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CONGRESO NACIONAL CÁMARA DE SENADORES 10 a REUNIÓN — 6* SESIÓN ORDINARIA — 24 DE JULIO DE 1985 Presidencia del señor vicepresidente de la Nación, doctor VÍCTOR HIPÓLITO MARTÍNEZ Secretarios: doctores ANTONIO J. MACRIS y LEONARDO JUSTO PALOMEQUE Prosecretarios: doctor ALBERTO J- B. IRIBARNE y señor DESIDERIO LAUREANO ALMIRÓN SENADORES PRESENTES: MENEM, Eduardo ALMENDRA, Ramón A. MURGUIA, Edgardo P. V. AMOEDO, Julio A. NAPOLI, Antonio O. RENITEZ, Alfredo L. NIEVES, Rogelio J. RERHONGARAY, Antonio T. RIVAS, Olijela del Valle HIT TEL, Deolindo F. RODR1GUEZ SAA, Alberto J . BRAVO HERRERA, Horacio F. SAADI, Vicente L BRITOS, Oraldo N. SAUM, Luis CASTRO, Jorge A. SÄNCHEZ, Ubardo N. CELLI, Felipe SAP AG, Elias CONCHEZ, Pedro A. SIGAL, Humberto C. DE LA ROA, Fernando SOLANA, Jorge D. FALSONE, José A. TRILLA, Juan FERIS, Gabriel VILLADA, Francisco R. GASS, Adolfo WOODLEY, Kenneth W. GIL, Francisco GÓMEZ CENTURIÓN, Carlos E. AUSENTES. CON A VISO: JIMÉNEZ MONTELLA, Arturo LAFFERRIÈRE, Ricardo E. LECONTE, Ricardo G. LEÓN, Luis A. BRASESCO, Luis A. J. CURDULICH de CORREA, Liliana L MALHARRO de TORRES, Margarita MARINI, Celestino A. MATHUS ESCORUIUELA, Miguel A. MARTIARENA, José H. OTERO, Edison MAUHUM, Fernando H. ygS VELÄZQUEZ, Héctor J. MAZZUCCO, Faustino M. VIDAL, Manuel D.

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C O N G R E S O N A C I O N A L

C Á M A R A D E SENADORES

10 a REUNIÓN — 6* SESIÓN ORDINARIA — 24 DE JULIO D E 1985

Presidencia del señor vicepresidente de la Nación, doctor VÍCTOR HIPÓLITO MARTÍNEZ

Secretarios: doctores ANTONIO J . MACRIS y LEONARDO JUSTO PALOMEQUE

Prosecretarios: doctor ALBERTO J- B. IRIBARNE y señor DESIDERIO LAUREANO ALMIRÓN

SENADORES PRESENTES: M E N E M , Eduardo

ALMENDRA, Ramón A. MURGUIA, Edgardo P. V.

AMOEDO, Julio A. NAPOLI, Antonio O.

R E N I T E Z , Alfredo L . NIEVES, Rogelio J .

RERHONGARAY, Antonio T . RIVAS, Olijela del Valle

HIT T E L , Deolindo F . RODR1GUEZ SAA, Alberto J .

BRAVO HERRERA, Horacio F . SAADI, Vicente L

BRITOS, Oraldo N. S A U M , Luis

CASTRO, Jorge A. SÄNCHEZ, Ubardo N.

C E L L I , Felipe SAP AG, Elias

CONCHEZ, Pedro A. SIGAL, Humberto C.

D E LA ROA, Fernando SOLANA, Jorge D.

FALSONE, José A. T R I L L A , Juan

F E R I S , Gabriel VILLADA, Francisco R.

GASS, Adolfo WOODLEY, Kenneth W .

GIL, Francisco

GÓMEZ CENTURIÓN, Carlos E . AUSENTES. CON A VISO:

J I M É N E Z MONTELLA, Arturo

L A F F E R R I È R E , Ricardo E .

L E C O N T E , Ricardo G.

LEÓN, Luis A.

BRASESCO, Luis A. J .

CURDULICH de CORREA, Liliana L

MALHARRO de TORRES, Margarita

MARINI, Celestino A. MATHUS ESCORUIUELA, Miguel A.

MARTIARENA, José H. O T E R O , Edison

MAUHUM, Fernando H. ygS VELÄZQUEZ, Héctor J .

MAZZUCCO, Faustino M. VIDAL, Manuel D.

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780 CÁMARA D E SENADORES D E L A NACIÓN Reunión 10»

SUMARIO

1.—Consideración de versiones taquigráficas. Se aprue­ban. (Pág. 780.)

2.—Homenajes a la memoria del ex senador Ángel Freytes, del senador electo Enzo Bordabehere, del ex senador Lisandro de la Torre y de Juan Do­mingo Perón, (Pág. 780.)

3.—Manifestaciones sobre el proyecto de declaración del señor senador Martiarena y otros señores se­nadores referido a las facultades del Congreso de la Nación respecto del decreto 1 .906 /85 , sobre creación del nuevo signo monetario denominado austral. (Pág. 789.)

— E n Buenos Aires, a las 18 y 39 del miér­coles 24 de julio de 1985:

Sr. Presidente. — Queda abierta la sesión.

1 VERSIONES TAQUIGRÁFICAS

Sr. Presidente. — De acuerdo con lo dispues­to por el artículo 32, inciso 2 o , del Reglamento de la Cámara de Senadores, corresponde poner en consideración las siguientes versiones taqui­gráficas: I a reunión, sesión preparatoria, del 26 de abril de 1985; Asamblea Legislativa, del 1° de mayo de 1985; 2$ reunión, I a sesión ordina­ria, del 8 de mayo de 1985; 3 a reunión, sesión en minoría, del 16 de mayo de 1985; 4 a reunión, 2 a sesión ordinaria, del 22 de mayo de 1985; 5 a

reunión, 3 a sesión ordinaria del 30 de mayo de 1985; 6 a reunión, sesión especial, del 13 de junio de 1985 y 7 a reunión, sesión en minoría, del 13 de junio de 1985.

Sr. Sánchez. — Pido la palabra. Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor

senador por La Rioja. Sr. Sánchez. — Solicito que se aprueben. Sr. Presidente. — Si no se hace uso de la pa­

labra se va a votar.

— L a votación resulta afirmativa.

Sr. Presidente. — Quedan aprobadas las ver­siones taquigráficas.

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HOMENAJES

Sr. de la Rúa. — Pido la palabra. Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor

senador por la Capital.

Sr. de la Rúa. — Señor presidente: ha falleci­do don Ángel Freytes, senador de la Nación, quien ocupó la vicepresidencia de esta Cámara. Hombre de largas luchas en la vida política ar­gentina, comprometido con la democracia des­de su juventud, actuó en Santiago del Estero y dio ejemplo de consecuencia con sus ideas.

Aquí, en este Senado, en los tiempos del go­bierno constitucional de Arturo Illia, desde 1963 hasta el 28 de junio de 1966 cuando el golpe de Estado abatió otra vez a la República, desempe­ñó con jerarquía la banca de senador nacional. Especializado en los temas de la minería argen­tina luchó por ella con importantes proyectos de ley y a su iniciativa se creó la Secretaría de Mi­nería. Tenía la ilusión de que se pudiese sacar de la entraña de la tierra la riqueza todavía dormida. La inestabilidad política que ha sig­nado la vida argentina demoró esa posibilidad y sigue manteniendo no resuelto y actual el mis­mo desafío.

En Santiago del Estero siguió militando en las filas de la Unión Cívica Radical y me tocó compartir con él luchas y esperanzas en las co­munes bregas cívicas.

Hombre de la democracia, jamás cedió ante la presión del autoritarismo o la dictadura. Fue capaz del gesto humilde para volver siempre al comité partidario para reunirse con la gente, hablar de las cosas del país y prodigar su con­sejo desinteresado con su natural modestia y conducta clara y comprometida.

La ley de la vida nos ha privado de su pre­sencia y su consejo.

Cuando un hombre como Ángel Freytes ocu­pa con dignidad una banca en el Senado de la Nación es un ejemplo que queda para los tiem­pos y ayuda a consolidar, a través de la histo­ria, el prestigio del Senado de la Nación.

Por eso es justo, señor presidente, que en esta sesión rindamos homenaje a la memoria de quien fuera senador de la Nación, vicepresidente pri­mero de la Cámara, autor del proyecto de crea­ción de la Comisión del Sesquicentenario de la Declaración de la Independencia y del Congreso de Tucumán, comisión que integró con acendra­do patriotismo para la evocación de los fastos de la patria.

Con estas breves y sentidas palabras, dichas con la emoción de quien lo conoció y fue su amigo, de quien admiró sus virtudes, la fidelidad de su conducta, su adhesión a los ideales y prin­cipios de la democracia, rindo homenaje a su no­ble memoria. (Aplausos.)

Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor se­nador por San Juan.

24 de julio de 1985 CÁMARA D E SENADORES D É L A NACIÓN 781

Sr. Gómez Centurión. — Señor presidente: en nombre de los legisladores que integramos los partidos provinciales, adhiero al homenaje que éste Honorable Senado rinde a la memoria del ex senador nacional don Ángel Freytes.

Nacido en Córdoba, se radicó desde joven en la provincia-que luego llegaría a representar en este recinto, Santiago del Estero. Después de una prolongada carrera política, desarrollada bajo la advocación del radicalismo,, lo sorprendió la muerte en su Santiago de adopción a los 85 años.

Nos queda su recuerdo, señor presidente, como un denodado defensor del pensamiento de Yri-goyen a cuyo servicio actuó con la romántica hidalguía de los partidarios idealistas, y como amigo excepcional de aquellos memorables cau­dillos que se llamaron Amadeo Sabattini y Artu­ro Illia.

Asimismo Freytes se destacó por su interven­ción en las jornadas'de reorganización del par­tido en que militó con infatigable actividad.

En este momento sólo queremos evocarlo en su carácter de senador de la Nación. La legisla­tura santiagueña lo eligió para ocupar un escaño en esta Cámara, a la que se incorporó el 12 de agosto de 1963 con un mandato que expiraba el 30 de abril de 1966 y que le fuera prorrogado por una nueva elección.

Entre los proyectos convertidos en ley que presentó don Ángel Freytes hay dos que mere­cen señalarse. Uno de ellos, de fundamental importancia, cual fue el de creación de la Secre­taría de Estado de Minería, iniciativa feliz, nece­saria y moderna, calificada como un complemen­to singular del código que rige la materia. El restante, la ley de celebración del Centenario del Congreso de Tucumán y la Declaración de la Independencia.- áfirVói

Como su vida, su obra también fue extensa y patriótica; por ello, el ex senador don Ángel Freytes merece nuestra recordación y el más sentido homenaje, puesto que su paso por la política nacional y por el Parlamento no ha sido en vano. (Aplausos.)

Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor senador por Santiago del Estero.

Sr. Castro. — Señor presidente, señores sena­dores: en nombre del bloque justicialista al que pertenezco, me adhiero al homenaje que se tributa en este acto al ex senador por Santiago del Estero don Ángel Freytes, recientemente fallecido.

Cordobés de origen y santiagueño de cora­zón, don Ángel Freytes fue un verdadero ejem­plo de ciudadano que vivió gran parte de su vida al servicio de los intereses de la comuni­dad. Conspicuo dirigente radical, se distinguió

en su largo accionar en la función pública por su profunda vocación democrática. Diputado y senador nacional, supo defender con altura los intereses y anhelos de la provincia que repre­sentó.

Al llegarnos la noticia de su muerte, acaecida a los ochenta y cinco años, nos conmueve su partida definitiva con un sentimiento de nostal­gias y recuerdos.

Con estas breves palabras dejo expresada nuestra adhesión al sentir causado por su desa­parición* (Aplausos.)

Sr. Presidente. — Con las palabras pronuncia­das por los señores senadores de la Rúa, Gómez Centurión y Castro queda rendido el homenaje a la memoria del ex senador nacional don Án­gel Freytes.

Sr. de la Rúa. — Pido la palabra para un ho­menaje.

Sr. Presidente. — Para un homenaje tiene la palabra el señor senador por la Capital.

Sr. de la Rúa. — Señor presidente: este año se cumple el cincuentenario del célebre,debate sobre el comercio de carnes argentinas, que.tuvo como protagonista principal al senador por Santa Fe Lisandro de la Torre y culminó trágicamente con el asesinato del senador electo por la misma provincia Enzo Bordabehere.

Ese debate, la vida y obra de su principal pro­tagonista, Lisandro de la Torre, como*la trágica muerte de su colaborador y amigo, Enzo Borda­behere, dieron lugar a una prolífica bibliografía especializada sobre dicha cuestión. El tema al­canzó divulgación popular y hasta literaria con el rigor del drama, y hasta perfiles de leyenda. Fue, tal vez, la síntesis del drama político de una época del país que encerraba un conflicto que mostró el coraje de un parlamentario que decía su verdad para descubrir lo que se ocul­taba en la entraña de la corrupción y el peculado.

La tragedia y la violencia de ese momento an­ticiparon tiempos de desencuentro, que vendrían después, y con ella el urgente mensaje para que la violencia fuera desterrada de los métodos po­líticos de la Argentina.

El debate de las carnes se produjo en tiempos en que la Nación parecía tomar el rumbo de la decadencia, a la que fue sometida por más de medio siglo. Comenzaban a aparecer signos pe­ligrosos de la violencia, la intolerancia, el auto­ritarismo y la corrupción, contra los que se alzó la voz de ese tribuno formidable que fue Li­sandro de la Torre.

Quiero leer, señor presidente, un breve párra­fo sobre lo acontecido. Ocurrió en este mismo recinto, bajo este techo, entre estas- bancas. Pa­rece que los duendes de la historia anduvieran

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786 CÁMARA D E SENADORES D E L A NACIÓN Reunión 10»

tándo el movimiento nacional de los argentinos tampoco pasa por la importación de ideas sino por el alma de nuestra gente, por las necesi­dades de los más postergados y por esta forma definitiva de una concepción cultural propia que alguna vez permitirá sacar al país del campo de la dependencia.

Perón trae a su regreso la idea de la concor­dia y nos da un gran ejemplo con el entonces presidente de nuestro partido. Yo estuve en la madrugada en que, desde el Congreso de la Nación, se lo echó a Balbín de su banca. El pe­leaba duro y en tal circunstancia dijo que no se iba a sentar en la puerta de su casa a esperar que pasara el cadáver del presidente, como di­ciendo que iba a salir a pelear más que antes. Pero la historia siguió adelante y Balbín com­prendió que tenía que saltar un muro para ha­blar con su viejo adversario, porque el país ne­cesitaba esa síntesis. Y Perón, que en alguna me­dida toleró que expulsaran a Balbín del Con-grese, fue al bloque de diputados a visitarlo, tal vez como un acto de reivindicación por el error pasado.

Esto tiene que ser para nosotros un alto ejem­plo, un motivo de meditación para que los ar­gentinos comprendamos que lo que tenemos que hacer no es pelearnos para ver quién le gana al otro sino dejar definitivamente de discutir ton­terías.

Creo que esta es la idea de los líderes. Cuando nosotros buscamos, rendir un homenaje a nues­tros grandes dirigentes, como en esta tarde se hace al presidente constitucional del país en tres oportunidades y general de la República, debemos pensar que el homenaje debe cubrir formas de nuestra propia conducta y compren­der que tenemos qué hacer que las palabras se parezcan a esas conductas.

Tenemos que salir del campo de la simula­ción, hacer que nos cubra un manto ético y comprender definitivamente que lo que vale es la Nación, que los partidos son instrumentos y nosotros los pequeños ejecutores de ideas su­periores.

Recuerdo que el día que, junto con el doctor Carlos Perette, que presidía el bloque de sena­dores de ese entonces, fui a dar el pésame por el fallecimiento del general Perón a su señora esposa, actual presidente del Partido Justicia-lista le dije: señora, en la calle, en la plaza, hay trescientas mil personas llorando. Lloran porque se les ha escapado el soporte humano de las ideas que ellos amaban, creían, en las que tenían con­fianza y las que afirmaban con su credibilidad. Y le dije luego: dentro de tres meses no van a

llorar más y le van a reclamar a usted lo que exige toda sociedad moderna, es decir salarios que alcancen, viviendas, libros baratos y segu­ridad, de modo que usted no va a poder gober­nar con la mística de Perón, porque no se pue­de gobernar a las sociedades modernas con fan­tasmas.

Perón murió, Balbín murió, Yrigoyen murió. Entonces, somos nosotros, señores senadores, cuando rendimos homenaje a algunos grandes que se pelearon mucho y que después fueron solidarios, los que debemos mostrar, a través de nuestras conductas, la grandeza mínima para dar la respuesta que el país está buscando: la uni­dad nacional. Para terminar, diré que Perón pronunció un formidable mensaje a este Con­greso: fue el 1° de mayo de 1974. Tengo la sen­sación de que intuía que se estaba yendo. Dijo en esa ocasión cómo planificaba la estrategia para América y cómo pensaba que teníamos que convivir los argentinos.

Por eso el homenaje que pretendemos y por el cual tenemos la lealtad mínima para cumplir con aquellos a los que alguna vez combatimos pero que mostraron jerarquía.

Debo manifestar que lagrimeé cuando Perón renunció. Lo había combatido mucho, pero tam­bién lagrimeé delante del senador Martiarena, cuando escuchamos aquí, en el Senado que Pe­rón había muerto. ¿Sería el riesgo de un vacio histórico...?

Por todo ello tengo la idea de que el mejor homenaje que podemos hacer es que cada par­tido haga lo suyo y lo que tiene que hacer, pero que todos juntos custodiemos la República. (Aplausos en las bancas y en las galerías. Varios señores senadores rodean y felicitan al orador.)

Sr. Sapag. — Pido la palabra.

Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor senador por Neuquén.

Sr. Sapag. — Señor presidente, señores sena­dores: en nombre de los senadores representan­tes de los partidos provinciales, rindo el más respetuoso y sentido homenaje al teniente ge­neral Juan Domingo Perón, estadista y caudillo de la política nacional.

A once años de su muerte, esta Honorable Cámara, integrada por representantes auténti­cos de las más diversas expresiones políticas del pensamiento argentino, comparte con respeto el sentimiento de homenaje y recordación que hoy se le rinde. Lo comparte y lo siente con emoción y sobriedad republicana, así como lo hiciera con su histórica vida política, cuya vi-

24 de julio de 1985 CÁMARA D E SENADORES D E L A NACIÓN 787

brante convocatoria popular lo llevara por tres veces al ejercicio de la suprema autoridad de la República Argentina.

A la luz de la serenidad que otorga el paso del tiempo, la perspectiva de su figura se agi­ganta en el plano de la historia política argen­tina; y la ruta que su inteligencia y su conduc­ción señalaran a la Nación, sigue abriendo ho­rizontes de esperanza para el futuro, porque es una realidad qué solamente desaparece con la muerte pero que no puede ser olvidada.

Actualmente los pueblos encuentran en las enseñanzas de sus figuras señeras incorporadas a la historia las grandes coincidencias, no para volver al pasado sino para construir el futuro. Esta actitud explica el homenaje que la Cámara rinde hoy al teniente general Juan Domingo Pe­rón; y este cuerpo, más allá de discrepancias ideológicas, está unido en la misión de construir la grandeza de la patria y la felicidad del pue­blo. Y es así que a 11 años de su desaparición nuestro espíritu político siente, recordando su figura, que el país que él soñó pleno de reali­zaciones y abierto al mundo como una pujante realidad, todavía es un proyecto a cumplir, una tarea a realizar.

Como todos los grandes transformadores de la historia, el presidente Perón fue un líder dis­cutido. Años después de su forzado exilio fue colmado por la satisfacción más grande que pue­de gozar un hombre: el amor, la lealtad y el recuerdo de su pueblo, como respuesta a su con­vicción de que lo mejor que tenemos es el pueblo.

Fiel a ese axioma que ganó su espíritu desde los tiempos en que se desempeñara en la Secre­taría de Trabajo y Previsión, dejó su doctrina y su legado a los hombres y mujeres de su partido, quienes jamás cesaron de creer en su conductor.

Protagonista memorable de los episodios que antecedieron a su primera victoria electoral, en­tregó su vida por la lucha en pos de una patria socialmente justa, económicamente libre y polí­ticamente soberana.

Organizó las fuerzas populares bajo el signo supremo de las reivindicaciones sociales y las llevó a la victoria, bregando desde la más alta conducción por la construcción de un país en la plenitud de sus posibilidades y en la vastedad de sus anhelos y por la realización de un hom­bre argentino con identidad propia.

El teniente general Perón luchó para liberar a la República de las ataduras que posibilitaban el sometimiento, la injusticia social, la depen­dencia y la frustración.

Es por ello que ahora tenemos la responsabi­lidad de promover nuestra acción para que el país goce de un orden jurídico constitucional que interprete las urgencias de la Argentina de nuestros días y establezca las condiciones para su transformación.

El compromiso histórico de Perón con la ciu­dadanía es algo que está más allá de las cam­biantes circunstancias de la vida política del país. En este compromiso se encuentra la co­lumna vertebral del proyecto para el año 2000, cuyos principales lincamientos fijara el presiden­te Perón ante los señores legisladores y el pue­blo de la Nación.

Pero no hay proyecto posible sin paz y uni­dad nacional sin trabajo organizado, sin un es­fuerzo de liberación que actúe como freno de los fanatismos ideológicos que son contrarios a la voluntad que hoy nos debe identificar, para pacificar y reconstruir la Nación.

En las horas difíciles los argentinos tuvieron siempre hombres que asumieron la responsabi­lidad histórica de conducir al país por el camino de la libertad, la dignidad y la justicia.

El teniente general Perón tuvo la visión de los nuevos tiempos, para la grandeza de la patria y la dignidad de los argentinos. La fuerza de su creación política tiene la fresca y vigorosa vi­gencia de los grandes mensajes de la historia.

El consciente ejercicio de la democracia obli­ga —desde nuestra investidura de senadores de la Nación— a ejercer la responsabilidad irrenun-ciable de control y fiscalización. Para unos, re­presenta la práctica del ejercicio de la crítica y de la oposición constructiva; para otros, un per­manente examen y evaluación del sistema polí­tico, a los efectos de los ajustes y rectificaciones que la realidad y las circunstancias determinen. Es que la acción de gobierno es tan dinámica como la conducta humana de quienes la ejercen.

Lo importante es que unos y otros, gobernan­tes y opositores, encuentren el centro de los te­mas fundamentales que aquejan a la República, como lo son la pacificación, la unidad nacional, la convivencia y el trabajo fecundo, enmarcados en la justicia y en la libertad-

Lo que debemos recoger del proyecto nacio­nal que emprendiera el general Perón es que su éxito estará dado no sólo por la unión de las fuerzas políticas de diferentes extracciones, sino también en la integración de las organizaciones del trabajo, que a diario nos dan un ejemplo de responsabilidad social y fidelidad a los valores de la nacionalidad argentina.

También son necesarias la integración de las instituciones militares, que son el brazo armado de la Nación y custodias del honor y de la so-

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788 CÁMARA D E SENADORES D E LA NACIÓN Reunión 10*

beranía nacional; de los empresarios y fuerzas de la producción, deseosos de lograr una econo­mía sana, independiente y expansiva.

Perón remarcaba que los pueblos son artífi­ces de su propio destino; y ratificaba su convic­ción en la capacidad creadora de todos aquellos que. traba jan en los diferentes órdenes de la ac­tividad humana.

Estoy convencido de que no podríamos ence­rrar en una síntesis su vida política, caracteriza* da no sólo por los años de lucha, sino también por la grandeza de su doctrina,

¿Quién no desea un país libre, justo y sobe­rano? Ello significa, en definitiva, una afirma­ción de la soberanía nacional, frente a los impe­rios que nos codician por ser una gran nación.

El teniente general Perón, estadista de Amé­rica, en medio de un vendaval de pasiones, nos ubicó en una tercera posición equidistante de los polos de poder, creando una nueva estructu­ra de las relaciones internacionales, clave de una política exterior que trazó una línea para la de­fensa de los intereses de los países en vía de de­sarrollo, con independencia de los objetivos es­tratégicos de las grandes potencias del mundo.

Supo integrar el sector obrero al protagonis­mo y hacerlo partícipe del proceso político, rei­vindicando y dignificando un estamento poster­gado de nuestra sociedad.

La estructuración de una comunidad organi­zada, tal como el general Perón la concebía, de­berá tener su basamento en una doctrina que equilibre y armonice la necesaria realización de cada individuo con el bien común de la socie­dad, dignificando el trabajo, humanizando el capital y terminando con el silencio de los opri­midos.

Es por ello que este homenaje a la figura del general Perón es patrimonio común de los ar­gentinos que hemos luchado y continuaremos haciéndolo, guiados por los objetivos comunes que enarbolaron los grandes de nuestra historia.

Los señores senadores aquí presentes, repre­sentantes de las mayorías y de las minorías, te­nemos plena conciencia de aquella verdad ex- [ presada por el presidente Perón: "Vivimos en la I

hora de los pueblos". Aquí los sectores minoritarios han abandonado

para siempre la idea perimida de una oposición j como deseo ferviente del fracaso del gobierno. Se han incorporado, a pesar de las dificultades del presente, a la tarea de gobernar, porque la independencia ideológica, como la oposición cons­tructiva, son una forma de participar de un go­bierno que debe reconstruir la Nación.

Por ello día a día tiene mayor firmeza la ex­presión de los pueblos que quieren su progreso

moral y material por el camino de la paz y el respeto, en una democracia participativa y plu­ralista.

Quizá sea conveniente recordar que el concep­to de Perón sobre la empresa de reconstrucción no estaba dado por las formas sino por el con­tenido. Sabía el general Perón que una de las causas de la postración de la República tenía su raíz más profunda en el desencuentro del pueblo. Por eso planteó como condición impres­cindible la reconciliación y la reconstrucción na­cional.

Es por ello que al rendir este homenaje en nombre de los partidos provinciales, quiero po­ner énfasis en una nueva conciencia que nos co­loque a todos —insisto, a todos— en esa difícil tarea de servir a la causa común de los argen­tinos.

La muerte de Perón fue acompañada en for­ma masiva con tremendo pesar y dolor. Pero también a su muerte el país se vio quebrado por profundas diferencias ideológicas, que parecería que en estos últimos once años no hemos lo­grado superar definitivamente.

Con la participación del pueblo argentino y el futuro de la República bajo una conducción serena, equilibrada, tenaz y participativa, logra­remos llevar adelante la unión del movimiento popular nacional para la grandeza de la patria. La imagen incomparable de los grandes hom­bres de la historia política argentina perdurará eternamente en el corazón del pueblo y en el espíritu mismo de la patria, pues ellos no mue­ren; siguen y seguirán presentes entre nosotros. (Aplausos en las bancas y en las galerías.)

Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor se­nador por San Juan.

Sr. Gil. — Con el permiso del presidente de la bancada bloquista, doctor Gómez Centurión, y pidiéndole disculpas al señor senador Sapag, ya que mi intervención no podrá alcanzar la bri­llantez de su discurso, he solicitado la palabra porque estuve cerca de los acontecimientos que marcaron la gloriosa y jubilosa jornada de la revolución de 1943. Este alzamiento rompió con el fraude, la trampa, la infamia, las cárceles, las torturas y los asesinatos. Puedo afirmar esto porque durante los trece años del fraude con­servador, los integrantes del Partido Bloquista fuimos víctimas y estuvimos siempre luchando por la libertad y la democracia. Por esto, como bloquista no podía dejar de participar en el ho­menaje que se le rinde a este- ilustre general de las fuerzas armadas argentinas, caudillo y con­ductor del partido que ha formado, el justicia-lismo, y que gobernó con justicia social para el pueblo argentino.

2 4 de julio de 1985 CÁMARA D E SENADORES D E L A NACIÓN 789

Ya el bloquismo había luchado por la justicia social en 1923, porque sacó de la esclavitud, la infamia, el hambre y la miseria al pueblo du­rante el gobierno de nuestro paladín, defensor del federalismo y la justicia social, el doctor Fe­derico Cantoni.

No podía estar ajeno a este homenaje. Por eso he pedido hablar.

Espero que el señor senador Sapag me sepa disculpar, ya que él habló en nombre de los par­tidos provinciales.

Siempre recordaré aquel glorioso 17 de octu­bre de 1945, en que lloramos de alegría con el entonces coronel Perón. Yo era un hombre jo­ven y con otros bloquistas salimos a la calle. Estuvimos cerca de esa revolución por haber sido víctimas de ese gobierno fraudulento y tramposo de los conservadores, de la misma ma­nera que fueron víctimas los radicales y todos los que defendían la democracia.

Por ello siento gran satisfacción al recordar aquí a un hombre que es símbolo de la Nación, o mejor dicho patrimonio nacional. Es con su advenimiento que se rompió con el fraude, la trampa, la infamia y, a partir de entonces, el pueblo tuvo la alegría de intervenir en estos par­tidos democráticos y seguir a los presidentes de­fensores de la democracia.

Como bloquista quiero rendir este homenaje, pero a la vez hacer una advertencia sincera: hay que cuidar a los presidentes que defienden la democracia, como lo está haciendo actualmente el presidente de los argentinos, doctor Alfonsín. No lo descuidemos. Si lo perdemos, ¿quién ven­drá? ¡No vaya a ser que venga un Atila a de­rramar sangre inocente para hacernos dar cuenta de lo que significa perder la libertad!

Por eso, en el nombre de mi partido, de la causa bloquista, y de nuestro gobernador, el caudillo del bloquismo, doctor Leopoldo Bravo, adherimos jubilosamente a este homenaje que se tributa a un gran argentino. (Aplausos.)

Sr. Presidente. — Con las palabras de los se­ñores senadores, quedan rendidos los homenajes, a los que la Presidencia adhiere.

MANIFESTACIONES

Sr. Presidente. — Corresponde dar lectura a los asuntos entrados.

Sr. Martiarena. — Pido la palabra.

Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor se­nador por Jujuy.

Sr* Martiarena. — Señor presidente: deseo pe­dir una aclaración con relación al trámite que debe tener esta sesión.

Me refiero específicamente al proyecto de de- :

claración del que soy autor junto con otros se­ñores senadores de mi bancada, relacionado con el dictado de normas que han recibido el nom­bre de "plan económico", recordando que en la última sesión no se pudo votar por falta de quo­rum, cuando estaba agotado el debate, por lo que se dio por terminada la reunión.

Si bien el proyecto que menciono no está in­cluido en los órdenes del día impresos, entiendo que debe ser tratado en primer término, cuando comencemos la consideración de los órdenes del día.

Sr. Presidente. — Después de la lectura de los asuntos entrados, corresponde que se considere el orden del día que lleva el número 144, que tiene preferencia, señor senador.

Sr. Martiarena. — Me permito hacer notar que el tema al que me he referido tenía preferencia y, en razón de ella, fue tratado en la última sesión que realizamos.

Sr. Presidente. — La preferencia caducó, se­ñor senador.

Sr. Britos. — Pido la palabra. Sr* Presidente. — Tiene la palabra el señor se­

nador por San Luis. Sr. Britos. — En la última sesión, en momen­

tos en que iba a ser votado el proyecto, no con­tábamos con quorum suficiente; es decir, este asunto no se ha terminado.

Si no lo sometiéramos a votación, dejando un antecedente parlamentario de este tipo, cada vez que nos desagrade un tema podremos retirarnos, y naturalmente en la sesión siguiente no vamos a volver sobre el mismo. Por eso creo que es necesario insistir en este asunto, para no dejar sentado un mal antecedente parlamentario.

Sr. Presidente. — L a Presidencia entiende que ésta es una nueva sesión, señor senador.

Sr. Rodríguez Saá. — Señor presidente: la se­sión, efectivamente, terminó. Las sesiones pue­den concluir normalmente, cuando se han tra­tado todos los asuntos, o de manera anómala, como ocurrió en la reunión anterior en que no había quorum para votar* No se terminó con el tratamiento del asunto ya que se realizó la dis­cusión y correspondía pasar a votación. Y pien­so que es muy importante que se concluya con los temas que se tratan porque, de lo contrario, crearíamos un mal antecedente parlamentario si con cada cuestión sobre la que se ha deliberado en el recinto, en el momento de la votación se