Realeza Mundo Sumerio

7
Actas de las primeras jornadas de filosofía política : democracia, tolerancia, libertad / compilado por Patricia Britos. - 1a ed. - Bahía Blanca : Univ. Nacional del Sur - Ediuns, 2008. Internet. ISBN 978-987-1171-92-7 1. Filosofía Política. I. Britos, Patricia, comp. CDD 320.1 En la antigua Mesopotamia, la percepción sensorial de los fenómenos hostiles característicos del ambiente geográfico –como las crecidas imprevisibles del Tigris y del Éufrates, los fuertes vientos que levantaban un polvo asfixiaste, el abrasador calor que inundaba la atmósfera- inquietó a sus habitantes, constituyendo estas fuerzas de la naturaleza un peligro siempre latente, que amenazaba la frágil condición humana. En un intento de calmar su incertidumbre y comprender su destino, el hombre identificó en dichas fuerzas la manifestación de diferentes voluntades cósmicas, otorgando a las más poderosas el rango de dioses. Los dioses, no obstante haber sido mentalmente concebidos como “voluntades individuales, virtualmente divergentes, potencialmente en conflicto, preñadas de elementos anárquicos” (Jacobsen, 1988, 170), fueron también considerados los creadores y ordenadores del universo, cuya dinámica se creía que era regulada a través de los canales del Me. Si bien el concepto Me es difícil de explicar, podemos llegar a comprenderlo si tenemos presente que era entendido propiedad exclusiva de las entidades divinas, constituyendo el contenido específico de los “planes divinos”, de los “destinos” asignados por ellos a todos los seres animados e inanimados, de manera que presidírían el porvenir de los hombres y de su civilización. A través del mito de Inanna y Enki 1 los teólogos sumerios dieron a conocer una larga lista de Me, cuya lectura nos advierte que entre los principios que posibilitaban la marcha del universo se encontraban “no solamente la “verdad”, la “paz”, la “bondad”, la “justicia”, sino también la “falsedad”, la “disputa”, la “lamentación”, el “temor””(Kramer, 1978, 160), de forma que los conflictos, las tensiones, las adversidades, fueron entendidos por la mentalidad mesopotámica como males necesarios para la dinámica cósmica. Enmarcado en este contexto ideológico, nuestro propósito es rescatar el activo papel desempeñado por el poder político oriental, a los efectos de hacer comprensible cómo fue entendida la realeza y justificada la responsabilidad regia -tanto en relación a los éxitos como a los fracasos de su gestión-, e identificar los principales soportes utilizados por el Estado para difundir su cometido con la intencionalidad de crear un clima de consenso o tolerancia, que garantizara la estabilidad del núcleo dirigente y la cohesión de la pirámide de las desigualdades sociales durante el III milenio a.C.. La Institución de la Realeza. En Mesopotamia, durante el III milenio a.C., se había difundido la idea de Stella Maris Viviana Gómez Universidad Nacional del Sur Entre reyes y dioses FILOPOL, 2008 Gómez, 1 política y religión en Mesopotamia Antigüa

Transcript of Realeza Mundo Sumerio

  • Actas de las primeras jornadas de losofa poltica : democracia, tolerancia, libertad / compilado por Patricia Britos. - 1a ed. - Baha Blanca : Univ. Nacional del Sur - Ediuns, 2008.Internet.

    ISBN 978-987-1171-92-7

    1. Filosofa Poltica. I. Britos, Patricia, comp.

    CDD 320.1

    En la antigua Mesopotamia, la

    percepcin sensorial de los fenmenos

    hostiles caractersticos del ambiente

    geogrco como las crecidas imprevisibles

    del Tigris y del ufrates, los fuertes vientos

    que levantaban un polvo asxiaste, el

    abrasador calor que inundaba la atmsfera-

    inquiet a sus habitantes, constituyendo estas

    fuerzas de la naturaleza un peligro siempre

    latente, que amenazaba la frgil condicin

    humana.

    En un intento de calmar su

    incertidumbre y comprender su destino,

    el hombre identic en dichas fuerzas la

    manifestacin de diferentes voluntades

    csmicas, otorgando a las ms poderosas el

    rango de dioses.

    Los dioses, no obstante haber sido

    mentalmente concebidos como voluntades

    individuales, virtualmente divergentes,

    potencialmente en conicto, preadas de

    elementos anrquicos (Jacobsen, 1988,

    170), fueron tambin considerados los

    creadores y ordenadores del universo, cuya

    dinmica se crea que era regulada a travs

    de los canales del Me.

    Si bien el concepto Me es difcil de

    explicar, podemos llegar a comprenderlo

    si tenemos presente que era entendido

    propiedad exclusiva de las entidades divinas,

    constituyendo el contenido especco de

    los planes divinos, de los destinos

    asignados por ellos a todos los seres

    animados e inanimados, de manera que

    presidran el porvenir de los hombres y de

    su civilizacin.

    A travs del mito de Inanna y Enki1

    los telogos sumerios dieron a conocer una

    larga lista de Me, cuya lectura nos advierte

    que entre los principios que posibilitaban

    la marcha del universo se encontraban

    no solamente la verdad, la paz, la

    bondad, la justicia, sino tambin la

    falsedad, la disputa, la lamentacin, el

    temor(Kramer, 1978, 160), de forma que

    los conictos, las tensiones, las adversidades,

    fueron entendidos por la mentalidad

    mesopotmica como males necesarios para

    la dinmica csmica.

    Enmarcado en este contexto

    ideolgico, nuestro propsito es rescatar

    el activo papel desempeado por el poder

    poltico oriental, a los efectos de hacer

    comprensible cmo fue entendida la realeza

    y justicada la responsabilidad regia -tanto

    en relacin a los xitos como a los fracasos

    de su gestin-, e identicar los principales

    soportes utilizados por el Estado para

    difundir su cometido con la intencionalidad

    de crear un clima de consenso o tolerancia,

    que garantizara la estabilidad del ncleo

    dirigente y la cohesin de la pirmide de las

    desigualdades sociales durante el III milenio

    a.C..

    La Institucin de la Realeza.

    En Mesopotamia, durante el III

    milenio a.C., se haba difundido la idea de

    Stella Maris Viviana GmezUniversidad Nacional del Sur

    Entre reyes y diosesFILOPOL, 2008Gmez, 1 poltica y religin en Mesopotamia Antiga

  • que la institucin de la realeza era de origen

    divino y que los dioses eran los encargados

    de elegir a los hombres responsables de

    conducir los destinos de los pueblos -en

    calidad de gobernante de una ciudad o de rey

    de un extenso territorio unicado-, lo cual

    justic la concentracin del poder poltico

    en la gura del Ensi o en la del Lugal.

    Eannatum, logrando reunir ambos

    ttulos, en una de sus inscripciones grabada

    sobre una estela2, expresaba su eleccin

    divina de esta manera:

    Eannatum cuyo nombre Enlil

    haba pronunciado, a quien Ningirsu

    haba dado el poder, a quien Nanshe haba

    preferido en (su) corazn, a quien Ninhursag

    haba nutrido constantemente con (su)

    leche, a quien Inanna haba llamado con un

    buen nombre, a quien Enki haba otorgado

    inteligencia, el amado de Dumuzi-Abzu, el

    conable de Hendursag, el amigo amado de

    Lugalurub (Kramer, 1963, 308)

    Tiempo ms tarde Entemena, ensi de

    Lagash, repite el discurso ideolgico de su

    to, aunque ms sintticamente, en dos conos

    de arcilla3:

    Entemena, el ensi de Lagash, a

    quien Enlil le dio el cetro, a quien Enki le dio

    la sabidura, a quien Nanshe preri (en) su

    corazn, el gran ensi de Ningirsu, el hombre

    que ha recibido la palabra de los dioses

    (Cooper, 1983, 50)

    Posteriormente Urukagina, quien

    no perteneca a la dinasta de Lagash,

    para justicar su ascenso al trono ante los

    sbditos, continu difundiendo la nocin de

    una eleccin divina, efectuada en este caso

    entre una gran multitud, utilizando como

    soportes de la escritura varios conos y una

    placa4:

    Cuando el dios Ningirsu, hroe

    de Enlil, a Urukagina le dio la realeza de

    Lagash, cuando, entre 36000 hombres, cogi

    su mano, (entonces) restableci los destinos

    de esos tiempos (Molina, 2000, 52)

    Si nos guiamos por la leyenda que

    relata el origen de Sargn5, a pesar de que en

    ella se hizo hincapi en la genealoga no real

    del fundador del Reino de Akkad, advertimos

    que su ascenso al poder fue tambin relatado

    como consecuencia de la preferencia divina:Mientras era jardinero, Ishtar me concedi su

    amor.

    Y ejerc la realeza durante (cincuenta) y seis

    aos (Lara Peinado, 1984, 510)

    Y, a comienzos del perodo

    neosumerio, Gudea de Lagash que tampoco

    desciende directamente de la dinasta

    reinante-, continu sustentando la misma idea

    y dndola a conocer utilizando como soporte

    la denominada estatua del Arquitecto con

    el Plano6, que ubic en el patio del famoso

    Eninnu, el gran templo que edic en honor

    a Ningirsu:Cuando Ningirsu dirigi su mirada sobre su

    ciudad legtima, escogi a Gudea como pastor el

    del pas (y) le dio poder sobre 216000 personas

    (Lara Peinado, 1994, 47)

    De lo expuesto, podemos inferir que

    la ideologa mesopotmica que sustentaba

    el concepto de realeza y el desempeo del

    cargo poltico, no privilegi el derecho

    hereditario a la sucesin aunque en la

    prctica as aconteciera- sino que prioriz

    tanto el favor como la sancin divina para

    asumir la investidura real.

    Ahora bien. Indistintamente del

    ttulo detentado y la forma de asenso al

    trono, el cargo poltico fue concebido como

    una extraa combinacin de poder personal

    y servidumbre (Frankfort, 1983, 274). Los

    hombres, en el desempeo de su rol sacro, se

    encontraban facultados para tomar todo tipo

    de decisiones, hasta las ms difciles de llevar

    a la prctica, y si se difunda que mediante

    ellas se evitaba que el orden divino fuese

    perturbado, se transformaban en rdenes

    incuestionables para sus subordinados.

    Pero, por otra parte, al ser delegados de los

    dioses los dirigentes no deban apartarse de

    la obligacin de gobernar a los sbditos con

    justicia, interpretando para ello la voluntad

    divina.

    Urukagina, expresaba dicha nocin

    con las siguientes palabras:

    FILOPOL, 2008

    Gmez, 2

  • Las rdenes que su seor, el dios Ningirsu,

    le haba dado, (Urukagina) comprendi

    (Molina, 2000, 52)

    Urukagina ha acordado con el dios Ningirsu

    que el hurfano y la viuda no sean puestos en

    manos del poderoso (Molina, 2000, 54)

    En tanto, en la estatua de Gudea leemos:

    Para Ningirsu, su rey (todo) lo que convena lo

    ejecut (Lara Peinado, 1994, 49)

    Dediqu mi atencin a las leyes de Nanshe y

    de Ningirsu: el hurfano no fue entregado al

    rico, la viuda no fue entregada al poderoso

    (Lara Peinado, 1994, 50).

    Y, Ur Nammu, el fundador del Reino

    de Ur III, explicit en el prlogo de sus

    leyes7:(En ese tiempo, Ur)-Nammu, (hombre fuerte,

    rey) de (Ur, rey de Sumer) (y) de Akkad, con (la

    fuerza) de Nanna, rey de la ciudad,estableci

    la justicia en el pas (y) expuls (el desorden (y)

    la iniquidad) (Lara Peinado, 1994, 56).

    De esta manera, en el variado corpus

    de inscripciones regias, es posible reconocer

    el mismo trasfondo losco de sujecin

    a la esfera divina: el Rey, a pesar de ser

    portador de una investidura que exhiba su

    superioridad de clase y le confera el respaldo

    de los dioses, no deba olvidar jams que

    eran los dioses, en ltima instancia, los que

    determinan todos los destinos incluidos

    los de los reyes individualmente y los de

    la sociedad en su conjunto (De Bernardi,

    2002, 182).

    xitos de la Gestin Real.

    Toda eleccin divina, lgicamente

    estaba sustentada en la capacidad del rey

    para el ejercicio del poder poltico. Por

    ello, los hombres que crean haber sido

    elegidos para detentar un cargo de origen

    divino, adems de cuidar con gran esmero

    su relacin con la esfera celeste, decidieron

    difundir entre sus sbditos sus dotes

    especiales, que lo diferenciaban y apartaban

    del resto de los mortales y lo facultaban para

    actuar conforme al Me, lo cual implicaba

    hacer la voluntad de los dioses, vale decir

    respetar las rdenes divinas.

    Tanto en las inscripciones como en la

    iconografa sumeria, el dinasta fue plasmado

    como piadoso constructor de edicios

    religiosos, valeroso dirigente del ejrcito del

    dios en defensa de sus dominios, en calidad

    de pastor preocupado por la conduccin y el

    bienestar de su pueblo, en sntesis, acatando

    las leyes divinas. La placa de Ur-Nanshe8,

    que muestra al gobernante de Lagash en

    compaa de su familia portando sobre su

    cabeza una cesta con tierra o ladrillos para la

    construccin de un recinto religioso; la estela

    de los Buitres de Eannatum9, que presenta

    a un rey victorioso al frente del ejrcito de

    Ningirsu; las numerosas estatuas de diorita

    de Gudea que nos hablan de su devocin y de

    su preocupacin por estabilizar las relaciones

    sociales y familiares en sus dominios; la

    estela de Ur-Nammu10, que muestra al rey de

    Ur ofreciendo libaciones a Nanna y portando

    sobre sus hombros las herramientas que muy

    posiblemente utilizara para la construccin

    del gran ziggurat, son slo algunos ejemplos

    que podemos destacar para ilustrar la

    campaa propagandstica emprendida por el

    Estado.

    En efecto, recurriendo indistinta

    y fundamentalmente a los canales de la

    escritura y de la iconografa, el poder poltico

    mesopotmico utiliz los ms variados

    soportes para difundir y convencer a todos

    los sbditos letrados e iletrados- de que su

    gestin se fundamentaba en el mantenimiento

    del Me, a los efectos de crear un clima de

    consenso que evitase en la medida de lo

    posible el uso de la coercin y asegurase la

    estabilidad social.

    De esta manera, se justicaba la

    imposicin de una autoridad que perciba

    tributos -que conducan al endeudamiento

    progresivo y a la esclavitud de numerosas

    familias de sbditos-, que prescriba levas

    obligando muchas veces al trabajador

    rural a abandonar sus tareas para engrosar

    las las de ejrcito- y determinaba trabajos

    obligatorios reclutando mano de obra para

    llevar a la prctica variados proyectos de

    arquitectura religiosa y civil-, vivencias que

    resultaran tal vez menos dolorosas si se

    FILOPOL, 2008

    Gmez, 3

  • lograba persuadir que estar al servicio del

    Estado, con las consiguientes desigualdades

    sociales, era necesario para el engranaje de

    la dinmica csmica.

    De lo expuesto podemos llegar

    a comprender mejor el mensaje que

    Lugalzaggesi, rey del Pas de Smer, decidi

    codicar sobre un vaso de piedra11:Cuando Enlil, el rey de todos los pueblos, hubo

    dado el reinado del Pas a Lugalzaggesi, (los

    habitantes de) todos los pases descansaron

    (paccamente) en la pradera bajo l; el Pas

    se regocij bajo l; todos los jefes de Smer

    (y) los ensi de todos los pases extranjeros se

    inclinaron ante l en Uruk de acuerdo con el Me

    de la dignidad real (Kramer, 1963, 323)

    Fracasos de la Gestin Real.

    No debemos olvidar, que durante el

    perodo acadio los textos y la iconografa

    difundiran una imagen del rey cimentada

    en un ideal de fuerza, de capacidad para

    someter por las armas al enemigo, que

    culmina con la deicacin del soberano

    (Liverani, 1995, 212). El testimonio ms

    relevante lo constituye la estela de la Victoria

    de Naram-Sin12, en la cual el nieto de Sargn

    fue representado como un rey hroe pero

    con los atributos de una divinidad, es decir,

    tocado con la tiara de cuernos. Su altivez

    qued adems al descubierto al decidir usar

    un ttulo que hasta entonces se haba aplicado

    slo a An, a Enlil y a Utu: Rey de las Cuatro

    Partes, manifestando una geometra de

    poder donde el rey est ubicado en el centro,

    con las cuatro regiones bajo su mandato

    (Bernbeck, 2008, 162-163).

    Sumado a lo anterior, el hecho de que

    el nombre de Naram-Sin se difundiera por

    escrito precedido del determinativo divino,

    apartara al rey de la tradicional ideologa

    del poder, basada en el sustento divino de la

    legitimidad de la monarqua.

    Todo lo expuesto, nos permite

    postular la posibilidad de que las numerosas

    y simultneas sublevaciones que tuvo que

    enfrentar Naram-Sin durante su gobierno,

    no hayan sido producto de un intransigente

    localismo, y mucho menos que una vez

    sofocadas hayan promovido un culto de

    tinte popular a favor de su heroica gura,

    como el rey se encarg de promocionar en

    una de sus inscripciones13. Por el contrario,

    dichos levantamientos bien pueden haber

    constituido el intento de resistir las

    exacciones tributarias y las cargas del apoyo

    de las campaas militares, que son efectos

    ineludibles del proceso de centralizacin

    y de la ampliacin de la estatalidad (De

    Bernardi-Silva Castillo, 2005, 20), y que

    traduciran un malestar generalizado ante

    una nueva imagen y conducta regia.

    Su ambicin de enaltecerse por encima

    de la esfera puramente humana tambin fue

    condenada por la clase sacerdotal, que la

    consideraba una pretensin de actuar por su

    cuenta y reemplazar a los dioses, mereciendo

    por ello el castigo divino (Liverani,

    1995, 213). Dicha reaccin motivara con

    posterioridad la aparicin una literatura

    pseudohistoriogrca que promocion a

    Naram-Sin como antimodelo de la realeza

    mesopotmica14, en contraposicin a Sargn,

    un ejemplo de comportamiento a seguir por

    los soberanos, por haber sido un dinasta

    valiente y victorioso, pero que supo acatar la

    voluntad divina.

    Ahora bien. Como hemos comentado,

    el concepto de Me contemplaba la existencia

    de anttesis y contradicciones necesarios para

    el mantenimiento del delicado balance entre

    el orden y el desorden. Por ende, a pesar del

    papel activo y responsable que desempease

    el poder poltico, la relacin entre los dioses

    y los hombres poda llegar a revestir aspectos

    dolorosos para stos ltimos. La violencia,

    la opresin, la derrota, la catstrofe, seran

    situaciones vivenciadas directamente tanto

    por los reyes como por los sbditos.

    Nunca sabremos con exactitud que

    pas por las mentes de los gobernantes de

    Umma cuando, no obstante contar con el

    aval de Shara, fueron derrotados durante

    generaciones por los elegidos de Ningirsu de

    Lagash; tampoco percatarnos si las familias

    FILOPOL, 2008

    Gmez, 4

  • de los soldados de Umma experimentaron

    dudas respecto del dios y del ensi, cuando

    recibieron la noticia de que Entemena

    haba ordenado apilar los cadveres de los

    vencidos a modo de escarmiento; menos

    an, llegaremos a conocer las reexiones

    de Lugalzaggesi, quien fue el primer gran

    unicador reconocido por Enlil pero termin

    encerrado en una jaula, castigado y expuesto

    a la humillacin pblica por Sargn; y es

    muy difcil que lleguen a nosotros noticias

    acerca de la reaccin del piadoso Utukhengal

    de Uruk cuando luego de haber emprendido

    la loable tarea de expulsar a los extranjeros

    gteos fue desplazado de la escena poltica

    por Ur-Nammu.

    Sin embargo, podemos rescatar

    dos fuentes escritas que nos permiten

    comprender un poco mejor cmo fue

    entendida por la mentalidad mesopotmica

    la derrota militar, el saqueo de una ciudad,

    la catstrofe natural, que poda conducir a

    la ruina de una ciudad o de un reino, y a la

    cada del soberano, imprimiendo el sello del

    fracaso en su gestin de gobierno.

    Urukagina nos ha legado una

    tablilla de arcilla15 cuya inscripcin relata

    la violenta destruccin de sus dominios

    por parte de Lugalzaggesi de Umma.

    El carcter devastador de esta empresa

    se reeja en las numerosas y precisas

    referencias de construcciones religiosas y

    civiles destruidas y saqueadas, de campos

    cultivados incendiados, de la red de canales

    inutilizada, etc. Pero, al nalizar su lamento,

    el apesadumbrado rey de Lagash declaraba:Porque el hombre de Umma destruy los ladrillos

    de Lagash, el perpetr un pecado contra Ningirsu;

    l (Ningirsu) cortar las manos que han sido

    levantadas contra l. No es culpa de Urukagina, el

    rey de Guirsu. Pueda Nidaba, la diosa (personal)

    de Lugalzaggesi, el ensi de Umma, hacerlo (a

    Lugalzagessi) asumir todos (estos) pecados

    (Kramer, 1963, 323)

    La segunda inscripcin es conocida

    como Elega de la Destruccin de Ur16, y

    relata con notable dramatismo la cada del

    Reino de Ur III y de su dinasta Ibbi-Sin:

    El viento, para cambiar el ritmo de los das

    y borrar la ley, como huracn se ha

    desencadenado.

    Derrib el antiguo, justo orden de Smer;

    se acab el tiempo de los buenos gobernantes.

    En ruinas yacen ahora las ciudades del pas

    En lugar extrao est ahora el trono del rey,

    dnde puede hallarse la sentencia justa?

    El poder pas a tierra extranjera,

    a la que se mira con la cerviz doblegada.

    La sentencia de los dioses aboli las leyes,

    pues An contempl airado a sus pases,

    y la mirada de Enlil se dirigi benigna a los

    enemigos

    Ay! El rey de Smer sali del palacio,

    Ibbi-Sin march al pas de los elamitas,

    hacia regiones lejanas en los lmites de Anshan

    Y se asemej al pjaro cuyo nido se destruye,

    al extranjero que ya no ver ms su patria

    As han determinado An y Enlil el destino.

    La palabra de An quin la echa por tierra!

    Y quin puede cambiar los designios de Enlil!

    Oh Smer, pas del terror, donde los hombres

    tiemblan

    el rey se fue, y sus hijos lloran (Schmkel,

    1965, 106-7)

    En ambas composiciones, los

    respectivos reyes no parecen haber

    descuidado su rol sacro ni haber cometido

    algn tipo de falta. Sin embargo, se vieron

    obligados a afrontar con impotencia el

    fracaso, difundindose as la imagen de un

    rey que es vctima.

    El consuelo o la resignacin ante los

    males que encerraba el concepto de Me, no

    tardara en llegar, simplemente se deba tomar

    conciencia de que las divinidades asignaban

    la realeza, pero nunca eternamente a un reino,

    pues todos los hombres -aunque gozasen

    de la investidura real- eran considerados

    slo instrumentos en manos de los dioses,

    los cuales determinaban caprichosamente

    los destinos en benecio de la dinmica

    csmica.

    Es por eso que el derrotado Urukagina

    no consideraba que la destruccin de su ciudad

    fuera un castigo por no haber desempeado

    responsablemente su labor, e incluso mientras

    aguardaba la justicia de Ningirsu, atribua

    a la diosa Nidaba cierta responsabilidad

    moral de las acciones desarrolladas por su

    FILOPOL, 2008

    Gmez, 5

  • protegido Lugalzaggesi.

    Por su parte, el caso de Ibbi-Sin,

    quien fue conducido prisionero a Elam, es a

    nuestro entender an ms interesante ya que

    la elega que narra su triste nal no fue escrita

    bajo su mirada y, por ende, carece de tintes

    tendenciosos. En ella ni siquiera se desliza

    la posibilidad de un acto sacrlego por parte

    del rey, que motivara la decisin de An y de

    Enlil de que el Reino de Ur III sufriera una

    verdadera crisis poltica y socioeconmica,

    para terminar siendo invadido por los

    elamitas.

    En efecto, lo interesante a subrayar

    es que cada una de estas composiciones fue

    escrita con la intencionalidad de transmitir

    un nico mensaje a la audiencia de sbditos

    decodicadores: la realeza era un privilegio

    que los dioses, mediante decisiones que

    trascendan la esfera humana, en cualquier

    momento y sin motivos podan llegar a

    quitar.

    A modo de conclusin.

    Durante el III milenio a.C., el

    ncleo dirigente mesopotmico transmiti

    un mensaje ideolgico que supo difundir de

    manera convincente el sustento divino de

    la realeza, destacando al monarca como un

    hombre facultado para recibir la investidura

    y desempear un rol sacro, pero atribuyendo

    los xitos y los fracasos de su gestin a la

    voluntad de los dioses que interactuaban a

    favor del mantenimiento del Me.

    Haciendo uso de diversos soportes

    -como estelas, conos, placas, tablillas,

    cilindros, estatuas, vasos- y de distintos

    canales fundamentalmente la escritura,

    con el correspondiente eco de la oralidad,

    y la iconografa-, los antiguos dinastas

    legtimos descendientes o usurpadores-

    supieron llevar a acabo una interesante

    campaa propagandstica en benecio de la

    legitimacin de su poder y la legalidad de

    sus acciones.

    De esta manera, a travs de una especie

    de proselitismo religioso (De Bernardi,

    1995-6, 90), el poder poltico intent justicar

    las relaciones de mando y obediencia y

    obtener el consenso necesario para sustentar

    la estabilidad en los dominios reales. La

    tcnica empleada sera persuadiendo a los

    sbditos de la imposibilidad de comprender

    las vicisitudes de la vida y la lgica de las

    desigualdades sociales, atribuyendo todo tipo

    de sufrimientos y de miserias a la voluntad

    de los omnipotentes e inescrutables dioses,

    frente a cuyos designios slo se abran dos

    caminos a transitar: el de la tolerancia o el del

    lamento, ambos en benecio del equilibrio

    en la dinmica del cosmos.

    Bibliografa.BERNBECK, Reinhard, Royal Deication: An

    Ambiguation Mechanism for the Creation of Courtier

    Subjectivities. En: Religion and Power. Divine

    Kingship in the Ancient World and Beyond. Oriental

    Institute Seminars, N 4, 2008, 157-170.

    COOPER, Jerrold S., Divine Kingship in Mesopotamia,

    a eeting phenomenon. En: Religion and Power. Divine

    Kingship in the Ancient World and Beyond. Oriental

    Institute Seminars, N 4, 2008, 261-265.

    COOPER, Jerrold S., Reconstructing History from

    Ancient Inscriptions: the Lagash-Umma border

    conict. En: Sources and Monographs on the Ancient

    Near East. 2, 1, Malibu, Undena, 1983.

    CROATTO, Jos Severino, La Funcin del Poder:

    Salvca u Opresora? Dioses, Reyes y Justicia

    Social en el Antiguo Oriente. En: Revista Bblica, Ao

    34, 1972, 99-106.

    DE BERNARDI, Cristina: El Rol del Estado en

    la Construccin de Identidades Colectivas en

    Mesopotamia Antigua. En: Denirzie e Denire:

    percezione, rappresentazione e riconstruzione

    dellidentit, Atti del 3 Incontro Orientalisti 2004,

    Roma, Associazione Orientalisti, 2005, 13-28.

    DE BERNARDI, Cristina, Entre los Dioses y los

    Hombres: Una Mirada Crtica a La Justicia en la

    Mesopotamia smero-acadia. En: Claroscuro, Revista

    del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, N

    2, 2002, 161-184.

    DE BERNARDI, Cristina, Identidad tnica, Poder y

    Religin en la Mesopotamia Smero Acadia. En: 17

    Anuario, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades

    y Artes, UNR, 1995-1996, 85-96.

    DE BERNARDI, Cristina, La Dimensin Emocional

    de los Procesos Colectivos en las Fuentes Textuales

    de Mesopotamia Antigua. Posibilidad de un Rescate

    Historiogrco. En: Estudios de Asia y frica 119,

    FILOPOL, 2008

    Gmez, 6

  • Vol.XXXVII, N3, 2002, 419-438.

    DE BERNARDI, Cristina- SILVA CASTILLO, Jorge,

    Diversidad tnica, Integracin o Victimizacin en

    la Mesopotamia del III Milenio a.C. En: El Cercano

    Oriente Antiguo. Nuevas Miradas Sobre Viejos

    Problemas, Universidad Nacional de Rosario-El

    Colegio de Mxico, 2005, 11-27.

    FRANKFORT, Henri, Reyes y Dioses. Estudio de la

    Religin del Oriente Prximo en la Antigedad en

    tanto que integracin de la sociedad y la naturaleza,

    Madrid, Alianza, 1983.

    FRANKFORT, H.-WILSON, J.-JACOBSEN,

    T., El Pensamiento Prelosco. Vol. I: Egipto y

    Mesopotamia. Mxico, Fondo de Cultura Econmica,

    1993.

    KRAMER, Samuel, La Historia empieza en Smer,

    Barcelona, Ayma, Barcelona, 1978.

    KRAMER, Samuel, The Sumerians. Their History,

    Culture and Character, Chicago, University of

    Chicago Press, 1963.

    KUHRT, Amlie, Oriente Prximo en la Antigedad,

    I, 3000-330 a.C., Barcelona, Crtica, 2000.

    La Ley ms Antigua, Textos Legales Sumerios, Edicin

    y traduccin de Manuel Molina, Barcelona, Trotta,

    2000.

    LEICK, Gwendolyn, Mesopotamia, La Invencin de

    la Ciudad, Barcelona, Paids, 2002.

    LIVERANI, Mario, El Antiguo Oriente. Historia,

    Sociedad y Economa, Barcelona, Crtica, 1995.

    Los Primeros Cdigos de la Humanidad, Estudio

    preliminar, traduccin y notas de Federico Lara

    Peinado y Federico Lara Gonzlez, Madrid, Tecnos,

    1994.

    Mitos Sumerios y Acadios, Edicin preparada por

    Federico Lara Peinado, Madrid, Nacional, 1984.

    MOLINA, Manuel, Las Reformas de Urukagina. En:

    Antigedad y Cristianismo: Monografas Histricas

    sobre la Antigedad Tarda, N12, 1995, 47-80.

    NARDONI, Enrique, La Justicia en la Mesopotamia

    Antigua. En: Revista Bblica, Ao 55, N 52, 1993/4,

    194-214.

    POSTGATE, J.N., La Mesopotamia Arcaica, Sociedad

    y Economa en el Amanecer de la Historia, Madrid,

    Akal, 1999.

    SANMARTIN, Joaqun- SERRANO, Jos M., Historia

    Antigua del Prximo Oriente, Mesopotamia y Egipto,

    Madrid, Akal, 2004.

    SCHMKEL, Hartmut, El Pas de los Smeros. El

    Redescubrimiento de la Primera Alta Cultura de la

    Humanidad, Buenos Aires, EUDEBA, 1965.

    WINTER, Irene, J., Touched by the Gods: Visual

    Evidence for the Divine Status of Rulers in the Ancient

    Near East. En: Religion and Power. Divine Kingship

    in the Ancient World and Beyond .Oriental Institute

    Seminars. N 4, 2008, 75-101.

    Notas1 Se trata de un extenso mito, de unas 880 lneas, reconstruido en base a fragmentos procedentes del Museo de la Universidad de Pennsylvania y de una tablilla de gran tamao del Museo de Antigedades Orientales de Estambul.2 Inscripcin votiva-conmemorativa en piedra, procedente de Tello, antigua Guirsu, centro religioso de Lagash.3 Se trata de dos conos de arcilla de contenido semejante, uno de ellos hallados por Ernest de Sarzec en Tello, y otro perteneciente a la Yale Collection Museum.4 Son tres conos y una placa oval, todos de arcilla, hallados por Ernest de Sarzec en Tello.5 Esta leyenda a llegado a travs de dos copias neoasirias y un pequeo fragmento neobabilnico.6 Estatua que representa a Gudea diseando el plano de construccin o reconstruccin del Eninnu, templo de Ningirsu. Hallada en Guirsu, se conserva hoy en el Museo de Louvre.7 Las leyes de Ur-Nammu se han conservado en tres tablillas de arcilla, procedentes de Nippur, Ur y Sippar, que posiblemente hayan sido copias escolares de un original en piedra.8 Se trata de una placa de pared, agujereada en el centro, de piedra, de unos 40 cm. de altura, con imgenes e inscripciones. Hallada en Tello, se encuentra en la actualidad en el Museo del Louvre.9 Es una estela de 80 cm. de altura, con imgenes e inscripciones tanto en el anverso como en el reverso. Hallada en Tello y actualmente en el Museo del Louvre.10 Estela de piedra caliza de 3 metros de altura y 1,5 metros de ancho, con relieves distribuidos en registros en ambas caras. Fue hallada en un recinto sagrado del zigurat de Ur y actualmente se encuentra en el Museo de la Universidad de Pennsylvania.11 Inscripcin votiva efectuada sobre un vaso de piedra, hallado en las excavaciones norteamericanas dirigidas por M. Haynes en Nippur.12 Estela de 2 metros de altura, con una gran escena en relieve y con inscripciones. Hallada en Susa aunque se cree que fue erigida en Sippar-, la encontramos hoy en el Museo del Louvre.13 Se trata de una inscripcin celebrativa realizada en la base de una estatua de cobre fundido del rey, procedente de Bassetki., que fue robada del Museo de Irak durante la intervencin estadounidense de 2003, pero afortunadamente recuperada en noviembre del mismo ao.14 El mejor ejemplo lo constituye una composicin de unas 282 lneas conocida como La Maldicin de Agad. En la misma se narra la destruccin y cada de Agad en manos de los gteos, pueblo que es presentado como simple instrumento del dios Enlil para castigar el sacrilegio cometido por Naram-Sin.15 Se trata de una inscripcin votiva realizada en una tablilla de arcilla, hallada en Tello, redactada hacia el 7 ao de reinado de Urukagina.16 Es una copia paleobabilnica, que en su estructura sigue el modelo de la mencionada Destruccin de Agad.

    FILOPOL, 2008

    Gmez, 7