PRINCIPIOS N°34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

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    R E V I S T A M E N S U A L T E R I C A Y

    r u L T I C A

    E D I T A D A P O R

    C O M I T C E N T R A L D E L P A R T I D O C O M U N I S T A D E C H I L E

    Et

    Direccin y Administracin:

    Moneda

    712. Tel.

    64530.

    S AN T I AG O DE

    CHILE

    D I R E C T O R :

    G A L O

    G O N Z L E Z

    SEGUND POC

    Santiago,

    abril de 944

    nmero 34

    5

    M

    * R I

    O .

    *

    D E L

    P A N O R A M A I N T E R N A C I O N A L

    KARL

    BROWDER:

    Fortalezcamos la Unidad Nacional

    E N E L

    A N I V E R S A R I O

    D E L A

    R E P B L I C A E S P A O L A

    'NTON1Q G U A R D l O L A i

    E l

    pueblo espaol reclama

    la

    ayuda

    A t

    Amrica.

    .L l a m a m i e n t o

    l anzado por la

    Junta

    Supie.

    ma de Unin Nac iona l ,

    T R I B U N A D E L

    P A R T I D O N I C O

    V AL O GO NZ LE Z : '

    Part ido nico

    y su

    fo rmacin

    a

    travii

    de las luchas

    obreras.

    L L U C H A DE L C L A S E

    OBRER

    C O N T R A EL F A S E I S M O

    4. D ANI LO y i

    El papel de los

    (sindicato

    '

    D E L T E S O R O M A R X I S T A - L E N I N I S T f e

    'pn .hombre notable del Estado Sovit ico: Y a k o v Sverdlov.;

    llf.

    SORKlfH

    M a r x

    y la

    C o m u na

    d Par*

    D O C U M E N T O S P O L T I C O S

    C.

    C.DEL P. C. DE

    CHIL& Ganar los municipios

    para

    la democracl:.,

    el

    b ienestar

    y el

    p rog reso comunal .

    D os resoluciones de la Com isin Pol t ica

    del

    Par t ido Comunis ta .

    Sobre

    el

    reconocimiento

    de l

    gobierno

    de

    Farrell.Pern por el gobierno

    chileno.

    Sobre

    la

    ayuda

    al

    pueblo espaol.

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    FortStezcamos la Unidad

    Nacional

    P o r EARL

    BROWDER

    P O R U N R P I D O TRIUNFO SOBRE E L E J E , P O R U N A P OL T I C A V I C T O R I O S A

    P A R A A Y U D A R A

    G A N A R

    LA

    G U E R R A

    A

    T R A V S

    D E L A S

    E L E C C I O N E S

    D E

    1944.

    POR UN

    M U N D O

    OR

    D E N A D O

    DE POSTGUERRA

    ( T e x t o d e l i n f o r m e d e E a r l B r o w d e r a l

    C . < u

    i i s l P . C . Norteameri cano, e n

    la r e u n i n de l 7- 9 de enero, r e a l i z a da en la c i u d a d de Nueva Y o r k )

    C

    UALQUIER

    an l isis

    real is ta

    de los

    problemas nacionales y

    mundia les

    de -

    be comen zar y terminar hoy con una

    apreciacin

    de la

    reunin

    de

    Teher n

    de

    Churchi l l , Stal in y Roosevel t y de las Con-

    ferencias

    aux i l i a r es r ea l i z adas

    en El

    Cairo

    y Mosc. La respuesta a todos los dems

    problemas depender, en l t im o

    anlis is ,

    del

    juicio que se haga sobre la

    C on f e r e nc ia

    de

    Tehern y sus consecuencias .

    An t es de Teher n , el mun do en car aba do s

    problemas

    centrales

    que no

    haban s ido toda-

    va contestados:

    E r a posible

    para Gran Bre-

    taa,

    la Unin Sovit ica y los EE.

    UU .

    di-

    r igir toda la fuerza de su poder combinado

    Contra el enemigo

    princ ipa l ,

    la

    A l e m a n ia

    nazi,

    en una

    coalicin

    de

    guerra total para

    asegurar as la victor ia ms rpida y me-

    ros costosa? Se desintegrar a esta coali-

    cin, despus

    de la

    des t ruccin

    de su ene-

    migo comn, en f o r ma que cada uno de sus

    in tegrantes

    mar char a .por

    su

    lado, abr iendo

    as , inmediatamente,

    un

    nuevo per odo

    de

    t rastornos revolucionarios y de guerras inter-

    nac iona les que inevitablcmentee desemboca-

    r an en una tercera guerra

    mu n d i a l ?

    En Tehern los tres di rigentes de las

    tres

    potencias han dado una respuesta clara y de-

    f inida a

    ambos interrogantes .

    Ya que su de-

    : laracin

    es de una concis in que es la ca-

    racters t ica de los ms g r an des documentos

    de

    la his tor ia, yo quiero ci tar el texto nte-

    gro, Dice as:

    'f A G I N A

    DOS

    Nosotros, el

    Presidente

    de los EE. UU.

    de Amrica, el Primer Ministro de Gr an

    Bretaa y el Premier de la Unin Sovitica,

    nos

    hemos reunido durante los

    cuatro

    das

    recin pasados en esta capital de nuestro alia-

    do

    Tehern, y hemos m odelado y ratificado

    nuestra'poltica comn.

    Hemos

    expresado la profunda -determina'

    don de que nuestras naciones colaboren jun-

    tas cu la (jucrra y en la paz que le seguir.

    En lo que se

    refiere

    a la

    guerra,

    nuestros

    consejeros militares se nos han unido en

    esta

    discusin

    y

    hemos

    concertado

    nuestros

    esfuerzos

    fiara la

    destruccin total

    de las

    fuerzas alemanas. Hemos llegado

    a un

    com-

    pleto acuerdo sobre el alcance y momento de

    iniciar las operaciones que sern emprend'

    das desde el

    Este

    y el Sur.

    El

    acuerdo comn

    que aqu

    hemos

    alcanza-

    do

    garantiza

    que la victoria ser

    nuestra.

    En lo que se refiere a la paz, estamos se-

    guros que

    nuestro

    acuerdo

    permitir

    tina

    pa z

    duradera. Reconocemos

    ampliamente

    la su-

    prema, responsabilidad que descansa sobre

    nosotros. Con nuestros consejeros diplomti-

    cos hemos estudiado los problemas del futu-

    ro. Tratremos de obtener la cooperacin y

    participacin

    activa

    de todas las naciones,

    grandes y pequeas, cuyos

    pueblos,

    en su co-

    razn, estn dedicados como nuestros propios

    pueblos

    a la

    eliminacin

    de la

    tirana,

    la es-

    clavitud, opresin y la intolerancia.

    Les daremos a bienvenida cuando . deseen.

    'tnirr en la familia d fas "naciones

    'demo'

    crticas

    del

    mundo.

    Ningn poder de la tierra podr impedir

    que destruyamos a os ejrcitos alemanes en

    tierra, a los submarinos en el mar y a

    las

    plantas blicas desde el aire.

    Nuestros

    ata-

    ques

    irn

    implacablemente en

    aumento.

    En

    esta amistosa conferencia miramos

    con

    confianza hacia el da en que todos los pue*

    bhs del mundo puedan vivir su s vidas en for-

    ma libre, sin ser alcanzados por la tirana,

    de acuerdo con sus

    diversos

    deseos y

    su

    pro-

    pia conciencia.

    Hetnss

    venido agu con esperanza y deter-

    minacin. Por lo Menos, nuestros espritus y

    nuestros propsitos son francos."

    Esto

    es

    todo.

    V bastante para da r

    respues-

    ta a

    las cuestiones principales

    y

    para

    dar en

    fer ina nU s realista ufia nueva perspectiva al

    No hay ms que un camino para

    compren-

    der la

    -declaracin d* Tehern. Y es el te-

    nirla en su valor nohiinl. Signi fica lo que

    textualmente dice y o

    signif ica

    ninguna cosa

    ms. Todos los comentar is tas que han tra-

    tid d desci frar

    alguno*

    misterios o signi-

    ficados

    secretos y escondidos detrs de las

    palabras

    abiertas y francas de la declaracin,

    ha n marchado como consecuencia, de

    c on f u -

    sin

    i confusin y d

    disparate

    en

    disparat.

    S pueden sacar p ro fu n d a s conclusiones de la

    declaracin,

    pero

    solamente a condicin de

    qu

    par amos

    incues t ionablemente

    d la pre-

    misa

    d que las pa labras s ignif ican lo qu e

    rMnf dicen*

    LA

    G A R A N T A

    D E L A

    V I C T O R I A

    M I L I T AR

    E

    L completo acuerdo sobre el alcance

    >

    la

    f e c ha de las

    operaciones mil i tares

    desde el ste, Oeste y el Sur, logrado

    entre el Alto Comando de los tres grandes

    aliados, ha

    s ido interpretado

    p ro f und a m e n t e

    por todas las personas ser ias , como la nica

    garanta de la victor ia. Los nazis haban

    comprendido cot

    mucha anticipacin

    q ue

    esto

    signif icara

    la sentencia de muerte del Tercer

    Reich. De la nica cosa que no estaban

    se-

    gurbs era de s i es te acuerdo

    poda

    ser

    alcan-

    zado. Los r tzi basaban todas sus esperanz as

    en

    Que

    l acuerd Ddra ser obstruido or

    las diferencias existentes entr sus enemigos,

    es t imuladas

    y avivadas por sus amigos en

    el

    inter ior

    de

    Gran Bretaa

    y EE. UU. Por

    su

    par te, todos los anti fascis tas dedicaban todot

    sus esfuerzos, de palabra y de hecho, * con-

    tribuir en todo lo posible a que este acuerda

    se transformara en real idad. Esto fu e logra-

    do en Teherm

    Por

    la naturaleza misma de las cosas,

    loi

    detalles

    de

    este acuerdo sern conocidos

    so*

    lamente cuando los hechos losApongan en evi'

    dencia. Pana la gente extraa al comando mi

    litar activo, la nica cosa que importa es

    existencia

    de

    dicho acuerdo. Producido este

    acuerdo, ninguno de nosotros tiene reservat

    contra el lema, "dejmoselo a los expertos",

    al cual nos oponamos cuando era utilizado,

    ms para obstaculizar el acuerdo qu e par

    concertarlo y e jecutarlo.

    Pero la

    garanta

    de la

    victor ia,

    no es, sin

    embargo,

    la victoria

    mi s ma .

    La garanta

    s*

    real iza solamente en la batal la, y para los

    EE. UU.

    la

    1

    lucha ser ia, en gran escala, est

    solamente comenzando ahora . Solamentt

    ahora el pueblo americano comienza a pagar

    el precio de la victoria en listas de baja

    de muertos, heridos

    y

    pr is ioneros

    que excede-

    rn nuestro desangre normal de t iempo

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    /A

    MOVILIZACIN

    T O T AL D fe

    N U E S T R O S A L I A D O S

    i

    C

    ONSECUENTE con' este completo

    acuerdo sobre

    el

    empleo

    de las princi-

    pales fuerzas mi l i tares de los tres

    "grandes

    aliados, se ha iniciado por fin el

    proceso de movi l izacin de nuestros otros

    liados para la lucha por las tareas

    conjtsn-

    tas de la coalicin. La lnea poltica adoptada

    Se puede apreciar

    por las

    declaraciones sobre

    Austria e Ita lia hechas en la Conferencia de

    Mosc,

    y por los actuales pasos que se estn

    'dando en apoyo del Gobierno del Mariscal

    [Tito e Ivan Ribar en Yugoeslavia.

    Yo no

    repetir

    aqu las extensas discusio-

    tos

    en

    que nos hemos embarcado sobre estos

    problemas

    durante el l t imo ao y medio.

    Sobre ellos ha in formado to talmente nuestra

    propia

    prensa. Los

    acontecimientos

    se han

    encargado de demostrar nues t ra jus teza en

    toda la discusin. Lo nico lamentable es que

    slo mu y

    pocos

    de

    aquellos

    qu e ahora ven

    la verdad sobre Yugoeslavia, tienen concien-

    cia de que

    nicamente

    su

    mortal preju icio

    an -

    t icomunis ta

    los

    ceg

    po r

    tanto tiempo,

    impi"

    dindoles ver la

    verdad.

    Hay una excesiva demora en poner en

    eje-

    ucin la

    poltica trazada sobre Italia.

    Es ta

    demora resulta costosa en sent ido mi l i tar, ya

    que

    provoca la prdida de muchas v idas

    americanas.

    En mi reciente discurso en la

    U nin

    de los Obreros del Cobre, seal qu e

    si preju icio ant icomunis ta

    de la

    pandi l la

    An -

    tonini-Pope,

    ejercida sobre C arlos Polet t i

    (ofic ia l americano

    de

    graduacin

    A,

    M . - G . ) ,

    era indudablemente responsable de esta de-

    mora. En in ters de un mayor esclarecimien-

    to,

    debo ahora

    agregar que mster

    Polet t i ,

    no

    es el

    tns alto

    o f i c i a l

    del A. M. G. en

    I ta l ia

    y que su J e f e es un britnico, Lord Remiel

    de Rodd.

    N o

    estar a

    de ms que hiciramos saber de

    paso, que este Lord

    Rennel l

    de Rodd,

    princ i-

    pal responsable de la triste hoja de servicio

    del A. M. G. en

    I ta l ia , t iene

    las ms

    n t imas

    conexiones con la v ieja camari l la de

    Cl ive-

    den

    y el movimiento de Oxford, notoriamente

    pro

    hit l e riano.

    Su

    h i j o

    es

    casado con Na n c y

    Fr eeman Mit ford, hermana de U n i t y Free-

    ma n

    Mit ford, la que emigr a Alemania para

    v iv i r cerca de su dolo , Hi t ler, y que se

    d i s -

    par un t i ro cuando f u e despedida por su

    Fuehr c r . Una segunda hermana es la esposa

    del

    seor

    O s wa l d

    Moslcy,

    el j e f e del

    fasc is -

    mo bri tn ico , cuya reciente l ibertad de su

    FAGINA CUATRO

    conf inamiento na levantado un a gran tormn-

    ta en

    Ingla terra . Este

    Lord Rennell est en

    estrecho contacto con los crculos polacos

    antisoviticos de Londres. El ardor de todo

    este crculo

    en la

    guerra contra

    Hitler ,

    puede

    ser apreciado por su actual consigna:

    "El

    nazismo s slo una plida copia del bolche-

    vismo".

    Es

    claro

    que con

    hombres como stos

    en

    situacin

    de

    determinar

    la

    aplicacin

    de la

    poltica,

    no

    tendremos xi to

    en la

    movi l iza-

    cin

    de

    nues t ros al iados

    y de los

    aliados po-

    tenciales enEuropa. En cada pas de Europa,

    la movi l izacin del pueblo contra

    H i t l e r

    re-

    quiere un frente nico Qu e incluye a los co-

    munistas, segn el modelo del Gobierno

    y

    del ejrcito

    de

    liberacin yugoeslavos. Hom-

    bres como Lord Rennel l

    de

    Rodd. cue necesi-

    ta la

    aplicacin

    de

    sales

    pa r a

    .no

    desmayarse

    cada

    vez que se

    menciona

    la

    palabra comu-

    nista en su aresencia.

    s on '

    totalme nte inca pa-

    ces de aplicar las decisiones de las conferen-

    cias

    de

    Mosc

    y Tehern.

    La rapidez con que

    est

    siendo esclarecida

    la situac in yugoes lava en estos das, deba

    servi r para da r n os

    v

    la esperanza de que este

    mismo progreso

    ser

    alcanzado

    en

    todas

    car-

    tes. La c a ma r i l l a de los Lords de Cliveden y

    de

    los grupos Antonin i -Pope en Amrica no

    pueden frenar

    por ms

    t iempo

    la

    completa

    aplicacin

    de los principios contenidos en la

    C onf e r e nc ia

    de Tehern , que es la nica for-

    ma de m ov i l i za r a

    nues t ros al iados para

    la

    guerra to tal contra el h i t lerismo.

    La '

    declaracin sobre la conferenc ia rie '

    Cai ro ,

    f i r m a d a po r

    Roosevel t , Churchi l l

    y

    Chiang-Kai-Shek, es un claro esbozo de

    los

    objet ivos mi l i tares contra el J ap n y del ca-

    pel reservado a China en el mundo de

    post-,

    guerra. Es te es un hecho de una importancia

    f und a m e n t a l y est llamado a ir muy lejos,

    en lo que se refiere a la adopcin de una

    es t rategia pol t ica as it ica, paralelamente

    a.

    la de Europa. Sin embargo, no hay todava

    ningn

    indicio of icia ,

    de que se haya or-

    cido alguna ayuda di recta para resolver la

    cris is in terna de China, que amenaza con

    grandes desastres a la causa aliada en el

    Lejano Oriente.

    Cu a n p r o f u n d a

    y

    a me n a z a n t e

    es la

    cnsii

    en el in terior de China , ha s ido revelado pp r

    primera vez

    en los documentos

    publ icados

    en

    el

    l t i mo n me ro del "The C om un is t " . N ue s -

    t ra dip lomacia t rad ic iona l ha cons iderado que

    es to debiera ser ocul tado por la censura de

    guerra, de suerte que la nica manera con

    que

    nacemos irente*"S

    un a

    amenaza

    tan ie*

    r r ible

    para

    las

    vidas

    americanas , es

    la

    pol-

    tica de l aves t ruz de enterrar nues t ra cabeza

    en la arena. (Entre

    parntes is , autoridadei

    en la materia n iegan que el aves t ruz sea tan

    es tpido para hacer frente a una amenaza ta-

    pndose los o jos ; esta historia

    fu e

    inven-

    tada

    po r

    hombres

    a

    quienes

    no

    agradaba pre-

    sentar a la

    humanidad como

    el

    nico ejem

    po de tal es tupidez). Durante aos he estado

    l lamando la

    atencin pb'lica hacia este

    ver*

    gonzoso espectculo en el

    Lejano

    Oriente .

    Pe r sona s autorizadas como Edgar S n ow ,

    Agnes Smedley y el Coronel Carlsone haa

    hecho

    mucha

    luz

    sobre

    el

    part icular

    en

    n u m e '

    rosos

    l ibros de gran ci rculacin . Ya pasaron

    los t iempos en que un asunto de tal naturaleza

    poda se r

    dejado marchar

    a la

    deriva hacia

    el

    desas t re

    seguro.

    Es

    obligacin

    de l

    .Gobier-

    no de los EE.

    UU.

    establecer repr esentaci n

    consular y mi l i tar en las regiones fronterizas

    autnomas del Noroeste de China, cuyos

    ejrcitos soportan la mi tad de la

    carga

    mil i-

    tar en la guerra contra Japn en terri torio

    chino; asegurar

    que una part ic ipacin

    pro-

    porcional

    de la

    ayuda americana

    de

    pres ta

    mos

    y arriendos

    llegue

    a

    aquellos

    e j rc i t o s ;

    y emprender , en el espri tu de la Car ta del

    Atlntico, la

    ayuda

    al

    rgimen

    de Chung-

    King,

    para

    evitar la a me n a z a de una guerra

    civi l en China.

    Es una clara seaj de pel igro el que en los

    iiomentos en que el Eje est siendo conte-

    nido

    y

    empujado

    hacia a trs co n

    fuertes pr=

    didas en Asia y en Europa, haya podido, sin

    embargo,

    real izar dos descarados avances en

    el

    Hemis ferio Occidental .

    A la

    dictadura

    mi -

    litar

    de Ramrez en Argent ina, ha seguido

    Un golpe s imi larmente inspi rado y organiza-

    do en Bol iv ia . Pos teriormente se ha sabido

    que los agentes bolivianos de la conspiracin

    mil i tar pro fascis ta que han tomado el po -

    der, es taban t rabajando desde hace-mucho

    t iempo dentro

    de las

    agencias

    del

    Gobierno

    de los EE.

    UU.,

    y que gozaban de la con-

    fianza de los ms altos crculos de este pas.

    Todo

    lo que se les exiga para conquistar su

    en t r ada en los crculos- oficales ms confi -

    denciales , era demostrar sus preju icios ant i -

    comunistas. Al mismo t iempo poderosas fuer-

    zas en las EE. UU. es tn ins t igando

    abier ta-

    mente y respaldando el movimiento sinarquis-

    ta en Mxico, movimiento pro-Eje y anti-

    Naciones Unidas ,

    s in el menor

    reproche

    e

    impedimento de nues t ro ,Gobierno. El se rvic io

    xterior de los EE. UU. est plagado de

    -

    esar

    ms

    a-K S ^

    v s s u s s

    '

    s

    a

    agente actual

    o

    potencial

    de

    v

    Hitler .

    De

    este

    modo

    se

    p e r f i l a

    un

    pel igro

    en

    relacin

    con la

    A m r i c a Latina, s imi lar

    a

    loi

    de

    China,

    L A V I C T O R I A S O B R E HITLER

    EN 1944

    L' General Eisenhower , comandanta

    de

    las

    fu e rz a s anglo

    -norteamericanaf

    en ia

    prxima invas in

    de la

    Eu ro -

    pa Occidental, ha dado oficialmente la pers=

    pectiva de la

    v ictoria

    sobre el h i t lerismo

    ea

    este

    a o

    de 1944.

    La s g igantescas v ictorias alcanzadas ya por

    los

    ejrci tos ro jos ,

    las

    heroicas hazaas

    de las

    f ue r za s del Mariscal

    Ti to

    gri los Balcanes,

    las pos iciones conquis tadas por las

    f ue r za s

    anglo-norteamericanas

    en el

    Medi terrneo,

    la

    ruptura del b loqueo submarino en el At lnt ico

    y

    la aplas tante acumulacin de materiales de

    guer r a

    en los EE. UU. * I n g l a t e r r a , eontri=

    buyen

    a

    crear

    un

    clima,

    en el

    cual

    los

    oficia-

    les

    y

    t ropas anglo-norteamericanas pueden

    juiciosa y realmente f i j a r s e como meta la vie

    tor ia

    para este ao.

    Pero

    las

    fuerzas mi l i tares pueden real iza?

    los planes m s realistas, slo s i es tn slida '

    mente respaldadas por

    el

    frente in terior en

    eada

    pas

    y si la

    coalicin

    de

    naciones

    est

    sl idamente unida en un

    todo,

    No obtante quedan serios peligros en estos

    campos ,

    a los

    cuales propongo

    qu e

    di ri jamos

    nuestra atencin en seguidas

    LA EXTENSIN D E L A C O A L I C I N

    D E L A U N I D A D A L

    P E R I O D O

    D E L A P O S TG U E R R A

    C

    H U R C H I L L ,

    Stal in

    y

    Roosevelr

    ex-

    presaron en Tehern su determinacin

    de

    " t rabajar juntos en la guerra y

    en

    la paz que la seguir"

    ,

    No es una casualidad que se hayan r e f e r i -

    do as a la guerra y a la paz en una misma

    f r a s e .

    El lo

    r e f l e j a las

    insuperables

    d i icur*

    tades de sobrel levar una guerra conjunta ,

    sin

    tener una perspect iva conjunta sobre la paz

    que vendr a cont inuacin y la imposibil idad

    de toda perspect iva para

    una

    larga paz,

    a me-

    nos que la guerra sea realizada en conjunto

    y ganada en c on j un t o ,

    Am';as fases de esta dec - iac in

    d.l.en

    ser

    t o ma d a s

    con i g u i ' . I s;r s::

    . .

    l' o

    i,r/.Ln'c.?

    aceptar

    una y

    rechazar

    a

    oa'a.

    Las dos

    c i s

    P A G I N A

  • 8/10/2019 PRINCIPIOS N34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

    5/26

    uidas

    por su naturaleza misma como

    ios

    hermanos siameses, quienes correran el pe-

    l igro

    de una

    muerte imediata,

    si se

    les

    se-

    parara.

    Cu a n d o

    Churchil l , Stal in

    y Roosevelt

    pueden

    decir que "han examinado los proble-

    mas del fu turo" , y que "estamos seguros que

    nuestra armona har posible

    una paz

    durade-

    ra"; cuando ofrecen una perspectiva de un

    f u t u r o que "desterrar el f lagelo y el terror

    de la guerra por muchas generaciones", po -

    demos estar seguros de que estos tres hombres

    han encontrado el camino, para el cual co-

    mo

    realistas esperan ganar

    no

    solamente

    a la

    gran mayora

    de su

    propio pueblo, sino

    a U "aplastante masa

    de los

    pueblos

    del

    mun-

    do". Ellos no estaban jugando co n f rases di-

    plomticas. Estaban proyectando un a

    poltita

    prctica .

    Las dif icultades que exis t an en el cam-

    bio de tales acuerdos, no eran secretas. To -

    do l mundo pensante saba que exis t an. Y

    sabiendo esto, podemos empezar

    a

    formular

    para

    nosotros mismos,

    en una

    escala mucho

    m s

    amplia

    que la que nos dan los

    comunica-

    dos oficiales, el carcter de la poltica co-

    m n ,

    de la armona que

    ha

    comenzado en

    Tehern.

    No obstante, estas d if icul tades fueron

    eficaces

    en Tehern al proporcionar moti-

    vos para un acuerdo en el perodo de la

    post-

    guerra, tan imprescindible como el motivo

    par un acuerdo sobre la necesidad de librar

    1a guerra en conjunto.

    As

    como

    la

    consideracin predominante

    para un a coa l ic in de guerra contra el hi t le-

    rismo, es la

    al ternat iva

    de un

    mundo domi-

    nado por

    Hit ler ,

    lo cual

    signif ica

    la ext in-

    cin de la c ivil izac in para las generaciones

    f u t u r a s , as

    t ambi n

    se

    debe reconocer

    que

    la coalicin para la paz, despus de que

    *1 hit l e rismo haya s ido destruido, es igual-

    mente necesar ia, pues sin ella la al ternat iva

    ser

    el rstallido de

    guerras

    civiles

    sobre vas-

    tas reas , culminando

    f i n a l

    e inevi tablemen- '

    te en una nueva guerra mundial entre las na -

    ciones.

    Aquellos que han dicho

    fest ivamente ,

    que fu e

    H i t l e r

    quien forj l a

    coalicin an-

    glo-sovit ico-americana,

    pero que,

    tan

    pronto

    como se t e rmine con Hit ler la coalicin se

    despedazar de la

    noche

    a la

    ma an a ,

    no son

    Blas

    que pensadores

    superf iciales

    que subest i-

    man la profundidad de la cr is is mundial que

    estamos viviendo.

    De l

    mismo modo subest i-

    man, tambirt,

    el grado de efect iva com-

    prensin alcanzada por la humanidad. Roo-

    sevelt, Stalin y Churchil l fueron en Tehern,

    los representantes de la comprensin colecti-

    va de la humanid ad encarando la amenaza de

    la suprema

    cats t rofe

    de la historia y su

    reso-

    lucin de evi tar la,

    {Cules eran las

    d i f i c u l t a d e s

    que se opo-

    nan a la armona?

    En

    pr imer lugar, estn

    las

    diferencias

    exis tentes entre los sectores socialistas y ca-

    pitalistas

    de la

    coalicin

    antihi t ler iana. Ca*

    da uno de estos

    sectores

    se

    sentira

    fel iz si

    el resto del mundo estuviera conformado del

    modo ms

    cercano

    a su propia imagen. Lo s

    crculos

    dir igentes

    de

    Gran Bretaa

    y

    Nor-

    teamrica han crecido en un ambiente de U*

    mo r

    y odio a la revolucin socialista encar-

    nada en la Unin Sovitica, y hacia

    todo

    lo

    que remotame nte estuvier a, a su juicio, aso-

    ciado a ella. Fue ese p r o f un do e i r racional

    temor, el que condujo

    _

    indudablemente a la

    poltica

    de

    Munich,

    que

    f omen t

    el

    poder

    de

    Hi t l e r y que llev a Gran Bretaa y a Nor-

    teamrica al borde de la destruccin. Por su

    parte,

    la

    Unin Sovitica mantena fresca

    en

    su memoria la hostilidad universal del mundo

    capitalista, las invasiones armadas para

    derri-

    barla, las reiteradas conspiraciones para so-

    cavarla desde dentro

    y

    f inalmente,

    la incita-

    cin de Munich a Hit ler para invadir la, le

    que

    f ina lmente

    tuvo lugar en j un i o

    de

    1941.

    Estas

    viejas host i l idades

    y suspicacial

    ten an que ser vencidas como condicin pre-

    via

    para la armona de Tehern.

    Los crculos dir igentes br i tnicos y nor-

    teamericanos

    tenan que convencerse que de

    esta guerra

    en

    con j un t o

    con la

    Unin Sovi-

    tica, no

    resultar a

    la

    extensin

    del

    sistema

    so-

    cialista

    sovit ico

    a la

    Europa Occidental

    ba-

    jo el estmulo de los victoriosos ejrcitos

    ro-

    j os . Los hombres que determinan

    la

    poltica

    sovit ica

    tenan que convencerse de que los

    c rculos

    capital is tas occidentales haban

    aprendido por fin que la

    Unin Sovitie

    exis te

    y

    continuar existiendo,

    ya que

    cual-

    quier

    host i l idad contra el la t raer

    solamente

    desastres , tanto para los ctir.o para el resto

    del mundo. Sobre esta base, ambas

    par tea

    podan ponerse de acuerdo en todos los pro-

    blemas que deban ser resueltos por la Con-

    fe renc ia en

    f o r ma

    que no

    hubiera necesidad

    de recurr ir al arbi tr io de la guerra, ni inme-

    diata ni

    u l t e r i o rme n t e .

    Es

    claro

    qu e

    cuando Roosevelt, Churchill

    y Staliti suscribieron tales acuerdos bsico*

    en Tehern, ataban actuando, na folamentfl

    egri sus

    convicciones

    personales, sino que

    hablaban

    tanto en nombre de una creciente

    mayora de sus propios pases, como del res-

    to del mun do .

    Capital ismo y Social ismo han empezado

    a

    encontrar

    el

    camino para

    la

    co-exis tencia

    y colaboracin

    p a c f i c a

    en un mismo mundo.

    Pero estos acuerdos generales deben re-

    velarse

    prct icamente,

    no slo en la conduc-

    cin de la lucha mil it a r , s ino comenzando a

    da r f o rm a al

    mun do

    d e

    p o s t g u e r ra

    qu e

    emer -

    ger

    de

    el la. Tales acuerdos comienzan

    a.

    *omar su

    f o r m a

    en los

    ejemplos

    de

    Ita lia

    y

    Y ugoes l av i a .

    Ellos mantienen durante el per odo de la

    guerra

    el

    principio bsico

    de la

    propiedad pr i-

    vada, las bases del capital ismo, ahuyentando

    s

    los temores de los crculos dir igentes br i-

    tnicos

    y

    americanos; l iberan

    las fuerzas

    revolucionarias de los '.pueblos demo crticos

    y barren con todas las formas del absolut is-

    mo, ahuyentando as la ansiedad de los gober-

    nantes soviticos de una posible reaparicin

    de las viejas fuerz as antisovit icas . Ellos

    mant ienen

    para esta nacin el derecho funda-

    mental

    de

    determinar

    por s

    misma, dentro

    de esta estructura, la forma de gobierno y

    organizacin

    social que desee, sin nin gun a

    pres in

    ex t e r i o r .

    Esta amplia y clara politic, con j un -

    ta en

    relacin

    a

    Europa , lleva consigo

    la

    obligacin conjunta de ejercer toda su in-

    f luenc ia

    para reducir al mnimo, y si es po-

    sible

    el iminar el uso de la lucha violenta para

    el

    arreglo

    de los

    problemas internos,

    con

    excepcin de la derrota de las f ue r za s del

    Eje y sus

    Quisl ings.

    Un

    .amplio campo

    de-

    mocrtico que incluya a todos los

    ant ifasc is-

    tas debe establecerse en cada pais, dentr o

    del

    cual deben determii.arse todas las rela-

    ciones . y

    solucionarse todos

    los

    problemas

    por medio de la libre discusin-, la libre aso-

    ciacin

    pol t ica

    y el

    s u f r ag i o

    Universa l . .

    Ta l

    campo democrt ico debe incluir

    necesaria-

    mente

    a los

    comunistas,

    y

    esto debe

    ser

    subrayado porque en Norteamrica todava

    es

    discuti do por muchos q ue se llaman a s

    mismos

    "l iberales

    avan zados " .

    Parte esencial de un programa general

    para un mundo pacf ico de postguerra, es el

    logro

    de la

    unidad obrera continental .

    El

    Congreso de los Trade Unions br i tnico ha

    tomado una

    iniciativa

    con este objeto al lla-

    mar a un Congreso Internacional de traba-

    jadores

    que debe real izarse en Londres en ju-

    nio prx im o. La aplastante mayora del mo-

    vimiento

    obrero

    de" las Naciones

    Unidas Ka

    aprobado

    este llamado. Solamente la Direc-

    cin

    de la

    Federacin Americana

    de l Traba-

    jo, a

    travs

    de

    M at t hew Woll,

    se ha

    pronun

    ciado contra l. Wol l y sus

    amigos

    han sida

    justamente censurados por los pr incipales vo-

    ceros del

    movimiento obrero br i tnico. Es

    di

    esperar que la intel igente y patr it ica mayo-

    r a de la Direccin de la Federacin A m e r i -

    cana

    de l

    Trabajo,

    qu e

    recibir seguramente

    el

    apoyo de la

    may or a

    de sus a fil iados, si se

    .di rigen a ella, obligar a cambiar la actitud

    a estos

    dirigente

    reaccionar ios . Los Sindi-

    catos soviticos

    ya no

    podrn seguir s iendo

    excluidos del movimiento obrero internado,

    nal. Wol l pretende desempear el rol del Rey

    Canuto ,

    demasiado tarde en la his tor ia pa ra

    que pueda tener x i to . Lo nico que puede

    conseguir

    es el

    ais lamiento

    de la F. A. del T,

    en

    vez del ais lam iento de los

    sindica tos so-

    vit icos.

    Tal es el esbozo del conte nido poltica y

    social de la poltica conjunta sobre la cual es-

    t basada la promesa de un mundo de

    post-

    guerra, en el que la cooperacin

    anglo-sovi-

    t ico-alher icana ser continuada y en el cual

    se organizar la gran

    famil ia

    de las Naciones

    Democrt icas del mundo, l ibres y amantes de

    la paz.

    Esta es una

    poltica

    qu e

    corresponde

    a

    los

    in tereses

    nacionales

    de

    todos

    los

    pueblos,

    g ra n d e s o pequeos. No hay otra al ternat iva

    que

    se

    oponga

    a

    est pol t ica,

    a no ser la al-

    ternat iva de la

    anarqua internacional .

    Esta es la salida suprema que se presenta

    al mundo de hoy.

    Por o

    contra

    la

    declaracin

    de la

    Confe-

    rencia de Te he r n , es la barrera Q ue separa a

    "las ovejas de los chivos", la posicin que

    determina todos los untamientos sol t icos de

    ahora en

    adelante,

    hasta que la

    poltica

    all

    enunciada hava s ido real izada completamente

    en la

    guerra

    y en la

    paz. Ella

    es,

    tambin,

    la d ife renc iac in

    dominante

    en los EE. UU.

    para

    las

    elecciones

    de 194

    III

    LA U N ID A D

    N A C I O N A L

    EN L O SPE-

    R I O D O S D E

    G U E R R A

    Y POST

    G U E R R A

    L

    A

    unidad nacional

    en los EE.

    UU.

    para

    la

    exi tosa prosecucin

    de la

    gue-

    rra, es t s iendo ms ser iamente amena-

    zada, precisamente en los momentos en que

  • 8/10/2019 PRINCIPIOS N34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

    6/26

    m M necesita, en los momentos en que las

    fuerzas

    angloamericanas estn

    preparando el

    golpe supremo para la invasin de la E uropa

    Occidenta l . Justamente ,

    en

    estos m om e n t os

    s e,

    ha desencadenado un a mare jada de luchas in-

    testinas

    en el

    pas,

    que se

    extienden desde

    los

    notins raciales a las provocac iones

    hue l gu s -

    ticas,

    desde

    la

    abie rta agitac in derrot ista ,

    a

    la ms irresponsable campaa por la,s elec-

    ciones

    de 1944.

    El punto m s dbil de nues t ra unidad na -

    cional de.

    t iempo

    de

    guerra , es

    la

    c reenc ia

    am -

    pl iamente d ifundida de que inevitablem ente

    en el momento de la victoria sobre Hit l e r se

    desatarn

    simul tneamente todos

    los

    conf lictos

    internos

    que haban sido de jados en suspenso

    por la guerra..L a fa l t a de una perspec t iva

    clara de

    unidad

    nacional, en el

    perodo

    de

    post -

    guerra,

    sirve

    as

    para mantener

    la ms

    gran-

    de tensin sobre la unidad nac iona l de t i e m -

    po de guerra. Esto es

    verdad,

    espec ia lmente

    cuando se ha

    d icho

    autorizadamente

    en

    el

    pas

    que la vic toria se obtendr en

    1944,

    lo

    que quiere decir que se destapar la olla de

    todas las luchas intest inas en los prx imos

    Ineses;

    casi todo el m und o , an aque l los qu e

    se

    oponen

    a una tal

    perspec t iva , empiez; in

    a

    ser. t irse empujados

    a

    prepararse

    para el es -

    tallido de toda suerte de conf lictos de clases,

    de sectores, de g rupos y de

    individuos ,

    que ha-

    ban sido pospuestos en consideracin a la

    guerra. Esta

    situac in proporc iona

    la

    opor t u -

    nidad para

    el

    pe l igroso t raba jo

    de los

    amigos

    y

    agentes secretos

    de Hitler en el

    in t e r io r

    de

    Jos

    EE . U U .

    Ant ic ipndonos a una t emprana vic toria , l a

    estamos perjudicando

    de

    esta

    mulera muy se-

    riamente.

    La ms grande cont ribuc in que se podra

    preMar a l a

    un id a d na c iona l

    de

    t iempos

    de

    g u e r ra ,

    sera

    la de

    establecer se riamente

    la

    perspec t iva de que esta unidad

    continuar

    en

    el .perodo de postguerra y que no esta l l a r

    un caos de luchas intest inas en e l momento

    en que cesen las hostilidades.

    A

    continuacin,

    la

    presunc in

    del es tall ido

    de un nme ro, il imitado de confl ic to s inte r-

    nos, amenaza d e s t r u i r , t ambin, l a perspec t i-

    va de la unidad inte rnac iona l establec ida en

    Tehern. Si deseamos apoyar y l l evar a la

    prc t ica la perspec t iva de Tehern, debemos

    encont ra r e l camino de reduc ir a l mnimo,

    .d e colocar l mites def inidos , a es tall ido de

    comlietos provocados por d i f e r e nc i a s in t e r -

    nas en

    perodo

    de

    pos t gue r r a .

    La

    perspec-

    tiva

    de un

    caes in terno

    en los EE. UU. es

    PAGINA

    OCHO,

    incompat ible

    con la

    perspec t iva

    de un

    orden

    inte rnac iona l .

    Estas dos considerac iones bsicas son su-

    f icientes

    para

    de te rminar l a suprema respon-

    sabilidad que recae sobre todos los que apo-

    yan la

    pol t ica

    de

    Tehern,

    de

    t r a ba j a r

    por

    un a tal poltica en el interior del pas, que

    nos conducir , , y da una promesa rea l ista de

    ello, hacia

    la

    c on t inua c in

    de la

    un id a d

    na -

    c icna l

    en el

    perodo

    de postguerra por un

    gra n nm e ro de aos.

    Esta

    es, c ie rtamente , una meta dif ci l de

    a lcanzar.

    Hay en

    nuest ro pa s

    un a

    c rec iente

    acumulac in de luchas, cont radicc iones, con-

    f l ictos ,

    antagonismos y problemas sin resol -

    ver, que si no ex iste una c la ra pol t ica

    diri-

    gida a cont rola r y mejorar esta situac in,

    una pol t ica que cuente con una e fec t iva ma-

    yora de l pa s f irme men te unid a en su

    apoyo,

    seguramente anular l as perspec t ivas de Te-

    he r n

    y nos

    veremos abocados,

    otra

    vez,

    de

    cara

    al

    desast re .

    D e be m os

    e n c a ra r

    todas estas d i f i c u l t a d e s

    fma c a me n t e

    d e n t ro

    de un

    comple to

    rea l ismo.

    Pero los buenos deseos y las ilusiones no nos

    a y ud a r n

    a s a l i r de este

    grave

    perodo de l a

    historia .

    Para e l l o ' d e be m os a f ron t a r l a s d i f i c u l t a -

    de s

    con la comple ta

    d e t e rm ina c in

    d e vencer-

    las . No podemos tole ra r hoy ni l a ms l igera

    t endenc ia hac ia e l derrot ismo, l a desespera-

    cin o el

    f a t a l i s m o ,

    lodo lo que sea necesario para ganar la

    g u e r ra en e l ms breve t iempo posible y p a ra

    l og ra r

    una paz

    estable es decir , para l l evar

    a l a .prc t ica l as dec isiones de

    T e h e r n de-

    be ser y ser

    hecho. V

    como esto incluye pri-

    mero

    un e

    na d a

    la

    consolidacin

    de la

    unidad

    n a c i o n a l

    en

    nue s t ro pa s

    y su

    prolongac in

    para e l perodo de postguerra , esto, t ambin,

    debe ser y ser realizado

    LA PLANIFICACIN

    D E POSTGUE-

    RRA Y LA U N I D A D N A C I O N A L

    E

    N verano de 1942. escriba a nombre de

    nue s t ro Pa r t i d o en mi l ibro "Vic toria

    y Po s t g u e r ra " , lo siguiente con respec to

    a

    la p l a n i f i c a c i n

    de

    pos t gue r r a :

    "/,n

    victya

    de

    las Naciones Unidas

    sobre

    el

    Lije,

    nos

    colocar

    frente a frente a los

    problemas

    de la reorganizacin del

    mundo

    de postguerra.

    Muchas

    personas

    y

    organizaciones estn

    reparando apresuradamente

    proyectos

    con

    anticipacin. Este es mi pasatiempo en el _

    cual yo no

    puedo

    participar. Yo no

    tengo

    proyectos

    para el

    mundo

    de

    postguerra."

    Esta

    pos ic in c on t ina pe r f e c t a m e n t e v -

    lida hoy.

    Nues t ro plan de postguerr a es l a unidad

    nac iona l

    para

    la r e a l i za c in de las perspec t i-

    vas aprobadas en Tehern .

    La

    unidad nac iona l

    en los E. UU. no

    pue-

    'de ser

    const ruida sobre

    la

    base

    de

    planes

    preconcebidos, porque debe ser un compromi-

    so ent re c lases, grupos y t endenc ias que to-

    dava no se han puesto de acuerdo sobre l a

    forma de un plan y los cua les solamente pue-

    den

    ponerse de acuerdo en la medida que su

    unidad nac iona l tome forma paso a paso.

    Aquel los que estn enamorados de l a plani-

    f icacin

    por su propio riesgo, estn t e rrible -

    me n t e d isgustados con este planteamiento. Se

    han incorporado con entusiasmo a lad ive r s in

    he

    m od a d e p l a n i f i c a rpara l a postguerra . Son

    lo

    m is m o

    que

    aquella buena esposa

    que se

    siente desnuda si no t iene un nuevo sombrero

    a la moda . As sucede con nuest ros

    p l a n i f i c a -

    dores de

    postguerra .

    Un plan para los EE. UU. no puede ser de

    n inguna

    u t i l i d a d ,

    si no logra demost ra r que

    puede servir a l a unidad de una mayora e fec-

    t iva del pueblo americano, encuadrando la

    poltica

    de

    nuest ro pa s

    en las

    l neas

    de la

    C on f e r e nc ia d e T e h e r n .

    El mayor pe l igro que encara nuest ro pa s

    es

    s um e rg i r s e

    en una

    t um ul t uos a

    c o n f u s i n

    de

    planes

    de las

    f u e r z a s democr t icas progre-

    sistas, mient ras que los reacc ionarios se ha-

    l l a r n unidos en torno a un solo plan: "e l de

    tomar e l poder en sus manos para desvia r a l

    pa s de l camino de Tehern".

    Ser

    necesario que nos pongamos muy fir-

    mes, i n f l e x i b l e s , a n t e la ins is tente demanda

    dc >

    que

    e laboremos nosot ros t ambin planes

    para l a postguerra . Debemos plantear unas

    pocas cuest iones y ex igir respuestas c la ras so-

    br e

    ellas

    a

    todos

    lo s

    a s p i r a n t e s

    a h.cer

    pla -

    nes para

    Norteamrica

    L a p r im e ra cuestin se r l a de preguntar-

    les qu

    clase

    de EE. UU.

    estn planeando.

    U na N or t e a m r ic a socialis ta o c a p i t a l i s t a ?

    Nadie puede acusarme de t ener a lgn

    pre-

    j u . c i o en favor de l capita l ismo, ya sea en EE .

    UU. o en

    a lguna o t ra parte .

    Yo he

    sido abo-

    gado de l soc ia l ismo durante toda mi vida de

    adul to, abogado de un soc ia l ismo para EE .

    U U . E l Part ido Comunista es el nico

    parti-

    do del socialismo en este

    oas.

    Pero no tengo

    'n inguna vac ilac in al declarar que euatquie?

    plan

    para

    la

    reconst rucc in

    de

    pos t gue r r a

    en

    EE. UU. que est basado en la int roducc in

    del soc ia l ismo, const ituye en la prc t ica

    un

    repudio

    a los obje t ivos de

    u n i r

    a la mayor

    de la nac in t ras la pol t ica de

    Tehern.

    Es mi meditada opinin que el pueblo amt

    r icano est

    tan mal

    preparado subje t ivamen

    te para cua lquie r cambio profundo eij d iree

    c in hac ia

    el

    soc ia l ismo,

    que los

    planes dS

    postguerra que persigan ta l obje t ivo no ayu

    daran a unir a l a nac in, sino que la d ivid i-

    ran . Y es tos planes d ivid ir an y debil it a r an

    prec isamente a l as f u e i z a s democr t icas y

    progresistas, a l mismo t iempo, que unir an y

    forta leceran a las f u e r z a s m s reacc ionarias

    del

    pas .

    En la

    prc t ica , ayudaran

    a las

    f u e r ,

    za s

    a n t i -T e he r n a t om a r el poder en loi

    EE. UU.

    Si l a unidad nac iona l de l periodo de gue*

    rra

    debe ser mantenida y an for talecida en

    el periodo de postguerra , debemos

    reconocer

    entonces, que esto ex ige de los

    i riarxis tas

    en

    EE. UU. la r e a i rm a c in de nue s t r a poltica

    de guerra, en el sentido de no plantear la

    s"a-

    l ida de l soc ia l ismo en forma que pueda po

    ne r en pe l igro o debil i tar la u n i d a d

    nacional.

    Esto no es una

    cosa nueva

    para nosotros.

    Ya a

    mediados

    de

    1942,

    escrib :

    Si los EE. UU.

    afrontan

    con xito la

    duras pruebas

    de esta

    guerra

    y aportan

    sn

    contribucin a lavictoria, es

    casi

    seguro qut

    entrarn al mundo de la postguerra

    como

    el

    ms

    fuerte

    pas capitalista y como el

    centra

    de gravedad de la poltica del sector cap"

    talista

    en

    el mundo entero. EE. U U. tendr

    que

    jugar, por consiguiente, un rol

    enorme"

    mente importante en la familia de las

    < J

    dones.

    El

    problema

    central

    de es te mundo de

    post*

    guerra ser si la

    colaboracin realizada

    dw

    rqnte la guerra

    entre

    las Naciones Unidas

    puede

    a 'no

    ser continuada y ampliada

    des'

    pues

    de la guerra para

    resolver

    colectivamen"

    te

    los

    problemas

    de la

    reconstruccin

    econ*

    mica

    y

    poltica-del mundo.

    De la respuesta

    a esta

    cuestin

    depende toda

    ulterior deter-

    minacin sobre el

    carcter

    del mundo de la

    pos tguerra^

    Si las

    Naciones Unidas, como

    centro de

    a

    colaboracin

    mundial, pueden

    continuar y

    ensanchar su

    accin despus

    de a guerra, es

    posible

    ofrecer a

    perspectiva

    realista de una

    NUEVE

  • 8/10/2019 PRINCIPIOS N34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

    7/26

    rpida cicatrizacin

    d las terribles heridas

    de la guerra y de un avance a grandes pa-

    tos hada

    la

    consecucin

    de la

    meta delineada

    tn la

    Carta

    del Atlntico, sobre el avance

    econmico y cultural de os pueblos. Ser

    posible, entonces, reducir al mnimum los le-

    vantamientos y

    guerras

    civiles que son gene-

    rados

    en el curso de la guerra internacional

    y que tendern a estallar en el momento de

    fu terminacin; tambin

    ser

    posible,

    enton-

    tes,

    encontrar al

    (rada

    mximo la formula

    el desarrollo pacfico y ordenado de todas

    lai naciones."

    (Victoria y

    Postguerra).

    UB R E EMPRESA

    Y

    CAPITALISMO

    Esta posible perspectiva es la misma que

    ha s ido conf irma da en Tehern. Si creemos

    que ella es real is ta y

    posible

    y nosotros

    tenemos ahora el compromiso de Winston

    Chrchil , Jos Stal in y Roosevel t

    enton-

    ces todos nuestros planes i rn directamente

    hacia la real izacin de este t rabajo.

    La situaci n en otros pases pu ede ser

    cualquiera,

    pero en los Estados Unidos esto

    s ign i f i c a una

    perspectiva,

    en

    el periodo

    in-

    mediato de postguerra, en cuanto se re fie 're

    la expansin y aprovechamiento de la pro-

    duccin

    y la c on f i rm a c in de la

    democracia

    dentro del esqueleto del presente s is tema, y

    no

    una perspectiva

    de

    t rans icin hacia

    el so-

    cialismo.

    i

    Podemos e s fo rz a rn o s

    po r

    real izar

    la

    po-

    ltica

    de Tehern, o

    bien

    dedicarnos a la

    ta -

    rea de e m pu j a r

    inmediatamente

    a los EE. UU.

    hacia el social ismo? Lgicamente, no pode-

    mos

    escoger ambas cosas

    a la

    vez.

    La

    pr imera poltica,

    con

    todas

    sus d i f i c u l -

    tades,

    est

    de finit ivamente

    dentro del plano

    de las posibilidad es reales. La seg unda, sera

    ciertamente

    dn.-losa, especialmente s i

    recorda-

    mo s que an el sector m s progresis ta de l

    Innvimiento

    de

    trabajadores , es t

    influenc ia -

    do por el

    capital ismo

    y ni

    siquie ra

    es tan

    vagamente social is ta como

    el

    Par t ido Labo-

    r is ta br i tnico.

    Sin embargo, la poltica de' los

    marxis tas

    en los EE. UU. es

    encarar

    con

    todas

    sus

    con-

    secuencias la perspectiva de una recons t ruc-

    cin

    capita l ist a en la

    postguerra

    en EE. UU.

    y de

    considerar todos

    los

    planes sobre

    esta

    base, para colaborar act ivamente con la ma-

    yor a democrt ica progresis ta

    del

    pas

    en una

    unin

    nacional

    sufic ientemente amplia y e fec-

    t iva , como para realizar la poltica de

    Tehern.

    L

    OS crculos ms reaccionarios y pro

    fasc istas en los EE. UU. han

    enarbo-

    lado la bandera de la "libre empresa"

    en su lucha por el poder en las elecciones de

    1944. Esperan

    de

    esta manera arrojar

    la

    con-

    fusin

    sobre

    el

    campo democrt ico'progresis-

    ta, muchos de cuyos elementos toman al

    ca-

    pi tal i smo

    como

    equivalente

    de la libre

    em -

    pesa.

    Lo s marxis tas

    no '

    ayudarn a los reaccio-

    narios oponiendo la consigna de la "libre em-

    presa"

    a ninguna

    o t ra .

    Si alguien desea

    representar el sistema existente de

    capita l is-

    mo en EE. UU. como de "libre empresa",

    nosotros

    lo

    aceptamos

    y

    declaramos f ranca-

    mente

    que estamos

    listos para cooperar

    a fin

    de que este capital ismo trabaje ef icazmente

    en el perodo de postguerra , con el mnimun

    de

    cargas posibles para

    el

    pueblo.

    Nosotros

    no venimos a establecer lneas divisionistas

    en las elecciones de 1944 en ninguno de los

    aspectos

    de

    "libre empresa".

    Produce una par t icular confusin y por

    lo tanto ayuda a los reaccionarios, el

    p lan-

    tear

    el

    nroblema ante

    el

    pas como

    la

    lucha

    de la Doltica de Roosevelt versus "libre em-

    presa". Esto sirve para oscurecer el hecho

    central

    de que

    todas

    las

    tcticas

    de

    Roosevelt

    han s ido encaminadas a la preservacin del

    capi tal i smo ( l ibre empresa) ; en la prct ica

    han robustecido al capital ismo, mientras la

    poltica de sus oponentes reaccionarios lo ha-

    br a conducido rpidamente a una cr is is tan

    honda como

    la de la

    Administracin

    Hoover.

    Nunca ha habido nada de socialismo en la

    poltica de Roosevelt y toda sugestin con-

    traria, venga

    de

    dnde venga,

    no

    sirve

    m s

    que para fa l sif ica r el problema y confundir

    los hechos. En realidad la poltica de

    Roosevelt ha llevado al mnimo la interven-

    cin del Estado en materias econmicas (ca-

    pi tal ismo de Estado) a ese requisito, a ese

    mnimum indispensable para conjurar cr is is

    mayores y nunca ha presentado estas medi-

    das en otra forma que como desgraciadas ne-

    cesidades. En otras palabras, Roosevelt ni

    ni-

    quiera es

    cap i t a l i s t a

    de

    Estado,

    en

    cualquier

    sent ido programtico, sino al contrario, es ca"

    pi tal i s ta de

    "libre empresa",

    a n

    cuando esta

    consigna expresa, no solamente oposicin al

    socialismo, sino tambin oposicin hacia las

    formas ms altas del capitalismo.

    Es muy revelador anotar que los

    crculo

    conservadores ingleses, que por una dur* ne-

    cesidad han

    adoptado,

    como una poltica

    'd

    largo alcance, grandes medidas

    de

    capitalis-

    mo de Estado, han ido mucho ms all que

    cualquiera de las medidas que jams haya

    sugerido Roosevelt. M r. Erie Johnston, pre-

    sidente de la Cmara de Comercio de los

    EE. UU. y uno de los ms

    vociferantes

    campeones

    de la

    libre empresa,

    en su

    recien-

    te

    viaj

    a

    Inglaterra,

    se

    encontr

    a s

    mismo

    frente a los grandes hombres de negocios

    ingleses, en una

    oposicin mucho

    m s

    aguda

    que

    f rente

    a

    Roosevelt,

    en lo que a cuestiones

    programticas se r e f i e r e . M r.

    Johnston,

    pa-

    rece

    considerar de hecho a los conservadores

    ingleses

    como terribles

    "bolcheviques".

    An bajo la terrible presin de la

    guerra,

    Roosevelt ha rehusado aplicar aquellas me -

    didas de capitalismo de Estado, indispensables

    para la

    movilizacin econmica, llevada

    al

    mximo y

    sugerida

    por los

    visionarios

    re-

    presentantes

    del

    capitalismo americano (pro-

    yecto de

    Tolan,

    Kilgore y

    Pepper,

    de econo-

    ma de

    gue r ra ) .

    Pref ir i dejar muchos de

    estos problemas en el campo de la "libre em-

    presa", lo que

    significaba dejarlos

    a la de-

    cisin

    de los 10 ms

    grandes monopolios.

    En vista de la incapacidad de Roosevelt

    para asegurarse

    un

    apoyo

    del

    Congreso, debi-

    do a su suave

    "programa

    de siete puntos"

    contra la in flacin , por cuyo fracaso es prin-

    cipalmente responsable de la crisis interna del

    trabajo,

    no

    puede

    uno

    aseverar

    que la

    razn

    de su oposicin al proyecto de Tolan, Kil-

    gore

    y

    Pepper,

    haya sido un a equivocacin,

    .Probablemente

    l

    conoca mejor

    que

    nosotros

    los peligros del desafecto capitalista hacia el

    e s fu e rz o de guerra si sus prejuicios eran

    desafiados an en sus

    propios intereses.

    Est perfectamente claro

    que an un

    pro-

    grama de capital ismo de Estado sera resis-

    , tido desesperadamente

    por poderosos

    crcu-

    los en los EE. UU. Medidas tan elementales

    como nacionalizacin de

    bancos,

    ferrocarr i-

    les,

    carbn

    y acero, har an seguramente la

    economa capitalista

    m s

    fuer te

    y ms

    capaz

    de resolver sus problemas. Un programa que

    favoreciera

    tales medidas,

    sin

    embargo,

    no

    tendra ni an el apoyo unido del movimiento

    de los trabajadores y mucho menos el de la

    alta

    y

    media burguesa

    en las

    elecciones

    de

    1944.

    Por

    consiguiente,

    no

    debemos esperar

    que tal programa sirva de vehculo par e l

    vasto campo democrtico

    en las

    elecciones ci-

    tadas

    El

    proyecto

    de "libre

    empresa"

    no dar

    forma de

    ninguna manera a

    la lucha por el

    control de la

    poltica

    en EE. UU.

    iai

    elecciones parlamentarias y presidenciales.

    MONOPOLIO Y L I B RE E M P R E S A

    S

    I es verdad, como yo mantengo, que la

    mayora progresista democrtica en el

    pas no puede ser unida y aglut inada

    efect ivamente sobre

    la

    base

    de un

    rechazo

    programtico de la "libre empresa", es tanr

    bien igualmente cier to que no puede real izar-

    se bajo la consigna del "antimonopolio"

    y

    contra "las grandes empresas", tratando glo-

    balmente a los grandes

    capi tal i s tas

    co:no un

    todo,

    como enemigos

    y

    exigiendo que, even-

    tualtnente, su

    poder

    sea

    drst icamente

    elimi-

    nado

    y quebrantado.

    El capitalismo americano es el capitalismo

    de

    los

    monopolios. Despus

    de esta guerra

    esta condicin

    se

    acentuar mucho ms.

    La

    conversin

    de la

    industr ia nor teamericana

    co n f ines guerreros, ha reforzado enorme-

    mente

    la

    posicin

    de

    g,v..*i*s fuerzas centra-

    lizadas

    del

    capital,

    3o ;**

    const i tuye

    un

    mo

    nopolio dentro de la economa nacional. Hoy,

    al hablar ser iamente de f renos drst icos al

    monopolio

    del

    capital, tratando

    de quebran-

    tar su poder e impon indolo s sobre el capital

    monopolista contra su voluntad, es simple-

    mente otra forma de proponer la inmediata

    transicin al

    social ismo o

    sea, es la utopa

    de volver a la etapa pro monopolista del

    Es-

    tado

    capitalista.

    La unidad nacional alrededor de un pro-

    grama para romper el poder del monopolio

    capi tal i s ta ,

    es solamente posible cuando la

    mayora del pueblo pueda unirse para el

    esta-

    blecimiento

    del

    social ismo

    en EE. UU.

    Esta

    situacin no est madura an

    para

    las

    elecciones

    de

    1944.

    Ciertamente el juego sin restricciones de

    las

    tendencias

    del

    monopolio capitalista,

    con

    desastrosos res ultados , debe preven irse, y los

    negocios pequeos deben ser protegidos, ayu-

    dados

    y con

    probabilidades para desenvolver-

    se.

    Pero

    las restricciones necesarias sobre el

    monopolio debern ser aprobadas por una in-

    mensa mayora y adoptadas con el acuerdo y

    la

    colaboracin

    de, por lo

    menos,

    un a

    parte

    represe ntativa y decisiv a de la clase capita-

    lista, de los grandes capitalistas, de Jos ms

    inteligentes capitalistas monopolistas,

    si se

    quiere, que comprenden que los abusos sin

    restriccin son peligrosos para todo su sis-

    tema.

    Los

    marxistas deben

    ser las

    ltimas per*

  • 8/10/2019 PRINCIPIOS N34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

    8/26

    fonas en l mundo que se engaen s\ mis-

    Ras

    con la retrica f a n f a r r o n a al estilo de

    f ormait Thornas.

    Cu a n d o nosotros ,

    los ma r -

    icistas, hablamos de romper el poder del mo -

    nopol io capi tal i s ta , en tendemos colocar otro

    poder

    en su lugar.

    Y s te puede

    ser

    solamen-

    te

    el poder

    de la

    clase t rabajadora unida bajo

    un

    programa

    socialista,.

    Cuando no tenemos tan seria y real is ta

    perspect iva,

    no nos contentamos con frases

    es t ridentes , seudo revolucio narias que no t ie-

    nen

    otro

    alcance que el t ransportarnos a un

    sueo

    pueril mundia l y nos priva de nues t ra

    influenc ia en el mundo

    real .

    No hablemos

    entonces de romper el monopol io capi tal i s ta

    como programa

    de

    unin nacional

    en EE. UTJ.

    en 1944.

    E S E L

    C AP I T AL

    MONOPOLISTA

    UN A

    M A S A R E A C C IO N A R I A ?

    St

    ha n

    hecho

    mu y

    severas observaciones

    Sobre un punto de

    tni

    discurso pronunciado

    n

    Bridge

    Por t

    tn d i c i e mb re 12. Pe rmi t i d me

    Ci tar el p r r a f o *n cues t in y discut i r el

    Broblema

    en forma ms profunda. Deca

    Vosotros tendremos qut estar preparados

    fart rompef ton

    cualquiera

    que rehuse apo-

    yar

    Ji luchar por la

    realizacin

    del

    acuerdo.

    df

    ehern

    y a coalicin

    anglo-sovitico-

    ttorteamericant. Tintemos

    que

    estar prepara"

    dos

    tara freitar gyuda

    y

    confraternidad

    a

    cualquiera qut luchf por la realizacin de

    tsa

    coalicin.' Si J . D. Morgan apoya esa

    foaliciH

    y sigue la

    lnea

    marcada por ella,

    yo eom

    comunista, estoy preparado para

    es*

    trechar su mano y

    unirme

    a l para reali-

    Sarla.

    La

    divisin

    de

    clases

    y los

    grupos i > o

    lticos

    no tienen importancia

    ahora, excepta

    'tn

    el sentido de que reflejan un lado

    otra

    dt este asunto

    Sin perder t iempo en escapatorias

    intiles,

    Explico

    di rectamente

    lo

    inherente

    al

    pensa-

    miento

    expresado, a

    saber,

    que yo no

    es taba

    haciendo una abol icin verbal de las di feren-

    cias de clases, sino que es taba rechazando la

    Consigna

    pol t ica "clase contra

    clase" como

    gua

    de

    al ineamiento para nues t ro

    prx im o

    perodo. Habl s imbl icamente de M r. M o r-

    gan, anal izndolo como un representante de

    Una clase

    y no

    como

    un

    individuo

    a quiea

    desconozco en ese sentido.

    En mi opinin ste es el nico camino

    acertado

    para

    el al ineamiento osltico dentro

    di los EE. UU.

    Tfimrei, y sobre todo,

    elegiremos nuestros

    asociados anal izando si es tn por o contra la

    poltica

    de Tehern y pesando la efect iv idad

    de su

    aporte

    sin

    cons iderar

    las

    d ife renc ias

    d

  • 8/10/2019 PRINCIPIOS N34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

    9/26

    Es

    obvio

    qu no

    hab r di ferencias

    insal-

    vables de opinin en lo que se refiere al rol

    de l Gobierno para abri r mercados ext ranje-

    ros,

    que son

    indispensables

    a la

    indus t ria

    y

    la

    agricul tura

    en los EE. UU. Con

    entera

    Conciencia convenimos que el Gobierno no

    debera

    ir ms

    all

    en el

    sentido

    que lo que

    los mismos exportadores capi tal i s tas exigen

    pa ra

    obtener sus pedidos y obtener el

    pago

    despus.

    Respecto a la expans in de l mercado in te-

    r ior, es un

    tema

    de

    discus in mucho

    m s

    agudo. Suponiendo que el mercado interior

    sea igual al ext ranjero en la capacidad para

    absorber

    los 85

    billones

    de

    dlares adiciona-

    les de las

    mercaderas

    en

    t iempo

    de

    paz,

    sto

    s ign i f i c a doblar aproximadamente el actual

    mercado in terno.

    Es

    claro

    que por los

    canales ordinarios

    de

    la

    expans in indus t rial (u t i l i zacin

    de los

    24 billones de dlares representados en bo-

    no s de guerra ,

    obras pblicas, construcciones

    de hogares , caminos ,

    e tc .) ,

    eso no podra con-

    seguirse; ni tampoco co n nuevas invers iones

    de capi tales en p lantas product ivas , las que

    precisaran

    de una

    mayor expansin. Deben

    encontrarse algunos medios ext raordinarios

    pa ra doblar la capacidad adquis i t iva del mer-

    cado

    in terior

    y

    parece

    que no hay otro

    me -

    dio de obtenerlo que doblando el

    poder

    adqui-

    sitivo de l consumidor individual . Lo que de-

    beinos hacer

    en

    este sentido

    no lo suger ire-

    mos en

    esta ocasin. Esperamos suges t iones

    de los capi tal i s tas , quienes debern encontrar

    soluciones

    en orden a mantener sus p lantas

    en

    actividad. Especialm ente, esperamos reco-

    mendaciones prcticas, sugeridas por el

    gran

    movimiento obrero organizado.

    Co n

    respecto

    al

    grado

    de

    in tervencin

    del

    Gobierno para

    g a ra n t i z a r

    la completa oc\r

    pacin y produccin, esto punto, el ms dis-

    cut ido

    de

    todos, deber resolverse

    de

    alguna

    manera dentro de la l nea de convenio

    en

    que

    las

    empresas privadas neces i ten

    para

    ponerse

    a n ivel de l s tandard de 150 billones del in-

    greso

    a n u a l

    de la

    Nacin .

    La

    C on f e r e nc ia

    de Tehern s lo ofrece la

    promesa, s iempre que las prct icas sean

    ampl iamente apl icadas , de real izar un progra-

    ma econmico de unidad nacional .

    Este

    es

    d i f c i l

    de

    llevar

    a cabo, pero bien vale hacer

    todos

    los

    es fuerzos para

    lograr su

    consecu-

    cin.

    Nosotros

    los

    comunis tas

    no s

    oponemos

    a

    permit i r un confl icto de clases en nues t ro

    pt

    cuando

    la guerra

    termin,

    Si

    esto suce-

    de

    to

    ser

    d nuestra responsabilidad,

    sino

    de

    aquel los que no saben usar su poder en

    pro de los intereses nacionales y que abando-

    nan

    la

    nacin

    en

    beneficio

    de su codicia,

    LAS PRXIMA S E LECCIONES

    P R E S I D E N C I A L E S

    E

    N

    noviembre

    de

    este

    ao el

    pueblo

    ser l lamado a elegir su Je fe Ejecu-

    tivo por los cuatro aos siguientes. La

    eleccin se veri ficar ent re los dos candida-

    tos seleccionados por dos Convenciones

    de-

    signativas, conocidas por los nombres de Par-

    tido Democrtico y Republ icano.

    Ellos son

    part idos , so lamente

    en un senti-

    do

    legal

    y

    f o r m a l ;

    no son

    partidos

    en

    1 sen-

    tido de representar pol t icas al ternat ivas b ien

    definidas.

    Son

    coaliciones

    de

    intereses

    loca-

    les y

    regionales

    d

    diversas tendencias del

    pensamiento pol t ico y de pol t icas profes io-

    nales,

    de las

    cuales

    la

    poltica nacional

    y el

    inters nacional se desprende como un camino

    sinuoso, con mucha confusin y una mxima

    dependenc ia

    de la persona lidad que surge

    como lder. Es un sistema

    pecul iarment

    arfte-

    ricano,

    sin

    paralel

    en

    n inguna part del

    mundo.

    Q u i n

    ser el

    candidato

    del Partido D

    m cr a t a? Qu

    pol t ica

    representar ese

    can-

    didato?

    Hay un

    solo punto cierto al buscar

    las

    respues tas .

    Este

    punto es que seguramente la

    Convencin Democrt ica des ignar nueva-

    mente a Roosevelt,

    si l

    acepta

    la

    designa-

    cin. Si el Pres idente rehusara, no hay la

    menor seguridad d que el candidato repr-

    sente la continuacin de la poltica d

    Roosevelt. En el hecho, podra

    ser

    alguien

    del tipo

    del

    senador Taft

    o

    Byrd,

    por

    e jem-

    plo. Esta

    es una

    s i tuacin al tamente

    i r ra-

    cional. Pero

    es la

    real idad

    con la que

    debe-

    mo s

    tra tar .

    En la sucesin de las directivas

    del partido no existen seguridades

    en

    la

    con-

    iinuacin de la

    pol t ica,

    por el

    contrario,

    es

    casi seguro que un cambio en la persona

    re-

    presentara un cambio en la

    pol t ica.

    El

    Part ido Republ icano es igualmente

    in

    es table. Wendel l Wil lkie es uno d sus po-

    sibles

    candidatos. Sin embargo, su designa*

    cin casi depende por completo de que su

    oponente democrtico

    sea

    Roosevelt.

    En l

    momento en que la Convencin Republ icana

    est segura de 'que Roosevel t no part ic ipa,

    las pos ibi l idades de Wil lkie caeran vert ical -

    fflente y los delegados republicanos elegiran

    PAGINA CATORCE

    un candidato fabricado

    por la

    mquina elec-

    toral

    de

    alguien como Dewey

    o

    B r i c ke r .

    Wil lkie es t t ratando desesperadamente de su

    perar es te

    handicap

    en su contra por medio

    de

    discursos demaggicos ; es t cayendo en'

    t re dos rocas; t ratando de i mi t a r al

    Presi-

    dente y de parecer al mismo t iempo como su

    opositor.

    Te nd r

    necesariamente

    que escoger

    lo que va a

    s e r ;

    no

    puede continuar siendo

    las dos cosas a la vez.

    Estos hechos revelan cuan oscura

    se

    pre-

    senta la supues ta al ternat iva ent r Roosevel t

    y Wil lkie y, por lo tan to , el ganar la conti-

    nuidad de poltica con

    el

    cambio de part ido.

    An admi tiendo, de -acuerdo con los

    argu-

    mentos (lo que est resul tando menos verda-

    dero cada da)

    qu e

    Wil lkie aboga

    por una po-

    ltica

    muy semejante a la de Roosevel t , si-

    que siendo e fec t ivo que Wil lkie no puede

    vencer en la Convencin Republ icana s i e l la

    comprueba que puede elegi r o t ro candidato ,

    lo que har, a menos qu e Roosevelt partici-

    pe; y

    Roosevel t

    no

    consent i r

    en ser

    candi-

    dato

    si no es respaldado por una gran

    mayo-

    ra que asegure su reeleccin, sin obl igarlo

    a descuidar la guerra por la campaa electo-

    ral .

    En

    ambos casos , Wil lkie est perdido.

    Fu e el amplio reconocimiento de estos he-

    chos

    bsicos

    lo que

    orient

    a un

    amplio sec-

    tor del mo vim iento obrero y a en 1943, a le-

    vantar la demanda de que Roosevelt sea el

    candidato de 1944.

    La

    Co n fe re n c i a

    de

    Tehern

    ha

    p ro f und i -

    zado y ampl iado ms esa exigencia. No es

    que la pol t ica de Tehern sea propiedad del

    Partido Demcrata . No: es propiedad de la

    Na c i n

    y

    todos

    los que la

    apoyan

    se

    bene-

    f i c i a r n con ella. Pero a nadie escapa que

    el h o mb re que jug un gran papel en la

    real izacin conjunta de la Conferencia de

    Tehern y que aport un

    gran

    e s f ue r zo para

    que fuera un xi to , deber es tar ident i ficado

    en la opinin pblica con el ms g'rande acn-

    tec 'miento de la Nacin .

    F-n

    la sesin plenaria de

    .nuestro

    Co mi t

    Nacional d junio l t imo, in form que:

    "L a corrien te principal en el campo de-

    rro t is ta se di rige a real izar una t rip le

    divi-

    i n .

    en la eleccin, a fi n de negar mayora

    a cualquier candidato y l levar la des ignacin

    a la

    C ma ra

    de

    R epresentantes,

    que

    est

    con-

    trolada

    por una coalicin reaccionaria, ale-

    jando as los Es tados de l Sur, (de "voto cen-

    si tar io") , de

    Roosevelt

    o de su

    candidato ,

    1

    para

    oponer un candidato democrt ico rival

    designado por la Convencin que d e j a r a a

    Roosevel t fuera de la lucha en aquellos Es-

    tados".

    Mi in forme sobre la

    exis tencia

    de este plan

    recibi pbl ica confi rmacin

    a

    t ravs

    de uno

    d sus

    campeones ,

    (un

    senador

    de

    Carol ina

    del Sur), en el

    Senado har unas pocas

    se-

    manas . Cuando

    me

    r e f e r

    a

    este asunto,

    era

    sta

    un a

    inspiracin secreta, pero

    verdadera-

    mente pel igrosa que ya en el momento en

    que el senador la levant abiertamente como

    una amenaza, se haba t rans formado en un

    pel igro cierto . No, el Sur no ya a separarse

    del

    Part ido Democrt ico

    por la

    abol ic in

    del

    voto cens i tario n i por la labor progres is ta de

    Roosevelt. Tambin el Sur ha comenzado a

    comprender que no puede vivirse en el. pa-

    sado y que debe empezar a modernizarse y

    a ponerse al mismo nivel de l resto de l pas.

    Carol ina del Sur s igui a sus senadores en

    la separacin que desencaden la guerra civ i l

    de

    1861, pero este Estado no seguir a sus

    senadores en una nueva separacin en 1944.

    No. Los

    part idarios

    del

    voto cens i tario de*

    bern encontrar nuevos caminos , ms ocul-

    tos al pueblo , para poder cobrar esperanzas

    y

    seguir adelante

    en su

    sucia tarea

    en la

    fu-

    t u r a eleccin presidencial.

    Esencialmente el mismo signif icado prc-

    tico tuvo el

    e s f ue r zo

    desplegado en 1943 para

    dispersar

    a un

    sector del movimiento obrero

    en un tercer "partido", que

    fu e

    llevado a cabo

    para oponerse al e s f ue r zo de guerra por los

    John Lewis , los t ro tskis tas y los social is tas

    de N o r m a n Thomas .

    Es ta

    desviacin tambin

    ha

    s ido derrotada

    gracias al buen sent ido de los t rabajadores

    y

    a la c a p a z j e fa t u ra de Phi l l ips

    M u r r a y

    y

    Sydney

    H u l m n .

    Ahora, e l campo reaccionario y derrot is ta

    no ha dejado n inguna t reta por real izar para

    las elecciones de 1944,

    en

    las cuales esperan

    a n

    conseguir

    el

    poder; salvo luchas

    por

    con-

    t ro lar

    la

    designacin en uno o ambos

    par t i -

    dos. Si Roosevel t les hace el ines t imable

    a-

    vo r

    de

    ret i rarse

    del

    campo, entonces

    lo

    reaccionarios y derrotistas vern aumentada*

    sus

    esperanzas

    de

    controlar

    las

    elecciones

    en

    ambos part idos .

    En

    este caso

    el

    pas tendr

    que apres tarse verdaderamente para un mal

    tiempo.

    Si Roosevel t

    es

    f ina lmente convencido por

    las exigencias del pueblo, contra sus propios

    deseos de no presentarse nuevamente, la ni -

    ca

    e s p e ra n z a

    de los

    derrotistas estar

    en el

    Partido

    Republ icano y an all, tendrn que

    FAGINA QUINCE.

  • 8/10/2019 PRINCIPIOS N34 - ABRIL DE 1944 - PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

    10/26

    enfrentarse con

    la f i g u ra de Willki que o

    C S

    el

    hombre

    que

    desean.

    A D I S A L L EM A D E L N E W

    D E A L

    E

    L Pres idente expres la profunda es -

    t rategia

    de la

    unidad nacional , cuando

    recientemente

    declar a la prensa que

    en su opin in el lema de "New Deal" para

    caracterizar

    a su

    administ rac in debera

    ser

    reemplazado por algo ms actual como el de

    "ganar

    la

    guerra".

    El

    vocero

    de

    la v ieja guardia republ icana

    "Spangler"

    inmediatamente sali a la pales-

    t ra , demostrando as que

    Rooseveh

    estaba en

    lo correcto. Spangler atac

    f u r ios a m e n t e

    esta, caracterizacin e ins is t i que el

    Pa r -

    t ido Republ icano seguira batal lando segn

    los

    vie jos

    modelos en 1944 y que rehusaban

    reconocer que

    el

    mundo haba cambiado por

    completo.

    La vie ja guardia social -demcrata aprove-

    ch t ambin la ocasin para

    ag r an dar

    el abis -

    mo

    entre

    ella y el Pres idente, abismo que ha

    es tado cavando laboriosam ente en es tos l t i -

    mo s meses.

    Lo s

    l iberales

    de New Republ ic fueron

    ata-

    tados de h is terismo y declararon que nunca,

    nunca, jams , e l los podran

    acepta r

    que 'la

    adminis t racin

    Roosevel t se cobi jara bajo el

    lema "ganar

    la

    g u e r ra "

    en vez del

    "New

    Deal".

    Por

    qu no

    a

    us tar las cons ignas a las

    tareas

    cambiantes de los tie mpos ? Como el

    Pres idente lo ha sealado, el contenidp del

    perodo del New Deal cons is t a en una serie

    de

    28 medidas ahora bien es tablecidas y a las

    cuales ni siquie ra los ms rabiosos

    .anti-

    K ew

    Deal

    se

    at reveran

    a

    oponerse

    si se

    pre-

    sentaran de candidatos a la Presidencia. Son

    vl idas y c on t inua r n s indolo . Pero hoy da

    ie

    imponen ot ras medidas

    y

    todas ellas

    es tn

    ligadas

    la neces idad de ganar la guerra.

    Y si alguno se interesa en lo que piensan

    los

    comunis tas respecto a la

    cuest in,

    bas ta

    con repet i r lo que nosotros decamos a nues-

    ' t ro C omit Nacional en j u l io pasado:

    "E l

    punto c u l m ina n t e

    no

    es t p lanteado

    ntre "ala derecha"

    y

    "ala i zq u ie rd a '

    1

    ;

    di-

    cho en o t ras palabras , en t re el " Ne w

    Deal"

    y el "Od Deal"; no se

    t ra t a

    de

    ma n t e n e r

    el

    st?.tu

    quo (lo

    e x i s t e n t e )

    ; se

    t ra t a

    de ver

    lo que est por la victoria y contra los

    derro-

    tistas. Y en toda esta lucha, no slo estn las

    lneas para

    la

    eleccin

    de

    1944,. s ino tambin

    par todos

    los

    asuntos

    cotidianos que inci-

    PAGINA DIECISEIS.

    den en el

    desenvolvimiento

    d la

    guerra}

    nuestros amigos y nuestros aliados no

    estn

    determinados po r n inguna cpns ideracin

    ideo-

    lgica o por

    pos iciones pol t icas formale s .

    Nosotros somos socios

    y

    aliados

    de

    todo ame*

    ricano

    qu e es t dispues to a pelear contra los

    derrot is tas in ternos

    y a

    proseguir

    la guerra

    hasta la victoria.

    Esta

    es nues t ra pol t ica

    para hoy y para el prximo ao. En el curso

    de esta lnea debemos guiarnos

    sin

    ninguna

    desviacin.

    POLTICA

    D E SA L A R IO S , H U EL -

    G A S Y ACCIN P O L T I C A DE L A

    C L A S E O B R E R A

    L

    A

    cons iderable confusin

    en el

    manejo

    de la poltica de salarios, ha llegado

    a un

    punto

    en que

    toda

    la

    materia

    al

    respecto precisa un a revis in

    seria

    po r

    parte

    de la

    Adminis t racin

    para

    la

    el iminacin

    de

    las

    normas es tt icas

    y

    rg idas , modi ficadas

    solamente po r medidas chapuceras no

    ajusta-

    das a una pol t ica di rigente.

    Este manejo dogmt ico y r gido de los pro*

    blemas de

    salarios,

    ha

    abierto campo para

    lo

    provocadores y divisionistas, quienes ha n

    aprovechado la oportunidad para sembrar el

    descontento ent re los t rabajadores y

    dir igir"

    los contra la adminis t racin y el e s fu e rz o di

    la guerra. Lo s peores enemigos en este aspec-

    to han

    sido

    los

    elementos reaccionarios

    entre

    los empleadores , secundados hbi lmente por

    Lewis y sus admiradores dentro del mov*

    miento obrero .

    En

    general,

    los

    t rabajadores

    y en

    especial

    la CIO, bajo la di reccin de Phi l l ips Mu"

    r r a y ,

    t ienen un magn fico record en el apoyo

    de la

    guer r a ,

    en el aumento de la produccin

    y en la serenidad para hacer fren te a las pro'

    vocaciones , adhiriendo f i rm e m e n t e a la pol-

    tica

    de no

    hacer huelga.

    Lo s

    t rabajadores

    hari

    soportado las cargas y los s a c r i f i c i o s de la

    guerra s in quejarse cuando desvergonzados

    aprovechadores

    l l enaban

    de denues tos sus

    odos, j' ha n comprendido su s responsabi l ida-

    des como columna vertebral de la nacin .

    Pero los

    t ra b a j a d o re s

    ha n

    entendido tam*

    bien que no es patritico permitir el empeo-

    ramiento

    en las

    condiciones

    de

    v"ida,

    en

    la

    a l imentac in, abrigo y habi tacin ,

    necesar ias

    para

    los

    soldados

    de la

    produccin , cuando

    esto no es el resul tado de la escasez, sino ds

    los malos manejos y de la

    ma l a

    fe. Los sol*

    dados de la produccin merecen y

    necesitan'

    tan

    cuidadosa provisin para

    sus

    necesidades,

    como la

    que

    precisan

    los

    soldados

    en los

    campamentos y en las batal las . La nica ra-

    z n

    leg t ima para reduci r

    el

    s tandard

    de vida,

    cuando

    ellos

    t rabajan el doble que lo normal ,

    sera una

    escasez real

    y

    f s ica

    de

    mercancas ,

    lo que no ocurre en este cas.

    Cualquier pol t ica razonable de salarios

    debe ser des t inada a levantar al mximo la

    produccin , sin embargo debe guardar tam-

    bin

    los salarios en

    relacin

    con los

    precios,

    corrigindose constantemente las des igualda-

    des, dirigindose a que igual t rabajo merezca

    igual

    salario

    y

    debe l imi tar

    las

    ganancias

    en

    una relacin establecida por la expans in de

    la produccin. Cada grupo de t rabajadores e

    individuos debe comprender que no es una

    vctima . desvalida ante un . capricho arbit ra-

    rio, sino que la poltica de la Adminis t racin

    est

    paulat inamente t rabajando

    por acercar-

    se a un aceptable standard de jus ta compen-

    sacin

    que

    tiene

    en

    cuenta

    su

    contribucin

    al

    es fuerzo nacional .

    La ausencia de esta poltica de salar ios

    de sentido comn no es j u s t i f i c a c i n para la

    huelga. Tod a

    huelga es hoy da perju dicia l ,

    para

    la

    guerra, perjudicial para

    la

    nacin,

    perniciosa para

    el

    movimiento t rabajador

    y

    nociva

    pa ra

    cada

    obrero individualmente.

    Nosotros hemos dicho clara