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¿QUÉ ES ELVERDADEROPERDÓN?Por Gary Inrig

EEl perdón es uno de los temasmás incomprendidos en laBiblia. Tal y como el pastor

Gary Inrig lo señala en lassiguientes páginas, el perdón ennuestro tiempo se ha convertido en poco más que una maneraterapéutica para separarnos deaquellos que nos han hecho daño.Pero la esencia del verdaderoperdón es muchísimo más rica de lo que muchos de nosotros nosdamos cuenta.

¿Qué podríamos decir sobre«perdonar a Dios», o «perdonarnosa nosotros mismos»? ¿Esperamosque la persona que nos ha hechodaño nos diga, «lo lamento»? Estasson sólo algunas de las preguntasque el pastor Inrig contesta en lassiguientes páginas.

Martin R. De Haan II

CONTENIDO

Luchando con el perdón. . . . . . . . . . . . . 2

¿Qué es el verdadero perdón? . . . . . 7

El verdadero perdóncomienza tratando el pecado con sinceridad.. . . . . . . . . . . . 8

El verdadero perdónrequiere que el infractoradmita el pecado conarrepentimiento. . . . . . . 21

El verdadero perdón seconcede con gracia ygenerosidad. . . . . . . . . . 24

Título del Original: What is True Forgiveness? ISBN: 978-1-58424-875-0Foto de la cubierta: Terry Bidgood SPANISHLas citas de las Escrituras provienen de la Versión Reina Valera, 1960. Usado con permiso.Copyright © 2000, 2007 RBC Ministries, Grand Rapids, Michigan Printed in USA

DS_VerdaderoPerdon_preps.qxp 12.09.07 17:36 Página 1

LUCHANDO CONEL PERDÓN

EEn 1944, el joven Simón Wiesenthal eraprisionero en un campo

de concentración ubicado enlas afueras de la ciudad dondese había criado. Un día, sucuadrilla de trabajo fueobligada a pasar por la ciudad donde él había vividoanteriormente. En el camino,su grupo pasó por uncementerio militar donde habíaun girasol plantado en cadatumba. Simón no pudo evitarsino contrastar ese cuidadosorecuerdo con la fosa comúnque casi con toda seguridadiba a ser su destino, junto conotros cuerpos apilados sobreél, sin nombre y desconocidos.

Finalmente llegaron a laescuela secundaria dondeWiesenthal había estudiado,un edificio lleno de recuerdosde hostilidad antisemita ahoraconvertido en un hospitalprovisional para soldadosalemanes heridos. El grupo de

Wiesenthal estaba sacandocajas de basura del hospital.Mientras trabajaba en estacuadrilla, se le acercó unaenfermera de la Cruz Roja. «¿Es usted judío?» preguntó.Cuando le indicó que sí, ella le ordenó que la siguiera. Lollevó al lecho de un jovenoficial alemán cubierto devendas y que apenas si podíahablar. Él le había pedido a la enfermera que encontrara aun judío con quien pudierahablar, y arbitrariamente,Wiesenthal se habíaconvertido en esa persona.

El oficial dijo que sellamaba Karl. Sabía que estaba muriendo y, antes deque llegara su hora final,necesitaba hablar con alguienacerca de algo que le estabatorturando. Wiesenthal tratóde irse tres veces mientras elsoldado resumía la historia desu vida y acciones militares,pero el hombre le detuvo cada vez sujetándole el brazo.Tenía que contarle su historia.Finalmente le contó acerca de

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una atrocidad en la que habíaparticipado mientras iba traslos rusos en retirada. Treintasoldados alemanes habían sidoasesinados en trampas puestaspor los rusos. En un irracionalacto de venganza contra losinocentes, él y sus hombresrodearon a un grupo de 300judíos, les introdujeron en una casa como si fueranganado, la rociaron congasolina y le prendieron fuegocon granadas. Después, ledispararon a todo aquel que trataba de escapar.

Con gran emotividad relatósu recuerdo de los gritos queescuchó, de los niños ymujeres aterrados que viosaltar del edificio, y de suspropios disparos. Una escenaen particular le perseguía: un padre y una madredesesperados que saltaron conun bebé de cabello y ojososcuros, sólo para seracribillados a balazos.

El hombre siguió hablando,y narró una batalla posterior,cuando se le habían dado

órdenes de dispararle a ungrupo parecido de judíosdesarmados. Esa vez no quisoo no pudo apretar el gatillo. Al quedarse paralizado, estallóun proyectil, produciéndole las heridas que ahora estabanquitándole la vida. Una vezque contó su historia, lesuplicó a Wiesenthal:

«No puedo morir . . . sinlimpiar mi conciencia. Éstadebe ser mi confesión . . .Estoy aquí con mi culpa.Usted está conmigo en lasúltimas horas de mi vida.No le conozco, sólo sé queusted es un judío y eso essuficiente . . . sé que lo quele he dicho es algo terrible.En las largas noches quellevo esperando a la muerte,una y otra vez he anheladohablar acerca de esto con unjudío y suplicarle el perdón.Pero no sabía si quedabanjudíos vivos . . . sé que loque le estoy pidiendo esdemasiado para usted, perono podré morir en paz sinuna respuesta suya»1.

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Wiesenthal se quedóparado allí en silencio,luchando con lo que debíahacer. «Al final, tomé unadeterminación, y salí de lahabitación sin decir palabra».

El oficial murió, sin recibirel perdón de un judío. Pero eso estaba lejos de ser el finalde la historia para Wiesenthal.Él sintió angustia por surespuesta. ¿Había hecho laelección correcta? Lo trató consus compañeros prisioneros en el campo de exterminio.

Después de la guerra, visitó a la madre de Karl enAlemania, tratando de juzgarla autenticidad delremordimiento del jovenoficial. Finalmente, veinte añosdespués del fin de la guerra,Wiesenthal, ahora una figurainternacional reconocido comocazador de nazis, se sintióobligado a escribir la historia.La terminó con dos preguntaslastimeras: «¿Fue correcto oincorrecto mi silencio en ellecho del nazi moribundo?» Y «¿qué habría hecho usted?»

Después, Wiesenthal envióla historia a teólogos, líderesmorales y políticos, yescritores, en busca de susrespuestas a dichas preguntas.La historia, junto con 32respuestas, se publicó en 1969en un libro titulado TheSunflower (El Girasol), el cualse reimprimió años despuéscon 32 nuevas respuestas y 11 respuestas mantenidas o revisadas y corregidas de la primera edición. Estasrespuestas son fascinantes. La gran mayoría de loscontribuyentes estuvieron deacuerdo en que Wiesenthalhizo lo correcto. Los de origen judío fueron unánimes:Wiesenthal no tenía obligación,ni siquiera derecho alguno, aperdonar al hombre. Sólo lasvíctimas podían perdonar alque había cometido semejanteatrocidad, y el hombre nomostraba las marcas delverdadero arrepentimientosegún las definía la tradiciónjudía, entre las que se incluyela reparación.

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Otros sostenían que lanoción de pedir y conceder el perdón en su totalidad eraalgo peligroso. HerbertMarcuse, un filósofo marxistade gran influencia durante las atribuladas décadas de los60 y los 70 escribió:

«Nadie puede ni debe ir porallí matando y torturandoalegremente y luego, cuando llega el momento,simplemente pedir y recibirperdón. En mi opinión, estoperpetúa el crimen . . . yocreo que el fácil perdón de semejantes crímenesperpetúa la misma maldadque se quiere aliviar»2. Algunos de los que se

identificaron como cristianos síque sugirieron que la éticacristiana reclama que unapersona perdone, incluso ental situación.

Un libro como TheSunflower (El Girasol) saca elproblema del perdón de laesfera de lo idealista y losentimental, y nos haceenfrentar las feas realidades de

la vida en un mundo caído. A veces, los problemasrelacionados con el perdón sevuelven completamenteteóricos. Cada vez que mepongo delante de unacongregación para proclamarla Palabra de Dios, sé que enmedio de ella hay matrimoniosque se desintegrarán si noencuentran una manera de perdonar, familias quequedarán deshechas,amistades que se derrumbarán,y grupos que se separarán.También sé que algunos de los que me están oyendo hansido víctimas de alguna granmaldad por parte de suscónyuges, padres, empleadoreso empleados, de supuestosamigos o completos extraños.Y sé que puede que estésleyendo este librito porquesientes una gran necesidad deperdonar o de ser perdonado.Otros han observado contristeza cómo la vida de unamigo se ha deshecho porcausa de una incapacidad oindisposición a perdonar o a

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admitir la necesidad de perdón.

En años recientes, losinvestigadores han dedicadomucha atención a lascuestiones del perdón. Granparte de su trabajo, que hasido realizado en términospuramente seculares, es deuna ayuda extraordinaria.

La falta de perdón es mortal, ¡en más de una manera!

No es difícil ver el daño cadavez mayor causado por la faltade perdón a gran escala en lascrisis internacionales en elMedio Oriente, los Balcanes,Irlanda y el sub-continente deIndia-Pakistán. Pero losinvestigadores también handocumentado que laspersonas que no han recibidoperdón o que no hanperdonado tienen mayorestasas de desórdenesrelacionados con la tensión,

enfermedades cardiovascularesy depresión clínica, así comouna menor función del sistemainmunológico y tasas dedivorcio más altas. La falta de perdón es mortal, ¡en másde una manera!

Pero, ¿cómo es el perdón?¿Es algo que hacemosautomáticamente? ¿Lohacemos de inmediato? ¿Setrata de un acto único o de unproceso? ¿Esperamos hastaque nos sentimos listos paraperdonar? ¿Exigimos que laotra persona se arrepienta, o es el perdón algo personal e interno, algo que hacemosnosotros solos? Siperdonamos, ¿significa que deinmediato debemos volver auna relación de abusoconstante? Éstas y unamultitud de otras preguntasprácticas exigen buenasrespuestas. Como siempre, las mejores respuestascomienzan a venir cuandoescuchamos cuidadosamenteal Maestro del perdón, nuestroSeñor Jesús.

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¿QUÉ ES ELVERDADEROPERDÓN?

TTal vez la declaraciónmás concisa y sucintaacerca del perdón

proveniente de labios de Jesússe encuentra registrada enLucas 17:3-4. Sus palabrasmerecen una cuidadosaatención y tienen que leerse enel contexto más amplio de losversículos 1–10:

Dijo Jesús a Sus discípulos:Imposible es que no vengantropiezos; mas ¡ay de aquelpor quien vienen! Mejor lefuera que se le atase al cuellouna piedra de molino y se learrojase al mar, que hacertropezar a uno de estospequeñitos. Mirad porvosotros mismos. Si tuhermano pecare contra ti, repréndele; y si searrepintiere, perdónale. Ysi siete veces al día pecarecontra ti, y siete veces aldía volviere a ti, diciendo:Me arrepiento; perdónale.

Dijeron los apóstoles alSeñor: Auméntanos la fe.Entonces el Señor dijo: Situvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir aeste sicómoro: Desarráigate,y plántate en el mar; y osobedecería. ¿Quién devosotros, teniendo un siervoque ara o apacienta ganado,al volver él del campo, luegole dice: Pasa, siéntate a lamesa? ¿No le dice más bien:Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que hayacomido y bebido; y despuésde esto, come y bebe tú?¿Acaso da gracias al siervoporque hizo lo que se lehabía mandado? Pienso queno. Así también vosotros,cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado,decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamoshacer, hicimos.En Lucas 17, Jesús estaba

exponiéndoles los valores del reino a Sus seguidores.Sorprendentemente, Sumensaje se construyó

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alrededor de una advertencia:«Mirad por vosotros mismos»(v. 3). Por otro lado, tenemosque guardarnos de hacer queotros pequen. Y por otro,tenemos que resistir latentación de mantener aaquellos que han pecadocontra nosotros en un área decastigo emocional, haciéndoloscumplir una dura y eternasentencia por sus delitos.

«Mirad por vosotrosmismos» (v. 3).

El mensaje no es muydifícil de entender, pero espenetrante y condenatorio. Dehecho, la declaración acercade perdonar siete veces al día fue tan contraria a losinstintos, que hizo que losoyentes del Señor exclamaran:«Auméntanos la fe» (v. 5).Instintivamente, los discípulossupieron que sólo podíanobedecer las direcciones delSeñor dependiendo de Él.

EL VERDADEROPERDÓN COMIENZATRATANDO ELPECADO CONSINCERIDADLas primeras palabras delSeñor son aparentementesimples: «Si tu hermano pecarecontra ti, repréndele» (v. 3).Pero son extremadamenteimportantes y comunican al menos tres aspectosfundamentales para dar y recibir perdón. Jesús noestaba dándonos una simple receta que hemos deseguir de memoria, sino losaspectos esenciales que debenestar presentes.

Definir la ofensacuidadosamente.Primero, debemos definir laofensa cuidadosamente: «Si tuhermano pecare . . . ». El usodel término hermano colocaesto dentro del contexto de las relaciones del Reino y nos recuerda que el lugarfundamental donde se tieneque vivir el perdón es dentrode la comunidad de la fe, el

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grupo de seguidores de Cristoque están llamados a obedecere imitar a su Señor. Esto noquiere decir que las palabrasdel Señor no se apliquen fuerade la Iglesia; quiere decir queson de importancia primordialdentro de la Iglesia. Loscristianos, más que cualquierotro grupo de personas, han de perdonarse unos a otros.Eso, por supuesto, se aplicacon especial fuerza a losmatrimonios, familias e iglesias cristianas.

De igual importancia es el reconocimiento obvio peroesencial de que el Señor Jesúsestaba hablando acerca delpecado, específicamenteacerca de alguien que «pecarecontra ti» (v. 4). Esto no debepasarse por alto rápidamente.Puede que haya muchas cosasque nos irriten, molesten odisgusten de otra persona.Puede que esas cosasrequieran nuestra tolerancia;pero no implican el perdón.

Algunas veces creemos que alguien nos ha tratado

injustamente; pero la verdad es que los celos, la inseguridado la ambición fácilmentedistorsionan nuestraperspectiva. En la Biblia,Miriam estaba celosa deMoisés, y Saúl de David, peroen ningún caso estaba estesentimiento justificado.

Puede que hayamuchas cosas que nos

irriten, molesten odisgusten de otra

persona. Puede queesas cosas requierannuestra tolerancia;pero no implican

el perdón.

Alguien que está endesacuerdo con nosotros o quehiere nuestros sentimientos nonecesariamente nos lleva a laesfera del perdón. No todas lasheridas son iguales, y esa es larazón por la que Proverbios

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27:6 nos dice: «Fieles son lasheridas del que ama; peroimportunos los besos del queaborrece». El perdón operadentro del terreno del pecado,cuando hay una violación de las normas decomportamiento, establecidaspor Dios, en mi relación conotra persona.

El perdón jamás minimizala realidad del pecado. Estosignifica que el perdón nopuede significar ignorar larealidad de la maldad. Elperdón no puede ser nuestraprimera respuesta. John Ensornos recuerda la prioridad delamor sabio cuando ilustra demanera vívida la insensatez dealgunas respuestas a la maldadque se han sugerido:

Si me topo con un hombreque está violando a unamujer, no puedo amarlos a ambos de la mismamanera . . . El amor esinherentemente moral encuanto a su carácter y exigeuna fuerza moral que estanto opositora como

defensora. No puedo ir a lamujer que está luchandoaterrorizada y al atacante degran fuerza y decirles: «Lesamo a ambos igual, y Diostambién. Él no quiere queusted le haga daño a estamuchacha, pero por favor,no crea que Él está molestocon usted en este momento.Debido a que Dios es amor,Él no se enfurece. ¿No esasombroso ese amor?» Lamujer denunciaría que elmío es un amor enfermo ysin valor, incluso cobarde y malvado. Ella sabría queel amor debe tener uncompromiso apasionadocon el bien por encima delmal. Debe estar dispuesto areivindicar y desarmar; arecompensar y castigar. Para actuar con amor enesta situación debo odiar loque el atacante estáhaciendo y empujarle a unlado, gritar a todo pulmónpidiendo ayuda, coger a lamujer y correr3.Por lo tanto, el perdón no

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implica excusar un acto. Paraque se pueda excusar, tieneque ser entendido, noperdonado. El perdón trataacerca de lo inexcusable.

El perdón no implicaignorar o negar

el pecado, hacer lavista gorda ante los

delitos de otrapersona, o hacer como

que no sucedió.

El perdón tampoco implicaignorar o negar el pecado,hacer la vista gorda ante losdelitos de otra persona, ohacer como que no sucedió.Semejante respuesta consienteel pecado, en vez de lidiar conél quirúrgicamente por mediodel duro trabajo del perdón. Al mantener el pecado en laoscuridad, permitimos que el mal permanezca sin serdesafiado, poniendo a los

demás en riesgo. El perdón no trivializa el

pecado, tratando de hacerloparecer lo mejor posible. C. S.Lewis lo dijo bien:

«El verdadero perdónsignifica mirar al pecadocontinuamente, al pecadoque queda sin excusaalguna, después de habertenido en cuenta todas lasposibles excusas, y verlo entodo su horror, inmundicia,mezquindad y malicia»4.El Señor no estaba

hablando acerca de enterrar el pecado, bajo el ingenuosupuesto de que «el tiempocura todas las heridas». Lasheridas no tratadas no sananautomáticamente. Como lodice Mark McMinn: «El tiemposana las heridas limpias. Lasheridas sucias se ulceran y seinfectan»5. Lo mismo sucedetanto en nuestro ser interiorcomo en nuestras relacionescuando intentamos suprimirlos pecados que se hancometido contra nosotros.

Esas ofensas no sanadas11


saben cómo continuarbombeando su veneno en lossistemas donde viven.

Tomemos nota que elSalvador no estaba hablandoacerca de simplementeolvidarnos del pecado, tal ycomo lo sugiere el ingenuocliché «perdona y olvida». Amenudo, dicha idea adquierecrédito al citar la idea bíblicade que Dios «olvida» nuestrospecados. Ciertamente se usadicha expresión, por ejemplo,en Hebreos 10:17:

Y nunca más me acordaré desus pecados y transgresiones.Pero no debemos

malinterpretar eso con la ideade que, de alguna manera,Dios borra nuestros pecadosde Su memoria. Si es así,¡difícilmente Él podría ser elDios que todo lo sabe! Nosabría casi nada de la historiahumana. ¿Cómo podría haberÉl inspirado la Biblia, la cualregistra gráficamente lospecados de incluso los santosmás grandes? Él no olvidó suspecados; los registró para que

todas las generaciones futurassupieran acerca de ellos yaprendieran de ellos.

Así que, cuando Dios diceque no se acuerda de nuestrospecados, quiere decir que nose acuerda de ellos comoacusaciones en contra nuestra,que Él no nos trata sobre labase de nuestros pecados.

«El tiempo sana lasheridas limpias. Lasheridas sucias se

ulceran y se infectan».—Mark McMinn

Además, nuestras mentes nofuncionan como computadorascon la función de «borrar». Sínos acordamos de las cosasmalas que los demás nos hanhecho. El asunto central aquíno es que yo olvide, sino quées lo que hago cuando meacuerdo de cómo alguien meha tratado injustamente.Gregory Jones lo dice bien:

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Es un gran error decir,«perdona y olvida». Másbien, el juicio de la gracianos capacita, por medio delpoder del Espíritu Santo,para recordar bien. CuandoDios promete «Yo soy el que borro tus rebeliones[hablándole a Israel]» y «no Me acordaré de tuspecados [hablándole a Israel también]» (Is. 43:25;ver también Jer. 31:34), Élno está simplementepermitiendo que lo pasadose olvide. Más bien, Diosestá dando testimonio de Su propia fidelidad llena de gracia6. Es posible que realmente

no nos acordemos de lo quealguien haya hecho en contranuestra. Por un lado, puedeque eso signifique que elincidente fue relativamentetrivial y que casi ni se le puede considerar un acto querequiera perdón. Por el otro, lamente humana puede algunasveces lidiar con algúnprofundo dolor escondiéndolo

en algún hondo recoveco denuestro ser.

En cuanto a ese «olvidar», Lewis Smedessabiamente escribe:

«Los sufrimientos que no nosatrevemos a recordar son losmás peligrosos de todos.Tememos enfrentar algunascosas horribles que una veznos hirieron y las metemosen los agujeros negros denuestra inconsciencia dondesuponemos que no puedenherirnos. Pero esas cosasvuelven disfrazadas; soncomo un demonio con elrostro de un ángel. Parecenhaber sido derrotadas por untiempo sólo para darnos ungolpe bajo más tarde, ahurtadillas»7.En tal caso, la única

manera de perdonar esrecordando. Es importante queno hagamos una conexiónsimplista entre perdonar yolvidar. El verdadero perdón requiere una miradacuidadosa a lo que realmentenos ha sucedido.

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Tal vez aquí, mientrasdeliberamos en cuanto a ladefinición de la ofensa,debemos tomar notabrevemente de dos cosas quese dicen acerca del perdón:primero, que puede quetengamos que perdonar a Dios; segundo, que tenemos que perdonarnos a nosotros mismos.

No quiero crear problemasen cuanto a las palabras, peroes extremadamente importanteque pensemos con claridadacerca de este primer punto. El perdón siempre involucrapecado. Como Dios jamáspuede pecar, nunca serácorrecto hablar sobreperdonarle a Él; Dios no hapecado contra nosotros, nopuede pecar contra nosotros, y jamás lo hará. He conocido a muchas personas que culpana Dios por lo que les hapasado, pero la culpa se le haimputado a quien no lamerece. Detrás de dicha culpaestá la sensación de que dealguna manera hemos recibido

de Su mano lo quemerecíamos en algunosasuntos. Puede que tengamosque aceptar lo que el Diossoberano ha permitido ennuestras vidas. Puede queincluso sintamos la necesidadde dar rienda suelta a nuestraira con Dios o a nuestradecepción por la manera comoÉl está obrando.

Los Salmos, el libro de Job y los escritos de Jeremíastienen muchas ilustraciones de tales explosiones. Pero casi en todos los casos, elautor prosigue con unreconocimiento de que su irase ha desatado sobre quien no la merece. El lenguaje delperdón no se aplica. La fe nosignifica que necesariamenteentendamos los caminos o lospropósitos de Dios, pero sísignifica que hemos de confiaren Su bondad y someternos a Sus propósitos.

El concepto de«perdonarme a mí mismo» es algo diferente. De maneralógica, si he pecado, yo soy el

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que ha delinquido, el infractor,no la víctima de mis acciones.Claramente, no tengo derechomoral alguno a «perdonarme a mí mismo» por lo que hehecho. Por otro lado, misacciones me han hecho daño,porque el pecado siempre nosafecta. Puede que el daño seasevero, y puede que sienta una combinación de culpa,vergüenza, decepción e iraconmigo mismo. Cuando laspersonas hablan acerca deperdonarse a sí mismas, casisiempre están hablando acercade aliviar tales sentimientos.Permítame hacer algunasobservaciones al respecto.

Primero, hablar de esto amenudo transmite el supuestosubyacente de que yo, dealguna manera, soy mejor queotras personas y debo estar porencima de tal comportamiento.Hay un elemento significativode orgullo en esto. («Puedo verpor qué los demás harían esto,pero no por qué yo lo haría»).

Segundo, existe el peligrode invertir la dirección del

perdón hacia adentro para que me enfoque más en cómo me siento y no en lo quehe hecho. Mi meta debe ser el profundo arrepentimiento y la transformación de carácter más que la liberación emocional.

Tercero, y lo másimportante, lo que tengo quedesarrollar es una robustaconfianza en el perdón de Diosy una agradecida recepción delperdón de la otra persona. Notengo que olvidar lo que hehecho sino que tengo queenfrentar lo que he hecho,construyendo un cortafuegosde protección para no repetirloy andar siempre con cuidado.

¡Gracias a Dios, esearrepentimiento auténtico y elperdón de Dios sí traen larestauración del gozo! CuandoDavid, en Salmos 32:1,escribe: «Bienaventurado aquelcuya transgresión ha sidoperdonada», su gozo noproviene del hecho de haberseperdonado a sí mismo, sino deque Dios le haya perdonado.

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Enfrentar el pecadocon valentía. La segundaimplicación de las palabras del Señor es que debemosenfrentar el pecado convalentía. Cuando el Señorordena, «si tu hermano pecarecontra ti, repréndele» (Lc. 17:3),claramente nos está diciendoque debemos hacer a laspersonas responsables de sucomportamiento. Obviamente,esto requiere que, de maneracuidadosa y en oración,hayamos determinado que elcomportamiento de la otrapersona es verdaderamentepecaminoso. En tal caso, noestamos llamados a ignorar el comportamiento osimplemente a tolerarlo. Lapalabra que el Señor usa nosllama «a hablar con seriedad,a advertir, a desafiar».

A este paso hay que darle la importancia debida,que es mucha. Significa que he de hablarle a la personadirectamente, no hablar acercade ella a los demás. No hemosde criticar o guardar rencores.

En vez de ello, hemos deenfrentar con sinceridad alinfractor con el pecado que su comportamiento envuelve.Esto presenta un distintivomuy importante del perdónbíblico. No es simplemente un proceso interno en el queentro por mi propio bien;también es un procesointerpersonal en el que entropor el bien mayor de la otrapersona y de la comunidad en la que participamos.Perdonar sin enfrentar evitaparte del proceso.

La meta de dichaconfrontación no es expresarnuestra ira o sacarnos algo del pecho, sino lograr que seproduzcan el arrepentimiento,la restauración y lareconciliación. También es para beneficio de otraspersonas que seránmaltratadas si no se cuestionaeste comportamiento por lo que es.

Al llamarnos a estecomportamiento, Jesús estáreflejando las instrucciones del

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Antiguo Testamento, como las que se encuentran enLevítico 19:17-18,

No aborrecerás a tu hermanoen tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.No te vengarás, ni guardarásrencor a los hijos de tupueblo, sino amarás a tuprójimo como a ti mismo.Yo Jehová.

La meta de laconfrontación no es

expresar nuestra ira osacarnos algo del

pecho, sino lograr quese produzcan el

arrepentimiento, larestauración y

la reconciliación.

La mayoría de nosotrosencontraremos que laspalabras de nuestro Señor sontremendamente desafiantes.

Cuando nos han maltratado, loúltimo que queremos hacer esenfrentarnos con el infractor.Es mucho más fácil quejarnosde él ante los demás o llevar elagravio en silencio, mientrasevitamos encontrarnos con él ynos retiramos, o tal vez ponerbuena cara ante el público, apesar de lo que estamossintiendo por dentro. Letenemos un temor instintivo ala probablemente desagradableconfrontación, y nos damoscuenta de que puede queacercarnos a la otra personapueda parecerse a cruzar uncampo minado; pero el Señorno nos deja otra opción. Él nosexhorta a la arriesgada misiónde desafiar a la persona encuanto a su pecado.

La sinceridad exige queadmitamos que algunaspersonas se lanzan entusiastasa cumplir un mandamientocomo éste. Parecen disfrutarcon la tarea de reprender a losdemás por sus pecados ypuntos flacos. Si disfrutamosante la idea de reprender a las

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personas por su pecado,tenemos que recordar que elSeñor Jesús condena unespíritu sentencioso y crítico.Pero no perdamos laperspectiva: El verdaderoperdón requiere de unaconfrontación sincera. Todo lo que sea menos que eso abarata y evita parte del proceso.

Enfrentar el pecadoapropiadamente.Aunque aquí en Lucas 17 elSeñor no se explaya en cuantoal proceso de reprender, a laluz de lo que Él enseña enotras partes de las Escrituras,tenemos que entender untercer aspecto fundamental:Debemos enfrentar el pecadoapropiadamente. En el pasajeque se encuentra en Mateo18:15, el cual se relacionaestrechamente con la porciónde Lucas 17, Jesús dio unaenseñanza adicional:

Por tanto, si tu hermanopeca contra ti, ve yrepréndele estando tú y él

solos; si te oyere, has ganadoa tu hermano.

Se ha convertido en algo común

enfatizar los beneficiosterapéuticos del perdón.

Se ha convertido en algocomún enfatizar los beneficiosterapéuticos del perdón. LewisSmedes escribe acerca de«nuestra necesidad deperdonar por nuestro propiobien. Toda alma humana tieneel derecho a estar libre deodio, y reclamamos todonuestro derecho sobre dichaherencia cuando perdonamosa las personas que nos hirieronprofundamente»8. Otro autorllega incluso a decir:«Comprométase consigomismo a hacer lo que tengaque hacer para sentirse mejor.El perdón es para usted y para nadie más»9.

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No quiero negar losbeneficios terapéuticos deperdonar a otra persona, nipasar por alto el punto obviode que, si la otra personarechaza mi regalo del perdón,yo soy el único que sebeneficia con el proceso. Pero sí que es necesariodescentralizarlo. El perdón nodebe reducirse a un simpleproceso interno y personal. No se trata tan sólo de mí. ElSeñor Jesús no nos perdonópor Su propio bien, ¡sino por elnuestro! Y, al seguir los pasosde Su amor, debo recordar queel perdón no es «para mí, ypara nadie más». Aunqueciertamente me beneficia deinnumerables maneras, no setrata tan sólo de mí y de misanidad. La esperanza esrecuperar a mi hermano, el mismo que me tratóinjustamente, y llevarle a él también a la sanidadespiritual. También se trata delbien mayor: la protección delos demás y la promoción delbienestar de la comunidad.

Antes de continuar,necesitamos regresar a lapalabra que el Señor usó, quese traduce como «reprender».El léxico griego estándar ladefine como sigue: «expresarfuerte desaprobación dealguien, reprender, reprobar,censurar; también hablarseriamente, advertir, a fin deevitar una acción o ponerlefin»10. Es una palabra fuerte,pero nos recuerda que haymomentos en los que esnecesario causar dolor. Esto vacontra las ideas de muchos.Un autor sugiere: «Esto esentonces el perdón total: noquerer que nuestros infractoresse sientan culpables odisgustados con ellos mismospor lo que hicieron y mostrarque hay una razón por la queDios permitió que pasara»11.También sugiere que, debido aque muchas de las personasque nos han herido no creeránque han hecho algo malo enabsoluto (una observación que estoy seguro de que estotalmente cierta), por lo

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general debemos perdonarlesen nuestros corazones y nodecirles nada.

Creo que esta sugerencia essentimental, pero no bíblica.Es evidente que está mal«enfrentar» a una persona con la meta de herirla. Eso es venganza, no unaconfrontación constructiva.Pero el Señor insiste en que he de enfrentarla.

Más aún, me parece algopeligroso ofrecer la lógica de«puede que Dios permitieraque pasara». Aunque puedeque ocasionalmente podamosdiscernir esto (tal y como lohizo José en Génesis 50:20),hablar de ello estásignificativamente fuera delugar antes de que la personase haya arrepentido (tal ycomo lo hicieron los hermanosen el pasaje de Génesis).

Varios pasajes sí nos danun entendimiento útil encuanto a cómo debemosacercarnos a un hermano enpecado y cómo emprender dela mejor manera la tarea de

«siguiendo la verdad en amor» (Ef. 4:15).• Debemos hacerlo en

privado, no en público.«Por tanto, si tu hermanopeca contra ti, ve yrepréndele estando tú y élsolos» (Mt. 18:15).

• Debemos hacerlo con humildad yarrepentimiento, no conarrogancia ni pretensionesde superioridad moral.«¿Y por qué miras la pajaque está en el ojo de tuhermano, y no echas de verla viga que está en tu propioojo? ¿O cómo dirás a tuhermano: Déjame sacar lapaja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?¡Hipócrita! saca primero laviga de tu propio ojo, yentonces verás bien parasacar la paja del ojo de tuhermano» (Mt. 7:3-5).

• Debemos hacerlo demanera espiritual, nocarnal. «Hermanos, sialguno fuere sorprendido enalguna falta, vosotros que

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sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,considerándote a ti mismo,no sea que tú también seastentado» (Gá. (6:1).

• Debemos hacerlo con renuencia, no con regocijo.

• Debemos hacerloapuntando a larestauración, no al castigo.

EL VERDADEROPERDÓN REQUIEREQUE EL INFRACTORADMITA EL PECADO CONARREPENTIMIENTO.La siguiente frase del Señor enLucas 17:3 no sólo me dicecómo he de responder sialguien ha pecado contra mí,sino también cómo he deresponder si yo he sido elinfractor. Estas sencillaspalabras contienen unaenorme importancia: «y si se arrepintiere . . . ».

La manera en que respondo

a la valiente confrontación dealguien a quien le preocupo losuficiente como para desafiarel comportamiento pecaminosoen el que me he involucradodefine mi carácter. De hecho,el libro de Proverbios pone enclaro que mi respuesta a lareprensión apropiada es unaseñal de mi sabiduría. Uno de los versículos másconocidos en Proverbios (9:10)presenta la descripción quehace Salomón de la respuestaa la reprensión:

El que corrige alescarnecedor, se acarreaafrenta; el que reprende alimpío, se atrae mancha. Noreprendas al escarnecedor,para que no te aborrezca;corrige al sabio, y te amará.Da al sabio, y será mássabio; enseña al justo, yaumentará su saber. El temorde Jehová es el principio de la sabiduría, y elconocimiento del Santísimoes la inteligencia (9:7-10).El auténtico arrepenti-

miento va más allá de una21


auto-justificación o pedirdisculpas. Las palabrasbíblicas describen una totalmudanza de parecer queproduce un cambio dedirección. El arrepentimientosignifica más que unsentimiento de haber obradomal o de lamentarlo, y producemás que una disculpa.

El arrepentimientosignifica más que unsentimiento de haber

obrado mal o delamentarlo, y producemás que una disculpa.

Supongamos que, duranteuna visita a mi hogar,accidentalmente derramas algo sobre mi alfombra nueva.Es evidente que deberíasdisculparte. Pero no tendríasque arrepentirte. Osupongamos que te das cuentaque debes terminar unarelación romántica. Es casi

una certeza que herirás a laotra persona. Puede que estocause pesar. Y puede quetengas que disculparte por la torpe manera en quemanejaste la ruptura. Pero la ruptura en sí no requiere de arrepentimiento (¡aunquepuede que el malcomportamiento en la relaciónsí lo requiera!). Tal y como lo señalé anteriormente (pp. 9-11), si alguien me haherido, eso no necesariamentesignifica que la persona tenga que arrepentirse. Elarrepentimiento es la maneraen que lidiamos con el pecado.Es más profundo que el pesar, porque involucra unadeterminación a cambiar. Peroel arrepentimiento puede ser auténtico, incluso si noproduce un cambio completoinstantáneo. Después de todo,Lucas 17:4 sugiere que alguienpuede arrepentirse ¡siete veces en un día! Tomemosnota también de que elarrepentimiento que aquí sedescribe no es algo que se

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siente solamente, sino que seexpresa («si . . . volviere a ti,diciendo: Me arrepiento; . . . »).

Es importante reconocerque, sin el arrepentimiento, el proceso se rompe. El SeñorJesús dijo: «Si se arrepintiere,perdónale». El verdaderoperdón fluye hacia elarrepentimiento. El ideal esclaro: alguien ha pecadocontra mí; enfrento alinfractor; con sinceridad éldeclara su arrepentimiento; yo declaro mi perdón. Así escomo se supone que debe funcionar.

Sin embargo, el hecho esque el pecado lo contaminatodo. Demasiadas veces nohay arrepentimiento. Algunasveces el infractor no admitiráel pecado, sin importar cuánclaros sean los hechos («Yo nohice nada malo»). Algunasveces no muestra pesar por elpecado. De hecho, puede quecelebre la maldad que hacometido («Te lo teníasmerecido»). Otras veces, lapersona no puede arrepentirse

porque murió o estádemasiado enferma pararesponder. ¿Qué hacemosentonces? ¿Perdonamos detodos modos, aun cuando laofensa está allí, como unenorme elefante, en medio dela relación? Necesitamos dejarla ofensa, aun cuando la otrapersona no lo haga. Romanos12:19, dice, «No os venguéisvosotros mismos, amados míos,sino dejad lugar a la ira deDios; porque escrito está: Míaes la venganza, Yo pagaré, diceel Señor». Ese proceso noslleva más allá de Lucas 17:3-4.En este contexto, Jesús no nosdice que declaremos nuestroperdón a un infractorimpenitente. De hecho, sitenemos que perdonar a estapersona impenitente deinmediato, bien puede quesólo endurezcamos suconciencia y aceleremos larepetición del pecado.

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EL VERDADEROPERDÓN SECONFIERE CONGRACIA YGENEROSIDAD.El Señor Jesús no evita tratarel caso del impenitente. Sumandamiento es claro: Si se arrepiente, perdónale.Perdonar es hacer borrón ycuenta nueva, cancelar unadeuda por gracia. La palabrapara perdonar que Jesús usatiene diversos significados.Significa «liberar, dejar ir», yen ciertos contextos «limpiar,liberar». Una personaperdonada ha sido liberada desu comportamiento pasado ysu registro ha sido limpiado.

El Señor subrayó laasombrosa naturaleza delperdón por medio de Suspalabras de aclaración enLucas 17:4: «Y si siete veces al día pecare contra ti, y sieteveces al día volviere a ti,diciendo: Me arrepiento;perdónale». Esto nos puede ser un tropiezo si hacemosdemasiado hincapié en darle

vueltas a cómo una personapodría arrepentirse de verdad,no simplemente disculparse,siete veces al día.

Claramente, el Señor noestaba alentando palabrasbaratas de pesar, sino queestaba diciendo que Susseguidores han de imitar lasorprendente gracia de Dios, la cual va en busca denosotros en medio de nuestrapecaminosidad y rebeldíaresueltas. El perdón no se gana sino que es concedido, y,en imitación a nuestro Padre,ha de concederse congenerosidad y gracia.

Notemos que sólo la parte que ha sido tratadainjustamente puede perdonar.En más de una ocasión heescuchado a personasconfesarme un pecado que fuedirigido contra otra persona ouna organización, y luegoéstas pidieron mi perdón. Pero,si yo no soy la parte ofendida,¿cómo puedo perdonar? Puedoasegurarles, si han tratado elasunto de manera bíblica, que

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Dios las ha perdonadototalmente. Si sus acciones de alguna manera meensombrecen, puedoperdonarlas por ello. Pero enla mayoría de los casos, no me corresponde a mí perdonarel pecado, y tengo que dirigir a estas personas para quevayan hacia aquellos que son las víctimas de sucomportamiento. El perdóndebe provenir de aquellos que han sido tratadosinjustamente, y debemos tener cuidado de no evitarparte del proceso que Diosquiere en un deseo por aliviarel dolor de la persona que havenido a nosotros.

Jesús exige queperdonemos a la personaarrepentida. Perdonar es ganara nuestro hermano, recuperarlede la esclavitud del pecado.Significa dejar ir el deseo dedesquitarse o el «derecho» aexigirle que pague por lo queha hecho. Perdonar es decir,«Estás libre. Tu deuda estápagada. Yo pagaré; no tú».

El perdón no significa olvidaracordarse, sino acordarse deolvidar. Eso suena como unaparadoja, pero no lo es.Seguimos recordando lo que ha pasado, tal vez cadavez que nos encontremos con el infractor.

El perdón no significaolvidar acordarse, sinoacordarse de olvidar.

Cuando declaro, «teperdono», no estoy realizandoun acto de amnesia deliberada.Me estoy comprometiendo ano tratarte sobre la base de loque has hecho, aun cuandorecuerdo muy bien lo quesucedió. Puede que el tiempoalivie el dolor, pero es pocoprobable que alguna vez quede completamente borradode mi memoria.

Desmond Tutu, quien llevóa la nación de Sudáfrica porun proceso nacional de perdóny reconciliación, lo dijo bien:

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El perdón y la reconciliaciónno tratan acerca de actuarcomo que las cosas sondiferentes de lo que son. No es que el uno le dépalmaditas en la espalda alotro y haga la vista gorda alo que está mal12.El perdón mira al pecado

a los ojos y, sin embargo,pronuncia las difícilespalabras: «Te perdono».

Al mismo tiempo, debemosreconocer que el perdón nonecesariamente restaura elstatus quo. Perdón no es lomismo que reconciliación. Elperdón limpia el libro decuentas; no necesariamentereconstruye la confianza alinstante. El perdón se concede;la reconciliación se gana. Elperdón cancela todas lasdeudas, pero no elimina todaslas consecuencias. Esto esextremadamente importante.Por ejemplo, puede que unaesposa que ha sido víctima deabuso por parte de su esposole perdone, pero ella sería muyinsensata si le permitiera

regresar al hogar, a menos quehaya una clara evidencia, conel tiempo, de un profundocambio. Puede que un esposoperdone de todo corazón a suesposa adúltera, pero tal vezeso no signifique que elmatrimonio pueda restaurarse.

El perdón se concede;la reconciliación se

gana. El perdóncancela todas lasdeudas, pero noelimina todas

las consecuencias.

La reconciliación y el perdónestán emparentados, pero sonbastante distintos.

En pocas palabras, elperdón involucra tanto unaelección como un proceso. Elverdadero perdón no puedereducirse a una simplefórmula, pero es útil considerarcuatro pasos.

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Enfrentar loshechos. Como hemosindicado, el auténtico perdónrequiere que identifiquemos loque pasó. He aquí cuatropreguntas de diagnóstico:• ¿Cuán grave es la ofensa?

No todas las ofensas soniguales. Algunas cosasrequieren tolerancia másque perdón. Si conviertocada ofensa en un asuntocomo el de Lucas 17,destruiré mis relaciones por causa de mi intensidady por estar absorto en mímismo.

• ¿Cuán abierta está laherida? Esta no es unacuestión tan sólo detiempo. Es posible que yoesté « abriéndola» paramantenerla en carne viva.

• ¿Cuán cercana es la persona?

• ¿Cuán significativa es larelación para mí?

Sentir los hechos.Existe un peligro de concederun «perdón rápido», una

apresurada declaración verbalque me impide procesar laofensa involucrada. Si nosencontramos en un período de entumecimiento emocionalo incluso negación, al intentardarle sentido a la ofensa quehemos experimentado, noestamos en condiciones dedeclarar la obra del perdónculminada. Irónicamente,nuestro deseo de cerrar elasunto rápidamente enrealidad puede prolongar elproceso. El otro extremo es la tentación de «retardar el perdón», un constante«todavía no me siento listo»,que puede ser una maneradisfrazada de infligir castigo sobre el infractor,condenándole a un purgatorioemocional. Entre estos dosextremos hay un momentoapropiado para llorar lapérdida de lo que podría haber sido. Esto será un dolormezclado con ira por lainjusticia que se nos ha hecho.Pero esa ira, con todo lojustificada que pueda ser,

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debe vigilarse cuidadosamentedado el claro mandamiento:«Airaos, pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestroenojo» (Ef. 4:26).

Perdonar tomandouna decisión yhaciendo unadeclaración. En últimainstancia, el perdón es un actode la voluntad, no un impulsosentimental. Para un seguidorde Cristo, es una elecciónobedecer a Dios y zanjar elasunto. Esta es una eleccióninterior que, como resultado,permite pronunciar unadeclaración dada, expresar una promesa: «Te perdono».Cuando digo esas palabras,declaro que el problema entrenosotros está muerto yenterrado. Estoy diciendo queno lo voy a repetir, revisar orenovar. Cuando venga a mimente, se lo llevaré al Señor y, al pie de la cruz, no te lo llevaré a ti.

Hay una antigua historiaacerca de un hombre que se

quejaba con su consejero:«Cada vez que mi esposa y yodiscutimos, ella se ponehistórica». «Querrás decirhistérica». «No, quiero decirhistórica. ¡Saca a relucir todolo que he hecho mal!»

Cuando digo «teperdono», declaro que

el problema entrenosotros está muerto

y enterrado. Estoydiciendo que no lo

voy a repetir,revisar o renovar.

No. Decir, «te perdono»,significa que le cierro la puertaa tal comportamiento. Algunasde mis experiencias más tristescomo consejero las he tenidocuando alguien que declarócon aparente sinceridad, «teperdono», más tarde eligióregresar y reabrir el archivo dela mala acción. La violación a

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la confianza que se dio endichos casos hizo que todos losintentos de reconciliaciónfueran virtualmente imposibles.

Un domingo, cuando yotenía 15 años, le pedí a mipapá que me dejara conducirel automóvil de la iglesia acasa. Desafortunadamente,perdí el control en una esquinay le di a un poste de luz,causándole al vehículo unaabolladura cuyo arreglo costócientos de dólares. Estabaavergonzado y atemorizado.Mientras el vapor salíasilbando por el radiador, eincluso antes de bajarnos delautomóvil, mi padre me miró y dijo: «Está bien, Gary. Teperdono». Nunca más, duranteel resto de mi vida, mi padrevolvió a mencionar el evento,ni siquiera una vez, auncuando esto le costó muchodinero. (Yo se lo recordé añosmás tarde, para agradecerle). Ycon mucho gusto me permitióusar el automóvil cuandoobtuve mi licencia de conducir.Ese topetón verdaderamente

fue un accidente y no se relacionaba concomportamiento pecaminosoalguno de mi parte. Así que,técnicamente hablando, mipadre no tenía la necesidad deperdonarme. Pero sus palabrasme dijeron que él no iba aguardarme rencor por mi fallo. ¡Qué maravilloso serperdonado, y que no nos denen la cabeza constantementepor nuestras fallos pasados!

Refrescarnos lamemoria. Puede que elperdón sea una decisión, pero no es una decisiónmomentánea. Recuerdo que,cuando perdoné a alguien que me había heridoprofundamente, luchémuchísimo con missentimientos durante los días ylas semanas que siguieron. Yohabía dicho, «te perdono», y lohabía dicho en serio. Pero tuveque recordarme repetidamenteque tenía que mantenermefirme en ese compromiso.Ciertamente, el pecado no se

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borró de mi memoria; dehecho, yo tenía una tendenciaa pensar demasiado en él, arumiarlo una y otra vez. Asíque libré una batalla interior, y la única manera en que pude evitar sacarlo a relucir de nuevo fue llevándolocontinuamente al Señor yconfiando en Su ayuda. Deotro modo, se convierte en lo que alguien ha llamado «un perdón hueco», unadeclaración sin sustanciaalguna, si continuamosguardando nuestros rencores.

C. S. Lewis observósabiamente: «Perdonar en elmomento no es difícil, peroseguir perdonando, perdonar lamisma ofensa cada vez quevuelve a la memoria —esa esla verdadera lucha»13.

Clarissa Pinkola Estesobservó correctamente: «Elperdón tiene muchas capas,muchas estaciones. La parteimportante del perdón escomenzar y continuar. Elacabado de todo ello es eltrabajo de toda una vida»14.

He encontrado gran aliento en la historia de ClaraBarton, la enfermera heroínade la Guerra Civil y la primera presidenta de la CruzRoja Norteamericana. Unaamiga mencionó una crueldadque otra persona le habíahecho a Clara y le preguntó:«¿No te acuerdas?» Larespuesta de Barton es clásica:«Recuerdo perfectamentehaberlo olvidado».

«Perdonar en elmomento no es difícil,

pero seguirperdonando, perdonarla misma ofensa cadavez que vuelve a la

memoria —esa es laverdadera lucha».

—C. S. Lewis

Como Martin Luther King,Jr. dijo acerdatademente:«Elperdón no es un acto aislado.

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Es una actitud permanente».Esa es la razón por la que unadeclaración de perdón tieneque ir acompañada de uncompromiso de actos de amorhacia la persona perdonada,sin importar cuánto luchemoscon nuestros sentimientospoco afectuosos.

Durante la Segunda GuerraMundial, la familia de CorrieTen Boom había sidodescubierta mientrasescondían judíos. Ella y suhermana fueron enviadas aRavensbruck, uno de loscampos de la muerte nazis,donde Corrie vio morir a suhermana y a muchos más. En1947, ella regresó a Alemaniapara predicar el Evangelio.

En una de sus reuniones,Corrie había hablado acercadel perdón de Dios. Despuésdel servicio, una larga fila depersonas esperaba para hablarcon ella. Entre ellas, Corrie vioun rostro que le resultóterriblemente familiar, unhombre que había sido uno delos guardias más crueles en el

campo de prisioneros. Al verle,una veintena de dolorososrecuerdos inundaron su mente. El hombre se le acercó,extendió su mano, y dijo: «Unexcelente mensaje, señorita.Qué bueno es saber que todosnuestros pecados están en elfondo del mar». Corrie no leestrechó la mano sino quecomenzó a hurgar en su bolso.La sangre se le heló. Ella leconocía, pero obviamente élno la había reconocido. Eracomprensible. Después detodo, ella fue sólo una de las decenas de miles deprisioneros sin rostro. Luego él dijo: «Usted mencionóRavensbruck. Yo fui unguardia allí. Pero desdeentonces, me he hechocristiano. Sé que Dios haperdonado las crueldades que cometí allí, pero tambiénme gustaría escucharlo de sus labios». Volvió a extender su mano: «Señorita,¿me perdona?»

¿Cómo podría ella, despuésde todo lo que había pasado?

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Su mano no quería moverse,pero sabía que el Señor quería que ella le perdonara.Todo lo que podía hacer erallorar en su interior: «Jesús,ayúdame. Yo puedo levantar la mano, pero Tú tendrás que hacer el resto». Rígida,mecánicamente, ella extendióla mano para estrechar la de él. Ella estaba actuando por obediencia y fe, no poramor. Sin embargo, auncuando así lo hizo,experimentó la graciatransformadora de Dios. Ella escribió:

«‘¡Te perdono, hermano! —exclamé— ¡Con todo micorazón!’ Por un largomomento, nos estrechamosla mano, el ex-guardia y laex-prisionera. Nunca habíaconocido el amor de Dioscon tanta intensidad comolo conocí entonces. Peroincluso allí, me di cuenta deque no era mi amor. Lohabía intentado, y no teníael poder. Era el poder delEspíritu Santo»15.

1 Simón Wiesenthal, The Sunflower (ElGirasol), ed. revisada. (Nueva York:Schocken, 1997), 53-54. 2 Wiesenthal,The Sunflower (El Girasol), ed. revisada,198. 3 John Ensor, Experiencing God’sForgiveness (Experimentando el perdón deDios) (Colorado Springs: NavPress, 1997),66. 4 C.S. Lewis, The Business of Heaven(Los negocios del cielo) (San Diego, Calif.:Harcourt, 1984), 62. 5 Mark R. McMinn,Why Sin Matters (Por qué importa elpecado) (Wheaton, Ill.: Tyndale, 2004),161. 6 Gregory Jones, EmbodyingForgiveness (Personificando el perdón),(Grand Rapids: Eerdmans, 1995), 147. 7 Lewis Smedes, Forgive and Forget(Perdona y Olvida) (San Francisco:HarperCollins, 1984), 39. 8 Smedes,Forgive and Forget (Perdona y Olvida), 12-13. 9 Frederic Luskin, Nine Steps toForgiveness (Nueve pasos para el perdón),www.learningtoforgive.com/nine_steps_to_forgiveness.htm. 10 Walter Bauer yFrederick Danker, The Greek-EnglishLexicon of the New Testament and OtherEarly Christian Literature (El léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otraliteratura cristiana primitiva). 3ra. Ed.[versión electrónica]. (Chicago: Universityof Chicago Press, 2000), loc. Cit. 11 R. T.Kendall, Total Forgiveness (Perdón Total)(Lake Mary, Fla.: Carisma House, 2002),54. 12 Desmond Tutu, No Future WithoutForgiveness (No hay futuro sin perdón)(Nueva York: Doubleday, 2000), 270. 13 C.S. Lewis, Letters to Malcolm, Chiefly on Prayer (Cartas a Malcolm,principalmente sobre la oración) (SanDiego, Calif.: Harcout, 1991), 27. 14Corrie ten Boom con Jaime Buckingham,Tramp for the Lord (Trampa para el Señor)(Fort Washington, Pa.: Christian LiteratureCrusade, 1974), 57.

Este librito ha sido extraído del libroForgiveness (El Perdón), por Gary Inrig, el cual ha sido publicado por Discovery HousePublishers, miembro de la familia deMinisterios RBC. Gary es un graduado delSeminario Teológico de Dallas y actualmentees pastor de la Iglesia Evangélica Libre Trinityen Redlands, California

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