Qué Es El Capitalismo _ Rolando Astarita

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. . . 1 ¿Qué es el capitalismo? Una introducción a la crítica de la economía política Textos de Rolando Astarita Prólogo, compilación y edición: Javier A. Riggio y Mariano A. Repossi Edición autogestionada Ciudad Autónoma de Buenos Aires República Argentina Otoño 2013

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¿Qué es el capitalismo?Una introducción a la crítica de la economía política

Textos deRolando Astarita

Prólogo, compilación y edición:Javier A. Riggio y Mariano A. Repossi

Edición autogestionada

Ciudad Autónoma de Buenos AiresRepública Argentina

Otoño 2013

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Prólogo

Con El Capital bajo el brazo, por Javier A. Riggio y Mariano A.Repossi.......................................................................................4

Primera parte:Introducción a la crítica de la economía política

¿Qué es el capitalismo?............................................................10La cuestión de la ética en Marx...............................................33

Segunda partePolítica y sindicalismo

Cuestiones sobre análisis políticos de la izquierda sindical...44

Métodos de discusión en ámbitos de izquierda.....................65Izquierda, indignados y acción política..................................70División obrera, no miremos para otro lado..........................77Crítica al Programa de transición.............................................83Apéndice: Sobre las fuerzas productivas y su desarrollo......161Reflexiones sobre el peronismo de izquierda.......................181

Índice

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Tercera parteLey del valor-trabajo para todos y todas

 A) El mundo

Crisis y mercado mundial.....................................................194Deudas y bancarrota del capitalismo....................................201

B) Latinoamérica

Crecimiento, catastrofismo y marxismo en América Latina..206

C) Argentina

«Profundizar el modelo» después de Kirchner....................217Fuga de capitales, dólar y modelo K.....................................228Economía argentina, coyuntura y largo plazo.....................236Asistencia social K, marxismo y Poulantzas.........................261Ajuste y represión K.............................................................266

Epílogo«Atrévete a pensar»

El «atrévete a pensar» de Marx y el socialismo.....................274

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1. Para qué

En condiciones capitalistas, los seres humanos nos dividimos en dosclases sociales: los dueños de los medios de producción (dueños de

tierras, fábricas, transportes, máquinas, el dinero, los bancos…) y losque estamos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo en elmercado (o sea, los que si no trabajamos por un salario nos morimosde hambre). Estas condiciones no son naturales ni divinas, sinohistóricas: se trata de una relación social mediante la cual unos sereshumanos viven del trabajo de otros seres humanos. Los explotadoresintegran la clase burguesa, los explotados integramos la clasetrabajadora.

Entre los modos de defensa que los explotados hemos instituido

en los últimos 150 años se hallan los sindicatos. Garantizar la ventade fuerza de trabajo para los seres humanos es lo mínimo necesariopara que podamos vivir. Al menos, mientras exista el capitalismo.Pero no alcanza.

Luchar por el salario, por el derecho a huelga, por el pago dehoras extra, por mejoras en las condiciones laborales, por coberturasocial, por una jubilación, etc., resulta imprescindible para vivir. Perono es suficiente para vivir humanamente. Mientras existan sereshumanos que vivan de la explotación de otros seres humanos, la

sociedad no será verdaderamente humana. Dicho por la negativa , hayque luchar sindicalmente (reducir la explotación todo lo que podamos)y hay que combatir la lógica del capital (que impone la ganancia comoobjetivo fundamental para la vida). Esperamos que este libro sea unaporte a favor de esa lucha y de este combate. Y, dicho por la positiva ,hay que construir, aquí y ahora, tanto como se pueda , lazos sociales desentido emancipatorio. Porque el capitalismo está en todos lados: enel trabajo, en la familia, en el barrio, en la escuela, en la universidad,en el hospital… En fin, no se trata de «esperar» a que derrotemos el

capitalismo para, recién entonces, entregarnos a la tarea de comenzar

PRÓLOGO

CON EL C APITAL BAJO EL BRAZO…

La emancipación de los trabajadores será obraúnicamente de los trabajadores.Estatuto de la Asociación Internacional

de los Trabajadores (AIT), 1864.

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a construir esas otras relaciones sociales. Se trata de que, asumiendolos obvios límites que nos impone el modo de vida capitalista,empecemos a tensarlos en sentido emancipatorio, sin miedo alguno a

equivocarnos y sin esperanza alguna de tener éxito.2. Quiénes

Los textos que seleccionamos para armar este libro fueron escritospor Rolando Astarita. La mayoría de ellos está a disposición tanto ensu blog http://rolandoastarita.wordpress.com como en su página webwww.rolandoastarita.com. Otros fueron publicados en los añosnoventa en la revista Debate Marxista. Debemos decir que, más allá de

la relación personal que tenemos con Astarita, nos importa poco ynada la autoría de los textos que estamos prologando y nos importapoco y nada que seamos nosotros dos quienes estemos editando estelibro.La crítica a la relación social capitalista es una creación de la clase trabajadora.Esto es lo fundamental para nosotros. Que ciertos nombres (RosaLuxemburg, Karl Marx, Vladimir Lenin, Ema Goldman,León Trotsky,Anton Pannekoek, Alexandra Kollontai y otros miles) colaboren conla lucha por la emancipación no debería hacernos perder de vista quelo más importante es la emancipación de la humanidad, no los

nombres de autor (mucho menos los nombres de editor).Aclarado eso podemos explicitar que decidimos editar un librocon textos de Astarita por dos motivos. En primer lugar, porqueconsideramos que presentan, en general, la exposición actualizada dela obra marxiana más clara, didáctica, crítica y rigurosa queconocemos. Esto no significa que acordemos con todo lo que dicen lostextos que compilamos; simplemente nos interesa que cada quienpiense por sí mismo y consideramos que estos textos ayudan a pensar.En segundo lugar, porque su autor, si bien trabaja hace años como

profesor universitario, es, en primera instancia, un militanteautodidacta. Subrayamos estos aspectos de la vida de Astarita porqueafirmamos la absoluta importancia de la autoformación para lamilitancia política anticapitalista. Si la emancipación de lostrabajadores sólo será realizable como autoemancipación colectiva ,entonces la educación emancipadora sólo será realizable comoautoeducación colectiva. De manera que no hacemos este libro por Astaritao por Marx, sino que lo hacemos, en tanto somos trabajadores ymilitantes, por nuestra emancipación y la de todos nuestros

compañeros del mundo.

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3. Por qué...

…un libro? Porque consideramos que es fundamental la tarea de conocer

al enemigo contra el cual peleamos. Dijimos que la división en claseses esencial a la sociedad capitalista. Además, notamos otro tipo dedivisión que favorece la reproducción del sistema en el que somosexplotados. Nos referimos, puntualmente, a la división entre el trabajointelectual y el trabajo manual. Si bien esta división nunca se da demanera pura (no hay intelecto sin manos, ni hay manos sin intelecto),todo grupo social (pequeño o grande) en el que una minoría toma lasdecisiones y una mayoría las ejecuta se basa en la división manual/intelectual del trabajo, porque se supone que algunos «saben pensar»

y otros únicamente «saben hacer». Esta división entre los que «usanla cabeza» y los que «usan las manos» es una relación social y, entanto tal, se encuentra en todas las instituciones burguesas, en loslugares de trabajo y, mal que nos pese, en las organizaciones detrabajadores. Por eso queremos hacer hincapié en cómo aparece estadivisión en el problema de la formación teórica y política de lostrabajadores.

Simplificando un poco, hay dos aspectos de un mismo problema:el contenido de la formación (qué se estudia) y el modo en que realiza la

formación (cómo se estudia). También podríamos decir que el primeraspecto es de orden ideológico y el segundo es de orden organizativo.

Primer aspecto: el contenido(O el problema ideológico)

El objeto de estudio de la economía política es la producción, ladistribución y el consumo de la riqueza social. En la inmensa mayoríade las producciones teóricas que circulan y se consumen (en libros, en

artículos de revistas, en los medios de comunicación masiva, etc.)predominan el punto de vista liberal y el punto de vista populista. Losliberales centran sus explicaciones en el consumo de la riqueza social,por eso postulan –teórica y políticamente– que hay que «liberar alMercado» para que la economía se desarrolle sin turbulencias: si ocurrealguna crisis se debe, según el liberalismo, a la intromisión de unagente externo, que suele ser el Estado. Por ello un Estadointervencionista impide, según los liberales, un desarrollo «libre» delconsumo. Los populistas, por su parte, centran sus explicaciones en la

distribución de la riqueza social, por eso sostienen que sólo un «Estado

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fuerte» puede garantizar la armonía de la sociedad: si ocurre algunacrisis se debe, según el populismo, a la angurria irresponsable de losagentes del Mercado. Por ello un Mercado librado a su suerte impide,

según el populismo, una distribución equitativa de la riqueza.A un lado, las odas al Mercado. Al otro, las odas al Estado.Liberales y populistas parecen adversarios, pero no lo son. Porquetanto unos como otros gambetean el problema de la producción de lariqueza social. Dicho en pocas palabras, liberales y populistas ocultanla explotación capitalista y la lucha de clases. La inmensa mayoríadel «saber» económico al que tenemos acceso pertenece a uno de estosdos puntos de vista que son, esencialmente, un mismo punto de vista burgués. Es por eso que, desde la perspectiva de la clase trabajadora,

afirmamos la importancia de estudiar la teoría marxiana comoproducto teórico propio de la clase trabajadora, como crítica de laeconomía política para comprender la lógica de la explotacióncapitalista y la dinámica de la lucha de clases, para conocer el cómo dela producción de la riqueza social, el  por qué  de su distribución yconsumo y el cuál de su carácter histórico.

Segundo aspecto: el modo(O el problema organizativo)

Pero recién llegamos a mitad de camino cuando afirmamos lanecesidad de formarnos con aquellas contribuciones teóricas queexpliquen la realidad cotidiana y nos permitan luchar sin ilusión.Pues, como hemos dicho, no hay contenido sin forma, ni forma sincontenido. Por lo que es ineludible el problema de cómo nos formamos,de qué manera.

En aquellas organizaciones que aceptan la importancia de laformación, ésta suele ir de la mano de la decisión de separar a ciertas

personas (las más capaces, las más aptas, los «cuadros») para que seespecialicen en determinados problemas, que se embeban de ciertastradiciones teóricas. Luego, en el mejor de los casos, este conocimientoacumulado será distribuido para la gran mayoría de los integrantes(«de base») de la organización en forma de «charlas-relámpago»,cursos, revistas y, por supuesto, el periódico. Remarcamos que estapráctica en la que una minoría estudia y una mayoría vende periódicoscorresponde a una decisión política.

Frente a esta tradicional forma de asumir la tarea de formación,

en la que se asume acríticamente la escisión entre los que piensan y

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los que hacen, afirmamos el carácter indelegable de la propiaformación, es decir, apostamos a la autoformación. Y el generar lascondiciones para estos procesos es tarea de la propia organización.

La práctica de la autoformación implica procesos de largoaliento, requiere constancia y paciencia. El inmediatismo de la luchapolítica, muchas veces, obstaculiza las condiciones para su ejercicio.Pero mientras concibamos y reconozcamos su importancia para lalucha contra el capital, mientras la inquietud por el propio conocerexista, esas condiciones, tarde o temprano, se irán generando. Elverdadero problema es no considerarlo, justamente, un problema.

4. Cómo

Hacemos este libro como trabajadores y como militantes. Junto acompañeras y compañeros de militancia, financiamos su impresióncon dinero «de nuestros bolsillos», es decir, con la venta de nuestrafuerza de trabajo en el mercado. El precio de venta de este libro equivaleal costo unitario de impresión, porque no nos interesa lucrar con estematerial sino que nos interesa que circule entre compañeras ycompañeros. De hecho, ya advertimos que los textos compilados seencuentran a disposición de cualquiera que tenga acceso a internet, en

el blog y en la página de Rolando Astarita. Si recreamos estos textosen forma de libro es porque nos interesa favorecer condiciones deacceso a estos materiales de autoformación, no como manera dedifundir a un autor, sino como manera de propiciar que cada trabajadory trabajadora generemos nuestras propias opiniones y evaluemospor nuestros propios medios las razones, los problemas, los conceptosde la crítica de la economía política. Es decir, de la crítica contra elsistema que nos explota cotidianamente. Porque, si bien este libro esuna introducción a la crítica de la relación social capitalista, también

nos da elementos para pensar y hacer política en sentidoemancipatorio.Dijimos al comienzo que hay que luchar sindicalmente y que

hay que combatir al capital. Digamos que también es necesarioconstruir una alternativa comunista al modo de vida burgués. Peroeso hay que hacerlo y no se resolverá solamente con un libro.

Javier A. Riggio y Mariano A. Repossi,

otoño de 2012.

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Primera parte

Introducción a la crítica

de la economía política

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1. Introducción

Hace muchos años un defensor del sistema capitalista, un señorllamado Mandeville, escribió un libro que en su momento fue famoso,La fábula de las abejas. Ahí sostenía que «para contentar al puebloaun en su mísera situación, es necesario que la gran mayoría siga siendotan ignorante como pobre». Mandeville pensaba que el conocimientopor parte del pueblo era peligroso porque «amplía y multiplicanuestros deseos, y cuanto menos desea un hombre tanto más fácilmentepueden satisfacerse sus necesidades».1 Y mucha gente sigue pensandoasí; de hecho, incluso, hace poco en el diario La Nación , de amplia

circulación entre la clase pudiente, apareció un largo artículo, lleno deelogios a Mandeville y su La fábula de las abejas.Pues bien, el objetivo de este pequeño escrito es hacer

exactamente lo opuesto de lo que quería Mandeville. O sea, vamos aexplicar, de la manera más sencilla posible, qué es el sistema capitalista,por qué es un sistema que produce concentración de la riqueza, por unlado, y al mismo tiempo genera miseria, desocupación, y trabajos malpagos y agotadores. Queremos ayudar a ubicar en una perspectivaamplia las luchas sociales que el pueblo emprende diariamente. O sea,

que los trabajadores, los desocupados, conozcan por qué el actualsistema económico podría cambiarse, y la sociedad podría organizarsede manera que millones de personas no tengan que estar en unasituación mísera. Que se conozca por qué tenemos el derecho de conocerpara «ampliar y multiplicar nuestros deseos», y para que algún díatengamos un mundo libre de miserias y privaciones.

Empecemos explicando las clases sociales.

1 Esto lo tomamos de un libro que escribió Carlos Marx, El Capital , donde cita a

Mandeville.

¿QUÉ ES EL CAPITALISMO?

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2. Las dos grandes clases sociales

El sistema capitalista se caracteriza, en primer lugar, por el hecho de

que las fábricas, los campos, los bancos, los comercios, es decir, losmedios para producir, comerciar y para el intercambio, son propiedadprivada de un grupo social, los capitalistas. Frente a ellos se encuentrauna inmensa mayoría de personas que no son propietarias de ningúnmedio para producir, y deben trabajar para los capitalistas por unsalario. Son los obreros.

Ser obrero o capitalista no es algo que podamos elegir a voluntad,porque está determinado por la forma en que está organizada lasociedad. Para comprender este importante punto, supongamos dos

niños, uno hijo de obreros, el otro de empresarios. El primero, cuandollegue a adulto, a lo sumo tendrá como herencia la casa de sus padres;con eso no podrá para mantenerse, y deberá hacer lo mismo quehicieron sus padres: contratarse como empleado u obrero. Es decir,pertenece a la clase obrera desde su nacimiento, a la clase que no espropietaria de los medios para producir. Es una situación que no elige,porque la conformación de la sociedad lo destina a ese lugar. El segundo,en cambio, cuando llegue a adulto va a heredar la empresa de suspadres, y estará destinado «socialmente» a ser empresario. Como

vemos, cada uno de estos niños pertenecerá a grupos sociales distintos.¿Qué los distingue? El hecho de que uno de esos grupos es propietariode los medios de producción, el otro no lo es. Los que no son propietariosestán obligados a trabajar bajo el mando de los que son propietarios.

A los grupos de personas que se distinguen por la propiedad ono propiedad de los medios de producción, se los llama CLASES SOCIALES.La clase capitalista es la clase o grupo de gente propietaria de los mediosde producción. La clase obrera es el grupo que no es propietario de losmedios de producción y debe trabajar por un salario, bajo el mando de

los capitalistas. Un obrero puede ganar más o menos dinero, peromientras no sea propietario de las herramientas y máquinas con lasque trabaja, y esté obligado a emplearse por un salario bajo las órdenesdel empresario, seguirá perteneciendo a la clase obrera.

En esta sociedad existen dos grandes clases sociales, lospropietarios de los medios de producción, que emplean obreros; y losno propietarios de los medios de producción, que trabajan comoasalariados para los primeros.

Entre estas dos grandes clases sociales existe otra clase, que

llamaremos la pequeña burguesía. Este grupo ocupa una posición

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intermedia entre la clase obrera y la clase capitalista, porque por logeneral tienen una propiedad (por ejemplo, un taxi, un pequeñocomercio, son profesionales independientes), pero no emplean obreros,

y viven de su trabajo.También existen otros sectores, que son más difíciles de clasificar;por ejemplo, los ladrones, los mendigos. Pero lo importante es que nosconcentremos por ahora en las dos grandes clases, la capitalista y laobrera, para analizar qué relación existe entre ambas. Esta relaciónnos mostrará el secreto del funcionamiento de este sistema capitalista.

Antes de terminar este punto, queremos refutar una idea quetratan de inculcar, y que viene a decir que es «natural» que los sereshumanos pertenezcan a clases diferentes. Según este argumento,

pareciera que la naturaleza ha dispuesto que algunos vengan a estemundo siendo propietarios de los medios para producir y comerciar,y otros no. En el mismo sentido, se nos quiere hacer creer que hacemuchos años, hubo un grupo de gente que ahorraba y trabajaba mucho,y otro que haraganeaba todo el día. Entonces, el primer grupo se hizopropietario, y a partir de allí sus hijos y todos sus descendientes ya notuvieron que trabajar. Mientras que los del segundo grupo, losholgazanes, se vieron obligados a trabajar como empleados, y todossus descendientes también, y ya no pudieron salir de esa situación.

Como se puede intuir, todos estos son cuentos para disimular elhecho de que esta sociedad está dividida en clases, que esta situaciónha sido provocada por la evolución de la historia humana, y por lotanto es modificable. Veamos ahora qué sucede cuando un obrerotrabaja para el patrón.

3. La explotación I: ¿qué es el valor?

Vamos a comenzar por una pregunta que está en la base de toda laeconomía: de dónde viene el precio de las cosas que compramos ovendemos. Aquí vamos a dar una explicación muy sencilla, que nosservirá para lo que sigue.

Cuando hablamos de precio, nos referimos al valor económicoque tiene una mercancía. Por ejemplo, si un reloj tiene un precio muyalto, decimos que tiene mucho valor; de un producto de mala calidad,decimos que vale muy poco. Entonces, ¿Qué es lo que da valor a lascosas? ¿Por qué algunas tienen mucho valor (son caras) y otras no?

En el siglo pasado, varios economistas llegaron a la conclusión

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de que lo que otorga valor a las mercancías (por lo menos, de todas lasque se hacen con vistas a la venta) es el trabajo humano empleadopara producirlas.

Por ejemplo, si un mueble tiene una madera muy pulida, si tienemuchas manos de barniz, es decir, si tiene muchas horas de trabajoinvertidas en su fabricación, tendrá más valor que otra mesa malterminada, mal pulida. Supongamos que en la primera se han empleado20 horas de trabajo, y en la segunda 10 horas. La primera tendrá eldoble de valor que la segunda y eso se manifestará en el precio: podemossuponer que la primera costará el doble de dinero que la segunda. Porejemplo, si la primera vale 100 pesos y la segunda 50 pesos,2 esadiferencia expresará que en la primera se empleó aproximadamente el

doble de tiempo de trabajo para producirla.La fuente de valor es el trabajo humano que se invierte enproducir, en modificar materias tomadas de la naturaleza, para crearlos bienes de uso que empleamos en nuestras vidas.

Entonces el valor es una cualidad, una propiedad, de los bienesque compramos o vendemos, que tiene algo así como dos «caras»: porun lado, es el tiempo de trabajo que se emplea para producir ese bien;ésta sería la cara oculta, la que no vemos a primera vista, cuandoestamos en el mercado. Por otro lado, ese tiempo de trabajo se nos

muestra en el precio, en el dinero que pagamos cuando lo compramoso que recibimos cuando lo vendemos; esta es la cara visible del valor,que hace que no nos demos cuenta de que, al comprar o vender cosas,estamos comprando o vendiendo tiempos de trabajo.

Por eso, cuando decimos que un bien (una mesa, una camisa,etc.) vale tanto dinero, estamos diciendo en el fondo que se empleó unacierta cantidad de trabajo para producirla. A pesar de que esto noaparece a la vista, los empresarios siempre están calculando lostiempos de trabajo empleados. Por ejemplo, los empresarios del acero

calculan que en Argentina, para producir una tonelada de acero, hoyhacen falta 11 horas de trabajo, en Brasil 8 y en México 12. Estasdiferencias pueden estar dadas por las diferentes técnicas, o por otrosmotivos.

Por supuesto, un trabajo más complejo, más difícil, agrega másvalor. Daremos un ejemplo. Supongamos que un campesino leñador

2 Esto siempre es aproximado, porque la primera mercancía puede tener un preciode 101, 102, 99, etc., y lo mismo sucede con la segunda: puede costar 48, 51, 49,

53, etc. Es decir, los precios oscilan alrededor de un promedio.

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va a un bosque y corta un árbol, y lo transporta hasta el pueblo, dondevende la madera, y que toda esa operación le lleva 10 horas de trabajo;supongamos que en cada hora de trabajo los hacheros generan 5 pesos

de valor. Por lo tanto, este campesino podrá vender la madera en 50pesos (10 horas de trabajo x 5 pesos = 50 pesos). Pero quien compraahora la madera es un artesano, tallador experto, que saca de ella un bonito adorno. Supongamos que este artesano emplea otras 10 horasde trabajo, pero esta vez, como su trabajo es más complejo, más difícil,en cada hora de trabajo agrega 15 pesos de valor, en lugar de los 5 quegeneraba el leñador. Por lo tanto, habrá sumado a la madera un valorde 150 pesos (10 horas de trabajo x 15 pesos = 150 pesos). El adorno, deconjunto, valdrá 200 pesos = 50 pesos (valor creado por el leñador) +

150 pesos (valor creado por el tallador). Estos 200 pesos representarán10 horas de trabajo «simple», del leñador, y 10 horas de trabajocomplejo, del artesano tallador. También podríamos reducir todo ahoras de trabajo simple, por ejemplo, decir que los 200 pesos que valeel adorno representan 40 horas de un trabajo tan simple como el querealizó el leñador.

4. La explotación II: ¿qué es el plusvalor?

Conociendo qué es el valor, podemos saber cómo surge la ganancia delempresario. Veamos qué sucede cuando el obrero trabaja en una fábricapor un salario.

Supongamos que en una empresa el obrero utiliza un telar, ehila algodón. El algodón que emplea diariamente para hacer el hiladotiene un valor de 100 pesos. Supongamos también que el obrero haceun trabajo simple, durante 10 horas, y crea un nuevo valor, de 50pesos. Por otra parte, por el desgaste del telar, los gastos de luz, agua,

y otros, hay que agregar otros 10 pesos de valor. La cuenta es:100 pesos que vale el algodón que emplea+ 50 pesos que agrega el obrero con su trabajo diario de 10 horas+ 10 pesos de gastos del telar, y otros gastosTotal: 160 pesos que vale el hilado.

¿Dónde está la ganancia del dueño de la empresa? ¿De dónde puedesalir? Esta era la gran pregunta que se hacían los economistas en el

siglo pasado, y no acertaban a responder. La respuesta que dio Carlos

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Marx es la siguiente: el obrero agregó con su trabajo 50 pesos de valoral hilado. Pero el dueño de la empresa no le devuelve ese valor queprodujo, porque sólo le paga de acuerdo a lo que necesita para

mantenerse él y su familia, que será menos que los 50 pesos de valorque ha creado. Por ejemplo, si el obrero necesita –en promedio– 25pesos por día para comer, vestirse, pagar el alquiler, mantener a sushijos (aunque sea a nivel mínimo), el dueño de la empresa procurarápagarle sólo esos 25 pesos, que representan 5 horas de trabajo. De estamanera, el obrero habrá empleado 5 horas en producir un valor iguala su salario, de 25 pesos. Y otras 5 horas habrá trabajado gratis,produciendo un PLUSVALOR o PLUSVALÍA de 25 pesos, que se los apropia elcapitalista.

En algunos casos los obreros, con sus luchas, consiguenaumentos, por ejemplo, llevar la paga a 27 pesos; en otros casos, eldueño de la empresa logrará bajar el salario, por ejemplo a 23 pesos.Pero siempre existirá ese plusvalor en favor del capital. Hagamos ahoralas cuentas totales:

El dueño de la empresa invirtió: 100 pesos en comprar algodón; invirtióantes en las instalaciones y las máquinas, y esto se lo va cobrandopoco a poco, cargando 10 pesos por día en sus costos3; además, pagó 25

pesos al obrero: Por lo tanto el costo del hilado para él es de 125 pesos.Pero como el obrero creó un nuevo valor «extra» por 25 pesos, podrávender el hilado en 150 pesos. Le quedan 25 pesos de ganancia. Ahora,en cuentas:

100 pesos de algodón+ 10 pesos de desgastes de la máquina+ 25 pesos de salario del obrero+ 25 pesos de plusvalíaTotal: 160 pesos

Observemos entonces que el capitalista le paga al obrero no deacuerdo al valor que produjo, sino de acuerdo al valor de los alimentos,de la ropa, de la vivienda, que necesita para vivir. Por eso Marx diceque el dueño de la empresa le paga al obrero el valor de su fuerza detrabajo. El valor de la fuerza de trabajo es el valor de la canasta de

3 Calcula que al cabo de determinado tiempo habrá recuperado esa inversión para

comprar de nuevo máquinas y la fábrica.

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 bienes que consume el obrero para vivir y reproducirse.De esta manera el dueño de la empresa dispone de una forma de

generar ganancias sin tener que trabajar; o a lo sumo, trabaja en la

vigilancia de los trabajadores, en cuidar que éstos produzcan lo debido.Pero cuando es poderoso, contrata a los capataces y supervisores paraesa tarea. A esto le llamamos explotación, porque el obrero producemás valor que el que recibe a cambio.

¿Por qué el capitalista pudo hacer esto? Recordemos lo básico:porque es el dueño de los medios de producción, es decir, de los mediospara crear lo que necesitan los seres humanos para vivir. Sinherramientas, sin materias primas, sin dinero para mantenersemientras produce, el obrero no puede vivir. Por eso está obligado a

vender su fuerza de trabajo al empresario, y a producir plusvalía paraéste. Recordemos lo que decíamos al comienzo: desde su cuna losobreros están destinados a ir a trabajar por un salario, porque nodisponen de los medios para producir. Y si carecemos de herramientasy de las materias primas, si tampoco tenemos un pedazo de naturalezapara proveernos, es imposible alimentarnos, vestirnos, tener vivienda.Estar carente de propiedad es como estar encadenado al capital; elobrero es libre sólo en apariencia.

5. ¿Qué es capital?

Ahora estamos en condiciones de definir qué es capital: es el dinero, losmedios de producción, y las mercancías, que son propiedad de losempresarios y se utilizan en la extracción de plusvalía. Veamos estocon detenimiento.

Cuando el empresario decide invertir su dinero, ese dinero es laforma que toma su capital. Con ese dinero compra el algodón, el telar,

el edificio de la fábrica; por lo tanto, en esta segunda etapa, su capitalestá compuesto por algodón, telar, edificio de la fábrica; o sea, el capitaldel empresario cambia de forma: antes era dinero, ahora se transformóen medios de producción.

Pero además, nuestro empresario contrata obreros, y por lo tantouna parte de su dinero se transforma en el trabajo humano que generala plusvalía. Así, otra parte de su capital que tenía la forma dinero,ahora, mientras trabaja el obrero, se ha transformado en trabajo, queestá creando valor.

Posteriormente, aparece el hilado terminado, que se destinará a

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la venta. Por consiguiente, ahora el capital tomó la forma de hilado,existe como hilado; nuevamente el capital cambió de forma. Por último,cuando el empresario vende el hilado, habrá obtenido dinero, es decir,

su capital ha vuelto a la forma de dinero.Si lo analizamos desde el punto de vista del valor, podemos verque, por ejemplo, había un valor igual a 1.000 pesos, que estaba en billetes; luego ese valor se transformó en medios de producción(algodón, telar, etc.), y en trabajo de los obreros; al salir del proceso deproducción, los 1.000 pesos de valor se habían transformado en hilado,y además se había engendrado una plusvalía, supongamos de otros 50pesos. Por lo tanto, el valor originario, de 1000 pesos, se haincrementado; decimos que el valor se ha valorizado, gracias al trabajo

del obrero.En vista de esto, podemos decir que el capital es valor enmovimiento y transformación: primero aparece bajo la forma dedinero, luego de medios de producción y trabajo, luego de mercancía,y por último de nuevo como dinero. Capital es entonces valor quegenera más valor sustentado por la explotación de los obreros. El telares capital porque está dentro de este movimiento; lo mismo podemosdecir del algodón, de la fábrica, o del dinero.

Observemos que si el capitalista comprara el algodón y el telar,

y contratara al obrero para que le hiciera un hilado para su usopersonal, el dinero gastado, el algodón, el telar o el trabajo no seríancapital. En este caso, el capitalista probablemente estaría mejor vestido,pero no habría incrementado el valor del dinero que poseía; por elcontrario, lo habría gastado. Sólo hay capital cuando se invierte convistas a obtener una ganancia.

6. La acumulación de capital

Una vez puesto en funcionamiento un capital, es decir, una vez que uncapitalista inició el proceso de comprar medios de producción y fuerzade trabajo, para producir plusvalor, puede seguir acrecentando sucapital.

Supongamos que un capitalista tiene 10.000 pesos iniciales,invertidos en máquinas y materia prima, con los cuales explota a unobrero. Supongamos que este obrero gana 200 pesos mensuales, yproduce otros 200 pesos de plusvalía por mes. Supongamos también

que el capitalista tiene ahorrado dinero, de manera que puede vivir

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como vive el obrero, durante varios meses. Si hace trabajar al obrerodurante varios meses, y ahorra la plusvalía, al cabo de 50 meses habráreunido un fondo de 10.000 pesos (200 de plusvalía por mes x 50 meses).

Con este dinero ahora podrá comprar otra maquinaria y contratar unsegundo obrero, al que le pagará también 200 pesos y del cual sacaráotros 200 pesos de plusvalor. Con dos obreros bajo su mando, nuestrocapitalista podrá utilizar 200 pesos de plusvalía para consumir yahorrar otros 200 pesos de plusvalía por mes. O sea, ya no necesitavivir de su fondo de reserva; ahora vive de la plusvalía.

Así, al cabo de otros 50 meses tendrá otros 10.000 pesos, con losque podrá contratar a un tercer obrero. Si todo sigue igual, ahoraobtendrá otros 200 pesos de plusvalía. Ahora podrá consumir un poco

más, por ejemplo, vivir con 250 pesos, y le quedarán 350 para ahorrar.Ahora podrá contratar a un cuarto obrero en poco más de 28 meses. Silo hace, y continúan las ventas de sus productos, y los salarios siguenal mismo nivel, su plusvalía pasará a 800 pesos por mes. Y después devarios ciclos tendrá necesidad de ampliar su establecimiento, paracontratar más obreros, que le darán más plusvalía. Por supuesto, yano tendrá ninguna necesidad de vivir estrechamente. Y dispondrá deun capital de varias decenas de miles de dólares.

Este ejemplo es imaginario, pero en líneas generales se reproduce

en la vida real. Muchos capitalistas en sus orígenes vivieronpobremente. De allí que muchos empresarios nos digan que ellos, osus padres, o sus abuelos «empezaron desde cero». Pero esto no escierto, porque tuvieron la posibilidad de tener un pequeño capitalinicial, y además tuvieron la suerte de que nada interrumpiera laacumulación. Si se dieron esas condiciones, a partir de la explotacióndel obrero el capitalista pudo acumular la plusvalía, acrecentandomás y más su capital. Esto se llama la ACUMULACIÓN DE CAPITAL.

Por otra parte, los obreros, condenados a vivir con 200 pesos

mensuales –el valor de su fuerza de trabajo– no pueden acumular.Después de varios años habrán perdido su salud trabajando, y estarántan pobres como cuando empezaron. En el otro polo, el capitalistahabrá acumulado riqueza. El hijo del obrero estará condenado, contoda probabilidad, a repetir la historia de su padre. El hijo delcapitalista estará destinado a otra historia, porque iniciará su carrerasobre la base de la riqueza acumulada.

Volvemos en cierto sentido al principio, pero ahora viendo cómoeste movimiento del capital reproduce en un polo a los obreros y en el

otro a los capitalistas, es decir, reproduce las clases sociales. Y no sólo

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las reproduce, sino que las reproduce de forma ampliada, porque elcapitalista cada vez contrata más obreros, al tiempo que concentramás capital.

Si los capitalistas se enriquecen cada vez más, si con elloaumentan las fuerzas de la producción y la riqueza, y si los trabajadoressiguen ganando lo mismo, entonces, en proporción, los trabajadoresson cada vez más pobres. Incluso los obreros pueden aumentar elconsumo de bienes, pero no por ello dejan de ser pobres, porque lapobreza o la riqueza están en relación con la situación de la sociedad yel desarrollo de la producción. Por ejemplo, en el siglo XIX prácticamenteningún trabajador tenía reloj; el reloj era para los ricos y nadie seconsideraba extremadamente pobre si no tenía reloj. En las fábricas

hacían sonar unas sirenas para despertar a los obreros a las mañanasy anunciar la hora de entrada al trabajo. Sin embargo hoy, en Argentinaun obrero que no tenga dinero para comprar un reloj (aunque sea uno«descartable») es considerado extremadamente pobre. Con relación ala riqueza producida por las modernas fuerzas productivas, podemosdecir que los obreros y las masas oprimidas son hoy tan o más pobresque lo eran hace cien años.

7. La lucha entre el capital y el trabajo y el ejército dedesocupados

Pero a medida que ha ido creciendo el número de obreros agrupados bajo el mando de los capitales, se fueron organizando para luchar poruna parte de esa riqueza. Los sindicatos, los partidos obreros y otrasformas de organización surgieron al calor de este movimiento de lostrabajadores. Los obreros pelearon por aumentos del salario, para quese les pagara mejor el valor de lo único que pueden vender, su fuerza de

trabajo. Esta es una manifestación de la lucha de clases en la sociedadcapitalista, es decir, de la lucha en defensa de los intereses de clase,unos por aumentar la explotación, otros por ir en el sentido contrario.Todas las mejoras de los trabajadores se consiguieron gracias a esapresión, a las huelgas, manifestaciones, incluso revoluciones contra elsistema explotador. Las mejoras de vida de la clase obrera no fueron elresultado de la bondad de los empresarios, sino conquistas que searrancaron con pelea, es decir, con la lucha de la clase obrera. Lospolíticos de la burguesía, así como la iglesia y otros ideólogos, tratan

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de frenar y desviar la lucha de clases, predicando la conciliación entreobreros y patronos. Los actuales dirigentes de los sindicatos, que hanpasado al lado de la patronal, hacen lo mismo. Los revolucionarios, en

cambio, mostramos la raíz de la explotación para fortalecer laconciencia de clase obrera, para demostrar que la lucha entre el capitaly el trabajo es inevitable y necesaria, y el único camino para acabarcon la explotación.

A pesar de las gigantescas luchas obreras dentro del sistemacapitalista, los empresarios lograron, a lo largo de la historia, mantenera raya los salarios; los trabajadores muchas veces obligaron a ceder,pero nunca pudieron hacer desaparecer la plusvalía con la luchasindical. Tomemos el ejemplo anterior, en donde al obrero le pagaban

25 pesos diarios por su fuerza de trabajo, y producía 25 de plusvalía.Dijimos que las luchas obreras podían arrancar aumentos de salario ydisminuir la plusvalía. Por ejemplo llevar el salario a 27 pesos y laplusvalía a 23 pesos. Tal vez a 30 de salario y 20 de plusvalía; incluso sila lucha obrera fuera muy fuerte, y los capitalistas estuvieran muynecesitados de trabajo, los salarios podrían llegar a 35 pesos por día yla plusvalía bajar a 15. ¿Puede seguirse así hasta acabar con la plusvalíay la explotación?

La experiencia nos muestra que no, que esta lucha económica

tiene un límite. Llegado un punto los capitalistas aceleran lasinnovaciones, introducen maquinarias que reemplazan la mano deobra y despiden obreros. Marx cuenta un caso de una zona de Inglaterraen que faltaban cosechadores, y los trabajadores conseguían más ymás aumentos salariales. Pero llegó un momento en que a losempresarios les convino comprar máquinas cosechadoras, en lugar decontratar obreros. Al poco tiempo había enormes masas dedesocupados, que peleaban por un puesto de trabajo, y los salarios sedesplomaban. Hoy en todos lados los capitalistas reemplazan a los

obreros por máquinas; en las fábricas automotrices, por ejemplo, enmuchas líneas de montaje los robots hacen el trabajo de varios obreros.Así se generan más y más desocupados, es decir, se crea un EJÉRCITO

DE DESOCUPADOS , que es la principal arma que tiene el capital para derrotarlas luchas sindicales. Por eso Marx decía que la maquinaria se hatransformado en un arma poderosa contra la clase obrera. Lamaquinaria debería ser un instrumento para liberar al ser humano delas penalidades del trabajo manual, pero bajo el dominio del capital seconvierte en un instrumento para esclavizar más al obrero; porque

crea desocupados, pero también porque los que conservan el empleo

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son sometidos a mayores ritmos de producción, a peores salarios.Pero existe otra vía por la cual se crea desocupación. Cuando los

capitalistas ven que las ganancias están disminuyendo, comienzan a

interrumpir sus inversiones. Por ejemplo, el empresario que vende elhilado, en lugar de contratar de nuevo a los obreros, guarda el dineroa la espera de que mejoren las condiciones para sus negocios. Cuandomuchos capitalistas hacen lo mismo, hablamos de una crisis, y portodos lados aparecen obreros sin trabajo. En estos períodos se creanenormes masas de desocupados.

En el mundo capitalista desde hace por lo menos 20 años que haestado creciendo la masa de desocupados, porque se frenaron lasinversiones y porque se introducen maquinarias que desplazan a los

obreros. Cuando se habla de la cantidad de robos que existenactualmente, de que no hay seguridad en las calles, de que las cárcelesestán llenas, se pasa por alto la raíz del fenómeno: la explotacióncapitalista y las leyes de la acumulación. Estos desocupados ymarginados por el sistema presionan hacia abajo los salarios; y loscapitalistas chantajean a los que tienen trabajo con la amenaza demandarlos a la miseria si no se someten a sus exigencias.

El capitalismo crea constantemente una masa de marginados,de pobres absolutos, que son utilizados como arma de dominación

contra la clase obrera.Tomar conciencia de los límites de las luchas por lasreivindicaciones económicas es fundamental para que la clase obrerano siga atada a los políticos de la burguesía y para empezar a forjar suindependencia de clase, esto es, sus propias organizaciones, con unprograma y una estrategia que apunten contra la explotación delcapital.

8. Hablan defensores del sistema capitalistaHace años, cuando el sistema capitalista estaba surgiendo, losdefensores del sistema capitalista eran bastante conscientes de lo queestaba sucediendo.

Para verlo, volvamos un momento al señor Mandeville, quienescribía:4 «La única cosa que puede hacer diligente al hombre quetrabaja es un salario moderado: si fuera demasiado pequeño lo

4 Todas las citas las tomamos de El Capital , de Marx.

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desanimaría o, según su temperamento, lo empujaría a ladesesperación; si fuera demasiado grande se volvería insolente yperezoso». Observemos en esto tan importante: hay que mantener a la

gente de manera que esté siempre «a raya»; si los salarios son altos, losobreros son «insolentes», o sea pueden desafiar al patrón. Mandevillecontinúa: «en una nación libre, donde no se permite tener esclavos, lariqueza más segura consiste en una multitud de pobres laboriosos»Efectivamente, «pobres laboriosos», esto es, gente que trabaja y es pobre.Vean más abajo cómo éste es un rasgo típico del sistema capitalistaactual.

Otro autor defensor del sistema capitalista, llamado MortonEden, escribía: «Las personas de posición independiente deben su

fortuna casi exclusivamente al trabajo de otros, no a su capacidadpersonal, que en absoluto es mejor que la de los demás. Es (...) el poderde disponer del trabajo lo que distingue a los ricos de los pobres».Morton Eden también decía que lo que convenía a los pobres no erauna situación «abyecta o servil», sino «una relación de dependenciaaliviada y liberal». Esto para que estén más entusiasmados por trabajar.Pero que nunca ganen lo suficiente como para liberarse del capitalismo.

Otro teórico, llamado Storch, escribía: «El progreso de la riquezasocial engendra esa clase útil de la sociedad que ejerce las ocupaciones

más fastidiosas, viles y repugnantes, que echa sobre sus hombros todolo que la vida tiene de desagradable y de esclavizante, proporcionandoasí a las otras clases el tiempo libre, la serenidad de espíritu y ladignidad convencional del carácter.»

Una clase hace las tareas más «fastidiosas», para que la otraclase tenga tiempo libre para disfrutar sus countries, Punta del Este,recreaciones de todo tipo y puedan, además, cultivar sus exquisitosespíritus.

Un reverendo, llamado Towsend, agregaba: «el hambre no sólo

constituye una presión pacífica, silenciosa e incesante, sino que además(...) provoca los esfuerzos más intensos» Este señor «la tenía muyclara», como se dice hoy: la amenaza del hambre es una «presiónsilenciosa» que hace trabajar intensamente. ¿Qué trabajador no sesiente reflejado en estas palabras?

Pero además, estas viejas ideas, ¿se siguen defendiendo hoy? Larespuesta es que sí, que se siguen defendiendo. Por ejemplo, a losalumnos de Ciencias Económicas se les enseña, en los cursos que dictanlos docentes que adhieren a la doctrina «oficial», que:

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a) Debe existir un nivel de desempleo, que ellos llaman «natural»,para que la economía funcione de mil maravillas.

b) Que por lo tanto el gobierno no debe intentar bajar esa tasanatural; lo único que puede hacer es deteriorar más lascondiciones de trabajo y bajar salarios.

c) Que el que está desocupado es porque quiere, porque no aceptatrabajar por el salario que se le ofrece. Hace algunos años, en2001, un alto funcionario del Ministerio de Economía dijo que ladesocupación en Argentina era voluntaria. Lo dijo cuandomillones de seres humanos estaban desesperados buscando un

trabajo.Estas teorías justifican entonces la desocupación y los bajos salarios,porque de lo que se trata es de mantener sobre los obreros esa «presiónpacífica, silenciosa e incesante» para que hagan los «esfuerzos másintensos», de manera que siga aumentando la acumulación de riquezay el goce de la clase propietaria de los medios de producción.

9. El racismo, la discriminación, la xenofobia, ayudan alcapital

El capitalismo no sólo ha dominado a través de la desocupación y laamenaza del hambre. O de la represión abierta de los trabajadorescuando éstos quisieron cuestionar seriamente el sistema (aunque esteaspecto del problema no lo vamos a tocar en este curso).

El sistema capitalista también ha dominado con las divisionesque se producen entre los trabajadores a partir de la discriminación.

De múltiples maneras en la sociedad se inculca la idea de que, porejemplo, los negros son inferiores. Expresiones como «negro villero»son comunes, y meten la idea de que una persona de piel oscura puedeser sometida a las peores condiciones de trabajo porque «es un serinferior».

De la misma manera las mujeres son discriminadassistemáticamente. Por ejemplo, está comprobado que en promedio, ypor igual trabajo, una mujer gana un 30% menos de salario que elhombre.

Otro ejemplo es lo que sucede con nuestros hermanos

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paraguayos, bolivianos, peruanos. Constantemente en los medios selos presenta como «sucios», «ladrones», incluso como «no ciudadanos».Hace un tiempo el diario Crónica tituló una noticia: «Mueren tres

ciudadanos y dos bolivianos en un accidente de tránsito». De estamanera también a ellos se los presiona para que acepten las peorescondiciones de trabajo.

Todo luchador social debería combatir por todos los mediosestas formas de discriminación, que dividen al pueblo. Toda divisióndel pueblo trabajador sólo favorece el dominio del capital. Y no habráliberación de los trabajadores de la explotación del capital en tanto nosuperemos estas lacras.

10. La competencia y la concentración de la riqueza

Si bien los capitalistas están unidos cuando se trata de mantener laexplotación, entre ellos existe la más feroz competencia. Cadaempresario trata de vender más que sus competidores, sacarle clientes.Para eso, cada uno busca aumentar la explotación de sus obreros ytecnificarse. Si un capitalista descubre una técnica mejor para producir,procura que la competencia no la conozca, con la esperanza de bajar

los precios y arruinar a los otros. Los capitalistas que no logran seguirel ritmo de la renovación tecnológica, se arruinan y son absorbidospor la competencia o van a la quiebra.

Por eso Marx decía que la competencia es como un látigo, queobliga a cada empresario a ir hasta el fondo en la explotación de susobreros. Esta es una ley de hierro en la sociedad actual. Por esta razónla explotación no tiene que ver con la buena o mala voluntad de algunosempresarios individuales. Puede haber dueños de empresas queconsideren inhumanas las condiciones en que viven los trabajadores,

pero seguirán manteniendo los salarios bajos y exigiendo más y másritmo de trabajo, argumentando que «si no lo hacemos la competencianos va a arruinar». Por eso no hay que esperar que los capitalistas«comprendan» las necesidades de los trabajadores y modifiquenvoluntariamente sus comportamientos.

Hoy este impulso del sistema capitalista se ve multiplicado porla competencia internacional. Los capitalistas de todos los países estánlanzados a una carrera desesperada por bajar los costos, por aumentarla explotación, para sobrevivir en el Mercosur y en otros mercados

mundializados. Los empresarios hacen un chantaje a los trabajadores

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porque dicen: «si no aceptan todas las condiciones de trabajo queimpongo, voy a invertir en otro país».

Esta lucha entre los capitalistas por aumentar la explotación

para sobrevivir es la razón principal por la cual en el capitalismoexiste un impulso permanente a aumentar la explotación.En la lucha entre los capitales, inevitablemente muchos caen, y

son «comidos» por los más fuertes. Como dice el dicho popular, el pezgordo se come al pez chico. Todos los días se fusionan capitales, hayempresarios que compran fábricas en quiebra, hay comercios y bancosque caen en problemas y no pueden sobrevivir. Millones decuentapropistas, de pequeños campesinos, aun de pequeñosempresarios, se funden, y van a la pobreza absoluta o a trabajar de

obreros. Un ejemplo es lo que sucedió con la entrada de loshipermercados. Miles y miles de almaceneros, panaderos, carniceros,se arruinaron y ellos, o sus hijos, tuvieron que emplearse comoasalariados, muchas veces en los mismos supermercados que loshundieron.

Así los capitales cada vez más se concentran en pocas manos.Hoy, las 200 corporaciones más grandes del planeta tienen ventasequivalentes al 28% de la actividad económica del mundo. En cadapaís podemos ver cómo un puñado de 300 o 400 empresas tiene un

peso descomunal en la economía; algunas compañías transnacionalestienen ventas anuales por sumas que superan largamente lospresupuestos de la mayoría de los países. En manos de algunas decenasde miles de grandes capitalistas se concentra el poder de dar trabajo ono a cientos de millones de desposeídos.

11. ¿Qué es el capitalismo hoy?

Lo que explicamos teóricamente tiene su reflejo en la realidad delmundo. El sistema capitalista impulsa a aumentar la explotación.Tengamos entonces una visión global.

En todos los países se procura que cada producto «contenga elmáximo posible de trabajo impago» y para eso todo capitalista buscaacelerar los ritmos de trabajo y reducir el valor de la fuerza de trabajo.Se desarrolla así un hambre incesante por el plusvalor, por el tiempode trabajo excedente. ¿Por qué puede el capital imponer esto?

Una razón es la amenaza de mudar plantas o de no invertir si la

fuerza laboral no se allana a las exigencias del capital. Los empresarios

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muchas veces dicen: si los sindicatos de este país no aceptan tal o cualcondición laboral, o tal o cual salario, nos vamos a otro país. O sea, esel chantaje de la llamada huelga de inversiones. «Si no se allanan a lo

que pido, no invierto». También está la presión de las importaciones.Es que hay empresarios que dicen: «si no se aceptan estos salarios ycondiciones de trabajo, cierro la empresa porque me conviene importarmás barato desde otro país».

En segundo lugar, como hemos dicho, por la presión que ejercenel ejército de desocupados. Según la Organización Internacional delTrabajo, en 2004 había unos 188 millones de desocupados en el mundo.En Argentina la desocupación, a pesar de que bajó en los últimos años,sigue siendo muy alta.

A esto se suman las corrientes migratorias de mano de obra,especialmente hacia los países adelantados. Y la incorporación a lafuerza laboral de mujeres, niños, inmigrantes y minorías que en sumayoría tiene bajos índices de sindicalización.

De esta manera reaparecen formas de explotación que nosretrotraen a las escenas de Inglaterra de los siglos XVIII y XIX en losorígenes del capitalismo industrial. Por ejemplo, en las fábricas decomputadoras de China se imponen condiciones que pueden calificarsedirectamente de «carcelarias»; en muchas empresas los trabajadores

o trabajadoras no pueden hablar, no pueden levantarse para ir a tomaragua o al baño; existen regímenes de castigo durísimos por faltas leveso distracciones, con jornadas de trabajo que pueden prolongarse hasta16 horas. En muchas fábricas las trabajadoras duermen en lasempresas, en condiciones extremadamente precarias. El desgaste físicoy nervioso es tan grande que a veces son «viejas» con apenas 30 años;además hay problemas auditivos y visuales, debido a las largas horasque pasan probando monitores y equipos. Sobre los salarios,escuchemos este testimonio de C., trabajadora en una empresa china

de productos electrónicos: «He estado en la fábrica desde hace dosaños y medio y lo más que he ganado ha sido un poco más de 60 dólares(por mes). Eso fue lo que obtuve después de haber trabajado más de100 horas extra. ¿Cómo puede ser eso suficiente para nosotros? Unotiene que comprar por lo menos las provisiones diarias y si me comproalgo de ropa se me termina el sueldo. Es incluso peor en la temporada baja, cuando no tenemos horas extra. Cuando nos obligan a tomar undía porque no hay pedidos y no tenemos trabajo que hacer, nos lodeducen del sueldo».

En muchos sectores y países se repiten estas situaciones. El

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siguiente es un testimonio de K., un trabajador del vestido deBangladesh: «No he tenido descanso en dos meses y trabajo desde las8 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche; algunas veces incluso toda

la noche. Por eso estoy enfermo. Tengo fiebres y no tengo energía. Nopagan las horas extras, dicen que he trabajado 30 o 40 horas en un mescuando en realidad he hecho 150. No hay registro, de manera quepueden decir lo que quieren».

Y el siguiente es el testimonio de Helena, ex trabajadoranicaragüense de una maquila: «Los malos tratos eran permanentes.Cualquiera puede cometer un error: si te equivocabas, te golpeaban enlas manos, en la cabeza, te trataban de burra, de animal. Si parabas unsegundo para tomar un vaso de agua, aullaban. El salario de base era

de 22 dólares por semana. Yo llegaba a las 7 de la mañana y salía, engeneral, a las 9 de la noche; hacía cuatro horas extras, pero me pagabandos.»

Seguramente cada uno de ustedes puede encontrar testimoniossemejantes en Argentina. Indaguemos cómo se trabaja en talleres, encomercios, en empresas del transporte. Ausencia de derechos sindicales,falta de respeto a cualquier norma de seguridad o higiene,desconocimiento de francos y licencias por enfermedad, salarios quemuchas veces no alcanzan siquiera para mantenerse con el mínimo de

subsistencia.Por otra parte se calcula (datos de 2000) que en el mundo trabajanunos 186 millones de niños y niñas de entre cinco y 14 años; de ellos,5,7 millones realizan trabajos forzados; 1,8 millones están en laprostitución y 0,3 millones en conflictos armados.

Pero si se toman los que trabajan en forma intermitente, la cifrase eleva a entre 365 y 409 millones, y si se agrega el trabajo nocontabilizado de las niñas –en su mayoría hogareño– la cifra oscilaentre 425 y 477 millones. Los niños y niñas realizan trabajos tan

diversos como agricultura, confección, fabricación de ladrillos,actividades mineras, armado de cigarros, cosido de pelotas de béisbolo pulido de piedras preciosas, entre otros. Casi por regla general estánsometidos a condiciones infrahumanas, son prácticamente esclavosprivados de su niñez y, por supuesto, de todo acceso a la educación; enlos países subdesarrollados uno de cada siete niños o niñas en edadescolar no concurre a la escuela. Dicen dos economistas del BancoMundial: «En los noventa, luego de la Convención de los Derechos delNiño (1989) y una confluencia de factores desde la globalización a la

recolección sistemática de estadísticas por la Organización

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Internacional del Trabajo, el Banco Mundial y diversos países, el mundose hizo consciente de que desde una perspectiva global la situación deltrabajo infantil no era mucho mejor de lo que había sido durante la

Revolución Industrial.»Aclaremos que durante al Revolución Industrial, ocurrida enInglaterra a fines del siglo XVII , se registraban abusos terribles deexplotación del trabajo infantil. Desde entonces se nos ha dicho queaquellas épocas habían quedado definitivamente en el pasado, que enel capitalismo moderno ya no sucedían. Pero vemos que no es así, quesiguen sucediendo y a una escala mayor, porque ahora se trata delcapitalismo en todo el mundo.

Incluso en países desarrollados como Gran Bretaña, Francia o

Estados Unidos muchos menores en edad escolar están trabajando. EnGran Bretaña algunos estudios consideran que en los últimos 35 añosentre un tercio y dos tercios de los niños en edad escolar estuvieron entrabajos remunerados; si se toma en cuenta a quienes alguna veztrabajaron (en lugar de a quienes están trabajando en el momento dela encuesta) la cifra se eleva a entre el 63 y 77%.

En la Unión Europea de conjunto en los noventaaproximadamente un 7% de los niños de entre 13 y 17 años trabajaba.

En lo que respecta a las mujeres, en promedio reciben un salario

equivalente a las dos terceras partes de lo que reciben los hombres,muchas veces carecen de protección frente a malos tratos y abusos; ysufren más agudamente la precarización laboral que los hombres,además de estar obligadas a realizar trabajos por los que no reciben enabsoluto remuneración alguna.

En los países desarrollados también se registra la tendencia alaumento de la explotación de la clase obrera en su conjunto. Por ejemploen Gran Bretaña en los últimos años se facilitó y abarató el despido detrabajadores, se estableció que los chicos de 13 o 14 años pueden ser

empleados hasta 17 horas semanales, se extendió el contratotemporario, se redujeron las licencias, se suprimió el salario mínimo,se extendieron los «períodos de prueba» (hasta 24 meses), se suprimióel límite a la jornada de trabajo (incluso para los jóvenes de 16 a 18años) y se dio plena libertad para trabajar los domingos. En algunossectores los salarios apenas permiten reproducir el valor de la fuerzade trabajo. Un obrero típico de la industria de la confección deBirmingham, con 17 años de antigüedad, a mediados de la década de1990 debía destinar dos terceras partes de su salario a pagar el

alojamiento y las facturas de electricidad. En la industria del vestido

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son «normales» jornadas de 12 horas por día de lunes a viernes y 8horas los sábados, y es común encontrar empresas que no pagan lashoras extras ni los días de ausencia por enfermedad. Como resultado

de la caída general de los ingresos de los trabajadores y de ladesocupación de largo plazo, a mediados de la década se constatabaque el número de gente sin hogar se había duplicado, que el 26% de losniños dependía de la ayuda social para vivir, que 13,7 millones depersonas vivían en la pobreza, que había 1,1 millones menos de empleosa tiempo completo que en 1990, que 300 mil personas ganaban menosde 1,5 libras por hora y aproximadamente 1,2 millones menos de 2,5libras por hora.

En lo que respecta a Estados Unidos, a mediados de la década de

1990, sobre los 38 millones de estadounidenses que vivían por debajode la línea de la pobreza, 22 millones tenían un empleo o estaban ligadosa una familia en la cual uno de sus miembros trabajaba; esto dio origena la expresión «hacerse pobre trabajando». Además, y obligados acompensar los bajos salarios, casi 8 millones de personas tenían dobleempleo. Por otro lado la duración media anual del trabajo aumentó elequivalente de un mes desde la década de 1970; en algunas empresasdel automóvil había asalariados que trabajaban hasta 84 horas porsemana.

En lo que hace a los procesos de trabajo, a partir 1988 se extendiótoyotismo. Con esta forma de organización de organización laboral ladirección de la empresa fomenta la competencia entre los trabajadoresy debilita la solidaridad sindical; introduce la multiplicidad de tareas;reduce las calificaciones y aumenta la «inter-cambiabilidad» de lospuestos; disminuye la importancia de la antigüedad o incluso laabandona o modifica; descarga en los obreros una mayorresponsabilidad por el cumplimiento de las tareas, sin compensaciónsalarial y sin darles mayor autoridad; y fomenta el sindicalismo de

empresa en detrimento de la unión a nivel de rama. El resultado es eltrabajo súper intensivo: «Mientras en las plantas manufacturerastradicionales el proceso de trabajo ocupa al obrero con experienciaaproximadamente 45 segundos por minuto, en las plantas deproducción flexible la cifra es de 57 segundos. Los trabajadores deproducción en las líneas de ensamblaje de Toyota en Japón hacen 20movimientos cada 18 segundos, o un total de 20.600 movimientos pordía» (tomado de un estudio sobre el toyotismo).

El ataque a las condiciones laborales abarca también a países

con fuerte tradición sindical y de izquierda. En algunos lugares la

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ofensiva del capital comenzó por los trabajadores inmigrantes,aprovechando la inseguridad jurídica a la que están sometidos.

En Francia, por ejemplo, el trabajo en negro y la contratación a

tiempo parcial de inmigrantes están extendidos en la construcción(pública o privada), limpieza, hotelería, gastronomía, confección deropa y agricultura, entre otras actividades. Los salarios de estostrabajadores son inferiores hasta un 50% a la media y carecen deorganización.

En Alemania el capital y el gobierno están empeñados, desdehace años, en una campaña por reducir salarios sociales y prolongarla jornada laboral. Además, se atacan los salarios sociales, los sistemasde jubilación y salud. Italia, Alemania y Suecia son representativas de

la tendencia. Y en todos lados se tiende al disciplinamiento de la fuerzalaboral mediante el desempleo y a la precarización laboral.Como resultado de estos procesos en la mayoría de los países

aumentó la desigualdad. Según la OIT, que realizó un estudio (publicadoen 2004) de 73 países, en 12 desarrollados, 15 atrasados y 21 países con«economías en transición», aumentó la desigualdad entre el deceniode 1960 y el decenio de 1990; estos 48 países comprenden el 59% de lapoblación total de los países bajo estudio. En tres países desarrollados,12 atrasados y uno con «economía en transición», que de conjunto

representan el 35% de la población bajo estudio, la distribución semantuvo estable. Por último, sólo en dos países desarrollados y sieteatrasados (y ninguna economía en transición) mejoró el ingreso.

12. Desarrollo cada vez más desigual y carencias ypadecimientos sociales

Una de las teorías que se han planteado muchas veces es que a medida

que el capitalismo se desarrolla, y se hace más mundial, los ingresosentre los países tienden a igualarse. Pero la realidad es otra. Según lasNaciones Unidas (Informes sobre el desarrollo humano) si la diferencia entreel ingreso de los países más ricos y los más pobres era de alrededor detres a uno en 1820, había pasado a 35 a 1 en 1950, a 44 a 1 en 1973 y a 72a 1 en 1992; y a comienzos del nuevo siglo llegaba a 77 a 1.

Por otra parte, se puede ver la desigualdad de riqueza e ingresosque se genera en este sistema. Los datos, también de las NacionesUnidas y otros organismos internacionales, nos dicen que el 20% de

los seres humanos que vive en los países más ricos participa del 86%

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del consumo privado total; utiliza el 58% de la energía mundial y el84% del papel; tiene el 87% de los vehículos; representa el 91% de losusuarios de Internet y tiene el 74% de las líneas telefónicas totales.

En el otro polo, el 20% de la población que vive en los países máspobres participa con sólo el 1% del consumo total; utiliza el 4% de laenergía, el 1,1% del papel, tiene menos del 1% de los vehículos y el 1,5%de las líneas telefónicas.

En Argentina también se ha producido una gran polarizaciónsocial. Así, en 2006, el 10% más rico de la población tiene ingresos 31veces más altos que el 10% más pobre. Esto significa que en el 10% másrico cada persona gana, en promedio, $2012, mientras que en el 10%más pobre cada persona gana sólo $64. En el 10% más pobre que sigue

a este estrato, cada persona gana sólo $143. Esta situación se hamantenido desde los años noventa, más o menos estable.Más en general, agreguemos que de los 4.400 millones de

habitantes que están en los países llamados «en desarrollo», casi tresquintas partes no tienen las infraestructuras sanitarias básicas, casiun tercio no tiene acceso al agua potable, una quinta parte no tieneacceso a servicios modernos de salud; un tercio de los niños menoresde cinco años sufren malnutrición, 30 mil mueren por día por causasprevenibles y uno de cada siete niños en edad de escuela primaria no

asiste a la escuela.A comienzos del nuevo siglo había 840 millones de personas entodo el mundo desnutridas, lo que representaba el 14% de la poblaciónmundial. Recordemos que en 1980 vivían en condiciones severas dedesnutrición 435 millones de personas, que representaban el 9,6% deltotal mundial.

De los 840 millones de personas que hoy están desnutridas, 10millones se encuentran en los países adelantados, 34 millones en losex países socialistas en transición al capitalismo y 798 millones en los

países atrasados.En República del Congo, Somalia, Burundi y Afganistán, másdel 70% de la población está desnutrida. Según la OrganizaciónMundial de la Salud, las posibilidades de vida de un recién nacido enun país avanzado son 12 veces mayores que las de un recién nacido enun país atrasado; si éste nace en África subsahariana es 23 veces mayor.

En Argentina, un país «granero del mundo», que puede alimentara 300 millones de personas, hay hambre crónica, millones que noalcanzan al mínimo calórico diario vital.

La Agencia Católica para el Desarrollo señala una cifra que en sí

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misma constituye todo un símbolo de la desigualdad: la vaca promedioeuropea recibe un subsidio de 2,2 dólares por día, más que el ingresodiario que recibe la mitad de la población mundial.

13. Conclusión

Hemos visto por qué y cómo el sistema capitalista tiende a generar enun polo una riqueza creciente, y cada vez más concentrada, y en el otropolo masas de gente que está obligada a hacer trabajos monótonos,repetitivos, o con salarios bajos y condiciones laborales precarias,sometidos a presión constante. Y también por qué se regeneran,

periódicamente, grandes ejércitos de desocupados.Todo esto nos obliga a ubicar las luchas reivindicativas, pormejoras laborales, por seguros de desempleo, por salud y educación,en una perspectiva correcta. Esto es, peleamos por mejorar en todo loposible dentro del sistema; necesitamos defender reformas que haganmás llevadera la vida bajo el sistema capitalista. Pero al mismo tiempohay que tomar conciencia de que estas mejoras tienen un límite. Comodecía una gran socialista europea de principios del siglo XX , llamadaRosa Luxemburgo, en tanto no se acabe este sistema de explotación los

sindicatos y los trabajadores estarán obligados a recomenzar siempresus luchas, porque el hambre por el plusvalor del capital es insaciable.Lo cual plantea la necesidad de tomar conciencia de que existe unproblema de fondo, que es social, y a él tenemos que apuntar.

Publicado en la página web, febrero 2008.

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Presento aquí una versión algo resumida de un texto que escribí enfebrero de 2009, acerca de la ética en Marx. El mismo tiene relación

con debates acerca del rol que juegan demandas democrático- burguesas en un programa socialista.

Este escrito se inspira en el artículo de Stefano Petrucciani«Marx and Morality. El debate anglosajón sobre Marx, la ética y la justicia», publicado en Doxa Nº 15, en 1996. Allí Petrucciani pasarevista a las respuestas que se han dado a la cuestión de si existe unaética en Marx y cuáles serían los presupuestos normativos que guíanla crítica marxiana del capitalismo. Presenta las dos interpretacionesmás importantes, la de quienes niegan que en Marx haya unaperspectiva ética y la de quienes afirman, incluido el propioPetrucciani, que sí es posible encontrar, aunque con matices, uncontenido ético en la crítica de Marx al capitalismo. Compartiendo enlo esencial esta última idea, nuestro propósito aquí es proponer unarespuesta que difiere en algunos matices de la dada por Petrucciani ala pregunta de si existe un contenido moral en la crítica marxiana delcapitalismo. Comenzamos sintetizando las posturas sobre la ética enMarx, tal como las presenta Petrucciani.

Las dos posiciones en disputa

Los autores que, como Allen Wood y Richard Miller, niegan que en elmarxismo haya una perspectiva ética sostienen que Marx planteó deforma explícita, y repetidas veces, que los comunistas no apelan aningún principio de justicia o de igualdad, ni a las leyes de la moral,en su crítica al capitalismo. Afirman que Marx negaba que se pudieradefinir como «injusto» el cambio entre el capital y el trabajo, yconsideraba que era inútil criticar al capitalismo en base a una

LA CUESTIÓN DE LA ÉTICA EN MARX

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pretendida justicia distributiva. Wood y Miller plantean que esto sedebe a que, según las tesis fundamentales del materialismo histórico,las ideologías morales expresan los intereses de las clases dominantes.

Otros autores añaden que toda teoría ética debe ser generalizable ytener un carácter universal, o sea, debe proponer normas válidas paratoda sociedad y todo contexto, que puedan ser aceptadas por todapersona que reflexione imparcialmente sobre ellas. Pero la teoría declase, continúa el argumento, no puede satisfacer estas condiciones,ya que la lucha de clases es incompatible con el respeto igual a cadauno y el materialismo histórico es incompatible con la idea de normasmorales válidas con independencia de los contextos dados. Además,si bien la crítica de Marx hace referencia a bienes deseables que no se

pueden realizar en la sociedad capitalista, esto no quiere decir queapele a valores morales o presuponga su validez. Se trataría de bienesde tipo no moral, que no encierran evaluación ética alguna. Por último,si bien a veces Marx demuestra la estima en que tiene el sacrificio delos intereses personales en beneficio de los intereses de la clasetrabajadora, esto tampoco tendría significación moral. Quien seidentifica con una clase social actúa en consecuencia, haciendoabstracción de consideraciones de tipo moral.

Si bien Petrucciani reconoce que estos argumentos son

valederos, y que Marx rechazó una crítica moral del capitalismo,recuerda sin embargo que también Marx era filósofo y que en su juventud había hecho suyo el imperativo categórico de subvertir todaslas relaciones en las que el hombre es degradado y avasallado, ysostiene que en esencia nunca habría abandonado del todo estaperspectiva.

Planteada así la cuestión, sigue Petrucciani, se abrirían dosalternativas. La primera, planteada por Geras, sostiene que habríauna contradicción entre el Marx explícito y el Marx implícito. Esto es,

si bien el Marx maduro explícitamente rechazaba el recurso aprincipios éticos en su crítica del capitalismo, esto no negaría que enla misma subyaciera, implícita, una concepción ética. Por ejemplo, enla afirmación de Marx sobre que en el cambio entre el capital y eltrabajo se encierra una relación de explotación, hay implícita unavaloración ética del capitalismo. Aunque Marx no afirme que laexplotación es injusta, la idea de injusticia está «contenidaanalíticamente en el concepto de explotación». Hay aquí uncomponente normativo. Petrucciani parece acercarse a esta

interpretación.

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La segunda interpretación, de Steven Lukes, dice que si bienMarx rechaza la ética fundada en valores tradicionales, lo hace noporque fuera inmoralista, sino porque defendía otra ética, una ética

de la libertad y de la emancipación. Desde esta perspectiva, porsupuesto, también condenaría la explotación. En cualquiera de loscasos entonces habría entonces en Marx una valoración ética delcapitalismo, y una remisión a valores normativos de carácteruniversal: «la libertad de todos, la auto-realización de los individuos,el rechazo de la explotación y los privilegios» (Petrucciani, 1996, p.35). Aunque la interpretación que sostiene que en Marx no habíaningún principio ético tendría su parte de verdad en el hecho de queMarx no predicaba la lucha por la liberación de la clase obrera como

un deber ser moral, sino como derivada de la situación social objetivay en interés de la mayoría de la sociedad. De manera que, según Geras–y Petrucciani comparte el argumento– Marx rechazaba la ética,aunque su crítica presuponía una ética. Se trata de una posicióncontradictoria, en cierta medida.

Por último destacamos que Petrucciani considera que la ideanormativa central presente en Marx es la libertad y la autorealizaciónhumana. En este respecto Marx habría seguido el método que mástarde teorizó la Escuela de Frankfurt en su primer período, que consiste

en adoptar el valor de la libertad del pensamiento liberalrevolucionario burgués para mostrar cómo es traicionado y pisoteadoen la sociedad capitalista. De manera que la verdadera libertad sólopuede realizarse en una sociedad en la que el individuo puedadesplegar todas sus capacidades; lo que implica suprimir la propiedadprivada del capital, subvertir la sociedad actual.

Ética y concepción materialista

Empecemos con la tesis, de Wood y Miller, de que Marx habría carecidode moral o principios éticos en su crítica al capitalismo. Esta idea está,en principio, en contra de la concepción materialista de la historiaelaborada por el propio Marx. Es que para el materialismo históricolas ideologías, y por lo tanto las concepciones morales, constituyenrealidades históricas y sociales de las que no podemos abstraernos entanto somos seres sociales. Si bien las nociones morales han cambiadoa lo largo de la historia, de alguna manera todos tenemos una idea dequé está bien y qué está mal. Como señala Engels en el Anti-Dühring , la

moral pertenece a la historia humana y ha evolucionado con ella; los

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principios morales inevitablemente están presentes en los individuos.Y Marx admite que la moral permea las relaciones económicas, y estosucede porque, insistimos en ello, se trata de un hecho social objetivo.

Por ejemplo, cuando trata sobre la determinación del valor de la fuerzade trabajo, considera que existe un componente histórico-moral.A su vez, decir que la moral es un producto social significa, en

primer lugar, que la moral no deriva de alguna ley de la naturaleza.Un partidario de Hobbes, por ejemplo, podría decir que el primerprincipio moral es evitar la muerte, y que el mismo deriva de latendencia natural de los seres humanos a entrar en conflicto y luchar.Pero esto implica suponer que el ser humano es originariamenteasocial. En la concepción de Marx, en cambio, el ser humano es social.

El estado primitivo formado por Robinsones aislados no existe. Estacrítica también se puede extender a los utilitaristas, estos es, a aquellosque piensan que el principio moral es conseguir el máximo de felicidadpersonal para cada uno, y que el bien consiste en defender de maneraegoísta los propios intereses.

Lo anterior se relaciona, por otra parte, con la crítica a que lamoral pueda analizarse desde el punto de vista individual. Tanto enHegel, como en la concepción materialista de la historia, encontramosla idea de que la respuesta a la pregunta de qué está bien, o mal, no se

resuelve en el ámbito del individuo aislado. El Yo aislado no puederesponder de manera coherente a la cuestión de qué es una obligaciónmoral, qué no lo es, ya que si el individuo aislado pudiera decidir quéestá bien y qué está mal, lo haría inevitablemente de maneracontingente. Sería una forma de subjetivismo extremo. Y en este caso,¿cómo podríamos entender a las acciones de los otros, y cómo losotros podrían entender nuestras acciones? No habría manera objetivade decidir qué está bien o qué está mal, a no ser que se buscara algúnprincipio trascendente universal, que anidara en el Yo, pero fuera

común a todos los Yo. Esta última fue la solución que ensayó Kant.Kant apeló a un principio trascendente que pudiera satisfacer lasexigencias de racionalidad y universalidad. (…) A partir de estaconcepción, Kant pensaba que las leyes de la moral eran eternas yahistóricas. Observemos que se trata de una moral externa a lasociedad; o sea, no es inmanente a ella.

Pues bien, las críticas de Marx a la moral, citadas por Wood,Miller y otros, se refieren a este tipo de moral «natural», ahistórica,trascendente, estructurada en máximas como las que propone Kant.

Resumiendo lo planteado hasta aquí, digamos que desde el

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punto de vista del materialismo histórico la moral no puede surgir dela subjetividad aislada, ni provenir de algún principio trascendente,o natural, ubicado más allá del mundo social y su historia. En

consecuencia las leyes morales predominantes pueden y deben serexplicadas histórica y socialmente; debe existir una razón por la cualtales o cuales pautas morales se han impuesto. No pueden serproducto de la arbitrariedad, de la contingencia. Pero por esta razóntambién la crítica y la superación de esa moral no pueden realizarsepor simples decretos. No se puede «abolir» la moral, negándola en lacrítica del capitalismo. Ni se puede imponer otra moral desde unaposición pretendidamente externa a la sociedad.

Relativismo y crítica en la sociedad clasistaSi las leyes morales son un producto social, en las sociedades divididasen clases la moral también estará atravesada por la cuestión de clases.Se trata de una tesis fundamental del materialismo histórico. En unsentido más amplio, las ideas dominantes corresponden a las ideas dela clase dominante. La clase (o las clases) explotada y oprimida notiene manera de hacer prevalecer sus ideas. La explicación última delporqué de esto se encuentra en el poder económico y político de la

clase dominante, en la naturaleza del Estado y de los aparatosideológicos; y posiblemente también en la cuestión del fetichismo, enla sociedad capitalista. Como decía Engels, la moral de la clasedominante siempre justificó el dominio y los intereses de esa clasedominante.

Pero si la moral individual se moldea de acuerdo a los valoresculturales y éticos predominantes en la sociedad, ¿cómo es posibletrascender esa moral y esa sociedad? ¿No caemos en el relativismomoral? Si toda moral es propia de su tiempo, pareciera que no hay

crítica moral posible a determinada sociedad. Si aceptamos estavisión, caemos en el conservadurismo. ¿Cómo criticar la relacióncapital-trabajo desde algún principio moral, si esa relación es aceptadapor la moral dominante? Además, si los criterios morales de Marx, ode cualquier otro individuo, están formados por su entorno social, ysi esos criterios morales avalan ese contexto social, ¿cómo puede surgiruna crítica moral de la sociedad? ¿Se ubicaría por fuera de la sociedadde su tiempo?

Una respuesta puede ser que de todas maneras algunos

individuos tienen la capacidad de criticar a la sociedad en que viven

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desde una moral futura y alternativa, aunque sea vislumbrada odébilmente elaborada. Ésta parece ser la posición de Lukes. Marxhabría criticado a la sociedad capitalista desde el punto de vista de

otra moral, superadora de la actual. Por lo tanto habría que plantearla posibilidad de establecer una moral (y una ética) por encima y porfuera de los condicionamientos sociales en los que estamos inmersos.Los socialistas utópicos criticaban a la sociedad capitalista desde elpunto de vista de una moral universal. ¿No sería un camino?

El problema es que de nuevo caeríamos en lo contingente yarbitrario. Es que cualquier idea es posible en el terreno de laensoñación; cualquier moral futura y superadora sería posible, porqueno estaría anclada en lo real. Y precisamente lo que buscó el

materialismo es hacer una crítica del capitalismo que partiera de loreal, de las contradicciones realmente existentes en la sociedad declases. Éste es uno de los objetivos centrales de El Capital , si no es elcentral. Subrayamos que superar lo contingente y arbitrario, esto es,lo meramente subjetivo, tiene una importancia política difícil deexagerar. A lo largo del siglo XX hubo muchos proyectos socialistasque pretendían establecer sociedades modelos, haciendo abstracciónde las condiciones reales que hubieran posibilitado su desarrollo.Alguna dirección política, algún Comité Central esclarecido, pretendía

establecer no sólo las nuevas relaciones sociales, sino también dictabalas pautas culturales, ideológicas y morales a implantarse «desdearriba», haciendo abstracción de las condiciones reales existentes. Elexperimento de los Khmers rojos en Camboya fue un caso extremo dehasta dónde se puede llegar por esa vía. Una variante de la anteriorsolución al problema de la moral sería que, tratándose de la sociedadde clases, se podría criticar la moral dominante desde el punto devista de la moral de la clase oprimida. En algunos pasajes del  Anti-Dühring Engels parece apuntar en esta dirección, ya que afirma que la

moral reinante es la moral de la burguesía, y la moral opuesta es ladel proletariado. Aunque Engels no pone esto en consonancia con laidea, que también sostuvo, de que las ideas dominantes son las de laclase dominante. Tal vez estuviera pensando en una moral proletariaencarnada en alguna pequeña vanguardia esclarecida. Lo cual tambiéndeja planteada la pregunta de cómo se forma esa moral proletaria –aun si se trata de una vanguardia «esclarecida»– si las ideasdominantes en materia de moral son las ideas de la clase dominante.¿Cómo puede hacer el proletariado (o sus ideólogos) para superar los

límites de la moral burguesa en la que todos nos hemos educado?

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Parece que estamos condenados a no salir de la jaula ideológica ymoral en que nos encerró la clase dominante, a no ser que formemosotra moral, completamente nueva, desde una posición externa a la

sociedad.Otra salida sería decir «no tenemos ninguna moral, y nohacemos ninguna crítica desde el punto de vista de la moral». Pero yahemos discutido por qué no es posible no tener ideas morales. Aunquesea de forma implícita, todos poseemos algún criterio de qué está bien,y qué está mal.

Tenemos entonces que por un lado las ideas morales estáncondicionadas por la sociedad en que vivimos. Lo cual nos puede llevaral relativismo moral. Por otra parte adoptamos una posición crítica

frente a la sociedad capitalista, sabiendo que no podemos renunciar atener ideas morales; y siendo conscientes, además, de que esas ideasmorales deben tener asidero en lo real existente.

La crítica inmanente

Pensamos que la salida a las cuestiones planteadas pasa por la críticainmanente, propia del método dialéctico de Hegel. Una críticainmanente es una crítica que no se hace desde algún principio o

postura que esté por fuera de lo que estamos criticando; en otraspalabras, no es una crítica externa. Aplicado este criterio a la sociedadcapitalista, la crítica inmanente surge de la misma sociedadcapitalista, incluidas la ideología y la moral que operan en ella. ¿Perocómo es posible entonces superar el relativismo y el conservadurismo?Es posible porque existen contradicciones en la sociedad capitalistaque permiten avanzar al pensamiento crítico, y a la crítica práctica.Apliquemos esto a la cuestión de la explotación.

En primer lugar, es un hecho que en la sociedad capitalista el

intercambio de equivalentes no es inmoral; está de acuerdo con susprincipios éticos fundamentales. Marx demuestra que cuando el capitalcompra la fuerza de trabajo en el mercado se produce un intercambiode equivalentes. «Moralmente», en principio, no parece haberproblemas. Sin embargo, cuando penetramos en la esfera de laproducción, comprobamos que el intercambio de equivalentes se hatransformado en un intercambio de no equivalentes, de más trabajopor menos trabajo. Marx lo señala cuando explica la plusvalía, y loenfatiza en el capítulo 22 del tomo 1 de El Capital. Aparece entonces la

explotación. Pero la categoría de la explotación, como señala

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Petrucciani, contiene una carga de crítica moral. ¿Desde qué moral?Petrucciani no lo aclara, pero es evidente que tiene esa carga críticadesde el punto de vista de la propia moral burguesa, ya que ésta afirma

que ningún ser humano debe ser explotado. Cualquier sociólogo oeconomista burgués admite que el campesino feudal que está obligadoa trabajar gratuitamente, por ejemplo, tres días a la semana en latierra del señor, es explotado. La sustancia del problema –la extracciónde excedente– no cambia cuando ese mismo campesino recibe unsalario por trabajar seis días a la semana en la tierra, de los cualestres días de trabajo se plasman en plusvalía. Sin embargo la forma delintercambio de equivalentes oculta ese contenido de explotación, y elsociólogo o el economista burgués no ven ningún problema moral en

el trabajo asalariado. Más en general, todos los esfuerzos de la economía burguesa están puestos en disimular la realidad de la explotacióncapitalista, y en encontrar algún tipo de justificación de la ganancia.

La crítica de Marx, en cambio, pone en evidencia que el trabajoasalariado es explotado por el capitalista. Este hecho está encontradicción con la ley moral que el propio capitalismo haproclamado. La demostración científica de la generación de la plusvalíapor el trabajo, y su apropiación por el capital, implica entonces en símisma una crítica también moral al modo de producción capitalista.

Pero es una crítica inmanente, derivada de la propia lógica del sistema,y de los principios que ha proclamado; en particular, de que «lo moral»es que haya intercambio de equivalentes. Ese principio moral se apoyaen la forma –que reina en el mercado– pero está en contradicción conel contenido.

Lo mismo podemos decir de otros principios morales queproclama el capitalismo. Por ejemplo, la igualdad de oportunidades(¿qué igualdad de oportunidades hay entre los hijos de los capitalistasy los hijos de los trabajadores o de los desocupados?); la libertad (el

obrero sólo tiene la libertad de morirse de hambre si no acepta serexplotado); el pleno desarrollo de las capacidades humanas (¿quédesarrollo de capacidad humana tiene el individuo que está atado depor vida a una cadena de montaje, realizando trabajos repetitivos?¿Qué desarrollo tiene una persona que queda desocupada a los 40años y no es aceptada «por vieja» en ninguna empresa?); etc. Igualdadde oportunidades, libertad, desarrollo pleno de las capacidadeshumanas, no son principios traídos desde otro mundo, sino surgidosdel seno del mundo ideológico generado por la burguesía. Algo similar

puede decirse de la democracia. Los ideólogos del capitalismo en

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ascenso (Locke, Rousseau, entre otros) admitían que no podía haberdemocracia «real» si no había una cierta igualdad de la riqueza y delos ingresos. De hecho, la democracia en la que pensaban era una

democracia de pequeños productores. Pero si el sistema capitalistagenera una creciente polarización social; si cada vez más la riqueza seconcentra en algunas manos, ¿qué posibilidades existen de que hayauna democracia como la que proclama el liberalismo burgués? Larespuesta es: ninguna. Actualmente las grandes corporaciones, losintereses económicos concentrados, deciden en los hechos las políticaseconómicas de los Estados, simplemente por el peso económico quetienen. La democracia por eso es formal, vacía de contenido. Y esto sepuede afirmar no desde algún principio abstracto, elaborado por fuera

de la sociedad, sino desde los principios proclamados por la sociedad burguesa.Lo importante entonces es que Marx puede hacer una crítica

moral, no desde el punto de vista de una moral ahistórica, o natural,sino desde el punto de vista de los propios principios morales y éticosque proclamó el liberalismo progresista burgués. Un argumento deeste tipo nos parece encontrar en Engels cuando trata de la consignade igualdad que enarbola el proletariado. La misma tiene una doblesignificación, ya que por un lado es una reacción contra las grandes

desigualdades sociales de la sociedad de clases; y por otra parte «esuna reacción contra la exigencia burguesa de igualdad». Engels apuntaque en este caso el proletariado infiere de la exigencia burguesa deigualdad «ulteriores consecuencias más o menos rectamente y sirvecomo medio de agitación para mover a los trabajadores con las propiasafirmaciones de los capitalista». Lo interesante es que el principioético no está sacado de otro mundo, sino del propio mundo burgués ysus contradicciones. Particularmente de la contradicción entre laigualdad formalmente proclamada como principio, y el contenido real,

la sociedad dividida en clase sociales.Conclusión

La respuesta a la cuestión de la ética en Marx está en consonancia conla idea que han destacado los autores de Frankfurt, acerca de queMarx critica al capitalismo porque éste no puede llevar a la prácticalos principios de la igualdad, fraternidad, libertad, abolición de laexplotación, pleno desarrollo de las capacidades de los seres humanos;

principios que la burguesía proclamó en su batalla contra el Antiguo

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Régimen, y que de alguna manera sigue formalmente estableciendocomo objetivos a cumplir. La crítica marxista demuestra que el sistemacapitalista nunca podrá acabar con la explotación; de manera que los

principios morales del propio capitalismo son irrealizables dentrodel capitalismo.Este abordaje crítico se puede extender al caso de los conflictos

entre deberes morales. Tomemos el caso del principio moral «norobarás». Muchas veces los marxistas han denunciado al capitalismopor «robar» a los trabajadores cuando, por ejemplo, haysuperexplotación y no se paga el valor de la fuerza de trabajo. Aquí,claramente, se viola el principio ético proclamado por el propio capital.Pero también está el ejemplo de la madre que roba para alimentar a

su hijo hambriento. En este caso la misma justicia burguesa contempla–normalmente– atenuantes, y la moral burguesa –tambiénnormalmente– se abstiene de realizar un juicio condenatorio contrala madre. Sin embargo ante este caso la moral abstracta se quedaatascada en el conflicto de deberes morales proclamados, «no robarás»y «lucharás por alimentar a tu hijo». La perspectiva dialéctica, encambio, se hace otra pregunta, más fundamental: ¿qué tipo de sociedades ésta que lleva a que una madre deba robar para que su hijo no tengahambre? La crítica marxista apuntará entonces a las relaciones de

propiedad que dan lugar a la pobreza y a los conflictos morales quederivan de ella. Aquí, de nuevo, la idea no es sentenciar cómo deberíaordenarse el mundo a partir de los dictados de una moral por encimade la sociedad, sino partir de la realidad existente y sus contradiccionespara derivar la salida superadora.

Todo esto tendría consecuencias para la forma en que lossocialistas encaran la crítica del capitalismo, y la propaganda de susideas. No se trata sólo de demostrar que el modo de produccióncapitalista recrea periódicamente crisis, con sus terribles secuelas de

desocupación y miseria para cientos de millones de seres humanos. Oque el afán de ganancia pone en peligro el medio ambiente y laexistencia misma de la vida humana sobre el planeta. Se trata tambiénde mostrar cómo, partiendo de la misma ideología moral reinante,existe un abismo entre lo que se proclama y la realidad. La críticainmanente es la crítica más subversivamente radical que puedelanzarse al sistema capitalista. Y no prescinde de criterios morales.

Publicado en el blog, 29 de marzo de 2011.

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Segunda parte

Política y

sindicalismo

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Cuando discutimos acerca de la situación política y la táctica en elmovimiento sindical, aparecen diferencias sistemáticas en los análisis,entre quienes defendemos una línea de «lucha sindical, resistencia yacumulación de fuerzas» (en adelante, LSRAF) y quienes planteanuna estrategia de «ofensiva permanente y huelga generalrevolucionaria» (OPHGR). Hablamos de diferencias sistemáticasporque derivan de conjuntos orgánicos e integrados de pensamiento;o sea, son métodos globales y distintos de abordar la realidad. Para

clarificar esta cuestión, en este escrito presentamos algunos de losproblemas que subyacen a esas diferencias, y los acompañamos conejemplos tomados de la experiencia de la lucha de clases.

Análisis de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo

Una de las principales diferencias entre la OPHGR y la LSRAF tieneque ver con «el marco fundamental» en el cual cada una de lasorientaciones ubica sus análisis; y con la manera en que llegan a

definirlo.Ese marco fundamental, o punto de partida, se refiere a cuál esla relación de fuerzas entre las dos clases sociales centrales de la sociedadcapitalista , la clase capitalista y la clase trabajadora. Y también a laposición de los sectores medios, la pequeña burguesía.

En este respecto la diferencia entre la OPHGR y la LSRAF nopuede ser mayor: los defensores de la OPHGR sostienen que la claseobrera hoy está a la ofensiva, y que la situación es revolucionaria, o almenos pre-revolucionaria. Quienes defendemos la orientación LSRAF,

en cambio, planteamos que la clase obrera está globalmente en una

CUESTIONES SOBRE ANÁLISIS POLÍTICOS

DE LA IZQUIERDA SINDICAL

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fase de resistencia, y que la situación política claramente no esrevolucionaria.

La diferencia en este punto no es de matices; se trata de

caracterizaciones esenciales. Se plantea entonces cómo es posible quese mantengan puntos de vista tan distintos sobre una misma realidadsocial.

La respuesta tiene que ver con diferencias en los métodos deanálisis. Quienes sostenemos que la situación no es revolucionariaplanteamos que la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo semanifiesta a nivel de las relaciones de producción, esto es, en los lugaresde trabajo, en vinculación con ellos; o en relación al Estado, como sistema.Y tiene expresiones que son objetivas y pueden comprobarse. Por

ejemplo, se expresa en el número de conflictos y la cantidad detrabajadores involucrados en ellos; en la organización sindical; en laproporción de trabajadores agrupados en organizaciones gremialeso políticas democráticas e independientes de las patronales y las burocracias; e índices similares. Sostenemos que en esta cuestión nohay que confundir nuestros deseos con la realidad. Por ejemplo si sóloestá en lucha el 0,01% de la clase trabajadora, éste es un dato objetivo,que no puede ser disimulado hablando del «espíritu de lucha» del99,99% restante, o cosas por el estilo. Si queremos analizar el grado de

solidaridad que despierta la lucha de una vanguardia, también habráque buscar datos objetivos en los que se refleje esa solidaridad.De la misma manera, es importante ubicar las cuestiones en su perspectiva histórica. Por ejemplo, los datos sobre la evolución delnúmero de huelgas y conflictos, o de afiliados a las organizacionessindicales de las últimas décadas, en Europa y Estados Unidos, nos brindan una idea de cuál es la tendencia; algo similar ocurre con losdatos en Argentina, y otros países de América Latina. A su vez, larelación con respecto al Estado se manifiesta esencialmente en la

actitud política y programática que toman los trabajadores deconjunto frente al Estado de conjunto (no frente al gobierno de turno;dada la importancia del punto, lo tratamos luego con más detalle).

Lo importante, en nuestra opinión, es entonces establecer, de la forma más científica posible, en qué situación se encuentra la clasetrabajadora con respecto al capital. Esta evaluación, por otra parte,nos proporciona la brújula para no desorientarnos frente a losconflictos, tensiones y crisis que puedan suceder en «la superficie» delsistema de dominación burguesa. Por eso se trata de una referencia

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permanente, o marco fundamental , dentro del cual ubicamos el restode los fenómenos políticos.

Los defensores de la OPHGR, en cambio, plantean la cuestión

desde un punto de vista muy distinto.En primer lugar, porque si bien hacen referencia a la relaciónentre la clase dominante y los trabajadores, no presentan análisis basados en datos. Por ejemplo, es habitual que hablen de las luchas«gigantescas» de los trabajadores, de sus movilizaciones «masivas»,etcétera, sin dar cantidades ni precisar qué peso y qué significadotienen esas «movilizaciones» en relación a la historia, al conjunto de laclase obrera y también en relación a la situación de conjunto de laburguesía. Suplen esa ausencia de datos, y de su ponderación, con

frases altisonantes y adjetivos. Por eso es común que a falta de luchasreales, efectivas, hagan permanente alusión a la «disposición parasalir a la lucha» que anidaría en las masas trabajadoras. Y los conflictos,pocos o muchos, siempre son «la punta del iceberg» por donde asomaese impulso a la lucha generalizada. Damos un ejemplo típico: hastahace poco tiempo algunos defensores de la OPHGR explicaban que lasexperiencias de las fábricas recuperadas constituían la expresión deun impulso general de la clase trabajadora hacia la imposición delcontrol obrero y la expropiación del capital. Pero al plantear las cosas

en estos términos estos militantes no tenían en cuenta, en primerlugar, la naturaleza de las experiencias de fábricas recuperadas (porejemplo, que afectaba a empresas abandonadas por sus dueños). Ensegundo lugar, desconocían su peso relativo (el fenómeno afectaba auna ínfima minoría de la clase obrera). Y en tercer término, no poníanatención en qué solidaridad efectiva y qué repercusión tenía laconsigna del control obrero en el resto de la clase trabajadora (porejemplo, ¿cuántos gremios, asambleas obreras, etcétera, sepronunciaban por establecer el control obrero?). A eso nos referimos

entonces con la necesidad de realizar análisis objetivos.Pero en segundo lugar, los defensores de la OPHGR diluyen lacentralidad del conflicto entre el capital y el trabajo en la generalidadde los conflictos «gobierno versus pueblo»; «Estado versus masaspopulares», y similares. Por ejemplo, un reclamo de los vecinos dealgún barrio por semáforos entra «en la bolsa» de la conflictividadsocial en general. Esto contribuye a que se pierda de vista lacentralidad del conflicto entre el capital y el trabajo. En lugar de laclase obrera explotada por el capital, los sujetos del análisis pasan a

ser «los de abajo», o la «sociedad civil», etcétera.

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Como resultado la relación de fuerzas global entre las clasesfundamentales –clase capitalista y clase obrera– queda mal definida,casi en la nebulosa. Por esta razón es frecuente que los defensores de la

OPHGR sinteticen su análisis de la situación política con una fraseque reza: «los de abajo ya no quieren vivir como antes». Que es otramanera de decir, «están prontos a estallar en un levantamiento»; locual se toma como sinónimo de «estamos a la ofensiva».

Aclaraciones complementarias al punto anterior

Lo anterior está en el centro de la mayoría de los problemas que sediscuten actualmente en el seno de la izquierda sindical . Dada su

importancia, aclaramos algunas cuestiones que pueden dar lugar aconfusión.En primer lugar, hemos planteado que la relación de fuerzas

entre el capital y el trabajo se manifiesta principalmente en los lugaresde trabajo, o en vinculación con ellos. En los lugares de trabajo porqueconstituyen la base de la sociedad, y es allí donde principalmente sepuede desarrollar la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo.Incluso elementos cotidianos son indicativos de esa relación. Porejemplo, qué capacidad tiene el capital de imponer ritmos de

producción al trabajo; hasta qué punto se frena la prepotencia de loscapataces; en qué medida los trabajadores hacen valer sus derechoselementales (incluso el derecho de ir al baño, tomarse un respiro, noser despedidos), etcétera.

Por otra parte, cuando decimos que la relación de fuerzastambién se manifiesta «en vinculación» con los lugares de trabajo,queremos significar la importancia de que la clase trabajadora semanifieste como clase en la sociedad , y ante diversos acontecimientos.Por caso, no es lo mismo que muchos obreros participen como

ciudadanos en una marcha del 24 de marzo (aniversario del golpemilitar de 1976), a que lo hagan «como clase», organizados con suscompañeros de empresa, de gremio, etcétera. Esta cuestión es relevantepara los análisis, porque muchas veces los defensores de la OPHGRpiensan que si hay muchos trabajadores participando comociudadanos en algún conflicto social, ello significa que la clase obreraestá a la ofensiva. Para explicarlo con otro ejemplo: del hecho quemuchos trabajadores participen de una marcha en su barrio pidiendoun semáforo, no se desprende que esos mismos trabajadores puedan

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imponer una cierta relación de fuerzas al capital (o al Ministerio deTrabajo, o a la burocracia sindical) en sus lugares de trabajo.

Presentemos todavía otro ejemplo, las asambleas populares de

2002. En algunas de ellas participó cierto número de trabajadores.Además del aspecto cuantitativo (¿cuántos participaban?) loimportante era que esos trabajadores no concurrían a las asambleas,en su inmensa mayoría, en cuanto representantes de sus compañerosde trabajo. No lo hacían tampoco como resultado de un avance deltrabajo sobre el capital en los centros de la producción (a pesar de quelos defensores de la OPHGR hablaban de «situación revolucionaria»).No había asambleas populares conformadas por delegaciones defábricas, que expresaran la organización como clase de los

trabajadores. Por eso los trabajadores que participaban en lasasambleas, en sus lugares de trabajo continuaban con la rutina queexistía antes de la caída de De la Rúa.

Por último, estas diferencias tienen que ver, en última instancia,con diferentes posturas teóricas. Quienes defendemos la LSRAFsostenemos que el conflicto central es entre el capital y el trabajo, quees la relación de explotación clave. De aquí que el único conflicto políticorevolucionario se plantee en términos de la clase obrera contra elEstado capitalista (ampliamos luego, en el punto «Enfrentamiento

contra ‘fusibles’ y contra el Estado»). Nuestro análisis se ordena a partir de este hecho esencial.El punto de vista de la OPHGR, en cambio, es que el conflicto

entre el capital y el trabajo se combina y complementa con unamultiplicidad de conflictos («Gobierno-pueblo»; «monopolios-pueblo»; «capital financiero-patria»; etcétera) que, a la postre, resultantanto o más importantes que el conflicto entre el capital y el trabajo. Enel fondo se debe a que no consideran que la explotación del trabajo porel capital sea la cuestión central de la sociedad moderna. Esto porque

existirían muchas otras «explotaciones», por lo menos al mismo nivel:la explotación de la «patria» por el imperialismo; del «pueblo» por losmonopolios; del «sector productivo» por los «banqueros yfinancieros», y similares. A partir de aquí el antagonismo entre elcapital y el trabajo queda diluido en ese mar de muchos conflictos.Invariablemente el pueblo, en general, pasa a ser el referente. Por esotambién cualquier tipo de conflicto social viene a alimentar la idea de la«ofensiva permanente». Esto se complementa con la idea de que elconflicto entre el gobierno (o cualquier «fusible» del Estado) y el pueblo

es en sí mismo revolucionario.

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Esta cuestión teórica tiene consecuencias a la hora de evaluarlas condiciones para desatar conflictos sindicales. Por ejemplo, puedehaber «alboroto» en la sociedad «en general» –porque se estén

desarrollando varios conflictos sociales; por ejemplo, por la seguridado contra la corrupción del gobierno– y sin embargo en los lugares detrabajo la situación puede ser de chatura, o represiva para lostrabajadores. Esto es, la ofensiva del capital sobre el trabajo puede noverse afectada por ese estado de conflictividad social general. Comotampoco la estabilidad del andamiaje jurídico y represivo del Estadoy su defensa de la propiedad privada del capital.

Crisis «en las alturas» permanente

La mal definida «ofensiva de los de abajo» se combina y potencia conotra idea cara a los partidarios de la OPHGR: que existe una crisispermanente y crónica «en las alturas», en la clase dominante. En otrostérminos, que los «los de arriba» ya no pueden dominar. Enconsecuencia, en la visión de la OPHGR los análisis de las tensiones,conflictos y crisis de la superficie del mundo político, pasan a ocupar ellugar central. Por ejemplo, si tal ministro está enemistado con tal otroministro; si el gobierno se desgasta; si tal aparato de la Justicia se

enfrentó al poder Ejecutivo o Legislativo; etcétera. Todo sirve para«demostrar» que la clase dominante está, permanentemente, inmersaen la crisis; que sus instituciones «se descomponen», y no puedenasentar su dominio.

Subrayamos que esto es posible porque previamente, y comohemos demostrado en el punto anterior, no se han establecidocorrectamente las coordenadas esenciales –la correlación de fuerzasentre el capital y el trabajo– de la situación política. Al perder la brújula, las crisis políticas pasan a ocupar un rol  por fuera de toda

 proporción. La renuncia de un ministro o de un gobierno se asimila, eneste pensamiento, a la crisis del sistema de dominación burguesa. Laidea es que a medida que se desgastan ministros y gobiernos, la crisisdel Estado y del sistema es cada vez más profunda, y más difícil desuperar. Lo cual impulsa la «ofensiva de los de abajo».

Por el contrario, quienes defendemos la estrategia de la LSRAFevaluamos el grado de solidez de la dominación burguesa a partir dela correlación fundamental de las fuerzas sociales. Esto significa quelas crisis políticas, las tensiones y contradicciones en el seno de la

clase dominante tienen una naturaleza completamente distinta si

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ocurren en medio de una situación de balance entre el capital y eltrabajo, a que si se producen al calor de una ofensiva revolucionaria;o en un período de intenso retroceso de la lucha de clases. Por ejemplo,

han llegado a ocurrir enfrentamientos armados entre fracciones de laclase dominante, sin que eso afectara la solidez del régimen dedominación. Así, a comienzos de los años 1960 en Argentina dosfracciones del ejército se enfrentaron abiertamente, sin que hubiera lamás mínima intervención de la clase trabajadora en la crisis.

Los que defendemos la línea de la LSRAF pensamos que es unserio error confundir una crisis política con imposibilidad de dominiode la burguesía; o con un quiebre en su sistema de dominio. Para quese entienda nuestra tesis, volvamos al levantamiento contra De la

Rúa. Los partidarios de la OPHGR consideraron entonces que se habíaproducido una «crisis revolucionaria»; que había ocurrido un«levantamiento de las masas»; y que la clase obrera «se había puestoen marcha con una movilización histórica». A esto sumaban la ideade que el sistema de dominación burguesa estaba «quebrado», que elrégimen se descomponía; en fin, que «los de arriba» ya no podíanseguir gobernando. Por eso concluyeron que se abría una etapa deorganización del doble poder revolucionario, e impulsaron en lasasambleas populares programas y estrategias revolucionarias

acordes a esa caracterización.A diferencia de estos planteos, dijimos entonces que lacorrelación de fuerzas entre el capital y el trabajo no se habíamodificado; que la clase obrera no había pasado a la ofensiva; que estopermitiría al capital salir de la crisis económica a costa de mayorexplotación de los trabajadores; que la etapa seguía siendo, en loesencial, defensiva para la clase trabajadora; y que las asambleas barriales, que habían surgido en Capital Federal, principalmente,debían tener un carácter reivindicativo elemental.

Para realizar ese análisis, las preguntas que procuramosresponder fueron: ¿en qué medida la clase trabajadora, como clase, semovilizó por echar a De la Rúa? ¿En qué lugares se organizó de maneraindependiente, al calor de este proceso, y echó a la burocracia? ¿Encuántos gremios o fábricas se lanzaron huelgas o movimientosreivindicativos después de la caída de De la Rúa, para recuperarderechos, salarios y condiciones laborales? ¿En cuántos gremios oempresas los trabajadores votaron programas o planes de lucharevolucionarios?

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Bastaba formular estas preguntas con un mínimo de seriedadpara bajar «en picada» los análisis enfebrecidos que circulaban porentonces en la izquierda «ultra-revolucionaria». Desde la perspectiva

que brindaba un análisis objetivo de la correlación de fuerzasfundamental podía entenderse entonces cómo la burguesía arreglabala transición al nuevo gobierno; y por qué en ningún momento estuvoen cuestión su dominio. También podía preverse que en tanto seinsistiera en transformar a las asambleas barriales en «organismosde doble poder», con programas y tareas «súper revolucionarias»,ese proceso iba a abortar. Las condiciones «daban» para que fueranorganismos reivindicativos, y espacios de discusión democrática yconcientización. Pero era un error querer llevar de las narices a los

vecinos a hacer una revolución, para la cual no estaban dispuestos.Si ese abordaje fue esencial para no «perderse» en 2001, también esclave para no seguir perdidos en 2008. Por encima del «ruido» de lapolítica cotidiana –el cotilleo de los analistas de los grandes medios–hay que evaluar objetivamente las grandes líneas de fuerza.

Considerar los intereses estratégicos en la clase dominante

Así como es necesario evaluar objetivamente las relaciones de fuerza

entre las grandes clases sociales, también es imprescindible analizarlos intereses estratégicos en la clase dominante; y qué lugar juegan, enese marco, las fricciones y disputas.

Por ejemplo, a pesar de las críticas por cuestiones comocorrupción; de las discusiones por la distribución de las cargasimpositivas; o por la llamada inseguridad jurídica, las grandescorrientes burguesas hoy en Argentina coinciden en lo esencial en loque atañe al curso económico-social. Es significativo que las propuestasde las tres fuerzas más votadas en las últimas elecciones –reunieron

más del 80% de los votos– apenas se distinguieron en lo económico.Este tipo de análisis permite establecer los límites de losenfrentamientos cotidianos , y comprender que las «crisis de las alturas»no son tan «terminales» o «extremas» como pretenden siempre losdefensores de la OPHGR.

Presentamos otro ejemplo. Desde el fin de la Segunda Guerramundial hasta 2008 en Italia hubo nada menos que 59 gobiernos.Impresionados por esta situación, en las décadas de 1970 y 1980 variosgrupos de izquierda hablaban de una «situación pre-revolucionaria»

en Italia; planteaban que había una «crisis permanente en las alturas»

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que impedía a la clase dominante ejercer su dominio; decían que estocolocaba al país al borde de la parálisis e impulsaba al levantamientode las masas trabajadoras. Pero estos grupos no advertían que por

detrás del escenario de caídas de gobiernos, crisis ministeriales yelecciones recurrentes, el dominio burgués continuaba imperturbable.Incluso en la década de los ochenta Italia alcanzó a ser la quintapotencia del mundo, superando a Inglaterra. Además, en esa década yen la siguiente el capital logró avanzar sobre las condiciones de salarioy trabajo de la clase obrera (desindexando los salarios, restringiendoel derecho de huelga, etcétera). En todo esto la clase dominante teníacoincidencias estratégicas, por encima de sus «crisis en las alturas».Damos otro caso, esta vez referido a la relación entre Argentina y

Estados Unidos. A raíz del caso del escándalo por la valija de AntoniniWilson, y la investigación abierta en Miami, las tensiones entre elgobierno argentino y Washington recientemente se pusieron al rojovivo. Incluso el Parlamento argentino se dio un cierto aire«antiimperialista». Tomando algunas tapas de diarios, podía pensarseque la fractura era prácticamente irreparable; los partidariosizquierdistas del gobierno estaban exultantes por el empujeantiimperialista de los Kirchner. Pero un análisis medianamente seriode la cuestión debía advertir que este ruido de superficie tenía sus

límites, porque por debajo seguían vigentes intereses económicos yestratégicos comunes entre los gobiernos y las clases capitalistas deArgentina y Estados Unidos. No es de extrañar entonces que,discretamente, se encauzara el conflicto.

Por supuesto, con frecuencia cometemos errores de apreciación.A veces no advertimos tal o cual elemento del conflicto; o nosequivocamos en el peso que pueda tener tal otro factor, etcétera. Elmétodo que proponemos no es una receta que garantice el análisiscorrecto. Pero sí es un camino que nos acerca mucho más a una correcta

evaluación de la realidad, que lo que propone la OPHGR. Además, elestar atentos a los datos objetivos, permite tener mayor flexibilidadpara corregir errores. También es una forma de evitar la repeticióndogmática de análisis.

Ubicación de la pequeña burguesía

Hasta ahora pusimos el énfasis en la relación entre el capital y eltrabajo. Sin embargo el análisis no es completo si no incluye la actitud

política de las amplias capas de la pequeña burguesía, o las llamadas

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«clases medias». Este sector ejerce una influencia considerable en elbalance de fuerzas. Por eso, si la clase trabajadora no gana aliados enla pequeña burguesía, o si no neutraliza a sectores importantes de

esta clase, tendrá demasiadas dificultades para imponerse al capital.Además, en las condiciones «normales» del capitalismo, las clasesmedias ejercen una fuerza estabilizadora de fondo en el sistema.Asimismo, tienen una indudable influencia ideológica y política. Los«estados de opinión» de estos sectores actúan como correas detransmisión de la ideología de la clase dominante.

A pesar de su importancia, con frecuencia este aspecto de lacuestión es pasado por alto por los defensores de la OPHGR. Peor aún,en muchos otros casos sólo tienen en cuenta las actitudes de las capas

medias que consideran «positivas». Por ejemplo, durante el auge delos cortes de rutas y puentes por los movimientos piqueteros,defensores de la OPHGR destacaban la bronca de las clases mediascontra los políticos, la corrupción, etcétera. Pero no tomaban enconsideración cómo paulatinamente también iba creciendo el rechazoa los cortes; y cómo la marea de la «opinión pública» se volvía encontra de los piqueteros. Por esta razón muchos despreciaron lanecesidad de establecer puentes de alianza táctica con los sectoresmedios.

Las tensiones y divisiones en la burguesía

Del énfasis que ponemos en la evaluación de los «trazos gruesos» de lasituación no debería deducirse que hay que despreciar el estudio delas divisiones y contradicciones en el seno de la clase dominante (oentre ésta y sectores de las clases medias). Por el contrario, una vezque se ha establecido cuál es la correlación de fuerzas esencial, elanálisis de esas contradicciones y tensiones pasa a ser muy importante

 para decidir políticas de alianzas o unidades de acción concretas. Loexplicamos con un ejemplo. Quienes defendemos la táctica de la LSRAFproponemos, en la coyuntura actual, una política cuidadosa, que yahemos explicado en otros textos. Esta política incluye la posibilidad,y necesidad, de realizar alianzas y unidades de acción. Y aquí jueganentonces su rol las divisiones y tensiones «en las alturas», que pueden,y deben , ser utilizadas por la clase trabajadora y la izquierda sindical.Por ejemplo, la fuerza de Carrió puede coincidir en lo esencial con elprograma económico y social en curso. Pero esto no significa que avale

todo lo que hace el gobierno. En consecuencia los trabajadores pueden

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encontrar apoyo circunstancial por parte de esa fuerza política a lahora de enfrentar, por ejemplo, un ataque represivo. Ejemplos de estetipo pueden multiplicarse.

Este análisis procede en sentido inverso al que aplican muchosdefensores de la OPHGR. Estos sectores actúan como si todas lasfracciones burguesas, pequeño-burguesas, burocráticas y obrero-reformistas constituyeran una especie de «frentecontrarrevolucionario» homogéneo, al que la clase trabajadora,dirigida por la izquierda revolucionaria, debería enfrentar en bloqueen todas sus luchas. Presentamos un ejemplo: bajo el gobierno deMenem, un dirigente sindical de izquierda, Panario, estaba preso yenfrentaba un juicio. Frente a esto, algunos planteamos la necesidad

de establecer la más amplia unidad de acción, que debía incluir atodos los que estuvieran de acuerdo en un único punto: «Libertad aPanario». Entendíamos que no todas las corrientes burguesas o burocráticas avalaban el proceso que se llevaba contra Panario. Lapostura opuesta sostenía que esta táctica de unidad de acción eraequivocada porque todos los partidos de la burguesía y la clase media–y sus fracciones– conformaban una masa reaccionaria, «soldada» alprograma represivo. Por esa razón se negaron a pedir la solidaridadde la Juventud Radical y fuerzas similares.

Si bien este caso fue extremo, el método y la perspectiva que losustentaban siguen vigentes en muchas luchas. Actualmente, si en unahuelga dirigida por la «izquierda ultra-revolucionaria» alguienpropone, por ejemplo, conseguir el apoyo de la Iglesia, la dirigencia dela CGT o el partido Radical, lo más probable es que encuentre unrechazo cerrado (y hasta puede ser acusado de «traidor» o«claudicante»). El argumento siempre es el mismo: todos son enemigos,todos forman parte de un frente contrarrevolucionario… a excepciónde la izquierda «ultra-revolucionaria». Remarcamos, además, la

incoherencia entre este planteo y la tesis de la «crisis de las alturas»,que nunca deja de defenderse.

Análisis objetivo de la situación económica

El análisis objetivo de la situación económica es otro pilar de cualquieranálisis político serio, y esencial para la estrategia sindical deizquierda. No es lo mismo, por ejemplo, luchar en un período dedepresión económica, que en uno de recuperación. Un análisis correcto

de la situación económica es importantísimo para calibrar el grado

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de enfrentamientos entre fracciones de la clase dominante; o paraevaluar las posibilidades de arrancar concesiones a las patronales.Pero esto es lo que falla con llamativa frecuencia entre los partidarios

de la OPHGR.En este respecto, uno de los errores más frecuentes esminusvalorar las fases de acumulación y crecimiento del capitalismo.Entre los argumentos preferidos de los defensores de la OPHGR está elque dice que todo crecimiento del capitalismo es «especulativo» y«ficticio»; y que está «sostenido por el endeudamiento». Con estoquieren transmitir la idea de que el régimen burgués tiene «pies de barro», y que bastaría un empujón para que todo se derrumbe. Otroargumento –una variante del anterior– sostiene que «en el fondo» la

crisis sigue latente; y que nunca se ha superado porque es «crónica».Cuando finalmente la crisis estalla, se proclama triunfalmente«teníamos razón». De esta manera las crisis, depresiones,recuperaciones, auges económicos, pasan a ser lo mismo «en el fondo».Nadie distingue nada en esta noche en la que «todos los gatos sonpardos». Pero el que no distingue, no analiza ni comprende. Sólo repitemecánicamente sus verdades eternas y abstractas.

No toda crisis genera ascenso revolucionario

Por otra parte, quienes postulamos la estrategia de la LSRAFsostenemos que es equivocado pensar que las crisis económicas, o laspenurias de las masas, generan inevitablemente el alza del movimientopopular y el giro a la izquierda de los trabajadores. Esta es una ideamuy difundida entre los defensores de la OPHGR. Pero la experienciahistórica demuestra que esto no es así. Por ejemplo, la depresióneconómica de 2001 y 2002 en Argentina fue respondida con bajísimosíndices (relativos a los promedios históricos) de huelgas y luchas

gremiales. De la misma manera, grandes depresiones en el centrocapitalista, como fue la crisis de 1929 en Estados Unidos, no generaronningún cuestionamiento importante al sistema.

Asimismo, no toda penuria genera una conciencia de izquierda osocialista . Por ejemplo, cuando comenzaba la restauración delcapitalismo en la URSS y el Este de Europa, muchos izquierdistas seconsolaban diciendo «apenas los trabajadores experimenten en carnepropia los males del sistema, se volcarán al socialismo». Pasaron casidos décadas desde este pronóstico, las penalidades en esos países

fueron gigantescas, pero no se produjo ningún giro de las masas a la

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izquierda. Algo similar puede decirse de lo que sucedió en Argentina;en las elecciones de 2003 no hubo ningún giro a la izquierda, a pesarde la miseria que había provocado la crisis.

Por supuesto, tampoco las crisis políticas por sí mismas generancorrimientos a la izquierda. Luego de muchas crisis políticas enArgentina, la izquierda sigue teniendo la misma cantidad de votosque hace un cuarto de siglo. Más aún, hubo crisis políticas, oeconómicas, que generaron salidas a la derecha. Por ejemplo, el triunfode la reacción neoliberal de los 1990s tuvo mucho que ver con la crisisde la hiperinflación, y la crisis política que la acompañó –saqueos,caída de Alfonsín. Ante la quiebra de la moneda –el mercado no podíafuncionar– la sociedad de conjunto terminó pidiendo «orden». Un

«orden» que le proporcionó la Convertibilidad y el programa delmenemismo.Estas cuestiones no pueden ser registradas en los análisis de la

OPHGR. En esta visión no se advierte la capacidad del régimendemocrático-capitalista para quemar «fusibles» y absorber conflictos por medio del desgaste, las promesas, las medias concesiones, y laregeneración de ilusiones en los políticos. Factores que se combinan,por supuesto, con la represión; pero debe entenderse que la represiónnunca actúa sola. Es imposible darse una táctica sindical correcta sin

tomar en cuenta todos estos factores.No toda movilización genera conciencia revolucionaria

También es un error frecuente, que repiten casi invariablemente losdefensores de la OPHGR, pensar que toda lucha genera más o menosautomáticamente una conciencia «socialista» o revolucionaria. Se creeque si los trabajadores pelean por aumentos salariales de maneraconsecuente, por ejemplo, en algún punto, llevados por su

movilización, se darán cuenta de que el problema de fondo es elsistema capitalista. Su propia experiencia, dicen muchos defensoresde la OPHGR, los llevará a esta conclusión. Lo importante, entonces,es que la gente luche, porque eso los llevará a conclusiones cada vezmás radicales. Pero la realidad desmiente esta tesis. Puede habermuchas luchas por aumentos salariales, por ejemplo, y no por ello lostrabajadores sacarán necesariamente la conclusión de que el capitalexplota al trabajo. Muchos trabajadores que en 2001 y 2002 semovilizaron para recuperar empresas abandonadas por sus patrones,

y ponerlas en marcha, hoy confían en Kirchner y el partido Justicialista.

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No basta con luchar para que se genere una conciencia contraria alcapitalismo, o se elabore un programa socialista. Las luchas generancondiciones para que esto suceda; pero a todas luces se ve que no es

suficiente con las condiciones.Presentamos otro ejemplo, esta vez referido a los sectoresmedios. Cuando se produjo la crisis bancaria de 2001-2002, algunospensaron que las clases medias y los ahorristas harían una«experiencia definitiva» con el sistema capitalista, y se inclinarían ala izquierda. La crisis política era de proporciones, el sistema bancarioestaba en crisis, los ahorristas se movilizaban y pedían algo que elsistema no les podía dar. ¿Cómo no iban a terminar cuestionando alcapitalismo? Pero la realidad fue que los ahorristas adoptaron como

líder a un actor-político burgués; y levantaron un programa de«seguridad y defensa de la propiedad privada». En definitiva, elmovimiento se canalizó y se diluyó en las redes del sistema.

Por supuesto, estos problemas nos introducen en el terreno desi es necesaria una organización política para difundir las ideas delsocialismo; un tema que excede los límites que nos hemos impuesto eneste escrito. Sin embargo es importante tener presente que una de lasconsecuencias de pensar que la lucha, por sí misma, genera concienciasocialista, es creer que lo importante es luchar, aunque no se consigan

resultados en términos de reivindicaciones concretas para lostrabajadores. Esta cuestión subyace en las tácticas de partidarios dela OPHGR. Es que piensan que la lucha, en sí misma, es virtuosa. Poreso acusan de traidor al que no quiere luchar. Por eso también no sepreocupan por abrir en algún punto de un conflicto una negociación.Cuando más se lucha –es su razonamiento– habrá mayor impulsopara la generación de una conciencia socialista. Una consecuencia deesta forma de razonar es que puede generar desconfianza en lostrabajadores, porque estos a veces sienten que se los está impulsando

a conflictos sin salida. Lo cual en ocasiones ha dado pie a que la burocracia sindical, o sectores del peronismo, recuperen terrenos quehabían perdido (¿acaso no ha sucedido algo así en algunas empresasrecuperadas?).

Enfrentamiento contra «fusibles» y contra el Estado

De lo que hemos afirmado hasta aquí se desprende que, según laconcepción que estamos defendiendo, es necesario distinguir entre lo

que son enfrentamientos contra los «fusibles» del régimen político, y

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lo que es un cuestionamiento al Estado, como sistema. Por «fusibles»entendemos todas las instancias –gobiernos, parlamentarios, jueces–que son reemplazables sin que se altere en lo sustancial el dominio del

Estado, y su rol de custodio de la propiedad privada del capital, y desus intereses. Sólo cuando la clase trabajadora cuestiona al Estadocomo sistema estamos en presencia de un movimiento con programarevolucionario.

Esta perspectiva no es compartida por los defensores de laOPHGR. Es que en esta visión, todo enfrentamiento contra el gobierno(a cualquier nivel, nacional o provincial) o contra cualquier otrainstancia del Estado es, en sí mismo, revolucionario. Tal vez la expresiónmás alta de esta concepción la vimos cuando se dijo que la consigna de

2001-2002 «que se vayan todos» era revolucionaria. Pero la consignasólo exigía un cambio del personal dirigente del Estado. Esto porquela mayoría de los que agitaban esa consigna pensaban que el problemacentral de Argentina era la corrupción de los malos gobernantes. Nocuestionaban el sistema. Sin embargo los defensores de la OPHGRconsideraron que el que «se vayan todos» llevaba a la crisis al sistemacapitalista, y abría el camino de la revolución. Lo cual, por supuesto,no sucedió. El Estado capitalista se readecuó a las circunstancias; sehicieron algunas concesiones formales y mínimas; y en la realidad «se

quedaron casi todos».En estas diferencias entre los partidarios de la OPHGR y laestrategia de la LSRAF que defendemos, subyacen diferentesconcepciones sobre el Estado y su rol. En nuestra concepción el Estadocapitalista no puede ser transformado en su naturaleza cambiando personajes; o haciendo renunciar muchos gobiernos, nacionales o provinciales.

Una consecuencia de no entender esta naturaleza del Estadocapitalista es que constantemente se incita a la clase trabajadora a

salir a la lucha por cambiar los «fusibles» estatales. Pero cuando lospartidarios de la OPHGR tienen éxito en este objetivo, el Estado cambialos correspondientes fusibles; entonces las ilusiones populares serealimentan («ahora las cosas van a cambiar»), y al poco tiempo todosigue más o menos igual que antes. Con la diferencia que se sumandecepciones a las luchas obreras y populares.

Esta concepción de la OPHGR con respecto a los gobiernos y elEstado, a su vez, está en la base de su incitación permanente a que lossectores avanzados de la clase obrera se lancen a la lucha contra el

gobierno de turno. Esto se considera vital, porque se piensa que en la

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medida en que se derriben gobiernos, se acercará la hora de larevolución (habría una especie de cercamiento del Estado y de la burguesía, que cada vez se quedarían con menos opciones). Ya hemos

explicado que múltiples experiencias, en Argentina y en otros países,desmienten esta visión exitista y febril. Pero además, otra consecuenciapeligrosa que se desprende de esto es que se orienta a muchos sectoresde trabajadores a emprenderla contra el gobierno a cualquier costo.Por eso muchas veces se intenta que un simple conflicto por aumentode salario, o alguna otra reivindicación elemental en una empresa osector, derive en una lucha contra el gobierno. Desde la OPHGR siemprese exige a los dirigentes sindicales de izquierda que impulsen losconflictos en este sentido. Pero esta estrategia es inútil, desde el

momento que no acerca un ápice el momento de la revolución (y más bien sucede todo lo contrario). Y es altamente peligrosa, porque acelerainútilmente la dinámica de enfrentamientos.

La burguesía puede dominar sin que haya apoyo activo

Otra idea que ha hecho mucho daño es pensar que la burguesíanecesita, para ejercer su dominio, del apoyo activo y la adhesión delos trabajadores y las masas populares a algún proyecto estratégico

de país. Cuando esta adhesión no existe, algunos partidarios de laOPHGR hablan de «crisis de hegemonía», o también de «crisisorgánica».

Pero la realidad es que la clase dominante domina la mayorparte de las veces sin que las masas trabajadoras adhieran o seentusiasmen con algún proyecto o programa burgués. Lo más frecuentees que haya alguna expectativa en las elecciones. Y que pasado untiempo de asumido el nuevo gobierno, las cosas vuelvan a su «curso»:apatía, descreimiento, esperanzas vagas. Por eso una abstención

masiva en las elecciones no necesariamente debe asociarse a una «crisisen el sistema de dominación». En muchos países capitalistas, donde elvoto no es obligatorio, hay bajísimos niveles de participación política,y esto no significa ninguna amenaza seria para el sistema capitalista.Ni tampoco tiene por qué ser índice de radicalización a la izquierda.Todo esto es importante porque también hemos visto análisis «súper-optimistas» de aquellos que evaluando las elecciones en Argentina,hacen cuentas del tipo «30% de gente que no fue a votar + 5% entrevotos en blanco y anulados + 5% de izquierda = 40% que están en

contra del sistema».

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De nuevo, se trata de expresiones de deseos. Nada autoriza amantener estos análisis con alguna seriedad.

Tener en cuenta la conciencia real de la clase trabajadoraDe lo que venimos planteando se desprende la importancia de teneren cuenta la conciencia real  y  actual de la clase trabajadora; no laconciencia que nos gustaría que hubiera; ni la conciencia que, segúnalgún análisis, la clase obrera «debería tener» a partir de sus «interesesobjetivos», antagónicos a los del capital.Pero ¿cómo se puede medir esta conciencia? ¿En qué se manifiesta? Denuevo, en esto hay que tomar los elementos objetivos de que disponemos.

Por ejemplo, las elecciones son un índice. Se puede argumentar, porsupuesto, que la propaganda burguesa es muy fuerte; que la genteestá «alienada»; que los medios ningunean a la izquierda; que losvotantes no conocen las propuestas y a los candidatos revolucionarios,etcétera. Todo esto tiene su cuota de verdad. Sin embargo, cuando deconjunto los partidos de la izquierda no alcanzan el cinco por cientode los votos, hay que admitir que eso es revelador de un estado deconciencia.

Otro dato objetivo que debería entrar en el análisis son las

votaciones en los sindicatos; es cierto que hay fraudes, presiones,matones. Pero por encima de todo esto, una y otra vez los burócratasconsiguen el consentimiento de los trabajadores. Por ejemplo, si en elgremio de camioneros la izquierda tuviera posibilidades de formaruna lista propia, ¿alguien duda de que por ahora (año 2008) ganaraMoyano? Consideraciones similares pueden hacerse sobre muchosotros gremios. Si De Gennaro triunfa en ATE ¿es debido a que hayfraude, o a que la gente lo vota?

Por supuesto, también es un índice del nivel de concientización

de los trabajadores la concurrencia a actos partidarios; laparticipación en organizaciones de izquierda; el nivel de activismosindical combativo; la circulación y lectura de prensa y literatura.Los que defendemos la línea de la LSRAF tenemos en cuenta estoselementos para diagnosticar que, por ahora, los trabajadores no estándispuestos a sumarse a una lucha revolucionaria por acabar el sistemacapitalista.

Los partidarios de la OPHGR, en cambio, tienden aminusvalorar estos datos objetivos. Apenas terminan las elecciones,

por ejemplo, es común que el «pronóstico-consuelo» sea: «en cuanto

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hagan la experiencia con el nuevo gobierno, los trabajadores se van arebelar…» y vuelve la misma cantinela. En otros casos los análisis seaferran a hechos anecdóticos, que son magnificados y sacados por

fuera de toda proporción. Presento un caso que sucedió hace ya años,que es entre divertido y patético. Ocurrió hacia el final del gobiernode Alfonsín, cuando había cortes de luz. Un día una señora, indignadaporque un supermercado tenía encendidas muchas luces, laemprendió a martillazos contra la vidriera. Fue detenida y los mediosse hicieron eco del asunto. Un analista político de izquierda explicóentonces que esa buena señora era la emergente de una situaciónrevolucionaria en la conciencia de las masas trabajadoras.

Citamos este caso no para ensañarnos con aquel analista, sino

para mostrar un punto muy alto (casi ridículo) de un método deanálisis que es frecuente. El error de aquel teórico fue atribuir alconjunto de la clase obrera un nivel de conciencia determinado, apartir de un hecho anecdótico y circunstancial.

Los análisis deben hacerse para entender el presente y sustendencias

Señalamos por último que, en opinión de quienes defendemos la

política de la LSRAF, los análisis deben intentar comprender elpresente; y que no tiene sentido –ni es necesario– dedicarse a adivinarel curso futuro de la evolución de la economía capitalista o de la luchade clases. Los partidarios de la OPHGR, por el contrario, ponen muchoempeño en predecir lo que «inevitablemente» va a suceder. Consideranque esto es esencial porque piensan que los revolucionarios debenagitar hoy las consignas que serán adecuadas cuando ocurran lascrisis futuras. A esto se le llama «estar preparados». Por ejemplo, aunen el caso que se admita que hoy no hay una crisis política, se considera

que es necesario agitar consignas que preparen a las masastrabajadoras para intervenir en la crisis futura que, se sostiene,sucederá indefectiblemente. La idea es que, llegada esa crisis, lostrabajadores reconocerán a quienes han pronosticado las cosascorrectamente, y dijeron en el pasado lo que había que hacer en elfuturo. Obsérvese que esto requiere que se cumplan tres supuestos: a)que sea posible predecir el futuro; b) que la agitación de consignas «afuturo» sirva para hacer política en el presente; c) y que llegado el

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futuro las masas reconozcan a quienes adelantaron lo que iba asuceder, y cómo debía encararse.

Ilustremos esta lógica con un ejemplo. Hacia el tercer trimestre

de 2002 hubo signos claros de que la economía argentina se estabarecuperando, y que la situación política se normalizaba. Además, laclase trabajadora no había ofrecido resistencia a la baja de salariosque había generado la devaluación del peso, y la desocupacióncontinuaba haciendo estragos. En esa coyuntura planteamos que eranecesaria una táctica defensiva y cuidadosa, como línea general(siempre puede haber excepciones) que apuntara a recomponer lasfuerzas del trabajo, en una perspectiva de resistencia. Los partidariosde la OPHGR, por el contrario, no prestaron atención a los datos de la

recuperación y la normalización política, y caracterizaron la situacióncomo de un mero «reflujo» en la ofensiva revolucionaria. Esto porquesostenían que «inevitablemente» se produciría a corto plazo unanueva crisis política, que una nueva caída de la economía estaba a lavuelta de la esquina, y que esto generaría, también «inevitablemente»,un nuevo «Argentinazo». De manera que había que darse políticapara esos acontecimientos, que habían pronosticado a futuro. Supolítica no se adaptaba a la situación real existente en 2002, sino a loque ellos creían que sucedería en un futuro, más o menos cercano. Por eso

llamaban a «preparar el nuevo Argentinazo». En nuestra opinión, elresultado de todo esto fue que no hubo política adaptada a lo que senecesitaba en la coyuntura de aquel momento. Incluso cuando se abrióla posibilidad de empezar a reconquistar terreno en salarios ycondiciones de trabajo, la consigna de «preparar el próximoargentinazo» era equivocada. Y como esta metodología no se corrigió,la formulación de la política por parte de la OPHGR sigue, hasta el díade hoy, adoleciendo de este grave problema. A cada paso escuchamoscomo argumento en defensa de consignas «utra-revolucionarias» la

idea de que «hay que prepararse para el futuro estallido de la crisis».Quienes defendemos la estrategia de la LSRAF discrepamos con estavisión.

En primer lugar, porque no es posible predecir el futuro. Lo quepuede hacer el análisis social es entender cuáles son las tendencias queestán operando hoy , y en base a eso hacer algunas proyecciones. Peroes imposible predecir cuál va a ser el curso futuro de losacontecimientos. Esto se debe a que la sociedad no funciona como unsistema mecánico. En la definición de cada coyuntura intervienen

muchísimas variables; y además, el curso futuro de los acontecimientos

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depende de la reacción y de la interacción entre las clases sociales ysus fracciones, organizaciones políticas y dirigentes, que no estánprefijadas. Por ejemplo, en base a las tendencias actuantes en el sistema

capitalista, el análisis puede decir que en el futuro ocurrirán nuevascrisis económicas. Pero no puede predecir en qué fecha se va a producirla próxima crisis, ni cuánto va a bajar el producto y la inversión, ocuánto va a aumentar la desocupación. Menos todavía se puedepredecir cómo reaccionará la clase trabajadora ante esa futura crisis,o qué contradicciones aparecerán en el seno de la clase dominante,etcétera.

Lo mismo sucede con los acontecimientos políticos. Endeterminado momento se pueden analizar ciertos conflictos y prever

algunos cursos de evolución,  pero siempre en base a lo que estásucediendo hoy. Jamás debería perderse de vista que estamosestudiando la sociedad, donde actúan seres humanos que aprendende las experiencias pasadas, y son capaces de modificar suscomportamientos. Damos un ejemplo sobre esta cuestión, tambiéntomado de la historia de las luchas políticas en Argentina.

Como es sabido, durante muchos años la clase capitalista estuvoprofundamente dividida en torno a qué actitud tomar con Perón. Ydespués de 1955 se impuso la línea de no permitirle el regreso a

Argentina. En vista de esta situación, un partido de izquierda predijoque Perón nunca podría ser asimilado por la clase dominante, y queen consecuencia la lucha por su regreso al país llevaría,inevitablemente, a la lucha por el socialismo. Esto es, la clasetrabajadora, movilizada por la vuelta de Perón, desembocaría en elcuestionamiento del Estado y la insurrección.

En este análisis existía entonces un pronóstico rígido de lo quesucedería en Argentina a futuro. Se asimilaba la política al mecanismode una máquina: una vez puesto a funcionar el enfrentamiento entre

peronistas y antiperonistas, el mismo se reproduciría de maneraprefijada, como si estuviera escrito en un libro del futuro. A partir deaquí ese partido no pudo interpretar lo que estaba sucediendo enArgentina entre 1971 y 1972. La dictadura militar negociaba con Perónun «Gran Acuerdo Nacional», y Perón volvió al país con todos loshonores.

Naturalmente, afirmar que no se puede prever el futuro noequivale a decir que no se pueden prever las tendencias del sistemacapitalista. Por ejemplo, se puede afirmar que en un plazo mediano

seguirá operando el impulso a la concentración de los capitales, y a la

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extensión internacional de la economía capitalista, a pesar de algunosvaivenes. Pero esto es posible preverlo porque se trata de tendenciasque están actuando hoy. Estas tendencias se manifiestan y pueden

estudiarse; aunque a veces sea difícil detectarlas.Pero además, es inútil hacer política hoy, agitando consignaspara el futuro. En este respecto los partidarios de la OPHGR tienenuna concepción equivocada, porque piensan que si hoy agitan unaconsigna que dé respuesta por anticipado a la crisis que predicen,llegada la crisis los trabajadores recordarán quién había previsto lascosas; y adherirán a esos partidos políticos u organizaciones sindicalesque supieron «ver» a futuro. Pero las cosas no suceden así. Lostrabajadores prestan atención a quienes dan respuestas a los problemas

que enfrentan hoy. Y llegado el momento, si cambia la situación, seránecesario hacer un nuevo análisis y determinar la estrategia y latáctica correspondientes.

Conclusión

A lo largo de este escrito –que se complementa con otros que tratancuestiones de táctica sindical de izquierda– hemos presentado algunosde los problemas que subyacen en las diferencias entre la estrategia

de la OPHGR y la LSRAF. Estamos en presencia de dos lógicas opuestasde abordar la realidad. Por supuesto, siempre hay detalles o aspectosen los cuales un defensor de la OPHGR puede no verse reconocido.Pero el trazo grueso del razonamiento es ése, indudablemente. Emergeuna y otra vez en cada coyuntura.

En la base de estas diferencias hay una cuestión a la que yahemos hecho referencia en varios pasajes: la necesidad de realizaranálisis sustentados en datos empíricos y reales. No hay ciencia si estono se tiene en cuenta o se desprecia. Hay que evitar marearse con

ensoñaciones, con relatos exaltados. No se trata de poner un «inflador»para dar falsos ánimos a la militancia («estamos cerca de la revolución,por lo tanto sigamos militando a fondo», etcétera), sino deproporcionar un cuadro realista de la situación. Olvidarse de estascuestiones elementales ya ha costado demasiado en términos de vidasmilitantes, desmoralización de compañeros y procesos que se apurany «abortan» por impaciencias revolucionarias.

Publicado en la página web, febrero de 2008.

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Reproduzco, con apenas alguna modificación, un texto que escribí endiciembre de 2006. El mismo es motivado por las formas de polemizarque aparecieron en algunos «Comentarios».

Una de las cosas que más daño ha causado a los movimientosde izquierda, en particular a los que se reclaman marxistas, han sidolas formas y métodos mediante los cuales se «zanjan» los debatespolíticos e ideológicos. Es un hecho común que ante diferencias se

lanzan invectivas injuriosas y calumnias del más diverso tipo. Parano generalizar en abstracto, presento ejemplos tomados de miexperiencia personal. Por caso, cuando critiqué la apología de HebeBonafini a los ataques a las Torres Gemelas, y su apoyo a Bin Laden,fui acusado por la propia Bonafini de ser un «agente del gobiernoRadical para destruir a la Universidad de las Madres». Esta acusaciónfue apoyada por grupos de izquierda, e incluso por distinguidosintelectuales, como el señor Néstor Kohan. Otro ejemplo: por haberopinado que la URSS desde décadas antes de su caída ya había dejado

de ser un Estado proletario, fui acusado por un escritor del PartidoObrero de ser un «cruzado» contra el socialismo. Esto es, que habría jurado luchar fanáticamente contra el socialismo. Otro ejemplo: lapostura contraria a la consigna de «seis horas de trabajo para bajarla desocupación» me valió el calificativo de «enemigo de la claseobrera» por parte de algún grupo. Otro ejemplo: la posición favorablea la libertad de opinión y discusión en los partidos de izquierda -y enlos países que se llaman socialistas- ha llevado a muchos a denunciarmepor «provocador», «agente infiltrado» y »personaje con objetivos

oscuros, dispuesto a destruir a la izquierda».

MÉTODOS DE DISCUSIÓN

EN ÁMBITOS DE IZQUIERDA

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En fin, éstos son algunos ejemplos tomados de mi experienciacomo militante de izquierda. Pero podría citar decenas de casos decompañeros y compañeras que han sido acusados de cosas todavía

más terribles. Tres son los argumentos más comunes con que sedefienden estos procedimientos.En primer lugar, se afirma que esta manera de discutir es

«proletaria», porque supuestamente los trabajadores «no se andancon remilgos y diplomacias burguesas», hablan las cosas claramentey así denuncian a los enemigos encubiertos del movimiento socialista.

Recordemos que de esta forma los partidarios de Stalin justificaban el trato brutal que su jefe imponía, a comienzos de losaños veinte, a sus camaradas de partido (el tema es relatado por

Trotsky en «El testamento político de Lenin»). Y desde entonces se haconvertido en un clisé discursivo típico de las organizaciones deizquierda. Pareciera que la brutalidad debiera ser parte de la «cultura»socialista, un sinsentido que no resiste el menor análisis. Es que elsocialismo no puede hacer de la bestialidad su sello distintivo. Lafamosa divisa humanista, adoptada hace décadas por el socialismo,de que nada de lo humano me es ajeno, es incompatible con ese tratopretendidamente «proletario».

El segundo argumento sostiene que «todo se justifica en tanto

haya que salvar al partido, la revolución o la clase obrera». Mentir,calumniar, agredir, es válido en aras de la suprema causa de larevolución, o del partido. Se establece así una separación tajante entremedios y fines, como si los medios no fueran parte de los fines, y comosi los fines no tuvieran correspondencia con los medios. Uno de losresultados que se obtiene, es «producir» militantes que no escuchanrazones, ni les interesan los argumentos, sino aplastar a todo aquelque discrepe con la «verdad revolucionaria», tanto de afuera, comodentro de la organización. Siguiendo esta dinámica, en organizaciones

de izquierda se llegó a los extremos de montar operaciones deespionaje, difamación, e incluso intimidación (no me lo contaron, loviví), para destruir oposiciones. El criterio de que «los fines lo justifican» quita toda inhibición y límite. Así también hemos vistocómo grupos de izquierda, que comparten un mismo proyecto, seenfrentaron (tampoco me lo contaron, lo he visto en facultades), conpalos y cadenas, porque discrepaban sobre tal o cual punto. ¿Puedealguien imaginarse qué sucedería el día en que tuvieran poder ensindicatos, por ejemplo? ¿Habría guerras civiles en la izquierda? La

pregunta no es retórica, es una invitación a pensar seriamente en la

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mecánica inherente a esta forma de hacer política. Después de todo enel siglo XX hemos asistido a guerras entre naciones que se calificabana sí mismas de «socialistas» y hacían ostentación de

«internacionalismo proletario». ¿No se saca nada de estas experiencias,terribles, por cierto?En tercer término, e íntimamente ligado a lo anterior, se afirma

que los modos de discutir son cuestiones formales, que no afectan alcontenido. Se sostiene que si alguien nos trata de enemigos de la claseobrera porque opinamos tal cosa, ese calificativo no tiene importancia,porque lo relevante es el «contenido» de lo que se nos está diciendo.Pero este argumento no resiste el menor análisis desde el punto devista de la dialéctica, ya que -como tantas veces lo ha explicado Hegel-

no existe esa separación metafísica entre contenido y forma. Estoporque no existe un contenido que no se exprese a través dedeterminadas formas; e, inversamente, las formas hacen al contenido.Dicho de otra manera, las formas brutales en el trato expresancontenidos, esto es, concepciones sobre las relaciones entre los sereshumanos; y más precisamente para el caso que nos preocupa, sobrecuáles deberían ser las relaciones entre compañeros de militancia.Aquél que tiene un trato brutal, quien apela a la difamación, quien noduda en descalificar toda oposición o crítica por «fascista», «pagada

por el enemigo» o por «ser parte de una provocación», está expresandouna concepción de sociedad, una visión ideológica sobre el futuro porel que lucha, que poco tiene que ver con un programa socialista. Poreso, en última instancia, estas formas están plenas de contenido. Paradecirlo de otra manera, y de nuevo a través de un ejemplo personal,pero generalizable: cuando era joven y cuestioné la existencia del Murode Berlín, y la falta de libertades democráticas en la URSS, mi padre -que era stalinista convencido- me explicó que aquéllos eran problemas«de superficie», porque lo importante era el «contenido social» de

esos regímenes. De esa manera justificaba también los campos deconcentración, los fusilamientos, el amordazamiento de todopensamiento crítico e independiente; siempre el argumento apelaba aque se trataba de meras «formas». Sólo con los años me di cuenta deque esas formas afectaban el «contenido de vida» de millones depersonas, que estuvieron en la raíz del desmoronamiento de esosregímenes, y que por lo tanto jamás podían considerarse inesenciales.Son formas que hacen a la esencia. Un campo de concentración (y en el«socialismo real» hubo incluso campos de concentración para los

homosexuales) es contenido, porque es forma esencial. Como lo es

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también una campaña de calumnias, o una intimidación a los críticosen un sindicato o un partido.

Todo esto hace un daño inmenso a la lucha por el socialismo.

Por un lado, porque ahoga el pensamiento crítico en el seno de lasorganizaciones. También porque inhibe a muchos, que no militan enorganizaciones, a opinar, ya que existe el temor de ser atacadopúblicamente por los energúmenos de turno. Es que no es sencilloconvivir con agravios, con acusaciones infamantes, y cosas por elestilo. No es fácil personalmente, ni tampoco es fácil de sobrellevarpara el núcleo familiar y los amigos que nos rodean. Por eso muchosoptan, cada vez más, por el silencio, por reservar sus opiniones paracírculos íntimos. Pero de esta manera es muy difícil que el marxismo

pueda vivir como una teoría viva. En concreto, estos métodos sonfuncionales a aquellos que consideran al marxismo un dogma, al cualla realidad, y los seres humanos, deberían subordinársele. Y a losaparatos y direcciones, guardianes naturales e imprescindibles delimprescindible dogma.

Además, y por lo que ya explicamos, estos métodos en símismos constituyen una propaganda en contra del socialismo, porquedan la idea de que el futuro por el que se lucha no es una sociedadsuperadora del capitalismo, sino una asentada en el despotismo

 burocrático, en la arbitrariedad de los «jefes». En una palabra, unareproducción del «despotismo asiático» al estilo de los Khmers rojosde Camboya, o de lo que hoy es Corea del Norte. Sin embargo, nadamás alejado de este proyecto que la idea de Marx. Para Marx, elcomunismo, en tanto superación de la propiedad privada, debía llevara una «… real apropiación de la esencia humana por y para el hombre»;por consiguiente implicaba el «… total retorno del hombre a sí mismo,como hombre social, es decir, humano, retorno total, consciente yllevado a cabo dentro de toda la riqueza del desarrollo anterior»

(Manuscritos económico filosóficos de 1844). Por eso Marx concluíaque «debe evitarse, sobre todo, el volver a plasmar la ‘sociedad’ comoabstracción, frente al individuo». Pero las burocracias plasman al«aparato» como abstracción frente al militante; y con ello prefiguranla plasmación de la sociedad como abstracción frente al individuo.¿Qué tienen que ver entonces estos métodos con el socialismo? Nada,absolutamente nada.

Por último, quiero plantear una cuestión que está implícita enlo que he explicado, pero que adquiere un fuerte peso cuando la

pensamos singularizada en los seres humanos, de carne y hueso, que

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han padecido estos métodos. Me refiero a la destrucción moral de los«heterodoxos», de los que no se resignan a ser repetidores de fórmulas bajadas por el sabelotodo comité central, dirigido por el sabelotodo

compañero-dirigente-secretario-general. Afirmo que lo que se buscaes quebrar espiritualmente al oponente de manera que no vuelva alevantar la voz. Por eso estos métodos, aplicados a través de los años,terminan dando resultados asombrosos. Hace años un viejo militanteinglés, un intelectual, viendo en retrospectiva lo que había consentido(no queriendo ver lo que veía, con el argumento siempre a mano de«todo sea por la clase obrera y el partido») se preguntaba conamargura cómo había tolerado extremos como la agresión física amilitantes que se oponían a la dirección del partido al que pertenecía.

La respuesta está en haber aceptado la lógica implicada en «las formasno importan», «los marxistas discutimos así», y el «todo vale» a lahora de «defender al partido». Una vez iniciada esa senda, es muydifícil desandarla. Tal vez uno de los puntos de partida -aunque no elúnico- para iniciar una reconstrucción del movimiento socialista pasepor revisar, muy críticamente, estos métodos.

Publicado en el blog, 15 de marzo de 2011.

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La irrupción del movimiento de los indignados en España y otrospaíses plantea una cuestión importante para las organizaciones deizquierda. Es que éstas elaboran sus programas, tácticas y campañaspolíticas en la idea de que expresan las aspiraciones de lostrabajadores y de los oprimidos, y con la esperanza de que cuando lascontradicciones del sistema capitalista estallen y las masas semovilicen, éstas tomarán en cuenta a la izquierda. La aspiración de«máxima» es que llegado el momento crítico, los trabajadores asumancomo propias las consignas de los partidos revolucionarios y confíen

en sus tácticas y estrategias. Sin embargo sucede que cuando surgenmovimientos masivos, como el de los indignados en España o anteslos cacerolazos en Argentina, los mismos transcurren por canalesindependientes de las organizaciones. Lo ocurrido en Argentina esilustrativo. En 2001 los partidos de la izquierda radical eran conocidos,tenían una larga tradición (en algunos casos más de medio siglo) deactividad, y agrupaban algunos miles de militantes. Pero la gentemovilizada no tuvo ningún acercamiento espontáneo hacia lasorganizaciones de izquierda. Destaco que según el análisis de muchos

grupos de izquierda, o marxistas, en 2001 se produjo una «rupturarevolucionaria» (todavía en diciembre de 2002 el dirigente de unpartido trotskista me aseguraba, en una discusión pública, que lasituación en Argentina era similar a la de Rusia en 1917). Era de esperarentonces que las consignas de la izquieda «prendieran» en ese terrenofértil. Pero esto no ocurrió. Los militantes de izquierda intervinieronen las asambleas barriales -que agruparon a un pequeño sector de lapoblación de la Capital Federal- y lograron que votaran susprogramas, pero esas resoluciones no trascendieron de los pequeños

círculos. Además, en varias asambleas los vecinos dejaban de asistir

IZQUIERDA, INDIGNADOS Y ACCIÓN POLÍTICA

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cuando advertían que eran «copadas» por los militantes. Lo másimportante es que la población trabajadora no adoptó esas consignas,en una coyuntura crítica y de enorme desprestigio de la dirigencia

política burguesa (aunque personalmente estoy convencido de que seestaba lejos de una revolución). El único dirigente de izquierda quecapitalizó algo del descontento fue Luis Zamora, pero a partir de undiscurso centrado en la «autonomía» y la «autodeterminación». Ycon el tiempo su grupo también se debilitó y disgregó. Ahora enEspaña, y en capitales europeas en las que se manifiestan losindignados, se repite algo de esto. El movimiento estalla, pero laizquierda organizada tiene poco que ver en el asunto. Cabe entoncespreguntarse por qué la actividad de agitación de años da tan pocos

frutos. Aclaro que en lo que sigue tengo presente a las organizacionesque continúan siendo críticas del sistema capitalista, y procuransuperarlo. Esto es, no entran en esta consideración casos como elPartido Comunista argentino, que defiende al gobierno capitalista.

Relación partido – movimiento a través de consignas

La cuestión que planteo entronca con una problemática que se hadebatido largamente en el movimiento socialista, que es el vínculo

que se busca establecer entre las organizaciones marxistas y las masastrabajadoras y oprimidas. Es que el marxismo no es solo una teoría,ya que por su propia naturaleza está destinado a interpelar a la claseobrera con su crítica de la explotación y su llamado a acabar con lasociedad de clases. Por este motivo la forma en que se concibe larelación entre el partido y el movimiento es determinante de lastácticas, de las demandas que se agitan, y también de las formasorganizativas que se disponen en función de esa actividad política.Inevitablemente, en esta temática está implicada la conexión que el

partido establece con la sociedad en que está inmerso y actúa.El tema es que muchas organizaciones y partidos de izquierdaaplican una política que ha sido establecida, en lo esencial, por LeónTrotsky (véase sus discusiones sobre la forma de utilizar el Programade Transición , a fines de los años 30), que se ordena en torno de la agitación deconsignas. El fundador de la Cuarta Internacional pensaba que si unpequeño grupo se concentraba en agitar una o dos consignas claves,podía terminar movilizando a millones, y asumir la dirección delmovimiento de masas, hacia la revolución. Para eso el partido debía

detectar los problemas que padecían los trabajadores, y elaborar las

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demandas correspondientes, que serían presentadas bajo la forma desoluciones sencillas (aunque fueran en realidad inaplicables bajo elsistema capitalista), de manera que cualquiera las entendiera y pudiera

asumirlas como lógicas y necesarias. De hecho, ésta es la línea que hanseguido hasta hoy muchas organizaciones. Por ejemplo, frente a ladesocupación se puede agitar la consigna «reducción de las horas detrabajo con igual salario, hasta dar trabajo a todos»; o «plan de obraspúblicas bajo control obrero». El secreto, se piensa, está en agitar «comoun solo puño», algunas demandas de este tipo. Esto se hace aun cuandoel partido es consciente de que para lograr esas soluciones hay queacabar con el capitalismo; pero esto último no se explicita, porque loimportante es que la gente las asuma. Así se busca impactar con la

demanda y movilizar. Por eso las consignas son «bajadas» comodirectivas («hay que luchar por tal cosa, hay que organizarse ya detal manera», etc.) al movimiento de masas. De todo esto deriva unaconcepción «campañística» de la actividad política, donde la relacióndel partido con el movimiento de masas está mediada, en lofundamental, por esas consignas y su agitación. El «arte de laagitación» (para utilizar la expresión de Lenin) consiste en encontrarlos eslóganes apropiados, que la militancia llevará al pueblotrabajador.

Pues bien, el problema con esta práctica es que los trabajadoresno asumen las consignas que les envían los partidos de izquierda, auncuando parezcan sencillas y lógicas, y aun cuando se insista en sucarácter «urgente e impostergable». Y para colmo, cuando estallanlas movilizaciones, éstas van por otro camino del previsto.

Otra forma de conectar al marxismo

Mucha gente piensa que no existe otra forma en que los marxistas

puedan vincularse al movimiento de masas, pero lo curioso es que elmarxismo llegó a ser una doctrina de masas -millones de trabajadoresen el mundo asumieron su programa en las primeras décadas delsiglo XX- sin aplicar la política que acabamos de describir. Marx yEngels estuvieron aislados durante años -en algunas cartas se refierena «nuestro partido» y se trataba solo de ellos- y jamás se les ocurrióque podían superar esa situación agitando insistentemente algunasconsignas. Menos todavía se les ocurrió hacerlo bajo la forma de agitar«soluciones sencillas» (pero inaplicables en el capitalismo), por las

que debiera movilizarse la gente. Tampoco lo hizo la Primera

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Internacional, ni lo hacían las organizaciones socialistas de la SegundaInternacional. En otras palabras, el marxismo no se presentaba bajola forma de «recetas-consignas», a ser introducidas en la población

explotada mediante campañas de agitación, sino intentaba estableceruna relación que podríamos llamar «interna» al movimiento. Estoporque lo fundamental, en esta visión, es «participar del movimientoy ejercer la crítica de lo existente». En una carta a Ruge, de septiembrede 1843, Marx explicaba: «No comparecemos, pues, ante el mundo enactitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡He aquí la verdad,postraos de hinojos ante ella! … No le diremos: desiste de tus luchas,son cosa necia; nosotros nos encargaremos de gritarle la verdaderaconsigna de lucha. Nos limitaremos a mostrarle por qué lucha, en

verdad, y la conciencia es algo que tendrá necesariamente queasimilarse, aunque no quiera». Aunque no estoy seguro de que laconciencia «necesariamente» tendrá que asimilarse, rescato que elenfoque es muy distinto del que prevalece actualmente entre lasorganizaciones de la izquierda radical. La idea en Marx es que la críticalibere, promueva la acción e impulse a la gente a pensar y decidir porsu cuenta. No se trata de bajar «recetas». En la Introducción a la Críticade la filosofía del derecho de Hegel, escribía: «La crítica no arranca de lascadenas las flores ilusorias para que el hombre soporte las sombrías y

desnudas cadenas, sino para que se desembarece de ellas y brotenflores vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para moverloa pensar, actuar y moldear su realidad como hombre desengañadoque ha entrado en razón, para que sepa girar en torno a sí mismocomo a su verdadero sol». Por supuesto, se puede ser minoritario en elmovimiento, pero lo importante es que el marxismo no se ubica en laposición de «bajar línea» e instruir acerca de lo que hay que hacer. Esun abordaje muy distinto del que anima a los que elaboran soluciones,y piensan que el mundo, deslumbrado, va a girar hacia ellos. Este

último es el camino que conduce a la secta.Algo de aquel espíritu que animaba a Marx se recoge luego en laconcepción de Lenin del partido, incluso en los períodos en que fuemás centralista en materia de organización. En 1903, bajo la represióndel zarismo, sostuvo que las diferencias entre los socialistas debíanhacerse públicas, para que los obreros no pertenecientes al partidoconocieran y opinaran. «Ya es hora de romper resueltamente con latradición del sectarismo en círculos y de lanzar -en un partido que seapoya en las masas- la consigna de ¡más luz!». También rechazaba la

idea de que los marxistas debían indicar al movimiento de masas las

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demandas y las formas de lucha apropiadas. En el folleto ¿Qué hacer? ,de aquella época, afirmaba que los mismos obreros y campesinos«sabrán organizar hoy un tumulto, mañana una manifestación…» y

que las masas desplegarían iniciativas que superarían en mucho todaslas predicciones de los intelectuales. Agregaba que las medidas delucha y organización surgirían del movimiento de masas. Muchosaños después, en «La enfermedad infantil del izquierdismo, elcomunismo», señalaba que los comunistas no podían saber «cuál seráel motivo principal que despertará, inflamará y lanzará a la lucha alas grandes masas, aún adormecidas». Y la Internacional Comunistacalificaba de «sueños visionarios» la pretensión de conducir almovimiento de masas con una o dos consignas. Con esto no estoy

diciendo que todo lo planteado por Lenin en el ¿Qué hacer? , o por laTercera Internacional, en materia de organización fuera correcto.Simplemente estoy apuntando que hubo otra manera de encarar larelación de las organizaciones marxistas con el movimiento de masas.Anoto también que esta postura era adoptada por organizacionesque gozaban de una influencia entre la población mucho mayor que laque tiene hoy cualquier grupo marxista.

Otro rol para la lucha de ideas

Del enfoque alternativo que estoy presentando se deduce que la luchade ideas juega un rol clave. Lucha de ideas quiere decir que la actividadprincipal de los marxistas no pasa por repetir eslóganes, sino que elesfuerzo debe estar puesto en el argumentar y demostrar. Estosignifica revalorizar el rol subversivo de la teoría, y del arma de lacrítica. En carta a Kugelmann (11 de julio de 1868) Marx escribía,refiriéndose al trabajo científico: «Cuando se comprende la conexiónde las cosas, toda creencia teórica en la necesidad permanente de las

condiciones existentes se derrumba antes de su colapso práctico.»Por esta razón también la agitación, en la tradición del marxismo,consistía en explicar una o dos ideas , de manera accesible, a círculosmuy amplios de personas. Por eso se decía que era un «arte», y exigíapreparación y estudio. En términos más generales, esta lucha de ideasse traducía en prácticas que se han perdido. Por ejemplo, en el viejosocialismo se seguía un consejo del gran dirigente alemán WilhemLiebknecht, quien decía que la tarea del militante se resumía en«estudiar, propagandizar y organizar». Lenin repetía este consejo, y

de joven lo escuché de boca de un viejo militante obrero, socialista e

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internacionalista, (al que debo no poco de mi formación política inicial).Con este criterio los militantes participaban en las actividadessindicales y en las luchas reivindicativas, y acompañaban estas

actividades con la explicación de las cuestiones fundamentales (del«porqué» se lucha). De ahí la importancia que se daba en esta tradicióna los cursos de preparación para trabajadores, a las bibliotecas y lascasas de cultura socialistas, así como a los debates teóricos, y a losargumentos y razones. En este marco prevalecía el criterio de trabajarpacientemente a largo plazo. Las tácticas políticas no se decidían sobrela base de lograr algún «golpe de efecto» para obtener votos, o ganaralgunos militantes. Algunos puristas dirán que en muchos casos estodio lugar a un marxismo «vulgarizado» (y efectivamente, hubo algo

de esto en el marxismo de fines de siglo XIX y principios del siglo XX),pero también hay que reconocer que se generó una cultura y concienciacrítica de la ideología dominante, que fue de masas, y constituyó eltrasfondo sobre el que se erigió el mayor intento de cambiar la historiapor parte de una clase explotada. Subrayo, todo esto hubiera sidoinconcebible si la relación entre el marxismo y el movimiento de masasse hubiera tratado de establecer a partir de la agitación de eslóganes.

Diferentes formas de organizaciones

Como no podía ser de otra manera, las distintas concepciones queestoy presentando determinan distintas formas de organización. Sise pone el acento en la necesidad de «agitar como un solo hombre unao dos consignas», las discusiones teóricas, los disensos, la reelaboracióny retroalimentación a partir del contacto vivo con la sociedad, sonconsideradas no solo innecesarias, sino estorbos. En esta concepcióndomina la necesidad de «salir» al movimiento de manera homogénea,con las consignas. Por eso este tipo de organización termina siendo

inmune a la crítica del exterior, especialmente de los activistas y delos elementos más avanzados de la clase trabajadora o la juventud.Dado además que sus mensajes son externos a la gente, y caen en sacoroto, en tanto se persiste en esa dinámica, el proceso se retroalimenta,y la organización adquiere características de secta. Ese carácter desecta no está dado exclusivamente por el número de militantes o laamplitud de la audiencia a la que le llega el mensaje. Hubo partidos deizquierda que pudieron llenar un estadio de fútbol (por ejemplo enArgentina en los 80), pero se mantuvieron inmunes a los desarrollos

de la lucha de clases, sostuvieron contra viento y marea análisis que

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no tenían asidero en la realidad, y siguieron estableciendo hasta sucrisis una relación «monólogo- agitativista» con la población. Endefinitiva, fueron sectas grandes. En los casos extremos los

comportamientos de sectas incluyeron el culto a dirigentes; laelaboración de códigos internos solo entendibles para los iniciados, yformas de debate basadas en los principios de autoridad, sustentadosen prácticas brutales. Por el contrario, si una organización esconsciente de la importancia de la elaboración teórica, del argumentorazonado, de la necesidad de demostrar sus puntos de vista, valoraráentonces el aporte del disenso y la crítica interna, el diálogo con lostrabajadores y los jóvenes que están por fuera del partido, los métodosdemocráticos de resolución de diferencias, y la unidad basada en el

convencimiento profundo, y no en las coincidencias tácticascoyunturales, o en las «razones de partido».Es muy posible que el aislamiento de las organizaciones

marxistas con respecto al movimiento de masas no se solucionen solocorrigiendo el «agitativismo». Indudablemente hay otros factores -por ejemplo, los efectos del fracaso de los llamados «socialismosreales» seguramente se harán sentir por mucho tiempo; o el desarrollodel capitalismo en las últimas décadas- pero puede ayudar acomprender algunas de las dificultades que enfrentamos los marxistas

hoy. En cualquier caso, estoy convencido de que es necesario reflexionarmuy seriamente acerca de por qué, cuando aparecen movimientosmasivos, las organizaciones de izquierda están tan al margen.

Publicado en el blog, 8 de junio de 2011.

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A raíz de la lucha de los tercerizados del ferrocarril Roca para serincorporados a la empresa, y del asesinato del militante MarianoFerreyra, mucho se ha hablado de las patotas y el rol de la burocraciasindical; también de la complicidad de las patronales y el Estado conla mafia sindical. Con abundantes datos, se ha echado luz sobre los beneficios que obtienen burócratas y empresarios (muchos de ellostambién «dirigentes sindicales») al mantener trabajadores concontratos precarios. También se puso en evidencia que estos negocios

tienen la venia de altas instancias del gobierno y el Estado.Existe sin embargo un hecho del que se ha hablado poco en laizquierda. Me refiero a la actitud frente a los tercerizados de muchostrabajadores de planta del ferrocarril. Esto que afirmo me lo hancomunicado ferroviarios: muchos trabajadores no apoyaron la luchade los tercerizados, y de alguna manera avalaron a la burocracia. Porlo menos, mantuvieron esa actitud hasta que ocurrió el asesinato delmilitante Mariano. Además, según me informan, en sectores delferrocarril continúa habiendo un clima de hostilidad contra los

compañeros, ex tercerizados, que han entrado a la planta permanente.Sabemos cómo se puede generar un entorno desfavorable para con ungrupo de trabajadores. Por ejemplo, obligarlos a hacer «rancho aparte»para tomar un refrigerio; negarles solidaridad en tareas cotidianas;establecer un cerco de «silencio» a su alrededor, y muchas otras formas,sutiles o abiertas, de «envenenarles la vida». La razón de estahostilidad es la defensa, de tipo corporativo, del «derecho a que mishijos tengan prioridad para ocupar un puesto de trabajo vacante». Esque en ferrocarriles, como en algunos otros lugares, se acostumbra

que los familiares de los obreros empleados tengan prioridad, a

DIVISIÓN OBRERA, NO MIREMOS PARA OTRO LADO

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igualdad de otras condiciones, frente a postulantes «sin conexiones».De ahí que haya resentimiento con los «nuevos», que entraron alferrocarril después de una dura pelea para acabar con su condición

de tercerizados. Estamos por lo tanto ante un caso de división ydiscriminación, que no debería ser ocultado. Necesitamos reconocerel problema, y preguntarnos si no hay algo que cambiar en discursosy prácticas que, durante años, se consideraron «progresistas».

Consideraciones generales

Uno de los pocos libros de marxistas dedicados a analizar las causasde la división en el seno de la clase obrera, es el de David Gordon,

Richard Edwards y Michael Reich, Trabajo segmentado, trabajadoresdivididos (Madrid, Ministerio de Trabajo, 1986). Aunque está dedicadoa la situación de EEUU, sirve de inspiración para abordar el problemaen Argentina. Gordon, Edwards y Reich distinguen cuatroexplicaciones principales de la división de la clase obrera.

La primera afirma que la división tiene que ver con las llamadas«tendencias posindustriales», que habrían borrado las diferenciasentre capitalistas y trabajadores. Se sostiene que en la sociedad «delconocimiento» solo importan las cualificaciones laborales; que los

directores de empresas reemplazan a los propietarios; y que ahora lagente no se ve a sí misma como capitalista o trabajador, sino comoindividuos pertenecientes a grupos definidos por sus ocupaciones yconsumo. Gordon, Edwards y Reich consideran que esta explicacióntiene el mérito de reconocer que existen diferencias; pero deja de ladoel que los trabajadores tienen más en común -en tanto asalariados yexplotados- que lo que puede dividirlos el «estatus» o el consumo.

Una segunda explicación, que se basa en la obra de HarryBraverman (Trabajo y capital monopolista), afirma que las tendencias

del capitalismo apuntan a una homogeneización creciente de la claseobrera. Los trabajos son simplificados y descalificados por el avancedel capital, que busca dominar al obrero. Las divisiones, por lo tanto,tenderían a borrarse, y la clase obrera se estaría volviendo cada vezmás homogénea. Gordon, et al., reivindican lo esencial del planteo deBraverman, que pone el acento en las tendencias del proceso de trabajo.Pero también señalan que existen recualificaciones, que han sidosignificativas históricamente, y por lo tanto el proceso no tiene lalinealidad que plantea Braverman. Yo mismo he adoptado esta postura

en Valor, mercado mundial y globalización, al sostener que en el

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capitalismo contemporáneo existen tanto el impulso a lahomogeneización y descalificación, como la contratendencia de larecalificación de los trabajos; aunque con predominancia, en el largo

plazo, del primer impulso.Una tercera línea de explicación se centra en la «historia social».Aplicada la idea a EEUU, sostiene que hubo un patrón de inmigracionessucesivas que produjo jerarquías y antagonismos entre grupos étnicosy religiosos, en lugar de actitudes solidarias. También pone el acentoen la herencia racista, que dejó la esclavitud, y en los efectos de lamovilidad social, que habría inhibido la solidaridad y la concienciade intereses comunes entre los trabajadores norteamericanos. A pesarde que esta perspectiva apunta elementos reales -y trata de articularlos

con las luchas obreras- no logra explicar por qué, sostienen Gordon etal., la clase obrera estadounidense fue incapaz de superar las divisionesétnicas, raciales o religiosas.

Por último, Gordon et al., apuntan la corriente de loseconomistas institucionalistas. Estos sostienen que los sindicatos ylos patronos crearon un sistema cooperativo de negociación colectiva,que llevó a una división entre sectores sindicados y no sindicados.Gordon et al., sostienen que si bien los institucionalistas destacancorrectamente la incidencia de los aspectos cooperativos de la relación

sindicatos-patronal anterior a la Segunda Guerra, no sitúan elproblema en una teoría adecuada del desarrollo capitalista, y tampocoanalizan qué determina calificaciones, tradiciones y normas en loscentros de trabajo. En definitiva, Gordon et al., plantean que esnecesario estudiar la segmentación y fragmentación de la clase obrerade EEUU partiendo de la interacción entre las tendencias largas de laacumulación (los autores defienden la tesis de las ondas largas); lasestructuras sociales de la acumulación; y la organización del trabajoy los mercados laborales.

División del trabajo y acumulación en Argentina

Algunas de las cuestiones señaladas por Gordon et al., merecen serexploradas por el pensamiento crítico de nuestro país, para avanzaren una explicación de la persistencia, y tal vez profundización en losúltimos años, de las divisiones. Aunque estoy lejos de tener lasrespuestas -y mi objetivo con esta nota solo es llamar la atenciónsobre el problema- quisiera adelantar algunas cuestiones, a manera

de hipótesis.

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En primer lugar, habría que vincular la actual división de laclase obrera argentina a la forma de acumulación que se ha idoimponiendo en este país en las últimas décadas. A primera vista,

parecen existir tres sectores definidos: los asalariados que están en elsector privado, con trabajo formal y altamente sindicalizados; losestatales; y los trabajadores que están en el amplio espectro del trabajoprecarizado e informal (contratos a tiempo parcial; trabajo noregistrado; por fuera de convenios; sin seguridad social; etc., endiferentes grados y combinaciones), y no están sindicalizados (o loestán en grado mínimo). El primer grupo es el que ha obtenido mayoresaumentos de salarios y beneficios a partir de 2003. El segundo sector,los estatales, han obtenido menores subas salariales, pero están más

protegidos de los despidos. El tercer grupo, que representa alrededordel 35% de la fuerza laboral empleada, tiene salarios reales por debajo(según fuentes privadas) de los niveles de 2000, y es altamenteexplotado.

La primera hipótesis que adelanto es que esta situación ha sidofuncional al modo de crecimiento, e inserción en la economía mundial,del capitalismo argentino en los últimos años. Como he señalado enotros trabajos, la clave de la «competitividad» de la economía argentinahan sido bajos salarios y un alto nivel de explotación de la fuerza

laboral. Ya en los 90 el recurso al trabajo informal fue una manera enque el capital compensaba la revaluación relativa del peso, yrecuperaba competitividad. Muchos pequeños y medianos capitalesnacionales se mantenían a flote por esta vía. Además, a través de latercerización y subcontratación, se abarataban costos para las grandesempresas, e incluso el Estado comenzó a beneficiarse con estas formasde sobre explotación del trabajo. Luego, en los 2000, el paso a unaacumulación sustentada en la moneda depreciada, lejos de revertir lafragmentación, la consolidó. La devaluación significó una enorme

transferencia de valor hacia la clase dominante, que posibilitó larecuperación de la rentabilidad del capital. Pero a medida que lamoneda argentina se fue revaluando -hoy el tipo de cambio real noestá lejos del nivel de 2000- y a medida que aumentaron los salariosen el sector privado en blanco, la sobre explotación de los trabajadoresque conforman el tercer grupo se convirtió en una necesidadimperiosa del «modelo productivo». Muchos capitales «nacionales»mantienen su competitividad en base a esto. El trabajo precarizado yen negro es una fuente de sobre beneficios para amplias franjas de la

clase dominante (hay que acabar con el mito de que los únicos que

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explotan son «los grandes grupos monopólicos»). Y continúa siendouna vía para el abaratamiento de costos para grandes empresas, y elEstado. Pensemos en el caso de una gran empresa que contrata a una

empresa de limpieza, que a su vez explota a trabajadores precarizados.Este tipo de casos se cuenta por miles, y aparece en todas lasactividades: industria, comercio, transporte, agro, etc.

Esta fuente de división de la clase obrera, vinculada a la formade acumulación, puede potenciarse por los prejuicios racistas,nacionalistas y otros. Por ejemplo, en el contexto de la miseria existenteen países vecinos, o en zonas del interior del país, la gente acude a lasgrandes ciudades a intentar suerte. Los inmigrantes recién arribadosa Buenos Aires, u otras ciudades, son objeto de los peores abusos, y

estigmatizados como «paraguas» o «bolitas». La identidad de clase,por encima de fronteras o procedencias, queda relegada. Por supuesto,todo esto es funcional al modo de acumulación vigente en Argentina.Naturalmente, estos factores podrían articularse, en el análisis demás largo plazo, con los estudios sobre la homogeneización yfragmentación que ocurren a raíz de los cambios en los procesos detrabajo, a los que hacían referencia Gordon et al.

Institución y tradiciones «progres y de izquierda»

A lo planteado en el punto anterior agrego las formas ocomportamientos institucionalizados (cuarta explicación de Gordonet al.). Pero aquí lo paradójico es que algunos de estos comportamientosinstitucionalizados se han identificado con banderas que muchosconsideran «de izquierda y proletarias». Es que desde la izquierda, ysectores que se reivindican como progresistas, se alentaron«reivindicaciones» que profundizaron las divisiones. La más clara esla que está en el centro de la hostilidad de los ferroviarios «de toda la

vida», contra los ex tercerizados: el privilegio de que los familiares delos «antiguos» tengan asegurado el puesto de trabajo. Se trata de unavieja tradición, que no es solo patrimonio de los ferroviarios. Recuerdoque ya hace años tuve una fuerte discusión con compañeros quedefendían estos privilegios como «conquistas de la clase obrera». Noson conquistas, sino un caballo de Troya en el movimiento obrero, quees funcional a las patronales, y a los sindicatos burocratizados. Esta«conquista» fractura la necesaria solidaridad entre los que están en blanco, y los precarizados; y alimenta el dominio de los aparatos

 burocráticos sobre los trabajadores (dado que median en las

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contrataciones). Es hora de llamar a las cosas por su nombre. El famoso«proletario del mundo uníos», del Manifiesto, no tiene nada que vercon estas «reivindicaciones».

Situación política y fragmentación de los trabajadores

Hace algunos días, en un reportaje que me hizo una revista de izquierda,sostuve que uno de los problemas más graves que enfrenta la clasetrabajadora de conjunto, en Argentina, es la segmentación yfragmentación. En tanto la clase obrera no se reconozca como una,por encima de cualquier otra diferencia, seguirá prevaleciendo en suseno la ideología burguesa, o pequeño burguesa. Es imposible

identificarse con la lucha contra el capital y su Estado, si el blanco delresentimiento, o la hostilidad, es el compañero que acaba de entrar alpuesto de trabajo. Un paso decisivo para la recomposición políticadel trabajo, es la lucha contra la segmentación, contra el trabajo ennegro, contra la precarización. Es el camino para debilitar al capital,atacarlo por donde le duele; y también al Estado que lo ampara. Es lamanera en concreto de comenzar a contrarrestar la alta tasa deexplotación en que se sustenta el «modelo K». Asimismo, es el caminopara empezar a erosionar en profundidad el poder de la burocracia

sindical, esa casta que se enriquece participando de la plusvalía queproducen los asalariados. No es casual que los defensores del«capitalismo nacional» no digan, ni hagan, nada de fondo para acabarcon esto.

No puedo proponer alguna solución «rápida y efectiva» alproblema. Sí sé cuáles no pueden ser soluciones: seguir mirando parael otro lado; seguir justificando a los que defienden privilegioscorporativos; y seguir confundiendo esos privilegios con «conquistasde la clase obrera».

Publicado en el blog, 12 de marzo de 2011.

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Introducción

Los años ochenta fueron tiempos de gran optimismo en el movimientotrotskista. Ya a principios de la década Perry Anderson habíadiagnosticado que la larga y rica tradición subterránea de estemovimiento le otorgaba ventajas «obvias» para ser una alternativasuperadora del esclerosamiento burocrático en la izquierda1. Lamilitancia trotskista compartía entonces esos esperanzadospronósticos, que se sintetizaron en una frase: «se aproxima la horadel trotskismo». Así, a mediados de la década, la Liga Internacionalde los Trabajadores decía que «miles de luchadores» se acercaban a la

conclusión de que sólo el programa legado por Trotski ofrecía salida asus penalidades2; el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacionalanunciaba «un largo período de convulsiones […] de crisisprerrevolucionarias» y «explosiones revolucionarias» que permitiríanconstruir la Internacional (XII Congreso, de 1985); y diversos gruposse preparaban para combates que preveían no menos decisivos.

La confianza y las esperanzas aumentaron cuando se produjola caída del Muro de Berlín. Durante décadas el trotskismo habíaexplicado que su falta de influencia y su marginalidad se debían,principalmente, al aparato stalinista, porque éste actuaba como un

CRÍTICA DEL PROGRAMA DE TRANSICIÓN*

* Este trabajo es el producto de múltiples debates con muchos compañeros. Pero enparticular quiero agradecer a Eduardo Glavich, quien dedicó largas horas al estudioy discusión de los borradores, y a cuya intervención se debe la corrección de nopocos errores.1  Consideraciones sobre el marxismo occidental, Madrid, Siglo XXI, 1979.2 «Manifiesto de la Liga Internacional de los Trabajadores», en Correo Internacional,

Nro 10, 1985.

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obstáculo para la llegada del mensaje socialista y revolucionario a lostrabajadores. Por eso, quebradas las estructuras burocráticascomunistas, y en retroceso los socialdemócratas, «ahora sí» se

liberarían las energías transformadoras de la clase obrera y los sovietsvolverían por sus fueros para derrotar al capitalismo en todo elplaneta. «Ahora sí» las masas3 comenzarían a recibir el mensaje delos continuadores de Lenin sin mediaciones distorsionadoras. Elescenario estaba dispuesto para que la Cuarta Internacional (enadelante CI)4 ocupara el lugar que le correspondía por derecho propio.El programa del socialismo en un solo país se había mostradofinalmente como una utopía reaccionaria y la política de alianza conlas burguesías «progresistas» y de apaciguamiento del imperialismo

habían fracasado. Pero además, el trotskismo poseía un método y unatáctica, sintetizadas en el Programa de Transición (en adelante PT), queabrirían el camino hacia los trabajadores5. «Ha llegado nuestra hora,la hora del trotskismo», repetían los militantes.

Desde entonces han pasado más de diez años [ahora, en 2013,más de veinte años] y los tiempos marcan una hora muy distinta a lasoñada. Paradójicamente, y contra todo lo esperado, la desaparición(o casi desaparición) del stalinismo, determinó también el comienzode la crisis más profunda del trotskismo. Las organizaciones de la CI

se han reducido en casi todo el mundo y las escisiones parecen notener fin. Muchos compañeros han abandonado la actividad política,decepcionados y desmoralizados, mientras los grupos continúan a lamanera de los organismos que sobreviven deslizándose hacia esa«muerte del espíritu» que sucede cuando se cae «en el hábito donde nose encuentra ninguna vida», que se manifiesta «en la forma de lanulidad política», en la vida puramente vegetativa.

3

Con el término «masas», que utilizamos a lo largo de nuestra exposición, englobamostodas las clases oprimidas que podrían beneficiarse con una transformaciónsocialista. Por eso, además de la clase obrera, incluiría a sectores pauperizados, losllamados «cuentapropistas» y similares.4 Hablamos de la Cuarta Internacional en un sentido genérico. Es decir, no hacemosreferencia a alguna fracción trotskista en particular, sino al conjunto de los gruposque trataron de continuar la organización fundada por Trotski.5 El PT fue escrito por Trotski en el verano de 1938, y fue adoptado como programade la CI en su Congreso de Fundación, realizado el 3 de setiembre de ese mismoaño, en la localidad francesa de Périgny, cercana a París. En un escrito de agosto de1938 Trotski caracterizaría al PT como «la conquista más importante» del

movimiento.

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Lo que distinguió al trotskismo –el afán por la «crítica de todolo existente» y su indomable empeño internacionalista– se hadegradado hasta devenir dogma estéril, estereotipo incapaz de

generar plataformas para la acción transformadora. Hoy las fórmulasconsagradas permiten «decir y hacer política», pero ésta ya carece desavia vital. Entonces, a la actividad le pasa lo de aquellos relojes que«tienen cuerda y siguen marchando por sí mismos» pero ya noregistran el paso de las horas «reales»6.

La «hora del trotskismo» se ha transformado entonces en lahora de revisar problemas, corregir errores graves y evaluar bajonueva luz categorías, concepciones y programas. Militantes que handejado las organizaciones y algunos (pocos) grupos han tomado

conciencia de esta necesidad. En este respecto, las recientes críticas ala caracterización de la URSS como Estado obrero y a los métodos burocráticos de los partidos representaron avances valorables7. Sinembargo no hay que detenerse ni conformarse. La crisis de la CI no seexplica sólo por esos errores y problemas; éstos se conectan conanálisis y enfoques más amplios. Concientes de esto, hemos encaradoesta crítica al PT, con la intención de contribuir a un debate que a estaaltura consideramos tan necesario como impostergable8.

Seguramente muchos compañeros que no provienen de la

tradición trotskista se extrañarán de que consideremos de interés parala izquierda un texto escrito hace más de 60 años [hoy más de 70]. Alrespecto, justifiquemos nuestro esfuerzo diciendo que este programatiene una centralidad para el trotskismo como nunca antes la tuvieronotras plataformas de las organizaciones obreras. Por cierto, todotrotskista admitirá que muchas afirmaciones de 1938 han perdido

6 Ver «Introducción» a Las  Lecciones sobre filosofía de la historia  de Hegel.7 Nuestra posición sobre la URSS la hemos desarrollado en «Relaciones de produccióny Estado en la URSS» y -en colaboración con Daniel Gluschankof– en «Trotski y suanálisis de la URSS», ambos trabajos publicados en Debate marxista  N° 9. EnArgentina el Movimiento Al Socialismo (MAS) cuestionó la caracterización de laURSS como Estado obrero a partir del libro de Aldo Romero, Después del Estalinismo, Buenos Aires, Antídoto, 1995. El nuevo clima de discusión se constataen los debates entre algunos grupos y militantes, en los que se ha dejado de lado laargumentación en base a la diatriba y el insulto.8 En un artículo reciente (hoy lejano), «¿Refundar y/o reconstruir la IVInternacional?», en  Nuevo Curso  N°2, 1999, Nora Ciapponi y Roberto Ramirez,dirigentes del MAS, también plantean abrir la discusión sobre la validez del Programa

de la CI.

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vigencia; por caso, a nadie se le ocurriría agitar hoy contra la«camarilla bonapartista del Caín-Stalin», como reza el PT. Pero porencima de esas cuestiones, en la CI se conserva el «núcleo duro» –

sintetizado en el PT– de premisas teóricas, de análisis y política, quees reivindicado no sólo por los grupo que llaman a reconstruir laInternacional con «la letra» del programa fundacional, sino tambiénpor muchos que lo han actualizado y admiten que deben redactarseotros programas9. Es que partiendo de la idea de que el capitalismohabría agotado sus posibilidades de desarrollo, el PT desarrolla unenfoque sistemático a partir del cual se ordenan los análisis económicosy políticos y se elaboran las campañas de agitación. Por eso a lasorganizaciones trotskistas no se les aplica aquella observación de

Engels, de que la actividad de los partidos puede ser analizada conrelativa independencia de sus programas10.Por otra parte, y dado que toda crítica encierra también una

propuesta superadora, con este trabajo proponemos de hecho unaorientación, en análisis y política, distinta a la aplicada por la CI.Trataremos de demostrar la necesidad de retomar enfoquessustantivos del marxismo, que fueron patrimonio del movimientocomunista hasta su stalinización, y cuyas características esperamosse clarifiquen con el progreso de la investigación y la práctica política.

En este punto queremos hacer explícito también el lugar desde el quecriticamos. Fundamentalmente decir que rechazamos el dogmatismoantidogmático, para el cual criticar es «tirar lo viejo a la basura» yexaltar «lo nuevo» por el solo hecho de que el agua ha corrido bajo lospuentes. Trataremos de «superar conservando» porque reivindicamoslos objetivos que defendió el trotskismo en la hora más negra de lahegemonía stalinista: la lucha contra el conciliacionismo, elnacionalismo y el oportunismo en todas sus formas. Y «conservar-superando» la experiencia política y de lucha de la CI; porque

comprendiendo los errores es posible entender los rasgos

9 Por ejemplo, en 1998 se unificaron grupos en Francia tomando como referencia y«cemento de unidad» al PT (ver  Francia. Las luchas y el reagrupamiento de losrevolucionarios , Buenos Aires, Antídoto, 1998). Una de las corrientes que participóen este proceso proviene de la LIT, fundada por Nahuel Moreno en 1982. En 1980Moreno había «actualizado» el PT, pero manteniendo lo esencial de sus análisis ymétodo político (ver Moreno, Actualización del Programa de Transición, Bogotá,1980).10 En carta (18-28 de marzo de 1875) a Bebel, Engels decía que «importan menos

los programas oficiales de los partidos que sus actos».

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revolucionarios del marxismo que estuvieron literalmente «tapados» bajo una montaña de enfoques nacionalistas, burocráticos y estatistas.

Somos concientes de las reacciones que suscitará nuestro

intento entre los militantes trotskistas. Si siempre es difícilproblematizar las matrices del pensamiento de un grupo político osocial, en este caso la dificultad se multiplica11. En primer lugar, porquedurante décadas las organizaciones de la CI se han visto obligadas aadoptar una actitud extremadamente defensiva frente al stalinismo,resultando de ello una pérdida de distanciamiento crítico con respectoa Trotski. Pero en segundo término, por la arraigada creencia en elmovimiento de que reconocer que el capitalismo se desarrolla, o quees imprescindible volver a la división entre programa máximo y

mínimo, equivale a renunciar al socialismo o postular la estrategia dela revolución por etapas. Como trataremos de demostrar, estas ideasson desmentidas por la experiencia revolucionaria; y además, desdeel punto de vista teórico, tampoco se puede encontrar algunavinculación necesaria entre las posiciones revolucionarias y las tesisdel «estancamiento crónico» del capitalismo, o entre la lucha contrael reformismo y la agitación de las consignas transicionales en todotiempo y lugar12. Lamentablemente, la mayoría de las organizacionesde la CI siguen negándose obstinadamente a encarar un balance serio

de las viejas posiciones13

.Por último, digamos que hasta donde alcanza nuestroconocimiento no hay muchos antecedentes en los que podríamosapoyar nuestra crítica. En la obra de los clásicos tenemos un

11 En este punto vale la pena precisar mi posicionamiento en la cuestión: durantecasi dos décadas –hasta comienzos de los noventa– milité tratando de seguir elmétodo y la orientación recomendada por Trotski en el PT, y en este respectohuelga decir que esta investigación representa una autocrítica, obtenida a costa deno pocas rupturas intelectuales.12 Tampoco habría una relación directa entre el programa de la revolución permanente–esto es, la lucha por superar las estrategias etapistas y reformistas– y la teoría dela revolución permanente para los países atrasados, tal como la formuló Trotski.Ver al respecto nuestro trabajo, en colaboración con Octavio Colombo,«Revalorizando la dependencia a la luz de la crítica a la tesis del estancamientocrónico», en Debate marxista, Nº 11.13 Ciapponi y Ramírez –en «¿Refundar y/o…», citado– han estudiado los materialesde la mayoría de las corrientes que llaman a reconstruir o refundar la CI y constatanque entre ellas existe «una profunda unidad para oponerse a cualquier balancecrítico respecto a cuestiones de teoría, pronósticos, programa y carácter de lospartidos e Internacional que los trotskistas construimos heroicamente durante más

de 60 años».

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importante escrito de Engels que fue decisivo para el arranque denuestras reflexiones, pero por fuera de él, sólo podemos referenciarunos pocos pasajes de Marx y Engels sobre la metodología transicional,

y otros, muy contados, de Lenin. La oposición de estos autores a lapolítica del PT se infiere más de sus orientaciones concretas que deestudios focalizados en las consignas transicionales y su uso. En loque hace a los escritos posteriores a 1938, es curioso constatar que losenemigos del trotskismo sencillamente desecharon el PT sin examinarsu lógica política14. Y por el lado de la CI, la mayoría de los autores selimitó a comentarios apologéticos o a competir sobre quéinterpretación se ajustaba mejor a «lo que verdaderamente dijoTrotski». Por eso, sabemos que avanzamos por un terreno poco

explorado, en el que sólo pretendemos abrir un sendero que,manteniendo el sentido revolucionario e internacionalista del combatede Trotski y de la CI, supere sus deficiencias de análisis y de política.Así, aunque nuestras críticas adoptan la forma de lo categórico, notenemos la intención de «cerrar» la discusión. Este estudioseguramente tiene muchos problemas y falencias que hoy noalcanzamos a percibir, que exigirán la intervención crítica de muchosotros compañeros, del aporte de sus investigaciones y de susexperiencias en el movimiento revolucionario.

1. Agotamiento histórico del capitalismo y subjetivismo

El PT se inicia con la exposición de las llamadas «premisas de larevolución proletaria». Una cuestión constitutiva del marxismo, yaque la ruptura de Marx y Engels con el socialismo utópico se basó ensostener que el capitalismo genera las premisas para la revolución yprefigura hasta cierto punto la nueva sociedad. A decir de Marx, elanálisis de las relaciones de producción lleva a puntos en los cuales,

«foreshadowing» [prefigurando] el movimiento naciente del futuro,se insinúa la superación de la forma presente de las relaciones deproducción»; así «las condiciones actuales de la producción sepresentan como aboliéndose a sí mismas, y… como los supuestoshistóricos para un nuevo ordenamiento de la sociedad»15. La creación

14 La polémica stalinista contra el trotskismo se redujo a la reproducción de pasajesaislados de la obra de Lenin, con ataques sacados de contexto, y a la ritual acusaciónde «agentes objetivos del imperialismo».15  Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política, México, Siglo

XXI, 1989, t.I, p. 422.

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del mercado mundial; la producción del plusvalor relativo –o sea,fundada en el incremento y desarrollo de los medios de trabajo-; lasubordinación de la ciencia y de todas las propiedades físicas y

espirituales a las necesidades de ese desarrollo; la superación de las barreras nacionales; y el crecimiento de la clase obrera internacionalconstituyen esas premisas de la revolución, que van aparejadas con eldespliegue del capital y de sus contradicciones:

En agudas contradicciones, crisis, convulsiones, se expresala creciente inadecuación del desarrollo productivo de lasociedad a sus relaciones de producción hasta hoyvigentes.16

Se puede afirmar que al momento de redactarse el PT las premisas alas que se refería Marx estaban presentes. La clase obrera erapredominante en Estados Unidos y en el norte de Europa, y en muchospaíses atrasados se delineaba como una fuerza capaz de liderar alcampesinado en la lucha revolucionaria. El mercado mundial estabadesarrollado, y las contradicciones del capital estallaban con fuerzacreciente. La Primera Guerra Mundial, el triunfo posterior de larevolución rusa, los desequilibrios internacionales y la inestabilidadpolítica de los veinte, la Gran Depresión que sobrevino en los treinta,

habían asestado un golpe mortal a la noción del progreso sin pausasdel capitalismo y de sus sistemas constitucionales y democráticos; en1938 la humanidad se deslizaba hacia una nueva carnicería. Estecuadro hubiera bastado entonces para fundamentar la necesidad y laactualidad de la revolución proletaria. Pero Trotski introduce unamodificación vital en la consideración de las premisas de la revoluciónque acabamos de mencionar al plantear que es condición para eltriunfo de la revolución que el capitalismo no pueda desarrollar, entérminos históricos, sus fuerzas productivas. Ya en el Tercer Congreso

de la Internacional Comunista había sostenido que:

16 Ibídem t.II p.282. En la perspectiva de Marx, el desarrollo del capital, de suscontradicciones y sus crisis, se da en un movimiento «en espiral». No habría unacrisis última; si la clase obrera no encuentra una salida revolucionaria a la crisis, elcapital relanzará tarde o temprano la acumulación, para precipitarse luego encrisis aún más abarcativas. Discutimos sobre el concepto de fuerzas productivasen Marx en el trabajo «Sobre fuerzas productivas y su desarrollo», publicado en

Debate Marxista, N° 8 y reproducido en esta edición [y en este libro]

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Si hubiera sido posible continuar desarrollando las fuerzasproductoras en los marcos de la sociedad burguesa, larevolución no hubiera podido hacerse. Mas, siendo imposibleel progreso ulterior de las fuerzas de producción en el límite

de la sociedad burguesa, se realizó la condición fundamentalde la revolución.17

Y también:

La historia nos suministra una premisa fundamental sobreel éxito de esta revolución [la revolución socialista], en elsentido de que nuestra sociedad no puede desenvolver susfuerzas productivas apoyándose en una base burguesa.18

Esta tesis la sustentó en el famoso pasaje de Marx que dice que paraque un régimen desaparezca deben haberse agotado sus posibilidadesde expansión.19 En los años treinta Trotski la elevará a nivel deprincipio fundante de su movimiento. Por eso, cuando el PT sostieneque «las fuerzas productivas han cesado de crecer» no sólo en cuantodiagnóstico de coyuntura –continuaba el derrumbe económicoiniciado con el crack de Wall Street de 1929- sino con el significado decaracterización de una época. El texto abre diciendo:

La premisa económica de la revolución proletaria ha llegadohace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. (…) Las cris is de coyuntura, en lascondiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista,aportan a las masas privaciones y sufrimientos cada vezmayores (…) La burguesía misma no ve salida. (…) Laputrefacción del capitalismo continuará también bajo gorrofrigio en Francia como bajo el signo de la svástica enAlemania. Sólo el derrumbe de la burguesía puede constituiruna salida.20 (énfasis agregados)

17 «Una escuela de estrategia revolucionaria», Tercer Congreso de la InternacionalComunista, en Bolchevismo y Stalinsmo, Buenos Aires, Yunque, 1973, p.61.18 Ibídem, p.63.19 En el «Prólogo» a la Contribución a la Crítica de la economía política. Discutimosesta afirmación de Marx en el trabajo sobre fuerzas productivas citado en la n. 16.20 Citamos de acuerdo al texto publicado en la revista  Panorama Internacional,N°17, Bogotá, 1981, pp.61 a 80. Hemos cotejado con la edición inglesa del WorkersRevolutionary Party, New York Publications, Londres, 1980. En algunos pasajes –que señalamos- hemos rectificado levemente el texto español de acuerdo a la edición

inglesa.

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El «hace mucho tiempo» se remonta a la Primera Guerra,cuando, según Trotski, se habría interrumpido definitivamente laexpansión del capitalismo. Pero un sistema que no se expande iniciasu decadencia, si no triunfaba la revolución socialista mundial en unplazo relativamente breve, sobrevendría la barbarie. En 1939 Trotskiescribía:

Si la presente guerra no provoca la revolución, sino ladeclinación del proletariado, entonces permanece otraalternativa: la mayor decadencia del capitalismomonopolista, su mayor fusión con el Estado y el reemplazode la democracia en donde quiera que haya permanecido

por un régimen totalitario. Esta incapacidad del proletariadopara tomar en sus manos el liderazgo de la sociedad podríallevar bajo esas condiciones al crecimiento de una nuevaclase explotadora a partir de la burocracia fascista

 bonapartista. Esto sería, de acuerdo a todos los indicios, unrégimen de decadencia, que marcaría el eclipse de lacivilización.21

En las discusiones sobre el programa también expone esta perspectiva:

… esta sociedad ha agotado totalmente sus posibilidadesinternas y debe ser reemplazada por una nueva sociedad ola vieja sociedad irá a la barbarie, tal como sucedió con lacivilización de Grecia y Roma, porque ellas habían agotadosus posibilidades y ninguna clase las pudo reemplazar.22

Es importante señalar que la «barbarie» a la que se refiere Trotski noes de la misma naturaleza que la «barbarie» a la que muchas vecesaludieron Marx, Engels o Lenin en sus denuncias del capitalismo. Estosse referían a la barbarie capitalista , esto es, a la barbarie que acompañael desarrollo de la producción basada en la explotación del trabajoasalariado. Trotski, por el contrario, alude a un régimen distinto yregresivo con respecto al capitalismo, en el que se desvanecería laposibilidad misma del socialismo, dada la decadencia de la clase obreray el retroceso, en términos absolutos y a largo plazo, de la producción.De cumplirse este escenario, una futura sociedad comunista estaría

21  In Defense of Marxism, Londres, New Park, 1971, p.10.22 Trotski, «More Discussion on the Transitional Program» en Writings 1938-39,

Nueva York, Pathfinder, p.51.

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condenada a repartir miseria y a recrear la podredumbre de la burocracia. Trotski no sólo entrevió esa futura sociedad como burocrática, totalitaria y esclavista23 , sino también diagnosticó que

ya se estaban debilitando las posibilidades materiales y sociales parala revolución y la construcción del socialismo; en el PT afirma que«las condiciones objetivas de la revolución proletaria (…) hancomenzado a descomponerse, y que sin revolución social «en unpróximo período histórico» sobrevendría el nuevo régimen bárbaro24.Esta perspectiva abría, entonces, un cauce de análisis y de políticamuy distinto al desarrollado por el marxismo tradicional. Es que, deefectivizarse el escenario de la barbarie, la política revolucionariasólo se podría sustentar en la comparación entre lo que el mundo

devenía –la barbarie- y lo que «debía ser» –el comunismo-. Con lo queentraríamos en el terreno de los imperativos morales, porque ya nohabría manera de encontrar en el presente la palanca social pararevolucionarlo ni la «prefiguración» del futuro. Aunque Trotski noexplora las consecuencias teóricas de su tesis, esta cuestión incidiráen la coherencia interna de su estrategia y, por supuesto, en el PT.

Por otra parte, si bien en algunos pasajes de su obra Trotskicontempló una eventual recomposición del capitalismo25 , sólo lo hizo

23 En  In Defense…, op.cit., p.11.24 Esta tesis general también la aplicaba Trotski a casos particulares. Por ejemplo,en 1940, discutiendo acerca de la derrota del proletariado español, sostiene que«no existe ninguna razón para contar con la expectativa de condiciones másfavorables», ya que «el capitalismo ha dejado de progresar, el proletariado ya noaumenta numéricamente, sino que al contrario, lo que aumenta es el ejército deparados…». Ver «Clase, partido y dirección: ¿por qué ha sido vencido el proletariadoespañol (cuestiones de teoría marxista)», en  España, última advertencia, Barcelona,Fontamara, 1979, p.138.25 Mandel los cita para demostrar que Trotski nunca defendió una tesis delestancamiento definitivo del capitalismo. Véase Mandel,  El capitalismo tardío ,México, Era, 1979, pp.123 y ss.26 Trotski estaba convencido de que si el capitalismo no hubiera agotado susposibilidades de desarrollo, la toma del poder en Rusia habría sido un error, y eldestino de la URSS estaría sellado. En 1925 plantea que si el capitalismoexperimentara un nuevo y poderoso crecimiento, significaría que «hemos cometidoun error en la evaluación fundamental de la historia» (ver Towards Socialismo or Capitalism, Londres, 1976. P.60). Señalemos también que Lenin dirigió la toma delpoder sin adherir jamás a la idea de que el capitalismo ya estaba imposibilitado deseguir desarrollando las fuerzas productivas en Rusia; su tesis del «eslabón másdébil de la cadena imperialista» como lugar de emergencia de la situaciónrevolucionaria, apuntaba en el sentido de agudización de las contradicciones,provocada por la guerra y el desarrollo de las tendencias capitalistas, y no por un

aletargamiento crónico de la acumulación.

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para destacar que en ese caso la URSS caería irremediablemente.26

Nunca analizó seriamente las posibilidades concretas de recuperacióndel capitalismo. Quizás a esto contribuyó el razonamiento

circularmente vicioso con el que «probaba» el estancamiento y lanecesidad de la revolución: el capitalismo estaba agotado porque larevolución rusa había triunfado, y la revolución rusa había triunfadoporque el capitalismo estaba agotado. En la medida en que el «Estadoobrero burocratizado» subsistiera, no había nada más que demostrar.Accesoriamente los éxitos –aparentes o reales– de la economíasoviética y la Gran Depresión reforzaban su tesis.

De todas maneras, causa extrañeza la poca fundamentaciónque proporcionó para sostener que, a partir de 1914, el capitalismo

debería estancarse. Hasta donde alcanza nuestro conocimiento, en elúnico lugar donde aduce algunas razones para justificar esa necesidades en su «Introducción» al Pensamiento vivo de Marx , de 1939, cuandosostiene que, siendo la competencia «el resorte principal del progresocapitalista», su anulación por la acción de los monopolios implica el«comienzo de la desintegración de la sociedad»27. Pocas páginasdespués, sin embargo, admite que el monopolio no había suprimidola competencia; con lo cual su explicación parece derrumbarse. PeroTrotski no examina la contradicción que ha introducido en su

razonamiento, y finalmente hace prevalecer la noción de que la ley delvalor ya no gobierna el capitalismo: «la ley del valor se niega a prestarmás servicios», de manera que «el progreso humano se ha detenido enun callejón sin salida»28. En todo el trabajo no hace referencia a latendencia a la caída de la tasa de ganancia, que es no sólo la ley másimportante para explicar la crisis, sino que también la que da la clavede por qué no hay un estancamiento final y puramente económico delcapitalismo29.

27  El pensamiento vivo de Marx, México, Losada, 1984, pp. 15-16.28 Ibídem, p.32.29 En esto Trotski sigue las «generales de la ley» del marxismo de principio de siglo[XX], que no elaboró una teoría de la crisis tomando como eje esta importante ley,descubierta por Marx. Habría que esperar a que Henry Grossman la rescatara en suobra  La ley de la acumulación y del derrumbe capitalista, de 1929. Es sintomáticoque Trotski no prestara atención a este trabajo que, a pesar de formulacionesmecanicistas, ubicaba la discusión en un plano muy superior a lo elaborado hastaentonces por los seguidores de Marx sobre las crisis. Esta falencia de Trotski serelaciona también con problemas «de arrastre» del marxismo de la Segunda

Internacional, que heredó en buena medida el trotskismo.

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Pero la tesis de la anulación de la ley del valor tenía seriasconsecuencias para el análisis, ya que en ese caso la dinámica delcapitalismo dejaba de estar por fuera del gobierno de los seres humanos

(tal como se desprende de la teoría de Marx sobre el fetichismo) parapasar a estar en manos de un grupo de grandes empresas30. Con locual se cae, casi indefectiblemente, en las explicaciones «conspirativas»sobre las crisis o las calamidades que acarrea el capital a las masas. Eslo que sucede con el PT, cuando en un pasaje escueto, pero altamentesignificativo, afirma que:

[Los bancos] Organizan milagros de técnica […] organizantambién la vida cara, las crisis y la desocupación.31

Una tesis no sólo subjetivista y absurda –¿cómo se puede sostenerque la crisis del treinta fue «organizada»?–, sino tambiéncontradictoria con la visión de la «crisis sin salida», porque si los bancos organizan la inflación y las crisis, no se entiende por qué elcapitalismo estaría condenado a vivir en crisis permanente.Desarrollados en esta lógica, muchos otros argumentos económicosse mueven en el mismo plano de subjetivismo. Por ejemplo, la carestíade las mercancías o la desocupación ya no serían las consecuencias delas tendencias objetivas del sistema, sino de las maniobras urdidas

por algunos empresarios; tendencias que se podrían contrarrestarmediante una adecuada correlación de fuerzas. El PT afirma:

Los campesinos, los artesanos y los comerciantes, […] ensu condición de consumidores, deben tomar unaparticipación activa, junto a los obreros, en la política de losprecios…

Y sobre la desocupación, que su desaparición

…es una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede serresuelta por la lucha…

30 Al plantear la anulación de la ley del valor por el monopolio Trotski se inscribíaen una línea de ideas que había iniciado trabajos como los de Hilferding, sobre lapreeminencia del monopolio y del capital financiero, y que gozaban entonces degran aceptación en la izquierda, no sólo marxista, sino también progresista engeneral.31 En la versión inglesa, en lugar de «organizar la vida cara» se lee: «organizar los

precios altos».

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Pero, en la medida en que la producción se asienta en la propiedadprivada, no se puede eludir la sanción del mercado sobre el trabajoinvertido en la producción de las mercancías y, por eso, no es posible«gobernar» los precios con juntas de consumidores o productores,como pretende el PT.32 También la desocupación es eliminable –máximeen una coyuntura de crisis grave como la de los treinta– medianteuna mera «correlación de fuerzas sociales». Si lo fuera, sería factibleimponer, en los marcos de la propiedad privada capitalista, unasolución progresista y duradera a los sufrimientos que provoca elsistema. Una postura que rechaza, con razón, el mismo PT.

De esta forma, a la par que establece, de manera casi fatalista, latesis del estancamiento, el texto fundacional de la CI deja abierta lapuerta a interpretaciones subjetivistas de la crisis y del capitalismo.En el plano político, esta dicotomía se expresará en que, por un lado,afirmará que el sistema ya no puede conceder la más elementaldemanda democrática o económica a las masas y, por otra parte, daráa entender que se le pueden imponer reformas profundas con unacorrelación de fuerzas favorable a las masas populares.

2. Lucha de clases e ideología

La tesis recién analizada sobre el estancamiento definitivo delcapitalismo conecta con otras varias ideas teórico-políticas, que deconjunto hacen una trampa compacta de pensamiento. Dado que sólopor necesidades expositivas vamos a examinarlas y criticarlas porseparado, deberá tenerse presente en lo que sigue que cada una deellas está en íntima relación con las otras, y todas con la idea deestancamiento. Comenzamos con la noción de que toda lucha pordemandas mínimas debe llevar a la lucha por el poder. Dice el PT:

…cualquier reivindicación seria del proletariado y hastacualquier reivindicación progresiva de la pequeña

 burguesía, conducen inevitablemente más allá de los límitesde la propiedad capitalista y del Estado burgués.

32 Incluso después de la revolución, y a pesar de disponer de todas las palancas depoder, el control de los precios es un tema complejo, en el que es necesario avanzarmuy lentamente; como por otra parte lo entendieron los bolcheviques después de la

desastrosa experiencia del «comunismo de guerra».

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Por supuesto, concordamos en que, durante las crisis, la burguesía busca aumentar la explotación y que esto genera miseria, represión, yguerras contra los pueblos o entre las burguesías. Pero de allí hay un

paso muy grande a sostener que la clase dominante ha perdido todacapacidad de maniobra. Con razón, a comienzos de los años veinte –o sea, en otro período de intensa crisis– Lenin alertaba sobre que la burguesía podía «adormecer» a algunos explotados «con la ayuda depequeñas concesiones» a la par que reprimía la revolución33; y en unacoyuntura como la Primer Guerra había destacado los efectos de las«considerables limosnas a los obreros obedientes bajo la forma dereformas sociales» del ministro inglés Lloyd George y su influenciaentre las masas34.

El propio Trotski había polemizado con los stalinistas, en losveinte, cuando éstos negaban todo efecto a las políticas reformistas.Sin embargo, hacia el final de su vida afirma, con carácter de tesisgeneral, que el capitalismo no daría concesiones. Una tesis que eradifícil de encajar con desarrollos particulares importantes, entre ellos,las reformas de Roosvelt en Estados Unidos35. Es significativo alrespecto que en una artículo de 1937, polémico contras losultraizquierdistas, Trotski reconozca que la imposibilidad de mejorasno era absoluta («sólo debe comprenderse en un sentido histórico»).

Sin embargo, a renglón seguido sostiene que si la burguesía (francesa)otorgaba algo con una mano, lo quitaba con la otra, obligando a los

33 Lenin, «Informe sobre la situación internacional y las tareas fundamentales de laInternacional Comunista», al II Congreso de la IC. Sus afirmaciones de entoncessobre la «agonía mortal» del capitalismo se vinculaban a la perspectiva del triunfode la revolución socialista, a la acción consciente y revolucionaria de las masas.Remitimos al respecto a los trabajos de Giuseppe Vacca, Aldo Natoli y SergioBologna, reunidos en  La crisis del capitalismo en los años ’20, México, Cuadernosde Pasado y Presente, 1978.34

«El imperialismo y la división del socialismo» citado por Giuseppe Vacca en«Lenin y Occidente», en  La crisis del capitalismo…, op.cit., p.45.35 Aunque la recuperación de Estados Unidos a partir de 1933, y especialmentedespués de la recesión de 1938, tuvo causas «objetivas» (en ausencia de respuestasrevolucionarias de la clase obrera), las medidas tomadas por Roosvelt tuvieronuna incidencia no despreciable. En 1933 se estableció el sostén de los preciosagrícolas, se fijaron precios mínimos para la producción industrial, se estableció elsalario mínimo. Luego, en 1934, la devaluación del dólar ayudó al despegue. En1935 se toman más medidas de relanzamiento de la economía (lo que se conocecomo «segundo New Deal»). Además de no prestar la necesaria atención a estoshechos, Trotski en general no tomará en cuenta las implicaciones de los métodos

fordistas de producción y los aumentos salariales que los acompañaban.

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trabajadores a reiniciar la lucha36. En el PT sostendrá esta idea casocon las mismas palabras, pero con carácter general; la burguesía, dice,«retoma con la mano derecha el doble de lo que pudiera dar con la

izquierda». Pero ante la realidad de las reformas de Estados Unidos,en un escrito posterior argumentará que las concesiones, lejos deapaciguar las luchas, las radicalizarían.

Estas tensiones son reveladoras de un problema de método queestá presente en prácticamente toda la obra de Trotski y sobre el quevolveremos a lo largo de nuestro trabajo porque es clave para lasuperación de muchos errores teóricos y políticos de la CI.Apoyándonos en la dialéctica hegeliana del concepto, diremos que setrata del desgarramiento entre las leyes «universales» (que Trotski a

veces llama «leyes histórico-sociales»), por un lado, y los desarrollosparticulares y singulares. Así hay un «salto» entre su tesis generalsobre la imposibilidad de la burguesía de otorgar concesiones, y lasconcesiones en concreto que realizaba la burguesía de Estados Unidos,o de otros países. El mismo desgarramiento lo veremos entre su tesisde la quiebra de las democracias (también consideradas por Trotski«ley histórico-social») y la fortaleza de democracias particulares. Ypor supuesto, se continuará en las afirmaciones de la CI sobre lacontinua «decadencia de las fuerzas productivas», tesis «general

histórica» en la que no será posible encajar los desarrollos «reales yconcretos» de las economías de la posguerra.En todos los casos, esas pretendidas leyes generales se

transforman en «universales abstractos»; «abstractos» porque a ellosse llega negando los particulares, obviando los desarrollos concretos,específicos, los singulares. Cada desarrollo económico particular, cadapolítica de concesiones, cada demostración de fortaleza de lademocracia burguesa, no se pone en consonancia con las proclamadas«leyes generales». Por eso se pierde de vista aquello en que insistía

Hegel (y que sería vital en el método de Marx), que el universal sóloexiste y se realiza a través de los particulares y singulares, yrecíprocamente, que éstos existen por y a través de los universales (delas tendencias generales). Cuando se establece esta conexión dialéctica,se llega al «universal concreto», esto es, aquél que comprende en sítoda la riqueza de los particulares y singulares. Al no elevarse a este

36 Ver artículo «Los ultraizquierdistas en general y los incurables en particular.Algunas consideraciones teóricas», de 1937, reproducido en  España, última

advertencia, op.cit.

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plano, el PT se quedará en postulados que terminan siendoinvulnerables a los desarrollos reales, porque los militantes siempretendrán a mano el recurso de afirmar su validez «oculta y sustancial»,

por fuera y por encima de cualquier hecho que los contradiga.37

Las abstracciones anteriores se refuerzan por la tendencia deTrotski a olvidar que la burguesía también domina y maniobra con lafuerza de las ideologías. A pesar de su importancia, cuestiones talescomo la influencia ideológica de la burguesía, la introyección de susesquemas de dominación en la consciencia de los explotados, losdiscursos dominantes y su articulación con el fetichismo de lasrelaciones del mercado, están prácticamente ausentes comoproblemáticas a enfrentar por los revolucionarios. Las ilusiones

democráticas casi no reciben tratamiento en el PT; apenas sonmencionadas en relación a los países atrasados, donde además seríansuperadas dada la «incapacidad» de las burguesías para cumplir conlas tareas democrático-burguesas. Con relación a los paísesadelantados democráticos el texto casi no dice palabra. En las pocasocasiones en que menciona la cuestión, da a entender que lostrabajadores norteamericanos están a punto de superar la democracia burguesa; así, cuando se refiere a la consigna de referéndum frente ala guerra, sostiene «esta reivindicación refleja la desconfianza de los

obreros y campesinos por el gobierno y el parlamento de la burguesía».En las discusiones sobre cómo aplicar el PT en Estados Unidos, Trotskino propone ninguna política específica en relación a la democracia.Cuando analiza una eventual generalización de la consigna de partidoobrero, sólo prevé que la burguesía respondería con las bandasfascistas; no se le ocurre que podría «socialdemocratizar» política eideológicamente al futuro partido de los trabajadores.38 Trotskipareciera representarse la conciencia obrera encerrada en una«campana de vacío ideológico», apta para recibir consignas a la manera

en que lo hacía la mente «tabla rasa» postulada por el empirismo máscrudo. Además, es sintomático que apenas preste atención a los efectossobre las conciencias de las experiencias de la URSS y del nazismo,que potenciaban el discurso apologético de la democracia capitalista.Algunos lectores pueden argumentar que estamos tomando ejemplosaislados y que es abusivo generalizarlos. Sin embargo, se trata de

37 En todo esto nos guiamos por la doctrina del concepto de Hegel; ver Ciencia dela lógica, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1968, pp. 531-549.38

Ver «Discussion…», op.cit., p.44.

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ideas de larga data en Trotski que nunca fueron cuestionadas por laCI. Por ejemplo, en 1908 (en un texto muy citado en la literaturatrotskista) el futuro fundador de la CI había sostenido que «el

proletariado [ruso] no ha heredado nada de la sociedad burguesadesde el punto de vista de la cultura política»39. Minusvaloraba así lainfluencia del partido Demócrata Constitucional, no sólo sobre lasmasas en general, sino también sobre el movimiento socialista (despuésde todo el menchevismo fue una expresión de ella). En otro artículo dela misma época planteaba que las «multitudes, precisamente porqueson ‘oscuras’, porque les falta instrucción, no saben nada deposibilismos» y que «las masas no se interesan más que por losextremos»40. Veinte años después sostenía que los obreros

norteamericanos eran «empíricos» (¿y sus convicciones ideológicasarraigadas?), que había que ayudarlos a superar su «atraso» conrespecto a las condiciones sociales, y que si no aceptaban las consignasde los revolucionarios, se verían obligados a aceptar el programa delfascismo.41 En lugar de las «masas oscuras» de 1908 encontramos las«masas empíricas» o «inmaduras» y en lugar del «sólo les interesanlos extremos», el «sólo las puede influir el fascismo o el marxismo»;cambian las formulaciones, pero las premisas analíticas siguenvigentes. En su razonamiento –que se mueva dentro de la alternativa

dual y «de hierro» de «A o B»- desaparecen la democracianorteamericana y las ilusiones que generaban los planes y promesasde Roosevelt.

Estos enfoques se suman a la idea de que la movilización demasas tiende a superar todos los obstáculos políticos e ideológicos.También aquí estamos ante consignas del pensamiento de Trotski,que han sido legadas al movimiento trotskista. Ya en su obra juvenilde polémica contra Lenin, Nuestras tareas políticas , había exaltadolas tácticas movilizadoras, único medio a través del cual, sostenía, los

obreros avanzarían. En un texto posterior, sostiene que la misión delos revolucionarios «es precisar, depurar y generalizar» lo que estáimplícito en la lucha cotidiana de las masas. 42 La cuestión sería«empalmar», con sus consignas y tácticas, para fecundar un

39 «El proletariado y la revolución rusa», en 1905, Resultados y perspectivas, París,Ruedo Ibérico, 1971, t.2, p.122, énfasis agregado.40 «Nuestras diferencias», en 1905…, op.cit., t.2, p.129.41 «Discussion…», op.cit., p.44.42

En «Nuestras diferencias», en 1905…, op.cit., t.2, p.129.

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movimiento que objetivamente apuntaría en la direcciónrevolucionaria. La idea de «fecundar» el movimiento en marchas serepite a lo largo de la obra de Trotski, incluido el PT. En este plano

absolutiza un elemento necesario , que es lo espontáneo e «instintivo»del movimiento (que Lenin destaca repetidas veces en sus escritos),pero no suficiente para la toma de conciencia socialista.

Aún sus análisis más ricos y dinámicos padecen por la falta deltratamiento de la ideología de masas, y por eso también estánimpregnados de un marcado sesgo a visualizar un desarrollo lineal ycasi sin obstáculos de la lucha. Por caso, su discusión sobre elmovimiento francés de ocupación de fábricas de 1936, bajo el gobiernodel Frente Popular es característico. Trotski sostiene que la ola de

huelgas «ha empujado a los obreros más inteligentes y valientes alfrente», que «a ellos pertenece la iniciativa»; que la clase «ha comenzadocon su automovilización» y los éxitos obtenidos no podrían dejar deelevar la «auto confianza de las masas a un grado extraordinario»;que además ya se habían creado los cuadros locales y regionales,formándose el embrión de una «dirección revolucionaria»; que a pesarde que la vieja cáscara organizativa no había sido desechada, «bajoella ya se ve la nueva piel». Por eso vendría una inevitable «segundaola de luchas», menos pacífica y profunda, en la cual las masas,

sintiendo el acoso del enemigo y «la confusión e indecisión de ladirección oficial» del movimiento, «sentirán la apremiante necesidadde un programa, de una organización, de un plan y de un staff»43.Cuando leemos entusiasmados esta descripción, las dificultades realesdel avance de la conciencia y de la lucha parecen disiparse, barridaspor el todopoderoso movimiento. La influencia ideológica burguesa,los peligros de su incidencia y del extravío del movimiento, de suempantamiento, se han evaporado. Las direcciones sólo demostrarían«confusión e indecisión» y las masas la necesidad de cambiarlas. Algo

parecido puede advertirse en su especulación sobre cómoevolucionaría una lucha desde el control de la producción de a planesobreros nacionales en Alemania, en 1932 (ver infra).

Lo anterior explica que en los años treinta sostuviera que elpequeño grupo de revolucionarios debía dirigirse a los trabajadorespara movilizar con «propuestas prácticas y consignas prácticas»,porque «la única manera de convencer a las amplias masas de la

43

  Whiter France?, Nueva York, New Park, 1974, pp. 134-5.

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corrección de nuestras ideas es en la acción»44. Estos enfoques seplasman en el PT; allí sostiene que los obstáculos para el avance de laconciencia son la «confusión y descorazonamiento de la vieja

dirección» y la «falta de experiencia» de las capas jóvenes delproletariado y su vanguardia. Ausente la cuestión de las ideologías burguesas, siempre aflora la idea de que todo obstáculo se superarácon la movilización, de que la cuestión es lanzar consignas para que«prendan como fuego en pradera seca». De aquí que haya unasobrevaloración de las virtudes de la agitación movilizadora y unaminusvaloración del rol de la propaganda y del trabajo sobre lavanguardia. La vieja combinación de la lucha política e ideológica,que habían recomendado Engels y Lenin, entre otros, desaparece de

su campo visual.Es cierto que cuando discute sobre la clase obrera europeaTrotski presta atención a la ideología stalinista, y en alguna medida ala socialdemócrata (lo que lo lleva a escribir muchas de sus mejoresobras). Pero también aquí pasa por alto la incidencia de la ideologíademocrática burguesa en general. Y además, minusvalora la influenciade la ideología socialdemócrata e incluso la del stalinismo, a pesar dedenunciar correctamente su incidencia en las derrotas de los veinte ylos treinta. Por ejemplo, en un pasaje del PT afirma que «los Frentes

Populares… desde el punto de vista histórico… son una ficción», yque «cualquiera sea la diversidad de métodos de los social traidores»–léase Blum, Stalin- no lograrán quebrar la voluntad revolucionariadel proletariado». Y en otra parte llega a decir que:

Los obreros avanzados de todo el mundo ya saben que laderrota de Hitler y Mussolini se logrará bajos las banderasde la Cuarta Internacional (énfasis agregado45).

Pero entonces habría desaparecido la influencia ideológica del

stalinismo, la democracia burguesa o la socialdemocracia entre losobreros de vanguardia; lo cual era manifiestamente falso.La minusvaloración del peso de las corrientes democráticas

 burguesas también lo lleva a formular una previsión infantilmenteoptimista sobre cómo se desarrollaría un ascenso revolucionario en

44 «Tasks of the ICL» en Writings of Leon Trotski  (supplement 1934-40), Londres,1979, pp.510-11.45 Esta frase no figura en la edición castellana que hemos utilizado. Pero sí en la

inglesa, que se hizo según las revisiones finales de Trotski.

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Alemania. Sostiene –en el PT– que antes de que se convocara unaAsamblea Constituyente, Alemania se poblaría de soviets , y que loslíderes reformistas no tendrían posibilidad de dirigir el ascenso

antifascista. Ninguna de estas previsiones fue examinada por la CI enlo que hace a sus implicancias y raíces teóricas.

3. Sobre las luchas y la crisis de la democracia

A las ideas antes expuestas se suma la noción de que existiría unarelación lineal entre el sufrimiento de las masas y los combates. Si bien en escritos específicos –como las críticas a la política delstalinismo en China- Trotski había señalado que no toda crisis

generaba una ofensiva revolucionaria, en el programa afirma que:… la agudización de la crisis social aumentará no solamenteel sufrimiento de las masas sino también su impaciencia, sufirmeza y su espíritu de ofensiva.46

De ahí que pensara que, a pesar de las derrotas de los veinte y de lostreinta, las masas se recuperaban rápidamente en casi todo el mundo.En pasajes notables por su exaltación, en el PT sostiene que «la lucha

de clases no tolera interrupciones»; que «… la crisis actual puedeexacerbar extremadamente la marcha de la lucha de clases y precipitarel desenlace»; y que «… en la época actual la lucha de clasesinfaliblemente tiende a transformarse en guerra civil» (énfasisagregado). Refiriéndose a los comités de fábrica, afirma que una ola deocupaciones de empresas «se ha desencadenado en algunos países», yagrega:

Nuevas olas de ese género son inevitables en un porvenirpróximo» (énfasis agregado).

Esto explica su caracterización exitista del nivel de la ofensiva de lasmasas. En el primer capítulo sostiene que:

En todos los países el proletariado está sobrecogido por unaprofunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres

46 A continuación de este pasaje pronostica que a medida que aumenten lossufrimientos, millones de necesitados comenzarán a presionar al reformismo, losdesocupados se pondrán en movimiento y los campesinos arruinados buscarán

una nueva dirección.

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vienen incesantemente al movimiento revolucionario.[énfasis agregado]

Pero además pensaba que no sólo los padecimientos y las crisis

empujarían al combate, sino también las concesiones. Así, en 1939,afirma que las reformas del New Deal, lejos de apaciguar la situación,radicalizarían a las masas.47

El planteo nos parece globalmente insostenible. No sólo porqueen el caso particular de Estados Unidos las concesiones del gobierno,combinadas con la fortaleza de la ideología democrática, tenían efectosestabilizadores sobre la combatividad sindical de los trabajadores,sino también, y más importante, porque no siempre las crisis y lossufrimientos inducen a las masas al combate de clases. Más bienmuchas veces sucede lo contrario, cunde la desesperanza, ladescomposición social, el temor a la desocupación, la disgregación.

Por otro lado, no es cierto que en 1938 «millones de hombres»afluyeran «incesantemente» al campo revolucionario. La revoluciónespañola estaba en retroceso, el Frente Popular francés habíaconducido a la desmoralización, los obreros italianos, alemanes y de buena parte del centro de Europa sufrían el fascismo y el nazismo; yen la URSS avanzaba la ofensiva contra los revolucionarios de Octubre.Trotski era consciente de la gravedad del cuadro. En el PT hay repetidasmenciones a la desmoralización de la vanguardia y a «las trágicasderrotas que el proletariado mundial viene sufriendo desde hace unalarga serie de años»; también afirma que entre los obreros devanguardia «hay no pocos fatigados y decepcionados» y que la CIsurgía «de las más grandes derrotas que el proletariado registra en suhistoria». Pero el esquema de «más sufrimiento, más luchas», enausencia de capacidad de la burguesía para dar salidas, lo empujabaa la conclusión de que esas heridas cicatrizarían rápidamente, que elnuevo ascenso ya estaba en marcha y que la guerra lo catalizaríahacia un levantamiento revolucionario.

Seguramente también contribuían a su optimismo losantecedentes históricos. La guerra franco-prusiana de 1870 había

47 «…puede predecirse con toda seguridad que el New Deal y la política de «BuenaVecindad», que no solucionaron nada ni dejaron conforme a nadie, sólo elevaronlas necesidades y el espíritu combativo del proletariado norteamericano y de lospueblos latinoamericanos». En «La ignorancia no es una herramienta revolucionaria»del 30 de enero de 1939, reproducido en Sobre la liberación nacional, Bogotá,

Pluma, 1976, p.98.

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terminado en la Comuna de París; la ruso-japonesa en la revoluciónde 1905 y la Primera Guerra Mundial en el Octubre ruso e intentosinsurreccionalistas en otros países. Sin embargo, por encima de esto,

parece ser decisivo para su razonamiento la visión de una clase obreraazuzada por la crisis a lanzarse a la ofensiva, en el marco de la completaincapacidad de la clase dominante para maniobrar o conceder la másmínima reivindicación. Tal vez sea en la descripción de la situaciónalemana donde este rasgo resalte con mayor nitidez. A pesar dereconocer que la oposición en Alemania –en 1938- era «pequeña», queel proletariado había «perdido la fe en todo lo que estaba habituado acreer», el PT termina afirmando que «el descontento de las masas esmayor que nunca», que «jóvenes generaciones se levantan», que «la

preparación molecular de la revolución está en marcha», y que«centenares y miles de abnegados obreros continúan, a pesar de todo,llevando a cabo un trabajo molecular revolucionario»48. En definitiva,hubo derrota, pero ésta parece superarse tan rápidamente, que elproceso revolucionario aparenta no tener casi interrupciones.

Todas estas ideas se combinan y desembocan en la tesis, yamencionada, de que las democracias están «históricamenteliquidadas». El PT sostiene que las democracias de los paísesadelantados sólo sobreviven «a cuenta de la acumulación anterior»;

que el «New Deal» del gobierno de Roosevelt «sólo representa unaforma particular de confusión», y que la «putrefacción» de todas lasdemocracias continuará profundizándose, irremediablemente. Conlo cual la democracia burguesa no tendría ninguna posibilidad deafirmarse ni siquiera en el país capitalista más poderoso del planeta.Con carácter más general, en las discusiones sobre el programa explica:

la burguesía no tiene otra solución que el fascismo , y laprofundización de la crisis va a forzar a la burguesía a abolirlos remanentes de la democracia y a reemplazarlos por elfascismo49 [énfasis agregado].

El método abstracto de análisis se evidencia también en estospronósticos, porque Trotski extrapolaba linealmente una tendenciade la realidad mundial de la pre guerra, sin analizar otras mediaciones

48 Hemos modificado ligeramente la traducción castellana, de acuerdo a la inglesa.En la edición castellana, en lugar de «cientos y miles» se lee «cientos de miles».49

«Discussion…», op.cit., p.43.

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que obraban en sentido contrario. Trotski «ve» que un sector de la burguesía mundial responde al ascenso revolucionario desatado en1917 con el fascismo y el nazismo, esto es, con la guerra civil contra la

clase obrera. Es lo que sucede en Italia, Alemania, en buena parte delcentro de Europa, en Japón (aunque en un grado menor) y lo queintentan sectores de la burguesía en Francia, Inglaterra y otros países.Pero ésta no era la única política frente a la revolución , porquetambién estaban presentes la negociación, la democracia burguesa,las semi concesiones –combinada con la represión- , que ponían enpráctica los gobiernos de Estados Unidos y de otros países adelantados.Lejos del hundimiento inminente del que hablaba Trotski en el PT, lademocracia norteamericana se había mostrado ya en los treinta como

una formidable contención a la difusión de las ideas del comunismo yluego se revelaría como una palanca movilizadora de masas hacia laguerra. Por otro lado, el gaullismo, el reformismo burgués inglés (consus promesas de la «Nueva Jerusalén»), la Segunda Internacional ymuchas otras corrientes políticas, incluidas las stalinistas europeas,se nutrirían, hacia el final de la guerra, de aquella democracia burguesaque el movimiento trotskista había dado por acabada.

Además, este enfoque llevaría a Trotski a plantear perspectivasque, para decirlo de manera suave, encerraban el peligro de planteos

oportunistas. Convencido de que una victoria de las «democraciasdecadentes» sobre Alemania e Italia no podría liquidar el fascismo«ni siquiera por un período limitado», llegó a sostener que:

si hubiera algún fundamento para creer que una nuevavictoria [de la Entente] pudiera obrar resultados tanmilagrosos, esto es, contra las leyes socio-históricas,entonces es necesario no sólo «desear» esta victoria sinotambién hacer todo lo posible para que se produzca. En estecaso los social-patriotas anglo franceses estarían en lo

correcto.50

Es significativo que Trotski cometiera estos errores siendo que en losaños veinte había polemizado con los stalinistas porque éstos no veíanla importancia que podían adquirir los gobiernos reformistas y lasvías democrático pacifistas en Europa51. También Lenin había insistido,

50 «A Step towards Social-Patriotism», en Writtings 1938-39, p.24.51 Ver su crítica al Quinto Congreso de la Internacional Comunista, en Stalin, el

 gran organizador de derrotas, Buenos Aires, Yunque, 1974, pp.166 y ss.

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en plena crisis revolucionaria, que la burguesía no tenía sólo un método–la represión– para frenar la revolución, sino dos, porque contaba el«engaño organizado» (ver infra). Y en 1919 (coyuntura de crisis

mundial extrema) explicaba que aún los países atrasadosdesarrollaban tendencias hacia las democracias burguesas.52

Hacia el final de su vida Trotski parece olvidarse de estoscriterios cuidadosos –que hacen a la consideración de todas lasdeterminaciones que concurren a la conformación de una coyunturapolítica– para sostener, con el carácter de «ley socio-histórica», latesis de la quiebra definitiva de la democracia. A esto lo llevaba elconjunto de ideas que había desplegado sobre las crisis y la lucha declases, y su absolutización vacía. Pero con ello se deslizaba, nueva y

pendularmente, al resbaladizo terreno del fatalismo.4. Fatalismo y subjetivismo extremos

Michael Löwy ha sostenido que con su pronóstico alternativo –»socialismo o barbarie»– Trotski había dejado atrás las posturasfatalistas sobre la «marcha de la humanidad hacia el socialismo» dela Segunda Internacional. Löwy explica que Trotski –como RosaLuxemburgo– tuvo aquella posición en su juventud, pero que la habría

superado a partir de la Primera Guerra, cuando planteó la cuestiónen términos de «guerra permanente o revolución proletaria». Conesto, sigue Löwy, Trotski hacía intervenir un factor subjetivo, «suautonomía parcial, su especificidad, su lógica interna y eficaciapropia»53 , y daba una muestra de comprensión dialéctica, crítica delfatalismo mecanicista que luego reinaría en el movimiento comunista burocratizado. La interpretación de Löwy es compartida por casitoda la militancia trotskista.

Sin embargo, la cuestión no nos parece tan sencilla ni lineal

como pretenden Löwy y los militantes trotskistas. Por empezar, lamisma forma de plantear la alternativa «socialismo o barbarie» nodemuestra una comprensión dialéctica, porque formulada como «leyde hierro» –o bien A o bien B, no hay posibilidad de capitalismo– y sinfundamento teórico , se revela como una forma del mecanicismo

52 Ver su «Discurso de apertura del VIII Congreso del PC (b)R», de marzo de 1919.Allí afirma que la inmensa mayoría de los países atrasados estaban en tránsito «dela Edad Media a la democracia burguesa».

53 Michael Löwy, Dialéctica y revolución, México, Siglo XXI, 1975, p.112.

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objetivista. Observemos también que esto le dejaba a Trotski sólo dosopciones desde el punto de vista programático: o un programa mínimo,defensivo, para una sociedad burocrática de esclavos; o un programa

para una ofensiva inminente y revolucionaria de las masas.Pero, además, y contra lo que dice Löwy, es un hecho que Trotskisostuvo hasta el final de su vida el enfoque fatalista. No tanto porquehaya mantenido –de manera paralela a su planteo alternativo– latesis que critica Löwy, de la inevitabilidad del socialismo, sinotambién, y principalmente, porque en el PT apela a la existencia deleyes generales de la historia y de un movimiento mecánico eineluctable de ésta hacia el destino comunista. Dice el texto:

las leyes de la historia son más poderosas que los aparatos burocráticos. […] Cada vez en mayor escala, sus esfuerzosdesesperados [de los social-traidores] por detener la ruedade la historia demostrarán a las masas que las crisis de ladirección del proletariado […] sólo puede ser resuelta por laCuarta Internacional» [énfasis agregado].

No se trata de un descuido –Trotski trabajó meses en su redacción, elPT fue estudiado y repetido durante décadas en la CI–, sino de laconclusión de un «sistema» cuyos pasos teórico-políticos hemos

seguido hasta aquí y que podríamos ordenar según la siguientesecuencia: estancamiento de las fuerzas productivas — por lo que lademocracia y la fuerza de la ideología burguesas están agotadas —por lo que toda reivindicación elemental plantea la cuestión delsocialismo — por lo que habrá un impulso inevitable hacia la lucha,derivado de la crisis — y las masas movilizadas tienden a superartodos los obstáculos — con lo que «las ruedas de la historia» seimponen y el socialismo es inevitable.

Por eso en la CI nunca se criticaron estas nociones. Dadas las

limitaciones de nuestro trabajo, aquí sólo vamos a presentar algunasobjeciones a esta concepción que debe superarse.En primer término, señalemos que la misma cuestión de la

«inevitabilidad» del socialismo remite a formulaciones problemáticasdel propio Marx, que luego asumirán Lenin, Trotski y otros marxistas.Todas ellas aluden a la idea de que, en un plazo más o menos mediato,las masas «deberían» tomar conciencia de la necesidad de resolver, deforma revolucionaria, las contradicciones de la sociedad capitalista.

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Algunos pasajes de El Capital apuntan en esa dirección54; luego Leninplantearía que la «inevitabilidad del socialismo» debería incorporarseal programa del bolchevismo55; y Trotski, en la «Introducción» al

Pensamiento vivo de Marx , dedicó un punto a fundamentar por qué elsocialismo no sólo es «posible», sino también «inevitable»56. Pensamosque se tratan de formulaciones desacertadas, por lo que encierran demecanicismo. En todo caso lo correcto sería hablar de una «necesidadcreciente» de la salida socialista, y de una posibilidad material y socialtambién creciente.

Sin embargo, aunque el planteo sobre la inevitabilidad delsocialismo debe criticarse por mecanicista, no incurre en una visiónteleológica de la historia, como sí sucede con las nociones de las «leyes»

generales de la historia, o la «rueda» que empujaría a la humanidadhacia una meta preestablecida desde el fondo de los tiempos. Alrespecto, no es casual que Marx apenas se haya referido a supuestas«leyes de la historia». A lo sumo habló de una tendencia al desarrollode las fuerzas productivas a través de una sucesión de formacionessociales57 , rechazando la idea de leyes «supra históricas»58. En diversospasajes de su obra aludió a algunas constantes de la producción y latendencia de los seres humanos a librarse de las constriccionesemanadas de sus necesidades naturales, pero era consciente de que

esos «universales» sólo actúan a través de leyes específicas a los modosde producción. Así, por ejemplo, en el capitalismo encontramos lasleyes del valor, de la circulación, de la reproducción ampliada, y otras,ninguna de las cuales opera de manera fatalista. Lenin también criticó

54 En el «Postfacio» a la segunda edición Marx habla de un nuevo orden social haciael cual el existente «tiene inevitablemente que derivar», tengan o no conciencia deello los hombres.55 Ver las discusiones en el octavo Congreso del partido Comunista ruso.56

Op. Cit., p.42. Trotski cita a Marx cuando éste habla –en  El Capital- de laagudización de la contradicción entre la centralización de la propiedad del capitaly la socialización del trabajo, y de su incompatibilidad de las relaciones capitalistas.A partir de allí insiste en su tesis sobre la imposibilidad absoluta de un ulteriordesarrollo de las fuerzas productivas.57 Ver Vadée,  Marx, penseur du possible, París, Meridiens Klincksieck, 1992, p.235.58 En carta a Mijailovski, director de «Otiéchstviennie Zapiski», Marx insistirá en lanecesidad de estudiar «cada una de las formas de evolución», y criticará el pretendersuplir ese estudio «mediante la llave maestra universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser suprahistórica» (Carta defines de 1877, en Correspondencia de Marx y Engels, Buenos Aires, Cartago, 1973,

p.291)

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por «objetivista» la noción de «tendencias históricas insuperables»59.La idea de un finalismo de «la historia», de un «destino ineluctable»,no es de Marx, sino de Kautsky, quien partiendo de una concepción

darwinista y positivista afirmaba que el mundo tenía una finalidadinmanente, hacia la cual se encaminaba de modo necesario.60

Por todo esto decimos que la metáfora del PT de la «rueda de lahistoria», en marcha hacia su fin socialista, da una idea falsa e inducea una concepción donde la acción del ser humano se diluye (es«objetivista», diría Lenin). De las tendencias del capital deriva unanecesidad creciente del socialismo –y una posibilidad material decumplirlo–, pero nada más. Nunca debe entenderse esa necesidadcomo una constricción externa, operando ciegamente. Aunque Trotski,

influido por Labriola, había tomado distancia desde joven con elmarxismo kautskista de la Segunda Internacional61 , esa superaciónno se apoyó en las tesis de El Capital sobre las contradicciones deldesarrollo del capital y su relación con las potencialidadesrevolucionarias. Por lo cual la vuelta al objetivismo extremo erainevitable, ya que a partir de las premisas con que razonaba en losaños treinta –degradación progresiva de la clase obrera– sólo lequedaba el recurso de la «rueda» de la historia para fundamentarteóricamente el futuro de la revolución socialista. Parafraseando a

Marx (nota 58), podemos decir que, a falta de estudio particularizadode las contradicciones del capital, Trotski apela a una «teoría histórico-filosófica general», de carácter supra histórico. Esta críticacomplementa entonces lo que hemos mencionado antes sobre los«universales abstractos», las «leyes histórico-sociales», que en la obrade Trotski parecieran actuar por fuera y por encima de los desarrollossingulares.

Pero además el fatalismo prepara el terreno para que se instale,paradójicamente, el subjetivismo extremo. Es que si millones de seres

humanos se están volcando a la revolución, si la crisis económica esabsolutamente sin salida, si la conciencia burguesa de las masasdesaparece como obstáculo, es lógico concluir que el impedimento

59 Ver «El contenido económico del populismo», en O.C., Buenos Aires, Cartago,1969, t.1, p.418.60 Véase  Ética y concepción materialista de la historia , Córdoba, Cuadernos dePasado y Presente, 1975.61 Ver Brossat,  El pensamiento político del joven Trotski, México, Siglo XXI, 1976,

p.114.

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para el avance del socialismo se reduce al «puñado de traidores» de ladirección del proletariado (correlato en el plano político de la economíamanejada por un «puñado de poderosos»). Por eso el pasaje del PT

sobre las «masas de millones» volcándose a la revolución, ya citado,concluye con esta afirmación:

Grandes masas de millones de hombres vienenincesantemente al movimiento revolucionario pero siempretropiezan en este camino con el aparato burocrático-conservador de su propia dirección [énfasis agregado].

De allí que la clave del destino humano se sintetice en la primera frasedel programa:

La crisis actual de la civilización humana es la crisis de ladirección del proletariado.

Un esquema interpretativo que sólo se sostiene al precio de haberreducido la cuestión de la conciencia y su relación con las acciones delas clases. Es que si bien en determinadas coyunturas las direccionesoportunistas enfrentaron a las bases que las desbordaban62 , no escierto que las masas estén volcándose siempre a la revolución y

chocando con los traidores. Por el contrario –y hay que reconocerlo deuna buena vez en el trotskismo–, millones de obreros y de oprimidosestuvieron convencidos de que el programa de construir el socialismoen la URSS y la estrategia de la revolución por etapas en los paísescapitalistas eran convenientes; otros muchos millones confiaron en lademocracia burguesa y en la socialdemocracia; y otros depositaronsu fe en los nacionalismos burgueses de los países atrasados. Si no sereconocen estas vinculaciones orgánicas –»necesarias», en el sentidode unidad sistemática- sólo queda concebir a las direcciones como

meros «accidentes». Pero entonces habría que concluir que estamosen el terreno de lo meramente azaroso, de lo subjetivo y fortuito, de loque Hegel llamaba la «necesidad exterior». En este respecto el PTestablece una relación simplista de causa/efecto, ya que la dirección

62 Un caso ejemplar fue el aplastamiento del proletariado por el stalinismo en 1937;es muy posible que Trotski estuviera muy influido por esta experiencia. De todasmaneras, también aquí se trató de una fracción del proletariado, porque cientos demiles de obreros y campesinos estaban convencidos de las virtudes del FrentePopular. Además, los obreros anarquistas estaban imbuidos de una ideología que

les prescribía «tomar el poder».

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proletaria sería la causa del freno y la derrota de la revolución, estandodadas «todas» las condiciones «objetivas».

En este punto apresurémonos a decir que nuestro propósito no

es negar la intervención de elementos fortuitos en la conformación delos movimientos de masas, y de sus direcciones en particular. Ya Marxhabía señalado el rol que juegan las direcciones «que al principio estána la cabeza del movimiento» como uno de los tantos «accidentes» queintervienen en el curso del desarrollo, y que retardan o aceleran losprocesos63. Lo contingente, lo azaroso, es un componente vital de lahistoria64 y del movimiento de la clase obrera. Pero así como el serhumano sabe imponer su necesidad interior al mundo exterior que lorodea, transformándolo con su acción, también la clase obrera deberá

aprender a determinarse, a dominar los elementos fortuitos,estableciendo –entre otras condiciones para su triunfo- direccionesque sean expresión y vehículo de su liberación. Una clase obreracompletamente sometida a los avatares de una dirección, es una clasetodavía alienada; dicho en el lenguaje de Marx, todavía es «en sí», o noplenamente «para sí»; aún debe conquistar su independencia,desarrollarse en el sentido pleno. Esto implica, parafraseando aD’Hondt , desplegarse como un «anti-azar» activo, absorbiendo lascausas exteriores –la corrupción de los dirigentes, las debilidades

subjetivas de direcciones y cuadros- que detienen o derrotan almovimiento. Creer que es posible una revolución inminente, estandola clase obrera enajenada en manos de una dirección oportunista,revela una vez más las inconsecuencias teóricas del análisis del PT.

Es necesario entonces restablecer un enfoque dialéctico de lasrelaciones entre bases y direcciones. Estas últimas actúan sobre laclase obrera y la influencian. Tienen su propia dinámica, pero ésta esrelativa65; en buena medida, están determinadas por las bases y son,

63 La reflexión estaba ocasionada por la derrota de la Comuna de París, aunque aMarx tampoco se le ocurrió la idea de que el factor decisivo del desenlace hubierasido la dirección de la Comuna, sino el «accidente decisivo y desfavorable» de lapresencia de los prusianos en las puertas de París. Ver Carta a Kugelman, del 17 deabril de 1871, en Correspondencia, op. cit., p.256.64 Ver D’Hont,  Hegel, philosophe de l’historie vivante, París, Presses Universitaires,1966.65 En el trabajo ya citado, «Clase, partido y dirección…», Trotski critica a quienesconsideran a las direcciones un simple reflejo de las bases. Pero tomar distancia dela idea del «reflejo mecánico» es una cosa, y otra muy distinta es terminar borrando

las vinculaciones orgánicas y necesarias entre bases y direcciones.

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hasta cierto punto, su efecto.66 El enfoque no dialéctico del PT es muymarcado en este punto. Primero, porque no pone en conexión orgánicala situación de las bases con sus direcciones, que parecen surgir de la

nada. Y en segundo lugar, porque desprecia la capacidad de aprendizajede las masas, que repetirán el proceso con los burócratas que lastraicionan en sus afanes revolucionarios, sin reconocer nunca a loscomunistas que les indican el camino correcto.

De esta manera, el planteamiento de que la historia depende deun grupo de revolucionarios se mantiene paralelo al de la «fatalidad»del destino socialista: «la rueda de la historia». Este desgarramientoextremo entre ambos polos ha sido observado, bajo un enfoque apenasdistinto al que presentamos aquí, por Bensaïd. Éste señala que en el PT

existe un descuartizamiento entre, por una parte, la confianzareiterada en las leyes objetivas y las profecías catastrofistas y, porotra parte, la debilidad patética del factor subjetivo. También diceque esta disyunción se encuentra muchas veces en Mandel y concluyeen que este enfoque está lleno de dificultades teóricas insuperables:

Si las condiciones objetivas son tan favorables, ¿cómoexplicar que ellas no hayan abierto paso, aunque fueraparcialmente, a las condiciones para la solución de la crisissubjetiva de dirección? La explicación deriva

inevitablemente hacia una representación policial de lahistoria, atormentada por la figura recurrente de la traición,donde las ocasiones más propicias son saboteadas por lasdirecciones traidoras…Y si la oposición es portadora de unasolución revolucionaria a la crisis de la dirección, ¿cómoexplicar que no se haya obtenido más éxito, si no es por undeterioro sin esperanza de las famosas condicionesobjetivas? Así planteado, el círculo de lo objetivo y de losubjetivo es desesperadamente vicioso.67

Sí, el círculo es «desesperadamente vicioso», y la primeracondición para su superación era criticar de raíz las tesis delestancamiento crónico y definitivo del capitalismo, de la falta demaniobra de la burguesía, para restablecer luego la importancia de la

66 Con razón Hegel condenaba la aplicación de las relaciones causa/efecto a la vidaorgánica, y más aún a la vida espiritual. Ver D’Hont, op. cit., p.295.67

Daniel Bensaïd,  La discordance des Temps, París, 1995, p.180, nota.

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ideología en los procesos sociales y con ella las vinculacionesdialécticas entre los diferentes niveles del accionar histórico.

5. La lógica política del Programa de Transición

Todo conduce, entonces, a un escenario en el que parecería bastarla intervención de los revolucionarios para que el movimiento desatesus potencialidades y crezca con la fuerza de las avalanchas naturalese incontenibles. Por esta razón hay que subrayar, una vez más, elmarcado carácter agitativo que encierra la orientación recomendadapor Trotski. En crítica a los sectarios, el PT sostiene que «losacontecimientos políticos no son para ellos la ocasión de lanzarse a la

acción, sino de hacer comentarios»; así, pareciera que todoacontecimiento político deja sólo dos opciones: comentarios decenáculos o agitación para la acción. El rol de la propaganda y de lalucha ideológica y política se esfuma en esta nueva y rígida dicotomía;así, el PT está concebido para el trabajo directo hacia las masas, en elmarco de que el agrupamiento propagandístico de cuadros entre lavanguardia estaría realizado, en lo fundamental. Con este trasfondo,Trotski plantea la superación de la división entre el programa mínimoy máximo. Precisemos brevemente la diferencia entre ambos.

Siguiendo una definición de Lenin, podemos decir que lasreivindicaciones mínimas son aquellas que, en principio, no cuestionanla propiedad privada capitalista ni su Estado68; por ejemplo, sondemandas mínimas el aumento de salarios, la libertad de los presospolíticos, el derecho a voto, e infinidad de otras exigencias de las masasexplotadas y oprimidas.69 En cambio, el objetivo de la toma del poder,las medidas de socialización y las proyecciones de transformaciónsocial profunda dan forma a los programas máximos. Las consignas

transicionales entran en el esquema del programa máximo. Fueronformuladas en manifiestos o tesis estratégicas (las veremos en el Manifiesto Comunista  y en las «Tesis de Abril») para impulsar lamovilización hacia la abolición de la propiedad privada, una vez que

68 «El programa mínimo es un programa que, por sus principios, es compatible conel capitalismo y no rebasa su marco» (Lenin, «Observaciones para el artículoacerca del maximalismo», diciembre de 1916, ed. Progreso, t.30, p.391.69 En el caso de la socialdemocracia rusa el programa mínimo era el de la revolución

democrático burguesa.

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se hubiera tomado el poder. Fueron pensadas para preparar latransición al socialismo; aunque no son socialistas, son incompatiblescon la sociedad capitalista. Entre las más conocidas están el reparto

de las horas de trabajo hasta acabar con la desocupación, sindisminución salarial; la obligación de trabajar; la anulación de lapropiedad privada de la tierra70; la anulación del derecho de herencia;la abolición del secreto comercial y el control obrero de empresas; lanacionalización de la banca y grandes monopolios y su puesta bajocontrol obrero.

Trotski pensaba que aquella división de programas era propiade la socialdemocracia anterior a la Primera Guerra71 , y que debía serdejada de lado en la época imperialista, porque ya ninguna reforma

era lograble y las masas estaban prontas a iniciar una ofensivarevolucionaria. Ahora las consignas mínimas exigían su combinacióninmediata con las transicionales:

En la medida en que las viejas reivindicaciones parciales,mínimas, de las masas entran en conflicto con las tendenciasdestructivas y degradantes del capitalismo decadente –yeso ocurre a cada paso- la Cuarta Internacional auspicia unsistema de reivindicaciones transitorias, cuyo sentido es eldirigirse cada vez más abierta y resueltamente contra las

 bases del régimen burgués. El viejo «programa mínimo» essuperado por el «programa transicional», cuyo objetivoconsiste en la movilización sistemática de las masas para larevolución proletaria72 (énfasis agregado).

70

Marx consideró a esta medida transicional; en Lenin el planteo fue más complejo.71 Dice en el PT: «La socialdemocracia clásica, que desplegó su acción en la épocadel capitalismo progresivo, dividía su programa en dos partes independientes unade otra: el programa mínimo, que se limitaba a algunas reformas dentro de lasociedad burguesa, y en el programa máximo, que prometía para un porvenirindeterminado el reemplazo del capitalismo por el socialismo. Entre el programamáximo y el programa mínimo no existía puente alguno. La socialdemocracia notenía necesidad de ese puente porque sólo hablaba del socialismo en los días defiesta». Acerca de esta caracterización de Trotski de la Segunda Internacional, verApéndice 2.72 Hemos introducido algunas ligeras variantes con respecto a la versión castellana,

siguiendo la edición inglesa.

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Enlazado con lo anterior, sostiene que el PT es un programapara la acción hacia la toma del poder , para la ofensiva73; no estáconcebido para situaciones defensivas. Incluso nos inclinamos a

pensar que Trotski no aconsejaba la agitación transicional en Italia yAlemania. En el PT explica que en esos países las consignas detransición se entrelazarían con las democráticas «en cuanto elmovimiento tome algún carácter de masa»74. Para el resto de los paísesla táctica es decididamente de ofensiva.

Para lanzar la ofensiva el PT busca entonces generar «lamovilización sistemática de las masas para la revolución proletaria»;«toda la cuestión es cómo movilizar a las masas para la lucha», explicaTrotski.75 Y a ese efecto los revolucionarios deben concentrar la atención

en una o dos consignas:… si repetimos las mismas consignas, adaptándolas a lasituación, entonces la repetición que es la madre de laenseñanza, actuará de la misma forma en política… Esnecesario repetir con insistencia, repetir todos los días y entodo lugar. Este es el objetivo del borrador del programa,dar una impresión homogénea.76

También:

Cuando el programa esté definitivamente establecido esimportante conocer las consignas muy bien y maniobrarcon ellas hábilmente, de manera que en cada parte del paístodos usen las mismas consignas al mismo tiempo, 3.000pueden dar la impresión de 15.000 ó 30.000.77

Ligado a lo anterior, las consignas transicionales –salvo lanacionalización de los medios de producción- están concebidas para

73 A sus partidarios Trotski les explica: «… nosotros no hablamos sobre la revoluciónsocial, sobre la toma del poder por la insurrección, la transformación de la sociedadcapitalista en dictadura, de la dictadura de la sociedad socialista. Lleva al lectorsólo hasta el umbral. Es un programa de acción desde hoy hasta el comienzo de larevolución socialista». En «More discussion…», op. cit., p.52.74 A pesar de que el texto expresa exagerado optimismo, también sostiene que elimpulso revolucionario provendría seguramente de algún triunfo del proletariadoen otro país.75 «Discussion…», op.cit., p.44.76 «More discussion…», op. cit., p. 52.

77 Ibídem.

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agitarse sin especificar qué relación guardar con la toma del poder.Si bien el texto reconoce que no pueden lograrse plenamente bajo elcapitalismo78 , en la agitación esta condición no se hace explícita. Lo

importante es que aparezcan como propuestas «prácticas», para quesean tomadas por los trabajadores, visualizadas como soluciones caside «sentido común», aunque los revolucionarios sepan que sonimpracticables en el capitalismo. Por eso, cuando habla del reparto delas horas de trabajo y la escala móvil de salarios, el PT explica queante las objeciones sobre la «imposibilidad» de lograr esta demandalos militantes deberían responder que todo dependía «de la correlaciónde fuerzas». Por esta razón también las consignas transicionales estánconcebidas como «demandas» o «reivindicaciones», que se dirigen al

Estado o al capital. La toma del poder debería ser una conclusión dela movilización en pos de obligar a la burguesía a adoptar las medidastransicionales.

Por otra parte, al concentrarse en una o dos consignas sinespecificar qué relación guardan con el poder, la metodología políticase conforma según la idea de una ascenso progresivo. Se trata de latáctica «escalera», que alienta la perspectiva de un avance de lasmovilizaciones «por escalones». Así, por ejemplo, las consignas delcontrol obrero, apertura de libros comerciales, y planes económicos

obreros se conjugan para formar un modelo arquetípico de esta políticaprocesual: el control obrero y la abolición del secreto comercialinstrumentados por comités de fábrica, permitirían conocer lasganancias y gastos de las empresas aisladas; de allí, se podríadeterminar la composición de la renta nacional; luego, desnudar lascombinaciones de pasillo y las estafas de los bancos; después, se podríaconvocar a los «especialistas honestos y afectos al pueblo» comoconsejeros; luego, los obreros elaborarían un plan general de obraspúblicas «trazado para un período de varios años», y abrirían las

empresas cerradas. En este caso, el control «será sustituido por unaadministración directa por parte de los obreros». Por último, loscomités podrían reunirse para elegir comités por ramas enteras de laindustria y de esa forma «el control obrero pasará a ser escuela de laeconomía planificada» (el esquema expuesto lo tomamos del PT). Conesto se podría mostrar, en pequeña escala, pero de manera convincente,cómo funcionaría una futura sociedad socialista, a través de consignas

78 Dice: «Ninguna de las reivindicaciones transitorias puede ser completamente

realizada con el mantenimiento del régimen burgués».

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movilizadoras, prácticas «concretas» (como gustan decir losmilitantes de la CI).

En las discusiones sobre el programa Trotski dejó un ejemplo

clásico de cómo concebía esta política transicional. Se trata de supropuesta de agitar por la escala móvil de salarios y horas de trabajoen Estados Unidos:

Creo que podemos concentrar la atención de lostrabajadores en este punto. Naturalmente éste es sólo unpunto. (…) Pero las otras consignas pueden agregarse en lamedida en que se desarrolle la situación. (…) Pienso que enel comienzo esta consigna [escala móvil de salarios y horasde trabajo] será adoptada por las masas. ¿Qué es esta

consigna? En realidad es el sistema de trabajo de la sociedadsocialista. (…) Lo presentamos como una solución a esta crisis(…) Es el programa del socialismo, pero presentado de unamanera simple y popular.79 (énfasis agregado)

Esta explicación se ha incorporado al acervo político de la CI y resumela mecánica de la agitación transicional que planteaba Trotski.

6. Consignas «lógicamente imposibles»

Uno de los errores más comunes en la política revolucionaria eselaborar tácticas y consignas abstractas, esto es, desligadas de lascircunstancias históricas y sociales que las contextualizan. Podemosdecir que buena parte de las diferencias entre Lenin y sus compañerosestuvieron atravesadas por esta cuestión. La fuerza de la política deLenin residía en su capacidad para llegar a lo concreto, a la unidad delas múltiples determinaciones que conforman la táctica, pero sin«olvidar» la teoría revolucionaria. Para eso deben conservarse, por

un lado, los «principios generales» –por ejemplo, la actitud ante elEstado o la explotación capitalista- como momentos necesarios de laelaboración, pero las tácticas y consignas siempre necesitan, en lavisión leninista, ser adecuadas y precisadas según las coyunturaspolíticas, el estado de conciencia de las masas y otros factores.

Esta forma de concebir la política como «un concreto», estáausente en el PT. La clave de esta ausencia es la idea de que los marxistasno deben considerar decisiva la cuestión de las posibilidades de

79 «Discussion…», op. cit., p.44.

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efectivización de las consignas a la hora de decidir sus campañas deagitación y de exigencias. En un texto de los años veinte Trotski explicóesta importante premisa metodológica:

… cuando se trata de una reivindicación, sea cual sea (…) elsimple criterio de la posibilidad de su realización no esdecisivo para nosotros…No son las conjeturas empíricas sobrela posibilidad o imposibilidad de realizar algunasreivindicaciones transitorias las que pueden resolver lacuestión. (…) en determinadas condiciones es totalmenteprogresivo y justo exigir el control obrero sobre los trustsaun cuando sea dudoso que se pueda llegar a ello en elmarco del Estado burgués. El hecho de que estareivindicación no sea satisfecha mientras domine la

 burguesía, debe impulsar a los obreros al derrocamientorevolucionario de la burguesía. De esta forma laimposibilidad política de llevar a cabo una consigna puedeser más fructífera que la posibilidad relativa de realizarla.80

(énfasis agregados).

Según este texto (que es básico en la formación trotskista), losmarxistas no deben entrar en consideraciones sobre «qué se exige, aquién y cuándo» a la hora de convocar a las masas a movilizarse.

Bastaría que las consignas tengan un carácter en general progresivo,porque con ello el movimiento avanzaría de todas formas. En los 30,Trotski reafirma esta idea, sosteniendo que las consignas transitoriastenían una gran importancia «con independencia de saber en quémedida serían realizadas y si lo serían o no en forma general»81.

Sin embargo, el tema de las posibilidades de efectivización delas consignas no es materia que se pueda dejar de lado con la facilidadcon que lo hace Trotski. Ella está en el centro mismo de la críticamarxista a las ilusiones, al fetichismo de las relaciones cosificadas y a

los programas utópicos e idealistas. Al desconocer precisamente lacuestión de las posibilidades –que no se reducen a las «empíricas» quemenciona Trotski- la política trotskista se volverá abstracta y hastaincoherente. Un enfoque dialéctico nos ayuda al planteamiento denuestra crítica.

80 Trotski, L., Stalin, el gran organizador de derrotas, op. cit., p.361.

81 Ver  La lucha contra el fascismo, Barcelona, Fontamara, 1980, p.174.

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Como explicaba Hegel, cuando se separa una situación orealidad de las relaciones en que está inmersa, podemos asignarle,con nuestro pensamiento, cualquier posibilidad.82 Y así las cosas más

absurdas y contrarias al sentido pueden ser vistas como «posibles» o,inversamente, como imposibles. En política, sigue Hegel, este tipo deespeculaciones abstractas es tan común como dañino. Para evitarlo,«lo posible» debe derivarse «del contenido, esto es, de la totalidad delos momentos de la realidad, que se muestra en su desarrollo comonecesidad»83. O sea, hay que estudiar el contenido –en nuestro caso,de los procesos sociales- sus relaciones internas, su evolución ycontradicciones, y con ello determinar qué es posible, y qué no lo es. Ycuando se procede así aparecen las diversas formas del posible.84 Un

primer grado de estas formas está constituido por las «posibilidadesformales», o «abstractas», o que Marx también llamaba «teóricas» o«generales». Son las posibilidades que se fundan en las categorías ylas leyes generales a las que arriba el conocimiento científico. Este tipode posibilidades debe ser distinguido de las «concretas» o «reales»,que son las que, además de ser factibles lógicamente, demandan eldesarrollo de una de las condiciones específicas. Ilustremos estasnociones con ejemplos vinculados a la discusión de consignas y lastácticas políticas.

Si decíamos que el capital implica una relación de explotaciónsobre la clase obrera, estamos estableciendo una relación orgánicaentre dos fenómenos –capital y explotación-, relación que se derivadel concepto mismo de capital, en el sentido de que éste implica, connecesidad absoluta, la explotación. De aquí inferimos una conclusión,a saber, que es ilógico exigir que el capital deje de ser explotador. Así,por ejemplo, Marx criticaba la consigna bakuninista de «la igualaciónde las clases» por ser «lógicamente imposible»85 , es decir, por sercontraria a la naturaleza de la sociedad capitalista y a su estructura

82 Ver  Enciclopedia de las Ciencias filosóficas, 143 Zuzats. Dada la muy malatraducción castellana disponible, utilizamos la edición alemana, en Hegel, Werke8, Frankfurt am Main, 1970.83 Ibídem, p.284.84 Ver Hegel, Ciencia de la Lógica, op. cit., pp.480 y ss.; también Vadée, op. cit.,pp.27 y ss.85 En carta a Engels, del 5 de marzo de 1869, explica que «el objetivo de la AsociaciónInternacional de los Trabajadores no es ‘la igualación de las clases’, lógicamenteimposible, sino la «supresión de las clases» históricamente necesaria».

Correspondencia…, op. cit., p.217.

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de clases. En cambio, si decimos que hoy no están dadas lasposibilidades de una huelga general revolucionaria en este país,estamos afirmando una imposibilidad de otra naturaleza que la del

ejemplo anterior. En este caso no se trata de una imposibilidad lógica(la posibilidad teórica de la huelga general está implícita en la mismarelación social asalariada), sino de una imposibilidad concreta,históricamente determinada por la ausencia de condiciones políticasfavorables a la huelga.

Nuestra crítica al método transicional del PT consiste en que engran medida se erige sobre una imposibilidad lógica (o teórica) similara la del primer ejemplo, ya que convoca a las masas a exigir al Estadocapitalista (o al capitalismo) que aplique medidas de transición… al

socialismo. Por eso no se trata sólo de que el PT contiene consignas«empíricamente» desajustadas (esto es, referidas a posibilidadesconcretas inexistentes), como veremos luego. Por encima de esteproblema, el PT encierra una incoherencia derivada del carácter «antinatura» (contrario a las categorías y al concepto mismo de capital yEstado) de las consignas transicionales planteadas como demandasal Estado. Por ejemplo, llama a los obreros a movilizarse para exigir –al capital o al Estado- el reparto de horas de trabajo, con salariosmóviles, hasta acabar con la desocupación. Es claro que de lograrse

esta medida se anularía la ley económica del salario, y con ello laexplotación capitalista. Con lo cual concluimos que el PT llama ademandar al Estado capitalista que acabe con la explotación capitalista;pero es tan absurdo pedir a este Estado que acabe con la relación deexplotación asalariada como lo es hacerlo con el capital.86

Esta crítica nos permite retomar una cuestión que dejamosplanteada al comienzo de nuestro trabajo, y es la referida aldesconocimiento del fundamento histórico-materialista de la agitaciónrevolucionaria, que conecta en Trotski con su visión de la

86 Una explicación posible de esta inclinación a exigir al Estado burgués medidas detransición al socialismo es que muchas veces los gobiernos se ven obligados atomar medidas que anulan parcialmente la ley del valor, como sucede cuandoestatizan empresas. Pero estas nacionalizaciones no constituyen ningún tránsito alsocialismo; son medidas que toma la clase dominante en determinadas coyunturaspara fortalecer de conjunto el dominio del capital. El pensar que estas medidas nosacercaban al socialismo contribuyó a alimentar el «estatismo socialista», que elmismo Trotski, siguiendo una tradición que viene de Engels, había rechazado. Lacrítica de Trotski al estatismo burgués puede verse en  La revolución traicionada,cuando explica la diferencia entre la formación económica social soviética y el

capitalismo de Estado de los países capitalistas. También en el PT, cuando se

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descomposición de las premisas sociales de la revolución. En su planteotransicional resurge la falta de problematización de lascontradicciones fundamentales del modo de producción capitalista;

contradicciones a partir de las cuales deberían plantearse lasconsignas. En este sentido la formulación de «planes obreros» sinconsideración a las circunstancias concretas en que puedeninstrumentarse, se vincula con la misma cuestión e incluso apunta enun sentido «socialista utópico» (presentación de programas acabadosde reformas sociales, sin sustento político real).

A muchos lectores tal vez les llame la atención que estemosplanteando la cuestión desde el punto de vista de las conexiones lógicasmás primarias que deberían existir entre consignas y relaciones

sociales. Sin embargo este enfoque no es novedoso. Sólo largos años detácticas que obviaron la consideración de los «criterios de posibilidade imposibilidad» borraron esta idea del movimiento comunista. Yahemos citado a Marx cuando rechazaba consignas bakuninistas porsu carácter «lógicamente imposible»; por las mismas razonesrechazaría muchas demandas y planes de reformadoresproudhonianos o socialistas utópicos.

Por otro lado, una relectura medianamente atenta de Lenin nosmuestra que también el líder bolchevique rechazaba demandas y

tácticas, no por su inadecuación empírica, sino por su carácterabsurdo, ilógico general. En este sentido sus textos de abril a octubrede 1917 son ricos en enseñanzas, porque aparentemente entoncesestaban dadas las condiciones para «imponer» toda clase de medidasy consignas. Pero Lenin no acepta cualquier demanda, porque no aplicaun criterio de «progresividad» en abstracto para decidir la agitación.Por ejemplo, cuando muchos socialistas exigían al GobiernoProvisional ruso que firmara la paz «democrática y justa», respondeque la exigencia era «absurda» (sic), dado que la paz democrática era

contradictoria con la naturaleza del Estado imperialista ruso.87

niega a agitar la consigna de nacionalización de empresas desligada de la consignadel poder. Por otra parte, ya Marx había advertido que la sociedad anónima es unanegación parcial de la propiedad privada dentro del capitalismo, y que por esoapunta a un nuevo régimen social. Pero a ningún marxista se le ocurriría «exigir» alcapital que transforme toda propiedad privada en sociedad por acciones, para«avanzar al socialismo». ¿Por qué hay que hacerlo entonces en relación al Estado?87 La tercera de las «Tesis de Abril», de 1917, dice: «desenmascarar a este gobierno,que es un gobierno de capitalistas, en vez de «exigir» que deje de ser imperialista,

cosa inadmisible y que no hace más que despertar ilusiones».

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«Absurdo», esto es, contrario a la lógica. De la misma manera, cuandoalgunos mencheviques, como Avilov, proponía que el Estado actuara«contra la rapacidad capitalista», que «asumiera el control de los

negocios» apoyado en «la intervención de la democraciarevolucionaria» (los soviets), Lenin explica que era «ridículo» (sic) apelar«al Estado de los capitalistas contra la rapacidad de los capitalistas.88

Lo anterior explica también por qué, cuando Engels discutió elcarácter de las consignas transicionales, en su crítica a Heinzen, serefirió a éstas como «medidas», no como «demandas» a ser formuladasal Estado burgués89. Dado que Heinzen planteaba las consignastransicionales en condiciones de dominio normal de la burguesía, éstasaparecían como «quimeras de mejoramiento del mundo, fruto de una

especulación arbitraria», sin entroncar «con el desarrollo histórico».Engels decía que equivalía a pretender modificar el derecho depropiedad y de herencia «a gusto y antojo»90. Si las medidastransicionales se relacionan «con una situación pacífica, burguesa»,«están destinadas a sucumbir» y entonces no se pueden contestar«las correctas objeciones de los economistas burgueses». En cambioesas objeciones

… pierden toda su fuerza tan pronto se consideran lasreformas sociales, apuntadas como ‘pures mesures de salutpublic’, como medidas revolucionarias y transitorias…

y no «como medidas fijas y últimas». Pero para eso es esencialcomprender que estas medidas

… son posibles porque está tras ellas todo el proletariadopuesto de pie, apoyándolas con las armas en la mano (énfasisagregado).

Los argumentos de Engels conservan vigencia. Los militantesde la CI, siguiendo la táctica del PT, incurren una y otra vez en

88 Ver «El punto de vista pequeño burgués sobre la cuestión del desastre económico»,de mayo de 1917, en OC, Cartago, Buenos Aires, 1958, t.24, p.558.89 Ver «Los comunistas y Karl Heinzen», en  Escritos de Juventud , México, FCE,1981.90 Ibídem, pp.645-6. Nunca se insistirá bastante en que una de las constantes deltrabajo de Marx es demostrar el carácter objetivo de las relaciones sociales deproducción y cambio, y la imposibilidad para los seres humanos, bajo el capitalismo,

de modificarlas –sustancialmente- a voluntad.

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contradicciones para fundamentar programas «obreros» y consignasque se presentan como factibles en el cuadro del dominio burgués, quese inscriben en la lógica del «socialismo en pequeño», formuladas a la

manera de «soluciones sencillas y aplicables». De esta manera se venempujados a razonar como «estadistas», lo cual mella el filo de lacrítica; los obliga a discutir en el terreno ideológico de la burguesía,allí donde no se pueden contestar las «correctas objeciones» de losideólogos («los economistas») burgueses. Si no se subordinan altriunfo de la revolución proletaria, estos planes aparecen comoquimeras de «reformadores sociales» que buscan cambiar a voluntadlas relaciones económicas. En una palabra, devienen absurdos lógicos,insostenibles.

Por estas razones Marx y Engels presentaron las medidastransicionales –en El  Manifiesto Comunista- subordinadas a la«elevación del proletariado a la clase dominante»91 , no comoexigencias, como medidas representativas del «socialismo enpequeño», a ser impuestas al capital. Posteriormente, en la «Circularde marzo de 1850», formulan una táctica transicional de exigencias,pero no dirigida a un gobierno del capital, sino a un eventual gobiernode la pequeña burguesía jacobina, surgido de una revolución y con elcontrapeso de las masas armadas y organizadas de manera

independiente. Podrían discutirse las posibilidades que encerrabaesta táctica, pero de todas maneras estaba muy lejos de la política deexigencias al Estado capitalista, que luego instrumentaría la CI. No escasual que en la obra de Marx y Engels no encontremos ningunaformulación de esta última táctica. Y la Tercera Internacional –queactuó en las circunstancias más revolucionarias que conoció la historiadel capitalismo- tampoco adoptó un programa transicional «urbi etorbi», como haría luego la CI.

Algunos lectores, habituados a moverse en política con la lógica

del PT, podrían argumentar sin embargo que la táctica de Trotski esmás astuta que la de Marx, por ejemplo, porque a éste nunca se leocurrió agitar a favor de la lucha por efectivizar las consignas absurdas

91 Además, el  Manifiesto  explica que cada una de esas medidas sólo adquieresentido en relación con todo el resto, porque en sí misma cada una es insuficientee insostenible»:… desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles, peroque en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas y serán indispensablescomo medio para transformar radicalmente todo el modo de producción (Marx y

Engels,  El Manifiesto Comunista, en O.E., Madrid, Akal, 1975, t.1, p.42).

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de Proudhon o Bakunin, a fin de que los partidarios de éstos hicieranla experiencia y sacaran conclusiones comunistas. Trotski,aparentemente, habría encontrado un método fácil y práctico para

hacer avanzar la conciencia de las masas. Pensamos que no es así, quesólo la extrema minusvaloración de los fenómenos de conciencia, dela incidencia de las ideologías burguesas, sustentadas en la ilusióndel avance lineal del movimiento, puede llevar a postular unaorientación tan simplista para superar las falsas ilusiones. Por lodemás, toda la experiencia histórica demuestra lo poco productivoque es agitar la exigencia de la aplicación de consignas irreales,utópicas, para que los trabajadores saquen las conclusionesconvenientes. La formulación de consignas lógicamente imposibles

por parte de Trotski revela una simplificación excesiva de las siemprepresentes (y siempre minusvaloradas en el PT) estructuras ideológicasen las masas.

Antes de terminar este punto aprovechemos para refutar unargumento que brindó Trotski en apoyo de su política, en ocasión deun debate sobre cómo enfrentar el llamado plan De Man, quien eralíder del Partido Obrero belga, y en los años treinta había elaboradoun «plan de trabajo» para cuando su partido accediera al poder.92

Trotski criticó el carácter utópico del programa, pero dijo que los

marxistas debían luchar para que el Partido Obrero tomara el podery lo pusiera en práctica. Aplicaba en esto la noción de «no considerarlas posibilidades de efectivización de la consigna de agitación», porquepensaba que los trabajadores se darían cuenta de que el proyecto erairrealizable y romperían con su líder:

Entonces cuando les decimos a las masas que para aplicareste imperfecto plan es necesario pelear hasta las últimasconsecuencias estamos lejos de ocultarles el engaño, lesayudamos a descubrirlo a través de su propia experiencia

(…) La tarea revolucionaria consiste en exigir que el POBtome el poder para hacer efectivo su plan.93

92 El plan pretendía sustentarse en una alianza entre los obreros y las «nuevas clasesmedias», para enfrentar «a la potencia monopolista del capitalismo financiero sintocar las demás formas de propiedad privada». De Man, «Pour un plan d’action»,Bruselas, 1934, citado por Marramao en  La crisis del capitalismo en los años ’20,op. cit., p.292.93 «La discusión de Bélgica y el plan De Man», en  Escritos , Bogotá, Pluma, 1979,

t.6, vol.2. p.326-7.

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Trotski apeló entonces al ejemplo de los bolcheviques, quienesadoptaron, en 1917, el programa agrario de los socialrevolucionariospara que las masas hicieran su experiencia y lo superaran. Aquelprograma estaba plagado de consignas utópicas, pero los bolcheviques, a la vez que las criticaban, impulsaron a los campesinosa luchar por su imposición:

[Los bolcheviques] terminaron incluyendo el plan en suprograma de acción. Les decían a los campesinos: loserrores de vuestro programa los corregiremos juntos, a laluz de la experiencia común cuando hayamos tomado elpoder. Sin embargo, vuestros dirigentes, Kerenski, Chernov

y los otros, no quieren la lucha. Allí está su mentira. ¡Tratadde arrastrarlos a la lucha, y si se obstinan, echadlos!.94

Pero la referencia a la experiencia rusa es desafortunada, y por partidadoble. En primer lugar, porque el plan De Man era irrealizable yutópico en los marcos del capitalismo, mientras que el programasocialrevolucionario ruso de distribución de tierras era perfectamenterealizable, aunque no llevara al comunismo (como lo demostraríaluego el surgimiento de las tendencias pro kulaks en el agro soviético).

Pero en segundo término, porque los bolcheviques quisieron hacer laexperiencia junto a los campesinos desde el poder. Por eso secomprometieron con el programa agrario socialdemócrata en vísperasde la insurrección, a condición de que las masas apoyaran al nuevogobierno, y sin dejar de decirles que consideraban al plan irrealizableen un sentido comunista. De esta forma los campesinos podrían sacarconclusiones de su experiencia, lo cual es muy diferente que exigir aun burgués reformista que aplique un programa utópico dentro delsistema capitalista. En este caso los trabajadores no tienen ninguna

posibilidad práctica de controlar o verificar la marcha del programa.Y abstraerse de esta diferencia es, como decía Lenin, ante propuestasparecidas a la de De Man, «olvidarse de lo principal».

7. Trotski y la «inversión» de la política transicional

Trotski no sólo deja de lado la consideración de las posibilidades lógicasde las consignas que pregona, sino que también el análisis cuidadoso

94 Ibídem, p.328.

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de las condiciones empíricas, histórico sociales, que hacen convenienteen determinado momento la agitación de una consigna teóricamentecoherente. Su recomendación de no pararse en «consideraciones

empíricas» sobre las posibilidades está vinculada a este aspecto delproblema. En este sentido es interesante que Hegel, quien no porcasualidad había criticado el carácter no ontológico de la categoría deposibilidad de Kant, decía que para que exista la posibilidad real no essuficiente con definir la simple no contradicción lógica, sino que esnecesario sumergirse en sus condiciones concretas:

… cuando empezamos a averiguar las determinaciones,circunstancias y condiciones de una cosa, para reconocermediante éstas su posibilidad, no nos detenemos ya en la

posibilidad formal, sino que consideramos su posibilidad real.(…) La posibilidad real de una cosa es, por consiguiente, laexistente multiplicidad de circunstancias que se refieren aella.95

Tener presente esta premisa metodológica será también la clave delpensamiento dialéctico y concreto de Lenin. Y éste es un puntofatalmente débil en Trotski, que luego heredó la CI, a pesar de susprotestas de pensar «concretamente». En Trotski hay un permanente

sesgo hacia la abstracción idealista, a desconocer las raíces materialesque pueden limitar la fuerza de la consigna. Tomemos como ejemplo –que es paradigmático de la táctica del PT- su explicación sobre lanecesidad de agitar en favor del control obrero en Alemania, en 1932,en el artículo «¿Y ahora?»96. Trotski parte del reconocimiento de que laagitación de esta consigna en épocas no revolucionarias le confiere«un carácter puramente reformista», ya que el control se remite «en bruto, al mismo período que la creación de los soviets»97. Pero en seguida

95  Ciencia de la Lógica, op. cit., p.484.96 En  La lucha contra el fascismo, op. cit., p.484.97 Ibídem, pp.171 y 174. También afirma: «el control sólo se concibe en el caso deuna superioridad indiscutible de las fuerzas políticas del proletariado sobre las delcapital» (p.173). Este planteo no era novedoso en el movimiento socialista deprincipios de siglo; ya que en sus polémicas con el reformismo, Rosa Luxemburgohabía criticado la propuesta de control obrero en períodos de dominio burguésnormal. Ver  ¿Reforma o Revolución? , Madrid, 1931, pp.59 y ss. La revoluciónalemana se daba cuenta de que en situaciones no revolucionarias el control obrerono podría eludir las exigencias de la competencia capitalista, y empujaría a lasorganizaciones sindicales, o bien hacia políticas reaccionarias, o hacia la colaboración

de clases.

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explica que puede ser agitado aunque no exista una ofensiva de lasmasas:

En la actualidad sería incorrecto rechazar esta consigna, enuna situación de crisis política creciente, únicamente porquetodavía no hay una ofensiva de masas. Para la ofensivamisma se necesitan consignas que precisen las perspectivasdel momento. La penetración de las consignas en las masasdebe ser precedida invariablemente por un período depropaganda.98

Aquí Trotski invierte los supuestos tradicionales del control; éste dejade demandar premisas específicas –una situación revolucionaria pre

insurreccional- porque ahora esas premisas pasan a ser resultadosesperados. Por cierto, la relación entre presupuestos y efectos no debeentenderse de manera mecánica. Dadas las premisas «clásicas» –armamento y poder obrero-, la agitación por la implementación delcontrol obrero de la producción agudizará seguramente la tensiónrevolucionaria. Pero el orden de los factores no se puede invertir avoluntad, porque se trata de una asimetría dialéctica entre lascondiciones sociales y la actividad subjetiva que remite, en últimainstancia, al reconocimiento de las limitaciones objetivas de la

agitación y propaganda de los grupos para generar situacionespropicias para el control obrero.El razonamiento de Trotski se basa en la creencia de que es

inevitable un ascenso revolucionario en el futuro , que generaría lascircunstancias propicias para el control; pero en el momento deformular su política se trata de una probabilidad abstracta, nopresente. «Si» la agitación por el control de los trabajadores provocarael surgimiento del poder obrero, su «inversión» habría sido inocua.Pero en política los tiempos cuentan, porque si las masas no se

organizan de manera revolucionaria, la agitación por el control obrerogirará en el aire, carente de basamento.En otras coyunturas claves de su vida política se advierte el

mismo sesgo metodológico. Por ejemplo, cuando la discusión sobre lapaz de Brest, su fórmula –»ni paz ni guerra»- era buena «en principio»,

98 Ibídem, p.171. En este pasaje el término «propaganda» está empleado en elsentido de «agitación propagandística», esto es, no en el sentido en que generalmentese entiende la propaganda como muchas ideas a unos pocos. Por eso habla de

propaganda dirigida hacia las masas.

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si las masas se levantaban en Alemania y si la crisis del ejércitogermano se agravaba. Pero los «si» no alcanzan para hacer política, ypor eso su orientación se tornaba abstracta; se basaba sólo en una

posibilidad lógica, no real. En aquella instancia se demostraría lasuperioridad de Lenin, quien no fundaba su política en los «intentos»de determinar si la revolución alemana comenzaría en un plazo máso menos breve, sino en hechos que se estaban produciendo; dado queno se puede predecir el futuro, basar la táctica en prognosis es pocomenos que jugar al azar, explica Lenin. A veces las consignas puedenser «brillantes», pero por eso mismo enceguecen y no dejan ver lascondiciones bajo las cuales se pueden aplicar y desarrollar.99 Con elmismo enfoque Lenin criticará las consignas sobre «control» que no

se basaban en posibilidades concretas. Cuando en 1917 los líderes del bloque pequeñoburgués pregonaban el control de los soviets sobre elgobierno, explica:

El control sin el poder en las manos no es más que una frasevacía. ¿Cómo voy a controlar yo a Inglaterra? Para ellotendría que apoderarme de su flota.100

Luego de admitir que la masa de obreros podía creer, ingenua einconscientemente en el control, continúa:

¿Qué es el control? Si yo escribo un papel o una resolucióncualquiera, ellos escribirán una contrarresolución. Paracontrolar hay que tener el poder (…) si encubro esta condiciónfundamental del control, no digo la verdad y hago el juego alos capitalistas e imperialistas (…) Sin poder, el control noes más que una frase pequeñoburguesa que frena la marchadel desarrollo de la revolución rusa.101 (énfasis agregado).

8. La «escalera» transicional

La táctica de la «escalera» transicional –que tanto entusiasma a lamilitancia de la CI–, también hace abstracción de las condiciones reales

99 Ver al respecto los escritos de Lenin «Para la historia de una paz infortunada» y«Para las tesis de una paz por separado», de enero de 1918, en OC, Cartago,Buenos Aires, 1958, t.26.100 Ver «Informe sobre el momento actual», Séptima Conferencia del POSDR (b),mayo de 1917, en OC., t.24, op. cit., p.225.101 Ibídem.

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de su aplicación. Sus antecedentes se encuentran en la llamada «tácticaproceso» que defendían algunos socialistas rusos en la época de lalucha anti-zarista. Estos partían de alguna consigna que parecía

factible y «palpable» a los ojos de las masas, con la idea de ir elevandolos objetivos a medida que el movimiento cumpliera determinadospasos. Por ejemplo, agitaban por una Asamblea Constituyente,exigiendo al zar que la convocase. En caso de que esto se lograra,plantearían el siguiente escalón: que la Asamblea se proclamarasoberana. Si esto tenía éxito, venían nuevos «pasos-demandas»,derivados de nuevos conflictos, hasta acabar con el régimen zarista.Otro ejemplo fue el llamado a constituir un partido obrero «amplio»,primer paso de construcción de un partido socialista. Si se formaba el

partido obrero, venía luego otro paso.Lenin criticó estas orientaciones por su naturaleza abstracta,irreal y oportunista. Sobre la demanda de Asamblea Constituyente alzarismo, decía que los partidarios de la «táctica-proceso» olvidabanlas condiciones en que el régimen podría convocarla, y por eso dejabanabiertas las puertas para la componenda entre los liberales y lareacción.102 En cuanto al partido obrero «amplio», lo rechazó entreotras razones porque hacía abstracción de las diferencias que existíanen el movimiento obrero ruso y porque no hay independencia de clase

al margen de un programa definido en torno al Estado y laexplotación.103

A pesar de que Trotski rechazó la política conciliadora de losmencheviques con el zarismo, su política tiene marcadas similitudescon aquella vieja «táctica proceso» rusa, y en muchos sentidos laprofundiza, aunque vertebrada ahora en torno a las demandastransicionales. Un ejemplo acabado es el planteo del control obreroque figura en el PT. En esa «escalera» se esfuman las inevitablesreacciones del capital, el sabotaje y el «lock out» patronal, y todas las

circunstancias sociales y políticas que determinarían el carácterepisódico y precario de cualquier control a cargo de comités deempresa. En esa «escalera», que parte del control de una empresa y

102 Ver, por ejemplo, «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolucióndemocrática», de 1905.103  Ver «La crisis del menchevismo», de diciembre de 1906, en OC, Cartago, 1970,

t.11; «Los combatientes intelectuales contra el dominio de la intelectualidad», de

marzo de 1907; y el «Prefacio a la traducción rusa de Correspondencia de J.F. Becker,

J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros», de abril de 1907, ibídem, t.12.

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termina en los planes nacionales, se aprecia hasta qué punto Trotskino evaluó las condiciones reales –la posibilidad concreta– paraefectivizar ese proceso. En la Rusia de 1917, con los soviets y el peso

revolucionario del partido bolchevique, el control obrero sólo tuvoun alcance parcial y fragmentario; incluso fue boicoteado por losempresarios, obligando al gobierno soviético a adelantar laexpropiación de las empresas. ¿Dónde se podrá aplicar entonces uncontrol como lo imagina el PT? ¿Un control convertido en «escuela demasas» de la planificación, durante años, y avanzando en la escalera?

Por otra parte, al hacer abstracción de las circunstancias queenmarcan las consignas, los defensores de la táctica «en escalera»caen en la ilusión de que es posible establecer las consignas «precisas»,

a través de las cuales transiten las luchas en ascenso y la concienciade las masas. Como se trata de «arrancar» la movilización, buscanelegir «la» consigna que permita poner el pie en el primer escalón dela «escalera». Por eso Trotski recomendaba «concentrarse en una odos demandas», una idea que ya en los años veinte había criticado laTercera Internacional. Ésta explicaba que la clase obrera sufre tantascalamidades y los caminos de las luchas, sus ritmos y formas, sontantos y dependen de tantos factores, que es imposible elegir «ésta» o«aquélla» como «la» consigna movilizadora.104 Por eso también Lenin

decía que los comunistas no podían saber «cuál será el motivoprincipal que despertará, inflamará y lanzará a la lucha a las grandesmasas, aún adormecidas»105 , y que las medidas de lucha y organizaciónsurgirían –en especial cuando el partido marxista es débil– delmovimiento de masas. Los mismos obreros y campesinos «sabránorganizar hoy un tumulto, mañana una manifestación…»106; lasmasas desplegarían iniciativas que superarían en mucho todas laspredicciones de los intelectuales.107 Por eso la Internacional Comunista

104 Ver «Tesis sobre táctica», del Tercer Congreso de la Internacional, en Los cuatroprimeros Congresos de la Internacional Comunista, Buenos Aires, Pluma,1973, t.2.105 «La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo», en OE, Cartago,1970, p. 85; es interesante que esta advertencia está dirigida a partidos Comunistasque gozaban –a principios de los años veinte– de una influencia incomparablementemayor a la que pudo haber tenido la inmensa mayoría de los grupos de la CI encualquier momento de su historia.106  ¿Qué hacer?, Buenos Aires, Cartago, OC, t. 5, 1970, p. 468.107

Ibídem, p. 469.

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calificaba de «sueños de visionarios» a la pretensión de conducir almovimiento con una o dos consignas.

Pero, además, al concentrarse en una o dos consignas

transicionales, los revolucionarios se ven empujados a presentarlascomo «soluciones a las crisis» , dado que no se formulan articuladas aun programa general de medidas revolucionarias; y esto es inevitablecuando se quiere movilizar en una situación no revolucionaria.Pongamos un ejemplo: si la situación no es insurreccional no se puedegenerar una movilización por el control obrero diciendo que éste debeacompañarse del armamento de las masas, de la formación de comitésrevolucionarios y medidas similares. Por lo tanto, hay que agitar laconsigna de manera aislada. Pero entonces no se puede seguir el consejo

de Engels, de que las medidas transicionales no deben presentarsecomo fines en sí mismos. Ni tampoco se puede explicar a las masasque la demanda «movilizadora» es irrealizable bajo el capitalismo.Esta es la razón por la cual muchas veces Trotski y la CI «juegan a lasescondidas» con la cuestión de la factibilidad de las demandastransicionales bajo el capitalismo. Por eso también, a la par que dicenque ni la más mínima conquista se puede lograr bajo el capitalismo, seproponen agitar entre las masas objetivos de lucha descomunales; ypara colmo diciendo que nadie debe «perderse en conjeturas» sobre

posibilidades e imposibilidades, y que «todo depende de la correlaciónde fuerzas». De esta manera el discurso político se impregna de unaambigüedad y vaguedad insalvables.

Tampoco es correcta la idea de que, «de todas maneras», laagitación a favor de la aplicación inmediata de consignas desubicadasen cuanto a las circunstancias (aunque sean lógicamente coherentes)favorece el desarrollo de la conciencia socialista de las masas. Si asífuera, no habría que pensar mucho la especificidad y adecuación decada consigna, porque todo aportaría al desarrollo del socialismo. Sin

embargo, la cuestión es más complicada, porque una consignadesacertada debido a un contexto político y social inadecuado, puedeser instrumentada por la burguesía, cumplida «a medida» ydesvirtuada. Por eso, Rosa Luxemburgo no consideraba «neutra» lademanda del control obrero en cualquier coyuntura y criticó a losreformistas por plantearla en una situación no revolucionaria.

Antes de terminar este punto, quisiéramos hacer una aclaraciónsobre el sentido de la agitación. En el movimiento trotskista muchasveces se la entendió como la acción de vocear (o más bien vociferar)

una frase; «no pagar la deuda externa», «castigo a los genocidas», son

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demandas que se pregonan insistentemente, en la idea de que se estádesarrollando «agitación revolucionaria». Pero… ¿por qué Leninhabría hablado entonces de «arte de la agitación»? ¿Qué tiene de

«artístico» gritar monótonamente una frase? La cuestión nos permitedetectar, una vez más, una diferencia entre las tradiciones bolcheviques y lo que la CI creyó interpretar en ellas. Según Lenin, laagitación es el arte de explicar una o dos ideas a las masas, a partir desus experiencias y vivencias, para que saquen alguna conclusiónpolítica. Por ejemplo, demostrar que con gobiernos imperialistas nopodría haber una paz justa y democrática; explicar esta idea, demanera sencilla y accesible, a decenas de miles de obreros y campesinosfue una proeza de agitación llevada a cabo por centenares de

«tribunos» bolcheviques. Algo muy distinto que vocear con monocordeinsistencia una o dos frases, como se ha acostumbrado a hacer enmuchas organizaciones de la CI.

9. Programa mínimo, Programa de Transición y tácticasdefensivas

En este punto vamos a discutir la utilización del PT en períodos norevolucionarios. Nos proponemos demostrar la necesidad de volver

a la división entre el programa máximo y mínimo; un tema «tabú»para la CI.Comencemos diciendo que de la crítica al reformismo no debería

concluirse que los revolucionarios desprecian la lucha por reformas.108

108 Al respecto, son educativos los textos de Lenin de la Primera Guerra, es decir,época de bancarrota capitalista y crisis: «En modo alguno estamos contra la luchapor reformas. […] Nosotros somos partidarios de un programa de reformas quetambién debe ser dirigido contra los oportunistas. Los oportunistas no harían sinoalegrarse en el caso de que les dejásemos por entero la lucha por las reformas.» En

«El programa militar de la revolución proletaria», setiembre de 1916, Moscú,Progreso, t. 30, 1985, pp. 146-7. Un año antes, al comentar un volante de un gruposocialista norteamericano, que criticaba a la Segunda Internacional porque éstasupuestamente concedía demasiada atención a las reivindicaciones inmediatas,afirma: «Nos esforzamos por ayudar a la clase obrera a conseguir un mejoramientoefectivo de su situación, por mínimo que sea (en el terreno económico y político) yagregamos siempre que ninguna reforma puede ser durable, verdadera y seria sino es apoyada por los métodos revolucionarios de la lucha de masas.» En «AlSecretario de la Liga para la Propaganda Socialista», escrito entre octubre ynoviembre de 1915, ed. cit., t. 27, p. 75. En otros trabajos planteará que las reformasmás duraderas y profundas en el capitalismo son subproducto, por lo general, de

grandes ofensivas revolucionarias.

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Cuando no es posible convocar a la lucha revolucionaria, loscomunistas luchamos por las demandas mínimas, al tiempo queexplicamos que aun las reformas más abarcadoras no acabarán los

males esenciales del capitalismo –la desocupación, la explotación, elimpulso del capital a desvalorizar el trabajo, la recreación permanentede los marginados–, y que a largo plazo las reformas profundas serán«subproductos de ofensivas revolucionarias», como decía Lenin.Ahora bien, al proceder así estamos postulando una articulación dela lucha reivindicativa con el combate ideológico y político, no con laconvocatoria a movilizarse por las consignas transicionales , comohace el PT. Lo cual plantea la necesidad de revalorar la lucha por lasdemandas mínimas, en condiciones de dominio estable de la burguesía,

y de articularlas, por medio de un programa específico, con el combatepor el socialismo. En la CI, por el contrario, se actuó, y se sigueactuando, sobre la base del único programa –vinculación orgánicaentre consignas mínimas y transicionales– en condiciones claramenteadversas para las ofensivas revolucionarias.

Ya al momento de redactarse el PT era claro que en la mayoríade los países la situación era no revolucionaria, y en muchos casosincluso abiertamente contrarrevolucionaria. Ya entonces era un errorformular un programa general que estaba pensado para la ofensiva

revolucionaria únicamente. Pero un error aún más grave fue habermantenido la agitación transicional cuando, en las décadas que vandesde el fin de la guerra hasta principios de los setenta, el capitalismose mantuvo llamativamente estable y la clase obrera obtuvo mejorasreales en los países avanzados y también en muchos atrasados. ¿Cómose podía aplicar entonces un programa cuya premisa era que elcapitalismo no podía conceder ninguna mejora y que decía que todareivindicación mínima debía ligarse a las transicionales? Que se hayanseguido agitando las consignas transicionales, para movilizar con

ellas, en esa coyuntura, sólo se puede explicar por el extremodogmatismo y la educación en hacer política sin consideración de lascircunstancias presentes. Este solo hecho refuta, por otra parte, elcarácter de «validez universal» que el trotskismo ha otorgado al PT apartir de 1938.

Aunque sea menos notorio, el PT tampoco fue útil en el períodoen que estamos inmersos desde hace un cuarto de siglo,aproximadamente, de crisis recurrentes y crecimiento lento, pero enque la clase obrera está en posiciones defensivas. Si la clase obrera

está confundida, si la vanguardia está desorganizada, si la

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desocupación erosiona las potencialidades de la lucha, si la burguesíaha logrado anotarse importantes tantos a su favor, ¿cómo es posiblevertebrar una respuesta agitando consignas que convocan a imponer

medidas de transición al socialismo?, ¿cómo se puede decir que es útilun programa que está pensado sólo para la ofensiva revolucionaria?Una coyuntura de retroceso del movimiento no se supera llamando aenlazar cada reivindicación mínima con exigencias transicionales,como hace la CI. En estas condiciones –que son las existentes en lamayoría de los países capitalistas, por lo menos desde comienzos delos ochenta– es «palpable» el abismo que existe, por caso, entre lalucha por la defensa del salario y la pelea por el «control obrero de laproducción».

Un ejemplo nos permitirá ilustrar nuestra crítica. NahuelMoreno ha explicado, en el curso de una polémica con el dirigentetrotskista francés Pierre Lambert, cómo funciona el empalme entrereivindicaciones mínimas y transicionales tomando el caso de la luchacontra un capataz odiado por los trabadores:

[…] combinamos la consigna «reformista» con otras cadavez más audaces para que la movilización no se detenga:de la expulsión del capataz hasta la expulsión de todos loscapataces, luego del dueño de la fábrica, la expropiación de

ésta, la imposición del control obrero. En síntesis, eltrotskismo jamás plantea sus consignas de forma aislada,ni anárquica. Cada consigna es parte de un sistema.109

Pero entre la expulsión de un capataz y la expulsión de todos loscapataces media un abismo , porque acabar con todos los capatacesimplica terminar con la estructura de mando del capital sobre la fuerzade trabajo. Esto lo intuye todo obrero, por experiencia. Decir que losrevolucionarios deben ligar toda demanda mínima a alguna

transicional, en una situación no revolucionaria y defensiva, escondenarlos a propuestas sectarias, que en lugar de acercarlos a lasmasas, los aíslan. Además, la difusión de ese planteo –»ahora queluchamos contra este capataz, acabemos con todos los capataces»–,confunde acerca de los objetivos y ritmos de la lucha. Alguien podríadecir que el ejemplo anterior es extremo, y que los propios partidariosde Moreno nunca aplicaron su consejo a las luchas reivindicativas

109 Moreno, N., «La traición de la OCI (U)», en  Panorama Internacional, núm. 19,

1982, p. 52.

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contra los capataces. Lo cual es cierto, pero la diferencia con otroscasos con los que nos encontramos a diario en la CI es apenas de grado.Por ejemplo, es común que, frente a un problema de despidos, grupos

de la CI agiten por «el control obrero de la empresa». Así, en lugar decentrarse en la defensa del puesto de trabajo, diluyen ese objetivo enmetas que, dadas las circunstancias, no llevan a ningún lado.

En la CI cuesta mucho aceptar estas críticas porque estáestablecido como «principio» que, desde 1914 en adelante, todoprograma mínimo, desconectado de la agitación transicional, essinónimo de oportunismo. Por eso, ni en el período del boom capitalista,ni en la actual fase de crisis estructural y actitud defensiva de la claseobrera, la CI se ha atrevido a cuestionar la advertencia legada por

Trotski sobre no separar el programa mínimo del transicional. Alrespecto es educativo destacar que Lenin tuvo un criterio muy distinto.En plena época imperialista, en vísperas de la toma del poder, polemizóy se declaró contrario a la propuesta de Bujarin y Smirnov, quienesdecían que la división entre programa máximo y mínimo era«anticuada, pues ¿para qué se la necesita, toda vez que se trata de latransición hacia el socialismo?»110. El líder bolchevique explicó que lasmedidas que tomarían los soviets desde el poder constituían un«programa de transición al socialismo», pero hasta no haber derrotado

a la burguesía el partido no debía suprimir el programa mínimo.Agregaba que éste era «indispensable mientras vivamos en los límitesde la sociedad burguesa»111. ¿Por qué? Sencillamente porque, mientrasno tuvieran asegurado el triunfo sobre el capital, los comunistas nosabrían si deberían retroceder y trabajar nuevamente en posicionesde retaguardia. En tanto la burguesía no sea vencida, los trabajadoresestarán obligados repetidas veces a adoptar posturas defensivas, o aplantearse metas parciales; en consecuencia deberemos apelar a lasconsignas mínimas, sin conectarlas con las transicionales. Lo cual

significa, ni más ni menos, que volver a la vieja división entre programamáximo y mínimo.

10. El Programa de Transición y la experiencia rusa

110 El comentario es de Lenin en «Revisión del programa del partido», Cartago, OC,t. 26, 1958, pp. 157-8.111

Ibídem, p. 159, énfasis añadido.

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En la CI está instalada la idea de que el PT recoge y sintetiza, de laforma más depurada, las experiencias y las enseñanzas leninistas,especialmente las de 1917. El texto contiene varias referencias a la

táctica bolchevique de 1917, que conforman un argumento de pesopara la aceptación de consignas, talas como la exigencia de la dimisiónde los ministros capitalistas en gobiernos burgueses de coalición con«socialistas», o acabar con la diplomacia secreta. El PT sostiene que laCI «continúa la tradición del bolchevismo, que por primera vez mostróal proletariado cómo conquistar el poder»; más explícitamente, losEstatutos de la CI afirman:

En su plataforma la Cuarta Internacional concentró laexperiencia internacional del movimiento marxistarevolucionario, y especialmente aquella que surge de lasconquistas socialistas de la Revolución de Octubre de 1917en Rusia.

Reforzando estas ideas, Trotski se describió a sí mismo como el heraldoe irreemplazable transmisor de las enseñanzas de 1917.112 No es deextrañar que a los ojos de la militancia de la CI la política del PT gocedel prestigio de las «tácticas probadas», y nada menos que en laelevada escuela de la estrategia bolchevique de 1917. Por eso algunos

militantes podrían admitir que la política del PT adolece de falenciascuando se aplica a situaciones no revolucionarias, pero estánconvencidos de su aptitud para los períodos de intenso ascensorevolucionario, como los que hubo en Portugal, en 1975, o enNicaragua, inmediatamente después de la revolución sandinista.

En vista de lo anterior cobra relevancia política el examen dehasta qué punto el PT ha recogido el método político y el enfoque quellevaron al triunfo de Octubre. La discusión además es instructivaporque en principio la situación que se presentaba en Rusia después

de la revolución de febrero sería una de las más indicadas para la112 En su «Diario de exilio» escribe: «no puedo hablar del carácter indispensable demi trabajo, aun en el período que va de 1917 a 1921, pero ahora mi trabajo esindispensable en el sentido más pleno del término. No hay ninguna arrogancia enesta valoración. El hundimiento de las dos Internacionales ha planteado un problemaque ningún otro dirigente puede resolver, por falta de las herramientas adecuadas.Las vicisitudes de mi destino han hecho que deba afrontar este problema, y ellasme han armado de una experiencia importante al respecto. No hay actualmentepersona, excepto yo, que pueda cumplir con la misión de armar a la nueva generacióncon un método revolucionario». Citado por Deutscher, Trotski, le prophéte hors-

la-loi, París, 1980, t. 5, p. 337.

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táctica del PT. Las masas habían derribado al zarismo, pero se habíaimpuesto un gobierno de unidad nacional, con mencheviques ysocialistas revolucionarios. La crisis era profunda, el país estaba

quebrado y en guerra. El pueblo quería la paz, pero los oportunistascontinuaban la guerra para «defender la revolución». Se habíanformado soviets , los obreros estaban armados y los soldados estabanorganizados junto a los obreros. Los campesinos exigían la tierra,pero la burguesía y los conciliadores se negaban a entregarla. Porúltimo, los revolucionarios bolcheviques, si bien en minoría en lossoviets , disponían de una considerable fuerza y tenían líderesrespetados y escuchados.

Dado este panorama, imaginemos cómo actuaría un militante

provisto del método y de las orientaciones del PT. Habituado a explicartoda interrupción del flujo revolucionario en términos de «traición dela dirección», seguramente nos diría que las masas empujaban haciala revolución, pero eran traicionadas por sus líderes oportunistas.Sin embargo, la profundidad de la crisis no permitiría a la clasedominante conceder la más mínima demanda a las masas. Nuestrohombre nos diría entonces que no había tiempo que perder enactividades propagandísticas, que las masas aprenderían con suexperiencia y movilización, y centraría sus preocupaciones en cómo

arrancar la movilización, para lanzar demandas cada vez más audacesy avanzar hacia la toma del poder. Por ejemplo, formularía algunaexigencia de «paz justa y democrática», acompañada del llamado a lalucha para imponerla. De esta manera los trabadores constatarían,con su práctica, que el gobierno de coalición era imperialista.Demandaría la renuncia de los ministros burgueses, para que losobreros y campesinos comprobaran la capitulación de sus direcciones.Exigiría la entrega de la tierra; la estatización de los bancos y grandesempresas, para su funcionamiento bajo control obrero. Además,

concentraría la agitación en unas pocas demandas.¿Fue ésta la política que aplicó Lenin, según reza la leyenda dela CI? La respuesta es no.

Por empezar, a nivel de los análisis, Lenin estaba muy lejos decentrar los problemas de la revolución en la «traición» de los líderes.En las «Tesis de Abril», texto decisivo para comprender su política enla coyuntura113 , subraya los factores «estructurales», por decirlo así,

113 El artículo que pasó a la historia con el nombre de «Tesis de Abril» fue publicado

por Pravda el 7 de abril de 1917 y llevaba por título «Las tareas del proletariado en

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que daban fuerza al Gobierno Provisional: el despertar a la vidapolítica de millones de pequeños propietarios, esa «ola» que «lo hainundado todo», que «ha arrollado al proletario conciente», no sólo

por su fuerza numérica, sino también «desde el punto de vistaideológico»; la debilidad numérica del proletariado y «su insuficienteconciencia de clase y su deficiente organización»114. Lenin no adulaal movimiento de masas. Después de febrero la revolución se haestancado «por la inconciencia crédula de las masas», no por alguna«traición». Es decir, establece una relación orgánica entre esasdirecciones y la conciencia de los obreros y campesinos.

En segundo lugar, tiene presente la posibilidad de maniobrasde la burguesía, con su «verborrea revolucionaria», pero también con

pequeñas concesiones parciales, incluso con el inicio de alguna«reforma agraria» por vías constitucionales o un emprendimiento depaz; la clase dominante, con ayuda de los conciliadores, podría desviaral movimiento, estancarlo. Por eso advierte que la burguesía no tieneuno, sino dos procedimientos para dominar. Uno, usar la violencia, elotro, apelar

al engaño, a la adulación, a las frases, a las promesas sinnúmero, a las limosnas miserables, a las concesiones fútiles,para conservar lo esencial.115

En un período de crisis aguda, Lenin no descarta que la burguesíaotorgara alguna «limosna miserable», que pudiera tener efectosperniciosos sobre la conciencia de las masas. Esa situación no erasuperable con maniobras tácticas, ni con la agitación de algunasconsignas «privilegiadas».

Es indudable que Lenin –como también lo habían hecho Marx yEngels– valora el elemento espontáneo, el «instinto de clase», que anidaen toda lucha de los explotados. Pero de allí nunca dedujo que el rol de

los marxistas debiera limitarse a «depurar y generalizar» lastendencias espontáneas del movimiento, y mucho menos que el mediopara hacerlo fuera el de propuestas «prácticas y concretas» para lamovilización. Por esta razón ninguna de las cuestiones decisivas de

la actual revolución». Son las tesis que Lenin expuso, apenas llegado a Petrogrado,en una reunión de bolcheviques y, luego, en otra conjunta de bolcheviques ymencheviques.114 «Tesis…», OC, t. 24, p. 54.

115 Ibídem, p. 55.

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la revolución es respondida en las «Tesis de Abril» según el esquemade la agitación transicional en escalera. Por el contrario, las Tesis ponenel acento en la propaganda, en la explicación paciente, para

esclarecer.116

Mucho menos se puede decir que la táctica pase por la«exigencia» de demandas imposibles, a los efectos de que lostrabajadores saquen conclusiones socialistas. Ya hemos visto cómoLenin polemizaba contra la política «absurda» de exigir al GobiernoProvisional la «paz democrática y sin anexiones». Hacer que el puebloconciba «esperanzas irrealizables» significa fomentar el engaño, decíaLenin, y esto implica «retrasar el esclarecimiento de su conciencia,hacerle aceptar indirectamente la guerra». Mientras los bolcheviquesestuvieran en minoría, deberían desarrollar una labor «de crítica y

esclarecimiento» de los errores de las masas.Salgamos ahora un momento de las «Tesis de Abril» paraexaminar la política leninista ante la importante cuestión de lostratados internacionales del gobierno ruso. En abril de 1917 se filtraninformes sobre tratativas secretas del Ministro de Exteriores, Miliukov,con los aliados, y estallan manifestaciones de protesta en Petrogrado.Como resultado de la presión de las masas, Miliukov renuncia, aunquelos acuerdos con el imperialismo siguieron sin conocerse; sólo fueronpublicados, y anulados, después de la toma del poder por los soviets.

En su Historia de la Revolución Rusa , Trotski da a entender que los bolcheviques exigían su publicación:

en las fábricas y en los regimientos más avanzados ibanimponiéndose, cada vez más firmemente, las consignas

 bolchevistas de la política de paz: publicación de los tratadossecretos y ruptura con los planes de conquista de la Entente,proposición abierta de paz inmediata a todos los países

 beligerantes.117

Años después esta consigna figuraría en el PT, con carácter general.118

116 La orientación de las «Tesis de abril» sería considerada «propagandística» segúnlos criterios que tradicionalmente se utilizaron en la CI. Es notable que Kamenevhaya criticado las Tesis por el mismo motivo. Lenin respondería con estas palabras:«¿Acaso no es precisamente el trabajo de los propagandistas en este momentopara liberar la línea proletaria de los vapores tóxicos del defensismo «masivo» ypequeñoburgués? (Escrito entre el 8 y 13 de abril de 1917).117 Trotski,  Historia de la Revolución Rusa, Madrid, Ruedo Ibérico, 1972, t. 2, pp.8-9.118 El PT plantea «Abajo la diplomacia secreta, que todos los tratados y acuerdos

sean accesibles a cada obrero y campesino».

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Si bien no sabemos si algunas células bolcheviques defendieronla política de la que habla Trotski, es un hecho que la orientación deLenin fue muy distinta de lo que cuenta la Historia de la Revolución

Rusa. En la Séptima Conferencia del POSDR, Lenin planteaba:Aquí nuestra línea no puede consistir en exigir del gobierno

la publicación de los tratados. Eso sería una ilusión. Exigiresto a un gobierno capitalista es lo mismo que exigirles quedescubran sus trampas comerciales. Cuando decimos quees necesario renunciar a las anexiones y contribucionesdebemos explicar además cómo ha de hacerse; y si se nospregunta quién tiene que hacerlo, diremos que se trata deun paso revolucionario por esencia, y que ese paso sólo

puede darlo el proletariado revolucionario. De otro modono serían más que promesas vacías, expresión de buenosdeseos con que los capitalistas llevan al pueblo de lasriendas.119

Con respecto a la cuestión campesina, las «Tesis» plantean «lanacionalización de todas las tierras» por un Estado soviético, perohasta tanto este poder no hubiera triunfado, debían ser los sovietsregionales y locales «de diputados campesinos» –no los burócratas yfuncionarios– los que dispusieran «entera y exclusivamente de la

tierra» y fijaran las condiciones de su «posesión y disfrute» 120. Lapolítica no es exigir al gobierno, sino que las masas desplieguen suiniciativa. Pocos días después de escribir las Tesis, Lenin interviene enla Conferencia del POSDR de Petrogrado para advertir que la burguesía podía «avenirse a la nacionalización del suelo si loscampesinos llegan a tomar posesión de la tierra»121. Además de destacarla conciencia que demuestra aquí Lenin de los peligros de las maniobrasde la clase dominante, subrayamos su táctica de centrarse en lascomunas, para quitar fuerza al Estado burgués:

Nosotros debemos ser centralistas, pero hay momentos enque esta tarea se desplaza a los centros locales y entoncesdebemos fomentar al máximo la iniciativa en cada lugar.122

119 Séptima Conferencia del POSDR (b), punto 2, «Informe sobre el momento actual»,OC, t. 24.120 «Tareas…», ob. cit., p. 63.121 Conferencia del POSDR (b) de Petrogrado, OC, t. 24, p. 142.

122 Idem.

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Vemos así en acción a las consignas transicionales, en una coyunturaconcreta. Donde hay poder , donde las comunas se pueden hacer cargode la tierra, la consigna se efectiviza. Lo mismo sucede con el control

obrero; se aplica parcialmente, cuando hay poder para llevarlo a cabo(en las empresas, por ejemplo). Y, aun así, Lenin tiene cuidado de noilusionar al pueblo trabajador. Por eso explica que es imposible obligara los capitalistas a que muestren sus libros de contabilidad, sus cuentas«reales», porque no habrá poder en el mundo capaz de hacerlo; que nose puede esperar que, mientras exista el capitalismo, «los capitalistasabran sus libros a todo el que quiera verlos»123. En una palabra, algunasmedidas transicionales se concretan, en tanto no sean palabras vacíasque caigan en exigencias absurdas o fomenten ilusiones. Por otra

parte, el programa transicional tiene importancia en cuantopresentación de las tareas que asumiría un gobierno revolucionariode los obreros y campesinos.124

Veamos ahora la táctica de exigir a los líderes reformistas que«rompan con la burguesía y tomen el poder». El PT dice:

En abril-septiembre de 1917, los bolcheviques exigían quelos socialistas revolucionarios y los mencheviquesrompieran su ligazón con la burguesía liberal y tomaran elpoder en sus propias manos. Con esta condición los

 bolcheviques prometían a los mencheviques y a lossocialistas revolucionarios […] su ayuda revolucionariacontra la burguesía renunciando, no obstante,categóricamente a entrar en el gobierno y a tomar ningunaresponsabilidad política por ellos. […] la reivindicación delos bolcheviques dirigida a los mencheviques y a lossocialistas revolucionarios: «¡Romped con la burguesía,tomad en vuestras manos el poder!» tiene para las masasun enorme valor educativo.

En el mismo sentido, en su Historia de la Revolución Rusa , Trotskiexplica que en las jornadas de abril los bolcheviques agitaron laconsigna de «Abajo los ministros capitalistas». Sin embargo en laobra de Lenin no encontramos la orientación que Trotski le atribuye.En las «Tesis de Abril», la demanda a los mencheviques y socialistasrevolucionarios de «Romped con la burguesía» sencillamente no

123 Ibíd., punto 8, «Discurso a favor de la resolución de la guerra».124 Ver, por ejemplo, el escrito de Lenin «La catástrofe que nos amenaza y cómo

combatirla», del 10 de septiembre de 1917, en OC, Cartago, 1958, t. 24.

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figura. Y cuando suceden las movilizaciones contra Miliukov, lejos deplantear la consigna de «Abajo los ministros capitalistas», explicaque la renuncia de un ministro no conducía a ningún lado, porque no

se trataba de cambiar personas, sino el sistema.125

Por otra parte es necesario ubicar en sus justos términos elofrecimiento a los mencheviques y social revolucionarios decolaboración si toman el poder. Esta propuesta sólo fue realizada porLenin después de la derrota de Kornilov, pero no para que se formaraun gobierno burgués «socialista puro». Por el contrario, ante larevitalización de los soviets , plantea que éstos, como organismos vivosde las masas, tomen el poder con sus direcciones mencheviques ysocial revolucionarias. En ese caso los bolcheviques apoyarían al

nuevo poder, aunque sin tomar responsabilidades en el gobierno.En síntesis, examinando los textos leninistas de 1917 se llega ala conclusión de que no hay bases para sostener que el PT hayasintetizado la táctica bolchevique. Frente a este resultado se puedeargumentar que la experiencia de 1917 no es conclusiva con respectoa la política del PT, porque el balance positivo de la táctica leninistano demostraría lo equivocado de la táctica transicional de Trotski.Admitiendo la parte de verdad de este argumento, de todas manerashabría que reconocer que, en la en la medida en que el movimiento de

masas puso en práctica la política de exigencias «imposibles»(publicación de tratados secretos, paz democrática), no se generaronavances en su conciencia socialista.

11. La política transicional ante la guerra

Dado que en las guerras y las revoluciones las contradiccionessociales alcanzan su máximo antagonismo, constituyen encrucijadasen que se prueban acabadamente las políticas de la izquierda.

Analizaremos en este capítulo cómo funcionó la política transicionalde Trotski en la Primera Guerra, lo que nos servirá para abordar supolítica frente a la guerra que se avecinaba en 1938.

Aunque Trotski coincidió con los bolcheviques en caracterizara la Primera Guerra como imperialista y condenó a los socialpatriotas,Lenin descargó juicios durísimos contra él. No sólo calificó su política

125 Ver, por ejemplo, «Íconos contra cañones y frases contra el capital», del 21 de

abril de 1917, y «Las enseñanzas de la crisis», del 2 de mayo, en OC, t. 24.

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de «centrista», sino también lo acusó de «justificar el oportunismo» yllegó a incluirlo entre los «lacayos importantes» delsocialchovinismo. 126 ¿Obedecía esto a diferencias menores y a

«malentendidos», como explicaría luego Trotski? Pensamos que, almargen de las exageraciones polémicas (Trotski nunca fue «lacayo»de los chovinistas), los calificativos obedecían a diferencias bastantemás profundas que las que luego pretenderían Trotski y la militanciade la CI.

Como es sabido, la política de Lenin en 1914 se estructura entorno a la consigna de la guerra civil de los proletarios de todos lospaíses contra sus burguesías. Desaconsejando los sabotajes y los actos«heroicos» desesperados, planteaba la necesidad de propagandizar

una orientación derrotista con respecto a la propia nación. Losmarxistas debían explicar que había que continuar la lucha de clasescontra la propia burguesía, y que los obreros y campesinos en armasdeberían confraternizar en los frentes y transformar la guerraimperialista en guerra civil contra sus burguesías. Esta orientacióndebía aplicarse a pesar de que las masas no la entendieran durantetodo un período. En una carta explica:

Nuestra consigna es guerra civil. Es puro sofisma afirmarque esta consigna es inapropiada, etc., etc. No podemos«hacerla», pero la predicamos y trabajamos en esa dirección.[…] Nadie se atreverá a garantizar cuándo y hasta qué puntose «verificará» esta prédica en los hechos, no se trata de esto(sólo los infames sofistas renuncian a la agitaciónrevolucionaria porque no se sabe cuándo tendrá lugar larevolución). Lo importante es trabajar en esa línea. Sólo esetrabajo es socialista y no chovinista. Y sólo él rendirá frutossocialistas.127

Lenin no busca movilizar inmediatamente (no hay condicionespara hacerlo) sino clarificar la estrategia y rearmar a la vanguardia.

Veamos ahora la política de Trotski. Brossat dice que llega a laguerra con sus fortalezas y debilidades, y entre éstas estaban las«conocidas»: su aislamiento, su centrismo con respecto almenchevismo, sus resistencias al leninismo, sus vacilaciones frente al

126 Ver «Acerca de la derrota del gobierno propio en la guerra imperialista», 26 de julio de 1914, en OC, Progreso, Moscú, 1988, t. 26, p. 301.127 Carta a Shiliapnikov del 31 de octubre de 1914, en OC, Progreso, Moscú, 1988,

t. 49, p. 21.

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kautskismo.128 Estos son los «errores» que por lo general admiten, enel Trotski del período prerrevolucionario, los militantes de la CI. Perotambién está su intento de responder a la guerra con el método

transicional, buscando la movilización en «escalera» transicional. Deallí que rechazara el derrotismo de Lenin, por considerarlo «peligrosoe incomprensible, un obstáculo para la movilización contra la guerra,es decir, por la paz»129. Por eso se acercará a Rosa Luxemburgo y a sudemanda de «parar la guerra». Así, en el folleto La guerra y la revolución ,plantea el «Cese inmediato de la guerra», «Ni vencedores ni vencidos»,«No a las contribuciones». Todas demandas semipacifistas, que loponían en la vecindad del centrismo kautskista y confundían acercade la única salida revolucionaria, la guerra civil contra el propio

gobierno y la confraternización en el frente. Peor aún, la demanda de«ni vencedores ni vencidos» implicaba preservar de la derrota a losgobiernos imperialistas.130

La política de Trotski se combinaba, insistimos en ello, con unacorrecta caracterización de la guerra como de rapiña imperialista;además, vinculaba su desenlace con la perspectiva de la revoluciónproletaria más estrechamente que Lenin; y en su folleto explicaba quela paz justa, sin anexiones ni indemnizaciones, sólo podría lograrsecon un levantamiento de los pueblos contra sus gobernantes. Pero su

idea de que la única forma de ayudar a la evolución de la conciencia delas masas era con consignas movilizadoras y «prácticas» lo empujabaal centrismo, a no plantear las perspectivas y condiciones reales de lacuestión. Temía que al exponer consignas revolucionarias«abstractamente justas» los revolucionarios no fuerancomprendidos.131 Por el contrario, Lenin plantea que las acciones delas masas en pos de soluciones revolucionarias deben convocarseexplicitando sus perspectivas:

128 Brossat, ob. cit., p. 184.129 Broué, Trotski, París, Fayard, 1988, p. 151.130 Lenin, criticando esta orientación, escribe: «Quien defiende la consigna ‘ni victoriasni derrotas’ es un chovinista conciente o inconciente; en el mejor de los casos, es unpequeño burgués conciliador; pero de todos modos, es un enemigo de la políticaproletaria, un partidario de los gobiernos actuales, de las clases dominantes actuales(«Acerca de la derrota del gobierno propia en la guerra imperialista», 26 de julio de1915, t. 26, p. 306).131

Brossat, ob. cit., p. 206.

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No basta con aludir a la revolución […] Es necesario indicara las masas clara y exactamente su camino. Es necesarioque las masas sepan adónde ir y para qué. Es evidente quelas acciones revolucionarias de masas durante la guerra,

en caso de desarrollarse con éxito, sólo pueden desembocaren la transformación de la guerra imperialista en una guerracivil por el socialismo, y es dañino ocultar esto a las masas.Por el contrario, este objetivo debe ser claramente señalado,por difícil que parezca alcanzarlo, cuando estamos sólo alcomienzo del camino.132

No se puede comprender la política de Trotski frente a la SegundaGuerra si no se tiene en cuenta que nunca aceptó este enfoque deLenin. Muchos años después de proclamar su adhesión al bolchevismo,sostenía en esencia la misma orientación que había defendido en 1914.así, en el trabajo (inacabado) «Bonapartismo, Fascismo y Guerra», deagosto de 1940, sostiene que el estallido de la Primera Guerra habíaencontrado a la vanguardia desprovista de política revolucionaria yque, por lo tanto, ésta se había visto reducida a una actitud defensiva,sin posibilidad de intervenir. Agrega que la política de Lenin respondíaa necesidades propagandísticas y de formación de los cuadros, perono era capaz de ganar a los trabajadores , y que las consignas que

habían incidido en las masas habían sido las «respuestas positivas asus aspiraciones», como la lucha contra el militarismo y la guerra. Locual equivalía a sostener lo mismo que había planteado, en polémicacon Lenin, durante la guerra anterior.

A pesar de su importancia para la comprensión de las diferenciaspolíticas entre Lenin y Trotski (un tema que siempre estuvo rondandolas discusiones del trotskismo), este punto no fue discutido nidilucidado en la CI. La militancia se conformó con la explicación deTrotski, de que sus diferencias con Lenin ante la guerra se habían

reducido a matices tácticos. Incluso Deutscher, quien en su biografíadel fundador del Ejército Rojo evitó caer en la apologética que fuehabitual en la CI, sostuvo que no se había tratado de diferenciaspolíticas, sino sobre el método de propaganda133. Sin embargo, losdebates habían concentrado diferencias en torno a las consignas y lapropaganda, a lo que es «concreto» y «abstracto» en política, al papelde la exigencia, y otras.

132 «Proposición del CC…», del 22 de abril de 1916, ob. cit., p. 303.

133 I. Deutscher, Trotski, le prophéte armé , París, 1979, t. 1, p. 417.

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La discusión en torno a la consigna de Estados Unidos de Europatambién pone en evidencia problemas similares. Como observaBrossat, Trotski hablaba «con cierta desenvoltura unas veces de

Estados Unidos ‘socialistas’ de Europa, otras de ‘republicanos’ o‘democráticos’ y otras de Estados Unidos a secas» porque le importaba«la dinámica revolucionaria contenida en la lucha por ese orden» yque el combate por la unidad democrática de Europa condujera a la«subversión de toda la sociedad burguesa»134. Brossat dice que Lenincriticó ese planteo «debido a la incomprensión de esa dinámicatransitoria» y que exigía «más claridad y la supresión de todaambigüedad que permita mantener la ilusión de un posible retorno aun ‘statu quo’ capitalista»135. Esta última observación debería de haber

hecho reflexionar a Brossat acerca de que la crítica de Lenin no obedecíatanto a su «incomprensión» de la mecánica transicional, como a suoposición a utilizarla en circunstancias no apropiadas. Es que enprincipio Lenin también abogó por la agitación de la unidadrepublicana europea, pero en un sentido distinto al recomendado porTrotski:

La consigna política inmediata de los socialdemócratas debeser la formación de los Estados Unidos republicanos deEuropa; pero a diferencia de la burguesía, que está dispuesta

a «prometer» cuanto se quiera con tal de que el proletariadose deje arrastrar por la corriente general del chovinismo,los socialdemócratas habrán de explicar cuán falsa ydisparatada es esta consigna si no se derrocan por víarevolucionaria las monarquías alemana, austríaca y rusa.136

(énfasis agregado)

134

Brossat, ob. cit., p. 197.135 Idem.136 «La guerra y la socialdemocracia de Rusia», octubre de 1914, t. 26, p. 21, Moscú,1985. Posteriormente, la Conferencia del POSDR en el extranjero (marzo de 1915)decide aplazar la agitación de esta consigna, «hasta que se discuta en la prensa elaspecto económico del problema» (Lenin). Finalmente, en agosto de ese año, Leninexplica que la reivindicación es «errónea desde el punto de vista económico»,porque, o bien es irrealizable en el capitalismo, o bien se convertiría en una consignareaccionaria, porque se podría concretar como un acuerdo entre los capitalistaseuropeos para fortalecerse frente a Japón y Estados Unidos. Ver al respecto «Laconsigna de los Estados Unidos de Europa» y «Nota de la redacción de Sotsial-

Demokrat al Manifiesto del CC del POSDR sobre la guerra», t. 26, Moscú, Progreso.

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Esta divergencia tampoco fue explorada por los militantes de la CI. Engeneral se tomó demasiado al pie de la letra la explicación que dioTrotski en los veinte, cuando adujo que durante la guerra había acuerdo

entre él y Lenin en que la consigna era irrealizable bajo elcapitalismo137. Esto es indiscutible, pero lo que exigía Lenin –en casode utilización de la consigna– era hacer explícita esa imposibilidad.

Con estos antecedentes teóricos y políticos Trotski prepara laintervención de la CI en la Segunda Guerra. La política del trotskismoante la contienda comienza a definirse en 1934, cuando el SecretariadoInternacional de la Liga Comunista Internacionalista (antecesora dela CI) publica las tesis sobre «La Cuarta Internacional y la Guerra»,escritas por Trotski.138 Estas Tesis caracterizan al conflicto que se

avecinaba como una guerra imperialista y plantean la necesidad dedesplegar una estrategia derrotista. Denuncian la propaganda de lasdemocracias imperialistas sobre la lucha «por la democracia y contrael fascismo» y explican que el objetivo de las potencias era un nuevoreparto del mundo.

Pero, a medida que se acercaba la guerra, Trotski desarrollauna orientación más «concreta», tendiente a movilizar a las masas, ypara ello reactualiza su orientación ante la Primera Guerra. Por eso,si bien proclama el principio general del derrotismo –»la derrota de

nuestro propio gobierno imperialista es el mal menor»– la consignade guerra civil no figura como eje político en el PT. En su lugar seplantean demandas para movilizar en lo inmediato a los trabajadores.Se exige un referéndum, que se presenta como medio para despertarla crítica de las masas y «reforzar su control sobre las maquinacionesde la burguesía»; se reivindica el control obrero sobre la industria deguerra; el rechazo a un programa de armamentos y su reemplazo porun plan de obras públicas; y se exigen la instrucción militar de lasmasas bajo el control de comités obreros y campesinos, la creación de

escuelas militares para la formación de oficiales salidos de las filasobreras y elegidos por las organizaciones de la clase obrera y laformación de una milicia ligada a las fábricas, las minas y los campos.

137 En  El gran organizador …, ob. cit., pp. 86-92.138 A partir del ascenso de Hitler al poder, Trotski está convencido de que el estallidode una nueva guerra era inevitable y más o menos inmediato. Los acontecimientosposteriores confirmarían el análisis de las Tesis de 1934. en 1935 Alemaniadenunciaba los tratados que le habían impuesto en la Primera Guerra, e Italiainvadía Etiopía; en 1936 estallaba la guerra civil española, dando lugar a laintervención de Alemania e Italia; al año siguiente Japón invadía China, y en marzo

de 1938 Alemana anexionaba Austria.

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Todas las críticas que hemos planteado a las consignas que hacenabstracción de las condiciones empíricas de aplicación, o que incurrenen incoherencias lógicas, encuentran aplicación a este programa

militar. En primer lugar, la idea de que un referéndum, convocado porla burguesía, en el clima prebélico de Estados Unidos de fines de lostreinta, podría ayudar al avance de la conciencia socialista de lostrabajadores, o ejercer algún «control sobre las maquinaciones de la burguesía» es equivocada e ingenua. Más aún, en caso de que se hubieraconvocado habría favorecido, con toda probabilidad, las maniobrasde la burguesía partidaria de la guerra y a los trotskistas les habríasido imposible distinguirse del pacifismo burgués. Pero tanto o másingenuo es pretender imponer un «control obrero» del servicio militar

a un Estado capitalista, y máxime a un Estado capitalista imperialistaque participa en una guerra de rapiña. Las consecuencias políticas eincluso teóricas de esta reivindicación son devastadoras para elmarxismo. Trotski era un revolucionario intransigente y siempre actuócon el propósito de desencadenar la revolución. Pero su fe en la fuerzade la agitación transicional, su no consideración de las circunstanciasy determinaciones de las consignas, terminaba generando una políticamuy peligrosa.

Lejos de rectificarse, hacia el final de su vida profundiza en

estas orientaciones; así recomendará a sus partidarios en EstadosUnidos apoyarse sobre el justo odio de las masas al nazismo parareivindicar la preparación militar de los trabajadores bajo controlsindical , para luchar contra Hitler. La consigna «transicional» pasa aser «queremos luchar contra el fascismo, pero no a la manera dePetain», sino de los obreros.139 El «derrotismo» se transformaba, enmanos de los militantes trotskistas, en una política que ya no ubicabaa la propia burguesía como el «enemigo principal», sino a la alemana,con Hitler a la cabeza140; con esta perspectiva era muy difícil combatir

al imperialismo norteamericano, e imposible predicar algún tipo dederrotismo en las filas del Eje.

139 Escrito de Trotski del 30 de junio de 1940.140 Este es el contenido fundamental de las resoluciones adoptadas por el SocialistWorkers Party de Estados Unidos y por la sección inglesa de la CI en 1940, despuésde la muerte de Trotski, siguiendo estrechamente sus últimas recomendaciones. Eslo que se conoció como «la política militar del proletariado». Ver al respecto S.Bornstein y A. Richardson, The War and the International, Londres, SocialistPlatform, 1986, y también el prólogo de R. Prager a  Les Congrés de la Quatriéme

 Internationale (1940-1946), París, La Bréche, 1981.

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Sin analizar ahora la política derrotista de Lenin141 , y aunadmitiendo que fuera correcta la orientación de hacer «bien» la guerracontra Hitler, es claro que no tiene sentido querer «superar» al Estado

imperialista con un programa «transicional proletario» en el arte deconducir una guerra. Y, para colmo, agitado por una pequeñaorganización de revolucionarios, sin gran influencia social.142 Lascuestiones del menosprecio de la fuerza propia de la democracia burguesa en la conciencia de los trabajadores también se hace presenteen esta táctica, como ya hemos señalado. Pero la CI aceptó estaorientación y la expuso como ejemplo de «política concreta»,pensando que constituía una reedición –superadora– de la viejapolítica de Lenin. Estos extremos han educado a miles de militantes.

La no comprensión de la relación entre el programa militar y la tomadel poder abrió el camino a políticas como la de sindicalización de lasfuerzas represivas y su control por los sindicatos, como propusieronalgunos grupos; programas que caían en el utopismo pacifista yeducaban en una estrategia reformista, del tipo «control obrero sobreel Estado burgués».

12. El Programa de Transición en la historia de la CuartaInternacional

A lo largo de los sesenta años (hoy más de 70) transcurridos desde lapublicación del PT las organizaciones de la CI mantuvieron inalterablela agitación transicional. Esta constancia se asentó en la convicciónde que lo esencial de los planteamientos del PT continuaba teniendovigencia, con la excepción de las rectificaciones propuestas por elsector de la CI orientado por Ernest Mandel; quien tampoco cuestionóla política transicional.

En lo que hace al análisis económico, prevaleció la idea de que

los diagnósticos del PT tenían alcances mucho mayores que los141 Sólo aclaremos que la política derrotista de Lenin no tiene nada que ver con laderrota unilateral de un bando en lucha, ni con aplaudir la ocupación de un paísimperialista por el otro. Se trata de una estrategia de confraternización de losexplotados, para que todos den vuelta el fusil contra sus burguesías. Por otraparte es un hecho que la mayor parte de la Segunda Guerra mundial se desarrollaen escenarios donde claramente se disputa la hegemonía post-colonial (norte deÁfrica, guerra del Pacífico) o la posibilidad de derrota de la URSS.142 Según datos recogidos por Deutscher, en 1938 el SWP de Estados Unidos teníaentre 800 y 1.000 militantes, y no mucha inserción sindical. Trotski, le prophéte…,

ob. cit., t. 6, p. 561.

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determinados por el horizonte de la Gran Depresión y la guerra. Un breve repaso de Congresos y Conferencias lo evidencia. Ya en lasresoluciones de la Conferencia de 1946, la CI sostuvo que Europa

continuaría «bordeando el estancamiento y la decadencia», queEstados Unidos se dirigía a una nueva crisis, y que «la tercera guerramundial» estaba «en camino»143. Dos años después había concienciade que la revolución estaba frenada en los países capitalistas másimportantes y que las democracias se afianzaban en Europa. Sinembargo, el Congreso Mundial de 1948 caracterizó que la perspectivaera «nuevas crisis económicas mundiales, amenazas de dictaduras yfascismo, y la tercera guerra atómica mundial». El Congreso de 1951,y el X° Pleno de febrero de 1952, reafirmaron que la «crisis global del

capitalismo» impulsaba a Estados Unidos a lanzarse a la guerra, yque ésta significaría el holocausto nuclear.144 Después de la división dela CI de 1953, el sector liderado por Mandel y Pablo sostuvo –IVCongreso, de junio de 1954– que una «crisis mayor» era «inminente»en Estados Unidos, y que Japón, Francia e Italia estaban a las puertasde «crisis revolucionarias». Recién en el V Congreso –octubre de 1957– , cuando la fortaleza de la acumulación capitalista era innegable, serectificaron los análisis, reconociéndose que la economía se habíarecuperado a partir de 1948. De todas maneras se mantendrían las

tesis «estancacionistas» en relación a los países atrasados.En lo que respecta a la fracción que constituyó, desde 1953, elllamado Comité Internacional, fue aún más «catastrofista». Como botón de muestra baste mencionar que en su Conferencia de 1966 –osea, en pleno «boom» de expansión capitalista– afirmaba que la crisisdel imperialismo continuaba «profundizándose» y que la «crisisrevolucionaria» abierta con la Segunda Guerra nunca se habíacerrado.145 En Argentina, Bolivia y otros países latinoamericanos, los

143

Ver  Les Congrés de la Quatriéme…, ob. cit., t. 2, p. 366.144 Hay que destacar que tanto el SWP como la mayoría de la sección francesa de laCI (que en 1953 rompería con el sector liderado por Pablo y Madel) aceptaron losanálisis de este Congreso. Por otro lado, Michel Pablo, quien para muchos trotskistascondensa la quintaesencia del oportunismo, fundamentaba su táctica de entrismoen los partidos comunistas en la tesis catastrofista. En 1951 hablaba del «colapsomultilateral del equilibrio del régimen capitalista» y decía que «esta bancarrotatiende a agravarse» («¿A dónde vamos?»).145 Ver The fight for the continuity of the Fourth International , Londres, New ParkPublications, 1975, pp. 40 y ss. La Conferencia se realizó en Londres, y se retiraronde la misma el grupo Lutte Ovriére, de Francia, y la Tendencia Espartaquista, de

Estados Unidos. Para ese entonces el SWP de Estados Unidos y otros grupos del

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partidos trotskistas más importantes también hicieron delestancamiento de las fuerzas productivas una cuestión de «principiosrevolucionarios».

En los años setenta, con el inicio de una nueva fase de crisis ycrecimiento lento del capitalismo, se renovaría la fe en lasinterpretaciones «estancacionistas»; cada recesión, caída de las bolsas,corrida cambiaria o crack financiero constituyeron otras tantasocasiones para sostener que la crisis «es sin salida». Muchos inclusonegaron las recuperaciones parciales; así la corriente de la LIT sostenía,en 1984, que la crisis del imperialismo «se profundizaría sin cesar», apesar de que experimentaba una recuperación apreciable desde finesde 1982.146 Actualmente, la tesis del estancamiento general es

reafirmada por la mayoría de las corrientes y autores, incluso por losestudiosos más serios y respetados. Un ejemplo es Chesnais, quienafirma, en 1999, que las fuerzas productivas del capitalismo continúanestancadas desde 1914. En este esfuerzo no se vaciló incluso enmodificar radicalmente el concepto mismo de fuerzas productivas.

Con este cuadro era natural, por otra parte, que en el campo dela crítica de la economía política –y con la excepción de Mandel y suscompañeros– se retrocediera apreciablemente. La «elaboración» seresumía a la enumeración de catástrofes o penalidades de las masas,

que «probaban» las «bases principistas del PT». En este climaintelectual –siempre atravesado por la «atenta vigilanciarevolucionaria», presta a aplastar al «revisionismo»– era impensableque se trabajara científicamente la teoría del monopolio y losproblemas conexos planteados por el PT a los que nos hemos referido.

Frente a tanta ceguera dogmática, hubo un mérito indudableen Mandel, quien estudió el capitalismo de posguerra y en particularla forma de operar de la tendencia decreciente de la tasa de gananciay los ciclos de capital, dando cuenta del desarrollo de los países

adelantados y de las mejoras de las masas trabajadoras. Sin embargo,este autor tampoco criticó de raíz las tesis del estancamiento históricodel capitalismo; no lo hizo a pesar de que de su teoría sobre las ondaslargas debería inferirse un enfoque muy distinto al sostenido por el

Comité Internacional, incluido el de Nahuel Moreno de Argentina, también habíanabandonado esta fracción, para reunificarse con el sector liderado por Mandel. Asíse conformó lo que pasó a llamarse el Secretariado Unificado de la CI. A su vez,Pablo rompió con sus viejos compañeros, Mandel y Maitan, en 1965.

146  Tesis sobre la situación mundial, Buenos Aires, 1984, p. 4.

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PT. Hasta el final de su vida suscribió a la idea de que el capitalismohabía entrado, a partir de 1914, en la era de su «declive histórico» y«contracción geográfica». Esta concepción lo indujo a formular

nuevamente una visión «catastrofista» en los ochenta. Aunque admitíaque el capitalismo podría relanzar la acumulación y que los marxistashabían «subestimado enormemente la capacidad del capitalismo paraadaptarse flexiblemente a los nuevos y graves retos», estabaconvencido de que un relanzamiento sólo podría lograrse después deotra guerra mundial y al costo de «cientos de millones de muertos»147.Y, en 1988, al hacer el balance de los cincuenta años de la CI, insistía enque Trotski no había subestimado las capacidades de adaptación delcapitalismo y que éste no había revertido su tendencia a la

contracción.148

Esto a pesar de que ya entonces era evidente la entradadel capitalismo en China y también era notable la extensión de lasrelaciones capitalistas en muchos países atrasados, particularmentede Asia.

En cuanto a los análisis sobre la evolución de los regímenespolíticos, los errores de la CI son más llamativos. Después de todo,Trotski había vivido un período de sustitución de democracias pordictaduras, pero en la postguerra se dio el proceso inverso. Lasdemocracias burguesas se consolidaron en los países capitalistas

desarrollados, se extendieron a España y Portugal, que venían de unalarga tradición dictatorial, e incluso a países atrasados. Por otra parte,hubo reformas democráticas «serias», como el voto universal enmuchos Estados; amplios sectores de la clase obrera consiguieronmejoras en sus niveles de vida y trabajo. Y muchas colonias pasaronal status de países dependientes, políticamente –en lo formal–soberanos. Sin embargo, en la CI apenas se sintió la necesidad demodificar el programa legado por Trotski, y en espacial en poner enconsonancia los pronósticos «catastrofistas» con la supervivencia de

las democracias. Muchos sectores aceptaban «de hecho» lademocracia, sin dar cuenta teórica de los problemas. Otros, comoGeorge Novak, del SWP, o Nahuel Moreno, del MAS, desarrollaronexplicaciones novedosas sobre la cuestión, pero sin cuestionar las

147 Mandel, Las ondas largas del desarrollo capitalista, Madrid, Siglo XXI, pp. 104-6.148 Mandel, «Pourquoi la IV Internationale», en Quatriéme Internationale, agosto-diciembre de 1988, p. 78. Por supuesto, estamos completamente de acuerdo con lacrítica de Mandel a los que niegan la gravedad de las catástrofes en las que

periódicamente el capitalismo empuja a la humanidad.

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premisas básicas del PT.149 Y, finalmente, el sesgo hacia el«catastrofismo sin salida» se mantuvo en relación a los paísesatrasados, y luego se volvió a generalizar con la crisis de los setenta.

Por ejemplo, la mayoría del Secretariado Unificado de la CI sostuvoque la alternativa «de hierro» para América Latina era «socialismo ofascismo» y que la democracia burguesa no tenía ninguna posibilidad;pronóstico que compartió con casi toda la izquierda latinoamericanade los sesenta y setenta y que sería desmentido posteriormente.

Más en general, en 1980, en su trabajo sobre las ondas largas,Mandel afirmaba que el relanzamiento de la economía capitalista sólose lograría a costa de la extensión de regímenes nazis y totalitarios,que aplicarían «lobotomías a gran escala»150. En esa misma época, en

el prólogo de la edición inglesa del PT citada, Cliff Slaughter, dirigentedel Comité Internacional, escribía que «en nuestra época, ni aún lamás elemental de las demandas puede satisfacerse sin la expropiaciónrevolucionaria de la clase capitalista»151. Y Nahuel Moreno decía que«la solución de todos los problemas, por mínimos que sean, exigen lainsurrección […] y la conquista del poder por el proletariado»152. Pocodespués sostendría que el régimen de Hitler había prefigurado lasociedad esclavista hacia la que el mundo estaba dirigiéndose.153

En lo que respecta a los análisis exaltados del PT sobre la

evolución de la lucha de clases, fueron mantenidos de manera aúnmás cerril, aunque los hechos los desmentían una y otra vez.

149 Novack tendió a presentar la democracia como una conquista de «larga duración»–es decir, producto de luchas seculares– de las masas. Ver al respecto su Democraciay revolución, Barcelona, Fontamara, 1971. Moreno trató de conciliar la extensión dedemocracias en los ochenta con las afirmaciones del PT elaborando la tesis de «lasrevoluciones democráticas de contenido socialista». Esto es, si las fuerzasproductivas estaban históricamente estancadas, si la burguesía tendía a losregímenes totalitarios como método «normal» de dominación, las democracias depostguerra eran el resultado de revoluciones «objetivamente socialistas» queimponían al capital un régimen político «contra natura». Ver, por ejemplo,«Actualización del Programa…», ob. cit. Muchos dirigentes y militantes de la CIrechazaron esta tesis, criticándola por su naturaleza oportunista, pero sin intentardar solución al problema que Moreno había encarado.150 Mandel, ob. cit., p. 106.151 Ed. cit., p. 10.152 Moreno, «La traición de la OCI», ob. cit., p. 52.153  Conversaciones con Nahuel Moreno, Buenos Aires, Antídoto, 1986, p. 5. Poraquellos años, varios países en Latinoamérica y Asia pasaban de regímenesdictatoriales a democráticos, y las democracias en los países adelantados cumplían

medio siglo sin interrupciones.

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Ya al momento de la derrota de los alemanes en París, elgaullismo y el stalinismo demostraron tener una inesperada (por lomenos, para los trotskistas) capacidad de control del movimiento de

masas; algo parecido sucedió a la caída de Mussolini en Italia. Y másimpactante aún fue que la derrota de Alemania no desencadenara larevolución proletaria; la clase obrera germana estaba desmoralizaday atomizada y se sometió a la ocupación militar extranjera. Además,lejos de desintegrarse, como había previsto Trotski, el stalinismo salíade la guerra fortalecido. Estas evoluciones también deberían de haberimpulsado a un cambio de las caracterizaciones de la relación defuerzas sociales. Pero la rectificación no se produjo. Según la opinióndominante en el movimiento, la revolución sólo se había «pospuesto»,

pero la etapa revolucionaria seguía abierta.154

La estatización de losmedios de producción (que se identificaba con la dictadura delproletariado) en varios países del Este, en Yugoslavia y China,reafirmó la convicción de que la revolución continuaba extendiéndose;se pronosticaba también que la tercera guerra mundial era inevitabley que nuevas crisis revolucionarias eran inminentes en varios paísesadelantados.

Recién a mediados de los cincuenta, el sector orientado porMandel y Maitan dio cuenta de los efectos de la recuperación del

capitalismo sobre el movimiento obre de los países avanzados. Peroentonces tampoco hizo una crítica de fondo de las categorías deanálisis que se arrastraban desde los años treinta. Y, en lo que respectaa los países atrasados, conservó la idea de que las luchas anticolonialestenían una dinámica «inevitablemente» socialista. Las tesisestancacionistas y de la incapacidad de maniobra de la burguesía jugaban en este punto un rol muy importante155. Luego, cuando seprodujo un nuevo ascenso de luchas en Europa y el mundo atrasado,las caracterizaciones de «ascensos revolucionarios» y «situaciones

revolucionarias» se generalizaron nuevamente, y de manera abusiva.El IX Congreso de la CI (Secretariado Unificado), de 1969, es un ejemplo;

154 Por ejemplo, en la inmediata postguerra, Mandel afirmaba que la revolucióneuropea había cumplido su primera fase y que la ausencia del partido revolucionariono era decisiva para desencadenar el levantamiento que se produciría en la siguientefase. (Mandel, en Quatriéme Internationale, agosto-septiembre de 1946, citado porPrager, ob. cit., p. 285).155 Por ejemplo, Maitan sostenía, en 1959, que la revolución anticolonial «no sepuede agotar por el acceso a un escalón cualquiera de estabilización capitalista».

Citado por Maitan en «1943-1968: Bilan d’un combat».

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ese congreso sobreestimó de manera manifiesta la fuerza del ascensode las masas y subestimó la capacidad de reacción de la burguesía yla influencia de los dirigentes reformistas; de ahí que pronosticara,

una vez más, crisis revolucionarias en toda Europa e hiciera fuertesconcesiones al ultraizquierdismo de la vanguardia estudiantil europeay americana. Las resoluciones sobre América Latina fueron aún másequivocadas, porque plantearon que las condiciones estaban maduraspara la acción de los grupos armados.156 Las críticas del SWP, de EstadosUnidos, y del Partido Socialista de los Trabajadores, de Argentina, ala línea guerrillera, aunque correctas en cuanto a la orientación política,no cuestionaron de fondo las caracterizaciones que se arrastrabandesde el PT.

Las organizaciones del Comité Internacional –que se dividía en1971– recorrían senderos parecidos; por ejemplo, en octubre de eseaño, la Organización Comunista Internacionalista de Francia, elPartido Obrero Revolucionario de Bolivia y la Liga de SocialistasRevolucionarios de Hungría, afirmaban que estaba planteada comotarea «la lucha inmediata y directa por la toma del poder»157. Y laCuarta Conferencia del Comité Internacional, de abril de 1972, teníaanálisis no menos exitistas sobre la disposición de las masas a rompercon el reformismo –en Francia y en Alemania– y «la profundidad del

ascenso revolucionario». Además, la visión sobre los países atrasadosseguía siendo que las luchas por la autodeterminación nacionalencerraban una dinámica socialista, prácticamente inevitable. Poreso se pensaba que, si bien la revolución en los países adelantadoshabía tenido un cierto retraso, en los países atrasados seguía su cursoascendente e ineluctable.

Estos análisis se plasmaron en las caracterizaciones globalesde la etapa que arranca en 1945; Lambert, por ejemplo, sostuvo queeran los años de las «revoluciones inminentes», y Moreno la consideró

la etapa «más revolucionaria de la historia». Todas caracterizacionesque conectaban con un balance exitista de los resultados de la SegundaGuerra. La mayoría de los dirigentes de la CI pensó que, de algunamanera, las derrotas de los veinte y de los treinta se habían revertidoen Stalingrado y, luego, con las nacionalizaciones en el Este europeo y

156 Ver, por ejemplo, la «Resolución sobre América Latina», en Quatriéme Internationale, mayo de 1969.157 Ver «The Organisation Communiste Internationaliste breaks with Trotskyism»,

Londres, 1975, p. 23.

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las revoluciones china y yugoslava. Así, a fines de los cincuenta ycomienzos de los sesenta, el balance aparecía, a primera vista,«objetivamente» auspicioso para el socialismo. Si bien la revolución

mundial no había triunfado, en la tercera parte del planetacomandaban «dictaduras del proletariado»; en los países capitalistaslos sindicatos y los partidos «obreros» se habían fortalecido; en losatrasados, los movimientos de liberación nacional hacían retrocederal imperialismo, y «debían» generar dinámicas socialistas. Laspredicciones del PT no se habían cumplido «a la letra», pero se creíaque su enfoque general se confirmaba. La revolución había avanzadosi bien mediante un «rodeo». «La teoría de la revolución permanentese cumple objetivamente», se decía en la CI. Por supuesto, subsistía el

«obstáculo» de las organizaciones stalinistas, socialdemócratas onacionalistas burguesas, pero las condiciones para el triunfo de lascorrientes trotskistas parecían haber mejorado, en el marco de la «crisisestructural» de la burguesía. Al no criticarse las categorías ycaracterizaciones que se arrastraban desde los treinta, los manómetroscon que la CI medía la presión de la lucha de clases daban resultadossistemáticamente desajustados al alza.

Pero lo peor fue que, cuando en los años ochenta la situacióngiró en casi todo el mundo en contra del movimiento de masas, muchas

organizaciones mantuvieron las caracterizaciones o incluso lasprofundizaron. Un caso extremo lo constituye la LIT, que además dever «revoluciones objetivamente socialistas» en Argentina, Brasil yFilipinas, caracterizó que en el mundo había una «insurrección demasas», ante la cual el imperialismo sólo atinaba a echar «nafta alincendio».

Por otro lado, en la CI también se sobrevaluó la posibilidad derevolución socialista en los regímenes stalinistas. Se consideró quelas movilizaciones en Polonia de los setenta y de los ochenta

apuntaban hacia el poder de los obreros, sin ponderar en toda suimportancia la incidencia de la ideología democrático burguesa –dela iglesia, de la socialdemocracia– sobre el movimiento de masas y losestragos que había ocasionado la burocracia para el proyecto deconstrucción comunista o las posibilidades de una revoluciónpolítica158. De una u otra manera, este tipo de análisis se terminóextendiendo a los países del Este europeo y a la ex URSS. Parecía

158 En este punto, Deutscher tuvo una posición particular. Ya en los años cincuenta

señalaba que en la URSS no existía ningún movimiento de masas, y que no existía

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imposible que el capitalismo pudiera volver a los «Estados obreros burocráticos», a no ser que hubiera una derrota aplastante, física, delas masas, a manos del fascismo y del imperialismo. Después de todo,

si la revolución se había extendido en la postguerra a pesar de lasdirecciones stalinistas, si los Estados «obreros» se habían sostenidoen medio del «boom económico» capitalista, ¿cómo no iba a desatarsela energía revolucionaria de los obreros del Este cuando estabacayendo la burocracia?159 Así llegó la CI completamente desarmadapara enfrentar la caída del stalinismo y la restauración de Estadoscapitalistas que seguiría en el Este europeo.

13. Conclusiones

Si comprender la historia es entenderla en su encadenamiento racional,en su necesidad, podemos concluir que la CI fue completamente«externa» a esa intelección. La «rueda de la historia» se movió en unsentido bastante distinto al previsto. El apoyo de las masas alreformismo en los países adelantados, o a los movimientos de liberaciónnacional burgueses, en los atrasados, no encajó en los esquemas delcatastrofismo permanente legados por Trotski. La descomposición alargo plazo de las fuerzas productivas que se había anunciado en los

años treinta, debería haber llevado a la descomposición de la claseobrera, tal como había previsto Trotski; esto es, a la anulación de lasposibilidades mismas de la revolución. Pero hoy los estudios másserios reconocen que el número de asalariados subsumidos a larelación capitalista se ha multiplicado en casi todo el mundo; y conello la capacidad y las fuerzas de la producción. La mayoría de la CI

ninguna posibilidad de revolución política, dada la exterminación de todos losopositores, y en especial de la oposición trotskista, «lo que ha dejado a la sociedadsoviética amorfa, políticamente incapaz de expresarse y de tomar iniciativas políticas

desde la base» (ver, entre otros trabajos , Trotski…, ob. cit., t. 6, pp. 420 y ss.). Pero,de manera equivocada, apostaba a una reforma «desde arriba», que llevara a ladesaparición de la burocracia y hacia una transformación socialista.159 Sin embargo, el sector de la CI llamado Secretariado Unificado, ya en 1992, diocuenta del retroceso de las fuerzas obreras y socialistas. Su XIII CongresoInternacional registraba entonces como hechos negativos la unificación imperialistade Alemania, el fracaso electoral del Frente Sandinista, la marginalización de lasopciones socialistas en Europa del Este, la débil actividad del movimiento obreroen Estados Unidos y Japón, su situación defensiva en Europa Occidental. Otrascorrientes comenzaron a reconocer el retroceso unos años más tarde; sin embargo,muchos grupos sostienen que nada ha cambiado sustancialmente, y que la situación

sigue siendo revolucionaria o pre-revolucionaria.

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no puede dar cuenta teórica de este hecho ni, paradójicamente,responder en forma adecuada a quienes hoy postulan la desapariciónde la clase obrera. Desprovista de un análisis que pusiera al descubierto

las relaciones políticas y sociales que se desarrollaban, siguióreduciendo la supervivencia del capitalismo a las direcciones quetraicionaban, y convocando a movilizarse detrás de la consigna«privilegiada» de turno. Así, el ideal del cambio revolucionario «huíadel mundo» para afirmarse en un «deber ser» infinito, desconectadodel curso de la historia y de las bases sociales en que se nutría laconciencia reformista de millones de seres humanos. El trotskismo nose pudo «reconciliar» con lo que sucedía; no pudo reconocerteóricamente la lógica del despliegue del capital y encontrar en ella,

en el desenvolvimiento de sus contradicciones y en los procesos realesde conciencia e ideológicos de las masas, las palancas de la superaciónrevolucionaria o, al menos, los medios para conformarse como unacorriente marxista sólida, teórica y políticamente.160

Por otro lado, a lo largo de décadas, la CI no ha producidoprácticamente nada renovador en temas tan importantes como teoríadel Estado, análisis de regímenes políticos y su vinculación con ladinámica del capital, ni en el terreno de la crítica ideológica, culturalo en otras dimensiones de la vida social, a excepción de algunos intentos

de partidarios de Mandel, o trabajos como los de Alex Callinicos.Tampoco en el campo de la investigación filosófica, epistemológica,histórica, salvo algunas excepciones, como puede haber sido la deBroué. Ni siquiera existió un seguimiento mínimamente serio –conexcepción, una vez más, de partidarios de Mandel o Callinicos y algúnotro caso– de los desarrollos que estaban haciendo otras corrientesmarxistas, o afines al marxismo, tales como las de la Escuela deFrankfurt, o la nucleada en torno a Sartre o el estructuralismoalthusseriano. Convencidos de la inevitabilidad del colapso, y de que

nada de eso hacía falta para intervenir con consignas en el movimientode masas (y siempre en ascenso), los militantes continuaron viviendoen un «ghetto» político, agitando consignas y apostando al «próximoe inminente» ascenso revolucionario.

En este cuadro, el fatalismo de las proclamadas «leyes de lahistoria» fue funcional para renovar la fe en que, al fin de cuentas, elPT estaba destinado –sí o sí– a prevalecer, impregnando a muchas

160 Sobre el tema de la «reconciliación» con la historia en Hegel, el rechazo deldualismo kantiano del deber ser, y el sentido revolucionario de esta crítica, ver

D’Hont, op. cit.

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organizaciones de un carácter casi «místico», útil para resistir laspresiones del medio en que se movían, pero estéril para avanzar. En elotro polo continuó alimentándose el más extremo voluntarismo y el

«campañismo» de consignas agitativas. Desligada de las evolucionesreales que se daban en el capitalismo y en la lucha de clases –o sea,sustentada en la abstracción– la agitación transicional se convirtióprogresivamente en un acto formal, que en última instancia se aplicabaa cualquier contenido. Así, fórmulas como la de «control obrero», «planeconómico elaborado por los trabajadores» y otras, fueron aplicadasindiscriminadamente a las más diversas situaciones, sin que pudieranconectar con movilizaciones o procesos concretos. Por eso, la agitacióntransicional no proporcionó ningún «puente» hacia las masas, ni

permitió generar movilizaciones de importancia, a pesar de habérselaensayado en todas las variantes y circunstancias posibles.Las falencias que hemos visto a lo largo de este escrito explican,

finalmente, la paradoja que hemos planteado en nuestra Introducción,que cuando desaparece el stalinismo, la CI entra en su más violentacrisis. Desaparecido el alimento especular que le otorgaba la crítica asu «natural» polo opuesto, el trotskismo desnudó su incapacidad paragenerar política. El «capital político» en militancia, en experiencia, encapacidad de intervención, acumulado a lo largo de estos años, debe

ser reorientado ahora en una dirección nueva, si no se quiere seguirretrocediendo. Es necesario trabajar con vistas al reagrupamiento derevolucionarios, superando el consignismo transicional y el marcoteórico que le dio origen y sustento. Es vital y urgente para avanzaren la reconstitución revolucionaria del movimiento comunista.

Publicado en «Crítica del Programa de transición», Cuadernos de Debate Marxista, en agosto de 1999 y reeditado en enero de 2003.

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Uno de los pilares sobre los que se basaron las políticas y el programadel movimiento trotskista es la tesis de que las fuerzas productivasno se habrían desarrollado en el capitalismo desde 1914 o, en su defecto,desde 1929 (hay cierta ambigüedad en la periodización). Para lospartidos trotskistas esto se convirtió, con el paso del tiempo, en unacuestión de «principios», porque desde su óptica el triunfo de larevolución socialista sólo es posible si se llegara a un estadio en quelas fuerzas productivas ya no se pudieran desarrollar, en términosabsolutos, bajo el capitalismo.

Esta «necesidad» de demostrar el estancamiento de las fuerzasproductivas se reforzó con la adhesión acrítica al Programa deTransición, de la Cuarta Internacional de 1938. Ese programa, escritopor Trotski en plena crisis del capitalismo, se apoya en el

estancamiento de las fuerzas productivas. El fundador de la CuartaInternacional esperaba que al finalizar la guerra se extendería larevolución socialista o, en su defecto, pensaba en que la humanidad seprecipitaría al estancamiento y el fascismo dominaría el mundo.

Pero en la posguerra no se dio ninguno de esos escenarios: elcapitalismo logró –sobre la base de las inmensas derrotas delproletariado europeo en los ’30, y de la política contrarrevolucionariadel stalinismo y la socialdemocracia– reanudar una fuerteacumulación y crecimiento económico. Este, lejos de reducirse a los

países adelantados, se extendió también en los países atrasados.

APÉNDICE

SOBRE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS

Y SU DESARROLLO

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Atados a una concepción dogmática, los partidos trotskistas fueronincapaces de registrar estos hechos y mucho menos de explicarlosteóricamente. En los años cincuenta y sesenta (pleno «boom» económico)

siguieron afirmando que la crisis capitalista abierta en los treinta nose había cerrado, y que la curva de desarrollo capitalista en el mundoestaba en los mismos niveles que a principios de siglo. La únicaexcepción a esta posición fue el sector de E. Mandel y sus partidarios(del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional). Mandel criticóla tesis del estancamiento permanente de las fuerzas productivas ytrató de explicar el crecimiento de la posguerra sobre la base de lasleyes descubiertas por Marx. De todas maneras, tampoco Mandel sacótodas las conclusiones con relación al programa de la Cuarta

Internacional y su táctica política.En la Argentina todas las organizaciones trotskistas hicieronde la tesis del estancamiento mundial de las fuerzas productivas una bandera distintiva, planteando incluso que el no reconocerla implicabatener posiciones contrarrevolucionarias. Para sustentar su tesisestancacionista, terminaron modificando –junto a los trotskistas deotros países– la concepción clásica del marxismo sobre las fuerzasproductivas de cómo se evalúa su desarrollo y de su naturaleza.Esencialmente plantearon que la principal fuerza productiva es «el

hombre» y que, por lo tanto, el desarrollo de las fuerzas productivasdebe medirse por la mejora en las condiciones físicas e intelectualesdel ser humano; en particular, la situación material de la clase obrera,la clase productora por excelencia bajo el capitalismo1. Así la discusiónsobre el desarrollo de las fuerzas productivas se mutó en una discusiónsobre la evolución de los índices de pobreza y de hambre en el mundo.Accesoriamente han esgrimido argumentos acerca del crecimiento dela industria armamentista (fuerzas destructivas) y de la destrucciónde la naturaleza por el capitalismo.

1 Esta posición la sostuvieron Lambert, dirigente trotskista de Francia, Healy ySlaughter, de Inglaterra, Vargas de Hungría, entre otros. En la Argentina N. Moreno,del MAS y Altamira, del PO. Aquí hoy siguen reivindicando la posiciónestancacionista el MST, el PO, el PTS y grupos menores; el MAS representa unfenómeno un poco más complejo, porque algunos dirigentes han reconocido quelas fuerzas productivas se han desarrollado, pero no analizan los errores teóricosde sus anteriores posiciones ni exploran las consecuencias políticas de lo queimplica el cambio de posición. Una explicación típica sobre el estancacionismo de

las fuerzas productivas de todos estos grupos se puede ver en N. Moreno (1980).

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Dado que la categoría fuerzas productivas está en la base mismade la teoría marxista y de su crítica al capitalismo, es evidente laimportancia de esta discusión para el rearme del movimiento

marxista. En esencia, no se puede comprender en qué consiste el choqueentre las fuerzas productivas y las relaciones de producción si no seentiende qué son las fuerzas productivas y qué es su desarrollo. Sifalta esa comprensión, el programa y las perspectivas de la luchasocialista están ubicados sobre un terreno falso. Además, el análisis yla crítica del capitalismo también carecerá de bases sólidas, porqueno dará cuenta de sus tendencias más fundamentales. Como dice eldocumento «Tendencias actuales del capitalismo y las premisas de larevolución socialista», la visión del estancamiento de las fuerzas

productivas no permitió registrar los grandes cambios que estabanproduciendo en el mundo en el último medio siglo, en especial elcrecimiento urbano y de la clase obrera.

Para el marxismo, el desarrollo de las fuerzas productivassignifica el crecimiento de las premisas materiales y sociales de larevolución socialista. Esto es, el desarrollo de las fuerzas productivasimplica el desarrollo del proletariado por un lado, y de los mediostécnicos para el despliegue de las capacidades productivas del serhumano; es por eso que la revolución socialista podrá socializar los

medios para la producción de la riqueza. Entonces, si la tesis delestancamiento de las fuerzas productivas desde principios de siglo escierta, debería demostrarse que las condiciones materiales de larevolución socialista son hoy iguales o peores que en 1914, que la claseobrera es más débil socialmente, y que los medios materiales para laproducción de riqueza son iguales o más pobres.

Basta una comparación superficial entre la situación del mundoen 1914 y la actualidad para comprobar lo absurdo de la posiciónestancacionista. En 1920, por ejemplo, la clase obrera casi no existía

en América latina y Asia, y era absolutamente minoritaria en el sur yeste de Europa. Hoy la clase obrera ha pasado a ser predominante anivel mundial y, por primera vez desde el neolítico, la poblacióncampesina no es mayoría, y puede producir todos los alimentosnecesarios para una población que se duplicó en el último medio siglo.Por otro lado las posibilidades de socializar riqueza y medios paraproducirla eran incomparablemente menores a principios de sigloque en la actualidad. La productividad del trabajo desde principiosde siglo se multiplicó varias veces. Las tasas promedio de crecimiento

de las economías capitalistas fueron globalmente superiores desde

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1940 a 1996, a las tasas anuales promedio de crecimiento de Inglaterra,Estados Unidos, Alemania y Francia durante el siglo XIX (todos losmarxistas coinciden que en ese siglo crecieron las condiciones

materiales y sociales para la revolución en esos países). ¿Cómo sepuede afirmar entonces que las premisas materiales de la revoluciónsocialista no son hoy mayores que en 1983 a nivel mundial? Casi es de«sentido común» afirmar que los avances tecnológicos abren hoyposibilidades infinitamente mayores a una revolución socialista quehace 60 o 70 años: la computación significa la posibilidad de reduciral mínimo trabajos administrativos y abriría campos nuevos a laplanificación; el desarrollo descomunal del transporte ycomunicaciones; las posibilidades de automatización del trabajo; los

avances colosales de la medicina, de la biotecnología, etc. Por otrolado, la internacionalización de la economía da mayores bases alprograma internacionalista del socialismo. En definitiva, si la visión«estancacionista» fuera consecuente, deberían concluir que larevolución no es posible por el debilitamiento social (¡tras ochentaaños de estancamiento de las fuerzas productivas!) de la clase obrera,o en el caso que triunfara (tal vez motorizada por los marginados)sólo «socializaría miseria». Es claro entonces que la tesis delestancamiento permanente de las fuerzas productivas lleva agua al

molino de los que sostienen que el «sujeto social» de la revoluciónsocialista –esto es, la clase obrera- ha desaparecido, y con ello tambiénla vigencia del marxismo como teoría y programa de la revolución.

Por otra parte, a la par que crecieron las condiciones materialesde la revolución, también las contradicciones del capitalismo (entrela clase obrera y el capital, entre las fronteras nacionales y las fuerzasproductivas, etc.), son hoy mucho mayores porque el desarrollo delas fuerzas productivas es el desarrollo de las contradiccionesinsalvables del sistema capitalista. La necesidad de la revolución

socialista es entonces cada vez más acuciante.En un plano aún más general, podemos dar el siguienteargumento: si se pretende medir el desarrollo de las fuerzasproductivas por el bienestar de la clase obrera, debería concluirseque un período como la Revolución Industrial inglesa (cuando la claseobrera incluso se reducía físicamente por las penosas condiciones detrabajo y alimentación a las que estaba sometida; ver Marx, 1946, cap.13) no constituyó una fase de desarrollo de las fuerzas productivas.Los partidarios de la tesis del estancamiento han terminado por

reconocer, parcialmente, que están en un callejón sin salida, pero no

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han revisado sus raíces teóricas. De esto se derivan graves confusionesy errores políticos y programáticos.

En este trabajo nos proponemos entonces analizar el concepto

de Marx sobre fuerzas productivas. Trataremos de demostrar quepara Marx no se trata de dar una «definición» ahistórica de que sonlas fuerzas productivas, sino de comprender su dialéctica y por lotanto los cambiantes parámetros para evaluar su desarrollo.Analizaremos luego brevemente los argumentos sobre armamento yecologismo, para terminar discutiendo la posición que postula quedebería haber un estancamiento absoluto del sistema capitalista paraque pueda triunfar la revolución socialista. A esta visión leopondremos una mucho más dinámica, que surge de captar el carácter

contradictorio y «en espiral» que tiene el desarrollo de las fuerzasproductivas bajo el capitalismo.Por último, esperamos que este trabajo sea de provecho para

otros compañeros que, sin provenir del movimiento trotskista,compartan –total o parcialmente– ideas similares a las que aquícriticamos2 , o se interesen en ahondar en fundamentos delmaterialismo histórico. También puede ser de interés la discusión queharemos de las posiciones de Cohen, a los efectos de ilustrar –porcontraposición– la concepción dialéctica de Marx.

Proceso de trabajo y fuerzas productivas

Un error común entre estudiosos de la obra de Marx es pretenderencontrar «definiciones» que sean aplicadas urbi et orbi [«a la ciudad yal mundo»]. Esto sucedió reiteradamente con la discusión sobre lasFP; por ejemplo, cuando se quiso determinar si «en general» es el

2 Por ejemplo los teóricos del maoísmo también sostuvieron que el hombre era laprincipal fuerzas productivas. Bettelheim (1976) afirma que «la principal fuerzaproductiva está constituida por los propios productores» (p. 27). Aquí Bettelheimcritica a Trotski porque éste sostenía que «el marxismo parte del desarrollo de latécnica, como principal resorte del progreso y construye el programa comunistafundamentado en la dinámica de las fuerzas de la producción» (citado por Bettelheim,p. 21). Bettelheim, como otros teóricos que trataron de justificar a la burocraciamaoísta, trataba de explicar que China podía construir el socialismo en un solo país,a pesar del atraso tecnológico, porque poseía en abundancia «la principal fuerzaproductiva», el hombre. Es altamente revelador de su confusión teórica el que lostrotskistas hayan adoptado la misma tesis sobre fuerzas productivas que Bettelheimesgrime contra Trotski, al mismo tiempo que afirmaban defender el legado teóricode Trotski y estar contra el programa de construcción del socialismo en un solopaís.

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hombre o la máquina, si es el conocimiento o su habilidad «la»principal fuerza productiva y la clave de su desarrollo.

El intento de Cohen (1986) de realizar un análisis «riguroso» de

los textos de Marx, pero despreciando la dialéctica, es un caso ejemplary «de máxima» de este tipo de enfoques; en este sentido, se emparentacon las «definiciones» generales que encontramos entre los teóricostrotskistas del estancamiento permanente3. La clave es comprenderque en Marx –como en Hegel– las definiciones sólo dan una primeraaproximación (una «representación», diría Hegel) de las cuestiones ocosas que son realidades concretas y en desarrollo. Por eso, el conceptode fuerzas productivas en Marx se irá construyendo. Trataremos deseguir el camino de esta construcción en Marx paso a paso.

La misma idea de «fuerza» nos induce a considerar a las fuerzasproductivas en relación y en proceso, nunca como algo absoluto yestático, ni como una cualidad que exista «en sí» misma. Es que, comoya lo había apuntado Hegel, una «fuerza» existe en tanto se manifiesta ,o sea, existe sólo en sus efectos; siempre expresa la necesidad de«tránsito entre diferentes momentos» (piénsese, por ejemplo, en lafuerza de atracción o la fuerza magnética4).

En el caso que nos ocupa, cuando hablamos de «fuerzaproductiva» nos estamos refiriendo no a una cualidad estática

(veremos luego que ésta es la concepción de Cohen y en general espropia del pensamiento metafísico) sino a la relación e interacciónentre momentos del proceso de trabajo , en el cual se despliegan lasfuerzas transformadoras. Por este motivo Marx plantea el tema de lasfuerzas productivas analizando «en general» el proceso de trabajo ypara ubicar desde el principio la discusión de las fuerzas productivasen esa totalidad.

Comencemos destacando algunas particularidades de esteproceso de trabajo «en general», tal como lo estudia Marx. Marx

desarrolla la noción en los Grundrisse , en el Capítulo VI (inédito), yesencialmente en el capítulo V del primer libro de El Capital.Para interpretar mejor su pensamiento, nos apoyaremos en

Hegel; no lo hacemos con afán de «hegelianizar» a Marx, sino para

3 El concepto de fuerzas productivas de Cohen y su método analítico y lógicoformal fueron criticados por Therborn (1980) y Harvey (1990), pero sin profundizaren el enfoque dialéctico de Marx.4 Ver Hegel, 1994, pp. 82 y sig.; nos hemos apoyado en la interpretación en

Marcuse (1986, p.111) e Hyppolite, 1991, pp. 109 y ss.

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destacar la importancia del tratamiento dialéctico de las fuerzasproductivas. El propio Marx cita aprobatoriamente –en El Capital– laconcepción de Hegel sobre las herramientas que se encuentra en la

lógica de la Enciclopedia , en el capítulo sobre la teleología. Marx partedel trabajo humano, distinguiéndolo del trabajo del animal por elhecho de que el primero, antes de ejecutar su obra, «la proyecta en sucerebro», de manera que «al final del proceso de trabajo brota unresultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente delobrero, es decir, un resultado que tenía ya una existencia ideal».

En la Enciclopedia (en el punto sobre teleología y el fin) Hegeltambién nos dice que al comienzo el fin es meramente subjetivo, y porlo tanto debe conquistar la objetividad, superar la diferencia entre

ambos polos (Hegel, 1990, § 204). Entonces, para superar esa diferencia,hace falta una mediación , que establecerá una unidad dinámica entrelo subjetivo y lo objetivo; esa mediación es la actividad conforme a unfin, de manera que lo esencial no será ni lo objetivo ni lo subjetivo,sino esa actividad.

Destaquemos que «mediar» en Hegel significa negar, y lanegación es la fuente de movimiento, es la contradicción. La actividadniega a los polos de lo subjetivo y lo objetivo como entidades «en sí»,conservándolos transformados y superados en una unidad que es

proceso y movimiento.Marx rescata esta idea en El Capital , donde nos dice que losfactores simples que intervienen en el proceso de trabajo son «laactividad adecuada a un fin, o sea, el propio trabajo, su objeto y susmedios», y el verdadero motor del desarrollo entonces será el trabajo ,el mediador entre el fin meramente subjetivo y la objetividad. Altransformar el hombre al objeto de trabajo, transforma su propianaturaleza, y por eso el trabajo se convierte en la clave del proceso dehominización.

Volvamos un momento a Hegel. Este término medio «entero»,nos dice Hegel, es entonces «la actividad». Pero este término medio nopermanece entero, porque es «roto», escindido en dos momentos: «laactividad y el objeto que sirve de medio» (Hegel, 1990, § 208, traduccióncorregida de acuerdo con la edición alemana).

¿Qué quiere decir Hegel? Que cuando se desarrolla la actividadsobre el objeto, esa actividad, que era la mediadora originaria entre losubjetivo y lo objetivo, sufre una transformación , porque el mismoobjeto sobre el que se trabaja comienza a experimentar una

transformación, al convertirse el mismo en medio , esto es, en

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herramienta, que a su vez debe respetar la «otra» objetividad, elmaterial sobre el que actúa.

La herramienta es ahora la fuerza interna del concepto, pero

puesta como actividad , unida con el objeto como medio. La actividad«es» ahora, hasta cierto punto, herramienta. En seguida Hegeldesarrolla el pasaje que Marx cita en El Capital cuando trata el procesode trabajo:

La razón es tan astuta como poderosa. La astucia consisteen general en la actividad mediadora, la cual, haciendo quelos objetos actúen los unos sobre los otros de acuerdo consu naturaleza y se desgasten unos a los otros, sin mezclarsedirectamente en ese proceso, cumple su propio fin (Hegel,

1990, § 209; traducción modificada de acuerdo con la ediciónalemana).

En la Lógica Hegel también nos dice que la idea subjetiva adquiererealidad sólo en el medio, de manera tal que el medio se convierte enmás importante que el fin , porque es la realización del fin, porque enél se conserva la racionalidad y se conserva precisamente como unextrínseco frente al fin, y por eso el poder del hombre no va a residirencerrado en lo subjetivo, sino que estará plasmado en sus

herramientas. Por esto mismo, dirá Hegel, el arado es superior alproducto:

el arado es más noble de lo que son directamente losservicios que se preparan por su intermedio y querepresentan los fines. El instrumento de trabajo se conserva,mientras los servicios inmediatos perecen y quedanolvidados. En sus utensilios el hombre posee su poder sobre lanaturaleza exterior , aunque se halle sometido más bien aésta para sus fines (Hegel, 1968, p. 658; énfasis nuestro).

Recapitulemos: lo más importante, el «motor» del proceso dinámicodel trabajo NO es el polo subjetivo (la representación idealista; elconocimiento, etc.) sino la actividad misma del trabajo, la verdaderamediación entre ambos. Pero ese medio, la actividad, a su vez adquiereluego un segundo «nivel», digamos, que es el de la «actividadobjetivada» gracias a la herramienta. Marx dice prácticamente lomismo cuando explica

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que los productos de la naturaleza se conviertendirectamente en órganos de la actividad del obrero, órganosque él incorpora a sus propios órganos corporales,prolongando así, a pesar de la Biblia, su estatura natural…

(Marx, 1946, p. 132).

Por eso Marx considera al hombre «un animal que fabricaherramientas» y que el desarrollo de las fuerzas productivas se medirácrecientemente por el desarrollo de esa mediación objetiva que«delimita» al hombre con respecto al animal, y cuyo máximo exponenteserá la maquinaria bajo el capitalismo. En los Grundrisse encontramosuna reafirmación de estas ideas; allí Marx sostiene que los medios deproducción son «órganos del cerebro humano creados por la mano

humana; fuerza objetivada del conocimiento» (Marx, 1989, t. 2, p. 230).«Órganos del cerebro creados por la mano humana» es otra manerade hablar del «concepto devenido en actividad y mediotransformador».

Sobre la base de lo anterior se puede entender por qué Marxconsideraba que lo que distingue a las diversas épocas económicas noes lo que se hace, sino con qué instrumentos del trabajo (El Capital , cap.V)5. Esta es, precisamente, la base de la concepción materialista de lahistoria. Es en la misma línea de pensamiento que Marx muchas veces

considera a la herramienta como la base de todo el desarrollo social(ver Marx, 1975, t. 1, p. 82). En toda la obra de Marx se pueden encontrara cada momento pasajes que reafirman estas ideas.

La superioridad del método dialéctico

Podemos ahora referirnos brevemente a la concepción de Cohen, alefecto de destacar la superioridad del tratamiento dialéctico de Marxfrente al análisis «riguroso» de la lógica formal.

Cohen sostuvo, contra concepciones equivocadas del tipo de«el hombre es la principal fuerza productiva», que no debía hablarsede «cosas» como fuerzas de producción, sino de sus «propiedades».Por ejemplo, serían fuerzas productivas la capacidad de trabajo delhombre, o la capacidad de operar de una máquina. Por esta razón

5 Ver Marx, 1946, p. 32. La rama de la antropología moderna que se ocupa de laprehistoria no hace sino confirmar esa afirmación de Marx: basta ver que las culturasprehistóricas se estudian y clasifican según el tipo de herramientas que utilizaban y

las técnicas de fabricación de las mismas.

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Cohen insinúa que Marx adolece de falta de «rigor» porque considerala «exteriorización» de la fuerza de trabajo como una fuerzaproductiva, y no la «cualidad» del hombre. Pero no se trata de eso,

sino del abismo que media entre el método dialéctico y su enfoqueestático-analítico. Si recordamos que «fuerza» alude a una relación yexteriorización que se produce en el seno del proceso productivo, podrácomprenderse por qué para Marx la fuerza de trabajo del hombre nopodía ser fuerza productiva por fuera de la interacción activa, (allísólo lo es potencialmente) y sólo se convierte en «fuerza de laproducción» dentro del proceso de trabajo.

Por las mismas razones podemos decir que la ciencia «en sí»tampoco es una fuerza productiva, como sostiene Cohen. La ciencia

sólo puede ser «fuerza» transformadora cuando se incorpora alproceso productivo, cuando «plasma» o «corporiza» en algunos desus momentos (en la máquina, en las operaciones del productor). Poreso en la historia se registran inventos o avances científicos que tardanmucho en significar un desarrollo de las fuerzas productivas. Ytampoco la naturaleza «en sí» (esto es, separada de la acción humana)es una fuerza productiva; por ejemplo, la electricidad para el hombreprimitivo no era una fuerza productiva, como hoy no lo es el planetaVenus para el ser humano.

Obsérvese que aquellos que pretenden determinar si una cosa ola otra es la principal fuerza productiva, al margen del proceso deproducción y de su ubicación histórica, se deslizan hacia posicionesidealistas, porque minusvaloran el punto central del desarrollo quees la actividad mediadora entre los términos subjetivo y objetivo.Esto sucede con Cohen, quien afirma que el conocimiento es «el centrodel desarrollo de las fuerzas productivas» (Cohen, 1986, p. 49). Esta esuna reedición de la vieja concepción de que son «las ideas» las quemueven el mundo, expresada esta vez bajo la cubierta de una tesis

que reivindica el «determinismo tecnológico»; algo parecido sucedecon los schumpeterianos, que ubican a la mente como el primer motorde la invención tecnológica, y no al trabajo6.

6 Engels ha criticado esta concepción: «El rápido progreso de la civilización fueatribuido exclusivamente a la cabeza, al desarrollo y la capacidad del cerebro. Loshombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus pensamientos, en lugar de buscar esta explicación en sus necesidades… Así fue como en el transcurso deltiempo surgió esa concepción idealista del mundo, que ha dominado el cerebro delos hombres…» (Engels, 1975, p.85). Esta tesis es confirmada por la moderna

antropología científica, y de este trabajo la pieza clave, fundamental, es la fabricación

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A problemas parecidos conducen los intentos de «definir» alhombre (como hacen Moreno y otros trotskistas) como «la» fuerzaproductiva. Por ejemplo, pueden aumentar el número de obreros sin

que ello signifique un desarrollo de las fuerzas productivas; es el casode «crecimientos» extensivos, que terminan en desastres como sucedióen los regímenes stalinistas desde los ’60.

Con esto se puede entender por qué la importancia de losmomentos de trabajo varía de acuerdo con la variación social y lasrelaciones económicas. Por ejemplo, podemos decir que en el períodoprevio al trabajo específicamente humano, el verdadero «sujeto» erala naturaleza (de la cual forma parte el hombre) que actuaba tantocomo «instrumento y medio de subsistencia» (Marx, 1989, t. 1, p. 460).

En ese primer estadio, la clave del desarrollo será la evolución de laherramienta natural, la mano. Por otro lado, cuando el productor espropietario de la herramienta de trabajo, la maestría del artesanopasa a ser una fuerza productiva fundamental, clave del desarrollo(ver ídem; ver también las referencias de Marx en el capítulo sobremanufactura de El Capital). Por el contrario, en el esclavismo clásico, oen los regímenes asiáticos que realizaban grandes obras públicas, lafuerza productiva esencial es la fuerza de trabajo humana potenciadapor la coordinación de la relación esclavista o de la burocracia,

mientras que la habilidad manual no tiene un rol importante7

. Aquíla fuerza productiva es «el número» de efectivos empleados, no lamaestría, que es esencial –como fuerza productiva– bajo otra relaciónsocial y otra configuración del proceso de trabajo.

Las fuerzas productivas bajo el capitalismo

Debemos entonces estudiar la articulación particular de las fuerzasproductivas bajo el capitalismo. En él ya no será el trabajo «del»

productor el marco de referencia de la fuerza productiva, sino el

de herramientas. Gracias a haber adquirido una posición erecta, nuestro lejanoantepasado fabrica su primera herramienta: su propia mano (con la oposición dígito-pulgar), lo que lleva a un mayor desarrollo del cerebro y a que la mano sirva parafabricar nuevas herramientas. A partir de allí el desarrollo del cerebro, del lenguajey de la fabricación de instrumentos de trabajo van de par y en esto consisteesencialmente el proceso de hominización.7 Dice Marx al respecto: «Bastaba con el número de obreros congregados y con laconcentración del esfuerzo […] Los trabajadores no agrícolas de las monarquíasasiáticas tenían poco que aportar a aquellas obras, fuera de su esfuerzo físicoindividual, pero su número era su fuerza» (Marx, 1946, p. 347).

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colectivo laboral, que es una creación capitalista (con relación altrabajo del artesano de la edad media), al agrupar y recrear lacooperación en un nivel muy superior a todo lo conocido antes en la

historia (ver Marx, 1946, t. 1, cap. 11). Surge así una nueva fuerzaproductiva, el obrero social, que pertenece al capital; la organizaciónde este colectivo es ahora también una fuerza productiva importante.Pero aún más fundamental es entender la inversión que se produce enlas relaciones mutuas de los momentos del trabajo con el paso a lagran industria, es decir, al modo de producción plenamente capitalista.

Si en el trabajo artesano la herramienta aparece como mediosubordinado al poder del productor, y si en la manufactura laherramienta todavía está en la mano del obrero, en el capitalismo

desarrollado (gran industria) el hombre pasará a ser mero apéndicedel gigante automatizado que constituye el sistema de máquinas.Como lo explica Marx, el punto de partida de la revolución industriales precisamente el pasaje de la herramienta desde las manos delobrero al dispositivo mecánico que opera con una cantidad deherramientas en forma simultánea. De allí surgirá la necesidad de unmecanismo motor más potente, y de allí también la cooperación demáquinas semejantes y el sistema de máquinas. Estos desarrollos (queson desarrollos de las fuerzas productivas), estudiados por Marx en

el primer volumen de El Capital , muestran cómo evoluciona la relaciónentre los momentos del proceso productivo, donde estadíos anterioresvuelven a encontrarse, en forma superada. Ahora la cooperaciónaparecerá esencialmente como «cooperación de máquinas», y el rasgocaracterístico del desarrollo de las fuerzas productivas no será eldesarrollo de la habilidad manual del productor8 , sino la potencia yperfección crecientes del mecanismo colectivo. Lo que servía comoparámetro de desarrollo de las fuerzas productivas en un estadioanterior, ahora no sirve.

Vemos en este proceso, característico del modo capitalista, lareaparición de las categorías «generales» estudiadas antes, pero ahoraconcretadas en su forma más pura. Si «en general» el dominio delhombre sobre la naturaleza se plasmaba en sus utensilios yherramientas, y éstos eran la objetivación de los fines subjetivos delser humano, ahora Marx parece decirnos que recién en este estadiodel desarrollo histórico se alcanza la «real» objetivación, si se compara

8 Marx dirá que «con el instrumento de trabajo pasa también del obrero a la máquina

la virtuosidad en su manejo» (Marx, 1946, p. 347).

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con todo lo conocido antes, y en particular, con la manufactura (Marx,1946, p. 315). Ahora, en la maquinaria, «cobran independencia ladinámica y el funcionamiento del instrumento de trabajo frente al

obrero» (Marx, 1946, p. 331). Y la herramienta se plasma en elgigantesco autómata, formado por innumerables órganos mecánicos,dotados de conciencia propia, que actúan de mutuo acuerdo y sininterrupción para producir el mismo objeto (Marx, 1946, pp. 346-7).

Pero este crecimiento de las fuerzas productivas se produce acosta del empobrecimiento de uno de los momentos del proceso detrabajo en cuanto fuerza productiva, el obrero individual, que antesdominaba un arte y una técnica (que ya había perdido en gran medidacon la manufactura). Esta es una refutación de las concepciones

«humanistas» del desarrollo de las fuerzas productivas, que buscanmedir el desarrollo de las fuerzas productivas por el desarrollo de la«riqueza» del productor; en general Marx rechazaba la visión (propiadel romanticismo pequeño burgués) que evalúa el progreso históricode la producción por el bienestar de los hombres9.

Por eso Marx añade que ahora las fuerzas naturales y del trabajosocial «tienen su expresión en el sistema de maquinaria y forman conél el poder del patrón». Ahora el verdadero sujeto de las fuerzasproductivas pasa a ser este autómata «dotado de conciencia propia»,

y ésta no es otra cosa que la expresión material del dominio del capital,del trabajo muerto, sobre el trabajo vivo. El desarrollo se harámediante el creciente desplazamiento del segundo por el primero, yesto constituirá la contradicción más íntima del crecimientocapitalista. A pesar de lo que digan los defensores de las tesis«humanistas» sobre las fuerzas productivas, es un hecho entoncesque Marx evalúa su desarrollo sobre la base de la acumulación delcapital, extensiva y fundamentalmente intensiva; por ejemplo: «elnivel alcanzado en su desarrollo por el modo de producción fundado

en el capital […] se mide por la magnitud existente de capital fijo, nosólo por su cantidad, sino igualmente por su calidad» (Marx, 1989, t.2, p. 24). Y también en el Manifiesto Comunista Marx y Engels enumeran

9 En Teorías de la Plusvalía , Marx critica las tesis «humanistas» del desarrollo de lasfuerzas productivas, que Sismondi defendió contra Ricardo. Marx toma partido eneste punto por Ricardo, al que califica de científico. Dice que Ricardo quiere «laproducción con vistas a la producción» (o sea el desarrollo de las fuerzasproductivas), y que oponer a la finalidad del desarrollo de las fuerzas productivas«el bienestar del individuo, como lo hace Sismondi, es afirmar que el desarrollo de

la especie debe detenerse para proteger el bienestar del individuo». (Ver Marx,1972, t. 2, pp. 98-9.)

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los elementos en que consiste el desarrollo de las FP logrado por la burguesía y dicen:

La burguesía […] ha creado fuerzas productivas másabundantes que todas las generaciones pasadas juntas. Elsometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo delas máquinas, la aplicación de la química a la industria y a laagricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, eltelégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo decontinentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación,poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salierande la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospecharsiquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen enel seno del trabajo social? (Marx y Engels, 1975, pp. 26-7,énfasis nuestro.)

Las citas se pueden multiplicar. Pero lo esencial es comprender que, bajo el capitalismo, desarrollar las fuerzas productivas es entoncesacumular plusvalía en la esfera productiva, con vistas a aumentar laproducción de plusvalía, incrementando los volúmenes de capital yal mismo tiempo desplazando mano de obra. El capital que fracasasistemáticamente en hacerlo, pierde ante la competencia y es

derrotado, es decir desaparece. De ahí la concepción de Marx de que elcapitalismo no puede existir sin acumular, sin revolucionarpermanentemente todos los medios de producción (ver Marx, 1946,caps. 22/23).

Armamento, ecología y fuerzas productivas

Con lo visto hasta aquí puede comprenderse lo erróneo de considerarque las fuerzas productivas estén estancadas porque crezca la

industria armamentista. Este problema debe discutirse en relacióncon la acumulación , no «en sí».Por supuesto, teóricamente es posible demostrar (y Marx alude

al tema al referirse a las industrias de lujo, que pueden equipararsehasta cierto punto con el rol de la industria militar en los esquemas deacumulación), que si la industria armamentista excede determinadoslímites puede llegar a absorber toda la plusvalía disponible para laacumulación, de manera que se daría una desacumulación, o unestancamiento permanente. Esto ha sucedido en las guerras (tomando

a los países beligerantes de conjunto), produciéndose así una

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destrucción absoluta de las fuerzas productivas. Pero en la posguerralos gastos armamentistas ocuparon en general una parte bastantemenor al 10% del producto nacional, dejando lugar, por lo tanto, a la

acumulación ampliada. La relación gastos militares/PNB (productonacional bruto) para los principales países imperialistas fue:

1950 1955 1960 1965 1970

EE.UU. 5,7 9,9 9,1 7,6 8,3G. Bretaña 6,3 7,7 6,3 5,9 4,9Francia 5,8 4,9 5,4 4,0 3,3Alemania Occ. 4,5 3,3 3,2 3,9 3,2

Italia 3,2 2,8 2,5 2,5 3,6(Fuente: Citado por Mandel, 1979, pp. 270-1)

Por otra parte es necesario tener una visión histórica delproblema y del papel que ha jugado el ejército en la historia delcapitalismo. Por ejemplo, que la cibernética, la computación, aviación,la energía atómica, y tantos otros inventos, hayan sido desarrolladosen el ejército antes de pasar a la producción capitalista civil, no implica

el estancamiento de las fuerzas productivas. Por último digamos quegran parte de la historia del capitalismo está marcada por incesantesguerras, y no por ello Marx y Engels negaron el desarrollo de las fuerzasproductivas. Todo se reduce, una vez más, a decidir si las tasas deacumulación capitalista avanzan o no; si la riqueza material, en laforma de medios de producción, crece o no. La destrucción y elretroceso de la producción que afectaron a Europa en las dos grandesguerras de este siglo nos están diciendo que se trató de períodosglobales de destrucción de las fuerzas productivas (aunque no para

los Estados Unidos). Por el contrario, la Revolución Industrial inglesa,que se considera un período de desarrollo del capitalismo, coincidióen buena parte con las guerras napoleónicas que asolaron a Europa.La paz que siguió fue acompañada por una fase de estancamientoeconómico. El desarrollo de las fuerzas productivas en Alemania desde1900 a 1913 fue acompañado por una frenética carrera armamentista.Por eso no se puede decir que basta que haya fuertes gastos en armas,guerras o muchas invenciones en el ejército para sentenciar que lasfuerzas productivas no se desarrollan y que necesariamente la paz

sea sinónimo de mayor crecimiento.

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Otro argumento de la posición «estancacionista» se refiere a ladestrucción de la naturaleza. Se habla del efecto invernadero, de lalluvia ácida, de la capa de ozono, de la destrucción de los bosques, etc.

Es evidente que el desarrollo del capitalismo se asentó en uncolosal despilfarro y destrucción de recursos naturales (como ya lohabía señalado Engels), y que esta destrucción alcanzó niveles nuncaimaginados. Pero de allí existe un gran paso a poder afirmar que éstaes la contradicción fundamental sobre la cual se sustenta el programade la revolución socialista. Los que sostienen que la contradicciónfundamental entre el capitalismo y la naturaleza (tesis del ecologismode izquierda), deben deducir que las premisas de la revoluciónsocialista no surgen como una necesidad ineludible del desarrollo

contradictorio, interno , del sistema, sino de la contradicción de lasociedad «en general» con la naturaleza. De ello se deduciría que esposible y necesaria una alianza con las clases medias –con unprograma «racional»– e incluso con los capitalistas interesados en elcada día más rentable negocio ecológico, para salvar a la humanidadde la devastación planetaria. Tal vez sea ilustrativo del fracaso deesta crítica al capitalismo lo que sucedió con el ecologismo de izquierdaeuropeo y norteamericano. En los años setenta éste sostenía que lasenergías no nucleares eran incompatibles con el capitalismo, y que

por lo tanto la lucha por la energía solar o eólica llevaría a la revoluciónsocialista. Pero es un hecho que los mismos monopolios dedicados a laextracción de hidrocarburos fomentan (desde los ochenta, por lomenos) la investigación en otros tipos de energía, porque adviertenque pueden llegar a transformarse en un negocio rentable. Lo mismopodermos decir de las recientes mutaciones de empresasnorteamericanas, dedicadas hasta hace poco tiempo a la industria deguerra, y que hoy hacen pingües negocios con la ecología en Californiay otros estados.

Desarrollo de las fuerzas productivas y revolución

Existe una idea, muy extendida en el trotskismo, que sostiene quepara que triunfe una revolución socialista el capitalismo debe haberagotado completamente sus posibilidades de desarrollo. De estamanera, se llega a decir que si no hubiera existido la revolución deOctubre, Rusia hubiera quedado en el mismo nivel de desarrollo delas fuerzas productivas que el de 1917; en la misma línea de

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razonamiento se debe sostener que hoy es imposible la expansión delcapitalismo en Rusia.

Así, con esta tesis se llega a una de esas posiciones que hacen

aparecer al marxismo como un dogma sólo sostenible a costa de negarla realidad. Pero los partidos trotskistas tienen mucho interés endemostrar este estancamiento secular porque, en su óptica, si lasfuerzas productivas se hubieran desarrollado –a nivel mundial–después de 1917, se demostraría que el programa revolucionario del bolchevismo habría estado equivocado y, peor aún, no habría ningunaposibilidad revolucionaria.

La única justificación «teórica» para sostener esta posición esla famosa Contribución a la crítica de la economía política , de Marx, donde se

da a entender que la revolución y el reemplazo del antiguo modo deproducción por un superior sólo es posible si se llega a unestancamiento en términos absolutos de las fuerzas productivas, estoes, si el antiguo modo de producción se «agotó» y ya no permiteningún nuevo avance10.

Pero… ¿es posible demostrar que el capitalismo había llegadoen 1917 a una imposibilidad absoluta de seguir desarrollando lasfuerzas productivas? Sin embargo, la revolución socialista triunfó enRusia. O podemos presentar el siguiente problema: cuando se

aproxima la crisis de 1857 Marx esperaba el estallido de unarevolución proletaria en Europa, para lo cual escribe los Grundrisse , alos que consideraba esenciales para dar una «basamento teórico» almovimiento revolucionario que esperaba. Sin embargo, no pretendeencontrar una razón para que el capitalismo ya no pudiera seguirdesarrollando las fuerzas productivas, en términos absolutos; a pesarde eso, creía en la posibilidad de una revolución proletaria. Por otraparte, Marx era conciente, y así lo dijo a lo largo de toda su obra, queel capitalismo no puede sobrevivir sin revolucionar constantemente

las fuerzas productivas.En nuestra opinión, la única forma de salir de esta contradicciónentre la cita anterior de Marx por un lado, y toda su teoría y la evidenciadel desarrollo capitalista y la lucha de clases, por el otro, escuestionando la aplicabilidad al régimen capitalista de la concepciónplanteada en la Contribución…

10 El pasaje del «Prólogo…» que da pie a esta interpretación es el siguiente: «Unaformación social jamás perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas

productivas para las cuales resulta ampliamente suficiente» (Marx, 1980, p. 5)

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En este punto nos apoyamos en la interpretación que da Elster(1990) de ese pasaje. Elster sostiene que esta cita es aplicable a losmodos de producción precapitalistas, pero no al capitalismo. De hecho,

Marx se refirió muchas veces a que las formas precapitalistas deproducción eran esencialmente conservadoras en lo que respecta alcambio tecnológico, que éste se producía de forma lenta, y cuando lasfuerzas productivas aceleraban su desarrollo entraban en conflictoagudo con las relaciones de producción.

Es decir, las relaciones de producción de determinados modosde producción precapitalistas eran incompatibles con determinadosavances tecnológicos. En cambio, el capitalismo es esencialmentedinámico en lo que respecta al cambio tecnológico y revoluciona

permanentemente las fuerzas productivas.También Elster recuerda que, en el primer tomo de El Capital ,Marx sostiene que «todos los anteriores modos de producción eranesencialmente conservadores». Y en los Grundrisse existe un extensopasaje, también citado por Elster, en el cual se destaca la diferencia:«A pesar de estar limitado por su propia naturaleza, el capital luchahacia el desarrollo universal de las fuerzas de producción y seconvierte en la presuposición de un nuevo modo de producción […]Todas las formas anteriores de sociedad zozobraron debido al

desarrollo de la riqueza o, lo que es igual, debido a las fuerzas socialesde producción» (Elster, 1990, pp. 188-9, énfasis de Elster).Aquí Marx dice claramente entonces que los modos de

producción precapitalistas sucumben porque son incapaces deabsorber el cambio tecnológico –por ejemplo, Marx recuerda ladestrucción del feudalismo mediante la brújula, la pólvora y laimprenta–, mientras el capitalismo fue capaz de absorber todos loscambios tecnológicos –y por cierto que muy rápidos y violentosdurante muchos períodos– que se sucedieron11.

Se puede argumentar que estos cambios tecnológicos no seincorporan a la producción en la misma medida en que estándisponibles, es decir, que la tasa de cambio tecnológico potencial esmayor que la tasa de cambio tecnológico real. Esto es cierto, y ya Marxhabría constatado –teórica y empíricamente– que la máquina

11 También en Marx, 1983, encontramos una comparación con los regímenesprecapitalistas; Marx anota que en esos modos de producción «los magistradoshabían prohibido, por ejemplo, los inventos, para no quitarles el pan de la boca a los

trabajadores» (p. 91) y lo contrasta con el modo de producción capitalista.

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tropezaba con las condiciones capitalistas para su introducción en laproducción. Pero eso no niega, evidentemente, que el capitalismo hayapodido seguir desarrollando las fuerzas productivas, cuando las

condiciones de valorización fueron convenientes.En este aspecto la interpretación de Elster nos parece correcta,en el sentido de que la afirmación de la Contribución… no vale para elcapitalismo. De todas maneras queda por discutir por qué Marx noexplicitó el punto, cuando en todos los otros textos citados ése pareceser su pensamiento. Es un problema abierto que habrá que seguirestudiando.

Un desarrollo tendencial «en espiral»

Llegados a este punto nos apartamos de la interpretación de Elster,porque para éste las posibilidades de desarrollo están libres decontradicciones profundas, y los «derrumbes» del sistemadesaparecen de su visión. Elster parece interpretar, además, que éseera el pensamiento de Marx.

Pero, en realidad, en la propia cita de los Grundrisse que nospresenta y en muchos otros pasajes, Marx recuerda que el modo deproducción capitalista «es una forma limitada de producción», es decir,

el desarrollo de las fuerzas productivastropieza con barreras. Marxestá muy lejos de tener una visión «productivista», de evolución linealde las fuerzas productivas (en la que pretendió apoyarse el reformismode la Segunda Internacional); por el contrario, se trata de un desarrolloinherentemente contradictorio.

Es que el desplazamiento de la mano de obra por la herramienta–o sea, el dominio creciente del traba muerto sobre el trabajo vivo–ahoga la fuente de valorización del capital, y con ello embota el acicatefundamental que empuja al desarrollo de las fuerzas productivas. De

ahí las crisis periódicas, de ahí también los desarrollos «en espiral»,con fuerzas productivas cada vez mayores y más universalescomprometidas en crisis recurrentes. La teoría del capital de Marx,del desarrollo de las fuerzas productivas y de su crisis, constituye asíun todo orgánico , porque los límites son internos , inherentes, al mismodesarrollo.

No se puede captar esta dialéctica si no se comprende qué sonlas fuerzas productivas, si no se capta la tendencia al desplazamientode la actividad humana (creadora de valor) por la máquina (valor

objetivado), si no se entiende que toda la historia del capital es la

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historia del crecimiento de esa contradicción. Por eso las crisis soninevitables. Aquellos que desprecian estos conceptos fundamentalespara seguir aferrados a la muletilla de que el obrero es la fuerza

productiva principal bajo el capitalismo, en realidad estándesconociendo lo más profundo de toda la obra de Marx. Deberíanfundar su teoría de las crisis en otra no marxista; y debería ademásintentar explicar teóricamente por qué el capitalismo, desde 1914,sólo podría recuperarse de sus crisis (de acuerdo con sus concepciones)hasta un nivel de desarrollo igual al que existió aquel año, nuncasuperior a nivel mundial.

El mismo desarrollo entonces crea las condiciones de larevolución. Posiblemente una razón adicional para que muchos grupos

trotskistas se negaran a reconocer el desarrollo de las fuerzasproductivas estriba en que sólo pueden concebirlo de formalinealmente evolutiva. Pero evidentemente un error no se puedesubsanar con otro simétrico.

Es claro que, desde sus más tempranos trabajos, Marx y Engelsconcibieron el camino del desarrollo y crisis capitalista «en espiral».Esto se puede ver en El Manifiesto Comunista y se repite en los Grundrisse ,donde Marx habla de las contradicciones que «derivan en estallidos,cataclismos, crisis», que constituyen el aniquilamiento de una gran

parte del capital; y este punto es la base para proseguir la marchahacia nuevas y mayores crisis (Marx, 1989, t. 2, pp. 282-4). De estaforma «estas catástrofes regularmente recurrentes tienen comoresultado su repetición en mayor escala , y por último elderrocamiento violento del capital (ídem, pp. 283-4; énfasis nuestro).En síntesis, para Marx:

a) el desarrollo de las fuerzas productivas es el desarrollo de laacumulación capitalista;

 b) ese desarrollo lleva a crisis;c) las crisis son la manifestación del choque de las fuerzasproductivas con las relaciones de producción;

d) estamos, por lo tanto, en presencia de avances y estallidos o«derrumbes» violentos;

e) si no hay salida revolucionaria, la buguesía terminará porreanudar la acumulación;

f) esa salida prepara, sin embargo, crisis mayores.

Anotemos brevemente (aunque esperamos desarrollarlo en unpróximo trabajo) que Lenin captó el sentido de la contradicción entre

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el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producciónen el capitalismo, al sostener que la era del imperialismo conoce losperíodos de extremo desarrollo y de aguda crisis, que preparan el

terreno material de la revolución. Escribe Lenin:Sería un error creer que esta tendencia a la descomposiciónexcluye el rápido crecimiento del capitalismo. No; […] en suconjunto el capitalismo crece con una rapidezincomparablemente mayor que antes, pero este crecimientono sólo es, en general, cada vez más desigual, sino que estadesigualdad también se manifiesta, en particular, en ladescomposición de los países de mayor capital (Lenin, 1973,pp. 491-2).

Tendencialmente, entonces, es esa contradicción la que, comodice Marx, lleva al sistema «a su disolución».

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Publicado por primera vez en Debate Marxista N° 8, noviembre de 1996 yreeditado en «Crítica del Programa de transición», Cuadernos de Debate

 Marxista, en agosto de 1999 y en enero de 2003. Sólo en la presente edición

 figura como «Apéndice» de la «Crítica...»

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Por estos días he terminado de leer el primer tomo de El peronismo.Filosofía política de una persistencia argentina (Buenos Aires, Planeta, 2010),de José Pablo Feinmann. Es un texto interesante, que puede serdisparador de varios debates. También el segundo volumen contienematerial importante, aunque se repiten algunas temáticas yargumentos ya planteados en el primer tomo. En esta nota realizoalgunas reflexiones sobre el peronismo de izquierda revolucionario, apartir de la presentación que hace Feinmann de las posiciones de esta

corriente en las décadas de los 50 a los 70. En lo que sigue tambiénutilizo Nacionalismo burgués y nacionalismo revolucionario (Buenos Aires,Contrapunto, 1986), del artista plástico y militante del peronismo deizquierda, Ricardo Carpani.

El «viejo» peronismo revolucionario

En opinión de Feinmann, el mejor representante del peronismorevolucionario ha sido John William Cooke. Efectivamente, Cooke es

clave para entender a la militancia peronista que buscó trabajar desde

REFLEXIONES  SOBRE

EL PERONISMO DE IZQUIERDA

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el seno del movimiento de masas, en un sentido socialista. Dado quemucha gente joven no lo conoce, en el Apéndice reseño brevemente suvida.

Una de las primeras cuestiones que destaca Feinmann es queCooke pensaba que la lucha revolucionaria debía ser protagonizadapor las masas, y no por vanguardias iluminadas. Por eso, y a pesar desu respeto y amistad con el Che, Cooke nunca fue foquista. «Laconcepción de Cooke no es la de Guevara... Para Cooke la cosa no esprimero el foco, después el pueblo. No es primero una minoría ydespués las masas. (…) El verdadero revolucionario es aquel quetrabaja con y desde las masas» (Feinmann, p. 382). A partir de aquí, ysiendo Cooke socialista, el problema que se plantea es cómo lograr que

la clase obrera argentina asuma un programa y una estrategiasocialistas. La respuesta a este interrogante se articula en base a dossupuestos centrales: que el peronismo no puede ser asimilado por elrégimen burgués; y que desde el peronismo se podía radicalizar elenfrentamiento de las masas peronistas con la clase capitalista,superando al propio peronismo.

La idea de que el peronismo no es asimilable está sintetizada enla famosa frase de Cooke, «el peronismo es el hecho maldito del país burgués». ¿Por qué? Pues porque Perón era el líder del enemigo de la

 burguesía, y el peronismo había soliviantado a esas masastrabajadoras (por ejemplo, otorgando grandes derechos sindicales).De ahí que el movimiento nacional no podría ser integrado en elrégimen democrático burgués: «El régimen no puedeinstitucionalizarse como democracia burguesa porque el peronismoobtendría el gobierno», escribía Cooke en «La revolución y elperonismo», (citado por Feinmann, p. 388). Y dado que las masas eranperonistas, había que ingresar al peronismo para dar la batalla desdeallí. En palabras de Feinmann: «Cooke... es el ideólogo del peronismo

revolucionario porque es el ideólogo del entrismo en las masas. Somosperonistas porque las masas lo son y debemos llevarlas hacia la luchapor la liberación nacional» (p. 375). Aquí está el origen conceptual de laizquierda peronista. Aunque se refiere en particular a la izquierdaperonista que no cayó en el vanguardismo, al estilo de los Montoneros.Feinmann agrega: «hay que estar en el peronismo porque ahí están lasmasas y sin las masas no hay revolución posible, sino que se genera elvanguardismo sin pueblo que termina girando en el vacío» (p. 378). Yen un diálogo imaginario con René Salamanca (dirigente de los obreros

mecánicos de Córdoba, militante del PCR), le hace decir a Cooke: «la

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identidad política de los obreros argentinos es el peronismo. No estarahí, es estar fuera». En otro pasaje, Feinmann anota: «La sustancia dela revolución son las masas. De aquí que el peronismo se presentara

tentador. Con un empujoncito más hacemos de este pueblo un pueblorevolucionario y el líder (Perón) no tendrá más que aceptarlo. No setrabajaba sólo para obedecer a Perón y aceptar su conducciónliteralmente. (…) Se trabajaba para que el pueblo peronista diera haciaadelante el paso que aún lo alejaba de las consignas de lucha socialistas.Una vez producido esto, Perón no tendría más remedio que aceptarlo.El que entiende esto entiende todo el fenómeno complejo de la izquierdaperonista» (p. 384). Esto resume lo central del pensamiento de laizquierda peronista (aclaremos, la izquierda peronista que se proponía

avanzar al socialismo; bastante distinto de lo que hoy se presentacomo «izquierda» peronista).

La liberación nacional conduce al socialismo

Además de la imposibilidad de integración al régimen burgués, elotro elemento fundamental es que se asumía al peronismo como unmovimiento de liberación y afirmación nacional; y por aquellos años‘60 y ‘70 toda la izquierda pensaba que la liberación nacional sólo

podría imponerse enfrentando con métodos revolucionarios alimperialismo. Pero esto llevaría al socialismo. Por lo cual, el peronismo(como le sucedería a todo movimiento del liberación nacional) seríasuperado-conservado (el aufhebung hegeliano) por el socialismo (laformulación es de Feinmann). En otras palabras, el capitalismo seríaderrotado porque la lucha contra el colonialismo sería imparable, y elimperialismo no podría absorberla.

Enfaticemos que en el peronismo de izquierda existía claridaden cuanto al carácter burgués del peronismo, y por eso «no se trabajaba

solo para obedecer a Perón y aceptar su conducción literalmente». Habíaconciencia de que Perón era, en última instancia, «un representantede la burguesía, del capitalismo» (Feinmann, p. 232), y el peronismo, alo sumo, un «movimiento capitalista humanitario y distribucionista»(ídem, p. 220). Pero a partir de sus contradicciones con el imperialismoy sus «agentes locales» (la oligarquía, el capital financiero, el grancapital local), se visualizaba la posibilidad de que iniciara el tránsitoal socialismo, ya que el imperialismo no podía absorber la lucha porla liberación. Con esta perspectiva en mente, Cooke invita, en los años

1960, a Perón a sumarse a un «frente revolucionario extendido en

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todo el planeta» (carta de Cooke a Perón, citada por Feinmann en p.397). En ese frente participaban Ben Bella (Argelia), Sekú Torué (líderde la independencia y presidente de Guinea), Nkrumah (líder de la

lucha por la independencia de Ghana), Nasser (Egipto), Tito(Yugoslavia) y Castro.Aunque Perón no siguió el consejo de Cooke, lo importante es

que la militancia peronista de izquierda creía que la historia empujaríaal movimiento nacional a superar sus propios límites; incluso en contrade los deseos de su conductor. En este respecto, la diferencia con la izquierdaradicalizada y no peronista no pasaba tanto por el pronóstico históricogeneral («el triunfo de la liberación nacional llevará al socialismo»),sino sobre que ese proceso pudiera ocurrir desde el peronismo. La

izquierda radicalizada (guevarista, trotskista, maoista) pensaba queel peronismo tenía limites de clase precisos. La izquierda peronista,en cambio, veía el desenlace socialista como muy probable. Al margende lo que quisiera Perón, las masas empujarían en dirección alsocialismo, superando las limitaciones de la propia dirección. LaResistencia había galvanizado el proyecto. Esta perspectiva llevaba,en los mejores exponentes del peronismo revolucionario, a cuestionarabiertamente el carácter burgués del movimiento. Esto se apreciaclaramente en el siguiente texto de Carpani, que es de 1972:

«Finalmente, (el peronismo revolucionario) delimita y profundiza suconciencia y sus objetivos a partir de la caída de Perón en 1955, durantela Resistencia Peronista y las luchas posteriores, que desembocan enla conformación de un pensamiento peronista revolucionario,plenamente consciente de sus objetivos de clase y tajantementediferenciado del peronismo burgués y burocrático» (p. 70). Carpanillega a decir que para avanzar no hay siquiera que conformarse conun programa de estatizaciones, como habían planteado los programasde La Falda, Huerta Grande o de la CGT de los Argentinos.

Explícitamente criticaba «la creencia de que, sobre la base de unprograma de nacionalización de los recursos fundamentales, peromanteniendo en lo esencial el régimen de la propiedad privada, existíala posibilidad para esa burguesía (se refiere a la burguesía industrialargentina) de un destino independiente del imperialismo» (p. 73). Unaafirmación de este tipo podía suscribirla tranquilamente cualquiertrotskista de aquellos años. Aquella militancia «del movimientonacional» advertía que existía una división profunda entre elperonismo burgués (burocrático, acomodaticio, institucional) y el

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peronismo revolucionario que reivindicaba, y al que identificaba conla clase obrera, con los explotados.

Ni punto de contacto con lo de hoyCualquiera que siga medianamente la política actual podrá apreciarla distancia que media entre aquella vieja izquierda peronista, que seasumía como revolucionaria, y lo que hoy puede llamarse peronismode izquierda. Cooke, o los militantes que llegaban al peronismo desdeMarx (muchos hicieron este derrotero) tenían como meta el socialismo,y en este empeño llegaban a disputar no solo con las conduccionesintermedias, sino con el mismo Perón. Lo mismo sucedió con muchos

(no todos) jóvenes que se iniciaron en los movimientos cristianos ynacionalistas de derecha, y terminaron en las alas de izquierda delperonismo (por ejemplo, parte de la dirección de Montoneros). Cookecriticó el Congreso de la Productividad porque intentaba aumentar laproductividad a costa del esfuerzo de los trabajadores(sintomáticamente, la patronal se quejaba por entonces de la falta dedisciplina obrera en las empresas); y también las negociaciones dePerón con la Standard Oil. Después del golpe de 1955, luchó en laResistencia. Y si bien fue artífice principal del pacto con Frondizi, a

partir del triunfo de la revolución cubana radicalizó su postura, ytrabajó por un acercamiento del justicialismo con el castrismo.Finalmente, murió pobre y aislado. Nada que ver con una militancia«izquierdista» que hoy defiende a tránsfugas del CEMA y la Ucedé,aplaude a funcionarios que se enriquecen de la noche a la mañanaparticipando de fabulosos negociados, y saluda como aliados a burócratas-sindicales-empresarios, para seguir a la caza de puestos,y más puestos. No quedan ni rastros de la vieja llama crítica,cuestionadora, anti-sistema.

Volviendo al ideario peronista revolucionario, no quierodisimular las diferencias que nos separaban. En aquellos años 70 yomilitaba en el trotskismo, y los trotskistas pensábamos (como engeneral muchos otros marxistas) que el peronismo no podíaevolucionar hacia el socialismo. Discutíamos muy fuerte sobre esto.También criticábamos el vanguardismo armado, elitista, de losMontoneros (y del ERP). Pero por encima de esas diferencias, había unsentido de pertenencia a la izquierda revolucionaria. Lo he visto yvivido (y lo mismo le ha pasado a otros compañeros) en las muchas

experiencias de lucha, de organización y combates dados desde el

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seno del movimiento de masas. La militancia de izquierda peronista,al menos en su gran mayoría, estaba comprometida con un ideal de revolución.No sé hasta qué punto lo estaría la dirección de Montoneros (o una

parte importante de ella), pero sí lo estaban cientos o miles demilitantes de base, e intermedios, que se jugaban todos los días en lapelea contra burócratas o patronales. Ese peronismo de izquierda delos 70 fue girando, primero hacia la no aceptación de la conducciónestratégica de Perón, luego hacia la oposición abierta, como señalaFeinmann (p. 109). Como es conocido, el enfrentamiento no comenzócuando asumió Isabel. En junio de 1974 Carpani llamaba a construir«la organización independiente de los trabajadores, que garantice lahegemonía directiva de la clase obrera en la lucha por la liberación

nacional y social» (reproducido en op. cit. p. 88). Por la misma época,caracterizaba la política de Perón, de 1973-4, como «una políticanacionalista burguesa, fundada en un pacto social entre lostrabajadores y la burguesía, tendiente en una primera etapa arenegociar la dependencia del país en términos más favorables parael sector de la burguesía industrial monopolista de capitalprevalecientemente nacional». Y agregaba: «Dicho proceso pasa poralto, tanto el grado de conciencia logrado por los sectores máscombativos de la clase obrera y el nivel de sus reivindicaciones, como

el carácter orgánico de la dependencia de las burguesíassemicoloniales respecto al imperialismo, dependencia que se hallaimplícita en las mismas condiciones de supervivencia del sistemacapitalista» (p. 96). Gelbard, por entonces ministro de Economía, quehoy es considerado casi un revolucionario, era definido por Carpanicomo un «representante conspicuo de la burguesía industrialmonopolista pretendidamente nacional». Precisemos que la políticaeconómica de Gelbard, si bien burguesa, era mucho más estatista ynacional que cualquier cosa que pueda verse hoy. ¿A quién se le podía

ocurrir, en el peronismo «a lo Carpani», que la «liberación nacional ysocial» iría de la mano de los Boudou y De Vido, de los Eskenazi yCirigliano, de los Alperovich e Insfrán, de la Exxon y la Barrick Goldde entonces?

¿«Desencuentro trágico»?

La ruptura-enfrentamiento de los 70 entre la conducción del peronismoy la izquierda peronista no fue un proceso lineal, y tuvo muchos

aspectos cuestionables. La postura que tomó Montoneros al día

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siguiente de Ezeiza siempre me pareció muy criticable (¿por quécallaron la aquiescencia, por decir lo menos, de Perón con la matanza?).También los silencios ensordecedores ante los primeros asesinatos de

la Triple A (¿por qué se disimulaba que los asesinos tenían el respaldodel propio Perón?). Sin embargo, estas «agachadas» (así lasinterpretábamos desde la izquierda no peronista) no impidieron queel conflicto se profundizara. Muchos militantes de base y cuadrosintermedios tenían dudas, pero ante la encrucijada de elegir entre los burócratas-burgueses, y los trabajadores, se decidieron por los trabajadores.Y el enfrentamiento fue brutal, porque los matones y asesinos teníanel apoyo del Estado (¿o acaso también hay que creer que el terrorismode Estado comenzó el 24 de marzo de 1976?) y la vía libre de la

impunidad.Seamos claros: fue un enfrentamiento que afectó la médula del sistema, porque cuestionó a la burocracia sindical. En muchas empresas, en especialen metalúrgicos y mecánicos, fueron desplazadas direcciones burocráticas. Este cuestionamiento por la base al poder sindical fue,por supuesto, más peligroso para la burguesía (y para la derecha) quela Universidad «nacional y popular» (barrida por los fascistasIvanisevich y compañía), y potencialmente más subversivo, en el largo plazo,que el accionar de los grupos armados. El enfrentamiento era el hijo del

Cordobazo, pero en una etapa superior de lucha, porque a partir del‘73 el gobierno era peronista. En la izquierda se alineaban montos ,peronistas de base, trotskistas, maoístas, militantes de superficie delde base, he compartido reuniones de agrupaciones de empresa dondediscutíamos (y a veces muy duramente), pero tambiénorganizábamos, y salían cosas medianamente buenas (un boletín defábrica, una colecta para una huelga, ir a visitar otros trabajadoresque estaban haciendo una olla popular). Naturalmente, tambiéncompartimos la cárcel o la tortura; y el compañerismo o amistad con

tantos militantes desaparecidos. Repito, estábamos en el mismo«bando». Entre nosotros había diferencias, pero no había«desencuentro trágico», sino un «encuentro» consciente, porquesubyacía una unidad de fondo. Hoy, en cambio, no hay encuentroposible con esa izquierda peronista que aplaude discursos que llaman«privilegiados» a los docentes, «extorsivas» a las huelgas, y acusanpor «golpistas» a luchas obreras que reclaman aumentos salariales.¿Qué tiene que ver esto con el «desarrollo de la conciencia social» delproletariado, que pedían Carpani y otros exponentes del peronismo

revolucionario? En los 70 a nadie, que no fuera un amigo de López

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Rega, se le ocurría pensar que una huelga era «funcional a la derecha»;nadie miraba para otro lado y tapaba responsabilidades en tragediascomo la de Once. Por aquellos años, a nadie de la izquierda se le cruzaba

por la mente justificar el enriquecimiento sin límites del lumpen burgués-estatista, mientras agita banderas «nacionales» y condenaal activismo que se levanta contra la megaminería.

La experiencia del «entrismo» en las masas peronistas

La historia del peronismo revolucionario «a lo Cooke» tambiénencierra una enseñanza muy importante para la militancia de hoy: laimposibilidad de transformar «desde adentro» y desde la militancia,

a un movimiento nacional burgués en un movimiento revolucionarioy socialista. No fue posible en los tiempos de mayor enfrentamientoentre el peronismo proscrito y la alta burguesía argentina. En los ‘60,y por lo menos hasta mediados de los ‘70 (en 1975 EE.UU. salederrotado de Vietnam), hubo un marco internacional que parecíaextremadamente favorable. Asistíamos al auge del tercermundismo,la revolución cubana entusiasmaba, y se contaba con el «respaldo»de la URSS y China a los movimientos de liberación nacional. El apoyode los soviéticos a la dictadura de Videla, y antes de China a Pinochet,

socavaría esta confianza, pero en los años ‘60 y comienzos de los ‘70,pocos la cuestionaban.Sin embargo, y aun con todo este contexto, la experiencia demostró

que no bastaba con el «empujoncito» para que las masas «superaran» a Perón, yel programa del peronismo. Es que nunca se terminaba de romper con elsistema capitalista y el proyecto nacional-estatal-burgués. Muchasveces se habló «del giro a la izquierda de las masas peronistas»(expresión que lanzó Codovilla, en 1946); pero el giro siempre terminóen el reformismo burgués. Hubo grupos trotskistas que plantearon la

táctica de la «exigencia» («que la CGT imponga su programa con lahuelga general», etc.), pero esta agitación no tuvo mayoresrepercusiones. El pretendido «empujoncito» no pudo darlo Cooke, apesar de ser el delegado personal de Perón en Argentina durante elperíodo más duro de la resistencia. Tampoco pudieron darlo los grupostrotskistas que buscaron hacer entrismo en el peronismo. Por ejemplo,a partir de 1953-4 los grupos dirigidos por Nahuel Moreno y EstebanRey se dirigieron a las masas peronistas desde el Partido Socialista dela Revolución Nacional (que bajo la dirección de Dickmann se había

acercado al gobierno), pidiendo medidas efectivas para frenar el golpe

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que se avecinaba. Además, no sólo Milcíades Peña (como pretendeFeinmann) exigió armas a la CGT para enfrentar a la Libertadora;hubo otros militantes de izquierda. Luego, durante la Resistencia,

algunos se asumieron como parte del movimiento peronista. Fue elcaso del grupo de Nahuel Moreno, cuando publicaba Palabra Obrera,órgano del Movimiento de Agrupaciones Obreras, que militaba en las62 Organizaciones, a fines de la década de los 50. Pudo haber habidoinfluencia sindical, pero no hubo superación alguna del peronismo.En la década del ‘60, y hasta 1972, algunos grupos trotskistas tambiénlucharon por la vuelta de Perón, no sólo porque era una reivindicacióndemocrática elemental, sino porque pensaban que la demanda no eraasimilable por el régimen burgués. Pero las masas peronistas no

viraron hacia ellos (y Perón volvió sin revolución socialista).Asimismo, muchos militantes provenientes del marxismointentaron llevar a cabo el sueño de Cooke, esto es, constituir desde elinterior del peronismo a la clase obrera en sujeto revolucionario. Losresultados fueron, de nuevo, muy escasos. Incluso los compañerosque tenían fuerte inserción de masas, no podían radicalizar elmovimiento más allá de los límites establecidos por Perón o por las«20 verdades» del justicialismo (un recetario de consejos pro-capitalistas, estatistas y cristianos, empapados de conciliacionismo

de clase). Lo he visto y vivido. Cuando militantes de montos o delperonismo de base (subrayo, con inserción , no estoy hablando de losque caían en paracaídas) intentaban, en charlas con los trabajadorescomunes, cuestionar o traspasar los límites, empezaban a sentir elsilencio y el vacío a su alrededor. La gente acompañaba en la luchacontra la burocracia (y hasta cierto punto), pero el paso político hacia elsocialismo no se daba. En otras palabras, el peronismo no era «superado»en ningún sentido socialista. No bastaba con el bendito «empujoncito».La izquierda revolucionaria podía estar «dentro» del peronismo

indefinidamente, pero no podía dar el tono general del movimientonacional. Esto fue así cuando estuvo Perón, y continuó luego de sumuerte. Agreguemos otra cuestión: para estar en la lucha tampocoera necesario tomar la bandera del peronismo, como muchas veces seinsinuó. Tosco, Paez, Salamanca, Flores, fueron grandes dirigentes delCordobazo y de otras gestas obreras, y no eran peronistas, sinomarxistas. Tenían un enorme ascendiente sobre las masastrabajadoras; aunque éstas permanecieron en el peronismo, sintraspasar sus límites.

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Pronósticos fallidos

Por razones de extensión, no lo voy a desarrollar aquí, pero dejo

señalada una cuestión que me parece capital: el error en el análisisque prevaleció en la izquierda de los ‘60 y ’70 consistió en creer que losmovimientos de liberación nacional no eran asimilables por el modode producción capitalista. La corriente de la dependencia, y la mayoríade los grandes economistas marxistas (Mandel, Samin, Sweezy yBaran) alimentaron esta creencia, que fue asumida por prácticamentetodas las tendencias de la izquierda radicalizada, incluido elperonismo revolucionario. He analizado esta cuestión en otrostrabajos, en especial en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo.

Aquí solo quiero señalar que casi todos los movimientos nacionales burgueses o pequeño burgueses han sido asimilados al capitalismo;incluso los que en su radicalización llegaron al estatismo generalizado.Fue un fenómeno mundial. El espectáculo de los viejos montoneros, ydel partido Justicialista, aplaudiendo y defendiendo lasprivatizaciones menemistas, es solo una parte de la escena global(¿acaso la heroica dirección vietnamita, la que condujo la lucha por laliberación, no se transformó, después de 1975, en alumna destacadadel FMI?). En segundo lugar, y más específicamente, se demostró que el

peronismo era asimilable al régimen burgués. Mejor dicho, lo demostró,sin dejar lugar a dudas, el propio Perón, cuando volvió al paísacompañado de Isabel, López Rega y todo un séquito de asesinos yfascistas, que asumieron con entusiasmo la tarea de «limpiar» el paísde izquierdistas. Algún día habrá que explorar hasta el fondo las raícesteóricas de estos errores. Estoy convencido de que es parte del rearmepolítico que necesita el marxismo.

Apéndice, John William Cooke

Cooke (1919-1968) tuvo su origen en el radicalismo, pero adhiriótempranamente al peronismo, y fue diputado por este partido, entre1946 y 1951. En 1954 se opuso a los contratos petroleros que negociabael gobierno de Perón, y al Congreso de la productividad. En 1955 laLibertadora lo pone preso, junto a muchos otros dirigentes y militantesperonistas. En noviembre de 1956, y aun estando detenido, Cooke esdesignado por Perón para que asuma su representación política («sudecisión será mi decisión y palabra mía», escribe Perón). En 1957

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trabaja para el acuerdo entre Perón y Frondizi, y en el ‘59 intervieneen la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre. Después de este hecho,Perón lo desplaza. Ese mismo año, viaja a Cuba junto a su compañera,

Alicia Eguren. Adhiere a la revolución –combate en Bahía de losCochinos– y permanece en la isla hasta 1963. Por entonces intentabaconvencer a Perón de que viajara a Cuba, y que el movimientoperonista asumiera posiciones revolucionarias. En 1963 regresó aArgentina, y organizó Acción Peronista Revolucionaria, dondeparticiparon, entre otros, Fernando Abal Medina y Norma Arrostito,que luego serían dirigentes de Montoneros. Pero Cooke está aislado;muere de cáncer en 1968. En 1973 Alicia publica su correspondenciacon Perón, que habría de influir largamente en la izquierda peronista

(así como sus otros escritos). Alicia Eguren, fue secuestrada y asesinadapor los militares en 1977.

Publicado en el blog, 28 de julio de 2012.

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Tercera parte

Ley del valor-trabajopara todos y todas

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En 2008 y 2009, una idea extendida dentro de la izquierda fue que lacrisis capitalista sería igual, o más profunda, que la Gran Depresión,y que entrábamos en un período de guerras comerciales, autarquía delas economías y contracción, a largo plazo, del mercado mundial. Deahí que tampoco faltó el economista que pronosticara que Argentinay otros países subdesarrollados podrían volver a una estrategia de

industrialización por sustitución de importaciones, como la de loscuarenta o cincuenta. En una palabra, muchos pensaron que la crisisrevertía la globalización.

Pasados tres años y medio desde que comenzó la crisis, los datosparecen no avalar estas previsiones. Las diferencias en la caída de laseconomías, con respecto a los treinta, son notorias. A comienzos de1933 la producción industrial en EUA se había desplomado un 50% yel PBI el 30%; en Alemania la producción industrial había retrocedidotambién el 50%; en Francia el 30% y en Gran Bretaña el 20%. Y el

mercado mundial había colapsado.La crisis actual es distinta. Si bien desde finales de 2008 la caída

de la producción fue abrupta, a partir de mediados de 2009 hubo unacierta recuperación. Este año los países centrales, donde está el corazónde la crisis, crecen. La caída fue grande, pero no siguió la dinámica deltreinta. En 2008 la economía del área del euro creció solo 0,6%, en 2009cayó 4,1% y en 2010 crece al 1%. Japón cayó 1,2% en 2008; en 2009 lohizo 5,2%, y en 2010 aumentaría el producto 2,4%: EUA, donde estuvoel origen de la crisis, en 2008 creció 0,4%; cayó 2,4% en 2009, y estaría

creciendo 3,3% en 2010 (posiblemente el 2% en el segundo semestre).

CRISIS Y MERCADO MUNDIAL

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En cuanto a las economías de los países atrasados, tomadas deconjunto, no cayeron en 2009; y en 2010 crecerían un 7%,fundamentalmente debido a China, India, Brasil y los Nuevos Países

Industrializados asiáticos. Tomada de conjunto, la producciónmundial, medida en PBI, aumentó solo 1,8% en 2008, cayó 2% en 2009,y aumentaría 3,6% en 2010 (World Economic Outlook Update , IMF, juliode 2010). El crecimiento de 2010 está plagado de problemas; larecuperación es débil en los países centrales; y es posible que hayauna nueva caída, o una grave crisis financiera (estamos preparandoun pequeño trabajo sobre esto). Pero, subrayamos, no continuó unacaída, como sucedió en la Gran Depresión.

Sin embargo, en esta nota no vamos a analizar el

comportamiento de la producción y la demanda. Nos centramos, encambio, en diferencias que existen entre los treinta y el presente,referidas al mercado mundial. En particular, discutimos la tesis queafirma que se vuelve a la autarquía económica, similar a la del treinta.Sostenemos que en 2009 el mercado mundial cayó muy fuerte, pero noporque se haya puesto en marcha una tendencia hacia la autarquíaeconómica, sino porque la economía capitalista se ha mundializado,en un proceso tendencial de largo plazo. Y ese impulso no se harevertido.

El colapso del mercado mundial en los treinta

Empecemos destacando que a partir de la crisis financiera de 1931,iniciada en el centro de Europa, y la consiguiente salida de Gran Bretañadel patrón oro, el mercado mundial se desarticuló. Hablar dedesarticulación del mercado mundial no es una metáfora, porque elmercado literalmente se fracturó. Se formaron varias áreasmonetarias –del franco, la libra esterlina, el marco alemán, el dólar–,

relativamente autónomas, y los intercambios multilaterales sehicieron imposibles. Los países levantaron barreras arancelarias pordoquier, se embarcaron en devaluaciones competitivas, y volcaronsus economías «hacia adentro. Las tensiones entre los gobiernosaumentaron.

Algunos hechos son ilustrativos del clima reinante por entonces.Cuando los europeos convocaron a una conferencia internacional paradiscutir la creación de un banco mundial (que daría lugar a la creacióndel Bank of International Settlements) y coordinar políticas, fue

 boicoteada por EUA. Cuando se reunió, en 1933 en Londres, la

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Conferencia Económica Mundial, Roosvelt declaró que EUA seguiríasu propio camino, sin importar la resolución que tomaran los otrospaíses. Paralelamente, por todos lados aumentaban las disputas entre

las potencias. En ese cuadro, era imposible que los capitales, y losgobiernos capitalistas, encararan políticas con un mínimo decoordinación. Por eso Kindleberger ha sostenido que la depresión sedebió, en lo esencial, a que faltó alguna potencia hegemónica quecoordinara una política de respuesta a la crisis. Aunque nocoincidimos con la idea de que la razón fundamental de la crisis sehaya debido a la falta de cooperación, parece indudable que la mismacontribuyó a su gravedad.

Semejante situación, además, solo podía desembocar en una

nueva guerra mundial entre las potencias. Por ejemplo, Japón viocerradas sus exportaciones de seda (importante entonces para sueconomía) a EUA; y luego se le cerró el mercado británico para lasexportaciones textiles. Sin salida para su producción, el imperialismonipón atacó China, y otros países de Asia. A lo cual EUA respondió conel bloque del petróleo, que era vital para Japón; y Japón respondió a suvez con el ataque a Pearl Harbour. .

El colapso del mercado mundial en los treinta, por otra parte,daría espacio, en las décadas que siguieron, a estrategias nacionalistas

de desarrollo. Ésta fue la base económica para el florecimiento de losmovimientos tercermundistas, liderados por burguesías nacionales,que actuarían hasta entrada la década de 1970. Incluso la supervivenciade la URSS, en los treinta, puede explicarse en parte, por la implosióndel mercado mundial. Es que en un período de aguda crisis de laeconomía –la producción agrícola se había derrumbado con lacolectivización de las tierras, y las tensiones internas eran inmensas– , el mundo capitalista no tuvo fuerzas para hacer sentir su presión.Una de las cuestiones centrales, entonces, que tenemos que

preguntarnos es cuáles fueron los factores de fondo que impulsaron laautarquía y el proteccionismo generalizado como respuesta a la crisis.A juzgar por las declaraciones y documentos de la OrganizaciónMundial del Comercio, del FMI, y de muchos representantes delestablishment económico, todo se habría debido a una malacomprensión, por parte de los líderes de entonces, de los males quetraía el proteccionismo. No se daban cuenta, dice esta historia, que las barreras comerciales, levantadas en todos los países, solo agravabanla caída del comercio, y echaban leña al fuego de las tensiones

internacionales.

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Sin negar que puedan tener estos factores ideológicos, pensamossin embargo que la razón de fondo de la orientación proteccionista ydel nacionalismo virulento reside en la configuración que había

alcanzado el capital en aquella época. Como lo han destacado ErnestMandel, Giovanni Arrighi y otros marxistas, un hecho característicoes que en los treinta el capital estaba poco internacionalizado. Másprecisamente, la circulación de mercancías tenía alcances mundiales, pero la producción era nacional centrada. Por otra parte, los flujos de inversiónde capitales se realizaban, principalmente, desde los paísesadelantados hacia sus zonas de influencia. De ahí la lucha entre laspotencias por ganar colonias y protectorados; o por tener gobiernostíteres. Había flujos de capitales asociados a los movimientos

inmigratorios (por ejemplo, hacia EUA); pero las grandescorporaciones no invertían en otros países adelantados, dondeestaban sus competidoras. Y la empresa multinacional, como laconocemos hoy, era un fenómeno prácticamente desconocido. Comoalguna vez lo expresó Mandel, la centralización del capital no operabaa escala internacional. Por eso existía una convergencia directa entrelos intereses de los capitales y sus gobiernos, o Estados. En Valor, mercadomundial y acumulación , hemos argumentado –siguiendo la tesisadelantada por Giovanni Arrighi– que este carácter nacional del

capital explica en buena medida la intensidad que alcanzaron lasrivalidades entre las grandes potencias.

Tendencias actuantes

Para analizar la situación actual, empecemos con los datos. El volumendel comercio mundial creció en 2007 un 6,4%; aumentó 2,1% en 2008;y cayó 12,2% en 2009. En términos de dólares la caída en 2009 fue aúnmás fuerte, el 22,6% (Informe sobre el comercio mundial , OMC, 2010). En

2010, en cambio, el aumento del volumen del comercio mundial seríadel 10%, según la última estimación (fines de julio) de la OMC.Vemos entonces que si bien la caída del comercio mundial en

2009 fue importante (la mayor desde los treinta: en la recesión de2001 el comercio mundial cayó 0,2%; en la de 1982 lo hizo un 2%; y enla de 1975 el 7%), no alcanzó el nivel de la década de 1930, cuando entérminos de dólar el comercio mundial se desplomó aproximadamenteun 50%. Además, el descenso no fue tan prolongado como durante laGran Depresión.

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Por otra parte, si bien aumentaron las tensiones comerciales,de ninguna manera los gobiernos entraron en una espiral deproteccionismo como en los treinta. Y las disputas se mantuvieron en

niveles razonablemente bajos. Reuniones como las que hizo el G-20en los últimos meses, eran inimaginables hace 80 años. Hubodiscrepancias –por ejemplo, entre Alemania y EUA acerca de laspolíticas de estímulo; entre europeos y EUA con China, por el valordel yuan–, pero nada que haga prever un desenlace como el que seprodujo en 1939.

Pensamos que esto se explica con la tesis que ha defendidoArrighi, a la que ya hicimos mención. Es que la mundialización delcapital hace que los intereses de las grandes corporaciones sean, en

 buena medida, cruzados. Por ejemplo, una empresa japonesa, queproduce en EUA, puede hacer lobby ante el Senado de ese país, a fin deque favorezca las exportaciones de su rama a Europa. De la mismaforma, los paquetes accionarios de muchas empresas que figuran comofrancesas, alemanas, canadienses, etc., están en manos de inversoresde todo tipo de nacionalidades, y sus intereses no están claramentedefinidos por la adscripción a un Estado. Con esto no queremos decirque las vinculaciones nacionales se hayan borrado por completo. GMrecibe auxilio del gobierno de EUA, Toyota del gobierno de Japón, y BP

es defendida por el gobierno británico. Sin embargo las vinculacionesestán mediadas por intereses que trascienden en mucho las fronteras nacionalesdonde las corporaciones tienen sus sedes matrices. Además, se haninternacionalizado los circuitos productivos. Muchas empresas handesplegado cadenas internacionales de valor. Así, por ejemplo, el diseñoe ingeniería de un producto se realizan en un país; la fabricación desus partes en otros países; y el armado final en otro. De esta manerauna elevada proporción del comercio internacional está constituidopor comercio intra empresas, o por las relaciones de subcontratas. En

consecuencia, para una empresa alemana puede no tener sentido queel gobierno alemán imponga una barrera proteccionista para el flujode mercancías que viene de Europa del Este, por ejemplo.

Por otra parte, esto no es coyuntural. Estamos ante tendencias delargo plazo, que han preparado el escenario en el que se despliega la crisis actual.Por esto el fenómeno no se revierte fácilmente. Desde 1948 a 1997 elcomercio mundial creció a una tasa promedio anual del 6%, en tantola producción lo hacía al 3,8% (OMC). A su vez, en las últimas décadasla internacionalización del capital aumentó a una tasa notable. Un

índice es la inversión extranjera directa. Desde 1973 hasta 1996 creció

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a una tasa anual del 12,7% (OMC). Y siguió aumentando el peso relativodel comercio internacional en prácticamente todos los países, hasta elpresente. La relación entre las exportaciones mundiales de mercancías

y servicios, en relación al PBI, pasó de un índice 70 en 1985 (índice 100= 2000), a 130 en 2008; para caer a 112 en 2009 (OMC). Pero estaríarecuperándose en 2010.

Subrayamos, el cambio de actitud de los gobiernos hacia elcomercio, con respecto a lo sucedido en los treinta, tiene que ver conesta base material, con los intereses de los capitales.

El comercio mundial hoy, y la crisis

En base a lo anterior podemos entender la razón de fuerte caídamundial del comercio en 2009. Como hemos adelantado, se trata deuna razón opuesta de lo que dice la tesis «se va a la autarquía».

Aclaremos antes que las estadísticas del comercio se hacensobre una base «bruta», de manera que los bienes intermedios sepueden contar varias veces en el comercio, cada vez que cruzan unafrontera. Por ejemplo, si una materia prima que se utiliza para laproducción de una batería, se exporta hacia un país en que se fabricaesa batería; y si luego la batería se exporta, la materia prima habrá

sido contada dos veces en el comercio internacional; y una tercera vezsi el automóvil en que entró la batería, a su vez, también se exporta.Para tener una idea de la importancia de este fenómeno, citemos quela proporción de productos intermedios manufacturados, en elcomercio mundial no petrolero, era de alrededor del 40% en 2008;para China, Brasil e India, la proporción de bienes intermedios en eltotal de flujos en el sector manufacturero era, en 2005, de alrededordel 70% (Maurer y Degain, 2010). Las estadísticas disponibles, dicenestos autores, indican que la participación de las exportaciones de los

países en desarrollo que se deriva de su participación en las cadenasglobales de producción ha representado no menos del 18% del total desus exportaciones, desde 2000, y probablemente mucho más. En elperíodo 2000-2008, China sola tuvo el 67% del total de este tipo deexportaciones, y México el 18%. El problema de cuánto valor agregadoen los países atrasados realmente existe en muchas de estasexportaciones, plantea otras cuestiones interesantes, que aquí novamos a tocar.

Dado que las corporaciones han internacionalizado sus cadenas

de producción; y además, subcontratan buena parte de su producción,

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al caer la producción con la crisis, el comercio mundial cayó vertiginosamente. Enconsecuencia, la gran caída del comercio mundial que se registró en2009, no ocurrió porque estuviera operando una tendencia hacia la autarquía,

sino por el hecho mismo de que la economía está más internacionalizada. El fuerterebote del comercio mundial, al reactivarse las economías, tambiénes un indicador de que la internacionalización de la economía no se harevertido.

Lógicamente, en esta nota hemos discutido la cuestión desde elpunto de vista del comercio, y su relación con la internacionalizaciónde los circuitos productivos, y del capital. Sin embargo, la mismaconclusión puede extraerse del examen de los flujos financierosinternacionales; o de los procesos de fusiones y adquisiciones

transfronteras a que dio lugar la crisis. El mundo entró en la crisis conun grado de internacionalización del capital muy superior al queexistía previamente, que es el resultado de una tendencia estructural,de largo plazo, que no se ha revertido.

Una conclusión política:

De los análisis y las hipótesis que se han barajado –tendencia hacia laautarquía o tendencia a mayor mundialización– se desprenden dos

políticas estratégicas para los trabajadores y los movimientos deresistencia al capital.De acuerdo a una visión, habría terreno para desarrollar

nuevamente políticas «nacional centradas»; algunos dirán, en alianzacon las fracciones proteccionistas y nacionalistas de las clasesdominantes.

De acuerdo a la segunda visión, que hemos defendido en estapequeña nota, es necesario que el trabajo empiece a desplegar unaestrategia internacionalista de resistencia al capital. Esta conclusión

se asienta, en nuestra opinión, en los rasgos más profundos de la actualeconomía capitalista.

Texto citado: A. Maurer y C. Degain (2010); «Globalization and trade flows:what you see is not what you get!», WTO, Staff Working Paper, ERSD-2010-12.

Publicado en el blog, 24 de julio de 2010.

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Una idea muy extendida en la izquierda y sectores progresistas es queel sistema capitalista sobrevive desde hace décadas gracias alendeudamiento creciente, y se derrumbará por el peso de las deudas.Se piensa que desde 1914 (según otros, desde 1929 o 1970) existe una

crisis de sobreproducción, pero que el crédito genera un poder decompra que permitiría realizar las ventas y renovar la producción.Así, la deuda habría permitido el funcionamiento del sistema a lolargo de décadas; en particular, los Estados pudieron financiar lasventas, debido a su elevada capacidad de endeudarse. Sin embargo,continúa la tesis, llegará un punto en que la deuda no podrá seguircreciendo y el modo de producción capitalista entrará en bancarrota.Sonará entonces la hora del colapso final1. Una crisis definitiva queestallaría entonces por la exacerbación de la contradicción entre

acreedores y deudores (en la versión más popularizada de la tesis, losacreedores es el puñado de magnates financieros; y los deudores son«los pueblos», incluidos los capitalistas industriosos).

Varias son las objeciones que pueden hacerse a esta tesis. Porempezar, no explica por qué a partir de determinado momento deberíaocurrir una crisis de sobreproducción que atravesaría las décadas, oduraría siglos En segundo término, si la tesis es cierta, hay que pensar

DEUDAS Y «BANCARROTA

DEL CAPITALISMO»

1 Para una discusión sobre la visión estancacionista, ver en el blog «Colapso final

del capitalismo y socialismo» y «Trotsky, fuerzas productivas y ciencia».

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que existe un grupo de capitalistas dinerarios dispuestos a prestarindefinidamente, durante décadas, sin recibir los pagos de intereses yla devolución de los créditos otorgados. Pero si bien el crédito puede

prolongar y extender la producción más allá del poder de comprainmediato (y por eso es una palanca de la sobreacumulación), no puedehacerlo indefinidamente , durante décadas. Un ejemplo de lo que decimoses la construcción de viviendas en EE.UU. a partir del año 2000. Elcrédito financió la sobreproducción de casas, pero cuando los deudorescomenzaron a retrasarse en los pagos, o a defaultear, estalló la crisis.Es que en tanto los deudores estén pagando, en algún lado deberánestar generando valor (o plusvalor); pero si hay generación de valor,hay ventas. Algo similar ocurre con la deuda pública. Si el Estado se

endeuda, deberá pagar más o menos regularmente los intereses; peropara esto es necesario que en algunos puntos se esté generando valor.Además, superados ciertos umbrales (que se miden en porcentajes dePBI, o algún parámetro similar) los deudores comenzarán a exigirmás intereses, o se negarán a renovar los préstamos.

Varias de estas cuestiones las he planteado en otras notas. Sinembargo, existe otra crítica a la tesis del endeudamiento crónico quellevaría a la «bancarrota» del capitalismo, que se relaciona con laperspectiva histórica. Es que cuando se vuelve la mirada al pasado, se

comprueba que lejos de marcar el momento de la bancarrota final delsistema, los defaults han permitido restablecer el curso de la acumulación, a lolargo de prácticamente toda la historia del capitalismo. En este respecto, eltrabajo de Reinhart y Rogoff, «Esta vez es diferente», es muyilustrativo. Veamos algunos datos, para luego sacar conclusiones.

Una historia plagada de defaults

Reinhart y Rogoff han registrado los defaults de deudas externas de

una serie de 66 países: 13 africanos, 18 latinoamericanos, 12 asiáticos,19 europeos, además de Norte América y Oceanía. De conjunto,representan el 90% del PBI mundial. Lo primero del estudio que saltaa la vista es que los defaults de las deudas externas recorren toda lahistoria del capitalismo. Se suceden casi sin interrupción desde la era enque dominaba el capital comercial y dinerario (formación de losEstados nacionales y el mercantilismo), hasta la actualidad, pasandopor todo el siglo XIX (siglo que muchos consideran «tranquilo»). Entreotros casos notables, es de destacar que Francia defaulteó los pagos de

su deuda externa 8 veces entre 1558 y 1788. España lo hizo 6 veces

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entre 1557 y 1647; y Gran Bretaña por lo menos dos veces. Los defaultsparecen haber sido tan asimilados que el ministro de Finanzas francésAbbe Terray sostenía, en el siglo XVII, que los gobiernos deberían

defaultear una vez cada 100 años, a fin restaurar el equilibrio. Pero esa partir del siglo XIX que se cuenta con los mayores datos, y países.Desde 1800 a 2006 hubo cinco ciclos o cumbres pronunciadas de cesación de pagos a nivel mundial. El primero, durante la guerra napoleónica, fue tanimportante como el de cualquier época posterior; por fuera del períodode la Segunda Guerra, solo el pico de la crisis de la deuda de 1980 seaproxima a los niveles de defaults de comienzos de los 1800. El segundopico va desde los1820 a fines de los 1840; en esos años hubo períodosen los cuales cerca de la mitad de los países del mundo estuvieron en

cesación de pagos, incluyendo toda América Latina. El tercer episodiocomienza en los primeros años de la década de 1870 y dura unos 20años. El cuarto arranca en los años de la Gran Depresión de los ‘30 y seextiende, aproximadamente hasta los inicios de los 1950. En estos añosque siguieron a la Segunda Guerra Mundial se produjo el pico másgrande en la historia moderna, cuando los países que no pagaban oestaban reestructurando sus deudas representaron el 40% delproducto mundial. Esto en parte fue el resultado de defaults que seprodujeron durante la guerra, pero también se explica porque hubo

países que nunca salieron de los defaults que rodearon a la GranDepresión de los 30. El quinto episodio se produjo en los 1980 y 1990,cuando las crisis de la deuda de países en desarrollo, en especial enAmérica Latina. Hubo períodos de tranquilidad –en las dos décadasanteriores a la Primera Guerra Mundial, entre 2003 y 2007– pero laregla es que estos períodos son seguidos por nuevas olas de cesacionesde pagos. También se comprueba que desde la Segunda Guerra laduración media del default es la mitad, en promedio, que en el período1800-1945. En años recientes los defaults están separados por períodos

más cortos de tiempo. Una vez que se reestructura una deuda, lospaíses rápidamente vuelven a apalancarse. Considerando los países,desde su independencia al 2006, Argentina defaulteó 7 veces; Brasil lohizo en 9 oportunidades; México en 8; Venezuela en 10. México, Perú,Venezuela, Nicaragua, República Dominicana y Costa Rica estuvieronen cesación de pagos o reestructurando aproximadamente el 40% delos años transcurridos desde que lograron la independencia hasta2006. En el siglo XIX España defaulteó 7 veces; es el récord, pero Austrialo hizo 5 veces. Grecia 5 desde 1829, pero más del 50% de los años

estuvo en default o reestructurando.

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En este marco, no es de extrañar que sean pocos los países queno han defaulteado formalmente. Entre ellos, EEUU, Canadá, NuevaZelandia, Australia, Bélgica, los países Escandinavos, Hong Kong,

Malasia, Corea del Sur, Singapur, Tailandia, Taiwan. De todas formas,hubo países que defaulteraron de hecho. El caso más importante esEEUU. Por ejemplo, al devaluar el dólar en 1933 (de 20 dólares la onzaa 33 dólares), EEUU pagó su deuda con moneda depreciada. Algo similarpodemos decir de lo ocurrido cuando suspendió la convertibilidaddel dólar al oro en 1971; esto para no hablar de su actual políticamonetaria2. En definitiva, los defaults seriales constituyen la normaen casi todo el mundo capitalista, y esto se verifica a lo largo de todasu historia.

Crisis, defaults y conclusiones políticas

De lo anterior se desprende una visión bastante distinta de la queacostumbran presentar tanto los neoclásicos como sectores de laizquierda. De acuerdo al esquema de los neoclásicos, el capitalismotiende siempre al equilibrio y la estabilidad, de manera que las crisis,depresiones y defaults solo pueden ser el producto de políticasgubernamentales equivocadas (típicamente, gobiernos dispendiosos

que llevan las deudas a niveles intolerables) o de accidentes naturales.Por otra parte, según algunos sectores de la izquierda, el capitalismohabría conocido una era relativamente próspera y apacible, hastaprincipios del siglo XX, y a partir de entonces, solo encontraríamostendencia al estancamiento y acumulación de deudas. Pero los datosparecen indicar que el asunto fue bastante distinto de lo que pintanestos enfoques: toda la historia del capitalismo está marcada porperíodos de intensa acumulación, que llevan a la sobreexpansión,empujada por el crecimiento del crédito y el aumento de los flujos de

capitales. En este respecto Reinhart y Rongoff encuentran quehistóricamente olas significativas de incrementada movilidad decapitales son seguidas, a menudo, por serie de crisis bancariasdomésticas. Esto se debe a que las fases alcistas son seguidas por crisisde sobreproducción, con violentas caídas de los precios y los valores.La acumulación de deudas por parte de los gobiernos, y su posteriorliquidación violenta, no es ajena a esta dinámica. Es que los defaults

2 Ver en el blog «Endeudamiento de EEUU y rol del dólar».

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de las deudas externas de los gobiernos forman parte de lasdesvalorizaciones de capitales, que acompañan toda crisis (lo que Marxllamaba las «revoluciones de los valores»). El repudio de las deudas o

su pago con moneda envilecida, son las vías por medio de las cuales serealizan esas desvalorizaciones. Por esto también, en determinadopunto, los representantes del establishment económico admiten quela única salida para restablecer la acumulación del capital pasa por eldefault y la reestructuración de las deudas. Sucedió en Argentina en2001 (en EEUU y otros centros había consenso de que no había otrasalida) y es lo que se baraja hoy para Grecia.

Digamos también que las consecuencias para la clase obrera deestas reestructuraciones son las «normales» que derivan de toda crisis:

las desvalorizaciones del capital van acompañadas del cierre deempresas, del aumento de la desocupación, de la baja de beneficiossociales y pensiones, y del ataque en toda regla a la clase trabajadoray los pueblos. Sobre la base de esta «liquidación» el capital regeneralas condiciones para volver a acumular. Por eso la caída delcapitalismo no ocurrirá porque no se puedan pagar las deudas, sinopor otras contradicciones y antagonismos, más esenciales, vinculadosa la acumulación y a la explotación del trabajo por el capital.

Texto citado: Reinhart, C. M. y K. S. Rogoff (2008): «This Time is Different:A Panoramic View of Eight Centuries of Financial Crises», NBER, April.

Publicado en el blog, 27 de septiembre de 2011.

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Durante buena parte de la década de 2000 América Latina ha tenidoun elevado crecimiento económico, y mejoraron muchos indicadoressociales. Esto ha dado lugar a un debate en la izquierda acerca de lanaturaleza de esta mejora, y la actitud a tomar ante los gobiernos queestán al frente de estas economías, en especial ante aquellos que seproclaman de izquierda, o progresistas. En esta nota quiero analizarla cuestión desde la teoría de Marx. Empiezo con algunos datos sobrela evolución de las economías latinoamericanas en la década.

Las economías latinoamericanas en los 2000

A partir de 2003 las economías de América Latina experimentaron uncrecimiento promedio del 5,5% anual; en 2010 sería del 5,2%. Entre2005 y 2010 el PBI por persona creció al 2,7% anual. Entre 2004 y 2008

la formación bruta de capital fijo en América Latina aumentó a unatasa anual del 11,6% anual, frente a una caída del 3,3% entre 2000 y2002 (CEPAL, Anuario estadístico 2009). La productividad en laindustria y la agricultura, que estaba aumentando desde los noventa,continuó creciendo también en el promedio de América Latina (vermás abajo). En 2010 el desempleo se ubica en el 7,8%, cuando en 2002superaba el 11% (CEPAL ídem).

Acompañando al crecimiento, en esta década unas 40 millonesde personas –la población de AméricaLatina es de 580 millones–

salieron de la pobreza. La pobreza en 2007 alcanzaba el 34,1% de lapoblación, contra el 40,5% en 1980 y el 44% en 2002. La indigencia en2007 era del 8,1%, contra el 18,6% en 1980 y el 19,4% en 2002 (CEPAL).Paralelamente, y aunque no puede interpretarse como un cambiosignificativo de los patrones prevalecientes en la región, disminuyóla desigualdad de los ingresos en varios países. Entre 2002 y 2007 el40% de los hogares con menores ingresos incrementaron por lo menosun punto porcentual su participación en el ingreso total en Argentina,Bolivia, Brasil, Chile, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Paraguay y

Venezuela (el máximo es Venezuela, con cuatro puntos). A su vez el

CRECIMIENTO, CATASTROFISMO

Y MARXISMO EN AMÉRICA LATINA

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ingreso del 10% más rico se redujo en esos países entre cuatro y cincopuntos porcentuales (con excepción de Paraguay). Aunque enColombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, México y Uruguay no hubo

alteraciones, en promedio la desigualdad disminuyó en la región conrespecto a los años anteriores a 2002. Aunque, es importantedestacarlo,es apenas menor que en 1990. En 2007 el coeficiente Gini era0,515 y en 1990 se ubicaba en 0,532 (CEPAL 2008,Panorama social de América Latina).

Además, la mayoría de los países pasaron a tener superávit ensus balanzas comerciales, favorecidos en buena medida por laexpansión del mercado mundial, el incremento de la productividad(en particular en la agricultura) y la mejora de los términos de

intercambio. En 2001 la región tenía un déficit en cuenta corrienteequivalente al 2,6% del PBI; en 2003 pasó a ser positivo, y se mantuvopositivo hasta la crisis de 2009. El índice de términos de intercambiode bienes se ubicaba en 121,5 en 2008, contra 100 en 2000. El índice delpoder de compra de las exportaciones de bienes de la región era 171,1en 2008, contra 100 en 2000. Como resultado de la mejora de lascuentas externas y fiscales, en prácticamente toda la región disminuyóen nivel de endeudamiento. La deuda externa como proporción delPBI bajó, en América Latina, del 36,4% en 2001 al 18,7% en 2008

(CEPAL).Interpretaciones divergentes

Esta mejora de los indicadores económicos y sociales resultóinesperada para la izquierda «catastrofista», esto es, para aquella quesostuvo durante años que el sistema capitalista en América Latinaestaba agotado, y solo podía generar más miseria, hambre ydesocupación. Sin embargo esta visión pareció encajar muy bien con

lo que sucedía en América Latina en la década de 1980, y durante elperíodo que va de 1990 a 2003, signado por algunas expansiones, perointerrumpidas por crisis profundas y depresiones. Por aquellos años bastaba con mostrar cómo crecían la miseria, la desocupación, lapolarización social o la precarización del empleo, para mantener unaposición crítica frente al capitalismo, al menos en América Latina. Eneste punto había, además, una coincidencia con la izquierda nacionaly popular, que se oponía a las reformas neoliberales, aunque con unenfoque algo distinto. Es que las corrientes nacionales atribuían los

males y sufrimientos que padecían los pueblos latinoamericanos a los

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programas neoliberales, y a la hegemonía del capital financiero yespeculativo. La izquierda nacionalista no planteó que hubiera alguna«crisis crónica», o final, del capitalismo. En cualquier caso, ambas

corrientes coincidían en rechazar a los gobiernos que aplicaban laspolíticas de «ajuste», aperturas comerciales y liberalización de losmercados.

En síntesis, según la izquierda radical, que se reivindicaba delmarxismo, el neoliberalismo era la quintaesencia del capitalismo senil.Pero de acuerdo al enfoque de la izquierda nacional, el neoliberalismoera el producto del triunfo circunstancial de la fracción de derecha,antinacional y financiera, de las burguesías latinoamericanas.Naturalmente, cuando sobrevino la recuperación económica,ambos

enfoques colisionaron. Por el lado de la izquierda radical, el crecimientode América Latina a partir de 2003 fue un acontecimiento casiimposible de encajar en los esquemas a los que estaba habituada. Deahí que haya una permanente necesidad de destacar las continuidades–sigue habiendo hambre, desocupación, atraso, etc.– y de disimularlos datos que muestran mejoras. ¿Cómo puede ocurrir que bajen ladesocupación o la pobreza, si el capitalismo está en su etapa senil?Para las corrientes del pensamiento nacional, en cambio, larecuperación se explica por lo político. A la hegemonía del

neoliberalismo, sostienen, le ha sucedido el ascenso de las fraccionesnacionales e industrialistas de las burguesías latinoamericanas, y estoexplica el crecimiento económico, las mejoras de salarios y la caída dela pobreza. Son los pueblos los que han desplazado a la derechaneoliberal, y los gobiernos industrialistas reflejan este avance. De ahíel énfasis en que «la política ha recuperado su lugar, por sobre laeconomía». Este argumento plantea, además, otro problema para laizquierda radical, ya que ésta venía caracterizando que lostrabajadores y los pueblos habían encarado, entre fines de los años

noventa y comienzos de la nueva década, una ofensiva revolucionaria.¿Cómo es posible que todo siga más o menos igual, si había grandestriunfos? De aquí también la inclinación, por parte de la izquierdaradical, a atribuir el apoyo de los trabajadores a gobiernos como el deLula o Tabaré (o a Kirchner) a una confusión, o al engaño de las clasesdominantes.

Naturalmente, entre estas posiciones polares hay muchasintermedias. Por ejemplo, marxistas que se convirtieron en partidariosde la corriente nacional, y variantes semejantes. Pero las líneas

fundamentales se reparten según lo planteado.

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Desde el punto de vista de la táctica política, la izquierdanacional «no catastrofista» sostiene que hay que cerrar filas detrás delos gobiernos y partidos que están al frente de estos procesos

progresistas e industrialistas, porque la derecha y el imperialismoquieren volver a los noventa. De ahí también que los pensadores de lacorriente nacional y popular piensen que la estrategia de la derecha yel imperialismo sea el golpe militar. ¿Cómo podrían triunfar si no escon un golpe militar, dado el clima de conformidad de los pueblos consus gobiernos progresistas?

Puestas así las cosas, la izquierda radical señala que losgobiernos de Lula, Kirchner, Bachelet, Evo, etc., son burgueses. Laizquierda nacional más izquierdista, y algunos marxistas que la

acompañan (táctica del «frente unido»), responden que sí, que son burgueses, pero que de todas maneras son mejores que los gobiernosde los ochenta o noventa, y por lo tanto hay que apoyarlos. De maneraque el debate queda empantanado.

Análisis alternativo basado en Marx

Frente a las posiciones anteriores defiendo un enfoque alternativo, basado en Marx, que rechaza tanto la tesis catastrofista, como la

explicación «politicista» de la recuperación económica en AméricaLatina. Este enfoque afirma que el modo de producción capitalistaatraviesa periódicamente por crisis de acumulación, durante las cualesaumentan la desocupación, el hambre y la miseria de los trabajadoresy de las masas populares. Pero admite también que estas crisis, por sí mismas , no llevan a la desaparición del capitalismo. Si la clase obrerano acaba con la propiedad privada y el Estado,el capital finalmente lograimponer las condiciones necesarias para la acumulación. Esto se debe a quedurante la crisis bajan los salarios, se disciplina la fuerza del trabajo,

cierran las fracciones menos productivas del capital, se acelera lacentralización de los capitales, y finalmente retoma la acumulación.Se abre así una fase de ascenso, durante la cual baja la desocupación,los salarios pueden recuperar parte del terreno perdido, y mejoranlos indicadores sociales. De manera que si el ciclo alcista se prolonga,la clase trabajadora, o sectores importantes de ella, acceden a bienesde consumo que en otras épocas le estaban vedados. Además, elaumento de la productividad y el desarrollo de las fuerzas productivastienden a mejorar el nivel de vida de los explotados. Esto último explica

que la esperanza de vida de la población mundial, o los índices de

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nutrición, hayan mejorado en los últimos 100 años, por ejemplo. Sindesconocer por ello que cientos de millones de seres humanos pasanhambre y que otros muchos cientos de millones no tienen satisfechas

sus necesidades más elementales.Crisis estructural, explotación y recuperación económica

Lo ocurrido en América Latina se explica por esta dinámica de crisis,ofensiva del capital sobre el trabajo, restablecimiento de lascondiciones necesarias para la acumulación –particularmenteaumento de la rentabilidad del capital– y recuperación económica.Solo que en este caso no se trata de un ciclo «normal» de negocios,sino

de una larga crisis estructural, que estuvo asociada a la crisis de la industrialización por sustitución de importaciones, y a la mundialización intensificada del capitalque le sucedió. En términos generales, la década de 1980 fue de crisis yretroceso en América Latina. La década siguiente, en cambio, no fuesolo de caída y retroceso; ni tampoco fue un período de meraespeculación financiera y parasitismo, como piensa buena parte de laizquierda, tanto radical como nacionalista. Es que en los noventa seimplementaron políticas contrarias a los trabajadores, y aumentaronla desocupación y la precarización laboral, pero tambiénhubo dos fases

de expansión de las economías latinoamericanas, así como empezó a aumentar lainversión y la productividad. Entre 1990 y 1994 América Latina creció auna tasa del 4,1% anual. Este crecimiento fue interrumpido por lacrisis del Tequila, en 1995, año en que la economía latinoamericanacreció solo el 1,1%. Luego se recuperó, y entre 1996 y 1998 AméricaLatina creció al 3,8% anual; para hundirse en la crisis de 1999 – 2002,cuando solo crece el 1% anual de promedio.

Por otra parte, y según datos del Banco Interamericano deDesarrollo, la productividad en la industria comenzó a mejorar desde

inicios de los noventa. De conjunto aumentó, en América Latina, en laindustria, al 2% anual entre 1990 y 2005. Si bien es un aumento menorque el de Asia del Este, (3,5%) y el de los países desarrollados, (2,2%),fue significativamente mayor que entre 1975 y 1990, cuando descendióal 0,9% anual. Más elevada fue la tasa a la que aumentó laproductividad en la agricultura. Entre 1990 y 2005 se incrementó al3,5%, a la par de los países desarrollados; entre 1975 y 1990 habíacrecido al 1,8%. Si bien los niveles de productividad siguen siendoinferiores a los de los países avanzados, hubo una recuperación (a

excepción del sector servicios, donde la productividad se mantuvoestancada).

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En lo que respecta a la inversión, entre 1993 y 2001 suparticipación en el PBI se ubicó en el 19,7%. Y la formación bruta decapital creció a una tasa anual del 8,7% entre 1990 y 1994; y del 4,9%

anual entre 1995 y 1998, para hundirse entre 1999 y 2003, cuandodisminuyó al 1,5% anual (CEPAL; la variación anual se calcula sobrela base de dólares constantes de 2000).

Paralelamente aumentó la desocupación. En primer lugar,porque se incorporaron muchas mujeres y jóvenes al mercado laboral(CEPAL). También por la incorporación de tecnología, y laintensificación y extensión del trabajo (los trabajadores con empleorealizan sobretrabajo, en un mar de desocupados). A esto se sumó lareducción del empleo estatal. La participación de los trabajadores en

el sector público bajó durante los noventa, en promedio (para paísescon información disponible) del 28 al 21% (Contreras y Gallegos, 2007).La caída del empleo estatal fue producto de la reducción del gastosocial (en educación, salud, inversiones públicas), y de la«racionalización» (los que conservan el empleo tienen que trabajar amayor ritmo).

Todo esto explica que entre 1990 y 2002 el promedio ponderadode la tasa de desempleo urbano en América Latina aumentara de6,2% al 10,7% (CEPAL). La tasa de desocupación ponderada para

América Latina y el Caribe en 2002 llegó al 11,1%. La desocupacióndebilitó la capacidad de resistencia del movimiento sindical frente alcapital. De todas maneras, la pobreza y la indigencia disminuyerondurante la década.

La pobreza bajó desde el 48,3% en 1990 al 43,8% en 1999; en eselapso la indigencia bajó del 22,5% al 18,5% (CEPAL). Esto nos da otroindicio de queel proceso fue más complejo de lo que habitualmente se piensa enla izquierda. De la misma forma, en la década de los noventa aumentaronde 9 a 10 los años de escolaridad aprobados; en Brasil, Guatemala y

Colombia aumentaron 2 años de estudios aprobados (Contreras yGallegos, 2007). Sin embargo, «los noventa» se cierran con la profundacrisis de 1999-2002, que implica un gigantesco «ajuste» de los salarios,no solo en Argentina, sino también en Brasil, vía devaluación. Elpromedio ponderado del salario medio real, para América Latina y elCaribe, bajó de un índice 100 en 2000, a 94,5 en 2003. (CEPAL). En 2002el PBI por habitante era 2 puntos porcentuales inferior al de 1997(CEPAL).

Hay que destacar quesobre esta base se produce la recuperación

económica a partir de 2003, acompañando a la expansión del mercado mundial.

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No se puede entender lo que sucedió entre 2003 y 2010 sin hacerreferencia al largo proceso de ajuste, racionalización y ofensiva sobreel trabajo. En muchos países estos procesos fueron encabezados por

auténticos neoliberales, pero en otros por dirigentes y partidosprovenientes del campo «nacional», o incluso de la izquierda, enalianza con los neoliberales ortodoxos. Son los casos de ex militantesde la Juventud Peronista y Montoneros de los 70s, que participan en elgobierno de Menem; o el de Fernando Henrique Cardoso en Brasil, exmarxista, fundador de la Corriente de la Dependencia, en los sesenta, junto a lo más selecto de la derecha tradicional de estos países. Por esola política «progresista» de Lula se levanta sobre el terreno preparadopor Cardoso, de la misma manera que la política «progresista» de

Kirchner lo hace sobre el terreno que el mismo Kirchner ayudó apreparar en los noventa, colaborando con Menem. En otro escrito mehe referido al «secreto» de la recuperación argentina a partir de 2002(ver nota sobre profundizar el modelo después de Kirchner). El procesoen Brasil es similar en muchos aspectos.Hay una dinámica que va de los planes de estabilización de la inflación mediante anclaje cambiario, con laconsiguiente apreciación de la moneda y el aumento de las presiones competitivas, y de la desocupación; a las crisis del sector externo, las devaluaciones y la caída delos salarios en términos de dólar.

Así, el plan Real, puesto en marcha en 1994, buscó frenar unainflación que en 1993 había alcanzado el 2000%. Fue entonces un típicoplan de «ajuste y estabilización», que buscó contener la inflación pormedio de altas tasas de interés y el retraso cambiario. Además, elgobierno liberalizó y abrió la economía, bajando los aranceles a lasimportaciones. También flexibilizó el mercado laboral; y se lanzaronlos programas de privatizaciones. En consecuenciaaumentaron ladesocupación y la precarización laboral, a la par que las empresas racionalizaron y aumentaron la productividad.

Sin embargo la sobrevaluación del real, combinada con las crisisasiática y rusa, y la caída de los precios de las exportaciones,terminaron provocando el estallido de la economía entre fines de 1998y principios de 1999, y la devaluación de la moneda del 40%. A lo quele siguió otra devaluación, aunque de menor magnitud, en 2002. Lofundamental es que a consecuencia de esta larga crisis yreestructuración del capital, la desocupación pasó del 5,4% en 1994 al12,3% en 2002; los trabajadores precarizados aumentaron del 20,8%en 1991 al 27% en 2001; la parte de la población cubierta por la previsión

social bajó del 61% en 1993 al 53,5% en 2002; y la participación de los

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asalariados en la renta nacional pasó del 58,3% en 1990 al 46,3% en2002 (Medialdea García); el coeficiente Gini era 0,573 en 1990 y pasó a0,59 en 2002, habiéndose mantenido en 0,6 o por encima en buena

parte de la década de los noventa.En este marco,el capita brasileño mejoró su competitividad. En lamanufactura la productividad laboral creció a una tasa anual del7,19% entre 1990 y 1995, y al 8,31% entre 1995 y 2000, contra undescenso de casi el 1,8% anual en la década de 1980 (Bonelli, 2002). Junto a la caída de los salarios en términos reales, esta reestructuracióncapitalista, y la ofensiva contra el trabajo, generaron las condicionespara el crecimiento de los 2000. Por eso Lula no hizo retroceder lasreformas esenciales. Incluso cuando asumió la presidencia, en 2003,

presentó un programa fiscal más ajustado –un superávit del 4,25%–del que le pedía el FMI.De manera que la recuperación, en Brasil y en la mayor parte de

América Latina,no se debió a que la política haya retomado el control por sobrela economía , como gusta decir la corriente nacional y popular. Tampocoa que los «grupos de poder» se hayan subordinado al poder político.Lo que ha sucedido es, simplemente, que el capital, con la colaboracióndel Estado capitalista, terminó imponiendo la ley de hierro que rige laacumulación, a saber, la salida de la crisis se realiza a costa de la clase

trabajadora.Recuperación y mejora de los salarios

La recuperación económica trajo aparejada la recuperación de lossalarios. Este hecho no contradice la teoría de Marx, como algunospueden pensar, sino a la visión catastrofista, que piensa que los salariosestán condenados a bajar siempre, en términos absolutos. En Marx noexiste tal cosa. La única ley salarial esencial en la teoría de Marx,

como señala Rosdolsky, es que el salario nunca puede ascender tantocomo para que el capitalista pierda interés en la producción. En otrostérminos, el salario no puede subir al punto de amenazar o hacerdisminuir la ganancia del capital por debajo de ciertos límites. Pero elprecio de la fuerza de trabajo depende de una serie de factores. Enprimer lugar, de la duración e intensidad de la jornada de trabajo. Alaumentar la duración e intensidad de la jornada de trabajo, hay mayordesgaste de la fuerza de trabajo, por lo que pueden crecersimultáneamente el salario y la plusvalía. Cuando se produce la

recuperación económica, ambos factores se conjugan. En muchas

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empresas aumentan las horas trabajadas, muy por encima de las 40 o44 horas semanales. Además, muchos trabajadores que durante lacrisis o la recesión estaban a tiempo parcial, pasan a estar empleados

a tiempo completo. Todo esto puede verse potenciado cuando laacumulación del capital tiene un carácter extensivo; esto es, cuandoocurre con escaso aumento de la inversión de capital fijo por obrero.Por otra parte el salario está condicionado por la fuerza productivadel trabajo. En la fase alcista del ciclo económico aumenta laproductividad, tanto porque disminuye la capacidad ociosa, comopor la incorporación de tecnología a medida que se expande laproducción. Por este motivo los salarios puedenaumentar en términosreales. En este respecto, la disminución de la desocupación, esto es, el

aumento de la fuerza del trabajo, cumple un rol vital. Marx lo señalacuando dice que los trabajadores «fuerzan cuantitativamente unaparticipación en el progreso de la riqueza general» (citado porRosdolsky). Sin embargo el salario no asciende o desciendemecánicamente según aumente o baje la productividad. Por elcontrario, el salario por lo general no aumenta en la medida en queaumenta la produccción,con el resultado de que la tasa de plusvalía, lejos deverse perjudicada por la mejora del salario real , puede aumentar mucho. Lossalarios reales en promedio en América Latina aumentaron solo el

10% entre 1990 y 2005; esto equivale solo al crecimiento de los cuatroaños que van de 2001 a 2005 (CEPAL). En 2005 el salario promedio enAmérica Latina era de solo 371 dólares, solo 2,8% más alto que en2002, a pesar del aumento de la producción. Es necesario tener encuenta que una parte importante de la fuerza laboral se mantuvodebilitada, a pesar de la reducción de la desocupación, porque está precarizada, e imposibilitada de organizarse sindicalmente. Esto ha generadouna fractura en las filas de los trabajadores, entre aquellossindicalizados y con trabajos formales, y los que están precarizados.

En 2005, en América Latina, los salarios de los que tenían coberturasocial eran al menos dos veces más altos que los salarios de quienes notenían cobertura (CEPAL).

Por otra parte, con la mejora de las condiciones económicas dela clase trabajadora, pueden mejorar las condiciones de vida de lossectores pauperizados. De todas formas, siempre hay que tener encuenta que la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera esuna consecuencia de la mejora en la acumulación. Como sostiene Marx en elcapítulo 23 de El Capital,la variable independiente es la acumulación del

capital, y la tasa salarial la variable dependiente. La recuperación no se produce

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porque mejoran los salarios (como pretenden los teóricossubconsumistas), sino los salarios mejoran porque se recupera laeconomía.

Por último, digamos también que en esta cuestión puedenincidir los intereses del capital, relacionados con la necesidad demantener y reproducir una fuerza de trabajo que en el futuro esté encondiciones de ser explotada. La desnutrición infantil, la falta deescolarización, de atención sanitaria, etc., deterioran la fuerza detrabajo, y para el capital esto representa una pérdida potencial deplusvalías futuras. Refiriéndose a la malnutrición infantil en India,TheEconomistdice:

La malnutrición significa una pesada carga para India. (…)Los niños que están mal nutridos tienden a no alcanzar supotencial, físico o mental, y se desempeñan peor en laescuela. Esto tiene un impacto directo en la productividad:el Banco Mundial reconoce que en los países asiáticos de

 bajos ingresos los deterioros físicos causados por lamalnutrición significan un recorte del 3% del PBI. (The

Economist , 25/09/10).

En Argentina, por ejemplo, la clase dominante tomó con preocupación

el aumento de la desnutrición infantil, debido al deterioro que implicaa largo plazo para la futura fuerza de trabajo. También existe muchapreocupación por el bajo nivel de la enseñanza, y la crisis educativageneral.

Lógicamente, asimismo existen cuestiones relacionadas con lalegitimación de los gobiernos, y del aparato del Estado. Las noticiassobre la muerte de niños por desnutrición, o enfermedades relacionadascon la pobreza extrema, a veces golpean a las buenas conciencias, yobligan a actuar a los gobiernos. Marx se refería al «componente

moral» que existe en la determinación del salario; esto se puede extenderseguramente a las decisiones atinentes a planes sociales y de socorrofrente a algunos casos de extrema penuria y hambre.

Plusvalía e independencia de clase

En base a lo expuesto, podemos concluir que la mejora del salario enAmérica Latina no se ha debido a que subió la fracción de la burguesía«amiga de los trabajadores», sino al cambio en la situación económica

del capitalismo. La mejora económica del capitalismo tampoco se

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produjo porque hubiera tomado las riendas la fracción«industrialista» o «productiva» de la clase dominante, sino porquelos «ajustes» aplicados al calor de la larga crisis de los ochenta y

noventa, permitieron restablecer las condiciones para la extracción yreinversión de la plusvalía. En este respecto, el enfoque «catastrofista»no puede responder a quienes se alinean, con argumentos de izquierda,con las burguesías «nacionales y progresistas» de América Latina.El marxismo puede dar una explicación coherente de lo sucedido. Entender lanaturaleza del salario, y su relación con la plusvalía, y con el ciclo capitalista, esesencial para una política y una estrategia que tenga como centro la independenciade clase. De aquí también la importancia política que cobra la lectura de «ElCapital». En particular, se puede explicar por qué las clases dominantes en

 América Latina, y el capital internacionalizado, no tienen ningún interés en promover golpes militares.Los negocios marchan aceptablemente bien,con las lógicas tensiones y conflictos entre fracciones o clases decualquier país capitalista. También se puede comprender por qué laclase capitalista que apoyó, en prácticamente todas sus variantes, los«ajustes» de los noventa, tome como modelos a imitar a gobiernos«izquierdistas», como el de Lula o Tabaré, o a los gobiernos«socialistas» de Chile.

En cuanto a la crítica marxista, es importante tener en cuenta

que la misma no pasa por sostener la tesis, falsa, de que los salarios bajan siempre. Lo esencial de la teoría de Marx, como señala Rosdolsky(y Rosa Luxemburgo) es el descubrimiento de que el sistema del trabajoasalariado es un sistema de esclavitud,donde la tasa de explotación puedeaumentar a medida que se desarrollan las fuerzas productivas, sin importar si elobrero recibe una mejor o peor paga. Este es el punto de partida para sosteneruna política de independencia de clase frente al capital y su Estado.

Textos citadosBonelli, R. (2002): «Labor Productivity in Brazil During the 1990s» Institutode Pesquisa Econômica Aplicada, IPEA.Contreras, D. y Gallegos, S. (2007): «Descomponiendo la desigualdadsalarial en América Latina: ¿Una década de cambios?», CEPALMedialdea García; B. (2003): «Un caso ‘exitoso’ de ajuste y estabilización:inestabilidad financiera y regresión social en la economía brasileña»,Departamento de Economía Aplicada I, Universidad Complutense Madrid.Rosdolsky, R. (1983):Estructura y génesis de El Capital de Marx , México, Siglo

XXI.

Publicado en el blog, 17 de noviembre de 2010.

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Una de las primeras cuestiones que se definieron desde las altas esferasdel Gobierno a horas de la muerte del ex presidente Kirchner, fue elpropósito de «profundizar el modelo». Por modelo se entiende, en loesencial,la política económica «industrialista», aplicada desde2003.Espertinente preguntarse entonces cuáles son hoy suscondiciones de evolución.

Crecimiento basado en el tipo de cambio alto

A partir de 2002 el tipo de cambio real alto fue clave para la estrategiadel desarrollo «industrialista»; primero en el gobierno de Duhalde, yluego en los gobiernos de los Kirchner. El tipo de cambio realmultilateral entre 2002 y 2009 fue, en promedio, un 30% más alto queen el promedio de los últimos 30 años. El cambio abrupto de preciosrelativos, ingresos y rentabilidades producido con la crisis de 2001,

explica mucho de lo que sucedió en los años que siguieron. Recordemosque a mediados de 2002 los salarios estaban, en dólares, a un 25% delnivel de diciembre de 2001. Esa caída de salariosestuvo en el centro de larecuperación de la acumulación.

Pero la baja de salarios se combinó con otros tres factores, porlo menos. En primer lugar, los equipos industriales se habían renovado,relativamente, durante los noventa. En este respecto, hay que dejar delado la idea, muy difundida en ciertos ámbitos del progresismo, deque durante la época menemista solo hubo especulación y parasitismo.

La verdad es que en esos años aumentó la productividad industrial;

«PROFUNDIZAR EL MODELO»DESPUÉS DE KIRCHNER

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también lo hizo la relación de capital por obrero (autores de la CEPALhan subrayado esta cuestión). En otras palabras, las empresas quesobrevivieron a las quiebras, renovaron sus equipos, se modernizaron,

y también racionalizaron las plantillas (lo que produjo un aumentosignificativo de la desocupación). En segundo término, como productológico de la crisis, en 2002 había gran capacidad ociosa, lo quehabilitaba a que hubiera un rápido incremento de productividad, porcaída de costos fijos, a medida que avanzara la recuperación de lademanda. En tercer lugar, las tarifas de servicios públicos quedaroncongeladas, y los precios de muchos bienes no transables se rezagaron.En 2002 la tasa de inflación fue del 41%, pero los precios de salud,educación y vivienda aumentaron en promedio el 10%.

Todos estos factores se conjugaron entonces para que la ecuaciónde costos de las empresas, en particular de las productoras de bienestransables, diera un vuelco dramático en los meses que siguieron a lacaída del gobierno de De la Rúa, dado que hubo una fuerte recuperaciónde la demanda en los sectores que producen bienes que compiten conimportaciones. A su vez, la recuperación de la ocupación, y del gastode plusvalía en consumos postergados durante la crisis, dieronimpulso al crecimiento.

El crecimiento de todas maneras fue muy desigual. El sector de

 bienes transables, intensivo en mano de obra (por ejemplo vestido,plásticos), se expandió a una alta tasa; también la producción deautomóviles y acero. El sector de energía y petróleo, en cambio, lohizo a una tasa mucho más baja. Aquí la inversión fue débil, dandocomo resultado que a lo largo de los 2000 bajaran las reservas de gasy petróleo (ver más abajo). En cuanto a las ramas de servicios, tardaronen recuperar terreno; la tasa de rentabilidad en este sector se vioafectada por el movimiento brusco de los precios relativos. Lo mismosucedió con productoras de bienes no transables, como

telecomunicaciones o ferrocarriles. En cuanto al sector agrario,particularmente el productor de cereales y oleaginosas, tuvo altísimasrentabilidades, y un fuerte crecimiento (expansión de la fronteraagrícola y aumentos de productividad). Este sector había renovadomaquinaria y equipos,e incorporadotecnología de punta en losnoventa. Además, a partir de 2003, además, gozó deuna notablemejora de los términos de intercambio. En 2010 los términos deintercambio son un 42% más altos que en 1993 (INDEC).

Además de desigual, el crecimiento fue en buena parte extensivo,

ya que la inversión de equipos y maquinaria por obrero se mantuvo

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 baja. Hasta 2006 fue menor que en los noventa (en 2006 se interrumpela serie del INDEC de stock de capital). La relación inversión/PBIaumenta algún punto con respecto a los noventa, pero sin ser

cualitativa. La relación inversión / PBI entre 1993 y 1999 rondó el19%; entre 2003 y 2009 estuvo en el 20,7%. Si se tiene en cuenta queaumentó la ocupación, se concluye que necesariamente bajó laintensidad de capital por obrero. En 2010 la relación inversión/PBI seubica en el 20,3%. Subrayamos, es un nivel mucho más alto que el de2003 (estaba en el 12,9%), pero no cualitativamente más elevado queen los noventa. Y la clave del desarrollo de las fuerzas productivaspasa por la acumulación del capital (contra lo que dicen losneoclásicos). Todo esto explica que de fondo la matriz industrial no se

haya modificado en algún sentido profundo (ver nota en este blog«Mitos de los tiempos K»).

Doble superávit y caída del endeudamiento

 Junto al crecimiento del PBI,se revirtieron los dos déficit, fiscal y de cuentacorriente , lo que constituye una diferencia importante con los noventa.Por el lado del Estado, los trabajadores estatales sufrieron unafortísima caída de sus salarios en términos reales. El ajuste que De la

Rúa había querido hacer por vía de la deflación, lo lograron losgobiernos de Duhalde y Kirchner por medio de la inflación. SegúnBuenos Aires City, en 2010 los salarios de los estatales todavía sonmás bajos que en diciembre de 2001. Por otra parte, aumentó larecaudación, tanto por la recuperación de la actividad económica,como por las retenciones a las exportaciones de granos. Este rubro fueimportante. Desde 2002 las retenciones volcaron al Estado unos 30.000millones de dólares; en 2010 aportarían unos 8.200 millones. En elterreno del gasto, una parte importante de lo recaudado se destinó a

subvencionar las empresas de servicios, o alimentos (compañíaseléctricas, transporte, molinos) y subvencionar tarifas. Por esta víase bajaron costos salariales y energéticos, contribuyendo por lo tantoa mantener el tipo de cambio real alto para los sectores productoresde bienes transables. En 2010 los subsidios de conjunto representancasi el 4% del PBI. Por eso los subsidios constituyen una carga creciente,y explican el deterioro de las cuentas públicas. No es casual, por otraparte, que el gobierno diga que no tiene dinero para aumentar elmínimo a los jubilados.

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En cuanto al sector externo, entre 2002 y 2009 hubo un superávitcomercial acumulado de más de 58.800 millones de dólares, contra undéficit de casi 88.000 millones entre 1992 y 2001. Ese fuerte superávit

comercial de los 2000 permitió disponer de recursos para pagar entérminos reales la deuda. Esto es, se dio lo que los economistas llaman«una transferencia en términos reales», a diferencia de los noventa.Es que en los noventa se pagaba deuda tomando cada vez más deuda,hasta que la situación se hizo insostenible. A partir de 2002, la deudase pagó con dólares obtenidos por medio de los dos superávit. Estacircunstancia,unida a la quita por el default , dio como resultado que elendeudamiento de Argentina bajara –en términos de PBI– desde un160%, en 2002, al 49% en la actualidad. De la misma manera, se han

financiado las fuertes salidas de capital, que se incrementaron desdeprincipios de 2008. Según datos conservadores, en tres años habríansalido del país 44.000 millones de dólares. Es notable que el capitalismoargentino haya bajado su nivel de endeudamiento, al mismo tiempoque transfería enormes sumas al exterior, manteniendo un alto nivelde reservas (en la actualidad las reservas son de 49.000 millones dedólares). Todo esto demuestra que en Argentina se produjo unaenorme masa de plusvalía; pero gran parte de ese excedente no sereinvirtió para ampliar la base productiva, esto es, para expandir las

fuerzas productivas en algún sentido fundamental.Desgaste progresivo

Desde 2002 la economía argentina ha crecido a tasas asombrosamentealtas; desde 2003 a 2010lo hizoa un promedio del 8,2% anual, a pesarde la recesión de 2009 (pronosticando un crecimiento global de 9% en2010). Pero también hubo un desgaste progresivo del pilar del«modelo», esto es, del tipo de cambio alto. Es que casi invariablemente

la devaluación tiende a generar presiones inflacionarias, a medidaque los precios de los bienes transables y los salarios recuperanterreno, al calor de la recuperación económica. Aquí se aplica buenaparte de las viejas explicaciones de la inflación de los estructuralistas.En tanto la inflación se acelera,el gobierno comienza a retrasar el tipo decambio, a fin de que actúe como un ancla. Si impulsara una nuevadevaluación, impulsaría la inflación. Pero el aumento de precios, conel tipo de cambio nominal frenado, significa que se aprecia el peso entérminos reales. Debe tenerse en cuenta también que la entrada de

dólares, producto del superávit comercial, ejerce a su vez presión en

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el sentido de la apreciación. Para mantener el dólar alto, el BancoCentral compra dólares, y esteriliza (ver nota «El monetarismo criollo»en el blog), pero esta medida también tiene límites, debido al

endeudamiento. Por lo tanto aquí se tropieza con una contradicción.Si el gobierno promueve una depreciación de la moneda, acelera lainflación, con poca ganancia en competitividad. Si por el contrarioretrasa el tipo de cambio, agrava los problemas de competitividad,acercándose a un escenario parecido al de los noventa. De hecho, hoyalgunos sectores industriales empiezan a quejarse de que con estetipo de cambio no pueden competir. Es posible que de prolongarseesta situación, hacia fin de 2011 el tipo de cambio real vuelva a estaral nivel de la Convertibilidad. Aunque la situación internacional es

distinta de la existente en los noventa, principalmente por la suba dela demanda mundial de materias primas.

¿Qué significa «profundizar el modelo»?

Por lo explicado, podemos decir que el crecimiento con tipo de cambioalto no tiene secretos. La ciencia de esta «alta política económica»reside en el aumento de la tasa de plusvalía, que se logra por la caídade salarios vinculada a la devaluación de la moneda.

Por lo tanto es consustancial al «modelo» que los salarios semantengan relativamente bajos. Los salarios del sector privadoformal (representaría aproximadamente el 30% de la fuerza laboral)están, en términos reales, un 10% por encima de 2001, y muchoscapitalistas se están quejando. Necesitan mantenerse competitivosvía aumento de la plusvalía absoluta, la intensidad del trabajo, yreducción de la canasta de bienes de los asalariados. Pero hay límitesa lo que pueden conseguir por esta vía, debido a que la recuperaciónde la ocupación ha fortalecido el poder de negociación del trabajo

(aunque sea por la vía indirecta, de la burocracia sindical). Enconsecuencia, la variable de ajuste más «a mano» pasa por mantenerprecarizada a una parte sustancial de la fuerza de trabajo. El 36,5% dela fuerza laboral, según el INDEC, está precarizada. Miles de pequeñasy medianas empresas se benefician de esta situación, que representaun recorte de costos para el capitalismo argentino de conjunto (incluidoel capital «nacional, popular y democrático»). En 1990 el sector deltrabajo precarizadorepresentaba el 25% de la fuerza laboral, y en2002 el 38,5%. Puede verse entonces que su participación no bajó de

manera significativa en los últimos años, a pesar de la recuperación

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económica. Incluso el Estado emplea una gran cantidad de trabajadoresprecarizados, a través de contratos basura, o de empresassubcontratistas. ¿Qué significa en este sentido «profundizar el

modelo»?Teniendo en cuenta lo anterior, puede entenderse también queel crecimiento pueda ser muy alto, pero no cambien las características másesenciales de las estructuras atrasadas y dependientes del capitalismo argentino.Después de siete años de aplicar «el modelo productivista», no huboaumento de productividad vía tecnología; no aumentó la relacióncapital / trabajo; no aumentó de ninguna manera cualitativa laparticipación de las manufacturas en el PBI; la balanza comercialindustrial sigue siendo deficitaria; no hubo incremento del trabajo

con alto valor agregado (lo que en el marxismo se llama trabajocomplejo). ¿Qué significa entonces «profundizar el modelo» en relacióna estas relaciones que no han variado con respecto a los noventa?Paradójicamente, uno de los sectores que continuó a toda marcha suexpansión, fue el cerealero y en particular el sojero. En 2010 la sojaaportaría ingresos a Argentina por 20.000 millones de dólares. Deconjunto el sector agrario impulsa la inversión, a la par que una partede la renta se reinvierte en el sector inmobiliario urbano. La sojizaciónentonces no se ha detenido porque en el fondo ha sido beneficiosa para

el modelo de acumulación. Cabe preguntarse por lo tanto qué significaprofundizar el modelo con respecto a este rubro.En cuanto a las inversiones en infraestructura, a lo largo de

estos años de fuerte crecimiento se han mantenido relativamentedébiles. Las tarifas de gas y electricidad están entre las más bajas delmundo, y esto estimula la demanda, ya que los trabajadores y sectoresmedios tienen más dinero disponible para comprar alimentos o bienesde consumo durables. Pero una situación así no dura indefinidamente.La ley del valor trabajo, y la lógica de la valorización del capital,

terminan imponiéndose. La baja rentabilidad lleva a la caída de lasinversiones, y por lo tanto de la producción. Las reservas argentinasde gas en 2010 están en 7,8 años, mientras que a fin de la década de losnoventa se ubicaban en 30 años. La matriz energética argentina está basada en el gas. Las reservas de petróleo en 2009 eran de 11 años, entanto en 1998 eran de 34,8 años. Hoy Argentina importa energía. Yaen 2010 hubo cortes de suministro energético, y todo el mundo reconoceque hay que aumentar la inversión en el sector; lo que implica hablarde rentabilidad y tarifas. Algo similar puede decirse del transporte,

en especial el ferroviario. La falta de inversión en los ferrocarriles

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afecta de conjunto la productividad de la economía (los granos, porejemplo, se mueven en su mayoría con unos 100.000 camiones). Esposible que ciertos acuerdos políticos con el gremio de camioneros

también traben la canalización de recursos hacia la revitalización delos ferrocarriles. En cualquier caso, también en el terreno de lasinversiones en infraestructura energética, transporte, logística ysimilares,es necesariopreguntarse ¿qué significa profundizar elmodelo? ¿Seguir sin invertir en los ferrocarriles, por ejemplo? ¿Acasoque siganbajando las reservas de gas o petróleo?

Por último, la pregunta que se deriva de lo expuesto ya la hemosformulado, pero vale la pena reiterarla: ¿cómo sigue este programa decrecimiento basado en el tipo de cambio alto, en la actual coyuntura?

La apreciación del real, y el alto precio de la soja y el maíz, ayudan amantener el superávit externo, pero éste se ha venido achicando. Casiel 90% del crecimiento de las exportaciones en los últimos 12 meses sedeben a la soja, el maíz, minerales y automóviles. Las exportacionesde automóviles están destinadas mayoritariamente a Brasil; tambiénde acero. De conjunto la industria argentina sigue teniendo problemaspara insertarse competitivamente en el mercado mundial. En esterespecto, las limitaciones de una estrategia de desarrollo capitalistaarticulada meramente en el tipo de cambio alto y la súper explotación

del trabajo, se revelan insalvables.Ironías de la historia

Con lo anterior no queremos decir que la economía argentina esté alas puertas de algún estallido económico (por lo menos en la medidaen que no se desate alguna crisis política aguda, por ejemplo por lasucesión en el liderazgo del partido Justicialista), sino que subsistenlos problemas y las contradicciones estructurales, propias de un

capitalismo dependiente y atrasado. Una economía que está creciendoal 9% anual no pasa a una crisis en un mes.Pero también hay que ubicar el crecimiento de la economía

argentina en las tendencias más generales de las últimas décadas. Encasi todos los países durante los ochenta y parte de los noventa las burguesías llevaron adelante programas «de ajuste», esto es,aumentaron la explotación del trabajo. Aperturas comerciales,privatizaciones, flexibilidad y precarización laboral, estuvieron a laorden del día. Con contradicciones y tensiones,toda la burguesía

latinoamericana participó o estuvo de acuerdo en esos programas. No se trató de

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una imposición de la CIA o Washington (como gusta presentar elasunto la propia clase dominante criolla),sino de una actuación según lalógica de sus intereses, que no da muestras de revertirse en algún sentido profundo.

Esa recomposición de las condiciones de explotación, más la expansiónde la demanda mundial, generaron las condiciones para la expansión delconsumo y la inversión en el continente. Siguiendo esta lógica, los gobiernos«izquierdistas» actuales (pensemos en Lula, Bachelet, Mujica o Tabaré)se convierten en garantes de un rumbo económico apoyado, en líneasgenerales, por el FMI, el Banco Mundial o el establishment económicomundial y el capital internacionalizado. Puede haber diferencias degrado, matices o peleas por el hecho de que tal gobierno favorezca atal o cual fracción, pero nada que se salga de esos carriles. En Argentina, las

diferencias de programas económicos entre un Lavagna, Prat Gay,González Fraga, Boudou o Lousteau, para mencionar algunos de loseconomistas más referenciados, son de matices. No hay mucho másque eso. Y la mayoría del pueblo hoy votaría alternativas políticasque incluirían ideas más o menos acordes. Por eso,ni las burguesíaslocales, ni los organismos y gobiernos del «primer mundo», tienen como estrategiael golpe de Estado hoy. ¿Para qué iban a tener esta estrategia, si el negociode la explotación marcha muy bien? (mi posición en este punto esopuesta al análisis de marxistas nacionalistas, como Atilio Borón; o al

de intelectuales nacionalistas de izquierda, como Alcira Argumedo).Es fundamental tener en cuentala íntima imbricación entre las burguesías y gobiernos latinoamericanos, y el capital mundializado. Los capitales que sefugan al exterior, son colocados en activos financieros; de manera quelos intereses de estos capitalistasno difieren, en sustancia, de los que defiendeel capital más mundializado y líquido. A su vez, los inversores extranjerosse asocian con los capitalistas locales, para explotar la mano de obra.La estatal Petrobrás recoge 70.000 millones de dólares en los mercadosinternacionales; es todo un símbolo de los tiempos. Como también lo

es la propia trayectoria de los Kirchner, y de muchos ex montonerosque están ahora en el gobierno. En los noventa los Kirchner apoyaronlas privatizaciones, entre ellas la de YPF. Lo obtenido con esasprivatizaciones no fue reinvertido productivamente en la provinciade Santa Cruz, sino colocado en el sistema financiero internacional.

El default de la deuda argentina, aplaudido por casi todo elCongreso en 2001, no desmiente la tesis de la confluencia de interesesde fondo. En el mismo establishment económico del primer mundo(incluido el presidente Bush) había acuerdo enla necesidad

dereestructurar la deuda, con quita incluida. No es un fenómeno

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infrecuente en la historia del capitalismo; sucede cuando el deudor esinsolvente. Luego, la discusión acerca de cuánto era la quita, fue untema de regateo. Nadie puso en cuestión el problema de fondo, a saber,

que la deuda(que había servido para financiar las fugas de capitalesde la propia burguesía) debía pagarse con plusvalía arrancada altrabajo. Luego de la quita, el gobierno argentino cumplióreligiosamente, y los tenedores de bonos ganaron fortunas. El aplausode Hillary Clinton al gobierno argentino, es todo un símbolo de queaquí nada se rompió.

También es expresiva la trayectoria del actual secretario de lapresidencia, Oscar Parrilli. Este señor fue el informante por elmenemismo en la Cámara baja, cuando se decidió, en 1993, la

privatización de las jubilaciones. Hoy jura dar la vida por profundizarel «modelo» kirchnerista. En Parrilli toma cuerpo y se singulariza laevolución de toda una fracción política. Observemos también quedurante años las dos principales AFJP (y orientadoras del resto delmercado) en Argentina fueron estatales: banco Nación y banco Provinciade Buenos Aires.Como tales funcionaron durante todo el gobierno de Kirchner.Cuando los fondos de las jubilaciones se estatizan, permanecen sin embargoinvertidos en los mercados de capitales. De la misma manera, en los 2000, elgobierno de los Kirchner vuelve sobre algunas privatizaciones, pero

solo en aquellas ramas que no resultan de interés para el capital privado, debido asu baja rentabilidad. En cualquier caso, las condiciones laborales nomejoran para los trabajadores estatales de conjunto; y continúan losnegocios con empresas subcontratistas, como lo pusieron en evidencialos recientes episodios en ferrocarriles.

Al margen de alguna particularidad (más o menos corrupciónde tal o cual personaje, etc.),el fenómeno es general. Muchos exguerrilleros y militantes de izquierda uruguayos, argentinos, chilenos, brasileños, etc.,son hoy cuadros del gerenciamiento del Estado y de los negocios

capitalistas. Para decirlo con una metáfora, si en los ochenta y noventalas reformas pro capital avanzaron 100 kilómetros hoy, con elcrecimiento, se puede retroceder 10 kilómetros (bajar un tanto ladesigualdad del ingreso, mejorar salarios). De esta manera se consolidacasi todo lo avanzado, pero además, ideológicamente, se es «deizquierda y progresista» apoyando al «modelo». En este respecto, eléxito del neoliberalismo es casi completo. Sus enemigos de ayercumplen hoy su programa fundamental. Si a los montoneros otupamaros de los 70 se les hubiera presentado una película de los

gobiernos de los 2000, hubieran dicho, sin dudarlo un instante, que se

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trataba de gobiernos de la derecha. Más significativo aún, en los 70 enArgentina los militantes de izquierda eran asesinados por las bandasparamilitares, con las que colaboraban los burócratas sindicales. En

los 2000 asistimos al espectáculo de ex revolucionarios abrazándosecon los asesinos de ayer, y amparando a las patotas sindicales mássiniestras. Ironías de la historia, pero en el fondo existe un fuertecondicionamiento económico. Por supuesto, en todo esto puede encajarmuy bien la reivindicación, superficial y brumosa, de un pasadoheroico.Profundizar el modelo entonces significa continuar en esta línea profunda.

Tendencia en América Latina

De manera más específica, lo sucedido en Argentina constituye unaparticularización de la tendencia económica en América Latinadurante la última década. Es que en los años 2000 la expansión de laacumulación en China, India, Brasil y otros países del tercer mundo,elevó la demanda de materias primas. Este viento a favor, aunado a loque ya hemos explicado, impulsaron las economías. Entre 2003 y 2008el crecimiento promedio en la región fue del 5,5%; en 2020 será del 5%.América Latina es exportadora neta de materias primas, y se vio beneficiada con el alza de los precios y de la demanda. La mayoría de

los países pasaron a tener superávit en sus cuentas corrientes, yrealizaron transferencias en términos reales. Por eso en casi todo elcontinente bajó la relación deuda/PBI y deuda/exportaciones. No esde extrañar que la crisis financiera apenas tocara a América Latina;no se trata de un «éxito singular» del modelo K.

Como producto del crecimiento, hubo también una reducción bastante significativa de la pobreza en América Latina. Unos 40millones de personas habrían salido de la pobreza. En la fase expansivadel ciclo económico, es natural que se asistan a estos fenómenos (algo

que explica Marx en el capítulo 23 del t. 1 deEl Capital). La tesis«catastrofista», que quiere ver una caída en términos absolutos, ypermanente, del ingreso de los trabajadores y sectores populares,sencillamente es equivocada. La reducción de la pobreza de Argentinadesde el 2002 al 2008, se ubica en este marco.

Al mismo tiempo, en casi todos los países latinoamericanos seredujo un tanto la desigualdad de la distribución del ingreso (CEPAL);aunque la región sigue estando a la cabeza a nivel mundial. Eldesempeño de Argentina en este plano, entre 2000 y 2010, también es

mediocre (ya nos referimos a esto en otra nota del blog). Y como

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resultado del crecimiento, la desocupación se redujo en AméricaLatina, pero manteniéndose relativamente alta; en la actualidad estáen un promedio del 8%. El trabajo en negro y precarizado es alto en

casi todos lados.En conclusión, es necesario tener presentes estas tendencias para el análisisde la economía argentina. Combinadas con los problemas que se asocian a la política de crecimiento basada en el tipo de cambio alto, muestran los límites y lascondiciones en que se puede desenvolver la prometida «profundización del modelo»en los próximos tiempos.

Publicado en el blog, 31 de octubre de 2010.

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Esta nota es continuación y actualización de la que escribí hace unaño, en la que discutía cuestiones vinculadas al crecimiento basadoen el tipo de cambio alto1. Decía entonces que el tipo de cambio altohabía sido clave para la estrategia de desarrollo «industrialista», desdemediados de 2002. Básicamente porque la devaluación posterior a laruptura de la Convertibilidad había significado una fuerte caída delos salarios –en términos de dólar y poder adquisitivo–, con laconsiguiente mejora de las condiciones competitivas del capitalismoargentino. Sostenía también que a la redistribución regresiva delingreso se habían sumado equipos industriales renovados durantelos 90; una elevada capacidad ociosa; y el congelamiento de tarifas deservicios. Todo esto se conjugó para elevar la tasa de rentabilidad, enparticular de las empresas productoras de bienes transables. Además,el ciclo alcista de los precios de los alimentos, y en particular la soja,dieron un poderoso oxígeno extra al crecimiento, habilitaronganancias extraordinarias al agro (suba de la renta de la tierra), y unaconstante inyección de recursos al Estado. Sin embargo, señalaba enaquella nota, no había habido un desarrollo sustentado en la inversión de equipos y la tecnología. Esto es, no estábamos ante un aumento de lacompetitividad con bases sólidas. Por eso, en 2010 ya se evidenciaba

FUGA DE CAPITALES,DÓLAR Y MODELO K

1 Ver en este libro el artículo precedente (que inicia en p. 217).

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el desgaste del «modelo»: el superávit comercial se achicaba; lainflación erosionaba la competitividad del tipo de cambio; y elgobierno se enfrentaba a la disyuntiva de devaluar, o de retrasar el

tipo de cambio a fin de frenar la inflación. Pero en este último caso,caería aún más la competitividad. Escribíamos: «Si el gobiernopromueve una depreciación de la moneda, acelera la inflación, conpoca ganancia en competitividad. Si por el contrario, retrasa el tipode cambio, agrava los problemas de competitividad, acercándose aun escenario parecido al de los noventa. De hecho, hoy algunos sectoresindustriales empiezan a quejarse de que con este tipo de cambio nopueden competir. Es posible que de prolongarse esta situación, haciafin de 2011 el tipo de cambio real vuelva a estar al nivel de la

Convertibilidad. Aunque la situación internacional es distinta de laexistente en los noventa, principalmente por la suba de la demandamundial de materias primas».

A pesar de las señales que estaba dando la economía, muchosdefensores del modelo K de crecimiento siguieron afirmando que «elmodelo tiene bases sólidas», y que solo los ciegos «catastrofistas deizquierda», o la derecha golpista, podían encontrar algún problemaserio. La idea dominante en este sector es que, en tanto haya estímulosde demanda, la inversión crecerá más o menos automáticamente. Una

tesis que se ha mantenido contra viento y marea.Fuga de capitales

También en una nota anterior, de septiembre de 20102 , decíamos queen Argentina se mantenía una de las características típicas del atraso,que una parte muy importante de la plusvalía se volcaba al consumosuntuario, la inversión inmobiliaria, o iba al exterior. Con respecto aesto último, señalábamos que las inversiones de argentinos en el

exterior obedecían a una lógica de valorización financiera, y que losrendimientos de esas inversiones se reinvertían en el exterior, demanera que representaban una importante sangría en términos netosdel excedente. La contrapartida de esta salida era que la inversión enplantas, equipos e infraestructura productiva, si bien había mejoradoen algún punto del PBI con respecto a los 90, continuaba siendorelativamente débil. Por eso concluíamos que «hay un fuerte crecimiento(del PBI), y cierto aumento de la participación de la inversión con respecto a los

2 Ver en el blog «Fuga de capitales y acumulación en tiempos K».

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niveles promedio de los noventa, pero sin que pueda hablarse de algún cambioestructural. Una parte fundamental del excedente sigue saliendo del país; aunquea diferencia de la década de los noventa, ahora esa salida está financiada por el

superávit de cuenta corriente. (...) La salida de capitales sigue poniendo en evidenciala estrecha vinculación de la clase capitalista argentina con el capital mundializado, particularmente con el capital financiero».

Naturalmente, los defensores del «modelo productivo»siguieron mirando para otro lado. Pero los hechos son testarudos, ylas cosas siguieron complicándose, hasta llegar a la actual coyuntura.En los últimos tres meses el Banco Central ha vendido más de 4100millones de dólares. Según la consultora Ecolatina, la formación deactivos externos del sector privado se incrementó de un ritmo

promedio mensual de 300 millones de dólares en el período enero2003 a marzo 2008 a 1.500 millones por mes entre abril 2008 y junio2010. El marco de esta fuga de capitales es una macroeconomía en laque las señales del desgaste del «modelo» son inocultables. El superávitcomercial pasó de más del 4% del PBI en 2007 a aproximadamente el2%. Las reservas del Banco Central bajaron desde más de 52.500millones de dólares a fines de 2010, a 47.580 millones hoy; esto a pesarde que tomó préstamos de bancos europeos. Las reservas de libredisponibilidad (las que exceden la base monetaria, y con las que el

Gobierno paga deuda externa), se evaporaron. El crecimiento de losdepósitos bancarios se ha frenado, y las tasas de interés han subido al15% para los minoristas (estaban al 10%) y hasta el 20% para losgrandes depositantes. ¿Esto también formará parte del «modeloproductivo»? En cualquier caso, y ante este panorama, es evidenteque la disyuntiva de 2010 que comentábamos, se ha hecho más aguda.Destaquemos que si bien la crisis internacional ha jugado un rol en lafuga de capitales –debido a la devaluación del real, y la desaceleraciónde la demanda internacional– no alcanza a explicarla. Después de todo,

otros países latinoamericanos han estado recibiendo capitales a causade la crisis internacional, por lo que su problema es el opuesto delargentino: procuran evitar la apreciación de sus monedas. EnArgentina, en cambio, la apuesta de muchos grandes inversores, ytambién de ahorristas pequeños y medianos, es que el precio del dólarfinalmente va subir.

Desarrollo desigual y dependiente, y tipo de cambio

Tal vez una de las cuestiones más importantes es entender que la

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disyuntiva descrita –devaluar o retrasar más el tipo de cambio– seinscribe en un movimiento de largo plazo de la economía argentina,en la que se alternaron los períodos de tipo de cambio alto y bajo,

pautados por crisis que marcaron la transición de un período al otro.Por eso, más allá del análisis de la coyuntura inmediata, nos interesamostrar cómo existe una cierta lógica en estos movimientos, que estávinculada al desarrollo de las fuerzas productivas –en particular, alnivel de productividad– y a las variaciones de la rentabilidad einversión de los sectores vinculados a la producción de bienestransables (sustitución de importaciones y exportables) y de bienesno transables (en lo que sigue resumo algunas de las ideas que presentoen Economía política de la dependencia y el subdesarrollo).

Si se toma como punto de partida 1974 –inicio de la crisis finalde la estrategia de sustitución de importaciones–, se advierte que desde1977 y hasta comienzos de 1981 rigió un tipo de cambio real bajo(moneda apreciada); que en la década de 1980 y hasta comienzos de1991, el tipo de cambio fue alto (moneda depreciada); durante laConvertibilidad la moneda se apreció; y a partir de 2002 se vuelve aun tipo de cambio alto, aunque con tendencia paulatina a la apreciacióndesde 2003, hasta llegar al actual escenario. Aclaramos que cuandohablamos de moneda apreciada nos referimos a un tipo de cambio

cercano al nivel de paridad de poder de compra con los paísesadelantados (en particular, con EEUU). Esto significa que, en promedio,y a igual que sucede con la mayoría de las economías atrasadas, lamoneda argentina tiende a ubicarse en un nivel por debajo de la paridadde poder de compra. Esta depreciación de la moneda en términos realesobedece, desde el punto de vista de la ley del valor trabajo, a problemasestructurales, que tienen que ver, principalmente, con la baja productividad dela industria argentina.

Dada su baja productividad relativa, una manera que tiene la

industria de ganar competitividad en el mercado mundial es a travésdel tipo de cambio real alto, que implica bajos salarios en términos dela moneda mundial (dólar o euro). Sin embargo, debido a los impulsosinflacionarios que derivan de este régimen cambiario, a mediano plazocasi inevitablemente se generan las condiciones para la reversión haciael tipo de cambio bajo. Y son estas variaciones bruscas del tipo decambio, las que generan cambios también bruscos y profundos en lastasas de rentabilidad de los sectores productores de bienes transablesy los productores de bienes no transables; y con ellos, de sus tasas de

crecimiento e inversión. Con tipo de cambio alto, los sectores

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productores de transables aumentan su rentabilidad, lo que llevaaparejado el aumento de inversiones en el sector; pero baja larentabilidad y la inversión en los sectores de no transables. A su vez,

con la moneda apreciada, los sectores transables ven disminuidassus ganancias, y los de no transables las incrementan, y con ella lainversión y el crecimiento. El resultado es que se asiste a un desarrollodesigual,  profundamente desestructurado. Los cambios bruscos de larentabilidad de los sectores debilitan las inversiones de largo plazo,fundamentales para superar el subdesarrollo. Los diferenciales deproductividad se acentúan, porque ora un sector, ora el otro, sufreperíodos más o menos prolongados de baja rentabilidad y por lo tantode baja inversión y renovación tecnológica. En los ‘90, por ejemplo, en

tanto en teléfonos, o producción y transporte de electricidad, serealizaban inversiones y se espandían, muchas industrias productorasde transables, en especial intensivas en mano de obra –textiles, calzado,etc.–, languidecían. De la misma manera, el parque industrial serenovaba parcialmente, pero el sector productor de máquinasherramientas trabajaba con un 50% de capacidad ociosa, promedio.En los 2000, por el contrario, sectores de productores de bienesexportables, o sustitutos de importaciones, prosperaron; pero ampliossectores productores de servicios, o energético, se retrasaron.

Significativamente, la balanza energética pasó a ser deficitaria, luegode haber tenido superávit en los 90 y buena parte de los 2000.Este crecimiento desestructurado se refleja entonces en la

situación cambiante del sector externo, y las dinámicas de precios.Los períodos de tipo de cambio alto, posteriores a una devaluación,dan lugar a mejoras rápidas y sustanciales de la balanza comercial (oen la balanza de cuenta corriente). Los productores de transables conventajas competitivas naturales -ejemplo, el sector productor degranos- obtienen plusvalías extraordinarias, bajo la forma de

ganancias extraordinarias, o alta renta agraria. Eventualmente, enuna coyuntura de altos precios internacionales de las materias primas,una parte de la renta puede captarse con impuestos y destinarse asubvencionar industrias proveedoras de insumos y servicios, a losefectos de sostener el tipo de cambio real alto. En estos períodos elcrecimiento industrial se caracteriza por ser principalmente extensivo–esto es, empleador de mano de obra– y la renovación tecnológicarelativamente débil. La competitividad del sector transable es alta,pero porque está asentada en una alta explotación del trabajo (salarios

 bajos, precarización del empleo, etc.), y en la contención de los precios

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de insumos y servicios esenciales.

Erosión del tipo de cambio «competitivo»

No es de extrañar entonces que a mediano plazo la ventaja competitivase erosione, en la medida en que los precios de los bienes no transablesy los salarios, especialmente de los sectores sindicalizados, buscanrecuperar el terreno que han perdido con la devaluación. Por eso, amediano o largo plazo, las falencias y contradicciones estructurales no puedensuperarse con meros remedios monetarios. No se trata de conspiraciones delos golpistas, como he escuchado de boca de algún intelectual K deCarta Abierta, sino de las leyes de la acumulación (y la explotación)

capitalista. La cuestión de fondo es que la debilidad de la inversión -y deldespliegue de la investigación y desarrollo- no permite superar el atraso y ganar competitividad genuina a la industria. Hoy, en Argentina, la balanzacomercial industrial es fuertemente deficitaria (en las manufacturasde origen industrial, por unos 20.000 millones de dólares), luego decasi una década de crecimiento «industrialista» K. El problema puedeagudizarse bruscamente si algunos de los socios comerciales depreciasu moneda; como acaba de suceder con Brasil.

En consecuencia, las presiones inflacionarias, que tienen origen

cambiario, no dejan de acentuarse. Los sectores productores de notransables no invierten si no mejoran los precios relativos, y en elmediano o largo plazo, los precios de servicios y otros insumoscomienzan a subir. Si además, el gobierno ha mantenido tarifascongeladas, a costa de crecientes subsidios , es probable que aparezcan déficitfiscales crecientes. La monetización del déficit (esto es, cubrirlo conemisión), da lugar a mayores presiones inflacionarias, acrecentandola desconfianza hacia la moneda nacional. En definitiva, las presionesinflacionarias terminan erosionando la competitividad cambiaria. Al

crecer la desconfianza, se potencia el flujo de fondos hacia el dólar o eleuro. El ahorro (más precisamente, atesoramiento) ocurre en monedaextranjera. Al caer los depósitos en moneda nacional, los bancos elevanlas tasas de interés, para detener la sangría. Lo cual no es precisamenteun estímulo para la inversión productiva. Todos estos factores nodejan de empujar hacia la devaluación.

Devaluaciones, inflaciones y reversiones cambiarias

Pero la devaluación de la moneda no es una solución sencilla, ya que

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puede dar lugar a nuevas devaluaciones, que eventualmentedesembocan en altas inflaciones (o hiperinflaciones). Lo cual esinsostenible, como lo demuestra la experiencia argentina de los 80 y

principios de los 90. Es que con alta inflación los salarios bajan entérminos reales -es inevitable que pierdan la carrera con los precios-pero también con una moneda en constante pérdida de valor seembotan los mecanismos del mercado. Entonces es imposible compararlos tiempos de trabajo. Por eso, en el extremo, la economía se dolariza.El dólar pasa a ser moneda no sólo de atesoramiento, sino tambiénmedida de valor y medio de pago (los contratos se fijan en dólares,etc.). Se generan así las condiciones para la reversión hacia la moneda«fuerte». El anclaje del tipo de cambio está en la lógica del proceso, ya

que se busca fijar la variable que ha estado en el origen del impulsoinflacionario, y restablecer la disciplina del mercado, tanto sobre loscapitales menos productivos, como –y principalmente– sobre lostrabajadores. Es por esta razón que las razones que lleva a los períodosde apreciación de la moneda se incuban en las fases de crecimientoque se sostienen en el tipo de cambio alto. Algo de esto se ve en elpanorama actual; la apreciación del peso de los últimos años está enla mecánica del crecimiento de los 2000. Sin embargo, hoy la economíaargentina no está ante un escenario de crisis aguda, al estilo de lo

ocurrido en 2001. Pero dicho esto, también hay que decir que el panorama seha agravado. Desde hace muchos meses el gobierno ha venido retrasandoel tipo de cambio para frenar la inflación, esto es, ha aplicado unareceta típica de la década de 1990. Pero por esto en los últimos tiemposse ha apreciado la moneda; con lo cual se debilitó uno de los pilaresdel «modelo», el tipo de cambio alto. Por eso también, en los hechos,ha comenzado a establecerse otra paridad entre el peso y el dólar, através del mercado no oficial (o negro). Esta dicotomía -atraso del tipode cambio oficial, depreciación de la moneda en el paralelo- es otra

expresión de las disyuntivas que enfrenta el «modelo K».Paralelamente, los subsidios a industrias productoras de servicios ysimilares (eléctricas, transporte, pero también forestal yagroalimentaria), no han dejado de aumentar. En 2010 el Estadotransfirió unos 48.000 millones de pesos a las empresas, un 45% másque en 2009. Y sólo en los primeros seis meses de 2011, alcanzaron32.366 millones de pesos, un 73% más que en igual período de 2010. El«ajuste» significaría un aumento de las tarifas, esto es, un caída delpoder adquisitivo de los salarios, en primer lugar. Pero también

agregaría presión a los impulsos devaluatorios. Subrayamos: en estas

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condiciones,una devaluación se descargaría sobre los trabajadores, bajando lossalarios. Aunque puede dar lugar a una agudización de las luchassalariales. Por eso la propia clase dominante es reacia a aplicar este

remedio. Pero por otra parte, el actual esquema ha comenzado hahacer agua.

En conclusión , lo que está sucediendo hoy en Argentina -fuga decapitales, depreciación de hecho de la moneda- refleja que elcrecimiento de los 2000 no ha permitido superar las estructuras delatraso y la dependencia. Negar esta realidad hablando sobre el «modelode matriz diversificada y acumulación con inclusión social», equivalea marearse con palabrerío vacío.

Publicado en el blog, 31 de octubre de 2011.

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La desaceleración

Los últimos datos del Indec indican que estamos en presencia de unapronunciada desaceleración de la actividad económica. En el siguiente

gráfico se puede ver la variación porcentual del estimador mensualde actividad con respecto a igual mes del año anterior, entre mayo de2011 y abril de 2012.

ECONOMÍA ARGENTINA,COYUNTURA Y LARGO PLAZO

Fuente: Indec 20/07/12

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Agreguemos que la tasa de desocupación aumentó del 6,7% en el últimotrimestre de 2011 al 7,1% en el primero de 2012, con un descenso de lapoblación activa, del 46,1% al 45,5% entre esos períodos; esto significamenos cantidad de gente buscando trabajo. El Ministerio de Trabajo

reconoció, en agosto, que se estancó la creación de empleo. En el primer

Fuente: Indec 27/07 /12

En éste, las variaciones del estimador mensual industrial.

También la caída en la construcción:

Fuente: Indec 29/06/2012

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trimestre de 2012 el PBI creció el 5,2% con respecto a igual período de2011; en términos anualizados, el crecimiento fue del 3,6%, y debetomarse en cuenta que hay un arrastre estadístico del 1,6%. de 2011.

Todo indica que el crecimiento en el segundo semestre será más débilque en el primero. Las importaciones de bienes de capitaldisminuyeron, en junio de 2012, un 38% con respecto a igual mes delaño anterior; puede estar reflejando una caída importante de lainversión. El consumo también se debilitó; las ventas minoristas en junio cayeron 6,8% con respecto a junio de 2111 (CAME); aunque luegorepuntó, como consecuencia de los aumentos de las paritarias, ytambién porque la compra de bienes de consumo durables se ve comoun refugio frente a la inflación. Con todo esto a la vista, si bien no hay

elementos como para decir que se haya entrado en recesión (dostrimestres seguidos con crecimiento negativo), se puede afirmar quees fuerte el freno del crecimiento.

Explicaciones

El Gobierno y sus defensores explican que la desaceleración no se debea debilidades del modelo, sino a la crisis internacional, ya que «elmundo se nos vino encima». Pero el argumento es débil. Como señalan

los críticos, la economía mundial está creciendo al 3,5% (según el FMI, junio 2012). En 2009 la economía mundial se contrajo el 2,2%, y la delos principales socios comerciales de Argentina un 0,4%; pero laeconomía argentina creció 0,9% (según el Indec). ¿Por qué debía caeren 2012, con la economía mundial creciendo al 3,5%?

Los partidarios del Gobierno responden que Argentina se havisto muy afectada por el freno de las importaciones de automóvilespor Brasil, y por la sequía, que no permite aprovechar el aumento dela soja. Hay elementos de verdad en esto. Según la Asociación de

Fábricas de Automotores, debido a la caída de la demanda en Brasil,las exportaciones de vehículos disminuyeron un 28,4% en el primersemestre de 2012 con respecto al mismo período de 2011. Lafabricación de vehículos automotores bajó 14,2% en el primer semestrede 2012 con respecto al primero de 2011; y un 30,9% en junio de 2012en relación a junio de 2011. Dado el peso de la industria automotriz enla economía, el efecto recesivo es indudable. Por otra parte, durante lacampaña 2011-2 hubo una disminución en la producción de unos 15millones de toneladas entre maíz y soja, debido a la sequía. Además,

 buena parte de la cosecha se vendió a precios menores que los actuales.

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Esto explica que las exportaciones de productos primarios tuvieran,en el primer semestre, una caída por precios del 1%. En junio, y entérminos anualizados, las exportaciones de productos primarios

cayeron un 15%, tanto por precios como por cantidades. En definitiva,dicen los K-partidarios, los problemas son externos, crisis mundialen primer lugar, sequía en segundo término.

Los críticos retrucan señalando que otros rubros se handesacelerado, o están disminuyendo: la industria alimenticia y tabacocreció, a junio de 2012, el 2,8% con respecto a igual acumulado del añoanterior; la textil disminuyó el 1,8%; papel y cartón, y edición eimpresión aumentó 2,1%; refinación de petróleo bajó 1,6%; e industriasmetálicas básicas descendió 1,7% (todos los datos son del Indec). La

caída de la construcción tampoco puede explicarse por la crisismundial; ni el aumento del déficit de la balanza energética. Pero losdefensores del Gobierno explican que no hay problemas de fondo, yque a partir del segundo semestre las cosas irían mejor. En Brasilhabría recuperación de la demanda en el segundo semestre. Y en 2013se harán sentir los efectos del alto precio de la soja; el precio de laoleaginosa aumentó casi un 60% desde diciembre de 2011. Si lascondiciones climáticas lo permiten, la cosecha alcanzaría los 55millones de toneladas, y podría haber un ingreso extra de 5300 millones

de dólares en 2013. El Gobierno podría recaudar entonces 8600 millonesde dólares por derechos de exportación (Iaraf, «Informe económico»170, julio 2012). O sea, el mundo ya no se nos caerá encima.

Si bien esto es real, existen de todas maneras muchos elementospara concluir que la economía se ha desacelerado de manera muyfuerte, y esto no se explica sólo, ni principalmente, por los factoresexternos.

Crecimiento y problemas crecientes

La discusión sobre la coyuntura hay que enmarcarla en la dinámicade la economía argentina desde 2002. Los defensores del gobiernoseñalan repetidamente que Argentina creció a «tasas chinas», y éstees un elemento real. Desde el primer trimestre de 2002 hasta el primerode 2012, el PBI aumentó un 103% (tomamos como punto de partida2002 porque cuando Kirchner asumió la presidencia la economía yaestaba creciendo a una tasa muy alta, un 7,7% en el segundo trimestrede 2003 contra igual período de 2002).

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Con la recuperación bajó la desocupación, desde el pico del 21%durante la crisis, al 7% actual; también la pobreza, que había alcanzadocasi al 60% de la población en 2002, disminuyó al 22% que calcula hoy

la UCA. En estos 10 años hubo importantes excedentes comerciales,de manera que se pudo evitar la tradicional restricción que tenía laeconomía argentina por el lado de la balanza de pagos, al tiempo quese bajaba el nivel de endeudamiento. La deuda externa disminuyó del165% del PBI, después del estallido de la convertibilidad, al 42% en laactualidad. Aunque influyen las variaciones del tipo de cambio (hastadiciembre de 2001 representaba el 55% del PBI), es un hecho que ladeuda hoy representa una carga mucho menor que en los 80 y 90 parala economía. Asimismo, crecieron las reservas internacionales. Todos

estos datos están mostrando que asistimos a una fase expansiva delciclo económico relativamente prolongada. En otra nota, hemosplanteado que este ciclo se corresponde con un proceso similar queocurrió a nivel de América Latina en la última década (ver«Crecimiento, catastrofismo y marxismo en América Latina» en estelibro). No se puede entender el apoyo que ha recibido el gobierno delos Kirchner (o el de Lula o Bachelet) si no se parte de reconocer estasituación. En última instancia, la tesis, tan repetida en 2001 y 2002, deque la crisis argentina era «sin salida», tiene sus raíces en una

incomprensión de la dinámica del modo de producción capitalista.Sin embargo, en los últimos años se encendieron luces amarillas en el«modelo». Veamos:

a) desde hace tres años, por lo menos, el sector privadono está generando empleo neto. El desempleo juvenilalcanza al millón, y desde 2009 se multiplicó por cuatroel número de jóvenes que reciben subsidio por desempleo;

 b) en los últimos años los niveles de pobreza se hanmantenido en torno al 22% (UCA, CTA y otros estudiosno oficiales). Esto significa que se ha mantenido muy altala cantidad de pobres estructurales;

c) el balance fiscal, que en 2004 fue positivo por casi el 4%del PBI, en 2011 fue negativo por el 1%, y en 2012 seríatambién negativo. Los subsidios al transporte público yal consumo de gas y electricidad representan el 4% del

PBI.

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d) el tipo de cambio real se apreció. Según Cepal, el tipode cambio multilateral estaría apreciado un 30% con

respecto al promedio 2003-2012. Desde hace años, lasimportaciones crecen a una tasa mayor que lasexportaciones, a pesar del alto precio de las materiasprimas. Entre 2004 y 2010, medidas en dólares,aumentaron en 229% y las exportaciones en 144%; entre2010 y 2011 las importaciones aumentaron 30,8% y lasexportaciones 23,7%. El tipo de cambio alto fue clave enel «modelo» K.

El problema que subyace a estas evoluciones reside en la acumulación, y se sintetiza en que desde inicios de 2008 hubo una fuerte salida de capitales, deunos 60.000 millones de dólares (21.000 millones en 2011). Esto explicapor qué, a pesar del excedente comercial, las reservas internacionaleshan bajado en los últimos meses: casi un 14% entre junio de 2011 yagosto de 2012. Además, otra parte del excedente (por caso, de la rentade la tierra) se ha estado invirtiendo en construcción y propiedadinmobiliaria. Por lo tanto, una enorme masa de plusvalía no sereinvierte productivamente en el país. Pero la clave del desarrollo capitalista

es la acumulación de capital, esto es, la reinversión de la plusvalía (el fruto de laexplotación del trabajo) en medios de producción y fuerza de trabajo, para obtenermás plusvalía. De aquí también que no se hayan superado los rasgosestructurales básicos de la dependencia.

¿Cuánto cambió la economía?

Mucha gente está convencida de que a partir de 2003 Argentina pasóde un modelo agrícola y financiero, a un modelo productivo sustentado

en la industria. Las cifras de algunas ramas industriales parecen avalaresa creencia: Entre 2003 y 2011 la producción de heladeras creció 451%,la de lavarropas 239% y cocinas 248%. La industria textil aumentó suproducción un 150%. La fabricación de productos manufacturadosde marroquinería y cueros se incrementó 60% en dólares. La de juguetes un 140%. La producción de la industria farmacéutica crecióun 153%, y un 191% sus exportaciones. La metalmecánica aumentósu producto el 180% y el empleo 109%. La producción de vehículosautomotores, la estrella de la industria, se incrementó un 488%; y el

empleo un 213%. La industrialización de la soja creció 54% desde

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2003 a 2012; la capacidad instalada del polo aceitero aumentó 100%en el mismo período. (datos Ministerio de Industria). En biocombustibles hubo una inversión de unos 1000 millones de dólares

en los últimos años. En términos generales, se puede decir que a partirde la devaluación del peso en 2001, los sectores productores de bienestransables industriales se han visto beneficiados por el aumento desus exportaciones, y sobre todo, por la sustitución de importaciones.Éste es el elemento de verdad que tiene el discurso K sobre el «modeloindustrialista».

Es indudable, además, que este crecimiento constituye una fuenteimportante de legitimidad y de consenso para el Gobierno. Sin embargo, noimplicó un cambio cualitativo de la estructura productiva global del país. Para

verlo, tomamos como puntos de comparación 1998 (el año previo alinicio de la crisis) y 2011. En ese lapso, la participación de la industriaen el PBI aumentó un punto porcentual: en 1998 era del 17,8%, en 2011fue del 18,8%. No es un cambio significativo. En algunos círculosacadémicos «progre-izquierdistas» circula la idea de que los 90 fueronaños de «acumulación financiera», por oposición a los 2000. Sinembargo, la participación en el PBI del sector bancario y financiero fue un pocosuperior en 2011 con respecto a 1998. En 1998 la suma de la participaciónde la intermediación financiera y de los servicios de intermediación

financiera era 5,1%, en tanto que en 2011 la participación agregada delos dos ítems fue del 6%. Ya hemos visto, por otra parte, que laparticipación de la manufactura no fue significativamente superior.Sí aumentó la participación de los sectores productores de bienes yservicios en el PBI: en 1998 fue del 32,1%, y en 2011 del 37,9%. Es unasuba importante, de casi 6 puntos porcentuales. Sin embargo, se debeprincipalmente al aumento de la participación de sectores productoresde bienes con bajo valor agregado: minas y canteras incrementó suparticipación en el PBI del 1,4% al 3,1%; y agricultura, ganadería y

sivicultura pasó del 5% al 9,5%. Agreguemos que la participación dela construcción se mantiene en poco más del 5%, en tanto disminuyela participación de electricidad, gas y agua del 1,9% al 1% (pero eneste último ítem, a precios constantes de 1993, la participación semantiene estable en torno al 2,3%).

El peso de actividades de bajo valor agregado también se reflejaen la estructura de las exportaciones. En 2010 el 23,6% de lasexportaciones estuvo compuesta por productos primarios, el 33,2%por manufacturas de origen agropecuario (MOA), el 34,1% por

manufacturas de origen industrial (MOI) y el 9,6% fueron combustibles

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y energía. En 1998 eran, respectivamente, el 25%, 33,1%, 32,6% y 9,2%.O sea, hubo un aumento de la participación de las MOI, pero no semodificó sustancialmente el alto peso de productos primarios, y de

las MOA de poco valor agregado.Para verlo de otra manera, digamos que el complejo oleaginosorepresentó, en 2011, el 26,2% de las exportaciones totales (el sojero el24,5%); y el cerealero el 11,2%. El 75% del valor exportado por elcomplejo agroindustrial (31 cadenas agroalimentarias) estácompuesto por commodities. Esto explica por qué la economíaargentina es tan dependiente de factores climáticos (las lluvias enArgentina y EEUU). Por otra parte, las exportaciones de vehículosautomotores representan el 39% de las MOI (el complejo automotriz

representó, en 2011, el 12,7% de las exportaciones totales). Además,están muy concentradas en el Mercosur, esto es, en Brasil. En 2011 lasexportaciones de vehículos y chasis al Mercosur representaron el 76%del total. Es que la apreciación del real (a pesar de su depreciaciónreciente, todavía está apreciado con relación al dólar un 20%,aproximadamente) contribuyó a mantener competitiva a la industriaautomotriz argentina, a pesar de la apreciación del peso contra eldólar y el euro. De aquí la «Brasil-dependencia» de las exportacionesargentinas de MOI. Esto también explica el peso de la industria

automotriz en la economía argentina.Es de destacar entonces que la industrialización (y la «argentinización»)de la economía, proclamada por el «Proyecto nacional y productivo», se realiza a partir del imbricamiento de grandes empresas agrarias, mineras y automotrices(Grobo, Cresud, Molinos, Monsanto, Barrick Gold, Vale, Ford, JohnDeere, Fiat) con el mercado mundial. Por encima de los discursos , se imponela lógica de la internacionalización del capital. Queda claro, por lo tanto, loque se está demandando cuando se levanta la consigna de«profundizar el modelo».

Por otra parte, durante años el Gobierno negó que hubieraproblemas en la producción de gas y petróleo. En 2012 tuvo queadmitirlos. Según datos oficiales, entre 1998 y 2011 la producción depetróleo se redujo en 15,9 millones de metros cúbicos y entre 2004 y2001 la producción de gas disminuyó en 6,6 miles de millones de metroscúbicos. Las reservas de petróleo cayeron 11% y las de gas 43% entre2003 y 2010. Como resultado, en 2011 Argentina tuvo un saldo negativoen la balanza comercial de hidrocarburos de 3.029 millones de dólares.El déficit se agrava este año. En el primer semestre de 2012 se

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importaron combustibles y lubricantes por 4983 millones de dólares;es un aumento del 16% con respecto al primer semestre de 2011.

De la misma manera, las dificultades que están experimentando

empresas eléctricas, y los cortes frecuentes de suministro, estánevidenciando también problemas estructurales graves. Lo mismopodemos decir del transporte; por ejemplo, los ferrocarriles (ver «Sobrela estatización y el control obrero de los ferrocarriles» en el blog). Eldéficit comercial de la industria y energético, las falencias deltransporte, el peso que continúan teniendo los productos primarios ode poco valor agregado en el PBI y en las exportaciones, no puedenatribuirse a la crisis mundial. Tampoco la salida de capitales: en 2011Argentina tuvo un movimiento neto de capitales de 17.600 millones

de dólares, en tanto Brasil experimentó un ingreso neto de 282.900millones (dato de Cepal). Los problemas tienen sus raíces en problemasvinculados con la acumulación del capital.

La acumulación del capital en la tradición clásica

En la nota anterior hemos planteado que la clave del desarrollocapitalista pasa por la reinversión del excedente. Esta importante ideafue formulada por primera vez por los fisiócratas. Quesnay definía el

excedente como la diferencia entre la producción y lo necesario paramantener la capacidad productiva (incluyendo en ésta el consumodel trabajador). Se equivocaba al sostener que solo la actividad agrícolageneraba ese excedente, pero lo destacable es que concibió un procesodinámico, cuyo eje es la reinversión, decidida por la clase social que seapropia del excedente. Luego, en Smith y Ricardo, serán lostrabajadores contratados por el capital los que producen el valor, ypor lo tanto, las ganancias y las rentas. Se trata de un enfoque opuestoal neoclásico, con su énfasis en la asignación eficiente de recursos

«dados». En el sistema clásico, lo importante es ampliar el trabajoproductivo, para generar ganancia que se invierte para generar másganancia. Se trata de un proceso circular, o en espiral , que rige el desarrollode las fuerzas productivas. También en Marx se mantiene esta idea.Sintéticamente, en Marx, para que haya reproducción ampliada delcapital, es necesario que el capitalista decida acumular, reinvertir laplusvalía, no sólo para acrecentar el capital variable (como sucede enRicardo), sino también el capital constante, esto es, los medios deproducción. «El empleo de plusvalor como capital, o la reconversión

de plusvalor en capital, es lo que se denomina acumulación de capital»

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(Marx, 1999, t. 1, p. 713). Por eso, una vez dada la masa de plusvalor,«la magnitud de la acumulación depende... de cómo se divida elplusvalor entre el fondo de acumulación y el de consumo, entre el

capital y el rédito» (idem, 730).La plusvalía que se gasta como rédito, esto es, para el consumoo diversos gastos del capital, no permite ampliar la capacidadproductiva. De aquí la importancia de distinguir entre trabajadoresproductivos e improductivos. Los trabajadores improductivos sonpagados con plusvalía, y no generan plusvalía. En El Capital Marxapuntaba que el gasto en empleados domésticos, en Inglaterra, eragasto improductivo. Lo mismo se aplica al trabajo estatal. Si el Estadocontrata trabajadores para enterrar y desenterrar botellas, esto puede

estimular el consumo, y por esa vía contribuir a sostener la demanda.Sin embargo, esos trabajadores son pagados con plusvalía que no sereinvierte productivamente (para una discusión, ver «Ley de Say,Marx y las crisis capitaslitas» en el blog). Por lo tanto, en la medida enque el nivel de empleo se sostenga por esta vía, el crecimientoencontrará dificultades crecientes. Podemos decir que en un paísatrasado, esto es doblemente válido. Y esto ocurrirá aun en el caso deempresas estatales. Por ejemplo, si una empresa estatal contratapersonal para que trabaje como puntero político, ese gasto es

improductivo; aunque el gasto de ese puntero contribuya a mantenerla demanda. Y en el mediano o largo plazo, ese tipo de gasto solo sesostiene si crece el trabajo productivo.

En síntesis, en la teoría clásica, y más explícitamente en Marx,la clave del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas pasapor cuánto trabajo se emplea productivamente, y por cuánto de laplusvalía se reinvierte para ampliar el trabajo productivo, o se gastacomo rédito. Si consideramos el desarrollo de un país en particular,debemos agregar cuánto de la plusvalía atraviesa las fronteras para

colocarse en otro país. Lo importante es que todo el valor histórico delcapitalismo se relaciona con estas cuestiones: «Solo en cuanto capitalpersonificado el capitalista tiene un valor histórico...». Enconsecuencia, los factores que influyen en la decisión de invertir -enprimer lugar, la ganancia, y la seguridad de su continuidad- sondecisivos en el análisis del desarrollo capitalista. La búsqueda deganancias, y la competencia, obligan a cada capitalista «a expandirconstantemente su capital para conservarlo» (ídem, 731). Por eso,«como fanático de la valorización del valor, el capitalista constriñe

implacablemente a la humanidad a producir por producir, y por

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consiguiente a desarrollar las fuerzas productivas sociales y a crearlas condiciones materiales de producción que son las únicas capacesde constituir la base real de una forma social superior...». Destaquemos

que el dinamismo técnico deriva de esta mecánica. El desarrollo de lasfuerzas productivas no consiste solo en aumento cuantitativo (mástrabajadores y más medios de producción), sino en el avancetecnológico: la producción de más bienes por menos unidad de tiempo(innovaciones de proceso); y de bienes que satisfagan mejor lasnecesidades humanas (innovaciones de productos). Esta dinámica, asu vez, lleva a las crisis de sobreproducción. Al acumular, aumenta lamasa de capital constante invertida por obrero, se eleva laproductividad, se abaratan los medios de producción y de consumo,

y finalmente se debilita la tasa de rentabilidad. Lo cual explica porqué la crisis típica del desarrollo capitalista no es por carencia, sino por «exceso», por sobreproducción, por sobrecapacidad y sobreacumulación .

Apuntemos también que mucho de este enfoque fue mantenidopor los neoricardianos (Garegnani, Pasinetti), hasta el día de hoy.También por los keynesianos de Cambridge (como Kaldor), o losautores tradicionales de desarrollo (como Lewis), aunque en estoscasos, sin la tesis del trabajo productivo, ni referencia alguna a laexplotación. En Kaldor, por ejemplo, el dinamismo técnico depende de

la capacidad para absorber el cambio técnico, y éste depende de latasa de acumulación. Estas ideas están en el centro de las polémicasde los autores más progresistas del pensamiento burgués, con losneoclásicos. La causa del retraso de los países subdesarrollados no esla pobreza de recursos, o la escasez de ahorro, sino al contrario, lapobreza de recursos y la escasez de ahorro es el reflejo de la debilidadde la acumulación (ver, por ejemplo, Kaldor 1963).

La salida del excedente en el pensamiento de izquierda

Aunque a primera vista parezca que nos hemos alejado del tema quenos ocupa, estamos en el meollo de la cuestión. Desde el punto de vistadel desarrollo capitalista, la raíz de los problemas en la economíaargentina reside en que una parte sustancial del plusvalor no sereinvierte productivamente. En parte se utiliza en gastosimproductivos (incluidos gastos estatales), o construccióninmobiliaria. Y otra se coloca en el exterior, ya sea porque lasmultinacionales no reinvierten sus ganancias, o porque la burguesía

argentina saca los capitales. Los teóricos de la dependencia, y en

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general los autores de izquierda, tradicionalmente explicaron el atrasode los países coloniales y semicoloniales por la extracción del excedenteque realizaban las potencias y sus empresas, aliadas a las oligarquías

locales. Pero hoy, en Argentina, la remesa de utilidades por parte delas grandes transnacionales es solo una parte del problema, porqueexiste una enorme masa de riqueza, propiedad de la clase capitalistacriolla, que está acumulada en el exterior (algunos la ubican en 160.000millones de dólares, pero puede ser superior); esto es, no se reinvirtió,ni se reinvierte, para ampliar las capacidades productivas. En estepunto, el esquema explicativo «imperio-colonia» hace agua, ya que esatransferencia del excedente fue un acto libre de los capitalistas argentinos. Parailustrarlo con un ejemplo, cuando los Kirchner colocaron varios cientos

de millones de dólares, provenientes de la privatización de YPF, en loscircuitos financieros internacionales, lo hicieron respondiendo a una lógicade clase , no por imposición del FMI, o de poderes coloniales. Lodecidieron así porque consideraban que el marco social, o el horizontepolítico, no era adecuado para realizar inversiones productivas en laprovincia de Santa Cruz. Algo similar puede decirse acerca de la formaen que los políticos blanquean el dinero de la corrupción: lo invierten,con criterio rentístico, en propiedad inmobiliaria, urbana o rural, oen dólares y activos financieros en el exterior. Esta debilidad de la

acumulación de capital explica entonces por qué el problemaeconómico en Argentina se manifiesta como carencia, como falta (de energía,de transporte, de producción con valor agregado, etc.)  y no como«exceso». El hecho de que la intelectualidad K- izquierdista pase poralto, o disimule, la salida del excedente, demuestra la distancia que lasepara de lo que ha sido la tradición del pensamiento crítico de laizquierda latinoamericana, y de las expresiones más progresistas dela tradición económica.

La inversión en ArgentinaAfirmar que la salida del excedente debilitó la acumulación, y por lotanto las bases del desarrollo capitalista, no es sinónimo de negar quehubo inversión en la última década. Es importante aclarar este punto,porque muchas veces se puede caer en una discusión falsa. Cuandosostenemos que existe un desarrollo deformado y con fundamentosdébiles, y que la salida del excedente es causa y expresión de ello, noestamos diciendo que no hubo en absoluto inversión. En los 2000 los

niveles de inversión se recuperaron con respecto a la gran crisis de

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2001-2, e incluso fueron un poco superiores a los promedios de losaños noventa. Pero la inversión no cambió cualitativamente con respecto a los90. En el siguiente gráfico vemos la inversión (incluye construcción e

inversión en equipos) en términos del PBI.

En el siguiente mostramos la evolución de la participación de la

inversión en equipos.

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Aquí, la participación de la construcción en el PBI. La construcciónresidencial no aumenta la capacidad productiva del país; en términosmarxistas, es gasto de renta, esto es, de bienes de consumo.

La relatividad del cambio en los 2000 con respecto a la décadamenemista está determinada por el hecho de que en los años 90 huboinversión productiva. Hay que mantener una perspectiva de largoplazo para entender dónde estamos parados. La imagen de unaoposición absoluta entre el «modelo parasitario financiero» de los 90y el «productivo e inclusivo» desde el 2003, no resiste el análisis. Larealidad es que entre 1990 y el primer trimestre de 1998 la inversión bruta interna fija aumentó un 190%; la inversión en construcción117,2%; la realizada en equipo durable de producción aumentó casi el

330%. En ese período el PBI aumentó 50,4% y la relación IBIF/PBI pasóde un mínimo de 13,2% en 1990 al máximo de 25,6% en el tercertrimestre de 1998. Entre 1990 y 1998 la inversión en equipos ymaquinaria (bienes de capital) importados creció en casi 14 veces,pasando de ser el 8,7% de la IBIF al 41% en el primer trimestre de 1998.Todos los datos los tomo de Kulfas y Hecker (1998), una fuente quedebería ser insospechada de estar bajo las influencias del grupo Claríny del «establishment destituyente»; Matías Kulfas actualmente esgerente general del Banco Central y preside AEDA, una institución

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defensora de las políticas oficiales. En la década menemista no solo sedestruyeron empresas, también se modernizó el stock de capital, yaumentó la productividad. El apoyo de la burguesía argentina a las

políticas de Menem-Cavallo encuentra su explicación última en estasevoluciones. Por eso también Kulfas y Hecker consideraban positivaslas privatizaciones. Pero aunque en los 90 aumentó la inversión conrelación a los 80 (que fueron de estancamiento), no cambióestructuralmente la economía argentina. Algo similar ocurre en los2000: aumentó la inversión con respecto a los 90, aunque tampoco semodificaron de manera sustancial el rasgo que define a un capitalismoatrasado y dependiente: el desarrollo desigual y desarticulado, ysustentado en escasa tecnología. Precisemos todavía que la inversión

de los 90 jugó un rol no desdeñable en la recuperación a partir de2002. El gobierno de Duhalde, y luego Kirchner, heredaron un aparatoproductivo modernizado con relación a los 80.

Lógica capitalista, en los 90 y en el 2000 también

La clave del desarrollo capitalista pasa por la decisión de invertir elexcedente, y esta decisión se rige por las perspectivas de rentabilidad,y de la confianza en su permanencia en el tiempo. O sea, en lo exitoso

que pueda ser el proceso de explotar al trabajo y realizar valor.Argentina de los 2000 no fue una excepción. El crecimiento fuevehiculizado por empresas capitalistas, que decidieron susinversiones bajo la lógica de la ganancia. Los actores relevantes fuerongrandes empresas y grupos, transnacionales y nacionales, que seinstalaron, o tomaron fuerza, en los 90. Es el caso de la minería. Entre1990 y hasta 1998 se hicieron inversiones por 1858 millones de dólares(Kulfas y Hecker), y fueron vehiculizadas por grandes empresastransnacionales. En esa década también se establecieron los marcos

regulatorios de la minería a cielo abierto. Algo similar ocurrió con elagro. En los años menemistas entraron grandes capitales extranjeros(como Cresud y Benetton), y se fortalecieron los principales gruposnacionales que operan hoy. Además, en los 90 la producción agrícolaaumentó más de un 50% (la de soja en primer lugar), se multiplicó eluso de agroquímicos, se extendió la siembra directa, aumentó elnúmero de tractores, se modernizó la maquinaria, y se fortalecieronempresas como Monsanto, Cargill o Novartis. En cuanto a la ramaautomotriz, que hoy es clave en la industria, entre 1990 y 1998 hubo

inversiones por casi 4000 millones de dólares, también a cargo de las

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grandes transnacionales. Asimismo, hubo fuertes inversiones (poradquisición o establecimiento de plantas) de Coca Cola, Nestlé,Nabisco-Terrabusi, Phillip Morris-Kraft, Danone-Bagley, Parmalat,

Danone, Brahma,en la rama de alimentos y bebidas. En el comerciominorista se expandieron Carrefour, Disco, Norte, Easy, Walmart, Cotoy Auchan, entre otros. Entre los bancos, cobraron fuerza HSBC,Citybank, BBV-Banco Francés, Banco Río y Grupo Galicia. La medicinaprivada también tomó impulso en la década menemista, conintervención de grandes grupos en salud (Swiss Medical Group,AMSA, Qualitas, Doctos). Sumemos la educación privada que,naturalmente, siguió creciendo hasta el día de hoy.

En la década de 2000 estas empresas y grupos se adecuaron a la

nueva realidad del tipo de cambio alto (de los primeros años) y del boom de las materias primas. El tipo de cambio alto, los salariosdeprimidos y la caída de los precios relativos de los servicios públicos,permitieron que los capitales vinculados a la producción de bienestransables rápidamente se recuperaran, sanearan sus estadoscontables y obtuvieran grandes ganancia (Bezchinsky et al., 2007).Hasta el presente, los sectores agroexportador, automotriz, minero yalgunos productores de bienes transables, siguen siendo los másdinámicos. Según la página web del Ministerio de Industria, en los

últimos 4 meses han concretado o anunciado inversiones John Deere(tractores y cosechadoras); Agco, (tractores); Claas (cosechadoras);Carraro, (agripartes); ProMaíz (molienda de maíz); Syngenta(semillas); Monsanto, (semillas); Evonik Degussa (metilato de sodio);Qualitá (frigorífico de cerdos); Coto (faenamiento avícola); Alimentosdel Sur (bioetanol); Nobel (biodiesel); Walmart (supermercado); Kraft(galletitas); Alpargatas (textil); Mabe (heladeras); Plaza Logística(parques logísticos); TN&Platex (hilados); Fiat (vehículos); Ford(vehículos); Flecha Bus (carrocerías); Cementos Avellaneda; Loma

Negra (playa de carbón); Ferrum (sanitarios); Grobo (fábrica depastas); Pirelli y Fate (neumáticos); Dow (petroquímica): Alto Paraná(celulosa); Laboratorio Catalent, Laboratorio Internacional Argentinoy PharmADN (productos de farmacia). Además, debe destacarse laminería, donde se están realizando inversiones por 1600 millones dedólares; están a cargo de Vale, Barrick Gold, Xstrata Copper (opera laMinera Alumbrera), Anglo Gold Ashanti, Minera Santa Cruz, YamanaGold, Minera Andes y Minera Triton (Panamerican Silver).

Por otra parte, sectores como el avícola crecieron rápidamente,

y siguen invirtiendo (algunos grupos están haciendo grandes

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ganancias, y se benefician de los subsidios); pero otros, como laindustria frigorífica, están en crisis. Y muchas economías regionales(aceitunas, frutas) cada vez tienen más dificultades para exportar. En

el sector servicios la rentabilidad fue todavía más desigual. En turismo,por caso, hubo una fuerte expansión y alta rentabilidad, y cobraronfuerza capitales nacionales y cadenas internacionales (Hilton, Accor,Howard Johnson, Vista Sol). El sector bancario también fue uno de losmás beneficiados; entre otros elementos, gozó de la posibilidad dehacer buenos negocios con el Estado (véase, por ejemplo, aquí). Peropor otro lado, hubo caídas de rentabilidad en comunicaciones,electricidad, gas y agua. Algunos grandes capitales, como AguasArgetinas, se retiraron. En el sector eléctrico, la inversión se estancó.

En transporte, algunos grupos (el Plaza posiblemente es el másdestacado) prosperaron, merced a los subsidios y negociados quepudieron establecer con el Estado. Pero no invirtieron. En AerolíneasArgentinas hubo desinversión. En petróleo y gas, a partir de 2002 lasganancias crecieron, pero la inversión no se recuperó. El caso de Repsoles ilustrativo. Siendo una empresa multinacional, su negocio estabaen reinvertir ganancias en otros lugares del mundo, dada la diferenciaentre los precios internacionales y los locales. De ahí el vaciamiento.El resto de las empresas del sector tampoco invirtió. Estas evoluciones

de rentabilidades, muy dispares entre sectores, determinaron también un crecimientoextremadamente desigual y desarticulado.

Capitalismo de Estado residual

En el contexto que hemos descrito, el capitalismo de Estado asumió un carácterresidual. La estatización de Aguas Argentinas, en 2006, se produjo luegode que el grupo Suez anunciara su decisión de retirarse del país. Noinvertía desde 2002, y tampoco había cumplido con los compromisos

establecidos en la privatización. Lo significativo es que antes dehacerse cargo de la empresa, el Gobierno la ofreció a otros grupos;pero los potenciales inversores calcularon que el negocio (con las tarifascongeladas) no era conveniente. También en el caso de CorreosArgentinos. El Estado retomó el control en 2003 porque el grupocontrolante no tenía interés en seguir. Inmediatamente el Gobiernoconvocó a capitales para reprivatizar la empresa, pero no hubooferentes, y Correos siguió en manos del Estado. En ferrocarriles elGobierno se hizo cargo de las inversiones desde hace años, pero éstas

siguieron estancadas. Luego pasó a administrar ramales, y la

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postración continuó. En lo que respecta a YPF, solo se la estatizó(parcialmente) cuando se precipitó la crisis energética. En las semanasque siguieron el Gobierno trató de interesar a Chevron Exxon,

Petrobras y a Cnooc, para que invirtieran. Pero no hubo acuerdodebido a las condiciones exigidas por las empresas. Ahora, YPFintentará colocar deuda en los mercados, según se anuncia. De nuevo,los inversores prestarán su dinero si prevén buenas ganancias. Porúltimo, la estatización de la imprenta Ciccone, se hizo con el objeto detapar (o al menos intentarlo) la mugre de los corruptos negociados delvicepresidente y sus amigos. La «soberanía monetaria» solo fuediscurso.

Por otra parte, la intervención del Gobierno en la economía,

fijando precios y subsidios por ramas y sectores, u otorgando yquitando concesiones, no impidió que terminaran imponiéndose lasleyes del mercado y la lógica de la ganancia. Si una empresamultinacional invierte en la producción de glisofato, y otra no invierteen generación eléctrica, no es que la primera sea «patriota», o ame a lanaturaleza, y la segunda «parasitaria» y «enemiga del modelonacional»; simplemente se trata de diferentes perspectivas deganancia. Por eso, el economista «progre-izquierdista», puesto a altofuncionario de Economics, rezongará y gesticulará, y pronunciará

 bonitos discursos, pero no logrará cambiar el curso profundo de lascosas. En términos teóricos: entre Keynes y Marx no hay síntesisposible (para una crítica del intento de embellecer por izquierda aKeynes, véase «¿Keynes partidario del valor trabajo?» en el blog). Poreso, tampoco existe un tercer camino para el desarrollo de las fuerzasproductivas entre el capitalismo y el programa de la revoluciónsocialista. Algunas estatizaciones parciales, algunos controles deprecios, apenas arañan la epidermis. A lo sumo, logran irritar a algunoscapitales; al tiempo que desde el Estado a otros se les brindan

oportunidades de enriquecerse sin límites. En última instancia, cuandolas perspectivas de ganancias no son seguras, no invierten (la llamada«huelga de inversiones» es un factor de presión permanente delcapital). Una intervención social profunda solo puede serinstrumentada por la clase social productora, sostén último de estasociedad. Pero estamos muy lejos de eso (¿o alguien apuesta al podertransformador de los Zanola y los Pedrazza?).

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«Tierra arrasada» y la «productividad sistémica»

El crecimiento de las últimas décadas ha tenido profundas debilidades

estructurales, que pueden tener consecuencias perniciosas en el largoplazo. De acuerdo a la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable,más del 22% del suelo sufre erosión eólica o hídrica. El dato es de 2000,y no está actualizado, pero todo indica que la erosión continuó en laúltima década. La misma fuente estima que los procesos de degradaciónaumentan significativamente en los últimos años por laagriculturización y el desmonte con uso no adecuado de algunastierras, «privilegiando los resultados productivos y económicos delcorto plazo, sacrificando la sostenibilidad de los sistemas

productivos». Según el INTA, en el cultivo de soja solo se reponen el31% de los nutrientes que se extraen del suelo. El crecimiento basadoen «tierra arrasada» no es sustentable en el largo plazo. Algo similarestaría ocurriendo con la gran minería a cielo abierto, de acuerdo adenuncias de organizaciones ambientalistas.

Pero además, el desarrollo desigual y desarticulado ha dadolugar a problemas que derivan de la carencia, de la escasez. La «crisis»energética no es de sobreproducción (no hay crisis porque se produjodemasiada energía), sino de subproducción. Algo parecido puede

decirse de las falencias del transporte por ferrocarril, o aéreo. Estecrecimiento desarticulado también explica la caída de lo que se hallamado «productividad sistémica» (Kulfas y Hecker). Esto es, laproductividad que está relacionada con la infraestructura en energía,comunicaciones y transporte. Destaquemos que la productividad noes un fenómeno exclusivamente «micro», individual de las empresas.Por ejemplo, los sobrecostos en el transporte, o por falta de logística;o por interrupciones en el servicio eléctrico, pueden ser factoresnegativos importantes. Por eso, en la medida en que la inversión se

sigue estancando en estos sectores, aparecen restricciones crecientespara el desarrollo y cuellos de botella, que pesan más y más en laeconomía. Por ejemplo, la postración del ferrocarril lleva a lasobreutilización de las carreteras y del transporte automotor, conconsecuencias negativas en materia de accidentes viales, retrasos,deterioro medio ambiental y mayores costos logísticos. En energía, lacaída de la producción no solo genera cortes en el suministro, sinotambién problemas crecientes en la balanza comercial. Además, amedida que no repunta la inversión, empeora más la productividad,

y aumenta la carga fiscal. Cada vez más subsidios se destinan a

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sostener los sectores estancados, sin que por ello se solucionen losproblemas de fondo. Y si se liberan los precios de estos insumos, caeráel salario real y se agudizarán las presiones inflacionarias. Es el

producto natural de la falta de integración entre sectores, delcrecimiento desarticulado.

Mercado mundial y desarrollo

Alguna vez León Trotsky dijo que la fuerza y estabilidad de la economíade la URSS se definía, en último término, por el rendimiento relativodel trabajo; esto es, en relación a la productividad y tecnología de lospaíses capitalistas más adelantados. Esta idea se puede extender a los

países capitalistas dependientes, como Argentina: cuando se juzganlos resultados del proyecto «industrializador», es necesario ponerlosen relación al desarrollo mundial.

Antes de continuar, es necesario precisar el criterio con el queevaluamos el desarrollo argentino en la última década. Se trata depreguntarnos en qué medida el «modelo» ha promovido el desarrolloeconómico. O sea, en qué medida ha generado una transformación dela estructura económica, de manera que haya una creciente aplicacióndel conocimiento técnico a la producción de riqueza, junto al aumento

de las capacidades productivas. En consecuencia, en lo que sigue elcuestionamiento no se dirige al carácter explotador del capitalismoargentino, sino a la medida en que cumple con su «misión histórica»de desarrollar las fuerzas productivas. Esta idea no es propiamente«marxista», ya que estuvo presente en el pensamiento económico burgués más progresista, desde los orígenes del capital ismo(Maquiavelo, Locke, Smith, Ricardo, etc.). Y fue retomado luego porexpresiones del pensamiento burgués progresista, tanto de los paísesadelantados, como atrasados. El mismo criterio primó en lo mejor del

estructuralismo latinoamericano; por ejemplo, en Celso Furtado. Enesta tradición, el desarrollo está determinado por la inversiónproductiva, y ésta es vital para mejorar la posición competitiva delos capitales nacionales en el mercado mundial. Es que en últimainstancia, muchos de los problemas que enfrentan los países tienen suraíz en la forma en que se insertan en la división internacional deltrabajo. Como señala Thirwall (2012), citando a Marshall, «las causasque determinan el progreso económico de las naciones pertenecen alestudio del comercio internacional».

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Se trata entonces de un enfoque opuesto al programa dedesarrollo autárquico, de espaldas al mercado mundial, que suelenalentar las corrientes pequeño burguesas nacionalistas. No hay países

autosuficientes; algunas ramas se desarrollan por encima de lasnecesidades de la demanda interna, y otras por debajo. El modo deproducción capitalista es por naturaleza mundial, y los diferentesespacios nacionales de valor se articulan en esta totalidad. Lainterdependencia de esos espacios nacionales está condicionada porlos flujos de comercio e inversiones, el grado de endeudamiento, y lasvariaciones del tipo de cambio. Por eso, es clave el grado de desarrollode las fuerzas productivas a partir del cual un país participa en elmercado mundial. Ninguna economía puede prescindir de las

importaciones de maquinaria y tecnología, so pena de quedarirremediablemente atrasada. De ahí que todo dependa de lainterrelación entre la inversión y las exportaciones, y de la estructurade éstas. En este respecto, Thirlwall también apunta que no esindistinto si un país produce repollos o computadoras, ya que lacomposición de las exportaciones tiene importancia para la desempeño económico(Thirlwall, 2012). Una economía cuyas principales exportaciones sonmaterias primas, es mucho más vulnerable a los cambios en lademanda mundial y a las fluctuaciones de precios, que una que posee

una matriz productiva diversificada, y con industrias que generanalto valor agregado. Desde el punto de vista de la teoría del valor deMarx, se puede demostrar que si un país exporta materias primas oproductos industriales de bajo valor agregado, sufrirá un crecientedeterioro de los términos de intercambio, en el largo plazo.

En base a lo expuesto, se comprende la importancia de avanzarhacia una producción basada en trabajo complejo y tecnología.Obsérvese que este enfoque no solo se diferencia del estrechamentenacionalista (de la idea reaccionaria de «vivir con lo nuestro»), sino

también se opone al programa neoclásico. Según este último, cadapaís debe centrarse en sus «ventajas comparativas» y liberar losmercados; y el Estado solo tiene que ocuparse de garantizar lapropiedad privada. Pero en la visión burgués progresista (al estiloKalecki, Kaldor, neoschumpeterianos o estructuralistasneoschumpeterianos) el desarrollo capitalista exige la intervenciónestatal, con el objetivo de lograr la diversificación, la actualizacióntecnológica y la innovación. Esto implica inversión en infraestructura,I&D, educación y salud (pero no alimentar al lumpen, ni el gasto

suntuario). Es una visión bastante distinta de la defendida por los

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neoclásicos, que en sus versiones extremas (algún economista de laUCEMA) llega a sostener que un país atrasado no debería invertir enI&D, porque basta copiar la función de producción del país adelantado.

También es distinto del que pretende que basta estimular el consumopara que haya inversión; una idea que han planteado economistas Ken Argentina.

Argentina, continúa el atraso

El discurso oficial sostiene que el país ha ingresado en una etapa deindustrialización cualitativamente distinta a todo lo conocido, y basaesta afirmación en las cifras del crecimiento en términos absolutos de

la producción y de las exportaciones industriales. Sin embargo, cuandose ponen estos datos en el contexto mundial, el argumento se debilita,y mucho. Es que la participación de las exportaciones industrialesargentinas en el total de las exportaciones mundiales no haexperimentado ningún aumento significativo: en 2000 era del 0,19% yen 2010 fue el 0,22% (cálculo en base a datos de la Organización Mundialdel Comercio). Después de una década de programa industrialista,hubo un aumento de solo tres centésimas porcentuales. Digamostambién que entre 2000 y 2010 la participación de las exportaciones

argentinas en las exportaciones mundiales de alimentos pasaron del2,7% al 3%.En cuanto a la diversificación de las exportaciones, en 2011 el

80% del valor de todos los productos exportados estuvo concentradoen 25 partidas (Aiera, Asociación de importadores y exportadores dela República Argentina). Por otra parte, el déficit de la balanzaindustrial sigue siendo muy significativo. Aclaremos que existenproblemas para medir la balanza industrial, ya que la información delas exportaciones está clasificada por rubros (bienes primarios, MOI,

MOA, combustibles), mientras que las importaciones se clasifican poruso económico (bienes de capital, vehículos, bienes intermedios, etc.).Según diversos cálculos (por ejemplo, de la UIA), en 2008 el déficit delas MOI osciló entre los 26.000 y 28.000 millones de dólares; en 2010entre los 30.000 y 32.000 millones.

Además, en los rubros de mayor valor agregado, la economíaargentina continúa siendo atrasada. En 2011 sólo el 11% de lasexportaciones correspondió a productos de alto valor agregado (Aiera).Pretender achicar esta diferencia prohibiendo importaciones de piezas

vitales es, por supuesto, una tontería, que termina afectando a la

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producción, y también a las exportaciones. Tampoco se superan lasdeficiencias del atraso tecnológico con pantomimas de desarrollo. Porejemplo, se ha sostenido que a partir de las políticas de promoción

industrial en Tierra del Fuego se ha desarrollado un verdadero polotecnológico. «Se ha consolidado el despegue de la industria electrónicaen Tierra del Fuego, atrayendo inversiones de empresas líderes en elmundo, y generando miles de puestos de trabajo», decía Débora Giorgi,la ministra de Industria, en marzo de 2011, en ocasión de un viajerealizado a la isla con la presidenta. Pero la realidad es otra. En octubrede 2011 Cadieel, la Cámara que agrupa a los empresarios del sector,informaba que el porcentaje de componentes argentinos enelectrónicos ensamblados en el Sur no llega al 5%. Según Cadieel, las

divisas que no salen por importación de equipos terminados, se vanpor importación de piezas. El resultado es que los equipos electrónicosen Argentina son más caros que en países vecinos. Esto no es desarrollo,simplemente inflación de la estadística del producto interno (y paracolmo, con costo fiscal elevado). Precisamente, uno de los ejes de unproyecto industrializador debería ser «subir» en la cadena deproducción internacionalizada, hacia los segmentos que contienenmás valor agregado.

El atraso tecnológico y la debilidad del crecimiento también se

evidencia en muchos sectores que empiezan a tener dificultades porla apreciación en términos reales de la moneda. Las ramas másafectadas serían textil, indumentaria, productos de metal, maquinaria,equipamiento eléctrico, equipos de TV y radio, productos de caucho yplástico y autopartes. La competitividad lograda en base a tipo decambio alto, de los primeros años post-convertibilidad, no essustentable en el largo plazo. Y el desarrollo tecnológico, y la inversiónen investigación y desarrollo, dependen de una confluencia de factores,punto en el que han insistido los neo-schumpeterianos. Pero en un

modo de producción en que domina la propiedad privada del capital,el desarrollo de la tecnología está condicionado a las decisiones deinversión de los capitalistas. Y la realidad es que en Argentina lainversión privada en I&D es muy débil. Recientemente, el ministro deCiencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, se refirióa esta cuestión en el IV Congreso de AEDA: «la inversión del sectorprivado en ciencia es menor a la estatal porque el tipo de empresasque tenemos en Argentina no requiere habitualmente una inversiónsustantiva en investigación. La competencia está basada en costos y

no en innovación» (página web del ministerio). Debería haber

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agregado que en buena medida la competitividad se busca bajandolos costos laborales (de ahí los recurrentes pedidos de devaluar). Comoresultado, en 2009 el país gastaba en I&D el 0,59% del PBI; Brasil 1,18%

y EEUU 2,89%. Son 46 dólares por habitante; en Canadá 762 y enBrasil 99 (Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología, Ricyt; no haydatos más actualizados). Todo esto pone en evidencia que un programade desarrollo capitalista es algo más que bajar salarios devaluando lamoneda (fórmula preferida de economistas al estilo López Murphy, ytambién de vertientes del pensamiento «nacional y popular»).

La soja y las «falencias estructurales»

El discurso oficial sostiene que el alza del precio de la soja fue un factorde importancia secundaria en el crecimiento de la última década. Perola realidad es que la superación de la tradicional restricción externa -los déficits en cuenta corriente obligan a parar las importaciones, conrepercusiones negativas en toda la matriz productiva- fue posiblegracias al alto precio de la soja (también del maíz). Basta observar lamagnitud del déficit de la balanza industrial para comprobarlo. Comosostienen Herrera y Tavosnanska (2011) «Resulta significativo quedurante el período analizado (2003-8), y a diferencia de tantas otras

experiencias del pasado, el saldo comercial deficitario no hayaderivado en una crisis «tradicional» de balanza de pagos. Sin embargo,este resultado parece haber sido profundamente influido por elincremento inusitado de los términos de intercambio, que hizo posibleque el país sostuviera un abultado superávit comercial global,suficiente incluso para afrontar los pagos de la deuda externa. Enotras palabras, las discutidas falencias de la estructura industrialargentina (falencias que si bien fueron indudablemente heredadas delpasado, no se intentó decididamente solucionarlas durante el período

reciente), quedaron ocultas -y sus efectos eventualmente postergados-por la bonanza externa».Agreguemos que los efectos de esas falencias estructurales se

hacen sentir con fuerza en la presente coyuntura. La extremadependencia de pocas exportaciones, y muy concentradas en algunosdestinos (como automóviles a Brasil); la crisis energética, y su peso enla balanza de cuenta corriente; y la salida del excedente, vinculada ala debilidad de la inversión en sectores claves, son algunas de susmanifestaciones más visibles. Significativamente, en 2011 la cuenta

corriente tuvo un resultado prácticamente nulo, ya que la balanza

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comercial no alcanzó a compensar la remisión de utilidades, interesesde deuda y servicios.

En conclusión , es indudable que hubo crecimiento económico en losúltimos 10 años, y que bajaron los niveles de desocupación, pobreza eindigencia alcanzados en la crisis de 2001-2. También hubo una fuerterecuperación industrial, y mejoraron los niveles de inversión, enrelación al PBI, con respecto a los años 90. Pero este crecimiento tiene bases débiles. El capitalismo argentino continúa siendo atrasado ydependiente, y la actual desaceleración económica tiene más que vercon estas debilidades, que con la crisis mundial. La clave sigue siendouna débil acumulacion de capital.

Textos citados

Bezchinsky, G., M. Dinenzon; L. Giussani; O. Caino; B. López y S. Amiel(2007): «Inversión extranjera directa en Argentina. Crisis, reestructuracióny nuevas tendencias después de la convertibilidad», Documento deproyecto, CEPAL.

Herrera, G. y A. Tavosnanska (2011) «La industria argentina a comienzosdel siglo XXI», Revista de la CEPAL 104, agosto.Thirlwall, A. (2012): «Reflections on some macroeconomic issues raised

 by UNCTAD’s Trade and Development Report over three decades», pp. 95-102, Trade and Development Report, 1981-2011, Three Decades of ThinkingDevelopment, Ginebra y Nueva York, ONU.Kaldor, N. (1963): Ensayos sobre desarrollo económico , México, CEMLA.Kulfas, M. y E. Hecker (1998): «La inversión extranjera en la Argentina delos años ’90. Tendencias y perspectivas», Estudios de la Economía Real, Nº10, octubre, Centro de Estudios para la Producción.Marx, K. (1999): El Capital , México, Siglo XXI.

Publicado en el blog, en tres partes:Parte 1: 13 de agosto de 2012.Parte 2: 19 de agosto de 2012.Parte 3: 23 de agosto de 2012.

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La Asignación Universal por Hijo, junto a los planes sociales de trabajo

(cooperativas), son presentados por la izquierda que apoya alkirchnerismo como medidas poco menos que revolucionarias. Sesostiene que estas medidas se inscriben en una estrategia de largoplazo para una distribución más equitativa de la riqueza, y fortalecerel poder popular frente a los «grupos concentrados» (léase Techint,Clarín; pero no Petersen, Electroingeniería o Franco Macri).Lógicamente, para sostener este relato, se pasan por alto algunoshechos. Por empezar, que los planes sociales en Argentina no son unanovedad de los gobiernos K. Alfonsín en los 80 instrumentó la caja

PAN (cuando la tasa de indigencia era mucho menor que la actual). YDuhalde puso en marcha los Planes Trabajar después de la debacle de2001, lo que tuvo un efecto bastante inmediato para paliar lo peor delhambre. El discurso K-izquierdista tampoco dice que la AUH fuereclamada durante mucho tiempo por sectores de la oposición, inclusopor algunos que militan para la «derecha destituyente». Y no señalaque fue decidida por el gobierno recién cuando perdió las eleccionesde 2009, ante la inminencia de que se impusiera en el Congreso. Peroestas son minucias, que tienen sin cuidado a los K-izquierdistas.

Pues bien, ¿qué podemos decir desde el marxismo sobre la AUHy planes sociales? Una primera respuesta, que han dado algunoscompañeros, sostiene que se trata de medidas progresistas pero: a) Soninsuficientes, y la inflación las está erosionando cada vez más. b) LaAUH no es realmente universal, ya que hay sectores sumergidos en lamiseria a quienes no les llega. c) El gobierno utiliza los planes socialesde trabajo con fines clientelísticos; y para desviar la lucha deorganizaciones sociales y anularlas como factores críticos eindependientes (por ejemplo, Madres de Plaza de Mayo). No encuentro

que estas objeciones hayan sido respondidas de forma mínimamente

ASISTENCIA SOCIAL K,MARXISMO Y POULANTZAS

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satisfactoria, o coherente, por la izquierda K. Por otra parte, y más engeneral, deberíamos hacernos una pregunta fundamental: ¿qué tipode sociedad es ésta que genera la necesidad de reclamar asistencia

social por parte del Estado? ¿Por qué este modo de producción producedesde sus entrañas masas de gente condenadas a sobrevivir en laindigencia, o al borde de ella? Que sectores de la izquierda hayanrenunciado a hacerse estas preguntas, por lo demás elementales, revelael abismo que los separa de lo que ha sido la perspectiva criticatradicional, de la izquierda marxista, o libertaria revolucionaria (véaseal respecto1.

Un texto de Poulantzas

Lo anterior se vincula estrechamente con otro tema clave, que es el rolque del Estado-Providencial en la defensa de la reproducción delsistema capitalista. Y es aquí donde entra en escena Nicos Poulantzas,un marxista que en los años 70 y 80 se leía mucho en la izquierda.Posiblemente, muchos de los que pasaron desde la izquierda crítica yrevolucionaria, a la defensa del Estado burgués, hayan abrevado enlos libros de Poulantzas. Y hasta es probable que a algunos la lecturade Estado, poder y socialismo (de donde extraigo los pasajes que cito a

continuación), les haya ayudado a pegar el «salto» hacia el otro ladodel mostrador. Es que en este libro Poulantzas se abría a la posibilidadde una transformación paulatina, democrática reformista, del Estado burgués. Sin embargo, lo interesante es que aun en este texto,Poulantzas no pierde el sentido de las delimitaciones de clase. Por eso,aunque podamos estar en desacuerdo con su estrategia(personalmente lo estoy), su análisis sobre el rol de las concesionesarrancadas al Estado mantiene vigencia, y ayuda a pensar la cuestiónde la asistencia social en Argentina. Por empezar, Poulantzas plantea

que si bien el papel del Estado no puede interpretarse en términos demero «engaño» y manipulación, tampoco se reduce a un rol providencialmentesocial. Escribe:

Pero si el papel del Estado con respecto a las masaspopulares no puede reducirse a un engaño, a una pura ysimple mistificación ideológica, tampoco puede reducirse alde un Estado-Providencia con funciones puramente

1 Ver en el blog «Militancia probada... y capital».

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«sociales» (acotación RA: que lleva a «dar las gracias» a losexplotados por lo recibido). El Estado organiza y reproducela hegemonía de clase fijando un campo variable decompromiso entre las clases dominantes y las clases

dominadas, imponiendo incluso a menudo a las clasesdominantes ciertos sacrificios materiales a corto plazo a finde hacer posible la reproducción de su dominación a largoplazo (p. 224; edición Siglo XXI).

Poulantzas da el ejemplo de la famosa legislación fabril inglesa,y la abolición de la esclavitud, que llamaron la atención de Marx. Enestos casos el Estado interviene para preservar y reproducir la fuerzade trabajo que el capital estaba en camino de exterminar. El propio

Estado impuso a los capitalistas límites a la explotación de la fuerzade trabajo (por ejemplo, limitando la jornada laboral o el trabajoinfantil). Algo de esto puede verse en Argentina, en las últimasdécadas. También en Brasil, y otros lugares del mundo seimplementan planes de asistencia, que gozan de la aprobación deorganismos internacionales, como el Banco Mundial, y publicacionesdel establishment, como The Economist. Y fueron implementados desdehace años en los países industrializados. No se trata, por lo tanto, deuna particular actitud K-revolucionaria. Pero además, es importante

entender que en la aprobación de estas medidasconfluyen tanto la luchade clases, como la defensa de los intereses de largo plazo de la clase dominante.Por ejemplo, en 2001 y 2002 había una extendida preocupación en laclase dominante argentina tanto por la pérdida de legitimidad políticaque padecía el sistema político (sacudido por los piqueteros y lasmanifestaciones populares), como por las consecuencias que tenía alargo plazo, para la reproducción misma de la fuerza de trabajo, elhambre y la desnutrición infantil generalizadas. A ello se suma el rolde las luchas populares en la determinación de lo que es social y hasta

«moralmente inaceptable». Escribe Poulantzas:

No hay que olvidarlo en ningún momento: toda una serie demedidas económicas del Estado., y muy particularmentelas relativas a la reproducción ampliada de la fuerza detrabajo, le han sido impuestas por la lucha de las clasesdominadas en torno a lo que puede designarse con la noción,determinada social e históricamente, de «necesidades»populares: desde la seguridad social a la política relativa alparo y al conjunto de sectores... del consumo colectivo. …

las famosas funciones sociales del Estado dependen

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directamente, tanto en su existencia como en sus ritmos ymodalidades, de la intensidad de la movilización popular:ya sea como efecto de las luchas, ya sea como tentativa delEstado para desarmarlas por anticipado (p. 225).

La idea de que el nivel en que se establece la «necesidad» popular esimpuesto por la lucha (dado un cierto desarrollo de las fuerzasproductivas) entronca con la tesis de Marx del carácter histórico y social delvalor de la fuerza de trabajo. De ahí las medidas del Estado para garantizary abaratar la reproducción de esa fuerza de trabajo. Medidas que noestán en contradicción con el sostenimiento del poder de la clasedominante. Sigue Poulantzas:

Pero si esto muestra que no se trata de «puras» medidassociales de un Estado-Providencia, muestra también otracosa: no existen, de un lado , funciones del Estado favorablesa las masas populares, impuestas por ellas,  y de otro lado ,funciones económicas a favor del capital. Todas lasdisposiciones adoptadas por el Estado capitalista, inclusolas impuestas por las masas populares, se insertanfinalmente, a la larga, en una estrategia a favor del capital,o compatible con su reproducción ampliada. El Estado sehace cargo de las medidas esenciales a favor de la

acumulación ampliada del capital y las elabora políticamenteteniendo en cuenta la relación de fuerzas con las clasesdominadas y sus resistencias, o sea, de modo tal que esasmedidas puedan, mediante ciertas concesiones a las clasesdominadas (las conquistas populares), garantizar lareproducción de la hegemonía de clase y de la dominacióndel conjunto de la burguesía sobre las masas populares. Nosólo el Estado asegura ese mecanismo sino que es el únicocapaz de asegurarlo: las clases y fracciones dominantes,dejadas a ellas mismas y a sus intereses económico-

corporativo, serían incapaces de hacerlo (pp. 225-6).

Subrayo, se trata de conquistas del movimiento de masas (pensemos enla lucha que están librando los estudiantes chilenos por la educacióngratuita), y como tal deben ser valoradas; pero esto no significa que, en ellargo plazo, no sean absorbidas por el Estado, de una manera quegarantiza la reproducción de la dominación de clase. Si esto es así, sedesprende que no es posible acabar con la explotación del capital por unaacumulación de medidas de este tipo, como soñó históricamente el reformismo. Las

reivindicaciones que se obtienen impiden la degradación completa de

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la clase trabajadora y de los sectores populares sumergidos (es lasignificación de los Planes Trabajar, de la AUH); y pueden mejorar lascondiciones para luchar por la liberación (educación y preparación

intelectual, cuidado de la salud, etc.). Pero nunca debería olvidarse elotro aspecto de la cuestión. Son instrumentadas por el Estado paragarantizar la continuidad del sistema. De nuevo Poulantzas:

Por último, la adopción por el mismo Estado de ciertasreivindicaciones materiales populares que pueden revestir,a la hora de imponerse, una significación bastante radical(enseñanza pública, libre y gratuita, seguridad social, segurode paro, etc.), a la larga pueden servir a la hegemonía declase. En el curso de un cambio de la relación de fuerzas,

esas «conquistas populares» pueden ser despojadasprogresivamente de su contenido y carácter iniciales, demanera indirecta y recubierta» (p. 226). Y todavía másadelante, refiriéndose a la reproducción de la fuerza detrabajo, señala que «los elementos político-ideológicos estánsiempre constitutivamente presentes. Ante todo, bajo suaspecto represivo, el del ejercicio de la violencia organizada.

 Jamás se insistirá bastante en el hecho de que las diversasdisposiciones «sociales» del Estado-Providencia, con vistasa la reproducción de la fuerza de trabajo y en las esferas del

consumo colectivo, son también intervencionesencaminadas a la gestión y el control político-policial de esafuerza. Los hechos son ya conocidos: redes de asistenciasocial, circuitos de ayuda al paro y oficinas de colocación,organización material del espacio de las viviendas llamadas«sociales» (o ciudades de tránsito), ramas específicas deenseñanza (la de la llamada técnica o clases de transición),asilos y hospitales, son otros tantos lugares políticos decontrol jurídico-policial de la fuerza de trabajo (p. 226-7).

Espero que esas líneas sean útiles para la reflexión en el espacio delmarxismo sobre el sentido de algunas políticas en curso. Lógicamente,no se trata de renunciar a la lucha por reformas, sino de mantener la perspectivacrítica. Los marxistas luchan por reformas y mejoras (alguna vez Lenin dijo quelas reformas son demasiado serias como para dejarlas en manos de los reformistas), pero no por ello se pliegan a la defensa de la propiedad privada del capital.

Publicado en el blog, 11 de agosto de 2011.

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Paulatinamente, se ha ido instalando y consolidando una mayorrepresión por parte del gobierno, el estado nacional y los estadosprovinciales, contra las protestas sociales. Sin ánimo de ser exhaustivo,y tomando solo los dos últimos años, aquí van algunos recordatorios.

Enero 2010, represión a trabajadores agrarios en Entre Ríos;hubo heridos, detenidos y denuncias de golpizas y torturas encomisarías.

Enero 2010, represión violenta en Salta a estudiantes queprotestaban contra el aumento del boleto.

Marzo 2010, represión en Neuquén a una marcha de los organismosde derechos humanos; heridos y detenidos.Mayo 2010, violenta represión a unos 200 pobladores que

exigían la libertad de un dirigente de la Unión de TrabajadoresDesocupados, que había sido detenido por la policía.

 Junio 2010, un muerto y numerosos heridos en la represión alos manifestantes que protestaban por el asesinato, a manos de lapolicía, de un joven de 15 años, en Bariloche.

 Junio 2010, represión a pobladores indígenas que reclamaban

contra los desmontes (destinados a aumentar el área sojera); detenidosy heridos.Octubre 2010, asesinato de Mariano Ferreyra, con la

complicidad de la policía.Diciembre 2010, tres muertos y varios heridos en el

Indoamericano.Diciembre 2010, represión a estudiantes que protestaban contra

la nueva ley de educación provincial, en Córdoba.Febrero 2011, asesinato de dos jóvenes por la policía, en José

León Suárez.

AJUSTE Y REPRESIÓN K

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Febrero 2011, violenta represión a ambientalistas y pobladoresque protestaban por las mineras, en Catamarca.

 Junio 2011, represión a docentes que se manifestaban en reclamo

de mejoras, en Santa Cruz. Julio 2011, represión para desalojar a familias que habíanocupado tierras del ingenio Ledesma, con el resultado de cuatromuertes (algunos militantes de la CCC).

Agosto 2011, represión en Salta contra gente que intentabaocupar tierras, con cinco heridos y varios detenidos.

Agosto 2011, violenta represión en Tucumán contra pobladoresque intentaron ocupar tierras; heridos y detenidos.

Octubre 2011, represión a los jujeños que habían hecho un

acampe en Avda de Mayo y 9 de Julio, en Capital, con heridos ydetenidos. Los manifestantes protestaban por el estado de terror y larepresión que sufrían en su provincia.

Octubre 2011, el gobierno nacional intenta, con la ayuda de un juez, armar una causa contra el dirigente ferroviario de izquierda«Pollo» Sobrero.

Noviembre de 2011, un muerto durante la represión a los qom,para desalojarlos de tierras, en Formosa.

Noviembre 2011, también en Formosa, violenta represión, con

un saldo de unos 20 heridos, y detenidos contra trabajadores de laUnión del Personal Civil de la Provincia, que protestaban contra elajuste.

Diciembre 2011, represión a trabajadores que se manifestabancontra el ajuste, en Santa Cruz.

Enero y febrero 2012, represión a trabajadores camioneros enSanta Cruz, con el saldo de numerosos heridos. Represión, con heridosy detenidos, manifestantes (pobladores, activistas ambientalistas,militantes y dirigentes políticos) en Catamarca y Tucumán. Andalagá

virtualmente cercada por grupos de choque pro-minería. Tambiénrepresión en Chilecito, La Rioja, donde la gente que festejaba latradición chaya, y participa de las manifestaciones contra las mineras,fue agredida por la policía con bastones y balas de goma; 20 heridos.Represión en Mar del Plata a militantes de CTA que manifestabancontra el aumento del boleto del transporte público.

Cada uno de estos episodios suma gente a la lista de procesadospor la Justicia. Decenas de activistas y luchadores tienen en estosmomentos causas abiertas.

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Por otra parte, en diciembre de 2011 se aprobó la leyantiterrorista. Esta ley considera que es agravante para cualquiera delos delitos contemplados el que hubieran sido realizados con el fin de

aterrorizar a la población u obligar a las autoridades nacionales, ogobiernos extranjeros, o agentes de una organización internacional, arealizar un acto o abstenerse de hacerlo. Los críticos señalan que eluso de un lenguaje excesivamente abstracto y de conceptos imprecisos,genera el riesgo de que la Ley se aplique contra las protestas sociales.Los defensores por izquierda de la ley dicen que se introdujo unacláusula según la cual los agravantes previstos no se aplicarán cuandoel hecho del que se trate tuviera lugar en ocasión del ejercicio delderechos humanos o sociales, o de cualquier otro derecho

constitucional. Pero esto sigue siendo vago (¿cuándo y quién determinasi se están defendiendo derechos constitucionales?), y da ampliomargen para la criminalización de la protesta social.

Vinculado a lo anterior, acaba de conocerse el llamado «ProyectoX», una red de espionaje montada por la Gendarmería para detectary recoger información sobre militantes sociales y políticos. Suexistencia fue reconocida por el mismo jefe de Gendarmería, HéctorSchenone. Es que Schenone presentó un escrito dirigido al juezOyarbide, en diciembre pasado, en el marco de la causa que se está

llevando contra dirigentes obreros del pasado conflicto de Kraft. Allíexplicó que Gendarmería recopila datos sobre dirigentes, militantesy luchadores gremiales, estudiantiles, políticos. La informaciónrecopilada incluye inmuebles, recursos financieros o bancarios,documentos personales y hábitos. Asimismo, los gobiernos de La Riojay Catamarca han defendido la «necesidad» de hacer inteligencia sobremilitantes políticos y ambientalistas (para detectar a los»infiltrados»que vienen a molestar en la provincia, etc.).

¿Qué explicación?a) Una K explicación

En principio, hay dos maneras fundamentales en que podría explicarseesta sucesión de hechos. Una de ellas, común entre los defensores delgobierno K, consiste en tomar cada caso por separado, o a lo sumo,estableciendo alguna conexión meramente externa entre ellos. Lasituación política se evalúa poniendo los + y – para operar

aritméticamente con los «datos». Siempre aislados, existentes cada

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uno en sí mismo, sin posibilidad de que perturbe a los otros. Y lo másimportante, sin que ningún hecho «negativo» conecte con la esenciaK-liberadora. Así, se garantiza que la cuenta siempre salga bien. Por

ejemplo, cada represión en las provincias se explica por lascaracterísticas específicas de los gobiernos o de los policías y juecesinvolucrados en los episodios. Hace poco Sabatella presentó esteargumento; el gobierno nacional estaba libre de cualquier sospecha.Otros casos, (como el Indoamericano), no necesitan muchas vueltas,ya que derivan de la esencia fascista de Macri. En cuanto a la aprobaciónde la ley antiterrorista, se explicará por las exigencias de la luchacontra el narcotráfico, más alguna imperfección, propia del apuropara votar la ley (nadie es perfecto). Y la inteligencia que hace

Gendarmería sobre los luchadores, es un problema de Gendarmería.¿A quién se le ocurre que la ministra Garré pueda estar involucrada?Una cosa es la ministra de Seguridad, y otra completamente distintaes la Gendarmería. Hay comunicación, pero seguramente será parahablar del tiempo, o de los problemas que tiene River para ascender ala A. Sólo a la prensa desestabilizadora, y a la izquierda funcional a laderecha, se le puede ocurrir establecer alguna conexión.

Pero además, los errores y problemas hay que interpretarlosen el marco de la batalla empeñada contra la «derecha enquistada y

retrógrada» (léase Scioli y su banda, intendentes del Gran BuenosAires, el «aparato» del PJ, y similares). O, alternativamente, en elcuadro de la épica batalla contra los «grupos económicos» (la Barrikno es un «grupo») y contra el imperialismo en Malvinas. Por eso, yfrente a estas descomunales tareas, ¿qué importancia tiene queGendarmería haga un poquito de inteligencia sobre los troskos? Y asípueden seguir muchos argumentos, igualmente inteligentes. Lofundamental es mantenerse en el método analítico. Y cuando no sepueda, siempre quedará el recurso de escribir alguna Carta-

intelectuales-K, que con su habitual claridad conceptual, despejarácualquier duda de los indecisos.

b) Una explicación desde el marxismo

Frente a lo anterior, habría otra explicación que intenta buscar un«universal» que permita comprender que los particulares y singulares(las políticas ante las manifestaciones ambientalistas, el espionaje X-K, etc.) no son arbitrarios, ni están desconectados. Me apresuro a

aclarar: no significa que no haya matices y diferencias. Pero las

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diferencias (entre Scioli y Garré, por caso) se establecerán en el marcode una identidad común. Esto es, las formas particulares y lossingulares tienen que comprenderse a partir de algún principio

unificador, que conecta lo que puede aparecer a primera vista comoaislado, inconexo.Pues bien, esta explicación alternativa dice que nuestra sociedad

está atravesada por el antagonismo entre el capital y el trabajo. Estodiferencia por el vértice este enfoque del que defienden el gobierno ylos militantes K, los partidos de la oposición burguesa y de la clasemedia semi-izquierdista (estilo partido Comunista). Todos ellos tratande conciliar al capital y el trabajo. En cambio, y en palabras de Marx,partimos de que «los intereses del capital y del trabajo asalariado son

opuestos diametralmente».Sin embargo, esto todavía es demasiado general. Por razonesque he explicado en otras notas, hoy el conflicto se da en condicionesespecíficas. El capital necesita bajar los salarios para recuperarcompetitividad en el mercado mundial, dada la erosión del «modelo» basado en el tipo de cambio alto. La quita de subsidios, el tope a losaumentos que puedan establecerse en paritarias, el veto al salariomínimo logrado por los trabajadores rurales y la negativa a aumentarel mínimo no imponible a las ganancias (impuestos a los salarios),

obedecen a esta necesidad. Remarco que es una necesidad del capital«en general», al margen de que sea argentino o extranjero. No es unconflicto establecido en términos «nacionales» (como pretende PinoSolanas), sino de las dos clases sociales fundamentales. De ahí laconformidad general de la Unión Industrial con el gobierno.

Ahora bien, ¿qué decir del rol del Estado en todo esto? Según lavisión «atomista», el Estado no está conectado (o vinculado)necesariamente al capital, ni a sus intereses. Puede estarlo, como noestarlo; la relación es externa, en este enfoque. La política estatal no

está marcada por la necesidad sino, en última instancia, por elpersonal a cargo (por eso, nada mejor que un izquierdista puesto afuncionario, dirán algunos).

Como muchos ya imaginan, mi visión es opuesta. Bajo el modode producción capitalista el Estado es, necesariamente, capitalista, yno puede no ser capitalista. Bajo el capitalismo, «el Estado es elinstrumento de dominación del capital sobre la clase de lostrabajadores» (Altvater, p. 89). Y aunque la adecuación del Estado -sus formas, instituciones, funcionamiento- a las necesidades del capital

siempre es problemática, es un hecho también que «el carácter del

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Estado como Estado burgués impregna -satura- todas sus funciones»(ídem, p. 101). Entre ellas figura, en primer lugar, salvaguardar ymejorar en lo posible las condiciones de explotación del trabajo. Y los

funcionarios, aunque reciten la teoría de la plusvalía, actuarán enconsonancia con la lógica general.Lo anterior explica por qué el Estado argentino hoy está

desplegando una política acorde con la necesidad del capital. Lo cualno quiere decir que todo lo que hace el Estado (o el gobierno de CK) essimple y directamente funcional a los intereses del capital de conjunto.Por ejemplo, la política de Moreno con respecto a las importaciones escuestionada por muchos empresarios. Pero no debería concluirse deaquí que el gobierno K está enfrentado al capital (y por eso reprime a

los ambientalistas, etc.). Para explicarlo con un ejemplo histórico: elgobierno de Isabel Perón y López Rega fue muy criticado por la clasecapitalista, a pesar de que desarrollaba una política ferozmente anti-obrera y de derecha. De la misma manera, hoy decimos que, al margende tensiones entre grupos y fracciones de la clase dominante, laorientación profunda del gobierno K está determinada por interesesde clase precisos, que no son precisamente los del trabajo. Cuando seestá apretando el cinturón de los trabajadores, el conflicto social debeser desactivado-reprimido-desviado. Para este fin, todo vale:

inteligencia e intimidación sobre activistas y dirigentes de izquierda;agitación del nacionalismo y propaganda por la «unidad nacional»;aislamiento de los elementos «anti-patria» y subversivos; palos, gasesy procesamiento de manifestantes; amenazas de despidos por partede las patronales; mantenimiento del trabajo en negro y precarizadopara amplios sectores; y un 6,7,8 hablando de cualquier cosa menosdel conflicto. En el mismo sentido, reprimir las protestasambientalistas es esencial, no solo para mantener los negocios mineros,sino también para desactivar toda forma de organización popular (u

obrera) que ponga en cuestión el derecho de la clase dominante dedecidir qué negocios convienen.Con esta perspectiva también podemos leer otros conflictos.

Por ejemplo, el deseo de sectores pro-K (incluidos funcionarios) decambiar los métodos de la policía bonaerense no necesariamente estáen contradicción con lo que hemos explicado. Una policía que noampare las redes de prostitución, o no asesine chicos de los barriospobres, puede tener mayor legitimidad, a los ojos de la población, a lahora de reprimir una manifestación de trabajadores. De la misma

manera, se puede entender que algunos hechos son lógicos. Por ejemplo,

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se ha afirmado que hay una contradicción entre el aumento del 100%de las dietas de los legisladores, y el ajuste (o topes) sobre los salariosque promueve el Gobierno. Pero esto es no entender de qué estamos

hablando. El ajuste se hace para aumentar las ganancias de la clasecapitalista. Por lo cual, el aumento de los ingresos de losrepresentantes del capital es coherente con la orientación global. Notodos somos lo mismo, como se encargó de enfatizar un diputado, endefensa de sus aumentados ingresos.

Difícil coyuntura

En base al análisis precedente, podemos pronosticar que, en la medida

en que se incremente el conflicto por el reparto del ingreso, la línearepresiva va a continuar, a menos que haya un ascenso de luchas ymovilizaciones en defensa de las libertades democráticas. Algunoshan señalado que acciones como la encarada por Gendarmería estánprohibidas por ley y por la Constitución, y que se puede accionarlegalmente. Pero estos son papeles. Lo que suceda efectivamente va adepender de relaciones de fuerza, sociales y políticas. En especial, delgrado en que el problema sea asumido por las masas trabajadoras yel pueblo, las únicas que pueden transformar una idea, o una consigna,

en «fuerza material».De todas formas, hay que ser consciente del punto en queestamos: no solo el Gobierno tiene un amplio respaldo de la población,sino también el apoyo militante de mucha juventud y de sectores que,en otras circunstancias, se hubieran movilizado en defensa de laslibertades democráticas. El caso paradigmático es el de Madres dePlaza de Mayo (Bonafini); pero dista de ser el único. Hay que remarentonces desde una posición muy desfavorable (seguramente estemismo texto será considerado por muchos progresistas poco menos

que «contrarrevolucionario»). En estas condiciones, la unidad deacción en defensa de libertades democráticas me parece esencial. Aquíno habría que abrigar ningún tipo de sectarismo.

Texto citado: Altvater, E. (1988), «Notas sobre algunos problemas delintervencionismo del Estado», en El Estado en el capitalismocontemporáneo, Sonntag y Valecillos (edit.), pp. 88-133.

Publicado en el blog, 16 de febrero de 2012.

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Epílogo:

«Atrévete a pensar»

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Hacia el final del Prólogo de la Contribución de la crítica de la economía política , de 1859, Marx se refiere a la actitud a adoptar en la investigacióncientífica. Luego de explicar que sus puntos de vista son el resultadode años de «investigación escrupulosa», sostiene que «al entrar en laciencia, así como en la entrada al Infierno, debe formularse estaexigencia: “Abandónese aquí todo recelo/Mátese aquí cualquier vileza”(Dante)». En esta breve nota presento algunas reflexiones sobre elcontenido e implicancias políticas de este imperativo ético que, hastadonde alcanza mi conocimiento, es uno de los pocos que encontramosen la obra de Marx.

Atenerse a la ciencia

Es importante aclarar que cuando Marx se refiere a la necesidad dematar todo recelo, no está diciendo que la investigación deba abordarsecon la mente en «tabula rasa», o desde un enfoque que haga abstracciónde valores, o posiciones de clase. Marx está muy lejos del positivismocomtiano, y similares. Así, en varios pasajes se refirió a las limitacionesdel pensamiento burgués para indagar la naturaleza de la plusvalía,o los orígenes históricos de la sociedad de clases y del mercado.Además, era consciente de que la indagación científica se hace siemprea partir de categorías y teorías, que delinean las problemáticas aresponder y hacen visibles (o no) los objetos de estudio. Por eso, lo que

está afirmando Marx en el pasaje del Prólogo de 1859, es que en el

El «atrévete a pensar»de Marx y el socialismo

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trabajo científico hay que dejar de lado intereses subalternos, y seguir lo que nosdicta el estudio de los datos y el razonamiento. Esto significa no anteponer ala verdad científica la defensa de «verdades de partido», de dogmas y

tradiciones intelectuales, y no subordinarse a los poderes establecidos.Si llegamos a una conclusión, hay que atenerse a ella, y solo modificarlacuando confrontemos otros argumentos lógicos, y consistentes con datos, quesean convincentes. El escritor, o el científico, no debe ocultar susconvicciones porque éstas no agraden a los «jefes», a las instituciones,o a la opinión pública.

Todo esto parece elemental, pero es lo que muchas veces se dejade lado, por las más diversas razones. En mi vida militante he conocidogente que no se atrevía a sostener tal o cual cosa porque iba en contra

de una «verdad» consagrada; por ejemplo, en el marxismo, porquecontradecía lo que había dicho alguno de los «padres fundadores». Opersonas que temían, y temen, enfrentarse a los líderes de tal o cualpartido o movimiento. También hay gente que primero ausculta el«estado de opinión», antes de animarse a decir lo que piensa sobrealguna cuestión. Es una actitud que muchos mantienen en las másdiversas circunstancias Por ejemplo, hay intelectuales de izquierdaque están convencidos de que el régimen de Assad está asesinando alpueblo sirio, pero temen cuestionar públicamente el apoyo de Chávez,

o Castro, a la dictadura. En algunos casos puede ser simple «vileza»(todo sea en aras de estar «bien considerado»). Y en otros, se trata decobardía política. Pero nada de esto es ciencia, ni pensamiento crítico.

En la tradición del Iluminismo

La actitud ante la ciencia, a la que animaba Marx, se encuentra en lastradiciones del pensamiento burgués en ascenso, con su llamado asometer al juicio de la razón todo lo existente. En la Enciclopedia de las

ciencias filosóficas Hegel escribe que «todas las presuposiciones yprejuicios han de ser abandonados cuando se ingresa en la ciencia»; yagrega que esta exigencia «se lleva a cabo propiamente en la decisiónde querer pensar con toda pureza, decisión que lleva a cabo lalibertad...» (.» 78). Hegel no está diciendo que debemos pensar sincategorías previas, sino que hay que pensar con libertad. Para ello,debe haber una decisión de hacerlo. Este ideal de una «investigacióncientífica libre» también es reivindicado por Marx en el Prólogo a laprimera edición de El Capital. «Libre» porque el estudioso debe ir hasta

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el fondo en la indagación, y mantenerse firme en las conclusiones a lasque llegue.

También encontramos esta idea en «¿Qué es la Ilustración?», de

Kant. En este texto Kant explica que la Ilustración es la salida delhombre de la minoría de edad, y esta última es la incapacidad de«servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro». Alguienestá en la minoría de edad cuando le falta la decisión y el ánimo paraservirse del entendimiento con independencia, sin la conducción deotro. «Sapere aude («atrévete a pensar», Horacio) ¡ten valor de servirtede tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración». Hayque superar la pereza y la cobardía para pensar por sí mismo, agregaKant. «Los grillos que atan a la persistente minoría de edad están

dados por reglamentos y fórmulas: instrumentos mecánicos de unuso racional...». Hay que animarse a pensar, a sacar conclusiones, adesafiar «reglamentos y fórmulas».

Crítica revolucionaria

El llamado a pensar por sí mismo, a someter al propio juicio loestablecido, o lo que viene como «mandato» (del tutor o conductor deturno), tiene consecuencias revolucionarias. Tal vez por este motivo

Kant matizó el «atrévete a pensar» con la distinción entre el uso públicoy privado de la razón (ver el texto citado). Pero en Marx, el atreversea pensar es clave para la crítica, con sus consecuencias subversivaspara el orden burgués. En la «Introducción a la Crítica de la filosofíadel derecho de Hegel» escribía: «Cierto es que el arma de la crítica nopuede suplir a la crítica de las armas, que el poder material tiene queser derrocado por el poder material, pero también la teoría se convierteen un poder material cuando prende en las masas. Y la teoría puedeprender en las masas a condición de que argumente y demuestre ad

hominem , para lo cual tiene que hacerse una crítica radical. Ser radicales atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombremismo. (…) La crítica de la religión desemboca en el postulado de queel hombre es la suprema esencia para el hombre, y por consiguiente,en el imperativo categórico de echar por tierra todas aquellasrelaciones en que el hombre es un ser humillado, sojuzgado,abandonado y despreciable...».

Es la crítica para mover al ser humano «a pensar, a obrar y aorganizar su sociedad como hombre desengañado que ha entrado en

razón, para que sepa girar en torno a sí mismo y a su yo real».Quitar las cadenas,

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liberar el pensamiento y que «broten flores vivas». Pero no puede haber floresvivas del pensamiento donde hay discurso monocorde, donde «los jefes» piensan, y deciden, por todos. Es por este motivo que Marx

critica al «comunismo tosco», en tanto éste «niega siempre y dondequiera la personalidad humana» (véase los  Manuscritos económico- filosóficos de 1844). Pero no se trata de reivindicar la personalidad paracaer en el individualismo, sino como fundamento de un hombre social ,desplegando sus capacidades en un mundo social. Si no hay desarrollodel pensamiento libre, caeríamos en una sociedad en la que se anularíala existencia subjetiva. Y el objetivo es «una sociedad pensada ysentida», conformada a partir de la actividad consciente de los queproducen y se organizan a sí mismos. Por esto, «debe evitarse, sobre

todo, volver a plasmar la ‘sociedad’ como abstracción frente alindividuo» (ídem).

Atreverse a pensar y conducciones «estratégicas»

En tiempos en que tanto se habla de animar a la juventud a la militanciapolítica, tal vez no esté de más contraponer esa exhortación a pensarpor sí mismo, con la lógica de las conducciones de tipo stalinista, o bonapartistas-nacionalistas, o combinaciones de éstas. Dado que en

otras notas de este blog me he referido a la lógica stalinista, en lo quesigue me baso en la relación líder/movimiento del peronismo. Locentral que quiero destacar es que se trata de una misma mecánica defondo, consistente en eliminar la diferencia de pensamiento en lo queimporta, en el pensamiento acerca de las estrategias y los problemasde fondo. José Pablo Feinmann resume bien esa lógica: el punto departida es que el conductor es el estratega que conduce al conjunto delas fuerzas. En este encuadre, las líneas tácticas tienen que aceptar esaconducción estratégica, la cual totaliza desde un esquema de poder.

Para que todo esto sea digerible, la imagen de la guerra es muyconveniente. Escribe Feinmann: «En la conducción de la guerra nohay la libertad que Sartre encuentra en la praxis dialéctica. Perónasume la estrategia jerárquica del conductor. Él es quien decide cuándototaliza, o cuándo no, a qué línea táctica otorga prioridad, cuál avanza,cuál retrocede, y hasta cuál muere por no tener ya el respaldo, elreconocimiento de la conducción estratégica. El conductor asume elpapel de la astucia de la razón hegeliana» (Peronismo. Filosofía de una persistencia argentina , I, p. 109).

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Más claro, imposible. Estamos en guerra (y dado que siemprehabrá conflictos, siempre estaremos en guerra), y por lo tanto no existela «libertad de la praxis dialéctica». Dicho en lenguaje llano, aquí

desaparece el «atrévete a pensar», o cualquier estímulo a desarrollarla capacidad crítica frente a «la conducción». De hecho, ahora todopasa por convencerse de que el Jefe (o la Jefa, porque no somosmachistas) encarna la «astucia de la razón», que nos llevará a la tierraprometida de la liberación «nacional y social», sin importar cuánextraños y paradójicos nos parezcan los caminos elegidos. Y a partirde aquí, nos tragamos cualquier «sapo» (llámese Insfrán, Boudou,Barrick Gold, lumpen enriqueciéndose sin límite, etc.). En lugar degente que está pensando por sí, se promueve la aceptación pasiva de

la conducción «estratégica». Hay un abismo entre esto, y el proyectodel marxismo; al menos, del proyecto «a lo Marx». Es que la crítica dela explotación, y la denuncia del ser humano que es dominado porpoderes que no domina, implica un proyecto de sociedad distinto deraíz de lo que promueve la concepción burocrática del «alguien piensalo estratégico por ustedes». Inducir a la juventud a adherir a estaúltima perspectiva, bajo la excusa de «promovemos la militanciacuestionadora», es puro cinismo. La realidad es que hoy, desde lasesferas del poder, se promueve la adhesión pasiva a una sociedad

asentada en la explotación, y en la degradación de millones de sereshumanos.En conclusión , no estamos ante diferencias «tácticas», o de

política coyuntural, sino de fondo, ideológico-estratégicas. La sociedadcapitalista conduce al extrañamiento del ser humano, a la mutilaciónde sus potencialidades. El hombre no está consigo mismo en su trabajo,ni se reconoce en el producto de su labor, porque es explotado y dependede un poder que le es ajeno y extraño. Pero este extrañamiento tambiénse da en la política, y en todas las otras esferas. Por eso, la crítica

militante real es la crítica a este mundo de la enajenación, deexplotación y humillaciones sin fin. Es la crítica a la propiedad privadadel capital, al dominio del mercado y del Estado burgués, y a lacivilización burguesa que se levanta sobre la explotación. Frente a laaceptación pasiva de las «conducciones establecidas», el «atrévete apensar» será la piedra sobre la que se levante una militancia socialista,crítica y libre.

Publicado en el blog, 3 de septiembre de 2012.

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