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QUE ES SIMBOLISMO Y PODER

Este volumen explora, por un lado, diversas perspectivas sobre el poder y sus complejidades en el terreno de la teora antropolgica y por el otro, como ellas se encuentran atravesadas por estructuras simblicas que sustentan la subordinacin y el control. Ambos ejes cruzan las reflexiones sobre las diferentes posiciones para el estudio de la antropologa contempornea: los derechos humanos y los derechos indgenas, los vnculos entre cultura y poltica en el mbito de la construccin de la ciudadana, las inclusiones y exclusiones en el empleo de las tecnologas actuales, las pugnas entre actores locales y elites regionales, asi como las tensiones entre estructuras simblicas y las percepciones identitaria indgenas.No obstante la diversidad de lenguajes en los que se expresa la relacin entre poder y simbolismo, los seis estudios que componen esta obra presentan en comn la preocupacin por abordar este fenmeno en su complejidad contempornea: ya sea en el contexto de las luchas sociales por la bsqueda de espacio social (Valladares, Tejera), territorial (Castro) o virtual (Robinson), o en tanto dispositivo determinante de la identidad tnica (Olavarra, Milln).

Resumen :Este volumen explora, por un lado, diversas perspectivas sobre el poder y sus complejidades en el terreno de la teora antropolgica y por el otro, cmo ellas se encuentran atravesadas por estructuras simblicas que sustentan la subordinacin y el control. Ambos ejes cruzan las reflexiones sobre las diferentes posiciones para el estudio de la antropologa contempornea: los derechos humanos y los derechos indgenas, los vnculos entre cultura y poltica en el mbito de la construccin de la ciudadana, las inclusiones y exclusiones en el empleo de las tecnologas actuales, las pugnas entre actores locales y lites regionales, as como las tensiones entre estructuras simblicas y las percepciones identitarias indgenas. No obstante la diversidad de lenguajes en los que se expresa la relacin entre poder y simbolismo, los seis estudios que componen esta obra presentan en comn la preocupacin por abordar este fenmeno en su complejidad contempornea: ya sea en el contexto de las luchas sociales por la bsqueda de espacio social (Valladares, Tejera), territorial (Castro) o virtual (Robinson), o en tanto dispositivo determinante de la identidad tnica (Olavarra, Milln).

La unidad y la diferencia. Dos alternativas para la antropologa contempornea EN UN TRABAJO reciente, Berger y Luckmann han sealado que nuestra modernidad entraa un aumento cuantitativo y cualitativo de la pluralizacin en la medida en que los sistemas de valores y las reservas de sentido han dejado de ser patrimonio comn de todos los miembros de la sociedad (Bergery Luckmann, 1997: 61); en estas circunstancias, como advierten Berger y Luckmann, modernidad y diversidad son trminos que se corresponden. Las sociedades nacionales son acaso el ejemplo ms elocuente de esta observacin, ya que el nivel de unidad al que han aspirado no siempre coincide con el margende diversidad que en efecto presentan. Despus de varios siglos en pos de una identidad nacional, cuya unidad avalaba la existencia de fronteras polticas y de lenguajes comunes, las naciones contemporneas se descubren mucho ms diversas de lo que haba imaginado el proyecto original. En buena medida, las identidades tnicas terminaron por interrogar la homogeneidad poltica y cultural de las naciones, al grado que diversos pases reconocen a la fecha su carcter multitnico y pluri-cultural; en 1992, por ejemplo, nuestra Constitucin reconocifinalmente que "la Nacin Mexicana tiene una composicin pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indgenas", con lo cual se legislaba la obligacin de proteger y promover "el desarrollo desus lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas especficas de organizacin social" (artculo 40. constitucional) . En los ltimos aos, de hecho, apenas se puede distinguir la poltica cultural de las teoras sobre la cultura. De ah que algunos antroplogos inviten a sus colegas a descender a la arena poltica a fin de sostener la percepcin de la antropologa en el debate pblico. El problema radica en que esta percepcin, como ha advertido recientemente Adam Kuper (2001), parece no tener cabida en un debate que ha delimitado sus propias coordenadas; en consecuencia, el antro-plogo tradicional, que intenta saber cmo es la vida en alguna aldea lejana, tiene poco que decir sobre los problemas jurdicos que suscitan las sociedades multiculturales, donde los asuntos relacionados con el derecho de las minoras, las autonomas regionales y la diferenba cultural se han vuelto parte de las polticas pblicas. En este escenario, donde la palabra diversidad parece ser la clave, las teoras antropolgicas tienden a organizarse nuevamente sobre la base de antiguos paradigmas: en un extremo, avalada por una tendencia sin duda dominante, predomina an la idea que concibe ala antropologa como una disciplina cientfica capaz de formular leyes universales y de descifrar algntipo de orden en los hechos observados. A principios del siglo xx, las nociones de unidad, progreso y desarrollo eran de uso corriente para este tipo de paradigma; en el caso de Mxico, por ejemplo, sirvieron para ubicar a la antropologa como una cienciapoltica que era puesta al servicio de la unidad nacional. El concepto de unidad jug en este caso un papel tanto poltico como epistemolgico: poltico, porque en ese concepto se debata la posibilidad de construir una nacin cuyo panorama era desde entonces un mapa de lo diverso; y epistemolgico, porque la unidad era la nica frmula coherente para vislumbrar leyes de carcter general. Tanto en poltica como en antropologa, la diversidad tom la forma de una especie de amenaza conceptual que era necesario suprimir por la va de la integracin, como postulaba el indigenismo clsico, o bien por la va de la explicacin, como sustentaba el positivismo decimonnico. No es nuestra intencin resear aqu las repercusiones que esta concepcin unitaria tuvo por la antropologa mexicana. Me interesa destacar, sin embargo, que el acento puesto en la unidad permiti al indigenismo mexicano engarzar a la perfeccin con las propuestas del funcionalismo britnico que hacia los aos veinte haba reivindicado tambin un lugar cientfico para la antropologa. Este encuentro, que desterr para siempre de nuestro medio al relativismo cultural de Boas, se produjo a travs de la influencia que Radcliffe-Brown habra de ejercer entre los antroplogos que para entonces se formaban en la Universidad de Chicago y que, ms tarde, habran de tomar a Mesoamrica como su campo privilegiado de estudio. A travs de los trabajos de Redfield y de la dicotoma que planteaba el modelo o/k-urbano, la Escuela de Chicago puso a prueba los parmetros de una antropologa sociologizante, segn la cual era necesario establecer una tipologa de sociedades que permitiera comparar unidades sociales en el tiempo y en el espacio. Bajo esta perspectiva, como se recordar, Eric Wolf formul su concepto de "comunidades corporativas cerradas" y, a travs de ellas, estableci comparaciones entre reas tan distantes como Mesoamrica y Java central. El problema general, tal como lo formularaFoster durante la dcada de los cincuenta, consista en advertir que si bien las sociedades tradicionales mostraban variaciones en los aspectosculturales y lingsticos, en un sentido ms amplio constituan un "tipo genrico", ya que compartan" caractersticas estructurales y culturas comunes" (Foster, 1975: 11). La diversidad cultural quedaba de esta manera incorporada a un tipo genrico, cuya unidad poda observarse en la figura paradigmtica del campesinado que perme a los estudios antropolgicos de Mxico durante las dcadas de los setenta y los ochenta.