Razas puras y el cerebro de Einstein - Revista de la ... · humanas? ¿La inteligencia...

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SENDEROS I CAPILARIDADES Razas puras y el cerebro de Einstein Carlos Chimal * La tabla de la naturaleza humana nunca fue rasa. Anónimo florentino ¿Hay una base ciendfica que justifique el racismo? Más allá de distinciones bio- lógicas superficiales, que duranre siglos han determinado la existencia de las ra- zas y de las inrrincadas herencias cultu- rales que justifican la recurrente necesidad de supremacía y perfeccionamiento ra- cial, ¿en realidad existen las subespecies humanas? ¿La inteligencia está distribuida por razas? ¿Podemos reconstruir el árbol torcido de la humanidad? Las diferencias que impresionaron a nuestros antepasados y continúan inquie- tándonos, como el color de la piel, la for- ma de los ojos, la clase de cabello, la forma del rostro y el tipo de nariz, si bien tienen una componente genética más o menos importante, son en realidad una respuesta somática frente al medio. El tamaño y la forma de nuestros cuerpos, por ejemplo, son complejas y dilatadas adaptaciones a la temperatura y humedad reinantes. En climas calurosos y muy húmedos repre- senta mayores ventajas ser pequefio en términos evolutivos, pues un cuerpo de baja estatura consume menos energía y produce menos calor; un cabello en- crespado retiene el sudor más tiempo y refresca. En climas m uy fríos la cabeza tiende a ser redonda, lo cual aumenta el volumen del cuerpo, como sucede con los mongoles de Siberia, cuya nariz es pequeña para evitar al máximo su coo- * Novelista y ensayista científico ge1arniemo. Lo mismo sucede con las ventanas nasales: son diminutas con el fin de calentar el aire que pasa a los pulmones. Todas estas características. que tanto influyen en nuestra idea de raza, son accidentes relativamente recientes, in- distinguibles mientras los primeros seres humanos permanecieron en .África. Nuestro último antepasado común con los chimpancés se separó hace unos cinco millones de años y el primer homínido habilidoso (Homo habilis) apareció hace aproximadamente 2.5 millones de años, todo en el continen- te africano. Una vez que la diáspora dio comienzo y los grupos crecieron en número, saliendo de Africa hacia Oriente medio y expandiéndose por los otros continentes hace cien mil afias (aunque se cree que las primeras incur- siones fracasaron), las posibilidades de adaptación tanto biológica como cultural se multiplicaron en forma exponencial. Podría decirse que cada grupo étnico ha sido programado a lo largo del tiempo por la ingeniería genética de la naturaleza, de acuerdo con el medio en que se estableció. Una vez ahí, los sinuosos caminos de la transmisión cultural y su "niebla de pruebas imperfectas" han creado una red tan compleja que Charles Darwin llegó a pensar si las diferencias raciales no serían el mero resultado de los gus- toS particulares de cada individuo. Él mismo introdujo la selección sexual como un segundo factor esencial. ade- más del clima, lo cual moldeó lo que hoy reconocemos como las tres gran- des razas de la humanidad: caucasoides, negroides y mongoloides. El Proyecto del Genoma Humano ha demostrado que, en efecto, los rasgos fenotípicos mantienen una relación estructural y emergente con la infor- mación del genotipo codificada en nuestros cromosomas. pero que, en esencia, somos iguales. Las notables diferencias entre los chinos del norte y los del sur, la sorpresiva cercanía ge- nética entre vascos e irlandeses, así como entre la tribu lemba del noreste de Sudáfrica y los judíos de Oriente me- dio, están comenzando a ser explica- das conforme se conocen mejor los mecanismos de la deriva génica, es de- cir, la distancia genética o frecuencia de las diferentes formas que adquieren los genes (llamadas alelos) de una po- blación respecto a otras a lo largo de los siglos, diferencias causadas por un movimiento migratorio continental o por la aparición de una barrera geo- gráfica. Entre más alelos presenta un gen, más posibilidades tienen estos arqueólogos del ADN de utilizarlo para dilucidar la evolución humana. Durante los últimos diez afias, disci- plinas tan dispares como la arqueología, la genética molecular y la lingüística han ayudado a completar una primera relectura de eSte tema en alrededor de cien mil polimorfismos estudiados UNIVERSIDAD DE MÉXICO· Febrero 2003/139

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SENDEROS ICAPILARIDADES

Razas puras y el cerebro de Einstein

Carlos Chimal*

La tabla de la naturalezahumana nunca fue rasa.

Anónimo florentino

¿Hay una base ciendfica que justifique elracismo? Más allá de distinciones bio­lógicas superficiales, que duranre sigloshan determinado la existencia de las ra­zas y de las inrrincadas herencias cultu­rales que justifican la recurrente necesidadde supremacía y perfeccionamiento ra­cial, ¿en realidad existen las subespecieshumanas? ¿La inteligencia está distribuidapor razas? ¿Podemos reconstruir el árboltorcido de la humanidad?

Las diferencias que impresionaron anuestros antepasados ycontinúan inquie­tándonos, como el color de la piel, la for­ma de los ojos, la clase de cabello, la formadel rostro y el tipo de nariz, si bien tienenuna componente genética más o menosimportante, son en realidad una respuestasomática frente al medio. El tamaño y laforma de nuestros cuerpos, por ejemplo,son complejas y dilatadas adaptaciones ala temperatura y humedad reinantes. Enclimas calurosos y muy húmedos repre­senta mayores ventajas ser pequefio entérminos evolutivos, pues un cuerpo debaja estatura consume menos energía yproduce menos calor; un cabello en­crespado retiene el sudor más tiempoy refresca. En climas m uy fríos la cabezatiende a ser redonda, lo cual aumentael volumen del cuerpo, como sucede conlos mongoles de Siberia, cuya nariz espequeña para evitar al máximo su coo-

* Novelista y ensayista científico

ge1arniemo. Lo mismo sucede con lasventanas nasales: son diminutas conel fin de calentar el aire que pasa alos pulmones.

Todas estas características. que tantoinfluyen en nuestra idea de raza, sonaccidentes relativamente recientes, in­distinguibles mientras los primerosseres humanos permanecieron en .África.Nuestro último antepasado común conlos chimpancés se separó hace unoscinco millones de años y el primerhomínido habilidoso (Homo habilis)apareció hace aproximadamente 2.5millones de años, todo en el continen­te africano. Una vez que la diáspora diocomienzo y los grupos crecieron ennúmero, saliendo de Africa haciaOriente medio y expandiéndose porlos otros continentes hace cien mil afias(aunque se cree que las primeras incur­siones fracasaron), las posibilidadesde adaptación tanto biológica comocultural se multiplicaron en formaexponencial. Podría decirse que cadagrupo étnico ha sido programado a lolargo del tiempo por la ingenieríagenética de la naturaleza, de acuerdocon el medio en que se estableció. Unavez ahí, los sinuosos caminos de latransmisión cultural y su "niebla depruebas imperfectas" han creado unared tan compleja que Charles Darwinllegó a pensar si las diferencias racialesno serían el mero resultado de los gus­toS particulares de cada individuo. Élmismo introdujo la selección sexual

como un segundo factor esencial. ade­más del clima, lo cual moldeó lo quehoy reconocemos como las tres gran­des razas de la humanidad: caucasoides,negroides y mongoloides.

El Proyecto del Genoma Humano hademostrado que, en efecto, los rasgosfenotípicos mantienen una relaciónestructural y emergente con la infor­mación del genotipo codificada ennuestros cromosomas. pero que,en esencia, somos iguales. Las notablesdiferencias entre los chinos del norte ylos del sur, la sorpresiva cercanía ge­nética entre vascos e irlandeses, asícomo entre la tribu lemba del noreste deSudáfrica y los judíos de Oriente me­dio, están comenzando a ser explica­das conforme se conocen mejor losmecanismos de la deriva génica, es de­cir, la distancia genética o frecuenciade las diferentes formas que adquierenlos genes (llamadas alelos) de una po­blación respecto a otras a lo largo delos siglos, diferencias causadas por unmovimiento migratorio continental opor la aparición de una barrera geo­gráfica. Entre más alelos presenta ungen, más posibilidades tienen estosarqueólogos del ADN de utilizarlo paradilucidar la evolución humana.

Durante los últimos diez afias, disci­plinas tan dispares como la arqueología,la genética molecular y la lingüística hanayudado a completar una primerarelectura de eSte tema en alrededor decien mil polimorfismos estudiados

UNIVERSIDAD DE MÉXICO· Febrero 2003/139

SENDEROS

sobre cien genes, los cuales se extra­jeron de células del cabello, la sangre yesputo de miles de personas perre­necienres a diferentes poblaciones entodo el mundo, muchas de ellas aisla­das y muy antiguas. Esra renovada lec­tura, con una estrategia matemáticamuy eficaz, basada en el llamado análisisespecrral de matrices y análisis lineal,ha resultado demoledora para las aspi­raciones de certificar el racismo entérminos científicos.

Tanto el color de la piel como la for­ma del cuerpo y la nariz son carac­terísticas plásticas poco confiables paracalcular el tiempo que pasó entre lasdiversas diferenciaciones genéticas, cu­yos traslapes y pétdida de cuantiososdatos hace más ardua la labor de escla­recimiento. Mejores resultados se hanobtenido gracias a refinadas técnicas deingeniería genética. como la reacciónen cadena de la polimerasa. una enzimaque la naruraleza emplea para duplicarel ADN cuando las células se dividen.Entre las más elementales de estas téc­nicas se encuentra el uso de los tipossanguíneos a manera de marcadoresgenéticos, lo cual nos ha mostrado, porejemplo, que la mayoría de los alemanestienen la misma distribución que loshabitantes de Nueva Guinea; algo simi­lar sucede entre estonianos y japoneses.

La historia de la diversidad humana haadquirido un renovado impulso por lasinvestigaciones del italiano Luigi LucaCavalli Sforza, el norable genetistade Stanford, y sus colaboradores. AdiJerencia de los defensores de un racismocienrificisra, el aparato estadístico deCavalli Sforza es sólido y demuestra supoder de predictibilidad al establecercorrelatos consistentes entre el registrofósil, los hallazgos genéticos y su estudiocomparativo con la evolución de laslenguas. Así como los paleontólogos sebasan en el carbono 14 para precisar laedad de fósiles ypiedras, los biólogos mo­leculares estudian el ADN rnitocondrial(ADNm, heredado por la madre a la hija)yel cromosomaY(heredado del padre al

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hijo) para desentrañar la genealogíahumana. La paleogenética que anima lashistorias del Parq'u ¡urdJico <S unadisciplina novedosa, medianre la cual noes posible extraer AD de organismosfosilizados en ámbar ni mucho me­nos crear vida a partir de ellos, pero sí hapermitido estudiar las mirocondrias encélulas de diversos esqueletos fósiles de laEdad de Bronce y de neanderthales, quehasta antes de estas pruebas ~ creíanantepasados directos o al menos muycercanos del ser humano moderno. Noes así. Hay enormes diferencias entre elADNm de uno yOtro, yse estima que nosseparamos hace medio millón de años.

Muchos otros fósiles se han estudiadodesde hace más de siglo y medio.

Mediante estas poderosas t~cnica

[nos dice el científico catalán LuisQuintana Murci. colaborador deCavalli Sforza] entendemo mejor lahistoria de las migracion humany algunos de sus motivos. abem s,por ejemplo, que los europeos descen­dientes de los grupos que Ilegorona este contineme desde rienrc me­dio, trayendo con ellos la agricultura.hace unos 43 mil año, tienen 65 porciento de genes asiáticos y35 por cien-

ro de africanos. Por Otra pane,ro ahora que las tribus queÁfrica hace unos 60 mil años,ron Asia y Europa, y luegoellas ~ movieron hacia Améticael esr=ho de Bering. Lo hicirres oleadas. que conesponlos rres grupos lingü(sticos:dio (que vive en la mayor parle

continente). na-dene (en Alasb.nadá y el suroeste del actualrio de Estados Unidos) y el .(esquimal).

El esludio de la diversidadhumana atempera F.l.ntaslas ylo que la lengua no dice. Lospor ejemplo. hablan un idiomaliar no porque ean upervivienlll1.1 míei", Arlántida ni porqueheredado o curo linajes cocripto-Iemuriano; en realidad 50D

d ndientesdireclo m:lsan'los humanos de ro-Magnon y'u lengua, muy di rinra a la de 101liguos irlondese ,con los que, nocame, mantienen una grangen~ti .. Un esrudio de AONm enlere< v demo tró, por suque u I(nea materna, al igual queirlandes.1s, era la misma que el restO

la especie humana.La base de datOS creada por el

de Cavalli forza abarca la búsqclasificación de archivos bau .y acras de nacimiento, un proconocimienro de la historia, elde docenas de polimorfismosoos y la tendencia a ciet'Cl en,,,,"-­entre las diversas poblaciones,invaluable ayuda de los lingüist2s. •han manrenido bajo rigurosola evolución de las lenguas ysusFamilias y superF.tmilias. Hoyun primer compendio de pruebasreriales sobre las diferencias quedefinen como individuos yque nosllevado a formar grupos, pueblos,Un árbol cuyas ramificaciones mudisraflcias continuas y nunca en .rramos entre ellas UD salro que

terrumpa el flujo genético. Somos partede la misma angustia que se abte pasoentre los huesos, como preveía LuisCernuda.

Asimismo, la evidencia nos dice quela variación entre los individuos esmucho mayor que las diferencias entrelos grupos. Según datos del conocidogenetista de Harvard Richard C. Le­womin, la variación genética entre lasrazas no excede 6.3 por ciento, entrepoblaciones es de'apenas 8.3 por cien­to, mientras que entre individuos deuna misma población aumenta dramá­ticamente a 85.4 por cienro. Al mismoriempo, nos >!erra sobre las pruebas decoef¡cie~'e intelectual (CI) y la disrin­ción de razas. pues, como toda es­tadística mal proyectada. suele sercapciosa y conducir a desastres y des­propósitos. Tal es el caso del incidenteque ruvo el investigador social CharlesMutray con la comunidad cientlfica en1995, acerca de su libro The Bell Curve,escrito junto con el desaparecido sicólo­go Richard J. Hemest,in.

Este grueso volumen cumple con laformalidad cientificista que exigen loscírculos académicos y trara de explicarel éxito de los blancos,'e1 fracaso delos negroides y el desafio de los "asturosasiáticos". En una charla entre el in­vestigadorJavier ÁJvarez Leefmans y elque esto escribe con Henry Jerison,distinguido experto del novedoso cam­po de la arqueoneurologla, profesoremérito del departamento de Siquia­tría y Ciencias de la Conducta en laEscuela de Medicina de ucu. y asesordel Centro de Evolución y Paleon­tologla en el museo de la ciudad de LosÁngeles, le preguntamos si es posibleestablecer correlaciones neurométricas.

-¿Qué tanto pesa la correlaciónentre el tamaño del cerebro y la inteli­gencia?

-Si bien es algo muy real e importan­te enere las especies -nos dijo-. dentrode ellas se vuelve casi insignificante.Durante los últimos 20 años se haestudiado el ramaño del cerebro humano

mediante técnicas de introspecciónno invasiva y se ha intentado correla­cionarlo con el el, pero esta correlaciónes de 0.3 a 0.4, lo cual es muy bajo.Sólo entre cinco y diez por ciento de lainteligencia puede correlacionarse conel tamaño del cerebro.

Foto J. Renau

Aun así, de tanto en tanto vemos re­surgir el frenético interés por las prue­bas eugenésicas del CI. Más allá de suencendido apego al espíriru del francésAlfred Biner, pionero de los tests deinreligencia y que decía que su propósitono era premiar a los niños con talento,sino dedicar una arención especial a losmenos dotados, y dejando de lado eldudoso aparato matemático-estadísticoque lo sustenta, sin embargo, en el librode Murray y Hernestein resuena unaverdad insoslayable: hay diferenciasentre las puntuaciones promedio del CI

de asiáticos, blancos y negros pero noexisten datos provenientes de la deter­minante genética que indiquen si estasdiferencias son heredables. De hecho,tal parece que la heredabilidad del CI nisiquiera forma parre de los hasta ahoraconocidos como "genes de la inteligen-

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cia" directos¡ no importa la raza a la quepertenezcamos, sino que está más ligadaa genes dedicados a resisrir, por ejem­plo, el araque de toxinas O de agentesinfecciosos. En ese caso no se hereda unCI, sino la capacidad para desarrollar unotan elevado como lo permitan las con­diciones sociales y ambientales. Estohace que la línea divisoria entre natura­leza y crianza se borre invariablemente¡los genes pueden crear un apetito,difícilmente una aptitud.

Entonces, ¿cerebros como el del granflsico Albert Einstein y el genial escri­tor Anatole France, que con su estiloirónico y limpio renovaron el huma­nismo a principios del siglo xx, no sonfuentes encarnadas de la inteligencia?

El cetebro de Einstein [nos dice elmismo profesor Jerison] pesaba mil375 gramos, que es casi el promediodel hombre medio. Sandy Wilson, dela Universidad de MacMaster, piensaque Einstein tenía un área extendidaen la región occipiral parietal, la cuala veces se identifica con habilidadesespeciales. Yo no creo mucho en eso,pues no hay nada probado. AnaroleFrance es otro caso famoso. Cuandomurió, su cerebro pesaha poco más deun kilo 200 gramos. Pero ya pasabade los 80 años de edad y el cerebro,como todo, se seca con el tiempo.Tengo una copia de la autopsia y hetratado de encontrar algunos datosque aclaren el asunto. Pero sin dudase trataba de un gran hombre con uncerebro pequeño. •

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