PRÓLOGO - e-BUC · La obra más ambiciosa de Hiltrud Friederich-Stegmann, la excelente...

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PRÓLOGO La obra más ambiciosa de Hiltrud Friederich-Stegmann, la excelente inves- tigadora alemana afincada en España, aparece ahora gracias al acertado cri- terio de que lleva tanto tiempo haciendo gala el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante, que ya antes (en 2007) se hizo igualmente cargo de la edición del libro de viajes de Christian August Fischer preparada por nuestra autora y al que este volumen (hoy convenientemente revisado y profusamente aumentado) sirve de amplio y espléndido marco, ya que en él se analiza sustantivamente el universo del viaje alemán por tierras españolas a lo largo del siglo xviii. Es por tanto la matriz esencial de todos los ejemplos particulares que puedan ofrecerse de cada uno de los viajeros germanos que quisieron dejar constancia escrita de las impresiones que le produjeron sus andanzas por tierras españolas durante el Siglo de las Luces. De ahí que la introducción sea una profunda reflexión sobre el viaje co- mo experiencia en los tiempos modernos, sobre las razones de la atracción ejercida por España entre los naturales de otros países (ingleses, franceses, italianos), sobre los motivos diversos que empujaron a los visitantes (misio- nes diplomáticas, campañas militares, empresas comerciales, intereses cien- tíficos, curiosidad por los diversos aspectos de la vida cotidiana del país) y sobre las características generales de la concreta publicística alemana de la época. Todo ello avalado por un asombroso despliegue de fuentes consulta- das, tanto en los archivos como en las bibliotecas, y por el ingente arsenal de estudios incorporados, tanto antiguos como recientes, según dan cuenta las numerosas notas a pie de página, que constituyen por sí mismas una suges- tiva invitación a continuar la labor y entrar en diálogo con otros viajeros de pizarra por el día y libreta por la noche celosos de que no se perdiese ningún dato, ninguna imagen, ninguna sensación antes de retirarse a dormir en la posada de turno. A continuación llegan los visitantes. Aunque primero hay que decir algu- nas palabras sobre algunos que no se decidieron por razones diversas, como fue el caso (que sin duda hay que lamentar) de un grupo de personalidades

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PRÓLOGO

La obra más ambiciosa de Hiltrud Friederich-Stegmann, la excelente inves-tigadora alemana afincada en España, aparece ahora gracias al acertado cri-terio de que lleva tanto tiempo haciendo gala el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante, que ya antes (en 2007) se hizo igualmente cargo de la edición del libro de viajes de Christian August Fischer preparada por nuestra autora y al que este volumen (hoy convenientemente revisado y profusamente aumentado) sirve de amplio y espléndido marco, ya que en él se analiza sustantivamente el universo del viaje alemán por tierras españolas a lo largo del siglo xviii. Es por tanto la matriz esencial de todos los ejemplos particulares que puedan ofrecerse de cada uno de los viajeros germanos que quisieron dejar constancia escrita de las impresiones que le produjeron sus andanzas por tierras españolas durante el Siglo de las Luces.

De ahí que la introducción sea una profunda reflexión sobre el viaje co-mo experiencia en los tiempos modernos, sobre las razones de la atracción ejercida por España entre los naturales de otros países (ingleses, franceses, italianos), sobre los motivos diversos que empujaron a los visitantes (misio-nes diplomáticas, campañas militares, empresas comerciales, intereses cien-tíficos, curiosidad por los diversos aspectos de la vida cotidiana del país) y sobre las características generales de la concreta publicística alemana de la época. Todo ello avalado por un asombroso despliegue de fuentes consulta-das, tanto en los archivos como en las bibliotecas, y por el ingente arsenal de estudios incorporados, tanto antiguos como recientes, según dan cuenta las numerosas notas a pie de página, que constituyen por sí mismas una suges-tiva invitación a continuar la labor y entrar en diálogo con otros viajeros de pizarra por el día y libreta por la noche celosos de que no se perdiese ningún dato, ninguna imagen, ninguna sensación antes de retirarse a dormir en la posada de turno.

A continuación llegan los visitantes. Aunque primero hay que decir algu-nas palabras sobre algunos que no se decidieron por razones diversas, como fue el caso (que sin duda hay que lamentar) de un grupo de personalidades

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sumamente interesantes: Goethe, Schiller, Herder. Luego, viene esa corriente caudalosa de viajeros provenientes de todas las Alemanias, del norte y del sur, del mundo católico y de mundo protestante, de profesiones bien defini-das o tal vez imprecisas, de mejor o peor pluma, pero siempre motivados a dejar constancia de las cosas que le causaron mayor impacto o a dar su opi-nión sobre las muchas cuestiones tópicas que sobre España circulaban entre los europeos del Setecientos.

Imposible como es dar cuenta de tantos viajeros y de tantas materias como llamaron su atención, la autora nos propone una antología de ejem-plos, para explayarse sobre algunos personajes que destacan por su agude-za y sobre algunas cuestiones que sobresalen por su relevancia, sumando al testimonio de Christian August Fischer (ya objeto de su anterior mono-grafía), las voces del jesuita Johann Wolfgang Bayer, el teólogo protes-tante Carl Christoph Plüer, el hombre de letras Joseph Hager, el mercader Leopold Anton Kaufhold, el cirujano Johann Friedrich Kessler y el orien-talista Thomas Christian Tychsen. Entre todos nos ofrecen un cuadro de la vida en Andalucía, un fresco de las delicias de Aranjuez, un panorama de las reformas ilustradas, una descripción de los hospitales de Madrid, un infor-me sobre la situación del ejército y, finalmente, una extensa relación de la producción editorial española del siglo xviii, que refleja no sólo la extraor-dinaria actividad desplegada por las prensas sino la pluralidad de temáticas acogidas por los impresores a medida que se multiplicaban los intereses de la sociedad letrada del Setecientos.

Al compás del análisis de los textos, la autora va ofreciéndonos su inter-pretación de las diferentes materias que se van tratando en los distintos escri-tos y que le permiten echar su cuarto de espadas en algunas de las cuestiones más debatidas en el momento y, también, en la historiografía actual, para al final hacer una recapitulación en el apartado de las conclusiones. Y ello, despuésdehacersuyaslaspalabrasdeAntonioMuñozMolinadeque«paraverbienlascosashayquesersiempreunpocoextranjero»,parareferirseala capacidad de sorpresa del que ve las cosas por primera vez frente a aquel que ya ni siquiera es capaz de verlas por la cortina de niebla que proyecta la rutina sobre el paisaje habitual: en definitiva, para referirse a la necesidad de tener ojos nuevos para captar los matices, para resaltar los contrastes, para rescatar lo escondido.

En1670elinglésRichardLasselspudoafirmar:«SóloelquehahechoelGran Tour de Francia y el Giro de Italia está en condiciones de comprender aCésaryTitoLivio».Ahorabien,enel sigloxviii, según pone de mani-fiesto nuestra autora, también había que dar la Vuelta a España para conse-guir esa formación que sólo podía proporcionar el Bildungsreise, el viaje de

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formación que cada vez se fue ampliando a nuevas capas sociales (más allá del lord o el gentleman inglés del principio) y a nuevos países: en un sentido, a Holanda, y en otro muy diferente, a Grecia, donde toda civilización tuvo origen, como ya comprendiera a mediados de la década de los cincuenta el pionero James Stuart (autor de unas famosas Antiquities of Athens, cuyo primer volumen apareció en 1762). Desde luego, España entra dentro de los circuitos de los curiosos mucho antes de que el romanticismo la haga uno de los destinos predilectos de los buscadores de exotismo, y para los alemanes ya al menos desde los años sesenta. Y si esto no se ha sabido antes entre nosotros (al contrario que en Alemania, donde se cuenta, entre otros, con el libro fundamental de Christian von Zimmermann), ha sido porque no se ha estudiado antes, por muchas razones en las que entra, como se ha dicho más de una vez, el extraño obstáculo que el idioma ha representado para los espa-ñoles, que en general han tenido reticencias para con casi todos los idiomas, incluidas las propias lenguas peninsulares al margen del castellano.

Ello desmonta, como bien hace nuestra autora, la idea de que España fuera casi una desconocida para la Europa setecentista. No desde luego para las cancillerías de los distintos estados, que debían tener una información muy clara de los movimientos de la que seguía siendo una de las grandes potencias a escala mundial, imposible de soslayar en cualquier combinación diplomática dentro y fuera de Europa. Tampoco, claro está, para el mundo de los negocios, ya que la América hispana seguía siendo la principal fuente de abastecimiento de plata, que era el nervio del comercio mundial, como bien se desprende de las noticias recogidas y enviadas a sus superiores por los cónsules de las distintas naciones destacados en Cádiz y en las demás plazas mercantiles españolas. Pero tampoco para el mundo de las letras, por cuanto la literatura clásica española seguía siendo un referente dentro de los círculos humanistas e ilustrados de toda Europa. Y este conocimiento se difundía a partir de los libros de los viajeros, como demuestran las constan-tes traducciones a otras lenguas de los distintos libros de viajes por España escritos por ingleses, franceses, italianos… y alemanes. También aquí una ojeada a la vasta colección de fuentes recopiladas por nuestra investigadora bastaría para demostrar el interés progresivo experimentado por los curiosos europeos, que en el caso de los alemanes y, siguiendo sus propias palabras compartieron«conPlüerylosdemásautoreslamismailusiónporsabermásdeestepaís».

Otro tópico que no se sostiene a partir de este estudio es el de la Leyenda Negra, que como sabemos es una creación de despacho de Julián Juderías pero que nunca existió en la realidad de la Europa moderna, como no se ha cansado de demostrar Ricardo García Cárcel. Los textos analizados en

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la obra nos causan justamente una impresión contraria. Bayer ofrece una imagen halagadora de las ciudades andaluzas donde residiera (El Puerto de Santa María, Granada), Kaufhold se deshace en elogios sobre el sistema hos-pitalario español a la luz de los nuevos establecimientos madrileños, Fischer y Kessler ponen por las nubes los progresos alcanzados por la medicina, Tychsenseexplayaaldarcuentadel«estadoactualdelasletras»enelpaís,donde puede comprobarse la cantidad y calidad de la producción editorial, pese a su renuncia a cualquier pretensión de exhaustividad y a la exclusión de las traducciones. Por si estos ejemplos no bastaran, siempre tendríamos la oportunidad de leer la aportación de Hager, que es un canto a los logros del reformismo ilustrado, a las conquistas realizadas por la España Ilustrada, en el mismo sentido de otros viajeros de la época y de otras nacionalida-des, como pudieron ser Young, Townsend o Bourgoing. O podríamos releer las palabras finales del texto de Tychsen, que no me resisto a reproducir: «Garantizolaverdaddetodaestainformación,partedeellaprobablementeno tan conocida todavía en Alemania: y si con ella he podido contribuir a juzgar mejor a este pueblo tan noble e inteligente, que tan justamente se comporta con los demás, me sentiría satisfecho. Además, espero que en es-tas hojas no se encuentren ni apología ni sátira: la última no cuadraría y la primera sería inútil, ya que la nación misma hace su propia apología y en el futuroloharáaúnmás».¿Quédudacabedequehabíaotralecturaposiblealmargen de la de Nicolas Masson de Morvilliers?

Claro que hay críticas, sobre todo en lo referente a aquellos aspectos que se juzgaban más atrasados con relación a otras áreas europeas. Muy especialmente era objeto de condena la situación de la Iglesia, primero por el horror que llevaba prendido el solo nombre de la Inquisición y, después, por el sorprendente número de curas, frailes y monjas que pululaban por las calles y a los que se tildaba (muchas veces con toda razón, como hacía el propio catolicismo reformista español) de acumular excesivas riquezas, de mantenerse sumidos en la ignorancia, de predicar una religión plagada de su-persticiones y de adoptar una posición generalmente contraria a los esfuerzos de modernización de los gobiernos ilustrados. No hay de que escandalizarse si contrastamos estas opiniones formadas a primera vista (e incluso lastradas en algún caso por los prejuicios) con toda una serie de hechos bien constata-dos, como la fanática conducta de un fray Diego José de Cádiz o la reacción histérica de tantos clérigos (y seglares) ante las primeras noticias llegadas de los episodios iniciales de la Revolución Francesa.

Aquí podría terminar esta breve introducción al bello libro de Hiltrud Friederich-Stegmann. Sin embargo, la investigadora es incansable. No sólo trabaja en un nuevo viajero, el conde Karl von Zinzendorf (otro riguroso

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estudio cuyos resultados también habrán de ver la luz en un futuro no muy lejano), sino que en esta misma obra, tras las conclusiones, aún ha sentido la necesidad de ofrecer al lector otra serie de interesantísimas piezas. Para em-pezar, un impresionante aparato de fuentes manuscritas a impresas (con los títulos de los escritos anónimos y los nombres de los autores clasificados por orden alfabético), así como también de diccionarios y de repertorios biblio-gráficos y, finalmente, una extensa bibliografía sobre la materia. Después, un documentado estudio crítico sobre el tratamiento de los viajeros alemanes en la obra clásica de José García Mercadal, que desde ahora no podrá ya dejar de tenerse en cuenta para cualquier trabajo venidero. Y además, una transcripción de la partitura de la canción La Tirana, dos ejemplos de sendos manuales de conversación (de los años 1712 y 1799) y dos textos adicionales dando cuenta, respectivamente, de un viaje a Galicia y de la epidemia de fie-bre amarilla que asoló Andalucía en 1800 y que acabó en Sevilla con la vida del propio autor del diario, Anton Vincenz Preisler.

En suma, Hiltrud Friederich-Stegmann nos ofrece aquí la que es por el momento su obra mayor. Uno de los libros que más han contribuido a dar a conocer una realidad poco divulgada, la permanente presencia en la España del siglo xviii de visitantes de todas las Alemanias, que quisieron después dejar testimonio escrito de sus experiencias y sumarlas así a la caudalosa corriente de la literatura de viajes. Unos visitantes que, respondiendo a di-versas motivaciones y provistos de un bagaje muy desigual de intereses y saberes, tuvieron como rasgos comunes el deseo de conocer de cerca la rea-lidad hispana y el propósito de difundir una imagen que, condicionada como pudiera estar a veces por prejuicios adquiridos, se caracterizó más que nada por la simpatía hacia los esfuerzos realizados por la España setecentista para superar las antiguas carencias y encontrar un lugar a salvo de dudas entre las naciones económica y culturalmente avanzadas del Siglo de las Luces.

Carlos Martínez ShawUNED / RAH