Quiromasaje Tecnicas Contusiones Luxaciones Esguinces Artritis Distensiones
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TRATAMIENTO DE LAS ENFERMEDADES MEDIANTE EL MASAJE
CONTUSIONES
El masaje actúa de manera eficaz en la mayor parte de los traumatismos y sus secuelas,
que constituyen una de sus indicaciones más importantes.
Se pueden juzgar sus buenos efectos tomando como ejemplo el traumatismo más
simple, la contusión de los órganos superficiales, en especial la piel y los músculos.
Una contusión un poco fuerte magulla estos tejidos, rompiendo los pequeños vasos
sanguíneos, lo que se manifiesta por la equimosis que aparece en seguida bajo la piel.
Dejada a su evolución natural, la equimosis desaparece progresivamente pasando por
coloraciones cada vez más atenuadas; pero esta curación se produce con mucha mayor
rapidez mediante el masaje.
El dolor, que puede ser intenso y que impone una inmovilización a veces completa del
miembro lesionado, se atenúa rápidamente por los efectos anestésicos del masaje.
Pueden reemprenderse en seguida los movimientos, estimulantes de la circulación, que
aporta elementos regeneradores a los tejidos lesionados. Esta regeneración se realiza,
pues, con mucha mayor rapidez y completamente.
A falta de masaje, los tejidos degeneran en tejido fibroso, evolución que puede tener
grandes inconvenientes en el caso de una contusión extensa.
Se sabe desde hace tiempo el notable efecto curativo del masaje en el tratamiento de las
contusiones. Sin embargo, no se recurre muy metódicamente a este tratamiento, pues se
prefiere más el reposo y la inmovilización. Se desemboca así en incapacidades
prolongadas, a veces en una disminución definitiva de la capacidad funcional, puesto
que durante la curación del traumatismo principal se establecen atrofias musculares y
rigideces articulares, que exigen un tratamiento prolongado y de resultados inciertos.
El tratamiento de las contusiones simples o acompañadas de traumatismos más graves
debería, pues, asegurarse siempre con el masaje, complementado por la inmovilización
pasiva de las articulaciones y por ejercicios localizados de gimnasia activa, en la medida
que lo permitieran las lesiones.
Las contusiones son frecuentes en los deportistas, expuestos constantemente a caídas y
golpes.
Desde el momento del golpe, aunque el sitio quede poco resentido, en el ardor de la
competición deportiva, es preciso aplicar a la región contusa un effleurage circular en
movimiento de rueda de molino, primero muy ligero para adormecer la sensibilidad,
después más y más apoyado, para terminar con un verdadero amasamiento si puede éste
soportarse sin dolor.
Los días siguientes, un masaje realizado, de manera análoga, tendrá por efecto aportar a
toda la región una circulación activa que le proporcione el retorno al estado normal.
Debe señalarse que el vigor orgánico de los deportistas entrenados facilita mucho la
curación de sus contusiones.
DISTENSIONES y DESGARROS MUSCULARES
Estos accidentes sobrevienen especialmente en ocasión de esfuerzos deportivos o de
trabajos que exigen hacer mucha fuerza; pero pueden también producirse a causa de un
mal gesto, de un paso en falso, de un movimiento violento.
La ruptura total de un músculo es un accidente raro y grave cuyo tratamiento es de
orden quirúrgico. Esta lesión suele producirse solamente en quienes practican deportes
de fuerza.
Las rupturas parciales son, en cambio, frecuentes entre los deportistas. En ocasión de un
esfuerzo brusco, de todos los falsos movimientos que obligan al atleta a recuperar el
equilibrio mediante una contracción muscular violenta, algunas fibras musculares
resultan a veces distendidas o incluso rotas. Habitualmente, el dolor inmediato no es
muy vivo, incluso a veces es nulo y el atleta prosigue fácilmente en su esfuerzo. El
dolor sobreviene al día siguiente y al otro, complicado por impotencia funcional.
Por las mismas razones expuestas a propósito de las contusiones, es útil, pues, aplicar
masaje lo más pronto posible en las masas musculares que han estado sometidas a
esfuerzo, pues se disminuye así la gravedad ulterior de la lesión.
Se tratará siempre de la práctica de un effleurage ligero al principio, aumentando su
intensidad a medida que decrece el dolor, para terminar con un amasamiento-foulage
del sitio lesionado y de toda la región circundante.
Los días siguientes, el mismo tratamiento, practicado con regularidad, conducirá a una
cicatrización y una recuperación funcional mucho más rápidas que las que se obtienen
con la inmovilización inmediata y prolongada.
TRAUMATISMOS Y LESIONES ARTICULARES
Las articulaciones son órganos que con frecuencia deben recibir masaje y que suelen
beneficiarse mucho de este tratamiento.
Las más ligeras lesiones articulares -contusiones, distensiones y esguinces- son muy
dolorosas. El dolor de las articulaciones lesionadas provoca su inmovilización
instintiva. Esta reacción de defensa tiene consecuencias bastante malas; en efecto,
entraña una lentitud circulatoria y la aparición de tejido fibroso. De ello resultan
rigideces articulares, anquilosis progresivas que conducen, cuando la lesión parece ya
curada, a una disminución a veces muy importante del juego articular, que no mejora
sino lentamente y que no desaparece a veces más que imperfectamente. Desde el primer
momento se deberá luchar contra esta tendencia a la anquilosis, en lugar de recurrir
sistemáticamente a la inmovilización prolongada, como ocurre muy a menudo.
El masaje tiene, como ya se ha dicho, una acción anestésica; y debe ser empleado contra
ese dolor de los traumatismos articulares que obstaculiza todo tratamiento activo.
Esguince de tobillo
Lesión articular muy frecuente, el esguince requiere maniobras kinesiterapéuticas que
pueden servir de tipo y guía para el tratamiento de la mayoría de los traumatismos
articulares.
El esguince consiste en una separación violenta y momentánea de dos superficies
articulares, separación que no puede ocurrir si no es acompañándose de tirón e incluso
rotura de los ligamentos que mantienen normalmente en contacto las dos superficies
articulares. Cuando estas roturas de ligamentos son lo bastante importantes para que las
superficies articulares permanezcan separadas, no se trata de esguince, sino de luxación.
Así, cabe afirmar que el esguince es el primer grado de la luxación.
El esguince puede afectar a la mayoría de las articulaciones, pero es muy frecuente en el
tobillo.
La frecuencia del esguince del tobillo se debe a la fragilidad relativa de esta
articulación, que al ser muy móvil se ve a menudo expuesta a soportar todo el peso del
cuerpo en posiciones falsas que originan tracciones violentas sobre sus ligamentos.
Cuando el pie, a consecuencia de un movimiento en falso, sostiene el peso sobre su
borde interno, el tendón del astrágalo es solicitado a desencajarse de la mortaja
tibioperonea; los ligamentos laterales externos sufren en esta posición una distensión
forzada que conducen a su rotura más o menos completa. Cuando estos ligamentos son
muy potentes, en lugar de ceder arrancan la parte inferior del maléolo peroneo en la que
están insertados. Esta pequeña fractura hace mucho más grave el esguince. Si el
astrágalo se desencaja por completo, con el pie apoyado en todo su borde externo, el
maléolo interno, comprimido por el otro lado, puede también romperse; entonces, el
esguince se acompaña de fractura bimaleolar.
El esguince de tobillo, aunque sea de grado ligero, determina inmediatamente un gran
dolor y la imposibilidad de continuar la marcha. Toda la región del tobillo se vuelve
rápidamente asiento de una hinchazón, de un engrosamiento doloroso que no hace más
que acentuarse durante 24 ó 48 horas. El segundo y tercer día sobrevienen equimosis
producidas por la sangre que, derramada a partir del accidente, tarda cierto tiempo en
llegar a la piel.
Sin tratamiento alguno, el esguince, por lo menos el de tipo ligero, evoluciona
espontáneamente hacia la curación; la hinchazón disminuye para desaparecer en dos o
tres semanas; los movimientos no provocan ya dolor y vuelve a ser posible la marcha;
persiste durante un tiempo cierta rigidez articular, que desaparece únicamente con la
práctica de la marcha.
Un pequeño arrancamiento maleolar no se ve influido, verdaderamente, por las
maniobras útiles; pero una doble fractura maleolar, y sobre todo la fractura de la
extremidad inferior del peroné, se suelen acompañar de una luxación del astrágalo que,
si no se trata, conduce, a pesar de las mejores maniobras de masaje, a una deformación
de la articulación y a una dificultad definitiva en la marcha.
Todo esguince complicado queda, pues, bajo la jurisdicción del médico, y el masajista
sólo se encargará del tratamiento del esguince banal y ligero, que ocurre con gran
frecuencia.
Tratamiento hidroterápico
Uno de los mejores medios para reabsorber la hinchazón articular es el empleo de baños
alternativamente fríos y calientes.
Se procede de la manera siguiente:
- Sumergir el pie y la pierna al menos hasta media pantorrilla en un cubo lleno de agua
fría (a unos 15 grados), por espacio de varios minutos.
El agua fría tiene por efecto desencadenar la contracción de los vasos sanguíneos, que
disminuyen de calibre. Este estado de vasoconstricción se mantiene durante todo el
baño frío.
- Sumergir inmediatamente después la pierna en otro cubo con agua tan caliente como
se pueda soportar (38 a 40 grados aproximadamente).
En el seno del agua caliente se produce una vasodilatación de los vasos sanguíneos y de
las vénulas gracias a la cual los líquidos extravasados en todos los tejidos periarticulares
son bombeados al interior del sistema venoso. Al cabo de unos minutos de baño caliente
se reemprende bruscamente el baño frío, también durante unos minutos, y se termina
con un nuevo baño caliente.
Este procedimiento de los baños alternados produce una verdadera gimnasia de los
vasos sanguíneos, que solicita alternativamente su dilatación y su constricción; es un
medio excelente para luchar contra la especie de parálisis que los afecta y obligarles a
evacuar lo más rápido posible las infiltraciones edematosas. Además, el alivio que
experimenta el lesionado es inmediato.
Masaje de un esguince
Después de los baños alternados se procede a una sesión de masaje.
Se comienza con un effleurage suave y prolongado de la región del tobillo insistiendo
en las regiones subyacentes (empeine) y superiores (parte baja de la pierna) por las que
se extiende la hinchazón. Si se las priva del edema, se facilita la reabsorción futura de la
infiltración que existe en el tobillo.
El verdadero masaje no debe iniciarse hasta el término de tres o cuatro días, cuando la
hinchazón ha disminuido mucho gracias al reposo y a la balneación.
Vendaje
Después de la sesión de masaje, para evitar que el pie sufra movimientos imprevistos, y
más adelante, para permitir la marcha sin inconvenientes, es aconsejable vendar el pie,
el tobillo y la parte inferior de la pierna con un vendaje elástico. Este se aplica casi
siempre, pero es muy raro que se coloque bien la venda; en la mayoría de los casos se
dispone en ocho de guarismo, cruzada por delante de la articulación. Esta disposición,
aparte de ser un mal sostén para el tobillo, determina una constricción molesta de los
vasos sanguíneos.
El vendaje, en el caso de esguince del tobillo, debe hacerse como sigue (fig.1):
Aplicar el extremo de la venda sobre el borde externo del talón; pasar por detrás del
talón; cruzar por el empeine y pasar lo más cerca posible del dedo pequeño; pasar por
debajo de éste y de los demás dedos; volver a la cara anterior del pie cubriendo la base
del dedo gordo; ir directamente a la parte externa y posterior del talón.
Esta es la primera vuelta del vendaje; las otras seguirán las mismas direcciones, dejando
descubierto alrededor de un centímetro de cada vuelta precedente; poco a poco quedará
el pie recubierto por el vendaje, que llegará a rodear la articulación.
Cuando las espiras, rodeando la parte posterior del talón, hayan rebasado la altura de los
maléolos, se continuará con pasadas circulares ascendiendo a lo largo de la pierna hasta
media altura o más si se prefiere.
Una venda elástica aplicada de esta manera sostiene perfectamente la articulación del
tobillo y permite la deambulación mucho más pronto que los otros procedimientos.
Fig. 1, Cómo debe hacerse el vendaje en el esguince del tobillo
Deambulación
¿Cuándo debe hacerse andar a un lesionado de esguince de tobillo?
Los resultados del masaje aplicado inmediatamente son a veces tan felices que, para
demostrar la eficacia del procedimiento, se permite al lesionado caminar
inmediatamente. Se cree también que la deambulación precoz es el mejor medio para
luchar contra la rigidez articular, que puede persistir aun después de la curación.
Pero debe tenerse en cuenta que la marcha es el ejercicio más fatigoso para la
articulación del tobillo, que debe soportar todo el peso del cuerpo. Por otra parte, en la
posición erecta la sangre tiene la máxima dificultad para ascender hacia el corazón y,
por consiguiente, la marcha favorecerá la persistencia del edema.
Es mucho mejor imponer el reposo con la pierna sobrealzada, aún en el caso de un
esguince ligero; la curación será mucho más rápida. Esto no implica, desde luego, la
supresión de todo movimiento; al contrario, durante y después de las sesiones de
masaje, se puede y debe ejecutar una movilización amplia de toda la articulación, y esta
movilización pasiva debe ser además completada con ejercicios activos ejecutados por
el lesionado: flexión, extensión y rotación del pie en todos los sentidos. Nada más fácil
que regular la energía de estos movimientos, que se hacen ejecutar primero lentamente,
sin resistencia y repitiéndolos pocas veces; poco a poco, el masajista opone una
resistencia frenando con sus manos los esfuerzos del lesionado; la graduación de esta
gimnasia de oposición no ofrece ninguna dificultad.
Así, la potencia y la tonicidad de los músculos se recuperan progresivamente, al mismo
tiempo que se mantiene la flexibilidad, y el lesionado, cuando se le permita caminar,
podrá hacerlo cómodamente.
Esguince de rodilla; derrame sinovial.
Existen articulaciones para las que es particularmente nefasta la inmovilización. Así, la
rodilla, mantenida dentro de un vendaje enyesado o una férula, se anquilosa
rápidamente, al mismo tiempo que los músculos que gobiernan su juego, en especial el
cuádriceps femoral, se atrofian considerablemente. En cosa de unos días, el perímetro
del muslo disminuye de 2 a3 centímetros respecto al miembro sano. Además, cuando el
traumatismo se da por curado, persisten consecuencias, las secuelas, muy molestas:
limitación importante del juego articular y gran debilidad de los músculos del muslo.
Queda, pues, mucho por hacer para lograr la curación completa, que se conseguirá
mediante:
1.- El masaje bastante enérgico de los músculos atrofiados, de los ligamentos y
tendones.
2.- La movilización pasiva de la articulación.
3.- Los ejercicios metódicos de flexión y de extensión de la pierna.
4.- La reeducación de la marcha.
Tratamiento de larga duración al que no se someten buen número de lesionados,
contentándose con una curación aproximativa. Estas secuelas prolongadas se evitarán
fácilmente mediante el masaje y la movilización precoces; tratamiento que no tiene sino
ventajas y ningún inconveniente mientras se trate de traumatismos cerrados. Sólo está
contraindicado en los casos de heridas profundas y de artritis infecciosas, y además la
contraindicación es formal.
La hidrartrosis o derrame sinovial, frecuente en la rodilla, es a menudo consecuencia de
un pequeño traumatismo, distensión articular, esguince ligero sobrevenido por falso
movimiento o contusión directa. Lo habitual consiste en inmovilizar bajo compresión
enguatada, a veces en gotiera (férula acanalada), durante 12 ó 15 días. Es transformar un
accidente benigno en una incapacidad prolongada, que tarda en curar a causa del
anquilosamiento y de la atrofia que desgraciadamente se han provocado. El masaje
inmediato, cotidiano, asociado a la movilización activa y pasiva, vencen el derrame y el
dolor en unos 10 ó 15 días.
Luxación de los meniscos semilunares
La articulación de la rodilla es muy frecuentemente asiento de un accidente particular, la
luxación de un menisco.
La superficie articular del fémur, redondeada en hemisferio, no rueda directamente
sobre la superficie articular de la meseta de la tibia. Para profundizar la cúpula de la
meseta tibial existen dos cartílagos insertados entre las dos superficies articulares;
tienen la forma de “croissants” cuyas puntas se juntan casi dos a dos por delante y por
detrás del intervalo articular (fig.2).
Fibrocartílago semilunar interno
Su borde externo es mucho más alto que el borde interno, el cual está reducido al
espesor de una simple lámina; esta forma tiene como resultado profundizar, como ya se
ha dicho, la cúpula dentro de la que rueda la cabeza del fémur.
Es uno de estos meniscos, generalmente el interno, el que, acuñado entre la meseta tibial
y la cabeza del fémur, se ve desprendido y expulsado hacia el exterior, más o menos
como un hueso de cereza que, apretado entre el pulgar y el índice, tiende a escapar.
El accidente se produce probablemente cuando la tibia, transmitiendo un choque
recibido sobre el suelo, no lo hace dentro del eje normal del miembro inferior.
Este menisco apenas se desplaza, al menos en el primer accidente; a menudo vuelve
espontáneamente a su sitio. Esto explica la rapidez y brevedad del dolor. Pero estos
medios de unión con la meseta tibial, una vez estirados y parcialmente arrancados,
permiten una recidiva cada vez más fácil.
En estas circunstancias, la luxación, que constituye una verdadera enfermedad, incumbe
sólo al cirujano.
En los casos ligeros, que son muy frecuentes en el ámbito atlético, es necesario un
tratamiento serio y perseverante.
Para consolidar la rodilla es necesario emplear, sobre todo, el masaje y el movimiento
metódico.
El masaje consistirá en modelar pacientemente todos los ligamentos, los tendones
musculares situados en la región de la rodilla, y se terminará siempre con un foulage
bastante prolongado, ejecutado con las yemas de los pulgares o de los demás dedos,
sobre la interlínea articular, en el sitio correspondiente al menisco afectado. Este sitio es
muy fácil de hallar, pues se manifiesta en seguida por el dolor.
Aparte, será necesario, para combatir la atrofia muscular, amasar el cuádriceps, la
pantorrilla y todos los otros músculos del miembro inferior.
Los movimientos metódicos se realizarán según los mismos procedimientos
enumerados anteriormente para el tratamiento de los esguinces y de los derrames
sinoviales. Movimiento de flexión y de extensión en posición sentada, primero sin
resistencia, después con oposición de un ayudante. Flexión y extensión en la posición
erecta, etc.
Finalmente, al cabo de quince días o un mes de tratamiento, es necesario fortificar,
mediante prácticas deportivas, la articulación y los músculos que la gobiernan. Para ello
es preciso acudir al deporte que mejor hace trabajar la rodilla sin obligarle a soportar el
peso del cuerpo: el ciclismo.
Es el deporte que debe recomendarse a aquellos que sufren la luxación recidivante del
menisco. Si el sujeto experimenta una gran aversión a la bicicleta, pueden ser útiles la
natación y el remo con banqueta deslizante.
ARTRITIS Y ARTROSIS
Las articulaciones son, a menudo, objeto de afecciones inflamatorias o de artritis.
Cuando tales afecciones inflamatorias o de artritis, son la manifestación local de un
estado infeccioso, tuberculosis, reumatismo agudo, gonococia, etc., no deben tratarse
con masaje durante el período inflamatorio.
Pero gran número de estas artritis pasan progresivamente al estado crónico, sin
presentar ninguna reacción inflamatoria; desde este momento evolucionan hacia la
anquilosis y la atrofia muscular. Entonces deben ser objeto de masaje y movilización
con la finalidad de restituir en lo posible el juego articular y la potencia muscular.
Cuando existe la certeza de que el problema sólo consiste en la rigidez de unas
articulaciones curadas pero inmovilizadas, las maniobras de masaje deben aumentar en
intensidad y duración.
Es muy interesante el masaje con pomadas o bálsamos que tengan una influencia sobre
la enfermedad local. El effleurage prolongado tiene por misión hacer penetrar por la vía
cutánea una cantidad apreciable del medicamento. Después del masaje es conveniente
pasar a la movilización pasiva, según la técnica empleada contra las secuelas de las
luxaciones.
Las artrosis dependen generalmente del estado humoral. Artritismo, reumatismo crónico
y gota se caracterizan por dolores más o menos vivos y limitaciones del juego articular
que desembocan en una incapacidad funcional cada vez más pronunciada. Estas lesiones
articulares dependen, ante todo, del tratamiento médico; pero el masaje y el ejercicio
activo y pasivo desempeñan una gran acción contra sus secuelas y restituyen, a veces en
gran medida, la capacidad funcional de los miembros afectados.
Contra estas limitaciones del movimiento tiene el máximo efecto el masaje combinado
con la movilización pasiva y el ejercicio activo. El masaje debe actuar no solamente
sobre la articulación y sus medios de unión, sino también sobre todos los grupos
musculares que gobiernan sus movimientos. La movilización pasiva puede hacerse a
base de forzar un poco para aumentar la flexión o la extensión; pero se consigue más
por medio de movimientos rítmicos, repetidos con una cadencia cada vez más rápida y
que no rebasen sino ligeramente la amplitud que el sujeto logra con sus propios
movimientos. Poco a poco, por calentamiento de los ligamentos y de los músculos, es
como ceden las rigideces y las contracturas de defensa.
Entre las articulaciones que tienden al anquilosamiento en una posición fija, por actitud
estática habitual, deben señalarse las de las vértebras lumbares. Estas vértebras poseen
naturalmente una movilidad bastante grande de delante atrás; permiten flexionar el
tronco sobre la pelvis. Este movimiento natural se realiza a fondo raras veces en las
condiciones de la vida corriente. Se vive de pie, sentado, acostado, y en todas estas
posiciones no juegan apenas las articulaciones lumbares.
Contra el anquilosamiento lumbar da resultados excelentes el masaje, pero debe tenerse
en cuenta que la reglan es muy musculosa; la masa lumbosacra representa el músculo
más grueso y más potente de todo el cuerpo. El masaje debe ser, pues, bastante
enérgico, con effleurage apoyado y potente, comenzando en la pelvis para ascender a lo
largo de la espalda.
Para concluir, retorno a los grandes effleurages. Este masaje deberá completarse con
ejercicios de gimnasia activa.
LUXACIONES
La luxación de las articulaciones, es decir, la dislocación de sus superficies articulares,
es un traumatismo cuyas consecuencias o secuelas son a veces graves, consistiendo la
mayor parte del tiempo en una limitación de los movimientos, una anquilosis más o
menos persistente. Es, pues, necesario esforzarse en evitar tales consecuencias, tratando
cuanto antes las luxaciones por el masaje y la movilización.
La recuperación de los movimientos sólo puede hacerse lentamente, y no siempre
conduce a la curación total, puesto que a veces se cuenta solamente con la reanudación
progresiva de los movimientos naturales y habituales para combatir la incapacidad
funcional.
Por lo tanto es necesario, cuando sólo se trata de una luxación simple, sin daños óseos,
aplicar el masaje y la movilización una vez hecha la reducción.
En los intervalos de las sesiones de masaje se debe mantener la articulación en
cabestrillo o en una férula acanalada.
El masaje puede practicarse inmediatamente después de la reducción. Este masaje
anestésico y descongestionante será un effleurage amplio, muy suave, aplicado con las
palmas extendidas alrededor de la articulación, aumentando en potencia si el dolor no es
muy vivo y sobre todo si la maniobra hace que disminuya. Al principio, el masaje será
frecuente, dos veces al día si es posible, y abarcará no sólo la articulación, sino todo el
miembro, yendo desde su extremo a su raíz, bajo la forma de effleurage-amasamiento,
siempre con el objeto de garantizar, con una circulación activa, el drenaje
serosanguíneo. Al tercero o cuarto día debe iniciarse la movilización pasiva. Para que
ésta tenga éxito, debe colocarse al lesionado en una posición cómoda para él y para el
masajista, variable según los casos. Generalmente, la articulación debe ser mantenida
por una mano, mientras la otra actúa para movilizarla en el sentido de su juego normal.
Así se obstaculiza el anquilosamiento y la semisoldadura de las superficies articulares.
Al cabo de unos días, estos movimientos pasivos pueden ampliarse mucho; entonces,
los movimientos activos deben venir en ayuda de los pasivos; tienen, desde luego, una
acción muy eficaz, pues consiguen, aparte el rodaje articular, la flexibilización de los
ligamentos, la tonificación de los músculos y el aceleramiento de la circulación. Los
movimientos activos luchan al máximo contra la atrofia muscular de progreso muy
rápido alrededor de las articulaciones inactivas.
No es necesario recordar que los movimientos activos deben ser controlados y
regulados en extensión y dirección por las manos del masajista, que sostendrán toda la
región articular.
Tratadas de esta manera, la mayor parte de las luxaciones simples se curan rápida y
completamente.
FRACTURAS
El tratamiento clásico de las fracturas
El tratamiento clásico de las fracturas se limita a reponer en contacto y en buena
posición los fragmentos del hueso, y a mantenerlos así coaptados por una
inmovilización lo más estricta posible.
Pero la inmovilización tiene graves inconvenientes; entraña la atrofia de los músculos,
el anquilosamiento de las articulaciones, una especie de desvitalización de todos los
tejidos por retardo de la circulación sanguínea. El resultado es que al quitar el yeso
aparece una extremidad cuya incapacidad funcional es considerable y que requerirá la
aplicación de cuidados prolongados hasta que recupere sus movimientos normales.
El masaje de las fracturas
El masaje, primero ejecutado por encima y por debajo de la fractura, tendrá por objeto
estimular la circulación y luchar contra la atrofia muscular. Al cabo de unos días se
podrá aplicar el masaje a nivel de la fractura, en forma de effleurages ligeros, que serán
más apoyados a medida que disminuya la infiltración serosanguínea. En muchos casos,
la movilización pasiva, manual, de las articulaciones inmediatamente vecinas evitará su
anquilosamiento.
Fractura del radio
El tratamiento masoterápico, que en los casos de traumatismo grave no puede a veces
aplicarse sino al cabo de dos o tres semanas -o aún más-, consistirá también en
effleurage progresivamente acentuado, en amasamiento; luego, en movimientos,
primero pasivos y finalmente activos, de reeducación muscular y movilización de las
articulaciones anquilosadas por la inmovilización prolongada.
Fractura del cuello del fémur
La fractura del cuello del fémur es frecuente en las personas de edad avanzada. Una vez
consolidada, esta fractura deja a menudo un defecto físico permanente por acortamiento
o rotación del miembro, si la reducción de la fractura no puso en buena posición los
fragmentos.
Callo exuberante
Se hace a menudo al masaje el reproche de producir callos exuberantes, de tal volumen
que dificultarían las funciones del miembro. Esto sobrevendría, sobre todo, en los niños
pequeños, a nivel de las fracturas del codo y de la rodilla. Puesto que se admite la
actividad estimulante del masaje sobre la calcificación, y se le prohíbe en los niños,
parece lógico emplearlo en todos los casos en los que la consolidación se produce con
dificultad. Por consiguiente, las fracturas de los ancianos, de las personas debilitadas y,
en suma, de todos los adultos, pueden beneficiarse del masaje.
Como el masaje debe asociarse lo más posible a la gimnasia pasiva y activa, e incluso a
la gimnasia general, cuya buena práctica depende de la voluntad y de la energía del
paciente, los resultados serán más rápidos y mejores cuanto más desea el sujeto
recuperar sus movimientos y su vigor lo más pronto posible. Estos resultados son a
menudo notables, incluso asombrosos, en los deportistas y sobre todo en los atletas
profesionales.
Secuelas de las fracturas
Muy a menudo se tiene que enfrentar uno con fracturas tratadas y curadas por
inmovilización prolongada, cuya consolidación es perfecta pero que tienen secuelas que
se deben tratar: piel marchita, músculos atrofiados, articulaciones anquilosadas. El
tratamiento comprenderá el effleurage suave por toma de contacto, y luego el
amasamiento de los músculos atrofiados, que debe ser potente, enérgico, pero no brutal;
es decir, debe procederse por apretones apoyados progresivamente, pero no bruscos ni
parecidos a golpes. Se proseguirá con golpeteos y palmadas que despierten la
contractilidad. Alrededor de las articulaciones: effleurages apoyados, amasamientos de
los tejidos entre los dedos, foulages de los intersticios articulares y del trayecto de los
ligamentos, movilización pasiva por movimientos rítmicos aumentando de amplitud;
por último, proceder al ejercicio activo.
Fracturas abiertas y heridas
Existen fracturas abiertas a las que no puede aplicarse directamente el tratamiento
kinesiterápico; pero la cicatrización de las heridas se facilita por la aceleración de la
circulación lograda con el masaje practicado en su periferia. Esto mismo es válido
también para las heridas extensas y las úlceras sin fractura. Las heridas ulcerosas y las
quemaduras de segundo grado con destrucción de la dermis, sanan muy lentamente,
sobre todo en el caso de personas de salud precaria. Entonces debe practicarse masaje;
primero effleurage, luego amasamiento de las masas circundantes, con las puntas de los
dedos en forma de foulage circular bastante prolongado. Se revitaliza así el borde de las
heridas y úlceras, desde el cual deben alcanzar progresivamente el centro los elementos
de cicatrización.
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