Puebla de montalbán

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1 Rodrigo García-Quismondo (Marzo 2017) LA PUEBLA DE MONTALBÁN, LA CELESTINA, BARRANCAS DE BURUJÓN Y MELQUE La Puebla de Montalbán: El vocablo Montalbán deriva de "monte albiganicum". "Albiganus" es una palabra de origen celta que designaba a las gentes de este pueblo. Montalbán procede de "monte albán o blanco". Esta acepción pudiera justificarse en las canteras de caliza que se dan en su término, en el paraje de La Calera. La Puebla de Montalbán fue en tiempos capital del llamado Estado de Montalbán, donde se encuentra el castillo de Montalbán, que comprendería otros lugares, como San Martín de Montalbán, Menasalbas, Villarejo de Montalbán, El Carpio de Tajo y Mesegar de Tajo. Perteneció a los templarios, ya que el rey Alfonso VII se lo donó a esta orden militar en el siglo XII, pasando en 1308 a la Corona de Castilla con Fernando IV. Más tarde, por donación de Alfonso XI, llegó a manos de don Alfonso Fernández Coronel. En este castillo residió en diversas ocasiones el monarca Pedro I de Castilla con su esposa-amante María de Padilla, a quien pasó como regalo del rey. Más tarde la propiedad de esta villa pasó al maestre de la Orden de Santiago don Álvaro de Luna, y tras su muerte, a su esposa Juana Pimentel, La Triste Condesa. En tiempos de Enrique IV pasó a ser propiedad del también maestre de Santiago Juan Pacheco, I marqués de Villena, quien hizo mayorazgo de Puebla de Montalbán para su hijo Alfonso Téllez Girón y sus sucesores, los que desde 1573 llevan el título de Condes de la Puebla de Montalbán. En la actualidad pertenece al ducado de Osuna.

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Rodrigo García-Quismondo (Marzo 2017)

LA PUEBLA DE MONTALBÁN, LA CELESTINA,

BARRANCAS DE BURUJÓN Y MELQUE

La Puebla de Montalbán: El vocablo Montalbán deriva de "monte

albiganicum". "Albiganus" es una palabra de origen celta que

designaba a las gentes de este pueblo. Montalbán procede de "monte

albán o blanco". Esta acepción pudiera justificarse en las canteras de

caliza que se dan en su término, en el paraje de La Calera.

La Puebla de Montalbán fue en tiempos capital del llamado Estado de

Montalbán, donde se encuentra el castillo de Montalbán, que comprendería otros lugares, como San Martín de Montalbán,

Menasalbas, Villarejo de Montalbán, El Carpio de Tajo y Mesegar de

Tajo. Perteneció a los templarios, ya que el rey Alfonso VII se lo donó a esta orden militar en el siglo XII, pasando en 1308 a la Corona de

Castilla con Fernando IV.

Más tarde, por donación de Alfonso XI, llegó a manos de don Alfonso Fernández Coronel. En este castillo residió en diversas ocasiones el

monarca Pedro I de Castilla con su esposa-amante María de Padilla, a

quien pasó como regalo del rey. Más tarde la propiedad de esta villa pasó al maestre de la Orden de Santiago don Álvaro de Luna, y tras

su muerte, a su esposa Juana Pimentel, La Triste Condesa.

En tiempos de Enrique IV pasó a ser propiedad del también maestre de Santiago Juan Pacheco, I marqués de Villena, quien hizo

mayorazgo de Puebla de Montalbán para su hijo Alfonso Téllez Girón y sus sucesores, los que desde 1573 llevan el título de Condes de la

Puebla de Montalbán.

En la actualidad pertenece al ducado de Osuna.

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Como patrimonio podemos encontrar: La Plaza Mayor, plaza típica

castellana, porticada en una de sus partes, el Ayuntamiento, el palacio de los Condes de Montalbán, el Monasterio de las Monjas

Concepcionistas, la Torre de San Miguel, “Tal vez el edificio más representativo de La Puebla y lo primero que se ve según nos

aproximamos a la población, es resto de una antigua iglesia y cementerio, con cuatro cuerpos, del año 1604; es de ladrillo y sillares

almohadillados en las esquinas del primer cuerpo y encima de la

puerta”, la parroquia de Ntra. Sra. de la Paz, el Hospital de la Caridad o el Convento de los Padres Franciscanos con su colegio, así como el

típico arco de La Manzanilla y el Arco de Tendezuelas.

Personajes ilustres

Nacieron en esta población Fernando de Rojas autor de La Celestina,

así como Francisco Hernández, uno de los más importantes

estudiosos de la botánica de América y médico personal de Felipe II.

Asimismo nació y vivió en el Palacio de la casa de Osuna (situado en

la plaza del pueblo) el Cardenal Pacheco, que tomó parte muy activa

en el Concilio de Trento en favor del dogma de la Inmaculada.

Aquí falleció en 1526 el hijo de Cristóbal Colón y gobernador de La

Española: Diego Colón y Moniz Perestrello. También nació en la

población don Enrique Dávila Pacheco, dos veces gobernador de la

Capitanía General de Yucatán, y después de la Nueva Vizcaya en la

Nueva España, en el siglo XVII.

Francisco Hernández de Toledo: Estudió Medicina en la Universidad de Alcalá y ejerció durante varios años en Toledo y

Sevilla. También ejerció en el hospital del monasterio de Guadalupe, una función prestigiosa que además estaba bien remunerada. Volvió

a Toledo hacia el año 1565 y pronto fue transferido como médico de la corte.

De una gran formación científica, consagro muchas energías al

estudio de la naturaleza. Poseía una sólida formación intelectual y científica y una mentalidad abierta a las novedades.

Fue elegido por Felipe II para dirigir una expedición científica a América centrada especialmente en el territorio de Nueva España. En

enero de 1570, el rey le nombra protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano.

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Hernandia, nombre de un género botánico puesto en honor a Francisco. Hernández

Hernández describió 230 especies de aves pero la falta de ilustraciones, que se perdieron, hace su identificación muy difícil.

Hernández citó de forma sistemática los nombres en náhuatl a partir de los cuales es posible clasificar las aves.

FERNANDO DE ROJAS: Nació en La Puebla de Montalbán, en 1470 y murió en Talavera de la Reina en 1541. Fernando de Rojas procedía

de una familia acomodada de judíos conversos de cuatro generaciones que fue perseguida por la Inquisición.

Estudió derecho en Salamanca y, como todos los estudiantes

salmantinos de aquella época, debió de cursar tres años obligatorios en la Facultad de Artes, por lo que seguramente conoció los clásicos

latinos y la filosofía griega.

En posesión del título de bachiller en Leyes, para el que tuvo que

estudiar nueve o diez años, comenzó a ejercer como abogado en Talavera, de donde llegó a ser alcalde.

Se cree, casi con certeza, que escribió un solo libro, pero de una

importancia fundamental en la historia de la literatura: La Celestina. La primera edición que conservamos de la obra fue publicada

anónimamente en 1499, en Burgos, con el título de Comedia de

Calisto y Melibea.

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La obra está escrita como una pieza de teatro, en forma dialogada, y

dividida en actos; la primera edición tenía dieciséis actos y las de 1502, tituladas Tragicomedia de Calisto y Melibea, veintiuno. Pese a

este carácter de obra dramática, su extensión la hace casi

irrepresentable.

La obra fue escrita para ser leída en voz alta en un círculo de humanistas u oyentes cultos, los cuales pudieron haber hecho

aportaciones; se sabe que el manuscrito circuló bastante antes de que el autor lo entregase a los impresores. Se calcula que de 1499 a

1634 se publicaron 109 ediciones en castellano, no sólo en España sino también en otros países de Europa, donde además fue traducida

a diversas lenguas.

Primera edición de La Celestina

En la Carta del autor a un amigo, que precedió a la obra en la edición

de 1500 (Toledo), Rojas declara que encontró escrito el primer acto y le gustó tanto que decidió completar la obra.

Esta afirmación ha sido corroborada por la mayoría de estudiosos de

La Celestina: de este modo, el extenso acto I (ocupa cerca de la

quinta parte de sus páginas) habría sido escrito por un autor cuya identidad aún no ha sido verificada (Rojas mencionó en la Carta a

Juan de Mena y Rodrigo Cota como posibles autores). Rojas también aclaró que los "argumentos" o resúmenes que preceden a cada acto

fueron añadidos por los impresores.

A esta edición se agregaron, además, once octavas acrósticas escritas por Rojas y, al final del libro, seis octavas escritas por Alonso de

Proaza, un humanista que fue el corrector de la edición y que reveló cómo por los acrósticos se puede saber que Rojas es el autor del

libro, ya que la Carta del autor a su amigo no llevaba firma.

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La obra sufrió a lo largo de las sucesivas ediciones del siglo XVI

innumerables modificaciones y agregados, probablemente no debidos a la pluma de Fernando de Rojas. Se ha discutido si son de su autoría

los cinco actos que tiene de más la edición que aparece con el título

de Tragicomedia de Calisto y Melibea (1502), quizá escritos a petición de los lectores, que querían que se prolongara la historia de amor de

Calisto y Melibea. Desde un primer momento, al parecer, el público rechazó el título de Comedia (según Rojas dado por el primer autor).

Pronto se obvió el de Tragicomedia y empezó a llamarse Celestina o La Celestina al libro destinado a ser, con este nombre, uno de los

más famosos de la literatura universal. Menéndez Pelayo lo consideró el mejor libro español después del Quijote.

A pesar de su forma dialogada, La Celestina no es estrictamente una

obra teatral, sino que se inscribe en una tradición que arranca del teatro romano de Terencio y que continúa en diversos géneros

medievales como la comedia elegíaca y la comedia humanística, constituidos por obras escritas en latín. Entre las comedias elegíacas

destaca el Pamphilus (siglo XII), con un argumento similar al de La Celestina, aunque mucho menos desarrollado y con desenlace feliz.

Pero el género con el que La Celestina guarda mayores concomitancias es sin duda la comedia humanística, creada en Italia

en el siglo XIV por Petrarca, autor a quien Rojas conocía muy bien. El lento desarrollo de un argumento simple, la profundización en la

psicología de los personajes, cualquiera que sea su condición social, el realismo y la variedad estilística son características de la comedia

humanística perfectamente aplicables a La Celestina.

La Celestina es una historia de amor trágica, compuesta según el incipit "en reprensión de los locos enamorados y en aviso de los

engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes".

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VERSOS ACRÓSTICOS DE FERNANDO DE ROJAS

Este mi deseo cargado de antojos

Compuso tal fin que el principio desata;

Acordó de dorar con oro de lata

Lo más fino oro que vio con sus ojos

Y encima de rosas sembrar mil abrojos.

Suplico pues suplan, discretos, mi falta;

Teman groseros y en obra tan alta

O vean y callen, o no den enojos.

Yo vi en Salamanca la obra presente.

Movíme acabarla por estas razones:

Es la primera que estó en vacaciones;

La otra que oí su inventor ser sciente;

Y es la final, ver ya la más gente

Vuelta e mezclada en vicios de amor.

Estos amantes les pondrán temor

A fiar de alcahueta, ni de mal sirviente.

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LAS BARRANCAS DEL BURUJÓN

Las Barrancas de Castrejón y Calaña representan un singular ejemplo del paisaje de incisión del río Tajo, que discurre encajado a lo largo de la mayor parte de su trazado.

Se trata de un conjunto de gargantas y cárcavas que se ha

desarrollado al pie de un importante escarpe excavado por el río en

los materiales detríticos de edad terciaria que rellenan su cuenca sedimentaria.

Presentan un grado de evolución muy alto con gargantas estrechas y

profundas e interfluvios muy apuntados.

Vista de las barrancas y del río Tajo represado en el embalse de Castrejón.

Geológicamente, la zona se encuadra entre la Cuenca Sedimentaria Terciaria de Madrid y la Meseta Cristalina de Toledo. Los materiales

que se pueden encontrar corresponden al relleno sedimentario continental de la cubeta central de la depresión del Tajo, que se

compone de una única serie monótona de material de edad miocena,

concretamente vindoboniense; su carácter es eminentemente detrítico, con niveles ocasionales de origen calizo o evaporítico. Las

tonalidades rojizas del espectacular escarpe, que en algunas zonas salva desniveles de más de ciento veinte metros, contrastan con las

aguas del Tajo y confieren al conjunto valor paisajístico.

La flora es escasa ya que cuenta con plantas y árboles como sauce, efedra, taray y carrizo.

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Taray

La importancia zoológica del área de las Barrancas de Castrejón y

Calaña radica básicamente en la comunidad de aves rupícolas y en la comunidad de mamíferos carnívoros, representada por un alto

número de especies.

Dentro del primer grupo destaca especialmente la presencia de dos especies de grandes rapaces, el águila-azor perdicera y el búho real.

El halcón peregrino, antiguo nidificante de las Barrancas, aparece en la actualidad de forma esporádica.

Además, hasta el momento se ha constatado la presencia de otras especies de interés como aguilucho lagunero, águila perdiguera

cernícalo, martinete común, cormorán, gavilán, elanio azul, milano real, milano negro, busardo ratonero, sisón, alcaraván común,

abejaruco común, búho chico, carabo común, mochuelo común o pito real.

La comunidad de mamíferos cuenta con especies como el gato

montés, jineta, turón o garduña.

Turón

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La herpetofauna está representada por especies como la culebra de

escalera, culebra bastarda, lagarto ocelado, lagartija colilarga y la rana común.

Las barrancas fueron declaradas Monumento Natural el 26 de octubre de 2010 mediante decreto.

El paraje es Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de

Interés Comunitario de la Red Natura 2000, aunque su aparición en

los medios de comunicación nacionales en 2013 y 2014 ha provocado la masificación del entorno

STA. MARÍA DE MELQUE (Arte Visigótico)

Santa María de Melque nació como conjunto monástico en los siglos

VII y VIII en las cercanías de la que era la capital del reino visigodo, Toledo. Su fecha de construcción inicial es muy antigua, del siglo VII,

que coincide con el final del reino visigodo. La datación por radiocarbono de una muestra de esparto obtenida de la parte

conservada del enlucido original de estuco ha dado una fecha de construcción más probable en el intervalo 668-729.

Probablemente su construcción se paralizó cuando comenzó la llegada de los árabes y se terminó y se reformó después, habiendo sufrido

múltiples vicisitudes históricas.

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En su origen hubo en aquel lugar una quinta romana con cinco presas

sobre los dos arroyos que rodean el montículo rocoso. Luego se construyó el monasterio con edificios organizados en torno a la

iglesia.

La conquista musulmana de la península ibérica no terminó inmediatamente con este núcleo monástico pues se tienen

testimonios de la pervivencia de una comunidad mozárabe que luego desapareció.

Con la conquista de Toledo por el rey Alfonso VI de Castilla en el 1085 el templo recuperó su función litúrgica sin perder su función militar. Las tumbas antropomorfas situadas al Este y los restos de

barbacanas que se conservan son testimonios de este periodo histórico.

Fue construida en la primera mitad del siglo VIII y es uno de los monumentos mejor conservado de la España altomedieval. Su técnica

constructiva es herencia directa de la arquitectura tardorromana.

Sin embargo, los escasos elementos decorativos que se conservan (filigranas de estuco en los arcos torales del crucero) la ponen en

relación con influencias cristianas orientales de lo que ahora es Siria o

Jordania. El gran arcosolio (arco = arco; solio = sarcófago) que se puede ver aún en el fondo del brazo sur del crucero, sugiere que

Melque pudo ser en un principio un mausoleo destinado al enterramiento de un alto personaje del Reino Visigodo de Toledo.

Los templarios de la Reconquista convirtieron la iglesia en torre defensiva, transformándola en una “turris” a la romana. Esta torre

sobre el cimborrio ha sido recientemente desmontada. Tenía un porche con tres aberturas, hoy desaparecido.

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La planta es cruciforme, con un ábside central; los dos ábsides

laterales fueron añadidos más tarde. Se conservan íntegras sus distintas naves, algunas capillas laterales y una sala dotada de arcos

de herradura muy pronunciados.

Se conserva también un nicho probablemente del fundador del templo, como ya se ha indicado.

El presbiterio es amplio como corresponde a una comunidad monástica y a ambos lados de él pueden apreciarse arcos de medio

punto achatados. Sobre la bóveda se conserva la torre musulmana a

la que se accedía por escalera exterior. Su fábrica es de enormes bloques de granito ensamblados en seco,

que recuerda el acueducto de Segovia. La molduración está calculada en codos romanos.

Esta iglesia tiene aportaciones de estilo claramente visigodo y soluciones nuevas que aportan los mozárabes, y además recuerdos

del estilo romano.

Es un edificio visigodo desde el punto de vista cronológico, pero con

soluciones protomozárabes.

Esta es la crónica de un viaje variopinto donde se mezclan

como en un crisol la arquitectura, la literatura, el arte, la

historia y la evolución en la formación de nuestro planeta.

MONTES DE TOLEDO