Práctica 16 (individual) ¿Se puede modificar una conducta?

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Juan es una niño de 3 años que cuando llega al colegio llora, grita y patalea sistemáticamente por una excesiva "ansiedad por separación" de sus padres. ¿Se puede modificar este comportamiento? ¿Cómo? describe pautas concretas de actuación para la modificación paulatina de esta conducta disruptiva. Consulta el documento "La conducta de los niños y sus problemas"

1. Pasos a seguir para modificar una conducta/comportamiento.

Cuando un niño presenta comportamientos inadecuados en el aula, el profesor puede adoptar una serie de medidas que nos ayudarán a hacer desaparecer esa conducta, y cuando no sea posible erradicarla al menos, a disminuir su aparición.

Para ello, disponemos de algunas herramientas para afrontar y resolver, en parte este tipo de problemas. Para utilizar técnicas de modificación de conducta, se requiere una formación previa en su utilización. No pueden utilizarse sin una planificación previa, una evaluación conductual que nos permita conocer los estímulos en cuya presencia ocurre la conducta-problema. De lo contrario, corremos el riesgo de reforzar, sin darnos cuenta, conductas indeseables, que no hemos evaluado previamente.

- Realizar la “evaluación conductual”.

Es el primer paso para afrontar los problemas de comportamiento. En el ámbito educativo, se debe realizar en equipo: orientador, tutor y otros profesionales que intervengan con el niño, si es posible también con la madre, el padre y otros adultos que ejerzan funciones de cuidador fuera del horario escolar.

Primero habría que definir la “conducta problema” en términos operativos, es decir, utilizando términos que cualquier observador pueda interpretar de la misma forma, cuantificando el problema para poder medirlo de forma objetiva.

Ejemplo: “Cuando Juan llega al colegio acompañado por su madre, esta se va con mucha prisa y le deja antes de llegar a la fila donde le esperan los compañeros, sin apenas despedirse, el niño se queda mirando a la madre cómo se aleja sin decirle nada, cabizbajo. En la fila, de camino a clase, va llorando. Una vez en clase, la profesora intenta que se calme, pero Juan tira la mochila al suelo, se mete con ella, grita, se tira al suelo, llora y patalea”.

Se trata de no hacer un juicio valorativo sobre el comportamiento de Juan, sino limitarse a describir de la forma más objetiva posible las conductas que se observan, no solo en Juan, sino en todos los sujetos que intervienen en cada de comportamiento, y también los elementos ambientales, incluidos el lugar y el momento en el que aparece la conducta-problema.

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- Decidir los aspectos que vamos a tratar de esa conducta.

Una vez que hayamos definido correctamente, en términos operativos, la conducta-problema, el siguiente paso es cuantificar qué aspectos de esa conducta van a ser objeto de la intervención, para después comprobar si la intervención ha sido efectiva o no.

Algunos de los aspectos que pueden medirse son:

- Producto de la conducta.

- Frecuencia del comportamiento.

- Duración de la conducta.

- Observar los antecedentes y los consecuentes de la conducta.

Una vez que hemos descrito de forma adecuada la conducta-problema, y hemos medido la frecuencia y duración de esa conducta, el siguiente paso es observar y describir los antecedentes y consecuentes de esa conducta.

• Antecedentes: son aquellos estímulos que se encuentran presentes cuando aumenta la probabilidad de aparición de la conducta-problema; y también los estímulos discriminativos, aquellos cuya presencia disminuye esa probabilidad.

Ejemplo: “Cuando la madre le da un beso antes de despedirse, y le dice adiós con la mano, Juan no tira las cosas ni grita; pone cara triste pero en unos pocos segundos entra contento a clase con todos sus compañeros”.

• Consecuentes: son aquellas modificaciones que ocurren en el entorno del niño inmediatamente después de la aparición de la conducta-problema. La descripción precisa y correcta de estas consecuencias es muy importante, porque nos permitirá identificar cuáles son los “reforzadores” que están “operando” para aumentar la frecuencia de la conducta problema.

Ejemplo: “Cuando Juan está en el suelo pataleando, la profesora intenta que se calme, pero Juan tira la mochila al suelo, llora, grita y patalea”.

- Establecimiento de la línea base:

Cuando ya tenemos una descripción adecuada de la conducta-problema, y hemos registrado durante un tiempo los datos de aparición de esa conducta, podremos establecer la “línea base”, es decir, la frecuencia de aparición, duración y consecuencias de la conducta-problema. Esto nos permitirá establecer un objetivo realista y medible de la intervención. Muchas veces no será posible marcarse como objetivo la desaparición radical de la conducta problema, pero sí la disminución progresiva de su frecuencia, de su duración o de su gravedad, en término de daños producidos a otros, así mismo, o a objetos del entorno.

Para comprobar si la intervención tiene éxito, a partir de la línea base, es necesario continuar midiendo y registrando los datos de la conducta-problema, de forma continua o cada cierto tiempo, durante la intervención, y una vez finalizada, para comprobar sus efectos, y si son o no permanentes (generalización o extinción del reforzamiento positivo).

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Para establecer un método de medición tendremos que analizar correctamente los medios con los que contamos para hacer esa medición. No sirve un programa perfectamente diseñado, si después no se puede llevar a cabo. Es necesario utilizar registros fáciles de cumplimentar: fichas de registro.

Ejemplo:

FECHA LUGAR HORA ANTECEDENTE CONDUCTA CONSECUENTE

1 Puerta del

colegio 8:45

El niño va de la mano con su

madre Ninguna El niño está tranquilo

2 Patio del colegio

8:50 La madre se va sin apenas despedirse

Llanto El niño se opone a entrar

con sus compañeros tranquilamente

3 Aula 9:00 La profesora

intenta que se calme

Llanto, Pataleo, Gritos

El niño se pone aún más nervioso

4 ..... ..... ..... ..... .....

- Elegir la técnica adecuada para enfrentarnos a la conducta.

Para obtener el objetivo de eliminar o reducir la frecuencia de conductas-problema, existen técnicas muy diversas. En cada caso, es necesario elegir la técnica más adecuada teniendo en cuenta todos los elementos de la evaluación conductual: características de la conducta-problema en términos de tipo de conducta (motriz, verbal…), gravedad de las consecuencias (llanto, insulto, agresión…), características del niño, de las personas que interactúan con él (padres, maestros, compañeros…), medios con los que contamos para llevar a cabo la intervención, etc.

Es necesario planificar las intervenciones de forma conjunta entre varios profesionales, y formarnos en técnicas de modificación de conducta, para poder utilizarlas sin riesgos para el niño o para sus compañeros. Algunos ejemplos de las técnicas más utilizadas en el ámbito escolar, con niños de educación infantil y primaria:

• Técnicas de extinción: consisten en eliminar los reforzadores contingentes o consecuentes, a la conducta-problema. Son adecuadas cuando las conductas son fácilmente identificables, su aparición es reciente en el tiempo (no tienen una larga historia de reforzamientos), y podemos modificar de forma adecuada el entorno del niño. La más utilizada es la “retirada de atención”: consiste en retirar al niño el reforzamiento. Es decir, si el niño para conseguir algo se pone a llorar, y siempre que lo hace, nosotros le damos lo que pide, deberíamos dejar de prestarle atención cada vez que se pille una rabieta, de modo que la persona que antes le reforzaba dicha conducta ahora haga como si no existiese. Así, el niño poco a poco dejará de recibir el refuerzo de la conducta, y con ello disminuirá la probabilidad de que aparezca de nuevo.

Esta técnica no es adecuada en presencia de conductas altamente disruptivas, o peligrosas, como las conductas de auto-estimulación, o de auto-agresión en niños con discapacidad intelectual grave, o conductas violentas.

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• Reforzamiento diferencial: consiste en reforzar la aparición de conductas diferentes a la conducta-problema. Se utilizan cuando no es posible, o no es efectivo, marcarse el objetivo de la extinción directa de esa conducta. Existen diferentes técnicas que responden a este objetivo:

* Reforzamiento Diferencial de Otras conductas (RDO): consiste en reforzar otras conductas, con el propósito de que la conducta-problema no aparezca durante un tiempo determinado. Es importante elegir el tiempo y el reforzador adecuado para cada caso. Si pedimos un esfuerzo demasiado costoso, o demasiado fácil, o el refuerzo no es suficientemente atractivo, o no podemos mantenerlo durante mucho tiempo, la técnica fracasará.

* Reforzamiento de Conductas Incompatibles (RDI): consiste en reforzar una conducta cuya aparición es incompatible con la conducta-problema. También es necesario encontrar el reforzador (la conducta incompatible) más adecuado para cada caso.

* Reforzamiento Diferencial de Tasas Bajas (RDTB). A veces, el problema no está en la naturaleza de la conducta del niño, sino en que su aparición es excesivamente frecuente. En estos casos puede dar resultado un refuerzo cuando el niño alcanza la “tasa máxima” de respuesta que se considera adecuada, adaptada a la situación, con el objetivo de que la conducta no vuelva a presentarse durante un tiempo. Una de las técnicas más utilizadas de este tipo es:

El “tiempo fuera” o “time out”: consiste en impedir que el niño tenga oportunidad de repetir la conducta problemática, apartándole, durante un tiempo limitado, de la interacción con otros niños. Muchos maestros en educación infantil utilizan el llamado “rincón de pensar”: lugar de la clase donde se envía al niño que molesta de forma reiterada, para que “recapacite” sobre lo que está haciendo.

No hay que confundir estas técnicas con los “castigos”. Los castigos no deben utilizarse, salvo que hayan fracasado otro tipo de técnicas. Su utilización no suele ser efectiva, y sí puede provocar la aparición de otras conductas, más disruptivas que las que pretendíamos extinguir. Cuando es imprescindible, debe ir acompañado del reforzamiento de otras conductas alternativas. Como alternativa al castigo podemos usar el “costo de respuesta”, que consiste en retirar un reforzador positivo, como consecuencia de la aparición de la conducta problema.

• Técnicas de organización de contingencia: consiste en planificar las consecuencias que tendrá la conducta de los niños, con el propósito de aumentar la tasa de respuestas positivas, y disminuir la de las conductas molestas o disruptivas.

* La Economía de Fichas (+ utilizada): consiste en proporcionar al niño un método para que él mismo controle la aparición de las respuestas problemáticas, y se esfuerce para eliminarlas

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Las fichas son reforzadores secundarios, símbolos que representan el reforzador primario, y que se presentan al niño de forma contingente a la conducta que se espera de él, demorando la recompensa que el niño espera conseguir. Esta técnica requiere que el niño comprenda la relación o la representación del reforzador por la ficha.

* Contrato de conducta (utilizada con niños que tienen la edad y capacidad suficiente para comprender y cumplir las consignas que implica): un documento escrito en el que el profesor y el alumno se comprometen ambos a cumplir determinado acuerdo. Deben formularse en términos comprensibles para el niño, deben incluir objetivos o conductas que pueda alcanzar sin excesiva dificultad, y su incumplimiento no debe suponer un castigo para el niño, ya que podríamos reforzar indirectamente conductas problemáticas.

* El Moldeado de Conducta: consiste en descomponer un comportamiento que esperamos instaurar en conductas más sencillas, y reforzarlas por separado, una a una, hasta conseguir instaurar el ciclo completo.

Consiste en ofrecer al niño un modelo de comportamiento, para que el niño lo imite (método de “aprendizaje por observación” o aprendizaje social de Bandura).

2. Webgrafía.

http://trinidadbonet.com/index.php?option=com_content&view=article&id=24&Itemid=16