Primer Gobierno de Alan García

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Primer gobierno de Alan García (1985-1990) Alan García ganó las elecciones generales en 1985. El APRA ganó en primera vuelta, y también tuvo mayoría en ambas cámaras del gobierno. Contaba con el apoyo del pueblo gracias a sus habilidades como orador y también a su juventud y radicalismo. Es el presidente más joven de la historia peruana con 36 años de edad. Aspectos Políticos :El congreso estaba conformado por 139 congresistas del APRA, 63 de Izquierda Unida, 19 de Convergencia democrática, 15 de Acción popular, dos independientes y dos de la izquierda nacionalista. Algunos ministros convocados por Alan García fueron Luis Alva Castro como Presidente del Consejo de Ministros, Allan Wagner Tizón en Relaciones Exteriores, Abel Salinas Izaguirre en Interior, Luis Gonzales Posada en Justicia y Augusto Barturén Dueñas en Agricultura. Durante todo su mandato tuvo varios gabinetes, los cuales fueron presididos por: Luis Alva Castro, Guillermo Larco Cox, Armando Villanueva del Campo y Luis Alberto Sánchez Sánchez. Motín de los penales: El 18 de junio de 1986 se sublevaron en los penales del Frontón y San Juan de Lurigancho terroristas que habían sido capturados. En respuesta a esto el estado peruano y el presidente Alan García enviaron a la Marina de Guerra y al ejército al Frontón y a Lurigancho respectivamente. El resultado fue la muerte de más de 300 entre amotinados y militares. Aprobación presidencial:Alan García empezó su gobierno con una aprobación del pueblo muy alta, ya que al principio logró contener la inflación y parecía que la economía mejoraba. Sin embargo su desaprobación fue creciendo a medida de que el Perú caía en crisis. Su intento de estatizar la banca causó una gran resistencia de derecha, comandada por Mario Vargas Llosa y el FREDEMO. La escasez de bienes, la constante devaluación de la moneda y el descontento general más el miedo al terrorismo causaron que para el fin de su gobierno el descontento de los peruanos sea inmenso. Aspectos Económicos -Plan Heterodoxo:Al principio de su gobierno Alan García y Luis Alva Castro anunciaron que su política económica no sería siguiendo el plan marcado por el FMI para reestructurar al Perú después de lo que dejó Belaúnde, sino

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Primer Gobierno de Alan García

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Primer gobierno de Alan García (1985-1990)

Alan García ganó las elecciones generales en 1985. El APRA ganó en primera vuelta, y también tuvo mayoría en ambas cámaras del gobierno. Contaba con el apoyo del pueblo gracias a sus habilidades como orador y también a su juventud y radicalismo. Es el presidente más joven de la historia peruana con 36 años de edad.

Aspectos Políticos :El congreso estaba conformado por 139 congresistas del APRA, 63 de Izquierda Unida, 19 de Convergencia democrática, 15 de Acción popular, dos independientes y dos de la izquierda nacionalista.

Algunos ministros convocados por Alan García fueron Luis Alva Castro como Presidente del Consejo de Ministros, Allan Wagner Tizón en Relaciones Exteriores, Abel Salinas Izaguirre en Interior, Luis Gonzales Posada en Justicia y Augusto Barturén Dueñas en Agricultura.

Durante todo su mandato tuvo varios gabinetes, los cuales fueron presididos por: Luis Alva Castro, Guillermo Larco Cox, Armando Villanueva del Campo y Luis Alberto Sánchez Sánchez.

Motín de los penales: El 18 de junio de 1986 se sublevaron en los penales del Frontón y San Juan de Lurigancho terroristas que habían sido capturados. En respuesta a esto el estado peruano y el presidente Alan García enviaron a la Marina de Guerra y al ejército al Frontón y a Lurigancho respectivamente. El resultado fue la muerte de más de 300 entre amotinados y militares.

Aprobación presidencial:Alan García empezó su gobierno con una aprobación del pueblo muy alta, ya que al principio logró contener la inflación y parecía que la economía mejoraba. Sin embargo su desaprobación fue creciendo a medida de que el Perú caía en crisis. Su intento de estatizar la banca causó una gran resistencia de derecha, comandada por Mario Vargas Llosa y el FREDEMO. La escasez de bienes, la constante devaluación de la moneda y el descontento general más el miedo al terrorismo causaron que para el fin de su gobierno el descontento de los peruanos sea inmenso.

Aspectos Económicos -Plan Heterodoxo:Al principio de su gobierno Alan García y Luis Alva Castro anunciaron que su política económica no sería siguiendo el plan marcado por el FMI para reestructurar al Perú después de lo que dejó Belaúnde, sino que habría un cambio en beneficio del pueblo. Una de las primeras cosas que hicieron fue dejar de pagar la deuda externa de 14 mil millones de dólares, lo que causó la desaprobación de otros países como E.E.U.U. hacia el gobierno peruano. Alan también cambió el devaluado sol peruano por el inti. Al principio esto dio resultados, ya que la inflación bajó, y la economía parecía recuperarse. Los sectores dependientes de la demanda interna crecieron, pero los que dependían de la exportación no. El primer problema de esta política fue que el Estado no ganaba casi nada con la reactivación de la economía, y después de un tiempo la industria peruana alcanzó su límite. Era necesario el capital extranjero para poder continuar con la reactivación, el cual no era posible obtener gracias a las acciones del Presidente de la República. Poca confianza en el gobierno causó que muchos cambien su capital de intis a dólares, lo que causó una devaluación de la moneda peruana, igual que en el gobierno pasado.

Inicio de la Crisis: Para 1987, la balanza de pagos y las reservas internacionales estaban al borde de la crisis. Sin embargo el estado peruano apostó por un crecimiento en el siguiente año y decidió no cambiar la política económica sino seguirla con el fin de no alarmar al pueblo. Se subieron los sueldos y precios, lo que contribuyó a la devaluación del inti.

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El gobierno hizo varios intentos de tomar medidas para ir alrededor de la crisis que venía en vez de enfrentarla de frente, pero ya que ninguna de estas ideas para inyectar capital en la industria y a la tesorería estatal funcionaron (por incompetencia de los gobernantes) no se pudo hacer nada para evitarla. El problema se hizo evidente y aún peor con la renuncia de Luis Alva Castro.

Crisis:A finales de 1987 la crisis económica y la inflación (114%) ya eran evidentes. La reactivación se estanco y la balanza de pagos tuvo un saldo negativo de 521 millones de dólares. Alan recurrió al FMI y al Banco Mundial buscando préstamos para salvar la economía peruana. Debido a las deudas peruanas y la previa negligencia hacia un plan del FMI, el Perú no recibió préstamos. Mientras el Estado no se decidía por una política de shock que muchos creen era necesaria, salieron los famosos “paquetazos”, reajustes en los precios y sueldos.

Los años 1988 y 1989 se caracterizaron por escasez, billetes que no tenían valor, nulas reservas del Estado nacionales e internacionales, inflación del 2000% (denominada hiperinflación) e indecisión por parte del gobierno. Cuando trataron de buscar una solución imprimiendo más billetes eso llevó a más inflación, mayor devaluación frente al dólar, y mayor escasez. Era un círculo vicioso que el Estado parecía incapaz de romper.Cuando por fin se introdujo el shock económico la hiperinflación había destruido la economía peruana, y el shock no la pudo parar. Tan sólo a partir del 90, con esfuerzos por parte del Estado dando sus reservas para reactivar la economía, es que bajó la inflación y se empezó a recuperar la economía levemente. Sin embargo el inti nunca pudo ser recuperado y se cambió por el nuevo sol.

Aspectos Sociales Terrorismo:La actividad terrorista alcanzó su pico en el gobierno de Alan García, y los atentados fueron cada vez más graves. Sobre todo cuando se dio el motín de los penales, Sendero Luminoso puso varias bombas en la ciudad de Lima durante los 80s en Embajadas, Bancos, Aeropuerto, etc. Se vivía con miedo en general, con apagones y toque de queda.

Crisis Económica:Las consecuencias de la crisis afectaron en especial al pueblo peruano, el cual no encontraba bienes básicos como leche, harina, azúcar o arroz, y además su capital se vio reducido gracias a la devaluación de la moneda peruana frente al dólar.

Aspectos Internacionales: Las relaciones exteriores fueron en general malas, pues se dejó de pagar la deuda externa y se rechazó la ayuda del FMI al principio. Prueba de esto es que las exportaciones cayeron y los capitales de inversión extranjeros fueron casi nulos.

LA GESTIÓN ECONÓMICA DE ALAN GARCÍA: 1985-1990

A pocos días de la segunda vuelta, las críticas hacia el candidato Alan García se centran, sobre todo, en el manejo económico de su gobierno anterior. Tomando como base una investigación del periodista británico John Crabtree, ofrecemos aquí un repaso de la gestión económica de Alan García. 28 de julio de 1985: Alan García asume la presidencia del Perú con apenas 36 años de edad. Ha ganado en primer vuelta, obteniendo el 53 % de votos válidos (presione acá para ver los detalles). Pero no solo eso. Su partido, el APRA, tiene mayoría absoluta tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados (presione acá para detalles).

La herencia de Belaúnde

Por otro lado, García y el APRA tienen dos problemas serios por enfrentar: La agrupación terrorista Sendero Luminoso había ido ganando terreno desde su primera incursión, en 1980.

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Además, el gobierno de Belaúnde dejó al país en una profunda crisis económica. Las inversiones habían caído de 21,2 % del Producto Bruto Interno (PBI), en 1982, a 12,2 % en 1985. En 1982, la economía peruana no creció y, en 1983, el crecimiento fue negativo: -12,2 %. Si, en 1980, el ingreso per cápita era de 1,232 dólares por peruano, en 1985 llegaba tan sólo a 1,050 dólares (págs. 54-55). El desastre económico del gobierno de Belaúnde se debió, principalmente, a una caída de precios de productos que Perú exportaba (cobre, plata, plomo, café).

Desde 1982, el gobierno de Belaúnde se había sometido a un “programa de ajuste” del Fondo Monetario Internacional (FMI). Según el FMI, el principal problema del Perú era el déficit fiscal. El déficit se debía a que el Perú gastaba más en lo que importaba que lo que ganaba con sus exportaciones. La relación entre importaciones y exportaciones se llama “balanza comercial” (hoy por hoy, con el alto precio del cobre y otras exportaciones, el Perú tiene una balanza comercial “positiva”).

Para contrarrestar el déficit fiscal, el FMI obligó al gobierno de Belaúnde a reducir el presupuesto del Estado, a incrementar las tarifas públicas y a devaluar la moneda nacional, el sol (pág. 51). La devaluación frena las importaciones: Cuanto menos vale la moneda, más hay que gastar para importar un producto x.

Las medidas del FMI, llamadas ortodoxas, ocasionaron una fuerte recesión (contracción de la demanda) que repercutió en el bolsillo de los ciudadanos. Ya hemos visto que el ingreso per cápita cayó significativamente: 14,8 % para ser exactos. El aumento de tarifas públicas e impuestos empobreció aún más a los ciudadanos. Esto constituyó un círculo vicioso que terminó empobreciendo también al Estado: El ciudadano que es pobre consume menos y cuanto menos consume, menos impuestos paga. En 1984, el gobierno de Belaúnde entró en mora con el pago de la deuda externa (pág. 53).

El programa heterodoxo (1985-1987)

El 28 de julio de 1985, Alan García tuvo dos opciones: Continuar con el programa ortodoxo del FMI o probar una receta distinta, heterodoxa. En vista de la debacle de los úlitmos años, se esperaba un cambio de curso. Pero éste terminó siendo tan radical como aquel propuesto por la izquierda. En efecto, los lineamientos principales de García correspondían a los planteamientos económicos de Izquierda Unida (pág. 61).

En su discurso a la nación, García atacó al FMI. De ahora en adelante, anunció García, el pago de la deuda externa se limitaría al valor equivalente al 10 % de las exportaciones peruanas.

Pero, además de introducir una nueva moneda (el inti reemplazó al devaluado sol), la principal medida económica consistió en la congelación de precios básicos, sueldos y la tasa de cambio relativa al dólar. Por ejemplo, el precio de la gasolina se elevó, de golpe, en 25 % para luego congelarlo a ese nivel. La idea era anticipar la inflación venidera y, a largo plazo, darle al consumidor más poder adquisitivo.

Evitando de esta manera el alza de precios, los consumidores tienen más dinero para gastar en otras cosas y, por ende, contribuyen a la reactivación económica en otros sectores. La estrategia sigue siendo aplicada hoy en día. Un ejemplo es Argentina que, en su afán por bajar la inflación (que bordeó los 12 % en el 2005) y reactivar la economía, ha pactado precios fijos con los suministradores de productos básicos (la carne es el ejemplo más conocido).

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Según escribe Crabtree, la posición heterodoxa de García se basaba en dos convicciones relacionas entre sí: (1) Para poder pagar la deuda sería necesario reactivar la economía. En esta línea, la reducción de importaciones sugerida por el FMI sería contraproducente, pues la producción industrial peruana depende, en gran medida, de máquinas y materias primas importadas. El pago de la deuda externa también sería contraproducente, pues implica la exportación de capitales necesarios para la reactivación económica:

Debido a que la renegociación de la deuda dependía de la aceptación de políticas impuestas por el FMI, y debido a que estas políticas solían ser recesionarias, la única alternativa era no negociar sino limitar el pago de estas deudas. Lo que se ahorraba en el pago de la deuda se aprovecharía para financiar importaciones (pág. 59).

La segunda convicción (2): Mientras que el FMI pensaba que la inflación en el Perú se debía a un exceso de demanda estimulado por un Estado que gastaba por encima de sus posibilidades, Alan García y su equipo de economistas consideraban que había suficiente potencial dentro de la economía peruana para aumentar la oferta de forma significativa. En otras palabras: El FMI pensaba que el Estado intentaba cubrir el déficit fiscal emitiendo dinero más allá de la oferta y así generaba inflación.

¿Cómo se origina la inflación? Un ejemplo

Recurramos a un ejemplo simple para entender mejor el problema de la inflación: Rosa tiene 100 naranjas y Javier 100 manzanas. A Rosa le provoca comer una manzana mientras que Javier prefiere comer una naranja. Para ambos, lo más simple sería recurrir al trueque e intercambiar una manzana por una naranja.

Pero también pueden inventar una moneda, por ejemplo, en forma de una piedra. Para fijar un número, supongamos que tanto Rosa como Javier reciben 100 piedras cada uno. Rosa le vende una naranja a Javier a cambio de una piedra. Luego, Rosa le compra una manzana a Javier a cambio, también, de una piedra. La piedra tiene, pues, el mismo valor que una naranja o una manzana. El precio de una naranja es de una piedra. El precio de la manzana también.

Supongamos, ahora, que Rosa decide organizar una fiesta para muchos amigos y hacer una gran torta de manzana. Para ello necesita diez manzanas. Pero como prefiere no gastar las 100 piedritas que le quedan, sale al bosque y recolecta diez piedritas adicionales. Acto seguido, compra las diez manzanas a cambio de diez piedritas. Entre Rosa y Javier siguen habiendo 100 naranjas y 100 manzanas (consideremos que tanto Rosa como Javier aún no se comieron sus frutas). Pero ahora, el dinero que circula entre los dos ya no son 200 piedritas, sino 210.

Dado que el dinero sólo tiene valor si hay algo que comprar y que, en nuestro ejemplo, lo único que se puede comprar son 100 naranjas y 100 manzanas (teniendo todas el mismo valor), el precio de cada manzana y de cada naranja sube, de una piedrita, a una piedrita y cinco céntimos (1,05 x 200 = 210).

Por esa misma razón, el Estado que aumenta la circulación de dinero sin que haya un aumento de oferta origina que los precios suban y que, por ello, el valor del dinero baje.

Reactivando la economía

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Volvamos a 1985: Alan García creía que la inflación no se debía a una falta de oferta, sino más bien a que el Estado se había visto obligado a subir el precio de bienes y servicios básicos (en especial el de la gasolina) para pagar la deuda:

La existencia de un gran exceso de capacidad instalada en la industria peruana era en sí indicativo de que la demanda no era el problema. El Perú había sufrido en 1983 la peor recesión que se recordara, pero la inflación, en vez de caer, se había acelerado (pág. 59).

A través de la reactivación de la economía nacional se esperaba salir de círculo vicioso heredado por Belaúnde y entrar a un círculo virtuoso: A más crecimiento económico, más recaudaciones tributarias. A más recaudaciones tributarias, más posibilidades de cubrir el déficit fiscal.

El Perú no estaba solo con este experimento heterodoxo. Casi al mismo tiempo, Argentina había implementado el Plan Austral, parecido en mucho aspectos al modelo peruano. Pero Argentina, a diferencia de Perú y Brasil con su Plan Cruzado de 1986, sí consultó previamente al FMI.

Primeros resultados de la política heterodoxa

En un comienzo, las medidas adoptadas dieron resultados positivos. Ya en setiembre de 1985, la inflación bajó a 3,5 % (comparado con 12,5 % en abril del mismo año). Hacia el segundo trimestre de 1986, la economía dio señales de clara recuperación. Los sectores que dependían de la demanda interna (manufactura, construcción, agricultura) crecieron, no así los sectores dedicados a la exportación (minería, pesca). En 1986, la economía creció 10 %. Fue el mayor crecimiento desde los años 50 (pág. 63).

Pero también surgieron problemas que irían agravándose con el pasar del tiempo: A pesar de la reactivación económica, el Estado casi no percibía mayores ingresos:

Aunque en 1985 el déficit del sector público sólo había sido del 2,7 % del PBI, el nivel más bajo desde 1979, en 1986 una vez más llegó al 5,1 % . Esto no se debió a un aumento del gasto. De hecho, a pesar de su fama de ser una administración despilfarradora y populista, el gasto total (corrientes e inversiones) del sector público cayó del 49 % del PBI, en 1985, al 29 %, en 1986. Sin embargo, los ingresos corrientes totales también cayeron, del 46 % del PBI, en 1985, hasta 33 %, en 1986.

Otro problema consistía en que, después del gran crecimiento de 1986, la capacidad productiva de la modesta industria nacional estaba llegando a sus límites. Hacían falta inversiones para instalar nuevas capacidades y así continuar con la reactivación. Para ello, era necesario recurrir a inversiones y préstamos extranjeros.

El tercer problema, según Crabtree, era que la balanza comercial volvió a ser negativa hacia fines de 1986. Con la reactivación económica y el alza de sueldos, el Perú volvió a incrementar sus importaciones mientras que las exportaciones seguían siendo bajas. En diciembre de 1986, las reservas internacionales del Perú llegaban a 870 millones dólares comparados con 1,400 millones en marzo del mismo año. Esta falta de liquidez se debió, también, a que el Estado pagó a sus deudores bastante más que ese 10 % que García había anunciado, con bombos y platillos, el 28 de julio de 1985.

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Finalmente, la poca confianza de la ciudadanía en el modelo económico de García condujo a que, hacia fines de 1986, muchos cambiaron sus intis por dólares temiendo – y, al mismo tiempo, originando – una devaluación del inti. Ya hemos visto que el paquete de medidas adoptadas por García incluía el congelamiento del tipo de cambio inti-dólar. Pero tal congelamiento tendía a ser artificial en tanto la demanda real de intis iba perdiendo cada vez más terreno frente al dólar. Este cambio se vio reflejada en la tasa de cambio libre, aquella de los cambistas de la calle, paralela al cambio oficial:

A fines de agosto de 1985, después de la devaluación inicial de 12 %, la tasa de cambio libre se había estabilizado en casi 17 intis por dólar. Solamente llegó a superar los 18 intis 14 meses después, en octubre de 1986, cerrando el año en 20 intis por dólar. Hasta octubre de 1986, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo varió entre 24,5 y 27 %. Sin embargo, ante el temor de un crisis en la balanza de pagos, junto con la pérdida de reservas a finales de 1986, el diferencial empezó a crecer. A fines de 1986, llegó a 43 %. En la primera mitad de 1987, el dólar paralelo se disparó de 20 a 40 intis y el diferencial con la tasa oficial superó el 100 %. Por lo tanto, se hizo evidente que el Banco Central ya no podía controlar el mercado del dólar, y con las reservas haciéndose más y más escasas, adquirir dólares fue de primordial importancia para el sector privado. Rápidamente el aumento del valor del dólar estaba escapando de todo control (67-68).

1987: Obviando las señales de alarma

En 1987, el peligro de una crisis en la balanza de pagos y en las reservas internacionales era evidente. Sin embargo, Alan García y el APRA siguieron confiando en un crecimiento económico rápido hasta 1988. Al mismo tiempo, tuvieron que aceptar la devaluación del inti, la subida de sueldos y de precios (68, 188).

En líneas generales, la política económica del APRA empezó a caer en contradicciones. Por un lado, Alan García buscaba el contacto directo con los empresarios importantes (llamados los doce apóstoles) con el fin de pesuadirlos a invertir en el desarrollo de la capacidad productiva. Por otro lado y en su necesidad de aumentar los ingresos del Estado, el APRA obligó, a comienzos de 1987, a las empresas a prestarle dinero al Estado.

En concreto, las empresas fueron forzadas a comprarle al Estado bonos obligatorios por un valor que llegaba hasta el 30 % de las utilidades brutas que las empresas habían obtenido en 1986 (69). Con esta medida, el gobierno provocó airadas reacciones en el sector empresarial. Al poco tiempo, algunas empresas fueron exoneradas del pago obligatorio y finalmente el programa fue cancelado.

Este tipo de marchas y contramarchas, de reacciones sobre hechos ya consumados, de pasividad frente a los peligros venideros contribuyeron a la percepción de que Alan García y su

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equipo estaban improvisando y, sobre todo, perdiendo el control. La situación se agudizó con la renuncia, en junio de 1987, del Ministro de Economía Luis Alva Castro. Según Crabtree, Alva Castro renunció por rivalidades políticas con Alan García. Lo cierto es que la renuncia no pudo venir en peor momento.

La estatización de la banca: El punto de quiebre

Para Alan García, la renuncia de Alva Castro fue vista como una oportunidad de ganar aún mayor protagonismo. Fue en estas circunstancias que, según Crabtree, García empezó a idear su “más audaz medida”, la misma que sería el punto de quiebre de su gobierno: La estatización de la banca privada (69). Pero la estatización no fue la única razón de la debacle:

Aun sin el intento de estatización, alguna que otra crisis económica habría, casi con certeza, surgido. Y tampoco fue el único factor que explica la erosión de la popularidad inicial del gobierno. La curva de aprobación popular de García demuestra que, a pesar de una ligera caída antes de mediados de 1987, el nivel de aprobación se desplomó en 1988 -entre mayo y octubre-, cuando el peso entero de las medidas económicas del shock cayó sobre la población (187-188).

Pero volvamos, por el momento, al intento de estatizar la banca privada: La medida fue anunciada el 28 de julio de 1987 en el tradicional mensaje a la nación. García explicó su medida con las desigualdades sociales y económicas en el Perú. Ya en 1982 había publicado un libro, El futuro diferente, en el que criticaba a los bancos privados por excluir del sistema de créditos a los sectores informales, campesinos así como las pequeñas y medianas empresas (PYMES). Según García, era necesario “democratizar” el crédito y, dado que el sector privado no estaba dispuesto a asumir esa tarea, el Estado debía tomar las riendas (190-191).

Pero, según Crabtree, García también tuvo otros motivos: El primero habría sido netamente político, pues García estaba preocupado por la ligera caída en su nivel de aprobación y, con una medida tan radical, buscaba volver a ganar la confianza de los sectores populares. Además, su relación con el sector empresarial se había deteriorado considerablemente. García le reprochaba a ese sector el poco entusiasmo por invertir en el Perú y su preferencia por guardar los dólares en cuentas extranjeras y seguras (190-191).

También esta medida resultó ser improvisada. Nadie sabía, por ejemplo, si la estatización incluiría a las sucursales de bancos extranjeros en el Perú o a los bancos privados regionales. Pero el mayor error de García fue, según escribe Crabtree, creer que se ganaría el apoyo popular con esa medida. La respuesta no fue más que “tibia”. Además, García subestimó la capacidad de respuesta de la derecha así como la oposición de la izquierda en el Congreso:

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Cuando llegó el momento de votar en el Congreso, el esfuerzo de los senadores apristas para atenuar la medida fue notable. Mientras tanto, no se había llegado a ningún acuerdo previo con Izquierda Unida (…). Estos se inclinaban a mirar con suspicacia la iniciativa de García, creyendo que su objetivo principal era serrucharle el piso a la izquierda. (…) Iba a volverse una larga batalla que empezó en el Congreso y siguió en los tribunales, donde la propuesta inicial de García fue paulatinamente reducida a una medida sin eficacia que finalmente resultó abandonada (192-193).

La respuesta política de la derecha al intento de estatización fue la creación del Movimiento Libertad con Mario Vargas Llosa a la cabeza. En 1988, el Movimiento Libertad se unió con el Acción Popular y el Partido Popular Cristiano en el Frente Democrático (FREDEMO) con miras a las elecciones de 1990.

1988 y 1989: Sin novedades en el frente

Al finalizar el año 1987, la crisis ya era evidente: La inflación empezó a galopar (114,5 % en diciembre del 1987), la producción – y, por consiguiente, la reactivación económica – se había estancado y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un saldo negativo de 521 millones de dólares, el hueco más grande desde 1981. Consecuentemente, las reservas internacionales siguieron decayendo. A falta de dólares, el Banco Central se vio atado de manos en el control de la tasa de cambio (una demanda creciente de dólares se puede contrarrestar poniendo en circulación los dólares ahorrados).

Ya hemos visto que el Estado no recaudó más impuestos a pesar del crecimiento económico de 1986. Esa ineficacia tributaria, sumada a la inflación, contribuyó a agravar la situación en 1987 y 1988. Además, las empresas estatales como Electroperú empezaron a hacer pérdidas mucho mayores que en los años previos. Los hechos estaban dejando al Estado con cada vez menos margen de acción, convirtiéndolo en observador pasivo del desastre económico.

Obligado por las circunstancias a un cambio de rumbo, el gobierno recurrió, a fines de 1987, al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM) en busca de préstamos. El experimento heterodoxo había llegado a su fin. En octubre de 1987, el gobierno procedió a devaluar el inti en 24 %. Los llamados paquetazos siguieron dándose, de forma periódica, hasta setiembre de 1988, llevando a una gran recesión económica. Pero García seguía sin aceptar la necesidad de una línea clara:

El proceso de toma de decisiones durante este período demostró una falta de coordinación y una pérdida de dirección. Mientras algunos miembros eminentes del equipo económico empezaron a aceptar -a regañadientes- la necesidad de un retorno a la ortodoxia como requisito para conseguir nuevos flujos de dólares, García se resistió a pagar el precio político. El resultado fue una serie de medidas tibias y términos medios (202).

El equipo económico de García -presidido por Gustavo Saberbein- intentaba persuadir a García de la necesidad de un shock ortodoxo: Déficit cero a través de aumentos fuertísimos de impuestos y tarifas y la eliminación de subsidios. Pero García, temiendo el costo político de tal decisión, sólo accedió a un camino medio sin resolver el problema de fondo: Un Estado en bancarrota (déficit fiscal) y una economía que importaba más de lo que exportaba (déficit comercial).

Los resultados están en la memoria colectiva de todos los peruanos: Inflación a niveles astronómicos, escasez de alimentos y otros productos básicos y el derrumbe de la aprobación

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de Alan García. Fue recién hacia fines de 1988 que García se convenció de la necesidad de una “guerra frontal” contra la crisis económica. El nuevo Ministro de Economía y Finanzas, Abel Salinas, tuvo la ingrata tarea de anunciar, ahora sí, el shock económico, el seis de setiembre de 1988.

El plan, denominado Plan Cero, contribuyó a generar una inflación aún mucho mayor, sobre todo en relación con los productos importadas. Así, por ejemplo, el precio de los productos farmaceúticos subió 600 % y el de la gasolina 400 %. Además, se eliminó el sistema del control de precios con excepción de 42 productos básicos (208).