RC y G en política
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P,II;I .I~'("~
carnos
a
ellos,
Tras cruzar aquel desierto
Ilq~;lI11()s.I
1111 lnlllllllU
bQo
tante bien
poblado; es decir,
rnrontrn mox pohLH
I l I l t C l f i i
r
castillos instalados
por
el zar de Moscll COIJ ClI;lrll'lt·~ d " " /
soldados estacionales para proteger a las C¡r:1V;lIl;lS
y ddetlllí
der de los tártaros un
territorio
por
el
que en
uso
contf~
rio hubiera sido demasiado peligroso viajar. Las {mlt'I1.'
de ofrecer protección a las caravanas y a los cOl1lerc¡;II'l~G
son tan estrictas que
si
se sabe de la presencia de t.irta
en la zona siempre se envían destacamentos de los CU;ll'to*;
les para garantizar la seguridad de los viajeros entre un,
estación y la siguiente.
Así, el gobernador de Udinsk,
a
quien tuve oportunis:
dad de
rendir
visita
por medio
del
comerciante escoré.,
que lo conocía, nos ofreció una guardia de cincuenta hom
.
bres, en caso de que nos pareciera que
corríamos al~ÚI1
peligro, hasta la siguiente estación,
Hasta entonces yo siempre había pensado que,
a
me
.
dida que nos acercáramos a Europa, encontraríamos
terri.
torios más poblados y pueblos más civilizados; sin embar
go, descubrí que
me
había
equivocado
en ambos casos"
pues aún debíamos cruzar la nación de los tungusos, en 1 0 1
que veríamos las mismas muestras de paganismo y barba
rismo que antes, o peores aún; sólo que, al haber sido con
quistados por los moscovitas y reducidos por completo, no
eran tan peligrosos; pero en rudeza de modales, idolatría y
politeísmo, no hay
pueblo
del
mundo
que los haya supe
rado jamás. Todos van vestidos con pieles de animales, que
35°
. ~
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1 . 1 10p.1 1)('IIIlIIl'II dlsllllj. ,lIlr ;1
los
hombres de las
mujcn-s: ClI invierno, cuando el sudo
se
cubre de nieve,
viven bajo tierra, en casas como subterráneos que
se co
munican entre sí
por
medio de cuevas o cavidades.
S i los tártaros tenían su Cham-Chi- Thaungu para todo
un pueblo o país, éstos tenían ídolos en cada choza o cue
va; además, adoran
a
las estrellas, el sol, el agua, la nieve
y,
en pocas palabras,
todo
aquello que no
entienden,
y
en
tienden bien pocas cosas;
así
que
se
ponen
a brindar
sacri
ficios
a
casi todos los elementos
y
a casi cualquier
objct
o
poco común.
Mas no he de
describir
gentc
y t.c
r r
ito
ru »; III.ís
quc
en lo que concierne a mi historia, No me ()(uniú Il;HLt
peculiar en todo aquel territorio, cuya extensión calrulo,
desde el último desierto que he mencionado, en 1I1LIS
Cllatrocientas millas, la mitad de las cuales se extendían
J.
lo largo de otro desierto que nos llevó doce días de mar
cha severa, sin ver casas, árboles ni matorrales. De nuevo
nos vimos obligados
a
cargar
con
todas nuestras
provi
siones, agua
y pan incluidos.
Tras
cruzar
ese
desierto
y
seguir viaje dos días más, llegamos
a
Yeniseysk, ciudad o
estación moscovita situada en el río Yenisey. Ese río, se
gún nos dijeron, recorre
Europa
desde Asia, aunque nues
tros cartógrafos,
por
lo
que
me
cuentan, no
se
ponen
de
acuerdo al respecto; en
cualquier
caso, se trata sin
duda
de la
frontera oriental
de la
antigua
Siberia,
que
ahora
conforma una
sola provincia del vasto
imperio
moscovi
ta,
aunque
su tamaño equivale al de
todo
el
imperio
de
Alemania
.
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II,II'lOIM
moscovitas.Todo
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( > 1 1 I y d Yen '
es
tan pagano por completo,
y su
pobl.« 11'111 1;111 b , l 1 " \ ; "
como el más remoto pueblo tártaro: <¡lIt' V;I, 11I;'IS
LJIW
¡;
quier nación
de Asia o de América, que y()
s(.'p;I.'
LlIllbL
descubrí, y comenté a los gobernadores 1l10S('OVI ;lS con
1 ,
que tuve ocasión de hablar, que los
paganos
11U
son
i1
sabios, ni están más cerca del cristianismo, por hallarse b
gobierno moscovita. Ellos reconocieron que era cierto l ; ~
adujeron que no era cosa suya; que si el zar esperaba L'O
vertir a sus súbditos siberianos, tártaros o tungusos,
r . -nd
que enviarles clérigos en vez de soldados; y añadieron,
co
más sinceridad de la que yo esperaba, que les parecía
'1
a su monarca no le importaba tanto convertir a al)LJcU~,
gente en cristianos
como
en súbditos.
Desde aquel río hasta el gran Obi, cruzamos un cnor
me territorio, silvestre y desolado; no puedo afirmar qu
sea «un suelo bárbaro»; sólo está yermo de gente y nece-e'
sita
buena
dirección; aparte de eso e s
por sí
mismo un
te.
rritorio muy agradable, fértil y plácido. Todos los habitan ..
tes que encontramos en él eran paganos, salvo los enviados
desde Rusia; porque esta es la tierra, y me refiero a las dos
orillas del río
Obi,
a la
que
se
destierra
a los
criminales
moscovitas que no son
condenados
a
muerte;
es práctica
mente
imposible que jamás consigan salir de allí.
No tengo nada especial que contar de mis asuntos par
ticulares hasta que llegamos a Tobolsk, capital de Siberia,
donde pasé algo de tiempo a causa de lo que a continua
ción contaré.
352
1 ¡'\',dLlili"', \,,1 t ,1:,1 ',1,'1(' IlW"t", , 1 < ' \'LlJI' v I' 111\'1I'1111.
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)111
III
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111I
sutil) y
yll
n'[l'hr:lllloS
UIl;1 reunión sobre nuestros asuntos parti
culares en la que nos pareció adecuado, considerando que
1l0S dirigíamos a Inglaterra, y no a Moscú, plantearnos qué
hacer con nuestro destino. Nos hablaron de trineos tirados
por ciervos que podrían llevarnos por la nieve en pleno
invierno;
es
cierto que los hay y sería increíble relatar los
detalles, pues los rusos viajan más en invierno que en ve
rano gracias a ellos,
porque en
esos trineos
pueden
despla
zarse día y noche: la nieve, una vez helada, es un manto
universal para la naturaleza y provoca que los montes,
va
lles, ríos y lagos sean lisos y duros corno
la
piedra; corren
sobre esa superficie sin preocuparse de lo que pueda haber
debajo.
Mas no tuve ocasión de proseguir un viaje invernal de
esa clase: yo iba a Inglaterra, no a Moscú, y había dos
po-
-Sfuilidades para mi ruta: o bien tenía que seguir con la ca
ravana hasta
llegar
a Jaroslaw,
distanciarme
al oeste
por
Narva y e l golfo de Finlandia, para luego, ya fuera por mar
o por tierra, llegar a Gdansk, donde probablemente podría
vender mi cargamento de porcelana con buenos benefi
cios; o bien, abandonar la caravana en un pueblecito del
río Dvina, desde donde en apenas seis días de navegación
llegaría a Arcángel, y allí tenía garantías de
embarcarme
a
Inglaterra,
Holanda
o
Hamburgo.
Bueno, emprender cualquiera de esos dos trayectos en
invierno hubiera
sido absurdo;
por
el lado de Gdansk
ha
bría
encontrado
el Báltico congelado, sin
posibilidad
de
cruzarlo; y desplazarse por tierra en esos países era mucho
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1111'.1111' )1"f
Arcángel, plJl'S lodos
I{)s
1).11111<; "(' 11.11111.111
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[ '11 111 ( l Ihre
y hasta los cOLJI,erciallll 's jlll' VIVI'II :lIli 1'11 Vt'f,ltlll ~(' ' f ' 1 t r ' 1 i .
hacia Moscú por e l sur Cll;lIldo se V;¡II lus ]¡;1I1
liS; ",si
1 . . 1 <
no iba
a
encontrar más que ti'íos l'Xln'IIIOS y
I IoVI,..,i,ltl,
escasas y me vería obligado a perm;llll'ClT cn
I I I L l IIlH '"
vacía todo e l invierno; así que, en rcxuun-n,
n
n-
Iwrciú qu
me convenía
mucho
más despedirme de b
C : l r : I V : 1 I L I
y,Jll'
tar provisiones para el invierno allí donde cstab;l, ;1 saba_.
en Tobolsk, Siberia, en una latitud de sesenta grados, d()n'~
de estaba seguro de disponer de
las
tres cosas que )wrmi
ten
superar un
invierno
frío: muchas provisiones,
LlIlL . . .
como podía proveer el territorio; una casa caliente ce)
suficiente combustible y una compañía excelente, De l'od4'
ello aportaré un relato completo en su
momento.
Estaba en un clima
muy distinto
del de mi quer ida
isla, donde no había sentido frío, salvo durante mi
ataquCf
de fiebre.Al contrario, me había costado un esfuerzo
Jleva,
la ropa pegada
a
la espalda y sólo había encendido
Ú.lt'~o.
al aire libre y por necesidad de cocinar. Ahora me hice trel
buenos trajes con casacas o abrigos por encima, largos has
ta los pies y
con botones
en las muñecas para
cerrar
la
•.
mangas, todo ello forrado con pieles para que dieran
buen
abrigo.
En
cuanto
a
la casa, he de confesar que me disgusta
mucho
la costumbre inglesa de
encender
fuegos en todas
las habitaciones de las casas, en chimeneas abiertas que,
cuando se apaga el fuego, mantienen la frialdad del aire en
la habitación. Sin embargo, cuando
tomé
un piso en un
buen
edificio de la ciudad mandé construir una chimenea
354
Il.Iln
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dt'S:IP,Ilt'I'í;1
..¡ luu
n o Ih:l ell 1I1Ll
dirección, la
pLLer-
1;1
q lit'
d ~ l
h:l
;1 h cstu L l l'stl
b ~ 1
en
otra
y
todas las
habitacio
ucs se
mantuvieron igual de calientes sin ver fuego. Así e s
como calientan los baños en Inglaterra.
Por esos medios siempre teníamos e l mismo clima en
todas
las
habitaciones y conservábamos un calor parecido;
por
mucho
frío que hiciera sin aquel sistema,
con
él siem
pre estábamos igua1.Y
si
embargo no veíamos ningún fue
go ni nos
incomodaba.
Lo más maravilloso de
todo
era
que fuese posible encontrar buena
coiupaúia
('11
1 1 1 1 ; 1 1
icrra
tan bárbara que se parece
a
la de
1 1 1 ; 1 S
al norte dt' hlrO U,
junto al mar de hielo y a lnuy pocos grados de
NUt'v;I
Zembla. Mas ya he observado que ése es el territorio al
que destierran
a
los criminales de Moscú; aquella ciudad
estaba llena de nobles, príncipes, caballeros, coroneles y, en
resumen, todos los grados de la nobleza, la alta burguesía,
los militares y los cortesanos de Moscú. Allí estaba el fa
moso
príncipe
Galifken, o Galofiken, y su hijo:
el
viejo
general Robostisky, y varias otras personas de nota, además
de algunas mujeres.
Gracias
a
mi comerciante escocés, de quien,
por
otra
parte, me despedí allí,
entré
en contacto
con
diversos de
esos caballeros, algunos de
primer
rango; en las largas
no
ches de invierno que allí pasé, recibí la visita de algunos.
Una noche, conversando con cierto príncipe, uno de los
ministros de Estado desterrados
por
el zar de Moscú, em
pecé
a
contar mi caso particular, Él me había hablado de
muchas cosas: de
su
grandeza, de su magnificencia y sus
1 ' ,
,
'
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l'
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355
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dominios, 111"11(1(11'1
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lid ('1111'
... ,1.1"1
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1 " , .
IItrHHi ;
Yo lo interrumpí
y le
d,y
'1111'
yo n.1 un
1 " 1 1 1 1
' 1 1 ( ' I hty~,.;;.¡."
Y más poderoso de lo quc .i:IIII:is
h;lh¡;1
SIdo 1 l 1 l 1 ~ ~ ' 1 I 1
Zdf
Rusia, aunque mis dominios
110 cr.rn 1.111 gLllldcs,
1 1 1
e ,
numerosos mis súbditos. El grande de ){,lIsi;I 'lit'
11111'6
~
poco sorprendido y, con
los ojos l i.ios
r
n n u
, t'III]'('Xg
-
preguntar
qué quería decir.
Le dije que su asombro cesaría en cuanto
se
lo hllbtfiil,
ra explicado. primero, le dije que tenía absoluta
disposid6r
de las vidas y fortunas de todos mis súbditos; qut'
p~'se
mi poder absoluto no había en todos mis dominios ni U.';
desafecto con mi
gobierno
ni conmigo, Él meneó L l l~i\s
beza y dijo que en eso, sin duda, superaba al zar de Mos(:\\t
Le expliqué que todas las tierras de mi reino eran mías )i
todos mis súbditos no sólo eran mis inquilinos, sino qua .
lo eran de manera voluntaria; que todos estaban dispuesto.
a luchar hasta la extenuación
por
mí y que jamás un tira
no, pues como tal me reconocía, había sido tan universal
..
mente
amado,
y
tan
horriblemente
temido
al
tiempo, por
sus súbditos.
Tras
entretenerlo un
rato con esos enigmas sobre
e l
gobierno, abrí la caja y le conté la historia de mi larga re
sidencia en la isla y de cómo me había manejado, tanto yo
mismo como quienes estaban bajo mi poder, tal como he
detallado en mi relato. La historia les impresionó sobre
manera, sobre todo al príncipe, quien con un suspiro me
dijo que toda la grandeza de la vida consistía en ser
due
ños de nosotros mismos; que no él no hubiera cambiado
una vida como la mía
por
la del zar de Moscú, que
en
contraba más felicidad en el retiro
al
que parecía desterra-
.111
,d 1 1 llI'
('11 1.1 .Jiu
.u u u n l.u l i l«
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s;dlidlllí,1
IlL1111;l"
'];1
l'S1:1h;1
el)
Sllllll'llT CllClllperalllCllto
a las circunstancias
y
ci:
conseguir
tina
calma interior frente al peso de la ma
yor
tormenta exterior.Al
llegar allí
al
principio, dijo, solía
arrancarse los pelos de la cabeza y rasgarse las vestiduras,
como otros antes que él; sin embargo, algo de tiempo y
consideración le habían enseñado
a
mirar hacia su
inte
rior, y en su entorno, antes que a las cosas de fuera; con
sideraba que la mente humana, si apenas una vez reflexio
naba sobre e l estado de la vida universal
y
sobre
Jo
POc()
que este
mundo
se ocupaba de la
wnLtd\'l:l
klil'id:ld.
l'l';l
perfectamente capaz de ~Cllcrar un . i kllCid;HI propi,I,
plt
namente satisfactoria
y
adaptada a los mrjon-s
fillcs y
dc
seos, con muy poca ayuda del mundo; qllC e l aire )Jau Irs
pirar, los alimentos para
mantener
la vida,
la
rop:1
\ 1 ; 1 1 ' : 1
abrigarse y la libertad para el ejercicio que garantiza la S;1
lud, completaban, en su opinión, todo lo que el mundo
podía darnos, y aunque la grandeza, la autoridad, la
rique
za y los placeres que algunos disfrutaban en el mundo, y
de los que él había gozado su porción, tenían muchas co
sas que nos resultan agradables, él observaba que todas esas
cosas gratificaban principalmente nuestros afectos más bur
dos, como la ambición, el orgullo, la avaricia, la vanidad y
la sensualidad; todas ellas, desde luego, mero
producto
de
la peor
parte del ser humano y faltas en sí mismas por
con
tener
las semillas de toda clase de delitos;
ninguna
guar
daba relación con cualquiera de las virtudes que nos con
vierten
en
hombres
sabios, o de las
gracias que
nos
distinguen como cristianos. Ahora, privado de la felicidad
357
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1111.1) . . .
111,111.1 '1 11 1 '
U '1.l , I',IIIII.I. jtl ('11 , , 1
Idt'llll
f'IC',
1 1
1" d ~
todos esos VII lOS, dl_lll, klli.1
11('11111(1
l.Il,1
11111,11 I",r' ¡ . I d u
oscuro, en el que
CIICOIII.r.lh.l I ()¡],I
1 l.i:«: dI'
I dlll IllIlhu.tiit"
y estaba convencido de que S(')]o h VIIIIII II.IIt, ,11111
1 1 0 1 1
1 1 ,
bre verdaderamente sabio, rico
y gr:lIllk y lo PIO
('~~' = = ,
su camino a una felicidad superior en 1I1 I re
ino
f un no ~It
eso, dijo, eran más felices en su
destierro
qllc
tI
llos liUI
enemigos con posesión plena de toda b
riqlll'Ya
y
vi
po",
der que ellos (los desterrados) habían dejado
atr.is,
«y tampoco, señor -dijo-,
me
atengo
a esto en utt,
sentido político, por la necesidad que provocan mis dr .
cunstancias, que algunos consideran miserables; mas s i algo
sé de mí mismo e s que no volvería, ni siquiera
si
me I l a " 1
mara
mi
señor el zar y me ofreciera restituirme en toda H U
anterior
grandeza; digo que no volvería, igual que dlldo
que mi alma, cuando sea liberada de la prisión del cuerpo
y haya saboreado el glorioso reino del más allá, quiera
rc~
gresar a la cárcel de la carne y la sangre en que ahora
e s
encerrada y dejar el cielo para mezclarse con el polvo y la
suciedad de los asuntos hurnanos.i
Lo dijo con tal vehemencia, tanta solemnidad y un es
píritu tan emocionado que se le notaba en e l semblante y
era evidente que manifestaba el verdadero sentir de su alma;
desde luego, no cabía dudar de su sinceridad.
Le dije que yo me había
tenido
en otro
tiempo por
una especie de monarca en mis antiguas circunstancias, de
las que ya le había aportado un relato,
pero
que él me pa
recía no sólo un monarca, sino un gran conquistador;
por
que quien obtiene la victoria sobre sus propios deseos de
sorbitados y consigue el dominio absoluto de sí mismo y
ll~·.l.i
Iplf' 1 . 1
1,1/11\1
,Itlllllllt' plll r
u
rt
r i :.11
\'ldlllll.ld,
1'\ :dll
dud
•
111.1\
,·,I.llIdl· qlll' qllll'il
101111'"\1.1
111.I tildad,
«Mas,
mi Sl'I')(»),
k
dljt ·
,¿pllvdo
1.01 u.ur IlC la libertad de pregun
taros algo?})
«De
todo corazón», respondió. «Si se os abrie
ra la puerta de la libertad -dije cntonces+, ¿no aprovecha
ríais para libraros de este exilio?»
«Esperad
-respondió-,
vuestra pregunta
e s
sutil y
re
quiere distinciones serias y justas para darle una respuesta
sincera, y os la daré desde el fondo de mi corazón. Nada de
cuanto conozco en este mundo podría impulsarme a l ibrar
me de este estado de destierro, salvo dos ('()S:lS: pr iuu-ro,
el
disfrute de mis relaciones;
seglllldo,
UIl dilll;t ; dg u 11I;'is
c.ili
do. Mas os aseguro que rcgresar ;¡
I ; ¡
pOlllp.l
, I t - 1 . 1
corte, la
gloria, el poder, la prisa de un ministro dt' Estado , la rique
za, la jovialidad y los placeres; e s decir.u los l ' ; ¡pr ic Jos dt' un
cortesano, si mi señor me anunciase en este isuro
u
rouu-n
to que me reinstaura en todo aquello que
se
me prohibió,
os aseguro, si en algo me conozco, que yo no abandonaría
esta tierra inhóspita, estos desiertos, estos lagos helados, a
cambio del palacio de Moscú.»
«Pero, mi señor -dije yo-, tal vez no se os haya deste
rrado sólo de los placeres de la corte y del poder, la
auto
ridad y la riqueza de que disponíais antes, sino que
tam
bién
os perdéis algunas comodidades de la vida: vuestro
patrimonio,
acaso confiscado, y vuestros bienes, saqueados,
y acaso las provisiones que tenéis aquí no sean suficientes
para las exigencias ordinarias de la vida.»
«Claro
+contestó-.
Es decir, si dais
por hecho
que soy
un
señor, o un príncipe, y sin duda lo
soy.
Mas ahora tenéis
que considerarme sólo como hombre, criatura humana sin
I
~
I ¡ ' I I I
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I. ¡,
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dad y e l desánimo. 1':11 ClLllljllll'l (.l~;[l,
11111
C c , .1 1 1 . 1 1'1['KlIll~
ta fuera de toda discusión posibl«:
veis 111Il'sllll~; 11lIHtlh~ll
en este lugar hay cinco personas dc LlIlg() dl·V.H () , vlvim_.
perfectamente retirados, adaptados
;t la silll:ICi('11l .Id
d""it
tierro; tenemos algo, rescatado del nauh-;¡gio d\' IlllI'strili
fortunas, que nos libra de la mera
ncccxid:id
lk
C;I'/:II'
P¡ltl
comer; en cambio, los pobres soldados que
est;'¡1l
; tqui
)lh"
esa ayuda viven tan plenamente como nosotros, VIII a L
bosques y cazan martas y zorros; e l trabajo de un mes los
III.IIV-i
tiene durante un año
y,
como la vida no
e s
tan
car.i, LlllleJ
poco e s dificil conseguir lo suficiente para nosotros;
;ISÍ
qm.
esa objeción queda descartada.»
N ) dispongo del espacio suficiente para el relato
completo de
la
muy agradable conversación que sostuve
con este
hombre,
grande de verdad; a lo largo de
la
1l11S"
ma demostró que su mente estaba tan inspirada por un
conocimiento superior
de las cosas, tan
bien
apoyada en
la religión y en una generosa ración de sabiduría que SU
desprecio por el mundo era realmente tan grande como
había
comentado,
y siempre se
mantenía
igual,
como
se
verá en la historia que contaré a continuación.
Llevaba ocho meses allí y me parecía que era un in
vierno oscuro y terrible. El frío era tan intenso que no po~
día ni mirar hacia fuera
si
no estaba envuelto en pieles y
llevaba una máscara de piel en la cara, o
mejor
una capu-"
cha, con apenas un agujero para respirar y dos para mirar.
La poca luz del sol que teníamos, según calculábamos, du
rante tres meses no superaba las cinco horas al día, o se is
"
'"1""
n l
,I':IIIIII,.IIII1'llIi' 11'"1,1 ',II,',jil ,lilllllllLllllf'III,· 111',',1
dll y
1 1 1 1
11"II I'il,It-:'I II'I,II ",IIII II,1 (':,1.,1',l ill(\', . k - l 111l1ll,IIIS
1 lILIS.
NIIl'sll\lS
1 .ih.ill.»
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{lIid,l\los (1Ill:íor dicho, des
('llilhdos por
e l
h.unhrc)
h ; l _ I o
ticr r.r: en cuanto
a
nuestros
sirvir nrcs (pues
COlltLlt:lh:llllOS
sirvientes para que se
ocu
paran de nuestros caballos y de nosotros), de vez en
cuan
LIa teníamos que descongelarles dedos de las manos y de
los pies, para que no se les muriesen
y
se les cayeran.
Es cierto que, de puertas adentro, estábamos calientes,
con las casas cerradas, las paredes gruesas, las ventanas pe
queñas
y
todos los cristales dobles. Nuestra comida
con
sistía principalmente en carne de ciervo, seca
y
curada
cr:
la correspondiente estación; pan bastante bueno, . ruuquc
horneado como si fuera de galleta; distintas varicd;,drs de
pescado seco
y
algo de cordero y de búfalo, que da una
carne bastante buena, Todas las reservas de provisiones para
el invierno se preparan
Y
curan durante el verano, Bebía
mos agua mezclada con aguardiente en vez de coñac; como
lujo, hidromiel en vez de vino; aunque hay existencias de
este último,
y
de buena calidad. Los cazadores, que se aven
turaban a salir con cualquier tiempo, nos traían carne fresca
de venado,
muy
grasa y de
buen
gusto; a veces
también
carne de oso, aunque no nos gustaba demasiado. Teníamos
una buena provisión de té, con el que invitábamos a los
amigos, como ya se ha contado,
y,
en pocas palabras, vivía
mos
bien
y
alegremente
si
tenemos en cuenta las circuns-
tancias.
Ya estábam os en l 1 1 . a r Z O y los días eran bastante más
largos y el tiempo, al menos, tolerable,
así
que otros viaje
ros empezaron
;1
preparar
trineos
para desplazarlos sobre
7/23/2019 RC y G en política
http://slidepdf.com/reader/full/rc-y-g-en-politica 7/17
h 1111'\'1'
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1111
JH1i'
Moscú o el Bálrico. llO lllt· IllllVl.l'll'·S :-;;Ihi.l ilHly hl('II"-II.1'
los barcos del sur no S e
acerca1l
;1 t'S:l p;Irtc d\'llllIllldll hal~.
ta mayo o
junio,
y si llegaba allí a prinripios dc
,Igusto,
M e
..
ría cuando empezaran a prepararse los barcos p:lI':I
p.irtir:
,1\
consecuencia, digo, no tuve prisa por partir,
('01110 oh'O',
En resumen, vi
a
mucha gente, en fin,
a
todos los
VI:ljl'l'Oi,'
partir
antes que yo, Parece que cada afio salen de sde a l U
hacia Moscú para comerciar; es decir, para acarrear
pide,.
J
comprar artículos de primera necesidad que luego traen
de vuelta para aprovisionar sus negocios; otros
también,
iban con la misma misión a Arcángel; mas también éste ••
como luego tenían que recorrer las ochocientas millas dI
regreso, salieron todos antes que yo.
Hacia finales de mayo empecé
a
prepararme para cm",
pacarlo todo y mientras lo hacía se me ocurrió que, ya que
toda aquella gente había sido desterrada a Siberia por e l
zar de Moscú, pero al llegar allí eran libres para desplazar
..
se a donde quisieran.,., ¿por qué no se iban entonces a
cualquier lugar del mundo que les pareciera adecuado?
y empecé a examinar qué podía ser lo que les impedía
intentarlo.
Mas mi asombro se terminó cuando traté el asunto
con la persona antes mencionada, quien me respondió lo
siguiente: «Considerad primero -dijo- el lugar en que es
tamos, y luego, la situación en que nos hallamos, especial
mente +añadió+Ia mayoría de la gente que llega aquí des
terrada. Estamos rodeados
-dijo- por
algo más fuerte que
los barrotes y
las
cerraduras;
por
el
norte
hay un océano
111I1.l\' ¡'"d1lt-,j,llll.l',11.l ',I' il
'.1111
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1'l1i
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111\ 111\'1i'1.,11111~;, 1111
S.dHI.IIIIOS .ulou
dI' ir n
1 1 1
l' llos. 'llr t
Ildlls
los dl'111:'lS bdos
dijo cl-,
hemos
de
.tuv.u
11l;'IS
lk mil millas
a
través de los dominios del pro
pio zar, por caminos del todo impracticables, salvo por los
caminos que el propio gobierno ha construido, y a través
de poblaciones en las que se acuartelan sus tropas. O sea,
que no podríamos ir
por
e l
camino sin ser descubiertos y
tampoco tendríamos otra manera de subsistir; de modo
que es en vano intentarlo».
Por supuesto, quedé silenciado de
illlllt'di;Ilo
y
I'lllt'll
dí que estaban en una órcl'l Un Sl')-',lILI llllllu si
1m hul
u«
ran encerrado en e l castillo lk Mns.-,'I; de tlld.1S UIIIl:IS, 1I1t'
dio por pensar que yo podí :1 cil'rLllllt'1I1t' (l11lVl'1 tlllllt' en
instrumento para lograr la huida dc ;lqlll'li:l 't' S()ILI ('XlI'
lente y que me resultaría fácil llevarlo l'(lIl111iF,u. pltCS
('11
aquellas tierras no había
quien
lo vigilase,
y COIIIO yll 110
iba
a
Moscú, sino a Arcángel, y llevaba una caravana que
no estaba obligada a descansar en los pueblos estacionarios
del desierto, sino que pensaba acampar donde me sorpren
diera la noche, podía fácilmente llegar sin interrupción a
Arcángel, donde podría embarcarlo con toda seguridad en
algún barco inglés u holandés, y llevármelo a salvo
con
migo; en cuanto
a
su subsistencia, y otros detalles, yo me
ocuparía de eso hasta que él pudiera proveer por
sí
mismo.
Me escuchó con mucha atención y me miró seria
mente mientras yo hablaba; ah, yo veía en su rostro que
cuanto le estaba diciendo le hacía fermentar el ánimo; cam
biaba con frecuencia de color, tenía los ojos rojos y le pal
pitaba e l corazón de tal
modo
que hasta se le notaba en el
7/23/2019 RC y G en política
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Sl'lllhl.lI
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u-; 1.IlIIIHh 111111.11'
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('1111".1.11 Iit'
, l o -
11 I t'.lL I,i' 11,111'
do ter miué y , COIIIO IUIll'\ l(lllllt-, 1111' Ipll';I(' 1'~)Il('I,lIl1ll)",u
respuesta; al cabo de una pl'qlll'ú;l P;IIIS,I, 1111' dio
1111
, 1 1 1 m ..
zo y dijo: «[Que desgraciados
SOIl\OS SOIllOS "1l.1S ITl.ltlll'aí
tan desorientadas que incluso nuestros IllayOl'CS .utox d,
amistad se nos convierten en trampas y nos
vue - lv e n
t'n"
tadores de los demás.
Mi
querido amigo'
dijo
,VlIl'str¡
oferta
es tan sincera y está tan llena de
bondad,
es tan
deli
.
interesada y está tan calculada para mi beneficio que
yo
demostraría
muy poco conocimiento
del
mundo si
no re .
conociera la deuda que establezco con vos por ella. Mal,
¿ creéis en lo
que
tan a
menudo
os he
dicho
acerca de m i
desprecio por el mundo? ¿Creísteis cuando desnudé mi alma
y os dije que aquí había alcanzado
un grado
de felicidad
que me sitúa por encima de cuanto el mundo pudiera dar .
me
o
hacer por
mí? ¿Creísteis
que
era sincero
cuando
01
dije
que
no volvería ni
aunque
me llamaran para
recupe
rar
cuanto
fui en la
corte, incluido
el favor de
mi
señor,
t : 1
zar? ¿Creísteis, amigo, que soy un hombre honesto, o un
hipócrita
fanfarrón?». Ahí se detuvo,
como
dispuesto a es
cuchar cuanto yo quisiera decirle; sin embargo, poco des
pués me di cuenta de que había parado
porque
estaba
emo
cionado: había una gran lucha en su corazón y no podía
continuar.Yo estaba, lo confieso, asombrado
por
aquel
hom
bre y
por
sus palabras, y expuse algunos
argumentos
para
insistirle en que se liberase; le dije que debía contemplar
lo como una puerta abierta por el cielo para su salvación
y una citación de la Providencia, que se encarga del cui,·
dado y la buena disposición de todas las cosas, para hacer
se el bien a
sí
mismo y hacerse útil en
e l
mundo.
1',li.1 ' 111,1111 (", Y.l ',1 1 1 . l 1 1 l . 1 1"1 11 II'I,H ll , "I (1)\[\),
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.it.uio n
lkl
l'lt'lo punk sn un
;1I1LlgU
de
~llgÚll
otro ins
uumcuro
qUl'
se lile represe uta con todo el atractivo de
sus colores, con
el
despliegue de felicidad como una li
beración que en
sí
misma podría
ser
una trampa y con
ducir directamente a
mi ruina? Aquí estoy libre de la
ten
tación
de
regresar
a
la
miseria
de mi
antigua grandeza;
allí,
no
estoy seguro, pues todas las semillas del
orgullo,
la
ambición, la avaricia y la lujuria, que sé que siguen en mi
naturaleza, podrían revivir y echar raíces
y,
C1l
]10C1S
pa
labras,
abrumarme
de nuevo.
Entonces
e l
prisiolwro 1 ¡ · l i : t
al que ahora veis como duefio de
la
libcri:« de
Sil ;.[11);1,
sería un miserable esclavo de sus sentidos en pklla pose,
sión de toda su libertad personal. Apreciado señor. lkjad
me pertenecer
en este
bendito confinamiento,
desterr~ldo
de los
crímenes
de la
vida,
en vez de
adquirir una
apa
riencia de libertad a expensas de la libertad de mi razón
y de la felicidad futura que ahora tengo a la vista, pero
que
podría,
en e l
futuro, perder
de vista,
me temo. Porque
no soy más que carne, un hombre, un mero hombre, ten
go pasiones y afectos y es tan probable que me posean y
me venzan como a cualquier otro hombre. ¡No seáis mi
amigo
y mi tentador
al
mismo tiempo »
Si antes me había
sorprendido,
ahora estaba bastante
aturdido y guardé silencio mientras lo miraba, y , desde lue
go, admiré lo que veía, La lucha en su alma era tan grande
que, si bien hacía un frío extraordinario, le entró un sudor
violento y me pareció que necesitaba despejar su mente.
Así que le dije
tilla
o dos palabras más, le
anuncié
que lo
l'
1)'
'¡"I
7/23/2019 RC y G en política
http://slidepdf.com/reader/full/rc-y-g-en-politica 9/17
dc.pl>;1 P;Ir.l ( P i ( '
~ , (
1 'I'II'"li,1
v
' III'
l..
1"; lt'I,I L ,III", ••
,
11Ir'
retiré
a
mis aposcutos.
Al cabo de unas dos
hOLIS
oí
'[tll' II;lhí;1 ;d¡..';lIil·1I
.uue
la
puerta
de mi habitación, o cerca de ella,
y cxt.uvc: ; pUlle
to de abrirla. Mas la abrió él y entró: «Mi qucr ido
;lIlli~o
-dijo-,
casi me habéis
hecho
trastabillar, pero
Y;l uu - h e
recuperado; no os
toméis
a malas que no acepte vuestra
propuesta; os lo aseguro, no
e s
por
falta de conciencia d~
la
bondad
que representa
por
vuestra parte, y he venido
a ofreceros el más sincero agradecimiento, Sin embargo,
espero haber obtenido una victoria completa sobre
1 1 1 1
rrusmo»,
«Mi señor -d~e-, espero que estéis plenamente con.
vencido de que no os habéis resistido
a
la llamada de los
cielos.» «Señor
-replicó-,
si hubiera venido de los cielos,
el mismo poder me habría influenciado para aceptarla; mas
espero, y estoy plenamente convencido, que sean los cielos
quienes me
hacen
rechazarla, y al
despedirme tendré
e l
convencimiento infinito de que me dejáis aquí como un
hombre
honesto todavía, aunque no libre.»
No pude sino mostrarme de acuerdo y asegurarle que
no perseguía fin alguno, más allá de un sincero deseo de
servirle. Me abrazó con gran pasión y me aseguró que era
consciente de ello y que siempre lo reconocería, y a con
tinuación me ofreció un buen regalo de martas cibelinas,
excesivo sin duda para que yo
pudiera
aceptarlo de un
hombre
en sus circunstancias: y las habría rechazado, pero
se negó
a
aceptarlo.
A la mañana siguiente le envié a mi sirviente con un
pequeño regalo hecho de té, dos piezas de damasco de la
t
:hlILl
y,
11.111"
Illq',lill'" I('I 11C1II':, tll' 11111,1,'1"'11":,,
'1'11' lHl
l)I's;III,lll ('11111' IlHhs IILis lit '
s\'I\ 11111' .•
1:->,1) ;tlgo parecido; él-
lí;1I1 >;lsLllllt'
menos que
SlIS
martas, que
al
llegar él Ingla
terra descubrí que valían casi doscientas libras, Él aceptó
e l
te, una pieza de damasco y un lingote que tenía un se
llo hermoso, de cuño japonés, y creo que se lo quedó por
su rareza, pero no quiso nada más, Y , por medio del sir
viente, mandó aviso de que deseaba hablar conmigo,
Cuando fui a verlo me dijo que yo y a sabia todo lo
que habíamos hablado y él esperaba lJuc 110 le insistiera
más
en
aquel asunto; mas que,
COIlHl le ]¡;lhí;l hc d l O 1111;1
oferta tan generosa,
queri.i
saher
s i tt'lldría
b
l)LllHLld
dI'
mantenerla para otra
persolla qUl' n u:
iha
.1 I'I'l'SC'lllíll,
pUf'
quien él sentía una gran preocupación. I.t' dijl' qlll' no pt'b
día asegurar que me inclinara por hacer [ ; 1 1 1 1
(l pllr ;t1p,ttlt'1l
que no fuera él, a quien tenía en especial cSl.illl;l, y qllc
11H'
hubiera
encantado ser e l
instrumento
de su libcrarió»:
tll'
todos modos, si me hacía e l favor de nombrar a la persona
en cuestión, le daría mi respuesta con la esperanza de que,
si ésta le disgustaba, mantuviera su agrado por mi. Me dijo
que se trataba de su hijo único, al que yo no había visto,
pero que estaba en la misma situación que él, a más de
doscientas millas de distancia, al otro lado del
Obi;
mas,
si
yo estaba de acuerdo, enviaría
a
buscarlo. Sin dudar ni
un
instante le
dij
e
que
1 0
haría,
Con
algo de ceremonia le hice
entender
que lo hacía
todo por
él; que, viendo que no
po
día convencerlo, le mostraría mi respeto preocupándome
por su hijo; mas son cosas demasiado tediosas para repe
tirlas aquí, Al día siguiente mandó
a
alguien a buscar
a
su
hijo y unos veinte días después llegó éste
con
el mensaje-
I : t
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7/23/2019 RC y G en política
http://slidepdf.com/reader/full/rc-y-g-en-politica 10/17
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. . . . ~ _ . -
NUEVAS AVENTURAS
DE ROBINSON
CRUSOE
-,
que incluyen la segunda y última parte de su vida
y
los extraños y sorprendentes relatos de sus viajes
alrededor de las tres partes del mundo.
Escrito
por
él mismo
7/23/2019 RC y G en política
http://slidepdf.com/reader/full/rc-y-g-en-politica 11/17
Consulte nuestra p<Ígina web: wwwcdhasa.corn
En ella encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado,
Título original: 7 1 / C
Further Adventures ~ r Rabi ,,,,, Crusoe
Ilustración de
la
cubierta: Ü iStockphoto,corn/Classix
Diseño de la sobrecubierta: Edhasa basada
en un
diseño de Pepe Far
Primera
edición: enero de 2012
Avda, Diagonal, 519-521
08029 Barcelona
©
de
la
traducción: Enrique de Hériz, 2012
©
de
la
presente edición: Edhx>a, 2012
Avda,
Córdoba 744,2", unidad C
C1OS4AAT Capital Federal, Buenos Aires
7/23/2019 RC y G en política
http://slidepdf.com/reader/full/rc-y-g-en-politica 12/17
208 SEGUNDA PARn;, UN VIAJE A IIROBDINGNAC
de vuestros compatriotas es la raza de bichillos de
testables más perniciosa que la naturaleza haya
nunca
permitido que se arrastre
por
la faz de la
tierra».
CAPíTULO
VII
El amor del autor a su patria. Hace al rey una proposición
muy ventajosa que es rechazada. La gran ignorancia del
monarca en polít ica El estado de
la
cultura en aquel país muy
imperfecto y l imi tado Sus leyes
asuntos
militares y part idos
políticos.
Sólo un amor extremado a la verdad podría ha
berme disuadido de ocultar esta parte de mi histo
ria. Era en vano que descubriese mis resentimientos,
de los cuales
se
hacía burla siempre; y tuve que su
frir pacientemente que mi noble
y
amantísimo país
fuese tratado de manera tan injuriosa. Estoy tan pro
fundamente apenado de que tal ocasión se presen
tase como seguramente pueda estarlo cualquiera de
mis lectores; pero este príncipe se mostró tan cu
rioso
e
inquisidor sobre cada punto, que no se hu
biese compadecido con la gratitud ni con los buenos
modales que le negara cualquier satisfacción que pu
diera darle. Con todo, permítaseme decir en mi
defensa que eludí con habilidad muchas de las pre
guntas y di
a
cada extremo un giro más favorable,
con mucho, de lo que permitiría la estricta verdad,
pues siempre tuve para mi patria esta laudable par-
2 9
7/23/2019 RC y G en política
http://slidepdf.com/reader/full/rc-y-g-en-politica 13/17
210 SEGUNDA I:'ARTE, UN VIAJE A BROllDINGNAC
cialidad que Dionisio de Halicarnaso con tanta jus
ticia recomendaba
al
historiador. Quise ocultar las
flaquezas y deformidades de mi madre política y
situé virtudes y belleza
a
la luz más ventajosa. Éste
fue mi verdadero empeño en todas aquellas con
versaciones que mantuve con aquel poderoso mo
narca, aunque, por desgracia, sin éxito.
Pero ha de excusarse con generosidad
a
un rey
que vive de todo punto apartado del resto del mun
do, y tiene, por consiguiente, que ser completamente
ignorante de los modos y las costumbres que pre
valecen en otras naciones; falta de conocimiento que
siempre determinará numerosos prejuicios, y cierta
estrechez de miras, de que nosotros y los más civi
lizados países de Europa estamos enteramente exen
tos. Y , sin duda, sería contrario a la razón que lás
nociones de virtud y vicio de un príncipe tan lejano
se ofrecieran como modelo para toda la Humani
dad.
Para confirmar esto que acabo de decir, y mos
trar además los desdichados efectos de una educa
ción limitada, referiré un episodio al que apenas se
dará crédito. Con la esperanza de congraciarme más
con Su Majestad, le mencioné un descubrimiento,
realizado entre trescientos y cuatrocientos años
antes, para fabricar una especie de polvo en el que
si
en un montón de él caía la chispa más pequeña
todo se inflamaba, aunque fuera tan grande como
una montaña, y volaba por los aires, con estruendo
y estremecimiento mayores que los que producía un
CAPÍTULO VII 211
trueno. Añadí que una cantidad de este polvo, ajus
tada en
e l
interior de un tubo de bronce o hierro
proporcionada al tamaño, lanzaba una bola de hie
rro o plomo con tal violencia y velocidad que nada
podía resistir su fuerza. Que las mayores bolas así
disparadas no sólo tenían poder para destruir de un
golpe filas enteras de un ejército, sino también para
demoler las murallas más sólidas y hundir barcos
con mil hombres a bordo al fondo del mar.
Y
s i se
las unía con una cadena, dividían mástiles y apare
jos, partían centenares de cuerpos por la mitad y no
dejaban atrás más que desechos. Añadí que noso
tros llenábamos a menudo de este polvo largas bolas
huecas de hierro y las lanzábamos por medio de una
máquina dentro de una ciudad
a
la que estuviése
mos asediando, yal caer destrozaba as calzadas,des
barataba las casas, que quedaban hechas pedazos,
y estallaba, arrojando por todos lados esquirlas que
saltaban los sesos a quienes estuvieran cerca. Que
conocía muy bien los ingredientes, que eran bara
tos y corrientes; y que sabía
e l
modo de mezclarlos
y podía dirigir a los trabajadores de Su Majestad en
la tarea de construir aquellos tubos de un tamaño
proporcionado al resto de cosas del reino, y que los
mayores no tendrían que superar los sesenta metros
de longitud, y veinte o treinta de estos tubos, car
gados con la cantidad adecuada de polvo y balas, po
drían echar abajo en pocas horas los muros de la
ciudad más fuerte de los dominios de Su Majestad,
y aun destruir la metrópoli entera
si
alguna vez
se
7/23/2019 RC y G en política
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212 SEGUNDA
PARTE, UN VIAJE
A
BRORD1N'GNAC
resistiera
a
cumplir sus órdenes incondicionales.
Humildemente ofrecí esto al rey como pequeño tri
buto de agradecimiento por las muchas muestras
que había recibido de su real favor y protección.
El monarca quedó horrorizado por la descrip
ción que le había hecho de aquellas terribles má
quinas y también por la proposición. Se asombró de
que tan impotente y miserable insecto (en sus pro
pias palabras) pudiese sustentar ideas tan inhuma
nas y con la familiaridad suficiente para no conmo
verse ante las escenas de sangre y desolación que yo
había pintado como efectos habituales de aquellas
máquinas destructoras, las cuales, dijo, habrían sido
sin duda concebidas por algún genio maléfico ene
migo de la Humanidad. Por lo que a él respe~,
aseguró que, aun cuando pocas cosas le satisfacían
tanto como los nuevos descubrimientos en las artes,
o en la naturaleza, antes preferiría perder la mitad
de su reino que tener conocimiento de este secreto,
e l
cual me ordenaba,
si
en algo valoraba yo mi vida,
no volver a mencionar jamás.
¡Extraño efecto de los cortos principios y los ho
rizontes limitados Un príncipe adornado de todas
las cualidades que inspiran veneración, amor y e s ~
tima, de excelentes prendas, gran sabiduría y pro
.
fundos estudios, dotado de admirable talento para
gobernar y casi adorado por sus súbditos, que deja
escapar, por un hermoso pero innecesario escrú
pulo, el cual no podemos remotamente imaginar en
Europa,
una oportunidad
puesta en sus manos,
y
CAPÍTULO VII 213
cuyo aprovechamiento le hubiera convertido en
dueño absoluto de la vida,
la
libertad y la fortuna de
sus gentes No digo esto con la menor intención
de empequeñecer las muchas virtudes de aquel ex
celente monarca, cuyos méritos, sin embargo, temo
que por esta razón habrán de quedar muy merma
dos a los ojos del lector inglés; pero juzgo que este
defecto tiene por origen la ignorancia de aquel pue
blo, que todavía no ha reducido la política a una
ciencia, como hicieron ya los ingenios más perspi
caces de Europa. Pues recuerdo muy bien cómo en
una conversación que había mantenido con e l rey
un día, al referirle que nosotros habíamos escrito
varios millares de libros sobre el arte de gobernar, él
se formó (al contrario de lo que yo pretendía) un
concepto muy pobre de nuestra inteligencia. De
claró que detestaba y despreciaba todo misterio, re
finamiento
e
intriga lo mismo en un príncipe que
en un ministro. No podía comprender qué era a lo
que yo me refería con el nombre de «secretosde Es
lado»,
si
no aludía a algún enemigo
o
alguna nación
rival. Ceñia e l conocimiento del gobierno a límites
estrechísimos de sentido común y razón, justicia y
lenidad,
al
diligente enjuiciamiento de las causasci-
viles y criminales, con algunas otras obviedades
sobre las que no merece la pena entrar en conside
ración. y había expresado su opinión de que cual
quiera que hiciese nacer dos espigas de grano o dos
briznas de hierba en elpedazo de tierra en que antes
naciera sólo una, merecía más de la Humanidad, y
Id
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7/23/2019 RC y G en política
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216 SEGUNDA
PARTE, UN VIAJE A
BROBDINGNAC
devoción. El libro
trata
de la debilidad de la condi
ción
humana,
y
no goza de gran estima más que
entre las mujeres
y
el vulgo. Sin embargo, sentí cu
riosidad
por
saber lo que
un autor
de aquel país
podía opinar
sobre tal asunto. Este escritor reco
rría
todos los temas comunes
a
los moralistas eu
ropeos, mostrando cuán diminuto, despreciable e
indefenso animal era el hombre por su propia na
turaleza; cuán incapaz de defenderse por sí mismo
de las inclemencias del clima y de los ataques de las
bestias feroces; cómo un ser lo aventaja en fuerza,
otro en rapidez, un tercero en previsión, un cuarto,
en laboriosidad. Añadía que la naturaleza había de
generado en estos últimos tiempos decadentes del
mundo y hoy sus nacimientos sólo producían_ye
queños abortos en comparación con las épocas an
tiguas. Afirmaba que era lógico pensar no sólo que
las especies de hombres eran en su origen mucho
mayores, sino también que en edades remotas de
bieron de existir gigantes, así como la tradición y
la historia lo atestiguan y ha sido confirmado por
los enormes huesos desenterrados por casualidad
en diversas partes del reino, y que superan en mucho,
a los de la menguada raza del hombre de nuestros"
días. Argumentaba que las mismas leyes de la na .
turaleza rotundamente exigían que en un principio
hubiésemos sido creados de más alta y robusta talla,
no tan sujetos a ser destruidos por cualquier pe~
queño accidente corno el de una teja desprendida de
una casa, la piedra que lanza la mano de un niño o
la caída en un arroyuelo donde ahogarnos. Con este'
CAPÍTULO
VII 217
tipo de razones extraía el autor varias normas mo
rales útiles para comportarse en la vida, pero que no
hace falta repetir aquí. Por mi parte, no pude dejar
de reflexionar en lo universalmente extendida que
se halla esta facilidad para dar lecciones de moral,
o más bien de descontento y tribulación por las pe
leas que entablamos con la naturaleza. Y creo que
mediante una rigurosa investigación quedaría de
manifiesto que esas peleas son tan infundadas entre
nosotros corno lo son entre aquel pueblo.
Por lo que hace a cuestiones militares, se enor
gullecen de que el ejército del rey cuente con ciento
setenta y seis mil soldados de infantería y treinta y
dos mil de caballería, si
e s
que puede llamarse ejér
cito al formado por comerciantes de las diferentes
ciudades y por labradores en el campo, al mando de
la nobleza y la aristocracia, que no reciben paga ni
recompensa. Bien es verdad que alcanzan bastante
perfección en sus ejercicios militares, y observan
muy buena disciplina, pero no veo gran mérito en
ello, pues ¿cómo podría ser de otro modo en un sitio
donde cada labriego está bajo e l mando del propio
terrateniente y cada ciudadano bajo el de las per
sonalidades más destacadas de su misma ciudad,
elegidas
por
votación corno se hace en Venecia?
He visto muchas veces a la milicia de Lorbrul
grud salir a hacer instrucción en
un
gran campo
próximo a la ciudad, de treinta kilómetros cuadra
dos. No eran en total más de veinticinco mil infan
les y seis mil jinetes; pero a mí me resultaba im-
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218 SEGUNDA PARTE, UN VIAJE A BROBDINGNAC
posible calcular
e l
número a causa del mucho te
rreno que ocupaban. Un caballista montado en un
caballo grande se alzaba del suelo unos veintisiete
metros. He visto a todo aquel cuerpo de caballería
sacar a la voz de mando todas las espadas al unísono
y blandidas. No puede la imaginación concebir nada
tan grandioso, tan sorprendente, tan asombroso. Era
como si diez mil llamaradas de relámpagos se lan
zaran
a
la vez del cielo desde todas partes.
Tuve curiosidad de saber cómo este príncipe, a
cuyos dominios no se puede llegar desde ningún
otro país, había podido pensar en ejércitos o instruir
a
su pueblo en la práctica de la disciplina militar.
Pero pronto quedé informado, tanto por conversa
ciones que sostuve como por las historias que Jer,y
me enteré de que durante largas épocas aqueí pue
blo había sufrido la enfermedad que padece toda
la especie humana: la lucha frecuente de la nobleza
por el poder, del pueblo por la libertad y del rey por
e l
dominio absoluto. Todo lo cual, aunque feliz
mente moderado por las leyes de aquel reino, había
sido violado en ocasiones por cada una de las tres
partes y había provocado una o dos veces guerras ci
viles,
a
la última de los cuales había puesto término
venturoso el abuelo de este príncipe con un pacto
general, y la milicia, establecida entonces por común
acuerdo, se había mantenido siempre dentro de su
más estricto deber.
CAPITULO
VIII
El rey y la reina emprenden un viaje a las fronteras. El autor
los acompaña E l modo como abandona
l
país se refiere
detalladamente. Regresa a Inglaterra.
Siempre tuve una firme confianza en que recobra
ría la libertad alguna vez, aunque me era imposible
conjeturar por qué medios, ni concebir ningún plan
con probabilidad de salir bien. El barco en que yo
navegaba fue el único del que supiese que hubiera
llegado a la vista de aquellas costas, y el rey había
dado rigurosas órdenes para que si aparecía algún
otro, lo sacaran del agua y lo llevaran en un carro a
Lorbrulgrud. Tenía él grandes deseos de conse
guirme una mujer de mi mismo tamaño con quien
pudiera propagar la raza; pero creo que hubiese con
sentido morir antes que sufrir la desventura de dejar
una descendencia que fuera enjaulada como cana
rios domésticos, y quizá alguna vez vendida por todo
el reino
a
las personas de alcurnia, como objetos cu
riosos. Sin duda me trataban con mucha amabili
dad; era
e l
favorito de unos grandes reyes y la alegría
de toda la corte; pero todo ello
a
costa de mi digni-
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