrarazahayquetenersiempremuchocuidadoporqueavecesocurreesodegolpe.Mehadichoqueenotrostiempos ella era tan esbelta como yo, pero que en su época lasmujeres nohacían gimnasia.Me ha dicho quémovimientos tengo que hacer y tambiénquenocomademasiado.Mehadicholoquenoteníaquecomer.Perosemehaolvidado.Tendréquevolvérseloapreguntar.

—Patatas–dijoél.

—Sí –continuó ella–. Patatas y cosas fritas.Y luego, cuando le dije quesentíadolor,medijoquenodeberíahablartedeelloyquedeberíasoportareldolorsindecirtenada.Perotelohedichoporquenoquieroengañartenuncayteníamiedodequetúpudieraspensarquenocompartimosyaelmismoplaceryqueloquesucedióarriba,enelvalle,nohabíasucedidonunca.

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—Hashechobiendiciéndomelo.

—¿Noesverdad?Peroestoymuyavergonzadayharétodoloquequierasquehaga.Pilarmehahabladodelascosasquepuedenhacerseconunmarido.

—No es preciso hacer nada. Lo que tenemos lo tenemos juntos y loguardaremosbien.Tequieroasí,comoestásahora;tequieroacostadajuntoamíytocarteysentirqueestásrealmenteahíycuandoestésencondicionesloharemostodo.

—Pero ¿no tienes deseos que yo no pueda satisfacer? Pilar me haexplicadoeso.

—No. Nuestros deseos los compartiremos juntos. No tengo más deseosquelostuyos.

—Eso me tranquiliza. Pero quiero que sepas que haré todo lo que mepidas. Sólo que tendrás que decírmelo, porque soy muy ignorante y no heentendidoclaramenteloquemehadicho.Medabavergüenzapreguntárselo,aunqueellasabemuchísimascosas.

—Conejito–dijo–,eresmaravillosa.

—¡Quéva!–dijoella–;perohetratadodeaprenderenundíatodoloqueunamujertienequesaber,mientraslevantábamoselcampamentoyhacíamoslospreparativosparaunabatallayseestabalibrandootrabatallaahíabajo.Esuna cosa difícil, y si cometo pifias tienes que decírmelo, porque te quieromucho.Quizárecuerdelascosasdemaneraequivocada,ymuchasdelasquemehadichoPilareranmuycomplicadas.

—¿Quéesloquetehadichoella?

—Pues tantas cosas, que no me acuerdo de ninguna. Me ha dicho quepodíacontartetodoloquemehanhechosialgunavezmeatrevoapensarenello,porqueeresbuenoylocomprenderías.Peroqueerapreferiblequenotelodijese,amenosqueporcallarlomevuelvanlasideasnegras,comoantes,yqueentoncesquizámezafaradeellascontándotelo.

—¿Esqueteafligesmuchoenestosmomentos?

—No.Desdelaprimeravezqueestuvimosjuntosescomositodoaquellojamáshubierasucedido.Sigosintiendopenapormispadres.Peroquisieraquesupiesesunacosaparatuamorpropio,siesquetengoquesertumujer:Nohecedidonuncaaninguno.Meheresistidosiempreycadavezquelohicieronsenecesitaron dos para obligarme. Uno se sentaba sobre mi cabeza y mesujetaba.Telodigoparatuamorpropio.

—Miamorpropioestáenti.Nohablesmásdeeso.

—No.Hablo del amor propio que tienes que sentir por tumujer.Y otra

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cosa.Mipadreerael alcaldedelpueblo,unhombrehonrado.Mimadreeraunamujer honradayunabuena católica, y lamataron conmipadrepor lasideaspolíticasdemipadre,queera republicano.Vicómo losmatabana losdos.Mipadredijo:«¡VivalaRepública!»cuandolefusilaron,depie,contralastapiasdelmataderodenuestropueblo.Mimadrequeestabadepie,contrala misma tapia, dijo: «¡Viva mi marido, el alcalde de este pueblo!» Yoaguardabaquemematasenamítambiénypensabadecir:«¡VivalaRepública!y¡Vivanmispadres!»Peronomemataron.Enlugardematarmemehicieroncosas.Oye,voyacontarteunadelascosasquemehicieron,porquenosafectaalosdos.Despuésdelfusilamientoenelmatadero,nosreunieronatodoslosparientesdelosmuertosquehabíamospresenciadolaescenasinserfusiladosy,devueltadelmatadero,noshicieronsubirporlacuesta,hastalaplazadelpueblo.Casitodoslloraban.Peroalgunosestabanatontadosporloquehabíanvistoy se leshabían secado las lágrimas.Yomismanopodía llorar.Nomedabacuentadeloquepasabaporquesolamenteteníaantemisojoselcuadrodemipadreydemimadreenelmomentodesufusilamiento.Ylavozdemimadrediciendo:«¡Vivamimarido,elalcaldedeestepueblo!»,mesonabaenlosoídoscomoungritoquenoseapagabayserepetíacontinuamente.Porquemimadrenoerarepublicana,yporesonohabíagritado¡VivalaRepública!,sinosolamentevivamipadre,queestabaallí,debruces,asuspies.

»Pero lo quegritó lo dijo envozmuy alta, como si fuera ungrito, y enseguidalafusilaron.Ycuandocayóquiseacercarme,separándomedelafila;peroestábamos todosatados, losunosa losotros.El fusilamiento lo llevóacabolaGuardiacivil,y losguardiassequedaronesperandoa losdemásquetenían que fusilar; pero los falangistas nos alejaron, haciéndonos subir lacuesta. Los guardias civiles se quedaron allí apoyando sus fusiles contra laparedjuntoaloscuerposcaídos,íbamosatadosdelasmuñecas,enunalargafilademuchachasymujeres,ynoscondujeronporlascalleshastallegaralaplaza, y en la plaza nos hicieron detenernos junto a la barbería, que estabafrentealAyuntamiento.

»Cuandollegamosallí,losdoshombresquenoscustodiabannosmiraron,yunodeellosdijo:"Estaeslahijadelalcalde".Yelotroordenó:"Comenzadporella".Entoncescortaronlacuerdaquemeatabalasmuñecasyunodeellosdijo: "Volved a atar la cuerda". Los dos que habían ido custodiándonosmecogieronenvolandasymeobligaronaentrarenlabarbería,medejaroncaerdegolpeenelsillóndelbarberoymeforzaronaquedarmeallí.

»Yo veíami cara en el espejo de la barbería y las caras de los quemesujetabanylascarasdeotrostresqueseinclinabansobremí,sinreconoceraninguno.Enelespejomeveíayoylosveíaaellos,peroellossólomeveíanamí.Teníalaimpresióndehallarmeenelsillóndeundentistayestarrodeadade varios dentistas, todos locos.Apenas podía reconocermi propia cara, ya

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queeldolormelahabíadesfigurado.Peroyomemirabaysabíaqueerayo.Mi dolor y mi pena eran tan grandes, que no sentía ningún temor, sinosolamenteunapenaenorme.

»Porentoncesllevabayoelcabellosujetoendosgrandestrenzasysegúnmirabayoenelespejo,unode loshombresme levantóunade las trenzasytiródeella,contantafuerza,que,apesardemipena,sentídoloryluego,deun solonavajazo,me la cortómuycercade la raízdel cabello.Mevi en elespejoconunasolatrenzayconuncortedondehabíaestadolaotra.Despuésmecortólaotra,aunquesintirardeella,ymehizountajoenlaorejaconlanavaja,ypudeverquelasangremecorría.Puedesnotarlacicatrizpasándomeeldedoporencima.

—Sí,pero¿noseríamejornohablardeestascosas?

—Noesnada.Notecontarélascosasmalas.Así,pues,mehabíancortadolasdostrenzas,muycercadelaraízdelcabello,ylosotrossereían;peroyonosentíasiquieraeldolordeltajoquemehabíanhechoenlaoreja.Yelquemehabía cortado las trenzas se paró frente amí y comenzó a golpearme lacara con ellas,mientras los otros dosme sujetabanymegritaba él: "Así escomo hacemos monjas rojas. Esto te enseñará a unirte con tus hermanosproletarios.MujerdelCristoRojo".

»Ymegolpeóunayotravezconlastrenzasquehabíansidomíasyluegome lasmetió en la boca yme las ató al cuello, anudándomelas en la nucacomosifueraunamordaza,mientraslosquemeestabansujetandosereían.Ytambiénsereíantodoslosdemás;ycuandolosvireírseporelespejocomencéa llorar; porque hasta entonces me había quedado demasiado helada por elfusilamientoynopodíallorar.

»Luego,elquemehabíaamordazado,mepasóunamáquinadeafeitarporlacabeza,primerodesdelafrentehastalanucaydespuésdeorejaaoreja,ypor toda la cabeza. Ymemantenían sujeta, de tal modo que no habíamásremedio que verme en el espejo del barberomientrasme hacían eso, y auncuando lo veía no podía creerlo, y lloraba y lloraba sin apartar los ojos delespejo, en donde se reflejaba mi cara horrorizada, con la boca abierta,amordazada con las trenzas, mientras mi cabeza iba saliendo rapada de lamaquinilla. Y cuando el que había estado rapándome concluyó, sacó unabotellitadeyododeunodelosestantesdelabarbería(albarberoyalehabíanmatadoporquepertenecíaalsindicatoysucadáverestabatiradoalapuertadelabarberíaytuvieronquelevantarmeparapasarporencima),yconlavarilladecristalquetraenlasbotellasdeyodo,mepintólaorejaenellugarendondemehabíahechoel tajo,y,apesardemipenaydeldolorquesentía,noté laquemazóndelyodo.

»Después dio media vuelta, se detuvo frente a mí y, usando siempre la

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mismavarilla,meescribióconyodoenlafrentelasletrasU.H.P.trazándolaslentaycuidadosamente,comosifueraunartista.Yyoyanolloraba,porquemicorazónsehabíahelado,pensandoenmipadreyenmimadre,yveíaqueloquemeestabapasandonoeranadacomparadoconaquello.

»Cuando terminó de dibujarme las letras en la frente, el falangistaretrocediódospasos,paracontemplar suobra,yvolvióadejar labotelladeyodo donde estaba, y empuñando la máquina de cortar el pelo, gritó: "Lasiguiente".Ymesacarondelabarbería,llevándomesujetadelosbrazos,yalsalirtropecéconelcadáverdelbarbero,queaúnseguíatiradoenelportal,deespaldas, con la cara grisácea vuelta al cielo. Y casi me di de narices conConcepciónGarcía,mimejoramiga,alaquellevabanentredoshombres;yalprontonomereconoció,peroaldarsecuentadequeerayo,comenzóagritarypudeoírsuschillidostodoeltiempoquemeestuvieronpaseandoporlaplazay mientras me hacían subir la escalera del Ayuntamiento, hasta llegar aldespachodemipadre,endondemetumbaronsobreeldiván.Yfueallídondemehicieronlascosasmalas.

—Conejitomío–dijoRobertJordan,estrechándolacontodaladelicadezaque pudo, aunque estaba por dentro saturado de todo el odio de que eracapaz–.Nomecuentesmás,porquenopuedoaguantarelodioquesiento.

Ellasehabíaquedadorígidayfríaensusbrazos.

—No, nunca te hablaré ya de estas cosas. Pero son gentes malas y megustaría ayudarte a matar a unos cuantos, si pudiera. Te he contado esoúnicamenteporrespetoatuamorpropio,yaquehedesertumujer,yparaquepuedascomprenderlo.

—Has hecho bien en contármelo –dijo él–; porque mañana, si tenemossuerte,mataremosamuchos.

—Pero¿mataremosfalangistas?Ellosfueronlosquelohicieron.

—Esosnopelean–replicóélsombríamente–.Matanenlaretaguardia.Nosonésoslosqueencontramosenlasbatallas.

—Pero, ¿no podríamosmatar a algunos de ellos de algunamanera?Megustaríamuchomataraalgunos.

—Yohematadoyaaalgunos–dijoél–;yvolveréamataraalgunosmás.Enelasaltodelostreneshemosmatadoavarios.

—Megustaríaircontigoaatacaruntren–dijoMaría–.Cuandoatacaroneltren,quefuecuandoPilarpudorescatarme,yoestabamedioloca.¿Notehancontadocómoestaba?

—Sí.Peronohablesmásdeeso.

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—Teníalacabezacomoembotadaynohacíamásquellorar.Perohayotracosaquetengoquedecirte.Esmenester.Puedeque,sitelacuento,noquierascasarteconmigo;pero,Roberto,sinoquierescasarteconmigo,¿nopodríamos,detodasformas,seguirviviendojuntos?

—Mecasarécontigo.

—No. Había olvidado eso. Quizá no debas casarte conmigo. Quizá nopuedayotenernuncaunhijoniunahija;porquePilardicequecontodaslascosas que me pasaron, con las cosas que me hicieron, yo debiera haberlotenido.Teníaquedecirteesto.¡Oh,nosécómohepodidoolvidarlo!

—Eso no tiene ninguna importancia, conejito. Primero porque puede noser así. Eso únicamente puede saberlo unmédico. Y luego, yo no tengo elmenorinterésentraerunhijoounahijaaestemundo,talcomoestáahora.Yademás,todomicariñoesparati.

—Megustaría tenerunhijoounahijadeti–dijoella–,y,porotraparte,¿cómo iba a mejorar el mundo si no hay hijos nuestros, de todos los queluchamoscontralosfascistas?

—Tú –dijo él–, yo te quiero a ti; ¿has comprendido?Y ahora, vamos adormir,conejito;porquetengoquelevantarmemuchoantesdequeamanezca,yenestemesamanecemuytemprano.

—Entonces,¿nohay inconveniente respectoa loúltimoque tehedicho?¿Podremoscasarnosapesardetodo?

—Estamosyacasados.Mecasocontigoahoramismo.Túeresmimujer.Peroduérmeteahora,conejito,porquenosquedamuypocotiempo.

—¿Yestaremosrealmentecasados?¿Noserásólohablaryhablar?

—Deverdad.

—Entoncesmedormiréyvolveréapensarenellosimedespierto.

—Yotambién.

—Buenasnoches,maridomío.

—Buenasnoches,mujercitamía.

Oyóquesurespiraciónsehacíamásfirmeyregularysediocuentadequesehabíadormido;sequedódespierto,sinmoverse,paranodespertarla.Pensóentodoloqueellanolehabíacontadoypermanecióallí,sintiendorevivirsuodioydichosoantelaideadequealdíasiguientemataría.

«No obstante, no tengo que hacer de eso una cuestión personal. Pero¿cómoimpedirlo?Séquenosotros tambiénhemoshechocosasatroces.Perofueporquenosotroséramosgentes ineducadasynosabíamoshacerlomejor.

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Elloslohicierondeliberadamente.Losqueasíobraronsonelúltimoretoñodelo que su educación ha producido. Son la flor y nata de la caballerosidadespañola. ¡Qué gentes han sido! ¡Qué hijos de mala madre, desde Cortés,Pizarro,MenéndezdeAviléshastaEnriqueListeryPablo! ¡Yquégente tanmaravillosa! No hay nada mejor ni peor en el mundo. No hay gente másamablenigentemáscruel. ¿Yquién sería capazdecomprenderlos?Yo,no;porque si los comprendiera se lo perdonaría todo. Comprender es perdonar.Estonoesverdad.Sehaexageradolaideadelperdón.Elperdónesunaideacristiana,yEspañanohasidonuncaunpaíscristiano.Hatenidosiempreunaidea especial y su idolatría particular dentro de la Iglesia.OtraVirgenmás.Supongoquefueporesoporloquetuvieronquedestruirlasvírgenesdesusenemigos. Seguramente, este sentimiento eramás profundo en ellos, en losfanáticos religiosos españoles, que entre la gente del pueblo. La gente delpuebloseapartódelaIglesiaporquelaIglesiaeraelGobiernoyelGobiernoha sido siempre algopodrido en estepaís.Este fue el únicopaís adondenollegónuncalaReforma.EstápagandoahoralaInquisición,yesjusto.»

Bueno,aquelloeraalgocomoparapensarunrato.Algocomoparaimpediralespírituquesepreocupasedemasiadoporsutrabajo.Yentodocasoeramássano que pretender engañarse. ¡Cómo lo había pretendido aquella noche!YPilarestuvoqueriendohacerlomismotodoeldía.Seguro.¿Ysimoríanaldíasiguiente?¿Quéimportaba,mientraselpuentevolasecomoeradebido?

Esoeratodoloqueteníanquehaceraldíasiguiente.

Morir no tenía ninguna importancia.No se puede hacer indefinidamenteesa clase de trabajo. No se está destinado a vivir indefinidamente. «Quizáshayatenidotodaunavidaentresdías–pensó–.Siesoesasí,hubierapreferidopasarestaúltimanochedeunamaneradistinta.Perolasúltimasnochesnuncasonbuenas.Nosonnuncabuenas lasúltimasnadas.Sí, lasúltimaspalabrassonbuenasaveces.¡Vivamimarido,queeselalcaldedeestepueblo!Aquellosíquefuebueno.»

Sabía que había sido bueno, porque al repetirlo sentía un escalofrío portodo el cuerpo. Se inclinó para besar a María, que no se despertó. Muyquedamente,ledijoeninglés:«Megustaríacasarmecontigo,conejito.Yestoymuyorgullosodetufamilia.»

CAPÍTULOTREINTAYDOS

Aquella noche, enMadrid, había mucha gente en el Hotel Gaylord. Uncoche, con los faros pintados con una lechada de cal azulosa, entró por la

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puertacocherayunhombrecilloconbotasnegrasdemontar,pantalonesgrisesychaquetadelmismocolor,abrochadahastaelcuello,saliódelcoche,hizounsaludo a los dos centinelas, y luego con la cabeza al hombre de la policíasecreta,queestabasentadoantelamesadelportero,ysemetióenelascensor.Habíaotrosdoscentinelassentadosaunoyotroladodelvestíbulodemármol,se contentaron con levantar los ojos cuando el hombrecillo pasó delante deellosparameterse en el ascensor.Tenían la consignade cachear a todos losquenoconocieran,pasándoles lasmanospor loscostados,pordebajode lasaxilasypalpándoles losbolsillos,paradescubrir si el recién llegado llevabapistola,encuyocasopasabaamanosdelagentedelapolicíasecretaquehacíadeportero.Peroloscentinelasconocíanbienalhombrecillodepantalonesdemontaryapenassilevantaronlavistacuandopasó.

ElapartamentoqueocupabaenelGaylordestabaatiborradoal entrar él.Habíagentesdepieygentessentadasqueconversabananimadamentecomoen cualquier salón burgués; bebían vodka, whisky con soda o cerveza, envasitos que llenaban de una gran jarra. Varios de esos hombres iban deuniforme,otros llevabanchaquetonesde sport ode cuero; tresde las cuatromujeresqueseencontrabanenlareuniónibanvestidasdecalle;perolacuarta,morenayflaca,vestíauniformedemiliciana,decortesevero,ycalzabaaltasbotas,queasomabanpordebajodelafalda.

Alentrarenlahabitación,Karkovsedirigióenseguidahacialamujerdeluniforme, inclinándoseante ellay estrechándole lamano.Era su esposa.Ledijoalgoenruso,quenadieentendió,yporunosinstantes, la insolenciaqueiluminaba sus pupilas en elmomento de entrar desapareció.Luego volvió aencenderse al distinguir la cabeza color de caoba y el rostro amorosamentelánguidodela jovencitadeespléndidafiguraqueerasuamante.Seacercóaellaconpasoscortosydecididos,seinclinóyleestrechólamanodemaneraquenadiehubierapodidoasegurarquenofueseunremedodelsaludodirigidoasuesposa.Sumujernolesiguióconlamiradaalcruzarlahabitación;estabadepie,juntoaunoficialespañol,altoybienparecido,conelquehablabaenruso.

—Tu gran amor está engordando –dijo Karkov a la pelirroja–. Todosnuestroshéroesestánengordandoalacercarseelsegundoañodelaguerra.–Nomirabaalhombredelqueestabanhablando.

—Eres tan feo, que tendrías celos hasta de un sapo –le replicó ellaalegrementehablandoenalemán–.¿Podréirmañanacontigoalaofensiva?

—No.Además, no hay ninguna ofensiva. –Todo elmundo lo sabe –dijoella–. No seas tan misterioso. Dolores va; yo iré con ella o con Carmen.Montonesdegentespiensanir.

—Veconquienquieracargarcontigo–repusoKarkov–.Noseréyo.

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Luego,mirándola,ledijomuyenserio:

—¿Quiéntehahabladodeeso?Dímelocontodafranqueza.

—Richard–dijoella, tanseriacomoél.Karkovseencogiódehombrosysealejóbruscamente.–Karkov–le llamóunhombredemedianaestatura,decarapesadaygrisácea,grandesojoshinchados,belfoprominenteconvozdedispéptico–: ¿Conoces la noticia? –Karkov se acercó a él y el hombreprosiguió–: Acabo de enterarme. No hace siquiera diez minutos. Esmaravilloso.Losfascistashanestadopeleándoseentreellostodoeldía,cercadeSegovia.Hantenidoquereprimirlasrevueltasconametralladorasyfusilesautomáticos.Estatardehanbombardeadoasuspropiastropasconaviones.

—¡Ah!,¿sí?–exclamóKarkov.

—Asíes–dijoelhombredelosojoshinchados–.LapropiaDoloresmeloha dicho. Vino a contarlo en un estado de exaltación como nunca la habíavisto.Laveracidaddelanoticialeiluminabalacara.Esamagníficacaraquetiene–dijo,escuchándosemientrashablaba.

—Esamagníficacara–repitióKarkovsinningunaexpresiónensuvoz.

—Sihubieraspodidooírla...–dijoelhombredelosojoshinchados–.Laspalabrassurgíandesuboca irradiandouna luzquenoesdeestemundo.Suvozteníaelacentomismodelaverdad.VoyahacerunartículoparaIzvestia.Hasidoparamíunodelosmomentoscumbresdelaguerra,cuandolaheoídohablarconesavozmagníficaenquesemezclanlapiedad,lacompasiónylasinceridad.Labondadylasinceridadirradianenellacomodeunaverdaderasantadelpueblo.PoralgolallamanlaPasionaria.

—Por algo será –dijo Karkov, con voz opaca–. Pero harías mejorescribiendo tu artículo para Izvestia ahora mismo, antes de olvidar esapreciosafrasefinal.

—Esunamujer sobre laquenosepuedebromear.Ni siquierauncínicocomotú–añadióelhombredelosojoshinchados–.Sihubierasestadoaquíyhubieraspodidooírsuvozyversurostro...

—Esamagnífica voz –dijoKarkov–. Esemagnífico rostro. Escribe todoeso.Nomelocuentes.Noderrochespárrafosenterosconmigo.Veteaescribirtodoesoinmediatamente.

—Noenestemomento.

—Creoqueseríamejor–dijoKarkov.Sequedómirándoleyluegoapartólamiradadeél.Elhombreestuvoallíunosinstantes,conelvasodevodkaenlamanoylosojosentornados,perdidosenlaadmiracióndeloquehabíaoído.Yluegosemarchódelahabitaciónparairaescribir.

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Karkovseacercóaotrohombredeunoscuarentayochoaños,pequeño,grueso, de rostro jovial, con ojos azules, cabellos rubios, que empezaban ahacerse ralos, y boca sonriente, sombreada por un breve bigote duro yamarillento.Erageneraldedivisiónyhúngaro.

—¿EstabasaquícuandovinoDolores?–preguntóKarkovalhombre.

—Sí.

—¿Dequésetrata?

—Dealgosobreque los fascistas sepeleanentreellos.Muyhermoso, sifueraverdad.

—Sehablademasiadodelodemañana.

—Esunescándalo.Todoslosperiodistasdebieranserfusilados,asícomolamayoría de la gente que está en esta habitación. Y, sin duda alguna, eseincreíble intrigante alemán de Richard. El que ha dado a ese Függler dedomingo elmando de una brigada, debería ser fusilado. Puede que tú y yodebiéramosserfusiladostambién.

—Esmuyposible–dijoelgeneral,riendo–;peronovayasasugerirlo.

—Esunacosadelaquenomegustahablar–dijoKarkov–.Eseamericanoquevieneporaquíalgunasvecesestáallí.Leconoces:Jordan,elquetrabajacon los grupos de guerrilleros. Se encuentra allí donde se supone que hanocurridoesascosasdequetantosehabla.

—Entoncesdebiéramosteneruninformeestanoche–dijoelgeneral–.Nomequierenmuchoporallí;sino,iríayoabuscarinformes.EseJordantrabajóconGolz.¿Noesasí?TúverásaGolzmañana.–Mañana,aprimerahora.

—Mantente alejado de él, si la cosa no va bien –dijo el general–. Osdetestaavosotros,losperiodistas,tantocomoyo.Perotienemejorcarácter.

—Sinembargo,acercadelodelosfascistas...

—Probablemente los fascistas estaban haciendo maniobras –dijo elgeneral, sonriendo–. Bueno, ahora se verá si Golz es capaz de hacerlosmaniobrar.QueGolzpruebeahacerlo.Nosotros loshemoshechomaniobrarbienenGuadalajara.

—Mehe enterado de que tú vas a hacer también un viaje –dijoKarkov,dejando al descubierto sumala dentadura al sonreír. El general se irritó enseguida.

—¿Yo también?Ahoraesdemídequien sehabla.Yde todosnosotros.¡Quépuercochismorreode comadres!Unhombreque supiera tener labocacerradaenestepaíspodríasalvarleacondicióndequecreyeraenél.

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—TuamigoPrietosabetenerlabocacerrada.

—Pero no cree que pueda ganarse la guerra. ¿Y cómo puede ganarse laguerra,sinosecreeenelpueblo?

—Buscatúlarespuesta–dijoKarkov–.Yomevoyalacama.

Saliódelahabitaciónllenadehumoydevocesysefuealdormitorio;sesentóen lacamaysequitó lasbotas.Comoaúnoía lasvoces,cerróbien lapuertayabrió laventana.Nose tomóel trabajodedesnudarse,porque teníaquesaliralasdosdelamadrugadaparaColmenar,CercedillayNavacerrada,hastaellugardelfrenteenqueGolzibaaatacar.

CAPÍTULOTREINTAYTRES

EranlasdosdelamadrugadacuandoPilar ledespertó.Alsentir lamanoenelhombrocreyóalprontoqueeraMaríayvolviéndosehaciaella,ledijo:«Conejito». Pero la enorme mano de Pilar le sacudió hasta despertarle porcompleto. Echó mano a la pistola, que tenía pegada a su pierna derecha,desnuda,yenpocossegundosestuvoéltandispuestocomosupropiapistolaalaquehabíadescorridoelseguro.

ReconocióaPilarenlaoscuridady,mirandolaesferadesureloj,enlaquelasdosagujasformabanunánguloagudo,vioquenoeranmásquelasdos,ydijo:

—¿Quéesloquetepasa,mujer?

—Pablosehamarchado.

Robert Jordan se puso los pantalones y se calzó. María no llegó adespertarse.

—¿Cuándo?–preguntó.

—Debedehacerunahora.

—¿Yquémás?

—Sehallevadoalgunascosastuyas–dijolamujerconairedesolado.

—¿Elqué?

—Nolosé.Venaverlo.

Anduvieron en la oscuridad hasta la entrada de la cueva y se agacharonpara pasar por debajo de la manta. Robert Jordan siguió a Pilar hasta elinterior, en donde semezclaban los olores de la ceniza, del aire cargado de

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humo y del sudor de los que allí dormían, alumbrándose con la linternaeléctrica,paranotropezarconninguno.Anselmosedespertóydijo:

—¿Eslahora?

—No–susurróRobertJordan–.Duerme,viejo.

LasdosmochilasestabanalacabeceradelacamadePilar,separadasdelrestodelacuevaporunamantaquehacíadecortina.Dellechoseexpandíaunolor rancio y dulzón como el de los lechos de los indios. Robert Jordan searrodillóyenfocóconlalinternalasdosmochilas.Cadaunadeellasteníauntajodearribaabajo.Conlalámparaenlamanoizquierda,RobertJordanpalpóconladerechalaprimeramochila.Eralamochilaendondeguardabaelsacodedormirylógicamenteteníaquehallarsevacía;peroestabademasiadovacía.Había dentro aún algunos hilos, pero la caja de madera cuadrada habíadesaparecido. Igualmente la caja de habanos, con los detonadorescuidadosamenteempaquetados.Ylacajadehierrodetapaatornilladaconloscartuchosylasmechas.

Robert Jordanmetió lamanoen laotramochila.Estaba todavía llenadeexplosivos.Quizáfaltaraalgúnpaquete.

SeirguióysequedómirandoaPilar.Unhombrealquesedespiertaantesdetiempopuedeexperimentarunasensacióndevacíocercanaalsentimientodedesastre,yJordanexperimentabaesasensación,multiplicadapormil.

—Aesollamastúguardarmiequipo–dijo.

—Hedormido con la cabeza encimay tocándolo conunbrazo–aseguróPilar.

—Hasdormidobien.

—Oye–dijoPilar–,sehalevantadoamedianocheyyolehepreguntado:«¿Adónde vas, Pablo?» «A orinar, mujer», me dijo, y volví a dormirme.Cuando me desperté no sabía cuánto tiempo había pasado; pero, como noestaba, pensé que se había ido a echar un vistazo a los caballos, como decostumbre. Luego –prosiguió ella desconsolada– como no volvía empecé ainquietarme y toqué las mochilas para estar segura de que todo estaba enorden,yviquehabíansidorajadas,ymefuiabuscarte.

—Vamos–dijoRobertJordan.

Salieronyeraaúnnochetancerradaquenoseadvertíalaproximidaddelamañana.

—¿Hapodidoescaparseconloscaballosporotrosendero?

—Haydossenderosmás.

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—¿Quiénestáarriba?

—Eladio.

RobertJordannodijonadahastaelmomentoenquellegaronalapradera,endondeguardabanloscaballos.Habíatresmordisqueandolahierba.Elbayograndeyeltordillonoestaban.

—¿Cuántotiempohacequesalió,segúntú?

—Debedehacerunahora.

—Entoncesnohaynadaquehacer–dijoRobert Jordan–.Voyacoger loquequedademismochilasymevoyaacostar.

—Yotelasguardaré.

—¡Quéva!¿Quevasaguardármelastú?Yamelashasguardadounavez.

—Inglés–dijo lamujer–, siento todoesto lomismoque tú.Nohaynadaquenohicieraparadevolverte tuscosas.No tienesnecesidadde insultarme.HemossidoengañadoslosdosporPablo.

Mientras decía esto, Robert Jordan se dio cuenta de que no podíapermitirseellujodemostrarlamenoracritud,dequedeningúnmodopodíareñirconaquellamujer.Teníaquetrabajarconella,eneldíaquecomenzabaydelqueyahabíanpasadomásdedoshoras.

Pusounamanosobresuhombro:

—No tiene importancia, Pilar. Lo que falta no es muy importante.Improvisaremosalgoquehagaelmismoservicio.

—Pero¿quéesloquesehallevado?

—Nada,Pilar;lujosquesepermiteunodevezencuando.

—¿Eraunapartedelmecanismoparalaexplosión?

—Sí,perohayotrasformasdeproducirla.Dime,¿noteníaPablomechayfulminante?Contodaseguridad,lehabríanequipadoconello.

—Yseloshallevadotambién–dijoella,acongojada–.Fuienseguidaaversiestaban,peroseloshallevadotambién.

Volvieronporentrelosárboleshastalaentradadelacueva.

—Veteadormir–dijoél–.EstaremosmejorsinPablo.

—VoyaveraEladio.

—Novalelapena;sehadebidodeirporotrocamino.

—Iré,detodosmodos.Tehefalladopormifaltadeinteligencia.

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—No–dijo él–.Vete a dormir,mujer.Hay que ponerse enmarcha a lascuatro.

Entróenlacuevaconellayvolvióasalir,llevandoentrelosbrazoslasdosmochilas, con mucho cuidado, de manera que no se cayera nada por lashendiduras.

—Déjamequetelascosa.

—Antes de salir –dijo él suavemente–. No me las llevo por molestarte,sinopordormirtranquilo.

—Necesitarétenerlasmuytemprano,paracoserlas.

—Lastendrásmuytemprano–dijo–.VeteadormirPilar.

—No–dijoella–.Hefaltadoamideber,tehefaltadoatiyhefaltadoalaRepública.

—Veteadormir,Pilar–ledijoél,condulzura–.Veteadormir.

CAPÍTULOTREINTAYCUATRO

Losfascistasocupaban lascrestasde lasmontañas.Luegohabíaunvalleque no ocupaba nadie, a excepción de un puesto fascista instalado en unagranja,delaquehabíanfortificadoalgunasdesusdependenciasyelgranero.Andrés, que iba a ver a Golz con el pliego que le había confiado RobertJordan,dioungranrodeoenlaoscuridadalrededordeesepuesto.Sabíaquehabía una alambrada tendida para que quien tropezase con ella, delatara supresenciadisparandoelfusilconectadoalextremodelalambre,ylabuscóenlaoscuridad,pasóconcuidadoporencimayemprendióelcaminoporlariberadeunarroyobordeadodeálamos,cuyashojassemovíanconelvientodelanoche.Ungallocantóenlagranjaenqueestabainstaladoelpuestofascista,ysindejarlaorilladelarroyo,Andrésvolviólosojosyvioporentrelosárbolesuna luzque se filtrabaporelquiciodeunade lasventanasde lagranja.Lanoche era tranquila y clara, y, apartándose del arroyo, Andrés comenzó aatravesarelprado.

Había cuatro parvas de heno en aquella pradera. Estaban allí desde loscombatesdelmesdejuniodelañoanterior.Nadiehabíarecogidoelhenoylascuatroestacionesquehabíanpasadohabíanaplastadolasparvasyestropeadoelheno.

Andréspensóenlapérdidaquetodoellorepresentabamientraspasabaporencima de un alambre, tendido entre dos parvas. Pero los republicanos

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hubieran tenidoque subir el henopor la pendiente abruptadelGuadarrama,queselevantabadetrásdelapradera,ylosfascistasnolonecesitaban.

«Losfascistastienentodoelhenoyelgranoquequieren.Tienenmuchascosas–pensó–.Peromañanavamosadarlesunabuenapaliza.Mañana,porlamañana, vamos a hacerles pagar lo del Sordo. ¡Qué bárbaros! Peromañanahabráunabuenapolvaredaenlacarretera.»

Teníaprisaporconcluirsumisiónyestardevueltaparaelataquede lospuestosalamañanasiguiente.¿Eraverdadquequeríaestardevueltaparaelataque,otratabadehacérselocreer?Noseleocultabalasensacióndealivioque había experimentado cuando el inglés le dijo que fuera a llevar esemensaje.Ciertamente,sehabíaenfrentadoconcalmaconlaperspectivadelamañana siguiente. Eso era lo que había que hacer. Había votado por lo delpuente, y tenían que hacerlo. Pero la liquidación del Sordo le habíaimpresionadoprofundamente.Aunque,despuésdetodo,habíasidoelSordo;nohabíansidoellos.Ellosharíanloqueteníanquehacer.

No obstante, cuando el inglés le habló delmensaje que tenía que llevar,sintiólomismoquesentíacuando,demuchacho,aldespertarseporlamañanaeldíadelafiestadesupueblo,oíacaerlalluviacontantafuerza,quesedabacuentadequelaplazaestaríainundadaylacapeanosecelebraría.

Le gustaban las capeas cuando eramuchacho y se divertía sinmás queimaginarelmomentoenqueestaríaenlaplazabañadadesolydepolvo,conlas carretas alineadas alrededor para cortar las salidas y convertirla enredondel, viendo al toro entrar precipitándose de costado fuera del cajón yfrenarluegoconlascuatropatassuimpulsocuandoquitaranlareja.Pensabadeantemanocondeleite, y tambiénconunmiedoque lehacía sudar, desdequeoíaenlaplazaelgolpedeloscuernosdeltorocontralamaderadelcajónen que había llegado encerrado, en el momento en que le vería salir,resbalandoy luego frenando enmedio de la plaza, con la cabeza levantada,dilatadas las aletas de la nariz, las orejas erguidas, cubierto de polvo y desalpicones secos de barro el pelaje negro, abiertos los ojos, unos ojos muyseparadosentresíquenoparpadeabannuncayquemirabandefrentebajolosanchos y pulidos cuernos, unos cuernos tan pulidos como los restos de unnaufragio, pulidos a su vez por la arena, y con las puntas curvadas de talforma,quesusolavistahacíapalpitarelcorazón.

Estabapensandotodoelañoenelmomentoenqueeltoroaparecíaenlaplazay en elmomento enque todos le seguirían con lamirada,mientras eltoro elegía al que iba a embestir repentinamente, bajo el testuz, el cuernoafilado, con un trotecillo corto que hacía que se pararan los latidos delcorazón. Todo el año pensaba en esemomento cuando eramuchacho; perocuandoelingléslediolaordendellevarelmensaje,habíasentidolomismo

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quealdespertarseal ruidode la lluviacayendosobre los tejadosdepizarra,sobrelasparedesdepiedraosobreloscharcosdelascalles.

Habíasidosiempremuyvalientedelantedeltoroenesascapeasdepueblo;tanvalientecomoelquemás,asíensupueblocomoencualquieraotrodelospueblosvecinosynohubierafaltadounsoloañoalacapeadesupuebloportodoelorodelmundo,aunquenoibaalasdelosotrospueblos.Eracapazdeaguantar inmóvil a que el toro embistiese, sin esquivarle, hasta el últimomomento.Avecesagitabaunsacobajosuhocico,paraapartarleporejemplode un hombre que yacía en el suelo, y, con frecuencia, en circunstanciasparecidas, le había cogido, tirándole de los cuernos, obligándole a volver lacabeza y abofeteándole, hasta que abandonaba a su víctima y se disponía aacometerporotraparte.

Hubounavezenqueseagarróalrabodeltoro,retorciéndoloytirandodeélcontodassusfuerzas,paraapartarledelhombrequeestabaenelsuelo.Otravezhabíaagarradoconunamanoel rabodel toro, retorciéndolohastapoderasirse con la otra a un cuerno, y cuando el toro levantó la cabezadisponiéndose a embestirle, había retrocedido, girando con el toro, el raboagarradoconunamanoyelcuernoconlaotra,hastaquelamultitudsehabíaechadosobreelanimalylehabíaacuchillado.Enmediodelapolvaredaydelcalor,entreelgriterío,elhedordelossudoresdeloshombresylasbestiasyelolor a vino, Andrés era de los primeros que se arrojaron sobre el animal ysabía lo que es sentir debajo de símismo al bicho, que se tambalea y cae.Echado sobre el lomo del animal, agarrado a un cuerno, con los dedoscrispadosalrededordelotro,seguíahaciendofuerza,mientrastodosucuerpoerasacudidoyretorcidohastaqueleparecíaqueelbrazoizquierdoibaaserlearrancado de cuajo; y él, echado sobre el enorme montículo, caliente,polvorientoycuajadodepelo,conlaorejadeltorosujetaentrelosdientesenapretadomordisco,hundíaelcuchillounayotravezenaquelcogotehinchadoycurvoqueleensangrentabalospuños,yluegocargandosobrelacruzelpesodesucuerpo,lohundíaylovolvíaahundir.

Laprimeravezquehabíasujetadolaorejadeltoroentrelosdientes,conelcuelloylasmandíbulascrispados,paraaguantarlassacudidas,deformaqueleera posible aguantarlas por grandes que fuesen, todo el mundo se habíaburladodeél.Pero,apesardeburlarse,lerespetabanenormemente,yañotrasaño había tenido que repetir la hazaña. Le llamaban el Perro de Presa deVillaconejos,ybromeabandiciendoquesecomíaalostoroscrudos.Perotodoelpueblosepreparabaparaverlerepetirellance,demaneraqueélsabíaquetodos los años saldría el toroy empezarían las embestidas y los revolcones,quetodosseprecipitaríanparamatarleyqueéltendríaqueabrirsepasoentrelosotrosydar un saltopara asegurar supresa.Luego, cuando todohubieseacabado y el toro se hubiese quedado inmóvil, muerto, bajo el peso de los

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atacantes, Andrés se levantaría para alejarse, avergonzado de aquello de laoreja, pero feliz al propio tiempo como el que más; y se iría por entre lascarretas a lavarse las manos a la fuente de piedra, y los hombres le daríangolpecitosenlaespaldaylealargaríanlasbotasdevino,diciendo:

—BienporelPerrodePresa.¡Vivatumadre!

Obiendirían:

—Esoestenercojones.Añotrasaño.

Andréssesentiríaconfuso,comovacío,orgullosoyfelizalmismotiempo,losrechazaríaatodos,selavaríalasmanosyelbrazoderecho,lavaríaafondosucuchillo,ycogeríaunadelasbotasysequitaríaparaunañoelgustodelaoreja,afuerzadebeberyescupirelvinosobrelosadoquinesdelaplaza,antesde levantar por fin la botamuy alta para hacer que el vino corriese por sugarganta.

Asíeracomosucedíanlascosas.EraelPerrodePresadeVillaconejos,ypornadadelmundohubierafaltadoalacapeaanualdesupueblo.Perosabíatambién que no había sensación más dulce que la que le proporcionaba elruidodelalluviaylacertidumbredequenotendríaquedarelespectáculo.

«Noobstante,seráprecisoqueestédevuelta–sedijo–.

Nohaydudadequetendréqueestardevueltaparaelataquealospuestosy el puente. Mi hermano Eladio estará también, y Eladio es de mi mismasangre. Anselmo, Primitivo, Fernando, Agustín y Rafael, estarán también,aunque éste sea un informal, las dos mujeres, Pablo y el inglés, aunque elinglésnocuenta,porqueesunextranjeroycumpleórdenes,todosestarán.Esimposiblequeescapeyo,porculpadeunmensajequeporcasualidad tengoque llevar. Ahora es preciso que yo entregue este papel lo antes posible aquientengoqueentregárseloyluegoquemedéprisaparavolveratiempodelataquealospuestosporqueseríamuyfeo,pormiparte,noparticiparenestaacciónacausadeestemensajefortuito.Esoestámuyclaro.Y,porlodemás–comoquienseacuerdaderepentedequetambiéntienesuladoagradableunhechodelquesólo sehavistoel aspectopenoso–,por lodemás,mesentirécontentomatando fascistas.Hacemucho tiempoquenohemos acabado conninguno.Mañanapuedeserundíadeacciónmuyimportante.Mañanapuedeserundíadehechosdecisivos.Mañanapuedeserundíaquevalga lapena.Quelleguemañanayqueyopuedaestarallí.»

Eneseinstante,mientrastrepaba,metidoenlamalezahastalasrodillas,lapendienteescarpadaquellevabaalaslíneasrepublicanas,unaperdizlevantóelvuelodeentresuspiesconunaleteotemerosoenmediodelaoscuridad,yAndrés sintió un susto tan grande que se le cortó el aliento. «Ha sido lasorpresa.¿Cómopuedenmover lasalas tandeprisaestosanimalitos?Debía

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deestarempollandoenestosmomentos.Probablementehepasadocercadelnido.Sinoestuviéramosenestaguerra,ataríaunpañueloaunárbolcercanoyvolvería con luz del día para buscar el nido y podría llevarme los huevos ydárselos a empollar a una gallina, y cuando nacieran los pollitos podríamostenerperdigonesenelgallinero,yyolosveríacrecer,ycuandofuerangrandesme servirían como reclamo. No los cegaría, porque estarían domesticados.Peropuedequeseescaparan;probablementeseescaparían.Asíesquetendríaque arrancarles los ojos de todas maneras. Pero no me gustaría hacer esodespuésdehaberloscriadoyomismo;podríarecortarleslasalasoatarlosdeunapatacuandolosutilizaseparareclamo.Sinoestuviéramosenguerra,iríacon Eladio a pescar cangrejos a ese arroyo que hay por detrás del puestofascista.Hemospescadocuatrodocenasundía,enesearroyo.SivamosalaSierradeGredosdespuésdelodelpuente,allíhaybuenosarroyosdetruchasytambiéndecangrejos.ConfíoenqueiremosaGredos.PodríamospasarloenGredosdeprimera,enelveranoyenelotoño;aunqueharíauncondenadofríoeninvierno.Peropuedequeparaelinviernohayamosganadoestaguerra.

»Si nuestro padre no hubiera sido republicano, Eladio y yo seríamossoldadosdelosfascistasenestemomento;ysifuéramossoldadosconellosnosería la cosa tan complicada. Obedeceríamos las órdenes, viviríamos ymoriríamos,y,enfindecuentas,ocurriríaloquetuvieraqueocurrir.Esmásfácilvivirbajounrégimenquecombatirlo.Estaluchaclandestinaesunacosaen la que hay muchas responsabilidades. Muchos trabajos, si uno quieretomárselos.Eladiotienemáscabezaqueyo.Tambiénsepreocupamásqueyo.Yocreoverdaderamenteen lacausa,peronomepreocupo.Sinembargo, esuna vida en la que hay muchas responsabilidades. Me parece que hemosnacidoenunaépocamuydifícil.Meparecequecualquieraotraépocadebióde ser más fácil. Uno no sufre mucho porque está habituado a aguantar elsufrimiento.Losquesufrennopuedenacomodarseaesteclima.Peroesunaépoca de decisiones difíciles.Los fascistas han atacado y se han decidido ahacerse con nosotros. Luchamos para vivir. Pero quisiera poder atar unpañuelo a ese arbusto, allí detrás, y volver un día a coger los huevos, ahacerlos empollar por una gallina y ver a los perdigones en mi corral.Megustaríahaceresascosassencillasycorrientes.

»Pero¡sinotienescasanicorral!Yporloquehacealafamilia,sólotienesunhermanoquevamañanaalcombate,ynoposeesnadamásqueelviento,elsolyunas tripasvacíasenestemomento.Elviento,apenascorre.Ynohaysol.Tienescuatrobombasdemanoentubolsillo;peronosirvenmásqueparatirarlas. Tienes una carabina a la espalda, pero no es buena más que paradisparar balas. Llevas un papel que tienes que entregar.Y tienes una buenacantidad de estiércol que podrías dar a la tierra, en este momento –pensó,sonriendo, en medio de la noche–. Podrías también mojarla orinándoteencima.Todo lo que tienes son cosas que dar.Bueno, eres un fenómenode

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filosofíayunhombremuydesgraciado»,sedijo,sonriendodenuevo.Pero,apesardetodosestosnoblespensamientos,hacíapocoquehabíatenidoaquellasensacióndealivioquesiempreacompañabaalruidodelalluviaenlaaldealamañanade lafiesta.Másallá,en lacimadelacresta,estabanlasposicionesgubernamentales,endondesabíaqueibaaserinterpelado.

CAPÍTULOTREINTAYCINCO

RobertJordanestabanuevamenteensusacodedormiral ladodeMaría,quenosehabíadespertadoentodoeltiempo.Sevolviódelotroladoysintióel cuerpo esbelto de la muchacha contra su espalda, y este contacto se leantojó una ironía en aquellosmomentos. «Tú, tú –se decía furioso contra símismo–.Sí,tú.Tútehabíasdicholaprimeravezquelevistequecuandosemostraraamistosoestaríaapiquede traicionarte.Tú, tú, especiede imbécil.Tú, condenado cretino. Pero, basta, tienes otras cosas que hacer. ¿Quéprobabilidades caben de que haya escondido o arrojado esas cosas en algúnsitio?Ninguna.Además,nopodrásencontrarnadaen laoscuridad.Debedehabérselasllevadoconsigo.Tambiénsellevódinamita.¡Oh,elpuercocanalla,el cerdo traicionero! El inmundo cochino. ¿No se pudo dar por satisfechollevándose los detonadores y los fulminantes? Pero ¿cómo he sido yo tancretinocomoparadejárselosaesacondenadamujer?Elmalignoe inmundopuerco.Elcochinocabrón.Basta,cálmate.»

Habíaqueaceptarlosriesgosyeralomejorquepodíahacerse.«Peroestáscagado–sedijo–.Cagadohastabienarriba.Conservatuj...sangrefría,acabacon tu cólera y deja de gemir como una damisela contra el Muro de lasLamentaciones. Se ha marchado. Rediós, se ha marchado. Al diablo esepuerco.Puedesabrirtepasoentrelamierda,siquieres.Tienesquearreglártelascomopuedas.Tienesquevolaresepuente,asítengasqueponerteallídelantey...Bueno,bastayadeeseestilo.¿Porquénoconsultasatuabuelito?Mierdaparamiabuelito.Ymierdaparaestepaísdetraidores,ymierdaparatodoslosespañolesdecualquierbando,yquesevayan todosaldiablo.Quesevayantodos a la mierda, Largo, Prieto, Asensio,Miaja, Rojo; todos.Me cago enellosyquesevayantodosaldiablo.Mecagoenestej...paísdetraidores.Mecago en su egoísmo, en su egoísmo, en su egoísmo, en su vanidad, en sutraición.Mierda,yaldiablocon todosellos.Mecagoenellosaunque tengaquemorir por ellos.Me cagaré en ellos aunque hayamuerto por ellos.Mecagoenellosyaldiabloconellos.Dios,mierdaparaPablo.Pabloescomotodos. Dios tenga piedad de los españoles. Cualquiera de sus dirigentes lostraiciona. El único hombre decente en dos mil años fue Pablo Iglesias. Y¿quién sabe cómo se hubiese comportado en esta guerra? Me acuerdo del

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tiempo en que yo creía que Largo era un tipo decente. Durruti era un tipodecente,perosusgenteslemataronenelPuentedelosFranceses.Lemataronporquequería obligarlos a atacar.Lemataron en la gloriosadisciplinade laindisciplina.Loscochinoscobardes.Mierdaparatodosellos.YesePablo,quesellevómisfulminantesylacajadelosdetonadores.Mierdaparaélhastaelcuello.Perono.Esélquiensehacagadoennosotros.Siemprehapasado lomismo, desde Cortés y Menéndez de Avilés hasta Miaja. Fíjate en lo queMiaja hizo conKleber.Ese cerdo calvo y egoísta.Ese estúpido bastardo decabezadehuevo.Mecagoen todos loscochinos, locos, egoístasy traidoresque han gobernado siempre a España y dirigido sus ejércitos. Me cago entodosmenosenelpueblo,ycuidadoconélcuandolleguealpoder.»

Su rabia empezaba a disminuir a medida que exageraba más y más yesparcía más ampliamente su desprecio, llegando hasta límites de injusticiaqueniélmismopodíaadmitir.Siesesoverdad,¿quéhasvenidoahaceraquí?Noesverdad,y tú lo sabes.Fíjate en todos losque sondecentes.Nopodíasoportarelserinjusto.Detestabalainjusticiatantocomolacrueldad.Ysiguiódebatiéndose en la rabia que cegaba su entendimiento, hasta que,gradualmente, la rabia fue mitigándose, hasta que la cólera, roja, negra,cegadora y asesina, fue disipándose, dejando su espíritu tan limpio,descargadoylúcidocomoeldeunhombremomentosdespuésdehabertenidorelacionessexualesconunamujeraquiennoamaenabsoluto.

«Y tú, tú, pobre conejito –dijo, inclinándose sobreMaría, que sonrió ensueñosyseapretócontraél–.Creoquesihubierashabladohaceunmomentotehabríapegado.¡Québestiaesunhombreenfurecido!»

Se tumbó junto a ella y la cogió en sus brazos; apoyó la barbilla en suespalda y trató de imaginar con precisión lo que tendría que hacer y cómotendríaquehacerlo.

En realidad, la cosa no era tan mala como había supuesto.«Verdaderamente, la cosa no es tan mala. No sé si alguien lo habrá hechoalgunavez;perosiemprehabrágentequelohagadeahoraenadelanteenunazarabandaparecida.Si lohacemosnosotrosysiellos logranenterarse.Si seenterandecómolohemoshecho.Sino,sepreguntaránúnicamentecómolohicimos.Somosdemasiadopocos, pero no sirve de nada el preocuparse porello. Volaré el puente con los que tenga. Dios, me alegro de no estar yaencolerizado.Escomocuandounosesienteincapazderespirarenmediodeuna tormenta.Y enfurecerse es unode esos condenados lujos quenopuedopermitirme.»

—Todo está arreglado, guapa –dijo en voz baja, contra la espalda deMaría–.Nohassidomolestadaporelincidente;nisiquierahassabidonadadeél.Quizánosmaten,perovolaremoselpuente.Notienesporquépreocuparte.

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Noesgrancosacomoregalodeboda.Pero¿nosedicequeunabuenanochede sueño no tiene precio? Has tenido una buena noche de sueño. Procurallevarte esto comounanillodeprometida.Duerme,guapa.Duermeagusto,amor mío. No te despertaré. Es todo lo que puedo hacer por ti en estosmomentos.

Sequedósosteniéndolaentresusbrazos,conlamayorsuavidad,oyendosurespiración regulary sintiendo los latidosde sucorazón,mientras llevaba lacuentadelpasodelashorasensurelojdepulsera.

CAPÍTULOTREINTAYSEIS

Alllegaralasposicionesdelastropasgubernamentales,Andrésgritó.Esdecir, después de echarse a tierra, por la parte que formaba una especie dezanja,diovoceshaciaelparapetodetierrayroca.Nohabíalíneacontinuadedefensa, y hubiera podido pasar fácilmente a través de las posiciones en laoscuridadydeslizarseenel territoriogubernamentalantesde tropezarseconalguien que le detuviera. Pero le pareciómás seguro ymás sencillo darse aconocer.

—Salud–gritó–.Salud,milicianos.

Oyóelruidodelcerrojodeunfusilalcorrerseyalotroladodelparapetoalguiendisparó.Seoyóunruidosecoyunfogonazoamarilloqueiluminólaoscuridad. Andrés se pegó contra el suelo al oír el ruido, con la cabezafuertementeapretadacontralatierra.

—Nodisparéis,camaradas–gritóAndrés–.Nodisparéis.Quieropasar.

—¿Cuántossois?–gritóalguiendesdeelotroladodelparapeto.

—Uno.Yosolo.

—¿Quiénerestú?

—Andrés López, de Villaconejos. De la banda de Pablo. Traigo unmensaje.

—¿Traesfusilyequipo?

—Sí.

—Nopodemosdejarquepasenadieconfusilyequipo–dijolavoz–.Niagruposdemásdetres.

—Estoysolo–gritóAndrés–.Esimportante;dejadmepasar.

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Podía oírlos hablar detrás del parapeto, pero no entendía lo que decían.Luego,lavozgritó:

—¿Cuántossois?

—Uno.Yo.Solo.PoramordeDios.

Volvíanaoírselaschácharasalotroladodelparapeto.

—Escucha,fascista.

—No soy fascista –gritó Andrés–. Soy un guerrillero de la cuadrilla dePablo.VengoatraerunmensajeparaelEstadoMayor.

—Esunchalado–oyódecir–;tíraleunabomba.

—Escuchad–dijoAndrés–;estoysolo.Estoycompletamentesolo.–Lanzóunfuerteimproperio.–Dejadmepasar.

—Hablacomouncristiano–dijoalguien,yoyórisas.

Luego,otrodijo:

—Lomejorserátirarleunabomba.

—No –gritó Andrés–; sería un error. Se trata de algo muy importante.Dejadmepasar.

Eraporesoporloquenuncalehabíangustadoaquellasexcursionesdeidayvueltaporentrelaslíneas.Unasveceslascosasibanmejorqueotras.Peronuncaeranfáciles.

—¿Estássolo?–repitiólavoz.

—Mecagoenlaleche–repitióAndrés–.¿Cuántasveceshacefaltaquetelodiga?Estoysolo.

—Entonces, si es verdad que estás solo, levántate y sostén tu fusil porencimadelacabeza.

Andrésse levantóe izócon lasdosmanossucarabinaporencimadesucabeza.

—Ahora,pasaporlaalambrada.Teestamosapuntandoconlamáquina–dijolavoz.

Andrésestabaenlaprimeralíneazigzagueantedealambreespinoso.

—Tengonecesidaddeusarlasmanosparapasarentrelosalambres–gritó.

—Hubierasidomássencillotirarleunabomba–dijounavoz.

—Déjalequebajeelfusil–dijootravoz–.Nopuedeatravesarlaalambradaconlasmanosenalto.Nadiepodría.

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—Todosestosfascistassoniguales–dijolaprimeravoz–.Pidenunacosaydetrásotra.

—Escuchad–gritóAndrés–.Nosoyfascista;soyunguerrillerodelabandadePablo.Hemosmatadonosotrosmásfascistasqueeltifus.

—¿LabandadePablo?Nolaconozco–dijoelhombrequeparecíamandarelpuesto–.NiaPedroniaPablonianingúnsantoapóstol.Niasuscuadrillas.Échate al hombro tu fusil y ponte a usar tus manos para atravesar laalambrada.

—Antesquetedescarguemosencimalamáquina–gritóotro.

—¡Quépocoamablessois!–gritóAndrés.

—¿Amables?–seextrañóalguien–.Estamosenguerra,hombre.

—Yameloparecía–dijoAndrés.

—¿Quéesloquehadicho?

Andrésoyódenuevoelruidodelcerrojo.

—Nada–gritó–.Nodecíanada.Nodisparéisantesdequehayasalidodeestapuñeteríadealambrada.

—No insultes a nuestra alambrada –gritó alguien–. O te tiramos unabomba.

—Quiero decir qué buena alambrada –gritó Andrés–. ¡Qué buenaalambrada!¡Quéhermososalambres!Buenosparaunretrete.¡Quépreciososalambres!Yallego,hermanos,yallego.

—Tíraleunabomba–dijounavoz–.Tedigoqueeslomejorquepodemoshacer.

—Hermanos–dijoAndrés.Estabaempapadodesudorysabíaqueelqueaconsejabaelusodelabombaeraperfectamentecapazdearrojarunagranadaencualquiermomento–.Yonosoynadieimportante.

—Tecreo–dijoelhombredelabomba.

—Tienes razón –dijoAndrés. Se abría paso prudentemente por entre loscablesdelaúltimaalambradayyaestabamuycercadelparapeto–.Yonosoynadieimportante.Peroelasuntoesserio.Muyserio.

—Nohaynadamásserioque la libertad–gritóelhombrede labomba–.¿Creesquehayalgomásserioquelalibertad?–preguntóseveramente.

—Puesclaroqueno,hombre–dijoAndrés,aliviado.Sabíaque teníaquehabérselas con aquellos chiflados de los pañuelos rojos y negros–. ¡Viva lalibertad!

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—¡VivalaFAI!¡VivalaCNT!–lerespondierondesdeelparapeto–.¡Vivaelanarcosindicalismoylalibertad!

—¡Vivanosotros!–gritóAndrés.

—Es uno de los nuestros –dijo el hombre de la bomba–. Y pensar quehubierapodidomatarleconesto...

Mirólagranadaqueteníaenlamanoprofundamenteconmovido,mientrasAndrés subía por el parapeto. Cogiéndole entre sus brazos, con la granadasiempre en sus manos, de forma que quedaba apoyada en el omóplato deAndrés,elhombredelabombalebesóenlasdosmejillas.

—Me alegro de que no te haya ocurrido nada, hermano –le dijo–. Mealegromucho.

—¿Dóndeestátuoficial?–preguntóAndrés.

—Soyyoquienmandaaquí–dijounhombre–.Déjamevertuspapeles.

Se los llevó a un refugio y los examinó a la luz de una vela. Había elpequeñocuadradodesedaconloscoloresdelaRepúblicay,enelcentro,elsellodelS.I.M.Habíaelsalvoconductoconsunombre,suedad,suestatura,ellugardesunacimientoysumisión,queRobertJordanlehabíaredactadoenunahojadesucuadernodenotasyselladoconelsellodegomadelS.I.M.yhabía,enfin,loscuatropliegosdobladosdelmensajeparaGolz,atadosconuncordón,selladosconunsellodecera,timbradosconelsellodemetalS.I.M.,queestabafijadoalaotraextremidaddelsellodegoma.

—Esto lo he visto ya –dijo el hombre que mandaba el puestodevolviéndoleeltrozodeseda–.Estolotenéistodos;yaloconozco.Peroestonopruebanadasinesto.–Cogióelsalvoconductoyvolvióaleerlo–.¿Dóndehasnacido?

—EnVillaconejos–dijoAndrés.

—¿Yquéesloquesecríaallí?

—Melones–contestóAndrés–.Todoelmundolosabe.

—¿Aquiénconocestúdeporallí?

—¿Porqué?¿Erestúdeporallí?

—No,peroheestadoporallí.SoydeAranjuez.

—Pregúntameloquequieras.

—HáblamedeJoséRincón.

—¿Elquetienelabodega?

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—Ese.

—Escalvo,conmuchabarrigayunanubeenunojo.

—Estábien–dijoelhombre,devolviéndoleeldocumento–.Pero¿quéesloquehacesalotrolado?

—Nuestro padre se avecinó en Villacastín antes del Movimiento –dijoAndrés–.Allí,enelllanodelaotrapartedelasmontañas.FueallíendondelesorprendióelMovimiento.YopeleoenlabandadePablo.Perotengomuchaprisaporllevaresemensaje.

—¿Cómovanlascosasenlastierrasdelosfascistas?–preguntóelhombrequemandabaelpuesto.Notenía,porsupuesto,ningunaprisa.

—Hoy ha habido mucho tomate –dijo orgullosamente Andrés–. Hoy hahabidomucha polvareda en la carretera todo el día.Hoy han aplastado a labandadelSordo.

—¿YquiéneseseSordo?–preguntóelotro,contonodespectivo.

—Eraeljefedeunadelasmejoresbandasdelasmontañas.

—TendríaisquevenirostodosalaRepúblicayentrarenelejército–dijoeloficial–.Haydemasiadastonteríasdeguerrillas.Tendríaisquevenirostodosysometerosanuestradisciplinalibertaria.Yluego,situviéramosnecesidaddeguerrillas,yaseenviaríanenlamedidaquefuerannecesarias.

Andrés estaba dotado de una paciencia casi sublime. Había sufrido concalma el paso por entre la alambrada. Nada le había asombrado delinterrogatorio;encontrabaperfectamentenormalqueaquelhombrenosupieranada de ellos, ni de lo que hacían, y estaba dispuesto a aguardar que todoaquellosucedieralentamente;peroqueríairseya.

—Escucha, compadre –dijo–, es posible que tengas razón. Pero tengoordendeentregarestemensajealgeneralquemandalaXXXVDivisión,quelanzaunataquedemadrugadaenestascolinas,ylanocheestáyaavanzada;esprecisoquemevaya.

—¿Quéataque?¿Quéesloquesabestúdeunataque?

—No. No sé nada. Pero ahora tengo que irme a Navacerrada. ¿Quieresenviarmeatucomandante,quemefacilitaráunmediodetransporte?Hazquemeacompañealguienquerespondademí,paranoperdereltiempo.

—Todo esto no me gusta nada –dijo el hombre–. Hubiera sido mejorpegarteuntirocuandoteacercastealaalambrada.

—Hasvistomispapeles,camarada,y teheexplicadomimisión–ledijopacientementeAndrés.

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—Estodelospapelessefabrica–dijoeloficial–.Cualquierfascistapodríainventarunamisióndeestegénero.Teacompañaréyomismoalcomandante.

—Bueno–dijoAndrés–.Vamos.Vayamosenseguida.

—Tú, Sánchez, tú mandas en mi lugar –dijo el oficial–. Conoces laconsigna tan bien como yo.Yome llevo a este supuesto camarada a ver alcomandante.

Sepusieronenmarchaa lo largode la trincheramenosprofunda,abiertatraslacrestadelacolina,yAndréssentíaquelellegabaenlaoscuridadelolordelosexcrementosdepositadosporlosdefensoresdelacolinaentornoaloshelechosdelacuesta.Nolegustabanaquelloshombres,queerancomoniñospeligrosos, sucios, groseros, indisciplinados, buenos, cariñosos, tontos eignorantes, aunque peligrosos siempre, porque estaban armados.El,Andrés,no tenía opiniones políticas salvo que estaba con la República. Había oídohablar a veces a aquellas gentes y encontraba que lo que decían era confrecuencia muy bonito, pero no los quería. «La libertad no consiste en noenterrarlosexcrementosquesehacen–pensó–.Nohayanimalmáslibrequeelgato;peroentierrasusexcrementos.Elgatoeselmejoranarquista.Mientrasnoaprendanacomportarsecomoelgato,nopodréestimarlos.»

Eloficial,quemarchabadelantedeél,sedetuvobruscamente.

—Siguesllevandotucarabina–dijo.

—Sí–contestóAndrés.

—¿Porqué?Dámela–dijoeloficial–.Podríasdescerrajarmeuntiroporlaespalda.

—¿Porqué?–lepreguntóAndrés–.¿Porquéibaadispararteuntiroporlaespalda?

—Nuncasesabe–dijoeloficial–.Notengoconfianzaennadie.Damelacarabina.

Andrésseladescolgóyselaentregó.–Sitienesganasdecargarconella...–dijo.–Esmejorasí–dijoeloficial–.Asíestamosmástranquilos.

Ydescendieronporlacolinaenlaoscuridad.

CAPÍTULOTREINTAYSIETE

Así es queRobert Jordan estaba acostado junto a lamuchacha ymirabapasar el tiempo en su reloj de pulsera. El tiempo pasaba lentamente, casi

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imperceptiblemente.Elrelojeramuypequeñoynopodíaverbienlaagujaquemarcaba losminutos.Noobstante, a fuerza de observarla y de concentrarseacabóporadivinarla,porseguirlacasi,afuerzadeatención.Lacabezadelamuchachaestabadebajodesubarbillayalmoverlaparamirarelrelojsentíaelrocesuavedelacabellerarapada,tanviva,sedosaydeslizantecomoelpelajedeunamartacuando,despuésdebienabiertalatrampa,sesacaalanimalitoyselegolpeadelicadamenteparalevantarlelapiel.

SelehacíaunnudoenlagargantacuandorozabaelcabellodeMaríayalabrazarla experimentaba una sensación de dolor, de vacío, que desde lagarganta le recorría todoelcuerpo.Con lacabezabajay losojos fijosen laesferadelreloj,endondelapuntadelanzadelaagujafosforescentesemovíalentamentehacia la izquierda,apretóaMaríacontrasícomopararetardarelpaso del tiempo. No quería despertarla, pero no quería dejarla tranquilamientraselfindelanocheseacercaba.Posósuslabiosdetrásdelaorejayfuecorriéndolosalolargodelcuello,sintiendocondelicialapiellisayeldulcecontacto de los pequeños cabellos que crecían en la nuca. Veía la agujadeslizarseporlaesferayapretabaaMaríaconmásfuerza,pasándolelapuntade la lengua por la mejilla y luego por el lóbulo de la oreja, siguiendo lasgraciosascircunvolucioneshastallegaralfirmeextremosuperior.Letemblabalalenguayeltemblorseadueñabadelvacíodolorosodesuinterior,mientrasveía laagujaqueseñalaba losminutos formandounángulomásagudocadavez hacia el punto en donde señalaría una nueva hora. Como ella seguíadurmiendo, levolvió lacabezayapoyó los labios sobre los suyos.Losdejóallí,rozandoapenassuboca,hinchadaporelsueño,yluegolospaseóporlabocadelamuchachaenunrocesuaveyacariciador.Sevolvióhaciaellaylasintióestremecersetodololargodesucuerpo,ligeroyesbelto.Ellasuspiróensueños y, dormida aún, se aferró a él, hasta que la tomó en sus brazos.Entonces se despertó, juntó sus labios con los de él, oprimiéndolos fuerte yfirmementeyéldijo:

—Peroeldolor...

—Nohaydolorahora–dijoella.

—Conejito.

—Nohables.Nohables.

Estaban tan juntos, que mientras se movía la aguja que marcaba losminutos,agujaqueélnoveíaya,sabíanquenadapodríapasarleaunosinquelepasara tambiénalotro;quenopodríapasarlesnada sinoeso;queesoeratodo y siempre, el pasado, el presente y ese futuro desconocido. Lo que noibanatenernunca,lotenían.Loteníanahorayantesyahora,ahorayahora.Oahora, ahora, ahora; este ahora único, este ahora por encima de todo; esteahoracomonohubootro,sinosóloesteahorayahoraestuprofeta.Ahoray

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porsiemprejamás.Venahora,ahora,porquenohayotroahoramásqueahora.Sí, ahora.Ahora, por favor, ahora; el único ahora.Nadamás que ahora. ¿Ydóndeestás tú?¿Ydóndeestoyyo?¿Ydóndeestáelotro?Yyanohayporqué;yanohabránuncaporqué;sólohayesteahora.Nihabránuncaporqué,sólo este presente, y de ahora en adelante sólo habrá ahora, siempre ahora,desde ahora sólo un ahora; desde ahora sólo hay uno, no hay otromás queuno;unoqueasciende,parte, navega, se aleja,gira;unoyunoesuno;uno,uno,uno.Todavíauno,todavíauno,unoquedesciende,unosuavemente,unoansiadamente,unogentilmente,unofelizmente;unoen labondad,unoen laternura,unosobre la tierra, con loscodospegadosa las ramasde lospinos,cortadasparahacerellecho,conelperfumedelasramasdelpinoenlanoche,sobrelatierra,definitivamenteahoraconlamañanadeldíasiguientequevaavenir. Luego dijo porque lo otro lo había dicho sólo in mente y no habíahablado:

—¡Oh,María,tequierotanto!Graciasporesto.

Maríadijo:

—Nohables.Esmejornohablar.

—Tengoquedecírtelo,porqueesunacosamaravillosa.

—No.

—Conejito....

Ella le apretó fuertemente, desvió la cabeza y entonces él preguntó condulzura:

—¿Teduele,corderito?

—No–dijoella–.Esqueteestoyagradecidaporquehevueltoaestarenlagloria.

Sequedaronquietos,elunojuntoalotro,tocándosedesdeelhombrohastalaplantadelospies,tobillos,muslos,caderayhombros.RobertJordancolocóelrelojdemaneraquepudieseverlonuevamente,yMaríadijo:

—Hemostenidomuchasuerte.

—Sí–dijoél–;somosgentesdemuchasuerte.

—¿Noeshoradedormir?

—No–dijoél–.Vaaempezartodoenseguida.

—Entoncestenemosquelevantarnosycomeralgo.

—Muybien.

—¿Noestáspreocupadoporalgo?

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—No.

—¿Deveras?

—No,ahora,no.

—Pero¿estuvistepreocupadoantes?

—Uninstante.

—¿Nopodríaayudarte?

—No–contestó–;yamehasayudadobastante.

—¿Poreso?Esofuesóloparamí.

—Fueparalosdos–dijoél–.Nadieestánuncaasolaseneseterreno.Ven,conejito,vamosavestirnos.

Perosumente,queerasumejorcompañía,estabapensandoenlagloria.

Ella había dicho la gloria. «Eso no tiene nada que ver con la gloria eninglésniconlagloire,dequelosfranceseshablanyescriben.Esalgoqueseencuentra sólo en el cante jondoy en las saetas.Está en elGrecoy enSanJuande laCruz,y,desde luego,enotros.Yonosoymístico;peronegaresosería ser tan ignorante como negar el teléfono o elmovimiento de la tierraalrededor del sol, o la existencia de otros planetas. ¡Qué pocas cosasconocemosdeloquehayqueconocer!Megustaríavivirmucho,enlugardemorirhoy,porqueheaprendidomuchoenestoscuatrodíassobrelavida.Creoqueheaprendidomásquedurantetodamivida.Megustaríaserviejoysaberlascosasafondo.Mepreguntosisesigueaprendiendoobiensinohaymásque cierta cantidad de cosas que cada hombre puede comprender. Yo creíasaber muchas cosas y, de verdad, no sabía nada. Me gustaría tener mástiempo.»

—Mehasenseñadomucho,guapa–dijoeninglés.

—¿Quédices?

—Queheaprendidomuchodeti.

—¡Quéva!–exclamó–.Túsíquetienesinstrucción.

«Instrucción –pensó él–. Tengo los primeros rudimentos de unainstrucción. Los rudimentos más ínfimos. Si muero hoy será una pérdida,porque ahora conozco algunas cosas.Me pregunto si las has aprendido hoyporqueelpocotiempoquetequedatehahechohipersensible.Peroeltiemponoexiste.Debierasser losuficientementeinteligenteparasaberlo.Hevividolaexperienciadetodaunavidadesdequelleguéaestasmontañas.Anselmoesmiamigomásantiguo.LeconozcomejordeloqueconocíaaCharles,deloqueconocíaaChub,deloqueconocíaaGuy,deloqueconocíaaMike,ylos

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conocíamuy bien.Agustín, elmalhablado, es hermanomío, y no he tenidonuncamáshermanoqueél.Maríaesmiverdaderoamorymimujer.Ynohetenido nunca verdadero amor. Nunca he tenido mujer. Ella es también mihermana,ynohetenidonuncahermana.Ymihija,ynotendrénuncaunahija.Odioeldejarunacosatanbella.»

Acabódeatarselasalpargatas.

—Encuentrolavidamuyinteresante–dijoaMaría.

Ellaestabasentadajuntoaél,enelsacodedormir,conlasmanoscruzadassobrelostobillos.Alguienlevantólamantaquetapabalaentradadelacuevayvieronluz.Eraaúndenocheynohabíaelmenoratisbodelnuevodía,salvoque, al levantar la cabeza, Jordan vio, por entre los pinos, las estrellasmuybajas.Eldíallegabarápidamenteenesaépocadelaño.

—¡Roberto!–exclamóMaría.

—Sí,guapa.

—Eneltrabajodehoyestaremosjuntos,¿noesasí?

—Despuésdelcomienzo,sí.

—¿Yenelcomienzono?

—No.Túestarásconloscaballos.

—¿Nopodréestarcontigo?

—No. Tengo que hacer un trabajo que sólo puedo hacer yo, y estaríapreocupadoporti.

—Pero¿volverásencuantoloacabes?

—En seguida –dijo, y sonrió en la oscuridad–. Vamos, guapa, vamos acomer.

—¿Ytusacodedormir?

—Enróllalo,siquieres.

—Claroquequiero–dijoella.

—Déjamequeteayude.

—No.Déjamequelohagayosola.

Searrodillóparaextenderyenrollarelsacodedormir.Luego,cambiandode parecer, se levantó y lo sacudió.Después volvió a arrodillarse de nuevopara alisarlo y enrollarlo. Robert Jordan recogió las dos mochilas,sosteniéndolasconprecaución,paraquenosecayeranadaporlashendiduras,y se fue por entre los pinos, hasta la entrada de la cueva, donde pendía la

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mantapringosa.Eranlastresmenosdiezensurelojcuandolevantólamantaconelcodoparaentrarenlacueva.

CAPÍTULOTREINTAYOCHO

Yaestabantodosenlacueva;loshombres,depiedelantedelhogar;María,atizando el fuego. Pilar tenía el café listo en la cafetera.No había vuelto aacostarsedespuésdehaberdespertadoaRobertJordan,yestabasentadaenuntabureteenmediodelambientesaturadodehumo,cosiendoelrasgóndeunade las mochilas de Jordan. La otra mochila estaba ya repasada. El fuegoiluminabasucara.

—Comeunpocomásdecocido–ledijoaFernando–.¿Qué importaquetengaslabarrigallena?Nohabrámédicoparaoperartesitecogeeltoro.

—Nohablesasí,mujer–dijoAgustín–.Tienesuna lenguadegrandísimaputa.

Estabaapoyadoenelfusilautomático,cuyospiesaparecíanplegadosjuntoalcañón,yteníalosbolsillosllenosdegranadas;deunhombrolecolgabalabolsa con las cintas de los proyectiles y en bandolera llevaba una cargacompletademuniciones.Estabafumándoseuncigarrillomientrassosteníaenlamanounatazadecafé,quesellenabadehumocadavezqueselaacercabaaloslabios.

—Eresunaverdaderaferreteríaandante–ledijoPilar–.Nopodrásirmásdecienmetroscontodoeso.

—¡Quéva,mujer!–replicóAgustín–.Escuestaabajo.

—Para ir al puesto es cuesta arriba –dijo Fernando–. Antes de que seacuestaabajoescuestaarriba.

—Treparé como una cabra –dijoAgustín–. ¿Y tu hermano? –preguntó aEladio–.¿Tupreciosidaddehermanohadesaparecido?

Eladioestabadepie,apoyadoenelmuro.

—Callalaboca–lecontestó.

Estabanerviosoysabíaquenadieloignoraba.Estabasiemprenerviosoeirritable antes de la acción. Se apartó de la pared, se acercó a la mesa yempezóallenarselosbolsillosdegranadas,quecogíadeunodelosgrandescapachosdecuerosincurtirqueestabanapoyadoscontraunapatadelamesa.

RobertJordanseagachójuntoaéldelantedelcapacho.Tomódelcapacho

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cuatrogranadas.TreserandeltipoMills,deformaovalada,decascodehierrodentado, con una palanca de resorte sujeta por una tuerca conectada con eldispositivodequesetiraparahacerlaestallar.

—¿Dedóndehabéissacadoesto?–preguntóaEladio.

—¿Eso?DelaRepública.Fueelviejoquienlastrajo.

—¿Quétalson?

—Valenmásquepesan–dijoEladio.

—Fuiyoquienlastrajo–expusoAnselmo–.Sesentadeunavez,ypesabanmásdecuarentakilos,inglés.

—¿Lashabéisutilizadoya?–preguntóRobertJordanaPilar.

—¿Que si lashemosusado?Fue con eso con loquePablo acabócon elpuestodeOtero.

CuandoPilarpronuncióelnombredePablo,Agustínsepusoablasfemar.RobertJordanvioelsemblantedePilaralaluzdelfuego.

—–Acabaconesoya–dijovivamenteaAgustín–.Denadavalehablar.

—¿Han explotado siempre? –preguntó Robert Jordan, sosteniendo en lamano la granada pintada de gris y probando el mecanismo con la uña delpulgar.

—Siempre –dijo Eladio–. No ha fallado ni una de todas las que hemosgastado.

—¿Yestallanrápidamente?

—Altiempodearrojarlas.Rápidamente;bastanterápidamente.

—¿Yesasotras?

Teníaensusmanosunabombaenformadelatadeconservaconunacintaenrolladaalrededordeunresortedealambre.

—Esoesunabasura–contestóEladio–.Explotan,sí;perodegolpe,ynoarrojanmetralla.

—Pero¿explotansiempre?

—¡Qué va siempre! –dijo Pilar–. Siempre no existe, ni para nuestrasmunicionesniparalassuyas.

—Perodicesquelasotrasestallansiempre.

—Yonohedichoeso–contestóPilar–.Selohaspreguntadoaotro.Yonohevistonuncaunsiempreenestosartefactos.

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—Explotarontodas–afirmóEladio–.Dilaverdad,mujer.

—¿Cómosabestúqueexplotarontodas?EraPabloelquelasarrojaba.TúnomatasteanadiecuandolodeOtero.

—Esehijodelagranputa–reiteróAgustín.

—Callalaboca–dijoPilar,irritada.Luegocontinuó–:Todasvalen,inglés;perolasdentadassonmássencillas.

«Valdríamásqueprobaseunaencadacarga–pensóRobertJordan–.Perolasdentadasdebendesalirconmásfacilidadysonmásseguras.»

—¿Vasaarrojarbombas,inglés?–preguntóAgustín.

—¿Cómono?–fuelarespuestadeJordan.

Peroagachadoallí,eligiendolasgranadas,pensaba:«Esimposible;nosécómohepodidoengañarmeamímismo.HemosestadotodosperdidosdesdeelmomentoenqueatacaronalSordo,comoloestuvoelSordodesdequedejódenevar.Loquepasaesquenoquieroreconocerlo.Hacefaltaseguiradelanteconunplanquees irrealizable.Eres túquien lohaconcebidoyahorasabesqueesmalo.Ahora,alaluzdeldía,sabesqueesmalo.Puedesperfectamentetomarunodelosdospuestosconlagentequetienes.Peronopuedestomarlosdos.Nopuedesestar segurode tomarlos,quierodecir.No teengañes.No teengañesahoraalaluzdeldía.Pretendertomarlosdosesimposible.Pablolohasabidosiempre.Probablementetuvosiemprelaintencióndehacerlafaena,pero supo que estábamos fritos cuando el Sordo fue atacado. No puedemontarseunaoperacióncontandoconmilagros.Vasahacerquelosmatenatodosytupuestonovaavolarsiquierasinodisponesdealgomásdeloquetienes ahora. Harás que mueran Pilar, Anselmo, Agustín, Primitivo, esecobardedeEladio,esesinvergüenzadegitanoyesebuenodeFernando,ytupuentenovolará.¿TeimaginasqueseobraráunmilagroyqueGolzrecibiráelmensajequelellevaAndrésyquelodetendrátodo?Sinoseobraunmilagro,vasahacerquemuerantodosporordentuya.Maríatambién.Vasamatarlaaellatambiéncontusórdenes.¿Nopodríassacarladeaquí,porlomenosaella?MalditoseaPablo.

»No,noteenfades.Enfadarseestanmalocomotenermiedo.Peroenlugardeacostartecontuamiguitadeberíashaberteidoacaballoporlanocheconlamujer por esas montañas y tratar de reunir toda la gente que hubiesesencontrado.Sí,ysimehubieseocurridoalgo,noestaríaahoraaquíparavolarel puente. Sí, eso es. Esa es la razón de que tú no hayas ido. Y no podíasenviar anadie,porquenopodíascorrer el riesgodeperderley tenerunodemenos.Teníasqueconservarloqueteníaseimaginarunnuevoplan.Perotuplanapesta.Apesta,insisto.Eraunplanbuenoparalanocheyahoraesdedía.Losplaneshechosdenochenovalenalamañanasiguiente.Loquesepiensa

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durantelanochenovaleparaeldía.Demaneraqueahorasabesquetodoesonovalenada.

»¿YquépasasiJohnMosbyeracapazdesaliradelantedeperipeciasqueparecíantandifícilescomoésta?Naturalmentequesí.Inclusomásdifíciles.Yademás,nodesestimeselelementodelasorpresa.Piensaenello.Piensaquesila cosa tiene éxito no será un mal trabajo. Pero no es así como hay quetrabajar. No basta con que sea posible; es menester que sea seguro.Naturalmente, tienes razón;peromira loquehaocurrido.Todoesto anduvomal desde el comienzo y estas cosas agrandan el desastre, al igual que vaagrandándose una bola de nieve que rueda cuesta abajo sobre la nievehúmeda.»

Desde el suelo, en donde estaba agachado cerca de lamesa, levantó susojoshaciaMaría,quelesonrió.Élledevolviólasonrisadedientesparaafueray escogió cuatro granadas más, que se metió en los bolsillos. «Podríadestornillarlosdetonadoresyvalermedeellosporseparado–pensó–.Nocreoque la dispersión de los fragmentos pueda ser un obstáculo. Se produciráinmediatamente, al mismo tiempo que la explosión de la carga, y no ladispersaré.Almenosyocreoqueseráasí.No,estoysegurodequeseráasí.Unpocodeconfianza–sedijo–. ¡Y túquepensabasanoche lomaravillososqueeraistúytuabueloyquetupadreerauncobarde!Tenahoraunpocodeconfianzaenti,hombre.»

Sonrió de nuevo a María, aunque la sonrisa no iba más lejos de lasuperficiedesupiel,quesentíatensaenlasmejillasyenlaboca.

«Ellateencuentramaravilloso.Yomeencuentrodetestable.¿Ylagloriaytodasesastonteríasquesetehabíanocurrido?Seteocurrenideasestupendas,¿eh? Tenías el mundo perfectamente estudiado y clasificado. Al diablo contodoello.Cálmate;noteenfades.Aunqueesoestambiénunasalida.Siemprequedansalidasparatodo.Peroloqueahoratienesquehacerestragarmecha.Esinútilrenegardetodoloquehasucedidosencillamenteporquehallegadoelmomento enquevas a salir perdiendo.Nohagas como esa serpiente quecuandolerompenelespinazosemuerdelacola.Ynotieneselespinazorototodavía, cerdo. Espera que te despellejen antes de echarte a llorar.Aguardaque comience la batalla paramontar en cólera.Haymuchas ocasiones paraelloenunabatalla.Enunabatalla,hastapuedesertedeprovecho.»

Pilarseacercóaélconlamochila.

—Aquí está. Ha quedado muy segura –dijo–. Estas granadas son muybuenas,inglés.Puedestenerconfianzaenellas.

—¿Cómoteencuentras,Pilar?

Ella lemiróymovió la cabeza, sonriendo. Jordan sepreguntóhastaqué

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profundidad de su rostro alcanzaba su sonrisa. Le pareció que hasta unahonduraconsiderable.

—Bien–dijoella–.Dentrodelagravedad.

Luegodijo,agachándosejuntoaél:

—¿Quépiensas,ahoraquelacosacomienzadeveras?

—Quesomosmuypocos–respondióenseguidaRobertJordan.

—Yopiensolomismo–dijoella–;muypocos.

Luegoañadió,siempreenvozbaja:

—LaMaría puede guardar los caballos.No hace falta queme quede yopara eso. Les pondremos trabas. Son caballos de batalla y el tiroteo no losasustará. Yo iré al puesto de abajo y haré todo lo que debería haber hechoPablo.Deesemodoseremosunomás.o.:–Bueno–dijoél–;suponíaquetúloharíasasí.

—Vamos,inglés–ledijoPilar,mirándolealosojos–,notepreocupes;todoirábien.Recuerdaquenoesperanungolpesemejante.

—Sí–contestóRobertJordan.

—Otra cosa, inglés –siguió Pilar, todo lo quedito que le permitía suvozarrón–.Esodelamano...

—¿Quéesesodelamano?–preguntóél,molesto.

—Noteenfades,oye.Noteenfades,muchacho.Apropósitodeesodelamano...Todoesono sonmásque trucosdegitana, paradarme importancia.Esonoesverdad.

—Déjaloya–dijoélfríamente.

—No–dijoella,convozroncaycariñosa–;esunamentiraquetehedicho.Noquisieraqueanduviesespreocupadoeldíadelabatalla.

—Nomepreocupaeso–contestóRobertJordan.

Ellavolvióasonreírle,consuenormebocadelabiosgordosylahermosafranquezadesurostro,ydijo:

—Tequieromucho,inglés.

—Nohacefaltaquemedigasesoahora–contestó–.NitúniDios.

—Sí–dijoPilar,volviendoabajarlavoz–.Yalosé,peroqueríadecírtelo.Ynotepreocupes;lascosassaldránbien.

—¿Porquéno?–preguntóRobert Jordan.Ysólo lasuperficiedesucarasonrió–.Naturalmentequenoslasarreglaremos;todoirábien.

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—¿Cuándosalimos?–preguntóPilar.

RobertJordanconsultósureloj:

—Encualquiermomento.

TendióunadesusmochilasaAnselmo:

El viejo estaba acabando de tallar con el cuchillo una pila de cuñas quehabíacopiadodeunmodeloquelehabíadadoRobertJordan.Erancuñasderepuesto,quellevabanporsipudieranserlesnecesarias.

—Bien–contestóelviejo,moviendolacabeza–.Muybien,hastaahora.–Extendiólamano.–Mira–dijosonriendo.Susmanosnotemblaban.

—Bueno,¿yqué?–ledijoRobertJordan–.Yopuedoextendersiemprelamanosinquemetiemble.Peroextiendeundedo.

Anselmo obedeció. El dedo temblaba.Miró aRobert Jordan ymovió lacabeza.

—Yotambién,hombre–yRobertJordanextendióundedo–.Siempremetiembla;eslocorriente.

—Amí,no–dijoFernando.Extendióelíndice,paraqueloviesen;luego,elíndicedelaotramano.

—¿Puedes escupir? –le preguntó Agustín, haciendo un guiño a RobertJordan.

Fernando carraspeó, y escupió orgullosamente en el suelo de la cueva;luegopusoelpiesobreelescupitajo.

—So mula asquerosa –le dijo Pilar–, escupe en el fuego, si quieresmostrarnostuvalentía.

—Nohubieraescupidoalsuelo,Pilar,sinonosfuéramosdeestelugar–explicóFernandocortésmente.

—Tencuidadodondeescupeshoy–ledijoPilar–.Podríaserenalgúnsitioquenofuesesaabandonar.

—Esa habla como un gato negro –dijo Agustín. Tenía una necesidadnerviosadebromear,cosaquesentíantodos,aunquedemaneradistinta.

—Estababromeando–dijoPilar.

—Yotambién–dijoAgustín–.Peromecagoenlaleche;yatengoganasdequeestocomience.

—¿Dóndeestáelgitano?–preguntóRobertJordanaEladio.

—Con los caballos –contestó Eladio–. Ahí le tienes, a la entrada de la

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cueva.

—¿Cómoestá?

Eladiosonrió:

—Tienemuchomiedo–dijo.Le tranquilizaba el hablar delmiedode losotros.

—Escucha, inglés –empezó a decir Pilar. Robert Jordan volvió sus ojoshaciaellayvioquesubocaseabríayqueunaexpresióndeincredulidadsedesparramabaportodosurostro;sevolviórápidamentehacialaentradadelacueva,conlamanoapoyadaenlaculatadelapistola.Apartandolamantaconuna mano, con el cañón de la ametralladora apuntando por encima de suespalda,Pabloestabaallí,pequeño,cuadrado,conelrostromalafeitado,consuspequeñosojillosporcinos,bordeadosderojo,quenomirabananadieenparticular.

—Tú–dijoPilarincrédula–.Tú.

—Yo –dijo Pablo calmosamente. Y entró en la cueva–, ¡Hola!, inglés –hablóaJordan–.TengoacincodelacuadrilladeElíasyAlejandroahíarribaconloscaballos.

—¿Ylosfulminantesylosdetonadores?–preguntóRobertJordan–.¿Yelrestodelmaterial?

—Lohe arrojado todo al fondodel río, por lapartede lagarganta–dijoPablo,queseguíasinmiraranadie–.Perohediscurridounamaneraparaquesaltelacargaconunagranada.

—Yotambién–dijoRobertJordan.

—¿Tenéisalgodebeber?–preguntóPablo,conairecansado.

RobertJordanletendiósucantimplorayPablobebióconavidez.Luegoselimpiólabocaconeldorsodelamano.

—¿Quétehapasado?–preguntóPilar.

—Nada–respondióPablo,secándoselaboca–.Nada.Hevuelto.

—¿Yquémás?

—Nada.Tuveunmomentodeflojera.Mefui,perohevuelto.Enelfondo,nosoycobarde–dijo,volviéndosehaciaRobertJordan.

«Loqueeresesotracosa–pensóRobertJordan–.Yalocreoqueloeres,cerdo.Peroestoycontentodeverte,hijodeputa.»

—Cinco;esofuetodoloquepudeconseguirdeElíasydeAlejandro–dijoPablo–.Nomeheapeadodelcaballodesdequesalídeaquí.Vosotrosnueve,

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solos, no hubierais podido conseguirlo nunca.Nunca; lo comprendí anoche,cuandoelinglésmeloexplicó.Nunca.Ellossonsieteyuncaboenelpuestodeabajo.¿Ysidan laalarmaosedefienden?–MirabaaRobertJordan–.Almarcharme, pensé que tú te darías cuenta de que era imposible y que no lointentarías.Peroluego,cuandotirétumaterial,cambiédeparecer.

—Estoy contento de verte –dijo Robert Jordan. Se acercó a él– Nosarreglaremosconlasgranadas.Todoirábien.Lodemásnotieneimportancia,porahora.

—No–dijoPablo–.Nolohagoporti.Túeresunbichodemalagüero.Tútieneslaculpadetodo.TambiéndelodelSordo.Perocuandotirétumaterialmeencontrémuysolo.

—Tumadre–exclamóPilar.

—Entonces fui a buscar a los otros, para que pudiéramos hacerlo. Hecogido a los mejores que pude encontrar. Los dejé ahí arriba, para poderhablarteprimero.Creenquesoyeljefe.

—Túereseljefe–dijoPilar–.Silodeseas.

Pablolamiróynodijonada.Luegoañadiósimplementeenvozbaja:

—HepensadomuchodespuésdelodelSordo.Creoquesihayqueacabar,esmejoracabartodosjuntos.Peroati,inglés,teodioporhabernostraídoesto.

—Pero, Pablo –Fernando, con los bolsillos atiborrados de bombas y loscartuchosenbandoleraestabaentretenidorebañandosuplatodecocidoconunpedazodepan–.Pero,Pablo–comenzódiciendo–,¿nocreesquelaoperaciónpuedeteneréxito?Anteanochedecíasqueestabasseguro.

—Dalemáscocido–dijoirónicamentePilaraMaría.Luego,dirigiéndoseaPablo,conlamiradamássuave–:Asíesquehasvuelto,¿eh?.

—Sí,mujer–contestóPablo.

—Bueno, pues sé bien venido –dijo Pilar–. Creí que no estabas tanacabadocomoparecías.

—Después de lo que hice sentí una soledad que no era soportable –dijoPabloenvozbaja.

—Quenoerasoportable–repitióella,burlona–.Quenoerasoportableparatiduranteuncuartodehora.

—Noteburlesdemí,mujer;hevuelto.

—Bienvenido–repitióella–.¿Nohasoídoquetelohedicho?Bébetetucafé,yvámonos.Tantoteatromefastidia.

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—¿Escaféeso?–preguntóPablo.

—Claroqueloes–dijoFernando.

—Dameuna taza,María –dijoPablo–. ¿Qué tal te va?–lepreguntó a lamuchacha,sinmirarla.

—Bien–replicóMaría,ylediounatazadecafé–.¿Quierescocido?–Pablorehusóconlacabeza.

—Nomegustaestarsolo–dijoPablo,hablandoaPilarcomosi losotrosno estuvieran allí–.Nome gusta estar solo, ¿sabes?Ayer, trabajando por elbiendetodosduranteeldía,nomesentíasolo.Peroestanoche,hombre,¡quémallopasé!

—JudasIscarioteseahorcó–dijoPilar.

—Nomehablesasí,mujer–dijoPablo–.¿Notedascuenta?Hevuelto.NohablesdeJudasnidecosasporelestilo.Hevuelto.

—¿Cómo son los muchachos que has traído? –le preguntó Pilar–. ¿Hastraídoalgoquevalgalapena?

—Son buenos –dijo Pablo. Se atrevió a mirar a Pilar a la cara. Luegoapartólamirada–:Buenosybobos.Dispuestosamorirytodo.Atugusto.

Pablomiró de nuevo a Pilar a los ojos, y esta vez no apartó sumirada.Siguió mirándola de frente, con sus pequeños ojos porcinos, bordeados derojo.

—Tú–dijoella,ysuvozroncateníadenuevoacentodeternura–.Tú.Creoquesiunhombrehatenidoalgoalgunavez,siemprelequedaalgo.

—Listo –dijo Pablo, mirándola a la cara, ahora con firmeza–. Estoydispuestoparaloqueeldíanosdepare.

—Yaveoquehasvuelto–dijoPilar–.Yaloveo;pero,hombre,¡quélejoshasestado!

—Dameuntragodeesabotella–dijoPabloaRobertJordan–.Ydespués,vámonos.

CAPÍTULOTREINTAYNUEVE

Subieronlapendienteenlaoscuridad,atravésdelbosque,hastallegaralestrecho paso de la cima. Iban todos cargados con mucho peso y subíanlentamente.Loscaballosllevabancargastambién,atadasalasmonturas.

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—Podríamossoltarlascargassihicierafalta,conunoscuantoscortes–dijoPilar–; pero, con todo, si conseguimos conservarlas, podemos instalar otrocampamento.

—¿Yelrestodelasmuniciones?–preguntóRobertJordan,altiempoqueatabasusmochilas.

—Vanenesasalforjas.

Robert Jordan sentía el peso de sumochila y en el cuello el roce de suchaqueta, cuyos bolsillos estaban repletos de granadas. Sentía el peso de lapistola,golpeándole la cadera,y elde losbolsillosde supantalón, cargadoshastarebosarconlascintasdelfusilautomático.Enlamanoderechallevabaelfusil y con la izquierda se estiraba de cuando en cuando el cuello de lachaqueta,paraaligerarlatirantezdelascorreasdelamochila.Aúnconservabaenlabocaelgustodelcafé.

—Inglés–ledijoPablo,quemarchabadelantedeélenlaoscuridad.

—¿Quéhay,hombre?

—Esosquehetraídocreenquevamosa teneréxito,porqueloshe traídoyo–dijoPablo–.Nodigasnadaparanodesilusionarlos.

—Bueno–contestóRobertJordan–;peroprocuremosteneréxito.

—Tienencincocaballos,¿sabes?–dijoPablo,cautelosamente,conmiedodepronunciarlapalabra.

—Bueno–dijoRobertJordan–.Guardaremostodosloscaballosjuntos.

—Bien–dijoPablo.

Yesofuetodo.

«Yamefigurabayoquetúnohabíassentidounaconversióncompletaenel camino de Tarso, condenado Pablo –pensó Robert Jordan–. No. Pero turegresohasidorealmenteunmilagro.Creoquenovamosaencontrarningunadificultadcontucanonización.»

—Conesoscincomeocuparéyodelpuestodeabajo,igualquelohubierahecho el Sordo –dijo Pablo–. Cortaré los hilos y volveré al puente comoconvinimos.

«Hemoshabladode todoesohacemenosdediezminutos–pensóRobertJordan–.Mepreguntoporquéahora...»

—HayposibilidaddequelleguemosaGredos–añadióPablo–.Hepensadomuchoenello.

«Me parece que has tenido una nueva inspiración hace unos minutos –

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pensó Robert Jordan–. Has tenido una nueva revelación. Pero no meconvencerásdequeyohaya sido invitado también.No,Pablo.Nomepidasquelocrea.Seríademasiado.»

DesdeelmomentoenquePabloentróenlacueva,yledijoqueteníacincohombres,RobertJordansesentíamejor.ElregresodePablohabíadisipadolaatmósferatrágica,enlaquetodalaoperaciónparecíadesplegarse,desdequehabía comenzado a nevar. Desde el regreso de Pablo, Jordan tenía laimpresión,nosólodequesusuertehubiesecambiado,porquenocreíaenlasuerte;perosídequetodalaperspectivadelasuntohabíamejoradoyquelacosasehabíahechoposible.Enlugardelacertidumbredelfracaso,sentíaquelaconfianzaibasubiendoenélcomounneumáticoquesellenadeairegraciasaunabomba.Alprincipioescasiimperceptible,comoocurreconlagomadelosneumáticosquecasinosedesplazaconlosprimerossoplosdeaire,peroluegoseparecíaaquelloalaascensiónregulardelamareaoaladelasaviaenunárbol.Ycomenzóapercibiresaausenciadeaprensiónqueseconvierteamenudoenunaverdaderaalegríaantesdelabatalla.

Erasudonmáspreciado.Lacualidadquelehacíaaptoparalaguerra;esafacultad, no de ignorar, pero sí de despreciar el final, por desgraciado quefuera.Esacualidadquedaba,noobstante,destruidacuandoteníaqueecharseencima responsabilidades de los otros o cuando sentía la necesidad deemprender una tarea mal preparada o mal concebida. Porque en talescircunstanciasnopodíapermitirseelignorarunfinaldesgraciado,unfracaso.No era ciertamente una posibilidad de catástrofe para él mismo, que podíaignorar.Jordansabíaqueélnoeranadaysabíaquenoeranadalamuerte.Losabíaauténticamente;tanauténticamentecomotodoloquesabía.Enaquellosúltimosdíashabíallegadoasaberqueél,juntoconotroser,podíaserlotodo.Pero también sabía que aquello era una excepción. «Hemos tenido esto –pensó–. Y hemos sido muy dichosos. Se me ha otorgado eso quizá porquenuncalohabíapedido.Nadiepuedequitármelonipuedeperderse.Peroesoesalgopesado,algoquesehaconcluidoaldespuntareldía,yahoratenemosquehacernuestrotrabajo.Ytú,mealegrodeverquehasencontradoalgoquetehafaltado condenadamente durante algunos momentos. Estabas muy bajo deforma. He sentido mucha vergüenza de ti allá abajo, durante algunosmomentos.Sóloqueyoera tú.Ynohabíaotropara juzgarte.Estábamos losdosenbajaforma.Túyyo,losdos.Vamos,vamos.Dejadepensarcomounesquizofrénico. Que piense uno detrás de otro, cada cual según su turno.Ahoraestásmuybien.Pero,escucha,notienesqueestarpensandotodoeldíaenlamuchacha.Nopuedeshacernadaparaprotegerla,comonoseaalejarla.Yes loquevasahacer.Vaahaber,sinduda,muchoscaballossi tienesquejuzgar por los indicios. Lo mejor que puedes hacer por ella es colmar tutrabajo pronto y bien y acabar con él. Pensar en ella sólo servirá paraestorbarte.Asíesquenotepasestodoeltiempopensandoenella,»

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Despuésdedecirlo,esperóqueMaríalealcanzaseconPilar,Rafaelyloscaballos.

—Eh,guapa–ledijoenlaoscuridad–.¿Cómoteencuentras?

—Meencuentrobien,Roberto–ledijoella.

—No te preocupes por nada –le dijo él.Ypasándose el arma a lamanoizquierda,apoyóladerechaenelhombrodelamuchacha.

—Nomepreocupo–dijoella.

—Todoestámuybienorganizado–prosiguió Jordan–.Rafael sequedarácontigoyconloscaballos.

—Megustaríaestarcontigo.

—No.Esconloscaballoscomopuedessermásútil.

—Bueno–dijoella–;mequedaréconloscaballos.

En ese momento relinchó uno de los animales del claro que había másabajodelaaberturaentrelasrocasyrespondióotrocaballoconunrelincho,cuyoecofueagudizándoseentrémolohastadeshacersebruscamente.

Robert Jordan distinguió delante de él, en la oscuridad, la masa de losnuevos caballos.Apretó el pasoy alcanzó aPablo.Loshombres estabandepie,juntoasusmonturas.

—Salud–dijoRobertJordan.

—Salud–respondieronenlaoscuridad.Nopodíaverleslacara.

—Esteeselinglésquevieneconnosotros–dijoPablo–;eldinamitero.

Norespondieron.Quizásasintiesenenlaoscuridad.

—Vamos,adelante,Pablo–dijounhombre–.Prontovaaserdedía.

—¿Hastraídomásgranadas?–preguntóotro.

—Hetraídomuchas–respondióPablo–;podréiscogerlascuandodejemosloscaballos.

—Bueno, pues en marcha –dijo otro–. Hemos estado aguardando aquímedianoche.

—Hola,Pilar–dijoalguienalacercarselamujer.

—Quemematen si no esPepe–dijoPilar envozbaja–. ¿Cómova eso,pastor?

—Bien–contestóelhombre–.Dentrodelagravedad.

—¿Quécaballollevas?–lepreguntóPilar.

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—EltordillodePablo.Estoesuncaballo.

—Vamos–dijootrohombre–.Vamos.Nosirvedenadaponerseahablaraquí.

—¿Quétalteva,Elicio?–preguntóPilarcuandoelasíllamadosedisponíaamontar.

—¿Cómo quieres que me vaya? –repuso el otro bruscamente–. Vamos,mujer;tenemosmuchotrabajo.

Pablomontabaelgranbayo.

—Cerradelpicoyseguidme.Osllevaréallugardondevamosadejarloscaballos.

CAPÍTULOCUARENTA

MientrasRobertJordandormía,cavilabaenlodelpuenteyhacíaelamoraMaría,Andréshabíaestadoavanzandomuylentamente.Hastaquellegóalaslíneasrepublicanas,habíaatravesadoloscamposy las líneasfascistascon lavelocidadqueuncampesinoenbuenascondicionesfísicasybuenconocedorde la región podía hacerlo en la oscuridad. Pero al llegar al territorio de laRepública,lascosascambiaron.

Enteoría,hubierabastadoenseñarelsalvoconductoqueRobertJordanlehabíaentregado,conelsellodelS. I.M.yelmensajequellevabaelmismosello,paraqueseledejaraseguirsucaminotodolomásrápidamenteposible.Peroelprimer tropezónlo tuvoconel jefede lacompañíadeprimera línea,quehabíaacogidosumisióncongravessospechas.

Siguióeljefedelacompañíahastaelcuartelgeneraldelbatallón,endondeel jefe,quehabíasidobarberoantesdelMovimiento,seentusiasmóaloírelrelatode sumisión.Este comandante, llamadoGómez,maldijo al jefede lacompañía por su estupidez, dio unas palmaditas amistosas a Andrés en elhombro,lediounacopademalcoñacyledijoquesiemprehabíadeseadoserguerrillero. Luego despertó a uno de sus oficiales, le confió el mando delbatallónymandóaunordenanzaquefueraadespertarasumotociclista.Envez de enviar a Andrés al cuartel general de la brigada con el motorista,Gómez resolvió llevarle élmismo, a fin de activar las cosas.Y conAndrésfuertemente asido al precario asiento de detrás, fueron zumbando y dandotumbosalolargodelaestrechacarreterademontaña,llenadebachesabiertospor las bombas, entre la doble hilera de árboles que los faros ibandescubriendoycuyostroncos,cubiertosdecal,presentabanlashuellasdelas

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balasyloscascosdelasgranadasqueloshabíanaveriadoenloscombatesquehabíantenidolugarenesamismacarreteraelprimerveranodelMovimiento.Cuando llegaron al pequeño refugio de montaña, de techos demolidos, endondeestabainstaladoelcuartelgeneraldelabrigada,Gómezfrenócomouncorredordecarreras,apoyóelvehículocontralapareddeunacasa,despertódeunempujónaladormiladocentinelaqueestabaencargadodeguardarloyentró en la gran sala de paredes cubiertas de mapas, donde un oficialdormitabaconunaviseraverdesobrelosojos,anteunamesaprovistadeunalámpara,dosteléfonosyunejemplardeMundoObrero.

EloficiallevantólosojoshaciaGómezydijo:

¿Quévienesahaceraquí?¿Nohasoídohablarnuncadelteléfono?

—Necesitoveraltenientecoronel–dijoGómez.

—Duerme–dijoeloficial–.Heestadoviendotusfarosdesdeunkilómetrodedistanciaenlacarretera.¿Quieresprovocarunbombardeo?

—Llamaaltenientecoronel–insistióGómez–;esextremadamentegrave.

—Está durmiendo; ya te lo he dicho –replicó el oficial–. ¿Quién es esaespeciedebandidoquevienecontigo?–preguntó,señalandoaAndrésconungesto.

—Esunguerrilleroquevienedelotro ladode las líneasconunmensajemuyimportanteparaelgeneralGolz,quedirigelaofensivaquealamanecerva a desencadenarse al otro lado de Navacerrada –explicó Gómez, grave yexcitadoalmismotiempo–.Despiertaaltenientecoronel,porelamordeDios.

Eloficiallemirófijamente,consusojosdegruesospárpadossombreadosporlaviseradeceluloideverde.

—Estáistodoslocos–dijo–;nosénadadelgeneralGolznidelaofensiva.Llévateaesedeportistayvuélveteatubatallón.

—Despierta al teniente coronel te digo–gritóGómez.YAndrés vio queapretabalabocaengestoderesolución.

—Vete a la mierda –le dijo indolentemente el oficial, volviéndole laespalda.

Gómez sacó su enorme pistola «Star» de nueve milímetros y la apoyósobrelaespaldadeloficial.

—Despiértale,cochinofascista–dijo–.Despiértale,otemato.

—Cálmate –dijo el oficial–. Vosotros, los barberos, sois gente muyimpresionable.

AndrésvioalaluzdelalámparaelrostrodeGómezalteradoporelodio.

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Perodijosolamente:

—Despiértale.

—Ordenanza–gritóeloficial,convozdespectiva.>

Unsoldadoaparecióenlapuerta,saludóysefue.

—Su novia está con él –dijo el oficial, y se puso de nuevo a leer superiódico–.Contodaseguridadlevaaencantarveros.

—Losindividuoscomotú,obstaculizan todos losesfuerzosparaganar laguerra–dijoGómezaloficialdelEstadoMayor.

El oficial no le prestaba ninguna atención.Luego,mientras proseguía sulectura,comentó,comohablandoconsigomismo.

—¡Quéperiódicotancuriosoeséste!

—¿Por qué no lees El Debate? Ese es tu periódico –dijo Gómez,nombrando al principal órgano católico conservador publicado en MadridantesdelMovimiento.

—Noolvidesque soy tu superioryqueun informemío sobre ti llegaríamuylejos–dijoeloficial,sinlevantarlosojos–.NoheleídonuncaElDebate;nohagasacusacionesfalsas.

—No,túleíaselABC–dijoGómez–.Elejércitoestápodridocongentecomotú.Peroestonovaadurarmucho.Estamoscopadosentreignorantesycínicos.Peroinstruiremosalosunosyeliminaremosalosotros.

—Purgaeslaexpresiónqueandasbuscando–dijoeloficial,sinmolestarseen levantar los ojos–.Hay aquí un artículo sobre las purgas de tus famososrusos.Estánpurgandomásqueelaceitedericinoenestostiempos.

—Llámalo como quieras –dijo Gómez, furioso–. Llámalo como quieras,contalquelosindividuosdetucalañaseanliquidados.

—¿Liquidados? –preguntó el oficial insolentemente, y como si hablaraconsigomismo–:Ahítienesunapalabraquecasinoseparecealcastellano.

—Fusilados entonces –dijo Gómez–; eso es buen castellano ¿no? ¿Loentiendes?

—Sí,hombre;peronohablestanfuerte.Ademásdeltenientecoronel,hayotrosdurmiendoenesteEstadoMayor,ytusemocionesmefatigan.Esaeslarazón de que siempre me haya afeitado solo. Nunca me ha gustado laconversación.

Gómez miró a Andrés y movió la cabeza. Sus ojos brillaban con lahumedad que provocan la rabia y el despecho. Pero sacudió la cabeza y no

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dijonada,dejandotodoaquelloparaunfuturomásomenospróximo.Habíaidodejandomuchascosasenelañoymedioqueestuvoenelpuestocomojefede batallón de la Sierra. Al entrar el teniente coronel en pijama,Gómez selevantóysaludó.

El teniente coronel Miranda era un hombre bajo, de cara grisácea, quehabía estado en el ejército toda su vida, que había perdido el amor de suesposaenMadridyelapetitoenMarruecosyquesehabíahechorepublicanoaldescubrirquenopodíadivorciarse–derecobrarlabuenadigestiónnohuboningunaposibilidad–;habíaentradoenlaguerracivilcomotenientecoronelysuúnicaaspiracióneraterminarlaconelmismogrado.Habíadefendidobienla Sierra y quería que se le dejara tranquilo para seguir defendiéndola. Seencontrabamuchomejorenguerraqueenpaz,sindudaacausadelrégimendietético que se veía forzado a seguir; tenía una inmensa reserva debicarbonatodesosa,bebíawhisky todas lasnoches; suamante,deveintitrésaños,ibaatenerunniño,comocasitodaslasmuchachasquesehabíanhechomilicianas en julio del año anterior, y al entrar en la sala respondió con uncabeceoalsaludodeGómez,yletendiólamano.

—¿Qué te trae por aquí, Gómez? –preguntó; y luego, dirigiéndose aloficialsentadoalamesa,queerasuayudante,dijo–:Dameuncigarrillo,Pepe,porfavor.

GómezleenseñólospapelesdeAndrésyelmensaje.Eltenientecoronelexaminó rápidamente el salvoconducto, miró a Andrés, le saludó asimismocon la cabeza, sonrió y después se puso a estudiar ávidamente el mensaje.Palpóelsello,pasándoleelíndice,yporúltimodevolvióelsalvoconductoyelmensajeaAndrés.

—¿Esmuyduralavidaenlasmontañas?

—No,mitenientecoronel–contestóAndrés.

—¿Tehan señaladoel lugarmáspróximoalCuartelGeneraldelgeneralGolz?

—Navacerrada,mitenientecoronel–dijoAndrés–.ElingléshadichoqueestaríaenalgunapartecercadeNavacerrada,detrásdelaslíneas,aladerechadeaquí.

—¿Quéinglés?–lepreguntócortésmenteeltenientecoronel.

—Elinglésqueestáconnosotroscomodinamitero.

El teniente coronel asintió con la cabeza.No eramás que uno de tantosfenómenos inesperados e inexplicablesde laguerra.«El inglésqueestá connosotrosdedinamitero.»

—Será mejor que lo lleves tú en la moto, Gómez –dijo el teniente

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coronel–. Prepárale un salvoconducto enérgico para el Estado Mayor delgeneralGolz;yo lo firmaré–dijoaloficialde laviseradeceluloideverde–.Escríbelo amáquina, Pepe.Ahí están los detalles. –Hizo un gesto aAndrésparaqueleentregaraelsalvoconducto–.Yponledossellos.–SevolvióhaciaGómez–.Tendréisnecesidadestanochedeundocumentoenregla.Asítienequeser.Hayqueserprudentescuandosepreparaunaofensiva.Voyadarosalgo todo lo enérgico que sea posible. –Luego, dirigiéndose a Andrés concariño–:¿Quieresalgo?¿Quieresalgodebeberodecomer?

—No,mitenientecoronel–dijoAndrés–;notengohambre.Mehandadoun coñac en el último puesto de mando y si tomo algo más acabaré pormarearme.

—¿Hasvistomovimientosoactividadalotroladodemifrentecuandoloatravesaste?–preguntócortésmenteeltenientecoronelaAndrés.

—Estabatodocomosiempre,mitenientecoronel;tranquilo,tranquilo.

Eltenientecoronelpreguntó:

,–¿NotehevistoyoenCercedillahacecosadetresmeses?

—Sí,mitenientecoronel.

—Yame lo parecía. –El teniente coronel le golpeó cariñosamente en laespalda–.EstabasconelviejoAnselmo.¿CómoestáAnselmo?

Andrésrespondió:

—Estámuybien,mitenientecoronel.

—Bueno;mealegro–dijoel tenientecoronel.Eloficial lemostró loqueacababadeescribiramáquina;eltenientecoronelloleyóylofirmó–.Ahoratenéisquedarosprisa–dijoaGómezyaAndrés–.Atenciónconlamoto–dijoaGómez–.Utilizalasluces.Nopuedepasarnadaporunasimplemotocicleta,ytienesquesermuycuidadosoparaquenoosocurranada.DadlerecuerdosalcamaradaGolzdemiparte.NosconocimosdespuésdelodePeguerinos.–Lesdio la mano a los dos–. Pon los papeles en el bolsillo de tu camisa yabróchatelabien–dijo–.Secogemuchoairecuandosevaenmoto.

Cuandosefueron,abrióunarmario,sacóunvasoyunabotella,sesirvióunpocodewhiskyyllenóelvasodeagua,quetomódeunbotijoquehabíaenelsuelo,juntoalapared.Luego,conelvasoenlamano,bebiendoapequeñossorbos,seacercóalgranmapacolgadoenlaparedyestudiólasposibilidadesdelaofensivaalnortedeNavacerrada.

—MealegrodequeletoqueaGolzynoamí–dijoaloficialqueestabasentadodelantedelamesa.Eloficialnocontestóy,cuandoeltenientecoronellevantólosojosdelmapaparamirarle,vioqueestabadormidoconlacabeza

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sobre los brazos. El teniente coronel se acercó a la mesa y colocó los dosteléfonosdemaneraquerozasenlacabezadeloficial,unoacadalado.Luegosevolvióalarmario,sesirvióunnuevowhiskyconaguaydenuevosepusoaestudiarelmapa.

Sujetándoseconfuerzaalasiento,mientrasGómezbregabaconelmotor,Andrésagachólacabeza,parasortearelviento,ylamotocicletacomenzósucarrera, entre el estrépito de las explosiones, hendiendo con sus luces laoscuridaddelacarreterabordeadadeálamos;laluzdelosfarossehacíamássuave cuando la carretera descendía por entre las brumas del lecho de unarroyoymásintensacuandovolvíaasubirelcamino.

Frenteaellos,unpocomásallá,enuncrucedecaminos,elfaroalumbrólamasadeloscamionesvacíosqueregresabandelasmontañas.

CAPÍTULOCUARENTAYUNO

Pablosedetuvoyseapeódelcaballo.RobertJordanoyóenlaoscuridadelcrujidodelasmonturasyelpesadoresoplardeloshombressegúnponíanpieatierra,asícomoel tintineodel frenodeuncaballoquesacudía lacabeza.Elolorde loscaballos,elolorde loshombres,oloragriodepersonassinaseo,acostumbradasadormirvestidas,yelolorrancio,aleñaahumada,delosdelacuevaseconfundióenunosolo.Pabloestabadepieasuladoylellegabaunolor a vino y a hierro viejo, semejante al gusto de una moneda de cobrecuandosemeteenlaboca.Encendióuncigarrillo,cuidandobiendecubrirlallamaconsusmanos,aspiróprofundamenteyoyódeciraPabloenvozmuybaja:

—Cogeelsacodelasgranadas,Pilar,mientrasatamosaloscaballos.

—Agustín–dijoRobertJordanenelmismotonode 'voz–,Anselmoy túvenísconmigoalpuente.¿Tieneselsacodelosplatosparalamáquina?

—Sí–dijoAgustín;-¿cómono?

Robert Jordan fue hasta donde Pilar estaba descargando uno de loscaballos,ayudadaporPrimitivo.

–Oye,mujer–susurró.

—¿Qué pasa? –le contestó ella, tratando de amoldar al mismo tono suroncavoz,mientrasdesatabaunacincha.

—¿Hascomprendidobienquenosedebecomenzarelataquemientrasnooigascaerlasbombas?

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—¿Cuántas veces tienes que repetírmelo? –preguntó Pilar–. Te estásvolviendounaviejagruñona,inglés.

—Es sólo para estar seguro –dijo Robert Jordan–; y después de ladestruccióndelpuestoterepliegassobreelpuenteycubreslacarreteradesdearriba,paraprotegermiflancoizquierdo.

—Locomprendílaprimeravezqueloexplicaste.¿Oesquenocomprendonada?–susurróPilar–.Ocúpatedetusasuntos.

—Que nadie haga ningún movimiento, que nadie dispare ni arroje unabomba antes que se haya oído el ruido de la voladura –dijoRobert Jordan,siempreenvozbaja.

—Nome aburras más –contestó Pilar, encolerizada–. Entendí muy bientodoesocuandoestuvimosenelcampamentodelSordo.

RobertJordanseacercóaPablo,queestabaatandoloscaballos.

—No he atadomás que los que podrían asustarse –explicó Pablo–. Losotrosestánatadosdemaneraquebastatirardelacuerdaparadesatarlos.¿Tedascuenta?

—Bueno.

—Voy a explicar a lamuchacha y al gitano cómo tienen que hacer paramanejarlos–dijoPablo.Susnuevoscompañerosestabandepie,apoyadosensuscarabinas,formandoungrupoaparte.

—¿Lohasentendidotodo?–preguntóRobertJordan.

—¿Cómono?–dijoPablo–.Destruirelpuesto,cortar loshilos,volveralpuente.Cubrirelpuentehastaquetúlohagassaltar.

—Ynohacernadahastaquenocomiencelavoladura–insistióJordan.

—Esoes.

—Bueno,entonces,buenasuerte.

Pablogruñóamododecontestación.Luegodijo:

—Noscubrirásbienconlamáquinayconlaotramáquinapequeñacuandovolvamos,¿noescierto,inglés?

—Deprimera.Oscubrirédeprimera.

—Entonces,esoestodo.Peroenesemomentoconvienequeprestesbienatención,inglés.Noseráfácilsinoestássobreello.

—Cogerélamáquinayomismo–dijoRobertJordan.

—¿Tienes mucha práctica? Porque no tengo ganas de que me mate

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Agustín,contodaslasbuenasintencionesquetiene.

—Tengomuchapráctica.Yaverás.YsiAgustínsesirvedeunadelasdosmáquinas,mecuidarédequedisparebienporencimadetucabeza.Muyalto,siempreporencimadetucabeza.

—Entonces, nada más –dijo Pablo. Luego dijo en voz baja, en tono deconfianza–:Notenemoscaballosparatodos.

«Estehijodeperra–pensóRobertJordan–.Secreeráquenoloentendílaprimeravez.»

—Yoiréapie–dijoRobertJordan–;loscaballossonparati.

—No, habrá un caballo para ti, inglés –dijo Pablo en voz baja–. Habrácaballosparatodosnosotros.

—Los caballos son tuyos –dijo Robert Jordan–. No tienes que contarconmigo.¿Tienesbastantesmunicionesparatunuevamáquina?

—Sí –contestó Pablo–. Todas las que llevaba el jinete. No he disparadomásquecuatrotiros,paraensayar.Laprobéayerenlasmontañas.

—Entonces,vamos–dijoRobertJordan–;hayqueestarallímuytempranoyescondernosbien.

—Vámonostodos–dijoPablo–.Suerte,inglés.

«Me pregunto qué es lo que piensa ahora este bastardo –se dijo RobertJordan–. Tengo la impresión de saberlo. Bueno, eso es cosa suya. A Diosgracias,noconozcoalosnuevos.»

Letendiólamanoydijo:

—Suerte,Pablo.–Yseestrecharonlamanoenlaoscuridad.

RobertJordan,altendersumano,esperabaencontrarseconalgoasícomolamanodeunreptiloladeunleproso.NosabíacómoeralamanodePablo.Pero,enlaoscuridad,aquellamanoqueapretólasuya,laapretófrancamentey él devolvió la presión. Pablo tenía unamano buena en la oscuridad y sucontactodioaRobertJordanlaimpresiónmásextrañadetodaslasquehabíaexperimentadoaquellamadrugada.«Demaneraque tenemosque seraliadosahora –pensó–. Hay siempre muchos apretones de manos entre aliados, sinhablardelasdeclaracionesydelosabrazos.Porloquehacealosabrazos,mealegro de que podamos pasar sin ellos. Creo que todos los aliados son delmismoestilo.Seodiansiempreaufond;peroesePabloesuntiporaro.»

—Suerte, Pablo –dijo, y apretó aquella extraña mano, firme, decidida ydura–.Tecubrirébien;notepreocupes.

—Sientohabertequitadoelmaterial–dijoPablo–;fueunerror.

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—Peromehastraídoloquenecesitábamos.

—Nopongoestodelpuenteencontratuya,inglés.Leveobuenfin–dijoPablo.

—¿Qué estáis haciendo vosotros dos? ¿Os habéis vuelto maricones? –preguntóPilar,surgiendobruscamentealladodeellosenlaoscuridad–.Notefaltaba más que eso –le dijo a Pablo–. Vamos, inglés, acaba con lasdespedidas,antesqueésteterobeelrestodetusexplosivos.

—Nomeentiendes,mujer.Elinglésyyonosentendemos.

—Nadieteentiende;niDiosnitumadre–dijoPilar–.Niyo.Vete,inglés;despídetedelarapaditayvete.Mecagoentupadre;creoquetienesmiedodeversalireltoro.

—Tumadre–replicóRobertJordan.

—Túnohastenidojamásuna–susurróalegrementePilar–.Yahora,vete,porquetengomuchasganasdequetodocomience,paraquehayaterminado.Vetecontushombres–dijoaPablo–.Cualquierasabeeltiempoquevaadurarsuhermosaresolución.Tienesunoodosquenocambiaríaniporti.Llévatelosyvete.

RobertJordanseechólamochilaalhombroyseacercóaloscaballosparadeciradiósaMaría.

—Hastaluego,guapa.Hastapronto.

Teníaunasensacióndeirrealidad.Pensabaquetodoloquedecíalohabíadicho antes, y aquello era como si se tratara de un tren que semarcha y élestuvieseenelandéndelaestación.

—Hastaluego,Roberto–dijoella–.Tencuidado.

—Pues claro –dijo él. Inclinó la cabeza para besarla y su mochila seescurrióhaciaadelante,golpeándoleenlanucademodoqueconsufrentediocontraladelamuchacha.Tambiénpensabaqueestohabíasucedidoya.

—Nollores–dijoturbado,ynosolamenteporlodelamochila.

—Nolloro–respondióella–;perovuelveenseguida.

—Notepreocupescuandooigas losdisparos.Oirásseguramentemuchosdisparos.

—Puesclaro.Perovuelveenseguida.

—Hastaluego,guapa–dijocontorpeza.

—Salud,Roberto.

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RobertJordannosehabíasentidonuncatanjovendesdequehabíasubidoal trenenRedLodgeparaBillings,endonde tendríaque tomarelque ibaallevarlealaescuelaporvezprimera.Teníamuchomiedodeirynoqueríaquesedierancuenta,yenlaestación,cuandoelconductoribaacogersumaleta,parasubiralestribo,supadrelehabíaabrazado,diciendo:«QueelSeñorvelepor ti y por mí mientras estemos separados.» Su padre era hombre muypiadoso y dijo eso de una forma sencilla y sincera; pero su bigote estabahúmedo,susojosestabanhúmedosdeemociónyRobertJordansesintiótanazoradoportodoaquello,poreltonohúmedoyreligiosodelaplegariayporelbesodeladióspaterno,quesehabíasentidoderepentemuchomayorquesupadre,ytandesoladodeverleasíquecasileresultóintolerable.

Despuésdelasalidadeltrensequedóenlaplataformadedetrásyestuvoviendolaestaciónyeldepósitodeaguaquesehacíancadavezmáspequeños,ylosraíles,cruzadosporlastraviesas,queparecíanconvergerhaciaunpuntoenelque laestaciónyeldepósitosehacíanminúsculos,mientrasel rítmicoresoplardeltrenleibaalejandomásymás.

Elrevisorlehabíadicho:

—Papáparecíasentirmuchoquetefueras,Bob.

—Sí–habíarespondido,contemplandolasmatasdesalviaquedesfilabanalosflancospolvorientosdelavía,entrelospostesdeltelégrafo.Buscabaconlamiradalospájarosentrelasmatas.

—¿Notehaceimpresiónelirtealaescuela?

—No–habíadichoél.Yeralaverdad.

No hubiera sido verdad unos momentos antes, pero lo era en aquelmomento.Yenelmomentodelaseparaciónsehabíasentidotanjovencomocuandoel trenpartíapara laescuela.Seencontrabamuyjovenderepente,ymuy torpe, y decía adiós con toda la timidez de un colegial que acompañahastasupuertaaunamuchachaynosabesitienequebesarla.Luegovioquenoeranlosadiosesloqueleturbaba.Eraelencuentrohaciaelquesedirigía.Los adioses no hacían más que acrecentar la turbación que le infundíasemejanteencuentro.

«Yaestásdándoleotravez–sedijo–.Perocreoquenohaynadiequenosesienta a veces demasiado joven. Bueno. Bueno, es demasiado pronto paravolveralainfancia.»

—Adiós,guapa–dijoenvozalta–.Adiós,conejito.

—Adiós,Robertomío–contestóella.

JordanseacercóaAnselmoyaAgustín,queesperaban,ylesdijo:

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—Vámonos.

Anselmo se echó la pesada carga al hombro. Agustín, que había salidocompletamenteequipadodelacueva,estabaapoyadocontraunárbol,conelcañóndelfusilametralladorasomandoporencimadesucarga.

—Bueno;vámonos.

Ylostresempezaronabajarlacolina.

—Buenasuerte,donRoberto–dijoFernando,alpasardelantedeél,enfilaindia, entre los árboles. Fernando estaba acurrucado no lejos de allí; perohablabacongrandignidad.

—Buenasuerteparati,Fernando–deseóleRobertJordan.

—Entodoloquehagas–dijoAgustín.

—Gracias,donRoberto–dijoFernando,sinmolestarseporlaspalabrasdeAgustín.

—Eseesunfenómeno,inglés–susurróAgustín.

—Lo es –dijo Robert Jordan–. ¿Puedo ayudarte? Vas cargado como unmulo.

—Voybien–dijoAgustín–;pero,hombre,mealegrodequeestoempiece.

—Hablabajo–dijoAnselmo–;desdeahora,hablapocoybajo.

Descendieronporlacuestaconprecaución.AnselmoalacabezayAgustíndetrás. Robert Jordan, que cerraba la marcha, pisaba con cuidado para noresbalar,sintiendoenlasueladecáñamodesusalpargataslasagujasdepino.Altropezarconunaraízextendiólamanoytocóelmetalfríodelcañóndelfusilautomáticoydelaspatasdeltrípode.Luegofueronbajandodecostado,trazandoconlasueladesusalpargatassurcosenelbosque,alresbalar.Volvióatropezary,buscandoapoyoenlacortezarugosadel troncodeunárbol,sumanoencontróuna incisiónde laquechorreabaresina,y la retiró,pegajosa.Al fin remataron con la pendiente abruptay arboladay llegaron al sitioporencima del puente, en donde Robert Jordan y Anselmo habían estadoobservandoelprimerdía.

Anselmo se detuvo cerca de un pino, en la oscuridad, cogió a RobertJordanporlamuñecaysusurróenvoztanbaja,queJordanapenassileoyó:

—Mira,tienenelbraseroencendido.Seveíaabajounpuntoluminosoporlaparteenqueelpuentedabaalacarretera.

—Fue aquí donde estuvimos observando –explicóAnselmo.Cogió de lamanoaRobertJordanylallevóhastaeltroncodeunpino,paraqueobservarauna pequeña incisión recientemente hecha–. Hice esa señal mientras tú

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mirabaselpuente.Esaquí,aladerecha,dondetúqueríasponerlamáquina.

—Lapondremosahí.–Bueno.

Dejaron en el suelo la carga y Agustín y Robert Jordan siguieron aAnselmohastaellugarllanoendondeseelevabaungrupodepinospequeños.

—Aquíes–dijoAnselmo–.Justamenteaquí.

—Desdeaquí,alaluzdeldía–susurróRobertJordanaAgustín,escondidodetrás de los árboles–, verás un pedazo de carretera y el acceso al puente.Verástodalaextensióndelpuenteyunpedazopequeñodecarreteradelotrolado,antesdellugarendondelacarreterahaceunacurvaentornoaunaroca.

Agustínnorespondió.

—Estarás aquí, tumbado,mientras preparamos la explosión, y dispararáscontracualquieraqueseacerque,tantodearribacomodeabajo.

—¿Dedóndeesesaluz?–preguntóAgustín.

—Esladelagaritadelcentineladelotroladodelpuente–susurróRobertJordan.

—¿Quiénseencargarádeloscentinelas?

—Elviejoyyo,comotehedicho;perosinoesasí,túdisparassobrelasgaritasysobreellos,silograsverlos.

—Yalosé.Yamelohasdicho.

—Despuésde laexplosión,cuando lagentedePablovengavolviendoelrecodo, tendrás que disparar muy alto, por encima de su cabeza, si sonperseguidos.Habráquedispararmuyaltoencuantolosveas,paraevitarqueseanperseguidos.¿Loentiendes?

—¿Cómono?Fueloquemedijisteanoche.

—¿Noseteocurrenadaquepreguntarme?

—No.Tengodossacosquepuedollenarlosdetierraahíarriba,dondenomevean,ytraerlosaquí.

—Pero no caves por aquí. Tienes que estar bien escondido, como loestábamoselotrodíaalláarriba.

—Sí,losllenaréenlaoscuridad.Yaverás.Nosepodrávernadatalycomoyolosdisponga.

—Estásmuycerca, ¿sabes?A la luzdel día, este bosquecillo sevemuybiendesdeabajo.

—Notepreocupes,inglés.¿Adóndevastú?

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—Voyalláabajo,conmimáquinapequeña.Elviejoatravesarálagarganta,paraestarendisposicióndeocuparsedelagaritadelotroladodelpuente.Lagaritaquemiraenesadirección.

—Entonces,nadamás–dijoAgustín–.Salud,inglés.¿Tienestabaco?

—Nopuedesfumar.Estásdemasiadocerca.

—Noesparafumar.Sóloparatenerloenlaboca.Parafumardespués.

Robert Jordan le tendió su pitillera y Agustín cogió tres cigarrillos, quepuso en la vuelta de su gorra de pastor. Abrió el trípode y colocó el fusilametrallador enbatería entre los pinos.Luego comenzó a deshacer a tientassus paquetes y a disponer su contenido en el lugar que le parecía másapropiado.

—Nadamás–dijo.

Anselmo y Robert Jordan se apartaron de él para volver junto a lasmochilas.

—¿Dóndeconvendríadejarlas?–susurróRobertJordan.

—Aquí,creoyo.Pero¿estássegurodequepodrásacercartealcentinelayacertarlecontupequeñamáquina?

—¿Nofueaquíendondeestuvimoselotrodía?

—En ese mismo árbol –susurró Anselmo, en voz tan baja que apenasRobertJordanpodíaoírle.Sabíaquehablabasinmoverloslabioscomohabíahechoelprimerdía–.Lehehechounaseñalconmicuchillo.

Robert Jordan tenía de nuevo la sensación de que todo aquello habíasucedido ya; pero ahora la causa era la repetición de una pregunta y de larespuestadeAnselmo.HabíaocurridolomismoconAgustín,quehabíahechounapreguntasobreloscentinelascuandodeantemanosabíalarespuesta.

—Es lo suficientemente cerca; quizá demasiado cerca –susurró Jordan–.Perolaluzestáanuestraespaldayestaremosbien.Esperfecto.

—Entonces,meiréalotroladodelagargantaymecolocaréenposición–dijoAnselmo. Luego añadió–: Perdóname, inglés. Para que no haya ningúnerror.Porsimesientoestúpido.

—¿Quédices?–preguntóRobertJordanenvozmuybaja.

—Repítemeunavezmásloquetengoquehacer.

—Cuando yo dispare, disparas tú. En cuanto elimines a tu hombre,atraviesaelpuenteyreúneteconmigo.Yotendrélasmochilasalláabajoytúiráscolocandolascargasenlaformaqueyotediga.Teloiréexplicandotodo

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conlamayorclaridad.Simesucedieraalgo,procederásenlaformaqueteheindicadoya.Haráslascosasdespacioybien,sujetandofirmementelascargaspormediodelascuñasdemaderayasegurandobienlasgranadas.

—Ahora, todo está claro –dijoAnselmo–. Lo recordaré todo.Ahoramevoy.Mantentebiencubierto,inglés,cuandosehagadedía.

—Cuando dispares –siguió diciendo Robert Jordan–, apuntacuidadosamenteyconcalma.Nopiensesenélcomoenunhombre,sinocomoenunblanco.¿Deacuerdo?Nodisparesalbulto,sinoaunpuntodeterminado.Si está de cara hacia ti, trata de tirar al centro del vientre.Si está vuelto deespaldas,apuntaalcentrode laespalda.Oye,viejo,sicuandoyodispare, tuhombre está sentado, se levantará un instante, antes de echar a correr oagazaparse.Dispáraleentonces.Sinoselevanta,tíraleigual.Noesperes.Peroasegurabien tupuntería.Acércateaunadistanciadecincuentametros.Erescazador,demodoquenotendrásningúnproblema.

—Loharécomomeordenes–contestóAnselmo.

—Sí,asílomando–dijoRobertJordan.

«Me alegro de haberme acordado de darle una orden –se dijo–. Eso leayudará y atenúa su responsabilidad. Al menos espero que sea así. Habíaolvidadoloquemedijoelprimerdíaapropósitodematar.»

—Esoesloqueordeno–repitió–.Yahora,vete.

—Mevoy–dijoAnselmo–.Hastapronto,inglés.

—Hastapronto,abuelo–dijoRobert.

Seacordódesupadreenlaestaciónydelahumedaddeaqueladiósynodijosalud,nihastaluego,nibuenasuerte,ninadaparecido.

—¿Haslimpiadoelaceitedelcañóndetufusil,abuelo?–susurró–.¿Paraquedisparesindesviarse?

—Enlacuevaloslimpiétodosconlabaqueta–repusoAnselmo.

—Entonces,hastapronto–dijoRobertJordan.Yelviejosealejósinruido,deslizándoseconsusalpargatasporentrelosárboles.

Robert Jordan estaba tendido sobre las agujas de pino que cubrían elbosque,espiandoelprimerestremecimientodelabrisa,queagitaríalasramasconeldía.Sacóelcargadordelaametralladorayjugóconelcerrojoatrásyadelante.Luegovolvióelarmahaciaélyenlaoscuridadsellevóelcañónaloslabiosysoplódentro;sintióelsaboragrasadelmetalalapoyarsulenguaen losbordes.Apoyósuarmacontraelantebrazo,conelalmacénpuestodeformaqueningunaagujadepinoniningunaramitapenetraseenél;sacótodaslasbalasdelcargadorconeldedopulgarylasdepositósobreunpañueloque

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habíaextendidoenelsuelo.Palpandocadaunade lasbalasen laoscuridad,volvióameterlas,unatrasotra,enelcargador.Sentíaelpesodelcargadorensumano;lometióenelarmayloajustóensulugar.Setumbódebrucesdetrásdeltroncodeunpino,conelarmadetravés,ensubrazoizquierdo,ymiróelpuntoluminosoquesedivisabaabajo.Enalgunosmomentosdejabadeverlo,cuandoel centinela sedetenía juntoalbrasero.Robert Jordan, tumbadoallí,aguardóaquesehicieradedía.

CAPÍTULOCUARENTAYDOS

MientrasPablovolvíaalacueva,despuésdehaberrecorridolosmontes,ylabandadescendíahastaellugarendondehabíandejadoloscaballos,AndréshabíahechorápidosprogresoshaciaelCuartelGeneraldeGolz.Alllegaralacarretera general de Navacerrada, por donde descendían los camiones, setropezaron con un control. Cuando Gómez exhibió el salvoconducto deltenientecoronelMiranda,elcentinelaloleyóalaluzdeunalinterna,selodioaotrohombrequeestabaconélparaquelomirase,selodevolvióysaludó:

—Siga–dijo–;peroapaguelasluces.

Lamotocicleta rugió nuevamente;Andrés volvió a aferrarse al asiento ysiguieron a lo largo de la carretera generalmanejándoseGómez hábilmenteentre los camiones. Ninguno de los camiones llevaba luces; era un convoyinterminable.Habíatambiéncamionescargadosquesubíancarreteraarribayque levantaban una polvareda que Andrés no podía ver en la oscuridad,aunque sentía que le golpeaba el rostro y podía haber hincado en ella losdientes.

Llegaron juntoa la traseradeuncamióny lamotocicleta tamboreóunosinstanteshastaqueGómezlaaceleró,dejandoatrásalcamiónyaotro,yotro,yotroyotrosmás,mientrasasuizquierdaseguíarugiendolafiladecamionesquevolvíandelaSierra.Detrásdeellosseencontrabaunautomóvilrasgandoelruidoyelpolvoproducidosporloscamionesconsusinsistentesbocinazos.Encendió y apagó los faros varias veces, iluminando la nube de polvoamarillento,y se lanzóadelante, entreel chirridode losengranajes forzadosporlaaceleraciónyelconciertodiscordantedesubocinaamenazadora.

Másadelanteeltráficosehabíadetenidoylamotocicletafuedejandoatráslos camiones, las ambulancias, los coches del Estado Mayor y los carrosblindados, que parecían pesadas tortugas de metal erizadas de cañones enmediodelpolvoqueaúnnohabíallegadoaposarse,hastaquellegaronaotrocontrol,queseencontrabaendondesehabíaproducidolacolisión.Uncamión

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nohabíavistodetenersealcamiónqueibadelantedeélyhabíachocadoconél,destrozandosuparteposteriorydesparramandoporlacarreteralascajasdemunicionesparaarmasligerasqueformabansucargamento.Unacajasehabíaroto al caer, y cuando Gómez y Andrés descendieron haciendo rodar sumotocicletadelantedeellos, entre losvehículos inmovilizados,paraenseñarsus salvoconductos, Andrés pisó los estuches de cobre de los millares decartuchos esparcidos por el polvo. El segundo camión tenía el radiadorcompletamente aplastado. El siguiente estaba pegado a la puerta trasera delanterior.Uncentenarmássehabíanquedadoinmovilizadosdetrásyunoficial,calzadoconbotasaltas,corríaremontandolafilaygritandoalosconductoresqueretrocediesenparaquepudieransacardelacarreteraelcamiónaplastado.

Había demasiados camiones para que ello fuese posible y pudieranretrocederlosconductores,amenosqueeloficialnollegasealfinaldelafila,que no cesaba de alargarse, y que le impedía avanzar.Andrés le vio correr,tropezando, con su linterna eléctrica, gritando, blasfemando, mientras loscamionesseguíanllegando.

Loshombresdelcontrolnoqueríandevolverleelsalvoconducto.Erandos,consusfusilesalhombro,ygritandotambién.Elquellevabaelsalvoconductoen la mano atravesó la carretera para acercarse a un camión que bajaba ypedirlequefuesealpróximocontrol,afindequesedieraordendereteneratodos los camiones hasta que pudiera despejarse el embotellamiento. Elconductor del camión escuchó lo que se le decía y prosiguió su camino.Luego,siempreconelsalvoconductoenlamano,elhombredelcontrolvolvióagritaralconductordelcamióncuyacargasehabíadesparramado.

—Dejaesoyavanza,poramordeDios,paraquepodamosquitartodoeso.

—Tengo rota la transmisión –explicó el conductor, inclinado sobre latraseradesucamión.

—Mecagoentutransmisión.Adelante,tehedicho.

—Nosepuedeandarconunatransmisiónrota–dijoelconductor,siempreinclinadosobrelaparteposteriordelcamión.

—Entonces, que te remolquen para que podamos sacar del camión esaporquería.

El conductor le lanzóunamirada furiosamientras el hombredel controlenfocabaconsulinternaeléctricalapartetraseradelcamión.

—Adelante.Adelante–gritaba,llevandoelsalvoconductoenlamano.

—¿Ymisalvoconducto?–preguntóGómez–.Misalvoconducto.Tenemosprisa.

—Vete al diablo con tu salvoconducto –dijo el hombre. Se lo tendió y

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atravesólacarreteracorriendo,paradetenerauncamiónquedescendía.

—Dalavueltaalllegaralcruceyponteenposiciónpararemolcaraestecamiónaveriado–dijoalconductor.

—Misórdenesson...

—Mecagoentusórdenes.Hazloquetehedicho.

El conductor puso en marcha el vehículo y siguió carretera adelante,perdiéndosedevista.

Mientras Gómez ponía en marcha su motocicleta y avanzaba por lacarretera, despejada en un largo trecho una vez rebasado el lugar de lacolisión, Andrés, agarrado de nuevo a su asiento, pudo ver al hombre delcontrol,quedeteníaotrovehículo,yalconductor,quesacabalacabezadelacabinaparaoírloqueledecía.

Corría rápidamente, devorando la carretera, que ascendía regularmentehacia la Sierra. Toda la circulación en el mismo sentido que llevaban elloshabía quedado inmovilizada en el control y sólo pasaban los camiones quedescendían, que pasaban y seguían pasando a su izquierda, mientras lamotocicleta subía rápida y regularmente hasta que alcanzó la columna devehículosquehabíapodidopasarelcontrolantesdelaccidente.

Siempreconlaslucesapagadas,rebasaroncuatroautomóvilesblindadosyluego una larga fila de camiones cargados de tropas. Los soldados ibansilenciososen laoscuridad.AlprincipioAndréssólosentíasupresenciaporencimadeél,enloaltodeloscamionesatravésdelpolvo.LuegouncochedelEstadoMayorintentóabrirsepasohaciendosonarsubocinayencendiendoyapagando los faros en rápida sucesión, yAndrés vio a la luz de éstos a lossoldados con los cascos demetal, los fusiles enhiestos y las ametralladoras,apuntando hacia el cielo sombrío, recortarse nítidamente en la noche paravolverdenuevoadesaparecercuandolaslucesdelosfarosseapagaban.Hubounmomento, al pasar cerca de un camión de soldados, en que pudo ver surostrotristeeinmóvilalasúbitaluz.Bajoloscascosdemetal,viajandoenlaoscuridadhaciaalgoquesólosabíanqueeraunataque,cadaunodeaquellosrostrosibacontraídoporunapreocupaciónparticular,ylaluzlosrevelabatalycomoeran,deunmodocomonohubiesenaparecidoalaluzdeldía,porquehubierantenidomiedodemostrarseasílosunosalosotros,hastaelmomentoenque el bombardeoo el ataque comenzasen y nadie pensara yamás en lacaraqueteníaqueponer.

Al pasar Andrés por delante de ellos, camión tras camión, con GómezsiemprehábilmentedelantedelcochedelEstadoMayor,nosehizosemejantesreflexiones sobre aquellas caras. Pensaba solamente: «¡Qué ejército! ¡Quéequipo! ¡Qué motorización! ¡Vaya gente! Míralos. Ese es el ejército de la

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República.Míralos,camióntrascamión.Todosconelmismouniforme.Todosconcascodemetalenlacabeza.Miraesasmáquinasapuntandopararecibiralosaviones.Miraquéejércitohanorganizado.»

Y la motocicleta pasaba ante los altos camiones grises, repletos desoldados, camiones grises de cabinas cuadradas, de feosmotores cuadrados,ascendiendoregularmenteporlacarretera,entreelpolvoylaluzintermitentedelcochedelEstadoMayorqueseguía.Laestrellarojadelejércitoaparecíaalresplandor de los focos cuando éstos alumbraban la parte trasera de loscamiones,osedejabaverenlosflancospolvorientos,cuandolaluzlosbarría,yloscamionesrodaban,ascendíanregularmenteenelaire,quesehacíacadavez más frío por la carretera, que se retorcía y zigzagueaba, resoplando ygruñendo, algunos despidiendo humo a la luz de los faros. La moto subíatambién con esfuerzo. Y Andrés, agarrado al asiento, pensaba mientrasascendíaqueaquelviaje enmotoeramucho,mucho.Nohabía idoenmotonunca hasta entonces, y ascendía por la montaña en medio de todo aquelmovimientoqueseencaminabaalataque,yalsubirsedabacuentadequeyano era cosa de preguntarse si llegaría a tiempo para ocupar los puestos. Enaquel tráfago y aquella confusión, podría tenerse por hombre afortunado siestaba de regreso al día siguiente por la noche. No había visto nunca unaofensiva ni los preparativos de una ofensiva, y mientras subían por lacarretera, se maravillaba de la potencia y del tamaño de aquel ejército quehabíacreadolaRepública.

Corríanporunacarreteraqueibaascendiendorápidamenteporelflancodela montaña y, al acercarse a la cima, la pendiente se hizo tan abrupta queGómezlepidióquesebajasedelamoto,yjuntoslaempujaronhastaelfinal.Alaizquierda,nadamáspasarelpuntomásalto,habíaunacurvaendondeloscoches podían dar la vuelta y cambiar de dirección y se veían lucesparpadeantes ante un gran edificio de piedra que se levantaba, grande yoscuro,contraelcielonocturno.

—VamosapreguntardóndeestáelCuartelGeneral–dijoGómezaAndrés.Empujaronlamotohastallegaradondeestabanlosdoscentinelasapostadosdelante de la puerta cerrada del gran edificio de piedra. Gómez estabaapoyando ya la motocicleta contra el muro cuando un motociclista conchaquetóndecueroseperfilóenelrecuadrodeunapuertaquedabaaccesoalinterior luminoso del edificio. Llevaba una cartera al hombro y un máusergolpeándolelacadera.Cuandolapuertasevolvióacerrar,elhombrebuscósumotoenlaoscuridad,alladodelaentrada,laempujóhastaponerlaenmarchaysaliózumbandocarreteraabajo.

Gómezseacercóalapuertaysedirigióaunodeloscentinelas.

—Capitán Gómez, de la 65 brigada –dijo–. ¿Puedes decirme dónde

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encontraréelCuartelGeneraldelgeneralGolz,comandantedela35división?

—Aquínoes–dijoelcentinela.

—¿Quéesesto?

—Lacomandancia.

—¿Quécomandancia?

—Pueslacomandancia.

—¿Lacomandanciadequé?

—¿Quién eres tú para hacer tantas preguntas? –preguntó el centinela aGómezenlaoscuridad.

Allí, en lo alto del puerto, el cielo estaba muy claro y sembrado deestrellas,yAndrés,yaquehabíasalidodelapolvareda,podíaverclaramenteenlanoche.Pordebajodeellos,dondelacarreteratorcíaaladerecha,Andréspodía discernir claramente la silueta de los camiones y de los coches quecirculabandibujándosecontraelhorizonte.

—Soyel capitánRogelioGómez,del primerbatallónde la65brigadaypreguntodóndeestáelCuartelGeneraldelgeneralGolz–dijoGómez.

Elcentinelaentreabriólapuerta.

—Llamadalcabodeguardia–gritóhaciaelinterior.

Enesemomento,ungranautomóvildelEstadoMayordio lavueltaa lacurva y se dirigió hacia el gran edificio de piedra, ante el cual aguardabanAndrésyGómezaqueaparecieseelcabodeguardia.Elcocheseacercóysedetuvoantelapuerta.

Unhombregrande,viejo,pesado,conunagranboinacaquicomolaquellevanloschasseursapieddelejércitofrancés,conunabrigogris,unmapaenlamanoyunapistolasujetaalrededordesuabrigoporunacorrea,saliódelasientoposteriordelcoche,acompañadodeotrosdoshombresconuniformedelasBrigadasInternacionales.

Elviejohablóenfrancésconsuchófer,ordenándolequeseapartasedelapuerta y llevara el coche al refugio. Andrés no entendía el francés, peroGómez,quehabíasidobarbero,sabíaalgunaspalabras.

Alacercarsea lapuerta,con losotrosdosoficiales,Gómezviosurostroclaramente al ser iluminado y le reconoció. Le había visto en reunionespolíticasyhabíaleídoconfrecuenciaartículossuyostraducidosdelfrancésenMundo Obrero. Reconoció las pobladas cejas, los ojos grises acuosos, elmentónyladoblepapada,comopertenecientesaunadelasprimerasfigurasdelosgrandesrevolucionariosmodernosdeFrancia;eraelhombrequehabía

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encabezadoelmotíndelaflotafrancesaenelMarNegro.Gómezconocíalaalta situación política que ocupaba aquel hombre en las BrigadasInternacionalesysabíaquetalpersonateníaqueconocerdóndeseencontrabaelCuartelGeneraldeGolzypodíaencaminarlos.Loquenosabíaeraen loque aquel hombre se había convertido con el tiempo, las desilusiones, lasamargurasdomésticasypolíticasylaambicióndefraudada,yquedirigirseaéleraunadelascosasmáspeligrosasquepodíanhacerse.Ignorandotodoesto,sedirigióhaciaelhombre,lesaludó,levantandoelpuño,ydijo:

—CamaradaMarty,somosportadoresdeunmensajeparaelgeneralGolz.¿PuedeustedindicarnossuCuartelGeneral?Esurgente.

El anciano, grande y pesado, miró a Gómez inclinando la cabeza yescrutándolecontodalaatencióndesusojosacuosos.Inclusoenelfrente,alaluzdeunabombillaeléctricadesnudaycuandoacababadehacerunviajeencoche descubierto y en una noche fresca, su rostro gris tenía aire dedecrepitud. Su cara parecía modelada con esos desechos que se encuentrandebajodelaspatasdelosleonesmuyviejos.

—¿Tienesqué,camarada?–preguntóaGómez.Hablabaelespañolconunfuerteacentocatalán.Echóunamiradade reojoaAndrésyvolvióa fijar lavistaenGómez.

—UnmensajeparaelgeneralGolz,quetengoqueentregarensuCuartelGeneral,camarada.

—¿Dedóndeprocedeeso,camarada?

—Demásalládelaslíneasfascistas–dijoGómez.

AndréMartyextendiólamanoparatomarelmensajeylosotrospapeles.Lesechóunaojeadayselosguardóenelbolsillo.

—Deteneda losdos–dijoalcabodeguardia–; registradlosy traédmeloscuandoyoloordene.

Con elmensaje en el bolsillo, el anciano penetró en el interior del granedificiodepiedra.

EnelcuartodeguardiaGómezyAndrésfueronregistrados.

—¿Quélepasaaesehombre?–preguntóGómezaunodelosguardias.

—Estáloco–dijoelguardia.

—No; es una figura política muy importante –dijo Gómez–. Es elcomisariosupremodelasBrigadasInternacionales.

—Apesardeeso,está loco–insistióelcabo–.¿Quéhacíaisdetrásde laslíneasfascistas?

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—Este camarada es un guerrillero de por allí –dijo Gómez, mientras elhombre le registraba–. Trae un mensaje para el general Golz. Ten muchocuidadoconmispapeles.Guárdamebieneldinero,yesabala,atadaconunhilo;esdemiprimeraheridaenelGuadarrama.

—Notepreocupes–contestóelcabo–;todoseguardaráenestecajón.¿PorquénomepreguntasteamídóndeestabaGolz?

—Quisimoshacerlo.Preguntéalcentinelayéltellamó.

—Pero llegó el loco y le preguntasteis a él. Nadie debiera preguntarlenada.Estáloco.TuGolzestáatreskilómetrosdeaquí,aladerechadeestospeñascos,enloaltodelacarretera.

—¿Nopodríasdejarquenosfuéramos?

—No. Me va la cabeza. Tengo que conduciros a presencia del loco. Yademás,éltienetumensaje.

—Pero¿nopodríasavisaraalguien?

—Sí –dijo el cabo–; se lo diré al primer responsable que me tropiece.Todossabenqueestáloco.

—Siemprelehabíatenidoporunagranfigura–comentóGómez–.PorunadelasgloriasdeFrancia.

—Puede que sea una gloria y todo lo que tú quieras –dijo el cabo,poniendounamanosobreelhombrodeAndrés–;peroestámáslocoqueunacabra.Tienelamaníadefusilaralagente.

—¿Fusilarlos?¿Enserio?

—Comolooyes–dijoelcabo–.Eseviejomatamásquelapestebubónica.Peronomataalosfascistas,comohacemosnosotros.¡Quéva!Nienbroma.Mataabichosraros.Trotskistas,desviacionistas,todaclasedebichosraros.

Andrésnocomprendíanadadeaquello.

—Cuando estábamos en El Escorial fusilamos no sé cuántos tipos pororden suya –dijo el cabo–. Siempre nos tocó a nosotros fusilar. Los de lasBrigadas no querían fusilar a sus hombres, sobre todo, los franceses. Paraevitardificultades,siemprefusilábamosnosotros.Nosotrosfusilábamosalosfranceses.Nosotrosfusilábamosalosbelgas.Nosotrosfusilábamosaotrosdedistintasnacionalidades.Detodaslasclases.Tienelamaníadefusilargente.Siempreporcuestionespolíticas.Estáloco.Purificamásqueelsalvarsán.

—Pero¿hablarásaalguiendeesemensaje?

—Sí, hombre. Sin ninguna duda. Los conozco a todos en estas dosbrigadas.Todospasanporaquí.Conozco inclusoa los rusos,aunquenohay

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muchos que hablen español. Impediremos a ese loco que fusile a losespañoles.

—Pero¿yelmensaje?

—Elmensajetambién;notepreocupes,camarada.Sabemoscómohayquegastarlasconeseloco.Noespeligrosomásqueconsuscompatriotas.Ahorayaleconocemos.

—Traedalosdosdetenidos–dijolavozdeAndréMarty.

—¿Queréisecharuntrago?–preguntóelcabo.

—¿Cómono?

El cabo cogió de un armario una botella de anís, y Gómez y Andrésbebieron.Elcabotambién.Sesecólabocaconeldorsodelamano.

—Vámonos–dijo.

Salierondelcuartodeguardiaconlabocaardiendoporefectodelanísquehabían tomado entrecortadamente, con la tripa y el espíritu templados;atravesaron el vestíbulo y penetraron en la habitación donde Marty seencontrabasentadoanteunalargamesa,conunmapaextendidodelantedeély sosteniendo en lamanoun lápiz rojoy azul, con el que jugaba ageneral.Para Andrés, aquello no era sino un incidente más. Había habido muchosaquella noche. Era siempre así. Si se tenían los papeles en regla y laconciencia limpia, no se corría peligro. Acababan por soltar a uno y seproseguíaelcamino.Peroelingléshabíadichoquesedieranprisa.Sabíaquenovolveríaatiempoparalodelpuente;peroteníaqueentregarundespacho,yaquelviejodetrásdelamesaloguardabaensubolsillo.

—Deteneosahí–ordenóMarty,sinlevantarsusojos.

—Escucha, camarada Marty –comenzó a decir Gómez, fortificada sucóleraporlosefectosdelanís–;yahemossidoestorbadosunavezestanochepor la ignorancia de los anarquistas. Luego, por la pereza de un burócratafascista.Yahoraloestamossiendoporladesconfianzadeuncomunista.

—Cállate–dijoMarty,sinmirarle–.Noestamosenunareuniónpública.

—CamaradaMarty,setratadeunasuntomuyurgente–insistióGómez–,ydelamayorimportancia.

Elcaboyelsoldadoquelosescoltabanseguíanconelmásvivointeréslaconversación, como si estuvieran presenciando una obra cuyos lances másfelices,aunquevistosyamuchasveces,saboreabancondeleiteporanticipado.

—Todo es de la mayor urgencia –dijo Marty–. Todas las cosas tienenimportancia.–Levantó lavistahaciaellos,conel lápizen lamano.–¿Cómo

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supisteisqueGolzestabaaquí?¿Osdaiscuentadelagravedadquesuponeelpreguntarporungeneralantesdeiniciarseunataque?¿Cómopudisteissaberqueesegeneralestaríaaquí?

—Cuéntaselotú–dijoGómezaAndrés.

—Camaradageneral–empezóadecirAndrés.AndréMartynocorrigióelerrordegrado–.Esepaquetemelodieronalotroladodelaslíneas.

—¿Alotro ladode las líneas?–preguntóMarty–. ¡Ah, sí!,yaosoídecirqueveníaisdelaslíneasfascistas.

—MelodiouninglésllamadoRoberto,camaradageneral,quevinocomodinamiteroparalodelpuente.¿Entiendes?

—Continúa con tu cuento –dijo Marty, usando la palabra cuento paraexpresarmentira,falsedadoinvención.

—Bueno, camarada general, el inglés me ordenó que a toda prisa se lotrajeraalgeneralGolz,quevaalanzarunaofensivaporestasmontañas.Yloúnico que te pedimos es podérselo llevar con toda la rapidez posible, si notieneningúninconvenienteelcamaradageneral.

Martyvolvióasacudirlacabeza.MirabaaAndrés,peronoleveía.

Golz,pensabaconunamezcladehorrorydesatisfacción;esamezclaqueescapazdeexperimentarunhombrealsaberquesupeorrivalhamuertoenunaccidentedecocheparticularmenteatroz,oqueunapersonaqueodiaba,ycuyaprobidadnosepusonuncaenduda,acababadeseracusadadedesfalco.QueGolz fuese también uno de ellos...QueGolzmantuviera relaciones tanevidentes con los fascistas... Golz, a quien él conocía desde hacía más deveinte años. Golz, que había capturado el tren de oro aquel invierno conLucaczenSiberia.Golz,quesehabíabatidocontraKolchakyenPolonia.YenelCáucaso, y enChina.Yaquí, desde el primerodeoctubre.Perohabíasido íntimodeTukhachevsky.DeVorochilov también, ciertamente.Pero fueíntimo de Tukhachevsky. ¿Y de quién más? Aquí lo era de Karkov, desdeluego.YdeLucacz.Pero todos loshúngaroseran intrigantes.EldetestabaaGall.«Acuérdatedeeso.Anótalo.»GolzhabíadetestadosiempreaGall.PerososteníaaPutz.«Acuérdatedeeso.YDuvalessujefedeEstadoMayor.Fíjateenloquehaydetrásdetodoeso.SelehaoídodecirqueCopieeraunimbécil.Eso es algo definitivo. Eso es algo que cuenta. Y ahora, ese mensajeprocedente de las líneas fascistas.» Solamente cortando las ramas podridaspodríaconservarseelárbolsanoyvigoroso.Eranecesarioquelapodredumbrequedaraaldescubiertoparaquepudieraserdestruida.PeroquetuvieraqueserGolz...QuefueraGolzunodelostraidores...Sabíaquenoeraposibleconfiarennadie.Ennadie.Nunca.Nienlapropiamujer.Nienelhermano.Nienelmásviejocamarada.Ennadie.Nunca.

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—Lleváoslosyvigiladlos.–Elcaboyelsoldadosecruzaronunamirada.ParaserunaentrevistaconMarty,habíasidopocoruidosa.

—Camarada Marty –dijo Gómez–, no procedas como un demente.Escúchame a mí, un oficial leal, un camarada. Ese mensaje tiene que serentregado. Este camarada lo ha traído atravesando las líneas fascistas paraentregárseloalcamaradageneralGolz.

—Lleváoslos–ordenóMartyalcentinela,expresándosecongrandulzura.Loscompadecíacomosereshumanosaunquefuesenecesarioliquidarlos.Peroera la tragedia de Golz lo que le obsesionaba. Que tuviera que ser Golz,pensaba.EraprecisollevarenseguidaelmensajefascistaaVarloff.

No,seríamejorqueélmismoseloentregaraaGolzyleobservaraensureacción.¿CómoestarsegurodeVarloff,siGolzmismoeraunodeellos?No.Eraunasuntoquerequeríagrandesprecauciones.

AndréssedirigióaGómez.

—¿Creesquenovaaenviarelmensaje?–preguntó,sinacabardecreerlo.

—¿Noloestásviendo?–dijoGómez.

—Mecagoensuputamadre–dijoAndrés–.Estáloco.

—Sí –asintió Gómez–; está loco. Estás loco. ¿Me oyes? Loco –gritó aMarty,queestabadeespaldasaellos,inclinadosobreelmapa,esgrimiendosulápizrojoyazul–.¿Meoyes,locoasesino?

—Lleváoslos–volvióadecirMarty–.Sucabezaestádesquiciadabajoelpesodesuenormeculpa.

Aquélla erauna frasequeal cabo le resultaba familiar.Lahabíaoídoyaotrasveces.

—Loco.Asesino–gritabaGómez.

—Hijodelagranputa–gritabaAndrés–.Loco.

La estupidez de aquel hombre le exasperaba. Si era un loco, que leencerrasen,quelequitaranelmensajedelbolsillo.Aldiabloconaquelloco.Lafuriaespañolaempezabaamanifestarse,sobreponiéndoseasumaneradesercalmosayasuhumorafable.Unpocomás,ylecegaría.

Marty,conlosojosfijosenelmapa,moviótristementelacabezamientraslosguardiashacíansaliraGómezyaAndrés.Losguardiassedivirtieronaloírcómoleinsultaban;pero,enconjunto,larepresentaciónhabíaresultadofloja.Habían visto otras mucho mejores. A André Marty no le importaban lasinjurias.Muchoshombreslehabíanmaldecido,alfinyalcabo.Sentíapiedadde todos, sinceramente, como seres humanos. Era algo que se repetía a

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menudo y era una de las pocas ideas sanas que le quedaban y que fuerarealmentesuya.

Siguiósentadoallí,conlosojosfijosenelmapa,haciaelqueapuntabantambiénlasguíasdesusbigotes;aquelmapaquenocomprenderíanunca,conloscírculosdecolorcastañofinoscomolateladeunaaraña.Podíadiscernirlas cimas y los valles, pero no comprendía en absoluto por qué era precisoelegiresacimaoaquelvalle.EnelEstadoMayor,donde,graciasalrégimende los comisarios políticos, tenía derecho a intervenir, sabía poner el dedosobretalocuallugarnumerado,rodeadodeuncírculocastaño,enmediodelasmanchasverdesdelosbosques,cortadoporlaslíneasdelascarreterasquecorríanparalelas a las líneas sinuosasde los ríos, y decir: «Aquí.Este es elpuntovulnerable.»

GallyCopie,queeranlosdospolíticosyhombresambiciosos,asentíany,mástarde,hombresquenuncahabíanvistoelmapa,yaquieneshabíandichoel númerode la cota antes de salir, treparíanpor las laderas enbusca de sumuerte, a menos que, detenidos por el fuego de las ametralladoras ocultasentrelosolivaresnolaalcanzasenjamás.Podíasucederasimismoqueenotrosfrentestrepasenfácilmenteparadescubrirquenohabíanmejoradoennadasuposiciónanterior.PerocuandoMartyponíaeldedosobreelmapaenelEstadoMayordeGolz,losmúsculosdelamandíbuladelgeneraldecráneollenodecicatrices y rostro blanco se crispaban, mientras se decía para sí: «Debieramatarte,AndréMarty,antesdeconsentirquepusierastuinmundodedosobreunodemismapas.Malditoseaspor todos loshombresquehashechomorirmezclándote en cosas que no conocías.Maldito sea el día en que se dio tunombrealafábricadetractores,alasaldeas,alascooperativas,convirtiéndoteen un símbolo al que yo no puedo tocar. Vete a otra parte a sospechar, aexhortar, a intervenir, a denunciar y a asesinar, y deja en paz mi EstadoMayor.»

Peroenlugardedecireso,Golzselimitabaaapartarsedelainmensamoleinclinadasobreelmapaconeldedoextendido,losojosacuosos,elmostachode un blanco grisáceo, y el aliento fétido, y decía: «Sí, camarada Marty;comprendotupuntodevista;peronoestáenteramentejustificadoynoestoyde acuerdo. Puedes pasar sobre mi cadáver, si lo prefieres. Sí, puedesconvertirloenunacuestióndepartido,comodices.Peronoestoydeacuerdo.»

Así,pues,AndréMartyseguíaenaquellosmomentossentado,estudiandosumapa,extendidosobrelamesa,alaluzcrudadeunabombillaeléctricasinpantallasuspendidaporencimadesucabezay,consultandolascopiasdelasórdenes de ataque, trataba de buscar el lugar lentamente, cuidadosa ylaboriosamentesobreelmapacomounjovenoficialquetrataraderesolverunproblemaenuncursopreparatoriodeEstadoMayor.

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Hacíalaguerra.Consupensamientomandabalastropas;teníaderechoaintervenirypensabaqueesederechoeraunmandoSeguíasentadoallí,conlacarta de Robert Jordan a Golz en el bolsillo, mientras Gómez y Andrésesperaban en el cuarto de guardia y Robert Jordan estaba tumbado en elbosque,másarribadelpuente.

Esmásquedudosoque lamisióndeAndréshubieraconcluidode formadistinta si hubieran podido seguir su camino Gómez y él sin los estorbosimpuestosporAndréMarty.Nohabíanadieenelfrenteconautoridadbastanteparasuspenderelataque.Elmecanismosehabíapuestoenmovimientodesdehacía demasiado tiempo para que se pudiera detener de golpe. En lasoperacionesmilitares,cualesquieraquesean,haysiempremuchainercia.Perounavezqueesainerciahasidosobrepasadayqueelmecanismosehapuestoenmarcha,estandifícildetenerlocomodesencadenarlo.

Aquellanoche,elanciano,consuboinaechadasobrelosojos,permanecíasentadoantelamesamirandoelmapacuandolapuertaseabrióyKarkov,elperiodista ruso, entró acompañado de otros dos rusos, vestidos de paisanos,congorraychaquetadecuero.Elcabodeguardialamentótenerquecerrarlapuertadetrásdeellos.Karkovhabíasidoelprimerhombredesolvenciaconquienhabíapodidocomunicarse.

—Tovarich Marty –dijo Karkov con su expresión cortés y desdeñosa,mostrandoalsonreírsumaladentadura.

Marty se incorporó. No le gustaba Karkov; pero como Karkov era unenviadodePravdayestabaenrelacióndirectaconStalin,eraunodelostreshombresmásimportantesdeEspañaporentonces.

—TovarichKarkov–contestó.

—¿Estás preparando la ofensiva? –preguntó insolentemente Karkov,haciendoungestohaciaelmapa.

—Laestoyestudiando–respondióMarty.

—¿Eres tú el encargado de dirigirla, o es Golz? –siguió inquiriendoKarkovsuavemente.

—Nosoymásqueunsimplecomisario,comosabes–dijoMarty.

—No –repuso Karkov–; eres muy modesto. Eres un verdadero general.Tienes tu mapa y tus prismáticos. ¿No has sido almirante alguna vez,camaradaMarty?

—Fuicondestableartillero–contestóMarty.Eraunamentira.

En realidad, fue pañolero de proa cuando se amotinó la armada. Pero legustabafigurarsequehabíasidocondestableartillero.

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—¡Ah!,creíaquehabíassidopañolerodeprimera–dijoKarkov–.Siempretengolosdatosequivocados.Espropiodeperiodistas.

Losotrosdosrusosnotomaronparteenlaconversación.MirabanelmapaporencimadelhombrodeMartyydevezencuandocambiabanalgunaqueotrapalabraensulengua.MartyyKarkov,despuésdelosprimerossaludos,sehabíanpuestoahablarenfrancés.

—EsmejorquetuserroresnolleguenaPravda–dijoMarty.

Lodijobruscamente,tratandoderecobrarelaplomo.Karkovledeprimía.Lapalabrafrancesaesdégonfler,yKarkovledeprimíay le irritaba.CuandoKarkovhablaba, lecostabatrabajorecordarsupropiaimportanciadentrodelpartido.Lecostabatrabajorecordarqueeratambiénintocable.Karkovparecíaqueletocasesiempreligeramente,consuavesbotonazos,aunquepodíatocarletodoloqueseleantojara.Ahora,Karkovdecía:

—Locorrijopor logeneralantesdeenviarnadaaPravda.TengomuchocuidadoconPravda.Dime,camaradaMarty,¿hasoídohablardeunmensajepara Golz de uno de nuestros grupos de guerrilleros que opera cerca deSegovia? Hay allí un camarada norteamericano, llamado Jordan, de quiendebiéramostenernoticias.Senoshadichoquehahabidocombatesdetrásdelaslíneasfascistas.NuestrocamaradahadebidodeenviarunmensajeaGolz.

—¿Un norteamericano? –preguntóMarty. Andrés había dicho un inglés.Demanera que era él quien estaba equivocado. Pero ¿por qué habían ido abuscarleaquellosidiotas?

—Asíes–dijoKarkov,mirándolecondesdén–;unjovennorteamericano,nomuy desarrollado políticamente; pero que se entiendemuy bien con losespañoles y tiene un expedientemuy bueno como guerrillero. Entrégame eldespacho,camaradaMarty.Yahasidodetenidobastantetiempo.

—¿Quédespacho?–preguntóMarty.

Eraunapreguntaestúpida,ylosabía.Peronoeracapazdeconfesartandeprisa que se había equivocado, e hizo la pregunta aunque sólo fuese pararetrasaraquelmomentodehumillación.

—El despacho del joven Jordan para Golz que está en tu bolsillo –dijoKarkovatravésdesumaladentadura.

AndréMarty semetió lamano en el bolsillo, sacó elmensaje y lo pusosobrelamesa,mirandoaKarkovdirectamentealosojos.Muybien,sehabíaequivocado y no había nada que se pudiera hacer para remediarlo; pero noestabadispuestoasufrirningunahumillación.

—Yelsalvoconductotambién–insistióKarkovsuavemente.

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Martypusoelsalvoconductoalladodeldespacho.

—Camaradacabo–llamóKarkovenespañol.

El caboabrió lapuertay entróen lahabitación.Echóuna rápidamiradahaciaMarty,que ledevolvió lamiradacomounviejo jabalíacosadopor losperros. No había en su rostro huellas de miedo ni de humillación. Estabasencillamente encolerizado y había sido acorralado provisionalmente. Sabíaqueaquellosperrosnoseharíanjamásconél.

—EntrégalesesosdocumentosaesosdoscamaradasdelcuartodeguardiaeindícaleselcaminoparallegaralCuartelGeneraldeGolz–dijoKarkov–.Yahanestadodetenidosdemasiadotiempo.

ElcabosalióyMarty lesiguiócon lamirada,volviéndoladespuéshaciaKarkov.

—TovarichMarty –dijo Karkov–, voy a averiguar hasta qué punto eresintocable.

Martylemiródefrenteynodijonada.

—No hagas planes sobre lo que vas a hacer con el cabo –prosiguióKarkov–.Nofueelcaboquienmehabló.Vialosdoshombresenelcuartodeguardiaymehablaronellos.

—Eraunamentira.

—Siemprequieroquelagentesedirijaamí.-Aquelloeraverdad,aunquefue el cabo quien le habló. PeroKarkov creía en los beneficios que podíansacarsedesuaccesibilidadyenlasposibilidadesdehumanizarlascosasporunaintervenciónbenévola.Eralaúnicacosaenlaquenoeranuncacínico–.YasabesquecuandoestoyenlaU.R.S.S.lasgentesmeescribenaPravdasisecometeunainjusticiaenunaaldeadelAzerbayán.¿Losabías?«ElcamaradaKarkovnosayudará»,sedicen.

AndréMartylemirósinquesurostroexpresaramásquecóleraydisgusto.No tenía en sumenteotra ideamásque ladequeKarkovhabíahechoalgocontraél.Muybien.Pormuchopoderque tuviera,Karkov tendríaqueestaralertaenadelante.

—Hayalgomás–continuóKarkov–,aunquesiempresetratadelomismo.Esprecisoquedescubrahastaquépuntoeresintocable,camaradaMarty.Megustaríasabersinoesposiblecambiarelnombredeesafábricadetractores.

AndréMartyapartólosojosylosfijódenuevoenelmapa.

—¿QuédecíaeljovenJordanensumensaje?–preguntóKarkov.

—Nohe leídoelmensaje–contestóMarty–.Etmaintenant, fiche–moi la

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paix,camaradaKarkov.

—Bien–dijoKarkov–,tedejoentregadoatustareasmilitares.

Salióde lahabitacióny se fue al cuartodeguardia.AndrésyGómez sehabíanmarchadoya.Sedetuvouninstantemirandoelcaminoylascumbresqueseperfilabanen la luzcenicientade lamadrugada.«Hayque llegaralláarriba–pensó–.Estovaacomenzarmuypronto.»

Andrés y Gómez estaban de nuevo en la motocicleta, corriendo por lacarretera, que poco a poco se iba iluminando por la luz del día. Andrés,agarrado al asiento, mientras la moto trepaba por la carretera, en curvascerradas, envuelta en una bruma gris, que descendía de lo alto del puerto,sentíalamáquinadeslizarsebajoél.Luegolasintióestremecerseypararse.Sequedarondepie,alladodelamoto,enunfragmentodecarreteradescendenteenvuelta en bosques. A su izquierda había tanques cubiertos con ramas depino.Portodasparteshabíatropas.Andrésvioaloscamilleros,conloslargospalos de las camillas al hombro. Tres coches del Estado Mayor estabanalineadosaladerecha,bajolosárboles,aunladodelacarreteraydebajodeunaenramadadepinos.Gómezllevólamotocicletahastaapoyarlaenunpino,juntoaunodelosautomóviles.Sedirigióalchóferqueestabasentadoenelcoche,conlaespaldaapoyadaenunárbol.

—Yoosllevaré–dijoelchófer–.Escondelamotoycúbrelaconalgunasdeesasramas–añadió,señalandounmontónderamascortadas.

Mientras el sol comenzaba a asomar por las altas copas de los pinos,GómezyAndréssiguieronalchófer,quesellamabaVicente,alotroladodelacarreterayllegaron,caminandoentrelosárboles,porunapendiente,hastalaentradadeun refugio sobre cuyo techo seveían loshilosdel teléfonoydeltelégrafo, que continuaban camino arriba.Quedaron aguardandomientras elchófer entrabaconelmensaje,yAndrésadmiró la construccióndel refugio,queparecíaunagujerodesdeelexteriordelacolina,sinescombrosalrededor,peroqueensuinterioreraprofundo,segúnpodíaverdesdelaentrada,yloshombres se movían con holgura sin necesidad de agachar la cabeza paraesquivarelgruesotechodemaderos.

Porfin,Vicente,elchófer,salió.

—Estáalláarriba,enloaltodelamontaña,endondeseestándesplegandolastropasparaelataque–dijo–.SelohedadoaljefedelEstadoMayor.Aquíestáelreciboquehafirmado.

EntregóelsobrefirmadoaGómez,queseloentregóaAndrés,elcualleechóunaojeadayselometióenelbolsillodesucamisa.

—¿Cómosellamaelquehafirmado?–preguntó.

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—Duval–dijoVicente.

—Bien–dijoAndrés–.Esunodelostresaquienpodíaentregárselo.

—¿Tenemosqueaguardarrespuesta?–preguntóGómezaAndrés.

—Seríamejor; aunque, después de lo del puente, ni Dios sabe si podréencontraraJordanyalosotros.

—Venid conmigo a esperar a que vuelva el general –dijo Vicente–. Osbuscaréunpocodecafé;debéisdeestarhambrientos.

—¿Yesostanques?–preguntóGómez.

Pasabanjuntoalostanquesdecolordebarro,cubiertosderamas,cadaunode los cuales había dejado un profundo surco al virar para apartarse de lacarretera.Loscañonesdel45asomabanhorizontalmentebajolasramasylosconductoresylosartilleros,enfundadosensuschaquetasdecueroycubiertosconcascodeacero,descansabanjuntoalosárbolestendidosenelsuelo.

—Esos son losde la reserva–dijoVicente–.Todas esas tropas sonde lareserva.Losqueiniciaránelataqueestánmásarriba.

—Sonmuchísimos–dijoAndrés.

—Sí–asintióVicente–;unadivisióncompleta.

Enelinteriordelrefugio,Duval,sosteniendoconlamanoizquierdaabiertoelmensajedeRobertJordan,mirabasurelojdepulserayvolvíaaleerlacartaporcuartavez,sintiendocadavezquelaleíaqueelsudorlegoteabaporlasaxilas.

—DadmelaposicióndeSegovia–dijo–.¿Yasehaido?Bueno,entonces,dadmeladeÁvila.

Continuó telefoneando. Pero no servía de nada.Había hablado a las dosbrigadas.Golzestabainspeccionandoeldispositivodelataqueyhabíavueltoasalirhaciaunpuestodeobservación.Llamóalpuestodeobservación,peronoestabatampoco.

—Dadmelabaseaéreanúmero1–dijoDuval,asumiendorepentinamentetodalaresponsabilidad.Tomabasobresílaresponsabilidaddedetenerlotodo.Eramejordetenerlotodo.Nosepodíalanzarunataqueporsorpresacontraunenemigoqueloesperaba.Nosepodíahacereso.Eraunasesinato.Nosepodíahacer.Nosedebíahacer.Pasaraloquepasara.Podíanfusilarlesiquerían.Ibaatelefoneardirectamentealabaseaéreaysuspenderíaelbombardeo.Pero¿ysi todoellonofueramásqueunataquedediversión?¿Sisólosepropusieraatraer hacia el sector un considerable número de tropas enemigas y grancantidaddematerialparaoperarconlibertadenotraparte?Imaginóqueseríapor eso.Nunca se dice que se trata de un ataque de diversión a quienes lo

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llevanacabo.

—Anule la comunicación con la base 1 –dijo al telefonista–. Déme elpuestodeobservacióndela69brigada.

Estaba esperando todavía la primera comunicación cuando oyó losprimerosaviones.

Enaquelmomentoelpuestodeobservaciónrespondió.

—Sí–dijosuavementeGolz.

Estabasentadoconlaespaldacontraunossacosdearenayteníalospiesapoyadossobreunapeña,yuncigarrillocolgandodeunadelascomisurasdeloslabios;mientrashablaba,mirabaporencimadesuhombro,observandoeldespliegue,detresentres,delosavionesplateadosquecruzabanrugiendolalejana cresta de lamontaña, iluminados por los primeros rayos del sol. Losveía hermosos, resplandecientes, con los dobles círculos de las hélices queparecíanbatirlaluzsolar.

—Sí–respondióenfrancés,sabiendoqueDuvalestabaalotroextremodelhilo–.Noussommesfoutus.Out,commetoujours.Out.C'estdommage.Out.Esunapenaqueesohayallegadodemasiadotarde.

Alverllegarlosaviones,susojossellenarondeorgullo.Veíalasmarcasrojas en las alas y contemplaba el avance firme, soberbio y rugiente de losaparatos. Así era como hubieran podido hacerse las cosas. Aquéllos eranverdaderos aviones. Se habían traído desmontados desde el Mar Negro, enbarco, a través de los estrechos, a través de los Dardanelos, a través delMediterráneo;habíansidodescargadoscuidadosamenteenAlicante,armadosatentamente, probados. Se les había encontrado en perfectas condiciones yahora volaban formando con minuciosa precisión uves agudas y puras;volaban altos y plateados en el sol de lamañana para ir a hacer saltar esasfortificacionesvecinas,haciéndolasvolarporelaire,deformaquesepudieraavanzar.

Golz sabíaque, en cuantopasaranpor encima, lasbombascaerían comomarsopas aéreas.Luego saltarían las crestas de los parapetos, se levantaríannubesrugientesdepolvoydepiedraquedesapareceríanenunamismamasa.Luego avanzarían los tanques trepando por las dos laderas y, tras ellos, selanzaríanalataquesusdosbrigadas.Ysielataquehubierasidounasorpresa,las brigadas hubieran podido avanzar y proseguir su marcha, cruzando ysiguiendoadelante,ypasarporencima,desplegándose,haciendoloquehabíaque hacer, y habríamucho que hacer, inteligentemente, con la ayuda de lostanques,conlostanques,queavanzaríanyretrocederíancubriendolaspropiaslíneasdefuegoyconcamionesquellevaríanlastropasdeataquehastalomásalto,adelantandoysituandoalasqueencontrasenlibreelcamino.Asítendría

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querealizarselaoperaciónsinoseinterponíalatraiciónycadacualhacíaloquedebíahacer.

Allí estaban las dos cumbres, y allí estaban los tanques, y allí estabanaquellas dos buenas brigadas, dispuestas a salir del bosque, y en aquelmomentollegabanlosaviones.

Todoloqueélteníaquehaberhecho,estabapreparadoendebidaforma.

Peroalverlosaviones,quevolabansobresucabeza,sintióunmalestarenelestómago,yaquesabía,despuésdehaberlesidoleídoelmensajedeJordanporteléfono,quenohabríanadieenaquellascolinas.Lastropasenemigassehabríanretiradounpocomásabajo,refugiándoseenestrechastrincheras,paraestarasalvodelasesquirlas,oestaríanescondidasenlosbosques,ycuandolos bombarderos hubieran pasado, volverían a su antigua posición con susametralladoras y sus fusiles automáticos y con los cañones antitanques queJordanhabíavistosubirporlacarretera,yseríalamismahistoriadesiempre.Perolosaviones,avanzandoensordecedores,eranunapruebadecómopodíahabersido,ymientraslosobservaba,Golzrespondióalteléfono:«No.Ríenafaire.Ríen.Fautpaspenser.Fautaccepter.»

Golz seguía mirando los aviones con ojos duros y orgullosos sabiendocómopodríanhaberocurrido lascosasycómoibanasucederencambio.Y,orgullosoporloquepudierahabersehecho,convencidodequehubierapodidohacersebien,aunquenuncallegaraarealizarse,dijo:«Eon.Nousferonsnotrepetitpossible.»Ycolgóelteléfono.

PeroDuvalno leoía.Sentadoa lamesa,conelauricularen lamano, loúnicoqueoíaeraelrugidodelosaviones,mientraspensaba:«Quizáseaestavez.Óyelosllegar.Quizátusbombarderoshagansaltartodo.Quizápodamosabrirunabrecha.QuizásenosmandenlasreservasqueGolzhapedido.Quizá.Quizá. Quizá sea esta vez... Vamos. Vamos. Adelante.» Y el ruido de losavionessehizotanfuertequeyaniélmismolograbaoírloquepensaba.

CAPÍTULOCUARENTAYTRES

Robert Jordan, tumbado tras un pino en la pendiente de un cerro quedominaba la carreteray elpuente,mirabacómoamanecía.Siempre lehabíagustadoaquellahoradeldía,yahorasentíacomosiélmismofueseunapartedelamanecer,comosifueseunaporcióndeesaluzgris,deeselentoaclararque precede a la salida del sol, cuando los objetos sólidos se oscurecen, elespacio se ilumina, las luces de la noche se hacen amarillas y se esfuman amedidaqueavanzaeldía.Los troncosdelospinosdetrásdeélsedivisaban

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clarosynítidos,lacortezaoscurayconrelieve,ylacarreterabrillababajounvelo de bruma.Estaba húmedo de rocío y el suelo del bosque era blando ysentíaladulzuradelasagujasdepinohundiéndosedebajodesuscodos.Másabajo,atravésdelabrumaligera,quesubíadellechodelrío,podíadivisarelpuentedeacero,erguidoyrígido,porencimadelpaso,conlasgaritasdeloscentinelas a uno y otro extremo, y la estructura fina, aérea que lo sostenía,envueltoenlanieblaqueflotabasobreelagua.

Podía ver al centinela que, de pie, en su garita, con la espalda vuelta,envueltoenuncapoteyconuncascoenlacabeza,secalentabalasmanosenelbidóndegasolinaagujereadoqueleservíadebrasero.RobertJordanoíaelruidodel torrente,quegolpeabamásabajo,entre lasrocas,yveíaunaligerahumaredagrislevantarsedelagaritadelcentinela.

Miró su reloj y se dijo: «¿Habrá llegadoAndrés hastaGolz?Si hayquehacerquesalteelpuente,quisierarespirarmuydespacio,prolongarelpasodeltiempo y sentirlo pasar. ¿Crees que habrá llegado Andrés? Y en ese caso,¿renunciarán a la ofensiva? ¿Están todavía a tiempode renunciar? ¡Quéva!Notepreocupes.Sucederáunauotracosa.Túnotienesquedecidirnada.Yprontosabrásloquetienesquehacer.Imaginaquelaofensivafueraunéxito.Golz dice que puede tener éxito, que hay una posibilidad. Con nuestrostanques viniendo por esa carretera, los hombres llegando por la derecha,avanzandohastamásalládeLaGranja,rodeandotodoelflancoizquierdodelcerro...¿Porquénocreesquealgunavezpodemosganar?Hemosestadotantotiempoa ladefensiva,quenoerescapazsiquierade imaginarlo.Claro.Peroesosucedíaantesquetodoestematerialsubieseporlacarretera.Esoeraantesde la llegada de los aviones. No seas tan ingenuo. Pero recuerda que sinosotros aguantamos aquí, los fascistas se verán inmovilizados. No puedenatacar por ninguna otra parte antes de haber acabado con nosotros, y noterminaránnuncaconnosotros.Silosfrancesesnosayudan,sencillamente,sidejan la fronteraabierta,y si recibimosavionesdeNorteamérica,nopodránjamásacabarconnosotros.Jamás,sirecibimosayuda,porpocaquesea.Estagentesebatiráindefinidamentesiestábienarmada.

»No,nosepuedeesperaraquíunavictoria,almenosenmuchosaños.Estenoesmásqueunataqueparairaguantando.Nodebeshacerteilusionessobreeso. ¿Y si se consiguiera hoy abrir realmente una brecha? Este es nuestroprimergranataque.Noteilusiones.Acuérdatedeloquehasvistosubirporlacarretera. Tú has hecho en esto lo que has podido. Pero haría falta tenertransmisoresportátilesdeondacorta.Conel tiempo, los tendremos.Peronolos tenemos todavía.Ahora dedícate a observar todo lo que te corresponda.Hoynoesmásqueundíacomootrocualquieradelosquevanavenir.Peroloque suceda en los días venideros puede que dependa de lo que hagas hoy.Duranteesteañohaocurridoasíyeneltranscursodeestaguerrahasidoasí

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en muchas ocasiones. Vaya, estás muy pomposo esta mañana. Mira lo quevieneahora.»

Vio a dos hombres envueltos en capotes y cubiertos con sus cascos deacero,quedoblabanenaquelmomentolacurvahaciaelpuenteconlosfusilesalaespalda.Unosedetuvoenlaorillaopuestadelpuenteydesaparecióenlagarita del centinela. El otro cruzó el puente a pasos lentos y pesados. Sedetuvoparaescupirenelríoyluegoavanzóhaciaelextremodelpuentemáscerca de donde estaba Robert Jordan. Cambió unas palabras con el otrocentinela; luego, el centinela a quien relevaba se encaminó hacia el otroextremodelpuente.Elqueacababadeserrelevadoibamásdeprisadeloquehabíaidoelotro.«Sinduda,vaatomarseuncafé»,pensóRobertJordan.Perotuvotiempoparadetenerseyescupiraltorrente.

«¿Será superstición?–pensóRobert Jordan–.Convendríaqueyo tambiénescupieraalfondodeesagarganta,sisoycapazdeescupirenestosmomentos.No.Nopuedeserunremediomuypoderoso.Nopuedeservirdenada.Perotengoqueprobarquenosirveantesdeirmedeaquí.»

Elnuevocentinelaentróenlagaritaysesentó.Sufusil,conlabayonetacalada, quedó apoyado contra elmuro. Robert Jordan sacó los gemelos delbolsillo y los ajustó hasta que aquel extremo del puente apareció nítido yperfilado,consumetalpintadodegris.Luegolosdirigióhacialagarita.

Elcentinelaestabasentadocon laespaldaapoyadaen lapared.Sucascopendía de un clavo y su rostro era perfectamente visible. Robert Jordanreconoció al hombre que había estado de guardia dos días antes en lasprimerashorasdelatarde.Llevabaelmismogorrodepuntoqueparecíaunamedia. Y no se había afeitado. Tenía las mejillas hundidas y los pómulossalientes.Teníalascejaspobladas,queseuníanenmediodelafrente.Teníaairesoñoliento,yRobertJordanleobservómientrasbostezaba.Sacóluegodelbolsillounapitillerayunlibrillodepapelyliouncigarrillo.Tratódevalersedel encendedor, hasta que, al fin, volvió a guardárselo en el bolsillo y,acercándosealbrasero,seinclinó,ysacandountizónlosacudióenlapalmade la mano, encendió el cigarrillo y volvió a arrojar al brasero el trozo decarbón.

Robert Jordan, ayudado por los prismáticos «Zeiss» de ocho aumentos,estudiaba la cara del hombre apoyado en la pared, fumando el cigarrillo.Luegosequitólosprismáticos,loscerróylosmetióensubolsillo.

«Noquieroverlemás»,dijo.

Sequedó tumbadomirando lacarreteray tratandodenopensarennada.Unaardillalanzabagrititossobreunpino,asusespaldas,unpocomásabajo,yRobertJordanlaviodescenderporeltronco,deteniéndoseamediocamino

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paravolverlacabezaymiraralhombrequelaobservaba.Viosuspequeñosybrillantes ojillos y su agitada cola. Luego la ardilla se fue a otro árbolavanzandoporelsuelo,dandolargossaltosconsucuerpecillodepatascortasycoladesproporcionada.AlllegaralárbolsevolvióhaciaRobertJordan,sepusoatreparporeltroncoydesapareció.UnosminutosdespuésJordanoyóalaardillaquechillabaenunadelasramasmásaltasdelpinoylaviotendidabocaabajosobreunarama,moviendolacola.

RobertJordanapartólavistadelospinosyladirigiódenuevoalagaritadelcentinela.Lehubieragustadometersealaardillaenunbolsillo.Lehubieragustadotocarcualquiercosa.Frotósuscodoscontralasagujasdepino,peronoeralomismo.«Nadiesabelosoloqueseencuentraunocuandotienequehacerun trabajoasí.Yo síque lo sé.Esperoque lagatita salgaconbiendetodo.Perodéjatedeesascosas.Bueno,tengoderechoaesperaralgo,yespero.Lo que espero es hacer saltar bien el puente y que ella salga bien de todo.Bien,esoestodo;esoestodoloqueespero.»

Siguiótumbadoallí,yapartandolosojosdelacarreteraydelagarita,lospaseó por las montañas lejanas. Trató de no pensar en nada. Estaba allítumbado,inmóvil,viendocómonacíalamañana.Eraunahermosamañanadecomienzosdeveranoyenesaépocadelaño,afinesdemayo,lamañananacemuy de prisa. Un motociclista con casco y chaquetón de cuero y el fusilautomático en la funda, sujeto a la pierna izquierda, llegó del otro lado delpuente y subió por la carretera. Algo más tarde, una ambulancia cruzó elpuente,pasóunpocomásabajodeJordanysiguiósubiendolacarretera.Peroesofuetodo.Lellegabaelolordelospinosyelrumordeltorrente,yelpuenteaparecíacontodaclaridadenaquellosmomentos,muyhermosoalaluzdelamañana.Estabatumbadodetrásdelpinoconsuametralladoraapoyadaensuantebrazo izquierdo y no volvió amirar a la garita del centinela hasta que,cuandoparecíaqueno ibaasucedernada,quenopodíaocurrirnadaenunamañanatanhermosadefinesdemayo,oyóelestruendorepentino,cerradoyatronadordelasbombas.

Al oír las bombas, el primer estampido, antes que el eco volviera arepetirloatronandolasmontañas,RobertJordanrespiróhondamenteylevantódedondeestabaelfusilametrallador.Elbrazoselehabíaentumecidoporelpesoylosdedosseresistíanamoverse.

Elcentinelaensugarita se levantóaloírel ruidode lasbombas.RobertJordanvioalhombrecogersufusilysalirdelagaritaenactituddealerta.Sequedóparadoenmediodelacarreterailuminadoporelsol.Llevabaelgorrodepuntoaunladoylaluzdelsollediodellenoenlacara,barbuda,alelevarla vista hacia el cielo, mirando al lugar de donde provenía el ruido de lasbombas.

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Ya no había niebla sobre la carretera y Robert Jordan vio al hombreclaramente,nítidamente,paradoallí,contemplandoelcielo.Laluzdelsol ledabadeplano,colándoseporentrelosárboles.

RobertJordansintióqueseleoprimíaelpechocomosiunhilodealambrese lo apretase, y apoyándose en los codos, sintiendo entre sus dedos lasrugosidades del gatillo, alineó la mira, colocada ya en el centro del alza,apuntóenmediodelpechoalcentinelayapretósuavementeeldisparador.

Sintió el culatazo, rápido, violento y espasmódico del fusil contra suhombroyelhombrequeparecíahabersidosorprendido,cayóenlacarretera,derodillas,ydioconlacabezaenelsuelo.Sufusilcayóalmismotiempoysequedóallíconlabayonetaapuntadaalolargodelacarretera,yconunodesusdedosenredadoenelgatillo.

RobertJordanapartólavistadelhombrequeyacíaenelsuelo,doblado,ymiróhaciaelpuenteyalcentineladelextremoopuesto.Nopodíaverloymiróhacia lapartederechade la ladera, hacia el sitio endondeestaba escondidoAgustín. Oyó disparar entonces a Anselmo; y el tiro despertó un eco en lagarganta.Luegoleoyódispararotravez.

Al tiempo de producirse el segundo disparo le llegó el estampido de lasgranadas, arrojadas a la vuelta del recodo,más allá del puente.Luegohubootroestallidodegranadashacialaizquierda,muyporencimadelacarretera.Por fin oyó un tiroteo en la carretera y el ruido de la ametralladora decaballería de Pablo –clac clac clac– confundido con la explosión de lasgranadas.VioentoncesaAnselmo,quesedeslizabaporlapendiente,alotrolado del puente, y cargándose la ametralladora a la espalda, cogió las dosmochilasqueestabandetrásdelospinosy,conunaencadamano,pesándoletanto la carga que temía que los tendones se le rompieran en la espalda,descendió corriendo, dejándose casi llevar, por la pendiente abrupta queacababaenlacarretera.

Mientrascorría,oyógritaraAgustín:

—Buenacaza,inglés.Buenacaza.

Ypensó:«Buenacaza.Aldiablotubuenacaza.»EntoncesoyódispararaAnselmo al otro lado del puente. El estampido del disparo hacía vibrar lasvigas de acero. Pasó junto al centinela tendido en el suelo y corrió hacia elpuente,balanceandosucarga.

Elviejocorrióasuencuentro,conlacarabinaenlamano.

—Sinnovedad–gritó–.Nohasalidonadamal.Tuvequerematarle.

Robert Jordan, que estaba arrodillado abriendo lasmochilas en el centrodelpuenteparacoger elmaterial,viocorrer las lágrimaspor lasmejillasde

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Anselmoentrelabarbagris.

—Yomatéaunotambién–dijoaAnselmo.Yseñalóconlacabezahaciaelcentinela,queyacíaenlacarretera,alfinaldelpuente.

—Sí,hombre,sí–dijoAnselmo–;tenemosquematarlos,ylosmatamos.

RobertJordanempezóadescenderporentreloshierrosdelaarmazóndelpuente.Lasvigasestabanfríasyhúmedasporelrocíoy tuvoquedescendercon precaución, mientras sentía el calor del sol a sus espaldas. Se sentó ahorcajadas en una de las traviesas. Oía bajo sus pies el ruido del aguagolpeandocontrael lechodepiedrayoíael tiroteo,demasiado tiroteo,enelpuesto superior de la carretera.Empezó a sudar abundantemente.Hacía fríobajoelpuente.Llevabaun rollodealambrealrededordelbrazoyunpardepinzassuspendidasdeunacorreaentornoalamuñeca.

—Pásamelascargas,unaauna,viejo–gritóaAnselmo.Elviejoseinclinósobre la barandilla, tendiéndole los bloques de explosivos rectangulares, yRobert Jordan se irguió para alcanzarlos; los colocó donde tenía quecolocarlos,apretándolosbienysujetándolosbien.

—Lascuñas,viejo;damelascuñas.

Percibíaelperfumeamaderafrescadelascuñasrecientementetalladas,algolpearlasconfuerzaparaafirmarlascargasentrelasvigas.

Mientrastrabajaba,colocando,afirmando,acuñandoysujetandolascargaspor medio del alambre, pensando solamente en la demolición, trabajandorápida y minuciosamente, como lo haría un cirujano, oyó un tiroteo quellegaba desde el puesto de abajo, seguido de la explosión de una granada yluegodelaexplosióndeotra,cuyoretumbarsesobreponíaalrumordelagua,quecorríabajosuspies.Luegosehizounsilencioabsolutoporaquellaparte.

«Malditosea–pensó–.¿Quéleshabrápasado?»Seguíandisparandoenelpuestodearriba.Habíademasiadotiroteoportodaspartes.Continuósujetandodosgranadas,launaalladodelaotra,encimadelosbloquesdeexplosivosyenrollando el hilo en torno a las rugosidades, para apretarlas bien, yretorciendo los alambres con las tenazas. Palpó el conjunto y después, paraconsolidarlo,introdujootracuñaporencimadelasgranadas,afindequetodalacargaquedarabiensujetacontralasvigasdeacero.

—Alotroladoahora,viejo–gritóaAnselmo.YatravesóelpuenteporlaarmazóncomounTarzáncondenadoavivirenunaselvadeacerotemplado,segúnpensó.Luegosaliódedebajodelpuentehacialaluz,conelríosonandosiempre bajo sus pies, levantó la cabeza y vio aAnselmo, que le tendía lascargasdeexplosivos.«Tienebuenacara–pensó–.Yanollora.Tantomejor.Yahay un lado hecho. Vamos a hacer este otro, y acabamos. Vamos a volarlo

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como un castillo de naipes. Vamos. No te pongas nervioso. Vamos. Hazlocomo debes, como has hecho el otro lado. No te embarulles. Calma. Noquieras ir más de prisa de lo que debes. Ahora no puedes fallar. Nadie teimpediráquevueleunode los lados.Loestáshaciendomuybien.Hacefríoaquí. Cristo, esto está fresco como una bodega y sinmoho. Por lo general,debajo de los puentes suele habermoho. Este es un puente de ensueño.Uncondenado puente de ensueño. Es el viejo quien está arriba, en un sitiopeligroso.Notratesdeirmásdeprisadeloquedebes.Quisieraquetodoestetiroteoacabase.»

—Alcánzameunascuñas,viejo.

«Este tiroteonomegustanada.Pilardebedeandarmetidaenalgún lío.Algúnhombredelpuestodebíadeestarfuera.Fuerayaespaldasdeellos,obienaespaldasdelaserradero.Siguendisparando.Esopruebaquehayalguienen el aserradero. Y todo ese condenado serrín. Esos grandes montones deserrín.Elserrín,cuandoesviejoyestábienapretado,esunacosabuenaparaparapetarsedetrás.Perotienequehabertodavíacombatiendovariosdeellos.Por el lado de Pablo todo está silencioso. Me pregunto qué significa esesegundotiroteo.Hadebidodeseruncocheounmotociclista.Diosquieraquenotraiganporaquícochesblindadosotanques.Continúa.Colocatodoestolomásrápidamentequepuedas,sujétalobienyátalodespuésconfuerza.Estástemblandocomounamujercita.¿Quédiablosteocurre?Quieresirdemasiadodeprisa.Apuestoaqueesacondenadamujernotiemblaalláarriba.LaPilaresa.Puedequetiembletambién.Tengolaimpresióndequeestámetidaenunbuenlío.Debedeestartemblandoenestosmomentos.Comocualquierotroensulugar.»

Saliódebajodelpuente,hacialaluzdelsol,ytendiólamanoparacogerloqueAnselmolepasaba.Ahoraquesucabezaestabafueradelruidodelagua,oyócomoarreciabalaintensidaddeltiroteoyvolvióadistinguirelruidodelaexplosióndelasgranadas.Másgranadastodavía.

«Han atacado el aserradero. Es una suerte que tenga los explosivos enbloques y no barras. ¡Qué diablo, es más limpio! Pero un condenado sacollenodegelatinaseríamuchomásrápido.Seríamuchomásrápido.Dossacos.No. Con uno sería suficiente. Y si tuviéramos los detonadores y el viejofulminante...Esehijodeperratiróelfulminantealrío.Esaviejacajaquehaestadoentantossitios.FueaesteríoadondelatiróesehijodeputadePablo.Lesestádandoparaelpeloenestosmomentos.»

—Damealgunasmás,viejo.

«Elviejolohacetodomuybien.Estáenunsitiomuypeligrosoahíarribaenestosmomentos.Elviejosentíahorrorantelaideademataralcentinela.Yotambién; pero no lo pensé.Y no lo pienso ya en estosmomentos.Hay que

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hacerlo.Sí.PeroAnselmotuvoquehacerloconunacarabinavieja.Séloquees eso. Matar con arma automática es más fácil. Para el que mata, porsupuesto.Escosadistinta.Traselprimerapretónalgatillo,eselarmaquiendispara.Notú.Bueno,yapensarásenesomástarde.Tú,conesacabezatanbuena. Tienes una cabeza muy buena de pensador, viejo camarada Jordan.Vuélvete, Jordan, vuélvete. Te gritaban eso en el fútbol, cuando tenías lapelota. ¿Sabes que en realidad no es más grande el río Jordán que esteriachueloqueestáahíabajo?Ensuorigen,quierodecir.Claroqueesopuededecirsedecualquiercosaensuorigen.Seestámuybienbajoestepuente.Esuna especie dehogar lejos del hogar.Vamos, Jordan, recóbrate.Esto es unacosa seria, Jordan. ¿No lo comprendes? Una cosa seria. Aunque va siendocadavezmenosseria.Fíjateenelotrolado.¿Paraqué?Yaestoylistoahora,paseloquepase.ComovayaelMaineirálanación.ComovayaelJordániránesoscondenadosisraelitas.Quierodecir,elpuente.ComovayaJordan,asíiráelcondenadopuente.Omásbienalrevés.»

—Dame unas pocas más, Anselmo, hombre –dijo. El viejo asintió–.Estamoscasiterminando–dijoRobertJordan.Elviejoasintiódenuevo.

Mientras terminaba de sujetar las granadas con alambre, dejó de oír eltiroteoenlapartealtadelacarretera.Derepenteseencontróconqueelúnicoruidoqueacompañabasutrabajoeraelrumordelacorriente.Miróhaciaabajoyviolashirvientesaguasblanquecinasdespeñándoseporentrelasrocasquepoco trecho más abajo formaban un remanso de aguas quietas en las quegirabavelozmenteunacuñaque,momentosantes,habíadejadoescapar.Unatrucha se levantó para atrapar algún insecto, formando un círculo en lasuperficiedelagua,muycercanodellugarendondegirabalaastilla.Mientrasretorcíaelalambrecon la tenazaparamantener lasdosgranadasensusitio,vio a través de la armazónmetálica del puente la verde ladera de la colinailuminadaporelsol.«Hacetresdíasteníauncolormásbienpardusco»,pensó.

Salió de la oscuridad fresca del puente hacia el sol brillante, y gritó aAnselmo,queteníalacarainclinadahaciaél:

—Dameelrollograndedealambre.

«Por amor de Dios, no dejes que se aflojen. Esto las sostendrá sujetas.Quisieras poder atarlas a fondo. Pero con la extensión de hilo que empleasquedarábien»,pensóRobertJordanpalpandolasclavijasdelasgranadas.Seaseguró de que las granadas sujetas de lado tenían suficiente espacio parapermitiralascucharaslevantarsecuandosetirasedelasclavijas(elhiloquelasmanteníasujetaspasabapordebajodelascucharas),luegofijóuntrozodecableaunade lasanillas, lo sujetóconel cableprincipalquepasabaporelanillode lagranadaexterior,soltóalgunasvueltasdel rolloypasóelhiloaltravésdeunavigadeacero.Porúltimo,tendióelrolloaAnselmo:

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—Sujétalobien.

Saltóaloaltodelpuente,tomóelrollodelasmanosdelviejoyretrocediótodolodeprisaquepudohaciaelsitiodondeelcentinelayacíaenmediodelacarretera;sacóelalambreporencimadelabalaustradayfuesoltandocableamedidaqueavanzaba.

—Trae lasmochilas –gritó aAnselmo sin detenerse,marchando siempredeespaldas.Alpasarseinclinópararecogerlaametralladora,quecolgóotravezdesuhombro.

Fueentoncescuando, al levantar losojos,vioa lo lejos, en lo altode lacarretera,alosquevolvíandelpuestodearriba.

Vioque eran cuatro, pero inmediatamente tuvoqueocuparse del hilo dealambre,paraquenoseenredaraenlossalientesdelpuente.Eladionoestabaentrelosquevolvían.

Llevóel alambrehasta el extremodelpuente, hizoun rizo alrededordelúltimo puntal y luego corrió hacia la carretera, hasta un poyo de piedra, endondesedetuvo,cortóelalambreyleentregóelextremoaAnselmo.

—Sujetaeso,viejo.Yahora,vuelveconmigoalpuente.Verecogiendoelalambreamedidaqueavanzas.No.Loharéyo.

Unavezenelpuente,soltóelenganchequehabíahechounosmomentosantes y, dejando el alambre de manera que ya no estuviese enredado enningunapartedesdeelextremoqueuníalasgranadashastaelquellevabaenlamano,seloentregódenuevoaAnselmo.

—Llevaestohastaesapiedraqueestáallí.Sujétaloconfirmeza,perosintirar; no hagas fuerza. Cuando tengas que tirar, tira fuerte, de golpe, y elpuentevolará.¿Comprendes?

—Sí

—Llévalo suavemente, pero no lo dejes que se arrastre para que no seenrede. Sujétalo fuerte, pero no tires hasta que tengas que tirar de golpe.¿Comprendes?

—Sí.

—Cuandotires,tiradegolpe,nopocoapoco.

Mientras hablaba, Robert Jordan seguía mirando hacia arriba por lacarretera,endondeestabanlosrestosdelabandadePilar.Estabanmuycercaya y vio que a Fernando le sostenían Primitivo y Rafael. Parecía que lehubiesenheridoenlaingle,porquesesujetabaelvientreconlasdosmanos,mientras el hombre y elmuchacho le sostenían por las axilas.Arrastraba lapierna derecha y el zapato se deslizaba de costado, rozando el suelo. Pilar

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subía la cuesta camino del bosque, llevando al hombro tres fusiles. RobertJordan no podía verle la cara, pero ella iba con la cabeza erguida y andabatodolodeprisaquepodía.

—¿Cómovaeso?–gritóPrimitivo.

—Bien,casihemosacabado–contestóRobertJordan,gritandotambién.

Noeramenesterpreguntarcómoleshabíaidoaellos.Enelmomentoqueapartó la vista del grupo estaban todos a la altura de la cuneta y Fernandomovíalacabezacuandolosotrosdosqueríanhacerlesubirporlapendiente.

—Dadme un fusil y dejadme aquí –le oyó decir Robert Jordan con vozdébil.

—No,hombre;tellevaremoshastadondeestánloscaballos.

—¿Y para qué quiero yo un caballo? –contestó Fernando–. Estoy bienaquí.

Robert Jordan no pudo oír lo que siguieron diciendo, porque se puso ahablaraAnselmo.

—Hazlosaltarsivienentanques–dijoalviejo–;perosolamentesiestányasobreelpuente.Hazlosaltarsiaparecencochesblindados.Perosi los tienesyadeltodoencima.Sisetratadeotracosa,Pabloseencargarádedetenerlos.

—Novoyavolarelpuentemientrasestéstúdebajo.

—No te cuides demí.Hazlo saltar en caso de que sea necesario.Voy asujetarelotroalambreyvuelvo.Luegolovolaremosjuntos.

Saliócorriendohaciaelcentrodelpuente.

AnselmovioaRobertJordancorrerporelpuenteconelrollodealambredebajo del brazo, las tenazas colgadas de lamuñeca y la ametralladora a laespalda.Leviotreparporlabarandillaydesaparecer,conelhiloenlamanoderecha.Anselmoseacurrucódetrásdeunpoyodepiedraysepusoamirarlacarreterayelterrenomásalládelpuente.Amitaddecaminoentreelpuenteyélestabaelcentinela,queparecíamásaplastadosobrelasuperficielisadelacarretera,ahoraqueelsolledabaenlaespalda.Elfusilestabaenelsueloconla bayoneta calada apuntando hacia Anselmo. El viejo miró más allá delpuente,sombreadopor losvástagosde labarandilla,hastael lugarenque lacarreteratorcíahacialaizquierda,siguiendolagarganta,yvolvíaatorcerparadesaparecertraslaparedrocosa.Mirólagaritamásalejada,iluminadaporelsol, y luego, siempre con el hilo en lamano, volvió la cabeza hacia dondeestabaFernandohablandoconPrimitivoyelgitano.

—Dejadme aquí –decía Fernando–; me duele mucho y tengo unahemorragiainterna.Losientocadavezquememuevo.

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—Déjanos llevarteallíarriba–dijoPrimitivo–.Échanos losbrazosporelcuello,quevamosacogerteporlaspiernas.

—Esinútil–dijoFernando–;ponedmeahídetrásdeunapiedra.Aquísoytanútilcomoarriba.

—Pero¿ycuandotengamosqueirnos?–preguntóPrimitivo.

—Déjame aquí –dijo Fernando–; no se puede andar conmigo tal comoestoy. Así que tendréis un caballo más; estoy muy bien aquí. Y ellos notardaránenllegar.

—Podríamos subirte fácilmente hasta lo alto del cerro –dijo el gitano.Sentíaatodaslucesprisapormarcharse,comoPrimitivo.Perocomolehabíanllevadoyahastaallí,noqueríandejarle.

—No–dijoFernando–;estoymuybienaquí.¿QuélehapasadoaEladio?

Elgitanosellevóundedoalacabezaparaindicarelsitiodelaherida:

—Aquí–dijo–;despuésquetú.Cuandocargamoscontraellos.

—Dejadme–dijoFernando.

AnselmoveíaqueFernandoestabapadeciendomucho.Sesujetabalainglecon las dos manos. Tenía la cabeza apoyada contra la ladera, las piernasextendidasanteélysucaraestabagrisytransidadesudor.

—Dejadmeya;hacedelfavor.Osloruego–dijo.Susojosestabancerradosporeldoloryloslabiosletemblaban–:Estoybienaquí.

—Aquítienesunfusilyalgunasbalas–dijoPrimitivo.

—¿Esmifusil?–preguntóFernando,sinabrirlosojos.

—No.Pilartieneeltuyo–dijoPrimitivo–.Esteeselmío.

—Hubiesepreferidoelmío–dijoFernando–;leconozcomejor.

—Yo te lo traeré –dijo el gitano, mintiendo a conciencia–. Ten éstemientrastanto.

—Estoy muy bien situado aquí –dijo Fernando–; tanto para cubrir lacarreteracomoparaelpuente.–Abriólosojos,volviólacabezaymiróalotroladodelpuente;luegovolvióacerrarlosalsentirunnuevoaccesodedolor.

ElgitanosegolpeólacabezayconelpulgarhizoungestoaPrimitivoparamarcharse.

—Volveremosabuscarte–dijoPrimitivo.Ysepusoasubirlacuestadetrásdelgitano,quetrepabarápidamente.

Fernandosepegóa lapendiente.Delantedeélhabíaunadeesaspiedras

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blancasqueseñalanelbordedelacarretera.Teníalacabezaalasombra,peroelsoldabasobresuheridataponadayvendadaysobresusmanosarqueadasquelacubrían.Laspiernasylospiestambiénlosteníaalsol.Elfusilestabaasuladoyhabíatrescargadoresquebrillabanalsolcercadelfusil.Unamoscasepusoapasearseporsumano,peronosentíaelcosquilleoporeldolor.

—Fernando–gritóAnselmo,desdeelsitioendondeestabaacurrucadoconelalambreenlamano.

Habíahechounalazadayselahabíapuestoalrededordelamuñeca.

—Fernando–gritónuevamente.

Fernandoabriólosojosylemiró.

—¿Cómovaeso?–preguntóFernando.

—Muybien–dijoAnselmo–.Dentrodeunminutovamosahacerlosaltar.

—Mealegro.Sioshagofalta,paraloquesea,decídmelo–dijoFernando.

Ycerrólosojosabrumadoporeldolor.

Anselmoapartólamiradaysepusoaobservarelpuente.

Esperaba elmomento en que el rollo de alambre fuese arrojado sobre elpuente, seguido por la cabeza bronceada del inglés que volvería a subir.Almismo tiempo miraba más allá del puente para ver si aparecía algo por elrecododelacarretera.Noteníamiedodenada;nohabíatenidomiedodenadaaqueldía.«Fuetodotanrápidoytannormal–pensó–.Nomegustómataralcentinelaymeimpresionó;peroahorayahapasadotodo.¿Cómopudodecirel inglés que disparar sobre un hombre es lo mismo que disparar sobre unanimal?En lacaza sentí siemprealegríaynunca tuve la sensacióndehacerdaño. Peromatar al hombre causa lamisma sensación que si se pega a unhermanocuandoseesmayor.Ydispararvariasvecesparamatarle...No,nopiensesenello.Tehaproducidodemasiadaemociónyhaslloradocomounamujer,alcorrerporelpuente.Ahora todosehaacabado.Ypodrás tratardeexpiaresoy todolodemás.Ahora tienes loquepedíasayerpor lanoche,alcruzar los montes, de regreso a la cueva. Estás en el combate y eso no teplanteaningúnproblema.Simueroestamañana,todoestarábien.»

MiróaFernando,tendidocontralapendiente,conlasmanosarqueadasporencimadelvientre,loslabiosazulados,losojoscerrados,larespiraciónpesadaylenta,ypensó:«Simuero,queseadeprisa.No,hedichoquenopediríanadasiconseguíahoyloquehacíafalta.Asíesquenopidonada.¿Entendido?Nopidonadadeningunamanera.Dameloquetehepedidoyabandonotodolodemásatuvoluntad.»

Escuchó el fragor lejano de la batalla en el puerto, y se dijo:

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«Verdaderamente,hoyesungrandía.Esprecisoquepienseyque sepaquéclasededíaes.»

Peronoabrigabaalegríanientusiasmoensucorazón.Todoaquellohabíapasadoysóloquedabalacalma.Yahora,acurrucadodetrásdelpoyo,conunalazadadehierroensusmanosyotraalrededordesumuñecaylagravilladelbordedelacarreterabajosusrodillas,nosesentíaaislado,nosesentíasoloenabsoluto.Estabaunidoalhilodehierroqueteníaenlamano,unidoalpuenteyunidoalascargasqueelingléshabíacolocado.Estabaunidoalinglés,quetrabajabadebajodelpuente;estabaunidoatodalabatallayestabaunidoalaRepública.Peronosentíaentusiasmo.Todoestabatranquilo.Elsolledabaenlanucayenloshombros,ycuandolevantólosojosvioelcielosinunanubeyla pendiente de lamontaña que se levantaba tras la garganta, y no se sintiódichoso,perotampocosoloniasustado.

Enloaltode lacuesta,Pilar,acurrucadadetrásdeunárbol,observabaelfragmentodecarreteraquedescendíadelpuerto.TeníatresfusilescargadosytendióunodeellosaPrimitivocuandoéstefueacolocarseasulado.

—Ponteahí–ledijo–,detrásdeeseárbol.Tú,gitano,másabajo–yseñalóunárbolmásabajo–.¿Hamuerto?

—No.Todavíano–dijoPrimitivo.

—¡Quémalasuerte!–dijoPilar–.Sihubiéramossidodosmás,nohubierasucedido.Fernandodeberíahabersetumbadodetrásdelosmontonesdeserrín.¿Estábiendondelehabéisdejado?

Primitivoafirmóconlacabeza.

—Cuando el inglés vuele el puente, ¿llegarán hasta aquí los pedazos? –preguntóelgitanodetrásdelárbol.

—Nolosé–dijoPilar–;peroAgustín,conlamáquina,estámáscercaquetú.Elinglésnolehubieracolocadoallísiestuvierademasiadocerca.

—Me acuerdo de que cuando hicimos saltar el tren, la lámpara de lalocomotorapasóporencimademicabezaylostrozosdeacerovolabancomogolondrinas.

—Tienesrecuerdosmuypoéticos–dijoPilar–.Comogolondrinas.¡Joder!Oye,gitano, tehasportadobienhoy.Ahora,cuidadonovayaacogerteotravezelmiedo.

—Bueno,yohepreguntado solamente si llegaríanhasta aquí loshierros,parasabersitendríaqueseguirdetrásdeltroncodelárbol–dijoelgitano.

—Quédateahí–dijoPilar–.¿Acuántoshasmatado?

—Puesacinco.Dos,aquí,¿novesalotroextremodelpuente?Mira,fíjate.

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¿Ves? –Y señaló con el dedo.– Había ocho en el puesto de Pablo. Estuvevigilandoesepuestoporordendelinglés.

Pilarsoltóunbufidoyluegodijo,encolerizada:

—¿Qué le pasa a ese inglés? ¿Qué porquería está haciendo debajo delpuente?¡Vayamandanga!¿Estáconstruyendounpuenteovaavolarlo?

IrguiólacabezaymiróaAnselmoacurrucadodetrásdelpoyo.

—¡Eh,viejo!–gritó–;¿quéesloquelepasaaesepuercodeinglés?

—Paciencia,mujer–gritóAnselmo,sosteniendoelalambreconsuavidadaunqueconfirmezaentresusmanos–.Estáterminandosutrabajo.

—Lagranputa,¿porquétardatanto?

—Esmuyconcienzudo–gritóAnselmo–.Esuntrabajocientífico.

—Me cago en la ciencia –gritó Pilar, con rabia, dirigiéndose al gitano–.Queesepuercolovuele,oquenosehablemásdeeso.María–gritóconvozronca,dirigiéndosealoaltodelacuesta–.Tuinglés...–Ysoltóunaandanadade obscenidades a propósito de los actos imaginarios de Jordan debajo delpuente.

—Cálmate,mujer–legritóAnselmodesdelacarretera–.Estáhaciendountrabajoenorme.Acabaenestosmomentos.

—Aldiabloconél–rugióPilar–.Loimportanteeslarapidez.

Enaquelmomentooyeroneltiroteomásabajo,enlacarretera,enellugarenquePabloocupaba el puestoquehabía tomado.Pilar dejódemaldecir yescuchóatentamente.

—¡Ay!–exclamó–.¡Ay!,¡ay!Ahorasíquesehaarmado!

RobertJordanoyótambiénel tiroteocuandoarrojabael rollodealambreporencimadelpuenteytrepabahaciaarriba.Mientrasapoyabalasrodillasenelbordedehierrodelpuente,conlasmanosextendidashaciadelante,oyólaametralladoraquedisparabaenelrecododemásabajo.Elruidonoeraeldelarma automática de Pablo. Se puso de pie y después, inclinándose, echó elalambreporencimadelpretildelpuenteparairsoltándolomientrasretrocedíaandandodecostadoalolargodelpuente.

Oíaeltiroteoy,sindejardemoverse,losentíagolpeardentrodesí,comosihallaraecoensudiafragma.Amedidaqueretrocedía,fueoyéndolomásymás cercano. Miró hacia el recodo de la carretera. Estaba libre de coches,tanquesyhombres.Lacarreteracontinuabavacíacuandosehallabaamediocaminodelaextremidaddelpuente.Seguíaaúnvacíacuandohabíahecholastrescuartaspartesdelcamino,desenrollandosiempreelalambreconcuidado,

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paraevitarqueseenredara,y seguíaaúnvacíacuando trepóalrededorde lagaritadelcentinela,extendiendoelbrazoparamantenerapartadoelalambredemodoquenoseenredaseenlosbarrotesdehierro.Porfinseencontróenlacarretera,quecontinuabavacía; subió rápidamente la cuestade la cuneta, albordedelacarretera,extendiendosiempreelhilo,conelgestodeljugadorqueintentaatraparunapelotaquevienemuyalta,yquedócasifrenteaAnselmo;lacarreteraseguíaaúnlibremásalládelpuente.

En ese preciso instante oyó un camión que bajaba y, por encima de suhombro, le vio acercarse al puente.Arrollándose el alambre en torno de sumuñeca, gritó a Anselmo: –Hazlo saltar. Y hundió los talones en el suelo,echándosehaciaatráscontodassusfuerzasparatirardelalambre.Seoyóelruidodelcamiónalacercarse,cadavezmáspotente,yallíestabalacarretera,conelcentinelamuerto,el largopuente,el trechodecarretera,másallá,aúnlibre,yluegohubounestrépitoinfernalyelcentrodelpuenteselevantóporlosaires,comounaolaqueseestrellacontralosrompientes,yRobertJordansintiólaráfagadelaexplosiónllegarhastaélenelmismoinstanteenquesearrojabadebrucesenlacunetallenadepiedras,protegiéndoselacabezaconlasmanos.Aúnteníalacarapegadaalaspiedrascuandoelpuentedescendiódelosairesyeloloracreyfamiliardelhumoamarillentoleenvolviómientrascomenzabanalloverlostrozosdeacero.

Cuandolospedazosdeacerodejarondecaer,élseguíavivoaún.Levantólacabezaymiróalpuente.Lapartecentralhabíadesaparecido.Lacarreterayel resto del puente estaban sembrados de pedazos de hierro, retorcidos yrelucientes.Elcamiónsehabíadetenidouncentenardemetrosmásarriba.Elconductorylosdoshombresqueleacompañabancorríanbuscandorefugio.

Fernando seguía recostado en la cuesta y respiraba aún, con los brazoscaídosalolargodelcuerpoylasmanosabiertas.

Anselmo estaba tendido de bruces detrás del poyo blanco. Su brazoizquierdoaparecíadobladodebajodelacabezayelbrazoderechoextendido.Aúnllevabaelalambrearrolladoalamuñecaderecha.

RobertJordanselevantó,atravesólacarretera,searrodillójuntoaélyvioque estabamuerto.No le volvió la cara por no ver de quémanera le habíagolpeadoeltrozodeacero.Estabamuerto,yesoeratodo.

Parecíamuypequeñomuerto,pensóRobert Jordan.Parecíapequeñoconsucabezagris,yRobertJordanpensó:«Mepreguntocómohapodidollevarencimasemejantescargas,sieraverdaderamentetanpequeño.»Luegosefijóenlaformadelaspantorrillasyenlosgruesosmuslospordebajodelestrechopantalóndepanagrisyen lasalpargatasdesueladecáñamo,muygastadas.Recogió la carabina y las dosmochilas, casi vacías, atravesó la carretera ycogióelfusildeFernando.

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De un puntapié, apartó un trozo de hierro que había quedado en lacarretera.Luegoseechólosdosfusilesalhombro,sujetándolosporelcañón,ycomenzóasubirlacuestahacialosárboles.Novolviólacabezaparamiraratrásnitampocoalotroladodelpuente,hacialacarretera.Másabajoseguíandisparando,peroaquellonolepreocupaba.

LoshumosdelTNTlehicierontoser.Estabacomoentontecido.

CuandollegójuntoaPilar,escondidadetrásdeunárbol,dejócaerunodelos fusiles, junto a los que ya estaban allí. Pilar echó un vistazo y vio quevolvíanatenertresfusiles.

—Estáis colocados aquí demasiado arriba –dijo–; hay un camión en lacarreteraynopodéisverlo.Hancreídoqueeraunavión.Seríapreferiblequeosapostaraismásabajo.YovoyabajarconAgustínparacubriraPablo.

—¿Yelviejo?–preguntóella,mirándolealacara.

—Muerto.

Tosió,carraspeóyescupióalsuelo.

—Tupuentehavolado,inglés–dijoPilar,sindejardemirarle–.Noolvideseso.

—Noolvidonada–contestó–;tienesunavozmuyrecia.Teheoídogritardesdeabajocomounenergúmeno.DileaMaríaqueestoybien.

—Hemos perdido dos en el aserradero –dijo Pilar tratando de hacerlecomprenderlasituación.

—Yalohevisto–dijoRobertJordan–.¿Hashechomuchastonterías?

—Veteahacerpuñetas,inglés.FernandoyEladioeranhombrestambién.

—¿Porquénotevuelvesconloscaballos?–preguntóJordan–.Yopuedovigilarestetrechomejorquetú.

—No,tútienesquecubriraPablo.

—AldiabloconPablo.Quesecubraconmierda.

—No, inglés. Pablo ha vuelto.Ha luchadomucho ahí abajo. ¿No lo hasoído?Ahoraestáluchandocontraalgúnpeligro.¿Nolooyes?

—Lecubriré.Peroluegoosiréistodosalamierda.TúytuPablo.

—Inglés –dijo Pilar–, cálmate. Yo he estado junto a ti y te he ayudadocomonadie.Pablotehizodaño,peroluegovolvió.

—Si hubiera tenido el fulminante, el viejo no habría muerto. Hubierapodidovolarelpuentedesdeaquí.

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—Sí,sí,sí...–dijoPilar.

La cólera, la sensación de vacío y el odio que había sentido cuando, allevantarsedelacuneta,habíavistoaAnselmo,seguíandominándole.Ysentíatambiéndesesperación,esadesesperaciónquenacedelapenayqueinspiraalossoldadoselodiosuficienteparacontinuarsiendosoldados.Ahoraquetodohabía acabado, se sentía solo, abandonado, sin ganas de nada y odiando atodoslosqueteníaalrededor.

—–Sinohubieranevado...–dijoPilar.

Yentonces,nodeunamanerasúbita,comohubieraocurridotratándosedeundesahogofísico,si,porejemplo,Pilarlehubierapuestoelbrazoencimadelhombro, sino lentamenteydeuna forma reflexiva, empezóa aceptar loquehabíapasadoyadejarqueelodiosedisipara.

Claro, lanieve.Habíasido laculpablede todo.Lanieve.Lanievehabíajugadoaotrosunamalapasadatambién.Yalvercómosucedieronlascosasalosdemás,alconseguirdesembarazarsedesímismo,deesedelquehabíaquedesembarazarseconstantementeenunaguerra,volvíaaver lascosasdeunamaneraobjetiva.Enlaguerranohabíalugarparaunomismo.Yalolvidarsedesímismo,leoyóaPilardecir:«ElSordo...»

—¿Quédices?–preguntó.

—ElSordo...

—Sí –dijo Robert Jordan, y sonrió con una sonrisa crispada, tensa, unasonrisaquelehacíadañoenlosmúsculosdelacara.

—Perdóname.Hehechomal.Losiento,mujer.Hagámoslotodobienydeacuerdo.Comotúdices,elpuentehavolado.

—Sí,tienesqueponerlascosasensulugar.

—VoyareunirmeahoraconAgustín.Colocaa tugitanomásabajo,paraquepuedaverlacarretera.DaleestosfusilesaPrimitivoycogetúlamáquina.Déjamequeteenseñecómo.

—Guárdate tu máquina –repuso Pilar–; no estaremos aquí mucho rato.Pablollegaráenseguida,ynosiremos.

—Rafael–llamóRobert Jordan–,venaquíami lado.Aquí.Bien.¿Vesaesos que salen de la cuneta? Ahí, más arriba del camión. ¿Los ves que sedirigenalcamión?Pégaleaunodeellos.Siéntate.Hazloconcalma.

El gitano apuntó cuidadosamente y disparó, ymientras corría el cerrojo,paratirarelcartucho,RobertJordancomentó:

—Muy alto. Has dado en la roca de más arriba. ¿Ves el polvo que ha

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levantado?Procuraatinarmediometropordebajo.Ahora.Peroconcuidado.Corren.Bien.Siguetirando.

—Lediauno–dijoelgitano.

El hombre quedó tendido enmedio de la carretera, entre la cuneta y elcamión.Losotrosdosnosedetuvieronpararecogerle.Searrojaronalacunetaysequedaronagazapadosallí.

—Nolestiresaellos–dijoRobertJordan–.Apuntaaloaltodeunodelosneumáticos delanteros del camión. De manera que, si no atinas, le des almotor.Bien.–Miróconlosprismáticos–.Unpocobajo.Bien.Estáspegandobien.Mucho.Mucho. Apunta a lo alto del radiador. En cualquier parte delradiador.Eresuncampeón.Mira.Nodejespasaranadiedeesepunto.¿Tedascuenta?

—Miracómoledeshagoelparabrisas–dijoelgitano,feliz.

—No.El camiónya está fastidiado–dijo Jordan–.Guarda las balas paracuando aparezca otro vehículo en la carretera. Empieza a disparar cuandolleguenfrentealacuneta.Tratadeacertarlealconductor.Entonces,disparadtodos–dijoaPilar,quehabíabajadoacompañadadePrimitivo–.Estáismuybiencolocados.¿Vescómoestaelevaciónosprotegeelflanco?

—VeahacertutrabajoconAgustín–dijoPilar–.Nohacefaltaquenosdesunaconferencia.Séloqueeselterrenodesdehacemuchotiempo.

—Coloca a Primitivo más arriba –dijo Robert Jordan–. Allí. ¿Te dascuenta,hombre?Allí,pordondelapendientesehacemásabrupta.

—Acaba ya –dijo Pilar–. Vete, inglés. Tú y tu perfección. Aquí no hayningúnproblema.Enaquelmomentooyeronlosaviones.

Maríallevabamuchotiempoconloscaballos;peronoeraningúnconsuelopara ella. Ni para los caballos. Desde el paraje del bosque en que seencontraba,nopodíaverlacarreteranielpuente,ycuandoeltiroteocomenzópasóelbrazoalrededordelcuellodelgransementalbajodefrenteblanca,quehabía acariciado y regalado a menudo cuando los caballos estaban en elcercado,entre losárboles,porencimadelcampamento.Perosunerviosismodesazonaba al gran semental, que sacudía la cabeza con las ventanas de lasnarices dilatadas al oír el ruido de las explosiones de los fusiles y de lasgranadas.María no era capaz de quedarse quieta en unmismo sitio y dabavueltas alrededor de los caballos, los acariciaba, les daba palmaditas y noconseguíamásqueexacerbarsunerviosismoysuagitación.

Intentó pensar en el tiroteo, no como una cosa terrible, que estabasucediendo en aquellosmomentos, sino imaginando que Pablo estaba abajoconlosúltimosquehabíanllegadoyPilararribaconlosotros,yquenotenía

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por qué inquietarse ni dejarse llevar por el pánico, sino tener confianza enRoberto.Peronoloconseguía.Ytodoeltiroteodearribayeltiroteodeabajoylabatallaquedescendíadelpuertocomounatormentalejanaconuntableteosecoyelestallidoregulardelasbombascomponíanuncuadrodehorrorquecasilaimpedíarespirar.MástardeoyóelvozarróndePilarque,desdeabajo,desde el flanco del cerro, gritaba indecencias que no comprendía; y pensó:«Diosmío,no;nohablesasímientrasélestáenpeligro.Noofendasanadie.Noprovoquesriesgosinútiles.Nolosprovoques.»

Luego se puso a rezar por Robert, rápida ymaquinalmente, como en elcolegio, diciendo sus oraciones de prisa, todo lo de prisa que podía, ycontándolasconlosdedosdelamanoizquierda,rezandomisterioscompletosdeavemarías.Porfinelpuentesaltóyuncaballorompiólasriendasdespuésde espantarse, y se escapó por entre los árboles. María salió tras él paracogerleyletrajotemblando,estremeciéndose,conelpechobañadoensudor,lamontura torcida,y,mientrasregresabaporentre losárboles,oyóel tiroteomás cercano y pensó: «No puedo soportar esto mucho tiempo. No puedoaguantarmássinsaber loquepasa.Nopuedo respirary tengo labocaseca.Tengomiedoynosirvodenada,yheasustadoa loscaballosyhecogidoaéste por casualidad; porque tiró la montura al tropezar con un árbol y seenganchóenlosestribos,yahoraqueestoyreajustandolamontura,Diosmío,no sé, no puedo soportarlo, te lo ruego. Que vaya todo bien; porque micorazónytodomiserestánenelpuente.LaRepúblicaesunacosa,yelquetengamosqueganarestaguerraesotra.Pero,Virgenbendita,tráeledelpuentesanoysalvoyharétodoloquequieras.Porqueyonoestoyaquí.Nosoyyo.Yonovivomásqueporél.Protégele,porque te lopidoyo,yentoncesharétodoloquequieras,yélnoseopondrá.YnoserácontralaRepública.Teloruego;perdóname,porquenoentiendonadaenestosmomentos;haré loqueestébienhecho;haré loqueéldigay loquetúdigas,y loharécontodamialma.Peroahoranopuedosoportarelnosaberloquepasa.»

Luegoajustólasilla,estirólamanta,apretólascinchasyoyóelvozarróndePilarquelellegabadeentrelosárboles:

—María.María,tuinglésestábien.¿Meoyes?Muybien.Sinnovedad.

Maríaseagarróconlasdosmanosalamontura,apretósucabezarapadacontra ella y rompió a llorar. Oyó el vozarrón que volvía a elevarse y,apartandoelrostrodelamontura,gritóentresollozos:

—Sí, gracias. –Y luego, sin dejar de llorar, añadió:– Gracias. Muchasgracias.

Al oír los aviones levantaron todos la cabeza. Venían de la parte deSegovia,volandomuyaltosenel cielo,plateadosa la luzdel sol, ahogandoconsuzumbidolosotrosruidos.

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—Ahíestánésos–dijoPilar–;esloquenosfaltaba.

RobertJordanlepasóelbrazoporelhombro,sindejardeobservarlos.

—No –dijo–, esos no vienen por nosotros.No tienen tiempo que perderconnosotros.Cálmate.

—Losodio.

—Yotambién;peroahoratengoqueirmeabuscaraAgustín.

Rodeóelcerroporentrelospinos,conelzumbidodelosavionessobresucabeza,mientras desde el otro lado del puente demolido,más abajo, por lacarretera,lellegabaeltableteointermitentedeunaametralladorapesada.

SeacurrucójuntoaAgustín,queestabatumbadoenmediodeungrupodeabetosdetrásdelaametralladora,yvioqueveníanotrosaviones.

—¿Qué pasa ahí abajo? –preguntóAgustín–. ¿Qué está haciendoPablo?¿Nosabequelodelpuentehaacabado?

—Quizásestéatrapadoahí.

—Entonces,nosiremos.Peorparaél.

—Vaavenirenseguida,sipuede–dijoRobertJordan–.Debiéramosestarviéndoleya.

—Hacemásdecincominutosquenoleoigo–dijoAgustín–.Másdecincominutos.No.Mira.Ahíestá.Sí,esél.

Se oyó el tableteo del fusil automático de caballería. Primero, una seriebrevededisparos.Luegootray,enseguida,unaterceraseriededisparos.

—Ahíestáesehijodeputa–dijoRobertJordan.

Viollegarmásavionesporelaltocieloazullimpiodenubesyobservólaexpresión de Agustín cuando éste levantó la vista hacia ellos. Luego miróhaciaelpuentedestrozadoyeltrechodecarreterademásalláqueseguíasinnadie.Tosió,escupióyprestóoídoaltableteodelaametralladorapesada,quecomenzabaadispararalotroladodelrecododelacarretera.Parecíahallarseenelmismositioqueantes.

—¿Quéhasidoeso?–preguntóAgustín–.¿Quéesesaporquería?

—Ha estado disparando desde antes que volara el puente –dijo RobertJordan.

Podía ver ahora la corriente de agua mirando por entre los soportesdescuajados y distinguir los restos del tramo central colgando en el vacío,semejantesaunmandildehierro,retorcido.Oyóalosprimerosaviones,queestaban descargando sus bombas más arriba del puerto, y vio que acudían

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otrosenlamismadirección.Elruidodelosmotoresparecíallenarelaltocieloy, mirando con atención, distinguió los diminutos y ágiles cazas que ibandetrásdeellos,describiendocírculosmuchomásaltos,entrelasnubes.

—Nocreoqueésos cruzaran las líneas elotrodía–dijoPrimitivo–.HandebidodeirhaciaelOesteyahoraestánvolviendo.Nosehubieraorganizadounaofensivadehaberlosvisto.

—Lamayorpartedeesosaparatossonnuevos–dijoRobertJordan.

Tenía la impresión de que algo que había comenzado normalmenteprovocaba de golpe repercusiones enormes, desproporcionadas, gigantescas.Eracomosisehubieraarrojadounapiedraalagua,lapiedrahubiesedescritoun círculo y ese círculo se hubiera ido haciendo más grande, rugiendo,hinchándose,abriéndoseencírculosmásgrandeshastahacerseunamontañade olas. O como si se hubiera gritado y el eco hubiese respondido,desencadenandouna tormenta aparatosa, una tormentamortal.Ocomo si sehubieragolpeadoaunhombre,comosielhombrehubiesecaídoycomosiporalguna parte hubieran aparecido otros hombres provistos de armas. SealegrabadenoencontrarseenloaltodelpuertoconGolz.

Tumbadoenelsuelo,juntoaAgustín,mirandoalosavionesquepasaban,escuchando el tiroteo, vigilando la carretera, esperaba que sucediera algo,aunquenosabíaqué,ysesentíaaúncomoentontecidoporlasorpresadenohabermuertoenelpuente.Habíaaceptadodemaneratancompletaelmorir,quetodoaquelloseleantojabairreal.«Espabila–sedijo–.Dejatodoeso.Haymucho,mucho,muchoquehacertodavía.»Peronolograbazafarsedeaquellaespeciedeentontecimientoysentíademanerainconscientequetodoaquelloseestabaconvirtiendoenunsueño.

«Has tragado demasiado humo.»Pero sabía que no era aquello. Se dabamuy bien cuenta de hasta qué punto todo aquello era irreal a través de larealidad absoluta. Miró al puente; luego al centinela que yacía sobre lacarretera, no lejos del sitio en donde Anselmo yacía también; después, aFernando,tumbadoenlacuesta,yluegovolvióamirarlacarretera,oscuraybien asfaltada hasta el camión reventado, y todo aquello le parecióenteramenteirreal.

«Seríamejorquedejarasdepensarenesascosas–reflexionó–.Erescomoesos gallos de pelea, que nadie ve la herida que han recibido, y están yamuertos.Estupideces.Estásunpocoentontecido;esoestodo,ydeprimidoportantaresponsabilidad;esoestodo.Tranquilízate.»

Agustínlecogiódelbrazoparallamarsuatenciónsobrealgunacosa.Miróal otro lado del desfiladero y vio a Pablo. Vieron a Pablo desembocar,corriendo, por el recodo de la carretera. En el ángulo de rocas en que la

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carretera desaparecía le vieron detenerse, pegarse a la muralla rocosa ydisparar con la pequeña ametralladora de caballería, que arrojaba al sol unacascada de cobre brillante. Vieron a Pablo agacharse y disparar otra vez.Luego,sinmirarhaciaatrás,volvióacorrer,pequeño,conlaspiernastorcidasylacabezainclinadacaminodelpuente.

Robert Jordan apartó aAgustín y se hizo cargode la gran ametralladoraautomática. Apuntó cuidadosamente hacia el recodo. Su fusil automáticoestaba en el suelo, a su izquierda. No le servía para disparar a aquelladistancia.

MientrasPablocorríahaciaellos,RobertJordanseguíaapuntandohaciaelrecodo;peronadaaparecióporél.Pablo,al llegaralpuente,sevolvióhaciaatrás,echóporencimadelhombrounamiradarápida,giróhacialaizquierdaydescendió por el desfiladero, perdiéndose de vista. Robert Jordan seguíavigilandoel recodo,peronadaaparecía.Agustínse irguiósobresusrodillas.VeíaaPablodeslizándoseporeldesfiladerocomounacabra.DesdequePabloapareció,eltiroteohabíacesado.

—¿Ves algo por allá arriba, entre las rocas? –preguntóRobert Jordan. –Nada.

Jordan seguía vigilando el recodo. Sabía que el paredón era demasiadoabruptoparaquepudieraescalarseporaquellaparte;peromásabajolacuestasehacíamássuaveysepodíasubirdandounrodeo.

Silascosashabíansidoirrealeshastaentonces,heaquíque,derepente,sehacíanenteramentereales.Eracomosieloculardeunamáquinafotográficahubiese encontrado repentinamente su foco. Fue entonces cuando vio elartefacto de hocico anguloso y torrecilla cuadrada, pintado de verde gris ycastaño,consuametralladoraapuntada,dando lavueltaal recodo iluminadoporelsol.Disparó,yoyóelruidoquehacíalabalaalchocarcontralacubiertade acero. El pequeño tanque diomarcha atrás, refugiándose tras la murallarocosa.Vigilandoelrecodo,RobertJordanvioasomarnuevamentelanarizdelartefacto, luegoelbordede la torrecillayporúltimo toda la torrecilla,hastaqueelcañóndelaametralladoraquedóenfiladoalolargodelacarretera.

—Pareceunratónsaliendodesuagujero–dijoAgustín–.Mira,inglés.

—Noestámuyconfiado–dijoRobertJordan.

—EseeselanimalconquePablotuvoquepelear–dijoAgustín–.Disparaotravez.

—No. No puedo hacerle daño. Y no quiero que se dé cuenta de dóndeestamos.

Eltanquecomenzóadispararsobrelacarretera.Lasbalasrebotabancontra

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elsueloyresonabancontraloshierrosdelpuente.Eralamismaametralladoraquehabíanoídodispararmásabajo.

—Cabrón–dijoAgustín–.Eseesunodesusfamosostanques,¿no,inglés?

—Sí,esun«Bebé».

—Cabrón.Siyotuvieseunbiberónllenodegasolina,selotiraríaencimayleprenderíafuego.¿Quévamosahacer,inglés?

—Esperarunpocohastaqueseasomedenuevo.

—Y eso es lo quemete tantomiedo –dijo en tono despectivoAgustín–.Mira,inglés.Estámatandootravezaloscentinelas.

—Yaquenotieneotroblanco–dijoRobertJordanDéjale.

Peroparasusadentrospensó:«Búrlatedeél,anda.Imagínatequeerestú,quevuelvesaunterritorioocupadoporlostuyosyqueteencuentrasconquete disparan en la carretera principal; luego, con que salta un puente. ¿Nocreeríasquehabíasidominadoobienquesetratabadeunatrampa?Claroquesí.Asíesquehaceloquetienequehacer.Estáaguardandoquevengaalguienensuayuda.Entretanto,distraealenemigo.Elenemigosomosnosotros;peronopuedesaberlo.Miraalmuyhijodeputa.»

Eltanquecilloasomabaligeramenteelmorroporelrecodo.

EntoncesvioAgustínapareceraPablo, saliendodeldesfiladero,y leviotrepar,arrastrándose,conelbarbudorostrollenodesudor.

—Ahívieneesehijodeputa–anunció.

—¿Quién?

—Pablo.

Robert Jordan vio a Pablo y comenzó a disparar sobre la torrecillacamufladadeltanquecillo,haciaelpuntoendondesabíaqueteníaqueestarlahendidura que servía demiramás abajo de la ametralladora. El tanquecilloretrocedió,desaparecióyJordanrecogióelfusilametrallador,plególaspatasdel trípode y se lo echó al hombro. El cañón estaba todavía caliente; tancaliente,que lequemaba lapiel. Jordan loechóhaciaatrás,de formaque laculatadescansaraenlapalmadesumano.

—Trae el saco de las municiones y mi pequeña máquina, y date prisa.Vamos.

RobertJordansubiócorriendoporentrelospinos.AgustínibadetrásdeélyPablounpocomáslejos.

—Pilar–gritóJordan–.Vamos,mujer.

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Subíanlaempinadacuesta todolodeprisaquepodían.Nopodíancorrerporqueerademasiadoempinada.Pablo,quenollevabamásimpedimentaqueelfusilautomáticodecaballería,llegóprontohastaellos.

—¿Ytugente?–preguntóAgustínaPablo,conlabocaseca.

—Hanmuertotodos–dijoPablo.Apenassipodíarespirar.Agustínvolviólacabezaylemirófijamente.

—Ahoratenemosmuchoscaballos,inglés–dijoPablo,jadeando.

—Bueno–dijoRobertJordan.«Estebastardoasesino»,pensó.

—¿Quéoshapasado?

—Noshapasadodetodo–dijoPablo,respirandopenosamente–.¿QuétallefueaPilar?

—HaperdidoaFernandoyalhermano.

—Eladio–explicóAgustín.

—¿Ytú?–preguntóPablo.

—HeperdidoaAnselmo.

—Haymuchoscaballos–dijoPablo–;tendremoshastaparalosequipajes.

Agustínsemordióloslabios,miróaJordanehizounmovimientoconlacabeza.Debajodeellos,ocultoporlosárboles,oyeronaltanque,quevolvíaadispararsobrelacarreterayelpuente.RobertJordanvolviólacabeza.

—¿Quéfueloquesucedió,pues?–preguntóaPablo.QueríaevitarmiraraPabloyolerle,peroqueríaenterarse.

—No podía salir por allí con ese artefacto –dijo Pablo–. Estábamosatrapadosenelpuesto.Porfin,sealejóparairenbuscadenoséquécosa,yyoescapé.

—¿Contraquiéndisparabasahíabajo?–preguntóbrutalmenteAgustín.

Pablolemiró,esbozóunasonrisa,searrepintióynodijonada.

—¿Fuistetúquienlosmatóatodos?–preguntóAgustín.

RobertJordanpensaba:«Notemetaseneso.Nohayquemeterseenelloporelmomento.Hanhechotodoloquetúqueríaseinclusomás.Estaesunapelea de tribus. No te metas a juzgar a nadie. ¿Qué podías esperar de unasesino?Estástrabajandoconunasesino.Notemetaseneso.Yasabíasqueloera antes de empezar. No es ninguna sorpresa. Pero ¡qué cochino bastardo!¡Quécochino,inmundobastardo!»

Ledolíaelpechodelaescaladaypensabaque"ibaaabrírseleendos.Al

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fin,másarriba,entrelosárboles,violoscaballos.

—Vamos–decíaAgustín–. ¿Porquéno confiesasque fuiste túquién losmató?

—Calla la boca –dijo Pablo–. He peleado mucho hoy y muy bien.Pregúntaseloalinglés.

—Yahora,sácanosdeaquí–dijoRobertJordan–.Erestúelqueteníaunplanparasacarnos.

—Tengounbuenplan–dijoPablo–;conunpocodesuerte,todoirábien.

Empezaba a respirar con más holgura. –No tendrás intenciones dematarnos,¿eh?–preguntóAgustín–.Porqueestoydispuestoamatarteyoahoramismo.

—Cierraelpico–dijoPablo–;tengoqueocuparmedetusinteresesydelosdelabanda.Eslaguerra.Nosepuedehacerloquesequiere.

—Cabrón–dijoAgustín–;tellevastodoslospremios.–Dimequéocurrióalláabajo–dijoRobertJordanaPablo.

—Pasó de todo –contestó Pablo. Respiraba trabajosamente, como si ledolieraelpecho,peropodíahablarconclaridad.Sucaraysucráneoestabanempapados de sudor y tenía los hombros y el pecho asimismo empapados.Miró aRobert Jordan conprecaución, para ver si no semostraba realmentehostil,yluegosonrió–:Mepasódetodo–dijo–.Primerotomamoselpuesto.Después apareció unmotociclista. Después, otro. Después, una ambulancia.Luego, un camión.Más tarde llegó el tanque.Unmomento antes de que túvolaraselpuente.

—¿Yluego?

—El tanque no podía alcanzarnos, pero tampoco podíamos salir porquedominabalacarretera.Porfinsemarchó,yentoncespudesalir.

—¿Ytugente?–preguntóAgustín,buscandotodavíacamorra.

—Cállate–dijoPablo,mirándolealacara,ysucaraeraladeunhombrequesehabíabatidobienantesdequesucediera lootro–.Noerandenuestrabanda.

Podían ver ahora a los caballos atados a los árboles. El sol les daba delleno por entre las ramas y los animales, inquietos, sacudían la cabeza ytiraban de las trabas. Robert Jordan vio a María y un instante después laestrechaba entre sus brazos. La abrazó con tanta vehemencia, que eltapallamas del fusil ametrallador se le hundió en las costillas.María dijo: –Roberto,tú.Tú.Tú.

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—Sí,conejito,conejitomío.Ahoranosiremosdeaquí.–Pero¿erestúdeverdad?–Sí,sí,deverdad.

Nohabíapensadonuncaquepudierallegarseasaberqueunamujerpodíaexistirduranteunabatallaniqueningunapartedesímismopudierasaberlooresponderaello;nique,sihabíarealmenteunamujer,pudieratenerpequeñossenosredondosydurosapretadoscontrauno,atravésdeunacamisa;niquesepudieratenerconcienciadeesossenosduranteunabatalla.«Peroesverdad–pensó–.Yesbueno.Esbueno.Nohubieracreído jamásenesto.»Laapretócontraél,fuerte,muyfuerte,peronolamiróylediouncacheteenunlugardondenoselohabíadadonunca,diciéndole:–Subeaesecaballo,guapa.

Luego desataron las bridas. Robert Jordan había devuelto el armaautomática a Agustín y había cogido su fusil ametrallador, cargándoselo alhombro.Sacólasgranadasdelosbolsillosparameterlasenlasalforjas;luegometióunadelasmochilasvacíasenlaotraylasatódetrásdelamontura.Pilarllegótanagotadaporlacuesta,quenopodíahablarmásqueporgestos.

Pablometió en unas alforjas las tresmaniotas que tenía en lamano, seirguióydijo:

—¿Quétal,mujer?

Ellalecontestóconungestoparatranquilizarle,ytodosmontaronenloscaballos.

RobertJordanibasobreelgrantordillo,quehabíavistoporvezprimeralavíspera, por lamañana, bajo la nieve, y sus piernas ymanos sentían lo quevalíaaquelmagníficocaballo.

Comollevabaalpargatasdesueladecáñamo,losestriboslequedabanunpococortos.Llevabaelfusilalhombro,losbolsillosrepletosdemuniciones,y, una vez montado, con las riendas debajo del brazo, cambió el cargador,echandodevezencuandounamiradaaPilar,queaparecíaenloaltodeunaextrañapirámidedemantasypaquetesatadosalasilla.

—Dejatodoeso,porelamordeDios–dijoPrimitivo–.Tevasacaerytucaballonopodráaguantartantacarga.

—Cállate–repusoPilar–.Contodoestopodremosvivirenotraparte.

—¿Podrás cabalgar así, mujer? –le preguntó Pablo, que se habíaencaramadoalgrancaballobayo,aparejadoconunamonturadeguardiacivil.

—Comocualquierlechero–dijoPilar–.¿Adóndevamos,hombre?

—Derechos,haciaabajo.Atravesaremoslacarretera.Subiremoslacuestadelotroladoynosmeteremosporelbosque,porlapartemásespesa.

—–¿Hay que atravesar la carretera? –preguntóAgustín, poniéndose a su

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lado,mientrashincabalasalpargatasenlosflancosduroseinertesdeunodeloscaballosquePablohabíatraídolanocheanterior.

—Puesclaro,hombre;eselúnicocaminoquenosqueda–dijoPablo.Leentregóunodeloscaballosdecarga;Primitivoyelgitanollevabanlosotrosdos.

—Puedesveniraretaguardia,inglés,siquieres–dijoPablo–.Cruzaremosmuyarriba,paraestarlejosdelalcancedeesamáquina.Peroiremosseparadosalcruzarlacarreterayvolveremosajuntarnosmásarriba,dondeelcaminosehacemásestrecho.

—Bien–dijoRobertJordan.

Descendieronentrelosárboleshastaelbordedelacarretera.RobertJordanibadetrásdeMaría.Nopodíairasuladoporlosárboles.Acariciósucaballocon las piernas y lomantuvo bien sujeto,mientras descendían rápidamente,deslizándose entre los pinos, guiando al animal con los muslos, como lohubierahechoconlasespuelasdehaberseencontradoenterrenollano.

—Oye, tú –exclamó, dirigiéndose a María–. Ponte en segundo lugarcuandoatravesemoslacarretera.Pasarelprimeronoestanmalocomoparece.Peroelsegundoesmejor.Losquecorrenmáspeligrosonlosquevandespués.

—Perotú...

—Yopasarémuyaprisa.Nohayproblema.Lomáspeligrosoespasarenfila.

Veía la redonda y peluda cabeza de Pablo hundida entre los hombrosmientrascabalgabaconelfusilautomáticocruzadoalaespalda.MiróaPilar,queibaconlacabezadescubierta,ampliosloshombros,másaltaslasrodillasquelosmuslos,conlostaloneshundidosenlosbultosquellevaba.Unavezsevolvióaellaamirarleymoviólacabeza.

—Adelanta a Pilar antes de atravesar la carretera –dijo Robert Jordan aMaría.Luego,mirandoporentrelosárboles,queestabanmásseparados,violasuperficieoscuraybrillantedelacarreterapordebajodeellos,y,másallá,la pendiente verde de la montaña. «Estamos justamente por encima de lacuneta–observó–,yunpocomásacádelrepecho,apartirdelcuallacarreteradesciendehaciaelpuenteenunapendientelarga.Estamosaunosochocientosmetrosporencimadelpuente.Esonoestáfueradelalcancedela«Fiat»deltanque,sisehanacercadoalpuente.»

—María–dijo–,pontedelantedePilarantesquelleguemosalacarreteraysubedeprisaporesacuesta.

Maríavolvió lacabezaparamirarle,peronodijonada.Él ledevolvió lamiradaparaasegurarsedequelehabíaentendido.

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—¿Comprendes?–lepreguntó.

Ellahizoungestoafirmativo.

—Pasadelante–dijo.

—No–respondióella,volviéndosehaciaélynegandoconlacabeza–.Mequedaréenellugarquemecorresponde.

Entonces Pablo hundió las espuelas en los ijares del gran bayo y seprecipitócuestaabajo,porlapendientecubiertadehojasdepino,atravesandola carretera entre un martillar y relucir de cascos. Los otros le siguieron yRobertJordanlosvioatravesarlacarreteraysubirlacuestacubiertadehierbayoyólaametralladoraquetableteabadesdeelpuente.Luegooyóunruidoqueseasemejabaaunsilbido–¡psiiicracbum!–seguidodeungolpesordoyunaexplosión, y vio levantarse un surtidor de tierra de la ladera y una nube dehumo gris. –¡Psiiii, crac, bum!– Inmediatamente se repitió la escena y unanubedepolvoyhumoselevantóunpocomásarriba,enlaladera.

Delante de él se paró el gitano al borde de la carretera, al abrigo de losúltimosárboles.MirólacuestayluegosevolvióhaciaRobertJordan.

—Adelante,Rafael–dijoJordan–.Algalope,hombre.

El gitano llevaba de las bridas al caballo cargado con los bultos, que seresistíaaseguiradelante.

—Sueltaaesecaballoygalopa–dijoRobertJordan.

VioaRafaellevantarlamano,cadavezmásalto,comosisedespidieradetodo y para siempre, mientras hundía los talones en los costados de sumontura.Lacuerdadelotro secayóyelgitanohabíacruzadoyael caminocuando Robert Jordan tuvo que entendérselas con un caballo de tiro que,asustado,habíaretrocedidohastatoparconél.Elgitano,entretanto,galopabapor la carretera y se oía el galopar de los cascos del caballo, según ibasubiendolacuesta.

¡Psiiii, crac, bum!El proyectil seguía su trayectoria baja y Jordanvio algitanosacudirsecomounjabalíenfugamientraslatierraselevantabatrasdeélenformadeunpequeñogeisernegroygris.Leviogalopar,másdespacioahora llegando a la ladera cubierta de hierba, mientras la ametralladora leperseguíacon susdisparos,que llovíanalrededor,hastaque,por fin, llegóalosotros,resguardadosporlacolina.

«Nopuedo llevarconmigoaestecondenadocaballocon lacarga–pensóRobert Jordan–. Sin embargo, me gustaría tenerlo a mi lado. Me gustaríaponerloentreesoscuarentaysietemilímetrosyyo,antesdequemedisparenencima.PorDios,voyatratardellevarle.»

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Seacercóalcarguero,logrócogerlasogay,conelcaballotrotandodetrásde él, subió unos cincuenta metros cuesta arriba entre los árboles. Allí sedetuvo para observar la carretera hasta donde estaba el camión, hacia elpuente.Vioquehabíahombresenelpuenteydetrás,enlacarretera,algoqueparecíaunembotellamientodevehículos.Buscóalrededorhastaqueencontróloquebuscaba,seirguióenelcaballoyrompióunaramasecadepino.Dejócaerlacuerdadelcarguero,ledirigióhacialacarreteraylegolpeóconfuerzaenlagrupaconlaramadepino.«Vamos,hijodeperra»,dijo.Ylanzólaramasecadetrásdeél.Elcaballoatravesólacarreterayempezóasubirlacuesta.Laramavolvióagolpearleyelcaballoselanzóalgalope.

Robert Jordan subió una treintena de metros más arriba, hasta el límiteextremo por donde podría cruzar sin encontrar la pendiente demasiadoabrupta.Elcañóndisparaballenandoelaireconsilbidosdeobuses,tronabaycrepitaba levantando tierra por todas partes. «Vamos, tú, bastardo fascista»,dijoRobertJordanalcaballo.Ylelanzóporlapendiente.Luegoseencontróaldescubierto,cruzandolacarretera,tandurabajoloscascosdelcaballo,quelasentíaresonarhastaloshombros,elcuelloylosdientes.Despuésllegóalacuestablanda,endondeloscascosdelcaballosehundíanymientraselanimaltratabadeafirmarse,tomabaimpulsoyseguíaadelante,vioelpuentedesdeunánguloquenolehabíavistojamás.Loveíadeperfil,sinescorzos;enelcentroteníaunboqueteydetrásdeél,enlacarretera,seveíaeltanquecillo,ydetrásdeltanquecillountanqueenormeconuncañón.Yelcañóndisparóyhubounfogonazo amarillento, tan brillante como un espejo, y el relámpago quefulguróaldesgarrarseelaireparecióhaberdescuajadoellargopescuezogrisqueteníadelantedeél.RobertJordanvolviólacabezayviounsurtidorsuciode tierra levantándose. El carguero iba delante de él; pero corría demasiadohacia la derecha y perdía velocidad. Jordan, al galope, volvió de nuevo lamiradahaciaelpuenteyviolahileradecamionesdetenidosjuntoalrecodo,bienvisibledesdelapartemáselevadadesucamino.Mientrasganabaaltura,volvióavernuevamenteelresplandoramarilloyoyóelpsiiiiyelbumdelaexplosión;perolabombacayóunpococortapartiéndoselospedazosdemetalporelcaminocomosibrotarandellugarenquehabíacaídoelproyectil.

Vioalosotrosalbordedelaarboledaydijo:«¡Arre,caballo!»yviocómoelpechodelcaballosehinchabaconlapendienteabruptaycómoestirabaelcuello y las orejas grises, e inclinándose le dio unas palmadas en el cuellohúmedoy luegovolvió losojoshaciaatrás,haciaelpuente,yviounnuevofogonazoquesalíadeltanquepesadocolordetierraalláabajo,enlacarretera,yestaveznooyóelsilbido,sinosolamentelellegóeloloracredelestallido,comosihubierareventadounacalderayseencontróbajoelcaballogris,quepateabayforcejeabamientrasélhacíaporzafarsedelpeso.

Sepodíamover.Sepodíamoverhacialaderecha.Perosupiernaizquierda

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se le habíaquedado aplastadabajo el caballo,mientras él semovíahacia laderecha.Sehubieradichoqueteníaunanuevaarticulación,noladelacadera,sinootralateral.Enseguidacomprendiódequésetrataba.Entonceselcaballogrisseirguiósobrelasrodillas,ylapiernaderechadeRobertJordan,quesehabíaquedadodesgajadadelestribo,pasóporencimadelamonturaysejuntócon la otra. Se palpó con las dos manos la cadera izquierda y sus manostocaronelhuesopuntiagudoyellugarendondehacíapresióncontralapiel.

Elcaballogrissequedóparado juntoaél,yélpodíaverel jadeodesuscostillas. La hierba en donde estaba sentado era verde, con florecillassilvestres.Miróhaciaabajo,hacialacarretera,elpuenteyeldesfiladero,yvioeltanqueyaguardóelfogonazo.Seprodujoenseguida,sinseracompañadodesilbidos.Enelmomentodelaexplosiónviovolarlosterronesylametrallalellevóhastalanarizelacreolordelexplosivo,yvioalgrantordillorecogerlaspatastraserasysentarsetranquilamente,comosifuerauncaballodecirco,alladodeél.Yluego,mirandoalcaballo,sentadoallí,sediocuentadeloquesignificabaelruidoquehacía.

LuegoPrimitivoyAgustínlecogieronporlasaxilasparaarrastrarlehastaloaltodelacuesta,ylanuevaarticulacióndesupiernalehacíabailarsegúnlosaccidentesdelterreno.Unobússilbóporencimadeellos,quesearrojaronalsueloaguardandoaqueestallase.Elpolvolescayóencima, lametrallasedispersóyvolvieronarecogerle.Luegolepusieronalabrigodeunosárboles,cercadeloscaballos,yvioqueMaría,PilaryPabloestabanalrededor.

Maríasearrodillóasulado,diciendo:

—Roberto,¿quétehapasado?

Jordan,empapadodesudor,contestó:

—Lapiernaizquierdaseharoto,guapa.

—Vamosavendarla–dijoPilar–.Podrásmontarenése–yseñalóaunodeloscaballoscargueros–.Descargadle.

RobertJordanvioaPablonegarconlacabezaylehizoungesto.

—Alejaos–dijo.Luegoañadió–:Escucha,Pablo,venaquí.

Su peludo rostro, mojado de sudor, se inclinó hacia él y Robert JordansintiódellenoelolordePablo.

—Dejadnoshablar–dijoaMaríayaPilar–.TengoquehablarconPablo.

—¿Teduelemucho?–preguntóPablo,inclinándosemuycercadeél.

—No. Creo que el nervio ha sido destrozado. Oye.Marchaos. Yo estoylisto,¿tedascuenta?QuierohablarunratoconMaría.Cuandotedigaquetelalleves,llévatela.Ellasequerráquedar.Perovoyahablarunratoconella.

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—Tedaráscuentadequenotenemosmuchotiempo–dijoPablo.

—Medoycuenta.Creoqueestaríaismejor en laRepública–dijoRobertJordan.

—No.PrefieroGredos.

—Piénsalobien.

—Háblaleahora–dijoPablo–.Notenemosmuchotiempo.Sientoloquetehapasado,inglés.

—Puestoquemehapasado–dijoJordan–,nohablemosmás.Peropiénsalobien.Tienesmuchacabeza.Tienesqueutilizarla.

—¿Yporquénoibaautilizarla?–preguntóPablo–.Ahora,habladeprisa,inglés;notenemostiempo.

Pablosefuejuntoaunárbolysepusoavigilarlacuesta,elotroladodelacarreterayeldesfiladero.Mirótambiénelcaballogrisquehabíaenlacuestacon una expresión de verdadero disgusto. Pilar y María estaban cerca deRobertJordan,queseencontrabasentadocontraeltroncodeunárbol.

—Córtame el pantalón por aquí, ¿quieres? –dijo Jordan a Pilar. María,acurrucada junto a él, no hablaba. El sol le brillaba en los cabellos y hacíapucheros,comounniñoquevaallorar.Peronolloraba.

Pilar cogió el cuchillo y cortó la pernera del pantalón de arriba abajo, apartirdelbolsillo izquierdo.RobertJordanseparó la telacon lasmanosysemiró la cadera. Quince centímetros por encima se veía una hinchazónpuntiaguda y rojiza en forma de cono, y al palparla con los dedos sintió elhuesode lacadera rotobajo lapiel.Supiernaextendida formabaunánguloextraño. Levantó los ojos hacia Pilar. Había en su rostro una expresiónparecidaaladeMaría.

—Anda–ledijo–.Vete.

Pilar se alejó con la cabeza baja, sin decir nada, sinmirar hacia atrás yRobertJordanvioquesushombrosseestremecían.

—Guapa–dijoaMaría,cogiéndolelasmanosentrelassuyas–.Oye.YanoiremosaMadrid.

Entonces,ellasepusoallorar.

—No, guapa; no llores. Escucha. No iremos a Madrid ahora; pero irécontigoatodaspartesadondevayas.¿Comprendes?

Ellanodijonada.ApoyólacabezacontralamejilladeRobertJordanyleechólosbrazosalcuello.

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—Oyebien,conejito–dijo–, loquevoyadecirte.–Sabíaqueeraprecisodarseprisayestabasudandoytranspirabaabundantemente;peroeramenesterquelascosasfuerandichasycomprendidas.–Tútevasahora,conejito,peroyo voy contigo. Mientras viva uno de nosotros, viviremos los dos. ¿Locomprendes?

—No.Mequedocontigo.

—No, conejito. Lo que hago ahora, tengo que hacerlo solo. No podríahacerlocontigo.¿Tedascuenta?Cualquieraqueseaelquesequede,escomosinosquedáramoslosdos.

—Yoquieroquedarmecontigo.

—No,conejito,oye.Estonopodemoshacerlojuntos.Cadacualtienequehacerloasolas.Perositevas,yomevoycontigo.Deesamanera,yomeirétambién.Tútevasahora;séqueteirás.Porqueeresbuenaycariñosa.Tevasahoraparaquenosvayamoslosdos.

—Peroesmásfácilsimequedocontigo–dijoella–.Esmásfácilparamí.

—Sí,perohazmeelfavordeirte.Hazlopormí;porquepuedeshacerlo.

—Pero¿noloentiendes,Roberto?¿Yyo?Espeorparamíelirme.

—Claroquesí–dijoél–;esmásdifícilparati.Peroyosoytúahora.

Ellanodijonada.

Jordanlamiró.Estabasudandodeunamaneratremenda.Hizounesfuerzoparahablar,deseandoconvencerladeunamaneramásintensadeloquehabíadeseadonuncaensuvida.

—Ahorateiráscomosifuéramoslosdos–dijo–;nohayqueseregoísta,conejito,tienesquehacerloquedebes.

Ellanegóconlacabeza.

—Tú eres yo –siguió él–; tienes que darte cuenta, conejito. Conejito,escucha.Esverdad.Mevoycontigo.Telojuro.

Ellanodijonada.

—¿Nolocomprendes?–preguntó–.Ahoraveoquelocomprendes.Ahoravas amarcharte.Bien.Ahora te vas.Ahora has dicho que te ibas. –Ella nohabíadichonada.–Ahoratevoyadarlasgraciasporirte.Vetedulcementeyen seguida.Vete en seguida, para que nos vayamos los dos en ti. Ponme lamanoaquí.Lacabezaahora.No,aquí.Muybien.Ahorayopondrémimanoaquí. Estámuy bien. ¡Qué buena eres!Ahora no piensesmás. Ahora vas ahacerloquedebes.Ahoraobedecerás.Noamí,sinoalosdos.Amí,queestoyenti.Ahorateirásporlosdos.Asíes.Nosvamoslosdoscontigoahora.Es

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así.Teloheprometido.Eresmuybuenasitevas,muybuena.

Hizo una seña con la cabeza a Pablo, que lemiraba desde detrás de unárbol,yPabloseacercó.PablohizounsignoaPilarconelpulgar.

—Iremos a Madrid otra vez, conejito –siguió él–. Es cierto. Ahoralevántateyvete,ynosiremoslosdos.Levántate.¿Noves?

—No–dijoella,yseagarróasucuello.

Jordanhablabaconmuchacalma,aunqueconunagranautoridad.

—Levántate–dijo–.Túeresyoahora.Túerestodoloquequedarádemídesdeahora.Levántate.

Ella se levantó lentamente, llorando con la cabeza baja. Luego volvió asentarse en seguida a su lado y se levantó de nuevo,muy lentamente,muypesadamente,mientrasJordandecía:

—Levántate,guapa.

Pilarlasujetabaporlosbrazos,depie,juntoaella.

—Vámonos–dijoPilar–.¿Nonecesitasnada,inglés?–lemiróymoviólacabeza.

—No–dijoJordan,ycontinuóhablandoaMaría–.Nadadeadioses,guapa;porquenonossepararemos.EsperoquetodovayabienenGredos.Veteahoramismo.Veteporlasbuenas.

—¡No!

Siguióhablandotranquilamente,sensatamente,mientrasPilararrastrabaalamuchacha.

—Notevuelvas.Ponelpieenelestribo.Sí,elpie.Ayúdale–dijoaPilar–.Levántala.Ponlaenlamontura.

Volviólacabeza,empapadoensudor,ymiróhacialabajadadelacuestayluegodirigiódenuevolamiradaallugardondelamuchachaestabamontadaenelcaballoconPilarasuladoyPablodetrás.

—Ahora,vete–añadió–.Vete.

Maríafueavolverlacabeza.

—Nomireshaciaatrás–dijoRobertJordan–.Vete.

Pablo golpeó al caballo en las ancas con una maniota y María intentódeslizarsedelamontura,peroPilaryPablocabalgabanjuntoaellayPilarlasostenía.Lostrescaballossubieronporelsendero.

—Roberto–gritóMaría–;déjamecontigo.Déjamequemequede.

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—Estoycontigo–gritóRobertJordan–.Estoycontigoahora.Estamoslosdosjuntos.Vete.

Y se perdieron de vista en el recodo del senderomientras él se quedabaallí,empapadodesudor,mirandohaciaunpuntoendondenohabíanadie.

Agustínestabadepiejuntoaél.

—¿Quieres que te mate, inglés? –preguntó, inclinándose hacia él–.¿Quieres?Esunacosasinimportancia.

—Nohace falta –contestóRobert Jordan–.Puedesmarcharte; estoymuybienaquí.

—Mecagoenlalechequemehandado–gritóAgustín.LlorabaynoveíaaRobertJordanconclaridad–.Salud,inglés.

—Salud,hombre–dijoRobertJordan.Mirócuestaabajo–.Cuidabiendelarapadita,¿quieres?

—Eso,nisepregunta–dijoAgustín–.¿Tienestodoloquetehacefalta?

—Haymuypocasmunicionesparaestamáquina;asíesquemequedoyoconella–dijoRobertJordan–.Túnopodríashacerteconmás.ParalaotrayladePablo,sí.

—He limpiado el cañón –dijo Agustín–. Se llenó de tierra al caer tú alsuelo.

—¿Quéfuedelcaballocarguero?

—Elgitanologrócazarlo.

Agustínestabayaacaballo,peronoteníaganasdemarcharse.Seinclinóhaciaelárbol,contraelqueRobertJordanestabarecostado.

—Vete,amigo–lepidióRobertJordan–.Enlaguerrasucedencosascomoésta.

—¡Quéputaeslaguerra!–dijoAgustín.

—Sí,hombre,sí;perovete.

—Salud,inglés–dijoAgustín,cerrandoelpuñoderecho.

—Salud–dijoRobertJordan–;perovete,hombre.

Agustín dio media vuelta a su caballo, bajó el puño de golpe, como simaldijera,ysubióporelsendero.Todoslosdemásestabanfueradelalcancedelavistadesdehacíarato.

Sevolvió cuando el sendero se perdía por entre los árboles y sacudió elpuño.RobertJordanlehizounademányluegoAgustíndesapareciótambién.

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Jordansequedómirandolapendientecubiertadehierba,hacialacarreterayelpuente.«Estoyaquítanbiencomoencualquierotraparte.Todavíanovalelapena que corra el riesgo de arrastrarme sobre el vientre con este hueso tancercadelapiel,yveobiendesdeaquí.»

Sentíase comovacío y agotado a causa de la herida y de la despedida yteníaunsaborabilis.Porfinnoteníayaproblemas.Decualquiermaneraquesucediesen las cosas y cualquiera que fuese el modo como ocurrieran, enadelantenohabríaparaélningúnproblema.

Se habían ido todos y se había quedado solo, recostado contra un árbol.Miró la verde ladera de la colina y vio el caballo gris que Agustín habíarematado. Un poco más abajo de la cuesta, vio la carretera y, más abajotodavía,laporciónarbolada.Luegomiróalpuenteyalaotraorillayobservólosmovimientosquehabíaenelpuenteyenlacarretera.Veíaloscamionesenlacarreteraenlapartedescendente.Lacolumnagrisdeloscamionesaparecíaentre el verdor de los árboles.Luegomiró a la otra parte de la carretera, allugardondeasomabaporloaltodelcerroypensó:«Vanavenirenseguida.»

«Pilarcuidarádeellalomejorquepueda.Losabes.Pablodebedetenerunbuenplan;sino,nolohubieraintentado.NotienesquepreocuparteporPablo.NosirvedenadapensarenMaría.Intentacreerenloquelehasdicho.Eslomejor.¿Yquiéndicequenoesverdad?Tú,no.Túnolodices,delamismamaneraquenodiríasquelascosasquehanpasadonohanpasado.Agárratealoquecreesenestosmomentos.Notehagaselcínico.Eltiempoesmuycortoy acabas de despedirte de ella.Cada cual hace lo que puede. Tú no puedeshacernadaporti;peroquizápuedashaceralgoporotro.Bueno,hemostenidosuerte durante cuatro días. Cuatro días, no. Fue por la tarde cuando lleguéaquí,yaúnnoesmediodía.Entotal,nohacemásquetresdíasytresnoches.Hazlacuentaexacta.Tienesqueserexacto.Creoqueharíasmejorsi fuesesacomodándote.Debierasresolverteabuscarunsitiodesdedondepudierasserútil,envezdepermanecerrecostadocontraeseárbolcomounvagabundo.Hastenidomucha suerte.Haycosaspeoresqueesto.A todos les llega,undíauotro.Nosientesmiedoporquesabesquetienequeserasí,¿noesverdad?No.Es una suerte de todas formas que el nervio haya quedado deshecho. Nisiquieramedoycuentadeloquetengopordebajodelafractura.»

Se tocó lapiernayera comosino formasepartede sucuerpo.Volvióamirar a lo largo de la ladera y pensó: «Siento tener que dejar todo esto.Lamentomuchísimotenerquedejarloyesperohaberhechoalgodeutilidad.Intentéhacerlocontodoeltalentodequeeracapaz.Contodoeltalentodequesoycapaz,quierodecir.Esoes,contodoeltalentodequesoycapaz.

»Heestadocombatiendodesdehaceunañoporcosasenlasquecreo.Sivencemosaquí,venceremosen todaspartes.Elmundoeshermosoyvale la

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penalucharporél,ysientomuchotenerquedejarlo.Hastenidomuchasuerte–sedijoasímismo–porhaber llevadounavida tanbuena.Has llevadounavidatanbuenacomoladelabuelo,aunquenohayasidotanlarga.Hasllevadounavida tanbuenacomopuedaser lavida,graciasaestosúltimosdías.Novasaquejarteahora,cuandohastenidosemejantesuerte.Peromegustaríaquehubiese un modo de transmitir lo que he aprendido. Cristo, cómo estabaaprendiendoestosúltimosdías.MegustaríahablarconKarkov.EsoseríaenMadrid.Ahí,detrásdeesascolinasyatravesandoelllano,descendiendonadamás dejar las rocas grises y los pinos, la jara y la retama, a través de laaltiplanicie amarilla, se ve aparecer la ciudad, hermosayblanca.Eso es tanverdad como lasmujeresviejas dequehablaPilar, quebeben sangre en losmataderos.Nohayunacosaque sea laúnicaverdad.Todoesverdad.De lamisma manera que los aviones son hermosos, sean nuestros o de ellos. Aldiablo si lo son. Y ahora, tómalo con calma. Túmbate boca abajomientrastengastiempo.Oyeahoraunacosa.¿Teacuerdasdeeso?DelodePilarylamano. ¿Crees en esapatraña?No. ¿Nocrees, despuésde loquehapasado?No,nocreoeneso.Pilarestuvomuyamableapropósitodeesoestamañana,antesqueempezasetodo.Teníamiedoacasodequeyocreyeraenello.Peronocreo.Ella,sí.Losgitanosvenalgunascosas.Obiensientenalgunascosas.Como los perros de caza. ¿Y las percepciones extrasensoriales? ¿Y laspuñeterías? Pilar no quiso decirme adiós porque sabía que, si me lo decía,Maríanohubieraqueridoirse.¡QuéPilarésa!Vamos,vuélvete,Jordan.»Perosentía pereza de intentarlo. Entonces se acordó de que llevaba la pequeñacantimplora en el bolsillo, y pensó: «Voy a tomar una buena dosis de esematagigantes, y luego lo intentaré.» Pero la cantimplora no estaba en elbolsillo. Y se sintió mucho más solo sabiendo que no tendría siquiera eseconsuelo.Debierahabercontadoconello,sedijo.

«¿CreesquePablolahacogido?Noseasidiota;debisteperderlacuandolodelpuente.Vamos,Jordan,vamos.Tienesquedecidirte.»

Cogió con las dos manos su pierna izquierda y tiró con fuerza, con laespaldatodavíaapoyadacontraelárbol.Luegosetumbóysesujetólapierna,para que el hueso roto no rasgara la piel, y giró lentamente sobre la rodillahastaquedardecaraalabarranca.Luego,sujetándosesiemprelapiernaconlasdosmanos,apoyólaplantadelpiederechoenformadepalancasobreelizquierdoy,sudandoabundantemente,diolavueltahastaquesequedóconlacara pegada al suelo. Se apoyó sobre los codos, estiró la pierna izquierda,acomodándola con un empujón de ambasmanos, y apoyándose luego, parahacer fuerza, en el pie derecho, se encontró donde quería encontrarse,empapado en sudor. Se palpó el muslo con el dedo y lo encontró bien. Elextremo fracturado del hueso no había perforado la piel y se encontrabahundidoenlamasadelmúsculo.

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«Elnervioprincipaldebióquedardestrozadocuandoesemaldito caballosemecayóencima–pensó–.Laverdadesquenomeduelenada,sinoalgunasveces,cuandocambiodepostura.Esodebedesercuandoelhuesopellizquealguna otra cosa. ¿No ves? ¿No ves qué suerte has tenido?Ni siquiera hastenidonecesidaddeemplearesematagigantes.

Alcanzó el fusil automático, quitó el cargador del almacén y, buscandocargadores de repuesto, en el bolsillo, abrió el cerrojo y examinó el cañón.Volvió luego a colocar el cargador en la recámara, corrió el cerrojo y sedispusoaobservarlapendiente.«Talvezunamediahora.Tómaloconcalma.»Mirólaladeradelamontaña,lospinos,eintentónopensarennada.

Miróeltorrenteyseacordódelofrescoylosombreadoqueestabadebajodel puente. «Me gustaría que llegaran ahora. No quiero estar medioinconscientecuandolleguen.¿Paraquiénesmásfácil lacosa?¿Paralosquecreenenlareligiónoparalosquetomanlascosasporlasbuenas?Lareligiónlosconsuelamucho;peronosotrossabemosquenohaynadaquetemer.Morirsóloesmalocuandounofalla.Moriresmalosolamentecuandocuestamuchotiempo y hace tanto daño que uno queda humillado. Ya ves: tú has tenidomuchísimasuerte.Notehapasadonadaparecido.Esmaravillosoquesehayamarchado.Noimportanadaya,ahoraquesehanidotodos.Esloqueyohabíasupuesto. Es verdaderamente como yo lo había pensado. Imagino lo quehubierasidodehaberestado todosdiseminadossobreestacuesta,ahídondeestáeltordillo.Osihubieranestadotodosparalizadosaquíesperando.No,sehan marchado. Están lejos. Si la ofensiva, al menos, tuviera éxito... ¿Quédeseasahora?Todo.Loquierotodoyaceptaréloquesea.Siestaofensivanotieneéxito,otra lo tendrá.Nomehe fijadoenquémomentohanpasado losaviones.¡Dios,quesuertequehayapodidohacerlamarcharse!

»Megustaríahablardeestoconmiabuelo.Apuestoaqueélnotuvonuncaqueatravesarunacarretera,reunirseconsugenteyhacerunacosaparecida.Pero¿cómolosabes?Quizálohicieracincuentaveces.No.Séexacto.Nadieha hecho cincuenta veces una cosa semejante.Ni siquiera cinco. Es posiblequenadiehayahechoestonitansiquieraunavez.Bueno.Claroquesíquelohabránhecho.

»Me gustaría que vinieran ahora. Me gustaría que vinieraninmediatamente, porque la pierna empieza a dolerme. Debe de ser lahinchazón.Estabasaliendo todoa lasmilmaravillascuandoelproyectilnosalcanzó.Peroesunasuertequenosucedieraesocuandoyoestabadebajodelpuente. Cuando una cosa empieza mal, siempre tiene que ocurrir algo. Túestabas fastidiado cuando dieron las órdenes a Golz. Tú lo sabías, y es sindudaesoloquePilarbarruntó.Peromásadelanteseorganizaránmejorestascosas.Deberíamos tener transmisoresportátilesdeondacorta.Sí,hay tantascosasquedebiéramostener...Yodeberíatenerunapiernaderecambio.»

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Sonriópenosamente,porque lapierna ledolíamuchísimopor laparteenqueelnerviohabía sidodestrozadocuando lacaída.«¡Oh,que lleguen!–sedijo–.No tengodeseosdehacercomomipadre.Sihace falta, loharé;peroquerría no hacerlo. No soy partidario de hacerlo. No pienses en eso. Nopienseseneso.Megustaríaqueesosbastardos llegaran.Megustaríamuchoquellegaranenseguida.»

La pierna le dolía mucho. El dolor había empezado de golpe con lahinchazón, al desplazarse, y se dijo: «Quizá debiera hacerlo ahora mismo.Creoquenosoymuyresistentealdolor.Escucha:sihagoesoahoramismo,¿nolotomarásamal,eh?¿Aquiénhablas?Anadie–dijo–.Alabuelo,creo.No.Anadie. ¡Ah!,mierda,quisieraque llegasen.Oye: tendréquehaceresoquizá,porque,simedesvanezcooalgoasí,noserviréparanada;ysimehacenvolverenmímeharánunaseriedepreguntasyotrasmuchascosas,yesonomarcharía bien. Es mucho mejor que no tengan que hacer esas cosas. Demaneraque,¿porquénovaaestarbienquelohagaenseguidaparaquetodotermine?Porque,¡oh,escucha!,quelleguenahora.

»No sirves para eso, Jordan–sedijo–.Decididamente, no sirves.Bueno,pero ¿quién sirve para eso? No lo sé, y en estos momentos no puedoaveriguarlo.Perolaverdadesquetúnosirves.Nosirvesparanada.¡Ay,paranada, para nada!Creo que seríamejor hacerlo ahora. ¿No lo crees?No, noestaría bien. Porque hay todavía algunas cosas que puedes hacer. Mientrassepas loque tienesquehacer, tienesquehacerlo.Mientras teacuerdesde loquees,debesaguardar.Asíesque,vamos,quevengan.Quevengan.

»Piensa en los que se han ido. Piensa en ellos atravesando el bosque.Piensaenelloscruzandounarroyo.Piensaenellosacaballoentrelosbrezos.Piensaenellossubiendolacuesta.Piensaenellosacogiéndoseaseguroestanoche.Piensaenellosescondiéndosemañana.Piensaenellos. ¡Maldita sea!Piensaenellos.Yesoestodoloquepuedopensaracercadeellos.PiensaenMontana.Nopuedopensar.PiensaenMadrid.Nopuedo.Piensaenunvasodeaguafresca.Muybien.Asíescomoserá.Comounvasodeaguafresca.Eresunembustero.Noseráasíenabsoluto.Nosepareceráanada.Absolutamenteanada.Entonces,hazlo.Hazlo.Hazloahora.Vamos,hazloahora.No, tienesqueesperar.¿Aqué?Losabesmuybien.Asíesqueespera.

»Nopuedoesperarmucho.Si esperomucho tiempo,voyadesmayarme.Loséporquehesentidotresvecesqueibaadesmayarmeymeheaguantado.Meestoyaguantandomuybien.Peronosésipodréseguiraguantándome.Loque creo es que tienes una hemorragia interna en donde el hueso ha sidoseccionado. La pescaste al volverte de lado. Eso es lo que provoca lahinchazóny loque tedebilitay teponeapiquededesmayarte.Estaríabienhacerloahora.Verdaderamentetedigoqueestaríamuybien.

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»¿Y si esperases y los detuvieras unmomento o consiguieras acertar aloficial?Esoseríacosadistinta.Unacosabienhechapuede...»

Y permaneció tendido, inmóvil, intentando retener algo que sentíadeslizarse dentro de él como cuando se siente que la nieve se desliza en lamontaña, y se dijo: «Ahora, calma, calma. Déjame aguantar hasta quelleguen.»

Robert Jordan tuvo suerte, porque los vio entonces, cuando la caballeríasalíadelmontebajoycruzabalacarretera.Losviosubirporlacuesta.Vioalsoldadoqueseparabajuntoalcaballogrisyllamabaagritosaloficial,queseacercóal lugar. Juntos,examinaronalanimal.Desde luego, lo reconocieron.Tantoélcomoeljinetefaltabandesdeeldíaanterior.

RobertJordanlosdivisóenlacuesta,cercadeél,ymásabajodelcaminoviolacarreterayelpuenteylalargahileradevehículos.Estabaenteramentelúcidoy se fijó bien en todas las cosas.Luego alzó susojos al cielo.Habíagrandesnubarronesblancos.Tocóconlapalmalasagujasdelospinos,sobrelascualesestabatumbado,ylacortezadelpinocontraelcualserecostaba.

Después se acomodó lo más cómodamente que pudo, con los codoshundidosentrelasagujasdepinoyelcañóndelaametralladoraapoyadoeneltroncodelárbol.

Cuandoeloficialseacercóal trote,siguiendo lashuellasdejadaspor loscaballosdelabanda,pasaríaamenosdeveintemetrosdellugarenqueRobertse encontraba. A esa distancia no había problema. El oficial era el tenienteBerrendo. Había llegado de LaGranja, cumpliendo órdenes de acercarse aldesfiladero,despuésdehaberrecibidoelavisodelataquealpuestodeabajo.Habíangalopado amarchas forzadas, y luego tuvieronquevolver sobre suspasosalllegaralpuentevolado,paraatravesareldesfiladeroporunpuntomásarribaydescenderatravésdelosbosques.Loscaballosestabansudorososyreventados,yhabíaqueobligarlosatrotar.

El tenienteBerrendo subía siguiendo las huellas de los caballos, y en surostrohabíaunaexpresiónseriaygrave.Suametralladora reposabasobre lamontura,apoyadaenelbrazoizquierdo.RobertJordanestabadebrucesdetrásdeunárbol,esforzándoseporquesusmanosnoletemblaran.Esperóaqueeloficial llegara al lugar alumbrado por el sol, en que los primeros pinos delbosque llegabana la laderacubiertadehierba.Podía sentir los latidosde sucorazóngolpeandocontraelsuelo,cubiertodeagujasdepino.

FIN

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