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Estudios Públicos, 98 (otoño 2005). ENSAYO PLURALISMO GLOBAL Y RELIGIÓN* Peter L. Berger Lejos de presenciar una decadencia de la religión en el mundo con- temporáneo, advierte Peter Berger en este ensayo, asistimos hoy a una globalización de movimientos religiosos, algunos de los cuales presentan gran dinamismo. La modernidad no conduce entonces, como ha sostenido la teoría de la secularización, al ocaso de las religiones, sino, de una manera más o menos inexorable, al “pluralis- mo religioso”. Peter Berger examina aquí las consecuencias que trae consigo la glo- balización del pluralismo tanto para las insituciones religiosas como PETER L. BERGER. Profesor de sociología y teología, Universidad de Boston, y director del Institute on Culture, Religion and World Affairs de la misma universidad. Autor de una extensa obra que comprende, entre otros, estudios sobre la sociología del conocimiento, sociología de la religión, y cultura económica y desarrollo. Entre sus libros más recientes destacan Redeeming Laughter: The Comic Dimension of Human Experien- ce (1997), Modernity, Pluralism and the Crisis of Meaning (con Thomas Luckmann, 1995), The Capitalist Revolution: Fifty Propositions about Properity, Equality and Liber- ty (1988) y The War Over the Family: Capturing the Middle Ground (con Brigitte Berger, 1983). Varios trabajos suyos han sido publicados en Estudios Públicos; entre otros, “El Pluralismo y la Dialéctica de la Incertidumbre”, “Potenciar al Ciudadano: El Rol de las Estructuras Intermedias en las Políticas Públicas”, “Cultura y Desarrollo Econó- mico”, “El Matrimonio y la Construcción de la Realidad”. * Versión extendida de la exposición del autor en el Centro de Estudios Públi- cos, Santiago, el 1 de marzo de 2005. Traducción al castellano de Alberto Ide.

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  • Estudios Pblicos, 98 (otoo 2005).

    ENSAYO

    PLURALISMO GLOBAL Y RELIGIN*

    Peter L. Berger

    Lejos de presenciar una decadencia de la religin en el mundo con-temporneo, advierte Peter Berger en este ensayo, asistimos hoy auna globalizacin de movimientos religiosos, algunos de los cualespresentan gran dinamismo. La modernidad no conduce entonces,como ha sostenido la teora de la secularizacin, al ocaso de lasreligiones, sino, de una manera ms o menos inexorable, al pluralis-mo religioso.Peter Berger examina aqu las consecuencias que trae consigo la glo-balizacin del pluralismo tanto para las insituciones religiosas como

    PETER L. BERGER. Profesor de sociologa y teologa, Universidad de Boston, ydirector del Institute on Culture, Religion and World Affairs de la misma universidad.Autor de una extensa obra que comprende, entre otros, estudios sobre la sociologa delconocimiento, sociologa de la religin, y cultura econmica y desarrollo. Entre sus librosms recientes destacan Redeeming Laughter: The Comic Dimension of Human Experien-ce (1997), Modernity, Pluralism and the Crisis of Meaning (con Thomas Luckmann,1995), The Capitalist Revolution: Fifty Propositions about Properity, Equality and Liber-ty (1988) y The War Over the Family: Capturing the Middle Ground (con BrigitteBerger, 1983). Varios trabajos suyos han sido publicados en Estudios Pblicos; entreotros, El Pluralismo y la Dialctica de la Incertidumbre, Potenciar al Ciudadano: ElRol de las Estructuras Intermedias en las Polticas Pblicas, Cultura y Desarrollo Econ-mico, El Matrimonio y la Construccin de la Realidad.

    * Versin extendida de la exposicin del autor en el Centro de Estudios Pbli-cos, Santiago, el 1 de marzo de 2005. Traduccin al castellano de Alberto Ide.

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    D esde hace algunos aos la globalizacin se ha convertido en eltema del da de comentarios superficiales. Existen hoy cmulos de librossobre sus implicaciones econmicas y polticas. La literatura acerca de lasrepercusiones culturales es menos extensa, aunque considerable de todosmodos. Sin embargo, el principal asunto en cuestin puede expresarse entrminos muy simples: globalizacin significa que todos nos podemos co-municar entre s con pasmosa facilidad. El pluralismo siempre ha implicadola interaccin mutua, voluntaria o involuntaria, de distintos grupos. La glo-balizacin simplemente da a entender que dicha interaccin ha aumentadoenormemente en cuanto a su alcance e intensidad. La religin no constituyeuna excepcin.

    Se puede sostener que los dos movimientos religiosos ms dinmi-cos del mundo contemporneo son el islamismo renaciente y el pro-testantismo popular, este ltimo principalmente en forma de movimientopentecostal. Ambos constituyen fenmenos genuinamente globales. Losmovimientos islmicos no slo estn interactuando en toda la vasta reginque abarca desde el ocano Atlntico hasta el mar de China meridional, sinoque adems la dispora musulmana en Europa y Norteamrica ha llegado aestablecer una poderosa presencia. En Inglaterra, por ejemplo, cada semanala asistencia a las ceremonias oficiadas en las mezquitas es mayor que laobservada en las iglesias anglicanas. Por razones comprensibles la atencinse ha concentrado en las versiones ms agresivas de este islamismo globali-zante, pero son los musulmanes moderados, tanto como los practicantes dela jihad, quienes se comunican entre s a travs de internet o de telfonoscelulares, y quienes se renen para debatir en forma clandestina o pblica.Con respecto al pentecostalismo, se ha estado propagando como reguerode plvora por toda Latinoamrica, frica subsahariana y zonas de Asiaoriental, y ha penetrado en grupos tan improbables como los gitanos euro-peos y tribus rurales de la India. David Martin, socilogo britnico que hasido pionero en el estudio del pentecostalismo transnacional, estima quehay por lo menos 250 millones de pentecostalistas en todo el mundo, cifraque posiblemente es mucho mayor. (Un caso decisivo es el de China, dondesabemos que el movimiento se est expandiendo, pero resulta difcil estu-diarlo, pues en su mayor parte es ilegal y por tanto clandestino.)

    para la conciencia subjetiva de los individuos, as como para lasposibilidades de xito de proyectos fundamentalistas o sectarios.Finalmente, se refiere a la relacin de distintas tradiciones religiosascon la democracia liberal.

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    Con todo, la globalizacin de la religin de ninguna manera estlimitada al islamismo y al protestantismo. Si bien la Iglesia Catlica Romanasiempre ha sido una institucin global, la globalizacin est alterando pro-fundamente su perfil internacional: sus reas de influencia se encuentrancada vez ms apartadas de su zona estratgica en Europa, con la interesanteconsecuencia de que precisamente aquellas caractersticas suyas que inco-modan a los catlicos progresistas en, por ejemplo, Holanda, resultan atrac-tivas en Filipinas o en frica. (El Vaticano est plenamente consciente deesta situacin, lo cual explica muchas de sus polticas.) La Iglesia OrtodoxaRusa, que encabeza un poderoso renacimiento de la religiosidad en la erapost-sovitica y cuenta con el favor del gobierno de Putin, est demostran-do su podero en los Balcanes y en el Medio Oriente, al igual que en lo quelos rusos denominan el exterior cercano.

    Movimientos hasdicos con sede en Brooklyn, Nueva York, estnenviando misioneros a Israel y a comunidades judas de Europa oriental. Laas llamada pelcula de Jess, una cinta producida por una organizacinevanglica conservadora estadounidense, con traduccin sincronizada amucho ms de cien idiomas, est siendo exhibida por activos misioneros enaldeas de toda la India, pese a la indignacin de los devotos brahmanes y ala oposicin del gobierno indio. Por su parte, el hinduismo est devolviendoel gesto, pues sus devotos danzan y entonan cnticos para alabar a Krishnaen las principales ciudades estadounidenses y europeas. Las organiza-ciones misioneras hindes (que van desde la moderada Sociedad Vedantahasta el exuberante movimiento Sai Baba) realizan una diligente labor deevangelizacin dondequiera que puedan. Del mismo modo, los grupos bu-distas con centros de operacin en Japn, Taiwn y el sudeste de Asiaestn atrayendo a considerables cantidades de conversos en pases occi-dentales.

    Si pretendemos buscar una explicacin racional a estos aconteci-mientos, es importante relegar al olvido una nocin que, pese a haber con-tundentes evidencias en contrario, an goza de aceptacin general (espe-cialmente entre los telogos cristianos): la nocin (a menudo denominadateora de la secularizacin) de que la modernidad acarrea la decadencia dela religin. Para expresarlo en trminos sencillos, esta nocin ha sido empri-camente refutada. No es sta la ocasin adecuada para referirse en detalle alos debates que han girado en torno a la teora de la secularizacin enaos recientes. Baste sealar que, contra lo sostenido por la teora, el mun-do contemporneo, lejos de estar secularizado, se caracteriza por una ver-dadera explosin de ferviente religiosidad. (Hay dos excepciones a esteplanteamiento Europa occidental y central, adems de una reducida

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    aunque influyente casta de intelectuales progresistas en la mayora de lospases. Una vez ms, los motivos que explican dichas excepciones no pue-den analizarse en este trabajo.)

    La modernidad no necesariamente conduce a la decadencia de lareligin. A lo que s lleva, ms o menos necesariamente, es al pluralismoreligioso. Los avances modernos las migraciones y los viajes masivos, laurbanizacin, la alfabetizacin y, lo ms importante, la tecnologa de lascomunicaciones han generado una situacin en que distintas tradicionesreligiosas estn presentes unas para otras de un modo sin precedentes en lahistoria. Por razones obvias, esta interaccin se ve facilitada cuando la liber-tad religiosa est protegida legalmente. Pero incluso all donde los gobier-nos intentan, en diversos grados, limitar o suprimir el pluralismo religioso(como sucede en China, India y Rusia), es difcil que lo consigan en lascircunstancias actuales.

    Permtanme citar un ejemplo personal. Hace un par de aos visitBuenos Aires por primera vez. Cautivado haca largo tiempo por los escritosde Borges, prevea un encuentro bastante romntico con el mundo del tan-go. Cuando mi taxi abandon el aeropuerto, la primera visin que se presen-t ante mis ojos fue la de una enorme iglesia mormona con un dorado ngelMoroni en la cspide de su torre. Haba en este pas un puesto de avanzadade una religin nacida en la regin al norte de Nueva York, la cual hasta nohace mucho apenas se haba propagado ms all de Utah, y por cierto nohaba traspasado las fronteras estadounidenses. Hoy en da el mormonismoest experimentando un impresionante crecimiento en muchos pases, parti-cularmente (de entre todos los lugares) en el Pacfico Sur y en Siberia.Actualmente existe una enorme cantidad de personas en todo el mundocuyo centro espiritual, intelectual y social se encuentra en Salt Lake City.

    El pluralismo religioso tiene implicaciones institucionales y cogniti-vas. Resulta importante entender ambos aspectos. Institucionalmente supo-ne el establecimiento de algo similar a un mercado religioso, lo cual nosignifica que los conceptos de la economa de mercado se puedan aplicarinequvocamente al estudio de la religin (como lo han hecho, de una mane-ra muy interesante, Rodney Stark y otros socilogos estadounidenses, conel empleo de la llamada teora de la eleccin racional). Pero lo que s quieredecir es que las instituciones religiosas deben competir por la adhesin desu supuesta clientela. Esta competencia se vuelve naturalmente ms intensabajo un rgimen de libertad religiosa, cuando ya no se puede contar con elEstado para llenar los templos. Esta situacin afecta inevitablemente el com-portamiento de las instituciones religiosas, incluso si la interpretacin teol-gica que tienen de s mismas se opone a esa nueva conducta.

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    El clero (empleando este trmino en un sentido amplio para referirnosa los dignatarios de las instituciones religiosas) enfrenta ahora una situa-cin bastante incmoda: puesto que su autoridad ya no se da socialmentepor sentada, debe procurar restablecerla mediante la persuasin, lo cualotorga a los laicos un nuevo papel. Al dejar de ser sbditos, los laicos setransforman en una comunidad de consumidores cuyas nociones, por obje-tables que parezcan desde una perspectiva teolgica, deben ser considera-das seriamente.

    A este respecto el caso de los catlicos romanos resulta paradigm-tico. Es justo sealar que, de todas las iglesias cristianas, la Iglesia CatlicaRomana cuenta con la estructura jerrquica ms impresionante, la que dediversas maneras se encuentra en el ncleo de la interpretacin que tiene des misma. Por lo que se refiere a la doctrina pertinente, ella no ha variadofundamentalmente, aunque ha sido modificada por las declaraciones delConcilio Vaticano II y posteriores encclicas papales. En todo caso, la acti-tud de la Iglesia para con sus miembros laicos ha cambiado significativa-mente. Algunos catlicos han llegado al extremo de describir la poca actualcomo la era del laicismo en la Iglesia. Puede tratarse de una exageracin,pero es evidente que los laicos se han vuelto ms asertivos. Los sucesosacaecidos durante los ltimos meses en Boston (alguna vez llamada la ciu-dad santa del catolicismo estadounidense) nos han ofrecido un impre-sionante ejemplo de ese fenmeno. La arquidicesis, sometida a intensaspresiones financieras a causa de las cuantiosas sumas de dinero que debipagar a supuestas vctimas de abusos sexuales cometidos por miembros delclero, decidi cerrar varias parroquias. Los laicos de las parroquias se rebe-laron de una manera nunca antes vista, manifestando con respeto, pero confirmeza, su oposicin al arzobispo. En el momento en que escribo estaslneas el prelado ha revocado la decisin de cerrar dos de las parroquias.

    El pluralismo tambin modifica las relaciones mutuas entre las insti-tuciones religiosas. Los participantes en un mercado, religioso o de otrotipo, no slo compiten sino que con frecuencia emprenden iniciativas ten-dientes a reducir o regular la competencia. Obviamente que las institucionesreligiosas realizan intentos en sus actividades educacionales para disuadir asus miembros de que se pasen a la competencia.

    Por ejemplo, el judasmo estadounidense ha hecho ingentes esfuer-zos por inmunizar a los judos contra actividades misionales cristianas. Contodo, las instituciones religiosas rivales tambin negocian entre s para re-gular la competencia. Lo anterior ayuda a aclarar, al menos en parte, elfenmeno conocido como ecumenicidad: la concordia ecumnica entre lasiglesias cristianas supone, por lo menos parcialmente, acuerdos explcitos oimplcitos de no incursionar en el territorio del otro.

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    Hasta hace algunas dcadas ese proceso de negociacin entre igle-sias protestantes estadounidenses se conoca como cortesa (comity).Las denominaciones protestantes se distribuyeron entre s ciertas reaspara sus actividades de propagacin, asignando una determinada zona a,por ejemplo, los presbiterianos; las dems, por ende, se comprometieron amantenerse alejadas de ese territorio. La situacin alcanz un clmax algocurioso en Puerto Rico, donde las confesiones ms influyentes se dividie-ron toda la isla de esta manera. Si sabamos que alguien era, digamos, pres-biteriano, podamos adivinar de qu regin provena. Algunos evanglicosconservadores no participaron en este sistema de cortesa, para gran mo-lestia de los dems protestantes. Si bien el trmino ha cado en desuso,contina representando una realidad muy importante que ahora traspasa loslmites de la grey protestante. Las principales confesiones catlicas y pro-testantes no realizan proselitismo activo para convertir a los fieles de una aotra religin, ni tampoco procuran convertir a los judos. A decir verdad, lapropia palabra proselitismo ha adquirido un significado peyorativo en eldiscurso religioso estadounidense, y aquellos que continan con esta prc-tica son mirados con recelo. As pues, cuando no hace mucho la Conven-cin Bautista del Sur (la principal denominacin evanglica conservadorade los Estados Unidos) anunci que seguira con su programa destinado aconvertir judos, se desat una ola de protestas. En trminos sociolgicospodramos afirmar que hoy en da la cortesa se ha extendido informalmen-te a todos los grupos religiosos estadounidenses que no incurren en con-ductas flagrantemente ilegales.

    El pluralismo religioso tiene asimismo importantes implicaciones parala conciencia subjetiva de los individuos. Ello puede resumirse en una frase:la religin pierde su condicin de realidad que se da por sentada en laconciencia. Ninguna sociedad puede funcionar sin algunas ideas y pautasde conducta que se dan por sentadas. Histricamente, la religin era parteesencial de lo que se daba por sentado. La psicologa social nos ha dadouna idea clara de cmo lo que se da por sentado se mantiene en la concien-cia: es el resultado del consenso social en el entorno del individuo. Y duran-te gran parte de la historia la vida del grueso de los individuos transcurraen entornos de ese tipo. El pluralismo debilita esta suerte de homogeneidad.El individuo se ve continuamente enfrentado a otras personas, quienes nodan por sentado lo que tradicionalmente se daba por tal en su comunidad.Ahora debe reflexionar acerca de los supuestos cognitivos y normativosde su tradicin, y en consecuencia tiene que escoger. Una religin que seescoge, en cualquier nivel de complejidad intelectual, es distinta de unareligin que se da por sentado. No es necesariamente menos fervorosa, ni

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    tampoco cambian forzosamente sus proposiciones doctrinales. Lo que varano es tanto el qu sino el cmo de la creencia religiosa. Por tanto, uncatlico moderno puede profesar las mismas doctrinas y entregarse a lasmismas prcticas que sus antepasados de una aldea catlica tradicional.Pero l ha decidido y debe continuar decidiendo creer y conducirse as.Ello transforma su religin en algo ms personal y ms vulnerable. Dicho deotro modo, la religin se subjetiviza y la certeza religiosa resulta ms difcilde alcanzar.

    En uno de mis libros he descrito este proceso como el imperativohertico (del griego haiereses, que significa, precisamente, eleccin).Este proceso tiene lugar no slo en grupos religiosos liberales o progre-sistas, sino que adems ocurre en los grupos ms activamente conserva-dores, pues en ellos tambin los individuos han elegido ser activamenteconservadores. En otras palabras, existe un mundo de diferencia entre lareligin tradicional y la neo-tradicional. Psicolgicamente, la primera puedeser muy relajada y tolerante; la segunda es necesariamente tensa y tiene almenos una inclinacin hacia la intolerancia.

    Huelga decir que estos desarrollos y sus consecuencias conductua-les no son privativos de la religin, afectan a todas las definiciones cogniti-vas y normativas de la realidad. Desde hace mucho tiempo he sostenidoque la modernidad conduce a un profundo cambio en la condicin humana,del destino a la eleccin. La religin participa de este cambio. As como lamodernidad conduce inevitablemente a una mayor individuacin, la religinmoderna se caracteriza por individuos que reflexionan sobre los mediosreligiosos que se les ofrecen, y adems los modifican, los seleccionan y losescogen. La sociloga francesa Danile Hervieu-Lger ha denominado estefenmeno bricollage (palabra que podra traducirse libremente como ar-mado, como cuando ensamblamos las piezas en un juego de lego); sucolega estadounidense Robert Wuthnow emplea el trmino religin depatchwork. Los norteamericanos han creado una expresin extraordinaria-mente apropiada para definir esta circunstancia: preferencia religiosa, lacual evidentemente procede del mundo del consumo, y da a entender que elindividuo ha resuelto adoptar esta particular identidad religiosa y que en elfuturo podra tomar una decisin distinta.

    Si aunamos las dimensiones institucional y subjetiva del pluralismopodemos llegar a una proposicin de amplio alcance: en condiciones depluralismo todas las instituciones religiosas, tarde o temprano y qui-ranlo o no, se transforman en asociaciones voluntarias.

    Max Weber y Ernst Troeltsch analizaron clsicamente dos formassociales prototpicas de religin: la iglesia, dentro de la cual nacemos, y la

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    secta, a la que decidimos unirnos. Richard Niebuhr sugiere que la religinestadounidense invent un tercer tipo, la denominacin, que l definecomo una iglesia que reconoce el derecho de otras iglesias a existir, ya seade hecho o de derecho. Podramos afirmar, entonces, que en el curso de lahistoria religiosa norteamericana todos los grupos religiosos se han deno-minacionalizado. Incluso el judasmo, pese a la fusin de identidad reli-giosa y tnica que lo caracteriza, se dividi en por lo menos tresdenominaciones en los Estados Unidos (y, dependiendo de cmo conte-mos, en varias ms). Ahora bien, el proceso de denominacionalizacin yano est limitado a los Estados Unidos. A medida que el pluralismo se propa-ga por el mundo, todos los grupos religiosos se convierten de hecho enasociaciones voluntarias, incluso si es preciso forzarlas a adoptar esta for-ma social pese a sus protestas. No resulta sorprendente que algunas deellas perciban el pluralismo como una amenaza letal y movilicen todos losrecursos disponibles para oponerle resistencia.

    De las consideraciones anteriores se desprende una sencilla conclu-sin: la capacidad de una institucin religiosa para adaptarse a un ambientepluralista estar estrechamente ligada a su capacidad para adoptar la formasocial de una asociacin voluntaria, lo cual por cierto depender en granmedida de su historia pasada. Siguiendo esta interpretacin, entonces elprotestantismo posee sin duda lo que podra denominarse una ventaja com-parativa sobre otras tradiciones religiosas (cristianas o no). Las reformascalvinista y luterana, por su nfasis en la conciencia del individuo, tienenuna afinidad a priori con la individuacin moderna y por tanto con la din-mica pluralista. Sin embargo, no todos los grupos protestantes han tenido lamisma capacidad de organizarse como organizaciones voluntarias.

    No hace mucho David Martin ha sugerido que durante la historiapost-medieval del cristianismo occidental se desarrollaron tres tipos de rela-ciones entre religin y sociedad (el caso de la ortodoxia oriental es distinto).Al primer tipo lo denomina la contrarreforma barroca, que procuraba man-tener o restablecer una unidad armoniosa entre Iglesia, Estado y sociedad.Floreci durante el antiguo rgimen de la Europa catlica, y tras la Revolu-cin Francesa se convirti en la repblica, entendida como una suerte deiglesia secular (laica). Tanto en su versin laica como en la secular, estetipo de relacin tiene grandes conflictos con el pluralismo. Al segundo tipolo denomina absolutismo ilustrado, caracterstico de la Europa septentrio-nal luterana y del establishment anglicano. ste se volvi cada vez mstolerante frente a la diversidad pluralista y a la postre mud en el Estadobenefactor noreuropeo. Y en tercer lugar est lo que Martin denomina sutil-mente eje burgus Amsterdam-Londres-Boston, que puede ser considera-

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    do la matriz del pluralismo religioso. Aun as, una vez ms no todos los trespuntos de este eje han sido igualmente receptivos a la asociacin volunta-ria. El pluralismo holands floreci bajo un rgimen clebre por su toleran-cia, pero sus diversos grupos religiosos (calvinistas, arminianos*, catlicos)se transformaron ms bien en estructuras rgidamente solidificadas comopilares (verzuiling) de una institucionalidad poltica global. En Inglaterrahubo un florecimiento ms amplio de diversos grupos religiosos el exten-so espectro de los as llamados disidentes, pero, como ya lo indica sunombre, ocurri bajo la sombra de la Iglesia estatal Anglicana. Fue en lascolonias anglfonas del territorio que pas a ser los Estados Unidos dondeese pluralismo religioso alcanz su versin ms desatada y exuberante, dan-do origen a la denominacin como la asociacin voluntaria religiosa porexcelencia. Naturalmente, la sociedad estadounidense ha estado desde en-tonces a la vanguardia del pluralismo religioso y secular.

    El protestantismo mantiene en la actualidad su ventaja comparativa.El sorprendente xito multinacional del pentecostalismo y de otras formasde protestantismo popular puede explicarse en no poca medida por unacapacidad distintiva para funcionar como asociaciones voluntarias. Pero noes indispensable que un grupo religioso sea protestante para lograr reorga-nizarse denominacionalmente, incluso si, por as decirlo, de verdad sirve serprotestante. Ya he mencionado el catolicismo post-Vaticano II y el judasmoestadounidense como casos ilustrativos. Otros casos pueden encontrarseen mbitos alejados del mundo judeocristiano. El rpido ascenso del budis-mo y de otros movimientos religiosos en Japn desde la dcada de 1950 (unautor denomin a este fenmeno la hora punta de los dioses) ha sido engran parte obra de organizaciones voluntarias laicas. El hinduismo ha gene-rado organizaciones similares desde los movimientos reformistas del sigloXIX. Las organizaciones musulmanas ms grandes del mundo, Nadhatul-Ulama y Muhamadiya en Indonesia, son asimismo movimientos voluntarioslaicos, y existen organizaciones anlogas en otros pases islmicos.

    Me he referido ya al imperativo hertico. Tal vez podramos usarotro concepto: el imperativo voluntario. ste se impone dondequiera queel pluralismo religioso llegue a predominar. Los observadores catlicos hanacuado el trmino protestantizacin para referirse, a menudo peyorativa-mente, a cambios recientes ocurridos en su Iglesia. Si lo despojamos de esetrasfondo despectivo obtenemos un trmino bastante adecuado. A vecesdescribe cambios doctrinales, la mayora de los cuales no corresponde ana-lizar en este trabajo. Pero este trmino resulta el ms apropiado para descri-bir cambios sociales al interior de la Iglesia, a saber, el papel de un laicado

    * Seguidores de Arminio. (N. Del T.)

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    cada vez ms asertivo, la transformacin de la Iglesia en una denominacinde hecho, y un cambio doctrinal que es indudablemente aplicable al presen-te contexto: el apuntalamiento teolgico de la norma de la libertad religiosa.Parece notable que las dos personas ms influyentes en la ratificacin deesta norma por el Concilio Vaticano II provinieran de las dos cunas de lademocracia moderna: Jacques Maritain de Francia, y John Courtney Murrayde los Estados Unidos.

    Los estadounidenses en particular tienden a percibir los fenmenosanteriores como algo inexorable e irreversible: la modernidad genera plura-lismo, el que a su vez origina la asociacin voluntaria, la cual luego funcionacomo una escuela para la democracia. Tarde o temprano, algo similar alconcejo municipal de Nueva Inglaterra se transformar en una norma socialy poltica de carcter universal. Desgraciadamente, la realidad emprica esms complicada. Sin duda, hay presiones a favor de esa trayectoria sociol-gica, pero el resultado de estas presiones no es una conclusin inevitable.Existe la posibilidad de oponer resistencia y, en las circunstancias adecua-das, las presiones pueden ser anuladas y la trayectoria revertida.

    Las iniciativas de resistencia al pluralismo han sido tradicionalmenteincluidas en la categora de fundamentalismo, trmino que me incomoda,pues proviene de un episodio particular en la historia del protestantismoestadounidense y resulta complicado aplicarlo a otras tradiciones religiosas(como, por ejemplo, el islamismo). Lo utilizar porque se ha generalizadoenormemente, pero lo definir con mayor precisin: el fundamentalismo escualquier proyecto destinado a restaurar lo dado por sentado en la con-ciencia del individuo, y por tanto, necesariamente, en su entorno socialy/o poltico. Tal proyecto puede adoptar formas religiosas y seculares; lasprimeras son las que nos interesan en este contexto.

    El fundamentalismo religioso puede ser ms o menos ambicioso. Ensu forma ms ambiciosa procura volver a moldear la imagen de toda lasociedad. En la historia reciente la (hasta ahora) ltima versin cristiana deesta postura fue el ideal de los nacionalistas en la guerra civil espaola: elideal de una reconquista catlica de Espaa, rescatndola del secularismosupuestamente anticristiano de la Repblica. Fue el ltimo florecimiento delbarroco contrarreformista, y colaps junto con el rgimen de Franco queintent llevarlo a cabo. Hoy resulta inconcebible que la Iglesia CatlicaRomana vuelva a dar su bendicin a cualquier proyecto comparable. Tam-poco existen iniciativas anlogas en el mundo cristiano. (La nocin actual-mente en boga en crculos progresistas de que la derecha cristianaestadounidense abriga esas intenciones, tiene escaso sustento en los he-chos. Ningn grupo polticamente importante dentro del movimiento evan-

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    glico conservador norteamericano pretende instaurar un rgimen teocrti-co, y el fundamentalismo, tal como lo he definido, cuenta con adherentestanto en la izquierda como en la derecha del espectro poltico estadouniden-se.) De todos modos, los proyectos fundamentalistas abundan en el mundono occidental.

    En Rusia existen agrupaciones bastante grandes que desearan esta-blecer un rgimen donde, una vez ms, se unificaran la Iglesia y el Estado(una versin radical de lo que en el pensamiento poltico ortodoxo se hadenominado sinfona). Grupos influyentes en Israel quisieran dar una nuevaforma a la sociedad de manera que toda su estructura poltica se basara enla ley religiosa, como un Estado halquico. Grupos aun ms influyentes enIndia aspiran a reemplazar su constitucin secular por el Hindutva, concebi-do como un hinduismo coercitivo impuesto a todos los ciudadanos, inclui-da la numerosa minora musulmana. Y lo que es sumamente importante hoyen da, la ideologa islmica procura crear un Estado teocrtico basado en laley islmica, un Estado de la sharia impuesto a toda la sociedad. En suversin ms ambiciosa ste es el sueo yihadista de un califato renovadoque abarque la totalidad del mundo islmico (y, como resulta imaginable,tambin territorios que alguna vez fueron musulmanes, por ejemplo los Bal-canes y Al-Andalus).

    Las posibilidades de xito de esos proyectos varan de un pas aotro, pero es posible formular una condicin necesaria para hacerlos reali-dad: Para convertir a toda una sociedad en una estructura de apoyo (loque yo llamara estructura de plausibilidad), y as lograr un renovadoconsenso que se d por sentado, es preciso establecer un rgimen totalita-rio. Es decir, el Estado teocrtico tendr que ejercer un control absolutosobre todas las instituciones de la sociedad y un aspecto que resultadecisivo sobre todos los canales de interaccin y comunicacin con elmundo exterior. En las condiciones actuales ello es muy difcil, a menos quese desee pagar el precio de un estancamiento econmico catastrfico. Losacontecimientos ocurridos en Irn desde la instauracin del rgimen islmi-co son una clara demostracin de esa dificultad. Sera errneo, sin embargo,concluir que es imposible llevar a cabo cualquier proyecto de totalitarismoreligioso. Un rgimen dispuesto a aplicar una represin continua y despia-dada, e indiferente a la miseria material del pueblo sometido, podra a pesarde todo poner en prctica un proyecto de ese tipo.

    La forma menos ambiciosa de fundamentalismo religioso es la secta-ria. Ella procura restaurar lo dado por sentado en una subcultura bajo sucontrol, mientras que el resto de la sociedad se encuentra, por decirlo as,abandonada a manos del enemigo. Es dentro de esta subcultura donde el

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    individuo puede encontrar el consenso social necesario para la certeza cog-nitiva y normativa. sta, por supuesto, ha sido siempre una caracterstica delas sectas. Aun as, en una sociedad caracterizada por el pluralismo loscontroles sobre la interaccin y la comunicacin con el exterior tienen queser, por cierto, muy rigurosos. La ms leve relajacin de dichos controlespuede abrir una grieta en el dique protector contra la infeccin pluralista, yluego penetrarn definiciones alternativas de la realidad hasta inundar elinterior, y la capacidad de dar las cosas por sentadas, que se mantieneprecariamente, puede derrumbarse de la noche a la maana. Por tanto, losnaturalizados de la subcultura deben limitar a un mnimo el contacto con losforasteros, evitar toda conversacin innecesaria, e igualmente evitar todomedio de comunicacin proveniente del mundo pluralista del exterior. Enotras palabras, lo que se debe establecer y mantener es una suerte de mini-totalitarismo.

    El proyecto sectario no est, pues, exento de sus propios gravesinconvenientes, pero ellos son menos onerosos que los afrontados por unproyecto de reconquista. Existe una buena cantidad de casos exitosos endistintas tradiciones religiosas. La condicin ideal para que un grupo funda-mentalista logre sus objetivos es que posea un territorio, por pequeo quesea, bajo su control. Puede ser una comunidad aislada (como el recinto delos davidianos en Waco, Texas), una comunidad urbana demarcada (comolas comunidades ultraortodoxas en Brooklyn, o Mea Shearim en Jerusaln),un centro monstico o cuasi-monstico (existen, por cierto, muchos de ellosen la rbita cristiana), o una base geogrfica aun ms amplia (como las reasdel norte de Nigeria bajo control islmico). Pero las subculturas sectariastambin pueden operar sin un emplazamiento territorial siempre que se man-tengan rigurosamente los controles sobre la interaccin y la comunicacin.Existen numerosos ejemplos de esta situacin en toda tradicin religiosaimportante.

    Tanto el totalitarismo que abarca toda la sociedad como el minitotali-tarismo sectario constituyen proyectos difciles de aplicar en las condicio-nes actuales. El segundo tiene mejores perspectivas en cuanto a su posiblexito. El totalitarismo de reconquista es incompatible con el pluralismo, enrigor debe oponerse implacablemente a l. El minitotalitarismo, por su parte,es incompatible con el pluralismo, pero slo en la medida en que acepta elpredominio pluralista en sectores ms amplios de la sociedad mientras quesu propia subsociedad se mantiene intacta.

    He intentado describir lo mejor posible la globalizacin del pluralis-mo y sus consecuencias para la religin. La descripcin en s no emite un

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    juicio en cuanto a si esta realidad emprica es algo positivo o negativo.Nuestros valores religiosos, polticos, o ambos, debern ser consideradosen cualquiera de esos juicios. Aunque brevemente, confesar mi postura aeste respecto: soy un luterano teolgicamente liberal, y como tal no slo nome siento amenazado por el pluralismo religioso sino que lo acojo con bene-plcito. El pluralismo debilita lo dado por sentado en materias de fe. En esacaracterstica, el pluralismo contemporneo se asemeja notablemente a lasituacin religiosa que imperaba en el helenismo tardo, poca en que apare-ci el cristianismo. No veo por qu deberamos deplorar una situacin comoaquella en que el apstol Pablo llev a cabo su actividad misionera. Filosfi-camente, no comprendo por qu una fe que es escogida voluntariamentedebiera ser inferior a una fe (si puede llamrsela as) que se da por sentadocomo damos por sentado nuestra aptitud musical, nuestro color de pelo onuestra propensin a la fiebre del heno. De hecho yo propondra lo con-trario.

    Una evaluacin poltica deber seguir una lgica algo distinta. Pararevelar una vez ms mis pensamientos, tengo (por razones empricas queson, a mi juicio, muy poderosas) una marcada inclinacin normativa en fa-vor de la democracia liberal (sin abrigar ilusiones utpicas respecto a ella,debera aadir). De lo que se trata, entonces, es de determinar en qu gradose relacionan diversas tradiciones religiosas no slo con el pluralismo sinoadems con la democracia liberal. (Ambas no estn necesariamente ligadas.La diversidad religiosa puede ser aceptada bajo regmenes autoritarios; con-sidrense, por ejemplo, las polticas tolerantes aplicadas por gobernantescomo Jos II de Austria y Federico el Grande de Prusia, o por el ImperioOtomano en sus das de apogeo. De igual modo, regmenes establecidosdemocrticamente pueden rpidamente volverse iliberales, tanto en el planoreligioso como en todos los dems mbitos.)

    Es importante notar que la orientacin poltica de una tradicin reli-giosa no se mantiene necesariamente invariable a lo largo del tiempo. Elcaso del catolicismo romano es muy ilustrativo a este respecto. En el cursode poco ms de un siglo la Iglesia Catlica Romana pas de una postura deintensa hostilidad hacia la democracia liberal a una actitud de apoyo a lamisma por motivos teolgicos, y en consecuencia a la adopcin de iniciati-vas polticas que tuvieron importancia estratgica en procesos de transicina la democracia en Latinoamrica, Europa meridional y central y Filipinas. Ami parecer no existe ninguna tradicin religiosa importante que sea intrnse-camente incapaz de experimentar un cambio similar.

    Con todo, nuevamente parecera que el protestantismo posee unaventaja comparativa en este aspecto, principalmente aquellos grupos pro-

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    testantes derivados del eje burgus Amsterdam-Londres-Boston. Y,como ya lo he sostenido, esta afinidad con el pluralismo y la democracia notiene que ver fundamentalmente con la doctrina protestante, sino que msbien es el resultado de la tendencia protestante a organizarse en forma deasociacin voluntaria. Por tanto, pienso que Martin tiene razn al conside-rar la explosin global de protestantismo popular como un fenmeno favo-rable para la democracia (y no, de manera coincidente, para el desarrollo deuna economa de mercado). No puede afirmarse lo mismo acerca del resurgi-miento islmico que ha tenido lugar en la actualidad. Se ha dicho que lo quese requiere es un Lutero islmico, afirmacin que probablemente constituyeuna metfora engaosa. Desde el punto de vista de un fundamento teolgi-co para la democracia, lo que se necesita es ms bien un John CourtneyMurray islmico. Existen candidatos potenciales para desempear esa fun-cin (aunque ninguno, que yo sepa, con la estatura moral de Murray) enIndonesia, en Turqua, en la dispora musulmana en pases occidentales, eincluso en el mundo rabe y en Irn.

    Toda persona religiosa tendr a veces conflictos con un rgimendemocrtico cuando su legislacin viola normas religiosas profundamentearraigadas. La oposicin de cristianos y judos conservadores a leyes quefavorecen el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo puedeservir como una oportuna ilustracin. Me parece que la democracia liberales ms difcil de aceptar para tradiciones que contienen una ley sagrada queregula todos los aspectos de la vida social. Los debates en Israel en torno ala relacin de la halaka con la ley estatal, y los notablemente similaresdebates en el mundo islmico sobre la condicin de la sharia en la sociedadpoltica, ilustran muy claramente esta dificultad. Resulta an ms importantesaber que en ambos casos se han realizado intentos muy sinceros pararesolver este problema de una manera que sea compatible con la democracialiberal.

    No existen escenarios inevitables en la historia. Teniendo en cuentamis propios valores religiosos y polticos, creo que el pluralismo global espositivo para la religin y para la democracia. Me causa alivio el anlisissociolgico que revela las dificultades que afronta todo proyecto totalitario,ya sea que tenga un carcter ms o menos ambicioso. Con el debido respetopor las diversas posibilidades catastrficas, estimo que hay fundamentospara abrigar un moderado optimismo.

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