Prim comunión 5

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Primera Comunión Tema 5: Del hombre viejo al hombre nuevo. La experiencia del mal. Objetivo: Descubrir el proceso de conversión como un paso del hombre viejo al hombre nuevo en una relación nueva con respecto a Dios, a los demás, al mundo y a sí mismo Oración: “Señor, que me despoje del hombre viejo y reciba con alegría al hombre nuevo”. El creyente es el hombre que se sabe en relación con Dios y sus hermanos. Es el hombre de la Alianza. En el cumplimiento de las exigencias de la misma, que realizó Cristo, consisten toda la Ley y los profetas. Toda existencia humana se desenvuelve entre el rechazo de ese régimen de gracia, rechazo que configura al hombre, según la concepción bíblica, como hombre viejo, y la aceptación de la oferta del Padre que renueva, vivifica y salva lo que estaba perdido (hombre nuevo). Este cambio profundo se llama conversión. La conversión primera es propia de quien abraza la fe por primera vez. La conversión segunda es la de aquellos que por el pecado pierden la gracia bautismal y han de ser de nuevo justificados por el sacramento de la penitencia. La conversión continua es propia de los justos que frecuentemente han de orar con humildad y verdad: «Perdónanos nuestras ofensas» (Mt 6, 12). En definitiva, la vida del cristiano es todo un proceso de conversión en un hombre nuevo por la continua acogida al don del Espíritu. El pecado, en efecto, configura al hombre como hombre viejo. Sin embargo, el hombre no reconoce por sí mismo que es pecador. Es preciso que venga el Espíritu para que convenza al mundo de pecado (Jn. 16, 8) y el hombre pueda reconocer su pecado contra Dios. Miradas las cosas desde Dios y su designio salvador, todo

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Primera ComuniónTema 5: Del hombre viejo al hombre nuevo. La experiencia del mal.

Objetivo: Descubrir el proceso de conversión como un paso del hombre viejo al hombre nuevo en una relación nueva con respecto a Dios, a los demás, al mundo y a sí mismo 

Oración: “Señor, que me despoje del hombre viejo y reciba con alegría al hombre nuevo”.

El creyente es el hombre que se sabe en relación con Dios y sus hermanos. Es el hombre de la Alianza. En el cumplimiento de las exigencias de la misma, que realizó Cristo, consisten toda la Ley y los profetas. Toda existencia humana se desenvuelve entre el rechazo de ese régimen de gracia, rechazo que configura al hombre, según la concepción bíblica, como hombre viejo, y la aceptación de la oferta del Padre que renueva, vivifica y salva lo que estaba perdido (hombre nuevo). Este cambio profundo se llama conversión.  La conversión primera es propia de quien abraza la fe por primera vez. La conversión segunda es la de aquellos que por el pecado pierden la gracia bautismal y han de ser de nuevo justificados por el sacramento de la penitencia.  La conversión continua es propia de los justos que frecuentemente han de orar con humildad y verdad: «Perdónanos nuestras ofensas» (Mt 6, 12). En definitiva, la vida del cristiano es todo un proceso de conversión en un hombre nuevo por la continua acogida al don del Espíritu. El pecado, en efecto, configura al hombre como hombre viejo. Sin embargo, el hombre no reconoce por sí mismo que es pecador. Es preciso que venga el Espíritu para que convenza al mundo de pecado (Jn. 16, 8) y el hombre pueda reconocer su pecado contra Dios. Miradas las cosas desde Dios y su designio salvador, todo lo humano está bajo el signo del pecado o bajo el signo de la gracia. Así, el pecado lleva consigo una negación frente a Dios, las consiguientes rupturas y una situación como de un callejón sin salida. La Biblia expresa este estado de cosas con diversas imágenes. El pecado aparece también en la Sagrada Escritura como ceguera total que incapacita al hombre para ver la acción de Dios en medio de la naturaleza y de la historia. En este sentido, todos los hombres somos ciegos de nacimiento. Nuestra ceguera original debe ser curada lavándonos en la piscina del Mesías, es decir, en la piscina de Cristo, que custodia celosamente la Iglesia:

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Bautismo y Penitencia. Y nuestros ojos inútiles se abrirán al horizonte de la fe: a Cristo, Luz del Mundo. Jesús concedió la vista al ciego de nacimiento. La llamada a la conversión es una llamada a la luz, Cristo nos ofrece la curación de nuestra ceguera. El paso del hombre viejo al hombre nuevo, la conversión del corazón, es un nuevo nacimiento por la fuerza del Espíritu. Rechazar la palabra del Señor, endurecer el propio corazón y oscurecerse la conciencia son una misma cosa. Escuchar la voz del Señor y abrir el corazón a Dios es lo mismo que creer en el sentido pleno que esta palabra tiene de ordinario en la Biblia y es lo opuesto a la idolatría. La fe en Dios se opone al servicio de los ídolos, pues este servicio no deja oír la voz de Dios, endurece el corazón y oscurece la conciencia.

Para reflexionar y compartir

Lectura de Mt 5,1-48: la orientación del cambio. Un cambio radical: de la sed al agua de la vida (Jn 4,1-42); de la ceguera a la luz (Jn 9,1-41); de la muerte a la vida (Jn 11,1-44).

Un nuevo nacimiento por la fuerza del Espiritu (Jn 3,5-8). Un corazón nuevo (Ez 36,26).