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Enrique Martínez Lozano ¿Qué Dios y qué salvación? Claves para entender el cambio religioso Desclée De Brouwer

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Enrique Martínez Lozano

¿Qué Dios y qué salvación?Claves para entenderel cambio religioso

Desclée De Brouwer

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Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1. La evolución de la conciencia: estadios y paradigmas 21

Pre-supuestos, paradigmas y búsqueda de la verdad . . . . 21Estadios o niveles de conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31El horizonte transpersonal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48Un “salto” de conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58Pre-modernidad, Modernidad, Postmodernidad . . . . . . . 64Postmodernidad, Nueva Era y Conciencia transpersonal 78

2. ¿Qué Dios? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

Ante un cambio epocal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90La “trampa” de la religión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96Y “Dios” también ha evolucionado . . . . . . . . . . . . . . . . 114Decir “Dios” en paradigmas diferentes . . . . . . . . . . . . . . 121Espiritualidad: entre la deformación y la represión . . . . 130Repercusiones en la expresión y vivencia de la fe . . . . . . 137

3. ¿Qué salvación? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

¿Dónde estamos? Aclaraciones y presupuestos . . . . . . . . 157Verdad, relatividad y relativismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159El modelo clásico de “salvación” . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163Una perspectiva psicoanalítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168El modelo clásico y el evangelio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171Saltan las disonancias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179... y las consecuencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184

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La cruz de Jesús: historia y significado . . . . . . . . . . . . . . 194El cambio de paradigma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201¿Qué es, pues, salvarse? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207

Epílogo: ¿Qué Iglesia y qué creyente? . . . . . . . . . . . . . . . . 219

Anexo: ¿Qué yo? Modalidades de la práctica meditativa 231

Oración profunda-afectiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236Observar la mente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 246Observar el yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248Práctica interna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254Práctica externa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257Observar el cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261Abrirse a la Conciencia transpersonal . . . . . . . . . . . . . . . 262

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267

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Cuando creíamos conocer las respuestas, nos cambian la pregunta.

¿Qué está ocurriendo en Occidente con Dios y con la Iglesia? Eldescenso imparable de la práctica religiosa, la disminución notableen el número de las vocaciones, la desafección palpable hacia las ins-tituciones religiosas, la dificultad creciente de transmitir las creenciasy los valores institucionales a las nuevas generaciones (fracaso en lasocialización religiosa: catequesis, sacramentos de iniciación...), elaumento de la desconfianza e incluso el recelo ante la jerarquía ecle-siástica (según encuestas recientes, en España, la Iglesia es la institu-ción menos valorada por los jóvenes)... son factores que nos hablana las claras de la decadencia de la religiosidad institucional.

Pues bien, según muchos responsables eclesiásticos, teólogos yestudiosos, para explicar el origen de este sombrío panorama, hayque referirse al fenómeno de la secularización, tal como se produjoen Europa, a partir ya del Renacimiento, agudizándose luego en laModernidad y la Ilustración. La secularización puede entendersecomo el proceso de independencia progresiva de los distintos ámbi-tos de la realidad frente a la tutela de la Iglesia. La realidad física (lasciencias naturales), social, política, económica, psicológica, moralfueron adquiriendo una autonomía creciente que, desgraciadamen-te, se realizó en un marco de polémica, descalificación mutua yenfrentamiento. La rebelión frente a la tutela anterior y la postura

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ultra defensiva de la institución eclesiástica habrían de ser la matrizen la que se gestara la diferenciación. Y eso marcaría irremediable-mente la evolución futura.

Los estudiosos a los que me refería entienden que la salida deesta situación pasa por encontrar el lugar y el estatus de la religiónen una sociedad secularizada. Así se suceden, desde hace ya déca-das, los cursos y estudios sobre “Dios en una sociedad secular” o“religión y secularización”, en los que se buscan pistas que nos per-mitan comprender y “resolver” el impasse en que nos encontramos.

Pero, ¿es realmente la secularización la clave para comprender loque estamos viviendo?

Más recientemente, se oyen voces de miembros de la jerarquíaeclesiástica que no se refieren tanto a la secularización como a la“cultura postmoderna” para explicar los “males” que afligen a lareligión institucional. Hasta el punto de afirmar que no se puedeser postmoderno y católico. Reaparece la actitud ultradefensiva, lamisma que llevó a condenar la Modernidad, cuando el Syllabus, en1894, afirmó tajantemente la incompatibilidad entre la Iglesia y lacivilización moderna. De un modo similar, cien años después, desdeuna postura dogmática y autoritaria, sin un análisis matizado, sinningún diálogo enriquecedor, se condena la postmodernidad. Unavez más con retraso, la religión institucional tiende a parapetarse enlo conocido, aunque para ello deba condenar todo lo emergente.Cuesta trabajo comprender que los autores de tales planteamientosno perciban que ése es justamente el modo más eficaz de conducir ala Iglesia al gueto, al ostracismo y a la irrelevancia cultural, con loque vienen a conseguir exactamente aquello de lo que se lamentan.

Pero, más allá de esos planteamientos, ¿es realmente la culturapostmoderna la clave para comprender lo que estamos viviendo?

Resulta innegable, por obvio, el influjo de la secularización y dela postmodernidad: son la atmósfera en la que vivimos. Eso signifi-ca, ciertamente, que la cultura secular y postmoderna, con sus luces

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y sus sombras, nos penetra de un modo tan inadvertido y tan eficazcomo el aire que respiramos. Nos guste o no, constituyen nuestra“atmósfera cultural”. Pero, ¿y si no se tratara únicamente de esosfactores? ¿Y si el cambio fuera de un calado todavía mucho máshondo de lo que pensábamos? Un cambio de tal magnitud que afec-taría a los cimientos mismos de nuestro modo de conocer, de perci-bir, de expresarnos, de vivir...

Me refiero a un cambio de “nivel de conciencia”. Ello significa-ría que no nos hallamos sólo en una sociedad secular frente a unaanterior sociedad religiosa; ni sólo en una cultura postmodernafrente a una anterior cultura moderna. Tal vez nos hallemos ante elumbral de un “salto de conciencia”, una nueva conciencia que cues-tiona, en su raíz, nuestras respuestas habituales, incluso las másnovedosas, a las cuestiones de siempre: ¿quién soy “yo”?, ¿qué es larealidad?, ¿qué es la vida?, ¿qué es la humanidad?...

El término “conciencia”, en castellano, reviste dos acepciones másimportantes: una moral –y hablamos entonces de un “juicio moral”sobre las acciones– y otra cognoscitiva –que hace referencia a un“modo de percibir”–. En esta segunda acepción, podría hablarse máspropiamente de consciencia (consciousness), si bien el uso habitualprefiere el primer término. En cualquier caso, a lo largo de estas pági-nas, la palabra “conciencia” hay que tomarla en este segundo signi-ficado, como modo de percepción de la realidad. Así, podremoshablar de una “evolución de la conciencia”, tanto a nivel individual–un adulto percibe la realidad de un modo diferente al de un niño–como a nivel colectivo –una sociedad hortícola percibe la realidad deun modo diferente al de una sociedad postindustrial, por ejemplo–.

En todo caso, es necesario partir del reconocimiento de que laconciencia, como percepción de la realidad, no es algo estático, sinoque comparte la condición evolutiva de todo lo real, de modo quepodemos constatar diferentes niveles por los que históricamente haido atravesando. Así, los niveles de conciencia mágico y mítico hansido colectivamente superados; el racional-egoico está produciendo

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una irremediable insatisfacción, a la vez que pone de manifiesto loslímites estrechos de la mente y el callejón sin salida al que conduce.Y es ahí mismo donde se empieza a insinuar un nuevo nivel de con-ciencia, el transpersonal, que viene a modificar radicalmente nues-tra percepción de lo real.

Desde ese nuevo horizonte, las personas religiosas sienten la nece-sidad de plantearse: ¿quién es Dios?, ¿qué es la salvación?, ¿qué esser creyente? Y descubren que no es ajustado volver a las respuestas“tradicionales”, ni es suficiente revestirlas de un carácter “secular” opostmoderno. Porque todas esas respuestas –como las propias pre-guntas–, antiguas o modernas, nacieron en un estado de concienciaque es, justamente, el que se está modificando. ¿Podemos seguir afe-rrados a él sólo por miedo o por inercia? ¿O nos atreveremos a abrirnuestra mirada a horizontes con los que ni siquiera habíamos soña-do? ¿Seguiremos con las formulaciones y las respuestas de siempre–en las que habíamos puesto nuestra seguridad– o seremos capacesde correr el riesgo de la libertad, a la vez, humilde y osada?

Creo que nos encontramos ante un gran desafío, que nos exigeapertura para cuestionarnos las respuestas recibidas. ¿Y si las cosasno fueran como nos hemos acostumbrado a verlas? ¿No hay nuevosdatos, provenientes de los ámbitos más diversos del conocimiento,que nos impulsan hacia perspectivas insospechadas? ¿Estamos dis-puestos a aprender o seguiremos encerrados –aunque la justifique-mos y maquillemos– en una (inconsciente) soberbia que no se dejacuestionar?

Éste es el marco en que se mueve el libro que tienes en tus manos.Y ése es su objetivo más amplio: señalar claves que nos ayuden aentender el cambio religioso en el que nos vemos inmersos, y que vamucho más allá de los síntomas a los que aludía en el inicio de estamisma introducción. Resulta cada vez más frecuente escuchar a per-sonas que dicen: Sé lo que no es, pero no veo por dónde tiene queser. Inmersos en un cambio de grandes proporciones, sabemos concerteza lo que no puede ser, lo que era sólo una forma histórica-

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mente condicionada y, por eso mismo, hoy ya superada; pero noscuesta otear por dónde tiene que ser, y avanzar en esa dirección. Loque ofrezco aquí es un intento humilde de esbozar las –en mi opi-nión y experiencia– claves más importantes para comprender dóndenos encontramos e intuir hacia dónde nos dirigimos, en el estadoactual de la evolución de la conciencia.

Por lo que se refiere a los creyentes, quiere ayudarles a avanzar enla clarificación de la experiencia de fe, en esta nueva situación. Y todoeso desde una motivación: la fidelidad a la verdad de lo que nos esposible captar. Ello comporta un riesgo: equivocarnos en la lecturade lo que percibimos. Pero ése es el modo de ir avanzando hacia laverdad: la búsqueda compartida. Y, cuando realmente se cree en lafuerza de la Verdad, no son necesarias “condenas” o “notificatio-nes”; compartiendo, contrastando, corrigiéndonos mutuamente, laverdad seguirá abriéndose camino. Por otro lado, estoy convencidode que ese riesgo no puede estancarnos en las respuestas “ya conoci-das”, porque en ese caso el peligro es mucho mayor, el de renunciara la búsqueda de la verdad por la seguridad cómoda de lo ya apren-dido. Necesitamos la audacia y la creatividad del Espíritu para pasardel autocomplaciente y paralizante “siempre ha sido así” –con el quese tiende a acallar cualquier discrepancia que ponga en tela de juiciolas propias formulaciones–, a la pregunta honesta y arriesgada, lúci-da y humilde, por el cómo plantear hoy ajustadamente, en nuestraspropias categorías, la verdad que hemos recibido.

La religiosa benedictina Joan Chittister ha escrito que “es posi-ble pasar por la vida superficialmente, no cuestionando nada y lla-mando a esto «fe»”. Sin embargo, “la vida espiritual comienzacuando descubrimos que sólo nos hacemos adultos, espiritualmentehablando, cuando, más allá de las respuestas, más allá del miedo ala incertidumbre, vamos hacia ese gran y omniabarcante misterio devida que es Dios” 1.

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1. J. CHITTISTER, Ser mujer en la Iglesia. Memorias espirituales, Sal Terrae, San-tander 2006. No comprendo por qué la edición española ha decidido este títuloque no se corresponde con el contenido. El original es: Called to Question.

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Es innegable que no pocas personas se han visto llevadas a recha-zar a “Dios” porque, en su peripecia vital, había quedado asociadoa sufrimiento o humillación. Pero no lo es menos el hecho de quemuchas mentes lúcidas lo han rechazado porque no podían aceptaruna objetivación de Dios que lo convertía en un Ser separado, con-secuencia de la proyección humana.

Así pues, en los comienzos del siglo XXI, hemos de preguntarnosuna vez más: ¿qué Dios?, ¿qué salvación?, ¿qué iglesia?, ¿qué cre-yente?... Pero, esta vez, la respuesta no podrá limitarse a una mera“actualización” de los contenidos de siempre, porque la pregunta sesitúa en un nivel diferente y, por ello, nuestros anteriores paráme-tros de referencia nos sirven de muy poco.

Vuelvo a temas que ocupan mi mente y mi corazón, que ya heabordado en otras ocasiones2, pero que considero importante reto-mar para explicitar ordenadamente los presupuestos y para extraerlas consecuencias que afectan directamente a la cuestión religiosa.Abrigo la esperanza de que estas páginas interroguen, despierten,promuevan la búsqueda, ayuden a crecer en lucidez de lo que vivi-mos y, de ese modo, estimulen a caminar en la dirección adecuada.

La estructura del libro es muy sencilla. Si lo que ha cambiado esla misma pregunta, había que empezar cuestionándose el porqué yel cómo de ese cambio. Y eso remite a la conciencia y a su modo depercibir en el momento actual. Es decir, no podremos entender lasrespuestas ni las preguntas, si previamente no nos clarificamos sobreel “sujeto” que se las hace. Era imprescindible, por tanto, partir dela conciencia –que, como decía más arriba, no es una realidad está-tica ni inmóvil, dada de una vez por todas, sino sujeta también aevolución– y tratar de comprender cómo se ha llegado al estadio enque se encuentra. Es precisamente la transformación de la concien-cia la que hace que se modifique nuestra percepción de la realidad.

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2. E. MARTÍNEZ LOZANO, ¿Dios hoy? Creyentes y no creyentes ante un nuevoparadigma, Narcea, Madrid 22007; y Vivir lo que somos. Cuatro actitudes y uncamino, Desclée De Brouwer, Bilbao 32007. El lector interesado podrá encontraren ellos ampliaciones y desarrollos que aquí se dan por supuestos.

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Había que entender su evolución, a través de los diferentes nive-les por los que ha atravesado, así como el modo en que ha cristali-zado en los paradigmas concretos más cercanos a nosotros. Captarla condición evolutiva de la conciencia y ser conscientes de quesiempre estamos en un paradigma concreto, dentro de un determi-nado nivel, son condiciones indispensables para empezar a entenderlo que vivimos y lo que creemos. Soy consciente de que la lectura deeste primer capítulo puede resultar ardua, debido a la novedad de latemática que en él se trata. Pero es imprescindible para comprenderen profundidad lo que se abordará en los capítulos siguientes. Porotro lado, aunque todavía resulte muy nuevo, parece obvio que elfuturo apunta en esa dirección. En todo caso, lo que pretende, delmodo más sencillo, el primer capítulo no es otra cosa que analizarla evolución de la conciencia: estadios y paradigmas.

Clarificado ese presupuesto, estamos más capacitados para pre-guntarnos, en un segundo capítulo: ¿Qué Dios? Con limpieza yhonestidad, con rigor y desapropiación, lúcidos con respecto a lastrampas que acechan y humildes frente a los límites de nuestramente, entraremos en un camino percibido como “oscuro”, pero elúnico que, paradójicamente, liberándonos de dogmatismos arro-gantes y de enfrentamientos (religiosos) estériles, puede conducirnosa la luminosidad de Lo Que Es.

Hablar de Dios es hablar de salvación. De hecho, todas las reli-giones –e incluso las llamadas pseudorreligiones seculares– se pre-sentan como “ofertas de salvación”. “Salvación” es lo que, en rea-lidad, va buscando todo ser humano, y “salvación” es lo que vienea ofrecer cualquier religión. ¿Qué salvación? es la cuestión que seabordará en el tercer capítulo. Porque si el modo de “decir Dios” serevela deudor del estadio de conciencia y del paradigma en el que elsujeto se encuentra, exactamente lo mismo ocurre con el tema de lasalvación. Lo cual –téngase muy presente en todo momento de lalectura de este libro– no significa decir que “Dios” y la “salvación”sean una creación de la mente humana, sino únicamente constatar

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que nuestros modos de decirlos están inevitablemente condiciona-dos por nuestro nivel de conciencia y nuestro marco cultural. Esoexplica que, al decir “Dios” o “salvación”, estemos siempre hablan-do más de nosotros mismos que de Dios y de la salvación. Teníarazón Anaïs Nin, al decir que “no vemos las cosas como son; vemoslas cosas como somos”.

Un cambio cultural de la magnitud del que estamos viviendo hade afectar, forzosa y profundamente, al modo de entender la salva-ción cristiana, haciendo añicos el “esquema clásico”, aprendido porgeneraciones en el catecismo y que configuró todo un imaginariocolectivo del que aún nos cuesta tomar distancia. ¿Cómo se llegó aaquel esquema? ¿Cómo se percibe desde hoy? ¿De qué modo afectanuestra nueva conciencia a la comprensión cristiana de ese misterio?En definitiva..., ¿qué salvación?

El cambio en el modo de decir “Dios” y de entender la “salva-ción” han de afectar inevitablemente a nuestra propia autocom-prensión como creyentes en el seno de la Iglesia. Por eso, aunque seasólo a modo de apunte, he querido, en un Epílogo, abrir esa cues-tión: ¿Qué Iglesia y qué creyente? apuntando apenas las que consi-dero prioridades básicas.

Y el libro termina con un Anexo –¿Qué yo?–, que recoge variasmodalidades de la práctica meditativa, desde el convencimiento deque es esa práctica la que nos va capacitando para abrirnos a expe-rimentar nuestra identidad más profunda; la que nos va a permitirresponder a la pregunta más radical: ¿quién soy yo? o, mejor aún,¿qué es finalmente el “yo”? Precisamente porque soy bien conscien-te de que sólo se puede comprender la nueva conciencia transperso-nal –la dimensión no-dual de la realidad– cuando se ha experimen-tado, dedico a esa práctica una extensión considerable.

Como decía más arriba, me mueve la búsqueda de coherencia yde fidelidad. Si “Dios” y “salvación” pudieron decirse con las cate-gorías propias de un estadio de conciencia mítico, es claro que pue-den decirse también con las categorías propias de un incipiente esta-

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dio de conciencia transpersonal. Estoy convencido de que el Espíritu,que “atraviesa” todos los estadios, como “alma” del mismo procesoevolutivo, nos orienta hacia horizontes insospechados, donde Dios yla salvación serán una realidad. Me he expresado mal. Nos orientahacia horizontes insospechados en los que despertar y descubrir, caeren la cuenta de que Dios y la salvación son ya –y siempre lo hansido– una realidad, la Realidad luminosa de Lo Que Es.

Por lo que se refiere al método, he optado por la forma de diá-logo: me parece que, permitiendo volver en espiral sobre los mismostemas, se facilita la comprensión de un texto que avanza progresi-vamente en profundidad, y se favorece la claridad de la exposiciónen una cuestión que, por novedosa, puede resultar de no fácil com-prensión, en un primer acceso. En aras de esa misma claridad ymovido por un interés pedagógico, he mantenido conscientementerepeticiones e insistencias, por las que desde ya pido perdón al lec-tor que las encuentre reiterativas.

Quiero terminar agradeciendo a todas aquellas personas que, enparte o en su totalidad, leyeron el original: han sido muchas, espe-cialistas en los diversos campos, a quienes pedí su opinión, su críti-ca y sus reacciones. Todas esas aportaciones me dieron luces, mehicieron reflexionar y volver una y otra vez sobre lo escrito, demodo que terminaron, ciertamente, enriqueciendo el texto. A todasellas, mi gratitud cordial.

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