PRESENTACIÓN - PRI Partido Revolucionario Institucional –...

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PRESENTACIÓN

n la política, como en la vida, lo que no cambia, es cam-biado.

Hace décadas, México inició una transición a la democracia, proceso histórico de larga data, que no momento de la historia; conjunto de hechos protagonizados por sociedad y gobierno. Compleja amalgama de sucesos sociales, coyunturas electo-rales, liderazgos plurales y complementariedad de visiones de país.

2 NOVIEMBRE 2013

CÉSAR CAMACHO

La transición democrática ha sido la adaptación progresiva de un régimen jurídico y político, a una sociedad que reclama un nuevo estado de cosas.

Si bien sus causas ocurrieron en los años sesenta, podemos afirmar que la transición democrática mexicana surgió con el fortalecimiento de los partidos políticos de oposición plas-mado en sucesivas reformas electorales, singularmente la de 1977.

Desde entonces, México no volvió a ser igual; la disputa por el poder se abrió y se amplió, pero sobre todo, se legalizó y se legitimó. Sobre el sistema presidencialista discrecional, hemos venido construyendo un presidencialismo acotado por la ley y por los contrapesos de la democracia.

En uno de esos episodios, inteligente y hasta profético, Luis Donaldo Colosio afirmó que se requería mucho más: “Es la hora de reformar el poder –dijo-, de construir un nuevo equi-librio en la vida de la República”.

Con ese impulso democratizador, la transición avanzó y se expandió a otros aspectos; se fortaleció a la Suprema Cor-te de Justicia de la Nación y se amplió su competencia; au-mentaron las participaciones y las aportaciones a los estados y municipios; se hizo más pública, la vida pública; se dio rango constitucional a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, al Banco de México, y al Instituto Federal Electoral. Se consoli-daron las libertades y los Derechos Humanos.

Protagonista central de este proceso histórico y beneficiaria de todas esas transformaciones, la sociedad mexicana con-tó con aliados fundamentales: los partidos políticos; ésos a los que uno de los últimos grandes teóricos de la ciencia política del siglo XX, y de los primeros del XXI, Giovanni Satori, precisó que son todo “ grupo político identificado por una etiqueta oficial que presenta a las elecciones y puede sacar en elec-ciones candidatos a cargos públicos”.

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PRESENTACIÓN

Partidos políticos que son parte de la sociedad y, como tales, son antes que nada, organizaciones civiles. Y son organizacio-nes políticas, porque buscan adquirir el poder de influir en las decisiones que atañen a la sociedad en su conjunto, de ser posible, ocupando los cargos previstos en las estructuras de los poderes públicos, cuyos titulares deben ser electos por la socie-dad, conforme a la Ley.

En muchas partes del mundo, y subrayadamente en nuestro país, donde se está consolidando como régimen de gobierno y sistema de vida la democracia, los partidos políticos están llamados a transformarse para funcionar mejor en un clima crecientemente abierto a la participación social en la vida pública.

Atendiendo a tal imperativo, los priistas buscamos anticiparnos, por eso hemos adoptado novedosas formas de participación política para que sea más fácil ser candidato de nuestro par-tido; promoviendo la igualdad entre mujeres y hombres en la presentación de candidaturas; así como conformando un or-ganismo especializado en el activismo digital a través de las redes sociales, entre muchas otras medidas que aprobamos en nuestra XXI Asamblea, la asamblea de la transformación, que celebramos este año.

Como se advierte, los priistas estamos preparados para la si-guiente etapa, en la que vamos sorprender a los ciudadanos, y a estrechar nuestra alianza con la gente, para ser más que nunca su Partido, ése que no sólo que gobierna para ellos, sino con ellos.

Contamos con el liderazgo eficaz de Enrique Peña Nieto, con el priismo unido, el priismo hecho gobierno, pero sobre todo, el priismo aliado de los mexicanos, la fuerza política más po-derosa del país, sencillamente, el poder transformador de México.

César Camacho

4 NOVIEMBRE 2013

César CamachoPresidente del Comité Ejecutivo Nacional

Ivonne Ortega PachecoSecretaria General del Comité Ejecutivo Nacional

Jesús A. Rivero CovarrubiasCoordinador del Comité Nacional Editorial

y de Divulgación

Roberto F. Morales CuadrielloCoordinador Técnico y Enlace Administrativo

Roberto Rives SánchezDirector Editorial

Raúl Fraga JuárezArturo Huicochea Alanís

Bernardo Octavio InfanteJosé Trinidad Padilla López

Gabriel Torres Espinoza Emilio Vizarretea Rosales

Consejo Editorial

José Apolinar VelázquezYelena Olivera GarcíaDiseño: Varia Visual Creativos

Leticia Hernández SaucedoAsistente del Departamento Editorial

Jesús Alfredo Reyes ZamudioCarlos Salomo Ruíz

Distribución

Examen, revista mensual, noviembre de 2013. Publicación editada por el Comité Nacional Editorial y de Divulgación del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ave. Insurgentes Norte No.

59, Edificio 2, Subsótano,Col. Buenavista, Delegación Cuauhtémoc, 06359, México, D.F., teléfonos: 5729-9669 / 5729-9600 ext. 4636,

E-mail: [email protected]

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Número de certificado de licitud de contenido: 11686 ISSN: En trámite

Imprenta: Promodel Diseño S.A. de C.V. Juárez 18-A Tlacopac San Ángel, Delegación Álvaro Obregón, C.P. 01040, México, D.F.

El tiraje de este número de Examen es de 6,000 ejemplaresnoviembre de 2013. México

El material de este número puede reproducirse Siempre y cuando se cite fuente y autor

Los artículos firmados son de la exclusiva responsabilidad de los autores y no representan necesariamente la opinión del PRI

Autorización como correspondencia de Segunda Clase, publicación periódica, registro No. 010-0190, características 228731209, del Servicio

Postal Mexicano

Se publica en cumplimiento de lo ordenado por el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe)

en su artículo 28, inciso H.

DIRECTORIOPARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL

Los partidos políticos.Miguel Ángel Zamarrón Serratosy Jesús Alfredo Reyes Zamudio

Los partidos políticos en MéxicoJorge Evia Ramírez

El PRI en el 2013discursos de César Camacho

Sociedad civil y partidos políticos: fortaleciendo el vínculoSamuel Aguilar

El PRI en la Conferencia Política del PSOE. Arturo Huicochea Alanís

De la fragmentación al consensoAlejandro Uribe Valle

DI SÍ A LA LECTURA:

Lao Tse

El príncipe a quinientos años

.......................................7

..................................................23

.............................42

........................................................49

............................54

................................................58

................................................................62...............................65

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CONTENIDOCONTENIDO

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Miguel Ángel Zamarrón SerratosLicenciado en Ciencias Políticas y Administración Púbica

Jesús Alfredo Reyes ZamudioSociólogo. Encargado de la distribución

de publicaciones del CNED del PRI

n tema recurrente de la teoría po-lítica, abordado de una u otra manera, es el relativo a la representación política, cuya evolución transita del mandato imperativo, al mandato representativo y los partidos políticos.

En el primer caso, se tiene a un grupo de perso-nas con intereses afines que decidían contra-tar los servicios de un representante para que en su nombre plantearan sus demandas y as-piraciones ante el rey, y dichos representantes solo portaban y defendían los intereses de sus clientes. Este modelo operó hasta el siglo XVIII, en que tras la revolución parlamentaria enca-bezada por Cromwell en Inglaterra, el liberalis-mo de la revolución francesa y la constitución norteamericana, la representación política asumió el carácter representativo.

Edmund Burke, al ser declarado como uno de los representantes de la ciudad de Bristol

ante el Parlamento, planteó las diferencias entre el mandato, imperativo y el represen-tativo:

“Me debo en todas las cosas a todos los ve-cinos de esta ciudad… Deseaban que los diputados de Bristol fueran escogidos para representar a la ciudad y al país y no para representarles a ellos exclusivamente…. Ciertamente, caballeros, la felicidad y la gloria de un representante, deben consistir en vivir en la unión más estrecha, la corres-pondencia más íntima y una comunicación sin reservas con sus electores. Sus deseos deben tener para él gran peso, su opinión máximo respeto, sus asuntos una atención incesante. Es su deber sacrificar su reposo, sus placeres y sus satisfacciones a los de aquéllos; y sobre todo preferir, siempre y en todas las ocasiones el interés de ellos al suyo propio.

Los Part idosPol ít icos

Los Part idosPol ít icos

LOS PARTIDOS POLÍTICOS

8 NOVIEMBRE 2013

El Parlamento no es un congreso de embaja-dores que defienden intereses distintos y hos-tiles, intereses que cada uno de sus miembros, debe sostener, como agente y abogado, contra otros agentes y abogados, sino una asamblea deliberante de una nación, con un interés: el de la totalidad; donde deben guiar no los intereses y prejuicios locales, sino el bien general que resulta de la razón general del todo. Al elegir un diputado; no es el diputado por Bristol, sino un miembro del Parlamento.

Somos ahora diputados por una rica ciudad comercial; pero esta ciudad no es, sin embar-go, sino una parte de una rica nación comer-cial cuyos intereses son variados, multiformes e intrincados. Somos diputados de una gran nación que, sin embargo, no es sino parte de, un gran imperio, extendido por nuestra virtud y nuestra fortuna a los límites más lejanos de oriente y occidente. Todos estos vastos in-tereses han de ser considerados, han de ser comparados, han de ser, en lo posible, recon-ciliados.” (Edmund Burke. Discurso a los electores de Bris-tol, el 3 de noviembre de 1774, FCE, México 1980)).

Burke entendió que la existencia de diver-gencias en el seno de la sociedad, y de sus representantes, era una realidad ineludible, pero tales divisiones podían ser canalizadas

a fin de mejorar la organización del gobierno y el control de la monarquía. El disenso de-bía ser aceptado, ya que el aumento de la tolerancia política y religiosa conduciría al ro-bustecimiento de una sociedad pluralista. La institucionalización de grupos diversos, a través de asociaciones representativas de cada par-te, los haría converger en el objetivo de coad-yuvar al interés común del gobierno nacional.

De esta manera el mandato representativo responde a una nueva época inaugurada con el liberalismo, dentro de la cual surgirán los primeros partidos políticos, cuyos anteceden-tes remontan a las facciones. Thomas Hobbes, en su obra De cive, señalaba las causas de la disgregación del Estado, y menciona la for-mación de las facciones, que surgen con una carga de valor negativa, ya que este término hacía referencia a las divisiones políticas sub-nacionales a las que la sociedad de entonces calificaba de antinatural: “Cuando algunos ciudadanos se reúnen en una sociedad par-ticular pero con un fin político, y por lo tanto no particular sino general, entonces nace la facción, que genera discordia y a través de la discordia produce o la disgregación de la ciu-dad, o si, en cambio, resulta victoriosa, surge un gobierno que está orientado al bien de la parte y no del todo.” (Hobbes Thomas. De cive (1642), cap XII ’de las causas internas que tienden a la disolución del gobierno’, párrafo XIII. Alianza Editorial, 2000)

Diversos autores señalan que pudiera tomarse como acta de nacimiento formal de los parti-dos a la reforma electoral (Reform Act) dada en Inglaterra en 1832, que ampliando el sufragio, permitió que los estratos industriales y comer-ciales del país participaran junto a la aristocra-cia en la gestión de los negocios públicos. Las transformaciones económicas y sociales pro-ducidas por el proceso de industrialización y urbanización, especialmente el desarrollo del movimiento obrero, llevaron a la escena políti-ca a las masas populares cuyas reivindicacio-nes se expresaron inicialmente en movimientos espontáneos de protesta, encontrando luego canales organizativos cada vez más comple-jos hasta la creación de los partidos de traba-jadores. Es justamente con el surgimiento de los partidos socialistas (Alemania en 1869 por Be-

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bel y Liebknecht y fortalecido en 1875 a partir de su unificación con los lasalleanos en 1875; Italia en 1892, Inglaterra en 1900, Francia en 1905) que los partidos asumen connotaciones absolutamente nuevas: grupos de masas, una organización difundida y estable con un cuer-po de funcionarios retribuidos expresamente por desarrollar actividad política y un progra-ma político sistemático.

Cuando los sostenedores de las teorías socialis-tas, mayoritariamente marxistas, se enfrentaron con la apertura electoral que las luchas obre-ras habían finalmente conseguido, los partidos que fundaron debieron recurrir a métodos to-talmente nuevos de acción política. El princi-pal problema resultaba ser el de la ignorancia, de las masas trabajadoras, por lo que las im-prentas se constituyeron en las herramientas fundamentales, tanto para la movilización como para el adoctrinamiento. La fuerza de las organizaciones de izquierda en el siglo XIX dependía esencialmente de la importancia de su prensa partidaria.

La primera explicación acerca del surgimien-to de los partidos la formuló Moisei Ostrogorski (1912), siguieron las teorías de Robert Michels, Maurice Duverger (1951), y otros más que se refieren a continuación:

Fue el sociólogo bieloruso Moisei Ostrogorski, en su obra titulada La democracia y los partidos políticos. (Ed. Mínima Trotta, Madrid. 1980), que analiza los sistemas inglés y estadounidense, y elaboró una crítica hacia estas formas organi-zativas debido principalmente a su carácter no democrático. Su punto de vista partía del predominio del individuo por encima de la or-ganización, de manera que cualquier forma de encuadramiento de los sujetos no podía ser sino una camisa de fuerza para su libre al-bedrío. Su crítica nos muestra la posición de quienes en ese entonces experimentaban una forma novedosa de participación política, que iba más allá de la participación individualista y elitista de los regímenes aristocráticos y mo-nárquicos.

“Un sistema electoral muy desarrollado no es sino un homenaje puramente formal a la de-

mocracia; menoscaba la autoridad del pue-blo en lugar de aumentarla: la responsabilidad directa ante el pueblo que este sistema trata de establecer a lo largo de todo el proceso se difumina y, queriendo estar en todas par-tes, no está en ninguna. Para que sea real, es necesario que la responsabilidad directa ante el pueblo se concentre, que se aplique sólo a algunas atribuciones determinadas de la auto-ridad pública, a las funciones legislativas y, en segundo lugar, al self-government local. (p.25-26).

“El sufragio universal se introdujo en las de-mocracias con el carácter que todavía con-serva y que constituye una de sus mayores, si no la mayor, de sus debilidades, una síntesis sin análisis previo. Este error se apreció menos entonces debido a que la democracia repre-sentativa era un fenómeno completamente nuevo, cuya experiencia aún estaba por ha-cer. Las repúblicas de la antigüedad, cuyo re-cuerdo fascinó tanto a los pensadores como a los hombres de Estado, no proporcionan al respecto ninguna indicación. Los propios fun-dadores de la república americana, que tan-to escrutaron los peligros y las dificultades del gobierno democrático, no pensaron ni un solo instante, al parecer, en la cuestión de saber cómo se moverían los electores populares y llegarían a un acuerdo para producir el acto final que investiría a los elegidos de su cargo. Es probable que el horizonte limitado de las pequeñas repúblicas donde vivían los autores de la Constitución americana, así como la je-rarquía social que dominaba la vida pública, ocultara este problema a su mirada. Pero a medida que el sufragio, en principio restringi-do, se extendió y que la necesidad de una organización de cara a las elecciones se hizo apremiante, entraron en escena organizacio-nes libres, creadas sobre la base de los parti-dos. (p.28).

“Un partido es, por naturaleza, una combina-ción libre de ciudadanos que, como cualquier otra, escapa a toda injerencia exterior mientras no contravenga la ley común. Un Estado que respeta los derechos fundamentales de los ciu-dadanos no presta atención a los partidos. No tiene derecho a preguntar a los miembros de

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un grupo cualquiera cuáles son sus ideas polí-ticas ni cuál es su pasado político. El Estado no tiene derecho a sellar las opiniones políticas ni a establecer las condiciones según las cuales se pone ese sello. En ningún país libre ha tenido lugar una intervención semejante. Sólo a Rusia se le ha ocurrido recientemente establecer <partidos políticos legalizados>. (p.29).

“Los principios o el programa del partido cons-tituían una fe investida, como la de la Iglesia, de la sanción de ortodoxia y heterodoxia. La adhesión debía ser integral: nadie podría se-pararse del credo del partido en punto alguno más de lo que se puede elegir entre los dog-mas de una religión. Igual que la Iglesia, que se hace cargo de todos los deseos espirituales del hombre, el partido reclama por completo al ciudadano. La conformity al credo del par-tido era la única regla de conducta política y confería, como la fe religiosa, la gracia su-ficiente a todos los miembros presentes y por venir. Ningún acto, ningún error cometido por el partido podrían destruir o mermar una virtud tan eficaz ni comunicarla al partido hetero-doxo, según el principio teológico del mérito o el demérito hereditarios. (p.30).

“La creciente complejidad de la vida social re-quiere más que nunca la unión de los esfuerzos individuales. El desarrollo de la vida política, que llama a cada uno de los ciudadanos a participar en el gobierno, los obliga a enten-derse con sus conciudadanos para cumplir con su deber cívico. En una palabra, la realiza-ción de sus fines en la sociedad y en el Estado supone la cooperación, que no es posible sin organización. Los agrupamientos de ciudada-nos con un fin político que llamamos partidos son indispensables sobre todo donde el ciuda-dano tiene el derecho y el deber de expresar su pensamiento y actuar; pero es necesario que el partido deje de ser un instrumento de tiranía y de corrupción…

“Un partido es <un cuerpo de hombres que se unen para poner sus esfuerzos en común al ser-vicio del interés nacional, sobre la base de un principio al que todos se adhieren>. Por flexi-ble que sea esta definición, establecida por el gran campeón del sistema de partidos, asigna

al partido límites muy precisos: el partido es un grupo particular, su base es el acuerdo sobre un principio determinado y su finalidad es la realización de uno o varios objetivos de interés público.” (pp.60- 61).

La desilusión sufrida por Robert Michels respec-to del partido socialdemócrata alemán lo llevó a buscar las causas del mal funcionamiento de los partidos en su estructura interna, de carác-ter oligárquico. En el año 1911 formula la lla-mada ley de hierro de la oligarquía, con la que afirmaba que tanto en regímenes autocráticos como democráticos siempre gobernará una minoría, de manera que toda organización se vuelve oligárquica. Al efecto propone tres ar-gumentos o ideas centrales:Cuanto más grandes se hacen las organiza-ciones, más se burocratizan, ya que, por una parte, se especializan; y, por otra, deben to-mar decisiones cada vez más complejas y de una forma más rápida. Aquellos individuos que conocen cómo tratar los temas complejos con los que se enfrenta la organización se van vol-viendo imprescindibles, formando la élite.

Inevitablemente se desarrolla una suerte de dicotomía entre eficiencia y democracia in-terna; de modo que para que la organización sea eficiente necesita un liderazgo fuerte, en detrimento de una menor democracia interna.

Dado que las masas son apáticas, ineptas para resolver problemas por sí mismas; hacen propi-cio el liderazgo, quedan agradecidas con el líder, y tienden al culto de la personalidad. Su única función sería, pues, la de escoger de vez en cuando a sus representantes.

De su obra Michels, Robert, Los partidos polí-ticos: un estudio sociológico de las tenden-cias oligárquicas de la democracia moderna, (Amorrortu, Buenos Aires, 2003), se citan los si-guientes extractos:

“La vida de los partidos políticos, ya sea que se interesen principalmente en la nación o en la política local, en teoría, debe demostrar nece-sariamente una tendencia aún más fuerte ha-cia la democracia que la manifestada por el Estado. El partido político se funda, en la mayor

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parte de los casos, sobre el principio de ma-yoría, y siempre sobre el principio de la masa. (pág. 48)

“Los partidos políticos, por mucho que se fun-damenten sobre estrechos intereses de clase, y por muy evidente que sea su acción contra los intereses de la mayoría, quieren identifi-carse con el universo o, al menos, presentarse como colaboradores de todos los ciudadanos del país, y proclamar que luchan en el nombre de todos y por el bien de todos. (pág. 61)

“Es inconcebible la democracia sin organiza-ción… la organización es el único medio para llevar adelante una voluntad colectividad. Por estar basada sobre el principio del menos es-fuerzo, es decir, sobre la máxima economía posible de energía, la organización es el arma de los débiles en su lucha contra los fuertes. El principio de organización es una condición absolutamente esencial para la lucha política de las masas. (pág. 67)

“Toda organización sólidamente construida, ya sea un Estado democrático, un partido polí-tico o una liga de proletarios para la resistencia de la opresión económica, presenta un cam-po eminentemente favorable para la diferen-ciación de órganos y funciones. Cuanto más

extenso y más ramificado es el aparato oficial de la organización, tanto mayor es el núme-ro de sus miembros, tanto más rico su tesoro y tanto más amplia la circulación de su prensa, tanto menos eficiente el control ejercido por la masa y tanto más reemplazado por el poder crecientes de las comisiones.

“Todos los partidos tienen hoy una finalidad parlamentaria (hay una sola excepción: la de los anarquistas, que casi no tienen influencia alguna, quienes, además, por ser enemigos declarados de toda organización- y si forman organizaciones lo hacen desafiando a sus pro-pios principios-, no pueden ser considerados como partidos políticos en el propio sentido del término). Todos los partidos aplican méto-dos legales, apelan a los electores, hacen de estos su finalidad primordial para adquirir in-fluencia parlamentaria, y tienen por meta final la conquista del poder político”. (p78)

Un nuevo giro toma el estudio de la ciencia política con las aportaciones de Maurice Du-verger que se aleja de las teorías dominantes de principios del siglo XX, de carácter jurídico, que con exponentes de la talla de Leon Du-guit, planteaban como eje central la relación gobernante y gobernado. Duverger deja atrás la teoría del Estado y propone la ciencia del

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poder. De su obra Los partidos políticos (FCE, México, 1957), se citan los siguientes párrafos: “Formas de los partidos indirectos. En general, dos categorías de partidos revisten la forma indirecta: partidos socialistas o partidos católi-cos. En los primeros, la materia del partido está constituida por sindicatos obreros, cooperati-vas obreras, sociedades obreras mutualistas; el partido toma el carácter de una comunidad basada en una clase social única. En los se-gundos, el partido se presenta como una fe-deración de sindicatos y cooperativas obreras, unidos a asociaciones campesinas, a ligas de comerciantes, de industriales, etc.; el partido reúne a las clases sociales diferentes, cada una de las cuales conserva su organización propia. Existe una tercera categoría de partidos indi-rectos: partidos agrarios, dentro de los cuales los sindicatos y las cooperativas agrícolas des-empeñan el mismo papel que los sindicatos y cooperativas obreras en el seno de los partidos socialistas. (p. 36)

Los partidos directos constituyen la regla y los partidos indirectos la excepción: es decir, que los primeros están mucho más extendidos que los segundos. (p. 42)

Un partido no es una comunidad, sino un con-junto de comunidades, una reunión de pe-

queños grupos diseminados a través del país (secciones, comités, asociaciones locales, etc.) ligados por instituciones coordinadoras. (p. 46)

Los elementos de base de cada partido tienen una estructura original:

El comité: este término designa más o menos la misma realidad que el de caucus en la ter-minología anglosajona. El comité se define, en primer lugar, por su carácter limitado. No reúne más que un pequeño número de miembros, sin tratar de aumentarlos. No desarrolla ninguna propaganda, con vistas a extender su reclu-tamiento. Además, no tiene miembros propia-mente dichos, ya que este grupo limitado es también un grupo cerrado; no entra quien quie-re: no se penetra allí sino mediante una especie de cooptación tacita, o mediante una desig-nación formal. Sin embargo de todo esto, el co-mité puede disponer de un gran poder. (p.47)

La sección: este término designa, en sí, a un elemento de base menos descentralizado que el comité: una sección no es más que una par-te de un todo, cuya existencia separada no es concebible, la palabra comité, por lo contra-rio, evoca una realidad autónoma, que puede vivir aislada. De hecho, veremos que los parti-dos fundados en secciones son más centraliza-dos que los partidos fundados en comités. Pero la originalidad profunda de la sección está en su estructura y no en su articulación con las de-más secciones. A este aspecto podemos defi-nir la sección oponiéndola, rasgo con rasgo, al comité. Éste presenta un carácter restringido, aquellas un carácter amplio: la sección trata de buscar miembros, de multiplicar su número, de engrosar sus efectivos. No desdeña la ca-lidad, pero la cantidad le importa antes que nada, la sección está ampliamente abierta. Prácticamente para entrar en ella, es bastante con desearlo. (p. 53)

La célula: dos rangos fundamentales distin-guen a la célula de la sección: la base de agrupación y el número de miembros. Como el comité, la sección descansaba en una base local: más estrecha en ésta que en aquel, pero siempre geográfica. La célula, por lo contrario,

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descansa en una base profesional: reúne a todos los miembros del partido que tienen un mismo lugar de trabajo. Se distingue así células de fábrica, de taller, de tienda, de oficina, de administración. (p. 57)

La milicia: la ruptura entre los partidos políticos y la acción electoral y parlamentaria es toda-vía más clara en los que han tomado como base la milicia: especie de ejército privado, cu-yos miembros están organizados militarmente, sometidos a la misma disciplina y al mismo en-trenamiento que los soldados, revestidos como ellos de desfilar en orden armónico, procedi-dos de música, banderas, aptos como ellos para combatir a un adversario por las armas y la lucha física. (p. 66)

¿Cómo están unidas entre sí esas pequeñas comunidades de base- comités, secciones, cé-lulas, milicias- cuyo conjunto constituye el parti-do? En conjunto, la articulación política tiende a calcarse de la articulación administrativas del Estado: la agrupación de los elementos de base toma así el aspecto de una pirámide con escalones, coincidiendo con las divisiones te-rritoriales oficiales. Uno de los escalones tiene a menudo un carácter preponderante: corres-ponde generalmente a la circunscripción ad-ministrativa esencial. (p. 70)

En el lenguaje común, la noción de miembro de un partido, coincide con la de adherente. Se distingue a éste del simpatizante, que se declara favorablemente a las doctrinas del partido y le aporta a veces su apoyo, pero permanece fuera de su organización y de su comunidad: el simpatizante no es miembro del partido, propiamente hablando. Sin embargo, si se quiere profundizar un poco, la distinción tropieza y a veces se borra. (p.92)

La noción de miembro es el resultado de la evolución que ha conducido de los partidos de cuadros a los partidos de masas.

La distinción de los partidos de cuadros y los partidos de masas no descansa en su dimen-sión, en el número de sus miembros: no se trata de una diferencia de tamaño, sino de estruc-tura. (p.93)

El partido de cuadros responde a una noción diferente. Se trata de reunir notables, para pre-parar las elecciones, conducirlos y mantener el contacto con los candidatos. Notables influ-yentes, en primer lugar cuyo nombre, prestigio o brillo servirán de fiador al candidato y le co-secharan votos; notables técnicos, en segun-do lugar, que conozcan el arte de conducir a los electores y de organizar una campaña; notables financieros, finalmente, que aporten el nervio de la batalla. (p. 94)

La distinción de partidos de cuadros y partidos de masas descansa en la infraestructura social y política. Coincidió, en un principio, en gran-des líneas, con la sustitución del sufragio univer-sal. (p.95)

Los partidos de cuadros corresponden a los partidos de comités, descentralizados y dé-bilmente articulados; los partidos de masas corresponden a los partidos basados en sec-ciones, más centralizados, y fuertemente arti-culados. (p.97)

Se considera bipartidismo, generalmente, como un fenómeno específicamente anglo-sajón. Este punto de vista, no es más que apro-ximativo, ya que algunos países anglosajones conocen el multipartidismo y el dualismo se encuentra en Turquía y en algunas naciones de América Latina; una evolución hacia él se manifiesta incluso en algunos Estados de Eu-ropa continental. Dentro del bipartidismo an-glosajón hay que distinguir claramente a los Estados Unidos del Imperio Británico. En los Es-tados Unidos el bipartidismo no ha sido jamás amenazado seriamente; los partidos han evo-lucionado profundamente desde la rivalidad. (p.239)

Se confunde a menudo multipartidismo y au-sencia de partidos. Un país donde la opinión se divide en gropos numerosos, pero inestables, efímeros, fluidos, no corresponde a la noción verdadera de multipartidismo: se sitúa en la prehistoria de los partidos; se coloca en una fase de la evolución general en la que la dis-tinción del bipartidismo y el multipartidismo no se aplica todavía, porque no hay aun partidos verdaderos.

LOS PARTIDOS POLÍTICOS

14 NOVIEMBRE 2013

Generalmente se considera al partido único como la gran innovación política del siglo xx. De hecho, si la dictadura es vieja como el mundo, la dictadura apoyada en un partido, tal como se ha visto en Alemania y en Italia, tal como se observa en la U.R.S.S. y en las de-mocracias populares, constituye un sistema nuevo. Pero la diferencia no es menor entre las democracias del siglo XIX, fundadas en la representación personal y la independencia de los diputados y la democracia actual, que descansa en una organización perfecciona-da de los electores y de los elegidos. La ver-dadera novedad reside en la existencia de partidos organizados: el régimen de partido único no es más que la adaptación a la dic-tadura de una técnica general, nacida en un marco democrático, La gran innovación polí-tica del siglo xx no es el partido único, sino el partido.

No hay verdadera diferencia entre la organi-zación interior de los partidos pluralistas y la del partido único: una es derivada de la otra, de la que a menudo permanece bastante cercana. La unidad de partido refuerza, evidentemente, la autoridad del gobierno”.

Sociólogo y politólogo alemán, Sigmund Neu-mann, emigró a Londres y los Estados Unidos para alejarse del régimen nazi, señaló que los partidos políticos son la obra viva de la políti-ca moderna, y, sin embargo, se suele olvidar que constituyen la principal vía para el estudio del pensamiento y de la práctica política de nuestros días. El interés que, por los partidos po-líticos, empiezan ahora a manifestar los cien-tíficos e historiadores de la política, refleja la silenciosa revolución que se está produciendo en el estudio moderno de la política. Tiene que ver con el hecho de que, en nuestra moderna sociedad de masas, el pueblo se ha converti-do en un príncipe y protagonista potencial de la vida política, se en paz o en guerra, y en las democracias no menos que en las dictadu-ras. De su obra Neumann, Sigmund, “Partidos políticos modernos”, (Editorial Tecnos, Madrid, 1965), se citan los siguientes párrafos:

“El tema del partido político es lo que mejor ilustra el distinto planteamiento que nos pro-

ponemos hacia un estudio comparativo de los gobiernos y de esta incesante metamorfo-sis de sus conceptos. ¿Qué mejor llave para la comprensión de los vitales procesos que sufren los principales antagonistas de las relaciones mundiales que la que nos ofrecen los partidos políticos, órganos que extienden su influencia sobre todos los ciudadanos de las naciones, en los que se concentra el juego reciproco de los grupos de presión y que afectan a toda la escena internacional a través de sus múltiples organizaciones? (p. 20)

“No solo ha cambiado su concepto a través de los tiempos, y ciertamente, esto ha ocurrido a una velocidad pasmosa de este siglo XX, sino que, además, surgen en nuestros días distintos tipos de partidos. La fácil aplicación del térmi-no a los fenómenos más divergentes ha con-ducido a peligrosas confusiones.

“Los partidos políticos son los principales agen-tes de la vida política. Por esta misma razón han de ser analizados dentro del marco de su propio sistema gubernamental. La naturaleza específica, los problemas y contribuciones de las distintas modalidades de los partidos solo pueden ser comprendidas en toda su profundi-dad sobre este fondo de circunstancias históri-cas, tradiciones institucionales y características nacionales que constituyen su marco guber-namental. Por ello, cada uno, de los análisis nacionales subraya distintos aspectos (que se han desarrollado a lo largo de una prolonga-da experiencia en la existencia de un pueblo cualquiera) y se suma a la definición acumula-tiva de los partidos políticos modernos. (p. 22)“El partido político ha sido definido, a veces, como una organización montada y conserva-da con el propósito de que un candidato sea elegido para un cargo político. Esta definición puede aplicarse tanto a los países escandina-vos como a cualquier otro país en el que rija un sistema electoral, y, sin embargo, el obte-ner votos para sus candidatos no es la única función de los partidos en Suecia, Dinamarca y Noruega. (p. 267)

“Probablemente, los dos factores que mayor importancia han tenido en la aparición de los modernos partidos europeos han sido, en

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primer lugar, la constitución de cuerpos legis-lativos elegidos a intervalos frecuentes y, en segundo, la lucha por el sufragio igualitario y universal, y su final adopción. (p. 273)

“La mejor forma de iniciar la definición del par-tido es saber que significa esta palabra. Ser partidario de algo significa identificarse con un grupo y diferenciarse de otro. El sentido esen-cial de la palabra “partido” es la acción de pertenecer a una organización determinada, y de disentir, separarse de otras mediante un programa político específicamente determi-nado.

“Naturalmente, esta descripción inicial de lo que es un partido indica ya en su misma defi-nición presupone la existencia de un ambien-te democrático, por lo que tal denominación no puede emplearse, sin incurrir en una grave confusión, cuando se trate de una dictadura. Un sistema monopartidista (el partido único) es una auténtica contradicción conceptual. Lo que hace de una organización política un au-téntico partido es la coexistencia de, al menos, otro grupo competitivo. De todas formas, es un

hecho que el término “partido” ha sido em-pleado con toda libertad por los autócratas de nuestros tiempos y por causas obvias: con objeto de cubrir con la ficción de un gobierno del pueblo sus dictaduras postdemocráticas. Pero también es verdad que incluso los parti-dos totalitarios dependen esencialmente de una oposición operante. Si no existe, los dicta-dores tienen que inventársela, pues bajo una autoridad monolítica los partidos dictatoriales se sienten en la necesidad de justificar cons-tantemente su existencia, por muy oscura o imaginaria que pueda ser su organización.

“Se ha dicho frecuentemente que la principal misión de los partidos políticos es la de organizar el caos de la voluntad popular, ‘ponen orden en el caos multitudinario de los electores’ (Lord Bryce). Son refinadores de ideas aclarando, sis-tematizando y exponiendo constantemente la doctrina del partido. Son representantes de los grupos de intereses de la sociedad, teniendo puentes entre el individuo y la gran comunidad a la que pertenecemos. Elevan al máximo la educación de los electores en un sistema com-petitivo de, al menos, dos partidos, afinando su

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libertad de juicio. Por ello, la coexistencia de un rival es un requisito esencial para que el sis-tema de partidos funcione democráticamen-te, pues presupone que el compromiso final al que lleguen los elementos en pugna reflejará una decisión razonable del electorado libre. (p. 297)

“Si el partido cumple estas dos primeras funcio-nes, organizar el caos de la voluntad popular y educando al ciudadano privado, situándolo ante sus responsabilidades políticas, entonces puede pretender el ejercicio de una tercera misión: la de personificar el eslabón que com-pete al gobierno con la opinión pública. (p. 299)

“Como los partidos políticos se preocupan, principalmente, de apoderarse del gobierno, la primera y más evidente diferenciación que puede hacerse entre los diversos partidos en pugna es la que existe entre el grupo que está “dentro” y el que está “fuera”.

“De esta forma, el sector inserto en el poder seria frecuentemente identificado con el statu

quo, con las tendencias conservadoras, mien-tras que el elemento foráneo, con su dimensión sería considerado, por lo general, el partido del cambio y de la reforma. (p. 602)

“El sistema bipartidista ha sido llamado el ‘sis-tema que conviene a los pueblos satisfechos’, que están de acuerdo sobre los principios ge-nerales de la Constitución y sobre la política de sus gobiernos, no disintiendo con demasiada intensidad sobre los puntos en que no están de acuerdo. (p.605)

“Los partidos modernos han ampliado constan-temente su enfoque y su poder en las comuni-dades políticas, y su carácter y funciones se han transformado, en consecuencia. En vez de ser partidos de representación individual nuestra sociedad contemporánea presencia la existen-cia de partidos de integración social. (p. 608)

Nuevos enfoques surgieron en la década de los años sesenta, tales como los de Seymour Lipset y Stein Rokkan (Lipset & Rokkan Party sys-tem and voter alignments, 1967; Political cleava-ges and party system, edición de World politics

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1969) desarrollaron un marco teórico que con-cilia el método histórico con el comparativo. Ellos explican la aparición de los distintos par-tidos a partir de una serie de crisis y rupturas históricas que dividieron a las sociedades na-cionales cuando aún no estaban consolidadas como tales, y provocaron, en cada quiebre, la formación de agrupamientos sociales enfren-tados por el conflicto en cuestión. La crítica que se le hace a este enfoque es que limita su pretensión explicativa al mundo occidental, y principalmente al escenario europeo por ser la fuente empírica de su observación de campo.

En el análisis de los cleavages, es decir las líneas de ruptura constituidas alrededor de conflictos trascendentes que separan a los miembros de una comunidad en función de sus posiciones al respecto. Los grupos entonces definidos cris-talizan sus identidades en torno al problema en cuestión, y los futuros antagonismos y alianzas cobran significado a la luz de las causas que originaron las divisiones. Este concepto de cleavage, puede definirse como ‘división social políticamente relevante’; en consecuencia, no implica cualquier fractura dentro de una sociedad, sino sólo aquélla que impacta sobre el sistema político a través de la organización.

Otros autores como La Palombara y Weiner (1966) adscriben más fielmente a las teorías del desarrollo, y entienden la aparición de los partidos como una consecuencia natural de la modernización social y de las necesidades funcionales del sistema político. David Easton en cambio, aborda el tema desde un enfo-que propio de la teoría de sistemas. Como se puede ver, los estudios políticos, históricos y sociológicos resultaron insuficientes para expli-car nuevas realidades de la evolución de los partidos políticos, y así surgen los trabajos de la escuela italiana, Bobbio, Sartori, Panebianco.

Empezando con el primero de estos tres últi-mos autores, tomamos de su Diccionario de política (Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, Ed Siglo XXI,1983), los si-guientes aspectos y definiciones:

“Partidos Políticos. En términos generales pue-de decirse que el nacimiento y el desarrollo de

los partidos está vinculado al problema de la participación, es decir al progresivo aumento de la demanda de participar en el proceso de formación de las decisiones políticas por par-te de clases y estratos diversos de la sociedad. Esta demanda de participación se presenta de manera más intensa en los momentos de grandes transformaciones económicas y so-ciales que trastornan la estructura tradicional de la sociedad y amenazan con modificar sus relaciones de poder: es en estas situaciones cuando surgen grupos más o menos grandes y más o menos organizados que se proponen actuar por una ampliación de la gestión del poder político a sectores de la sociedad que anteriormente estaban excluidos o que propo-nen una distinta estructuración política y social de la misma sociedad. Naturalmente el tipo de movilización y los estratos sociales que están implicados, además de la organización políti-ca de cada país, determinan en gran parte las características distintivas de los grupos políticos que se forman de este modo.

El Partido dE notablEs: Históricamente el ori-gen de los partidos se puede hacer remontar a la primera mitad del siglo XIX, en Europa y en los Estados Unidos. Es el momento de la afirmación del poder de la clase burgue-sa y, desde un punto de vista político, es el momento de la difusión de las instituciones parlamentarias o de la batalla política por su constitución.

El Partido dE aParato: En las décadas que pre-cedieron y que siguieron la terminación del si-glo XIX la situación comenzó a cambiar como consecuencia del desarrollo del movimiento obrero.

El Partido ElEctoral dE masas: los partidos electorales de masas en general no se diri-gen a una clase o estrato particular sino que tratan de obtener la confianza de los estratos más diversos de la población, proponiendo en plataformas amplias y flexibles, además de suficientemente vagas, la satisfacción del mayor número de exigencias y la solución de los más diferentes problemas sociales. Justamente por sus objetivos esencialmente electorales, la participación de los inscritos

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a la formulación de las plataformas políticas de los partidos es de naturaleza puramente formal: más que el debate político de base, la actividad más importante del partido es la elección de los candidatos a las eleccio-nes, que deben cumplir toda una serie de requisitos idóneos para el aumento del po-tencial electoral del partido. Por esta razón asumen todavía importancia los notables, que por el hecho de ocupar posiciones cla-ves en la sociedad civil, pueden procurar al partido vastas clientelas y suministrar parte de los medios económicos necesarios para la financiación de la actividad electoral. En este tipo de partido no existe, o existe en un modo muy contrastado, una disciplina de partido o una acción política unitaria: es muy frecuente, en efecto, que el partido presen-te rostros diferentes según los sectores y las zonas geográficas a los cuales se dirige, y su-cede también con frecuencia que su línea política sufre variaciones “tácticas”, inclusive notables, vinculadas con momentos políticos particulares. Por este conjunto de caracte-rísticas el partido electoral de masas ha sido también definido partido escoba o atrapa todo. (catch-all, Kirchheimer 1968).

El partido atrapa todo es el último en apa-recer en la escena política europea y en un cierto sentido concluye la historia así como se ha desarrollado hasta ahora. Distintos tipos de partido pueden coexistir en el mismo sistema partidario: en efecto, si bien la mayor parte de los partidos burgueses se ha transformado en partidos electorales de masas, existen todavía pequeños partidos de notables, de la misma forma como en algunos países existen contem-poráneamente partidos electorales de masas y partido de aparato.

transformación dEl Partido dE aParato: Lo que se ha dicho hasta el momento sobre las modi-ficaciones que pueden intervenir en una deter-minada configuración partidaria lo demuestran las transformaciones que sufre el partido de apa-rato. Este es el partido que ha suscitado mayor interés en la literatura y en las publicaciones so-ciológicas y políticas: algunos lo juzgan como el que mejor permite la participación política a los ciudadanos, otros lo consideran una estructura

antidemocrática, dominada por los aparatos y por lo tanto instrumento de manipulación de las masas. Sin embargo es considerado unáni-memente el partido “moderno” por excelencia, consecuencia necesaria o inevitable de la de-mocracia de masas, destinado a tomar el lugar de todos los otros. Hubo inclusive intentos de transformar algunos p. electorales de masas en p. de aparato (por ejemplo, en Italia existió en 1954-1958 la tentativa de Fanfani de transformar en este sentido la estructura de la DC), y muchas voces expresaron los augurios por una transfor-mación de todos los partidos en esta dirección.

Sin embargo estas tentativas y estos deseos no se realizaron jamás totalmente, mientras que por otro lado, se ha verificado una progresi-va modificación de los partidos de aparato. En particular éstos han ido perdiendo algunas de sus características distintivas, como la alta participación de la base en la vida del p., la continua obra de educación intelectual y mo-ral de las masas, la precisión del programa po-lítico y la apelación a la transformación de la sociedad. Por el contrario, se ha acentuado su orientación electoral y en consecuencia el empleo de un esfuerzo cada vez mayor para aumentar su influencia más allá de la propia base tradicional y la importancia siempre cre-ciente de la actividad parlamentaria. Es decir que se asistiría a un proceso de homogeneiza-ción de los partidos tendientes a convertirse en su totalidad en partido atrapa todo. En síntesis, podría decirse que la persistencia de los parti-dos atrapa todo parece vinculada a un cierto grado de estabilidad del sistema social y a la capacidad del sistema político de suscitar un consenso generalizado sobre algunos temas y problemas básicos: en el momento en el cual, por cualquier motivo de orden interno o inter-nacional, surgieran crisis capaces de cuestio-nar las relaciones sociales existentes y naciera la necesidad de una restauración del sistema con probabilidad se produciría un “retorno” de los viejos partidos de aparato a sus característi-cas originales y una correlativa transformación de los otros partidos presentes en el sistema.

Por su parte, Giovanni Sartori, en su obra Par-tidos y sistemas de partidos. (Alianza Editorial, Madrid, 1980) considera que no se puede edi-

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ficar una teoría de los partidos y de los sistemas de partidos a me-nos que se establezca lo que no es un partido y que se tenga en claro para qué son los partidos. Para dilucidar lo que no es un par-tido, al tiempo que identificar los aspectos mínimos de lo que sí es, sobre todo en el mundo posterior a 1945, Sartori define: “Un partido es cualquier grupo político identifi-cado por una etiqueta oficial que presenta a las elecciones, y puede sacar en elecciones (libres o no) candidatos a cargos públicos”. Esta definición implica lo siguien-te: al partido único se lo considera partido; se excluye de la defini-ción a los partidos que son sólo eti-quetas que no podrán sacar en elecciones a candidatos propios, por lo tanto también se incluye la exigencia de que el grupo con etiqueta oficial de partido sea lo bastante eficaz y coherente para lograr que alguno de sus candida-tos salga elegido; la facción que-da diferenciada del partido”.

Pero en tanto esta es sólo una definición mínima, no tiene capacidad explicativa ni predictiva. Desde una perspectiva his-tórica, sabemos que el partido es un nom-bre nuevo porque la realidad que designa es nueva. A partir del siglo XVI se utiliza el término en sentido político; en el s. XVII los partidos se consideraban con grandes sos-pechas porque conceptualmente parti-dos y facciones estaban muy mezclados y era difícil distinguir entre ellos; en el s.XIX se afirmó claramente la distinción y se acep-taron los partidos como instrumentos le-gítimos y necesarios del gobierno libre. Los motivos por los que nacen los partidos llevan directo a la respuesta del para qué de los partidos. Sartori afirma que los partidos nacieron para reconciliar la existencia pri-vada y la coexistencia pública, para hacer que una parte no ponga en peligro la uni-dad y para encontrar la manera de utilizar una parte en beneficio del todo. De esta for-

ma, se introduce el marco parte-todo, que según las características que asuma dife-renciará al pluripartidismo de partido único. Todos los sistemas políticos tienen comu-nicación política, por lo tanto carece de capacidad discriminatoria suficiente. Es relevante tener en cuenta la dirección de la comunicación que se intercambia, si es desde abajo o desde arriba, quién habla y quien escucha, quién controla el lado de entrada del canal. Las democracias permi-ten que los ciudadanos comuniquen cosas al Estado y hasta cierto punto, lo controlen. Sartori propone una clasificación evolucio-nista de los Estados a partir del manejo de los partidos políticos.

Estados sin Partidos Constituidos por comuni-dades políticas tradicionales que han resistido o escapado a la modernización, Sartori -citan-do a Huntington- considera a los Estados sin partidos como “el estado natural de una so-ciedad tradicional”. En general, son Estados previos a los partidos.

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Estados anti Partidos Cuando una sociedad se va modernizando, el Estado sin partidos se va convirtiendo en un Estado anti partidos, que implica el gobierno de regímenes que suprimen los partidos preexistentes, adop-tan una actitud anti partidos o profesan una doctrina anti partidos. La mayor parte de los Estados anti partidarios eran (en 1974) regímenes militares en sociedades subdesa-rrolladas o en desarrollo -sobre todo en Sud-américa y África-, que a menudo afirmaban tener un carácter provisional en los casos de urgencia.

sociEdad Politizada La aparición de una socie-dad politizada implica que la sociedad, al mis-mo tiempo que participa en las operaciones del sistema político, es necesaria para que el sistema funcione con más eficacia, por lo tan-to ya no se puede dejar de lado a la población en general, sino que conviene implicarlas en

la política. Esto genera un nuevo problema: la canalización, la necesidad de un sistema de tráfico regularizado que enchufe a la socie-dad en el Estado y viceversa. Esta función es desempeñada por los partidos políticos, que adquieren relevancia, ya que la no existencia de partidos dejaría a la sociedad fuera del al-cance, fuera del control.

Estado uniPartidista. Cuando falla el plura-lismo de partidos, las sociedades política-mente desarrolladas adoptan como solución el Estado unipartidista. De esta manera, el pluralismo de partidos antecede al Esta-do unipartidista, no sólo en tanto éste últi-mo se erige como solución a los defectos o fracasos del primero, sino también en tan-to para que exista un partido único -que es de alto nivel de complejidad- es necesario que previamente se haya aprendido algo de la experiencia con los partidos pluralis-

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tas, menos complejos que el partido único. La necesidad de la existencia del partido único está en que a una sociedad moderna -politizada no se la puede dejar de canali-zar, y es más, los Estados de partido único necesitan una sociedad politizada por to-das partes, más de lo que lo necesitan las comunidades políticas pluralistas, en tanto el mono partido exige exclusividad, debido a su necesidad de legitimarse, de demostrar que puede hacer más, mejor y más rápido las cosas que los sistemas pluralistas. El par-tido único rechaza la idea de que un todo sea el resultado de una interacción com-petitiva de unas partes. Todo resulta asis-temático, carece del carácter de sistema, ya que los partidos constituyen sistema sólo cuando son partes en plural de un todo po-lítico en el cual compiten e interactúan. No está permitida la autonomía de subsistemas. El Estado y el partido son respecto de la po-blación en general dos organismos que se sos-tienen y refuerzan mutuamente, en tanto el partido único es una duplicación del Estado.

El partido único gobierna en forma perma-nente y su problema es el de quién gober-nará al propio partido. A lo sumo posee un sólo proceso competitivo-electoral: interno. El sistema de Estado-partido es un sistema de canalización obligatoria (ofrece monopóli-camente un sólo canal), en el cual prevale-ce la represión sobre la expresión. Establece una red de comunicación para comunicar cosas a la sociedad.

Pluralismo dE Partidos. Una comunidad polí-tica sin partidos no puede manejar una socie-dad politizada, por lo tanto muchos Estados occidentales implantaron sistemas demo-cráticos. Estos se caracterizan por un amplio derecho de voto y por la aparición de siste-mas de partidos estructurados que giran en torno a los partidos de masas y que desem-peñan una función canalizadora y expresiva. Considera que el todo es el resultado de una interacción competitiva de las par-tes (partidos). Es un todo sistemático. Po-see carácter de sistema, en tanto los

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partidos interactúan entre sí y manejan un sistema propio, un subsistema independien-te. Este es un excelente indicador de la poliarquía, de la libertad y del poder que tiene una sociedad respecto al Estado. Estado y partidos se dividen y se desunen. Los partidos se hallan situados a mitad de camino entre los gobernantes y los goberna-dos. Reconoce el disenso e institucionaliza la oposición. Los partidos son instrumentos de expresión. La sociedad configura al sistema de partidos. Democratiza el poder. Un par-tido gobierna en la medida en que respon-de a, y se pone del lado de los gobernados. Posee dos procesos competitivo-electora-les: interno (intra partidos) y externo (entre partidos). Este último es el más importante.

El sistema de partidos es un sistema de ca-nalización libre (permite escoger autónoma-mente entre canales), en el cual prevalece la expresión por encima de la represión. Per-mite a los ciudadanos comunicar cosas al Estado.

Mención inevitable es la del trabajo de An-gelo Panebianco, Modelli di partito, (Il Muli-no, Bologna, 1982, traducido al español por Alianza editorial en 1990) quien considera que ante todo los partidos políticos son orga-nizaciones, por lo que el análisis organizativo debe preceder a toda perspectiva ya que con ello se subraya la dimensión del poder y le permite analizar las alianzas y conflictos de poder.

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entro del conjunto de instituciones y organizaciones llegadas a la Nueva España fi-guraron las logias masónicas, en 1808 se instaló la del rito escocés, sin embargo fue persegui-da, disuelta y sus integrantes entre los que es-taba Primo de Verdad, fueron encarcelados; en 1813 regresó dicha logia y en 1816 llegó la del rito yorquino. Su papel fue de suma im-portancia para el desarrollo de las discusiones sobre el proyecto independentista, las rela-ciones Estado-Iglesia y centro-provincia. Así se delinearon tres grandes grupos: los iturbidistas, los borbónicos y los republicanos, todos con el ánimo de intervenir en la vida pública, de dis-cutir la forma de gobierno para la nación.

El rito escocés, presidido por Nicolás Bravo, agrupó fundamentalmente a los españoles, los viejos militares realistas y todos aquellos que descendían políticamente del gobierno colo-nial. A su vez, los miembros del rito yorkino, bajo la dirección de Vicente Guerrero y Lorenzo de

Zavala, se declararon partidarios de la Repúbli-ca federal y de la eliminación de influencia es-pañola. Cada una fundó su propio periódico: los escoceses El Sol y los yorkinos El Correo de la Federación. Guadalupe Victoria simpatizaba con los yorkinos, sin embargo, con la intención de amortiguar la fuerte fricción entre ambas logias, organizó la Gran Legión del Águila Ne-gra. Ante la gran aceptación de los yorkinos, los escoceses acabaron por pedir la supresión de todas las sociedades secretas. Los yorkinos llegaron al poder en 1828, con el gobierno de Guerrero, sin embargo, hacia fines de su man-dato, la masonería había entrado en un gra-ve estado de crisis, nadie quería afiliarse a las logias y a la caída de Guerrero la masonería quedó sin jefes.

La lucha por el poder continuó, los grupos se agrupaban en centralistas y federalistas, más tarde en conservadores y liberales, mo-nárquicos y republicanos. Los principios que

Jorge Evia RamírezLicenciado en Derecho, militante del PRI

PARTIDOSPOLÍTICOS

en MÉXICO

Los

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postulaban unos y otros giraban en torno a los privilegios y las libertades (civiles, políticas, económicas, morales). Esta fue una lucha que se prolongó por más de seis décadas, hasta el triunfo liberal federal.

En 1871 surgió el Partido Radical de Tabasco (juarista), y el Partido Republicano Progresista, organizado para sostener la candidatura pre-sidencial de Lerdo. En vísperas de la tercera reelección de Díaz, se formó la Unión Liberal, formada por políticos, latifundistas, negocian-tes y banqueros, llamados Los Científicos por su adhesión al positivismo. Durante la reelección de 1896 apareció el Círculo Nacional Porfirista.

El 30 de agosto de 1900 Camilio Arriaga con-vocó a la formación del Partido Liberal a quie-nes se agrupaban en clubes, con el objetivo de unificarse y dar cumplimiento a las leyes de Reforma. Postulaban como principios la observancia de las leyes, la educación liberal,

la honradez de los funcionarios y la abolición de las tendencias personalistas en el gobierno, entre otros. Proponían organizar a los obreros para instruirlos acerca de sus derechos, iniciar campañas de denuncia contra el despotismo y la arbitrariedad, y luchar por la autonomía del municipio y la libertad de elección.

Tras el lanzamiento del manifiesto, la nueva agrupación se llamó Partido Liberal Consti-tucionalista, sus miembros fueron persegui-dos, y para 1903, mediante un manifiesto, llamaron al pueblo a la lucha electoral en contra de la sexta reelección de Díaz. En el año 1905 se instaló en San Luis Missouri, Es-tados Unidos, la Junta organizadora del Par-tido Liberal Mexicano, presidida por Ricardo Flores Magón. El 10 de julio de 1906 lanzaron el Manifiesto y Programa del Partido Liberal Mexicano. Más tarde se unieron al llamado a la lucha de Madero, enarbolando el tema “Tierra y Libertad”.

El 22 de enero de 1909 se constituyó el Partido Democrático. Sus integranteas eran de filia-ción porfirista, pero adversarios de Los Científi-cos; rechazaban la violencia revolucionaria; convocaban a la ciudadanía a ejercer sus de-rechos políticos; postulaban la libertad de los municipios; consideraban la educación como la primera necesidad del pueblo; pedían el cumplimiento de las Leyes de Reforma, y anti-cipaban algunas ideas sobre derecho agrario y laboral.

El Partido Reelecionista, promovido por Ro-sendo Pineda, Pedro Rincón Gallardo, Diego Redo y Emilio Rabasa, se formalizó en febrero de 1909. Lanzaron las candidaturas de Porfirio Díaz y Ramón Corral a la Presidencia y vicepre-sidencia, respectivamente.

Francisco I. Madero organizó el Partido Anti-rreeleccionista, el cual sostenía la idea pre-sentada en su libro “La sucesión presidencial de 1910”. Sus integrantes: Emilio Vázquez Gó-mez, Filomeno Mata, Luis Cabrera, Toribio Es-quivel Obregón y José Vasconcelos, lanzaron un manifiesto invitando a otros clubes a unirse bajo el lema “Sufragio efectivo. No reelec-ción”.

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El Partido Católico Nacional, fundado en mayo de 1911, por Emmanuel Amor, Gabriel Fernán-dez, Manuel F. de la Hoz, Rafael Martínez del Campo y otros, bajo el lema “Dios, patria y libertad”. Los principios que defendía eran la libertad de enseñanza y religión; la defensa de la soberanía nacional; la efectividad del sufra-gio y la no reelección, así como la creación de instituciones de crédito para la industria y la agricultura. Postularon a Madero para la pre-sidencia y a Francisco León de la Barra, a la vicepresidencia.

En septiembre de 1911 surge el Partido Cons-titucional Progresista en lugar del Partido Anti-rreeleccionista, postuló como candidato a la vicepresidencia a José María Pino Suárez. (Véa-se Los partidos políticos en México, Rodríguez Araujo Octa-vio, Ed Siglo XXI)

Esta era una época en que proliferaban los partidos gremiales, seccionales, locales, la conformación de grupos políticos, asocia-dos a creencias religiosas, con intereses li-mitados a un grupo o localidad, pero no de alcance nacional. Por ello es que una de las primeras acciones del gobierno maderista fue reformar, en diciembre de 1911, la ley electoral (de 1901), por vez primera se tomó en cuenta a los partidos políticos, definidos como organizaciones políticas que debían contar al menos con cien miembros y pu-blicar al menos 16 números de una publica-ción propagandística durante los dos meses previos a las elecciones primarias.(Orozco Gar-cía Antonio. Legislación electoral mexicana, 1812-1977, pp. 216-239. Comisión Federal Electoral, México 1978)

El Partido Liberal Constitucionalista, surgió a fines de 1916, organizado por un grupo de militares, encabezados por los generales Pa-blo González y Benjamín G. Hill. Se proclamó defensor de la corriente maderista y postuló como candidato a la presidencia a Venustia-no Carranza.

El Partido Socialista Obrero, fue organizado en 1917, por Luis N. Morones, líder de la Confede-ración Regional Obrera Mexicana (CROM). Desapareció ante su fracaso electoral el mis-mo año.

El Partido Socialista del Sureste, fundado en Mérida el 12 de mayo de 1916, tuvo como antecedente el Partido Socialista Obrero. En agosto de 1917 se constituyó el Partido Na-cional Cooperativista. Sus principales postula-dos fueron el cooperativismo, como solución a los problemas económicos del pueblo; la nacionalización de la tierra y de las grandes empresas de servicio público; y la autonomía universitaria y la creación de una guardia civil en lugar del Ejército. Tuvo mayoría en la XXIX Legislatura Federal.

Como parte de la propuesta de reforma cons-titucional hecha por Carranza, se incluyó una nueva ley electoral (publicada el 6 febrero 1917), que ampliaba el criterio de formar parti-dos políticos más allá de las razas o creencias religiosas, y entre cuyas innovaciones se pedía que el votante escribiera su nombre en la bole-ta electoral y si fuera analfabeto, como lo era el 80% de los mexicanos, debía manifestar el nombre de su candidato en voz alta, lo cual resultó una puerta amplia para manejar el voto y el proceso electoral. (Ibid, pp. 244-254)

La candidatura de Carranza, fue así apoyada por una amplia gama de partidos y organiza-ciones políticas, lo que reflejaba la heteroge-neidad del grupo revolucionario, siendo la más importante el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), formado a finales de 1916 y cuya direc-ción quedaba en manos de militares (Benja-mín Hill, Pablo González, Obregón, entre otros). Así se eligió a Carranza, quien de nueva cuen-ta reformó la ley electoral en julio de 1918, que con algunas modificaciones se mantendría en vigor hasta 1946. En dicha ley, por vez prime-ra, se imprimió en las boletas el nombre de los candidatos, lo que facilitaba el principio de la secrecía del voto, dejando en manos de los presidentes municipales el control del proceso electoral. (Ibid)

En su afán de imponer la candidatura de un ci-vil para sucederlo, Carranza propuso a Ignacio Bonillas por medio del Partido Civilista (cuyo comité directivo estaba en manos de genera-les), al tiempo que señalaba que el principal mal del país era el militarismo. (Para Venustiano Carranza el mal de México “ha sido y es el militarismo. Sólo

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muy contados presidentes fueron hombres civiles. Siempre generales, ¡y qué generales!... Es preciso que esto acabe, para bien de México...”. Su intento por imponer el civilis-mo, desheredar a los caudillos militares, se frustró. Blasco Ibáñez Vicente. El militarismo mejicano. p.54 Estudios publi-cados en los principales diarios de Estados Unidos. Proteo, Sociedad editorial. Valencia 1920.)

El Partido Laborista, se formó a fines de 1919 apoyado por la CROM. Postulaban el respeto a los derechos de los obreros; el impulso a la educación; el crédito a los campesinos; la pro-tección a los artesanos y el mejoramiento de la vivienda; la alimentación y la seguridad so-cial. Apoyaron la candidatura de Obregón a la presidencia, manifestando así su decisión de colaborar con los gobiernos revolucionarios. Su mayor fuerza la obtuvieron durante el gobier-no de Calles.

El Partido Comunista Mexicano, fue consti-tuido el 25 de septiembre de 1919. Formaron en 1929 la Confederación Sindical Unitaria de México, dirigida por Valentín Campa y David Alfaro Siqueiros. Durante su funcionamiento clandestino organizaron la manifestación de desempleados (1 de mayo de 1932), en la cual desfilaron 150 mil personas; para 1939 el PCM contaba con 30,125 miembros. Con la disolu-ción de la III Internacional Comunista en 1943, el PCM perdió fuerza.

Contra la voluntad de Carranza, Obregón anunció su candidatura, no como una pro-puesta de los partidos, sino como un acto de voluntad individual, que más tarde fue apoya-da por partidos y organizaciones. En los meses de agosto y septiembre Obregón realizó su campaña con miras a la presidencia de la re-pública, para lo cual contó con el apoyo de la CROM, el partido laborista y claro está con el del ejército liberal constitucionalista. Las elec-ciones presidenciales resultaron favorables a Álvaro Obregón con el 95% de los votos, y el PLC obtuvo la mayoría de los escaños en el Congreso.

El Partido Nacional Agrarista, se fundó el 13 de 1920. Fue reconocido por su lucha a favor de la reivindicación de los derechos de los cam-pesinos. Desapareció en 1929 al fusionarse con el Partido Nacional Revolucionario. “El Partido

Nacional Agrario... era sin discusión la organi-zación de mayor representación campesina. Aunque sus dirigentes no representaban perso-nalmente en lo más mínimo al grupo social que pretendían guiar”. (Carr Barry, El movimiento obrero y la política en México, vol. II, pp. 115-116, Ed Sepsetentas, México 1976)

Para 1922, y con motivo de las elecciones para diputados, Obregón pugnó por anular la cre-ciente influencia de los partidos y para lo cual se fundó la Confederación Nacional Revolucio-naria con los Partidos Nacional Cooperatista (se convirtió en el mayoritario después de la caí-da del PLC), Nacional Agrarista, Laborista y el Socialista del Sureste. (El Partido Laborista Mexicano, creado en diciembre de 1919. El Partido Nacional Agrarista, fundado en 1920. Tenía su programa claro, pero evidente-mente parcial de propiciar la reforma agraria, pues siendo éste sin duda uno de los objetivos mayores de la revolución mexicana, no era ni podía ser el único. El Partido Socialista del Sureste, que difícilmente podía desempeñar un papel activo y eficaz, ya que sus líderes radicaban en Yucatán. Ib. p. 44. El Partido Laborista, tanto sus estatutos, como las de-claraciones públicas de principios, a menudo eran confusas o se contradecían. Carr, Barry, op. cit. p. 13.)

Como se puede observar, una de las caracte-rísticas de los partidos políticos en esta época es que se encontraban ligados a ciertos cau-dillos y su existencia dependió de la voluntad de ellos.

En 1923, el Partido Socialista del Sureste, se manifestó por la candidatura de Plutarco Elías Calles, entonces Secretario de Gobernación, y para septiembre de ese año Calles aceptaba la postulación, con la que estuvo de acuerdo el entonces presidente Obregón. Sin embargo el Partido Nacional Cooperatista se manifes-tó por la candidatura de Adolfo de la Huerta (entonces Secretario de Hacienda) acusando a Obregón de manipular la sucesión para ree-legirse en 1928, y dado que no hubo acuerdo al respecto De la Huerta inició una nueva rebe-lión militar, sofocada para marzo de 1924, mar-cando con ello el fin del Partido Cooperatista, que a su vez había sido factor decisivo en la eliminación del Partido Liberal Constitucionalis-ta. Calles obtuvo el 84% de los votos.

Dada la preeminencia política de Obregón, desde 1926 se inició la actividad política con

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miras a la sucesión presidencial de grupos y or-ganizaciones que aseguraban que no habría reelección, por lo que Calles llamó a la for-mación de una alianza de partidos socialistas, muchos de ellos solo de membrete. Las aspi-raciones de algunos generales no tardaron en aparecer, como la de Francisco Serrano, (Se-cretario de Guerra) y Arnulfo R. Gómez, (jefe de operaciones militares en Veracruz), a uno se le identificó con las preferencias de Obregón y al otro con las de Calles, y así, lo que pudo ser el germen del bipartidismo derivó en una nueva lucha entre los aspirantes militares. El Congreso de la Unión aprobó reformas a los artículos 82 y 83 constitucionales, los cuales disponían que el presidente de la república no podría ser electo para el período inmediato, pasado ese perío-do podía desempeñar nuevamente el cargo de presidente por un período más. (Decreto publi-cado en el Diario Oficial del 22 de enero de 1927. Además, se amplió la gestión del ejecutivo a seis años, esto en el Diario Oficial del 21 de enero de 1928. MATIP, La Adminis-tración Pública, vol. 5, tomo III p.121)

Para todos se hizo evidente que Obregón quería ocupar de nuevo la silla presidencial.

Esto provocó la disidencia del Partido Antire-eleccionista que postuló a Arnulfo R. Gómez, y poco a poco surgieron otras candidaturas, como la de José Vasconcelos, pese a ello, y a todas luces, se hizo evidente que el caudillismo representado por Obregón, era la figura de mayor peso en el sistema en formación, y así, lentamente los obregonistas llegan a controlar las cámaras del legislativo. (Loyola, op. cit. p. 23.)

En los comicios de julio de 1928 resultó electo presidente de la República Álvaro Obregón, que iniciaría el régimen de seis años, pero an-tes de que tomara posesión fue asesinado. El presidente Calles tuvo que referirse a esos he-chos y declaró al congreso que: “La desapari-ción del presidente electo ha sido un pérdida irreparable que deja al país en una situación particularmente difícil, por la total carencia no de hombres capaces o bien preparados, que afortunadamente los hay; pero sí de personali-dades de indiscutible relieve, con el suficiente arraigo en la opinión pública y con la fuerza personal y política bastante para merecer por su solo nombre y su prestigio la confianza gene-ral… Se presenta la oportunidad, quizás única

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en muchos años, repito, de hacer un decidido, firme y definitivo intento para pasar de la ca-tegoría de pueblo y de gobierno de caudillos, a la más y más respetada y más productiva y más pacífica y más civilizada condición del pueblo de instituciones y de leyes”. (Al iniciar el Congreso sesiones el 1º.-IX-1928. MATIP, La Administración Pública, vol. 5, tomo III, pp. 121-123)

El grupo revolucionario seguía escindién-dose, en tanto que para Calles era impos-tergable la institucionalización de la lucha política, a través de su despersonalización y que garantizara e impulsara los intereses económicos de la sociedad. Calles buscó el establecimiento de nuevas formas y me-canismos de dominación y control políticos y que dieran por sobre todo estabilidad al país. Ante la cercana sucesión del poder pre-sidencial, planeó con E. Portes Gil (quien de gobernador del estado de Tamaulipas pasó a la Secretaría de Gobernación, en agosto de 1928) la creación de un partido político del cual saldría el futuro gobernante, así se lanzó una convocatoria a todos los partidos y organizaciones políticas para una conven-ción nacional, con objeto de constituir el Partido Nacional Revolucionario, cuya tarea principal, dadas las circunstancias del país, era la designación del presidente.

Portes Gil expuso los motivos que influyeron en la creación de PNR: La necesidad de contar con un organismo que unificara a los revolu-cionarios, ante su inminente dispersión por la muerte del caudillo, para impedir un enfren-tamiento que diera al traste con la precaria estabilidad. La necesidad de una entidad que reuniera a los dispersos elementos revolucio-narios y disciplinara debidamente a las ten-dencias dislocadas de los grupos regionales. La conveniencia de crear una entidad encar-gada de reconstruir el pensamiento revolucio-nario, para que atrajera y congregara a los elementos desorientados y trazara los cauces del progreso de la nación. (Cosío Villegas asigna tres funciones iniciales al PNR: Contener el desgajamiento de] grupo revolucionario. Instaurar un sistema civilizado de dirimir las luchas por el poder. Dar un alcance nacional a la acción político-administrativa para lograr las metas de la revolución, op. cit. p. 35. El 1º. de diciembre de’1928 se publicó un documento del comité organizador del PNR en

el que se llamaba a la constitución de la unidad política... el documento del comité... reconocía su origen en el dis-curso presidencial del 1º. de diciembre de 1928, en Loyola D., op. cit.p. 125)

En suma, según Portes Gil, se quería forjar un partido de Estado. Pero la realización de dicho partido sólo sería posibilitada con la “neutralidad” de las fuerzas armadas, por lo que Calles, aún como presidente, se dirigió al ejército invitándolo a abstenerse de inter-venir en la elección del candidato presiden-cial, además definió el papel político de las fuerzas armadas, que se resumía “... en la no participación de éstas en la definición de los problemas internos del Estado y en conservar su carácter de protectoras de los poderes legalmente constituidos... Señaló... que las cámaras constituían las instancias en donde debería resolverse el problema electoral... el ejército debería hacer respetar el acuerdo le-gal de aquéllas... Calles, investido del poder ejecutivo, expresó su intención de intervenir unificando el criterio de las cámaras y el ejér-cito tratando de evitar así una ruptura entre ambas entidades”. (Ib. p.110)

El PNR nació, pues, de una especie de contra-to político entre dos interlocutores: un poder central incapaz de dominar a la periferia y un conjunto de fuerzas locales sin medios para ex-tenderse al resto del país.

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En marzo de 1929 se declaró formalmente constituido el PNR; su organización mostraba una estructura jerarquizada y, claro, centrali-zada en el jefe del comité ejecutivo nacional. “En la declaración de principios del PNR se vislumbró nuevamente la función del partido, aceptó la forma de gobierno establecida por la Constitución; se declaró por la emancipa-ción de los trabajadores del campo y la ciu-dad, mediante el cumplimiento de los artículos 27 y 123.

En 1933, con motivo de la II Convención Nacio-nal Ordinaria del Partido Revolucionario, el pre-sidente sustituto designa una comisión técnica de colaboración para auxiliar a la Comisión de Programa del PNR, las que en conjunto de-bían formular un programa de gobierno para la próxima administración; además, se debería designar al candidato a la presidencia para el período 1934-1940.

A diferencia de otros países, es el Estado quien debe impulsar el desarrollo económico y so-cial, reorganizar a las clases sociales, “la bur-guesía no creó al Estado nacional, sino que más bien el Estado creó a su burguesía, la cual ha estado estrechamente vinculada a éste en su proceso de desarrollo. Las organizaciones sindicales se consolidaron no en franco enfren-tamiento con la burguesía (como sucedió en los países industrializados), sino en el marco de una relación de clientelismo (colaboracionis-mo) con el Estado mismo, lo cual significó com-promiso con la burguesía. De la misma manera el Estado creó a su campesinado, incorporán-dolo al sistema a través de la reforma agraria y de los mecanismos de control que representan el ejido y las organizaciones campesinas vincu-ladas al poder. Por supuesto, sería un absurdo afirmar que el Estado mexicano creó histórica-mente a las clases sociales. Lo que afirmamos es que el Estado mexicano generó la partici-pación de estas clases en el sistema político. En consecuencia guardó para sí una enorme capacidad para movilizarlas hasta hoy en día”.(Stavenhagen, Rodolfo. “Reflexiones sobre el proceso polí-tico actual”, en Nueva Política 2, FCE, 1976. p. 19)

De esta manera, el gobierno promovió la agrupación y centralización de los sindicatos

obreros en torno a una central de trabajado-res y, en 1936, se fundó la Confederación de Trabajadores Mexicanos, adhiriéndose a los principios y fines del cardenismo, y limitándose exclusivamente al sector obrero, pues, en ade-lante ya no podría intervenir en cuestiones de organización campesina.

Para el gobierno cardenista era inaplazable la efectiva realización de la reforma agraria (do-taciones, créditos, irrigación, caminos, técnicas de cultivo, etc.) y la mejor manera de realizar esto hacia indispensable la organización cam-pesina. “El 9 de julio de 1935 expidió un decre-to por el que ordenaba al PNR se avocara a la inmediata organización de los trabajadores del campo... “.

Los resultados de esta disposición se muestran con las cifras sobre las ligas y/o comunidades agrarias organizadas en el país, que se agru-paban en torno a una central campesina estatal; poco después estas centrales fueron convocadas para participar en la fundación de una central única a nivel nacional. Esto ocurrió el 28 de agosto de 1935, originando el nacimiento de la Confederación Nacional Campesina (CNC), que a diferencia de las organizaciones rurales anteriores, obtuvo re-conocimiento legal. (El proceso de formación de la CNC, en Moisés González Navarro, “La CNC, un grupo de presión en la reforma agraria mexicana”, Costa-Amic, México 1968. También Córdova A. La Política, op cit pp. 111-118.)

Cárdenas reorganiza el PNR, transformándolo en el Partido de la Revolución Mexicana, don-de se incorporaron como miembros activos a las masas sociales, a los militares y a los buró-cratas. Todos éstos entran al juego político ya como cuerpos organizados. Dicha transforma-ción se justificó debido a que “El avance que había registrado el PNR, desde que en la con-vención de 1933 se habían disuelto los partidos que lo formaron en 1929, consistía en haber su-perado su función puramente electoral, para convertirse en un instituto orientador, defensivo y colaborador eficaz de la política administrati-va del poder público”. (Córdova, Ib. p. 151)

El PNR, en su forma original, era más que un partido nacional en confederación de grupos

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regionales, ya no había ningún motivo que justificara la existencia de esa multitud de par-tidos, y las divisiones que ocasionaban en el seno del PNR eran notorias, se proponía que de ahí en adelante la célula del partido fuese el individuo y no el grupo político. “Al modificar su estructura, el PNR quedó convertido en un verdadero partido y México entró en una nue-va etapa de su vida política... La reforma del PNR... pareció ser la culminación magna de los esfuerzos realizados por el jefe máximo para institucionalizar el nuevo orden”. (Meyer L. op. cit. pp. 186-187)

Durante el periodo cardenista, y con motivo de la reforma del PNR en el de la revolución mexicana (PRM), el presidente de la repúbli-ca consideró que “conociendo que la política electoral es una inquietud natural en el propio seno del ejército, formado por ciudadanos ar-mados y no por militares de profesión se au-torizó que al reorganizarse el Partido Nacional Revolucionario, participaran en él todos los integrantes del ejército, y al efecto se creó el sector militar en el partido”. (Cárdenas, Lázaro. Obras I – Apuntes 1941-1956, tomo II UNAM, México 1973, pp 365-366)

Sin embargo al poco tiempo, el gral. Manuel Ávila Camacho dio un giro totalmente opues-to al decretar a fines de 1945 que los militares en servicio no podrían tomar parte en activida-des políticas de carácter electoral. El presiden-te Ávila Camacho promovió una iniciativa de ley electoral, orientada a garantizar la limpieza de los comicios, así como para dar facilidades a los otros partidos políticos (que se publicó en el diario oficial el 31 de diciembre de 1945), de manera que el año 1946 empieza con una gran actividad política. La nueva ley electoral resultaba ser más compleja que la anterior, ya que entre otras características se dispuso que un partido político debía contar con un míni-mo de 30 mil afiliados, normar su conducta por la constitución política, contar con un sistema de elección interna de sus candidatos, un pro-grama y un método de educación política de sus asociados, una organización basada en una asamblea nacional, un comité ejecutivo nacional y comités directivos en cada entidad federativa en donde se tuviera organización

partidaria; no aceptar pactos o acuerdos que los subordinaran a una organización interna-cional. El registro del partido debía ser aproba-do por la Secretaría de Gobernación.

Bajo este contexto, obtuvieron su registro el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional y el Partido Comunista Mexi-cano, pero a este último se le canceló en 1949, aduciendo sus relaciones con una organiza-ción extranjera. Esta legislación se mantuvo, con algunas modificaciones en 1951, 1963 y 1971, hasta que la ley de 1977 vino a reformar todo.

El Partido Nacional de Salvación Pública (PNSP), fundado en febrero de 1939 por los militares Francisco Coos, Bernardino Mena Brito, Adolfo Osorio y Luis del Toro, opuestos al régimen de Cárdenas. Postulaban la observancia estricta de la Constitución; la destitución del Jefe del Ejecutivo o de los gobernadores, cuando éstos sostuviesen cualquier organización de carác-ter político; la limitación del periodo y de las facultades presidenciales; la solución naciona-lista de los problemas obreros y del desempleo; la supresión de latifundios en poder de políticos y el afianzamiento de la propiedad ejidal; la lu-cha por una vida digna para los militares; la no sindicalización de los empleados públicos.

El Partido Acción Nacional (PAN), surgió de una asamblea celebrada del 14 al 17 de sep-tiembre de 1939 en la Ciudad de México, a iniciativa de Manuel Gómez Morín, y al apoyo de antiguos miembros de la Unión de Estudian-tes Católicos que se oponían a los estatutos del PNR. Obtuvo su registro el 2 de julio de 1948. Entre sus principios destacan el respeto al su-fragio efectivo; la vigencia real de los princi-pios democráticos y del régimen federal, por el que se respete la soberanía de los estados; la realización práctica de la autonomía; la subordinación, en lo político, de la actividad individual, social y del Estado a la realización del bien común.

El Partido Fuerza Popular (PFP) obtuvo su regis-tro el 13 de mayo de 1946. Fue la representa-ción política de la Unión Nacional Sinarquista, derivada de la Legión del Movimiento de Unión

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Nacional, que se proclamaba continuador de la rebelión cristera. Para obtener su registro, tuvieron que eliminar de sus preceptos el de “luchar por la indisolubilidad del matrimonio y su valor sacramental” o el “que la esfera de acción de la Iglesia no fuera limitada al recinto de los templos”. Su registro se le canceló por violar varias fracciones del artículo 24 de la Ley electoral y llevar a cabo manifestaciones que ponían en riesgo el orden público, además de identificarlo con prácticas fascistas.

El Partido Popular Socialista (PPS), antes Partido Popular, fue fundado el 20 de junio de 1948, se le atribuyó ser el primer partido que surgía a la vida política mexicana “después de un análisis teórico y científico de la situación na-cional, con la participación de trabajadores e intelectuales”. Sus antecedentes se remontan al Partido Laborista.

El Partido Auténtico de la Revolución Mexica-na (PARM) fue creado en 1951, tras la desa-parición del sector militar del PRI, algunos generales carrancistas y villistas encabezados

por Jacinto B. Treviño, formaron la Asociación Política y Social Revolucionaria Hombres de la Re-volución, de la cual surgió el PARM el 28 de fe-brero de 1954. Sus principios establecían que la construcción de una nación soberana debe basarse en la Revolución Mexicana, que sinte-tiza las luchas históricas del pueblo. Proponía desterrar a los falsos revolucionarios que obsta-culizan el avance en la conquista plena de las reivindicaciones revolucionarias; obtener una mejor distribución del ingreso.

El Partido Nacionalista Mexicano, obtuvo su re-gistro el 5 de julio de 1951, aun cuando desde 1934 funcionaba como agrupación política de católicos, con los nombres de Partido Social Cristiano, Partido Social Demócrata Cristiano, Mo-vimiento Unificador Nacionalista Sindical y Movi-miento Unificador Nacionalista.

Hecho destacable del periodo es la reforma al artículo 34 constitucional del 17 X 1953 para reconocer como ciudadanos a varones y mu-jeres, otorgando así el derecho de voto a la mujer en las elecciones federales. De esta ma-

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nera, las elecciones de 1958 son las primeras en que votaron las mujeres, es decir, casi la mi-tad de la población.

Al mediar los años sesenta se podía observar una considerable institucionalización del ré-gimen político, sin embargo algunos sectores sociales expresaron su inconformidad desde finales de los años cincuenta, los ferrocarri-leros, a quienes siguieron el movimiento de los médicos y residentes en 1964-1965 y el de los estudiantes en 1968, que imprimieron nuevos ímpetus a la democracia y partidos políticos en el país que se refieren a conti-nuación.

En 1974 se constituyó el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), encabezado por He-berto Castillo, Demetrio Vallejo y César del Án-gel. Su objetivo era instaurar una sociedad en que los medios e instrumentos de producción fueran de propiedad social y no de una mino-ría privilegiada. En su declaración de principios sobresalían: la nacionalización de la banca; las industrias básicas; los medios de comunicación y transportes y los servicios públicos; el respeto a las garantías individuales y sociales; el control de los precios y una escala móvil de salarios;

la creación de empleos por parte del Estado; la reducción de la pe-queña propiedad agrícola hasta el área en que pueda trabajar una familia; y la preparación de cam-bios estructurales para conducir al país a un régimen socialista. En 1987 desapareció al fusionarse con otras agrupaciones y dar origen al Partido Mexicano Socialista.

Fundado en 1975, el Partido So-cialista de los Trabajadores (PST), obtuvo su registro el 5 de sep-tiembre de 1979. Sus principales fundadores fueron Rafael Aguilar Talamantes, Graco Ramírez y Juan Ignacio Valle. Se declaró a favor de los principios del socialismo. Las diferencias entre sus líderes lleva-ron a que una parte se incorpora-ra al Partido Mexicano Socialista y otro grupo adoptara el nombre

de Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional.

Partido Demócrata Mexicano (PDM). Se formó el 15 de junio de 1975, teniendo entre sus fun-dadores a antiguos militantes de la Unión Na-cional Sinarquista. Dentro de su declaración de principios se propuso alcanzar, mediante una revolución pacífica, una sociedad pluralista y democrática. Su ideología se basó en la de-mocracia integral y humanista y su programa de acción se basó en la filosofía social del cris-tianismo.

Las elecciones de 1976 mostraron la apatía político social, por lo que se llevaron a cabo trabajos para la reforma política de 1976-77. Concebida por Jesús Reyes Heroles, estaba orientada a encauzar el proceso democráti-co del país, abriendo alternativas reales a la participación política de las diversas corrientes de opinión nacional que se manifestaban en el país, con ello se abría una nueva etapa en la contienda ideológica. La reforma política, me-diante las adiciones hechas en 1977 al artículo 41, reconoció a los partidos políticos como en-tidades de interés público, a fin de promover la participación social en la vida democrática,

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para lo cual fue necesario precisar su natura-leza, prerrogativas, financiamiento y funciones, se les reconoció el derecho a los medios de comunicación social.

En el poder legislativo, con la reforma a los arts. 52, 53, 54 y 60, se sustituyó el criterio de elegir diputados sobre la base de población, crean-do en su lugar un régimen mixto, es decir una Cámara de Diputados con 300 diputados de mayoría relativa y 100 de representación pro-porcional (en 1986 estos últimos aumentarían a 200), electos mediante el sistema de listas regionales. Asimismo, se reconoció la proce-dencia de recursos de reclamación ante la Su-prema Corte. En paralelo a ello se reconoció el derecho de los ciudadanos a la información.

Por lo que toca al Partido Comunista, que entre 1959 y 1963 fue perseguido por su vinculación con los paros ferrocarrileros y con el Movimiento de Liberación Nacional, en 1975 decidió lanzar la candidatura de Valentín Campos Salazar. En 1978 se le otorgó su registro condicionado. En las elecciones de 1979 formó con otras agru-paciones afines, la Coalición de Izquierda, que obtuvo 5.10% de la votación y 18 diputaciones federales. El PCM y otros organismos se fusio-naron en 1981 para fundar el Partido Socialista Unificado de México.

El Partido Social Demócrata (PSD), se registró el 11 de junio de 1981, quedó condicionado a los resultados de las elecciones de 1982, mismo que le fue cancelado al obtener sólo 0.20% de los votos. En 1987 se fusionó con el Partido De-mócrata Mexicano.

El Partido Socialista Unificado de México (PSUM) participó en las elecciones federales de 1982 con Arnoldo Martínez Verdugo como candidato a la presidencia. Se situó como la tercera fuerza electoral y logró llevar la LII Le-gislatura Federal a 17 diputados de represen-tación proporcional. Las continuas diferencias entre sus integrantes llevaron finalmente a que se fusionara con otros organismos y diera ori-gen al Partido Mexicano Socialista.

La Corriente Democrática (CD), surgió dentro del PRI en agosto de 1986; encabezada por

Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Cuau-htémoc Cárdenas, se orientó a “fortalecer al partido, transformarlo profundamente y darle plena vigencia los principios de la Revolución”. Proponía la democratización del PRI, suprimir la práctica de selección de candidato a la presidencia mediante el llamado ‘tapadismo’, recuperar la autonomía del partido frente al Estado. Se incorporó posteriormente al PARM.

Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Se fundó el 17 de septiembre de 1976, al fusionarse la Liga Comunista Internacional y la Liga Socialista, unificándose así varias fuerzas políticas simpatizantes de la Cuarta Internacio-nal. Obtuvo su registro como partido el 22 de octubre de 1982. En la declaración de princi-pios plantea dirigir a la clase obrera y a todas las clases explotadas por el capitalismo.

Partido Mexicano Socialista (PSM). Se formó el 30 de marzo de 1987 y obtuvo su registro el 26 de junio de ese mismo año. Se definió como una “fuerza revolucionaria de masas, de ca-rácter socialista y patriótica”.

El Partido de la Revolución Democrática (PRD), surgido de los integrantes de la denominada Corriente Democratizadora al interior del PRI, or-

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ganizaron la Asamblea Nacional Constitutiva en mayo de 1989. Unos días después el PMS adoptó los documentos del PRD. Obtuvieron su registro el 26 de mayo de 1989. Entre sus prin-cipios lucha por un sistema de justicia, pronta, imparcial y expedita, por la honradez, efica-cia y responsabilidad en el servicio público y el ejercicio irrestricto de la soberanía nacional, ente otros.

El Partido Verde Ecologista de México (PVEM), se fundó en 1986, obtuvo su registro el 9 de fe-brero de 1991. Su interés es primordialmente el cuidado y conservación de la naturaleza y el medio ambiente, busca la recuperación y afianzamiento de los auténticos valores cultu-rales de México, en especial, la tradición y co-nocimientos autóctonos.

El Partido de los Trabajadores (PT). Se consti-tuye los días 8 y 9 de diciembre de 1990, en la Ciudad de México. Obtiene su registro de manera provisional en 1990, mismo que pier-de en las elecciones de 1991. El último regis-tro corresponde al 13 de enero de 1993. Se formó a partir de la coordinación de varias organizaciones sociales. Lucha por una so-ciedad autogestionaria, justa, con igualdad social de condiciones y oportunidades en un ambiente de libertades y ecológicamente sustentable.

La hegemonía política priista se alertaba en 1986 con el caso de la elección de goberna-dor en Chihuahua, al poner en evidencia que en el norte del país la oposición si podía con-vertirse en una opción de gobierno. El discurso oficial argumentaba que entregar un estado fronterizo a la oposición (al PAN) ponía en ries-go la integridad territorial y la cohesión del sis-tema. Enseguida vino la elección presidencial de 1988, la última que conduciría la Secretaría de Gobernación, el presidente Salinas de Gor-tari convocó a una nueva reforma política. En julio de 1989 se reconoció el triunfo de Ernesto Ruffo en Baja California y en octubre se apro-bó una reforma constitucional con el consenso del PAN y el PRI. El meollo de la nueva legisla-ción estaba en la creación de un organismo independiente, imparcial y autónomo para or-ganizar las elecciones. Así surgieron el Instituto

Federal Electoral, el acuerdo para elaborar un nuevo padrón y la credencial con fotografía.

El compromiso salinista para ahondar en la reforma electoral se dio en tres etapas, la pri-mera se concretó con las reformas constitu-cionales de 6 de abril de 1990: empezaron por precisar como prerrogativa del ciudadano, la asociación libre y pacífica para tomar parte en los asuntos políticos del país (art. 35). Se es-tableció que la organización de las elecciones federales es una función estatal, ejercida por los poderes legislativo y ejecutivo, con la parti-cipación de los partidos políticos nacionales y los ciudadanos en los términos que disponga la ley; dicha función deberá realizarse a través de un organismo público dotado de personali-dad jurídica y patrimonio propio y los principios rectores para esta función deberán ser la cer-teza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad. El órgano superior de dirección quedaría integrado por consejeros y conse-jeros magistrados designados por los poderes ejecutivo y legislativo y por representantes nombrados por los partidos políticos; al Tribunal Federal Electoral se le faculta para resolver de-finitivamente sobre las impugnaciones (art.41); asimismo se reorganizaron las bases para la elección de los diputados de representación proporcional (art.54).

Como parte de la reforma del Estado, en 1992 se reestructuró la relación con el clero, para lo que se les reconoció personalidad jurídica a las iglesias y a las asociaciones religiosas atri-buyéndoles capacidad para adquirir, poseer, y administrar los bienes indispensables a su ob-jeto.

Con la reforma constitucional al art 41, del 3 de septiembre de 1993, se dispuso que ningún partido político podrá contar con más de 315 diputados por ambos principios de elección, el de mayoría relativa y el de representación pro-porcional; la Cámara de Senadores amplió a 128 el número de sus integrantes, 4 por estado, y de ellos 3 sería electos por mayoría relativa y 1 asignado a la primera minoría. En la Cámara de diputados se eliminó la llamada cláusula de gobernabilidad evitando que un solo partido pudiera por sí solo reformar la constitución po-

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lítica, ya que a partir de entonces se requeriría el voto de las dos terceras partes de los dipu-tados. Se precisó la competencia y funciona-miento del Tribunal Federal Electoral.

Ante las elecciones del 21 de agosto de 1994, se vive con intensidad el cambio en México. El registro de candidatos empezó el 17 de oc-tubre, cuando Cuauhtémoc Cárdenas pro-testó nuevamente como candidato del PRD a la Presidencia de la Republica. En la segun-da quincena de octubre, la prensa siguió con cuidado las actividades de los precandidatos del PRI a la Presidencia: Pedro Aspe Armella, Manuel Camacho Solís, Luis Donaldo Colosio Murrieta, Emilio Gamboa Patrón, Patrocinio González Blanco Garrido y Ernesto Zedillo Pon-ce de León.

En su quinto Informe de Gobierno (1º de no-viembre), el presidente Carlos Salinas, ofreció a

los partidos que competirán en las elecciones de 1994, condiciones adecuadas de respeto y apego a la ley y los convocó a realizar un pac-to político de civilidad para realizar elecciones claras, transparentes y ejemplares.

El 14 de noviembre, Cecilia Soto González fue nominada candidata del Partido del Trabajo a la Presidencia de la Republica. El 21 de noviembre, el Partido Acción Na-cional realizó su XL Asamblea Nacional en la que aprobaron su plataforma electoral para 1994, y Diego Fernández de Cevallos, fue electo como su candidato a la Presiden-cia. El 26 de noviembre, Rafael Aguilar Ta-lamantes fue destapado como candidato del PFCRN. Declaró que no solo continuaría los programas económicos de Carlos Sali-nas, sino que los profundizaría y mejoraría considerablemente. El 28 de noviembre, Luis Donaldo Colosio, Secretario de Desarrollo

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Social, es nominado por el PRI como pre-candidato a la Presidencia.

El 5 de diciembre, Pablo Emilio Madero, Pre-sidente del Partido del Foro Democrático (fracción disidente del PAN) fue postulado candidato del Partido Demócrata Mexicano a la Presidencia de la República. Se sumó a esa candidatura la Unión Nacional Opositora, que aglutinaba a 15 organismos. El 13 de di-ciembre, el Partido Verde Ecologista propuso como su candidato a Jorge González Torres. El 20 diciembre, el Partido Popular Socialista propuso a Marcela Lombardo como la candi-data de ese partido. Finalmente, en la última reunión del año, 23 diciembre, el Consejo Ge-neral del IFE acordó determinar el tope máxi-ma de gastos de campañas presidenciales en 722 millones de nuevos pesos. La oposición se manifestó reiteradamente en contra de dicha determinación.

Durante la reunión del 27 de enero del Consejo General del IFE, el Secretario de Gobernación leyó un documento firmado por todos los par-tidos políticos con excepción del PPS, titulado “Acuerdo para la paz, la justicia y la democra-cia”. En el texto los partidos políticos se com-prometieron a buscar mejores condiciones de imparcialidad para las elecciones de 1994. Se

acordó reducir el tope de gastos de campañas presidenciales de $722 a $134 millones de nuevos pe-sos.

El 30 de enero de 1994, Marce-la Lombardo, candidata del PPS, tomó protesta a los candidatos de su partido para las senadurías y diputaciones federales y pidió a la Iglesia Católica sacar las manos del proceso electoral y la acusó de entrometerse en los asuntos políti-cos del país. Cuauhtémoc Cárde-nas firmó los ‘Veinte compromisos por la democracia’ que le propu-sieron organismos de ciudadanos y exhortó a todos los partidos a instrumentar una verdadera refor-ma electoral que garantice una transferencia del poder en térmi-

nos institucionales y pacíficos. Poco después Jorge González Torres también firmó los veinte compromisos.

El 3 de febrero, Luis Donaldo Colosio propuso cinco puntos para alcanzar la confianza ciu-dadana en el proceso electoral de 1994:

1. Que el Presidente del IFE convoque a los representantes de los partidos para revisar las objeciones que tengan sobre cualquier funcionario electoral. 2. Que los partidos polí-ticos propongan un conjunto de ciudadanos imparciales para formular con el IFE una pro-puesta técnica para la auditoria del padrón. 3. Que el director del IFE y el Presidente del Consejo General soliciten del gobierno la ce-sión gratuita a los partidos de parte del tiem-po que por ley le corresponde al Estado. 4. Que se formule una serie de criterios para que ningún candidato se beneficie en forma ilegal de recursos y programas públicos. 5. Que el Director General del IFE explore la convenien-cia de nombrar un fiscal especial para delitos electorales.

Para el 5 de febrero, un conjunto de organi-zaciones sociales y partidos sin registro, cons-tituidas en la Alianza Democrática Nacional, ofrecieron su apoyo a la candidatura presi-

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dencial de Cuauhtémoc Cárdenas, además participaron el PRT y el PSD.

El 6 de marzo, Colosio asistió al 65 aniversario del PRI y pronunció un discurso con 11 pro-puestas: 1. Reformar el poder para acabar con el presidencialismo. 2. Hacer del federa-lismo mexicano una realidad. 3. Establecer una nueva relación entre el PRI y el gobierno. 4. Promover la autocrítica dentro del PRI para superar actitudes que debiliten las posibilida-des de cambio. 5. Reconoció la insensibilidad del PRI frente a los reclamos de la sociedad. 6. Luchar contra privilegios para acabar con el influyentismo, la corrupción, los cacicazgos y la impunidad. 7. Cerrar el paso a toda intención desestabilizadora y provocadora de enfren-tamiento. 8. Adoptar la premisa del cambio como única línea de continuidad. 9. Asegurar la certidumbre económica a partir de finanzas públicas sanas que a su vez se traduzcan en fi-nanzas familiares sanas. 10. Garantizar la trans-parencia electoral. 11. Aceptar la presencia de observadores nacionales y visitantes inter-nacionales durante el proceso electoral.

El 11 de marzo, Álvaro Pérez Treviño solici-tó ante el IFE su registro como candidato del PARM. En el acto se expresaron los problemas del PARM, ya que Rosa María Martínez Denegri denunció al ex-líder, Cantú Rosas, de haberse quedado con el patrimonio del partido. El ase-sinato del candidato del PRI cimbró entonces la vida nacional.

En periodo extraordinario, el 23 de marzo, la Cámara de Diputados aprobó las de refor-mas al artículo 41 de la Constitución DOF 19 IV 1994), con el que se refuerza la autonomía de los organismos electorales. Era la tercera re-forma al mismo artículo en el periodo salinista, lo que indicaba el conflicto político-electoral que se vivía en el país. El 19 de abril de 1994, se publicó una nueva reforma constitucional, se dispuso que la organización de las elecciones federales es una función estatal que se reali-za a través de un organismo público (el IFE) con la participación de los partidos políticos y los ciudadanos conforme a la ley respecti-va. El órgano superior de dirección del IFE se integraría a partir de ese mes por consejeros

y consejeros ciudadanos designados por los poderes ejecutivo y legislativo y por represen-tantes nombrados por los partidos políticos; el Tribunal Federal Electoral por su parte se inte-graría por magistrados y jueces instructores. (art.41).

Ante la demanda ciudadana de celebrar de-bates entre los candidatos, por vez primera en la historia del país, y una vez acordado el di-ferimiento del día de la jornada electoral que pasó así de julio al 21 de agosto, al mediar el año, se llevó a cabo un debate de ideas y pro-yectos de los candidatos de los tres principales partidos: Ernesto Zedillo del PRI, Diego Fernán-dez del PAN y Cuauhtémoc Cárdenas del PRD. La opinión pública dio como triunfador en ese debate a Diego Fernández.

La contienda se tornó competida por la par-ticipación de 9 candidatos a la elección pre-sidencial, Ernesto Zedillo obtuvo el triunfo con 50.1% de la votación, contra Diego Fernández 26.6% y Cuauhtémoc Cárdenas el 17%. El PAN obtenía el mejor resultado, hasta entonces, de su historia en comicios, con casi 26% de los su-fragios, que significaron más de nueve millones de votos. Por vez primera, el blanquiazul rom-pió la barrera de 20%.

Otra reforma constitucional que debe men-cionarse por su trascendencia fue la hecha,

LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN MÉXICO

38 NOVIEMBRE 2013

en julio de 1994, a los requisitos para ser pre-sidente de la república, estableciendo que podría ser hijo de padre o madre mexicanos y haber residido en el país al menos durante 20 años. (art.82). Al interior del ejecutivo federal se creó (DOF 19 de julio de 1994), por acuerdo del Consejo General del IFE, la Fiscalía Especia-lizada para la Atención de Delitos Electorales dependiente de la Procuraduría General de la República.

Una nueva reforma constitucional electoral ocurre el 22 de agosto de 1996, (artículos 35, 36, 41, 54, 56, 60, 73, 74, 84, 98, 99, 101, 105, 108, 110, 111, 116, 122), dando cabida a una am-plia reforma electoral, estableciendo, entre otras disposiciones, las siguientes: Se estableció como prerrogativa del ciudadano la asocia-ción individual y libre de los ciudadanos para tomar parte en forma pacífica en los asuntos políticos del país. Se suprimió la participación del poder ejecutivo federal en el Instituto Fe-deral Electoral; se crean ocho consejeros electorales además del consejero presidente para integrar a su autoridad máxima que es el Consejo General, y que serán designados por el voto de dos terceras partes del Congreso de la Unión a propuesta de los grupos parla-

mentarios. Se establece la prevalencia de los recursos públicos sobre los de origen privado en el financiamiento de los partidos, el control en el origen de los recursos así como la fijación de límites a los gastos de campaña. El finan-ciamiento público se reparte con base a dos criterios: el 70% atendiendo a los votos obte-nidos en la elección anterior y 30% en forma igualitaria; se prohíben las aportaciones anóni-mas y el IFE determina los topes de campaña. Se redujo de 315 a 300 el número máximo de diputados que podría tener un partido político por ambos principios (de mayoría relativa y re-presentación proporcional); el Tribunal Federal Electoral se incorpora al Poder Judicial de la Federación.

El Distrito Federal dejaba de ser un depar-tamento administrativo del poder ejecutivo federal, por lo que su titular ya no sería de-signado libremente por el presidente de la República, sino se elegiría por votación uni-versal, libre y secreta, a su jefe de gobierno, además, se señalaron las atribuciones de los distintos órganos de gobierno del Distrito Fe-deral, y a partir del año 2000, precisó la re-forma, se elegirían a los jefes de gobierno delegacionales.

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39EXAMEN

La vida política de la nación mexi-cana para fin de siglo, era radical-mente diferente de la observada no solo al finalizar la revolución de 1917, sino incluso comparada con la del año 1977 en que se abría el régimen político a un sistema de partidos.

El Partido Convergencia (PC), na-ció como agrupación política na-cional. Obtuvo su registro el 30 de junio de 1999. Entre sus principios sostiene la social democracia re-novada, la igualdad y la equidad, la protección de los débiles y la libertad como autonomía, entre otros.

El Partido Alianza Social (PAS), sur-gido de un grupo de militantes del desaparecido Partido Demócrata Mexicano, organiza la Asamblea Constituyente en la Ciudad de México el 2 de mayo de 1998. Obtiene su registro el 30 de ju-nio de 1999.

El Partido de la Sociedad Nacionalista (PSN), logra su registro en 1997 como agrupación política nacional y como partido el 30 de ju-nio de 1999. Entre sus principios lucha por de-fender por sobre todas las cosas y de manera permanente la soberanía de México, combatir la corrupción y pugnar y promover el naciona-lismo mexicano, resaltando siempre los valores patrios y los símbolos nacionales.

El Partido Democracia Social (PDS), surge de una convocatoria abierta a ciudadanas y ciudadanos bajo la única condición de que no pertenecieran a ningún partido político. Obtienen su registro el 12 de julio de 1999. Luchaba por la observancia rigurosa de las reglas democráticas y la promoción de una cultura política de tolerancia y apego a la legalidad.

El Partido Centro Democrático (PCD) El 17 de enero de 1999, la asociación civil Comité Pro-motor de Centro Democrático realizó su Asam-blea Nacional Constitutiva, obteniendo su

registro el 12 de julio de 1999. Entre sus princi-pios figura luchar a favor de la instauración de una nueva República, fundada en institucio-nes democráticas, capaz de generar y asegu-rar la estabilidad política del país, la integridad de la nación y la igualdad de oportunidad de mexicanas y mexicanos.

Para entonces, los tiempos y actividades pree-lectorales se habían adelantado como nunca antes, desde 1997, Vicente Fox anunciaba su candidatura para las elecciones del 2000, es decir, tres años antes. En febrero de 1998 Fox construyó una estructura paralela al PAN, lla-mada ‘Amigos de Fox’ para ampliar su base de apoyo social y obtener recursos econó-micos y materiales para su campaña. El 13 de noviembre de 1999 rindió protesta como candidato presidencial del PAN y en enero si-guiente se registró ante el IFE, postulado por la alianza PAN-PVEM.

Ante la práctica seguida en otros países de llevar a cabo el debate entre candidatos so-bre los proyectos para el país, y con el antece-dente de la elección de 1994, en este proceso electoral se celebraron dos debates entre los candidatos de los tres partidos que fueron tele-visados, con lo que se daba una mayor cober-

LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN MÉXICO

40 NOVIEMBRE 2013

tura para la exposición de las ideas de cada candidato.

El proceso electoral del 2 de julio del 2000 fue de gran trascendencia para la vida política del país. Los resultados finales de la votación dieron 45% a la Alianza por el Cambio y su can-didato Vicente Fox Quesada, el 36% al PRI con Francisco Labastida y 17% al PRD que postuló de nueva cuenta a Cuauhtémoc Cárdenas, (hecho que motivó la renuncia de Porfirio Mu-ñoz Ledo a ese partido y su reafiliación poste-rior al PARM y más tarde a V.Fox).

El mapa político del país cambió de nueva cuenta: el PRI perdió la Presidencia de la Repú-blica y el aparato político-administrativo-eco-nómico del ejecutivo federal, mantuvo bajo su poder 20 gubernaturas, e igual número de Congresos locales, así como la presidencia de 1,389 municipios; el PAN logró 7 gubernaturas, 8 congresos locales y 315 municipios; el PRD quedó con 5 gubernaturas, incluida la del DF, 2 congresos locales, 268 municipios. El Partido

del Trabajo logró 24 municipios y 8 el Partido Verde Ecologista, que en conjunto represen-taban el 47% de la población del país, con-trastando con los datos observados en 1993 que asignaban 96 municipios al PAN y 78 al PRD.

En el Congreso de la Unión, el Partido Revolu-cionario Institucional dejó de tener la mayoría absoluta. En la Cámara de Diputados, de tener el 60% de curules, en 1994, disminuye al 49.2%, en 1997 y el 45% en el 2000. En la de Senado-res pasa del 74.2% al 57.5% y el 45% respecti-vamente. En cambio el PAN pasa del 23.8%, al 23.4, y el 40%, en la de diputados; y del 19.5%, al 23.6% y 30% respectivamente. El PRD pasa del 14.2%, al 23.2% y 12% en la Cámara de Di-putados, y en la de Senadores pasa del 6.3%, al 12.6% y 9%.

las elecciones del 2 de julio del 2006 fueron las más competidas, cerradas y plurales que ex-perimentase el país. Como ya se refirió, la con-tienda se había perfilado rápidamente entre

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los mandatarios del DF y del país, si bien desde el inicio del sexenio fueron apareciendo los nu-merosos aspirantes que llevaron entre otras co-sas a la pugna interna de los partidos políticos, especialmente la del PRI con la escisión de la líder magisterial, Elba Esther Gordillo, formando un nuevo partido (Nueva Alianza) para con ello buscar restarle votos al PRI.

El número de partidos políticos y coaliciones que registraron candidatos en las elecciones pasó de 11, en el año 2000, a 8, en el 2006; éstos fueron: PAN, PRI, PRD, PT, PVEM, PC (con-vergencia) PNA (nueva alianza), PASC (alter-nativa socialdemócrata y campesina); las coaliciones formadas fueron ‘Alianza por Mé-xico’ (PRI y PVEM), ‘Por el bien de todos’ (PRD, PT y Convergencia). El PAN, que formó alianza con el PVEM en el 2000, en el 2006 fue solo; por contrario el PRI que fue solo en el 2000, formó alianza en el partido verde en el 2006. Si en el 2000 todos fueron contra el PRI, en el 2006 todos contra AMLO. En las elecciones de Chiapas, el PRI y el PAN fueron aliados contra el PRD.

Los partidos políticos y coaliciones partici-pantes habían acordado llevar a cabo dos debates públicos entre los candidatos a la presidencia, mismos que fueron organizados por el IFE y se realizaron los días 25 de abril y 6 de junio del 2006. El primer debate se centra-ría en los temas de ‘economía y desarrollo’ y el segundo ‘política y gobierno’. Al primer debate no asistió AMLO, tanto por que se ex-cedió en su confianza de ganar la carrera, con o sin el debate, así como por evitar el desgaste político a que se tuvo que enfrentar con los casos que derivaban de su relación antagónica con el presidente Fox. Con ello las encuestas se nivelaron entre los candida-tos del PRD y del PAN, el del PRI siempre fue tercero. (Moctezuma Barragán, Gonzalo, La transición democrática en México, Derecho y legislación electoral, 30 años después de 1968, Miguel Ángel Porrúa, 1ª Edición, México 1999,)

El padrón electoral pasó de 59.5 millones en el 2000, a 71.7 millones en el 2006. La participa-ción electoral de los ciudadanos fue bajando desde el año 1994, en que se tuvo el 77%, 63.9%

en el 2000, y 58.5% en el 2006 con 41.7 millones de votantes. Las personas acreditadas como observadores en el 2006 fue de 25,321, mien-tras que en el 2000 fueron 38,443; a su vez el número de organizaciones acreditadas como observadores fue de 230, en el 2006, 15 más que en el 2000, la mayor parte de Estados Uni-dos, Canadá y España. (IFE. La jornada electoral del 2 de julio. México 2006)

El cómputo final del Tribunal Electoral del Po-der Judicial de la elección para Presidente de la República de 2006 dio 14’916,927 vo-tos al PAN y su candidato Felipe Calderón; 14’683,096 a la Alianza por el Bien de Todos con Andrés Manuel López Obrador; la Alian-za por México 9’237,000 votos a su candidato Roberto Madrazo. El número de actas irregu-lares en la elección del 2006 fue de 316mil, la diferencia de votos entre el primer y segundo lugar de la contienda presidencial fue de 233 mil votos. (IFE. Encuestas y resultados electorales. Mé-xico 2006)

Los resultados de las elecciones de julio del 2012 favorecieron al PRI y su candidato Enri-que Peña Nieto, entonces e dio paso a la for-mación de los equipos de transición para la entrega-recepción de la administración públi-ca federal. Otro ciclo empezaría a partir de entonces. El presidente saliente señaló en su mensaje a la nación con motivo de su último informe de gobierno: ‘Yo deseo al Presiden-te Electo de México, éxito en su mandato. Y pido a todos los mexicanos que por encima de cualquier diferencia, lo apoyemos en lo esencial”.

discursos de césar camacho

2013PRI en elEl

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nido, entusiasta y triunfador, el priismo acude puntual a esta cita con la historia de México. Venimos a reconocernos en nuestro pasado y a proyectarnos hacia

el porvenir.

El poder popular que nació de las ideas y de la violencia de la Revolución Mexicana; esa eclosión social que alcanzó dimensiones telúricas, se decidió por la legitimidad institucional.

Mediante la conciliación de intereses, pudimos edificar un proyecto de vida para quie-nes deseaban construir un país más igualitario y justo, que se plasmó en la Constitución del 17. De esa manera, la Revolución se transformó en gobierno; un régimen político que nació y creció con vocación social e ímpetu transformador.

Sin soslayar las carencias, es justo señalar que México alcanzó la modernidad de la mano de los gobiernos surgidos del PNR, del PRM y, por supuesto, de todos los del PRI.

Fueron ellos, fuimos nosotros quienes impulsamos el reparto de la tierra, recuperamos las industrias petrolera y eléctrica; garantizamos los derechos de los trabajadores; ex-pandimos la educación pública y forjamos nuestra potencia exportadora. Casi tri-plicamos la esperanza de vida, urbanizamos el territorio y consolidamos el prestigio internacional de nuestro país; impulsamos la participación política de las mujeres y los jóvenes, y dimos vida a un entramado de instituciones que dieron buenos resultados.

Por eso, Octavio Paz escribió: “nadie puede entender a México si omite al PRI”.

Al asumir su responsabilidad histórica, el régimen dio paso a la transición democrática; proceso de adaptación del orden político y jurídico, en respuesta a una sociedad que reclamaba un nuevo estado de cosas.

Sobre el sistema presidencial fuimos construyendo un régimen mucho más acotado por la ley, caracterizado por los contrapesos de la democracia.

Al expandirse la transición, se fortaleció al Poder Judicial; el pluralismo político irrumpió en el Legislativo, aumentaron las competencias y los recursos de estados y municipios; se hizo más pública, la vida pública; y se consolidaron las libertades y los derechos hu-manos.

En fin, las muchas visiones de México y el creciente número de participantes en la escena política, preludiaron un hito de nuestra historia reciente: la alternancia en la Presidencia de la República.

No obstante, cortos de miras, los beneficiarios del cambio supusieron que su sola llega-da a Los Pinos resolvería por ensalmo los problemas.La banalización del gobierno, pri-mero, y la intransigencia, después, crearon una administración más grande y costosa, que no ofreció más ni mejores resultados.Las condiciones de vida se deterioraron lasti-mosamente, nos robaron la tranquilidad, la política entró en desuso y nuestro prestigio internacional vino a menos.

So pretexto de un gobierno dividido, padecimos un gobierno detenido. No supieron, y a veces no quisieron gobernar. Fueron alternancia sin alternativa y el saldo es la decep-

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EL PRI EN EL 2013

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ción. Si en ese océano de improvisaciones el país no naufragó, fue por la madurez de la sociedad civil y la solidez de las instituciones.

Como partido maduro, hemos entendido el papel que la ciudadanía nos ha asignado en cada episodio; hemos aprendido de los errores y, nos sometimos a las reglas de la democracia; nos volvimos más competitivos; nos rehicimos de fuera hacia dentro y de abajo para arriba.

Nada fue casual, por el extraordinario trabajo desplegado por la militancia en todo el territorio nacional, puesto en sintonía con los ciudadanos y, subrayadamente, por un candidato excepcional que infundió entusiasmo, que recuperó confianza, que con su trabajo incansable creó un espíritu de cuerpo entre electores, activistas y dirigentes: Enrique Peña, es hoy presidente de todos los mexicanos.

La presidencia democrática que el Ejecutivo se ha comprometido a ejercer, no sólo es un estilo de gobierno convocante, respetuoso e incluyente, sino un modelo de Estado: el Estado eficaz.

Decidiremos orientados por principios, no obedeciendo a dogmas; impulsaremos, como sugiere Enrique Peña Nieto, “sin ataduras, ni temores, todos los motores del cre-cimiento”.

Partido que consulta a la gente, intuye la mejor manera de servirle, le propone nuevos derroteros y hacia ellos es capaz de conducirla.

Ésta es, como profetizó Luis Donaldo Colosio “la hora de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República. Reformar el poder significa que cada ciudadano obtenga respuestas eficientes y oportunas cuando sueña con horizontes más cercanos a las manos de sus hijos”.

El Presidente ha acreditado, pues, humildad en la victoria y civilidad en el trato con quienes piensan distinto. Ha demostrado aptitud y actitud; aptitud, que significa cono-cimiento de los problemas y sus soluciones, experiencia para acometer retos, y talento para consensuar propuestas; y actitud, que significa deseos de servir, audacia de arries-gar, y agallas para conseguir lo propuesto.

Más que acciones de gobierno y agenda legislativa, el Pacto es hoja de ruta, que bus-ca generar las condiciones óptimas en la política, en la economía, lo social y las rela-ciones exteriores, para construir una administración pública abierta a la participación de la sociedad.

EN LA LVI SESIÓN ORDINARIA DEL CONSEJO POLÍTICO NACIONAL, PARA LA ELECCIÓN DEL PRESIDENTE SUSTITUTO DEL COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL

DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL.México, D.F., Martes, 11 de diciembre de 2012.

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i, como escribió George Bernanos, “el homicidio perfecto es el olvido”, Colosio no ha muerto.

Colosio vive, porque vivo está el ánimo que buscaba infundirnos al grito de “Primero México”, y porque hoy destaca la necesidad de mantener la unidad en lo fundamen-tal, porque ahora es evidente que, merced a la política, en efecto, como él planteara, “en la nación cabemos todos”.

Confiar es depositar en otro lo que se tiene en alta estima; confiar une y reúne; confiar es el cemento de la cohesión.Cohesionadas por el interés superior de la nación, las fuerzas políticas más representativas y el gobierno federal, hemos creado un espacio de neutralidad partidaria, sustentados en la muy colosista “cultura del compromiso; del diálogo, la concertación y la palabra empeñada”.

Como hace 13 años, cuando los mexicanos demostramos ser capaces de una alter-nancia legal y pacífica, hoy emprendemos transformaciones profundas sin sacudimien-tos; los contrapesos existen, pero no lastran; el gobierno dividido no está detenido; el Estado asume la rectoría de lo social, sin antagonizar con la sociedad.

Atestiguamos que ejerce el poder quien tiene legitimidad para ello, respetando e inclu-yendo a quienes piensan distinto; que es posible justificar el gobierno de un Presidente fuerte, pero sometido a la ley; es decir, desplegando una Presidencia Democrática.

Un ejercicio del poder es democrático porque entiende el imperativo de colaborar con otros entes públicos, trabajar con diferentes ámbitos de gobierno, respetar y promover los derechos humanos, así como transparentar su funcionamiento y rendir cuentas a los ciudadanos.

La Presidencia Democrática, lejos de claudicar, propone; en vez de imponer, escucha; en lugar de esperar, avanza en todos los frentes.Es un ejercicio del poder en el que se privilegia la política y se trabaja por la justicia.

Adicionalmente, el eficaz protagonismo de quienes integran el Poder Legislativo ha dado cuenta de la evolución de nuestra cultura democrática y del cumplimiento ca-bal de la alta responsabilidad que la Constitución otorga a esa expresión plural y cole-giada de la representación nacional.

Es el momento en el que partidos políticos y sociedad, juntos, debemos hacer de nues-tra pluralidad, riqueza; de nuestra diversidad, fuerza; y de nuestro esfuerzo, desarrollo para todos.

Cada quien está cumpliendo su papel; las fuerzas políticas han mostrado madurez tan respetable, como reconocible es la disposición y la pericia de este gobierno.

Como lo propuso el Lic. Enrique Peña Nieto, trabajemos desde nuestras respectivas responsabilidades “para construir un país próspero de oportunidades y bienestar para todos. Un México –precisó- donde cada quien pueda escribir su propia historia de éxito y sea feliz.

EN EL 19 ANIVERSARIO LUCTUOSO DE LUIS DONALDO COLOSIO MURRIETA. México, D.F., Sábado, 23 de marzo de 2013

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EL PRI EN EL 2013

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l Pacto por México es agenda de futuro, un futuro que comienza todos los días; pro-grama de trabajo que brinda rumbo al poder público; acuerdo que sintetiza la es-

peranza de la gente, el Pacto es hechura de todos que no busca paternidad de nadie.

El Pacto construye acuerdos políticos y los ofrece al Poder Legislativo Federal y, muchas veces, a los de los estados, todos ellos depositarios de la representación popular; legis-ladores del Congreso de la Unión y diputados locales que al trabajar colegiadamente y por su condición plural, son síntesis de la República.

El Pacto no sustituye ni reemplaza a los poderes constituidos, hace de puente, los acer-ca y sirve a México.Enfatizo: por decisión popular, todos los partidos somos gobierno en diversos ámbitos y, por lo tanto, compartimos responsabilidades, pues la evidencia de-muestra que la tentación es la misma y existen denuncias de todos colores.

El compromiso que hoy refrendamos, sin ingenuidad, es con la buena fe, la transparen-cia, la legalidad y la ética pública.

Que el Gobierno gobierne bien, sirviendo a todos por igual; que administre racional y sensiblemente los recursos que son de los mexicanos; que las autoridades no olviden que trabajan en una vitrina.

Los partidos son sus militantes, y éstos de ninguna manera pueden ser denostados en conjunto por la actuación de quien, equivocándose, lesiona a su organización política.Sin distinción: quien la haga, que la pague.

DURANTE LA FIRMA DEL ADÉNDUM DEL PACTO POR MÉXICO, QUE SE LLEVÓ A CABO EN PALACIO NACIONAL. México, D.F., Martes, 07 de mayo de 2013.

os acuerdos no solo son importantes para la política, son indispensables, connaturales de la política.

Es mi convicción que los mexicanos quieren que siendo distintos los partidos no perma-nezcamos distantes, debemos ser capaces de hacer de nuestra diversidad, unidad en lo fundamental.

La pluralidad es riqueza de nuestra sociedad y debe ser ventaja de nuestra democracia, pero la debemos preservar y preservar es proteger.

Tal es justamente la misión que hoy asumimos: preservar el entorno político de civilidad y respeto a la ley, que no solo es una obligación obvia, sino que lo hemos desarrollado y lo hemos convertido en Pacto de buena fe.

Espacio de neutralidad el Pacto debe estar por encima de los procesos electorales.

Los tres partidos y el gobierno firmamos compromisos adicionales al Pacto por México que en esta reunión estamos honrando.

EN EL MARCO DE LA INSTALACIÓN DE LA COMISIÓN PLURALPARA LA COMPETENCIA ELECTORAL DEL PACTO POR MÉXICO.

México, D.F., Jueves, 16 de mayo de 2013

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NACIONAL

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l PRI vive permanentemente afrontando retos. Hoy tenemos cuando menos dos: mantenernos como una instancia productiva, proponente, vinculante y concerta-

dora en el Pacto por México, cuya eficacia política está sobradamente demostrada, que ha evidenciado no sólo la voluntad, sino la capacidad de nuestro compañero de partido, Enrique Peña, Presidente de los mexicanos, para saber conciliar, transigir, hacer sesiones mutuas, viendo por encima de todo por el bien de México.

EN LA REUNIÓN CON LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE LA UNIDAD REVOLUCIONARIA,REALIZADA EN EL SALÓN DE USOS MÚLTIPLES “ALFONSO REYES” DE LA SEDE PRIISTA.

México, D.F., Miércoles, 05 de junio de 2013.

obernar es pactar”, dijo Gustave Le Bon.

Pactar no es ceder, es convenir libremente en algo y obligarse a su observancia. Ese espíritu de convenir exige un talante incluyente, es decir, el deseo de procurar la parti-cipación de todos.

Un gobierno no podrá ser exitoso a menos que gobierne en asociación, cooperación, coautoría y corresponsabilidad con las organizaciones políticas, sociales, económicas, profesionales, laborales e intelectuales del país.

La presidencia democrática es posible donde existe una sociedad madura, crítica, participativa, con partidos políticos responsables; tales son precisamente los elemen-tos que prevalecen en este nuevo tiempo mexicano.

El Pacto por México es útil, antes que para nadie, para el Poder Legislativo, de integración plural y colegiada, pues recoge de la sociedad y de importantes sectores organizados inquietudes, planteamientos y expectativas que han sido formulados en ocasiones desde hace décadas; los ha analizado, los ha con-sensuado y se han plasmado en documentos que pone a consideración del legislador.

LUEGO DE SU INCORPORACIÓN A LA ASOCIACIÓN NACIONALDE DOCTORES EN DERECHO COMO MIEMBRO DE NÚMERO.

México, D.F., Jueves, 06 de junio de 2013.

na Presidencia Democrática consiste en reconocer que “un gobierno no podrá ser exitoso a menos que gobierne en asociación, cooperación, coautoría y corres-

ponsabilidad con todos los partidos políticos, las organizaciones económicas, sociales, profesionales, laborales e intelectuales del país”. Así es justamente como funciona el Pacto por México.

EN LA CEREMONIA DE PROMULGACIÓN DE LA REFORMA CONSTITUCIONALEN MATERIA DE COMPETENCIA ECONÓMICA Y DE TELECOMUNICACIONES.

México, D.F., Lunes, 10 de junio de 2013.

os partidos políticos hemos acreditado actitud y aptitud, madurez, pero especial-mente, y me place decirlo, a propósito de todos los partidos, madurez y patrio-

tismo.L

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EL PRI EN EL 2013

48 NOVIEMBRE 2013

Detrás de las negociaciones y en la base de las iniciativas, se advierte que las propues-tas valen por las bondades que intrínsecamente poseen.

Este es el espíritu que priva en el seno del Pacto por México y es también lo que lo ha hecho superar las coyunturas electorales, si bien éstas están permeadas de la pasión por competir.

AL RECIBIR LA MEDALLA “MANUEL CRESCENCIO REJÓN”. México, D.F., Viernes, 12 de julio de 2013

stá iniciando la más delicada de las responsabilidades, que es justamente dar resul-tados, porque la gente no quiere discursos, ni menos pretextos; la gente quiere que

las expectativas que generó la campaña, una a una se cumplan. Y para eso estamos. Un partido político se quedaría a medio camino si sólo tiene vocación electoral. Un par-tido político, y más el nuestro, con una larga vida, con un cúmulo de experiencias tiene, por supuesto, vocación democrática y la democracia no es sólo electoral, la democra-cia eficaz es la democracia de los resultados.

hay una guía que nos da certidumbre en el camino, que es la presidencia democrática; es decir, no sólo una Presidencia conseguida con la legitimidad de los votos, sino una Presidencia acotada por la propia ley y una Presidencia encarnada por un demócrata que sabe de qué se trata hacer compromisos y que está dispuesto a cumplirlos uno por uno.

Las cosas buenas nunca son producto de la casualidad, hay que conquistarlas, hay que soñarlas, hay que ir por ellas, hay que organizarnos y, finalmente, hay que disfrutar cuando se consiguen.

Es decir, qué opina la gente del tipo de gestión, y decían por ahí, se la atribuyen a Eins-tein: los hechos son los hechos, pero la realidad son las percepciones.

DURANTE EL SEMINARIO ALINEACIÓN ESTRATÉGICA Y GOBERNANZA EFICAZ.México, D.F. Sábado, 24 de agosto de 2013

abemos que transformar a México significa fortalecer la rectoría del Estado, proteger los bienes públicos y lograr que éstos sirvan para alcanzar el bienestar de todos.

Un pacto se hace con lo que cada pactante ofrece.

Una negociación con lo que cada negociante exige caprichosamente.

EN LA DEVELACIÓN DEL MURAL DEL PRIMER CONGRESO DE CHILPANCINGO.México, D.F. Lunes, 30 de septiembre de 2013

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49EXAMEN

FORTALECIENDO EL VÍNCULO

I. INTRODUCCIÓN

México es una democracia multipartidista en la cual se han renovado de manera ininterrum-pida cada 6 años los poderes políticos desde hace más de 79 años. Hay una sociedad civil que participa, que demanda; alta competen-cia electoral, alternancia, pluralidad y gobier-nos divididos.

El camino no ha resultado sencillo, y los retos que se vislumbran son complejos y requieren de reformas estructurales: la desigualdad, el hambre y la pobreza, así como la inseguridad social y económica demandan profundizar nuestra democracia, elevando su calidad ga-rantizando el acceso no sólo a bienes econó-micos, sino también de índole político.

Hoy se plantea una nueva reforma políti-co-electoral que coadyuve a profundizar la democracia: un posible nuevo Instituto Na-cional Electoral, reelección legislativa y en

Ayuntamientos y candidaturas e iniciativas ciu-dadanas; en suma, nuevas reglas y nuevos mé-todos se vislumbran; por ende, nuestro régimen político cambiará.

Es en este contexto que se vuelve necesario analizar la relación de los partidos políticos con el Estado y sobre todo con los ciudadanos. Existe coincidencia en lograr partidos políticos más austeros y más vigilados en cuanto a sus fuentes de financiamiento, y sin embargo, los partidos políticos están llamados a fortalecer e incluso formar el vínculo que se ha perdido entre los partidos políticos y ciudadanos. La in-termediación, la representatividad, la legitimi-dad, el acceso al poder, la representación de los intereses de la sociedad son parte de éste vínculo, la sociedad civil participa al margen de los partidos políticos y debilita a éstos en su intermediación; sin embargo, su aporte a la democracia se vuelve fundamental y su tarea no es contradictoria.

Es de reconocerse que las distintas reformas electorales desde la primera en 1946, han esta-do encaminadas a fortalecer el régimen demo-* Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI.

Samuel Aguilar Solís*

Sociedad civilpartidos políticos:

y

SOCIEDAD CIVIL Y PARTIDOS POLÍTICOS: FORTALECIENDO EL VÍNCULO

50 NOVIEMBRE 2013

crático, sin embargo; más que nuevas reglas, nuevas prácticas se vuelven también necesa-rias cuando se pretende fortalecer el vínculo.

Prevalece una cultura política que genera el alejamiento del ciudadano, sin embargo; ma-yor interacción entre ciudadanos y partidos, así como rendición de cuentas en donde to-dos adoptemos una cultura de legalidad, es posible. Transitar a un sistema que presuponga confianza en las instituciones debe ser prioridad para todos los actores políticos y sociales. Los partidos políticos se constituyen en detonante en esta necesidad de confianza necesaria en su relación con la sociedad.

Las nuevas formas de participación política que surgen al margen de los partidos, no sólo coadyuvan a consolidar nuestro régimen de-mocrático sino que deben aportar a la insti-tucionalización; una sociedad civil creciente demanda partidos políticos abiertos, trans-parentes, que fortalezcan el vínculo de inter-mediación a que están llamados dejando de actuar sólo como maquinarias electorales.

II. LA SOCIEDAD CIVILY SU PARTICIPACIÓN POLÍTICA

Durante muchos años los actores tradiciona-les en el quehacer político y público fueron los partidos políticos y el Estado; hoy la socie-dad civil y sus diferentes formas de asociación emergen en la esfera pública, ayudada por las nuevas formas de comunicación directa.

Los partidos políticos cuestan mucho y no mue-ven las energías de la sociedad y las “ciuda-danías intensas”1 (Aparicio Wilhelmi 2013); lo que debilita el vínculo de los partidos con la ciudadanía.

Derivado de lo anterior, se vuelve necesario empezar por definir el término: sociedad civil.La sociedad civil se refiere al conjunto de per-

sonas diversas con categoría de ciudadanos.2 Algunos autores definen a la sociedad civil como el entramado entre grupos sociales, asociaciones, instituciones y ciudadanos. En este contexto, la sociedad civil actúa general-mente de manera colectiva o individual utili-zando diferentes espacios tales como las redes sociales entre otros (la protesta por ejemplo) con el objeto de influir en la toma de decisio-nes en el ámbito público, para expresar ideas, denunciar informalmente, intercambiar infor-mación, pero también busca hacer valer ob-jetivos comunes; en aquel espacio que antes se cerraba con paredes de “hierro” como lo mencionaba Michels, en los partidos políticos que articulaban las demandas de los distintos sectores formulándolas al gobierno en búsque-da de respuesta.

Así, este nuevo actor arrebata el monopolio que los partidos ejercían sobre la intermedia-ción entre la ciudadanía y el gobierno; y al ha-cerlo, legitima al propio Estado, coadyuva a elevar la calidad de la democracia, pero vul-nera a los partidos políticos tradicionales.

Para Jürgen Habermas, la sociedad civil tiene dos componentes principales: por un lado, el conjunto de instituciones que definen y defien-den los derechos individuales, políticos y socia-les de los ciudadanos y que propician su libre asociación, la posibilidad de defenderse de la acción estratégica del poder y del mercado y la viabilidad de la intervención ciudadana en la operación misma del sistema; y por otra par-te estaría el conjunto de movimientos sociales que continuamente plantean nuevos princi-pios y valores, nuevas demandas sociales, así como vigilar la aplicación efectiva de los dere-chos ya otorgados.

1 Crisis de la democracia y nuevas formas de participa-ción. Coordinador Albert Noguera Fernández. Ed. Tirant lo Blanch, 2013. El autor hace referencia a la ciudadanía in-tensa, pero le otorga un diferente significado.

2 En México se establece en nuestra Constitución desde 1969 que adquieren la categoría de ciudadanos aquellos (varones y mujeres) que teniendo la calidad de mexicanos sean mayores de 18 años y tengan un modo honesto de vivir. Los derechos de los ciudadanos mexicanos son votar en elecciones populares y poder ser votado para todos los cargos de elección popular.3 Bent Flyvbjerg. Habermas y Foucault. ¿Pensadores de la sociedad civil? Estudios Sociológicos, vol. XIX, núm. 2, ma-yo-agosto 2001, pp. 295-324, ed. Colegio de México, Mé-xico. 2001

NACIONAL

51EXAMEN

Según la OCDE, el tamaño, el alcance y la ca-pacidad de la sociedad civil en todo el mundo crece de manera espectacular gracias al pro-ceso de globalización y el florecimiento de la democracia, las telecomunicaciones y la inte-gración económica. Asimismo ganan protago-nismo en el desarrollo mundial, se convierten en importantes canales de prestación de servicios sociales y de ejecución de otros programas para el desarrollo, como complemento de la acción gubernamental, especialmente en regiones donde la presencia del Gobierno es débil, tal como en situaciones posteriores a conflictos.

Asimismo, participan en la formulación de po-líticas públicas también a nivel mundial pre-sentando alternativas a las que establecen los partidos políticos y los gobiernos.

Lo anterior no amenaza la tarea de los partidos políticos, éstos son parte constitutiva funda-mental de la democracia; éstos son comple-mentarios; sin embargo, los partidos políticos tradicionales han dejado espacios a la socie-

dad civil en la tarea de oferta política y social como alternativas y demandas que nacen de la sociedad. El papel de intermediación ha sido ocupado por una sociedad civil que di-cho sea de paso, no tiene ningún costo al era-rio público. Es ahí en donde el alejamiento de los partidos amenaza su propia existencia.

“Pudiera ser que el partido como institución es-tuviera desapareciendo gradualmente, siendo reemplazado por nuevas estructuras políticas más adecuadas a las realidades económicas y políticas del siglo XXI” (Lawson y Merkl, 1988). Sin embargo, los partidos políticos siguen sien-do la columna vertebral de la democracia, su tarea institucional, si bien debe garantizar ob-tener el mayor número de votos, ésta debe ci-mentarse en crear vínculos más estrechos con la sociedad civil a través de su intermediación con el gobierno para lograr hacer realidad sus demandas e intereses.

Debemos subrayar además, que los partidos políticos han garantizado los derechos socia-

SOCIEDAD CIVIL Y PARTIDOS POLÍTICOS: FORTALECIENDO EL VÍNCULO

52 NOVIEMBRE 2013

les sin vulnerar el bienestar común que quizá la sociedad civil en su definición individualista tiende a beneficiar.

Si bien, “La política se ha convertido en la práctica que decide lo que una sociedad no puede hacer” (Piglia, 2001: 102), la sociedad civil ha generado un contrapeso importante y necesario.

Debemos concluir que la democracia y los partidos políticos no son amenazados por una participación que desborde los canales par-tidistas, sino más bien en ésta tarea comple-mentaria, la sociedad civil organizada debe saldar una deuda pendiente con los partidos políticos en términos de respeto.

La sociedad civil tiene un espacio en la demo-cracia, en el cual, su tarea política es deman-dar cambios, adecuaciones y respeto a sus demandas sin vulnerar el espacio institucional que se ha construido, su legitimidad radica en ese espacio.

El espacio institucional de acceso político si-gue estando salvaguardado por los partidos, sin ser vulnerado por las candidaturas ciuda-danas que México hará realidad en las próxi-mas elecciones del 2015.

Es tarea fundamental de los partidos políticos voltear hacia la sociedad civil para escuchar y filtrar sus demandas en su papel de interme-diación; la esfera social en la que se mueve la sociedad civil, requiere del flujo informal o fuera de lo institucional para continuar siendo movimientos y luchas sociales, respetando la esfera partidaria.

La gobernabilidad depende de ello. La sub-sistencia de los partidos políticos ante una sociedad civil necesaria y democrática de-mandante, requiere de que éstos profundi-cen con sensibilidad sin dejar a un lado la visión de futuro, las demandas de la socie-dad, estableciendo vínculos estrechos y du-raderos que sin duda se verán fortalecidos con la reelección que se propone aprobar en el Congreso de la Unión. Su tarea con la transformación deberá ser de la mano con la sociedad.

Buscamos que la estabilidad social no se rompa por la necesidad de cambio que se ha venido planteando con las reformas es-tructurales.

Es necesario establecer que la sociedad civil debe demandar mayor transparencia y resul-tados, aquella que busque ruptura, no estará

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aportando a la democracia, sino a la anar-quía, lo que es necesario es fortalecer institu-ciones, no debilitarlas.

III. RETOS Y PERSPECTIVAS

La relación entre el Estado, los Partidos Polí-ticos y sociedad civil está unida por un lazo que les es común: profundizar la democra-cia.

La tarea de la sociedad civil en su lucha por defender de derechos ciudadanos, en su pro-testa, en su participación no debe ser coopta-da por los partidos políticos, cada quien puede desde su propia trinchera defender sus ideales e intereses.

Con el Estado, la sociedad civil debe asumir una cuota de responsabilidad aportando a la democracia y a la gobernabilidad del sistema político.

Los partidos políticos son parte institucional esencial en la democracia y la estabilidad, y continúan perdiendo legitimidad y credibili-dad. Podemos culpar a la falta de claridad y diferenciación ideológica que los arroja a ser maquinarias en busca de votos para ejercer lo “único” que buscan: el poder, sin embargo, al vincularse con la sociedad, ésta tarea es se-cundaria.

Asimismo, dentro de las necesidades funcio-nales fundamentales de los partidos políticos, se encuentra precisamente la mediación entre los ciudadanos y el poder (considero que su papel de formadores de opinión pú-blica se va desvaneciendo pero lo anterior es objeto de otro estudio). Es ahí en donde la democracia adquiere sentido, en donde se establece la utilidad pública de los propios partidos, y en donde el vínculo se estrecha o se rompe.

Es importante entonces que la legislación en materia política, garantice que los partidos tengan una estructura estable y que su afilia-ción sea libre. El árbitro electoral que se pre-tende lograr con la reforma política, deberá garantizar equidad y transparencia.

Los partidos por su parte, a través de nuevas prácticas, deberán involucrarse en todas las cuestiones que tengan que ver con la política, presentando una oferta política viable, real y con consenso, de solución, de alternativa, e incluso de esperanza; dejando como consecuencia a éste trabajo el fin último de los mismos, que sería de control del poder, y por ende del ejercicio de go-bierno.

Será en ésta función de “puente” entre so-ciedad y Estado que éste vínculo de repre-sentación se haga efectivo y que lleve a la ciudadanía a acercarse a ellos.

Será ahí en donde la representación de las distintas ideologías con las que comulga la ciudadanía (la mayoría), sigan cimentando el camino de nuestra democracia.

Es en ese espacio en donde los partidos po-líticos en México efectivamente enaltecen lo que señala nuestra Constitución Política: se vuelven de “interés público”, …”promueven la participación del pueblo en la vida democrá-tica, contribuyen a la integración de la repre-sentación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacen posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo a los programas, principios e ideas que postulan mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo”.

Es ahí en donde el PRI desde sus orígenes como PNR en 1929 ha caminado, entendien-do que en el sendero de la transformación es necesario fortalecer el vínculo con la so-ciedad.

Hoy entendemos que nuestra tarea como Partido Político se constituye en lograr forta-lecer la intermediación con la sociedad civil sin menoscabo al crecimiento, al desarrollo, a la estabilidad económica y social. Que en la búsqueda de disminuir la desigualdad social y disminuir los niveles de pobreza se afectarán intereses sectoriales, pero que se verán forta-lecidos a medida que todos, de la mano de los partidos políticos; caminemos por la vía institucional rumbo a una democracia de ma-yor calidad.

54 NOVIEMBRE 2013

on los propósitos de “ganar el fu-turo”, “conectar” con los ciudadanos y “devolver la esperanza al país”, el Partido Socialista Obrero Español llevó a cabo su Conferencia Política 2013; reunión de la di-rigencia nacional de esa organización, con sus líderes históricos y regionales, militantes y simpatizantes en general que, tras una serie de diálogos llevados a cabo durante meses en toda España, se congregaron este sába-do 9 de noviembre en Madrid, para efec-tuar su evento culminante.

Generoso, sensible e inteligente, el PSOE invitó a los partidos políticos del mundo con los que reconoce un afinidad ideológica, programáti-

* Coordinador de Estrategia del CEN del PRI

El PRI en la ConferenciaPolítica del

Arturo Huicochea Alanís*

ca y afectiva, como es el caso de los vínculos que a lo largo de décadas ha establecido con el PRI; partido al que tuve el privilegio de repre-sentar en tal ocasión.

Toda proporción guardada, la Conferencia Política fue el símil de las convenciones que ocurren en otras latitudes, en las que esas ins-tituciones toman sus más importantes decisio-nes; el equivalente a las asambleas nacionales de los partidos políticos en México, como la que a principios de este mismo año llevamos a cabo dirigentes, militantes y simpatizantes del Revolucionario Institucional en nuestro país.

Muchas son las diferencias, pero bastante más importantes son los paralelismos entre esos dos eventos que personalmente viví en este año, tanto en aspectos de forma, como de fondo.

Psoe

NACIONAL

55EXAMEN

Respecto a la forma, vale la pena destacar que, no obstante que el territorio mexicano es prácticamente cinco veces más extenso que el español, y el país está mucho más poblado, la consulta nacional que allá transcurrió en 248 días, aquí se llevó a cabo en 50.

Que en ambos casos, los muy diversos asuntos se agruparon en cuatro grandes mesas temá-ticas, que trabajaron en condiciones similares de operación en sesiones tumultuarias, en las que se revisaba cada párrafo de un borrador, allá llamado “ponencia” que, tras ponerse a la consideración de los delegados presentes –que en los dos casos representaban a una re-gión y/o a algún sector u organización- se so-metía a discusión, para aprobarlo o reformarlo, en su caso, por medio de la votación. Los dos partidos abrimos la discusión a la socie-dad con transmisiones vía Internet en vivo, para las mesas de trabajo y se permitió la participa-ción de todos por medio de redes sociales, de suerte que los usuarios de las mismas tuvieron, de facto, derecho de voz en los debates.

El PSOE, como el PRI lo hiciera ocho meses an-tes, dio calurosa bienvenida a sus principales líderes; Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero participaron con sendas y emotivas

conferencias, como lo hizo Enrique Peña Nieto por medio de un muy comentado discurso en la XXI Asamblea del PRI.

Para proyectar una imagen de modernidad y cercanía, además de transmitir el senti-miento de algunas de las decisiones más re-levantes tomadas tanto en la Asamblea de la transformación del PRI como en la Confe-rencia del PSOE, se decidió que en el discur-so final, a cargo de Alfredo Pérez Rubalcaba para el caso español y de César Camacho, en el mexicano, ambos se presentaran en medio de un conglomerado de personas desconocidas, mayoritariamente mujeres jó-venes, que rodearon a los personajes políti-

EL PRI EN LA CONFERENCIA POLÍTICA DEL PSOE

56 NOVIEMBRE 2013

cos, significando así, no sólo la convicción de entreverar generaciones, sino de presumir la sana convivencia los de los políticos de larga trayectoria, con los rostros desconocidos que dan vida a sus respectivas organizaciones políticas.

En los dos eventos abundó la pasión sin des-bordamientos, la intensidad de los debates fue más allá de los espacios formales de discusión para extenderse por los pasillos y comedores, las redes sociales marcaron tendencias nacio-nales, y los mensajes merecieron miles de re-producciones, independientemente del gran impacto alcanzado en medios de comunica-ción convencionales.

Pero las semejanzas más importantes y nume-rosas fueron de fondo; referentes a temas sen-sibles en ambos lados del Atlántico con las que los dos partidos no sólo esperan ir al reencuen-tro con sus electores, sino imbuir de aspiracio-nes de un futuro más justo e incluyente a todas las personas en sus países.

Afloraron las coincidencias ideológicas entre el Socialista Obrero Español que se define como partido socialdemócrata, y el Revolucionario Institucional que, inscrito en esa misma línea de pensamiento, se ha asumido heredero del liberalismo mexicano del siglo XIX, legatario del compromiso social de la Revolución Mexicana del XX e impulsor de la democracia como el mejor sistema de vida para el siglo XXI.

Así las cosas, liberal, social y democrático, el PRI en su Asamblea asumió entre muchas otras, decisiones y ha puesto en práctica medidas como las que el PSOE adoptó en su respectiva Conferencia Política, casi con el mismo lenguaje, algunas de las cuales ya registran un avance significativo en nuestro país, y que podemos resumir en los siguientes nueve puntos:1. Encabezar una lucha decidida a favor de

la transparencia y en contra de la corrup-ción.

2. Hacer que el partido sea más atractivo para los jóvenes, notablemente a través

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57EXAMEN

del uso intensivo de las redes sociales que hoy circulan por Internet.

3. Reivindicar el papel del Estado en el desa-rrollo nacional.

4. Abrir el partido:a. Para que más ciudadanos participen

en él y más militantes puedan ser can-didatos.

b. A la participación de jóvenes y muje-res.

5. Promover la igualdad entre mujeres y hombres (se aprobó el 50% en las listas de candidaturas del PSOE), que en Mé-xico ya fue presentado por el Presidente de la República como iniciativa de re-forma a la legislación electoral.

6. Establecer un Pacto por la Recupera-ción de la Política, para evitar que la discordia entre partidos, se convierta en encono social respecto a la políti-ca.

7. Convertir al partido en aliado de la socie-dad, que sirva como gestor a las personas que pueden acceder a programas socia-les a cargo del gobierno.

8. Reformar y transformar la educación, la competencia económica por medio de una más eficaz regulación por parte del Estado, y promover la productividad de la economía en su conjunto, para retomar el crecimiento y procurar el desarrollo inclu-yente.

9. Concretar, entre otros, los siguientes gran-des retos:

En España:

a. Nueva constitución de claro perfil so-cial, para fortalecer la democracia y quitar el impedimento al déficit público.

En ambos países:

b. Reforma fiscal progresiva, equitativa y proporcional (que en nuestro país acaba de ser aprobada).

En México:

c. Reforma energética para impulsar el crecimiento económico, y apoyar la economía de las familias.

Con razonable optimismo, podemos con-gratularnos por las coincidencias y, en esa medida, hacer todo lo posible para acre-centar los intercambios de experiencias, para transferir las prácticas más exitosas en ambos lados del océano, considerando, además, que los dos países enfrentaremos los más importantes retos electorales en po-cos meses.

Las lecciones que la Conferencia Política 2013 del PSOE ha dejado para el PRI son muy valio-sas y oportunas, si bien permiten afirmar que la transformación que está en proceso en Mé-xico, marcha con buen rumbo, también nos acicatean y nos demuestran que es necesario acelerar el paso.

Ahora hay que contribuir a la aprobación de las reformas transformadoras, comunicar de la manera más eficaz posible sus múltiples bene-ficios, hacer que estos últimos sean efectivos y evidentes en la vida cotidiana de las familias, y realizar un gran trabajo político para refrendar la confianza de la mayoría de los mexicanos, ganando las elecciones.

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a política no es improvisación, sino un juego de cálculos que presiden y dan curso a la acción, siendo la destreza de cada jugador político el puente entre el presente y el futu-ro. Como cualquier deporte profesional, es un juego con reglas particulares, con ganadores y perdedores, con empates, pero que en última instancia, puede tener segundas o terceras oportunidades, aunque a veces, se trate de un todo o nada en una sola jugada o de un caballo que empata, y que eventualmente, gana.

Tal fue el caso del Felipe Calderón, quien como candidato enfrentaba el siguiente esce-nario en 2006: un entorno económico estable; el problema de la inseguridad en márgenes controlables; un PRI atomizado; una figura con arrastre social como era el ex presidente Vicen-te Fox; y el crecimiento de una figura política

de la fragmentación

que polarizaba a toda la sociedad mexicana, Andrés Manuel López Obrador. En esos már-genes y desde la improbabilidad se gestó una candidatura sin matices, de confrontación y contraste, como nunca antes se había visto, la cuál, gano por una nariz de 0.56% del total de votos emitidos, lo cual devino en una ma-yor fragmentación del sistema político y en la consolidación de los poderes fácticos en un contexto de gradualismo. En la confusión y la contradicción prevaleció la inercia.

En cuanto a los poderes fácticos, puede de-cirse que ya fuera por su fuerza económica o capacidad de movilización, se fue generando un círculo vicioso, con una orientación rentista, que devino en cambios graduales, hechos a modo de agendas de interés individuales y de grupo, en el quehacer político-legislativo que frenaron la dinámica de crecimiento del país.

Sin embargo, como en todos los deportes, ga-nar una liga y un campeonato, como quiera que haya sido, o haiga sido como haiga sido, no implica ganar la siguiente, máxime si las es-tadísticas arrojan un score de bateo, no muy bueno, y los números juegan en contra ali-

* Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Maestro en Políticas Públicas con especialidad en Análisis Político por The Aus-tralian National University (ANU). Asesor Económico y Político del Presidente Nacional de CANACINTRA.

Alejandro Uribe Valle*

en el campo del juego

al consenso

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neando un crecimiento promedio del PIB de sólo 1.9%1 en 6 años de gobierno, aunado a las secuelas de la implosión financiera global de 2008; junto con casi 70 mil decesos asociados a una estrategia errónea de combate al cri-men organizado y 53 millones de pobres.

No atendiendo a la premisa de que mantener el poder requiere de una reinvención de alian-zas, mejoramiento continuo de la capacidad de respuesta y dando resultados, el partido en el gobierno incumplió una máxima que en po-lítica es esencial, los espacios vacíos se llenan, y es en ese contexto que el PRI a partir de 2009, recobró el timón económico del país desde el Congreso de la Unión. Hace cuatro años, el PRI no solo recuperó el espíritu de ganar la Presi-dencia de la República a partir de una expec-tativa realista que apuntalaba a un candidato fortalecido en hechos, sino que retomó el con-trol de la agenda legislativa como reflejo de la dinámica regional –desde las micro políticas de los estados y municipios- que estaba reac-cionando a una crisis global, que tan solo en los Estados Unidos llevó a la quiebra de medio centenar de bancos y entidades financieras, y que en su esencia, reflejó más que un fenó-meno económico, una crisis de confianza pú-blica que precipitó muchos cambios políticos de fondo en el centro neurálgico del sistema financiero mundial.

En un contexto de incertidumbre global y gobernabilidad acotada, las reformas es-tructurales en México, perdieron frecuen-cia, profundidad y fuerza, dando como resultado menor competitividad. Si hay una lección que recobrar de lo que fue el pro-ceso electoral del año pasado, con toda la politización del tema de la seguridad y la procuración de justicia, así como los brotes de efervescencia social, es que el electora-do votó contra el inmovilismo y la inefica-cia, dado que el gobierno anterior cayo en la trampa de arena que representa admi-nistrar el estancamiento. El juicio del elec-torado, no obstante un sistema económico sano, es severo y tiene plazo fijo.

Cuándo se mira solo el presente juego, se deja de ver la panorámica completa de todo un campeonato por que la vida política no tiene comienzo ni fin, sino que es un continuo. En el campo de juego, quizás, el peor error sea creer que los problemas no tienen solución, sino un cambio de forma, ó bien, que las alianzas co-yunturales –como fue la de Oaxaca, Puebla y Sinaloa- puedan llegar a buen puerto en au-sencia de una agenda común. Como en cual-quier competencia profesional, un líder lo que nunca puede dejar de ofrecer es liderazgo, y el hecho mismo de apuntalar ex priistas como candidatos de coaliciones de equipos tan di-símiles en ese momento como eran el PAN y el PRD, reafirmaba la ausencia del mismo.

La dinámica política se explica en función de dos variables, la continuidad ó el cambio, que a su vez solo pueden entenderse si se tiene muy clara la noción de temporalidad o timing. México cambio en 2012, consolidando la tran-sición a la democracia con la vuelta al poder del PRI, no como consecuencia histórica de una revolución armada, sino por las urnas y a partir de la voluntad ciudadana. Como un ju-gador profesional que sube a la liga mayor por mérito propio, Enrique Peña Nieto fue elegido por la afición, el electorado, el cual quería un verdadero mariscal de campo –ser líder par-te de actuar como tal- con la capacidad de estructurar una agenda mínima para mover al país, pasando del ciclo perverso de la dis-tribución del poder a la distribución beneficios económicos. 1 Fuente INEGI, Base de Cálculo 1993.

DE LA FRAGMENTACIÓN AL CONSENSO

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Claro está que si bien los mexicanos lo eligieron a el y a su equipo, el PRI, la idea fundamen-tal de un gobernante con sensibilidad política, es gobernar para todos los mexicanos, es-pecialmente para los que no votaron por el, máxime en un país caracterizado por grandes desequilibrios socioeconómicos. A partir del re-conocimiento de una gobernabilidad frágil, el desencanto con la democracia y la acentua-ción del rezago económico, surgió la idea de que para mover al país, debe haber un pacto político en el que nadie se atribuya victorias coyunturales para establecer una agenda de reformas de largo alcance.

En esa progresión de ideas, fue que se concibió el Pacto por México como una plataforma de consensos mínimos, donde los principales par-tidos políticos de la nación, se han puesto de acuerdo para acelerar y direccionar el proce-so legislativo mediante consensos básicos que den vida a una agenda común de reformas estructurales. Así se construye la legitimidad, la prosperidad y de cara a la historia, un legado.

En cuanto al ciclo de reformas estructurales, que inicia con los cambios sustantivos en la Ley de Amparo, puede decirse que se han ido ins-

trumentando a partir de la reconsideración de la gobernabilidad y el interés público, lo cual, dio pie a la reforma del sector de las telecomu-nicaciones, seguido por los cambios a la Ley Federal del Trabajo, la Reforma Educativa, y los primeros pasos para el rediseño de la hacien-da pública en sus componentes fiscal, energé-tico y de seguridad social.

Pero, ¿Qué redefinió el Pacto por México?. La respuesta estriba en los instrumentos de con-certación, políticos, jurídicos y económicos del Estado Mexicano, así como cuatro capacida-des básicas de los jugadores del campo de juego político: flexibilidad, imaginación, razón y aprendizaje. Si no hay cambios en el status quo, el presente será una proyección del pa-sado y el futuro una línea continua, en la cual, se mantendrán las inercias de una economía estable, pero estancada, con un sistemático deterioro en el tejido social.

Con base en los argumentos anteriores y hacien-do un poco de prospectiva, es claro que frag-mentar el Pacto por México a consecuencia de un cálculo político electoral cortoplacista ó de un razonamiento erróneo de ganar lo que los de-más puedan perder, a riesgo de hacer perder a

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todos, derivaría en un escenario inercial de cre-cimiento por debajo del 3% anual en detrimento de los propios partidos, de su electorado, y del país en su conjunto. De no mantenerse la cohe-sión sobre una agenda mínima, se podría correr el riesgo de que la reducción del déficit, que se ha planteado como una herramienta acelera-dora del crecimiento de naturaleza temporal, fuera más lenta, el ciclo presupuestal más com-plejo, la implementación de políticas públicas mal direccionada, y en última instancia, el país correría el riesgo de una segunda racha de es-tancamiento económico. El costo de reactivar, puede implicar impuestos y déficit en el corto plazo, pero el costo de no reactivar, no es eco-nómico, sino político y sobre todo, social.

Es previsible que al reconcentrarse el poder bajo una directriz que ha superado el patrón de la fragmentación y el gradualismo que impusie-ron los poderes fácticos durante casi 15 años, el número de jugadores con veto disminuirá, y que aquellos actores con posiciones más radi-cales, tanto de izquierda como de derecha, pierdan razón de ser al no tener banderas o posicionamientos que sean lo necesariamente representativos como para detener los cambios en el status quo que plantea la agenda de re-formas del Presidente Peña Nieto.

Por ello, mantener el Pacto por México implica minimizar la distancia, ideológica o de intere-

ses encontrados, entre los jugadores que lo in-tegran, para que de esta forma se mantenga la dinámica de cambio en la que se ha venido trabajando en el primer año del sexenio.

La segunda etapa del Pacto por México de-berá de ser el seguimiento de la implementa-ción de políticas públicas que desarrollen una política industrial que fortalezca el mercado interno, que rediseñe la hacienda pública en un cambio que eventualmente modifique de fondo la estructura impositiva del país, lo que se tendrá que hacer por la propia dinámica de la reforma energética, y que mantenga su lógica inclusiva y multisectorial. Claro está, que la primer estación para evaluar los efectos de los cambios estructurales a las reglas del juego será el proceso electoral federal de 2015.

Estimados lectores, dirían algunos que la polí-tica es el arte de influir, de balancear lo que se da y se recibe, mientras que el consenso, es la ingeniería para articular futuros posibles, por lo que en este juego de marcadores, per-cepciones, pronósticos y realidades que es el campo de juego de los asuntos públicos, me despido citando al gran beisbolista Lawrence Peter “Yogi” Berra, quien nos dejó una premisa que me parece fundamental retomar para el análisis y el quehacer político: “El juego no se acaba hasta que se termina”…. y apenas va-mos en el 1er inning.

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Lao Tsé

Di Sí a la LECTURA

63EXAMEN

ARTECIENCIAYCULTURA

El Sabio maneja sus asuntos sin actuar, y difunde sus enseñanzas sin hablar.No niega nada a las innumerables cosas.

Las construye sin atribuirse nada.Hace su trabajo sin acumular nada por él.

Cumple su tarea sin vanagloriarse de ella, y, precisamente por no vanagloriarse,nadie se la puede quitar.

No ensalzando a las personas de talento, harás que la gente abandone la rivalidad y la discordia.No valorando bienes difíciles de conseguir, harás que la gente deje de robar y atracar.

No exhibiendo lo que todos codician, harás que los corazones de la gente permanezcan serenos.Por eso, la manera de gobernar del Sabio empieza por: vaciar el corazón de deseos, llenar los

estómagos de alimento, debilitar las ambiciones y fortalecer los huesos.

Al tratar con los demás, has de saber se amable y bondadoso.Al hablar, has de saber medir tus palabras.

Al gobernar, has de saber cómo mantener el orden.Al administrar, has de saber ser eficaz. Cuando actúes, has de saber escoger el momento oportuno.

El mejor gobernante es aquel de cuya existencia la gente apenas se entera.Después viene aquel al que se le ama y alaba.

A continuación, aquel al que se teme.Por último, aquel al que se desprecia y desafía.

Está en la naturaleza de las armas militares volverse contra quienes las manejan.Donde acampan ejércitos, crecen zarzas y espinos.

A una gran guerra, invariablemente suceden malos años.Lo que quieres es proteger eficazmente tu propio estado, pero no pretender tu propia expansión.Cuando has alcanzado tu propósito, no debes exhibir tu triunfo, ni jactarte de tu capacidad, ni

sentirte orgullos; más bien debes lamentar no haber sido capaz de impedir la guerra.No debes pensar nunca en conquistar a los demás por la fuerza.

¿por qué es el pueblo tan difícil de gobernar?¡Porque es demasiado inteligente!

a quinientos añosEL PRÍNCIPE

Nicolás Maquiavelo

odos los Estados, todas las dominaciones que ejercie-ron y ejercen imperio sobre los hombres, fueron y son repúbli-cas o principados.

El criterio para distinguir la buena política de la mala es el éxi-to; el éxito para un príncipe nuevo se mide por su capacidad de conservar el Estado, darle estabilidad.

La utilización del criterio del éxito como única medida del jui-cio político permitea Maquiavelo distinguir también, dentro de la categoría del tirano malvado, al buen tirano del malo. Bueno es el tirano que, como Agatocles, a pesar de haber conquistado el Estado mediante delitos terribles, logró con-servarlo. Mal tirano es Liverotto da Fermo que logró mantener el Estado solamente un año, luego de lo cual tuvoel mismo fin que sus adversarios.

El príncipe, Porrúa, México, 1970

65EXAMEN

EL PRÍNCIPE, A QUINIENTOS AÑOS

66 NOVIEMBRE 2013

¿En qué consiste la diferencia entre los dos príncipes?· «Creo que depende-comenta Maquiavelo- con una de aquellas fra-ses que lo hicieron al mismo tiempo famoso y cruel: del buen o mal uso que se hace de la crueldad. Los dos príncipes fueron crueles, pero la crueldad de uno fue usada, paralos fines del resultado, que es lo único que cuenta en política, bien, de manera útil para la conservación del Estado; la crueldad del otro no sirvió para el único objetivo al que un príncipe debe apegarsus acciones, que es mantener el poder.

Llamaría bien empleadas a las crueldades (si a lo malo se le puede llamar bueno) cuando se aplican de una sola vez por absoluta necesidad de asegurarse, y cuando se insiste en ellas, pero, por el contrario, se trata de quelas primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los súbditos. Mal empleadas son las que, aunque poco graves al principio, con el tiempo antes crecen que se extinguen.

Una proposición de este tipo es un claro ejemplo del conoci-do principio maquiavélico “el fin justifica los medios”.

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ARTECIENCIAYCULTURA

¿Cuál es el fin de unpríncipe? Es mantener el poder. El juicio sobre la bondado maldad de un príncipe no parte de los me-dios que utiliza, sino solamente del resultado que, no impor-tando los medios de que se valga obtiene:

Trate pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos (cap. xviii).

El que estudia las cosas de ahora y las antiguas, conoce fácil-mente que en todas las ciudades y en todos los pueblos han existido y existen los mismos deseos y los mismos humores; de suerte que, examinando con atención los sucesos de la anti-güedad, cualquier gobierno republicano prevé lo que ha de ocurrir, puede aplicar los mismos remedios que usaron los anti-guos, y, de no estar en uso, imaginarlos nuevos, por la semejan-za de los acontecimientos (Discursos,libro 1, cap. xxxix, p. 181).

Suelen decir las personas entendidas, y no sin motivo, que quien desee saber lo porvenir consulte lo pasado, porque to-

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das las cosas del mundo, en todo tiempo, se parecen a las precedentes. Esto dependede que, siendo obras de los hom-bres, que tienen siempre las mismas pasiones, por necesidad ha de producir los mismos efectos (Discursos, libro III. cap. XLIII, p. 435).

No es la armonía sino el conflicto, el antagonismo, lo que es-tablece las condiciones de la salud de los Estados.

Sostengo que quienes censuran los conflictos entre la nobleza y el pueblo, condenan lo que fue primera causa de la liber-tad de Roma,teniendo más en cuenta los tumultos y desórde-nes ocurridos que los buenos ejemplos que produjeron, y sin considerar que en toda república hay dos partidos, el de los nobles y el del pueblo. Todas las leyes que se hacen en favor de la libertad nacen del desacuerdo entre estos dos partidos [ ... ] No se pueden, pues, calificar de nocivos estos desórde-nes, ni de dividida una república que en tanto tiempo, por cuestiones internas, sólo desterró ocho o diez ciudadanos

Y mató muy pocos, no siendo tampoco muchos los multados; ni con razón se debe llamar desordenada a una república donde hubo tantos ejemplos de virtud; porque los buenos ejemplos nacen de la buena educación, la buena educa-ción de las buenas leyes, y éstas de aquellos desórdenes que muchos inconsideradamente condenan.

Fijando bien la atención en ellos, se observará que no produ-jeron destierro o violencia en perjuicio del bien común, sino le-yes y reglamentos en beneficio de la libertad pública (p. 104).

@Espacio del Lector

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