Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA
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Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA (seguido de "Hombres-máquina: modo de empleo")Tiqqun
Este es un libro de amor. Habla sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura
económica. ¿Qué significa esto?
El capitalismo no está ahí fuera: en el FMI, la OMC o el BCE. El capitalismo es una promesa
de paraíso en la tierra, una idea de éxito y realización, un poder de fascinación.
Tiqqun le pone nombre y le da figura: la Jovencita. La Jovencita no es mujer ni hombre, sino
una imagen, un modelo, un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente,
amor asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos.
Impersonal, implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de
nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario. Es una máquina de guerra. No se
deja tocar y nunca pierde.
Tiqqun dibuja el campo de batalla: nos lo hace ver. De qué modo un bolso, un culo, una
sonrisa, un perfume, unas botas o unos bíceps pueden ser armas en una guerra. Librada
entre nosotros y en el interior de cada uno. Una guerra contra el azar y los encuentros sin
garantías, la belleza y la sensualidad singulares, el tiempo de toda duración, la violencia del
abandono y la entrega. Contra el amor verdadero.
Fragmento a fragmento, Tiqqun disecciona a la Jovencita. Sin piedad, porque hay que
conjurar su poder de fascinación. El hechizo que nos hace ver la realidad repleta de arrugas,
fracasos, peligros, grasas y ataduras. Brutalmente, porque el objetivo es desvelar la verdad
que esconde su promesa de paraíso: vulgaridad, angustia y soledad.
Y al trasluz de la crítica, nos propone una nueva educación sentimental.
Esta edición incluye el texto «Hombres-máquina: modo de empleo», donde Tiqqun desarrolla
el análisis del biopoder contemporáneo: la reducción de la vida humana a simple carne que
vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer.
Traducción: Diego L. Sanromán y Carmen Rivera Parra
No quién es, sino qué es Tiqqun
PUBLICADO POR ACUARELA ON VIERNES, 2 DE MARZO DE 2012
ETIQUETAS: JOVENCITA, LLAMAMIENTO, TIQQUN
Tiqqun no es el nombre de un autor o un colectivo de autores, sino el nombre de un medio, un medio para construir enérgicamente una posición. Toda posición es una taxonomía, una topografía espiritual, una inteligencia política de la época: una toma de partido.
La posición de Tiqqun se concreta en una doble secesión: en primer lugar, secesión del proceso de explotación social (el mundo de la mercancía autoritaria o «imperio»); y después, secesión de toda la esterilidad que se deriva de una simple oposición al imperio, incluso de la extra-parlamentaria, secesión pues de la izquierda.
Tiqqun se inscribe en el espacio de articulación de los discursos, las formas y las luchas que dejaron vacío las vanguardias políticas y artísticas del siglo XX. Desde este espacio trata de responder de un modo nuevo a la vieja exigencia de coherencia entre el pensamiento y las prácticas. «No consentiríamos en escribir si no fuera para encontrar hermanos. Nuestros textos esbozan la base sobre la que el encuentro, la amistad y la cooperación vuelven a ser, más allá de toda mutilación, posibles».
Este planteamiento encontró lugar en una bella revista publicada en francés de idéntico nombre y breve existencia, sólo dos números: Tiqqun 1 en 1999 y Tiqqun 2en 2001. Los contenidos originales pueden consultarse en su web.
En castellano han aparecido dos artículos largos de la revista como libros: Teoría del Bloom (2005) e Introducción a la Guerra Civil (2008), ambos en Melusina; y también “Una metafísica crítica podría nacer como ciencia de los dispositivos” enContribución a la guerra en curso (Errata Naturae, 2012).
La revista Tiqqun se extinguió pero hizo nacer una rica descendencia teórica y práctica. Otros textos hermanos que emanan del mismo punto del espíritu que Tiqqun son La insurrección que viene del Comité Invisible (Melusina, 2009) yLlamamiento; y otros fogonazos, un libro anónimo que publicó Acuarela en 2009 (la editorial Axóuxere publicó el texto «Llamamiento» en lengua gallega en 2011).
por Jordi Carmona Hurtado(sobre Teoría del Bloom e Introducción a la guerra civil)
« Vivir juntos en el corazón del desierto, con la misma resolución de no reconciliarse con él,
esa es la prueba, esa es la luz. » Teoría del Bloom, p. 126 Con Tiqqun, si tenemos el coraje
de leer seriamente, necesitamos para empezar reaprender a ser filósofos, al menos en el
antiguo sentido socrático que significa poner toda nuestra atención en el arte de las preguntas.
Pues ¿quién es Tiqqun?, ya es una mala pregunta, un planteamiento inadecuado del
problema. Tiqqun no se presenta como un autor o un colectivo de autores, y en este sentido
hay ya una fuerte carga de anonimato en el gesto: Tiqqun no es el nombre de un quién, sino
de un qué, que puede en principio ser adoptado por cualquiera. Entonces, Tiqqun es en primer
lugar el nombre no de un autor sino de una posición subjetiva o de una posición de
enunciación. He aquí una manera paradójica de entender el anonimato: no es anónimo el que
no tiene nombre, sino precisamente el que decide un nombre, el que vive desplegando la idea
que contiene un nombre. Asumir este nombre comporta una serie de exigencias que vienen
no ya de la responsabilidad individual del autor sino de lo que el nombre Tiqqun lleva o porta
consigo, lo que revela, lo que hace. Pues Tiqqun es el nombre que se da en la tradición
mesiánica hebraica a la redención, a la justicia final o radical, la Justicia mayúscula en todo
caso, la que atraviesa la historia de principio a fin cumpliendo la redención: ésta es la altura a
la que se encuentra llamado a situarse quien adopta esta posición. Entonces, bajo un segundo
aspecto más profundo, Tiqqun es un medio (que habría que entender como medio vital, no
sólo simbólico) lanzado para propiciar las palabras y actos de intelectualidades emparentadas
que deciden incorporar esa tradición mesiánica : no ya un qué por tanto sino un cómo, una
cierta tonalidad de exposición tanto existencial como política que busca una comunidad por
venir agitando las ya constituidas y tratando de recoger las voces de las luchas que no tiene
cabida en ellas. Tiqqun se inscribe en el espacio de articulación de los discursos, las formas y
las luchas que dejaron vacío las vanguardias del siglo XX. Desde este espacio trata de
responder de un modo nuevo a la vieja exigencia filosófica de coherencia entre el
pensamiento y las prácticas : en este punto no se tratará de realizar la filosofía como ciencia
sino más bien de hacer comunidad con el pensamiento, en lo que éste tiene de elemento en
devenir, inasignable, no institucionalizable. Hacer del pensamiento literalmente una práctica
política, ese es tal vez el reto que se ha comenzado a lanzar con Tiqqun.
Este planteamiento encontró lugar en una bella revista publicada en francés de idéntico
nombre y breve existencia, sólo dos números: Tiqqun1 en 1999, Tiqqun2en 2001. Pero la
revista Tiqqun no se extinguió sino para hacer nacer una rica descendencia en la que algunos
de los conflictos de interpretación de esta práctica política se han revelado con otros nombres
al modo de trayectorias existenciales dispares, que recientemente empiezan a conocerse de
la manera más o menos confusa a la que nos tiene acostumbrados el espacio público. Con
estos primeros dos libros traducidos al castellano, el lector de este país tiene la oportunidad
de comenzar a formarse su idea.
Teoría del Bloom es un artículo de Tiqqun1 ampliamente revisado para la publicación en libro.
Se trata un estudio de un solo tipo : el hombre anónimo contemporáneo, tomado en una
inmediatez fenomenológica, que Tiqqun pasea por los restos que encuentra accesibles en la
literatura y filosofía occidentales recientes. El texto es fragmentario, plagado de citas
declaradas o veladas, como apuntes de lectura balizados por hallazgos poéticos y fórmulas
sintéticas. En el fondo la pregunta que recorre el libro es existencial, y se quiere radical : ¿qué
significa ser hombre hoy, aquí? La respuesta no es original: significa ser el último hombre, el
hombre del nihilismo consumado, la existencia inauténtica y desarraigada por excelencia. El
Bloom es un ser atrapado entre las tenazas de la apariencia del Espectáculo y las de la “nuda
vida” del Biopoder. Tiqqun recoge los diagnósticos intelectuales más apocalípticos, para tratar
de llevarlos todavía un paso más allá: el panorama es desolador, pero al menos no hay
consuelo en él, ni siquiera el consuelo de la lucidez crítica. La única opción : politizar
activamente el Bloom, aquéllo que la figura con nombre Bloom trata de detectar como una
sonda en la existencia y la cultura contemporánea. Los modos de politización indicados por el
texto son dispares: desde la posibilidad de una potencia política del “acto loco” a la invocación
de la figura del Trickster, el Bloom que se asume y juega su condición. Pero lo que pide ante
todo el estudio del Bloom es una decisión, un gesto que corte ; si el Bloom es “ese Se que es
un Yo, ese Yo que es un Se”, toda política del Bloom parece plantearse desde una voluntad
existencial de soberanía, de heroísmo, que implica también un declarar la guerra al Bloom,
como indica el epílogo a la edición italiana que se incluye en la edición.
Y tal vez sea éste uno de los rasgos más definitorios de la aventura política de Tiqqun:
introducir el elemento ético diferencial en el seno de la lucha política. Lo irreductible que tiene
este elemento ético sería su fundamento, la condición de existencia de una política en estos
tiempos conformes, conformes también a menudo con la infamia. El problema, y también lo
más esperanzador de la tentativa, es que este elemento ético no se confunde con el ethos de
origen que asigna y encadena a cada individuo o comunidad a su situación social. Se trataría
más bien de un ethos por encontrar, por crear. La cercanía con algunas de las tesis de
Agamben se vuelve en este punto evidente, si bien el pathos guerrero nietzscheano en este
planteamiento del problema ético nos impide clausurar las posiciones.
En Introducción a la guerra civil Tiqqun cartografía – también mediante un análisis fuerte de
las secuencias históricas de la dominación – algunas grandes líneas del espacio de esta lucha
ético-política que no es más que “una cierta intensidad en la elaboración de las formas-de-
vida”. Para Tiqqun lo más político es la guerra civil, la stásis, previa a todo Estado. En este
texto, extraído de Tiqqun2, hay una mayor voluntad sistemática, una dirección más clara
articulada mediante una sucesión de tesis y glosas; en algunos puntos también,
especialmente en el último apartado, una verdadera felicidad en la expresión. Lo que Tiqqun
llama política extática, política existencial en el sentido de que comienza con un gesto de
apertura, de salida de sí, de exposición del individuo impersonal a lo común de una finitud que
lo delimita y le da un lugar, se contextualiza en este punto. Pues si bien las relaciones de
poder contemporáneas se dan en el seno de un espacio imperial, el Imperio no es el enemigo,
sino un ambiente hostil, y el poder que ejerce consistiría sobre todo en atenuar con formas
pretendidamente neutrales (democracia parlamentaria, Estado de derecho) la intensidad de
las formas-de-vida, con la única función de contener la guerra civil. La política sería entonces
la revelación práctica de la guerra en curso, en primer lugar en lo que toca al partido que en
realidad ejerce su soberanía constantemente sobre los otros bajo la aparente pluralidad que
posibilitarían según la publicidad los mecanismos de gobierno : el partido imperante que toma
la forma-de-vida del empresario u hombre de negocios. Es la política, que en la tradición
schmittiana, comienza con la demarcación entre amigos y enemigos. Se trataría entonces de
elaborar en el seno de la hostilidad imperial generalizada un espacio político de amigos y
enemigos, en un elemento de verdad, de articulación comunitaria entre el pensamiento y las
prácticas. Habría entonces una especie de división del trabajo político de Tiqqun: entre lo que
nombraría el Partido Imaginario, la comunidad de los que no tienen comunidad, y lo que
nombraría el Comité Invisible, la fracción más directamente revolucionaria de este Partido.
Este despliegue de nombres políticos dibuja un espacio complejo, difícil de situar de modo
preciso. Pero no dejamos de aprender que los nombres políticos precisos son también los
menos vivibles. Hay mucho de llamada en este espacio indefinido, muchos huecos en él que
podrían ser promesa de comunidad: sobre responder o no, y de qué manera, ya depende de
quién lea. Pero la cuestión de qué hacer con lo que se lee no podrá ser eludida tan fácilmente
en este caso.
Artículo publicado en el número 5-6 de Espai en Blanc: "La fuerza del anonimato"
el deseo como campo de batalla
por Ana Chicote
“Nuestra disposición a deshacernos en relación con otros constituye la oportunidad de llegar a
ser humanos. Que otro me deshaga es una necesidad primaria, una angustia, claro está, pero
también una oportunidad: la de ser interpelada, reclamada, atada a lo que no soy, pero
también movilizada, exhortada a actuar, interpelarme a mí misma en otro lugar y, de ese
modo, abandonar el “yo” autosuficiente considerado como una especie de posesión.” Judith
Butler (Dar cuenta de sí mismo, violencia ética y responsabilidad)
Este libro de Acuarela Libros tiene la virtud de llegar en un momento idóneo. Si algo ha puesto
en evidencia la crisis del capitalismo salvaje es lo que Richard Sennett vaticinaba en 1998 al
final de La corrosión del carácter: "Un régimen que no proporciona a los seres humanos
ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su
legitimidad".
Primeros materiales para UNA TEORÍA DE LA JOVENCITA es una crítica feroz de cómo un
sistema basado en el mercado ha colonizado lo más íntimo e idiosincrásico del ser humano: la
subjetividad, lo íntimo, las emociones, las pulsiones, el deseo singular, la misma capacidad de
amar. El control de los ciudadanos ya no se ejerce desde un “afuera”, sino desde dentro de los
propios seres humanos, que asumen el control de sí mismos para adaptarse a un deseo
expropiado: la publicidad y la ciencia médica nos dicen en qué consiste biológica, genética y
socialmente el amor, y el mercado nos lo vende para que lo consumamos. Se trata de la
interiorización de la lógica capitalista en lo que parecía un reducto inconquistable de
“autenticidad”, de rebelión contra el poder social.
La figura de “la Jovencita” encarna este deseo expropiado, alienado. A Tiqqun no le interesa
describir quiénes son los sujetos que se adaptan a este modelo ideal de individuo, sino las
prácticas que consisten en lo que ellos llaman el “proceso de jovencitización” o el convertirse
en Jovencita: el deseo ensimismado, el deseo vacío, el deseo indiferente al otro, cuerpos
reducidos a meros continentes que no conectan con su “intimidad” ni con la de otro. La
Jovencita no está necesariamente adscrita a un cuerpo de mujer -aunque algunos de sus
rasgos se asocien paradigmáticamente a la “feminidad” y por esto quizá sus autores hayan
convenido en elegirla-, porque que todos somos consumidores de formas de vida atractivas
(productos de marketing), nos obsesionamos por la juventud y la salud, nos esforzamos por
adaptar el propio cuerpo a los cánones de belleza y a los usos amorosos de nuestra época,
nos desvelamos por nuestra apariencia, odiamos la soledad y rechazamos lo que hay de
trágico el ser humano (siempre hay que pensar positivamente), tememos al compromiso, pues
esto implica la renuncia y el cierre de otras oportunidades, tememos el encuentro con lo
diferente y singular (lo que no se adapta a la garantía de lo conocido), vivimos en la
inmediatez y redefinición permanentes, etc.
Aunque el asunto de este libro tiene precedentes históricos (el análisis del narcisismo
consumista y de la sociedad del espectáculo, la crítica feminista al poder que se extiende
hasta lo privado), su interés o su novedad radica en que no es un ensayo sociológico al uso.
Con un lenguaje abstracto entre lo poético y lo filosófico, que alterna el tono grave con el
irónico y en ocasiones humorístico, no se propone analizar con detalle las condiciones
sociales e históricas en que uno se convierte en un cuerpo-valor de cambio y tampoco sigue
un discurso lineal. Escrito con citas dispersas de diversa procedencia (desde autores como
Klossowski, Gombrowicz o Proust, hasta artículos de revistas femeninas, pasando por
reflexiones de cosecha propia), configura una especie de prisma que desde sus distintas
caras describe de forma sugerente cómo la Jovencita experimenta cotidianamente lo que los
autores llaman la “nuda vida”: la vida vacía, la vida sin sentido porque nunca se compromete
con nada, nunca se detiene auténticamente en nada fuera de sí misma.
La Jovencita es una “modesta empresa de depuración” de todo lo que no contribuye a la
circulación del deseo mercantil vendible: la negatividad, la soledad, la enfermedad, la fealdad,
el peligro, el compromiso, la muerte… Sin embargo, si, como afirman sus autores, “lo que le
queda de humanidad es la causa de su sufrimiento” -una imperfección, por tanto, que también
hay que erradicar-, ahí podría residir también la posibilidad de resistencia: “Sólo en el
sufrimiento es amable la Jovencita. Salta a la vista aquí una potencia subversiva del trauma”.
El sufrimiento puede interpretarse entonces como un síntoma de lo que no se adapta, aquello
que “deshace” la fantasía de ser sujetos omnipotentes.
Cómo se convierte uno en objeto de deseo tiene que ver también con los “afectos estándar”,
con lo que se supone que debemos sentir, cómo se supone que debemos preparar a nuestros
cuerpos, moldearlos para que tengan una vida afectiva y sensual adecuada. Esta es,
fundamentalmente, la segunda parte del libro titulada “Hombres-máquina: modo de empleo”,
una ampliación del concepto de Jovencita. Los hombres-máquina son autómatas emocionales
que responden al dictado de la nueva ciencia médica, de corte biologicista-determinista:
“vosotros, vuestras alegrías y vuestras penas, vuestros recuerdos y vuestras ambiciones,
vuestro sentido de la identidad y del libre albedrío, todo esto no es en realidad más que el
comportamiento de una vasta reunión de células nerviosas y de las moléculas que están
asociadas a ellas. Como habría podido formularlo la Alicia de Lewis Carrol: “¡usted no es más
que un paquete de neuronas!”. Esta ideología científica dictamina que el amor es una “simple
reacción química” y ofrece prótesis para nuestros cuerpos desfallecientes (como por ejemplo
el viagra): “La humanidad futura debe ser funcional y funcionar en todos sus aspectos, incluso
si a veces opone resistencia. Cada disfunción representa una falta de eficacia que debe ser
corregida. Empalmarse cuando toca o desaparecer”.
Se trata de una ciencia médica que ha ocupado el lugar de la vieja moral para convertirse en
un “moralismo fisiológico de masas”: “todos bellos, todos bio”. “El Biopoder está disponible en
cremas, píldoras y aerosoles”. “He aquí el tiempo de la farmacología cosmética”. Es un deber
moral estar sano, si uno no cuida de su cuerpo y enferma será porque lo habrá querido y
deberá responsabilizarse individualmente de su enfermedad. De nuevo la ilusión del individuo
autosuficiente y omnipotente que nos vende la publicidad (como si no nos enfermara el aire
que respiramos, la comida que tomamos o los trabajos que desempeñamos). Sin duda, las
nuevas reformas sanitarias irán por este camino, encarnando una suerte de “darwinismo
social-mercantil” en el que sobrevivirán los fuertes. “Habrá de un lado la comunidad de
«sanos» y del otro lado los «enfermos». Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la
primera huirá de la segunda como de la peste.”
Los cuerpos convertidos en mercancías, repite Tiqqun. El “yo” -afectos, pulsiones, deseos-
considerado como propiedad, expuesto en un escaparate e intercambiado por otra “cosa” que
conserve o aumente mi posesión. “El hombre convertido en cosa considera sus sensaciones
con un curioso desapego: nada le pertenece exceptuando las cosas y solamente puede
desear las cosas, o a los otros en la medida en que ellos mismos son cosas”. Sin embargo, lo
que caracteriza la humanidad que hay en nosotros es la capacidad de que lo desconocido, de
que lo otro, lo distinto, nos cuestione y nos “deshaga” -como dice Butler en la cita con la que
comenzaba este texto-, con el riesgo, la angustia, el sufrimiento que eso implica para nuestro
“yo soberano”, pero también como una oportunidad que nos moviliza, nos cuestiona y nos
cambia.
Este ensayo es sobre todo una crítica a esas formas de vida sometidas, mecanizadas. Solo en
las últimas páginas se hace un llamamiento a la emancipación de nuestros “cuerpos
deseantes” para “comenzar a concebir la posibilidad de comunidades”. “La comunidad (…)
significa: realizar el potencial de insurrección y de invención de los mundos subyacentes a
todo vínculo verdadero entre seres humanos”. Quizás lo que se echa de menos en el libro es
el desarrollo de la idea de estas comunidades posibles, la descripción, en paralelo a la crítica
de las figuras de la Jovencita o de los Hombres-máquina, de experiencias liberadoras de
vínculo y deseo, de otras formas de relación entre los seres humanos, por eso el carácter de
denuncia se hace, en ocasiones, difícil de asumir. No obstante, es precisamente la claridad
con que perfila el comportamiento cotidiano de ese “estar en el mundo sin estar” (que por
cotidiano pasa desapercibido, oculto bajo una “normalidad” acrítica) y la ligereza del discurso
hecho a base de fragmentos lo que invita a seguir con la lectura y lo que constituye su mayor
acierto.
Cada sociedad construye o perfila a los ciudadanos ideales capaces de vivir en ella ejerciendo
una cantidad menor o mayor de violencia sobre los sujetos para que se adapten a ella. La
violencia que se ejerce en la sociedad del “capitalismo cool” (como lo denominan algunos) no
viene dada tanto por las armas o por la imposición de normas sociales represivas, como por la
seducción. Si en el capitalismo de las finanzas es el valor abstracto el que se pone en
circulación permanente y no tanto el dinero concreto y real que podemos contar en nuestros
bolsillos, en las relaciones humanas los seres humanos solo lo son en tanto que portadores de
una serie de valores que una sociedad basada en el consumo favorece y premia, cuerpos
convertidos en monedas de cambio, todos iguales bajo la apariencia de “marcas distintas”. Ya
no se trata solo de que consumamos un producto, sino de moldear nuestras emociones,
nuestras reacciones, nuestras decisiones, codificándolas como “adecuadas” e “inadecuadas”
para cosificarnos como formas de vida que, paradójicamente, se nos pretende vender. Pero
cuando el sufrimiento que esa violencia silenciosa y cotidiana ejerce se hace insoportable,
cuando escuchamos al ser humano que grita bajo esas “máscaras sin rostro”, que ya no
quiere hablar más “a través de la voz de otros”, cuando la palabra y el cuerpo se reconcilian,
ahí comienza la libertad.