Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri...

8
Tiempo antes, en el verano de 1952, el entonces Teniente Francisco Ibáñez había integrado como oficial de enlace la expedición francesa que realizó la prime- ra ascensión al monte Fitz Roy/Chaltén, en la Patagonia Argentina. En esa empre- sa Ibáñez había conocido a uno de los máximos escaladores de la época y quien junto a Guido Magnone, logró esa cum- bre, Lionel Terray, quien en junio de 1950 había conquistado el Annapurna, primer “ochomil” escalado en el mundo (8.091 msnm, Himalaya). La victoria francesa en el Fitz Roy incita- ba a nuevas empresas y fue Terray quien animó al Teniente Ibáñez a organizar una expedición Argentina al Himalaya. Francisco “Paco” Ibáñez, de sangre san- juanina, ingresó al Colegio Militar de la Nación en 1947 con la ambición llegar a ser oficial de artillería de montaña. Durante una licencia de verano siendo aún cade- te, dirigió una expedición al Aconcagua y alcanzó la cumbre con éxito. Por este hecho, la Dirección del Colegio Militar le otorgó la distinción “Cóndor Plateado” de las Tropas de Montaña, siendo el primer cadete en obtener la codiciada insignia. En 1949 obtuvo su despacho (primer des- tino) como subteniente, en el 1er Grupo de Artillería de Montaña (actual Grupo de Artillería de Montaña 8), con asiento en la localidad de Uspallata, provincia de Mendoza. En cinco oportunidades pisó la cima del Aconcagua, y en 1952 se lo desig- nó como oficial de enlace de la menciona- da expedición francesa al Fitz Roy. Luego de la victoria en nuestra mayor cumbre patagónica, en una audiencia con- cedida por el General Perón a los integran- tes de la expedición francesa, se conversó largamente sobre montañismo. El enton- ces Presidente, quien era poseedor de la aptitud especial más antigua del Ejército Argentino y conocedor de las exigencias y dificultades propias de la actividad, com- prendió la extraordinaria labor cumplida y el destacado lugar ocupado por el enton- ces Subteniente Ibáñez, a quien otorgó allí la máxima distinción de la especialidad: el “Cóndor Dorado Honoris Causa”. En aquella oportunidad se le expuso al Presidente de la Nación la necesidad de realizar una expedición argentina al Himalaya, la primera. El General Perón, interpretando el deseo de los andinistas argentinos y valorando la importancia y la trascendencia de la empresa, ordenó su realización. La expedición planteada para 1953 al mando del Teniente Ibáñez, con el monte Dhaulagiri (8.167 msnm) como objetivo, logró realizarse finalmente en 1954 debido a los tiempos requeridos para los prepara- tivos. “Dhaulagiri”, palabra proveniente del sánscrito (Dhawala = blanco, deslum- brante, hermoso y giri = montaña), signi- fica “Montaña blanca”. Situado en la zona central de Nepal, –el “Dhaula” como se lo conoce entre los montañistas– fue codi- ciado en primer lugar por los franceses, Por el Capitán Ramiro Ricardo Antoñana quienes dispusieron un reconocimiento de la zona en 1950 para hallar una ruta de ascenso, pero con resultado negativo decidieron redirigir sus esfuerzos al vecino Annapurna. En 1953 los suizos habían intentado ascenderlo, pero al llegar a los 7.300 metros, debieron abandonar la empresa ante las proximidades del comienzo de la temporada de los monzones, temibles vientos cargados de lluvia. La expedición Tamaña empresa pudo efectuarse gracias a la subvención otorgada por el Gobierno Argentino y con el auspicio de la Confederación Argentina de Deportes del Comité Olímpico Argentino. El material cartográfico y fotográfico brindado por la entidad organizadora de la expedición suiza de 1953 fue de gran utilidad, además de los quince sherpas que acompañarían a la expedición, contratados por intermedio del Himalayan Club de Darjeeling. Gran parte del equipo a utilizar se fabricó en los talleres del Arsenal Militar Esteban De Luca. En la Argentina se confeccio- nó el calzado, los colchones neumáticos, las piquetas, las baterías de cocina ade- más de los clavos de escalada y la “ferre- tería” en general. El equipo de abrigo de duvet (pluma), camperas, pantalones y bolsa camas, al igual que camperas en ese momento denominadas “rompe viento”, cuerdas, carpas isotérmicas y anoraks, fue- ron adquiridos en Francia. Los equipos El 1º de junio de 1954, la expedición al monte Dhaulagiri (8.167 msnm, la séptima más alta del macizo del Himalaya), dirigida por el Teniente Primero Francisco Ibáñez, consagraba a la Argentina como el cuarto país del mundo en ascender a una altura superior a los 8.000 msnm (metros sobre el nivel del mar). Pese a no haber alcanzado la cumbre, estos hombres marcaron un antes y un después en el montañismo nacional e internacional. Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954

Transcript of Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri...

Page 1: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

Tiempo antes, en el verano de 1952, el entonces Teniente Francisco Ibáñez había integrado como oficial de enlace la expedición francesa que realizó la prime-ra ascensión al monte Fitz Roy/Chaltén, en la Patagonia Argentina. En esa empre-sa Ibáñez había conocido a uno de los máximos escaladores de la época y quien junto a Guido Magnone, logró esa cum-bre, Lionel Terray, quien en junio de 1950 había conquistado el Annapurna, primer “ochomil” escalado en el mundo (8.091 msnm, Himalaya). La victoria francesa en el Fitz Roy incita-ba a nuevas empresas y fue Terray quien animó al Teniente Ibáñez a organizar una expedición Argentina al Himalaya.Francisco “Paco” Ibáñez, de sangre san-juanina, ingresó al Colegio Militar de la Nación en 1947 con la ambición llegar a ser oficial de artillería de montaña. Durante una licencia de verano siendo aún cade-te, dirigió una expedición al Aconcagua y alcanzó la cumbre con éxito. Por este hecho, la Dirección del Colegio Militar le otorgó la distinción “Cóndor Plateado” de las Tropas de Montaña, siendo el primer cadete en obtener la codiciada insignia. En 1949 obtuvo su despacho (primer des-tino) como subteniente, en el 1er Grupo de Artillería de Montaña (actual Grupo de Artillería de Montaña 8), con asiento en la localidad de Uspallata, provincia de Mendoza. En cinco oportunidades pisó la cima del Aconcagua, y en 1952 se lo desig-nó como oficial de enlace de la menciona-

da expedición francesa al Fitz Roy.Luego de la victoria en nuestra mayor cumbre patagónica, en una audiencia con-cedida por el General Perón a los integran-tes de la expedición francesa, se conversó largamente sobre montañismo. El enton-ces Presidente, quien era poseedor de la aptitud especial más antigua del Ejército Argentino y conocedor de las exigencias y dificultades propias de la actividad, com-prendió la extraordinaria labor cumplida y el destacado lugar ocupado por el enton-ces Subteniente Ibáñez, a quien otorgó allí la máxima distinción de la especialidad: el “Cóndor Dorado Honoris Causa”.En aquella oportunidad se le expuso al Presidente de la Nación la necesidad de realizar una expedición argentina al Himalaya, la primera. El General Perón, interpretando el deseo de los andinistas argentinos y valorando la importancia y la trascendencia de la empresa, ordenó su realización. La expedición planteada para 1953 al mando del Teniente Ibáñez, con el monte Dhaulagiri (8.167 msnm) como objetivo, logró realizarse finalmente en 1954 debido a los tiempos requeridos para los prepara-tivos. “Dhaulagiri”, palabra proveniente del sánscrito (Dhawala = blanco, deslum-brante, hermoso y giri = montaña), signi-fica “Montaña blanca”. Situado en la zona central de Nepal, –el “Dhaula” como se lo conoce entre los montañistas– fue codi-ciado en primer lugar por los franceses,

Por el Capitán Ramiro Ricardo Antoñana

quienes dispusieron un reconocimiento de la zona en 1950 para hallar una ruta de ascenso, pero con resultado negativo decidieron redirigir sus esfuerzos al vecino Annapurna. En 1953 los suizos habían intentado ascenderlo, pero al llegar a los 7.300 metros, debieron abandonar la empresa ante las proximidades del comienzo de la temporada de los monzones, temibles vientos cargados de lluvia.

La expediciónTamaña empresa pudo efectuarse gracias a la subvención otorgada por el Gobierno Argentino y con el auspicio de la Confederación Argentina de Deportes del Comité Olímpico Argentino. El material cartográfico y fotográfico brindado por la entidad organizadora de la expedición suiza de 1953 fue de gran utilidad, además de los quince sherpas que acompañarían a la expedición, contratados por intermedio del Himalayan Club de Darjeeling.Gran parte del equipo a utilizar se fabricó en los talleres del Arsenal Militar Esteban De Luca. En la Argentina se confeccio-nó el calzado, los colchones neumáticos, las piquetas, las baterías de cocina ade-más de los clavos de escalada y la “ferre-tería” en general. El equipo de abrigo de duvet (pluma), camperas, pantalones y bolsa camas, al igual que camperas en ese momento denominadas “rompe viento”, cuerdas, carpas isotérmicas y anoraks, fue-ron adquiridos en Francia. Los equipos

El 1º de junio de 1954, la expedición al monte Dhaulagiri (8.167 msnm, la séptima más alta del macizo del Himalaya), dirigida por el Teniente Primero Francisco Ibáñez, consagraba a la Argentina como el cuarto país del mundo en ascender a una altura superior a los 8.000 msnm (metros sobre el nivel del mar). Pese a no haber alcanzado la cumbre, estos hombres marcaron un antes y un

después en el montañismo nacional e internacional.

Primera Expedición Argentina al

Himalaya-Dhaulagiri 1954

Page 2: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

de oxígeno alemanes Draeger (de circuito abierto), incluían tres botellas con un peso total de 15 kg por equipo y permitían una autonomía de nueve horas cada uno . En diciembre de 1953 voluntarios del Club Andino Buenos Aires habían con-centrado y clasificado todo el equipo para proceder a su embalaje y embarque final en el puerto de Buenos Aires.

Los integrantesLa designación de integrantes para la expe-dición se llevó a cabo entre los deportistas de montaña de todo el país, por interme-dio de la Federación Argentina de Ski y Andinismo –FASA–, quienes invitaron a los clubes de montaña a proponer sus can-didatos. Las designaciones se basaron en la evaluación de antecedentes deportivos, físicos y morales.Alfredo Magnani: 23 años, mendocino, de profesión abogado. Siendo estudian-te de secundario comenzó sus primeras incursiones en los Andes junto a Ibáñez y a Jorge Iñarra–Iraegui (otro de los inte-grantes de la expedición de 1954). A los 17 años Magnani había alcanzado la cumbre del Aconcagua. En 1951 dirigió la expe-dición argentina que escaló los montes Illimani (6.462 msnm) y Huaina Potosí (6.088 msnm) en la cordillera boliviana. Fernando Grajales: 30 años, mendo-cino, minero, agricultor, comerciante, funcionario y, por sobre todo, montañés. Reconocido por un gran número de cum-bres escaladas entre los 5.000 y los 6.000 metros, integró en el verano de 1953, junto a Ibáñez, la expedición que logró escalar la cumbre sur del Aconcagua por la Cresta Sur, estableciendo una nueva ruta.Felipe Alejandro Godoy: sargento ayu-dante, 33 años, nacido a orillas del Paraná, Entre Ríos. Egresado de la Escuela de Suboficiales de Ejército “Sargento Cabral”, fue destinado a Mendoza como zapador. Había realizado ascen-sos al Volcán Tupungato (6.570 msnm) y al Polleras (5.993 msnm) . En compa-ñía de Ibáñez realizó una ascensión al Aconcagua, y en 1953 formó parte de la primera expedición que logró hacer cumbre en el Techo de América, bajo un invierno implacable. Tuvo a su cargo la apertura de las picadas específicas en las selvas que obstruían en aquel tiempo el paso al campamento base del Dhaulagiri, el tendido de puentes sobre el torrento-so río que los acompañó durante toda la

marcha de aproximación y la construcción de plataformas con empleo de explosivos en las vertiginosas laderas de hielo y roca de esa montaña (Campamento VI a 7.200 msnm). Gerardo Watzl: 33 años, austríaco, había sido oficial de un grupo de tropas espe-ciales de montaña durante la Segunda Guerra Mundial y combatió en el Cáucaso y en otros frentes, acumulando una gran experiencia en la vida en montaña con cada uno de estos acontecimientos béli-cos. En la Argentina, llevó a cabo innume-rables expediciones tanto en la Patagonia como Mendoza, destacándose en ellas por su irreprochable técnica y capacidad de organización. Además, daba los cur-sos de Hielo & Roca para el Club Andino Buenos Aires.Domingo Dinko Bertoncelj: esloveno, sufrió en su infancia los embates de la gue-rra en su tierra natal y practicó el monta-ñismo desde la niñez en las montañas que separan su pueblo de Austria. Radicado en San Carlos de Bariloche, a los 25 años de edad recibió la carta de ciudadanía y la invi-tación para participar de aquella Primera Expedición Argentina al Himalaya.Muchas páginas del andinismo latinoame-ricano se han escrito conjuntamente entre chilenos y argentinos, y es precisamente el Aconcagua uno de los escenarios más comunes. Esta circunstancia no era desco-nocida por el General Perón, quien sugirió que se integrara a la expedición argentina un andinista chileno. La Federación de Andinismo de Chile designó a un hombre de larga trayectoria cordillerana, Roberto Busquets, de 30 años. Sus compañeros de expedición lo describen como una perso-

na íntegra, trabajador incansable y con la capacidad de poner una cuota de humor en las situaciones más difíciles.Toda expedición debe contar con un médico con conocimientos múltiples, desde cirugías, pasando por tratamiento de enfermedades tropicales, mal de altu-ra, hasta afecciones producidas por el frío. Debe contar con una personalidad que ins-pire confianza en sus compañeros y estar habituado a los esfuerzos de este tipo de expediciones. Estas condiciones las reunía el doctor Antonio Ruiz Beramendi (32), quien integró desde muy joven expedicio-nes al Aconcagua, a los glaciares barilo-chenses y a los hielos patagónicos . Para la documentación fotográfica y fílmi-ca que requería la empresa, fue designado el arquitecto Jorge Iñarra–Iraegui, men-docino de 28 años, andinista y aficionado a la fotografía con experiencia en activida-des de montaña. En un certamen en la sede central del Radio Club Argentino fue escogida la persona responsable de una de las activi-dades más importantes de la expedición, las comunicaciones. Miguel Ángel Gil, mendocino de 30 años (quien en 1953 había logrado establecer comunicación radial desde la cumbre del Aconcagua empleando un pequeño aparato transmi-sor–receptor), resultó seleccionado por el elevado puntaje obtenido en las prue-bas técnicas y por sus antecedentes como radioperador de montaña.Tras muchos debates, el jefe de la expedi-ción resolvió incluir en el equipo a un jefe de cocina, ya que proporcionar a los expe-dicionarios una alimentación adecuada es una de las claves de éxito en la montaña.

Integrantes de la Primera Expedición Argentina al Dhaulagiri; en el centro, el Tte 1ro Ibañes.

Integrantes de la Primera Expedición Argentina al Dhaulagiri; en el centro, el Tte 1ro Ibañes.

Integrantes de la Primera Expedición Argentina al Dhaulagiri; en el centro, el Tte 1ro Ibañez.

Page 3: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

Así que el mendocino Hugo Benavides (30) andinista, quien en 1953 había acom-pañado a Ibáñez al Aconcagua, pasó a ser el guardián gastronómico de grupo.Estos hombres constituían el grupo con el cual Ibáñez dio inicio a su anhelada empresa. La característica más sobresa-liente fue la juventud y el compromiso (Alfredo Magnani, el menor, con 23, y Gerardo Watzl, el mayor, con 33 años). La homogeneidad en las edades resultó además un factor positivo que los condu-jo hacia una exitosa eficiencia en la forma en la que encararon los problemas que se presentaron, en la toma de decisiones, en la comprensión, en la adaptación y en el espíritu de sacrificio.

Rumbo a la IndiaEl 26 de enero de 1954 la expedición fue recibida por el Presidente de la Nación en Buenos Aires, junto al Ministro de Guerra, General Franklin Lucero, y el pre-sidente de la Confederación Argentina de Deportes, Dr. Rodolfo G. Valenzuela.Y la logística se realizó de esta manera. En la madrugada del 27 de enero partie-ron con destino a Roma dos de los inte-grantes, Watzl y Magnani. Ibáñez había escalonado las fechas de embarque según las tareas que debían desarrollar cada uno de los participantes en Europa y la India. Magnani fue designado responsable de despachar los equipos de oxígeno adqui-

ridos en Alemania con destino al puerto de Bombay. Días después viajaría a Roma el fotógrafo de la expedición, Iñarra–Iraegui, para luego trasladarse a Múnich con el objeto de comprar todo el material de cine y fotografía.El 6 de febrero Ibáñez y el Dr. Ruiz Beramendi viajaron a Roma para reunirse con Watzl y proseguir hasta Zúrich para entrevistarse con los miembros de la expe-dición suiza al Dhaulagiri de 1953, con la finalidad de recoger la mayor cantidad de datos y experiencia de sus integrantes.El grupo restante –Benavides, Bertoncelj, Busquets, Godoy, Grajales y Gil– partie-ron de Buenos Aires el 17 de febrero para reunirse la totalidad de la expedición en Delhi (India). El 22 de febrero, en el puer-to de Bombay se retiraron los cajones de la expedición para luego ser despachados por tren hasta la frontera con Nepal en un viaje de cinco días.El 5 de marzo en la localidad de Nautanwa, donde su calle principal sirve de acceso a la carretera que se introduce en el Nepal, tuvieron el primer contacto con los quince sherpas (baqueanos) que se habían acor-dado con el Himalayan Club. Estos eran quienes iban a compartir los riesgos de la ascensión al Dhaulagiri. Los sherpas esta-ban encabezados por su jefe, el veterano Sirdar Pasang Dawa Lam (38), héroe de varias expediciones al Himalaya.

La aproximaciónLa comitiva partió de Nautanwa en camión y luego de cruzar la frontera de la India, arribó a Bhairahawa, primera locali-dad nepalesa. De allí viajaron por vía aérea hasta el aeródromo de Pokhara, desde donde el transporte de hombres y equipo requirió seis vuelos por una zona de difícil acceso en un pequeño avión.El 15 de marzo comenzó la marcha de aproximación. Las catorce toneladas fue-ron repartidas entre culis (porteadores) y unas setenta mulas, siendo transportadas hasta la localidad de Beni en cuatro días de marcha. Los culis llevaban cargas de 25 a 30 kilos, apoyados en sus espaldas, sujetas por medio de fuertes correas trenzadas en cuero o sogas que a manera de vincha les pasaba por sobre la frente permitiéndoles un mayor equilibrio, siempre caminando descalzos y precariamente vestidos.El pago a los porteadores debió realizar-se en monedas, pues no aceptaban dinero de papel porque se les estropeaba con la humedad. Así que el cajón con las rupias (el más custodiado) debió ser transporta-do hasta el Campamento Base por un culi. Por otra parte, no se pagó por adelantado previendo la posibilidad que de la noche a la mañana desaparecieran misteriosamen-te los doscientos porteadores.El 22 de marzo se partió de Beni, con-tinuando la aproximación hasta llegar a Muri, el último poblado. Las jornadas de

Campamento N° 2 (5000 msnm).

A la izquierda, el Tte 1ro Ibañez.

Page 4: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

marcha eran de ocho horas y al caer la tar-de se acampaba sobre la marcha. En cada poblado en que la columna de marcha se detuvo y armó vivac (campamento), se recibió a muchos enfermos que solicita-ban ser atendidos por el médico, solicitud a la que el Dr. Ruíz Beramendi accedió con dedicación. La ardua tarea desarrollada por el médico redundó en una gran estima y simpatía hacia la expedición, razón por la cual se encontró solución a muchos de los problemas que se presentaron luego.El 26 de marzo la expedición arribó a Muri, una villa ubicada a 1.600 msnm, donde se efectuó recambio y aumento en la cantidad de porteadores; se llegó a contar con más de trescientos. Desde allí se adelantaron Watzl, Godoy, un sherpa y cinco culis, con el propósito de encontrar la senda abier-ta por los suizos el año anterior y dejarla libre para el paso de la columna. Este esca-lón (grupo adelantado) construyó cuatro puentes (de troncos y cuerdas) sobre el río Mayhangdi Khola, que serpenteaba para-lelo al camino de marcha.

Instalación del campamento base (3.600 msnm)Luego de seis días de intensa marcha, el 3 de abril la expedición arribó al campamen-to base (3.600 msnm), utilizaron el mismo lugar que los suizos en 1953 como alber-gue para pasar allí varias semanas. En ese lugar se realizó el pago a los porteadores; a muchos de ellos no les agradaba traba-jar en las altas quebradas de la montaña y, aunque se ofreció una paga mayor, sólo dieciocho se quedaron. Ya instalados, el Teniente Ibáñez reunió a los integrantes de la expedición y sobre las blancas paredes del monte Dhaulagiri tra-zó el plan para la próxima fase de la expedi-ción: la instalación y abastecimiento de los campamentos de altura.El 5 de abril partió el primer grupo desti-nado a abastecer un campamento interme-dio al I, dirigidos por Watzl y Bertoncelj. El depósito quedó instalado a nueve kiló-metros del base, aproximadamente a 4.200 metros de altura. Cada cuatro días de tra-bajo se ofreció un día de descanso para evitar el agotamiento de los porteadores.Ibáñez decidió que en simultáneo con el

lento transporte diario de las cargas que se realizaba entre el Base y el I, debía ade-lantarse un grupo para iniciar la instalación del vivac, operación que se repetiría con las sucesivas instalaciones II, III y IV. El 25 de abril todos los expedicionarios se encontraban en el Campamento I a 4.500 msnm. Hasta ese momento las cordadas encargadas de preparar los campamentos siguientes había llegado a alcanzar la altu-ra de los 6.000 metros, logrando equipar parcialmente tres campamentos de altura (II, III y IV), solo faltaba el de ataque para instalar los últimos, los cuales servirían de apoyo al intento de cumbre.La diferencia de alturas entre los siete cam-pamentos era de 500 metros aproximada-mente, partiendo del I a 4.500 m y alcan-zando en el campo VII los 7.600 msnm. Hasta el campamento II el ascenso no pre-sentaba mayores inconvenientes, de allí en adelante se debía marchar con crampones y encordados, observando atentamente dónde se pisaba para evitar caer en las pro-fundas grietas abiertas en el hielo.En el campamento IV, al igual que el III, se realizaron cuevas en el hielo donde se ins-

Marcha sobre glaciar rumbo al Campamento N° 3 (5500 msnm).

Page 5: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

talaron las cocinas. En el desarrollo poste-rior de la expedición el mismo se constitu-yó como un campo base avanzado, donde el Dr. Ruíz Beramendi instaló allí su puesto de socorro, instalándose también un equi-po de comunicaciones. En los campamentos II y III se emplaza-ron respectivamente tres carpas y solo una en el IV. Para el momento, el ritmo de con-sumo de víveres y de otros recursos por los grupos de exploración obligó a realizar de una vez el transporte de todo el mate-rial indispensable (carpas, equipo técnico, tubos de oxígeno, víveres, combustible, etc.). Para esa actividad se realizó un siste-ma de postas y la expedición fue dividida en cuatro grupos de trabajo. El primero, integrado por Ibáñez, Watzl, Ruiz, Iñarra–Iraegui, Pasang Dawa, Ang Nima y otros dos sherpas, tuvo como misión instalar y abastecer el campamento V y estudiar la ruta de ascenso al VI. El 1º de mayo comenzó la acción y para el 5 se logró instalar el campamento V en una grieta de hielo, a unos 200 metros debajo del pie de la “Pera”, nombre que le dieron los suizos a un espolón de roca con forma de esa fruta y que emerge del gran glaciar que cubre la cara norte del Dhaulagiri. Su base se encuentra aproximadamente a 6.500 metros y su extremo superior a 7.300. En este lugar pudieron instalarse dos carpas en un sitio resguardado de las avalanchas.

“La Pera”Para entonces, Ibáñez, con algún malestar, decidió temporalmente bajar. Fue reem-plazado por Dinko Bertoncelj, quien, acompañado por Watzl y dos sherpas, efectuaron un reconocimiento desde el campamento V hasta los 7.200 metros, recorriendo hasta su parte superior la famosa “pera” para constatar las decla-raciones de la expedición suiza de 1953 sobre la necesidad de excavar una platafor-ma en la pendiente para poder instalar el siguiente campamento, el VI. La Pera, con 1.000 metros de desnivel, obligó a que los escaladores ascendieran encordados sobre una pendiente de unos 50° / 55° de suelo mixto (hielo y roca). Estas dificultades no les permitían a los sherpas avanzar con más de 10 kilos en sus espaldas. Después del reconocimiento, las cordadas de avanzada regresaron al campamen-to IV y allí aguardaron a que el Sargento

Ayudante Godoy, encargado de los explo-sivos, ascendiera desde los campamen-tos bajos, donde se había mantenido de reserva trabajando en los campamentos inferiores para lograr las condiciones que permitieran la difícil tarea de producir explosiones a 7.200 msnm. Aproximadamente a las 18 horas del 21 de mayo, desde el campamento I se observó a Godoy, Bertoncelj y los sherpas buscar un lugar cubierto entre las rocas. Minutos más tarde se levantó una columna de humo, que fue rápidamente barrida por las fuertes corrientes de aire. Habían logra-do la primera explosión exitosa, que sería seguida de otras dos nuevas voladuras antes del ocaso. Durante tres días la corda-da designada para instalar el campamento VI efectuó veintiocho explosiones; logró de esa manera excavar una plataforma lo suficientemente grande como para alber-gar dos carpas.Mientras se escuchaban las sucesivas deto-naciones provenientes de los 7.200 metros de altura, Ibáñez decidió reunir al resto de los expedicionarios para dar a conocer el plan que había trazado. El 22 de mayo par-tiría el jefe de la expedición con Magnani y dos sherpas con dirección al IV, para desde allí proseguir a los campamentos V y VI, y encontrarse con Watzl y Bertoncelj, con quienes encararían la cresta superior para instalar el VII.Una vez finalizada su actividad, el Sargento Ayudante Godoy, quien se encontraba en el VI, debía regresar al IV. Por su par-te, Watzl, que se encontraba en el V, debía subir y reunirse con Bertoncelj en el VI, donde buscarían la ruta que permitiría superar la pared que defiende la cresta del Dhaulagiri.En el campamento IV quedarían de reser-va el Dr. Ruiz Beramendi, Iñarra–Iraegui con sus equipos de cine y fotografía y

Godoy, quien en caso de ser necesario podría, con el anterior, integrar una cor-dada de auxilio o de asalto. Busquets y Grajales debían quedar como reserva en el campamento V.

Campamento VIIEl 27 de mayo Watzl y Bertoncelj informa-ron que el día anterior los sherpas Pasang Dawa y Ang Nima habían descubierto una estrecha canaleta de roca próxima a la cres-ta superior de la montaña, la que les per-mitió alcanzar sin inconvenientes el filo de la arista a los 7.600 m. Se presentaba, no obstante, el inconveniente de las agujas de roca que se interponían en la trayectoria, situación que los obligó a instalar un nuevo campamento sobre la cresta con la finali-dad de agotar desde allí todos los recursos para el ataque final.Para el 29 de mayo continuaron ascendien-do Ibáñez, Magnani, Bertoncelj, Watzl y cinco sherpas al VI. Arribaron hasta los 7.300 m, el punto más alto alcanzado por la expedición suiza, quienes creían haber alcanzado una altura mucho mayor.Continuaron subiendo por una canale-ta muy inclinada de 200 metros, llegaron a una altura de 7.600 m y, por debajo del primer filo de la parte superior de la mon-taña, colocaron dos carpas sobre un lecho rocoso que no permitía confeccionar una plataforma de nieve como en los anterio-res. Para dar seguridad a la plataforma fue necesario fabricarle una base de piedras sueltas, pero aunque estas se deslizaban con facilidad produciendo desmorona-mientos, quedó allí instalado el campa-mento VII.

El ataque finalPara la madrugada del 30 de mayo la tem-peratura fue en extremo baja, con un cie-lo despejado, la máxima no sobrepasó los -15° C, mientras que la mínima exce-dió los -25° C, situación que provocó un fuerte enfriamiento de pies en varios sherpas como también en los expedicio-narios, especialmente en Bertoncelj y en el Teniente 1ro Ibáñez.El lugar elegido para montar el campa-mento VII no era el óptimo, ya que el peso resultaba excesivo para la plataforma de nieve, produciendo una peligrosa inclina-ción en la carpa a medida que la base cedía. Esto obligó a que en más de una oportu-nidad tuvieran que abandonar su lecho para rehacer el trabajo en la plataforma.

Integrantes de la Primera Expedición Argentina al Himalaya:Jefe de la Expedición: Teniente 1ro Francisco Ibáñez.Escaladores: Gerardo Watzl, Dinko Bertoncelj, Alfredo Magnani, Sarg Ay Ing Felipe Godoy, Fernando Grajales, Roberto Busquets Punti.Médico: Dr Antonio Ruiz Beramendi.Cocinero: Hugo Benavides.Fotógrafo: Jorge Iñarra–Iraegui.Radio operador: Miguel Ángel Gil.

Page 6: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

Para evitar el deslizamiento total, Magnani y Watzl decidieron pasar la noche fuera de la carpa, envueltos en un gran saco de material plástico, disminuyendo así el peso sobre la plataforma de nieve.Con las primeras horas de luz Bertoncelj, quien tenía su pie gravemente mora-do, solicitó descender al VI, invitando al Teniente Ibáñez a hacer lo mismo, pero manifestando que se encontraba mucho mejor, el jefe de expedición se negó a mos-trar sus pies. El resto de los integrantes insistieron en que el teniente descendiera, pero Ibáñez se negó afirmando que era necesario que alguien quedara en ese cam-pamento mientras se realizaba la explora-ción de la ruta a la cumbre.El 1º de junio partieron las dos cordadas de exploración desde los 7.600 m, integra-das una, por Watzl y Pasang Dawa, y por la otra, Magnani y Ang Nima. Llevaron consigo únicamente su saco de plumas, crampones, una gran cantidad de cuerdas y material de escalada, un botiquín con medicación para el sueño, para el cansan-cio y para el congelamiento, y una cámara fotográfica.Subieron bordeando las torres y a las cin-co de la tarde las cordadas habían logrado alcanzar los 8.000 m. Después de subir una pared de hielo de unos 20 metros de altura flanqueada por dos torreones de piedra, lograron ver por fin el camino a la cum-bre, libre de dificultades, estimando que la misma se encontraría a unas dos horas de marcha.Siendo una hora avanzada de la tarde y cerca ya de que la oscuridad los envolvie-ra, Watzl y Pasang Dawa decidieron buscar refugio cavando una cueva de nieve con sus piquetas en una formación natural de hielo en la pared. Al atardecer comenzaron a cubrirlos negros nubarrones provenien-tes del norte. Una intensa nevada aceleró la oscuridad. Por la noche, ya instalados, pusieron los pies dentro de las mochilas, una bota la usaron como asiento y la otra como respaldo, pasando la noche frotán-dose los dedos de manos y pies, buscando mantener la circulación. Tras una noche de insomnio aún no habían terminado las adversidades para los integrantes de las cordadas de ata-que, con el nuevo día se les presentó una amarga sorpresa: más de medio metro de nieve se había acumulado sobre el lugar. Bajo estas condiciones, la marcha hacia la cumbre, estimada en dos horas, se conver-

tiría en una jornada de cinco horas o más. Fatigados y con las gargantas resecas que les impedían emitir voces, sumado a la insensibilidad en manos y pies, llegó inexo-rable el momento de la decisión. El ir o no ir a la cumbre es el interrogante que se aferró en la mente de cada uno de ellos. La cima no era visible, y durante toda la expedición nunca fue posible ubicarla; solo conocían la altura a la que se encon-traban, pero desconocían la distancia que los separaba de su objetivo. El subir podía significar que ninguno regresara y bajar difícilmente permitiría que otras cordadas de reserva intentaran llegar a la cima pues el monzón se estaba haciendo sentir ya en la zona.Antes de iniciar el descenso al campamen-to VII, donde Ibáñez los esperaba, Watzl colocó un gran clavo en una fisura de la roca, amarrándole una lata en cuyo interior depositaron el testimonio con sus nom-bres y la altura alcanzada, un crucifijo y una pequeña bandera argentina.Para subir desde el campamento VII al lugar en donde hicieron el último vivac se habían empleado un total de ocho horas (de 9 a 17 hs). La bajada duró catorce horas (de 7 a 21 hs); llegaron en plena oscuridad.Durante el descenso Ang Nima sufrió una caída de unos 30 metros, lo que le provocó una gran herida en la frente y la fractura de algunas costillas, dejándolo en estado de semiinconsciencia. Para evitar que entrara en shock se le inyectó una dosis de esti-mulante superior a la normal, lo que les permitió lograr descenderlo aunque no sin dificultad. Durante el avance lograron divisar una luz que tomaron como punto de referencia, el Teniente Ibáñez los estaba guiando con una linterna.

El regresoAl día siguiente, 3 de junio, iniciaron el des-censo hacia el campamento VI formando dos cordadas; una integrada por Watzl, Pasang Dawa y Ang Nima, y otra por Ibáñez y Magnani, este último haciendo desesperados esfuerzos para soportar el peso del jefe de la expedición, quien res-balaba frecuentemente por marchar sin crampones . Pasaron la noche en el VI, y al día siguien-te Ibáñez no quiso descender la “pera” sin crampones, dando la orden de que el resto bajara. Muy agotados todos y con el sherpa Ang Nima herido de gravedad, acataron la orden, dejándolo solo en la carpa, bajando

en una sola cordada hasta el campamento IV. En esta situación se evidenció el espíritu de sacrificio del jefe de la expedición, quien seguramente ya sentía en sus pies los sínto-mas del congelamiento y se anticipaba a las complicaciones que podrían surgir al bajar.Al pasar por el campamento V, los inte-grantes de la cordada que descendía encargaron a Grajales y Busquets (que allí se encontraban) la misión de enviar a dos sherpas con crampones para Ibáñez. Al día siguiente, 5 de junio, la cordada de los sherpas partió hacia el VI, alcanzando el objetivo al atardecer, aunque no resultó posible el descenso en el mismo día. Watzl, Magnani y los dos sherpas de las cordadas de ataque continuaron su des-censo hasta el IV, llegaron al atardecer, y allí los recibió el Dr. Ruiz Beramendi, con alimentos calientes y procediendo inme-diatamente a examinar y atender a cada uno de ellos. Busquets, preocupado por la posibilidad de que se produjeran inconve-nientes en el descenso de Ibáñez, bajó al campamento IV para organizar juntamen-te con el médico un grupo de auxilio por si acaso resultara necesario. Para el 6 de junio, las cordadas de ataque continuaron su descenso hacia el campa-mento I, ya que el médico consideraba que era el único lugar en el que lograrían repo-nerse. Allí sería fundamental la temperatu-ra moderada del lugar, y fueron recibidos por el cocinero y el radiooperador de la expedición, Benavides y Gil. A lo lejos, se vieron solo dos puntos que abandonaban el campamento del extremo superior de la “pera”. Al mediodía regre-saron al campamento IV los dos sherpas y Grajales, quien se había unido a ellos en su descenso. La narración de los sherpas no fue fácil de entender debido a su esca-so conocimiento de inglés, pero lograron llegar a la conclusión de que Ibáñez, a pesar de haberlo intentado, no pudo bajar con ellos debido a que sus pies estaban muy sensibles e inflamados, por lo que los envió a buscar refuerzos.Ruiz y Busquets seleccionaron a dos sher-pas que se encontraban en mejores con-diciones físicas y emprendieron de inme-diato la subida hasta el V, para proseguir después de un breve descanso en busca de Ibáñez. A las tres de la madrugada del 7 de junio reiniciaron su ascensión, llegando al mediodía al campamento VI para encon-trar al jefe de la expedición en condiciones poco alentadoras, su voz era tan solo un

Page 7: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

susurro. El teniente no logró incorporar-se, por lo que debieron introducirlo en una bolsa cama y amarrarlo a una larga cuer-da para deslizarlo hacia abajo. El proble-ma se agudizó cuando llegaron al pie de la “pera”, donde debían flanquear el glaciar. La noche los sorprendió antes de llegar al campamento V, debieron pernoctar en un improvisado refugio excavado en una gruta del glaciar. La noche se hizo inter-minable, el frío se intensificó y solo el jefe contaba con su bolsa cama.Para la mañana del 9 de junio, los sherpas se quejaban de sus pies, caminaban con dificultad y en más de una oportunidad quisieron abandonar el rescate. En los últi-mos tramos fueron ayudados por Grajales, quien subió del IV. Una vez alcanzado este último campamento, el Dr. Ruiz Beramendi no se dio descanso en el cui-dado de los pacientes, ordenó descender cuanto antes, ya que era improbable reali-zar un tratamiento médico a 6.000 metros de altura. Por otra parte, la llegada del monzón era inminente. En la jornada del 10 de junio los heridos fueron transpor-tados sobre colchones neumáticos, arras-trados hasta el campamento II. En el Base fueron seleccionados diez porteadores, dos para descender al sherpa y los ocho restantes para descender a Ibáñez, quienes para esta misión tejieron una cesta en for-ma de silla utilizando cañas de bambú.

El 13 de junio, la larga columna se puso en marcha, abandonaron las morenas glacia-rias e ingresaron al bosque que los alberga-ría durante varios días. Watzl, Bertoncelj y Magnani avanzaron con dificultad, debido a las heridas en sus pies y fueron instalando los sucesivos campamentos en los claros de la selva.Para el 15 de junio la salud de Ibáñez era delicada, los más modernos antibióticos de ese momento no tuvieron el efecto deseado. Algunos compañeros de expe-dición propusieron descansar un par de días en medio de la selva, pero el Dr. Ruiz Beramendi entendió que no era posible debido a que las provisiones de medici-na comenzarían a escasear y que Ibáñez necesitaba ser evacuado cuanto antes a Katmandú, para lo cual el único medio de transporte era el avión que partía de la localidad de Pokhara, y además, la persis-tencia del monzón complicaba la frecuen-cia de los vuelos.El 16 de junio, Ibáñez experimentó una sensible mejoría, lo que le permitió redac-tar varias cartas despachadas en la locali-dad de Pokhara. Desde el ataque a la cum-bre no se había enviado correspondencia y tampoco había sido posible transmitir comunicaciones radiotelegráficas por el mal estado de las baterías. En la carta que escribió, solo dio un ligero informe de su estado para evitar provocar alarmas, pero

sí se preocupó en subrayar la noticia de que, si bien la expedición no había alcan-zado la cumbre del Dhaulagiri, estuvo muy próxima a ella, superando a expediciones anteriores, y por lo tanto, se sentía satisfe-cho por los resultados obtenidos.El día 23 de junio, en el poblado de Beni, se llevó a cabo la primera intervención qui-rúrgica en los pies de Ibáñez para eliminar los focos infecciosos. Solo los separaban cuatro jornadas de marcha de Pokhara, desde donde se realizaría el traslado aéreo a Katmandú. La operación demandó una transfusión de sangre porque se le debie-ron amputar los dedos, y se temía que fue-ra necesaria una nueva intervención.El 27 de junio la expedición llegó a Pokhara, donde recibieron la buena noti-cia de que los servicios aéreos a Katmandú habían sido reanudados luego de diez días. Tanto el gobernador del pueblo como ofi-ciales del ejército se pusieron incondicio-nalmente a órdenes de la expedición. Esa misma mañana Ibáñez estaba preparado para una nueva intervención quirúrgica. El doctor Ruiz Beramendi y una médica de una misión británica dieron comienzo a la misma; una hora después los dos ciru-janos revelaron que en la operación (que “había sido terrible”), debieron amputarle el metatarso del pie izquierdo y que el pie derecho exigiría una nueva intervención, que no fue posible dado el delicadísimo

Descenso y evacuación del Tte 1ro Ibañez.

Page 8: Primera Expedición Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-704-Expedicion.pdf · Argentina al Himalaya-Dhaulagiri 1954. de oxígeno alemanes

estado físico del paciente. También fue intervenido el sherpa Pemba Nerbú, a quien se le amputaron un par de falanges.Poco antes del mediodía se hizo visible la ansiada aeronave. Ruiz Beramendi e Iñarra–Iraegui acompañarían a Ibáñez en el primer vuelo; el resto viajaría posterior-mente a Katmandú en caso de ser nece-sario. Antes de subir al avión uno de los pilotos hizo entrega de un telegrama pro-veniente de Buenos Aires dirigido al jefe de la expedición, que traía la noticia de que unos días antes había nacido su primer hijo. Una hora después el avión aterrizó en la capital de Nepal, donde una ambulancia lo estaba esperando para trasladarlo al hospi-tal. El rey de Nepal había puesto a disposi-ción su médico de cabecera para colaborar con Ruiz Beramendi. Oficiales del ejército nepalés ofrecieron su equipo de radio a los integrantes que quedaron en Pokhara, para poder mantener contacto con la capital. Las noticias que se recibían nunca fueron alentadoras. A las 4:30 hs del 30 de junio, fallecía el Teniente.Francisco Ibáñez.El 1º de julio, mientras los expedicionarios que quedaron en Pokhara se encontraban desayunando, se hizo presente el gober-nador de la ciudad. Gil y Watzl en carácter de intérpretes, le ofrecieron asiento y una taza de té, a lo que el mandatario no acce-dió y luego de referirse a las inclemencias del tiempo y otros temas sin importancia, les comunicó que su jefe había muerto. El tiempo se detuvo para los presentes que se resistían a creerlo, reinó un largo silencio en el interior del recinto.La muerte de Ibáñez tuvo una intensa repercusión en las esferas oficiales y en la colonia europea de Katmandú. Un sacer-dote estadounidense fue quien suministró los sacramentos y en la Misión Técnica Norteamericana con sede en esa ciudad se fabricó el ataúd, imposible de conseguir allí ya que los cuerpos en ese país son inci-nerados.El 4 de julio se restableció el servicio aéreo a Pokhara, lo que permitió que los inte-grantes de la expedición pudieran reunirse en Katmandú y concurrir a la misa para despedir a su jefe. La expedición estaba lle-gando a su fin, solo quedaba despachar el equipo para ser reembarcado en Bombay rumbo a Buenos Aires.El 11 de julio arribó a Buenos Aires el féretro con los restos del jefe de la expe-dición. El pueblo argentino lloró la muer-te del Teniente Ibáñez. En el Congreso

se iniciaron los trámites necesarios para el ascenso Post Mortem encabezado por el Presidente de la República Argentina, Teniente General Juan Domingo Perón. Interminables y emocionadas columnas despidieron sus restos, finalmente sepulta-dos en el cementerio de Mendoza.Once expediciones al Himalaya le siguie-ron a la realizada en 1954, cinco de ellas intentaron nuevamente el Dhaulagiri; se logró coronar su cumbre el 14 de mayo de 2004. En esta expedición participó como integrante de la primera cordada de ataque el entonces Mayor Fabián Iribas.

Las nuevas generacionesLa vorágine de los tiempos que corren nos obliga a que en muchas oportunidades debamos rezagar actividades o salidas de montaña para poder resolver otras cues-tiones de mayor urgencia. La Cordillera de los Andes recorre más de 4.000 kilómetros sobre nuestro territorio, sin contemplar la Antártida Argentina. Nueve de las cum-bres superiores a los 6.500 msnm están en nuestro territorio, algunas de ellas sin presencia de cordadas militares desde hace décadas. Antecedentes históricos sobran, por citar un ejemplo, la cumbre Noroeste del volcán Piscis (6.795 msnm) en la pro-vincia de Catamarca, lleva el nombre de Ejército Argentino, testimonio de que en algún momento las tropas de montaña se hicieron presentes.Las nuevas generaciones de soldados montañeses son las encargadas de rever-tir esta situación. Son ellas las que deben colocar nuevamente en el lugar que les corresponde a las Tropas de Montaña de nuestro Ejército, como institución pionera y precursora de actividades en los Andes Argentinos.

Referencias1 La experiencia con el oxígeno se remon-ta a las primeras expediciones al Everest realizadas a partir de 1922. El equipo de “circuito abierto” presentaba la desven-taja de ser más pesado y de menor auto-nomía de marcha para el escalador, pero

a su vez resultaba más seguro, ya que el mismo permite inhalar aire enriquecido con oxígeno adicional y exhalar directa-mente a la atmósfera. Se llevaron seis de estos equipos.2 En el cerro Polleras, Godoy cayó en una grieta en la que debió pasar toda la noche para ser rescatado por sus compañeros de cordada; sufrió congelaciones que trajeron como consecuencia la amputación de un dedo de la mano derecha.3 Durante la expedición al Dhaulagiri, el doctor Ruiz Beramendi ganó una gran popularidad entre los nativos de Nepal, a quienes brindó sus servicios profesionales en forma desinteresada en cada uno de los poblados por los que pasó la expedición durante la marcha de aproximación.4 Habitualmente los crampones queda-ban amarrados con las propias correas a las piquetas y estas quedan clavadas en el hielo en algún punto próximo a la carpa. Mientras estuvo solo en el campamento, a la espera de las cordadas de ataque, Ibáñez utilizó la piqueta separando los crampo-nes de esta, pero no los puso en su lugar posteriormente y aunque los buscaron, los crampones nunca aparecieron.

Fuentes bibliográficas consultadas:- Martín Guillermo, Director del CCAM. “La maldición Argentina del Dhaulagiri”. culturademontania.com.ar. Centro Cultural Argentino de Montaña. Web. 10 Abr 17. - Magnani Alfredo E. (1955). “Argentinos al Himalaya”. Buenos Aires, Argentina. Editorial Fluixá Editor. - Gil Miguel A. (1988). “Primera expedición Argentina al Himalaya 1954, resumen de su desarrollo”. Mendoza, Argentina. Notas per-sonales.- Boletín CABA Año 5 – N° 22 (Octubre - Diciembre 1954). “Dhaulagiri”. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Órgano informativo del Centro Andino Buenos Aires.La Revista del Suboficial agradece la valiosa colaboración del Centro Cultural Argentino de Montaña por habernos facilitado las imágenes fotográficas que ilustran este artículo.

El Capitán Ramiro Ricardo Antoñana pertenece al Arma de Infantería. Egresó en 2006 del Colegio Militar de la Nación. Es instructor militar de andinismo y de esquí, paracaidista militar y posee la Aptitud Especial Tropas de Montaña “Condor Plateado”. Prestó servicios en el RIM 10 y CMN. Actualmente se desempeña como Jefe del Departamento Evaluación en la Escuela Militar de Montaña.