Pregunta Marcuse Vattimo

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CORRIENTES ACTUALES DE LA FILOSOFÍA TEMA 12. MARCUSE Y VATTIMO: EMANCIPACIÓN Y POSMODERNIDAD. Aguín María García López (3. er Curso del Grado en Filosofía) 1.ª) ¿NOS HACEN REALMENTE MÁS LIBRES LAS SOCIEDADES TRANSPARENTES? Parece ser que no. Y perdóneseme lo categórico de la afirmación, por más que haya intentado disfrazarla con el viejo procedimiento retórico de la lítot o atenuación. Cabría empezar nueras razones con una definición muy aproximada, ya que el espacio es exiguode la libertad. Ciñendo al máximo la fórmula, se podría decir, al menos, que la libertad implica la posibilidad de elección a extramuros de cualquier absoluto. Las sociedades transparentes lo son en tanto y en cuanto dejan traslucir el motor que las anima: si ese motor nada inmóvil, por ciertono desencadena un cúmulo de relaciones donde él mismo no sea sino un nodo dinámico más, es un mo- tor absoluto, cuya presencia arroja fuera del nido como el polluelo del cucoa los otros pajarillos que si al- guien no pone remedio a tiempointentarán algún día volar por su cuenta y riesgo. Por su parte, las sociedades «caóticas» u opacas, en cuyos ámbitos confluye una plétora sin centro de culturas relativas, parecen, al menos a primera via, espacios posibles para la libertad. Como razón primordial para que tal cosa suceda, surge el concepto del fin de la hioria, según refiere Vattimo. Se han terminado los «grandes re- latos», nos dice Lyotard. El universo del absoluto se ha hecho añicos; en cada uno de los espejuelos disformes gri- ta una voz diinta, que euvo acallada a lo largo del tiempo de la hioria, una hioria que partía de un momen- to fundacional, confirmado más tarde, y que desembocaba en un encuentro definitivo con el absoluto. Sin embargo y haa cierto punto, han vuelto los tiempos ucrónicos a asomar su perfil al teatro del mun- do. Una primera leura de Marcuse y Vattimo nos lleva a convenir con ellos en la necesidad de otro mundo posi- ble que no tenga por qué diluirse como ha sucedido haa ahoraen las arenas movedizas de la utopía. La lec- tura contrapuntíica de ambos pensadores nos lleva a oponer al pesimismo esperanzado valga el oxímoronde Marcuse el optimismo atenuado de Vattimo. Para Marcuse, la globalización nos conduciría irremediablemente al totalitarismo: serían las voces diintas las que abrirían el mundo aunque no sepamos todavía muy bien cómo a los ámbitos de la libertad; toda vez que los proletarios, en palabras de Pepe Ordóñez, han trocado la famosa máxima marxia por ea otra: «Proletarios de todo el mundo: ¡haceos ricos!», han de provenir de los jóvenes y de los inteleuales otras formas de pensar y praicar el mundo. Vattimo, por su parte, considera que el multiverso de las interpretaciones, atravesado por mil y una concepciones sin centro, lejos de la vieja e injua visión eu- rocéntrica, es la garantía propiciada por una cosmovisión relativia. En gran medida, ambas visiones son com- plementarias. Nos impide compararlas una concepción absoluta del relativismo. Podríamos considerar que exie un relativismo absoluto, que en mi opiniónjamás poula la posmodernidad. No sería otro el sentido para quienes acusan al pensamiento posmoderno de poular que todo vale. El pensamiento posmoderno es relativa- mee relativo. Poula una relación sin centroentre las cosas; la láima es que coincida en cierto modo, y por defeocon quienes consideran que la dilución del sujeto es la dilución del ser humano. Vattimo es con- sciente del peligro que puede generarse de un uso espurio de los medios de comunicación; pese a ello, los consid- era garantes de los nuevos caminos ciertos y paulatinos de la libertad. El problema parece aclararse si tenemos en cuenta que exien dos modelos teóricos de globalización. Según recoge José Luis Sampedro en su libro El mercado y la globalización , en el Foro Económico de Nueva York se llegó 1 a la conclusión de que la globalización es el único camino para acabar con la pobreza; y es además inevitable por ser consecuencia del progreso técnico, mientras que en el Foro Social de Porto Alegre se convino en que el crec- imieo de la globalización es direamente proporcional a la progresiva ganancia de los ricos y a la mayor miseria de los pobres; si se orientase el progreso técnico hacia el interés social, otro mundo más juosería posible. Ni podemos fiarlo todo a la globalización ni a la pluralidad de las voces, si es que se reducen como se eán reduciendoa mónadas privadas de la imprescindible intercomunicación. Es necesario un relativismo relativo: si algunos no aceptan por considerarlos eurocéntricoslos derechos humanos, procede buscar unos denomi- nadores comunes de caráer axiológico que no priven al ser humano de un ápice siquiera de su relativa, demedi- ada, empobrecida subjetividad. PREGUNTA PARA MARCUSE: Algunos politólogos como Philippe Corcuff— egaron a pear que el futuro paba por una conjunción ere el anarqumo y la socialdemocracia. Evideemee, no han sido profet. ¿Cuál sería su opinión al rpeo? PREGUNTA PARA VATTIMO: Si la irahtoria unamuniana reflejaba el seido ierno, eterno y humanode la htoria, y la microhtoria de Ginzburg la htoria de los individuos y de los pueblos sin htoria, ¿dónde situaría Vd. la hto- ria multiforme y cotidiana que se cotruye en l págin de los medios de comunicación? SAMPEDRO, José Luis [2002]: El mercado y la globalización, ilustraciones de Sequeiros, Barcelona, Ediciones Destino, Colección Booket, 1 n.º 3.109, 2006, pág. 11.

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CORRIENTES ACTUALES DE LA FILOSOFÍA!TEMA 12. MARCUSE Y VATTIMO: EMANCIPACIÓN Y POSMODERNIDAD.!Agustín María García López (3.er Curso del Grado en Filosofía)!

1.ª) ¿NOS HACEN REALMENTE MÁS LIBRES LAS SOCIEDADES TRANSPARENTES?!Parece ser que no. Y perdóneseme lo categórico de la afirmación, por más que haya intentado disfrazarla con el viejo procedimiento retórico de la lítotes o atenuación. Cabría empezar nuestras razones con una definición —muy aproximada, ya que el espacio es exiguo— de la libertad. Ciñendo al máximo la fórmula, se podría decir, al menos, que la libertad implica la posibilidad de elección a extramuros de cualquier absoluto. Las sociedades transparentes lo son en tanto y en cuanto dejan traslucir el motor que las anima: si ese motor —nada inmóvil, por cierto— no desencadena un cúmulo de relaciones donde él mismo no sea sino un nodo dinámico más, es un mo-tor absoluto, cuya presencia arroja fuera del nido —como el polluelo del cuco— a los otros pajarillos que —si al-guien no pone remedio a tiempo— intentarán algún día volar por su cuenta y riesgo.! !

Por su parte, las sociedades «caóticas» u opacas, en cuyos ámbitos confluye una plétora sin centro de culturas relativas, parecen, al menos a primera vista, espacios posibles para la libertad. Como razón primordial para que tal cosa suceda, surge el concepto del fin de la historia, según refiere Vattimo. Se han terminado los «grandes re-latos», nos dice Lyotard. El universo del absoluto se ha hecho añicos; en cada uno de los espejuelos disformes gri-ta una voz distinta, que estuvo acallada a lo largo del tiempo de la historia, una historia que partía de un momen-to fundacional, confirmado más tarde, y que desembocaba en un encuentro definitivo con el absoluto. !

Sin embargo —y hasta cierto punto—, han vuelto los tiempos ucrónicos a asomar su perfil al teatro del mun-do. Una primera lectura de Marcuse y Vattimo nos lleva a convenir con ellos en la necesidad de otro mundo posi-ble que no tenga por qué diluirse —como ha sucedido hasta ahora— en las arenas movedizas de la utopía. La lec-tura contrapuntística de ambos pensadores nos lleva a oponer al pesimismo esperanzado —valga el oxímoron— de Marcuse el optimismo atenuado de Vattimo. Para Marcuse, la globalización nos conduciría irremediablemente al totalitarismo: serían las voces distintas las que abrirían el mundo —aunque no sepamos todavía muy bien cómo— a los ámbitos de la libertad; toda vez que los proletarios, en palabras de Pepe Ordóñez, han trocado la famosa máxima marxista por esta otra: «Proletarios de todo el mundo: ¡haceos ricos!», han de provenir de los jóvenes y de los intelectuales otras formas de pensar y practicar el mundo. Vattimo, por su parte, considera que el multiverso de las interpretaciones, atravesado por mil y una concepciones sin centro, lejos de la vieja e injusta visión eu-rocéntrica, es la garantía propiciada por una cosmovisión relativista. En gran medida, ambas visiones son com-plementarias. Nos impide compararlas una concepción absoluta del relativismo. Podríamos considerar que existe un relativismo absoluto, que —en mi opinión— jamás postula la posmodernidad. No sería otro el sentido para quienes acusan al pensamiento posmoderno de postular que todo vale. El pensamiento posmoderno es relativa-mente relativo. Postula una relación —sin centro— entre las cosas; la lástima es que coincida —en cierto modo, y por defecto— con quienes consideran que la dilución del sujeto es la dilución del ser humano. Vattimo es con-sciente del peligro que puede generarse de un uso espurio de los medios de comunicación; pese a ello, los consid-era garantes de los nuevos caminos ciertos y paulatinos de la libertad. !

El problema parece aclararse si tenemos en cuenta que existen dos modelos teóricos de globalización. Según recoge José Luis Sampedro en su libro El mercado y la globalización , en el Foro Económico de Nueva York se llegó 1

a la conclusión de que la globalización es el único camino para acabar con la pobreza; y es además inevitable por ser consecuencia del progreso técnico, mientras que en el Foro Social de Porto Alegre se convino en que el crec-imiento de la globalización es directamente proporcional a la progresiva ganancia de los ricos y a la mayor miseria de los pobres; si se orientase el progreso técnico hacia el interés social, otro mundo —más justo— sería posible. !

Ni podemos fiarlo todo a la globalización ni a la pluralidad de las voces, si es que se reducen —como se están reduciendo— a mónadas privadas de la imprescindible intercomunicación. Es necesario un relativismo relativo: si algunos no aceptan —por considerarlos eurocéntricos— los derechos humanos, procede buscar unos denomi-nadores comunes de carácter axiológico que no priven al ser humano de un ápice siquiera de su relativa, demedi-ada, empobrecida subjetividad. ❧!!

❦ PREGUNTA PARA MARCUSE: Algunos politólogos —como Philippe Corcuff— llegaron a pensar que el futuro pasaba por una conjunción entre el anarquismo y la socialdemocracia. Evidentemente, no han sido profetas. ¿Cuál sería su opinión al respecto?,

❦ PREGUNTA PARA VATTIMO: Si la intrahistoria unamuniana reflejaba el sentido —interno, eterno y humano— de la historia, y la microhistoria de Ginzburg es la historia de los individuos y de los pueblos sin historia, ¿dónde situaría Vd. la histo-ria multiforme y cotidiana que se construye en las páginas de los medios de comunicación?

SAMPEDRO, José Luis [2002]: El mercado y la globalización, ilustraciones de Sequeiros, Barcelona, Ediciones Destino, Colección Booket, 1

n.º 3.109, 2006, pág. 11.