Prensa y Peronismo Trabajadores de La Pluma - James Cane

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    Prensa y peronismoDiscursos, prcticas, empresas

    1943 1958-

    prohistoria Mara Liliana Da Ordenediciones Julio Csar Melon Pirro

    compiladores

    Rosario, 2007

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    Prensa y peronismo. Discursos, prcticas, empresas, 1943-1958 / Mara Liliana Da Orden... [et.al.];compilado por Mara Liliana Da Orden y Julio Csar Melon Pirro. - 1a ed. - Rosario: ProhistoriaEdiciones, 2007.260 p.; 23x16 cm. (Actas; 4 dirigida por Elisa Caselli)ISBN 978-987-1304-12-71. Historia 2. Peronismo 3. Periodismo I. Da Orden, Mara Liliana, comp. II. Melon Pirro, J ulio Csar,comp.

    CDD 070.44

    Fecha de catalogacin: 28/03/2007

    coleccin actas 4ISSN 1668-5369dirigida por Elisa Caselli

    Composicin y diseo: Liliana AguilarEdicin: Prohistoria EdicionesDiseo de Tapa: Mostaza vencidaIlustracin de Tapa: La imagen de Eva Pern utilizada para confeccionar la tapa pertenece a The Hulton

    Getty Picture Collection/Tony Stone Images [en linea] http://www.britannica.com/eb/art-52365/Eva-Peron-1947?articleTypeId=1 [consulta: 3 de julio de 2007]

    TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOSHECHO EL DEPSTIO QUE MARCA LA LEY 11723

    Mara Liliana Da Orden J ulio Csar Melon Pirro Tucumn 2253 (S2000JVA) ROSARIO, Argentina

    prohistoriaediciones

    Prohibida la reproduccin total o parcial de esta obra, incluido su diseo tipogrfico y de portada, encualquier formato y por cualquier medio, mecnico o electrnico, sin expresa autorizacin del editor.

    Este libro se termin de imprimir en los talleres de Cromografica, Rosario, en el mes de octubre de 2007.Se tiraron 500 ejemplares.

    Impreso en la Argentina

    ISBN 978-987-1304-12-7

    http://www.britannica.com/ebhttp://www.britannica.com/eb
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    CAPTULO I

    Trabajadores de la plumaPeriodistas, propietarios y Estado

    en la transformacin de la prensa argentina, 1935-1945

    JAMESCANE1

    En la extensa literatura sobre el movimiento peronista, la transformacin de losmedios de comunicacin en su primera etapa suele aparecer como un proceso,en el fondo, poco complicado. Los investigadores que han enfocado la relacin entre el peronismo y los medios se han interesado por el funcionamiento de unaparato meditico ya establecido o han presentado el proceso de creacin del mismocomo una manifestacin de las ondas expansivas de un autoritarismo que fue en aumento hacia fines de la dcada de 1940 (Luna, 1984; Plotkin, 1993; Gen, 2005; Rein,

    1998). De forma semejante, en las historias del periodismo argentino las transformaciones de la poca suelen figurar como aberraciones: unas repentinas y novedosasintromisiones autoritarias en el desarrollo progresivo de una prensa que, en su conjunto, haba mantenido su autonoma del Estado nacional con pocas excepciones desdecomienzos del siglo pasado (Sirvn, 1984; Panella, 1999; Waisbord, 2000; Ulanovsky,1997; Gardner, 1967; Blanchard, 1986). Estas interpretaciones comparten una dobletendencia que hace que el proceso de peronizacin de los medios parezca menoscomplejo de lo que fue. Por un lado, los investigadores tendemos a concebir a la

    prensa como una suerte de sujeto histrico colectivo marcado por una coherenciainterna significativa y una estructura institucional de fundamentos ideolgicos-jurdicos poco cambiantes.2 Por otro, los historiadores hemos tomado el golpe de Estado de1943 como el punto de partida para nuestras investigaciones sobre la relacin entre el

    peronismo y los medios.Aunque concibamos a la prensa menos como sujeto colectivo y ms como una

    conflictiva red de relaciones entre prensa y Estado; dueos de medios y trabajadores de prensa; pblico y rganos periodsticos; estructura econmica y prctica perio

    1 El autor agradece a Tulio Halperin Donghi, Patrick Barr-Melej, Liliana Da Orden, Nicols Quiroga,Mark Healey, Eduardo Elena y Max Friedman.

    2 Ver, por ejemplo, los ensayos incluidos en Cole (1996) y, de forma ms sofisticada, el tratamiento deldiarioLa Nacin como intelectual colectivo en Sidicaro (1993). Para una excepcin a esta tendencia,ver Satta (1998).

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    dstica, entre otros la peronizacin de los medios de comunicacin no necesariamente aparece como un proceso menos autoritario o ms ambiguo.3 Sin embargo, la consideracin de las transformaciones de la prensa comercial entre 1946 y 1955 comouna manifestacin directa de las corrientes autoritarias presentes en el nuevo movimiento poltico, deja de lado las tensiones crecientes que previamente existan dentrode toda la red de relaciones que la constitua, muchas de las cuales apuntaban haciaimportantes rearticulaciones de las relaciones institucionales dentro y fuera de la misma. La verdadera complejidad de la historia de la prensa bajo el peronismo se hacevisible, por lo tanto, cuando analizamos esa historia no slo como consecuencia delsurgimiento del movimiento peronista sino tambin como el desenlace de un conjunto

    de crisis originadas en el interior de los medios grficos, que se vena gestando ms deuna dcada antes de la llegada de Pern a la escena poltica. De este modo, es posiblecomprender ms acabadamente el fenmeno enfocndolo no slo como parte de lahistoria del peronismo sino tambin integrando la trayectoria ms larga de las prcticas sociales e institucionales del periodismo argentino.

    Considerar, entonces, el acaparamiento de la gran mayora de la prensa comercial por parte del gobierno de Pern como simple manifestacin del autoritarismo deun sector importante del rgimen, es subestimar la magnitud de los mltiples conflictos que giraban en el interior y en torno de una prensa industrial institucionalmente

    diversa que se hallaba en medio de importantes cambios estructurales, jurdicos eideolgicos. Con gran facilidad, el lder y sus seguidores pudieron insertarse en losespacios creados por las complejas fisuras institucionales e ideolgicas que habancomenzado a generarse en el campo de la prensa comercial al menos desde los aos1930s. As, el peronismo logr articular un discurso tanto descriptivo como normativo de ese medio o sea, de lo que la prensa es y debe ser que propona al Estado nocomo la perpetua amenaza a su buen funcionamiento, tal como sostena el liberalismotradicional, sino como su defensor: de los trabajadores frente a los dueos de diarios;de los rganos periodsticos ms dbiles frente a los ms poderosos; de la opinin

    pblica frente a los efectos distorsionantes de los intereses comerciales y de la entera

    industria de la prensa frente a los impactos econmicos internos y externos que laaquejaban.

    El presente ensayo trata, justamente, del aspecto de este proceso que surgi enprimer lugar, y que ha pasado poco advertido a los investigadores de las relacionesentre el primer peronismo y los medios de comunicacin. Ms que un intento porintegrar las experiencias laborales de los periodistas argentinos a una historiografadel periodismo dominado por historias institucionales o de crear un espacio, ciertamente legtimo, para los periodistas dentro de la historiografa laboral de la poca

    peronista, centrar nuestro anlisis en las luchas por las conquistas materiales de los

    periodistas responde a la influencia profunda que tales luchas llegaron a tener en la

    Sobre el concepto de la prensa como red de relaciones ver Nerone (1994).3

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    evolucin del proyecto meditico peronista. Los conflictos en torno de la naturalezamisma del trabajo periodstico y delstatus legal de los diarios como empresas comerciales, que culminaron con el decreto del Estatuto del Periodista en 1944, tuvieronimportantsimas consecuencias para la rearticulacin de las bases jurdicas e ideolgicas de las relaciones entre el Estado, los periodistas y los propietarios de los diarios decirculacin masiva.

    La transformacin estructural de la prensa argentinaEl peronismo surgi, de hecho, precisamente en un momento en que el consenso gene

    ral en torno de las concepciones descriptivas y normativas de la prensa ya estaba encrisis. Las polmicas referidas a las bases ideolgicas de las prcticas del periodismoargentino formaban parte de conflictos de ms vasto alcance, es decir, aludan al valormismo de los fundamentos liberales del Estado argentino que, a partir del golpe deseptiembre de 1930, ocupaba el centro de las disputas poltico-ideolgicas del pas.Pero la crisis de la prensa como conjunto de instituciones tambin estaba impulsada

    por conflictos que venan desarrollndose en el interior de los diarios mismos, comoconsecuencia de su espectacular desarrollo como entidades econmicas a comienzosde la dcada de 1910.

    Esta transformacin haba convertido a la capital argentina en el mercado periodstico ms grande de Amrica Latina. De hecho, por el rpido aumento del tiraje, amediados de laDcada Infame cinco medios impresos Crtica, Noticias Grficas,

    La Prensa, La Nacin y El Mundo mantenan una circulacin que superaba conexceso los 2 millones de ejemplares diarios. Fuera de la Argentina, en cambio, slo unrgano latinoamericano poda jactarse, apenas, de una produccin anloga el carioca

    A Nite mientras que hasta un diario de baja circulacin para el contexto porteo,como el socialistaLa Vanguardia, equiparaba su tiraje con el de los diarios comerciales ms vendidos en Chile y en Colombia. En 1935 la venta cotidiana de los distintosrganos grficos en Buenos Aires superaba a la de las ciudades californianas de San

    Francisco y Los ngeles y triplicaba la de la capital mexicana, su par latinoamericanoms importante (American Society of Newspaper Editors, 1936: 244-246).Este impresionante desarrollo tambin significaba un cambio en la calidad de

    estos medios, mientras que la estructura institucional de la prensa se adecuaba cadavez ms a los rasgos generales de la economa nacional. Hacia 1920, la produccin dela prensa no slo requera un nivel de capitalizacin cada vez ms alto para las com

    pras de factores de produccin importados rotativas tecnolgicamente avanzadas,tinta y papel de diario, sino que la transformacin comercial tambin exiga un cam

    bio sustancial en las relaciones de produccin. En la Buenos Aires de esa poca losperiodistas-propietarios de la prensa facciosa del siglo XIX, que haban fundado susdiarios como puestos de combate en defensa de intereses polticos y econmicos

    particulares, haban sido reemplazados como grupo social por los empresarios delperiodismo, cuyos principales intereses econmicos radicaban en los diarios mismos.

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    La otra cara de la creciente complejidad tecnolgica y de la alta capitalizacinde la prensa argentina fue la correspondiente expansin del nmero de empleadosasalariados especializados en distintos aspectos de su composicin, produccin y distribucin. En la poca en que surgi el peronismo, por ejemplo, el diario La Prensacontaba con 1.698 empleados directos y consuma 26 mil toneladas de papel de diarioimportado pese al alto costo de este ltimo a causa del conflicto blico (Rojas Paz,1946). Por cierto, la prensa facciosa de produccin artesana que haba surgido a mediados de la centuria anterior no haba desaparecido del escenario argentino, pero yaen las primeras dcadas del siglo XX exista ms bien a la sombra de una prensacapitalista de produccin industrial.

    Periodistas y trabajadoresEn el momento del quiebre institucional de 1930, sin embargo, las bases jurdicasnacionales an correspondan a esa primera clase de prensa; conceban a los diariosexclusivamente como vehculos poltico-culturales de participacin ciudadana en unaesfera pblica idealizada. Para esta legislacin, enraizada en el liberalismodecimonnico y avalada por los artculos 14 y 32 de la Constitucin Nacional de1853, los aspectos econmicos de los diarios y peridicos sencillamente carecan deimportancia. Dichos aspectos figuraban en el discurso periodstico no como motivosque estaban en la base de su existencia, sino como factores que, a lo sumo, permitanllevar a cabo la verdadera misin de la prensa. La correspondiente nocin normativa de la prctica periodstica segua siendo un hbrido entre periodismo objetivo yuna actividad ms comprometida que como la poltica misma era llevada a cabo porintelectuales cuyo nico inters era el triunfo de las ideas (Waisbord, 2000; Sidicaro,1993; Halperin, 1985; Lettieri, 1998). Pero, en los aos 1920s., el hecho de que algunos propietarios se enriquecieran en forma extraordinaria a travs de una actividadque, por razones ideolgicas, se ubicaba fuera del alcance del Cdigo de Comercio,amenazaba con crear un incipiente triple desencuentro: entre las concepciones norma

    tivas del periodismo, la jurisprudencia sentada al respecto y el funcionamiento concreto de la industria de los diarios.Esta tensin se manifestaba con particular nitidez en el creciente empeo de los

    periodistas en conseguir su reconocimiento legal como trabajadores asalariados. Si lasindicalizacin de los tipgrafos y los canillitas se realiz sin grandes conflictos sobrela base de sustatus como trabajadores de prensa aunque los ltimos consolidaron susindicato recin en 1922, en medio de una prolongada disputa con los dueos deLa

    Razn, la situacin de los periodistas se mantena ambigua, pese a la cada vez mscompleja y marcada divisin del trabajo en las salas de redaccin. En 1919 el intentoliderado por Octavio Palazzolo y Jos Gabriel, deLa Prensa, de formar un sindicatode periodistas y romper con el estricto mutualismo del Crculo de la Prensa dominado desde su fundacin por los directores de aquel diario y por los deLa Nacin, se

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    mostr dolorosamente prematuro y llev a la derrota inequvoca de los huelguistas(Cincuenta y Tres Periodistas Argentinos, 1951: 216-219; Senn Gonzlez y Welp,1998: 50-53).

    De hecho, Palazzolo ubicara la causa de esa derrota precisamente en la falta deconsenso dentro de la profesin acerca de sus propios alcances:

    Por un lado estaban los que hinchados de una enorme vanidadseguan alimentando la leyenda del periodista [...] quijotesco, heroico, que slo viva para difundir ideas; por otra parte estbamoslos que habamos superado ese magnfico pretexto, destinado a

    pagar sueldos de hambre, a enriquecer a las empresas o a solventar los lujos de algn director-propietario (Palazzolo, 1949: 496).

    Sin embargo, mientras este dirigente y los dems huelguistas de 1919 proclamabanque las nociones romnticas de la prctica periodstica como una actividad puramentecultural servan slo para ocultar la naturaleza capitalista de los grandes diarios, los

    propietarios rechazaban de forma tajante cualquier sugerencia de que la prensa hubiese llegado a asemejarse a un conjunto de empresas comerciales o que las relacionessociales en las redacciones estuvieran basadas en criterios de clase. Los dueos de losdiarios insistan, en forma unnime, en que el carcter econmico de un peridico

    segua siendo accesorio a la funcin normativa de la prensa como vehculo de la opinin pblica fiscalizadora de los actos del Estado. Hasta en las pginas de Crtica, unrgano que tanto haca para cambiar las caractersticas de estos medios, se negaba queel diario fuera una entidad comercial. Esto era sostenido como una posicin de princi

    pios pero tambin como una forma de desmentir que la relacin diario-lector estuviera basada en un intercambio mercantil antes que en una relacin de afinidad espiritual.4

    A mediados de los aos 1930s., fue precisamente la posicin de que la prensa noera un conjunto de entidades comerciales precisamente porque no debera serlo

    nocin que segua siendo un elemento esencial de su legitimidad institucional la

    que se empez a cuestionar con velocidad creciente. El intervencionismo estatal, enaumento frente a la crisis econmica vigente, obligaba al Crculo de la Prensa a apelaral ministro de Economa Federico Pinedo para que la maquinaria, la tinta, el papel dediario y los servicios cablegrficos fueran eximidos de los controles de cambio im

    puestos por el gobierno del presidente Agustn P. Justo. Ms all del impacto potencialmente devastador que tendran tales medidas declaraba la organizacin la prensa naturalmente mereca una consideracin especial porque el diario no es, por defi-

    Ver, por ejemplo, la descalificacin de repugnante ante cualquier referencia al diario como una mercanca comercial en Crtica, 9 de octubre de 1932. Segn Satta (1998: 125), estos argumentos tambinse invocaban para mantener la ilusin de contacto directo entre el diario y su pblico lector.

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    nicin, una empresa comercial [...] En rigor, se trata de un servicio pblico, tan necesario, tan imprescindible.5

    Que el ministro Pinedo haya cedido a los reclamos del Crculo de la Prensa nosignificaba que se pusiera punto final a los choques entre el Estado y los mediosgrficos por la creciente actividad econmica de cada uno de los campos. Sin embargo, el impulso ms sostenido por la redefinicin jurdica de la prensa gir en tornode la definicin legal de los mismos periodistas.

    Como consecuencia de las presiones de los miembros cada vez ms numerososdel Crculo porteo, cuyos salarios dependan estrictamente de sus actividades como

    periodistas, desde mediados de la dcada de 1920 se vena gestando dentro de la

    organizacin un proyecto para establecer un fondo de jubilacin con aportes sustanciales por parte del Estado. En agosto de 1932, respondiendo al pedido del ComisinDirectiva del Crculo, el ministro del Interior Leopoldo Melo present al Congreso

    Nacional el proyecto de ley que estableca un fondo de pensin para los periodistas ylos trabajadores de imprenta sin distinciones. El proyecto gozaba de un apoyo abrumador en el Congreso, y con una sola modificacin pedida por representantes de laFederacin Grfica Bonaerense, en junio de 1935 solamente faltaba la firma del Presidente para que el establecimiento del fondo se convirtiera en ley.6 La facilidad conque el proyecto haba pasado por las Cmaras, sin embargo, precipitara una crisis no

    slo en el Crculo de la Prensa, sino tambin, en mayor escala, entre los trabajadoresy los dueos de los diarios. Apenas aprobado el proyecto en el Congreso, tanto elpresidente del Crculo Juan Jos Navarro Lahitte Secretario General deLa Prensa,como su tesorero Alfredo Calisto tambin de ese diario, renunciaron a sus cargos enla institucin. Mientras Justo vacilaba, Ezequiel Paz impidi la reproduccin de lasdeclaraciones de la nueva Comisin Directiva del Crculo en defensa de la ley de

    pensiones, obligndola a pagar 5 mil pesos para incluir su declaracin como aviso enlas pginas de su diario.7 El efecto de la campaa de los propietarios de los medios fuesorprendente: en julio el Presidente vet la ley de pensiones, basando su decisin en larepentina introduccin de los trabajadores de imprenta en el proyecto a pesar de

    que los mismos ya haban sido incluidos en el borrador enviado al Congreso por elpropio Ministro del Interior casi tres aos antes. Pese al apoyo de los legisladoresnacionales, slo en 1939 los periodistas tuvieron su ley de pensiones cuando la legislacin laboral aprobada por el Congreso contaba cada vez con menores posibilidadesde llevarse a la prctica.

    A pesar del xito de los propietarios de los medios grficos, la innovacin jurdica ms temida la clasificacin legal de los periodistas como empleados asalariadosde empresas comerciales vino sorpresivamente desde el Poder Judicial. Precisamen

    5 Crculo de la PrensaBoletn Oficial, diciembre de 1933 (en adelanteBO).6 BO, junio de 1935.7 BO, junio de 1935;La Prensa, Buenos Aires, 28 de junio de 1935 (en adelanteLP).

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    te en el momento en que era vetada la ley de pensiones, dos jueces federales dictaminaron a favor de los periodistas Manuel Sofovich y Oscar di Leo en las demandas pordespido sin indemnizacin que haban entablado contra los dueos deNoticias Grficas yLa Prensa, respectivamente. En ambos casos, los jueces dictaminaron que talesdemandas se encuadraban en el Cdigo de Comercio. El juez Eduardo Broqun fue

    particularmente claro en su rechazo de los argumentos de los abogados de EzequielPaz, quienes haban declarado que su cliente no poda ser clasificado como comerciante precisamente porque el diario del que era propietario se ocupaba exclusivamente de la difusin de noticias. Al contrario, insista el Juez Broqun, refirindose a

    La Prensa,

    ...se trata de un peridico en que el ingenio y el trabajo intelectualde muchas personas se realiza en provecho de quienes tienen la

    propiedad del peridico, y cuando a ello se agrega que una buenaparte del diario es notoriamente reservado para la insercin deanuncios pagados, no puede dudarse que la actividad tiene porfin, adems de cualquier mvil de ndole elevada, la idea de procurar un beneficio en el que se encuentra el elemento esencial delacto de comercio.8

    Para el juez,La Prensa era un establecimiento eminentemente mercantil y los periodistas, por lo tanto, deban legalmente considerarse como trabajadores cuyos derechos estaban protegidos por el Cdigo de Comercio.9

    Si los jueces que tuvieron a su cargo la serie de casos similares que siguieron alos de Sofovich y di Leo emitieron decisiones contradictorias, en conjunto las demandas de los periodistas contra los empleadores dejaron en claro que la sala de redaccinya no poda seguir existiendo como un mbito intangible que no se vea afectado

    por la divisin entre el capital y el trabajo que reinaba en la industria de la prensamasiva. Esto los impuls a redoblar los esfuerzos para organizarse sobre una basedistinta de la que supona el mutualismo del Crculo de la Prensa de la Capital Federal

    y otras entidades similares del pas. El efecto fue doble. Por un lado, como sealaba elabogado y periodista que integraba la Comisin Directiva del Crculo, Luis Praprotnik,las decisiones judiciales abran horizontes insospechados y perspectivas muy am

    plias e interesantes para una futura organizacin sindical de trabajadores de prensa, ala que el legislador deber dar, a su tiempo, personerajurdica.10 Por otro, las disputas originadas en el Crculo de la Prensa a raz de la ley de pensiones mostraban quelas tensiones entre los periodistas asalariados y los propietarios de los grandes diarios

    8 Citado enBO, abril de 1936.9 Citado enBO, abril de 1936.10 BO, abril de 1936.

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    ya no podan contenerse dentro de instituciones fundadas en la nocin de que la prctica periodstica una a sus miembros en un proyecto comn en el que las divisiones declase carecan de importancia.

    Esta situacin de ambigedad y conflicto daba nueva urgencia a dos cuestiones:los periodistas eran realmente trabajadores?, y si lo eran, cul sera el rol apropiado

    para las organizaciones que ya existan en casi todo el pas? La necesidad de respuestas lleg a ser an ms perentoria luego de una serie de contradictorias decisiones

    judiciales frente a las demandas de los periodistas de la ciudad de Crdoba. Paraenfrentar de forma ms sistemtica la situacin de ambigedad jurdica, el Crculo dela Prensa de esa ciudad invit a las organizaciones hermanas de todo el pas a un

    Congreso Nacional de Periodistas que se llev a cabo en la capital mediterrnea amediados de 1938. Para los periodistas de Crdoba, el congreso ira ms all de unsimple llamado a la formulacin de cuestiones puramente lricas sin fines prcticos.El reclamo de los delegados se centr en la concrecin de cinco propuestas bsicas: elestablecimiento de una federacin nacional de periodistas; la aprobacin por el Congreso nacional de un estatuto de periodistas que regulara las condiciones de trabajodentro de la profesin; la sancin de una ley que estableciera el seguro de vida; lacreacin de un registro nacional de periodistas y, por ltimo, la fijacin de una escalasalarial.11 El 24 de mayo de 1938 da anterior a la reunin el Crculo de la Prensa

    cordobs dio un comunicado donde se busc dejar en claro que el propsito de losdelegados era, nada menos, que rearticular las concepciones hasta el momento dominantes sobre el significado de la profesin. Sin razn que lo justifique, declarabanlos periodistas cordobeses, se habla todava de la bella bohemia periodstica, unanocin que no hace otra cosa que inferir un agravio a los ms respetables trabajadores intelectuales con que cuenta la sociedad en una negacin anacrnica de las transformaciones que haban creado la prensa industrial moderna. El Congreso Nacionalde Periodistas, en cambio, rompe con estos conceptos novecentistas [...] para colocar al gremio en primer plano, resuelto a ganar [...] las garantas morales y materialesque considera justas para hacer posible su convivencia dentro del ncleo social

    (Palazzolo, 1949: 12).Los delegados del Congreso que incluyeron a un grupo particularmente activo

    del Crculo de la Prensa porteo efectivamente siguieron las propuestas cordobesas.Rpidamente llegaron a las cuestiones laborales, despus de proclamar el 8 de juniocomo Da del Periodista y de declarar la libertad de prensa como requisito esencial

    para la prctica del oficio. De hecho, los delegados del crculo convocante ya habanpreparado una propuesta de contrato colectivo de trabajo periodstico que fue recibida con gran entusiasmo por el conjunto de delegados. En su presentacin, ErnestoBarabraham justificaba la medida como una respuesta a la magnitud del cambio hist

    rico en la naturaleza misma de la prensa y la prctica del periodismo: Los tiempos

    11 Citado enBO, febrero de 1938.

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    han modificado la estructura de la prensa diaria. La publicidad, el desmenuzamientode la informacin, los grandes tirajes, han transformado los baluartes del ideal, larazn y el derecho, en vastas empresas comerciales... (Palazzolo, 1949: 88).

    Para Barabraham, la transformacin estructural de la prensa y su conversin enun conjunto de empresas propiamente capitalistas hizo que las demandas del proletariado llegaran a ser ms relevantes para los trabajadores de la pluma all reunidosque el mito romntico del periodista luchador que pretenda existir por encima delmundo de las clases sociales.

    Adems de reconocer que los periodistas eran trabajadores de empresas comerciales, el borrador del estatuto tambin introduca una modificacin importantsima

    en una idea clave para la concepcin decimonnica de los derechos de prensa, que asu vez serva de base para la jurisprudencia federal. Esto es, que el Estado necesariamente encarnaba la amenaza principal para el buen funcionamiento de los mediosimpresos de difusin. Dada la complejidad de la divisin de trabajo en la prensa moderna insista este delegado las relaciones entre periodistas y propietarios habandejado de ser puramente privadas para convertirse en una cuestin pblica. En lasdisputas cada vez ms notorias entre periodistas individuales y propietarios de grandes diarios, slo el Estado tena la capacidad de ejercer una mediacin y defender alos primeros que eran, al fin de cuentas, los que producan el contenido pblico de

    los diarios. Cualquier ley de proteccin de los periodistas, quedaba claro, llevabaconsigo una aceptacin de que el Estado, antes que constituir una amenaza para laprensa, poda convertirse en un defensor de aquellos que practicaban el periodismo.Los delegados no slo aprobaron el borrador del proyecto presentado por Barabraham,sino que tambin establecieron la Federacin Argentina de Periodistas (FAP), unaconfederacin de las organizaciones de periodistas de todo el pas que tendra pormisin inmediata lograr la aprobacin del proyecto por parte del Congreso nacional.

    La creciente aceptacin de este doble desvo frente a la concepcin tradicionalel reconocimiento de la divisin de clases en las salas de redaccin y la idea de queel Estado podra tener un rol activo pero benvolo en sus relaciones con la prensa,

    creaba la posibilidad de establecer una mayor solidaridad dentro de la profesin. Pero,a pesar de que esta rearticulacin del discurso sobre la naturaleza de la prctica periodstica se limitaba al plano descriptivo antes que al normativo, el creciente obrerismode los periodistas argentinos tambin precipitaba una ruptura en la organizacin msgrande del pas. La Comisin Directiva del Crculo de la Prensa porteo haba aceptado la invitacin y la agenda de su par cordobs haba incluso enviado a su presidente,Juan Valmaggia, deLa Nacin, como jefe de su delegacin pero la renovacin delComit llev a la presidencia de la organizacin a un miembro que ya haba mostradouna franca hostilidad a las tendencias obreristas de un nmero obviamente creciente

    de colegas. En una reunin particularmente conflictiva de la Comisin Directiva enseptiembre de 1938, el otra vez presidente Juan Jos Navarro Lahitte impuso la salidadel Crculo de la flamante FAP, negando as la aceptacin dada unos meses antes por

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    la Asamblea General de la misma institucin.12La exclusin del Crculo puso a la FAPen una situacin potencialmente precaria y complicaba la de su presidente, OctavioPalazzolo, tambin miembro de la Comisin Directiva de la entidad portea. Para estedirigente, la desafiliacin del Crculo de la Prensa y la forma autoritaria en que habasido realizada pona en claro la hegemona de los propietarios dentro de la organizacin. La oposicin de Navarro Lahitte al sindicato hizo notar Palazzolo en la reunin de la FAP corresponda de forma curiosa a la posicin del dueo deLa Prensa,donde el Presidente del Crculo se desempeaba como Secretario General.13

    Esta situacin oblig a los periodistas porteos que queran seguir con la FAP aorganizar una nueva afiliacin en la Capital Federal. Como sealara Palazzolo (1949:

    195), la nueva Asociacin de Periodistas de Buenos Aires (APBA) tendra funcionesbien distintas a las del Crculo que haba rechazado a la FAP: depurada de las influencias propietarias, la APBA sera una organizacin de lucha sindical, pura y exclusivamente. Sin embargo, la asociacin se diferenciaba de otras organizaciones dentrode la FAP. En el fondo, stas seguan siendo entidades mutualistas con una importante

    presencia de propietarios, donde la concepcin del periodista como miembro de laclase obrera tena una acogida mucho ms ambigua. Las circunstancias nacionalestambin ponan obstculos a las tendencias exclusivamente clasistas: la aprobacin, amediados de 1939, de la ley de jubilaciones de periodistas mostraba la posibilidad de

    que el sindicalismo de la FAP y el mutualismo del Crculo de la Prensa porteo pudieran coexistir. Ms importante an, el creciente autoritarismo del gobierno nacional, laimposicin de medidas de censura, la clausura de diarios y el encarcelamiento de

    periodistas en la prctica aunque no en el plano institucional militaba en favor deuna reconciliacin de la FAP y el Crculo de la Prensa, que segua bajo el liderazgo derepresentantes de los propietarios deLa Nacin y del an ms hostil diarioLa Prensa.As, los delegados al Tercer Congreso de la Federacin Argentina de Periodistas, llevado a cabo en julio de 1942, pasaron ms tiempo lidiando con el tema urgente de lasamenazas estatales al funcionamiento de la prensa y al trabajo de los periodistas

    tema caro al crculo porteo que debatiendo una ley an precaria de pensiones o

    sobre la meta, cada vez ms distante, de un estatuto que regulara el empleo en laprofesin (Palazzolo, 1949: 291-370).

    Los periodistas y el giro peronistaSi el autoritarismo del presidente Castillo haca que el Estado pareciera cada vez msamenazador para los intereses de periodistas y propietarios, el Gobierno surgido delgolpe militar de junio 1943 estuvo an ms dispuesto a usar la represin como ele

    12 BO, octubre de 1938.13 BO, diciembre de 1938. Palazzolo repiti la acusacin por lo menos en una ocasin pblica (Palazzolo,

    1949: 123).

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    mento fundamental de sus relaciones con la prensa. El intento del rgimen, encabezado por el general Ramrez, de crear un ambiente en el que la prensa quedara esencialmente silenciada, culmin con el decreto 18407 del 31 de diciembre de ese ao, en elque el Gobierno dict medidas estrictas de censura sistemtica y lo ms novedosode carcter permanente. Sin embargo, en pleno auge de las acciones represivas por

    parte del Ministerio del Interior, desde noviembre de 1943 en el Departamento Nacional del Trabajo se vena gestando un intento de acercamiento a la prensa encabezado

    por el coronel Juan Domingo Pern.La anulacin del decreto 18407 en marzo de 1944 y su reemplazo por el Estatuto

    del Periodista decreto 7618 signific un giro fundamental, tanto en la forma en que

    el rgimen militar prosegua sus relaciones con la prensa como en elstatusjurdico delos periodistas y de los propios diarios. Ms que un simple intento por cooptar aeste sector por medio de aumentos salariales, el Estatuto dio fuerza de ley a la concepcin de los periodistas como trabajadores, a la de los propietarios de diarios como

    jefes de empresas comerciales y a la visin del rol benvolo del Estado en las salas deredaccin. El decreto ms all de ganar las simpatas de no pocos periodistas por

    parte de un experimento social cada vez ms ambicioso que algunos sectores de lasfuerzas armadas parecan dispuestos a iniciar desencaden una transformacin encierto modo inesperada en el conjunto de la red de relaciones de la prensa masiva.

    El Estatuto del Periodista constituy una de las primeras medidas elaboradaspor la flamante Secretara de Trabajo y Previsin encabezada por Pern. Las razonesde la temprana inclusin de los periodistas en esta primera ola de reformas laboralesno son difciles de imaginar. Los periodistas ocupaban una posicin clave en la produccin y circulacin de dos mercancas fundamentales para la elaboracin de cualquier proyecto poltico: informacin e ideologa. As, donde el rgimen militar torpemente intentaba pacificar a la prensa a travs de una censura frrea y no lograba mucho ms que unificar a lectores, periodistas y propietarios en contra de la medida, elreemplazo del decreto 18407 por el Estatuto del Periodista significaba un cambiofundamental en la relacin entre las autoridades y los medios de comunicacin. Pern,

    en efecto, buscaba usar las divisiones de clase dentro de las redacciones no slo parafracturar internamente a cada diario opositor, sino tambin para ganar la simpataactiva de los productores directos de buena parte de la informacin y la ideologa quevastos sectores del pblico argentino consuman en forma cotidiana. En lugar de silenciar a la prensa, el Estatuto formaba una parte importante del intento ms ambicioso de tener mayor influencia sobre la articulacin de la llamada opinin pblica.

    Sin embargo, considerar este decreto como una simple jugada por parte de Perny las autoridades militares para cautivar a los trabajadores de la prensa (Sirvn,1984: 24) deja de lado el rol fundamental y consciente que los propios periodistas

    desempearon en la evolucin de las relaciones entre el Estado y los medios impresos. Casi una dcada antes de la promulgacin del Estatuto, el vocal del Crculo de laPrensa porteo, el periodista y abogado yrigoyenista Luis Praprotnik, haba llamado

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    la atencin sobre la necesidad de una legislacin de corte corporativista que sustituyera a la estril e improductiva lucha de clases que reinaba en las salas de redaccincon la cooperacin de esas mismas clases, en combinacin pacfica y armnica delos dos factores: capital y trabajo.14 Como hemos visto, el congreso fundador de laFAP en 1938 iniciaba en todo el pas una prolongada campaa en favor de un estatutoque regulara la profesin, aspiracin que fue desplazada como foco de su actividadslo por el creciente autoritarismo de los gobiernos de Castillo y Ramrez. La grannovedad que los periodistas enfrentaban con el ascenso poltico de Pern, por lo tan-to, no fue un repentino surgimiento de tensiones entre periodistas y propietarios, ni unaumento de la amenaza a su profesin por parte del Estado nacional. Los trabajadores

    de prensa, como otros trabajadores cuyas postergadas demandas materiales fueronrepentinamente acogidas por el Secretario de Trabajo, se encontraron ante a un poderoso representante del Estado que pareca compartir el entusiasmo por su propia agenda. Los periodistas, en buena medida, tenan slidos motivos para pensar que eranellos quienes estaban capturando al nuevo Secretario.

    La forma en que se inici el proceso que culmin con la promulgacin del Estatuto facilitaba esta interpretacin por parte de los periodistas agremiados en la FAP.15

    A mediados de octubre de 1943, en vsperas del vencimiento del plazo preliminar dela ley de pensiones de periodistas de 1941, un grupo de dueos de los grandes diarios

    haba apelado al gobierno para que anulara definitivamente esa ley. Cuando OctavioPalazzolo corresponsal deEl Mundo en la Casa Rosada y ex-presidente de la FAPse enter de la peticin, la FAP, la APBA y hasta el Crculo de la Prensa porteo

    proclamaron en conjunto que los periodistas autnticos de la Argentina apoyaban laley de pensiones, pese a las quejas de lospropietarios.16 Semanas despus, Palazzoloaprovech una entrevista con el nuevo funcionario del Departamento Nacional deTrabajo para enfatizar no slo la importancia prctica de la disposicin legal comoelemento fundamental para el bienestar econmico de los periodistas, sino tambin susignificado simblico como nica conquista concreta lograda por los periodistas endcadas de lucha como trabajadores de prensa. A los periodistas, explicaba Palazzolo

    a Pern, nos interesa que alguna vez se nos considere con el mismo derecho dereclamar mejoras en las condiciones de trabajo, como se le reconoce a todos los traba

    jadores. Dando un paso ms, seal que eventualmente los periodistas de la FAPaspiraban a tener un estatuto profesional que terminara con las ambigedades e incertidumbres en sustatus jurdico. Para este corresponsal y los dems periodistas presentes, la respuesta de Pern fue totalmente inesperada: Si ustedes estn en condicionesde hacerlo, preparen el proyecto y [...] vanme dos das despus que me haya hechocargo [de la Secretara de Trabajo y Previsin (STP)] (Palazzolo, 1949: 407).

    14

    Citado enBO, abril de 1936.

    15 Esta versin de los acontecimientos proviene de mltiples discursos del congreso de la FAP realizado en1944 (Palazzolo, 1949: 406-412).

    16 La Nacin, Buenos Aires, 2 de diciembre de 1943.

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    De hecho, fue justamente el borrador elaborado en el Congreso de Periodistasrealizado en Crdoba en 1938 el que sirvi como punto de partida en las negociaciones realizadas entre representantes de la FAP, el Crculo de la Prensa y los propietarios conversaciones mediadas por funcionarios de la STP que culminaron en elEstatuto del Periodista del 28 de marzo de 1944 (Palazzolo, 1949: 409-410; 441). Losavances materiales que el Estatuto estableci fueron considerables: sueldos mnimosen escalas progresivas segn la dimensin econmica del diario empleador; aumentosalarial inmediato para todos los periodistas, con futuros aumentos no menores al 5%cada tres aos; regulacin estricta de los motivos legtimos de despido y compensacin significativa de los periodistas afectados (Subsecretara de Informaciones y Prensa.

    Direccin General de Prensa, 1944). El efecto inmediato de los aumentos salarialesfue particularmente notable no slo en los bolsillos de los periodistas sino tambin enlas finanzas de los grandes diarios. El vespertinoNoticias Grficas, inicialmente clasificado como de segunda categora en la escala establecida por el decreto, aumenten un 33% sus pagos a los periodistas cuando el Estatuto comenz a aplicarse; elaumento total en los gastos por mano de obra de la sala de redaccin del diario alcanzara al 65% entre marzo de 1944 y octubre de 1945.17 En los diarios ms grandescomo Crtica,La Prensa yEl Mundo, los pagos salariales a los periodistas aumentaron an ms espectacularmente, no slo por estar incluidos en la primera categora,

    sino porque tenan ms trabajadores en sus salas de redaccin. Ms all de los aumentos, el hecho de que el Estatuto tambin impusiera un lmite antes inexistente de 36horas a la semana laboral dio a los periodistas, ya acostumbrados a horarios caticosy extendidos, la oportunidad de emplearse en ms de un diario o de buscar trabajoadicional en la cada vez ms activa Subsecretara de Informacin y Prensa.

    Los avances materiales incorporados en el Estatuto y el hecho mismo de quehaya sido decretado llevaron a no pocos periodistas a respaldar a un gobierno que,dado el estado de sitio, segua manteniendo una fuerte poltica represiva contra la

    prensa en su conjunto. Las tensiones entre periodistas y propietarios como entre lospropios periodistas se hicieron evidentes en octubre de 1944. Durante el primer con

    greso anual de la FAP, llevado a cabo bajo el rgimen del Estatuto, el contingente deperiodistas de la Capital Federal fue particularmente firme en su oposicin a los propietarios de la prensa tradicional. Santiago Senn Gonzlez, de la APBA, mantenaque el nuevo decreto haba cambiado fundamentalmente las relaciones entre los periodistas y sus diarios, declarando que tenemos una posicin tomada frente a lasempresas desde que sali el estatuto y estamos frente a ellas en posicin de lucha(Palazzolo, 1949: 421). Octavio Palazzolo fue an ms lejos y lig el xito que tuvieron los periodistas, precisamente, a la alianza estratgica aunque bastante ambiguaque mantena la FAP con el autoritarismo militar. La misma suspensin de las garan

    17 Noticias Grficas, Buenos Aires, 6 de diciembre de 1946.

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    tas constitucionales fue, segn Palazzolo, la que cre el contexto para la obtencindel Estatuto y, por lo tanto, de los derechos de los periodistas:

    Sostengo que si hubiramos esperado a lograr esta conquista paracuando existiera un gobierno normal, elegido no en la simulacindemocrtica o por medio del fraude [...]; si hubiramos esperadola implantacin de una cmara, tambin de origen limpio, esteestatuto, este primer reglamento del trabajo de los periodistas, quinsabe cundo y cmo se hubiera convertido en realidad. Tal vezveinticinco aos ms tarde, que es el proceso seguido en nuestro

    pas por cada una de las leyes sociales (Palazzolo, 1949).Ms an, el dirigente sealaba que hasta en la ms limpia democracia constitucionalel poder econmico de los propietarios de los grandes diarios habra seguido ahogando los intentos legislativos en favor de los periodistas, ya que no somos tan tontoscomo para no darnos cuenta de la decisiva influencia del papel impreso [...] Pocos seatreveran a meterse con las empresas periodsticas propiciando una ley como es hoynuestro estatuto (Palazzolo, 1949: 410). Dada la clida recepcin que tuvieron estasmanifestaciones y las de Pern, que dio el discurso de apertura del congreso puedeargumentarse que muchos de los periodistas reunidos en la FAP dieron su consenso.

    Como en otros sectores de la sociedad argentina que recibieron los beneficiosdel proyecto reformista, el favor de que gozaba el rgimen militar se encontraba precisamente en su caracterstica ms perturbadora: el autoritarismo. El apoyo al gobierno generado por el decreto que fij el Estatuto, por lo tanto, no fue uniforme ni deltodo duradero: muchos de los periodistas que alabaron la poltica social de Pern en1944 se mantuvieron en silencio relativo durante la polarizacin poltica de mediadosde 1945; otros, como el presidente de la FAP al momento de decretarse el Estatuto, elsocialista Leandro Reyns, se pusieron de lleno al lado del movimiento peronista enformacin. Lo que s qued claro es que, ms all de la cuestin de la censura, elEstatuto del Periodista gener no poca simpata por el proyecto social del gobierno

    militar entre los trabajadores de la prensa y dificult cualquier reclamo de unidadopositora por parte del sector como conjunto institucional.

    A largo plazo, sin embargo, ni las conquistas materiales ni las simpatas polticasde los periodistas fueron los factores que tuvieron ms influencia en el proyectomeditico del peronismo. La promulgacin del Estatuto del Periodista marc una profunda rearticulacin de la relacin entre los conceptos normativos y los descriptivosde la prensa y dio a este nuevo vnculo la fuerza de una ley que gozaba de gran legitimidad. As, mientras que el estado de sitio que por definicin segua siendotemporario implic una posicin esencialmente represiva por parte del gobierno, el

    Estatuto del Periodista modific de forma repentina elementos fundamentales de lasbases ideolgicas y jurdicas de la prensa. La acumulacin de tales cambios se constituy en el mecanismo ms eficaz para transformar de manera sin precedentes la rela

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    cin entre el Estado y la prensa en los aos siguientes, sin descartar por ello la legitimidad que an sobreviva en las normativas liberales que la conceban como vehculode expresin.

    Esta rearticulacin entre la nocin de los medios de difusin impresos como unconjunto de instituciones impersonales y neutrales que facilitaban la intervencin ciudadana en la esfera pblica, y la emergencia de una prensa propiamente industrial ycapitalista, se llev a cabo en medio de un profundo cambio en la definicin de lanaturaleza del Estado mismo. La nueva forma de intervencionismo establecida con elEstatuto se basaba, entonces, tanto en la naturaleza pblica de las prcticas periodsticas como en el concepto del rol esencial del Estado como mediador de los conflictos

    sociales. Las divisiones de clase, se reconoca en el Estatuto, formaban parte ineludible del conjunto de relaciones que constituan a la prensa moderna. Segn esta disposicin legal, el carcter pblico de la prctica periodstica daba a la Nacin un intersvital en la prensa al punto que, en las concepciones corporativistas de Farrell y Pern,llegaba a ser una parte del propio Estado. Por lo tanto, ste tena la obligacin demediar ante las tensiones de clase que haban surgido con el proceso de industrializacin:

    ...a la prensa, como manifestacin cultural y expresin libre de laopinin pblica [...] y como organizacin industrial y comercial,

    siendo, como es,parte del Estado mismo, le interesa igualmenteelevar el nivel de vida de los factores fundamentales de su produccin, que son los periodistas, porque de tal manera se labraverdaderamente la grandeza de la Nacin... (Subsecretara de Informaciones y Prensa. Direccin General de Prensa, 1944: 3. nfasis del autor).

    Segn los creadores del Estatuto, la intervencin estatal en el funcionamiento de laprensa bajo la forma de regulacin de las condiciones de empleo de los periodistas yla mediacin obligatoria en las disputas laborales no amenazaban el buen funciona

    miento de la prensa. A cambio del concepto liberal que ubicaba al Estado en unaposicin de amenaza inequvoca y permanente, con el Estatuto del Periodista la ideade que poda servir de protector de la verdadera misin de la prensa y de los periodistas agentes privilegiados de expresin pblica no slo lleg a tener mayor pesoideolgico, lleg a tener fuerza de ley.

    El Estatuto, por lo tanto, no slo facilitaba la rearticulacin de las complejasrelaciones entre los trabajadores y propietarios de la prensa nacional, tambin alterinmediata y fundamentalmente elstatus de la prensa en su conjunto vis--vis el Estado argentino. Primero, la disposicin institucionaliz, an ms, la divisin entre tra

    bajo y capital en las salas de redaccin. Al reconocer y dar fuerza de ley a esta fisurasocav el concepto de la prensa como un sujeto colectivo y uniforme, contrarrestando as, en trminos prcticos, el efecto unificador que tena la censura. Adems, si la

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    formacin de la FAP y su conflicto con el Crculo de la Prensa de la Capital Federalfue el primer paso en la institucionalizacin de la divergencia entre propietarios y

    periodistas, el Estatuto del Periodista dio un nuevo e importante giro a este proceso.Ms que dividir simblicamente a la prensa, el Estatuto daba al Estado mismo enla forma de la STP un espacio en las salas de redaccin como mediador en las relaciones entre periodistas y propietarios, antes que como presencia temporaria y represiva. As, donde los oficiales de la Subsecretara de Informaciones y Prensa, por sufuncin de censores, entraban a los diarios como plena amenaza tanto para los periodistas como para propietarios, el Estatuto iniciaba una participacin estatal que actua

    ba como protectora de los intereses materiales de los periodistas. De forma parecida,

    la inequvoca clasificacin jurdica de los diarios de circulacin masiva como entidades comerciales abra la industria de la prensa como cualquier otra rea de la economa argentina a la regulacin estatal de la mano de obra, del papel de diario y de losotros factores de produccin.

    Hacia una nueva prensa para la Nueva ArgentinaSera, precisamente, este aumento de legitimidad del intervencionismo estatal incluso en relacin con la prensa el que servira como uno de los elementos centrales en latransformacin peronista de los medios a partir de las elecciones de 1946. Uno de loslogros fundamentales de Pern y sus aliados fue la articulacin de un discurso queconservaba los aspectos normativos ms legtimos de la tradicin liberal como, porejemplo, el funcionamiento de la prensa en tanto vehculo para el ejercicio de la ciudadana y a la vez lo reconstitua de acuerdo con la transformacin de las prcticas

    periodsticas, la industrializacin de la prensa y la expansin del pblico lector. As, elmovimiento peronista pudo armar un discurso de la relacin entre Estado y prensa queubicaba al primero en una posicin contraria a la que ocupaba en la concepcin liberal, sin abandonar del todo otros aspectos de tal discurso acerca de la libertad de

    prensa. Bajo esta nueva concepcin, el Estado dejaba de ser slo una amenaza, para

    convertirse en protector: del rol normativo como foro de la expresin ciudadana yfuente de informacin verdica contra los efectos distorsivos de los bajos interesescomerciales; de las condiciones socialmente justas de produccin; y de la mano deobra, el capital y los consumidores de la industria contra las crisis de produccin. Fuea partir del Estatuto del Periodista que esta concepcin no slo empez a tener peso

    jurdico, sino que tambin goz de legitimidad dentro y fuera de la profesin. Setrataba del discurso del Estado protector que Pern y sus aliados ms cercanos utilizaron como instrumento en la resolucin de una serie de crisis, no totalmente fabricadas en la prensa masiva, para la construccin de un proyecto meditico de corte autoritario.

    La transformacin de la prensa argentina en el perodo peronista pareciera confirmar los reclamos del propietario ms tenazmente opuesto al Estatuto, y cuyo diario

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    estara en la cima que culminara este proceso: Alberto Gainza Paz. En vsperas deldecreto que estableca el Estatuto, el dueo deLa Prensa repudiaba cualquier intento

    por calificar a los diarios como empresa o industria lucrativa y consideraba a larelacin entre los periodistas y sus diarios poco menos que una relacin de afinidad espiritual. As escriba Gainza Paz el Estatuto corresponda nada menos que alas demandas de un gremialismo oscuro y constitua el primer paso en la conversinde la prensa argentina en instrumento de un estado totalitario.18

    Sin embargo, fue precisamente la frrea oposicin de Gainza Paz a los derechoslaborales de sus empleados periodistas y, ms significativo an, al reconocimientolegal de la transformacin comercial e industrial de la prensa argentina, lo que puso

    de relieve el gran dilema que muchos argentinos enfrentaban con el surgimiento delperonismo: el autoritarismo convocado a consolidar los derechos negados bajo elviejo orden, llevaba en s mismo la amenaza de que el nuevo orden en formacindistara de ser utpico. En el contexto de una serie de crisis, tanto ideolgicas comoeconmicas, de la prensa masiva que se vena gestando desde antes de 1943 y que noestuvo confinada al mbito argentino, los ms visibles opositores de Pern no lograron configurar un discurso alternativo que no reforzara las tentativas estatizantes enrelacin con la prensa ni cayera en el idealismo de la posicin liberal. Fue el peronismo,entonces, el que tuvo no slo la capacidad institucional, sino tambin la legitimidad

    ideolgica suficiente para insertarse con habilidad en las importantes fisuras existentes entre periodistas y propietarios, entre diarios dbiles y econmicamente poderosos y entre la prensa tradicional y el pblico peronista. Esas fisuras fueron cada vezms notables durante la segunda posguerra. La historia de la peronizacin de la

    prensa, por lo tanto, es ms que un simple ejemplo de autoritarismo poltico. Antesbien, resulta inseparable de la historia de las mltiples crisis que atravesaron toda lared de relaciones que conformaba la prensa argentina desde el momento mismo de suindustrializacin.

    18 LP, 22 de febrero de 1944.

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