Proyecto de "Nuevo Orden Mundial"

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PROYECTO DE "NUEVO ORDEN MUNDIAL" por Imad Fawzi Shueibi Hace 4 siglos que los líderes políticos vienen tratando de crear un orden internacional capaz de regir las relaciones entre las naciones y de evitar las guerras. Aunque el principio de la soberanía de los Estados arrojó resultados, las organizaciones intergubernamentales han reflejado esencialmente la correlación de fuerzas correspondiente a cada momento. En cuanto al ambicioso proyecto estadounidense de Nuevo Orden Mundial, el hecho es que está estrellándose contra las nuevas realidades geopolíticas. La lenta formación de un orden internacional Maximilien de Bethune, Duque de Sully (1559-1641) y el castillo de Chateau-de-Sully-sur-Loira en la actualidad en Francia. Si bien la expresión «orden mundial» es de reciente aparición en el discurso político, la idea misma de instaurar un orden mundial, o internacional, data ya del siglo XVII y fue tema de discusión cada vez que se presentaba una posibilidad de organizar la paz y de darle un carácter permanente. Ya en 1603, el rey francés Enrique IV daba a su ministro, el duque de Sully, la tarea de elaborar un primer proyecto.

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PROYECTO DE "NUEVO ORDEN MUNDIAL"

por Imad Fawzi Shueibi

Hace 4 siglos que los líderes políticos vienen tratando de crear un orden internacional capaz de regir las

relaciones entre las naciones y de evitar las guerras.

Aunque el principio de la soberanía de los Estados arrojó resultados, las organizaciones

intergubernamentales han reflejado esencialmente la correlación de fuerzas correspondiente a cada

momento.

En cuanto al ambicioso proyecto estadounidense de Nuevo Orden Mundial, el hecho es que está

estrellándose contra las nuevas realidades geopolíticas.

La lenta formación de un orden internacional

Maximilien de Bethune, Duque de Sully (1559-1641) y el castillo de Chateau-de-Sully-sur-Loira en la

actualidad en Francia.

Si bien la expresión «orden mundial» es de reciente aparición en el discurso político, la idea misma de

instaurar un orden mundial, o internacional, data ya del siglo XVII y fue tema de discusión cada vez que se

presentaba una posibilidad de organizar la paz y de darle un carácter permanente.

Ya en 1603, el rey francés Enrique IV daba a su ministro, el duque de Sully, la tarea de elaborar un primer

proyecto.

El objetivo era la constitución de una república cristiana que incluyera a todos los pueblos de Europa. Dicha

república debía garantizar la preservación de las nacionalidades y cultos y encargarse de resolver los

problemas entre esos componentes.

Aquel Gran Empeño incluía una redefinición de las fronteras de los Estados como medio de equilibrar el

poderío de los mismos y la creación de una Confederación Europea de 15 miembros, con un Consejo

supranacional que debía disponer de poder de arbitraje y de un ejército capaz de garantizar la defensa de la

Confederación contra los turcos.

El asesinato de Enrique IV interrumpió aquel sueño, que no resurgió ya hasta el final de las guerras

desatadas por Luis XIV.

El abate Saint-Pierre dio a conocer por entonces su Projet pour rendre la paix perpétuelle entre les

souverains chrétiens [En español, “Proyecto para perpetuar la paz entre los soberanos cristianos”. NdT].

Aquel plan, que fue presentado al Congreso de Utrecht (en 1713), consistía en adoptar íntegramente todas

las decisiones tomadas en aquel encuentro como base definitiva para el trazado de las fronteras entre los

países beligerantes y en la creación de una liga de las naciones europeas (una federación internacional) que

se encargaría de prevenir los conflictos.

Independientemente de la mencionada utopía, lo más importante de aquella época fue, por supuesto, los

Tratados que hicieron posible la Paz de Westfalia, firmados en 1648, al cabo de una guerra de 30 años,

guerra que se libró bajo estandartes religiosos, dando lugar a una gran acumulación de odio, y en la que

pereció el 40% de la población.

Las negociaciones se prologaron durante 4 años (de 1644 a 1648) y finalmente concretaron una igualdad

entre todas las partes beligerantes, ya fuesen católicos o protestantes, monárquicos o republicanos.

Los Tratados de Westfalia establecieron 4 principios fundamentales:

La soberanía absoluta del Estado-Nación y el derecho fundamental a la autodeterminación política.

La igualdad entre los Estados-Naciones en el plano jurídico. En virtud de ese principio, el más pequeño de

los Estados se considera igual al más grande, independientemente de su fuerza o su debilidad, de su

riqueza o su pobreza.

El respeto de los tratados y la aparición de un derecho internacional de obligatorio cumplimiento [O sea

vinculante. NdT.].

La no injerencia en los asuntos internos de los demás Estados.

Cierto es que esos principios generales no garantizan una soberanía absoluta, que en realidad nunca ha

existido.

En todo caso, se trataba de principios que deslegitimaban todo acto susceptible de abolir dicha soberanía.

Todos los filósofos vinculados a la política respaldaron esos proyectos. Rousseau exhortó vehementemente

a la formación de un Estado único de carácter contractual que debía reunir a todos los países de Europa.

En 1875, Kant publicó Para la paz perpetua. La paz es para Kant una construcción jurídica que exige el

establecimiento de una ley general aplicable a todos los Estados. El utilitarista inglés Bentham condenó la

diplomacia secreta por tratarse de un procedimiento que se separa del derecho.

También llamó a la creación de una opinión pública internacional capaz de obligar a los gobiernos a

someterse a las resoluciones internacionales y al arbitraje.

Firma de uno de los Tratados de Westfalia

La creación de las instituciones reguladoras internacionales

Clemente-Wenceslao de Metternich (1773-1859)

La idea de un orden internacional fue progresando constantemente, basada siempre en las reglas de la

soberanía consagradas en los Tratados de Westfalia.

Dio lugar al surgimiento de la Santa Alianza, propuesta en 1815 por el Zar Alejandro I, y al proyecto de

Concertación europea que propuso, ya en el siglo XIX, el canciller austriaco Metternich como medio de

prevenir «la revolución» que en el lenguaje racional político no significa otra cosa que el caos.

Fue a partir de aquel momento que los Estados comenzaron a celebrar cumbres para dirimir problemas sin

recurrir a la guerra, privilegiando el arbitraje y la diplomacia.

Fue con ese objetivo que se fundó la Sociedad de Naciones (SDN), al término de la Primera Guerra Mundial.

Pero la SDN no fue más que la expresión de la correlación de fuerzas de aquel momento, al servicio de las

potencias que habían salido victoriosas de aquella guerra. Sus valores morales eran por lo tanto muy

relativos.

Fue así como, a pesar de que su supuesto objetivo era resolver los diferendos entre naciones a través del

arbitraje y sin recurrir a la guerra, la SDN se declaró competente para supervisar política, económica y

administrativamente a los pueblos subdesarrollados o colonizados hasta que estos últimos lograran su

autodeterminación, lo cual condujo naturalmente a la legitimación de los mandatos.

Al adoptar esa posición, la Sociedad de Naciones encarnó la realidad colonialista.

El carácter artificial de aquella organización quedó demostrado cuando fue incapaz de enfrentar graves

acontecimientos internacionales, como, la conquista de Manchuria por parte de Japón, la conquista de

Abisinia (la actual Etiopía) por parte de Italia, la anexión de la isla griega de Corfú, también por parte de

Italia

La Sociedad de Naciones

durante una reunión en Ginebra

Aunque el presidente estadounidense Woodrow Wilson había promovido la idea de León Bourgeois que

dio lugar al nacimiento de la SDN, Washington nunca fue miembro de esa organización.

Ante las acusaciones de las demás naciones, Japón y Alemania se retiraron de ella, lo cual privó a la SDN de

todo valor real.

La ONU, sucesora de la SDN, fue por su parte el reflejo de la Carta del Atlántico, firmada por Estados Unidos

y Gran Bretaña el 4 de agosto de 1941, y de la declaración de Moscú, adoptada por los Aliados el 30 de

octubre de 1943, anunciando la creación de,

«una organización general basada en el principio de la igualdad de todos los Estados pacíficos en materia

de soberanía».

El proyecto se desarrolló durante la Conferencia de Dumbarton Oaks, celebrada en Washington desde el 21

de agosto hasta el 7 de octubre de 1944.

Los principios de la Carta del Atlántico fueron a su vez aprobados en la Conferencia de Yalta (del 4 al 12 de

febrero de 1945), antes de su consagración final en la Conferencia de San Francisco (los días 25 y 26 de

junio de 1945).

La ideología mundialista se vio entonces encarnada en la ONU, organización que, desde su creación, ha

pretendido establecer un sistema de seguridad colectiva para todos, incluyendo a los Estados que no

pertenecen a ella.

En realidad, la ONU no es una sociedad contractual entre iguales - como tampoco lo fue la SDN - sino el

reflejo de la correlación de fuerzas del momento, a favor de los vencedores del momento.

Aún así, el mundo entero se sometió a aquella voluntad.

El Consejo de Seguridad de la ONU

Esta organización, supuestamente mundial, no era en la práctica otra cosa que la expresión de la voluntad

de dominación de las potencias victoriosas, en detrimento de la voluntad - ignorada - de los pueblos.

Esta realidad geopolítica se confirmó en el momento de la creación del Consejo de Seguridad de la ONU al

que pertenecen, con la categoría de miembros permanentes, las cinco grandes potencias (las potencias

vencedoras) y otros miembros no permanentes electos en función de criterios geográficos, que implican

una subrepresentación de África y Asia.

La ineficacia de ese sistema se hizo patente durante la guerra fría.

El conflicto entre las dos grandes potencias afectó a las pequeñas, que tuvieron que soportar todas las

consecuencias de dicho conflicto, tanto en el plano local como a escala regional.

Esta estructuración de los papeles de las partes se reflejaba abiertamente en el funcionamiento de la ONU,

tanto en lo tocante a los pedidos de adhesión como en el tratamiento de los conflictos, como pudo

comprobarse en los casos de, Palestina y de Corea, en la nacionalización del petróleo iraní, en la crisis del

canal de Suez, en las ocupaciones israelíes, en Líbano, etc.

Al crearse la ONU se proclamó, «la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor

de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y

pequeñas a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones

emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional».

Pero el sistema del veto ha privado a las demás naciones del derecho a ser actores en condiciones de

igualdad.

En definitiva, las instituciones internacionales han sido siempre un reflejo del equilibrio entre las potencias,

lo cual está muy lejos de toda idea de justicia en el sentido filosófico o moral.

El Consejo de Seguridad de la ONU es en realidad un directorio mundial (continuador del que había

instalado Matternich), que reserva exclusivamente a los Aliados, vencedores en la Segunda Gue rra

Mundial, la posibilidad de imponer resoluciones, en vez de poner ese derecho en manos de quienes

trabajan a favor de la paz.

Después de la desaparición de la Unión Soviética era crucial haber cambiado el sistema internacional.

Estados Unidos rediseña las relaciones internacionales

Leo Strauss (1899-1973)

Fue en ese momento que los discípulos de Leo Strauss triunfaron en Estados Unidos, con ayuda de los

periodistas neoconservadores.

Según ellos, la sociedad se divide en tres castas:

- los sabios

- los señores

- el pueblo

Los sabios son los únicos que conocen la verdad, de la cual sólo revelan una parte a los políticos (los

señores), mientras que el pueblo tiene que someterse a sus decisiones.

Los discípulos de Leo Strauss han seguido promoviendo sus ideas y llamando constantemente a la

abrogación de los Tratados de Westfalia, lo cual implica el abandono del respeto de la soberanía de los

Estados y la anulación del principio de no injerencia en sus asuntos internos.

Para lograr imponer la hegemonía occidental han inventado un «derecho de injerencia humanitaria» y una

«responsabilidad de proteger» que supuestamente tendrían los sabios, cuya ejecución estaría en manos de

los señores y que habría que imponer a los pueblos.

En lo que constituye una revisión del vocabulario de la Segunda Guerra Mundial, han llamado también a

reemplazar la «resistencia» por la negociación.

En 1999, los llamados de los neoconservadores encontraron eco en varios países occidentales,

principalmente en el Reino Unido y Francia.

Tony Blair presentó el ataque de la OTAN contra Kosovo como la primera guerra humanitaria de la historia.

En un discurso pronunciado en Chicago, Blair afirmó que el Reino Unido no estaba tratando de defender

sus intereses sino que estaba promoviendo valores universales.

Tanto Henry Kissinger como Jaiver Solana (por entonces secretario general de la OTAN y no de la Unión

Europea) saludaron calurosamente aquella declaración de Blair.

Poco después, la ONU nombraba a Bernard Kouchner como administrador de Kosovo.

Tony Blair formula su doctrina (Chicago, 22 de abril de 2009)

No hay diferencia notable entre la teoría de los straussianos y la de los nazis.

En Mein Kampf, Hitler ya arremetía contra el principio de soberanía de los Estados, consagrado en los

Tratados de Westfalia.

Esta visión del mundo se ha impuesto ya en el plano económico con,

el FMI

el Banco Mundial

la Organización Mundial del Comercio (OMC)

Desde su creación misma, esas instituciones se empeñaron en inmiscuirse en las políticas económicas,

presupuestarias y financieras de los Estados, sobre todo de los más pobres y vulnerables.

Algunos Estados árabes han sufrido las consecuencias de sus consejos en materia de liberalización

económica, de privatización del sector público, de venta de los recursos naturales a precios irrisorios.

Washington estuvo indeciso sobre la conducta a seguir después de la desaparición de la URSS. Estados

Unidos reafirmó poco a poco su categoría como única superpotencia, incluso como «hiperpotencia» según

la expresión del francés Hubert Vedrine.

Desde entonces, Estados Unidos ha considerado obsoleto el sistema de la ONU heredado de la Segunda

Guerra mundial.

Pero no se ha limitado a desinteresarse de la ONU sino que incluso ignora sus obligaciones financieras para

con esa organización, no ratificó el Protocolo de Kioto, se negó a aceptar el Tribunal Penal Internacional, ha

humillado a la UNESCO en varias ocasiones

Los conceptos surgidos de la Segunda Guerra Mundial fueron barridos por los atentados del 11 de

septiembre de 2001.

La Estrategia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos de América, publicada por el presidente George

W. Bush el 20 de septiembre de 2002, proclama un nuevo derecho:

«la acción militar preventiva contra los Estados renegados».

La estrategia estadounidense incluye un radical giro conceptual.

La noción de resistencia, surgida de la resistencia francesa contra la ocupación nazi, se ve deslegitimada

para favorecer una exigencia de solución de los conflictos a través de la negociación, sin que se tengan en

cuenta los derechos inalienables de las partes.

Al mismo tiempo, la noción de terrorismo - que nunca ha llegado a definirse en derecho internacional - ha

sido utilizada para deslegitimar a todo grupo armado en conflicto con un Estado, sin tener en cuenta las

causas de ese conflicto.

Abrogando las leyes de la guerra, Washington volvió a poner de moda los «asesinatos selectivos», práctica

que había abandonado después de la guerra de Vietnam pero que Israel ya estaba aplicando desde hace

más de una década.

Según los juristas de Washington, los «asesinatos selectivos» no son propiamente «asesinatos» sino

«homicidios en defensa propia», a pesar de que no existe en esos casos ni necesidad de protegerse, ni

concomitancia entre la amenaza y la reacción, ni una justa proporción entre la respuesta y la supuesta

amenaza.

La injerencia humanitaria y la responsabilidad de proteger se ponen por encima de la soberanía de los

Estados.

Y, finalmente, aparece la noción de Estados renegados.

Bernard Lewis (1916 - )

Los 4 criterios utilizados para definir a los llamados Estados renegados caen ampliamente en el terreno de

la suposición, esencialmente en cuanto a las intenciones de esos Estados:

Sus dirigentes oprimen a la población y saquean sus bienes.

No respetan las leyes internacionales y constituyen una amenaza permanente para sus vecinos.

Apoyan el terrorismo.

Odian a Estados Unidos y los principios democráticos de ese país.

Diez años después de la desaparición de la URSS, Estados Unidos emprende su rediseño de las relaciones

internacionales.

En lo tocante al Medio Oriente, el filosofo neoconservador Bernard Lewis y su discípulo Fuad

Ajami enuncian los principales objetivos:

Acabar con el nacionalismo árabe golpeando a los regímenes tiránicos que cimentaron el mosaico tribal,

confesional y religioso.

La destrucción y el desmembramiento de los Estados de esta región conducirán al «Caos constructor», una

situación incontrolable en la que desaparece toda forma de cohesión social y el hombre vuelve a su estado

primitivo.

Esas sociedades volverán así a una etapa prenacional, por no decir pre histórica, que dará lugar al

surgimiento de micro Estados étnicamente homogéneos y fatalmente dependiente de Estados Unidos.

Uno de los líderes straussianos, Richard Perle, afirmaba que después de las guerras en Irak y Líbano

vendrían otras, en Siria y en Arabia Saudita, que acabarían en una apoteosis en Egipto.

Tres etapas

En todo caso, la construcción de este Nuevo Orden Mundial ha pasado por varias etapas.

De 1991 a 2002 se produce una etapa de indecisión. Washington no se decide a reafirmarse como única

superpotencia y a decidir unilateralmente el destino del mundo. Aunque duró más de un decenio, esta

etapa no es más que un breve momento a escala histórica.

Desde 2003 hasta 2006, Washington trata de aplicar a toda costa la teoría del «Caos constructor» para

extender así su propia hegemonía.

Desató así dos guerras: una en Irak, donde usó sus propias tropas, y otra en Líbano, a través de un

contratista.

La derrota israelí de 2006 interrumpió temporalmente el proyecto estadounidense. Rusia y China

recurrieron entonces por 2 veces a su derecho de veto (sobre Myanmar y Zimbabue) como para confirmar

tímidamente que estaban de regreso en la escena internacional.

En el periodo que va de 2006 al momento actual, el sistema unipolar cedió espacio a un mundo no polar.

Se dispersó el poderío. China, la Unión Europea, la India, Rusia y Estados Unidos representan a más de la

mitad de los habitantes del planeta, poseen el 75% del PIB mundial y efectúan el 80% de los gastos

militares.

Este estado de cosas justifica, en cierta medida, un funcionamiento multipolar debido a la competencia

que se desarrolla entre estos polos.

La nebulosa de un mundo no polar

Lo más importante es que esas potencias se ven ante desafíos que vienen tanto de arriba (las

organizaciones regionales y mundiales) como de abajo (de las milicias, las ONGs y las transnacionales).

El poderío está presente, al mismo tiempo, en todas partes y en ningún sitio, en varias manos y en varios

lugares.

Además de las seis grandes potencias mundiales existe una gran cantidad de potencias regionales.

En Latinoamérica se puede mencionar los casos de Brasil, más o menos de Argentina, de Chile, México y

Venezuela

En África, se pueden mencionar Nigeria, Sudáfrica y Egipto

En el Medio Oriente tenemos a Irán, Israel y Arabia Saudita

También están los casos de Pakistán, en el sudeste de Asia

Los de Australia, Indonesia y Corea del Sur, en el Asia oriental y en el oeste del Pacífico

Numerosas organizaciones intergubernamentales aparecen también en ese listado de fuerzas:

el FMI

el Banco Mundial

la Organización Mundial de la Salud (OMS)

la ONU

organizaciones regionales como,

la Unión Africana

la Liga Árabe

la ASEAN

la Unión Europea

el ALBA, etc.

Y no podemos olvidar la existencia de clubes como la OPEP (la Organización de Países Exportadores de

Petróleo).

Hay agregar también a ese listado ciertos Estados que a su vez son parte de Estados-Naciones, como el

Estado de California, en Estados Unidos, y el de Uttar Pradesh [el Estado más poblado de la India] e incluso

ciudades como Nueva York y Shangai.

También están las empresas transnacionales, sobre todo, las vinculadas a sectores como la energía y las

finanzas

medios de difusión de alcance global como Al-Jazeera, la BBC y CNN

milicias como el Hezbollah, el Ejército del Mehdi o los talibanes

A todo lo anterior tenemos que agregar aún,

partidos políticos

movimientos e instituciones religiosas

organizaciones terroristas

cárteles de drogas

ONGs

fundaciones

La lista es interminable.

World Economic Forum (Davos)

Pero la principal concentración de poderío se mantiene en Estados Unidos.

Los gastos militares de ese país están estimados en más de 500 000 millones de dólares. Esa cifra puede

elevarse en realidad a 700 000 millones si tenemos en cuenta el costo de las operaciones que actualmente

se desarrollan en Irak y Afganistán.

Con un PIB anual estimado en 14 trillones de dólares, Estados Unidos está considerado como la primera

economía del mundo.

Sin embargo, la realidad del poderío estadounidense no puede ocultar la decadencia de Estados Unidos,

tanto en valor absoluto como en relación con los demás Estados. Como ha señalado el presidente

del Council on Foreign Relations, Richard Haass, el progreso de países como China, Rusia, Arabia Saudita y

los Emiratos Árabes Unidos es del orden de un trillón al año.

Eso se debe, claro está, al mercado de la energía.

Dada la explosión de la demanda de energía de parte de China y de la India, esa cifra está llamada a seguir

creciendo. La debilidad del dólar ante la libra esterlina y el euro no sólo provocará la depreciación de la

moneda estadounidense ante las divisas asiáticas sino también una posible transformación del mercado del

petróleo, que adoptará el pago a través de diferentes divisas, o quizás en euros.

Y cuando el dólar estadounidense deje de ser la moneda de la compra-venta petrolera, la economía de

Estados Unidos se volverá vulnerable a la inflación y las crisis monetarias.

Dos mecanismos fundamentales han sostenido el mundo no polar:

Numerosos flujos financieros se han abierto paso fuera de las vías legales y a espaldas de los gobiernos, lo

cual tiende a demostrar que la globalización debilita la influencia de las principales potencias.

Los Estados petroleros han utilizado ampliamente esos flujos para financiar en secreto actores no estatales.

Por consiguiente, en un sistema no polar, el hecho de ser el Estado más pode roso del mundo no garantiza

el monopolio de la fuerza.

Todo tipo de grupos, e incluso de individuos, pueden acumular influencia.

Según el profesor Hedley Bull, las relaciones internacionales han sido siempre una mezcla de orden y caos.

Si seguimos la lógica de su teoría, el sistema no polar tiende a volverse cada vez más complejo. Y eso es lo

que ha sucedido.

En 2011, la exacerbación de las tensiones alrededor de Libia demostró que el sistema no polar había dejado

de ser viable. Aparecieron entonces dos orientaciones que competían entre sí.

La primera es estadounidense.

Su objetivo es la construcción de un Nuevo Orden Mundial que corresponda a la estrategia de Washington.

Ello supone abolir la soberanía de los países, reconocida desde la época de los Tratados de Westfalia, y

reemplazarla por la injerencia humanitaria, a la vez como legitimación retórica y como caballo de Troya

del American Way of Life.

Brasil + Rusia + India + China = BRIC

La segunda, respaldada por la Organización de Cooperación de Shanghai y los países del BRICS, es chino-

rusa.

Reclama la preservación de los principios de los Tratados de Westfalia, sin proponer por ello un retroceso.

Su objetivo es instaurar una nueva regla del juego, algo basado alrededor de dos núcleos alrededor de los

cuales existen cierto número de polos.

Resulta evidente que el control de los recursos, sobre todo de las energías renovables, constituye el paso

ideal hacia la creación de un nuevo sistema, cuya aparición se mantiene bloqueada desde 1991.

También está claro que el control del gas y de las vías de transporte constituye el centro del conflicto que

hoy se desarrolla en Siria.

Es indudable que la polarización de las potencias sobre ese tema sobrepasa en importancia las supuestas

causas internas así como la cuestión del acceso a las aguas cálidas o la importancia logística de la base naval

de Tartus.

El imperativo energético

La batalla de la energía era el gran negocio de Dick Cheney.

La dirigió desde el año 2000 hasta 2008, en claro enfrentamiento con China y Rusia. Es la misma política

que se ha seguido aplicando bajo la dirección del propio Barack Obama.

Para Cheney, la demanda de energía aumenta más rápido que la oferta, conduciendo a fin de cuentas a una

situación de escasez. La preservación de la dominación estadounidense exige, por lo tanto, en primer lugar

el control de las reservas aún existentes de petróleo y gas.

Además, y de manera más general, si bien las actuales relaciones internacionales están estructuradas en

función de la geopolítica del petróleo, lo que realimente determina el ascenso o la caída de un Estado es el

aprovisionamiento.

Estos razonamientos sirven de base al plan de 4 puntos de Cheney:

Estimular, a cualquier precio, toda producción local a través de vasallos como medio de reducir la

dependencia estadounidense de cualquier proveedor que no sea su amigo, para ampliar así la libertad de

acción de Washington.

Controlar las exportaciones de petróleo desde los Estados árabes del Golfo, no para acapararlas sino para

usarlas como medio de presión sobre los clientes y sobre los demás proveedores.

Controlar las vías marítimas en Asia, o sea el aprovisionamiento de China y Japón no sólo en petróleo sino

también en materias primas.

Estimular la diversificación de las fuentes de energía utilizadas en Europa para reducir la dependencia de

los europeos en relación con el gas ruso y limitar la influencia política que esa dependencia puede

proporciona a Moscú.

Dick Cheney (1941 - )

Así que los estadounidenses se han fijado como principal objetivo su propia independencia energética.

Ese era el sentido de la política que Dick Cheney elaboró, en mayo de 2001, al cabo de profundas consultas

con los gigantes de la energía. Esa política exige una diversificación de las fuentes:

petróleo local, gas domestico y carbón, producción de electricidad con energía hidráulica y con energía

nuclear

Exige además un fortalecimiento de los intercambios con sus amigos del hemisferio occidental, sobre todo

con Brasil, Canadá y México.

El objetivo secundario es el control del flujo de petróleo en el golfo árabe. Fue esa la principal causa de la

operación Desert Storm (en 1991) y de la posterior invasión de Irak (en 2003).

El plan Cheney se concentró en el control de las vías marítimas:

el estrecho de Ormuz (por donde transita un 35% del comercio mundial del petróleo)

el estrecho de Malaca

En este momento, esas vías marítimas siguen siendo esenciales para la supervivencia económica de China,

Japón, Corea del Norte e incluso para Taiwán.

Ambos corredores permiten el envío de recursos energéticos y materias primas hacia los centros

industriales asiáticos y la posterior exportación de los productos manufacturados hacia los mercados

mundiales.

Al tenerlos bajo su control, Washington garantiza simultáneamente la lealtad de sus principales aliados

asiáticos y restringe el creciente poderío de China.

La aplicación de esos objetivos geopolíticos tradicionales llevó a Estados Unidos a reforzar su presencia

naval en la zona Asia-Pacífico y a crear una trama de alianzas militares entre Japón, la India y Australia.

También con vistas a obstaculizar el progreso de China.

Washington siempre ha considerado a Rusia como un competidor geopolítico. Ha aprovechado cada

oportunidad que se ha presentado para reducir el poderío e influencia de Rusia y ve con especial temor la

creciente dependencia de Europa occidental del gas natural ruso, dependencia que puede limitar la

capacidad de oposición de los países de esa región ante los movimientos rusos en el este de Europa y en el

Cáucaso.

Como alternativa, Washington ha empujado a los europeos a aprovisionarse en la cuenca del Mar Caspio,

construyendo para ello nuevos gasoductos a través de Georgia y Turquía. Se trataba de evitar el paso por

Rusia, con ayuda de Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán, rehuyendo el uso de los gasoductos de

Gazprom. Así aparece la idea del gasoducto Nabucco.

Para reforzar la independencia energética de su país, Barack Obama se convirtió de pronto en

nacionalista autárquico [Defensor de la autosuficiencia. NdT.].

Estimuló la explotación del petróleo y del gas en el hemisferio occidental, sin importar los peligros que

encierran las perforaciones en zonas ecológicamente frágiles, como las aguas frente a las costas de Alaska o

en el Golfo de México, ni las posibles consecuencias de las técnicas utilizadas para la producción de energía,

como el craqueo del agua.*

* También llamado “separación del agua”, este proceso divide el agua en sus componentes, oxígeno e

hidrógeno, y se considera como una posibilidad para la obtención de hidrógeno barato. NdT.

En su discurso sobre el Estado de la Nación correspondiente a 2012, el presidente Obama declaró con

orgullo:

«En los 3 últimos años hemos abierto millones de acres de tierra a la prospección en busca de petróleo y

gas. Esta tarde he pedido a la administración que abra más del 75% de los recursos petroleros y gasíferos

off shore.

Ahora, en este momento, la producción estadounidense de petróleo es la más alta de los últimos 8 años.

Así es. Desde hace 8 años. Y eso no es todo. El año pasado nuestra dependencia del petróleo extranjero

disminuyó y llegó a su nivel más bajo en 16 años.» [1]

Obama mencionó, con particular entusiasmo, la extracción de gas natural por craqueo de esquistos

bituminosos:

«Tenemos reservas de gas natural que protegen a América por un centenar de años.» [2]

En marzo de 2011, Washington incrementó sus importaciones de Brasil para no seguir recurriendo al

petróleo del Medio Oriente.

En realidad, Washington nunca ha dejado de garantizar el control estadounidense sobre las vías marítimas

vitales que se extienden desde el estrecho de Ormuz hasta el Mar de la China Meridional, ni de establecer

una red de bases y de alianzas que cercan a China - la potencia mundial emergente - formando un arco que

va, desde Japón hasta Corea del Sur, Australia, Vietnam y Filipinas, por el sudeste, la India, por el sudoeste

A todo esto se agrega, como colofón, un acuerdo con Australia para la construcción de una instalación

militar en Darwin, en la costa norte del país, cerca del Mar de la China Meridional.

Washington trata además de incluir a la India en una coalición de países de la región hostiles a China para

sacar a Nueva Delhi del BRICS, en el marco de una estrategia tendiente a cercar a China que despierta gran

inquietud en Pekín.

Varios estudios han sacado a la luz una repartición inesperada de las reservas mundiales de gas.

Rusia aparece a la cabeza con los 643 trillones de pies cúbicos de la Siberia occidental.

En segundo lugar aparece Arabia Saudita, incluyendo el yacimiento de Ghawar, con 426 trillones de pies

cúbicos.

Viene en tercer lugar el Mediterráneo, con 345 trillones de pies cúbicos de gas, a los que hay que agregar 5

900 millones de barriles de gas líquido y 1 700 millones de barriles de petróleo.

En el caso del Mediterráneo, la parte más importante de esa riqueza se halla en Siria.

El yacimiento descubierto en Qara puede alcanzar una producción diaria de 400 000 metros cúbicos, lo que

convertiría a Siria en el cuarto productor de la región, después de Irán, Irak y Qatar.

El transporte del gas desde el cinturón de Zagros, en Irán, hacia Europa debe pasar por Irak y Siria, lo cual

ha venido a trastornar los proyectos estadounidenses y a consolidar los proyectos rusos (South Stream y

North Stream).

Sin acceso al gas sirio, Washington no tiene otra salida que tratar de garantizar el gas libanés.

Y sigue la guerra…

Notas

[1] “Over the last three years, we’ve opened millions of new acres for oil and gas exploration, and tonight,

I’m directing my administration to open more than 75 percent of our potential offshore oil and gas

resources. (Applause.) Right now - right now - American oil production is the highest that it’s been in eight

years. That’s right - eight years. Not only that - last year, we relied less on foreign oil than in any of the past

16 years”.

Origen

[2] “We have a supply of natural gas that can last America nearly 100 years.”

Origen

18 Agosto 2012- del Sitio Web RedVoltaire- Versión en Ingles

Traducido al español por la Red

Voltaire a partir de la traducción al

francés

de Said Hilal Alcharifi

FUENTE:

http://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/esp_sociopol_nwo128.htm