Pro Ópera Septiembre 2009

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Revista Pro Ópera

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Homenaje: Rafael Sevilla, 50 añoS de cantaRp r o

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Diana DamrauFoto: Eric Richmond/

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DIRECTORIO REVISTA

COMITÉ EDITORIAL Charles H. Oppenheim Ignacio Orendain Kunhardt José Sánchez Padilla Xavier A. Torresarpi

DIRECTOR GENERAL Xavier A. Torresarpi

EDITOR Charles H. Oppenheim [email protected]

SUBEDITOR NACIONAL José Noé Mercado [email protected]

SUBEDITOR INTERNACIONAL Ramón Jacques [email protected]

COLABORADORES Jorge Arturo Alcázar Francisco Arvizu Hugues Lázaro Azar José Carlos González Luis Gutiérrez Ruvalcaba Ingrid Haas Luis de Pablo Hammeken Arturo Magaña Duplancher Ricardo Marcos Luis Márquez Darío Moreno Sergio Padilla Luis Pérez Gabriel Rangel Vladimiro Rivas Iturralde María Eugenia Sevilla Octavio Sosa Óscar Eduardo Tapia Erick Zermeño

CORRESPONSALES EXTRANJEROS Michael Anthony (Estados Unidos) Maruxa Baliñas (Europa) Eduardo Benarroch (Europa) Francesco Bertini (Europa) Jorge Binaghi (Europa) Agustín Blanco Bazán (Europa) Albert Cohen (Estados Unidos) Massimo Crispi (Europa) Federico Figueroa (Europa) Claudio Gaete (Puerto Rico) Giosetta Guerra (Europa) Lorena Jiménez Alonso (Europa) John Koopman (Estados Unidos) Daniel Lara (Canadá y Estados Unidos) Fernando Manfredi (Uruguay) María Nockin (Estados Unidos) Gustavo Gabriel Otero (Argentina) Roberta Pedrotti (Europa) Mercedes Rodríguez (España) Roberto San Juan (Europa) Ximena Sepúlveda (Estados Unidos) Johnny Teperman (Chile) Athos Tromboni (Europa) Claudio Vellutini (Estados Unidos) Massimo Viazzo (Europa)

FOTOGRAFIA Ana Lourdes Herrera

DISEÑO ORIGINAL Francis Xavie - Página Cinco

DISEÑO GRAFICO Ida Arellano

DISEÑO PÁGINA WEB Christiane Kuri – Espacio Azul

IMPRESION Servicios Profesionales de Impresión, S.A. de C.V.

DISTRIBUCION Publicaciones CITEM, S. A. de C. V.

PRO ÓPERA, A. C.

DIRECTORA Irma Cavia

GERENTE Juan Ignacio Gutiérrez

ASISTENTE Alicia Martínez Vargas

Pro Ópera. Periodicidad bimestral.Año XVII número 5, septiembre-octubre 2009.Certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivode Pro Ópera, A.C.: 04-2008-061711331300-102.Certificado de Licitud de Título No. 13084y Certificado de Licitud de Contenido No. 10657,ambos de fecha 20 de Abril de 2005y con número de Expediente 1 / 432-05/16969,ante la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas.Publicada por Pro Ópera, A. C. Domicilio de la publicación:Thiers 273-A, Col. Anzures, 11590, México, D.F.Teléfonos: 5254-4820, 5254-4822, 5254-4823. Fax: 5254-4825.

www.proopera.org.mx.

E-mail: [email protected] responsable: Pro Ópera, A.C.Impreso por Servicios Profesionales de Impresión, S.A. de C.V.Mimosas 31, Santa María Insurgentes, 06430, México, D. F.Distribuido por Publicaciones CITEM, S.A. de C.V.

El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores. Todos los derechos están reservados. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido sin el consentimiento por escrito de los editores.

2 Nuestros patronos

4 Cartas al Editor

8 Ópera en México

COMPOSITORES12 Federico Ibarra: De los insectos y otros demonios

EL MET EN MÉXICO16 La sonnambula en el Auditorio Nacional

HOMENAJE18 Rafael Sevilla: “Tengo recuerdos imperecederos”

24 Ópera en los estados

CRÍTICA30 Muerte en Venecia en el Teatro Julio Castillo

34 Don Pasquale en la Sala Covarrubias

MONOGRAFÍA38 Célebres representaciones de Don Pasquale en México

42 El Don Pasquale de Pro Ópera AC

PORTADA52 Diana Damrau: “Un artista es como el vino, mejora con los años”

VOCES58 Los nuevos tenores mediáticos

TEATROS62 El Teatro Real de Madrid: Doce años de consolidación y crecimiento

POPÓPERA64 Andrea Bocelli: El gran impostor

Otras vocesCríticos de varios medios expresan su opinión sobre la recientes producciones de Madama Butterfly en Guadalajara, Muerte en Venecia y Don Pasquale en México. En una Monografía sobre la producción de Don Pasquale, Luis Gutiérrez escribe su “Bitácora de una aventura” y José Antonio Morales y Rosa Blanes Rex, en “¿Por qué Magritte?, explican el concepto surrealista que inspiró su puesta en escena.

Entrevistas en líneaRamón Jacques entrevista a la soprano coloratura italiana Cinzia Forte, especialista en el repertorio belcantista y la soprano Novella Bassano, siete años después de cantar Motezuma de Paisiello en México. La soprano dramático mexicana Bertha Granados, conversa con José Noé Mercado sobre su carrera en Europa. Y el bajo-barítono mexicano Arturo Rodríguez habla de su doble carrera de cantante y maestro de canto, y sabe mejor que nadie que “debe haber equilibrio en la formación del cantante”.

Ópera en el mundoCerca de 50 reseñas de nuestros corresponsales en todo el mundo, sobre las funciones de ópera y festivales de verano más relevantes de Europa, Norteamérica y Latinoamérica.

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BENEFACTORESGonzalo FernándezAlfredo Harp HelúGumaro Lizárraga Samuel Rimoch

PATROCINADORESJorge Ballesteros FrancoSylvain BergerFelisa J. de CamposHéctor Meza CurielEnrique Ochoa VegaJosé Alfredo Santos AsseoJorge Vargas Diez Barroso

CONTRIBUYENTESAlicia García Cobos de ClarkFelipe García FrickeRoberto Núñez y BanderaAdolfo Patrón LujánElena Quintanilla

AMIGOSAdriana AlatristeBeatriz BackalJavier BecerraJulio y Dolly BottonJosé García Martínez y Cecilia Reyes RetanaHéctor Grisi UrrozCarlos Héctor Hernández TorresLuz María LlorenteRoberto y Maggy Martínez GuerreroCarlos de la Mora Carlos y Mayra MüggenburgIgnacio Orendain KunhardtNelly Paullada de Del CastilloJosé Quintana OrtegaRaúl Ramírez DegolladoLuis Rebollar CoronaFausto Rico ÁlvarezMaría de la Luz SilvaJorge Antonio Sánchez Cordero DávilaJavier y Kathryn VargasLópez Velarde, Heftye Abogados, S.C.

DONADORESJuanita AyalaManuel ÁlvarezAlfredo ArvizuRafael Cárdenas Rodríguez Víctor Cohen LevyAlain Delhaye MesleSilvia Díaz de PerezcanoJorge Díaz EstradaAtala Elorduy Elorduy

PATRONATO Y BENEFICIOS

Informes sobre Patronato y Beneficios: [email protected]

Beneficios para los socios activos

Pro-Ópera, A.C. es un patronato sin fines lucrativos que tiene como misión la promoción, el apoyo y la difusión de la ópera en México. Para cumplir con esta misión, recaba donativos con autorización del Servicio de Administración Tributaria para entregar recibos deducibles de impuestos. A cambio de estos donativos la asociación les otorga los beneficios que se mencionan más adelante. Los asociados activos se organizan en las siguientes categorías:

Benefactores

Tienen como beneficio: Cuatro boletos de cortesía en palco y la posibilidad de reservar seis boletos por cada título de ópera. El derecho de reservar lugares en las cenas que se realizan los jueves después de la función y a las cuales asiste el elenco de la ópera y los directivos del INBA. La suscripción por un año a la revista Pro Ópera.Dos pases para cada ensayo general.El derecho de reservación para viajes operísticos en México y el extranjero.El derecho de reservación para cursos y ciclos de conferencias organizadas por el patronato.El derecho de voto en las asambleas.

Patrocinadores

Dos boletos de cortesía y la posibilidad de reservar seis boletos por cada título.El derecho de reservar lugares en las cenas que se realizan los jueves después de función y a las cuales asiste el elenco de la ópera y directivos del INBA.La suscripción por un año a la revista Pro Ópera.Dos pases para cada ensayo general.El derecho de reservación para viajes operísticos en México y el extranjero.El derecho de reservación para cursos y ciclos de conferencias organizados por el patronato.El derecho a voto en las asambleas.

Contribuyentes

El derecho de reservar seis boletos por cada título.El derecho de reservar lugares en las cenas que se realizan los jueves después de la función y a las cuales asiste el elenco de la ópera y directivos del INBA.La suscripción por un año a la revista Pro Ópera.Dos pases para cada ensayo general.El derecho de reservación para viajes operísticos en México y el extranjero.El derecho de reservación para cursos y ciclos de conferencias organizados por el patronato.El derecho a voto en las asambleas.

Amigos

El derecho de reservar cuatro boletos por cada título de ópera.El derecho de reservar lugares en las cenas que se realizan el jueves después de la función y a las cuales asiste el elenco de la ópera y directivos del INBA.La suscripción por un año a la revista Pro Ópera.Dos pases para cada ensayo general.El derecho de reservación para viajes operísticos en México y el extranjero. El derecho de reservación para cursos y ciclos de conferencias organizados por el patronato.Tendrán derecho a voto en las asambleas.

Donadores

El derecho de reservar dos boletos por cada título de ópera.El derecho de reservar lugares en las cenas que se realizan el jueves después de la función y a las cuales asiste el elenco de la ópera y directivos del INBA.La suscripción por un año a la revista Pro Ópera. Dos pases para cada ensayo general.El derecho de reservación para viajes operísticos en México y el extranjero.El derecho de reservación para cursos y ciclos de conferencias organizados por el patronato.

Aficionados

El derecho de reservar un boleto por cada título de ópera.La suscripción por un año a la revista Pro Ópera.

operaP R ORoberto Gómez AguadoRenée GuindiLuis Gutiérrez RuvalcabaWendy HeskethTeresa Madero de SadaJavier Nicolás Maldonado SotoManuel MarrónBruno J. Newman FloresArmando NuricumboGustavo O’FarrilI FerroMario y Yolanda OrtegaFrancisco Pallach PoupaJaime Panqueva BernalRamón Pedroza MeléndezEduardo Pérez VaronaJosé Pinto MazalAlfredo Ruiz del RíoAlejandro Sánchez GonzálezJosé Sánchez PadillaRosana SashidaMaría Luisa Serrato de ChávezDavid y Jeny SerurGreta Shelley MedinaManuel M. Soto GutiérrezAna Stella Uhthoff

AFICIONADOSMaría de la Luz Adalid y Pedro LoperenaDiana & Mauricio AnhaltIrma BravoRubén Cors GilYolanda ChemorFernando EstandíaBlanca GalindoEnrique de Jesús Gómez Haro RuizMarta Ledesma FeretIgnacio Morales CamporredondoMaría Guadalupe Moreno y AguirreJulia PugaEduardo RoldánSergio ShapiroVíctor TrujilloElba Valladolid CabreraMarco Antonio Valle RomeroSalvador Velásquez BriseñoSalvador Villalpando HernándezErnesto Enrique Warnholtz

SIMPATIZANTESAntonio AmerlinckMalke BellifemineSara SajdmanPatricia Segues de Barrios GómezXavier Torresarpi

PRO ÓPERA, A. C.

PRESIDENTE HONORARIORamón Vargas

CONSEJO DIRECTIVOPRESIDENTE

Ignacio Orendain Kunhardt

SECRETARIOGonzalo Fernández Villanueva

TESOREROJosé Germán Sánchez Padilla

VOCALESAdriana Alatriste LozanoJavier Becerra HernándezLuis Gutiérrez Ruvalcaba

Gumaro Lizárraga MartínezCarlos Müggenburg

Charles H. OppenheimElena Quintanilla

María Luisa Serrato de Chávez

EX PRESIDENTESAntonio y Josephine Dávalos †

Ignacio SunderlandElías SheinbergAdolfo PatrónLuis Rebollar

Benjamín Backal †

DIRECTORAIrma Cavia

Nuestros patronos

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CARTAS

InconformeSoy de Coahuila y siempre estoy al pendiente de su revista. Sin embargo, en esta ocasión tengo una inconformidad respecto al reportaje sobre Madama Butterfly en Monterrey, que publicaron en el apartado de Ópera en los Estados de su más reciente ejemplar (julio-agosto 2009), ya que en la nota que publica el señor Gabriel Rangel sólo aparecen los personajes principales, a los cuales les tengo un gran aprecio y sobre todo una gran admiración, pero se ha dejado de lado la participación de la mezzosoprano Nora Elizabeth García Escobedo en el papel alternado de Suzuki, el tenor Armando Martínez Rodríguez (en Goro) y el tenor Óscar de la O, los cuales a mi parecer también merecen estar al menos mencionados, pues es la segunda ocasión que estos dos últimos son omitidos. Su pasada participación fue en La Traviata —junto a los maestros Ivonne Garza y Manuel Acosta— en los papeles del Marqués D’Obigny y Gaston, respectivamente, y pienso que aunque su papel es corto o ellos como cantantes no son muy conocidos, han hecho un gran trabajo al desempeñar estos roles. Yeve Martínez Yeverino

¿Puede la ópera mejorar al mundo?Les envío un sincero saludo a la gente de Pro Ópera, una gran revista que me gustarìa fuera mensual y no tardara tanto en llegar a los espacios de venta de provincia. Vivo en Monterrey y el panorama operístico es tan desértico como nuestro estado mismo. Una pena, pero gracias a su revista puedo seguir lo que ocurre en el país y morir de envidia ante los grandes espectáculos que se realizan en otras coordenadas.

Quiero comentarles que yo pensaba que en Europa nos superaban en cultura y en exigencias artísticas, pero creo que estoy en un error y, con el debido respeto que merece el público de aquel continente, aqui están tres ejemplos: ¿Cómo puede un patàn como André Rieu repletar estadios cuando la música clásica no le merece ningún respeto? ¿Cómo puede Sarah Brightman utilizar una catedral vienesa para aturdir a sus fanáticos con playback y microfonos? ¿Por qué el cuarteto Il Divo resulta tan atractivo para el público, que les arroja flores, chocolates y osos de peluche al escenario?

Creo que todos estos dizque artistas han dañado mucho al género operístico serio, aportando sólo confusión en beneficio de sus compañías discográficas y productores que les importa todo menos la ópera. ¿Cómo se atreve la compañía que posee el atesorable acervo musical de Maria Callas apoyar a Brightman y situarla al lado de la Divina en sus vergonzantes recopilaciones?

Desafortunadamente, muchos otros artistas que uno consideraba de alto profesionalismo tambien caen en semejantes ridículos: Anna Netrebko descalzándose en el escenario e interpretando bufonadas tomadas del espantoso género zarzuelero... Plácido Domingo, al disfrazarse de mariachi luego de interpretar arias de Wagner y Verdi en una misma velada y todos esos cantantes lìricos que revuelven boleros, tangos, arias de ópera y el tema de Titanic en un mismo show. Y sí: en un show se ha convertido la ópera. Desgraciadamente.

Ojalá en nuestro país deje de programarse el repertorio de siempre: ya basta de Traviatas, Butterflys y Rigolettos... ¿No se cansa el público operístico de oír tan seguido ‘La donna è mobile’? Y basta de zarzuelas que inexplicablemente gustan tanto... ¡Cuál es su gracia?

Vi la semana pasada Muerte en Venecia en el terrible teatro Julio Castillo de México D.F. Eso sí fue una ópera en verdad: cantada, producida, actuada y dirigida con imaginación y creatividad. Después de apreciar tan soberbia puesta en escena y reflexionando sobre la carta publicada en su revista anterior, en la que un lector señala que la ópera puede mejorar el mundo, me queda muy claro que eso es cierto. Con espectaculos así de excelentes, con cantantes serios y bien preparados, la ópera puede mejorar nuestro entorno. Dejémosla que haga su labor como arte por excelencia en nuestra vida diaria.

Bien podrá la Brightman revolotear en todas las catedrales europeas y Paul Potts desafinar en esos concursitos populares... pero jamás se convertirán en cantantes de ópera ni lograrán emular ese fantástico trabajo operístico mexicano que fue Muerte en Venecia. Johann Plascencia

Aclaración sobre Don GiovanniMe encanta su revista y siempre he disfrutado mucho sus artículos y reseñas. En su edición de mayo-junio 2009, en una de las reseñas de Don Giovanni en el Teatro de la Ciudad, firmada por el señor Pablo Espinosa, se sugirió incorrectamente que el señor Luis-Ottavio Faria había

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Las cartas de nuestros lectores son bienvenidas en Pro Ópera. Podrán ser editadas por motivos de claridad y espacio. Envíanos tus comentarios por email a [email protected]

a los teléfonos 5254-4820, 5254-4822 y 5254-4823, o a nuestro nuevo domicilio: Thiers 273-A, Col. Anzures, 11590 México, DF

usado micrófono para la última escena de la ópera. No fue el caso. Yo estuve en el teatro y vi tres funciones. Hacer este tipo de afirmaciones sin precisión y mal emplear el espacio de su prestigiosa revista, es por lo menos de mal gusto. El señor Faria no merece ese comentario. Christina Kaisenberg

No es barítono, sino bajoEn la edición en línea de Pro Ópera (julio-agosto 2009), apareció una entrevista con el bajo italiano Alex Esposito, realizada por nuestro corresponsal Jorge Binaghi. Lamentablemente, el título señala: “Un barítono para nuestro tiempo”. El Editor

Aclaración sobre HaydnEn el número anterior, en el artículo Haydn, a 200 años de su muerte, se hizo referencia al baryton, instrumento que tocaba el Príncipe Nikolaus Esterhazy (y para el cual Haydn escribió una gran cantidad de tríos), como un instrumento de viento-metal. Un lector me hizo saber que, aunque en efecto se identifica con este nombre a varios instrumentos de esa tesitura (barítono) en distintas familias de instrumentos —en los metales, de hecho, la trompeta barítono (con la que se ilustró el artículo) se conoce con ese nombre precisamente—, el instrumento para el que Haydn escribió es otro baryton: un instrumento de cuerda, de la familia de las violas da gamba, que tiene tanto cuerdas de tripa como cuerdas de metal. Las cuerdas de tripa se tocan con el arco (como en un violonchelo) y las de metal se pulsan con el pulgar de la mano izquierda. El Editor

Sobre Don PasqualeFue un verdadero deleite la función de Don Pasquale. Qué gusto volver a escuchar a estos muchachos que vimos nacer artísticamente apenas unos años atrás y qué sorpresa más agradable ver y escuchar a Charles en este su primer protagónico que personificó con gran maestría, buen gusto y acertada actuación. Todo, absolutamente todo me gustó; una gran revelación fue Rodrigo (Macías), que manejó a la orquesta, al coro y a los solistas con bastante resolución. Se nota que le gusta su trabajo, lo disfruta y nos hace disfrutar. Les felicito por el esfuerzo —que no fue poco— y cuyo resultado exitoso está a la vista. Por ahí es el camino, ojalá lo continúen. José Octavio Sosa

Mis felicitaciones al equipo de Pro Ópera que hicieron posible y lograron la encantadora producción de Don Pasquale. Lo disfrutamos muchísimo y los comentarios han sido muy positivos: una producción seria, sin pretensiones, muy bien lograda. Bravo a todos los involucrados. ¡Que siga habiendo ópera en México, yo les apoyo! Wendy Hesketh

Les escribo simplemente para agradecerles por la función de ayer. La pasé muy bien y ha sido muy grato ver en el escenario calidad vocal, actoral y sobre todo algo que se ve pocas veces en las puestas de ópera aquí en nuestro país: la “camaradería” que hay entre ustedes y el divertirse durante cada escena; cosas que indiscutiblemente pasan al público y que además son necesarias para la trama de ésta ópera. Gracias de verdad, creo que este Don Pasquale logró un nivel muy alto en muchos sentidos. ¡Los felicito mucho! Ojalá que Pro Ópera no quite el dedo del renglón y considere ésta mancuerna para futuros proyectos porque vale la pena! Edwin Calderón

Queremos felicitar a Pro Ópera por el éxito de Don Pasquale. ¡Qué preciosa puesta en escena! Hacía muchos años que no veíamos una presentación impecable. Ese papel es para Charles, cantó y actuó divinamente y nos impresionaron muchísimo Rebeca, Josué y Javier. ¡Qué bellas voces! No cabe duda que México es un semillero de talento. Lástima que no hay dinero para la cultura, pero nos da muchísimo gusto que Pro Ópera cuente con patrocinadores y amigos tan importantes y generosos, que contribuyen a hacer sueños realidad y a dar a conocer el talento de los cantantes. Nos encantó el programa, de una excelente calidad en todos sentidos, por su contenido, desde la presentación, la monografía, la biografía, el libretista, hasta los antecedentes del estilo bufo... Es el mejor programa de mano que hemos visto en México. ¡Enhorabuena! o Clara y Antonio Amerlinck

Foto de un baryton: instrumento que tocaba el Príncipe Nikolaus Esterhazy, y para la cual Haydn escribió gran cantidad de tríos.

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por José Noé Mercado

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Alejandres en el LunarioEl público que conoció las conquistas líricas de María Katzarava ahora se acostumbra en lo posible a que la realizadora de esas hazañas y otras venideras es María Alejandres, joven soprano de 24 años de edad. Con uno u otro apellido, es la misma artista. Es simplemente María. La cantante más completa y dotada que haya nacido en nuestro país en los últimas tres décadas. Posiblemente de muchas más.

María es actualmente una de las sopranos con mayor futuro en las grandes ligas operísticas y, luego de su reciente participación alternando el rol de Gilda en el Rigoletto presentado por el Teatro Regio de Parma en una gira por China, ese talento fenomenal fue nuevamente disfrutado por el público mexicano los pasados 8 y 9 de julio, en una noche de gala en el Lunario del Auditorio Nacional.

La oportunidad de escuchar en esplendor ascendente a una intérprete vigorosa, de gran fuerza escénica y una voz de soprano sencillamente prodigiosa, es de aprovecharse, así sea en un lugar tan poco adecuado para la ocasión como el Lunario, más propicio para otro tipo de espectáculos. Es por ello que el público asistente, si bien se vio impedido de escuchar sutilezas particulares por causa de una brusca sonorización, sobre todo en la segunda parte, salió emocionado, contento, de la gala.

El programa incluyó en la primera mitad arias de ópera: “Air de Bijoux” de Faust, ‘Addio notre petit táble’ de Manon, ‘O mio babbino caro’ de Gianni Schicchi, ‘Amour ranime mon courage’ de Roméo et Juliette, más las ‘Carceleras’ de la zarzuela Las hijas del Zebedeo.

La voz de María Alejandres se desplegó generosa y emotiva, con solidez técnica y un delicioso color manzana de soprano lírico. El acompañamiento de calidad por su precisión para el canto lo brindó Ángel Rodríguez al piano, desde donde dirigió a un conjunto de cámara que intervino en la segunda parte de la gala, en la que María abordó canciones latinoamericanas.

‘Solamente una vez’ y ‘Noche criolla’ de Agustín Lara, ‘Siboney’ de Ernesto Lecuona, ‘Despedida’ de María Grever, así como ‘Nacerá mi amor’ y ‘Duerme’ del propio Ángel Rodríguez, quien realizó los arreglos musicales de estas piezas, además de tocar una versión virtuosa sobre El manisero, fueron la oportunidad de apreciar a Alejandres en otra faceta igualmente admirable: la de la canción fina.

María posee las facultades y la sensibilidad necesarias para hacer verdaderas creaciones de obras que hace años que esperaban una intérprete que les hiciera justicia, con la difícil mezcla entre rigor vocal y emotividad y compenetración con el sentido del texto a partes iguales. Para algunos, quizás le sobró voz. Es posible, pero ni modo. María Alejandres nos descubrió que la riqueza vocal, como el amor y el dinero, es algo que no se puede ocultar.

La serva padrona en el CenartEn el marco del ciclo “Un verano para niños” del Centro Nacional de las Artes, Producciones Arándano presentó el pasado 12 de julio la ópera La serva padrona de Giovanni Batista Pergolessi en la Plaza de las Artes del Cenart, ante una audiencia de 500 personas.

María Alejandres con Ángel Rodríguez, en el Lunario

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El barítono Alejandro Lárraga Schleske, ganador del tercer lugar

del Concurso Nacional de Canto Morelli en 2007, participó en el rol de Elviro de la ópera Xerxes de Händel, en una producción presentada al aire libre en la Corte del Ayuntamiento en Konstanz, en la frontera entre Alemania y Suiza. Fueron cinco funciones en las que intervino este cantante veracruzano los pasados 19, 21, 22, 24 y 26 de agosto, mismo día en que comenzó su segundo año en el International Opera Studio en Zurich.

La soprano queretana Martha Juliana Ayech participó en junio pasado en la Fiesta Europea de la Música 2009, que se celebra anualmente en Italia. El sábado 20 de junio cantó en la antiquísima Sala Adreanea, que esta en el Horti Sallustiani, en pleno centro de Roma, mientras que el domingo 21 se presentó en la Sala de Mapamondo del Palazzo Farnese, en la ciudad de Caprarola. La cantante interpretó un programa con arias de ópera, canción española y música mexicana, en ambas fechas con el acompañamiento del maestro Antonio Maria Pergolizzi, pianista del Teatro de la Ópera de Roma.

El director de orquesta Enrique Patrón de Rueda fue nombrado en junio artista del mes en la Ópera de San Antonio, que en su newsletter se refieró al concertador mexicano como “uno de los talentos más reconocidos en el mundo de la ópera, con una significativa lista de credenciales artísticas”. Entre los compromisos recientes de Patrón de Rueda se encontró la dirección de la ópera Fausto de Charles Gounod, con la Da Corneto Opera de Chicago.

Durante el mes de julio, la soprano Bertha Granados cantó un total de 11 funciones alternado con la griega Dimitra Theodossiu el rol de Abigail en el Nabucco de Giuseppe Verdi, en una gira por diversos teatros en Italia, entre ellos los de los circuitos líricos de Sicilia y Lazio.

En la función de estreno, el día 13, en Trapani, el rol protagónico de la ópera fue interpretado por el barítono mexicano Carlos Almaguer. por José Noé Mercado

El elenco estuvo formado por la soprano Verónica Lelo de Larrea interpretando con una simpatía singular a Serpina, y el bajo Miguel Hernández Bautista en el rol de Uberto. Carlos Vázquez brindó el acompañamiento al piano y la dirección escénica correspondió a Óscar Tapia, quien también dio vida al mayordomo mudo Vespone.

Esta puesta fue presentada en una adaptación con diálogos en español, elaborada por Tapia, con la intención de captar, entretener y hacer participar a los niños. Para poder ofrecer un espectáculo operístico masivo, la puesta fue resuelta con un pequeño teatrino, piso decorado y haciendo uso de la sonorización de las voces y piano eléctrico. El espectáculo obtuvo una positiva respuesta infantil, que se involucró paso a paso con la trama. Las cosas funcionan cuando bien se planea.

Concierto coral en la NezaEl pasado 9 de agosto, el Yale Alumni Choir dirigido por Jeffrey Douma ofreció en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario un programa integrado por la Misa de Coronación K 317 y Laudate Dominum K 339 de Wolfgang Amadeus Mozart, además de obras de Jorge Córdoba y René Clausen. La agrupación fundada en 1997 e integrada por un grupo de coristas graduados de Yale, fue acompañado por la MiIlenium Sinfonieta.

De la idea a los aplausos en la UCSJLos pasados 13 y 14 de julio, en el Auditorio Divino Narciso de la Universidad del Claustro de Sor Juana se llevó al cabo De la idea a los aplausos, el Segundo Encuentro entre Profesionales de la Producción de Espectáculos.

La organización corrió a cargo Francisco Mejía, Dulce Briceño y Gustavo Téllez, integrantes de la primera generación egresada de la carrera de Profesional Asociado en Producción de Espectáculos de la UCSJ, bajo esta óptica: “La producción de espectáculos había sido una labor que hasta hace poco recaía en los artistas: actrices, músicos, directores, o personas dedicadas a la administración. Ellos se formaban como productores durante el proceso mismo, a través de la observación y la práctica, lo cual difícilmente posibilitaba la diseminación de experiencias, conocimientos y metodologías de trabajo. Sabemos que el intercambio de ideas es una posibilidad de enriquecer la profesión”, y por eso “realizaremos la segunda

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edición del encuentro, la cual da continuidad al foro de reflexión, intercambio de ideas y experiencias sobre los retos de la producción”.

Este año, el encuentro constó de cinco mesas, y es de celebrar que para estas nuevas generaciones de productores la ópera —y otros géneros líricos— es relevante y se acercan a ella sin prejuicios: Producir es cosa seria, ¿Quién me ayuda?: gestión de recursos, Casos de éxito, El drama en backstage: equipo de producción de Dr. Frankenstein, la ópera rock de Jorge Fons, y El espectáculo en letras: publicaciones especializadas.

En esta última, la revista Pro Ópera, representada en el panel por su subeditor nacional, José Noé Mercado, fue invitada a participar, junto a Danza, Pasión y Movimiento, Soundcheck Magazine y Paso de Gato, medios por los que asistieron sus editoras Abril Boliver, Nizarindani Peña y Leticia García, respectivamente.

Además de hablar de las características, secciones y objetivos editoriales de sus publicaciones, la discusión de esta mesa se centró en los retos y las necesidades de medios especializados en un ambiente como el mexicano en el que el arte no siempre es una prioridad y cómo hacer o colaborar en una revista de esta naturaleza es todo un apostolado.

Entre los invitados de las otras mesas, pueden mencionarse a Irasema Terrazas, (soprano y actriz), Mónica Bravo (Mentiras, el musical), A poc A poc (danza), Francisco Pazbotello (Westwood Entertaiment), Soledad Estrada (Santísima Producciones), Laura Rode (OCESA Teatro), Colleen Patton (PROMEDSA), Marisol Torres (Gajuca Danza), Xatziri Peña (División Cultural IMSS), Mónica Riestra (Mond Ensamble SC), Ana Teresa Ramírez, Ricardo Delgadillo y Salvador Moreno (Productora ejecutiva, director de escena, diseñador de vestuario: Dr. Frankenstein).

Stabat Mater de Dvorak con la OFUNAM

La OFUNAM interpretó la famosa pieza sacra o cantata religiosa del compositor checo Antonin Dvorak. El Stabat Mater, que fue el primer

texto religioso musicalizado por el autor, y se inspiró (como muchos otros compositores), en un texto medieval del siglo XIII, cuyo autor se cree que fue el poeta italiano Jacopone da Todi o San Bonaventura. Dvorak comenzó a redactar la partitura como alivio de su dolor después de la trágica pérdida de sus hijos.

La obra, cargada de emotividad y dolor en sus notas musicales, está dividida en 10 movimientos individuales, entre los cuales sólo entre el primero y el último existe una conexión temática. El primer movimiento es una sonata extendida en estilo sinfónico, que abre con una larga introducción orquestal, que es repetida por el coro. Un contrastante segundo tema es introducido por los solistas. Una sección de desarrollo lleva la obra al inicio del material inicial. Sólo en el cuarto movimiento se escucha un órgano que aparece acompañando un coro femenino. El ultimo movimiento recuerda el tema inicial de la obra, y se convierte en el amén, una fuga triunfante de considerable complexidad.

En la obra, cargada de intensidad espiritual y rango emocional, la orquesta, bajo la batuta de Alun Francis, mostró una enérgica y lucida calidad sinfónica. Francis exhibió un control y seguridad en su batuta convirtiendo el carácter triste de la obra y enalteciéndolo con emoción. Su conducción fue cuidada, atenta y mostrando conocimiento de la obra, marcando las entradas, y con adecuada dinámica. En los momentos finales se atraviesa por diferentes cambios de ánimo, que van del dolor y la desesperación a la esperanza y la fe, la orquesta queda en silencio, y el coro inicia sin acompañamiento un inesperado himno de alabanza, un monumental final de éxtasis: el ‘Quando corpus moriertur’, que fue interpretado por el el Coro Filarmónico Universitario (formado en el 2008 y asociado a la OFUNAM), que mostró conjunción y confianza en cada una de sus intervenciones, y que fue primordial en el desarrollo y éxito de la obra.

Los solistas también aportaron lo suyo en cada una de sus intervenciones, resaltando el canto cristalino y límpido exhibido por la soprano Guadalupe Jiménez, el timbre lírico de adecuada proyección del tenor Leonardo Villeda, y la suntuosidad en la voz oscura y línea de canto de la mezzosoprano Grace Echauri. Finalmente, el bajo alemán Patrick Rohbeck mostró una potente y profunda voz, de tono terso, muy adecuado para las partes más solemnes de la obra. por Ramón Jacques Alun Francis al frente de la OFUNAM

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XI Festival Internacional Música y Escena en la UNAM

De los 11 Festivales Música y Escena que hemos realizado hasta la fecha, tal vez ninguno refleja

mejor el espíritu interdisciplinario que el de este año. El teatro, la danza, las nuevas tecnologías, la música escrita, la improvisada, las artes plásticas, la poesía... Múltiples entrecruzamientos entre las artes se verán reflejados en el programa que proponemos para la edición 2009 del Festival, que se llevará a cabo en los meses de agosto y septiembre.

Desde hace tiempo Música y Escena decidió sumar esfuerzos con otras instituciones tanto nacionales como internacionales para realizar coproducciones. En el afán de apoyar la creación escénica, hemos logrado la alianza de los dos festivales más importantes de nuestro país: el Festival de México en el Centro Histórico, con el que coproducimos El Gallo con música de Paul Barker y la dirección de Claudio Valdés Kuri, y el Festival Internacional Cervantino, con el que realizamos Sidereus Nuncios, una obra multidisciplinaria inspirada en la obra homónima de Galileo Galilei en la celebración de los 400 años de la astronomía, en el que participan el compositor Javier Torres Maldonado y la Compañía de Danza Delfos, además de artistas como José Manuel Recillas, Mario Villa, Eloise Kazan, los percusionistas Ricardo Gallardo, Raúl Tudón y Yi-Ping Yang, entre otros.

Si bien estas coproducciones se enmarcan en los festivales arriba mencionados, también hay participación de otras instancias internacionales como el Centro Nacional de Creación Musical de Lyon (GRAME de Francia), el Wiener Festwochen (Austria), el Brighton Festival (Reino Unido), Kamponagel Hamburg (Alemania) y por supuesto instituciones nacionales como CONACULTA, el INBA

y nuestra casa que es la UNAM en tres sedes: la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM, el Laboratorio Arte Alameda y el Foro de las Artes del CENART.

Presentamos por primera vez en México la ópera de Peter Maxwell Davies La Medium, una tour de force para la cantante, Els Mondelaers, que durante cerca de 50 mintuos tiene que interpretar múltiples personajes de los que no sabemos si son reales, si alguna vez lo fueron o nunca existieron. Esta es una propuesta de Muziktheater Transparant, también nuestros socios en pasadas ediciones de Música y Escena.

Jardines Sonoros realizado a partir del video Fractal Flowers de Miguel Chevalier, es una interpretación instrumental interactiva con una instalación de realidad virtual también interactiva. Es decir, el sonido y la imagen se modifican mutuamente a lo largo del espectáculo. Leon Milo en la percusión y las computadoras y François Daudin Clavaud en las flautas nos muestran su trabajo en un entorno nuevo para nosotros: el Laboratorio Arte Alameda, un espacio que se ha ganado su lugar en las artes visuales de vanguardia y al que se suma ahora la música.

Fantasía Zoológica, a cargo del Quinteto de Alientos de la Ciudad de México y bajo la dirección escénica de César Piña, es nuestra producción infantil para el 2009. Cinco fábulas musicales de compositores tan diversos como Luciano Berio, Mark Biggam, Jack Gottlieb y José Luis Castillo, son interpretadas por músicos, bailarines y marionetas. por Ana Lara

Escena de La medium, de Peter Maxwell Davies, con Els Mondalaers

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COMPOSITORES

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por María Eugenia Sevilla

Dos años y medio de trabajo incesante, uno de ellos dedicado por entero a la escritura, terminaron por provocarle un problema de articulación en el pulgar

derecho que requerirá cirugía para corregirse. “El proceso de orquestación fue tan laborioso —explica en entrevista— que estar escribiendo un año consecutivo páginas y páginas y páginas me provocó un desgaste en la mano.”

La culposa pieza, El juego de los Insectos, fue escenificada por primera vez el pasado 8 de julio en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes (ver recuadro), a cargo de Solistas Ensamble del INBA, agrupación que anteriormente ha montado otros títulos de Ibarra, como Orestes parte, Madre Juana y Leoncio y Lena, y que con dicho estreno despidió a su director artístico y fundador, Rufino Montero.

“Hacer una página en la partitura me llevaba casi un día, y al estar haciendo repetidamente un movimiento al que no estaba acostumbrado —puras bolitas—, se me quedaba el dedo así, como gatillo, y ya no lo puedo enderezar. No me imaginaba que esto me fuera a pasar”, abunda Ibarra, quien hecho a su modo se muestra reacio a usar la computadora para componer.

“No está fácil pasar del lápiz y papel a una computadora. No…” Hago referencia a ésta, su octava ópera, como la última y no la más reciente, porque el autor de El pequeño príncipe duda en volver a escribir otra. “A lo mejor sí es la última”, advierte, soltando unas cuantas carcajadas. “Es un trabajo terrible de hacer”, añade el compositor quien, cabe destcar, compuso esta partitura motu proprio y de forma autofinanciada.

Habiendo sido a piano, el montaje a cargo de Solistas Ensamble fue para Ibarra un “medio estreno”, ya que esta pieza no es precisamente de cámara. Todo lo contrario, su autor dice considerarla, en cerrada competencia con Alicia (1995), su ópera más ambiciosa. Además, incluye un ensamble interno y otro “de siete u ocho instrumentos” sobre el escenario, que entra en juego con la orquesta del foso.

El juego de los insectos está basada en la obra teatral, casi

homónima, Ze zivota hmyzu (De los insectos, 1921), que escribieron los hermanos Josep y Karel Cápeck. La obra de este último, uno de los más connotados escritores en lengua checa de la primera mitad del siglo XX, y considerado uno de los padres la ciencia ficción —género al que Ibarra es aficionado— ha sido anteriormente fuente de inspiración para la ópera.

Su comedia El caso Makropulos fue retomada con el mismo título por Leos Janacek en la década de los 20. Ambos hermanos, hay que recordar, son además famosos por haber acuñado el término “robot”, en otro texto dramático: R.U.R (1920). Con el humor y agudeza que caracterizaron la mirada de Cápeck, De los insectos satiriza el comportamiento de los hombres a través de la metáfora de un mundo de insectos cuyos vicios los vuelven muy similares a sus parientes humanos.

Si bien para la ópera hubo una reducción de personajes y otros vieron enriquecida su intervención, la adaptación de la joven dramaturga mexicana Verónica Musalem respeta la crítica social de la pieza original, trayéndola al terreno contemporáneo, observa Ibarra. Así, la obra, de más de dos horas de duración, quedó integrada por un primer acto con un prólogo y dos escenas; un acto segundo, de una sola escena —que decidió alargar para equilibrarla con respecto al primer bloque— y un epílogo.

Las óperas del Premio Nacional de Ciencias y Artes conceden un espacio importante a la palabra hablada, y aunque en menor medida, El juego de los Insectos no es la excepción. “Ésta es una de las banderas que he tomado, que mis óperas ante todo sean un espectáculo teatral y dejen de ser un espectáculo donde sólo el oído se puede deleitar.”

¿Por qué eligió esta obra de los Cápeck? Conocí este texto hace unos 40 años y siempre me había fascinado, pero no fue sino hace muy poco que empecé a explorar la posibilidad de hacerlo en ópera. No había pensado que éste fuera el argumento de mi siguiente ópera.

De los insectos y otros demonios

Federico Ibarra:

Escribir su última ópera le costó a Federico Ibarra (Ciudad de México, 1946), no un ojo de la cara, pero sí un dedo de la mano, literalmente.

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Yo quería hacer una ópera con las preocupaciones de los dramaturgos mexicanos, pero la gran desgracia es que fui a tocar por todas partes y nunca nadie se animó a hacer nada (ríe). Eso me inhibió… He tenido que buscar en otra dramaturgia que no se la mexicana.

¿Cree que los dramaturgos le tienen miedo a escribir ópera?No se atreven. Primero no saben. Después, les suena a algo demasiado viejo. Hacer ópera no es igual que hacer teatro, porque para teatro, pues el dramaturgo ya sabe cómo mover una obra, llevarla a escena y sacarle provecho, pero aquí está trabajando en algo que quién sabe cuándo lo va a ver: de aquí a que se escribe, de aquí a que se monta…

¿Y no ha pensado en trabajar con dramaturgos de otro país?Eso lo intenté con un dramaturgo español ahora que estuve en España, pero tampoco dio buen resultado.

¿Ya cejó en su búsqueda?Creo que sí. El último contacto fue con Ernesto de la Peña y nunca me devolvió la llamada. He tratado con más gente, con Hugo Hiriart… ya no sé a quién buscar, ya se me agotó.

Y con Verónica Musalem, ¿cómo actualizaron este clásico, que originalmente hace un comentario a la sociedad europea de la posguerra?La crítica social de esta obra con los personajes que Karel Cápeck inventó sigue siendo válida, me atrevería a decir, para esta época o para cualquiera. Es una alegoría y hay que saber tratarla. No quité absolutamente nada de lo que Cápeck había propuesto, únicamente lo localicé: la primera escena, de las mariposas, que representan la juventud, pensamos ubicarlas, no en el bosque, sino en un bar.

Pero el lenguaje musical sí hace referencia a los años 20 o 30…Toda la ópera está más o menos dentro de esta perspectiva. Es una visión mía de la música de los años 30, no solamente de la música de cabaret sino la música culta. He recreado una época: en los años 30 empezó a surgir toda una serie de músicas, digamos, “mecanicistas” o “mecanizadas”. Una de las obras más representativas de esta época fue Pacific 231 (1923) de Arthur Honegger, donde está uno escuchando los engranajes de ese monstruo que caminaba por el ferrocarril.

Hasta el mismo Bolero de Ravel (1928), aunque no está refiriéndose para nada a una máquina, su aspecto interno es el de una máquina en funcionamiento. Entonces hubo muchos intentos musicales que conllevaban esta idea de deshumanización con base en la articulación constante de formas y elementos musicales. Otra de las obras mecanicistas de esta época puede ser Sensemayá, de Silvestre Revueltas.

Para la pieza teatral De los insectos existen cuando menos dos finales: en uno de ellos, muere el vagabundo, el único ser humano de la obra; en la otra no. ¿Por qué se inclinaron por el segundo?Me daba la idea de que Cápeck nunca supo cómo terminar la obra y le dio distintos finales. Nosotros optamos por que no muriera, porque, tratándose de una alegoría en la que el vagabundo representa a la humanidad, si muere, entonces, ¿con qué nos quedamos? Metafóricamente, nos quedamos sin nada (ríe).

¿Ha pensado en hacer un ópera de ciencia ficción? Me encantaría. Lo único es que la visión de la ciencia ficción cambia constantemente de moda. Hay que ver cómo las películas de ciencia ficción se han ido transformando desde el gran boom en los años 50. A partir de ahí ha ido

“La crítica social de esta obra con los personajes que Karel Cápeck inventó sigue siendo válida para esta época o para cualquiera”

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Cualquier intento por estrenar hoy una ópera mexicana en el país es valioso. Aunque sea a piano, aunque la

producción sea pobre y las voces, excepto tres o cuatro, dejen qué desear.

Pero el valor de ese intento no justifica que uno de los grupos artísticos del INBA, máxima institución cultural del país, presente el trabajo comprometido de sus cantantes en condiciones que dejan en el espectador la sensación de haber asistido a un ensayo.

Porque ese es el sabor que dejó el estreno mundial de El juego de los Insectos, de Federico Ibarra, que llevó a cabo Solistas Ensamble bajo la batuta de Rufino Montero, y que el mismo autor consideró un “medio estreno” que le permitiría ver cómo corría la obra y evaluar la posibilidad de hacerle correcciones. El estilo musical de Ibarra y la manera antisolemne en que el libreto de Verónica Musalem aborda la metáfora de la voracidad humana, encarnada en una fauna de insectos, remite sin duda a Alicia, otra ópera del compositor, que también se narra por escenas e incluye a un actor que las hilvana.

Interpretado por el actor Héctor Jiménez, el humano vagabundo, más que una voz reflexiva, se limita a repetir el deprecio que le provocan las actitudes de los insectos. Durante el primer acto la ironía y el humor negro lograron su cometido: el público se rió, al menos en la última función, realizada el 17 de julio en el Teatro Reforma del IMSS, escenario cuyas dimensiones obligaron a los cantantes a apeñuscarse en la de por sí horizontal propuesta escénica de Moisés Manzano.

El libreto reinterpreta el bosque de la obra de teatro original escrita por los hermanos Cápeck, en espacios urbanos. En la primera escena, que muestra a las frívolas

mariposas en un bar, la soprano Lorena von Pastor lució su registro agudo y presencia escénica como la bella Iris, junto a la contralto Mónica Sandoval, quien mostró su vis cómica tanto en lo actoral como en lo vocal: su capretina emisión fue puesta al servicio de la comedia.

La mezzo-soprano Gabriela Thierry hizo gala de su capacidad histriónica como parte de un matrimonio de escarabajos, el cual empuja con celo su “tesoro”, una bola de estiércol que les es robada por el Parásito, papel que interpretó con agudos generosos el tenor Gerardo Reynoso.

Calante y desafinado, el tenor Gustavo Cuautli interpretó al tierno grillo; más decorosa ejecución hizo la soprano Martha Molinar como su esposa embarazada, quien termina siendo asesinada por la Mosca, bien desempeñada en la voz del bajo Luis Rodarte. Quien se robó el corazón del público fue la Larva, la malcriada hija de la Mosca, interpretada por Mauricio Esquivel, con barbas y en falsete.

Tras presenciar diversas funciones del estreno, el compositor quizá reconsidere eliminar lo que sea que haya añadido para alargar el segundo acto, que se hizo, a decir de no pocos espectadores, interminable.

Durante la última función, algunos se salieron. Abandonaron la escena del marcial coro de hormigas que se extendía repetitivo, ora cantando loas a la ciencia —pese a la intervención decorosa del barítono Enrique Ángeles como El Científico—, ora al poder a ganar en la guerra, en la que tomaron parte el tenor Mario Hoyos y la soprano Lydia Rendón, en el papel de los Ingenieros.

Cabe destacar la impecable ejecución de Erick Fernández al piano, en quien recayó gran parte del peso musical de la obra, cuyo lenguaje orquestal, aun incógnito, se extrañó.

Sin unidad conceptual, la escenografía de Mónica Kubli pareció estar hecha de retazos, al combinar cierto naturalismo en las mesas del bar y el rinconcito hogareño de los grillos, pero obligar a imaginar que unas cuantas sillas eran el diván etéreo donde yacía la esperanzadora crisálida no fue un acierto. La propuesta remató vistiendo el segundo acto con una gran sábana blanca.

Con esta producción se despidió Montero como director artístico de la agrupación, quien al final de la penúltima función, el 15 de julio, recibió la Medalla de Bellas Artes, en la Sala Manuel M. Ponce. A su sucesor le quedará, sin duda, la obligación de rescatar la calidad integral de sus producciones. o por María Eugenia Sevilla

El juego de los insectos: Un “medio estreno” mundial

Escena del estreno de El juego de los insectos

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cambiando a pasos velocísimos y muchas películas quedan desafortunadamente datadas en una época.

¿Cuál es el giro de la ciencia ficción que más le ha interesado?Hay muchos, en particular recuerdo una película que me atrajo mucho de niño. No se cómo la vería ahora: se llamaba El planeta fantástico —que no es el de dibujos animados que hicieron los franceses— en donde, a la llegada de terrestres en otro planeta, empiezan a ser comidos o destruidos por monstruos, hasta que ven que son ellos mismos, son sus sueños, que cobran dimensión en lo real. Es algo muy bonito… bueno no, es muy feo; pero es este aspecto de la ciencia ficción en donde se muestra que el ser humano todavía es ciencia para todos nosotros, porque todavía no sabemos bien a bien cómo somos. Eso me atrae mucho.

Usted se financió la escritura de …Los insectos durante dos años y medio.Así es. Es muy curioso porque cuando inscribí la obra a la sociedad de autores (SGAE), me mandaron preguntar cuándo era la fecha de estreno y quién la había comisionado. No creían que alguien por su cuenta escribiera una obra de estas proporciones. Lo hago por amor hacia un género y nadie me paga por él. Además, me divierte enormemente estar escribiendo óperas, aunque a nadie le preocupe cuándo o si vas a estrenar.

¿Cuánto tiempo le dedicó a Alicia?Fue otro proceso porque, ahí sí, aprovechando la beca de creadores, decidí irme a orquestarla a Francia, y me pasé seis meses. Sobre todo era intentar alejarme de aquí, donde cuando no le hablan a uno por teléfono surge otra cosa…

Se dice que Mozart simplemente transcribía lo que escuchaba en su cabeza mientras Beethoven llenaba páginas con intentos. ¿Usted cómo compone?Para mí es muy fácil trabajar una ópera. El problema es tener el libreto, porque si va uno yéndose por el libreto y por las palabras, para mí resulta mucho más sencillo. Ahora estoy ideando una obra puramente musical, pero hasta que no vea por dónde va todo aquello y me convenza, no empezaré a escribir. En ese aspecto no soy de muchos borradores; digamos que, cuando tengo resuelto un problema, ya no me paso mucho tempo escribiendo.

Ibarra no tiene planes por lo pronto para estrenar El juego de los insectos con orquesta, y aunque le gustaría que eso ocurriera en el Palacio de Bellas Artes, no ha recibido ninguna oferta del INBA para hacerlo.

Ahora, el compositor trabaja en dos encargos: uno de ellos de Instrumenta Oaxaca para musicalizar una pieza de danza, género para el que no había compuesto nada en más de dos décadas. El otro, es una pieza instrumental comisionada por la Orquesta Filarmónica de la UNAM.

Entre sus pendientes, confiesa, esta “un encargo para una pianista” y otro para el violonchelista Carlos Prieto y pequeña orquesta. o

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MET EN MÉXICO

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Marzo 21 fue la fecha de la penúltima ópera de la presente temporada del Met en Alta Definición en el

Auditorio Nacional. Menciono la fecha porque, ya ese día, el horario de verano de Estados Unidos había entrado en vigor, mientras que el nuestro aun no lo hacía. Esto trajo como consecuencia que la función iniciara a las 11 de la mañana, hora de México, y no a las 12, que era la hora marcada en los boletos. Muchas personas llegaron tarde.

En el Lunario se dio la acostumbrada plática, la que, por supuesto se inició a las 9:30 AM. Aun así, el Lunario se vió muy concurrido por los que habíamos tomado nota del cambio de horario. El ponente fue Juan Arturo Brennan, como siempre, brillante. Él también se mostró sorprendido por el gran número de oyentes que nos concentramos para oír la plática. Esta versó sobre el argumento, los textos sobre los que se desarrolló el libreto, y las características de la obra de Bellini (1801-1835).

Poco oímos de la música de La sonnambula, de las características de la música de Bellini, de las voces que se requieren para hacerle honor a esta música, y tampoco se acompañó la plática con grabaciones o videos, como lo hacen otros presentadores.

Había mucha expectación por ver esta producción porque sabíamos que había sido abucheada por el público del Met en su estreno. El propio Juan Diego Flórez dijo en una entrevista que él no sabía que nunca se había abucheado tanto a una producción, y menos en un teatro como el Met, que no es conocido por “aguerrido”. Además, dijo que la producción “no es de sus favoritas”, una elegante y educada manera de decir que no le gustó nada.

Con las puestas modernas debe uno de tener paciencia y verlas hasta el final. Hay espectadores que de entrada las rechazan, y es un error. Si se ve la obra en su conjunto, se puede entender la idea que hay detrás de la puesta en escena y, en ocasiones, se puede estar de acuerdo. Esta Sonnambula de Mary Zimmerman puede ser un buen ejemplo.

También sabíamos —a los que nos interesa el género operístico— que el argumento de La sonnambula no es el más inteligente que existe. Esta en particular, con libreto de Felice Romani, sobre el argumento del muy conocido Eugène Scribe, es “malito”.

Pero la obra de Bellini está bien y sana, entre los repertorios operísticos de las casas de ópera. ¿La razón? Ciertamente, por su música. El don melódico de Bellini, expresado tanto en sus canciones como en las arias de las óperas que compuso, es en regalo para nuestro oídos; lo ha sido por los 180 años que nos separan de su primera ópera establecida, Il pirata, de 1827, y probablemente lo será por muchos años más.

¿Por qué no se pone más La sonnambula? Una razón es que no hay muchos cantantes capaces de cantarla (bien). La otra razón puede ser que el público de hoy acepta menos las historias tontas que plagan el mundo de la ópera. Yo en lo personal me inclino más por la primera razón que por

la segunda, pues hoy nos tragamos hasta con deleite los culebrones de la televisión, sin ninguna vergüenza.

Y ahora nos encontramos en el pináculo de las carreras de dos espléndidos artistas: Natalie Dessay y Juan Diego Flórez. Parece que Bellini pensara en ellos cuando escribió La sonnambula. Y de seguro que desde el cielo se regocija de que se ponga su ópera cantada por ellos. Todo el elenco está muy bien, sobre todo el bajo Michele Pertusi y la soprano Jennifer Black. El coro, soberbio. El director, Evelino Pidò, muy bien.

La producción de Mary Zimmerman se pone en una sala de ensayo del viejo Met, que estaba ubicado en Broadway y la calle 39, o en un teatro parecido. La época puede ser los años 60 o el presente, y tiene poca importancia.

Las maravillosas melodías que llenan la ópera, tanto para la soprano como para el tenor, el bajo y el coro, llegaron puras y limpias. Esa música soporta todo. Los cantantes que nos dio el Met son, además, buenos actores, y actores simpáticos.

La sonnambula se cataloga como “opera seria o semi seria” (cito a Brennan), y antes fue concebida como ballet idílico. A pesar de sus debilidades, siempre que hay cantantes que le hagan honor a la música, hay un teatro que la reponga. La escena final de la versión que nos ocupa se hace supuestamente en el escenario del teatro, ya con el vestuario y el ambiente “suizo”. No es ópera seria ni semi seria sino que va más hacia el campo de la ópera buffa. Ahora es claro que se estuvieron burlando del libreto y de las producciones “tradicionales”. Bajo esta óptica, le damos la razón a la Zimmerman. o porXavierA.Torresarpi

La sonnambula en el Auditorio Nacional

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HOMENAJE

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por Octavio Sosa

Rafael Sevilla:

Rafael Sevilla estudió canto en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela Nacional de Música con

Ernest Roemer, José Ávila y Carlo Morelli. Perfeccionó sus estudios en la Academia de la Ópera de Bellas Artes y debutó en 1959 en Monterrey con la opereta El murciélago. En el Palacio de Bellas Artes debutó en 1960 cantando el papel de Ernesto en Don Pasquale. Debutó en Italia en la ciudad de Pavia con La traviata. En 1966 se presentó en la ópera de San Francisco con L’italiana in Algeri.

Ha hecho presentaciones en Canadá, Israel, Holanda, Estados Unidos, Italia y México. Ha participado en los estrenos en México de óperas como Turandot, de Puccini (Pong), Der Rosenkavalier, de Richard Strauss (Tenor italiano), Partita a pugni, de Tosatti (Pugilista), El romance de doña Balada, de Alicia Urreta (Renato Paje), The Rake’s Progress, de Stravinsky (Sellem), La Sunamita, de Marcela Rodríguez (Doctor) y Alicia, de Ibarra (Sombrerero).

Ha cantado en las temporadas de Ópera de Bellas Artes, Monterrey, Guadalajara y en los festivales Cervantino, en producciones de Andrea Chénier, Lucia di Lammermoor, La traviata, La sonnambula, Pagliacci, Don Giovanni, Die Zauberflöte, L’elisir d’amore y Turandot, ópera en que cantó los roles de Pong, Pang y Emperador.

Hijo de cineasta (Alfredo Sevilla), estudió la carrera de leyes y decide estudiar canto, sin dejar lo primero. ¿Cómo se da ese proceso?Yo desde niño tuve la inquietud de cantar. En la primaria, en los coros que se formaban; estudié con los maristas en los colegios México, y desde ahí era de los solistas. En 1949, cuando iba yo en sexto año, nuestro maestro de coros era —que entonces era muy joven— Ramón Noble, y él me escogió como solista del coro, con voz de contralto. Y me acuerdo que nos ponía obras tremebundas: la Misa en Si bemol de Bach, fragmentos del Mesías de Händel, en fin.

“Tengo recuerdos imperecederos”

Este año 2009 se celebran 50 años del debut de este tenor mexicano en Monterrey,

50 años del inicio de su carrera como cantante de ópera.

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De ahí me surgió la curiosidad, y ese mismo año tuve la oportunidad —ese día no se me olvida— de ver mi primera ópera: el 15 de septiembre de 1949 en el Palacio de Bellas Artes.

¿Cuál fue?Mefistofeles, de Boito, con un elenco mexicano en donde quedé anonadado de escuchar la voz de Irma González, que estaba en los primeros escaños de su plenitud.

¿Qué sucede en Rafael Sevilla ante esa experiencia?Fue tan impactante esa función que yo me quedé con el deseo de volver a ver otra ópera, y entonces, al año siguiente, me metí de comparsa, azuzado por otro amigo que conocí en una filmación de una película de mi papá, en la que yo era el protagonista de la película, que se llamó El billetero. Supimos que iba a venir un tenor italiano que estaba causando furor en el mundo, de nombre Mario del Monaco, que inauguró la temporada con Andrea Chénier. Esto fue en 1951. En el 50 me tocó escuchar a Callas en la Norma en su debut, no obstante que el público no se mostró tan entusiasta con ella por ese timbre tan extraño que tenía, al que necesitabas habituarte y comprenderla ya en la expresión integral de su arte, no nada más en un aria sino a través del desarrollo de toda una ópera. Eso fue lo que poco a poco me fue haciendo amar más este genero de la ópera. Tengo recuerdos imperecederos.

¿Cuándo decide estudiar formalmente canto?Comencé con un maestro particular, José Ávila, en 1954. Como yo empecé a estudiar derecho también, tenía la idea de estudiar mi carrera de abogado para tener una formación universitaria, sin embargo la alterné con la música de 1955 a 1959, estudiando materias sueltas en el Conservatorio Nacional de Música como solfeo, historia de la música y armonía.

Después entré, en 1958, ya con cierta formación vocal, a la Academia de la Ópera que dirigía en ese entonces el maestro Armando Montiel Olvera, y no obstante que era yo muy joven me admitieron y estuve por espacio de cinco años en lo que era ya la Compañía Nacional de Ópera y la Academia de la Ópera, que funcionaban simultáneamente; o sea, a los alumnos nuevos que consideraban los maestros y los dirigentes de la academia que tenían posibilidades de participar en las temporadas tanto nacional como internacional, los iban escogiendo, como se hace en muchos lugares del mundo.

En Italia, en Milán, por ejemplo, en otros tiempos había la famosa escuela del centro de perfeccionamiento para cantantes jóvenes líricos, que era una escuela mucho más completa que la de México, por tratarse de la Scala. Sin embargo, aquí en México había una gran oportunidad en esos años, del 60 en adelante, para que en una temporada

Debut de Rafael Sevilla en 1959 en Monterrey con la opereta El murciélago

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larga muchos cantantes ya hechos y cantantes nuevos pudieran empezar a participar en las temporadas e ir formando así lo que es la generación de cantantes jóvenes y que duraron algunos unos 10, otros 20, otros 30 años. Bueno, a mí todavía hace cuatro años me llamaron para hacer el Emperador de Turandot, o sea, que tengo casi 50 años de carrera.

Había también lo que era la temporada de Ópera de Monterrey, que era internacional y que daba la oportunidad en papeles secundarios pero de importancia a cantantes mexicanos y a algunos, como fue mi caso, nos tocó cantar primeros papeles desde el principio.

A ello me iba a referir. Recién ingresado a la Academia de la Ópera en 1958, tuvo un debut bastante rápido, cantando un primer papel en El murciélago, de Strauss. Háblenos de ello...Sí, el maestro Roemer, quien fue otra institución de la música, dirigió esa función. Era maestro de Lied y un promotor incansable de sus alumnos, y ahora muy poco recordado por las nuevas generaciones. (Ahí nació mi culto y mi amor por el género del Lied, que es realmente un diamante que debe existir en la formación musical de todos los cantantes. Es la esencia del arte vocal íntimo, desde los clásicos como Mozart hasta los actuales. Tuve el privilegio de cantar el ciclo de La bella molinera de Schubert, canciones de Beethoven, Wolf, Brahms, y canciones rusas.)

A iniciativa de Daniel Duno, entonces director de la Ópera de Monterrey, él tuvo a bien hacer algunas funciones, dentro de la temporada, para empleados y trabajadores de diversas empresas, y promover así la ópera e ir creando nuevo público, y dijo: “Vamos haciendo un Murciélago con puros cantantes mexicanos en versión en español”, y qué mejor que el maestro Roemer para ello, que formó un elenco con parte de su alumnado y otros que fuimos elegidos después de una audición.

Los ensayos sobre el escenario del Florida, que no era un teatro sino un cine, fueron al principio, bastante accidentados, pero a la medida que avanzaban, la cosa mejoró y resultaron de gran éxito las funciones, a tal grado que al año siguiente nos invitaron. A mí me invitaron a cantar La traviata, el Alfredo, y en 1961 El barbero de Sevilla, con elenco internacional.

Después de ese debut y de La traviata de 1960, llega a la Ópera Internacional de México en 1961 cantando el Tenor italiano en El caballero de la rosa, Elvino de La sonnambula y Le nozze di Figaro. Eso significó muy afortunados inicios en su entonces corta carrera como tenor, en ópera internacional y también en ópera nacional, en donde tuvo una actividad constante...Excepto el tiempo que estuve fuera del país.

De lo que hablaremos más tarde. Pero regresando a la ópera nacional, le tocó estrenar varios títulos, uno del que comentábamos hace un momento fue el de Partita a Pugni, de Vieri Tosatti...

Partita a Pugni, claro. Por cierto, cuando estuve en Italia visité al maestro, quien estaba muy indignado, yo creyendo que le iba a dar mucho gusto, pero me dijo: “Cómo, si a mí no me pidieron mi autorización para representarla”. Le contesté: “Pero qué más quiere, su nombre empezó a brillar en el firmamento lirico de México...”

También le tocó participar en el estreno en México de Turandot.Claro, fue memorable, sobre todo por la actuación de Irma y con una soprano que era muy joven entonces también, americana, Lucille Udovick y el tenor Flaviano Labò.

Por cierto, título que le ha tocado hacer el Pong, con el que debutó, luego hizo el Pang...Hice siempre el Pong, el Pang fue últimamente y fue casi como emergente...

Y el Emperador Altoum... Tres personajes de una misma ópera…Que ha sido mi última actuación.

No diga “la última”; diga: “la más reciente”...Bueno, a como están las cosas...

Después de permanecer como cantante estable en las temporadas de ópera nacional e internacional de Bellas Artes, decide probar suerte en el extranjero.

Sí, decidí irme a Italia. Tuve oportunidad de participar en unos concursos y estar en un curso de perfeccionamiento de canto en Venecia por varios meses y conocí en Milán a un antiguo tenor, Nino Piccaluga (1890-1973), muy conocido en Italia, pero era ya un maestro muy viejo que se dedicaba de repente a organizar sus funciones con una pequeña empresa que tenía con cantantes jóvenes.

Entonces, me dio oportunidad de cantar en funciones en varias ciudades de Italia como Bérgamo, Pavía, Brescia, Livorno... Hicimos varias funciones tanto de Don Pasquale como de El barbero de Sevilla. Y trataba yo de colocarme, lo cual realmente es muy difícil, sobre todo siendo extranjero y muy

joven, pero me ambienté mucho con los círculos de cada ciudad en que pude estar, que no fueron pocas.

Aunque estuve un año en Italia, fue muy intenso, porque debo decirte también que yo fui corresponsal de un semanario que se llamaba El Redondel, donde el maestro Carlos Díaz-Du-Pond tenía una sección que era “La ópera en el mundo”, y yo era corresponsal desde Milán. Como también pude en ese año que estuve ahí viajar mucho, me tocó, por ejemplo, ver una Carmen en las Termas de Caracalla en donde cantaba Belém Amparán, luego vi algunas funciones en el teatro Nuovo de Milán con los cantantes jóvenes que iban surgiendo y casi media temporada de la Scala con todos los ensayos y todas las funciones en la temporada 1964-65.

Luego, por consejo de algunos maestros y de algunos buenos amigos que sabían más o menos cómo era el funcionamiento para los cantantes jóvenes extranjeros, me dijeron “¿por

“La gran falla de nuestra ópera —y

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no existe un teatro exclusivamente para

las funciones de ópera”

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qué no pruebas en Alemania?”, pero audicioné con un empresario, el maestro Barossi, y entonces él me dice: “Oiga, hay una posibilidad de que usted, por su timbre de voz y su tesitura, cante Los pescadores de perlas, porque esa obra la están poniendo en la ópera de Israel, nada más que no pagan mucho, pero es una experiencia muy buena.” Me recomendó y entonces así fue como conseguí mi contrato con la Ópera de Israel, en 1964.

Ya a un paso de irme a Alemania, por azares del destino, me surgió esta oportunidad de ir con un contrato por un año a Israel, en donde ya se encontraban desde hacía año y medio mis colegas Franco Iglesias, Martha Ornelas y el ahora archifamoso Plácido Domingo.

¿Entonces su debut fue cantando el papel de Nadir en Los pescadores de perlas en Israel? Bueno, mi debut fue con La traviata, porque Pescadores no la tenía yo en repertorio y, mientras, la aprendía. Era la Ópera Nacional de Israel, cuya directora era la fallecida también y ex cantante que estuvo en México, Edis de Philippe. Ella decidió que, mientras me aprendía Los pescadores de perlas, que estaban cantando en hebreo, yo me la aprendía en francés, porque le dije: “¡Yo no me puedo aprender eso!” Me daban tres semanas para aprendérmelo en hebreo. Así que me lo aprendí en francés y así lo hicimos.

Luego canté Don Giovanni, que también fue mi primer Don Ottavio en Israel y Los pescadores de perlas, Eugenio Onegin y luego algunos papeles como el Don Basilio de Las bodas de Fígaro, el Goro de Madama Butterfly. Yo nunca tuve esa

aprensión de no hacer papeles secundarios. Claro, algunos cantantes se cuidan de no cantar papeles comprimarios porque dicen que te ponen la etiqueta de comprimario y los empresarios te visualizan ya como un cantante de cuadro. Pero a mí me gustaba cantarlos.

Así se empezaron a dar las cosas allá. Terminó el contrato de un año, me lo extendieron por otro más, y después del segundo año me dijeron: “Queremos que te quedes dos años más, pero francamente, yo quería probar en otro lado, y gracias a la generosa oferta de Plácido —que me recomendó a su agente en Nueva York—, terminando mi contrato en Israel me fui a Nueva York y empecé a hacer audiciones, y con tan buena suerte que el supervisor musical de la Ópera de San Francisco, que se llamaba Otto Gott, que escuchaba cantantes y después los recomendaba o no para las peticiones que le hacía la Ópera de San Francisco, me escuchó cantar la cavatina del Barbero: ‘Ecco ridente in cielo...’ y le gustó mucho y había un oportunidad para cantar en una temporada de cantantes jóvenes que se llamaba Spring Opera que se hacía en el teatro grande de la Ópera de San Francisco, en versión en inglés, y era La italiana en Argel, que es dificilísima, y además con muy poco tiempo para prepararla. Pero ni modo: tenía yo que aprovechar esa oportunidad.

Y de ahí empecé a hacer más audiciones, a cantar en otras casas de ópera: la Ópera de Santa Fe, la de Filadelfia… ahí fueron papeles comprimarios. Canté con Joan Sutherland y Anselmo Colzani, que también cantó en México… En la Ópera de Boston, la de Seattle, en fin, en distintos lugares de Estados Unidos, y luego tuve una petición del maestro José Yves Limantour para cantar en unos conciertos que se habían organizado para el Museo del Virreinato en Tepotzotlán de El Mesías de Händel, así que me vine a México y esos conciertos se fueron multiplicando. Hicimos la Missa solemnis de Beethoven, el Requiem de Mozart, la Misa en Si bemol de Bach, una versión en concierto de La flauta mágica y pues ya me quedé en México.

Y continuó cantando en las temporadas tanto Nacional, como Internacional, cuando existía todavía la Ópera Internacional, y ahí yo recuerdo algunas temporadas en el Teatro Ferrocarrilero en la llamada olimpiada cultural en 1968.Otra ópera de las que me tocó estrenar en México fue la famosa ópera de Poulenc Les mamelles de Tiresias. Luego canté El elixir de amor con una soprano española que venía en su apogeo, que se llamaba Ángeles Chamorro. Después hicimos en Bellas Artes, en el año 69, Falstaff, La traviata, El murciélago y Don Pasquale.

Luego cantó, en 1971, con Plácido Domingo el “Increíble” de Andrea Chénier y en Les Contes d’Hoffmann, dirigido por Eduardo Mata, hacía el Nicklauss, que lo interpretó durante varios años, y que es un papel para mezzosoprano.Esa fue una idea Rómulo Ramírez. Es efectivamente un rol para una mezzo jovencita, y yo la hice como tenor, y no tan joven.

Yo lo recuerdo bien en un Don Pasquale en 1971 y Don Giovanni en 1972, con Franco Iglesias y Rosita Rimoch, y también me tocó ver el estreno, en el Ágora, de una

En el Palacio de Bellas Artes debutó en 1960 cantando el papel de Ernesto en Don Pasquale

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ópera de Alicia Urreta, El romance de doña Balada.¡Doña Balada, ya se me había olvidado!

¿Cómo ve Rafael Sevilla la ópera actual, un artista que lleva casi medio siglo de carrera?Es otro sistema y otro concepto de cómo se debe promover la ópera en México. Desgraciadamente, el modelo que se ha escogido, desde hace ya 10, 12 años, es de hacer, desde el punto de vista práctico, funciones por paquete en diversas épocas, cada dos o tres meses, lo que reduce el número de funciones. Claro que por la situación económica, pero el criterio ha sido ofrecer óperas con cantantes que cobran mucho dinero, que tal vez sean mejores que los que están aquí en México, pero entonces se reduce esto a una porción mínima de lo que se puede hacer en una compañía de ópera.

La gran falla de nuestra ópera —y que existió desde los años 30— es que no existe un teatro exclusivamente para las funciones de ópera y de opereta. A los cantantes mexicanos —que hemos sido los únicos que hemos peleado porque se construya un teatro desde los años 30 para la ópera y para la opereta— desgraciadamente nunca se nos ha apoyado. Estuvimos a punto de lograrlo en el sexenio de López Portillo con el apoyo que dio la señora Carmen Romano y el entusiasmo del maestro Fernando Lozano por hacer temporada durante todo el año, tanto nacional como internacional, pero desgraciadamente no se logró.

Pero fue un sexenio en que se hizo muchísima ópera…Sí, y ahora el criterio es hacer tres o cuatro producciones, con gente mexicana de talla internacional y dar apoyo a algunos cantantes nuevos —eso sí no lo puedo negar—, pero en una proporción muy pobre, poca, muy lamentable en

comparación a como se hacían anteriormente. Y claro, dicen que las óperas se deben presentar con decoro y les dan, no sé, un mes de ensayos con orquesta…

Si tú vas a cualquier teatro grande de Europa, cuando mucho los ensayos son de 10 o 12 días, y hablo de los que tienen mucho espacio y tiempo para ensayar. Se hacen ensayos a piano porque con orquesta sería muy caro. Obviamente, allá no puedes hacer ensayos de 12, 15 ó 20 días. Aquí se los avientan ¡hasta de 30 días! Claro que sí se nota que no hay tanta improvisación como en algunas obras que se presentaban antiguamente, en las que se veía que realmente se necesitaban más ensayos con la orquesta.

Aquí es el aparato de la ópera de grandes figuras, pero no se piensa en la infraestructura para que todos estos jóvenes, que ahora son muchísimos, que estudian toda una carrera en varias escuelas de música de la ciudad de México, algunos de ellos muy bien preparados y salen, y ¿a donde van a cantar? Y cada año se gradúan muchos… Mientras no se trate de solucionar el problema de fondo de la infraestructura, que es precisamente tener un teatro exclusivo para la ópera, tener una orquesta exclusiva para la ópera, tener un coro exclusivo para la ópera, nunca se va a lograr que exista lo que realmente se debe de considerar como una verdadera Compañía Nacional de Ópera.

Regresando un poquito a los años 60, maestro, le tocó actuar con grandes figuras en la Ópera Internacional, hablábamos de su participación en el estreno en México de Der Rosenkavalier, y por aquella época se creó la Asociación Mexicana de Cantantes A.C., que empezó a hacer funciones de ópera en el teatro Esperanza Iris, que estaba semiabandonado, en el año 1966 para ser exactos, hasta 1970, y usted participó en El murciélago, Il barbiere di Siviglia y Lucia di Lammermoor, que después llevaban a la provincia, con el apoyo del INBA.Hice la Lucia, pero en Aguascalientes, la hicimos en la provincia, pero eso fue cuando se quiso crear la famosa UNAME, que fue un intento —que se logró en cierto modo—, de formar una verdadera Compañía Nacional de Ópera. Pero desgraciadamente después vinieron los criterios contrarios, que no querían que se burocratizara la compañía. La UNAME fue la unión de la orquesta, el coro y una planta de cantantes en Bellas Artes, pero las autoridades la vieron con muy malos ojos.

Me acuerdo que se hacía ópera en el teatro Ángela Peralta en Polanco y en el hemiciclo a Juventino Rosas en el Bosque de Chapultepec.En donde era toda la compañía y además hecha con trastos que encontrábamos: una Cavalleria rusticana con huacales y un tablado improvisado. Pero era toda la orquesta de Bellas Artes, todo el coro y entonces empezamos a tener tanto vapor que las autoridades dijeron ¡no!, vamos a pararlos a éstos, y entonces cedieron y se hicieron las funciones de nuevo en el Palacio, porque se habían suspendido de plano, porque no veían con buenos ojos este aspecto de coparticipación de los grupos artísticos de la ópera en lo que era el funcionamiento de la misma. Entonces se fue a un Consejo de la Ópera en donde había la opinión de cantantes, representantes de la orquesta, del coro y de las propias autoridades, cosa que obviamente no veían con buenos ojos.

“Tengo casi 50 años de carrera”

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Hablando de otros estrenos, le tocó el de The Rake’s Progress de Stravinsky con una fantástica puesta en escena del maestro Ludwik Margules…Sí, fue una gran experiencia. Haber conocido a Margules fue una experiencia magnífica, un hombre que tenía la conciencia de lo que estaba haciendo, quizás se le pasaba un poco la mano, pero le gustaba desmenuzar mediante diálogo, todos y cada uno de los papeles que intervenían en la ópera y ahí sí fueron tres meses de ensayos, pero el resultado fue magnífico.

Ha participado en estrenos de óperas mexicanas, La sunamita de Marcela Rodríguez, Alicia de Ibarra y diversos estrenos en México, ha cantado en varios idiomas, incluido el hebreo ¿Cuál es el personaje qué más has interpretado?Bueno en papeles estelares ha habido varios que más o menos he cantado, funciones más, funciones menos, que son el Almaviva del Barbero, el Nemorino de Elixir, el Alfredo de Traviata, el Ernesto de Don Pasquale… Esos son de los que más he cantado. Luego los otros ya los hemos mencionado: está el Fenton de Falstaff, el Tamino de la Flauta mágica, el Fernando de Così fan tutte, el Don Ottavio de Don Giovanni… son también de los que más he cantado.

Y comprimarios, habría que destacar el Goro de Madama Butterfly.Sí, el Goro y el Pong de Turandot.

Rafael, también incursionó en el género de la zarzuela y la opereta.Sí, fue realmente meteórica la intervención, pero me tocó cantar en algunas temporadas con Cristina Ortega y con Pepita Embil. Mi repertorio de zarzuela era muy reducido: Luisa Fernanda, La Dolorosa, Los claveles y la zarzuela que más me gusta: Doña Francisquita, en donde hacía yo el papel —ese sí se lo pedí a Cristina Ortega— de Cardona, que es un estudiante de derecho y el papel principal lo hizo un doble colega mío que es el tenor Carlos Loperena Santacruz. Los dos disfrutábamos mucho esa producción de Doña Francisquita porque, como abogados, como estudiantes de leyes que fuimos, y la amistad que en lo personal tenemos, nos ayudó mucho a disfrutar esa bella participación.

Y hablando de zarzuela, usted grabó para discos Orfeón, Luisa Fernanda. Sí este fue un proyecto de Rogerio Azcárraga, que tenía deseos de que se grabaran con cantantes mexicanos un lote de 10 zarzuelas. Pero desgraciadamente se grabaron nada más dos y de una de ellas, La verbena de la Paloma, era nada más selecciones con arreglos especiales. Pero Luisa Fernanda sí se grabó con gran éxito.

¿Salió al mercado esa grabación?Sí, salió al mercado pero desgraciadamente no sé en que forma la promovieron que de repente te encontrabas con esta grabación en Miami, por ejemplo, pero aquí en México se hizo un tiraje reducido, creo que de mil ejemplares, y se agotó. Pero realmente no se le dio mucha difusión. Guillermina Higareda cantaba la Luisa y Belinda Ramírez la Carolina y el director concertador fue el maestro Fernando Lozano. o

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L’elisir d’amore en Cd. JuárezComo parte del II Festival de Ópera en el Desierto, la Dirección General de Difusión Cultural y Divulgación Científica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez presentó L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti, el pasado 14 de junio en el Teatro Víctor Hugo Rascón Banda del Centro Cultural Paso del Norte.

El elenco ofreció una función muy simpática en lo escénico y muy lograda en el apartado vocal. Verónica Lelo de Larrea interpretó una deliciosa Adina, graciosa en su actuación y con una voz de soprano lírico muy bella, cuidada dicción y puntual coloratura. Como Nemorino, el tenor Rogelio Marín hizo olvidar su interpretación algo opaca del año pasado en este mismo rol en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM, pues ahora se mostró con gran presencia teatral —a que se sintiera cómodo en las tablas sin duda contribuyó la concepción y el trazo escénico de Óscar Tapia— y un

canto de excelente factura, con estilo italiano, amplio legato y proyección armónica.

Belcore fue cantado con autoridad y experiencia en todo sentido por el barítono Jesús Suaste y el bajo Luis Rodarte

hizo un simpatiquísimo Dulcamara que llega y se va en globo aerostático. La ópera realmente se disfruta cuando los artistas que la interpretan igualmente gozan en la escena y este fue caso.

La escenografía diseñada por Gerardo Arévalo tuvo las virtudes de aprovechar lo ancho y largo, lo profundo y alto del escenario, cosa no siempre vista en nuestro país, y por supuesto la de brindar un contexto exacto para el desarrollo de la trama y se combinó con una funcional iluminación de Tania Rodríguez y el vestuario de Esther Orozco para concretar una producción redonda.

La puesta en escena de Tapia, como se señalaba, logró que los intérpretes se sintieran cómodos y se divirtieran para poder entregarse al público. Eso se dice fácil, pero no lo es tanto porque para ello hay que estar seguro de sí, del trazo impuesto, sin buscar un protagonismo absurdo que contravenga el desarrollo del argumento.

La Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y El Coro de la Licenciatura en Música de la UACJ contaron con la dirección concertadora del maestro Carlos García Ruiz, como se sabe, el principal impulsor de la ópera en Ciudad Juárez. Su trabajo fue destacado y acaso habría sido más completo si hubiera contado con uno o dos ensayos más para acoplar más todavía la música, el volumen, sus tiempos, con los solistas. Pero el mérito de García Ruiz está ahí y es inocultable: ha hecho de un desierto un oasis operístico que hasta temporada tiene. porJoséNoéMercado

RogelioMarín(Nemorino)yVerónicaLelodeLarrea(Adina)enCiudadJuárez

Dulcamara(LuisRodarte)llegaalaescenaenglobo.

Ópera en los estados

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Segundo Concurso de la Ópera de San MiguelNo ocurre con frecuencia que uno asista a un espectáculo y salga con la sensación de haber atestiguado algo histórico. Esa fue la experiencia que sentí el pasado 20 de junio cuando Ópera de San Miguel presentó su segundo concurso nacional anual encaminado a descubrir y desarrollar al más prometedor joven talento operístico de México. Una vez más, el evento tuvo lugar en el Teatro Ángela Peralta de San Miguel Allende, con localidades agotadas, y un público de aficionados que dieron su apoyo al joven talento operístico de México.

Entre los asistentes hay que destacar a “Los ángeles de la ópera”, un grupo de donadores individuales que generosamente proporcionaron los fondos para los 100 mil pesos en total que se otorgaron esa noche en forma de premios. Hubo 11 finalistas de todo el país, elegidos de un total de 136 jóvenes que aplicaron para participar, que concursaron para llevarse premios en efectivo, becas para estudios avanzados y apoyos para solventar gastos profesionales.

Este concurso es único en México, ya que no sólo es una competencia de canto, sino también una experiencia intensiva de aprendizaje para los finalistas. En la visión del director artístico, Joseph McClain, a cada cantante se le ofrecen múltiples oportunidades para trabajar con repetidores musicales y coaches de lenguas, ejercicios de escena y clases maestras con McClain y el pianista Mario Alberto Hernández, director musical del Concurso. Los cantantes de este año tuvieron, además, una experiencia adicional: dos

Enlafoto:AlonsoEscalante,directordelaÓperadeBellasArtes;LindaGutiérrez,primerlugar;JohnMcClain,directordelaÓperadeSanMiguel;AlejandraGarcíaSandoval,tercerlugar;JoséManuelChu,segundolugar;yAlbaMarinaRamos,cuartolugar.

días de clases maestras con la legendaria soprano Gilda Cruz-Romo, estrella del Metropolitan Opera, Covent Garden, la Viena Staatsoper y la Scala, y la más celebrada soprano mexicana de los últimos 50 años.

Adicionalmente a la maestra Cruz-Romo y el señor McClain, el jurado estuvo compuesto además por James W. Wright, director general de la Ópera de Vancouver, John Daly Goodwin, director artístico y concertador de la New York Choral Society, y quien esto escribe, tenor y miembro del elenco del Metropolitan Opera por 26 años.

Los finalistas estaban parejos, pues todos exhibieron buenas voces, musicalidad y excelente presencia escénica. Además de los ganadores de los premios principales, varios cantantes dejaron buenas impresiones, particularmente la soprano Zaira Soria, por su sensible ‘Oh, quante volte’ de I Capuletti e i Montecchi de Bellini; el barítono Ricardo López, por su conmovedora interpretación de ‘Vision fugitive’ de Herodiade de Massenet; y la soprano Enivia Mendoza-Mondragón, por su “Sempre libera” de La traviata de Verdi, que culminó con un emocionante Mi bemol.

Al final del concurso, cuatro cantantes fueron los seleccionados por su excepcional promesa. El cuarto lugar fue para Alba Marina Ramos por su mágico ‘Lied de Marietta’ de Die Tote Stadt de Korngold, y por su intenso ‘Un bel dì’ de Madama Butterfly de Puccini. El tercer lugar fue para la soprano coloratura Alejandra García Sandoval, por su impecable ‘Ah, non credea mirarti’ de La sonnambula de Bellini, y su vivaz caracterización de ‘Glitter and by gay’ de Candide de Bernstein.

El tenor José Manuel Chu nos impresionó con un lírico y seguro ‘Quando le sere al placido’ de Luisa Miller de Verdi, seguido de un portentoso ‘Nessun dorma’ de Turandot de Puccini, que le mereció el Premio del Público, además del Segundo lugar. Pero al final del día, la que se llevó el primer lugar fue la soprano lírico Linda Gutiérrez, con su elegancia y timbre opulento, con el que interpretó los agudos radiantes de la ‘Canción de la luna’ de Rusalka de Dvorak y, de la Tosca de Puccini, nos brindó un ‘Vissi d’arte’ de antología.

Gracias al formato del concurso, los cantantes deben pasar varios días juntos, escuchándose y aprendiendo uno del otro, en una palpable atmósfera de camaradería y respeto mutuo, de modo que hasta quienes no ganaron premio alguno comentaban: “¡Esta ha sido la mejor semana de mi vida!”

La misión de Ópera de San Miguel es descubrir y brindar asistencia práctica a jóvenes cantantes que se encuentran en el resbaloso puente entre la academia y la vida profesional. La labor de McClain al frente del Concurso merece gratitud por su visión y altruismo, no sólo por parte de los cantantes, que son los más beneficiados, sino por todos nosotros, el futuro público de estos talentosos artistas. porJohnBills

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Tosca en MonterreyEsta ópera regresó a nuestro escenario después de un lapso de más de 16 años. Ciertamente, Puccini apela a las emociones de forma muy directa y los regios no conformes con los tiempos violentos buscamos estrujar corazones también en el arte. ¿O será en realidad así?

La Gran Sala del Teatro de la Ciudad no lució llena. Si acaso tres cuartos. La publicidad discreta que obtuvo el evento fue quizá una de las causas. ¿Pero no podría ser también que un sector de público joven para la ópera pudo haber sido alejado cuando se promovió esta obra de arte casi como una telenovela? (Y Puccini, revolcándose en la tumba).

En contraste, esta Tosca cumplió con méritos propios. Las prestaciones vocales fueron excelentes, comenzando con el Scarpia de Juan Orozco. El barítono ha crecido como artista y encarnó a un Scarpia que Tosca definitivamente no querrá volver a ver delante de Dios. La plenitud de su voz, emisión redonda y capacidad para matizar en los momentos dramáticos del segundo acto fueron de notar.

No hay barítono mexicano mejor equipado vocalmente para el repertorio dramático.

Verónica Murúa encarnó una Tosca delicada, más en el molde lírico. Ha crecido como intérprete. La voz, aterciopelada y lírica, corrió sin problemas. Su ‘Vissi d’arte’ fue excepcional, con un fraseo cuidadoso que nos recordó a artistas de otras épocas. Quizá le faltó algo de arrojo en sus arrebatos celosos.

Carlos Galván es un tenor estentóreo y seguro. Quizá tuvo la mejor función que le hemos escuchado aquí. Fue emocionante escuchar sus ‘Victorias’ en el segundo acto. ‘E lucevan le stelle’ salió bien librada y encontramos una poesía que no es muy usual en este artista.

El resto del reparto cumplió, destacando Arturo Rodríguez como un cómico y seguro sacristán. Sólida la Orquesta y la lectura de Félix Carrasco. Bien el trabajo coral. De la escena es preferible cubrir un tupido velo, si acaso efectiva en el último acto. porRicardoMarcosG.

La viuda alegre en SinaloaComo parte de las actividades del programa Sinaloa en Escena, el Instituto Sinaloense de Cultura ofreció un par de funciones de la opereta La viuda alegre de Franz Lehár, el jueves 4 de junio en el Teatro Ángela Peralta de Mazatlán, y dos días después, el sábado 6, en el Teatro Pablo de Villavicencio de Culiacán.

El elenco fue encabezado por la soprano Irasema Terrazas, debutando el rol, como Anna de Glávary y su interpretación tejió la sencillez y la delicia en su canto y actuación. El tenor Ricardo Rodríguez abordó el papel del Conde Danilo, la soprano Lety Vargas el de Valencienne, mientras que el tenor Dante Alcalá fue Camilo de Rosillon.

El soporte actoral cómico lo brindaron brillantemente, entre otros, Miguel Alonso —quien igualmente se encargó de la dirección escénica— como Niegus, Ramón Gómez como Mirko, Enrique Ahumada como el Vizconde Zancada y Ricardo Arriaga como Kromov.

Se trató de una puesta en escena lograda y divertida, con una escenografía funcional de Raúl Font, la dirección general de Leopoldo Falcón y el soporte musical de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes cuyo director artístico, el maestro Gordon Campbell, ha logrado del conjunto un sonido limpio, brillante, de buen nivel técnico. Aunque en esta ocasión la batuta concertadora invitada correspondió a Sergio Martínez, quien habría hecho un mejor trabajo si hubiese cuidado más el volumen orquestal para abrir ventanas vocales a los solistas y si algunos tiempos hubieran sido más correspondientes a la atmósfera escénica, porque no todo era el Can-Can. o porJoséNoéMercado

JuanOrozco(Scarpia)enlaescenafinaldelprimeracto

CarlosGalván(Cavaradossi)yVerónicaMurúa(Tosca)enMonterrey

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CRÍTICA

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por José Noé Mercado

Muerte en

No posaré. No diré que soy un entusiasta de Muerte en Venecia de Benjamin Britten, ni que el tema de la

novela de Thomas Mann me quita el sueño o que prefiero la película de Luchino Visconti a Crepúsculo. Existe un mar de disquisiciones estético-filosóficas menos plomizas y hasta entretenidas que me parecen prioritarias.

Ya, lo dije. Es mejor así. Con sinceridad pueden entenderse las personas y el arte.

En ese sentido, asistí al estreno en México de Muerte en Venecia, título con el que la Compañía Nacional de Ópera continuó su Temporada 2009, presentado en cuatro funciones: 5, 7, 9 y 12 de julio, en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. Acaso sin demasiada expectativa al entrar, salí muy satisfecho del espectáculo.

Y no por la temática que muestra el conflicto entre lo apolíneo y lo dionisiaco a través de una serie de emociones vitales ante la vejez y la muerte y una retahíla interminable de divagaciones y peroratas interiores que el protagonista pronuncia en su contemplación psicologizante para, al final

de cuentas, justificar, pero no aceptar, atormentándose por ello, que se le está haciendo agua la góndola.

Puesto que ahí, donde él mira la belleza más platónica, un buga es ciego o simplemente desinteresado, indiferente. Tampoco la partitura de un compositor avezado en su bagaje técnico-musical al servicio del drama, de particular belleza en pasajes dancísticos, que sin embargo en su estreno no tuvo la resonancia de otras óperas de su catálogo, me pareció lo más memorable en esta ocasión.

Lo que me hizo valorar particularmente esta serie de funciones fue sin duda la puesta en escena, su interpretación. Jorge Ballina logró hacer magia auténtica, que como sabemos no es más, pero tampoco menos, que un artilugio que logra hacernos creer lo que no es. Su diseño de escenografía pareció decirnos nada por aquí, nada por allá, para de pronto, con un mecanismo preciso e ingenioso, continuo, hacer aparecer embarcaciones navegantes, puertos, lobbys y cuartos de hotel, playas, muros, callejones, canales de agua

en el Teatro Julio CastilloVenecia

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y muchos otros contextos y escenarios necesarios para el desenvolvimiento puntual de la trama.

Ballina dejó en claro que como escenógrafo es un ilusionista. Y su dirección escénica, debutante, no desmereció, llena de fluidez y teatralidad pocas veces vistas en la escena operística nacional, estuvo en perfecta sincronía en concepto y ejecución con la iluminación de Víctor Zapatero, el vestuario de Tolita y María Figueroa y el movimiento corporal de Verónica Falcón.

La parte canora fue encabezada por el tenor estadounidense Ted Schmitz, de voz más bien delgada y poco voluminosa, pero de gran resistencia y musicalidad, que unió a un conocimiento perfecto del rol de Gustav von Aschenbach. El barítono Armando Gama interpretó los siete papeles breves de la obra (Viajero, Catrín, Gondolero, Gerente de hotel, Barbero, Jefe de cómicos, Voz de Dioniso), con una prestancia vocal e histriónica incuestionables. Como la voz de Apolo, el contratenor Santiago Cumplido cumplió, pero con un instrumento destemplado y de afinación incierta.

La Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes —esta vez preparado por Cara Tasher— cumplieron con un desempeño elevado para su media, manteniendo la tensión dramática y dando relieve a los pasajes solistas, con la batuta concertadora de Christopher Franklin, quien hace algunos meses también visitara nuestro país: Guadalajara, Jalisco, para dirigir un concierto con el tenor peruano Juan Diego Flórez.

Pero la verdad, y alguien tiene que decirla, lo más valorado y sobrevalorado para muchos de los asistentes que llenaron el teatro (lo que en fechas recientes ni Rigoletto consigue) pero a ratos dormitaban bajo el sopor de la obra, fue el Tadzio del bailarín Ignacio Pereda, quien, como a Aschenbach, hizo suspirar a más de uno hasta la locura. O loquera. Será que como afirmara festivo un señor a su joven pareja antes de iniciar la función, “Muerte en Venecia es para la comunidad lírica gay como que a los franceses les toquen La Marsella o a los mexicanos el México lindo y querido”. Yo respeto, como dijera Velibor Bora. o

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Esta es una puesta en escena muy inteligente. La escenografía es una maravilla de simplicidad. Hubo todo lo que se necesitaba, y nada que sobrara; nada

que nos distrajera de la historia que nos estaban contando. No se notaron las costuras en los cambios escénicos, lo que permitió que la función fluyera con agilidad y naturalidad. ¡Me encantó el hermoso “bosque” que descendió para el Notturno!

El vestuario se realizó con mucha fantasía y colores hermosos (¡Rebeca Olvera se veía hermosa en su vestido de noche verde!), incluyendo al impecablemente vestido coro. En este pequeño teatro, me impresionó particularmente la iluminación imaginativa que genuinamente hizo magia para producir retratos escénicos de atmósferas maravillosas.

Fueron encantadoras las referencias a Magritte. Ahí estaban sus cielos azules y sus esponjosas nubes blancas, desde luego, pero también vimos algunos cuadros de su visión torcida de de la vida. Fue un tema siempre presente pero nunca dominante, que le dio a la producción un sabor ligeramente surrealista, lleno de luz y aire.

Escénicamente, hubo tantos toques maestros, como las proyecciones que vemos de las fotos de Norina en el fondo del escenario, mientras Malatesta canta su ‘Bella siccome un’angelo’: ‘Occhio che parla e ride...’ con un acercamiento de sus ojos; ‘Sorriso incantator...’ con una sonrisa encantadora (literalmente). Pero, insisto, nada exagerado. Las proyecciones se desvanecieron en la segunda estrofa, para no distraernos del canto de nuestro intérprete.

CRÍTICA

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por Ann Beckman

Don Pasquale en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM

Después de la famosa cachetada, la escena se oscureció y dos suaves luces cenitales iluminaron a Norina y a Pasquale, cada uno inmerso en su respectivo momento de introspección. El pobre Pasquale literalmente lloraba de frustración y de vergüenza... Fue un momento conmovedor y genuino.

Estos son sólo dos ejemplos de los tantos momentos hermosos en esta puesta en escena (¡no hay que olvidar el hermoso bosque del final!), que constatan que esta producción de José Antonio Morales y Rosa Blanes Rex se hizo con mucho amor.

Fue un placer escuchar a Javier Camarena como Ernesto. Debió haber estado cansado de cantar dos funciones un día tras otro, pero nos dio un Re bemol que hubiera provocado aplausos en cualquier audiencia operística del mundo, y su ‘Com’e gentil’, cuyo primer verso cantó fuera de escena con un excelente acompañamiento de guitarras, fue una verdadera serenata, llena de belleza y añoranza. ¡Y cómo este Ernesto amaba a su Norina! Su mirada de adoración derretería cualquier corazón.

Sería difícil no enamorarse de esta Norina. Rebeca Olvera iluminó la escena en todas sus apariciones. Una actriz cómica nata, me tenía tronchada de risa en su dueto con Malatesta. Esta chica tiene un talento inmenso. Es mucho más que una soubrette. Su voz sigue creciendo. Cantó con un hermoso timbre lírico cuando era necesario, y nunca fue menos que adorable en escena. Su momento cumbre de la noche, musicalmente hablando, fue el Notturno, el dueto de Norina y Ernesto del tercer acto. Fue un momento mágico, en el que

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las dos voces se combinaron sin esfuerzo. Yo deseaba que nunca terminara. (No le digan a nadie, pero aquí en Zurich hemos transpuesto este dueto medio tono abajo. No hubo necesidad de ello en México: México 1, Suiza 0.)

Para mí Josué Cerón fue un verdadero descubrimiento como Malaesta. El joven barítono tiene una voz bien enfocada con un verdadero “centro” en el timbre y una admirable flexibilidad. También es apuesto, ágil y astuto... todo lo deseable en un Malatesta. Estaré pendiente de su carrera, con mucho interés.

Charles Oppenheim como Pasquale fue el menos experimentado de los cantantes, y aunque me parecía que no se sentía tan “en casa” sobre el escenario como los otros, se manejó muy bien, brindándonos un Don Pasquale poco animado: sin payasadas bufas sobreactuadas, lo cual fue perfectamente apropiado para esta producción. Y ciertamente tiene la figure du rol, que usó muy bien en su beneficio.

El joven concertador, Rodrigo Macías, tuvo que lidiar con una orquesta que no había tocado junta antes, que tenía casi nula experiencia de tocar en el foso y que había tenido “muy pocos” ensayos. Pero sobrellevó estos hechos con heroísmo, y su concentración y cometido eran obvios. Sus fallas son simplemente las de la juventud. Todavía no aprende que necesita tomar el mando sobre sus cantantes y mantenerlos en movimiento. Un pequeño ejemplo: en el maravilloso dueto de trabalenguas ‘Cheti, cheti immantinente’, debe acelerar a la orquesta un poco más rápido de lo que los cantantes pueden cantarlo. Sólo provoca risa cuando el bajo y el barítono están corriendo a toda velocidad y a duras penas pueden alcanzar el tempo de la batuta.

Macías fue demasiado amable con sus cantantes, al fijar un tempo que pudieron cantar cómodamente, pero perdieron el chiste. A lo largo de toda la obra, el aspecto musical se hubiera beneficiado con una conducción más estricta del concertador. Pero, de nuevo, fue un logro heróico para este joven director. Como le dije después de la función, tiene mucho tiempo para aprender a convertirse en un tirano.

El coro de 14 elementos, muy bien entrenados y bien ejecutados en sus bocadillos de solistas, obviamente se divirtieron mucho, lo que añadió mucho al éxito de la función. Fue un acierto que tanto el coro como la orquesta en pleno subieran al escenario al final para recibir aplausos. Esto claramente fue un logro de conjunto, y tuvo mucho sentido que todos subieran al escenario al final.

Espectadores contentos, cantantes contentos y una visitante de Suiza muy contenta. Me encantó todo. Fue una noche de teatro completamente satisfactoria Hay que mantener un ojo en las actividades de Pro Ópera. Ésta es una compañía que hay que tomar muy en serio. o

Ann Beckman es responsable directa de la preparación vocal de todas las óperas alemanas y supervisa las del repertorio no alemán en la Ópera de Zurich. Anteriormente trabajó en las Óperas de Düsseldorf, Munich, La Monnaie en Bruselas y el Festival de Salzburgo. Se le considera como la máxima autoridad europea en las óperas de Alban Berg, mismas que prepara con frecuencia.

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MONOGRAFÍA

por José Octavio Sosa

Nueve años después del estreno de esta ópera en el Teatro Italiano de Paris en 1843, se conoció en México, en el Gran Teatro Nacional, en las voces del

bajo Settimio Rossi, la soprano Balbina Steffanone, los tenores Giuseppe Forti y Lorenzo Salvi, que alternaron funciones, y el barítono Federico Beneventano, bajo la dirección musical de Max Maretzek y puesta en escena de Attilio Valtellina.

“Balbina Steffanone hizo la maliciosa Norina. Desconfiábamos de que saliese airosa en un papel poco conforme a su carácter artístico, reconocido por todos como eminentemente trágico. En esa parte tuvimos un dulce desengaño; la señora Steffanone representó con gracia, en particular en la escena citada, que es la más bufa, y provocó varias veces la risa de los espectadores. Sin embargo, diremos con la franqueza que nos caracteriza que no es un papel de ese género en los que más puede lucir la sobresaliente artista…

“El papel de ese solterón estaba confiado a Rossi. Los trajes de este autor cayeron en gracia, ya saliese con la angosta bata y el puntiagudo gorro de dormir, ya con el frac chocolate de novio. El enorme ramillete, y la rubia y rizada peluca no estaban por cierto de más. Rossi tuvo en cuanto al canto, algunos momentos felices, y muy en particular, en el dúo del bofetón, cuando llora el pobre vejete al verse tan mal tratado por Norina.

“De Forti hay que alabar el aria que canta en el jardín, con el acompañamiento de vihuela. Beneventano sostuvo la ópera de principio a fin. No hubo escena en que trabajara, y trabaja en las más, en que no lo hiciera a pedir de boca…” El Sustituto. El Siglo Diez y Nueve, 23 de julio de 1852

En los teatros Santa Anna y de Oriente, dos años después, se escenificó bajo la concertación musical de Giovanni

Bottesini y con un elenco similar al de 1852, salvo el protagónico que interpretó el bajo Agostino Rovere, del que la prensa escribió:

“Anunciados los Puritanos para el domingo último, una indisposición del señor Marini frustró la representación, y en vez de la obra maestra de Bellini se puso en escena el D. Pasquale, ofreciendo la función la novedad del señor Rovere, bajo

caricato, a quien mucho elogiaban, y a fe que con razón. Cualquier elogio que se haga de este admirable artista nos parece demasiado pobre, considerándolo como actor, como cómico, como jocoso que no traspasa los límites de la naturalidad, y de la verdadera gracia…

“Rovere, sin exageraciones grotescas, sin gracejadas de mal gusto, comprende perfectamente el carácter del buen Don Pasquale, y hace reír desde que aparece en la escena. Su acción es perfecta, no tiene un solo movimiento que no sea natural, casi indispensable para dar a conocer al pobre viejo en todo su candor, en toda su simplicidad…” El Siglo Diez y Nueve, 18 de abril de 1854

Saltamos al Teatro Principal que en 1906 representó esta ópera con un elenco conformado por la célebre María

Barrientos, el bajo Pietro Cesari, el tenor Narciso del Rey y el barítono Giovanni Tolese.

Célebres representacionesde Don Pasquale en México

Salvatore Barcaloni

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En 1925 el Teatro Cine Olimpia albergó a la Compañía de Ópera de Ángeles Ottein, quien engalanaba el reparto, acompañada de Carlos del Pozo (Don Pasquale), Carlos Mejía (Ernesto) y Armand Crabbé (Malatesta), bajo la batuta de Ignacio del Castillo.

“Dícese que Don Pasquale es hijo de El barbero de Sevilla. Nada tendría de extraño; común es leer en las biografías de los próceres que fueron engendradas por gente de humilde condición; si Don Pasquale es hijo de El barbero, éste lo fue de La serva padrona, y no deben arrepentirse sino ufanarse el hijo y el nieto del abolengo de la astuta criada...

“Ahora que, para poder oírla sin disputa, esta obra maestra de Donizetti, se necesita, indispensablemente, de ‘maestros cantores’; y ayer hemos tenido la fortuna de tenerlos entre los que así puedan reputarse en cualquier parte. La Ottein y Crabbé quisieron dejar, en el recuerdo del público entendido, una última impresión imborrable de su “virtuosismo”, lográndolo totalmente... Fue un trío estupendo, el de la Ottein, de Crabbé y de Del Pozo, que nos ha de consolar, evocándolo, en las inevitables blasfemias que, para el futuro, han de aguardarnos. Mejía se portó bravamente, hizo lo que pudo y no fue poco...

“Lo consiguieron hasta volverlo loco; una ovación, de verdad, para los dos, de la inmensa sala del Olimpia, henchida por completo de admiradores de los eximios artistas, a quienes dijeron adiós, como en un muelle, cuando el barco se aleja, las rítmicas alas blancas de mil pañuelos.” José Joaquín Gamboa. El Universal, 16 de marzo de 1925.

En el Palacio de Bellas Artes se escenificó por primera vez en 1944 con un reparto digno de cualquier teatro

de Europa: Don Pasquale: Salvatore Baccaloni, Norina:

Hilde Reggiani, Ernesto: Bruno Landi, Malatesta: John Brownlee.

“Así es como Don Pasquale resurge empolvado y brilla inesperadamente en las candilejas del Bellas Artes. Revistió excepcional interpretación para Baccaloni, protagonista en realidad de la obra, y para Hilda Reggiani, intérprete de la Norina, con la valiosa colaboración de Landi y Brownlee.

“Todos por igual cumplieron bajo la batuta inteligente de Guido Picco y merecieron el entusiasmo del público, sobre todo cuando se han hecho artistas tan queridos. Baccaloni reafirmó sus excelencias en su aria del primer acto, lo mismo como bajo que como actor consumado en sus especializaciones.

“Hilda Reggiani, por su virtuosismo como coloratura en su cavatina y en aquel dúo, lo mismo Brownlee, por sus dotes vocales, y el cuarteto en el que se mantuvieron, singularmente equilibrados, con las aportaciones de Landi en su media voz, y, particularmente gustó ese público de la serenata en el jardín y el desenlace de la obra tan espectacular...” Víctor Reyes. Novedades, 15 de agosto de 1944

Tal fue el éxito que un año más tarde, Ópera Nacional volvió a programar este titulo nuevamente con Salvatore

Baccaloni, acompañado entonces por Ruby Mercer, Franco Perulli e Iván Petroff.

“Prácticamente fue una figura de primer orden que se desaprovechó lamentablemente en esta temporada. Nos compensó, sin embargo, en el último Don Pasquale con su gran interpretación del personaje donizettiano.

“¿Que el conjunto no estuvo a la misma altura que

Araiza y Evans

Spiro Malast

t

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el año pasado? También es cierto, pero Baccaloni fue el mismo enorme creador de este papel de tan encontrados matices y abundante en situaciones de toda índole. Los aplausos sonaron para él en forma especialísima durante esta noche final de la temporada, que pudo tener un broche más brillante...

“La soprano Ruby Mercer, muy empeñosa, se limitó a cumplir hasta donde se lo permitieron sus facultades en la Norina, que resulta superior a sus fuerzas... El tenor Perulli, desempapado apenas, tampoco logró calentar los entusiasmos de la noche patria, y el mismo excelente barítono Petroff, que nos diera un soberbio Germont en Traviata sin superar el recuerdo de Brownlee en el Malatesta. Pesaban mucho en los asiduos de la “Ópera Nacional” los nombres de Reggiani y Landi para entregarse fácilmente a este nuevo reparto. José Morales Estévez. El Universal, 23 de agosto de 1945

Durante la visita de la Ópera de Cámara de Milán en 1958 a Bellas Artes, se llevo a escena con escenografía

y vestuario de Pier Luigi Pizzi y dirección musical de Carlo F. Cillario que cantaron Giorgio Tadeo, Mariella Adani, Mario Spina y Dino Mantovani.

La Academia de la Ópera del INBA la presentó en su temporada 1960 cantada por Humberto Pazos, gran creador de este personaje, Maité Orgaz, Rafael Sevilla y Miguel Botello, y cinco años más tarde Ópera de Bellas Artes y la Asociación Musical Daniel la ofrecieron con Geraint Evans, Ernestina Garfias, Giuseppe Baratti y Renato Cesari.

“¿Qué podemos decir del excelente bajo Geraint Evans, si cualquier elogio, grande o pequeño, que se haga de este magnífico cantante y actor, resulta redundante de lo que de él hemos dicho en anteriores crónicas? Es sencillamente un artista completo de grandes cualidades vocales e histriónicas, y que domina todos los ángulos del arte lírico. Elegante e impecablemente bien vestida en cada escena, y de acuerdo con la época y personaje que encarnó, apareció la signorina Ernestina Garfias en el primer acto, haciendo gala, una vez más, de su bella y bien timbrada voz... Su Norina que encarnó fue algo que no fácilmente olvidaremos, por la calidad vocal y por la admirable desenvoltura en la escena, por lo que mereció grandes ovaciones.

“Otro personaje que logró conquistar rápidamente al exigente público de Bellas Artes, fue el barítono Renato Cesari. ¡Qué manera de cantar y de actuar! Proyecta su voz con seguridad en sus diferentes registros, aunando su musicalidad, la brillante expresibilidad escénica que contribuyó en mucho a su justa interpretación del personaje...

“El tenor Giuseppe Baratti, actuó y cantó como para salir del paso. No muy seguro en la escena por la poca experiencia que de ella tiene...”Rafael Fraga. El Universal, 24 de septiembre de 1965

Las tres últimas representaciones de este título sucedieron en los años 70, siendo la primera de ellas en 1971 que

concertó Jorge Delezé y que interpretaron José Moreno Bueno, Angélica Dorantes, Rafael Sevilla y Arturo Nieto, en 1974, también dirigida por Delezé y cantada, con doble elenco, por el bajo italiano Mario Bertolino, estupendo en el protagónico, las sopranos Angélica Dorantes y Graciela Saavedra, los tenores Rafael Sevilla y Froylán Ramírez y los barítonos Arturo Nieto y José Luis Magaña, siendo la última en 1978 que concertó Salvador Ochoa y que cantaron Spiro Malas, Angélica Dorantes y Graciela Saavedra, Librado Alexander y Rafael Sevilla, Arturo Nieto y José Luis Magaña.

“Su música es deliciosa, como la de las otras óperas de Donizetti. Lo único que se necesita es un bajo excepcional... Se trajo uno de importación, Spiro Malas, que hizo una impresión favorable, pero no causó sensación, tal vez gustó más como actor, por su caracterización y por su buen desenvolvimiento en escena, que por su voz; y todo lo demás fue casero...

“Ignacio Sotelo, el director de escena, tuvo que hacer prodigios para llenar un escenario del tamaño del de Bellas Artes; esta ópera puede cantarse en el salón de actos de cualquier escuela; abundan las escenas con dos personas, y hasta monólogos. “El barítono estuvo sobradamente sobrio, lo que no sabemos si preferir a que estuviera sobriamente sobrado; tuvimos por momentos la impresión de que se hubiera dicho: aquí el único que tiene que hacerse el gracioso es Spiro, y los demás, serios como en un funeral...

“La soprano, Angélica, que nos dio una gratísima sorpresa y fue, para nuestro gusto, la reina de la noche; luce muy guapa, canta con gusto, y si bien su voz, bien educada, nos parece todavía algo tierna, en la actuación nada dejó que desear, pues estuvo graciosa sin ser payasa, amable y llena de simpatía. Cantó con dulzura y agilidad su parte, que es una de las más bellas, y se integró talentosamente al cuarteto. En otra función habrá hecho el papel la también muy agradable Graciela Saavedra, pero de eso no nos tocó ser testigos; también nos habría gustado oír a Librado Alexander como tenor y a José Luis Magaña como barítono. Magaña, más fogueado, con más tablas, sabe que el cantante de ópera tiene que combinar el buen canto con la convincente actuación...

“Mientras a la señorita Dorantes el público la recibió con la mayor simpatía y la ovacionó fuertemente, a Raphaelito Sevilla le fueron escatimados los aplausos; le ocurre a este excelente tenor, como a Jorge Lagunes, que el público parece haberse fatigado de verlos tantos años, y les ha perdido aprecio...

“Raphaelito ya hace buen caldo, ya no cuece del primer hervor; pero como tiene mucho cariño a su profesión, canta con finura, con muy buen gusto...Salvador Ochoa, que cada año tiene que hacerse un frac nuevo y de mayor capacidad, dirigió con alegría y brío, y se observó que la obra estuvo cuidadosamente ensayada... Rafael Solana. Revista Siempre!, núm. 1294, 12 de abril de 1978 o

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MONOGRAFÍA

Don Pasquale

por José Noé Mercado

Pro Ópera AC, en colaboración con la Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de su

Dirección General de Música, presentó en la Sala Miguel Covarrubias cuatro funciones: 25 y 26 de julio, 1 y 2 de agosto, de una nueva producción de la ópera Don Pasquale de Gaetano Donizetti. Se trató, formalmente, del primer montaje de esta asociación civil fundada en 1985 con el propósito de “contribuir a que el público mexicano goce de un espectáculo —el operístico— cada vez mejor”.

Este proyecto se materializó también con el beneficio del programa “México en Escena” del Fondo Nacional

para la Cultura y las Artes (Fonca), y no sólo incluyó el ciclo de funciones en sí, con el cuarteto vocal protagonista

del bajo Charles Oppenheim, la soprano Rebeca Olvera, el tenor Javier Camarena y el barítono Josué Cerón. Igualmente, se instituyó un Taller de Ópera Rumbo a Don Pasquale “para la preparación de un nuevo elenco de talentosos cantantes que participará en una segunda temporada que será presentada en otras sedes dentro del Distrito Federal, así como en varios estados de la república”.

Los becarios participantes en este taller impartido por José Antonio (Josefo) Morales en lo escénico y por el bajo-barítono

Arturo Rodríguez en lo músico-vocal, fueron Enrique Ángeles, Edgar Gil, Víctor Hernández Galván, Verónica Lelo de Larrea,

Rogelio Marín, Karla Muñoz, Adriana Valdés y el propio Charles Oppenheim.

¿Pero cómo surgió todo este proyecto? ¿Cómo se materializó? ¿Qué retos significó en términos artísticos, financieros, logísticos? Para saberlo, en la revista Pro Ópera conversamos con los autores intelectuales y materiales de este Don Pasquale, a fin de que nos brinden un panorama general de la producción a partir de enfoques particulares de quienes en ella intervinieron. Si en la edición anterior de esta publicación platicamos con el cuarteto protagonista, ahora lo hacemos con aquellos de pantalón largo, los que no necesariamente estuvieron en el escenario.

Detrás de

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La idea del Don Pasquale surgió en forma espontánea. Esa ópera es una de las que más me gusta de Donizetti, además de que me gusta mucho el llamado bel canto. También cuenta mi iniciación

a la música operística en casa, donde el rey era Tito Schipa (para mí, aun sobre Caruso). Desde muy pequeño aprendí a gustar las grabaciones de ‘Povero Ernesto’ y del dúo de Norina y Ernesto, claro que con Schipa. Ése fue mi punto de referencia.

Viendo el desarrollo de los cantantes mexicanos de hoy, todo cayó por su peso: Oppenheim es un basso buffo de calidad internacional, que era poco reconocido en México posiblemente por su desarrollo tardío y con algo o mucho de autodidacta. Y en mi cabeza se juntaron los sonidos de las voces de Rebeca, Javier y Josué junto con sus personalidades escénicas, y me fue claro que teníamos en las manos el cuarteto ideal para esta ópera.

Luego fui recapacitando que Don Pasquale es relativamente fácil de montar, ya que es una ópera de cámara, con pocos personajes. Más aún, me di cuenta que es uno de los pocos trabajos en los que se puede cambiar la época de la acción sin que sea sólo un recurso del director de escena para llamar la atención. El pasar la acción a la época actual bajaba los requerimientos económicos y hacía todo más fresco. Con todos esos conceptos lo propuse a Pro Ópera, donde tuvo una aceptación entusiasta e inmediata. Desde siempre he creído que Pro Ópera debe producir ópera. Los primeros intentos con la Temporada de Ópera Concierto con Herrera de la Fuente hace años fueron una carga financiera demasiado grande para la institución y razonablemente se le tuvo respeto a la idea. Pero la experiencia adquirida y ahora la complicidad de la UNAM y del Fonca trajeron la idea a una hermosa realidad.

Lo del taller de ópera va dentro del proyecto. Que se hayan preparado otros elencos de jóvenes es importante y debe conocerse más por el público. Así como el que se harán otras representaciones en diferentes teatros locales y de los estados, con los elencos alternos. Todo va dentro de los objetivos de Pro Ópera, que iniciamos hace casi 25 años.

Xavier TorresarpiDirector de la revista Pro Ópera

“Siempre he creído que Pro Ópera debe producir ópera”

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Una vez propuesto al Consejo de Pro Ópera, se decidió seguir adelante con el proyecto de Don

Pasquale, aprovechando el interés que, a su vez, mostró la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, de llevar producciones operísticas a la comunidad universitaria.

Siendo uno de los significados de la preposición Pro “impulso o movimiento hacia adelante”, nuestra asociación no puede seguir siendo una mera observadora de lo que las instancias oficiales de cultura en nuestro país decidan —de la forma y en los tiempos que a ellas convengan— en cuanto a producir ópera.

Ante la oportunidad de hacer algo, no solamente con la idea de romper esa inercia oficialista, sino de colaborar realmente con alguna propuesta específica y bien planeada, fue como nuestro Consejo Directivo decidió, con entusiasmo, darse a la tarea de producir Don Pasquale.

Encontramos una respuesta favorable de la UNAM. Así, se fijaron fechas para ensayos, montaje, disponibilidad de la Sala Covarrubias en el Centro Cultural Universitario, así como locales para el taller que simultáneamente se llevó a cabo con la participación de jóvenes cantantes.

Ignacio OrendainPresidente de Pro Ópera AC

Por otro lado, miembros de Pro Ópera demostraron su generosidad, como fue el caso de la donación de millas de una línea aérea para el traslado de tres de los solistas radicados en el extranjero. Además, el vestuario fue donado por esa misma vía. Finalmente, fundaciones reconocidas, junto con otras empresas, patrocinaron el magnífico programa que se repartió en cada función.

Los gastos para hacer la ópera provinieron, como ya lo dije, de fondos del Fonca; pero, además, se apostó a la taquilla de cuatro funciones en la Sala Covarrubias. Y socios de Pro Ópera hicieron aportaciones extraordinarias y se organizó una cena de gala, el día del estreno de esta puesta, para recaudar fondos, y también representó una fuente de ingresos. Se espera, además, recuperar gastos con las funciones en teatros de provincia, las cuales habrán de efectuarse como parte del compromiso con el Fonca.

Como un plan concreto para el 2010, existe interés de volver a la Sala Covarrubias de la UNAM, con producciones de un par de farsas de Rossini, de corta duración. En eso estamos y, con base en la experiencia de Don Pasquale, creo que Pro Ópera ya tiene un buen camino recorrido, lo que le permitirá lograr el éxito en nuevas propuestas.

“No podemos seguir siendo una mera observadora de lo que las instancias oficiales de cultura en nuestro país decidan”

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Como se sabe, la idea surgió de Xavier Torresarpi, quien una mañana, después de una junta de comité editorial,

nos expresó a Charles Oppenheim y a mí la idea de producir Don Pasquale, sabiendo que era el mejor momento para invitar a los hijos del regimiento (Rebeca Olvera, Javier Camarena y Josué Cerón) y, por supuesto, con Charlie en el papel protagónico.

Unos días más tarde, Xavier me entregó un folleto con las bases para participar en las becas que el otorga Fonca. Lo estudié paso a paso, y después presenté al Consejo Directivo de Pro Ópera la propuesta para montar Don Pasquale en verano. Creo que los socios recibieron la propuesta con mucho entusiasmo, en especial algunos de los más activos y cercanos a las actividades de la Asociación. Otros quizás fueron un poco incrédulos de que los resultados artísticos y económicos que proponíamos.

Pero me autorizaron desarrollar y presentar el proyecto ante el Fonca. Los resultados nos favorecieron, pero debo decir que, aun si esto no hubiese sucedido, nosotros ya estábamos decididos a producir la ópera, quizás sin el taller, y con algunas limitaciones que sin duda con la beca pudimos solventar, como fue preparar a un grupo de jóvenes para que puedan cantar otras funciones y ser covers de los cantantes del primer elenco.

Los retos son parte fundamental en cualquier proyecto. Si no estableces una misión, una visión y los objetivos con tu equipo de trabajo, los resultados pueden no ser favorables. Así que nos dimos a la tarea de poner las bases sobre la mesa: lo primero fue formalizar el compromiso con las

autoridades de la UNAM, invitar al equipo creativo, al director concertador, y establecer formalmente con el elenco el compromiso de cantar en verano.

Esta ópera se eligió porque teníamos al elenco ideal para cantarla. El director concertador, Rodrigo Macías, muy joven con una trayectoria poco conocida en México, nos lo presentó Charlie. Platicamos con él, lo entrevistamos, le presentamos el proyecto. Sabíamos que su primera ópera Tosca en Guadalajara tuvo resultados muy buenos, así que se sumó al equipo con muchas ganas de dirigir esta ópera.

Josefo y Rosa fueron invitados a participar después de que Pro Ópera consideró que su propuesta escénica era la que más se acercaba a nuestros lineamientos y objetivos: la idea era presentar una ópera fácilmente transportable. “Ópera en una maleta” fue la frase que enmarcó el concepto escénico que requeríamos.

Buscamos ante todo presentar un Don Pasquale con la calidad musical y la dirección escénica que tanto hemos aspirado a tener en México. Sabíamos que teníamos a un elenco de primer nivel, muy profesional y cien por ciento mexicano.

Una de las dificultades más importantes fue la fecha elegida, pues estaba dentro del periodo vacacional de la UNAM. Esto no fue una situación desconocida para Pro Ópera. Lo sabíamos y queríamos ópera en el verano y en la UNAM, así que se volvió un reto lograr que la gente asistiera a la Sala Covarrubias.

Los recursos económicos, la obtención de patrocinios y el periodo de incertidumbre durante las semanas de la epidemia de influenza que asoló al país, fueron también factores relevantes en el desarrollo del proyecto. Pero de todas las instituciones con las que interactuamos recibimos un gran apoyo, y me refiero especialmente la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, a la Dirección General de Música, a la Dirección de la Ópera de Bellas Artes y a Canal 22.

Creo que, si uno busca que el espectáculo tenga una calidad como el público se merece, no es fácil hacer ópera ni en México ni en ninguna parte del mundo. Se requiere un gran esfuerzo y voluntad de muchas personas e instituciones. En la Ciudad de México sería más fácil si tuviésemos un verdadero teatro de ópera. Con los tiempos necesarios y adecuados para tener los ensayos que tanto la orquesta como la escena requieren para que esto se logre.

Mientras tanto, tenemos un compromiso para el año 2010 y por supuesto que nuestras intenciones son continuar con la UNAM en un proyecto a largo plazo para seguir ofreciendo ópera en el verano.

Irma CaviaDirectora de Pro Ópera A.C. – Productora general de Don Pasquale

“Esta ópera se eligió porque teníamos al elenco ideal para cantarla”

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Esta experiencia, la de participar en la producción de Don Pasquale, ha impreso una marca muy profunda en mi forma

de acercarme a la ópera. De entrada, te digo que lo haré con más respeto a quienes logran hacer de partituras y libretos —en ocasiones geniales— representaciones de ópera.

Hasta antes de esta experiencia, veía una función con una actitud limitada a lo que yo veía en el escenario y lo que oía del foso y el mismo escenario. Jamás me puse a pensar ni un segundo en cómo pudieron armar cada escena, o lograr un balance sonoro entre orquesta y cantantes, o qué discusiones se habrían llevado entre los actores de una producción: cantantes, director musical (al que no sé por qué se da en llamar concertador), director de escena, diseñador de escenografía, iluminación y vestuario y, aunque mucha gente lo ignore, quien produce y trata de armonizar el esfuerzo de todos a la vez y que trata de mantener las erogaciones en congruencia con lo presupuestado.

Yo diría que la ópera es, casi, el espectáculo sin límites. Digo “casi”, porque el dinero para presentarla en escena siempre será limitado. La ópera fue, es y será una forma artística de alto costo, que para realizarse requiere el esfuerzo económico, y de otros tipos, para su presentación en un escenario.

Participo en el Comité Artístico desde que se estableció en la asociación. Al presentarse el proyecto de Don Pasquale al Consejo Directivo, éste me pidió que coordinara el proyecto, con énfasis en adquirir un nivel artístico de alta calidad. Mis actividades en esta producción fueron de todo tipo, aunque debo decir que Irma Cavia fue la real heroína de esta aventura, pues invirtió todo su tiempo y toda su energía para lograr la realización del proyecto. Tuve que participar en decisiones musicales, como ayudar a Rodrigo Macías en la búsqueda de un equilibrio entre cantantes y orquesta, o participar en las decisiones de la ubicación de los participantes en la serenata del tercer acto.

En cuanto a otras actividades, puedo contarte que, al final del proceso, José Antonio y Rosa me bautizaron como “el abogado del diablo”. Cuando me dijeron que se tendría que repetir una parte de la grabación de la televisión, casi me dio un infarto, pero Irma y yo logramos llegar a la mejor solución del problema.

¿Por qué Don Pasquale? Creo que se pensó que esta obra quedaba como guante a los cantantes y de hecho así fue. Por otra parte, no creas: nos costó mucho trabajo vender el proyecto de una obra de las que llaman belcantista (aunque yo creo que el bel canto va desde Händel hasta Donizetti, con una parada obligada en Mozart).

Al tomar la responsabilidad del proyecto, afortunadamente tuvimos acceso a la UNAM, gracias a Adriana Alatriste, y fue así que logramos, no después de muchas discusiones parecidas a las que tuve en mi pasado profesional, el acuerdo de colaborar en esta ópera. Uno de los grandes resultados fue el que tenemos Pro Ópera y la UNAM: un acuerdo para seguir coproduciendo ópera en el futuro. De hecho, ya empezamos el proceso para el verano de 2010.

Luis Gutiérrez RuvalcabaRepresentante del Comité Artístico

¿Qué se gana con producir ópera? Se gana algo así como lo que sucede cuando lees El Quijote, o cuando te enfrentas a la Mona Lisa, o como cuando escuchas los primeros acordes de la Quinta Sinfonía de Beethoven. ¿Por qué es importante hacerla? Te contestaría en forma similar: ¿por qué es importante leer El Quijote o enfrentarte a la Mona Lisa o escuchar los acordes de la Quinta Sinfonía de Beethoven, o ir a una función de Las bodas de Fígaro? Para mucha gente esta pregunta no tiene sentido, yo contesto diciendo que, sin el arte, la vida sería mucho menos vida.

Nota del Editor: para una crónica pormenorizada de esta puesta en escena de Don Pasquale, consultar: “Bitácora de una aventura: La producción de Don Pasquale”, por Luis Gutiérrez Ruvalcaba, que aparece en la sección Otras voces del portal de internet www.proopera.org.mx

“La ópera fue, es y será una forma artística de alto costo”

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Mi función fue ayudar a Pro Ópera a generar estructuras para el proyecto y a establecer lineamientos para el taller. En

pocas palabras, hacer el plan de trabajo y organizar actividades para montar la obra completa al elenco seleccionado por los sinodales, dar clases y prepararlos para el montaje escénico.

En cuanto a los retos, el repertorio belcantista es muy demandante para el cantante, aunque hay que subrayar que implica diferentes retos según la tesitura, el personaje y la obra, no es lo mismo cantar Ernesto que Don Pasquale. Podríamos decir que en general hay que saber recitar y cantar con una voz flexible en el passagio, hay que saber mezclar los sonidos con la messa di voce, exige mucho control del fiato y pureza en la afinación.

El bel canto es transparente porque la armonía generalmente está compuesta por enlaces simples a tonalidades cercanas, o a veces el acompañamiento está compuesto con base en arpegios en la cuerda. Las cadencias a capella te dejan expuesto y, por lo mismo, cualquier error se nota mucho, no como en los veristas, donde la densidad de la orquesta, la cantidad de modulaciones, los cambios de agógica y dinámica, pueden esconder errores de afinación o ritmo, en resumen: el bel canto se debe cantar con

Arturo RodríguezCoordinador Musical del Taller de Ópera Rumbo a Don Pasquale

equilibrio, exige buena técnica, control de la respiración y lograr una hermosa línea de canto, saber cantar legato, asepsia en la afinación y el ritmo así como el respeto a los matices.

Por ejemplo, en esta obra la tesitura es difícil para el tenor: debe cantar muy bien en el passaggio y la tesitura es muy alta; debe poder cantar con una gran línea y sostener bien el legato o se verá en aprietos. Para la soprano, implica un gran reto histriónico: debe ser una gran actriz, tener una voz muy flexible y poder utilizar los recursos vocales al servicio de los diferentes matices que requiere el papel. Es un rol extenso y exigente en cuanto agilidad, resistencia y registro, ya que puede realizar algunas cadencias o fermatas opcionales hasta Fa sobreagudo. El barítono no es muy exigente en cuanto a tesitura ni duración, pero debe tener una voz dúctil, un bello centro y ser un actor convincente.

Don Pasquale es un rol muy largo, debe pasar por muchos estados de ánimo, ser un gran actor, saber utilizar los colores vocales y tener la fortaleza escénica para equilibrar la trama del conflicto hacia el lado contrario de lo que pretenden Norina, Malatesta y Ernesto. Es difícil porque hay que tener mucha resistencia y el rol está escrito en una tesitura más bien grave. Dramáticamente está compuesto para un bajo bufo, pero musicalmente la escritura corresponde a la de un bajo serio. La orquestación es densa en muchas partes donde generalmente los bajos bufos no tienen gran sonido vocal; por eso, a menos que se tenga un Pasquale de voz muy profunda y grande, la orquesta tenderá a eclipsarlo por momentos.

Creo que los mexicanos somos un pueblo alegre a pesar de los diversos problemas sociales que nos aquejan y, en general, hacemos bromas y chistes de todo. Nos encanta reírnos hasta de la muerte. Por eso, hacer comedia en ópera, teatro, cine o televisión tiene tanta aceptación en nuestra sociedad. Considero que es trascendental programar obras que le gusten a propios y ajenos del género para cautivar nuevos públicos y que sean aptas para voces latinas. Es fundamental crear fuentes de empleo para los cantantes y creativos mexicanos.

La importancia de esta puesta en escena radica en que enriquece la oferta cultural de nuestro país. Es una opción de calidad para los amantes del género. Lo más notable es que Pro Ópera no tiene fines de lucro y persigue objetivos nobles: crear públicos y difundir la ópera dando oportunidad al talento mexicano, capacitar nuevos valores. Creo que merece todo nuestro apoyo, respeto y estoy muy orgulloso de ser parte del proyecto.

Nota del editor: para conocer más acerca de la trayectoria profesional del maestro Arturo Rodríguez como cantante y docente, consultar la sección Entrevistas en línea en el portal de internet www.proopera.org.mx

“Esta puesta en escena enriquece la oferta cultural de nuestro país”

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José Antonio MoralesDirector de escena

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“Tengo que hacerle creer al cantante que le conviene confiarse en mí”

Desde el momento de darle forma al plan de estudios del “Taller Operístico Rumbo a Don Pasquale”, sentí que me

estaba aventurando en un proyecto que tenía rezagado desde hacía mucho tiempo, tal vez desde el año de 1985 en el que me inicié como director de escena con la ópera Carmen en el Palacio de Bellas Artes. Este sentimiento se fue ahondando a medida que transcurría el taller mediante las experiencias que aportaban los cantantes, al confrontarse con la teoría y la práctica del Método de Actuación de Konstantin Stanistavsky.

Cada día, a cada momento, confirmaba mi tesis acerca de la urgente necesidad de una preparación actoral que compense la desproporción que existe en los intérpretes operísticos entre el tiempo y esfuerzo invertido en el aprendizaje de la técnica vocal, con el dedicado a la preparación actoral, que por lo común es muy precaria y consiste en una intuición natural que en algunos casos se fortalece con las experiencias adquiridas sobre la marcha en cada montaje. Así se van formando actoralmente nuestros cantantes: sin una técnica específica, sin un lenguaje que facilite la comunicación del director de escena con el actor que interpreta determinado personaje.

La materia prima del oficio de director de escena de ópera es ese ser sensible llamado cantante, que posee una característica que hay que tener presente en todo momento: ese ser sensible, cuyo ego está alimentado no sólo por los halagos de operómanos y operópatas, sino también porque está consciente del alto grado de dificultad que representa el hecho de llevar a cabo su oficio, es decir: cantar.

Para resolver la parte musical se ha preparado conscientemente durante largos años, además cuenta con la guía de un coach primero y del director musical más adelante. Pero ante el dilema de ¿qué hago? y ¿cómo lo hago?, sin

contar con más armas que su intuición, a veces fortalecida con experiencias adquiridas en montajes anteriores, es el momento en que entra mi labor de convencimiento: tengo que hacerle creer al cantante que le conviene confiarse en mí y abandonarse a mis indicaciones, aun cuando éstas le parezcan absurdas, imposibles o al menos lejanas.

Es el momento más crítico del quehacer creativo del director. De su poder de seducción depende un trabajo mutuo que los lleve primero a la creación del personaje y a vivir con un sentido de verdad sus intenciones, sus sentimientos, sus emociones, dentro del concepto integral que el autor y el director le han asignado a la obra.

¿Cómo concibo Don Pasquale? La primera impresión al escuchar Don Pasquale y conocer su libreto fue que se trataba de una obra con reminiscencias de la commedia dell’ arte, donde podíamos identificar a los personajes de este drama bufo con los creados por la comedia renacentista, sobre todo al protagonista Don Pasquale con Pantaleone. Sin embargo, al adentrarse en las profundidades de su música y de su drama, se irá descubriendo su carácter profundamente humano. A partir de ese descubrimiento, fue la constante que imperó en la puesta en escena. Prescindimos en lo posible de lo cómico, matizamos los gags, pero dejamos sobresalir el humor subyacente en la historia misma.

La veracidad escénica de Don Pasquale radica en el carácter profundamente humano con que están creados sus personajes. Son seres de carne y hueso, con virtudes y con defectos, principalmente su protagonista, Don Pasquale, hecho a base de contradicciones psicológicas, más allá del cliché y de lo previsto.

Considero como un importante acercamiento al público de nuestros días, principalmente el compuesto por la gente joven y por los no iniciados en los conocimientos de la ópera, la lucidez —permítaseme la inmodestia— de presentarla en el siglo XXI, sin cambiar ningún texto ni mucho menos modificar la partitura, sino simplemente presentar las escenas con las formas, gestos y hábitos culturales de nuestra época, incluidos el vestuario, la decoración y el uso de la computadora y el teléfono celular como los dos aparatos emblemáticos de la tecnología moderna.

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Un asistente de dirección hace un trabajo integral en una puesta en escena para —como su nombre lo

dice— asistir al director. Por citarte algunos quehaceres, debo registrar los movimientos e indicaciones que pone el director, estar pendiente en todos los ensayos del escenario, los cantantes, hacer la planeación de calendarios, el registro de la propuesta y todo lo que derive de ello. En mi caso, mi quehacer se ha personalizado a la forma de José Antonio, con quién hago este trabajo desde hace más de dos décadas.

En este caso tuve una productora general, Irma Cavia, que permitió que mi trabajo pudiera desarrollarse en un ambiente de confianza, armonía y respeto en esta producción. La producción ejecutiva que realicé en este Don Pasquale se refiere a la producción de la escenografía, utilería y el vestuario.

Para la realización de la escenografía intervinieron dos grandes partes. La primera, los elementos escenográficos que fueron confiados al realizador Macedonio Cervantes, con quien hemos trabajado en anteriores proyectos y nos merece toda nuestra confianza por su seriedad, experiencia y calidad; y la segunda, los telones, piso y recubrimientos de cortinas, cuadros, árboles, biombo y sol que se imprimieron digitalmente en TXD, una compañía con la que llevamos muchos años trabajando, la mayoría de las veces, con muy buen resultado. El proceso de impresión digital es complicado, ya que los telones que ve el público en un formato de 13m x 8m tienen su origen en imágenes muy pequeñas, que deben ser laboriosamente trabajadas digitalmente para tener la calidad que se requiere al pasar al gran formato.

En cuanto a la utilería, te puedo comentar que fue planeada pensando en optimizar lo esencialmente útil para la escena, cuyo diseño estuvo integrado al concepto visual de la propuesta. Por ejemplo, el espejo de Don Pasquale lleva el brocado de su bata y su chaleco; igual sucede con los utensilios de Norina, su espejo y computadora que están forrados con las nubes que tienen una notoria presencia en su escena de presentación.

Lo referente al vestuario se resolvió —como estaba planeado desde un principio—, adquiriendo, o recibiendo en donación, las prendas apropiadas para cada uno de los personajes, que cumplieran con el estilo y el color del concepto global. El mayordomo está inspirado en el hombre del bombín de René Magritte, su vestimenta se hizo extensiva a la servidumbre masculina que forma el coro del tercer acto. Bajo diseño original de mi parte, se realizaron la bata y el chaleco de Don Pasquale. A lo largo de esta producción tuve a mi lado a Rocío Fernández y a Héctor Hugo de la Peña que se sumaron con eficiencia a este proyecto.

El concepto que cada uno de nosotros pensó para este Don Pasquale fue el surrealismo, que fue cuajando al decidirnos por Magritte. Imágenes que tenemos en la memoria y afloran en el momento apropiado. Esta gran riqueza visual y emocional nos daba la posibilidad de recrear los diferentes escenarios en los que se desarrolla la ópera: la sala estudio en la casa de Don Pasquale, la azotea de la casa de Norina, el exterior de la casa de Don Pasquale, la casa de Don Pasquale remodelada por Norina y el bosquecillo, imágenes que pueden producir en el espectador asociaciones que relacionen lo visual con lo auditivo, abriendo un conducto directo a la emoción. Pensamos en la agilidad que debían tener los diferentes cambios de escenarios para que la obra corriera con soltura. Todas estas imágenes e ideas se materializaron primero en una maqueta con las texturas y los tonos que pretendíamos utilizar; posteriormente se realizaron los planos constructivos, y por último quedó en manos de los realizadores.

El trabajar al lado de Josefo es muy gratificante. Las ideas que cada uno tiene después de estudiar la obra se van complementando y curiosamente van creciendo. 21 años de intenso trabajo conjunto han hecho que se adivinen las intenciones de ambos, llegando siempre a una conclusión que nos satisfaga a los dos, pensando siempre en la parte plástica, pero sobre todo en el desarrollo integral de la escena.

Nota del editor: para conocer más sobre la idea conceptual que inspiró el diseño escénico de esta puesta en escena de Don Pasquale, ver “¿Por qué Magritte?”, por José Antonio Morales y Rosa Blanes Rex, en la sección Otras voces del portal de internet www.proopera.org.mx

Rosa Blanes RexAsistente de la dirección – Productora ejecutiva de Don Pasquale

“El concepto que cada uno de nosotros pensó para este Don Pasquåale fue el surrealismo”

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Debo decirte que mi acercamiento a la ópera se dio en realidad de manera bastante tardía. Aunque siempre escuché arias y

coros famosos en casa, no fue sino hasta que entré en el Instituto Cardenal Miranda y conocí al Padre Xavier González que me acerqué lo suficiente. Fue él quien nos insistió siempre en escuchar mucha ópera y a él debo mis primeras asistencias a representaciones en Bellas Artes. Cantar en el coro de la escuela durante siete años y tener maestros como Jorge Alejandro Suárez y José Luis Eleazar Robles (ambos miembros del coro de la ópera en aquellos años) fue también muy importante, pues pude conocer el repertorio.

Como director no tuve, fuera de las prácticas escolares, la oportunidad de hacer ópera profesionalmente hasta 2008, cuando suplí a Enrique Patrón de Rueda en Tosca en Guadalajara.

No creo que exista un único modo de hacer las cosas, pero después del estudio de la obra yo necesito trabajar estrechamente, en la medida de lo posible, con el director de escena antes de iniciar cualquier ensayo musical. Necesito conocer su propuesta y comunicarle la mía. Las decisiones y los puntos de acuerdo con él logrados serán fundamentales para llevar a cabo el objetivo común y ahorrarán muchos problemas (otros serán inevitables) e inútiles perdidas de tiempo durante los ensayos venideros.

Enseguida inicia el trabajo con el o con los elencos y el coro, en lo que constituye la parte central, más importante y larga del montaje musical. El trabajo con la orquesta es la última etapa de la preparación, pero es también el primer contacto con la realidad musical. Aquí se confrontarán y ajustarán las ideas antes trabajadas hasta conseguir su forma final. El reto más importante de entre los muchos que tiene el director de ópera es, desde mi óptica, lograr el control y la coordinación total entre el foso y el escenario, así como generar y determinar el ritmo narrativo del espectáculo.

El canto no se limita a la voz aunque parta de ella. Instrumentos y orquestas cantan o debieran hacerlo imitando a aquélla en determinados contextos y repertorios. Dicho esto, la ópera es canto. Es éste su elemento esencial y más importante. Aunque la orquesta ha tenido un papel cada vez más protagónico y su rol estrictamente acompañante ha sido afortunadamente desbordado desde hace mucho, pienso que aún en el repertorio contemporáneo el canto es el elemento preponderante y alrededor del cual se ordenan los demás.

Don Pasquale es una de las joyas de la ópera italiana y, desde mi punto de vista, una de las óperas más bellas de Donizetti. He tratado de acercarme lo más posible al texto y me he propuesto resaltar lo cristalino y ligero de esta música. Pienso además que la coincidencia de hacerlo con un grupo instrumental y coral reducido ha favorecido esta voluntad.

Decidí hacer la menor cantidad de cortes posibles, por lo que he eliminado algunos cortes tradicionales y he respetado sólo los extremadamente necesarios. En esta misma dirección he dejado intactos los recitativos pues son, desde mi punto de vista, fundamentales para la secuencia, y afortunadamente el maestro José Antonio Morales ha pensado de la misma manera y su puesta en escena los ha hecho igualmente necesarios.

El reto musical mayor para mí fue el de ensamblar el cuarteto del segundo acto, pues se trata del momento de mayor tensión musical y dramática, además de ser largo y sumamente contrastante. Es aquí donde el trabajo del concertador se vuelve realmente necesario, pues en pocos momentos de la obra cantantes y orquesta dependen tanto unos de otros, así como de su coordinador.

La idea de situar a este Don Pasquale en la época actual me pareció siempre un acierto de la experimentada dupla del maestro Morales y Rosa Blanes, y el resultado de su esfuerzo es una puesta sencilla, divertida y clara.

La orquesta, el Ensamble Filarmonía, es un grupo respetuoso y atento de músicos de primer nivel que actuó con convicción e interés ante un repertorio no común para ellos. El Coro de Cámara de la Escuela Nacional de Música, dirigido por el maestro Samuel Pascoe, mostró entusiasmo en todo momento y su disposición fue crucial para la consecución de los objetivos.

Del elenco de jóvenes estrellas te puedo decir que, además del nivel altísimo de cada uno de ellos y la simpatía natural que se dio con los chavos y el “joven cantante” Charlie Oppenheim, se logró entablar una relación musicalmente muy productiva.

Finalmente, el segundo elenco, resultado de uno de los dos talleres que organizó Pro Ópera a raíz del proyecto (uno musical y otro escénico), fue sorprendentemente eficaz y quiero aquí reconocer la labor de mi colega el maestro Arturo Rodríguez quien, junto con los maestros Ángel Rodríguez y Alfredo Domínguez, logró en tiempo brevísimo que un puñado de jóvenes talentosos y tenaces cantantes mexicanos aprendieran la ópera completa, tarea nada fácil y poco común en este país.

La ópera ha ido adquiriendo importancia en mi actividad y aunque siento un gran amor por el repertorio sinfónico, ésta llena completamente mis intereses en este momento. Me gustaría mucho poder hacer más ópera pronto, aunque sé que será difícil, pues mi experiencia y la mayoría de mis compromisos han sido dentro del campo sinfónico en un país que produce muy poca ópera. o

Rodrigo MacíasDirector musical

“Me gustaría poder hacer más ópera, aunque sé que será difícil, en un país que produce muy poca ópera”

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Diana DamrauDiana Damrau

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Cuando recibí la llamada del departamento de prensa de la Royal Opera House, no podía creer lo que me decían: “La señorita Damrau acepta encantada la entrevista con usted y la espera

el jueves 14 de mayo en la sala de prensa a las 11 de la mañana.” Yo había concertado la cita meses antes pero este tipo de llamadas siempre emocionan al reportero y, sobre todo, si se trata de entrevistar a alguien a quien, en lo personal, se admira.

Llegué puntual a mi cita. Me recibió Eleonora Claps, una de las encargadas del departamento de prensa, y me llevó a la salita en donde me encontraría con la soprano alemana. A las 11:00 AM en punto llegó Diana Damrau, sonriente y saludando a todos. Ya nos habíamos conocido antes, así que me saludó con un fuerte abrazo y un beso en cada mejilla. Entramos a la salita donde se llevaría a cabo nuestra charla y comenzamos la plática que llevaría después a la entrevista per se.

Dos días antes, Damrau había cantado la primera de cinco funciones del L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti, interpretando el rol de Adina, continuando así con su incursión en el repertorio del bel canto, el cual le está dando grandes éxitos, como su triunfo el año pasado en el Met de Nueva York cantando el rol protagónico de la ópera Lucia di Lammermoor.

Nacida en Günzburg an der Donau, Alemania, Damrau hizo su debut en 1995 en el Stadttheater de Würzburg con el rol de Barbarina en Le nozze di Figaro de Mozart; a partir de entonces ha cantado un repertorio muy variado que va desde Salieri y Mozart, pasando por Rossini y Donizetti, hasta Verdi, Strauss y ópera contemporánea, opereta, lieder y musicales, tales como el rol de Eliza Doolittle en My Fair Lady que cantó en Würzburg, y el rol de Johanna en Sweeney Todd, en Mannheim. Es una de las grandes intérpretes actuales de los roles de la Reina de la Noche en Die Zauberflöte de Mozart y de la Zerbinetta en Ariadne auf Naxos de Richard Strauss, entre otros.

Honesta, apasionada de su trabajo y ávida de compartir su visión sobre la ópera, con un café en la mano y una enorme sonrisa, Diana Damrau comenzó a platicar en exclusiva para Pro Ópera acerca de su carrera, sus roles y sus planes futuros. De nuestra plática, que duró poco más de dos horas, les presento a continuación lo más relevante de esta maravillosa soprano que ha conquistado a los teatros de ópera más importantes del mundo.

¿Cómo fue este acercamiento tuyo a la ópera? ¿Creciste en un ambiente muy musical, le gustaba a tu familia la música? No tanto con música clásica, pero sí teníamos un piano en casa. Mis padres no tienen estudios musicales ni iban mucho a la ópera; tal vez sólo una vez al año, en las celebraciones de año nuevo, para ver operetas como Die Fledermaus… cosas chistosas. No tengo ningún pariente músico, aunque mi madre tocaba un poco el piano. Cuando de chica descubrí que de esa gran caja negra salían sonidos, mi mamá no pudo alejarme del piano; también me encantaba actuar y bailar; era una chica muy abierta y desparpajada. Quise después

estudiar un instrumento y el piano fue mi primera elección, que fue lo mejor para ayudarme en un futuro en mi carrera como cantante.

¿Te gustaba otro tipo de música en ese entonces? ¿Cuáles eran tus gustos?Claro, tuve mi etapa en la cual me gustaba el rock pesado, tomé clases de equitación, que la preferí a ballet porque me atraía más la idea de ensuciarme y estar en contacto con la naturaleza; el ballet era demasiado bonito para mí.

Ya para ese entonces cantaba en el coro en la escuela; de 90 alumnos que éramos, fui la única que decidió seguir por el camino de la música. Cuando cumplí los 12 años, mi vida cambió cuando vi la película La traviata, con Teresa Stratas y Plácido Domingo en la televisión. Quedé fascinada y recuerdo que toda la ópera estuve llorando de emoción. ¡Me atrapó! Fue entonces cuando pensé: “Quiero dedicarme a esto”.

¿Cuándo comenzaste a tomar tus primeras clases de canto?A los 15 años. Hablé con mi tía Christa y me dijo que no empezara a estudiar canto tan chica, que me esperara a cumplir los 15, porque también las niñas cambian no sólo de cuerpo sino también de voz.

No se debe empezar demasiado temprano a estudiar canto porque te puedes lastimar. Necesitas muy buenos maestros y, sobre todo, que se hagan responsables de tu voz. Hay algunos que hacen cantar a sus alumnas de 17 años las arias de la Reina de la Noche sólo porque tienen las notas agudas naturales y fáciles, y luego destruyen sus voces. Muchos arruinan buenas voces sólo por su ego de querer decir que ellos son los mejores maestros y presumir a sus alumnos. La voz es algo muy delicado y único, necesita muchos cuidados, mucha responsabilidad.

Todos los estudiantes de canto quieren comenzar a cantar el repertorio difícil, las óperas grandes; hay que ir creciendo y madurando para aprender cómo cantarlas y así tener una carrera larga. Tienes que aprender también un poco de la

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vida para proyectar los sentimientos de los personajes que interpretas. Un artista es como el vino: mejora con los años.

El canto tiene que ver también con la psicología: tienes que meterte en tu arte. Hay muchos obstáculos que luego hay que sortear. Si uno logra hacer una gran carrera, tu vida como cantante se complica… Es difícil tener familia, encontrar una pareja, especialmente para las mujeres. No puedes, no debes esconderte en el canto. Tienes que separar tu vida privada de tu voz y el personaje que interpretas en escena.

La música es mi religión. La música alimenta el alma, no solo del cantante, también del público. Los seres humanos no podemos vivir sin música, porque te pone en contacto con tus emociones y con tu alma.

¿Cómo sientes esta conexión con la gente cuando cantas?Esa conexión la siento mucho en los conciertos, especialmente los de Lieder. El contacto que tienes con la gente es maravilloso. Cuando canto una ópera, no puedo hacer el mismo contacto con la gente, siento la energía, pero en los recitales de Lieder siento que conduzco a la gente en un viaje.

Yo no veo al canto igual que cuando tocas un instrumento. No se trata sólo de técnica. Para poder transmitir las emociones, nosotros tenemos las palabras. Por eso, para mí la ópera es lo más completo que existe en el arte, tenemos todo. Creamos melodías como los instrumentistas, pero tenemos las palabras para crear emociones y significados.

Cuando estudias un rol, ¿estudias primero las palabras y luego la música o todo junto?No, yo estudio todo junto. Puedes interpretar la letra en millones de formas; en los Lieder, los mismos poemas fueron puestos en música por diferentes compositores. Podemos ver en ellos la riqueza de los idiomas, como el alemán o en otras canciones la belleza del español o del inglés. Amo la conexión entre las palabras y la música, el Lied es la forma máxima de unión; son a veces tan profundos, que pones el dedo en la llaga de muchos sentimientos. Se expresa hasta lo más sutil del alma.

Recuerdo que al escuchar tu disco “Mozart Donna” me sorprendió mucho la manera en que retratas el conflicto emotivo de Donna Anna en su aria ‘Non mi dir’. ¿Cómo se crea un momento así en un estudio de grabación?En ese caso uno no tiene la puesta en escena o a tus compañeros para ayudarte a crear el momento, así que yo trabajo mucho pensando en qué momento específico de

la ópera está el personaje, a quién le está diciendo lo que canta, por qué se lo está diciendo, qué sucedió antes con el personaje, etcétera. Esto es algo muy personal, y tal vez no a todo mundo le funcione esta técnica.

Por eso llamé el álbum “Donna”, porque son las diferentes facetas de los personajes femeninos de las óperas de Mozart. Es maravilloso en su forma de retratar a las mujeres porque las conocía muy bien. Lo que quise hacer en ese disco fue ilustrar los diferentes tipos, las distintas edades, por ejemplo, cuando interpreté a Blondchen en el disco, la canté distinto a como la hice en escena. Quise hacerla más descarada y luego puse el aria de Konstanze, lo cual fue un experimento, el hacerla tan rápido. A Blonde solo la canté una vez en Salzburgo y un mes después ya estaba cantando Konstanze en Frankfurt.

Konstanze puede parecer un personaje débil pero, si escuchamos la música que Mozart le asigna y la analizamos como mujer, resulta ser alguien más fuerte que el mismo Belmonte. Basada en ese juicio y habiendo visto el DVD de tu Konstanze en Frankfurt, creo que tu interpretación del rol es, en cierta forma, muy moderna. Absolutamente, y yo creo que Mozart la escribió de esa manera. Debemos olvidarnos todo el circo acerca del mundo oriental, lo cual era una moda para poder retratar lo “exótico” en esa época. En sus óperas hay una psicología muy profunda y una conexión extremadamente fuerte entre los personajes. Così fan tutte sería el ejemplo máximo de esta premisa, también Le nozze di Figaro.

Debutaste en la Scala de Milán con la ópera L’Europa Riconosciuta de Salieri en la reinauguración de dicho teatro, en un evento sin precendentes. En tu primer CD de arias de ópera, escogiste piezas de Salieri, Righini y Mozart…Fue un evento casi histórico y fue muy abrumador. Traté de alejar la tensión, relajarme y tratar de convertirme en Europa y estudié esta ópera detenidamente. Fue representada en 1778, tuvo dos o tres reestrenos y eso fue todo. Cuando nos dieron las partituras, no tenían traducción del texto ni la sinopsis. Estudié entonces toda la obra, palabra por palabra, todos los roles, estudié como era cada uno de los personajes, como se conectaban, encontrar la historia, de dónde venía mi personaje.

Debo decir que me dio un resfriado y vi a un doctor el día de la función porque mis nervios no me estaban ayudando. Lo bueno es que todo salió muy bien. Fue la primera vez que se transmitía a nivel mundial una ópera y la magnitud de todo

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el evento fue impresionante. También se pusieron pantallas gigantes fuera del teatro y en las calles. Esto fue mucho antes de que se hicieran las transmisiones en cine del Met.

Pero tu relación con Salieri empezó mucho antes, en 1998, cuando participaste en la ópera Cublai, gran Khan dei Tartari en Würzburg. ¿Cómo fue trabajar el material de este compositor, junto con Mozart y Righini, y ver la relación entre ellos?Fue un proyecto maravilloso. Cuando me dieron el contrato con EMI/Virgin Classics me dijeron: “¿Qué te gustaría grabar?” Yo pensé que ellos me darían opciones o un plan de posibles temas o compositores. Cuando les dije que quería hacer Mozart-Salieri, hubo un silencio, pero me dijeron que sí. Les explique mi relación con Cublai…, les platiqué de Prima la música, poi le parole y de L’Europa Riconosciuta. Salieri y yo, de alguna manera, estamos conectados.

En un recital de Lieder que canté en la Scala después de interpretar a Europa, canté piezas de Salieri. Quería estudiar más su música y, en realidad, mi interés por él viene desde mis días de estudiante, cuando vi el film de Amadeus y me pareció horrible la forma en que lo representan ahí y pensé: ¡esto no puede ser verdad! Me puse a leer y a investigar sobre él y descubrí que fue un gran hombre, un gran maestro, que tuvo una gran influencia en la música de su tiempo, lo serio que era sobre su arte y cómo reconocía el genio de Mozart. En muchas obras de teatro, en la película y en algunos textos, dicen que Salieri era el perdedor y eso no es cierto. Fue un talento maravilloso.

Siguiendo con la grabación del disco, me dijeron que sí a mi idea de grabar Mozart y Salieri y me pidieron que escogiera el repertorio. Necesité entonces a especialistas, como Claudio Osele de Italia y a Otto Biber de Vienna. Osele tiene muchísimas partituras de Salieri. Ambos me proporcionaron las partituras originales y sostenerlas fue algo mágico para mí. Hice copias de las piezas que me parecieron más adecuadas para grabar.

Y luego me encontré con Righini gracias también a Claudio Osele, quien me mostró la partitura de su ópera Il natal d’Apolo mientras veía el material de Salieri. Como yo había pensado en incluir, tal vez, a algún otro compositor junto con él y con Mozart, me pareció que Righini sería perfecto, ya que hay una relación entre los tres. Righini era un cantante, director y compositor. Su música es bellísima y tiene mucho sabor italiano; por eso decidí incluir dos arias de su ópera en mi disco.

Hay dos piezas que también fueron muy interesantes de incluir, ya que ambas tienen el mismo texto pero diferente música, una por Mozart y otra por Salieri: ‘Basta, vincesti!...Ah, non lasciarmi!’ Son tan distintas una de la otra, pero son dos joyas.

Has reivindicado a Salieri entonces…Bueno, no creo…porque luego vi que Cecilia Bartoli había ya hecho un disco de puro Salieri y dije: “¡Ah, yo quería ser la primera!” (ríe). Pero estoy feliz de haber hecho el mío. Es maravilloso poder explorar otro repertorio, y esto va para los estudiantes de canto: no se queden solamente con uno o dos roles o arias. Hay muchísimo repertorio en que pueden encontrar piezas adecuadas para sus voces y crecer con esta música. Pero esa también es cuestión de los maestros.

Hablando de arias poco escuchadas, me encantó que incluyeras en tu disco el aria de

Giunia de Lucio Silla.Esa aria la cortan la mayoría de las veces, por eso la escogí.

¿Cómo escogiste el repertorio para tu segundo disco, “Mozart Donna”?En este disco quería alejarme un poco de las arias con coloraturas que hice en “Arie de Bravura” e incluir arias en las cuales pudiese adentrarme más en los personajes, en los colores de la música, usar mi voz para retratar a cada una de estas mujeres sin sonar a que es una misma la que lo está haciendo. Me di cuenta de que tanto en Mozart como en

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Strauss es posible cantar más de un solo rol de una misma ópera. No se trataba de querer demostrar que puedo hacer este o aquel rol. Quería hacer este CD variado. Me interesaba que la gente, al escucharlo, no pensara: “¡Oh no! Aquí viene otra aria de coloratura”.

¿Por qué crees que hay esta vinculación entre cantar Mozart y Strauss dentro de las carreras de varias sopranos? ¿Por qué van tan de la mano estos dos compositores? Recordemos que Elisabeth Schwartzkopf, Kiri Te Kanawa, Renée Fleming han cantado óperas de ambos compositores antes que aquellos del bel canto. Felicity Lott también lo ha hecho de esa manera. Por cierto, la vi ayer en un concierto, cantando canciones de Berlioz, dirigida por Colin Davis. ¡Maravillosa! Pero para responder a tu pregunta, todo tiene que ser cantando con la técnica belcantista base, con un registro limpio y claro de arriba hacia abajo, tener flexibilidad en la voz y ligereza, control y es bueno tener coloratura (ríe).

Con Mozart es la cima del canto, es lo más frágil y transparente, te muestra como un espejo, lo que funciona en tu voz y lo que no, puedes escuchar todo. Es, de una manera, un poco estricto porque tienes que seguir los tiempos muy bien, olvidarte de cantar con portamenti y cantar lo más limpio y bello posible, aunado a todas los requerimientos técnicos, grandes saltos (a veces hasta de dos octavas), y todo mundo puede escuchar si te equivocas. Mozart pide de ti control absoluto, pero debes tener también la cualidad de hacer que parezca fácil y hacerlo sonar como si no te costara nada de trabajo.

Con Strauss tienes el impulso, su música siento que se mueve de manera más horizontal… no sé cómo explicarlo. Tiene más rubati, puedes jugar con la voz, hacer las grandes líneas elásticas. Ambos compositores eran adoradores de las sopranos, así que también por eso les gustaba componer para ellas los papeles más interesantes.

Has hecho varios de los roles más importantes de las óperas de Richard Strauss, como Zerbinetta, Zdenka, Fiakermilli, Sophie, Najade, Aithra de Die Ägyptische Helena y las canciones…Las canciones de Strauss son hermosas, las acabo de

cantar en Munich con Christian Thielemann y la Münchner Philharmonik. Hicimos 50 minutos de canciones y mi cuarto CD será de Strauss.

¿Qué es lo que más te atrae de los personajes de Strauss? Zerbinetta, por ejemplo. ¡Siempre te robas la función con ‘Grossmächtige Prinzessin’!(Ríe.) Bueno, primero, debes saber cómo cantar esta música, y Zerbinetta tiene esta aria de 15 minutos en donde ella debe continuar con el show y hacer que fluya, como lo planeó Strauss. Sus óperas son, para mí, obras maestras; Von Hoffmanstahl y Strauss fueron una mancuerna igual de magnífica que Mozart y Da Ponte. Tienes también el lado filosófico, como en todo lo que dice la Mariscala en Der Rosenkavalier, y también los diálogos entre Ariadne y Zerbinetta. Y a pesar de que se piensa que Zerbinetta es superficial, yo creo que no lo es. Ella vive su vida y disfruta de todo lo que ésta le brinda. También anhela encontrar el amor verdadero…

¿Cómo fue interpretar a Aithra en Die Ägyptische Helena en el Met? Fue mi debut en ese rol, un gran reto para mí, no sólo por interpretarlo por primera vez, sino porque la orquestación es muy grande. Me metí mucho en su psicología y lo que hice, como aconteció cuando canté Europa, fue sumergirme en la historia en sí y en la mitología. Tuve que encontrar todas las conexiones que existen en la historia. Amé interpretar a Aithra, porque tiene tantos momentos mágicos gracias a los poderes que posee; tenía mi linterna mágica y empezaba a hacer la típica risa de hechicera. Fue una producción maravillosa… y me tocó usar peluca de cabello castaño (ríe). La puesta en escena fue moderna, lo cual se prestaba por el tema de la obra. Eso se puede hacer con las grandes obras maestras, por su carácter universal: siempre serán actuales.

Siguiendo con tus roles en óperas de Strauss, ¿cómo ves a Sophie en Der Rosenkavalier?Creo que Sophie es una típica hija de papá, lo puedes escuchar en la música. Puede tener mucho temperamento y siempre dice lo que piensa. Es joven, creció en un convento muy católico y sabe que tiene que obedecer las órdenes de su papá, de casarse por el bien de su familia. Todo mundo le dice que lo mejor que le puede pasar es casarse con el Barón

Como Gilda con Roberto Frontali en Rigoletto

Pamina en Die Zauberflöte

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Ochs y ella se ilusiona con este momento. Ella se hubiese entregado, como lo hizo en su tiempo la Mariscala, a un matrimonio por conveniencia. Pero Sophie tiene un destino mejor que el de ella, probablemente, porque al final obtiene al hombre que ella ama. Su matrimonio, si es que lo hay, será por amor.

Para mujeres como Sophie, casarse representaba en aquella época ser respetada y tener un diferente status. El amor venía después de casarse, si llegaba; eso es lo que dice Ochs. Pero cuando conoce a Octavian, cambia la visión de lo que ella pensaba era su destino. Lo bello, después de cuando se enamoran a primera vista en la Escena de la Rosa, es que ambos deciden apoyarse en esta relación que acaba de surgir. La conexión que se da entre ellos es muy grande. Después, Octavian hace todo esta mascarada sólo por salvar a Sophie y entonces llega la Mariscala… Es cuando ella se da cuenta de que el tiempo ha llegado en el que Octavian la abandonará por alguien más joven, aunque lo sabía ella desde el principio de la ópera. Eso no le quita el dolor y el gran esfuerzo que representa para ella dejarlo ir.

¿Cómo es para ti, representando a Sophie, ese final tan colosal, ese trío sublime con Octavian y la Mariscala?Ahora que lo hice en Baden-Baden con Renée Fleming cantando la Mariscala y Sophie Koch de Octavian, la mirada que me dio Renée en ese momento en que se va y me deja sola con él, me hizo estremecerme; es un instante muy triste.

¿Esa función se grabó para DVD? Sí. Hicimos una versión en concierto en Paris y después esta producción en Baden-Baden.

Pasando a tu repertorio italiano, debo comentar que tu Adina en Royal Opera House ha sido un deleite para todos. No es la primera vez que cantas este rol. ¿Cómo lo sientes después de haberlo interpretado en Frankfurt en 2001? ¿Sientes alguna diferencia en la forma de cantarlo?Bueno, en primer lugar, es una dirección de escena totalmente diferente, más moderna a la que hice hace ocho años. La de Frankfurt estaba muy linda, tradicional, y fue bueno hacerla primero en ese teatro. Mi voz y mi técnica son más seguras ahora. Estoy más consciente de lo que estoy haciendo en escena. Este rol es hermoso pero hay un peligro con él, y es que Adina puede parecer un poco caprichosa,

dura y no muy simpática, pero creo que debe uno evitar darle esa interpretación tan rigurosa.

Y esto me lleva a otro rol que has cantado magistralmente, del mismo compositor de L’elisir d’amore, y es Lucia di Lammermoor. Este papel lo cantaste en el Metropolitan Opera House en octubre de 2008 y fue tu primera vez interpretando a la novia de Lammermoor. ¿Cómo te preparaste para este importante debut?Siempre me ha fascinado Lucia di Lammermoor. He visto tres producciones de esta ópera: en Mannheim, Viena y Munich. Vi a Edita Gruberova en el rol y siento que la famosa “aria de la locura” es tan impresionante como morir en escena. Claro, para mí la muerte de Gilda en Rigoletto es la más impresionante y la más conmovedora. Pero la locura de Lucia debe ser impactante y debes sentir cómo su corazón está completamente roto por el dolor; está destrozado.

Hay tanto que te dice la música, y estuve haciendo investigaciones, escuchando diferentes grabaciones. Luego, en la parte escénica, hubo gran colaboración entre mis compañeros y yo para lograr expresar lo que quería de este personaje. Me gustó mucho también la idea de Mary Zimmerman, de poner al fantasma de la chica en la fuente. Eso me ayudó a interpretar con más trasfondo la primera aria. Funcionó para mí de maravilla.

Para terminar, nos podrías contar acerca de tus planes futuros, tanto en escena como en materia de grabaciones.Este año tengo dos roles nuevos que cantar: la Marie de La fille du régiment en San Francisco con Juan Diego Flórez, que luego cantaré en el Met en 2010; y en octubre cantaré mi primera Donna Anna en Don Giovanni en Ginebra. En enero cantaré por primera vez Manon de Massenet en Viena con Ramón Vargas, a quien admiro muchísimo y estoy muy emocionada de cantar con él. También cantaré en Viena Il barbiere di Siviglia con otro mexicano, Javier Camarena. En dos años cantaré los tres roles femeninos de Les contes d’Hoffmann en Munich, posiblemente con Rolando Villazón. Haré también la Ophélie en Hamlet de Thomas en Washington y la Condesa Adela en Le Comte Ory en el Met en 2011. Cantaré después la Elvira en I puritani en Ginebra. Tengo planeada La sonnambula, pero en un futuro más lejano, y también La traviata está en mis planes.

En cuanto a grabaciones, hicimos ya la grabación de la ópera de Vivaldi Ercole su’l termodonte, que saldrá a finales de este año, luego mi tercer disco como solista llamado “A Portrait”, el cual voy a terminar de grabar a fines de este mes. El repertorio abarca casi todos los roles que he hecho en escena y tiene arias en italiano, francés, alemán e inglés. Luego viene el cuarto disco, que será de canciones orquestales de Strauss. o

La Reina de la Noche

Agradecemos al Sr. John Allison, editor de la revista Opera de Inglaterra, y al departamento de prensa de la Royal Opera House, conformado por Rita Grudzien, Anne Richards y Eleonora Claps, por las facilidades y la ayuda prestadas para la realización de esta entrevista. Fo

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VOCES

En las ediciones anteriores de la revista, tuvimos oportunidad de conocer a algunas de las jóvenes

sopranos y mezzosopranos que están triunfando en los escenarios del mundo y que, a pesar de su excelente calidad, no son famosas en nuestro país. A continuación les presentamos a cinco tenores que, aunque no cuentan con mucha fama, están haciendo carrera en los principales teatros del mundo por la calidad de sus voces.

Cabe destacar que, dentro de la cuerda de los tenores, la competencia es muy grande ya que, como sabemos, es la voz más “comercial” dentro del repertorio operístico masculino. Creo que en el caso particular de los tenores, depende mucho el tipo de repertorio que canten para tener mayor o menor difusión. Tal vez sea por ello que los cinco tenores que hemos escogido no son tan famosos como otros: uno de ellos se especializa en el repertorio rossiniano; otro tanto en el francés; el tercero en el mozartiano; uno más en el dramático y wagneriano; y el quinto en el repertorio pucciniano.

Piotr Beczala (Polonia)

Nacido al sur de Polonia, Beczala recibió su primer entrenamiento vocal en Kattowice, tomando clases con maestros tan conocidos como la gran Sena Jurinac. Sus primeras funciones las dio en el Landestheater de Linz, y a partir de 1997 formó parte de la Ópera de Zurich, en donde ha cantado desde entonces numerosos roles tales como el Tamino en Die Zauberflöte, Steva en Jenufa, Matteo en Arabella, Elvino en La sonnambula, Camille en Die Lustige Witwe, Don Ottavio en Don Giovanni, Belmonte en Die Entführung aus dem Serail, y Alfredo en La traviata, entre otros. Su debut en el rol principal de Faust de Gounod en Covent Garden lo lanzó a la fama fuera de Zurich, y debutó más tarde en el Met de Nueva York como el Duque de Mantua en Rigoletto.

Muchos críticos lo han comparado con Nicolai Gedda, sobre todo al cantar tan elegantemente el repertorio francés. Su fraseo y técnica impecable hacen de Beczala un tenor que cumple maravillosamente con el repertorio mozartiano, el belcantista, el francés y hasta con la opereta. Su emisión es dulce, bien cuidada, sin esforzarse mucho en el registro agudo, con un timbre cálido y muy seguro de su técnica.

Aunque ha grabado algunos discos para marcas de poca difusión, en DVD han salido recientemente muchos

títulos en donde podemos escuchar (y ver) a Beczala. Les recomendamos en DVD algunas de las óperas mencionadas, todas ellas del archivo de la Ópera de Zurich, así como su corta participación como el Cantante Italiano en Der Rosenkavalier (filmado en el Festival de Salzburgo en 2004). Recientemente grabó un disco de arias de ópera para la marca ORFEO llamado Salut! y, a finales de este año saldrá el DVD de su actuación como Edgardo en una función de Lucia di

Lammermoor en el Met del pasado mes de febrero.www.beczala.com

Jonas Kaufmann (Alemania)

Nacido en la ciudad de Munich en 1969, Jonas Kaufmann es poseedor de una de las voces más bellas y a la vez poderosas que hemos escuchado. Su impecable técnica le permite cantar roles que van desde el Tamino o el Belmonte mozartianos, hasta el Parsifal de Wagner. Su voz es robusta, de color oscuro e imponente, con un excelente manejo del fraseo y los matices. Al escucharlo, uno se pregunta cómo puede pasar de pasajes de completo lirismo a otros de un dramatismo casi pucciniano.

En 2006 se dio a conocer de este lado del océano por su participación en La traviata en el Met de Nueva York, cantando el rol de Alfredo al lado de la Violetta de Angela Gheorghiu. Ya antes había cantado en dicho escenario el rol de Tamino con gran éxito, y es que Mozart no ha sido ajeno a su carrera, ya que como miembro de la Ópera de Zurich, Kaufmann ha cantado ahí el Belmonte, Idomeneo, Tito y Tamino.

Dentro del repertorio francés ha cantado el rol protagónico en Faust de Gounod y el Don José en Carmen de Bizet, papel

por Ingrid Haas

Los nuevos tenores mediáticos

Piotr Beczala

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con el que hizo su debut en el Royal Opera House de Londres, recibiendo excelentes críticas. Está abordando ya repertorio más pesado como el rol titular de Don Carlo de Verdi, Florestan de Fidelio de Beethoven, Walther de Die Meistersinger y Parsifal de Wagner.

Así pues, diremos que lo admirable de este tenor alemán es la versatilidad con la cual adecua su robusta voz a repertorios tan variados y como en cada una de sus interpretaciones imprime pasión y gran calidad, haciéndolo uno de los tenores que no hay que perder de vista. Se puede disfrutar de sus actuaciones

en los siguientes DVDs: Fidelio (TDK), La clemenza di Tito (EMI), Tannhäuser (EMI), Nina de Paisiello (Arthaus), junto a Cecilia Bartoli, e Il ritorno d’Ulisse in patria (Arthaus) al lado de Vesselina Kasarova.

Sólo cuenta con dos discos como solista: Lieder de Richard Strauss (Harmonia Mundi) y Romantic Tenor (DECCA). Su primera grabación completa de una ópera en CD acaba de salir, y es Madama Butterfly de Puccini, con Angela Gheorghiu en el rol principal. En mayo de este año salió su tercer disco como solista titulado Sensucht, con arias y escenas de óperas de Mozart, Beethoven y Wagner.www.jonas-kaufmann.com

Simon O’Neill (Nueva Zelandia)

A sus 36 años, el tenor neozelandés Simon O’Neill se dio a conocer en el mundo de la ópera fuera de su tierra natal gracias a su participación en el programa “Perfiles” del canal Film & Arts, en donde nos mostraba qué significaba ser el suplente de Plácido Domingo en una función de Die Walküre de Wagner en el Met de Nueva York.

La carrera de O’Neill está despegando apenas y ya ha debutado en el Met como el Gran Sacerdote en Idomeneo de Mozart, en la Royal Opera House en el papel de Florestan en Fidelio y como Siegmund en Die Walküre, bajo la batuta de Antonio Pappano, en el Festival de Salzburgo como uno de los guardias en Die Zauberflöte de Mozart, en el Theater an der Wien como Mitch en la ópera de André Previn, A Streetcar Named Desire, y en la Wolf Trap Opera interpretando el rol principal en La clemenza di Tito.

Con más de 30 roles en su repertorio, O’Neill posee una voz lírica, bien timbrada y con un bello color que brilla en el registro agudo, pero no por ello pierde la heroicidad que le permite cantar roles más pesados, como los wagnerianos, y otros más líricos, como los mozartianos. También ha sido dirigido por James Levine, Riccardo Muti, Valery Gergiev,

Jonas Kaufmann

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Sir Charles Mackerras, Seiji Ozawa, Christoph von Dohnanyi, Julius Rudel, y Christoph Eschenbach, entre otros.

Existen pocas grabaciones comerciales de Simon O’Neill, entre las que encontramos su participación en el disco “Dame Kiri and Friends” (EMI) y en el rol de Lancelot en la ópera Le roi Arthus (Telarc). En DVD se puede ver en el pequeño rol de uno de los guardias en Die Zauberflöte (DECCA) en la edición Mozart22.

Recomiendo entrar en su página de internet, en donde encuentran fragmentos de audio de este tenor de voz hermosa, que promete convertirse en un gran tenor lírico-spinto en el mundo de la ópera. www.simononeill.com

Matthew Polenzani (Estados Unidos)

Matthew Polenzani es ese tipo de artista que se encuentra dentro de una de las compañías más grandes y mejores del mundo de la ópera (el Met de Nueva York) pero, por razones que ignoramos, no lo han sabido aprovechar al máximo. Hace apenas un año, el Met le dio la oportunidad a Polenzani de cantar el rol de Tamino en su nueva producción de Die Zauberflöte, que fue televisada en vivo para todo Estados Unidos y partes de Europa.

De voz lírica, con buen volumen, elegante fraseo e impecable dicción, Polenzani ha cantado en muchos teatros internacionales roles principales con gran éxito, demostrando que puede y debe estar dentro de los elencos importantes de las mejores casas de ópera. Ganador en 2004 del Premio Richard Tucker, ha cantado en la Royal Opera House, la

Ópera de la Bastilla, Teatro San Carlo, la Ópera de Roma y la Ópera Estatal de Viena, mostrando su gran calidad vocal e interpretativa.

Recientemente llamó la atención de la prensa internacional por su magnífica interpretación del protagonista en Roméo et Juliette de Gounod en la Ópera Lírica de Chicago, y en la próxima temporada del Met cantará el difícil rol de Belmonte en Die Entführung aus dem Serail, al lado de Diana Damrau; Alfredo en La

traviata, con Renée Fleming; y dos funciones como Romeo al lado de Anna Netrebko como Juliette. En 2008 hará su debut en el Festival de Salzburgo con el rol de Don Ottavio en Don Giovanni.

Se puede escuchar la versatilidad y elegancia vocal de Polenzani en un disco de NAXOS llamado “A Night at the Opera”, en donde el tenor norteamericano hace una excelente interpretación del aria ‘Salut!’ de Faust de Gounod. En DVD lo podemos ver como David en Die Meistersinger de Wagner, en una bellísima producción del Met, bajo la batuta de James Levine.

Maxim Mironov (Rusia)

Nacido en 1981 en Tula y, después de graduarse de la Escuela de Artes de Moscú, entró a formar parte de la Helicon Opera de Moscú. Participa regularmente al lado del maestro Alberto Zedda en el Festival de Ópera de Rossini en Pesaro y se especializa en el repertorio de dicho compositor. Un tenor ruso cantando Rossini parece algo extraño si pensamos que ese repertorio es abordado con más frecuencia por tenores de origen latino.

Etiquetar a Mironov como “el Juan Diego Flórez ruso” sería muy arriesgado, ya que cada artista tiene su individualidad y las comparaciones son a veces muy injustas. Pero sí debemos hacer notar la similitud de repertorio y de timbre de este joven ruso con su colega peruano. La voz de este tenor suena muy “italiana”, al igual que su técnica, y es por ello que, por el momento, sólo se dedica a cantar roles de óperas rossinianas.

Su coloratura es clara y sabe muy bien el estilo de la ópera belcantista, haciendo que su voz luzca y se escuche cómoda. Sus tres roles más famosos son Don Ramiro de La cenerentola de Rossini, Almaviva de Il barbiere di Siviglia y Lindoro de L’italiana in Algeri. El primero lo ha cantado en el Théatre des Champs Élysées con la Orchestre de Paris, el Conde Libenskof de Il viaggio a Reims y Lindoro en L’italiana… en el Festival de Ópera de Rossini, a donde

volverá pronto para cantar Oreste en Ermione.

Se puede disfrutar de la hermosa voz y tierna presencia de este joven ruso en los DVDs de La cenerentola del Festival de Glyndebourne de 2005 y L’italiana in Algeri del Festival de Aix-en-Provence. Grabó en CD la ópera La donna del lago de Rossini bajo la batuta de Alberto Zedda. o

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TEATROS

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por Federico Figueroa

El Teatro Real de Madrid:

Pasados los festejos de las primeras 10 temporadas desde su reapertura como coliseo operístico, el Teatro Real sigue

viento en popa y, como suelen decir sus directivos, “a velocidad de crucero”. Más allá de esta década prodigiosa, en la que pasó de la nada —es un decir, ya que detrás de su puesta de largo hubo muchos años de trabajo— a una envidiable posición en el circuito europeo, hay un pasado que valida las constantes reivindicaciones de un teatro con solera y prestigio.

Un poco de historiaEl solar que hoy ocupa el Real ya era dedicado a representaciones teatrales desde principios del siglo XVIII. El Teatro de los Caños del Peral “vivió” allí desde 1737 hasta su demolición en 1817, llevada a cabo por presentar ruina irreversible, y de acuerdo a un plan de mejoras urbanísticas emprendidas por Fernando VII. Tras el derribo del mencionado teatro, se incluyó en el plan un Teatro de la Ópera digno de la capital del reino. A partir de allí se suceden proyectos de varios arquitectos que, por una u otra razón — políticas, económicas y técnicas— harían de la empresa una labor larga, con paralizaciones que llevaron a usar lo hasta ese momento construido como salón de baile, almacén de pólvora y cuartel de la Guardia Civil.

El inició de la zanja de cimentación para la nueva fábrica fue en 1818. A la muerte Fernando VII, en 1833, subió al trono de España su hija Isabel II con sólo tres años de edad, en medio de una guerra civil encabezada por un tío suyo —la primera guerra carlista— que le disputaba el derecho sucesorio. La década de los 30 y principios de los 40 pocos avances hubo en el edificio que nos ocupa. Afortunadamente en la segunda mitad de esta década, y por el decisivo empuje de la soberana, el teatro terminó de cuajar. Abrió sus puertas con una representación de La favorita de Donizetti en octubre 1850. Tras más de 30 años, cuatro arquitectos implicados y con un costo económico enorme, Madrid tenía un teatro para la ópera equiparable a los de otras capitales europeas.

A pesar de los cambios introducidos por cada arquitecto, el edificio siguió cumpliendo con la recomendación señalada por Jacques-François Blondel en su Cours d’Architecture, gigantesca obra publicada a partir 1771, en cuanto a la conveniencia de que los teatros fueran edificaciones aisladas (construcción exenta en términos arquitectónicos), para facilitar el acceso de los coches de caballos y con arcadas para tomar el aire. Técnicamente, el Real estaba considerado entre los más dotados de su época y, aunque las dificultades económicas no tardaron

Doce años de consolidación y crecimiento

La fachada del Teatro Real de Madrid

El patio de butacas

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en aparecer, la verdad es que vivió una época dorada en aquellas primeras décadas de vida en la que las preferencias del público se decantaban abrumadoramente por las obras de Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi.

Este último asistió al estreno español de La forza del destino en 1864 y en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX no era extraño ver en el cartel los nombres más apreciados en lírica mundial del momento —Enrico Caruso, Julián Gayarre, Beniamino Gigli, Adelina Patti, Miguel Fleta, Riccardo Stracciari y un largo etcétera—, para deleite de una sociedad que acudía en masa a la ópera. Los compositores españoles no pudieron estrenar sus obras en español hasta finales del siglo XIX, siendo Marina de Arrieta la primera ópera (a partir de la zarzuela del mismo nombre) en presentarse, en 1887. A él también corresponde el honor de haber abierto a los compositores “locales” el camino, con su ópera (con libreto italiano) Ildegonda, que se representó en el Real en 1854.

Así las cosas, en las dos primeras décadas del siglo XX se programaba, no abundantemente, obras de españoles e italianos y más escasamente franceses y germanos. Chapí, De Falla y Bretón, al lado de Puccini, Mascagni, Ponchielli o Wagner. Nada mal para un teatro que ha sido acusado de “casposo”.

Declive y renacimientoComo ya he mencionado, las dificultades económicas se presentaron desde el mismo nacimiento del teatro. En pocas

Gérard Mortier, próximo director del Real de Madrid

palabras: no era rentable como empresa. El declive empezó a ser notorio y el edificio fue el que más lo resintió. En 1925 se obliga al cierre, con la programación ya elaborada, por peligro de derrumbe. Se suceden varios proyectos de rehabilitación interrumpidos por los avatares económicos y políticos. La Guerra Civil estalló en 1936 y la dura posguerra no permitió reabrirlo. Sería reabierto como sala de conciertos, en 1966, tras 40 años de silencio.

En 1984 se dieron los primeros pasos para recuperarlo como coliseo operístico. Esto ocurrió en octubre de 1997. Lleva recorrida una docena de años, pues, de esta nueva etapa, caracterizada por el crecimiento en la oferta y la calidad de los espectáculos ofrecidos a un público sediento de lírica. La variedad en su programación ha sido la tónica general desde su apertura, así como la conjunción de grandes cantantes, directores de escena y musicales.

En noviembre del 2008 se anunció que el nuevo director general del teatro a partir de enero del 2010, sería el controvertido intendente belga, Gérard Mortier, quien previamente ha dejado su huella indeleble en otros teatros europeos de importancia, como La Monnaie (en Bruselas, de 1981 a 1991), el Festival de Salzburgo (de 1990 a 2001) y la Opéra National de Paris (de 2004 a 2009).

Previamente contratado, en 2007, para dirigir los destinos del New York City Opera a partir de 2010, la disminución significativa del presupuesto de la compañía motivada por la recesión estadounidense, llevó a Mortier a renunciar a su cargo antes de asumirlo, y a aceptar la propuesta de Madrid. o

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POPÓPERA

por Arturo Magaña Duplancher

Andrea Bocelli

Nacido en 1958 en un pueblo toscano, Andrea Bocelli nunca pensó que el glaucoma congénito y la hemorragia cerebral que sufrió durante su

niñez serían elementos clave de una carrera rutilante en el fastidioso crossover. En efecto, con una mediocre formación musical, y clases de canto, supuestamente recibidas por Franco Corelli —de quien se puede decir todo salvo que tenía una formación académica suficiente y una técnica depurada libre de vicios vocales—, Bocelli ha conseguido vender más de 65 millones de discos en todo el mundo.

¿Cómo lo logró? Parece inverosímil haberlo conseguido sin esa imagen que, por la ceguera, provoca una empatía inmediata y, de alguna manera, cierta compasión. También sería increíble que lo hubiera logrado como cantante de ópera profesional dado el poco tiempo que dedicaba a la música —su verdadera pasión, según él— cuando litigaba como abogado. En general, no sería sino hasta que participó —por intercesión de su amigo, el cantante de rock Zucchero— en Pavarotti & Friends, segunda edición, que Bocelli adquiere una fama descomunal.

No hay clasemediero medianamente educado que desconozca el insoportable ‘Con te partirò’ que se mantuvo semanas en los primeros sitios del chart musical del planeta en su versión solista o en la aún más intolerable a dueto con Sarah Brightman, otra vividora de este ardid.

En general, sobre la voz de Bocelli hay pocas cosas que mencionar. Cuenta con una tonalidad plana y un vibrato semejante al balido de una cabra. Su respiración es francamente deficiente, sus agudos no son de ninguna manera agradables ni poderosos y ni hablar de la inseguridad de su emisión que, en términos generales, lo obliga a incluir en sus “recitales” canciones italianas con una dificultad equivalente a cero, como ‘Cuando me enamoro’, cuya máxima intérprete sigue siendo, a pesar suyo, Angélica María.

Pero Bocelli no se ha conformado con ser el mediocre cantante de crossover sino que se ha creído capaz de cantar arias de ópera e incluso grabar siete óperas completas. Sobra mencionar que la audición de cualquiera de ellas resulta una tortura difícilmente igualable. Sobresale su ‘Di quella pira’ en donde, en lugar del sobreagudo final, emite un notable graznido, o su ‘Che gelida manina’, donde no es posible diferenciar su voz de la de Enrique Iglesias. Su ‘E lucevan le stelle’ y casi todas las arias que ha tenido el atrevimiento de cantar de Werther, Pagliacci, Cavalleria rusticana y otras, lo acercan tanto al micrófono que han preferido ponerle una diadema que lo separa apenas milímetros de su boca.

El resultado es dolorosísimo para él, pero sobre todo para el público que aplaude rogando que no cante la siguiente. Este supuesto aplica especialmente para el ‘Somos novios’ de Armando Manzanero que canta, como si no fuera suficiente, con Christina Aguilera.

Sus notas altas son terriblemente débiles —al punto que en sus óperas completas en disco, su voz ha sido grabada de manera independiente a la del resto de los cantantes para que no sea evidente éste y otros defectos—, su pésima respiración lo fuerza a cortar abruptamente el final de las frases (“fraseo anémico”, le denominó Anne Midgette en The New York Times), y cada vez que intenta algo así como ‘Di quella pira’, nos hace pensar en que se estrangulará a sí mismo con su voz.

Una voz pequeña y defectuosa como ésta termina haciendo el ridículo en el mundo de la ópera, pero no así en el mundo de lo que aparenta ser ópera. Ahí Bocelli es el rey. Así, por ejemplo, su ridículo concierto en la Estatua de la Libertad fue todo un éxito. Con un escenario como ese, nadie puso atención a su lacrimosa voz. Otros han sido eventos sociales de gran relevancia y, por tanto, los asistentes acuden con la idea de cerrar un trato, ser vistos y fotografiados como parte de un grupo determinado o con la intención de pasar por personas cultas y refinadas en un medio cada vez más complaciente con figurines de barro.

Recientemente, durante una gira sudamericana, donde tristemente le acompañó la soprano mexicana Olivia Gorra, Bocelli descubrió además su talento político. Reunido con Hugo Chávez, autócrata venezolano que le cantó canciones autóctonas de ese país —quizá con mejor entonación que el propio cantante—, Bocelli le elogió sin parar.

La pregunta que debemos hacernos, en todo caso, es por qué escuchar a un imitador de la ópera en lugar de a tantos y tan relevantes cantantes de la escena operística actual. ¿Por qué no escuchar, en su lugar, a Roberto Alagna, a Marcelo Álvarez, a Jonas Kaufmann, a Johan Botha, a Marcello Giordani? La respuesta está en su biografía que Georgia di Martino escribió para su página web. Bocelli no es un cantante de ópera. Es, eso sí, “un mito para el nuevo milenio”, “una anomalía en el camino”, “un fenómeno”, “la percepción de un don”. Sin querer, y solamente en eso, estamos absolutamente de acuerdo. o

El gran impostor