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La HostiaSignificado de Hostia1. f. Hoja redonda y delgada de pan ácimo, que se consagra en la misa y con la que se comulga.
2. f. Cosa que se ofrece en sacrificio.
Bien es cierto que la historia está plagada de abusos y fanatismos por causa de religiones; éstas en
muchos episodios han infligido daño y dolor a gente inocente, al pueblo en general, aunque
mayoritariamente en otras lo han ayudado y reconfortado... esto es reconocible y reconocido. Es la part
oscura y errónea del factor humano llevado a sus consecuencias más negativas, que posiblemente, hayacontribuido a un desprecio de la simbología que representa. A pesar de todo, "La Hostia" o "Sagrada
Forma" y el "Cáliz" (que para los católicos representa el mismísimo Cuerpo y Sangre de Jesucristo
mediante La Consagración en la misa, siguiendo el ritual de Jesús en la Ultima Cena), simboliza a Alguie
que hizo Algo por Alguien, mediante un gran esfuerzo. Por eso es posible que se merezca un respeto, y u
pequeño esfuerzo por parte de quien usa expresiones con ésta palabra.
CAMÁNDULALa palabra camándula se refiere a un rosario que tiene 33 granos, uno por cada año que vivió Jesús. Fu
el padre Miguel de Camaldoli (una villa de Italia cerca de Florencia) quien lo diseñó en 1516. Camándul
viene del nombre de esa villa. Este diseño también es conocido por "Salmos Penitenciales" o "La Corona
del Salvador" y consiste en 33 Ave Marías, 5 Padres Nuestros y un Credo.
Camaldoli podría venir de una orden de monjes ermitaños fundada por San Romualdo (951 - 1027+) en
esa villa en 1012. Es decir sería una fusión de "campus Romualdi" o campo de Romualdo.
Rosario (cristianismo)El Santo Rosario (del latín rosarium «rosal») es un rezo tradicional católico, que conmemora veinte
"misterios" de la vida de Jesucristo y de la Virgen María, recitando después de cada uno un Padre nuest
diez Ave María y un gloria.
También se llama "rosario" a la sarta de cuentas que se utiliza para rezar el Santo Rosario. Las cuentas
están separadas cada diez por otras de distinto tamaño y la sarta está unida por sus dos extremos a una
cruz.
Orígenes del rosarioEl cristianismo se ha alimentado y ha adoptado como propios muchos elementos de otras religiones y
culturas. El rosario originalmente viene de la India, de un artefacto similar usado hace miles de años pa
recitar mantras llamado japa mala que consta de 108 cuentas. En el Islam también se usa algo parecido
no sobra decir que tomado del hinduismo- llamado tasbih.
El rosario comenzó a utilizarse en el catolicismo alrededor del año 800. En los monasterios se suelen
recitar los 150 salmos en la Liturgia de las Horas, pero a los fieles que no eran sacerdotes ni monjes, al
poder seguir esta devoción (porque en su mayoría no sabía leer) se les enseñó una práctica más sencill
la de recitar 150 avemarías. Esta devoción tomó el nombre de "el salterio de la Virgen".
Su popularidad y desarrollo se dio en el s. XIII, cuando surgió el movimiento albigense. Ante los
enfrentamientos entre católicos romanos y albigenses, Domingo de Guzmán, fundador de la orden de lo
Predicadores (más conocidos como dominicos), parece haber promovido en sus misiones el rezo de un
forma primitiva del rosario. Al ser los dominicos una orden de predicadores y estar siempre en medio d
pueblo, su devoción se hizo popular, generando la aparición de cofradías y grupos de devotos por
doquier, junto con relatos de milagros que acrecentaron su fama. Aunque la devoción decayó durante e
siglo XIV, la orden de los Predicadores siguió fomentándola.
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El beato Alano de la Rupe fue el encargado de hacerla resurgir, tarea seguida por Jacobo Sprenger, prio
del convento de los dominicos en Colonia (Alemania). Para el siglo XVI ya estaba con su forma manejad
hoy: Contemplación de los "misterios", Credo, Padre nuestro y Ave María como oraciones principales y
cuentas o granos como medio de llevar la oración.
Sobre el Avemaría es preciso señalar que la segunda mitad de la oración fue añadida a la primera en el
siglo XIV, pero su uso se hizo universal cuando el papa Pío V promulgó el Breviario Romano y mandó q
se rezase al principio de cada hora del Oficio Divino, después del Padre nuestro.
Fue la batalla de Lepanto la que causó que la iglesia católica le diera una fiesta anual al rezo del rosario,
ya que el papa Pío V atribuyó la victoria de los cristianos sobre los turcos a la intercesión de la Virgen
María mediante el rezo del rosario. La fiesta fue instituida el 7 de octubre. Primero se la llamó "Nuestra
Señora de las Victorias", pero el papa Gregorio XIII la cambió por la fiesta de "Nuestra Señora del
Rosario".
Un fenómeno muy importante en torno a esta devoción fue el de los rosarios públicos o callejeros, que
surgieron en Sevilla en 1690 y se extendieron muy pronto por España y sus colonias americanas. Eran
cortejos precedidos por una cruz y que constaba de faroles de mano y asta para alumbrar los coros y
estaban presididos por la insignia mariana denominada Simpecado. Fue la principal referencia de la
devoción y en Sevilla llegó a haber en el siglo XVIII más de 150 cortejos que diariamente hacían su
estación por las calles rezando y cantando las avemarías y los Misterios. Los domingos y festivos salían
madrugada o a la aurora. Al principio eran masculinos, pero ya en el primer tercio del XVIII aparecieron
los primeros Rosarios de mujeres que salían los festivos por la tarde.
En Fátima (Portugal), en 1917, un grupo de niños alegó haber experimentado una aparición de la Virge
María, quien les habría revelado que cada vez que se reza un Ave María es como si se le ofreciera una
rosa, de tal suerte que cada rosario completo sería una corona de rosas (concepto que había sido
mencionado tiempo atrás por Luis María Grignion de Montfort en su obra Secreto admirable del Santo
Rosario).
El 16 de octubre de 2002, el papa Juan Pablo II promulgó la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae,
la que aprobó que se añadieran cinco nuevos Misterios al rosario, los misterios luminosos. La
introducción de estos Misterios ha sido la única reforma sustancial en este rezo después de varios siglo
Corona del rosarioLa corona del rosario (o camándula, como se le conoce en algunos países) está formada por 50 cuentas
grupos de 10 (conocidos como "decenas"), con un grano más grueso entre cada década. Cinco cuentas
más forman un colgante que une la cruz a las décadas mediante una medalla. Estas cinco cuentas
pudieran simbolizar las Llagas de Cristo y se utilizan para las oraciones adicionales rezadas antes y/o
después de los misterios. Se conocen rosarios de 150 cuentas que corresponden con su origen del saltemonacal. Para fabricar las cuentas se utilizaban semillas de caoba o incluso perlas reales, pero en la
actualidad se fabrican de materiales artificiales. En el pasado eran comunes los rosarios hechos con
huesos de olivo, algunos de los cuales se creía que eran fabricados con los olivos del huerto de Getsema
Tradicionalmente se recitaban 15 decenas, número que fue aumentado a 20 con la inclusión en el año
2002 de los "misterios" luminosos. Cada una, como ya se mencionó anteriormente, corresponde a uno d
los "misterios" de la Redenci
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BENDICIONES DEL ROSARIO1. Los pecadores obtienen el perdón. 2. Las almas sedientas se sacian. 3. Los que están atados ven
lazos desechos. 4. Los que lloran hallan alegría. 5. Los que son tentados hallan tranquilidad. 6. Lo
pobres son socorridos. 7. Los religiosos son reformados. 8. Los ignorantes son instruidos. 9. Los
vivos triunfan sobre la vanidad. 10. Los muertos alcanzan la misericordia por vía de sufragios.
LOS BENEFICIOS DEL ROSARIO1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo. 2. Purifica nuestras almas,
lavando nuestras culpas. 3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos. 4. Nos facilita practicar l
virtud. 5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor. 6. Nos enriquece con gracias y méritos. 7. Nos
provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y
finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.
Eucaristía
Del griego eucharistia = acción de gracias
Es el nombre que se da al Santo Sacramento del Altar, que recoge su doble aspecto de sacramento y
sacrificio de la misa, y en el cual Jesucristo está realmente presente bajo apariencia de pan y vino. Se
emplean otros títulos, como "Cena del Señor" (Caena Domini), "Mesa del Señor" (Mensa Domini), "Cuerp
del Señor"(Corpus Domini) y "Santísimo" (Sanctissimum), a los cuales se puede añadir las siguientes
expresiones con su significado original algo alterado: " Agape" (fiesta del amor), "Eulogia" (bendición),
"fracción del pan", "Synaxis" (asamblea), etc.; pero el antiguo título de "Eucaristía", que aparece en
autores tan tempranos como Ignacio, Justino e Ireneo, ha tomado precedencia en la terminología de la
Iglesia y sus teólogos. La expresión "Santo Sacrificio del Altar", introducida por Agustín, se encuentra h
en día reducida al ámbito popular y catequético. Esta extensa nomenclatura, que describe este gran
misterio desde tantos puntos de vista diferentes es, en sí misma, prueba suficiente de la posición centra
de la Eucaristía desde las primeras épocas, tanto en el culto divino y los servicios de la Iglesia como en
vida de fe y devoción de sus miembros.
La Iglesia honra a la Eucaristía como uno de sus más elevados misterios, ya que por su majestad e
incomprensibilidad acompaña a los misterios de la Trinidad y la Encarnación. Estos tres misteriosconstituyen una triada maravillosa, que hace lucir a la característica esencial del cristianismo como
religión de misterios que trascienden con mucho las capacidades de la razón, con todo su esplendor, y
eleva al catolicismo, el más fiel guardián y custodio de nuestra herencia cristiana, muy por encima de
todas las religiones paganas y no cristianas.
LA CRUZ, SIGNO DEL CRISTIANO
La Cruz es el símbolo radical, primordial para los cristianos: uno de los pocos símbolos universales,
comunes a todas las confesiones. Durante los tres primeros siglos parece que no se representó
plásticamente la cruz: se preferían las figuras del Pastor, el pez, el ancla, la paloma...
Fue en el siglo IV cuando la cruz se convirtió, poco a poco, en el símbolo predilecto para representar a
Cristo y su misterio de salvación. Desde el sueño del emperador Constantino, hacia el 312 ("In hocsigno vinces": con esta señal vencerás), que precedió a su victoria en el puente Milvio, y el
descubrimiento de la verdadera Cruz de Cristo, en Jerusalén, el año 326, por la madre del mismo
emperador, Elena, la
atención de los cristianos hacia la Cruz fue creciendo. La fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, que
celebramos el 14 de septiembre, se conoce ya en Oriente en el siglo V, y en Roma al menos desde el sigl
VII. Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la Cruz ofrecen a un Cristo Glorioso, con
larga túnica, con corona real: está en la Cruz, pero es el Vencedor, el Resucitado. Sólo más tarde, con la
espiritualidad de la Edad Media, se le representará en su estado de sufrimiento y dolor.
En nuestro tiempo es la Cruz, en verdad, un símbolo repetidísimo, en sus variadas formas:
—la cruz que preside la celebración, sobre el altar o cerca de él,
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—la cruz procesional que encabeza el rito de entrada en las
ocasiones más solemnes, y parece ser el origen de que luego el lugar de la celebración este presidido po
ella,
—las que colocamos en las habitaciones de nuestras casas
—la cruz pectoral de los Obispos, y el báculo pastoral del Papa.
Basta recordar el magnífico báculo de Juan Pablo II, en forma de cruz, heredado de Pablo VI.
—las cruces penitenciales que los "nazarenos" portan sobre sus espaldas en la procesiones de Semana
Santa,
—la cruz como adorno y hasta como joya que muchas personas llevan al cuello,—y las variadas formas de "señal de la cruz" que trazamos sobre las personas y las cosas (en forma de
bendición) o sobre nosotros mismos en momentos tan significativos como el comienzo de la
Eucaristía o el rito del Bautismo.
La elocuencia de un símbolo No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a
ver la Cruz en la iglesia o en nuestras casas. Pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo
nos predica siempre la gran lección del cristianismo. La Cruz resume toda la teología sobre Dios,
sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz es todo un discurso: nos
presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio
dolor; un Cristo que es Juez y Señor, pero a la vez Siervo, que ha querido llegar a la total entrega de sí
mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su
Pascua—muerte y resurrección—ha dado al mundo la reconciliación y la Nueva Alianza entre la
humanidad y Dios...
Esta Cruz ilumina toda nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria d
Cristo, a través de la renuncia a sí mismo, y nos compromete a seguir el mismo estilo de vida para
llegar a la nueva existencia del Resucitado. La Cruz, que para los judíos era escándalo y para los griegos
necedad (1 Cor 1,18-23), que escandalizó también a los discípulos de Jesús, se ha convertido en nuestro
mejor símbolo de victoria y
esperanza, en nuestro más seguro signo de salvación y de gloria. No es de extrañar que, cuando en
nuestra celebración empleamos el gesto simbólico del incienso—signo de honra, de veneración y
alabanza—
sea en primer lugar la Cruz la que reciba nuestro homenaje. En esa Cruz se centra nuestracomprensión de Cristo y de su Misterio Pascual. Ahí está concentrada la Buena Noticia del
evangelio. Todas las demás palabras y gestos simbólicos lo que hacen es explicar, desarrollar (y, a vece
oscurecer) lo que nos ha dicho la Cruz...
La señal de la Cruz
Los cristianos, con frecuencia, hacemos con la mano la señal de la cruz sobre nuestras personas. O nos l
hacen otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones. Al principio parece que era costumbre
hacerla sólo sobre la frente. Luego se extendió poco a poco a lo que hoy conocemos: o hacer la
gran cruz sobre nosotros mismos (desde la frente al pecho y desde el hombro izquierdo al derecho) o
bien la triple cruz pequeña, en la frente, en la boca y el pecho, como en el caso de la proclamación
del evangelio. Es un gesto sencillo, pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera
confesión de nuestra fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesióal hacer sobre nuestra persona esta señal es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, E
es mi Salvador, la Cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...". No hace falta
llegar a los estigmas de la cruz en el propio cuerpo, como en el caso de algunos Santos. El repetir el gest
nos recuerda que estamos salvados, que Cristo ha tomado posesión de nosotros, que estamos de una ve
para siempre bendecidos por la Cruz que Dios ha trazado sobre nosotros.
En realidad, el primero que hizo la "señal de la Cruz" fue el mismo Cristo, que "extendió sus brazos en la
cruz" (Plegaria Eucarística 2ª.), y "sus brazos extendidos dibujaron entre el cielo y la tierra el signo
imborrable de tu Alianza" (Plegaria Eucarística 1ª. de la Reconciliación)... Si ya en el Antiguo Testament
se hablaba de los marcados por el signo de la letra "tau", en forma de cruz (Ezeq 9,4-6) y
el Apocalipsis también nombra la marca que llevan los elegidos (Apoc 7,3), nosotros, los cristianos, al
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trazar sobre nuestro cuerpo el signo de la Cruz nos confesamos como miembros del nuevo Pueblo, la
comunidad de los seguidores de ese Cristo que desde su Cruz nos ha salvado.
Desde el Bautismo
Un momento particularmente expresivo en que sobre nuestras personas se traza la señal de la Cruz es
del bautizo. Es un rito elocuente por demás. El sacerdote (y después los padres y padrinos) hacen al
bautizando la señal en la frente: "te signo con la señal de Cristo Salvador"... En el caso del Bautismo de
Adultos es todavía más explícito el gesto. El sacerdote le signa en la frente diciendo: "recibe la cruz en l
frente: Cristo mismo te fortalece con la señal de su victoria; aprende ahora a conocerle y a seguirle". Y
luego, si parece oportuno, se puede repetir el signo sobre los oídos, los ojos, la boca, el pecho y la espaldcon las palabras y oraciones que expresan muy claramente la pertenencia a Cristo y las consecuencias
que esto trae para el estilo cristiano de vida. En verdad, a la hora de empezar la vida cristiana, la señal d
la cruz es como una marca de posesión y de fe en Cristo Salvador. No es algo mágico, como una especie
amuleto protector: sino una profesión de fe en la persona de Cristo, que, en su Cruz y por su Cruz, nos h
conseguido la salvación y que esperamos que durante toda nuestra vida nos siga bendiciendo.
Por eso, siempre que hacemos la señal de la Cruz estamos recordando en algún modo el Bautismo. Y es
una costumbre cristiana digna de alabanza que los padres, que en el rito del bautizo han
participado en esta signacion a sus hijos, sigan haciéndolo en la vida. Muchos padres cristianos trazan
esta señal sobre sus hijos en el momento de acostarlos, de enviarles a la escuela, al comienzo de un
viaje. Hecha con fe, este gesto es un signo de que lo que empezó en el Bautismo, la vida cristiana, se
quiere que continúe desarrollándose y creciendo. Sus hijos son también hijos de Dios, pertenecen a
Cristo.
Es como si les dijeran: "el que tomó posesión de ti en el Bautismo te acompañe en todo momento".
La misma señal de la Cruz se trazará al final, en los ritos sacramentales de la Unción, y las exequias, sob
el cristiano que lucha contra la enfermedad o que está próximo a la muerte. En muchas regiones es
costumbre que los familiares hagan la cruz sobre la frente del difunto: así nuestra vida cristiana queda
enmarcada, desde principio a fin, con el signo victorioso de la Cruz de Cristo.
En la celebración de la Eucaristía
Otro de los momentos privilegiados en que el signo de la Cruz tiene particular significado es cuando los
cristianos nos congregamos para celebrar la Eucaristía. Además de que la Cruz preside toda la
celebración, en un lugar notorio—
no hace falta que esté sobre el altar—
, hay varios momentos en que duna manera u otra hacemos sobre nosotros mismos la señal de la Cruz: al principio de la Misa, al
comenzar el Evangelio y al recibir la bendición final. Empezar la Eucaristía con la señal de la Cruz grand
es como un recuerdo simbólico del Bautismo: vamos a celebrar en cuanto que todos somos bautizados,
pertenecemos al Pueblo de los seguidores de Cristo, el Pueblo consagrado como comunidad sacerdotal
por los
sacramentos de la iniciación cristiana. Todo lo que vamos a hacer, escuchar, cantar y ofrecer, se debe a
que en el Bautismo nos marcaron con la señal de nuestra pertenencia a Cristo. Además la
Eucaristía apunta precisamente a la Cruz: es memorial de la Muerte salvadora de Cristo y quiere hacern
participar de toda la fuerza que de esa Cruz emana, también para que sepamos ofrecernos a nosotros
mismos—la Cruz, hecha nuestra—en la vida de cada día. En el caso de esta señal de la Cruz que hacemo
al principio de la Eucaristía se añade todavía otro matiz interesante: la hacemos "en el nombre del Padrdel Hijo y del Espíritu Santo". Unimos, por tanto, el símbolo de la Cruz de Cristo con el Nombre santo de
Dios Trino. La Cruz de Cristo y el Dios Trino están íntimamente relacionados: el Cristo que murió en la
Cruz es el Hijo de Dios, y es el que nos dio su Espíritu. Cuando fuimos bautizados, lo fuimos también en
este santo
Nombre de Dios Trino. Cuando se nos perdonan los pecados, o celebramos los demás sacramentos,
invocamos o se invoca sobre nosotros el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y, además,
trazando a la vez la señal de la Cruz de Cristo en todos los casos. Por tanto, empezar conscientemente la
Eucaristía con este doble recuerdo del Bautismo—la Cruz y el nombre de la Trinidad—es dar a nuestra
celebración su verdadera razón de ser. También hacemos la señal de la Cruz, esta vez en su forma de
triple
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cruz, sobre la frente, boca y pecho, al empezar el Evangelio. En rigor el Misal (IGMR 95) parece indicarl
sólo del lector—diácono o sacerdote—, pero es costumbre que toda la comunidad se santigüe en
este momento. El sentido es bastante claro: queremos expresar nuestra acogida a la Palabra que se va a
proclamar. Queremos hacer como una profesión de fe: la Palabra que escucharemos es la de
Cristo; más aún, es el mismo Cristo, y queremos que tome posesión de nosotros, que nos bendiga
totalmente, a toda nuestra persona (pensamientos, palabras, sentimientos, obras). Es como si dijéramo
"atención, en este momento nos va a hablar Cristo Jesús, nuestro Señor, al que pertenecemos desde el
Bautismo: su Palabra es en verdad salvadora y eficaz, y quiere penetrar hasta el fondo de nuestro
ser". Este es también el motivo por el cual, en el rezo de la Liturgia de las Horas, nos santiguamos alempezar los cánticos evangélicos, el Magníficat, el Benedictus y el Nunc dimittis: no tanto porque sean
cánticos, sino porque son Evangelio (la única proclamación—cantada, además—del Evangelio en la
Liturgia de las Horas). Sobre la señal de la Cruz que nos hacemos cuando el presidente nos bendice par
concluir la celebración, cfr. la reflexión de R. Grández, La bendición final de los actos litúrgicos: Oración
de las Horas 7-8 (1980) 181-184.
Una vida según la Cruz
Todo gesto simbólico, todo signo, pueden ayudarnos por una parte a entrar en comunión con lo que
simboliza y significa. Que es lo importante. Y por otra, puede ser también un peligro, si nos quedamos
en la mera exterioridad. Entonces el gesto se convierte un poco en gesto mágico, ritual, rutinario, que n
significa nada ni nos lleva a nada. De tanto ver la Cruz, y de tanto hacer sobre nosotros su señal, se
puede convertir en un gesto mecánico, que no nos dice nada. Y más cuando se puede convertir
sencillamente en un objeto de adorno, más o menos estético y precioso, pero que no parece indicar que
comporte
una auténtica fe en lo que significa. Cuando colocamos una Cruz en nuestras casas, o la vemos en la
iglesia, o nos hacemos la señal de la Cruz al empezar el día, al salir de casa, al iniciar un viaje, o—ya
dentro de la celebración—cuando nos santiguamos al empezar la Eucaristía o al recibir la bendición fin
deberíamos dar a nuestro gesto su auténtico sentido. Debería ser un signo de nuestra alegría por
sentirnos salvados por Cristo, por pertenecerle desde el Bautismo. Un signo de victoria y de gloria:
nosotros como cristianos "nos gloriamos en la Cruz de Nuestro Señor Jesús" (Gal 6,14) y nos dejamos
abarcar, consagrar y bendecir por ella. Más aún. Esta señal de la Cruz repetida quiere ser un
compromiso:porque la Cruz es el símbolo mejor del estilo de vida que Cristo nos ha enseñado. La imagen o la señal d
la Cruz quieren indicarnos el camino "pascual", o sea, de muerte y resurrección, que recorrió ya
Cristo, y que nos invita ahora a nosotros a recorrer: "si alguien quiere venir en pos de mi, niéguese a sí
mismo, cargue con su cruz y sígame" (Mt 16,24)
Es fácil cantar: "victoria, tú reinarás, oh Cruz, tú nos salvarás". Y fácil también hacer, más o menos
distraídamente, la señal de la Cruz en esos momentos en que estamos acostumbrados. Lo que es difícil
escuchar y asimilar todo el mensaje que nos viene predicado desde este símbolo. Un mensaje de salvac
y esperanza, de muerte y resurrección. De vida cristiana entendida como servicio. Y un recordatorio—
todavía—no sólo de Cristo, sino de todos los que han sufrido y siguen sufriendo en nuestro mundo:
Cristo, en la Cruz, es
como el portavoz de todos los que lloran y sufren y mueren, a la vez que es la garantía y la proclama devictoria para todos. Los cristianos, a la Cruz, le tenemos que reconocer todo su contenido, para que no s
un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de
vida
que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz, y si nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es
consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena.