Profesores, alumnos familias

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PROFESORES, ALUMNOS, FAMILIAS Este artículo trata sobre el segundo bloque del libro “Profesores, alumnos y familia” de Lourdes Bazarra, Olga Casanova y Jerónimo G. Ugarte. En él se desarrolla la “crisis” por la que atraviesan ambos agentes educativos en relación con la educación de los alumnos y se aportan soluciones para salir de la misma. Las relaciones entre profesores y padres de alumnos atraviesan por un momento de crisis. Es evidente que la velocidad, cantidad e intensidad de los cambios sociales les está afectando de una manera más decisiva que al resto de las generaciones: desmotivación, bullying, fracaso escolar, etc. Todos son términos con los que el alumno convive desde sus primeros cursos escolares lo que hace que sea cada vez más necesaria la convergencia entre escuela y familia. Sin embargo, cada vez hay más divergencia en el modo de entender su responsabilidad educativa. Habría que entender que la educación es un proyecto que no entiende de cesiones de responsabilidad ni de contratos. El problema probablemente radique en que no se crean espacios ni tiempos necesarios para dialogar y concluir cuales son los objetivos fundamentales de la educación colaborativa y todo esto teniendo en cuenta que el perfil del alumno también es diferente en la actualidad. La escuela del siglo XXI está demandando un nuevo concepto de profesor que ayude en la formación de una inteligencia compuesta tanto de competencias intelectuales como educativas y sin embrago hay que tener en cuenta que hay labores que no le corresponden a un profesor como es “rellenar” el vacío emocional que van dejando algunos padres en sus hijos.

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PROFESORES, ALUMNOS, FAMILIAS

Este artículo trata sobre el segundo bloque del libro “Profesores, alumnos y familia” de

Lourdes Bazarra, Olga Casanova y Jerónimo G. Ugarte. En él se desarrolla la “crisis”

por la que atraviesan ambos agentes educativos en relación con la educación de los

alumnos y se aportan soluciones para salir de la misma.

Las relaciones entre profesores y padres

de alumnos atraviesan por un momento de

crisis. Es evidente que la velocidad,

cantidad e intensidad de los cambios

sociales les está afectando de una manera

más decisiva que al resto de las

generaciones: desmotivación, bullying,

fracaso escolar, etc. Todos son términos

con los que el alumno convive desde sus

primeros cursos escolares lo que hace que

sea cada vez más necesaria la

convergencia entre escuela y familia. Sin

embargo, cada vez hay más divergencia en

el modo de entender su responsabilidad

educativa.

Habría que entender que la educación es

un proyecto que no entiende de cesiones

de responsabilidad ni de contratos.

El problema probablemente radique en que

no se crean espacios ni tiempos necesarios

para dialogar y concluir cuales son los

objetivos fundamentales de la educación

colaborativa y todo esto teniendo en cuenta

que el perfil del alumno también es

diferente en la actualidad.

La escuela del siglo XXI está demandando

un nuevo concepto de profesor que ayude

en la formación de una inteligencia

compuesta tanto de competencias

intelectuales como educativas y sin

embrago hay que tener en cuenta que hay

labores que no le corresponden a un

profesor como es “rellenar” el vacío

emocional que van dejando algunos padres

en sus hijos.

Además es factible que el profesorado

sienta cierta inseguridad emocional y física

en la medida que aumentan los derechos

de los ciudadanos proporcionalmente al

descenso de sus deberes,

Ante este marco educativo-social la mejor

manera de solucionarlo es afrontarlo para

superarlo. No hay estrategias pero sí

buenas intenciones: EDUCAR DESDE

UNA IDENTIDAD COMPARTIDA teniendo

en cuenta: que para educar también hay

que decir NO, hay que evitar

desautorizaciones y compartir valores

como la tolerancia, la responsabilidad, el

esfuerzo, etc.

La mejor herramienta será la

COMUNICACIÓN.

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Esta comunicación se llevará a cabo bien

mediante entrevistas: por un problema

personal de los padres, un problema

personal del alumno o un problema

académico al principio o al final del curso,

mediante comunicaciones generales de

centro: reuniones de clase, curso, etapa y

centro y mediante escuelas de padres.

Esto es una realidad y solamente cuando

ESCUELA y FAMILIAS crean realmente en

sus posibilidades conjuntas de construir el

futuro de la educación, empezarán a vivir el

presente con optimismo.

OPINIÓN PERSONAL

Hoy en día hay una particular relación de

confianza entre colegio y familias, mediante

la cual los padres delegan autoridad,

funciones, objetivos familiares, etc., en la

institución a la que confían a sus hijos. Sin

embargo sospechosamente hay que

coincidir y llevar a cabo esta labor

educativa según los principios de los

padres, cada vez más permisivos; si no se

hace así, los padres protestan y ordenan.

No hay que olvidar, que el primer agente

educativo ha de ser la familia.

En general los padres no están capacitados

profesionalmente para juzgar el

desempeño de un docente, pero tampoco

podemos dejar de escuchar lo que nos

dicen. Quien ejerce una función directiva no

puede permitir que los padres le lleven una

queja que no han vertido previamente al

mismo docente.

Hay momentos en que pareciera que los

padres consideran que pueden y deben

decidir sobre el trabajo del docente en el

aula. Los padres no se acercan al colegio

hasta que la situación se agrava y no se

puede hacer nada por su hijo, a pesar de

que durante el año fue convocado por

docentes a acudir al centro.

Los docentes por su lado realizan

prolongadas e inútiles reuniones

institucionales para tratar entre tantos

temas, el consejo de convivencia y ver

cómo pueden mejorar todo lo referido al

trabajo con el alumno y se realiza hasta un

seguimiento para mejorar y retener al

mismo en el sistema educativo que todos

sabemos que ha comenzado el siglo con

una crisis muy difícil de superar.

Se debe de tener en cuenta que la

educación de los niños y jóvenes no es una

cuestión que dependa únicamente de los

padres o de los maestros, por el contrario,

depende de la interacción y participación

entre ellos.

Lourdes Bazarra, Olga Casanova, Jerónimo G. Ugarte

Narcea, S.A DE EDICIONES

Artículo escrito por: Zahara

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Este trabajo lo he realizado en formato de artículo digital. He seleccionado la segunda

parte del libro. Considero la relación actual entre padres, alumnos y centro lo

suficientemente importante para poder extenderme en ello. En el mismo artículo

plasmo mi opinión personal acerca del tema. Y ahora adjunto una noticia que salió

recientemente que en cierto modo tiene relación con el artículo del libro:

13/01/11

La Fiscalía de Menores denuncia a 123 padres por faltar sus hijos al colegio

Los acusados se enfrentan a penas de entre tres y seis meses de prisión por un

delito de abandono de familia

RAMÓN FERRANDO VALENCIA

La Fiscalía de Menores de Valencia denunció en 2010 a 123 padres por permitir que sus hijos

no vayan al colegio. Los acusados se enfrentan a penas de entre tres y seis meses de prisión

por un delito de abandono de familia. Los fiscales valencianos iniciaron hace dos años un

programa para combatir el absentismo escolar en el que han sido investigados más de

doscientos padres. El plan tiene una especial incidencia en los municipios de l'Horta Sud.

Fuentes de la Fiscalía explicaron que en 2010 se abrieron 132 diligencias de investigación, que

culminaron con las 123 denuncias ante los juzgados de Instrucción. Las denuncias son contra

los padres o cuidadores que han consentido que los menores que están a su cargo de entre 6 y

16 años no acudan a los centros escolares. Los fiscales han detectado casos de progenitores

que ni siquiera habían matriculado a sus hijos.

La Fiscalía anunció ayer que va a incrementar su colaboración con los servicios sociales

municipales para prevenir el absentismo escolar. Susana Gisbert, portavoz de la Fiscalía,

insistió en que la formación de los menores a través del sistema educativo "es un pilar

fundamental en la prevención de la delincuencia juvenil".

Los representantes del Ministerio Público han comprobado que ha descendido el nivel de

absentismo desde que pusieron en marcha el programa para combatirlo. Los fiscales actúan

cuando los menores, que por ley están obligados a asistir al colegio hasta los 16 años, faltan a

más del veinte por ciento de las clases. Hasta la puesta en marcha del protocolo, los servicios

sociales de los ayuntamientos valencianos tardaban hasta dos años en comunicar los casos de

absentismo a los juzgados de Menores

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