Putas y Conflictividad en Galicia en El Siglo XXXXXXVVVVVIIIIIII

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Esta parte del trabajo tratara sobre conflictos que eran mas atipicos, casos como los conflictos entre el Concejo de Santiago de Compostela y el arzobispado, cuya tension duró, aunque no continuamente, buena parte de la época Moderna. Tambien la Audiencia de Galicia tendra un papel importante en los distintos conflictos surgidos. Tambien se tratara distintos conflictos por la duracion de foros y por distintos motivos en el ámbito de la geografia gallega. Uno de los conflictos con mas calado en esta época fue el intento de traslado de la Audiencia de Galicia de la ciudad de la Coruña a la capital gallega (1744-1748) . La audiencia residia en el llamado Palacio de la Real Audiencia, aunque este edificio durante un gran periodo de tiempo se encontraba en una situación precaria. Se hicieron peticiones para el traslado a la ciudad de Santiago, pero el Concejo Santiagues y el arzobispado no estaban interesados en este traslado, ya que temian que la Audiencia se inmiscuyera en las funciones de ambos organismos. Incluso se llegó a plantear su traslado a ciudades como Betanzos o la misma ciudad de Lugo, aunque al final fueron rechazadas. El acuerdo final dictamino el arreglo del edificio y quedo anulado el traslado del organismo. Los conflictos entre el Concejo de Santiago y el Arzobispado, como ya dije anteriormente, fueron de los mas importantes. Santiago se caracterizaba por estar dirigida por dos organismos, aunque históricamente el de mas importancia era el Arzobispado, aunque progresivamente en la Edad Moderna la importancia del concejo fue en aumento. Los conflictos normalmente se debian al intrusismo de un organismo en funciones del otro, ya que sus funciones no llegaban a estar del todo clarificadas. El concejo siempre que

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Esta parte del trabajo tratara sobre conflictos que eran mas atipicos, casos como los conflictos entre

el Concejo de Santiago de Compostela y el arzobispado, cuya tension duró, aunque no

continuamente, buena parte de la época Moderna. Tambien la Audiencia de Galicia tendra un papel

importante en los distintos conflictos surgidos. Tambien se tratara distintos conflictos por la

duracion de foros y por distintos motivos en el ámbito de la geografia gallega.

Uno de los conflictos con mas calado en esta época fue el intento de traslado de la Audiencia de

Galicia de la ciudad de la Coruña a la capital gallega (1744-1748) . La audiencia residia en el

llamado Palacio de la Real Audiencia, aunque este edificio durante un gran periodo de tiempo se

encontraba en una situación precaria. Se hicieron peticiones para el traslado a la ciudad de Santiago,

pero el Concejo Santiagues y el arzobispado no estaban interesados en este traslado, ya que temian

que la Audiencia se inmiscuyera en las funciones de ambos organismos. Incluso se llegó a plantear

su traslado a ciudades como Betanzos o la misma ciudad de Lugo, aunque al final fueron

rechazadas. El acuerdo final dictamino el arreglo del edificio y quedo anulado el traslado del

organismo.

Los conflictos entre el Concejo de Santiago y el Arzobispado, como ya dije anteriormente, fueron

de los mas importantes. Santiago se caracterizaba por estar dirigida por dos organismos, aunque

históricamente el de mas importancia era el Arzobispado, aunque progresivamente en la Edad

Moderna la importancia del concejo fue en aumento. Los conflictos normalmente se debian al

intrusismo de un organismo en funciones del otro, ya que sus funciones no llegaban a estar del todo

clarificadas. El concejo siempre que aparecian problemas pedia ayuda a la Audiencia de Galicia,

que solia dictaminar siempre los casos a favor del Concejo. El arzobispado pedia ayuda

directamente a la audiencia castellana. Gran parte de los conflictos acababan a favor del

Arzobispado, que debido a su caracter tanto religioso como histórico tenia el favor de los

organismos reales castellanos. Como ya se comento los conflictos sucedian debido a que no se tenia

claro quien era el organismo encargado de, por ejemplo, la creacion de levas o la recaudacion de

impuestos.

Hay que tener en cuenta que el arzobispado controlaba tambien un mayor territorio, ya que se

encargaba tambien de los territorios aledaños a la capital del reino (Tierras de Santiago), mientras

que el Concejo solo tenia poder en la propia ciudad. Hay que decir que las relaciones no fueron

malas, entre ambos organismos habia una sana relacion, aunque aparecian estos grandes conflictos

durantes varios periodos de años, lo que empañaba la situacion real entre estos.

En lo que toca a los conflictos forales, un cambio importante que se produce en el curso del XVII es

el que afecta a su duración, establecida antes en voces o generaciones, y después en vidas de reyes.

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La transformación no es venial, sino que favorece claramente la capacidad de control de los

rentistas: para saber cuándo vacaba un foro otorgado por un determinado número de voces -con

frecuencia tres-, los dueños del directo dominio tenían que conocer la historia de las familias,

inclinada a ocultar los fallecimientos de los cabezas de casa, para alargar la duración de las

cesiones, evitando el desahucio o el incremento de la renta. En teoría, a la muerte de una voz, el

heredero debía comparecer ante el rentista para ser reconocido como sucesor o siguiente voz, pero

esto no solía hacerse, como tampoco se respetaba la prohibición de vender los derechos del útil sin

avisar al directo dominio, o de dividir los bienes forales entre los hijos.

En varias demandas de despojo o desahucio presentadas en 1749 por el monasterio de Melón, con el

argumento de que los foros estaban “vacos” o concluyeran sus plazos, aparecen explotaciones

aforadas en 1570/80 por tres voces o generaciones y que en más de siglo y medio no habían sido

renovados; está claro que la esperanza de vida de la época no 8justificaba tan dilatada vigencia de

los contratos. Al fijar la duración del foro por vidas de reyes -en general tres-, a los titulares de

grandes patrimonios, en especial a los monasterios, les resultaba fácil averiguar qué bienes

quedaban a su disposición cuando fallecía un monarca.

Simplemente con abrir los libros forales a la muerte de Carlos II , en 1700, sabían qué cesiones

otorgaran en vida de su abuelo, Felipe III; las explotaciones en cuestión podían ser aforadas de

nuevo a los anteriores llevadores, o a otros, o arrendadas. Sólo surgieron dudas en 1724, cuando el

melancólico Felipe V abdicó en su hijo Luis I, fallecido a los pocos meses, circunstancia que el

primero aprovechó para volver a ceñir la corona (empujado por Isabel de Farnesio). Al final, el

breve reinado de Luis I no contó a efectos de duración de los foros, y los años 1700-1746

correspondieron a una sola vida real, la del depresivo Felipe V.

Pero la clarificación del período de vigencia de las cesiones forales no impidió que los derechos de

los propietarios del útil o posesores acabasen prevaleciendo sobre los del directo dominio. Desde la

primera mitad del XVII, la hidalguía, a través de las juntas del Reino, pidió al monarca una ley que

obligase a la renovación forzosa de los foros a los descendientes de los primeros llevadores, o

simplemente que las cesiones forales se perpetuasen.

En la década de 1630, el autorizado jurista Francisco de Salgado y Somoza, apoyó las peticiones de

los hidalgos, entre los que “hay pocos que escapen de tener foro de conventos”, por lo que si una

ley no imponía la renovación forzosa muchas casas nobles decaerían.

Los debates sobre la renovación de los foros se fueron agudizando desde 1700, en que muere Carlos

II, hasta 1759, en que lo hace Fernando VI. Se trata, sin duda, de un grave conflicto entre la

hidalguía, que defiende la renovación forzosa y promueve diversos alegatos en este sentido, y los

monasterios y el conde de Altamira, que quieren recuperar los bienes de foros vacos a la muerte de

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los correspondientes monarcas (1700, 1746, 1759), para hacer otros nuevos o transformarlos en

arriendos. Pero los campesinos se ven también afectados, y contra ellos se dirigen muchas

demandas de despojo o desahucio presentadas por las comunidades monásticas ante la Real

Audiencia.

Aunque las interpretaciones sobre la polémica foral divergen, creo que resulta claro que hay una

actitud nueva por parte de los monasterios, y que explica la dureza del enfrentamiento: y es que los

religiosos, siguiendo directrices de sus congregaciones, se inclinaban a convertir los foros en

arriendos, paso que en Asturias o en la Galicia cantábrica venían dando (monasterios de Vilanova de

Oscos, Meira y Lourenzá). Por eso hidalgos intermediarios y campesinos se resisten a “dimitir” de

su condición de propietarios del útil para quedar convertidos (los cultivadores) en colonos precarios.

Es muy significativo, además, no sea precisamente en el siglo XVIII cuando los monasterios

presentaron un mayor número de demandas. Esto tuvo lugar a fines del XVI y comienzos del XVII,

cuando, respondiendo a mandatos de las congregaciones, las diversas comunidades acometieron la

realización de apeos y tumbos y recurrieron a la Audiencia para recuperar bienes o que éstos les

fuesen reconocidos como parte de su dominio.

Un aspecto que genero conflictos importantes durante la época moderna fue el del sistema métrico y

su normalizacion en Galicia. Las posibilidades de que surgiera un conflicto entre vecinos,

comunidades, lugares, parroquias etc., eran enormes sobre todo cuando se trataba de pagar la renta

de la tierra, los diezmos o los tributos; de comprar y vender tierras o cualquier otro bien o

mercancía; de medir los espacios de cultivo o los comunales o, peor aún, de delimitar las medidas

de referencia para toda la casuística anterior.

En la Galicia del Antiguo Régimen, existía una variada tipología de medidas e incluso unos valores

muy heterogéneos para la misma medida, en función del área donde se utilizase o del material a

medir. Semejante heterogeneidad nos lleva a pensar en diferentes realidades que parecen

contraponerse y que dan como resultado esta sensación de revolucion métrica. Estamos, sin duda,

ante la coexistencia entre un sistema medieval y un sistema moderno. La romanización acercó su

sistema de medidas al territorio hispano y ese sistema atravesó toda la etapa medieval y llegó a la

moderna sin apenas variaciones: inmune a los desajustes bárbaros, sólo encontrará oposición ante el

nuevo sistema traído del mundo musulmán. Desde la corona se trató de responder a la dicotomía

entre la heterogeneidad en las medidas y en los intercambios mercantiles, a partir de la plena

conciencia de que el caos metrico iba totalmente en contra de los intereses y de las prácticas

comerciales en especial cuanto estas se modernizaban más12. Así pues, fueron numerosos los

intentos de los monarcas por unificar el sistema, desde los primeros intentos de Alfonso X hasta el

último de Carlos IV en 1801, cuando en Francia ya se había implantado el S.M.I. pasando por los

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empeños de los Reyes Católicos y de Felipe II. Si bien los numerosos intentos reales de unificación

métrica reflejan el interés de la corona en su consecución, demuestran igualmente que tales

tentativas eran directamente proporcionales al desacato o incumplimiento que producían, al menos

inicialmente.

Una segunda cohabitación se materializa entre el mundo urbano y el mundo rural. A pesar de que al

referirnos a Galicia estamos ante un territorio rural por antonomasia, existían núcleos que podemos

considerar urbanos –villas– por su función pero que por su pequeñez se diferencia del resto del

territorio castellano. Si en el mundo rural la conflictividad está ligada sobre todo al cobro y pago de

rentas en especie por señorío o por propiedad y usufructo de parcelas o de explotaciones agrarias,

los ejemplos urbanos presentan una variante en donde el foco se proyectaba sobre las medidas de

los comerciantes –y sus presuntos fraudes– y las visitas de pesos y medidas a las que eran

sometidos por las autoridades locales y reales, algo de lo que el campo estaba libre por lo general.

Por último, es preciso tener muy en cuenta que Galicia era un territorio en el casi la mitad estaba

bajo la jurisdicción del señorío secular, casi el cuarenta por ciento bajo señorío episcopal y

eclesiástico (25% y 13% respectivamente), y apenas un ocho por ciento era de realengo y sólo un

dos era de los propios vecinos.

Como ya mencione anteriormente, la conflictividad jurisdiccional era una causa importante en los

conflictos dentro del reino. He aquí un ejemplo de Cotonuebo, pueblo cercano a Monforte:

“(...) me quexo del Correxidor y Alcalde Hordinario de la villa de Monforte de Lemos, y digo que

mis partes y más por quienes hacen se alla desde inmemorial tiempo asta parte en la posesión

quieta y pacífica de que cuando se les hace título visitarlos como tanbien las medidas lo executa y

del es executar el merino y juez hordinario de dicha jurisdicción de Cotonuebo y no dicho

Correxidor y Alcalde de la citada villa, por no tener en dicha jurisdicción conocimiento privativo

alguno además de aver de distancia más de dos leguas y por averse ynseredo en ello despachando

ministerios contra mis partes, solo por interesarse y sus ministros no teniendo como no tiene para

ello jurisdicción alguna, si se quiere ynserirse en ello con pretesto de que una y otra jurisdicción

son del dicho Conde de Lemos, siendo los fueros que las administran distintos, y administrando

cada uno en su distrito Justicia (...).