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    Custodio de la ortodoxia

    católica

    POR MICHAEL FRY,

    en © Selecciones del Reader´s Digest, México,

    Octubre de 1987, p.105-110

    FOTO G IANSANT I/SYGMA

    Desde su oficina en el Vaticano, uncardenal lucha por conservar la integridad

    de la fe católica, y al hacerlo suscita

    controversias.

    En el año de 1985, el Vaticano le impuso un año

    de silencio a Leonardo Boff, monje brasileño y

     profesor de teología que atacó a la jerarquía de la

    Iglesia Católica y exhortó al clero a luchar por los

     pobres: era la "teología de la liberación".

    En 1986, el reverendo Charles Curran, sacerdote

    norteamericano, fue descalificado para impartir la

    teología católica por haber afirmado que no se

    deberían considerar siempre pecaminosos eldivorcio, el aborto, las relaciones sexuales antes

    del matrimonio y la homosexualidad. Después,ese mismo año, Roma desaprobó al padre Edward

    Schillebeeckx, profesor holandés, por sugerir que

    la creciente escasez de sacerdotes católicos se

     podría resolver si en las comunidades donde

    hacían falta se elegía a un lego para celebrar la

    Misa.

    Estas son sólo las más comentadas de una serie de

    censuras que ha hecho el Vaticano en los últimosaños. El hombre que está detrás de ellas es Joseph

    Ratzinger, cardenal alemán de cabellos blancos y

    mejillas sonrosadas, a quien el papa Juan Pablo II

    instaló a su lado en 1981 para que le ayudara a

    custodiar la pureza de la fe. Desde entonces, el

    cardenal Ratzinger se ha elevado como la segunda

    figura de la Iglesia, y como el centro de una

    acalorada controversia.

    Sus veredictos de censura han merecido una

     buena acogida por parte de quienes consideranque la Iglesia es demasiado cautelosa al levantar

    la voz contra peligrosas desviaciones de la

    ortodoxia. Sin embargo, también han alarmado a

    los católicos liberales, quienes temen que este

    cardenal haya sido comisionado para restaurar una

    conformidad dogmática sin concesiones al cambio

    social. A esos críticos, Ratzinger les replica con

    severidad: "Todo el mundo tiene el derecho a

    formarse una opinión y expresarla libremente,

     pero no el de afirmar que tal opinión refleja las

    enseñanzas de la Iglesia Católica. La Iglesia debedefender su identidad y protegerla".

    Su título completo es Prefecto de la Sagrada

    Congregación para la Doctrina de la Fe. Así pues,

    es la cabeza de ese antiguo organismo del

    Vaticano que fue conocido durante siglos como el

    Santo Oficio de la Inquisición. La tarea de esta

    institución es evitar que clérigos y legos se

    desvíen de las enseñanzas de la Iglesia. En pocas

     palabras, Ratzinger es "el policía del Papa".

    La misión del cardenal es gigantesca. Con sólo 30

    colaboradores atareadísimos, la Congregación

    debe mantenerse al corriente de lo que se piensa

    en los seminarios y universidades católicas de

    todo el mundo, y también entre los cientos de

    miles de sacerdotes que sirven a los fieles. A pesar

    de su vasta red de vigilancia ( recibe con

    regularidad informes de obispos, y consulta a

    otros católicos prominentes, laicos y religiosos) ,

     poco puede hacer, además de considerar los casosmás evidentes de disensión lo cual tiende a poner

    a la Congregación en conflicto con los miembros

    más independientes de la grey, a quienes debe

    indicar el límite entre la investigación religiosa y

    la erosión de la doctrina católica.

    Todo ello constituye una responsabilidad ardua y

    a menudo impopular, sobre todo para alguien

    como el cardenal Ratzinger, que siempre ha

     preferido la discusión cortés a la confrontación

     pública. Según observa: "A los teólogos lesresulta difícil salir de sus torres de marfil para

    entablar un diálogo al nivel del público, en píe de

    igualdad. Considero que debemos buscar métodos

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    nuevos y no convencionales para hacernos

    entender".

    Tales esfuerzos por establecer una mejor

    comunicación deben someterse a un programa

    sumamente estricto. Por lo general, Ratzinger se

    levanta a las 6 de la mañana, y lo primero que

    hace es ir a Misa. Aproximadamente a las 8:30, yacon la sotana puesta o con un sencillo traje negro,

    sale de su departamento y se va a pie a su

    despacho en el Vaticano. Los lunes se reúne con

    obispos y otros dignatarios de la Iglesia, y los

    miércoles con los 12 cardenales que integran la

    Congregación, para debatir sobre los dogmas la

    moralidad o la disciplina. Los viernes se entrevista

    en privado con el Papa, quizá para discutir los

    espinosos puntos de un documento doctrinario o

     para examinar casos de presbíteros que han

    solicitado abandonar el sacerdocio. Y además detodo eso, debe atender la copiosa correspondencia

    de obispos, clérigos y miembros ordinarios de la

    Iglesia, que tal vez busquen la guía de la

    Congregación para resolver problemas personales,

    como la anulación de un matrimonio.

    Joseph Ratzinger comenzó a dedicarse al estudio

    y al trabajo a temprana edad. Nació el 16 de abril

    de 1927, en el seno de una familia profundamente

    religiosa; sus padres fueron un policía bávaro y la

    hija de un panadero. Muy joven aún, decidió

    convertirse en sacerdote.

    Después de terminar sus estudios en la

    Universidad de Munich y en el Seminario de la

    cercana Freising, se ordenó en 1951.

    Prestó servicio durante un año como cura párroco,

     pero su inteligencia y sus hábitos de estudio lo

    señalaron claramente para una carrera académica.

    Mientras redactaba su tesis doctoral, regresó a darclases en Freising. A la edad inusitadamente

    temprana de 32 años fue nombrado profesor de

    teología en la Universidad de Bonn, y luego tuvo

    a su cargo cátedras en Münster, Tubinga y

    Ratisbona. Pronto, la gran cantidad de libros y

    ensayos que escribió hizo de él una luminaria de

    la teología alemana progresista. Gracias a ello

    desempeñó un papel influyente en los debates

    sobre la modernización de la Iglesia que presidió

    el papa Juan XXIII en 1959, con miras a convocar

    al Concilio Vaticano II.

    El Concilio representó un trabajo tremendo. De

    1962 a 1965, cerca de 2500 obispos y superiores

    de órdenes religiosas, con el auxilio de 460

    expertos, trabajaron arduamente para lograr que la

    enseñanza cristiana de casi 2000 años resultara

    comprensible y aceptable en un mundo sujeto a

    rápidos cambios. El Concilio sacó a la luz el

     profundo temor de que la Iglesia se hubiera vuelto

    demasiado remota, centralizada y dictatorial. Uno

    de sus momentos más dramáticos fue aquel en queJoseph Frings, cardenal de Colonia, lanzó a

    nombre de todos los obispos alemanes un

    devastador ataque contra las crueles y anticuadas

     prácticas del Santo Oficio. Poco después, esta

    institución se reformó verdaderamente y recibió

    su nombre actual. No hay duda de que aquel fue

    un momento de callado triunfo para el principal

    asesor del cardenal Frings, un profesor joven y

    vivaz llamado Joseph Ratzinger.

    La mayoría de los obispos quedaron convencidosde haber hecho un trabajo estupendo en el

    Concilio, y los católicos laicos estaban

    entusiasmados. Sin embargo, a los pocos años

    empezó a parecer que las cosas iban muy mal.

    Lejos de renovarse, la fe en las enseñanzas

    católicas se disipaba cada vez más. Disminuyó la

    asistencia a los templos, y la moralidad decayó.

    Entre los sacerdotes surgieron frecuentes

    rebeliones contra Roma, mientras el número de

    vocaciones sacerdotales disminuía sensiblemente.

    "Tengo la sensación de que el humo de Satán ha

     penetrado por alguna grieta en el templo de Dios",

    comentó, desanimado Paulo VI, el sucesor de

    Juan XXIII.

    También Ratzinger comenzaba a tener sus dudas,

    las cuales se agudizaron con la agitación que se

    registró en las universidades alemanas a fines de

    los años sesenta. "De pronto empezó a resultarnos

    muy difícil ponernos de acuerdo", recuerda el

     prelado. "La atmósfera se volvió ideológica,hostil, detestable. La universidad se trasformó en

    un caldero hirviente. Algunas experiencias con la

    izquierda estudiantil, sobre todo con jóvenes que

    realmente estudiaban la teología católica, me

    hicieron ver que las cosas que habíamos deseado

    estaban convirtiéndose en su opuesto".

    Más ilusiones se perdieron después de que

    Ratzinger llegó a ser arzobispo de Munich, en

    1977. Los bávaros siempre habían permanecido

    fieles a sus tradiciones, pero en aquellosmomentos la suya se había convertido también en

    una sociedad de costumbres relajadas. En junio de

    1980 tuvo lugar en la Universidad de Munich un

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    suceso particularmente penoso. El arzobispo

    intentó dictar allí una conferencia, poco después

    de haber apoyado en público la posición de la

    Iglesia contra el teólogo suizo Hans Küng, a quien

    se le había prohibido que impartiera la doctrina

    católica por haber puesto en tela de juicio algunas

    de sus creencias básicas. Desde el momento en

    que Ratzinger se levantó para hablar, loabuchearon; al cabo, mientras el gentío cantaba

    lemas burlones, tuvo que salir y continuar la

    conferencia en una iglesia cercana.

    Pero aquello no lo amilanó. Un año después,

    cuando ya era cardenal, se enfrentó

    inesperadamente a Hans Bischlager, jesuita

    alemán que para celebrar una misa al aire libre por

    la paz, se puso ropa de arpillera en vez de las

    vestiduras sacerdotales. Ratzinger lo reprendió por

    aprovechar la Eucaristía como un medio paraalcanzar fines políticos, y le exigió una disculpa.

    Bischlager se negó a darla, y al poco tiempo

    abandonó el sacerdocio.

    Para entonces Ratzinger .consideraba que estaba

    completamente justificada una tendencia más

    conservadora. Aunque las posturas que había

    apoyado en el Concilio permanecían básicamente

    inalteradas, el contexto había cambiado. Según

    declaró: "Se había demostrado que, al adaptarse al

    mundo, la Iglesia no se ganaba a la gente, y sólo

    se perjudicaba".

    En 1980, cuando quedó vacante el puesto de

    Prefecto de la Congregación, Ratzinger era el

    candidato más indicado para ocuparlo. El Papa

    [Juan Pablo II], mientras recorría el mundo para

    fortalecer la fe entre los creyentes, necesitaba

    contar en Roma con un hombre que ejerciera un

    firme control sobre la doctrina de la Iglesia; con

    una autoridad en la materia que pudiera discutircon otros teólogos en sus propios términos.

    Ratzinger llenaba estos requisitos a la perfección:

    era uno de los más reputados expertos en doctrina

    católica, y proclamaba abiertamente su oposición

    a las versiones liberales; aceptó el cargo, y hoy día

    se le reconoce como uno de los pocos hombres

    verdaderamente cercanos al Papa.

    ¿Dónde se siente su influencia en la Iglesia?

    Primero, Ratzinger ha logrado manifestar los

    crecientes temores, que comparten aun ciertos progresistas, respecto de la dirección que estaba

    tomando la Iglesia a resultas del Concilio. En

    segundo lugar, ha comenzado a atacar lo que

    considera las causas fundamentales del problema.

    Culpa francamente a quienes están demasiado

    dispuestos a presentar las enseñanzas de la Iglesia

    en términos relevantes sólo para las tendencias

    actuales, y que se muestran muy tolerantes ante la

    moralidad relajada. Esto, por ejemplo, es lo que él

    ve detrás de la extendida creencia de que el

    hombre no es pecador por naturaleza, sino por lascondiciones políticas y económicas en que vive; o

    detrás de la pretensión de que los. sacerdotes

    corrijan esas condiciones y actúen casi como

    trabajadores sociales, en lugar de religiosos.

    Para superar los graves problemas que afronta la

    Iglesia, explica Ratzinger, "es preciso volver a

    empezar, regresando a la esencia de las

    resoluciones del Concilio Vaticano II". En su

    opinión, esto significa olvidar la idea de que la

    Iglesia es una alternativa para la acción social o política. Aunque reconoce que los católicos

    tienen derecho a combatir la injusticia por

    métodos moralmente aceptables, sostiene que la

    Iglesia no debe apartarse de su condición de

    institución divina, cuyo propósito primordial es

    redimir al mundo del pecado. Por extensión, esto

    significa que se rechazarán todas las sugerencias

    de que la Iglesia modifique sus antiguos preceptos

    morales. En efecto, Ratzinger hace hincapié en los

     principios que él considera que han sostenido a la

    Iglesia en el pasado, como aquel según el cual el

    matrimonio es la unión permanente de un hombre

    y una mujer, el de la indisolubilidad de los votos

    sacerdotales, el valor de la belleza y el misterio en

    los actos de culto religioso público.

    Entre las declaraciones recientes de la

    Congregación, la más controvertida y de mayor

    alcance ha sido tal vez la denuncia doctrinal de los

    métodos de procreación, los cuales se han

    divulgado rápidamente. El documento, queRatzinger publicó en marzo del presente año

    (1987), exhorta a los gobiernos a que controlen

    estrictamente la transmisión artificial de la vida y

     prohíban prácticas médicas tales como la

    fertilización in vitro  ( "bebés de probeta" ), la

    maternidad vicaria y la experimentación con

    embriones vivos. Aunque seguirán discutiéndose

    acaloradamente las espinosas cuestiones morales

    relacionadas con estos temas, la declaración, que

    es definitivamente conservadora, no deja a los

    católicos la menor duda de lo que la Iglesia esperade ellos.

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    Sería erróneo suponer que los asertos de Ratzinger

    afectan sólo al catolicismo. Con los 850 millones

    de fieles con que cuenta en el mundo, la Iglesia

     posee una gran fuerza moral, y puede ejercer una

    influencia decisiva más allá del púlpito, como

    ocurrió en Filipinas cuando el clero se unió a las

    fuerzas que derrocaron al presidente Marcos.

    También en América Latina el poder eclesiástico

    está en posibilidades de influir decisivamente en

    el equilibrio entre la libertad y la tiranía.

    Ratzinger ha tomado la iniciativa en lo que toca a

    definir la actitud de la Iglesia ante los

    acontecimientos de dicha región del mundo, en la

    cual, para el año 2000, vivirán casi la mitad de los

    feligreses católicos, y que padece algunos de los

     problemas sociales más graves de la Tierra. Si los

    católicos ayudan a resolverlos y mantienen la

    fidelidad de los fieles del continente, habrándemostrado que aún pueden dar un mensaje de

    esperanza. A esto se debe la preocupación de

    Ratzinger de conservar puro este mensaje, y su

    inquietud ante la posibilidad de que la teología de

    la liberación lo corrompa al dar a entender que la

    acción política, aunque implique violencia,

    constituye un atajo hacia una vida mejor.

    Con la colaboración de Ratzinger en favor de la

    Iglesia, el Papa Juan Pablo II seguirá firme a la

    cabeza, dejando un margen escaso o nulo para

    disensiones por parte de los religiosos en torno a

    cuestiones fundamentales. La meta del teólogo

    alemán es ver que el catolicismo sobreviva como

    una tercera potencia mundial y continúe

    rechazando al marxismo, sin aceptar el

    materialismo y la decadencia moral de Occidente.

    Si este plan da resultado, Joseph Ratzinger dejará

    un legado perdurable a la Iglesia y al mundo

    entero.

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    El 19 de Abril de 2005, el Cardenal Ratzinger fue

    elegido Papa y tomó el nombre de Benedicto XVI.

    Viernes 16-Junio-2006, textos escaneados enCanon CanoScan Lide 20, con OmniPage

    Professional 15, editado, corregido y ampliado en

    Word 2002 por Jairo A. Becerra T.