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Propaganda racista y exclusión social del inmigrante Eduardo Giordano Director de la revista VOCES Y CULTURAS Ponencia presentada en taller “Los discursos periodísticas so- bre inmigración y minorías étnicas ‘, realizada en el contexto de la Conferencio Mediterránea Alternativa (Barcelona, 24-28 de noviembre de 1995), ene? ámbito MEDIOS DE COMUNICA- CIÓN: INFORMACIÓN, DESINFORMACIÓN. ¿“ámo interpretar las distintas manifestaciones de racismo que hoy afloran en los medios de comunicación sin caer en simplificaciones? Necesitamos recurrir a un marco teórico que permita analizar, en un contexto de relaciones de poder co- mo las actuales, el papel que desempeñan los grandes medios de comunicación en la conformación de opiniones y en la reproducción de los prejuicios más característicos de nuestra sociedad, entre los cuales destaca el racismo. En primer lugar, admitamos que los medios de comunicación orientan sus estrategias discursivas según una visión ampliamente compartida del funcionamiento del sistema social. Si bien no es posible hablar de una única visión periodística de los aconteci- mientos, “sería también absurdo recensar una a una las diversas visiones periodísti- cas y consideradas como otros tantos puntos de vista independientes”, ya que “todas las visiones periodísticas no tienen el mismo peso en la profesión y principalmente fuera de ella, en el proceso de constitución de las representaciones sociales” <Cham- pagne). Así pues, existe una representación hegemónica de los temas socialmente re- levantes, como en el caso de la inmigración. Por otra parte, los escritos de Chomsky y Herman sobre el sistema de comunIca- ción son referencia obligada para una primera aproximación al tema. Para estos autores, el conjunto de los medios de comunicación de masas constituye un siste- ma o modelo de propaganda al servicio del gobierno y de las elites, con muy contadas excepciones. Naturalmente, no se trata de propaganda de un partido político, sino de un conjunto de normas y valores hegemónicos, subyacentes a las decisiones políticas fundamentales que determinan el tipo de sociedad. Sin duda la explicación chomskyana permite ir más allá del simple control económico o po- lítico de los medios, mostrando el papel que desempeñan las elites en la fijación de la agenda y en la configuración de los contenidos informativos mediante diver- CíO n”2. 167-178 Servicio de Publicaciones uCM. 1996

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Propaganda racista y exclusiónsocial del inmigrante

Eduardo GiordanoDirector de la revista VOCES Y CULTURAS

Ponencia presentada en eí taller “Los discursos periodísticas so-bre inmigración y minorías étnicas ‘, realizada en el contexto dela Conferencio Mediterránea Alternativa (Barcelona, 24-28 denoviembre de 1995), ene? ámbito MEDIOS DE COMUNICA-CIÓN: INFORMACIÓN, DESINFORMACIÓN.

• ¿“ámo interpretar las distintas manifestaciones de racismo que hoy afloran enlos medios de comunicación sin caer en simplificaciones? Necesitamos recurrir

a un marco teórico que permita analizar, en un contexto de relaciones de poder co-mo las actuales, el papel que desempeñan los grandes medios de comunicación en laconformación de opiniones y en la reproducción de los prejuicios más característicosde nuestra sociedad, entre los cuales destaca el racismo.

En primer lugar, admitamos que los medios de comunicación orientan sus estrategiasdiscursivas según una visión ampliamente compartida del funcionamiento del sistemasocial. Si bien no es posible hablar de una única visión periodística de los aconteci-mientos, “sería también absurdo recensar una a una las diversas visiones periodísti-cas y consideradas como otros tantos puntos de vista independientes”, ya que “todaslas visiones periodísticas no tienen el mismo peso en la profesión y principalmentefuera de ella, en el proceso de constitución de las representaciones sociales” <Cham-pagne). Así pues, existe una representación hegemónica de los temas socialmente re-levantes, como en el caso de la inmigración.

Por otra parte, los escritos de Chomsky y Herman sobre el sistema de comunIca-ción son referencia obligada para una primera aproximación al tema. Para estosautores, el conjunto de los medios de comunicación de masas constituye un siste-ma o modelo de propaganda al servicio del gobierno y de las elites, con muycontadas excepciones. Naturalmente, no se trata de propaganda de un partidopolítico, sino de un conjunto de normas y valores hegemónicos, subyacentes a lasdecisiones políticas fundamentales que determinan el tipo de sociedad. Sin dudala explicación chomskyana permite ir más allá del simple control económico o po-lítico de los medios, mostrando el papel que desempeñan las elites en la fijaciónde la agenda y en la configuración de los contenidos informativos mediante diver-

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sas formas de presión directa o indirecta, ejercida a través de determinados filtros<propiedad y control, publicidad, fuentes, etc.)

1. LAS VICTIMAS “INDIGNAS” DE PAISES MUSULMANES

En el sistema de propaganda que describen Chomsky y Herman, una de las prin-cipales variables que actúan sobre las decisiones de los productores de información serefiere a la presunta “calidad de las víctimas” (individuales o colectivas) de los aconteci-mientos noticiables y a su valor informativo para los medios. Estas pueden ser víctimasdignas o indignas de merecer gran atención informativa, según se trate de personas“maltratadas en los estados enemigos”, o bien sean “tratadas con igual o mayor severi-dadpor el propio gobierno o elgobierno de los estados clientes”. Esta contradicción espermanente, pero se manifiesta con mayor fuerza en las situaciones de crisis. Las cáma-ras de televisión y las primeras páginas de los diarios corren a socorrer a aquellas victi-mas que las elites políticas del mundo desarrollado consideran dignas —por ejemplo, lamonarquía kuwaití en la guerra del Golfo, o incluso entonces la población israelí—, ig-norando casi por completo aquellas otras víctimas que carecen de significación para losfines de propaganda del sistema y que incluso podrían entorpecerlos si saliesen a la luzpública —la población civil iraquí bombardeada por Occidente, y la propia poblaciónkuwaití o de otros emiratos, oprimida por regímenes autoritarios j

Ampliando un poco más este marco de interpretación, recordemos que las víctimas in-dignas sufren también los efectos de una llamada “espiral de silencio” que las expulso dela opinión pública, sometiéndolas a una suerte de “intrascendencia social” <Noelle Neu-mann>. Según esta teoría, la presión ambiental que ejercen los medios de comunicación,creando climas de opinión y estableciendo las coordenadas del debate social, genera enmuchos individuos un temor al aislamiento que, inconscientemente, les lleva a adoptar laopinión de las elites diseminada por el sistema de comunicación, o bien a guardar silen-cio. Naturalmente, este fenómeno no puede generalizarse sin más, porque no todas laspersonas pueden considerarse igualmente inliuenciables. Por ejemplo, en esta Conferen-da Médite’fránea Alternativa <que tan poco eco encuentra en los nSedi¿s§s¿d¿baten conlibertad todos los temas desde enfoques casi siempre condenados al silencio “mediático”.Pero es claro que el temor al aislamiento social desempeña un papel importante en elcierre del debate público para diversos grupos sociales, sobre todo entre los sectores dela población másvulnerables por sus relativas desventajas socioculturales.

Entonces, los medios de comunicación filtran la información, seleccionan a las victi-mas visibles y dejan a otras invisibles, moldean las representaciones sociales, inhibenla formulación de visiones contrapuestas de la realidad social. Pero todo ello no ex-culpa de responsabilidad al individuo consumidor de esos discursos, al actor cotidia-no de esa realidad que voluntariamente conecta con ellos.

Por e¡emplo, cuando analizamos las conductas más violentamente racistas de los ac-tuales neonazis, no observamos un consentimiento pasivo con respecto a la opinión

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dominante, sino la expresión de prejuicios muy arraigados entre importantes sectoresde la juventud. Otro tanto ocurre cuando contemplamos con ojos críticos los recientesdesmanes de la población ceutí. Hace ya cincuenta años, Theodor Adorno advertíaque la propaganda racista y fascista, en particular de los agitadores radiofónicos es-tadounidenses —que actuaban de manera encubierta en un sistema liberal—, siemprepresupone una identificación emocional entre el propagandista y su público, y no unasimple intoxicación o un simple fenómeno de hipnosis de masas. Su interpretación psi-coanalítica pone en juego factores tales como la sustitución de la imagen paterna porun Yo colectivo, la sensación de pertenencia al grupo o la misma satisfacción morbosadel oyente. Sin embargo, queda por establecer qué materiales de la cultura de masasinfluyen de manera decisiva en la formación de los más jóvenes, induciéndoles aadoptar tempranamente ideologias neonazis2. La propaganda posterior, dirigida aladulto, en última instancia sólo refuerza esas tendencias previamente incubadas.

Pero volviendo a nuestro tema central, existe cierta equivalencia en la constatación devictimas indignas que reciben los inmigrantes magrebies en la prensa, y el escaso va-br que se concede a las victimas de la represión en sus respectivos países. Por ejem-pío, un breve de “Agencias” de apenas 23 lineas puede dar cuenta alegremente deuna noticia titulada “Cientos de islamistas, muertos en Argelia” <EL PAiS, 15—10—1995>,donde se informa que el Ejército habría exterminado a 400 guerrilleros integristas enuna sola operación3. El resto del espacio lo ocupa una información desligada de estoshechos, referida a las candidaturas oficiales para las elecciones presidenciales convo-cadas para el mes de noviembre. Resulta especialmente deplorable, en esta pieza in-formativa, el uso ambiguo del condicional “podría haberse saldado” para referirse ainformaciones que, de ser ciertas, significarían que en Argelia está en curso un alar-mante genocidio, o al menos una guerra civil en toda regla. Por el contrario, si estanoticia sólo es una maniobra de intoxicación del Ejército, ¿por qué no investigaría me-jor, consultar otras fuentes, contrastar la información con las versiones de las víctimas?La fuente del diario español (una agencia) se limito a reproducir una noticia publicadapor la prensa argelina, la cual, a su vez, reproduce una declaración oficial del Ejérci-to). Los pacientes lectores de “breves” saben perfectamente que estas brutales simplifi-caciones se repiten desde hace años en relación a ese país. Este tratamiento “anecdó-tico” también se aplica sistemáticamente a la represión de los kurdos en Turquía yamuchos otros conflictos étnicos reprimidos por gobiernos “clientes”. En cuanto a Arge-ha, aveces las matanzas de opositores islámicos acceden al tamaño de una página,cuando los muertos se cuantifican entre 350 y 600 (“30 camiones”de combatientes is-amistas, según EL PAís, 27—3—1995), o cuando son “cerca de 2.800 victimas”, y esposible afirmar en titulares que “Medios gubernamentales argelinos aseguran que elEjército ha destruido al grupo guerrillero CIA” <Eí PAís, 2—4—1995). Las fuentes de es-tas cifras son siempre gubernamentales, o bien, también con mucha frecuencia, dediarios argelinos que reproducen versiones oficiales.

Curiosamente, la línea editorial del periódico a veces entra en clara disonancia conla ciega credulidad de su información diaria. Por ejemplo, un editorialista afirma:“Sin duda se quiere dar la sensación de victorias militares aplastantes. Pero una pre-

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sentación realista de los hechos exigiría Facilitar, al mismo tiempo, cifras de las bajassufridas por las tropas gubernamentales. Es inimaginable que éstas hayan sido nulaso ínfimas. Las cifras mismas de las pérdidas del enemigo dan idea de verdaderas ba-tallas entre e¡ércitos casi regulares por ambos lados, algo que nunca había ocurridoantes” <“Hablar y matar”, Et PAís, 30—3—1 995).

Entonces, desde la “conciencia crítica” del diario, desde sus páginas editoriales, seadmite que la información publicada sobre las victimas de la represión en Argelia espropaganda gubernamental poco creíble. Pero no se exige al corresponsal que cote-e la información sobre el lugar de los hechos <miles de muertos no se esconden fácil-

mente) o que consulte directamente a los afectados (FIS, GIA, etc.). En cambio, seconstruye a diario, a toda página o en breves, una primera definición del conflictoque condensa la visión oficial, la del Ejército argelino y los gobiernos occidentales, yque excluye a las miles de víctimas indignas del interior del país. Se produce, así, undesdoblamiento del periódico en dos discursos inconexos: uno para las elites, paralos suspicaces lectores de editoriales, y otro para el común de la gente, donde la in-formación se remite sólo a la propaganda gubernamental. Una suerte de esquizofre-nia que, como en seguida veremos, se repite en el diario EL MuNDo con respecto a loslinchamientos de inmigrantes en Ceuta.

2. INMIGRANTES EN CEUTA: UN CASO DE XENOFOBIA SOCIAL Y COMUNICATIVA

Recientemente se produjo en Ceuta, ci 1 1 de Octubre de 1995, un enorme estalli-do de violencia racial contra inmigrantes, principalmente africanos de raza negra,que reclamaban mayor prontitud para conseguir su estatuto de refugiados. Estamanifestación fue violentamente reprimida por la Policía, y concluyó con la interna-ción masiva de todos los inmigrantes ilegales en una improvisada cárcel-depósito,tras ser apedreados por gran parte de la población ceutí. Como se recordará, hu-bo cerca de 20 heridos, entre ellos un inmigrante con fractura de cráneo y un poli-cía herido de bala.

La información sobre este acontecimiento fue especialmente tortuosa y contradictoriaen la mayor parte de la prensa española, que lo retrató con tintes racistas con una“sospechosa, instantánea y acalorada unanimidad”, para decirlo con palabras deRosa Montero4. Analizaremos aquí la información del diario EL MUNDo, que en todosu tratamiento informativo (principalmente los dos primeros días) osciló entre la apo-logia de los agresores racistas y la justificación de la actuación policial, por un lado,y por otro una furibunda condena de esos mismos actores en dos notas editorialespublicadas a partir del tercer día de los hechos. Hemos elegido este caso precisa-mente por esa contradicción, que a través de la ambivalencia del medio resalta másaún el discurso racista en el tratamiento informativo.

En la edición dei 12—10-1995, EL MuNDo abre la sección de Sociedad con un titulara toda página que dice: “Inmigrantes ilegales provocan en Ceuta una batalla campal

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con la Policía”, acompañado del siguiente subtítulo: “Un agente se encuentra en gra-ve estado tras recibir un disparo en el pecho durante los incidentes”. Vemos pues, deentrada, una doble definición del conflicto: la agresión la provocan los inmigrantes,que además son todos ilegales (víctimas doblemente indignas>, mientras que la pri-mera víctima digna resulta ser el policía herido de bala.

Los inmigrantes aparecen estigmatizados en todo el relato periodístico con una con-ducta injustificadamente agresiva. Según EL MUNDO, el policía “recibió un disparo enel pecho procedente del arma que portaba uno de los inmigrantes”. Las alusiones aeste hecho se repiten en otras partes del artículo, multiplicando la imagen amenaza-dora de los inmigrantes. Después se afirma que “los agentes detuvieron a más decien inmigrantes, entre ellos el sospechoso de haber disparado con una pistola sobreel policía”. Más adelante, balo el ladillo “Contundencia merecida” <una expresiónempleada por la delegada del Gobierno), se indica que en los anteriores incidentesdel 10 de julio “también resultaron heridos varios policías”.

La atribución de ese disparo a un inmigrante africano se correspondía con la versióndel jefe de la Policía Local, quien no encontró ni un arma entre los cerca de 300 inmi-grantes detenidos. A pesar de la falta de pruebas, esta versión interesada fue tomadacomo válida y prodigada hasta la saciedad en la prensa española. Cuatro días des-pués de los sucesos, el ministro de Justicia e Interior tuvo que desmentir en la televi-sión “que el disparo lo realizara un inmigrante” (¡VE, 15—10-1 995) para distenderlos ánimos. Pese a este desmentido oficial, Et MUNDO y los otros medios de comunica-ción ya habían establecido un modelo de interpretación preferente de lo que habíaocurrido en Ceuta para sus lectores.

El relato periodistico del primer día establece una primera definición del conflicto. Se-gún EL MUNDO, “los enfrentamientos comenzaron cuando una treintena de inmigran-tes africanos (.) arrojaron piedras a los viandantes ante la negativa de la goberna-dora a recibirles”. Aquí tenemos a otra víctima digna, en este caso una víctimacolectiva: la población española de Ceuta, “agredida” por los extranjeros. Así prosi-gue EL MuNDO: “Los propios vecinos de lazona y los peatones agredidos, ante la tar-danza de la Policía, decidieron responder también a pedradas contra los inmigran-tes . A continuación se afirma que los inmigrantes se habrían replegado,protagonizando diversos actos de vandalismo. Es decir, en toda la narración se res-presenta al inmigrante como portador de una violencia irracional y arbitraria, provo-cadora del caos social.

El paso siguiente es la legitimación del ataque policial. Cuando llegaron al lugar, “losagentes de la Policía Nacional tuvieron que emplearse a fondo, con disparos disua-sanos al aire, ante el cariz que tomaban los acontecimientos”. Y la legitimación, con-tradictoria con el párrafo anterior, de la inoperancia policial para proteger a las ver-daderas victimas del linchamiento popular: “Tras acabar con los disturbios, losagentes de la Policía Local no pudieron contener, por su escaso número, a unos dos-cientos ceutíes que golpearon a los inmigrantes ya detenidos o que trataban de huir”.

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Esta construcción de los hechos que presenta EL MUNDo desde el primer día se repite enlas sucesivas ediciones del diario, hasta el cuarto día, cuando se ve obligado a ofrecerlaversión oficial del Gobierno español. El titular se reduce aquí a dos columnas, y dice:“Los inmigrantes no dispararon contra la Policía en Ceuta. [Interior piensa que fue unpolicía o un militar quien hirió al agente)” (16—10-1 995>. Naturalmente, la rectifica-ción llegó mal y tarde, y el periódico no realizó ninguna autocrítica de su anterior laborinformativa. La cognición social de ese acontecimiento ya había quedado establecidapara la mayoría de los lectores sobre una falsa atribución de culpabilidad.

La interpretación dominante de lo ocurrido en Ceuta tendió pues a ignorar las causasracistas del conflicto, a exculpar a los verdugos y a culpabilizar a las víctimas, comoocurrió en los disturbios de Los Angeles en 1992 <Teun Van Dijk>. Es precisamente enel campo de la cognición social donde la influencia de los medios opera de formamás dominante: en la construcción de las representaciones mentales del extranjero,del “otro”, y en la conformación de un juicio de valor sobre su identidad. La principalcontribución al racismo de los discursos periodísticos que explican sesgadamente osacontecimientos de Ceuta radica precisamente en su poder de crispación, de generaruna desproporcionada alarma social en relación al extranjero, sentando las basesconceptuales para adoptar medidas políticas que promuevan su expulsión.

La ideo de “batalla campal” se repite en sucesivas ediciones. Encabezando la infor-macion del día siguiente, le da continuidad temporal al conflicto, cuando ya todos losinmigrantes están bajo custodia policial: “Batalla campal en Ceuta. La calma ha vuel-fo aí enclave español: Sus -habitantesesl& sorprendido jiorla violenciadescutoda-porlos inmigrantes ilegales, cada vez más numerosos,,,”. En otro artículo, en el que hacereferencia a las ‘lamentables condiciones de vida de los inmigrantes”, se insiste sinembargo en ‘la indignación de una parte de la población ceutí, que culpaba a los in-migrantes de los hurtos y delitos que la ciudad soporta en mayor cuantía desde queel problema viene agravándose y la bolsa de inmigrantes no hace más que crecer

Al día siguiente, EL MUNDo da aún mayor cobertura a estos hechos, con dos páginascontradictorias y una nota editorial. En primer lugar, una entrevista al alcaide deCeuta, anunciada en portada con este titular: “El alcalde de Ceuta sostiene que ‘elhacinamiento vende mucho”’ (14—10—1994>. El ideario racista del alcaide de Ceutaencuentra aquí espacio para manifestarse a sus anchas, acusando incluso a los inmi-grantes de apedrear ciudadanos y hasta de arrojar “cócteles molotovs en los patiosde los colegios”. Además, el alcalde Basilio Fernández insiste en dar credibilidad a lahipótesis del tiroteo, completando así la caricatura del inmigrante, representado ca-¡rin nshnrn~n n¡dnlsrn n~nr¡nI “¡n< FÍ,sr7r,c rip Sprn,rirlnrl nrti~nrnn rin n~n (nrmn

después de que les tirotearan tres veces, Y utilizaron medios proporcionales con loque recibieron: disparos”.

Como contrapartida, en la siguiente página puede leerse un artículo titulado “El al-calde y la delegada del Gobierno, acusados de alimentar el racismo”, que comienzaasí: “La culpa no es de los inmigrantes, sino de la Administración, Ya todos los nive-

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les, local y estatal. Esta es la conclusión de la práctica totalidad de organizacioneshumanitarias y sindicales”. Esta es la primera información equilibrada sobre los he-chos que aparece en este periódico, y está firmada por tres periodistas en lugar deuno, como resulta habitual. Se informa también que en los almacenes portuarios per-manecen 314 inmigrantes (150 en calidad de detenidos) y que muchos de éstos fue-ron atendidos de “las contusiones sufridas durante los enfrentamientos que mantuvie-ron con la Policía”.

El virulento comentario editorial del 14—1 0—1 995 <“La vergúenza de Ceuta”) asumedirectamente los supuestos de este último informe, pasando por alto la mayoría de lainformación presentada a los lectores sobre el tema. Aquí se reconoce ‘lo que todoshemos podido ver en televisión: Policías golpeando con saña feroz a personas de ra-za negra que no ofrecían resistencia alguna, (.. >1, ciudadanos metidos a Policías es-pontáneos, apuntándose a los intentos de linchamiento ante la mirada cómplice delas Fuerzas del Orden ...

Vemos aquí el mismo desdoblamiento que se produce en EL PAís respecto de las vícti-mas indignas en Argelia. Las eventuales rectificaciones no solucionan gran cosa des-de el punto de vista de las victimas de la información inicial. Como bien señala Pa-trick Champagne, “los medios actúan desde el principio y fabrican colectivamenteuna representación social que, incluso cuando está marcadamente alejada de la rea-lidad, perdura a pesar de los desmentidos o las rectificaciones posteriores, porqueesta primera interpretación a menudo no hace otra cosa que reforzar las interpreta-ciones espontáneas y moviliza, consecuentemente, los prejuicios, y tiende a reforzar-los”. Así los desmentidos “quedan ahogados” en el conjunto del discurso informativo,que en estos casos circula en dirección opuesta al comentario editorial.

Simultáneamente a los acontecimientos en Ceuta, EL MUNDO “informa” en portada asus lectores que “El terrorismo islámico es la mayor amenaza para la ConferenciaMediterránea de Barcelona” (15—10—1995). Toda esta “noticia” apunta a justificare1dispositivo policial preparado para estos días “a causa de los movimientos islámicosen el Magreb y la escalada de atentados indiscriminados perpetrados en Francia”.Inmediatamente veremos que la asociación sistemática entre “movimientos islámicos”y “atentados indiscriminados” se reproduce en otros periódicos de referencia de dis-tintos países europeos.

3. EL INMIGRANTE MUSULMAN RETRATADO COMO AMENAZA INTERIOR

El lenguaje informativo a veces busca el pintoresquismo de asociar los términos de talforma que el resultado de la combinación de palabras favorezca la complicidad con unadeterminada imagen del ‘lector tipo’§ un receptor ideal del mensaje informativo que, pornaturaleza, respondería a la cosmovisión etnocéntrica del emisor Así por ejemplo, un in-forme sobre los últimos atentados terroristas en París puede asociar términos de valor ne-tamente cultural y religioso <como “Alá” o “islamismo”) con categorías de valor social

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(como “inmigrantes magrebíes”,!, enlazándolos todos en un fabuloso cóctel explicativodel fenómeno terrorista. El resultado es la desinformación del lector y la creación de alar-ma social, que realimentan las actitudes de rechazo y de repulsa étnica.

Por ejemplo, un extenso informe titulado “Alá contra la ‘grandeur”’ <subtítulo: “Miedoy preocupación en Francia por el terrorismo islámico, que crece entre los inmigrantesmagrebíes”, EL PAís, 22—10-1995) contiene todos los ingredientes necesarios. Proyec-tando en el plano simbólico el sentido que adquieren estas palabras, así ensambla-das en el imaginario lector, se obtienen las siguientes combinaciones:

— “Alá”, es decir, la religión musulmana, es enemiga de la grandeza de Fran-cia, ergo, del auge o bienestar de los franceses.

— La expresión “terrorismo islámico” <por lo demás, muy habitual en todos losmedios como equivalente de “terrorismo integrista”) refuerza la identificaciónétnica y cultural de la principal minoría francesa <8% de la población musul-mana) con la violencia terrorista, que crece entre los inmigrantesmagrebíes”, causando “miedo y preocupación” entre los franceses. La ideageneral del artículo es que los religiosos islámicos trabajan en Francia desdehace años para “despertar el odio” y “fomentare1 fanatismo” entre los margi-nados inmigrantes magrebies que habitan los suburbios de las grandes ciu-dades. De este modo, se estaría instaurando en el corazón de Francía una“nueva guerra de Argelia”, impulsada por “muchachos que quieren matarPolicías” y asociaciones culturales o educativas musulmand=qúe ~etvirían detapadera a las infraestructuras terroristas y se financian parcialmente del trá-fico de drogas. El panorama que pinta el artículo es incluso esperpéntico encuestiones sensibles a los lectores como la seguridad ciudadana: ‘las asocia-ciones musulmanas —dice literalmente— se han adueñado de algunos barrios”de los que “deserto” la Policía y donde “el Islam ha ocupado su lugar”. Todauna imagen apocalíptica, en la que son propiamente los franceses <su autori-dad, su ley) los que aparecen como inocentes víctimas del conflicto racial.

De este modo, el Islam se presenta en la prensa europea no sólo como exponente deuna brecha cultural insalvable entre los inmigrantes y la población nativa, sino tam-bién, cada vez más, como una terrible amenaza de subversión generalizada para elconfortable orden occidental. Los informes más extensos abundan en este enfoque,como este otro publicado enel suplemento dominical de EL PAís <2—4—1995): “La mar-cha del Islam. Occidente tiembla ante el avance de la marea integrista en el Medite-rráneo” —Este énfasis se reproduce, ampliFicado, en las entrevistas con funcionarios ydeclaraciones oficiales, incluso con tintes alarmistas. Hace pocos días, un diario es-pañol publicaba una entrevista con el ministro griego de Defensa con el siguiente títu-lo: “El integrismo islámico amenaza a Europa” <EL PAís, 14—1 1—1995). El mensaje eraidéntico: endurecer la estructura de “seguridad colectiva” en el Mediterráneo, y pre-pararse para reprimir a los jóvenes “sin esperanza” que, convertidos al integrismo,actúan “contra eí orden, la democracia y las instituciones

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A través de estas asociaciones conceptuales se prepara el camino para adoptar rigu-rosas medidas de “autodefensa” de la población nativa. Lógicamente, los atentadosindiscriminados que se sucedieron en Paris desde julio de 1995 están creando por sísolos un clima de neurosis colectiva, que sirve como detonante de una mayor crispo-cíon interracial. Sin embargo, la atribución periodística de la responsabilidad de to-dos estos atentados a movimientos islámicos no es más que una hipótesis de trabajode la Policía francesa.

Por su parte, el diario italiano ~ STAMPA interpreta los atentados de Paris como resul-tado de una “amenaza fundamentalista” que no se ¡imita al accionar de presuntascédulas fanáticas, sino que es susceptible de contagiar a todo ci “ingobernable cintu-rón urbano de inmigración mayoritaria”, y ya bordeando la parodia, de declarar la“guerra a Francia hasta que el Islam la conquiste” <LA STM4PA, 15—10—1995).

Otro cóctel informativo de parecidos efectos consiste en confundir la inmigración ile-gal con el tráfico de drogas, una asociación tan frecuente en los medios de comuni-cación que ya suele pasar desapercibida. Por ejemplo un artículo, titulado “86 dete-nidos en las costas de Cádiz y de Almería, en una nueva oleada de inmigrantesilegales”, concluye dando cuenta del apresamiento de “una embarcación en la quetres inmigrantes ilegales marroquíes llevaban un cargamento de 670 kilos de hachís”<EL PAiS, 23—9—1995). El ladillo (“Ah ¡os de hachís”) y otras informaciones parecidasse empeñan en asociar al inmigrante de a pie, que cruza el estrecho en “frágiles em-barcaciones del tipo patera”, con hechos delictivos que requieren sofisticadas infraes-tructuras y redes de distribución muy complejas. El vinculo con el tráfico de drogas, aligual que el terrorismo, reafirma el estereotipo de inmigrante-delincuente, lo cual per-mite encubrir el carácter racista de la legislación que permite las detenciones y de lapropia actuación policial.

Este es el modelo de representación de los inmigrantes que prevalece en los principa-les paises del sur europeo, un “modelo preferente’” atravesado por la adopción máso menos matizada del discurso oficial, que convierte al inmigrante en chivo expiato-rio y lo culpabiliza colectivamente de las principales lacras sociales.

En los relatos periodísticos de estos hechos queda siempre en evidencia la estigmati-zacion del inmigrante. En concordancia con los intereses de las elites, se infundesiempre la sospecha de que el magrebí y/o musulmán es un individuo peligroso, un“otro” amenazador y fanático, un ser agresivo que, por raza, religión y/o cultura, sesitúa irremisiblemente más allá de la ley occidental, al margen de la civilización. Ensíntesis, un enemigo social a expulsar o combatir

Al mismo tiempo, como señala Enrique Santamaría, la prensa exige a los inmigrantesun importante nivel de competencias sociales y culturales para integrarse, pero tambiénsubraya las dificultades, o la imposibilidad de integrarse, atribuyéndolas sobre todo alas diferencias culturales: “Las culturas de estos colectivos se remiten siempre, no a unacultura in sitv, efecto de la reestructuración de esas culturas en otro medio social, sino a

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una pretendida ‘cultura de origen’, que en muchas ocasiones responde a la mitologíaque la propia sociedad de instalación se ha formado de ella”. De este modo, el inmi-grante se representa no solamente como intruso, debido a su situación jurídica, sinotambién como inadaptado, poniendo énfasis en sus carencias y desviaciones.

4. CONCLUSIONES

El tratamiento del conflicto con los inmigrantes de Ceuta es un claro ejemplo de locomprensivos que pueden llegar a ser algunos medios españoles respecto de una po-blación local que no esconde su xenofobia. Así, la atribución de culpa a los propiosinmigrantes <pistoleros que disparan contra Policías, apedreadores de la gente de lacalle, etc.) determina un modelo preferente de interpretación de los hechos, el cual seimpone como conocimiento socialmente compartido sobre los conflictos que supuesta-mente ocasionan los inmigrantes a la sociedad de acogida. Resulta obvio el poder depropagación que tienen los grandes medios para consolidar ciertos modelos prefe-rentes, así como su significación en las conductas personales y políticas de la pobla-ción en general. Los discursos periodísticos sobre la inmigración mediterránea queasumen tales supuestos constituyen una distorsión informativa que afecta tanto al con-tenido de la información puntual como a la interpretación más general de los fenó-menos migratorios. Describiendo al inmigrante como negatividad pura, se prepara elcamino para su exclusión e incluso su persecución. En este sentido, no es poca lacontribución de los medios a favorecer entre los ciudadanos la perspectiva de una“Europa Fortaleza-étnica” supuestamente amenazada por la diversidad racial, el en-trecruzamiento cultural y la libertad religiosa.

En sintesis, el sistema de propaganda actúa plenamente en todos los casos que aca-bamos de considerar —víctimas indignas en Argelia, Ceuta o Francia—, estableciendo“modelos preferentes” de interpretación de los fenómenos que esconden su propianaturaleza racista. Uno de los principales filtros —en el sentido chomskiano— que siste-mntícamente se aplican en la prensa es el recurso a fuentes oficiales <Ejército y Poli-cía) para establecer la primera interpretación de los hechos. También constatamosque en ningún caso se consulta a los perjudicados más directos por la violencia insti-tucional o social de carácter racista. Otro filtro importante es el “antí-islamismo”, quesustituye aquí al clásico “anticomunismo” del sistema de propaganda chomskianocon una impronta mucho más etnocéntrica.

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EDUARDO GLORDANO 177

NOTAS

La referencia a la guerra del Golfo no es apenas una rémora del pasado, ya que aún prosigue

eí embargo occidental contra Irak, yel paralelo boicoteo informativo sobre la realidad de esepaís. Muy recientemente, una Conferencia Internacional celebrada en Madrid concluyó que eíembargo impuesto a Irak desde la guerra del Golfo es “un genocidio contrae! conjunto de supoblación”, pero esta iniciativa apenas quedó reflejada en media columna en la prensa españo-la. Por eiemplo, EL PAis (2-10-1995) le dedicó cuatro párrafos al final de una página. A estaConferencia asistieron, entre otros, eí ex presidente de Argelia Ahmed Ben Bella yel ex fiscalgeneral de Estados Unidos Ramsey Clark. En la declaración final se expresaba que “el embargoy la guerra de devastación de 1997 sirven tan só/o alas intereses estratégicos de Estados Uni-dos y de aquellos que se identifican con ese país en relación a/control de las reservas petra/iie-ras arabes y de Oriente Próximo, ya la remodeloción del ordenamiento posca/onial de la regióny la defensa de la superioridad estratégica de Israel”. También se denunciaba la “progresivaconcentración de medios de comunicación a nivel internacional y su control parlas grandes cen-tras de poder”.

2 En España, por ejemplo, tal como ocurre desde hace años en Francia, se publican comics pro-tagonizados par esbirros de las SS que combaten contra “perros judíos”. También se editan li-bros y revistas que niegan el holocausto para exportarías desde aquí -en alemán- a EuropaCentral, y se coproducen películas aseries que abordan al joven Mussolini con una mirada in-dulgente y hasta estimulante, transformándolo en un mito. Todo ello sazonado con una dosismasiva de violencia made in Hollywood -de Rombo a Terminator- para consumo de nuestras jó-venes generaciones.

El teletipo transcrito por EL PAís, procedente de una agencia indeterminada, dice así: “El Ejército ar-gelino ha realizada en eí noreste de/país, en la provincia de Jijet una amplia operación contra laguerrilla islamisto que podría haberse saldada con la muerte de unos 400 miembros del Ejército Is-lámico de Salvación, entre e/los su comandante nacional Mezral< Madaní, según los diarios AtKHABAR y EL WÁTAt-4.”

ROSA MONTERO, “Magnanimidad”, EL PAís, 10-1995.Teun Von Dijk denomina “modelo” a la representación mental de una experiencia. Tales modelosrepresentan nuestra comprensión subjetiva de los hechas”, al mismo tiempo que “encarnan ejem-

píos particulares de conocimientos socialmente compartidos y de opiniones”. Un modelo preferentepropone un significado o comprensión preferente de un hecho (o cadena de hechas relacionados>.Estos modelos suelen ser funcionales con la ideología y estrategia de las elites, e inciden directa-mente en el nivel cognitivo de la realidad, y por tanto en la ulterior valoración y posicionamientodel sujeto. Además, en palabras de Van Dijk, “forman el núcleo del proceso de persuasión, desin-formación y control de los medios sobre e/público”. Teun Van Dijk propone como eiemplo de unmodelo preferente, precisamente eneí modelo de las relaciones ínterétnicas, la explicación quetiende a minimizar las causas racistas de la revuelta de Los Ángeles en 1992, y a poner énfasis enla criminalidad de los norteamericanos negros. Trasladando este esquema a los flujos migratoriosdel Mediterráneo, tras nuestros análisis de algunos diarias muy representativos, podríamos concluirque eí paradigma informativo es aquí sustancialmente el mismo, con el agravante del estigma deterroristas adherido a los musulmanes, que se superpone al tópico de la criminalidad.

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