Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA

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Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA (seguido de "Hombres-máquina: modo de empleo") Tiqqun Este es un libro de amor. Habla sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura económica. ¿Qué significa esto? El capitalismo no está ahí fuera: en el FMI, la OMC o el BCE. El capitalismo es una promesa de paraíso en la tierra, una idea de éxito y realización, un poder de fascinación. Tiqqun le pone nombre y le da figura: la Jovencita. La Jovencita no es mujer ni hombre, sino una imagen, un modelo, un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente, amor asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos. Impersonal, implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario. Es una máquina de guerra. No se deja tocar y nunca pierde. Tiqqun dibuja el campo de batalla: nos lo hace ver. De qué modo un bolso, un culo, una sonrisa, un perfume, unas botas o unos bíceps pueden ser armas en una guerra. Librada entre nosotros y en el interior de cada uno. Una guerra contra el azar y los encuentros sin garantías, la belleza y la sensualidad singulares, el tiempo de toda duración, la violencia del abandono y la entrega. Contra el amor verdadero. Fragmento a fragmento, Tiqqun disecciona a la Jovencita. Sin piedad, porque hay que conjurar su poder de fascinación. El hechizo que nos hace ver la realidad repleta de arrugas, fracasos, peligros, grasas y ataduras. Brutalmente, porque el objetivo es desvelar la verdad que esconde su promesa de paraíso: vulgaridad, angustia y soledad. Y al trasluz de la crítica, nos propone una nueva educación sentimental . Esta edición incluye el texto «Hombres-máquina: modo de empleo», donde Tiqqun desarrolla el análisis del biopoder contemporáneo: la reducción de la vida humana a simple carne que vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer. Traducción: Diego L. Sanromán y Carmen Rivera Parra

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Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA (seguido de "Hombres-máquina: modo de empleo")Tiqqun

Este es un libro de amor. Habla sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura

económica. ¿Qué significa esto?

El capitalismo no está ahí fuera: en el FMI, la OMC o el BCE. El capitalismo es una promesa

de paraíso en la tierra, una idea de éxito y realización, un poder de fascinación.

Tiqqun le pone nombre y le da figura: la Jovencita. La Jovencita no es mujer ni hombre, sino

una imagen, un modelo, un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente,

amor asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos.

Impersonal, implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de

nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario. Es una máquina de guerra. No se

deja tocar y nunca pierde.

Tiqqun dibuja el campo de batalla: nos lo hace ver. De qué modo un bolso, un culo, una

sonrisa, un perfume, unas botas o unos bíceps pueden ser armas en una guerra. Librada

entre nosotros y en el interior de cada uno. Una guerra contra el azar y los encuentros sin

garantías, la belleza y la sensualidad singulares, el tiempo de toda duración, la violencia del

abandono y la entrega. Contra el amor verdadero.

Fragmento a fragmento, Tiqqun disecciona a la Jovencita. Sin piedad, porque hay que

conjurar su poder de fascinación. El hechizo que nos hace ver la realidad repleta de arrugas,

fracasos, peligros, grasas y ataduras. Brutalmente, porque el objetivo es desvelar la verdad

que esconde su promesa de paraíso: vulgaridad, angustia y soledad.

Y al trasluz de la crítica, nos propone una nueva educación sentimental.

Esta edición incluye el texto «Hombres-máquina: modo de empleo», donde Tiqqun desarrolla

el análisis del biopoder contemporáneo: la reducción de la vida humana a simple carne que

vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer.

Traducción: Diego L. Sanromán y Carmen Rivera Parra

No quién es, sino   qué es   Tiqqun

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PUBLICADO POR ACUARELA ON VIERNES, 2 DE MARZO DE 2012

ETIQUETAS: JOVENCITA, LLAMAMIENTO, TIQQUN

Tiqqun no es el nombre de un autor o un colectivo de autores, sino el nombre de un medio, un medio para construir enérgicamente una posición. Toda posición es una taxonomía, una topografía espiritual, una inteligencia política de la época: una toma de partido.

La posición de Tiqqun se concreta en una doble secesión: en primer lugar, secesión del proceso de explotación social (el mundo de la mercancía autoritaria o «imperio»); y después, secesión de toda la esterilidad que se deriva de una simple oposición al imperio, incluso de la extra-parlamentaria, secesión pues de la izquierda.

Tiqqun se inscribe en el espacio de articulación de los discursos, las formas y las luchas que dejaron vacío las vanguardias políticas y artísticas del siglo XX. Desde este espacio trata de responder de un modo nuevo a la vieja exigencia de coherencia entre el pensamiento y las prácticas. «No consentiríamos en escribir si no fuera para encontrar hermanos. Nuestros textos esbozan la base sobre la que el encuentro, la amistad y la cooperación vuelven a ser, más allá de toda mutilación, posibles».

Este planteamiento encontró lugar en una bella revista publicada en francés de idéntico nombre y breve existencia, sólo dos números: Tiqqun 1  en 1999 y Tiqqun 2en 2001. Los contenidos originales pueden consultarse en su web.

En castellano han aparecido dos artículos largos de la revista como libros: Teoría del Bloom (2005) e Introducción a la Guerra Civil (2008), ambos en Melusina; y también “Una metafísica crítica podría nacer como ciencia de los dispositivos” enContribución a la guerra en curso (Errata Naturae, 2012).

La revista Tiqqun se extinguió pero hizo nacer una rica descendencia teórica y práctica. Otros textos hermanos que emanan del mismo punto del espíritu que Tiqqun son La insurrección que viene del Comité Invisible (Melusina, 2009) yLlamamiento; y otros fogonazos, un libro anónimo que publicó Acuarela en 2009 (la editorial Axóuxere publicó el texto «Llamamiento» en lengua gallega en 2011).

por Jordi Carmona Hurtado(sobre Teoría del Bloom e Introducción a la guerra civil)

« Vivir juntos en el corazón del desierto, con la misma resolución de no reconciliarse con él,

esa es la prueba, esa es la luz. » Teoría del Bloom, p. 126 Con Tiqqun, si tenemos el coraje

de leer seriamente, necesitamos para empezar reaprender a ser filósofos, al menos en el

antiguo sentido socrático que significa poner toda nuestra atención en el arte de las preguntas.

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Pues ¿quién es Tiqqun?, ya es una mala pregunta, un planteamiento inadecuado del

problema. Tiqqun no se presenta como un autor o un colectivo de autores, y en este sentido

hay ya una fuerte carga de anonimato en el gesto: Tiqqun no es el nombre de un quién, sino

de un qué, que puede en principio ser adoptado por cualquiera. Entonces, Tiqqun es en primer

lugar el nombre no de un autor sino de una posición subjetiva o de una posición de

enunciación. He aquí una manera paradójica de entender el anonimato: no es anónimo el que

no tiene nombre, sino precisamente el que decide un nombre, el que vive desplegando la idea

que contiene un nombre. Asumir este nombre comporta una serie de exigencias que vienen

no ya de la responsabilidad individual del autor sino de lo que el nombre Tiqqun lleva o porta

consigo, lo que revela, lo que hace. Pues Tiqqun es el nombre que se da en la tradición

mesiánica hebraica a la redención, a la justicia final o radical, la Justicia mayúscula en todo

caso, la que atraviesa la historia de principio a fin cumpliendo la redención: ésta es la altura a

la que se encuentra llamado a situarse quien adopta esta posición. Entonces, bajo un segundo

aspecto más profundo, Tiqqun es un medio (que habría que entender como medio vital, no

sólo simbólico) lanzado para propiciar las palabras y actos de intelectualidades emparentadas

que deciden incorporar esa tradición mesiánica : no ya un qué por tanto sino un cómo, una

cierta tonalidad de exposición tanto existencial como política que busca una comunidad por

venir agitando las ya constituidas y tratando de recoger las voces de las luchas que no tiene

cabida en ellas. Tiqqun se inscribe en el espacio de articulación de los discursos, las formas y

las luchas que dejaron vacío las vanguardias del siglo XX. Desde este espacio trata de

responder de un modo nuevo a la vieja exigencia filosófica de coherencia entre el

pensamiento y las prácticas : en este punto no se tratará de realizar la filosofía como ciencia

sino más bien de hacer comunidad con el pensamiento, en lo que éste tiene de elemento en

devenir, inasignable, no institucionalizable. Hacer del pensamiento literalmente una práctica

política, ese es tal vez el reto que se ha comenzado a lanzar con Tiqqun.

Este planteamiento encontró lugar en una bella revista publicada en francés de idéntico

nombre y breve existencia, sólo dos números: Tiqqun1 en 1999, Tiqqun2en 2001. Pero la

revista Tiqqun no se extinguió sino para hacer nacer una rica descendencia en la que algunos

de los conflictos de interpretación de esta práctica política se han revelado con otros nombres

al modo de trayectorias existenciales dispares, que recientemente empiezan a conocerse de

la manera más o menos confusa a la que nos tiene acostumbrados el espacio público. Con

estos primeros dos libros traducidos al castellano, el lector de este país tiene la oportunidad

de comenzar a formarse su idea.

Teoría del Bloom es un artículo de Tiqqun1 ampliamente revisado para la publicación en libro.

Se trata un estudio de un solo tipo : el hombre anónimo contemporáneo, tomado en una

inmediatez fenomenológica, que Tiqqun pasea por los restos que encuentra accesibles en la

literatura y filosofía occidentales recientes. El texto es fragmentario, plagado de citas

declaradas o veladas, como apuntes de lectura balizados por hallazgos poéticos y fórmulas

sintéticas. En el fondo la pregunta que recorre el libro es existencial, y se quiere radical : ¿qué

significa ser hombre hoy, aquí? La respuesta no es original: significa ser el último hombre, el

hombre del nihilismo consumado, la existencia inauténtica y desarraigada por excelencia. El

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Bloom es un ser atrapado entre las tenazas de la apariencia del Espectáculo y las de la “nuda

vida” del Biopoder. Tiqqun recoge los diagnósticos intelectuales más apocalípticos, para tratar

de llevarlos todavía un paso más allá: el panorama es desolador, pero al menos no hay

consuelo en él, ni siquiera el consuelo de la lucidez crítica. La única opción : politizar

activamente el Bloom, aquéllo que la figura con nombre Bloom trata de detectar como una

sonda en la existencia y la cultura contemporánea. Los modos de politización indicados por el

texto son dispares: desde la posibilidad de una potencia política del “acto loco” a la invocación

de la figura del Trickster, el Bloom que se asume y juega su condición. Pero lo que pide ante

todo el estudio del Bloom es una decisión, un gesto que corte ; si el Bloom es “ese Se que es

un Yo, ese Yo que es un Se”, toda política del Bloom parece plantearse desde una voluntad

existencial de soberanía, de heroísmo, que implica también un declarar la guerra al Bloom,

como indica el epílogo a la edición italiana que se incluye en la edición.

Y tal vez sea éste uno de los rasgos más definitorios de la aventura política de Tiqqun:

introducir el elemento ético diferencial en el seno de la lucha política. Lo irreductible que tiene

este elemento ético sería su fundamento, la condición de existencia de una política en estos

tiempos conformes, conformes también a menudo con la infamia. El problema, y también lo

más esperanzador de la tentativa, es que este elemento ético no se confunde con el ethos de

origen que asigna y encadena a cada individuo o comunidad a su situación social. Se trataría

más bien de un ethos por encontrar, por crear. La cercanía con algunas de las tesis de

Agamben se vuelve en este punto evidente, si bien el pathos guerrero nietzscheano en este

planteamiento del problema ético nos impide clausurar las posiciones.

En Introducción a la guerra civil Tiqqun cartografía – también mediante un análisis fuerte de

las secuencias históricas de la dominación – algunas grandes líneas del espacio de esta lucha

ético-política que no es más que “una cierta intensidad en la elaboración de las formas-de-

vida”. Para Tiqqun lo más político es la guerra civil, la stásis, previa a todo Estado. En este

texto, extraído de Tiqqun2, hay una mayor voluntad sistemática, una dirección más clara

articulada mediante una sucesión de tesis y glosas; en algunos puntos también,

especialmente en el último apartado, una verdadera felicidad en la expresión. Lo que Tiqqun

llama política extática, política existencial en el sentido de que comienza con un gesto de

apertura, de salida de sí, de exposición del individuo impersonal a lo común de una finitud que

lo delimita y le da un lugar, se contextualiza en este punto. Pues si bien las relaciones de

poder contemporáneas se dan en el seno de un espacio imperial, el Imperio no es el enemigo,

sino un ambiente hostil, y el poder que ejerce consistiría sobre todo en atenuar con formas

pretendidamente neutrales (democracia parlamentaria, Estado de derecho) la intensidad de

las formas-de-vida, con la única función de contener la guerra civil. La política sería entonces

la revelación práctica de la guerra en curso, en primer lugar en lo que toca al partido que en

realidad ejerce su soberanía constantemente sobre los otros bajo la aparente pluralidad que

posibilitarían según la publicidad los mecanismos de gobierno : el partido imperante que toma

la forma-de-vida del empresario u hombre de negocios. Es la política, que en la tradición

schmittiana, comienza con la demarcación entre amigos y enemigos. Se trataría entonces de

elaborar en el seno de la hostilidad imperial generalizada un espacio político de amigos y

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enemigos, en un elemento de verdad, de articulación comunitaria entre el pensamiento y las

prácticas. Habría entonces una especie de división del trabajo político de Tiqqun: entre lo que

nombraría el Partido Imaginario, la comunidad de los que no tienen comunidad, y lo que

nombraría el Comité Invisible, la fracción más directamente revolucionaria de este Partido.

Este despliegue de nombres políticos dibuja un espacio complejo, difícil de situar de modo

preciso. Pero no dejamos de aprender que los nombres políticos precisos son también los

menos vivibles. Hay mucho de llamada en este espacio indefinido, muchos huecos en él que

podrían ser promesa de comunidad: sobre responder o no, y de qué manera, ya depende de

quién lea. Pero la cuestión de qué hacer con lo que se lee no podrá ser eludida tan fácilmente

en este caso.

Artículo publicado en el número 5-6 de Espai en Blanc: "La fuerza del anonimato"

el deseo como campo de batalla

por Ana Chicote 

“Nuestra disposición a deshacernos en relación con otros constituye la oportunidad de llegar a

ser humanos. Que otro me deshaga es una necesidad primaria, una angustia, claro está, pero

también una oportunidad: la de ser interpelada, reclamada, atada a lo que no soy, pero

también movilizada, exhortada a actuar, interpelarme a mí misma en otro lugar y, de ese

modo, abandonar el “yo” autosuficiente considerado como una especie de posesión.” Judith

Butler (Dar cuenta de sí mismo, violencia ética y responsabilidad)

Este libro de Acuarela Libros tiene la virtud de llegar en un momento idóneo. Si algo ha puesto

en evidencia la crisis del capitalismo salvaje es lo que Richard Sennett vaticinaba en 1998 al

final de La corrosión del carácter: "Un régimen que no proporciona a los seres humanos

ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su

legitimidad".

Primeros materiales para UNA TEORÍA DE LA JOVENCITA es una crítica feroz de cómo un

sistema basado en el mercado ha colonizado lo más íntimo e idiosincrásico del ser humano: la

subjetividad, lo íntimo, las emociones, las pulsiones, el deseo singular, la misma capacidad de

amar. El control de los ciudadanos ya no se ejerce desde un “afuera”, sino desde dentro de los

propios seres humanos, que asumen el control de sí mismos para adaptarse a un deseo

expropiado: la publicidad y la ciencia médica nos dicen en qué consiste biológica, genética y

socialmente el amor, y el mercado nos lo vende para que lo consumamos. Se trata de la

interiorización de la lógica capitalista en lo que parecía un reducto inconquistable de

“autenticidad”, de rebelión contra el poder social.

La figura de “la Jovencita” encarna este deseo expropiado, alienado. A Tiqqun no le interesa

describir quiénes son los sujetos que se adaptan a este modelo ideal de individuo, sino las

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prácticas que consisten en lo que ellos llaman el “proceso de jovencitización” o el convertirse

en Jovencita: el deseo ensimismado, el deseo vacío, el deseo indiferente al otro, cuerpos

reducidos a meros continentes que no conectan con su “intimidad” ni con la de otro. La

Jovencita no está necesariamente adscrita a un cuerpo de mujer -aunque algunos de sus

rasgos se asocien paradigmáticamente a la “feminidad” y por esto quizá sus autores hayan

convenido en elegirla-, porque que todos somos consumidores de formas de vida atractivas

(productos de marketing), nos obsesionamos por la juventud y la salud, nos esforzamos por

adaptar el propio cuerpo a los cánones de belleza y a los usos amorosos de nuestra época,

nos desvelamos por nuestra apariencia, odiamos la soledad y rechazamos lo que hay de

trágico el ser humano (siempre hay que pensar positivamente), tememos al compromiso, pues

esto implica la renuncia y el cierre de otras oportunidades, tememos el encuentro con lo

diferente y singular (lo que no se adapta a la garantía de lo conocido), vivimos en la

inmediatez y redefinición permanentes, etc.

Aunque el asunto de este libro tiene precedentes históricos (el análisis del narcisismo

consumista y de la sociedad del espectáculo, la crítica feminista al poder que se extiende

hasta lo privado), su interés o su novedad radica en que no es un ensayo sociológico al uso.

Con un lenguaje abstracto entre lo poético y lo filosófico, que alterna el tono grave con el

irónico y en ocasiones humorístico, no se propone analizar con detalle las condiciones

sociales e históricas en que uno se convierte en un cuerpo-valor de cambio y tampoco sigue

un discurso lineal. Escrito con citas dispersas de diversa procedencia (desde autores como

Klossowski, Gombrowicz o Proust, hasta artículos de revistas femeninas, pasando por

reflexiones de cosecha propia), configura una especie de prisma que desde sus distintas

caras describe de forma sugerente cómo la Jovencita experimenta cotidianamente lo que los

autores llaman la “nuda vida”: la vida vacía, la vida sin sentido porque nunca se compromete

con nada, nunca se detiene auténticamente en nada fuera de sí misma.

La Jovencita es una “modesta empresa de depuración” de todo lo que no contribuye a la

circulación del deseo mercantil vendible: la negatividad, la soledad, la enfermedad, la fealdad,

el peligro, el compromiso, la muerte… Sin embargo, si, como afirman sus autores, “lo que le

queda de humanidad es la causa de su sufrimiento” -una imperfección, por tanto, que también

hay que erradicar-, ahí podría residir también la posibilidad de resistencia: “Sólo en el

sufrimiento es amable la Jovencita. Salta a la vista aquí una potencia subversiva del trauma”.

El sufrimiento puede interpretarse entonces como un síntoma de lo que no se adapta, aquello

que “deshace” la fantasía de ser sujetos omnipotentes.

Cómo se convierte uno en objeto de deseo tiene que ver también con los “afectos estándar”,

con lo que se supone que debemos sentir, cómo se supone que debemos preparar a nuestros

cuerpos, moldearlos para que tengan una vida afectiva y sensual adecuada. Esta es,

fundamentalmente, la segunda parte del libro titulada “Hombres-máquina: modo de empleo”,

una ampliación del concepto de Jovencita. Los hombres-máquina son autómatas emocionales

que responden al dictado de la nueva ciencia médica, de corte biologicista-determinista:

“vosotros, vuestras alegrías y vuestras penas, vuestros recuerdos y vuestras ambiciones,

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vuestro sentido de la identidad y del libre albedrío, todo esto no es en realidad más que el

comportamiento de una vasta reunión de células nerviosas y de las moléculas que están

asociadas a ellas. Como habría podido formularlo la Alicia de Lewis Carrol: “¡usted no es más

que un paquete de neuronas!”. Esta ideología científica dictamina que el amor es una “simple

reacción química” y ofrece prótesis para nuestros cuerpos desfallecientes (como por ejemplo

el viagra): “La humanidad futura debe ser funcional y funcionar en todos sus aspectos, incluso

si a veces opone resistencia. Cada disfunción representa una falta de eficacia que debe ser

corregida. Empalmarse cuando toca o desaparecer”.

Se trata de una ciencia médica que ha ocupado el lugar de la vieja moral para convertirse en

un “moralismo fisiológico de masas”: “todos bellos, todos bio”. “El Biopoder está disponible en

cremas, píldoras y aerosoles”. “He aquí el tiempo de la farmacología cosmética”. Es un deber

moral estar sano, si uno no cuida de su cuerpo y enferma será porque lo habrá querido y

deberá responsabilizarse individualmente de su enfermedad. De nuevo la ilusión del individuo

autosuficiente y omnipotente que nos vende la publicidad (como si no nos enfermara el aire

que respiramos, la comida que tomamos o los trabajos que desempeñamos). Sin duda, las

nuevas reformas sanitarias irán por este camino, encarnando una suerte de “darwinismo

social-mercantil” en el que sobrevivirán los fuertes. “Habrá de un lado la comunidad de

«sanos» y del otro lado los «enfermos». Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la

primera huirá de la segunda como de la peste.”

Los cuerpos convertidos en mercancías, repite Tiqqun. El “yo” -afectos, pulsiones, deseos-

considerado como propiedad, expuesto en un escaparate e intercambiado por otra “cosa” que

conserve o aumente mi posesión. “El hombre convertido en cosa considera sus sensaciones

con un curioso desapego: nada le pertenece exceptuando las cosas y solamente puede

desear las cosas, o a los otros en la medida en que ellos mismos son cosas”. Sin embargo, lo

que caracteriza la humanidad que hay en nosotros es la capacidad de que lo desconocido, de

que lo otro, lo distinto, nos cuestione y nos “deshaga” -como dice Butler en la cita con la que

comenzaba este texto-, con el riesgo, la angustia, el sufrimiento que eso implica para nuestro

“yo soberano”, pero también como una oportunidad que nos moviliza, nos cuestiona y nos

cambia.

Este ensayo es sobre todo una crítica a esas formas de vida sometidas, mecanizadas. Solo en

las últimas páginas se hace un llamamiento a la emancipación de nuestros “cuerpos

deseantes” para “comenzar a concebir la posibilidad de comunidades”. “La comunidad (…)

significa: realizar el potencial de insurrección y de invención de los mundos subyacentes a

todo vínculo verdadero entre seres humanos”. Quizás lo que se echa de menos en el libro es

el desarrollo de la idea de estas comunidades posibles, la descripción, en paralelo a la crítica

de las figuras de la Jovencita o de los Hombres-máquina, de experiencias liberadoras de

vínculo y deseo, de otras formas de relación entre los seres humanos, por eso el carácter de

denuncia se hace, en ocasiones, difícil de asumir. No obstante, es precisamente la claridad

con que perfila el comportamiento cotidiano de ese “estar en el mundo sin estar” (que por

cotidiano pasa desapercibido, oculto bajo una “normalidad” acrítica) y la ligereza del discurso

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hecho a base de fragmentos lo que invita a seguir con la lectura y lo que constituye su mayor

acierto.

Cada sociedad construye o perfila a los ciudadanos ideales capaces de vivir en ella ejerciendo

una cantidad menor o mayor de violencia sobre los sujetos para que se adapten a ella. La

violencia que se ejerce en la sociedad del “capitalismo cool” (como lo denominan algunos) no

viene dada tanto por las armas o por la imposición de normas sociales represivas, como por la

seducción. Si en el capitalismo de las finanzas es el valor abstracto el que se pone en

circulación permanente y no tanto el dinero concreto y real que podemos contar en nuestros

bolsillos, en las relaciones humanas los seres humanos solo lo son en tanto que portadores de

una serie de valores que una sociedad basada en el consumo favorece y premia, cuerpos

convertidos en monedas de cambio, todos iguales bajo la apariencia de “marcas distintas”. Ya

no se trata solo de que consumamos un producto, sino de moldear nuestras emociones,

nuestras reacciones, nuestras decisiones, codificándolas como “adecuadas” e “inadecuadas”

para cosificarnos como formas de vida que, paradójicamente, se nos pretende vender. Pero

cuando el sufrimiento que esa violencia silenciosa y cotidiana ejerce se hace insoportable,

cuando escuchamos al ser humano que grita bajo esas “máscaras sin rostro”, que ya no

quiere hablar más “a través de la voz de otros”, cuando la palabra y el cuerpo se reconcilian,

ahí comienza la libertad.