Pueblos Patrimonio de Colombia - MinCIT -...

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la respuesta es... Girón ISBN 978-958-99726-6-3 • DISTRIBUCIÓN GRATUITA Pueblos Patrimonio de Colombia San Juan Para todo lo que quieres vivir...

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San JuanPara todo lo que

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Girón puerta de entrada a un mundo de belleza y paz.

Como bien lo expresa el compositor Juan Manuel Prieto en el tema " Girón te aco-ge": "Enmarcada por montañas que sigilo-sas la cuidan, aferrada a sus entrañas un fiel terruño se anida. Es la cálida y hermo-

sa Girón, ciudad consentida. En sus balcones reposa la magia que te cautiva"

Que cautiva con la hermosa basílica menor San Juan Bautista y el Señor de los Milagros, con una de las Se-manas Santas más solemnes y de mayor peregrinación, con la fiesta de san Benito de Palermo que celebra la paz y el diálogo, con casonas curtidas de historia hasta donde llegó Simón Bolívar, seis puentes de calicanto que unen el norte con el sur, con la ilusión del resurgi-miento del río de Oro y la quebrada de las Nieves, con la tradición tabacalera que le dio esplendor económico a la región, con la suerte leída por las gitanas y simboliza-da en las matas de sábila que cuelgan en sus viviendas.

Un poblado que tiene la suerte de mantener vigen-te el trabajo manual de sus artesanos, con espacios abiertos para el esparcimiento y la tertulia, con recetas únicas para la elaboración de sus cocadas y la tradicio-nal fritanga, y por ser habitado por personas de talante que mantienen vivo este patrimonio para todos los colombianos.

Aquí dejamos plasmada nuestra experiencia, Fili-berto y yo, dos viajeros que tuvimos la fortuna de aden-trarnos en las entrañas de San Juan Girón, un pueblo patrimonio de Colombia que, poco a poco, se consolida como un destino turístico cultural del país.

Cada lugar cuenta una historia De Bucaramanga salimos, por una carretera en muy

buen estado, a San Juan Girón o ‘Villa de los Caballeros de San Juan Girón’ –nombre que ostentó en el pasado–, el pueblo patrimonio en Santander que parece detenido en la época colonial.

La bienvenida nos la dio la ‘Puerta de Girón’ o ‘Puerta Grande’, una construcción en piedra labrada, facha-da blanca y arco de medio punto –réplica de la capilla de las Nieves– desde donde empezamos a divisar este armónico conjunto de viviendas de paredes blancas, puertas y ventanas de madera color marrón, calles em-pedradas, techos en teja de barro, angostos andenes, callejones evocadores y una aureola de historia que se percibe desde esta entrada.

Arribamos a nuestro hotel, una casona de un piso, paredes en tapia pisada, coquetas ventanas arrodilladas, un llamativo contraportón (una puerta que se ubica detrás de la puerta principal de las viviendas, caracte-rística en Girón) y techos en caña brava, decorada con piezas artesanales propias de la región. A la entrada tenía un aviso, en piedra y letras color marrón, que de-cía: “Ganador establecimiento comercial con sabor a pueblo”, después supimos que anualmente se organiza en el municipio el concurso de fachadas, puertas y ven-tanas, como una forma de sensibilizar a los gironeses en torno a la conservación arquitectónica del pueblo.

Cecilia, la señora de ojos claros y tez blanca que nos recibió en el hospedaje, nos hizo recordar que en el de-partamento de Santander se asentaron, en distintos mo-

‘La ciudad blanca’

‘La ciudad blanca’ es como se reconoce a San Juan Girón, lo que comprobamos luego de caminar por sus calles coloniales, de fascinarnos ante las fachadas blancas de tapia pisada, calles empedradas, ventanas arrodilladas, puertas altas y amplios patios, y descubrir las inmensas riquezas naturales y arquitectónicas, sus saberes y arraigadas tradiciones, sus historias y leyendas, abundantes y exquisitas delicias gastro-nómicas, su profunda fe, un espíritu pujante y emprendedor.

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mentos, inmigrantes alemanes que dejaron su huella, no solo en los rasgos físicos, sino en un temperamento recio y una gran capacidad de trabajo.

Salimos del hotel dispuestos a descubrir esta po-blación llena de encantos y secretos. Llegamos al par-que principal, que a esa hora estaba colmado por los lugareños que se reúnen a conversar, a compartir un raspado buscando la sombra de un árbol, y desde allí empezamos a deleitarnos con un entorno homogéneo de viviendas –en su mayoría de un piso–, con las ceibas y palmeras, con los colores de las flores, las bancas de madera que invitan a contemplar este paisaje en el que se destaca la hermosa basílica menor San Juan Bautista.

El parque es el lugar en torno al cual se ubican las principales construcciones del casco antiguo, donde niños y jóvenes juegan y sonríen, donde se encuentra una antigua fuente en piedra y el monumento a las tres visitas del Libertador en 1813, 1820 y 1828, de las cuales nos dijo un anciano, se dice que Bolívar fue recibido, en la segunda visita, por nueve mujeres ataviadas como mitológicas ninfas y que una de ellas enlazó el caballo con una cadena de oro, mientras las otras le ofrecían coloridas guirnaldas a Simón Bolívar.

A un lado del monumento vimos un pilón de piedra sobre el cual se tejen dos versiones, una, que fue uti-lizado como instrumento de tortura de los esclavos y otra que dice que fue la primera aplanadora que existió en Girón y se utilizó para compactar la tierra de las calles.

El parque es también el lugar donde las gitanas ca-minan de lado a lado en busca de turistas a quienes leerles la suerte. Mientras caminamos por el atrio de la basílica, se nos acercaron un par de mujeres de lar-gas cabelleras, vestidas con llamativas faldas largas, pañoletas de colores, vistosos collares y numerosos anillos, que con insistencia tomaban nuestras manos y hacían premociones, no sin antes pedirnos dinero a cambio, “leo algo en tu frente, algo muy bueno, déjate leer… dame 5.000 pesos y te digo tu destino”, fueron las palabras con las cuales estas mujeres de la comunidad Rom –como se llama a este grupo étnico que escogió a Girón para establecerse hace unos años– nos conven-cieron de dejarnos leer nuestra mano (¿quién no siente algo de curiosidad por saber sobre su futuro, el dinero, el amor o la salud?).

Así fue nuestra primera experiencia con las gitanas, sin embargo, unos días después pudimos dialogar con una de ellas, algo poco usual, pues no acostumbran a hablar sobre sí mismas y la comunidad. Filiberto, para romper el hielo, tomó la mano de la veterana mujer e intentó descifrar las líneas de la mano gitana. Ella son-rió tímidamente pero permitió que el novato adivino intentara poner en práctica sus escasos conocimientos de quiromancia.

Poco a poco, la mujer fue soltando frases y narrando algunas costumbres propias de la comunidad Rom: “Vivimos en Kumpanias –especie de clanes familiares–, donde las mujeres no podemos llegar a casa después

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de las 5 de la tarde ni casarnos con hombres que no sean gitanos, porque podemos ser expulsadas de la comunidad; sin embargo, el hombre sí puede unirse a una mujer no gitana. Las casadas no deben pasar frente a los hombres, a menos que haya un niño de por medio. Conservamos nuestra lengua romaní, vestuario, gusto por la música y ese espíritu de comerciantes. Aquí nos concentramos en el barrio El Poblado”. La charla duró unos minutos, tiempo al cabo del cual se despidió, pero nos dejó la inquietud de seguir explorando este mundo gitano que, de seguro, va más allá del imaginario de carpas, naipes, bailes y fiestas.

A la hora del almuerzo buscamos la cocina tradicio-nal; recordamos que en el parque nuestros anfitriones gironeses nos habían dicho “Si vienen a Girón y no comen fritanga, han perdido su tiempo”. Preguntamos ansiosos dónde la conseguíamos, y la respuesta fue uná-nime: en el malecón turístico, a orillas del río de Oro (otrora lugar donde los barequeros venían en busca del preciado metal), donde se encuentran los restaurantes de frituras, las tiendas de artesanías, de dulces y los bares y discotecas que en la noche prenden la fiesta.

En medio de la música, que resonaba en los equipos de sonido, Lola, la mujer que atendía el establecimiento, nos dio a probar una pedazo de morcilla que nos antojó para pedir una buena porción de chorizo, costilla de cer-do, papas criollas, longaniza y chicharrones crocantes, un piquete con un sabor particular que, según nos con-taba la amable cocinera, se debe al uso de ingredientes como cebolla, ajo, apio, algunas especias y condimentos. Para acompañar, una helada chicha de corozo (que se prepara con la pepa de esta fruta, panela y agua).

Luego de nuestro proteínico almuerzo y del aumento de la temperatura –cercana a los 30 grados centígrados– nos devolvimos al hotel a descansar.

Pasada la siesta, tomamos rumbo por estos cami-nos empedrados hasta la quebrada de las Nieves, una pequeña corriente de agua que atraviesa de oriente a occidente a San Juan de Girón, sobre la cual se le-vantan 12 arcos de piedra y ladrillo que conforman los seis puentes de calicanto que unen el norte y el sur, un atractivo que evoca primitivas construcciones que, se dice, fueron levantadas por indígenas esclavos con piedra labrada del río de Oro.

Bautizados con los nombres de las calles donde se ubican, Los Mirtos, Las Nieves, San José, El Moro, San Benito y Antón García, fueron los lugares por los que imaginé el sonido de los cascos de los caballos, el rata-plán de tambores, los toques de las cornetas, el paso de héroes y campesinos. Estos puentes, de estructura rús-

tica, rodeados de vegetación, nos llevaron a descubrir al otro lado un pequeño callejón, una puerta alta, la luz de un farol y el reflejo del sol sobre las paredes blancas de bahareque de las viviendas aledañas.

Cuando caminamos sobre el ‘Antón García’, una señora se nos acercó y nos contó que existe la leyenda que dice que, especialmente en Cuaresma, montado sobre su caballo, pasa don Antón García, un jinete sin cabeza que a medianoche cruza el puente, para cuidar un tesoro que él y su familia dejaron bajo este. Es como si cada piedra contara una historia.

Durante nuestra estadía en Girón supimos que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, con el apoyo de la Alcaldía, adecúa una zona sobre la ribera de la quebrada de las Nieves como una alameda, que servirá de centro cultural al aire libre, con cafés, restau-rantes y espacios para exposiciones y actividades de entretenimiento.

Al atardecer, salimos hacia el parque Peralta –que recibe su nombre del obispo José Alejandro Peralta,

DATOSDE INTERÉS

• San Juan Girón fue fundado el 15 de enero de 1631. • Su centro histórico fue declarado Monumento Nacional en 1959.• Debe su nombre a Sancho Girón de Narváez, quien fue presidente de la Real Audiencia de Santa Fe entre 1630 y 1637. • Por un decreto municipal las paredes y fachadas de las viviendas del centro histórico deben estar pintadas de blanco y las puertas, ventanas y balcones de color marrón. • Posee uno de los mayores asentamientos del pueblo Rom (gitanos).

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hombre muy recordado en el pueblo y quien comisionó al sacristán para conseguir las campanas de la iglesia San Juan Bautista–, un espacio iluminado por la luz amarilla de los faroles, con pisos en piedra de Barichara, árboles floridos, rodeado de un armónico conjunto de casas de una planta, donde la brisa cálida acarició nues-tros rostros y el corazón se emocionó con las cuerdas de las guitarras interpretadas por jóvenes que diariamente se reúnen. Fue el lugar ideal para disfrutar de un hermo-so ocaso y para añorar al ser amado. Por eso también lo llaman el parque de los enamorados.

Desde la terraza del restaurante que se ubica allí, pudimos contemplar las blancas cúpulas de la basílica menor, enmarcadas por un cielo azul y nubes pintadas en tonos rojizos. ¡Un cuadro inolvidable!

La noche, con una lluvia de estrellas, cobijó nuestro camino de regreso al hotel.

Memoria viva Un desayuno ‘bien trancado’, como dicen los san-

tandereanos, fue el inicio de otro día en esta acogedora población. El plato incluyó caldo con cebolla, tomate, huevos, cilantro y leche, acompañado de arepas de maíz pelado, preparadas con chicharrones de cerdo, manteca

de res y sal en un amasado en tiesto de barro, una por-ción de carne de res, café y queso.

Continuamos hacia la casa de la cultura ‘Francisco Mantilla de los Ríos’, donde nos recibió un grupo de niños que a esa hora ensayaba sus canciones para una próxima presentación. Este es el lugar donde los más jóvenes se forman en las diferentes manifestaciones culturales que promueven la apropiación del patrimo-nio inmaterial del pueblo. Sobre sus paredes había una exposición de cuadros con imágenes de Girón, produc-to de un concurso de pintura que se organiza con el propósito de resaltar los valores patrimoniales de esta ‘ciudad blanca’.

Aquí se encuentra, entre otras reliquias, la copia del Acta de Independencia de Girón (30 de julio de 1810), en la que alcanzamos a leer: “Juran defender a todo trance la libertad de esta provincia contra cualquier otra que nos quiera subyugar, predominar o poner en contribución, y prestar auxilio a las que en igual lance invoquen nuestra ayuda”

Seguimos hasta la Mansión del Fraile, en el marco de la plaza principal, acompañados esta vez por un po-licía de turismo, quien nos guió por esta casa de dos pisos, con balcones individuales (aquellos que corres-ponden con una ventana, mientras los balcones corri-dos cubren una buen parte de las amplias fachadas), paredes de tapia pisada, pisos en ladrillo cocido y tablas de madera en las habitaciones, un hermoso zaguán y tres patios amplios.

Aquí fue donde, según nos dijo nuestro guía, se alojó Simón Bolívar en las tres ocasiones que estuvo en Gi-rón. Se conserva un ‘albercón’ (una especie de alberca), donde, como leímos en el aviso, se bañó El Libertador. Su valor histórico también radica en que esta casa fue sede del gobierno español y lugar donde vivieron los esclavos que extraían el oro del río de Oro, de quienes se dice, aún se oyen sus lamentos en las noches.

La Mansión fue el lugar donde nació el sacerdote Juan Eloy Valenzuela Mantilla de los Ríos, uno de los hijos ilustres del pueblo, subdirector de la Real Expedi-ción Botánica durante 2 años y jefe del gobierno espa-ñol en Girón, a quien el sabio Mutis llevó a estudiar al Colegio Mayor del Rosario en Santa Fe, donde se tituló en cánones y teología. De él se dice que fue de los hom-bres más leales a la monarquía española.

Descansamos un rato en el parque mientras nos refrescamos con un ‘raspao’ (deliciosa mezcla de hielo, leche condensada y saborizantes). Luego, seguimos a la Alcaldía o Casa Consistorial, una hermosa cons-trucción que se levantó a mediados del siglo XVII y

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que tuvo varias reformas, especialmente luego del terremoto de 1977 que dejó en pie solamente la fachada y cuatro paredes. A partir de allí, tomó las caracterís-ticas actuales donde sobresalen los balcones sobre la plaza, la arcada de piedra, corredores sobre pilares de madera, rejas en madera lisa y pisos en ladrillo y techo en teja de barro.

De regreso a la plaza principal, una ‘nona’, como lla-man a las abuelas en estas tierras, nos señaló el cerro de Palonegro, entre Girón y Lebrija, escenario donde se li-bró la batalla de Palonegro, una de las más cruentas en la historia del país, durante la Guerra de los Mil Días, en la que murieron “más de mil liberales”, como nos afirmó la anciana. Las huellas que dejan las guerras y que los colombianos queremos superar con una paz duradera.

Caminamos por el enclave colonial, en cuyas paredes leímos las placas en piedra que califican ‘la mejor venta-na’, ‘el mejor balcón’, ‘la mejor fachada’, ‘la mejor casona’, como un ejemplo del compromiso de sus habitantes por resguardar el patrimonio arquitectónico y mantener viva su memoria histórica.

En las casonas vimos, además, el diseño que se carac-teriza por tener un patio central (otros dos adicionales) solar, portones altos, techos de caña brava amarrados con bejucos o cabuyas, el uso de plantas nativas como el ‘matarratón’, fuente en el patio, pisos de madera en los zaguanes y de piedra en los patios. Fue común ver a la entrada de las viviendas una herradura o una penca de sábila con cinta roja para atraer la buena suerte.

La casa de Dios “Girón es la casa de Dios, lo demás es cielo”, fue la

frase que escuchamos de uno de sus habitantes, y bien podríamos afirmar que lo es, pues es un pueblo piadoso, creyente y devoto de la fe católica que se manifiesta de diversas maneras, ya sea en sus construcciones, costum-bres o celebraciones.

Una de las construcciones más representativas es la hermosa basílica menor San Juan Bautista, que actual-mente cubre media manzana, cuya construcción inicial se realizó entre 1639 y 1646, y fue en sus inicios de techo de paja, paredes de bahareque, que luego se cambiaron

Patio donde se percibe aún el recuerdo de Juan Eloy

Valenzuela y Simón Bolívar.

por teja y tapia pisada. Sobresalen las 16 columnas, 18 arcos y ventanas, las dos torres (la izquierda con un her-moso reloj de maquinaria inglesa adquirido a mediados del siglo XIX) y el techo de madera.

El templo, icono de San Juan de Girón, es el lugar al que acuden diariamente –hay misa desde las 5:30 de la mañana– los devotos a consagrarse al Señor de los Milagros, y el que cada 14 de septiembre recibe una multitudinaria romería de feligreses que con fe piden sus favores.

Desde tempranas horas, el particular repique de sus campanas invita a la misa o simplemente a ser escucha-do en las bancas de la plaza principal. En torno a estas, nos relataron que cuando se iba terminando la cons-trucción del templo el párroco de la época se percató de que no tenían campanas, por lo que reunió dinero para conseguir las mejores que se decía, eran las fabricadas en Toledo (España). En medio de la conversación pre-guntaron quién iría por estas, a lo que el sacristán, Pedro Alcántara Rueda, respondió que lo haría y que partiría en dos horas. Vestido de dril, alpargatas de fique, som-brero de jipijapa y el dinero partió a cumplir su misión.

Sin embargo, pasó más de un año y no hubo noticias ni del sacristán ni de las campanas, lo que hizo creer que Alcántara había fallecido en su intento, por lo que en el pueblo decidieron adquirir las campanas en Chiquin-quirá. Justo en ese momento se supo que el valiente sacristán había llegado con 8 bellos carillones, lo que motivó una gran fiesta en el pueblo. Ante la pregunta por la demora, Alcántara respondió que el dinero no le alcanzó, por lo que pidió trabajo en la fábrica de campa-nas hasta reunir, con su salario, la suma necesaria, lo que demoró cerca de 14 meses.

Hoy, ‘El Señor de los Milagros’, ‘San Juan Bautis-ta’, ‘San José’, ‘Inmaculada Concepción’, ‘San Benito’, ‘Santa Bárbara’, como fueron nombradas –y otras dos campanas– resuenan en la plaza principal y en el cas-co antiguo.

Con el sonido de las campanas como fondo, toma-mos rumbo a la capilla de las Nieves, una pequeña construcción del siglo XVIII, cuyo frontis de calicanto contrasta con la pared blanca que cubre la mitad de su fachada. Sobresalen las 20 columnas de madera, pa-redes de tierra pisada y tejas de barro en sus techos.

El espíritu cívico se percibe en las casas de Girón.

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Resguarda, en un hermoso camarín, a la Virgen de las Nieves, imagen tallada en madera y rostro en bronce –vendida a la parroquia de Girón por la casa Bochaca de Barcelona, España– y a san Isidro Labrador, vestido con ruana y sombrero.

Al salir de la capilla, una vendedora de dulces del parque nos dijo que esta iglesia tiene su leyenda, que habla de la aparición en Semana Santa del Nazareno sin cabeza, un espanto que, a altas horas de la noche, se lleva a todas las personas que transitan por la calle y no por el andén. Hubo quienes aseguraron haber visto cómo el capuchón del espanto desaparece cuando llega a la puerta de la iglesia.

Esta capilla, que se ha convertido en el lugar favorito de quienes desean unirse en matrimonio, lució más bonita al atardecer, cuando se enmarcó con el azul pro-fundo del cielo, la luz de las estrellas y la luna que se asomó sobre su espadaña.

En nuestro peregrinaje también visitamos la capilla del Santo Cristo de El Corregidor, en la vereda del mis-mo nombre, donde llegó por primera vez la imagen del Señor de los Milagros, epicentro de romerías en Sema-

na Santa. La señora que nos recibió nos relató la leyenda en torno al Cristo. Se dice que un día pasó por la vivienda de una pareja de esposos un joven ofreciéndoles la ima-gen del Señor de los Milagros, por la cual pedía cuatro monedas, los humildes campesinos rebuscaron en su casa hasta que lograron reunirlas y a cambio recibieron al Cristo, pero tan pronto pagaron, el joven desapareció, sin dejar rastro, lo que consideraron como un milagro, que dio origen, además, a la construcción del austero templo, convirtiéndolo en centro de romerías.

También se cuenta que al Cristo lo bajaban a la basí-lica en medio de una gran algarabía, pero ‘El Milagroso’ se devolvía a la pequeña capilla, hasta que un día deci-dieron bajarlo en silencio y él no volvió a subir. Desde entonces, permanece en la basílica menor.

La capilla de El Corregidor se queda pequeña para la cantidad de feligreses que llegan, desde el casco urbano de Girón, en el vía crucis del Viernes Santo.

La Semana Santa gironesa es una de las más con-curridas y solemnes de nuestro país. Las procesiones, vestimentas, imágenes de tamaño real, los actos li-túrgicos, conciertos, representaciones teatrales, la

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profunda fe de sus habitantes, la antesala con la Se-mana Santa infantil y la presencia de la Hermandad de Jesús Nazareno (que se identifica por el traje azul oscuro y blanco que visten los jóvenes que la confor-man), hacen de esta una magna celebración.

Las romerías tienen también como escenario el mo-numento al Sagrado Corazón, ubicado en el casco anti-guo, al cual se llega por el vía crucis señalado por el ca-mino hasta la imagen blanca que eleva su brazos hacia Girón. Allí, una pequeña capilla recibe a los fervorosos creyentes. El sonido fuerte, proveniente de la enorme matraca que se encuentra en la Basílica, se extiende por estas calles empedradas.

La religiosidad gironesa se manifiesta de forma es-pecial cada 28 de diciembre, día en que se celebra la fiesta de los ‘santos inocentes’ en Colombia, cuando los habitantes del pueblito blanco se pintan de negro para celebrar la fiesta de San Benito de Palermo, una tradición que surgió hace más de 300 años, cuando los padres dominicos intentaron apaciguar las constantes disputas que existían entre blancos y negros, predican-do el ejemplo de un santo negro.

Desde las 4 de la mañana, la plaza principal se va colmando de feligreses que llegan con un vasija llena de un tinte oscuro (hecho con carbón vegetal) con el que pintan sus rostros, brazos y manos. Las velas de color

negro van iluminando el camino de los devotos que, de rodillas, en medio del murmullo de las oraciones, ingre-san lentamente a la basílica menor hasta la imagen del Señor de los Milagros, en el altar. La mañana pasa en medio de peticiones y oraciones. Es un momento lleno de solemnidad y espiritualidad.

En la tarde, la ceremonia se convierte en una fiesta donde los asistentes disfrutan de los platos tradiciona-les –como el sancocho de chorotas, el tamal, la fritanga y los exquisitos dulces– y los recorridos por talleres de artesanos, ‘fabriquines’ de tabaco y las fábricas de cocadas, que abren sus puertas para acercar a los devo-tos a las tradiciones más arraigadas de los gironeses. La celebración culmina con un espectáculo de colores irradiado por los juegos pirotécnicos.

Sin lugar a dudas, esta devoción religiosa se hizo vi-sible también en el Museo de Arte Religioso Bene-dicto XVI, ubicado al lado de la Mansión del Fraile, donde pudimos observar en detalle cuadros antiguos de la Virgen, las imágenes de los papas, antiguos ma-pas de la parroquia de San Juan de Girón, la partida de bautismo de Juan Eloy Valenzuela, elementos de orfebrería litúrgica (principalmente en oro y plata) como atriles, cálices, cruces, campanillas y ciriales, vestuario litúrgico que data del siglo XVI hasta co-mienzos del XX, entre otros ornamentos.

Balcones, faroles, atardeceres... Girón romántico.

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Girón también es aromas: de chocolate, dulces, frutas, pero sobre todo de tabaco

Girón también es aroma, aroma de chocolate, de dulce, de frutas, pero sobre todo de tabaco, la principal fuente de la economía de la región en siglos pasados, que aún mantiene viva una tradición que se expone en los ‘fabriquines’ que se encuentran en el pueblo.

El aroma del tabaco nos llevó hasta la casa de Víctor Manuel, un hombre curtido en la elaboración del ci-garro, oficio que heredó de sus antepasados y que aún realiza de forma artesanal. Con cigarro en mano, nos fue contando detalles de este oficio como que las hojas, cosechadas en las veredas vecinas, se compran los días miércoles en un centro de acopio, y que hay dos clases de tabaco: el de capa y el de capote –que se diferencian por el grosor, siendo el capote un poco más delgado.

Víctor amablemente se ofreció a enseñarnos su an-tiguo arte. Nos animamos a elaborar un cigarro. Em-pezamos con el desvenado del capote (que consiste en quitar la vena que atraviesa la hoja), aunque tardé un poco en tomarla como debía y acomodarme para quitar vena por vena. Luego empecé a armar cada rollo, con un poco de torpeza, con la picadura con la ayuda de una maquinita rollera. Después de tener armados mis primeros rollos, pasé donde María, quien pacientemen-te me explicó cómo les da forma. Humedecí las hojas y corté lentamente los bordes con una cuchilla hasta que el tabaco tomó su forma. Un verdadero reto para alguien poco hábil con las manos.

Posteriormente, con ayuda de María y otros trabaja-dores, apilé mi obra, junto a otros 49 cigarros (puesto que la paca se arma con 50) en las cajuelas de madera para pasarlos después a la prensa, una de esas máqui-nas antiguas que la historia gloriosa del comercio de tabaco dejó, y finalmente tomé los plásticos para empa-carlos y dejarlos listos para su comercialización.

Impregnados con este aroma salimos, pero con la idea rondando en la cabeza de conocer los cultivos del tabaco. Por eso programamos al otro día, en compa-

ñía de Reinaldo y Martín, dos gironeses apasionados por su pueblo, un circuito veredal que nos trajo gratas sorpresas, como divisar en medio de un paisaje árido, de caminos destapados pintados de color cobrizo que emanan de la tierra, unas enormes formaciones rocosas llamadas estoraques, que se crean como pliegues de la tierra erosionada y que toman –o nosotros imagina-mos– formas diversas como rostros, edificios, columnas y otras imágenes que parecen un cuadro surrealista.

En medio de este paisaje llegamos a una de las fincas cultivadoras de tabaco donde vimos los caneyes (que semejan una choza antigua, con columnas de maderas, techo de caña brava) donde se cuelgan las hojas para que el viento y el calor las sequen. Aquí es donde se rea-liza el proceso de ensarte, secado y selección de la hoja.

Las hojas verdes y marrones conforman una armó-nica hilera que parece descansar colgada del ensarte. Con una amable sonrisa, los campesinos nos contaron que el secado de las cientos de hojas que cuelgan de los techos puede durar 20 días o más, dependiendo de las condiciones climáticas, ya que cuando hay lluvia el secado tarda un poco más. Pero esto es solo una parte del proceso, puesto que antes se realiza la preparación del terreno, el abonado, riego, despunte, recolección y curado del cultivo y de las hojas.

Continuamos por este paisaje bucólico de tierras ro-jizas rodeadas ahora del verde de cultivos de cítricos y frutas, en los cuales la piña es protagonista, hasta llegar,

"Su hoja insigne de tabaco aroma, el viento que sopla por sus plazuelas llevando susurros de mil canciones".

Aparte de la canción "Girón te acoge" del compositor santandereano Juan Manuel Prieto.

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en la vereda de Motoso, a la finca Bellavista, donde nos internamos en las cuevas de la familia Navas, como son conocidas estas obras ancestrales, que como cuentan fueron construidas por los guanes, la tribu indígena que habitó la región del hoy departamento de Santander.

Nos metimos en esta angosta cavidad de barro que, de acuerdo con la señora Navas, descubrieron hace cerca de 40 años. Con linterna en mano, bajamos con cuidado por la escalera de guadua hasta que palpamos una parte plana y firme, donde fue necesario agachar-nos y seguir arrodillados el corto trayecto de paredes frías en barro hasta llegar a una de las habitaciones, co-mo llaman los campesinos al espacio donde fue posible ponernos nuevamente de pie.

En las cuevas, en forma de tubo en su parte alta y de laberintos y pequeños salones en el fondo, nuestras voces hicieron eco. Así seguimos nuestro camino ba-jo tierra hasta llegar a otras dos cavidades en las que nos contaba la dueña de la finca se encontraron jarras y vasijas de barro, piedras para moler maíz y huesos humanos.

Nuestra ropa salió impregnada de barro, nuestras manos coloreadas por el tono rojizo de la tierra y el corazón emocionado con estas obras de la sabiduría indígena.

Caminos como las rayas del tigre Y no podíamos dejar de visitar, en la vereda El Co-

rregidor, la hacienda Lengerke, una vetusta y abando-

nada casona donde habitó durante un tiempo Geo von Lengerke, el ingeniero alemán que llegó, a mediados del siglo XIX, al entonces llamado Estado Soberano de Santander, quien fue reconocido por la reconstrucción de antiguos caminos y la apertura de otros que permi-tieron el desarrollo económico de la región, y por el aporte al crecimiento del comercio, especialmente de la quina y el tabaco.

La vivienda conserva las características de las ca-sas gironesas: paredes de tapia pisada, techos de caña brava, columnas de madera, piso en tierra y la mata de sábila con la cinta roja ubicada en una esquina de los techos altos y sobre el marco de una de las puertas, el sello tallado en piedra con las iniciales de su nombre: G.V.L., que se conserva desde entonces.

Los gironeses nos contaron que Lengerke, un hom-bre alto, rubio de ojos azules, alegre, que cautivó a mu-chas mujeres (por lo que se dice dejó un número signifi-cativo de descendientes), con grandes habilidades para interpretar el piano, tenía en sus haciendas moneda propia con la que pagaba a sus trabajadores y la hacía circular en el comercio, especialmente en Zapatoca.

Luego entendimos por qué algunos avisos, como la calle cerca al malecón y en establecimientos comercia-les, llevan el nombre Lengerke.

“Él se rió y dijo que había soñado los caminos, que eran como rayas de tigre, como nuevas rayas que se le iban sumando a su piel, y que por alguna razón miste-riosa él sentía cómo era eso de los caminos, y el impulso

La sombra del jinete sin cabeza y el galopar de su caballo aún recorren el 'Antón García'.

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de abrirlos, los veía antes de trazarlos… sabía de alguna manera por dónde debían orientarse sus rayas”, fue el aparte que después leímos de ‘La otra raya del tigre’, la novela del también santandereano Pedro Gómez Valde-rrama, que entre hechos históricos y ficciones cuenta la vida agitada de don Geo (como aún le dicen algunos).

Agotados, pero satisfechos, regresamos a ‘la ciudad blanca’ donde nos esperaba un exquisito mute san-tandereano, el tradicional plato elaborado con carne de cerdo, callo de res, maíz ‘pelao’, papa criolla, arvejas, cilantro, auyama, garbanzo y fríjol verde. De sobremesa, un vaso de guarapo… y ¡a dormir!

El último día lo aprovechamos para buscar los re-cuerdos para llevar a la familia y los amigos; los en-contramos en los talleres de las artesanas que elaboran piezas únicas en las que se plasma la historia del pueblo y el sentir de los gironeses. En la factoría de Martha Cortés aprendí a hacer manillas, mientras ella nos mos-traba su valioso trabajo de piezas elaboradas en totumo (que ella misma pela, despulpa, corta y decora), y otras artesanías hechas en cacho, hueso y fique, además de pintar cuadros con imágenes de Girón. Portapapeles, lámparas, bolsos y manillas, entre otros, hacen parte de sus creaciones.

Filiberto llevó de recuerdo algunas réplicas de la capilla de las Nieves, elaboradas por Claudia Pinilla, ganadora varias veces del premio organizado por la Cámara de Comercio seccional Girón por su trabajo en madera, piedra y arena. De este trabajo, hecho totalmen-te a mano, son típicas las ventanas, la quebrada de las Nieves y la basílica menor San Juan Bautista.

Unos cuantos paquetes de cocadas gironesas, que tenían un sabor diferente a las que había probado, tam-bién hicieron parte los recuerdos para llevar de regreso.

En carretera volví a ver un aviso azul con letras blan-cas, en el que se leía: “El que pisa tierra santanderea-na es santandereano”, tal vez por eso ya teníamos en nuestro vocabulario expresiones que pronunciamos con acento pausado pero firme: “quiubo, mano” (para saludar a alguien); “mucho pingo” (para hacer referencia

a alguien tonto); “jijuemil vainas” (para indicar que son muchas cosas); “está bien arrecho” (cuando alguien está de mal genio) y “qué jijuepuercas” (en reemplazo de qué importa).

Así nos despedimos de San Juan Girón, el pueblo lleno de historia y tradición, pintado de blanco que pro-voca y evoca, ‘La ciudad blanca’ que nos invitó a volver para vivir una experiencia inolvidable de belleza y paz.

"Colombia me encanta, cuando estoy aquí no me quiero ir. Lo sentí la primera vez que llegué, sentí una tierra amistosa como si fuera mía". Alberto Plaza, cantautor chileno.

El señor de los milagros: leyenda y fe de los gironeses.

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FIESTAS Y OTRAS CELEBRACIONES Enero 15: Día de San Juan Girón.Marzo - Abril: Semana Santa.Junio 14: Corpus Cristi.Agosto: Feria Tabacalera.Septiembre 14: Señor de los Milagros. Diciembre 28: San Benito de Palermo.

San Juan Girón

ALTITUD: 777 msnm.EXTENSIÓN TOTAL: 475 kilómetros cuadrados.UBICACIÓN: a 7 kilómetros de Bucaramanga.TEMPERATURA PROMEDIO: 27°C.MUNICIPIOS CERCANOS: Bucaramanga, Floridablanca, Piedecuesta y Lebrija. INDICATIVO TELEFÓNICO: (57- 7)HOTELES: La oferta se centra en hostales y hoteles boutique.RESTAURANTES: Predominan los establecimientos de comida tradicional santandereana, piqueteaderos y cafés.

Girón, villa de caballeros y tierra de gitanos.

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San Juan Girón

Bogotá

Bucaramanga

Capilla de Nuestra Señora de las Nieves

Puente de Las Nieves

Puente San José

Parque Peralta

Puente El Moro

Parque Principal

Casa de la cultura "Francisco Mantilla de los Ríos"

Basílica Menor San Juan Bautista

Puente San Benito

Puente Antón García

Casa Museo la Mansión de Fraile

Alcaldía Municipal

Parque de las Nieves

Puente Los Mirtos

Hacienda de Geo von Lengerke

Malecón

Quebrada de las Nieves

Río de Oro