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1 PRINCIPIOS, VALORES ÉTICOS Y RETOS DE FUTURO EN LA GESTIÓ DEL PAISAJE 1 Albert Cortina Ramos Abogado urbanista Director del Estudio DTUM Palabras clave: Gestión del paisaje; ordenación del territorio; ética del paisaje; principios y valores; nueva cultura del territorio. Albert CORTINA RAMOS es licenciado en Derecho, Máster en Estudios Regionales, Urbanos y Metropolitanos (Universidad Autónoma de Barcelona); Máster en Gestión Urbanística (Universidad Politécnica de Cataluña - Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona); Diplomado del Postgrado en Medio Ambiente Urbano y Sostenibilidad (Universidad Politécnica de Cataluña – Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona); Máster Oficial en Estudios Territoriales y de la Población (Universidad Autónoma de Barcelona); y tiene Estudios de Doctorado en Geografía (Universidad Autónoma de Barcelona). Desde el año 1992 es director del Estudio DTUM, despacho con sede en St. Cugat del Vallès (Barcelona) especializado en urbanismo, ordenación del territorio, medio ambiente y gestión del paisaje. Como miembro de diferentes equipos interdisciplinares participa en la redacción de planeamiento territorial, urbanístico y estratégico; en proyectos de gestión del paisaje; en acuerdos de custodia del territorio; y en procesos de participación, concertación y mediación territorial. Es asesor de diferentes gobiernos y organismos públicos y privados en la implementación de políticas de paisaje y en el diseño de los instrumentos de regulación, intervención y gestión del paisaje. Ha sido co-director del Máster en Intervención y Gestión del Paisaje impartido en la Universidad Autónoma de Barcelona desde su inicio en 1999 hasta el año 2006. Actualmente es profesor en dicho Máster i docente en cursos de formación y másters impartidos en diversas universidades de reconocido prestigio. Es autor de publicaciones especializadas en materia de ciudad, territorio y paisaje. 1 Articulo publicado en: SIMANCAS, M.R. y CORTINA, A. (coords.) (2011): Retos y perspectivas de la gestión del paisaje de Canarias. Reflexiones en relación con el 10º aniversario de la firma del Convenio Europeo del Paisaje. Observatorio del Paisaje de Canarias. Gobierno de Canarias. Tenerife

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PRINCIPIOS, VALORES ÉTICOS Y RETOS DE FUTURO EN LA GESTIÓ DEL PAISAJE1

Albert Cortina Ramos

Abogado urbanista Director del Estudio DTUM

Palabras clave: Gestión del paisaje; ordenación del territorio; ética del paisaje; principios y valores; nueva cultura del territorio.

Albert CORTINA RAMOS es licenciado en Derecho, Máster en Estudios Regionales, Urbanos y Metropolitanos (Universidad Autónoma de Barcelona); Máster en Gestión Urbanística (Universidad Politécnica de Cataluña - Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona); Diplomado del Postgrado en Medio Ambiente Urbano y Sostenibilidad (Universidad Politécnica de Cataluña – Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona); Máster Oficial en Estudios Territoriales y de la Población (Universidad Autónoma de Barcelona); y tiene Estudios de Doctorado en Geografía (Universidad Autónoma de Barcelona). Desde el año 1992 es director del Estudio DTUM, despacho con sede en St. Cugat del Vallès (Barcelona) especializado en urbanismo, ordenación del territorio, medio ambiente y gestión del paisaje. Como miembro de diferentes equipos interdisciplinares participa en la redacción de planeamiento territorial, urbanístico y estratégico; en proyectos de gestión del paisaje; en acuerdos de custodia del territorio; y en procesos de participación, concertación y mediación territorial. Es asesor de diferentes gobiernos y organismos públicos y privados en la implementación de políticas de paisaje y en el diseño de los instrumentos de regulación, intervención y gestión del paisaje. Ha sido co-director del Máster en Intervención y Gestión del Paisaje impartido en la Universidad Autónoma de Barcelona desde su inicio en 1999 hasta el año 2006. Actualmente es profesor en dicho Máster i docente en cursos de formación y másters impartidos en diversas universidades de reconocido prestigio. Es autor de publicaciones especializadas en materia de ciudad, territorio y paisaje.

1 Articulo publicado en: SIMANCAS, M.R. y CORTINA, A. (coords.) (2011): Retos y perspectivas de la gestión del paisaje de Canarias. Reflexiones en relación con el 10º aniversario de la firma del Convenio Europeo del Paisaje. Observatorio del Paisaje de Canarias. Gobierno de Canarias. Tenerife

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1. INTRODUCCIÓN En octubre de 2010 se ha conmemorado en Florencia el décimo aniversario de la firma del Convenio Europeo del Paisaje promovido por el Consejo de Europa. Dicho Convenio, que entro en vigor el 1 de marzo de 2004, es un tratado internacional que entiende el paisaje como un elemento esencial del bienestar individual y social, factor fundamental de la calidad de vida de las personas, que contribuye al goce de los seres humanos, así como a la consolidación de la identidad local, nacional y europea. El paisaje desde esta óptica participa en el interés general, sobre la base cultural, ecológica, social y espiritual, y constituye un recurso favorable para las actividades económicas, especialmente el turismo y la gestión del patrimonio cultural. La evolución de las técnicas de producción agrícola, silvícola, industrial y de las actividades económicas en general, así como la practica en materia de ordenación del territorio, urbanismo, transporte, infraestructuras, turismo y ocio, y de forma general los cambios derivados de la globalización, han inducido muy frecuentemente a la degradación y la banalización de los paisajes y, por tanto, a la perdida en la calidad del capital paisajístico de los territorios. De acuerdo con el Convenio, los poderes públicos en concertación con los agentes sociales y económicos y con la mas amplia participación de los ciudadanos, deben contribuir a preservar la calidad de los paisajes y en este sentido se establecen los principios jurídicos generales que han de guiar la adopción de políticas nacionales, regionales y locales sobre el paisaje y su gestión. El citado documento es hasta el momento el paso más avanzado que en materia de protección del paisaje se ha producido a nivel internacional. La importancia del Convenio de hecho radica en el impulso que este tratado internacional ha representado para la adopción de las legislaciones de carácter nacional y regional, asumiendo en muchos casos sus criterios de gestión, protección y ordenación. Las consideraciones de las que parte el Consejo de Europa en este convenio ponen de manifiesto el nuevo posicionamiento europeo entorno al paisaje, que supone un tratamiento conjunto de todos los elementos integrantes del mismo, con la finalidad de avanzar respecto al enfoque que el paisaje hasta la fecha había recibido. El Convenio vincula e integra el elemento “paisaje” con una parte del patrimonio común que pretende garantizar y promover el Consejo de Europa; en particular, con la adaptación de acuerdos de carácter económico y social. Se trata, en definitiva, de avanzar en la dirección “de un desarrollo sostenible basado en el equilibrio armónico entre las necesidades sociales, la economía y el medioambiente”. Se parte pues de una serie de premisas que constituyen el sustrato de la afirmación de la necesaria protección, ordenación y gestión del paisaje, entendiendo que este participa de una manera importante en el interés general en su dimensión cultural, medioambiental, territorial, urbanística, histórica, estética, ética y social. En este sentido, el paisaje representa un componente fundamental del patrimonio cultural y natural de Europa y coopera en el desarrollo de las culturas locales y nacionales, contribuyendo al bienestar de los seres humanos y a la consolidación de su identidad colectiva. El desarrollo y aplicación del Convenio Europeo del Paisaje desde el año 2000 hasta la actualidad podemos decir que se encuentra en plena actividad en buena parte de Europa y concretamente en el conjunto de las Comunidades Autónomas del Estado español.

2. EL CONCEPTO SOCIAL DEL PAISAJE 2.1 El paisaje como una transformación colectiva y cultural del territorio En estos diez años hemos asistido pues a una renovación de la noción convencional de paisaje que ha situado este concepto en la actualidad del debate social. El paisaje ha pasado de ser concebido como la simple imagen estática del territorio o como un escenario bello para la

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contemplación a ser un indicador del estado de salud de las relaciones de la sociedad con la ordenación del territorio y el medio ambiente. A este cambio han contribuido diversos factores, entre los que destacan: a) las transformaciones aceleradas de los paisajes tradicionales, b) la crisis ecológica global, y c) la valorización del paisaje como recurso económico y social. Las transformaciones del paisaje, debidas a la expansión del fenómeno urbano en el territorio y al desarrollo de la capacidad tecnológica de transformación de la naturaleza no son nuevas, pero en las últimas décadas han alcanzado un ritmo antes desconocido. Y el resultado de estas transformaciones se manifiesta en unos casos en la destrucción de los paisajes, y en otros, en la generación de paisajes estandarizados e impersonales, dando lugar al fenómeno conocido como “banalización del paisaje”. “La consecuencia de este proceso de banalización es que algunos paisajes empiezan a ser raros, adquieren el valor de bien escaso y son objeto de valorización por parte de la sociedad, que exige su protección como patrimonio social. La crisis ecológica global se manifiesta también en el paisaje. Por una parte las sociedades perciben la perdida de la calidad de los paisajes como una señal inequívoca de los desequilibrios que afectan en la actualidad al medio ambiente, de forma que el empobrecimiento de la diversidad de los paisajes constituye la expresión del empobrecimiento de la biodiversidad y del desequilibrio ecológico global. Por otra parte, la pérdida de diversidad de los paisajes de la Tierra se contempla como un daño irreparable al cual hay que poner remedio cuanto antes” (Martinez y Vazquez, 2008: 3). Desde la nueva perspectiva que nos ofrece el Convenio Europeo del Paisaje, los valores del paisaje son perfectamente objetivables y van mas allá de los naturales: en tanto que reflejo de una identidad socio-territorial, el paisaje está impregnado de valores sociales, culturales, históricos, espirituales y estéticos, entre otros. El paisaje en este sentido, no es pues solamente una cuestión subjetiva e individual, es sobre todo, un proyecto común, un patrimonio colectivo, con valores objetivables y gestionables, por más que los experimentemos y gocemos de manera individual. Y es precisamente por este hecho que el paisaje puede ser – ha de ser – tenido en cuenta en la ordenación y la gestión del territorio. Y es en este contexto, de construcción social y de gestión de las transformaciones territoriales que el paisaje alcanza su dimensión ética. En este sentido, como afirma el profesor Joan Nogué (2007) el paisaje se concibe, a la vez, como una realidad física y la representación que culturalmente nos hacemos de ella. Es la fisonomía geográfica de un territorio con todos sus elementos naturales y antrópicos y también los sentimientos y emociones que despiertan en el momento de contemplarlos. En definitiva, el paisaje es concebido como un producto social, como la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado desde una dimensión material, espiritual y simbólica. 2.2 Nueva cultura del territorio y consciencia de paisaje Sin abandonar la visión sistémica necesaria para entender nuestra relación con la naturaleza, la reflexión que nos aporta la nueva noción de paisaje va más allá de los postulados del paradigma ambiental. Paisaje es, desde esta concepción, “cualquier parte del territorio tal y como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos” (Art. 1 del Convenio Europeo del Paisaje). Y es en este marco que nuestra sociedad constata con inquietud como los paisajes han conocido un acusado proceso de cambio en las últimas décadas. En principio, esto no debería sorprendernos: si el paisaje es la realidad física engendrada por el diálogo entre la actividad humana y el entorno, tal y como es percibida por la comunidad, toda sociedad dinámica – y las nuestras lo son particularmente- transformará, de manera inevitable, el paisaje en el que vive. Convendremos, pues, que todo paisaje, mas que una realidad estática es un momento de un proceso (Nel.lo, 2003). La noción de cambio es, así, consustancial al mismo concepto de paisaje. No obstante, a nivel individual y colectivo estas transformaciones aceleradas de los paisajes nos generan una gran inquietud. Preocupación fundada, puesto que la calidad del entorno es

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un elemento esencial para la calidad de vida de las personas y de las sociedades. Así, no es de extrañar, que la evolución de los paisajes sea hoy objeto de controversias y conflictos, hasta el punto que el paisaje ha pasado a ser el motivo mismo de muchas de ellas. Se ha ido abriendo paso, de este modo, la noción de que la colectividad debe intervenir de alguna forma para encauzar y, cuando sea necesario, corregir los procesos de transformación del paisaje. El profesor Oriol Nel.lo (2003) va más allá en la reflexión sobre la disyuntiva entre conservación de la naturaleza y la noción de gestión del paisaje y apunta que hoy el paradigma conservacionista, a menudo benemérito, se ha visto ampliamente superado ya que toda sociedad dinámica transforma de manera inevitable el paisaje, de forma que el intento de conservar inmutado un paisaje humanizado – como si de una pieza de museo se tratara- resulta una quimera. De esta constatación han surgido nuevas visiones que apuntan a que en la actualidad lo que hay que procurar es que, en su inevitable proceso de cambio, los valores que caracterizan cada paisaje no se vean mermados, sino preservados y exaltados. De esta manera, las políticas públicas sobre el paisaje deberían transitar desde el intento de conservar estáticas las imágenes de algunos paisajes a tratar de gestionar los procesos de cambio en la totalidad del territorio con el fin, entre otros, de conservar sus valores paisajísticos. El nuevo paradigma afirma, pues, la preeminencia del proceso sobre lo estático, de los valores sobre la imagen, del todo sobre la parte y de la ordenación y gestión del paisaje de forma holística sobre la conservación “museística” de la naturaleza. En este contexto podemos entender por cultura territorial “la mínima formación necesaria para asumir y no cuestionar que es imprescindible, para el bien común, una ordenación del territorio racional y a la vez sensible al lugar; que es conveniente, en beneficio de la colectividad, una gestión prudente y sostenible de los recursos naturales, y que es aconsejable, para reducir la inevitable conflictividad territorial derivada de la toma de determinadas decisiones, una forma de gobierno y de gestión del territorio basada en el dialogo y en la concertación social” (Nogué, 2010:147). El paisaje actúa pues como un catalizador, un elemento vertebrador de la conflictividad creciente de carácter territorial y ambiental que se puede palpar en nuestra sociedad. No es pues extraño que se planteen consideraciones éticas sobre el tipo de transformación que se produce en un determinado paisaje. Es precisamente esta profunda dimensión ética del paisaje y de las intervenciones en el entorno (no solo natural, sino en el paisaje urbano, periurbano, agrícola, litoral, etc.) la que debe estar amparada por una nueva cultura del territorio que de forma concertada con la ciudadanía oriente las transformaciones de un determinado paisaje. No todo vale. Las intervenciones en el paisaje deben estar justificadas por el carácter ético de la transformación (Cortina, 2010). Pero, ¿se puede transformar un paisaje sin destruirlo? Este es uno de los retos más apremiantes de las sociedades contemporáneas. Se trata de un desafío que exige una respuesta del conjunto de la sociedad y no tan solo de las Administraciones públicas o instituciones científicas y académicas. Esta pregunta nos sitúa ante una cuestión con una clara dimensión social, cultural y, por descontado, ética. Tal y como señala el profesor Joan Nogué (2010:122) “si entendemos el paisaje como un escenario natural mediatizado por la cultura, como la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado, hemos de admitir que el paisaje es intrínsecamente dinámico y cambiante. Cuando se eliminan de golpe los elementos que dan continuidad histórica a un paisaje determinado y se pierde el sentido del lugar, no asistimos a una evolución del paisaje, sino a su destrucción”. La capacidad de saber actuar sobre el paisaje sin destruirlo, sin romper el carácter esencial, sin eliminar los elementos que le confieren continuidad histórica, es una de las grandes asignaturas pendientes que nos queda por superar. No siempre se sabe alterar, modificar, intervenir, gestionar, sin destruir. Como afirma Nogué (2010:125) “cuando se destruye un paisaje se destruye la identidad del lugar- en especial cuando se es incapaz de substituirla por otra, por artificial que sea- es reprobable, tanto como destruir la biodiversidad del planeta. La

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distinción entre evolución y destrucción de un paisaje no es una cuestión de matiz; es de fondo, porque es, antes que nada, una cuestión moral. Hoy, la disyuntiva evolución frente a destrucción del paisaje es fundamental y entra de pleno en el terreno de la ética”. Es por ello que en opinión de Nogué (2010:146) “es necesario impregnarnos de una consciencia de paisaje similar a la consciencia ambiental que nos permita disfrutar de la simple contemplación de los paisajes que nos envuelven, no por ninguna acción especial derivada de un ambicioso plan estratégico, sino, simplemente, porque es un hecho mil veces demostrado que un entorno físico atractivo, limpio, afable y estéticamente armonioso genera una agradable sensación de bienestar que aumenta notablemente la calidad de vida de los ciudadanos. Tenemos los documentos marco, tenemos las diagnosis. Solo nos hace falta mas consciencia social y cultural”. 3. RETOS DE FUTURO EN LA GESTIÓN DEL PAISAJE 3.1 Nuevos valores para nuevos retos: hacia un cambio de mentalidad Una vez transcurrida la primera década de aplicación del Convenio Europeo del Paisaje, se nos presentan nuevos retos de futuro que requerirán, en los próximos años, desarrollar el marco legislativo y los instrumentos específicos, así como profundizar en los principios que sustentan la construcción cultural de un sistema de valores éticos entorno al paisaje que puedan ser asumidos por una sociedad cada vez mas concienciada y que pide a los poderes públicos mayor grado de compromiso en la aplicación de las políticas de paisaje y mayor implicación de los ciudadanos en la toma de decisiones sobre las transformaciones inducidas por la intervención del ser humano y de sus actividades en los paisajes que nos rodean y que conforman nuestra identidad colectiva. A continuación, exponemos algunos de estos retos junto con determinados principios y valores que, a nuestro entender pueden ayudar en el cambio de mentalidad que requiere la sociedad y sus instituciones en materia de gestión del paisaje. 1. Impulsar la gestión responsable del paisaje, entendida como el proceso de formulación,

articulación y despliegue de un conjunto de estrategias dirigidas a la valorización de un determinado paisaje y a la mejora de la calidad de vida de las personas que lo habitan, en el marco de un desarrollo sostenible, mediante la utilización de los instrumentos adecuados y la implantación de los programas y las acciones establecidas en un proyecto de gestión del paisaje.

Fig. 1. Intervención y gestión dinámica sobre el paisaje: principios y valores

Fuente: elaboración propia 2. Profundizar en la inclusión del paisaje en las políticas y los instrumentos de urbanismo y

ordenación territorial, así como en la planificación sectorial, como una oportunidad de mayor coherencia general en el gobierno del territorio.

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Fig. 2. Planificación del territorio y ordenación del paisaje: principios y valores Fuente: elaboración propia

3. Reforzar los vínculos entre el paisaje y el reconocimiento del lugar que ocupa el individuo en las decisiones sobre los usos del territorio, ya que la persona que puede intervenir en estas decisiones se siente reconocida como una parte implicada capaz de concebir la planificación que se realiza sobre el territorio.

Fig. 3. Participación, concertación y mediación territorial: principios y valores Fuente: elaboración propia

4. Conseguir que las políticas de paisaje sean útiles para desarrollar actuaciones públicas

relacionadas con determinados ámbitos (mantenimiento de los centros urbanos históricos) y mejorar otras (periferias urbanas, espacios periurbanos) o para administrar mejor grandes extensiones territoriales (áreas urbanas abandonadas, espacios que se desertifican, riberas fluviales degradadas, litoral masificado…).

Fig. 4. Políticas de paisaje: principios y valores Fuente: elaboración propia

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5. Tener en cuenta los vínculos entre la diversidad y la calidad de los paisajes como un reflejo del respeto a la dignidad de la naturaleza y a la realización personal, a nivel material y espiritual del individuo, evitando los efectos mas negativos de la desaparición de la cultura que nos da sentido del lugar sustituyéndola por una cultura tecnológica o virtual que nos deslocaliza como personas y nos hace perder, en unos entornos cada vez mas urbanos, las raíces rurales y el conocimiento empírico de la vida en un entorno natural.

Fig. 5. Diversidad de los paisajes y cultura de la sostenibilidad: principios y valores Fuente: elaboración propia

6. Profundizar en la valorización social del papel que tiene la agricultura avanzada y

el agricultor, como gestor del territorio, en una sociedad cada vez mas preocupada por garantizar la seguridad alimentaria y la salud de las personas.

Fig. 6. Nueva ruralidad y agricultura avanzada: principios y valores Fuente: elaboración propia

7. Anticiparse a las problemáticas que generan los paisajes emergentes que se van

construyendo en el contexto de la sociedad del conocimiento dándoles respuesta a través de la gestión y la planificación territorial.

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Fig. 7. Globalización y sociedad del conocimiento: principios y valores Fuente: elaboración propia

8. Hacer posible que la estrategia de aumentar la calidad de vida en los paisajes

contemporáneos se correspondan con un mayor bienestar individual y social de la gente que vive en el territorio, del cual estos paisajes son la expresión visible.

Fig. 8. Objetivos de calidad paisajística y bienestar: principios y valores Fuente: elaboración propia

9. Alcanzar mediante las políticas públicas de paisaje y la participación de la sociedad civil

organizada, una mayor acción para que los valores ecológicos y culturales de los paisajes no se pierdan o se reduzcan a la banalización, evitando que esta tendencia repercuta negativamente en la calidad de vida de las personas o de los diversos procesos y actividades económicas desarrolladas en el territorio.

Fig. 9. Revalorización del paisaje vs. banalización: principios y valores Fuente: elaboración propia

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10. Encontrar el equilibrio entre dinamización del territorio y paisaje como recurso económico, evitando que este se convierta meramente en un bien comercializable en un mercado en que el paisaje se limita a una simple disposición formal, temática, una especie de espectáculo visual que no tiene en cuenta los diversos aspectos interrelacionados como el social, el económico o el ecológico. La población ha de poder ver signos tangibles en la planificación y gestión de los paisajes del deseo de las autoridades de implicarse en el bienestar del conjunto de la sociedad y no solo en los beneficios de unos determinados sectores de la actividad económica y del rendimiento vinculado a la especulación en el mercado de valores.

Fig. 10. El paisaje como recurso y compensaciones territoriales: principios y valores Fuente: elaboración propia

11. Subrayar la dimensión cultural y patrimonial del paisaje en la construcción de la

identidad colectiva, haciendo posible la convivencia entre la diversidad de culturas y creencias que la sociedad contemporánea comporta.

Fig. 11. Identidad colectiva y defensa del patrimonio paisajístico: principios y valores Fuente: elaboración propia

12. Sensibilizar a la población en los valores del paisaje e introducir en los distintos

niveles de educación el conocimiento y el civismo en relación a la ciudad, el territorio y el paisaje.

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Fig. 12. Sensibilización, formación y educación: principios y valores Fuente: elaboración propia

13. Expandir la idea que gozar de un paisaje de calidad constituye un nuevo derecho

fundamental de las personas.

Fig. 13. Derecho a gozar de un paisaje de calidad: principios y valores Fuente: elaboración propia

14. Expandir los principios y valores de una nueva ética del paisaje que comporte el

compromiso de realizar una gestión responsable del paisaje, con un mayor respeto a la dignidad de la naturaleza, así como un aumento de la calidad de vida de las personas, de su bienestar material y espiritual y en definitiva, de su felicidad.

Fig. 14. Conscienciación paisajística y compromiso ético: principios y valores Fuente: elaboración propia

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Nos encontramos en un momento crucial en el que la situación del ser humano en el mundo actual exige una ética fundamentalmente nueva que implique no tan solo una responsabilidad particular en el ámbito limitado del actuar individual, sino que también, proporcionalmente al extraordinario poder científico-tecnológico que ha alcanzado nuestra civilización, suponga una responsabilidad universal respecto al conjunto de los sistemas de la Tierra. Una nueva ética del paisaje que debería proporcionarnos criterios para la transformación responsable de los paisajes que conforman nuestra identidad colectiva, con pleno respeto a la dignidad de la naturaleza y fundamentada en la calidad de vida y el bienestar individual y colectivo de las personas, así como en los deberes de la humanidad actual hacia las generaciones futuras. Necesitamos pues un cambio de mentalidad que comporte nuevos valores para afrontar con responsabilidad los nuevos retos de la protección, ordenación y gestión del paisaje. 4. NUEVA ÉTICA DEL PAISAJE 4.1 Ética de la responsabilidad y ética del paisaje Si en estos momentos del discurso nos preguntamos por la existencia diferenciada de un “ética del paisaje” (Cortina, 2010), es decir, por cuál sería su naturaleza y las exigencias que se derivan de ella, hemos de tener claro, de una parte, cual es el problema de que trata y, de otra parte, los problemas que se presentan a la hora de intentar su fundamentación. Una ética del paisaje no es ni puede ser, de ninguna manera, un tipo clásico de ética, ni debe confundirse con la llamada ética ecológica o ambiental, aunque tome algunas características de ella. En primer lugar por la temática que trata, es decir por la naturaleza de la ética que formaliza. Tal y como afirma Zimmer (2008) en relación con el debate entre ética y estética del paisaje: lo que interesa del paisaje y, por decirlo de otra manera, su interés filosófico, consiste en un fenómeno mixto: las distinciones clásicas, como la que se establece entre naturaleza y cultura no funcionan, porque el paisaje es un buen ejemplo de interrelación, por la inevitable unidad entre naturaleza y cultura. Esto quiere decir que son manifestaciones de una determinada relación del individuo con la naturaleza entera y, en consecuencia, “es esta relación con la naturaleza entera y con la totalidad del territorio de lo que ha de tratar una ética del paisaje” (Cortina, 2010). Parece pues que la nueva situación del ser humano en el mundo actual exige una ética fundamentalmente nueva; exige no tan solo una responsabilidad particular en el ámbito limitado del actuar individual, sino que también, proporcionalmente al poder técnico-científico actual, exige una responsabilidad universal por la totalidad del ser. La nueva ética del paisaje entonces no debe reflejar únicamente situaciones individuales de decisión, sino que ha de ser una ética de la praxis colectiva, ya que la nueva dimensión de la actividad humana únicamente se puede dominar en la forma de las decisiones sociales. La singularidad de esta ética del paisaje ligada al concepto de responsabilidad respecto de otras relaciones éticas es que se basa en un reconocimiento no reciproco y unilateral que nos exige reconocer los derechos de la naturaleza y de las generaciones futuras, de los cuales, a su vez, no se puede derivar ningún deber hacia nosotros. En este sentido, los principios básicos de la ética de la responsabilidad propuesta por Jonas (1995) se adecuan perfectamente a la idea emergente de la ética del paisaje ya que consisten en evitar con la intervención y gestión del territorio cualquier acción las consecuencias de la cual, imprevisibles y, por tanto, probablemente indomables, sean

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negativas en el futuro. La ética de la responsabilidad es un tipo de ética cosmocentrica, ya que la nueva dimensión de la praxis no afecta únicamente a las relaciones humanas en la actualidad, sino también a la naturaleza entera, al paisaje entendido como el rostro y el carácter del territorio en su totalidad, y a las generaciones futuras que habitaran en el. Si entendemos que ética viene de ethos y que esta antigua palabra griega significa carácter, cuando nos referimos a la ética del paisaje estamos ahondando en la idea de que el paisaje es el carácter del territorio (Mata, 2006) y que este rasgo que lo define ha de fundamentarse en unos valores éticos aplicables a la construcción social de los paisajes - sean estos de extraordinario interés por su singularidad o excelencia, o bien, formen parte del grupo de los paisajes comunes, es decir, de los que resultan cotidianos para la mayor parte de la población -, así como en unos principios morales que rijan la intervención y gestión responsable del paisaje por parte de los poderes públicos, los agentes sociales y económicos, y los ciudadanos, con el objetivo de garantizar y mejorar la calidad de vida y el bienestar individual y colectivo de las personas, en definitiva, su felicidad, así como la calidad de los propios territorios transformados y de los paisajes en constante evolución (Cortina, 2010). 4.2 Ética aplicada a la gestión responsable del territorio y del paisaje Como podemos constatar a diario, en muchos conflictos territoriales y ambientales la dimensión paisajística es cada vez más relevante. De otro lado, nos remiten, todos ellos, en definitiva a un conflicto ético. Los problemas no radican, de hecho, en la transformación per se del paisaje, sino en el carácter e intensidad de esta transformación: este es el autentico debate. La distinción – ética en el fondo- entre evolución y destrucción de un paisaje no es de matiz, es de fondo. Tal vez precisamente por esta dimensión ética del asunto es que el Convenio Europeo del Paisaje ha tenido tanta repercusión. Este Convenio, al cual hemos dedicado la introducción del presente artículo, reconoce explícitamente que “el paisaje es un elemento importante de la calidad de vida de las personas, tanto en los medios urbanos como en los rurales. Tanto en los territorios degradados como en los de gran calidad, tanto en los espacios singulares como en los cotidianos”. El paisaje, concluye el Convenio, “constituye un elemento esencial del bienestar individual y social”. Es decir, aborda la dimensión afectiva y sentimental de los escenarios en los cuales actúan los grupos sociales, y entiende que esta dimensión es fundamental para la adquisición de una autentica “calidad de vida”. De la misma manera que compartimos determinados valores sociales, también compartimos colectivamente determinados valores del paisaje, la cual cosa no es incompatible con el goce individualizado y particularizado de este mismo paisaje. En opinión de Nogué (2010) el paisaje puede generar, simultáneamente, emociones individuales y ser depositario de valores científicamente reconocidos y socialmente consensuados, lo que enriquece la temática del paisaje y nos lleva a afirmar que la aceptación de esta dimensión mas individual y subjetiva del paisaje no es incompatible con la gestión colectiva – es decir, pública- de sus valores, una vez identificados, caracterizados y consensuados democráticamente. La idea de la construcción social del paisaje a partir de los anhelos de las comunidades afectadas toma cada vez mayor fuerza. Este nuevo paradigma está comportando, a nuestro entender, el nacimiento de un conjunto de principios y valores emergentes que están presentes en los agentes que trabajan para la implementación de una nueva cultura del territorio. Este marco

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cultural alcanza un cierto grado de solidez en la medida que va impregnando las políticas, la legislación y los instrumentos de planificación, de gestión, de formación y educación. Al mismo tiempo, estos principios y valores de la nueva cultura del territorio van transformando los procesos de participación de la ciudadanía en la medida que se van adoptando acuerdos desde la concertación y los agentes se plantean nuevas formulas alternativas de resolución de conflictos, utilizando las técnicas de la mediación territorial. La aplicación de estos principios y valores en la ordenación del territorio, en el urbanismo, en las políticas sectoriales y en la intervención y gestión del paisaje implica que desde nuestro punto de vista se está avanzando hacia la consolidación de lo que podríamos definir como una nueva ética del paisaje. Y es que en el paisaje se encuentran entrelazadas con fuerza naturaleza y cultura, pero también la dimensión ética de un uso armónico de la naturaleza y de las relaciones de convivencia en la ciudad y en su espacio público, así como las propias de una experiencia estética del paisaje y una nueva configuración cultural del territorio. Principios, valores, compromiso, nueva cultura del territorio y ética del paisaje constituyen los elementos esenciales para afrontar en los próximos años, los retos de futuro de la protección, ordenación y gestión del paisaje. BIBLIOGRAFIA BAUMAN, Z. (2009): Ética posmoderna. Siglo XXI de España Editores. Traducción de Bertha Ruiz, Madrid. BUSQUETS, J. y CORTINA, A. (coords.) (2009): Gestión del paisaje. Manual de protección, gestión y ordenación del paisaje. Ariel, Barcelona. CONSEJO DE EUROPA (2000): Convention Européenne du Paysaje et Rapport Explicatif. Estrasburg. --- (2003): “Recueil de textes fundamentaux du Conseil de l’Europe dans le domaine du paysage “. Réunion des ateliers pour la mise en oeuvre de la CEP, Estrasburg. ---(2007): ”Orientacions per a l’aplicació del Conveni Europeu del Paisatge”, en Document del Secretariat General del Consell d’Europa, Estrasburg, pp.111-145. --- (2008): Recommendation of the Committee of Ministers to member states on the guidelines for the implementation of the European Landscape Convention (adopted by the Committee of Ministers on 6 February 2008 at the 1017th meeting of the Ministers’ Deputies), Estrasburgo. CORTINA, A. (2005): “Regulació legal i organització administrativa per a la implementació de polítiques del paisatge a Europa”, en Generalitat de Catalunya: Espais. núm. 50. Monogràfic El Paisatge, Departament de política Territorial i Obres Públiques, Barcelona, pp. 32-43. --- (2006): “La Ley de protección, gestión y ordenación del paisaje de Cataluña”, en Mata, R. y Tarroja, A. (coords.): El paisaje y la gestión del territorio. Criterios paisajísticos en la ordenación del territorio y el urbanismo. Diputación de Barcelona y CUIMPB. Barcelona, pp. 405-420. --- (2008): “La sociedad civil organizada en la planificación territorial sostenible y en la gestión del paisaje”, en De Souza, A. y Simancas, M. (coord.): Sociedad civil organizada y desarrollo sostenible. Consejería de Presidencia y Justicia del Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, pp. 131-164. --- (2009): “Les Cartes del Paisatge a Catalunya”, en Observatori del Paisatge de Catalunya: Instruments d’ordenació i gestió del paisatge a Catalunya i a Europa. Plecs de paisatge. Eines, núm. 2, Olot. --- (2010): “La Llei de protecció, gestió i ordenació del paisatge de Catalunya”, en Generalitat de Catalunya: Guia de politiques de paisatge. Departament de Política Territorial i Obres Públiques, Barcelona.

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