Premio de Dramaturgia teatro en estudio 2015 - idartes · SOLER- Siempre me provocas tanto…...

E L B A S T A R D O S O L E R

Martha Isabel Márquez Quintero

Premio de Dramaturgia teatro en estudio 2015 - idartes

Bogotá, Colombia

P r e m i o d e D r a m a t u r g i a T e a t r o e n E s t u d i o 2 0 1 5 - I D A R T E S , B o g o t á - C o l o m b i a

E l B a s t a r d o S o l e r – E s c r i t o p o r M a r t h a I s a b e l M á r q u e z Q u i n t e r o – D . R . A . - R e g i s t r o 1 0 - 5 1 3 - 4 1 6 2

Personajes

Rubén Soler

Jenny

River Plate

Teresa

Gisella

Lázaro

El presidente de un canal de televisión

Un médico

Un policía con otros policías

Un hombre al rescate

Una azafata

Gente en calles, gente en spinning, gente de gente,

que nunca sobra gente donde quiera que la pongas



Capítulos

I. Jenny y yo

II. Berlín

III. Silencio de Negra

IV. Chevignon se untó de pollo o ¿Quién es el presidente?

V. Maybe tal vez maybe tal vez maybe tal vez

VI. El piso diez y ocho queda encima del diez y nueve y debajo del diez y siete

VII. Maestro y esclavo

VIII. Tantos bajo el sol

IX. París sin ti

Cada capítulo contiene una escena o grupo de escenas que corresponden a

“tungstenos” con su respectiva fecha. Es la luz que enciende Rubén Soler algunas

noches para escribir. No todas.



I. Jenny y yo SOLER - No hay nada como una hermosa pared para sentirse grande. Tungsteno del 7 de febrero

Esa madrugada, ocupado en un trabajo en un canal de televisión, llegó Jenny muy

extraña. Yo no quería preguntar y ella tampoco quería que lo hiciera. Yo

simplemente continué trabajando en el mural que debía entregar en pocos días.

No paso mucho tiempo, cuando puse mis herramientas a un lado y me alejé de la

pared para contemplarla. Luego que ambos pinceláramos con tanto silencio el

mural de nuestras presencias, Jenny se acercó y me tomó la mano que se le untó

de pintura. Ella la retiró, palpó el color que se le adhirió a su mano y me la volvió a

tomar.

JENNY- Me voy a París. A mi esposo le salió el contrato que estábamos

esperando.

SOLER- ¿Y qué decidiste al fin?

JENNY- Voy a abortar.



Solté su mano y empecé a deambular por el espacio. Solo determinaba mi mural.

Me aislé. Como si Jenny no estuviera ahí. Como si lo que había dicho no lo

hubiera dicho.

JENNY- Estoy casada. Fue nuestra condición desde el principio. Se me va a

empezar a notar, esto es un descalabro.

SOLER- Yo también debería poder decidir. Yo también tengo derecho.

JENNY- ¿Si?

Jenny me miraba inquisitiva y retadora. Y lo entendía. ¿Quién dijo que esta

situación, era una situación sencilla? Además se le notaba muy descompuesta. De

hecho empezó a hablarme muy alterada, en un tonito que justamente yo no

resisto. A los gritos.

JENNY- ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a hacer algo para impedirlo? ¿Me vas a

amarrar? Dime, ¿qué vas a hacer? ¿Tú qué crees que hago aquí a esta hora? He

pasado varias noches sin poder dormir. Dime entonces, ¿qué vas a hacer para

impedirlo? Ah, ya se. Conociéndote como te conozco te vas a suicidar, te has

suicidado un montón de veces. Es lo que más te gusta hacer.



En cada pregunta intensa Jenny me lanzaba un empujón, o me clavaba un dedo

en la costilla. Y como mi manera de resolver muchas cosas y casi siempre, era a

los golpes, yo le lancé un bofetón a Jenny y eso la hizo estrellar contra el piso.

JENNY- No importa que le pegues a una mujer embarazada que luego no va a

estarlo. Es como si ya no lo estuviera. ¡Imbécil!

SOLER- Siempre me provocas tanto… Mierda es que me duele tu decisión. Tú

conoces mi historia, entonces tienes que saber que me duele y tienes que saber

que yo te he querido de verdad.

JENNY- A mí también me duele… y no sabes cuánto. Pero tengo que hacerlo.

SOLER- No te duele tanto. Sino decidirías otra cosa.

Me quedé observándola ahí en el piso como quedó al caerse. Ella me conmueve.

Sonreí. Porque a veces en esos momentos en los que no se sabe qué hacer yo

sonreía, o bofeteaba o sonreía. La ayudé a levantarse, le acomodé los cabellos,

me senté en una banca que usaba para las partes bajas del muro, la coloqué

sobre mis piernas como a una niña, mi Jenny.



SOLER- No valgo la pena… lo sé. Esa es una razón más grande que cualquier

razón.

JENNY- Se nos salió de las manos. Mi lugar es con él, y con lo que he construido

con él todos estos años.

SOLER- ¿Cuándo vas a hacerlo?

JENNY- En el transcurso de la semana no sé qué día.

SOLER- El miércoles. Me gustan los miércoles. Están en la mitad de la semana.

No son ni una cosa ni otra, como yo. El fin de semana está medio cerca y el

fatídico lunes se alejó lo suficiente. ¿Quieres que te acompañe a hacerlo?

JENNY- No.

Yo dejé caer a Jenny otra vez al piso. Ella era una versión de mí, o sea que lo

merecía.

SOLER- Yo tampoco te quiero acompañar.

JENNY- ¿Qué vas a hacer cuando me vaya?

SOLER- ¿Qué crees?

Sumergí las manos en un balde de color. Me las limpié en el overol. Un pequeño

ritual. Embadurnado de pintura volví a mi muro. Del sitio que nunca debí haberme



desprendido cuando por primera vez Jenny pasó caminando con un sombrerito y

vestido de color rojo y le habló al muralista que se enamoró apenas verla y

escuchar su vocecita. Así como hoy. Como está vestida hoy.

JENNY- ¿Vas a buscar a tu padre? ¿Tu gran fantasía?

SOLER- Era algo que quería hacer contigo. Como una ficha de rompecabezas que

le falta a mi vida. Eso es lo que significa él. Supongo que lo buscaré. No sé si

pronto, pero es algo que alguna vez haré.

JENNY- ¿Volveremos a hablar?

SOLER- ¿Para qué?

Jenny se puso de pie y se me acercó. Me tomó la mano, me abrazó. Yo me dejé.

Y la abracé lo más lindo que pude.

SOLER- Hueles a maracuyá.

JENNY- Me comí una.

SOLER- Nunca he visto a nadie comerse una.

JENNY- Me la comí así y ya.

SOLER- ¿Qué va a ser de nuestros recuerdos? ¿Los drys martinis? ¿Nuestro rock

ochentero? ¿La ciudad desde el cerro? ¿Tus historias y las mías hasta el



amanecer? ¿Las nochecitas sencillas en pequeños pueblos? ¿Los paseos por el

campo y las montañas? ¿Lo que somos? ¿Las risas que formamos cuando

estamos juntos, cuándo éramos juntos? ¿Dónde se guardan esas cosas? ¿Qué

hace uno con ellas?

Dejé su abrazo. Volví a mi muro del que repito, nunca debí salir para haberla

mirado.

JENNY- Te quiero.

SOLER- Yo a veces creo que valgo la pena.

JENNY- Yo creo que si vales la pena.

SOLER- Una mujer que no tuvo miedo luchó por mí. ¿De qué tienes miedo? ¿Hay

algo que pueda hacer para que ese niño nazca?

Jenny negó con la cabeza.

JENNY- Perdóname.

Jenny se fue. Me agarré el estómago. Pero no lloré. La pared sí. La pared lloraba

colores.



II. Berlín

RIVER- ¿Por qué siempre nos tenemos que encontrar cuando estamos vueltos

mierda?

Tungsteno del 15 de febrero

Los amigos siempre se juntan cuando a alguno algo le pasa. Esta vez, a los dos

nos pasaba. River Plate y yo, cuando por cosas del destino quedamos instalados

en la capital, solíamos ir a Berlín, un bar discoteca crossover. Le llegué tarde. Le

llegué una hora tarde. Estaba muy ocupado trabajando en ese mural, que ya me

tenía muy agobiado. Cuando llegué, River Plate ya estaba bastante pasado de

alcohol y otras cositas. Mi negro me esperaba. Era mi negro fiel, el negro de mi

vida.

SOLER- Perdóname… la hora… me tienen de los güevos con ese mural en el

canal de televisión.

RIVER- Dos dobles para que te pongas a tono conmigo ¿bien?

SOLER- ¡Dale!

RIVER- ¿Whisky?



SOLER- Bien. ¿Cómo va todo?

RIVER- Bien, ¿sabes? Digamos. Ya pasó un año.

SOLER- ¿Tan rápido?

RIVER- Si. Corre el tiempo. Creo que ya estoy borracho. La verdad necesitas unos

ocho dobles para igualarme.

SOLER- Haberlo dicho.

Entonces me tragué ocho dobles, atragantándome entre uno y otro mientras River

se reía.

RIVER- ¿Ese raspón en la cara?

SOLER- Estaba en un lio. Nada importante.

RIVER- ¿Un lío? ¿Con quién te fuiste a los golpes? ¿No has dejado ese vicio?

SOLER- Con el taxista gay que me trajo. Los taxistas son seres humanos

irrecuperables. Me quería cobrar más, siempre me quieren cobrar más. Y tengo la

puta tabla de las tarifas en el celular y se la arrastré en la nariz.

Yo le di un abrazo a River y un par de palmadas en la espalda. Sí que me

alegraba verlo. Pero River estaba raro. De pronto era por lo borracho.



RIVER- Vikingo, soy médico cirujano siquiatra. Tengo sobre la mesa todo el

conocimiento necesario para lidiar esto. Todo el conocimiento. Aun así, mírame,

no hay suturas, ni palabras, ni tratamientos para este dolor. Para casi nada, hay ni

palabras, ni tratamientos.

SOLER- Podemos hablar de otra cosa… si quieres.

RIVER- No, yo necesito hablar de mi padre. Necesito expresarle mi dolor a

alguien. El dolor real. Porque no puedo más. En este país nos masacramos sin

piedad. He viajado en este año mucho al pueblo para saber más y cada vez sé

menos.

SOLER- Y los asesinos… ¿se sabe algo?

RIVER- No. Lo único que dice la gente es que alguien que fue notario público

debe tener su guardado. ¿Sabes? Lo dicen de alguna forma como si hubiera

merecido morir así.

En ese momento River paró oreja.

RIVER- ¿Escuchas esa canción? Las voces de mis negros. ¿Recuerdas?

¿Nuestra playa, nuestro río? ¿Bailamos?



River se puso de pie sobre la mesa y eufórico empezó a cantar y bailar. Era un

reggae legendario que en la playa donde fuimos niños se bailaba. Yo bailé un

poco y me prendí un cigarrillo. Aunque fumo poco, se me antoja con el whisky.

Ambos nos gozamos ese swing un buen rato. Luego de un salto River vuelve a la

mesa. Un cambio abrupto. Una total perturbación.

RIVER- Conocí a mi padre. No es porque sea mi padre. Pero era intachable.

Merecer una muerte así a los ochenta y cinco años ¿no es morboso? Por qué no

le pegaron un tiro a mi viejito y ya y a su sirvienta otro tiro. ¡Pá! ¡Pá! Si se quiere

ajusticiar a alguien a esa edad se le dan dos tiros y punto. ¿Para qué agarrarlo a

machete? Y por qué también a esa pobre indígena vieja que lo cuidaba y que

nada tenía que ver si pensamos que mi viejito se había metido en algo sucio

muchos años atrás cuando trabajaba. Es miserable. No me repongo. Yo no me

voy a reponer nunca.

SOLER- No sé qué decirte amigo…

RIVER- Yo sé. No tienes nada qué decirme. Yo me estoy enloqueciendo. Llevo un

año tratando de dormir. Me cuesta acostumbrarme a la idea.

SOLER- No es de acostumbrarse. Yo nunca me he acostumbrado a la ausencia

de mi madre.

RIVER- La Teresa y sus pescados fritos. ¿Qué es de ti? Hace tiempo que no

desatrasamos cuaderno. ¿Qué pasó con esa noviecita casada?

SOLER- Me dejó. Ella se lo pierde, yo creo que valgo la pena.



RIVER- ¿Y te vas de viaje al fin? ¿Ubicaste a tu viejo?

SOLER- Si. Han sido algunos años de seguirle la pista, pero por fin un amigo logró

ubicarlo. Está en Buenos Aires. Voy a viajar a conocerlo. Creo que me caerá bien

el viaje, además no conozco. Solo me toca resolver el tema del trabajo en el canal.

RIVER- Debe ser emocionante. Conocer a alguien que es tan tuyo, quién sabe

cuál será su historia. Quién será el hijo de puta ese… qué te dirá… qué cara

pondrá… quisiera estar ahí para verlo.

SOLER- ¿Y tus niñas?

RIVER- Con la mamá. No me las deja ni ver. No sé por qué me odia tanto si ella

fue la que me quiso dejar. Yo paso plata cumplido y les dejé la casa y no es

cualquier casa.

SOLER- Creí que las cosas se habían arreglado.

RIVER- No. Después de la muerte de mi viejito, fue peor porque yo me... no sé,

me desconecté. Me volví más insoportable de lo que ya era, como esposo, como

papá, como amigo, como todo. ¿Sabes Rubén? La vida era sencilla cuando

éramos niños.

SOLER- Siempre vamos a ser niños River. Siempre. Con nuestras piedras sobre

el río, con nuestros barcos de papel, con nuestros peces negros. Con River frente

al river.

. . .



RIVER- Sigues tú.

Tungsteno del 22 de junio

Tuve que saltar muchos días atrás para recordar un momento clave en la vida de

River Plate y la mía. Vivíamos en un pueblo costero. Éramos uña y mugre. Éramos

niños, el Vikingo y River Plate. Nos sentábamos uno junto al otro frente al río, en

un lugar que llamábamos Playa Esponjosa. Lo llamábamos así porque entre la

desembocadura del río en el mar y el mar, la consistencia de la arena parecía un

mullido colchón, si pisabas te hundías y se volvía a inflar al quitarte. Frente al río

lanzábamos piedras que se iban saltando sobre la superficie del agua. Siempre

ganaba el que lograra que una piedra llegara más lejos. Era de mañana, muy

temprano.

SOLER- Ah… nunca te puedo alcanzar. ¿Cómo pones la mano para que te haga

comba?

RIVER- Así, mira, así es que se hace. ¿Ves? La piedra va saltando. ¡Fácil!

SOLER- Llega casi al otro lado. A mí se me hunde casi siempre de una.

RIVER-¿Qué vas a ser cuando seas grande vikingo?

SOLER- No sé. ¿Y tú?

RIVER- Voy a ser un doctor. ¿Y tu papá? ¿Vas a buscarlo algún día?



Una voz empezó a retumbar. ¡River Plate! ¡River Plate! ¡A desayunar!

RIVER- Mi mamá me está llamando.

SOLER- ¿Por qué tienes ese nombre?

RIVER- Pues así como esa niña Usnavy se llama Usnavy, y Adventure el que vive

en la casa hecha de palmeras se llama Adventure y BonVoyage y Brisa, todos

nuestros amigos tienen esos nombres porque son nombres de barcos y de cosas

importantes y así nos quisieron llamar. Con nombres de barcos y cosas

importantes. ¿Y tu papá? ¿Vas a buscarlo algún día?

SOLER- ¿Para qué? No lo conozco.

RIVER- Dicen que es un importante vikingo y que en esta playa hay un tesoro que

él enterró y que ese tesoro es tuyo. Tienes que buscarlo para que te dé el mapa.

Mi papá dice que tu papá es guatemalteco o sea de Guatemala. Búscalo allá. Eso

no debe estar lejos y yo te ayudo a descifrar el mapa y encontramos el tesoro.

Cuando se tocaba el tema de mi padre, yo me hacía el loco. Pero esta vez, fue la

primera vez que pensé en el problema como todo un misterio guatemalteco. En

Playa Esponjosa también hacíamos acrobacias con otros amigos porque se

amortiguaban los golpes mejor. Pero casi siempre River Plate y yo éramos la

acrobacia de Playa Esponjosa.



SOLER- Vea River, antes de que se vaya para su casa ¡hágame esta!

Yo me hice un flip flap. Y él me siguió y después me propuso.

RIVER- Hágame esta.

Y River hizo una media luna y yo la seguí.

SOLER- Hágame esta.

Me paré de manos y River lo hizo.

RIVER- Hágame esta.



River hizo la caída de la hoja y yo también.

RIVER- ¡Alcánceme!

River salió a correr y yo lo perseguí. River era mucho más grande que yo. Yo era

menudo con el cabello rojo. River era oscuro y grande. Pero como yo era livianito

lo alcanzaba siempre. Lo alcancé y nos revolcamos. Y algo más nos llamó la

atención esa mañana que iba a partir nuestras vidas en dos para siempre.

RIVER- ¡Uaoh! ¿Qué es todo esto?

SOLER- Peces… peces muertos.

RIVER- De color negro.

SOLER- ¿Pero cómo pueden haber tantos?

Nos sentamos a observar River y yo, como siempre, uno junto al otro. La playa

estaba cubierta de peces muertos pintados de un espeso negro. Los pescadores

fueron apareciendo en el horizonte, incluyendo el padre de River. Luego empecé a

moverme con River y con mi cabello rojo en medio de todos corriendo,

investigando, recogiendo algunos peces sin entender lo que pasaba, sin entender



una tragedia que cambiaría el curso de la historia de una pobre región. El papá de

River se nos acercó.

PADRE DE RIVER- Mataron el mar. Nos vamos a tener que ir a vivir a otro lugar

River y tú también vikingo. Y todos los de por aquí. Dame un abrazo vikingo y ve a

donde tu mamá que te debe estar buscando.

Y yo abracé al padre de River porque era la única imagen de padre que yo tenía.

Cuando caía la tarde todos nos pusimos en la labor de construir cometas y en

ellas dibujamos peces negros, y fue nuestro homenaje para nuestro sustento que

acababa de irse para siempre. El cielo estaba teñido de naranja porque el

atardecer estaba de ese color y los peces negros ondeaban sobre el. Salimos en

las noticias. Este era hasta el momento, el derramamiento de petróleo más grande

de la historia. River Plate y yo no estábamos tristes. Éramos tristes.

. . .



POLICIA- Lo hicimos venir porque según el portero usted fue el último que lo vio

con vida. Queríamos tener una versión suya sobre lo ocurrido. Que nos entregue

información.


Llegué al apartamento de River Plate a las 7 y 30 de la mañana. Estaba mareado

todavía de tanto alcohol del Berlín. Me llamó la policía para que viniera a su casa.

Sin mucha vacilación me echaron la noticia de que estaba muerto en la llamada

que recibí. Así que yo ya venía mentalizado de ver un cadáver. El cadáver de mi

mejor amigo.

Me recorrí su apartamento, yo sudaba frío. River Plate yacía extendido al lado de

la mesa central en la sala. Mesa por lo demás llena de sustancias que solo él

sabría mezclar. Drogas tristes, medicinas alegres, drogas alegres, medicinas

tristes. Mire al policía que me habló.

SOLER- ¿Puedo tocarlo?

El policía asintió. Y me acerqué a mi negro y le tomé las manos. La voz que me

salía, que no sé cómo me salía, solo la podía escuchar River. El espíritu de River.



SOLER- Amigo… ¿qué es esta vaina? ¿qué pasó men? Yo debí haber llegado

temprano al Berlín y no te habrías vuelto tan mierda ¿verdad? Tienes razón, sobre

la mesa tenías todo para lidiarlo pero no hay palabras, ni tratamientos para

muchas cosas… no las hay…

Le dí un beso en la frente a River y un “river” de lágrimas bajó por mis ligeramente

jóvenes, ligeramente viejos surcos del rostro. Sentí que el aire se me iba y empecé

a temblar. No podía controlarlo. La garganta se me cerró de un tirón. El policía me

miraba, estaba esperando algo, que yo dijera algo, que le diera su puta

información o yo que sé. Pero en ese estado no podía hablar, no podía decir un

culo.

SOLER- No puedo hablar ahora, no puedo decirle un culo, qué pena.

POLICIA- Como entenderá le sugiero que no se mueva de la ciudad, y mucho

menos que salga del país en tal caso, mientras dura el proceso de investigación.

SOLER- ¿Cuál investigación? ¿No puedo salir del país?

POLICIA- Para descartar un posible homicidio.

SOLER- Qué eficientes que son ustedes. No han podido encontrar a los hijos de

puta que masacraron a su padre a machetazos, ¿y ahora a quien es que van a

encontrar? ¿Al demonio que se le metió por dentro? Policías paranormales.



POLICIA- Son procedimientos. Entendemos que era su amigo y que esto es

impactante. Cálmese amigo.

Entonces el policía ese quiso ponerme la mano encima en son de ser un aliciente

para mi dolor, creo que me iba a dar una palmada en la espalda o ponerme la

mano en el hombro, pero yo lo esquivé. Porque todos los policías me parecen

gais.

SOLER- No me toque.

Yo no resistí. Estallé en un llanto compulsivo. Pero el orgullo, ese que yo tenía y

bien grande, me lo hizo frenar rápidamente y quise ponerme un poquitico

groserito. Más bien agresivo.

SOLER- ¡Y ustedes qué imbéciles! Me imagino que ya se habrán embolsillado

unos gramitos ¿no? O se los olieron ¿ya? Para eso es que sirven. Para olerse las

evidencias. Idiotas, gais. Todos los policías son gais. Su ropa es gay y ustedes los

pollos que están ahí en esa esquina, con sus bolillos también son gais. ¡Todos

ustedes son una partida de gais! ¡Hijos de puta, malparidos de mierda!



Un policía, el más joven, el más corpulento y varonil y seguro el más gay, se me

acercó y me tumbó al piso de un bofetón. No se sorprendan, darse en la jeta

siempre va a estar de moda en esta historia. Después se vinieron los demás

policías encima mío. Mientras me golpeaban los policías yo volví a pensar en lo

que a veces pienso: que la vida es todo un misterio guatemalteco.



III. Silencio de negra

SOLER- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Ya casi! ¡Maldito monstruo! ¡Vas a ver!

¿Mamá ya va a estar la comida? Tengo hambre. Huele a pescado frito, ¡qué rico!

Tungsteno del 12 de mayo

Conocí a mi madre mucho antes de lo que muchas personas suelen conocerla. La

vi desde el cielo y desde allá la escogí. Era tan bella que no me importaba con

quién se ligaría para yo poder bajar. Seguro ahí estuvo el error. Que no me

importó con quién se ligó para yo poder bajar. Pero cuando menos pensé ya había

bajado a su sala. A la sala de Teresa. Y allí hice el ejercicio de crecer una buena

cantidad de tiempo. Yo jugaba video juegos y me ponía sábanas encima y cosas

que encontraba en la casa para parecer un vikingo, o un luchador, o algo así.

Mientras yo estaba en eso de caracterizarme como vikingo, luchador o algo así

para jugar, mi mamá cocinaba. Ella bailaba las melodías de los pescados fritos.

Cuando digo que bailaba las melodías de los pescados fritos era verdad. Ella salía

de la cocina y bailaba alegremente mientras fritaba los pescados, entonces por

eso digo que ella bailaba las melodías de los pescados fritos. La observé un rato

bailar y me dio por pensar de nuevo en las cosas que ella no me decía. Me dio por

pensar en su silencio. Luego le puse pausa al juego que iba ganando.



SOLER- ¿Cómo se llama mi papá? ¿Quién es?

Ella dejó de bailar y se sentó a mi lado. Miró al vacío en silencio.

TERESA- Lázaro.

SOLER- ¿Lázaro? ¿Y quién es? ¿Dónde está?

TERESA- No sé quién es, ni dónde está.

SOLER- ¿Sabe que yo existo?

Ella guardó silencio y volvió a la cocina. Ya no bailaba. Vi que se puso a llorar. Y

esa, no era la primera vez que la veía llorar. Siempre he pensado que fue por él.

Teresa me dio lo mejor siempre que pudo. Me acompañó hasta los doce.

Cualquier canción bonita me hace recordarla y revivirla. Porque en todas las

canciones hay silencios de blanca y silencios de negra. Sin esos silencios la

música no sería posible. Así como para muchos, la vida no habría sido posible sin

el silencio de una mujer. Y yo volví a mi juego. Mi capa se ondeaba de espíritu de

triunfo. Teresa acomodaba un lazo de lado a lado de la pared sobre la mesa del



comedor para colgar los pescados fritos agarrados del lazo con ganchos de colgar

ropa.

SOLER- Siiiiiii, ¡recibo el poder! ¡La espada! ¡Quinientos mil puntos más!

¡Siguiente pantalla!

Y yo leía los letreros con una voz ronca y gruesa, como digamos, la de un vikingo.

Soltaba la palanca de juego y hacía una figura corporal de lucha y poder mientras

la sábana en la cabeza se caía porque nunca lograba amarrarla bien del todo. En

todo caso esto no me sacaba del personaje triunfador aquel resolviendo el destino

trágico de una princesa con esa melancólica melodía de fondo.

SOLER- Trevor made many

sacrifices. The

Long fight is over. Dracula is

dead and all

other spirits are asleep.

Syfa, the

Vampire killer



has had a bad

life, but since

she met Trevor

she is beginning

to feel more

comfortable with

herself.

After this fight

the Belmont name

shall be honored

by all people.



IV. Chevignon se untó de pollo o ¿Quién es el presidente?

PRESIDENTE- Rubén qué milagro tenerte por acá. Yo te hacía allá trepado

pintando.


Estaba en la oficina del Presidente del canal de televisión más prestigioso de todo

el país. Cruzar la puerta del canal, estar sentado en esta oficina y decir que uno

trabajaba aquí, era algo tan grande para la vida de una persona que se podría

decir que no había nada más que pedirle a la vida. Bueno. Esto es lo que

pensaban y sentían muchos. Pero yo no pienso y siento lo que piensan y sienten

muchos.

SOLER- Yo también me hacía “allá trepado pintando”.

PRESIDENTE- Cuéntame. Te provoca un ¿tinto? ¿aromática? ¿agua? ¿gaseosa?

SOLER- Tinto, aromática, agua y gaseosa. Todas me provocan.



El Presidente acudió a su intercom.

PRESIDENTE- Rosita tráeme por favor, un tinto, una aromática, un agua y una

gaseosa.

En todo caso el presidente me miraba extraño porque los visitantes en general

nunca le dicen que sí a todas las opciones.

PRESIDENTE- Artistas…

SOLER- Si, artistas…

Saqué un cigarrillo y lo encendí.

PRESIDENTE- Aquí no se puede fumar.

Yo ni lo apagué, ni comenté, es como si él no hubiera dicho nada.



PRESIDENTE- Rubén, ¿a qué viniste? Tengo muchas cosas qué hacer.

SOLER- Me imagino. Un presidente debe tener mucho qué hacer.

PRESIDENTE-¿Puedes apagar el cigarrillo?

SOLER- Si puedo.

PRESIDENTE- Bueno gracias.

Pero yo seguí normal.

PRESIDENTE-¿No lo vas a apagar?

SOLER- No me preguntaste si quería hacerlo.

PRESIDENTE-¿Quieres apagarlo por favor?

SOLER- No lo quiero apagar.

PRESIDENTE- Entonces retírate de mi oficina y cuando lo termines vuelves.

Decidí apagarlo. Creo que ya había hecho un buen preámbulo para indicar que

algo no estaba bien conmigo y que pronto no estaría bien con ambos.



PRESIDENTE- Tengo mucho que hacer.

SOLER- Yo también. Vengo a decirte que no voy a terminar el trabajo.

El Presidente guardó un silencio tranquilo y ecuánime.

PRESIDENTE- Hay un contrato de por medio. Es tu problema si pagas las multas

o verás qué haces. Pero no solo el contrato te va a joder. Yo me encargaría de

que no te den trabajo en ninguna parte, en ningún canal, en ninguna empresa ni

pública, ni privada. Yo solo levanto esto…

Y el Presidente levantó en alto el intercom.

PRESIDENTE- …y te jodes el resto de tus días. Es tu decisión.

SOLER- Está bien. Conozco las consecuencias. Gracias.

Yo me puse de pie para salir de esa oficina.



PRESIDENTE- Espera. Ven un momento. Siéntate.

SOLER- Tiene razón. Me iba a ir sin mi tinto, mi agua, mi aromática y mi gaseosa.

PRESIDENTE- No. No es eso Rubén, no es eso.

Yo me senté.

PRESIDENTE-¿Es en serio? ¿Qué es lo que pasa? Llevas dos meses y medio

haciendo una obra de arte en la remodelación del canal. Estás haciendo algo que

hará historia. Nadie ha hecho un trabajo tan majestuoso como el que estás

haciendo. Tu obra es maravillosa y además tu trabajo es respetado en todas

partes. Tal vez lo que pasa, tiene algo que ver con la actriz… ¿Jenny?

Pero un momento. ¿Cómo sabe lo de Jenny? Sí, es el Presidente, un presidente

tiene algo de omnipotencia. Aunque, yo que conozco tanto a las paredes, debería

recordar que las paredes tienen oídos, claro. En todo caso ante esa pregunta

inmediatamente negué con la cabeza. Si eso fuera verdad y en el fondo era lo que

me movía a la decisión, ni yo mismo quería saberlo.

PRESIDENTE- ¿Entonces qué pasa?



SOLER- Siento que no viene al caso, que es una estupidez mía.

PRESIDENTE-¿Cómo no va a venir al caso? Vienes a mi oficina, me dices que

vas a dejar tirado el trabajo, que no te importan las cláusulas del contrato y ¿no

viene al caso?

SOLER- Si se lo digo se va a burlar de mí.

PRESIDENTE- Cuéntame, de pronto podemos resolverlo.

SOLER- Yo llevo dos meses y medio de tortura.

PRESIDENTE- Sí, me imagino que no es fácil trabajar allá trepado.

SOLER- Estar allá trepado es lo de menos. Yo soy feliz con mi trabajo así tuviera

que pintar cagando. Lo que pasa es que es un espacio donde los actores pasan y

algunas veces se quedan y no los soporto. Sus conversaciones no las soporto. Me

distraen. Me torturan. Sobre todo me torturan.

PRESIDENTE- Ese espacio es el único que conecta la parte vieja del canal con la

nueva, sería imposible aislarla. Y también es el único espacio donde usualmente

la gente puede conversar y estudiar sus libretos. ¿Has probado poner música para

escuchar y aislarte?

SOLER- Yo trabajo con el silencio generalmente y en lugares públicos que he

tenido que hacerlo no me había pasado nunca algo como esto.

PRESIDENTE- Exactamente ¿qué es? ¿El bullicio?

Admito que en algunos momentos cuando se me salta, me pongo pesado. Muy

pesado. No me mido o no soy para nada diplomático. Me vuelvo un asco.



SOLER- Las cosas que hablan los actores me torturan. Para mí se vuelve

incomprensible que el propósito de este año para un actor, sea por fin marcar la

abdominal que está justo encima del chimbo, que por lo demás afirma el actor muy

pocos en el mundo la pueden marcar. Esta…

Yo me bajé los pantalones al punto para explicar. El Presidente se rascó la cabeza

y miró para otro lado. Me volví a subir los pantalones.

SOLER- Cuarenta y cinco minutos de cardio, cuarenta y cinco minutos de glúteo,

cuarenta y cinco minutos de arroba glúteo. Soy glúteo, hash tag glúteo. Yo espero

que la abdominal que está trabajando el actor ese, la de encima del chimbo, no la

pueda marcar nunca en su vida, para que al menos tenga un propósito concreto el

resto de sus días.

PRESIDENTE- Rubén, ya, ¿qué te pasa? Listo, renuncia al puto trabajo y déjame

en paz y jódete con el abogado del canal, pero vete ya, sino llamo a seguridad.

SOLER- Tranquilo yo me voy a ir.

Pero yo me quedé ahí. Como cuando lo del cigarrillo. Y no dije nada.



PRESIDENTE- ¿Te vas? ¿Qué esperas?

SOLER- Hay más de una boba aquí que se sienta a hablar con sus compañeras

de set, sobre la belleza interior cuando por lo menos tiene tres cirugías. Porque yo

de reojo puedo decir si las tiene mientras estoy trepado allá. ¿Cuál belleza

interior? ¿De qué belleza interior hablan? ¿Por qué no se quedó entonces con sus

tetas interiores o su glúteo interior?

Entonces me puse de pie en la silla.

SOLER- ¡Apláudanme! ¡Apláudanme! ¡Soy mi estrella y mis fans al mismo tiempo!

Y empecé a aplaudirme. El presidente se volvió a rascar la cabeza.

PRESIDENTE- Hágame el favor y se retira de mi oficina inmediatamente.



Pero en ese momento entró Rosita con mi tinto, mi aromática, mi agua y mi

gaseosa y puso la bandejita sobre la mesa. Por alguna razón nos miró a ambos

con picardía. Quién sabe si la zorrita de Rosita estaba pegada en la puerta desde

hace rato. Nosotros nos quedamos en silencio mientras ella entró, puso la

bandejita y salió. Yo retomé la toma.

SOLER-¡Apláudanme! ¡Apláudanme! ¡Soy mi estrella y mis fans al mismo tiempo!

PRESIDENTE- No le permito que hable mal de mis colaboradores, ni mis actores,

ni nadie. Son sus vidas y ellos verán que hacen con sus glúteos y su belleza

interior y que hablen de lo que quieran. Se va de mi oficina inmediatamente. ¡Está

loco!

SOLER- ¿Loco yo? ¡Loca tú! ¿Quieres saber que dicen tus colaboradores, tus

actores y hasta la zorrita de Rosita de ti? ¿Quieres saber?

Yo me bajé de la silla porque estaba dispuesto a decírselo y el Presidente se puso

de pie, airado, airado… y estresadamente amanerado. No se pudo contener más y

me dio un bofetón. Sí, me pegó el presidente. No importa de qué sea un

presidente pero es un presidente y si te pega qué importa. Tú no eres nadie.

Quedé tendido en el piso.



SOLER- Gracias presidente. Soy el epígrafe de tu parálisis cerebral.

PRESIDENTE- ¡Lárgate Rubén, lárgate! ¡Eres un desastre!

El presidente salió de la oficina y lo oí gritar: ¡Seguridad, sáquenme a este hijo de

puta de este canal a patadas! Y empecé a llorar. Yo me acerqué a la bandejita y

me tomé mi tinto, mi aromática, mi agua y mi gaseosa y me largué de ahí

gateando. No sabía lo que había hecho. ¿Qué hice? Me dije a mi mismo. Yo solo

quería tener un permiso para irme a Buenos Aires y miren en lo que terminó todo.

Soy un pedazo de glúteo.



V. Maybe tal vez Maybe tal vez Maybe tal vez

SOLER- Aquí voy. Empiezo muy rápido, es lo malo, que empiezo muy dinámico y

luego estoy con la lengua afuera. Debería empezar suave y seguir así. Mi voz sale

por los altoparlantes mezclada con la música electrónica que colabora en el ritmo

cardíaco del spinning. Workout Motivation Music.


Trepado en una bici, junto a otras bicis, junto a gente equis, no dan ganas de ir,

luego no dan ganas de volver, pero ya estaban pagados dos meses por

adelantado y no es bueno andar regalando el dinero a nadie.

SOLER- Vengo al gimnasio. No con el mismo objetivo que va el actor que necesita

sacar la abdominal que tiene encima del chimbo. Cuando conocí a Jenny un par

de meses atrás quise ponerme en forma. Jenny me hacía pensar no en sí en la

inflamatura o marcación del músculo, pero sí, en la salud. Asisto al

BodySpinningMagicHeartFitness porque tienen una pantalla gigante de cine al

frente de las bicicletas para spinning y te ponen videos donde sientes que



atraviesas las cordilleras del mundo. Estoy forrado en licra y mi paquete también,

les permito que me lo observen. Pero nada de North Face. No le voy a meter un

millón a una tela, que sí, puede ser la novedad porque si sudas no se moja, si

hueles ella atrapa el olor y no lo deja escapar, si tienes frío te calienta, si tienes

calor te enfría. Si es verdad, una tela así debe costar un millón. Aquí estoy, listo

para el recorrido. Siempre hay mucha gente equis aquí, gente con partes del

cuerpo operadas, gente que no para de mirarse en el espejo, gente que no para

de tomarse selfies, pero cuando empieza la música y cada uno se monta en su

bici, cada uno está en su película. Esta es mi película. Estoy muy ansioso. Debe

ser porque me aproximo a un viaje que he esperado toda mi vida. Salgo del país

así la policía me haya dicho que no. Temprano fui al banco. Hice una fila de

mierda y pensé mal de todo el mundo. Critiqué en mi mente a uno por uno de los

que estaba en la fila. Siempre pienso mal de todo y de cada uno de ustedes. No

solo ahora. Todos los días. Desde que me levanto hasta que me acuesto, voy por

la calle echando perlas de pensamientos. Del que está a mi lado y al otro lado.

Y volteo a mirar a los compañeros spinnineadores y ellos también me miran.

SOLER- No me miren así. Soy un mal pensado. Pienso mal de todo lo que veo.

Pienso mal de lo que hacen mis colegas, me da envidia sus vidas, sus fotos, sus

trabajos, sus familias, sus premios, su andar, como si yo no tuviera lo mío. Y trato



de no pensar, pero pienso mal. Muy mal. ¿Por qué? Porque soy un maldito

bastardo. Lo único que me ha salvado es el color. Estoy empezando un mural para

"save the children" sobre los derechos y deberes de los padres sobre los niños y

adolescentes, este pecho se ganó una licitación entre mil proyectos. Estoy viendo

el concepto del mural para lograr el diseño, debo analizar qué clase de técnica y

tipo de referencia grafica voy a utilizar para dar el mensaje, estoy esperando que

aprueben unos ajustes de mi boceto mientras viajo sobre el Kilimanjaro, sobre los

lagos del volcán Kelimutu y los lagos de color de mis bocetos.

Nos miramos entre todos los spinnineadores, y cogemos impulso para seguir con

arrechera en la película de cada uno.

SOLER- Cuando llegue del viaje voy a empezar el proceso de limpieza de la

pared, rasparla y sellarla para que agarre bien la pintura. Sí. Salgo de viaje. Lo voy

a hacer. Es una locura. Pero no me queda nada más. Voy a buscar a Lázaro. Voy

a enfrentar al “todo un misterio guatemalteco” de mi vida. ¿Ven el mar que

atravieso en este momento? Las bicicletas redentoras también pueden andar

sobre el agua. El vikingo va a buscar a su padre. Sabe poco pero sabe suficiente.

El abandono, es un saber suficiente. El marinero guatemalteco que una vez llegó a

la playa de mi madre, a las orillas de sus antojos, a la arena de sus pensamientos,

a los corales de sus sueños, ese marinero guatemalteco, ese misterio



guatemalteco vive ahora en Buenos Aires. Está adscrito a un club de pesca en la

Costanera y seguiría hablando pero es que una de las instructoras de aeróbicos

de este gimnasio me tiene acosado. Mírenla, se llama Helena.

Ella que se llama Helena, se baja de su bicicleta y los demás spinnineadores

como están en su película no se inmutan. Helena empieza a moverse

sensualmente al ritmo de la música y se restriega en mi bici. Yo no digo nada, yo

no hago nada, yo sigo en mi película, ella en la de ella. Pero es obvio que ella

quiere que yo entre en su película y lo siento, pero no.

SOLER- Siempre sudando, siempre bronceada, siempre tan buena. Un día te voy

a llevar a un motel. Yo sé que eso es lo que quieres. Ella que parece no

inmutarse, se vuelve a subir a su bici. Mi transitar spinnínico me pone en una

burbuja, tal cual como cuando pinto. Una burbuja. Quien me contrata sabe que no

puede pedirme nada en concreto, sino la esencia del trabajo pierde validez para

mí. Quiero decir con esto que cuando yo voy a pintar, no analizo mucho la vuelta

solo cojo directamente el pincel con pintura sobre la pared, no utilizo lápiz, ni otra

marca que delimite mi proceso creativo, según la pared y su estado así son mis

ganas de entrarle, no hay como una hermosa pared para sentirse grande. Voy

sobrevolando el Monte Fuji, y el gran lago Nakuru.



Me bajo de la bici, me limpio con la toalla, tomo agua, siento que no puedo más.

Ninguno me mira, salvo la instructora que me sonríe. Me hace gesto de que tenga

valor para continuar. Y así lo hago. Continúo metiéndole candela a esos pedales.

SOLER- De aquello que quisiera crear básicamente, va apareciendo según el

proceso. Muchas veces uno avanza mucho y otras veces, se devuelve pero al fin

así es donde uno va encontrando un camino para expresar algo. Lo mejor es tener

libertad para no encasillarse, ni correr, por mi cabeza al pintar pasan mil temas,

arreglo el país, mi vida y la de los otros si puedo, me envuelvo en una burbuja,

como cuando hago spinning. Me aíslo, es un estado catatónico donde nada me

molesta. Muchos de los mejores trabajos que he hecho han sido en un estado de

mierda, quiero decir que al fin de cuentas puedes estar tremendamente deprimido,

con mil problemas, una novia que te abandona y te recuerda todos los abandonos

de tu vida, ir al entierro de un amigo del alma, el caleidoscopio de tus culpas,

frustraciones y fracasos, pero apenas entras todo queda afuera, esa burbuja de la

que hablo me aísla de la realidad, esa realidad en ese momento son los mismos

trazos, cambios de tonalidad o color, líneas curvas, ¿pueden verlas?

Sin saber si es mi película o no, en esa gran pantalla, yo veía siempre lo que yo

quería ver. De cada cosa que pensaba.



SOLER- Pienso que ese proceso creativo es arduo en cuanto a tu forma de verlo,

nada fácil llegar a efectos visuales que aparenten ser o que al menos se dejen leer

o entender, en sí que parezca una hoja, que la luz esté donde esté porque de allá

viene y está apuntando hacia esa dirección. Estas metido en esos asuntos, en los

tuyos, es como cuando estoy en esta bicicleta de mentiras, corres, y al mismo

tiempo piensas en mil estupideces, que te pasan por el corazón. Ahí está el placer

de ser artista de ver y manifestar algo donde antes no había absolutamente nada y

después ver que hay todo un universo, te da alegría, te deleitas en ese mundo

ficticio con el cual llenaste un espacio que fue vacío. Me satisfago no por el

resultado, sino por el embadurne en las manos, la ropa, el subir, el bajar, el echar

más pintura, mezclarla, ver el efecto de cambio del color directamente en la paleta,

eso es lo que me hizo ser lo que soy. Y es lo único que tengo. Mi vida es este

maybe tal vez, maybe tal vez, maybe tal vez. ¿Ven la pantalla? River me dice

adiós, mi madre me dice adiós, Jenny me dice adiós. Yo les digo adiós.

Los spinninistas compañeros de montañas y mares inconclusos, también levantan

su mano y dicen adiós. La música termina, ellos se bajan de sus bicis, me

abrazan, me dan palmadas en la espalda, sudorosos, firmes y tonificados. Yo lo

agradezco, entre lágrimas y un sordo llanto, lo agradezco.



VI. El piso diez y ocho queda encima del diez y nueve y debajo

del diez y siete

GISELLA- ¿Dijiste que te quedás hasta cuándo?

Tungsteno del 7 de marzo

Era Gisella. Me acomodó en este cuarto de huéspedes. La argentina del diez y

ocho que era dueña del diez y nueve y también del diez y siete, y que un amigo

gringo que me rentó un cuarto en la capital un tiempo, me recomendó para

instalarme en Buenos Aires. Pero ahora dudo de la amistad de Max. La vieja era

tan loca y tan histérica que creo que mi amigo gringo en realidad nunca me

estimó. Siempre debió haberme odiado en secreto y esta fue su manera de

vengarse: Gisella. Yo boceteaba y escribía a ratos en mis libros de trabajo que

nunca me abandonaban. Ahí siempre había: líneas, palabras, color, mi vida. Ella

irrumpía cada que se le daba la gana y yo siempre pegaba un brinco del susto.

Como en este momento. Yo boceteaba y escribía en mi libro de trabajo y ella

atravesaba otra vez esa maldita puerta de la nada.



GISELLA- ¿Me escuchaste? ¿Dijiste que te quedás hasta cuándo?

Sobresaltado me puse de pie.

SOLER- ¿Te cuesta mucho tocar antes de entrar?

Ella sale, cierra la puerta y la golpea un par de veces.

GISELLA- ¿Que si me dejás pasar?

SOLER- Sigue o seguí.

Y vuelve y atraviesa esa maldita puerta de la nada.

GISELLA- ¿Dijiste que te quedás hasta cuándo?

SOLER- Acabo de llegar, no llevo ni una semana aquí.

GISELLA- Si, sí, yo sé que acabás de llegar, pero olvidé cuando es que te vas.

¿Cuándo es que te vas?



SOLER- Cuando tú quieras me voy. Me lo dices y ya, sin rodeos. Es que a cada

rato me haces la misma pregunta, ¿no te parece incómodo? “¿Dijiste que te

quedás hasta cuándo?” Pero si ya te lo he repetido mil veces.

GISELLA- ¿Pero por qué te ponés así? solo es una pregunta ché. Calmáte.

SOLER- Todos los días me haces la misma pregunta, entras por esa puerta y me

preguntas ¿Dijiste que te quedás hasta cuándo?

GISELLA- Bueno tenés que entenderme, se me olvidan las cosas. A las mamás

solteras nos toca estar en todo ¿ves? Te habrás dado cuenta. Entonces se nos

olvidan las cosas. ¿Te podés pasar a dormir al sofá de la sala? Necesito el cuarto.

SOLER- No hay problema.

GISELLA- ¿Ya encontraste al señor ese que andás buscando?

SOLER-¿Quién te dijo eso?

GISELLA- Max, tu amigo, el que te recomendó. ¿Pero para qué querés conocer a

ese boludo? Decime. ¿Para qué querés conocer a ese boludo? No tiene sentido.

No quiso estar presente en ningún momento de tu vida ¿entonces? El padre de

mis hijas es un desgraciado. Me pegaba, me decía cosas horribles, luego me

pedía perdón, lloraba y me juraba que iba a cambiar. Yo le creía y después otra

vez me pegaba, me decía cosas horribles, luego me pedía perdón, lloraba y me

juraba que iba a cambiar. Siempre todo era igual. ¿Te habría gustado crecer con

un padre así? Agradecé a la vida que no lo tuviste a tu lado porque como digo yo,

cuando las cosas pasan, pasan por algo, y si no estuvo, fue porque fue mejor así.

SOLER- Gracias por tus puntos de vista, pero es un asunto mío si quiero

conocerlo.



GISELLA- Tenés razón disculpá.

SOLER- Tranquila. La verdad no sé por qué vine a probar suerte a encontrarlo.

Seguro mi vida va a seguir siendo la misma. Pero la cabeza me ha dado vueltas

toda la vida sobre ese tema. Como una ficha de rompecabezas que no encuentro.

GISELLA- Ojalá encontrés provechoso haber venido hasta acá. Porque semejante

viaje… Mis papás son dueños de un restaurante en Puerto Madero. ¿Qué tal si

mañana vamos? La carne es sencillamente espectacular, en ninguna parte del

mundo encontrás una carne así como ahí. Yo te invito.

SOLER- Lo mismo me dijiste ayer y me quedé esperándote, gracias.

GISELLA- ¿Yo te dije eso ayer? De verás, ¿yo te dije eso ayer? Qué bárbara…

Creo que tendré que contarle al sicólogo esto. Te diría que fuéramos ahora pero

verás, las chicas ya están dormidas y está un poco tarde. ¿Te provoca un

matecito?

Yo afirmé con la cabeza y ella salió. Organicé un poco el desorden. Tomé una

guitarra que estaba colgada en la pared. Empecé a revisarla. Luego ella volvió con

los matecitos.

GISELLA- ¿Sabés tocar?

SOLER- Hace años no toco.

GISELLA- ¿Te acordás de alguna canción al menos?



SOLER- ¿De quién es?

GISELLA- Mía, pero nunca aprendí.

Empecé a rasguñar la guitarra. No lo hago tan mal. Ella me miraba y sorbía su

mate.

SOLER- Cuando llegué estabas con unas amigas, bebían y se reían mucho. Me

dio mucha curiosidad saber de qué hablaban. ¿De qué hablan ustedes las

mujeres?

GISELLA- ¿De qué hablan ustedes los hombres?

SOLER- Nosotros somos muy aburridos, hablamos de fútbol, de política o de

política y de fútbol da igual.

GISELLA- A ver… nosotras hablamos de… no se… hablamos de las cosas que

nos pasan. ¿Sabés? Hablamos bien poco de lo que ocurre en el mundo, de

noticias, salvo que sea actualidad de farándula de pronto, pero hablamos de

nosotras y las cosas que nos pasan, de eso. Y podemos llegar a ponernos muy

íntimas en lo que hablamos. Nosotras mismas ya somos suficiente tema siempre.

SOLER- Los hombres casi nunca hablamos de las cosas que nos pasan.

Preferimos hablar de fútbol, política, hacernos la paja, emborracharnos, cosas así

por el estilo. Futbol, política, pajas y ya. Bueno, hablo de mí, no puedo responder



por el resto. Pero ser hombre en general, es más fácil que ser mujer lo digo por

experiencia.

GISELLA- ¿Eres gay?

Lo que dije a continuación, lo dije con un énfasis casi esquizoide.

SOLER- No, jamás.

GISELLA- Como decís que tenés experiencia en ser mujer eso es como ser gay

¿no?

SOLER- Viví y sentí mucho de lo que fue mi madre. Éramos ella y yo.

GISELLA- ¿Ya no vive?

SOLER- No.

GISELLA- Lo siento. Y perdoná pero, ¿sos homofóbico?

SOLER- Odio la payasada en la que se convirtió ese estilo de vida. De resto la

gente que se dé por donde quiera.

GISELLA- ¿Cómo te ha ido con mi gato?

SOLER- Nos ignoramos el uno al otro.

GISELLA- Es un gato bravo pero solo si te le acercás. De resto no se mete con

nadie.



Fue cuando me puse serio en cantar y tocar la guitarra. Un par de buenas

canciones que recordaba. Gisella se movía y cantaba lobamente y empezó a

quitarse algunas prendas. Yo creí que yo era un ser desastroso, pero ella lo es

más. Pobres hijas suyas, seguro habría sido mejor que el bruto de su padre las

criara.

GISELLA- Mira Kurt, vamos a hacer una cosa. En realidad me gustas más con la

guitarra que con tu voz.

SOLER- No me llamo Kurt.

GISELLA- Kurt Cobain, me encantaba. No me mirés así Kurt. Ven acá.

Gisella empezó a besarme. En principio correspondí pero luego no correspondí.

GISELLA- ¿Qué pasa?

SOLER- No quiero.

GISELLA-¿No querés? ¿No querés qué?

SOLER- Sueltame. No… Eres preciosa Gisella pero… no…



Ella hizo como si no me hubiera escuchado. Empezó a besarme y a tocarme. Lo

hacía bien ¿saben? Pero no, no estaba ese día para eso. Los hombres también

podemos ser difíciles.

SOLER- Suéltame nena, no…

GISELLA- ¿Qué te pasa? Vení.

SOLER- Suéltame, no quiero.

Y un poco fuerte la separé y fuerte se lo dije. ¿Qué creen? Me dio un bofetón.

¿Por qué? Porque en esta historia eso...

GISELLA- Imbécil, sos un imbécil.

Empaqué mis cosas que a fin de cuentas no eran muchas.

GISELLA- ¿Y a dónde te vas ahora? ¡Sos un idiota! Tené cuidado con el gato.



Le dejé un dinero sobre la cama y salí del cuarto. Cerré la puerta. Pero resulta que

al salir y cerrar la puerta el gato estaba agazapado en la puerta, se me vino

encima y me atacó. Grité como una loca, del susto, de la impresión, fue un pulso a

muerte con el gato que no se desprendía de mi pantorrilla lánguida de pintor ¡puto

gato!

. . .

SOLER- Puedo poner estas maletas ¿acá?


Fui a un hospital público. Al mismo que estuve cuando recién llegué hace tal vez

cinco días, porque tenía mareo y vómito y pensé que algo del viaje me había

sentado muy mal. Estaba en el consultorio del Médico. El mismo Médico del otro

día.

MEDICO- Si, no hay problema. Ponelas ahí. ¿Te regresás?

SOLER- Todavía no.



MEDICO- Tenés una cara fatal.

SOLER- Pasé la noche… por ahí.

MEDICO- No estoy seguro que ya tengamos los resultados de los exámenes que

te hiciste repetir, supongo que por eso volvés, pero voy a revisar en el sistema.

SOLER- La verdad me urge otra cosa.

Yo trepé mi pierna en el escritorio y le mostré al médico.

MEDICO- Pero pibe… ¿qué te pasó?

SOLER- Me atacó un gato. ¿Debo preocuparme? Es lo que no sé.

MEDICO-¿Sabés si está vacunado el gato?

SOLER- No sé.

MEDICO- ¿Conocés al dueño?

SOLER- A la dueña, sí. Pero créame que no la voy a buscar para preguntarle.

MEDICO- ¿Creés que el gato estuviera enfermo?

SOLER- No sé. Si tuviera que juzgar por la dueña diría que sí.

MEDICO- Si no tenemos pruebas de las vacunas del gato lo mejor es vacunarte,

digamos por precaución, aunque yo no creo, pero de no haber cómo demostrarlo

es el protocolo.

SOLER- ¿Vacunarme?

MEDICO- Contra la rabia.



SOLER- ¿Dónde es la inyección?

MEDICO- ¿Le tenés pánico a las inyecciones? En el brazo. Ah, qué bien, mirá, ya

están los resultados en el sistema.

El Médico me miraba a mí y miraba la pantalla del compu. A mí y a la pantalla del

compu.

SOLER- ¿Y?

MEDICO- ¿Vos todavía seguís con los síntomas que me decís?

SOLER- Sí. Mareos, desgano, cansancio, náuseas, vómito y lloro por todo.

MEDICO- Pues no sé, creo que, no sé qué decirle sobre esto. Este es el segundo

examen y si no fuera por la diferencia por la fecha, diría que se trata del mismo

examen. Es decir, aquí en tu examen de sangre dice que estás embarazado.

SOLER- ¿Otra vez? ¿Es una broma? Evidentemente hay un error.

MEDICO- No me mirés así.

SOLER- ¿Entonces qué me va a recetar? ¿Ácido fólico?

MEDICO- Mirá: sí estás embarazado. Pero a lo mejor tenés un embarazo en los

guevos.

SOLER- ¿Qué?

MEDICO- Que de repente tenés un tumor en un testículo y por eso te marca

embarazo. Mirá ya vuelvo.



El Médico salió del consultorio. Yo me quedé ahí pasmado y en medio de mi

pasmamiento, me puse a esculcar algunos elementos que estaban por ahí en ese

consultorio. Me apliqué el martillo en la rodilla, me iluminé la nariz con un gancho,

me escuché el corazón con el estetoscopio, me puse el baja lenguas y casi me

vomito… en esas regresó el médico.

MEDICO-¿Qué hacés?

Yo solté todo.

SOLER- Nada, nada…

MEDICO- Vení a enfermería que tenemos que hacerte una curación en esa pierna

y te aplicamos la primera dosis antirrábica. Y cuando te regresés a Colombia, te

terminás las dosis y te hacés revisar lo del embarazo en el testículo.

Yo asentí. Pero me quedó sonando lo de la primera dosis.



SOLER- ¿La primera? ¿Cuántas son?

MEDICO- Varias dosis.

SOLER- ¿Y mis mareos y lo que siento?

MEDICO- Te voy a mandar algo para eso, vení, dejá esas maletas ahí.

. . .

SOLER- Quería escucharte.

Tunsgteno del 12 de marzo

Pasaba horas y horas en el jardín botánico y comía por ahí cualquier cosa. Me

estaba hospedando en una casa grande donde alquilan cuartos para extranjeros.

El lugar no me gustaba, pero pagar un hotel era imposible. Faltaban unos días

para encontrarme con Lázaro. El poco dinero que tenía debía hacerlo alcanzar

hasta la fecha del ticket de regreso. Si almorzaba no comía, si comía no

almorzaba. Estaba jodido, me sentía jodido. Pasaba quizás, la ciudad más

hermosa del mundo frente a mis ojos y no podía disfrutarla. Ni siquiera podía

mirarla. No le encontraba gracia. Con sus gatos, sus histéricas, sus monumentos,



y sus callecitas. No quería nada. Siempre soñé con venir a esta ciudad, pero

ahora, no pasaba nada. Me sentía muy mal para ir a cualquier parte. Me sentía

embarazado. Fui a un locutorio y aunque más por orgullo que por cualquier otra

cosa me había abstenido de llamar, finalmente me quebré y lo hice.

JENNY-¿Cómo va todo?

SOLER- El miércoles voy a ir a buscar a Lázaro. Ya lo ubiqué. Está en un club de

pesca y generalmente va los miércoles. Me dieron su número pero no soy capaz

de llamar, prefiero llegar.

JENNY-¿Estás ansioso por verlo?

SOLER- No sé. A veces siento que quiero regresarme sin verlo. No sé si este viaje

haya sido necesario.

JENNY- Yo creo que era necesario. Últimamente no hablabas de otra cosa.

SOLER- Yo quería hacer este viaje contigo, pero bueno. Al menos el viaje servirá

para despejarme la cabeza. ¿Y tú?

JENNY- Bien.

SOLER- Creí que ya no tendrías este número. ¿Cuándo te vas a París?

Jenny guardó silencio.



SOLER-¿Estás ahí?

JENNY- Sí.

SOLER-¿Cuándo te vas?

JENNY- Estoy en eso Rubén. ¿Qué tanto has hecho? ¿Has conocido la ciudad?

Hay lugares muy lindos.

SOLER- No me he sentido muy bien. He pasado mucho tiempo en el jardín

botánico. Dibujando hojas. Hay muchas hojas para dibujar. Texturas. Y no se.

Tuve que ir al médico, me siento embarazado. ¿Estás ahí?

JENNY- Sí.

SOLER- Bueno, quería saber de ti. Por eso llamo.

JENNY- ¿Dibujar hojas? ¿No hay nada más interesante que hacer en Buenos

Aires que dibujar hojas? Hay lugares lindos ¿no? Aprovecha.

Ambos guardamos silencio.

JENNY- ¿Rubén?

SOLER- ¿Si?

JENNY- Mmm…

Jenny volvió a guardar silencio pero juraría que estaba a punto de decirme algo.



SOLER- ¿Qué?

JENNY- Nada.

SOLER- No, dime. ¿Me ibas a decir algo?

JENNY- Nada. Un beso.

Jenny colgó. Otra vez yo, polvo cósmico.



VII. Maestro y Esclavo

SOLER- ¿Lázaro?


En la Costanera, frente al Río de la Plata que parece un mar. Era como verme a

mí mismo. Estaba él ahí sentado sobre el muelle. Tardé en acercarme. Sobre el

largo muelle habían muchos hombres pescando, pero yo, yo no tenía que

preguntar. Y me quedé inerte, sin acercarme, sin irme, sin hacer nada porque todo

me temblaba. Este río era un gran mar, y recordé a mi madre, a River, y todo lo

que yo tenía de niño, lo que me quedaba de recuerdos, lo que me quedaba del

corazón. Niño como niño, hombre como hombre, mi mar. River frente al river. Me

parecía verlo, a River frente al river.

LÁZARO- ¿Si?

SOLER- ¿Puedo hacerme aquí con usted?

LÁZARO- Claro.

SOLER- Era un niño cuando pescaba. No volví a hacerlo.

LÁZARO-¿Por qué sabe mi nombre?



Me quedé en silencio. Lázaro no tenía acento argentino, y no tenía ningún acento.

Claro que no sé cómo es un acento guatemalteco.

LÁZARO- ¿Le puedo ayudar a armar el equipo?

SOLER- Sí, claro.

Lázaro empezó a armar mi equipo, yo lo observaba, pero creo que más allá de

observar cómo lo armaba, observaba hasta la nimiedad de sus poros.

LÁZARO- ¿Por qué me mira así?

SOLER- Vengo desde muy lejos.

Lázaro me quedó mirando confundido pues no logró interpretar lo que le dije.

Lógico.

LÁZARO- ¿Se siente bien? ¿Desde dónde viene?



SOLER- Desde mi mismo. Desde allí vengo.

Lázaro nuevamente no logró interpretar lo que dije. En todo caso yo tampoco

estaba esperando que me interpretara, como en otros casos donde me gusta

hacerme el misterioso.

SOLER-¿Quiere saber de dónde vengo?

LÁZARO- Dijo que de muy lejos.

SOLER- Si, vengo desde muy lejos, desde usted mismo.

Lázaro se incomodó, puso a un lado mis cosas y empezó a recoger las suyas. El

viejo debe haber pensado que yo estaba drogado o algo no estaba bien conmigo.

SOLER- No se vaya Lázaro. Soy su hijo.

Lázaro empezó a mirarme de pies a cabeza. Retomó su caña y se quedó

abstraído observando la boya en la superficie del río.



SOLER-¿Recuerda a Teresa?

Lázaro apretó los ojos, respiró hondo.

LÁZARO- Muchacho…

SOLER- Niño, muchacho, hombre, viejo. Quería conocerte. ¿Eres tú verdad?

En ese momento la boya desapareció. Lázaro se puso alerta. Algo picó. Lázaro

logró sacar uno dorado y lo puso en el balde y seguía sin decir, qué o qué, seguro

era porque no sabía qué decir.

LÁZARO- No sé qué decir.

Yo dudé en lo siguiente que quería decir, a pesar de tenerlo tan planeado. En fin.

Lo liberé.



SOLER-¿Puedo abrazarte?

Y nos abrazamos muy torpe. Y luego nos miramos. Yo me sobé las mejillas para

limpiarme el “river” que brotaba de los ojos. Y algo inigualablemente torpe salió de

su boca.

LÁZARO- Perdóname.

Perdóname dijo. Era algo que yo no quería escuchar, o era lo último que esperaba

escuchar. Después de sentir que tu vida no ha valido nada en muchos momentos

en los que crees que hay un culpable que no fuiste tú. “Perdóname” no era lo que

yo necesitaba escuchar.

SOLER- Algún día, tal vez, lo haga. Hay heridas para una tarde, para una noche,

hay heridas para un año o dos. Pero hay heridas que son eternas. Te puedo decir

que si, pero en este momento no va a dejar de ser simplemente una mueca. Me

gustaría escuchar un listado de lo que te debería perdonar. Yo ya no sé qué

debería perdonarte de tantas cosas posibles, cuál de todas…

LÁZARO- Por no estar, por no haber estado.



SOLER- ¿Por qué lo hiciste?

Lázaro volvió a lanzar la caña. El silencio imperaba en la conversación, en el

atardecer.

LÁZARO- Miedo, cobardía. ¿Cómo está ella?

SOLER- Supongo que en el cielo, supongo que se lo merecía, que se lo ganó

cuidándome sola.

LÁZARO- ¿Qué pasó?

SOLER- Yo tenía 12. Cáncer.

LÁZARO- Igual que yo.

SOLER- ¿Estás enfermo?

Lázaro asintió.

SOLER- De pronto tu si te lo mereces.

LÁZARO- Rubén…

SOLER-¿Recuerda mi nombre?



LÁZARO- La última vez que te vi, ya ibas para dos años. Yo te llamé así. Lamento

lo de tu madre.

SOLER-¿La quisiste?

LÁZARO- Eres tan hermoso Rubén como el amor que Teresa y yo nos teníamos.

SOLER- Entonces por qué la dejaste sola, y a mí también, ¿de eso se trata el

amor?

LÁZARO- Fue miedo y cobardía. No sé si más miedo o cobardía pero eso fue.

Tenía otra familia. Estaba casado y también estaba joven, no tan joven, pero me

faltaba madurez para asumirlo de otra manera. Y los dejé. Te dejé. Porque era

más fácil y porque todavía navegaba y seguía loco.

SOLER- Esa no es una razón. Yo te hablo de mí. De tu responsabilidad conmigo.

De eso te hablo. Si estabas casado eso era un problema con mi mamá que no

podía tenerte. ¿Pero yo? ¿Yo qué tenía que ver con tu estado civil? Esto iba más

allá. Esto era un pacto de sangre entre tú y yo y nadie más.

LÁZARO- Rubén, estoy quebrado, no tengo nada, ni siquiera salud. Estoy

desahuciado, estoy viviendo más de la cuenta y aquí termino mis días.

Perdóname, estoy viejo.

SOLER- Yo te perdonaría por cualquier otra razón, menos por la de estar viejo.

Porque joven o viejo hay que responder por lo que se ha hecho ¿o no?

Lázaro dejó desgarrar un llanto como una cremallera bajada con fuerza. Luego se

contuvo. Quería esconderlo pero difícilmente lo lograba.



LÁZARO-¿Qué puedo hacer? Me da tanta felicidad verte, saber que estás bien o

por lo menos lo pareces. Que te hiciste un hombre. Que eres una parte de mí. Te

pensaba siempre, siempre aunque no lo creas. Pero no se… las cosas fueron

así… mi familia creció, dejé los barcos y los cruceros. Y decidí una vida en la que

tu no estabas.

Yo empecé a desencajarme. El corazón, mi respiración, mi sudoración, en el más

alto de los tonos.

SOLER- Ese no es el problema. Tu hubieras podido decidir lo que quisieras pero

yo sí estaba, yo sí existía y era tu responsabilidad. Está bien, no me querías,

nunca me quisiste, pero eres un canalla, un cobarde como tantos hombres que

abandonan a otros hombres en el vientre de una mujer. Así estés viejo, yo te voy a

tratar como si no lo fueras, porque por dentro, sé que llevas lo mismo que yo llevo

por dentro o lo mismo que puede llevar un niño por dentro. No me jodas con eso

de que estás viejo.



Lázaro se sintonizó con mi corazón, respiración y sudoración. Se entonizó en mis

desesperados tonos.

LÁZARO- Dime, ¿qué quieres? ¿Qué quieres que haga?

Le di un bofetón. Ustedes ya lo saben. En esta historia darse en la jeta, es la mejor

opción. El me dio otro. Y yo le di otro y él me dio otro. Y cada vez uno y otro y el

siguiente más fuerte que el anterior. Y nos fuimos al agua. Después, alguien vino a

rescatarnos. Sacó primero a mi padre y luego me ayudó a mí. Estábamos todos

mojados como pueden imaginar.

LÁZARO- ¿A eso viniste?

SOLER- Sí. Vine a golpearte. Viajé a eso. Porque no sé si el fracaso de mi vida te

lo debo a ti, o a quién se lo debo. Porque cuando soy feliz o cuando no lo soy, no

sé si eso te lo debo. Porque te necesité. Porque te imaginaba, porque te soñaba.

Yo no sé por qué pero me pasaba.

El que nos sacó del agua nos miraba atónito.



LAZARO- Romino gracias por sacarnos. Pero mejor te vas, no te metas en esto.

ROMINO- ¿Romino? ¿Por qué me llamás Romino?

SOLER- Tienes cara de Romino.

ROMINO- Si. Tenés razón. Tengo cara de Romino y además me llamo Romino.

¿Seguro me voy?

Pero el tal Romino no se quiso ir y lo siento por él. Y le di otro bofetón a Lázaro y

él me dio otro. Y nos empezamos a dar de nuevo. Sí. Me voy a los golpes con él

porque mi padre tiene que terminar parecido a los tonos escarlatas en los cuales

yo lo busqué en todas mis pinturas. El tal Romino trató de separarnos pero lo que

logró fue que nos fuéramos los tres al agua. El tipo se salió del agua como pudo

muy malhumorado creería yo, porque de su boca aparte de algunos pececitos,

salió algo más.

ROMINO- ¡La puta madre que los re mil parió, hijos de re mil puta, manga de

soretes mal cogidos, putos del orto, traga leches, yunta de forros inútiles, háganse

coger y que les rompan bien el orto!

Romino se alejó a lo largo del muelle hecho agua, repitiendo plegarias ociosas.



ROMINO- Manga de putos tragaleches…

Mi padre y yo nos salimos del agua y nos mirábamos y no sabíamos que hacer o

qué decir, estábamos hasta el “orto” del agua. De repente mi padre empezó a reír

y de repente yo también. Y nos reímos tanto que no podíamos de la risa.

SOLER- Tengo algo de ropa que puedo compartir contigo.

De una maleta pequeña saqué algo de ropa. Mi padre se vistió de mi y yo, me

volví a vestir de mí. El empezó a organizar un asado. Y el silencio imperaba. Pero

había paz.

SOLER- Me decían vikingo. Cuando era niño. Después cuando cumplí diez

tuvimos que emigrar por una explosión de un pozo petrolífero y con mi mamá

fuimos donde unos familiares lejanos de la capital que nos recibieron. Pero ella no

resistió el trote, una ciudad tan grande y con tantos edificios no es para alguien del

mar. A los dos años se fue y quedé solo. Ellos, esa familia, se portaron bien

conmigo, me dieron estudio, pero siempre fui muy aislado, poco familiar. Y



tampoco quise regresar a un lugar que se pareciera a mi lugar. Mi lugar ya no

existía y crecí extrañando y no extrañando nada al mismo tiempo. Pasaron los

años y mi único refugio fueron las paredes y las paletas. Después tuve una novia,

iba a ser padre, tenía un mejor amigo. Pero de eso ya no tengo nada. Me quedaba

solo verte para entender las cosas que ya no tenía y que nunca tuve, las cosas

que se fueron, las que amé.

LÁZARO- Todo lo que no tienes es al mismo tiempo una promesa. Por eso no hay

que lamentarlo.

SOLER-¿De qué es tu cáncer?

LÁZARO- Empezó en el muslo, me operaron y me sacaron una masa. Yo creí que

así estaba bien. Pero después encontraron masas en los pulmones y me operaron

y las sacaron. Yo creí que así estaba bien. Pero después encontraron masas en el

cerebro y ya no pudieron operarme. Allí supe que ya no estaría bien. Poco a poco

perderé la visión, la escucha, el caminar y después olvidaré quien soy yo y me

quedaré dormido. Viajaré por los recuerdos más lindos de mi infancia como si

alguien me los dijera al oído. Diré cosas incoherentes y apretaré con muchísima

fuerza las manos de las personas que por consuelo quieran acercarse. Después

no sé. Eso no lo sabe nadie. Quizás nada. Siento cosas muy raras a veces.

Adormecimientos, entumecimientos, dolores muy fuertes, o se me nubla la vista a

momentos. Ya no hay más quimios o radios, solo drogas para el dolor, que me

dan fuerzas para venir aquí o para todavía pensar un poco.

SOLER- ¿Y tu familia?



LÁZARO- Yo siempre he sido muy alejado. Mis hijos, los que crié con mi alma y

corazón, crecieron, hicieron sus vidas y viven en distintos países. Hablamos de

cuando en cuando.

SOLER- ¿Por qué no estás con alguno de ellos?

LÁZARO- No pueden estar aquí, trabajan.

SOLER- Podrías ir a donde alguno… que alguno te reciba…

LÁZARO- No sé. Tampoco quiero formarle problemas a nadie. Supongo que la

vida me devolvió la ingratitud que tuve contigo. No lo sé. Seguro ellos son como

yo, alejados, poco familiares, son como el mar. Se necesitan a sí mismos y nada

más. Pero aquí soy y he sido feliz. Acá se quedan aparte todos los problemas.

Más allá de pescar, es venir a distraerse a hacer asados entre los amigos, tomar

mate. La gente es muy sana. No hay estatus en la pesca, todos somos iguales. El

que estudió, el que no lo hizo, el que trabajó, el que no lo hizo, el juez, el obrero,

todos iguales, amigos. Me abstraigo en armar el equipo, en el lance, en el

movimiento de las boyas, en esperar a que se mueva la caña.

SOLER- A mí me impresiona, verlos morir.

LAZARO- Soy de devolver mucho el animal al agua. Salvo que sea un pejerrey y

estamos en época. Ese si no lo devuelvo por nada. Lo que me gusta de verdad es

la pelea. Mira, mira… mira…

Lázaro entró en posición alerta, concentrado. Picó uno. Sendo pez.



LAZARO- Esto es lo que me gusta, sacar un pescado que lucha, no uno que se

entregue. Te tiene que gustar mucho, para pasar cuatro horas y no tener un pique.

A veces hay días de sacar unos cuantos peces lindos, unos dorados hermosos. Lo

mejor de este lugar es que siempre terminas el día con cuarenta y cinco amigos.

Se viene a conversar, pescar. Y todos tenemos nuestro apodo. También me dicen

el vikingo.

Entonces encontré otro vikingo para sonreír como vikingo. Sonreímos.

LAZARO- Luna creciente o cuarto menguante mejor pesca. Luna llena es medio

malo, como ahora, aun así ha sido un buen día, ahí tenemos para un buen asado.

Y guardamos silencio.

LAZARO- Sabes que no volveremos a vernos, ni porque yo o tu lo quisieras. A lo

mejor no me había ido porque te esperaba. Perdóname. No tienes que decir ahora

que lo harás. Pero hazlo un día que estés viejo.



Esa fue la primera y última vez que lo vi. El atardecer también era naranja como el

día de los peces negros, River y yo templando cometas en el cielo. Y me parecía

verlo. River, frente al River del Plata templando cometa.

RIVER- ¿Le preguntaste a tu papá por el mapa?

SOLER- ¿Cuál mapa River?

RIVER- ¡Güevón! ¡El mapa! ¡Dónde fue que enterró el tesoro para que lo

busquemos! ¡Pídeselo güevón! ¡Esta es tu oportunidad!

Miré a mi padre y sonreí.

SOLER- Papá.

Si él no había cumplido una misión, yo había cumplido la mía. Mi padre tomó mi

mano. Y la apretó con fuerza. Como la apretan los que se van de este mundo al

que está a su lado dándoles consuelo. Porque así mi madre me la apretó cuando

se estaba yendo. Por eso lo sé.



VIII. Tantos bajo el sol

SOLER- Qué fila tan larga, no voy a llegar nunca, voy a perder el avión.


Estoy haciendo la fila en el aeropuerto. Todo me da vueltas. Por un largo momento

o corto, en realidad no puedo decir mucho de mi percepción de ese momento, me

quedé observando una gran pantalla con itinerarios que iban y venían. Aterrizó, no

aterrizó, se estrelló, no se estrelló, en tierra, en nube. De repente la azafata me

hizo señas desde su puesto y yo me acerqué, me dio un beso en la boca y me

prestó el micrófono. Sí, yo quiero decir algunas cosas pero no pensé que alguien

pudiera saber que yo quería decirlas y que además estaba necesitando un beso.

Carraspeé y tomé impulso.

SOLER- Gracias señorita por permitirme estas palabras. Me estoy despidiendo de

una ciudad que nunca comprendí con mujeres histéricas y con el vacío de haber

cumplido la misión de conocer a mi padre. Estoy recordando todo lo que voy a

encontrar a mi regreso y todo lo que no voy a encontrar. Pensaba en Jenny, en su

marido, en los videos de abortos que vi para hacerme a la idea. Pensaba en un



París sin mí. Un París sin mí, donde debe estar Jenny. Pensaba en los alimentos

sin acidificantes ni edulcorantes que necesitamos para ser mejores. Pensaba en

cuántas disciplinas orientales nos quedan por explorar para ser mejores o cuántas

religiones o cuántos partidos políticos. No sé si yo sea una persona más suave

con el aceite de oliva o el de girasol. Somos tantos bajo el sol, errantes,

preguntantes. ¿De qué me perdí o de qué me estoy perdiendo? Cada cual y cada

quien tiene sus temas, como tesoros de vikingo. No puedo llegar a encontrar lo

que supuestamente otros me han dejado. El mapa nunca me lo dieron River o esa

ficha de rompecabezas que creí iba a encontrar no existía como tal. Estoy

desesperado en esa maldita fila, me desesperan las filas. Hago fila en el

supermercado, hago fila en el hospital, hago fila en el terminal, hago fila en el

banco, mi carro hace fila en medio de interminables filas de carros. Estas filas nos

distraen de la fila principal que empezamos a hacer al nacer. Jenny hace la fila, el

presidente del canal hace la fila, River Plate hace la fila, Teresa hace la fila,

Lázaro hace la fila, Romino el boquisucio hace la fila, Gisella hace la fila, el médico

que me diagnosticó un embarazo en un testículo hace la fila, mis amigos

spinnineadores hacen la fila, todos hacemos la fila para regresar al orto que nos

trajo. Me gusta la palabra orto. Soy un maldito bastardo pero no soy el único, su

gran Eva Perón también lo fue. Pero mandó a destruir su partida de nacimiento

para dejar atrás ese detalle. Las mujeres como Eva o como mi madre cambian la

historia. Llevo en el corazón, los años de silencio de negra de mi madre.



La azafata de alguna forma intuyó que en lo que yo decía no iba para ninguna

parte y me iba a quitar el mic. Le hice caritas para que me diera un momento más.

SOLER- Para terminar esta despedida quiero decirles algo a los compañeros de la

fila. Jenny, contigo me volví experto en tumbar estrellas de hoteles cinco estrellas

haciendo el amor estrepitosamente. Doctor, yo prefiero pensar que tengo un

embarazo sicológico y no un testículo más. Señor presidente, no me vete, míreme,

soy un pobre guevon cualquiera se lo puede asegurar. River se te pasó la mano y

yo no te ayudé, perdóname, no somos malos, somos insensibles es un problema

de insensibilidad y a veces no nos damos cuenta de lo que pasa al lado. Teresa,

madre mía, ¿dónde bailas ahora las melodías de los pescados fritos? Gisella no

sé cómo alguien te pudo preñar dos veces. Romino, gracias por enseñarme la

palabra orto. Nunca la olvidaré. Amigos spinnineadores sigan atravesando esos

mares y carreteras inconclusas. Lázaro ve con Dios. Somos tantos y tantos bajo el

sol.

Caí al piso. Una azafata se acercó. La misma que me había prestado el mic.

AZAFATA- ¿Señor está bien? Hace rato lo veo tambalearse en la fila de un lado a

otro.



SOLER- Tomé tranquilizantes. Me aterroriza subir al avión.

La gente me miraba, yo los miraba.

SOLER- ¿Estás ahí? ¿Alguna vez estuviste ahí?



IX. París sin ti


Abrí la puerta de mi casa. Encendí la luz. Puse mis maletas cerca del sofá.

Empecé a quitarme la chaqueta. Me puse a mirar que sobre el sofá había una

gran cobija que yo no recordaba haber dejado. Iba a retirarla y a doblarla cuando

algo empezó a moverse, yo salté del susto. De en medio de ella salió Jenny.

SOLER- ¿Qué haces aquí?

Ella estaba en mi sofá. De repente se puso de pie y de repente dejó caer la cobija.

De repente quedó a la vista un abultado abdomen. Yo no sé de barrigas. Yo me

quedé sin aire y caí de rodillas. Ella se me acercó. Puso mi rostro sobre su barriga

y tomó mis manos.

JENNY- Estaba pensando en algo que había olvidado. Una vieja leyenda, esa de

que las cigüeñas vienen de París.



Yo revolcaba mi cabeza en esa incipiente protuberancia.

JENNY- Yo sé que no vales la pena. ¿Pero quién vale la pena? Aun así, siguen

llegando seres al mundo, y tengo un ser en mi vientre que seguro no vale la pena,

pero nosotros lo vamos a hacer crecer como si él valiera la pena, así como alguien

creyó que nosotros valíamos la pena.

Al encender mi luz de tungsteno de aquella noche para escribir mientras Jenny

dormía con el mismo vestido rojo que ya no le quedaba, sólo pude agregar una

respuesta a la pregunta de mi viaje que a su vez sigue siendo pregunta. No me

refiero al viaje para encontrar a mi padre. Sino, el viaje de mi vida. Este viaje:

SOLER- La humanidad toda ésta, es un gran rompecabezas, esa última ficha no la

encuentras nunca. No aquí.

Fin

Premio de Dramaturgia teatro en estudio 2015 - idartes · SOLER- Siempre me provocas tanto…...

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