Conceptos Fundamentales

R.P. Randy Soto, SThD

San Louis, Missouri, USA

Un poco de Semántica

Lhq Qahal en Hebreo, evkklesi,a e’kklesia en Griego, ecclesia en Latín, Iglesia en Español. En el A.T. significan convocatoria, hacer un llamado si nos referimos al verbo, y una asamblea si nos referimos a aquellos que ha sido convocados. Esta palabra en el libro del (Dt 4:10, 9:10, 18:16) recuerda el mandato de Yahvéh a Moisés de CONVOCAR al pueblo en ASAMBLEA para la celebración de la Alianza. En el N.T., la palabra se usa tanto en el sentido activo = convocación, como en el sentido pasivo = congregación (Mt 16:18; 18:17).

San Louis, Missouri, USA

Principio de Analogía de la Fe

La Iglesia en cuanto que ha sido convocada por Dios sigue siendo un Misterio para todos los hombre. La mente humana jamás podrá llegar a comprender totalmente las razones por las cuáles Dios ha decidido convocarnos en su Asamblea o Iglesia. Los padre de la Iglesia y la Tradición nos enseñan que ha sido por el amor que nos tiene, pero aún así, comprender la lógica de ese amor escapa a nuestra inteligencia. Es por eso que el Magisterio utiliza analogías para explicar lo que entendemos por Iglesia.

Según el Concilio Vaticano II la Iglesia como: Sacramento (LG 1,9,59; SC 5,26; GS 42; AG 5) o Sacramento Universal de Salvación (LG 48; GS 45; AG 1). Al definirla la Iglesia así, se pone de manifiesto la vinculación existente entre la Iglesia y Cristo. Él es la cabeza y ella su cuerpo, y si Cristo es el Sacramento por excelencia del Padre, i.e., nos dio a conocer visiblemente en su carne el Dios invisible, así la Iglesia debe seguir haciendo presente en la Historia esa Revelación.

Este concepto tiene un significado básico de comunión con Dios, de la cual se participa a la vez de la palabra y los sacramentos. Pero también es la comunión con los cristianos entre sí y se realiza concretamente mediante la communio de las iglesias locales fundadas mediante la eucaristía, vínculo de unidad (LG 4, 8, 13-15,18, 21; DV 10; GS 32; UR 2-4, 17-19, 22).

“Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Lev 26:11; Jer 7:23). Por designio divino, los bautizados creyentes en Jesucristo constituyen el nuevo Pueblo de Dios, conforman la única Iglesia de Dios. Desde este sentido hay que superar la vieja concepción de Iglesia pirámide, ya que todos absolutamente todos forman parte del cuerpo de Cristo que es la Iglesia (LG 4).

La Iglesia es un organismo vivo, compuesto por personas que disfrutan del don divino de la vida. Así como nuestro ser es una sinergia y una simbiosis en el cual todos los órganos (1Cor 12), de la misma manera, la Iglesia es una comunión de personas en la cual todos hacen los que deben y lo que les corresponde con amor y entrega generosa (LG 3, 7).

Jesucristo, plenitud de la revelación (2Cor 1:20) mandó a los apóstoles a predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta de fe y moral (Mt 28:20). Por esto, lo que transmitieron los apóstoles comprende todo aquellos que ayuda al Pueblo de Dios a llevar una vida santa y a progresar en la fe, y de esta manera la Iglesia en su doctrina, en su vida y en su culto conserva siempre y transmite (Tradición) a todas las generaciones todo lo que cree que ella misma es y todo lo que cree (DV 7).

La Iglesia como estructura visible y social (LG 8, 14) es un grupo visible de hermanos constituidos en una sociedad dotada de organismos jerárquicos (LG 14,20,23). De ahí la importancia de tener presente la historicidad de la Iglesia en el mundo que la configura ayer, hoy, aquí y siempre mientras venga el Señor por segunda vez.

Ligado al concepto de sociedad la Iglesia también aparece ante el mundo como una institución milenaria. Ésta se entiende como un complejo de formas y actividades típicas de una sociedad con una misión espiritual en el mundo terreno. Es una realidad compleja formada de elemento divino y humano que encarna en la historia a Cristo para llevar a todos la salvación (LG 8, 48).

Notas del Credo

La Iglesia es Una y única porque Dios es uno y único en sí mismo (Principio de Causa Inicial), por eso los padre de la Iglesia gustaban de presentar a la Iglesia como un icono de la Trinidad, pueblo unido al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (LG 4; UR 2). Esta Unidad y Unicidad la consumará escatológicamente (Principio de Causa Final) cuando Dios será todo en todos (1Cor 15:28), consumación que el Pueblo de Dios prepara todavía itinerante en el hoy de cada pueblo y nación.

Santa fue el primer adjetivo que se dio a la Iglesia, con él se expresa la convicción de que somos el pueblo santo elegido por aquel que es el Tres veces Santo (1Pe 2:9-10; Acts 9:13; 1Cor 13:33; Rom 1:7). Sin embargo, pese a esta santidad indefectible que constituye la Iglesia como organismo vivo, también es cierto que los bautizados estamos llamados a purificarnos, a renovarnos para hacer que esta santidad nos transforme y nos planifique para entrar así al cielo, santos entre los santos (LG 3, 8, UR 6).

El atributo de Católica aparece por primera vez con Ignacio de Antioquia y progresivamente a partir de aquí tendrá una doble significación: La universalidad en el tiempo y en el espacio; y la autenticidad. Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que prefigura y promueva la paz universal. A esta unida pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios (LG 17).

La idea de apostolicidad, enraizada en el N.T. (Jn 17:7; 20:21; Mt 28:18-20) es elaborada en primer lugar por Ireneo de Lyon y constituye la base de su identidad. La Iglesia ha recibido (Para,dosij, Traditio = Tradición) no solo la doctrina de los que cree de los 12 Apóstoles, sino también el poder de Transmitir el don del Espíritu Santo en los sacramentos para constituir la Iglesia. La sucesión apostólica es la garantía de que esta Tradición se mantenga indefectible hasta la consumación de este mundo. Por eso la estructura jerárquica de la Iglesia es vital para que ella misma subsista y se multiplique en todo lugar y en todo tiempo. La sucesión del colegio episcopal y de San Pedro garantizan la Unidad, la Santidad y la Catolicidad dela Iglesia (LG 28).

Iglesia, tu nombre es Misión

La misión de Jesucristo se prolonga y perpetúa en el mundo a través de los Apóstoles que Él envió y a través de sus sucesores los obispos. Esta condición de ser enviados es que da especificidad al ser de las Iglesia. La misión es, pues, una tarea que incumbe a toda la Iglesia en virtud de su carácter esencial (GS; AG; EN, RM). Es lógico que esta misión hay que realizarla aprovechando todos los recursos y medios de que dispone la Iglesia, haciéndose, incluso, ayudar de las ciencias positivas para que esta misión sea eficaz. El Papa Juan Pablo II ha querido renovar los esfuerzos misioneros de la Iglesia mediante lo que él ha llamado una Nueva Evangelización, que incluya nuevos métodos, nuevos agentes, nuevo ardor.

"Mujer, ahí tienes a tu hijo; […] ahí tienes a tu

Madre" (Jn 19:26-27).

La Tradición Católica ha reconocido que la Iglesia y el Reino encuentran su más alta realización en María, la Madre del Señor. Ella llegó a ser ya la perfección, sin mancha ni arruga (Ef 5:27) que todos en la Iglesia esperamos alcanzar (LG 65). Jesús nos la dio por Madre, y ella es para nosotros la prueba de que las promesas de salvación hechas por su Hijo Jesucristo se han de cumplir, pues ya se han realizado en ella. María es el modelo del creyente que tiene fe, esperanza y caridad (Lc 1:26-39).

¿Qué debemos hacer?

La Iglesia cumple la función de santificar de modo peculiar a través de la sagrada liturgia, que con razón se considera como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo, en la cual se significa la santificación de los hombres por signos sensibles y se realiza según la manera propia de cada uno de ellos, al par que se ejerce íntegro el culto público a Dios por parte del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y los miembros (LG 26; CIC 834). Ejercen en primer término la función de santificar los Obispos, que al tener la plenitud del sacerdocio, son los principales dispensadores de los misterios de Dios. También la ejercen los presbíteros, quienes participando del sacerdocio de Cristo, como ministros suyos, se consagran a la celebración del culto divino y ala santificación del pueblo bajo la autoridad del Obispo. A los demás fieles les corresponde también una parte propia en la función de santificar, participando activamente, según su modo propio, en las celebraciones y especialmente en la Eucaristía. (CIC 835).

Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas, con consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad, de la que usan únicamente para edificar a su grey en la verdad y en la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor, y el que ocupa el primer puesto, como el servidor de todos. A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral, o sea el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas (LG 27). Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y dependen de los obispos en el ejercicio de su potestad, están sin embargo, unidos con ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, para predicar, apacentar y celebrar el culto divino. (LG28). En el grado inferior de la Jerarquía están los diáconos que reciben la imposición de las manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad (LG 29). También compete a los fieles laicos en virtud del sacramento del Bautismo participar de las funciones de enseñar, santificar y regir de Cristo y de su Iglesia. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. A ellos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios (LG 30-32).

La Iglesia, a al cual Cristo Nuestro Señor encomendó el depósito de la fe, para que, con la asistencia del Espíritu Santo, custodiase santamente la verdad revelada, profundizase en ella y la anunciase y expusiese fielmente, tiene el deber y el derecho originario, independiente de cualquier poder humano, de predicar el Evangelio a todas las gentes, utilizando incluso sus propios medios de comunicación social (LG 25; CIC 747). Ejercen la función de enseñar con potestad ordinaria e inmediata el Papa y los Obispos y gozan de infalibilidad cuando como Pastores y Doctores de la grey definen una doctrina de fe y costumbres. A su vez, también es propio de los presbíteros, como cooperadores de los obispos, anunciar el evangelio de Dios. Además, en virtud del bautismo, los fieles laicos son testigos del anuncio evangélico con su palabra y el ejemplo de su vida cristiana; también pueden ser llamados a cooperar en el ejercicio del ministerio de la palabra (CIC 749-761). Deben emplearse todos los medios disponibles para anunciar la doctrina cristiana: la predicación (CIC 762-772); la catequesis (CIC 773-780); la misión (CIC 781); los medios de comunicación social y los libros (CIC 822-832) y particularmente la educación (CIC 793-821).

Padre, Hijo,

Espíritu Santo

Laicos o Seglares: Matrimonio y Solteros

JerarquíaOrden Sacerdotal

Vida Consagrada

FIN