PREGÓN DE LAS FIESTAS DEL CORPUS CHRISTI. … · Siempre en tiempo pascual y casi siempre en...

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PREGÓN DE LAS FIESTAS DEL CORPUS CHRISTI. VILLA DE MAZO, 2013 Carlos Rodríguez Morales Ilustre señora alcaldesa-presidenta de la Corporación municipal, señores concejales, reverendo señor párroco, señoras y señores. Recuerdo haber oído contar a mi abuelo Veremundo —y estos últimos días le he pedido que me lo contase de nuevo— que cuando era pequeño, quedó maravillado con la visión de la isla de La Palma, a contraluz crepuscular, desde la zona alta de Icod de los Vinos. Desde entonces tuvo la ilusión de conocerla. Yo también conocí La Palma, y particularmente Mazo, en la distancia. No podía ver su perfil sobre el horizonte —desde La Laguna es imposible—, pero escuchaba continuamente hablar de la Isla y de su gente. Nombres e historias que me resultaron desde entonces familiares. Mi abuela y mi madre me hablaban con un acento que yo no reconocía entonces distinto, pero que, pasado el tiempo, a veces, me delata. De vez en cuando me preguntan si soy de La Palma. A estas alturas creo que un poco sí. Y, a partir de hoy, un poquito más. Curiosamente, el más palmero de la familia es mi abuelo. Escribió el poeta Rainer Maria Rilke que «la verdadera patria del hombre es la infancia». Pero también esto tiene su matiz: la patria de mi abuelo es Mazo, quizá porque aquí vivió no su infancia, sino la de sus hijos. Yo, aunque no crecí en La Palma, siempre la he sentido cercana. Esta ha sido para mí una isla de palabras, una isla contada, un escenario recreado en mi imaginación cuando desde chico oía hablar de ella en casa. La soñé antes de conocerla, y la saboreé —las roscas, los almendrados, el queso— antes de pisarla. Entre todas las maravillas evocadas y recordadas —la Bajada, la Caldera, las Nieves—, una sobresalía y sobresale: el Corpus Christi de Villa de Mazo, la fiesta predilecta de mi abuelo, quien siempre que ha podido ha vuelto para vivirla. Qué mejor pregón, qué mejor anuncio, que ese. Uno de los recuerdos recurrentes de mi infancia es ver junto a él, corno si fueran estampas coleccionables, las fotografías de cada uno de los arcos, anotado por detrás el nombre del barrio y el año. «Una imagen vale más que mil palabras»; es verdad. Pero aquellas imágenes sacadas con todo el cariño y con máquinas de carrete —ya casi una antigualla—no podían hacer justicia al espectáculo sacramental. Quizá este es el único privilegio del visitante novicio y ocasional frente a quienes han vivido esta fiesta desde siempre, incluso de quienes la hacen posible con su esfuerzo: el privilegio de la sorpresa, del deslumbramiento, del asombro. Así me sucedió cuando vine por primera vez en 1998. Me parecía increíble que aquellas estructuras de colores que entraban en una fotografía fueran, en realidad, como las estaba viendo. Esta fascinación, igual los arcos, se sostiene casi milagrosamente sobre dos aspectos que podrían ser contradictorios, pero que aquí no lo son. Sorprenden la monumentalidad, la altura y la grandeza. Pero asombran todavía más la minuciosidad, el detalle, la inventiva y la delicadeza.

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PREGÓN DE LAS FIESTAS DEL CORPUS CHRISTI. VILLA DE MAZO, 2013

Carlos Rodríguez Morales

Ilustre señora alcaldesa-presidenta de la Corporación municipal, señores concejales,reverendo señor párroco, señoras y señores.

Recuerdo haber oído contar a mi abuelo Veremundo —y estos últimos días le he pedidoque me lo contase de nuevo— que cuando era pequeño, quedó maravillado con la visiónde la isla de La Palma, a contraluz crepuscular, desde la zona alta de Icod de los Vinos.Desde entonces tuvo la ilusión de conocerla.

Yo también conocí La Palma, y particularmente Mazo, en la distancia. No podía ver superfil sobre el horizonte —desde La Laguna es imposible—, pero escuchabacontinuamente hablar de la Isla y de su gente. Nombres e historias que me resultarondesde entonces familiares. Mi abuela y mi madre me hablaban con un acento que yo noreconocía entonces distinto, pero que, pasado el tiempo, a veces, me delata. De vez encuando me preguntan si soy de La Palma. A estas alturas creo que un poco sí. Y, a partirde hoy, un poquito más.

Curiosamente, el más palmero de la familia es mi abuelo. Escribió el poeta RainerMaria Rilke que «la verdadera patria del hombre es la infancia». Pero también estotiene su matiz: la patria de mi abuelo es Mazo, quizá porque aquí vivió no su infancia,sino la de sus hijos. Yo, aunque no crecí en La Palma, siempre la he sentido cercana.

Esta ha sido para mí una isla de palabras, una isla contada, un escenario recreado en miimaginación cuando desde chico oía hablar de ella en casa. La soñé antes de conocerla,y la saboreé —las roscas, los almendrados, el queso— antes de pisarla. Entre todas lasmaravillas evocadas y recordadas —la Bajada, la Caldera, las Nieves—, una sobresalíay sobresale: el Corpus Christi de Villa de Mazo, la fiesta predilecta de mi abuelo, quiensiempre que ha podido ha vuelto para vivirla. Qué mejor pregón, qué mejor anuncio,que ese.

Uno de los recuerdos recurrentes de mi infancia es ver junto a él, corno si fueranestampas coleccionables, las fotografías de cada uno de los arcos, anotado por detrás elnombre del barrio y el año. «Una imagen vale más que mil palabras»; es verdad. Peroaquellas imágenes sacadas con todo el cariño y con máquinas de carrete —ya casi unaantigualla—no podían hacer justicia al espectáculo sacramental.

Quizá este es el único privilegio del visitante novicio y ocasional frente a quienes hanvivido esta fiesta desde siempre, incluso de quienes la hacen posible con su esfuerzo: elprivilegio de la sorpresa, del deslumbramiento, del asombro. Así me sucedió cuandovine por primera vez en 1998. Me parecía increíble que aquellas estructuras de coloresque entraban en una fotografía fueran, en realidad, como las estaba viendo.

Esta fascinación, igual los arcos, se sostiene casi milagrosamente sobre dos aspectosque podrían ser contradictorios, pero que aquí no lo son. Sorprenden lamonumentalidad, la altura y la grandeza. Pero asombran todavía más la minuciosidad, eldetalle, la inventiva y la delicadeza.

Los arcos en las calles son como árboles que componen un paisaje gótico: ascendente,delgado, como ventanales y arbotantes catedralicios. La bruma, a veces, refuerza esteaire nórdico; y resulta inevitable fabular si tiene esto que ver, de alguna forma —sutil—con la querencia flamenca de la Isla.

La primera imagen de San Blas de la parroquia fue una pequeña efigie tallada en laciudad belga de Malinas; y la de la Virgen de los Reyes del retablo mayor llegó desdeAmberes. Hasta las pinturas y esculturas que del artista barroco isleño Bernardo Manuelde Silva se conservan en el templo transmiten una melancolía arraigada en Flandes.Algunos años, incluso, el tapiz de la plaza parece una pintura de los Países Bajos. Y, nolo olvidemos, la propia festividad del Corpus fue idea de una religiosa belga, acomienzos del siglo XIII, cuando empezaban a levantarse las catedrales góticas con susarcos apuntados...

Como en aquellos grandes monumentos, construidos piedra a piedra, en el Corpus deMazo todo empieza con una semilla, con una hoja, con un pétalo... Con algo que sinconstancia y sin empeño resultaría insignificante. Esta fiesta es una preciosa prueba deque las grandes cosas, las cosas importantes de verdad, se hacen poco a poco, y de queel esfuerzo colectivo —y más cuando se pone al servicio de un ideal— lo puede casitodo.

Todas las manos, todas las sensibilidades y habilidades cooperan y son necesarias.Ninguna labor —recoger, cortar, pegar, rematar— es más importante que otra,precisamente porque lo relevante aquí es el fruto de este trabajo comunal. Aquí, comoen otras manifestaciones culturales del pueblo, el viejo debate entre arte y artesaníaqueda superado.

Un bosque gótico. Árboles que despuntan en formas y colores inagotables. Floresgigantes. Paredes y alfombras de liqúenes. Un místico huerto cerrado. Mazo crea consus manos un Jardín de las Delicias, lo siembra en su propia tierra y de sus propiassemillas. Tan arraigado está que se ha mantenido en el jueves brillante posterior alDomingo de la Santísima Trinidad, reliquia en el calendario que en España sólo hanconservado ciudades como Sevilla, Toledo y Granada.

El pueblo se convierte en un bosque. Esta transformación, esta sublimación de larealidad —que es la esencia de lo festivo— tiene aquí un valor teológico. La Eucaristíasupone un reto de fe para el ser humano: Dios mismo está bajo la apariencia del pan ydel vino. Este misterio para los ojos se resuelve en el alma, como señala repetidamentela literatura sacramental. Así, Santo Tomás de Aquino, autor del famoso texto delPange lingua, invita a que la fe remplace la incapacidad de los sentidos: Prcestet fidessuppleméntum / Sénsuum deféctui. Leerlo es casi cantarlo. Más cercano a nosotros, conacento isleño —palmero—, Juan Bautista Poggio Monteverde nos recuerda desde elsiglo XVII:

«El enigma es, señores,la Eucaristía,que la fe puede verla,que no la vista».

Quizá para compensar esta limitación, pero reconociendo también la eficacia de losmensajes que entran por los sentidos, la fiesta del Corpus Christi concitó ya desde laEdad Medía una variedad inusitada de elementos gráficos, gestuales, aromáticos ymusicales, que alcanzó su máximo esplendor en los siglos barrocos. Flores, danzas,tapices, ramas, fuegos, campanas, pinturas, tambores, cintas, pañuelos, esculturas,flautas, obras de platería, damascos, órganos, incienso... Múltiples llamadas de atenciónpara que —en alerta todos los sentidos— el alma vea lo invisible.

En palabras, de nuevo, de Juan Bautista Poggio,

«Y así, se ve y no se ve;no se ve cuando se mira;y se ve, cuando se cree».

En Villa de Mazo, arcos, pasillos, alfombras y tapices vegetales recogen esta herenciafestiva, este código sutil, y nos interpelan con su hermosura, con la imaginación y ladelicadeza de quienes, prodigiosamente, los hacen. Podría pensarse que tanto primoreclipsa de alguna manera al sol radiante de la Eucaristía, que le resta protagonismo.Pero sucede todo lo contrario. No solo porque su motivación fundamental es religiosa,sino porque, como ha sucedido durante siglos, el contraste entre tantas riquezas y lasencilla oblea subraya, por paradoja, su fuerza y su misterio.

De hecho, la bula Transiturus justificó en 1264 la institución de la nueva fiesta delCorpus Christi por la necesidad de que toda la atención se concentrase en el SantísimoSacramento. Era necesario que el tiempo litúrgico fuera alegre, a diferencia del JuevesSanto, por estar la Iglesia «entonces tan llorosa», como escribió hace cuatro siglos elpoeta grancanario Bartolomé Cairasco de Figueroa.

Siempre en tiempo pascual y casi siempre en primavera, el calendario litúrgicogarantiza para la fiesta sacramental un tiempo de renacimiento y de exaltación de lanaturaleza. Con Cristo resucita toda la creación. Crece de nuevo —reverdece— el árbolde la Cruz, que tanto y tan bien se festeja en esta isla de La Palma. Y a ese mismo árbolrecurre simbólicamente Mazo para componer sus arcos y exaltar cada año la Eucaristía.Los versos del himno del Viernes Santo parecen estar compuestos para esta ocasión:«Jamás el bosque dio mejor tributo / en hoja, en flor y en fruto».

La fiesta que hoy pregonamos es teológica y ecológica. No podría entenderse en unentorno desligado del medio natural, de su propio paisaje. Y no podría mantenerse siquienes la realizan no tuvieran un conocimiento detallado del ciclo vital de lavegetación con la que dan forma, textura y color a sus magníficas obras.

Si admirable es que un pueblo mantenga sus tradiciones, en mi opinión, más méritotiene que las renueve sin traicionarlas, que les dé nuevo aliento y personalidad, y que,siendo en ese sentido nuevas, tengan el sabor entrañable y familiar de lo antiguo. Esta esuna de las grandes virtudes de las fiestas del Corpus Christi de Villa de Mazo, tal ycomo se celebran desde los años centrales del siglo XX: un tiempo en el que pordesgracia se perdieron y, aún peor, adulteraron tradiciones.

Sin embargo, la opción de este pueblo fue renovar el espíritu centenario de lasolemnidad sacramental dando nuevo sentido a las arquitecturas efímeras, tan propias

de la cultura barroca. Los arcos de Mazo tienen sus cimientos en el mundo clásico —enlos arcos triunfales que conmemoraban glorias militares y efemérides políticas— y en elmundo renacentista, cuando estos fueron reinventados como estructuras ocasionalespara recibimientos reales.

En Canarias —incluida la isla de La Palma— está documentada históricamente estapráctica, pero en clave religiosa y con un notable peso del elemento vegetal. Estaherencia ha sido recogida y reinterpretada en Villa de Mazo, a partir de su propiatradición. Los modestos arcos, pasillos, alfombras y descansos de hace un siglo setransformaron en las monumentales estructuras que año a año se levantan en las callesdel pueblo, convertidas por unos días en una Nueva Jerusalén, a la que podría aplicarsela descripción del Apocalipsis: «Vi la ciudad santa que descendía del cielo, del lado deDios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo».

En un artículo publicado en 1945, José Pérez Vidal se refirió a la antigua procesión delCorpus de Santa Cruz de La Palma como «un río lento y solemne de oro y de reflejos».Qué preciosa descripción. «Corno un río lento». En Mazo, un río ascendente, unaprocesión que sube —como los arcos— y que simboliza bien la necesidad de remontar.

El pueblo en tomo a la custodia —sin andas ni ruedas—, en las manos del sacerdote.Cristo camina, y por eso se alfombran las calles a su paso. Cristo camina, y por eso se lepreparan descansos. Un camino lleno de ofrendas para quien se entregó como ofrenda:«Quien a sí mismo se da / ¿qué no dará?», escribió Cairasco.

Pasa la procesión. Pasa el Señor como Sol refulgente sostenido por San MiguelArcángel en la custodia. Pasa bajo palio. Pasa entre los arcos. Tanto esfuerzo y tantotrabajo, tanta ceremonia para un finísimo pan, orbe paciente. Ni la más hermosa de lasimágenes detiene en torno a su materia la Tierra entera, corno lo hace esta obleamisteriosa.

Pasa la procesión y vuelve a la Iglesia de San Blas, transformada también en sagrario,en jardín de flores e incienso. Fuera, el bosque gótico se desplanta, se poda, porque soloasí sus árboles podrán brotar con fuerza al año siguiente, con formas y frutos renovados.

Me han pedido que pregone esta fiesta. Y lo hago con ilusión y gratitud. Pero esta fiestase anuncia sola y a diario. Cada día la creación notifica su vitalidad: brotan las plantas,crecen las ramas, se abren las flores. Y las gentes de Mazo aprecian en cada nuevo gestode la naturaleza una señal que conduce al próximo Corpus.