Primera comunión 7

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Primera Comunión

Tema 7: Somos pueblo de Dios y cuerpo de Cristo

Objetivo: Descubrir que la identidad del creyente se realiza en el seno de un pueblo, el pueblo de Dios (Cuerpo de Cristo, Iglesia Santa,

Comunidad).

Oración: “Señor, te pedimos por la Iglesia universal y las intenciones del

Santo Padre”

Todo hombre nace en el contexto de una familia, de un pueblo, de

una sociedad. Así vive y llega a ser lo que es en un mundo complejo de

relaciones y en medio de un pueblo que tiene un pasado, un presente y

un futuro. Quien no pertenece a un pueblo no tiene identidad. Somos

creyentes en medio del pueblo de Dios, Iglesia santa. La identidad del

creyente se realiza también en el seno de un pueblo, el Pueblo de Dios. El

nuevo pueblo de Dios conserva, medita y trasmite íntegramente

la revelación divina. Lo que Dios ha comunicado a los hombres por medio

del pueblo de la antigua alianza y por medio de Jesucristo y de los

Apóstoles, ha sido confiado a la Iglesia, el pueblo de la Nueva Alianza. A

través de la Iglesia, Dios comunica en nuestros días a todos los hombres

lo que en otro tiempo nos manifestó. El pueblo de la Nueva Alianza, la

Iglesia, posee íntegramente la revelación divina recibida de Jesucristo y

de los Apóstoles. Misión suya es comunicarla a todos los hombres. Esta

revelación de Dios se contiene en la Sagrada Escritura y en la Tradición

viva de la Iglesia. A los ojos de la fe, la Iglesia es santa en cuanto que es el

pueblo de Dios cuya íntima estructura es la comunión de Dios con los

hombres en Jesucristo. En efecto, creemos que es indefectiblemente santa,

pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo

es proclamado el único Santo, amó a la Iglesia como a su Esposa,

entregándose a Sí mismo por ella para santificarla (Ef 5,25-26), la

unión a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu

Santo para gloria de Dios. De un modo más preciso habría que decir que la

Iglesia es santa por un doble título: a), en el sentido de que ella es Dios

mismo santificando a los hombres en Cristo por su propio Espíritu (a este

aspecto la teología lo ha llamado la santidad "objetiva" o «santificante» de

la Iglesia); b), la Iglesia es santa, por otra parte, en el sentido de que ella es

la humanidad en vías de santificación por Dios (es el misterio de la

participación o aspecto de la santidad «subjetiva»)Los primeros miembros

de la Iglesia adoptaron el nombre de «santos» (Hch 9, 13) incluso antes de

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utilizar el de «cristianos». Con ello se reconocían a sí mismos como

hombres llamados por Dios a la santidad (1 Ts 4, 3; Ef 1, 4); hombres

trabajados en este sentido por la gracia de Dios, y hombres que se

esfuerzan por responder personalmente a esa llamada. San Pablo expresa

la relación de los cristianos con Cristo y de los cristianos entre sí

contemplándola como el cuerpo de Cristo. Esta profunda penetración del

misterio cristiano toma algunos rasgos, sobre todo en la carta a los

Romanos (12, 4-5) y primera a los Corintios (12, 12-30) del apólogo clásico

que compara la sociedad humana con un cuerpo que es uno en sus

diversos miembros. Pablo verá a Cristo como principio aglutinador y

vivificador de los que han acogido con fe la predicación apostólica. Esta

comunidad que reúne a tantos hombres diferentes por la raza, fortuna,

educación, ambiente cultural y social, no es una comunidad sino en Cristo

y en su Espíritu. «En ese cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los

creyentes, quienes están unidos a Cristo paciente y glorioso por los

sacramentos, de un modo arcano, pero real» Este Pueblo de Dios, pueblo

universal, se concreta en comunidades de fe. El misterio de la Iglesia no es

simple objeto del conocimiento teológico; debe ser un hecho vivido, del

que, aun antes de su clara noción, el alma fiel puede tener experiencia casi

connatural; y la comunidad de los creyentes puede hallar la íntima certeza

de su participación en el Cuerpo místico de Cristo.

Para reflexionar y compartir:

* Rasgos de la comunidad

* La conversión lleva:

- a una renovación profunda de la Iglesia;

- a respetar la autonomía de lo temporal;

- al reconocimiento de una sociedad pluralista;

- a no imponer el evangelio desde las leyes;

- a ofrecer el evangelio desde la libertad;

- a vivir comunitariamente;

- a optar por la comunidad;

- a salir de la situación de cristiandad