Precariedad Social en México y Argentina - Bayón

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133 REVISTA DE LA CEPAL 88 • ABRIL 2006 Precariedad social en México y Argentina: tendencias, expresiones y trayectorias nacionales María Cristina Bayón A partir de la exploración de las articulaciones entre trabajo, desempleo, pobreza y desigualdad, este artículo analiza, desde una perspectiva multidimensional y dinámica, las formas que adquiere la precariedad social en México y Argentina en el nuevo escenario económico. Sostiene que el debilitamiento de los mecanismos integradores centrados en el empleo, la marcada desigualdad de oportunidades y la creciente rigidización de la estructura social, evidencian tendencias muy excluyentes, con perfiles específicos en cada país. Luego de analizar las trayectorias nacionales y el potencial integrador alcanzado bajo el modelo de industrialización mediante sustitución de importaciones, examina el deterioro de las condiciones laborales y de vida en las últimas décadas. Finalmente, expone algunos de los dilemas y desafíos que plantea a la investigación y a las políticas públicas el tránsito hacia sociedades más equitativas, solidarias e incluyentes. María Cristina Bayón Investigadora, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México [email protected]

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Artículo de la Revista de la CEPAL donde se analiza conceptual y operativamente la precariedad laboral y sus distintas derivadas sociales, jurídicas, económicas y políticas. Analiza en particular y desde una perspectiva comparada los casos de México y Argentina desde el fin del período ISI hasta los 2000.

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    PRECARIEDAD SOCIAL EN MXICO Y ARGENTINA: TENDENCIAS, EXPRESIONES Y TRAYECTORIAS NACIONALES MARA CRISTINA BAYN

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    Precariedad social en Mxicoy Argentina:tendencias, expresiones ytrayectorias nacionales

    Mara Cristina Bayn

    A partir de la exploracin de las articulaciones entre trabajo,desempleo, pobreza y desigualdad, este artculo analiza, desde una

    perspectiva multidimensional y dinmica, las formas que adquiere la

    precariedad social en Mxico y Argentina en el nuevo escenario

    econmico. Sostiene que el debilitamiento de los mecanismos

    integradores centrados en el empleo, la marcada desigualdad de

    oportunidades y la creciente rigidizacin de la estructura social,

    evidencian tendencias muy excluyentes, con perfiles especficos en

    cada pas. Luego de analizar las trayectorias nacionales y el potencial

    integrador alcanzado bajo el modelo de industrializacin mediante

    sustitucin de importaciones, examina el deterioro de las condiciones

    laborales y de vida en las ltimas dcadas. Finalmente, expone algunos

    de los dilemas y desafos que plantea a la investigacin y a las polticas

    pblicas el trnsito hacia sociedades ms equitativas, solidarias e

    incluyentes.Mara Cristina Bayn

    Investigadora,

    Instituto de Investigaciones Sociales,

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico

    [email protected]

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    IIntroduccin

    los procesos de exclusin social se expresan precisa-mente en las condiciones de la incorporacin de vas-tos sectores sociales, en sus patrones de integracin(Faria, 1995), que dan lugar a una inclusin desfavo-rable (Sen, 2000), a una ciudadana de segunda clase(Roberts, 2004). Las desventajas no derivan de estarafuera, sino precisamente de la segmentacin produ-cida por las instituciones del Estado, es decir, de unainclusin diferenciada en el sistema social. Dicha seg-mentacin, caracterstica histrica de los regmenes debienestar latinoamericanos, emerge con mayor crude-za ante el progresivo desmantelamiento y mercanti-lizacin de los servicios sociales, dando lugar a unadramtica profundizacin de las distancias sociales enfuncin no slo del acceso a oportunidades de em-pleo, educacin, salud, vivienda sino de la calidadde las oportunidades a las que se accede.

    Los patrones y trayectorias de dicha incorporacinadquieren matices particulares en contextos socialesdiversos. El reconocimiento de la heterogeneidad de lasestructuras sociales de los pases latinoamericanos y delos distintos perfiles que las expectativas de bienestary equidad pueden adquirir conforme a los patronesde urbanizacin, estratificacin social, tradiciones la-borales y mecanismos de provisin de bienestarconstituye un punto de partida necesario para evitardiagnsticos simplistas y demasiado generales acercade las formas que asume la precariedad social en elnuevo escenario econmico.2 Es precisamente el carc-ter acumulativo de situaciones de desventaja (Paugam,1995) relacionadas con la precariedad ocupacional ycon otras dimensiones de la vida econmica y social

    El mercado de trabajo no slo ha perdido su potencialintegrador y de movilidad social, sino que para vastosy crecientes sectores sociales se ha transformado enuno de los principales mecanismos generadores devulnerabilidad y exclusin social. El incremento de losniveles de desempleo, junto a la extensin de la inse-guridad laboral y la desproteccin social, no slomuestra un progresivo debilitamiento de la relacinentre crecimiento econmico y empleo, sino que cues-tiona seriamente las potencialidades del nuevo mode-lo econmico tanto para absorber fuerza de trabajocomo para reducir la pobreza y las desigualdades per-sistentes y crecientes.

    La intencionalidad integradora, como seala PrezSainz (2003), no forma parte del proyecto globalizador,y el mercado laboral emerge con ms fuerza que anta-o en la configuracin de dinmicas de desintegracinsocial. A la par de la erosin de los anteriores meca-nismos integradores, la ampliacin de las disparidadesen la distribucin de oportunidades para acceder a lasventajas que ofrecen los procesos en marcha, revelaque la estructura social se hace cada vez ms rgida.Las condiciones iniciales pasan a desempear un pa-pel ms y ms decisivo en el destino de los individuosy se penalizan fuertemente las situaciones de desven-taja heredadas, en un contexto marcadamente adversopara los perdedores del nuevo juego social.

    La asociacin entre desigualdad en la distribu-cin del ingreso y exclusin social est mediada porel funcionamiento de las instituciones sociales, eco-nmicas y polticas, que favorecen o coartan lasoportunidades de una experiencia social compartida, cla-ve en toda prctica de ciudadana.1 En Amrica Latina,

    1 Niveles de desigualdad similares pueden tener diferentes efectosen trminos de exclusin social, dependiendo del grado en que lasoportunidades de hacer y obtener cosas reflejen los niveles de in-greso (Barry, 1998). As, cuando la calidad de los servicios pbli-cos de salud y educacin es uniforme y lo suficientemente alta comopara que ellos sean utilizados por la amplia mayora de la pobla-cin, el ingreso individual resulta menos relevante. Segn expresT.H. Marshall en 1950 (vase Marshall, 1992), la extensin de losderechos sociales es un medio para eliminar las desigualdades ile-gtimas ligadas al origen social que influyen en la distribucinde las oportunidades.

    2 El concepto de precariedad social abarca tanto las condiciones devida como las condiciones de trabajo y sus mutuas implicaciones.El concepto de precariedad de las condiciones de vida se refiere aniveles inadecuados de ingreso y su persistencia en el tiempo, y asus efectos en la situacin de vivienda, en la erosin de redes so-ciales, familiares y conyugales, etc. El concepto de precariedad delas condiciones de trabajo se refiere a la naturaleza y calidad delempleo y lo que significan en cuanto a niveles de satisfaccin yperspectivas de movilidad laboral, aprendizaje, desarrollo personaly otras (vase Gallie y Paugam, 2002).

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    (familia, ingresos, condiciones de vida y contactossociales) lo que hace que ciertos grupos sean msvulnerables a procesos de exclusin social.

    Al respecto, las experiencias de Argentina y Mxi-co tienen particular relevancia. Ambos pases presen-taron importantes diferencias en cuanto a sus condicio-nes iniciales de desigualdad y pobreza a comienzos deldecenio de 1990, a la importancia de las clases mediasen su estructura social, a sus tradiciones laborales y ni-veles de proteccin social, a los mecanismos de ajustedel mercado de trabajo y a los modos de insercin enla economa internacional. Sin embargo, debido tantoal profundo y extendido deterioro del empleo y los ni-veles inditos de pobreza y desigualdad exhibidos porArgentina en ese decenio agudizados tras la crisis del2001 como a la persistencia y profundizacin de unaestructura social altamente segmentada e inequitativa enMxico, ambas sociedades presentan hoy mayores si-militudes que a inicios de la dcada en trminos deinequidad distributiva.3

    Este artculo examina, desde una perspectivamultidimensional y comparada, las principales tenden-cias y expresiones de deterioro social de los dos pa-ses sealados en la dcada de 1990, explorando lasformas que adquiri la relacin entre trabajo, desem-pleo, pobreza y desigualdad en uno y otro contexto. Enla seccin II se analizan tanto las dinmicas inte-gradoras como las excluyentes de la estrategia de in-dustrializacin mediante sustitucin de importaciones

    que imper en ambos pases con ritmos e intensida-des diversos entre 1950 y 1980. Al respecto se des-taca que las disparidades del potencial integrador al-canzado en ese perodo constituyen un elemento clavepara entender las dimensiones y profundidad del dete-rioro de las condiciones laborales y de vida resultan-tes de su desmantelamiento. En la seccin III se des-tacan algunas dimensiones tiles para comprender lasformas diferentes que pueden asumir las transforma-ciones del mercado de trabajo, donde se combinanelementos de diversa naturaleza como los patrones deinsercin en la economa internacional, las tradicioneslaborales y el modo en que stas permean las concep-ciones y prcticas acerca de lo que se considera tra-bajo y desempleo, as como las expresiones que ad-quiere la relacin entre empleo, desocupacin, infor-malidad y pobreza en los dos pases considerados.4 Enla seccin IV se explora la progresiva rigidizacin dela estructura social en dos dimensiones clave: la des-igualdad en la distribucin de oportunidades educati-vas y el debilitamiento de las oportunidades de movi-lidad social a travs del empleo, particularmente paraaquellos sectores que ingresan en los peldaos msbajos de la estructura ocupacional. Por ltimo, lasconclusiones contenidas en la seccin V buscan des-tacar algunos de los principales dilemas y desafos queplantea a la investigacin y a las polticas pblicas eltrnsito hacia sociedades ms equitativas, solidarias eincluyentes.

    3 Durante la primera mitad del decenio de 1990, Argentina se ubi-c, segn su coeficiente de Gini, entre los pases de la regin conniveles medios de desigualdad en la distribucin del ingreso. Haciafines de la dcada pas a formar parte (junto a la mayora de lospases latinoamericanos) de aquellos con alta desigualdad, y en 2002se encontraba (junto a Brasil y Honduras) entre los pases con msdesigualdad de la regin. Mxico se mantuvo en el grupo de pasesde alta desigualdad entre 1990 y 1999, y pas al de desigualdadmedia en 2002 (CEPAL, 2004a). El descenso de la concentracin delingreso experimentada por Mxico en el ltimo perodo debe seranalizada con cautela. No slo resulta llamativa en un contextoeconmico adverso en que la produccin se estanc y el ingresopor habitante se redujo 2,6% entre 2000 y 2002, sino que ademshubo modificaciones en el diseo muestral (tamao y distribucin

    de la muestra) y cambios en el cuestionario de la Encuesta de In-gresos y Gastos 2002, lo que dificulta su comparacin con la en-cuesta del 2000 (vase CEPAL, 2003, recuadro I.4).4 Cabe destacar que los datos disponibles para el anlisis de ambospases abarcan hasta 2002 y corresponden a un perodo de bajodesempeo econmico en Mxico y de plena crisis en Argentina.Esto afecta particularmente el comportamiento de algunos de losproblemas aqu abordados, sobre todo en la seccin III, apartado 2,relativo a la informalidad y la desproteccin, donde se explora larelacin entre precariedad laboral, desempleo y pobreza. La ausen-cia de datos comparables ms actualizados al momento de escribireste artculo limit la posibilidad de indagar ms a fondo en lastendencias de estas variables en Argentina y Mxico, ms all delas etapas del ciclo econmico.

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    IIEstrategias de desarrollo, empleoe integracin social: expectativas incumplidas,promesas olvidadas

    informal, tanto urbanos como rurales, quedaron exclui-dos de la provisin de bienestar bsicamente de laseguridad social, la magnitud de dicha exclusin pre-sent importantes diferencias a nivel regional.7 Estasvariaciones, como seala Filgueira (1998), han sidoabsolutamente olvidadas en la crtica neoliberal almodelo sustitutivo de importaciones, negligencia queimpidi comprender los efectos heterogneos deldesmantelamiento de este modelo en los pases deAmrica Latina. El deterioro que esto produjo fue cier-tamente ms marcado y profundo en aquellos pasescuyos logros integradores en el perodo previo habansido mayores.

    El cuadro 1 permite comparar algunas caracters-ticas del mercado de trabajo en Argentina y Mxicodurante el perodo 1950-1980. En l se observa el tem-prano proceso de urbanizacin, industrializacin yasalarizacin de la poblacin econmicamente activa(PEA) en Argentina, as como el mayor peso en este pasdel empleo formal y los menores niveles de subutili-zacin laboral en trminos de subempleo y dedesempleo, en comparacin con Mxico y con la re-gin en su conjunto.

    En Argentina que junto con Uruguay y Chilese caracteriz por un desarrollo temprano y fue pione-ro en la iniciacin y extensin del sistema de seguri-dad social los impactos integradores del modelo deindustrializacin sustitutiva se tradujeron en nivelesrelativamente bajos de desigualdad social, pobreza ysubutilizacin laboral hasta mediados del decenio de1970, lo que ubic al pas en una posicin privilegia-da en el contexto latinoamericano.8 Dicha posicin

    5 Los diferentes niveles y ritmos de los procesos de urbanizacin,industrializacin y crecimiento poblacional, as como la extensindel sistema de educacin pblica, entre otros factores, se tradujeronen estructuras sociales heterogneas, con diferentes pesos relativosdel proletariado urbano y las clases medias en cada pas.As, mientras que, a grandes rasgos, en 1970 Argentina y Uruguaytenan una mayor presencia de estos ltimos sectores (20% de tra-bajadores manuales agrcolas, 40% de trabajadores manuales noagrcolas y 40% de estratos medios y superiores), dicha presenciaera ciertamente menor en Mxico (45%-30%-25%) y Brasil (50%-30%-20%) y sumamente reducida en pases como Guatemala (60%-30%-10%). Vase Gurrieri y Sainz (2003), p. 156.6 Aunque nunca logr absorber a la mayor parte de la fuerza detrabajo, entre 1950 y 1980 el empleo formal creci en forma soste-nida y gener seis de cada diez nuevos empleos. Los nuevos em-

    pleos correspondieron por lo tanto en un 40% al sector informal, un15% al sector pblico y el 45% restante a empresas privadas me-dianas y grandes (Klein y Tokman, 2000, p. 18).7 Vase en Bayn, Roberts y Sarav (1998) un anlisis de la rela-cin entre sector informal y desarrollo de la ciudadana social enAmrica Latina.8 Hacia 1970, los niveles de pobreza urbana en Argentina rondabanentre el 4% y el 5%, y el coeficiente de Gini de la distribucin delingreso de los hogares fue de 0,41 entre 1953 y 1961, mientras queen Mxico el valor ascendi a 0,52 y en Brasil a 0,57 (Altimir yBeccaria, 1999).

    La desigualdad y la pobreza no son ciertamente fenme-nos nuevos en Amrica Latina. Sin embargo, si evalua-mos el impacto de las diversas estrategias o modelos dedesarrollo sobre las estructuras sociales de los pases dela regin, se advierte que ellos han tenido implicacionesdispares en trminos de su potencial integrador.

    Hasta la dcada de 1980, la relacin entre creci-miento econmico y absorcin productiva de la fuer-za de trabajo, junto con un Estado de bienestar inci-piente aunque limitado e imperfecto con impor-tantes disparidades entre pases y regiones, fueron losmecanismos que alimentaron las expectativas de mo-vilidad social de importantes sectores de la poblacinlatinoamericana. Se esperaba que los procesos de ur-banizacin e industrializacin, el desarrollo del siste-ma de educacin pblica y la expansin de las ocupa-ciones no manuales condujeran a la conformacin desociedades ms equitativas. Estas expectativas estuvie-ron ms cerca de materializarse en algunos pases,mientras que en otros constituyeron promesas incum-plidas para amplios sectores de la poblacin.5

    Aunque la capacidad de incorporacin del mode-lo de industrializacin mediante sustitucin de impor-taciones vari mucho entre los pases de la regin ydentro de ellos, el funcionamiento del mercado detrabajo se caracteriz por el predominio de tenden-cias integradoras, con el empleo formal como puntode referencia.6 Si bien los trabajadores del sector

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    respondi a una conjuncin de elementos, como ellento crecimiento demogrfico, los mayores niveles deurbanizacin y asalarizacin, y la temprana extensindel sistema de educacin pblica. Los servicios socia-les bsicos, como salud y educacin, alcanzaron unacobertura casi universal. Junto a un sector formal queproporcionaba ms del 70% del empleo asalariado(Marshall, 1998), el sector informal en el marco deun mercado interno dinmico y del crecimiento de lasclases medias adquiri rasgos particulares al no pre-sentar las caractersticas de segmento de refugio ode subsistencia propias de otros pases latinoamerica-nos. Por el contrario, lo que surgi fue un sector detrabajadores por cuenta propia con estabilidad e ingre-sos relativamente altos, calificacin mediana y mode-rados niveles de productividad, en el cual un porcen-taje importante de la fuerza de trabajo contaba conbeneficios laborales.9

    En Mxico, aunque los alcances integradores fue-ron menores, el perodo se caracteriz por profundasy aceleradas transformaciones sociales y econmicas.

    El proceso de industrializacin y urbanizacin comen-z ms tardamente y a un ritmo muy rpido, transfor-mando a un pas bsicamente rural y agrario en unasociedad mayoritariamente urbana y semiindustrial.10La expansin de la cobertura de servicios bsicostales como la educacin y la atencin de la saludfue acompaada por menores niveles de calidad ygrandes disparidades regionales, cuantitativas y cua-litativas en su provisin. La segmentacin de los ser-vicios sociales fue ms profunda, no slo por la me-nor cobertura de los servicios bsicos, sino por lamayor extensin del sector informal. Junto a nivelesde asalarizacin ms bajos, los ingresos y beneficiosvinculados al empleo formal no fueron tan signifi-cativos como en los pases de desarrollo temprano(cuadro 1). Hacia 1978, y luego de un proceso de cre-cimiento constante en el caso de los servicios de sa-lud, las instituciones de seguridad social slo cubrannominalmente el 38% de la poblacin total, mien-tras que un 45% de la poblacin, integrado en gran me-dida por poblacin rural, no reciba atencin mdica

    9 Entre mediados de la dcada de 1940 y el ao 1970 casi la mitaddel crecimiento de las actividades por cuenta propia se debi al in-cremento del pequeo comercio y casi 5 de cada 10 trabajadores porcuenta propia pertenecan a la clase media (Torrado, 1992). Por otrolado, los bajos costos de reparacin en relacin al precio de los bie-nes de consumo contribuyeron durante este perodo a que en la clasetrabajadora creciera el autoempleo en actividades de reparacin enmecnica, electricidad y artculos electrnicos (Marshall, 1978).

    10 Entre 1940 y 1980 la economa creci a un ritmo anual de 6,4%y la participacin de la industria manufacturera en el producto seelev de 15,4 a 24,9%. La poblacin urbana aument del 35% al66% y la poblacin total casi se cuadruplic al pasar de 20 a 70millones; las tasas de alfabetizacin se duplicaron, llegando a 83%;la escolaridad media de la poblacin adulta se elev de 2,6 a 4,6aos, y la esperanza de vida al nacer aument de 24 a 65 aos(INEGI, 1985).

    CUADRO 1Amrica Latina, Argentina y Mxico: Caractersticas del mercado de trabajoen Amrica Latina, 1950-1980(En porcentajes de la poblacin econmicamente activa - PEA)

    PEA Empleo Industria Servi- Empleo formal Sub- Desem-urbana asalariadoa manufacturera ciosb urbanoc empleod pleo

    AmricaLatina1950 43,5 53,6 14,1 25,7 30,1 46,5 1980 64,0 58,9 18,3 38,2 44,6 42,2 Argentina1950 72,0 71,3 24,5 42,1 56,8 22,8 4,9e1980 84,4 72,2 21,0 54,6 65,0 25,7 2,6Mxico1950 34,5 51,1 11,2 20,4 21,6 56,9 7,0e1980 61,5 63,4 19,0 36,1 39,5 40,4 4,5

    Fuente: PREALC (1982) y CEPAL (1990).a Los datos sobre empleo asalariado corresponden al perodo 1950-1970.b Servicios incluye comercio, transporte y servicios.c Definido por el Programa Regional del Empleo para Amrica Latina y el Caribe (PREALC) como aquellas categoras de la PEA urbana no

    incluidas en el sector informal urbano.d Definido como la suma del sector informal urbano (trabajadores por cuenta propia no profesionales, trabajadores familiares no remune-

    rados y empleados domsticos) y trabajadores rurales tradicionales.e Datos correspondientes a 1970.

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    gratuita o casi gratuita (COPLAMAR, 1985). A pesar dela reduccin de la desigualdad en la distribucin delingreso experimentada entre 1963 y 1984, la inequidaden la distribucin de los beneficios del crecimiento fueuna caracterstica que persisti an en los aos dora-dos, y al finalizar el perodo el 20% ms rico perci-ba ms del 50% del ingreso disponible, y casi seis decada diez mexicanos segua viviendo en condicionesde pobreza (Moreno Brid y Ros, 2004).11

    La posicin privilegiada de Argentina en elcontexto regional comenz a experimentar un progre-sivo deterioro a partir de 1975, constituyndose en elpas de Amrica Latina que atraves por la ms pro-funda transformacin de su estructura social en menosde tres dcadas. A la par con el incremento de los ni-veles de desigualdad y pobreza se produjo un marca-do debilitamiento de los anteriores canales de movili-dad social. Si bien las transformaciones se iniciaronhacia mediados del decenio de 1970, marcando el ago-tamiento del modelo de desarrollo hasta entonces vi-gente, la dcada de 1990 signific la construccin deun nuevo modelo socioeconmico. Este supuso no slonuevos patrones de insercin del pas en la economaglobal, sino tambin nuevas formas de relacin de loshogares con el mercado de trabajo y con el Estado, quesacudieron y trastocaron fuertemente la estructura so-cial argentina.12

    En Mxico, luego del estallido de la crisis de1982, la dcada de 1980 trajo consigo profundas trans-formaciones de la estructura ocupacional, las que se tra-dujeron bsicamente en una menor participacin en elempleo de los sectores ms modernos ante el avance del

    empleo informal (principalmente trabajo por cuentapropia y trabajo familiar no remunerado); en trminosabsolutos, el empleo informal aument 80% entre 1980y 1987, llegando a absorber el 33% de la fuerza detrabajo en 1987 (CEPAL, 1989).13 La insuficiente gene-racin de empleo estable y adecuadamente remunera-do a partir de 1982, calificada por Lpez (1999) comodesequilibrio estructural del mercado de trabajo for-mal, lejos de corregirse durante el perodo 1988-1994, en que la economa mexicana entr en unaetapa de expansin moderada bajo una nueva estra-tegia de crecimiento, se hizo ms agudo, al igual quela inequidad en la distribucin del ingreso. El ndi-ce de Gini pas de 0,456 a 0,514 entre 1984 y 1992,perodo durante el cual la concentracin del ingre-so en el 10% ms rico de la poblacin se incrementde 34,2% a 40,5% (Corts, 2000). Una visin de ladcada de 1990 en su conjunto muestra una trans-ferencia de ingresos de los hogares ms pobres a losms ricos, en tanto que la posicin relativa de loshogares con ingresos intermedios no registra varia-ciones importantes. A partir de la incorporacin delpas al Tratado de Libre Comercio de Amrica delNorte, y como producto de la crisis de 1995 y sussecuelas, no slo se desaceler el crecimiento delpoder adquisitivo de los mexicanos, sino que dichocrecimiento favoreci al 10% ms rico, a costa deldeterioro de los ingresos reales del resto de los ho-gares, especialmente en el 30% ms pobre de la po-blacin. As, hacia el ao 2000 se registraban nive-les de desigualdad semejantes a los de la dcada de1960 (Hernndez Laos, 2003).

    El anlisis que se ha hecho constituye un puntode partida necesario para comprender la extensin yprofundidad del deterioro social que experimentaronlos pases considerados a partir del decenio de 1990,as como sus impactos disruptivos sobre el tejido so-cial. Al respecto Roberts (2004) seala que, en com-paracin con pases como Brasil, los centroamerica-nos y Per, las clases medias y trabajadoras de Ar-gentina y Uruguay estn confrontando un deterioromucho ms severo de sus niveles de vida y una msdramtica reconfiguracin de sus oportunidades deempleo, a lo que se agrega un elemento muy impor-tante: la memoria de tiempos mejores. En contraste,

    11 Segn Corts (2000), la baja de la concentracin del ingreso entre1963 y 1984 (cuando el ndice de Gini descendi de 0,523 a 0,456)se debi principalmente al incremento de la participacin relativade los deciles intermedios y bajos ante la cada del 10% ms rico;esta evolucin se quebr e invirti en los aos posteriores, cuandoaument consistentemente la participacin del decil superior.12 Entre 1974 y 1991 el coeficiente de Gini pas de 0,36 a 0,447,llegando a 0,51 en el 2000. Las diferencias de ingreso entre el decilms rico y el ms pobre se triplicaron y los niveles de pobreza secuadruplicaron: el ingreso medio per cpita del 10% ms rico delos hogares en 1974 era 12 veces mayor que el del decil ms pobre;en 1991 era 23 veces mayor, y en el 2000 lleg a ser 38 vecesmayor. En el Gran Buenos Aires la pobreza en 1974 afectaba a noms del 5% de los hogares, cifra que subi al 9% en 1986, al 25%en 1990 luego del proceso hiperinflacionario, para descender luegoa menos del 15% en 1994 y volver a trepar al 21% en el 2000(Damill, Frenkel y Maurizio, 2002; Beccaria, Altimir y GonzlezRozada, 2003). El empleo asalariado no registrado en el sistema deseguridad social se increment de 19% en 1974 a 27,3% en 1990,llegando a 38% en el 2000, y el desempleo creci ms de sieteveces, al pasar de 2,6% a 19% entre 1980 y 2001 (Encuesta Perma-nente de Hogares, Instituto Nacional de Estadstica y Censos).

    13 Las discrepancias entre estos datos sobre empleo informal enMxico en 1980 y los provistos en el cuadro 1, se deben a que endicho cuadro los clculos se basan en la poblacin econmicamen-te activa urbana, mientras que los extrados de CEPAL (1989) se re-fieren a la fuerza de trabajo en su conjunto.

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    IIIEl deterioro del mercado de trabajo:una mirada comparativa

    las poblaciones urbanas de muchos pases latinoame-ricanos no tienen puntos de referencia de tiempos do-rados para evaluar las crisis presentes. Siempre han

    0,02,04,06,08,0

    10,012,014,016,018,020,022,0

    1980 1985 1990 1995 2000 2002 2004

    Argentina Mxico

    14 Si bien el desempleo abierto se ha reducido mucho en Argentinadespus del 2002 y en Mxico tiende a subir a partir del 2000, enel ao 2004 Argentina segua ubicndose entre los pases de la regincon ms alto desempleo y Mxico entre aquellos con desempleoms bajo.

    15 El anlisis de la migracin de la fuerza de trabajo mexicana haciaEstados Unidos excede los objetivos de este artculo. Sin embargo,es preciso destacar que el presente anlisis y las expresiones que haadquirido el deterioro social en Mxico en las ltimas dcadasayudan a comprender las formas que asume la migracin en mediode un progresivo encogimiento y deterioro de las oportunidades deempleo, haciendo de ella un fenmeno cada vez ms complejo ydiverso. En este sentido, Canales (2002) destaca la importancia deconsiderar los cambios en los patrones y perfiles migratorios en elmarco de las transformaciones sociales, econmicas y polticas quese han dado en Mxico y Estados Unidos desde mediados de ladcada de 1980 y que han redefinido significativamente las relacio-nes entre ambos pases.

    Fuente: CEPAL (2004c y 2004d).a Tasa anual media de desempleo urbano.

    luchado por sobrevivir. Estas diferencias afectan noslo la vida poltica sino los mecanismos formales einformales para enfrentar las crisis (Roberts, 2004).

    Pese a las similitudes de las polticas econmicasaplicadas en Mxico y Argentina, particularmentedurante la primera mitad de la dcada de 1990 (es-tabilizacin, liberalizacin comercial y financiera,privatizaciones) y a la vulnerabilidad de ambos pa-ses a las perturbaciones externas, el ajuste del mer-cado de trabajo respectivo sigui caminos marcada-mente distintos: el desempleo abierto, que parti des-de niveles semejante a fines del decenio de 1980, ex-periment un impresionante incremento en Argentina,mientras que permaneci en cifras muy bajas en Mxi-co (grfico 1).14

    En Argentina, la evolucin de los indicadores deempleo, pobreza y desigualdad durante la dcada de1990 fue una manifestacin contundente y dolorosa deun continuo y progresivo proceso de deterioro social.No slo estuvieron ausentes los mecanismos de pro-teccin social propios de los regmenes de bienestareuropeos para hacer frente al dramtico aumento deldesempleo, la inseguridad laboral y la pobreza. Tam-bin faltaron o fueron poco dinmicos, los amortigua-dores o vlvulas de escape presentes en Mxico yalgunos otros pases latinoamericanos nos referimosa la maquila, la migracin y el sector informal.15 EnMxico, estos amortiguadores contribuyeron a mante-ner relativamente bajos los niveles de desempleo, perono significaron mejoras en las condiciones de vida ytrabajo de amplios segmentos de la poblacin.

    Si bien en ambos pases las condiciones de tra-bajo empeoraron en la dcada de 1990, el deterioroasumi caractersticas diferentes. Mientras que enArgentina el principal aunque ciertamente no elnico mecanismo de ajuste del mercado de trabajofue el incremento del desempleo, en Mxico los ba-jos niveles de desempleo fueron acompaados por unamarcada reduccin de los salarios y el crecimiento delsector informal. Una tasa de desempleo abierto

    GRFICO 1Argentina y Mxico: Desempleo urbano,1980-2004(Tasas anuales medias)a

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    reducida, una alta ocupacin en el sector informal dela economa, salarios bajos y una escasa participacinde los salarios en el producto fueron algunas de las ca-ractersticas distintivas de la economa mexicana(Lpez, 1999).16

    En contraste, en Argentina, pas tradicionalmen-te caracterizado por mayores niveles de formalidad yproteccin en su mercado de trabajo, el acelerado cre-cimiento del desempleo y el aumento del empleo pre-cario (subempleo y empleo sin prestaciones sociales)fue acompaado por una menor capacidad de absor-cin de empleo en el sector informal, especialmente enactividades por cuenta propia. De hecho, en la dcadade 1990, Mxico, salvo en 1996 debido a los impac-tos de la profunda crisis de 1995, tuvo las tasas dedesempleo ms bajas de la regin, mientras que enArgentina estas tasas exhibieron una tendencia ascen-dente, aun en los perodos de mayor crecimiento eco-nmico que se dieron en la dcada.

    Un argumento recurrente en Mxico es que susbajos niveles de desempleo responden a la ausenciade un seguro de desempleo y a la escasa capacidadde ahorro de los trabajadores, quienes se ven obli-gados a aceptar cualquier trabajo disponible o, en sudefecto, a inventarlo. Dicho argumento, aunquerelevante y con sustento emprico para un anlisisdentro de las fronteras nacionales, resulta insuficien-te cuando el problema se aborda desde una perspec-tiva comparada. El panorama ciertamente se hacems complejo cuando observamos lo sucedido enotros pases de Amrica Latina, particularmente enArgentina, donde no slo hubo un dramtico incre-mento del desempleo durante la dcada de 1990,sino que este afect con mayor intensidad a los sec-tores ms pobres y desprotegidos (es decir, con es-casa capacidad de ahorro y un muy limitado accesoa seguro de desempleo). Tres elementos tienen par-ticular relevancia para aprehender las mltiples di-mensiones del problema.

    En primer lugar, es preciso hacer explcitos losreferentes de comparacin. La ausencia de un segurode desempleo como explicacin de los bajos nivelesde desocupacin en Mxico podra ser relativamentevlida cuando se compara a Mxico con los paseseuropeos entre los cuales, sin embargo, los sistemasde proteccin son muy heterogneos y el tema es en s

    mismo objeto de un amplio debate.17 Pero no contri-buye a explicar los bajos niveles de desempleo mexica-nos en comparacin con los de Amrica Latina. Losseguros de desempleo realmente existentes en laregin en los pases que cuentan con ellos presen-tan grandes limitaciones, tanto por su bajsima cober-tura (en un contexto en el cual el trabajo formal y es-table est lejos de constituir la norma) como por losreducidos montos de la compensacin. Difcilmente lapresencia de un seguro de desempleo cuya coberturanunca abarc ms del 6% de los desocupados contribu-ya a explicar por qu ms del 20% de la poblacineconmicamente activa en Argentina se ha llegado adefinir como desempleada en momentos de profun-das crisis econmicas, mientras que en Mxico el por-centaje correspondiente nunca ha superado el 6%(grfico 1).18

    El segundo elemento es la relacin entre pobrezay desempleo. La fuerte asociacin y retroalimentacinentre ambos en el caso argentino cuestiona la concep-cin del desempleo como un lujo de los sectores conmayores niveles educativos y capacidad de ahorro quelos pobres no pueden darse. Si bien a partir del de-cenio de 1990 el desempleo se extendi al conjunto delas categoras ocupacionales y niveles educativos, afec-t con mayor intensidad a los grupos ms desfa-vorecidos en trminos de educacin y calificacin.Segn datos relativos al Gran Buenos Aires, la inci-dencia del desempleo en el 10% ms pobre de la po-blacin pas de 14,3% a 29,8% entre 1990 y 2000(Encuesta Permanente de Hogares, INDEC).

    En relacin a lo anterior, el tercer elemento, fre-cuentemente ignorado, es el influjo de las tradicioneslaborales en la manera en que el trabajo y el desempleo

    16 El salario real mnimo en el ao 2000 representaba un tercio delmonto de 1980 y los sueldos y salarios pagados en las empresasmanufactureras de mayor tamao haban cado a menos del 40%del nivel que tenan en 1990 (Salas y Zepeda, 2003, p. 65).

    17 Como emerge del anlisis comparado de pases de la UninEuropea, hay escasa evidencia emprica de que los beneficios so-ciales y especficamente la existencia de un seguro de desem-pleo reduzcan los incentivos para trabajar o, en otros trminos,que estimulen el desempleo. El problema es ciertamente ms com-plejo y depende no slo de la extensin y monto de los beneficios,sino tambin de la interaccin de las polticas (por ejemplo, bene-ficios sociales y polticas activas del mercado de trabajo). Entreotros trabajos, vase Esping-Andersen y Regini (2000) y Gallie yPaugam (2000).18 En Argentina, la Ley nacional de empleo aprobada en 1991 in-corpor el seguro de desempleo, pero ligado al empleo estable yslo limitado a ciertos segmentos del sector formal, lo que explicasu escasa cobertura en una situacin de extendida inseguridad labo-ral. Tienen derecho a solicitar el seguro de desempleo aquellos tra-bajadores despedidos sin causa justa de un empleo registrado y quehayan hecho aportes a la seguridad social durante al menos 12 mesesde los 36 previos al despido. Cubre a los asalariados incluidos en laLey de Contratos de Trabajo, por lo que excluye a los trabajadoresde la construccin (quienes tienen su propio esquema), el serviciodomstico, el sector pblico y las actividades rurales.

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    se definen y experimentan. Dichas tradiciones son losmarcos de referencia que permiten comprender en qumedida el desempleo constituye una categora clara-mente reconocible. Evidencias cualitativas muestranque en Argentina cuyo mercado laboral se caracte-riz histricamente en la regin por tener mayores ni-veles de empleo formal la estabilidad y los derechosasociados al trabajo afectan no slo la percepcinacerca de qu es un buen trabajo, sino la definicinmisma de trabajo y pertenencia social, incluso en uncontexto de profunda precarizacin laboral (Bayn,2002). Los derechos laborales tienden a estar ligadosal concepto mismo de empleo, incluso entre aquellostrabajadores de sectores de menores ingresos y escasacalificacin que nunca tuvieron acceso pleno a esosderechos. En efecto, la expresin changa, que hacereferencia a trabajos temporales, es utilizada localmen-te para expresar toda aquella actividad que no esconsiderada trabajo.

    En contraste, en sociedades como la mexicana,caracterizadas por fuertes tradiciones y circuitos deempleo y consumo informales en las cuales el empleoasalariado estuvo histricamente menos extendido, eltrabajo tiende a estar ms asociado a la generacin deingresos que a la estabilidad y la proteccin, y el des-empleo aparece como una categora menos reconoci-ble por la poblacin.19 Como sealan diversos estudiossobre Mxico, y como lo confirma la cotidianidad ur-bana, las actividades por cuenta propia o, en otros tr-minos, la capacidad de inventar formas de obteneringresos para cubrir las necesidades del hogar, ha cons-tituido una tradicin de trabajo familiar en los secto-res populares (Estrada Iguiiz, 1996). Segn Selby,Murphy y Lorenzen (1994), para los pobres urbanoses ms importante proveer a la familia con los recur-sos necesarios para subsistir que conservar un mismoempleo en forma estable: frases como buscando lamanera, hacindole la lucha, ponindose abusado,etc., revelan con mayor vitalidad y crudeza esa acti-tud de entrarle a todo para sobrevivir que define lamentalidad del citadino pobre.

    El anlisis comparado de las diversas formas queha asumido el ajuste del mercado de trabajo, si bienno se agota en los elementos descritos, contribuye arealzar la naturaleza multidimensional del problema.Con el mismo fin, a continuacin se examinan tres

    dimensiones de particular importancia para compren-der las diferentes formas que ha tomado el deteriorolaboral en los dos pases considerados. La primeradestaca la relacin entre los cambios en la estructuradel empleo y el tipo de insercin en la economa in-ternacional. La segunda hace hincapi en el problemadel empleo informal y la desproteccin social. La ter-cera explora las formas que adquiere la relacin entretrabajo, desempleo y pobreza en uno y otro pas.

    1. Modelo exportador y empleo manufacturero

    Como muestra la estructura de sus exportaciones, Ar-gentina y Mxico representan modelos contrastantes deinsercin en el mercado internacional: en el primer casohay una marcada especializacin en bienes que hacenuso intensivo de recursos naturales y, en el segundo,una fuerte orientacin a la manufactura (maquiladoray no maquiladora). Mientras que los bienes primariosrepresentaron el 71% de las exportaciones de Argenti-na en 1990 y el 66% en el 2001, la participacin delas manufacturas que en su gran mayora hacen usointensivo de trabajo en las exportaciones de Mxi-co se increment de 43% a 85% entre esos mismosaos (PNUD, 2003).

    Este patrn de especializacin tiene diferentesrepercusiones en la generacin de empleo, especial-mente manufacturero. Argentina experiment un mar-cado proceso de desindustrializacin desde mediadosde la dcada de 1970, y su sector manufacturero setransform en un expulsor de fuerza de trabajo: entre1976 y 2001 el empleo en la industria manufactureracay 66%. En el decenio de 1990, la apertura comer-cial y la sobrevaluacin del tipo de cambio transfor-maron radicalmente los precios relativos del trabajoy el capital, afectando negativamente la demanda detrabajo en el sector de bienes transables, eincentivando la sustitucin de trabajo por capital, loque se tradujo en un fuerte incremento de la producti-vidad.20 Las empresas que lograron sobrevivir acrecen-taron su inversin en bienes de capital, reduciendo laplanta de trabajadores incluso durante la breve faseexpansiva que se hizo sentir entre 1991 y 1994. A estose sum la destruccin de empleo debida al cierre depequeas y medianas empresas industriales y a laracionalizacin de los procesos de trabajo sin efec-tuar mayores inversiones en capital fijo. A pesar delalto crecimiento econmico argentino en los primeros

    19 En el mismo sentido, Gallie, Jacobs y Paugam (2000) observanque en el sur de Italia la mayor extensin de la precariedad laboralaltera el modo en que el desempleo es percibido y experimentado,as como las expectativas de futuro laboral, puesto que la economainformal opera como el principal medio para enfrentar la pobreza yla desproteccin social.

    20 Luego de la devaluacin de la moneda a fines de 2001 este sectorha mostrado un mayor dinamismo en la generacin de empleo, cre-ciendo 16% entre 2002 y 2004 (Encuesta Industrial Mensual, INDEC).

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    aos de la dcada bsicamente entre 1991 y 1994el desempleo creci casi sin interrupciones desde 1991(Katz, Bisang y Burachik, 1995; Heymann, 2000).

    Entre 1991 y 1999, el empleo manufacturerodisminuy 46,6% en Argentina y en cambio subi28,8% en Mxico (Stallings y Weller, 2001). Estopone de manifiesto el papel amortiguador desempeadopor la industria maquiladora mexicana cuya parti-cipacin en el empleo industrial pas de 14% a 30%entre 1990 y el 2000 ante la destruccin de empleosmanufactureros en otros sectores. Sin embargo, el di-namismo del empleo de maquila, que se duplic enslo cinco aos al pasar de 650.000 en 1995 a casi1.300.000 en el ao 2000, ha comenzado a mostrarsignos de agotamiento. En slo tres aos (entre el2000 y el 2003) se perdieron casi 230.000 empleosde maquila, y la participacin del empleo manufac-turero en el empleo urbano se redujo de 29,3% a 26%(INEGI, 1985; OIT, 2004).

    Los trabajadores desplazados del sector manufac-turero y el incremento de la oferta laboral en Mxicofueron absorbidos principalmente por la expansin delempleo en el sector de servicios, donde aument elempleo de tiempo completo, sobre todo en actividadesasociadas a una mayor proporcin de trabajo informal,como el comercio: este sector ofreci uno de cadacuatro de los nuevos empleos que se generaron en ladcada de 1990 (Frenkel y Ros, 2004).

    En Argentina, no slo la prdida de empleos ma-nufactureros fue mayor que en Mxico, sino que elempleo de tiempo completo en casi todos los sectoresde bienes no transables con la parcial excepcin delos servicios financieros, las comunicaciones y el trans-porte se mantuvo estancado entre 1991 y el 2000,por lo que no contribuy a contrapesar la destruccinde empleo en otros sectores de la economa. El dina-mismo del empleo en el sector de servicios se tradujofundamentalmente en un incremento persistente delsubempleo.21 En el Gran Buenos Aires el subempleopas de 8,3% a 15,1% entre 1990 y el 2000, llegandoa 16,8% en 2004 (Encuesta Permanente de Hogares,INDEC), y constituy una de las expresiones ms evi-dentes del deterioro laboral en trminos de ingresos ydesproteccin social.22 As, la prdida de empleos de

    tiempo completo en la manufactura fue parcialmentecompensada por el subempleo en el sector de servicios,el cual, por su carcter contracclico, desempe unpapel semejante al que tuvo el sector informal enMxico (Frenkel y Ros, 2004).

    2. Informalidad y desproteccin

    En Argentina, los altos niveles de desempleo fueronacompaados por una prdida de dinamismo delautoempleo, lo que agudiz la vulnerabilidad a la ex-clusin laboral de amplios contingentes de trabajado-res, sobre todo entre los de mediana edad y bajos ni-veles educativos.23 Como se observa en el cuadro 2,mientras que en Argentina el trabajo por cuenta pro-pia redujo su participacin en el empleo informal de22,9% a 17,5% entre 1990 y 2002, en Mxico dichaparticipacin se elev de 19% a 21% durante el mis-mo perodo. El comportamiento del autoempleo en elcomercio y los servicios ofrece un particular contras-te: disminuy de 16% a 10,7% en Argentina, y subide 12,5% a 16,1% en Mxico.

    A diferencia de lo ocurrido en las dcadas previas,en el decenio de 1990 Mxico vio desacelerarse elcrecimiento del empleo asalariado, cuya participacinen la PEA ocupada disminuy de 76,4% a 73,1% entre1989 y 2002.24 La baja de la participacin del sectorpblico en el empleo asalariado de 16,1% a 13,2%entre 1994 y 2002 y la cada del empleo en las em-presas con ms de cinco trabajadores de 48,1% a32% en el mismo perodo contribuyen a explicardicha desaceleracin (CEPAL, 2003). El mayor dinamis-mo del empleo se gener en los sectores tradicio-nalmente ms precarios las microempresas, elservicio domstico y el trabajo por cuenta propiano calificado que en el 2002 concentraban casi lamitad de la poblacin urbana ocupada. En otros tr-minos, cinco de cada diez trabajadores mexicanosestn incorporados en los segmentos ms precarios delmercado de trabajo, donde los niveles de desproteccin

    21 Se refiere a los ocupados que trabajan menos de 35 horas sema-nales por causas involuntarias y que desean trabajar ms horas.22 En octubre de 2000, siete de cada diez trabajadores de tiempoparcial eran subocupados y entre los ltimos el 71,4% careca debeneficios sociales (Encuesta Permanente de Hogares, INDEC). Mien-tras que el ingreso real medio de los asalariados de tiempo comple-to se increment 17%, el de los subocupados cay 15% entre losaos 1991 y 2000 (Damill, Frenkel y Maurizio, 2002).

    23 El menor dinamismo del empleo por cuenta propia respondi, entreotros factores, a la desaparicin de numerosos pequeos comercios ytalleres que no pudieron competir con las grandes cadenas de super-mercados y la entrada masiva de productos importados, as como ala reduccin de las oportunidades de empleo en ciertos servicios (comolos de reparacin, por el mayor acceso al crdito para adquirir bienesde consumo durables a principios de la dcada).24

    Entre 1970 y 1990 el empleo asalariado creci 154% y el empleopor cuenta propia 87%. Sin embargo, la relativa generalizacin delempleo asalariado slo se haba logrado en la industria manufactu-rera, puesto que en el comercio, y en menor medida en los servi-cios, era mayor la presencia de empleo no asalariado (Rendn ySalas, 2000).

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    alcanzan niveles alarmantes: slo uno de cada diez tra-bajadores del sector informal tiene acceso a derechode jubilacin (cuadro 3). Sin embargo, los trabajado-res informales no son los nicos desprotegidos: segndatos del 2000, cuatro de cada diez trabajadores asa-lariados del sector formal (ocupados en empresas demayor tamao o en el sector pblico) carecan de esosderechos. El resultado es que en Mxico, el pas la-tinoamericano con menores niveles de desempleo, la

    gran mayora de los trabajadores est desprotegida,situacin que ha tendido a agudizarse en los ltimosaos: la poblacin ocupada sin prestaciones sociales(asalariada y no asalariada) se elev de 61,4% a 63%entre el 2001 y el 2004, alcanzando el 64% en el pri-mer trimestre del 2005.25

    CUADRO 2Argentina y Mxico: Poblacin ocupada en el sector informal, 1980-2002(En porcentajes del total de la poblacin urbana ocupada)

    Trabajadores independientesMicroempresas Empleo no calificados

    Total Empleadores Asalariados domstico Total Industria y Comercio yconstruccin servicios

    Argentina1980 48,9 2,6 10,2 3,9 32,2 6,5 25,71990 44,4 3,8 12,0 5,7 22,9 6,9 16,01997 41,4 3,7 15,9 5,1 16,7 4,6 12,12000 42,2 3,4 16,0 5,3 17,5 5,1 12,42002 42,1 2,9 16,1 5,6 17,5 6,8 10,7

    Mxico1984 2,6 24,7 2,1 14,01989 2,7 18,9 3,0 12,51996 43,7 3,8 15,8 3,6 20,4 3,8 15,71998 44,3 3,9 15,9 4,1 20,4 3,2 16,42000 42,5 3,9 16,0 3,0 19,6 3,6 15,12002 47,2 3,4 18,3 4,6 20,9 4,2 16,1

    Fuente: Panorama social de Amrica Latina (CEPAL, varios aos).

    CUADRO 3Argentina y Mxico: Algunos indicadores de proteccin social, 1990-2001(Porcentajes)

    Trabajadores asalariados Mayores de Trabajadores Trabajadores Desempleados con derechos 65 aos asalariados con asalariados cubiertosde jubilacin con jubilacin seguro de con derecho a por seguro

    Sector Sector o pensin salud ligado indemnizacin de desempleoformala informalb Total al empleo

    Argentina1992 86,6 34,6 70,6 76,1 67,5 67,01996 82,2 30,0 66,3 73,4 63,0 60,0 2,72001 79,4 24,7 63,0 68,7 61,0 56,0 3,6

    Mxico1996 17,9c

    22,0d2000 63,0 12,1 47,6c 19,0c 39,0 20,0c

    53,0d 24,6d 22,0d

    Fuente: OIT (2003); Gasparini, 2004.a Asalariados de empresas con ms de cinco trabajadores y del sector pblico.b Asalariados de empresas con cinco o menos trabajadores.c Total nacional.d Total urbano.

    25 INEGI (2001, 2004 y 2005).

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    El cuadro 3 muestra cun profundo fue el dete-rioro del empleo en Argentina durante el decenio de1990. Sin embargo, pese a la intensidad y extensinde la inseguridad laboral, inditos en la historia delpas, los niveles de proteccin social argentinos, segndiversos indicadores, siguen siendo superiores a los deMxico. Las diferencias ms evidentes entre ambospases tienen que ver con la cobertura de la jubilacino pensin entre los mayores de 65 aos (68,7% enArgentina frente a 20%-25% en Mxico), el acceso aseguro de salud ligado al empleo (61% frente a 39%,respectivamente) y el derecho a indemnizacin entrelos asalariados (56% frente a 20%).

    Los mayores niveles de proteccin social en Ar-gentina ocultan una marcada inequidad en su distribu-cin. Segn datos de la Encuesta de Condiciones deVida realizada en 2001, el 64,2% de la poblacinmayor de 65 aos contaba con algn tipo de coberturaprevisional, ya fuese de naturaleza contributiva o nocontributiva. Sin embargo, dicha proteccin se redu-ca a la mitad (32,2%) en el 20% ms pobre y a 57,2%en el segundo quintil, mientras que ascenda a 78,5%en el quintil ms alto (OIT/MECON, 2005).

    3. Precariedad laboral, desempleo y pobreza

    El nexo entre inestabilidad laboral, pobreza y des-proteccin social se expresa de manera diversa en loscasos analizados. Algunos autores sealan que, en tr-minos generales, ser un trabajador en Amrica Latinaequivale a ser pobre, por lo que no es necesario estardesempleado para situarse por debajo de los umbralesde la pobreza (Portes y Hoffman, 2003). Sin embargo,los casos de Mxico y Argentina introducen impor-tantes matices que ayudan a comprender mejor las ca-ractersticas especficas del problema en contextosparticulares.

    La asociacin entre empleo y pobreza ha sidoparticularmente dispar en los casos de Mxico y Ar-gentina, al menos hasta fines del decenio de 1990.Como se observa en el cuadro 4, los segmentos msdinmicos del mercado de trabajo en Mxico fueronprecisamente aquellos con mayor incidencia de la po-breza y la desproteccin social. En el 2002, la pobre-za urbana afectaba al 32% de la poblacin urbana y al25% de los ocupados. Este porcentaje se elevaba al40% entre los asalariados de microempresas, al 46%

    CUADRO 4Argentina (zonas urbanas) y Mxico: Incidencia de la pobreza en algunas categorasocupacionales, 1990-2002(En porcentajes del total de la poblacin urbana ocupada)

    Asalariados del sector privado Trabajadores por cuenta propiano profesionales ni tcnicos no profesionales

    Total Total Empresas Empresas Empleo Industria Comerciopoblacin ocupados con ms de 5 con hasta 5 domstico y construccin y servicios

    trabajadores trabajadores

    Argentina(Gran Buenos Aires)1990 21 10 15 21 6 81994 13 5 7 10 4 31997 18 8 12 18 8 61999 20 10 9 17 22 14 32002 42 27 31 40 43 31 19

    Mxico1989 42 33 60 32 281994 37 29 56 1996 45 38 41 59 63 48 411998 39 31 36 49 57 39 302000 32 25 26 44 38 34 242002 32 25 27 40 46 27 21

    Fuente: CEPAL (2003).

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    entre los empleados domsticos, y al 27% entre losasalariados de empresas con ms de cinco trabajado-res y entre los trabajadores no profesionales por cuen-ta propia en la industria y la construccin, segmentosque concentran la mitad de la PEA urbana ocupada.

    En Argentina, si bien los niveles de pobreza enla poblacin total superaron a los de Mxico en 2002,la incidencia de la pobreza entre los ocupados fue si-milar en ambos pases, lo que estara indicando unams fuerte asociacin entre empleo y pobreza en Mxi-co, y una mayor la incidencia del desempleo en lossectores de menores ingresos en Argentina. Esto sig-nifica que si bien en Argentina no es necesario estardesempleado para ser pobre, los sectores pobres sonparticularmente vulnerables a caer en situaciones dedesempleo, como lo pone de manifiesto el perfil labo-ral de los hogares pobres en ambos pases (cuadro 5).Aunque la incidencia de la pobreza en la poblacinocupada es menor en Argentina, cabe destacar queentre 1999 y 2002 creci ms aceleradamente que lapobreza en la poblacin total, por lo que los bajossalarios que han caracterizado a los puestos de trabajosurgidos durante este perodo podran estar acercandoa Argentina a las tendencias observadas en el casomexicano. Se trata, nuevamente, de una nivelacinhacia abajo, producto del deterioro del empleo en Ar-gentina y no de un mejoramiento en Mxico.

    El perfil laboral de los hogares pobres muestra queel incremento de las tasas de participacin se observaen ambos pases, si bien fue ms intenso en Argenti-na. Con niveles de participacin similares en ambospases en el 2002, en Argentina los hogares pobres

    exhiben una menor densidad ocupacional y mayoresniveles de desempleo, a la par de un marcado deterio-ro del ingreso medio de los miembros del hogar ocu-pados. Es decir, la estrategia de enviar ms miembrosdel hogar al mercado de trabajo tuvo efectos diferen-tes en uno y otro caso: elev la densidad ocupacionalde los hogares pobres en Mxico aunque con muybajos ingresos, mientras que increment el nmerode miembros del hogar desocupados en Argentina, don-de dicha estrategia fue mucho menos eficaz (cuadro 5).As, al problema de los trabajos precarios (inestables,con bajos salarios, desprotegidos, etc.) se suma el pro-blema de la falta de trabajo. No se trata slo de ingre-sos insuficientes, sino de ausencia de ingresos ante laalternancia de empleos precarios y recurrentes pero-dos de desempleo.

    El cuadro 6 no slo nos permite explorar las ca-ractersticas laborales de los hogares pobres en Mxi-co y Argentina, sino comparar su insercin laboral conla de los hogares que logran superar los niveles de po-breza en ambos pases. En Argentina, durante el pe-rodo 1999-2003, se observa la dramtica incidenciadel desempleo en los hogares pobres: en el 35,7% deellos hay al menos un miembro desocupado, y en unode cada cuatro hogares hay al menos dos desocupados.En Mxico, en cambio, las proporciones respectivasson inferiores a 6% y 1%. Cuando comparamos hoga-res pobres y no pobres, se observa que en Argentinala presencia de al menos dos miembros ocupados enel hogar contribuye a reducir la vulnerabilidad a lapobreza: esto sucede en casi 40% de los hogares quesuperan los umbrales de pobreza, pero slo en 25,5%

    CUADRO 5Argentina (zonas urbanas) y Mxico: Perfil laboral de los hogares pobres, 1990-2002(Porcentajes)

    Tasa de Tamao medio Tasa de Tasa de Densidad Ingreso mediopobreza del hogar participacina desocupacinb ocupacionalc de los ocupadosd

    Argentina1990 16,2 4,51 0,47 ... 0,16 2,52002 31,6 4,5 0,64 0,26 0,25 1,57

    Mxico1990 39,0 6,03 0,58 ... 0,29 1,62002 31,8 5,1 0,65 0,03 0,35 1,33

    Fuente: CEPAL (2004a).a Poblacin econmicamente activa (PEA), incluyendo ocupados y desocupados / Poblacin en edad de trabajar.b Nmero de desocupados / PEA.c Nmero de ocupados / nmero de miembros del hogar.d Expresado como fraccin del valor de la lnea de pobreza.

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    de los hogares pobres. En Mxico, por el contrario, lapresencia de al menos dos ocupados se observa en el46,5% de los hogares pobres y el 51,9% de los hoga-res no pobres, lo que no parece constituir una diferen-cia significativa. La diferencia ms notoria es la ma-yor presencia de miembros ocupados en el sector in-

    formal en los hogares de menores ingresos: si bien notodos los ocupados en el sector informal son pobrescomo lo muestra la alta participacin de los miem-bros de hogares no pobres en dicho sector en los ho-gares pobres la mayora de sus miembros est ocupa-da en el sector informal.

    IVDesigual distribucin de oportunidades yentrampamiento en situaciones de desventaja

    El anlisis que hemos hecho de las relaciones entre lapobreza y la precariedad laboral, en sus diferentes ex-presiones, muestra la progresiva erosin de los ante-riores mecanismos de supervivencia econmica y ob-tencin de ingresos. La posibilidad de ganarse la vidatrabajando, al menos de manera continuada, es cadavez ms incierta.

    El profundo debilitamiento del trabajo y la edu-cacin como canales de movilidad social o al me-nos como fuentes que alimentaban expectativas de me-joramiento futuro, junto con la creciente inequidaden la distribucin de oportunidades ocupacionales yeducativas, dan cuenta de una estructura social que sehace cada vez ms rgida. En otras palabras, el mar-gen de maniobra para superar situaciones de desven-taja social entre quienes provienen de hogaresdesfavorecidos en cuanto a ingreso, empleo, educa-

    cin, vivienda y otros aspectos se estrecha progre-sivamente en un contexto cada vez ms hostil paraquienes no estn dotados de partida de fuertes habili-dades cognitivas y destrezas sociales. La carencia deestos recursos conduce al entrampamiento en oportu-nidades de vida signadas por una espiral de precarie-dad en la cual las desventajas se retroalimentan yacumulan (Paugam, 1995).

    Estos procesos se pusieron de manifiesto conmayor crudeza tras las reformas introducidas en el reasocial durante la dcada de 1990, que no slo fueronel correlato del ajuste en el rea econmica, sino quecontribuyeron a acentuar la vulnerabilidad de ampliossectores de la poblacin. La provisin universal deservicios de salud y educacin por parte del Estado fuecalificada de ineficiente al favorecer a los sectoresmedios en detrimento de los estratos de ms bajos

    CUADRO 6Argentina (zonas urbanas) y Mxico: Caractersticas laborales de hogares pobres yno pobres, 1999-2003(Porcentaje de hogares segn la condicin de actividad de sus miembros)

    Al menos Al menos Al menos Al menos Jefe Ocupados en el1 ocupado 2 ocupados 1 desocupado 2 desocupados inactivo sector informal

    A. Hogares no pobres

    Argentina 76,9 39,2 14,2 1,2 30,7 39,8Mxico 92,1 51,9 3,9 0,7 16,2 51,3

    B. Hogares pobres

    Argentina 76,6 25,5 35,7 9,2 23,3 47,3Mxico 93,1 46,5 5,3 0,9 13,9 69,7

    Fuente: CEPAL (2004a).

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    ingresos. Para cambiar ese sesgo distributivo y des-centralizar los servicios se recurri a estrategias defocalizacin. El resultado fue lo que Bustelo (1992),retomando la expresin acuada por FernandoHenrique Cardoso, caracteriz como el Estado demalestar, que se tradujo en el desmantelamiento delas reas en las que el incipiente Estado de bienes-tar haba alcanzado cierto desarrollo. En su dimen-sin psicosocial este fenmeno se expresa en elcongelamiento de las perspectivas de movilidad ascen-dente, una cada de las expectativas de una mejor ca-lidad de vida y un discurso de un individualismo dog-mtico que deja a cada persona librada a su propiasuerte en medio de una creciente polarizacin social(Bustelo, 1992).

    1. Rigidizacin de la estructura social

    a) La desigual distribucin de oportunidadeseducativasLa distribucin de oportunidades educativas

    constituye una de las pruebas ms contundentes deque se ha hecho ms profunda la brecha que separa alos sectores ms y menos favorecidos. Esta inequidadadquiere particular relevancia en un escenario en elcual el acceso al conocimiento es un recurso clavepara acceder a las oportunidades que los procesos enmarcha ofrecen, y la carencia de ese acceso potenciay acelera los procesos de exclusin en los sectores msdesfavorecidos.

    Reimers (2000) destaca cinco procesos a travs delos cuales la desigualdad en la distribucin del ingre-so se traduce en desiguales oportunidades educativasen Amrica Latina: i) el acceso diferenciado a distin-tos niveles educativos entre pobres y no pobres; ii) eltratamiento diferenciado que pobres y no pobres reci-ben en la escuela, donde los primeros adquieren unaeducacin de menor calidad; iii) la tendencia cadavez ms marcada de los estudiantes a relacionarseslo con pares de la misma condicin socioeconmica;iv) la contribucin de los padres a la educacin de sushijos, que es mayor mientras ms alto sea el niveleducativo del hogar, y v) la existencia de contenidosy procesos educativos que no estn orientadosespecficamente a reducir la desigualdad.

    Las relaciones entre la distribucin del ingreso yla distribucin de oportunidades educativas ayudan aexplicar el peso y valor social que histricamente hatenido la educacin en Argentina y Mxico, por supotencial integrador y como canal de movilidad so-

    cial.26 Hacia mediados del decenio de 1990, la relacinentre la distribucin de las oportunidades educativas yla distribucin del ingreso muestra comportamientosinversos en uno y otro pas. Entre 19 pases latinoa-mericanos, Argentina ocupaba el primer lugar en tr-minos de equidad educativa y el quinto en trminos dedistribucin del ingreso, mientras que Mxico se ubi-caba en el lugar 12 y el 8, respectivamente (Reimers,2000, cuadro 4.1). Es decir, en Argentina las distan-cias sociales en trminos de ingresos han sido histri-camente mayores que las distancias educativas, mien-tras que en Mxico la altamente desigual distribucindel ingreso va acompaada de una desigualdad toda-va mayor en la distribucin de oportunidades educa-tivas. Esto contribuye a explicar el papel clave que tuvola extensin del sistema de educacin pblica en Ar-gentina como va de movilidad social y fuente de in-tegracin y pertenencia social. Este rol de la educacines mucho ms dbil en Mxico, donde la amplia bre-cha educativa existente entre los sectores de mayoresy de menores ingresos, la alta segmentacin vincula-da a la calidad de la educacin y los muy bajos nive-les educativos del 40% ms pobre de la poblacinconstituyen evidencias dramticas de las abismalesdistancias sociales que han caracterizado a la estruc-tura social mexicana (cuadro 7).

    26 En Amrica Latina el coeficiente de Gini de educacin (que midela desigualdad en la distribucin de la educacin) fue de 50,1 en1960, de 47,0 en 1970, de 43,1 en 1980 y de 41,8 en 1990. En esosmismos aos los valores de dichos coeficientes en Argentina fue-ron respectivamente de 34,4, de 31,1, de 29,4 y de 27,3, y en Mxicode 56,0, de 51,0, de 49,7 y de 38,4 (Banco Mundial, 2003). Estosvalores muestran la mayor equidad educativa que histricamenteha caracterizado a Argentina en el contexto regional.

    CUADRO 7Argentina y Mxico: Aos de educacin enla poblacin adulta,a por quintil de ingreso,1992-2001

    1992 2001Quintiles Argentina Mxico Argentina Mxico

    1 7,5 2,7 7,3 3,52 8,0 4,1 8,3 5,33 8,7 6,6 9,2 8,14 9,8 6,6 10,6 8,15 12,2 10,0 13,4 11,6

    Promedio 9,5 6,1 10,1 7,4

    Brecha educativa 4,7 7,3 6,1 8,1(Q5-Q1)

    Fuente: Banco Mundial (2003).a Poblacin de 25 a 65 aos.

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    Nuevamente, los efectos disruptivos del modeloeconmico neoliberal han sido ms profundos en Ar-gentina, donde la brecha educativa entre el 20% msrico y el 20% ms pobre se ampli incluso ms queen Mxico, al pasar de 4,7 a 6,1 (cuadro 7). Llama laatencin el deterioro educativo en el quintil ms po-bre en Argentina, que en vez de exhibir mejoras expe-riment un leve retroceso. Esto estara reflejando noslo una creciente segmentacin de la estructura social,sino tambin el estancamiento de las oportunidades deeducacin para los sectores ms pobres.

    Si bien en trminos generales las tendencias en laregin muestran un mayor acceso de los sectores po-bres a la educacin primaria, las disparidades se hanmantenido o agudizado precisamente en aquellosniveles que resultan clave para la movilidad social. Lascredenciales educativas han tenido un papel cada vezms decisivo en las posibilidades de acceder a los bue-nos empleos, da a da ms escasos. El incremento delos niveles educativos de la poblacin activa no slo seha traducido en una devaluacin progresiva de la edu-cacin, sino en la creciente exclusin de los sectores conmenor nivel educativo, cuyas oportunidades de empleohan disminuido fuertemente. Junto con elevarse el ni-vel educativo de la poblacin, aumentaron los aos deestudio mnimos requeridos para obtener empleos coningresos por encima de los umbrales de pobreza. Si bientener educacin secundaria completa o el equivalen-te a 12 aos de educacin constituye una plataformamnima necesaria, esta se hace cada vez ms insuficientepor la importancia cada vez mayor que se asigna a lacalidad de la educacin recibida: los aos de escolari-dad ya no bastan como pasaporte para ingresar a losmodernos puestos de trabajo: la contrasea tiende aser el origen de la credencial educativa y el capital so-cial familiar (Filmus y Miranda, 1999).27

    Es precisamente en los niveles secundario y ter-ciario donde las brechas son mayores. La ampliacinde la cobertura educativa no ha disminuido las distan-cias entre los jvenes procedentes de distintos estratossociales. A partir de los 13 aos de edad comienzan aensancharse las diferencias de oportunidades educati-vas (cuadro 8). Al respecto llama la atencin que enMxico el porcentaje que iba a la escuela de los jve-nes entre 13 y 19 aos pertenecientes a los dos decilesms pobres haya permanecido casi estancado durante

    el perodo 1992-2002 (pas de 55,6% a 57,6%), mien-tras que en los dos deciles ms ricos subi de 80,7% a92,8%. Tanto en Argentina como en Mxico, a pesarde las mejoras registradas en la dcada de 1990, entrelos jvenes de 20 a 24 aos la brecha se ampla demanera dramtica: en 2002 la asistencia escolar del20% ms rico triplicaba a la del 20% ms pobre.

    Segn datos del 2000, entre los jvenes de 20 a24 aos que habitan en zonas urbanas hayan supe-rado o no el nivel educativo de sus padres hay un38% en Argentina y un 46% en Mxico que no logranacceder al capital educativo bsico28 necesario para as-pirar a la obtencin de un trabajo relativamente bienremunerado (CEPAL, 2004b). Este indicador ilustra lasprofundas desventajas iniciales que caracteriza el ac-ceso al mercado laboral de los jvenes provenientes dehogares de bajos ingresos y permiten anticipar suentrampamiento en inferiores oportunidades durante elcurso de su vida, y la reproduccin intergeneracionalde esta situacin.

    La persistencia del nexo entre el acceso a la edu-cacin y el estrato social de origen indica que, en granmedida, las oportunidades de bienestar de quienes sonjvenes hoy ya quedaron plasmadas por el patrn dedesigualdades prevaleciente en la generacin anterior.Esto se traduce en una estructura social rgida y conescasa movilidad social (CEPAL, 2004b, p. 192).

    b) El debilitamiento del trabajo como canal demovilidad socialRespecto a las oportunidades de movilidad ocu-

    pacional, algunos estudios recientes en Mxico y Ar-gentina muestran las escasas oportunidades de mejo-ramiento de quienes ingresan a las ocupaciones menoscalificadas, as como su entrampamiento en las posi-ciones ms precarias.

    En su anlisis de la movilidad social intergene-racional en reas urbanas de Mxico, Corts y Esco-bar Latap (2005) sealan que, en comparacin con laetapa de industrializacin sustitutiva de importaciones(antes de 1982), durante el perodo de reestructuracineconmica (1988-1994) disminuyeron las posibilida-des de movilidad social en todos los estratos. Sin em-bargo, el efecto fue mucho ms marcado en las cla-ses de menores ingresos: trabajadores no calificadosde la industria, trabajadores informales de los servicios,ejidatarios, pequeos propietarios rurales y jornale-ros. Los autores observan que bajo el nuevo modelo

    27 En el perodo 1999-2003 slo 6,4% de los jefes de hogares po-bres en Mxico y 17,8% en Argentina haban superado los doceaos de educacin. En ms de la mitad de los hogares pobres mexi-canos el jefe tiene menos de seis aos de estudio (CEPAL, 2004a). 28 Haber completado como mnimo doce aos de educacin.

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    econmico crece la desigualdad de oportunidades exis-tente entre las clases ms bajas y los originarios de laclase ms alta profesionales, funcionarios y emplea-dores de ms de cinco trabajadores. As, junto con in-tensificarse la desigualdad, el sistema de movilidadocupacional se torna ms rgido, y la ocupacin delpadre se vuelve un predictor ms robusto del destinoocupacional (Corts y Escobar Latap, 2005).

    En cuanto a Argentina, el trabajo de Kessler yEspinoza (2003) destaca dos elementos de particularimportancia en los patrones emergentes de la movili-dad social durante el decenio de 1990. En primer lu-gar, como en Mxico, hay un bloqueo de las oportu-nidades de movilidad ocupacional ascendente entre lossegmentos con mayores desventajas. A esto se agre-

    gan transformaciones en la estructura ocupacional: unaumento relativo de la disponibilidad de puestos detrabajo que por sus exigencias de calificacin corres-ponden a sectores medios, y a la vez una paulatinadisminucin de puestos correspondientes a sectorespopulares. Un segundo elemento es la necesidad deredefinir el significado de la movilidad social en elactual escenario econmico. Al analizar las trayecto-rias de aquellos trabajadores que habran exhibido unamovilidad ocupacional ascendente en el perodo recien-te, los autores destacan el desenganche entre el ascen-so en la escala de prestigio ocupacional y las recom-pensas sociales anteriormente asociadas a esas posicio-nes, lo que estara dando lugar a procesos de movili-dad espuria.29

    CUADRO 8Argentina y Mxico: Asistencia escolar en zonas urbanas, segn quintil de ingresoper cpita del hogar y grupo de edad, 1990-2002(Como porcentaje de la poblacin de la misma edad)

    7 a 12 aos 13 a 19 aos 20 a 24 aos20% 20% 20% 20% 20% 20%

    Total ms pobre ms rico Total ms pobre ms rico Total ms pobre ms rico

    Argentina1990 98,4 97,9 100 68,8 62,6 79,3 23,6 12,4 39,82002 99,4 99,1 100 83,2 76,3 96,4 40,6 21,7 61,6

    Mxico1992 97,4 95,8 99,5 62,7 55,6 80,7 23,9 7,1 47,32002 98,1 96,3 99,6 68.,9 57,6 92,8 30,7 16,4 55,1

    Fuente: CEPAL (2004a).

    VConclusiones

    El anlisis que se ha efectuado permite conocer mejorlas formas que asume la relacin entre la distribucindel ingreso y los procesos de exclusin social enAmrica Latina. La alta desigualdad en la distribucinde oportunidades educativas y ocupacionales y, porlo tanto, de la proteccin social revelan con crude-za que los niveles de ingreso son factores clave delacceso a los servicios sociales y de un modo cadavez ms marcado de la calidad de los servicios a losque se accede. Esto genera una polarizacin y segmen-tacin crecientes entre ciudadanos de primera y de se-gunda clase. El hogar de origen constituye un predictor

    cada vez ms fuerte del lugar que se ocupar en laestructura social. Las ventajas o desventajas inicialesno slo se mantienen y profundizan en el curso

    29 Se trastoca la relacin funcional entre educacin, ocupacin eingresos y la influencia de un factor sobre otros: la educacin nocontribuye necesariamente a la obtencin de mejores empleos y, asu vez, estos no implican necesariamente la obtencin de mayoresingresos. En un contexto de deterioro generalizado de las condicio-nes de trabajo, es muy probable que el acceso a ocupaciones tradi-cionalmente clasificadas como altas en la estructura ocupacionalcorrespondan a puestos de peor calidad que en el pasado (Kesler yEspinoza, 2003).

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    de la vida, sino que tienden a reproducirse entre gene-raciones.

    Es precisamente el entrampamiento en circuitosde privacin en trminos de educacin, empleo, in-greso, vivienda, redes sociales o, dicho de otromodo, la dificultad creciente que enfrentan los sec-tores ms desfavorecidos para escapar de esos circui-tos, lo que pone de manifiesto con ms claridad lastendencias excluyentes del modelo neoliberal por elque han transitado las sociedades latinoamericanascon diferentes ritmos e intensidades durante lasltimas dos dcadas. Se trata no slo de sociedadesms desiguales y segmentadas, sino de estructurassociales ms rgidas en las cuales aparecen debilita-dos los anteriores canales y expectativas de movili-dad social.

    El potencial integrador alcanzado durante la eta-pa de industrializacin sustitutiva de importacionespermiti alimentar las esperanzas de amplios secto-res de la poblacin de que trabajando largo y durose poda mejorar la propia condicin, poseer una casa,acceder a mayores oportunidades educativas para loshijos, construir un proyecto de vida, en sntesis, te-ner un futuro mejor. Este optimismo comenz amenguar de manera progresiva a partir del decenio de1980, mientras que el de 1990 signific un quiebredefinitivo con el pasado. Los efectos demoledoresde la utopa del mercado autorregulado sobre el teji-do social (Polanyi, 1957) se dejaron sentir con fuer-za tras el desmantelamiento de los anteriores meca-nismos de proteccin social y la ausencia de polti-cas para evitar o paliar los costos sociales de laspolticas de ajuste y los procesos de reestructuracineconmica.

    La asociacin entre la inestabilidad laboral, lapobreza y la desproteccin social durante el perodoanalizado se ha manifestado de manera diferente enMxico y en Argentina. En Mxico, los bajos ingre-sos y la alta precariedad del empleo ponen en duda laeficacia de incrementar el nmero de perceptores deingresos del hogar como mecanismo de proteccinfrente a la pobreza. En otros trminos, esa mayor den-sidad ocupacional por s sola no basta para hacer queel hogar sea menos vulnerable a la pobreza; lo quehace la diferencia es la calidad de la insercin labo-ral, que se encuentra profundamente estratificada. EnArgentina, el marcado deterioro del empleo fue acom-paado por altos niveles de desempleo, los cuales seextendieron al conjunto de la poblacin ocupada, peroafectaron con mayor intensidad a los sectores ms

    desprotegidos por su precaria insercin laboral y ba-jos niveles educativos. Dada adems la persistencia dedesempleo alto a pesar de la marcada disminucinexperimentada a partir de 2002, podramos estarasistiendo a una creciente incidencia de la pobreza enla poblacin ocupada argentina, lo que estara indican-do, como en el caso de Mxico, un progresivo debili-tamiento del empleo como mecanismo para escapar desituaciones de pobreza.

    El empleo, como los anlisis de Argentina yMxico demuestran, no slo es un bien cada vez msescaso, sino de muy baja calidad. El acceso a mejoresoportunidades ocupacionales est fuertemente determi-nado por la posesin de habilidades y destrezas cog-nitivas a las cuales amplios sectores no tienen acceso.En estas condiciones emergen, se consolidan y se pro-fundizan patrones de integracin y pertenencia socialaltamente segmentados y polarizados. Tal multiplica-cin de situaciones de desventaja difcilmente puedeser abordada con enfoques y polticas que reducen elproblema social a los sectores de extrema pobreza yde esta manera contribuyen a profundizar el dualis-mo y la segmentacin social y a extender la despro-teccin a todos aquellos sectores que no forman par-te de la poblacin objetivo ni tienen posibilidades deacceder a los sistemas de proteccin provistos por elmercado.

    Como seala Esping-Andersen (2002), el pro-blema clave que debe resolverse para garantizar elbienestar de la poblacin no puede ser solo el de aque-llos cuyos ingresos caen bajo la lnea de pobreza y/oque viven en condiciones precarias en un momentodado. Lo fundamental es identificar a los grupos conmayores probabilidades de permanecer persistente-mente en empleos de bajos ingresos y en condicionesde vida precarias. Por lo tanto, se requiere un enfoqueintegral y dinmico tanto para encarar el problemacomo para formular polticas pblicas que contribuyana anticipar y evitar situaciones de desventaja antes deque estas se tornen irreversibles.

    Los dilemas y desafos que plantea el trnsito ha-cia sociedades ms equitativas, solidarias e incluyentesy la necesidad de repensar los referentes mismos de laproteccin social exigen abordajes ms complejos y di-nmicos, tanto para comprender mejor las formas queasume la cuestin social en el nuevo escenario comopara formular y aplicar polticas pblicas en este cam-po que puedan dejar atrs el carcter fragmentario ydesarticulado y los efectos muchas veces contrapues-tos de polticas actuales.

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