PORQUE PERSISTIMOS!

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Tenemos sobre nuestras vidas, por no decir por sobre nuestra existencia, dos años de la pandemia. Y no sabemos cuánto tiempo más. Pero hemos seguido hacia adelante: con temores, incertidumbres, angus- tias, en fin, con los miedos que nos acompañan en la cotidianidad del día a día. En ese sentido la universidad no se ha detenido. Ha seguido trabajando con los límites impuestos por la na- turaleza. Así, dentro de la Dirección de Publicaciones y su editorial abediciones se han producido 34 libros impresos entre sus distintas colecciones, 4 más que el año 2020; se ha puesto al servicio del país y de la cultura la primera librería digital ( abediciones.ucab.edu.ve) que existe en Venezuela; he- mos aprendido a trabajar con las comunicaciones digitales no solo en la edición de libros electrónicos, sino en la promoción y divulgación de nuestro trabajo. Todo este esfuerzo profesional intenta dar una nueva forma de ver la cotidianidad, de una nueva sensibilidad porque el mundo cambió de repente. Ahora, ya finalizando el año, volvemos con la Feria del Libro del Oeste de Caracas (FLOC,2021) en su sexta edición. Vuelve la feria para mostrar no solo lo que hemos hecho, sino lo que ha sido la pro- ducción de libros de autores nuestros tanto dentro como fuera del país. Habrá, como en las anteriores ediciones de la FLOC, debates, charlas, poesía, conciertos, cine y la presentación de libros. Celebraremos el Día de Andrés Bello y se hará entrega de la Orden UCAB. Tendremos un mediodía dedicado a los niños, será la FLOC Infantil. ¡Toda una novedad! El campus de la UCAB volverá a celebrar la lectura, al libro, a la cultura y a las ganas de ser y de vivir con esperanza y alegría. Si la quinta edición de la FLOC en el 2020 fue toda ella virtual, esta nueva edición será híbrida, es decir tendremos actividades presenciales (casi un 40 %) y el resto será en forma virtual. Lo que un día escribió José Saramago: “El mundo siguió su camino y nos dejó atrás”. Simplemente volvemos a insistir: ¡…PORQUE PERSISTIMOS! Ejemplar gratuito • Número 10 • Segundo semestre 2021 ¡…PORQUE PERSISTIMOS!

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Tenemos sobre nuestras vidas, por no decir por sobre nuestra existencia, dos años de la pandemia. Y

no sabemos cuánto tiempo más. Pero hemos seguido hacia adelante: con temores, incertidumbres, angus-

tias, en fin, con los miedos que nos acompañan en la cotidianidad del día a día.

En ese sentido la universidad no se ha detenido. Ha seguido trabajando con los límites impuestos por la na-

turaleza. Así, dentro de la Dirección de Publicaciones y su editorial abediciones se han producido 34 libros impresos

entre sus distintas colecciones, 4 más que el año 2020; se ha puesto al servicio del país y de la cultura la primera librería

digital (abediciones.ucab.edu.ve) que existe en Venezuela; he-mos aprendido a trabajar con las comunicaciones digitales no

solo en la edición de libros electrónicos, sino en la promoción y divulgación de nuestro trabajo. Todo este esfuerzo profesional

intenta dar una nueva forma de ver la cotidianidad, de una nueva sensibilidad porque el mundo cambió de repente.

Ahora, ya finalizando el año, volvemos con la Feria del Libro del Oeste de Caracas (FLOC,2021) en su sexta edición. Vuelve la feria

para mostrar no solo lo que hemos hecho, sino lo que ha sido la pro-ducción de libros de autores nuestros tanto dentro como fuera del país.

Habrá, como en las anteriores ediciones de la FLOC, debates, charlas, poesía, conciertos, cine y la presentación de libros. Celebraremos el Día

de Andrés Bello y se hará entrega de la Orden UCAB. Tendremos un mediodía dedicado a los niños, será la FLOC Infantil. ¡Toda una novedad!

El campus de la UCAB volverá a celebrar la lectura, al libro, a la cultura y a las ganas de ser y de vivir con esperanza y alegría.

Si la quinta edición de la FLOC en el 2020 fue toda ella virtual, esta nueva edición será híbrida, es decir tendremos actividades presenciales (casi un 40 %)

y el resto será en forma virtual.

Lo que un día escribió José Saramago: “El mundo siguió su camino y nos dejó atrás”. Simplemente volvemos a insistir:

¡…PORQUE PERSISTIMOS!

E j e m p l a r g r a t u i t o • N ú m e r o 1 0 • S e g u n d o s e m e s t r e 2 0 2 1

¡…PORQUE PERSISTIMOS!

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Ricardo Ramírez RequenaEscritor y Licenciado en Letras

Director Marcelino Bisbal EnrichSubDirector Jonathan López Perdomo

Secretaria Nacary Pérez aDminiStración Mary Carmen Navarro

VentaS Zulay ÁlvarezaSiStente Daniel Morales

corrección De pruebaS Ricardo Tavares / Sofía MogollónDiSeño y Diagramación Reyna Contreras / Isabel Valdivieso

reDeS SocialeS, librería Digital Sofía Avendaño

Edif. Centro Cultural P. Carlos Guillermo Plaza SJ, Ofic. abediciones, piso 4. Telf. 407.4187

La literatura venezolana ha tenido una relación frecuente, cercana, con el exilio y el estar afuera. Desde Andrés Bello (Chile), Rafael María Baralt (España), Juan Antonio Pérez Bonalde (Estados Unidos), por solo mencionar a algunos en el siglo XIX, el escritor venezolano ha conocido las parti-cularidades del ser extranjero. Algo que podemos extender a otros ámbitos y, en especial, ramas del arte (Teresa Carreño, Reinaldo Hahn). Es quizás durante el gomecismo y el posgomecismo en que este vivir afuera se acentúa. Es el caso de varios escritores, como Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez, Te-resa de la Parra, Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas, Rómulo Gallegos. A la experiencia de la persecución política o expulsión del país, hay que sumarle una tradición latinoamericana vinculada con los escritores (con los perseguidos políticos también, pero ya lo señalamos atrás): el servicio diplomático. Julio Garmendia, Fernando Paz Castillo, los mismos Picón Salas y Núñez, José Antonio Ramos Sucre, Vicente Gerbasi y, luego, durante la democracia, otros autores como Eugenio Montejo, Adriano González León, Sal-vador Garmendia y Elisa Lerner, son algunos de los autores que viven la experiencia de representar a su nación ante uno o varios países, empapán-dose de otros climas y costumbres, además de tradiciones y culturas. Luego de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, la experiencia del exilio

político se reduce, aunque varios escritores cercanos a la izquierda radical se vieron obligados o invitados a salir del país. Pero es después del viernes negro de 1983, cuando la democracia representativa repre-sentada por el Pacto de Punto Fijo empieza a hacer aguas, que vemos la decisión de varios autores de permanecer afuera del país, independientemente de la libertad política de la que gozara el país, o de la au-sencia de persecución alguna. Simplemente, veían el país desmejorar y avanzar más bien hacia un barran-co que quizás no podría tener salida. Hubo razona-mientos, intuiciones. Son los casos del poeta y crítico Gustavo Guerrero, quien partió a realizar estudios en Inglaterra y luego terminó asentándose en Francia. O el de Miguel Gomes, quien se fue a realizar estu-dios en los Estados Unidos y se quedó como profesor en la Universidad de Connecticut. Son autores que también vieron oportunidades laborales favorables, que les permitiría estar más cerca de las metrópolis desarrolladas y además de un mundo académico y editorial idóneo. En los años ochenta y noventa, varios salieron a estudiar, a disfrutar de años sabá-ticos en sus universidades y volvieron. Pero algunos no volvieron. Destacan los casos de los narradores Juan Carlos Chirinos y Juan Carlos Méndez Gue-dez, quienes llevan más de veinte años en España. Estos dos, junto con Gomes, representan a autores consagrados en la narrativa y el ensayo, que han pu-blicado sus obras en Venezuela y también en España. Andan a medio camino entre una industria editorial

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Jesús María Aguirre Profesor y periodista

asentada en España, México, Estados Unidos, y el mundo editorial en Venezuela. Entrado el siglo XXI, estos casos aumentan. Podemos pensar en el narrador Gustavo Valle, quien realizó estudios en España y, luego de un corto tiempo en el país, se marchó a Argentina en donde tiene ya más de diez años. O el caso de Eduardo Sánchez Ru-geles, quién comenzó su obra narrativa estando dentro del país, y luego decide irse a España, en donde ha continuado, como Valle, publicando afuera y adentro, ganando destacados premios literarios además.

Pero esta lista de autores ha aumentado de manera inmensa. En Europa, podemos contar a escritores en el Reino Unido, Italia, Alemania, Portugal, Francia, España. En América, la lista aumenta. De los autores más recientes, hay que destacar a Michelle Roche (España), Manuel Ge-rardo Sánchez (España), José Urriola (México), Fedosy Santaella (México), Gisela Kozak (Méxi-co), Salvador Fleján (Argentina), Gabriel Paya-res (Argentina), Néstor Mendoza (Colombia), Mireya Tabues (Chile), Reyva Franco (Ecuador), Keila Vall de la Ville (Estados Unidos), Kelly Martínez (Estados Unidos), Enza García Arreaza (Estados Unidos), Raquel Abend Van Dalen (Es-tados Unidos), Camilo Pino (Estados Unidos), Antonio López Ortega (España), José Pulido (Italia), Jesús Montoya (Brasil), Alberto Barre-ra Tyszka (México), Leonardo Padrón (Estados Unidos), Daniel Centeno (Estados Unidos), Ro-drigo Blanco Calderón (España), Karina Sainz Borgo (España). Muchos son autores premiados afuera (Barrera Tyszka, Sáinz Borgo, Blanco Calderón, Santaella), otros han tenido la oportu-nidad de publicar, en especial en España (Roche, Sánchez, Sáinz Borgo, Blanco Calderón, Barrera Tyszka, Pino, López Ortega) y Estados Unidos (Vall de la Ville, Martínez, Aband Van Dalen), y

muchos han visto su obra publicado en Venezue-la, aun después de partir afuera del país (Kozak, Gomes, Valle, otros).

Nos encontramos en un momento y contexto glocal en el mundo literario venezolano. Las vías de comunicación de aceleran y se reducen. Por ejemplo, las oportunidades editoriales en Vene-zuela son cada vez menores, y se abren oportu-nidades en editoriales de venezolanos fuera del país: es el caso de El taller blanco (Colombia), Kalathos (España) y Los cuadernos del destierro (Argentina). Nuestra literatura, en especial la poesía, recibe importantes premios a sus poetas consagrados (Cadenas, Pantin) y a la vez, vemos un número interesante de novelas publicadas por editoriales españolas.

Vivimos un tiempo interesante y magnífico para nuestra literatura y menos para nuestro mundo editorial. Es el tiempo de la escritura, del arte de escribir, y de tocar puertas afuera, con su replicar dentro del país (prensa, programas de radio, etc). La nota discordante pasa por la poca presencia y distribución de lo que se publica afue-ra dentro de nuestro país: pocos libros llegan.

Quizás es un tiempo para replantearnos la relación entre la diáspora de escritores fuera del país y los de adentro, así como sobre sus poéticas.

Vivimos un tiempo, es importante decirlo, más que interesante. Uno al que no podemos de-jar de prestar atención, porque en este tiempo se están definiendo muchas cosas que veremos con-sagrarse en los años por venir: obras, narrativas, autores.

El camino de la diáspora continuará. Es ahora en que debemos trabajar para que fluya, circule, lo que se hace desde la escritura afuera y adentro. Un vínculo. Un mismo país, dentro y fuera de la frontera.

A los 80 años del estreno de su film “El ciu-dadano Kane”, considerado por varios expertos como la mejor película de toda la historia nos salta la pregunta: ¿Pero esta joya audiovisual de 1941 sigue vigente en la memoria y el imaginario de las nuevas generaciones?

Como se sabe O.W., brillante actor y direc-tor teatral, destacado por sus interpretaciones de Shakespeare, a sus 23 años en la noche del 30 de octubre de 1938 provocó un pánico nacional con su emisión radiofónica de “La guerra de dos mundos”, de H.G. Wells. Estos éxitos lo llevaron a Hollywood y R.K.O. puso los ojos en el joven talentoso contratándolo como director, actor, guionista y productor; pero su primera película

ORSON WELLES y su ciudadano KANE, fagocitados por la

videocultura milenial

“El ciudadano Kane”, considerada hoy una joya en los medios cinéfilos, en que retrata sin piedad al magnate Hearst, fue un fiasco, boicoteada por las cadenas informativas, y apenas fue valorada posteriormente en Europa tras la guerra mun-dial.

Ortega y Gasset, el filósofo español afirmaba que: “cultura  es aquello que  queda  después que  se ha olvidado todo  lo leído”. Para el caso cinematográfico cabe decir otro tanto, la cultura audiovisual es lo queda después que se ha olvi-dado todo lo visionado, y si eso ocurre con la memoria personal otro tanto sucede en el repo-sitorio colectivo.

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Valgan dos anécdotas para entender mi adap-tación contemporánea de la sentencia de Ortega y Gasset. En un taller de cine a estudiantes de filosofía, en vísperas del 2000, les encomendé ver la película “El ciudadano Kane”, pensando com-partir las impresiones al día siguiente. Cuando pedí cuentas en la sesión del foro me respon-dieron que a la media hora se habían aburrido y la cambiaron por la película “Matrix”. Más recientemente en las encuestas diagnóstico que aplico para iniciar el curso de Historia del Cine a estudiantes del ciclo audiovisual en el séptimo semestre, una de las preguntas pide citar una película de Orson Welles. Apenas un cinco por ciento es capaz de dar la respuesta correcta. ¿Qué queda hoy de Orson Welles y de su película en las nuevas generaciones?

Para mí las conclusiones son evidentes, por una parte en la cultura audiovisual la obsoles-cencia cinematográfica es mucho mayor que la literaria, basada en el libro impreso, y, en segun-do lugar la capacitación en la lectura audiovisual nunca formó parte de los programas educativos.

Basta con analizar las transformaciones técni-cas del cine, mudo, sonoro, de color y de relieve, estereofónico, cinemascope, cinerama, etc., para observar cómo cada cambio ha desplazado la producción y forma de recepción de una etapa a otra, con enormes dificultades para la conser-vación de los materiales fílmicos y su exhibición. Hasta el presente digital la recuperabilidad de las producciones pasadas estaba casi ceñida a las cinematecas y algunas proyecciones ocasionales en TV.

Estos cambios no solamente en las condicio-nes de proyección y recepción, sino en el senso-rium de las nuevas generaciones -como le gusta decir a Marcelino Bisbal inspirado en Walter Benjamin-, nos revelan unos espectadores con-temporáneos que han cambiado sus gustos y cada vez son más exigentes con la calidad de la recepción. Más aún, la crisis derivada del confi-namiento obligado por el Covid-19 con el cierre de salas de visión presencial colectiva y la explo-sión de las series de producción digital han dado la puntilla a la industria fílmica del pasado siglo y de su legado.

Pero, además, una falencia de la educación for-mal, excepción hecha de algunos países, es que no se ha formado a los nuevos espectadores jóve-nes para la videocultura, bajo el supuesto de que la adquisición de las capacidades para acceder a los textos visuales, se hace por ósmosis. Así se su-pone que cualquier niño y adolescente es capaz de discriminar los géneros audiovisuales desde la información, hasta la publicidad y la ficción con sus múltiples géneros, y que otro tanto ocurri-rá con los multimedia y, en general, infomedia de las RRSS. De este modo la formación de la cultura audiovisual hoy no cuenta con ningún background, y deriva de los productos mercanti-lizados del momento, cuya factura técnica nadie cuestiona.

La historia de la cultura cinematográfica del pasado, sus estrellas, sus creadores, sus obras que-dan a merced del reciclaje y de los remakes con-temporáneos, realizados por las Academias del cine y del audiovisual o también por los pocos centros educativos con mayor sensibilidad por el hecho audiovisual.

Orson Welles ha contado con la suerte de que casi todas sus creaciones han sido remasterizadas y podemos gozar de sus producciones bastante bien conservadas. Hoy, los aportes del O.W. al teatro shakesperiano, a la radio, a la innovación cinematográfica y a la valoración de la autoría ar-tística, pueden ser gustadas plenamente, pero la mirada y el paladar estético necesitan cultivarse, lo mismo que el gusto literario y hasta gastronó-mico.

Anualmente se producen más de cinco mil películas y varios miles de series televisuales en todas las plataformas desde TV a Internet. Hay muchos consumidores que degluten productos audiovisuales como papitas fritas y tostón, pero la cultura, como dice Ortega y Gasset, es lo queda después del catabolismo y del esfuerzo selectivo de la comunidad cultural. Hoy “El ciudadano Kane” puede ser consumido como una joya ar-tística o una ración de palomitas. Cuestión de cultura, una digna de una videoteca y otra de un contantainer de basura.

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Entre las reglas que más he respetado a lo largo de mi carrera de escritor está aquella que manda alejarse de los acontecimientos y de los perso-najes. Nunca tomar partido. Quizás los asomos de fracaso que uno encuentra en la novela de denuncia que se escribió en América Latina en la primera mitad del siglo están precisamente en que esa denuncia, demasiado obvia, llega hasta la imprecación discursiva. Novela militante, novela de tesis. Novela de partido.

Es por eso mismo que el lector siente que, por ejemplo, en El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, sobran muchas páginas dedicadas al dis-curso de protesta, que se hallaría mejor fuera de la trama que se intenta llevar adelante, y a la que más bien pone plomo en las alas.

La novela es el instrumento menos adecua-do para esa tarea. La ahoga la obviedad, que es enemiga mortal de la complejidad, y el discurso narrativo arriesga a volverse infantil, por su sim-pleza didáctica, como la que pretendía el realis-mo socialista.

La neutralidad que el novelista busca para no perder las puertas de acceso a la complejidad de sus personajes, en los que campean las contradic-ciones que son propias de la condición humana, nada tiene que ver con su posición ética, que debe estar siempre presente página tras página, haciéndose invisible en la textura de la narración.

En Humillados y ofendidos, de Dostoyevski, no hay una sola palabra de denuncia, y es una no-vela reveladora como pocas del poder que en la escritura llega a tener la injusticia, tan contraria a la bondad. Pero en una novela de verdad los buenos nunca son de una sola pieza, ni los malos tampoco.

Me planteo esas reflexiones frente a mi últi-ma novela, que está ahora llegando a las libre-rías, Tongolele no sabía bailar, la tercera de un ciclo al que pertenecen El cielo llora por mí y Ya nadie llora por mí, que tienen como personaje al inspec-tor Dolores Morales. No voy a referirme a ellas como novelas policiacas, o novelas negras, que en un sentido lo son, sino como novelas que ex-

ploran la realidad inmediata de Nicaragua; y, en este otro sentido, son también novelas realistas. En la medida que los hechos se alejan más hacia el pasado pueden juzgarse con menos pasión, y con menos riesgos de tomar partido. Pero hay ocasiones en que vale la pena asumir los riesgos y acercarse al fuego sabiendo que se puede resultar quemado.

La represión que se da en Nicaragua a partir del mes de abril del 2018, hace apenas tres años, y que deja como saldo la muerte de más de 400 víctimas, jóvenes y adolescentes en su inmensa mayoría, está dentro de esta novela. La historia aún no ha dicho la última palabra, y no se sabe si al fin terminarán triunfando los buenos.

La historia real aún no se cierra. Y esto es parte del reto del novelista. Introducirse en un escenario inacabado, como está obligado a ha-cerlo un cronista de hechos reales que no puede sentarse a esperar que estos se alejen en el tiempo para tomar distancia de ellos.

En ese sentido,  Tongolele no sabía bailar  es también una crónica de hechos convertidos en episodios narrativos: los francotiradores cazando muchachos con rifles Dragunov desde el techo de un estadio de béisbol; el incendio de una fábrica de colchones que era también vivienda de la familia propietaria, y donde todos, adultos y niños, murieron entre las llamas; el asalto de los paramilitares a la iglesia de la Divina Misericordia en Managua, con más muertos.

Tongolele es el apodo del jefe de sicarios al que se enfrenta el inspector Morales. Le dicen así porque el mechón blanco de su pelo recuerda al de la bailarina que hizo época en la edad de oro del cine cabaretero mexicano. Igual que el inspector Morales, viene de la tradición guerri-llera, y fue combatiente en la lucha para derrocar a la tiranía de Somoza; pero ahora sus caminos se han separado y deben enfrentarse, subidos a ese escenario donde la historia aún no ha dicho la última palabra, y no se sabe si al fin termina-rán triunfando los buenos, o seguirán reinando los malos.

Sergio RamírezEscritor nicaragüense

es también una crónicade hechos convertidos en episodios narrativos.

La novelaen carne viva

* Publicado originalmente en el diario El Tiempo de Colombia el 01 de septiembre de este año.

TONGOLELE NO SABÍA

BAILAR

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Karina Sainz BorgoPeriodista y escritora venezolana

Raimundo Lucio emprende un viaje de mochi-lero de Caracas a Europa. Al pasar por París, una serie de acontecimientos le impiden continuar y decide permanecer en la ciudad. Es estudian-te de arquitectura, apenas tiene dinero, arrastra un fracaso como poeta y aunque parece huir de la escritura, en realidad viaja hacia ella. Ese es el punto de partida de Los inmateriales (Pre-Textos), la segunda novela del escritor venezolano Óscar Marcano, publicada en España por el sello de Manuel Borrás.

Todo ocurre en el París de 1985. La Guerra Fría toca su fin y la sociedad europea acaricia sus propios santos laicos, entre ellos Jean-François Lyotard, uno de los mentores de la llamada pos-modernidad y la crisis del humanismo, que so-brevuela la novela como una presencia. Los inma-teriales, exposición en el Pompidou creada por el filósofo, no sólo da título al libro sino que encierra el gran acertijo que Raimundo Lucio despeja a medida que avanza la historia: la transformación.

En las páginas de Los inmateriales todo ocurre de manera casual y fortuita, o así lo parece. Rai-mundo vive de cuidar niños, entre ellos Mirabe-lle, cuya incapacidad para hablar determinará un cambio en su interior. Además de sus obligaciones puntuales, Raimundo se dedica a callejear por la ciudad y frecuentar algunos bares, uno de ellos en el barrio judío, donde un anciano brocanteur del mercado de las pulgas de Vanves le regala el ma-nuscrito que lo llevará a una fascinante búsqueda. Raimundo pasa de flâneur a pesquisidor.

Con la lógica en apariencia errática del pasean-te, Marcano compone una novela de iniciación detrás de la que se esconde algo más. Supuesta-mente guiado por el azar, el protagonista se topa con personajes que harán las veces de lazarillo o Virgilio y cuya aparición acaba guiándolo hasta la narrativa de la que huye. Entre el azar y el destino, Óscar Marcano saca provecho a un narrador cul-to y expansivo para ilustrar cómo de forma apa-rentemente fortuita se crean estructuras de senti-do. ¿Juega la vida a los dados? ¿Existe una relación causal entre los hechos y el relato que hacemos de ellos? Esa es la incógnita.

Óscar Marcano (Venezuela, 1958) irrumpió en el panorama literario en 1999 tras ganar en la Argentina el Premio Jorge Luis Borges, galardón con el que esa nación conmemoraba el centena-rio de su escritor más universal. Su volumen de cuentos Lo que François Villon no dijo cuando be-bía, publicado por Seix Barral con el título Solo quiero que amanezca  (2002), fue elegido por un jurado integrado por Augusto Monterroso, Abe-lardo Castillo y Héctor Tizón.

La prosa de Marcano es ágil, culta y diestra, siendo capaz de valerse de la figura del flâneur sin necesidad de que el lector se ponga en guardia o se lleve las manos a la cartera. La novela como flujo de conciencia suele crear problemas, pero la solvencia literaria de Marcano evita cualquier

exceso, e intercambia narración y reflexión como las partes de un mismo juego. Marcano es un na-rrador sólido, alguien cuyas decisiones estéticas y técnicas retoman el pulso de la ficción novelesca sin renunciar a la erudición. Los inmateriales es su segunda novela. Sin embargo su obra es mucho más amplia.

Entre sus libros destacan Inecuaciones (1984), So-nata para un avestruz  (1988),  Cuartel de invier-no  (Fundarte 1994, Alfaguara 2009) y  Puntos de sutura  (Seix Barral, 2007). Repartido entre la lite-ratura y el periodismo, desde 2010 trabaja como editor jefe de Prodavinci, uno de los portales de información y pensamiento de mayor peso en Ve-nezuela. Sobre literatura, causalidad escondida y los entresijos de Los inmateriales, esa gran novela de la ausencia, habla Marcano con Zenda.

� A las páginas de Los inmateriales  las recorre una sensación de ausencia, de lo fugaz, de lo que no ha sido o lo fue brevemente: desde la exposición jamás vista en el Pompidou que da título a la historia hasta el artista del que Rai-mundo Lucio se convierte en pesquisidor. ¿La idea fuerza de esta novela es la ausencia o lo que permanece incompleto acaso?

—En efecto, la idea fuerza de esta novela pudie-ra ser esa ausencia aparente. Y en lo personal me remite al diálogo que por dos décadas sostuvieron dos grandes caballeros de la física: Max Born y Albert Einstein. El primero era partidario del in-determinismo en el movimiento de las partículas elementales. No en balde trabajó junto a su asis-tente, Heisenberg, en los albores de lo que luego se describiría como «principio de incertidumbre». El segundo, Einstein, veía las cosas de un modo dia-metralmente opuesto. Para él había una causalidad escondida que estaba tratando de desentrañar. De hecho, le escribió a Born: “Tú crees en el Dios que juega a los dados, y yo en una total ley y orden en un mundo que, de manera salvajemente espe-culativa, estoy tratando de capturar”. Los inmate-riales es fiel a esa intuición. Y se traduce en la saga de un joven que, lidiando con los acontecimientos, descubre que detrás de todo evento aparentemente aleatorio hay una causalidad que despliega su en-tramado para objetivarse. Vale decir: detrás de lo que podemos llamar lo material, muchas veces hay un trasfondo menos obvio que lo origina, y te reta a que entres, compres fichas y apuestes. Detrás de las causas y efectos hay una poética que a veces no entendemos.

� No es una novela de iniciación, aunque su naturaleza tienda a lo testimonial. También es cierto que es un proyecto que lleva mu-chos años trabajando. ¿La voz literaria es un artilugio para hablar de lo vivido? ¿Los hechos se amplían en el pasado? 

—La referencia al Bildungsroman acá es la coar-tada para dar sustento al viaje iniciático de Rai

Óscar Marcanoy las novelas que juegan a los dados

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mundo, el joven mochilero, en el París del 85, un París de finales de Guerra Fría, donde Lyotard acababa de anunciar la más formidable transfor-mación —a partir de la tecnología— que conoce-ría el homo sapiens: la que hoy estamos viviendo. En tal sentido, es una historia de iniciación para el personaje, pues viene de fracasar en la poesía, está abatido a su manera, y el azar —que sabe lo que hace— lo conduce al encuentro de una serie de personajes mágicos que constelizan su ruta. Resultado: el encuentro definitivo con la narrativa en dos bares inesperados: el Mogador y el Caves Saint-Gilles, por una parte, y el hallaz-go de ese manuscrito tras cuyo autor emprenderá una búsqueda cuasi policial, la cual terminará revelándole que entre materialidad e inmateria-lidad no hay una relación de suma cero, sino una dialéctica amorosa que se hace patente gracias a la atención. En su “camino de Damasco”, Raimun-do confirma que delante de nuestros ojos se están armando estructuras. Estructuras invisibles que envían mensajes en clave, para mostrarte lo que íntimamente buscas o necesitas aprender, pero que al parecer necesita anteojos.

� Hay varias mujeres en estas páginas, todas ellas fugaces, incluso accidentales; hay hom-bres, también fugaces, que se esconden en historias apócrifas y cambiantes. ¿En ese bestiario humano, qué y quién es Mirabelle? (Por cierto: ¿por qué la llama Frutica?)

—Mirabelle, la niña muda, constituye el pun-to nodal más tierno de la historia, pues bebe del arquetipo del niño abandonado. Es el aspecto infantil, femenino, sin padre, desasistido además por Tristia, una madre contracultura (Roszak) que está ocupada salvando al planeta, sin ojos para reparar en lo más próximo y verdadero: su hija. Entonces se suscita esa vivencia psíquica, esa empatía entre la niña y el babysitter. Para él es una revelación, un cable a tierra. Para ella, la certi-dumbre de la figura paternal. Y la llama Frutica, porque al nacer la bautizaron con el nombre de la mirabelle, esa deliciosa ciruela dorada, muy co-mún en Francia y Alemania. Cada verano, en las regiones fronterizas entre los dos países, celebran las llamadas fêtes de la mirabelle.

� Hay un narrador culto que traza una bitácora ya no de la ciudad, sino de su propia concep-ción de lo estético. Raimundo es el narrador culto por excelencia, el paseante, el flâneur. ¿Podría darme su propia visión de la figura de Raimundo Lucio?

—Raimundo es un work in progress. Alguien que tiene pocas cosas claras, pero que intenta

Óscar Marcano (Venezuela, 1958) irrum-pió en el panorama literario en 1999 tras ganar en la Argentina el Premio Jorge Luis Borges, galardón con el que esa nación conmemoraba el centenario de su escritor más universal. Su volumen de cuentos Lo que François Villon no dijo cuando bebía, publicado por Seix Barral con el título Solo quiero que amanezca (2002), fue elegido por un jurado integrado por Au-gusto Monterroso, Abelardo Castillo y Héc-tor Tizón. Ha publicado Inecuaciones (1984), Sonata para una avestruz (1988), Cuartel de invierno (Fundarte 1994, Alfaguara 2009) y Puntos de sutura (Seix Barral, 2007). Ha obte-nido adicionalmente los premios Asociación de Críticos Musicales (1988), Arístides Rojas (1999), Centro Nacional del Libro (2002). Fundó con Eugenio Montejo y Adriano Gon-zález León los talleres Escribas, Cátedra de Literatura Contemporánea. Combinando la literatura con el periodismo, desde 2010 for-ma parte del portal digital Prodavinci, en el que es su editor jefe.

ponerlas en práctica. Sabe que como humano es efímero, prescindible e infinitesimal. Que al apagarse, nadie lo echará de menos, como nadie echa de menos a trillones de bacterias que desa-parecen cada día. Porque eso es el ser humano en la infinitud del universo: una microscópica comunidad de bacterias. Acaso por ello tiene la certidumbre de que vino al planeta a aprender, no a brillar. De que pese a estar en el reino de lo que los griegos llamaban fobos (terror), lo acerta-do es vivir en  eleos  (compasión). En definitiva, Raimundo Lucio es un ser que, como todo joven, se guía por su hambre de infinito. Y con ese ape-tito, comienza a crecer. Madurar es también ad-quirir algunas certezas estéticas. Una de ellas es el reconocimiento del carácter sagrado de la poe-sía. Pobre de aquel que crea que escribir versos es suficiente para ser poeta. Por eso prefiere deser-tar a ser un impostor. Ese escrutinio doloroso, la aceptación de que no calza los cuartos, desenca-dena la saga. Y como flâneur en París, pasa por tres etapas: la de negación (llegó por azar a una ciudad que no le interesaba), la del bovarismo (la realidad no coincide con sus referentes millerea-nos) y, finalmente, luego de entender los estados criminales de introspección que le genera la urbe, la aceptación de estar incubando algo.

� ¿Es una novela «generacional»? ¿Existe el re-trato de un país extinto? ¿Ajuste de cuentas acaso?

—En absoluto. Yo la veo más como una ape-lación a la vida interior sin desmedro de la exte

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* Publicada originalmente en la página digital Zenda.Autores, libros y compañía el 24 de abril de 2021.

rior. Los que vivimos en dictadura y padecemos la inclemente devastación de un país, el abuso y la práctica diaria de la propaganda y la neolengua orwelliana, sabemos que las verdaderas batallas por la libertad se están librando en el ámbito del espíritu. Al menos los que no aspiramos al poder deberíamos tenerlo claro. La voluntad de preser-var la dignidad humana es una forma de resistir en Venezuela, y evitar la condición de zombi es ya una victoria en esta parodia neoestalinista. Decía Václav Havel en El poder de los sin poder que una palabra verdadera, pronunciada incluso por un solo hombre, es más poderosa, en ciertas circuns-tancias, que todo un ejército. Y que toda libre expresión de vida es, indirectamente, una ame-naza política. No olvidemos que, como ha dicho Monika Zgustová: “En muchas revoluciones, en el principio estuvo la cultura”. Pues en esta no. En consecuencia, Los inmateriales no es más que otro trozo de pan de los muchos que se están pro-duciendo en favor de la individuación frente a la barbarie.

� ¿Existe una relación formal entre la edición a fondo de la novela y el desplazamiento de la historia del pintor? Parece mucho más con-tundente lo que vive Raimundo que la búsque-da final.

—Porque no es final. Es una búsqueda más dentro de lo que vive. De hecho, en el manuscri-to original, de más de 1200 páginas (la versión publicada quedó en 529), había más historias, más “búsquedas”. Hasta que llegó un momento en que debí ejercer mi autoridad y parar. De lo contrario me iba a convertir en el subproducto de una novela que llevaba el cauce de un roman-fleu-ve, de una cosa totalizante, imposible en estos tiempos. Ella, literalmente, me acaparó por más de una década. De hecho viajaba y, en lugar de visitar los sitios de interés que me había propuesto conocer, me obligaba a desistir de todo y a pasar horas y horas en cafés trabajando a su merced.

� El jazz, ¿marca una impronta tremenda? ¿Es ese el tempo de Los inmateriales?

—No puedo vivir sin el jazz y no tengo otra opción que apelar a un lugar común: el de sinó-nimo de libertad. Es un tempo, sí, en paralelo. El recuerdo constante de que la creatividad está ahí pulsando, tentando, amagando, desde el lengua-je de los músicos, que son seres de otro planeta. Desde que escuché por primera vez aquella ver-sión de My Old Flame tocada por Parker, y hasta que lo pude hacer, me imaginé siempre asistiendo a las jam sessions, esos encuentros que, decía Geor-ge Frazier, autor de la primera columna de jazz en un diario norteamericano, eran reuniones infor-males de músicos con afinidad temperamental, que tocaban  after hours  para su propio disfrute una música no escrita ni ensayada. En realidad eran mucho más que eso: en la práctica eran jus-tas, combates de gladiadores donde entregaban, por nada a cambio, lo mejor de sí.  Los inmate-riales quiere recoger esa impresión. Y no elegí al Chet. Su fliscorno y su trompeta lo decidieron mucho antes de que yo creyera establecerlo.

� ¿Cómo  se relaciona  Los inmateriales  con li-bros anteriores suyos como Cuartel de invier-no  (1994), Solo quiero que amanezca  (2002) y Puntos de sutura (2007)?

—Cada obra es un proyecto en sí mismo, un espécimen que puede tener vida o no, y que te inocula o te recluta para hacerse. En el proceso impone sus leyes, y uno tiene que asentir, man-tener un diálogo con ella y hasta negociar. Cada obra genera un cifrado, una lectura, una nota. Pero después está el continuum de esa voz que termina siendo la del autor. He dicho que a veces la etimología de una palabra es más acertada y bella que su uso presente: la de auctor es “fuente”, “instigador” o “promotor”, no la de «creador». Para ceñirme a la pregunta, en relación con esos títulos anteriores, Los inmateriales se parece más al big picture, la imagen completa de esa voz, una frase coloquial y felizmente utilitaria, cortesía de los estadounidenses.

Ricardo Tavares LourençoProfesor de Letras y Comunicación Social

p e r s p e c t i v a h i s t ó r i c a , e d i t o r i a l y l e c t o r a

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La historia del libro integra tres ejes: el sopor-te, la edición y la lectura. En el formato impreso, los textos infantiles se caracterizan por usar ma-teriales resistentes en diferentes tamaños que no solo garanticen durabilidad y facilidad de mane-jo, sino que reproduzcan ilustraciones atractivas; en cambio, en el formato digital se enfatiza la interacción o manipulación de los elementos a través de la pantalla de un dispositivo móvil. Y gracias a la realidad aumentada ya existen moda-lidades híbridas de libros infantiles. La edición de un libro infantil procura seleccionar imágenes apropiadas que enriquezcan la experiencia de la lectura. Es por esto que el editor de textos infan-tiles debe considerar una presentación y un títu-lo que enganchen primero a padres y maestros como mediadores de lectura, y luego a los niños como lectores finales.

Los libros infantiles han tenido como propó-sito educar de una manera amena, siempre adap-tados a las capacidades cognitivas del niño según su edad. Desde el siglo XV se popularizaron los textos ilustrados con grabados incluso para adul-tos sobre temas piadosos o morales, puesto que se deseaba educar a un público extenso que apenas leía.

Se sabe que el primer libro ilustrado para niños fue el Orbis sensualium pictus (El mundo en imágenes), de Amos Comenio, publicado en 1658, el cual fue un referente en la Europa de entonces. En el caso venezolano, El libro de la infancia, de Amenodoro Urdaneta, publicado en 1865, es la primera producción editorial de este tipo. Incluso en nuestro país han surgido revistas para niños; la pionera en este campo fue Onza, Tigre y León, publicada en 1938 por el Ministe-rio de Educación, y tiempo después, en 1949, la revista Tricolor.

Estas obras se enmarcan en el concepto de li-bro funcional:

[…] en el caso del libro de texto, las reimpre-siones representan, tanto en títulos como en tiradas, cerca de cuatro veces más que las pri-meras ediciones, mientras que en el conjunto de la producción los dos grupos son práctica-mente iguales. Esto significa que el libro de texto implica menos trabajo creador que los demás tipos de libros. (Robert Escarpit, La revolución del libro, 1968, p. 45)

Esta tendencia sigue vigente. El libro de texto para niños en edad escolar es el de mayor demanda y, por ende, de mayor ren-tabilidad para los editores y libreros.

A pesar de lo noble que pueda resultar esta labor editorial, se debe tener cuidado con el contenido que se edita y su finalidad. A lo largo de la historia se han publicado libros infantiles con el objetivo de adoctrinar a los niños, de manera que piensen e interpreten su entorno según lo determinen las esferas de poder. Al mismo tiempo, ha ocurrido que los libros dirigidos a este tipo de audiencia han sido censurados por el temor de crear en ellos una visión independiente o eman-cipadora. A fin de cuentas, como lo revela Eduardo Gutiérrez en su artículo “Leer di-gital: la lectura en el entorno de las nuevas tecnologías de la información y la comuni-cación” (Signo y Pensamiento 54, volumen XXVIII, 2009), la lectura tiene tres niveles:

el gramatical, el psicológico y el social. Esto significa que la lectura es un ejercicio cogni-tivo integral que trasciende la mera decodi-ficación.

Luego de ponderar estos aspectos, pode-mos establecer el siguiente balance:

1) El libro infantil tiene una trayectoria ar-raigada en la cultura occidental. La imagen es la gran protagonista y deberá estar presen-te siempre.

2) Estas obras no solo deben educar, sino también entretener. Por esta razón, es impe-rativo que tanto autores como editores, di-señadores e impresores trabajen en conjunto para concebir un producto que al mismo tiempo sea lúdico e instructivo. No se pre-tende mostrar los contenidos de forma muy rígida o tediosa, sino hacerles ver a los niños que su lectura les permite descubrir otras realidades que enriquecen su propia cultura y apreciar de forma atenta su ambiente.

3) El editor debe estar atento a las deman-das de lectura emergentes, en aras de satis-facer necesidades en determinados nichos de mercado. Cada vez que se crean nuevas asignaturas escolares, de inmediato habrá solicitudes de libros instructivos. A veces se pueden conseguir materiales extranjeros de gran calidad, pero no son tan fácilmente adaptables al público meta por razones cul-turales o lingüísticas.

4) Se debe ser muy cuidadoso en la con-cepción del libro infantil. La educación no puede confundirse con adoctrinamiento. El propósito de este tipo de publicaciones es abrirles la mente a los niños y estimularles la creatividad y el raciocinio, para que formen su juicio y sean verdaderamente lectores crí-ticos a lo largo de su vida.

En síntesis, editar libros infantiles exige competencias especializadas que garanticen obras de calidad que sean un aporte signi-ficativo al acervo cultural y patrimonial de una nación.

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Sofía AvendañoLicenciada en Comunicación Social

El C Ó M I C , una interpretación de la humanidad

El cómic es un género al que le ha costado muchos años consolidarse como un medio de comunicación serio e influyente. Muchos con-sideran que son solo historias para niños que se valen de ilustraciones para entretener. Nada está más lejos de la verdad, pues si bien se vale de ilustraciones para narrar una historia, estas poseen un alto nivel artístico y presentan perso-najes interesantes y profundos que fungen como un espejo de la sociedad que los consume.

Con el respeto de Mafalda y Condorito, los su-perhéroes son la herramienta perfecta para acla-recer como la historia, las creencias y el compor-tamiento de la sociedad ha quedado registrado en las páginas y viñetas de los cómics.

Desde Superman hasta los X-men, los cómics de superhéroes responden a las necesidades y vi-vencias de la sociedad en la que nacieron y gra-cias a esto es que contaron con la aceptación y popularidad que les permitió pasar a la historia.

Superman, por ejemplo, nació en 1933 de las mentes y manos de Jerry Siegel y Joe Shuster. Aquella era una época dura para el mundo en donde la fe se cuestionaba constantemente y es-tos creadores desarrollaron a un personaje cuya moralidad e historia era muy popular en la tra-dición cristiana. Tenemos a un hombre que fue enviado por su padre (poderoso y superior) a un planeta desconocido para que le sirviera y, sobre todo, protegiera. La esperanza siempre ha sido necesaria en los tiempos más difíciles y oscuros y eso representó Superman para los jóvenes de aquella época.

Para la Segunda Guerra Mundial, llegan La Mujer Maravilla (DC Comics) y el Capitán América (Timely Comics-Marvel), cuyos valores morales invitaban a servir a una causa necesaria para el futuro de la humanidad.

Con estos personajes ocurre algo muy curio-so. Diana, la Mujer Maravilla, llega en una épo-ca en la que los hombres estaban en la guerra

y no les quedó más remedio a las mujeres que asumir los roles que otrora habían pertenecido solo al género masculino. La Mujer Maravilla era un ejemplo de fortaleza y excelencia que fungió como el espejo de esa generación de mujeres que cambiaron, para siempre, la manera en la que se les conocía y valoraba en todo el mundo. Así lo expresó su creador, William Moulton Marston, al afirmar que “Mujer Maravilla es una propa-ganda psicológica para el nuevo tipo de mujer que debería ser, en mi opinión, para gobernar el mundo”.

Esta no es la única interpretación del perso-naje.

Para el momento en el que sale publicado el primer número, el mundo se encontraba sumer-gido en la guerra y la mayoría de las naciones es-peraban la participación de aquella que creó al personaje cuyo traje era exactamente igual a la bandera de los Estados Unidos de Norteaméri-ca. Se dice que la Mujer Maravilla nació como una referencia e invitación al rol predilecto de la nación americana y enfatizó su responsabilidad pues, para los fines prácticos de la historia, Diana tuvo que enfrentarse a los nazis.

El Capitán América no fue diferente. Su pri-mera aparición fue dando un puñetazo a Adolf Hitler. La presencia del Capitán América fue popular entre los soldados americanos y hay quienes afirman que su existencia motivó a los jóvenes a servir al ejército.

El de Steve Rogers es un caso curioso. El mismo personaje que en el siglo XX represen-taba el patriotismo, años después daría vida a un personaje llamado Nómada, cuya principal característica era la decepción del sistema al que anteriormente había servido. Estamos ahora ante una sociedad que desconfía y reta a la autoridad y la responsabiliza de los males y crueldades de la que es víctima. El Capitán América que defen-día a los inocentes y a sus ideales, pronto se vio

C Ó M I C

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decepcionado y traicionado. Trayendo así la crí-tica a los sistemas políticos y democráticos que constantemente pierden el apoyo del pueblo y, en especial, de las nuevas generaciones.

Es necesario, ahora que hablamos de socie-dad, pueblo y nuevas generaciones, que involu-cremos a Batman y a Ciudad Gótica.

Si queremos buscar el epítome de la interpre-tación de la sociedad en los cómics obligatoria-mente tenemos que detenernos en Batman o, mejor aún, en el Joker. Posiblemente, este sea el villano más popular y querido por la pobla-ción mundial. Es un delincuente perverso, loco y brillante. Deberíamos, entonces, preguntar-nos por qué un modelo de lo oscuro y malo es el personaje de ficción más popular en todo el mundo.

Constantemente, (en todas sus versiones y adaptaciones) el Joker profesa la descomposi-ción social en la que vivimos y sostiene debates filosóficos en donde invita a reflexionar sobre el bien y el mal y sobre los límites de la cordura y la locura. Reta a Batman cada vez que tiene la oportunidad y los lectores saben y aceptan

que, tal y como lo sostiene el mismo personaje, ambos son las dos caras de una misma moneda. Representan la locura, el poder y la inteligencia, y el control que, como santísima trinidad, ejer-cen sobre la sociedad.

Todos los villanos de Batman y la misma Ciu-dad Gótica constantemente promueven un dis-curso populista, e incluso comunista, en donde se rechaza a las clases y organismos dominantes a nivel político, económico y social. El caballero de la noche busca mantener y equilibrar el or-den actual, entendiéndose así que busca defen-der a los ciudadanos de sus propios anhelos, que pueden ser hermosos cuando se quedan en pa-labras, pero mortales al convertirse en acciones.

Los cómics, como bien se puede apreciar, han reflejado la historia de nuestro mundo junto con el comportamiento de la sociedad y es por eso que si hacemos el ejercicio de comparar un ejemplar de las historietas que salieron en los años cuarenta con uno que salió en los últimos cinco años veremos un cambio profundo y ra-dical en los personajes, estética y crudeza de la historia, un cambio profundo y radical que no-sotros, como humanidad, también sufrimos.

se encuentra de forma gratuita en su versión digital en la librería digital de la Universidad Católica Andrés Bello, a la cual puede acceder a través del siguiente enlace:

La Universidad Católica Andrés Bello, junto con la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal), trae esta nueva publicación en donde se analiza, de forma profunda y debidamente documentada, la relación que existe en toda América Latina con la figura de la democracia, la cual se ha visto terriblemente afectada y atacada en los últimos años a lo largo de todo el continente.

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Escritor, nació en Nicaragua en 1942. Formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Na-cional que se creó tras el triunfo de la Revolución Sandinista el 19 de julio de 1979. Fue Vicepresidente de Nicaragua (10 de enero de 1985-25 de abril de 1990). Ha sido profesor visitante Robert F. Kennedy de la Universidad de Harvard y es miembro de número de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Su obra literaria, distinguida en 2011 con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, incluye, entre otros libros: Castigo divino (1988, Premio Internacional Dashiell Hammett de Novela); Un baile de máscaras  (1995, Premio Laure Bataillon a la Mejor Novela Extranjera traducida en Francia); Mar-garita está linda la mar (1998, Premio Alfaguara de Novela y Premio Latinoamericano José María Ar-guedas); Cuentos completos (1998), con un prólogo de Mario Benedetti; Adiós muchachos (1999), El cielo llora por mí (2008), Cuando todos hablamos (2008) y La fugitiva (2011). Su última novela Tongolele no sabía bailar (2021) le ha valido una orden de detención en su país. Es presidente fundador del encuentro literario Centroamérica Cuenta, que se realiza en Nicaragua desde 2012, el cual ha reunido a más de quinientos narradores y periodistas en sus cinco ediciones y de la revista Carátula, referencia literaria en Hispanoamérica. En 2017 se convirtió en el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes.

ENTRADAEl escritor, novelista y exvicepresidente de Ni-

caragua Sergio Ramírez, Premio Cervantes de Literatura 2017, fue acusado por la Fiscalía de "realizar actos que fomentan e incitan al odio y la violencia", informó el Ministerio Público el miércoles (08.09.2021).

El laureado escritor de 79 años, que fue vice-presidente durante el primer gobierno sandinis-ta (1979-1990) y es crítico del presidente Daniel Ortega, también fue acusado por haber recibido, a través de la Fundación Luisa Mercado que di-rige, dinero de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, indicó la Fiscalía en una declaración.

El Ministerio Público solicitó una orden de detención y allanamiento en contra de Ramírez Mercado, quien se encuentra fuera de Nicaragua y ya había anunciado que no regresaría al país para evitar represalias del Gobierno tras haber sido citado por el Ministerio Público.

COMUNICADOFinalmente, la dictadura de Daniel Ortega

y Rosario Murillo ha cruzado el último de sus límites: ha allanado la vivienda y ha ordena-do la detención de Sergio Ramírez, ciudadano ejemplar, hombre de limpia trayectoria pública, escritor premiado y leído en el mundo, y un irre-nunciable defensor de las libertades y el diálogo democrático. A este hombre pacífico y contrario a toda forma de violencia, le han acusado de in-citar el odio y la violencia.

Hay que advertir que la persecución en contra de Sergio Ramírez está cargada de tintes perso-

nales. Recordemos que, además de haber sido parte del Frente Sandinista de Liberación Nacio-nal, Ramírez fue vicepresidente de la república entre1985 y 1990, mientras Ortega era el presi-dente. Ambos fueron parte de un mismo movi-miento político. En la medida en que se producía la deriva totalitaria de Daniel Ortega, se produjo el distanciamiento de Ramírez. Para Ortega y su régimen, Ramírez, aun cuando ya no ejerce la política de forma activa, se ha convertido en uno de sus más apetitosos objetivos, a consecuencia de la enorme reputación personal, literaria y política que rodea al escritor.

En los últimos tres meses, 35 dirigentes oposi-tores al régimen han sido detenidos, entre ellos, siete que aspiraban a competir contra Ortega y Murillo en las elecciones presidenciales que ten-drán lugar el 7 de noviembre. La ola represiva se ha extendido a medios de comunicación y organi-zaciones no gubernamentales. Ortega se propone imponer su triunfo, y gobernar Nicaragua por un quinto período. La ferocidad y descaro con que se están produciendo estas acciones, anuncian un empeoramiento de la persecución, las detencio-nes, los secuestros, las torturas y el acoso de la dictadura en contra de la sociedad nicaragüense.

Ante este estado de cosas, venezolanos de dis-tinta actividad, no solo nos hemos sentido llama-dos a expresar nuestra solidaridad hacia Sergio Ramírez, sino también hacia cada familia de Ni-caragua, cada vez más acosadas por la violencia sistemática del Estado, cuyo único propósito es mantener a Daniel Ortega y Rosario Murillo en el poder, al costo que sea, incluso el de las vidas de los nicaragüenses.

Suscribimos.

Venezolanos en defensa de

Sergio Ramírez y de la

libertad de los nicaragüenses